Unidad 1-1
Unidad 1-1
Unidad 1-1
Silvia, Dubrovsky
Muerte, abandono, socorro, asistencia, rehabilitación, ocultamiento, entre otras, son las diversas
caras del lugar que han ocupado la discapacidad a lo largo de la historia. Estos modos de entender
el lugar que la sociedad les asigna a la discapacidad (marginación, discriminación, dependencia, etc)
dan cuenta de que la inmensa mayoría de las personas con algún tipo de discapacidad han estado
condenadas a asumir un rol marginal, pobre, asistido, etc.
La autora aborda las trasformaciones que hubo al respecto a la idea de discapacidad y de sujeto con
discapacidad es por ello que podemos hablar desde un abordaje histórico, que nos permite
describir diferentes etapas respecto al modo de interpretar la relación individuo (con discapacidad) –
sociedad.
Desde los modelos médicos- organicistas a los modelos de integración plena, pasando por el
denominado modelo psicopedagógico, se ha transitado en la interpretación de la situación del
sujeto con discapacidad desde una perspectiva centrada en el sujeto y su dificultad hacia una mirada
fuertemente centrada en la responsabilidad social y de las instituciones respecto de los sujetos.
En la sociedad de finales del siglo XVIII y principios del XIX se asimilo discapacidad a
ENFERMEDAD y las personas eran recluidas en hospitales o instituciones de caridad, donde
permanecían segregados en el convencimiento de su imposibilidad de acceso a cualquier tipo
de educación.
En el siglo XX, los test de inteligencia pasan a desempeñar la misma función central. En
EE.UU consideraban que un cociente intelectual bajo en niños o adultos de los grupos
sociales marginados era producto de un déficit hereditario en la composición de los genes.
Desde el punto de vista del sistema educativo se trata de superar el modelo de los sistemas
paralelos. La historia de la educación especial, muestra que en sus orígenes se constituyó como un
lugar separado, externo a la dinámica del resto del sistema.
La escuela común, normal, diseñada y organizada según un marco cronológico, curricular, didáctico
para la normalidad sienta las bases de una supuesta anormalidad.
La escuela especial, por su parte, se hizo cargo de esa anormalidad, construyendo “identidades
especiales” que como afirma Nuria Perez de Lara a sabiendas de que no existen, se empeñan en
hacerlas existir. De manera tal que atribuimos características a la misma enfermedad o deficiencia,
“los ciegos son así, los down son cariñosos, etc”.
La educación especial actual según la cual todo alumno es parte de un único sistema educativo y no
parte de un área/nivel en particular. Esta circunstancia coloca en el centro de la reflexión la función
primordial de toda institución educativa frente a todos y cada uno de sus alumnos: enseñar a todas y
todos. Asumir esta responsabilidad significa generar espacios educativos ricos en experiencias que
apunten al despliegue de las potencialidades de cada alumno, sea este alumno de escuela común o
de escuela especial.
Este cambio de paradigma que implica, atender a las particularidades de cada alumno, a sus
necesidades, al respeto por su diferencia derivo en la producción de un discurso del tipo: todos
somos diferentes, todos tenemos necesidades educativas especiales. Se ha llegado a tomar como
sinónimos la atención a la diversidad dentro de la escuela común y los problemas que esto trae
aparejado a la conducción del aula, con la integración de un niño con necesidades educativas
especiales (con o sin discapacidad) a la escuela común. Este fenómeno fue denominado por Liliana
Sisini como homologación paradójica.
De este modo analiza los sentidos y significaciones que en torno a la categoría “integración que se
construyen en las escuelas. Entonces, si, en vez de focalizarnos en donde será “colocado” cada
niño, nos preguntamos: donde y como diseñar la enseñanza, necesariamente movemos del centro al
niño y su dificultad. En consecuencia, pensar en la enseñanza a partir de los principios q formula el
curriculum nos enfrenta con la necesidad de contar con herramientas para diseñar proyectos
educativos acorde a los modos, tiempos y particularidades de aprendizaje de todos los alumnos,
incluidos los alumnos de educación especial. De esta manera, el objetivo es poner acento en las
condiciones de la situación donde se produce el acto de enseñar y aprender.
“implementar estrategias para la detección y atención temprana de niños con alteraciones del
desarrollo o dificultades de aprendizaje con el fin de intervenir lo antes posible, evitando su
agravamiento”
La intervención desde la Educación especial en los momentos más tempranos de la vida del
individuo puede ser determinante de la futura trayectoria educativa del niño. Debe guiar esta tarea el
convencimiento de realizar una intervención en el momento oportuno (entendiendo que existen
periodos críticos en un sujeto para el desarrollo neuromotor, la constitución subjetiva, el lenguaje,
entre otras funciones).
