Biblia Sin Mitos-Introducción - Arens

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E. ARENS: “La Biblia sin mitos. Una introducción crítica”, pp.

23-41

Planteamientos

La Biblia, el libro más difundido en el mundo, es al mismo tiempo uno de los libros más
incomprendidos. La Biblia ha sido (y todavía es) utilizada para justificar, no sólo el
auténtico camino de Dios y hacia Él, sino también acciones condenables. Basándose en la
Biblia se han llevado a cabo exterminios, guerras religiosas y tantas aberraciones y
crímenes, y también ha sido basándose en la Biblia como se han creado sectas que
desembocan en absurdos, como los suicidios colectivos en Jonestown (Guyana, 1978), en
Kanungu (Uganda, 2000), y otros. Por cierto, nadie diría que la culpa de esa conducta es de
la Biblia. El problema radica en la manera en que se entiende la Biblia. El hecho de que
existan tantas ramificaciones en el Cristianismo, llegando a varios centenares de grupos y
sectas diferentes, es una prueba clara de que la Biblia es entendida de diferentes maneras
por diferentes personas.
Para algunas personas la Biblia es la revelación de Dios para todas las personas de todos
los tiempos; para otras es un conjunto de historias pedagógicas y de prescripciones éticas.
Según unos, la Biblia fue escrita como la palabra de Dios; mientras que, según otros, es
simplemente literatura. Algunos piensan que hay que tomar al pie de la letra todo lo que se
lee en la Biblia pues es la palabra de Dios en sentido estricto; mientras que otros piensan
que lo que allí hallamos no es otra cosa que un conjunto de memorias del pasado plagadas
de mitos. En fin, las maneras de apreciar y de valorar la Biblia son muy variadas, lo cual se
debe principalmente a la idea que cada cual tenga acerca de ella. Diferentes personas
responden diferentemente a la pregunta ¿qué es la Biblia?
Mientras se definía la Biblia literal y estrictamente como la palabra de Dios comunicada
por inspiración divina a determinadas personas, no se pensaba en preguntar cuándo y por
qué se escribió tal o cual libro, quién fue el escritor, si utilizó alguna tradición o fuente de
información, si estuvo influenciado por la situación histórica y cultural en la que vivía,
etcétera. Ha sido solamente a partir de ciertas constataciones literarias cuando, desde el s.
XVIII, se empezó a ver la Biblia desde el ángulo humano e histórico. Mucho influyó el
descubrimiento en el s. XIX en el Oriente Medio de textos afines a la Biblia que son más
antiguos que los bíblicos, como los mitos mesopotámicos de la creación, salmos cananeos y
proverbios egipcios. La información obtenida de los descubrimientos arqueológicos ha
contribuido mucho a mejor situar y entender ciertos escritos bíblicos. Los estudios de
lingüística y literatura en particular nos han abierto los ojos a la importancia de los géneros
literarios. Las ciencias humanas nos han ayudado a tomar conciencia de que la Biblia es
comunicación basada en tradiciones orales. Vea al respecto el capítulo 1 del documento de
la Pontificia Comisión Bíblica "La Interpretación de la Biblia en la Iglesia" (1993).

¿Conoces la Biblia?
Cuando se plantea la pregunta "¿conoces la Biblia?", muchos automáticamente piensan
que se pregunta si conocen las historias allí narradas o si son capaces de citar textos de
memoria, como se practica en los "concursos bíblicos". Pero conocer la Biblia no es
cuestión de memorización de textos, nombres o incidentes narrados, sino de comprensión.
Cuando una madre dice conocer a su hijo no quiere decir que tiene archivada en su
memoria una serie de datos biográficos sobre él, sino más bien que sabe cómo piensa, cómo
y por qué reacciona a tales y cuales situaciones, es decir que es capaz de entrar en el mundo

