Literatura Francesa Del Siglo XVII - El Clasicismo

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Literatura francesa

del siglo XVII

“El Clasicismo”

MARIANO DEL CAMPO GARCÍA


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INDICE

I. INTRODUCCIÓN (Pág. 3)
II. CONTEXTO HISTÓRICO – SOCIAL (Pág. 3)
III. EL CLASICISMO (Pág. 4-23)
1. Definición (Pág. 4)
2. El Clasicismo Francés en el S. XVII (Pág. 4-6)
3. Características (Pág. 7)
4. Representantes (Pág. 7-23)
 René Descartes (1596-1650) (Pág. 7-12)
 Blaise Pascal (1623-1662) (Pág. 12-16)
 Nicolas Boileau-Despréaux (1636-1711) (Pág. 16-17)
 Jean de La Fontaine (1621-1695) (Pág. 17-19)
 Jacques Bénigne Bossuet (1627-1704) (Pág. 19-21)
 François de Salignac de la Mothe (1651-1715) (Pág. 22-23)

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I. INTRODUCCIÓN

En la segunda mitad del siglo XVII, en Francia surgió una corriente literaria
denominada el Clasicismo. Éste término tiene un carácter ambiguo ya que no es
posible trazarlo o hacer una división temporal con exactitud, puesto que en este siglo
coexistieron o aparecieron algunas corrientes que influenciaron el pensamiento en
Europa.
Hay que aclarar que el Clasicismo no estuvo directamente relacionado con el
renacimiento italiano, sino que fue una reacción contra el Barroco.
Cabe señalar, que los autores renacentistas, barrocos y clásicos muchas veces se
entremezclan razón por la cual, cabe señalar que algunos autores son incluidos en uno
u otro movimiento según el criterio del historiador que se trate.

II. CONTEXTO HISTÓRICO – SOCIAL

A finales del siglo XVII, se hacen evidentes en Francia las características del gran siglo,
ya que este mismo periodo comprende en semejanza a las otras literaturas
magistrales, por ejemplo con el siglo XVII español, ya que el contraste entre ambos
panoramas es total y preciso, sustancial y evidente; y se puede afirmar que en España
la producción literaria fue fruto de una libre fantasía creadora mientras que en Francia
fue consecuencia de un ordenado ejercicio racional.
Políticamente este siglo es de los más significativos de la historia de Francia, ya que en
él tiene lugar la consolidación de la monarquía absoluta y su ascensión a la hegemonía
europea lo llenan dos grandes reinados, el de Luís XIII (1610 – 1643) y el de Luís XIV
(1643 – 1715) o, si se quiere los gobiernos de Richelieu y de Mazarino y el despotismo
del “Rey Sol” (Luís XIV).
La literatura tiene un carácter social que suele identificarse como cortesano o áulico y
se desenvuelve como un organismo que resulta más representativo en las intenciones
que en los resultados; ésta envuelta en una atmósfera cultural, colectiva (los salones,
las academias).
En este periodo, el escritor debía seguir, o tratar de adivinar, los gustos de un estrecho
círculo de refinados; en la Francia del siglo XVII, un público restringido aprueba o
crítica, exalta o derriba, según un criterio de tono, de gusto, en verdad, elevado, pero
siempre de aficionados.
Tanto estos como los escritores cultivan la literatura como si fuese una planta de
adorno para la vida, que diese belleza al país y proporcionase goce de diversa
naturaleza.
En la literatura francesa se dio un perfecto academicismo, que coincidió con la
creación de las academias de la lengua. Nicolás Boileau (1636 – 1711) estableció en su
“arte poética”, las normas literarias que debían cumplir los escritores.

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III. EL CLASICISMO

1. Definición

El clasicismo es un sistema artístico o literario fundado en la imitación de los modelos


de la antigüedad griega y romana. Hoy se consideran clásicos un autor o una obra que
son dignos de imitarse en cualquier literatura o arte. El Clasicismo como movimiento
espiritual incluye varias tendencias surgidas después del Renacimiento e inspiradas en
el concepto griego de la belleza; se caracteriza por la pulcritud de la forma con efectos
de regularidad, equilibrio, simplicidad y justeza de proporciones. Lo clásico es
igualmente el culto de lo objetivo en oposición a las interpretaciones subjetivas que
deforman la realidad por defecto o por exceso: Romanticismo, Expresionismo,
Surrealismo. etc.

2. El Clasicismo Francés en el S. XVII

El Barroco había tenido un importante desarrollo en Italia y España, pero apenas


cristalizó en Francia, este lo rechazó por sus abusos y exageraciones en las técnicas
literarias; y por eso, se puede hablar de un continuo clasicismo desde el S. XVI al XVIII.
Se debe a que el Renacimiento llegó muy tarde a Francia cuando ya en Italia y España
se estaba desarrollando el Barroco, por eso cuando los autores franceses del S. XVIII
miran hacia atrás no se encuentran una estética opuesta a ellos como ocurría en Italia
o España, sino que encuentran sus modelos. Son los grandes autores teatrales:
Moliere, Corneille y Racine. Sin embargo esta opinión es una opinión tradicional y
últimamente la crítica comienza a plantearse que la primera mitad del S. XVIII es
Barroca y existió un periodo barroco en Francia. Se observa una gran influencia del
teatro español de Lope de Vega en Corneille (mayor representación de esa tendencia)
Para entender la filosofía del clasicismo hay que tener en cuenta el fenómeno de las
academias que van a proliferar a lo largo de los S. XVI- XVII como reuniones de
intelectuales. De esas academias va a acabar surgiendo una mentalidad intelectualista
y dogmática. Intelectualista porque defiende que todo debe someterse al dominio de
la razón y dogmática porque todo debe regirse por unas normas rígidas.
Esa mentalidad se va a agudizar en la Francia del S. XVII donde destaca la academia
francesa que comienza siendo una reunión de intelectuales pero acaba siendo oficial
en 1624 por el cardenal Richelieu.
La idea de Richelieu es la de elevar la lengua francesa y su literatura a primer rango
europeo por una parte y por otra pretende servir a los intereses propagandísticos.
En la Francia del XVII el género más importante es el teatro y en torno a él se
establecen los preceptos o normas literarias de esta época.
Todas las normas que surgen en el XVII se basan en las poéticas clásicas (Aristóteles,
Horacio) y a los comentarios que había hecho Castelvetro en 1570 que había dado
lugar a la regla de las tres unidades dramáticas.
Hacia 1628 la regla de las 3 unidades había cuajado fuertemente en el teatro francés y
además de seguirse ese precepto comienza a difundirse el ideal de la mayor claridad
posible, predomina la técnica sobre la inspiración.

