Libro Filosofia Amor Pedagogia
Libro Filosofia Amor Pedagogia
Libro Filosofia Amor Pedagogia
Escuela de Educación, Centro de Investigaciones Educativas, Edif. Trasbordo, P.B., Ciudad Universitaria de Caracas.
Apartado de correos Nº 47561-A, Los Chaguaramos. Caracas c.p.1051. Tf. 605-2953
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PRESENTACIÓN
La enseñanza es camino de diálogo, camino que se abre constantemente en la figura del
preguntar y responder sin trampas, es decir, sin que el que pregunte sepa la respuesta y manipule al
interlocutor para que responda lo que se quiere, y por la otra parte, sin que el que responda lo haga
desde el acomodarse, “adaptarse” a una forma que no le permita pensar. Así, las interrogantes
pretenden aguijonear al otro, llámese estudiante, alumno, interlocutor, para provocar unas
respuestas que éste puede estimar correctas pero que pueden no serlo. Y es aquí en donde puede
entrar en la escena del diálogo la ironía de Sócrates como método para mostrar el error.1 Para,
mediante esta vía, intentar encaminar al estudiante a la sabiduría de camino a la propia reflexión.
Pensar filosóficamente supone el preguntar, preguntar-se, situados en una circunstancia
(histórica, cultural, social y política) por asuntos como el arte, el amor y la pedagogía en la
búsqueda de posibles respuestas acertadas o erradas. Todas provisionales, todas en un “hasta que se
demuestre lo contrario”, en un afán de ensayar y posiblemente errar en tono de Simón Rodríguez.
Los asuntos que nos ocupan en esta obra se orientan, grosso modo, hacía preguntas de corte:
éticas, estéticas, políticas y pedagógicas desde unas perspectivas filosóficas de orientación, no
exclusivamente, fenomenológico-hermenéuticas-críticas. En la búsqueda de un pensamiento, otro,
distinto, divergente, en una palabra emancipadora. Un pensamiento que contribuya a una acción de
renovación de estructuras académicas anquilosadas en tradiciones de pensamiento quietas,
conservadoras y de perspectivas de instrumentación de un hacer académico marcado por un
racionalismo instrumental, medios fines, tan lastimoso en el ámbito universitario venezolano y
latinoamericano. Hacer, crear, proponer, transformar una academia abúlica, anómica, que nos
permita la formación de una identidad narrativa, en tono de Ricoeur, individual y colectiva, para
estudiar las bases del pensamiento latinoamericano vertido en el quehacer filosófico, artístico,
literario y pedagógico, y desde ellas atreverse a imaginar, en diálogo con el pensamiento europeo y
norteamericano, y a construir una vida social y política distinta.
Nos ocupa también, un hacer de relaciones conjuntivas entre filosofía, arte, amor y pedagogía
para tratar de proponer, en alguna medida, nuevas formas de vivir y de pensar; por cuanto se
entiende que hacer filosofía no es un repetir a los filósofos y a la historia de la filosofía al uso; sino
un filosofar afirmativo y creador, el ensayar y errar de Rodríguez, de otras formas de pensar y de
actuar. Así, el pensar y el relacionar e implicar filosofía, arte, amor y pedagogía, son entendidos
también como de resistencia afirmativa, donde la persona de carne y hueso, al decir de Unamuno, es
capaz de develar la potencia de su pensamiento transformador y de afincarse en un pensamiento
crítico y propositivo.
De igual modo, habitar un espacio-tiempo de filosofías del arte, el amor y la pedagogía nos
conciernen vitalmente, nos implica, nos toca de cerca. Y representó el acicate para participar en un
espacio de reflexión como el simposio denominado Filosofías del arte, el amor y la pedagogía que
1
En un pasaje del Teeteto de Platón, Sócrates dirigiéndose a Teeteto (o Teetetes) le dice que su método es
muy similar al de su madre Fenaretes, y que ella había sido comadrona. Leamos lo que agrega: “Mi arte
mayéutica tiene las mismas características generales que el arte [de las comadronas]. Pero difiere de él en que
hace parir a los hombres y no a las mujeres, y en que vigila las almas, y no los cuerpos, en su trabajo de parto.
Lo mejor del arte que practico es, sin embargo, que permite saber si lo que engendra la reflexión del joven es
una apariencia engañosa o un fruto verdadero”. (Teeteto, 150 b-c). La ironía se orienta al sujeto para
mostrarle el error de lo que cree verdadero o cree saber. Entre tanto, la mayéutica se orienta al que se asume
ignorante sin en realidad serlo.
Gregorio Valera-Villegas
Compilador
Claribel Pereira
Universidad Central de Venezuela, Venezuela. [email protected]
1.- PRESENTACIÓN
Para Arquímedes, el yo era una verdad primera, debido justamente a su indubitabilidad, por
ello, era su apoyo inmóvil y firme, donde podía ‘palanquear’ el mundo. El yo, en esta sociedad del
siglo XXI, arrojado al mundo del desacierto de sí por el giro lingüístico y la pragmática del
lenguaje, ha llevado a que conocerse a sí mismo ya no sea un constituyente; sino por el contrario, se
define y conceptualiza en lo constituido; caracterizado por un acceso mediado y limitado hacia sí
mismo. En esta realidad, el otro, que es el componente fundamental de mi comprensión, de mi
exégesis se vuelve mi mediador con el mundo. Me re-encuentro mediante su mediación. Me re-
conozco en la medida en que lo conozco. Y ese conocer es alter-idad, otra identidad que me permite
mi ipseidad. Una ¿posible? Pedagogía contemporánea que me permita re-encontrarme en lo glocal,
mediatizada (quiéralo o no) por el mundo de los mass media, de la globalización; pero también de la
pluralidad que significa el mundo de vida desde lo local, desde lo regional, desde la mundanidad
diaria, sentida y vivida. Que posibilite pensar-me en el encuentro con ese otro. De esos elementos,
abordará esta narrativa filosófica-pedagógica; dentro de una postura epistemológica de la
hermenéutica postmoderna.
La tercera resignación
Gabriel García Márquez
Allí estaba otra vez ese ruido. Aquel ruido frío, cortante, vertical, que ya tanto conocía pero
que ahora se le presentaba agudo y doloroso, como si de un día a otro se hubiera
desacostumbrado a él.
Le giraba dentro del cráneo vacío, sordo y punzante. Un panal se había levantado en las
cuatro paredes de su calavera. Se agrandaba cada vez más en espirales sucesivas, y le
golpeaba por dentro haciendo vibrar su tallo de vértebras con una vibración destemplada,
desentonada, con el ritmo seguro de su cuerpo. Algo se había desadaptado en su estructura
material de hombre firme; algo que las otras veces había funcionado normalmente y que
ahora le estaba martillando la cabeza por dentro con un golpe seco y duro dado por unos
huesos de mano descarnada, esquelética, y le hacía recordar todas las sensaciones amargas
de la vida. Tuvo el impulso animal de cerrar los puños y apretarse la sien brotada de arterias
azules, moradas, con la firme presión de su dolor desesperado. Hubiera querido localizar
entre las palmas de sus dos manos sensitivas el ruido que le estaba taladrando el momento
con su aguda punta de diamante. Un gesto de gato doméstico contrajo sus músculos cuando
lo imaginó perseguido por los rincones atormentados de su cabeza caliente, desgarrada por la
fiebre. Ya iba a alcanzarlo. No. El ruido tenía la piel resbaladiza, intangible casi. Pero él
estaba dispuesto a alcanzarlo con su estrategia bien aprendida y apretarlo larga y
definitivamente con toda la fuerza de su desesperación. No permitiría que penetrara otra vez
por su oído; que saliera por su boca, por cada uno de sus poros o por sus ojos que se
desorbitarían a su paso y se quedarían ciegos mirando la huida del ruido desde el fondo de su
desgarrada oscuridad. No permitiría que le estrujara más sus cristales molidos, sus estrellas
de hielo, contra las paredes interiores del cráneo. Así era el ruido aquel: interminable como
el golpear de la cabeza de un niño contra un muro de concreto. Como todos los golpes duros
dados contra las cosas firmes de la naturaleza. Pero ya no le atormentaría más si pudiera
cercarlo, aislarlo. Ir cortando contra su propia sombra la figura variable. Y agarrarlo.
Apretarlo ahora sí definitivamente, arrojarlo con todas sus fuerzas contra el pavimento y
pisotearlo con ferocidad hasta cuando ya no pudiera moverse verdaderamente, hasta cuando
pudiera decir, jadeante, que había dado muerte al ruido que lo atormentaba, que lo
enloquecía y que ahora estaba tirado en el suelo como cualquier cosa común convertido en
un muerto integral.
Pero le era imposible apretarse las sienes. Sus brazos se habían reducido y eran ahora los
brazos de un enano; unos brazos pequeños, regordetes, adiposos. Trató de sacudir la cabeza.
La sacudió. El ruido apareció entonces con mayor fuerza dentro del cráneo que se había
endurecido, agrandado y que se sentía atraído con mayor fuerza por la gravedad. Estaba
pesado y duro aquel ruido. Tan pesado y duro que de haberlo alcanzado y destruido habría
tenido la impresión de estar deshojando una flor de plomo.
Había sentido ese ruido “las otras veces”, con la misma insistencia. Lo había sentido, por
ejemplo, el día en que murió por primera vez. Cuando —ante la vista de un cadáver— se dio
cuenta de que era su propio cadáver. Lo miró y se palpó. Se sintió intangible, inespacial,
inexistente. Él era verdaderamente un cadáver y estaba sintiendo ya, sobre su cuerpo joven y
enfermizo, el tránsito de la muerte. La atmósfera se había endurecido en toda la casa como si
hubiera sido rellena de cemento, y en medio de aquel bloque —en el que había dejado los
objetos como cuando era una atmósfera de aire— estaba él, cuidadosamente colocado dentro
del ataúd, de un cemento duro pero transparente. Aquella vez, en su cabeza estaba también
“ese ruido”. Qué lejanas y qué frías sentía las plantas de sus pies, allá, en el otro extremo del
los ratones. Al fin y al cabo podría seguir viviendo con su esqueleto. Lo que lo atormentaba
era el terror innato que sentía hacía esos animalitos. Se le erizaba la piel con sólo pensar en
esos seres velludos que recorrían todo su cuerpo, que penetraban por los pliegues de su piel y
le rozaban los labios con sus patas heladas. Uno de ellos subió hasta sus párpados y trató de
roer su córnea. Le vio grande, monstruoso, en su lucha desesperada por taladrarle la retina.
Creyó entonces una nueva muerte y se entregó, todo entero, a la inminencia del vértigo.
Recordó que había llegado a la mayor edad. Tenía veinticinco años y eso significaba que no
crecería ya más. Sus facciones se volverían firmes, serias. Pero cuando estuviera sano no
podría hablar de su infancia. No la había tenido. La pasó muerto.
Su madre había tenido meticulosos cuidados durante el tiempo que duró la transición de la
infancia a la pubertad. Se preocupó por la higiene perfecta del ataúd y de la habitación en
general. Cambiaba frecuentemente las flores de los jarrones y abría las ventanas todos los
días para que penetrara el aire fresco. ¡Con qué satisfacción miró la cinta métrica en aquel
tiempo cuando, después de medirlo, comprobaba que había crecido varios centímetros! Tenía
la maternal satisfacción de verlo vivo. Cuidó asimismo de evitar la presencia de extraños en
la casa. Al fin y al cabo era desagradable y misteriosa la existencia de un muerto por largos
años en una habitación familiar. Fue una mujer abnegada. Pero muy pronto empezó a decaer
su optimismo. En los últimos años la vio mirar con tristeza la cinta métrica. Su niño no
crecía ya más. En los meses pasados no progresó el crecimiento un milímetro siquiera. Su
madre sabía que iba a ser difícil ahora encontrar la manera de advertir la presencia de la vida
en su muerto querido.
Tenía el temor de que una mañana amaneciera “realmente” muerto y tal vez por eso aquel
día él pudo observar que se acercaba a su caja discretamente, y olfateaba su cuerpo. Había
caído en una crisis de pesimismo. Últimamente descuidó las atenciones y ya ni siquiera tenía
la precaución de llevar la cinta métrica. Sabía que ya no crecería más.
Y él sabía que ahora estaba “realmente” muerto. Lo sabía por aquella apacible tranquilidad
con que su organismo se dejaba llevar. Todo había cambiado intempestivamente. Los latidos
imperceptibles que sólo él podía percibir se habían desvanecido ahora de su pulso. Se sentía
pesado, atraído por una fuerza reclamadora y potente hacia la primitiva sustancia de la tierra.
La fuerza de gravedad parecía atraerlo ahora con un poder irrevocable. Estaba pesado como
un cadáver positivo, innegable.
Pero estaba más descansado así. Ni siquiera tenía que respirar para vivir su muerte.
Imaginariamente, sin tocarse, recorrió uno a uno cada uno de sus miembros. Allí sobre una
almohada dura, estaba su cabeza levemente vuelta hacia la izquierda. Imaginó su boca
entreabierta por la delgada orilla de frío que le llenaba la garganta de granizo.
Estaba tronchado como un árbol de veinticinco años. Quizá trató de cerrar la boca. El
pañuelo que había apretado a su quijada estaba flojo. No pudo colocarse, componerse, tomar
una “pose” siquiera para parecer un muerto decente. Ya los músculos, los miembros, no
acudían como antes, puntuales al llamado de su sistema nervioso. Ya no era el de dieciocho
años atrás, un niño normal que podía moverse a gusto. Sintió sus brazos caídos, tumbados
para siempre, apretados contra las paredes acojinadas del ataúd. Su vientre duro como una
corteza de nogal. Y más allá las piernas íntegras, exactas, complementando su perfecta
anatomía de adulto. Su cuerpo reposaba con pesadez pero apaciblemente, sin malestar
alguno, como si el mundo se hubiera detenido de repente y nadie interrumpiera el silencio;
como si todos los pulmones de la tierra hubieran dejado de respirar para no interrumpir la
liviana quietud del aire. Se sentía feliz como un niño bocarriba sobre la hierba fresca y
apretada contemplando una nube alta que se aleja por el cielo de la tarde. Era feliz aunque
sabía que estaba muerto, que reposaba para siempre en la caja recubierta de seda artificial.
Del grillo que se había quedado en el rincón y seguía cantando, creyendo que aún duraba la
madrugada.
Todo le negaba su muerte. Todo menos el “olor”. Pero, ¿cómo podía saber que ese olor era
suyo? Tal vez su madre había olvidado el día anterior cambiar el agua de los jarrones, y los
tallos estaban pudriéndose. O tal vez el ratón que el gato había arrastrado hasta su pieza se
descompuso con el calor. No. El “olor” no podía ser de su cuerpo.
Hacía unos momentos estaba feliz con su muerte, porque creía estar muerto. Porque un
muerto puede ser feliz con su situación irremediable. Pero un vivo no puede resignarse a ser
enterrado vivo. Sin embargo, sus miembros no respondían a su llamado.
No podía expresarse y era eso lo que le causaba terror; el mayor terror de su vida y de su
muerte. Lo enterrarían vivo. Podría sentir. Darse cuenta del momento en que clavaran la
caja. Sentiría el vacío del cuerpo suspendido en hombros de los amigos, mientras su angustia
y su desesperación se irían agrandando a cada paso de la procesión.
Inútilmente tratará de levantarse, de llamar con todas sus fuerzas desfallecidas, de golpear
por dentro del ataúd oscuro y estrecho para que supieran que aún vivía, que iban a enterrarlo
vivo. Sería inútil; allí tampoco responderían sus miembros al urgente y último llamado de su
sistema nervioso.
