Etica Social

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ETICA - SOCIEDAD

La ética es la parte de la filosofía que reflexiona sobre el hecho moral, es decir, sobre
lo que está bien o está mal. Así, pues, en nuestro día a día, nos ajustamos a ciertos
principios o normas que guían u orientan nuestra conducta. De este modo, podemos
distinguir lo que es bueno de lo que no lo es, lo correcto de lo incorrecto.
La ética puede ser observada en nuestra vida cotidiana en todos los actos,
decisiones y comportamientos con los que nos conducimos, bien sea en el trabajo o
una institución educativa, en la forma en que nos relacionamos con nuestros seres
queridos o con las demás personas, así como con el medio ambiente.
Es gracias al respeto de todos estos principios y reglas que creamos las condiciones
adecuadas para convivir en sociedad. Por eso, a continuación te comentamos siete
ejemplos de ética en distintos ámbitos de nuestra vida cotidiana.

Ética personal

La ética puede aplicarse a la vida personal de alguien, que contempla no solo sus
relaciones con la familia, los amigos y la pareja, sino también su relación consigo mismo y
la forma en que actúa y toma decisiones en función de sus valores morales
fundamentales.

Así, la ética en la vida personal está también atravesada por los sentimientos, las
emociones, las sensaciones, los sueños, las ideas y las opiniones de una persona, que
son, en definitiva, los que determinan su forma de ser y comportarse en la vida íntima.

Ética en la vida profesional

En el ámbito laboral, la ética profesional está contenida en los códigos deontológicos que
regulan la actividad profesional, es decir, el conjunto de normas y principios que
obligatoriamente deben cumplirse en la práctica de una profesión.
El comportamiento ético, además, dota al profesional de prestigio y reputación, lo hace
confiable y demuestra sus capacidades no solo en el plano de la ejecución de sus tareas,
sino en la forma de hacerlas, con sujeción a las normas morales.

Ética en las instituciones educativas

Cuando asistimos a una institución educativa, vamos para formarnos como ciudadanos,
en los valores sociales y con los conocimientos de nuestro tiempo.

Por eso, la escuela o la universidad son lugares donde, al relacionarnos con los demás,
también aprendemos a comportarnos de manera ética: siendo honestos, respetuosos y
leales con nuestros compañeros, reconociendo la autoridad del profesor, y cumpliendo
con nuestros deberes escolares.

Ética social

La ética aplicada a la vida social en general se demuestra en valores como el respeto, la


tolerancia, la honestidad, la inclusión y la igualdad. Así, la ética social aparece en todas las
relaciones que mantenemos con los otros por distintas razones, que pueden ser económicas,
políticas, laborales, ciudadanas o, incluso, circunstanciales.

Ética ciudadana

Practicamos ética ciudadana al relacionarnos con respeto y responsabilidad con el otro y


con el espacio en que vivimos y que compartimos con otras personas, como la ciudad, el
barrio, la calle, incluso nuestra residencia o nuestro piso.
La ética ciudadana observa un conjunto de reglas relacionadas con la forma adecuada de
comportarnos en los espacios públicos, no solo respetando los derechos del otro, sino
siendo amables y bondadosos con quien los demás.

Ética medioambiental

La manera en que nos relacionamos con el medio ambiente implica ciertas normas éticas,
que se basan en el respeto y cuidado de la naturaleza, los animales, los recursos y el
equilibrio ecológico de un lugar.

La ética medioambiental está también en la forma en que tratamos los desperdicios que
producimos y en la utilización consciente y responsable de los recursos que pone la
naturaleza a nuestra disposición.

 Ética económica

La ética también se manifiesta en la forma en que manejamos nuestros recursos


económicos, evitando derrochar, aprovechando de ahorrar, e invirtiendo nuestro dinero en
negocios rentables de probidad moral.

La ética en la economía también implica evitar el dinero sucio, proveniente de actividades


inmorales como el narcotráfico o la venta de armas, o beneficiarnos de las dificultades de
los otros, como quienes practican la usura.

ETICA INDIVIDUAL A LA SOCIAL

Si hablamos de la ética personal, la mayoría sabemos a qué nos referimos: todas y


todos tenemos un código de conducta, una escala de valores que podemos
compartir o no con otras personas y que nos guía a la hora de actuar.
Por ejemplo, cuando procuramos no dañar o herir a otras personas, lo hacemos
por respeto, por amor o aprecio, pero también porque sabemos que eso no está
bien, que hacer algo que les perjudique nos afectará, en muchos sentidos, a
nosotras y nosotros mismos. Ser personas sinceras y no tomar lo que no es
nuestro son algunas cuestiones que debemos incluir en ese código ético
personal.

Pero, ¿qué hay de cuestiones como el vegetarianismo, o ir en bicicleta al trabajo,


por ejemplo? ¿A qué responden: a una ética personal o a una ética social?