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Aunque en teoría las poéticas que surgen en el S. XVII tendían a divulgar las ideas
clasicistas en la práctica van surgiendo géneros nuevos como por ejemplo: la
tragicomedia. Incluso hacia 1620 surge un grupo de dramaturgos que se llaman los
modernos porque prefieren cultivar géneros literarios nuevos a seguir cultivando los
géneros clásicos. Estos autores defienden ideas contra el clasicismo, por ejemplo:
libertad creadora, respeto del gusto del público frente al gusto de los preceptistas.
Estas ideas aparecen en el teatro de Lope de Vega, hay un intento de implantar el
Barroco.
Esa actividad va a provocar la reacción de los clásicos que se van a hacer más
dogmáticos y esas dos posturas enfrentadas (los que siguen la norma y los que no) da
lugar a la “querella de los antiguos y los modernos”.
Los modernos desprecian el mundo clásico porque consideran más importante la
época en la que viven (época de Luís XIV) frente a los antiguos que opinan que lo
clásico es insuperable. Toda esta polémica da lugar a un cruce de prólogos que a veces
son más amplios que la obra que presentan, porque en esos prólogos se definen las
facciones de esos grupos. Casi siempre son para obras teatrales porque el teatro es el
género privilegiado, protegido por la Iglesia y por el Estado. El cardenal Richelieu y Luís
XIV pagaban el teatro.
De esa disputa surgen dos concepciones opuestas sobre la creación artística pero en la
Francia del S. XVII no triunfan los modernos sino que acaba triunfando el clasicismo.
Eso se pone de manifiesto a través de otra polémica llamada “Querella del Cid” en
torno a una obra de teatro que se titula “El Cid” (Corneille. 1637). La obra tuvo mucho
éxito pero no respetaba las normas clásicas, sobre todo la norma de la verosimilitud,
del decoro y la finalidad didáctica de la literatura.
Uno de los temas más discutidos fue porque presentaba la boda de Doña. Jimena con
el Cid de forma histórica teniendo en cuenta que el Cid había matado al padre de
Doña. Jimena.
A partir de esta obra entra en conflicto la historia con la verosimilitud. Los clásicos
pedían que sustituyera las verdades históricas amorales. Detrás de la poética literaria
había una estratagema política organizada por Richelieu que pretendía hacer del
teatro el instrumento para difundir la grandeza y superioridad de Francia.
Los círculos de poder pensaron que por medio de las normas se podía dar a la
literatura francesa un prestigio que hasta ese momento no tenia. De esta forma el
cardenal presiona a la academia francesa para que dicte un veredicto desfavorable
sobre el Cid aconsejándole a Corneille que vigilara los pasajes poco decorosos de la
obra. Realmente triunfa la línea clasicista porque Corneille tres años más tarde
representa su siguiente obra teatral que se trata ya de una tragedia de corte clásico
dedicada a Richelieu.
Comienzan a surgir poéticas (a partir de la segunda mitad del S. XVII) de corte
clasicista. La más conocida es le “Art poetique” de Nicolás Boileau. Este texto recoge la
herencia de los preceptistas Italia del S. XVI y que va a fundamentar los criterios sobre
los que se desarrollará la literatura en el S. XVII y XVIII. Estas poéticas surgen por la
necesidad de sentar los principios de la belleza como algo absoluto, objetivo y
universal en respuesta como contestación a lo que se había puesto de manifiesto con
las disputas que era que el gusto es relativo y que la crítica francesa no era unánime.
Para zanjar eso se crean todas las poéticas y se llega a un concepto de universal
objetivo.

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Los principios que reúnen estas poéticas son los clásicos pero cada vez esas normas
son más tajantes y hay que cumplirlas obligatoriamente.
La poética de Boileau (1674) es la más importante y sobre la que se van a lanzar las
mayores críticas en el Romanticismo. No es original porque reúne las teorías del XVI
pero existe una diferencia con respecto a los Italia los preceptistas creían que había
que respetar esas normas porque las habían respetado los clásicos mientras que los
clásicos franceses piensan que esas normas había que seguirlas porque las dictaba la
razón y el sentido común y que si los griego y latín habían seguido esas normas es
porque el buen gusto es un criterio universal.
Nicolás Boileau (1674) escribió “Art Poetique”, la poética más importante del S. XVII.
XVIII y la más criticada en la época Romántica. La poética de Boileau sigue a Horacio en
varios puntos:

 En la poesía se combinan la inspiración natural del poeta y el arte.


 La poesía es técnica y los versos deben corregirse continuamente, enseñarse a
gente culta para juzgarlos y sino dejarlos reposando durante un tiempo.
 Combinar las finalidades de la poesía, didáctica y hedonista. Enseñar
deleitando.
 Predominan el contenido sobre la forma. Apartándose de Aristóteles, que decía
que tenían que tener igual importancia.

Boileau sigue la regla de las tres unidades dramáticas. Considera la finalidad moral de
la que se deriva en principio la invención de la academia, la justicia poética: premia a
los virtuosos y castiga a los malvados, al final de la obra. Con el fin de que el público
capte mejor el contenido moral de la obra.
Esa finalidad moral de la obra exige la claridad de estilo, se considera que una escritura
obra es reflejo de un pensamiento claro, ordenado, regido por la razón. Por tanto se
exige eliminar todo lo que sobra en la obra, lo artificioso, para hacer una obra lo más
clásica posible, evitando ser oscuro por no querer extenderse demasiado.
Boileau recomienda la mimesis de la naturaleza entendiendo por naturaleza todo lo
relacionado con el hombre, las conductas humanas, hombre en lo universal, no lo
individual. De ahí que vayan surgiendo arquetipos inspirados en la realidad, prototipo
de la avaricia más avaro. Personajes que reúnen determinadas características.
Entiende la mimesis de la naturaleza, no como copia perfecta sino como en sentido de
copiar para corregir los posibles errores de la naturaleza no imitan la realidad, sino la
hacen perfecta. Copian sólo, los aspectos bellos de la naturaleza, lo imperfecto se
quita. Ejemplo: jardines neoclásicos naturaleza perfecta (aunque no sea la realidad).
Respeta los principios de la mimesis de autores, exige que se mantenga el principio del
decoro desde dos puntos de vista:

 Externo: sentido clásico. Ejemplo: que la forma de hablar se adecue a la edad


del personaje.
 Interno: el poeta debe adecuarse a la moral del público. Por eso hay que
adecuar las costumbres a los personajes de la obra con la moral del S. XVII y
XVIII, del público.

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3. Características

En las que cabe destacar las siguientes:

 Imitación de los modelos greco- latinos que se tienen por perfectas y definidas.
 Preocupación por la perfección formal de la obra literaria buscando un
equilibrio entre fondo y forma.
 Predominio de la razón sobre la imaginación y la fantasía. La razón se convierte
en el eje central de la literatura.
 Respeto a las normas y reglas en el arte.
 Finalidad didáctica y moralizadora en toda obra literaria.
 Manifestación uniforme contra las exageraciones del Barroco.
 En esta literatura el objeto esencial es el hombre, haciendo mayor énfasis de
sobremanera el alma.

4. Representantes:

 René Descartes (La Haye, Francia, 1596 - Estocolmo, Suecia, 1650).

Filósofo y matemático francés. René Descartes se educó en el colegio jesuita de La


Flèche (1604-1612), donde gozó de un cierto trato de favor en atención a su delicada
salud.
Obtuvo el título de bachiller y de licenciado en derecho por la facultad de Poitiers
(1616), y a los veintidós años partió hacia los Países Bajos, donde sirvió como soldado
en el ejército de Mauricio de Nassau. En 1619 se enroló en las filas del duque de
Baviera; el 10 de noviembre, en el curso de tres sueños sucesivos, René Descartes
experimentó la famosa «revelación» que lo condujo a la elaboración de su método.
Tras renunciar a la vida militar, Descartes viajó por Alemania y los Países Bajos y
regresó a Francia en 1622, para vender sus posesiones y asegurarse así una vida
independiente; pasó una temporada en Italia (1623-1625) y se afincó luego en París,
donde se relacionó con la mayoría de científicos de la época. En 1628 decidió instalarse
en los Países Bajos lugar que consideró más favorable para cumplir los objetivos
filosóficos y científicos que se había fijado, y residió allí hasta 1649.
Los cinco primeros años los dedicó principalmente a elaborar su propio sistema del
mundo y su concepción del hombre y del cuerpo humano, que estaba a punto de
completar en 1633 cuando, al tener noticia de la condena de Galileo, renunció a la
publicación de su obra, que tendría lugar póstumamente.
En 1637 apareció su famoso Discurso del método, presentado como prólogo a tres
ensayos científicos. Descartes proponía una duda metódica, que sometiese a juicio
todos los conocimientos de la época, aunque, a diferencia de los escépticos, la suya era
una duda orientada a la búsqueda de principios últimos sobre los cuales cimentar
sólidamente el saber.
Este principio lo halló en la existencia de la propia conciencia que duda, en su famosa
formulación «pienso, luego existo». Sobre la base de esta primera evidencia, pudo
desandar en parte el camino de su escepticismo, hallando en Dios el garante último de

