Historia de La Autobiografía Erazo y Marín - Introducción Monografía Abad Faciolince
Historia de La Autobiografía Erazo y Marín - Introducción Monografía Abad Faciolince
Historia de La Autobiografía Erazo y Marín - Introducción Monografía Abad Faciolince
RESUMEN: El siguiente texto realiza un recorrido histórico del género autobiográfico desde la
Antigüedad hasta la Modernidad. Este recorrido se basa en el estudio de la evolución histórica de los
textos literarios de naturaleza autobiográfica –considerando tanto su contexto de producción como
de recepción–, desde dos perspectivas analíticas: la naturaleza genérica de lo autobiográfico y el
sentido ideológico del contenido autobiográfico. En la primera perspectiva, se parte de una
definición plurivalente de género literario, que abarca desde la dimensión formal hasta el estatuto
pragmático de los textos literarios. En la segunda perspectiva, tendremos en cuenta la evolución
histórica de la concepción del yo presente en las obras autobiográficas; desde un enfoque
diacrónico, revisaremos las concepciones del yo irradiadas por las autobiografías.
El tiempo de la vida humana, un punto; su sustancia, fluyente; su sensación, turbia; la composición del
conjunto del cuerpo, fácilmente corruptible; su alma, una peonza; su fortuna, algo difícil de conjeturar;
su fama, indescifrable. En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que
es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido.
Marco Aurelio. (2017). Meditaciones [traducción Amaury Carbó]. Madrid, España: Editorial
Verbum.
1
El siguiente texto corresponde a la Introducción de la monografía La escritura autobiográfica en El olvido que seremos de
Héctor Abad Faciolince, realizada por Johan Andrés Marín y Alexánder Erazo Mesa. Esta monografía fue evaluada como un
trabajo de grado laureado de la Licenciatura en Literatura de la Universidad del Valle en 2010.
2
Alexánder Erazo Mesa es Licenciado en Literatura de la Universidad del Valle y Magíster de la Maestría en Literatura
Colombiana y Latinoamericana de la misma universidad. Se desempeña actualmente como docente de la Licenciatura en
Literatura de la Universidad del Valle y como profesor de Undécimo de Bachillerato en el Colegio Jefferson de Yumbo. Correo
electrónico: [email protected]
Johan Andrés Marín Londoño, Licenciado en literatura de la Universidad del Valle. Ha realizado estudios de maestría en Historia
en la misma universidad. Fundador de la Red Nacional de Estudiantes de Literatura. Profesor del Colegio Jefferson desde 2013.
3
Se considera la Epopeya de Gilgamesh el texto literario conservado más antiguo. Tras la muerte de Enkidu, Gilgamesh
emprende la búsqueda de una solución para la muerte. Al fin llega donde Ut-Napishtim (el Noé sumerio), quien le revela el
secreto de la flor de la inmortalidad, y ordena a su batelero Urshanabi que lleve a Gilgamesh hasta donde ésta se encuentra. Se
trata de una fuente, en cuyo fondo florece la planta, espinosa como el rosal. Gilgamesh se sumerge y obtiene la flor, que es robada
luego por una serpiente, suscitando en el héroe una aflicción insuperable.
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Estas investigaciones se basan en estudios sobre los relatos cosmogónicos y épicos de distintas culturas primigenias
sobrevivientes. Los estudios de Milman Parry y sus seguidores permitieron establecer la función que la oralidad cumple en textos
de la tradición literaria occidental, tales como los poemas homéricos. El lenguaje formulario de la Ilíada y la Odisea, el carácter
eventual de la enunciación –ese eterno presente del discurso homérico del que habla Auerbach en Mimesis (2001, pp. 12–13)–,
entre otras particularidades estilísticas de la épica homérica, son recursos que reflejan un pre-discurso oral basado en un emisor y
Pero te movió el ánimo [rey Alcínoo] a desear que te cuente mis luctuosas desdichas, para que
llore aún más y prorrumpa en gemidos. ¿Cuál cosa relataré en primer término, cuál en último lugar,
siendo tantos los infortunios que me enviaron los celestiales dioses? Lo primero quiero deciros mi
nombre... (Homero, 1971, p. 177).
