La Ejecución de Las Penas

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Unidad XI

La Ejecución
Autor
Dr. Pablo Llarena Conde

Contenido
• Atribuciones y Competencias en Materia de Ejecución Penal • Principios en los que se Inspira
la Ejecución de las Sentencias • Marco Normativo Supranacional • Suspensión Condicional del
Procedimiento • La Suspensión Condicional de la Pena • El Cómputo de la Pena Privada de
Libertad • La Unificación de Penas • El Régimen de Cumplimiento de las Penas Privativas de
Libertad • Los Incidentes de Ejecución • La Libertad Condicional • La Ejecución de las Medidas
de Seguridad • Procedimiento sobre la Ejecución de la Pena de Multa • La Ejecución de las
Penas Privativas o Restrictivas de Derecho • La Ejecución de las Penas Accesorias • Las Costas
Procesales • La Ejecución de los Pronunciamientos Civiles de la Sentencia

© Escuela Nacional de la Judicatura, República Dominicana, 2006


X1.1 Introducción

Una de las innovaciones más importantes del nuevo Código Procesal Penal consiste en la llamada
“judicialización” o “jurisdiccionalización” de la ejecución de la pena. No obstante, lo trascendente
del cambio legislativo no es que se atribuya a los jueces el tradicional mandato de “hacer ejecutar
lo juzgado”, sino la obligación del poder judicial de velar, no sólo porque la pena se oriente y
ajuste a sus fines constitucionales, sino porque el cumplimiento de las privaciones de libertad
tenga lugar con sujeción al régimen jurídico legalmente establecido. Se configura así el poder
judicial como el poder que ha de juzgar y ejecutar lo juzgado, con una función garante de los
derechos de los encarcelados ante la actuación de la administración penitenciaria.

Así se recoge en el propio artículo 28 del Código Procesal Penal, el cual establece que: “La
ejecución de la pena se realiza bajo control judicial y el condenado puede ejercer siempre todos
los derechos y facultades que le reconocen las leyes. El Estado garantiza condiciones mínimas
de habitabilidad en los centros penitenciarios y provee los medios que permiten, mediante la
aplicación de un sistema progresivo de ejecución penal, la reinserción social del condenado”.

X1.2 Atribuciones y competencias en materia de eje-


cución penal

Si el artículo 28 del Código Procesal Penal encomienda al poder judicial el control de las
condiciones de cumplimiento de la pena, el artículo 69 del mismo texto dispositivo crea el
órgano judicial que se encargará de tal función, fijando entre los órganos judiciales penales al Juez
de Ejecución Penal y definiendo en el artículo 74 las que serán sus atribuciones y competencias,
al indicar que “Los jueces de ejecución penal tienen a su cargo el control de la ejecución de las
sentencias, de la suspensión condicional del procedimiento, de la sustanciación y resolución de todas
las cuestiones que se planteen sobre la ejecución de la condena”.

Así pues, la actuación del órgano judicial descansa sobre la existencia de una sentencia penal
condenatoria que goce de los efectos de la cosa juzgada y tenga el carácter de firme. Respecto a
esta sentencia, al juez de ejecución le corresponderá: 1) el control de su suspensión condicional
(art. 42 del CPP); 2) el control de su ejecución (Art. 437 del CPP) y 3) la sustanciación y
resolución de cuantas cuestiones se planteen con ocasión de la ejecución de la condena (art.
438 del CPP).

Esta indicación de atribuciones que se recoge en el artículo 74 es, sin embargo, escueta y su
sola lectura sugiere que la función judicial que se encomienda va mucho más allá de la parca
mención legislativa; no obstante, el artículo permite al legislador apuntar ya cual será la total
competencia del órgano jurisdiccional que debatimos. Una competencia que configura la
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naturaleza mixta del órgano judicial, pues en la mayor parte de sus actuaciones funcionará como
órgano auténticamente jurisdiccional integrado en la Jurisdicción ordinaria (liquidación de penas,
refundición, mandamientos de cumplimiento, etc), si bien habrá otros en los que su actuación
no pueda calificarse de jurisdiccional, siendo una labor meramente administrativa, como por
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ejemplo en los casos de visitas a los centros penitenciarios o con relación a las propuestas de
organización que puede dirigir a la administración penitenciaria o incluso en el control de las
relaciones administrativas penitenciarias de sujeción del interno con la administración.

Esta naturaleza mixta no impide que en el ámbito de la ejecución de la pena deban intervenir
numerosos órganos administrativos que prestarán su apoyo a la labor –bien jurisdiccional, bien
administrativa- del órgano judicial. La administración penitenciaria, el registro de penados, los
registros de tráfico, el registro de armas, los de licencias o el propio registro civil, son sólo algunos
de los órganos que se subordinan a las órdenes que en su funcionamiento pueda dar el juez de
ejecución.

X1.3 Principios en los que se inspira la ejecución


de sentencias

Particularmente importante es tener presente que la función del juez de ejecución no debe
limitarse a una actuación literalmente ajustada a los artículos del Código Procesal Penal, sino
que ha de responder a las exigencias legales básicas en las que se asienta la finalidad penológica
moderna e interpretarse conforme con los principios en los que se inspira, siendo estos principios
en los que se asienta la ejecución de sentencias los siguientes:

a. Principio de legalidad:

El principio viene consagrado en el artículo 5 del Código Procesal Penal que indica que:
“Los jueces sólo están vinculados a la ley” y en el propio artículo 7 del Código Procesal
Penal, al establecer que: “nadie puede ser sometido a proceso penal sin la existencia
de ley previa al hecho imputado. Este principio rige además en todo lo concerniente a
la ejecución de la pena o medida de seguridad ordenada por los tribunales”. Al tiempo,
el artículo 436 establece que: “el condenado goza de todos los derechos y facultades que le
reconocen la Constitución, los tratados internacionales, las leyes y este código, y no puede apli-
cársele mayores restricciones que las que expresamente dispone la sentencia irrevocable y la
ley”. La exigencia de que la ejecución de sentencias se lleve con sujeción a la Constitución
y al resto del ordenamiento jurídico, entraña además la obligación que tendrá el Juez de
Ejecución de decretar la nulidad de lo actuado con vulneración de la legalidad, siempre
y cuando se haya producido indefensión, y siempre que no proceda la subsanación;
preservando, eso sí, en todo caso la invariabilidad de la cosa juzgada.

b. Principio de inmodificabilidad

Este principio, llamado también principio de invariabilidad, entraña que una vez firmado
el fallo no podrá ser modificado fuera de los cauces legalmente establecidos, pues de
lo contrario atenta contra el principio de la cosa juzgada y contra la seguridad jurídica,
vulnerando así el derecho a la tutela judicial efectiva.

 STCE 34/93, de 8 de febrero, establece: “La inmutabilidad de las sentencias integra el contenido del derecho a la tutela judicial
efectiva, de modo que si el órgano judicial modifica la parte dispositiva de una sentencia, fuera del cauce del correspondiente
recurso, vulneraría ese derecho fundamental del justiciable, puesto que, si se permitiera reabrir un proceso ya resuelto por

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c. Principio de efectividad

Es consecuencia del anterior, entrañando que las sentencias hayan de ejecutarse en sus
propios términos y tengan plena fuerza ejecutiva para lograr su cumplimiento.

d. Principio de identidad entre lo ejecutado y lo resuelto

Que la sentencia firme haya de ser ejecutada en sus propios términos no puede ser
entendido como una ejecución literal en aquellos casos en los que tal cumplimiento
desnaturalice o contradiga el alcance y naturaleza de la decisión que trata de ejecutarse.
Esto no es impedimento para que en ocasiones existan sustitutivos de la inicial literalidad
del fallo, como sería el caso de la responsabilidad personal subsidiaria o sustitución de
penas.

e. Principio de celeridad

Consecuencia del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas, surge el principio de


celeridad en la ejecución del pronunciamiento judicial. Un principio que no se recoge
de forma explícita respecto a la ejecución de la sentencia, pero que es coherente con
el control de la duración máxima del proceso que el Código Procesal Penal recoge y
con el diligente funcionamiento que impone el propio artículo 438 del CPP al indicar:
“Desde el momento en que ella (la sentencia condenatoria) es irrevocable, se ordenan las
comunicaciones e inscripciones correspondientes y el secretario del juez o tribunal que la dictó
remite la sentencia al juez de la ejecución para que proceda según este titulo”.

f. Principio de oficialidad

El impulso para la ejecución de la resolución judicial condenatoria y firme corresponde al


propio tribunal que la dictó, sin necesidad de que sea interesado por el ministerio fiscal o
alguna de las partes que intervinieron en el proceso (art. 438.2 CPP)

g. Principio de reeducación y reinserción

Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad han de estar orientadas a la
reeducación y reinserción social del condenado (art. 3 CD y art. 10.3 del PIDCP). No
obstante, del mandato recogido en estos artículos no se derivan concretos derechos
subjetivos en favor del penado, sino que comportan un compromiso del legislador de
orientar su política penal y penitenciaria hacia la consecución de tales fines.

Sentencia firme, la protección judicial de los derechos e intereses legítimos carecería de efectividad. De este modo, el derecho
fundamental que establece el artículo 24.1 CE actúa como límite que impide a los tribunales revisar las Sentencias y demás
resoluciones firmes al margen de los supuestos taxativamente previsto por la ley, incluso en la hipótesis de que con posterioridad
entendieran que la decisión jurisdiccional no se ajusta a la legalidad”.
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 STCE 247/93 establece: “…La ejecución de las sentencias en sus propios términos forma parte, en efecto, del derecho
fundamental a la tutela judicial efectiva de los Jueces y Tribunales, ya que, en caso contrario, las decisiones judiciales y los derechos
que en las mismas se reconozcan o declaren no serían otra cosa que meras declaraciones de intenciones sin alcance práctico
ni efectividad alguna…El contenido principal del derecho consiste, pues, en que esa prestación jurisdiccional sea respetuosa con
lo fallado y enérgica, si fuera preciso, frente a su eventual contradicción por terceros”.
 La STCE 143/96, estableció que “la doctrina constitucional…no ha configurado…los criterios que han de orientar las penas y

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Penal

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X1.4 Marco normativo supranacional

Si decíamos que la función del juez de ejecución no ha de limitarse a una actuación literalmente
ajustada a los artículos del Código Procesal Penal, sino que ha de orientar su actuación a las
exigencias marco superiores, debe indicarse que estas exigencias no sólo se definen mediante
los indicados principios inspiradores, sino a través de una serie de normas básicas en las que se
ha apoyado la propia regulación procesal que ahora estudiamos, de suerte que precisamente el
artículo 436 del CPP venga a decir expresamente que “el condenado goza de todos los derechos y
facultades que le reconocen la Constitución, los tratados internacionales, las leyes y este código…”.

Entre esta normativa internacional marco debe destacarse:

a. El artículo 5 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, de 10 de diciembre


de 1948, que preceptúa que “nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos
crueles, inhumanos o degradantes”.

b. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de 16 de diciembre de 1966,


que establece que:

1. Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.


En particular, nadie será sometido sin su libre consentimiento a experimentos médicos
o científicos (art. 7).

2. Nadie estará sometido a esclavitud. La esclavitud y la trata de esclavos estarán prohibidas


en todas sus formas (Art. 8.1).

3. Nadie será constreñido a ejecutar un trabajo forzoso u obligatorio (Art. 8.3)

El inciso precedente no podrá ser interpretado en el sentido de que prohíbe, en los países
en los cuales ciertos delitos pueden ser castigados con la pena de prisión acompañada de
trabajos forzados, el cumplimiento de una pena de trabajos forzados impuesta por un tribunal
competente.

• Toda persona privada de libertad será tratada humanamente y con el respeto


debido a la dignidad inherente al ser humano (Art. 10.1).

• El régimen penitenciario consistirá en un tratamiento cuya finalidad esencial será


la reforma y la readaptación social de los penados. Los menores delincuentes
estarán separados de los adultos y serán sometidos a un tratamiento adecuado
a su edad y condición jurídica (Art. 10.3).

c. La Convención Americana sobre Derechos Humanos, de 22 de noviembre de 1969,


que establece que:

medidas de seguridad como un derecho fundamental sino como un derecho fundamental del constituyente al legislador para
orientar la política penal y penitenciaria, mandato del que no se derivan derechos subjetivos (STCE 2/87, 28/88).”

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al
• Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y
moral.

Nadie debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda
persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser
humano.
La pena no puede trascender de la persona del delincuente…

Las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la readaptación
social de los condenados (art. 5).

• Nadie puede ser sometido a esclavitud o servidumbre, y tanto éstas, como la


trata de esclavos y la trata de mujeres están prohibidas en todas sus formas.

Nadie debe ser constreñido a ejecutar un trabajo forzoso u obligatorio. En los países donde
ciertos delitos tengan señalada pena privativa de la libertad acompañada de trabajos forzosos,
esta disposición no podrá ser interpretada en el sentido de que prohíbe el cumplimiento de dicha
pena impuesta por juez o tribunal competente. El trabajo forzoso no debe afectar a la dignidad
ni a la capacidad física e intelectual del recluido.

No constituyen trabajo forzoso u obligatorio, para los efectos de este artículo…los trabajos o
servicios que se exijan normalmente de una persona recluida en cumplimiento de una sentencia
o resolución formal dictada por la autoridad judicial competente.

Tales trabajos o servicios deberán realizarse bajo la vigilancia y control de las autoridades públicas,
y los individuos que los efectúen no serán puestos a disposición de particulares, compañías o
personas jurídicas de carácter privado (Art. 6).

• Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro


recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra
actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la
ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas
que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales (Art. 25).

d. La Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o


Degradantes; adoptada y abierta a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea
General en su resolución 39/46, de 10 de diciembre de 1984.

e. Las Reglas mínimas para el tratamiento de los reclusos, adoptadas por el Primer
Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del
Delincuente, celebrado en Ginebra en 1955, y aprobadas por el Consejo Económico
y Social en sus resoluciones 663C (XXIV) de 31 de julio de 1957 y 2076 (LXII) de 13
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de mayo de 1977.

f. Las Reglas mínimas de las Naciones Unidas sobre las medidas no privativas de libertad
(45/110. Reglas de Tokio).

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X1.5 Suspensión condicional del procedimiento

Caso: Sobre la suspensión condicional.

Objetivo Formativo: Tiene por objeto analizar el objeto de vigilancia con


relación a la suspensión condicional del procedimiento, así como los distintos
instrumentos con los que puede contar el juez de la ejecución y la manera de
construir su mandato para un control permanente y efectivo.

Descripción de supuestos fácticos: Ante una permanente e ilegal actitud


de acoso a Marta, a Henry se le ha suspendido provisionalmente el procedimiento
de depuración de su responsabilidad penal, imponiéndole la obligación de pagar
a Marta la cantidad de 25.000 pesos –habiéndose convenido que lo pagará en
los cinco primeros meses en pagos de 5.000 pesos-, y fijándose la observancia
durante dos años de las siguientes reglas: La prohibición de visitar el domicilio,
lugar de trabajo y barrio de Santo Domingo en el que vive Marta.

Abstenerse de hablar con Marta o su familia.

Abstenerse de abusar de bebidas alcohólicas.

Abstenerse de portar armas.

Trabajar en un centro de protección y asistencia a mujeres maltratadas por un


tiempo de 150 horas.

X1.5.1 Las competencias del juez de ejecución con relación a la


suspensión condicional del procedimiento
Entre las funciones atribuidas al juez de ejecución penal, como no puede ser de otro modo, se
encuentra la realización de todas las actuaciones encaminadas a llevar a término la totalidad de
los pronunciamientos condenatorios que han puesto fin al proceso penal; siendo intrínseca a esta
competencia la resolución de cuantos incidentes puedan acontecer durante este cumplimiento.

No obstante, de manera excepcional, el Código Procesal Penal impone al Juez de Ejecución


la función de velar por el cumplimiento de una decisión judicial que, no habiendo agotado el
ejercicio de la acción penal, si tiene una particular trascendencia; me refiero a la función de
control respecto a la suspensión condicional del procedimiento. La atribución es una excepción
al principio de que sólo es ejecutable la sentencia irrevocable de condena, estando recogida la
excepción tanto en el artículo 74 del CPP, cuanto en el párrafo último del artículo 437 del

 El artículo 74 del CPP dispone que: “Los jueces de ejecución penal tienen a su cargo el control de la ejecución de las sentencias, de
la suspensión condicional del procedimiento, de la sustanciación y resolución de todas las cuestiones que se plateen sobre la ejecución
de la condena”.

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mismo texto legal, al indicar que el juez de ejecución: “también controla el cumplimiento de las
condiciones impuestas en la suspensión condicional del procedimiento”.

La razón de la atribución se encuentra en que la suspensión del procedimiento se supedita a


alcanzar los objetivos concretos de prevención especial que la inspiran, justificando así que la
administración de justicia racionalice sus recursos materiales y humanos para abordar de manera
seria y rigurosa el control del grado de cumplimiento de las condiciones de la suspensión. Se
aprovecha para ello los instrumentos y medios con los que contará el juez de ejecución para la
realización de sus fines propios y se descarga al tiempo de ese control a órganos judiciales cuya
función jurisdiccional es meramente resolutiva.

En cualquier caso, debe destacarse que el Juez de Ejecución en modo alguno tiene atribuida
competencia para la revocación del beneficio de suspensión del proceso cuando entienda que se
han quebrantado o incumplido las condiciones fijadas en su día. Las funciones del Juez de Ejecución
Penal se limitan al control de su cumplimiento y esta previsión legal es recogida íntegramente por
la Suprema Corte de Justicia que, en su Resolución 296/2005, fija como atribución del Juez de
Ejecución (Atribución D) la de “controlar el cumplimiento de las condiciones impuestas al imputado
en la suspensión condicional del procedimiento…, a los fines de que el Juez competente dicte el auto
para su revocación o la declaración de la extinción de la acción penal”.

X1.5.2 Objeto de control

La primera cuestión que se plantea con relación a esta atribución legal es la de cual ha de ser el
objeto de control del juez de ejecución.

El artículo 437 del CPP impone al juez de ejecución el control del “cumplimiento de las condiciones
impuestas”. La interpretación de este precepto plateará la duda práctica de si su supervisión se
ha de limitar a vislumbrar el grado de cumplimiento de las reglas fijadas en el artículo 41, dejando
al Juez de la Instrucción el control relativo al cumplimiento por el inculpado del acuerdo de
reparación de la victima (art. 40 del CPP) y de la comisión de nuevos delitos (art. 42); o si por el
contrario será el juez de ejecución el que abordará el control global.

Nada indica la ley, no obstante, el principio de concentración de funciones y la propia delegación


de las misiones de control, parecen sugerir esta última tesis, como así recoge implícitamente la
resolución 296/2005 de la Suprema Corte, que en su Regla XIII.3 dispone que corresponde al
juez de ejecución “recibir los informes sobre el cumplimiento de las obligaciones asumidas por el
imputado…”. Y “Transmitir al juez de la instrucción competente los informes para la revocación de la
suspensión condicional del procedimiento, en caso de incumplimiento por el condenado o condenada
de las condiciones asumidas…”.

 Nada aporta la Resolución de la Suprema Corte a lo que el propio CPP definía, pues el artículo 437 indica que el Juez de
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Ejecución: “También controla el cumplimento de las condiciones impuestas en la suspensión condicional del procedimiento,
según los informes recibidos y, en su caso, los trasmite al juez competente para su revocación o para la declaración de la
extinción de la acción penal”.

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Penal

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La clara referencia a “obligaciones asumidas” pone en evidencia que el objeto de control no será
exclusivamente las impuestas reglas del artículo 41, sino que alcanzará también a comprobar si
el inculpado cumple con el acuerdo de reparación de la victima que hubiere suscrito (art. 40 del
CPP) y si respeta la no reincidencia que resulta implícita conforme con el artículo 42 del CPP.

X1.5.3 Instrumentos de control


Definido el objeto de la atribución del juez de la ejecución, la segunda cuestión que se suscita es
conocer con qué instrumentos contará para llevar a efecto la supervisión encomendada. A este
respecto, el código procesal penal se limita a afirmar (artículo 437) que controlará el cumplimiento
de las condiciones impuestas…según los informes recibidos.

La escueta previsión legal ha sido ya desarrollada en algunos aspectos por el Reglamento 296/2005,
que en su Regla XIII afirma que corresponde al juez de la ejecución “recibir los informes sobre el
cumplimiento de las obligaciones asumidas por el imputado o imputada, para lo que se asistirá de un
personal especializado”.

Quiere eso decir que el juez de ejecución no sólo contará con los informes que puedan
confeccionar los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado y con aquellos otros que puedan serle
remitidos por los organismos públicos o entidades que en su funcionamiento ordinario entren en
contacto con el inculpado, sino que podrá organizarse una oficina judicial que cuente entre sus
recursos humanos con funcionarios que, dependiendo directamente de la autoridad del juez de
ejecución, tengan como misión el seguimiento personal y directo del grado de cumplimiento de
las exigencias impuestas por el Juez de la Instrucción.

X1.5.4 Régimen de Control


La previsión reglamentaria pone de relieve además cuál ha de ser la dinámica de este control.