Oyó ruidos en la pieza contigua. ¿Estaría dormido? ¿Habría sido una pesadilla toda esa vida
de muerto? Pero el ruido de la vajilla no continuó. Se puso triste y quizá tuvo disgusto por
ello. Hubiera querido que todas las vajillas de la tierra se quebraran de un solo golpe, allí a
su lado, para despertar por una causa exterior, ya que su voluntad había fracasado.
Pero no. No era un sueño. Estaba seguro de que de haber sido un sueño no habría fallado el
último intento de volver a la realidad. Él no despertaría ya más. Sentía la blandura del ataúd
y el “olor” había vuelto ahora con mayor fuerza; con tanta fuerza que ya dudaba de que era
su propio olor. Hubiera querido ver allí a sus parientes antes de que comenzara a deshacerse
y el espectáculo de la carne putrefacta les produjera asco.
Los vecinos huirían espantados del féretro con un pañuelo en la boca. Escupirían. No. Eso
no. Era mejor que lo enterraran. Era preferible salir de “eso” cuanto antes. Él mismo quería
ahora deshacerse de su propio cadáver. Ahora sabía que estaba verdaderamente muerto o al
menos inapreciablemente vivo. Daba lo mismo. De todos modos persistía el “olor”.
Resignado oiría las últimas oraciones, los últimos latinajos mal respondidos por los acólitos.
El frío lleno de polvo y de huesos del cementerio penetrará hasta sus huesos y tal vez disipe
un poco ese “olor”. Tal vez — ¡quién sabe!— la inminencia del momento le haga salir de ese
letargo. Cuando se sienta nadando en su propio sudor, en un agua viscosa, espesa, como
estuvo nadando antes de nacer en el útero de su madre. Tal vez entonces esté vivo.
Pero estará ya tan resignado a morir, que acaso muera de resignación.
Lector, no olvidemos nuestros sentires; pero agreguemos a nuestros pensares que éste es un
cuento que se textura en el magma de la erupción de la modernidad. Del fracaso en Europa de una
concepción de razón (tecno-instrumental), que desdibujó lo humano como condición; y de una
América Latina invadida por el estupor del vaho de la serpiente europea, que nos hacía creer que el
orden y el progreso era allá, y nosotros, que éramos bárbaros deberíamos perseguir esos ideales. Sin
percibir que en realidad, estábamos bajo la ceguera, no sólo epistemológica: sino sobre todo de
orden social, cultural e histórico. Perdíamos nuestra identidad.
El protagonista, vamos a nombrarlo como el muerto-vivo; ese ser que hasta sus veinticinco
años de edad era un yo en el sentido señalado por Arquímedes, una verdad primera sustentado
justamente en que era indubitable, “era” aun “ante la muerte”, por ello su yo-inmóvil (inerte, casi
REFERENCIAS
Allen, W. (2007). Sin plumas, Barcelona, TusQuets editores.
Arendt, H. (2005). La condición humana, Barcelona, Paidós.
Bárcena, F. y Mèlich, J. C. (2004). La educación como acontecimiento ético: Natalidad, narración
y hospitalidad, Barcelona, Paidós.
Beck, U. (1996). Teoría de la sociedad de riesgo. En: Beriain, J. (comp.) (1996). Las
consecuencias perversas de la modernidad, Barcelona, Anthropos.
Eco, U. (2007). Historia de la Fealdad. Barcelona, Lumen.
2
Esto es lo que denomino pedagogía de la alteridad. Nota propia.
García Márquez, G. (1974). La tercera resignación. En: García Márquez, G. Ojos de Perro Azul,
Buenos Aires, Edit. Sudamericana.
Giddens, A. (1996). Modernidad y Autoidentidad. En: Beriain, J. (comp.) (1996). Las
consecuencias perversas de la modernidad, Barcelona, Anthropos.
Skliar, C. (2011). Diez escenas educativas para narrar lo pedagógico entre lo filosófico y literario,
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http://revistasum.umanizales.edu.co/ojs/index.php/plumillaeducativa/article/view/477
(Consultado: 28 de enero de 2015).
Steiner, G. (1998). Errata: El examen de una vida. Barcelona, Siruela.
Zambrano, M. (2004). Los Bienaventurados. Barcelona, Siruela.
1.- PRESENTACIÓN
En este breve escrito, intento bosquejar una sociología de la educación (y popular) venezolana
que comprenda lo pedagógico en franca ruptura con el empirismo. Para ello, en primer término, me
desmarco de la relación epistemológica sujeto-objeto que centra su atención y delimita un objeto de
conocimiento en el sentido de las ciencias naturales clásicas. Por otra parte, de acuerdo con la
concepción althusseriana, me adhiero al concepto de problemática a fin de reivindicar a la
sociología de la educación (y popular) como práctica teórico-política-ideológica e histórica que
fracture la relación con los valores y las normas de la ciencia burguesa. De esta manera, a fin de
conocer con mayor especificidad el enfoque sociológico de la educación (y popular), es necesario
ubicarse en las estructuras de una formación económico-social caracterizando sus relaciones
sociales de producción, asunto que supera el economicismo. Por lo tanto, lo educativo deviene la
escuela –y otros espacios de aprendizaje y de socialización, desocialización, resocialización–
además del proceso de escolarización/desescolarización como cuestión compleja. En consecuencia,
pretendo ampliar los enfoques teóricos que explican a la educación como subsistema social y como
aparato ideológico.
Respecto de esto último, defiendo su carácter ideológico-cultural pero no sólo como aparato
(hegemónico) a fin de darle cabida a los saberes como conocimiento complejo, relativo a la
dimensión ontológica del ser social (Lukács). Aunque es necesario considerar refundar la mirada
epistemológica desde las propuestas de Simón Rodríguez como expresión nuestroamericana y
venezolana a través de una práctica teórico-política e ideológica endógena que rompa con las
costuras de la modernidad; para ello, creo necesario fundar una mirada sociológica de la educación
(y popular) sobre la base de enfoques dialéctico-crítico (y popular) que ayuden a vislumbrar
procesos y saberes sociales excluidos por la lógica disciplinar. En el caso venezolano intento
comprender, a diferencia de explicar, en las distintas fases de la acumulación de capital, cómo se ha
concebido desde el Estado-nacional la educación, la instrucción, el aprendizaje, la enseñanza y lo
pedagógico en relación crítica tanto con las concepciones pedagógicas y sociológicas propuestas
por la inteligencia intelectual –algunos fungieron como ministros de Instrucción Pública y, luego,
de Educación– como con las prácticas socio-culturales surgidas a los márgenes de la escuela,
expuestas y denunciadas por la novelística nacional y otras miradas sociales (la etnografía
3
De sumo importante advertir que en este título lo popular lo encierro entre paréntesis porque aún está por
verse si la matriz dialéctico-crítica posibilita una sociología popular. La propuesta es apenas un esbozo.
comparada, etc.). Por razones de espacio –ante tan difícil aspiración descrita– en el marco del
desarrollo hacia afuera –donde el latifundio no sólo fue la principal unidad económico social, sino
que además generó una cultura, una antropología, una concepción ideológico política– intentaré
examinar si en las Memorias presentadas por los ministros de Instrucción Pública, se vislumbran
concepciones sociológicas y pedagógicas, políticas públicas, que aspiraron superar la
superestructura de las relaciones de producción latifundistas (colonial y neocolonial); igualmente,
durante la etapa petrolera, legitimada por la cultura de Juan Bimba; hasta la actualidad, bajo un
entorno macroeconómico financiero. Si bien, en la fase de la Venezuela rural, agroexportadora,
continúo restringiendo este artículo a las propuestas sociológica y pedagógica presentadas por el
sociólogo larense José Gil Fortoul, nombrado por Juan Vicente Gómez, ministro de Instrucción
Pública en el año de 1911.
hacia afuera; luego, durante la fase de sustitución de importaciones; y, finalmente, en el marco del
actual entorno neoliberal.
De esta manera, es necesario estudiar las dinámicas del propio estado capitalista y del aparato
escolar venezolano en el desarrollo histórico social. En el caso de este escrito, circunscribo mis
reflexiones en el periodo dominado por el latifundio –en la lógica del desarrollo hacia afuera–,
como unidad socio-económica y político-ideológica de producción.
Ahora bien, una vez expuesta la pretendida ruptura epistemológica con el empirismo, me asalta
la siguiente interrogante: ¿la matriz discontinuista materialista permite, legitima, la ampliación
teórico-semántica de la sociología de la educación hacia el terreno de los saberes populares? ¿El
materialismo histórico explica conceptualmente los tres aspectos fundamentales de la pedagogía
popular: el diálogo de saberes, la participación comunitaria y el empoderamiento de los sujetos
sociales (Acevedo, Gómez y Zúñiga, 2016, p. 15)? Si bien, la ciencia fundada por Marx ha
posibilitado superar la mirada burguesa de la educación, ¿el materialismo histórico admite
establecer una sociología de la educación que amplíe su racionalidad teórica hacia dimensiones
propiamente ideológico-culturales? El enfoque marxista (dialéctico-crítico) de la sociología de la
educación responde a parámetros estrictamente teóricos porque es científica y no ideológica,
aunque no lo excluye, pero no es lo determinante en última instancia. Por estas razones, sin
desplazar la conceptualización básica marxista para comprender lo educativo, y esto por su
tremenda capacidad heurística, es necesario ampliar los límites que impone esta teoría con la
finalidad de otorgarle estatus de verdad a otras dimensiones de la totalidad social concreta a través
de prácticas pedagógicas que generan en “situación” nociones y conceptos a través de la interacción
crítica (entiéndase por la vía del diálogo, el choque cultural, la confrontación de posiciones socio-
culturales y epistemológicas, etc.), entre los diversos actores sociales, mas sin perder de vista que la
producción del conocimiento complejo, que son los saberes, no puede lograrse sin asumir la
perspectiva de clase del oprimido, que amplía la mirada de la clase obrera, pero no la descarta.
Por ende, aclaro lo siguiente: asumo la sociología de la educación desde una perspectiva
dialéctico-crítica porque rompe con el empirismo y, a su vez, legitima la posibilidad de comprender
dimensiones de lo real concreto que se escapan de su propia configuración lógico-conceptual
científica, a través del concepto de praxis que visibiliza y otorga estatus de verdad al conocimiento
complejo donde se ubican los saberes populares. Por tal razón, se intenta una sociología de la
educación (y popular) venezolana desde estas concepciones. Aunque lo dicho pretende desarrollarse
como proyecto a largo plazo, en este breve escrito y en ese sentido, repito, intento comprender, más
que explicar, en la formación económico social venezolana, durante el modelo de desarrollo hacia
afuera, los enfoques sociológicos de la educación; para ello, comienzo con el sucinto estudio del
pensamiento social y educativo de José Gil Fortoul, ministro de Instrucción Pública (1911-1012),
durante la primera fase del gobierno dictatorial de Juan Vicente Gómez.
Sobre la base del concepto nuclear de enseñanza, llama a los subsistemas de la educación formal:
enseñanza superior, enseñanza secundaria y enseñanza primaria. Por este motivo, el autor larense
consideró que la dificultad fundamental de la enseñanza pública radica en la instrucción.
En vista de que la dificultad central se encontró en la instrucción, su despacho optó por
actualizar los programas y planes de estudios. A fin de lograr el mencionado objetivo, Gil Fortoul,
concentró todo su empeño en evaluar a la pedagogía como ciencia. De esta manera, la pedagogía
debe ofrecer recursos didácticos que posibiliten la instrucción. La pedagogía como didáctica, en
este caso, debe fundamentar su racionalidad sobre el método científico. Los argumentos lógicos
descritos, insertaron al maestro y a la escuela en una malla curricular ordenada por el Estado; fue la
intención del citado ministro durante su gestión. Por ello, planteó la necesidad de crear el
magisterio, con sus respectivos museo escolar y biblioteca pedagógica. Inclusive proyectó que las
características arquitectónicas del edificio escolar corresponden a los intereses de los métodos
pedagógicos.
Hasta aquí es notorio que el autor no sobrepasó la racionalidad del método científico. Su visión
de la educación no superó los valores y las normas del positivismo. Tal vez, cuando propuso no
aplicar a rajatabla el método científico, sino más bien definir desde su base metodologías acordes a
las necesidades de los contextos socio-culturales, estamos ante posturas relativista y multilineal que
este defendió en sus tratados sociohistóricos; del resto, en la referida Memoria, no intentó extremar
los límites de la modernidad, como si lo aspiró en su proyecto sociológico.
viejo carnet en el bolsillo y buen tomacorriente donde enchufarse a la rémora del poder (Padrón,
2010, Pp. 14-15).
¿Ha fracasado la educación venezolana? La “respuesta” debe surgir, entre otras perspectivas, a
partir de una sociología de la educación que quebrante los lentes empiristas del conocimiento, en
conjunto con una práctica suscitada por una pedagogía popular, a objeto de que alcance, asimismo,
tal estatus la mirada sociológica. Lo supuesto es tan sólo una aspiración y un esquema de trabajo.
Muchos son aún los vacíos teórico-pedagógicos.
REFERENCIAS
Bigott, L. A. (1995). Ciencia, Educación y Positivismo en el Siglo XIX Venezolano. Nº 169.
Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia.
Maza Zavala, D.F. (2001). «La economía venezolana: Retrovisión y Perspectivas». En: Nueva
Economía, año X, n° 16.
Padrón, J. (2010). Clamor campesino. Caracas: El perro y la rana.
Pocaterra, J.R. (1990). Memorias de un venezolano de la decadencia. Tomo I, 127.Caracas:
Biblioteca Ayacucho.
Urbaneja Achelpohl, L.M. (1990). Selección de cuentos. Caracas: Monte Ávila Editores.
1.- PRESENTACIÓN
En este estudio apostamos a la relación implicativa del amor y la impolítica 4, y a la posibilidad
de una narración en un tiempo, el mesiánico, como el tiempo que resta. Narrar en tiempo mesiánico
es de algún modo un vivir mesiánico, en el marco de una comunidad de lo impolítico, que implica
un exponer-se al acontecimiento de lo distinto, al devenir de la existencia de singularidades
múltiples, con la existencia de una heterogeneidad inerradicable en donde la apertura hacia la
otredad haga posible la fiesta, como acontecimiento que irrumpe la temporalidad, de un modo de
convivencia comunitaria. Se trata también de realizar una antropología del amor erótico con base en
un ejercicio de narración en tiempo mesiánico, con base en una fenomenología hermenéutica crítico
narrativa del amor como acontecimiento y natalidad en el juego del relato de ficción como re-
presentación y acontecimiento interpretativo.
En la relación amor y política, que es parte fundamental de lo que aquí nos ocupa, podemos
referirnos a cierta política, cargada de la moral correspondiente, que defiende, en mayor o menor
medida, un “amar” a lo que considera bueno y odiar a lo que considera malo, en una dicotomía
extrema. O, en otros términos, una política institucional, establecida, que promueve “amar” a lo que
estima conveniente a sus intereses, útil y práctico en una relación medios fines. Es, de algún modo,
un “amor” a objetos y no a personas, o también a estas últimas, sólo que convertidas en simples
instrumentos al servicio de unos intereses determinados. Ante esta política, habría que apostar a una
impolítica en una comunidad, otra, diferente. Por tanto, la posibilidad del amor, como afecto
fundamental y para siempre, resulta dudosa en una comunidad política fundada en una clausura
identitaria, que conduce a la confrontación y condena de la diferencia. Ante esta política
institucionalizada, habría que apostar a una impolítica, de carácter distinto, en una comunidad, otra,
diferente. Podemos, en oposición a esta comunidad de política segregacionista, pensar en una, otra,
que emerja como ajena a la violencia, y sea constituida a partir de su convergencia en el seno de una
nada, es decir, bien distante de una suerte de eugenesia social y política. Por consiguiente, esa
comunidad, que entre sus características tendría el amor mundi, en términos de Arendt (1998),
inauguraría una comunidad de lo impolítico, tal como la que proponen Giorgio Agamben, Roberto
Esposito y Jean-Luc Nancy, afincada en un espacio/tiempo abierto, propicio a la inscripción de la
diferencia y la convivencia con el Otro, en su radical novedad. Y de igual modo, también afincada
en un ser-en-común, ser-con-el otro, ser en la ausencia, en la imposible identificación unitaria y en
la negación de toda clausura, de una identidad 1=1.