Para los profesionales de la educación especial, enseñar y aprender en la escuela especial hoy,
implica varios desafíos.
El hecho de que los profesorados formen solo en función del tipo de discapacidad, significa que aun
las escuelas, están organizadas según este único criterio.
Entonces, para fortalecer nuestra postura referida a la existencia de un único sistema educativo para
todos, necesitamos focalizar la tarea en función de los niveles educativos de modo de poder ofrecer
trayectorias a nuestros alumnos que permitan facilitar la articulación entre las diferentes
modalidades.
Para ello debemos tomar la contribución que brinda la perspectiva socio-histórica que ofrece
instrumentos teóricos para pensar tanto la organización escolar como la organización del
profesorado.
La lectura de Vigotsky nos permite realizar una reflexión que encuentra en sus escritos importantes
aportes para buscar respuestas posibles para los principales problemas actuales de la educación
especial.
Vigotsky afirmo los principios de la renovación de la escuela especial: los principios de construcción
del programa son los mismos que los programas de las escuelas comunes, “dar los hábitos y
conocimientos necesarios para la actividad laboral y cultural, y estimular en los niños un vivo interés
por el ambiente que los rodea.” Este autor firma que, aunque los niños “mentalmente retrasados”
estudien más prolongadamente, aunque se les enseñe de otro modo, aplicando métodos y
procedimientos especiales, deben estudiar lo mismo que todos los demás niños, recibir la misma
preparación para la vida futura. El sentido de la escuela especial es que los alumnos deben ser
conducidos hacia los objetivos comunes por otro camino.
Entonces, frente a un formato escolar poco sensible a las innovaciones pedagógicas, fuertemente
signado por la gradualidad y la simultaneidad, donde se presume un nivel de desarrollo relativamente
homogéneo o común del alumnado, se han desarrollado “otras primarias” (Terigi)
Las experiencias de plurigrado y más recientemente las de aceleración y nivelación son ejemplos de
trayectorias escolares posibles para muchos alumnos/as. Es frecuente escuchar a profesores de
educación especial decir que ellos “trabajan así de hace mucho”, dando a entender que los modos
más flexibles y la heterogeneidad del alumnado en los grupos de la escuela especial exigen otras
formas de pensar la enseñanza.
A partir de esto, cabe la pregunta: ¿Hay problemas propios de la escuela común y hay
problemas propios de la escuela especial que justifiquen seguir analizándolas como
cuestiones paralelas e independientes?
En consecuencia, cuando colocamos en el centro del análisis los procesos de enseñanza, educación
común y especial tienen la oportunidad de establecer un dialogo, un intercambio porque, finalmente,
solo hay un objetivo común: que todas y todos aprendan y desplieguen el máximo de su potencial
más allá de las particulares restricciones. Esto no es otra cosa que atender a la diversidad del
alumnado.
Los proyectos de integración escolar en el contexto de las políticas de plena
inclusión
Se considera importante establecer una distinción no excluyente entre integración y los desarrollos
de las políticas de inclusión educativa obviamente signados por los modelos sociales y económicos
de exclusión.
Nuria Perez de Lara sostiene, que además de los planteamientos ético-sociales que fundamentan los
procesos de integración, también es necesario considerar los nuevos conocimientos científicos tanto
en las ciencias humanas como naturales que fundamentan ciertos cambios en las actitudes sociales.
El modelo humanista que dio lugar a la propuesta integradora se identifica con los modelos del
Movimiento de renovación pedagógica, la pedagogía institucional francesa y con el
movimiento de cooperación educativa italiano.
Sin embargo, uno de los modos que se observa generalmente de integración la muestra como un
proceso que afecta de manera unilateral al llamado “alumno integrado”. Este modelo denominado
por Parrilla Latas de intervención sectorial destaca que la integración es un proceso que afecta
solo al alumno integrado y no repercute ni en los demás compañeros ni en el sistema educativo ya
que sectoriza la intervención en los déficit del alumno.
Ciertas decisiones inapropiadas de integración dejan en evidencia que los niños “integrados”
permanecen aislados, con pocas posibilidades de poder interactuar con el grupo. Se desaprovecha
la “clase escolar” como fuente de variadas y ricas experiencias. La relación uno a uno propia del
ámbito de la terapéutica se traslada al aula y transforma al alumno en un “niño paciente”.