No debe el juez de ejecución limitarse a la recepción pasiva de los informes que puedan llegar
a generarse. Un control de ejecución limitado a la recepción de la denuncia de aquellos a los
que les conste el incumplimiento de las condiciones impuestas, no sólo supondría un control
meramente formal o aparente, sino que haría absolutamente inútil que la función se encomiende
a un juez distinto del Juez de la Instrucción y resultaría contradictorio con la voluntad de la Corte
Suprema de que exista un personal judicial especializado para la emisión de los informes.

La construcción legal se orienta a que el juez de ejecución asuma un control activo, único que
resulta coherente con el interés público que justificó el sacrificio de la acción penal; de forma que
la función principal del juez de ejecución será interesar y recabar de forma lógica los informes
de cumplimiento de las condiciones, estructurando su emisión tanto en lo relativo a las parcelas
concretas que deben indagarse, cuanto al momento o periodicidad con que habrán de abordarse,
siendo evidente que lo que habrá de investigarse no solo son los eventuales incumplimientos
sino, en la medida que sea posible, los supuestos de observancia, pues sólo el contraste entre
observancia y rebeldía permite ponderar si las condiciones fueron esencialmente cumplidas o no,
a los efectos de la revocación del beneficio (art. 42 CPP).

Cuestión distinta es si el juez de ejecución debe limitarse a indagar el grado de cumplimiento de


las condiciones impuestas o, por el contrario, si está facultado para adoptar decisiones orientadas

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a impedir que el imputado pueda hacer aquello que le resultó prohibido. La segunda de las
posturas facultaría al juez de ejecución a ordenar, por ejemplo, la retirada de pasaporte que
asegure la prohibición de viajar al extranjero o la intervención del arma cuya tenencia o porte
resultó proscrita. No obstante, la suspensión condicional del procedimiento es una suspensión
que supedita el ejercicio de la acción penal a que el comportamiento voluntario y libre del
inculpado respete de manera reforzada determinados deberes íntimamente relacionados con
la acción delictiva que se le atribuye o especialmente sensibles a la seguridad colectiva que se
pone en riesgo al suspender el procedimiento; de suerte que sólo el análisis del comportamiento
libre permite establecer el pronóstico de futuro que justifica la institución, haciendo con ello
que la actuación judicial de ejecución de la decisión de suspensión condicional se haya de limitar
al control del comportamiento, sin restringir la posibilidad de movimientos del obligado. Así se
deriva del propio 41 del CPP, que define al periodo de suspensión condicional del procedimiento
como un periodo de prueba, y de forma más evidente en la Regla XIII de la Resolución 296/2005
de la Suprema Corte, que en su punto 2.b establece que el Juez dicta “la orden de control del
período de prueba impuesto para la suspensión condicional del procedimiento….”, y que en su
punto 3 limita la actuación del juez a la recepción de los informes sobre el cumplimiento de las
obligaciones por parte del inculpado y a su eventual traslado al Juez de Instrucción que suspendió
el proceso. Reconocer la posibilidad de restringir de forma compulsiva la libertad de actuación del
individuo, aproximaría la condición al régimen jurídico de la pena, lo que resulta una equiparación
inabordable.

X1.5.5 Procedimiento

a. Remisión por el Juzgado Instructor

Nada dice el Código Procesal Penal respecto a la manera en la que el juez de ejecución ha de
llevar el control que se le encomienda. Es esta una cuestión que ha sido definida en sus niveles
más básicos por el Reglamento del Juez de la Ejecución aprobado por Resolución 296/2005. El
Reglamento, en su Regla XIII.2, establece que una vez acordada la suspensión condicional del
procedimiento por el Juez de Instrucción, su secretaría remitirá de manera inmediata la decisión al
juez de ejecución. Decisión que habrá de contener los elementos básicos que afectan a la función
encomendada al Juez de Ejecución, esto es:

• Las reglas del artículo 41 a las que está sujeto el imputado, así como (conforme a lo indicado
anteriormente) el compromiso de reparación acordado con la victima.
• El plazo de prueba establecido (que irá entre uno y tres años conforme con el artículo 41
del CPP).

b. El auto ordenando el seguimiento:

1. Inscripción o registro

 El artículo 41 del CPP dispone que “el Juez, al decidir sobre la suspensión, fija el plazo de prueba…y establece las reglas a las
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que queda sujeto el imputado”.


 En este sentido resulta inadecuada la referencia a “condenado” que hace la propia Resolución 296/2005 al indicar en su regla
XIII.3.b que corresponde al juez de la ejecución: “transmitir al juez de la instrucción competente los informes para la revocación
de la suspensión condicional del procedimiento, en caso de incumplimiento por el condenado o condenada de las condiciones
asumidas”.

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A partir de la recepción, el juez de ejecución deberá inscribir la ejecutoria en un libro especializado
que deberá abrirse a tales efectos. No obstante, el propio reglamento define que la inscripción
habrá de hacerse con idéntico número con el que el expediente hubiere sido identificado en
el juzgado (el reglamento habla indebidamente de tribunal) de procedencia. Nada se indica si
el registro será individual de cada juzgado o existirá un registro central único. La opción por
este último determinará un único lugar al que comunicar cualquier condena y desde el que se
alertaría a los distintos Jueces de Ejecución que tengan registrados procesos de control contra
el condenado.

2. Motivación

A partir de ese momento, el reglamento sólo especifica la necesidad de que el juez de ejecución
dicte, mediante auto motivado, la orden de control del período de prueba impuesto. Ciertamente,
siendo como es que las condiciones habrán sido fijadas por el juez de instrucción, la exigencia
específica de motivación no se acierta a comprender, pues ni la decisión judicial de ejecución
restringe de manera novedosa el ámbito de actuación individual, ni se acierta a encontrar qué
extremos de su decisión exigen exteriorizar el criterio del juez de ejecución, visto que sus
decisiones de control parecerán explicarse por sí mismas cuando sean puestas en relación con
las condiciones impuestas en su día al inculpado y con el plazo de observancia que se fijó.

3. Notificación

El reglamento impone además que el auto sea notificado al ministerio fiscal, al querellante y al
actor civil.

La notificación habilitará a la interposición del recurso de oposición conforme con las normas
generales del Código Procesal Penal, no obstante, la cuestión que se suscitará es la de si dicha
resolución ha de ser notificada o no al afectado. El hecho de que de la decisión del Juez de
Ejecución no se deriven restricciones de actuación del encausado, sino que estas se asienten en el
auto del instructor concediendo la suspensión (que si que le fue notificado), y la operatividad real
del sistema de control, determina que sea lógica la implícita exclusión del afectado respecto de la
notificación de la resolución en la que se definen los sistemas que se emplearán para abordar el
control de su comportamiento futuro.

4. Contenido

Respecto al contenido del auto, vendrá referido –como se ha visto- al control de la observancia
de las condiciones referidas en el artículo 41; esto es: 1º) obligación de residir en un determinado
lugar o de someterse a la vigilancia que señale el juez; 2º) abstenerse de visitar ciertos lugares o
personas; 3º) abstenerse de viajar al extranjero; 4º) abstenerse del abuso de bebidas alcohólicas;
5º) obligación de aprender una profesión u oficio o seguir cursos de capacitación o formación
indicados en la decisión; 6ª) obligación de prestar un trabajo de utilidad pública o de interés
comunitario en una institución estatal u organización sin fines de lucro, fuera de sus horarios
habituales de trabajo remunerado; 7º) prohibición de portar o tener armas o 8º) abstenerse de
conducir vehículos de motor fuera del trabajo, en los casos en que el hecho que se atribuye se
relaciones con una violación a las reglas relativas al tránsito de vehículos.

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Ello determinará la necesidad de remitir oficios a aquellos organismos o entidades a través de las
cuales puede llegar a percibirse el incumplimiento de las obligaciones impuestas. En tales oficios
será fundamental indicar a los requeridos que su deber se limita a informar de la trasgresión, sin
pretender impedir la actuación proscrita, y que la emisión de un informe de denuncia no excusará
de mantener posteriormente el control y de perseverar en los informes; todo ello dejando siempre
a salvo los derechos superiores de aquellos otros que pueden resultar afectados. La duración de
la condición, el número de infracciones cometidas y el nivel de riesgo de cada quebrantamiento,
son los parámetros que orientarán al juez a la hora de indicar la frecuencia del control –en su
caso- y el tiempo durante el cual ha de ser desplegado. Lógicamente, habrá actividades que no
podrán ser objeto de control y otras que sólo resultarán controlables mediante seguimiento
policial o por los funcionarios especializados adscritos a la oficina judicial.

5. Los Informes

Dispone el reglamento que los informes han de ser remitidos al juez de la instrucción, siendo
varias las cuestiones que se suscitan:

 especto al momento de remisión de los informes, deben destacarse dos reali-


•R
dades:

a. E
 n la eventualidad de la recepción de un informe de incumplimiento: No existe pre-
cepto ninguno que indique que la revocación haya de hacerse necesariamente a la
culminación del periodo de observancia, antes al contrario, no tendría sentido la pos-
posición de su revocación cuando el incumplimiento es de tal entidad que muestre
improcedente el beneficio. En tal sentido se justifica que cualquier incumplimiento sea
trasmitido de manera inmediata al juez de la instrucción y, por este, al ministerio fiscal,
para que pueda iniciarse –si se considera de suficiente intensidad- el trámite tendente
a la revocación indicado en el artículo 42 del CPP, que establece que: “si en forma
considerable e injustificada, el imputado se aparta de las condiciones impuestas, comete
una nueva infracción o incumple con los acuerdos sobre la reparación, el juez, a solicitud del
ministerio público, puede ordenar en audiencia, mediante decisión motivada, la revocación
de la suspensión condicional y la reanudación del procedimiento.

b. En todo caso: A la terminación del periodo de observación el juez de ejecución


habría de remitir copia del expediente al Juez de la Instrucción, de suerte que pudiera
analizarse de modo global el grado de control de la condición y la entidad y justifi-
cación de los eventuales incumplimientos. Así parece derivarse de la Regla XIII.3.b
del Reglamento, que establece que la remisión de informes…para la revocación de la
suspensión condicional del procedimiento en caso de incumplimiento por el condenado…o
para la declaración de la extinción de la acción penal, según proceda”.
• Respecto a la necesidad de que los expedientes finales deban o puedan ir
acompañados de una valoración del juez de ejecución.

Debe apostarse por que la valoración sea abordada por la acusación, tal y como el artículo 42
Derecho

del CPP propugna, no obstante, el hecho de que la observación haya tenido lugar a espaldas
del encausado y la circunstancia de que la fuerza indicativa del informe pueda verse alterada
por las circunstancias en las que se produjo, imponen que el informe o informes que se remitan,
vayan siempre acompañados de la información contextual que permita a la partes defender la
Procesal
Penal

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Derecho

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intensidad, virtualidad o inoperatividad del indicio respecto de la suspensión del beneficio o de la
declaración de extinción de la acción penal.

En cualquier caso, debe repararse en que tales informes finales habrán de ser remitidos con
una antelación tal que permita la tramitación y revisión total del periodo, antes de que venza
el tiempo de la condición, a fin de que el análisis de cumplimiento no resulte vacío por una
extinción automática de la acción penal, toda vez que el artículo 44.7 del CPP dispone esta
extinción al momento del vencimiento del plazo de suspensión condicional, sin que haya mediado
revocación.

6. La Revocación

El hecho de que la revocación corresponda al juez de instrucción, y la circunstancia de que la


revocación de la suspensión condicional del procedimiento sea facultativa, determina que sea
absolutamente necesario que el juez de instrucción comunique la decisión de revocación de la
suspensión condicional del procedimiento al juez de ejecución de penas, a fin de que este cierre
el procedimiento de control abierto en su día, anotando el cierre en el registro de los de su clase
y liberando del seguimiento y sus correlativos informes a los organismos y entidades empeñados
en la vigilancia.

Por otro lado, el que la comisión de un nuevo delito pueda ser causa de revocación y la
circunstancia de que no se entenderá cometido el nuevo delito hasta que sea firme la sentencia
de condena, plantea el problema de si esta condena puede desplegar su eficacia cuando derive
de hechos cometidos durante el periodo de suspensión condicional, pero haya ganado firmeza
tras el vencimiento del plazo de la suspensión.

X1.5.6 El perdón judicial

El reglamento del juez de ejecución penal dedica su Regla XV a las atribuciones que tendrá este
órgano judicial en relación al Perdón Judicial regulado en el artículo 340 del CPP. La previsión, sin
embargo, parece una de las menos acertadas del Reglamento.

El artículo 340 del CPP dispone que: “En caso de circunstancias extraordinarias de atenuación el
tribunal puede eximir de pena o reducirla incluso por debajo del mínimo legal, siempre que la pena
imponible no supere los diez años de prisión” . A este respecto, el reglamento dispone un doble
régimen jurídico:

a. En aquellos supuestos en los que el perdón judicial exima totalmente de la pena, el
reglamento dispone que se excluya de ejecutoriedad ante el juez de la ejecución.
La previsión nada aporta, pues nada hay que ejecutar cuando el tribunal liberó de
sanción y siendo como es que la ejecución de las eventuales responsabilidades civiles
corresponde a la jurisdicción civil (art. 448 del CPP); pese a ello, la disposición regla-
mentaria se muestra imprecisa, pues cabrá sin embargo la ejecución de la sentencia
con relación a las costas procesales que no sean voluntariamente abonadas.

b. En aquellos supuestos en los que el perdón judicial se limite a minorar la extensión
de la pena procedente o a eximir totalmente de una, pero manteniendo otros pro-

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al
nunciamientos de condena (reducción de pena al decir del reglamento), la disposición
reguladora de la función de los jueces de ejecución preceptúa que estos habrán de
seguir el mismo procedimiento establecido para la suspensión condicional de la pena.

La previsión no se comprende. El perdón judicial se configura como la posibilidad que tiene el


tribunal de excluir total o parcialmente la pena que había de corresponder en consideración a las
circunstancias de disminución de la culpabilidad concurrentes al momento de la perpetración de los
hechos, de suerte que la minoración o exención no viene condicionada por un comportamiento
futuro, cuyo seguimiento sí se muestra esencial en los supuestos de suspensión condicional de
la pena. En tal sentido, el perdón judicial afectará al título de ejecución –minorándolo en este
caso-pero no condiciona la manera de su cumplimiento, que habrá de seguir el modo normal de
ejecución.

X1.6 La suspensión condicional de la pena

X1.6.1 Introducción

El artículo 341 del CPP posibilita que el tribunal pueda suspender –total o parcialmente- la
ejecución de la pena impuesta. Se configura así la suspensión condicional como una suspensión
de la ejecución de la pena privativa de libertad durante un determinado plazo, en el cual el
delincuente primario queda sometido a prueba, teniendo por remitida y extinguida la condena si
no vuelve a delinquir durante el plazo de la suspensión.

El artículo 74 del CPP no recoge competencia ninguna del juez de ejecución sobre esta materia,
no obstante, el artículo 341 dispone que en los supuestos de suspensión condicional de la pena,
se aplicarán las reglas de la suspensión condicional del procedimiento. La remisión a estas reglas
es la que atribuye al juez de ejecución la competencia para controlar el grado de cumplimiento
de las condiciones respecto de cuya observancia se supeditó la suspensión y determina que la
Suprema Corte introdujera una Regla XIV en la que se define el modo en el que el Juez de
Ejecución debe abordar su ejecución y control.

Así pues, en los supuestos de suspensión condicional de la pena, la competencia del juez de
ejecución respecto de los extremos de la sentencia que han de ser llevados a efecto viene
recogida en el artículo 74 y 437 del CPP y su competencia para controlar la observancia de las
condiciones de las que se hizo depender la suspensión –total o parcial- de la pena, se asienta en
el artículo 341 del CPP y en la Regla XIV del Reglamento del Juez de Ejecución.

 Las razones en las que puede asentarse este perdón judicial son, en consideración al propio artículo 340: “1. La participación
Derecho

mínima del imputado durante la comisión de la infracción; 2. La provocación del incidente por parte de la víctima o de otras personas;
3. La ocurrencia de la infracción en circunstancias poco usuales; 4. La participación del imputado en la comisión de la infracción bajo
coacción, sin llegar a constituir una excusa legal absolutoria; 5. El grado de insignificancia social del daño provocado; 6. El error del
imputado en relación al objeto de la infracción o debido a su creencia de que su actuación era legal o permitida; 7. La actuación del
imputado motivada en el deseo de proveer las necesidades básicas de su familia o de sí mismo; 8. El sufrimiento de un grave daño
físico o psíquico del imputado en ocasión de la comisión de la infracción; 9. El grado de aceptación social del hecho cometido”.

Procesal
Penal

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Derecho

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X1.6.2 Requisitos de la suspensión condicional

Si bien la concesión del beneficio corresponde al Juez o Tribunal de juicio (art. 341 CPP, en
relación con la regla XIV del Reglamento 296/2005), es conveniente destacar aquí los requisitos
de los que se hace depender legalmente la suspensión:

• Objetivos:

1. Que la pena que se trata de suspender sea una pena privativa de libertad, quedando
excluidas de suspensión condicional aquellas que gozan de distinta naturaleza. Responde
así la institución a la consideración de que la prisión puede presentar –en ocasiones-
aspectos inoperantes, tanto desde el punto de vista de la prevención general, como de
la reeducación del penado.

2. Que la condena conlleve pena privativa de libertad igual o inferior a cinco años. Ello supone:
a. que la consideración ha de ser respecto de la pena impuesta y no de la prevista en el
código. b. que quedan excluidas -aun de suspensión parcial- las penas de más de cinco
años impuestas por cualquier delito (criterio de gravedad de los hechos). c. que quedan
también excluidas aquellas sentencias en las que por conjunción de delitos, lleguen a
imponerse diversas penas que acumuladas sobrepasen los cinco años de prisión (criterio
de peligrosidad del condenado).

• Subjetivos:

3. Que el condenado no hubiere sido condenado penalmente con anterioridad. A


estos efectos no se considerarán los delitos de los que hubiere sido rehabilitado o
amnistiado10.

4. Que el condenado acepte las condiciones impuestas. Estas condiciones no serán otras
que las recogidas en el artículo 40 y ss. para la suspensión condicional del procedimiento
y entre ellas, claro está, la de reparación de la víctima o el acuerdo firmado con esta de
reparación.

• Procesales:

5. Se plantea la cuestión de la oficialidad en la adopción de esta decisión. La redacción del

 El artículo 143 del proyecto actual de CP establece que toda persona física ya condenada, que no ha sufrido nueva condenación a
pena criminal o correccional, obtiene su rehabilitación de pleno derecho en las condiciones siguientes: 1. En caso de condenación
a las penas de multa o de días-multa, después de un plazo de tres años a partir del día del pago de la multa o del monto global
de los días-multa o de la expiración del plazo de encarcelación previsto por el artículo 64, o de la prescripción cumplida. 2. En
caso de condenación a una pena de un año de prisión, o a pena diferente a la reclusión, prisión multa o díasmulta; después de
un plazo de cinco años, a partir de la ejecución de la pena o de la prescripción cumplida. 3. En caso de condenación a una pena
de diez años de prisión, o condenaciones múltiples a pena de prisión cuyo conjunto no exceda de cinco años, después de un
periodo de diez años, a contar de la expiración de la pena sufrida o la prescripción cumplida.
10 El artículo 140 del proyecto de CP dispone que la amnistía extingue las condenaciones impuestas. Implica, sin que pueda dar
lugar a la restitución, el perdón de todas las penas impuestas; añadiéndose en el artículo 141 que se prohíbe a toda persona
que en el ejercicio de sus funciones tenga conocimiento de condenaciones penales, sanciones disciplinarias, prohibiciones,
caducidades o incapacidades aniquiladas por la amnistía, aludirlas en un documento o bajo cualquier forma que sea.

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al
CPP no despeja las dudas que pueden surgir al respecto, vislumbrándose que será dual
la posición que mantengan los tribunales; no obstante, el hecho de que el artículo 341
remita a las reglas de la suspensión condicional del proceso y la circunstancia de que
esta parezca exigir la petición de parte para su concesión (art. 40) y que se imponga
explícitamente en cuanto a su revocación (art. 42) , son elementos que refuerzan la idea
de ser una cuestión sujeta al principio de justicia rogada.

No obstante, siendo la concurrencia de estos requisitos presupuesto inexcusable para la adopción,


no son motivo suficiente, toda vez que el artículo 341 configura la suspensión como una facultad
a otorgar discrecionalmente por jueces y tribunales. En cualquier caso, es precisamente esta
discrecionalidad la que obliga a que tanto la concesión de la suspensión condicional de la pena,
como su denegación, hayan de ser motivadas. A este respecto el TCE, en su sentencia 115/97,
establecía: “En aplicación de la doctrina establecida en la STC 224/92, el hecho de que el art. 92.1
del anterior CP, actual 80.1 del CP de 1995, confiriera a los Jueces y Tribunales la facultad de otorgar
motivadamente el beneficio de la remisión condicional no significa que su denegación no hubiera de ser
igualmente motivada, pues sólo así puede procederse a un control posterior de la misma en evitación
de toda posible arbitrariedad”. Por su parte, la SDCE 55/99 determinaba: “El carácter discrecional
de la decisión judicial a las solicitudes de remisión condicional de las condenas penales (reguladas
en el artículo 92 del CP anterior, actual art. 80), no implica que tal decisión no deba ser motivada,
motivación que adquiere un singular rigor por afectar al derecho fundamental a la libertad. La única
fundamentación, que alude a la facultad del tribunal sentenciador, es claramente insuficiente y no se
refiere siquiera al cumplimiento de los requisitos exigibles, por lo que no se alcanzan a comprender
las razones determinantes del sentido de la decisión judicial). En los mismos términos se expresaba
la STCE 164/99, siendo constante la doctrina que establece que la decisión de concesión o
denegación habrá de asentarse en el análisis de las razones de prevención general y especial que
la hagan adecuada o inoportuna.