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interior de su hijo, de palpitar con él. De igual manera, puesto que la Biblia es un conjunto
de testimonios de vidas vividas, no de datos informativos, como veremos, conocer la Biblia
es entrar en su mundo, es saber cómo y por qué se ha relatado aquello que se escribió, es
palpitar con sus autores.
Si usted cree conocer la Biblia, trate de responder a las siguientes preguntas en relación
al famoso relato del llamado "sacrificio de Isaac", en Génesis 22: ¿se trata de una historia,
de una leyenda, o de un mito? ¿Por qué se relató'? ¿Quién tomó nota de los diálogos entre
Abraham e Isaac mientras caminaban solos hacia el lugar del sacrificio? ¿Habló Dios con
voz humana? ¿Es comprensible la mansedumbre del joven Isaac al dejarse atar para ser
sacrificado? ¿Cómo entender que en el v. 12 el ángel hable como si fuera Dios mismo?
¿Cómo se acordaron los narradores de los detalles después de más de ocho siglos que
transcurrieron entre el tiempo de Abraham (s. XVIII a.C.) y el tiempo en que se escribieron
por primera vez (s. X)?
Saber muchos datos de la Biblia no significa automáticamente que se la conozca, como
saber leer no necesariamente significa comprender lo que se lee. Muchos creen que basta
con saber leer para comprender la Biblia, como si fuera el periódico de ayer. Ni siquiera se
les ocurre que los escritos de la Biblia datan de por lo menos mil novecientos años y que
fueron redactados la mayoría en el Oriente Medio, con todo lo que eso implica. Se
empezará a conocer y comprender la Biblia cuando se esté familiarizado con su origen y su
formación, cuando se sepa por qué se escribieron los diferentes libros, y algo del mundo de
aquellos para quienes directamente se escribieron, su cultura y circunstancias. Para conocer
y comprender la carta de san Pablo a los Gálatas, por ejemplo, tenemos que familiarizamos
con las circunstancias bajo las cuales la escribió, lo que le motivó al apóstol (emisor)
hacerlo, así como las realidades culturales, políticas, religiosas, y otras en las que vivían los
gálatas (receptores).
Para conocer y comprender la Biblia hay que poseer un mínimo de información sobre
ella, la cual ella misma no proporciona. Para ilustrar todo lo que he estado diciendo algunas
preguntas servirán de guía:
- ¿Sabía usted que la Biblia contiene muchos escritos y que éstos son muy diferentes los
unos de los otros? ¡No todos son historia!
- ¿Sabía usted que esos escritos fueron compuestos por personas concretas que vivían
en tiempos distintos y bajo circunstancias diferentes? Su composición va del siglo X a.C. al
siglo 1 d.C., o sea que cubre ¡un milenio! ¿Había usted tomado conciencia de que la
mentalidad (su idea del mundo y del hombre) de sus compositores es la típica del Oriente
Medio, muy diferente de la nuestra?
- ¿Sabía usted que muchos escritos fueron compuestos muchas décadas, algunos
inclusive siglos, después de que sucedieron los acontecimientos narrados? Y, ¿ha pensado
en lo que sucede cuando algo se transmite oralmente durante mucho tiempo, de una
generación a otra?
- ¿Sabía usted que los escritos que constituyen la Biblia no fueron escritos pensando en
nosotros, sino para destinatarios bien concretos, es decir, que no nos tenían en mente?
- ¿Podría explicar por qué hay tantas traducciones castellanas de la Biblia?
- ¿Y podría explicar por qué en ciertos textos Dios aparece como vengativo y en otros
como compasivo? Inclusive cambia de opinión. ¿Es Dios temperamental?

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- ¿Por qué tenemos dos historias diferentes de la monarquía de Israel (Samuel-Reyes y
Crónicas), y cuatro evangelios distintos y no uno solo? En pocas palabras, ¿sabe usted
cómo se engendró y se formó la Biblia? Es lo que queremos ver con detenimiento en las
páginas que siguen.

¿Por dónde empezar?


Cuando ojeamos la Biblia vemos que contiene muchos escritos: Génesis, Éxodo,..
Jueces,... Reyes,.. .Isaías,... Amós,... Salmos,... Evangelios,.... Esto significa que son
escritos independientes los unos de los otros, como lo es un libro de otro. Al inicio, los
escritos no estaban todos juntos, como los hallamos en nuestra Biblia.
Por cierto, lo más obvio de todo, lo primero que nos sale al encuentro al leer un escrito
de la Biblia, es el hecho de estar escrito en un idioma, con una gramática -que leemos en
una traducción castellana, además,- con maneras de pensar y de expresarse a menudo
distintas de las nuestras, y que hablan de situaciones, histórica y culturalmente, diferentes
de las que vivimos. Es decir, lo más evidente es su dimensión humana. Todo el mundo
concuerda en admitir que la Biblia es literatura -literatura religiosa, sí, ¡pero literatura!-. Es
por aquí por donde empezaremos nuestro esfuerzo por conocer y comprender la Biblia: por
su dimensión más evidente, la humana.
Lo menos evidente acerca de la Biblia es que sea palabra de Dios o que provenga de
inspiración divina, puesto que afirmar eso presupone asumir una actitud de fe: no es un dato
objetivo. Prueba de ello es que no todos reconocen a la Biblia como palabra de Dios, pero
sí la reconocen como literatura. Afirmar que la Biblia es producto de inspiración de Dios es
atribuirle una cualidad que no es ni objetiva ni evidente en sí misma, y que sólo se admite
con la fe, como creyente. Por eso, recién en la Segunda Parte hablaremos de esta dimensión
de la Biblia.
¿Por qué no empezar por "la inspiración", como es tradicional? Primero, para no
prejuiciar lo que descubramos acerca de la Biblia en su dimensión humana: su carácter
literario, la historia de su formación y composición, etc. Segundo, porque al hablar de la
inspiración o de la Biblia como palabra de Dios, tendremos que tomar en cuenta todo lo que
descubramos acerca de la dimensión humana de la Biblia -así evitamos la tan frecuente
tentación de forzar los datos para acomodarlos a prejuicios o dogmas. Nos moveremos,
pues, de lo más evidente y controlable a lo menos evidente.

