Leyendas y Tradiciones

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Leyendas

Las leyendas por lo general son de dos tipos, las que aluden a los tiempos remotos o primigenios y las que se
refieren simplemente a los tiempos históricos pasados. Los protagonistas de las leyendas son por lo general de
cualidad heroica.
Las leyendas ecuatorianas en su mayoría tienen su origen en época de la conquista española. Nace de anécdotas
y experiencias  de celebres personajes de ese tiempo  que al ser transmitidos de una a otra persona el ingenio
popular va dejando sus huellas  hasta convertirla en una historia un tanto real y un tanto ficticia.
Leyendas y tradiciones quiteñas
Las leyendas constituyen solo una de las posibilidades de comunicación a través de los mensajes lingüísticos
tradicionales, ya que estos comprenden muchas formas, diferentes de expresión, romances, coplas, refranes, las
propias leyendas y otros.
Quito es una larga historia de cuentos, de leyendas, de una cultura oral que se transmite de generación a
generación. Desde el origen mismo de su nombre, Quito está hecho de incertidumbres, de misterios que se
esconden detrás de sus calles. La historia de Quito cuenta con personajes que hicieron leyendas que se
volvieron hechos reales, a fuerza de tanto contarlas.
Este es un espacio en homenaje al Quito antiguo, al que nos enseñaron a querer nuestros abuelos, el Quito que
se lo reconoce cuando se camina por la Plaza Grande y que se aprecia en todo su esplendor desde el Panecillo.
Estas son las principales leyendas que caracterizan a la ciudad de Quito.
Cantuña...
Famosa es la leyenda que cuenta cómo el convento de San Francisco de Quito fue construida por Cantuña
mediante pacto con el diablo. Ésta relata cómo Cantuña contratista, atrasado en la entrega de las obras, transó
con el maligno para que, a cambio de su alma, le ayudara a trabajar durante la noche. Numerosos diablillos
trabajaron mientras duró la oscuridad para terminar la iglesia. Al amanecer los dos firmantes
del contrato sellado con sangre: Cantuña por un lado, y el diablo por el otro, se reunieron para hacerlo efectivo.
El indígena, temeroso y resignado, iba a cumplir su parte cuando se dio cuenta de que en un costado de la
iglesia faltaba colocar una piedra; cuál hábil abogado arguyó, lleno de esperanza, que la obra estaba incompleta,
que ya amanecía y con ello el plazo caducaba, y que, por lo tanto, el contrato quedaba insubsistente .
Ahora bien, la historia, a pesar de haber contribuido al mito, es algo diferente. Cantuña era solamente un
guagua de noble linaje, cuando Rumiñahui quemó la ciudad. Olvidado por sus mayores en la historia colectiva
ante el inminente arribo de las huestes españolas, Cantuña quedó atrapado en las llamas que consumían al
Quito incaico.
La suerte quiso que, pese a estar horriblemente quemado y grotescamente deformado, el muchacho sobreviva.
De él se apiadó uno de los conquistadores llamado Hernán Suárez, que lo hizo parte de su servicio, lo cristalizó,
y, según dicen, lo trató casi como a propio hijo. Pasaron los años y don Hernán, buen conquistador pero
mal administrador, cayó en la desgracia. Aquejado por las deudas, no atinaba cómo resolver
sus problemas cada vez más acuciantes. Estando a punto de tener que vender casa y solar. Cantuña se le acercó
ofreciéndole solucionar sus problemas, poniendo una sola condición: que haga ciertas modificaciones en el
subsuelo de la casa.
La suerte del hombre cambió de la noche a la mañana, sus finanzas se pusieron a tal punto que llegaron a estar
más allá que en sus mejores días. Pero no hay riqueza que pueda evitar lo inevitable: con los años a cuestas, al
ya viejo guerrero le sobrevino la muerte. Cantuña fue declarado su único heredero y como tal siguió gozando de
gran fortuna. Eran enormes las contribuciones que el indígena realizaba a los franciscanos para
la construcción de su convento e iglesia. Los religiosos y autoridades, al no comprender el origen de tan grandes
y piadosas ofrendas, resolvieron interrogarlo. Tantas veces acudieron a Cantuña con sus inoportunas preguntas
que éste resolvió zafarse de ellos de una vez por todas. El indígena confesó ante los estupefactos curas que había
hecho un pacto con el demonio y que éste, a cambio de su alma, le procuraba todo el dinero que le pidiese.
Algunos religiosos compasivos intentaron el exorcismo contra el demonio y la persuasión con Cantuña para que
devuelva lo recibido y rompa el trato. Ante las continuas negativas, los extranjeros empezaron a verlo con una
mezcla de miedo y misericordia. A la muerte de Cantuña se descubrió en el subsuelo de la casa, bajo un piso
falso, una fragua para fundir oro. A un costado había varios lingotes de oro y una cantidad de piezas incas listas
para ser fundidas.
La capa del estudiante
Todo comenzó cuando un grupo de estudiantes se preparaban para rendir los últimos exámenes de su año
lectivo. Uno de ellos, Juan, estaba muy preocupado por el estado calamitoso en el que se hallaban sus botas y el
hecho de no tener suficiente dinero para reemplazarlas.
Para él era imposible presentarse a sus exámenes en semejantes fachas; sus compañeros le propusieron vender
o empeñar su capa, pero para él eso era imposible? finalmente le ofrecieron algunas monedas para aliviar su
situación, pero la ayuda tenía un precio; sus amigos le dijeron que para ganárselas debía ir a las doce de la
noche al cementerio del El Tejar, llegar hasta la tumba de una mujer que se quitó la vida, y clavar un clavo, Juan
