Modulo 3
Modulo 3
Modulo 3
sociales.
Estructuras
sociales y
realidades
subjetivas
PID_00220751
Juan C. Aceros
CC-BY-SA • PID_00220751 Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...
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Índice
Introducción............................................................................................... 5
Objetivos....................................................................................................... 8
Resumen....................................................................................................... 60
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Actividades.................................................................................................. 63
Bibliografía................................................................................................. 64
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Introducción
Después de intentar (en vano) obtener ayuda de otros conductores, nos dice
García Márquez, “un autobús destartalado” se compadece de María. La mujer
se da cuenta más tarde de que ese autobús –repleto de “mujeres de edades in-
ciertas y condiciones distintas” (p. 100)– es su entrada a la reclusión psiquiá-
trica. Un día después del fallo de su coche, el personaje se encuentra en un
hospital de enfermas mentales del que no saldrá nunca. A partir de su llegada
al establecimiento, los intentos de María por contactar telefónicamente con
su marido serán vistos por el personal de la institución como uno más de sus
delirios.
El relato sobre esta mujer que solo quiere desesperadamente hablar por telé-
fono puede servir de introducción al tema de este módulo que hemos titula-
do “Instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades subjetivas”. En él
aparecen muchos de los temas que desarrollaremos en las páginas que vienen.
Por ejemplo, en “Sólo vine a hablar por teléfono” se vuelve evidente lo impor-
tante que es para el orden social establecer determinadas posiciones y roles.
Es así como, a partir de una conversación con el personal del hospital, María
entiende que ha llegado al lugar equivocado:
María le dijo su nombre con un suspiro de alivio, pero la mujer no lo encontró después
de repasar la lista varias veces. Se lo preguntó alarmada a una guardiana, y ésta, sin nada
que decir, se encogió de hombros.
–De acuerdo, maja –Le dijo la superiora, llevándola hacia su cama con una dulzura de-
masiado ostensible para ser real–, si te portas bien podrás hablar por teléfono con quien
quieras. Pero ahora no, mañana. (García Márquez, 1992, p. 102)
Por el trato recibido, María puede darse cuenta de que se la está ubicando en un
lugar que no es el suyo. Las identidades que la definen fuera de la institución
(por ejemplo, como “esposa” o, simplemente, como persona “normal”) no le
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y el significado que tienen para los internos que los habitan, así como para
toda la sociedad. Pero no nos quedaremos ahí; argumentaremos que existen
formas institucionales mucho más abiertas (como las instituciones de reinven-
ción) y también más complejas (llamadas extituciones). A ellas también de-
dicamos algunos párrafos para aproximarnos a la llamada crisis institucional
que parece aquejar nuestro presente.
El recorrido que hacemos aquí por los estudios sobre instituciones está lejos
de ser una revisión completa de la literatura. El tema es tan importante que
prácticamente todo científico social ha dicho algo sobre él. En el espacio de
este módulo no podemos mencionar todos los trabajos que se han realizado en
este sentido; solo apuntamos algunas cuestiones clave. Otras muchas quedan
necesariamente por desarrollar. La relación entre el orden y la transformación
social es una de ellas. Sin embargo, esto no quiere decir que dicha relación
carezca de relevancia. Así pues, no nos olvidamos de ella y, de hecho, la traba-
jamos a lo largo de todo el módulo. Lo hacemos cuando tratamos el proceso
de institucionalización de la acción colectiva, la dinámica entre lo instituido
y lo instituyente o las prácticas de resistencia en el interior de las instituciones
totales. También incluimos algunos recuadros de contenido complementario
que especifican cómo se trata la relación entre orden y transformación social
en distintas perspectivas.
Objetivos
No existe una sola forma de definir las instituciones. El sociólogo francés Fra-
nçois Dubet (2007) distingue por lo menos tres conceptualizaciones. La pri-
mera (de origen antropológico) entiende las instituciones como prácticas�so-
ciales�rutinarias�o�ritualizadas; así como sistemas�simbólicos que se impo-
nen como “hechos”. Así pues, serían instituciones fenómenos tan variados
como las religiones, las lenguas o las costumbres. Una segunda tradición (fun-
damentada en la ciencia política) define las instituciones como los�marcos�y
procedimientos que aseguran la soberanía y gobiernan la resolución de con-
flictos y la toma de decisiones. Este sería el caso de las constituciones políti-
cas, los parlamentos, los procedimientos de arbitraje, etc. La tercera definición
equipara las instituciones con organizaciones que, a lo largo de su historia,
han ganado legitimidad. Ejemplos de tales instituciones serían las empresas
y las entidades que defienden el interés general. En este apartado del módu-
lo vamos a empezar a adentrarnos en el estudio del fenómeno institucional
proponiendo una definición que rescata elementos de la primera y la terce-
ra conceptualización mencionadas por Dubet. También examinamos algunos
conceptos relacionados con las instituciones: la institucionalización, el orden
instituido y la acción instituyente.
Las instituciones sociales son la forma más duradera y estable de vida social.
Son el fundamento de la sociedad, la forma básica de organización colectiva.
