Kuyper, R.B. - Evangelismo Teo-Centrico

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TEO-CENTRICO

R. B. KUSPEE
EVANGELISMO TEO-CENTRICO
EVANGELISMO
TEO-CENTRICO

Una expòsicion de là
Teologia Biblica del Evangelismo

por
R. E3. KUIPER

Profesor honorario de Teología Práctica


del Seminario Teológico Westrainster
Presidente honorario del Seminario de
Calvino de Grand Rapids

Traducido por SAMUEL VILA

TELL
Depösito Legat: B. 26318-1966

Con penniso de Baker Book House

TELL
The Evangellcal Literaturo League
R. O. Box 2348, GRAND RAPIDS.MIch.
U.S. A.

GrÄficai VIMASÄ TARRASA, (Bipana)


INDICE
Capítulos Páginas

In tro d u c c ió n ..................................................... 3
1. Dios el A utor del E vangelism o................... 13
2. El Amor infinito de Dios y el Evangelismo 23
3. L a Elección soberana de Dios y el Evan­
gelismo ............................. ................................. 33
4. El Pacto de la G racia Divina y el Evan­
gelismo ............................................................... 49
5. L a Soberana Elección de Dios y el Evan­
gelismo ............................................................... 63
6. Dios y el Propósito del E vangelism o........ 73
7. Dios y la Urgencia del E v an g elism o ........ 91
8. Dios y el Motivo del E v an g elism o .............. 103
9. Dios y el Propósito del E van g elism o........ 115
10. Dios y su Agente p ara el Evangelismo ... 127
11. L a Iglesia y la Táctica del Evangelismo... 139
12. Dios y los Medios del E vangelism o............. 153
13. Dios y el M ensaje del Evangelismo............. íe s
14. Dios y el Celo p a ra el E v an g elism o ........ 191
15. Dios y el Método p a ra el Evangelismo ... 205
16. Dios y la Cooperación en el Evangelismo 215
17. Dios y la Eficacia del E vangelism o............. 239
18. Dios y la Resistencia al Evangelismo........ 249
19. Dios y el T riunfo del Evangelismo............. 261
INTRODUCCION

Se Ivace algunas veces una distinción, entre la la­


bor misionera y el Evangelismo. Se entiende como
labor misionera la em ngelisación de los no salvados
que viven lejos de nosotros; y como Evangelismo, la
obra de traer el Evangelio a los no salvos que se ha­
llan cerca. Este uso restringido del térm ino Evange-
lismo no tiene justificación. Evangelismo es la simple
proclamación del Evangelio. El llevar ese m ensaje a
las antípodas, m erece el m ism o nom bre de Evaiige-,
iismo que el traerlo a nuestros vecinos. En el titulo
de este libro usamos dicha palabra en el sentido que
le es atribuido en el libro: “Evangelismo paré el
M undo de nuestros dias, interpretado por ios Lideres
Cristianos de todo el M undo", que fue publicado en
1938 por el Consejo Internacional de Misiones: Esto
es, la proclamación del Evangelio a los no salvos en.
cualquier lugar.
Por otra parte, tomamos la siguiente definición
de Ui palabra "M isión" del reciente estudio del Dr.
J..H . Bavinck en su: Introducción a la Ciencia de
las Misiones: " ¿ a obra misionera es ¿a actividad de
la Iglesia —esencialmente no es otra cosa que la ac­
tividad de Cristo ejercida por m edio de la Iglesia—
por la cual la Iglesia, en este período de interinidad,
antes de la definitiva proclamación del Reino de
Dios, llama a los pueblos de la tierra al arrepenti­
m iento y fe en Cristo para que sean /techos sus dis­
cípulos e incorporados por el bautism o a la com u­
nión de los que aguardan la venida de su Reino"
lp. 6 ). Excepto por la nota dispensacional que ocu­
rre en las expresiones: "período de interinidad" y
" que aguardan la venida del R eino", esta definición
es ciertamente aceptable. Evidentem ente el Evange­
lism o incluye la'obra misionera.
E l térm ino evangelista se usa en varios sentidos.
Las siguientes páginas contienen u n estudio de este
térm ino tal cual es usado en el Nuevo Testamento.
Se observará que en el sentido estricto del Nuevo
Testam ento no hay actualm ente verdaderos evange­
listas; sin embargo no es una razón para negar este
m u to a los que hacen del Evangelismo la oOra cíe su
tñda. De hecho puede ser dicho sin titubeos que ca­
da creyente, en su carácter espiritual de profeta, sa­
cerdote y rey, es prácticam ente u n evangelista.
Es triste em pero reconocer que m ucho del E van­
gelismo de nuestros días está centrado en el hombre.
Con demasiada frecuencia la atención se fija en el
evangelista —su personalidad, su elocuencia, su h a ­
bilidad como organizador, la historia de su conver­
sión, las penalidades que ha sufrido por el Evangelio,
eV núm ero de sus convertidos; en algunos casos los
müagros de curación que se le atribítyen, etc. En
otros casos la atención se fija en aquellos que deben
ser evangelizados— las m ultitudes que acuden, su
necesidad relacionada con su pobreza, enfermedades
inmoralidad, o en su supuesta ansia del Evangelio
de salvación. En los peores casos, tratándose de la'-
bor M odernista: en el bien que se dice reside en ello$
y les capacita para ejercer la fe salvadora de su pro­
pia voluntad no regenerada. ¡Cuán a m enudo el
beneficio del hom bre, temporal o eterno, es el solo
objetivo del Evangelismo!
El siguiente estudio es u n a defensa del Evange­
lism o centrado en Dios, en contradicción con el
Evangelismo centrado en el hombre. En otras pa­
labras: Presenta una Teología del Evangetismo ba­
sada enteram ente, como debe estarlo, e n la Pala­
bra infalible de Dios, la Sagrada Escritura. Defnan-
da u n Evangelismo que sea de Dios, por Dios, y para
Dios (Rom anos 11-36). Este es exactam ente el obje­
to del presente volumen.
El lector descubrirá'pronto que la Teología que
aquí se defiende es la Teología Reform ada. Y o creo;
y así debe ser, que la única teología que Ja Biblia,
contiene es la Teología *Reformada; sin embargo,
quiero aclarar que al decir Teología Reformada
quiero significar: no solamente lo que la distingue
de otras, varias interpretaciones del Cristianismo, si­
no lo que tiene de com ún con estas otras interpreta­
ciones de la Fe Cristiana. Por ejem plo, la Teoiogva
Reformada, incluye la doctrina de la Trinidad, de la
Deidad de Cristo, y de su Sacrificio substitutorio
que todos Jos verdaderos cristianos aceptan, además
de los cinco puntos característicos del Calvinismo,
que son: la Predestinación absolxita, la total Depra­
vación hum ana, la Expiación particular, la G racia
irresistible, y la eterna Seguridad de los creyentes.
Para m i, la Fe Reform ada es a la vez la m ás pura y
la que m ejor comprende el conjunto de la Biblia, en
tre todas las teologías cristianas. S u título de gloria
es que abarca "todo el Consejo de Dios". (Hechos
20-27).
T uve el privilegio por algunos años de dar cur­
sos a estudiantes para el m inisterio sobre: ‘‘Princi­
pios de las Misiones Cristianas" y "Evangelismo de
los alrededores". E se lib ro n o es una reproducción de
ninguno de tales cursos, sino una presentación de la
esencia de ambos.
Excepto donde se indica otra cosa, Zas citas de
la Escritura, en este volum en, son de la versión a u ­
torizada del rey Jaim e (1). Deseo expresar m i gra­
titud a la sección de educación cristiana del Concilio
Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados
Unidos de Am érica por el permiso dado para citar
ocasionalmente de la versión revisada. A las revistas
"Nevo Y o rk W orld Telegram " y "S u n " por ciertas
estadísticas tomadas de su Almanaque M undial para
el año 1961, y a l a Compañía de Publicaciones Pres­
biteriana y Reform ada de Filadelfia, por su perm iso
en citar la antes dicha definición de la palabra
"M isión”.
R. B. K U IP E R

(1) En esta traducción hemos usado la antigua versión de


Cipriano de Valcra, excepto en unos pocos casos en los cuales
nos h a parecido que la Revisada en 1960 vertía el texto origi­
nal de un modo más adecuado a la idea del.autor. — Nota del
Traductor.
1
DIOS EL AUTOR DEL
EVANGELISMO
El Dios Trino como autor dél Evangelismo

El Evangelismo tfene sus raíces en la Eternidad.


Los teólogos hablan del Pactum Saiutis, hecho
desde el principio por las tres personas de la Divi­
nidad. El térm ino Pactum Saiutis puede ser tra d u ­
cido ora como Convenio de Redención o Concilio de
Redención. El escritor prefiere este últim o sentido
porque el térm ino "convenio”, se usa generalm ente
en teología p a ra designar el acuerdo en tre Dios y
el hom bre en el curso de la Historia. P ero en este
caso se tra ta de que el P adre, el Hijo y el E spíritu
S anto acordaron Juntos u n p lan de salvación de los
pecadores an tes de que el m undo íuerá

Según ese plan, Dios el P ad re ten ía que enviar a


su H ijo a l m undo p a ra redim irlo; el Dios H ijo ven­
d ría voluntariam ente al m undo p a ra g a n a r la salva­
ción por su obediencia h asta la m uerte; y Dios Es­
p íritu S anto, aplicaría la salvación a los pecadores,
trayendo a ellos la gracia salvadora.
14 EVANGELTSMO TEOCÉNTRICO

L a E scritura enseña claram ente la realidad de


este Consejo de Redención. Especialm ente en los
escritos de J u a n , se cita repetidam ente que el P adre
envió al Hijo. He aquí un ejemplo: "En esto consiste
el am or, no en que nosotros am am os a Dios, sino
que El nos am ó a nosotros y envió a su H ijo en p ro ­
piciación por nuestros pecados” (1.* J u a n 4-10).
C risto habló de la comisión recibida del Padre. P or
ejemplo, al final de su m inisterio terreno, se dirigió
al P ad re diciéñdole:j“Te he glorificado en la tierra;
he acabado la Obra que me diste que hiciese”. En
pasajes como Isaías 53; 12 se hace especial mención
de la recompensa dada por el P adre al Hijo por h a ­
ber cum plido su obra. Helo aquí: “Por tan to yo le
daré p arte con los grandes, con los fuertes rep artirá
despojos, por cuanto derram ó su vida h asta la m uer­
te, y fue contado con los pecadores, habiendo El lle­
vado el pecado de muchos y orado por los transgre-
sores”. Con igual claridad enseña la E scritura que
el E spíritu S anto fue enviado p o r el P adre y el Hijo.
Jesús prom etió a sus discípulos: “El Espíritu Santo,
el cual el P adre enviará en mi nom bre” (Ju an
14; 26) y describió la tercera persona Je la Trinidad
como “El Consolador, el cual yo os enviáré del P a ­
d re” (Ju an 15; 26).
En resum en: Antes de que el m undo fuera, el
Dios .Trino formó un plan de salvación que debía
ser ejecutado en p artes recíprocas por el P adre co­
mo enviador Suprem o; el Hijo, como enviado M e­
diador y enviador del E spíritu Santo, el cual como
enviado debía aplicar la Redención.
•De ahí sigue que el T rino Dios es el verdadero
A utor de Ja Salvación. Y, de la m ism a m anera qup
reaíizó:a su tiem po el P lan eterno de Salvación, ha
revelado cu m ensaje en el Evangelio, y ha ordenado
DIOS EL AUTOR DEL-EVANGELISMO 15

que el Evangelio sea el medio indispensable de sal­


vación. P or tan to está claro q u e el Dios T rino es el
A utor del Evangelismo.

El Padre como autor del Evangeltsmo


Diós el P adre es au to r del Evangelismo.
Concibió el Evangelismo en la Eternidad.
De igual m anera desde la E ternidad comisionó
a l Hijo p a ra g an ar la salvación de los pecadores p o r
su m uerte substitutoriá en la cruz de m aldición y
por su Obediencia perfecta en su favor. El resultado
es la vida etern a p a ra estos.
El inspiró a los profetas de la antigüedad, p ara
p rean u n ciar la Venida del H ijo de Dios en c a rn e y
predecir que e n tra ría en la gloria por sus sufrim ien­
tos (Lucas 24; 26). P o r medio del profeta evangélico
Isaías describió los sufrim ientos del “Siervo • de
Jehová” (Isaías 53) y lanzó la invitación universal;
“M irad a Mi y sed salvos todos los térm inos de la
tie rra porque yo soy Dios y no h ay m ás” . (Isaías
45-22), y predijo el glorioso día cuando “ la tierra
será llena del conocimiento del S eñor como las
aguas cubren la m a r (Isaías 11-9).
O rdenó los sacrificios sangrientos de la an tig u a
dispensación p a ra tipificar el sacrificio salvador del
H ijo en la cruz.
C uando vino “el cum plim iento del tiem po” , El
“envió a su Hijo hecho de m u jer, hecho obediente
a la ley p ara redim ir a los que estab an b ajo la ley” ,
a fin de que su pueblo “pudiera recibir la adopción
de hijos” (G ólatas 4-4, 5).
AI principio del m inisterio público del Dios-Hom­
bre, el P ad re envió sobre El el E spíritu S an to en
form a de palom a (Lucas 3-22), y esto le calificó p ara
16 EVANGELISMO TECCÈNTRICO

sus labores mediatorias. Le ungió p ara “llevar el


E vangélio'a los pobres c u ra r a los quebrantados,
predicar libertad a los cautivos, d ar a los ciegos vis­
ta, poner en libertad a los quebrantados, p a ra p re­
dicar el año agradable del S eñor” (Lucas 4; 18-19).
EJ dio, es decir entregó y sacrificó a su Hijo u n i­
génito, p ara que “todo aquel que en El crea no se
pierda m as tenga vida etern a” (Ju an 3-16).
El sostuvo a su Hijo al llevar la ab rum adora c a r­
ga de la ira del santo y justo Dios contra el pecado
de toda la hum anidad de tal modo, que cuando este
se halló Justam ente desam parado y en tal situación
sufrió las angustias del infierno, todavía se asió al
P adre clam ándole ¡Dios mío! (Mat. 27; 46).
Al levantar al Hijo de los m uertos, el P ad re puso
el sello de su aprobación «obre la obra perfecta del
Hijo, el cual fue resucitado, no tan sólo pan* que
pudiéram os ser justificados, sino porque habíam os
sido Justificados por su m uerte expiatoria, (R om a­
nos 4; 25).
Porque el Hijo “vino a ser obediente h asta la
m uerte y m uerte de Cruz, el P adre “ le exaltó hasta
lo sumo y diole u n nom bre que es sobre todo nom bre
p ara' que en el nom bre de Jesús se doble toda rodi­
lla, en el Cielo y en la tierra y lo que está debajo de
la tierra, y que toda lengua confiese que Jesucristo
es S eñor en la gloria de Di os el P ad re”. (Filip.
2 , 8- 11).
, En Pentecostés Dios el P adre im partió a la Igle­
sia el poder del E spíritu S anto a fin de que pudiera
testificar acerca de Cristo, “en Jerusalem , en Ju-
dea, en toda S am arla y hasta lo últim o de la tie rra ”
(-Hechos 1-8).
18 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

universal y eterno por decreto del Anciano de días


(Daniel 7; 13-14) el cual sin embargo condescendió
a “buscar y a salvar lo que se b -bía perdido
(Lucas 19-10) incluyendo a los publícanos, escoria
de la sociedad. Y aunque ordenó a los doc¿ Que en­
vió a predicar el Evangelio, restringir en aquel en­
tonces su actividad evangelística a “ las ovejas p er­
didas de la casa de Israel (Mateo 6), sin embargo
él tra jo personalm ente el mensaje a los sam arita-
nos (Ju a n 4).
Habiendo m uerto y resucitado, dando con ello
lugar a u na nueva dispensación, encargó a los
apóstoles y a la Iglesia de todas las edades: “Todo
poder me es dado en el cielo y en la tierra, id por
tanto y doctrinad a tedas las naciones, bautizando
Ies en el nom bre del Padre, del Hijo y del E spíritu
Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas
que yo os he m andado” y p ara dai i6s ánim o en la
realización de tan colosal tarea añadió: “ He aquí
yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
m undo (Mateo 28; 18-20).
F’ua el Hijo de Dios quien a la pu erta de D am as­
co detuvo a Saulo de T arso y le :onvirtió de perse­
guidor de la Iglesia en el más grande de los misio­
nero de la Iglesia en el más grande de los misione­
ros cristianos de todos los tiempos, diciendo: “In s­
trum ento escogido me es este p a ra llevar mi nom ­
bre a los gentiles y reyes y a los hijos de Israel"
(Hechos 9; 15).
En Pentecostés fue derram ado el Espíritu S anto
el cual obró poderosam ente en los que hablaron y
en los que oyeron. Así los dicípulos recibieron po­
der para ser testigos de Cristo por todo el mundo
(Hechos 1; 8), y de los que oyeron como 3.000 fue­
ron convertidos y bautizados. E ra el Hijo de Dios
quien había merecido p ara la iglesia el don del Es-
OIOS EL AUTOR DEL EVANGELISMO 17

El HÍ}o como autor del Evangelismo

Dios él Hijo es au to r del Evangelismo.


