Lección 10. El Canon y Los Escritos Apócrifos. FICHA RESUMEN
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Con el Apocalipsis y los escritos del corpus joánico nos encontramos más o
menos en el cambio del siglo I al II; algunas de las cartas, como por ejemplo
la Carta de Judas y la Segunda de Pedro, probablemente fueron escritas
pasado el primer decenio del siglo II. Junto con los Evangelios sinópticos,
los Hechos de los Apóstoles y el corpus paulino, estos escritos constituyen
un conjunto dispar de documentos que responden a diferentes necesidades
expresadas por las comunidades cristianas y que se caracterizan también por
orientaciones ideológicas que, al menos en parte, se contraponen unas a las 1
otras, unificadas sólo por la contingencia exterior o marginal de estar
destinados a formar parte del canon del NT que se iría constituyendo
paulatinamente desde finales del siglo II.
Llegados a este punto, conviene aclarar los conceptos de Escritura y canon.
En primer lugar, hay que señalar que hasta el siglo II, a falta de un canon del
NT, los cristianos tenían como texto divinamente inspirado la Escritura en
uso en el judaísmo, generalmente leída en la traducción griega llamada
10. El canon y los escritos apócrifos.
"Septuaginta" o "versión de los LXX" y no en el texto hebreo. En segundo
lugar, queremos señalar que cuando se utilizan los términos AT y NT, hay
que recordar que se trata de un uso convencional: hasta finales del siglo II,
hablar de NT es en sí mismo un anacronismo. La misma distinción entre el
AT y el NT es ya un punto de vista de orientación cristiana: evidentemente
para los judíos sólo hay un Testamento y éste no es "antiguo". Por último,
hay que tener en cuenta que los cristianos de los primeros siglos
consideraban la Escritura y mencionaban como tal también los llamados
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Testimonia, es decir, las colecciones cristianas de pasajes del AT, reunidos
sobre la base de presupuestos teológicos precisos —sobre todo el de la
mesianidad de Jesús—, que ejercían una función subsidiaria con respecto a
la predicación oral.
Actualmente se considera que el NT consta de 27 libros pero en la
antigüedad, la idea de un canon del NT, introducida a finales del siglo II, no
se correspondía con el número actual de libros: algunos tenían grandes
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dificultades para entrar en el canon (por ejemplo, el Apocalipsis en el
Oriente cristiano), mientras que en ciertas épocas y en ciertas zonas se
consideraban canónicos libros que finalmente fueron excluidos del canon.
La selección de los libros canónicos no se realizó sin debate en las
comunidades cristianas. Es de ambiente antioqueno el libro de La Ascensión
de Isaías: lo mencionamos como un ejemplo significativo de la literatura
apócrifa. El nombre "apócrifo" (etimológicamente: oculto, secreto, pero más
tarde el significado pasó a ser negativo, en el sentido de "espurio, falso") se
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da a una serie de escritos que tienen una estructura literaria y un estilo
similares a los libros que se incluyeron en el canon de los libros sagrados.
Distinguimos entre apócrifos del AT y apócrifos del NT. Los apócrifos del
AT son textos pertenecientes a la literatura judía que fueron escritos entre el
siglo II a.C. y el siglo II d.C. (aunque algunos se remontan a épocas
anteriores) que tienen un género literario principalmente apocalíptico,
aunque no exclusivamente. Han llegado hasta nosotros no en el idioma
original en que fueron escritos sino en las diversas lenguas de las iglesias
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cristianas, tal y como fueron transmitidos por los cristianos. Aunque son
escritos judíos, tienen una importancia inestimable para la literatura cristiana
porque proporcionan las coordenadas ideológicas y literarias en las que ésta
se basa.