¿Es necesario estudiar la Biblia?


Como suele suceder con cualquier materia sobre la cual conocemos poco o nada, el
estudio de ella nos informará e ilustrará, nos salvará de posibles errores de juicio, y nos
ayudará a comprender la materia en cuestión.
La gran mayoría de los "problemas" que surgen en torno a la Biblia, las interpretaciones
ingenuas, incluso los escándalos ante ciertas afirmaciones hechas por estudiosos de la
Biblia, tienen su raíz ni más ni menos en una deficiente comprensión de la naturaleza
misma de la Biblia. La idea que tenemos de la Biblia como tal se refleja en la manera en
que entendemos y explicamos cualquier pasaje de ella. Las diferentes interpretaciones que
se dan en los diferentes grupos cristianos, y más aún, lo que los separa, se debe
fundamentalmente a diferencias en su apreciación de la naturaleza de la Biblia y, en no
pocos casos, se debe a la ignorancia de lo que es la Biblia. La seriedad de este asunto para

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la Iglesia Católica lo revela el hecho que la Pontificia Comisión Bíblica se pronunció en
1993 al respecto con un vasto y claro documento, presentado formalmente por el Papa
mismo: "La Interpretación de la Biblia en la Iglesia".
Es notorio que en muchos grupos fundamentalistas (vea el Apéndice: ¿Qué es el
fundamentalismo?) se rehúsa estudiar críticamente la Biblia, eso si no se la toma a priori y
sin cuestionamientos en sentido estricto como la palabra venida directamente de Dios
mismo, es decir sin otra participación humana que la del "secretario". Su llamado "estudio
bíblico" se limita a conjugar múltiples pasajes de la Biblia para fundamentar doctrinas, a
reconstruir los detalles históricos de algún relato, del tipo" Y la Biblia tenía razón" (W.
Keller) y no pocos programas en TV ("El mundo de la Biblia"), o a hacer interpretaciones
moralizantes o piadosas de determinados pasajes, pero no es un estudio histórico-crítico de
esos pasajes bíblicos: de su origen literario, histórico y circunstancial, de los
condicionamientos situacionales y culturales de aquel momento, de lo que el texto
significaba en aquellos tiempos para su auditorio original, etcétera.
La necesidad de estudiar la Biblia para comprenderla correctamente se desprende del
simple hecho de que se trata de un conjunto de escritos que originaron y fueron compuestos
hace muchísimos siglos y en un ambiente cultural muy diferente al nuestro. Esto se observa
ya en el lenguaje: los términos, giros y expresiones son de otra época y otra cultura, como
lo son muchos de los conceptos e imágenes que encontramos en los escritos bíblicos.
Ingenuamente, muchos piensan que nuestros conceptos y nuestra visión occidental del
hombre, de la naturaleza, del mundo, de Dios, etc., son iguales a aquellos de los tiempos
bíblicos (orientales). Han sido precisamente los estudios sobre el mundo de la Biblia los
que han puesto al descubierto las grandes diferencias culturales y conceptuales.
En síntesis, para poder comprender e interpretar correctamente la Biblia, es necesario
un mínimo de estudio acerca de ella, de la misma manera que es necesario estar
familiarizado por medio del estudio con el mundo de cualquier documento de la
antigüedad. No basta con saber leer para poder comprender lo que se quiso decir y las
razones por las que se escribió en aquellos lejanos tiempos ese texto que leemos aún hoy.
¿Significa eso que la Biblia es solamente para los estudiosos, o que sin estudiarla no es
posible comprenderla? Sí y no. Si no sé nada de economía no entenderé las páginas que
sobre ese tema pueda leer en los periódicos, o quizá entienda poco y algunas cosas las
entenderé mal creyendo que las entiendo bien. Cuanto más informado esté, más podré
comprender. El ejemplo más claro es la lectura del Apocalipsis: sin la información
necesaria sobre el mundo del autor muchas cosas parecen incomprensibles o se entienden
erradamente. Por cierto, eso no significa que todo sea incomprensible en la Biblia. De
hecho, hay mucho que es fácilmente comprensible, especialmente cuando se trata de
vivencias y experiencias que son comunes a todo ser humano, parte de las vicisitudes de la
vida, a pesar del tiempo o la cultura. Pero si es necesario el estudio de la Biblia, de su
mundo, cuando su comprensión es esencial para la recta interpretación en materias de
doctrina o de ética, por las razones expuestas. La falta de estudio informado de la Biblia y
sus condicionamientos históricos y culturales conduce, por ejemplo, a prohibir la
transfusión de sangre (Testigos de Jehová)... ¡Y gente muere! Para interpretar
correctamente tengo que comprender correctamente, y para comprender correctamente
tengo que tener la información necesaria. Los resultados de los estudios hechos por los
expertos biblistas están al alcance de quien esté interesado, pues se publican y se
encuentran en librerías. Pero, no es necesario su estudio si la Biblia va a ser leída como
medio o vehículo de comunión con Dios, es decir para la meditación y la oración en