A unque “siendo en forma de Dios” no tuvo por
usurpación ser igual a Dios, sin em bargo, volunta­
riam ente “se despojó a si mismo tom ando form a de
siervo, hecho sem ejante a los hom bres” (Filip. 2;
6-7) a fin de que pudiera cum plir la obra salvadora
que el P ad re le h ab ía encargado. Cuando vino a es­
te m undo dijo: He aquí que en el rollo del libro es­
tá escrito de mi, hem e aquí p a ra que haga oh Dios
tu voluntad” (Hebreos 2; 10-7).
El "se hizo obediente hasta la m uerte, y m uerte
de cruz" (Filip. 2; 8) “Padeciendo así la m uerte del
maldito nos redim ió de la maldición de la ley. F ue
como si El no hubiese perseverado en las cosas que
estás escritas en el libro de la ley (G álatas 3; 13).
Así vino a ser “el Cordero de Dios que qu ita el pe­
cado del m undo” (Ju a n 1-29) y creó el m ensaje
del Evangelio.
El fue quien proclam ó el Evangelio p o r los p ro ­
fetas antiguos que anticiparon su m uerte redento­
ra, los cuales fueron sus oráculos F u e El quien p re­
dicó a lo contem poráneos de Noe desobedientes,
‘‘cuando la paciencia de Dios esperaba m ientras el
A rca era p rep arad a” (1.* Pedro 3; 18-20). Cuando
los santos hom bres de la antigüedad profetizaban
de la gracia que habia de ven ir” era “el E spíritu
de C risto” que habfa en ellos, quien “testificó an­
ticipadam ente de los sufrim ientos de C risto y las
glorias después de ellos” (1.; 11).
E n los días de su carne, proclam ó el Evangelio
del Reino de Dios (M ateo 3; 13) con el ejem plo del
am or del P adre p a ra el hijo pródigo (Lucas 15;
11-24). Del H ijo del hom bre hecho rey de u n reino
DIOS El. AUTOR DEL EVANGELISMO 19

pfritu, pues Pedro dice en su serm ón de Pentecos­


tés: “Así que exaltado p o r la diestra de Dios, y h a ­
biendo recibido del P ad re la prom esa del Espíritu
Santo, h a derram ado esto que vosotros veis y ois”
í Hechos 2; 33).
Cada predicador del Evangelio habla hoy día en
nom bre de Cristo, o expresado de otra m anera:-
Cristo predica por su em bajador. Todos los evan­
gelistas pueden decir como Pablo: “Os rogam os en
nom bre de Cristo reconciliaos con Dios (2.* Co­
rintios 5; 20).
C iertam ente, el H ilo de Dios salido de la raza
h u m an a, ju n ta, defiende y^preserva desde el prin-
cíd ío del m undo por medio de su Espíritu y de su
P alabra, en la unidad de la fe. a u n a Iglesia esco­
gida p a ra Ja Vida E tern a” . (Catecismo de Heidel-
berg. El Día del Señor. X X I, Respuesta 54).
En co n c lu sió n , perm ítasenos señalar con todo
énfasis que el Hijo de Dios, no tan sólo está a la ca­
beza de aauella clase de hom bres conocidos con el
nom bre do misioneros y evangelistas, sino que el
es el G ran Evangelista por medio de ellos. El creó
el Fvaneelio: es el tem a central del Evangelio; y
en últim a instancia es el n redicador del Evangelio.
FI an lira eficazmente el Evaneelio p o r el Espíritu
Santo. Todo esto puede ser dicho tan sólo del Hijo
de Dios.
El Espíritu Santo como autor del Evangelismo
Dios E spíritu S anto es au to r del Evaneelismo.
Cuando los santos hom bres de la antigüedad
profetizaron y escribieron sobre el nacim iento, mi­
nisterio, m uerte y resurrección del Salvador, po­
niendo el Evangelio en el Antiguo Testam ento como
está en el N u c ’o. fueron “ movidos por el E spíritu
S an to ” (2.* Pedro, 1.* 21).
20 EVANGELISMO TEÒCÉNTRICO

El día de Pentecostés el E spíritu S anto capacitó


a u n pequeño grupo de hombres y m ujeres insigni­
ficantes, ignorantes y débiles; pero creyentes, p ara
em prender la estupenda tarea de conquistar el
m undo para Cristo su Señor. El peder del Espíritu,
fue simbolizado apropiadam ente por dos de las m a­
yores fuerzas de la N aturaleza: el viento y el fuego.
Este poder, no lo olvidemos, nunca ha sido quitado
de la Iglesia y nunca lo será, pues Cristo dijo a sup
discípulos acerca del E spíritu S anto que Ies sería
dado “p a ra que esté con vosotros p ara siem pre”
(Ju an 14-16). Es por tanto imposible hablar de un
segundo Pentecostés. El. derram am iento del Espí­
ritu Santo que tuvo lugar en tal ocasión es único,
como lo fue la encarnación del Hijo de Dios.
P or el poder del Espíritu Santo, la Iglesia vino a
ser una iglesia testificante. No sólo el cobarde Pe­
dro se convirtió en u n valiente predicador, sino que
cada discípulo fue hecho un evangelista. “Todos
fueron llenos del Espíritu Santo y em pezaron a ha­
b la r otras lenguas, según el E spíritu les daba que
hablasen” (Hechos 2; 4).
Había allí hom bres "de todas las naciones deba­
jo del cielo” (Hechos 2; 5) tan to “judíos como pro­
sélitos” (Hechos 2; 10). Por la operación del Espí­
ritu S anto en sus corazones unos tres mil fueron
convertidos y recibidos por el bautism o en la Igle­
sia cristiana como prim eros frutos de la abundante
cosecha que debía ser Juntada a la Iglesia en los si­
glos próxim os de “todo linaje, pueblo, lengua y
nación (Apoc. 5-9).
El Espíritu S anto llam a a los evangelistas a su
obra y los guía en su realización. En la Edad apos­
tólica les llamó y guió por revelaciones especiales.
A la Iglesia de Antioquía de S iria, dijo el E spíritu
DIOS EL AUTOR DEL EVANGELISMO 21

S anto: “Separadm e a Bernabé y a Saulo p a ra la


obra a la cual les he llam ado” (Hechos 13; 2); y
Lucas relata q j e a Pablo y a sus ayudantes ‘les íue
prohibido por el E spiritu S anto predicar la P alab ra
en Asia" y que “el E spíritu no les perm itió ir a Bi-
tinia, sino que les dirigió a M acedonia por medio
de una visión sobrenatural (Hechos 16; 6-9). A hora
que la revelación especial ha sido com pletada por
las escrituras del Antiguo y del Nuevo Testam ento,
el modo de llam ar y d irig ir'd el E spíritu es diferen­
te; pero no menos real. Llam a y conduce por la p ro ­
videncia y por su influencia benévola sobre las m en­
tes y corazones de los que tienen que ir a sem brar
la semilla del Evangelio. Jesús m andó a los 70 que
m andó de pueblo en pueblo a los lugares que El de­
bía visitar: "O rad al Señor de la mies que envíe
obreros a su m ies” (Lucas 10 1-2). El S eñor es el
E spiritu (2.* Cor. 3-17).
El E spíritu S anto abre p u ertas p a ra el esparci­
m iento del Evangelio. Por una providencia m aravi­
llosa tra jo Pablo a Rom a, la capital del m undo p a­
gano, donde, aunque prisionero, predicó el Reino
de Dios y enseñó las cosas referentes a l S eñor Jesú s
“con toda confianza, ’s in que nadie se lo im p id iera'’
(Hechos 28; 31). Como consecuencia h asta m iem ­
bros de la casa de César fueron traídos a la le en
Cristo (Filip. 4-22). Los que proclam an el Evange­
lio pueden estar en cadenas, y a m enudo lo están,
pero: “ la P alabra del S eñor no está presa (2.* Ti­
moteo 2; 9); porque el E spíritu de Dios no puede
estarlo y “el corazón de los reyes de la tie rra está
en la m ano del S eñor como las aguas de un río, y
dondequiera los inclina” (Proverbios 21-11). P or
su E spiritu Dios doblega las voluntades de los m ás
furiosos enemigos haciendo así que la ira del hom ­
bre le acarree alabanza Salm o 76-10).
22 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Como E spíritu de Verdad, la tercera persona de


ia Santísim a Trinidad preserva la pureza del Evan­
gelio. De no ser por esta intervención suya el Evan­
gelio h ab ría desaparecido largo tiempo ha. L a m is­
m a Iglesia lo hab ría destruido.. La historia de la
Iglesia está repleta de corrupción y rechazam iento
del puro Evangelio; pero el E spíritu S anto que íue
derram ado sobre ella en Pentecostés tenía que es­
ta r con ella p ara siempre (Ju a n 14-16). P o r tal r a ­
zón, y solam ente por ella, es que la Iglesia ha con­
tinuado y continuará como “colum na y apoyo de
la V erdad” (1.* Tim. 3; 15). H asta el final de los
tiempos h a b rá un cuerpo de verdaderos creyentes
que proclam arán el verdadero Evangelio.
De los muchos que recibieron el Evangelio pro­
clam ado por Pedro en Jerusalem el día de Pente­
costés, ninguno íue convertido por la elocuencia
del apóstol; tampoco íue convertido alguno por el
ejercicio de su propia voluntad no regenerada. To­
do aquel que recibió la P alab ra lo hizo por la opera­
ción dentro de si mismo de la gracia irresistible del
E spíritu Santo. P o r la m ism a razón Lidia de Fili-
pos, dio oído a las cosas habladas por Pablo, porque
el Señor abrió su corazón (Hechos 16; 14). F ue la
obra del E spíritu S anto en ella. En toda la historia
cada verdadero convertido al Cristianism o lo íue
por la gracia regeneradora del E spíritu Santo y la
eficaz aplicación del Evangelio por el mismo Espí­
ritu. “Nadie puede llam ar a Jesús Señor sino por
el Espíritu S an to ” , (1.* Corintios 12-3). Aquí se apli­
ca bien el divino dictado: “No con ejército ni con
fuerza, sino por mi E spíritu" (Zac. 4; 6).
El Dios Trino, Padre, Hijo, y Espíritu S anto es
ei autor, tanto de la salvación como del Evangelio
de salvación. El es, por tan to el verdadero au to r
del Evangelismo.
2
EL AMOR INFINITO DE DIOS
Y EL EVANGEL1SMO

“Porque de tal m anera am ó Dios al mundo, que


ha dado a su hijo unigénito p ara que todo aquel
que en El crea tenga vida eterna. J u a n 3; 16. Este
versículo de la E scritura h a sido denom inado algu­
nas veces “el corazón del Evangelio”.

Amor Soberano

L a p alab ra que aparece en J u a n 3; 16 p resenta


serias dificultades do exegesis. Vamos a m encionar
por ejem plo tres interpretaciones: Algunos piensan
que se refiere a los elegidos, aquellos a quienes Dios
escogió desde la fundación del mundo; otros dicen
que incluye a todos los hom bres individualmente,
los que h an vivido en la tierra en el pasado, los
que viven ahora y los que todavía tienen que nacer;
otros insisten que se refiere a toda la creación, in­
cluyendo las plantas, los anim ales, los ríos y los
acéanos, las m ontañas, los planetas y las estrellas,
los espíritus y los poderes de la naturaleza, así co­
mo a los hombres.
24 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Cada una de las interpretaciones se p resta a se­


ria objecciones. Es dudoso que en algún lugar de la
E scritura la expresión m undo se refiera exclusiva­
m ente a los elegidos. Aunque Dios sin duda am a a
todos los hom bres, no concede su am or salvador a
todos por igual. Esta verdad es olvidada con íre-
cuoncia por lo partidarios de la segunda interp re­
tación. Finalm ente, decir que Dios am a todas las
cosas es ignorar la verdadera naturaleza del am or,
el cual solamente puede ser otorgado a objetos ca­
paces de recibirlo.
U na grave objección que se aplica a las tres
antes m encionadas interpretaciones de la palabra
"m undo" en Ju a n 3; 16, es que todas ellas tra ta n
de m edir el am or infinito de Dios con térm inos fi­
nitos. Los elegidos constituyen u n a gran m ultitud
que nadie puede contar (Apoc. 7; 9). Sin embargo
.su núm ero es finito. Evidentem ente la población
entera de toda la tierra a través de todos los siglos
tam bién es finita. Aún el Universo, inm ensam ente
grande sobre toda imaginación hum ana, es sin em ­
bargo finito. Sólo el C reador es infinito. Y El es in­
finito en todos sus atributos, así como tam bién en
el de su amor. Este es el punto clave de Ju an : 16.
Pues aquí no ta n solamente nos dice que el am or
de Dios es inm ensam ente grande, sino que, como
se indica por el adverbio “de tal m an era” , respon­
de a la pregunta: ¿Cuán grande es este am or? Es
infinito. Pero m edir lo infinito en térm inos finitos
es totalm ente imposible.
P ara ilustrarlo diremos: Supongamos que que­
remos restar un billón de años de la Eternidad,
¿Qué quedará? Esto significa que u n billón de años,
o cualquier otra medida de tiem po, por larga que
sea, es nada en com paración con la Eternidad.
EL AMOR INFINITO DE DIOS Y EL EVANGBLISMO 25

P a ra ilustrarlo o tra vez: La fuerza física de los


antiguos herreros que desarrollaban sus músculos
en la fragua, es proberbial. Supongam os que al­
guien, queriendo describir su gran íuerza, dice:
“Este hom bre es tan fuerte que puede tener u n a
sim iente de m ostaza en la palm a de su m ano”. ¿Qué
h ab ría dicho? Evidentem ente h ab ría hecho una
afirm ación tonta. Sin em bargo no puede ser nega­
do que alguna íuerza, por poca que sea, se requie­
re para sostener un grano de mostaza. Del mismo
modo cuando alguien dice que el infinito am or de
Dios es ta n grande que abarca a todo el universo
no h a dicho nada.
En un sermón sobre J u a n 3: 16 que aparece en
el libro "El Salvador del m undo” por B enjam ín J.
W arfield se afirm a que la expresión “al m undo”
debe ser tom ada m ás en el concepto de cualidad
que en el de cantidad. El escritor de este libro está
convencido de que W arfield tenía razón. E! én fa­
sis recae, no en el tam año o cantidad de las cosas
am adas, sino en la calidad pecam inosa de la raza
hum ana. Puede ser observado, incidentalm ente, que
el uso del térm ino es frecuente en los estudios de
Ju an . El punto clave, por lo tanto, no es cuan g ran ­
de es el m undo o que cantidad de am o r se necesita
p ara abarcarlo todo; sino q u e el m undo es ta n m a­
lo que requiere un am or excesivamente grande p a­
ra poder ser amado.
J u a n 3; 16 expresa una declaración inim agina­
ble. Revela la m ás grande m aravilla de la historia;
u n m isterio insondable. Esto es: que el santo Dios,
en cuya presencia los mismos serafines cubren sus
rostros con sus alas, porque no pueden m irar su es­
plendente santidad, y al hacerlo clam an el uno al
otro “S anto, santo, santo, Señor de los ejércitos;
toda la tierra está llena de tu gloria” (Isaías 2; 3)
26 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

am a a los hom bres pecadores, contrahechos y des­


figurados por la lepra espiritual; cubiertos de la
repugnante plaga del pecado, desde la coronilla h as­
ta la p lan ta de los pies. U na conclusión muy sig­
nificativa puede ser sacada de ahí: El am or de
Dios, que es el corazón mismo del Evangelio, es un
am or "soberano". Ello significa que el am or divino,
al revés del am or hum ano, no depende de su obje­
to. Cuando un ser hum ano am a a otro, lo hace por­
que ve en el otro algo digno de ser am ado; y si le
ocurriera ver en aquel ser am ado algo indigno de
íu am or, no podría continuar amándole. No es así
el am or de Dios. Dios am a a los que son desprecia­
bles y totalm ente repulsivos. La razón de porque
Dios les am a no reside en ellos, sino en Dios mismo.
Y si se preguntara que hay en Dios que le perm ite
am ar de tal modo a los pecadores, todo lo que po­
dríam os decir es: “Dios es am o r” (1.‘ Ju a n 8: 16).
Dios am a a los pecadores por lo que Dios es. Dios
am a al hom bre impío soberanamente.

