Revista de Estudios Budistas-3
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Revista de Estudios Budistas-3
e81X
Revista de
Estudios Budistas
Directorio
Directores:
Carmen Dragonetti (Consejo Nacional de Investigaciones
Fernando Tola Científicas y Técnicas, y Fundación Ins-
tituto de Estudios Budistas, Argentina.
Instituto Internacional para Estudios
Budistas, Tokio)
Consejo consultivo:
André Bareau . (El Colegio de Francia)
Luis Óscar Gómez (Universidad de Michigan)
Bimal K. Matilal 1935-1991 (Universidad de Oxford)
Katsumi Mimaki (Universidad de Kioto)
Lambert Schmithausen (Universidad de Hamburgo)
Ernst Steinkellner (Universidad de Viena)
Akira Yuyama (Instituto Internacional para Estudios Budistas,
Tokio)
Oficinas: Dr. Barragán 482, Colonia A. S. NalVarte, c.P. 03010, México, D.F. 'le!.
530.j)1-36. FAX: 538·13·86.
lOda correspondencia internacional, a los directores y/o al editor, dirigirla a: Revista de
Estudios Budistas, 2741 Sunset Boulevard, Los Angeles, California, 90026, USA.
La Revista de Estudios Budistas se publica dos veces por año, en abril y octubre. El
precio de cada ejemplar es de $20,000 m.n.; suscripción anual en la República Mexicana
(dos nómeros) $35,000 m.n.; Estados Unidos, Centroamérica y Antillas, 20 US dls.;
Sudamérica y Europa, 23 US dls.; Asia, África y Oceanía, 25 US dls.
Las opiniones expresadas son responsabilidad de sus autores. Esta revista es publicada
por la Asociación Latinoamericana de Estudios Budistas, AC., con sede en México.
Apartado Postal # 19332, c.P. 03901 México, D.E Registros en trámite.
Sumario
Artículos
Buda, jefe de la comunidad de monjes: André Bareau 7
El Sütrasamuccaya de Nagarjuna: el texto y la tradición viviente:
Bhikkhu Pásádika 35
Equiparación de conceptos. Las tendencias deconstructiva y funda-
cionalista en el pensamiento budista: Rager R. Jackson 57
Historia
Un gran emperador budista, Ashoka: Fernando Tola y Carmen
Dragonetti 97
Abstracts 137
Textos
MahiiyanaviIpshika: La Veintena del Mahiiyana de Nagarjuna:
Introducción, traducción y notas por Fernando Tola y Carmen
Dragonetti 141
Notas breves
Sylvain Lévi: André Bareau 155
La PáJi Thxt Society: 1881-1981: K.R. Norman 160
El desarrollo del Budismo en Occidente: su realidad y significado:
Hubert Durt 168
Lo que los budistas creen: Narada Maha Thera 177
Actividades de FIEB en 1991 183
3
Primer aniversario de la Asociación Latinoamericana de Estudios
Budistas 185
Reseñas
Self and Non-Self in Early Buddhism, de Joaquín Pérez-Remón:
Amadeo Solé-Leris 189
Three Works o[ Vasubandhu in Sanskrit Manuscript, the 1tisvabMva-
nirdeSa, the ViIpsatika with its Vrtti and the 1tiIpsika with Sthiramati
Commentary, edited by Katsumi Mimaki, Musashi Thchikawa and
Akira Yuyama: ET. y G.D. 196
.Collecled Papers Volume l, de K.R. Norman: ET. y C.D. 198
Noticias
Mención honorífica al profesQr Kamaleswar Bhattacharya 199
Second International Seminar on Tibetan Language 200
Sixth Conference of the International Association of Tibetan
Studies 200
Novena Conferencia Internacional de Sánscrito 201
Kamala Ratnam 201
Colaboradores 203
Portada: Cabeza de Buda. Mathura, India, hpoca Gupla. s. V d.C, piedra. Arcbeological Museum,
Mathura. Tomada del libro India (Arte y Esplendor del Mundo). editado en español por Promociones
Editoriales Mexicanas, S.A de e v, México, 1985 y en inglés, con el título Ihe CulJural History oi
India, por Agcnce Inlernalionale d'Edition, Jean-Francois Gonthier, Suiza, 1982 La Calografia es de
Henri Stierlin.
ilustraciones: Las de las páginas 56, 118y 140 fueron tomadas del libro The Wotldof Buddlzism, editado
por H. Bechert y R Gombrich. Thames and Hudson LId., Londres. 1984; las de las páginas 5, 55,
96, 117 Y 136, del libro 1ñe Way 01 the Buddha, editado por The Government oí India, Ministry oC
Information and Broadcasting, Publications Division; la de la página 6, del libro Buddhism Art and
FaUh, editado por W. Zwalf, The British Museum, Londres, 1985; las de las páginas 34 y 95, del libro
L 'lnde, de R. Grousset, editado por Librairie Plon, París, 1949.
Agradecemos la colaboración fotográfica de: The British Museum, China NewsAgency, Metropolitan
Museum ofAr! (Nueva York) y Museum ofFine Arts (13o&Ion); de loo fot6grafosJ. Prip Moller (Royal
Library, Copenhaguen) y Eduardo Frías; así como de Blanca Luz Pulido, Felicia Gametty Joel Phillips
Carbajal para este número de la REB.
4
Buda, jefe de la comunidad
de monjes
André Bareau
7
de salvación, un aspecto muy diferente, casi opuesto, del
precedente, pero muy importante. En efecto, el muy largo
y difícil Camino (marga) que lleva a la Liberación no puede
ser recorrido sin utilizar la decisión, el esfuerzo, la energía
indispensables para someterse constantemente, sin el me-
nor desfallecimiento, al renunciamiento, a la ascesis nece-
saria y para luchar sin cesar contra las tentaciones, las pa-
siones y los vicios que asedian literalmente al pensamiento
y que encadenan al ser a las vidas sucesivas y, por consi-
guiente, a los sufrimientos morales y físicos que uno soporta
en ellas.
Para emprender este duro y largo combate y proseguirlo
hasta la victoria final del Ilirva~ta, para seguir a lo largo de
todo el Camino de Liberación, es indispensable renunciar
a todos los placeres que busca el hombre común y que son
al mismo tiempo trampas y lazos. Es necesario abandonar
su casa, su familia, su oficio, su casta y convertirse en
un asceta errante y mendicante que vive únicamente de
limosnas recibidas de personas encontradas en su camino.
Es necesario vivir como Buda y seguir la ruta que lo llevó,
después de numerosos años de esfuerzos incesantes, a la
serenidad suprema del Ilirva~ta.
Si se acepta la tradición, el Afortunado habría decidido
primero gozar plenamente y él solo de la "felicidad de
la Liberación" (vimuktisukha) obtenida por medio del
Despertar (bodhi), pues juzgaba inútil enseñar su método
liberador a los otros hombres, debido a la incapacidad de
éstos de comprenderlo y ponerlo en práctica. Hizo falta,
se dice, la intervención del gran dios Brahmii en persona
y su insistente ruego en favor de los pobres humanos para
que Buda, modificando su anterior decisión, consintiera
en aceptar la pesada tarea de guiar a los hombres por el
Camino de la Liberación.
Esto lo llevó muy pronto a asumir una nueva función que
habría de ocupar la parte más grande de sus actividades
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y de sus preocupaciones durante los muchos años que le
quedaban aún por vivir, alrededor de medio siglo según
la tradición, probablemente treinta o cuarenta años en
realidad. Se trata de la muy absorbente función de jefe
de la Comunidad (sa'rlgha) formada por aquellos de sus
discípulos que habían elegido la vida ascética siguiendo
su ejemplo. Esto iba a mantenerlo muy alejado del calmo
retiro con el que había soñado inicialmente y en el cual
habría podido continuar experimentando la beatitud del
nirvana en este mundo hasta el fin de su última existencia.
Del difícil, fatigoso y hasta decepcionante ejercicio de
esta función, los códigos disciplinarios del Vinayapiraka
son un testimonio completamente convincente, tanto por
su enorme volumen como por la gran diversidad de su
contenido.
Los textos canónicos concuerdan en situar la fundación
de esta Comunidad en la zona norte de Benares, más pre-
cisamente en el parque llamado Mrgadaya de ~~ipatana,
sólo algunas semanas después del Despertar. Buda habría
entonces reencontrado en ese lugar a cinco antiguos
compañeros que habían antaño buscado con él en la vida
ascética el medio de alcanzar la Liberación. Discutiendo
con ellos y predicándoles algunos sermones en los que ex-
plicaba lo esencial de su Doctrina (dharma), los habría con-
vencido de la entera bondad de ésta y de la plena eficacia
del método que de ella derivaba. Así fue fundada esta Co-
munidad de hombres resueltos a llegar al nirvalJa siguiendo
hasta su fin el Camino (marga) indicado por el Afortunado.
Muy pronto pues Buda estuvo acompañado por discípu-
los que habían decidido adoptar la vida ascética cuyo ejem-
plo él les daba. Pronto se acostumbró a designarlos no con el
nombre de ascetas (sramalJa) o con el de vagabundos (pa-
rivrajaka), que eran muy generales, pues otros numerosos
grupos análogos recorrían la India de esa época siguiendo
a otros maestros, sino con el de bhilqu, que significa lite-
9·
ralmente "mendigo" y que los occidentales generalmente
traducen como "monje" por analogía con los religiosos
cristianos.
En tanto este grupo de discípulos fue pequeño y ho-
mogéneo, estrechamente ligado a los pasos del Afortunado,
su modo de vida, su cohesión y su organización, probable-
mente no le causaron ninguna preocupación a Buda. Sin
embargo, el éxito obtenido por su enseñanza tuvo como
efecto que poco a poco aumentara el número de estos
bhilqu, que alcanzó muchas decenas, luego varios cien-
tos. Nuevos problemas se plantearon entonces, a los cuales
Buda, convertido en jefe de una secta importante, tuvo que
dar rápidamente soluciones.
Por lo pronto, el grupo de monjes se dividió en varios
grupos, cada uno de los cuales no comprendía sino un
número reducido de miembros que proseguían juntos su
vida errante y mendicante. En cada aldea que atravesaban,
en efecto, sólo algunos bhilqu podían recibir limosnas
consistentes en comida en cantidad suficiente, tomadas
de los magros excedentes alimenticios de que disponían
los campesinos, por muy grande que fuera la voluntad
de generosidad de estos últimos: se trataba de un simple
problema material de aritmética elemental. Los pueblos y
las ciudades podían ciertamente abastecer a grupos más
importantes, pero aglomeraciones tales eran aún muy raras
y por lo demás poco pobladas en la India durante la época
en que Buda vivia -en el siglo v antes de nuestra era-, sobre
todo en la cuenca media del Ganges en la que él circulaba
con sus discípulos.
El segundo problema es consecuencia del primero: los
monjes que pertenecían a la mayor parte de esos grupos,
es decir, todos aquellos que no permanecían estrechamente
unidos alrededor del Afortunado, estaban por este hecho
privados de su ejemplo constante y de su dirección ince-
sante. Podían pues producirse gradualmente entre ellos di-
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vergencias respecto de la Doctrina y el modo de vida.
Una dificultad de otra clase se derivó del número
creciente de monjes y también sin duda de su división
en grupos separados. Se comprueba que en el Budismo,
como en otros casos, "el hábito no hace al monje", y
que se introdujeron poco a poco en el Sarp.gha personas
que demostraron después ser compañeros indeseables.
Algunos tenían sin duda una vocación sincera, pero eran
incapaces de dominar sus malas inclinaciones: el egoísmo,
la codicia, el orgullo, la irritabilidad, los celos, la maldad,
etcétera, lo que perturbaba las buenas relaciones y la
quietud necesarias a los bhik!¡u para avanzar juntos por el
Camino de la Liberación. Otros eran astutos, hipócritas,
mendigos profesionales y perezosos, que no se habían
hecho monjes sino con la esperanza de vivir sin hacer
nada aprovechándose de la generosidad de los laicos,
respetuosos de su apariencia de bhik.yu.
Es por esto que Buda fue llevado muy pronto a hacer del
conjunto de sus discípulos que mantenían la vida ascética,
una sola y única Comunidad (salflgha), sometida a una sola
y única autoridad: la suya, y a imponer a todos sus miembros
una estricta disciplina (vinaya). Dicho de otro modo, aquél
cuya única tarea era en principio enseñar su Doctrina a
todos los que quisieran escucharlo, mostrarles el Camino
que lleva a la Liberación, fue obligado a transformarse en
el jefe de un grupo de bhik!¡u cada vez más numeroso y
a asumir todas las obligaciones inherentes a esta función.
Mientras que su actividad de predicador del método de
salvación descubierto por él requería, sobre todo, en el
caso del Afortunado, la existencia de elevadas cualidades
intelectuales, el ser jefe de la Comunidad monástica le
exigía el ejercicio constante de las virtudes de energía,
voluntad, resolución, paciencia, al igual que una muy fina
comprensión de la psicología, sin olvidar una profunda
sabiduría en el sentido más amplio del término.
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La importancia considerable de tal actividad está
ampliamente probada, ya lo hemos dicho, por el enorme vo-
lumen de los códigos de disciplina monástica (Vinayapi[aka)
cuyos miles de reglas y artículos rigen en los más mínimos
detalles el género de vida de los bhi~u; definen y sancio-
nan las faltas, graves o leves, que ellos pudieran cometer;
describen minuciosamente la organización del Sarpgha y los
diversos tipos de procedimiento que ésta debía seguir para
administrar sus propios asuntos y resolver los múltiples pro-
blemas que se le planteaban.
De hecho, cada secta o escuela (nikaya) aparecida en el
curso de los siglos que siguieron al Parinirval)a de Buda,
tuvo su código particular, de los cuales seis nos han llegado
completos, pero se comprueba comparándolos entre sí que
ellos no difieren más que por elementos secundarios y que
derivan de un mismo corpus antiguo muy completo.
Por otra parte, todos concuerdan en atribuir al Afortu-
nado en persona, autoridad suprema, el origen y la formu-
lación de cada regla, pero es muy probable que muchas de
éstas fueran decretadas después de la muerte de Buda, por
los más sabios de sus discípulos, para enfrentar las dificul-
tades nacidas de circunstancias imprevistas hasta ese mo-
mento. Esto es igualmente cierto para aquellas reglas que
se encuentran solamente en algunos de los seis códigos con-
servados o que difieren mucho de uno a otro. Asimismo, la
comparación entre estos seis códigos demuestra bien que
sí hay concordancia total en cuanto a todas las otras reglas,
por lo demás las más importantes. Muy numerosas diver-
gencias obligan a dudar de la historicidad de las narracio-
nes destinadas a explicar en qué circunstancias precisas y
por qué razones cada una de estas reglas fue decretada por
el Afortunado o modificada por él. Sea como sea, se puede
admitir que Buda fue realmente el autor de las decisiones
que son comunes a los diferentes códigos, lo cual nos lleva
a admirarlo tanto por su papel de jefe de la Comunidad
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y de legislador, como por aquél, mucho más conocido, de
descubridor de su Doctrina de Liberación y de predicador
de ésta.
Los principios en los cuales reposa esta obra considera-
ble merecen detener nuestra atención. Primero, este código
de disciplina no ha surgido de un golpe, en el excelente or-
den lógico en el que nos ha sido transmitido, de la medi-
tación solitaria del Afortunado, quien lo habría revelado
completo, cierto día, a sus discípulos reunidos, ordenándo-
les observar escrupulosamente a partir de ese momento to-
dos sus artículos. No, el código se constituyó poco a poco en
lugares muy diferentes a medida que las circunstancias par-
ticulares hacían aparecer un nuevo problema, importante
o no, y obligaban a resolverlo sin tardar; en consecuencia,
se formó gradualmente, en el desorden completo en que
el azar hacía surgir estos casos muy diversos. En suma, el
código monástico es un voluminoso compendio de jurispru-
dencia, constitutido progresivamente por aplicación del fa-
moso método de ensayos y errores, como lo demuestran sus
muy numerosos artículos en los que el Afortunado, después
de haber enunciado una regla, la modifica una o muchas
veces para tomar en cuenta el nuevo caso y adaptarlo de la
mejor manera a las necesidades del Sarpgha. Sólo más tarde
fue establecido según el orden lógico en que nos fue trans-
mitido.
La organización general de la Comunidad tampoco se
fundaba en la autoridad única, aparentemente monárquica,
de Buda, sino en principios de alguna manera democráticos.
En un famoso sermón, el Afortunado hace un paralelo
entre el funcionamiento del Sarpgha y el de la república
aristocrática de los Vrji, que vivían al norte del Ganges
en la región de la actual ciudad de Patna y célebre por
su prosperidad. A fin de que la Comunidad monástica
continúe existiendo preservando las buenas relaciones
necesarias para el progreso de cada uno de sus miembros en
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el Camino de la Liberación, es absolutamente necesario que
todos los monjes sean iguales y ejerzan los mismos derechos
durante las numerosas y variadas discusiones en las que el
Sarpgha debe tomar una decisión colectiva sobre cualquier
cuestión. Por supuesto, como en toda sociedad humana, las
competencias y los talentos de cada uno entran también en
consideración. La sabiduría, la experiencia y la elocuencia
tienen en estas discusiones su papel habitual, pero cada
bhilqu es libre en su decisión, que expresa por medio de un
voto llevado a cabo con unos palillos (sallikli), después de
que una moción (jñapti) ha sido propuesta a la asamblea.
Además, para juzgar las faltas de que son acusados cier-
tos monjes, sólo se toma en cuenta el comportamiento de
los culpables, o sea sus acciones corporales o vocales, pero
de ninguna manera sus intenciones y sus demás pensamien-
tos, por lo menos si éstas no han tenido consecuencias,
como lo veremos más adelante. En suma, no se juzga más
que lo que podía perjudicar a otros bhilqu o a la Comuni-
dad como grupo. Esta moral del comportamiento es, pues,
muy diferente de la que enseña la Dóctrina (dharma), en la
cual los actos mentales son los que engendran el fenómeno
de la maduración (viplika) de los actos (karman), luego su
retribución automática en función de su valor moral, modi-
ficando el flujo mental subconsciente y dirigiéndolo inelu-
diblemente hacia su sanción.
En los innumerables relatos de los Vinayapitaka en que
el Afortunado examina los múltiples casos de faltas graves
o leves que le son presentados por sus discípulos, y en
los que él en cada caso toma una decisión que tiene, a
partir de ese momento, valor de regla monástica, Buda
aparece siempre como un jefe de comunidad perfecto.
La serenidad inconmovible que adquirió en el momento
de su Despertar (bodhi), en que alcanzó el nirvlilJa en
este mundo, le permite permanecer por completo dueño
de sí mismo en todas circunstancias; no pierde jamás su
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calma ni expresa su desaprobación frente a los culpables,
por graves que sean sus faltas, sino llamándolos "hombres
necios, hombres extraviados" (mogha purura). Ejerce pues
su autoridad con firmeza, pero sin la más mínima traza de
violencia y adecuando exactamente la sanción a la gravedad
de la falta cometida. Por lo tanto, los castigos excluyen
cualquier menoscabo de la integridad física de los culpables:
golpes, mutilaciones, ataduras, prisión y, con más razón, la
pena de muerte. Los culpables no se exponen más que a la
confesión de sus malas acciones, la restitución de los objetos
indebidamente obtenidos y, para los criminales, se les
separa temporalmente de las actividades de la Comunidad
o se les expulsa definitivamente de ella. La sobrehumana
sabiduría del Afortunado le permite en forma natural
encontrar en cada caso y rápidamente la mejor solución
para el problema que se le plantee.
Todos estos relatos tienen una estructura semejante,
lo que demuestra bien su carácter artificial, debido a
la necesidad de ubicar el origen de cada regla bajo la
autoridad suprema de Buda, pero revelan, sin embargo,
rasgos muy interesantes de la vida y del funcionamiento de
la Comunidad primitiva. Un monje, o un grupo de monjes,
cornete una mala acción que irrita o escandaliza a los
laicos del lugar. Éstos enseguida expresan su indignación,
declarando que los discípulos de Buda se comportan corno
vulgares laicos, sobreentendiendo con esto que son falsos
ascetas y que no merecen, pues, ni las limosnas que se
les da ni el respeto que se les testimonia. Además, este
juicio no concierne sólo aloa los bhilqu efectivamente
culpables, sino que se extiende a todos los monjes budistas,
ya que esos laicos ceden sin titubear un instante a la
tendencia universalmente propagada de generalizar. Estas
murmuraciones inquietantes son escuchadas por buenos
monjes que se apresuran a informar del incidente a Buda,
quien hace comparecer enseguida al culpable ante él y lo
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interroga acerca de la realidad de los hechos, la que es
inmediatamente reconocida; de esta manera, se evita que el
relato se complique inútilmente. El Afortunado reprende
entonces al mal discípulo, luego dicta una nueva regla
que prohibe a partir de ese momento cometer la falta en
cuestión y define por último el castigo que será aplicado a
los bhilqu que se comporten de esa manera.
Cabe preguntar por qué siempre son los laicos los que
comprueban las faltas cometidas y los que se indignan por
ellas. El carácter artificial de este elemento constante en los
relatos salta a la vista y les quita, pues, su credibilidad. Lo
cierto es que esto tiene por objeto recordar a los bhik.'¡u, en
toda ocasión, un hecho capital para la sobrevivencia de la
Comunidad, Y'por consiguiente del Budismo, a saber, que
la existencia material de los monjes dependía enteramente
de la generosidad de los laicos. En efecto, los ascetas bu-
distas no debían entregarse a ninguna actividad que les per-
mitiera procurarse, directa o indirectamente, alimento, ves-
tido, alojamiento y medicamentos que les eran indispensa-
bles para subsistir; no debían entregarse a ningún trabajo
tal como la agricultura, la artesanía, el comercio, el servi-
cio de los príncipes o de los particulares, etc. Esta prohi-
bición tenía por objeto la lucha eficaz contra el deseo, la
codicia de bienes materiales producidos por estas diversas
actividades y, por consiguiente, la práctica constante del re-
nunciamiento que es una de las condiciones necesarias para
el ingreso en el Camino de la Liberación. Los monjes bu-
distas eran esencialmente "mendigos" (bhilqu), tenían que
vivir exclusivamente de las limosnas (piIJ4a) que quisieran
darles los laicos, y por lo tanto dependían totalmente de
éstos para su subsistencia. Por eso las expresiones de indig-
nación pronunciadas, en cada relato, por los testigos laicos
de faltas cometidas por algunos monjes y que generalizaban
en extremo su juicio a todos los discípulos del Afortunado,
representaban una seria amenaza para la Comunidad. Al
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recordárselas constantemente en esa ocaslOn, se quería
hacer tomar conciencia a los bhiksu tentados de conducirse
mal, del grave peligro que corrían y del que hacían correr a
todo el Sarpgha. La necesidad de mantener una buena ima-
gen de este último en las personas que llevaban una vida
laica era una razón tan importante para abstenerse de toda
falta como la de tener que conservar las buenas relacio-
nes en el seno de la Comunidad. La contraparte de esto
está dada por los relatos, también muy numerosos, pero ge-
neralmente mucho más cortos, en que los actos cometidos
por algunos bhilqu son faltas en extrémo veniales o ni si-
quiera son verdaderamente faltas. En estos casos los laicos
no intervienen por no haber encontrado nada que pudiera
causar su reprobación.
La mayor parte de las reglas son complementadas con
diversas y a veces numerosas modalidades que se presentan
de hecho, como otras tantas reglas secundarias que Buda
habría enunciado para poder adaptar las principales a
circunstancias en las que la aplicación de éstas causaba
ciertas dificultades. En síntesis, dos clases de casos muy
diferentes se presentan, ya sea que las circunstancias en
cuestión sean completamente exteriores a la personalidad
del monje cuya acción hace necesaria una modificación tal,
o, por el contrario, que esta última sea debida enteramente
a su conducta. Tomemos algunos ejemplos para aclarar
esto:
Habiendo nacido el Budismo en la cuenca media del
Ganges, en una vasta planicie sometida a un clima tropical,
las reglas que conciernen a la vestimenta de los monjes,
-telas delgadas de algodón, pies descalzos, etcétera-, no
fueron adecuadas ya para los bhilqu que irían más tarde a
difundir la Doctrina en las regiones montañosas, frías y de
suelo escabroso; fue necesario, pues, permitirles a aquellos
misioneros usar telas más gruesas de lana y sandalias. He
aquí un ejemplo para ilustrar la primera clase de casos de
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adaptación, aquella que no requería más que un poco de
sentido común, cualidad de la que ciertamente Buda y sus
mejores discíp\llos no carecían.
Para explicar la segunda cIase, veamos el caso del robo,
falta en extremo grave y que lleva a la expulsión definitiva de
la Comunidad. El caso es muy sencillo cuando el culpable,
sabiendo bien que el objeto deseado no le pertenecía,
decide apropiarse de él, lo toma y se lo lleva. Sin embargo,
todas estas condiciones no siempre se reúnen y esto obliga
a modificar el juicio de ese acto reprobable. Supongamos
de antemano que las dos primeras premisas se cumplieran
y que el ladrón tuviera escrúpulos o se viera impedido, por
alguna causa ajena a él mismo, humana o de otra índole, de
llevar a su completa realización el acto que había decidido
hacer. Su responsabilidad será juzgada nula si ese obstáculo
se presenta antes de que él haya hecho un solo gesto en
dirección al objeto deseado, porque entonces su acción
será puramente mental.
Si bien esto torna impuro su pensamiento, él no puede
ser ni juzgado ni castigado por la Comunidad, puesto
que no ha menoscabado en nada el buen funcionamiento
del Smpgha ni la reputación de éste. Su responsabilidad
aumenta gradualmente si da un paso en dirección al objeto,
si extiende la mano hacia él, si coloca la mano sobre él, y
finalmente será total si lo desplaza por poco que sea. En
esta última fase, el robo es considerado como cometido y el
culpable deberá entonces ser expulsado de la Comunidad.
Supongamos ahora que el objeto en cuestión sea tomado
y llevado efectivamente, pero que las dos primeras condicio-
nes no se cumplieran. El monje en falta puede equivocarse
de buena fe y creer que el objeto le pertenece o que había
sido abandonado y por lo tanto que él podía tomarlo. Puede
también llevárselo sin darse cuenta, por inadvertencia. En
estos dos casos su responsabilidad se reduce notablemente,
pero no se anula, y esto puede también combinarse con el
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grado de realización del robo que acabamos de examinar.
Finalmente, y esto es muy importante, el código monás-
tico reconoce, al lado de estos casos de responsabilidad
disminuida, otros en los que tal responsabilidad es juzgada
como enteramente nula. Existen así monjes que han
actuado en un estado de locura pasajera o definitiva, con
deficiencia mental grave o por reacción a un violento
dolor, o bajo una presión a la que no pueden escapar, o
durante su sueño, por ejemplo, bajo el efecto de sueños
eróticos. Asimismo, son considerados sin responsabilidad si
ignoraban la regla que han transgredido y no son tampoco
castigados si esa regla aún no había sido dictada; más
precisamente, si es su acción reprobable la que impulsa al
Afortunado a dictar una regla.
En cambio, el monje que obliga a otro a cometer una falta
sin llevarla a cabo él mismo, se tendrá por culpable en la
medida en que el otro bhilqu esté sometido a su autoridad
o a su influencia. Su responsabilidad está efectivamente
comprometida por las palabras o los gestos con los cuales ha
ordenado o aconsejado el acto en cuestión a su compañero.
Los monjes enfermos podían naturalmente verse benefi-
ciados con cierta atenuación de la disciplina. Así, les estaba
permitido tomar, para uso medicinal, alimentos tales como
la miel, la mantequi1la, el aceite, la melaza, que eran, para
sus compañeros sanos, golosinas incompatibles con el asce-
tismo. En caso de enfermedad grave, se les dispensaba de ir
a participar en las múltiples reuniones en las cuales la Co-
munidad discutía y decidía sus asuntos propios o llevaba a
cabo ciertos ritos. Debían ser ayudados y en caso de nece-
sidad servidos o incluso aseados por los otros monjes, obli-
gación de la cual el mismo Afortunado habría dado ejemplo
lavando con sus propias manos a un bhilqu enfermo, que
yacía entre sus excrementos y había sido abandonado por
sus compañeros asqueados.
Desde su origen, el Budismo mostró una gran flexibilidad
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para adaptarse a las más diversas circunstancias, haciendo
uso de un sólido sentido común fundado en su sabiduría
y sin traicionar los grandes principios de su Doctrina,
comenzando por su moral. Muy probablemente esto se
debió a la influencia personal de Buda, quien dirigió su
Comunidad durante muy largo tiempo,como vimos más
arriba. A juzgar por el estudio cuidadoso de los diversos
Vinayapi[aka que han llegado hasta nosotros, el SaI]1gha
ha debido sufrir una evolución bastante importante, tanto
en su organización como en su género de vida, en el curso
de los treinta a cincuenta años que transcurrieron entre el
Despertar y el Parinirval).a.
En un principio, la Comunidad monástica no estaba
formada sino por un pequeño grupo de discípulos que
acompañaban fielmente a Buda en su incesante deambular.
por la cuenca media del Ganges y que llevaban la misma
existencia ascética que él, escuchaban su prédica y se
ejercitaban en la práctica de las meditaciones que él
les enseñaba. Asimismo, los discípulos se alimentaban
únicamente de algunos víveres que eran obtenidos cada
mañana al mendigar entre los laicos; estaban vestidos
solamente con harapos recogidos en el polvo, que ellos
lavaban, teñían de color ocre y cosían; no tenían más abrigo
para dormir durante la noche que el follaje de los árboles
al pie de los cuales se acostaban. Para unirse a su grupo
bastaba la simple aceptación del Afortunado, y nada los
distinguía a unos de otros salvo su antigüedad en el seno
de su pequeño grupo. Durante la estación de las lluvias
(var-ra) permanecían juntos en modestas chozas construidas
por ellos mismos. Para llevar esta vida simple y austera
ninguno podía poseer nada propio, excepto algunos objetos
estrictamente indispensables: tres mantos (tri e/vara), una
ropa interior (antarvasa), una especie de toga (uttarasaliga),
y una manta (saf!'lghii[/), así como una escudilla o bol (patra)
destinada a recibir las limosnas de comida (piIJ4a).
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Este renunciamiento a cualquier otro bien material se
sumaba a la abstinencia total de toda clase de actividad
sexual, con el fin de luchar mejor contra una de las
más poderosas formas del deseo, uno de los más grandes
peligros a los que el hombre está expuesto, según las
concepciones budistas.
La experiencia condujo muy pronto a Buda a tomar
cada vez más precauciones antes de admitir en el grupo
de sus discípulos a hombres que pudieran perturbar luego
la vida de la Comunidad de una manera u otra; por
consiguiente, sometía a cada candidato a un interrogatorio
cada vez más largo en el que las preguntas tenían por
objeto evitar un riesgo preciso. De esta manera fueron
mantenidos fuera del Sarpgha los hombres que no se habían
despojado previamente de todas sus responsabilidades
sociales, que querían abandonar sin recursos a padres
viejos, a hijos pequeños o a esposas, o que eran esclavos
no emancipados, personas al servicio del rey. También
se rechazaba a aquellos que estuvieran afectados por
enfermedades graves o contagiosas, o por diversos tipos de
invalidez, ya que esto habría obligado a los otros monjes
a cuidarlos o a servirlos en vez de dedicarse a su progreso
en la ruta que lleva al nirvalJa. Por cierto, el ingreso en el'
grupo de ascetas budistas estaba prohibido a los mendigos
profesionales, a los hombres buscados por la policía o que
estaban endeudados, así como a otras clases de personas
malintencionadas o dudosas.
Los candidatos que habían respondido de manera satis-
factoria a este interrogatorio y que eran por consiguiente
admitidos en la Comunidad monástica debían luego ser ins-
truidos en la Doctrina (dharma) y en la Disciplina (vinaya)
por los monjes de más edad, durante un tiempo bastante
largo, antes de poder participar con pleno derecho de las
reuniones en las que se discutían los asuntos del Sarpgha.
Estos novicios (SrarnalJera) eran confiados a los buenos cui-
21
dados de dos de sus mayores, actuando uno como censor
(upadhytiya) y el otro como maestro (tictirya). Cuando es-
tos últimos juzgaban que sus esfuerzos habían sido corona-
dos por el éxito, proponían a la Comunidad que se volviera
a reunir para interrogar nuevamente a estos jóvenes mon-
jes y para acogerlos por fin en el grupo de los bhilqu con
participación completa, confiriéndoles la ordenación mayor
(upasa'?1padti), literalmente "logro completo, realización".
Según la tradición, la orden de las monjas (bhilqw!f) fue
fundada muy probablemente por el Afortunado bastante
tiempo después de la de los monjes. Este retraso permitió a
la organización de esta segunda parte del Sarpgha disfrutar
desde el inicio de las mejoras sucesivas que habían sido
introducidas hasta ese momento en la organización de la
orden de los monjes. Esto, sin embargo, planteó nuevos
problemas al conjunto de la Comunidad, pues fue necesario
evitar con todo cuidado que las relaciones inevitables entre
los bhik~u y las bhik~w.¡¡ pudiesen llevar a unos y otras a
quebrantar la regla fundamental de castidad absoluta. Fue
también necesario proteger eficazmente a estas mujeres
contra diversos peligros, ya que ellas se encontraban
privadas de sus defensores naturales (padres, esposos o
hermanos) después de haber dejado la vida laica. Surgieron
entonces nuevas y numerosas reglas especiales dictadas por
Buda a medida que las circunstancias particulares hacían
aparecer la necesidad de ellas. Las relaciones entre las
monjas y los monjes fueron fundadas sobre el principio
de que las primeras siempre estarían subordinadas a los
segundos, fuera para su instrucción, la dirección de sus
propios asuntos e incluso para las manifestaciones de
respeto.
Lamentablemente todas estas medidas de precaución
no bastaron para descartar completamente las amenazas
que pesaban sobre las buenas relaciones y el buen fun-
cionamiento del Sarpgha en su conjunto. Incluso los ver-
22
dad eros bhilqu, confirmados por su ordenación mayor
(upasampada) después de muchos meses, y aun años de no-
viciado, no todos eran santos ascetas progresando en el Ca-
rnina de la Liberación sin dar un solo mal paso. Es cierto
que esto ni el Afortunado ni sus mejores discípulos de épo-
cas posteriores lo pretendieron jamás, como lo prueban a
contrario todas las innumerables predicciones (vyakaralJa)
atribuidas a Buda sobre el porvenir del Budismo y que son
de hecho invenciones de muy diversas épocas. Todas anun-
cian, en efecto, la decadencia, luego la desaparición de la
Doctrina y de la Comunidad, siendo siempre la causa, no la
maldad de los enemigos externos, sino más bien las trans-
gresiones de la Disciplina monástica (vinaya) por parte de
los monjes, transgresiones que con el paso del tiempo llega-
ban a ser cada vez más numerosas y graves. Por desgracia,
la historia da enteramente la razón a estas tristes predic-
ciones, puesto que, si el Budismo desapareció de la India
donde había nacido y sufrió crisis muy graves en China, en
Ceilán y en otros lugares en el curso de los siglos, fue efecti-
vamente como consecuencia directa del laxismo de sus pro-
pios bhilqu en diferentes épocas y en diversos países. As-
cetas austeros, sabios y lúcidos, los autores de estas preten-
didas predicciones analizaban muy acertadamente las tem-
pestades que soplaban sobre la Comunidad en su región
y en su tiempo, y sabían muy bien reconocer sus causas.