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cualquiera de sus formas. Al usar la Biblia para la oración no se la analiza, sino que uno se
deja guiar, conducir, inspirar, por ella. En pocas palabras, cuando se trata de afirmaciones
conceptuales basadas en la Biblia, especialmente sobre doctrina y moral, más vale que
estemos bien informados sobre ella si no queremos arriesgar equivocarnos. Eso supone
entrar en el mundo del estudio como lo he descrito y veremos más ampliamente. Cuando se
trata de usar la Biblia para el enriquecimiento espiritual, no es necesario su estudio, incluso
puede ser un obstáculo. De un modo u otro vale la advertencia que debemos evitar caer en
historicismos y que lo que debemos buscar es fundamentalmente el mensaje del texto -y
éste leído en párrafos, no en frases sueltas.

Importancia de la Biblia
La Biblia es importante para los creyentes, no sólo porque se la cita a menudo y se apela
a ella como guía y luz, sino porque en ella se encuentran los fundamentos y las razones
para nuestra fe.
Si la fe es esencialmente una relación de diálogo y de confianza entre el hombre y Dios,
entonces es necesario conocer a ese Dios. Es precisamente en los testimonios que
constituyen la Biblia donde Dios se da más claramente a conocer; es mediante su lectura
como Dios nos cuestiona y nos invita a confiarnos en El; y es en la Biblia donde hallamos
expresada la voluntad salvífica de Dios y la orientación que necesitamos para nuestra
felicidad. El dios en quien ponemos nuestra confianza es el mismo dios del que habla la
Biblia como el dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, de Moisés, de Isaías y de Jesucristo,
no otro "ser supremo" ni una proyección filosófica o psicológica.
Para evitar crearnos una imagen de un dios no existente, un "dios de los filósofos"
(Pascal) o de la imaginación, proyección de los anhelos más profundos del ser humano, de
su autoafirmación (Freud, Nietzsche), es necesario conocer a ese Dios. Es del verdadero
dios de quien se habla en la Biblia. En él los profetas y Jesús pusieron su fe y con él
entraron en íntima comunión, un dios que se ha estado manifestando en la historia humana,
parte de la cual está consignada precisamente en la Biblia.
En su condición de medio para el diálogo con Dios, la Biblia nos presenta respuestas a
las perennes preguntas sobre nuestro origen, misión, lugar en el mundo y razón de existir;
las preguntas en torno al dolor, el mal, el destino, etc. Las preguntas existenciales de hoy ya
se plantearon ayer, y en la Biblia hallamos respuestas a ellas vistas desde la fe en el Creador
y Señor de todo.