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la verdad de las evidencias de la razón, que se manifiestan como ideas «claras y
distintas».
El método cartesiano, que Descartes propuso para todas las ciencias y disciplinas,
consiste en descomponer los problemas complejos en partes progresivamente más
sencillas hasta hallar sus elementos básicos, las ideas simples, que se presentan a la
razón de un modo evidente, y proceder a partir de ellas, por síntesis, a reconstruir
todo el complejo, exigiendo a cada nueva relación establecida entre ideas simples la
misma evidencia de éstas.
Los ensayos científicos que seguían, ofrecían un compendio de sus teorías físicas, entre
las que destaca su formulación de la ley de inercia y una especificación de su método
para las matemáticas. Los fundamentos de su física mecanicista, que hacía de la
extensión la principal propiedad de los cuerpos materiales, los situó en la metafísica
que expuso en 1641, donde enunció así mismo su demostración de la existencia y la
perfección de Dios y de la inmortalidad del alma. El mecanicismo radical de las teorías
físicas de Descartes, sin embargo, determinó que fuesen superadas más adelante.
Pronto su filosofía empezó a ser conocida y comenzó a hacerse famoso, lo cual le
acarreó amenazas de persecución religiosa por parte de algunas autoridades
académicas y eclesiásticas, tanto en los Países Bajos como en Francia. En 1649 aceptó
la invitación de la reina Cristina de Suecia y se desplazó a Estocolmo, donde murió
cinco meses después de su llegada a consecuencia de una neumonía.
Descartes es considerado como el iniciador de la filosofía racionalista moderna por su
planteamiento y resolución del problema de hallar un fundamento del conocimiento
que garantice la certeza de éste, y como el filósofo que supone el punto de ruptura
definitivo con la escolástica.
La prosa francesa del siglo XVII destaca por su claridad y orden. Así, en su obra
filosófica Discurso del método, Descartes resulta un modelo de claridad expresiva.

Obras.

• Reglas para la dirección del espíritu (Regulae ad directionem ingenii), incompletas,


escritas hacia 1628.

• El discurso del método (1637).

• Las Meditaciones (Meditationes de prima philosophia in quibus existencia Dei et


animae inmortalis demonstrantur), escritas en 1640.

• Los Principios de la filosofía (Principia philosophiae), obra aparecida en 1644.

El discurso del método (1637)

 Introducción

El Discurso del método, es una obra que pretende dar a conocer el método para poder
llegar al conocimiento verdadero y encontrar la verdad. Fue escrito por René Descartes

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en 1637, este tratado es una de sus obras más importantes, considerada como una de
las primeras obras de la filosofía moderna.

 Primera parte

En la primera parte del Discurso del Método, Descartes habla acerca del método que
ha logrado desarrollar para elevar y aumentar sus conocimientos de forma gradual y
paulatina, y de la confianza que tiene en él ya que menciona por propia experiencia los
beneficios que le ha proporcionado este método. Aunque el mismo hace una
advertencia al lector: "... mi propósito no es enseñar aquí el método que cada uno ha
de seguir para conducir bien su propia razón, sino tan solo permitir ver de qué manera
he tratado de conducir la mía." Por lo que el lector debe ser objetivo y no tomar este
método como absoluto, más bien debe juzgarlo, analizarlo y mejorarlo si le es posible.
Posteriormente Descartes habla acerca de su formación intelectual, su deseo por
aprender y adquirir conocimiento para poder vivir mejor, sin embargo después de
tanto leer decide estudiar el "Gran Libro del Mundo y de Sí Mismo", esto es encontrar
el conocimiento exacto por medio de las experiencias que hay el mundo y por medio
de la meditación, ya que según él, el conocimiento no se adquiere pasivamente.
Lo cual creo que es muy cierto ya que no es posible tener un conocimiento global y
exacto si se ven las cosas desde un solo ángulo, por lo tanto es necesario cambiar de
perspectiva constantemente.

 Segunda Parte

Esta es la parte central del libro, en esta Descartes expone los pasos del método que
ha descubierto.
Descartes se había dado cuenta de que existían muchas ciencias, pero no todas ellas
son verdaderas ni tampoco útiles, tal como lo habían hecho los matemáticos de su
tiempo quienes según él "se han sujetado tanto a ciertas reglas y a ciertas cifras que
han hecho de ella un arte confuso y oscuro, que confunde al espíritu, en lugar de una
ciencia que lo cultive."
Por eso él creyó que debía existir un método que sin ser demasiado extenso en sus
pasos permitiera lograr el conocimiento verdadero, ya que si un método o una fórmula
es muy larga, en la práctica resultara difícil de aplicar y bastante confusa.
Por lo que Descartes condensa su método en cuatro pasos fundamentales:
"El primero era nunca aceptar como verdadera ninguna cosa que no conociese con
evidencia que lo era"
Con esto Descartes nos dice que no debemos precipitarnos al aceptar una proposición
como verdadera si dudamos que de alguna forma lo sea, no debemos aceptar algo
como verdad solo porque es lo que queremos oír.
"El segundo, dividir cada una de las dificultades que examinase, en tantas partes como
fuese posible y como requiriese su mejor solución"
Para resolver un problema es necesario hacerlo ordenadamente, o sea hay que
averiguar que se necesita y qué posible respuesta será necesaria para resolverlo.
"El tercero, conducir por orden mis pensamientos comenzando por los objetos más
fáciles de conocer, para ascender poco a poco, como por grados, hasta el
conocimiento de los más compuestos..."

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Aquí Descartes evidencia su forma de pensar la cual se basa en las matemáticas donde
para resolver un problema matemático es necesario comenzar por lo más fácil y
después se resuelve lo más difícil con el fin de no perdernos y no lograr un resultado
erróneo, o confundirnos de tal manera que nos quedemos atorados en una
encrucijada.
"Y el último hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales
que adquiriese la seguridad de no omitir nada"
Para que la solución a un problema sea lo más completa y general posible, es necesario
que sea revisada y puesta a prueba a fin de que no pueda ser rebatida ni puesta en tela
de juicio por alguien más, con lo que se lograría un conocimiento certero.
A partir de estos cuatro pasos Descartes menciona que le fue posible aumentar sus
conocimientos e incluso logró entender cosas que parecían bastante complicadas.

 Tercera parte

Descartes habla aquí de lo que él llama su "Moral provisional" la cual consistía en 5


máximas.
Descartes creyó que era adecuado apegarse a ciertos principios para no "extraviarse
en su búsqueda de la verdad" que mientras reestructuraba su mente y sus
conocimientos por medio de su método antes descrito.
La primera máxima consistía en llevar un estilo de vida moderado y obedecer las leyes
del país, para así poder convivir mejor con la gente de su sociedad.
La segunda consistía en ser de carácter firme y decidido, esto es "siempre caminar lo
más directamente hacia un lugar determinado y no cambiar de dirección por débiles
razones". Descartes creyó que solo así podía evitar arrepentirse de efectuar una mala
acción por ser de espíritu débil.
La tercera máxima consistía en dominarse a sí mismo debido a que en la vida nada es
seguro, las cosas cambian constantemente y no todo está bajo nuestro poder. Sería
decepcionante intentar esperar que todo resulte tal y como lo planeamos.
Como conclusión a moral provisional Descartes destaca la importancia de elegir la
ocupación que se debe seguir en la vida y el concluye que lo mejor que podría hacer es
continuar en la búsqueda de la verdad por medio de su método.

