El documento discute la naturaleza jurídica del Acuerdo Final entre el gobierno colombiano y las FARC. Mientras que el acuerdo busca poner fin al conflicto armado, no cumple estrictamente con la definición de un tratado internacional debido a que las FARC no son un estado. Algunos argumentan que el acuerdo podría considerarse un "acuerdo especial" bajo el derecho internacional humanitario, aunque otros creen que solo partes del acuerdo se alinean con este marco. En general, existe debate sobre si el acuer
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El documento discute la naturaleza jurídica del Acuerdo Final entre el gobierno colombiano y las FARC. Mientras que el acuerdo busca poner fin al conflicto armado, no cumple estrictamente con la definición de un tratado internacional debido a que las FARC no son un estado. Algunos argumentan que el acuerdo podría considerarse un "acuerdo especial" bajo el derecho internacional humanitario, aunque otros creen que solo partes del acuerdo se alinean con este marco. En general, existe debate sobre si el acuer
El documento discute la naturaleza jurídica del Acuerdo Final entre el gobierno colombiano y las FARC. Mientras que el acuerdo busca poner fin al conflicto armado, no cumple estrictamente con la definición de un tratado internacional debido a que las FARC no son un estado. Algunos argumentan que el acuerdo podría considerarse un "acuerdo especial" bajo el derecho internacional humanitario, aunque otros creen que solo partes del acuerdo se alinean con este marco. En general, existe debate sobre si el acuer
El documento discute la naturaleza jurídica del Acuerdo Final entre el gobierno colombiano y las FARC. Mientras que el acuerdo busca poner fin al conflicto armado, no cumple estrictamente con la definición de un tratado internacional debido a que las FARC no son un estado. Algunos argumentan que el acuerdo podría considerarse un "acuerdo especial" bajo el derecho internacional humanitario, aunque otros creen que solo partes del acuerdo se alinean con este marco. En general, existe debate sobre si el acuer
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PACIGERENCIA: EL VALOR JURIDICO DE LOS ACUERDOS DE PAZ EN EL DERECHO
INTERNACIONAL
Los colombianos merecemos vivir en paz, en un país de oportunidades donde sus
dirigentes se dediquen hacer su trabajo y a dar lo mejor de sí mismos para que se llegue a una igualdad de derechos en todo el territorio colombiano, porque una cosa es ver el país arder desde una pantalla y otra cosa muy diferente es estar en medio de un conflicto armado donde la población rural es la más afectada, donde sus hijos no pueden salir a las calles y tengan que dormir bajo el sonido de las balas de armamento de todo tipo, estas personas campesinas se sienten presos en sus propios hogares y tienen que vivir con el temor constante de que llegue grupos armados a quitarles sus tierras, su vida y todo aquello que atesoran y lo que han trabajado para sobrevivir en un país como Colombia. Todos somos responsables de cada una de estas personas que han perdido su vida por proteger los páramos, ecosistemas, población vulnerable y trabajar con honestidad por el país, así que cuando llegue el día de las elecciones no pensemos en nuestro beneficio, en el empleo que obtendrán si apoyan a equis candidato, pensemos en el daño que le estamos haciendo al país entero y a todas esas personas que sí trabajan por los beneficios de otros y no en el beneficio propio, así que esta es una invitación para que nos preguntemos si de verdad estamos haciendo las cosas bien, si antes de votar por una persona nos documentamos, si de verdad conocemos la triste historia del conflicto armado en Colombia que viene acompañado de falsos positivos, armas, corrupción, narcotráfico, trata de personas, violencia, daño a los ecosistemas y demás. Como colombianos estamos en la obligación de conocer nuestra historia para que no se siga repitiendo y por fin cambien las cosas y mejoren para todos y todas, por todo esto, es importante que el proceso de paz continúe, unamos nuestras voces como pueblo y no permitamos que lo sigan saboteando porque tenemos derecho de vivir en una Colombia libre de violencia y así podemos tener territorios en paz, lo cual traerá grandes beneficios y oportunidades de desarrollo responsable y sostenible para el país y por supuesto para todos los ciudadanos, donde protejamos y atesoremos la vida, la igualdad, los derechos y la paz de todos los