4
Aquí la impolítica no debe ser entendida como falta de política, ni apolítica, ni antipolítica, ni tampoco como
lo inoportuno, o como falta de cortesía.
5
Contraria a la elocuencia, por cuanto esta implica decir lo correcto y en el momento oportuno. Además, ella
era considerada, en la Grecia clásica, como una forma elevada de la política.
6
Siguiendo aquí, grosso modo, a Roberto Espósito. (Véase a Espósito, 2006).
«estabilidad» de la nación, para la «seguridad nacional». Con todo, Pilato no encuentra motivo
suficiente para la condena a muerte, de ahí que los acusadores tengan que convertir la acusación
religiosa en otra de tipo político, de alcance nacional: «Está alborotando a todo el pueblo enseñando
por toda Judea; empezó en Galilea y ha llegado hasta aquí», insistiendo en lo peligroso que resulta
para el imperio. (Lc 22). (Schöckel, 2008, p.166).
La crucifixión del mesías, de Jesús de Nazaret, según la ley judía, debido a la negación y
superación de la misma, del nomos, es pieza clave para entender un tiempo mesiánico, para
ayudarnos a comprender la impolítica en tono mesiánico. Porque ese mesías crucificado representa
el surgimiento de una teología mesiánica, en términos de Pablo de Tarso, que expresa el
cumplimiento/fin de la Ley. De ahí que: “…las cartas paulinas constituyen el más antiguo y
exigente tratado mesiánico de la tradición judía. Su reflexión profundiza en el cuestionamiento del
nomos implicado en la experiencia del tiempo mesiánico”. (Galindo Hervás, 2008, p.243). De esta
manera, se abre una clara situación mesiánica expresada en este tiempo, que, precisamente, no es el
final del tiempo, sino el tiempo del final, en términos de Agamben, el tiempo que resta. Que se
desmarca de una escatología volcada en la llegada del anticristo, de un apocalipsis terminal anclado
en el final del tiempo. Se trata, por ende, de una perspectiva del tiempo de carácter fenomenológica,
distinta de la flecha del tiempo cronológica, que concibe un ahora, presente, implicado en un pasado
aún no realizado, o no completamente, y un futuro de realización, de redención de ese pasado.
Promesa y esperanza mesiánica que implica una acción plena en lo impolítico para un singular
cualquiera, dicho en términos agambenianos, de una potencia del ser, no como ser en acto, de corte
aristotélico al uso, sino como potencia del no (Véase a Agamben, 2008). Por cuanto, lo
característico del ser humano es su impropiedad, asumida en términos de singularidad e
inacabamiento, sin una identidad cerrada, decimonónica y totalitaria, impuesta por el soberano. Un
singular cualquiera, aquel que no importa cual, eso sí, cual sea importa (Véase a Agamben, 2006a).
De esta manera, lo impolítico puede ser entendido como vida en tiempo mesiánico 12. Vida de un
sujeto político, individual o colectivo –pueblo-, como resto, que rechaza toda pretensión de ser
considerado acabado, terminado. Y tiempo, entendido como kairológico, y, en consecuencia
antinómico, una vida en el tiempo que resta. Lo mesiánico y lo impolítico se constituyen en piedras
de toque de lo contestario, de lo subversivo, de la resistencia a todo intento de anquilosamiento de
la política como lo institucional, incluido por supuesto el derecho, como estructura cerrada,
clausurada, terminada. Como aquello llamado “orden establecido”, como aquello que reza: “dentro
de la constitución de la república todo, fuera de la constitución nada”. En otras palabras, de lo
establecido por el soberano, en la ley, dentro de una comunidad preestablecida, amurallada,
sacrosanta.
12
Por tanto, una comunidad en lo impolítico rechaza la idea de una política sin resto, porque “… encerraría la
relación entre lo constituyente y lo constituido en una totalidad armoniosa, disolviendo los conflictos y la
violencia de las instituciones”. Lo que implicaría la clausura a toda posibilidad de la impolítica. (Galindo
Hervás, 2008, p.246).
13
En términos de la metafísica aristotélica sería: “…es imposible que lo mismo se dé y no se dé en lo mismo
a la vez y en el mismo sentido…” (Aristóteles. 2003, 1005b15).
14
Así entendida la política, se satisface en la promoción de la participación y el quehacer orientado al bien
común. De igual modo distribuye y ejecuta el poder, en ejercicio de la representatividad, según la necesidad
del sacrosanto bien común en la sociedad de referencia. Desde luego que están las variedades sabidas: por un
lado, la denominada soberanía nacional expresada en el carácter censitario de un poder público, parlamentario
por ejemplo. Y por el otro, la soberanía popular o de voto universal. Está claro, que es un avance significativo
el paso de una democracia representativa a una democracia participativa y protagónica, sin que en esta última,
especialmente, se llegue a creer que se esté excepto de manifestaciones claras de exclusión, de identidades
cerradas y únicas, y de negación de la diferencia, que pone en entredicho la posibilidad de convivencia con la
otredad y en la posibilidad de la clausura y de identificación en lo mismo, en lo unitario.
15
Un tiempo verbal, el pretérito perfecto, referido a un algo o acción ya realizada, pero que sigue vinculada
con el presente. Especialmente referida en este caso con la parusía. Entendida como advenimiento
escatológico de Jesús en el tiempo del final, acontecimiento como espera prudente sin fecha determinada.
Pablo de Tarso dice: Ahora en cambio, al final de los tiempos, ha aparecido para destruir de una sola vez con
su sacrificio los pecados. Y así como el destino de los hombres es morir una vez y después ser juzgados, así
también Cristo se ofreció una vez para quitar los pecados de todos y aparecerá por segunda vez, ya no en
relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan. (Hebreos 9, 27,28) (Schöckel, 2008).
16
Los evangelios narran a Jesús de Nazaret proclamando el reino como algo que está llegando en el presente,
y que al mismo tiempo se prolonga en el futuro. Toda su obra pública es una mostración de que el reino está
en acción y de qué se trata. Su presencia mesiánica es una muestra de este reino.
vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. (Mateo
20:25, 28) (Schöckel, 2008).
Servicio y entrega, abnegación, amor, misericordia 17 por el otro, cual sea, incluso el enemigo. El
amor está dentro de la comunidad impolítica, en medio de ella. Amor, como amor desinteresado por
los demás, cual sean, amor descendente. Amor por el otro.18Al fin y al cabo, una comunidad
impolítica pregona y defiende una lucha contra la existencia de personas crucificadas por las
circunstancias que les ha tocado vivir, y resultan excluidas por diversas razones: políticas, sociales,
económicas, religiosas. Una comunidad impolítica no se reconoce ante la presencia de seres
humanos condenados a una muerte prematura, o en un ir y venir nómada y angustiado como
producto de un éxodo intencionado e impuesto. Y de aquellos ubicados en la periferia de las
metrópolis contemporáneas. El amor e impolítica es amor ágape por los semejantes, cual sean. Este
amor es un don de sí mismo al otro, y un darse, don-ar-se entre sí. El amor, en su relación con la
impolítica, es ágape, es amor incondicional y consciente por el otro, cual sea. Una idea general de
este amor podemos interpretarla en la cita siguiente:
El amor es paciente, es servicial, [el amor] no es envidioso ni busca aparentar, no es
orgulloso ni actúa con bajeza, no busca su interés, no se irrita, sino que deja atrás las
ofensas y las perdona, nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad.
(…) Ahora nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza, el amor. Pero la más grande de todas
es el amor. (Corintios 13, 4-13) (Schöckel, 2008).
El amor ágape, en términos ideales, implica el sacrificio por el otro, reconocimiento, entrega,
bondad y misericordia. Leamos a continuación un relato de ficción para que, mediante un ejercicio
de reflexión dialéctica, podamos intentar contrastar el tipo de amor presentado en él con él que
hemos supuesto en una comunidad impolítica.
Amor a destiempo
Gregorio Valera-Villegas
Bonn, 4 de mayo de 1920.
Hola Lída… hoy he pensado mucho en ti y quiero que lo sepas. No me gustan los amores
anónimos, o de un solo lado. Aunque diciéndote lo que siento no pueda conquistar tu corazón.
Sin embargo, me gustas mucho y creo que he llegado a quererte. Sé muy bien que no me
conoces. Sólo te he visto en tres ocasiones aquí en la universidad. No he hablado contigo, me he
limitado a mirarte con mucha atención… Me gustan tus ojos verdes, tu tez blanca, tus rasgos
arios… Te he escuchado hablar con tus amigas y he sentido como si lo hicieras conmigo…
Coincidimos en todo. Naciste para algo superior, no tengo duda… Ojalá y algún día llegues a
leer esta misiva. Nunca será tarde, esperaré toda la vida ese momento. Hasta pronto… J. G.
El tiempo pasó. Y siguieron los días con sus noches, inviernos y veranos, unos tras de los otros.
La carta permaneció olvidada en el bolsillo interno del bolso de la mujer. Se la había entregado
un mesonero de la cafetería de la facultad, y a ese compartimiento fue a parar sin abrirla. Al
17
Misericordia, en tanto virtud y sentimiento, no sólo supone el sentir pena o compasión por los que sufren,
o padecen necesidades, injusticias y carencias; sino también el compromiso de ayudarles y de contribuir a su
emancipación. Valga citar a Pablo de Tarso: “Que el amor fraterno sea duradero. No olviden la hospitalidad,
por la cual algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles. Acuérdense de los presos como si ustedes estuvieran
presos con ellos; y de los maltratados, como si ustedes estuvieran en sus cuerpos” (Hebreos 13, 1-3)
(Schöckel, 2008).
18
El amar al prójimo como a uno mismo, sin más.
Imagínate por un momento el escándalo que ésto podría generar…” Obedeció la orden recibida
sin chistar. Al día siguiente, entre el dolor y la rabia, dio por finalizada su relación con Lída. Sin
embargo, el despecho le duró muchos días. Se le veía pensativo, meditabundo, mal humorado,
especialmente en su casa de habitación.
El reinicio de la relación matrimonial resultó lento, no exento de roces, de palabrotas, de
agresiones verbales. Magda, su esposa, le conocía muy bien, y sabía con detalle lo que le
pasaba. Le había conocido en un acto político de masas, la sedujo políticamente; tanto que fue
ella la que primero habló. Era, es verdad, un orador extraordinario y eso le había causado
mucha admiración, pero sólo eso. Como hombre no le atrajo, ni aquel día ni nunca; como él
suponía. Nunca llegó a sentir nada por él, excepto algún tipo de afecto por ser el padre de sus
hijos. Nada más. Por su parte él sí se había enamorado al conocerla; tanto que pocos días
después vinieron las cartas, los poemas, las promesas escritas al voleo: juro que no volveré a
mirar a otra mujer, sólo a ti. Contigo me basta… Falso, al poco tiempo de casados, siguió
“mirando” a toda aquella que le gustase. Al final logró convencerla, y tres meses después se
casaron. La carrera política de él siguió en un ascenso vertiginoso, tanto que incluso llegó a la
máxima jerarquía del Estado, aunque, por ironía del destino, sólo por un día; porque la derrota
del régimen era insalvable. Nada le había detenido, excepto esta situación de catástrofe política
y militar. Todo lo que se propuso lo alcanzó, aun a costa de cualquier precio. Llegó hasta donde
quiso llegar, con paso firme y sin detenerse: ser mano derecha de su temido Jefe. Hombre de su
más absoluta confianza, leal hasta el servilismo del absoluto soberano de la nación, quien, como
gobernante, llegaría a ser visto, años después, como un malévolo personaje.
Su hogar no quedó excluido de todo aquel éxito. Al contrario, junto a su esposa y sus hijos llegó
a formar, ante los ojos interesados, una familia ejemplar. Un tipo ideal para la sociedad
superior, que se suponía en formación. Y vinieron las fotos, las grabaciones de la pareja y los
hijos, todos sonrientes, todos, aparentemente, felices. Mientras que en la realidad oculta, de
prohibido conocimiento público, le siguió siendo infiel. Las peleas, de la “pareja feliz, de la
familia modelo”, eran continuas. En una ocasión ella le descubrió, en el diario secreto que
llevaba, una página en la que, no sin cierto esfuerzo, podía leerse:
“…Cierto, a mi mujer nunca le perdonaré el haber sido primero de otro hombre, su primer
marido, del que, para colmo de males, tuvo un hijo… De qué puede quejarse si le soy infiel…
He reencontrado a Lída, mi primer gran amor, y estoy dispuesto a todo por ella, incluso a
divorciarme… Mi esposa Magda llega hasta el colmo de olvidar que hasta tuvo un padrastro de
raza inferior, aunque ella cree que no lo sé…”.
“La suerte, decía Magda, me abandonó al casarme con él, de eso no tengo duda... A mi primer
marido, padre de mi primer hijo, lo conocí en un encuentro casual en un tren, un hombre rico,
muy buenmozo, y no feo y chueco como mi actual esposo. Aquel era un marido bueno, pero
muy celoso. De hecho se divorció de mí porque lo había traicionado. No fue sólo mía la culpa,
él no cuidaba de mí, digo: como mujer. Sólo le importaban sus prósperos negocios y nada más.
Por eso, es verdad, terminé enamorándome de otro... Hoy, siento que he cambiado mucho, la
vida política me ha cambiado. Hoy, sólo le soy fiel a nuestro Jefe y a mis hijos. Mi actual
marido es un fanático narcisista, lo sé. De hecho, hace unos días me hizo prometerle que juntos
nos suicidaríamos si el gobierno y su lucha llegaran al fracaso definitivo. No me ha quedado
más remedio que prometérselo. En verdad, ya no me importa; sólo mis hijos me hacen sufrir al
pensar ¿qué será de ellos cuando yo no esté? Están indefensos, en unas edades muy tiernas…”.
Llegado el momento de lo que él venía presintiendo, el fracaso total; en efecto, dieron
cumplimiento a lo que se habían prometido. Sólo que ella había resuelto el dilema moral de sus
hijos: matándolos a todos, una hora antes de suicidarse.
19
De acuerdo con la interpretación de Löwy, Michael de las tesis de Benjamin. (Véase a Löwy, 2003).
20
O, del arameo al griego, Maranatha como: “el Señor está cerca”: “Tengan siempre la alegría del Señor; lo
repito, estén alegres. Que la bondad de ustedes sea reconocida por todos. El Señor está cerca”. (Filipenses 4,
4-5) (Schöckel, 2008).
21
El narrador “…que parta de ello, dejará de desgranar la sucesión de datos como un rosario entre sus dedos.
Captará la constelación en la que con otra anterior muy determinada ha entrado su propia época. Fundamenta
así un concepto de presente como «tiempo - ahora» en el que se han metido esparciéndose astillas del tiempo
mesiánico.” (Benjamin, 2016).