X1.6.3 Procedimiento ante el juez de ejecución


El procedimiento ante el juez de ejecución ha sido fijado en la Regla XIV del reglamento 296/2005.
En dicha regla se establecen los siguientes pasos:

1. La sentencia en la que se ordena la suspensión condicional de la pena será remitida


inmediatamente al Juez de Ejecución por la secretaría del juzgado que la hubiere dic-
tado.

2. La sentencia será inscrita en un libro registro especializado para los casos de suspensión
condicional de la pena, con el mismo número único del expediente del tribunal de
procedencia.

La cuestión estriba, como ya ocurrió con relación al registro de suspensiones condicionales del
procedimiento, en si debe existir un libro para cada uno de los juzgados de ejecución o uno
único para todo el territorio nacional. La operatividad del sistema parece sugerir que el registro
Derecho

ha de ser único, de suerte que toda sentencia condenatoria sea comunicada a los registros
de los procesos o condenas suspendidos condicionalmente, de manera que desde ellos pueda
dinamizarse la actuación del órgano a quien corresponda la revocación.

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Penal

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Penal
1. Ordenar la ejecutoriedad de la sentencia. Previsión que descansa precisamente en la
consideración de que es la sentencia la que ordena – en su caso- la suspensión condicional
de su ejecución, pero que la decisión habrá de pasar por requerir al condenado para que
observe desde entonces el comportamiento del que se hace depender el beneficio.

2. Controlar el cumplimiento de las condiciones impuestas al condenado: La actividad pasará por


vigilar la no perpetración de nuevos delitos, así como el cumplimiento de las condiciones
impuestas a la luz del artículo 41 y la observancia del acuerdo de reparación a que
hubiera podido llegarse, siendo plenamente aplicable a esta función todo lo expuesto
anteriormente respecto al control de la observancia de las condiciones de las que se
supeditaba la suspensión cautelar del proceso.

En todo caso, deben destacarse como especialidades las siguientes:

a. En caso de incumplimiento de las condiciones, la revocación de la suspensión no es


obligada y automática. El propio artículo 341 establece que “la violación de las reglas
puede dar lugar a la revocación de la suspensión”.

b. En cuanto a la comisión de nuevas infracciones penales:

• L a perpetración de cualquier nueva infracción puede ser motivo de revocación de la suspensión,


visto el evidente fracaso del inicial pronóstico de ausencia de peligrosidad criminal emitido
por el órgano judicial. No obstante, es obvio que la naturaleza de la infracción –contravención,
delito o crimen- y las circunstancias de los hechos, son parámetros que serán tenidos en
cuenta por el juez a la hora de revocar o no el beneficio.

• Solamente la declaración en sentencia firme de la responsabilidad criminal del beneficiario de la


suspensión, permite afirmar que se ha cometido la nueva infracción, siendo esta consideración
consecuencia inexorable del principio de presunción de inocencia.

• L a condena durante el plazo de suspensión por hechos cometidos con anterioridad a la


concesión del beneficio, no es motivo de revocación, pues los impedimentos han de darse al
momento de adoptarse la decisión.

• La condena después del plazo de prueba, por hechos cometidos durante el plazo de la
suspensión. En tales supuestos, si bien podría mantenerse la tesis contraria, parece oportuno
abogar por el cumplimiento íntegro de la pena suspendida –salvo prescripción de la pena
en los términos del artículo 439 del CPPvisto que la ratio legis del artículo 341 parece
preconizar esta solución y puesto que el propio artículo 341 (a diferencia de lo que establece
el artículo 44.7 para la suspensión condicional del proceso) dispone expresamente que “la
violación de las reglas puede dar lugar a la revocación”, añadiendo que “(la revocación de la
suspensión)…obliga al cumplimiento íntegro de la condena pronunciada”.

c. En cuanto a la infracción de las reglas de conducta referidas en el artículo 41:

• La inobservancia durante el plazo de suspensión de las obligaciones o deberes impuestos


por el Juez puede justificar o no la revocación del beneficio, no obstante, lo que el Código

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al
Procesal Penal no faculta, a diferencia de otros ejemplos de derecho comparado, es que el
incumplimiento pueda traducirse en otras decisiones judiciales alternativas, tales como la
sustitución de la regla de conducta impuesta por otra distinta o la prórroga del plazo de
suspensión (lo que sería especialmente operativo en supuestos de incumplimiento al final del
término). El hecho de que el código deje la definición de estos extremos al juez de juicio y
la falta de cobertura legal para que el juez de ejecución pueda variarlos en los supuestos de
incumplimiento, limita la actuación de este a la revocación de la suspensión o a una tolerancia
que cuente como precedente en la eventualidad de otra ulterior inobservancia.

d. En lo tocante al incumplimiento del acuerdo de reparación a la víctima:

• Debe considerarse que sólo el incumplimiento culpable puede justificar la revocación del
beneficio, siendo como es que el artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos establece que “nadie será encarcelado por el solo hecho de no poder cumplir una
obligación contractual”.

En la eventualidad de que el incumplimiento justifique la revocación de la suspensión, la decisión


de anulación del beneficio –a diferencia de la suspensión condicional del procedimiento-
corresponde al propio Juez de Ejecución, siendo esta competencia inherente a su propia
obligación de cumplimiento de la sentencia y al hecho de que su suspensión fuera condicionada
por la resolución misma a la observancia de las reglas impuestas. En todo caso, la atribución se
reconoce explícitamente en la Regla XIV.2.e del Reglamento, que establece que corresponde
al juez de ejecución: “…ordenar la revocación de la suspensión, y el cumplimiento íntegro de la
condena pronunciada, siguiéndose el procedimiento establecido en el presente reglamento para
la ejecución de las penas”.

Por el contrario, en la eventualidad de pleno cumplimiento de las condiciones impuestas, la Regla


XIV.2.F del Reglamento, dispone que el Juez de ejecución habrá de ordenar la liberación del
condenado si se ha cumplido le pena impuesta, parcial o totalmente, según lo establecido en la
sentencia condenatoria.

No puede culminarse esta reflexión sin recordar que la resolución del Juez de ejecución relativa a
la revocación o no de la suspensión, ha de ser motivada y es susceptible de recurso de apelación
en el término de cinco días; si bien, en la eventualidad de que se acuerde la revocación del
beneficio y el cumplimiento de la pena inicialmente suspendida, la ejecución deberá iniciarse pese
a la impugnación, salvo disposición expresa de la Corte de Apelación (art. 442 del CPP).

X1.6.4 La prescripción de la pena

El hecho de que el artículo 438 del CPP disponga que el juez o tribunal que dicte la sentencia
la remitirá al juez de ejecución en cuanto la condena sea irrevocable, determina que haya de
ser necesariamente el Juez de ejecución quien deba declarar la prescripción de la pena en los
términos fijados en el artículo 439 del CPP, es decir:
Derecho

a. A los diez años en supuestos de penas privativas de libertad superiores a cinco


años11.

11 El artículo 135 del proyecto de código penal establece un desarrollo del artículo 439 del CPP, al preceptuar: “Bajo reserva de Procesal
Penal

las disposiciones del artículo 156 de este código, y en adición a las previsiones del artículo 439 del Código Procesal Penal, las

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Derecho

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b. A los cinco años, aquellas penas que privativas de libertad iguales o menores de
cinco.

c. Al año, las penas impuestas por la comisión de contravenciones y penas no privativas
de libertad.

Debe tenerse en cuenta que:

• El
 término inicial del cómputo será (como el propio artículo 439 indica) el de la fecha de
pronunciamiento de la sentencia o el del quebrantamiento de la condena.

• La indicación del quebrantamiento como momento inicial de cómputo evidencia que la


ejecución interrumpe el plazo de prescripción y que este comenzará a correr de nuevo –es
decir, desde cero- cuando la ejecución se paralice.

• El artículo 48 del CP dispone que la prescripción de la pena no releva al condenado de la


vigilancia bajo la alta policía a que esté sometido.

• El cómputo no opera en supuestos de cumplimiento sucesivo de penas.

• La declaración de prescripción puede interesarse sin sujeción a formalidad ninguna y –amén


de poderse apreciar de oficio- puede ser interesada directamente por el condenado o por
cualquier persona a su favor, o a través de autoridad administrativa (vg: penitenciaria).

• La declaración de extinción de pena por prescripción habrá de realizarse por Auto motivado,
el cual habrá de ser notificado y es susceptible de recurso de apelación (art. 442)

X1.7 El cómputo de la pena privativa de libertad

El artículo 438 del Código Procesal Penal establece que desde que la sentencia es irrevocable, se
ordenan las comunicaciones e inscripciones correspondientes, y el secretario del juez o tribunal
sentenciador remitirá la sentencia al juez de la ejecución para que proceda según este título.
X1.7.1 El ingreso en prisión del condenado.

A partir de la recepción en el juzgado de ejecución de la sentencia, si el condenado debe cumplir


una pena privativa de libertad, el juez de ejecución procederá en dos maneras:

a. Si quien ha de cumplir la pena impuesta se encuentra ya ingresado en un centro


penitenciario, bien sea por encontrarse en situación de prisión preventiva, bien por estar
cumpliendo condena por otra causa, el artículo 438 preceptúa que el juez de ejecución
remitirá orden de ejecución del fallo al establecimiento en el que estuviese preso.
Dicha orden no será sino un mandamiento en el que, expresando el procedimiento

penas privativas de libertad, iguales o superiores a 10 años prescriben a los 20 años”.

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al
de que se trate y la condena impuesta, el juez de ejecución ordenará que se custodie
al condenado en calidad de preso, hasta tanto sea remitida la liquidación de condena
correspondiente. Mediante esta orden se prevendrá una equivocada puesta en
libertad en la eventualidad que cese la situación de prisión provisional en la que se
encuentre, o culminara la pena privativa de libertad que estuviere cumpliendo o le
fuera concedido alguno de los permisos a los que nos referiremos posteriormente.
Sería lógica la actuación judicial que, al tiempo de remitir el mandamiento, cursara la
petición de información que más tarde veremos.

Caso: Sobre el inicio de la ejecución de la pena privativa de libertad.

Objetivo Formativo: Analizar los derechos del penado en el momento del


inicio de la ejecutoria.

Descripción de los supuestos fácticos: Pablo ha sido condenado a una


pena privativa de libertad de tres años, sin que se le haya concedido la suspensión
condicional de la pena. El juez de ejecución ha dictado ya una resolución en la que
ordena su busca y captura e ingreso en prisión. Pablo es delincuente primario y,
puesto que esta casado y en ocho días tendrá lugar la boda de su hija, interesa
a su letrado que pida al juzgado que se posponga su ingreso en prisión diez días.
El letrado presenta la petición con acreditación documental de lo manifestado,
correspondiendo al juez dictar la resolución procedente y ordenar la forma de
inicio del cumplimiento.

b. Si quien ha de cumplir la pena impuesta se encuentra en libertad, el artículo 438 del
CPP preceptúa que el juez de ejecución dispondrá lo necesario para su comparecencia
o captura. La previsión legal no ha de ser llevada a la práctica de forma automática.

• No es infrecuente que cuando el condenado está en libertad, éste o su representante legal,


soliciten el ingreso voluntario en prisión. Este ingreso voluntario, pese a no estar previsto en
la ley, resulta conveniente y aconsejable, pues facilita el cumplimiento de la ejecutoria, evita
la intervención de la fuerza pública y da una respuesta adecuada al penado y a las relaciones
sociales de su entorno. Así pues, en aquellos casos en los que en los primeros momentos de
la ejecutoria se solicite el ingreso voluntario del penado, el juez –si no concurre riesgo de
demora- se abstendrá de dictar la orden de captura, sustituyéndola por una citación al penado
para que comparezca ante el juzgado de ejecución en el día y hora que se convenga. Llegada
la fecha y comparecido el condenado, el juzgado le entregará un mandamiento de ingreso en
prisión dirigido al director del centro, con la indicación de que le custodie en calidad de preso
para el cumplimiento de la pena impuesta que se indicará y sin perjuicio de la liquidación de
condena que luego se realice; confirmándose después el real ingreso del condenado en el
Derecho

centro mediante llamada telefónica.

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Penal

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Derecho

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• Si la petición de ingreso voluntario tuviera lugar después de haberse ordenado su captura, no
existe tampoco inconveniente –de no haber riesgo de demora- que la misma pueda dejarse
sin efecto y reiniciar el procedimiento anterior.

• E n todos aquellos supuestos en los que existan razones que desaconsejen supeditar el inicio
de la ejecución al libre ingreso del penado, así como en todos los supuestos en los que éste no
haya pedido su ingreso voluntario o se encuentre en paradero desconocido, el juez procederá
en la forma prevenida en el CPP, esto es, ordenará su busca captura e ingreso en prisión.

X1.7.2 El cómputo o la liquidación de condena

El artículo 440 del CPP dispone que el juez de ejecución revisa el cómputo de la pena dispuesto
en la sentencia, tomando en cuenta la privación de libertad sufrida por el imputado desde el día
de su arresto.

La previsión entraña dos cosas:

a. La sentencia condenatoria debe incluir el cómputo de pena.

Surge así la cuestión de en que consiste la acción de computar la pena. Puesto que el artículo
338 del CPP establece que “la sentencia condenatoria deberá fijar con precisión las penas que
correspondan”, añadiendo el párrafo tercero que “deberán unificarse las condenas o las penas
cuando corresponda”, puede concluirse que la acción de “computar la pena” supondrá la obligación
que tiene el tribunal sentenciador de unificar todas ellas en los casos de que se impongan una
pluralidad de penas y que estas sean susceptibles de refundición. No obstante, esta fusión
penológica resulta incompresible a la luz del ordenamiento jurídico actual, apreciándose que el
Código Procesal Penal está ya adaptado a una voluntad legislativa de reforma en lo sustantivo. En
tal sentido, el actual proyecto de Código Penal define que hay concurso cuando una infracción
es cometida por una persona antes que ésta haya sido condenada irrevocablemente por otra
infracción anterior (art. 90) y su artículo 91 preceptúa que cuando en ocasión de un mismo
proceso, la persona perseguida se reconoce culpable de varias infracciones en concurso, cada una
de las penas aplicables se impondrá al infractor, si bien añadiendo que si resultan aplicables varias
penas de la misma naturaleza, se impondrá una sola pena de esta naturaleza en el límite máximo
de la misma, considerándose la pena así definida como común a las infracciones en concurso.

b. E l Juez de Ejecución habrá de revisar el cómputo dispuesto en la sentencia, tomando en


cuanta la privación de libertad sufrida por el imputado desde el día de su arresto.

La eventual fusión de penas que se haga en la sentencia respecto de los delitos en concurso, no
es bastante para iniciar el cumplimiento. El juez de ejecución deba revisar la cuantificación hecha
por el órgano de enjuiciamiento, descontando de la pena impuesta el tiempo ya cumplido. Este
cómputo definitivo del tiempo de cumplimiento debe hacerse -si estamos a lo dispuesto en la
Regla V.4 de la Resolución 296/05-, en el término de 3 días a contar desde la fecha de recepción
de la sentencia condenatoria. La previsión reglamentaria –como vamos a ver- resulta sin embargo
imposible para determinados supuestos.

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al
En cualquier caso, si el juez de ejecución ha de descontar de la pena impuesta el tiempo que el
condenado ha estado privado de libertad, es obvio que el secretario judicial, al tiempo que remite
la sentencia condenatoria –y pese a que la ley no lo diga-, habrá de remitir una certificación
del tiempo que perduró la situación de arresto, así como de los días que estuvo en situación
de prisión preventiva sin fianza o de arresto domiciliario hasta el momento de la emisión del
certificado (que no de la sentencia). Sólo esta información y la indicación de cual era su situación
cautelar al momento de la remisión de la sentencia, permitirá al juez de ejecución abordar la
actuación que se le encomienda.

No obstante, si es necesario conocer tales datos para analizar el tiempo que resta por cumplir,
es evidente que para poder determinar con precisión lo que el artículo 440 impone, esto es, el
día que finaliza la condena y, en su caso, la fecha a partir de la cual el imputado puede solicitar su
libertad condicional o su rehabilitación, también será necesario conocer la fecha en la que se inicia
el cumplimiento del periodo que resta.

Así pues, debemos distinguir varios supuestos:

1. Casos en los que el condenado esté ingresado en prisión.

El juez de ejecución deberá librar un oficio al establecimiento penitenciario en el que se encuentre


a fin de que informe si el condenado se encuentra cumpliendo condena o no por otra causa y,
en tal caso, fecha de comisión de los hechos (a fin de analizar la posibilidad de refundición de
penas que veremos) y tiempo en el que culminará su cumplimiento. El requerimiento al centro
penitenciario se hará junto con el mandamiento de prisión a que antes nos hemos referido, si
bien resultará extremadamente difícil que en el término de los tres días siguientes a la recepción
de la sentencia, el juez de ejecución pueda remitir el mandamiento de prisión y el requerimiento
de información, que el centro penitenciario lo conteste y que el juzgado pueda de nuevo dictar
el auto motivado que corresponda. Por otro lado, estando como está en prisión para –cuando
menos-el cumplimiento de la pena impuesta y en ocasiones para el cumplimiento sucesivo de
penas, no se acierta a entender la razón de un periodo tan perentorio.

2. Casos en los que el condenado esté en situación de libertad.

En tales supuestos es obvio que el juez de ejecución no está en condiciones de hacer el cómputo
definitivo en los tres días siguientes a la recepción de la sentencia que impone el Reglamento. El
ingreso voluntario o la busca y captura (particularmente cuando el condenado esté en ignorado
paradero) impedirán conocer en ese término cual será la fecha real de inicio del cumplimiento,
impidiéndose así la posibilidad de hacer el cómputo definitivo. Sólo cuando el condenado sea
habido e ingresado en prisión, el juez de ejecución podrá remitir al centro penitenciario el oficio
reclamando la información que antes hemos analizado y –a la vista de la fecha de ingreso y de la
existencia o no de otros cumplimientos pendientes-efectuar el cómputo al que viene obligado.
Derecho

3. El abono en otras causas de los días de prisión preventiva o de arresto domiciliario.

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Penal

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Derecho

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Es una posibilidad frecuente en la práctica que la persona condenada hubiera estado en situación
de prisión preventiva o arresto –domiciliario o no- por otros hechos de los que hubiera resultado
finalmente absuelto. El TSE (Stcia de 3-12-1990 entre muchas otras) tiene reconocido que este
tiempo de privación de libertad puede serle de abono en causa distinta, siempre y cuando los
hechos que motivaron la causa en la que se abonan hubieran sido perpetrados con anterioridad
a la adopción de la medida cautelar, toda vez que sino podría hablarse de una especie de crédito
para futuras infracciones. Es obvio que la información sobre estos tiempos abonables constará en
el centro penitenciario y será remitida cuando sea recabada en la forma anteriormente indicada,
no obstante, cuando fuera arresto domiciliario la medida cautelar adoptada en el procedimiento
que luego terminó en absolución, la única manera de que el juez de ejecución tenga conocimiento
de la misma será la alegación –que habrá de comprobarse- por parte del condenado.

X1.8 La unificación de penas

El proyecto de Código Penal establece la posibilidad que existe de unificar las penas correspondientes
a distintos hechos, siempre que estos hechos estén unidos en concurso y tengan todos ellos
penas de igual naturaleza.

Se entiende que los hechos están en concurso siempre que al tiempo de cometer uno de ellos,
los otros no hubieren sido condenados por sentencia irrevocable.

Si esto es constatado antes del enjuiciamiento de los hechos, el concurso hará que todos las
infracciones penales sean llevadas en un solo proceso y que la unificación de penas –como
hemos visto- se realice por el propio tribunal del juicio en la sentencia que pronuncie. No
obstante, en ocasiones puede ocurrir que los hechos que se imputen a una persona sean llevados
en distintos procedimientos pese a su situación concursal. Es decir, que determinados delitos sean
enjuiciados aisladamente, pese a que cuando fueron cometidos existían otros delitos que carecían
todavía de sentencia ejecutiva. La situación no sólo se planteará en supuestos de ignorancia o mal
funcionamiento de la administración de justicia, sino en casos en los que la sospecha de alguno de
ellos no estaba todavía perfilada cuando empezó el juicio de los restantes. En tales supuestos, la
sucesión en el tiempo de las distintas condenas no impedirá que el condenado pueda disfrutar de
las mismas limitaciones de cumplimiento a las que hubiera tenido derecho de haber sido juzgados
todos los delitos al mismo tiempo.

Así, el artículo 92 del proyecto de código penal establece que cuando en ocasión de procesos
separados, la persona perseguida ha sido reconocida culpable de varias infracciones en concurso,
las penas pronunciadas se ejecutan acumulativamente hasta el límite del máximo legal más elevado.
No obstante, la confusión total o parcial de las penas de la misma naturaleza puede ordenarse,
por la última jurisdicción llamada a estatuir, en las condiciones previstas por el Código Procesal
Penal.