aceptó.
Casualmente aquella tumba era la de una joven con la que Juan tuvo amores en el pasado y que se quitó la vida
a causa de su traición. El joven estaba lleno de remordimientos? pero como necesitaba el dinero, acudió a la
cita.
Subió por el muro y llegó hasta la tumba señalada? mientras clavaba, interiormente pedía perdón por
el daño ocasionado. Pero cuando quiso retirarse del lugar no pudo moverse de su sitio porque algo le sujetaba la
capa y le impedía la huida? sus amigos le esperaban afuera del cementerio, pero Juan nunca salió.
A la mañana siguiente, preocupados por la tardanza se aventuraron a buscarlo y lo encontraron muerto. Uno de
ellos se percató de que Juan había fijado su capa junto al clavo? no hubo ni aparecidos ni venganzas del más
allá, a Juan lo mató el susto.
El Cristo de los Andes
Los sacerdotes no podían creerlo, Manuel Chili, el pequeño indígena que se descolgaba de un lado a otro entre
andamios y pasadizos en el interior de la iglesia de La Compañía, de pronto se convirtió en un gran artista.
Los jesuitas, sorprendidos de la habilidad de este joven, decidieron tomarlo a su cargo, darle vivienda, comida y
un poco de dinero, pues los talladores no tenían el reconocimiento de verdaderos artistas.
También le ofrecieron una preparación especial en el arte, para que obtuviera un mejor dominio de la escultura
y la pintura. Así nació el gran ¡Caspicara!
Manuel trabajaba doce horas al día sobre andamios y bordes peligrosos. Esto le creó una extraña fobia a las
alturas. Cuentan que por esta fobia permanecía largos ratos en silencio y con los ojos cerrados. El capellán de la
iglesia cuando lo veía se enfurecía: él imaginaba que Manuel Chili estaba dormido.
Su fama se extendió y sus obras empezaron a cotizarse en grandes pesos en oro.
Es tanta la belleza de estas imágenes, que mucha gente les ha dado virtudes milagrosas.
Actualmente sus obras no tienen precio, están valoradas en millones de dólares y son patrimonio cultural del
país.
La olla del Panecillo
Había en Quito una mujer que diariamente llevaba su vaquita al Panecillo. Allí pasaba siempre porque no tenía
un potrero donde llevarla. Un buen día, mientras recogía un poco de leña, dejó a la vaquita cerca de la olla. A su
regreso ya no la encontró. Llena de susto, se puso a buscarla por los alrededores.
Pasaron algunas horas y la vaquita no apareció. En su afán por encontrarla, bajó hasta el fondo de la misma olla
y su sorpresa fue muy grande cuando llegó a la entrada de un inmenso palacio.
Cuando pudo recuperarse de su asombro, miró que en un lujoso trono estaba sentada una bella princesa.
Al ver allí a la humilde señora, la princesa sonriendo preguntó:
-¿Cuál es el motivo de tu visita?
- ¡He perdido a mi vaca! Y si no la encuentro quedaré en la mayor pobreza - contestó  la mujer sollozando -.La
princesa, para calmar el sufrimiento de la señora, le regaló una mazorca y un ladrillo de oro.
También la consoló asegurándole que su querida vaquita estaba sana y salva.
La mujer agradeció a la princesa y salió contenta. Cuando llegó a la puerta, ¡tuvo la gran sorpresa!
- ¡Ahí está mi vaca!
La mujer y el animalito regresaron a su casa.
En la Casa 1028
Había una vez una niña llamada Bella Aurora. Era hija de padres ricos y cariñosos. En aquel tiempo la Plaza de
la Independencia no tenía el monumento a la Libertad, sino una pila al centro. Allí se realizó una gran corrida
de toros.
En segundo lugar salió un toro negro. Luego de mirar a su alrededor se acercó lentamente hacia Bella Aurora,
quien se desmayó del susto. Sus padres la llevaron a curarla del espanto.
Dicen que el toro negro se desesperaba en la plaza. Buscaba a la niña. Al no encontrarla saltó la barrera y se fue
a la casa 1.028. Rompió la puerta de la calle. Subió al corredor. Olfateó por todas partes. Entró al dormitorio de
Bella Aurora. Al ver al toro, ella quiso huir, pero no tuvo fuerzas.
Solo alcanzó a dar un grito fuerte, mientras el toro la embestía. El animal desapareció después. Se hizo humo.
-¿Y los padres de Bella Aurora?
-Lloraron bastante por la muerte de su querida hija.
CONCLUSIONES:
1. Podemos darnos cuenta que la historia de Quito guarda celosamente todas estas tradiciones quiteñas.
2. Se encuentran objetos como el "Gallo de la Catedral" a los que se les escribió estas leyendas y se han
respetado hasta estos días.
3. En las bibliotecas que existen en la ciudad de Quito hay sitios que guardan celosamente todos
los libros que tienen que ver con estas leyendas.
4. Dentro de la ley de estudios del Ministerio de Educación se mantiene dentro de la historia un espacio
pequeño para hablar de estas leyendas. Este espacio se debería ampliar para bien de todos.
5. Aprendí a respetar los mitos que existían antes y que eran completamente respetadas en ese tiempo.
6. Al leer estas leyendas se despierta el interés para concentrarse en averiguar más sobre este tema.
7. Encontramos información de estas leyendas en diferentes medios de comunicación en especial en las
radiodifusoras antiguas como por ejemplo: la radio municipal.
8. En el ámbito religioso se guarda también un respeto muy importante tanto en las iglesias de las
parroquias como los religiosos y religiosas personalmente.
9. Pienso que no debería descuidarse esta parte de la historia de Quito.
10. Encontramos en la ciudad muchos barrios y calles protagonistas de estas leyendas.

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