REFERENCIAS
Agamben, Giorgio. (2006a). La comunidad que viene. Valencia, Pre-Textos.
Agamben, Giorgio. (2006b). El tiempo que resta. Comentario a la carta a los romanos. Madrid,
Trotta.
Agamben, Giorgio. (2008). La potencia del pensamiento. Barcelona, Anagrama.
Arendt, Hannah. (1992) Hombres en tiempos de oscuridad. Barcelona: Gedisa.
Arendt, Hannah. (1998). La condición humana. Barcelona, Paidós.
Aristóteles. (2003). Metafísica. Madrid, Gredos.
Benjamin, Walter. Tesis de filosofía de la historia. Disponible en:
http://www.uv.es/fjhernan/docencia/curs2011_2012/unimajors2011/benjamin_historia.pdf
(Consulta: 12/02/2016).
Esposito, Roberto. (2006). Categorías de lo impolítico. Buenos Aires, Katz.
Galindo Hervás, Alfonso. (2008). Mesianismo e impolítica. Isegoría Revista de Filosofía Moral y
Política, N° 39, pp. 239-250.
Garbiras, Carlos. (2016) ¿Qué significa la expresión Maranatha? Disponible en:
http://www.miapic.com/que-significa-la-expresion-maranatha (Consulta: 12/02/2016).
Gudiño Bessone. Pablo. (2011).La comunidad de lo (im)político. Ser con la otredad. Andamios.
Revista de investigación social. Vol.8 N°.16 México may./ago.,pp. 33-48.
Löwy, Michael. (2003).Walter Benjamin: aviso de incendio. Buenos Aires.
Schöckel, Luis Alonso. (2008). La Biblia del peregrino. Bilbao, Ediciones Mensajero.
1.- PRESENTACIÓN
Hacemos algunas consideraciones referidas a una problemática del espacio teórico-práctico
de lo social denominado Pedagogía del Amor, con un paneo no secuencial desde lo glocal hasta lo
local, para ello, esgrimimos un texto: la reciente propuesta de transformación curricular de la
educación media impulsada por el Ministerio del Poder Popular para la Educación de Venezuela 22.
Se dice que uno de sus pilares es el reconocimiento de la necesidad de una Pedagogía del Amor; al
respecto, presentamos algunas notas.
22
Ministerio del Poder Popular para la Educación (2016). Proceso de Transformación Curricular en
Educación Media. Documento General de Sistematización de la Propuestas pedagógicas y curriculares
surgidas en el debate y discusión y orientaciones fundamentales. Caracas: Autor.
diversidad; en éste plano de lo diverso, nos atrevemos a plantear una distinción, aunque sea solo
'tácticamente', entre Pedagogía y Didáctica (en la contemporaneidad). Consideramos que hay un
juego político de des-politización, al “confundir”, ya no inocentemente, en los siglos XX y XXI,
ambos conceptos; utilizarlas indistintamente implica, no solo ubicarse en una perspectiva episte-
metodológica determinada, si no obviar -o no plantearse- la posibilidad de un pensamiento (crítico o
conservador) sobre los quehaceres de la educación como totalidad socio-histórica de Formación y,
de la escolaridad como sistematizada particularidad instruccional constitutiva de la educación, que
en su complejidad y diversidad requiere de ámbitos disciplinares diversos para su comprensión
como proceso. Así, nos ubicamos en la Didáctica como una rigurosa, fuerte, compleja disciplina,
que aborda otra gran complejidad históricamente constituida como son los procesos de enseñanza-
aprendizaje y la instrucción, entre otras cosas y, en la Pedagogía como un plano teórico o no-
teórico de reflexión sobre el Ser y el Deber Ser de la educación y la escolaridad inserta en la
anterior -repetimos, como totalidades socio-históricas-. En el Caribe, la racionalidad instrumental
expresada didácticamente, proveniente de las hegemónicas metrópolis, tiene fuertes implicaciones
antitéticas frente a nuestra diversidad.
Recordamos la clásica definición de Didáctica propuesta por K. Tomaschewsky (1966)
cuando afirma que “La teoría general de la enseñanza se llama Didáctica. Investiga una disciplina
particular de la Pedagogía, las leyes del proceso unitario de la instrucción y la educación en la
clase” (pág. 23). Observamos igualmente un acercamiento a una definición del concepto cuando
María Luisa Sevillano G. nos dice que:
...la didáctica es -está en camino de serlo- la ciencia teórico-normativa que guía de forma
intencional el proceso optimizador de la enseñanza-aprendizaje, en un contexto determinado
e interactivo, posibilitando la aprehensión de la cultura con el fin de conseguir el desarrollo
integral del estudiante. (2004, p. 93)
Definiciones de didáctica ajustadas a cierta racionalidad de lo controlable pero, mirar a la
pedagogía negativamente representa el reto de asumirla como preocupación, no-teórica o teórica,
sobre la totalidad socio-histórica denominada educación, que responde a acumulados históricos,
específicos contextos, hilos utópicos, perspectivas episte-metodológicas; contemporáneamente, una
de las problemáticas más tensas que aborda la pedagogía es la de la formación, la edificación del ser
humano, aspectos que incorporan tensión, movimiento, complejidad, diversidad, crisis, crítica, a la
constitución histórica de dicha disciplina. El reconocimiento de la historicidad de la pedagogía nos
ubica en una trama económica-social-política-cultural. Partiendo de ello, hablamos por tanto no de
la pedagogía si no de las pedagogías.
23
...¡Y eso no ha terminado!
REFERENCIAS
1.- PRESENTACIÓN
En este trabajo que sometemos a vuestra consideración nos proponemos lo siguiente: por un
lado, retomar y reflexionar sobre la vigencia o no, de un género antiguo, olvidado en nuestros días,
que recibiera el nombre de Guía y del cual la misma María Zambrano, la enjundiosa malagueña,
dijese que tenía que ver con elaborar un saber de experiencia, por ende, un saber individual,
particular, que no tuviese como centro la razón, sino un saber sobre el alma; por otro lado,
pretendemos relacionar la Guía con la obra de José Ingenieros, filósofo argentino que en el año de
1924, escribiera Las fuerzas morales. Creemos que esta obra pudiera ser un paradigma (en el
sentido de Agamben) de la Guía moderna y que pudiese estudiarse desde esta perspectiva. Por otra
parte, nos preguntamos si el hombre común no necesita en los tiempos que corren de unos
aforismos que nos permitan poco a poco ir desarrollando una manera de filosofar, unos ejercicios a
partir de los cuales podamos adentrarnos en nuestra propia oscuridad y transformar la vida,
ofreciéndole una cierta claridad, una nueva mirada a lo que somos, y una esperanza a lo que
queremos llegar a ser.
Sin embargo, si bien el objetivo de la Guía es el mismo que el de la Filosofía, es decir, ambas
quieren ser camino de vida, camino de salvación; existe algo que las diferencia: el que a la Guía no
le interesa el saber universal y absoluto formulado por Aristóteles, sino el saber de la experiencia.
La Guía busca un camino para el hombre sin apelar al método científico, ni reducir todo el
conocimiento a lo objetivo.
Zambrano desarrolla el tema de la experiencia de esta forma:
No solamente hay una experiencia que no se deja arrebatar al cielo de la objetividad sino
que reacciona ante ella. A todo movimiento rico en filosofía responde siempre una voz en
tono grave, a veces amarga y a veces burlona, denunciando su vanidad, mostrando algo
más humilde, sórdido inclusive pero indisoluble(…)Es la desnudez del hombre, su esencia
irreductible, que clama. Lo que en tales voces clama es la experiencia, el saber de la
experiencia cuyo rostro vive en todos los pueblos españoles, rostro que parece esconder
un secreto. Un secreto atropellado, cuando menos olvidado, por el saber universal, ético o
metafísico. (Zambrano, 2001, p. 84).
Y continúa diciendo:
Es la experiencia de algo que no ve consumado en la ciencia su celo de que la ciencia no
ha reparado en alguna cosa, tal vez porque no iba a saber vencerla, y la aparta a un lado
porque no sabe qué hacer ante ella. Y esto que la Ciencia no sabe reducir, son ciertos
estados de la vida humana, ciertas situaciones por que el hombre pasa y ante las cuales la
forma enunciativa de la ciencia no tiene fuerza, ni valor. Porque sabe esta experiencia que
las verdades pueden estar frente a nosotros, duras e invulnerables, estériles e impotentes a
la vez. Sabe que la vida necesita de la verdad, más de su verdad, es decir, de la verdad en
cierta forma. (Zambrano, 2001, p. 85).
Es por ello que la Guía constituye un camino no de ciencia, sino de iluminación momentánea
donde un hombre encuentra su experiencia. Donde aquel que busca encuentra dentro de sí, la
verdad que necesita. “Pues, dirá la Zambrano- la experiencia irrenunciable se trasmite únicamente
al ser revivida, no aprendida. Y la verdad, la que la vida necesita, sólo es en la que ella renace y
revive, la que es capaz de renacer tantas veces como sea necesitada.” (Zambrano, 2001, p. 86). La
Guía pues, será el género que pretenderá sistematizar, recoger, ese saber de experiencia sin elevarlo
a ciencia alguna.
No obstante, la perplejidad no es un mal de ahora, la primera referencia a la Guía como
orientación para el perplejo la tenemos en Maimónides 24, concretamente en su obra Guía de los
perplejos. En esta obra el médico-filósofo intenta demostrar que no hay separación entre la religión
y la filosofía. Como explica en la introducción de la obra, ésta:
Procura aclarar ciertas metáforas oscuras que se hallan en los Profetas, y que algunos
lectores ignorantes y superficiales, toman al pie de la letra. Aun las personas enteradas se
descarriarían y confundirían si entendieran estos pasajes en su sentido literal; empero, se
sentirán por completo aliviados de su confusión y descarriamiento cuando les
expliquemos las figuras o simplemente les indiquemos que las palabras se emplean en
sentido alegórico. Tal es la razón de que haya llamado a este libro "Guía de los perplejos".
(Maimónides, 2016)
24
La Guía de los Perplejos (en árabe, dalālat al-ḥā’irīn ;داللة الحائرينen hebreo, moré nevujim )מורה נבוכיםes
una obra filosófica judaica escrita por una de las autoridades hebreas más importantes del medioevo, el
andalusí Maimónides (1135, Córdoba - 1204, Fustat, Egipto), a quien también se conoce en hebreo como
Moshé ben Maimón (abreviado, Rambam) y en árabe como Musa Ibn Maymun. Fue escrita originalmente en
árabe hacia 1190, se tradujo al hebreo ya en época de su autor. Es considerada la más importante y la más
universal de todas las obras de Maimónides.
Maimónides sugiere que las personas están confundidas por las contradicciones que algunas
materias pudieran sugerir al confrontarlas entre sí. Según el autor, aplicando la necesaria
interpretación de los textos, las aparentes discordancias desaparecerán. De manera que pudiéramos
afirmar que en el fondo, lo que el autor intenta enseñar es una forma de leer el texto, cualquiera que
éste sea, atendiéndose tanto a su sentido literal y figurado. Así señalará lo siguiente:
En toda palabra hay un doble sentido, el literal y el figurado, siendo el uno tan valioso
como la plata, pero más precioso todavía el sentido oculto; de suerte que la significación
figurada está respecto de la literal en la misma relación que el oro a la plata. (Maimónides,
2016).
Y también añade:
Tengo la certeza de que aquellos de mis lectores que no estudiaron filosofía podrán sacar
algún provecho de muchos capítulos de mi obra; pero será singularmente beneficiosa para
el pensador cuyos estudios le hayan llevado a entrar en colisión con sus ideas religiosas.
(Maimónides, 2016).
Evidentemente, Maimónides nos está proponiendo el desarrollo de cierto análisis crítico de los
textos y de la realidad. Para hallar la verdad, ha de buscarse ésta más allá de las apariencias,
haciendo uso del buen juicio y del análisis crítico. María Zambrano dirá de esta Guía de
Maimónides que se trata de un método, pero de un método para la transformación necesaria de la
vida misma. Pero regresemos al filósofo Maimónides y su interesante consejo:
Que el lector estudie cuidadosamente mi obra; y si le disipare alguna duda en algún punto,
ensalce al Creador, y alégrese del conocimiento que haya adquirido; pero si no sacare de
la lectura beneficio alguno, bien puede considerar que el libro es como si no hubiera sido
escrito. Repare en cada una de las opiniones de las cuales discrepe, afánese por hallar una
explicación conveniente, aunque parezca traída por los cabellos, y entonces me juzgará
caritativamente, que esta piedad nos debemos los unos a otros. (Maimónides, 2016).
Incluso, obsérvese cómo propone una forma de leer la obra:
Si deseas comprender todo cuanto este libro contiene, de manera que nada escape a tu
noticia, considera los capítulos con orden y método. Cuando estudies cada uno de ellos, no
te contentes con entender el principal asunto que trate, mas presta atención a cada término
de los que en el capítulo se mencionen, aunque te pareciere no guardar relación con el
tema. Porque lo que he escrito en este libro, es fruto de profundo estudio y gran diligencia,
no mero capricho nacido de alguna sugestión momentánea. Especial cuidado he tenido
que no quede por esclarecer nada de lo que pueda parecer dudoso. Todo cuanto se
menciona tiene su finalidad, de suerte que cada observación se verá que contribuye a
ilustrar la doctrina esencial del respectivo capítulo. (Maimónides, 2016).
Evidentemente no se trata de la misma Guía la de Maimónides a la que hace alusión María
Zambrano, así como no será la misma la que pretendemos encontrar en la obra de Ingenieros.
Probablemente no se trate de una diferencia de estructura, ni de estilo, aunque las haya, sino de la
conmoción que logre despertar en la persona que pregunta ¿qué he de hacer con mi vida?
Ingenieros (2010)25 esboza una respuesta ante ese interrogante, ante la pregunta que se hace el
hombre confundido, ante la aflicción de un corazón desesperanzado: ¡llénala de fuerzas morales! En
el libro del mismo título26, el autor desarrolla en once apartados, temáticas que no necesariamente
equivalen a una lista de valores o virtudes morales, por ejemplo: en el primer apartado de su libro
inicia con el subtítulo de “juventud, entusiasmo, energía”, de seguidas aparece “voluntad, iniciativa,
trabajo”, luego “simpatía, justicia, solidaridad”. En el intermedio aparecerá el triángulo “verdad,
ciencia, ideal”, y un poco más adelante el trío “educación, escuela, maestro”.
Como puede deducirse de los subtítulos, Ingenieros opta por escoger las temáticas que le
permitirán ofrecer “sermones” (así los califica el autor) pequeños, de un tono ético, casi épico, a una
comunidad o persona interesada. Su escritura sencilla, con un lenguaje claro, de frases cortas pero
apretadas en párrafos que a manera de aforismos nos quieren dar a pensar, van recreando un saber
de experiencia que se muestra ante nuestros ojos sin la pretensión de adoctrinar. Llegados hasta
aquí, sería pertinente explicitar a lo que Ingenieros llama “fuerzas morales” y al respecto señala:
(Las fuerzas morales) no son tangibles ni mensurables, pero la humanidad siente su
empuje. Imantan los corazones y fecundan los ingenios. Dan elocuencia al apóstol cuando
predica su credo, aunque pocos le escuchen y ninguno le siga; dan heroísmo al mártir
cuando afirma su fe, aunque le hostilicen escribas y fariseos. Sostienen al filósofo que
medita largas noches insomnes, al poeta que canta un dolor o alienta una esperanza, al
sabio que enciende una chispa en su crisol, al utopista que persigue una perfección
ilusoria. (Ingenieros, 2010, p.12).