La existencia de instituciones distingue a una comunidad organizada de lo que
sería una masa desorganizada de individuos; de hecho, convierte a la socie-
dad en un sistema coherente, con un propósito racional. En efecto, la palabra
latina institutum significa ‘propósito’, ‘diseño’, ‘plan’, ‘decreto’, ‘instrucción’
o ‘precepto’ (de Pina-Cabral, 2011). En distintas formas de definir las institu-
ciones sociales subyace la idea de que estas sirven a una finalidad y que, de
hecho, existen por y para esta finalidad. Así, las instituciones pueden pensar-
se como una respuesta ordenada común a un problema social específico: una
“solución permanente a un problema permanente” (Tirado y Mora, 2004, p.
152). Algunos autores entienden que las instituciones existen para suplir de-
terminadas necesidades de los miembros de la sociedad. En este sentido, cum-
plen funciones�sociales.
1.2. La institucionalización
Las instituciones son vividas por las personas como fenómenos autónomos,
esto es, como hechos objetivos. Por ejemplo, los centros educativos en los que
hemos sido formados ya estaban fundados antes de que nosotros empezára-
mos a estudiar en ellos. En algunos casos, puede que alguna de tales institu-
ciones ya tuviera siglos de historia cuando decidimos matricularnos en ella
y que su existencia vaya a prolongarse mucho más allá de la nuestra. Como
La�universidad
miembros de la institución, tuvimos que asumir que nuestro comportamiento La universidad, una antigua institución
educativa. Fuente: https://www.flickr.com/
se vería regulado e incluso sancionado con atención a normas y tradiciones photos/dgcomsoc/
De acuerdo con Berger y Luckmann, los signos (un tipo especial de objetiva-
ción) están en el corazón de la institucionalización. Tanto para tipificar la ac-
ción social, como para transmitir las tipificaciones y aprenderlas, los seres hu-
manos necesitan dotarse de sistemas de signos. Entre ellos, el más importante
es el lenguaje:
“El lenguaje objetiva las experiencias compartidas y las hace accesibles a todos los que
pertenecen a la misma comunidad lingüística, con lo que se convierte en base e instru-
mento del acopio colectivo de conocimiento. Además, el lenguaje aporta los medios de
objetivizar nuevas experiencias, permitiendo que se incorporen al acopio de conocimien-
to ya existente, y es el medio más importante para transmitir las sedimentaciones obje-
tivadas y objetivizadas en la tradición de la colectividad de que se trate” (Berger y Luck-
mann, 1986, pp. 91-92).
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Aunque la obra de Berger y Luckmann se centra en la construcción del orden social, tam-
bién es útil para estudiar la acción colectiva y la transformación social. Así, por ejemplo,
Ibarra y Tejerina (1998) defienden que: “Un movimiento social es una institución en la
medida en que está constituido por un conjunto de normas preestablecidas, provenien-
tes de la sedimentación de una memoria y práctica histórica, y que formal o informal-
mente constituye una guía para la acción” (p. 12). En un estudio realizado en Polonia,
Bakuniak y Nowak (1987) han recurrido a la perspectiva de Berger y Luckmann para ex-
plicar cómo, en los ochenta, el sindicato Solidaridad pasó de articular reivindicaciones
económicas a plantear un conflicto de carácter político. Esto requirió el uso público del
universo simbólico ligado a la Iglesia católica, que hasta 1979 había estado relegado a la
esfera de lo privado. Solidaridad aprovecha la visita del papa Juan Pablo II a Polonia para
darle notoriedad a dicho universo y para otorgarle una identidad colectiva a la sociedad
civil mediante los valores y símbolos del catolicismo. Así, logra atribuirle al pueblo una
forma de reconocerse a sí mismo que es opuesta a la asignada por el universo simbólico
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Hasta ahora hemos mencionado que las instituciones siempre tienen una his-
toria de desarrollo que ocurre a lo largo del proceso de institucionalización.
Al examinar este último proceso hemos visto que incluso colectivos que pro-
penden por transformaciones sociales tienden a convertirse en instituciones.
Esto nos lleva a revisar la relación entre el orden social instituido (y aparente-
mente sólido y estable), y el cambio social que lleva a la emergencia de nue-
vas instituciones. Para tal fin proponemos estudiar la relación dialéctica en-
tre lo instituido y lo instituyente. Tales conceptos provienen del pensamiento
sociológico francés de los años setenta. Autores como Cornelius Castoriadis
(1983-1989), Michel Maffesoli (1944), Claude Lefort (1924-2010) o Guy De-
bord (1931-1994) los han utilizado para dar cuenta de la burocratización po-
lítica que parece seguir a toda revolución. Estos autores proponen que, con el
tiempo, el espíritu revolucionario se fosiliza y da paso a la burocratización po-
lítica. La institucionalización da origen al orden�social�instituido mediante
una naturalización paulatina de la norma:
“Lo que inicialmente eran simples reglas de juego, con toda la carga relativa que ello
comporta, tiende a absolutizarse olvidando su carácter mediador respecto a objetivos
concretos. Esta «naturalización» de lo instituido conlleva la fácil desadaptación a la reali-
dad cotidiana, normalmente cambiante. Tal desadaptación finaliza en la esclerosis de la
norma y en la pérdida total de su funcionalidad. Se cumple el deber por el deber, sin
cuestionarse sobre lo fundado o infundado de dicho deber” (Barriga, 1979, p. 26).