La Biblia es especialmente importante para el cristiano. Ser cristiano es esencialmente


ser discípulo de Jesucristo. Pero, para poder serlo de verdad, sin desvíos ni ensueños, es
necesario conocer tanto a Jesucristo mismo como el camino que se debe seguir en cuanto
discípulo suyo: "tú, ven y sígueme". ¿Cómo se puede seguir a quien no se conoce? Para
conocer a Jesucristo nos vemos remitidos al Nuevo Testamento, que nos ofrece testimonios
de aquellos que estuvieron más cercanos a él y compartieron su vida y misión
evangelizadora. Y para conocer la particularidad de Jesucristo es necesario conocer el
Antiguo Testamento, que era la Biblia de Jesús y sus discípulos. "El desconocimiento de las
Escrituras es desconocimiento de Cristo" (DV 25).
La importancia de la Biblia para ciertos grupos y sectas nos es bien conocida: es la

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única norma en base a la cual juzgan toda religión. Y si vamos a dialogar con ellos no nos
queda otro camino que el referente que compartimos: la Biblia. En muchos sectores del
catolicismo se ha revalorizado la Biblia como fuente de nuestra fe, y de hecho no podemos
ni debemos minusvalorarla como tal. Toda teología, todo escrito religioso, toda oración,
tiene directa o indirectamente su raíz en la Biblia. Lo que sabemos acerca de Jesús nos
viene del Nuevo Testamento. Por eso, se puede afirmar que la Biblia es la partida de
nacimiento del judaísmo (si se limita al AT) y del cristianismo (si se incluye el NT) -no es
que haya nacido de la Biblia, sino que atestigua su origen y su naturaleza.
El cristiano (y el judío) tiene muchas razones para querer estudiar la Biblia en su afán
por conocer mejor las raíces y fundamentos de su religión. Se puede querer estudiar la
Biblia también por razones simplemente culturales: nuestra cultura occidental ha sido
fuertemente marcada por el pensamiento judeocristiano, cuyas raíces están en la Biblia.
Otro tanto puede decirse sobre el estudio de la Biblia como fuente de información histórica,
como expresión de una corriente filosófica, como testimonios de la literatura de un pueblo,
etc.

¿Qué es la Biblia?
La palabra "Biblia" es griega; significa "libros, escritos, documentos" (en plural) -el
singular es "biblos" (o biblíon). Este sustantivo pasó tal cual al latín y de allí al castellano,
como si se refiriese a un solo libro, en el singular. Vemos que el término mismo
originalmente designaba un conjunto de escritos, no uno solo. Y eso es correcto, pues la
Biblia es un conjunto o colección de escritos, que para nosotros están convenientemente
reunidos en una sola encuadernación y por eso solemos pensar que se trata de un solo libro.
Pero no fue así al inicio.
En la antigüedad los diferentes escritos que ahora constituyen nuestra Biblia eran rollos
o papiros independientes unos de otros. Cuando se leía un "1ibro" se sacaba solamente ése,
y no toda la "biblioteca". Cuando Jesús fue a Nazaret y entró en la sinagoga, dice Lucas, "le
entregaron el libro (biblíon) del profeta Isaías. Lo abrió y encontró el pasaje en que estaba
escrito:...." (4,17). Estas simples observaciones nos aclaran unas cuantas realidades:
- los diferentes escritos fueron compuestos en diferentes tiempos y por diferentes
personas;
- no todos son del mismo género literario: unos son historia, otros profecía, otros lírica,
otros carta;
- ocasionalmente encontramos repeticiones de temas, a veces notamos tensiones o
incoherencias, incluso contradicciones entre uno y otro escrito sobre tal o cual aspecto
(debido precisamente al hecho de ser obras independientes).
Un ejemplo que ilustra la consecuencia que acarrea el desconocimiento del hecho de
que los escritos bíblicos existieron como unidades autónomas lo proporciona el
Apocalipsis, donde al final leemos la advertencia:
"Yo declaro a todo el que escucha las palabras de la profecía de este libro (biblíon): Si
alguno les añade algo, Dios le añadirá las plagas que están escritas en este libro
(biblíon….." (22,18s).
Con frecuencia "este libro" es interpretado como una referencia a toda la Biblia,
asumiendo que la Biblia fue escrita desde sus orígenes con los "libros" el uno tras el otro y