No basta que el realice sus ejercicios mientras que el resto de los alumnos sigue su acontecer. Que
se delegue en la maestra integradora la función pedagógica fundamental quedando ambos en un
espacio interior marginal. La integración exige una responsabilización personal frente a la deficiencia,
frente a nuestra propia deficiencia y la de la escuela que las contiene. Estar, permanecer toda la
jornada en la escuela común, no es garantizar su derecho a ser diferente y compartir el espacio
“normal”.
Si bien la normativa es el primer paso, es fundamental un segundo momento, que implica reconocer
a ese alumno como sujeto, hablarle, escuchar sus demandas.
La autora comienza planteando su propuesta que implica la problematización de 2 ejes que son
parte del debate acerca de la discapacidad:
¿Cuáles son las diferencias e implicancias
1. La compresión de la misma como diferencia que tiene la construcción del otro como
2. y como diversidad. diferente, como diverso o como desigual?
La discapacidad como
diferencia
La construcción del discapacitado como diferente (sustentada en el darwinismo social) es el Otro el que se distingue,
se aleja de lo Uno, convirtiéndose en distinto. La diferencia es la distancia de lo ajeno con respecto a lo Mismo.
Cuando se alude a los discapacitados, ese “origen” se expresa como la falta de un miembro, de buen funcionamiento
de algún órgano o de algún “punto” de cociente intelectual. Esta falta lo convierte en un ser incompleto con
respecto a la completud de la Mismidad y puede entendérsela como una de las razones de la preferencia de
nombrar como “diferente” (al Nosotros) más que como “discapacitado”.
La discapacidad se define entonces a partir de la carencia, de la falta, de la diferencia enfatizando los déficits, como
expresión de una ruptura con el ideal de completud de lo humano.
Este es un modo de comprensión que enfatiza en el déficit y desconoce las condiciones sociales, políticas históricas y
culturales en que se produce, negando la desemejanza entre la existencia de la deficiencia y la producción de la
alteridad discapacitada.
Parecerse a Nosotros: el proceso de evolución hacia lo específicamente humano
La idea de evolución social, supone pensar una línea con una sola y única dirección de desarrollo,
en la cual existen grados inferiores y superiores, que van alcanzando los hombres hasta llegar al
grado máximo de desarrollo físico e intelectual. En nuestra sociedad, éste refiere a un ideal de
Hombre: varón, adulto, inteligente, oyente, trabajador.
La “esencia” humana (espiritualidad, cultura, pensamiento), compartida por todos los individuos de la
especie, es lo que distingue a los hombres de los animales. En este sentido, la razón y la palabra se
constituyen en indicadores de la evolución humana. La ausencia o presencia deficitaria de alguno de
esos atributos en un sujeto señala su animalidad.
Así, el niño que ha nacido con un déficit es, un ser inferior, escasamente evolucionado en la escala
de lo humano. Quien adquiere una deficiencia sufre un proceso involutivo, que lo sitúa en un estadio
de desarrollo inferior.
Estas prácticas le permitirán al sujeto alcanzar o recuperar la completud y der “habilitado” o “re
habilitado” para la vida social. Si el tratamiento de rehabilitación no logra todos los resultados
esperando (esperados en términos de cura y/o de corrección) serán bienvenidas todas las mejorías
que implique.
DIFERENCIA tiene un segundo expresado como “variedad entre cosas de la misma especie”
Si bien se entiende la discapacidad en términos de carencia, la frecuencia de aparición de estas
carencias es generalizada. Estas ya no señalan diferencia sino diversidad, multiplicidad, abundancia
de lo distinto entre sí.
“es la sociedad la que discapacita a aquellos sujetos que tienen alguna deficiencia”
En síntesis, desde esta perspectiva, la discapacidad no es un fenómeno biológico sino una retórica
cultural. Por lo tanto, no puede ser pensada como un problema de los discapacitados, de sus familias
o de los expertos. Es una idea cuyo significado hunde sus raíces más profundas en la normalidad y
sus efectos productivos como norma en los procesos históricos, culturales, sociales y económicos
que regulan y controlan el modo a través del cual son pensados e inventados los cuerpos, las
mentes, el lenguaje, la sexualidad de los sujetos.
La discapacidad es, entonces, una categoría social y política. Es una invención producida a partir de
la idea de normalidad en el contexto de la modernidad; y en estrecha vinculación a una estructura
económica, social y cultural con la deficiencia.