Es, como colegimos de este ejemplo, el relato autobiográfico oral tan antiguo como los mitos
épicos de los pueblos primigenios y una de las fuentes menos estudiadas de la autobiografía.
Discurso autobiográfico vigente, el relato oral de la propia vida es usado actualmente como fuente
de las llamadas autobiografías por interpuesta persona, poseedoras de una tradición en la práctica
etnológica o sociológica5. Sin embargo, hecha ya la salvedad de que los orígenes de la autobiografía
habría que buscarlos en la más remota antigüedad, incluso en las sociedades primigenias actuales o
en los sectores no letrados de las sociedades modernas, nos restringiremos al estudio de la
evolución histórica de los textos literarios de naturaleza autobiográfica, desde dos perspectivas de
análisis: la naturaleza genérica de lo autobiográfico y el sentido ideológico del contenido
autobiográfico.
En la primera perspectiva, consideramos como género literario una categoría de análisis
dinámica, emanada de una relación dialéctica entre lectura y texto, y que, por lo tanto, no está
circunscrita exclusivamente a la instancia formal textual. Si bien el género permite apreciar algunas
constantes formales que delimitan una tipología y, por lo tanto, un criterio clasificatorio, éste último
depende de la recepción del texto, la cual siempre se da en un cronotopo histórico determinado6;
seguimos aquí a Philippe Lejeune:
Los géneros literarios no son entes en sí: constituyen, en cada época, una especie de código
implícito por medio y gracias al cual las obras del pasado y las obras nuevas pueden ser recibidas y
clasificadas por los lectores (1994, p. 277).
un receptor-escucha. La situación de interrelación entre oralidad y literatura es estudiada a fondo, por primera vez, por Walter
Ong en su célebre Oralidad y literatura.
5
Obras de carácter antropológico, sociológico o histórico tienen este formato, consistente en transcribir o editar el relato
autobiográfico de un individuo: The Children of Sanchez, El soldat de Pandora, Tuhani o Tante Suzanne. Este procedimiento de
la práctica de las ciencias sociales es estudiado por Carles Feixa (2003, p. 80).
6
El cronotopo es una noción sociocrítica propuesta por Mijail Bajtín –retomada luego por otros críticos– que se refiere a la
espacialidad y a la temporalidad diegética de una obra literaria. En esta tesis utilizamos el término para referirnos a la ubicación
espacio-temporal de la obra literaria (su lugar y tiempo de producción y recepción literarias) o a un periodo histórico determinado
(como en este caso).
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Una concepción de género cercana a la que consideramos en este estudio es la de género discursivo desarrollada por Mijail
Bajtín (1999, pp. 248–251), definido como un tipo relativamente estable de enunciados que tienen lugar en una esfera de uso de la
La autobiografía está inseparablemente unida a la concepción del yo. La forma en la que el hombre
concibe la naturaleza del yo determina en gran medida tanto la forma como el proceso de la escritura
autobiográfica (1991, p. 25).
Para realizar este recorrido histórico nos situaremos en cronotopos paradigmáticos10 (la
Antigüedad, la Edad Media, El Renacimiento y la Ilustración) y utilizaremos insumos teóricos
diversos de la relación historia-literatura, extraídos de la sociocrítica, la sociología de la literatura, la
lengua. En el caso de los géneros literarios se trata de géneros secundarios (esto es complejos, formados por numerosos
enunciados que tienen implicaciones ideológicas asentadas en un cronotopo histórico determinado), modelados por el uso y la
tradición.
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Todas las consideraciones relativas al sistema historicista de géneros literarios están basadas en el estudio de Antonio García
Berrío y Javier Huerta Calvo, Los géneros literarios: sistema e historia (1999, pp. 11–18).
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Respecto a la división tripartita de los géneros literarios no se trata –aunque no sea comprensible para una mirada superficial– de
un dogma arbitrario: “En tal sentido, la fijación regular en tres de la división tradicional de los géneros ha de ser considerada no
como el mantenimiento de un capricho o superstición numérica convencionalizada en la tradición, sino el resultado natural del
despliegue dialéctico a partir de una polaridad dual. Estructuras ambas arquetípicas –y “naturales”– en el despliegue de las formas
humanas de plasmación comunicativa de la realidad” (García Berrío y Huerta Calvo, 1999, p. 59).
10
Desde una perspectiva historicista podríamos denominar estos periodos como paradigmas históricos.