El caso de la fiesta
delimitando lo que es real y lo que es ficticio (y, por tanto, lo que puede ser
instituido y lo que no). Los significados sociales imaginarios pueden tener la
forma de imaginario real o de imaginario radical.
Para los defensores de esta perspectiva, el cambio social ocurre muy lentamen-
te; aunque no se descarta la existencia de periodos de transformación rápida
y revolucionaria (disparados por la acumulación de tensiones sociales que no
son adecuadamente absorbidas por el sistema).
“No puede haber una verdadera idea de la estructura sin una verdadera idea sobre su
función. Con el fin de entender cómo se origina y desarrolla una organización, es preciso
entender la necesidad que cubre”. (traducción propia)
“El sistema de signos del que me sirvo para expresar mi pensamiento, el sistema de mo-
nedas que uso para pagar mis deudas, los instrumentos de crédito que utilizo en mis re-
laciones comerciales, [...] funcionan con independencia del empleo que hago de ellos.
[...] He aquí, pues, maneras de obrar, de pensar y de sentir, que presentan la importante
propiedad de existir con independencia de las conciencias individuales. [...] Y estos tipos
de conducta o de pensar no sólo son exteriores al Individuo, sino que están dotados de
una fuerza imperativa y coercitiva, por la cual se le imponen, quieran o no. [...] Yo no
tengo obligación de hablar en francés con mis compatriotas, ni de emplear las monedas
legales; pero me es imposible hacer otra cosa. Si intentara escapar a esta necesidad mi
tentativa fracasaría miserablemente” (p. 83).
Para que las normas se traduzcan en acción coordinada es necesario que los
individuos estén dispuestos a actuar de acuerdo con ellas. Esto puede ocurrir
de muchas maneras: por la fuerza, mediante premios, por habitualización, por
conveniencia o porque las personas consideran las normas como moralmen-
te correctas. Parsons defiende que la internalización es la forma más adecua-
da de integración entre la motivación de los individuos y el sistema cultural.
Gracias a ella, las normas dejan de ser medios para lograr objetivos comunes
y se convierten ellas mismas en fines. De esta manera, llegan a formar parte
de la personalidad y los individuos nos mostramos dispuestos a obedecerlas.
Cuando tal cosa ocurre, no solo actuamos de acuerdo con las normas, sino que
esperamos que los demás también lo hagan. Las normas garantizan la existen-
cia, en las personas, de expectativas mutuas ya que especifican con cierto de-
talle cursos de acción requeridos para determinadas conductas. Con atención
La�justicia
a estas expectativas surgen formas de relación social que están reguladas nor- La justicia, uno de los valores articuladores de
las sociedades democráticas. Fuente: https://
www.flickr.com/photos/aurelien_g
mativamente: patrones de acción coordinada, esto es, instituciones.
A pesar de que el esquema parsonsiano parece dejar muy poco espacio para el cambio
social, Parsons (1970) enuncia cuatro procesos implicados en este fenómeno:
A pesar de que las microsociologías tienen muchas diferencias entre sí, com-
parten algunos rasgos comunes:
1) Que el ser humano lleva a cabo sus acciones en función de lo que la realidad
significa para él.
Los autores que defienden las ideas son variados. Cada uno de ellos desarrolla
su propio programa de investigación a partir de su particular comprensión del
interaccionismo simbólico. Para conocer más a fondo esta microsociología,
vamos a examinar el trabajo de uno de sus precursores, George H. Mead, y un
autor más contemporáneo, Sheldon Stryker.
George H. Mead
las actitudes de los otros hacia dichas actividades” (p. 279). Así, estas respues-
tas son posibles gracias a la capacidad que tienen las personas de anticipar las
respuestas de otros:
Lo anterior no quiere decir que, ante una determinada situación, todos los
miembros de un grupo se comporten igual. Mead sostiene que se producen
“respuestas comunes en formas variadas”. Así, por ejemplo, ante un robo, las
acciones desplegadas por los policías, los fiscales, los jueces y los jurados son
distintas, pero todas contribuyen a un abordaje colectivo del mismo hecho.
Las “variadas formas” de acción no se llevan a cabo desordenadamente, por el
contrario se articulan unas con otras. En el ejemplo del robo, todas ellas reco-
nocen y defienden socialmente la propiedad privada. Cada una de ellas, por
otro lado, puede ser referida por medio de los símbolos que sirven de vehículo
para provocar esas reacciones; términos como robo, propiedad, justicia, etc.
Lo anterior no quiere decir que las personas se conformen con un orden nor-
mativo externo y coercitivo. Si bien Mead reconoce que puedan existir insti-
tuciones sociales opresivas, estereotipadas y ultraconservadoras, defiende que
tales formas de actividad social no son deseables, ni necesarias. En este senti-
do, afirma que las instituciones:
“... necesitan definir las pautas sociales o socialmente responsables de la conducta indi-
vidual, sólo en un sentido sumamente amplio y general, permitiendo ancho margen para
la originalidad, la flexibilidad y la variedad de tal conducta” (p. 280).
Sheldon Stryker
2) Entre los símbolos de los que provee el lenguaje contamos con nombres que
designan posiciones. Se trata de categorías que tipifican a los actores que es
posible encontrar en una sociedad dada: “ricos”, “pobres”, “profesores”, “es-
tudiantes”, “policías”, “delincuentes”, etc. Estas categorías son los componen-
tes de la estructura social. A ellas se les asocian culturalmente determinadas
actitudes y formas de ser y actuar.