A los efectos de estas unificaciones, el proyecto considera que todas las penas privativas de
libertad –sea cual sea su duración- tienen idéntica naturaleza y que cualquier pena privativa de
libertad se confunde con la de reclusión a perpetuidad.

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al
Debe tenerse en cuenta que cuando a alguna de las infracciones en concurso le sea aplicable la
pena de reclusión a perpetuidad y esta no hubiere sido la pena pronunciada, el máximo aplicable
se fija en la reclusión durante 40 años (art. 93 del proyecto).

El procedimiento de unificación puede iniciarse tanto de oficio como a instancia de parte (art.
441 del CPP) y seguirá el trámite de los incidentes que ahora analizaremos, pudiéndose llegar a
hacer un nuevo juicio sobre la pena cuando de la unificación pueda modificarse sustancialmente
la cuantía, monto o régimen de cumplimiento de la pena.

X1.9 El régimen de cumplimiento de las penas


privativas de libertad

El propio artículo 57 de las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos, aprobadas en
el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre prevención del Delito y Tratamiento del
Delincuente (Ginebra 1955), establece que la prisión, al tener por objeto separar a un delincuente
del mundo exterior, priva a este de su libertad y resulta por ello aflictiva en sí misma, de suerte
que –a reserva de las medidas de separación justificadas o del mantenimiento de la disciplina- el
sistema penitenciario no debe agravar los sufrimientos inherentes a tal situación. Esta exigencia
determina que el régimen penitenciario debe tratar de reducir las diferencias que puedan existir
entre la vida en prisión y la vida libre, en la medida en que estas diferencias no contribuyan a
reforzar el sentido de la responsabilidad del recluso, el respeto por la dignidad humana o a facilitar
el retorno progresivo del condenado a una respetuosa vida en sociedad.

Esta orientación es la que inspira los Principios Básicos para el tratamiento de los reclusos, dados
por la Asamblea General de la ONU en su 68ª Sesión Plenaria de 14 de diciembre de 1990, y las
propias Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos antes aludidas, en las que, salvando la
gran variedad de condiciones jurídicas, sociales, económicas y geográficas existentes en el mundo,
se fijan unas condiciones mínimas que deben servir a los poderes públicos de los distintos estados
como estímulo de un esfuerzo constante por vencer las dificultades prácticas que se oponen a
su aplicación, estando estas exigencias recogidas en la Ley 224, de Régimen Penitenciario, de 26
de junio de 1984.

X1.9.1 El régimen ordinario de jecución de la pena privativa de


libertad

a. La Ley 224/84, de Régimen Penitenciario, reconoce las exigencias más básicas en
materia penitenciaria, destacando entre ellas:

• La ejecución de las penas privativas de libertad tiene por objeto, fundamentalmente, la


protección social y la readaptación del condenado, a fin de restituirlo a la sociedad con
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voluntad y capacitada para respetar la Ley (art. 2 de la LRP; así como Art. 10.3 del PIDCP y
Art. 5.6 de la CADH).

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Penal

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Derecho

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• La aplicación de la normativa penitenciaria deberá hacerse sin discriminaciones o diferencias
fundadas en raza, color, religión, nacionalidad, clase social y opinión política del interno (art. 4
de la LRP, conforme con artículo 6 de DUDH).

• Quedan proscritas no sólo las torturas, sino los maltratos, vejaciones o humillaciones de
ninguna especie, pudiendo usarse únicamente las medidas de seguridad que la ley contempla
(art. 5 de la LRP, conforme se deriva del artículo 5.2 de la CADH y artículo 5 DUDH).

• E n la población reclusa, deberá existir una segregación los presos preventivos y los ya
condenados, entre enfermos y sanos, entre hombres y mujeres y es conveniente que la haya
entre mayores de 21 años y menores de esta edad (art. 11 y 12 de la LRP, en los términos
del artículo 5.4 y 5.5 de la CADH).

b. Junto a estos principios básicos, la Ley de Régimen Penitenciario – siguiendo las Reglas
Mínimas para el Tratamiento de Reclusos del las Naciones Unidas- establece las líneas
básicas de las condiciones de vida penitenciarias, destacando de entre ellas las siguientes
exigencias:

1. El recluso tiene derecho a ser instruido del régimen al que será sometido al ingreso en
el establecimiento (art. 32 de la LRP).

2. Tiene derecho a formular peticiones y dirigir quejas a la dirección del establecimiento o


a las autoridades administrativas y judiciales (art. 34 de la LRP).

3. Se reconoce el derecho a una atención médico-asistencial en el propio establecimiento


penitenciario o en dependencias exteriores si fuera necesario, incluyéndose la atención
psiquiátrica y mental (art. 80 a 85 de la LRP).

4. Se han de garantizar las condiciones higiénicas del establecimiento penitenciario, siendo


obligatorio el aseo personal del recluso (art. 23 y 24 de la LRP).

5. Se reconoce el derecho a una celda –individual o colectiva-con cama individual y ropa


adecuada y limpia, siendo el recluso responsable de su estado, conservación e higiene
(art. 25, 27 y 28 LRP).

6. L a vestimenta uniforme no podrá ser degradante, ni humillante (art. 26 LRP).

7. En lo relativo a alimentación y recreo, el interno tendrá derecho a una alimentación


adecuada en cantidad y calidad y a un esparcimiento al aire libre por tiempo no inferior
a una hora diaria (art. 29 y 30 LRP).

8. El interno tiene derecho a visitas y correspondencia en la forma en que se determine


(art. 35, 36 y 37 de la LRP).

c. Junto a estas condiciones de vida del recluso y en coherencia con la orientación


rehabilitadora que ha de tener la pena privativa de libertad, la LRP establece (art. 13)
que el régimen penitenciario aplicable a los condenados por sentencias definitivas

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al
tendrá –en aquellas penas que por su duración lo permitan- un carácter progresivo y
contará con períodos fundamentales:

1. P
 eríodo de observación: Tiene una duración de diaz a treinta días, efectuándose en él un
estudio de su personalidad, medio social y antecedentes personales, teniendo por objeto
determinar la naturaleza del tratamiento que resulta conveniente aplicarle y la sección o
establecimiento en el que se muestra adecuado destinarle (art. 14).

2. P
 eríodo de Tratamiento: Pretende la rehabilitación del recluso mediante la instrucción,
el trabajo, la asistencia espiritual, la disciplina, la práctica de ejercicios y otros medios que
puedan considerarse adecuados. El trabajo se considera así obligatorio (art. 57 de la LRP)
y la instrucción será uno de los medios fundamentales en su rehabilitación (art. 68).

3. Período de Prueba: Tiene por objeto realizar un pronóstico de la adecuación de su


conducta en libertad, así como preparar esta mediante el afianzamiento de los vínculos
familiares y sociales, la búsqueda de trabajo y alojamiento y una preparación sicológica.
Exige, no obstante, haber cumplido un tercio de la pena cuando se trate de condenados
hasta cinco años de prisión y un cuarto de la pena para aquellos que hayan sido condenados
por tiempo superior (salvo situaciones especiales), siempre y cuando se hayan cumplido
al menos veinte meses. Para su aplicación en este periodo, son considerados medios de
prueba del recluso:

• El permiso de salida del establecimiento (para su aplicación se exige el cumplimiento de al


menos un tercio de la pena impuesta).

• El alojamiento en instituciones especiales.

• La concesión de la libertad condicional (en los términos que será analizada).

1. Durante toda la vida del penado se muestra conveniente –por su capacidad motivadora
y rehabilitadora-administrar una serie de beneficios penitenciarios como respuesta a
conductas particularmente positivas. Los beneficios penitenciarios responderán a la
calificación mensual que merezca la conducta de cada recluso y que oscilará entre: 1.
Óptima; 2. Muy buena; 3. Buena; 4. Regular; 5. Menos que regular; 6. Mala y 7. Pésima
(art. 52 LRP). Estos beneficios penitenciarios no aparecen especialmente desarrollados
en la Ley de Régimen Penitenciario, no obstante, por ser consustanciales al régimen
penitenciario que la ley desarrolla, están identificados y recogidos en el artículo 53 de la
LRP y habrían de ser objeto de regulación detallada a través de un reglamento que hoy
por hoy no existe, pero que de forma experimental se aplica ya en las prisiones de San
Felipe (Puerto Plata) y Najayo (mujeres)12.

12 Conforme con el nuevo modelo de gestión penitenciaria, se ha desarrollado un modelo de reglamento de régimen penitenciario
Derecho

que, sin un real refrendo normativo, está siendo aplicado en los centros de corrección y rehabilitación de San Felipe (Puerto
Plata) y de Najayo (mujeres). Este modelo experimental de reglamento básico establece:
“Serán consideradas conductas o acciones merecedoras de beneficios penitenciarios aquellas que: a) Fomenten el espíritu
de convivencia en la prisión. b) Las que representen un beneficio general para los internos o la institución. c) Las que tengan
como finalidad auxiliar a los agentes de vigilancia y tratamiento o al equipo directivo en el desempeño de sus funciones. d) El
desempeño de trabajos necesarios para el mantenimiento, la limpieza, la alimentación y la habitabilidad del Centro penitenciario.

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Penal

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Derecho

Procesal
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d. No puede concluirse la sucinta expresión del régimen legal penitenciario de la
Repblica Dominicana, sin resaltar lo que es el régimen disciplinario. El artículo 29
de las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos establece que “La ley o el
reglamento dictado por autoridad administrativa competente determinará en cada caso: a)
La conducta que constituye una infracción disciplinaria; b) El carácter y la duración de las
sanciones disciplinarias que se puedan aplicar; c) Cuál ha de ser la autoridad competente
para pronunciar esas sanciones”. Añadiendo el artículo 30 que: “1) Un recluso sólo podrá
ser sancionado conforme a las prescripciones de la ley o reglamento….2) Ningún recluso
será sancionado sin haber sido informado de la infracción que se le atribuye y sin que se le
haya permitido previamente presentar su defensa”; al tiempo que el artículo 31 prohíbe
la aplicación como sanciones disciplinarias de “las penas corporales, el encierro en celda
oscura, así como toda sanción cruel, inhumana o degradante” y el artículo 32 impone la
previa autorización médica para la aplicación de penas de aislamiento, reducción de
alimentos o cualquier otra que pueda perjudicar la salud física o mental del recluso.

Conforme con estos términos, los artículos 45 y ss de la LRP establecen que cualquier infracción
de los preceptos de la ley o de los reglamentos que la desarrollen serán constitutivos de falta
disciplinaria y podrá ser sancionada con alguna de las siguientes medidas: a) amonestación; b)
privación de visitas o correspondencias hasta por treinta días; c) encierro en su celda o en celda
de castigo hasta por treinta días; d) traslado temporal por no más de sesenta días y e) privación
de otros privilegios que determinen los reglamentos.13 La propia ley establece incidentalmente
la realidad del proceso contradictorio, al establecer la previa necesidad de audiencia del interno
e impone que la sanción sea adoptada por la Comisión de Vigilancia Evaluación y Sanción, sin
perjuicio de la competencia del director del establecimiento para la investigación de los hechos y
para la posterior aplicación de la medida disciplinaria.

e. No puede concluirse sin destacar que el artículo 20 de la LRP crea una Comisión de
Vigilancia, Evaluación y Sanción en todo establecimiento penitenciario. La Comisión

Para ello la dirección del Centro establecerá un sistema de destinos para los internos. e) Todas aquellas que, de común acuerdo,
el encargado de área bajo cuya supervisión esté el interno y uno de los (las) subdirectores (as) consideren oportuno”.
El artículo 27 establece que “Son beneficios penitenciarios, que podrán ser concedidos al interno en función de la calificación
de su conducta, los siguientes: a) Comunicaciones conyugales extraordinarias de una hora de duración. b) Beca de estudios. c)
Donativos de libros. d) Notas meritorias. e) Prolongación de recreos. f) Participación en actividades recreativas y deportivas”. Al
tiempo se añade que estos beneficios –y por ellos las conductas que los justifican- se tomarán en cuenta para la concesión de:
“a) Salidas temporales. b) Libertad condicional. c) Indulto. d) Reducción de la pena”.
13 El Reglamento en fase experimental conforme al nuevo modelo de gestión penitenciaria aplicado en el centro de corrección y
rehabilitación de San Felipe (Puerto Plata) y Najayo (mujeres), estableciendo una regulación más detallada que la ofrecida por la
ley, dispone que “Art. 23.- Gradación de las sanciones.-En cada caso concreto, la determinación de la sanción y de su duración
se llevará a efecto atendiendo a la naturaleza de la infracción, a la gravedad de los daños y perjuicios ocasionados, al grado de
ejecución de los hechos, a la culpabilidad de los responsables y al grado de su participación en aquellos, así como a las demás
circunstancias concurrentes.
Art. 24.- Sanciones.- Las sanciones asociadas a las faltas serán las siguientes: a) Para las faltas leves la sanción será de amonestación
verbal. b) Para las faltas graves las sanciones serán: 1.De amonestación escrita. 2. De suspensión de incentivos hasta por un mes.
3. De suspensión de salidas hasta por un mes. 4. De suspensión de actividades hasta por un mes. 5. De suspensión de llamadas
hasta por un mes. 6. De suspensión de visitas y/o correspondencia de uno a quince días. 7. Encierro en su celda o en celda de
aislamiento de uno a siete días. c) Para las faltas muy graves las sanciones serán: 1. De traslado a otro Centro penitenciario por
no más de 60 días. 2. De suspensión de incentivos de uno a tres meses. 3. De suspensión de salidas de uno a tres meses. 4. De
suspensión de actividades de uno a tres meses. 5. De suspensión de llamadas de uno a tres meses. 6. De suspensión de visitas
y/o correspondencia de dieciséis a treinta días. 7. Encierro en su celda o en celda de aislamiento de ocho a treinta días.
Párrafo.- En el cumplimiento de las sanciones de aislamiento en celda se atenderá a lo dispuesto en el artículo 14 de este
Reglamento. Del mismo modo los internos sancionados en aislamiento tendrán restringido el acceso a los productos del
economato, pudiendo adquirir mientras dure esta condición exclusivamente tabaco, mechero, agua embotellada, papel y
bolígrafo para escribir, sobres y sellos”.

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al
ha de estar formada por el director del penal, el secretario del penal (con voz y sin
voto), un psiquiatra, un visitador social y una persona más que preste servicio en un
departamento del penal; correspondiendo a la Comisión:

1. Conocer de las reclamaciones o solicitudes hechas por los reclusos y que no hayan
sido atendidas por el director del penal.

2. Resolver sobre el avance o retroceso en la calificación de cada penado.

3. Informar motivadamente sobre los permisos de los reclusos sometidos a tratamiento


–salvo si se otorgare por enfermedad grave o muerte del cónyuge, padres o hijos del
recluso-, correspondiendo al director del establecimiento la concesión o denegación
del permiso.

4. Resolver sobre las sanciones disciplinarias, a la vista de la investigación llevada por


el propio director o la persona que éste determine y en la que habrá de tener
información y audiencia el interno (art. 48), correspondiendo al director la adopción
de medidas cautelares y la aplicación de la medida disciplinaria (art. 47 LRP).

X1.9.2 La intervención del juez de ejecución penal con respec-


to al régimen ordinario de ejecución

Analizadas las reglas básicas del régimen carcelario, resta ahora el estudio del papel que ha de
tener el juez de ejecución en la aplicación y control del mismo.

a. La intervención del juez de ejecución con relación a las condiciones de vida peni-
tenciarias.

Hemos referido anteriormente la indicación que hace la LRP de las condiciones mínimas de
atención y cuidado de la población reclusa. El derecho a ser instruido sobre el régimen al que
será sometido, la posibilidad de formular peticiones y quejas, la atención médico asistencial, las
condiciones higiénicas y de alojamiento, el vestido, la alimentación, las visitas y el recreo, perfilan
unos confusos límites dentro de los cuales debe discurrir la vida en la prisión. La lógica imprecisión
derivada de la imposibilidad de acotar hasta los últimos extremos las condiciones de la vida
penitenciaria, no pueden justificar la tolerancia a que la administración establezca inadmisibles y
penosos ambientes vitales, por ello el artículo 28 del CPP establece que el estado garantiza las
condiciones mínimas de habitabilidad en los centros penitenciarios y el propio artículo 436 del
CPP dispone que el condenado goza de todos los derechos y facultades que le reconocen la
Constitución, los tratados internacionales, las leyes y este código, sin que pueda aplicársele mayores
restricciones que las que expresamente dispone la sentencia irrevocable y la ley, atribuyéndose
el control de este aspecto a la autoridad judicial, al fijar el propio artículo 28 que la ejecución de
la pena se realizará bajo control judicial, y más concretamente al Juez de instrucción en su amplia
función de control de la ejecución de las sentencias (art. 74 y 437 del CPP).
Derecho

La cuestión estriba pues en definir cómo se reflejará la solución judicial a las condiciones de
habitabilidad que resulten inadmisibles, apareciendo en el párrafo 3º del artículo 437 el instrumento,
al decir que el Juez de Ejecución dictará, incluso de oficio, las medidas que juzgue convenientes
Procesal
Penal

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para corregir y prevenir las faltas que observe en el funcionamiento del sistema y ordena a la
autoridad competente para que en el mismo sentido expida las resoluciones necesarias.

Supone ello un control independiente, individual y propio, al que habrá de someterse la


administración penitenciaria por más que el artículo 6 de la LRP establezca que la Dirección
General de Prisiones –dependiente de la Procuraduría General de la República- tenga la dirección
y control de todos los establecimientos penales del país.

Respecto a cuáles serán los instrumentos con los que puede contar el juez de ejecución para
conocer de estos posibles excesos, son varios los que recoge el ordenamiento jurídico:

1. Las peticiones o quejas que cualquier interno puede hacer a la autoridad administrativa
o judicial (art. 34 de la LGP).

2. L a comparecencia de condenados o encargados de los establecimientos que, con fines


de vigilancia y control, puede ordenar el juez de ejecución (Art. 437.2 in fine).

3. Las inspecciones o visitas de establecimientos penitenciarios que aborde el juez de


ejecución por sí mismo (art. 437.2). Esta facultad, particularmente cuando va precedida
por la anterior, es un eficaz instrumento para acercar al Juez a la situación real de todos
los internos en estos centros y constatar la normalidad en el disfrute de sus derechos y
beneficios penitenciarios. Nada impide tampoco que la comparecencia de los internos o
la recepción de las quejas tengan lugar al tiempo de esta visita, de suerte que puede ser
particularmente adecuado que las visitas tengan lugar sin previo aviso.

4. A estos tres instrumentos debe añadirse un cuarto. El artículo 99 de la LRP establece la


posibilidad de visita de los centros que tiene el fiscal del distrito judicial correspondiente,
en las que oirá las quejas de los reclusos y por las que habrá de informar acerca del
cumplimiento que dieren las autoridades penitenciarias de las leyes y reglamentos que
rigen la vida en reclusión. Es este un instrumento impropio de conocimiento judicial, toda
vez que siendo posible, lo lógico es que dependiendo como dependen los establecimientos
penitenciarios de la Procuraduría General de la República, sea a esta a la que de cuenta el
Fiscal del distrito de las deficiencias observadas y no al Juez de Ejecución.

b. La intervención del juez de ejecución con relación al régimen penitenciario


aplicable.

1. Dentro del régimen penitenciario nos encontramos en primer lugar con lo que puede
denominarse la observación y clasificación penitenciaria. Serían aquellas actividades
de la administración penitenciaria que concluyen con la indicación inicial de la sección
y establecimiento en los que resulta recomendable ubicar al interno, así como la
determinación de la naturaleza del tratamiento. Tras esta actuación primera, serán
aquellas actividades que permitirán modificar esta ubicación o tratamiento inicial (art.
42 LRP) o alterar lo que puede llamarse calificación de grado del interno, de suerte que
–cumplidos los periodos mínimos de cumplimiento- pueda pasar del llamado periodo
de tratamiento al de prueba. Toda esta actuación administrativa se concreta en un acto
jurídico administrativo formalmente emanado, en base al cual se definen los derechos
subjetivos iniciales del penado o su ampliación o restricción posterior.

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al
• Clasificaciones y traslados de establecimientos o secciones.

Conforme con el artículo 42 de la LRP, han de responder a razones asentadas en la extensión de


la pena o en la naturaleza del tratamiento señalado. Ello hace que deban derivar de un análisis
de la Comisión de Vigilancia, Evaluación y Sanción (art. 20), aún cuando vayan firmados por el
Director General de Prisiones (art. 42). Es esta decisión administrativa la que podrá ser objeto
de impugnación ante el Juez de Ejecución si bien debe remarcarse que no corresponderá a
este determinar el establecimiento o sección concreta a la que debe ir destinado el condenado
(por ser esta una cuestión que corresponde a la administración penitenciaria y su control a la
jurisdicción contencioso administrativa), sino exclusivamente analizar si aquella en la que fue
ubicado se corresponde con la naturaleza de la pena y el tratamiento que le son predicables14.

• Evoluciones y retrocesos entre el periodo de tratamiento y el periodo de prueba.