Una dificultad metodológica que presentan los apócrifos del AT, dado el
éxito entre los cristianos que produjeron interpolaciones y composiciones
cristianas a imitación de ellos (como La Ascensión de Isaías), es discernir
qué libros o qué partes de un libro son indudablemente precristianos. El 4
descubrimiento de los rollos del Mar Muerto (la biblioteca de Qumrán),
entre los que se han encontrado partes de algunos de estos textos en su
lengua original, es muy útil en este sentido. Mencionemos algunos de los
apócrifos del AT, teniendo en cuenta los problemas señalados anteriormente.
De profundo carácter apocalíptico tenemos el libro de Henoc (Henoc
etiópico), que influyó en la ideología de los autores del NT; además, se ha
conservado El libro de las parábolas (de finales del siglo I a.C.): uno de los
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cinco libros que lo componen ha sido considerado de origen cristiano pero,
al parecer, sin fundamento. El libro de los Jubileos, que no presenta
interpolaciones cristianas, data del siglo II a.C. Datan del siglo I d.C. el
Henoc eslavo, el Apocalipsis siríaco de Baruc, el 4º libro de Esdras (este
último insertado por decisión del Concilio de Trento al final de la Vulgata).
Todavía se discute si El testamento de los XII patriarcas es un escrito judío
con interpolaciones cristianas o una reescritura cristiana de material judío
anterior: el escrito pone en boca de cada uno de los hijos de Jacob, que se
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encuentra muy cerca de morir, un mensaje y una exhortación para sus
descendientes. El libro de José y Asenet, inspirado en los esquemas de la
novela helenística, es un documento del judaísmo egipcio del siglo I d.C.
Narra la historia de amor del hijo predilecto de Jacob con Asenet, la hija del
sacerdote egipcio Pentefrés: la primera redacción fue escrita por un judío
egipcio pero poseemos otras redacciones que han sido reelaboradas en
sentido cristiano. Los eruditos protestantes designan a los apócrifos del AT
como pseudoepígrafes y reservan el nombre de apócrifos para los libros
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er
deuterocanónicos (1 libro de Esdras, 1-4 de los Macabeos, Eclesiástico o
Sirácide, Judit, Tobías, Sabiduría, Odas de Salomón, Salmos de Salomón,
así como también adiciones a varios libros del AT), llamados así por los
católicos porque fueron incluidos en el canon alejandrino de la versión de
los LXX y entraron posteriormente en el canon bíblico actual de la Iglesia
católica.
Pasemos a los apócrifos del NT. Algunos de los textos que contienen el
registro de los dichos y los hechos de Jesús se movieron en círculos 6
restringidos, en áreas geográficas aisladas, mientras que otros tuvieron una
circulación más amplia. Otros fueron los evangelios utilizados por los
cristianos judíos, progresivamente marginados frente a la tendencia
mayoritaria, o sea la no judía o los llamados "cristianos étnicos". Los
cristianos gnósticos, pertenecientes a corrientes doctrinales consideradas
fuera de la ortodoxia, que creían en una revelación particular reservada para
ellos por Jesús, utilizaban libros que llamaban "apócrifos", secretos, que
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contenían aquellas tradiciones que eran preciosas precisamente por ser
reservadas (cf. Clem. Alex., Str. 1,15). A los ojos de los cristianos que se
esforzaban por identificar y proclamar como auténtica una tradición escrita
pública que pudiera remontarse claramente a uno de los apóstoles, este uso
esotérico de ciertas obras se presentaba muy diferente y francamente
negativo: así Ireneo en el siglo II habla de "apócrifo" en el sentido negativo
de "falso" (cf. Adv. haer. 1,20,1).
En un determinado momento posterior al siglo II entra en juego un nuevo 7
factor, este es la constitución del canon del NT, con al menos dos
consecuencias importantes: (1) los libros que entran en el canon gozan, en
virtud de esta prerrogativa, de una transmisión textual fija frente a la
transmisión fluctuante y abierta de los libros que no lo hacen; (2) los libros
del canon aumentan su difusión frente a los que están fuera de él.
10. El canon y los escritos apócrifos.