Entre las novelas escritas por el escritor y humanista francés François Rabelais
(1494-1553), encontramos La muy horripilante vida del gran Gargantúa. Rabelais,
después de más de una década de monacato, se había secularizado y se había
hecho médico. En Gargantúa nos presenta la Abadía de Thélème, cuyo lema,
lejos del benedictino ora et labora, no es otro que el de “Haz tu voluntad”.
Tal desafío a la norma que ocurre en Thélème se acompaña de una ruptura
con el espacio físico institucional. Esta ruptura nos permite introducir una
comprensión de las instituciones que llama la atención sobre su dimensión
más arquitectónica. Al respecto sostienen Tirado y Mora (2004):
Las instituciones totales encapsulan a los internos tras muros de piedra y rejas
metálicas, en pabellones aislados, patios cerrados y en celdas. Además, exhiben
las siguientes características:
“El futuro interno llega al establecimiento con una concepción de sí mismo que ciertas
disposiciones sociales estables de su medio habitual hicieron posible. Apenas entra, se le
despoja de inmediato del apoyo que éstas le brindan. [...] quiere decir que comienzan
para él una serie de depresiones, degradaciones, humillaciones y profanaciones del yo.
La mortificación del yo es sistemática aunque a menudo no intencionada” (Goffman,
1986, p. 20).
Los procesos mediante los cuales se mortifica al yo son variados. Entre ellos
está el propio aislamiento, así como un conjunto de prácticas de control y de
organización estricta de la vida cotidiana de los internos. La institución define
qué puede hacer la persona, cuándo y cómo, impidiéndole asumir el control
de sus rutinas diarias. Además, lleva a cabo rituales que son experimentados
por la persona como una humillación o una degradación. En la admisión, por
Celda
ejemplo, se le retiran al recién llegado sus efectos personales y estos son reem- La separación con el mundo exterior forma
parte de las prácticas de mortificación del
plazados por ropas y utensilios de aseo que son iguales para todos los internos. yo. Fuente: https://www.flickr.com/photos/
wagnertc
Durante el internamiento el espacio personal es frecuentemente inspecciona-
do, y la vida privada del interno se vuelve objeto de registro y de discusión
pública para el personal del establecimiento. El interno se somete además a
una exposición contaminadora debido al contacto cercano y no deseado con
otros internos, o con lugares y objetos que en otras circunstancias rechazaría.
Antes de 1970, las ciencias sociales habían mostrado poco interés en las ins-
tituciones de encierro. Sin embargo, autores como Goffman contribuyeron a
generar álgidos debates al respecto, motivando nuevas investigaciones. Otro
autor que ha hecho aportaciones al estudio de las instituciones encierro ha si-
do Michel Foucault (1926-1984). En él encontramos un gran interés por trazar
una ontología�del�presente, una historia de la actualidad que dé cuenta de
los diferentes modos como, en nuestra cultura, los seres humanos son consti-
tuidos como sujetos. En esta búsqueda llama su atención el creciente número
de instituciones de encierro que se dedican a la observación y el examen sis-
temático de las personas. Sus obras estudian el poder tal como es ejercido en
tales instituciones (carcelarias, médicas, psiquiátricas, económicas) y su rela- Michel�Foucault�(1926-1984)
Uno de los trabajos más conocidos de Foucault está dedicado a la historia del
castigo y al nacimiento de la prisión. En Vigilar y castigar empieza por exami-
nar las formas de castigo anteriores al siglo XVIII, caracterizadas como prácticas
públicas de tormento físico. Estos castigos extremos eran una respuesta a los
atentados contra la autoridad o la vida del soberano. A partir del siglo XVIII,
sin embargo, ocurre una reforma (teórica) y una reorganización (práctica) del
sistema judicial y penal europeo. El crimen pasa a transformarse en el incum-
plimiento de la ley y en una afrenta contra la sociedad como un todo. Para
lidiar con él empezaron a crearse sistemas de reglas y regulaciones, así como
fuerzas de policía dedicadas a asegurar el cumplimiento de las leyes y a detener
a aquellos que incurrían en infracciones. El uso de procedimientos racionales
para determinar la culpabilidad o la inocencia de los detenidos reemplaza a
las técnicas de tortura con las que, antaño, se buscaban las confesiones.
“lo que generalmente se llama institución es todo comportamiento más o menos forzado,
aprendido; todo lo que en una sociedad funciona como sistema de coacción, sin ser
enunciado, en resumen, todo lo social no-discursivo” (p. 194).
“Resulta sorprendente comprobar lo que ocurre en las prisiones, a donde se envía a los
individuos que han sido juzgados por un tribunal pero que, no obstante ello, caen bajo la
observación de un microtribunal permanente, constituido por los guardianes y el director
de la prisión que, día y noche, los castigan según su comportamiento. El sistema escolar se
basa también en una especie de poder judicial: todo el tiempo se castiga y se recompensa,
se evalúa, se clasifica, se dice quién es el mejor y quién el peor” (Foucault, 1992, p. 123).