Y más adelante continúa:
Son tribunal supremo que transmite al porvenir lo mejor del presente, lo que embellece y
dignifica la vida. Todo rango es transitorio sin su sanción inapelable. Su imperio es
superior a la coacción y la violencia: las temen los poderosos y hacen temblar a los
tiranos. (…) El hombre que atesora esas fuerzas adquiere valor moral, recto sentimiento
del deber condiciona su dignidad. Piensa como debe, dice como siente, obra como quiere.
No persigue recompensas ni le arredran desventuras. Recibe con serenidad el contraste y
con prudencia la victoria. Acepta las responsabilidades de sus propios yerros y rehúsa su
complicidad a los errores ajenos. (Ingenieros, 2010, p.13).
Ingenieros opta por una moral que nos recuerda con mucho a la razón poética de María
Zambrano, aquella que reúne el pensamiento con la pasión. Porque como más adelante insinúa el
autor, el pensamiento sin la acción vigorosa de nada sirve. La moralidad debe ser moralidad viva,
no sólo llevada a la acción, sino que ésta debe ser cambiante, porque los hombres cambian y
cambian las sociedades. Por ello, Ingenieros reclama que las fuerzas morales:
…más que enseñarlas o difundirlas, conviene despertarlas en la juventud que virtualmente
las posee (…) Dichosos los pueblos de la América latina si los jóvenes de la Nueva
Generación descubren en sí mismos las fuerzas morales necesarias para la magna Obra:
desenvolver la justicia social en la nacionalidad continental. (Ingenieros, 2010, pp.15-16).
25
Ingenieros, José (1877-1925), filósofo argentino. Nació en Buenos Aires y ejerció una gran influencia en el
pensamiento de su tiempo. Tras haber estudiado medicina, fue uno de los introductores de la sicología en su
país, participando del positivismo imperante en la época quizá como la última gran figura de ese pensamiento
tan enraizado en el siglo XIX. Escribió, entre otras muchas obras, El hombre mediocre (1913), su obra más
importante de sicología social, en la que describía al hombre moldeado por el medio, sin ideales ni
individualidad.
26
Se trata de “Las fuerzas morales”, escrita por Ingenieros en el año de 1924 y publicado póstumamente.
Para Ingenieros son varias las fuerzas morales vinculadas con la acción, ya vimos que el
pensamiento es una de ellas, la voluntad, la energía, el trabajo, el entusiasmo, la iniciativa, la
solidaridad, la inquietud, la perfección, la dignidad, el deber, el progreso, el porvenir, la humanidad,
estas son las fuerzas morales a las cuales se refiere Ingenieros y que a nuestro juicio tienen mayor
relación con la acción. La diversidad de estas dimensiones trabajadas por Ingenieros en su obra, nos
ratifican que no se tratan de virtudes, al estilo de la Grecia antigua, sino de unos sermones que
cumplen la función de inquietar, de insuflar, de orientar la vida de las personas.
En ocasiones, la alusión a estas temáticas coincidirán con algunos de los valores morales que
nuestra sociedad defiende, pero es evidente que su ámbito de influencia es mayor en el caso de
Ingenieros. ¿Qué podemos inferir de ello? Que el autor examina con sus pequeños sermones casi
todos los tópicos que se traducen en una vida en comunidad, una vida plena, útil, auténtica. En
páginas anteriores, habíamos referido que justamente esa era la función de la Guía: orientar al
perplejo sobre el rumbo que debía dar a su vida 27. Las fuerzas morales de Ingenieros auguran una
vida plena al que las escuche y asuma.
Pero una vida plena exige ciertos sacrificios que sólo la voluntad sobrelleva:
La acción fecunda exige continuidad en el esfuerzo. Toda actividad debe tener un
propósito consciente: no hacer nada sin saber para qué, ni empezar obra alguna sin estar
decidido a concluirla. Sólo llega a puerto el navegante que tan seguro está de su brújula
como de su vela. La brevedad del vivir impide realizar empresas grandes a los que no
saben disciplinar su actividad. Descontando la adolescencia y la vejez, no llega a durar
treinta años la vida viril y fecunda; de ese libro que tiene escasas tres decenas de hojas, el
tiempo arranca una cada año. A menos que renuncie a hacer cosas duraderas, conviene
regatear los minutos, pues las obras persisten en relación al tiempo empleado en pensarlas
y construirlas. (Ingenieros, 2010, pp.117-118).
Pudiéramos estar o no de acuerdo con los años de vida viril y fecunda que señalara el autor, lo
tomamos como una metáfora, cuya intención final es la de hacernos pensar en que la vida es muy
corta y más corto aún es el tiempo en que podemos hacer una diferencia en el mundo que nos ha
tocado vivir. Este mundo conflictivo, lleno de asperezas y sinsabores, y a la vez, el mundo que nos
ha acogido y que de quererlo, ha permitido que nuestro tránsito haya tenido algún valor para
algunos. Serán ellos los que, con suerte para nosotros, puedan contar nuestra historia.
A lo largo de las páginas de su obra, Ingenieros ofrece recomendaciones y alienta la
conformación y actuación de una persona que no sólo se hace responsable de su propia vida, sino
que lo hace en función de su actuación para con su pueblo, su comunidad y hasta con toda la
Humanidad, haciendo mención especial a la América Latina. Debemos señalar, tal y como lo
hicimos al principio de este trabajo, que Ingenieros señala la necesidad de la conformación de una
Geopolítica Suramericana que pudiera dar al traste con la intención imperialista de los Estados
Unidos de Norte América, así expresará:
Ninguna convergencia histórica parece más natural que una federación de los pueblos de
la América Latina. Disgregados hace un siglo por la incomunicación y el feudalismo,
pueden ya plantear de nuevo el problema de su futura unidad nacional, extendida desde el
río Bravo hasta el estrecho de Magallanes. Esa posibilidad histórica merece convertirse en
27
La palabra perplejo proviene del latín perplexus formado por el prefijo per que significa intensidad o
totalidad y el participio del verbo plectere que se traduce por enredar o trenzar. Se refiere entonces a una
persona completamente enredada o confundida.
28
Señala Arendt “Con palabra y acto nos insertamos en el mundo humano, y esta inserción es como un
segundo nacimiento, en el que confirmamos y asumimos el hecho desnudo de nuestra original apariencia
física.” (Arendt, 1998, p. 201).
29
Cuando Arendt hace referencia a que los procesos de la acción son no sólo impredecibles sino también
irreversibles, señala lo siguiente: “la redención posible de esta desgracia de la irreversibilidad es la facultad de
perdonar, y el remedio para la impredecibilidad se halla contenido en la facultad de hacer y mantener las
promesas. Ambos remedios van juntos: el perdón está ligado al pasado y sirve para deshacer lo que se ha
hecho; mientras que atarse a través de promesas sirve para establecer en el océano de inseguridad del futuro
islas de seguridad sin las que ni siquiera la continuidad, menos aún la durabilidad de cualquier tipo, sería
posible en las relaciones entre los hombres.” (Arendt, 1999, p. 106).
mayor la tendencia de que el otro, decida por nosotros lo que es correcto. Esa es la nueva propuesta
de la actitud ganadora. Pero podría cuestionarse quién gana en realidad.
Se trata de los nuevos cuerpos dóciles que la escuela prepara y la empresa engulle. Sin reflexión
previa, sin auténtica transformación, el nuevo comportamiento será una nueva adquisición en el
repertorio del animal racional, no un consciente y responsable cambio. De manera, que una vez
más, podría entenderse que el éxito radica en la fachada y no en lo íntimo, como producto del
trabajo que se hace sobre lo más profundo de nuestra persona, con plena convicción.
Así, y en función del entusiasmo que pudiera llevar al error, Ingenieros dirá:
Entusiasta y osada ha de ser la juventud. Sin entusiasmo no se sirven hermosos ideales;
sin osadía no se acometen honrosas empresas. Un joven escéptico está muerto en vida,
para sí mismo y para la sociedad. Un entusiasta, expuesto a equivocarse, es preferible a un
indeciso que no se equivoca nunca. El primero puede acertar, el segundo jamás.
(Ingenieros, 2010, pp. 15-16).
Las consecuencias de aprender de nuestros errores, favorecerían el análisis, la cercanía que
podamos tener con nosotros mismos. Se trata de responder a la advertencia que hiciera Foucault
(1998)30 en su momento, sobre que ya no sabemos revisarnos por dentro, cuidando de nosotros,
pero no de manera superficial, sino trabajando permanentemente por convertirnos en responsables
de quienes somos. Seguimos conquistando tiempo libre y no lo usamos para la revisión profunda de
quienes somos. Nuestra sociedad siempre hallará la forma de generar más perplejos, más cómodos,
más egoístas, por no decir mejores candidatos para las grandes y nuevas enfermedades del alma
como las denominara Kristeva(1995)31 de las cuales, especial notoriedad tiene la personalidad
narcisista dentro de nuestros ambientes sociales.
Eso amerita un ejercicio de voluntad por parte de nosotros mismos. Un ejercicio de atención
permanente para negarnos a reforzar prácticas y mensajes que más que orientar procure el
conformismo y la apatía. Nuestras aulas se están llenando con ese tipo de personalidades:
irrelevantes, indolentes, flojas y superficiales. El desaliento, la frustración de una vida prometida
que no aparece, del premio que no se otorga, de la satisfacción que no ocurre, está desalentando a
los docentes y a los alumnos en una espiral peligrosa. En la vida pública, cada vez menos aparecen
ciudadanos que propicien con su ejemplo otros sentimientos que no sean el recrudecimiento de una
desesperanza que insiste en no abandonarnos. Afortunadamente si los hay, y han constituido la
diferencia para muchos de nosotros. Se trata, las más de las veces, de personas anónimas que de vez
en cuando, se mueven en una de las esferas sociales que compartimos: un abuelo, un cura, un buen
maestro. Alguien que nos ha tocado con su ejemplo y sabiduría, alguien que nos ha servido de guía.
Desde hace algunos años, nos hemos estado dando a la tarea de intentar rescatar sus voces y
acciones. Se trata de reconstruir la vida de unas personas normales, pero todas ellas se mueven y
han movido por sus altísimos ideales, demostrando una voluntad férrea ante las dificultades y las
múltiples dificultades que en todo terreno han conseguido. Nos hemos concentrado en figuras de
docentes de la educación formal y de la educación popular, y estamos aprendiendo mucho. Y no
solamente eso, nuestra propia duda se desvanece cuando vemos que es posible vivir sin claudicar
los principios. La integridad de estas personas es nuevamente reconocida, mientras nos aprestamos
en narrar parte de su vida.
Es una deuda que va siendo saldada poco a poco, en la medida de que otros también narren esa
y otras vidas semejantes, mientras desaparecen en nosotros las nubes que oscurecen el porvenir. De
esta manera la Guía, como forma literaria y filosófica, como forma de encuentro con el otro que
circunstancialmente necesita de una Guía, va asumiendo caras, rostros, referentes concretos. La
Guía adquiere entonces otra dimensión más cercana, el perplejo asume que no sólo es posible, sino
cierto el camino que se muestra con las arengas de Ingenieros. Que un mundo mejor es posible y
que está alejado de los vocablos éxito y fortuna. La segunda en su doble acepción: como
acumulación de capital o como golpe de suerte. Ninguna de las dos es garante de la felicidad.
Ambos términos, el éxito y la fortuna, son espejismos para la mayoría de nosotros, y cuando se
aclare la vista y se limpie la razón, aparecerá la realidad: que sin la voluntad, la sensibilidad, el
trabajo, el compromiso, ningún por-venir es posible, ninguna alegría podrá ser más o menos sentida
de manera auténtica, ninguna esperanza podrá ser jamás convocada.
La pregunta con la que iniciáramos este trabajo pretendía analizar si era o no pertinente, en estos
tiempos de ahora, revisar la idoneidad de la Guía como apoyo al perplejo. Por otra parte, nos
abocamos a intentar relacionar este género de la Guía con los sermones de Ingenieros (recuérdese
que ya se señaló que es el mismo autor quien les denomina de esa manera), concretamente en la
obra Las fuerzas morales. A lo largo de este trabajo creemos haber podido llegar a la conclusión de
que sí. La Guía pudiera ser una forma de dar iluminación a un tribulado corazón que no puede
encontrar el camino por sí solo, obnubilada su visión por sus circunstancias. En este sentido,
perplejos hemos sido, en su momento, todos.
Llegados a este punto, la Guía se hace tan pertinente que hasta hace poco, en la educación
media venezolana, se ofrecía una asignatura denominada Guiatura, la cual era de obligatoria
asistencia pero no se le asignaba calificación. Era una de las pocas asignaturas que brindaba un
espacio donde la persona podía revisarse y encontrar aliciente y el estímulo a la voluntad para
reiniciar su camino. Su desaparición agrava un panorama desalentador en la formación del bachiller
REFERENCIAS
Arendt, Hannah. (1999). Labor, Trabajo, acción. Una conferencia. En: De la historia a la acción.
Barcelona: Ediciones Paidós.
Arendt, Hannah. (1998). La condición humana. Barcelona: Editorial Paidós.
Foucault, Michel. (1998). Historia de la sexualidad 3. La inquietud de sí. Madrid: Siglo XXI
Editores.
Ingenieros, José. (2010) Las fuerzas morales. México: Raúl Berea Núñez, Editor.
Kristeva, Julia. (1995). Las nuevas enfermedades del alma. Madrid: Ediciones Cátedra.
Zambrano, María. (2001). La Guía, forma del pensamiento. En: Hacia un saber sobre el alma.
Madrid: Alianza Editorial, 2001.
1.- PRESENTACIÓN
La pedagogía, la comunicación y la cultura son dimensiones de las ciencias humanas cuyos
desarrollos requieren de un tratamiento teórico desde diferentes matrices interdisciplinarias.
Asumiendo el pensamiento pedagógico comprendido como la reconstrucción teórica reflexiva
permanente de los fenómenos educativos en procura del logro fundamental de la formación
(bildung); ello debe fundamentarse y construirse desde sus entornos sociotecnoculturales mediados
por la complejidad de los procesos comunicativos que han sido redimensionados por el ascenso de
una cibercultura emergente que está continuamente reinventándose y en consecuencia construyendo
nuevos referentes simbólicos. Comprender e interpretar esa triadicidad, es una tarea vertebral para
plantear lineamientos pedagógicos que se reflejen en la praxis educativa. En ese sentido, esta
investigación acude a la hermenéutica filosófica crítica como prisma epistemológico para dar luces
sobre las vinculaciones entre la reflexión pedagógica, la comunicación humana y la cultura como
dimensiones intrínsecas entre ellas. Esta corriente ha transitado un largo camino desde sus
comienzos retóricos, exegéticos, jurídicos y filológicos, para culminar con Hans Georg Gadamer,
como hermenéutica filosófica de alcance universal. Con Verdad y Método, su obra magna, la
hermenéutica ensanchó sus dominios con las dimensiones históricas y lingüísticas, generando
nuevos senderos interpretativos. Su accionar va más allá de un método para las ciencias del espíritu,
por cuanto abarca todas “referencias humanas al mundo” y por ende, con el pensamiento
pedagógico en su planteamiento comunicacional desde sus entornos socio-culturales. En ese sentido
esta investigación transita un discurrir interpretativo crítico desde una conciencia histórica como un
concepto vertebral del enfoque hermenéutico y asumiendo siempre que la reflexión final es siempre
inacabada por las continuas actualizaciones de nuestro sentido histórico y por la inagotabilidad de la
carga, histórica, cultural y filosófica que nos suministra la tradición.
