Romanos 5, 12. 15.
19-21
“Por tanto, así como por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el
pecado la muerte y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos
pecaron”
Señor, leo esta cadena de sucesos tan tristes, una cadena formada a raíz de
un pecado de un solo hombre, y de ahí una cascada de consecuencias, que
vivimos y sufrimos la humanidad entera. Yo hago parte de ella. Del pecado, del
mal, de la muerte. Quiero decirte que la siento claramente en mi cuerpo, en mi
mente, como ese efecto dominó cuando se paran las fichas y se empuja la
primera, luego de eso una a una van cayendo, hasta llegar a mí que hago parte
de esos millones de millones de seres humanos en la historia. Y siento la
presencia de esa huella, del pecado, de una manera clara. Siento esta
tendencia Señor al pecado. Quiero entregarte mi lucha constante, a veces más
fuerte, otras veces muy débil, Mi lucha por no hacer lo que quisiera hacer. Y
por hacer lo que no quisiera. Trato de no hacer lo que está mal, y caigo tantas
veces, intento actuar, hacer, pensar, decidir, como mi espíritu quisiera, y me
digo no a mi mismo muchas veces también, sabiendo que está mal. Señor, es
una fuerza tan constante, con tanto poder, que no puedo descuidarme ni un
momento, tantas cosas en el mundo que me seducen, que me atraen.
Cantidades de cosas que debería hacer y no las hago por miedo, por pereza,
por desidia, por falta de amor. Esta condición humana es triste, duele, me hace
sufrir. Y aquí está el origen y la respuesta, en le versículo quince:
“Pero el delito de Adán no puede compararse con el don de Dios. Si por el
delito de uno solo, murieron todos. Con mayor razón el don de Dios ofrecido
por un solo hombre Jesucristo, se concede más abundantemente a todos.”
Ahí estás Tú Señor, salvándome, salvándonos, una y una y otra vez. Por eso
es esta gran noticia. El daño fue enorme, pero Tú te hiciste cargo de nosotros,
y tu Hijo, Padre, aceptó. En este momento quiero arrodillarme, postrarme ante
Ti, Dios Uno y Tres. Quiero adorarte, agradecerte esta abundancia enorme,
mucho más grande que el desastre. Agradezco tu generosidad Padre, tu
obediencia Jesús, tu amor Espíritu Santo, quiero darte gracias por esa decisión
de salvarnos. Me quedo en silencio un momento…
Una sola desobediencia nos trajo el pecado, y una sola obediencia tuya Jesús,
nos salva a todos, siempre que lo aceptemos y es tu gracia, es por tu gracia
que puedo luchar contra el pecado. Agradezco tu gracia mi Jesús, tu gracia y tu
justicia. La gracia es Dios vivo y presente en mi corazón, salvando. Nos
quedamos un momento en silencio.