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en el orden en el que los tenemos ahora, el último de los cuales es el Apocalipsis. Pero el
autor del Apocalipsis no sabía que su obra sería eventualmente puesta dentro de una
colección, y menos aún que estaría al final de ella. Evidentemente, al mencionar "este
libro" (to biblíon), Juan se refería exclusivamente al Apocalipsis, y no a la colección que
conocemos como "Biblia".
Por razones prácticas, con el tiempo se copiaron los grandes rollos en "hojas" más
pequeñas (papiros o pergaminos), eventualmente por ambos lados, que podrían juntarse,
formando así una especie de libro. Desde relativamente temprano los cristianos optaron por
los códices, es decir la escritura en hojas sueltas escritas por ambos lados, que permitía un
formato práctico y poco voluminoso, sobre todo para el transporte. Eso hacía posible incluir
varios escritos en poco espacio, o en volúmenes bajo una sola encuadernación. La Biblia es,
pues, una colección (o biblioteca) de escritos.
Para el creyente, la Biblia no es sólo una colección de escritos, sino que es además la
palabra de Dios. Las diferentes maneras de entender la Biblia dependen directamente de la
manera en que se entiende su composición y su condición de palabra de Dios. Para algunos
significa que Dios mismo, de alguna manera, "dictó" la Biblia, es su autor, y por lo tanto
hay que tomarla al pie de la letra. Otros, tomando en serio su carácter literario, reconocen,
que Dios no dictó la Biblia, sino que fue compuesta por personas con una cultura,
mentalidad, intereses, educación y que vivían en una situación determinada, que estaban en
estrecha comunión con Dios. Vale decir, desde el punto de vista de su naturaleza, para el
creyente la Biblia tiene "algo" que ver con Dios, que está en su origen, y eso lo calificamos
con la expresión "palabra de Dios", tomada de los profetas. Y si admitimos la plena
participación humana, añadiremos la calificación "en palabras de hombres".
Afirmar el origen divino de la Biblia en forma estricta y absoluta, como si hubiese caído
del cielo, o como si Dios mismo la hubiese escrito utilizando a ciertas personas como
instrumentos suyos, y así negar la dimensión humana, es un indicio de la incomprensión de
la naturaleza de la Biblia. Por otra parte, reconocer y afirmar la humanidad de los escritos
bíblicos no es negar su carácter divino, sino antes bien situarla cabalmente dentro de las
coordenadas de donde surgió: la historia de los hombres.
Finalmente, desde el punto de vista de su contenido, la Biblia es un conjunto de escritos
que son el producto y el testimonio de la vida de un pueblo (Israel/AT) y de una comunidad
(cristianismo/NT) en diálogo con Dios. Son testimonios de la fe de esas personas, fe vivida
en un mundo real, el de su época, en el Oriente Medio. Esta descripción de la naturaleza de
la Biblia es importante, y su veracidad sólo se puede apreciar si se lee con imparcialidad.

Sintetizando lo expuesto, podemos decir que la Biblia es:


- un conjunto de escritos (anótese: "escritos", no "libros", pues la Biblia incluye cartas,
por ejemplo),
- que de alguna manera tiene su origen en Dios: son "palabra de Dios" (sin
pronunciarnos por el momento sobre la manera en que tiene su origen en Dios, cómo se
transmite, o en qué deriva),
- y cuyo contenido lo constituyen múltiples testimonios de fe vivida por diversas
personas y comunidades en diferentes tiempos y ante distintas circunstancias.

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PRIMERA PARTE: Palabras de hombres

