La Luz Brilla en Mis Tinieblas

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Sábado Santo Convertidos por Jesús Pascua Juvenil 2021.

Llamados a la Conversión.

La luz brilla en mis tinieblas.


“Tener el valor de ver nuestras tinieblas
para que la luz del Señor entre y nos salve”

Este pasaje del Evangelio de Juan (cf. Jn 12, 44-50) nos muestra la intimidad que hay
entre Jesús y el Padre. Jesús hacía lo que el Padre le decía. Por eso dice: «El que cree
en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado» (v. 44). Luego concreta su
misión. «Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga entre
tinieblas» (v. 46). Se presenta como luz, la misión de Jesús es iluminar: la luz. Él mismo
ha dicho: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12). El profeta Isaías había profetizado esta
luz: «El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz» (Mt 4,16 y cf. Is 9,1). La
promesa de la luz que iluminará al pueblo. También la misión de los apóstoles es llevar
la luz. Pablo se lo dijo al rey Agripa: “Fui elegido para iluminar, para llevar esta luz —
que no es mía, es de otro— pero para llevar la luz” (cf. Hch 26,18). Es la misión de
Jesús: llevar la luz. Y la misión de los apóstoles es llevar la luz de Jesús. Iluminar.
Porque el mundo estaba en tinieblas.

Pero el drama de la luz de Jesús es que ha sido rechazada. Lo dice Juan claramente al
principio del Evangelio: “Vino a los suyos, más los suyos no lo recibieron. Amaban más
las tinieblas que la luz” (cf. Jn 1,9-11). Acostumbrarse a las tinieblas, vivir en las
tinieblas: no saben aceptar la luz, no pueden; son esclavos de las tinieblas. Y esta será
la continua lucha de Jesús: iluminar, llevar la luz que hace ver las cosas como están,
como son; hace ver la libertad, hace ver la verdad, muestra el camino por el que ir, con
la luz de Jesús.

Pablo vivió esta experiencia del paso de las tinieblas a la luz, cuando el Señor lo
encontró en el camino de Damasco. Se quedó ciego. Ciego. La luz del Señor lo cegó. Y
luego, tras pasar unos días, con el bautismo recobró la luz (cf. Hch 9,1-19). Tuvo esa
experiencia de pasar de las tinieblas, en que vivía, a la luz. Es también nuestro paso,
que sacramentalmente recibimos en el bautismo: por esto el bautismo se llamaba en
los primeros siglos, la Iluminación (cf. San Justino, Apología, 1, 61, 12), porque te daba
la luz, te “hacía entrar”. Por eso en la ceremonia del Bautismo damos un cirio
encendido, una candela encendida al padre y a la madre, para que el niño, la niña, sea
iluminado, sea iluminada.

Jesús trae la luz. Pero el pueblo, la gente, su pueblo lo ha rechazado. Está tan
acostumbrado a las tinieblas que la luz lo deslumbra, no sabe caminar (cf. Jn 1,10-11).
Y este es el drama de nuestro pecado: el pecado nos ciega y no podemos soportar la
luz. Tenemos los ojos enfermos. Y Jesús lo dice claramente en el Evangelio de Mateo:
“Si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará malo. Si tu ojo ve solamente las tinieblas,
¿cuánta oscuridad habrá en ti?” (cf. Mt 6,22-23). Las tinieblas… Y la conversión es
pasar de las tinieblas a la luz.
Sábado Santo Convertidos por Jesús Pascua Juvenil 2021.
Llamados a la Conversión.

¿Qué es lo que hace enfermar los ojos, los ojos de la fe? Nuestros ojos están enfermos:
¿cuáles son las cosas que “los debilitan”, que los ciegan? Los vicios, el espíritu
mundano, la soberbia. Los vicios que “te derrumban” y también estas tres cosas —los
vicios, la soberbia, el espíritu mundano— te llevan a asociarte con los otros para
permanecer seguro en las tinieblas. Hablamos a menudo de mafias: es esto. Pero hay
“mafias espirituales”, hay “mafias domésticas”, siempre, buscar a otro para ocultarse y
permanecer en las tinieblas. No es fácil vivir en la luz. La luz nos hace ver muchas cosas
feas dentro de nosotros que no queremos ver: los vicios, los pecados... Pensemos en
nuestros vicios, pensemos en nuestra soberbia, pensemos en nuestro espíritu
mundano: todo esto nos ciega, nos aleja de la luz de Jesús.

Pero si comenzamos a pensar en estas cosas, no encontraremos un muro, no,


encontraremos una salida, porque Jesús mismo dice que Él es la luz, y también: “Vine
al mundo no para condenar al mundo, sino para salvar al mundo” (cf. Jn 12,46-47).
Jesús mismo, la luz, dice: “Ten valor: déjate iluminar, déjate ver por lo que tienes
dentro, porque soy yo quien te lleva adelante, para salvarte. No te condeno. Yo te
salvo” (cf. v. 47). El Señor nos salva de nuestras tinieblas interiores, de las tinieblas de
la vida cotidiana, de la vida social, de la vida política, de la vida nacional,
internacional... Hay muchas tinieblas interiores. Y el Señor nos salva. Pero nos pide que
las veamos primero; tener el valor de ver nuestras tinieblas para que la luz del Señor
entre y nos salve.

No tengamos miedo del Señor: es muy bueno, es manso, está cerca de nosotros. Vino
a salvarnos. No tengamos miedo de la luz de Jesús.

Papa Francisco.

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