Esta lucha contra el relajamiento de la disciplina preocu-
paba mucho al Afortunado, quien utilizó para esto diferen-
tes medios, no contentándose con juzgar y condenar a los
monjes culpables. Recomendó así a sus discípulos vigilarse
y amonestarse mutuamente, y confesarse a menudo entre
ellos en diversas circunstancias. Tal cosa tuvo lugar espe-
cialmente cada quincena, durante la ceremonia del upava-
satha ci upo~adha, es decir, en las noches de luna llena y de
luna nueva, cuando la Comunidad se reunía para predicar la
Doctrina ante los laicos. Se trataba entonces, para los budis-
23
tas, de luchar contra la competencia de las otras sectas que
seguían esta costumbre desde mucho tiempo atrás. Ahora
bien, antes de esta prédica los bhilqu se reunían lejos de la
presencia de los laicos y uno de ellos recitaba la larga lista
de las principales reglas de la Disciplina, en número de dos-
cientas o trescientas según las escuelas, ordenándoles a sus
compañéros que hubieran transgredido una u otra que lo
revelaran. De hecho, los culpables ya tenían que haberse
confesado antes, cada uno con otro monje, y aquellos que
habían cometido faltas graves se abstenían de participar en
la reunión, de tal manera que ésta no comprendía más que
ascetas puros de toda falta. El venerable encargado de reci-
tar la lista de reglas podía entonces declarar que la Comuni-
dad así reducida estaba pura y podía, por tanto, presentarse
ante los laicos para asistir al sermón vespertino. Los indios,
en efecto, siempre fueron muy sensibles a la pureza ritual,
que estaba estrechamente ligada con la limpieza física, pero
los budistas, que no creían para nada en el valor de los ri-
tos, jugaban con la palabra dándole a la idea de pureza un
significado únicamente moral, de ahí la confesión previa de
los monjes. Otra confesión tenía lugar al finalizar el retiro
de la estación de las lluvias (var~a), y en ese momento cada
bhilqu le pedía a los demás que le señalaran qué faltas había
podido cometer contra ellos durante su larga convivencia,
que exasperara más o menos los caracteres.
Sin embargo, el comportamiento de los malos monjes no
fue lo único, ni siquiera, sin duda, el principal elemento
perturbador de la vida del Srup.gha. Otro más disimulado
y por lo tanto más peligroso, porque era exterior al campo
dé la autoridad de Buda, condujo poco a poco a un
debilitamiento de la austeridad impuesta a los monjes y a las
monjas. Se trata de la influencia de los fieles laicos (upiisaka
y upiisikii), que se combinó con las transformaciories
políticas, sociales y económicas importantes de las que la
cuenca del Ganges fue escenario en el curso del siglo v antes
24
de nuestra era y que continuaron después durante mucho
tiempo. La unificación política progresiva, la urbanización
y el desarrollo paralelo de una clase de comerciantes,
y de ahí el enriquecimiento bastante rápido de ésta y
de otras categorías de ciudadanos, comenzando por los
príncipes, contribuyó a dar a los laicos, y sobre todo a
aquellos que habían adquirido cierto poder económico
o político, una influencia creciente que se ejerció sobre
la Comunidad monástica del Budismo. Esta última no
pudo protegerse completamente de una acción tal como
habría sido deseable, y debió entrar en componendas con
ella, evolucionando en el sentido de un debilitamiento
progresivo de la regla disciplinaria concerniente al modo
de vida de los ascetas budistas.
La mayor parte de las personas que llevaban la vida
secular, de hecho no absorbían de la prédica de Buda más
que los elementos de su Doctrina que les permitían alcanzar
las metas que se proponían en este mundo, es decir, la
satisfacción de los múltiples deseos naturales propios de la
gente común, la salud, la comodidad, la tranquilidad, los
hijos, el prestigio, etc. Ellos esperaban obtener satisfacción
gracias a la maduración (vipiíka) de sus buenas acciones,
(ku§ala dharma) y muy particularmente de los generosos
donativos (diína) que hacían al Afortunado y a sus bhilqu,
considerados como "campos de méritos" (pulJya-lqetra)
eminentemente fértiles. Las limosnas de alimento que
daban cotidianamente a los ascetas budistas, los otros
donativos que les hacían ocasionalmente, y las muestras
de profundo respeto que les dirigían en todo momento
eran, a sus ojos, especies de inversiones espirituales de
excelente rendimiento, que debían asegurarles la dicha en
este mundo y más aún en el otro, en sus futuras vidas.
Este rendimiento estaba en relación, por una parte, con
las elevadas virtudes practicadas por los ascetas, con sus
logros espirituales obtenidos al avanzar por el Camino a
25
la Liberación y, por otra parte, con la importancia de las
buenas acciones llevadas a cabo por los laicos en favor de
estos santos discípulos de Buda, y particularmente, con la
cantidad y la calidad de sus limosnas. Por un lado, pues,
esto los impulsaba a mostrarse respetuosos y generosos
sólo con los monjes de conducta irreprochable, lo que
explica su irritación ante las más leves transgresiones de
la Disciplina por los bhilqu, ya que en ellas veían una
injusta e intolerable baja del valor de sus acciones, en
el sentido financiero de la palabra, aunque se tratara
de hecho de una cuestión religiosa y hasta semimágica.
Por otro lado, se veían precisados a dar a esos mismos
monjes objetos materiales cuya cantidad, calidad y a veces
también naturaleza, no estaba de acuerdo exactamente con
las reglas estrictas de la Disciplina monástica ni con el
renunciamiento y el ascetismo impuesto a los bhilqu. Existía
ahí una contradicción que a los laicos les importaba muy
poco y de la que sin duda no eran siquiera conscientes,
pero que planteó a menudo serios problemas a Buda y a
sus discípulos.
Rechazar una donación era privar al donante de los
méritos (pulJya) producidos por su buena acción y, por
consiguiente, de ,los beneficios que él esperaba obtener de
ella más tarde, en esta vida o en otra. Era, pues, faltar a
la bondad y a la compasión, virtudes que el Afortunado
tanto enalteciera y cuya práctica constante era preconizada
como un medio muy eficaz para luchar contra las pasiones
opuestas, el egoísmo y la maldad. Era también decepcionar
al generoso laico, desagradarlo y correr el riesgo de hacer
nacer en él un resentimiento, incluso el odio y la cólera y,
por lo tanto, de hacerle producir así deméritos (apulJya) que
fructificarían en el futuro en crueles castigos. Además, este
resentimiento podía llegar a ser peligroso para los bhilqu
si el laico en cuestión era un comerciante o un príncipe,
que gozaba de una influencia social no despreciable por su
26
riqueza o su poder. Lastimado en su orgullo y decepcionado
en su expectativa, podía entonces proclamar su desprecio
y su cólera y desacreditar al SaJTIgha budista frente al
círculo grande de sus clientes o súbditos, acusando a los
monjes de haberle manifestado un desprecio injustificado e
incompatible con sus posiciones recíprocas. Acusados por
él de ser falsos ascetas, los bhilqu corrían entonces el riesgo
de ver a numerosos laicos alejarse de ellos y renunciar a
darles las limosnas que les eran indispensables.
Fue así como Buda comenzó a permitir poco a poco
a sus discípulos que aceptaran donativos que al principio
les habían sido de alguna manera prohibidos. Y al hacer
esto, suavizó un poco el rigor del ascetismo que les había
impuesto a sus bhilqu en los primeros años de existencia
del SaITIgha, ascetismo que se refería especialmente a los
tres principales tipos de objetos materiales de los cuales no
podían prescindir los monjes: la comida, las vestimentas y
la habitación.
En vez de contentarse con algunos puñados de alimentos
recogidos al mendigar cada mañana, de puerta en puerta,
en las aldeas o en los pueblos, los bhilqu pudieron aceptar
las invitaciones a comer ofrecidas por laicos ricos. Éstos
los recibían en sus casas, individualmente o en grupos
más o menos numerosos, testimoniándoles mucho respeto
y, sobre todo, ofreciéndoles una comida tan abundante
y suculenta como pudiera ofrecer el dueño de casa,
que se empeñaba en servirlos con su propia mano. Los
monjes entre tanto debían velar cuidadosamente para no
caer entonces en los lazos de la glotonería, comer muy
moderadamente y muy limpiamente, después de asegurarse
bien de que esta comida no contuviera alimentos prohibidos
por la regla disciplinaria. En particular tenían que estar
seguros de que los animales cuya carne les era presentada
no habían sido matados especialmente para darles a ellos
de comer, sin lo cual habrían compartido la responsabilidad
27
de su matanza, y quebrantado así el primero de los cinco
mandamientos morales del Budismo, que prohibe matar
a cualquier ser vivo, y se habrían expuesto entonces a un
castigo severo.
Los piadosos laicos se sentían conmovidos a veces al
ver el mal estado de las ropas llevadas por los ascetas
budistas, hechas de harapos recogidos en los montones·
de basura o en los osarios y cosidos entre sÍ. Sobre todo
después de la estación de las lluvias, estas vestimentas se
encontraban muy estropeadas por la gran humedad cálida,
y ert consecuencia enmohecidas y rasgadas. Movidos por
la piedad, ciertos laicos ofrecían entonces a los bhilCfu
rectángulos de tela nueva con los que se podían envolver
según la moda india, después de haberlos adaptado en
todo sentido a la norma disciplinaria del Sarpgha. El
Afortunado permitía que en esas ocasiones las aceptaran,
pero a condición de que estas piezas de tela fuesen primero
cortadas en pedazos análogos a los harapos primitivos,
unidos luego con costuras y finalmente teñidos de ocre,
con el objeto de darles el color que correspondía a las
vestimentas de los ascetas budistas y quitarles así toda
apariencia lujosa.
En un principio, recordémoslo, los bhilCfu y su Maestro
debían llevar una existencia constantemente errante, dur-
miendo por la noche al pie de los árboles, salvo durante
los tres meses de la estación de las lluvias (var~a). El di-
luvio que cae entonces en la cuenca del Ganges, como en
otras partes de la India, los obligaba, en efecto, a interrum-
pir su deambular durante todo ese tiempo y a permanecer
en grupos en un mismo lugar, resguardándose bajo chozas
de follaje rápidamente construidas, que se derrumbaban
poco después de que el cielo se tornara clemente, a prin-
cipios del otoño. Algunos laicos ricos le donaron a Buda
y a la Comunidad terrenos en los que podían desde en-
tonces pasar su retiro estival sin exponerse a disputas ni
28
litigios con otros hombres, ascetas no-budistas u otros ti-
pos de gente. Estos generosos donadores llevaron a veces
la bondad hasta construir o hacer construir para los bhilqu
en esos terrenos' habitaciones más sólidas, incluso más con-
fortables que las humildes chozas primitivas. Al principio
sólo eran por cierto cabañas semejantes a las de los cam-
pesinos indios, con paredes de tierra y un cobertizo de paja
y de palmas, antes de que se utilizaran el ladrillo y la teja,
pero una mejora tal seguramente no apareció hasta después
del Parinirviil)a de Buda. En cualquier caso, es indudable
que se debe atribuir al Afortunado mismo la autorización a
los monjes para aceptar semejantes donativos de terrenos y
de habitaciones para el retiro de la estación de las lluvias.
Esos fueron los primeros establecimientos pertenecientes
al SaIpgha y el origen de los futuros monasterios budistas
(vihiira, arama), especies de "puertos de recalada" de la Co-
munidad vagabunda, en los que algunos grupos de bhilqu
permanecerían un poco más tarde para cuidar los lugares y
establecer buenas relaciones con los fieles laicos (upasaka y
uptisika) que vivian en las cercanías, particularmente en las
ciudades, en las que el abastecimiento de alimentos para
numerosos monjes podía ser más fácilmente asegurado.
Por tales concesiones a los fieles que vivian en el siglo,
puede decirse que a Buda le faltó prudencia, sin lugar
a dudas, pues, al suavizar la regla del ascetismo original,
abrió la brecha por la cual iba a insinuarse y después
a penetrar el laxismo en la Comunidad monástica. Él
justificaba así, de antemano, las sombrías predicciones que
le son atribuidas acerca del porvenir del Budismo, y que la
historia probaría ampliamente lo bien fundadas que eran.
Sin embargo, hay que considerar que si el Afortunado
no hubiera autorizado al SaJTIgha a aceptar las donaciones
de terrenos y habitaciones destinadas a proteger a los
monjes durante el retiro de la estación de las lluvias, no
habrían podido existir después monasterios budistas y, por
29
consiguiente, monumentos ricamente decorados, templos
y túmulos, stüpa y caitya, imágenes pintadas y esculpidas,
estandartes bordados y objetos de culto suntuosamente
ornamentados. No habría arte budista y el mundo estaría
privado de las maravillas de Ajal).!a y de Ellora, de Sarnath
y de Bodh·gaya, ni qué decir de las que se pueden admirar
fuera de la India, del Tibet al Japón y de Sr! LaÍlka
a Indonesia. Nuestros museos también estarían privados
de una parte considerable de sus riquezas orientales. Sin
embargo, es cierto que, visto con el ojo de la Doctrina
enseñada por el Afortunado, todo esto pertenece de
hecho al mundo de la transmigración y de los placeres
sensuales, engañosos e ilusorios, sometidos como todas las
cosas a la gran ley budista de la impermanencia (anityatii·
dharma). Además, durante la vida de Buda, únicamente la
omnisciencia atribuida a éste por la devoción de sus fieles
podía prever el desarrollo y el prodigioso florecimiento del
arte budista en un futuro aún lejano, pues sus discípulos
directos eran completamente incapaces de tener la menor
idea sobre ello.
Los bhiksu reaccionaron de manera diferente a los
cambios progresivos aportados por el Afortunado a la
Disciplina primitiva. La gran mayoría de éstos se sometió a
ellos dócilmente -según parece- porque eran muy sensibles
a la autoridad de Buda, sentían por él un profundo respeto
y tenían una confianza plena en su sabiduría considerada
sobrehumana. Desde luego, no dudaban en aprovechar,
cuando la ocasión se presentaba, las nuevas facilidades
que les eran ofrecidas por esas atenuaciones de la regla,
pero tenían cuidado de conducirse siempre correctamente
y dignamente, observando escrupulosamente la Disciplina
dictada por su venerado Maestro.
U na minoría permaneció resueltamente fiel al ascetismo
inicial, buscando la soledad del bosque o de la jungla para
meditar ahí en paz, lejos de los grupos numerosos de fieles
30
laicos y de sus visitas inoportunas. El Afortunado, por otra
parte, los había dejado en completa libertad de practicar
una austeridad tal, de manera que luego no habría podido
censurarlos sin repudiar al mismo tiempo el género de vida
que él mismo había llevado en otro tiempo con sus primeros
discípulos. Algunos de esos ascetas del bosque (tirm!yaka)
posiblemente desaprobaban, pero in petto, el abandono de
este antiguo modo de existencia de parte de la mayoría de
los bhiksu.
Uno' de ellos, llamado Devadatta, se constituyó en
su vocero, Pidiendo insistentemente a Buda imponer de
nuevo a toda la Comunidad la práctica de muchas de
las originales austeridades. Ante la enérgica negativa del
Afortunado, abandonó sin demora el SaIpgha con su
propio grupo de discípulos, produciendo así el primer
cisma (saJ?lghabheda) que dividió a la Comunidad. En
consecuencia, se ganó el resentimiento permanente de la
mayor parte de los monjes, poco deseosos de regresar al
ascetismo de los primeros tiempos y que ennegrecieron
progresivamente el retrato de Devadatta conservado por su
memoria colectiva, acusándolo de toda clase de crímenes,
cada vez más odiosos.
A la inversa, había algunos bhilqu que consideraban
insuficiente este ablandamiento de la Disciplina y que sin
titubeos la quebrantaban hábilmente en toda ocasión, lo
cual obligaba al Afortunado a dictar una nueva regla o a
modificar una antigua. Ocurría especialmente esto con el
célebre "grupo de los seis", formado por monjes taimados a
los que todos los Vinayapiraka atribuyen un gran número de
faltas más o menos graves. Los relatos de sus acciones son
ciertamente imaginarios en su mayor parte, pero este tipo
de bhilqu malo es bastante verosímil y no debía faltar en la
Comunidad, aunque sin ser muy frecuente, por lo menos en
la época de Buda. El conjunto de los textos que relatan sus
maldades constituye una especie de pequeña abril maestra
31
de literatura picaresca, a menudo impregnada de un humor
sin duda involuntario pero muy realista.
Quizá estos cambios introducidos en la Disciplina mo-
nástica contribuyeron a debilitar un poco la autoridad de
Buda en ciertas partes de la Comunidad. Por ejemplo, si se
le da crédito a la tradición, cuando los monjes que residían
en la vecindad de la gran ciudad de Kausámbi, situada a
60 kilómetros al oeste de la actual Allahabad, se peleaban
violentamente entre sí, el Afortunado intervino para tratar
de calmarlos. Apeló primero a su razón y después les
contó una de las más conmovedoras leyendas budistas que
ilustra el perdón de las ofensas, pero todo fue en vano. Los
bhilafu no sólo se negaron obstinadamente a reconciliarse,
sino que se pusieron todos de acuerdo para aconsejarle
a Buda que los dejara proseguir con su disputa y que se
fuera a meditar en paz en un lugar tranquilo, lejos de la
ciudad. En lugar de responder con una justa indignación a
esta insultante expulsión, el Maestro, lleno de tristeza y de
resignación, siguió su consejo y se fue a buscar la calma en
un rincón del bosque.
Una falta mucho más grave en menoscabo de la autori-
dad del Afortunado habría sido producida por el asceta De-
vadatta, del que hemos hablado más arriba. Habría tenido
en efecto la audacia de proponerle a Buda, ante los mon-
jes reunidos en asamblea, que se retirara definitivamente,
con el pretexto de que ya estaba viejo, fatigado por la edad
y que, por lo tanto, la dirección del SaIpgha era de ahí en
adelante una carga demasiado pesada para él. Sin siquiera
esperar respuesta, este insolente personaje le habría pedido
a Buda cederle su lugar confiándole a él esta alta función. El
rechazo rotundo y cortante recibido por Devadatta habría,
dice la tradición, hecho nacer en él un odio tal contra Buda
que habría estado tentado de mandarlo asesinar, pero segu-
ramente se trata en este caso de calumnias inventadas mu-
cho tiempo después del ParinirváI)a.
32
Como se ve por estos últimos ejemplos, dirigir y orga-
nizar la Comunidad monástica de manera que todos sus
miembros pudieran avanzar con buen paso por el largo y
difícil Camino que lleva a la serenidad imperturbable del
nirvalJa no era ciertamente una sinecura para el Afortu-
nado. Para llevar a cabo una tarea tan dura y sobrellevar su
pesada carga durante tantos años sin flaquear, ,hasta una ve-
jez cierta, hacían falta las cualidades poco comunes, casi so-
brehumanas, de energía, de paciencia, de sabiduría, de fina
comprensión, de dominio de sí y muchas otras más. Aunque
no se pueda atribuir a Buda la totalidad de los Vinayapi{aka
como lo pretende la tradición, se puede sin embargo ver en
él al autor de una parte importante de las reglas de la Disci-
plina monástica y, sobre todo, de lo que es esencial en ellas.
Por este hecho, él merece nuestra admiración tanto como
fundador y jefe de la joven Comunidad de monjes, como
por inventar y predicar su Doctrina de la Liberación.
33
El Sütrasamuccaya de Nagarjuna:
el texto y la tradición viviente*
Bhikkhu Pasadika
35
mado por ellos lam rim, mtirga-krama en sánscrito. Los tra-
tados lam rim 2 son exposiciones sistemáticas del "camino
gradual" (literalmente "orden regular" o "gradación del ca-
mino") hacia la budidad. La idea de un "orden regular" o
de una "gradación" no es, por supuesto, peculiar del Bu-
dismo Mahayana. Ya en muchos lugares del Canon Pali,
Buda da tinupubbi-kathti, "sermones progresivos" o "ins-
trucciones graduales"3 que se refieren a "la generosidad,
la moralidad y el cielo, y que muestran el peligro, la degra-
dación y la corrupción de los deseos de los sentidos, y el be-
neficio de la renunciación ... entonces, él predicó un sermón
sobre el dhamma (la Doctrina), en resumen: sobre el sufri-
miento, su origen, su cesación y el camino". 4 Mientras que la
antigua tradición textual en pali era originalmente oral, al-
gunos fragmentos de los textos de la escuela Sarvastivada,
descubiertos en el Turquestán oriental y en parte importa-
dos de India del norte, pertenecen a los más antiguos res-
tos de manuscritos de origen indio que hasta el momento
han llegado hasta nosotros. Entre los textos sánscritos de
Turfán, que son de gran antigüedad, se han encontrado, en-
tre otros, fragmentos que son parte del Yogavidhi 5 y que con-
tienen el término upadeStillupürvl bauddhtintim, "orden (re-
gular) de instrucción de (maestros) budistas".6 Los tratados
más conocidos acerca del "orden regular de instrucción",
según la propia tradición mahayana indo-tibetana poste-
rior, son el Silqtisamuccaya de Shantideva (abreviado en
adelante como Sik~) y, por encima de todo, su Bodhi-
carytivattira (abreviado en adelante como BcaY Probable-
mente la obra más temprana del género lam rim dentro de
la literatura budista sea el Sütrasamuccaya (abreviado en
adelante como SS) atribuido a Nagarjuna, es decir, el autor
de las Mülamadhyamakaktiriktis.
36
El autor del SS
37
de Shantideva, respectivamente. Tal como lo ha señalado
Kamalashlla, el SS está compuesto principalmente de citas
de discursos, todos ellos considerados canónicos por los
seguidores del Mahayana. Sin embargo, la estructura del
SS, que divide la antología de los pasajes de los sütras
en temas y subtemas, es del compilador, de Nagarjuna,
así como lo son los cortos párrafos que introducen cada
nuevo tópico. Los temas del SS son los siguientes:
38
san en la dirección de la posición sublime y exaltada
de un Buda y de un Bodhisattva!3
El Sik~ se divide en los siguientes capítulos titulados:
1) La perfección de la generosidad
2) Aceptación de la enseñanza sagrada
3) Proteger a aquellos que promulgan el Dharma, etc.
4) Abandonar lo que es dañino
5) En relación con la perfección de la moralidad, la
renuncia a la perversidad
6) La protección de uno mismo (para serIe útil a otros)
7) La protección de las pertenencias y el mérito (a fin de
hacerlas útiles a otros)
8) Limpiarse a uno mismo del mal
9) La perfección de la paciencia
10) La perfección del esfuerzo espiritual
11) Alabanza del bosque (aislamiento)
12) Preparar la mente de uno mismo
13) Aplicación de la atención
14) Purificación de uno mismo
15) Pureza respecto de las pertenencias y el mérito
16) El modo de la buena conducta
17) Los beneficios de rendir homenaje
18) Rememoración de las Tres Joyas
19) Incremento de la virtud 14
El Bca se divide en diez partes:
1) La bendición de aspirar a la Iluminación de un Buda
2) Confesión de las acciones inmorales de uno mismo
3) Comprometerse uno mismo a aspirar a la (completa)
Iluminación
4) Escrupulosidad en la aspiración a la Iluminación
5) Preservación del estado de alerta
6) La perfección de la paciencia
39
7) La perfección del esfuerzo espiritual
8) La perfección de la meditación
9) La perfección de la sabiduría
10) Transferencia del mérito
40
con diademas, ha aparecido, resplandeciente, trayéndonos la
ausencia de temor, por cuya magnificencia todo sufrimiento
ha desaparecido, nos de alegr(a han comenzado (a fluir), la
aspiración por la fluminación y la Compasión, madre salvfjica
de todos los seres sensibles, ha surgido" (Bca X, 13).16
La traducción anterior del Bca X, 1 es más bien literal.
Por vía de comparación, citaré el mismo verso traducido al
inglés por Geshe Kelsang Gyatso, uno de los principales
maestros tibetanos que vive en Occidente. Desde mi
punto de vista, su traducción del Bca -que es más bien
un comentario- constituye un buen ejemplo de exégesis
que pertenece a una tradición viviente que no escatima
esfuerzos para que nada pueda ser malinterpretado en los
textos básicos: "Por el mérito derivado de la composición de
este texto, que contiene el significado perfecto de la enselianza
de Buda que conduce a la Iluminación a través de las
etapas graduales del camino del Bodhisattva, que todos los
seres sensibles puedan desarrollar el bodhicitta (mente de
Iluminación) y dedicarse a las seis perfecciones trascendentes
ya todas las demás prácticas de los Bodhisattvas".17
Punto inicial del camino gradual
41
del Dharma; y debido a la avidya también hay la práctica
errónea -el mal de quitar la vida, etc. Como es bien sabido
por los tratados dialécticos de Nagarjuna, en especial por
sus Mülamadhyamakakiirikiis, este patriarca budista emplea
la via negantiae del prasaliga, del poner al descubierto las ab-
surdidades inherentes en todo tipo posible de punto de vista
dogmático, incluyendo el del pluralismo realista delAbhid-
harma. La via negantiae se refiere al método y al estilo,18
como se puede observar, por ejemplo, en el famoso verso
inicial de su magnum opus a la que acabamos de referir-
nos, a saber, los "ocho no". A pesar de todo, "el alcance
de la crftica de Niigiirjuna ", escribe Lindtner en su Nagarju-
niana, "no es rechazar el valor práctico de los conceptos bu-
distas tradicionales, sino demostrar que la actitud correcta que
debe adoptarse hacia ellos es la de un relativismo pragmático
y no la de un terco absolutismo dogmático. Él quiere reformar,
no rechazar la tradición budista ". 19 Al usar la palabra excep-
cionalidad (med par dka' ba/durlabham) en cada uno de los
temas que sirven como estructura del SS, Nagarjuna puede
incluso desplegar en esta antología su predilección por el
negativismo estilístico, con el fin de poner énfasis en la in-
finitud de samsiira, del sufrimiento de los seres vivos en el
ciclo incesante del nacimiento y de la muerte. Contra esta
oscuridad universal de'la ignorancia, el mal y el sufrimiento,
Nagarjuna y Shantideva proponen la soteriología del ideal
del Bodhisattva que está presente en todos los textos. En los
capítulos iniciales del Sik~ tenemos, inter afia, temas como
''Abandonar lo que es dañino" o "Renunciar a la perver-
sidad" o "Limpiarse a uno mismo del mal". Los versos de
Shantideva sobre el mismo tópico en Bca rv; 28 y n, 28-29
tienen un toque muy personal, cuando no emocional: "Los
enemigos que son la codicia, el odio y las otras (pasiones) no
tienen manos, no tienen pies; no son (fuertes como) héroes ni
hábiles. ¿Cómo pudieron esclavizarme? Todo el mal cometido
por m~ un ser irracional (ciego), o que he hecho cometer en
42
el saIJ1sara sin comienzo, o precisamente ahora en esta misma
vida, todo el mal aprobado por mfpor causa del engaño y per-
judicial para mf -todas mis faltas yo las confieso con remor-
dimiento de conciencia".
Debilidad humana
43
inmaculado 'ojo del conocimiento santo' ... ¡Oh! estos seres
están en las cadenas de Mara, tienen una mente inconstante y
están llenos de orgullo... tendré que enseñarles el Dharma de
manera que renuncien a su vanidad, pongan sus mentes bajo
control y estén libres de todas las cadenas de Mara... (así)pien-
sa un Bodhisattva ...y tiene gran compasión por ellos... ,,~
Rechazo del desaliento
44
Budismo"; o en forma más insidiosa aún: "El Budismo no
es tan difícil o diferente, es exactamente corno William Ja-
mes". Este tipo de reduccionismo convierte en una carica-
tura el proceso de traducción, y deberá ser necesariamente
superado si se quiere que tenga lugar una verdadera tra-
ducción (traslado).
A pesar de estas advertencias, me ocupo aquí de otra va-
riación en el juego de equiparación de conceptos filosóficos
budistas y occidentales. Si bien este ejercicio no está exento
de peligros y puede ser tan sólo sugerente, la similitud de las
líneas de investigación seguidas por las tradiciones filosófi-
cas india y occidental posibilita en principio tales compara-
ciones.
Deconstrucción y fundacionalismo
60
fundamento o base resulta ser el producto de un sistema diferencial
(ie., autocontradictorio) ... Pero la operación deconstructiva o la
autodeconstrucción de las teorías logocéntricas no conduce a una
nueva teoría que ponga las cosas en su sitio.
Aun las teorías (tradicionales) (que critican al) logocentrismo ...
no escapan de las premisas logocéntricas que ellas descalifican, y
no hay razón alguna para creer que una actividad teórica pueda
librarse de esas premisas. La teoría bien pudiera estar condenada
a una inconsistencia estructural. (Culler: 109)
61
formar en conocimiento. Sin embargo, un fundamento no se justi-
fica por otras creencias, ni se basa en otras creencias, sino más bien
proporciona la base para todas las otras creencias, no requiriendo, él
mismo, una base para sí. El fundacionalismo presupone determina-
das verdades básicas que se pueden describir ya sea como autojusti-
ficadas (esto es, que no se justifican por medio de otra cosa), o como
irrefutables. Thdas las demás verdades se justifican a partir de estas
verdades fundamentales básicas, o bien son funcionales en cuanto se
autojustifican, son irrefutables, y justifican a otras. (Fiorenza: 285).
62
otro enfoque con técnicas o implicaciones deconstructivas.
Indudablemente en la actualidad el fundacionalismo de la
especie tradicional está considerablemente desprestigiado,
y la discusión filosófica está dominada por los sucesores
antifundacionalistas de Heidegger y Wittgenstein. No obs·
tante, la tensión entre ambas tendencias no ha sido resuelta
en forma definitiva, como lo evidencia el constante y muy
importante debate sobre "racionalidad y relativismo", esto
es, si la comprensión intercultural es posible sin un fondo
común de conocimiento humano que sirva como base para
la comunicación, y si por lo tanto no es necesaria, en defini·
tiva, alguna forma de fundacionalismo. Este debate revela a
su vez las fuerzas y debilidades inherentes a cada enfoque.
El fundacionalismo tiene la ventaja de proporcionar una
base segura para la comunicación y para "el mundo", con·
juntamente con la desventaja de que es extremadamente
difícil establecer tal base segura, tal vez por las parado·
jas inherentes al conocimiento mismo. La deconstrucción
tiene la ventaja de dejar a un lado la antigua aunque dudosa
búsqueda de la certeza, acogiendo la naturaleza limitada e
interpretativa de todo conocimiento, conjuntamente con la
desventaja de dejarnos en duda sobre cómo ha de formarse
cualquier juicio sobre asuntos de conocimiento y moralidad.
Si el pensamiento occidental es un proyecto fundaciona·
lista que carece ya de seguridad en sus convicciones, es po·
sible que el Budismo -con su inspiración firmemente si no
inequívocamente antisubstancialista- pareciera a primera
vista ser justamente lo opuesto: un movimiento esencial·
mente deconstructivo que ha sido ocasionalmente infectado
de fundacionalismo. Este es el punto de vista de Robert Ma·
gliola, que explícitamente liga al Budismo con la decons·
trucción, básicamente a través de un análisis del Madhya·
maka y el Zen. 5
La polaridad deconstrucción·fundacionalismo resulta útil
para interpretar la filosofía budista; si bien estos términos
63
no son budistas, las tendencias descritas por ellos están muy
presentes en el pensamiento budista. Sin embargo, el Bu-
dismo no es una tradición tan "deconstructiva" como lo su-
gieren Magliola y otros. Dentro del Budismo hay individuos
y movimientos que son más fundacionalistas que decons-
tructivos, y pensadores y tradiciones que serían clasificados
como deconstructivos, están cargados de fuertes e ineludi-
bles elementos de fundacionalismo.
Esta afirmación requiere dos observaciones. Primero, es
importante notar que por lo general en Occidente el fun-
dacionalismo y, para el caso, las filosofías de "presencia" se
han basado en algún absoluto ontológico o epistemológico,
tal como el Ser o el Cogito o algún sujeto trascendente. Si
el hecho de tener tal base sirve para definir al fundaciona-
lismo, y si aceptamos la opinión común, aunque sujeta a
controversia, de que el Budismo niega la existencia de cual-
quier absoluto de esa clase, entonces el Budismo no puede
ser considerado como fundacionalista. 6 Si, por otra parte,
es posible describir y defender el fundacionalismo sin re-
currir a tales absolutos, entonces se podría aplicar dicho
término al Budismo. Este tipo de fundacionalismo no ab-
solutista que estoy describiendo se caracterizaría por la vo-
luntad de afirmar que, por ejemplo, la percepción y la infe-
rencia pueden ser los "fundamentos" del pensamiento obje-
tivo, aunque no de la certeza absoluta respecto a rasgos im-
portantes del mundo. La negación de la certeza absoluta lo
distinguiría del fundacionalismo occidental clásico, en tanto
que su afirmación de la certeza objetiva lo distinguiría tanto
del coherentismo como del pragmatismo, que consideran la
"objetividad" con mucha mayor suspicacia, considerándola
relativa ya sea a determinados esquemas conceptuales o a
determinadas intenciones humanas.
Segundo, aun si admitimos que el término "fundaciona-
lismo" es un término que puede ser aplicado a una tradición
no absolutista como el Budismo, debemos especificar que
64
hay diferentes tipos de fundacionalismo que se pueden en-
contrar en diferentes niveles del discurso. Específicamente,
es útil distinguir entre un fundacionalismo "fuerte" (sea
o no "absolutista"), que afirma que nuestro conocimiento
puede ser cierto, porque está fundamentado en juicios ob-
jetivamente válidos acerca de "la manera como las cosas
son"; y un fundacionalismo "débil", el cual, aunque explíci-
tamente niega tales fundamentos, termina incluyendo cer-
tezas no enunciadas (o expresadas a medias) sobre la ma-
nera como las cosas son, y por tanto la presunción implícita
de ciertos hechos que sirven de fundamento en torno al
mundo. Pudiera objetarse que este fundacionalismo "débil"
resulta ser tan amplio que tanto nuestras actividades co-
tidianas como el proceso mismo de deconstrucción resul-
tarían ser fundacionalistas. A riesgo de trivializar el signifi-
cado de "fundacionalismo", es importante notar que de he-
cho hay un tipo de fundacionalismo activo en dichas áreas,
si bien debe recordarse que estos fundamentos no son ab-
solutos metafísicos, sino versiones relativamente adecuadas
del mundo, que en principio pueden ser defendidas recu-
rriendo a argumentos racionales basados en un consenso
sobre "la manera como las cosas son".
La tradición budista incluye, por igual, deconstrucción y
fundacionalismo, y es posible entender el "camino del me-
dio" budista como un diálogo entre, y una armonización
de, los polos deconstructivo y fundacionalista. En general,
usaré esta metáfora de los "polos" al hablar de la tradición
como un todo. Y cuando explore posiciones particulares
dentro del Budismo, la metáfora que usaré será la de "mar-
cos". En otras palabras, un pensador o escuela en particular
puede localizarse en un continuo generalizado que va del
polo de la deconstrucción al polo del fundacionalismo, y ese
pensador o escuela podrá entonces ser descrito de manera
más específica en términos, por ejemplo, de si se trata de
un desarrollo básicamente deconstructivo enmarcado den-
65
tro del fundacionalismo, o de uno fundacionalista enmar-
cado dentro de la deconstrucción.