Foucault sostiene que existe una fuerte conexión entre poder y saber. Para ser efectivo, el
poder requiere conocimiento acerca de aquellos sobre los que se quiere influir. Por tanto,
las instituciones de secuestro cuentan con prácticas para recoger información sobre los
internos, para estudiar sus características individuales y para compararlas con el conoci-
miento recabado sobre otros. El panoptismo no es solo una forma de poder, sino también
una forma de saber. Foucault (1990) defiende que esto se da de dos maneras: “en una
institución como la fábrica el trabajo del obrero y el saber que éste desarrolla acerca de
su propio trabajo, los adelantos técnicos, las pequeñas invenciones y descubrimientos,
las micro-adaptaciones que puede hacer en el curso de su trabajo, son inmediatamente
anotadas y registradas y, por consiguiente, extraídas de su práctica por el poder que se
ejerce sobre él a través de la vigilancia. Así, poco a poco, el trabajo del obrero es asumi-
do por cierto saber de la productividad, saber técnico de la producción que permitirá
un refuerzo del control. [...] Además de éste hay un segundo saber que se forma de la
observación y clasificación de los individuos, del registro, análisis y comparación de sus
comportamientos. Al lado de este saber tecnológico propio de todas las instituciones de
secuestro, nace un saber de observación, de algún modo clínico, el de la psiquiatría, la
psicología, la psico-sociología, Ia criminología, etc.”.
“El individuo pasa sucesivamente de un círculo cerrado a otro, cada uno con sus leyes:
primero la familia, después la escuela («ya no estás en tu casa»), después el cuartel («ya
no estás en la escuela»), a continuación la fábrica, cada cierto tiempo el hospital y a veces
la cárcel, el centro de encierro por excelencia” (p. 277).
Esta red de poder disperso distingue a nuestras sociedades (llamadas por Fou-
cault sociedades�disciplinarias) de las sociedades antiguas, en las que el poder
tendía a estar localizado en una sola persona o grupo. En la sociedad moderna
el ejercicio del poder es distribuido, se delega en sectores de la sociedad que
previamente no tenían ni autoridad ni influencia.
A pesar de que las instituciones estudiadas por Goffman ya no son tan fre-
cuentes como antes (quedando reservadas a los casos más severos), diferentes
investigadores se han entregado a su estudio en las últimas décadas. Estos au-
tores han resaltado que lo que Goffman denominaba el mundo del interno
es una parte fundamental del ambiente terapéutico. También han estudiado
las relaciones profesionales-pacientes y los vínculos paciente-paciente bajo la
CC-BY-SA • PID_00220751 41 Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...
premisa de que los hospitales psiquiátricos son sistemas sociales cuyo orde-
namiento resulta de negociaciones entre los distintos miembros de la institu-
ción. Algunos investigadores continúan apuntando al impacto negativo de la
institucionalización de las personas. En este sentido, han llamado la atención
sobre el establecimiento de relaciones de dependencia entre los internos y el
establecimiento; así como sobre la generación de una creciente apatía que,
después de largas estancias, hace que los pacientes empiecen a considerar la
institución como su hogar. Finalmente, dentro de esta corriente de estudio de
las instituciones, otros autores han apuntado a la emergencia de nuevos tipos
de establecimientos. La socióloga Susie Scott (2011), por ejemplo, propone la
existencia de lo que ella denomina instituciones�de�reinvención.
“… los miembros son libres de escoger un camino de mejora personal, pero solo dentro
del conjunto de las potenciales identidades ideales que les presentan los discursos insti-
tucionales; discursos que les enseñan qué significa estar recuperado, en forma, o ser au-
téntico” (p. 4, traducción propia).
“En el régimen carcelario, la búsqueda de «penas sustitutorias», al menos para los delitos
menores, y la utilización de collarines electrónicos que imponen al condenado la perma-
nencia en su domicilio durante ciertas horas [...]. En el régimen hospitalario, la nueva
medicina «sin médicos ni enfermos» que localiza enfermos potenciales y grupos de riesgo
[...]. Son ejemplos mínimos, pero que nos permiten comprender mejor lo que hay que
entender por «crisis de las instituciones», es decir, la instalación progresiva y dispersa de
un nuevo régimen de dominación” (p. 286).
La crisis de las instituciones de la que habla Deleuze ha sido apuntada por otros
autores. Así, por ejemplo, Dubet (2007) analiza la institución escolar y argu-
menta que la educación –tradicionalmente fundada en valores considerados
“universales” y “sagrados” (la razón, el progreso, la ciencia), en la “vocación”
docente, en la escuela como “santuario” separado de la sociedad, y en la dis-
ciplina– se enfrenta hoy a una multiplicación de formas de vida alternativas,
la transformación de la docencia en una profesión para la que se puede o no
ser competente y eficaz, la masificación de las aulas y la irrupción de los pro-
blemas sociales en el interior de sus muros, y la afirmación de la autonomía
individual del estudiante. Esto ha llevado a los actores educativos a vivenciar
una crisis que, sin embargo, no es sino “la transformación de las instituciones
enfrentadas a un mundo más moderno” (Dubet, 2007, p. 64).
CC-BY-SA • PID_00220751 43 Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...