Amor abnegado

T an grande es el am or soberano de Dios con los


pecadores que dio a su Hijo Unigénito.
¿Quién puede medir el am or de Dios p ara con
su Hijo? Sobrepasa al am or que el mejor padre pue­
de tener para el suyo. Es n atu ra l p ara un padre h u ­
m ano am ar a su hijo por razón de que es carne de
su carne, hueso de su hueso, y sangre de su sangre.
Ama a su hijo porque se am a a si mismo. Mucho se
ha dicho acerca del “am or altru ista ” o desintere­
sado”. Esta clase de am or se atribuye a Dios y debe
caracterizar a los hijos de Dios. Pero la verdad es
que el am or totalm ente desinteresado no existe.
Dios se am a a si mismo. P o r su propio nom bre h a ­
EL AMOR INFINITO DE DIOS Y EL EVANCELISMO 27

ce lo que hace. El salm ista oraba: “Ayúdanos S e ­


ñor; joh Dios de n uestra salvación! p o r Ja gloria
de tu nom bre y líbranos y purifica nuestros peca­
dos, por am or de tu nom bre. (Salm o 19; 9). El Al­
tísimo mismo declaró: “Yo soy el Señor, este es mi
nom bre y mi gloria no d aré a o tro ”. (Isaías 42; 8).
El .hombre, creado como fue a la im agen de Dios,
(tam bién se am a a si mismo; y Dios puso su sello
de aprobación en el am or propio del ser hum ano
(en contradicción con el am or egoísta, que es to­
talm ente otra cosa) cuando le m andó “am arás a tu
prójim o, como a tí mism o” (M ateo 19; 19). Dios
P adre am a pues al Hijo porque se am a a si mismo.
U n padre hum ano tam bién am a a su hijo porque
e .a m a a sí. ¡Pero observad la diferencia! El padre
hum ano com parte el am or de la paternidad con la
m adre, y con sus progenitores que le h a n dado exis,
tencia a él; pero Dios no tiene que com partir su ho­
nor con nadie; todo el honcr de la paternidad es
suyo. Es el P ad re eterno del eterno Hijo, de ah í que
am a a su divino hijo, incom parablem ente m ás que
cualquier padre hum ano puede a m a r al suyo h u ­
mano.
Y ¿quién puede describir el am or de Dios para
su Hijo Unigénito? U n padre hum ano am a espe­
cialm ente a un hijo único; pero qué diferencia en­
tre el am or de Dios p ara su Hijo Unigénito y el
am or del m ejor padre hum ano p ara su único hijo,
tam bién aquí la com paración es imposible. U n p a ­
dre que tiene sólo un hijo puede hum anam ente te­
n er m ás hijos. Pero es inconcebible que Dios el P a­
dre tenga m ás hijos sem ejantes al Unigénito, en
quien ha sido la plenitud de su Divinidad. Este p u ­
do decir “Yo y el P ad re una cosa somos” (Ju an 10;
30) y “El que me h a visto ha visto al P adre (Ju an
14; 9). Dios, por lo tanto, debe am ar a su H ijo Uní-
28 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

génito con todo el am or de que sólo el am or infini­


to de Dios es capaz.
Dios am ó de tal modo a los hom bres pecadores
que p a ra ellos dio al Hijo de su amor. No pensemos
simplemente que el hijo fue un regalo de Dios a la
hum anidad pecadora. Hay mucho más implícito en
la palabra “dio". Significa que le entregó, que le
sacrificó. Y p ara ¿qué sacrificó Dios a su Hijo a
una vida de la m ás profunda hum illación, a la más
am arga vergüenza y m uerte m aldita en cruz? El
Cristo crucificado fue herido con la maldición de
Dios, “pues escrito está: “M aldito todo aquel que
es colgado en un m adero (G álatas 3; 14). Por lo ta n ­
to Dios le desam paró. Esto es equivalente al mismo
infierno. Cuando El clamó con g ran voz "Dios mío
Dios mío, por qué me h as desam parado?”
(Mateo 17; 46) estaba en ei mismo fondo del abismo.
J u a n 3; 16 hace la aclaración m aravillosa, in­
comprensible, insondable, casi increíble, de que el
santo Dios, am a soberanam ente a pecadores m ere­
cedores del Infierno; y que les am a de tal modo que
quiso que su Hijo Unigénito, a quien am a con todo
el am or de su corazón infinito, fuera al infierno en
su lugar.

Amor salvador
El am or de Dios no salva a todos los hombres.
Ju a n 3: 16 nos enseña de modo inquívoco que sola­
m ente los que creen en el Hijo ten d rán la vida eter­
na. La misma verdad se extiende por todo el Nue­
vo Testamento.
De ahí puede ser inferido que el am or de Dios
al m undo no es infinito; pero esta inferencia no
tiene razón de ser, porque se b asaría en una falsa
prem isa antes refutada, que lo infinito puede ser
F> AMOR IN H N IT O DE DIOS Y KL EVANGELISMO 29

medido por 5o finito. Si todos los seres hum anos


fueran <a¡vos, el núm ero de los salvados seria aú n
finito; y Jo infinito y lo finito son simplemente in­
com parables. En realidad el hecho de que los cre­
yentes, y sólo ellos sean salvos, no deja de ser por
tanto una revelación del infinito am or divino.
Siendo todopderoso, Dios podía salvar a todos
los hom bres por la fuerza. Siendo am or, escogió
salvar sólo por am or. Eso es: dem ostró su m aravi­
lloso am or en el hijo crucificado. P o r el Evangelio
suplica con am or a los pecadores que respondan a
este am or recibiendo al Hijo por la fe. Porque Dios
salva por am or, no por la fuerza; por eso solamen­
te los creyentes on salvos.
Dios podía, por otro lado, h ab er vendido su sal­
vación a un precio relacionado con su valor; o po­
día haberla hecho, la .recompensa de u n a vida p er­
fecta. P ero el caso es que ningún hom bre podía
pagar este precio y llevar esta vida. En su am or
Dios envió a su Hijo al m undo p ara p ag ar todo el
precio y cum plir todo lo requerido. Sobre la base
de aquellos m éritos él ah o ra ofrece salvación a los
hom bres como un don, que estos no tienen que h a ­
cer sino tom ar. ¿No es esto un am or incom parable?
H a sido dicho que a causa de la grandeza del
am or de Dios nadie puede perecer eternam ente. Es­
to está en flagrante contradicción con lo que nos en ­
señan claram ente las Escrituras. Ha sido dicho
tam bién qué la salvación de los creyentes es u n a
revelación del am or de Dios y la condenación de los
-incrédulos una m anifestación de su Justicia. Esto
es verdad, pero no es toda la verdad. El incrédulo
se burla del am or de Dios. Si este am or fuera pe­
queño serta u n pequeño pecado ignorarlo; si esté
am o r es grande, es un g ran pecado rechazarlo. P e­
ro el hecho es que tal am o r es infinito. Esto hace
30 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

que su rechazam iento sea un pecado infinito. P re ­


cisam ente porque el am or de Dios es ta n grande co­
mo es, el incrédulo debe su lrir castigo eterno.
. Todo aquel que cree en el Hijo de Dios será sal­
vo. Aquel cuyos pecados son como la g ran a o el car­
mesí (Isaías l; 18), así como aquel cuyos pecados
son relativam ente menos grandes. El asesino, el se­
cuestrador y la prostituta, igual que el ciudadano
respetable; ninguno puede ser salvo sin la fe en
Cristo. Todos, igualm ente, serán salvos si creen en
EJ. ¡Insondable am or!
Todos los que creen en el Hijo de Dios, recibirán
la "vida ete rn a ”. En vez de consignarles a su ju s­
tam ente merecido destierro eterno de la presencia
de Dios, el Dios de am or infinito les concede las más
plenas bendiciones del Cielo. Comunión con Dios
que es el bien supremo del hom bre por todas las
edades de la Eternidad.
H ay algo que no debe ser olvidado. Aunque es
costum bre en los circuios ortodoxos h ab lar de "la
fe salvadora” ; estrictam ente hablando, no es la fe
lo que salva. Dios salva por el instrum ento de la fe
im partida con am or soberano por el Espíritu S an­
to. “Nadie puede decir a Jesús Señor, sino es por
el Espíritu S anto” (1.* Cor. 12; 3). La fe por la cual
el pecador se apropia a Cristo, y todos los beneticios
de su salvación, es en si mism a un don del am or
divino (Efesios •'?: 81. Aún cuando la E scritura in­
siste en que la salvación es por la fe, nunca dice que
la salvación es, a causa de la fe. La fe viene a ser,
diríam os la m ano por la cual el pecador recibe la
salvación ofrecida por Dios. Como u n mendigo
cuando acepta la limosna que le es dada no con­
trae ningún m érito por alarg ar la m ano, así la fe
no tiene m érito salvador. La salvación es siempre
un don libre del infinito am or de Dios.
EL AMOR INFINITO DE DIOS Y EL EVANGELISMO 31

Amor Universal

A unque el énfasis de Ju a n 3; 16 es, en cuanto a


la pecaminosidad del m undo, no a su tam añ o o n ú ­
m ero de redimidos, y p o r consiguiente se refiere
m ás a la soberanía del am o r de Dios que a su al­
cance; no puede ser inferido que el am or de Dios
es menos que universal. Esta consecuencia no es
negada por el hecho de que tal am o r no sea ofre­
cido igualm ente a cada individuo en p articular.
Que el am or de Dios es en verdad de universal ca­
rácter, lo declara de u n modo inequívoco la S ag ra­
da E scritura.
C uando ciertos sam aritanos llegaron a creer en
Jesús exclam aron: “Este es en verdad el Cristo, el
Salvador del m undo" (Ju a n 4; 22) y cuando ciertos
griegos quisieron ver a Jesús, el Señor fue profun­
dam ente conmovido y dijo: “Yo si fuere levantado
de la tierra a todos a tra e ré a mi mi?mo" (Ju an 12;
32). En estos pasajes, como en muchos otros. C ris­
to es descrito como el Salvador, no sólo de los Ju­
díos, sino de todos los hom bres de toda trib u y n a ­
ción; en una palab ra de la hum anidad. Esta es una
fase del universalism o de la nueva dispensación y
presenta un am or universal de p arte de Dios.
En 1.* Ju a n 2; 2 so nos dice que Cristo es la pro­
piciación por nuestros pecados; y “no sólo p o r los
nuestros, sino por los de todo el m undo”. Esto no
puede significar que la totalidad del m undo o sea
la raza hum ana, será salva colectivamente. No
quiere decir que todos los individuos serán salvos,
sino a u e todos los salvados constituirán la verda­
dera hum anidad renovada, que será la hum anidad
real. No puede olvidarse el hecho de que el pecador,
al que según J u a n 3; 16 Dios dio su am or salvador,
32 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

es el mundo de los seres humanos. Este es el aspec­


to de] universalism o, del mismo modo presupone
el am or universal de Dios.
El universalism o de la E scritura no se limita
ahí, se extiende m ás allá. El am or de Dios ha orde­
nado que el Evangelio sea proclam ado m ás allá y
nos declara en su P alabra que él desea la salvación
de todos los pecadores alcanzados por el Evangelio.
Nos da esta seguridad tanto en el Antiguo comc en
el nuevo Testam ento y nos la da bajo juram ento
“ Vivo yo, dice el S eñor que no quiero la m uerte del
impío, sino que se vuelva de sus malos cam inos y
viva (Ezequiel 33-11). Pablo apóstol, afirm a que
el Señor es paciente con nosotros, no queriendo que
ninguno de nosotros se pierda sino que todos p ro ­
cedan al arrepentim iento" (2.* Pedro 3; 9). La mis­
ma nota de am or universal, suena m ás fuerte y cla­
ram ente en la invitación del Salvador: “Venid a mi
todos los que estáis trabajados y cargados que yo
os haré descam ar” (Mateo 11-28).
Es evidente que tiene que decirse a los pecado­
res de todas partes que Dios quiere salvarlos si se
arrepienten y creen. Sin em bargo esto no es todo.
Debe decírseles que el Dios de am or infinito, te n ­
d rá su m ayor placer en verles arrepentidos, cre­
yentes y salvos.
3
LA ELECCION SOBERANA DÉ
DIOS Y EL EVANGELISMO
Desde la eternidad Dios ha ordenado todas las
cosas que tienen que o cu rrir, incluido el destino
de los hom bres. El decreto referente a este destino
lo llam a la Biblia predestinación. Este aspecto de
la predestinación m ás prom inente en las E scrituras
es conocido tam bién bajo el nom bre de elección. Es­
ta doctrina es enseñada en pasajes como,
Efesios, 1: 4-6: “Según nos escogió en él antes de
la fundación del mundo, p ara que fuésemos santos
y sin m ancha delante de él, en am or, habiéndonos
predestinado p a ra ser adoptados hijos suyos por
medio de Jesucristo, según el puro afecto de su vo­
luntad, p a ra alabanza de la gloria de su gracia, con
lo cual nos hizo aceptos en el A m ado” , en tre m u­
chos otros,
Ningún otro concilio de Iglesias ha deliberado
sobre este asunto con la extensión y cuidado, a te ­
niéndose a la P alab ra de Dios, como lo hizo el S í­
nodo de D ort, en el cual estuvieron representadas
prácticam ente todas las iglesias de E uropa en el
34 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

año 1618 a 1619. Este cuerpo de teólogos llegó a la


siguiente conclusión: "La elección es el propósito
inm utable (le Dios por el cual antes de la fundación
del mundo, El, por pura gracia, conforme a su vo­
luntad buena y soberana, escogió de toda la raza
hum ana que había caído por su propia culpa, de
su prim itivo estado de Justicia al de pecado, y des­
trucción, a un cierto número de personas p ara ser
redim idas en Cristo, quien desde toda la eternidad
fue designado como fundador y cabeza de los ele­
gidos y fundam ento de salvación”. (Conjesion de
o rí, 1, 7).
El capítulo I I I de la Confesion de Fe de W est-
m inster, que es sin duda el más bien pensado y con­
creto de todos los credos Reformados, considerado
por muchos como el más grande credo de la Cris­
tiandad, no es menos explícito sobre este tema.
AI procurar poner en relación el Evangelismo
con estas fases de lo que se denomina comúnmente,
‘‘la secreta voluntad de Dios” , nos invita a recor­
d a r que estamos tratan d o con un profundo miste­
rio. Estamos nisando terreno santo. por el oue aún
los ángeles temen andar. Que el hombre finito no
puede ni por asomo com prender al Dios infinito,
y que por lo tanto debemos ser sobrios, evitando
escrupulosam ente cualouier especulación hum ana,
m anteniéndonos estrictam ente sobre el terreno se­
guro de la P alab ra de Dios.

El amor soberano de la Elección


Debemos decir en prim er lugar que la base de
la Elección no radica en los elegidos sinó en Dios
mismo. No es verdad, como se dice a veces, Que
Dios elegió a ciertas personas p ara salvación por­
que conoció anticipadam ente que creerían en Cristo.
LA ELECCIÓN SOBERANA DE DIOS Y EL EVANGELTSMO 35

De cierto él lo conoció, como conoce todo lo que tie­


ne que o cu rrir en el tiem po, pero este conocimien­
to anticipado no fue la razón p a ra su elección. La
íe salvadora es u n don de Dios a los elegidos por
medio de la cual se realiza el propósito de su elec­
ción (Efesios 2; 8). En vez de ser la base de su elec-
ción es una de sus consecuencias. La Biblia afirm a
explícitam ente que Dios escogió “ seeún el buen
propósito de fu voluntad” (Ffesios 1: 51. Esto sólo
puede significar que eligió soberanam ente.
El carácter soberano de la elección aparece ta m ­
bién en el hecho de que es incondicional. Dios no
elidió a cie^a*: nersonas p ara la vida etern a poraue
conoció anticipadam ente que creerían en Cristo,
ni significa su decreto oue ciertos pecadores serían
salvados si creyeran en Cristo. Dios decretó aue
ciertos hom bres serían salvados ñ o r la fe en Cristo.
Por tanto Pablo inform a a los creyentes de Tesaló-
n ira : “Dios os ha eleeido desde el nrincfpio p ara
salvación ñor la santificación del E spíritu y la íe
en la verdad Í2.‘ Tes. 2; 14). La fe. pues, es el fru ­
to de la elección, no u n a condición. Aún cuando
Dfos conoce, todo lo au e puede o tiene que ocurrir
sobre circunstancias dadas, no h a decretado nada
porque prevevó este futuro, designando lo au e te­
nía que o cu rrir según .circunstancias diferentes
fuera de sn control o au to rid ad ”. íC onfesión de Fe
de W estm inster Ca. 11!, 2).
De nuevo la soberanía de Ja elección es m ani­
fiesta en esta inm utabilidad. Dios ha declarado so­
lem nem ente: "Mi consejo p erm anecerá y h aré mi
voluntad (Isaías 46: 10).
Pablo afirm a: "a los que predestinó, a estos
tam bién llamó, a los que llam ó a estos tam bién Jus­
tificó, y a los que Justificó a estos tam bién glorifi­
có” (Rom anos 8; 30). Cada uno de los elegidos de
36 EVANGELISMO TEOCIÍNTRICO

Dios está seguro de obtener la gloria celestial. Los


teólogos de W estm inster, tenían razón cuando afir­
m aban que los elegidos son designados p articu lar­
m ente y de, un modo inm utable, y que su núm ero
es ta n ciertam ente definido que no puede ser au­
m entado ni dism inuido” (Confesión de Fe de Wesí-
m inster III, 4). Así hizo tam bién el Sínodo de Dort,
atribuyendo la elección divina a la buena volun­
tad inm utable de Dios” (Canon de Dort, I y II).
Dios, “en quien no hay m udanza ni som bra de va­
riación" no a lte ra rá su decreto; los hom bres en su
debilidad no pueden hacerlo, ni S atan ás tampoco.
Pero que nadie piense que Dios eligió a ciertas
personas arb itrariam en te p ara la salvación. Nada
que Dios hace es arbitrario. El hace todo lo que ha­
ce porque es quien es. ¿Qué fue pues lo que movió
a Dios a o brar así a escoger a ciertas personas pa­
ra la vida eterna? Esta p reg u n ta la ha respondido
Dios inequivocadam ente en su Palabra. Les esco­
gió porque les amó. (Romanos 8: 29, dice: “A los
que conoció a estos tam bién prestinó p ara ser con­
formes a la imagen de su h ilo ” y Pedro nos habla
en su 1 * epístola Cap. 1, vers. 2, de los “elegidos
según la presciencia de Dios P ad re” . En am bos p a­
sajes la presciencia está im pregnada de esto que
ta n a menudo se denomina en la E scritura. Am or
Prescfeníe, o sea. am or desde la Eternidad. Dios
am ó a sus elegidos desde el princinio. por esta r a ­
zón Ies elieió para la vida eterna. Y si se pregunta,
por qué Dios desde la Eternidad am ó c a ra la sal­
vación a algunos hom bres distinguiéndolo? de otros,
nos toca hum ildem ente confesar n u estra ignorancia.
Sólo podemos seguir los pensam ientos de Dios
en u na forma lim itada. Sus pensam ientos no son
nuestros pensamientos. Como los cielos son m ás
altos que la tierra, así los pensam ientos divinos son
LA ELECCIÓN SOBERANA DE DIOS Y EL EVANGELISMO 37

m ás altos que los n uestros” (Isaías 55, 8; 9). Sin


embargo esto sabemos, que ninguno de nosotros
m erecía el am or de Dios. Todos, habiendo pecado
en Adán, m erecíam os la m uerte eterna. Todos é ra ­
mos por n atu raleza hijos de ira: (Isaías 2; 3). Si
Dios hubiese perm itido desde la eternidad que pe­
reciésemos todos los hom bres, todos h ab ría n reci­
bido lo que m erecían y ninguno h ab ría tenido r a ­
zón p ara quejarse. Por tal motivo es indeciblemen­
te presuntuoso quejarse de que en su Consejo de
P redestinación Dios eligió a algunos y pasó por a l­
to a otros. Aquí se aplican las agudas írases del
apóstol: “¿Quién es el hom bre p ara que alterque
con Dios?” D irá el vaso de b arro al que lo formó:
¿por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el
alfarero sobre el barro, p a ra hacer de la m ism a m a­
sa un vaso p a ra h onra y otro p a ra deshonra? ¿Y
qué, si Dios queriendo m o strar su ira y hacer noto-
rió su poder, soporto con m ucha paciencia los va­
sos de ira preparados p ara destrucción; y p a ra h a ­
cer notorias las riquezas de su gloria m ostróla p a ra
con los vasos de m isericordia que El h a preparado
p ara gloria? (Rom anos 9: 20-23). M as bien que h a ­
llar falta en Dios por su Justo tra to con ciertos p e ­
cadores que merecen el infierno, debemos ad o rar­
le por su am or eterno, gratuito, p a ra otros que sólo
m erecían la condenación.
Se nos dice que los creyentes fueron elegidos en
Cristo (Efesios 1; 4). Esta frase ha llevado m ucha
discusión entre los teólogos. Evidentem ente hay que
excluir el pensam iento de que Dios eligió, sin refe­
rencia a Cristo a ciertos pecadores p ara la salva­
ción, y después procedió a la realización del plan
de la salvación que es en Cristo. Esto h a ría a C ris­
to un simple medio en la ejecución del decreto de
de la Elección. No se nos dice que los elegidos fue­
38 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

ron escogidos p ara salvación por medio de Cristo


sino que fueron elegidos en Cristo.
Tampoco la frase en Crisío puede significar que,
como m ediador entre Dios y los pecadores, Cristo,
por decirlo asi, indujo al Padre a escoger a ciertos
pecadores para la vida eterna. Esta interpretación
contradeciría a Ju a n 3; 16, donde se afirm a que
Dios, movido por su am or a los pecadores, envió a
su Hijo al m undo a realizar la obra m ediatoria. Que
Dios escogió a los suyos en Cristo, debe significar
que en el Consejo de Elección Dios los vio como p er­
tenecientes a Cristo, su am ado hijo; en otras p ala­
bras: que los escogió en el am or por el cual él am a
al Hijo. La declaración de Efesios 1: 5, "H abiéndo­
nos predestinado p a ra ser adoptados hijos por Je ­
sucristo, según el puro afecto de su voluntad” , es
paralela y explica la afirm ación del versículo pre­
cedente, de que Dios nos escogió en Cristo.