 Cuarta parte

"Pienso, luego existo", es la premisa fundamental sobre la cual Descartes fundamenta


su método, ya que según el este razonamiento es tan sólido y veraz que no puede ser
rebatido ni ignorado. Así que la duda es el primer principio de la filosofía cartesiana.
Es imposible fingir que no existimos ya que nuestra naturaleza se basa en el hecho de
pensar, si no pensamos no existimos, Descartes menciona que es posible fingir que no
se tiene cuerpo, que no se está en permanencia en algún lugar, pero al negar la
existencia esta queda irremediablemente reafirmada, por lo que Descartes creyó que
esa parte del ser que puede seguir existiendo es el alma, la cual no depende de ningún
lugar, ni de ninguna cosa material.
En esta parte Descartes demuestra la existencia de Dios, según él nosotros tenemos en
la mente metida, por decirlo así la idea de perfección, aunque nosotros mismos no
somos perfectos, así que de algún modo o de alguna parte hemos adoptado esa idea.

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Descartes llega así a la conclusión de que debe de existir algo o alguien de donde
provenga esa idea, ya que sería ilógico decir que proviene de la nada y más ilógico
sería decir que lo más perfecto proviene del no-ser. Por eso para Descartes la idea de
Dios es una idea innata, en la cual Dios es eterno, inmutable, omnisciente y
omnipotente, es decir posee todas las cualidades que podemos imaginar pero no
podemos poseer.

 Quinta parte

La quinta parte del Discurso del Método trata temas científicos en contraste a la cuarta
que es más bien metafísica, Descartes concordaba con Galileo en sus teorías pero por
miedo a la Iglesia decide cambiar lo que originalmente tenía preparado y hace una
vaga teoría sobre la creación y la evolución, para así no contradecir a la Iglesia.
Esta parte es más variada, habla acerca de biología, cree que los animales y los
hombres son iguales desde un punto de vista biológico, pero lo único que nos distingue
es el uso de la razón, por lo tanto los animales son almas de grado inferior.
Hace una analogía diciendo que el corazón de un hombre y un animal de sangre
caliente son similares y habla acerca de los mecanismos y funciones del mismo.
Por último hace un estudio sobre la razón o alma racional diciendo que no se deriva de
la materia sino que fue creada para conducir al cuerpo como lo hace un piloto en su
nave.

 Sexta parte

Descartes en la última parte de su tratado nos habla acerca de la utilidad de la ciencia.


La sexta y última supone un análisis de la investigación científica en general y en ella el
autor confía en la necesidad de una comunidad científica que permita extender los
conocimientos, así como en la necesidad de cultivar la salud del propio cuerpo para
poder pensar adecuadamente.
Aplicación del método.
A continuación se plantea un breve problema para resolverlo mediante el método
cartesiano.
Supongamos que se presenta ante nosotros alguien y nos dice que el conocimiento
que adquirimos siempre ha estado en nuestra mente y por tanto nacemos sabiéndolo
todo.
Lo primero que debemos hacer según el método cartesiano es dudar para poder
razonar, es decir preguntarnos si es cierto eso o no, pues no tenemos una evidencia
certera de que eso sea cierto.
Lo segundo sería dividir por partes la cuestión esto es hacer planteamientos a el
primer razonamiento: ¿Si supiéramos todo por qué no lo recordamos?, ¿Qué caso
tendría ser sabio uno sin saberlo?, ¿Entonces para que aprendemos?
Lo tercero sería ordenar los pensamientos: No es posible que nazcamos sabiéndolo
todo, en dado caso no necesitaríamos aprender, nuestra existencia es un continuo
aprendizaje, siempre tenemos algo que aprender por que todas las cosas cambian
constantemente y por tanto es imposible saberlo todo.

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Lo cuarto sería simplemente hacer una recapitulación para estar seguros que lo que
decimos es completamente cierto y no pasamos por alto algún punto de vista que
podría hacer nuestra respuesta incierta:
El hombre está dotado de razón y sentidos que le permiten por medio de la
experiencia aprender, no es posible saberlo todo porque no somos eternos y las cosas
cambian constantemente.

 Blaise Pascal (Clermont-Ferrand, Auvernia, Francia, 1623 - París, 1662).

Ilustre matemático, físico y filósofo francés, considerado como una de las mentes más
brillantes de la historia intelectual occidental. A los doce años dominaba la geometría
de Euclides sin haber tenido un entrenamiento matemático. A los dieciséis escribió un
tratado de las secciones cónicas que dejó admirado a Descartes. A los dieciocho
inventó una máquina de calcular, llamada la Pascalina, para ayudar a su padre a
calcular los impuestos.
En 1648, probó por experimentación que el nivel de mercurio de un barómetro es
determinado por el aumento o la disminución de la presión atmosférica circundante.
Otra importante contribución a la ciencia fue la Ley de Pascal, que establece que los
líquidos trasmiten la presión por igual en todas direcciones, publicando el «Tratado
sobre el Equilibrio de los Líquidos». En 1651, escribió un «Tratado sobre el Vacío», del
cual sólo se conserva algún fragmento. En 1652, por su precaria salud, abandonó los
estudios científicos hasta 1654, en que se dedicó al estudio de la teoría de
probabilidades en relación a los juegos de azar - como dados y ruletas - junto con
Pierre de Fermat.
Después de un accidente de coche, en Neuilly, en noviembre de 1654, experimentó
una profunda experiencia religiosa que reorientó todas sus prioridades, y fijó un curso
diferente a su vida. Nunca habló a nadie de este éxtasis místico. Fue sólo después de
su muerte que se encontró cosido en el forro de su chaqueta un papel en el que había
escrito su vivencia para tenerla siempre presente: «En noviembre 23 de 1654, desde
las 10.30 a las 12.30 de la noche. FUEGO. Dios de Abraham, Dios de lsaac, Dios de
Jacob, no de los filósofos ni de los letrados. Certidumbre, certidumbre, sentimiento,
gozo, paz. Dios de Jesucristo...Jesucristo... Que nunca sea separado de Él».
Esta experiencia lo motivó a estudiar los problemas de la religión, convirtiéndose al
jansenismo. Es posible que esta conversión se debiera en parte a la influencia
sostenida de su hermana menor, Jacqueline, quien había ingresado al convento de
Port Royal como religiosa. Pascal se retiró a ese mismo convento donde vivió una vida
ascética entregado a continuas meditaciones. En 1656, durante la disputa entre los
jansenistas y los jesuitas, se puso de parte de los primeros, escribiendo sus famosas
«Cartas Provinciales» en defensa del conocido jansenista Antoine Arnauld, amigo suyo.
Esta obra dio origen a la subsecuente reputación de los jesuitas como hipócritas y
casuísticos.
Desde 1657 se consagró enteramente a reunir material para una apología de la religión
cristiana. Quería escribir un tratado incluyente que presentara la fe cristiana en todo
su poder a sus amigos y contemporáneos. Para ello tomó abundantes notas con
fundamentados argumentos dirigidos a los escépticos que sólo se apoyaban en la
Razón.