La decisión corresponde, conforme con el artículo 20 de la LRP a la Comisión de Vigilancia,


Evaluación y Sanción. Es también un acto administrativo susceptible de impugnación ante el juez
de ejecución, no obstante, las importantes consecuencias derivadas de calificación en uno u
otro periodo y las condiciones de semilibertad a las que puede conducir el periodo de prueba,
muestran la inconveniencia de que quede en manos de la administración la clasificación del interno
en este grado, a la vista de la alteración que entraña con relación a la pena privativa de libertad
impuesta en su día por el poder judicial. Hubiera sido más lógico someter esta clasificación a
decisión judicial inicial y no constreñir la actuación del juez de ejecución a una facultad revisora;
no obstante, el problema resulta particularmente dramático por la defectuosa redacción de la
resolución 296/2005, pues mientras que el artículo 442 del CPP permite al ministerio público
(sin limitación ninguna) plantear incidentes relativos a la ejecución y entre ellos cuestionar la
conveniencia de la alteración de la efectividad de la pena hecha por la administración, es lo cierto
que la Regla XVIII.1.a.i del Reglamento impone, para que el ministerio público pueda plantear
la cuestión al juez de ejecución, no sólo que lo haga en interés de la justicia, sino a favor del
condenado. La regulación así establecida resulta inválida, no sólo por llevar lo preceptuado en el
CPP a un punto distinto, sino por dar a la administración penitenciaria una posibilidad de descargo
de pena que escapa a todo control judicial y, por tanto, a la facultad judicial de juzgar y hacer
ejecutar lo juzgado.

• Los beneficios penitenciarios.

Los indicados en la LRP son citados a modo ejemplificativo, reconociéndose la posibilidad de


establecerse otras prerrogativas reglamentariamente.

Estos beneficios que la ley recoge en el artículo 53.1 son el de recibir visitas con mayor frecuencia,
la prolongación de recreos y la asistencia a actividades deportivas, culturales o recreativas. Los
beneficios son predicables de cualquier periodo de ejecución (periodo de tratamiento o de
prueba) y podrían ser ampliados con otros como comunicaciones conyugales o partenofiliales
extraordinarias, beca de estudios, donativos de libros etc.
Derecho

No obstante, existen beneficios predicables exclusivamente del periodo de prueba, tal y como
se recoge en el artículo 17 de la LRP, destacando así los permisos de salida, el alojamiento en

14 En tal sentido se manifestó el TCE en su sentencia 138/86, de 7 de noviembre.


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Penal

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Derecho

Procesal
Penal
instituciones especiales y la concesión de la libertad condicional. La regulación de estos últimos
es sin embargo imprecisa pues: 1) existen permisos que cabrían en periodo de tratamiento o
constante prisión preventiva; son los permisos extraordinarios asentados en motivos humanitarios
tales como fallecimiento o enfermedad de padres, cónyuge, hermanos o hijos, alumbramiento
etc. y 2) no agrupan todos los beneficios, pues la lista debería incrementarse con el indulto o el
beneficio de reducción de la pena previsto en el artículo 53.2.

Los beneficios son acordados por la Comisión de Vigilancia, Evaluación y Sanción, con la sola
excepción de los permisos de salida, respecto de los cuales la Comisión se limitará a informarlos
previamente, siendo concedidos por el director del establecimiento. Todas estas decisiones serán
revisables, en términos de impugnación, por el juez de ejecución; siendo única excepción de
este régimen los permisos extraordinarios a internos que se encuentren en situación de prisión
preventiva, respecto de los cuales la decisión de concesión corresponderá al Juez de Instrucción,
sin superior control del juez de ejecución.

c. La intervención del juez de ejecución con relación al régimen disciplinario.

Como hemos visto, el régimen disciplinario viene regulado de los artículos 45 a 51 de la LRP,
adoptándose la sanción por la Comisión de Vigilancia, Evaluación y Sanción (art. 20 de la LRP). No
obstante, cualquier sanción podrá ser objeto de impugnación ante el Juez de la Ejecución como
consecuencia de la previsión del artículo 437 del CPP.

El juez de ejecución revisará, así:

a. La realidad de la infracción.

b. La tipificación de la conducta como infracción.

c. La normalidad del proceso sancionador, y

d. La necesidad y proporcionalidad de la sanción impuesta.

A este respecto, la regulación legal adolece de una total imprecisión, no sólo porque con relación
al procedimiento parece limitarse a imponer la previa audiencia del expedientado (art. 48 de la
LRP), sino porque admite que cualquier sanción pueda ser impuesta ante cualquier incumplimiento,
sin sujeción a otra regla que la propia ponderación de una discrecional proporcionalidad extraída
del análisis de la naturaleza de la infracción, de la gravedad de los daños y perjuicios ocasionados,
del grado de ejecución de los hechos, de la culpabilidad de los responsables y de su grado de
su participación en aquellos, así como cualquier otra circunstancia concurrente. La imprecisión
aumenta por extenderse al posterior control judicial.

Se advierte así la conveniencia de abordar una graduación de las infracciones y la necesidad


de identificar qué sanciones pueden aplicarse en cada caso. Así lo hace el Reglamento en fase
experimental conforme al nuevo modelo de gestión penitenciaria aplicado al centro corrección
y rehabilitación de San Felipe (Puerto Plata) y Najayo (mujeres).
En este Reglamento se estructuran las infracciones en tres categorías:

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al
1. Faltas leves.- Considerando leves las siguientes: a) impedir con su comportamiento el
normal desarrollo de cualquiera de las actividades del Centro. b) simular enfermedad.
c) participación en apuestas y juegos de azar. d) permanecer en lugares no autorizados.
e) el incumplimiento de los horarios de régimen interior que la dirección del centro
establezca por normativa. f) la venta de artículos prohibidos por la normativa del centro.
g) cualquier otra acción u omisión que represente el incumplimiento de los deberes y
obligaciones del interno y que no esté comprendido en los apartados anteriores de este
artículo ni de los artículos 21 y 22.

2. Faltas graves.- Se consideran las siguientes: a) incurrir en tres faltas leves durante un
periodo de tiempo inferior a seis meses, b) promover o divulgar noticias falsas sobre
la institución, los agentes o el personal directivo con la voluntad de menoscabar su
autoridad y credibilidad o la seguridad del Centro, c) atentar contra la propia vida o
integridad física, d) Incitar a participar en pelea o agresión a cualquier trabajador del
centro o a los internos, e) sustraer, dañar o manipular los bienes de la institución o de
otras personas, f) manipular objetos convirtiéndolos en potencialmente peligrosos, g)
introducir en el establecimiento, poseer o fabricar objetos que las normas del centro
prohíban, h) organizar apuestas, rifas o juegos de azar, i) resistirse a las órdenes recibidas
de los agentes o personal directivo del centro de forma pasiva, j) la embriaguez producida
por el consumo de bebidas alcohólicas o sustancias psicotrópicas así como el consumo
o posesión de las mismas, k) amenazar, coaccionar o faltar al respeto a otros internos o
al personal de la institución.

3. Faltas muy graves.- Son faltas muy graves las siguientes: a) atentar contra la vida o la
integridad física de otras personas en el interior del centro o en el exterior del mismo, si
el interno hubiese salido por causa justificada, b) agredir sexualmente a otra persona, c)
intentar, auxiliar o consumar la evasión, d) resistirse a las órdenes recibidas de los agentes
o personal directivo del centro de forma activa, e) sobornar o incitar al soborno, f)
retener personas a la fuerza, g) el tráfico de bebidas alcohólicas y sustancias psicotrópicas,
h) sustraer, dañar o manipular los bienes de la institución causando un grave daño, i)
introducir o fabricar objetos punzantes o armas blancas, j) adulterar los alimentos o
medicamentos, k) sustraer documentos oficiales o el sello del centro, así como falsificarlos,
l) asumir la identidad de otro con el fin de obtener beneficio propio o el de terceros, m)
reunirse para planear actos delictivos o de indisciplina interna, n) participar o promover
actos de indisciplina colectiva o motines.

Paralelamente, el Reglamento estructura las sanciones, indicando que

1. Para las faltas leves la sanción será la amonestación verbal.

2. Para las graves las sanciones serán: a. amonestación escrita; b. suspensión de incentivos
hasta por un mes; c. suspensión de salidas hasta por un mes.

Para las faltas muy graves las sanciones previstas son: a. traslado a otro centro penitenciario por
Derecho

no más de sesenta días; b. suspensión de incentivos de uno a tres meses; c. suspensión de salidas
de uno a tres meses; d. suspensión de actividades de uno a tres meses, e. suspensión de llamadas
de uno a tres meses; f. suspensión de visitas y/o correspondencia de dieciséis a treinta días; g.
encierro en su celda o en celda de aislamiento de ocho a treinta días.
Procesal
Penal

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Derecho

Procesal
Penal
Sorprende de esta regulación que todas las sanciones, sea cual sea su naturaleza e intensidad, sean
adoptadas por la CVES, a diferencia de otros ordenamientos jurídicos que –como el español-
preceptúan que las sanciones de mayor intensidad aflictiva necesitan de una aprobación originaria
del Juez de Ejecución.

X1.9.3 El procedimiento para la intervención del juez de eje-


cución penal con respecto a las reclamaciones anteriores

El artículo 34 de la LRP no sólo reconoce la posibilidad de todo recluso de formular y dirigir


peticiones y quejas a la dirección del establecimiento o a las autoridades administrativas, sino que
admite también la facultad de canalizarlas a la autoridad judicial, sin más limitación que responder
a las atribuciones antes indicadas y hacerse en términos respetuosos o convenientes.

El precepto resulta, así, coherente con la actual indicación del artículo 442 del CPP que no sólo
reconoce la posibilidad que tiene el condenado de plantear cualquier incidente relativo a la
ejecución o a la extinción de la pena, sino que admite que la solicitud del penado pueda hacerse
sin formalidad ninguna.

La Regla XVIII de la Resolución 296/2005, en coherencia con el propio artículo 442, establece
una capacidad ampliada para la presentación de estas reclamaciones, indicando que pueden
presentarse: 1) por el condenado, 2) por su defensor, 3) por cualquier persona en favor del
condenado y 4) por el ministerio fiscal siempre que sea en interés de la justicia e in favor rei; no
obstante, la dispensa de formalidades se reconoce exclusivamente con relación a la reclamación
hecha por el propio condenado –extensible lógicamente a las personas legas que en su favor
actúen-, imponiéndose para los demás la presentación de un escrito motivado.

Todas estas reclamaciones podrán presentarse directamente en el Juzgado –ante el secretario


del juez de ejecución dice la Regla XVIII-o ante la autoridad penitenciaria que, en tal caso, viene
obligada a conducirla de forma inmediata al juez de ejecución.

La tramitación de la denuncia se inicia con el posterior traslado al resto de partes interesadas


–ministerio público, defensor público en su caso, Dirección General de Prisiones y autoridad
penitenciaria-. En tal sentido, la Resolución 296/2005 se limita a indicar los supuestos en los
que la resolución impone la celebración de una audiencia, de suerte que nada se dice sobre
cómo ha de ser la tramitación en el resto de los supuestos en los que esta audiencia no está
indicada. La imprevisión sugiere que tras el traslado no habrá más trámite que la concesión de
un plazo al resto de interesados -tres días es el menor contemplado en el CPP para el recurso
de oposición- para que puedan alegar lo que a su derecho convenga y la posterior decisión del
juez de ejecución.

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En los supuestos en los que la audiencia está indicada15, es obligada la citación del resto de
interesados, así como la presencia del penado que no haya renunciado a su derecho de presencia.
No indica sin embargo el reglamento cual será el plazo establecido, no obstante, la naturaleza
privativa o restrictiva de la libertad individual sugiere que haya de ser un plazo perentorio, como
perentoria es la indicación de que la resolución –motivada- habrá de darse a la terminación de la
comparecencia y en todo caso en un término máximo de diez días en aquellos supuestos en los
que la premura anterior resulte imposible ante la complejidad del asunto.

Toda decisión a este respecto es susceptible de recurso de apelación ante la Corte de Apelación
(Art. 416 CPP), correspondiendo a esta decidir sobre la eficacia suspensiva del recurso
interpuesto.

X1.9.4 Condiciones especiales de ejecución

El Código Procesal Penal prevé una serie de supuestos en los que el Tribunal, sin dejar sin efecto
la pena impuesta, puede establecer un régimen extraordinario de cumplimiento. La previsión
viene recogida en el artículo 342 del CPP y pese a la generalidad de su enunciado, de los
supuestos concretos en los que se faculta y de las consecuencias de su adopción se deriva que
la facultad de alteración sólo es reconocida con respecto a penas privativas de libertad, pues el
artículo 342 faculta al tribunal sentenciador a autorizar –siempre en la misma sentencia- que la
pena privativa de libertad pueda cumplirse, en lugar de en el establecimiento penitenciario, en el
domicilio del imputado, en un centro de salud mental, en un geriátrico, o en centros clínicos o de
desintoxicación.
Para alcanzar esta autorización habrán de considerarse16 las condiciones particulares que puedan
concurrir en el imputado, no obstante, resulta obvio concluir que esa “consideración” en modo
alguno permite obviar las sugerencias de oportunidad que resulten de la prevención especial y
general a la que toda pena aspira. De este modo, el juicio (y más concretamente el juicio de la
pena cuando se siga) deberá acreditar:

1. Que concurre en el imputado alguno de los supuestos en los que el legislador faculta la
transmutación del régimen de cumplimiento de la pena privativa de libertad, esto es: a.
que el condenado sobrepase los setenta años de edad; b. que padezca una enfermedad
terminal; c. que padezca un estado de demencia que haya sobrevenido con posterioridad
a la comisión de la infracción; d. que la imputada se encuentre en estado de embarazo o
lactancia; e. que exista en el procesado una adicción a las drogas o al alcohol.

2. Que concurren en él razones que justifican estas condiciones especiales desde el punto
de vista de la prevención especial. Que deban tomarse en cuenta las condiciones
particulares del imputado no sólo obliga a considerar aquella realidad que puede justificar

15 La Regla XVIII.3 dispone que se celebrará la audiencia en los casos siguientes:


“1. En los incidentes donde se promuevan pruebas; 2. Para conocer las denuncias, quejas o peticiones por violación de derechos y
Derecho

garantías fundamentales de los condenados o condenadas, fundados en la Constitución, Reglas Mínimas para el Tratamiento de los
Reclusos de las Naciones Unidas, y demás instrumentos sobre derechos humanos internacionales; en el Art. 436 del Código Procesal
Penal, en la Ley No. 224, sobre Régimen Penitenciario vigente, Ley No. 164, sobre Libertad Condicional y otras leyes correlativas
especiales; 3. Para la revisión del cómputo definitivo, cuando hayan reclamaciones del condenado o condenada: 4. Unificación de penas
o condenas y el nuevo juicio sobre la pena; 5. Libertad condicional o su revocación y 6. Multas y medidas de seguridad”.
16 Ese es el término concreto utilizado por el propio CPP en su artículo 342.

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Penal

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un cumplimiento especial por razones humanitarias, sino también que tal régimen de
cumplimiento no desvirtúe las razones de prevención especial que constituyen el fin de la
pena. La decisión sólo se justifica en aquellos supuestos en los que –atendiendo a la realidad
concreta del condenado-el régimen alternativo de cumplimiento se muestre adecuado
para la socialización y rehabilitación del afectado, o bien cuando, vista su enfermedad o
estado psíquico, la rehabilitación se muestre innecesaria o resulte imposible.

3. Que las condiciones especiales de cumplimiento no se opongan a la finalidad preventiva


general que cumple la pena. La gravedad de los hechos, la posibilidad de que puedan
reiterarse hechos delictivos a la vista de la posible repetición de las circunstancias que
lo propiciaron en su día y la propia realidad personal del condenado, facultan y obligan
al Tribunal a configurarse un juicio de ponderación entre las razones humanitarias que
sugieren la posibilidad del especial régimen de cumplimiento y la seguridad colectiva.

No obstante, este régimen especial de cumplimiento no sólo puede ser adoptado en sentencia,
sino que el artículo 443 del CPP admite que pueda establecerse cuando sobrevenga alguno de
los casos antes indicados. El régimen de su regulación entraña pues:

a. Que el juez de ejecución no sólo tiene la competencia de velar por la observancia


precisa de estos regímenes especiales, sino que puede trasmutar el cumplimiento
ordinario en extraordinario cuando las circunstancias que los justifican acaezcan
después de dictada sentencia.

b. Que el juez de ejecución no puede establecerlo sobre la base de circunstancias


supuestamente existentes a la fecha de la sentencia y que no fueron apreciadas por
el tribunal.

c. Que sólo la sobreveniencia de las condiciones objetivas antes expresadas permitirán


al juez de ejecución modificar el régimen de cumplimiento. Una interpretación literal
del precepto impediría que pueda acordarse un cumplimiento externo al centro pe-
nitenciario en aquellos supuestos en los que el beneficio fue denegado en sentencia
exclusivamente por razones de prevención general o especial que se consideren
superadas.

d. La sobreveniencia de las condiciones objetivas no dispensa al juez de ejecución de


analizar la conveniencia general y especial de modificar el régimen de cumplimiento,
a cuyo efecto considerará los informes de tratamiento emitidos por la Junta de Vigi-
lancia, Evaluación y Sanción.

Es conveniente ahora efectuar un breve análisis de los distintos supuestos en los que el legislador
ha posibilitado la fijación de estos regímenes especiales de cumplimiento de las penas privativas
de libertad.

1. Cuando el condenado sobrepase la edad de setenta años.

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El Código Procesal Penal admite por razones humanitarias de consideración a la edad, la posibilidad
de un régimen especial de cumplimiento de las penas privativas de libertad a los septuagenarios o
a quien vayan a cumplir los setenta años durante el tiempo de extinción de la condena. Es este el
requisito objetivo, el cual deberá ir acompañado de la inexistencia de una necesidad de prevención
general o de prevención especial. La observancia en el condenado de una buena conducta (desde
el delito hasta la sentencia o durante el inicio de la ejecución de esta), su habitualidad delictiva y
las circunstancias que motivaron su delito en relación con la realidad concurrente al momento de
la ponderación, son elementos que permitirán emitir un pronóstico individualizado de reiteración
delictiva y reinserción social, elemento esencial a la hora de adoptar tal decisión, siendo como es
que la edad no ha de comportar una exención o minoración automática del rigor de aquellas
penas que – precisamente- son inherentes a las formas más graves de delincuencia.

La concesión del beneficio entrañará en este caso su sustitución por el arresto domiciliario,
pudiendo establecerse un régimen intermedio que faculte de forma limitada o parcial la residencia
en el domicilio (art. 342, parrafo 2º) o en un geriátrico. No obstante, la aplicación de la medida
entraña una minoración del rigor penitenciario, sin que suponga que el condenado sea ajeno a los
programas de formación orientada a la reinserción que puedan establecerse.

En todo caso, el juez de ejecución deberá velar porque este régimen de cumplimiento se cumpla
satisfactoriamente (art. 443); no obstante, el legislador no ha definido las consecuencias de su
inobservancia, pudiéndose concluir que no tiene porqué generar una revocación automática del
beneficio, sino que el juez de ejecución podrá administrar el incumplimiento en los términos que
sean convenientes para cada concreto. Ello no supone que el juez de ejecución no pueda también
llegar a su derogación en los supuestos de incumplimiento más grave o peligroso –inobservancia
del arresto domiciliario o aprovechamiento para la comisión de nuevos delitos- aún cuando la
concesión hubiera sido otorgada por el tribunal sentenciador.

2. Cuando el condenado padezca una enfermedad terminal.

La constitución establece el derecho a la vida y a la integridad física y moral como el primero de


los derechos fundamentales del individuo y soporte del resto de los derechos esenciales que se le
reconocen. Es un derecho que la administración penitenciaria no sólo ha de cumplir el mandato
constitucional de forma negativa (inhibición respetuosa), sino que le es exigible una función activa
para el cuidado de la vida, la integridad corporal y la salud de los hombres y mujeres separados
de la sociedad por medio de la privación de su libertad. No obstante:

1. No es un derecho absoluto pues la protección humanitaria de esta dignidad moral queda
limitada a su vertiente más evidente, es decir, sólo cuando se trate de una enfermedad
terminal, concepto que yendo más allá de la mera enfermedad incurable o dolencia
irreversible, pasa a significar aquel padecimiento que científicamente terminará por
generar el óbito del condenado de no cruzarse otra causa letal imprevista; si bien sin
que el concepto no exige que el resultado fatal haya de ser inminente o inmediato.
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2. N
 o es absoluto porque, como ha indicado el TCE, “el equilibrio entre el derecho a la vida,
unido indisolublemente por su consistencia ontológica a la dignidad de la persona como
profesión de fe en el hombre, que lleva en sí todos los demás y el de la gente a su seguridad,
mediante la segregación temporal en cumplimiento de las penas privativas de libertad, con

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Penal

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Penal
su doble función retributiva y profiláctica o preventiva, es la finalidad que pretende conseguir
la norma reglamentaria en cuestión...”; añadiendo el propio TC que en necesario que
concurra la menor peligrosidad de los libertos por su misma capacidad disminuida17.

La apreciación de pertinencia del beneficio, revocable aún cuando la ley no diga nada, no llevará
tampoco a la concesión de libertad, sino al cumplimiento domiciliario o en centro clínico, en los
términos concretos que se establezcan.

3. Cuando el condenado padezca una demencia, sobrevenida con posterioridad a la


comisión de la infracción.

No se trata de cualquier enfermedad mental, sino que al hablar de demencia el precepto exige
que sea un trastorno mental persistente, duradero y grave que impida conocer el sentido de la
pena, es decir, de su contenido y finalidad o, lo que es lo mismo, de la relación existente entre lo
aflictivo de la pena y la acción dañosa antes cometida.