Pudiera parecer que imaginar la deconstrucción como un
"polo" o un "marco" es interpretarla erróneamente como
una más entre las muchas posiciones filosóficas, siendo
así que antes hemos visto que la deconstrucción no es sim-
plemente una posición más, sino una técnica que sirve para
exponer incongruencias inherentes a cualquier posición. Es
entonces una especie de meta-posición, no "locaJizable" en
la forma sugerida por mis metáforas. Es cierto que debe-
mos ser tan cautelosos al usar metáforas como al "tradu-
cir" terminología filosófica, pero creo que (a) un enfoque
que "deconstruye" toda posición filosófica debe él mismo
emprender la deconstrucción a partir de una determinada
"perspectiva", y toda perspectiva -aun cuando sea tempo-
ral y sujeta ella misma a una deconstrucción subsecuente-
es, cuando menos en algún sentido, una "posición"; y (b)
aun si la deconstrucción no es descrita como una "posición",
con todo ella refleja, al menos convencionalmente, una ac-
titud hacia la posibilidad del conocimiento fundamentado,
la cual puede ser razonablemente comparada con otras ac-
titudes, tal como el fundacionaJismo. Cuando es pertinente
una comparación provista de significado, metáforas como
las que yo emplearé pueden ser de algún valor.7
E~ lo que sigue veremos de manera breve las tenden-
cias aeconstructiva y fundacionalista en el Canon PaJi
--{;onocido como "Budismo Primitivo"-, para después exa-
minar sucesivamente a un pensador budista clásicamente
"deconstruccionista", Nagarjuna, y a un pensador clásica-
mente "fundacionalista", Dharmakirti. También examina-
remos algunas tentativas indias y tibetanas posteriores de
sintetizar estas dos tendencias aparentemente incompati-
bles. Cuando hayamos visto que los pensadores budistas,
en cualquier lado de la línea divisoria en que los coloque-
mos, combinan elementos tanto de deconstrucción como de "
fundacionalismo, tendremos la posibilidad de hacer algunas
observaciones a manera de conclusión acerca del "camino
del medio" en el pensamiento budista.
67
vados, de alguna manera, del testimonio de otros, ya sea
porque la tradición en sí misma deba ser aceptada o por-
que se considere al maestro como el único con autoridad;
los fundamentos intelectualmente basados serían aquellos
a los que se llega a través de procesos racionales. Podríamos
multiplicar los ejemplos, pero es posible afirmar que en la
epistemología budista de la primera época se da un fuerte
elemento de cautela, si no de evidente escepticismo.
Siguiendo la misma línea, la ontología budista de la pri-
mera época es claramente antiesencialista, o para usar ter-
minología deconstructivista, no logocéntrica. N o es posi-
ble encontrar una sola sustancia permanente dentro del
mundo fenoménico, cualquiera que sea el método de in-
vestigación que se aplique. Por ende, el cosmos mismo
no posee como origen o como sustancia ninguna clase de
principio inmutable, sea que se le considere Brahman o
Brahma; por el contrario, evoluciona sin haber tenido co-
mienzo con base en las fuerzas materiales y el karma de
los seres conscientes, todo lo cual no es otra cosa que con-
diciones transitorias. 8 En forma similar, y constituyendo
un hecho de mayor importancia, el individuo no posee
ni es, en su esencia, ninguna clase de alma eterna, como
el iitman del Hinduismo o el jíva de los jainas. De he-
cho, aquello que nosotros convencionalmente denomina-
mos "persona", es simplemente una constelación de cinco
componentes en cambio continuo: materia, sensación, per-
cepción, tendencias y conciencia. Estos componentes son
exhaustivos de la "persona". De ahí que, en última ins-
tancia, por más que busquemos un correlato objetivo
para nuestro término "Yo", nosotros sólo descubriremos
-como cuando pelamos una cebolla- que en el interior no
hay nada. Este punto sobre la ausencia de un yo perma-
nente puede o no ser -como postuló la tradición posterior-
la ('doctrina central" del Budismo Primitivo; sin embargo,
no hay duda de que ha sido una idea importante desde los
68
inicios, una idea que es expuesta una y otra vez en innume-
rables pasajes del Canon pali. Para citar tan sólo un ejem-
plo importante; en el Milindapaña (sección 25), el monje
budista Nagasena argumenta en detalle ante el rey indo-
griego Milinda que no existe un "yo" aparte de los compo-
nentes, como no existe un carro aparte del timón, eje, rue-
das, estructura del carro y asta de la bandera. Ciertamente,
el "yo", como el "carro" es meramente "una manera de con-
tar, un término, un apelativo, una designación conveniente, un
nombre. " (Warren: 132).
Existe así un sentido en que tanto el conocimiento como
la realidad son "deconstruidos" por la tradición budista
más antigua. Pero a la vez, el Budismo Primitivo no es
completamente deconstructivista. Este fundacionalismo la-
tente comienza a aparecer cuando recordamos el contexto y
propósitos generales del movimiento budista: lograr elnir-
viiIJa. Alcanzar el nirviiIJa es, desde luego, el "evangelio",
la "buena nueva" del Budismo, y es un presupuesto im~
portante de muchos de los primeros textos budistas (si no
de todos) que nuestro éxito o fracaso en alcanzar el nirviiIJa
es el resultado de nuestra correcta captación o equivocada
captación de ciertas características cruciales del cosmos,
como por ejemplo, la existencia o inexistencia de un yo subs-
tancial. El nirviiIJa depende, en suma, del conocimiento. Si
el nirviiIJa es posible y depende, al menos en parte, del co-
nocimiento de la forma como las cosas son (yathiibhütam),
entonces debe haber una forma claramente identificable y
cognoscible como las cosas son. Como resultado de esto
debe existir algún tipo de conocimiento que tenga vali-
dez universal, que pueda servir como un fundamento para
nuestra correcta captación de la verdad. Es con relación
a esto que es pertinente la segunda parte del discurso de
Buda a los Kalamas. A pesar de su desconfianza en el tes-
timonio y la razón como fuentes de conocimiento, Buda
les asegura a los Kiilamas que la experiencia propia es una
69
fuente de conocimiento de la que uno puede fiarse. Así
... cuando conozcáis por vosotros mismos: Estas cosas son desventa-
josas, estas cosas son criticables, estas cosas son censuradas por los
inteligentes; estas cosas, cuando son practicadas y llevadas a cabo,
conducen al fracaso y al dolor -entonces, en verdad, oh Kii.Himas,
debéis rechazarlas ... Si alguna vez llegárais a conocer por vosotros
mismos: Estas cosas son ventajosas, no son criticables, son alabadas
por los inteligentes; estas cosas, cuando son practicadas y llevadas a
cabo, conducen al bienestar y a la felicidad -entonces, oh Kálamas,
vosotros, habiéndolas llevado a cabo, manteneos en ellas. (Radha-
krishnan y Moore: 346).
70
cia de Buda, funciona para muchos budistas más bien como
un principio ontológico a priori, sirviendo como lo hace, de
base prácticamente indiscutida para explicar todos los pro-
cesos tanto del samsiíra como del camino hacia el nirviína. 9
El Surgimiento en dependencia quizá no involucre nin,i¡ún
tipo de esencialismo o logocentrismo, pero sirve cierta-
mente como un principio más fundamentalmente "verda-
dero" que otros principios. En forma similar, las Cuatro
Nobles Verdades son consideradas como parte de aquellos
objetos que Buda categóricamente afirmó. En otras pala-
bras, son verdades para todos en todos los tiempos y lugares;
así, como el Surgimiento en dependencia, son verdades fun-
dacionales, no sujetas al mismo tipo de "deconstrucción"
que, por ejemplo, Brahma o el tirman. En el Budismo Pri-
mitivo no sólo hay un fundamento para el conocimiento del
lado subjetivo -la propia experiencia personal- sino que hay
también objetos de conocimiento, "verdades", que son en
sí mismas consideradas como universales y fundacionales.
El Budismo Primitivo, a pesar de un cierto tono decons-
tructivo, resulta tener también, cuando es examinado más
de cerca, elementos ~undacionalistas. De hecho, precisa-
mente en la medida en que Buda aseguró haber descubierto
un dharma que era universal, él asumió que (a) hay ciertas
verdades vitales que tienen que ser conocidas por todo ser
consciente y (b) que debe existir una base epistemológica
para su captación. Así, no pudo evitar invocar alguna forma
de fundacionalismo. Aun así, haciendo un balance, pienso
que debemos concebir al Budismo Primitivo como un ca-
mino medio entre deconstrucción y fundacionalismo. Exis-
ten ciertamente verdades fundacionales y una forma de co-
nocerlas correctamente, pero las mismas verdades que son
conocidas, comportan como una parte importante -si no
exclusiva- de su contenido, el entendimiento implícito de
que en ningún lugar existen "fundaciones" o fundamentos
-en tanto se les conciba como ontológicamente sustancia-
71
les. Hay poca evidencia de que la tradición budista primitiva
hubiera sacado todas las implicaciones de su ejercicio de de-
construcción, pero tales implicaciones ciertamente podrían
haber sido vertidas en principios. De hecho, fueron implíci-
tamente vertidas por los pensadores de los comienzos del
Mahayana, especialmente por los autores de los sütras de la
Perfección de la Sabiduría, y por el gran filósofo Nagarjuna.
72
dad "objetiva" externa a las conciencias que la perciben.
Finalmente, los maestros de tradiciones de práctica como
el Tantra y el Zen frecuentemente se burlan deliberada-
mente de conceptos que otros budistas consideran sagra-
dos, encontrándose quizá en colecciones de koans, tales
como La Entrada sin Entrada, la máxima expresión de esta
actitud. En ellas encontramos una historia tras otra en las
cuales nociones budistas convencionales son socavadas por
las palabras y actos de los maestros Zen, cuyas palabras y
actos son a su vez socavados por el compilador de las his-
torias, Wu-men, cuyos comentarios pueden ser socavados
por comentadores posteriores, y así sucesivamente, en un
regreso de deconstrucción sin fin y vertiginoso que a me-
nudo deja al lector -y, sin duda, al meditador- con la sen-
sación de haberse deslizado al otro lado del espejo de Ali-
cia. Aquí no podemos considerar todas estas múltiples ten- .
dencias deconstructivas del Mahayana, pero examinaremos
sólo una: la filosofía Madhyamaka de Nagarjuna. lO
Se discute mucho acerca de qué obras atribuidas precisa-
mente a Nagarjuna fueron realmente escritas por él, pero
casi todos los estudiosos coinciden en que por lo menos se
le pueden atribuir dos tratados filosóficos en verso: las Mad-
hyamakakarika ("Estrofas sobre el Camino del Medio")l1 y
la Vigrahavyavartanl ("Refutación de los argumentos").12
En estos dos textos se encuentran probablemente los argu-
mentos más inexorablemente deconstructivos jamás idea-
dos por un budista. En los veintisiete capítulos de las Mad-
hyamakakarika, Nagarjuna demuestra, mediante una varie-
dad de estrategias dialécticas (la más famosa de las cuales
es el "tetralemma", conocido como el catl1.'fkop), que uno
tras otro de los conceptos utilizados por los filósofos en ge-
neral y los budistas en particular, simplemente no resisten
un análisis riguroso, que están "vacíos" (sunya) y por tanto
deben ser descartados por los sabios. Por ejemplo, en el pri-
mer capítulo Nagarjuna analiza la causalidad y establece
73
que, no importa cómo se describa el proceso, siempre re-
sultan consecuencias absurdas. Si las entidades surgen de
sí mismas, entonces sacrificamos la significación de la dis-
tinción entre causa y efecto, puesto que éstos serían idénti-
cos. Si ellas surgen de algo diferente de ellas, entonces nos
vemos forzados a explicar cómo efectos particulares pueden
estar "conectados" con causas particulares. Si éstas surgen
de ambos, de sí mismas y de algo diferente de ellas, entonces
propiedades contradictorias estarían siendo ilegítimamente
afirmadas de una y la misma entidad. Si ellas surgen ni de
sí mismas ni de algo diferente de ellas, se puede producir
un caos nihilista. En consecuencia, toda posible explicación
de la causalidad conduce al absurdo.
En el capítulo vigésimo quinto, Nagarjuna somete a simi-
lar análisis al nirvalJa, el summum bonum del Budismo. Si
se sostiene la existencia del nirvalJa, entonces debe ser una
entidad sujeta a la producción y destrucción, pero esto con~
tradice la definición del nirvana como no condicionado. Si
se sotiene su inexistencia, se niega entonces la posibilidad
misma del nirvalJa como un logro humano, y esto es contra-
rio al "evangelio" del Budismo en relación con la posibili-
dad de la iluminación. Si existe y no existe a la vez, enton-
ces se están afirmando propiedades contradictorias acerca
del mismo concepto. Si ni existe ni no existe, entonces se
hace una afirmación que carece de sentido. De tal suerte,
el nirvalJa, como la causalidad, no resiste el análisis. Otros
conceptos son negados porque son relativos entre sí, como
los diferentes aspectos del tiempo, movimiento o la canti-
dad; mientras que otros más son negados porque están inte-
grados por partes o son dependientes de causas y condicio-
nes que son extrínsecas a ellos. Cuando uno se ha abierto ca-
mino a través de la mayor parte de las Madhyamakakarika,
parece que queda muy poco mundo en qué apoyarse -
los fundamentos ontológicos parecen haber sido completa-
mente deconstruidos.
74
Budismo"; o en forma más insidiosa aún: "El Budismo no
es tan difícil o diferente, es exactamente corno William Ja-
mes". Este tipo de reduccionismo convierte en una carica-
tura el proceso de traducción, y deberá ser necesariamente
superado si se quiere que tenga lugar una verdadera tra-
ducción (traslado).
A pesar de estas advertencias, me ocupo aquí de otra va-
riación en el juego de equiparación de conceptos filosóficos
budistas y occidentales. Si bien este ejercicio no está exento
de peligros y puede ser tan sólo sugerente, la similitud de las
líneas de investigación seguidas por las tradiciones filosófi-
cas india y occidental posibilita en principio tales compara-
ciones.
Deconstrucción y fundacionalismo
60
fundamento o base resulta ser el producto de un sistema diferencial
(ie., autocontradictorio) ... Pero la operación deconstructiva o la
autodeconstrucción de las teorías logocéntricas no conduce a una
nueva teoría que ponga las cosas en su sitio.
Aun las teorías (tradicionales) (que critican al) logocentrismo ...
no escapan de las premisas logocéntricas que ellas descalifican, y
no hay razón alguna para creer que una actividad teórica pueda
librarse de esas premisas. La teoría bien pudiera estar condenada
a una inconsistencia estructural. (Culler: 109)
61
formar en conocimiento. Sin embargo, un fundamento no se justi-
fica por otras creencias, ni se basa en otras creencias, sino más bien
proporciona la base para todas las otras creencias, no requiriendo, él
mismo, una base para sí. El fundacionalismo presupone determina-
das verdades básicas que se pueden describir ya sea como autojusti-
ficadas (esto es, que no se justifican por medio de otra cosa), o como
irrefutables. Thdas las demás verdades se justifican a partir de estas
verdades fundamentales básicas, o bien son funcionales en cuanto se
autojustifican, son irrefutables, y justifican a otras. (Fiorenza: 285).
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otro enfoque con técnicas o implicaciones deconstructivas.
Indudablemente en la actualidad el fundacionalismo de la
especie tradicional está considerablemente desprestigiado,
y la discusión filosófica está dominada por los sucesores
antifundacionalistas de Heidegger y Wittgenstein. No obs·
tante, la tensión entre ambas tendencias no ha sido resuelta
en forma definitiva, como lo evidencia el constante y muy
importante debate sobre "racionalidad y relativismo", esto
es, si la comprensión intercultural es posible sin un fondo
común de conocimiento humano que sirva como base para
la comunicación, y si por lo tanto no es necesaria, en defini·
tiva, alguna forma de fundacionalismo. Este debate revela a
su vez las fuerzas y debilidades inherentes a cada enfoque.
El fundacionalismo tiene la ventaja de proporcionar una
base segura para la comunicación y para "el mundo", con·
juntamente con la desventaja de que es extremadamente
difícil establecer tal base segura, tal vez por las parado·
jas inherentes al conocimiento mismo. La deconstrucción
tiene la ventaja de dejar a un lado la antigua aunque dudosa
búsqueda de la certeza, acogiendo la naturaleza limitada e
interpretativa de todo conocimiento, conjuntamente con la
desventaja de dejarnos en duda sobre cómo ha de formarse
cualquier juicio sobre asuntos de conocimiento y moralidad.
Si el pensamiento occidental es un proyecto fundaciona·
lista que carece ya de seguridad en sus convicciones, es po·
sible que el Budismo -con su inspiración firmemente si no
inequívocamente antisubstancialista- pareciera a primera
vista ser justamente lo opuesto: un movimiento esencial·
mente deconstructivo que ha sido ocasionalmente infectado
de fundacionalismo. Este es el punto de vista de Robert Ma·
gliola, que explícitamente liga al Budismo con la decons·
trucción, básicamente a través de un análisis del Madhya·
maka y el Zen. 5
La polaridad deconstrucción·fundacionalismo resulta útil
para interpretar la filosofía budista; si bien estos términos
63
no son budistas, las tendencias descritas por ellos están muy
presentes en el pensamiento budista. Sin embargo, el Bu-
dismo no es una tradición tan "deconstructiva" como lo su-
gieren Magliola y otros. Dentro del Budismo hay individuos
y movimientos que son más fundacionalistas que decons-
tructivos, y pensadores y tradiciones que serían clasificados
como deconstructivos, están cargados de fuertes e ineludi-
bles elementos de fundacionalismo.
Esta afirmación requiere dos observaciones. Primero, es
importante notar que por lo general en Occidente el fun-
dacionalismo y, para el caso, las filosofías de "presencia" se
han basado en algún absoluto ontológico o epistemológico,
tal como el Ser o el Cogito o algún sujeto trascendente. Si
el hecho de tener tal base sirve para definir al fundaciona-
lismo, y si aceptamos la opinión común, aunque sujeta a
controversia, de que el Budismo niega la existencia de cual-
quier absoluto de esa clase, entonces el Budismo no puede
ser considerado como fundacionalista. 6 Si, por otra parte,
es posible describir y defender el fundacionalismo sin re-
currir a tales absolutos, entonces se podría aplicar dicho
término al Budismo. Este tipo de fundacionalismo no ab-
solutista que estoy describiendo se caracterizaría por la vo-
luntad de afirmar que, por ejemplo, la percepción y la infe-
rencia pueden ser los "fundamentos" del pensamiento obje-
tivo, aunque no de la certeza absoluta respecto a rasgos im-
portantes del mundo. La negación de la certeza absoluta lo
distinguiría del fundacionalismo occidental clásico, en tanto
que su afirmación de la certeza objetiva lo distinguiría tanto
del coherentismo como del pragmatismo, que consideran la
"objetividad" con mucha mayor suspicacia, considerándola
relativa ya sea a determinados esquemas conceptuales o a
determinadas intenciones humanas.
Segundo, aun si admitimos que el término "fundaciona-
lismo" es un término que puede ser aplicado a una tradición
no absolutista como el Budismo, debemos especificar que
64
hay diferentes tipos de fundacionalismo que se pueden en-
contrar en diferentes niveles del discurso. Específicamente,
es útil distinguir entre un fundacionalismo "fuerte" (sea
o no "absolutista"), que afirma que nuestro conocimiento
puede ser cierto, porque está fundamentado en juicios ob-
jetivamente válidos acerca de "la manera como las cosas
son"; y un fundacionalismo "débil", el cual, aunque explíci-
tamente niega tales fundamentos, termina incluyendo cer-
tezas no enunciadas (o expresadas a medias) sobre la ma-
nera como las cosas son, y por tanto la presunción implícita
de ciertos hechos que sirven de fundamento en torno al
mundo. Pudiera objetarse que este fundacionalismo "débil"
resulta ser tan amplio que tanto nuestras actividades co-
tidianas como el proceso mismo de deconstrucción resul-
tarían ser fundacionalistas. A riesgo de trivializar el signifi-
cado de "fundacionalismo", es importante notar que de he-
cho hay un tipo de fundacionalismo activo en dichas áreas,
si bien debe recordarse que estos fundamentos no son ab-
solutos metafísicos, sino versiones relativamente adecuadas
del mundo, que en principio pueden ser defendidas recu-
rriendo a argumentos racionales basados en un consenso
sobre "la manera como las cosas son".
La tradición budista incluye, por igual, deconstrucción y
fundacionalismo, y es posible entender el "camino del me-
dio" budista como un diálogo entre, y una armonización
de, los polos deconstructivo y fundacionalista. En general,
usaré esta metáfora de los "polos" al hablar de la tradición
como un todo. Y cuando explore posiciones particulares
dentro del Budismo, la metáfora que usaré será la de "mar-
cos". En otras palabras, un pensador o escuela en particular
puede localizarse en un continuo generalizado que va del
polo de la deconstrucción al polo del fundacionalismo, y ese
pensador o escuela podrá entonces ser descrito de manera
más específica en términos, por ejemplo, de si se trata de
un desarrollo básicamente deconstructivo enmarcado den-
65
tro del fundacionalismo, o de uno fundacionalista enmar-
cado dentro de la deconstrucción.
Pudiera parecer que imaginar la deconstrucción como un
"polo" o un "marco" es interpretarla erróneamente como
una más entre las muchas posiciones filosóficas, siendo
así que antes hemos visto que la deconstrucción no es sim-
plemente una posición más, sino una técnica que sirve para
exponer incongruencias inherentes a cualquier posición. Es
entonces una especie de meta-posición, no "locaJizable" en
la forma sugerida por mis metáforas. Es cierto que debe-
mos ser tan cautelosos al usar metáforas como al "tradu-
cir" terminología filosófica, pero creo que (a) un enfoque
que "deconstruye" toda posición filosófica debe él mismo
emprender la deconstrucción a partir de una determinada
"perspectiva", y toda perspectiva -aun cuando sea tempo-
ral y sujeta ella misma a una deconstrucción subsecuente-
es, cuando menos en algún sentido, una "posición"; y (b)
aun si la deconstrucción no es descrita como una "posición",
con todo ella refleja, al menos convencionalmente, una ac-
titud hacia la posibilidad del conocimiento fundamentado,
la cual puede ser razonablemente comparada con otras ac-
titudes, tal como el fundacionaJismo. Cuando es pertinente
una comparación provista de significado, metáforas como
las que yo emplearé pueden ser de algún valor.7
E~ lo que sigue veremos de manera breve las tenden-
cias aeconstructiva y fundacionalista en el Canon PaJi
--{;onocido como "Budismo Primitivo"-, para después exa-
minar sucesivamente a un pensador budista clásicamente
"deconstruccionista", Nagarjuna, y a un pensador clásica-
mente "fundacionalista", Dharmakirti. También examina-
remos algunas tentativas indias y tibetanas posteriores de
sintetizar estas dos tendencias aparentemente incompati-
bles. Cuando hayamos visto que los pensadores budistas,
en cualquier lado de la línea divisoria en que los coloque-
mos, combinan elementos tanto de deconstrucción como de "
fundacionalismo, tendremos la posibilidad de hacer algunas
observaciones a manera de conclusión acerca del "camino
del medio" en el pensamiento budista.
67
vados, de alguna manera, del testimonio de otros, ya sea
porque la tradición en sí misma deba ser aceptada o por-
que se considere al maestro como el único con autoridad;
los fundamentos intelectualmente basados serían aquellos
a los que se llega a través de procesos racionales. Podríamos
multiplicar los ejemplos, pero es posible afirmar que en la
epistemología budista de la primera época se da un fuerte
elemento de cautela, si no de evidente escepticismo.
Siguiendo la misma línea, la ontología budista de la pri-
mera época es claramente antiesencialista, o para usar ter-
minología deconstructivista, no logocéntrica. N o es posi-
ble encontrar una sola sustancia permanente dentro del
mundo fenoménico, cualquiera que sea el método de in-
vestigación que se aplique. Por ende, el cosmos mismo
no posee como origen o como sustancia ninguna clase de
principio inmutable, sea que se le considere Brahman o
Brahma; por el contrario, evoluciona sin haber tenido co-
mienzo con base en las fuerzas materiales y el karma de
los seres conscientes, todo lo cual no es otra cosa que con-
diciones transitorias. 8 En forma similar, y constituyendo
un hecho de mayor importancia, el individuo no posee
ni es, en su esencia, ninguna clase de alma eterna, como
el iitman del Hinduismo o el jíva de los jainas. De he-
cho, aquello que nosotros convencionalmente denomina-
mos "persona", es simplemente una constelación de cinco
componentes en cambio continuo: materia, sensación, per-
cepción, tendencias y conciencia. Estos componentes son
exhaustivos de la "persona". De ahí que, en última ins-
tancia, por más que busquemos un correlato objetivo
para nuestro término "Yo", nosotros sólo descubriremos
-como cuando pelamos una cebolla- que en el interior no
hay nada. Este punto sobre la ausencia de un yo perma-
nente puede o no ser -como postuló la tradición posterior-
la ('doctrina central" del Budismo Primitivo; sin embargo,
no hay duda de que ha sido una idea importante desde los
68
inicios, una idea que es expuesta una y otra vez en innume-
rables pasajes del Canon pali. Para citar tan sólo un ejem-
plo importante; en el Milindapaña (sección 25), el monje
budista Nagasena argumenta en detalle ante el rey indo-
griego Milinda que no existe un "yo" aparte de los compo-
nentes, como no existe un carro aparte del timón, eje, rue-
das, estructura del carro y asta de la bandera. Ciertamente,
el "yo", como el "carro" es meramente "una manera de con-
tar, un término, un apelativo, una designación conveniente, un
nombre. " (Warren: 132).
Existe así un sentido en que tanto el conocimiento como
la realidad son "deconstruidos" por la tradición budista
más antigua. Pero a la vez, el Budismo Primitivo no es
completamente deconstructivista. Este fundacionalismo la-
tente comienza a aparecer cuando recordamos el contexto y
propósitos generales del movimiento budista: lograr elnir-
viiIJa. Alcanzar el nirviiIJa es, desde luego, el "evangelio",
la "buena nueva" del Budismo, y es un presupuesto im~
portante de muchos de los primeros textos budistas (si no
de todos) que nuestro éxito o fracaso en alcanzar el nirviiIJa
es el resultado de nuestra correcta captación o equivocada
captación de ciertas características cruciales del cosmos,
como por ejemplo, la existencia o inexistencia de un yo subs-
tancial. El nirviiIJa depende, en suma, del conocimiento. Si
el nirviiIJa es posible y depende, al menos en parte, del co-
nocimiento de la forma como las cosas son (yathiibhütam),
entonces debe haber una forma claramente identificable y
cognoscible como las cosas son. Como resultado de esto
debe existir algún tipo de conocimiento que tenga vali-
dez universal, que pueda servir como un fundamento para
nuestra correcta captación de la verdad. Es con relación
a esto que es pertinente la segunda parte del discurso de
Buda a los Kalamas. A pesar de su desconfianza en el tes-
timonio y la razón como fuentes de conocimiento, Buda
les asegura a los Kiilamas que la experiencia propia es una
69
fuente de conocimiento de la que uno puede fiarse. Así
... cuando conozcáis por vosotros mismos: Estas cosas son desventa-
josas, estas cosas son criticables, estas cosas son censuradas por los
inteligentes; estas cosas, cuando son practicadas y llevadas a cabo,
conducen al fracaso y al dolor -entonces, en verdad, oh Kii.Himas,
debéis rechazarlas ... Si alguna vez llegárais a conocer por vosotros
mismos: Estas cosas son ventajosas, no son criticables, son alabadas
por los inteligentes; estas cosas, cuando son practicadas y llevadas a
cabo, conducen al bienestar y a la felicidad -entonces, oh Kálamas,
vosotros, habiéndolas llevado a cabo, manteneos en ellas. (Radha-
krishnan y Moore: 346).
70
cia de Buda, funciona para muchos budistas más bien como
un principio ontológico a priori, sirviendo como lo hace, de
base prácticamente indiscutida para explicar todos los pro-
cesos tanto del samsiíra como del camino hacia el nirviína. 9
El Surgimiento en dependencia quizá no involucre nin,i¡ún
tipo de esencialismo o logocentrismo, pero sirve cierta-
mente como un principio más fundamentalmente "verda-
dero" que otros principios. En forma similar, las Cuatro
Nobles Verdades son consideradas como parte de aquellos
objetos que Buda categóricamente afirmó. En otras pala-
bras, son verdades para todos en todos los tiempos y lugares;
así, como el Surgimiento en dependencia, son verdades fun-
dacionales, no sujetas al mismo tipo de "deconstrucción"
que, por ejemplo, Brahma o el tirman. En el Budismo Pri-
mitivo no sólo hay un fundamento para el conocimiento del
lado subjetivo -la propia experiencia personal- sino que hay
también objetos de conocimiento, "verdades", que son en
sí mismas consideradas como universales y fundacionales.
El Budismo Primitivo, a pesar de un cierto tono decons-
tructivo, resulta tener también, cuando es examinado más
de cerca, elementos ~undacionalistas. De hecho, precisa-
mente en la medida en que Buda aseguró haber descubierto
un dharma que era universal, él asumió que (a) hay ciertas
verdades vitales que tienen que ser conocidas por todo ser
consciente y (b) que debe existir una base epistemológica
para su captación. Así, no pudo evitar invocar alguna forma
de fundacionalismo. Aun así, haciendo un balance, pienso
que debemos concebir al Budismo Primitivo como un ca-
mino medio entre deconstrucción y fundacionalismo. Exis-
ten ciertamente verdades fundacionales y una forma de co-
nocerlas correctamente, pero las mismas verdades que son
conocidas, comportan como una parte importante -si no
exclusiva- de su contenido, el entendimiento implícito de
que en ningún lugar existen "fundaciones" o fundamentos
-en tanto se les conciba como ontológicamente sustancia-
71
les. Hay poca evidencia de que la tradición budista primitiva
hubiera sacado todas las implicaciones de su ejercicio de de-
construcción, pero tales implicaciones ciertamente podrían
haber sido vertidas en principios. De hecho, fueron implíci-
tamente vertidas por los pensadores de los comienzos del
Mahayana, especialmente por los autores de los sütras de la
Perfección de la Sabiduría, y por el gran filósofo Nagarjuna.
72
dad "objetiva" externa a las conciencias que la perciben.
Finalmente, los maestros de tradiciones de práctica como
el Tantra y el Zen frecuentemente se burlan deliberada-
mente de conceptos que otros budistas consideran sagra-
dos, encontrándose quizá en colecciones de koans, tales
como La Entrada sin Entrada, la máxima expresión de esta
actitud. En ellas encontramos una historia tras otra en las
cuales nociones budistas convencionales son socavadas por
las palabras y actos de los maestros Zen, cuyas palabras y
actos son a su vez socavados por el compilador de las his-
torias, Wu-men, cuyos comentarios pueden ser socavados
por comentadores posteriores, y así sucesivamente, en un
regreso de deconstrucción sin fin y vertiginoso que a me-
nudo deja al lector -y, sin duda, al meditador- con la sen-
sación de haberse deslizado al otro lado del espejo de Ali-
cia. Aquí no podemos considerar todas estas múltiples ten- .
dencias deconstructivas del Mahayana, pero examinaremos
sólo una: la filosofía Madhyamaka de Nagarjuna. lO
Se discute mucho acerca de qué obras atribuidas precisa-
mente a Nagarjuna fueron realmente escritas por él, pero
casi todos los estudiosos coinciden en que por lo menos se
le pueden atribuir dos tratados filosóficos en verso: las Mad-
hyamakakarika ("Estrofas sobre el Camino del Medio")l1 y
la Vigrahavyavartanl ("Refutación de los argumentos").12
En estos dos textos se encuentran probablemente los argu-
mentos más inexorablemente deconstructivos jamás idea-
dos por un budista. En los veintisiete capítulos de las Mad-
hyamakakarika, Nagarjuna demuestra, mediante una varie-
dad de estrategias dialécticas (la más famosa de las cuales
es el "tetralemma", conocido como el catl1.'fkop), que uno
tras otro de los conceptos utilizados por los filósofos en ge-
neral y los budistas en particular, simplemente no resisten
un análisis riguroso, que están "vacíos" (sunya) y por tanto
deben ser descartados por los sabios. Por ejemplo, en el pri-
mer capítulo Nagarjuna analiza la causalidad y establece
73
que, no importa cómo se describa el proceso, siempre re-
sultan consecuencias absurdas. Si las entidades surgen de
sí mismas, entonces sacrificamos la significación de la dis-
tinción entre causa y efecto, puesto que éstos serían idénti-
cos. Si ellas surgen de algo diferente de ellas, entonces nos
vemos forzados a explicar cómo efectos particulares pueden
estar "conectados" con causas particulares. Si éstas surgen
de ambos, de sí mismas y de algo diferente de ellas, entonces
propiedades contradictorias estarían siendo ilegítimamente
afirmadas de una y la misma entidad. Si ellas surgen ni de
sí mismas ni de algo diferente de ellas, se puede producir
un caos nihilista. En consecuencia, toda posible explicación
de la causalidad conduce al absurdo.
En el capítulo vigésimo quinto, Nagarjuna somete a simi-
lar análisis al nirvalJa, el summum bonum del Budismo. Si
se sostiene la existencia del nirvalJa, entonces debe ser una
entidad sujeta a la producción y destrucción, pero esto con~
tradice la definición del nirvana como no condicionado. Si
se sotiene su inexistencia, se niega entonces la posibilidad
misma del nirvalJa como un logro humano, y esto es contra-
rio al "evangelio" del Budismo en relación con la posibili-
dad de la iluminación. Si existe y no existe a la vez, enton-
ces se están afirmando propiedades contradictorias acerca
del mismo concepto. Si ni existe ni no existe, entonces se
hace una afirmación que carece de sentido. De tal suerte,
el nirvalJa, como la causalidad, no resiste el análisis. Otros
conceptos son negados porque son relativos entre sí, como
los diferentes aspectos del tiempo, movimiento o la canti-
dad; mientras que otros más son negados porque están inte-
grados por partes o son dependientes de causas y condicio-
nes que son extrínsecas a ellos. Cuando uno se ha abierto ca-
mino a través de la mayor parte de las Madhyamakakarika,
parece que queda muy poco mundo en qué apoyarse -
los fundamentos ontológicos parecen haber sido completa-
mente deconstruidos.