El Evangelísmo requerido por la Elección


Se ha sugerido algunas veces que la elección ha­
ce superfluo el Evangelísmo. Se pregunta; ‘‘Si el
decreto de elección es inm utable, y por lo tanto
hace c ie rta la seguridad de salvación a los elegidos,
¿qué necesidad tienen del Evangelio? ¿No serán sal­
vos los elegidos, ora que oigan el Evangelio o no?”
La prem isa de este argum ento es del todo cierta.
La elección divina hace inalterablem ente cierta la
salvación de los elegidos. Pero la conclusión sacada
esta prem isa, se revela una seria incomprensión de
la soberanía divina expresada en el decreto de
Elección.
Aunque la elección es desde la eternidad no debe
ser perdida de vista la verdad de que su realización
es un proceso de tiempo. En este proceso tom an
LA ELECCIÓN SOBERANA DE DIOS Y EL EVANCELISMO 39

p a rte num erosos factores. Uno de estos factores es


el Evangelio. Y es el factor m ás significativo.
La soberanía de Dios no debe ser equiparada
con su poder omnipotente. Dios es om nipotente. Es
significativo que. el breve Credo Apostólico le asig­
na este atributo no una, sino dos veces. Si Dios h u ­
biese querido, podía llevar por la fuerza a sus ele­
gidos al Cielo, y de igual modo a rro ja r por íucrza
a los no elegidos al infierno. Pero El no hace n ad a
de esto. L a pre-ordenación no es coacción, ni susti­
tuye la libertad. Nadie ha sido jam ás verdadera­
mente convertido a l C ristianism o p o r fuerza. Cada
verdadero convertido se vuelve voluntariam ente a
Dios. Esta buena disposición es seguram ente un don
de Dios concedido en el nuevo nacimiento. Dios trata
con los hom bres, seres m orales y cria tu ras raciona­
les, como agentes libres, por lo tanto, El razona y a r ­
guye con los no salvados por medio del Evangelio.
El quiere persuadir a todos los hom bres (2.*
Cor. 5: 11). Y en el caso de los elegidos, aplicar el
Evangelio a sus corazones, p o r medio del Espíritu
Santo.
Que nadie suponga que la soberanía dsl decre­
to de Dios se refiere sólo a los fines, con exclusión
de medios. No puede ser dicho con dem asiado én­
fasis que Dios h a pre-ordenado todo lo que tiene
que ocurrir. Pero esté todo com prende tanto el fin
como los medios. P ara ilustrarlo, Dios no ha orde­
nado sim plem ente que cierto gran jero cosechará
cinco mil hectolitros de trigo en el verano de cierto
año; sino que h a pre-ordenado tam bién que este
granjero cosechará este trigo como resultado de
h ab er sem brado y cultivado cierta cantidad de tri­
go con dura labor. Del mismo modo Dios no sola­
m ente decretó que cierto pecador h ered arla la vida
eterna, sino que su decreto im plica que el tal pe­
40 BVANGELISMO TEOCÉNTR1CO

cador recibirá la vida eterna por su íe en Cristo y


obtendrá esta íe por medio del Evangelio.
La soberanía de Dios no puede ser im aginada
como eludiendo la responsabilidad del hombre. Por
qué los m ás hábiles teólogos y filósofos h an sido in­
capaces de reconciliar la soberanía divina con la
reponsabilidad hum ana ante el juicio de la razón
hum ana, existe el inm enso peligro de que sh haga
énfasis en uno de estos puntos con exclusión del
otro; pero la Biblia enseña am bos con g ran énfa­
sis. Todo aquel que acepta la Biblia con fe hum il­
de, como infalible palabra de Dios, h ara tanto én­
fasis en lo uno como en lo otro. Por tanto e> predi­
cador del Evangelio debe decir al pecador, no me­
ram ente que la salvación es explícitam ente por
gracia soberana, sino tam bién que a fin de ser sal­
vo debe creer en Jesucristo como a Salvador y Se­
ñor. Por un lado, tiene que proclam ar que la Elec­
ción divina es segura p ara los salvados, por el otro
lado debe advertir que “el que no cree en el Hijo no
verá la vida, sinó que la ira de Dios está sobre él”.
{Juan 3: 36). Aún los elegidos necesitan esta adver­
tencia porque forma p arte del cam ino de Dios p ara
traerles a la salvación.
Aquí debemos establecer una conclusión muy
significativa. En vez de hacer el Evangelismo su-
perfluo, la elección requiere Evangelismo. Todos los
elegidos de Dios deben ser salvos, ninguno de ellos
puede perecer; y el Evangelio es el medio por el
cual Dios les concede la íe salvadora.
De hecho es el único medio que Dios em plea pa­
ra este fin. “La fe viene por el oir y el oir por la P a ­
labra de Dios” (Romanos 10; 17).
Debe hacerse observar aquí que, por paradóji­
co que parezca, la elección es universal. C iertam en­
LA ELECCIÓN SOBERANA DB DIOS Y EL EVANGELISMO 41

te la elección es la selección de ciertas personas de


entre un núm ero m ayor p a ra la vida eterna y esta
elección parece particu lar, pero sin em bargo en un
sentido real es universal. Dios tiene sus elegidos en
cada nación y en cada hogar. La Iglesia consiste en
“elegidos de toda nación” , y en ningún periodo de
la H istoria los elegidos de Dios h an perecido, ni ello
o cu rrirá en el futuro.,D ios quiere que el Evangelio
sea traído por todo el mundo, y en todo tiempo, a
fin de que la sum a total de los elegidos pueda ser
reunida. Digamos o tra vez que “la elección requie­
re evangelísm o”.
La m ism a verdad puede ser considerada desde
otro ángulo. La E scritura enseña que la elección
fue p a ra buenas obras. S an Pablo dice: “Somos h e­
chura suya, criados en C risto Jesú s p a ra buenas
obras, las cuales Dios p rep aró p a ra que anduvié­
semos en ellas” (Efesios 2; 10). Tam bién declara la
E scritura específicam ente que la elección fue para
ser testigos. S an Pedro dice: "Vosotros sois pueblo
escogido, p a ra que anunciéis las virtudes de aquel
que os ha llam ado de las tinieblas a su luz ad m ira­
ble” (1.* Pedro 2; 9). Dios escoge a ciertas personas
no sólo p a ra que puedan ir al cielo cuando m ue­
ra n , sino p a ra que sean sus testigos m ientras que
están sobre la tierra. Con ello afirm am os u n a vez
más, "¡a elección requiere evangelísmo
U na conclusión igualm ente significativa es la de
que la elección garantiza que el Evangelísmo dará
como resultado conversiones genuinas. El predica­
dor del Evangelio no tiene m anera de saber quien
en tre su auditorio pertenece a los elegidos y quien
no. Pero Dios Jo sabe y Dios seguram ente bendeci­
rá su palab ra en los elegidos p ara salvación. C uan­
do ag rad a rá a Dios hacer esto, en el caso de u n in­
dividuo elegido, no lo sabemos; pero seguram ente
42 EVANGELISMO TEOCÉNTR1CO

lo h a rá antes de la m uerte de tal persona. T an cier­


to es que todos los elegidos de Dios serán salvos, co­
mo es seguro que la Palabra del Evangelio no vol­
verá a Dios vacía (Isaías 55: 11).

La reprobación y la oferta del Evangelio

La elección tiene su lado opuesto. Si Dios esco­


gió de la raza hum ana a u n núm ero limitado p ara
la vida eterna, es evidente que h a dejado a los
otros en su estado perdido, decretando su condena­
ción a causa de sus pecados. Lógicamente, este as­
pecto de la predestinación es conocido como repro­
bación. H a sido argüido que eata doctrina co n tra­
dice y excluye la sincera oferta universal del Evan­
gelio. Si Dios ha decretado desde la Eternidad que
algunos hom bres perecerían eternam ente, es incon­
cebible que él invite con sinceridad, en este tiempo,
a todos, sin distinción, a la vida eterna.
T ratando de refu ta r este argum ento se h a argüi­
do que el predicador hum ano no tiene m anera de
saber quienes son los elegidos y quienes no lo son,
y por tanto, no tiene otro recurso que proclam ar el
Evangelio a todos, sin discriminación. Aunque esta
observación fuera verdadera no es completa. La
cuestión aquí es, si Dios, que conoce infaliblemen­
te quienes son sus elegidos o no, hace una oferta
sincera de salvación a todos aquellos a quienes lle­
ga el anuncio del Evangelio.
El hecho im portante es que la P alab ra de Dios
enseña sin equivoco alguno am bas cosas. L a repro­
bación y la universalidad de la oferta del Evange­
lio. La reprobación es enseñada de un modo inne­
gable en (Rom anos 9; 21-22). “O no tiene potestad
el alfarero de hacer de la misma masa un vaso pa­
ra honra y otro p a ra desonra? ¿Y qué si Dios que­
LA ELECCIÓN SOBERANA DB DIOS Y EL EVANGELISMO 43

riendo m ostrar la ira y hacer notoria su potencia


soportó con m ucha m ansedum bre los vasos de ira
preparados p ara m uerte? Y en 1.* Pedro 2; 8, don­
de se hace mención de los que “tropiezan en la P a ­
labra , siendo desobedientes, p ara lo cual fueron
tam bién ordenados”. Como se m ostró en el capítu­
lo anterior la oferta universal y sincera del Evange­
lio es enseñada sin lugar a dudas en Eaequiel 33; 11
y 2.* Pedro 3; 9 y en algunos otros p asajes de la
Biblia.
Podemos tam bién adm itir, y de hecho tiene que
ser adm itido, que estas enseñanzas no pueden ser
reconciliadas, ia una con la o tra, por la razón h u ­
m ana. En lo que concierne a la lógica hu m an a se
excluyen m utuam ente. Sin em bargo hem os de con­
d enar la aceptación de la u n a con exclusión de la
otra, como racionalism o. No es la razón h u m an a
sino la infalible P alab ra de Dios, la norm a de la
verdad. Esta P alab ra contiene m uchas paradojas,
entre ellas está este ejem plo clásico de ia soberanía
divina y la responsabilidad hum ana. Las dos ense­
ñanzas que consideram os constituyen una rem ar­
cable paradoja. S up rim ir la p aradoja escritural,
quitando uno de los elementos, es poner la lógica
hum ana por encim a de la P alabra de Dios. S u jetar
Ja lógica hum ana el Logos divino, es deber del cre­
yente, de quien se requiere uña fe candorosa.
Es digno de ser notado que en la historia de la
Iglesia cristiana aquellos teólogos que h an sido más
expertos en la verdad de la reprobación divina tam ­
bién h an m antenido más enfáticam ente que ningu­
nos otros la oferta universal y sincera del Evange­
lio. Vamos a poner algunos ejemplos. Es general­
m ente conocido que Calvino enseñó la reprobación
divina. A veces incluso tomó la posición llam ada
supralapsaria; esto es, m antuvo que el Decreto de
44 EVANGELISMO TEOCÉNTR1CO

predestinación precede lógicamente a los decretos


de la creación y de la caída. Sin embargo, comen­
tando Ezequiel 18; 23 que tiene su paralelo en
Ezequiel 33; 11 dice: “Dios no desea nada m ás a r ­
dientem ente sino que aquellos que perecen y co­
rren a su destrucción vuelvan al cam ino de salud”.
Y aú n prosigue diciendo: “Si alguien objetara que
aquí se suprim e la elección de Dios, por la cual él
ha predestinado a un núm ero fijo p ara la salvación
la respuesta está pro n ta: “El profeta no habla aquí
del Consejo secreto de Dios, sino que llam a a ios
hombres miserables, de su cam ino de desespero,
para que puedan acogerse a la esperanza de salva­
ción y arrepentim iento abrazando la salvación ofre­
cida. Si alguien objeta aú n , que con esto Dios obra
con duplicidad, la respuesta es: Que Dios desea lo
mismo, aunque por diferentes caminos y de un mo­
do inexplicable p a ra nosotros. Aunque, por tanto,
la voluntad de Dios es simple, envuelve una gran
variedad en ella en lo que se refiere a nuestros sen­
tidos. P or lo demás no me es sorprendente que nues­
tros ojos sean cegados por la intensa luz divina, de
modo que no podamos juzgar de un modo cierto
como Dios quiere que todos sean salvos y sin em ­
bargo ha designado a todos los róprobos a eterna
destrucción. M ientras m iram os estas cosas como
por espejo, desde n u estra oscuridad, debemos con­
tentarnos con la medida de n u estra inteligencia”.
Los cánones de Dort enseñan de un modo indu­
dable el decreto de reprobación. Dicen: “Lo que
tiende peculiarm ente a ilu strar y recom endarnos
la gracia inm erecida y etern a de la elección está
expresado en el testimonio de la Sagrada E scritura
de que no todos, sino algunos son elegidos; mien­
tra s que otros son dejados en el eterno Decreto por
el cual Dios en su soberanía justa, irrep ren sib le'e
LA ELECCION SOBERANA DE DIOS Y BL EVANCELISMO 45

inm utable, h a decidido, de su voluntad, dejarles


en la m iseria com ún en que ellos se h a n sumergido
voluntariam ente, y no concederles la fe salvadora,
y la gracia de la salvación; an tes perm itiendo que
su justo Juicio siga a sus propios cam inos, p a ra que
sean condenados y castigados eternam ente, no só­
lo a causa de su incredulidad sino p o r todos sus
otros pecados” (I, 15).
Sin em bargo, los cánones tam bién declaran con
insistencia: “Todos los que son llam ados p o r el
Evangelio son llam ados sin fingimiento. Dios ha
declarado con verdad, y con gran énfasis, su volun­
tad, esto es; que los que son llam ados vengan a El”
(III-IV , 8).
Sosteniendo la antedicha enseñanza de D ort so­
b re la reprobación, el au to r H erm án Bavinck ne­
gó, tan to que la fe sea la base de la elección como
que el pecado sea el motivo de la reprobación, e
insistió en que tanto la elección como el rechaza­
m iento están fundados en la soberana y benéfica
voluntad de Dios. P a ra ser exactos: Enseñó que
Dios, soberanam ente, decretó desde la E ternidad
<tue algunos hom bres escaparían al castigo de sus
pecado?, m ientras que otros no. (G eReform eerde
Dogm atiek, II 399). Pero en la mfsma ob ra m aes­
tra , e«=te bien eouilibrado calvinista afirm ó: “ Aun­
que el llam am iento de la salvación viene a ser p ri­
vilegio de unos pocos... este (llam am iento) tiene sin
em bargo u n gran valor y significado p a ra los que
lo desechan. Es p a ra todos, sin exceoción, u n a p ru e­
ba del infinito am or de Dios, y sella la declaración
de que El no quiere la m uerte del pecador, sino que
se arrep ien ta y viva" (IV, 7).
46 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