El sujeto normal es, entonces, un prototipo de hombre medio, contra el que todos seremos medidos,
evaluados, señalados y convenientemente clasificados. A ello remite la dimensión productiva de las
normas; que producen cuerpos a su medida, fabrican un tipo de sujetos ajustados a los límites,
útiles, productivos y capaces de adaptarse a los requerimientos de la inserción productiva en la vida
social. Todo aquello que no sigue esa norma es señalado, separado, castigado, expulsado a
territorios de exclusión.
En todas las definiciones e indefiniciones sobre inclusión /exclusión aparece la idea de que se trata
de una propiedad o carencia del individuo, de ser poseedor o no de algunos de los atributos
fundamentales considerados necesarios para la escolarización, la profesionalización, la inserción en
el mercado del trabajo, etc..
Los documentos oficiales traducen muchas veces las relaciones entre inclusión y exclusión en
términos de irresponsabilidad/responsabilidad individual y no como un proceso cultural, social y
relacional. La exclusión es un proceso cultural que implica el establecimiento de una norma que
prohíbe la inclusión de individuos y de grupos en una comunidad socio-política
Los Otros deficientes constituyen un grupo particular de excluidos, sin que ello signifique que esa
exclusión sea subordinada y/o inferiorizada y/o desatendida con relación a otras exclusiones como,
de hecho, sucede con frecuencia.
Negar un abordaje social, político, histórico y cultural en este territorio, constituye el primer nivel de
discriminación, el más sutil, sobre el cual después se entretejen todas las demás exclusiones de
ciudadanía, lingüísticas, comunitarias, etcétera.
La autora pretende explorar las raíces educativas y las perspectivas teóricas actuales del
planteamiento inclusivo en la escuela. Para ello, se ha organizado en torno a dos partes. En la
primera de ellas volvemos la vista atrás para considerar los distintos tipos de respuesta que la
escuela y los sistemas educativos han dado a la diversidad hasta plantearse la orientación inclusiva.
En la segunda parte identificamos y describimos algunos de los nuevos referentes ideológicos y
teóricos en torno a los que se construye la educación inclusiva.
En su origen hay que señalar el inicio de una nueva conciencia social, en la Conferencia de 1990 de
la
UNESCO en Jomtien (Thailandia) se promueva, desde un relativo pequeño número de países
desarrollados (todos ellos del contexto anglosajón) y desde el ámbito específico de la Educación
Especial, la idea de una Educación para todos, configurándose así el germen de la idea de inclusión.
Cuatro años después, en la Conferencia de Salamanca, se da una adscripción a esa idea de manera
casi generalizada como principio y política educativa. Allí, un total de 88 países y 25 organizaciones
internacionales vinculadas a la educación asumen la idea de desarrollar o promover sistemas
educativos con una orientación inclusiva.
Un segundo principio de gran calado e impacto, del que también se hace eco la misma declaración
de Salamanca, alude al hecho de que la orientación inclusiva se asume como un derecho de todos
los niños, de todas las personas, no sólo de aquellos calificados como personas con Necesidades
Educativas Especiales (NEE), vinculando la inclusión educativa entonces a todos aquellos alumnos
que de un modo u otro no se benefician de la educación (están excluidos de la misma).
Todo hace pensar en el retroceso y cuestionamiento de las medidas de atención a la diversidad que
hasta ahora, aunque con dificultades, apuntaban a la posibilidad de construir una escuela para todos.
Las numerosas propuestas —más o menos formales—, de organización y diferenciación de la
enseñanza basadas en procesos de selección (exclusión) de alumno, la previsión de itinerarios,
programas y aulas específicos, (pensados para una nueva clasificación de necesidades
«específicas») reflejan el intento de ordenar y controlar nuevamente la diversidad en la escuela,
luchando contra ella, no asumiéndola como oportunidad de mejora.
La situación actual es difícil y compleja, pero la negación de derechos ya adquiridos y la opción por
una idea cuestionable de calidad a costa de la equidad nos parece mucho más que discutible.
Porque no hay calidad sin equidad (sino una falsa calidad), ni hay equidad sin calidad (sin que la
misma cantidad de esfuerzos educativos se dirijan a todos los alumnos).
Es así que nos preguntamos, ¿Cómo ha sido hasta ahora la respuesta escolar? Hemos organizado
la respuesta a esta pregunta en torno a cuatro fases:
Desde esta caracterización inicial de la inclusión educativa, podemos preguntarnos cuáles son las
mejoras que la inclusión plantea, cuáles las nuevas lecturas e interpretaciones y cuáles los nuevos
marcos teóricos desde los que la misma intenta construirse.