No es esta una regulación que tenga mucho sentido pues cuando este estado cognoscitivo
concurra al momento de la perpetración de los hechos, la demencia llevará a la exención de
la responsabilidad criminal, pero cuando sobrevenga con posterioridad e impida al condenado
alcanzar la comprensión del sentido de la sanción, lo que deberá producirse no es una minoración
del rigor de su ejecución (obsérvese además que no se aplica a penas distintas de las privativas
de libertad), sino la paralización del enjuiciamiento cuando no se haya dictado sentencia o, si
sobreviniere después, la suspensión de la ejecución de la pena impuesta. Todo ello, unido a la
circunstancia de que el incumplimiento por parte del condenado del régimen especial que se
imponga deberá ser analizado desde la perspectiva de la seguridad colectiva y de la irresponsabilidad
individual, determina que debiéramos estar más en un supuesto de adopción de medidas de
seguridad, que en regímenes especiales de cumplimiento de penas privativas de libertad. La
imprevisión se agudiza más aún si observamos que el “beneficio” no resulta siquiera obligado,
cabiendo la posibilidad de denegación y sumisión a un internamiento psiquiátrico penitenciario.

A diferencia de los motivos anteriores, este -como los siguientes- es susceptible también de
desaparición sobrevenida, lo que (salvo prescripción) llevará de forma automática al cumplimiento
de la pena conforme con el régimen ordinario de ejecución, lo que en ocasiones puede plantear
cuestión de equidad.

4. Cuando la condenada se encuentre en estado de embarazo o lactancia.

El que el legislador haya considerado este estado como susceptible de merecer –en su caso- el
beneficio que analizamos y la realidad de que este estado sea circunstancial y en ocasiones mucho
más limitado que la pena misma, pone en evidencia la voluntad legislativa de que el régimen
especial de cumplimiento habrá de persistir en la eventualidad de que termine la razón que lo
justificó en su origen, siempre y cuando no se haya incumplido el régimen alternativo definido.

5. Cuando exista adicción a las drogas o al alcohol.

17 STC de 25 de marzo de 1996.

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La posibilidad del régimen especial no se asienta en la adicción, sino en la conjunción del vicio con
la realidad de un tratamiento de desintoxicación por el condenado. Es el interés humanitario y el
interés colectivo por la deshabituación el que precisamente justifica el tratamiento privilegiado, hasta
el punto que –a diferencia de los anteriores- el fracaso del programa de desintoxicación, puede
permitir la no consideración de tiempo de cumplimiento al tiempo pasado en semilibertad.

La posibilidad que otorga el artículo 433 de que la concesión del régimen especial responda
a razones sobrevenidas con posterioridad a la sentencia, plantea la cuestión –no resuelta en la
ley- de si podrá concederse dicho beneficio para la deshabituación de toxicomanías adquiridas
constante el periodo de ejecución de la pena, una posibilidad que puede desvirtuar el régimen
de permisos y de libertad condicional concebido por el legislador. Estas razones; la posibilidad de
que por razones de prevención general deba denegarse el beneficio al adicto o la inconveniencia
de que en casos de largas penas privativas de libertad haya que optar entre la subsistencia de
la toxicomanía o una semi-libertad socialmente inadmisible, justifica que la previsión del artículo
342.4 deba ir además acompañada de verdaderos planes de desintoxicación que sean susceptibles
de ser seguidos en el propio régimen carcelario.

X1.10 Los incidentes de ejecución

Cualquier incidente que pueda plantearse con relación a la ejecución o extinción de la pena
–y lo expuesto anteriormente es sugerente del gran número de cuestiones que puede llegar a
plantearse- ha de ser tramitado conforme con un único procedimiento.

X1.10.1 La legitimación

El artículo 442 reconoce la posibilidad que tiene cualquier condenado de plantear incidentes
relativos a la ejecución y extinción de la pena, ante el juez de ejecución. La capacidad se amplía
a cualquier persona en su favor, sea o no su defensor. No obstante, sorprende que siendo como
es que el Código Procesal Penal autoriza también al ministerio público a plantear tales incidentes,
la regla XVIII.1.a.i del Resolución 296/2005 restrinja esta facultad a aquellos supuestos en los que
el ministerio público actúe en interés de la justicia y a favor del reo. La restricción deviene nula e
inadmisible, pues alejaría de control jurisdiccional cualquier decisión que adopte la administración
penitenciaria que modifique el cumplimiento real de la sentencia pero que, por ser favorable al
reo, jamás sería recurrida por este (Vg: concesión de permisos, progresión de grado etc).

X1.10.2 La forma

La forma de plantear las cuestiones es dual

El condenado o condenada pueden presentar la solicitud judicial directamente o mediante


entrega a la autoridad administrativa penitenciaria, en cuyo caso el funcionario que la reciba
habrá de transmitirla inmediatamente al juez de ejecución. Por otro lado, en los supuestos en
Derecho

que la solicitud se cursa directamente por el condenado, el artículo 442 fija que no precisará de
formalidad ninguna, habiéndose de entender que esta misma posibilidad es predicable de los
legos en derecho que actúen a favor de condenado.
El defensor y el ministerio público, no sólo deberán dirigir su petición al Juzgado, sino que deberán
estructurarla por escrito y de forma motivada.
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Penal

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X1.10.3 El procedimiento

Recibida la denuncia, queja o petición, el juez de instrucción dará traslado de la misma al resto de
interesados y de manera específica al ministerio público, defensa pública, Dirección General de
Prisiones, autoridad penitenciaria o cualquier persona interesada.

El Código Procesal Penal establece en su artículo 442 que la actuación subsiguiente será la
resolución. Obviamente, la escueta articulación es insuficiente, de suerte que la Resolución
296/2005 establece que se celebrará audiencia en los siguientes casos:

a. En los incidentes donde se promueva prueba;

b. Cuando se conozcan denuncias, quejas o peticiones por violación de derechos y ga-


rantías fundamentales de los condenados o condenadas, fundados en la Constitución,
Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos de las Naciones Unidas, y demás
instrumentos sobre derechos humanos internacionales; en el Art. 436 del Código
Procesal Penal, en la Ley No. 224, sobre Régimen Penitenciario vigente, Ley No. 164,
sobre Libertad Condicional y otras leyes correlativas especiales;

c. Cuando sean denuncias asentadas en la revisión del cómputo definitivo, por parte del
condenado o condenada;

d. Cuando versen en la unificación de penas o condenas o sea el nuevo juicio sobre la


pena;
e. Cuando se refiera a la libertad condicional o su revocación;

f. Cuando afecte a multas o medidas de seguridad.

No dice la ley, ni el reglamento, el término en el que la audiencia habrá de practicarse. La particular


naturaleza de los derechos que se ventilan justifica una comparecencia inmediata, semejante en
tiempo a la que se establece para la revisión de la prisión preventiva en la eventualidad de
impugnación y en la que el resto de partes interesadas alegarán de forma oral lo que a s derecho
convenga.

En el resto de supuestos la audiencia no resulta necesaria, lo que no excluirá la posibilidad de


convocarla si el juez de ejecución lo considera. En cualquier caso, si se prescindiera de ella, debe
destacarse que será obligatorio conceder al resto de interesados un término en el que puedan
hacer sus alegaciones –también por escrito fundado- a fin de no generar indefensión respecto a
sus posiciones procesales.

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X1.10.4 La Resolución

La decisión, que habrá de darse de manera inmediata o en el término máximo de diez días18 en
supuestos de gran complejidad, ha de ser motivada y será susceptible de recurso de apelación
ante la Corte de Apelación, sin que este recurso tenga carácter suspensivo si el tribunal a quo no
establece otra cosa.

X1.11 La libertad condicional

La libertad condicional puede ser definida a la luz de la propia ley que la desarrolla, esto es, la
ley 164/1980, de Libertad Condicional, de 7 de octubre (LLC). Dicho texto legal establece en su
artículo 1º que la libertad condicional se establece como un medio de prueba de que el recluso
condenado a una pena privativa de libertad, se encuentra rehabilitado y apto para vivir en sociedad.
Por tanto, la libertad condicional no extingue ni modifica la duración de la pena, sino que es un
modo especial de hacerla cumplir la prisión al condenado, residenciándose la especialidad en que
en la eventualidad de que tras la excarcelación el penado se conduzca bien hasta la expiración
del plazo de prueba, la inicial liberación devendrá definitiva (art. 14 de la LLC).

X1.11.1 Requisitos para la concesión del beneficio de la liber-


tad condicional

Debe destacarse que la concesión de la libertad condicional –y su eventual revocaciónes un acto


del que queda excluido el ámbito administrativo, correspondiendo a la jurisdicción la adopción
inicial de la decisión. Así se define expresamente en el artículo 444 del CPP y en el artículo 3
de la Ley 164/1980, de libertad condicional, en su redacción dada por el artículo 14.4 de la Ley
278/04, sobre Implementación del Proceso Penal, de 13 de agosto. No obstante, y como no
puede ser de otra forma, pese a la discrecionalidad en su concesión, se trata de un acto judicial
fuertemente reglado, que exige de forma necesaria la concurrencia de múltiples presupuestos
tanto de naturaleza objetiva como subjetiva.

A. Requisitos objetivos:

1. Que se trate de penas privativas de libertad de más de un año de duración.

El artículo 2 de la Ley de Libertad Condicional establece la restricción de que esta institución


sólo resultará aplicable respecto de penas privativas de libertad de más de un año de duración,
restando para las penas inferiores en los supuestos de ausencia de riesgo, la suspensión condicional
de la pena ya analizada.
Derecho

18 Así se establece en la Regla XVIII.4 de la Resolución 296/2005.

Procesal
Penal

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Derecho

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El hecho de que el precepto haga referencia a “condenas por penas de más de un año de duración”
plantea la duda sobre si ha de procederse a la acumulación de penas a los efectos de la concesión
del beneficio o si la concurrencia del requisito debe de observarse respecto de cada una de las
penas que por los distintos delitos se impongan en una misma sentencia o en un conjunto de
sentencias que resulten acumuladas. Personalmente considero que la concurrencia del requisito
ha de ser analizada desde el criterio de la unidad de ejecución y ello porque el beneficio no
condiciona la clase de pena sino la duración de la condena, de suerte que en la tesis adversa nos
encontraríamos con que la libertad condicional tendría que ser concedida y aplicada de forma
individual y separada para cada pena, lo que llevaría al absurdo de que el sujeto sería excarcelado
y después volvería a ingresa en prisión para satisfacer la exigencia del cumplimiento sucesivo de
las distintas penas. Esta visión es la que parece mantener el propio artículo 440 del CPP cuando
establece que el juez de ejecución habrá de abordar el cómputo definitivo de la sentencia como
instrumento previo para definir la fecha a partir de la cual el imputado puede solicitar su libertad
condicional. La interpretación supondrá que en los supuestos de acumulación de varias penas
de duración inferior al año de privación de libertad, dicha suma formaría parte de la propia
resolución del Juez de Ejecución sobre la concesión del beneficio.

2. Que se haya cumplido más de la mitad de la pena.

El propio artículo 2 de la Ley de Libertad Condicional exige para la concesión que el condenado
haya cumplido la mitad de la pena impuesta. Nuevamente la consideración habrá de hacerse
desde el criterio de unidad de ejecución y, en cuanto tal, habrá de estarse al cómputo definitivo
realizado por el juez de ejecución, lo que necesariamente pasará por la consideración en su favor
de las reducciones de pena derivadas de indultos o de perdón judicial parcial.

3. Que el condenado no sea reincidente.

La restricción del beneficio a delincuentes primarios viene establecida en el artículo 12 de la


Ley de Libertad Condicional, que establece que “ningún penado reincidente podrá ser puesto en
libertad condicional”, no obstante, la consideración ha de hacerse al momento de la concesión, sin
que sea causa de revocación el que el beneficiario sea condenado posteriormente por hechos
perpetrados con anterioridad a aquellos que motivaron la concesión de la libertad condicional.

4. Que se haya hecho frente a las responsabilidades civiles.

Si hay un elemento sugerente no sólo de la verdadera contrición del delincuente, sino de la


inexistencia de que una libertad vigilada, pero prematura, pueda suscitar un especial agravio a la
víctima, es el hecho de que el responsable de un delito haya pagado los daños e indemnizado
los perjuicios causados por la infracción (o llegado a un acuerdo con la parte perjudicada para
hacerlo), esa es la razón de que tal satisfacción sea también exigida en el artículo 2.d de la Ley de
Libertad Condicional, si bien sólo en aquellos casos en los que concurra una real posibilidad de
hacerlo, toda vez que caso contrario nos encontraríamos ante una prisión por deudas proscrita
en el artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

5. Sobre el grado de calificación del penado.

Puesto que para poder pasar al periodo de prueba a que se refiere el artículo 16 de la LRP se
exige haber cumplido un cuarto o un tercio de la pena impuesta (según sea superior o no a

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al
los cinco años de prisión) resulta obvio que toda persona que cumpla el requisito de la libertad
condicional de haber cumplido la mitad de la pena impuesta, estaría en condiciones de haber
sido calificado en este grado. Esta circunstancia suscita el problema de si podrá interesarse o
reclamarse la libertad condicional respecto de quienes, cumplida la mitad de la pena impuesta, se
encuentren todavía en el periodo penitenciario de tratamiento. El hecho de que el artículo 2 de
la Ley de Libertad Condicional no imponga como presupuesto el que el condenado se encuentre
en periodo de prueba penitenciario parecería sugerir una respuesta positiva, no obstante, el
régimen legal es precisamente el contrario, siendo este un requisito que deriva de la propia
LRP, que en su artículo 17.c considera a la libertad condicional como una medida de prueba y,
en cuanto tal, exclusiva de este periodo, por más que el artículo 53 califique el grado como un
mero antecedente –que no presupuesto- para la concesión del beneficio. La exigencia configura
así una importancia mayor de la administración en la concesión del beneficio, pues la actuación
de la administración penitenciaria en modo alguno se limitará a la petición que luego veremos,
siendo como es que originariamente le corresponde progresar al condenado del periodo de
tratamiento al de prueba.

B. Requisitos subjetivos:

1. Que haya demostrado hábitos de trabajo y observado una intachable conducta en el


establecimiento penitenciario.

Pueden existir varias interpretaciones sobre lo que debe entenderse por “intachable conducta”
dentro del comportamiento carcelario del recurso. La postura más lógica invita a entender
que este comportamiento es predicable de quienes no poseen en hoja de vida penitenciara
calificaciones de conducta mala o pésima en los términos del artículo 52 de la LRP. La existencia
de faltas aisladas en el expediente del interno no constituye un obstáculo insalvable a la vista de
que pueden llegar a merecer calificaciones de conducta regular o menos que regular, siempre y
cuando esta calificación mensual suponga una valoración excepcional entre una tónica habitual
de valoración positiva. En el mismo sentido habría que considerar la calificación de mala que se
muestre como algo excepcional y aislado en la hoja de vida del recluso.

2. Que se encuentre capacitado física y psíquicamente para reintegrarse a la vida social.

La incorporación a la situación de libertad condicional es un instrumento para poner a prueba


la capacidad del condenado de integrarse en una vida honrada y las graves consecuencias que
tendrá para su régimen de cumplimiento el fracaso durante este el disfrute de ese beneficio,
impone que no pueda dificultarse de forma externa el momento de su puesta a prueba. El
artículo 3 de la Ley de Libertad Condicional, en su redacción dada por la ley de implementación
del Código Procesal Penal, dispone para ello que la propuesta de libertad condicional deberá ir
acompañada del informe expedido por un medico legalista, después de haber hecho el examen
y las pruebas médicas necesarias para declarar al penado en estado de aptitud para abordar esta
vida en sociedad; aptitud que –como el propio artículo 2.c establece- no sólo supone la capacidad
Derecho

física de valerse por si mismo o en la forma en que lo hacía previamente a su ingreso en prisión,
sino las condiciones psíquicas de vigor para enfrentarse a una situación de libertad que tras
muchos años de prisión puede generar estados de pánico o angustia.

Procesal
Penal

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Derecho

Procesal
Penal

3. Que el estado de rehabilitación del penado, haga presumible que se conducirá bien en
libertad.

La exigencia aparece recogida nuevamente en el artículo 2.C de la Ley de Libertad Condicional.


La acepción de la expresión “conducirse bien en libertad” no debe invitar a que el Juez de Ejecución
establezca esquemas morales o actitudinales de idoneidad de comportamiento distintos de la
capacidad por respetar las normas del ordenamiento jurídico, habiendo sido más correcto que
la ley hablara de un pronóstico de vida honrada en libertad. Si este pronóstico no puede ser un
vaticinio, resulta obvio también que ha de ser una confianza otorgada con cierta base objetiva. El
hecho de que la libertad condicional se integre –como hemos visto- en el periodo de prueba y
la circunstancia de que este haya podido abrirse mucho antes de que se tuvieran satisfechos los
términos temporales que la libertad condicional exige, permite vislumbrar que este pronóstico
de vida honrada habrá ido configurándose no sólo a la vista del comportamiento del condenado
en presidio, sino en los permisos de salida que han podido administrarse previamente.

X1.2.2 Procedimiento para la concesión del beneficio de la


libertad condicional

A. Legitimación o capacidad

La Ley de Libertad Condicional, en su redacción dada al artículo 3 por la ley 278/2004, confiere
al Alcalde o Director del Centro de Penitenciario una capacidad originaria para la proposición
de concesión de la libertad condicional. No obstante, el propio artículo 3 amplía esta capacidad
(art. 3.1) al condenado o a cualquier interesado, siempre y cuando se den en el penado los
prosupuestos objetivos exigidos por la ley y no haya sido propuesto para el beneficio por la
Administración Penitencia. La indicación de capacidad se ha individualizado en este sentido
por la Suprema Corte en su Regla VIII de la Resolución 296/2005, que finaliza indicando que
están legitimados para promover la libertad condicional: 1) el condenado o condenada, 2) el
defensor del condenado o condenada, 3) el juez de ejecución de oficio, 4) el alcalde o director
del establecimiento penitenciario y 5) cualquier interesado.

B. La propuesta de concesión.

El artículo 3 de la Ley de Libertad Condicional, en su actual regulación, establece que la propuesta


sea presentada por el alcalde o director del centro, conteniendo los siguientes elementos: 1) los
datos relativos al penado, 2) la infracción cometida, 3) la fecha de la sentencia condenatoria, 4)
la indicación de la residencia escogida por el reo, 5) el nombre y generales de la persona bajo
cuyo patronato se pondrá , 6) una declaración firmada por esta persona en la que conste que se
compromete a cumplir las obligaciones que a su cargo impongan la ley, el reglamento y el auto
de liberación, 7) la constancia de haberse cumplido los requisitos señalados al artículo 2 antes
analizados, 8) la opinión favorable de la autoridad penitenciaria sobre el estado de rehabilitación
del recluso, 9) el informe expedido por un médico legista en las que – previo examen del
penado- se declare a éste apto para reintegrase a la vida en sociedad.

516 © Escuela Nacional de la Judicatura, República Dominicana, 2006


al
La propuesta será enviada, obviamente, cuando la administración penitenciaria considere
conveniente la concesión del beneficio, posibilitándose en el artículo 3.1 – como se ha dicho- que
el condenado o cualquier interesado puedan también solicitarla cuando la libertad condicional un
fuera propuesta por aquella.

No obstante, el régimen jurídico de la presentación se amplía en el 444 del CPP. El precepto


(reproducido en la Regla VIII.2.a de la Resolución 296/05), con la finalidad de fomentar un
dinamismo y compromiso de la Administración Penitenciaria con el estudio de la pertinencia de
la libertad condicional en cada caso, impone que el director del establecimiento penitenciario
remita al juez los informes necesarios para resolver sobre la libertad condicional un mes antes
del cumplimiento del plazo fijado al practicar el cómputo. El sistema asegura que no existan penas
privativas de libertad cuya libertad condicional no se analice por indolencia de la Administración
y desconocimiento del afectado, sin que sea ello motivo para que la libertad condicional se
garantice en todo caso y generalice una disminución del tiempo real de punición fijado por el
legislador.

La propuesta ha de ser enviada a través de la Comisión de Supervisión y Reforma Carcelaria.


Esta Comisión puede solicitar informes y documentos del penal en que consten las actividades,
conductas y vida del recluso, a fin de someter el caso, con sus propias recomendaciones, al Juez
de Ejecución.