La presentación de la Elección a los inconversos

No se puede evitar la pregunta de, si la doctri­


na de la elección debe ocupar un lugar en la predi­
cación a los no creyentes.
T anto la E scritura como las Confesiones R efor­
m adas nos dicen que la verdad de la elección es p ri­
m ariam ente p ara creyentes. El propósito a que sir­
ve, en cuanto a estos, está adm irablem ente resu­
mido en les Cánones de D ort donde se dice: “El ca­
rácter y certeza de esta elección provee a los hijos
de Dios un motivo adicional p ara hum illación dia­
ria ante El para ad o rar !a profundidad de su mise­
ricordia, p ara ltm piarse del pecado y devolver ag ra­
decidos frutos de am or ardiente a Aquel que fue el
prim ero en m anifestar tan grande am or hacia ellos”
(I, 13).
Una antigua ilustración esclarece m agníficam en­
te el uso que no debemos hacer d e'la doctrina de la
elección al tra ta r con los no creyentes. Debemos
hablarles de "la casa de salvación” , el fundam ento
de la cual es el divino decreto de elección, y la en­
trada es por Cristo, quien dijo: “Yo soy la p u e rta ”
(Ju a n 10, 9). Los que por la gracia de Dios están
.ya dentro de la casa e invitan a ios de fuera a en­
tra r, ¿qué les señalarán, el fundam ento o la puerta?
La respuesta es inequívoca: Así pues, cuando el
carcelero preguntó a Pablo y Si las "qué tenía que
hacer para ser salvo, estos no le aconsejaron que
tra ta ra de descubrir si estaba o no en el núm ero de
Jos elegidos, sino que le ordenaron creer en el Se­
ñor Jesucristo (Hechos 16; 31).
¿Significa esto que los hom bres tengan que ser
m antenidos en ignorancia acerca de la doctrina de
la Elección hasta que han recibido a Cristo por la
fe? La respuesta a esta pregunta tiene que ser ne­
LA ELECCIÓN SOBERANA DE DIOS Y EL EVANGEL1SMO 47

gativa. Sin em bargo la Asamblea de W estm inster


tenía buena razón al advertirnos que la doctrina
de este alto m isterio de la Predestinación, tiene
que ser tra ta d a con especial prudencia y cuidado”
(Confesion de je de W estm inster, I I I , 8). Pero esto
no puede significar que deba ser totalm ente oculta
de los no creyentes. Por el contrario tienen que ser
advertidos contra el peligro de hacer un m al uso de
esta verdad, y ser exhortados a atenderla de un
modo conveniente.
Específicamente debe decírseles que la Elección
significa salvación por gracia divina. Que el m éri­
to hum ano es excluido y que por lo tan to hay espe­
ranza «egura aún p ara el prim ero de los pecadores,
porque el Dios de la elección soberana, cordialm en­
te, sinceram ente y urgentem ente invita a todo pe­
cador a la salvación. Que la predestinación, lejos
de excluir la responsabilidad hum ana la incluye de
un modo definitivo, de m an era que todos los que
oyen la proclam ación del Evangelio tienen el sa­
grado deber de creerlo, y que, por cuanto Dios no
es Jamás causa de la incredulidad, sino au e El siem­
pre prom ueve la fe. Aquellos que persisten en in­
credulidad perecerán por su propia falta.
El decreto de la Elección no es un secreto en el
sentido de que nadie puede estar cierto de pertene­
cer o no a los elegidos, sino por el contrario: P ues­
to que la fe en Cristo es el fruto y la prueba de la
elección, cualquiera que h a creído puede estar ple­
nam ente seguro de pertenecer al núm ero de los ele­
gidos. Que la casa a la cual se les invita a e n tra r
tiene este fundam ento eterno e inconmovible p ara
todo aquel que en tra; de modo que aún cuando to­
do el infierno les asaltara no pueden perecer, sino
que Dios Ies m antendrá seguros p ara que puedan
h eredar la vida eterna.
4
EL PACTO D E L A GRACIA
DIVINA Y EL EVANGELISMO

Cuando el hom bre habitó el ja rd ín del Edén,


Dics le advirtió, bajo pena de m uerte, que no co­
m iera del fruto del árbol de la ciencia del bien y
del mal .(Génesis 2; 17). Ello implicaba que si p e r­
manecía en obediencia recibiría ia vida eterna. Es-
lo es, seria levantado del peligro de pecar y de m o­
rir a otro estado en el que no podría pecar ni mo­
rir. Este convenio, si asi puede ser llam ado, se de­
nomina el pació de las obras. Este título no es sin
em bargo totalm ente irreprochable, pues al hacer
sem ejante arreglo estaba Dios obrando tam bién se­
gún su pura gracia y am or inmerecido. Con todo,
como existía la oportunidad de caer el hom bre ca­
yó, y en consecuencia se hizo tan depravado que
de entonces en adelante la perfecta obediencia a
Dios fue para él una imposibilidad.
Apenas esto ocurrió. Dios proveyó un salvador
que pagaría la pena en que el hom bre había incu
rrido por su desobediencia, y le trae ría a aquella
50 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

obediencia perfecta que tenía desde el principio. la


cual era y continuaba siendo la condición p a ra la
vida eterna. Todo lo que Dios requería del pecador,
a fin de p articip ar de su salvación, era fe en el S al­
vador. Esto es, una fe viva, m anifestada en obras
de amor. Este convento es com unm ente y acertada­
m ente denom inado el Pacto de la Gracia.
El Pacto de ía G racia está implícito en el llam a­
do proto-evangeüo de G énesis 3; 15. Inm ediatam en­
te después de la caída del hom bre. Dios habló a la
serpiente diciendo: Enem istad ponrtré entre ti y la
m ujer, y entre tu simiente y la simiente suya: ella
te h e rirá en la cahe7a y tu le h erirás en ol calca-
fiar". El mismo Pacto fue form alm ente establecido
por Dios con A braham cuando le di.lo: “Estableceré
mi pacto entre tí y tu simiente después de tí, en tus
generaciones" (Génesfs 17; 7). Hav sin em bareo p a­
sos sucesivos en la revelación de este pacto. En otras
palabras: Fue revelado progresivamente. Esto ap a­
rece claram ente de la prom esa dada a Jerem ías
31: 31-34) Ja cual se aplica anroniadam enfe en H e­
breos 8; 8-12 a la Iglesia post-Pentecostal. Esta pro­
mesa dice: “He aquí vienen días, dice el Señor, en
que estableceré con la casa de Tsrael y con la casa
de Ju d á un nuevo Pacto. No como el Pacto que hi­
ce con sus padres el día que los tomó de la m ano
p ara sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos
no perm anecieron en mi Pacto, y yo me desenten­
dí de ellos, dice el Señor. P o r lo cual, este es el Pac­
to que haré con la casa de Israel. Después de aque­
llos días, dice el Señor: pondré mis leyes en la m en­
te de ellos y sobre su corazón las escribiré. Y seré
a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y n in ­
guno enseñará a su prójimo. Ni ninguno a su h er­
m ano diciendo: Conoce al Señor; porque todos Je
conocerán, desde el m enor h asta cl m ayor de ellos.
EL PACTO DE LA GRACIA DIVINA

Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más


me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.
Al decir: Nuevo Pacto h a dado p o r viejo e] prim e­
ro y lo aue se da por viejo y se envejece, está pró­
xim o a desaparecer”.
Aunque revelado en periodos sucesivos este P ac­
to de la G racia es continuo p o r todas las edades.
Abraza a los creyentes de todos los tiempos. “A los
que por fe vienen a ser hijos de A braham (G ála-
tas 3; 7). A los creyentess Ies dice: "Vosotros, si es­
táis en Cristo, la sim iente de A braham sois, y por
tanto herederos de la prom esa” (G álatas 3; 29).

El Pacto y la Elección

En u n estudio sobre el sieniflcado del P acto de


la G racia con respecto al Evaneelism o, puede ser
de ayuda referirse al Pacto en relación cón el De­
creto de Elección.
La Teología C ristiana está com puesta, podría­
mos decir, por parecas de verdades com plem enta­
rlas. La doctrina de la Elección divina y la del Pac­
to de la G racia form an u n a de tales parejas. Se dis­
tinguen u n a de otra, pero va sin decir que no pue­
den anularse la u n a a la otra. Ambas son enseña­
das. indudablem ente, en la P alab ra de Dios, y la
verdad nunca se contradice a si misma. P o r esfo es
de .eran im portancia que sea reconocido su carácter
complementario.
La Elección tuvo lugar en la Eternidad! El P ac­
to concebido en la Eternidad, fue establecido en el
Tiempo, y adm inistrado a través de la Historia.
En la Elección, el hom bre era totalm ente pasi­
vo, en el P acto el hom bre viene a ser activo. Ejerce
fe activa en C risto y, movido por esta fe, e n tra en
una vida de obediencia y gratitud.
52 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

La Elección es monoíacética o tiene un solo lado,


el Convenio de G racia es a la vez monoíacética y
duofacética o sea que tiene dos lados. Dios eligió a
ciertos pecadores p ara la salvación. Fn ningún sen­
tido se eligieron ellos a si mismos. Del mismo modo
Dios estableció el convenio de la G racia, no por m u­
tuo acuerdo entre Dios y el hom bre, ni con el con­
sentimiento del hombre. El Pacto de la G racia vino
a ser por p u ra voluntad divina. Dios dito en el ja r ­
dín del Fdén. "Enem istad pondré” (Génesis 3; 15)
y tam bién a A braham diio “Estableceré mi P acto”
(Génesis 17-7). P or lo tanto es mucho m ejor defi­
nir el Pacto como una disposición de Dios en fa_or
del hom bre, que describirlo como un convenio en­
tre Dios y el hombre. En el Nuevo Testam ento, la
palabra Pacto es díathehe, no suntheke. Este ú lti­
mo térm ino designa un pacto entre dos p arte s,'co n
iguales derechos. El prim ero evpresa. en cambio,
la disposición por una de las partos en favor de la
otra. Por ejemplo un testam ento e? diathehe mien­
tra s oue un contrato es sun'heke. Rin embargo, en
la ejecución del Pacto en tran las dos n a^es. Dios
prom ete y m anda, el hom bre está bajo la obliga­
ción de querer y obedecer.
La Elección determ ina Quienes tienen aue ser
salvos; el Convenio de la G racia se refiere al modo
de su salvación. Los eieeidos son salvos p o r la fe en
Cristo, quien satisfizo la justicia penal m uriendo en
$u lugar en la cruz de maldición, y por su perfecta
obediencia a la ley divina mereció p ara ellos eterna
justificación. Este es el significado de lo que se lla­
m a obediencia pasiva y activa en Cristo en el plan
de la salvación. En este aspecto lo único que los
hom bres pueden hacer es ejercer fe. Por fe se ap ro ­
p ian a Cristo y a todos sus salvadores beneficios.
EL PACTO DE LA GRACIA DIVINA 5i

La Elección es totalm ente incondicional. No íue


condicionada a la íe y obediencia de] hombre. Dios
no escogió a los pecadores p ara la vida etern a sin
que creyeran y obedecieran; tampoco escogió a cier­
tas personas porque creyó que creerían y obedece­
rían. El Pacto de la gracia, en cambio, es condicio­
na] e incondicional. La salvación es condicionada
a la íe y a la obediencia. Todos los que creen en
Jesús como Salvador serán salvos. Sin em bargo es­
ta m ism a condición está fundada en la soberana
gracia de Dios. Antes de que la íe y la obediencia
vengan a ser actos del hombre, son dones de Dios.
La Biblia dice: “Por gracia sois salvos por la íe
—pero añade— esto no es de vosotros sino un don
de Dios”, y ‘‘somos hech u ra suya, criados en C ris­
to Jesús p ara buenas obras, las cuales Dios p rep a­
ró p a ra que anduviésemos en ellas” (Eíesios 2; 8-10).
A veces oimos decir que m ientras la Elección h a ­
ce énfasis en la soberanía divina; el Pacto lo hace
en la responsabilidad hum ana. Esta afirm ación pa­
dece de la tendencia de la m ente h u m an a a simpli­
ficar las cosas. Podemos adm itir que contiene una
p arte de verdad; pero serla m ás preciso decir que,
m ientras que la doctrina de ]a Soberanía Divina
hace fuerte énfasis en la Elección, y la responsabi-
dad hum ana está im plícita en ella. La misma Sobe­
ra n ía Divina no es menos enfática en la doctrina
del Pacto y la responsabilidad hum ana en ella im ­
plícita. En el Convenio de la G racia, Dios exige del
modo m ás explícito fe y obediencia. Enfáticam ente
hace al hom bre responsable por el ejercicio de la íe
y la práctica de la obediencia.
Es del todo correcto decir que en la Elección
Dios consideró a los suyos como muchos individuos
y no. como un organismo.. Ellos son la generación
escogida (1.‘ Pedro 2-9). Sin em bargo puede ser afir­
54 EVANGELISUO TEOCÉKTRICO

mado que en el Pacto la unidad orgánica del pue­


blo de Dios recibe m ayor éníasis. M ientras que la
Elección puntualiza el hecho de que Dios escogió a
uno de dos herm anos gemelos, a Jacob, no a Esaú
(Romanos 9; 10-12); la doctrina del Pacto eníatiza
la verdad de que al im p artir su gracia salvadora a
los hombres, Dios ha ligado por lazos de sangre, por
su m ism a gracia; a los que tiene en cuenta. £1 esta­
bleció u n pacto con A braham y su simiente después
de él, en todas sus generaciones, p ara ser su Dios
y el de sus hijos después de él (Génesis 17; 7).
Tal como ha sido expuesto anteriorm ente, la
Elección fue en u n sentido real y verdadero, de ca­
rácter universal. Aunque Dios no decretó la salva­
ción de todos los hom bres tiene sus elegidos en cada
nación y en cada periodo de la historia hum ana;
por tanto debe darse por supuesto que la nota de
universalismo es prom inente en la doctrina del
Pacto como lo es en la de la Elección.
La Elección garantiza la salvación de algunos,
no de todos. El Pacto de la G racia afirm a la salva­
ción, no de cada individuo pero si de la raza hum a­
na. Cristo es, en verdad, “El salvador del m undo”
(1/ J u a n 4; 14).
Es evidente de m uchas m aneras en la enseñan­
za escrltural que el Pacto de la G racia complemen­
te la enseñanza bíblica de la Elección divina. De
este hecho pueden sacarse deducciones muy signi­
ficativas acerca del Pacto en relación con el Evan-
gelismo. A continuación dam os algunas de estas
deducciones, cada una de las cuales es especialmen­
te bíblica.
La actualidad de la Elección
Dios escogió a los suyos desde la Eternidad. En
ia Eternidad El decretó los que tenían que ser sal­
EL PACTO DE LA GRACIA DIVINA 55

vos. Del mismo modo en ]a E ternidad decretó el


método y ios medios p a ra su salvación. S in em bar­
go, la salvación actual üe los elegidos p o r estos m é­
todos tiene lugar en el tiempo. A hora, precisam en­
te, estam os en lo que se llam a eí yació ae la G racia.
A fin de que lo elegidos puedan ser salvos, el H i­
jo de Dios se encarnó. Como m ediador en tre Dios
y los hom bres tuvo que su írir la ira de Dios contra
el pecado del hombre, después de ren d ir a Dios
aquella obediencia que el p rim er Adán íracasó en
dar. El hizo todo esto a fin de m erecer la vida eter­
n a p a ra los elegidos. Sin em bargo su salvación no
fue hecha actual entonces. Los elegidos tienen que
oir acerca de la obra salvadora de C risto, lo que
se haco por la predicación del Evangelio. Y habién­
dolo oído tienen que creer en Cristo como S a h a d o r
y Señor. Esto es cum plido por la benéfica aplica­
ción del Evangelio a sus corazones por medio del
E spíritu Santo. Sólo entonces son salvos. En resu­
men, su salvación es realizada por medio del Pacto
de la G racia.
Es evidente, p o r tan to , que la predicación del
Evangelio es u n eslabón Im portante ©n la cadena de
acontecim ientos que constituyen la realización de
la Elección. Y no sólo es un eslabón im portan te. si­
no indispensable. Los elegidos que m ueren en la in­
fancia y 'ios elegidos que no llegan a ten er razón,
no e n tra n en esta cuenta. Todos los elegidos de Dios
son salvos p e r el Evangelio; ni uno de ellos puede
ser salvo sin él. P o r esto se dice “¿Cómo invocarán
a Aquél en quién no h a n creído; y cómo creerán
si no hay quién les predique? (Rom anos 10; 14}.
E n los capítulos precedentes h a sido dicho repe­
tidam ente, y con todo énfasis, que la Elección de­
m anda Evangelismo. A hora tenemos que afirm ar
con el mismo énfasis, que el Evángellsmo es indis­
56 EVANGELISMO TEOCÉN'TRICO

pensable para la actual salvación de los elegidos de


Dios. Es otro modo de decir que el convenio de la
G racia y el Evangelismo son inseparables. El Evan-
gelismo es inherente al Convenio de la gracia.