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Víctima de permanentes sufrimientos físicos, su trabajo avanzaba con lentitud. Falleció
a causa de un cáncer gástrico que le originó metástasis cerebrales.
Los apuntes de su apología fueron encontrados después de su muerte, y fue necesario
hacerlos copiar porque eran casi ilegibles. El manuscrito y la primera versión de las
copias se conservan en la Biblioteca Nacional de París. Esta obra fue editada con el
nombre de «Pensamientos», por su cuñado Esteban Périer en 1670, siendo suavizado
el sentido excesivamente jansenista de algunos pasajes. Hubo cinco ediciones en el
siglo XVII, tres en el siglo XVIII y seis en el siglo XIX. Estas últimas se basaron en el
manuscrito original, omitiendo las modificaciones de las primeras ediciones.
Pascal dedicó sus «Pensamientos» a los librepensadores de su época, quienes
rechazaban toda discusión teológica y sólo admitían el triunfo de la Razón. La obra en
sí misma quedó incompleta, por lo que no se puede saber con certeza cuál habría sido
su estructura definitiva, pero en ella Pascal se revela como un orador genial y un
verdadero poeta. Su imaginación prodigiosa, su lirismo y sus padecimientos físicos
vibran alternativamente entre la angustia y la esperanza. En un planteamiento
determinado por la intuición pura, el autor desdeña todo ornamento artificioso. Su
naturalidad es el producto de profundas meditaciones y de un verdadero
conocimiento psicológico. En esa obra expresa que la creencia en Dios es racional: si
Dios no existe, uno no pierde nada por creer en Él; en cambio, si existe, uno lo pierde
todo por no haber creído en Él.
Pascal estaba convencido de que la Razón por sí misma no daba respuestas
satisfactorias y que sólo mediante una dialéctica entre la Razón y el Corazón se podía
alcanzar. Una certeza acerca de Dios, del significado de la vida y de los planteamientos
éticos. El pensaba que frente a estos interrogantes había tres tipos de personas:
quienes han buscado a Dios y lo han encontrado; quienes no lo conocen pero que lo
buscan con todo su corazón, y aquellos que no lo conocen y que no les interesa
conocerlo. Pascal decía que el primer grupo era feliz y razonable; el segundo, infeliz
pero razonable, y el tercero, infeliz e irrazonable.
Consideraba que la consciencia de los propios límites, del dolor y de la insuficiencia son
los signos de la nobleza humana. Ellos son el testimonio de que el hombre es un «gran
señor» caído y que el actual estado de miseria es la consecuencia del pecado del
primer hombre. Sólo la gracia, que no excluye la colaboración de la voluntad humana,
puede restituir al hombre en su primitiva grandeza y satisfacer su ansia indomable de
infinito, como criatura hecha para elevarse por encima del orden de la Naturaleza. La
Razón, por sí sola, con su visión geométrica del espacio infinito, no nos da más que el
sentido de nuestra miseria. Sólo puede satisfacer las aspiraciones del corazón el Dios
cristiano, «un Dios de amor y de consolación, un Dios que llena el alma y el corazón de
quien El posee, un Dios que hace suyo el sentimiento de las miserias y tiene infinita
misericordia».
Según Pascal, la verdad cristiana puede esclarecer y rescatar al hombre en su
singularidad, paradoja viviente, porque el hombre no es sólo razón, no es reducible a
un concepto claro y determinado, sino que es también corazón y sentimiento, un
enigma que reclama el misterio de la fe. Después de destacar el permanente estado de
contradicción interna que sufre el ser humano, afirma que sólo en la religión cristiana
existe una respuesta satisfactoria a esta dicotomía entre la caída y la redención.
Considerando que se trata de un brillante matemático que se aleja de las ciencias
exactas para acercarse al camino de la fe y del estudio del hombre, resulta interesante

13
citar sus razones: «Había empleado mucho tiempo en el estudio de las ciencias
abstractas y me había disgustado su escasa capacidad de comunicación a nivel
humano. Al estudiarlas me alejaba de mi condición de hombre más de lo que lo harían
los otros al ignorarlas... Esperaba encontrar muchos compañeros en el estudio de lo
que es el hombre; pero, en realidad, son menos que los que estudian geometría.»
Según él, ¿de qué serviría conocer todo lo que está fuera del hombre si este
permanece ignorante de sí mismo, de su origen, de su meta, sintiéndose atrapado en
una condición que no sabe explicar? El estudio del hombre es complejo y difícil, pero
es indispensable emprenderlo. El hombre es un ser que ignora su suerte y eso es lo
que le causa espanto a Pascal.

Obras.

• “Ensayo sobre las Cónicas” en 1639.

• “Los provinciales”.

• “Pequeñas escrituras filosóficas y religiosas”.

• “La máquina de la aritmética”.

• “Pensamientos” en 1670.

Extractos de su libro «Pensamientos».

«Cuando considero la breve duración de mi vida, absorbida en la eternidad que la


precede y la que la sigue, el pequeño espacio que lleno y cuando, por lo demás, me
veo abismado en la infinita inmensidad de los espacios que ignoro y que me ignoran,
me aterro y me asombro de verme aquí antes que allá, ya que no hay razón porque
esté aquí antes que allá, porque exista ahora más que entonces. ¿Quién me ha puesto
aquí? ¿Por orden de quién me han sido destinados este lugar y este tiempo? El silencio
eterno de los espacios infinitos me aterra, ¡cuántos reinos nos ignoran!».

« ¿Qué es el hombre? No es más que una nada respecto al infinito, un todo respecto a
la nada, un punto medio entre la nada y el todo, infinitamente alejado de poder
comprender los extremos. El fin de las cosas y sus principios le están invenciblemente
escondidos en un impenetrable secreto, igualmente incapaz de ver la nada de la que es
sacado y el infinito por el que es engullido».

«Somos algo y no somos todo; aquel poco que poseemos de ser nos impide el
conocimiento de los primeros principios que nacen de la nada; y el poco ser que
tenemos nos esconde la vista del infinito.»

«Por el espacio el universo me engulle como un punto; con el pensamiento yo lo


comprendo. Aunque el universo lo magullara, el hombre superaría en nobleza aquello

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que lo mata, porque está consciente de morir y de la prevalencia que el universo tiene
sobre él. El universo, en cambio, no sabe nada.»

«Debemos elevarnos no con el espacio y el tiempo, que no sabríamos llenar, ya que no


debo buscar mi dignidad en el espacio, sino en el curso regulado de mi pensamiento.
Sólo el pensamiento hace la grandeza del hombre.»

«El hombre no es más que una caña, la más débil de la naturaleza: pero es una caña
que piensa. Para destruirla no es necesario que se una el Universo entero. Basta una
gota de agua para ello. Pero, cuando el Universo lo destruye, el hombre es todavía más
noble que quien lo mata, porque sabe que muere, mientras que el Universo no sabe la
superioridad que tiene sobre él. Toda nuestra dignidad consiste, pues, en el
pensamiento.»

«Así como a la intuición pertenece el sentimiento, las ciencias pertenecen al intelecto.


La fineza forma parte de la intuición; la geometría del intelecto.”

«El corazón tiene sus razones que la razón desconoce. No sólo con la razón sino
también con el corazón, nosotros conocemos la verdad. De este segundo modo
conocemos los primeros principios, y el razonamiento, que no tiene nada en común
con ellos, intenta combatirlos inútilmente. Su impotencia no debiera servir para otra
cosa sino para humillar a la razón, que querría juzgarlo todo, pero que no puede
combatir nuestra certeza, como si sólo la razón fuera capaz de proporcionarnos
conocimientos.»

«Es menester saber dudar cuando es necesario, estar ciertos cuando es necesario, y
someterse cuando es necesario. Quien no lo hace así no comprende la fuerza de la
razón. Hay personas que pecan contra estos tres principios: o afirmando todo como
demostrable; o dudando de todo porque no saben cuándo es necesario someterse; o
sometiéndose en todo por no saber cuándo es necesario juzgar».