1. El contenido de la Biblia
La Biblia contiene 73 escritos1 que están agrupados en dos "testamentos", el Antiguo y el
Nuevo. De éstos, 27 escritos pertenecen al Nuevo testamento, que es literatura netamente
cristiana. El AT es literatura judía.
El término "testamento" es una traducción equívoca del original hebreo berit, que
significa "alianza, pacto". No se refería a la última voluntad, sino al concepto de alianza,
aquella hecha con .Moisés, que es el corazón del Antiguo testamento, y luego aquella
sellada con la muerte de Jesús (Lc 22, 20; ICor 11, 25). Traducido este vocablo al griego
(diatheke) se empezó a entender en su acepción de última voluntad, testamento, y así se
tradujo al latín (testamentum).
Los judíos obviamente consideran como Biblia lo que los cristianos llamamos "Antiguo
Testamento", porque no reconocen la venida de Jesús como la del mesías, y los escritos
cristianos no tienen para ellos carácter sagrado. La división de la Biblia en testamentos es
cristiana. El calificativo "antiguo (testamento)" no se debe entender corno obsoleto o como
viejo, sino como el primero con respecto al posterior. Algunos han propuesto por eso hablar
más bien de "primer testamento". Sólo se puede hablar de un "antiguo" testamento si se
admite como real la existencia de un "nuevo" testamento, y esa distinción la hacemos los
cristianos. Quizá sea más correcto hablar de "Biblia Hebrea" para denotar la propiamente
judía, y “Biblia Cristiana" para designar la inclusión del NT como parte de la Biblia por
parte de los cristianos
Esto tiene una implicación importante: cuando hallamos en algún escrito del NT la
mención de "las Escrituras" (p. ej. en Lc 24, 27. 32. 45; Jn 5, 39; 10, 35; 2Tim 3, 15) o
"palabra de Dios/Señor" (p. ej. en Mc 7, 13; Hech 6, 2; 8, 14), no se refiere al NT como tal,
sino más bien al AT puesto que el NT no existía todavía. Recordemos que cuando se
escribió tal o cual obra del NT, se hizo como un escrito independiente de los demás, y sin
idea de que más tarde seria agregado a otros para eventualmente formar parte de la Biblia.
El orden en el que se encuentran los escritos de la Biblia no es el orden en el que fueron
compuestos. Génesis no fue el primero en ser escrito, ni el Apocalipsis el último. Se
encuentran ordenados según temas y géneros literarios -todos los históricos Juntos, los
proféticos Juntos, etc. Excepto por el bloque que va de Génesis a Reyes, el orden de los
escritos del AT puede variar de una Biblia a otra. Esto se debe al hecho de que la secuencia
es diferente en la versión hebrea y en la griega (y latina). Esto lo retomaremos más
adelante, cuando hablemos del canon.
Originalmente ninguno de los escritos llevaba un título como el que tiene ahora.
"Génesis" (la primera palabra de este libro en griego, significa "origen, inicio"; en hebreo
es bereshit) no era el título del primer escrito que encontramos en la Biblia, ni "Evangelio
según Mateo" era el título del primer evangelio que encontramos en el NT. Original era
solamente el texto. Los títulos se pusieron más tarde por razones prácticas para distinguir
un escrito de otro.
Ninguno de los escritos de la Biblia estaba originalmente dividido en capítulos y
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Son 73 escritos si se consideran Jeremías y Lamentaciones como dos obras diferentes (como en realidad lo son); serán
72 si se cuentan como un solo escrito, como aparece en nuestra Biblia (Lamentaciones como parte de Jeremías).

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versículos. El códice Vaticano, del s. IV d.C., incluye marcas en el margen que son
divisiones en "capítulos" (para Mateo tiene 170 divisiones, que no son los 28 capítulos de la
división que usamos; para Marcos tiene 62 divisiones). A inicios del s. XIII Stephen
Langton dividió los escritos de la Biblia (en latín) en capítulos. A mediados del s. XV Isaac
Nathan dividió cada capítulo en versículos para facilitar las referencias a los pasajes o
textos bíblicos, como hacemos hoy. Recién en 1528 se imprimió la Biblia completa
traducida al latín dividida en capítulos y versículos por Sanctes Paginus. En 1551 Robert
Estienne publicó el NT griego con su división en versículos, y unos años después lo hizo
con la traducción de la Biblia al francés que él había hecho. Mc 12, 26 nos proporciona un
ejemplo de la manera en que inicialmente se citaban los textos bíblicos: "No han leído en el
libro de Moisés (= Éxodo), en lo de la zarza (= capítulo tercero), cómo le dijo Dios…
(sigue una cita textual de Ex 3, 6)". En Rom 11, 2 san Pablo cita 1 Re 19,10 simplemente
mencionando como referencia que es un pasaje de "la historia de Elías". Las divisiones por
capítulos y versículos, aunque muy prácticas, no siempre fueron acertadas; ocasionalmente
cortan el texto donde no deberían, p. ej. el primer relato de la creación concluye en Gén 2,
4a, y no al final del cap. 1, como supuso quien dividió este libro en capítulos; el último
canto del siervo de Yahvéh en Isaías empieza a finales del cap. 52, y no en 53, 1 como lo
supuso quien dividió este libro en capítulos.
La división de los textos en capítulos y versículos se basa en los manuscritos conocidos
en aquellos tiempos, básicamente en la traducción latina de san Jerónimo (Vulgata). La
Biblia que leemos, en cambio, es traducción basada en manuscritos más cercanos a los
originales (tema sobre el que volveremos), en las lenguas originales. Eso explica por qué
ocasionalmente nos sorprende la falta de un versículo: éste no estaba en el original, p. ej. en
Mt, 17, 21; 18, 11; Mc 9, 46; 11, 26; 15, 28; Lc 23, 17. Igualmente, hay dos numeraciones
de los Salmos, una de ellas entre paréntesis. Esto se debe a que las numeraciones se
hicieron al texto latino (cuya numeración se preserva entre paréntesis). El cambio ocurre a
partir del Sal 9: la versión latina tenía como un solo Salmo (9) lo que en hebreo son dos: 9 y
10. Eso causó un desfase correlativo: el antiguo Sal 10 en la latina es el Sal 11 hebreo, y así
sucesivamente.
Los subtítulos que hallamos (y que varían de una Biblia a otra) tampoco son originales.
Ocasionalmente son equívocos: la parábola conocida como "del hijo pródigo" (Lc 15,
11ss), no se centra en el hijo sino en el padre misericordioso, por tanto debería ser titulada
"parábola del padre misericordioso" -además que la parábola habla también del otro hijo, el
que se quedó en casa.
Desde el punto de vista temático, la Biblia no es tanto una colección de verdades eternas
como un conjunto de testimonios multiformes de la relación de diálogo entre Dios y los
hombres, relación histórica y humanamente vivida. Vista desde el lado de Dios, la Biblia
presenta la historia de las acciones de Dios en la historia de los hombres, desde los orígenes
hasta su expresión definitiva en Jesucristo y proyectándose hacia el futuro. Vista desde el
lado de los hombres, la Biblia incluye experiencias personales de muchos individuos, su
diálogo con Dios, sus actitudes de obediencia o de infidelidad, sus reflexiones y su
sabiduría. En otras palabras, tomando en cuenta los diversos géneros literarios que hallamos
en la Biblia, y el hecho de que abarca más de un milenio de historia, viene a ser la historia
singular, siempre actual (pues se plantean las mismas preguntas y se presentan las mismas
actitudes humanas) del diálogo entre Dios y los hombres, de las llamadas de Dios y de las
sucesivas respuestas de los hombres. Los diversos personajes encarnan actitudes humanas
que a menudo son representativas y exponentes de las personas de hoy.