El Universalismo y la separación

Cuando Dios estaba por establecer el Pacto de


gracia con A braham , lo separó, ju ntam ente con sus
descendientes, de los otros pueblos de la tierra. Dios
le ordenó “Vete de tu tierra y de tu parentela y de
ía casa de tu padre a la tierra que yo te m o straré”
(Génesis 12; 1). Desde el principio de la historia
Dios traza una clara línea de separación entre su
pueblo elegido y el mundo. Perm ítasenos decirlo de
una vez, que Dios no perm itirá nunca que esta lí­
nea sea borrada, tiene que continuar con el tiem­
po y extenderse por la Eternidad. La antitesis en­
tre los amigos y los enemigos de Dios es eterna. Sin
em bargo esto no es todo, Dios dijo a A braham : “Y
haré de ti una nación grande, y te bendeciré y en ­
grandeceré tu nom bre y serás bendición. Bendeci­
ré a los que te bendijeren y maldeciré a los que te
m aldijeren’y serán benditas en tí todas las familias
de la-íierra. (G énesis 12, 2 y13). Es bien claro, piies;
que la separación de A braham y sus descendientes
no fue un fin en si mismo, sino un medio p ara u n
fin. El fin era que todas las naciones fueran bende­
cidas. El fin era universal.
La misma lección es im plícita en las profecías
de aquel misterioso carácter que se llamó Balaam.
Aunque e ra un enemigo de Dios, sin em bargo, h u ­
bo de poner sus palab ras en su boca. M irando aba­
jo desde una cima a los hijos de Israel acam pados
por el valle, el, hijo de Beor habló y dijo: ‘‘Porque
de la cum bre de las peñas lo veré, y desde lo; co­
EL; PACTO DE LA GRACIA DIVINA 57

liados lo m iraré, he aquí un ' pueblo que h ab itará


confiado y no será contado entre las naciones” (Nú*
meros 23; 9). Pero en su deducción final expresó
aquella gran profecía m esiánica: "Verélo rrjás no
ahora. Lo m iraré m as no de cerca: S a|d rá estrella
de Jacob y levantaráse cetro en Israel. Y herirá,los
cantones de Moab y destruirá a todos los hijos, de
Seth. Y será tom ada Edom. S erá tom ada tam bién
Seir por sus enemigos, e Israel se p o rtará v aro n il­
mente. Y el de Jacob se enseñoreará y destruirá üe
la ciudad lo que q uedare” (N úm eros 24: 17-19).
Plantados por Dios en la tierra de C anaari el
pueblo escogido parecía una ciudad am urallada. En
el Oeste era protegido por el M editerráneo; en el
N orte por las m ontañas de H erm on y Líbano; al
Este y al Sui tenía grandes desiertos. H asta cier­
to punto Israel era un país aislado. Y sin embargo,
Palestina era el lugar ideal p ara venir a ser un fo­
co de influencia. Lo bañaba el M editerráneo, que,
como indica su nombre, era el centro del antiguo
múndo. Estaba atravesado por las grandes carrete­
ra s de tres continentes, Asia, Africa y Europa: Di­
fícilmente podía encontrarse un lugar m ás estra­
tégico del cual la luz dél Evangelio pudiera brillar
a todas las naciones, y el resplandor del C ristianis­
mo irrad iar a todos los pueblos.
Se ha dicho con frecuencia que Israel fue aislado
del mundo, pero sería m ejor decir que fue hecho una
isla de bendición. Su aislam iento era el m ejor me­
dio p a ra su universalismo. Del mismo modo que el
cable eléctrico es aislado p ara que la corriente pue­
da alcanzar m ejor su destino sin perderse en laisos
circuitos, así el Pueblo escogido de Dios, fue sepa­
rado de los pueblos paganos de la tie rra p a ra .que
en la plenitud del tiempo pudiera tra e r al Salvador
58 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

del mundo, y proclam ar su Evangelio a todos los


confínes del globo.
En la presente Dispensación, .también la sepa­
ración es un medio p a ra el fin del universalismo. El
Nuevo Testam ento está lleno de exhortaciones a la
Iglesia p a ra que salga del mundo. La mism a p ala­
b ra que se usa m ás frecuentem ente designa a la
Iglesia como ekklesia, que significa “llam ado fue­
r a ”. S in em bargo, dirigiéndose a los miembros de
su Iglesia, el Salvador dijo: “Vosotros sois la sal de
la tie rra ” y “Vosotros sois la luz del m undo” , (M a­
teo 5; 13-14) y p ara esto les nom bró sus “testigos”
h asta lo últim o de la tie rra ”.
La verdad es que esta separación p ara univer­
salismo h a sido con frecuencia olvidada. H a habi­
do iglesias que h an hecho énfasis en la separación
a expensas del universalismo. Aún hoy día, en esta
edad misionera, existen tales iglesias. Ellas impiden
al m undo invadir la Iglesia, pero tam bién previe­
nen a la Iglesia de invadir al mundo. Insisten m u­
cho en que sólo la p u ra P ala b ra de Dios sea predi­
cada desde sus pulpitos; pero fallan en el propósito
de predicar ellos el verdadero y pu ro Evangelio a
los que m ás lo necesitan. T ratan de edificar a los
santos en la fe, pero no tra ta n de persuadir a los
no salvos a esta. Vanagloriándose de su ortodoxia,
son víctimas de su ortodoxia. Tales iglesia son de­
cadentes, y si no se despiertan y ponen atención a
la voz de clarín del Rey y Señor de la Iglesia, que
les ordena proclam ar el Evangelio a los de luera,
tarde o tem prano caerán en el sueño de la m uerte.
Por el otro lado, tam bién es verdad que la separa­
ción para universalism o ha sido mal interpretada.
No pocas iglesias enfatizan el universalism o a ex­
pensas de la separación. A unque parezca extraño
tienen m ás interés en tra e r el Evangelio al m undo
BL PACTO DB LA GRACIA DIVINA 59

que en g u ard ar a la iglesia de la m undanali dad.


Envían un núm ero de misioneros considerable a los
paganos, pero al mismo tiempo el cáncer de la mun-
danalidad se esparce en tre sus propios miembros,
y nada hacen p a ra impedirlo. No com prenden que
una iglesia m undana no puede continuar p o r la r­
go tiempo siendo verdaderam ente una iglesia mi­
sionera. Invariablem ente la corrupción del men-
.saje evangélico vendrá mano a m ano con su m un­
danidad. A menos que se arrep ien tan , tales igle­
sias, tienen que degenerar en sinagogas de S a ­
tanás.

El pacto de los hijos y los extraños

Los hijos de los creyentes, así como sus padres,


están incluidos en el Pacto de la G racia. Esto es
una clara y prom inente enseñanza de la E scritu­
ra. Dios estableció su pacto con A braham y su si­
m iente, (Génesis 17-7) y en su sermón de P ente­
costés Pedro dijo a su auditorio, predom inante­
m ente de judíos: “P a ra vosotros es la Prom esa, y
p a ra vuestros hijos (Hechos 2; 39).
Sin em bargo la continuación del Convenio de
generación en generación, no es algo autom ático.
Los hijos no heredan la gracia salvadora de sus
padres creyentes como heredan sus bienes m un­
danales. No es u n a continuación sin excepción,
Algunos de los hijos de los creyentes, son quebran-
tadores del Pacto. En la continuación de su Pacto
de padres a hijos, Dios quiere em plear medios y
los medios son la educación cristiana. Sólo si los
padres cristianos educan a sus hijos en el cam ino
en que deben an d ar, tienen derecho a esperar que
no se a p a rta rá n de él cuando sean viejos (Prover*
bios 22; 6).
60 EVANGELISMO TEOCÉNTKICO

Aunque parezca extraño, hay cristianos profe­


santes que de un modo muy considerable, sino del
todo, descuidan la educación religiosa de sus h i­
jos. Fallan en proveerles la instrucción en el ho­
gar y en la iglesia. Ni les llevan a la Escuela Domi­
nical, ni se les ocurre enviar a sus hijos a una es­
cuela diaria cristiana. Sin embargo, por raro que
parezca, estos padres m uestran a veces gran celo p a ­
ra el evangelismo de los extraños. Tales padres se
parecen a un m atrim onio que quisiera educar a
los hijos de sus vecinos necesitados, pero olvidara
proveer a las necesidades de au propia casa, o
usando otra ilustración, son como el general que
invadiera un país extraño sin g u ard ar su base de
operaciones en la propia tierra. Si todos los padres
cristianos siguieran tal ejemplo, muy pronto no
habría misioneros para enviar a los gentiles.
Por el otro lado, hay también creyentes que se
concentran en la educación de los hijos del Pacto
hasta tal punto, que tom an poco o ningún interés
en evangelizar aquellos que están ajenos a los pac­
tos de la promesa como dice Pablo a los gentiles:
“En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de
la ciudadanía de Israel y ajenos a. los pactos de la
prom esa” {Efesios 2; 12). Tales creyentes merecen
tam bién ser reprendidos porque tienen una visión
demasiado restringida del Pacto de la gracia
Dios tiene sus elegidos en todo país y en cada
edad, y los conoce a todos. Les ha dado a su Hijo, y
El cuidará que ninguno de ellos se pierda. Cristo
los cuenta entre sus ovejas, pues dijo a sus prim e­
ros discípulos: “Tam bién tengo o tras ovejas que
no son de este redil, a ellas tam bién me conviene
tra e r y oirán mi voz y h a b rá un rebaño y un pas­
to r” (Ju a n 10-7). P onjue Dios los cuenta como su
pueblo, anim a a su servidor Pablo, en Corinto, la
EL PACTO DE LA GRACIA DIVINA 61

ciudad impía, aparentem ente ap artad a de Dios, di-


ciéndole: “No tem as, sino habla y no calles" -pues-yo
tengo mitzhQ pueblo en esta ciudad (Hechos 18; 10);
En sü serm ón de Pentecostés, Pedro declaró a
sus oyentes judios que la Prom esa era, no solam en­
te p a ra ellos y para sus hijos, “ sinó p a ra los que es­
tán lejos; a todos cuantos el Señor nuestro Dios lla ­
m are” (Hechos 2;. 39). Por todos los siglos Dios ha
dado esta promesa. "Y o cu rrirá que en el lugar don­
de les dije no sois mi pueblo, serán llam ados pue­
blo del Dios viviente’.’ (Oseas i; 10, Rom anos 9; ¿6).
Esta prom esa aún perm anece, y el S eñor Jesús la
confirmó con úna severa advertencia a los hijos del
Pacto, con respecto a los extraños, cuando dilo:
“ V e n d r á n muchos del oriente y del occidente y se
sentarán en la mesa con A braham , Isaac y Jácob,
en el Reino de los Cielos, y los hijos del Reino serán
echados en Jas tinieblas de afuera; allí será el lloro
y el crugir de dientes" (M ateo 8; 11 y 12).
¡Cuán clara es esta declaración y cuán eviden­
te ! Doquiera que ei Evangelio es proclam ado, allí
está el Pacto. La Iglesia es de cierto, el bendito re ­
cipiente de las misericordias de Dios en el Pa<_to;
pero es asimismo responsable a otros p ara la ob­
tención de estas misericordias. T anto como la pro­
pia instrucción y salvación de los hijos del Pacto, es
el suyo un deber pactado en favor de otros también.

El convertido y su casa
Cuando el carcelero de Filipos inquirió que te­
nía que hacer p ara ser salvo, Pablo y Silas le res­
pondieron: “ Cree en el Señor Jescristo y serás sal­
vo tu y tu casa” (Hechos 16; 31).
¿Qué q uerían decir al carcelero al declararle
que su casa tam bién sería salva? D ebían los ap ó v
62 EVANGELISMO TEOCÈNTRICO

toles tener en m ente uno de los m ás consoladores


aspectos del P acto de la G racia; aue Dios h a p ro ­
metido ser el Dios, no solam ente de los que creen,
sino tam bién de sus parientes según la carne.
Qué estím ulo es esto p ara buscar alm as que,
como el carcelero acepten el Evangelio; pues sabe­
mos que su fe tra e rá la salvación de sus parientes
m ás próximos: de sus hijos, y aú n de generaciones
futuras.
Sabemos aue. el que predica el Evangelio, no so­
lam ente puede ten er la seguridad de que Dios tiene
su pueblo, y Cristo sus ovejas, en los lugares m ás
inesperados, y que estos tarde o tem prano respon­
derán al Evangelio con fe; sinó la seguridad de que
cuando Dios empieza la buena obra en el corazón
de un padre o m adre la continuará en el de sus hi -
Jos. Im p a rtirá su gracia salvadora aún a los hilos
de sus hijos en generaciones lejanas de la misma fa­
milia. P or tanto, puede esperarse que cada conver­
sión trae rá n u e ra s conversiones, y la simiente del
Evangelio que es sem brada hoy, continuará tray en ­
do fruto, y fruto en abundancia, por siglos y quizá
por milenios.
5
LA SOBERANA ELECCION
D E DIOS Y EL EVANGELISMO

Un estudiante de sem inario estaba preparando


un “ serm ón de p ráctica” sobre el texto: “Sea hecha
tu vojuntad en la tierra como en el cielo” (Mateo
6: 10). Después de estudiar el texto largo rato con­
sultó con el profesor, diciéndole: “He llegado a la
conclusión de que esta petición de la oración domi­
nical habla de la voluntad revelada o perceptiva
de Dios, no de su voluntad secreta, y au to ra de los
decretos divinos. Cuando el profesor respondió que
ponía tener razón, el alum no contestó: “ ¿Entonces
tengo que concluir que este texto no tiene nad a que
ver con la S oberanía divina?” La respuesta a tal
pregunta sólo es un a: que estaba gravem ente equi­
vocado.

La idea de que la soberanía de Dios solamente


se expresa en los decretos divinos es bastante co­
m ún, pero bastante errónea. La Soberanía divina
se expresa tam bién en los m andatos divinos.
64 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Siendo así, la responsabilidad hum ana es sola­


m ente el corolario de la Soberanía divina. Dios or­
dena soberanam ente, y por esta misma razón tiene
que ser obedecido. P or tanto, por todas las reglas
de una sana lógica, toda persona que pone énfasis
en Ja Soberan.a de Dios debe tam bién ponerlo en
la responsabilidad del hombre.
Debe darse especial atención a un curiosa mala
interpretación de la Iglesia Reformada. Ha sido di­
cho con frecuencia que m ientras que el Calvinismo
pone todo su énfasis en la Soberanía divina, el Ar-
m iniánism o lo pone en la responsabilidad hum ana.
No pue</e im aginarse peor caricatu ra del Calvinis­
mo. Es de reconocer que ha habido calvinistas, a su
propio estilo, que han menospreciado la responsa­
bilidad hum ana; pero la razón de esto radica en su
propia inconsistencia. El Calvinismo no es incon­
sistente de tal modo. Precisam ente porque hace un
énfasis tan fuerte en la Soberanía divina, tiene que
enfatizar no con menos fuerza la responsabilidad
hum ana. Por tanto es evidente que la Iglesia Refor­
mada enfatiza Ja responsabilidad del hom bre con
no menos fuerza que la teología arm iniana.
El A rm inianism o enseña que Dios aju sta sus de­
cretos a los poderes del hombre, y por lo tanto n u n ­
ca excede al hom bre en lo que este no puede hacer.
La fe Reformada m antiene que Dios requiere del
hombre perfecta obediencia a su ley, aunque este
se halle en estado caído, e incapaz de rendir tal
obediencia. El A rm inianism o nos dice que la res­
ponsabilidad hum ana está lim itada por la hum ana
inhabilidad; pero la fe Reform ada no acepta tal
descripción.
Aplicando lo antedicho al Evangelismo, la Sobe­
ranía de Dios se expresa vigorosam ente en los m u­
chos m andatos misioneros que hallam os en la B i­
LA SOBERANA ELECCIÓN DE DIOS 65

blia y a la medida en que se reconoce la S o b eran n


divina, debe c¡ creyente ser celoso en llevar a cabo
tales mandatos.

La Soberanía Mediadora de Cristo

Cristo es Dios, y como tal es Soberano. L a Sobe­


ran ía pertenece igualmente a las tres personas de !a
Divinidad.
La Soberanía pertenece a Cristo tam bién, en
otro sentido. Cuando El m urió en la cruz del C al­
vario, fue cum plida la p arte m ás im portante de su
O bra m ediatoria. Por lo que los teólogos han llam a­
do, obediencia pasiva y activa, alcanzó pleno m éri­
to de salvación p ara aquellos que el P ad re le ha da­
do. P or tanto poco antes de inclinar su cabeza ex­
clam ó “ Consumado es” (Ju an 19: 301. P or su obra
com pleta fue recom pensado j) o r el P adre con rea­
leza M ediatoria. Porque habla sido obediente has­
ta la m uerte y m uerte de cruz, Dios le ensalzó h as­
ta lo sumo y diole u n nom bre que es sobre todo
nom bre” (Filipenses 2: 8 y 9). P or lo tanto “vino a
ser la cabeza sobre todas las cosas” (Efesios 1: 22).
A hora podía hacer a sus discípulos aquella estupen­
da declaración: “Toda potestad me es dada en el
Cielo y en la tie rra ” (M ateo 28: 18). Es m uy signi­
ficativo que El hizo esta afirm ación como prefacio
a la gran Comisión de: “Id por todo el m undo a
predicar el Evangelio". Esto convierte la gran Co­
misión en u na declaración de la Soberanía m edia­
toria de Cristo.
D urante su m inisterio público, Cristo envió a
los.doce, y a los setenta, a predicar el Evangelio;
pero Ies mandó expresam ente que restringieran su
actividad evangelística a las “ ovejas perdidas de la
casa dé Israel” (Mateo, 10: 6). Su m uerte y su re­
66 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

surrección, trajo, empero, un cambio radical. Este


g ran acontecim iento m arcó la transición entre el
nacionalismo relativo de ]a antigua Dispensación,
a] universalism o sin límites de la nueva. En sus a p a ­
riciones a sus discípulos, el Cristo resucitado, re ­
pitió reiteradam ente el m andato de evangelizar el
mundo entero. En Jerusalem les instruyó diciendo:
“E ra necesario que el Cristo padeciera y que resu­
citara de los m uertos al tercer día, y que so predi­
case en su nom bre el arrepentim iento y la remisión
de pecados en todas las naciones, comenzando des­
de Jerusalem (Lucas 24: 46-48).
Cuando los once encontraron al Señor en el
monte de G alilea les dio lo que ha sido llam ada la
G ra n Comisión (Mateo 28: 18-20). Y antes de su as­
censión al Cielo, desde el monte de los Olivos, les
anticipó: “Recibiréis potencia del E spíritu S anto
que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos en
Jerusalem , en S am aria y hasta lo últim o de la tie­
r r a ” (Hechos 1: 8).
Debe hacerse aquí una observación muy signi­
ficativa. H a sido dicho que la m uerte y la resurrec­
ción de Cristo m arcan la transición del nacionalis­
mo Judío al universlismo, pero los mismos aconteci­
m ientos m arcaron la coronación de Cristo como
M ediador. Esta transición y esta coronación no de­
jan de estar bien relacionadas. O currieron sim ul­
táneam ente porque eran p arte del mismo suceso.
Cristo fue coronado a fin de que “en el nom ore de
Jesús se doble toda rodilla, de todo lo que está en
el cielo y lo que está en la tierra y debajo de la tie­
rra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Se­
ñ o r”. (Filipenses 2: 10 y 11). Todo lo cual tenía que
realizarse por la proclamación universal de su Evan­
gelio. Con una real m ajestad Cristo declaró a sus
apóstoles: “Como mi P adre me envió, así yo os en-
LA SOBERANA ELECCIÓN DE DIOS 67

vio” (Ju an 20: 21). El Cristo soberano, con sobera­


nía encargó a su Iglesia la g ran Comisión: "Toda
potestad me es dada en el cielo y en la tierra, por
tan to id y haced discípulos, bautizándolos en el
nom bre del P adre, del Hijo y del E spíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que yo
os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del m undo” (Mateo
28: 18-20).