Cuando indagamos sobre la triadicidad, pedagogía, comunicación y cultura, nos percatamos que
esos conceptos se vinculan en cualquier reflexión crítica en virtud de que sus connotaciones están
imbricadas ineludiblemente en la investigación humanística. Las disertaciones sobre estas
dimensiones tienen carácter interdisciplinario dado las diversas aristas que la enmarcan. En ese
sentido, la pedagogía como disciplina de las ciencias humanas, que elabora reflexiones sobre los
procesos para la formación del sujeto histórico, precisa de la comprensión de las diversas formas
comunicativas de los símbolos que configuran el universo socio-cultural. Esto significa que toda
reflexión pedagógica produce construcciones teóricas desde la apropiación de esos significantes
culturales que son trasmitidos por la tradición. Comprendida aquí la tradición en sentido
gadameriano, como todas las referencias culturales, filosóficas e históricas que constituyen los
tejidos simbólicos manifestados en los mundos de vida mediados por el lenguaje. Es por ello, que
este trabajo desarrollará algunas disertaciones teóricas de esta triadicidad generando algunas
vinculaciones entre ellas.
Con base a lo anterior, en el contexto que nos compete, la construcción de modelos
pedagógicos que responda a los retos que presenta la complejidad e incertidumbre del siglo XXI
debe pasar por la comprensión-interpretación de la coyuntura del sistema socio-técnico cultural
(SSTC) que predomina en la actualidad. (Cfr. Pierre, 2007). Por ello, intentaremos articular la
comprensión-interpretación, como ejercicio hermenéutico- filosófico de nuestra conciencia
histórica, como categoría primordial, que en la entendida como: “…el privilegio del hombre
moderno de tener plenamente conciencia de la historicidad de todo presente y de la relatividad de
todas las opiniones.” (Gadmer, 2007, p.37). Esta toma de conciencia histórica, considerada por el
mencionado autor, como la revolución más importante de la época moderna, nos impele a
reflexionar crítica y reflexivamente sobre el “espíritu del tiempo” contemporáneo. Es decir,
considera todas las actuales realizaciones socio-tecno-culturales que han sido entregados por la
historia efectual. Esto es, el trabajo de la historia que modela nuestras opiniones e interpretaciones
teórico-pedagógicas. Nuestras cosmovisiones son forjadas desde el crisol de la tradición, en la
apropiación e internalización de su simbología. Siguiendo este prisma teórico, los fundamentos
pedagógicos, deben surgir de la comprensión-interpretación histórica del conjunto de esas
realizaciones, de la reflexión interdisciplinaria crítica de la semiosfera socio-cultural y geo-política,
tanto regional como planetaria. Esto es, el entramado simbólico de todas las formas que constituyen
el mundo objetivo y subjetivo de nuestra civilización.
En la dimensión pedagógica, se rescatará el concepto de pedagogía en el sentido del concepto de
formación enraizada a la voz alemana de “bildung”, como “imagen”, “modelo” construcción que ha
transitado diversas transformaciones desde el misticismo y pietismo hasta sus concepciones
neohumanistas. Concepto decimonónico del romanticismo alemán y también reivindicado por
Gadamer como “el más grande pensamiento del siglo XVIII, y es este concepto el que designa el
elemento en el que viven las ciencias del espíritu del siglo XIX, aunque ellas no acierten a justificar
esto epistemológicamente.”(Gadamer, 2007b, p. 37). La formación ha sido vinculada al concepto de
cultura, como adquisición de competencias y destrezas; sin embargo, su referencia trasciende la
simple apropiación de conocimientos y habilidades culturales, se proyecta más allá, se dirige hacia
un estado espiritual del sujeto que logra una autoconciencia histórica de sí mismo y de su entorno, a
partir de la reflexión y reconstrucción de su espectro de valores, carácter y espíritu.
En relación al acercamiento comunicacional, su abordaje teórico pertenece a una “encrucijada”
de diversas disciplinas, dada la complejidad de las aristas que subyace en su comprensión. Nuestro
enfoque se derivará también de lo hermenéutico-crítico. Es decir, la investigación de los diferentes
niveles comunicativos, transformados por la sociedad red, debe articularse desde los horizontes
históricos de los interlocutores. Esto es, en los niveles intrapersonal, interpersonal, grupal,
institucional y cultural globalizada. En lo referente a la dimensión cultural, constructo que abarca
diversas esferas de las realizaciones objetivas del espacio-tiempo actuales, apuntaremos hacia el
concepto de cibercultura, como fenómeno planetario emergente y que tiende a subsumir cada vez
más los mundos de la vida modificando las experiencias humanas.
Esta triadicidad, necesaria y coextensivas para el desarrollo de una comprensión-interpretación,
que como reflexiones finales, nunca serán definitivas por las continuas reinterpretaciones,
actualizaciones y proyecciones de nuestra existencia.
en la fusión de horizontes de sentidos que van actualizándose, en el reacomodo de los prejuicios que
aclaran desechando los prejuicios que oscurecen. Esto es la continua modificación de los esquemas
previos de nuestro comprender. En consecuencia, se alcanza lo que llama Gadamer, el principio de
la productividad histórica, que es el resultado de ese diálogo experiencial que tenemos con la
cultura universal que nos entrega la modernidad tardía, o los tiempos líquidos baumanianos o una
acentuada tecno-modernidad configurada en la sociedad red.
Solo en la dialéctica del nosotros frente a la carga histórica, ocurre el trabajo de la historia,
vertida en como conciencia histórica, que solo es posible, por la ineludible inmanencia del lenguaje.
El “estar ahí” (dasein), en el mundo, significa que somos existencia arrojada a una continua
comprensión, a una “oscilación perpetua” de proyecciones mediadas por nuestro lenguaje. “Y veo,
en la relación de toda comprensión al lenguaje, la manera en la cual se ensancha la conciencia de la
productividad histórica.” (Gadmer, 2007ª, p. 116). Finaliza con estas palabras, el esfuerzo
gadameriano en su obra sobre la conciencia histórica. Sin embargo, debemos observar el
señalamiento de Vattimo, sobre la impronta de Heidegger, sobre la primacía del lenguaje en torno al
ser: “Generalmente se admite que Heidegger sienta las bases de la ontología hermenéutica por
cuanto afirma la conexión-casi la identificación – de ser y lenguaje.” (Vattimo, 2007, p. 103).
Siguiendo esta matriz epistemológica, podemos comprender e interpretar nuestra triadicidad en
cuestión, sobre la reflexión pedagógica imbricada en una cultura cada vez enmarcada en una
tecnosfera digital que anega los entornos comunicacionales con un novísimo lenguaje electrónico.
Una sintaxis multimedial que va modelando los nuevos escenarios subjetivos, intersubjetivos,
grupales, institucionales y globalizados que interaccionan en el ciberespacio. La humanidad se
constriñe cada vez más en una interconexión y planetaria. Articular estas tres dimensiones del
espíritu, nos dará algunas proyecciones teóricas sobre el pensamiento reflexivo pedagógico, siempre
complejo, siempre histórico-ideológico, para una posible racionalización y comprensión. Así pues,
llevaríamos a cabo la labor de repensar la educación como ejercicio de nuestra conciencia histórica
para lograr la formación del espíritu humano que busca la autoconciencia y la libertad.
la capacidad proposicional del lenguaje como rasgo inherentemente humano, en el sentido que el
hombre es el único ser que pregunta por razones y es capaz de someter a escrutinio la tradición
como historia y cultura. Es decir, su racionalidad consiste, en la pregunta aristotélica de cavilar
continuamente sobre lo es bueno y lo que le conviene. En este aspecto, es esencialmente un ser de
comprensión. En Tugendhat, el lenguaje ocupa un lugar vertebral en la comprensión del ser humano
como actividad reflexiva y autoconsciente. Es decir, la libertad y la capacidad de autoconsciencia de
inquirir sobre el mundo es fundamentalmente una inmediata consecuencia de la posesión del
lenguaje. Así, según este filósofo:
Si se tomase la libertad o la autoconciencia como aspecto central del ser humano, como lo
han hecho algunos representantes de la antropología filosófica del siglo XX, no se
entendería su función, de modo que estos rasgos se deben entender como fundados a su vez
en el lenguaje como rasgo clave. (Tugendhat, 2008, p.26).
Una antropología filosófica centraría su reflexión sobre lo humano y la cultura desde el “mi
mismo”, como estructura necesaria para comprender las demás culturas. Se distancia de la
antropología cultural porque pone el acento en la autocompresión del ser humano en vez de ver la
“otredad” como tercera persona. Esto es el estudio de las culturas como alteridades que deben ser
descritas objetivamente como totalidades simbólicas. La antropología filosófica apunta a la
comprensión autoreflexiva para comprender otros mundos de vida: y esta comprensión solo es
posible en el diálogo y fusión de horizontes con la otredad. Solo así nos vamos constituyendo
continuamente en la amalgama simbólica del lenguaje de la multiculturalidad amplificada en
sociedades informatizadas.
Esta autoconciencia desde el punto de vista de la Bildung es reconocimiento del “sí mismo” en
la tradición, en la cultura, en la historia. La apropiación de la cultura es formación que surge de la
autoconciencia. Gadamer nos aclara: “La formación no debe entenderse sólo como el proceso que
realiza el ascenso histórico del espíritu a lo general, sino también como elemento dentro del cual se
mueve quien se ha formado de este modo.” (Gadamer, 2007b, p.43).
Por ello, el trabajo educativo, como actividad para el logro de la formación, acontece en la
autoconciencia de los individuos, en la apropiación de las realizaciones de la cultura para el
reconocimiento de su historicidad y de su finitud. Desde ese prisma, la formación como desarrollo
de la moral y el carácter hará seres críticos y reflexivos conscientes de la relatividad de la cultura y
de la historicidad de la comprensión e interpretación de la alteridad. Y, por otra parte, la
autoconciencia pedagógica se asumirá también como comprensión relativa al horizonte socio-
cultural de la cuál emerge. La construcción de enunciados pedagógicos debe ser el resultado de la
experiencia efectiva tanto de sus teorías como de su práctica. Interpretando y adecuando las
palabras de Gadamer, la Pedagogía tiene el “privilegio” y el compromiso de asumir la historicidad
de toda la semiosfera socio-cultural actual y que sus interpretaciones teórico-prácticas están
condicionadas a una reproyecciòn continua e inacabada de sentidos históricos. Es decir, una ciencia
del espíritu siempre inconclusa y en constante dialéctica con la alteridad.
Los retos que se avizoran para una formación del siglo XXI, adquiere en el contexto de la
sociedad red, un nuevo cariz en virtud de los nuevos retos emergentes a los que se enfrenta la
civilización posindustrial o de la cuarta revolución industrial 2.0. La inconmensurable red de
comunicación constituye una cibercultura que ha ido enseñoreándose de los mundos de vida y
subjetividades. Un nuevo campo antropológico digital de nuevos signos crece algebraicamente con
carácter planetario en la gran red mundial; las sociedades aplanan el espacio-tempo de las
interacciones simbólicas en un tráfico inconmensurable de cultura universal. La cultura
comprendida como el producto natural de las realizaciones humanas se desplaza digitalmente en un
convulso y vertiginoso océano semiótico modificando la economía, la sociedad, el arte, la ciencia,
la historia, la religión, el lenguaje y la comunicación en formato de consumibles. La generación de
la cultura del consumo digital ya está entre nosotros.
3. PROCEDIMIENTO DE LA INVESTIGACIÓN
La presente investigación ha transitado la modalidad de los estudios teóricos como forma de la
investigación documental. Es la articulación de argumentos teórico-reflexivos sobre las
proposiciones teórico-pedagógica de los autores consultados. Esto que toda la información se extrae
de textos bibliográficos y electrónicos. El enfoque epistemológico surge de la corriente
hermenéutica filosófica crítica. Es decir, se construye a partir de la “fusión de horizontes” del
investigador y los textos citados. En ello, interviene el sentido histórico del investigador,
configurado por la carga cultural, histórica y filosófica en la comprensión-interpretación de los
textos. Esto significa que no hay conclusiones definitivas en la investigación de las ciencias
humanas por tener un carácter multidimensional y subjetivo. El trabajo está apegado a las normas
de ordenamiento bibliográfico y estilo de esta ponencia internacional de Educación.
tecno-instrumentales, que son en definitiva una nueva “koiné” electrónica, necesaria para
los emergentes trabajos en red, pero ello no debe constituir el centro gravitacional de lo
humano. La autoconciencia planetaria, la sensibilidad estético-humanística, el desarrollo de
la subjetividad plena, la conciencia - son ejes potenciales para la construcción de una
formación posthumanista como reacción a los símbolos y valores del individualismo y el
culto al dios del marketing.
La formación recobra hoy más que nunca su semántica decimonónica, esto es, la formación
en definitiva de un sujeto histórico sensible y ennoblecido. En definitiva, la formación para
una humanidad inagotada, inacabada, en constante autoconciencia de su cultura, pero a la
vez excelsa y sensible.
REFERENCIAS
Bauman, Z. (2013). La cultura en el mundo de la modernidad líquida. FCE, México.
Gadamer, H-G. (2007b). El problema de la conciencia histórica. Tecnos, Madrid.
Gadamer, H-G. (2007b). Verdad y método I y II. Ediciones Sígueme. Salamanca.
Heidegger, M. (2012) Ser y tiempo. Madrid, Trotta.
Levy, Pierre (2007). CIBERCULTURA. Informe al Consejo de Europa. SSTC (Sistemas
sociotecnicosculturales). Disponible en línea:
https://antroporecursos.files.wordpress.com/2009/03/levy-p-1997-cibercultura.pdf
Tejera, H. (1999). La antropología., Tercer milenio. Consejo nacional para las artes y la cultura.
México.
Tugendhat, E. (2008). Antropología en vez de metafísica. Gedisa, Barcelona.
Vattimo, G. (2007). El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna.
Gedisa. Barcelona.
Vierhaus, R. (2002). Formación (bildung). Separata. Revista Educación y Pedagogía. Vol. XIV
No.33 Universidad de Antioquia, Facultad de Educación.
1.- PRESENTACIÓN
El presente trabajo está orientado hacia la presentación de un ejercicio de reflexión crítica sobre
la práctica docente en el contexto áulico de la escuela primaria. Así, desde la perspectiva de
Foucault, abordaremos las miradas de los “anormales” de un grupo de cinco niños de un aula de
tercer grado de una escuela de los márgenes. Niños etiquetados como incapaces, torpes, retrasados,
en una palabra anormales, son acompañados desde una práctica pedagógica que se orienta hacia un
redescubrimiento y liberación de sus potencialidades creativas, al superar las etiquetas provenientes
de la práctica del examen escolar. Finalmente, a través de la narración del mundo de la vida escolar
de esos cinco niños es mostrada una opción pedagógica entre hablas, juguetes y lágrimas.
32
Por mencionar únicamente uno de los aspectos en los que se centra el autor francés al analizar la disciplina,
inseparable del sistema escolar, y a su multiplicidad de prácticas. (Véase a Foucault, 2007).
educación especial, tomada por caso, nos muestra la constitución inmediata de una sociedad
disciplinaria.
Foucault describe la instalación de esta sociedad en las prisiones, los cuarteles, los talleres, las
escuelas, que busca los medios para un control permanentemente más racional de la población, con
miras a aumentar su producción. Entonces, no se trata tanto de un poder centralizado (la soberanía
política tradicional), sino de un poder difuso, presente en el conjunto de la sociedad. De este modo,
la disciplina en la escuela no es más que un aspecto de un esquema social disciplinario más vasto.