«El último paso de la razón es reconocer que hay una infinidad de cosas que la
superan. Ella sería sólo debilidad si no lograra ni siquiera reconocer esta verdad. No
hay ningún acto tan conforme a la razón como esta desconfianza de la razón.»

«Los sentidos engañan a la razón con falsas apariencias, y esta misma trampa que ellos
le juegan a la razón, la reciben de ella como revancha. Las pasiones del alma turban los
sentidos y crean en ellos falsas impresiones. Estas dos facultades se mienten y se
engañan en una especie de competencia.»

«Hay un método más excelente que el de la geometría y que consiste:

a) en no usar término alguno del que no se haya explicado previamente el significado.

b) en no afirmar jamás alguna proposición sin que sea demostrada con verdades ya
conocidas.

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Es decir, en pocas palabras, en definir todos los términos y probar todas las
proposiciones.»

«La voluntad propia no se satisfaría jamás, aun cuando tuviera poder sobre todo lo que
ella quiere. No se está satisfecho sino en el instante en que se renuncia a todas esas
cosas. Con ella no se puede quedar
sino descontento; sin ella, no se puede quedar sino contento.»

«Nunca se hace el mal tan plena y alegremente como cuando se hace por un falso
principio de conciencia.»

«La imaginación engrandece los objetos pequeños hasta el extremo de llenar el


espíritu con valoraciones fantásticas. Y con temeraria insolencia disminuye aquellos
que son demasiado grandes para su medida, como cuando habla de Dios.»

«La imaginación es maestra de error, de falsedades y tanto más engañosa porque no


siempre tendría que ser así. Ella sería, en efecto, un criterio infalible para la verdad, si
no lo fuese infaliblemente para la mentira. Pero, no obstante, el que sea las más de las
veces falsa, no da ningún signo que nos permita reconocer su calidad, sellando con el
mismo carácter lo verdadero y lo falso.»

«El modo más seguro para perder una causa del todo justa es el de hacerla
recomendar por sus parientes próximos.»

«El hombre está hecho de tal manera que no tiene ningún principio de lo verdadero,
pero si muchos, excelentes, de lo falso. Pero la más fuerte causa de estos errores es la
guerra que hay entre los sentidos y la razón.»

«Los hombres creen sinceramente buscar el reposo y, en realidad, no buscan más que
la agitación. El reposo llega a ser insoportable porque, o se piensa en las miserias que
se tienen o en aquellas que nos amenazan. Y aunque nos viéramos suficientemente
seguros de todo, el aburrimiento no dejaría de subir desde el fondo del corazón donde
tiene sus raíces naturales y de llenar todo el espíritu con su veneno, haciendo sentir al
hombre su nada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su
vacío.».

 Nicolas Boileau-Despréaux (París, 1636 - París, 1711).

Nicolás Boileau, era el penúltimo de los dieciséis hijos de Gilles Boileau, escribano de la
Cámara Parlamentaria de París. Estudia Derecho en el Colegio d'Harcourt primero y
luego en el de Beauvais. Se inscribe como abogado en 1656, pero pronto lo deja.
Empieza estudios de Teología en la Sorbona y obtiene incluso un priorato (dotado con
800 libras) al que renunciará a la muerte de su padre en 1657. Estos hechos le
permiten vivir de las rentas y dedicarse a la literatura.
Sus primeros escritos relevantes son las Sátiras (1660–1667), inspiradas de las de
Horacio y Juvenal, en las que critica el gusto literario de algunos de sus

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contemporáneos, como Jean Chapelain, autor de La Doncella o Francia liberada,
Philippe Quinault y Georges de Scudéry. En cambio, admira a Molière, La Fontaine y
Racine. Sus Epístolas, que aparecen entre 1669 y 1695, muestran un estilo más maduro
y sereno. Traduce en 1674 el Tratado de lo sublime falsamente atribuido a Longino y
escribe el principio de su Arte poético y de El Atril.
Fue el protegido de Madame de Montespan, quien lo presentó al rey Luis XIV en 1674.
En 1677 es nombrado, a la vez que Racine, historiógrafo de Luis XIV. Muy apoyado por
éste, ingresa en la Academia francesa en 1684.
Boileau es el principal teórico de la poesía francesa del Siglo XVII. Representa la
estética clásica y fue apodado legislador del Parnaso. Fue uno de los principales
cabecillas del clan de los Antiguos en la famosa disputa entre los Antiguos y los
Modernos, polémica literaria y artística que sacudió la Academia Francesa a finales del
S.XVII y que oponía dos corrientes antagonistas en cuanto a modo de ver la cultura.
Nicolás Boileau-Despréaux fue el principal crítico y teórico literario de la época clásica;
su influencia se extendió por toda Europa. Creía en la razón y en la ley natural y era
partidario de las definiciones exactas; su búsqueda consistió en establecer reglas por
las que la literatura se convirtiera en una disciplina tan precisa como la ciencia.

Obras.

Poesía

• Sátiras (Satires), 1660.

• Epístolas (Épîtres), 1674.

• El Arte poético (L'Art poétique), 1674.

• El Atril (Le Lutrin), 1674.

Ensayos

• Tratado de lo sublime (Traité du sublime), 1674.

• Diálogo sobre los héroes de novela (Dialogue sur les héros de roman), 1688.

• Reflexiones críticas sobre Longin (Réflexions critiques sur Longin), 1694.

• Cartas a Charles Perault (Lettres à Charles Perrault), 1700.

 Jean de La Fontaine (Château-Thierry, Aisne, 1621 - París, 1695).

Escritor francés que produjo las fábulas más famosas de los tiempos modernos.
Estudió en la Universidad de Reims. Durante muchos años siguió los pasos de su padre
como inspector forestal del ducado de Château-Thierry. A partir de 1659 recibió la

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ayuda de diversos nobles e influyentes mecenas literarios. Su principal obra publicada
fue una adaptación (1654) de Eunuco, del dramaturgo romano Terencio, pero su fama
literaria reside en sus Cuentos y relatos en verso (1644). Fue miembro de un destacado
grupo literario francés en el que figuraban los dramaturgos Molière y Racine, y el
crítico y poeta Nicolas Boileau-Despréaux. Sus obras posteriores, entre las que cabe
destacar nuevos volúmenes de Cuentos y relatos en verso (1667-1674) y tres
colecciones de sus Fábulas (1668-1694), lo convirtieron en uno de los hombres de
letras franceses más eminentes de la época. En 1683 fue elegido miembro de la
Académie Française, pese a la oposición de Luis XIV. La obra de La Fontaine influyó en
buen número de escritores posteriores. Sus fábulas se distinguen por su agilidad e
ingenio narrativo, así como por el amplio y sutil conocimiento que el autor tenía de la
vida. Sus Cuentos y relatos están inspirados en el Decamerón de Giovanni Boccaccio, el
Heptamerón de Margarita de Navarra, y Los cien nuevos cuentos supuestamente
escritos por Antoine de La Salle, pero La Fontaine introdujo numerosas variaciones en
estas historias, con una prosa y un ingenio únicos. También escribió poemas, libretos
de ópera y obras de teatro. Entre éstas destacan el relato romántico en verso y prosa
Los amores de Psique y Cupido (1669).

Las Fábulas de La Fontaine

 El origen.