74
Si el Madhyamakakiirikii es el más grande ejercIcIO
de Nagarjuna en deconstrucción ontológica, entonces su
gran crítica de la epistemología se encuentra en la Vi-
grahavyiivartani. Ahí, en las estrofas 31-51, él analiza el
concepto de autoridad epistemológica (pramiilJa), aque-
llas fuentes del conocimiento, tales como la percepción
o la inferencia, que fueron consideradas virtualmente por
todas las escuelas filosóficas indias de su tiempo como
los fundamentos para la comprensión del mundo. Usando
una dialéctica similar a la empleada en las Madhyama-
kakiirikii, Nagarjuna demuestra que, si la autoridad deriva
de sí misma, entonces será autoreferida y tautológica, en
tanto que si requiere otra autoridad para su validez, enton-
ces esa autoridad requerirá otra autoridad que le dé validez,
y así sucesivamente en un regreso al infinito. De forma si-
milar, si se sostiene que una autoridad puede probar algo
que no ha sido ya probado -requerimiento standard para
una inferencia formal- entonces ella tendría que ser sepa-
rada para siempre de lo que ha de ser probado, y por tanto
no probará nada; en tanto que si una autoridad prueba algo
que ya ha sido probado, entonces será redundante y tam-
poco probará nada. Así Nagarjuna concluye (estrofa 51):
"las autoridades epistemológicas no se prueban por sí mis-
mas, ni una por la otra ni por otras (fuentes); no hay exis-
tencia de autoridades a través de objetos-de-autoridad o ac-
cidentalmente". De tal suerte, los medios para conocer el
mundo, los pramiilJas, son invalidados por Nagarjuna con la
misma seguridad con que lo son los componentes ontológi-
cos del mundo.
Parecería que hemos llegado a un impasse deconstruc-
tivo, en donde ningún objeto o medio de conocimiento
tiene ningún fundamento, y el conocimiento mismo -in-
cluyendo el conocimiento del camino budista- se vuelve
así imposible. De hecho ésta es precisamente la crítica di-
rigida a Nagarjuna por un oponente no identificado en el
75
comienzo del capítulo XXIV de las Madhyamakaklirikli;
y es la respuesta de Nagarjuna a esta crítica la que acla-
rará que su empresa no es una empresa puramente decons-
tructiva. Dice Nagarjuna (XXIV, 8) que debe comprenderse
que, al enseñar el dharma, los Budas han recurrido a dos
niveles de verdad o a la formulación de verdades desde
dos perspectivas: la verdad de ocultamiento o convencio-
nal y la suprema o última verdad. La deconstrucción on-
tológica y epistemológica, a la que NagaIjuna ha dedicado
tanto esfuerzo, responde a su intento por comprender las
cosas desde el punto de vista supremo, o sea, demostrar
que ninguna entidad, concepto o autoridad puede resistir
el análisis último, porque no se puede demostrar que existe
svabhlivena, esto es, intrínsecamente, por su propia natura-
leza; independientemente, sustancialmente. Convencional-
mente todos los conceptos analizados por Nagarjuna son
perfectamente válidos y sólo es posible negarlos en térmi-
nos de svabhliva. Nagarjuna señala (XXIV, 14) que es sólo
porque entidades y conceptos son vaCÍos de svabhliva que
el mundo convencional puede incluso existir, ya que :un
mundo en que las entidades poseyeran savabhliva sería un
mundo en el cual el cambio sería imposible, y el mundo es
comprensible solamente sobre la base de sus cambios, de
sus diferencias. ¡De esta manera Nagarjuna no sólo afirma
el mundo convencional, sino que de hecho lo establece a
través de la deconstrucción de él que Nagarjuna hace en el
nivel último! Él es bastante explícito acerca de esto en su
propio comentario a la estrofa final de la Vigrahavylivartanl,
en donde insiste que "todas las cosas quedan establecidas
para aquél en el cual la vaciedad queda establecida, mien-
tras que nada queda establecido para aquél en el cual la
vaciedad no queda establecida". Lo que específicamente
queda establecido es el Surgimiento en dependencia, al que
Nagarjuna ya ha declarado (en Madhyamakaklirikli XXIV,
18, Yen la Vigrahavylivartani 22) como la base para, y la con-
76
traparte positiva del, concepto de vaciedad. El Surgimiento
en dependencia a su vez conlleva no sólo el principio básico
de la causalidad, sino también la validez específica de las di-
versas convenciones del camino budista. 13 Es evidente que
este camino budista puede ser llevado a término; existe un
nirviÍlJa en su fin. Efectivamente el nirvii,!a puede ser alcan-
zado precisamente a través del conocimiento, prajñii, que
comprende que las entidades y los conceptos son vacíos
de existencia inherente. Debe hacerse notar que la vacie-
dad es una extensión, pero de ninguna manera una refor-
mulación radical del concepto de no-yo, cuya comprensión
-recordémoslo- es un importante requisito para alcanzar el
nirvii,!a en la tradición budista de la primera época.
ASÍ, a pesar de toda su retórica deconstructiva, Nagarjuna
resulta ser también un fundacionalista, ya que su entero
ejercicio crítico al final sólo puede entenderse dentro del
marco aún mayor de la búsqueda budista convencional de
la iluminación. En esta búsqueda, que motiva y da forma
al proyecto íntegro de Nagarjuna, se asume que hay una
iluminación que debe ser realizada por los seres conscien-
tes, que hay una manera en que el mundo es -vacÍo- que
debe ser conocida, si se quiere alcanzar la iluminación, y que
existe una forma -la prajñii intelectual e intuitiva- en que la
manera en que el mundo es, puede ser conocida. Conce-
dido esto, el contenido que es captado por uno que conoce
al mundo como realmente es -la vaciedad- es la clase de
objeto que, una vez comprendido, puede invalidar muchos
de nuestros supuestos sobre el mundo y así conducirnos a
deconstruirlo. Pero si deconstruimos al mundo completa-
mente, hasta despojarlo de todos sus fundamentos, enton-
ces habremos malinterpretado el propósito de Buda en su
enseñanza de la vaciedad y habremos abandonado precisa-
mente aquellos supuestos cosmológicos, ontológicos y epis-
temológicos que son el fundamento para nuestro ejercicio
en la deconstrucción.
77
Aunque no hay lugar aquí para analizarlos por separado,
debería ser evidente, mutatis mutandis, que la retórica
negativa en los sütras de La Perfección de la Sabiduría,
el perspectivismo radical del Yogachiira y los procesos
abolitivos sin fin llevados a cabo por los maestros tántricos
y del Zen, no son más exclusivamente deconstructivos que
el análisis de Nagarjuna, porque a ellos también debe
vérseles dentro del marco mayor de una búsqueda de una
iluminación verdadera a través del conocimiento verdadero
de lo que es realmente verdadero acerca del mundo.
Esto puede lograrse únicamente si existen fundamentos
ontológicos y epistemológicos sobre los cuales podemos
descansar con seguridad; así, también estos movimientos,
por muy deconstructivos que puedan parecer, presuponen
cuando menos una versión "débil" de fundacionalismo.
78
abhidharma, no se le puede cuestionar seriamente cuando
miramos a los representantes de lo que en ocasiones se
ha llamado la "Escuela de los Pramiina"-la tradición de
pensamiento budista que se centró sobre todo en el es-
tablecimiento y delimitación de las fuentes de autoridad
epistémica (pramiilJa), sin las cuales nuestro conocimiento
de! mundo convencional y de las verdades salvíficas del
Budismo jamás podría ser establecido. Aunque no siem-
pre reciben minuciosa atención en las historias intelectuales
-no se diga las populares- del Budismo, figuras tales como
Digniiga, DharmakIrti, Dharmottara, JñiinashrImitra y Rat-
nakIrti proporcionaron a la vez las herramientas y la mayor
parte de la agenda de la filosofía budista desde el 500 d.C. en
adelante, primero en la tradición india, y después en la tibe-
tana, donde aún en nuestros tiempos se siente su influencia.
Entre estos personajes, DharmakIrti (siglos VI-VII d.C.)
resulta particularmente interesante para nuestra presente
discusión. La posición de DharmakIrti en la tradición
pramiilJa no es exactamente análoga al papel fundador de
Nagiirjuna en el Madhyamaka, puesto que gran parte del
trabajo intelectual básico fue realizado para DharmakIrti
por su gran predecesor, Digniiga. Sin embargo, DharmakIrti
fue considerado por la tradición posterior como, al menos,
una figura tan importante como Digniiga, y de hecho para
los tibetanos él es más importante. Por lo que toca a nuestro
interés, DharmakIrti fue quien llevó más lejos la indagación
de las implicaciones de su fundacionalismo, buscando no
sólo establecer bases seguras de autoridad epistémica, sino
también aplicar esas autoridades a la solución de proble-
mas tradicionales en ontología y metafísica religiosa. Dhar-
makIrti inicia una de sus últimas y más importantes obras,
el Nyayabindu, afirmando que "toda acción humana exitosa
está precedida de un conocimiento correcto". 14 El hecho de
que el conocimiento sea indispensable para e! término exi-
toso de los proyectos humanos, ya sean seculares o reli-
79
giosos, lleva consigo la necesidad de establecer qué es, en
realidad, el conocimiento, cuáles son sus clases y cómo po-
demos determinar si es engañoso o verídico. Así, Dhar-
maldrti busca, en sus diversas obras, determinar la natu-
raleza y posibles aplicaciones de las fuentes de autoddad
epistémica, los pramiíl)as. Ciertamente, el trabajo conside-
rado su obra maestra por las generaciones posteriores hace
esto evidente con su título: Pramiínavarttika, "Comentario
sobre la Autoridad".15
Recordemos que los pramiíl)as fueron -al menos desde
un punto de vista asboluto- rechazados por Nagarjuna en
su Vigrahavyiívartanf; Dharmaldrti, por su lado, parece no
haber tenido tales dudas en torno a la posibilidad de es-
tablecer los fundamentos de autoridad epistémica. Cierta-
mente, toda la tradición pramiíl)a manifiesta su confianza
en que podemos conocer cómo es que conocemos, y en
que, una vez establecido esto, hay pocas áreas a las que
nuestro conocimiento no puede con confianza acceder. Para
Dharmakirti, como antes para Dignaga, existen dos y única-
mente dos autoridades epistémicas, a saber: la percepción
y la inferencia. De éstas, la percepción, que es directa y
no conceptual, es la más fundamental. Hay cuatro tipos
distintos de percepción que se aceptan: la percepción sen-
sorial, que es la aprehensión directa, no conceptual de
un objeto sensorial; la percepción mental, que es la apre-
hensión directa de un momento mental que sigue a una per-
cepción sensorial; la apercepción (svasa'?'lvedanií), que es
un conocimiento simultáneo que aprehende directamente
cualquier conocimiento sensorial o inferencial; y la per-
cepción yóguica, que es una aprehensión directa de la rea-
lidad última, como por ejemplo las Cuatro Nobles Verda-
des o la inexistencia del alma. 16 El lado objetivo del co-
nocimiento perceptual está tan firmemente fundamentado
como el lado subjetivo: aquello que las percepciones cap-
tan son las verdaderas "marcas propias" o "características
80
específicas" (svalalqmJa) de las entidades. Lo que es impor-
tante aquí no es qué puedan ser estas "marcas propias", sino
el hecho de que DharmakIrti asume que tales cosas existen.
Esto implica que existen fundamentos ontológicos reales
del mundo que pueden servir corno los objetos de autori-
dades epistémicas reales, fundamentadas.
Puesto que es directa y no conceptual, la percepción
puede ser la más fundamental de las dos autoridades; la
inferencia es indirecta y conceptual, pero es un conoci-
miento firmemente fundado, puesto que está arraigada en
la concomitancia positiva y negativa entre una razón o signo
(hetu, lbiga), y el sujeto (dharmin) y el predicado (palqa) de
una proposición (pratijññ). Esta concomitancia no es me-
ramente una relación arbitraria o puramente lógica, corno
lo pudiera ser en algunas formas de la lógica simbólica occi-
dental. Más bien adquiere firmeza por el hecho de que inva-
riablemente· se ha observado que es válida. La importancia
de la observación para la inferencia se muestra por el hecho
de que existe el requerimiento (insertado en la estructura
esencial de lo que a veces se denomina el "silogismo bu-
dista") de que se señalen los casos positivos y negativos de la
concomitancia probatoria. Así, no es suficiente meramente
afirmar que "en aquella colina (sujeto) nay fuego (predi-
cado), porque hay humo (razón)". La concomitancia pro-
batoria entre humo y fuego debe ejemplificarse agregando
"como en una cocina" -en la que hay fuego- y "a diferen-
cia de un lago" -donde no lo hay. Por lo tanto, la inferencia
invoca explícitamente la percepción y se basa en ella, y en
última instancia en la captación directa de las marcas pro-
pias verdaderas de entidades reales. Es por esta razón que
Dharmaki"rti especifica en numerosas ocasiones que las in-
ferencias válidas deben ser ''producidas por la fuerza de en-
tidades reales" (vastubalaprav[fta).17
Dharmaki"rti, sobre la base de tales inferencias válidas,
cree que podernos llegar a conocer conceptualmente ver-
81
dades no sólo acerca del mundo cotidiano, sino también
de temas tan profundos como la existencia o no existencia
del alma, la realidad o irrealidad de vidas pasadas y futu-
ras y la validez comparativa de los sistemas de los grandes
filósofos y maestros de religión. Dharmaldrti dedica de he-
cho un capítulo íntegro de su PramiilJaviirttika, el de "Esta-
blecimiento de la Autoridad" (PramiilJasiddhi), a un intento
sistemático para demostrar que Buda es la única autoridad
para aquellos que se esfuerzan por la liberación espiritual.
Él intenta demostrar esto probando mediante la lógica (a)
la posibilidad de que Buda haya alcanzado el estado de ilu-
minación, y (b) la validez de lo que él enseña sobre la base
de su iluminación, las Cuatro Nobles Verdades. Esto a su
vez comporta varias pruebas subsidiarias, por ejemplo, la
no existencia de Dios, la independencia de la mente frente
al cuerpo, la ilimitada extensibilidad de las cualidades men-
tales y el valor soteriológico único de la intuición de la au-
sencia de sustancia o alma. 18 Si Dharmakirti tuvo éxito en su
demostración o no, no interesa aquí; lo que es importante
es que él cree que tal demostración es posible y es posible
porque se basa finalmente en observaciones comunes y fir-
memente fundadas acerca de la manera en que el mundo
realmente es.
El proyecto de Dharmakirti parece ser casi diametral-
mente opuesto al de Nagarjuna: hay una manera en que las
entidades realmente existen, y nos es dada directa y verídi-
camente a través de los varios modos de percepción, que son
a su vez la base para un conocimiento conceptual legítimo
acerca del mundo, tanto el mundo cotidiano que está es-
trechamente relacionado con los sentidos como el mundo
metafísico que está más allá de éstos. Dharmakirti parece
abierta y completamente un fundacionalista, que podría
alegrar el corazón de un Aquino o un Descartes.
Apenas debiera sorprendernos, con todo, que las cosas
no sean tan simples. Así como se detectaron elementos
82
de fundacionalismo en la obra de Nagarjuna, así también
los escritos de Dharmaklrti -por muy fundacionalistas que
puedan parecer- abundan en elementos deconstructivos.
Para empezar, la ontología de Dharmaklrti es fundamental-
mente la del Budismo abhidharma clásico y está por tanto
basada en el supuesto de que en ningún lugar del cos-
mos es posible encontrar una entidad que es o tiene sus-
tancia inmutable (atman). En Dharmaklrti este supuesto
es expresado en numerosas formas importantes, por ejem-
plo, en su defensa de una soteriología basada en la au-
sencia de sustancia o alma; en su insistencia en que aque-
llas entidades reales, eficientes, que poseen marcas propias,
sólo se mantienen durante el más breve instante concebi-
ble (lqm!a) Y luego son destruidas; y en su afirmación de
que comprendemos clases de objetos no mediante la apre-
hensión de algún universal inherente -puesto que la per-
manencia usualmente predicada de los universales es una
imposibilidad- sino mediante la exclusión (apoha) de lo que
no es una clasificación adecuada. Todas estas nociones, no
obstante su fuerza o debilidad filosóficas, sirven para soca-
var una ontología que afirme la sustancia y, en la medida
en que lo logran, tienden a debilitar la certeza absoluta con
la cual se puede decir que algo existe de una manera par-
ticular, definida -puesto que dicha especificación es con fre-
cuencia el resultado de aprehensiones conceptuales equi-
vocadas basadas en supuestos sustancialistas. Este último
punto es ciertamente debatible, ya que pareciera que Dhar-
makirti cree que su ontología no sustancialista no invalida
su fundacionalismo epistemológico. Ciertamente realiza un
gran esfuerzo para demostrar que aquélla es perfectamente
compatible con éste, y, de hecho, que es la única ontología
con base en la cual el conocimiento puede ser realmente
explicado.
Aun si se cuestiona el efecto deconstructivo de la onto-
logía no sustancialista de Dharmakirti, se encuentra que
83
otra tendencia todavía más básica hacia la deconstrucción
informa su pensamiento: su adhesión al punto de vista
Yogiichiira de que los tres mundos son "sólo una represen-
tación mental" (vijnaptimiitra).19 El corolario de este punto
de vista es el supuesto de que la creencia errónea en una
dualidad última de sujeto y objeto es la base de nuestro
circular en el sa1?1Siira, Y de que la realización directa de
su no dualidad es el punto esencial que ha de ser realizado
en la percepción yóguica, que es la experiencia de un iirya
que ha cortado las raíces de la ignorancia y está seguro de
la iluminación. Si la no dualidad de sujeto y objeto es lo
que en último término debe ser realizado en el camino bu-
dista, hay un sentido en el cual el conocimiento ordinario
perceptual e inferencial es eliminado y relativizado, pues
. el conocimiento ordinario es necesariamente dualista y tal
dualismo resulta no tener ningún fundamento en la reali-
dad suprema. Como Niigiirjuna, Dharmakirti afirma que el
conocimiento convencional tiene una validez convencional,
pero es negado por la perspectiva más alta de quien ve las
cosas como realmente son en último término. Hay un ele-
mento más que incidental de deconstrucción en el pensa-
miento de Dharmakirti.
Nuestra discusión no puede terminar, con todo, aquí, ya
que tal como el marco más externo del proyecto decons-
tructivo de Niigiirjuna era un tipo de fundacionalismo que
partía del supuesto de que hay una manera cognoscible en
que las cosas realmente existen, es decir, como vacías; de
la misma manera, también el marco más externo del pro-
yecto de Dharmakirti comporta una perspectiva similar.
Así como el fundacionalismo, que parece tan básico para
Dharmaklrti, resulta eliminado de manera importante por
un enfoque último en el cual todo conocimiento dualista es
engañoso, de la misma manera también ese enfoque último
resulta eliminado por otro fundacionalismo que estructura
el proyecto íntegro. Como en el caso de Niigiirjuna, este
84
fundacionalismo parte del supuesto de que hay una manera
en que el mundo es en sentido último, es decir, sólo como
una representación mental; y que esta manera en que el
mundo es, puede ser conocida con seguridad, por ejemplo,
por la percepción yóguica. De este modo, en el análisis final
tanto la ontología como la epistemología tienen fundamen-
tos, aun si el objeto fundacional (no dualidad) y el sujeto
(percepción yóguica) representan un alejamiento radical y
quizá un debilitamiento implícito de los fundamentos on-
tológicos y epistemológicos convencionales, que necesita-
mos en el mundo cotidiano.
El encuentro de Niigiirjuna y Dharmakirti:
el Svatantrika indio y el Priisañgika tibetano
85
cimiento. A pesar de su aceptación implícita de algunos
cánones de racionalidad tales como el tetralemma (que
implicaba un equivalente indio de la ley del tercero ex-
c1uido), evitó la argumentación en modos silogísticos y se
dedicó básicamente a aplicar una dialéctica crítica, decons-
tructiva, a las proposiciones de otras escuelas. Este enfoque
fue adoptado y defendido por una de las dos tradiciones
Madhyamika que se desarrollaron en los siglos posteriores a
Nagarjuna, la Prasailgika, cuyos representantes más impor-
tantes fueron Buddhapalita y Chandrakirti. Sin embargo,
un segundo grupo de Madhyamikas, los Svantantrikas, vie-
ron el valor (y quizá la necesidad) de argumentar más cons-
tructivamente y en consecuencia se interesaron no sólo por
la dialéctica de la vaciedad, sino también por el intento de
establecer fundamentos epistemológicos y construir sobre
ellos -quizá en un intento de asegurar una base sólida y es-
pecífica para la verdad convencional. Después de todo, el
mismo Nagarjuna había dicho (Madhyamakakiirikii XXIV,
10) que la verdad convencional era un prerrequisito nece-
sario para la verdad última, aunque dijo poco respecto a
las características de dicha verdad convencional. Si la ver-
dad convencional era tan importante, era necesario esta-
blecerla firmemente; y los textos de los miembros de la tra-
dición pramiilJa ofrecieron las bases más prometedoras para
tal establecimiento.
Así, comenzando por Bhavaviveka en el siglo VI y con-
tinuando con figuras tales como Jñanagarbha, Shantara-
kshita y KamalashIla, los Miídhyamikas Svatantrikas deli-
beradamente intentaron combinar, por una parte, la preo-
cupación Madhyamika por establecer la vaciedad como el
modo de existencia último de todos los fenómenos y, por
el otro lado, la preocupación de la tradición pramiilJa por
la autoridad epistémica y su extensión a la argumentación
racional y construcción filosófica. Los mismos Svatantrikas
mostraron cuando menos dos tendencias diferentes en su
86
análisis de la realidad convencional, que condujeron a una
ulterior división tibetana de la tradición en las subescuelas
"Yogachara" y "Sautrantika",20 pero las principales líneas
del enfoque Svatantrika son comunes a ambas, e involucran
"una tendencia a reconcebir cuestiones ontológicas tradicio-
nales en la forma epistemológica popularizada por Digntiga
y sus sucesores" (Eckel: 51). De tal modo, no sólo es posi-
ble aplicar inferencia formal a la demostración de la verdad
suprema de que todas las entidades son vacías de existen-
cia sustancial, sino también cuestiones de verdad conven-
cional se verían enmarcadas básicamente en términos de
conceptos y temas que habían pasado a un primer plano
en la tradición pramtilJa, tales como la naturaleza y tipos
de autoridad, la momentaneidad, la eficiencia causal, uni-
versales y particulares, etc. Más aún, muchos Svatantrikas
no se ocuparon únicamente de la crítica de otras escuelas,
sino también -muy en el espíritu de Dharmakirti- del es-
tablecimiento positivo de una variedad de ideas filosóficas
y religiosas budistas, esto es, de probar la verdad del Bu-
dismo con argumentos racionales. 21 Cualquiera que haya
sido su éxito o fracaso en armonizar dos tendencias del pen-
samiento budista tan fundamentalmente contrastantes, el
punto importante sigue siendo que los Svatantrikas se es-
forzaron por lograrlo, y así, implícitamente, aceptaron que
deconstrucción y fundacionalismo eran modos de acercarse
al conocimiento y al mundo que no se oponían en lo esen-
cial.
Durante los siglos XIII y XIV el Budismo desapareció en
la India, pero no antes de que la mayoría de sus sistemas de
teoría y praxis, surgidos en su última época, hubieran sido
trasplantados al Tibet. Por ende, la Escuela Madhyamaka
Svatantrika ejerció gran influencia en la formación de las ac-
titudes filosóficas tibetanas, particularmente en el período
temprano de difusión del Budismo, durante los siglos VIII
y IX. Durante el ulterior período de difusión del Budismo,
87
a partir del siglo XI en adelante, los tibetanos, en forma
creciente -aunque no exclusivamente- tendieron a consi-
derarse a sí mismos Prasangikas más que Madhyamikas
Svatantrikas. Sin embargo, esto no significó un abandono de
las preocupaciones epistemológicas de los Svatantrikas. El
estudio del Madhyamaka y de los pramalJa se desarrolló si-
multáneamente en los linajes tibetanos, y sus líneas de des-
arrollo tendieron a converger,22 al punto de que, en Tsong
kha pa, el fundador de los dGe lugs en el siglo Xv, ellas
se fusionaron en una sola empresa intelectual. Dicha em-
presa es nominalmente Prasangika, y por tanto técnica-
mente evita definir la verdad convencional en términos de-
rivados de la tradición pramalJa. De hecho, con todo, la
descripción dGe lugs de la realidad convencional tiene sus
raíces precisamente en aquella tradición. El estudio de las
obras de Dignaga y particularmente de las de Dharmakirti
es piedra angular del entrenamiento filosófico de los dGe
lugs, casi tan importante como el estudio del mismo Mad-
hyamaka. Éste es de hecho el caso de todas las principales
escuelas tibetanas. Entre ellas podrán estar en desacuerdo
respecto de la fuerza de la conexión entre el conocimiento
convencional y el supremo, y, por tanto, respecto de la im-
portancia de la racionalidad para la soteriología -hasta ese
punto se les puede caracterizar como más o menos de-
constructivas o fundacionalistas-23 pero todas ellas coinci-
den en que cualquier ontología sustancialista debe ser en
último término deconstruida y que existen fundamentos se-
guros disponibles para el establecimiento de objetos y mo-
dos de conocimiento convencionales. Así, todos sus progra-
mas monásticos incluyen el estudio de ambos, Nagarjuna y
Dharmaklrti.
Al menos una línea muy importante del pensamiento bu-
dista, que se inició en la India y se extendió al Tibet, in-
tentó en forma explícita equilibrar las tendencias contra-
rias de la tradición hacia la deconstrucción y el fundacio-
88
nalismo. AquÍ no nos corresponde determinar si el resul-
tado fue la armonía sublime de los polos fundamentales del
pensamiento filosófico o un intento de "comerse el pastel
y quedarse con él"; lo que es importante es simplemente
el hecho de que un gran segmento de la tradición filosófica
budista vio la necesidad de ambos, deconstrucción y funda-
cionalismo, y la consecuente necesidad de incluir a ambos
en cualquier empresa intelectual seria.
89
Dharmakirti, éste es el marco en el que se centró nuestra
atención.) Dicho marco se encuentra rodeado y eliminado
por un marco más amplio que encierra, de alguna u otra
manera, la deconstrucción última de aquellas convenciona-
lidades. (Éste es nuestro enfoque en el caso de, por ejem-
plo, Nagarjuna.) No obstante, este marco deconstructivo se
encuentra a su vez rodeado por el marco aún más amplio,
débilmente fundacionalista, de los valores budistas esencia-
les, que estructuran la empresa misma de distinguir entre lo
convencional y lo supremo. Es posible que esta metáfora de
los marcos parezca implicar que el Budismo es, en el análisis
final, un tipo de fundacionalismo, si bien uno "débil", pero
este marco fundacionalista, "el más externo", está sujeto
también a una deconstrucción ulterior. Podemos imaginar
este marco más externo corroído por el elemento decons-
tructivo en su interior, o podemos imaginárnoslo rodeado
aún por otro marco deconstructivo.
Independientemente de qué metáfora empleemos, la re-
lación entre la deconstrucción y el fundacionalismo en el
Budismo no es estática, y ninguna de ambas tendencias
puede finalmente excluir o descartar a la otra. Cualquier
afirmación fundacionalista está sujeta a deconstrucción
última desde una variedad de puntos de vista: la ausencia de
sustancia, vaciedad, sólo-la-mente, etc. A la inversa, cual-
quier deconstrucción presupone que algunas convencio-
nalidades tienen suficiente fundamento en la realidad, de
modo que ambos, el mundo ordinario y la empresa decons-
tructiva misma, puedan tener algún sentido. Dichos funda-
mentos están a su vez abiertos a ulterior deconstrucción,
pero la deconstrucción de ellos a su vez implica ciertos fun-
damentos convencionales que a su vez pueden ser decons-
truidos y así sucesivamente ad infinitum. Parecería que el
Budismo desemboca en una dialéctica aporética de abo-
lición sin fin que sólo conducirá a la frustración filosófica
y espiritual. Sin embargo, es muy posible que la verdadera
90
fuente de frustración filosófica y espiritual sea justamente
la actitud que buscaría finalmente resolver la polaridad de-
construcción-fundacionalismo favoreciendo a una o a otra.
Desde el punto de vista budista, esto sería una caída en
un extremo o el otro -y debemos recordar que una de las
metáforas más fundamentales del Budismo es aquella de
optar por el medio entre los extremos, ya sea de hedonismo
y ascetismo, eternalismo y aniquilación, o simplemente en-
tre "es" y "no es". El budista espiritualmente ágil camina
sobre una cuerda difícil, equilibrando dos verdades, soste-
niendo una vara con un peso deconstructivo en un extremo
y uno fundacionalista en el otro, sabiendo que, si su equili-
brio se pierde, la caída será muy larga.24 Mientras ambas, sin
embargo, estén bajo su control, pasar será posible y la meta
-que no es meta, pero es una meta, con todo- podrá ser
a1canzada. 25
Notas
1 Ver Wright (36-38) y Ch'en (68-69) para una discusión sobre el tema.
2 Debo muchas de las ideas vertidas en varios de los párrafos a continuación a Rony
(1979), quien me sugirió por primera vez la polaridad deconstrucci6n-fundacionalismo.
3 Ver Derrida, para la exposición clásica acerca de la deconstrucción.
4 En esas discusiones (particularmente en Sosa, 1980a y 1980b), al fundacionalismo
se le compara más frecuentemente con el coherentismo. O bien, se le puede comparar
con el pragmatismo (como en RODY, 1982), aunque Culler (153-156) insiste en que la
deconstrucción no debe ser identificada oon el pragmatismo.
5 Magliola: parte 3. Se debe observar que Magliola (89) coincide en que "las
formas dominantes del Budismo... son logocéntricas en el semido Derrideano" ~ que es
fundamentalmente en NagaIjuna yen el Zen en donde él encuentra un "Camino del
Medio, (un) Sendero del En Medio (que)sigue la huella Denideana y va 'más allá de Derrida'
en cuanto frecuenta 'el pensamiento que no ha sido escuchado' y. .. pennite la reinstalación
de lo logocénlrico también". (81).
6 La cuestión sobre si el Budismo admite un "absoluto" ha sido muy discutida.
Debe recordarse que el ténnino "absoluto" es un término occidental y que su presencia o
ausencia en el Budismo dependerá en gran medida de la manera en que sea delinido. Un
"absoluto", ¿es una entidad metafísica, una esencia inmutable? O bien, ¿es simplemente
91
un "principio limitativo" de algún tipo? De ser esto último, entonces probablemente
ninguna tradición budista carece de un a~Iuto. De ser lo pñmero, creo que puede
sostenerse que una mayoña significativa, si no predominante, de las tradiciones budistas
está comprometida, al menos en el nivel retórico, con el no absolutismo.
7 Este mismo problema surge con frecuencia en discusiones sobre si el pensamiento
de Nagarjuna puede realmente ser llamado "filosofía" -particularmente si se tiene
en cuenta que el mismo Nagarjuna (en el Vigraharyiivartanf, 29) insiste en que él no
tiene una "tesis" (pra/ijña) que proponer. Los comentadores de Nagarjuna no han
llegado a un acuerdo sobre cuán literalmente debe entenderse esto. Como ocurre con
la deconstrucción, se puede por lo menor argüir que la "posición de no tener ninguna
posición" requiere de una cierta perspectiva y de un conjunto de supuestos, por lo que
de alglín modo es una posición. Véase Thunnan (161 y siguientes), para una reciente e
interesante discusión al respecto.
8 El nirviil)a -cosa por lo demás sujeta a discusi6n- es inmutable y por tanto
candidato a ser un "absoluto" del Budismo Primitivo -pero no funciona como fuente
o sustancia del mundo fenoménico; es más bien una alternativa radical al mundo
fenoménico, calificada por características de las que carece el mundo fenoménico-
de ahí que sea sumamente difícil de conceptualizar para aquellos de nosotros cuyo
conocimiento es exclusivamente fenoménico. Ver Jayatilleke (Capítulo VI) para una
discusión sobre este tema.
9 y llegando también a seIVÍr como lo que se ha denominado el "credo" budista,
encontrado en inscripciones en toda la India: ye dhanrra hetuprabhává helU'll /qá'll
/athágato hyavada/ tefá'!l ca yo nirodho evaf!'J vad maháSramaIJa "Thdos los dhannas son
producidos por causas ~I 'Dlthagata ha descrito sus (causas); y lo que es su cesación (él
también lo ha descrito): así habla el gran asceta".
10 Hay de hecho cierta discusión entre los estudiosos sobre si Nagarjuna debe ser
contado entre los mahayanistas -\\3rder y Kalupahana (1986) se destacan sosteniendo
que no debiera- pero esto suscita problemas hermenéuticos y textuales que van más
allá del alcance de este artículo y no afectan el rumbo de nuestra discusión.
11 Para una edición y traducción de las Madhyamakakárikii, ver por ejemplo Inada.
12 Para una edición y traducción de la Vigrahavyávartani, ver por ejemplo
Bhattachal)'a.
13 Para una discusión acerca de algunas de las implicaciones de esta estrofa, ver
Jackson.
14 Para una traducción de esta estrofa, que incluye el importante comentario de
Dharamottara, ver Stcherbatsky (11, 1).
15 El tftulo generalmente es glosado por los comentadores de DharmakIrti como
"Comentario sobre (el tratado de Digniiga acerca de) la Autoridad". El PramiJIJaváruika
no ha sido aún traducido in toto a una lengua occidental. La edición más útil entre las
actualmente accesibles es la de Miyasaka, que incluye el sánscritoyel tibetano en páginas
enfrentadas.
16 Ver, por ejemplo, Stcherbatsky (11, 25-33). De hecho, la inexistencia de sustancia
es considerada como uno de los "dieciséis aspectos de las Cuatro Nobles Verdades", que
deben ser conocidos de acuerdo con varias tradiciones abhidhanna. Específicamente, la
inexistencia de sustancia es uno de los cuatro aspectos del sufrimiento, siendo los otros
tres el sufrimiento, la no permanencia y la vaciedad.
17 Una discusión de esto se encuentra, por ejemplo, en Prama1}avámika, Capítulo
Parárthiinumá/Ja, estrofas 48-71. VerTIllemans (147, nota 17).
18 El capftulo PramiiIJasiddhi del Pramii1}avártlika ha sido traducido in loto pero no
92
publicado por Nagatomi, y parcialmente traducido por Vetter. Una traducción completa
de él, cotejada con el Comentario tibetano de rGyal IShab rje, aparecerá en mi WJry
Buddhism Is True, editado por Wisdom Publications, Londres.
19 Ver, por ejemplo, Pramií1}aviíNtika, capítulo Praty~a, estrofa 320 Y siguientes.
20 Ver, por ejemplo, Sopa y Hopkins (122-145) y López (299-386).
21 Especialmente notable en este sentido fue Shantarakshita, en su TattVaSa'flgraha;
éste ha sido traducido junto con el Comentario de KamalashIla en Jha.
22 Al respecto ver, por ejemplo, van der Kuijp.
23 Desde esta perspectiva, los dGe lugs pas serían los más fuertemente fundaciona-
listas,los rNying ma pas los más deconstructivos, con los Sa skya pas y los bKa 'brgyud pas
en algún lugar intennedJo. No obstante, todos contienen elementos de ambas tendencias.
24 Cabe hacer la observadón de que en muchas tradiciones del Mahayana, un
buddha es definido cognitivamente por su (de él o de ella) habilidad para conocer
simultáneamente todos los fenómenos, los convencionales y los supremos, es decir, las
dos verdades; ésta es una habilidad de la que carecen los seres conscientes, aun los
bodhisattvas de alto nivel: ellos son capaces de conocer sólo una u otra.