“Una clase tradicional es más o menos estable porque reúne a un número determinado
de personas en un lugar concreto; construida con materiales sólidos, como la escuela,
es una institución, mientras que si es virtual, fluctúa su figura espacial y el número de
personas que reúne, de tal manera que su plan, siempre diferente, es el mismo a pesar de
todo: es como el velero de Teseo, estable pero siempre nuevo” (Serres, 1994, en Tirado
y Domènech, 2001, p. 201).
Las extituciones siguen haciendo uso de una vigilancia, pero llevada a cabo de
manera discreta, abierta y continua. Para tal fin, promueven prácticas como:
“A medida que el usuario viaja por las redes, los algoritmos pueden estriar topológica-
mente sus datos de navegación, colocando ciertos artefactos web en determinadas cate-
gorías (por ejemplo, de género). El hecho de que el usuario X visite la web CNN.com
sugerirá que X puede ser categorizado como hombre. Un dato adicional puede apoyar
o resignificar la categorización de X. Si X visita más páginas como CNN.com, la mascu-
linidad de X se verá estadísticamente reforzada, añadiendo confianza a la medida de X
en tanto que hombre” (p. 169).
Las tecnologías mediante las que se lleva a cabo la vigilancia en las actuales
sociedades de control son distintas de otros métodos de vigilancia. En este
sentido, Introna y Wood (2004) proponen distinguir tecnologías silenciosas,
como los algoritmos que hemos mencionado, de tecnologías salientes, como
podría ser el mismo panóptico. En la siguiente tabla los autores resumen las
diferencias entre ambos tipos de técnicas de vigilancia:
Para trazar unas coordenadas que nos permitan ubicar la relación entre insti-
tuciones y subjetividad, podemos partir de la macrosociología. ¿Cómo entien-
den los macrosociológicos esta relación? Para ellos las instituciones preexisten
a las personas y se les imponen como hechos. Así mismo, los individuos exis-
ten antes de las instituciones en calidad de estructuras psicológicas. El estudio
de estas estructuras (y sus procesos) ha interesado a la sociología desde sus
orígenes. Autores como Durkheim o Weber dedicaron algunas de sus obras a
fenómenos individuales (como el duelo o el placer artístico). Sin embargo, el
nivel de análisis individual se ha considerado como secundario o redundante
en relación con el interés de la teoría social por la sociedad como un todo
(Martucelli, 2007).
“La institución establece que las acciones del tipo X sean realizadas por actores del tipo
X. Por ejemplo, la institución de la ley establece que las cabezas se corten de maneras
específicas en circunstancias específicas, y que las corten tipos específicos de individuos
(por ejemplo, verdugos..., o los que hayan sido designados por un oráculo)” (p. 76).
Dichos roles pasan a formar parte de los recursos simbólicos con los que las
personas dan sentido y objetivizan partes de su propio self. Esto es, las personas
empiezan a pensar y hablar sobre sí mismas, además de actuar, a partir de su
identificación con los roles que ejercen. Tal idea ha llegado a un alto nivel de
desarrollo en la teoría de la identidad que nos propone Stryker (1980), desde
el interaccionismo simbólico. Para este autor, el lenguaje nos provee de nom-
bres para las distintas posiciones y roles sociales que pueden encontrarse en la El�“vendedor”�y�sus�“clientes”
El “vendedor” y sus “clientes”: diariamente
sociedad. Cada vez que interactuamos con otras personas recurrimos a estos designamos posiciones a otros y también
a nosotros mismos. Fuente: https://
nombres. Lo hacemos cuando categorizamos a los demás, pero también cuan- www.flickr.com/photos/devinish
Psique y sociedad
Los autores interesados por la dinámica instituido-instituyente también postulan una re-
lación dialéctica entre personas e instituciones. Castoriadis defiende que los seres huma-
nos venimos al mundo como mónadas�psicológicos, como seres egocéntricos. Nuestra
psique es un flujo de representaciones imaginarias que no necesariamente contribuyen a
la supervivencia, por cuanto no están ligadas a necesidades biológicas. Los seres humanos
solo nos volvemos aptos para la vida cuando las instituciones rompen esa mónada psi-
cológica, socializándola. Al respecto, dice Tomás Ibáñez (2005, p. 116) que “la sociedad
constriñe la psique, la obliga a desplazar sus investiduras desde sus objetos predilectos
hacia objetos propiamente sociales [...] le enseña la necesidad de mediaciones para la
obtención del placer y limita el desorbitado poder de representación que la caracteriza”.
Sin embargo, es ese “poder de representación” (la imaginación) el que permitirá que se
creen nuevas instituciones sociales mediante la acción instituyente. Así pues, para que se
despliegue el imaginario social radical no bastan individuos de cualquier tipo, se requie-
ren individuos socializados.
Para Stryker, no tenemos una identidad sino muchas. Una misma persona
puede tener tantas identidades como roles ejerce en su día a día. El self es la
forma como cada persona organiza jerárquicamente sus identidades. Así pues,
el self es polifacético, está compuesto por un gran número de roles internali-
zados interdependientes y, en ocasiones, contradictorios. La estructura del self
es tan compleja como la misma sociedad y, de hecho, responde a ella (a las
obligaciones que las personas, en virtud de sus roles, tienen cuando interac-
túan con otras). Ahora bien, como en una situación dada solo determinados
roles son importantes, algunas identidades serán más relevantes que otras. La
persona elegirá entre ellas, de acuerdo con las demandas estructurales y con
la jerarquía�de�saliencia, las que gobernarán su comportamiento.