11
Por su peculiaridad de discurso autorreferencial, situado en la encrucijada entre ficción y realidad, el autobiográfico es el campo
de batalla conceptual de múltiples disciplinas, que van desde la historia (el carácter verídico de lo autobiográfico) hasta la filosofía
(la epistemología del conocimiento de sí mismo), pasando, obviamente, por la crítica y la teoría literaria, con sus numerosas
escuelas.
12
Sobre el carácter autobiográfico del libro de Jeremías ver Biblia comentada (Nacar, Colunga, 1951, p. 1928)
13
En La historia de la literatura como provocación, Hans Robert Jauss plantea que la relación historia y literatura se establece
desde el estudio de las relaciones de producción y recepción entre autor y lector. Respecto al horizonte de expectativas, Jauss
afirma: “El análisis de la experiencia literaria del lector se sustrae a la amenaza del psicologismo cuando describe la recepción y el
efecto de una obra en el sistema de relación objetivable de las expectativas que nace para cada obra de la comprensión previa del
género, la forma y la temática de obras anteriormente conocidas y de la oposición entre lenguaje poético y lenguaje práctico en el
momento histórico de su aparición” (2000, p. 163).
14
Por ejemplo, las aportaciones a la delimitación de géneros retóricos se deben a autores latinos o neoplatónicos como Quintiliano
(Instituciones Oratorias) o Longino (a quien se atribuye el estudio crítico denominado De lo sublime).
15
Karl J. Weintraub en Autobiografía y conciencia histórica (1991, pp. 18-33) propone la noción de modelo para dar cuenta de
este rol social paradigmático.
16
Consideramos aquí las ideas bajtinianas presentes en Teoría y estética de la novela sobre el fenómeno de recepción de los textos
biográficos y autobiográficos de la Antigüedad. Para Bajtín, el biógrafo y el autobiógrafo de la antigüedad escriben desde una
conciencia dialógica instaurada en el cronotopo del ágora, esto es, una conciencia definida según el rol social del ciudadano del
ágora (1991).
17
En su tratado sobre la ética aristotélica, Tras la virtud (1987, pp. 156 – 206), Alasdair McIntyre delimita la noción de virtud en
las sociedades heroicas y en la polis ateniense. La palabra areté expresa el paradigma moral que un griego de Homero hasta
Aristóteles asume como marco axiológico. El héroe homérico y el ciudadano que aspira a la felicidad (según lo propuesto por la
Ética a Nicómaco) son los modelos éticos de Grecia en el periodo micénico y el ateniense, respectivamente.
18
MacIntyre estudia la cuestión moral en la Modernidad y concluye que todos los desarrollos éticos modernos plantean la
creación de un orden moral individual, racional e inmanente al acto, a diferencia de los sistemas morales clásicos basados en
órdenes morales sociales y teleológicos (con una finalidad para la práctica moral, como, por ejemplo, la felicidad –eudaimonía–
en Aristóteles). Este estado de la cuestión moral en la Modernidad es denominado emotivismo moral.
Grande eres, Señor, y laudable sobre manera; grande tu poder, y tu sabiduría no tiene número.
¿Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación, y precisamente el hombre, que, revestido
de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios?
Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le excitas a ello, haciendo
que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en ti (1951, p. 83).
Todos los hombres de cualquier suerte que hayan efectuado alguna cosa que sea virtuosa o que a la
virtud se asemeje, deberían procurando ser verídicos y honrados, describir por su propia mano su vida
(1993, p. 19).
He aquí un libro de buena fe, lector. […] Lo he dedicado al uso particular de mis parientes y amigos para
que, cuando me pierdan (lo que sucederá muy pronto), puedan volver a hallar en él algunos rasgos de mi
condición y humor, y por este medio les quepa nutrir y tornar más entero y más vivo el conocimiento que
tuvieron de mí. Si yo hubiese pretendido buscar el favor del mundo, me hubiera engalanado con
prestadas hermosuras; pero no quiero sino que se me vea en mi manera sencilla, natural y ordinaria, sin
estudio ni artificio, porque solo me pinto a mí mismo. Aquí se leerán a lo vivo mis defectos e
imperfecciones y mi modo de ser, todo ello descrito con tanto sinceridad como el decoro público me lo ha
permitido. […] Así, yo mismo soy el tema de mi libro, y no hay razón para que emplees tus ocios en
materia tan frívola y vana (1968, p. 3).