25 Una primera versión de este artículo se presentó en un simposio llamado
Pensamiento y Cultura Budistas, gentilmente organizado por el profesor Frank Hoffman
en la Universidad de Montevallo, Alabama, abril de 1988. Quisiera agradecer al Sr.
Patrick Pranke de la Universidad de Michigan por haber articulado para mí por primera
vez la tensión del pensamiento budista que he explorado aquí; a los Drs. John E. Thiel,
Janet Gyatso y Lynn Stephens por sus útiles comentarios y crítica a dicha primera versión;
ya la Dra. Nancy McCagneyy al lector anónimo de JAAR por sus sugerencias en relación
a una versión ulterior.
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94
Un gran emperador budista,
Ashoka
11
Datos cronológicos!
97
326 a.e. (febrero). Alejandro el Grande atraviesa el río
Indo.
326 a.e. (comienzo de julio). Alejandro el Grande
derrota al rajá Poros (según los historiadores griegos y
latinos; Puru o Paurava en sánscrito) en la batalla del río
Hydaspes (actual Jihlum). Poros era el rey más importante
del Penjab (noroeste de la India, alto Indo). Después de su
derrota, Poros, que había combatido valientemente sobre
un elefante de guerra, es restablecido en su trono por
Alejandro el Grande, que da así una muestra más de su
generosidad y sentido político. Esta victoria de Alejandro
el Grande sobre Poros significa el establecimiento de
la hegemonía macedónica sobre el Penjab. Alejandro el
Grande ejerce su autoridad sobre el país a través de rajás
(como Poros y Ambhi) sometidos a su protectorado y
establece guarniciones griegas.
326 a.e. (fin de octubre). Alejandro el Grande inicia su
viaje de regreso bajando, a lo largo del río Indo, hacia el mar
con sus tropas y una poderosa flota que lo seguía por el río.
En su marcha somete a su autoridad los pueblos ribereños
del bajo Indo, organizándolos en satrapías a cuyo frente
pone a griegos (Philippos, Peithon).
323 a.e. (10 de junio). Alejandro el Grande muere. Poco
después comienzan conflictos armados entre los generales
de Alejandro el Grande para repartirse el imperio por él
creado.
322 a.C. (o tal vez dos o tres años antes). Chandragupta -
(en sánscrito; Sandrokottos, Androkottos, según los histo-
riadores griegos y latinos), aconsejado por su preceptor,
el astuto Chiil,lakya o Kau!ilya (autor, según la tradición,
delArthashástra, el más antiguo y notable tratado de política
de la India), derroca al último tiránico y decadente repre-
sentante de la dinastía Nanda que reinaba en Magadha
(en el actual Bihar, noreste de la India) y funda el im-
perio Maurya que ha de realizar la primera unificación
98
de la India y ha de alcanzar momentos de inmenso pode-
río.
A raíz de la muerte de Alejandro el Grande (323 a.e.)
(o tal vez a raíz de su partida de la India en 326 a.C.) las
regiones de la India ocupadas por guarniciones griegas se
sublevan contra éstas. Probablemente Chandragupta fue el
inspirador y el jefe de esa sublevación. 2
321-317 a.e. En 321 a.C., cuando tiene lugar la segunda
repartición del Imperio de Alejandro el Grande por sus
generales en Triparadeisos, no quedan rastros del dominio
macedónico en el bajo Indo. Algunas tropas griegas, sin el
suficiente poderío como para ejercitar un control efectivo
sobre los rajás indios, se mantienen en el alto Indo hasta 317
a.C. en que se retiran del país bajo el mando de Eudemos.
312 a.C. Seleuco· I Nikator, general de Alejandro el
Grande afirma su poderío en Babilonia, creando el Imperio
Seleucida.
306 a.e. Seleuco I Nikator anexa Bactrania, conquistada
por Alejandro y sublevada a su muerte.
305-304 a.e. Seleuco I Nikator invade la India para
recuperar para su imperio las regiones indias conquistadas
por Alejandro el Grande y liberadas a raíz de su muerte.
Pero el imperio Maurya era un enemigo formidable que
disponía de un poderoso ejército. Según los historiadores
griegos y latinos, como Plinio IV; 19 Y Plutarco, Alejandro,
62, el Imperio Maurya contaba con un ejército de 600 000
infantes, 30 000 jinetes, 9 000 elefantes de guerra y una
multitud de carros de combate. N o se conocen detalles del
conflicto entre Seleuco I Nikator y Chandragupta, pero, a
juzgar por el tratado de paz celebrado entre ambos (303
a.C.), su resultado no debe haber favorecido a los griegos o
sus perspectivas no deben haber sido muy halagüeñas para
éstos, ya que Seleuco I Nikator le cedió a Chandragupta
zonas de Paropanisadai (capital Kabul), Aria (capital de
Herat), Gedrosia (capital Makran) y Arachosia (capital
99
Kanllahar) recibiendo en cambio sólo 500 elefantes de
guerra. 3 Además, Seleuco 1 Nikator envía a la corte de
Chandragupta en Pa!aliputra (noroeste de la India) un
embajador, Megasthenes, que escribió un valioso libro,
Til Indiká,4 importante fuente de información para los
escritores griegos y latinos que escribieron sobre la India.
298 a.e. Chandragupta abdica o muere. Le sucede su
hijo Bindusara (conocido por los historiadores griegos por
su epíteto Amitrokhates o Amitrokhades, correspondiente
al sánscrito Amitraghata, "destructor de enemigos"). Pro-
bablemente en 296 a.C. Bindusara recibe a Deimakhos,
también un embajador enviado por Seleuco I Nikator.
280 a.C. Muerte de Seleuco I Nikator. Lo sucede Antioco
I Soter.
272 a.e. Muerte de Bindusara. Lo sucede Ashoka.
261 a.e. Muerte de Antioco I Soter. Lo sucede Antioco
II Theos.
261-260 a.e. Ashoka conquista el reino de Kaliilga en la
costa este de la India, anexándolo al Imperio Maurya.
cirea 250 a.e. Diodotos, gobernador griego de la Bactra-
nia, se independiza del Imperio Seleucida creando el reino
griego de Bactrania que ha de durar, con diversa fortuna,
hasta alrededor de 130 a.C. Se ha conservado una colección
de magníficas monedas acuñadas por los reyes griegos de
Bactrania.
246 a.C. Muerte de Antioco II Theos. Lo sucede Seleuco
II que reina hasta 226 a.C.
232 a.e. Muerte de Ashoka. Lo sucede su nieto Dasha-
ratha que reina hasta 224 (?) a.e.
Ashoka 5
100
cargo de virrey, primero en Taxila, en el noroeste deja In-
dia, y luego en Ujjain, en el oeste. Ambas ciudades, capita-
les de las regiones en que se encuentran ubicadas, eran de
primerísima importancia en el Imperio Maurya Por razoner
estratégicas, comerciales y culturales.
Bindusara, padre de Ashoka, muere en 272 a.c.; la
consagración solemne de Ashoka como nuevo Emperador
del Imperio Maurya sólo tuvo lugar unos tres o cuatro
años más tarde (269-268 a.C.). Se ignora qué sucedió a la
muerte de Bindusara. Las tradiciones budistas y de Ceylán
nos informan que su hermano mayor Suslma le disputó el
trono y que los primeros años de la vida de Ashoka
después de la muerte de su padre estuvieron marcados por
el asesinato que él realizó de casi todos sus hermanos y
hermanas. No creemos que estos relatos sean totalmente
invenciones o fantasías de los monjes budistas en su deseo
de presentarnos a Ashoka, antes de su conversión al
Budismo, como un ser cruel y sanguinario, muy diferente
del ser magnánimo, benevolente y compasiVo en que se
transforma después. Probablemente esas tradiciones son
un recuerdo, aunque exagerado, de los conflictos que
enfrentaron a los hijos y herederos de Bindusara. 7
Ocho años después de haber sido consagrado Emperador
(261-260 a.c.), Ashoka conquista el reino de Kalinga en la
costa oriental de la península India. Era un reino poderoso
que disponía de un fuerte ejército. Fue una guerra cruel
para Kalinga: 100 000 de sus habitantes fueron muertos,
150000 fueron llevados en cautiverio y otros tantos murie-
ron.
Con la conquista de Kalinga, el Imperio dé Ashoka
comprendía toda la India (menos la zona ocupada en el
extremo sur de la península por los reinos de los Cholas y
de los Pal]gyas) y además las zonas cedidas por Seleuco 1
Nikator a Chandragupta en Paropanisadai, Aria, Gedrosia
y Arachosia.
101
No mucho después de la conquista de KaliIiga, Ashoka
se convierte al Budismo. Según la tradición, antes de su
conversión seguía los principios del Brahmanismo y era
devoto de Shiva. Es discutida (y nos parece dudosa) la
tradición según la cual ingresó incluso en la Comunidad de
monjes budistas.
La conversión al Budismo, religión de compasión y
bondad, significó para Ashoka un cambio total, profundo
y sincero en sus sentimientos, pensamientos y actividades.
En el Edicto sobre roca XIII expresa su remordimiento
por todo el sufrimiento y miseria que su conquista del
reino de Kalinga ha originado a sus infelices habitantes.
Ashoka decide no llevar a cabo en el futuro ninguna guerra
de agresión y de conquista y dedicarse únicamente a la
propagación del Dharma (Doctrina) budista, a inculcar en
sus súbditos sus principios de bondad, compasión, respeto
mutuo y tolerancia y a exhortarlos a la realización de buenas
acciones.
Despacha misioneros budistas a diversas regiones de su
Imperio, a los reinos vecinos de los Cholas y PaI)9yas en
el sur de la India, a otros países como Birmania y Ceylán
e incluso a los dominios de Antioco II Theos, rey de Siria
(261-246 a.c.) y Asia Occidental, de Ptolomeo Filadelfo,
rey de Egipto (285-247 a.c.), de Magas, rey de Cirena (285-
258 a.c.), de Antigonas Gonatas, rey de Macedonia (277-
239 a.C.), y de Alejandro II, rey de Epiro (c. 272-240 a.C.),
contemporáneos todos ellos de Ashoka y mencionados por
él en su citado Edicto XIII. De entre estas misiones, aquella
enviada a Ceylán fue presidida por el hermano menor de
Ashoka, llamado Mahendra o Mahinda y, contando con
el apoyo del entonces rey de Ceylán, Tissa (251-211 a.C.)
fue un completo éxito, pues el Budismo se convirtió en la
religión dominante de la isla, situación que perdura hasta
nuestros días.
En 249 a.C. Ashoka realiza una peregrinación solemne
102
a los lugares sagrados del Budismo: el jardín Lumbinl,
Kapilavastu, Sarnath, Sravasti, Bodhi Gaya, Kushlnagara.
No se puede aceptar la tradición que afirma que el Con-
cilio budista de Pataliputra tuvo lugar bajo el reinado de
Ashoka.8
A la conversión de Ashoka al Budismo le debemos tam-
bién la extraordinaria colección de inscripciones que nos
han llegado de él, a las que nos referiremos más en detalle.
De acuerdo con la tradición, Ashoka fue un gran
constructor, pero muy poco es lo que queda de las obras
que hizo construir o esculpir. Los restos más importantes e
interesantes que nos han llegado son unos cuantos capiteles
bien conservados, adornados con animales de un realismo
elegante y vigoroso. 9
ID
Inscripciones de Ashoka 10
103
INDIA EN LA EPOCA DE
ASHOKA
ARIA
TIBET
.RA~PURVA
'~~::~~'j.~~~~G"'RH
Pat.llput,~
MAtlASTHAN
SOPARA
BOMBAY
MAR DE ARABIA
BAHIA DE BENGALA
SATYA
PUTRAS "-"--"
lnscrip. de Ashoka
Ciudades anliguas
•e
Ciudades modernas a
KI~OM(TAOS
,
'
~
,
.~
,
Alfabeto. Las inscripciones de Ashoka utilizan en su
mayoría el alfabeto brahml , con excepción de algunas que
hacen uso del alfabeto karoshñ. No se conoce el origen
del alfabeto brlihml. La mayor parte de los alfabetos de
la India, incluido el devanligañ , utilizado entre otros para
el sánscrito, derivan de él. Fue James Prinsep, funcionario
inglés en la India, el que descifró en 1838 el alfabeto brahml.
En cuanto al alfabeto karoshñ, probablemente deriva de un
antiguo alfabeto oficial arameo, llevado a la India por los
persas en los siglos V Y IV a.C. Fue descifrado por varios
estudiosos, entre ellos el mismo J. Prinsep.
Idiomas. Las inscripciones de Ashoka están escritas en
diversos prácritos, idiomas derivados del sánscrito. El pali,
idioma del único Canon completo conservado de una secta
del Budismo H¡nayana, es un idioma prácrito, que presenta
grandes similitudes con el idioma de las inscripciones
encontradas en Gimar (en la costa noroeste de la India).
Los prácritos eran los idiomas en uso en la gran masa del
pueblo indio de esa época. Cada inscripción está escrita en
el prácrito correspondiente a la región en que fue publicada.
Gracias a estas inscripciones tenernos un panorama de la
situación lingüística de la India de la época de Ashoka.
105
tivos y de órganos de administración en diversos niveles. Las
inscripciones mencionan comunidades religiosas o perso-
nas dedicadas a la vida religiosa de la época (ajlvikas, bu-
distas, nigranthas Uainas], brahmanes, shramanes), países,
naciones y pueblos que formaban parte del Imperio de
Ashoka o eran conocidos por él (Satyaputras, Keralaputras,
Cholas, Andhras en el sur de la península; Rash{rikas, Bho-
jas, Kalingas, Gandharas, Kambojas, limas: "griegos" etc.),
regiones y ciudades (Ceylán, Pa(aliputra, Lumbinl, Taksha-
shi/a: "Taxila", Ujjayinl, Sambodhi: "Bodhi Gaya" etc.), yre-
yes griegos contemporáneos de Ashoka, cuyos nombres ya
hemos indicado anteriormente. Nos informan sobre acon-
tecimientos importantes del reinado de Ashoka con sus res-
pectivas fechas (guerra de Kalinga, misiones al extranjero,
peregrinaciones del rey, etc.). Nos reseñan medidas toma-
das por el rey en el campo administrativo, religioso y de
bienestar social (refugios, pozos a lo largo de los caminos
para hombres y animales, reparto de yerbas medicinales,
etc.). Gracias a ellas sabemos la preocupación del rey por
la difusión de la doctrina budista, por el bienestar y felici-
dad del pueblo, por la armonía entre las sectas religiosas y
en el seno de la Comunidad budista, por la administración
imparcial de la justicia penal, por una política pacifista con
los pueblos limítrofes, etc. Finalmente nos dan a conocer
cuáles eran las virtudes budistas que el rey quería inculcar
en sus súbditos y nos permiten formarnos una imagen de su
personalidad.
106
condicionados de todo lo que existe, etc. A Ashoka lo que le
interesa es sólo el contenido ético de la doctrina predicada
por Buda. Una y otra vez menciona en sus proclamas, en su
afán de inculcárselas a sus súbditos, las virtudes que Buda
exaltó en sus prédicas y diálogos: la no violencia, la piedad
y la compasión frente a todos los seres, el trato suave de
esclavos y servidores, el abstenerse de hacer sufrir a los ani-
males; el respeto del padre, de la madre, de las personas
mayores de edad; la generosidad y la liberalidad con ami-
gos, familiares y personas dedicadas a la vida religiosa; la
lealtad para con los amigos; la moderación en la posesión
de bienes y en los gastos, etc. A los miembros de las sectas
religiosas les recomienda el autodominio, el control de sus
palabras, el abstenerse de alabar a su propia secta y criti-
car a las otras, el escuchar las doctrinas de los demás para
aprender algo nuevo, no provocar disensiones en el seno de
la propia comunidad, la pureza de corazón, la gratitud por
las liberalidades recibidas, etc.
Hay que tener presente que muchas de las virtudes
exaltadas por Ashoka no son exclusivas del Budismo,
forman parte del patrimonio común de la mayoría de las
sectas religiosas de la India. '
IV
La personalidad de Ashoka
107
rica de la personalidad de Ashoka, sin que se pretenda
con ello que ésta sea exhaustiva. Si dijimos que Ashoka
fue uno de los gobernantes más importantes de la historia
universal, porque durante 40 años fue monarca de un vasto
Imperio, fuerte y sabiamente organizado, podemos agregar
ahora que también merece un sitio de honor en la historia
universal por su calidad humana.
El punto crucial de la vida de'Ashoka fue su conversión
al Budismo. Ashoka vivió intensamente esa experiencia y
desde entonces quiso actuar y actuó como gobernante bajo
la inspiración de las admirables enseñanzas éticas de Buda.
A su política externa Ashoka le dio un contenido
moral: la doctrina de la no violencia enseñada por Buda.
Después de la conquista de Kalii1ga y del descubrimiento
de todo el sufrimiento y la miseria que acarrean las
guerras y las conquistas, Ashoka renunció a la política
de agresión y anexión de nuevos territorios; mantuvo
relaciones pacíficas con los pueblos limítrofes de su Imperio
y sólo se esforzó por difundir la doctrina de Buda.
Asimismo, fue en los principios budistas que Ashoka.se
inspiró en lo relativo a su política interna, la administración
de su vasto Imperio. En el Edicto VI sobre roca proclama
que no hay nada superior al bienestar de todo el pueblo
y que esforzarse por realizar ese bienestar es su deber,
una deuda que él tiene que cancelar. Tal vez nada mejor
sintetiza su filosofía política que las hermosas palabras que
aparecen en diversos edictos: "todos los hombres son mis
hijos". Fiel a la meta que se propone dicta normas para el
bien de todos, hombres y animales: prohíbe la realización
de sacrificios de seres vivos; ordena traer y plantar yerbas
medicinales para hombres y animales; dispone que se caven
pozos y se planten árboles a lo largo de los caminos
para alivio de caminantes y animales; designa funcionarios
especiales para que se preocupen de velar por los desvalidos
y ancianos, etc. Ashoka no se limita a procurar el bienestar
108
de sus súbditos en esta vida; pretende también contribuir
a su bienestar en la próxima. Y es con ese fin que difunde
las enseñanzas de Buda entre sus súbditos, les inculca las
virtudes por él predicadas, les recomienda que realicen
obras meritorias -todo ello como medio de garantizar un
destino bueno post-mortem.
Uno de los rasgos más notables de la personalidad de
Ashoka es el celo, el empeño, la energía que puso al servicio
de sus altos ideales. Sus inscripciones difundidas sobre
toda la extensión de su vasto Imperio, sus misiones a las
regiones apartadas sometidas a su dominio y al extranjero,
las recomendaciones y consejos que sin cesar imparte a
sus súbditos y funcionarios, las normas que dicta, son
testimonio de lo anterior. En el citado Edicto VI, Ashoka
declara que para conseguir el bienestar de su pueblo él
dispone de dos medios: esforzarse y despachar los asuntos
de gobierno; y también nos informa que ha dado orden a
sus funcionarios de que le comuniquen "todos los asuntos
que sea necesario resolver, en cualquier momento, ya sea
que esté comiendo o reposando o paseando.
Ser monarca de un poderoso reino no le impide a Ashoka
reconocer sus errores. Con sinceridad que lo honra confiesa
en uno de los Edictos menores que en los últimos dos años
y medio no ha mostrado gran celo, pero que en lo sucesivo
será diferente; y en el Edicto XIII sobre roca hace público
su arrepentimiento y remordimiento por el sufrimiento que
causó a KaliIiga.
109
Kandahiir en el actual Afganistán, e inmediatamente puso
ese hecho en conocimiento del Director de la Sociedad
de Historia de dicho país, el cual a su vez informó a
las autoridades afganas y a varias misiones arqueológicas
occidentales que trabajaban en esa zona. Se trataba de una
inscripción bilingüe greco-aramea.
El Istituto Italiano per il Medio ed Estremo Oriente (Roma)
publicó poco después un folleto que contenía la inscripción
bilingüe con traducciones al italiano y estudios del Prof.
G. Pugliese Carratelli para la parte griega y del Prof.
G. Levi della Vida para la parte aramea, y además un
prefacio del Prof. G. Tucci y una introducción general del
Dr. U. Scerrato, Consejero del Museo de Kiibul. A su
vez la Société Asiatique (París) incluyó en su Journal la
inscripción bilingüe con traducciones al francés y estudios
de los Profesores D. Schlumberger y L. Robert para la
parte griega y del Prof. A. Dupont-Sommer para la parte
aramea, y además un estudio del Prof. E. Benveniste sobre
las palabras iranias contenidas en la inscripción.
La inscripción bilingüe greco-aramea ocupa una super-
ficie trapezoidal de 55 cm de altura por 50 cm en base y
45 cm en lo alto sobre una roca de 2.50 m de largo por
1 m de ancho. La parte griega está arriba; la parte aramea,
abajo. La inscripción griega comprende 13 líneas y media
y su texto está bien conservado salvo algunas breves lagu-
nas. Las letras son netas, simples, claramente separadas, en
estilo severo sin ornamentos superfluos; las entrelíneas son
amplias. Esta inscripción es un ejemplo del estilo lapidario
helenístico del siglo III a.e.
La inscripción contiene una proclama de carácter moral
del rey Ashoka. No corresponde a ninguna de las inscrip-
ciones conservadas en prácrito, aunque existen en ella ideas
que se presentan también en las inscripciones prácritas.
La lengua es auténticamente griega: predominan las
frases unidas por "y" (kai). No da la impresión de una
110
lengua muerta, burocrática. No es una traducción literal y
servil de un texto original redactado en otro idioma.
La inscripción de 1964. El hallazgo de esta segunda
inscripción fue también casual. Un médico alemán, el Dr.
W. S. Seyring, vio en noviembre de 1963, cerca de Kandahar,
la piedra de 45 cm de alto por 60.50 cm de largo y 12 a 13
cm de espesor, sobre la cual la inscripción estaba grabada.
La compró a su dueño e hizo donación de ella al Museo
de Kiibul. El Museo informó a la Delegación Arqueológica
Francesa de esa zona. Se trataba de una inscripción,
incompleta, en griego, de 22 líneas que contiene, como la
inscripción de 1958, una proclama de carácter moral del rey
Ashoka. Corresponde al fin del Edicto XII sobre roca y al
comienzo del Edicto XIII sobre roca de las inscripciones de
Ashoka en lenguas prácritas.
Poco después el Prof. D. Schlumberger comunicó a
la Académie des Inscriptions el Belles Lettres el notable
hallazgo. En la misma sesión en que el Prof. Schlumberger
hizo su comunicación, los Profesores L. Renou, L. Robert y
P. Chantraine comentaron ese descubrimiento de la nueva
inscripción y señalaron la importancia del mismo.
Las letras en que está escrita esta segunda inscripción
presentan las mismas características que las de la pri-
mera inscripción mencionada y son asimismo un ejem-
plo del estilo lapidario del mundo helenístico del siglo III
a.C.
En cuanto a la lengua, se trata igualmente de griego nor-
mal; en esta inscripción abundan las palabras y expresiones
tomadas de la tradición literaria y filosófica griega. Tampoco
da la impresión de una lengua fuera de uso, artificialmente
mantenida para determinados fines; no es una traducción
servil de otro texto. Como dice el Prof. L. Robert, esta ins-
cripción es una "presentación a la griega de la doctrina de
Ashoka".
111
Observaciones generales
112
abstiene de los seres viVOS 15 Y(también) los otros hombres, y todos los
cazadores y pescadores del rey han dejado de cazar, y aquellos que
no tenían autocontrol (akratés) han desistido según sus fuerzas de la
falta de autocontrol (akrasfa), y (se han vuelto) obedientes para con
su padre y madre y personas mayores contrariamente a antes, y en
lo sucesivo actuando así vivirán en todo de manera más provechosa
y mejor.
113
y servidores -si alguno de los que hacían esto murió y fue conducido
al exilio-los demás consideran esto como algo sin importancia, pero
el rey por esas cosas se atligió enormemente. Y que en los otros
pueblos hay ...
VI
Notas
1 ce. H. Bengtson, Griechische Geschichl.e, Van den Anfüngen bis in die romische
Kaiserzeit, München, 1977 (Beck); L. de la Vallée Poussin, L'Inde aux lemps des Mauryos,
PalÍs, 1930 (Ed. de Boccard); P. Jouget, L 'Impérialisme Macédonicn ctl'HclMnisation de
1'000ent, Pañs, 1961 (Albin Michel); H.G. Rawlinson, Baetria, From the earliest times lO
the extinction ofBactric.greek rule in Penjab, reimpresión india, Varanasi, 1978 (Bharatiya
Publishing House); v.A. Smith, The early History 01India, Oxford, 1962 (Oxford University
Press); v.A. Smith, The Oxford History o[ India, üxford, 1920 (Oxford University Press);
w.w. 'lam, The Greeks in Bactria and India, Cambridge, 1966 (Cambridge University
Press); The History and Cullure ofthe Indian People, VoL 11, The age ofthe Imperial Unity,
Bombay, 1960 (Bharatiya Vidya Bhavan); The Cambridge History of Indio, voL 1, Andent
India, Delhi, 1962 (S. Chand & Co.): reimpresión india; E. Will, C. Mossé, P. Goukowsky,
Le monde grec el l'Orien! 11, Le IV siecle el l'époque hellénistique, Patis, 1975 (Presses
Universitaires de France).
2 Las fechas que damos en el texto para la ascensión de Chandragupta al trono de
Magadha son las tradicionalmente aceptadas. Pero FiIliozat, en L. Renou y J. Filliozat,
114
L'Inde Classique, Manuel des érudes indimnes 1, París, 1947 (payoI), págs. 212-213 y "La
date de l'avénement de Candragupta mi de Magadha (313 avant. J.C.)", en Jouma/
des SavanlS, juillet-septembre, 1978, ha propuesto la siguiente cronología que modifica
notablemente la anterior, basándose en un estudio ajustado de los textos clásicos:
- junio 323 -muerte de Alejandro.
- hasta alrededor de 315 -acción de Chandragupta contra los prefectos de Alejandro
en la India, después contra la dinastía Nanda en Magadha.
- 313 -ascensión de Chandragupta al trono de Magadha.
3 Existen opiniones divergentes en relación a la existencia de los territorios cedidos
por Seleuco 1 Nikator a Chandragupta. La mayor parte de los autores considera que
Seleuco cedió a su rival las satrapías de Paropanisadai, Aria, Gedrosia y Arachosia
en su integridad. a. las obras citadas en las notas 1 y 4 de este artículo: P. Jouget,
pág. 175; V. A. Smilh, Ihe early History of India, pág. 74, Ihe Oxford History of India,
págs. 125 y 158-160; The History and Culture olthe Indian People, vol. II, pág. 60; The
Cambridge History 01 India, vol. 1, pág. 388; y, además, R. K. MookeIji, Candragupta-
Maurya andhis times, Delhi, 1966 (Motilal Banarsidass), págs. 36-37; A. Bouché-Leclercq,
Histoire des Séleucides, Pañs, 1913-1914, 1, pág. 29. Contrariamente, otros autores
consideran que la cesi6n s610 se refiri6 a las zonas adyacentes al ño Indo, habitadas por
poblaciones de cultura india. Cf. w.w. 'lllm, op. ciL, pág. lOO, Y además Józef Wolski,
"Der Zusammenbruch der Seleukidenherrschaft im lran im 3. Jahrhundert V. Chr.",
en Hellenismus in Mittelasien, herausgegeben von F. Altheim und J. Rehork, Darmstadt,
1969 (Wisscnschaftliche Buchgesellschaft), pág. 197; A. von Gutschmid, Geschichte Irans,
Tübingen, 1888, pág. 24, YJ. Beloch, Griechische Geschichte IV, 1, Berlín, 1925, pág. 142,
estos dos últimos según cita de J. Wolski.
4 Megasthenes Indica, fragmenta collegi~ commentationem et indices addidit. EA.
Schwanbeck, Amsterdam, 1966 (A.M. Hakkert). Reimpresión de la edición de 1846.
ce. H.G. Rawlinson, Intercourse between India and /he westem world, Nueva York, 1971
(Oclagon Books), 20. edición, págs. 33-68.
5 Para una exposición amplia sobre Ashoka ver: L de la Vallée Poussin, op. ciL;
E. Lamotte, Histoire du Bouddhisme indien, Louvain, 1958 (Bibliotheque du Muséon),
págs. 244-283; R. MookeIji, Asoka, Delhi, 1972; K. A. Nilakanta Sastri,Age olthe Nandas
and Mauryas, Delhi, 1967 (Motilal Banarsidass); V. A. Smith, The Oxford HistoryolIndia,
anteriormente citada; V. A Smith, The early History 01 India, anteriormente citada; Y.A
Smith, Ashoka, The Buddhist Emperor 01 India, Delhi, 1970 (Tercera reimpresión india);
Romila Thapar, Asoka and the Decline 01 the Mauryas, Oxford, 1961 (Oxford University
Press); The Cambridge History 01 India, anteriormente citada; The Hislory and Culture 01
the Indian People, anteriormente citada. Ver también las introducciones de las ediciones
de las inscripciones de E. Hultzsch, J. Bloch, G. Srinivasa Murti y Amulayachandra Sen
señaladas más adelante. Y D. A Scott, '~hokan Missionary Expansion or Buddhism
among Ihe Greeks" en Reügion 15 (1985), pp. 131-141.
6 El verdadero nombre de este rey era Priyadorshin. Ashoka o Dharmilshoka es sin
duda el nombre que tomó cuando se convirtió al Budismo. Es más conocido bajo este
segundo nombre.
7 Los conflictos, más o menos sanguinarios, entre los herederos de un imperio no son
cosa insólita. Recordemos las guerras que enfrentaron a los hijos del emperador mogol
Shah Jahan. Ce. J. Sarkar, History 01 Aurangzeb, vols. I y 11, Nueva Delhi, 1973 (Orient
Longman).
8 A. Bareau, Les premkrs conciles bouddhiques, París, 1955 (p.U.F.), págs. 88-92,
. considera que el Concilio de P.ii!aliputra tuvo lugar después del reinado de Ashoka.
115
9 Ver H. Goetz, Inde, Cinq milMnaires d'art, París, 1950 (Albin Michel), págs. 38-39;
R Winstedt, IndianArt, Londres, 1966 (Sidgwick and Jackson), págs. 63-67.
10 Ediciones: 1. E. Senan: Les insaiptions de Piyadasi, 1, París, 1881, 11, París,
1886. 'll'aducción inglesa de O.A Grierson en Indian Antiqumy XVII-XXI. 'lexto,
traducción, introducción. 2 A CUnningham, Inscriptions of Asolea, Catcutta, 1877.
3. AC. Woolner, Asoka, Text and Glossary, Calcuta, 1924 (penjab University). 4. J.
Bloch, Les Inscriptions d'Asoka, París, 1950 (Les Belles Lettres). Thxto, traducción e
introducción. Edición muy manuable. 5. G. Srinivasa Muni y AN. Krishna Aiyan-
gar, Edicts o[ As'oka (Priyadars'in), Madras, 1951 (1be Adyar Ubrary). lexto, tra-
ducción e introducción. 6. Amalyachandra Sen, Asolea's Edicts. Calcuta, 1956 (Ibe Insti-
tute of Indology). Thxto, traducción y (excelente) introducción. 7. Dines Chandra\ Sir-
car, Select Inscriptions, vol. 1, 2a edición, CalcUla, 1965 (University oC Calcutta). 8.
F. Hultzsch, Inscriptions of Asoka, en Corpus Inscriptionum Indicarum, vol 1, Delhi,
1969 (Indological Book House). Reimpresión de la edición original de 1925. Thxto,
traducción e introducción. La edición standard. 9. U. Schneider, Die grossen Felsen-
Edikte Asokas, Wiesbaden, 1978 (Freiburger Beitrage zur Indologie) y la reseña por
e. Caillat en Indo-Iranian Joumal 27 (1984), pp. 133-140. a. e. Caillat, "État des
recherches sur les inscriptions d' Asoka", en Bulletin d'Etudes Indiennes, 1 (1983).
11 Para el presente trabajo sobre las inscripciones griegas hemos podido disponer
de tos siguientes estudios: Inscripción de 1958: G. Pugliese Carratelli, G. Levi della Vida,
G. Thcci y U. Scerrato, Un edilto bilingue grecoaramaico di Asoka, Roma, 1958 (ISMEO);
D. Schlumberger, 1... Robert, A Dupont-Sommer, E. Benveniste, "Une bilingue greco-
araméenne d'Asoka", en Joumal Asiatique, 1958, págs. 1-48. Inscripción de 1963: D.
Schlumberger, "Une nouvelle inscription grecque d' A~ka", en Comptes rendues de
l'Académie des Inscriptions et Belles Lettres, Pans, 1964, págs. 126-140; K.R. Norman,
"Notes on the Greek version of As'oka's twel[th and thirteenth rock edicts", en ¡oumal o[
theRoyalAsiatic Society, 1972, págs. 111-118; E. Benveniste, "Edits d'Asoka en traduction
grecque", enJoumal Asiatique, 1964, págs. 137-157; A Christol, "Les édits grecs d'.Asokaj
probl~mes de traduction", en Lalies, Actes des sessrons de linguistique et de lilttrature J,
Pans, 1980. Ver también A bilingual Greco-Aramaic Emct Uy Asoka, (ISMEO) 1964, que
es la traducción inglesa de la primera obra citada en esta nota, aumentada.
12 Probablemente a partir de la coronación, o sea 259-258 a.e. .
13 Priyadorshin, en sánscrito; en prácrito la fOIma más difundida es Piyadassi. Como
ya lo indicamos, Priyadarshin era el nombre originario del rey Ashoka.
14 Sin duda el original indio tenfa la palabra prácrita dhamma, equivalente al
sánscrito dhanna. Dhanna es el conjunto de nonnas, especialmente de carácter moral,
a que debe &Qmeterse el hombre. En el Budismo el téImino dharma significa también la
doctrina predicada por Buda. Debemos entender por eus¿beia, de la traducción griega,
no tanto la piedad hacia los dioses cuanto el respeto para con el prójimo.
15 Abstinencia de carne como alimento (vegetarianismo), supresión de los sacrificios
de seres vivos.
16 A los miembros de las otras sectas. Thda esta inscripción XII está dirigida a las
sectas.
17 Probablemente a partir de la coronación, o sea 261-260 a.e.
18 Miembros de la casta más alta del Hinduismo, a quienes correspondía la
realización de las ceremonias religiosas y la conseIVación y transmisión del saber
tradicional.
19 Mendicantes errantes.
20 Senúan como un deber.
116
Las Sagradas Escrituras
del Budismo*
Cómo se constituyó el Canon sagrado
Sylvain Lévi
119
tanto para uso de los religiosos como de las religiosas;
por este hecho el Vinaya es doble (ubhatovinaya); cada
epígrafe aparece en él dos veces, del lado de los hombres
y del lado de las mujeres. Las secciones son en total
cinco: Piítimokkha, Mahiívagga, Cullavagga, Suttavibhaliga,
Pariviíra. EIPiítimokkha, destinado a ser leído públicamente
los días periódicos de confesión, no es mucho más que
una lista de pecados con sus sanciones correspondientes.