CC-BY-SA • PID_00220751 49 Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...
Hemos dicho que para Mead el self es proceso, pero también estructura. Al
respecto de este último punto, es ampliamente conocida la conceptualización
del autor según la cual el self está compuesto por el yo y el mi. El “mi” es el
conjunto de actitudes organizadas que las personas tenemos sobre nosotros y
que hemos internalizado. Gracias al “mi” las personas podemos anticipar las
respuestas que los demás pueden tener ante nuestras acciones. El “yo”, por
otro lado, es el sujeto activo que reacciona de manera peculiar e imprevisible
a las actitudes que otras personas (los “otros significativos”) o la sociedad en
su conjunto (el “otro generalizado”) tienen de nosotros. Esta instancia del yo
organiza de modo idiosincrático el conjunto de significados que integran el
“mi”.
Los discursos definen lo que es posible y deseable hacer, pensar, sentir y ser
en un momento histórico dado. Por esto mismo, delimitan e instituyen las
subjetividades que efectivamente existen en dicho periodo. Las personas solo
podemos reconocernos y actuar en tanto que sujetos con atención a los dis-
cursos imperantes. A manera de ejemplo, podemos citar a Margaret Walshaw
(2007) cuando, a propósito de los discursos de la efectividad en el contexto
educativo, sostiene:
“Los discursos alrededor del «maestro efectivo» proveen a los profesores de identidades
con las que pueden llegar a ser reconocidos por otros. Quizá más importante para quienes
trabajan en educación es que tales identidades permiten que los maestros se reconozcan
a sí mismos” (p. 19, traducción propia).
Foucault se pregunta por los discursos que hacen posible que las personas sean
de una determinada manera y no de otra. Le interesan especialmente aquellos
que nos constituyen como sujetos cognoscentes y capaces de conocernos a
nosotros mismos. Su foco está en encontrar las condiciones históricas que ha-
cen posible la existencia de tales sujetos. Para referirse a dicha cuestión, utili-
za el concepto de subjetivación. Por subjetivación se entiende el proceso me-
diante el cual los individuos se apropian de los discursos que reclaman su de-
finición en tanto que sujetos. Esto ocurre, por ejemplo, con ayuda del régimen
de vigilancia y corrección de las instituciones cerradas. Mediante el panoptis-
mo, los establecimientos de secuestro implican a las personas en un proceso
de autorregulación. Quienes están bajo un régimen de este tipo terminan por
asumir las limitaciones que impone la institución, participando activamente
en su propia sujeción.
La búsqueda del origen de las tecnologías del yo puede llevarnos muy lejos
en la historia. Foucault se concentra en su desarrollo desde las civilizaciones
griega y romana hasta los principios de la cristiandad. En dicho contexto so-
ciohistórico, las tecnologías del yo están presentes en diferentes escenarios,
como la medicina, la educación, la política y la religión, y se llevan a cabo
mediante tres ejercicios (Foucault, 1994b):
Las ideas foucaultianas sobre la subjetivación han abierto la puerta a una gran
cantidad de estudios sobre este tema. Para finalizar este módulo queremos
llamar la atención sobre los trabajos que Nikolas Rose ha realizado acerca de
los discursos y prácticas mediante las que se instituyen los sujetos en nuestra
contemporaneidad.
CC-BY-SA • PID_00220751 55 Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...
Desde el siglo XIX y hasta la primera mitad del siglo XX las ciencias sociales
establecieron “lo social” como un dominio innegable de la realidad. La socie-
dad –como ente orgánicamente unificado– se convirtió no solo en una enti-
dad objetivamente avalada por la ciencia, sino también en algo que podía ser
ordenado activamente en el marco de los estados-nación. De esta manera, los
colectivos humanos se integraron en una unidad social territorializada que
podía gobernarse con atención a intereses de protección, justicia y solidaridad
social, mediante políticas sociales, servicios sociales, seguridad social, etc. Sin
embargo, de acuerdo con Rose (2007), esto está cambiando. A medida que la
globalización debilita la idea de una “economía nacional” y que se proponen
críticas al estado del bienestar, la “sociedad” pierde su importancia como he-
rramienta para pensar, organizar e intervenir la experiencia individual y co-
lectiva. En consecuencia, emerge una era postsocial en la que el control de
las poblaciones se lleva a cabo mediante nuevas formas de gubernamentali-
dad. Concretamente, mediante tecnologías del yo que operan en el interior
de nuestras relaciones de obligación mutua, en el interior de las comunidades
a las que pertenecemos.
Las comunidades son “esas redes de lealtad con las que uno mismo
se identifica existencial, tradicional, emocional o espontáneamente, en
apariencia, más allá y por encima de cualquier valoración calculada, ba-
sada en el propio interés” (Rose, 2007, p. 122). Todos estamos ligados a
diferentes comunidades por parentesco (como la familia), residencia (el
barrio), dificultades compartidas (grupos de pacientes, víctimas, afecta-
dos), afinidad moral (grupos religiosos, movimientos sociales, etc.) o
estilos de vida.