La permanente validez de la gran Comisión

Ha sido sugerido que después del derram am ien­


to del Espíritu Panto la Iglesia apenas tenia nece­
sidad de la g ran Comisión, pues habiendo recibi­
do el E spíritu S anto no podían menos que ser tes­
tigos expontáneam ente, no bajo la compulsión ex­
terna del mandato. P ara el creyente de la nueva dis­
pensación, testificar de Cristo, se h a dicho, es tan
n atura] como respirar. Como las aves h an sido he­
chas p ara volar y los peces p a ra n ad ar, así el cris­
tiano tiene que testificar de su Salvador.
Que el derram am iento del E spíritu en Pentecos­
tés hizo de la Iglesia C ristiana u n a iglesia testifi­
cante, tiene que aceptarse plenam ente. Jesús lo de­
claró cuando dijo a los doce que constituían él p ri­
m er núcleo de su Iglesia: (Hechos 1 :8 ) : “Vosotros
seréis mis testigos”. Es verdad tam bién que testifi­
c ar es la esencia del Cristianismo. Donde falta el
testim onio falta el Cristianism o. “¿No declaró Cris­
to, el que me negare delante de los hom bres yo tam ­
bién le negaré delante de mi P adre que está en los
Cielos?" (M ateo 10: 33). Sin em bargo, concluir que
el discípulo cristiano tiene el instinto de testificar
de un modo inevitable, es totalm ente infundado.
Esta conclusión tiene indicaciones dispensacio-
68 EVANCEUSMO TEOCÉNTRICO

nales. Aún cuando tiene que reconocerse que la a n ­


tigua Dispensación y la nueva están caracterizadas
por diferencias significativas, hacer que la una sea
dispensación de la Ley y la otra del E spíritu, es
contrario a la Escritura. La oración de David, “No
quites de mi tu Santo E spíritu” (Salmo 51: 11), in­
dica claram ente que él había experim entado la in­
fluencia renovadora de] Espíritu de Dios; y en el
Nuevo Testam ento, tanto las epístolas como los
Evangelios son enfáticos dando m andatos sobre la
conducta cristiana. La an terio r suposición oeca de
perfeccionismo. Sabemos que el m ejor cristiano es
siem pre un pobre critiano. Fvidcntem ente no está
tan com pletamente rendido al Espíritu de Dios co­
mo debiera o quisiera. Cada uno tiene aue confesar
con frecuencia: “ No hago el bien aue quiero, sino el
mal que no quiero, osto hago". No hay ningún cre­
yente que no haya alguna vez perm anecido en si­
lencio cuando tuvo una buena oportunidad de con­
fesar al Señor. Ninguno hay aue no hava tenido
que llorar como San Pedro, y con razón. Todos ne­
cesitamos aue se nos r e c u e c e el prim ero v eran
m andam iento de la Ley de Dios: "Am ar ás al Señor
tu Dios con todo tu corazón, con tu alm a y toda tu
m ente (M ateo 22: 37'. Y ninguno de nosotras ha
progresado tanto en la consagración que no nece­
site m ás el m andato de testificar p ara su Señor y
Salvador. Ninguno de nosotros le am a tan ardien­
tem ente como debiera; y cuando estam os más en­
tregados a la influencia de la G racia, y el E spíritu
de Dios arde en nuestros corazones en am o r por
aquel que nos am ó prim ero, aú n tenemos que ex­
clam ar: “En el hom bre interior me deleito en la Ley
de Dios; pero hallo otra ley en mi carn e..." (Rom a­
nos 7: 22).
LA SOBERANA ELECCIÓN DE DIOS 69

El conocimiento universal de la Soberanía de Cristo

En la gran Comisión, el Cristo soberano encar-


gó a sus discípulos que ios hom bres por todas p a r­
tes fueran enseñados.
El deber de enseñar excede a todo límite.
Según una versión autorizada, el m andato de
enseñar ocurre dos veces en la g ran Comisión. Li­
teralm ente dice: "P or tanto id y enseñad a todas
ias naciones, enseñándoles que guarden todas las
cosas que yo os he m andado”. Lo que es com únm en­
te ti aducido por: "Haced discípulos en todas las
naciones, enseñándoles...” La prim era versión tie­
ne que ser preferida de acuerdo con el original,
aunque las dos vienen a decir lo mismo. L a palabra
discípulo se deriva de un verbo que significa “ense­
ñ ar". Un discípulo es alguien que es enseñado, y
por tanto presupone un maestro. De ahí se sigue
que tiene que desecharse la idea de que en el Evan-
gelismo las gentes tienen que ser inducidas a acep­
ta r el Evangelio por otros medios que la enseñan­
za, es decir que basta u n llam am iento emocional
p a :a venir a ser discipuios; los cuales í.erán enseña­
dos después. No, la enseñanza em pieza desde el p ri­
m er momento en que se da el m ensaje del Evange­
lio, y tiene que continuar m ientras el creyente vi­
va. N aturalm ente esta enseñanza no deja de tener
momentos emocionales, ya que lo que se enseña a
los hombres es la P alab ra de Dios.
Ha de desecharse la idea de que los predicado­
res tienen que hacer discípulos prim ero, y en seb ar­
les después a g u ard ar los m andam ientos de Cristo.
El dijo que se llevara el Evangelio enseñando a los
hombres, y que se continuara enseñando sus m a n ­
dam ientos, una vez recibida la instrucción del
Evangelio. Esto significa que el g u ard ar los m an d a­
70 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

mientos de, Cristo es parte del discipulado. Esta


verdad merece mucho énfasis. Se viene a ser dis­
cípulo de Cristo, no m eram ente aceptándole con íe
como Salvador; sino por reconocerle como Señor.
Éstos dos actos son inseparables. L a íe en C risto y
la obediencia a El son, como si dijéram os, los dos
lados de una mism a moneda. No es extraño que en
el Nuevo Testam ento la misma palab ra que en al­
gunos contextos significa creer, en otros tiene que
traducirse obedecer. En Hechos 28 : 24, se dice que
en respuesta a la predicación de Pablo a los Judíos,
algunos creyeron las cosas que se les hablaron y a l­
gunos no creyeron ". En G álatas 5: 7 Pablo les di­
rige este reproche ¿Quién os fasc¡nó p a ra que no
obedecieseis a la verdad? En am bos p asajes el ver­
bo griego que ocurre es el mismo.
Esto hace evidente que la g ran Comisión es una
declaración del propósito de Evangelismo; y este
propósito es que todas las naciones observen los
m andatos de Cristo y al hacerlo así, reconozcan su
Soberanía. El fin del Evangelismo es el reconoci­
miento universal de la Soberanía de Cristo.
Apoyándose en la Soberanía de Cristo
Los apóstoles debieron q uedar extrañados cuan­
do el Señor les comisionó p ara que fueran a hacer
discípulos en todas las naciones. Este m andato era
poco menos que sobrehumano. Se tratab a de once
hom bres contra todo el mundo. Once personas re­
lativam ente ignorantes, y de la nación m ás despre­
ciada debajo del sol, contra todo el poder y la sabi­
duría del mundo. Este grupo flaco, com pletam ente
incapaz, según, el punto de vista hum ano, recibió
ordenes de conquistar la gloria, grandeza y poder
del Im perio Rom ano y aú n a las tribus salvajes que
pudieran hallarse m ás allá del dominio Cesáreo.
LA SOBERANA ELECCIÓN DE DIOS 71
“ ¡Imposible!” deberían pensar ellos ¡Totalm en­
te imposible! diría la razón hum ana. ¡Inim agina­
ble a todos ellos!
S u M aestro conocía sin duda sus pensamientos;
pero los pensam ientos de El eran m ás altos que los
suyos; por esto vino a decirles: Si confiareis en
vuestro propio poder de cierto serla un fracaso, pe­
ro recordad que no estáis solos, Yo soy el escogido
de Dios p ara estar a vuestro lado; mi nom bre de
antiguo es El Señor de los Ejércitos. M ía es toda a u ­
toridad y poder en el Cielo y en la tierra; ni S a ta ­
nás con todos sus huestes puede haceros nada sin
mi permiso. Seguram ente en el mundo tendréis tri­
bulación, pero no tem áis yo he vencido al m undo”
(Ju a n 16-33). “Sin Mi nada podéis h a c e r” (Ju a n
15-5); m as por el poder que yo os daré podréis h a ­
cer tedas las cosas (Filipenses 4: 13). Por mi, vues­
tro trab a jo no será vano (1.* Corintios 15: 38). Por
la operación de mi gracia soberana en los corazo­
nes de los hombres, h a b rá num erosos convertidos
que bautizaréis en el nombre del P adre, del Hijo y
del Espíritu Santo, sellándolos así p ara la salvación
obrada por decreto y determ inación del Dios Trino,
con el cual entraréis en com unión al e n tra r en c o
m unión con su Iglesia.
P or esto, aunque la tarea asignada a vosotros
no será com pleta d u ran te vuestra vida no os des­
animéis. Mi Iglesia, contra la cual no pueden p re­
valecer las puertas del Infierno (M ateo 16; 18), la
realizará. “He aquí yo estoy con vosotros y estaré
con ella hasta el fin de! mundo. Aún las mismas
obras del diablo yo las gobernaré de tal modo que
redunden en favor de la continuación de mi Reino.
La sangre de los m ártires la h aré semilla de la Igle­
sia. Cuando los potentados de la tierra cierren las
pu ertas de m uchas naciones p ara im pedir la e n tra ­
72 EVANGELISMO TEOCÉ.MTRICO

da del Evangelio, haré que el m ensaje de salvación


penetre a través de p uertas de bronce y portillos de
hierro. Aunque los predicadores del Evangelio pue­
dan ser atados, mi Palabra nunca estará presa
(2.* Timoteo 2: 9). Y cuando el tiempo no será más,
voces ¡num erables en los cíelos can tarán : “Los rei­
nos de este mundo h an venido a ser los reinos del
Señor y de su Cristo, y rein ará p ara siempre Jam ás’’
(Apoc. 11-15).
Se piensa com únm ente acerca de la gran Comi­
sión como un m andato misionero. Es esto y mucho
más que esto. Su verdadero tem a es la Soberanía de
Cristo. Es una declaración gloriosa de su Sobera­
nía; es un m andato soberano el proclam ar su nom ­
bre en todas las naciones; es una dem anda incon­
dicional al reconocimiento universal de su Sobera­
nía. Es una invitación cordial a apoyarse plena­
mente en su Soberanía. Es una profecía segura del
triunfo final o confirm ación de tal Soberanía. Es
una profecía segura del triunfo final o confirm a­
ción de tal Soberanía.
Jesús ha de R einar m ientras al mundo
Alumbre el sol en su eternal carrera;
Se extenderá su im perio a toda orilla
Y llenará por fin la tierra entera (1).

(1) Versión de los himnarios españoles del conocido him­


no «Jesús shall rcign».
6
DIOS Y EL PROPOSITO
DEL EVANGELISMO

Se habla mucho en los circuios religiosos acerca


del universalismo. La paternidad universal de Dios,
la fraternidad universal de los hombres, la paz uni­
versal, y la salvación universal, son tópicos favori­
tos. Mucho de esta charla viene de los centros mo­
dernistas, y por lo tanto es sospechosa p a ra los ver­
daderos creyentes. Alguna de esta charla es definida-
mente anti-cristiana. Sin em bargo, no nos precipi­
temos a la conclusión de que no existe el universa­
lismo cristiano. C iertam ente es la m ayor realidad.
El Cristianism o es una religión universal y requiere
evangelismo universal.

El Universalismo en la antigua dispensación

La antigua dispensación se distingue principal­


mente de la nueva en que aquella fue nacionalista y
esta universal. Israel fue el pueblo peculiar de Dios
Moisés dijo a su nación: “Vosotros sois un pueblo
santo al Señor vuestro Dios: El Señor vuestro Dios
74 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

os ha escogido para ser un pueblo especial p ara sí


entre todos los pueblos que están .sobre la íaz de la
tie rra ” (Deuteronomio, 7: 6). Y el salmista cantó:
El denunció sus palabras a Jacob; sus estatutos y
sus Juicios a Israel. No ha hecho esto con toda la
gente y no conocieron sus juicios. Alabad al S eñor”
(Salmo 147: 19-20). P o r otro lado, al mismo princi­
pio de la nueva Dispensación la iglesia fue comisio­
nada y capacitada p ara tra e r el Evangelio a todas
las naciones del mundo.
Sin em bargo no abriguem os la idea de que el n a ­
cionalismo de la antigua Dispensación fue absoluto.
Suponerlo serla un serio erro r T anto el Antiguo co­
mo el Nuevo Testam ento son la revelación propia
de D ios El Dios que se reveló en am bos es el mismo.
Evidentem ente hay un progreso en su revelación,
pero no hay contradicción alguna. San Agustín tenía
razón cuando dijo que el Nuevo Testam ento estaba
latente en el Antiguo, y el Antiguo patente en el
Nuevo.
N aturalm ente, el Dios del Nuevo Testam ento es
el Dios de toda la tierra y de todas las naciones.
Cuando Pedro fue llam ado a b autizar a un centu­
rión rom ano dijo: “En verdad hallo que Dios no h a ­
ce acepción de personas, sino que en toda nación se
agrada del que le teme y hace justicia”. Y es igual­
mente evidente, que el Dios del Antiguo Testam ento
es el Dios de todas las gentes. La idea m odernista de
que Jehová era un Dios tribal, o cuanto menos na­
cional, es pura imaginación, com pletam ente ajena
a) Antiguo Testamento. El creó la raza hum ana; pro­
metió un Salvador a toda la raza caída. P or medio
de su siervo Noé am onestó a los impíos de toda la r a ­
za para que pudieran escapar del castigo; al salvar
a Noé y su familia del diluvio pieservó la raza h u ­
mana. Finalm ente, cuando separó a A braham , el
DIOS Y EL PROPÓSITO DF.L EVANGELISMO 75

progenitor de su pueblo escogido, le prom etió que


en él serían bendecidas todas las fam ilias de la
tierra.
Nadie puede negar que el Dios del Nuevo T esta­
m ento declaró ser el único y verdadero Dios vivien­
te. Pablo escribió a los creyentes de la idólatra Co-
rinto: “Pues aunque haya algunos que se llam en dio­
s e s.. sólo hay u n Dios, el P adre del cual proceden
todas las cosas y nosotros somos p ara E l”. (1/ Corin-
tos 1, 5 y 6) y exactam ente lo mismo declara el Dios
del Antiguo Testam ento. "Oye Israel; el Señor n u es­
tro Dios, uno es”. (Deuteronom io 6: 4, es su nota
clave. La frase “sólo tu eres Dios”. Salm o 86. 10)
aparece en espíritu o en letra en todas sus páginas.
Porque es el Dios de toda la tierra y el único
Dios, el Dios del Antiguo T estam ento reclam a reco­
nocimiento y aceptación universal. Esta es la verdad
que expresa su llam am iento; ‘‘M irad a Mi y sed sal­
vos todos los térm inos de la tierra; pues yo soy Dios
y ninguno m ás” (Isaías, 45: 22).
P or esto el Dios de Israel ordenó a su siervo Jo-
nás que predicara el arrepentim iento a los impíos
h ab itan tes de Nínive, capital del Im perio Asirlo, y
¿uando ellos se arrep in tiero n el S eñor se volvió del
mal que había dicho hacerles y no lo hizo” ;Jo-
nás 3: 10).
No es exagerado decir que el Antiguo T estam en­
te está saturado de profecías acerca de un próxim o
universalismo. Llenaría m uchas páginas d ar todas
las citas. Entre las m ás fam iliares encontram os en
el salmo 86: 9. “Todas las naciones que hiciste ven­
drán y ado rarán delante de tí y glorificarán tu nom ­
b re” y en él (Salmo 87: 4): “Yo me acordaré de
Rahab y de Babilonia en tre los que me conocen. He
aquí Filistea y Tiro, con Etiopía. Este nació a llá ”.
76 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