En ese sentido, es necesario hablar de una sociedad disciplinaria a partir del siglo XVII, que
sustituye a la vieja sociedad de soberanía, así como el poder de la norma al de la ley. La disciplina
se convierte en el paradigma de toda una sociedad. (Cfr. Foucault, 1992, p. 140). Pero la disciplina
escolar parece haber sido primera, para extenderse luego a los hospitales y al ejército. Para
Foucault, la primera institución disciplinaria fue el colegio clásico (Cfr. Vandewalle, 2010, p. 205).
Foucault describió minuciosamente esas disciplinas en Vigilar y castigar (Foucault, 1992). Así,
la arquitectura de las escuelas, las teorías educativas, los reglamentos internos (de la escuela militar,
de los establecimientos educativos para especiales, de las escuelas cristianas y de los colegios)
muestran la instalación de un verdadero cuadriculamiento del espacio y del tiempo pedagógico, que
busca aumentar la capacidad para aprender. La escuela se vuelve entonces una verdadera máquina
de enseñar. Ese mecanismo de la disciplina escolar se aplica ante todo al cuerpo, en la medida en
que el objeto de la disciplina es enderezar las posturas, volver dóciles y productivos a los cuerpos
(Cfr. Vandewalle, 2010, p.206).
La pedagogía es un arte del espacio y del tiempo. El cuadriculamiento del tiempo permitirá el
control de la actividad. En efecto, se trata de recortar el tiempo, de establecer ritmos, regular los
ciclos de repetición. El tiempo escolar debe ser íntegramente útil. Para esto, es necesario elaborar el
acto de manera temporal, constituir esquemas anatomo-cronológicos del comportamiento,
regulando la distribución de los gestos, las posturas del cuerpo, como en el acto de escritura, los
cuadernos de caligrafía son un ejemplo de ello. Organizar la escuela es recortar el tiempo del
aprendizaje en estadios, como el horario escolar o como las siete fases de la lectura en una
pedagogía analítica. Entonces, el tiempo del aprendizaje se vuelve capitalizable (Cfr.Vandewalle,
2010, p. 206).
Se trata, en efecto, de componer las fuerzas en una relojería compleja, cuyo modelo para
Foucault es la escuela mutua. Ésta prescribe a los mejores estudiantes funciones de vigilancia, de
control del trabajo, con el fin de ocupar permanentemente a todos los estudiantes. Este monitoreo
pedagógico permite aumentar las capacidades de aprendizaje (el estudiante vigilante, oficial,
intendente, decurión que hace recitar las lecciones). (Vandewalle, 2010).
El espacio pedagógico está saturado de signos que regulan la productividad del aprendizaje. El
poder pedagógico supone, así, a la vez, un esquematismo (agregar una diversidad de
comportamientos a la unidad de un aprendizaje útil) y una capacidad analítica de diferenciación
(identificar cada término de esta multiplicidad, asignarle un lugar, un rango, un valor). Las técnicas
educativas deben reunir las fuerzas y sumarlas a la unidad de una misma productividad. Y,
simultáneamente, identificarlas, singularizarlas, al mejor estilo de una factoría. (Vandewalle, 2010).
Para un poder pedagógico analítico que quiere diferenciar y medir los valores, las capacidades
o, al contrario, identificar los casos anormales, siempre se trata de sancionar o de gratificar.
El examen, para Foucault, “establece sobre los individuos una visibilidad a través de la cual se
los diferencia y se los sanciona. En él vienen a unirse la ceremonia del poder y la forma de la
experiencia, el despliegue de la fuerza y el establecimiento de la verdad (…) la superposición de las
relaciones de poder y de las relaciones de saber adquiere en el examen toda su notoriedad visible”.
"hombres útiles", y como medio, la puesta en evidencia del sujeto y su conducta (Cfr. Rodríguez,
1996, p. 6).
Los instrumentos que requiere el aparato escolar para concretar la acción disciplinaria son, al
menos:
a) un conjunto de normas, generales y específicas, formalmente obligatorias, que basan su
legitimidad en un contrato tácito entre la institución escolar y los alumnos y maestros que
en ella se desempeñan;
b) la existencia de instrumentos de observación, inspección y verificación de la conducta
individual de los sujetos de la norma, entre los que sobresale el examen;
c) la existencia de un cuerpo encargado de la represión de las conductas contrarias a la
norma, represión. Hoy día disimulada por el temor a la ley que ampara a los alumnos y
sanciona a los maestros que la infringen.
La puesta en práctica de tales instrumentos tiene como fin general preservar la disciplina
requerida para la práctica "normal" de la acción educativa. Disciplina es, en este sentido, control de
conductas individuales conforme a normas comunes. El control disciplinario alcanza el máximo de
sus potencialidades cuando puede prescindir de dispositivos externos, es decir, de la vigilancia y la
represión. Para la escuela es indispensable conseguir que la auto-vigilancia e inclusive la auto-
represión desplacen, en forma y función, a la acción disciplinaria ejercida por la institución a través
de figuras e instancias especializadas. En la medida en que cada sujeto escolar se convierte en su
propio vigilante, juez y verdugo -siempre conforme a disposiciones normativas-, la presencia de un
órgano de represión pierde fundamento. La economía de medios que, en este sentido, representan
los dispositivos de autocontrol por sobre los dispositivos de control externos. La cuestión es
entonces cómo formar en los individuos una actitud de autocontrol disciplinario (Cfr. Rodríguez,
1996, p. 6). Siempre y cuando, claro está, que no represente una vía para el infligirse castigo, al
mejor estilo de los monjes, tiempo atrás, y que los lleve al borde del suicidio.
La escuela ha desarrollado una serie de recursos adecuados a tal finalidad. Ante todo, la
inculcación de valores mediante la formación ideológica, moral y cívica de los estudiantes.
Mediante la misma, al estudiante se le hace creer que la (su) conducta es vigilada y sancionada por
entidades abstractas, omnipotentes y ubicuas, Dios, la Sociedad, el Estado; y que es responsable,
ante dichas entidades, de su actuación personal. El cabal conocimiento de “lo que está bien” y “lo
que está mal”, en el aspecto moral de estos términos, siempre ha formado parte del curriculum
escolar, no importa que se trate de instituciones confesionales o laicas (Cfr. Rodríguez, 1996, p. 7).
Por otra parte, la práctica del examen, o a través de éste, el estudiante constata que es sujeto de
escrutinio, de calificación y clasificación. La examinación tiende a la totalización; los objetos de
examen son innumerables. Se evalúa el cuerpo (crecimiento, salud, higiene), las facultades mentales
(raciocinio, memoria, creatividad, análisis, síntesis), las realizaciones prácticas, los
comportamientos y conductas, las creencias y preferencias, en fin, todo aquello que hace visible el
progreso de la enseñanza en pos del objetivo de conformar individuos “educados” en el doble
sentido de la expresión: útiles y disciplinados (Rodríguez, 1996).
Qué hacer ante tal cuadro de normalización de anormales. Cómo realizar una práctica
pedagógica distinta que forme sin normalizar. Que persuada sin gritar, que corrija sin atormentar.
Que guíe sin lacerar el alma y el cuerpo de nuestros alumnos en el espacio escolar. No lo sé, o no sé
responder con la precisión que se pueda requerir. Tan sólo me he atrevido a experimentar la
enseñanza, como diría Valera-Villegas (2015).
El diario pedagógico se concibe como un texto escrito que permite registrar experiencias en la
escuela, sin embargo, adquiere un sentido de carácter más epistemológico que narrativo, en la
medida: en que no se limita a la escritura de narraciones sobre vivencias escolares, sino que,
epistemológicamente hablando, son un instrumento adecuando para una reflexión crítica sobre la
práctica docente realizada. Lo vivido, lo reflexionado, lo obtenido para el futuro.
Por tanto, el diario pedagógico podemos mirarlo como una herramienta pedagógica de la
cotidianidad de la práctica docente. De allí que, más que un registro de la cotidianidad y de la
enseñanza, puede ser considerado como un dispositivo. Es decir, un conjunto de elementos
diseñados e implementados a partir de un objetivo estratégico, con los cuales se proponen diferentes
relaciones de poder y saber: una materialidad que busca producir y disponer la configuración de
ciertos elementos y la estructuración de un espacio de manera que se cumpla un objetivo
determinado. En este sentido, en el diario pedagógico se puede ver el funcionamiento de un
dispositivo en el que confluyen varios elementos heterogéneos: sujetos (estudiantes, maestro,
directivos, padres de familia), objetos (temas, actividades, diferentes tipos de registros), y lenguajes
que determinan relaciones del maestro con el poder y el saber, con sus estudiantes, con la escuela,
con su trabajo, a partir de proporcionar información sobre sí mismo y su práctica, que es su razón de
ser. (Cfr. Botero, 2011, p. 46).
El diario pedagógico es la herramienta que usa el docente investigador para reconocer aspectos
que se dan dentro de la clase y que no se identifican en el momento en que ocurren, sino que surgen
como parte del análisis de los registros escritos. El carácter secuencial permite identificar
situaciones o acciones que se repiten y, por tanto, se convierten en prácticas usuales del docente,
quien debe entender el diario como una fuente para realizar exploraciones sistemáticas dentro de su
labor educativa (Cfr. Monsalve y Pérez, 2012, p. 121).
El diario pedagógico como dispositivo puede mostrar una práctica que configura y dispone no
sólo una forma de escritura, sino también cierto tipo de maestro y de discurso sobre la enseñanza. El
diario pedagógico puede ayudar a conformar una práctica de escritura de los maestros sobre la
enseñanza, la organización del tiempo y del saber, sus relaciones con sus alumnos o estudiantes,
entre otros aspectos. (Cfr. Botero, 2011, p. 49).
El diario pedagógico, en tanto herramienta, posibilita práctica de la docencia reflexiva sobre
acontecimientos de la clase, del mismo modo en que permite potenciar el valor a las prácticas
generadas, tales como las fortalezas halladas en cuanto al acompañamiento a los estudiantes, la
comunicación dentro de la institución y el uso de estrategias metodológicas que han dado buenos
resultados.
El uso que le he dado al diario pedagógico en mi práctica docente, me ha servido, entre otras
cosas como vía para la sistematización de las experiencias vividas. De igual modo, me ha
acompañado en la lectura e interpretación de la realidad de mi aula, de mi escuela. En el diario
identifiqué las expectativas y saberes propios de mis alumnos, y la relación que he mantenido con
ellos a lo largo de la experiencia escolar. Así, el mundo de vida de mi cotidianidad escolar lo he
proyectado en él. De esta manera, he hecho narraciones de las experiencias que he considerado
relevantes, para pasar a una reflexión crítica sobre mi práctica.
Por medio del diario pedagógico he mirado mi práctica, que he querido traer a este trabajo para
que sea vista por otros. Está claro que es una perspectiva de mi cotidianidad escolar desde mi
óptica, como autora del mismo. El él no aspiro a que se mire solamente lo que yo quiero que mire,
sino más allá.
Esta forma de ver-se (y de mostrar-se) a través de los diarios pedagógicos, puede ser analizada
desde el concepto de experiencia de Larrosa (2006), quien afirma que el lugar de ésta es siempre el
sujeto con sus palabras, sus ideas, sus representaciones, sus sentimientos, por lo tanto: "…el sujeto
de la experiencia se exterioriza en relación con el acontecimiento, que se altera, que se enajena".
En diario pedagógico, he pretendido dejar una huella, un rastro, de lo vivido que me ha
cambiado por la experiencia vivida en mi forma, en mi estilo de ser maestra. Esa experiencia mía es
subjetiva, de una maestra en su aula escolar, de sus historias, que han ido configurando, en mayor o
menor medida, de acuerdo a Larrosa (2006): "una personalidad, un carácter, una sensibilidad o, en
definitiva, una forma humana singular que es a la vez una ética (un modo de conducirse) y una
estética (un estilo)".
El diario pedagógico es también una herramienta para la reflexión o teorización sobre el diario
vivir de la institución, con miras hacia la investigación sobre la práctica y como elemento para
identificar los problemas de la escuela. Es también un poco lo que he venido persiguiendo. Dar
algún granito de arena para transformar la escuela.
Por otro lado, lo tengo claro, que la escritura del diario pedagógico es también una herramienta
adecuada para conservar la memoria, así como también como un elemento clave para configurar mi
propia identidad personal y profesional. El diario me ha permitido, al ser un dispositivo, una
reconfiguración de mi pensamiento sobre mí misma, percibo mi práctica y mi relación con el otro,
léase alumno o colega maestro. De la misma manera, como maestra, el diario me ha permitido al
reflexionar sobre mi quehacer docente, me ha ayudado a cambiar, y a lograr al menos un poco una
concepción de mí. Y esto lo posibilita el diario al convertirse en un instrumento para la confesión de
las vicisitudes escolares, de mis errores cometidos, de mis fallas. Y esto coincido plenamente con
Botero (2011).
El diario pedagógico me ha permitido perder el miedo a escribir, y también el sentirme
avergonzada. Me he atrevido a hacerlo y eso es muy importante. He perdido el temor a dar cuenta
de mi interioridad, de mis intereses, de mis sentimientos y de muchas otras cosas de mi vida
personal y profesional. He perdido el temor de que otros se enteren de lo que pienso y hago en mi
espacio escolar, con mis alumnos. Con ello, sueño que lo que escribo pueda ser leído, analizado y
criticado por otros.
He usado el diario pedagógico como “escape” a la maraya de las escrituras obligatorias de la
que exigen los aparatos burocráticos educativos: informes, planes, programas, y un interminable
etcétera.
Ojalá, que lo escrito en mi diario pedagógico, al menos algunas cosas, sirvan para propiciar la
reflexión crítica sobre la práctica docente y el mundo de la vida de la escuela, para la orientación de
otras prácticas, distintas, mejores. En ésto coincido con Vásquez (2002) al pretender aspirar
contribuir a alcanzar buenas prácticas, compartidas como experiencias exitosas para la enseñanza.
si, el niño de nuevo ingreso, sí yo voy a ser su maestra. Ella continúa hablándome: ¿Usted no sabe
lo que le espera, oyó?... De verdad mi sentido pésame. Eloy es terrible, de todas las escuelas lo
botan; su mama dice que es porque las maestras no lo soportan, no lo quieren y lo expulsan, pero
eso es mentira, él es el que tiene problemas y por eso ya lo han cambiado a cinco escuelas
distintas. En la última, desde Marzo, la maestra le dijo que no lo quería volver a ver más, que les
dijera a sus padres que no lo llevaran…. La observé, de hecho lo que hice fue mirarla con mucha
atención, durante todo el tiempo que duró la conversación. Cuando en ese momento oigo que mi
esposo me dice: ¡Que esperanzas…! Y solo se me ocurrió responderle a la mujer: …tranquila, no
se preocupe, vamos a ver si a mí me hace lo mismo. Noooooo (continúa la chica), es que usted no
conoce a ese grupo, yo vivo en La Rinconada, y esos son puros carajitos de por ahí, y son el diablo,
esos carajitos tienen muchos problemas….Yo le dije a mi hermana, gracias a Dios que le va a dar
clases Gaby (O sea…..pensé en ese momento, eres la tía del niño y me vas a hablar así de él. Y de
sus futuros amiguitos. Además no me conoces). A continuación sólo me limité a decirle:…. No te
preocupes ya me han hablado de ellos, y decidí hacer caso omiso de todo lo que de ellos me
dijeran. Porque, simplemente, no quiero predisponerme contra ellos. Le di mi saludo de despedida,
y terminé de entrar al supermercado. …Un detalle curioso: …ya en el supermercado me quedé
mirando a mi esposo a los ojos, y le dije: ¡Qué horrible, lo que me dijo esta señora! Él se sonrió y
me dijo…tranquila que esos “carajitos” (palabra que él sabe que detesto con todo mi ser, porque
mis niños no son unos carajitos, son niñas y niños y punto), te van a tener miedo apenas te
vean…Miedo no, respeto, no confundas las cosas. Y lo miré de nuevo, y me sonreí.