C. Tramitación ante el juez de ejecución.

Recibidos los informes –con o sin petición de concesión según los casos- el juez de ejecución
deberá dar traslado al ministerio público para que emita dictamen en un plazo no mayor de
cinco días. Así se establece en el artículo 4 de la Ley de Libertad Condicional, no obstante, nada
se dice respecto a la audiencia del resto de interesados, siendo particularmente destacable la
omisión del condenado en aquellos supuestos en los que el expediente se haya iniciado en
virtud de los informes negativos remitidos por la administración penitenciaria un mes antes de
vencer el plazo fijado al practicar el cómputo. La cuestión ha de ser resuelta en el sentido de ser
plenamente exigible en principio de contradicción e igualdad de partes, de suerte que el juez
habrá de conceder igual plazo que el dado al fiscal para la emisión de su dictamen, o bien optar
por la convocatoria a todos a una comparecencia en los términos previstos en el artículo 442
del Código Procesal Penal.
No debe olvidarse que con carácter previo a la resolución, puede el juez de ejecución practicar
las diligencias de investigación que tenga por conveniente. Así se recoge en el artículo 3 de
la Ley de Libertad Condicional al indicar que “el Tribunal podrá tomar las medidas de lugar a
fin de comprobar lo necesario en torno a la real existencia de las condiciones exigidas por
la Ley para la concesión de la libertad condicional”, y en el propio artículo 6 que fija que: “El
Tribunal competente, antes de decidir sobre la petición de libertad condicional, podrá ordenar
las investigaciones que estime convenientes y muy especialmente sobre si el penado es apto para
comportarse bien el libertad”.
Derecho

No obstante, siendo como es que las sugerencias que se deriven de la prueba de oficio pueden
conformar de manera decisiva el pronunciamiento sobre la concesión o denegación de la
libertad condicional, resulta lógico concluir que la fase de audiencia – oral o escrita- al Ministerio
Público y resto de partes interesadas, habrá de abordarse una vez concluida la práctica de estas
excepcionales diligencias.
Procesal
Penal

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Derecho

Procesal
Penal
D. Resolución

Practicada esta audiencia el juez de ejecución decidirá, denegando el beneficio en aquellos casos
en los que entienda que no concurre alguno de los requisitos antes analizados y concediéndola
en caso contrario.
Pese a la indicación de la Regla VIII.6 del reglamento 296/2005, en la que sólo se hace referencia
a que debe ser motivada la decisión de otorgamiento de la libertad condicional, debe entenderse
que la argumentación es obligatoria en ambos casos.

Sea cual sea el sentido de la decisión, esta no será susceptible de recurso (art. 11 del Ley de
Libertad Condicional).

En la eventualidad de que la concesión del beneficio sea rechazada, no podrá reiterarse la petición
de concesión hasta trascurridos los tres meses siguientes (art. 444.2 del CPP).

5. En aquellos supuestos en los que se opte por la concesión de la libertad condicional, el


juez de ejecución –en la misma resolución- someterá al penado, durante el tiempo que
falte hasta la extinción de la pena, al cumplimiento de las obligaciones siguientes (art. 444
del CPP, en relación con el artículo 5 de la L.L.C):

a. Residir en el lugar que se determine en el auto –deberá ser el señalado en la petición


y es susceptible de modificación posterior por el juez–.

b. Cumplir las reglas de conducta que se le señalen, indicándose –a título de ejemplo- la


de no ingerir bebidas alcohólicas, someterse a las inspecciones que se establezcan,
dedicarse a un oficio, arte, industria o profesión, si no tiene medios propios de sub-
sistencia.

c. Concurrir a una escuela si no hubiese completado la instrucción primaria.

No puede terminarse este apartado sin destacar que, conforme reconoce la Regla VIII.7 del
Reglamento de los Jueces de Ejecución, las condiciones impuestas para la concesión de la libertad
condicional pueden ser reformadas en cualquier momento, bien sea de oficio, bien a petición del
condenado. La previsión no recoge la posibilidad de una reforma derivada de petición pública,
no obstante, el interés público en el modo de ejecución de la pena, la previsión de poderse
reformar de oficio y la circunstancia de que en modo alguno se establezca una prescripción de la
reformatio in peius, determinan a considerar la pertinencia de esta realidad.

Por último, si bien el artículo 11 de la Ley de Libertad Condicional dispone que no es susceptible de
recurso la disposición que niegue o revoque la libertad condicional, el precepto ha de entenderse
derogado, siendo como es que el reciente Código Procesal Penal preceptúa en su artículo 445
que las decisiones relativas a la libertad condicional son apelables.

E. Vigilancia del Cumplimiento.

La vigilancia del cumplimiento de las obligaciones es una atribución del Juez de Ejecución, como
así se deriva del contenido conjunto de los artículos 437, 444 y 445 del CPP y ha sido indicado

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al
expresamente en la Regla VIII.7 de la Resolución 296/05. Para la llevanza de esta función, y sin
perjuicio de las diligencias que el Juez de Ejecución Penal pueda acordar, la Ley de Libertad
Condicional establece una serie de instrumentos, cuales son:

1. L a persona que se constituya en patronato deberá informar al Procurador Fiscal del


Distrito Judicial donde reside el penado, las faltas cometidas por éste, así como cualquier
circunstancia que estime útil (art. 7).

2. E l condenado beneficiario está obligado a presentarse cada mes por ante el procurador
fiscal indicado, para informarle de lo relativo a su vida, trabajo, ocupación y acerca de lo
que el funcionario tenga interés en conocer (art. 8) que pueda tener relación con las
condiciones impuestas.

Los miembros de la Policía Judicial del Distrito Judicial donde reside el penado, tienen a su cargo
la vigilancia de éste, así como la obligación de guiarle, aconsejarle y evitarle en lo posible que
viole las condiciones bajo las cuales fue liberado o cometa nuevos delitos. Estos funcionarios
informarán inmediatamente al ministerio público del tribunal que dictó el auto de liberación,
la falta de cumplimiento por parte del liberado, de las obligaciones que le imponen el auto de
liberación, la ley o los reglamentos, así como de todo aquello que consideren útil y pertinente
(art. 16 L.L.C).

F. La revocación de la libertad condicional concedida.

El artículo 14 de la Ley de Libertad Condicional establece que en el caso de que el penado se


conduzca bien hasta la expiración del plazo de prueba, su liberación devendrá definitiva.

Por el contrario, el artículo 9 de la Ley de Libertad Condicional autoriza la revocación del


beneficio en el supuesto de incumplimiento de las condiciones impuestas, esto es, en aquellos
supuestos en los que el beneficiario: 1) no residiere en el lugar indicado o 2) no cumpla con las
reglas de conducta que se le indiquen o 3) abandone la obligación de escolarización establecida.
No obstante, con relación a esta revocación debe destacarse:

1. H
 a diferencia de otros ordenamientos jurídicos, la revocación no se hace depender de
una mala conducta, lo que se muestra como un término ambiguo y falto de objetividad,
sino que se supedita exclusivamente a la inobservancia de las conductas concretas que
se imponen.

2. P
 ara que el incumplimiento pueda generar efectos revocatorios, ha de ser un
incumplimiento culpable o injustificado (art. 445 CPP).

3. E l incumplimiento no entraña la revocación automática, siendo competencia del Juez de


Ejecución valorar su trascendencia y alcance.
Derecho

4. L a revocación por incumplimiento se sujeta al principio de justicia rogada, habiendo de


ser interesada por el ministerio público (art. 9 L.L.C y 445 del CPP).

Procesal
Penal

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Derecho

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Penal
No obstante, el incumplimiento no es la única razón determinante de la revocación del beneficio.
Procederá también la revocación cuando el penado cometa una o varias infracciones intencionales.
La reiteración delictiva debe aquí ser administrada con las siguientes advertencias:

1. N
 o producirá efectos revocatorios cuando la conducta punible se integre por actuaciones
culposas.

2. C
 onsecuencia última del principio de presunción de inocencia, se deriva que la imputación
de un nuevo delito no es suficiente para la revocación de la libertad condicional, siendo
precisa la condena irrevocable. No obstante, el hecho de que el posterior enjuiciamiento
y sus recursos puedan demorar la nueva condena hasta más allá de la declaración de
extinción de la responsabilidad primera, hace que –salvo en supuestos de prescripción
de la pena- la declaración de extinción habrá de ser revocada y el penado tendrá que
cumplir la pena anterior no ejecutada, más la nueva que le haya sido impuesta (art. 10
L.L.C).

3. L a revocación por reiteración delictiva, si bien ha de ser declarada por el juez de ejecución,
es automática y de producción ex lege.

Debe terminarse indicando que, como la resolución de concesión o denegación, la de denegación


o desestimación de la denegatoria es una resolución que ha de ser motivada y cuya legalidad y
pertinencia es susceptible de revisión mediante recurso de apelación.

X1.12 La ejecución de las medidas de seguridad

La medida de seguridad es la decisión ejecutiva que adopta un juez o tribunal cuando declara
la realidad de una infracción penal al tiempo que niega la imputabilidad de su autor, teniendo la
medida que se decida la función de rehabilitación, reeducación y posterior reinserción social del
sometido a ella, a fin de evitar y prevenir la comisión de futuras infracciones.

La previsión del anteproyecto de código penal dominicano es el establecimiento de medidas de


seguridad con una triple naturaleza: 1. las medidas curativas (cual es el caso del ingreso en centro
psiquiátrico, un centro de deshabituación, rehabilitación o terapia o incluso el ingreso en centros
de tratamiento especial y educativos en su caso). 2. las medidas de internamiento en centro de
trabajo técnico o vocacional y 3. las meras medidas de vigilancia.

La ejecución de las medidas de seguridad, en una predicción de lo que será el futuro código penal,
es atribuida al juez de ejecución penal en el artículo 447, estableciéndose un régimen de ejecución
idéntico al que hemos venido viendo hasta ahora y que variará en función de que la medida sea
de internamiento –con su equiparación a las penas privativas de libertad- o de vigilancia –con
un régimen equiparable al control de las decisiones condicionadas-, si bien estableciéndose para
todas ellas una serie de particularidades:

a. Si la imputabilidad se asentara en la incapacidad del sometido, habrá de preverse un


representante legal que velará además por la corrección en la ejecución de la medida
de seguridad.

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al
b. A diferencia de la materia penitenciaria, en la que la determinación del centro corres-
ponde a la administración penitenciaria siempre que se respeten las circunstancias
penitenciarias del recluso, en materia de medidas de seguridad será el juez de la
ejecución el que directamente determine el establecimiento adecuado para la eje-
cución de las medidas (art. 447.2 CPP), pudiendo para ello ayudarse del criterio de
peritos. Esta obligación legal no impide que pueda el juez de ejecución delegar la
concreción individual del centro a los servicios públicos correspondientes, siempre y
cuando indique las premisas básicas que el centro ha de cumplir en orden a dotar de
eficacia a la medida acordada.

c. En modo alguno puede ejecutarse la medida de seguridad en centros penitenciarios.

d. El Juez examina periódicamente la situación de quien sufre la medida, sin que la
revisión pueda posponerse más allá de los seis meses (art. 447.3 CPP y 119.3º del
anteproyecto de CP). La revisión responde a la posibilidad –también recogida en el
CPP- de que el juez de ejecución pueda ordenar la cesación de la medida en cualquier
momento a la vista de las circunstancias del caso concreto, y si bien la posibilidad
contraria no viene recogida en el CPP, la propia naturaleza cautelar de la medida
sugiere que esta podrá también sustituirse por una de mayor rigor en aquellos casos
en los que la primera haya sido quebrantada, tal y como recoge el artículo 119.7º del
anteproyecto del CP, sin que exista previsión legal ninguna sobre si tal camino de
agravación podrá abordarse también cuando lo acaecido no sea el quebranto, sino
una valoración judicial de insuficiencia de la medida adoptada en sentencia.

e. La Regla XII.5 de la Resolución 296/05, en un desarrollo que va más allá de lo refle-
jado en la ley procesal y de lo previsto para el anteproyecto de código penal, indica
la posibilidad que tiene el juez de ejecución de ordenar la continuación de la medida
de seguridad una vez cumplida la duración y condiciones de las medidas fijadas en
sentencia. Esta ampliación de las facultades legales se muestra como de dudosa cons-
titucionalidad, sin perjuicio de las posibilidades que ofrezca el ordenamiento jurídico
ajenas a los procedimientos penales.

f. El artículo 120 del anteproyecto de CP establece una previsión que de ser promulgada
entrañará una modificación de la previsión competencial establecida en el artículo 438
del CPP, pues si bien este dispone que sólo la sentencia condenatoria irrevocable puede
ser ejecutada, la previsión legal antes indicada fija que las sentencias que ordenen estas
medidas de seguridad se ejecutarán provisionalmente, no obstante cualquier recurso.

X1.13 Procedimiento sobre la ejecución de la pena de multa


Derecho

X1.13.1 Introducción

La multa es aquella pena cuyo contenido consiste en la obligación del penado de abonar, voluntaria
o forzosamente, una cantidad de dinero con destino al tesoro público. Es pues una sanción
Procesal
Penal

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Derecho

Procesal
Penal
pecuniaria que –conforme al actual código penal- es común a la materia criminal y correccional y
respecto de la cual el artículo 52 del CP establece que “La ejecución de las condenaciones a multa...
podrá ser perseguida por la vía del apremio corporal”.

Su régimen legal, no obstante, puede ser sustituido en breve a la vista del actual proyecto de CP,
en el cual se prevén dos tipos de multa:

a. La pena de multa en sentido estricto o tradicional: que en materia criminal no po-
drá ser superior a doscientas veces el salario mínimo del sector público; en materia
correccional no superar cincuenta veces ese monto y en contravenciones habrá de
fijarse entre 1/2 y cuatro salarios mínimos y

b. La pena días-multa: Que puede llegar por imposición directa en la que se establece
una multa de un determinado número de días (no más de 360) , con una cuota diaria
que no podrá exceder de dos veces el salario mínimo del sector público; admitiéndo-
se también que en delitos penados con hasta tres años de prisión, el juez o tribunal
pueda sustituir esta pena privativa de libertad por la pena multa que se fije.

a. Esta dual realidad deben adaptarse las normas que con respecto a su ejecución
estableció el legislador en su artículo 446 del CPP.

X1.13.2 Procedimiento de ejecución

Aun cuando el CPP nada dice, la ejecución comenzará mediante orden de requerimiento de
pago al condenado. Esta orden de requerimiento se incluirá en el auto ejecutivo de la pena
privativa de libertad (artículo 438 CPP) en el caso de que exista una dual imposición de pena, o
en un auto ejecutivo inicial y propio en la eventualidad de que la pena pecuniaria sea una pena
exclusiva, sin que se entienda por tanto la razón por la que el artículo 446 del CPP atribuye al
tribunal sentenciador la competencia para fijar el plazo o periodo para el pago, mas aun cuando
inmediatamente después se autoriza al juez de ejecución a conceder un pago en cuotas que
dejaría necesariamente sin efecto el término inicial.

El artículo 446 establece que –tras el requerimiento- si el imputado no paga la multa en el plazo
que fija la sentencia, habrá de ser citado para que realice una opción de cumplimiento dentro de
las posibilidades que la ley le ofrece. Esta regulación impone pues dos actos de comunicación del
juzgado de ejecución al condenado, uno primero para el requerimiento de pago y otro tras el
vencimiento del término sin haber satisfecho el importe de la multa, para que indique alternativas
de cumplimiento. La repetición de comunicaciones es sin embargo innecesaria. Puesto que la
ley interpreta el impago en plazo como una iliquidez, y a partir de allí faculta al condenado para
que opte entre los trabajos en beneficio de la comunidad, la dación en pago, el pago aplazado
o el pago fraccionado, resulta evidente que la práctica judicial simplificará el trámite haciendo un
único traslado en el que se requiera para pagar en los términos de tiempo que se fijen y con
apercibimiento de que de no poderlo hacer así, comparezca ante el juzgado a fin de indicar por
cual de las cuatro alternativas se opta.

Debe destacarse también que el principio de tipicidad y de cumplimiento de pena en sus propios
términos, excluyen la posibilidad de que el condenado pueda optar libremente por las soluciones

522 © Escuela Nacional de la Judicatura, República Dominicana, 2006


al
alternativas y despreciar voluntariamente el pago directo de la multa en los términos que se le
otorgaron, de suerte que en la eventualidad de disponer el condenado de cantidades líquidas
y no aportar circunstancias que hagan inadecuado su disposición inmediata, el juzgado deberá
denegar la opción de cumplimiento subsidiario y proceder al embargo de las sumas dinerarias
precisas.

Fuera de este supuesto, el embargo de bienes procederá –tal y como admite el párrafo 2º del
artículo 446 del CPP- en los siguientes supuestos: a. cuando el condenado no comparezca; b.
cuando en la comparecencia no facilite un medio alternativo de cumplimiento; c. cuando incumpla
en trabajo comunitario por el que optó; d. cuando resulte incumplido en pago en el momento
al que se pospuso y e. cuando infrinja la atención de cualquiera de los plazos con los que se
comprometió.

En lo relativo a los trabajos en beneficio de la comunidad, sorprende su previsión como sistema


alternativo de cumplimiento, siendo como es que ni el actual código penal, ni el proyecto de
reforma, permiten tal sustitución. En todo caso, podría plantearse la cuestión de si en la medida en
que no estén organizados, puede denegarse judicialmente la posibilidad de su opción e imponerse
la salida de la dación en pago o el pago fraccionado o aplazado. Personalmente considero que
no. El artículo 446 sólo sujeta a la aprobación judicial el pago fraccionado o su aplazamiento,
siendo libertad del condenado optar –en la eventualidad de insuficiencia de recursos para hacer
frente directo a la multa- entre la dación en pago o los trabajos comunitarios, lo que será por
demás la salida ideal para aquellos que sufren una importante penuria económica y precariedad
laboral, si bien cuentan con unas condiciones físicas y de tiempo particularmente adecuadas para
la aportación comunitaria de su esfuerzo personal.

Respecto a la posposición del pago, sólo la ingenuidad puede llevar a una posposición superior al
año, por ser este el tiempo de prescripción de la pena conforme al artículo 439.3. No existirá sin
embargo ningún problema en la posposición hasta este límite, por cuanto si se incumpliera, nada
impediría los subsiguientes embargos o la prisión sustitutiva, a la vista de que el incumplimiento
del término entrañaría el quebrantamiento de la condena que fija el inciso último del artículo 439
del CPP y, en cuanto tal, interrumpiría el plazo de la prescripción.

Cuando la posposición sea fraccionada, el juez de ejecución no sólo deberá fijar las cuotas dentro
el término temporal antes indicado, sino que resultará conveniente que fije la periodicidad con
que deben hacerse los abonos y el importe de cada uno de ellos, estableciéndose desde la
aprobación la manera en que el condenado deberá hacer el ingreso a su propia iniciativa y sin
más intervenciones ni requerimientos del juez.

La forma en que tendrá lugar la concreta aportación dineraria y su ingreso en el tesoro público
dependerá de las facultades concretas que se otorguen a los juzgados, pudiendo ir desde el pago
directo en metálico, el abono con papel de pago o la ideal del pago bancario con aportación de
justificante de ingreso.
Derecho

El código procesal penal reconoce además la transformación de la multa en prisión, siendo


evidente que la transmutación es subsidiaria a los cumplimientos alternativos antes analizados,
como consecuencia del carácter excepcional que ha de tener la privación de libertad, conforme

Procesal
Penal

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Derecho

Procesal
Penal
con el estatuto definido en el artículo 15.2 del propio CPP. No obstante cuando proceda, los
términos de conversión o transformación serán los que en su día se fijen en la reforma del código
penal. En este sentido, el artículo 40 del anteproyecto de CP establece –con relación a penas
criminales- que “En caso de insolvencia del condenado, o de su negativa al pago de la pena de multa
que se le impuso19, ésta se compensará con una pena de prisión a razón de un día por cada un uno
por cierto del salario mínimo del secto público de multa dejados de pagar, sin que el periodo pueda
exceder de dos años”. En los mismos términos aparece redactado el artículo 43 para las penas
correccionales, si bien sorprendentemente con un idéntico límite temporal máximo; mientras que
para las multas por contravenciones, el artículo 55 dispone una igual regla de conversión, pero
estableciendo un tope máximo de tres meses.

No puede terminarse el análisis sin destacar la posibilidad de recurrir en apelación la transformación


de la multa en prisión y que será la Corte de Apelación la que indicará si el recurso tiene o no
efecto suspensivo en cada caso concreto.

X1.14 La ejecución de las penas privativas


o restrictivas de derechos

Ninguna regulación específica se establece en el CPP respecto a la ejecución de aquellas penas


que son privativas o restrictivas de derechos distintos del de la libertad deambulatoria. Ello
reside en la sumisión de su ejecución a los preceptos generales establecidos en el párrafo último
del artículo 438 (“El Juez ordena la realización de todas las medidas necesarias para cumplir
los efectos accesorios de la sentencia”) y en el artículo 442 con relación a la resolución de los
incidentes que puedan surgir constante la ejecución de las mandatos. No obstante, la importancia
de las condenas a penas de semejante naturaleza, justifica un estudio individualizado de estas
penas.

El código penal vigente regula en su artículo 32 lo que denomina la degradación cívica, bajo cuya
denominación se engloban las siguientes restricciones de derechos: 1. la destitución o exclusión
de los condenados de las funciones, empleos o cargos públicos; 2. la privación del derecho
de elegir y ser elegido; y de todos los derechos cívicos y políticos; 3. la inhabilitación para ser
jurado o experto, para figurar como testigo en los actos y para dar testimonio en juicio; 4. la
inhabilitación para formar parte de un consejo familiar o para ser tutor, curador, pro-tutor o
consultor judicial; 5. la privación del derecho de porte de armas, del de pertenecer a la guardia
nacional, de servir en el ejército dominicano, de abrir escuelas o de enseñar, o de ser empleado
en ningún establecimiento de instrucción en calidad de profesor, maestro o celador. Estas mismas
penas son las que en esencia se recogen en los artículos 36 y siguientes del actual proyecto de
Código Penal y que vamos a ir analizando.

19 Obviamente esta mención resulta inadecuada. La insolvencia derivará de la excusión de bienes del propio condenado y no
puede existir en él la opción de sustitución de la pena por las razones antes expuestas.