El Mahiívagga y el Cullavagga dan el código detallado de
las obligaciones, tanto las diarias como las accidentales;
cada prescripción es introducida por el relato de un
acontecimiento que la origina y la justifica. Encontramos
aquí un amplio despliegue narrativo: una biografía parcial
de Buda abre el Mahiívagga; el Cullavaga concluye con
el relato de los concilios que tuvieron lugar después de
la muerte· de Buda. El Suttavibhmiga es un verdadero
..comentario :de los .artículos ·del Piitimokkha; . cuenta su
origen, interpreta su sentido y discute sus aplicaciones.
El Pariviíra es una especie de "Deuteronomio", revisión y
catecismo a la vez.
120
Nikliya) en la que Ías enseñanzas relativas a epígrafes nu-
merales han sido reunidas y clasificadas por orden de gra-
dación ascendente, del epígrafe Uno al epígrafe Once, en
total nueve mil quinientos cincuenta y siete textos.
A estas cuatro colecciones se agrega aún una quinta,
francamente artificial, que comprende todo aquello que
no ha podido ser ubicado en otra parte, la Colección
Menor (Khuddaka Nikaya); obras atribuidas por su nombre
a discípulos de Buda llegaron incluso a incorporarse aquí sin
escándalo en la "Palabra del Maestro". Los elementos de la
Colección Menor son:
El Khuddakapa!ha, pequeño grupo de textos breves, en
parte incorporados también en otras secciones;
El Dharnrnapada, tesoro de las sentencias de Buda, en
verso;
El Udana, serie de cortos relatos edificantes terminados
... ··cada uno'porunapotegma;
El ltivuttaka, pequeños sermones introducidos por una
fórmula especial [vuttaJ?! hetaJ?!... ];
El Sutta Nipata, admirable colección de textos cierta-
mente antiguos y ya agrupados anteriormente en subcolec-
ciones;
El Virnana vatthu y el Peta vatthu, relatos en verso de
actos, respectivamente buenos o malos, que le valieron a
sus autores, ya el cielo, ya el infierno;
Los Thera gathti, y los Therí gtitha, poemas debidos a
religiosos o religiosas de mérito eminente;
El Jtitaka, ciento cuarenta y siete relatos de existencias
anteriores de Buda;
El Niddesa, comentario de treinta y tres composiciones
del Sutta-Nipata, atribuido a Shariputra;
El Patisarnbhida rnagga, serie de enseñanzas escolásticas
acerca de la vía del conocimiento salvífica;
El Apadana, biografías en verso de hombres y mujeres
que llegaron a la perfección espiritual;
121
El Buddhava'?lsa, historia de la sucesión de los Budas;
El Cariyii pi[aka, relato en verso de existencias anteriores
de Buda.
122
el Kathiivatthu. Varias misiones van a llevar la palabra de
Buda a los confines del imperio, e incluso fuera de él. El hijo
de Ashoka, Mahendra, convierte a Ceilán y lleva allí las Tres
Canastas, hacia el 250 a.C. La tradición oral las preserva
allí con una fidelidad escrupulosa durante dos siglos; pero
los disturbios políticos parecen amenazar, a la larga, su
conservación; hacia el 50 a.C., el rey Vana Gamani reúne
un concilio cingalés que fija por escrito los libros Sagrados.
Desde entonces, las copias piadosamente ejecutadas en los
monasterios aseguran la perpetuidad de los textos.
He hablado hasta aquí sobre cómo el más fiel de los adep-
tos del Canon Pali; monjes o laicos de Ceilán, de Birmania,
de Siam, de Camboya, podrían suscribir sin restricción la
historia del Canon tal como la he trazado. Pero cambiemos
de país y veremos que el dogma también va a cambiar.
123
lagunas de la colección nepalesa, por rica que sea, la han
perjudicado en cuanto a la opinión de los sabios, seducidos
por el bello ordenamiento del Canon Pali; durante largo
tiempo se sintió placer en representar estos textos como
arreglos tardíos de los originales palis, mal comprendidos
por intérpretes ignorantes. Seha señalado, como un defecto
fundamental del Budismo Sánscrito, la ausencia del Vinaya
en esta colección: pero el Mahiivastu se presenta, y no sin
razón, como una parte del Vinaya de los Lokottaravadins
incluidos dentro de la escuela de los Mahii-Siilflghika; se
ha reconocido recientemente que el Divyavadana está for-
mado en gran parte por fragmentos del Vinaya de los
Miila Sarvastivadins. Una crítica imparcial ha además se-
ñalado en otros textos nepaleses recensiones independien-
tes de textos admitidos, por otra parte, en el Canon pali.
·E1Canoli-Tibetano
124
Las cinco secciones siguientes son compilaciones de
sütras: el Sher-phyin, en dieciocho volúmenes, contiene
todas las numerosas recensiones de la Perfección de la
Sabiduría (Prajña Paramita); la más desarrollada equivale
en extensión a cien mil versos (i 100 000 x 32 sílabas!). El
Phal-chen (AvatalflSaka), en seis volúmenes, el Dkon-bftsegs
(Ratnakü{a), en seis volúmenes, el Mymi-'das (NirvalJa), en
dos volúmenes, son colecciones de sütras agrupados por
analogía de doctrina o de tema. La quinta sección, el Mdo
(Sütra), en treinta volúmenes, ha absorbido todos lossütras
que no entraban en los otros tres grupos. Por fin, el Rgyud
(Tantra), en veintidós volúmenes, es la literatura mágica, tan
particularmente apreciada en el Tibet.
Excepto trece sütras, incorporados como un apéndice al
final del primer volumen de la sección Mdo, y que se pre-
sentan ellos mismos como traducidos del pali, los textos del
Kanjur no tienen una correspondencia exacta en el Canon
de la Iglesia cingalesa. La Iglesia cingalesa se presenta como
la heredera de los Ancianos, los Sthavira (en pali, Thera);
su enseñanza no apunta más que a lograr hombres y mu-
jeres de gran perfección espiritual definitivamente arran-
cados del torbellino de las transmigraciones, anclados en
el puente del NirvalJa; son los Arhats. La colección tibe-
tana, como la nepalesa, pretende pertenecer a otra doc-
trina, que se califica de Gran Vehículo (Mahayana). El Gran
Vehículo arranca al hombre que alcanzó la perfección espi-
ritual del NirvalJa, al cual ya ha llegado -de la misma manera
como el Pequeño Vehículo (Hlnayana) lo arrancaba de las
transmigraciones- y lo devuelve, depurado, sublimado, a la
vida activa para realizar la salvación del universo entero.
El Canon Chino
125
más de diez siglos, con una serena imparcialidad, todos los
textos que misioneros, aventureros, peregrinos, le traían de
todas partes; le llegaron de la India, de Ceilán, de Birmania,
del mundo iraní, del mundo turco. Las Tres Canastas de
China lo único que tienen de un Canon es el nombre; todas
las doctrinas han encontrado un lugar allí. Entre el año 518
y el 1737, el Canon de los libros budistas ha sido establecido
al menos doce veces. Hay que agregar aún la colección de
Corea, rica en textos originales tomados de China, que fue
constituida en 1010 y que nos ha sido transmitida en un
ejemplar único, conservado en Japón.
El plan del Canon Chino expresa bien su espíritu;
conserva la división tradicional de las Tres Canastas; pero,
bajo cada una de ellas, abre dos secciones: Mahiiyána y
Hfnayána, el Maháyána en primer lugar. La Canasta de
los Satras del Mahiiyana reproduce en parte las clases del
Kanjur tibetano: Prajñápáramitá, Ratnakara, Avatarrzsaka,
NirválJa; les agrega el Mahásarrznipáta, y abre seguidamente
una serie especial para los satras que han quedado fuera de
estas colecciones; los distribuye en dos grupos, según ellos
hayan sido traducidos varias veces o sólo una.
La Canasta de los Satras del Hfnayána consiste esencial-
mente en cuatro colecciones (Agama) respectivamente de-
nominadas Larga, Mediana, Mezclada, Uno-y-más. Bajo
estas designaciones se reconoce la réplica de los cuatro
Nikiiyas piilis. De hecho, el parecido es sorprendente; aun-
que no se llega a la identidad. Son en gran parte los mismos
textos los que figuran en uno y otro lado; pero la disposición
del conjunto y de los detalles difiere, el desarrollo de los
mismos satras ofrece notables divergencias; por último, las
transcripciones de Ips nombres propios permite adivinar un
original en sánscrito, o en cuasi-sánscrito. ¿Habrá existido,
entonces, en una de las lenguas sagradas de la propia India,
una redacción de estas cuatro Colecciones independiente
del piili, conservado por una tradición autónoma?
126
La Canasta del Vinaya encierra en la sección del Maha-
yana una serie de tratados sobre la disciplina de los Bod.
hisattvas; aquí, ya no más monasterios, ya no más reglas
monásticas; disertaciones filosóficas y morales alejadas del
Vinaya pali, incluso sin relación con él. Pero la sección del
lflnayana no contiene menos de cinco Vinayas emparen-
tados más o menos íntimamente con el Vmaya pali; en-
contramos allí completo el Código monástico de los Dhar-
maguptas, de los Mahlshasakas, de los Maha-Sal11ghikas,
de los Sarvastivadins, y por último, el de aquellos Müla
Sarvastivadins, cuya versión posee también el Kanjur tibe-
tano, y del cual las compilaciones nepalesas han preservado
algunos fragmentos en lengua original. Algunos textos suel-
tos nos informan sobre el Vinaya de otras escuelas más,
los Kashyaplyas, los Sal11matIyas. Se trata claramente, en el
caso de todos estos Vinayas, de redacciones independientes
fundadas en una tradición común, y que se escalonan por el
orden interior, por la composición, por los elementos, entre
el Vinaya un poco seco del pali y el Vinaya casi épico de los
Müla Sarvastivadins.
La Canasta del Abhidharma, en sus dos secciones,
contrasta por su riqueza con la apretada sobriedad del
Abhidharma paJi; allí encontramos, en una imagen fiel,
aunque incompleta, la intensidad de la actividad del pen-
samiento filosófico y de la controversia en las escuelas
del Budismo. Entre los siete tratados canónicos del Abhi-
dharma Hlnayanista, por lo menos dos recuerdan por su
título los correspondientes palis: el Prajñapti-shtistra [Pu-
ggalapaññattij y el Dhatukaya [Dhtitukathaj.
Luego de las Tres Canastas, los chinos admitieron otra
categoría más, análoga al Tanjur tibetano: las obras que se
deben a los grandes maestros de la filosofía budista, ya sea
indios o chinos.
El inventario del Canon budista se vio enriquecido,
hace apenas doce años, por un anexo importante, que
127
sigue enriqueciéndose sin cesar. Las investigaciones y las
excavaciones llevadas a cabo en Asia Central han traído a
la luz originales que parecían irremediablemente perdidos
y traducciones más bien inesperadas. El descubrimiento,
por Dutreuil de Rhins y por Pétrovsky, de las dos mitades
de un Dhammapada escrito en un alfabeto muy antiguo
y redactado en un dialecto sánscrito, abrió la serie de
hallazgos sensacionales; Stein, Grünwedel, von le Coq,
Pelliot han aportado sucesivamente materiales que en su
gran mayoría deben ser aún descifrados. Pero desde ahora
poseemos fragmentos auténticos de este Sa1!lyukta Ágama
sánscrito que la versión china dejaba adivinar, y hasta
tres redacciones sánscritas de este Dhammapada que el
Canon Pali se enorgullecía de haber sido el único en
preservar. Vemos revelarse toda una literatura budista de
versiones turcas, y también en lengua Tokhari, una lengua
desconocida hasta hace muy poco y que viene a agregarse a
la familia de las lenguas indoeuropeas.
Dejamos de estar, entonces, en presencia de un Canon
único, privilegiado, como muchas veces se ha dado en
representar al Canon Palio Ya sea en textos originales,
ya sea en versiones en lenguas muy diversas, conocemos
otros cánones, tan ricos, tan provistos, tan bien ordenados
como el Canon Pali. ¿Cómo elegir entre estas pretensiones
rivales? ¿A quién otorgar el certificado de autenticidad,
reclamado por una y otra parte con igual seguridad?
El idioma paJi
128
rriente, el magadhl. Pero el magadhi nos es conocido por
textos epigráficos, gramáticas y textos literarios. Tiene dos
caracteres fundamentales y salientes: substituye continua-
mente la 1 por la r [laja "rey", en lugar de raja l; el nomi-
nativo masculino singular de las palabras terminadas en a,
que casi siempre termina en o en los dialectos sánscritos,
termina aquÍ en e [deve "el dios", en lugar de devo l. El pali
mantiene la letra r y conserva la flexión en o. No proviene
pues de Magadha. La cuna del piili aún no se ha encontrado;
se ha propuesto Ujjayini, la costa de Guzerate (Uita), la
costa al sur del Orissa (KaliIi.ga); pero Magadha está fuera
de cuestión. Si Buda hablaba el magadhi, el Canon Pali no
podría ser de ninguna manera la expresión directa de sus
enseñanzas.
129
pero nada las impone necesariamente. Los monumentos
budistas, agrupados alrededor del reino de Ashoka (Bhar-
hut, Sanchi), llevan inscripciones votivas o explicativas re-
dactadas en dialectos diferentes del palio
130
las Tres Canastas; un escritor de talento, Ashvaghosha,
presta los recursos de su estilo a las elucubraciones de los
filósofos. Mientras que el Canon Pali permanece durante
largo tiempo confinado en Ceilán, en donde sus poderosos
adversarios (la escuela de los Mahishasakas) lo tienen en
jaque, el Canon Sánscrito de los Sarvastivadins se propaga
por los caminos del Turkestán y de China y los barcos de los
colonos indios van a llevarlo a Indochina y al archipiélago
indio. Otras escuelas, menos prósperas aunque vivaces,
elaboran también, hacia la misma época, su Canon en los
dialectos neosánscritos (prácritos, apabhrarpsha).
131
de boca del propio Maestro". No podía ser de otra
manera. El prestigio personal de Buda, la ambición, el
interés habían traído a la comunidad religiosos de toda
procedencia: ascetas, barberos y barrenderos se codeaban
aquí con príncipes, mercaderes, .filósofos. Devueltos cada
uno a sus tendencias originales luego de la muerte del
jefe, unos y otros trataron con perfecta sinceridad de
acomodar a ellas las enseñanzas recibidas. Contra estas
amenazas de desorden y anarquía, la comunidad budista
tenía una salvaguarda. Cada quince días, los religiosos,
errantes o sedentarios, debían congregarse, escuchar la
recitación de las Reglas fundamentales (Prtitimoksha), y
confesar las infracciones cometidas. La institución de cada
regla se relacionaba, o pretendía relacionarse, con un
incidente real acaecido en tiempos de Buda; el relato
de estos incidentes, la biografía de los personajes que
allí se mezclaban, eran otros tantos temas ofrecidos a la
imaginación y al estilo. Además, la vida del monasterio, que
iba desarrollándose continuamente, proponía así también
continuamente problemas prácticos que había que resolver
en nombre del fundador de la orden. Los monasterios más
ricos, los más frecuentados, creaban así colecciones que
se perpetuaban incrementándose sin cesar. Los religiosos
errantes que circulaban siempre numerosos de monasterio
en monasterio, mantenían en este vasto conjunto una
comunicación constante tendiente a nivelar las diferencias
demasiado acusadas. Reducidos, al haber sido podados, a
sus elementos comunes, los Vinayas de todas las escuelas
se resumen sin esfuerzo en una suerte de arquetipo único,
que no es ya el Vinaya primitivo, sino un promedio de los
Vinayas.
Fuera de las prescripciones monásticas, la invención
literaria de los monjes podía también ejercerse sobre
los recuerdos, reales o legendarios, de las biografías de
Buda. Llevados por los mismos agentes de intercambio, los
132
mejores textos no tardaban en imponerse en todo lugar,
apenas alterados por los accidentes del camino, por el gusto
o por el habla local. A medida que el número de textos
se multiplicaba, se imponía la necesidad de clasificarlos.
Los textos sánscritos y palis han perpetuado el recuerdo de
una de esas antiguas clasificaciones, distribuida en nueve
(paJi) o doce (sánscrito) epígrafes: [sütra, geya, vyakaralJa,
gatha, udana, ityukta, jataka, adbhutadharma, vaipulya (pali:
vedalla) y además, en sánscrito solamente: nidana, avadana,
. upadesha j. El uso clásico ha conservado varias de estas
denominaciones; otras han a tal punto desaparecido, en
el momento de la constitución del Canon, que su sentido
está condenado a permanecer para siempre oscuro. El
mismo Canon nos ha conservado una de las colecciones
que lo han precedido y preparado, la admirable colección
del Sutta Nipata (integralmente en las Tres Canastas del
paJi, atestada pero incompleta en sánscrito); el Sutta Nipata
no es a su vez más c¡~e la reunión de subcolecciones
(que conservaban en el Canon Sánscrito su existencia
autónoma: Arthavarga, ParayalJa, etc.); varios de los textos
recomendados por Ashoka en el Edicto de Bhabra parecen
pertenecer a esta colección. Según testimonio manifiesto
de todos los Cánones, la poesía, o al menos la forma
métrica, fue al principio el aparato indispensable de las
composiciones literarias destinadas a transmitirse. Más
tarde, cuando la prosa creciente encontró en la escritura
un auxiliar demasiado complaciente, fue necesario crear
nuevos marcos. La idea de las cuatro grandes Colecciones
(Nikaya en pali, Agama en sánscrito), fue probablemente
inspirada por la división de los Vedas en cuatro Colecciones
(Samhita); en todo caso, la unidad admitida como principio
de clasificación (tamaño creciente en extensión o en
número) es la misma que van adoptando los diacevastas
de los H!das. Los principios de la clasificación interna de
cada una de las colecciones están todavía por determinar;
133
la disposición varía, ya lo hemos constatado, del pali al
sánscrito.
Observaciones finales
134
más que la confusión de los géneros, un estadio avanzado
del arte o de la técnica. Lo más prudente es la reserva y la
espera. La historia de la India avanza a paso lento, pero con-
tinuo: ya nos ha dado a conocer al San Jerónimo' de las Es-
crituras palis, Buddhaghosa, traductor y comentador fuera
de serie; ahora mismo, saca de la bruma a otra gran figura,
el San Agustín del Canon Sánscrito, Ashvaghosha.
135
Bodhisattva rodeado de e5«t1tu' de itl vida de Buda
Abstracts
137
for instance that of Lama Geshey Ngawang Dhargyey; and
calls the attention to the way how the various strands of
Buddhist thought are harmonized nowadays in the daily
practice of Tibetan sangha members.
138
se constituyó el Canon sagrado. In first place the articIe
examines the contents of the Piili Buddhist Canon, the
Buddhist Scriptures from Nepal, the Tibetan Buddhist
Canon and finally the Chinese Buddhist Canon, pointing
out the relations among them. Then it contains sorne
remarks about the PiiJi language and the date, stages and
form of constitution of the Buddhist Canon.
139
Mahayanavimshika:
La Veintena del Mahayana
de Nagarjuna
Introducción
Los textos
141
En el Canon Budista Chino (Taisho 1576, Nanjio 1308,
cf. HobOgirin, Fascicule Annexe, p. 93) figura un texto
denominado Ta ch'eng éul shi sung lun ("El Tratado de las
Veinte Estrofas del Mahayana"), traducido del sánscrito
al chino por Danapala (en chino: Shih Hu) y atribuido a
NagaIjuna (en chino: Lung Shu) en el colofón de la obra.
Este texto comprende 24 estrofas.
V. Bhattacharya, Mahiiyanavirrs'aka of Nagarjuna. Re-
constructed Sanskrit Text. Tibetan and Chinese Versions with
an English 1/"anslation, Calcutta, 1931 (Visvabharati Book-
Shop), editó las dos traducciones tibetanas y la traducción
china, que acabamos de mencionar, acompañadas de una
reconstrucción sánscrita del texto de la Mahiiyanavil?1shika
a partir de estas tres traducciones y una traducción inglesa.
S. Yamaguchi, "Nagarjuna's Mahayanavirps'aka" en The
Eastern Buddhist, vol.IV; núms. 1-2, pp. 56-72 Ypp. 169-176,
Tokio, 1927, editó también las dos traducciones tibetanas
y la traducción china del texto (pp. 56-72) Y publicó una
traducción inglesa del mismo (pp. 169-176).
R. Uryützu dio una traducción japonesa del sánscrito en
Daijo Butten, Vol. 14, pp. 347-353.
El texto original de la Mahayanavimshikii
142
8-27. Probablemente las estrofas 1-7 pertenecen a otro
tratado y fueron agregadas a Veinte Estrofas por un error
del copista. .
La estrofa 28 del manuscrito de Tucci, que tiene estrofas
correspondientes en las otras versiones (Tibetano 1: 22;
Tibetano 2: 20; Chino: 24), fue probablemente agregada al
texto sánscrito antes de que fuera traducido al tibetano y
al chino y constituye una especie de epílogo sin relación
estrecha con el poema propiamente dicho.
En cuanto a las otras estrofas existentes en las versiones
tibetanas y en la versión china y sin correspondencia en el .
texto sánscrito, es difícil formarse una opinión al respecto.
El autor de la Mahayanavimshika
143
gárjuna, pp. 3-4, opina que, habiendo habido varios Nagar-
juna y por insuficiencia de elementos de juicio, no es posible
determinar cuál de los Nagarjuna es el autor de esta obra.
G. Tucci, Minor Buddhist Texts, 1. p. 200, considera
que no existe ningún argumento sólido para negar que
la Mahliyánavilflshiká fue escrita por el gran Nagarjuna y
que tampoco ninguna razón estilística impide semejante
atribución, pero que, por otra parte, no se puede invocar
ninguna prueba para apoyar en forma definitiva la tesis de
que el gran Nagarjuna es el autor de este tratado.
Chr. Lindtner, Nagarjuniana, p. 12 nota 6, ubica este
tratado entre las obras dudosas, tal vez auténticas de
Nagarjuna.
Nosotros nos adherimos a la opinión de Vaidya, Yama-
guchi y Winternitz y pensamos que la MahliyánavilflShiká
puede ser atribuida al gran Nagarjuna, teniendo en cuenta
que los colofones de los textos sánscrito, tibetanos y chino
la atribuyen a un autor llamado Nagarjuna, que nada en su
contenido doctrinal o en su estilo impide esa atribución y
que los cánones tibetano y chino la ubican entre las obras
del gran Nagarjuna.
Contenido de la obra
144
Estrofa 4. Características de los seres: irreales, puros, de
naturaleza calma, no duales, semejantes a lo Absoluto.
Estrofas 5-6. Naturaleza del error: imaginar que es
sustancia lo que no lo es, creer que todo existe realmente.
Estrofa 7. El infierno y sus sufrimientos son meras
creaciones mentales.
Estrofa 8. Los seres son ilusorios y en tal calidad tienen
sus experiencias. Los destinos en que pueden reencarnarse
son ilusorios, por ser condicionados. (
Estrofa 9. Los necios se asustan de sus propias fals"s
creaciones mentales.
Estrofa 10. Los seres están hundidos en las falsas imagi-
naciones que ellos mismos han producido.
Estrofa 11. El dolor se origina en el hecho de considerar
lo inexistente como existente.
Estrofas 12-13. Actividad benéfica de los Budas. Ex-
presión del deseo de que los seres lleguen al conocimiento
supremo y sean a su vez Budas benefactores.
Estrofas 14-15. Características del mundo: no surge, es
vacío, carece de comienzo, medio y fin. Características del
sal!lsiira (ciclo de reencarnaciones, realidad empírica) y del
nirviilJa: no son sustancias, son puros, invariables, brillantes
en su comienzo, medio y fin.
Estrofa 16. Irrealidad del sa1flSiira: es como un sueño.
Estrofa 17. La esencia de los dharmas (dharmatii) es
similar a una creación mágica.
Estrofa 18. Todo es únicamente mente; de ella surge todo.
Estrofa 19. El nacimiento de los seres es una mera
creación mental. El mundo exterior no existe.
Estrofa 20. Los necios están encadenados en el sa1flSiira
debido al error consistente en pensar que en los seres,
carentes de ser propio, existen el placer y un alma eternos.
Estrofa 21. Sólo el Mahayiina puede ayudar a liberarse
del samsiira.
145
El presente trabajo
Traducción
1
Rindo homenaje a Buda,
cuyo poder es impensable,
cuya mente carece de apegos;
y quien, por compasión,! predicó el dharma
que no puede ser expresado en palabras. 2
2
Los Budas y los seres,
que no surgen con ser propi03
ni se extinguen realmente, 4
son como el espacio, 5
tienen una sola característica común. 6
3
También los samskiiras,7
que no surgen con ser propio
ni en este mundo ni en el otro,
nacidos en dependencia,
son vacíos,
objeto del conocimiento del Omnisciente.8
146
4
Se considera que todos los seres
son, por su naturaleza propia,
semejantes a una imagen reflejada;9
son puros;
su naturaleza propia es calma;
carecen de dualidad;
semejantes a la realidad absoluta. lO
5
La gente del común,
imaginando la naturaleza de titman ll
en lo que no es un titman,
el placer y el sufrimiento,
las intuiciones sobrenaturales,
, todo para ella existe realmente. 12
6
Las seis gatis,13 el saf!'Zstira,14
el svarga,15la suprema felicidad,
el gran sufrimiento en el Naraka,16
la vejez, la enfermedad .. Y
7
Produciendo falsas imaginacionesl8
son atormentados en el Naraka y otros mundos similares.
Son quemados debido sólo a su propia culpa,19
como las cañas por el fuego.
147
8
Los seres, iguales a una ilusión,
gozan con los objetos,
entran en.unagati ilusoria,
cuya naturaleza es el Surgimiento Condicionado.20
9
Como un pintor,
después de pintar él mismo
la imagen muy pavorosa de unyaksha. 21
se asusta,
así se asusta el necio en el samsiira.22
10
Como un muchacho,
haciendo él mismo un lodazal,
se hunde en él,
así los seres están sumergidos
en el lodazal, difícil de ser atravesado,
de las falsas imaginaciones. 23
11
Viendo lo inexistente como existente,
encuentran penosas sensaciones;
así los objetos, que son irreales,
los mortifican con el veneno de la duda. 24
12
Los Budas, benefactores,
con sus mentes firmes en la compasión,
viendo a los seres desprovistos de protección,
los incitan hacia la I1uminación. 25
148
'13
i Ojalá que ellos26 también,
habiendo reunido las condiciones,27
habiendo alcanzado el conocimiento supremo,
liberados de la red de las imaginaciones,
sean Budas, amigos del mundo!
14-15
Aquellos que ven correctamente
el sentido de los seres,:?8
al ver que el mundo no nace y no surge
y consecuentemente que es vacío
y desprovisto de comienzo, medio y fin,
por esa razón ven que el saf!'lSára y el nirvá(la
no son átmans,~
son puros, invariables,
brillantes 30 en su comienzo, medio y fin,
16
El que despierta
no ve el objeto percibido en el sueño;
tampoco ve el salflsára
el que se despierta del sueño del error.3!
17
Cuando el mago,
después de crear la ilusión mágica,
la hace desaparecer,
entonces nada existe:
ésa es la esencia de los dharmas. 32
149
18
Todo esto es sólo mente33
surgido como una ilusión mágica;
de ella surgen las acciones buenas o malas,
de ella surgen las reencarnaciones buenas o malas. 34
19
Así como los hombres imaginan al mundo
también se imaginan a sí mismos,35
pero tampoco ellos han surgido;36
ya que el surgimiento es una imaginación,
no existe objeto externo,31
20
Pensando que existen
el placer y un atman 38 eternos
en los seres que carecen de ser propio,39
los necios vagan en este océano de la existencia40
envueltos por la tiniebla del error.
21
¿Quién, sin subirse al Gran Vehículo,41
cruzará hasta la otra orilla
del gran océano del salflsara 42
lleno del agua de las imaginaciones?43
150
Notas
1 La compasión (karu1)ii, kripii) es una de las virtudes más exaltadas por el Budismo
en todo el curso de su historia. Ver Suttg Nipiito 149,150; Vasubandhu,Abhidharmakosha
111,93 (pp. 545-546 ed. S.D. ShaSlri)y Aryadeva, ChQtu/¡shQtikii estrofa 101 (p. 466 ed. H.
Shastri). Ha sido comparada con la caridad y el amor predicados por el Cristianismo.
2 El carácter inefable de la doctrina (dhamra) predicada por Buda ha sido señalado
por muchos autores budistas. Ver la estrofa citada por Chandrakirti, Prasannapadií, ad
xv, 3.
3 Para la concepción budista no existen sustancias, entidades existentes in se el per se;
sólo existen entidades condicionadas, producto de la confluencia de máltiples dharmas,
que a su vez son condicionados, producto igualmente de la confluencia de otros dhannas.
Y, por aplicación del postulado Madhyamaka de que todo lo condicionado es irreal, el
mundo empfrico es irreal, similar a un espejismo, a un sueño, a un reflejo, etc.
4 Desde el punto de vista de la verdad absoluta no existen nacimiento ni extinción.
Ver estrofa introductoria de Nagarjuna, Madhyamakashiistram.
5 Vacíos, es decir, carentes de ser propio, no-sustancias.
6 Nada distingue a Buda de los otros seres: todos son vacíos y por ende irreales.
7 El término sa'!lSkara designa a todos los seres y cosas de la realidad empírica,
compuestos y condicionados en cuanto que son efecto de la confluencia de mtíltiples
dhannas -y también a los propios dhannas, elementos constitutivos de lo existente,
condicionados en cuanto que ninguno de ellos existe in se etper se sino únicamente como
efecto de otros dhannas.
8 Buda, que conoce la verdadera naturaleza, vacía e irreal, de todo.
9 Irreales.
10 El mundo empírico es irreal y asimismo el nacimiento y la extinción son irreales.
Sólo existe la realidad absoluta, designada con la metáfora ''vaciedad'', "vacío". El mundo
empírico es sólo una captación errónea de esa realidad absoluta. Desdeestepuntodevista
erróneo, el mundo está afectado por impurezas, está sometido al doloryse manifiesta en
ténninos de dualidad; pero desde el punto de vista de la verdad absoll:'ta, en cuanto que
en el fondo el mundo es sólo la realidad absoluta erróneamente captada, yen cuanto que
absoluta, en la realidad no se dan ni impurezas ni dolor ni dualidad (propios todos estos
de la realidad empfrica), el mundo empírico, en su verdadera y auténtica esencia, es puro,
al margen del dolorynodual.
11 .ritman, en el original, significa entre sus mtíItiplessentidos: 1. sustancia en general
y 2 alma, espíritu individual, yo, con las características de ".:ternos e inalterables.
12 Los ignorantes, que no perciben la verdadera naturaleza de las cosas; se imaginan
que el iitman, el placer, etc. existen realmente, cuando en verdad son meras creaciones
mentales, de naturaleza ilusoria, irreal.
13 Los planos de existencia en los cuales puede renacer el hombre en el curso de
sus reencarnaciones. Ellos son: el infierno, el mundo animal, el mundo de los difuntos, el
mundo de los demonios, el mundo de los hombres y el mundo de los dioses.
14 El ciclo de las reencarnaciones, nuestra realidad empírica que se manifiesta en
ese ciclo.
15 El cielo.
16 Nombre de un infierno budista.
17 El final de la estrofa está incompleto. Esta estrofa continl1a el pensamiento de
la anterior: las seisgatis, etc., existen realmente para la gente del coml1n, aunque así no
151
sea verdaderamente. Lindter, Nagarjuniana, p. 12 nota 16, sugiere algunos cambios en el
texto sánscrito siguiendo las traducciones china y tibetanas, de acuerdo con las cuales la
traducción de los dos primeros verSos de esta estrofa sería:
Las seis gatis en el saT[fSiira,
la suprema felicidad en el svarga.
18 El castigo que sufren en el infierno es sólo una falsa creación de su mente, ya que
el infierno es, como todo, algo irreal.
19 Ellos crean con sus erróneas imaginaciones su propio infierno; son así responsa-
bles del mal que sufren, porque por obra de su propio karman continúan sumergidos en
el saT'flSiira y no han alcanzado el conocimiento de la verdadera naturaleza de las cosas,
que pone fin a la errónea actividad de la mente y conduce a la liberación.
20 La condicionalidad, la relatividad yla insustancialidad, expresadas por la palabra
pratitya (sam) utpiida, constituyen la esencia de todos los seres y cosas, incluyendo a lasga-
lis o destinos del ser humano a que se refiere la nota 13.
21 Ser sobrenatural.
22 Los necios se asustan de las creaciones de su propia mente, como la transmi-
gración, los infiernos, el sufrimiento, que sólo tienen una naturaleza ilusoria.
23 Que ellos mismos crean.
24 Los hombres sufren atribuyendo existencia real a objetos que no la tienen, como
las reencarnaciones, los infiernos, ete.; y estos objetos, a pesar de ser irreales, tienen la
capacidad de provocarles sufrimientos al hacerlos dudar de si podrán liberarse de ellos.
25 De acuerdo con el ideal del Mahayana, los seres que han llegado al más alto
grado del peñecdonamiento espiritual, por compasión demoran su propia entrada en el
nirvii1)a para permanecer aliado de los otros hombres y ayudarlos a alcanzar la liberación,
induciéndoles a seguir el camino que ha de lIevar10s a la Iluminación.
26 Las personas del común a quienes los Budas les prestaron su ayuda.
TI Requisitos necesarios para alcanzar la condición de Budas, como son la
liberalidad, la disciplina moral, la paciencia, etc.
28 La verdadera naturaleza de los seres.
29 Sustancias, esencias dotadas de ser propio.
30 Probablemente en el sentido de diáfano, transparente, incapaz de ser objeto de
ninguna percepción. Podría también aludir a la naturaleza pura de todo. Ver nota 10.
31 Sabe que el mundo empírico que percibe es sólo una creación ilusoria y no una
realidad verdadera.
32 La estrofa anterior equipara la realidad empfrica a un sueñoj la presente
considera que la esencia de los dhannas (factores de existencia) es de la naturaleza de
una ilusión.
33 Se podría entender este verso en el sentido de que sólo existe la conciencia,
careciendo de existencia real los objetos del mundo exterior, simple creación de la
mente. La tendencia idealista se hace presente en un cierto número de pasajes de obras
atribuidas a NágáIjuna. Ver Susumu Yamaguchi, "Nagarjuna Maháyánavirpsaka" pp. 56-
59,51. 5chayer, "Das Mahayanistische Absolutum", pp. 406-407 Y H. Nakamura, Indian
Buddhism, p. 241. Pero es mejor entender la expresión "todo esto es sólo mente" en el
sentido de que todo es sólo una creación de la mente, lo cual está más de acuerdo con la
doctrina del vacfo propia de la escuela Madhyamaka.
34 Las acciones y reencarnaciones a que ellas dan lugar, son, como todo, meros
productos de la mente. Por consiguiente, las distinciones entre acciones y nacimientos
buenos y malos son válidas en el plano de la realidad empírica, ilusoria, irreal, pero
152
desaparecen en el plano de la suprema realidad verdadera, que en su carácter de absoluta
está al margen de la acción, del nacimiento y de las calificaciones.
35 Idea sobreentendida en el texto.
36 La idea es: así como el mundo es una mera creación mental, una mera
imaginación, así también son los hombres y, por tal razón, no surgen, pero ellos ven al
mundo y a sí mismos como reales, como surgidos realmente.
37 Externo a la mente.
38 El alma como experimentador del placer, como verdadero sujeto del conoci-
miento y agente de la acción.