La ética social: una cuestión de principios


Cuando te preguntas qué es la ética social, la respuesta refleja esos mismos
principios éticos que inspiran tu ética personal, ni más ni menos.

Lo único que cambia (que sin embargo no es poco) es la apreciación de la propia


responsabilidad, que pasa de verse como algo particular a ampliarse y alcanzar
una dimensión más generosa, poniéndose al servicio de la responsabilidad
social. Al fin y al cabo, la ética social implica tomar conciencia de que todos y
cada uno de tus actos tienen consecuencias sociales, sobre los demás y sobre
el medio ambiente.

O dicho de otro modo, la ética individual es la base sobre la que construimos


la ética social que se aplica en los entornos donde convivimos y nos
desenvolvemos como personas. No existe la una sin la otra.

Tan estrecha es la relación entre estos dos conceptos, que es prácticamente


imposible que pueda existir una ética personal sin una ética social. Las personas
que son buenas con sí mismas hacen lo propio cuando trasladan esos valores a la
sociedad como tal. Del mismo modo, quienes practican unos principios y acciones
beneficiosas para sus semejantes, es casi seguro que los trasladarán a nivel
individual.
Algunas cuestiones sobre la ética social y la
ética propia
Para entender este concepto con más claridad y profundidad, respondamos a
algunas de las preguntas que nos hacíamos al inicio del post:

 No comer carne ni pescado, ¿es una opción socialmente


responsable?
Pues efectivamente, lo puede ser. Al menos reducir su consumo a niveles
social y medioambientalmente sostenibles. Da lo mismo si lo que nos impulsa
es una cuestión de gusto, si lo hacemos porque nos «dan pena» los animales
(una cuestión de ética personal), o porque entendemos que, con ello,
contribuimos a mejorar el reparto de los recursos naturales del
planeta (una perspectiva, sin duda, de ética social). Los efectos serán los
mismos: comiendo menos carne y pescado podemos llegar
a mejorar nuestra salud y minimizar el impacto social y
medioambiental que genera un consumo exagerado de estos productos
(deforestación, conversión de cultivos en pasto para ganado y, con ello,
hambre, desigualdades...). Según datos de la FAO, comer carne y pescado
forma parte de una dieta equilibrada, pero mientras que en los países en
desarrollo el consumo de carne por persona y año a veces no alcanza los 10
kilos, la producción de carne mundial en 2014 se ha situado en más de 300
millones de toneladas. Si hacemos un cálculo rápido, salen más de 42 kilos
por persona y año. Podríamos preguntarnos, ¿quién los consume?  

 Si usar la bicicleta me mantiene en forma y me hace sentir


mejor, ¿es eso compatible con la ética social?
¡Por supuesto! ¿Qué hay de malo en sentirse mejor con algo tan positivo como ir
en bicicleta? Beneficia a nuestra salud, nos pone de buen humor, nos ayuda a
ahorrar... y encima, es ecológicamente sostenible. Claro que desde el punto de
vista de la ética personal, procurar por nuestra propia salud y bienestar puede
figurar entre lo más destacable del código ético individual; pero miremos un poco
más allá: usando la bicicleta reducimos las emisiones de gases
contaminantes, beneficiamos la movilidad en las grandes ciudades
y minimizamos el impacto causado por la explotación de los recursos naturales y
las fuentes de energía no renovables, como el petróleo. Todo ello, sin duda alguna,
grandes muestras de responsabilidad social.

 Si consumir racionalmente me ayuda a ahorrar, ¿también es


una medida socialmente responsable?
 Como hemos ido viendo a lo largo de las líneas anteriores, efectivamente,
lo es. Reduciendo el consumo de ciertos alimentos, el gasto de recursos y
suministros como el gas, o el agua, además de ahorrar un buen dinero
también estamos siendo socialmente responsables. Su mismo nombre lo
indica: consumo responsable. Pero ojo, no confundamos este concepto con el
mero ahorro económico. Algunos productos, como los procedentes
de Comercio Justo, por ejemplo, en ocasiones pueden costa algo más que los
convencionales. Sin embargo, a nos aseguramos de estar contribuyendo
a mejorar las condiciones de personas productoras que perciben, entre
otros beneficios, un pago digno por su trabajo y reforzamos las
cooperativas en las que se agrupan, verdaderos paraguas sociales que
garantizan, entre otras cosas, el acceso a la educación a sus miembros y
familias, y son ejes fundamentales de desarrollo en sus respectivas
comunidades.

La ética personal, como acabamos de ver, no está en modo alguno reñido


con la ética social: son dos conceptos que se refuerzan y alimentan mutuamente.
Lo único que cambia es la perspectiva: de lo personal a lo común, de lo
individual a lo solidario.

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