Cabe indicar que aunque no podemos hablar en el Renacimiento de una conciencia genérica
de la autobiografía, las obras ya mencionadas y otras de menor importancia motivaron la escritura
personal. El horizonte de expectativas del Renacimiento se enriqueció favorablemente hacia lo
autobiográfico porque los géneros narrativos novelescos se impusieron progresivamente. En este
sentido, el impulso de la narrativa picaresca de fuente española es definitivo.
Después de la publicación de obras como El Lazarillo de Tormes, El Guzmán de Alfarache, El
buscón y Vida y hechos de Estebadillo Gonzáles –traducidas a las principales lenguas europeas–,
Inglaterra y Francia se suman con obras como Las aventuras de Robinson Crusoe o El Gil Blas de
Santillana. Aunque estas obras son ficcionales, el modelo de narración de vida del pícaro con la
reflexión sobre lo vivido es una de las fuentes inmediatas del movimiento autobiográfico ilustrado.
No solamente el modelo de narración de vida de la picaresca influirá el género autobiográfico
moderno, también la concepción del yo picaresco, desarrollada en una óptica del mundo y no del
más allá (María Verónica Serra, 2005): el sujeto que a pesar de las adversidades del medio social se
afirma en la vida gracias a su carácter y a su talante, abandonando la noción providencialista
medieval.
Conviene analizar más en detalle, desde el punto de vista de la recepción, el modelo de
personaje picaresco como fuente del modelo de personaje autobiográfico. El discurso picaresco no
está dirigido a Dios o al confesor, está dirigido al lector profano19. Si bien el pícaro se confiesa, no lo
hace tanto con fines expiatorios (aunque hay aún un sustrato confesional) como por dar testimonio
de la formación de su carácter; el pícaro modela su experiencia, es ejecutor de sus obras, autor de su
existencia y responsable ante el “lector” de su vida. La cual resulta –de tan exuberante–
inverosímil20. Esta inverosimilitud instaura un punto de giro en el pacto ficcional de la narrativa que
19
Considérense las dedicatorias, prólogos o prefacios, dirigidos al lector, de obras como el Lazarillo de Tormes (2006, p. 31):
“Pues sepa vuestra merced, ante todas cosas, que a mí llaman Lázaro de Tormes”; La vida del Buscón de Quevedo: “Habiendo
sabido el deseo que vuestra merced tiene de conocer los varios sucesos de mi vida…” (Carta dedicatoria) (1998, p. 11); o El
diablo cojuelo de Vélez de Guevara: “Lector amigo: yo he escrito este discurso, que me he atrevido a llamarle libro…” (Carta de
recomendación al cándido o moreno lector) (1941, p. 9)
20
La noción de verosimilitud en literatura surge en la Poética de Aristóteles (1948, p. 45): el discurso histórico es verdadero; el
literario es posible, aunque se ajusta a un contenido mimético, éste sería el nivel de verdad literaria (verosimilitud). En la Edad
Media la verosimilitud del texto para el lector llano equivalió a la verdad fáctica, probablemente por el valor de verdad de los
Señor caballero, si tiene algo que darnos, dénoslo ya, y vaya con Dios; que ya enfada con tanto querer
saber vidas ajenas; y si la mía quiere saber, sepa que soy Ginés de Pasamonte, cuya vida está escrita por
estos pulgares.
─ Dice verdad –dijo el comisario–; que él mismo ha escrito su historia, que no hay más que desear, y deja
empeñado el libro en la cárcel, en doscientos reales.
─ Y le pienso quitar –dijo Ginés– si quedara en doscientos ducados.
─ ¿Tan bueno es? –dijo Don Quijote.
─ Es tan bueno –respondió Ginés–, que mal año para Lazarillo de Tormes y para todos cuantos de aquél
género se han escrito o escribieren. Lo que le sé decir a voacé es que trata verdades, y que son verdades
tan lindas y tan donosas, que no puede haber mentiras que se le igualen.
─¿Y cómo se intitula el libro? –preguntó Don Quijote.
─La vida de Ginés de Pasamonte –respondió el mismo.