39 La carencia de ser propio, la insustanciali~ad, la dependencia, constituyen la
verdadera naturaleza de los seres.
40 Referencia a las reencarnaciones.
41 El Mahayana, considerado porsusadherentescomo la vía salvífica por excelencia.
42 Es decir: se liberará de las reencarnaciones.
43 El satrlSiira, es decir, la realidad empírica en su totalidad, está constituida por
creaciones mentales., es de naturaleza ilusoria, irreal.
Obras citadas
153
Syll'oin Lévi
Notas Breves
Sylvain Lévi*
ylvain Lévi (1863-1935) fue sin lugar a dudas uno de los más
S grandes indianistas de su época, y en particular uno de los
principales maestros de los estudios budistas_ Fue, y sigue siendo,
objeto de una profunda veneración entre los investigadores
franceses y los francófonos que fueron sus discípulos y los
discípulos de sus discípulos, y que eligieron el mismo campo de
acción que él: la India y el Budismo_
Nacido en París el 28 de marzo de 1863, comenzó el estudio del
sánscrito en 1882 con Abel Bergaigne, en I'École Pratique des
Hautes Études, y obtuvo al año siguiente el título de agrégé des
Lettres. Dos años más tarde, su maestro le confió la tarea de se-
cundarIo en la enseñanza de la gran lengua india, en el conoci-
miento de la cual había hecho ya progresos impresionantes. La
muerte accidental de Bergaigne, en 1888, puso, lamentablemente
pronto, fin a esta colaboración y Sylvain Lévi fue, de inmediato,
el encargado de reemplazarlo en la enseñanza del sánscrito en la
Facultad de Letras de París. Seis años más tarde, la desaparición
del viejo indianista Foucaux lo llevó a abandonar este puesto para
ocupar la cátedra de Lengua y Literatura Sánscritas en el College
de France, en donde permaneció desde 1894 hasta su muerte,
que sobrevino súbitamente el 30 de octubre de 1935. Durante
este medio siglo de enseñanza del indianismo, supo interesar y
formar en esta disciplina, entonces en pleno auge, a numerosos
estudiantes de entre los cuales varios llegaron a ser maestros fa-
* &ta muy breve evocación de la persona y de la obra del famoso indianista se basa
enteramente en el Mémorial Sylvain Lévi, publicado en Pañs en 1937, en el excelente
y muy completo opúsculo que Louis Renou dedicó a la memoria de su maestro y que
está incluido en el Mémorial, y en la introducción que Jacques Bacot agregó a la misma
obra.
155
masas como Alfred Foucher, Louis Finot, Jules Bloch, Louis Re-
nou, Paul Demiéville, Jean Filliozat, Étienne Lamotte.
La alta notoriedad que había adquirido le valió naturalmente
grandes honores. Así, recibió en Francia, en 1928, la presidencia
de la Société Asiatique y la del Institut de Civilization Indienne,
fundado hacía poco tiempo. En el exterior, muchos países de Asia
y de Occidente le concedieron también halagadoras distinciones.
Muy tempranamente había llamado ya la atención de los más
eminentes indianistas de fines del siglo XIX por su tesis, Le
théiltre indien, publicado en 1890, luego por su obra sobre La
doctrine du sacrifice dans les Bráhma/}as, publicado en 1898, sin
contar algunos otros artículos sobre temas tan clásicos como
éstos. .
Sin embargo, lo que probablemente mejor caracteriza la obra
de Sylvain Lévi, además de su prodigiosa erudición y de su
sutil comprensión de las cosas de la India, es el hecho de
que nunca se conformó con estudiar y enseñar la lengua y la
literatura sánscritas. En efecto, extendió su campo de acción a
la casi totalidad del ámbito vasto y diverso del indianismo, no
sólo como filólogo sino también como historiador, incluso como
filósofo y etnólogo, y esto no sólo dentro de los estrictos límites
geográficos del sub-continente indio, sino mucho más allá, por
todos los lugares donde pudo expandirse la cultura india, bajo
una forma y otra, en el inmenso continente asiático a lo largo de
los siglos. Esto lo condujo a permanecer prolongados períodos
en Nepal, tanto como en la India propiamente dicha, en el Japón,
tanto como en Indonesia, para comprender mejor cómo el genio
indio pudo extenderse, adaptarse y brillar en tantas regiones
tan diferentes y tan alejadas, y ejercer su influencia sobre otras
civilizaciones.
Es precisamente esto lo que lo llevó, bastante tempranamente
dentro de su larga carrera, a dedicar una parte muy importante
de sus actividades al estudio del Budismo, e incluso, tal como
bien lo dice Louis Renou, "a poner al Budismo en el centro de
sus investigaciones" (p. XVIII). A diferencia de la mayoría de
los indianistas de su tiempo, y aun de muchos de aquellos de
156
las épocas siguientes, que se interesaban en esta gran religión
nacida en la India, él no se conformó con examinarla a través
de los textos sánscritos y palis que ella nos ha dejado, sino
que aprendió el chino y el tibetano, luego las lenguas del Asia
Central antigua, llamadas por entonces "tokharias", a fin de
encontrar numerosas obras budistas desaparecidas en su lengua
india original pero conservadas a través de sus traducciones en
esas otras lenguas. Esto le permitió también comparar textos
sánscritos antiguos encontrados por casualidad, a menudo en
forma de fragmentos más o menos extensos, con sus versiones
chinas, tibetanas y otras y sacar de allí muchas y preciosas
deducciones sobre la historia de estas obras. Con este método
participó de una renovación capital de los Estudios Budistas
y les dio incluso, tanto por el prestigio y la autoridad que
había adquirido como por los brillantes resultados que obtuvo,
un vigoroso impulso que se mantiene desde entonces, puesto
que el método comparativo sigue siendo uno de los caracteres
principales de la escuela francófona de estudios budistas.
Se le deben así, a Sylvain Lévi, la edición y la traducción
francesa de muchos tratados de importancia capital para el
conocimiento de las doctrinas del Mahayana: el Sütriilamkiira de
Asañga (1907 y 1911), la VUflsatikii y la TrilrSikii de Vasubandhu
(1925 y 1932); lo mismo hizo con una obra perteneciente a
una etapa más antigua del Budismo, el Mahiikarmavibhaftga,
seguido de su Karmavibhaftgopadesa y acompañado de sus textos
paralelos en sánscrito, pali, tibetano, chino y kutcheano (1932).
En colaboración con Stcherbatsky, había antes restablecido el
texto sánscrito del primer capítulo del importante comentario
de Yasomitra sobre el célebre tratado de Vasubandhu titulado
Abhidharmakosa, y el resultado de este bello trabajo de filología
budista había sido publicado en 1918 en Petrogrado, pero sin
la traducción francesa que de él había hecho Sylvain Lévi. En
un estilo muy diferente, su monumental obra en tres volúmenes
sobre Nepal (1905 y 1908) trata, naturalmente, en gran parte
sobre el Budismo, en particular sobre el muy importante
problema planteado por la literatura canónica en sánscrito,
157
muchos textos de la cual han sido hallados en este país del
Himalaya en su versión original.
Los muy numerosos artículos publicados por Sylvain Lévi
sobre el Budismo presentan un interés tan grande como las
obras mencionadas más arriba. Ciertas grandes cuestiones son
estudiadas en muchos de ellos, pues se trata de ideas a las que
el gran indianista estaba fuertemente adherido y por medio de
las cuales ejerció una influencia considerable y decisiva en las
investigaciones budistas. De este modo, insiste en la importancia
del rol desempeñado por Asia Central en la expansión del
Budismo durante los primeros siglos de nuestra era y en su
introducción en el Extremo Oriente, mostrando la imponente
riqueza de la cultura budista, que se desarrolló por entonces
en esta vasta región y cuyo origen era esencialmente indio. La
comparación minuciosa de los textos piilis con sus paralelos
en sánscrito o en traducción china, tibetana o kutcheana, le
permitió demostrar que el Canon Sánscrito era independiente
del Canon Piili, que este último no es más auténtico ni más
antiguo que el otro, sino que todos estos textos canónicos han
sido fijados recién al comienzo de nuestra era, después de
haber evolucionado paralelamente durante muchos siglos. Esto
lo condujo a plantear el problema de Une langue pré-canonique
du Bouddhisrne (1912 y 1916), una lengua en la que habrían
sido transmitidas oralmente las enseñanzas de Buda durante
los últimos siglos antes de nuestra era. Subrayó también la
importancia de los Mülasarviistiviidin en el seno del Budismo del
Asia Central, sin ocultar, sin embargo, el carácter bastante tardío
de su literatura. En varias oportunidades se interesó de cerca por
la persona y la obra del célebre ASvagho~a, en particular por el
problema planteado por la atribución que se le ha hecho de un
tratado budista titulado SütriiI3l]1kiira, como el de Asañga.
No se podría olvidar cuán fructífera fue su larga colaboración
con grandes sinólogos, en particular Edouard Chavannes, cuyos
Cinq cents contes et apologues extraits du Tripi{aka Chinois (1910-
1935) tanto deben a la amistad del gran indianista.
Finalmente, durante su segunda estadía en Japón, de 1926 a
158
1928, cuando dirigió la Maison Franco-Japonaise recién creada,
Sylvain Lévi concibió la idea de un gran diccionario enciclopédico
del Budismo, fundado en los documentos chinos y japoneses.
Esta excelente idea se concretó rápidamente, gracias al apoyo
de su eminente colega Takakusu y a una activa colaboración de
investigadores franceses y japoneses bajo la dirección efectiva
de Paul Demiéville. Los primeros fascículos del HobOgirin
aparecieron de 1929 a 1931, pero diversas circunstancias, y luego
la guerra, interrumpieron la publicación de los siguientes hasta
1967, en que se retomó a un ritmo lento, pero que continúa hasta
el día de hoy.
En el Mémorial Sylvain Lévi, Louis Renou y J acques Bacot, que
lo han conocido bien, subrayan las grandes cualidades humanas
de Sylvain Lévi, su amabilidad y su dedicación tanto respecto
de sus alumnos como de sus colegas. Al final de este emotivo
testimonio de su veneración común por su persona, Renou
precisa los rasgos característicos de su obra: "Su vocación esencial
es la del historiador. Es como historiador que ha abordado el
Budismo; es por la historia que lo ha dominado. Allí está la unidad
y la clave de su obra... Dentro de los estudios budistas, ha restituido
a su pleno valor las tradiciones del Norte, descubiertas por Burnouf,
algo descuidadas después de él. Ha impuesto en la fijación de los
textos el método comparativo... Tanto en Oriente como en los países
de Europa que tienen una tradición indológica, es él quien en
una amplia medida es responsable de la forma particular que han
tomado estos estudios. Es por su llamado que tantos indianistas y
sinólogos se dedicaron al Budismo" (pp. XLIX-L). No podríamos
concluir mejor.
André Bareau
Traducción de vera Waksman
159
La Paji Text Society: 1881-1981*
160
felicitar a los primeros por sus logros y a los segundos por el
excelente valor que estaban obteniendo con sus suscripciones.
Tal fue el éxito de la Sociedad, que al final del siglo podía
vanagloriarse de que en veinte años los suscriptores habían
recibido 42 textos en 51 volúmenes, totalizando 15 ()()() páginas
impresas.
No todo lo que la recientemente fundada Sociedad hizo fue
igualmente exitoso. Un primer intento de incluir un texto jai-
na en la lista de publicaciones, sobre la base de que Buda y Ji-
na fueron contemporáneos, y que su influencia mutua fue gran-
de, encontró una ola de protestas y el experimento no fue re-
petido. Otro intento por reducir la frecuente -y tediosa para los
oídos occidentales- repetición en los textos en prosa por medio
de abreviaturas, fue también acogido con protestas y el ofensivo
volumen tuvo que ser reemplazado por otro que se conformara
mejor con la forma tradicional.
A pesar de tales reveses, la Sociedad avanzó hacia su objeti-
vo de publicar todo el Canon y los comentarios más importan-
tes, aunque la escasez de dinero creara muchos problemas en los
años entre. las dos guerras mundiales. Algunos de los Informes
Anuales de ese período son penosos de leer, y los trabajos debían,
a veces, esperar muchos años antes de poder ser publicados.
Cuando por fin veían la luz del día lo hacían en volúmenes
parciales de tamaño irregular (a veces muy delgados si el dinero
era particularmente escaso) y no en un único volumen, grande,
como hubiera sido preferible.
Con todo, la reputación de la Piili Text Society creció, y, aun
cuando los trabajos no habían sido publicados originalmente
por la Sociedad, por ejemplo las ediciones del Vinaya-pi{aka,
los Jatakas y Milindapañha, y las traducciones de los Jatakas, el
comentario del Dhammapada y DhammasañgalJi, y el Dictionary
of Pali Proper Names, se le encomendó de todos modos a la
Sociedad la tarea de reimprimirlos, y, en consecuencia, fueron
publicados bajo su sello" De la misma manera, la serie Sacred
Books of the Buddhists, iniciada por Max Müller en 1895,
cayó bajo el ala de la Sociedad un tiempo después.
161
Caroline Rhys Davids, W. H. D. Rouse, W. Stede
162
los vacíos que existían en la lista de publicaciones de la Socie-
dad, preparando ediciones o traducciones de trabajos que habían
sido dejados de lado o que sólo habían sido recientemente descu-
biertos, urgió al mismo tiempo al Consejo a adoptar una política
de reimprimir cada publicación que lo mereciera o de reempla-
zarla por una nueva edición o traducción allí donde la calidad no
fuese satisfactoria. Trabajos que habían aparecido fragmentados
en épocas de escasez económica fueron publicados en un nuevo
formato como volúmenes únicos. Índices y listas de pasajes pa-
ralelos fueron agregados en aquellos libros en los que faltaban.
La misma señorita Horner abrió el camino para su producción
y fue hábilmente ayudada por el Dr. Hermann Kopp, quien no
sólo produjo un índice ejemplar al comentario del Aliguttara-
nikiiya, el que había completado luego de la muerte de su maes-
tro Max Walleser, sino que continuó haciendo índices para los
comentarios de Theragiithii, Vinaya-pi{aka, ltivuttaka y Cariyii-
pi{aka. Una reimpresión del Pe{akopadesa, de pronta aparición,
tendrá tam bién un índice de su autoría, mientras que una reciente
reimpresión de la Atthasiilinl estaba acompañada por un índice
hecho por L. S. Cousins. Miles de erratas eran discretamente co-
rregidas cuando se hacían las reimpresiones, de manera tal que
el nivel ordinario de las primeras publicaciones era permanen-
temente elevado para colocarlas en los niveles de erudición que
se había llegado a exigir, en lugar de los pioneros logros de los
primeros estudios palio Muchas ediciones no satisfactorias fue-
ron reemplazadas: el profesor N. A. Jayawickrama ha sido parti-
cularmente activo en este campo, produciendo nuevas ediciones
del Buddhava'!lsa, Cariyii-pi{aka, Vimiina-vatthu, Petavatthu, y del
comentario del Kathiivatthu, así como también nuevas ediciones
acompañadas por traducciones de la parte introductoria del co-
mentario del Vinaya-pi{aka y también del Thüpava'!lsa. Además
de los trabajos ya mencionados, la señorita Horner produjo
nuevas traducciones del BuddhaFamsa, del Cariyii-pi{aka y del
Vuniinavatthu.
163
Concordancia del Tripitaka Piili Yotras obras auxiliares
164
La serie Sacred Books of the Buddhists
Comentarios
165
mentarios de textos canónicos que no habían sido aún traduci-
dos al inglés, hechas por estudiosos de Birmania, Sri Lanka y
otras partes, fue muy apropiado que el primer trabajo que apa-
reciera en la serie fuera la traducción de la señorita Horner de
su propia edición del comentario del Buddhavarrsa; el segundo
en la serie fue el comentario del Petavatthu, hecho por U BA
Kyaw y P. Masefield. La traducción de éste del comentario del
Vun{mavatthu está por ir a prensa yel trabajo sobre los comenta-
rios de Theñgiitha, Dighanikiiya, Vibhañga y otros textos está muy
avanzado.
Publicaciones de la señorita Homer.
Su contribución al estudio del Budismo
166
Society y un grupo selecto de otros estudiosos, para contribuir a
un número especial del Joumal de la Sociedad, revivido luego de
un silencio de muchos años, para conmemorar el centenario de
la Sociedad.
En el verano de 1980, sólo unos meses antes del centenario, la
señorita Horner sufrió una mala caída. La operación quirúrgica
que tuvo que practicársele la confinó a su lecho por algún tiempo,
y luego, recargada en almohadones, a su sillón, donde, como una
pálida sombra de su anterior ser, mostró su decisión de asistir
al centenario de la Sociedad. A pesar de su creciente debilidad,
se convenció a sí misma de continuar, pero, finalmente, el 25 de
abril de 1981, unas pocas semanas después de su 85Q cumpleaños,
su cuerpo abandonó la lucha.
La contribución de la señorita Horner a los estudios piili y
budistas fue inmensa, y no puede ser medida por una mera
enumeración de sus publicaciones, sino que debe también incluir
una consideración del valor de la ayuda y el aliento que siempre
quiso dar a los demás, particularmente a los investigadores
jóvenes que trabajaban en ese campo de estudios. Un grupo de
ellos estuvó encantado de colaborar en un volumen de estudios
budistas en su honor en 1974.
Es un motivo de considerable consuelo para todos los miem-
bros de la Piili '!ext Society el hecho de saber que antes de mo-
rir la señorita Horner, el vasto caudal de trabajo realizado para
la Sociedad fue reconocido con la distinción de la Order of the
British Empire en la New Year's Honours List para 1980. Con su
fallecimiento se va el último eslabón con el Fundador de la Piili
Text Society, a quien ella había conocido en su juventud. La Piili
Text Society era la señorita Horner, y sin ella nunca volverá a ser
igual; sin embargo, manteniéndose firme sobre las bases que ella
le dio con su erudición y generosidad, puede, al comienzo de su
segundo siglo de vida, mirar al futuro con esperanza y optimismo.
KR.Nomzan
7raducción de Véra Waksman
167
El desarrollo del Budismo en Occidente:
su realidad y significado
168
siglo XIII con respecto al Asia Central o el italiano Desideri
(1684-1733), que ha realizado un estudio académico completo
de los principios más importantes del Budismo Tibetano. Sin
embargo, su actitud mental puede en general ser caracterizada
por un deseo de com prender la religión extranjera con el
propósito de refutarla ulteriormente.
La tercera etapa está representada por lo que ha sido llamado
el "Renacimiento Oriental". El escritor francés que acuñó esta
expresión, Raymond Schwab, trató de describir la fascinación
oriental que apareció hacia el fin del período Iluminista y que
coincidió con el movimiento literario llamado "Romanticismo".5
De todas maneras, ya que el núcleo de este "Renacimiento
Oriental" fue el descubrimiento "cultural" de Oriente y ya que
. pocos de los principales representantes de este "Renacimiento"
han sido eruditos como, por ejemplo, Eugene Burnouf (1801-
1852), pienso que, hablando de un modo general, la actitud de
los occidentales contemporáneos que se interesan en el Budismo
puede ser considerada como derivada todavia del "Renacimiento
Oriental".
Temo que la edad de oro de la investigación académica del Bu-
dismo, por lo menos en Francia, está ya en el pasado. En los años
veinte y treinta de este siglo, casi todos los especialistas en estu-
dios del Lejano Oriente estaban total o parcialmente involucra-
dos en los estudios budistas: en París, Sylvain Lévi, Edouard Cha-
vannes, Paul Peiliot, Henri Maspero, Alfred Foucher, Jean Przy-
luski, Noel Peri, y luego, Paul Demiéville, Paul Mus; en Bélgica,
Louis de La Vallée Poussin y Étienne Lamotte. Fue la época del
comienzo del proyecto H6b6girin. 6 Fue también la época de una
fuerte oposición tal como está representada por el panfleto titu-
lado "Défense de l'Occident", de Henri Massis.
Hoy, en París, con excepción del profesor André Bareau, casi
nadie enseña Budismo como una materia principal. Inclusive
no es muy bien considerado ser un indólogo, un sinólogo, un
coreanólogo, etc.: uno tiene que ser un lingüista que se espe-
cializa en sánscrito, un especialista en religión que se concentra
en China o Tibet, un historiador de arte que se concentra en es-
169
cultura coreana y japonesa temprana. Aunque la "interdiscipli-
"nareidad" ha sido nominalmente puesta en evidencia durante las
euforias de mayo de 1968, el énfasis está puesto todavía en la es-
pecialización. Estudios de un tema que posee una extensión tan
amplia como el Budismo no pueden convertirse en una "espe-
cialización". Además, en el campo de los estudios religiosos, una
creciente falta de interés por los estudios filosóficos y doctrina-
rios es tan gerceptible como una repentina pasión por un enfoque
más sociológico, etnográfico e incluso político.
Me gustaría recordar aquí la enérgica protesta del profesor
Edward Conze, un típico representante de los estudios doctrina-
rios. Fue en 1970 en Lovaina (Bélgica) y él me estaba hablando
sobre la creciente importancia dada a las ciencias políticas en de-
trimento del "orientalismo"7 tradicional en los departamentos de
educación de algunas "regiones"8 de Alemania, en donde se en-
cuentran muchas universidades famosas: "En la mayoría de los
casos se trata de mero periodismo" -<lijo.
De hecho, en el mundo germano existen aún dos "fortalezas"
de investigación científica tradicional para los estudios budistas:
1. La escuela filológica de Ernst Waldschmidt en G6ttingen,
cuya actividad más famosa ha sido la edición de los manuscritos
sánscritos de Turfán. 2. La escuela filosófica del ya fallecido Erich
Frauwallner, de Viena, cuyos estudiantes de entonces están ahora
enseñando en numerosas universidades de Austria, Alemania y
Holanda.
Ya he mencionado a unas pocas personalidades rectoras
de los estudios budistas en Europa occidental: Demiéville,
Lamotte, Bareau en el mundo de habla francesa; Waldschmidt,
Frauwallner en el mundo de habla alemana; Conze, nacido en
Alemania, en el mundo de habla inglesa; De Jong, originario
de Holanda, que actualmente está enseñando en Australia.
Debería agregar el nombre del patriarca "Gururiija":9 Giuseppe
Tucci, en Italia. No es el objeto de esta nota dar un esbozo de
los estudios budistas en cada uno de los países europeos. Un
esbozo mostraría la fuerza de algunas tradiciones y la fascinante
variedad de temas que pueden ser cubiertos bajo el nombre de
170
estudios budistas. Sería dificultoso dar características generales,
exceptuando tal vez el aislamiento en el cual la mayoría de los
estudiosos está trabajando.
Otro punto general es que, contrariamente a lo que parece ser
la situación en los Estados Unidos de América, sólo muy pocos
estudiosos o estudiantes europeos de Budismo son budistas.
El Budismo como religión en Europa, no obstante, es en gran
medida un resultado de sus investigaciones académicas. Nosotros
no tuvimos, como en América, inmigrantes chinos, coreanos
o japoneses que trajeran consigo sus costumbres religiosas y
establecieran sus templos. Como parece haber sido el caso para
el comienzo del Cristianismo en Corea, casi todos los conversos
budistas en Europa Occidental han sido influidos por libros,
algunos buenos, otros dudosos. Ellos permanecen así en la
tradición intelectual del "Renacimiento Oriental".
Un típico ejemplo del impacto de la erudición sobre las
corrientes de pensamiento es el caso de Schopenhauer (1788-
1860). Schopenhauer no era budista aunque venerara el Dharma
ya su fundador. Su filosofía tiene afinidades con algunos aspectos
del Budismo y del Hinduismo. Su influencia fue enorme. Muchas
personas, entre ellas Wagner (1813-1883) y Flaubert (1821-
1880)10 han estado bajo tal influencia. Ninguno de ellos se
decía a sí mismo budista, si bien dependían de un sistema
de pensamiento dentro del cual el Budismo era uno de los
elementos. En realidad, el Budismo no podría haber existido
como una religión seria en la Europa continental de la edad de
oro del Renacimiento Oriental, que estaba aún profundamente
enraizada en la tradición cristiana.
Por otra parte, en los Estados Unidos de los años 60, gente
como Jack Kerouac y AJan Watts estaban introduciendo un
mensaje explícitamente budista, aun cuando un gran número de
elementos que se encontraban en él no tenían nada que ver con el
Budismo. Sin embargo, en la cambiada atmósfera de la América
del siglo XX, ellos se llaman a sí mismos seguidores del Zen
o budistas. Esto puede ser considerado como una prueba de la
nueva vitalidad del Budismo en su manifestación occidental.
171
Para poder apreciar esta diferencia de atmósfera entre la
Europa continental del siglo XIX y la América del siglo
XX, miremos una vez más hacia el pasado y observemos la
completamente única situación de Inglaterra en el cambio
de siglo. Las primeras conversiones de europeos al Budismo
tuvieron lugar a través de contactos directos en países budistas
que se habían transformado en colonias o dominios británicos,
la mayor parte en suelo asiático. En un sentido, Inglaterra
preparó el camino para el Budismo religioso occidental que
desde ese momento ha florecido sobre todo en América. En
otro sentido, debemos recordar que aquellas conversiones al
Budismo o al Hinduismo se produjeron como una reacción
contra la tendencia general del orden victoriano, que defendía la
conversión de los nativos al Cristianismo. La filosofía "budista"
de Schopenhauer fue más fácilmente aceptada en la atmósfera
pesimista de mitad del siglo XIX en la Europa continental, que
movimientos como la "Sociedad Teosófica" anglo-americana por
los ingleses conservadores y pragmáticos de la época victoriana.
Es importante notar que el destacado grupo y la admirable
empresa de la Piili Text Society apareció como una provocación
en una atmósfera de fuertes prejuicios. A pesar de que ellos
parecían tan victorianos y a pesar de que no pudieran evitar
dar un ligero toque puritano al Budismo Theraviida en el
cual estaban interesados, personas como los Rhys Davids de
la Páli Text Society fueron de hecho contradicciones vivientes
de la orientación general del imperialismo británico. El Sr. y
la Sra. Rhys Davids pertenecen a aquella pequeña minoría de
investigadores europeos del Budismo que estaban estimulados
no sólo por una pasión por el conocimiento sino también por
la devoción budista. Su contacto directo con Asia debe haber
jugado un papel en esta combinación de fe e investigación
científica.
Tal vez los exponentes más impresionantes, en la tradición
de los Rhys Davids, de esta combinación de fe e investigación
científica fueron aquellos "Bhikkhu" alemanes de comienws de
este siglo cuyos principales trabajos han sido publicados bajo
172
sus nombres religiosos en el Siingha de Ceylán: NyiiI}atiloka
y su discípulo NyiiI}aponika. NyiiI}atiloka ha escrito numerosos
libros que están entre los mejores en cuanto a la elucidación de
algunos de los aspectos más dificultosos del Budismo Theraviida.
Sus escritos son impresionantes por su modestia. El lector
sentirá inmediatamente el dominio de un estudioso de primera
clase y el sentido de responsabilidad de un guía religioso. Si
bien él nunca busca lo fácil, no obstante evita deliberadamente
cualquier detalle de erudición que no sea esencial para la
comprensión de la doctrina por parte del lector. Este estudioso
alemán, practicando en monasterios de Sri Lañka y de Birmania
desde 1903 hasta su muerte en 1957, da una imagen de paz y
universalidad que ha sido sacudida por las dos guerras mundiales.
Pero es evidente que la comunidad alemana de Dodanduwa
en Sri Lañka y los otros pocos europeos que decidieron tomar los
votos tradicionales en monasterios asiáticos (algunos de ellos son
monjes budistas en Corea) representan un aspecto muy pequeño
del Budismo europeo. En Europa, lejos de la atmósfera de Asia,
las comunidades budistas parecen siempre no muy bien ubicadas.
En Asia, en donde la gente es educada por la religión, es posible
ser budista y completamente ignorante. En Europa, donde no hay
tradición budista, el primer paso para ser budista es aprender lo
mejor posible la Doctrina. U no puede seleccionar la orientación
sectaria hacia la que se siente más atraído, en tanto que el budista
de Asia es la mayor parte de las veces sectario como resultado de
circunstancias históricas o familiares.
Si bien yo mismo no soy budista, conozco bastantes comunida-
des budistas en Europa Occidental. Una característica sorpren-
dente es que lo que atrae del Budismo es sobre todo la Bodhi (el
Despertar, la Iluminación) y el modo de alcanzarla. Tenemos en
Corea la tradición de Son-sa y de Hwaom-sa, es decir, el camino
de la meditación y el camino del estudio, ambos conduciendo a
la Iluminación. En Europa existe casi el mismo modelo.
Una buena observación de Ernst Benz en su estudio sobre
el Budismo OccidentaPI es que el interés por el Budismo
ha evolucionado. El concepto de nirviiI}a fue el tópico de
173
principal interés en el siglo XIX y comienzos del siglo XX
(un libro acerca de este tema que es una buena contribución
a la historia de las ideas en la Europa moderna, ha sido
recientemente escrito por Guy Richard Welbon).n En el siglo
XX, el concepto de la Bodhi se transformó en la principal
preocupación de los budistas occidentales. R Benz atribuye
esta evolución al impacto que produjeron los libros de D.
1: Suzuki. Hay una variedad de interpretaciones sobre el
significado de la Iluminación. Entre estos budistas occidentales
se manifiesta algunas veces un ardiente deseo por misteriosos
poderes supremos, particularmente en los grupos inspirados en
el Tantrismo. Ésta es una desviación análoga a la confusión
producida en algunos círculos yóguicos entre los medios: el
control de la energía del cuerpo, y el fin.
Vistos desde afuera, los grupos europeos budistas son muy
pequeños, dando la impresión de ser "círculos de estudio".
Unos pocos de ellos con doctrinas bastante dudosas (me refiero
principalmente a la Nichiren Sh6shü pero también al movimiento
Zen centrado en la publicidad de Deshimaru en Francia) han
atraído la atención del público general. Me temo que están dando
casi la misma impresión que las "Nuevas Religiones" en Corea
y Japón. Para el hombre de la calle es difícil distinguir entre
aquellos budistas europeos que buscan publicidad y los creyentes
de Hare Krishna y los adeptos de Moon.
Cuando se me habla sobre las dificultades encontradas, hace
veinticinco años, por uno de los mejores espíritus de nuestro
tiempo, el padre Henri de Lubac, o cuando leo el número especial
sobre Budismo de "France-Asie" publicado en 1959 por mi amigo
budista René de Berval, una publicación en la que algunos de
los portavoces del Budismo europeo lamentan la oposición que
aún tienen que soportar de parte de las iglesias establecidas,13 me
sorprende ver hasta qué punto las iglesias han cambiado desde
aquella época. Recientemente, una nueva actitud de mutua
comprensión ha sido adoptada, con la crisis que ha golpeado a las
iglesias establecidas, y más conspicuamente, a la Iglesia Católica
Romana. En lo individual, era ya la actitud de algunos cristianos.
174
Valdría la pena· hacer un estudio especial sobre la actitud de
humildad y profunda intuición del fallecido Thomas Merton,
cuya amplia influencia llevó a una mejor comprensión.
De todos modos, si esta actitud se convierte en la "oficial",
debo confesar que me siento un poco intranquilo: tengo la
impresión de que la Iglesia Católica está lanzando una especie
de ''Alianza Espiritualista" entre todas las religiones que están
sufriendo la misma adversidad que· es no sólo el materialismo
teórico del Comunismo, sino sobre todo la indiferencia y el
materialismo vulgar de la sociedad capitalista. Una alianza
basada en medios defensivos es, con todo, ambigua y no puede
ser nunca efectiva.
Me siento muy aliviado por el hecho de que las religiones no
estén luchando más una contra otra. Concentrarse en lo que
tienen en común es siempre algo bueno si el observador no
se detiene demasiado en aspectos superficiales. La práctica de
la meditación Zen por los cristianos me parece a mí bastante
ambigua para ambos, para el Zen (que ha acuñado la palabra
Sagy6-zen)14 y para el Cristianismo. Hay mucho sentimentalismo
y ligereza en esas acti tudes.
Sin embargo, el estudio comparativo del Budismo y del
Cristianismo puede aportar algo sustancial si en ambos lados
los especialistas descubren las diferencias fundamentales entre
las dos religiones. Este enfoque implica un deseo de ir a la
profundidad y no de evitar los obstáculos. El contraste hará más
evidentes los valores y las originalidades de ambas tradiciones.
Para ninguna religión es tiempo de triunfalismo. Con la es-
casez de sus miembros y su caracterización intelectual, el creci-
miento del Budismo europeo representa una realidad muy limi-
tada. De todas maneras, junto con los especialistas en Budismo
no budistas, y con una orientación más práctica, los budistas oc-
cidentales pueden ayudar a interpretar nuevamente algunos as-
pectos del Budismo y pueden ayudar a sus contemporáneos oc-
cidentales a lograr una mejor comprensión de los valores.
En conclusión, me gustaría recalcar que los budistas asiáticos
podrían mantener una imagen más equilibrada de su religión
175
gracias a los budistas occidentales, y los occidentales podrían
llegar a acceder a una cultura humanística menos parcial y
limitada. Si esto ocurre, el Budismo occidental podría asumir un
significado considerable y desempeñar un papel significativo en
la formación de la cultura universal que nuestro mundo presente
necesita.
HubertDurt
Iraducci6n de Eleonora Tola
Notas
176
Lo que los budistas creen *
177
Tal como afirma Voltaire, "Dios es la creación más noble del
hombre".
El consejo de Buda a sus seguidores es no temer a nadie y no
inspirar miedo a nadie. Éste es un principio budista que debería
ser cultivado en este mundo que incita a la guerra, donde la cosa
más preciosa -la vida- es sacrificada en el altar de la fuerza bruta
y donde los armamentos están creando miedo, recelo yodio.
Se espera que los budistas desarrollen esa dulce virtud de una
bondad amorosa hacia todo, sin que importe la casta, el credo,
el color o el sexo. ¡Cuán felices seríamos si todos pudiéramos
vivir como ciudadanos de un mundo sin ningún sentimiento
de separación! Un mundo fundado en el amor y la razón, que
una el conocimiento científico de Occidente con la sabiduría de
Oriente debería ser deseado por todos los hombres y mujeres de
principios elevados.
Los budistas no tienen fe en las plegarias para pedir o interce-
der, sino creen en la importancia del autoesfuerzo y en la eficacia
de la meditación que está orientada hacia la autoconquista, el au-
tocontrol, la autopurificación y la iluminación. "La meditación no
es un ensueño silencioso ni un esfuerzo enérgico." Ella sirve como
un tónico para el corazón y la mente.
Los budistas no creen en las recompensas y los castigos dados
por un ser superior, sino creen que el hombre cosecha lo que
ha sembrado, y que lo que siembra lo cosecha en alguna parte,
alguna vez. Saben que al hombre no le sucede nada que éste
no merezca por una razón u otra. El dolor o la felicidad que
experimenta el hombre son el resultado inevitable de su propio
hacer. Esto los conduce a creer en la doctrina delkamma (en piili
= kanna, o karman en sánscrito), la ley budista de la causalidad
moral y de la responsabilidad individual. El kamma, que algunos
interpretan como "influencia de la acción", es en sí mismo una
ley que actúa en su propio campo sin la intervención de un agente
gobernante que sea independiente y externo. No es ni fatalismo
ni predestinación impuestos sobre nosotros por algún misterioso
poder desconocido al cual debamos someternos ineludiblemente.