Vamos a plantear estos temas en torno a cinco perspectivas, que no pretenden agotar el universo
teórico de la inclusión educativa, pero sí acotar los que estimamos tienen mayor impacto en la
configuración y pensamiento sobre la inclusión:
La introducción del concepto de justicia social conlleva pensar en los excluidos como seres humanos
con derechos, y en la sociedad como institución con obligaciones de justicia hacia ellos.
Así, la exclusión de las instituciones educativas se ve desde esta perspectiva ética, como un acto de
discriminación, que es equivalente a la opresión social por motivos de pertenencia a grupos
minoritarios, étnicos, de género o clase social. Y contra la opresión se plantea una única alternativa:
resistir y reclamar los derechos de las personas.
Pero este modelo supone un nuevo marco de acción y de relaciones (políticas, sociales, educativas),
incluso entre las personas (entre incluidos y excluidos, por ejemplo). En la práctica este
planteamiento ha supuesto que dentro del movimiento inclusivo se considere el papel protagonista
de los «excluidos en el proceso de inclusión (como personas de derechos, con autonomía y
capacidad de decisión y participación efectiva).
En definitiva, podríamos resumir las nuevas cuestiones y retos que plantea este modelo en las
siguientes:
• Depurar y aclarar las responsabilidades sociales en la creación y desarrollo de la discapacidad.
• Reconsiderar a las personas con discapacidad como ciudadanos con derechos.
• Volver a situar el papel y sentido de la investigación social y educativa en torno a la discapacidad.
Tres tendencias o corrientes teóricas, dentro del planteamiento inclusivo, resumen las aportaciones y
trabajos realizados bajo esta perspectiva:
La tendencia o enfoque de las denominadas escuelas .adhocráticas »: Skrtic, quien plantea que la organización
escolar inclusiva es aquella que se articula basándose en las propias necesidades, creando respuestas a la medida
de una propia situación.
Las propuestas enmarcadas en las denominadas escuelas heterogéneas: Las investigaciones y trabajos de Villa
reclamaban la necesidad de fusión de los sistemas educativos especial y general para garantizar la escolarización
integrada de todos los alumnos representan bien esta segunda línea.
Las propuestas enraizadas en el movimiento de escuelas eficaces para todos: Conforman la más conocida de las
líneas de desarrollo en este campo. Mantiene que las escuelas pueden ser eficaces para todos los estudiantes y
da pautas e indicadores basados en estudios que exploran cómo caminar en esta dirección y cómo construir un
proceso de mejora escolar.
La perspectiva emancipatoria se erige pues en punta del iceberg bajo el que se mueven los
planteamientos inclusivos sobre la investigación. La inclusión plantea a la vez que nuevas relaciones
entre investigadores y personas con discapacidad (basadas en la igualdad y la solidaridad), una
metodología alternativa en la investigación sobre discapacidad dirigida a hacer oír las voces de las
personas discriminadas y excluidas de la sociedad o de la escuela, así como a garantizar su
participación.
Un ejemplo de trabajos en esta línea lo constituyen los estudios y las propuestas de Ainscow quien
ha insistido en la necesidad de estudiar y abordar los procesos de inclusión incluyendo a sus
protagonistas (profesores y alumnos) en todo el proceso investigador (lo que supone prever su
participación a todos los niveles: desde el diseño del propio objeto de estudio hasta el análisis y
difusión de datos) desde la asunción de la posibilidad de enriquecimiento y aprendizaje mutuo,
invirtiendo por tanto la noción exclusivista y elitista en la que suelen convenirse los procesos de
aprendizaje.
Los estudios sobre inclusión, por tanto, no han de ser ni gestados ni decididos al margen de la
práctica sino que deben acometerse desde el profundo respeto a las necesidades e intereses de las
escuelas y profesores, y deben desarrollarse desde el compromiso rector de contribuir a la mejora (a
la liberación en términos críticos y radicales) de los procesos de inclusión, evitando, denunciando y
frenando los procesos que manifiesta o sutilmente generan exclusión.
CONCLUSIONES
El término inclusión se define de múltiples formas, no existiendo un significado concreto y único del
mismo, el cual se utiliza en diferentes contextos y por distintas personas para referirse a situaciones
y propósitos diferentes. Reconociendo esa situación, intentamos contribuir al debate sobre la
inclusión planteando nuestra propia visión del tema.