territorios rurales y por supuesto en las ciudades. Dentro de los muchos debates legales que ha suscitado el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera suscrito entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla, uno ha despertado el interés del derecho internacional público y gira en torno a determinar si dicho Acuerdo cuenta con carácter jurídico-internacional, que supondría además efectos constitucionales en Colombia. Examinar la naturaleza jurídico-internacional del Acuerdo Final resulta relevante en aras de determinar su carácter vinculante en el ámbito internacional y con ello indagar si pueden considerarse o no como fuente de obligaciones del Estado colombiano. Igualmente, es significativo en tanto que da luces sobre cuál es el procedimiento más adecuado para su incorporación en el ordenamiento jurídico nacional. De esta manera, desde sus días tempranos, el derecho internacional ha abordado asuntos como el hacer la guerra y la paz, la conformación de alianzas, los intercambios diplomáticos, el comercio y el retorno de delincuentes fugitivos, entre otros. Teniendo en cuenta que el Acuerdo Final firmado entre el Gobierno colombiano y la guerrilla tienen precisamente como objetivo darle fin a la guerra y construir un país en paz, y por ende involucran variados asuntos de derechos humanos y derecho internacional humanitario, resulta muy importante determinar cuál es su naturaleza dentro de la esfera jurídica internacional y con ello las consecuencias de su implementación. Ante todo es importante tener en cuenta que el derecho internacional no es un sistema unificado impuesto sobre el mundo de las relaciones internacionales y tampoco tiene un alcance determinado a priori. Así, el contraste con los ordenamientos jurídicos domésticos es grande. Existe un método para establecer qué es la ley, cuál es su contenido, cómo fue creada y cómo debe interpretarse. Lo anterior, le otorga un grado de certeza al procedimiento legal, dado que es posible determinar cuándo una proposición se ha convertido en ley y los mecanismos necesarios para resolver disputas en relación con la ley que son evidentes. Mientras tanto, en el derecho internacional, no existe un cuerpo o institución legislativa con la facultad de crear leyes internacionalmente vinculantes para todos ni tampoco un sistema de cortes con jurisdicción coercitiva ante el cual los Estados puedan ser obligados a comparecer. De esta manera, un tratado internacional hace referencia a una transacción entre Estados, a la creación de acuerdos escritos, por medio de los cuales los Estados participantes se vinculan legalmente para actuar de una forma particular o para establecer determinadas relaciones entre ellos, que se rigen por el derecho internacional. Así, en un tratado internacional, se estipulan una serie de condiciones y acuerdos que obligan a las partes. Si bien el Acuerdo Final es un pacto escrito y expreso que tiene vocación de producir obligaciones vinculantes para las partes en cuestión, este carece de uno de los elementos esenciales de los tratados, a saber, la naturaleza de las partes firmantes. De acuerdo con la Convención de Viena, los tratados son acuerdos internacionales celebrados entre Estados. Los tratados se hacen en nombre de los Estados por funcionarios del gobierno con plenos poderes para ello. El Acuerdo Final que se analiza aquí constituye un acuerdo entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC. Siendo así, aunque una de las partes firmantes corresponde al Estado colombiano, por otro lado, las FARC, no pueden considerarse como un Estado o representante de un Estado. En este sentido, el Acuerdo Final no constituye en principio un tratado internacional. El artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia identifica su segunda fuente formal como “costumbre internacional, como evidencia de una práctica generalmente aceptada como derecho”. Así, la costumbre es una práctica realizada por el Estado de forma uniforme y constante, bajo el supuesto de que esta práctica se considera obligatoria, al no constituir estos una práctica ejercida por el Estado, de manera uniforme, constante y aceptada como derecho, no es posible situarlo dentro de esta categoría de fuentes de derecho internacional. Con el fin de garantizar la seguridad y estabilidad jurídica a los contenidos del Acuerdo Final y con ello facilitar y asegurar su implementación y desarrollo normativo, se sugirió calificar este como acuerdo especial