524 © Escuela Nacional de la Judicatura, República Dominicana, 2006


al
X1.14.1 La interdicción de los derechos cívicos, civiles y de
familia
Coincidiendo en parte con las restricciones de derechos del artículo 32 del actual Código Penal,
el artículo 65 del nuevo proyecto determina que la interdicción del los derechos cívicos, civiles
y de familia, entraña la prohibición: 1. del derecho al voto; 2. de la elegibilidad; 3. de ejercer una
función jurisdiccional o de ser perito ante la jurisdicción o de representar o asistir a una parte en
justicia; 4. de prestar testimonio; 5. de ser tutor o curador, excepto de sus propios hijos, después
del informe favorable del consejo de familia.

La restricción de estos derechos es por tiempo determinado (en el nuevo código será diez
años en supuestos de crimen y cinco en casos de delito) y si bien se indica que los plazos se
computan a partir del vencimiento de la pena privativa de libertad impuesta, tal precepto habrá
de entenderse aplicable únicamente en aquellos supuestos en los que el cumplimiento simultáneo
de ambas penas comporte -por la propia naturaleza de la pena restrictiva de derechos- vaciar
de contenido el carácter aflictivo y preventivo de esta. Así, el derecho al voto habrá de ser
privado constante la privación de libertad, no teniendo ningún sentido restringirlo después de
que haya podido ejercer durante el tiempo que medió entre la sentencia y la salida de prisión
del condenado. Más lógico parece la posposición del derecho de sufragio pasivo (posibilidad de
ser elegido), si bien existe la experiencia en derecho comparado de condenados por terrorismo
independentista o defraudaciones que se han presentado a cargos representativos durante el
tiempo de cumplimiento penitenciario.

El modo general para ejecutar las penas limitativas de estos derechos


será:

Requerimiento al penado. Cumplida la pena privativa de libertad en su caso, o desde el inicio de


la ejecución en el caso contrario, el Juzgado de Ejecución deberá requerir al penado para que,
durante el tiempo de la condena, se abstenga de pretender o ejercer los derechos afectados,
apercibiéndole que, en caso de incumplir el requerimiento, puede incurrir en un delito de
quebrantamiento de condena o desobediencia.
Liquidación de condena: Una vez practicado el requerimiento en los términos vistos, se procederá
a efectuar la correspondiente liquidación de condena en relación con la restricción de tales
derechos, tomándose como fecha de inicio del cumplimiento de la pena la del requerimiento
antes indicado. Practicada la liquidación se dará vista a las partes para que en el término que
se les señale hagan las alegaciones que a su derecho convenga y, una vez hecho, se dictará una
resolución aprobando definitivamente la liquidación, con las modificaciones pretendidas por las
partes que se consideren procedentes.

Testimonios y comunicación a terceros: Practicada la liquidación, y en la medida en que los


derechos restringidos sean objeto de control administrativo, además de remitirse oficio al registro
de penados, deberá remitirse oficio a mandamiento al órgano de que se trate, con indicación
de la liquidación efectuada en cuanto a fecha de inicio y de terminación del cumplimiento, a fin
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que proceda a la anotación correspondiente. La actuación podrá abordarse así: 1. con relación
al derecho de sufragio activo y pasivo –mediante remisión de mandamiento u oficio a la Oficina
del Censo- , 2. respecto del derecho de desempeño de la tutelar o curatela, como nota marginal
a la del nacimiento del condenado en el registro civil; 3. la prohibición de actuar como perito o
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de asistencia a la parte, podrá comunicarse al colegio profesional correspondiente, si fuera una
profesión colegiada la afectada. Lógicamente la prohibición de intervenir como testigo no podrá
inscribirse en registro ninguno (salvo el de antecedentes penales), y quedará supeditado a la
observancia del requerimiento efectuado.

X1.14.2 La inhabilitación para el desempeño de función pública


o la inhabilitación para actividad profesional o social

El proyecto de código penal admite su adopción definitiva o temporal (hasta cinco años indica
el artículo 66), en la que el condenado retornará a su función pública o profesional una vez
transcurrido el tiempo de la condena. La inhabilitación profesional sólo resulta aplicable con
respecto a actividades en cuyo ejercicio o con ocasión de las cuales fue cometido el delito y su
ejecución concreta se efectuará en los siguientes términos:

1. Orden de cese. El juez de ejecución deberá remitir oficio o mandamiento al ministerio u


organismo público de que se trate o a la empresa o empleador en su caso, ordenando
que procedan al cese en el concreto puesto de trabajo del penado y comuniquen al
juzgado la fecha de su cese.

2. Requerimiento al penado: Respecto de actividades profesionales y sociales, el condenado


deberá ser requerido a fin de no ejercer la misma por cuenta propia o para otros
empleadores, durante el tiempo de la condena.

3. L iquidación de condena: En los términos antes indicados, si bien debe destacarse que el
artículo 68 del proyecto de CP establece que en aquellos supuestos en los que la pena
acompañe a una pena privativa de libertad, se aplicará desde el inicio de la privación
de libertad y continuará –una vez recobrada la libertad- durante el tiempo que resulte
indicado.

4. N
 ota de condena: Se remitirá copia de condena al registro de penados correspondiente.
Como en el supuesto anterior, en aquellos casos en los que la actividad esté reglada y
sometida a un órgano rector de esa clase de profesiones, deberá remitirse mandamiento
a dicho órgano para que tomen nota de la prohibición y del momento de su
terminación.

No puede terminarse sin destacar que el proyecto de código penal fija que la inhabilitación de
función pública no incluye aquella que deriva de un mandato electivo. La previsión se asienta en
que la prohibición de desempeñar cargos públicos electos en el futuro se integra en la analizada
privación del sufragio pasivo, no obstante, se produce así una laguna con relación a los cargos
electos que se estuvieran ya desempeñando al momento de la firmeza de la sentencia, obligando
así a la terminación del mandato representativo, sin posibilidad de reelección.

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al
X1.14.3 Suspensión, restricción o prohibición de conducir ve-
hículos de motor

Regulada en el art. 45 del proyecto de CP, se distinguiría entre la pérdida definitiva del derecho de
conducir (la cancelación de la licencia, que lleva inherente la prohibición de pasar nuevas pruebas
para una nueva autorización en el tiempo de cinco años) y la pérdida temporal (hasta cinco años).
Esta pérdida temporal del derecho puede además ser parcial, pues puede limitarse al derecho de
conducir fuera de la actividad profesional o de conducir algunos vehículos.

La ejecución ordinaria pasaría por:

1. Requerimiento al penado: El juez de ejecución requerirá al penado para que haga entrega
del permiso o licencia de conducción y para que se abstenga de conducir durante el
tiempo de la condena y en los términos que esta establezca, apercibiéndole que de no
hacerlo así podrá incurrir en un delito de quebrantamiento de condena. La licencia, en su
caso, se dejará unida en las actuaciones.

2. Liquidación de condena: Se practicará la liquidación de condena, tomando como fecha


inicial la del requerimiento, y con los abonos o compensaciones que procedan. Se dará
traslado de ella al resto de partes y se aprobará por auto en la forma que ya hemos visto
anteriormente.

3. Nota de condena: Aprobada la liquidación se mandará nota –además de al registro de


penados- al organismo de tráfico correspondiente a fin de que anoten la cancelación
y el tiempo a partir del cual podrá volver a obtener licencia o procedan, en su caso,
a registrar la suspensión y el momento a partir del cual se rehabilitará su derecho a
conducir. Durante ese tiempo el organismo correspondiente se abstendrá de emitir
nuevas licencias o duplicados de la existente.

Esta pena plantea diversas cuestiones prácticas:

1.  Aplazamiento en el inicio del cumplimiento de la pena: Es frecuente que el penado,


en lamedida en que la sentencia no se le haya autorizado a la conducción profesional,
interese al momento del requerimiento –o previamente por escrito-que se aplace el
inicio del cumplimiento hasta fechas en las que se minoren los perjuicios laborales. La
realidad legislativa de permitir al órgano sentenciador una privación del derecho que
no alcance a la actividad laboral, o que no abarque la totalidad de vehículos a motor,
justificaría una interpretación negativa, como también ocurriría en la eventualidad de que
el condenado, por iguales razones profesionales, solicite fraccionar el cumplimiento de
la pena.

2. El fraude en el cumplimiento. Puede ser frecuente que un condenado mientras se


sustancia la apelación o hasta la actuación del juez ejecutor, previendo ya la privación del
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derecho, se persone en el organismo de tráfico y solicite la emisión de un duplicado de


la licencia aduciendo haber perdido la anterior, de suerte que al momento de entregar la
licencia ante el juez de ejecución, posea un duplicado que facilite su impune conducción
entre el tráfico rodado. También puede ocurrir, que con igual finalidad, el condenado
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aduzca ante el juzgado de ejecución que no puede entregar la licencia por haberla
extraviado. Para evitar tales situaciones parece adecuado solicitar del organismo de
tráfico -al momento de remisión de la nota de condena-la fecha en la que se emitió
la última licencia o su duplicado. Cuando esta fecha sea posterior a la del inicio de
la causa o cuando el condenado alegue en el juzgado no tener licencia por haberla
perdido, el juez de ejecución deberá aumentar el celo de su cumplimiento, pudiendo
acordar extraordinarias diligencias policiales, en las que se vigile, de manera esporádica y
anárquica, la eficacia del mandato.

X1.14.4 Prohibición de portar armas

La prohibición de portar armas que recoge el actual artículo 42 del CP, se desarrolla en el actual
proyecto en el artículo 45.6 y 45.7. Dejamos para el análisis específico posterior el del comiso de
armas a que se refiere el artículo 45.7, limitándonos ahora a la prohibición de poseer o portar
armas propiedad del condenado o de las cuales tiene la libre disposición.

La ejecución consistirá en el requerimiento que habrá de hacerse al condenado para que


entregue su licencia o permiso de armas y para que deposite el arma en el organismo público
que tenga encomendada la intervención de armas, o en persona que reúna los requisitos legales
y reglamentarios para detentarla. Requerido además para que se abstenga de portar o poseer
otras bajo apercibimiento de incurrir en un delito de quebrantamiento de condena, se procederá
conforme con la ejecución de las penas anteriormente descritas.

X1.14.5 El destierro o la interdicción de uso del territorio


dominicano

Si el actual artículo 37 del CP prevé la pena de destierro, que es sustituida en el proyecto de


código puntivo, por la pena de interdicción de uso del territorio dominicano, aplicable únicamente
a extranjeros culpables un un crimen o delito contra el territorio, pero por tiempo superior al
que se fija para el destierro (frente a la duración de uno a tres años del destierro, la actual pena
se configura como interdicción temporal de hasta diez años o interdicción a perpetuidad).

La ejecución supondrá la coordinación del juez de ejecución con el Ministerio del Interior, quien
tendrá como misión vigilar la salida del extranjero del territorio nacional en la eventualidad
de que el penado convenga con el Juzgado su salida voluntaria o que habrá de proceder a la
conducción y expulsión en los casos en los que la salida deba llevarse a término de manera o de
manera inconsentida. En cualquier caso, la fecha de salida deberá estar previamente determinada,
de suerte y manera que sea posible abordar la liquidación y su aprobación y poder requerir a la
parte antes de su salida para que cumpla con el periodo de prohibición de retorno. El juez deberá
remitir oficio al Ministerio del Interior para que las fuerzas de seguridad puedan llevar a efecto la
prohibición de retorno.

X1.14.6 Interdicción de residencia

Conforme al proyecto de CP, la pena implicará la prohibición de presentarse en ciertos lugares


determinados por el juez o tribunal sentenciador, no obstante, el proyecto prevé que la lista de
lugares prohibidos pueda ser modificada por el juez de ejecución de penas. La prohibición (que

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al
puede llegar hasta los diez años), se aplicará desde el comienzo de la pena y su ejecución se
perseguirá por el plazo fijado en la sentencia de condena, a partir del día en el cual la privación
de libertad ha cesado, ello supone:

1. C
 uando no acompañe a pena privativa de libertad. Ningún problema existirá para abordar
una ejecución como la que hemos indicado anteriormente. Requerido el penado para
abstenerse de acudir a los lugares prohibidos, se abordará la liquidación que tendrá un
momento cierto de conclusión.

2. C
 uando vaya con pena privativa de libertad: El hecho de que se aplique desde el comienzo
de la pena asegura que no estará sin efecto en la eventualidad de que el recluso goce de
algún permiso de salida, no obstante, la imprevisión de cuántos días de libertad gozará el
penado durante su régimen penitenciario, impide una liquidación hasta el momento en
que goce de un régimen abierto estable. En cualquier caso el requerimiento de no asistir
a los lugares prohibidos deberá existir desde el inicio de la ejecución o –cuando menos
desde que se inicie el régimen de permisos.

En cuanto a la vigilancia del cumplimiento, además de su remisión a los órganos policiales, el


Juez de Ejecución habrá de remitir comunicación a los distintos lugares cuando estos estén
perfectamente definidos, si bien en los demás casos, no cabrá más control que el policial.

X1.14.7 Exclusión de participar en concursos públicos

Implicando esta la prohibición de intervenir directa o indirectamente en toda licitación o concurso


organizado por el Estado, sus instituciones descentralizadas, las empresas objeto de capitalización
y los Municipios, resulta imposible remitir oficio haciendo constar la prohibición a todos los
posibles destinatarios, ni registrarlo en un organismo que facilite la publicidad a todos ellos. Fuera
del requerimiento al penado no existirá otro mecanismo generalizado de ejecución, no obstante,
cuando previamente a la sanción hubiere habido una actividad mercantil estable y reiterada con
alguno de estos organismos, el Juez de Ejecución lo podrá poner en su conocimiento, como
podrá publicar también la prohibición en medios de comunicación en aquellos casos en los que
lo aconseje la importancia previa de la entidad o condenado y su notoriedad pública.

X1.14.8 Los trabajos en beneficio de la comunidad

X1.15 La ejecucución de las penas accesorias

Las mismas no son propiamente ni una pena, ni una medida de seguridad, ni forman parte de la
responsabilidad civil, sencillamente se trata de una nueva categoría de efectos predicables de la
comisión de algunos tipos de ilícitos penales, que son tratados como una sanción más.
Derecho

X1.15.1 El comiso de los efectos e instrumentos del delito

Recogido en el actual artículo 11 del CP, que establece que “es pena la confiscación especial del
cuerpo del delito, cuando se propiedad del condenado, la de las cosas producidas por el delito, y
por último, la de aquellas que sirvieron para su comisión o que se destinaron a ese fin”. Procesal
Penal

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Son susceptibles así de confiscación:

1. Los efectos que provengan de la infracción penal siempre y cuando, claro está, no
sean el objeto de la infracción misma –como el dinero en el robo o la estafa en cuyo
caso procederá su devolución al propietario. La interpretación del concepto ha de ser
restrictiva, entendiendo por tales efectos únicamente los objetos creados, transformados
o adulterados a través de la realización de la propia infracción penal, incluyendo las
propias ganancias provenientes del delito o falta cualquiera que fuera la transformación
que hubiera podido experimentar.

2. L os instrumentos de ejecución. Son los medios empleados para la comisión del delito.

La regla XI, de la resolución 296/2005 dispone que el juez procederá en los siguientes términos:
“Entrega de los objetos secuestrados a quien tenga derecho para poseerlos, según lo decida
la sentencia condenatoria...y...Ejecuta el decomiso y destrucción ordenados en la sentencia y
previsto en la ley, salvo los procedimientos establecidos por leyes especiales”.

La previsión es incompleta pues tras la devolución de los objetos a los legítimos tenedores, es lo cierto
que la alternativa restante no se limita a la destrucción, sino que habrá que distinguir entre bienes
de lícito o ilícito comercio. Cuando los bienes decomisados sean de lícito comercio serán vendidos
en pública subasta, aplicándose el producto a cubrir en su caso las responsabilidades civiles, a cuyo
efecto se pondrán a disposición del juez que las ejecute, o procediendo en caso contrario a su ingreso
en el tesoro público; siendo los de ilícito comercio, esto es, los que estén sometidos a determinadas
prohibiciones derivadas de la ley penal, civil o administrativa, aquellos respecto de los cuales se
procederá a la destrucción.

Existen, sin embargo, determinados supuestos especiales:

1. L os previstos en la Ley No. 50-88, sobre Drogas y Sustancias Controladas de la República


Dominicana del 30 de mayo del 1988, y sus modificaciones y Decreto No. 288-96 que
contiene el Reglamento de la Ley 50-88.
2. Los recogidos en la Ley No. 64-00, Ley General sobre Medio Ambiente y Recursos
Naturales, del 18 de agosto del 2000.

3. Lo preceptuado en la Ley No. 42-01, General de Salud, del 8 de marzo del 2001.

4. El régimen previsto en la Ley No.72-02 contra el Lavado de Activo Proveniente del


Tráfico Ilícito de Drogas y Sustancias Controladas y otras Infracciones Graves, del 7 de
junio del 2002.

5. Cuando se trata de efectos e instrumentos del delito, se plantea la cuestión del principio
de proporcionalidad, siendo como es que en ocasiones el valor de los mismos puede
exceder en mucho a la gravedad de la conducta e incluso a la de la pena impuesta.
En este sentido parece adecuado no proceder al comiso, razón por la que el artículo
45.11 del proyecto de CP faculta para acordarlo o no cuando se trate de cosas que han
servido o estaban destinadas para cometer la infracción o la que ha sido su producto.
En el mismo sentido se faculta a acordar o no en el comiso de vehículos de motor (art.
45.4) o de armas (45.7).

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El hecho de que los bienes decomisados respondan de las responsabilidades civiles y la circunstancia
de que esta no sea ejecutada por el Juez de Ejecución, plantea la cuestión de cómo administrar la
realización de tales efectos. La lógica parece invitar a que sea el Juez de Ejecución el que proceda
a la incautación y conservación de los bienes (haciéndose cargo de los gastos inherentes a la
misma) y proceda más tarde a su realización o destrucción. En la eventualidad de ser vendidos en
pública subasta, pondrá el montante a disposición del juez que esté procediendo a la ejecución
civil si el procedimiento se hubiere iniciado y fuere conocido, caso contrario, procederá a su
ingreso en el tesoro público, sin perjuicio de la facultad del juez de ejecución civil de reclamar a
este el importe de las responsabilidades civiles y hasta el límite de la suma realizada e ingresada.

Los problemas que esta cuestión suscita son el de no resolverse quién habrá de proceder a
la restitución de la cosa decomisada al perjudicado, si el juez de ejecución penal o aquel que
proceda a la ejecución civil y la necesidad de un desarrollo reglamentario del sistema de depósito
y custodia de los efectos decomisados.

X1.15.2 La clausura de establecimiento

Entrañará el requerimiento al penado de no aperturar, con apercibimiento de incurrir en delito


de quebrantamiento de condena. La orden puede ser reforzada mediante orden a los órganos
administrativos para la revocación de las licencias concedidas al efecto y mediante orden a las
empresas de suministros de agua, gas, luz o teléfono, de suspender sus contrataciones y no abordar
ninguna otra en dicho local sin previa autorización del juzgado ejecutante, el cual abordará el
análisis de si peticiones futuras pueden entrañar o no un fraude de ley.

XI.15.3 La publicación de la sentencia

La publicación conforme al proyecto de CP deberá hacerse por carteles o difusión pública. Será el
Juez de Ejecución el encargado de su concreción, si bien los costos estarán a cargo del condenado
y no podrán exceder del máximo de la multa aplicable.

X1.16 Las costas procesales

El artículo 246 del Código Procesal Penal establece que toda decisión que ponga fin a la
persecución penal se pronunciará sobre las costas procesales. El mandato se complementa con
el artículo 249, que preceptúa que las costas serán impuestas al condenado a una pena o medida
de seguridad, incluso cuando el procedimiento sea de acción privada (art. 253). La condena en
costas, como pronunciamiento económico de la sentencia que ha de ser ejecutado, corresponde
al Juez de Ejecución, que lo llevará a efecto con las siguientes consideraciones:
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1. Corresponde al tribunal sentenciador no sólo el pronunciamiento condenatorio, sino el


porcentaje que a cada condenado corresponde cuando sean varios los sancionados por
el mismo hecho (art. 249 CPP).

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2. La liquidación de las costas se practicará en el término de tres días, siendo competencia
del Secretario del juzgado o tribunal sentenciador, tal y como se deriva del hecho de
que el artículo 254 del CPP atribuya expresamente a este órgano la competencia para
la revisión de la tasación declarada.

3. Una vez resuelta su liquidación, corresponderá al juez de ejecución la realización de los


créditos que de ella se derivan, procediéndose previamente al requerimiento de pago,
para pasar posteriormente a la vía de apremio prevista para la satisfacción de débitos
económicos.
4. En la eventualidad de que los recursos económicos así obtenidos sean insuficientes para
la satisfacción completa de las responsabilidades civiles y las costas procesales causadas,
serán preferentes aquellas sobre estas.

X1.7 La ejecución de los pronunciamientos civiles de


la sentencia

El artículo 448 del Código Procesal Penal dispone que la ejecución de la sentencia en cuanto a
los intereses civiles y la ejecución de los acuerdos de las partes sobre la reparación del daño que
provoca la extinción de la acción penal se tramitan ante la jurisdicción civil, lo que producirá no
pocos problemas en los supuestos de la realización económica de bienes.

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