Cuando La Fontaine publicó su primer libro en 1668, entregó varias piezas de


costumbres y las dos primeras colecciones de sus Cuentos: estos últimos, aunque
provocaron un escándalo, le proporcionaron una gran notoriedad. El 31 de marzo de
1668 lanzó sus Fables choisies et mises en vers, en una edición de lujo ilustrada con
grabados del dibujante Chaveau . La obra obtuvo un éxito fulminante por lo que tuvo
que ser reeditada ese mismo año. En la primera edición, las Fábulas son descritas
como una adaptación enriquecida de las de Esopo y dedicadas a Monseigneur le
Dauphin (el Delfín de Francia) que tenía entonces 7 años: en el prefacio se presentan
como literatura para niños. Hay que resaltar que, en esa primera edición, no aparece
ninguna alusión al editor de las imágenes de Chauveau quien parece haber ilustrado
los textos sin haber tenido contacto alguno con el autor.

 Los protagonistas

El bestiario tradicional empleado permite una amable transposición de la sociedad


humana y de sus defectos. Sin embargo, los animales no son estereotipos reducidos a
un papel constante: el león tan pronto aparece como un ser brutal, injusto, tiránico
(Les animaux malades de la peste) como sensato y generoso (Le lion et le rat); aunque
las jugadas del zorro provocan en ocasiones la risa, no siempre le muestran
aventajado; la tortuga , sagaz en el momento de ganar a la liebre, es necia cuando se
confía a los dos patos para que la lleven por los aires. El empleo de animales como
protagonistas es, entre otras cosas, una forma de tomar distancia de los
comportamientos humanos y sociales y de tomar conciencia de sus mecanismos; es
también una manera de hablar de los poderosos, como el rey, sin desperar sus iras; un

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medio, además, de atraer la atención hacia la sensibilidad y la inteligencia de los
animales contra la tesis cartesiana de los "animales-máquina".
En las Fábulas, la sonrisa y la risa están siempre presentes, incluso en los temas más
graves puesto que lo cómico es en ellas multiforme. El humor característico de La
Fontaine, con respecto a Esopo especialmente, viene dado por la mezcla de tonos y de
intervenciones socarronas del autor sobre la base de una estructura dramática sencilla.
Escritas para lectores adultos, las Fábulas tendrán que esperar al siglo XIX para
convertirse en clásicos de la literatura infantil. Sus versos se enseñaban en el colegio
para inculcar de forma agradable algunos aspectos de la moral. Las Fábulas de La
Fontaine fueron en esta época el arquetipo de "libro de premio" que se entregaba al
final del año escolar.
Es "el" texto del siglo XVII del que, aún hoy en día, mucha gente es capaz de citar de
memoria al menos algunos versos.

La cigarra y la hormiga (fragmento)

" Cantó la cigarra durante todo el verano, retozó y descansó, y se ufanó de su arte, y al
llegar el invierno se encontró sin nada: ni una mosca, ni un gusano.
Fue entonces a llorar su hambre a la hormiga vecina, pidiéndole que le prestara de su
grano hasta la llegada de la próxima estación.
- Te pagaré la deuda con sus intereses; -- le dijo --antes de la cosecha, te doy mi
palabra.
Mas la hormiga no es nada generosa, y este es su menor defecto. Y le preguntó a la
cigarra:
- ¿Qué hacías tú cuando el tiempo era cálido y bello?
- Cantaba noche y día libremente -- respondió la despreocupada cigarra.
- ¿Con que cantabas? ¡Me gusta tu frescura! Pues entonces ponte ahora a bailar,
amiga mía.
No pases tu tiempo dedicado sólo al placer. Trabaja, y guarda de tu cosecha para los
momentos de escasez. "

 Jacques Bénigne Bossuet (Dijon, 1627 - Paris, 1704).

Célebre obispo de Meaux. El más destacado orador sagrado del s. XVII. Hombre de
gran talento y cultura teológica, fue en su tiempo, como Fénelon, muy escuchado en
toda Francia. Brillante y agudo polemista, publicó numerosos escritos rebatiendo los
errores del protestantismo, el jansenismo y el quietismo, lacras del cristianismo de
aquellos días en Francia. De gran capacidad para el trabajo, desplegó una actividad
múltiple e infatigable. Sus obras son numerosas. Fue un hombre de virtudes sólidas y
de un ardiente celo apostólico. Su personalidad es polifacética: teólogo, hombre de
letras, director espiritual, cortesano de Luis XIV; pero la faceta que más destaca en él
es, sin duda, la de orador sagrado. Es el auténtico príncipe de la oratoria de su época,
comparable a los grandes oradores de la antigüedad clásica. Su estilo está lleno de
originalidad, de profundidad; su lenguaje es preciso y transparente, cargado de fuerza,
de viveza, de lirismo; su exposición, genial y sin artificios retóricos. Doctrinalmente se
le acusa de defectos de galicanismo.

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A los ocho años recibe la tonsura clerical y a los 13 es promovido canónigo de Metz.
Hace sus estudios en el colegio de los jesuitas de Godrans. Su infatigable aplicación le
granjea el sobrenombre de bos suetus aratro (buey acostumbrado al arado). De 1642 a
1652 continúa sus estudios en el Colegio de Navarra de París, donde cursa Filosofía y
Teología. El 24 en. 1648 defiende su tesis de filosofía. El 21 de septiembre es ordenado
subdiácono en Langres y un año después, diácono en Metz. El 6 feb. 1652 recibe la
licenciatura en Teología. El 16 de marzo de este año accede al presbiterado y el 9 de
abril recibe la birreta de Doctor.
Primeras actividades apostólicas. A los 22 años, mientras se prepara al subdiaconado,
escribe su primera obra, Meditación sobre la brevedad de la vida, llena de madurez y
espíritu de fe. En París conoce a S. Vicente de Paúl, que le prepara a la ordenación
sacerdotal. Después de ésta, marcha a Metz, donde disfruta su canonjía. En 1652 es
arcediano de Sarrebourg y en 1654 de Metz. En 1655 publica la Refutación del
Catecismo de Paul Ferri, primera de sus obras de controversia. En 1659 fija su
residencia en París. Sin embargo, vuelve de cuando en cuando a Metz. Estos años de
París (hasta 1671) marcan el cenit de su vida de predicador. Entre sus obras maestras
de oratoria, merecen destacarse los dos sermones apologéticos Sobre la providencia (
1662) y Sobre la divinidad de la Religión (1665). En varias ocasiones predica en la corte
los sermones de Adviento y Cuaresma.
Obispo de Condom y preceptor del Delfín de Francia. Promovido en 1669 al obispado
de Condom, es consagrado el 21 sept. 1670 en Pontoise. En el intervalo entre su
nombramiento y consagración, Luis XIV le nombra preceptor del Delfín. No tomará
jamás posesión de su pequeña diócesis de Condom. El 31 oct. 1671 presenta su
dimisión, por incompatibilidad con sus ocupaciones de preceptor. El rey le confiere el
priorato de S. Esteban de Plessis-Grimault y la abadía de S. Luciano de Beauvais. Se
dedica de lleno a la formación del príncipe. Pero antes de comenzar su función de
preceptor, entra en la Acad. Francesa. Durante esta época, desarrolla en medio de la
corte un apostolado valiente y lleno de discreción y espíritu sacerdotal: habla y escribe
con libertad al rey, recordándole sus deberes; logra la conversión de Luisa de La
Valliere, etc. y aún encuentra tiempo para estudiar, predicar, pronunciar conferencias,
hacer círculos de estudios con los hombres cultos de su tiempo: Fénelon, Mabillon,
Huet, Renaudot, Gallois y otros. Además entabla una controversia con los protestantes
y publica Exposición de la Doctrina Católica sobre las cuestiones en controversia
(1671), Advertencia para la segunda edición de esta obra, Conferencia con Claudio,
Tratado de la Comunión bajo las dos especies, Defensa de la tradición sobre la
Comunión bajo una sola especie. En 1678 emprende otra nueva polémica, esta vez con
el oratoriano Richard Simon sobre cuestiones bíblicas. B. defiende a capa y espada las
interpretaciones tradicionales de la Iglesia. El matrimonio del Delfín con la princesa
María Cristina de Baviera le descarga de sus funciones de preceptor.
Obispo de Meaux y muerte. El 2 mayo 1681 es nombrado obispo de Meaux. Toma
posesión el 17 feb. 1682. Desempeña con celo infatigable sus funciones de pastor,
interviene en la Asamblea del Clero de Francia, en la que lee su discurso de los Cuatro
Artículos sobre la cuestión de las regalías, para tratar de solucionar el conflicto entre
Inocencio XI y Luis XIV. Intentando buscar una línea media conciliadora, se inclina por
el galicanismo; dejando en la oscuridad la infalibilidad del Romano Pontífice, en
realidad la niega, aunque defiende la indefectibilidad de la Santa Sede. Sigue luchando
incansablemente contra el protestantismo, el quietismo y el jansenismo. En medio de