bajo derecho internacional humanitario (DIH). Lo anterior fue determinado por las partes, partiendo de la base de que si en esencia lo que buscan los Acuerdos Especiales a la luz del artículo 3 común a los Convenios de Ginebra es humanizar la guerra, entonces, estos podían llegar a contemplar un acuerdo para poner punto final al conflicto. Es precisamente, lo que ocurre en Colombia con el Acuerdo Final pactado entre el Gobierno y la guerrilla. Se trata de un conjunto de disposiciones que acuerdan las partes en conflicto, muchas de las cuales surgen de obligaciones estipuladas en el DIH y el Derecho Internacional de los Derechos Humanos (DIDH). Sin embargo, surge un segundo interrogante: ¿Es posible calificar el Acuerdo Final en su conjunto como acuerdo especial? Al respecto se pueden plantear al menos algunas posturas. Por un lado, aquella que señala que no es posible que la totalidad del texto del Acuerdo Final pueda considerarse como acuerdo especial, en tanto que existen varios puntos que no guardan relación con el DIH, que es la condición sino para que pueda adoptar esta naturaleza. Hay quienes opinan que si bien el Acuerdo Final contiene apartes con relación al DIH y al DIDH, esta referencia no debe tomarse como determinante del estatus jurídico del Acuerdo. Se plantean que el Acuerdo regula cuestiones que responden más a una naturaleza interna que a una naturaleza internacional, como la reforma agraria, la incorporación de los miembros de la guerrilla a la vida civil, la lucha contra las drogas o la reparación de las víctimas. De esta manera, consideran que el marco legal dentro del cual se concibe el Acuerdo es el ordenamiento jurídico nacional y no el derecho internacional, por lo que este debería regularse por la Ley colombiana. Por otro lado, está aquella posición que expresa que los elementos del Acuerdo Final destinados a superar las causas del conflicto armado pretenden no solo acabar con las hostilidades sino evitar que la violencia armada surja de nuevo. De esta forma, las medidas en materia de tierras o solución del asunto de las drogas ilícitas, al buscar una paz estable, estarían orientadas al fin último del DIH, es decir, a evitar el impacto humanitario que produce el conflicto armado. Por ello, el Acuerdo Final en su conjunto se podría considerar como acuerdo especial. Ahora bien, se abre otro cuestionamiento y es si los acuerdos especiales pueden, al igual que los tratados internacionales, prevalecer sobre el derecho nacional. El CICR no zanja esta discusión, porque afirma que aunque los acuerdos especiales no tienen la misma naturaleza que un tratado internacional, “no debe recurrirse al derecho nacional para obstaculizar la aplicación de un acuerdo especial negociado de buena fe por las partes en conflicto”. Sobre ello, plantea que el artículo 3 de la Convención de Viena sobre el derecho de los Tratados es claro en virtud de que esta no aplica a los acuerdos internacionales celebrados entre Estados y otros sujetos del derecho internacional. A pesar de ello, el CICR afirma también, que “así constituyan o no tratados en virtud del derecho internacional, los acuerdos especiales concluidos entre partes en conflictos armados no internacionales, sin duda crean obligaciones en materia de derecho internacional”. Pareciere que a través del Acto Legislativo 02 de 2017, el Gobierno colombiano ha optado por una fórmula sui generis, en la que se abstiene de denominar el Acuerdo Final como acuerdo especial expresamente, pero le otorga fuerza normativa a su contenido. De esta manera, es posible sugerir que la propuesta de hacer uso de la figura de acuerdo especial para dar carácter jurídico internacional al Acuerdo Final y así procurar su blindaje jurídico, enfrentó dificultades para ser legitimada y por tanto desechada por el Gobierno y la guerrilla. Igualmente, la Corte Constitucional al declararse inhibida en la demanda que pretendía se le otorgara tal categoría al Acuerdo Final, mantiene la incertidumbre sobre su naturaleza jurídico internacional o no. Al margen de estas realidades formales, la discusión despertó un debate de profundas reflexiones alrededor del derecho internacional humanitario, en un momento en el que irónicamente se pretende dejar atrás el conflicto armado y por tanto la aplicación el DIH por sustracción de materia. Pareciera entonces que la discusión sobre la estabilidad jurídica del Acuerdo Final pasa actualmente más por el ámbito de lo político que de lo jurídico.