En el contexto de la crisis de “lo social”, los sujetos son individuos que asu-
men su propio desarrollo y autogobierno. Su responsabilidad moral ya no es la
de los ciudadanos con respecto al Estado, sino la de personas comprometidas
consigo mismas y con los seres con quienes están asociadas. Existe una “ética
nueva del actor individualizado y autonomizado, cada uno de los cuales tiene
ataduras únicas, localizadas y específicas con [...] una comunidad moral parti-
cular” (Rose, 2007, p. 121). Las actuales políticas y programas de fomento del
empleo son un ejemplo de esta tendencia. Estos intervienen en el nivel de la
conducta de la persona en paro: consideran al parado como un buscador de
empleo y lo comprometen a asegurar su empleabilidad, a buscar activamente
trabajo y a evitar la caída en el desempleo (Rose, 2007). Por esta vía:
“... cada individuo es interpelado como un aliado del éxito económico a través del rease-
guro de que invierta en la gestión, presentación, promoción y realce de su capital econó-
mico, como una aptitud de sí y como proyecto para toda la vida” (p. 128).
“Muchas, si no todas las reivindicaciones hechas por los productos neuro que aseguran
mejorar nuestras capacidades mentales mediante la estimulación cerebral no tienen base
en la investigación, sin embargo apelan a creencias culturales de larga data según las
cuales las capacidades mentales son como las capacidades físicas y pueden ser mejoradas
mediante el ejercicio, el entrenamiento y un control ascético sobre el cuerpo” (Rose y
Abi-Rached, 2013, p. 24, traducción propia).
Resumen
En la primera parte de este módulo hemos afirmado que existen muchas ma-
neras de entender lo que son las instituciones. Sin embargo, nos hemos arries-
gado a proponer una definición de trabajo, como sigue: “proponemos enten-
der por institución aquellos aspectos culturales de orden normativo, estruc-
turado y propositivo que se expresan a través de formas recurrentes de orga-
nización de la acción social”. Se entiende así que el fenómeno institucional
tiene tanto una dimensión simbólica (cultural), como una dimensión social
(organizacional). Distintos autores pondrán el acento, de manera diferente, en
cada una de estas dimensiones, o en sus interrelaciones.
La segunda parte del módulo nos muestra que existen dos perspectivas desde
las que es posible entender las instituciones: la macrosociología y la microso-
ciología. La macrosociología bebe de la sociología clásica y nos presenta una
idea teórica de la sociedad como una gran estructura o sistema compuesto por
distintas instituciones que contribuyen a la cohesión y el orden social. Los
macrosociólogos defienden que los individuos son simples receptores de las
características del sistema social, y no creadores o determinantes de este. Pa-
ra esta perspectiva sociológica, las instituciones se imponen a los individuos
como “hechos”, con independencia de la voluntad personal. Por otro lado, la
microsociología reconoce un papel más importante a los individuos, y sostie-
ne que todos participamos en la construcción de la realidad institucional. Los
microsociólogos se preocupan menos por desarrollar teorías sobre la sociedad,
y dedican su atención a entender cómo las personas utilizan el lenguaje y la
cognición para organizar la acción social cotidiana. Para los microsociólogos
las instituciones son constantemente creadas, organizadas, cuestionadas y re-
paradas durante nuestras interacciones.
Actividades
Para finalizar este módulo os proponemos algunas actividades de reflexión que os permitirán
relacionar los contenidos expuestos con la vida cotidiana. Para cada una de las actividades
propuestas, procurad exponer clara y abiertamente vuestros argumentos y opiniones, funda-
mentándolos en conceptos vistos en el módulo.
1. Con una cámara fotográfica, o con vuestro teléfono móvil, capturad tres imágenes que a
vuestro juicio representen instituciones sociales. Describid el contenido de las imágenes y
responded a las siguientes preguntas:
2. Buscad en un periódico de vuestra elección dos noticias que presenten ejemplos de ins-
tituciones sociales. Una de las noticias debe referirse claramente a una o varias institucio-
nes entendidas desde un punto de vista macrosociológico. La otra debe incluir uno o varios
ejemplos de instituciones sociales en un sentido microsociológico. A continuación:
3. Observad una película cuyo argumento se desarrolle en el interior de una institución total
o de secuestro. Identificad en la historia por lo menos tres de los siguientes fenómenos y
justificad vuestra respuesta:
4. Buscad en internet un programa o campaña que fomente una de las siguientes cuestiones:
a) el emprendimiento, b) el empoderamiento comunitario, o c) el autocuidado en salud. Con
la información que podáis recabar, responded a las siguientes preguntas:
• ¿Cuál es el papel que desempeña el individuo en las actividades propuestas por el pro-
grama o la campaña? ¿Cuál es su aportación al bien común?
• ¿La persona debe llevar a cabo algún tipo de actividad sobre sí misma y sus redes comu-
nitarias? ¿Cuáles son dichas actividades? ¿Podríamos decir que son tecnologías del yo?
Justificad vuestra respuesta.
• ¿Qué discursos expertos se utilizan para definir a la persona? ¿Son discursos psicológicos,
neurológicos o de otro tipo? Ejemplificad vuestra respuesta con extractos que representen
los discursos expertos que encontréis.
CC-BY-SA • PID_00220751 64 Las instituciones sociales. Estructuras sociales y realidades...
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