Esta ley del kamma explica el problema del sufrimiento, el mis-
178
terio del destino y la predestinación de algunas religiones, el pro-
blema de los niños prodigio y, por sobre todo, la desigualdad de
la humanidad. Esta creencia en kamma les da a los budistas con-
suelo, esperanza, autoconfianza y valor moral. Ella "convalida su
esfuerzo, aviva su entusiasmo", y los hace siempre amables, to-
lerantes y considerados, porque comprenden que ningún ser hu-
mano es enteramente bueno o enteramente malo.
Kamma, o la acción causada por la ignorancia y el a pego -dice
Buda- condiciona el renacer. Las acciones pasadas condicionan
el presente nacimiento, y las acciones presentes, en combinación
con las acciones pasadas, condicionan el futuro. El presente es
hijo del pasado y, a su vez, se transforma en padre del futuro. En
cierto sentido, somos lo que fuimos, seremos lo que somos. En
otro sentido, no somos lo que fuimos, no seremos lo que somos.
Por ejemplo, un criminal de hoy podría ser un santo mañana: una
persona virtuosa de hoy, debido a la debilidad humana o impelida
por las circunstancias, podría ser mañana un criminal.
Los budistas no creen que el presente sea la única vida entre
dos eternidades de miseria y felicidad; ni tampoco creen que este
flujo de vida presente sea completamente aniquilado después de
la muerte. Los budistas creen que "el hombre no es más que uno
de un número indefinido de estados de ser y que esta vida terrestre
no es más que un episodio entre muchos otros". Hay que admitir
que esta doctrina de la reencarnación no puede ser ni probada
ni descartada experimentalmente, pero se acepta como un hecho
verificable por las evidencias.
El nacimiento significa el surgimiento de fenómenos psicofísi-
coso El renacimiento, por lo tanto, significa sus surgimientos re-
petidos. Esta doctrina del kamma y de la reencarnación explica
el surgimiento de genios y niños prodigio, las diferencias entre
niños de la misma familia, las capacidades especiales en los hom-
bres debido a sus tendencias prenatales, los gustos y recharos ins-
tintivos a primera vista, las muertes prematuras, el surgimiento
de grandes maestros religiosos como Buda, que poseen carac-
e
terísticas físicas, mentales intelectuales incomparables.
Si postulamos una vida pasada, presente y futura, entonces
179
nos enfrentamos al mismo tiempo con el misterioso problema ya
mencionado: "¿cuál es el origen último de la vida?"
Una escuela, en su intento por resolver el problema, plantea
una causa primera, ya sea como una fuerza cósmica o como un
ser todopoderoso. Otra escuela niega una causa primera, pues
según la experiencia común, la causa siempre se transforma en
los efectos y los efectos se transforman en la causa.
En una cadena de causa y efecto, la causa primera es
inconcebible. De acuerdo con la primera escuela, la vida ha
tenido un comienzo; mientras que de acuerdo con la segunda
escuela, la vida carece de principio.
La ciencia moderna, al confinarse a los datos sensoriales, en-
frenta el problema y nos dice que somos el productq directo
de las células del esperma y del óvulo suministrados por nues-
tros padres. Pero la ciencia no da una explicación satisfactoria
respecto del desarrollo de la mente, la cual es infinitamente más
importante que la maquinaria del cuerpo material del hombre.
Los científicos, mientras que afirman que omne I'ivum ex vivo,
"toda vida proviene de vida", sostienen que la mente y la vida
evolucionaron de lo carente de vida.
Algunos sistemas religiosos afirman que el alma (una esencia
del hombre asumida como un hecho) brota de Dios, y que los
padres sólo proporcionan las groseras vestiduras del alma. Desde
el punto de vista científico, somos absolutamente nacidos de
nuestros padres; como tal, la vida precede a la vida. En lo que
respecta al origen del primer protoplasma de vida o "coloide"
(como queramos llamarlo), los científicos alegan su ignorancia.
Según el Budismo, nacimos de la matriz de la acción (kamma-
yoni). Los padres simplemente nos proporcionan un fundamento
material; como tal, el ser precede al ser. En el momento dela con-
cepción, es kamma, o la acción pasada, quien condiciona la con-
ciencia inicial que vitaliza al feto. Es esta energía kámmica invisi-
ble, generada del nacimiento pasado, la que produce los fenóme-
nos mentales y el fenómeno de la vida en un fenómeno físico ya
existente, para completar así el trío que constituye al hombre.
Respecto del origen último de la vida, Buda declara positiva-
180
mente: "Sinfin cognoscible, es este 'continuo vagar' (salflsara). No
se puede percibir un primer comienzo de los seres que, obstaculiza-
dos por la ignorancia y encadenados por el deseo, vagan y deambu-
lan en él".
Esta corriente de vida /luyead infinitum, mientras la alimenten
las enlodadas aguas de la ignorancia y del deseo. Cuando estos
dos son completamente detenidos, sólo entonces la corriente de
vida deja de /luir; el renacer termina, como en el caso de los
Budas y Arhants. No es posible determinar un comienzo último
de esta corriente de vida, pues no se puede percibir una etapa
en la que esta fuerza de vida no estuviera acompañada por la
ignorancia y el deseo. Buda se ha referido aquí simplemente
al comienzo de la corriente de vida de los seres vivientes. A
los científicos les corresponde especular sobre el origen y la
evolución del universo.
La doctrina budista del renacer debería ser diferenciada de
las doctrinas de la transmigración y la reencarnación de otras
religiones, puesto que el Budismo niega la existencia de un alma
permanente o de una entidad inmodificable que transmigra de
una vida a otra. Para justificar la existencia de la felicidad sin fin
en un cielo eterno, es necesaria un alma inmortal.
El Budismo, con su análisis, reduce al ser vivo a mente
y materia, que están en un estado de /lujo constante, sin
permanecer iguales por dos momentos consecutivos. Todo el
proceso de estos fenómenos psicofísicos, que constantemente
surgen y perecen, es a veces denominado por Buda, en términos
convencionales; el Sí-mismo, oaUa; pero lo así denominado es un
proceso y no una identidad. El Budismo enseña una psicología sin
psique.
El Budismo no niega por completo la existencia de una
personalidad en un sentido empírico. Niega, en un sentido
último, un ser idéntico o una entidad permanente, pero no
niega una continuidad en proceso. Este ininterrumpido /lujo
de vida dinámico o continuidad de los fenómenos psicofísicos
condicionados por el kamma, carente de un origen perceptible en
el pasado sin comienzo y de un fin a su continuidad en el futuro
181
-con la única excepción del fin que puede procurarle el Noble
ÓCtuple Camino- es el sustituto budista para el ego permanente
o el alma eterna en otros sistemas reli¡¡iosos.
Los budistas creen en este Noble Octuple Cammo, que con-
siste en Correcta Comprensión, Correctos Pensamientos, Co-
rrecta Palabra, Correcta Acción, Correcta Forma de Vida, Co-
rrecto Esfuerzo, Correcta Atención y Correcta Concentración,
como el único Camino del Medio para liberarse de los males a
los que todos estamos sujetos en el curso del "vagar por la vida".
Este Camino del Medio no es ni un camino metafísico ni un
camino ritualista; ni dogmatismo ni escepticismo; ni autoindul-
gencia ni automortificación; ni eternalismo ni nihilismo; ni pesi-
mismo ni optimismo; y no es ni absolutamente de este mundo ni
del otro mundo. No es ni pesimismo ni optimismo, sino realismo.
Es un camino de iluminación, un medio de liberación del sufri-
miento.
El Budismo no intenta racionalizar el sufrimieno, pero lo
acepta como un hecho y trata de buscar la causa, para erradicarlo.
Con una confianza perfecta, los budistas siguen este camino
único de vida practicado y enseñado por Buda, para alcanzar su
meta última, Nibbal}a (en pali = nirval}a en sánscrito), que se
puede alcanzar en esta vida misma.
Desde un punto de vista ético, Nibbal}a es la total destrucción
del apego, la malevolencia y la ignorancia. Psicológicamente,
es la total eliminación del llamado "Yo" o ego-ismo; metafísi-
camente, es la cesación del devenir o la aniquilación del sufri-
miento.
Narada Maha Thera
1taducción de Marieta Á/varez
182
Actividades de FIEB en 1991
Comunicaciones:
Marzo
Rosalía Vofchuk: "Primeras menciones del Budismo en el
mundo grecorromano"
Abril
Alfredo Grassi: "Proyecto del audiovisual: Vida de Buda"
Mayo
Alfredo Grassi: "Proyecto del audiovisual, 2da. parte"
Juma
Regina Steiner: "El Jasidismo"
183
Julio
Alejandra Ferrara: "El Taoísmo"
Agosto
Susana Chamas: "Paideia: una concepción de la educación"
Septiembre
Victoria García Olano: "El Budismo tibetano: una experiencia
personal"
Octubre
Alejandra Ferrara: "El Taoísmo", 2da. parte
Noviembre
Silvia Lausi: "Reflexiones sobre la carrera de Historia del Arte
en la Universidad de Buenos Aires"
Diciembre
Fernando Tola y Carmen Dragonetti: "Informe Final 1991
sobre las investigaciones en curso en PIEB".
184
Primer aniversario de
la Asociación Latinoamericana
de Estudios Budistas
185
investigaciones de aspectos particulares. Durante este primer
año se han analizado tanto textos originales del Budismo,
principiando por algunos sütras del Canon Piili, como estudios
especializados de Bareau, Conze y Hirakawa.
Con estas actividades la Asociación Latinoamericana de
Estudios Budistas ha cumplido parte de sus objetivos, que son
estudiar y difundir la cultura budista, principalmente en el mundo
de habla española.
186
Acotaciones a las ilustraciones
187
mismos, representan al rey Jayavarman VII como el Bodhisattva
Loveshvara, el Señor del Mundo.
Página 96 Capitel de un pilar de Ashoka. Sama Ih, India. Siglo III a.C.,
piedra. Museo Arqueológico, Sarnath. En el capitel de este pilar de
Ashoka encontrado en el Parque de los Ciervos, donde Buda dijo su
primer sermón, se representan cuatro leones mirando hacia las cuatro
direcciones. Así como el rugido de un león se esparce el Dharma en
todas las direcciones.
Página 117 Pilar con león, del Emperador Ashoka. Lauriya·Nandan-
garh, India, s. III a.C., piedra.
Estos pilares fueron erigidos por órdenes del Emperador Ashoka
de la dinastia Maurya por toda la India para recordar a sus habitantes
el cumplimiento del Dharma, la enseñanza budista, contenida en las
inscripciones grabadas en ellos.
Página 118 Monje escribiendo los sütras. Pinturas murales de un
monasterio en ruinas de Karashahr, Asia Central, descubiertas a
principio de siglo por Sir Aurel Stein y que se encuentran en el British
Museum, Londres.
Un monje anciano sostiene una pluma y una hoja pothi para escribir,
mientras que monjes más jóvenes se arrodillan frente a él. La pluma
es sostenida como un pincel, y por esta posición se ha deducido que
se está usando una escritura vertical como el chino o el uigur. Estas
pinturas dan una idea de la vida cotidiana de un monje budista en Asia
Central durante los siglos IX YX d.C.
Página 136 Bodhisattva rodeado de escenas de la vida de Buda.
Bengala, India, s. X, piedra. Museum of Fine Arls, Bastan.
Alrededor de la figura central encontramos a la izquierda: el
nacimiento de Buda, el apaciguamiento del elefante yla prédica. Arriba
se puede ver el parinirv[¡lJ.a de Buda, y a la derecha: la prédica, Buda
haciendo la varadamudrá, gesto que indica la disposición a otorgar un
deseo, y Buda recibiendo un obsequio como lo sugiere la actitud de sus
manos.
Página 140 Monje estudiando los Sütras budistas. Szechuan, China.
Foto tomada alrededor de 1930 y que se encuentra en la Biblioteca
Real de Copenhagen. En los callados salones de un monasterio de
Szechuan un monje estudia los Sütras. El estudio de las Escrituras es
uno de los deberes principales de los monjes.
Benjamln Preciaoo
188
Reseñas
189
ss.), "nunca se pone en duda" lo tanto, anattli es permanente
(p. 304). Y de allí no hay más y no está sujeto a dukkha, es de-
que un corto paso hacia la cir, es una entidad eterna, tras-
conclusión: cendente; QED.5
La diferencia entre Pérez-
El Budismo original pertenecía Remón y otros sustentadores
por derecho de nacimiento al de la teoría del alma es que
mundo no brahmánico, donde él ha trabajado muy ardua-
la pluralidad de los yos era mente con los textos, desde
aceptada como un hecho real. todos los ángulos (lingüístico,
y si se dice entonces que la rea- lógico, histórico, filosófico).
lidad última en cada hombre Mucho pensamiento y laborio-
es trascendente, ¿qué otra cosa sidad han intervenido en una
puede ser esa realidad en cada tarea de exégesis para la cual
hombre sino el verdadero yo? el autor está, sin lugar a du-
Este yo trascendente era el que das, bien calificado por su pre-
se afirmaba cada vez que se paración. Sin embargo, todo
le hacía decir a alguien acerca está viciado claramente por su
de los factores empíricos: "Esto inamovible convicción de que
no es mío, esto no soy yo, no puede no haber algo como
éste no es mi yo", una fórmula un alma eterna en el hombre.
que equivale a decir: "Yo estoy En vista de su propio trasfondo
más allá de todo esto, mi yo cultural y religioso, esto es bas-
trasciel!de todo esto" (p. 305). tante comprensible. Desafor-
tunadamente, significa que to-
La argumentación del P. Pé- dos los recursos de su formida-
rez-Remón es, por supuesto, la ble erudición están destinados
antigua argumentación "pro- a probar una conclusión ya pre-
alma": el att¡P, que el Buda establecida, más que a investi-
nos muestra como ilusorio, es gar los hechos del caso.
el que está compuesto de los El mismo autor es bastante
cinco khandas (los "factores consciente del hecho de que su
empíricos" en la terminología libro ha de suscitar este tipo
de este autor); éste es en ver- de crítica, y hace cuanto puede
dad impermanente y está su- para anticiparse a ella. Su Re-
jeto a dukkha;4 anattli (conve- capitulación, por ejemplo, se
nientemente sustantivado co- abre con el siguiente párra-
mo el no-yo) es su opuesto; por fo:
190
Nuestra investigación ha lle- adiciones posteriores", no se
gado a su fin. Hemos exami- aplica a nosotros. Si acaso he-
nado la evidencia encontrada mos hecho algo semejante, lo
en los Nikiiyas tanto para el hicimos luego de dar razones
attá como para el anattá. En que nos parecieron a nosotros
la medida de lo posible, he- convincentes. (p. 301)
mos dejado que los textos ha-
blen por si mismos y hemos to- Cité el párrafo en toda su ex-
mado en consideración, si bien tensión porque ilustra muy cla-
no "toda" la evidencia dispo- ramente el estilo de argumen-
nible, al menos la mayor parte tación característico del autor.
de ella. No tenemos concien- Vale la pena examinarlo un
cia de haber omitido ninguna poco más de cerca. El punto
pieza de evidencia porque no crucial del pasaje es la ad-
se adecuaba a nuestro esquema misión (¿con la esperanza de
preconcebido de ideas. Sin em- que desarme a las objeciones?)
bargo, debemos confesar con de que el resultado de la inves-
toda sinceridad que el resul- tigación estaba presente en la
tado de nuestra investigación mente del autor desde el co-
estuvo desde el principio pre- mienzo mismo. Sin embargo,
sente en nuestra mente como se realiza una sutil distinción
una "hipótesis", como un ins- entre lo que se denomina tra-
trumento de trabajo. La idea bajar con una "hipótesis", y
de esta hipótesis se nos pre- que es muy respetable, y sus-
sentó en nuestras lecturas par- tentar "un esquema precon-
ciales previas de los Nikayas. cebido de ideas", que no lo
Pero tener una hipótesis como es. Esto es parecido al debate
la columna vertebral de nues- actual acerca del empleo de
tra propia investigación no sólo métodos terroristas -el que es
es legitimo sino también acon- "terrorista" para unos, es para
sejable. Pensamos que la acu- otros el "luchador por la liber-
sación que T. R. V. Murti diri- tad". Todo depende del lado
giera contra la señora Rhys Da- donde uno esté.
vids y otras personas deque "no Es posible aceptar en se-
sirve elegir sólo aquellos pasa- guida que una hipótesis es "no
jes que son favorables a nues- sólo legítima sino aconsejable"
tra teoria e ignorar el resto, en campos tales como las cien-
o llamarlos interpolaciones o cias naturales y exactas, donde
191
existen criterios precisos de ve- mado con tantas palabras, y en
rificación, acordados objetiva- consecuencia se ve forzado a
mente (tales como los experi- concluir que "en los Nikayas,
mentos repetibles y las demos- el verdadero yo está siempre
traciones estrictamente mate- silenciosamente [el énfasis es
máticas). En humanidades, por mío] presente y su realidad
otra parte, donde no es posi- nunca se cuestiona" (p. 299).
ble tal verificación, y en espe- (Este no es un argumento muy
cial cuando se trata de asun- bueno. Si yo nunca niego explí-
tos de interpretación textual e citamente que la luna esté he-
ideológica, la exigencia esen- cha de queso verde, ¿puede
cial del investigador es, cierta- esto tomarse en el sentido de
mente, una mente abierta -la que pienso que sí lo está?).
voluntad de dejar que los tex- El autor es bastante cons-
tos hablen por sí mismos sin ciente de la debilidad inhe-
una "hipótesis" que, en mayor rente de su posición, y hace
o menor medida, teñirá inevi- todo lo que puede para anti-
tablemente su significado con ciparse a las probables críti-
las "ideas preconcebidas" de cas con la declaración cuida-
las que está compuesta la hipó- dosamente restringida de que:
tesis. "En la medida de lo posible [el
Mi punto de vista es que énfasis es mío], hemos dejado
esto es precisamente lo que el a los textos hablar por sí mis-
doctor Pérez-Remón ha hecho. mos". Esto suena bastante ino-
Él ha ido a los textos con la cuo, e incluso obvio, pero es
noción preconcebida (hipóte- una rectificación muy conside-
sis) de que el "Budismo de los rable. Si uno dice que ha he-
Nikayas profesa como su prin- cho cuanto pudo "en la medida
cipio central la separación on- de lo posible", es descortés que
tológica entre el yo y el no yo" alguien venga y se queje de
(esta formulación categórica es que uno no haga más y me-
de la p. 243, pero el punto de jor. Así, el posible crítico es
vista es evidente ya desde las puesto en un dilema. Si no me
primeras páginas del libro) y, quejo, estoy aceptando implíci-
claro está, ha encontrado con- tamente el argumento del au-
firmación de esto, aun cuando tor. Si lo hago, estoy siendo
él no puede aducir ni una sola descortés. El P. Pérez-Remón
instancia en que esto sea afir- es muy bueno para establecer
192
esta clase de subterfugio doble. mayor de lo que realmente es.
El autor continúa entonces Por último, el rechazo ca-
así: "No tenemos conciencia de tegórico: "La acusación que T.
haber omitido ninguna pieza R. V. Murti hiciera de que 'no
de evidencia porque no se ade- sirve [usar la evidencia selec-
cuaba a nuestro esquema pre- tivamente]' ... no se aplica a
concebido de ideas". Uno gus- nosotros ", seguido por la cui-
tosamente admite que él ha dadosa restricción, en caso de
acumulado una gran cantidad que el autor hubiera hecho
de material y que lo ha estu- algo de ese tipo, "lo hicimos
diado cuidadosamente. El pro- luego de dar rawnes que nos
blema no es que él haya hecho parecieron a nosotros las más
un rechaw a priori porque la convincentes". Una vez más,
evidencia no se adecuaba, sino se puede difícilmente criticar
por la forma como la forzó a a alguien por hacer algo de
adecuarse, mediante la apli- acuerdo con razones que él
cación de habilidades lingüísti- considera convincentes. Pero,
cas, filosóficas y propias del por supuesto, si uno no que-
debate extremadamente bien da convencido por esas raw-
desarrolladas (pero no necesa- nes, probablemente tampoco
riamente·convincentes). Yaquí encontrará muy convincente el
encontramos otro típico dilema argumento ulterior.
esperando al desafortunado Así, al final, ¿a qué equivale
crítico: Decir que "uno no cree" realmente esta justificación?
haber actuado mal crea una si- Considero que equivale a algo
tuación similar a la que implica como "comencé con una idea
decir "en la medida de lo po- preconcebida (hipótesis). Exa-
sible". Si el crítico acepta la miné un conjunto muy vasto de
restricción, está aceptando la material a la luz de esa idea y
cláusula principal, es decir, que encontré que ella quedaba con-
ninguna evidencia ha sido ex- firmada". Esto, sin embargo,
cluida porque no se adecuaba no es más que un simple ejer-
a la concepción admitida de cicio autosatisfactorio. El au-
antemano. Si rechaza la res- tor ha encontrado lo que es-
tricción, no está siendo razo- taba buscando, lo cual está muy
nable, puesto que resulta muy bien para él, pero no ayuda
claro que no se puede esperar mucho para el resto de no-
que la conciencia de nadie sea sotros. Pérez-Remón está pe-
193
nosamente consciente de es- y, por lo tanto, no muy signifi-
to. Así que, con el objeto de cativo. (p. 3)
mejorar su posición, todo el
tiempo recurre a técnicas per- Francamente, postular una
suasivas de argumentación -fa- "aversión instintiva" de cierto
miliares a los polemistas vete- término por parte de gente que
ranos- que son más adecuadas vivió hace más de dos mil años,
para ganar tantos que para pro- y especular sobre su "efecto
bar puntos. Dos en particular: discordante" en sus oídos y
1) Una de estas técnicas con- mentes, podría ser proclamado
siste en el uso de argumen- como un caso sorprendente de
tos hipotéticos (jotra vez las empatía a través de los siglos.
hipótesis!) de los que se pue- Sin embargo, al ser totalmente
den extraer conclusiones ade- inverificable, ciertamente no se
cuadas. Tan pronto como se puede considerar como una ba-
abre el libro, hay un buen ejem- se sólida para extraer alguna
plo de eso (las cursivas son conclusión. Asimismo, la con-
mías en lo que sigue): clusión que extrae el autor:
"que el uso del término attii
Si la creencia en el anal/a abso- habría quedado limitado a un
luto ha sido establecida desde mínimo y jamás se habría ex-
el comienzo mismo como uno tendido más allá de un empleo
de los pilares del dogma bu- de él, aislado y convencional
dista, y esto en oposición a to- y, por lo tanto, no muy signifi-
dos los sistemas existentes, en- cativo", es básico para toda la
tonces la tradición habría sen- argumentación ulterior: puesto
tido una aversión instintiva por que el término attii efectiva-
el empleo del témtino atta, que mente sí aparece con mucha
habría tenido un efecto discor- frecuencia en contextos impor-
dante en losoidosy mentes de los tantes, "representa algo de la
compositores, los compiladores mayor importimcia, lo cual es
y los recitadores. Si tal hubiera incompatible con un uso más
sido el caso, podríamos muy convencional del término". (p.
bien argumentar que el uso del 20)
término atta habría quedado li- 2) La segunda técnica, aún
mitado a un mínimo y jamás se más insidiosa, es el uso de lo
habría extendido más allá de un que yo llamaría (con todo el
empleo aislado y convencional debido respeto) un lenguaje
194
que supone como cierto lo que yo [!], Y anatta, que como sus-
está bajo discusión, o en otros tantivo representa algo posi-
términos, una fraseología que, tivo y opuesto a atta, 'el no
por su forma misma, prejuzga yo' ".
el resultado, asumiendo implí- Que un sustantivo, por de-
citamente como dado lo que finición, "represente algo posi-
explícitamente se pretende ave- tivo" es en sí mismo una propo-
riguar. No necesitamos ir más sición que está lejos de ser evi-
allá de la página tres para en- dente, pero ahora no me ocu-
contrar un ejemplo clásico de paré de esto. Lo que hay que
esto. Luego de citar la defi- señalar es el concepto clave del
nición ortodoxa de anatta, de libro, el "verdadero yo", que
Piyadassi Thera, como "la sim- ha sido introducido en la pri-
pie negación de un atta, la mera oportunidad que se pre-
no existencia de atta", Pérez- senta y se convierte en algo
Remón comenta: "Este asunto permanente. Por lo tanto, rea-
no se debe decidir a priori, sino parecerá una y otra vez a lo
después de un cuidadoso estu- largo del libro, como el su-
dio de los textos y después de puesto básico en la interpre-
determinar el modo en que atta tación del lenguaje y el signi-
y anatta son usados en ellos". ficado de los textos. Y su om-
Hasta aquÍ bien. Pero ahora re- nipresencia, a través del puro
cae en su propia afirmación a mecanismo de repetición, ten-
priori (empleando el símil de derá a fijarse cada vez más en
los cuernos de la liebre que, la mente del lector.
creo, está tomado de la tra- Claro está que una defensa
dición de la lógica escolástica): elocuente no es garantía de la
''Anattii es la negación de algo verdad o justicia del caso. Sim-
irreal, como cuando uno nie- plemente revela la pericia del
ga la existencia de los 'cuernos abogado. Y en lo que respecta
de la liebre'. Es la negación de a la pericia de Pérez-Remón
algo positivo". Pero, en verdad no sentimos más que admi-
¿es esto lo que estábamos pro- ración. Debemos estarle pro-
poniendo investigar? Y Pérez- fundamente agradecidos por
Remón continúa: "Descubrire- esa laboriosidad con que ha
mos en los textos una opo- realizado la revisión completa
sición irreconciliable y una po- de todas las referencias al atta
laridad entre atta, el verdadero y a términos relacionados en
195
los Nikayas. Se trata de un cual uno se adhiere intensa-
esfuerzo impresionante; cons- mente, puede teñir la interpre-
tituye una contribución posi- tación de los textos.
tiva al estudio de los textos
canónicos al reunir material Amadeo Solé-Leris
de tanta importancia. Pero sus Iraducción de Mariela Á/varez
conclusiones, como dije antes,
están viciadas desde el princi- Notas
pio. De hecho, Self and Non-
Self in Early Buddhism podría 1 Inexistencia de sustancia, inexistencia
de alma.
muy bien ser considerado como 2 Self en el original, que también se
un despliegue monumental del traduce por "el uno mismo", "el sí mismo",
poder y de la persuasividad de "el alma",
3 El alma en pali.
di{{hi (una forma sutilmente ar- 4 Dolor, sufrimiento.
gumentada de sassata di{{hi,6 5 Sigla de la expresión latina: quod erat
la concepción eterna lista, en demonstrandum, "que es lo que se tenía
que demostrar",
este caso), que demuestra cuán
6 La doctrina del eternalismo, la doc-
eficazmente un punto de vista trina de que el mundo y el alma son eter-
previamente constituido, y al nos .
•
Three Works of Vasubandhu in Sanskrit Manuscript, the
Trisvabhiivanirdesa, the ViI11satikii with its V~tti and the
TriI11sikii with Sthiramati Commentary, edited by Katsumi
Mimaki, Musashi Tachikawa and Akira Yuyama, Tokyo, The
Centre for East Asian Cultural Studies, Bibliotheca Codicum
Asiaticorum 1, 1989, XVIII y 159 páginas (de facsímiles).
196
reproducir facsimilarmente, en (VsV) y la Trifr¡Sikíi (Tr); dos
forma de libro, manuscritos va- contienen VsV y 7 contienen
liosos que de ese modo pue- Tr con el comentario de St-
den llegar a manos de los es- hiramati. De estos manuscri-
tudios que en cualquier parte tos 7 provienen de los Natio-
del mundo estén estudiando nal Archives, Kathmandu, Ne-
los textos que esos manuscritos pal; uno del Institut de Civili-
contienen. Algo similar ocu- sation Indienne, París, Francia;
rre con las reproducciones fo- uno del Institute for Advan-
tográficas de obras de arte, es- ced Studies ofWorld Religions,
culturas y pinturas en especial. Nueva York, EUA, y uno del
Inspirado en estas ideas, expre- Cultural Palace of the Natio-
sadas en las palabras introduc- nalities, Beijing, China, cons-
torias del libro que reseñamos, tituyendo un ejem plo de co-
el director de The Centre for laboración académica interna-
East Asian Cultural Studies, cional: Japón, Nepal, Francia,
Dr. Hajime Kitamura, decidió
China y Estados Unidos, a los
iniciar una serie denominada
Bibliotheca Codicum Asiatico- cuales hay que agregar Alema-
nia, cuyo Nepal-German Ma-
rum en que se publicaría, en
forma de libros, la reproduc- nuscript Preservation Project
ción facsimilar de importantes ha contribuido eficazmente a la
manuscritos asiáticos. conservación de los manuscri-
El primer volumen de esta tos pertenecientes a los Natio-
serie es justamente el libro que nal Archives de Kathmandu.
reseñamos. En él se reprodu- Las reproducciones facsimi-
cen 10 manuscritos de tres lares son excelentes por su niti-
obras importantes de Vasuban- dez y claridad.
dhu, uno de los grandes maes- The Centre for East Asian
tros de la escuela filosófica bu- Cultural Studies, a quien hay
dista Yogiichara, cuyas doctri- que felicitar por esta empresa,
nas son de neto corte idealista. anuncia que publicará otros vo-
De estos 10 manuscritos, uno lúmenes como el presente.
contiene el Trisvabhávanirdesa
(TSN), la Vurzsatika con su V.l1ti F.T.yc.D.
197
Collected Papers Volume l, de K.R. Norman, Oxford, The
Pali Text Society, 1990, XVI, 271 páginas.
Aclaración
Lamentamos que en la reseña del libro del profesor Akira
Hirakawa, publicada en REB 1.2, se haya introducido en el
título del libro un error ajeno al autor de la reseña, el doctor
Benjamín Preciado. El título correcto de la obra reseñada es A
History af Indian Buddhism, fram Sakyamuni to Early Mahayana.
Présentamos nuestras excusas al profesor Hirakawa, al doctor
Preciado y a nuestros lectores.
198
Noticias
199
Second International Seminar on
Tibetan Language
•
Sixth Conference of the International
Association ofTibetan Studies
200
tura budista tibetana, etc. Para tute for Comparative Research
mayor información sobre esta in Human Culture, Drammens-
conferencia dirigirse al profe- veien 78, N-0271 Oslo 2, No-
sor Dr. Per Kvaerne, The Insti- ruega .
•
Novena Conferencia Internacional
de Sánscrito
•
Kamala Ratnam
201
contribución en el campo de la chos de estos estudios se re-
literatura sánscrita. fieren a temas propios del Bu-
Kamala Ratnam estuvo muy dismo.
vinculada con Latinoamérica y Como prueba de su vincu-
con el idioma castellano, pues lación con Latinoamérica, se-
era esposa del señor Perala ñalemos que Kamala Ratnam
Ratnam, quien ocupó cargos propició y editó una traducción
importantes en la diplomacia al castellano de poemas del
india y fue embajador de la In- gran poeta indio Ramdhari Sin-
dia en Chile, Colombia, Cuba, ha Dinkar, Himalayas y otros
México, Panamá y el Perú. Pe- poemas, Santiago de Chile,
rala Ratnam fue además el edi- 1964, con un ensayo escrito por
tor de Studies in Indo-Asian ella misma sobre dicho poeta.
Art and Culture, Commemora- Además, publicó una traduc-
tion Volume of the 69th Birth- ción al castellano de sus pro-
day of Acharya Raghu Vira pios poemas escritos originaria-
(Delhi, International Academy mente en hindi, Luz oscura,
of Indian Culture, 1972), obra Santiago de Chile, 1964. Fue
importante en tres volúmenes autora también de un intere-
en honor de. uno de los más sante estudio: Literatura de la
grandes eruditos indios. Mu- India, Lima, 1%3.
202
Colaboradores
203
cerpls from the Suraligama-Samiídhi-SUtra (en colaboración con Thub-
ten KaIsang Rinpoche), WEB, Bangkok, 1971 (la. ed.); 13. ed., Bihar
Research Society, Patna, 1972; 3a. ed., Ubrary of Tibetan Works and
Archives, Dharamsala, 1975; Vimalakíninirdesosütra (Versión tibetana,
reconstrucción sánscrita y traducción al hindi) (en colaboración con
Lal Mani Joshi), Sarnath (Varanasi), 1981; Kanonische Zitate im Abhi-
dharmakosabh~a des Vasubandhu, Academy of Science in Gottingen,
GOttingen, 1989; Nágárjuna's Sútrasamuccaya: A Critical Edition ofthe
mDo kun las btus pa, Akademisk Forlag, Copenhagen, 1989. De sus nu-
merosos artículos señalamos los últimos: "Über die Schulzugehilrigkeit
der Kanon-Zitate im Abhidharmakosabhii~ya", en H. Bechert (ed.),Zur
SchulzugehlJrigkeit von Wérken der Hínayilna-Literatur, parte 1, Gottin-
gen, 1985; "The lndian Origins of the Lam-rim Uterature of Central
Asia", en The Tibet Journal, vol. 8, núm. 1, Dharamsala, 1988; "'Il'adi-
tional Buddhist Chronological Systems: Vietnamese 1l'aditions", en H.
Bechert (ed.), On the Dateofthe Historical Buddha and the Imponanee of
its Determination for Historiography and World History, Gottingen, 1991;
"Once again on the Hypothesis of1Wo Vasubandhus", en V. N. Jha (ed.),
Professor Hajime Nakamura Felieitation Volume, Nueva Delhi, 1991.
204
en el Carleton College, Northfield, MN 55057 USA; Editor-in-Chief de
The Joumal of!he Intemalional Associalion of Buddhist Studies. Libros:
The Wheel of Time: the Kalachaba in Context (con Geshe Lhumdub
Sopa y John Newman), lthaca, Snow Lion, 1990. Is Enlightenment
Possible?: Dharmakírti and rGyal Tshab rje on Know/edge, Rebirth, No-
selfand Liberation, lthaca, Snow LiOD, 1992 (en preparación). Artículos:
"Dharmakirti's Refutation ofTheism", enPhilosophy East and West 36,4
(octubre 1986), pp. 315-348, "The Buddha as PramlilJabhüta: Epithets
and Arguments in the Buddhist 'LogicaI' 'Ifadition", en Joumal of
Indian Philosophy 16 (1988), pp. 335-365, "Luminous Mind Among
the Logicians: An Analysis of PramiílJaviíntika II: 205-211", en Buddha
Nature: A Festschrift in Honor of Minoru Kiyota, ed. P. J. Griffiths and J.
Keenan, Los Angeles, Buddhist Books lnternational, 1990, pp. 95-123.
205
Danish Academy of Sciences and Letters. Es autor de 27 publicaciones
independientes (libros, ediciones, traducciones) y de 99 artícuJos, en el
área de su especialidad. Entre sus libros señalemos PáN Literature (en
A History o[ Indian Literature, vol. VII, fascículo 2), Wiesbaden, 1983 y
Collected Papers I y n, Oxford, 1990 y 1992.
206
Criterios para las
colaboraciones
207
Asociación Latinoamericana
de Estudios Budistas
Directorio
208
Fines de la Revista de
Estudios Budistas