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Hay algo más que nunca debemos olvidar: los compositores de los diversos escritos de
la Biblia escribieron para un grupo de personas concretas, para su pueblo o su comunidad
de entonces, de aquel tiempo. Esto significa que no escribieron pensando en nosotros, como
ya advertimos. Cuando Isaías habló y escribió lo hizo para los judíos del s. VIII a.C., y
cuando Pablo escribió su carta a los romanos, fue para los cristianos de Roma de la década
del 50, respondiendo a sus problemas y necesidades de aclaración, que no siempre son los
nuestros. Hoy día hablarían y escribirían de otra manera, y acerca de otros problemas. Pero
lo que escribieron es en cierta medida todavía aplicable hoy, el mensaje central sigue
siendo válido, pues el ser humano es básicamente el mismo: sus preguntas, actitudes,
angustias, alegrías, esperanzas, se siguen dando hoy.
Cuando se dice "Antiguo testamento", la mayoría piensa casi automáticamente en
términos de historia, la llamada "historia sagrada" que leímos de niños y se ve en películas.
Pocos están conscientes de que el énfasis no había sido puesto en lo que supuestamente
sucedió sino en lo que significa eso que se narra, el mensaje del episodio relatado. Por eso
se entremezclan elementos mitológicos, legendarios, anecdóticos, históricos y afines.
Además, si el A T se valora sólo como historia, se dejarán al margen muchos otros escritos
que no narran historia, como los salmos, los escritos proféticos, los poéticos y los
sapienciales.
La Biblia, como totalidad, presenta de principio a fin un denominador común: la
relación de diálogo entre Dios y los hombres. El único personaje que perdura es Dios; los
otros aparecen y mueren, y son juzgados según su relación con Dios. Por un lado, Dios
permanece siempre fiel en su empeño de ofrecer a los hombres la prosperidad y la paz a lo
largo de su historia. Es fiel a su "alianza". Por otro lado, los hombres se muestran
inestables: hoy sumisos y fieles, mañana rebeldes o indiferentes ante Dios, inclusive
idólatras. Cuando se observan los escritos del AT desde el lado de los hombres, se ve que
es una historia de las consecuencias de sus actitudes frente a Dios: es una historia de éxitos
y alegrías y de fracasos y frustraciones, estrechamente relacionadas a su sumisión humilde
y confiada, o rebelde y autosuficiente ante la voluntad de Dios. Ésta es, en síntesis, la
perspectiva fundamental desde la cual se presentan los diferentes escritos del AT, muy
claramente así en los relatos. El NT, por su parte, pone de relieve esa voluntad salvífica de
Dios manifiesta ahora en la persona de Jesús de Nazaret: "Dios amó tanto al mundo que
envió a su hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él no se pierda, sino que tenga
vida eterna" (Jn 3; 16). En el NT también aparecen una y otra vez respuestas fieles y
respuestas distorsionadas, inclusive de oposición a esa voluntad divina.

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