─ ¿Y está acabado? –preguntó Don Quijote.
─ ¿Cómo puede estar acabado –respondió él–, si aún no está acabada mi vida? (2004, p. 206).
Como indica Francisco Rico (citado por Borkosky, 2007), el horizonte de expectativas de los
lectores españoles del Siglo de Oro incluía el estatuto de veracidad. Leían el Lazarillo de Tormes no
como un relato verosímil o realista, sino real (Villanueva, 1992, p. 27). Esta confusión en el estatuto
de realidad de la novela picaresca favoreció el modelo autobiográfico, pues muchas obras ficcionales
o a mitad de camino entre lo ficcional y lo verídico serían tomadas como fuentes formales e
ideológicas de escritos genuinamente autobiográficos21.
En relación con lo anterior, tenemos, por ejemplo, el caso de las memorias de viajes. Los
relatos de viajes, inspirados en los descubrimientos geográficos del Renacimiento, generan otro
momento importante en la historia de la narrativa personal. Algunas de las llamadas crónicas de
Indias (los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca o los Comentarios reales del Inca Garcilaso son
dos casos destacados) modelan un nuevo tipo heroico: el aventurero descubridor. Héroe que se
define en la búsqueda de lo desconocido, y no en la búsqueda de un fin religioso (el caballero
medieval que lucha por conquistar la tierra de los infieles es ya una caricatura en El Quijote). La
noción de la vida como aventura y, más filosóficamente, como viaje espiritual, está presente en
obras de y posteriores al Renacimiento, que, en conjunto, instauran uno de los linajes de la
textos bíblicos. Después del Renacimiento se retoma el sentido aristotélico de verosimilitud. Desde entonces se instaura el pacto
ficcional entre lector y texto literario, el cual se define como la convención lectora de asumir como verdadero el universo literario
(el mundo narrativo, la emoción o idea lírica…) creado por la obra, y juzgar lo verdadero dentro de los límites y reglas de tal
universo. Sin embargo, en la autobiografía la noción de verosimilitud no tiene cabida pues se considera un discurso verdadero. Por
esto, Philippe Lejeune propone un pacto autobiográfico: la convención lectora entre autor autobiográfico y lector de que el
discurso de la autobiografía es verdadero.
21
La pretensión de veracidad de los escritos autobiográficos es acaso la característica determinante del género autobiográfico.
Emprendo una obra de la que no hay ejemplo y que no tendrá imitadores. Quiero mostrar a mis
semejantes un hombre en toda la verdad de la Naturaleza y ese hombre seré yo.
Solo yo. Conozco mis sentimientos y conozco a los hombres. No soy como ninguno de cuantos he visto, y
me atrevo a creer que no soy como ninguno de cuantos existen. Si no soy mejor, a lo menos soy distinto de ellos. Si
la Naturaleza ha obrado bien o mal rompiendo el molde en que me ha vaciado, solo podrá juzgarse después de
haberme leído.
Que la trompeta del Juicio Final suene cuando quiera; yo, con este libro, me presentaré ante el Juez
Supremo y le diré resueltamente:
“He aquí lo que hice, lo que pensé y lo que fui. Con igual franqueza dije lo bueno y lo malo. Nada malo me
callé ni me atribuí nada bueno; si me ha sucedido emplear algún adorno insignificante, lo hice solo para llenar un
vacío de mi memoria. Pude hacer supuesto cierto lo que pudo haberlo sido, más nunca lo que sabía que era falso.
Me he mostrado como fui, despreciable y vil, o bueno, generoso y sublime cuando lo he sido. He descubierto mi
alma tal como Tú la has visto, ¡oh Ser Supremo!” (1973, p. 1).
22
Considérese en este sentido el lugar que tiene la reflexión analítica de su sexualidad en la obra.
Reúne en torno mío [Ser Supremo] la innumerable multitud de mis semejantes para que escuche mis
confesiones, lamenten mis flaquezas, se avergüencen de mis miserias. Que cada cual luego descubra su
corazón a los pies de su trono con la misma sinceridad; y después que alguno se atreva a decir en tu
presencia: Yo fui mejor que ese hombre (1973, p. 1).
REFERENCIAS
23
Hybris en la cultura griega antigua, vanitas en la cultura latina, soberbia en la cultura cristiana.