Debo admitir que estaba fiebrua, como decimos en criollo, por comenzar mi nueva experiencia
como maestra de aula. De verdad estaba muy emocionada: ¡Por fin, con mi clase de educación
primaria! Cargo que me habían dado desde el 16 de Octubre del 2014 en la Gobernación del
Estado Nueva Esparta, en Venezuela 33. Este día llegué tempranito a la escuela, a las 6:30 am. Me
sentía bastante perdida, para qué negarlo, un poco confundida, porque, la verdad, era el inicio de
esta experiencia. No sabía, o dude mucho, sobre, por ejemplo, cómo le rendían honores a los
símbolos patrios en aquella escuela, o también, sobre cuáles actividades de bienvenida le tenían
planificada a los niños en ese su primer día del nuevo año escolar. La nueva directora se dirigió a
mí y me dijo:
“Gabrielle, así me llamaba por cariño, bienvenida, de verdad te deseo la mejor de las suertes en
este nuevo año escolar. Recuerda tratar con mucho cariño y darles mucho amor a esos
muchachitos. Ten en cuenta que esos muchachitos no vienen con un nivel adecuado para cursar el
tercer grado. Ellos tuvieron fuertes problemas en el primer grado mijá, así que llévalos poco a
poco. Yo solo respondí: si profe tomaré en cuenta lo que me dice. ¡Dios te bendiga mijá!, métete al
salón, hoy solo se trabajara medio turno pues esta es la semana de adaptación y aún no han
suministrado comida. Al llegar al aula, noto algo nuevo en mi salón de clase. Curiosamente, había
llegado uno de los niños; y curiosamente porque me percato que era, nada más y nada menos, el
sobrino de la directora ¡Qué compromiso tengo! Ahora me queda clara la recomendación que ella
me dio.
Al poco rato, comenzaron a desfilar las niñas y los niños, mis estudiantes. De inmediato procedí
a orientarlos en su ubicación en el aula. A propósito se me había olvidado comentarles un detalle;
ahora vuelven a mi memoria algunos aspectos de la descripción que recibí por la maestra de estos
niños en el año anterior. Se trata de quienes conforman mi grupo de los ocho “casos problemas”
33
La experiencia que antecedió a esta responsabilidad ya fue narrada en un trabajo de investigación anterior.
34
Es la escuela maternal.
lapso que como bien sabemos es exploratorio) determinamos cuales son niveles de aprendizajes
adquiridos, la información suministrada por la docente que nos antecedió. En criollo, si saben o
no, si aprendieron o no. De inmediato calificamos a la maestra de mala, de incapaz, que no hizo o
no les enseño nada. Eso no es correcto. Porque no pensar más bien, que el niño o la niña no
practicó, o repasó en vacaciones, no lo orientaron correctamente, o simplemente fue promovido al
grado superior por razones, que a la largo lo perjudicarán en su formación primaria. ¿Es cierto,
verdad? Les resulta familiar. Eso pasó con mi grupo; aunque la docente anterior no dudo que haya
hecho lo que creyó que era lo indicado.
Un día, de aquellos dos meses iniciales, tuve un primer acercamiento con una de mis niñas,
Juliangel, para ser precisos. “¿Tú eres Juliangel verdad? Se rio y dijo: sí. Me lo imaginé por tu
cara (era desafiante, de actitud altanera). ¿Tú eres la que se cae a golpes con tus compañeros
como un varón más? Y todos se rieron. Ella se puso seria y me dijo: sí. Los compañeros nos
interrumpieron, y uno de ellos me dijo: Maestra la tienes que ver, ella no le tiene miedo a nadie.
Esa da coñazos con el puño cerrado, un día… Silencio, hagan silencio… Recuerdo Juliangel, que
tu mama me advirtió, el día que te vino a inscribir, que en vacaciones aprovechara de tomarme
píldoras de paciencia, porque no sabía lo que me venía al tenerte como alumna. Yo solo le
respondí, no sé si te lo dijo: esperemos a que llegue ese día. No me parece bien que una mama
haga ese tipo de comentarios de su propia hija. No es bueno condenarla sin darle la oportunidad
de cambiar. Me miro sorprendida y se marchó sin decirme nada más. Juliangel sólo se limitó a
sonreír”.
Debo anotar aquí que desde el primer día de clases me ocupé con especial atención de los ocho
casos de “anormales”. Fui poco a poco conociéndolos… José Gregorio, tímido en exceso, solo
sonríe cuando le preguntas algo, se retuerce en la silla y se cubre la cara. Habla muy poco, a decir
verdad. Sus compañeros se ríen y comienzan a sacarle los trapos al sol, por así decirlo:
“Maestra el papa de José Gregorio si lo jode. Le cae a coñazos todos los días. Esos son gritos y
regaños que le da. Es que él es un bruto maestra…”
Le castigan mucho, es verdad. Aún están en su piel las marcas como huellas de las agresiones y
de sus tremenduras, claro está. Él, mientras tanto, sigue siendo un niño. Al mirarlo a la cara,
puedo ver un brillo inigualable que solos sus ojos guardan. Esa dulce sencillez, esa voz silenciosa
que solo los ojos la saben narrar.
Otro día, de los muchos iniciales, sucedió lo siguiente. Una vez que rendimos honores a los
símbolos patrios y pasamos al salón, ubicándonos en nuestros lugares, cruza la puerta del aula un
niño trigueño, cabizbajo, y con una gran sonrisa nerviosa más de vergüenza que de otra cosa. Lo
miro con atención, y de inmediato escucho el coro que al unísono grita:
“¡Hola Eloyyyyy, por fin viniste a clase! Les pido silencio, y de seguida le pregunto: ¿Tú estudias
aquí? Abrió como dos lunas sus ojos con la misma sonrisa con la que entró al aula, y afirmó con la
cabeza, y miró de inmediato a los demás compañeros. Volví a hablarle, le pregunté: ¿Tú eres Eloy?
Sí, soy yo. Y sonriendo le digo: Así que tú eres el famoso Eloy. Él levanta su ceja derecha y con
una cara como de ¡¡¡¡¡Yoooo, famoso!!! Permíteme explicarte para que no me mal interpretes; no
es que seas famoso, sino que desde las vacaciones escolares me han hablado de ti, y ahora me doy
cuenta que tus compañeros te conocen, todos te conocen, menos yo que soy tu maestra. Pero pasa,
no te quedes ahí, ubícate en una mesa, y una vez más con la misma sonrisa que ocupaba toda su
cara, fue y se sentó, Mientras caminaba a sentarse todos le veían y se reían, pero les confieso que
era inevitable no reírse, porque sus gestos y andar eran de todo un personaje. Aquel día me la pasé
tratando de conocer un poco más a Eloy, quien por cierto aún no le había terminado de formalizar
su inscripción.
Ahora bien, una de las tantas herramientas o documentos que tenemos como docentes para
recabar un poco más de información de nuestros alumnos y alumnas, es la planilla-entrevista que
35
El Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes es un órgano administrativo que se encuentra en
cada municipio se encarga de garantizar y restituir los derechos de los niños, niñas y adolescentes
individualmente considerados, en el caso en que exista una amenaza o una vulneración. Los Consejos de
protección, forman parte de la estructura administrativa y presupuestaria de las alcaldías, pero ejerciendo
plena autonomía en el ejercicio de sus atribuciones. Art. 158 LOPNNA.
Municipio y Distrito, y todos los que se encargan de inventar (perdón, digo, crear), nuevas
herramientas de llenado de información; solicitan para fines internos de las instituciones, un
informe/diagnostico individual por niño. Entre esos muchos papeles, se encuentra uno de informe
final del año escolar. Ese informe es entregado a la nueva docente que le corresponderá atender al
grupo promovido, para que sea de su conocimiento los “casos”, junto a la diversidad que puede
tener el grupo. Y ¿adivinen qué? Eso en mi escuela, no sucede. La escuela se maneja de la
siguiente manera; como todos viven “ahí mismo, cerca”, y todas las maestras viven en el barrio
(salvo honrosas excepciones), “viven ahí mismo” también. Y esa circunstancia, les hace suponer
que todos se conocen la vida de todos, y ya, eliminado el informe. En una próxima oportunidad,
tendré que salir a entrevistar a algunos para que me informen de los niños y las niñas, con el objeto
de averiguar la vida o aspectos importantes que tengan importancia para conocerlos mejor.
Para culminar la travesía de la entrega del registro documentos, con especial referencia a
estos dos casos particulares. Puedo contar que, más o menos para el décimo día de clases. Eloy
con una gran carpeta marrón, se acerca a mi escritorio diciéndome: mira maestra esto te lo mandó
mi mama. De acuerdo, hijo, gracias. Me quede pensando unos segundos, y abro la carpeta llena de
hojas escritas, e inicio mi lectura. Al final, en una de las hojas, encuentro un informe de un
psicólogo, refiere lo siguiente: “…el niño posee un retraso de 5 años (aprox.) en edad cronológica
en la madurez-desarrollo de su cerebro”. Cerré la carpeta y le pregunto ¿Eloy sabes qué es ésto? Y
me afirmó con la cabeza. ¿Y tu mamá? Bien, maestra, trabajando. Le miro fijamente y le digo:
Eloy creo que deberíamos cambiarte de puesto, colócate aquí, cerca de donde yo estoy.
Para identificar, conocer, reconocer, y mejor prepararse para el grupo de alumnos que año tras
año te van asignando, debería de mejorarse la información que de todos y de cada uno pueda
llegarse a tener. Eso nos permitiría conocerlos mejor, y mejorar la atención que podamos darles
en el aula de clases. Los especialistas, psicopedagogos, psicólogos, médicos, son de mucha ayuda,
es verdad. Pero, la información que podamos obtener de ellos es muy puntual, diagnósticos
muchas veces apresurados. Limitados muchas veces a cada una de las dificultades, alteraciones o
condiciones que el infante pueda llegar a tener, y que de ser necesario conocer la atención incluso
de medicación oportuna y a tiempo, si fuere el caso. Pero, eso no es suficiente, hace falta el ojo del
maestro, su mirada, su apreciación. Esta es la más importante, y muchas veces se carece de ella. Al
maestro en no pocas ocasiones le da flojera hacerlo, en perjuicio de los alumnos.
Al respecto, puedo contar el caso de Eloy García, como ya se los había comentado, quien es
atendido por especialistas. Y también, tengo el caso contrario de una alumna, Yuleska Nava. Sabía
en todo momento que ella pertenecía al grupo de mis niños “anormales”; no leía, por lo tanto no
tomaba dictado ni podía interpretar o hacer composición de oraciones simples, escribía los
números del 1 al 50 sin poder llegar al 100, necesitaba ayuda, sumaba y restaba cuentas simples (2
- 2 = 0). Para realizar la copia de la pizarra, de tres clases diarias solo realizaba la primera y a
medias. Se destacaba en dibujo, hermosos para ser honesta. De mucho talento artístico. Era
sumamente callada, no molestaba en absoluto; sólo tenía una amiguita o mejor, sólo se
relacionaba con una compañerita (quien además supe que era su vecinita), Mariangelis; no sabía
nada más de Yuleska. Sin embargo, con la atención y cuidado debido, logré buenos progresos de
ella.
En ocasiones, poder saber o tener información oportuna de un alumno, hace la diferencia en
momentos como el que les narraré. Aquel día el salón de clases se conmocionó y enmudeció. Nadie
sabía cómo decirlo, sabían que era muy delicado para contarlo. Se trataba de Yuleska Navas.
Veníamos del recreo, ya a ella se le notaba que estaba un poco alterada, sacaba y metía unos
juguetes de su bolso al percatarme, le dije: Yuleska, tráeme lo que tienes ahí. Ella se limitó a cerrar
su bolso, y a ponerse en posición de descanso. De inmediato se presentó un rumor entre algunos
alumnos. Todos querían decirme que había en el bolso de su compañera. Los compañeros más
cercanos de ella Lucas, Jesús, Eloy era imposible hacerlos guardar silencio. Su amiguita
Ya ven, la agresividad, rabia, frustración, ira y hasta miedos reprimidos de Yuleska vienen de
ahí, de un hogar que ayuda a generar todas estas cosas indeseables para una niña. Sin contar con
que cuenta únicamente con el apoyo de su mamá, quien económicamente no cuenta con ningún tipo
de posibilidad, y se obliga a quedarse con esta, su realidad. Ella es quien la orienta en casa, la
ayuda en su educación y tareas (en la medida de sus posibilidades) y vaya cuáles pueden ser esas
posibilidades. Concluyo como ella finalizó su conversación-catarsis conmigo: “¡Maestra ayúdeme!
De verdad le pido que me ayude con Yuleska; usted no sabe lo que yo vivo ahí”.
36
Un programa educativo, del gobierno nacional de Venezuela, de dotación de computadoras portátiles para
todos los niños escolares.
“cansados” de intentar, de ayudar, motivar, alentar. Padres que esperan que las maestras seamos
hadas madrinas y con una varita hagamos milagros. Sin embargo, lo hice, los ayudé hasta donde
pude, y ellos, en su mayoría, estaban dispuestos a aprender.
Los enseñe a ser niños críticos, reflexivos hasta donde pude. Ellos sabían tan siquiera lo que era
consultar un libro de texto, o para qué servía un diccionario. Poco a poco en sus tareas del hogar
les fui induciendo (de la mano de sus padres) el uso de cualquier herramienta que tuvieran al
alcance, para ayudarles a encaminarse de una manera más sencilla y eficaz en sus aprendizajes.
Y así, a pesar de las dificultades, realizaron exposiciones, crucigramas, sopas de letras, afiches,
maquetas, carteleras, investigaciones cortas, ilustraciones, elaboración de materiales para los
proyectos, producción de cuentos y hasta un baile. Esto último fue la experiencia mejor vivida en
este nuestro año de vida escolar.
Cada cierre de proyecto me permitía corroborar que lo estaban haciendo bien. No tuve mejor
estímulo y reconocimiento, que las caritas de ellos y los rostros de sus representantes. Que algunas
madres o padres se te acercaran y te dijeran: “… ¡Así es maestra! ¡Siga así maestra! ¡Muy bien
maestra! ¡Esa es mi maestra!...” Aquellos gestos, me permitían ratificar que lo prometido y
pautado por mí con ellos, se había logrado. Sus expresiones de orgullo y felicidad por las
premiaciones verbales y físicas de sus padres no tenían precio. Y eso era lo que quería; lo que me
había propuesto demostrar, que ellos sí podían y valían tanto, no más, pero tampoco menos que el
resto de sus compañeros de escuela. Que no eran más que un grupo de niños y niñas
incomprendidos, mal atendidos, falta de escucha y cariño. Sí, es verdad que no alcance la
excelencia, (de acuerdo con los criterios de una escuela normalizadora, en el sentido de Foucault),
porque hay que seguir ayudándoles a seguir adelante en sus aprendizajes. Aunque, el simple hecho
de poder decir que en su próximo año escolar, la etiqueta de “anormales” no la tengan es muy
bueno decirlo. Y que tus propias compañeras pregunten a diario: ¿Cómo lo lograste?, ¿Qué
hiciste?, ¿Cómo lo hiciste? Es mucho para ellos y por supuesto para mí. Ni niños normales, ni
mucho menos anormales, sólo niños y niñas como todos los niños del mundo.
REFERENCIAS
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