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sus cargas pastorales, siempre encuentra tiempo y clarividencia de espíritu para
escribir. Despliega todo su celo apostólico en la administración de su diócesis. En 1687,
publica un triple catecismo: uno para principiantes, otro más desarrollado y el
Catecismo de las fiestas y otras solemnidades y observancias de la Iglesia, al cual añade
en 1689 un pequeño breviario de Oraciones eclesiásticas. De esta época es famosa la
lucha con la abadesa de Jouarre, Enriqueta de Lorraine, y su sucesora, Ana-Margarita
de Rohan-Sou- bise. El monasterio era un foco de desórdenes, y se propuso implantar
una reforma. Para conseguir sus fines, emplea todos los medios, incluso apelar al
Parlamento de París «contra el abuso de una bula de hace 500 años». En 1699 había
vencido una enfermedad que se reproduce en 1703. Los cirujanos no se atreven a
intervenir a un anciano de 76 años. M. el 12 abr. 1704 en plena actividad, soportando
con enérgica serenidad sus dolores.
Doctrina y fuentes. Se puede afirmar que B. ha tocado a lo largo de su fecunda
producción todo el acervo de verdades del Credo de la Iglesia. Sin embargo, el medio
ambiente le obligó a insistir con más frecuencia en los temas debatidos por los errores
jansenistas y quietistas; no supo librarse de los errores galicanos, su eclesiología
resulta insuficiente cuando no errónea, extremo en el que incidió menos su
contemporáneo Fénelon. Sus dos grandes principios son: la soberanía de Dios y su
Providencia. Frente al jansenismo insistirá en los sacramentos y en su gran tema de
predicación: el amor de Dios, que «es todo el cristianismo». Ante el protestantismo
expone una fe operante, traducida en dinamismo espiritual. Sobre la oración es
diametralmente antiquietista. Tiene la convicción de que los estados de oración
mística son extraordinarios, raros. Rechaza la pasividad espiritual. Quiere una oración
activa, alimentada en la lectura espiritual, según la tradición de la Iglesia.
Sus fuentes principales (al principio, casi exclusivas) son la Biblia y los Padres. Cuando
surge la controversia con Fénelon, se familiariza con otros autores ascéticos: Teresa de
Jesús, Francisco de Sales, S. Juan Clímaco, S. Bernardo, Gerson, Blosio, Kempis,
Ruysbroeck, Tauler, Suso y S. Catalina de Génova. Los teólogos que fundamentan su
doctrina son: Suárez, Vázquez, Thomassin, S. Tomás de Aquino y S. Buenaventura.

Obras.

• Discurso sobre la historia universal (1681).

• Oraciones fúnebres.

Oraciones fúnebres

Las Oraciones fúnebres está constituido por las siguientes partes:


 “Oración fúnebre de Enriqueta María de Francia, Reina de Inglaterra”.
Pronunciada el 16 de Noviembre de 1669 en presencia de la corte de Francia en
la iglesia de las religiosas de Santa María de Chaillot donde había sido
depositado el corazón de la reina.
 “Oración fúnebre de Enriqueta-Ana de Inglaterra, Duquesa de Orleáns”.
Pronunciada en Saint-Denis el día 21 de Agosto de 1670.
 “Oración fúnebre Luis de Borbón, Príncipe de Condé”. Pronunciada en Nuestra
Señora de París el 10 de Marzo de 1687.

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 François de Salignac de la Mothe, (Périgord, 1651 - Cambrai, 1715)

Escritor, clérigo y teólogo liberal francés. Más comúnmente conocido como François
Fénelon. puesto que ha nació en el castillo de Fenelón (Perigord).
Después de haber seguido el seminario de Saint-sulpice, es ordenado sacerdote hacia
1675.Después de tres años, el arzobispo de Paris le propone la dirección del
establecimiento de los "Nuevos Catolicos". Cumple con esta función durante unos diez
años. Protegido de Bossuet, dotado de una gran habilidad dialéctica, empieza a escribir
algunos tratados, como "Los diálogos sobre la elocuencia (1681).
Fenelón profesó, igualmente, ideas pedagógicas muy modernas para su tolerancia: es
durante este periodo que encuentra el Duque de Beauvilliers et su mujer, madre de
una familia numerosa, y que escribe el "Tratado de la Educación de las chicas" (1689).
Después de algunas misiones, Luis XIV le concede su confianza y lo escoge como
preceptor de su nieto, el duque de Burgoña, para el cual ha compuesto "Fábulas" en
prosa (1690), "Los diálogos de los muertos (publicados en 1712), una obra de
edificación, y sobretodo "Las aventuras de Telémaco" (publicadas en 1699, sin el
consentimiento del autor), donde las visiones políticas muy avanzadas no gustaron a
Luis XIV.
En 1694, Fenelón es nombrado por Luis XIV, arzobispo de Cambrai.
Cristiano muy escrupuloso, sueña con una comunicación espiritual con Dios y se da a la
quietud, expandida por Madame Guyon. Pero la ortodoxia de sus Máximas de los
Santos (1697) fue observada por Bossuet. Administrando, desde entonces, con
abnegación del arzobispo de Cambrai, dirigió para la Academia francesa (de la que era
miembro desde 1693) un programa de trabajos, la Carta sobre las ocupaciones de la
Academia (1714) que aparecen como un verdadero testamento literario.

Obras.

• Tratado sobre la educación de las jóvenes.

• Tratado sobre el ministerio pastoral.

• Método fácil para hacer oración.

• Explicación del Cantar de los Cantares.

• Telémaco (Esta obra consta de 24 libros).

• Las aventuras de Aristonoo.

Frases de Fénelon.

 La muerte sólo será triste para los que no han pensado en ella.

 El que no ha sufrido no sabe nada; no conoce ni el bien ni el mal; ni conoce a


los hombres ni se conoce a sí mismo.

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 Si queréis formar juicio acerca de un hombre, observad quiénes son sus amigos.

 Huye de los elogios pero trata de merecerlos.

 El amor lo toma todo, y todo lo da.

 El más libre de todos los hombres es aquel que puede ser libre dentro de la
esclavitud.

 El sufrimiento depende no tanto de lo que se padece cuanto de nuestra


imaginación, que aumenta nuestros males.

 Ningún poder humano puede jamás violentar el sagrario impenetrable de la


libertad del corazón.

 Las almas bellas son las únicas que saben todo lo que hay de grande en la
bondad.

 El verdadero medio de ganar mucho consiste en no querer nunca ganar


demasiado.

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