CAP XI Los Regímenes Democráticos 1
CAP XI Los Regímenes Democráticos 1
CAP XI Los Regímenes Democráticos 1
Hay una democracia formal basada en el respeto a reglas y procedimientos y una democracia
sustancial que se interesa en los resultados de los procedimientos en términos de igualdad y
de bienestar para los ciudadanos.
La definición
¿Qué es la democracia? Si bien es objeto de debate, la definición de Schumpeter ha ganado
mucho consenso: “el método democrático es esa conformación constitucional para llegar a
decisiones políticas, en el cual algunas personas adquieren el poder de decidir mediante una
lucha competitiva por el voto popular”.
Competencia entre personas: el pueblo sólo una vez cada cuatro o cinco años interactúa, y el
resto del tiempo sería sujeto pasivo de las decisiones del equipo político ganador.
Si el sistema político cumple con los requisitos y respeta las garantías y los derechos de los
ciudadanos, se ha logrado la democracia entrante, la que tiene en cuenta las preferencias de
los diversos sujetos políticos. La democracia saliente es el grado de control de las decisiones
tomadas por los gobernantes, de determinación de sus responsabilidades específicas, y la
correspondencia con las preferencias de los ciudadanos. La búsqueda de la reelección los
presiona en pro de una responsabilización de los gobernantes y que los perdedores lleven una
oposición atenta, crítica y alternativa.
Hubo tres grandes oleadas de democratización: la primera entre 1828-1926 por condiciones
socioeconómicas (industrialización, urbanización, etc.). La segunda entre 1943-1962 por
factores políticos y militares (victoria de los aliados y proceso de descolonización) y la tercera
entre 1974 hasta la actualidad por un factor general definible como aprendizaje en donde se
dan cinco transformaciones: crisis de la legitimación de los regímenes autoritarios, crecimiento
económico, nuevo papel de la Iglesia católica, impacto de la Comunidad Europea en los
regímenes autoritarios (promoción de los derechos humanos) y efecto de contagio.
Otros creen que no es el nivel de desarrollo socioeconómico sino como se da este desarrollo.
Cuando es de manera acelerada va a exigir métodos autoritarios impidiendo que se logre un
régimen democrático y con el tiempo los autócratas pierden interés de producir desarrollo y se
vuelven saqueadores, se adueñan de los recursos y empobrecen a la sociedad, mientras que
gobernantes democráticos que quieren mantener el apoyo electoral van a proteger a los
ciudadanos y a su capacidad de producción.
Conclusiones:
Tipos de democracia
Exhiben notables diferencias estructurales de sus instituciones, políticas de los sistemas
partidistas y funcionales según su funcionamiento y rendimiento que esta última va a ser
profundizada por el autor.
Los sistemas políticos con cultura política homogénea y secularizada darían origen a regímenes
democráticos estables; los sistemas políticos con cultura política heterogénea y fragmentada
darían origen a regímenes democráticos inestables. Esta clasificación de Gabriel Almond no
puede incluir a muchos sistemas que son excepciones por lo que se hace un segundo intento
de clasificación. Sin abandonar el criterio de la cultura política se agrega la conducta de las
élites y se clasifica cuatro tipos de regímenes democráticos: 1. Democracias centrípetas
(cultura política homogénea y conducta competitiva entre las élites políticas), 2. Democracias
centrífugas (política fragmentada y conducta competitiva entre las élites), 3. Democracias
asociativas (política fragmentada y conducta de las élites compacta) y 3. Democracias
despolitizadas (cultura política homogénea y conducta cohesiva de las élites).
Las conductas de las élites pueden llegar a cambiar la cultura política reduciendo la distancia
ideológica y el grado de polarización entre partidos, haciendo que se dé el difícil paso de una
democracia centrífuga, que siempre oscila entre el estancamiento y la caída, a una democracia
centrípeta que funciona. Cuando se descubrió la importancia de las instituciones se reformuló
esta clasificación. Empieza con dos lógicas: la primera fundamentada en un principio
mayoritario, valoriza el conflicto político; la segunda prefiera la búsqueda de acuerdos,
consensos. Pero esta clasificación también comete un grave error porque no se las puede
contraponer a las democracias mayoritarias contra las consensuales ya que las primeras
también se rigen por consensos. Por ello es más útil distinguir entre democracias según dos
criterios: por un lado, estructural del que resulta mayoritarias vs. Proporcionales; y por el otro
según el criterio conductista (según la conducta de las élites) consensuales vs. Conflictivas.
Toda clasificación está destinada a ser criticada. Una cosa es clasificar y otra muy distinta es
evaluar sus prestaciones y su rendimiento, como lo haremos en el siguiente apartado.
Lo que cuenta es que la democracia se rige por la aceptabilidad y la legitimidad del principio
del gobierno de la mayoría, reconocido por todas las oposiciones democráticas. Esto no
significa para nada que las decisiones se toman siempre por la mayoría absoluta, ya que hay
decisiones que deben tomarse por una mayoría calificada, superior a la absoluta. También
puede haber decisiones tomadas por la mayoría relativa, inferior a la absoluta, cuando la
oposición no tenga el interés de desafiar o derrotar al gobierno, porque está dividida y es
incapaz de presentarse como alternativa permitiendo a muchos gobiernos de minoría existir y
gobernar. La regla de la mayoría jamás debe servir para la destrucción de las minorías y si
ocurriera se perdería la característica de democrático. Una vez establecida este principio
esencial, la calidad de una democracia merece ser evaluada con una pluralidad de indicadores.
Cuando la democracia es el gobierno desde el pueblo, exige que los ciudadanos participen y
que las autoridades sean accesibles. Cuando la democracia es gobierno para el pueblo, exige
que existan mecanismos a través de los cuales los ciudadanos sean puestos en condición de
evaluar a los gobernantes. En el corazón de estas relaciones está la competitividad, que es
garantizada por los procedimientos electorales y que permite a los ciudadanos ejercer su
influencia y a las élites políticas competir.
El futuro de la democracia
Los regímenes fascistas, autoritarios y militares han caído en el descrédito por lo que queda
como única fórmula político-institucional practicable la democracia, pero no por ello está
exenta de críticas. Hay dos grupos de críticos: los que la consideran mejorables, dando críticas
severas pero constructivas; y los que quieren deslegitimarla y destruirla para sustituirla con
regímenes sólo presumiblemente más democráticos o más igualitarios.
Las críticas a la democracia son por un lado sus promesas no cumplidas (garantizar una
sociedad de iguales, poner fin a las oligarquías, elevar el nivel de educación política de los
ciudadanos, etc.); y por el otro sus potencialidades futuras.
Según Dahl, hay tres posibles cambios en el futuro de las democracias: 1. un aumento
significativo de su número, 2. una transformación profunda de los límites y de las
potencialidades del proceso democrático, 3. una más equitativa distribución de los recursos y
de las posibilidades políticas entre los ciudadanos y una ampliación del proceso democrático a
instituciones importantes gobernadas antes por un proceso no democrático.