El profeta Joel profetizó la proclam ación del Evan­


gelio que se inició en Pentecostés con las palabras:
"Y después de esto he aquí que yo derram aré de mi
espíritu sobre toda carn e” (Joel 2: 28). Sin duda a l­
guna, la interpretación de Daniel del sueño de Nabu-
codcnosor m uestra los m ás fuertes tonos mesiánicos.
Hablando de la piedra cortada sin mano qne d erri­
bó la imagen de oro con sus partes de plata, bronce,
hierro y barro mezclado con hierro, y se hizo un
g ran monte que llenó la tierra; la interpretación del
profeta fue: “En los días de estos reyes levantará
Dios n reino que no será jam ás destruido, ni será
dejado jam ás a otro pueblo; el cual desm enuzará y
consum irá a todos estos reinos, pero él perm anece­
rá para siem pre” (Daniel 2: 44).
Debemos mencionar aquí tam bién ciertas p ará
bolas del Señor Jesús, las cuales fueron pronuncia­
das antes de que se iniciara la nueva dispensación.
La conclusión de la parábola de los viñadores m al­
vados, fue decir a los ¡ideres religiosos judíos que
el reino de Dios seria quitado de ellos y dado a gen­
tes que trae rían fruto (Mateo 21: 43). Asimismo en
la parábola de la gran Cena enseñó que cuando los
invitados rehusaran , serían llamados los cojos y los
ciegos de las calles y caminos, a tom ar su lugar en
las bodas; y aún serian forzados a en tra r (Lucas
14: 16-24).
M ás sorprendente todavía es el hecho de que du­
rante la antigua Dispensación hubo ya anticipaciones
del universalismo de la nueva. Por ejemplo: R ahab
de Jericó, (Josué 6. 17-25. Hebreos 11: 31 y Jacobo
2: 25). (R uth la moablta. Libro de R uth, y Mateo
1; 5). N aham an el Siró (2; Reyes 5 y Lucas 4: 27)
los magos de Oriente, (Mateo 2; 1L2) y Ja m ujer sa-
m aritana, son casos destacados. Todos estos paganos
DIOS V lil. l’ROt'ÓSITO DEI. HVANGHLISMO 77
vinieron a ser creyentes, e incorporados lega] o mo­
ralm ente al pueblo de Dios.
El nacimiento de Cristo y el Universalismo
No sería correcto afirm ar que la dispensación
universalista comenzó con el nacim iento del Hijo de
Dios. De ser así no habría restringido la actividad
c-vangelistica de sus prim eros discípulos al pueblo
de Israel (Mateo 10: 6). Como se ha dem ostrado, el
Universalismo se declaró en la m uerte de Cristo. Sin
em bargo, su nacim iento fue una evidencia del p re­
determ inado universalism o de la nueva Era. Esto se
expresa en la frase escritural de que nació en el
“cum plim iento de tiem po” (G álatas 4: 4).
Dios hat-ía pre-erdenado desde la Eternidad el
tiem po exacto de la venida de su hijo en carne. H a­
bía tam bién pre-ordenado las circunstancias m un­
diales de su tiempo; y en su Providencia, que no es
otra cosa que la realización de su p lan eterno, vio
que aquellas circunstancias serían las m ás favora­
bles para la difusión del Evangelio.
Providencialm ente la ciudad del T íber sería la ca­
pital del mundo. No sólo habían los rom anos cons­
truido num erosas carreteras que hacían posible el
tránsito de un país a otro sino que tam bién, por la
G racia com ún de Dios, proveyeron orden y ley en
m uchas naciones de la tierra. En más de una oca­
sión la ciudadanía rom ana de S an Pablo le fue una
buena ayuda para sus viajes. (Hechos 16, 36-40.
22: 24-29: 25: 9-12).
Dics, en cuya m ano está el corazón del rey como
las aguas de un río y a donde quiere lo inclina (P ro­
verbios 21: 1) puso en el corazón de A lejandro el
G rande hacer del griego el lenguaje de la literatu ra
en toda la tierra. Esto explica porque el Nuevo Tes­
78 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

tam ento, aunque escrito m ayorm ente por Judíos, lo


tenemos en griego. Una lengua com ún no podía por
menos que ser u n g ran auxiliar p ara la evangcliza-
ción de las naciones.
Por o tra p a rte Dios habia dispersado a Israel en ­
tre muchos pueblos. Doquiera iban los judíos lleva­
ban con ellos su Biblia; el Antiguo Testam ento con
todas sus prom esas mesiánicas. Esto contribuyó sin
duda a la espectación que existía aú n en el mundo
gentil acerca de la venida de un Mesías. Escritores
rom anos como Virgilio, Suetonio y Tácito, hicieron
referencia a u na antigua predicción de que en los
últimos días tendría que venir el Hijo de Dios, quien
descenderla del cielo p ara destruir la serpiente ene­
miga y establecer una edad de oro, y que se funda­
rla un Im perio m undial con el país de Judea rom o
centro.
Jesús nació en el um bral de la dispensación uni­
versalista.

La muerte de Cristo y el Universalismo

Toda la historia Sagrada se Junta alrededor de


la cruz de Cristo. La mism a historia de la hum ani­
dad se centra alrededor de esta cruz, que m arca el
fin de la vieja Dispensación y el principio de la
nueva.
Esto se dem uestra fácilm ente por la P alab ra de
Dios. La antigua Dispensación fue la sombra; la nue­
va es la verdad, en el sentido de realidad. La ley ce­
rem onial, particularm ente la que se refería a los
sacrificios, significaba el derram am iento de la san­
gre expiatoria de Cristo en el Calvario; por tanto,
por su m uerte Cristo abolió la ley ceremonial. En el
mismo momento de d ar el Espíritu, el velo del Tem ­
plo se rompió de alto abajo. (M arcos 15: 37-38). El
DIOS Y LL PROPÓSITO DEL EVANGELISMO 79
velo separaba el lugar santo del lugar santísimo. En
el lugar santísim o había el arca cubierta por el pro­
piciatorio, sobre la cual aparecia el Shekináh, o sea
la m ajestad visible de la Divina presencia, en tre los
querubines con sus alas extendidas. Sólo u n a vez al
año, el dia de la expiación, u n hom bre, el sacerdote,
podía p a sa r a través del velo del Templo de Dios; y
no podía e n tra r allí sin sangre, la cual era rociada
sobre el propiciatorio a fin de hdccr expiación sobre
sus propios pecados y los del pueblo (Levítíco
16: 1-17). Cuando la sangre de Cristo fue vertida, se
rom pió el velo del templo en dos, cómo señal de que
la ley cerem onial estaba anulada y que desde enton­
ces en adelante todo creyente en Cristo podía en trar
y pedir confiadam ente al Trono de la G racia sin la
mediación de un sacerdote hum ano o un nuevo sa­
crificio para el pecado. La m uerte oe C risto term inó
la antigua dispensación e inició la nueva.
La Biblia enseña, específicamente, que la m uerte
de Cristo, m arcó el fin de la dispensación naciona­
lista y dio principio al Universalismo. Cuando cier­
tos griegos, no judíos de G recia, sino gentiles conver­
tidos al judaism o, expresaron el deseo de verle, el
Salvador, profundam ente conmovido exclamó: “De
cierto de cierto os digo: si el grano de trigo no cae
en la tierra y m uere él solo queda, m as si m uriere,
mucho fruto lleva” y refiriéndose a la clase de m uer-
llam ada crucifixión dice: “Yo si fuere levantado de
la tierra a todos traeré a mi mismo” (J u a n 12 : 24-32).
Pablo dijo a los creyentes gentiles de Efeso que ellos
q ue estaban lejos habían sido hechos cercanos por
la sangre de Cristo, y que Cristo había reconciliado
a ambos, Judíos y gentiles p ara Dios, en un mismf)
cuerpo, por medio de la cruz (Efesios 2: 13-16).
Habiendo m uerto Cristo y habiendo el P adre
puesto el sello de su aprobación a su perfecta obra
80 EVANGELISMO TF.OC1ÍNTRICO

por su resurrección de ios muertos, el próximo paso


era la gran Comisión y enviar el Espíritu Santo, por
medio del cual la Iglesia fue capacitada para llevar
el Evangelio a los fines de la tierra.
Si la m uerte de Cristo reclam a universalismo, es­
ta m uerte debe ser el tema central del Evangelio
proclam ado universalmente.
Asi es, el gran apóstol misionero escribió a la igle­
sia de Corinto: “Nosotros predicamos a Cristo cru ­
cificado” (1.* Corintios 1; 23) y “Yo he resuelto no
saber nada más entre vosotros sino de Jesucristo
crucificado” (1.‘ Cor. 2; 2).

La exaltación de Cristo y el Evangelismo

En el capitulo precedente hablamos mucho respec­


to al significado de la exaltación de Cristo, con re­
ferencia al evangelismo m undial; sin embargo, de­
bemos añadir: P or su levantam iento de entre los
muertos, Dios Padre expresó su aprobación a la obra
mediatoria del Hijo. Por eso no es extraño que el
mismo apóstol que determ inó no saber nada excepto
de Cristo crucificado, hizo de la resurrección el ideal
tema de su predicación. La m uerte de Cristo y su
resurección constituyen un solo tema.
Cristo entró en su gloria por medio del sufrimien­
to (Lucas 4: 25). Como recompensa por su obedien­
cia al d erram ar su alm a hasta la m uerte, el Padre
le dio parte entre los fuertes (Isaías 53: 12); y Dios
le ensalzó, dándole un nombre que es sobre todo
nombre, para que en el nombre de Jesús se doblé
toda rodilla y toda lengua confiese que es el S eñ o r”
(Filipenses; 2: 9-11).
Este fue el significado de su resurrección de los
m uertos y su ascensión a la diestra del Padre. ¡No
DIOS Y EL PROPÓSITO DEL EVANGELISMO 81

es extraño que el Cristo resucitado y ascendido orde-^


n a ra la proclam ación universal de su Evangelio!
No sólo el Cristo glorificado ordenó a sus discí­
pulos la evangelización universal, sino que fue El
quien, exaltado a la diestra de Dios, derram ó sobre
su Iglesia el E spíritu S an to p a ra capacitarla a fin
de que hiciera discípulos en todas las nacioncrj (He-
chos 2: 23).
El mismo, como rey poderoso, prom etió estar
con su Iglesia protegiéndola y prosperándola en la
proclam ación del Evangelio, hasta que am anezca el
día cuando la tie rra sea llena del conocimiento del
Señor como las aguas cubren la m ar (Isaías H : 9).
La exaltación de C risto reclam a Evangelismo uni­
versal. S u Evangelio debe ser proclam ado por todas
partes, porque El es un rey universa], a fin de que
esto sea reconocido universalm ente.
Penteeosté* y el Universalismo

Se dice generalm ente que el día de Pentecostés


fue el nacim iento de la Iglesia cristiana. Esto es un
error. Desde la misma caída del hom bre hubo sólo
u n cam ino de salvación. Todos los que fueron salvos
antes lo fueron por la fe en Cristo y todos los que
creyeron en El fueron miem bros de su cuerpo, la
Iglesia. Respecto a la salvación, la única diferencia
entre tos santos de la vieja dispensación y los de la
nueva, es que los prim eros fueron salvos por fe en
C risto de la Profecía: y los últim os son salvos por
fe en el Cristo de la historia; pero b asta decir que
el Cristo de la profecía y el de la historia son uno
mismo. De ahí se sigue que si Adán y Eva creyeron
el propio Evangelio de G énesis 3: 15, como puede
suponerse, vinieron a ser los prim eros miem bros
de la Iglesia de Cristo. Y Abel, como A braham , D a­
82 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

vid e Isaías, fueron m iem bros de la Iglesia cristiana


tanto como Pedro, Pablo o Lutero.
Aunque Pentecostés no fue el dia del nacim iento
de la Iglesia cristiana m arca su m ás significativa en­
crucijada en la historia de la Iglesia. El d erram a­
miento del E spíritu S anto sobre la Iglesia fue la tra n ­
sición del nacionalism o al universalismo.
¡Observad lo que ocurrió en Pentecostés!
Los discípulos de Jesús se Juntaron en cierto lu­
gar, tenían órdenes de hacer discípulos en todas las
naciones de la tierra; pero eran pocos, muy pocos;
y débiles; extrem adam ente débiles. H abían confia­
do en su propia fortaleza y su esfuerzo h abía resul­
tado sólo un fracaso, de hecho eran ta n débiles que
no podían oponer su fuerza a la del mundo y lo sa­
bían; sin em bargo la tarea de conquistar el m undo
brillaba en sus rostros. R epentinam ente m ilagrosa­
mente, su Señor, desde la diestra de Dios vino en
su ayuda. Les dio Poder de lo Alto, como habfa pro­
metido. Oyeron un gran estruendo del cielo como u n
viento recio que corría y se llenó la casa donde esta­
ban sentados, adem ás “aparecieron lenguas como
de fuego que reposaron sobre cada uno de ellos’*
(Hechos 2: 2-3). Dos de las grandes fuerzas de la n a­
turaleza se m anifestaron así, simbolizando el irresis­
tible poder de Dios y del E spíritu Santo. Esto les ca­
pacitó p ara predicar el Evangelio en m uchas len­
guas a los hom bres de toda nación debajo del cielo...*’
(Hechos 2: 4-3). El cum plim iento de su gran tarea,
aparentem ente imposible de realizar, iba a teh er
lugar. Pero esto no es todo. Los discípulos de J e ru ­
salem eran Judíos, y les Judíos estaban llenos de
prejuicios contra las naciones no judías. Cuando
Jonás rehusó predicar a los ninivitas, obró, no so ­
lam ente como un individuo terco; sinó m ás bien co­
mo u n israelita típico: Enorgulleciéndose de ser él
DIOS Y £L PROPÓSITO DEL EVANCÉLISMO

pueblo del S eñor los israelitas m iraban con p ro fu n ­


do desdén a los otros pueblos. S i los discípulos del
Señor tenían que h acer discípulos en todas las n a ­
ciones, tenían que perder este prejuicio. Ellos de­
bieron haberlo sentido y se e x tra ñ a ría n de como
podría esto hacerse. E ra imposible p a ra ellos mis­
mos; pero en u n c e rra r de ojos el E spíritu de Dios
borró este prejuicio. Antes de que pudieran darse
cuenta se hallaro n predicando el Evangelio a pro­
sélitos gentiles, así como a los judíos (Hechos 2: 10).
¿Pero trae rla resultado tal predicación a los n o
judíos? Esta pregunta pudo levantarse en sus m en­
tes, pues el S eñor les m andó, no solam ente predicar
a las naciones, sinó hacer discípulos en las nacio­
nes. Si se sentían preocupados acerca de ello, pron­
to estas preocupaciones quedaron disipadas. Antes
de que el sol se pusiese en aquel día, unas tre s mil
alm as hablan sido com pungidas al arrepintim iento
y a la fe en Cristo por la irresistible predicación del
Evangelio por medio del E spíritu S anto (Hechos
2; 41). Así la Jerusalem de Hechos 2 vino a ser la
contrapartida de la Babel de G énesis 11, En am bos
casos hubo un despliegue milagroso de] poder divino.
Ambos m ilagros fueron m uy semejantes. En Babel
y en Jerusalem Dios sobrenaturalm ente hizo que se
íiab lara n diversas lenguas. Pero las consecuencias
diferían radicalm ente. En Babel había confusión y
división, los hom bres fueron esparcidos por toda la
faz de la tierra; este fue e] principio del nacionalis­
mo en Jerusalem . P o r el contrario, en Jerusalem , u n
•solo m ensaje fue predicado en m uchas lenguas; el
Evangelio, por la P alab ra de Dios que es viva y efi­
caz (Hechos 4: 12). El E spíritu de Dios tra jo hom ­
bres de todas las naciones debajo del cielo a la Igle­
sia única de Cristo. Pentecostés impulsai al univer­
salismo y a la u n id a d
84 EVANGELISMO TEOCÉNTR1CO

El derram am iento de] Espíritu S anto puso de


manifiesto la realización efectiva del U niversalis­
mo cristiano.
El Universalismo y la Iglesia Apostólica

Es difícil para Jos creyentes gentiles de este si­


glo X X ponerse en el lugar de los creyentes judíos
del prim er siglo de la E ra C ristiana. T an profun­
dam ente había sido grabado en sus corazones el he­
cho de que ellos eran el pueblo escogido por Dios,
que les era casi imposible com prender que la m u­
ralla de separación en tre ellos y los gentiles había
sido derribada. (Efesios 2: 14) y que en Cristo J e ­
sús, no hay judío ni griego (G álatas 3; 28).
P or esta razón, sin duda. Dios en varias ocasio­
nes recordó a la Iglesia apostólica su deber de pre­
dicar el Evangelio a los gentiles, así como a los Ju­
díos. Por lo menos cuatro, de tales casos, son dignos
de mención especial.
El evangelista Felipe fue llevado por el E spíritu,
de un modo sobrenatural, a tra e r el Evaneelio al
etiope de la corte de la reina Candace: y el E spíritu
Santo bendijo el m ensaje de Felipe en el corazón
del extranjero de ta l form a, aue confesó Inmedia­
tam ente que Jesucristo era el hiio de Dios y fue
bautizado, entrando a form ar p arte del cuerpo de
Cristo, que es la Iglesia (Hechos 8 : 26-39).
En vista de la antigua particiDación de Pedro en
los sucesos de Pentecostés, puede suponerse que él
estaba plenam ente p rep arad o p ara predicar el
Evangelio -por todas partes. Sin em bargo no era
este el caso. Necesitaba de una instrucción especial
a fin de que estuviera dispuesto a recibir a un ro ­
m ano en el grupo de los creyentes. Dios le dio esta
instrucción de u n a m anera sobrenatural. Estando
DIOS Y F.I. PROPÓSITO DEL EVANGELISMO 85

en el terrado de casa de Sim ón el curtidor, cerca


del m ar, Pedro, caldo en trance, vio u n g ra n lienzo
descender del cielo, el cual contenía toda cíase de
cuadrúpedos y aves. Una voz del cielo le m andó co­
mer. Cuando, recordando las órdenes que Dios mis­
mo había dado a los judíos, rehusó com er cosa in­
m unda, recibió la advertencia divina: “Lo que Dios
limpió no ló llam es tu común. A fin de que Pedra
pudiera quedar bien seguro de cual era la voluntad
de Dios, el caso se repitió tres veces. En obediencia
a esta visión celestial, predicó el Evangelio a Cor-
nelio y a su fam ilia y antes de que hu b iera term i­
nado su serm ón el E spíritu S anto cayó sobre sus
oyentes. Sus com pañeros cristianos judíos queda­
ron asombrados, pero Pedro dijo que no debía de­
m orarse el bautism o a los que habían recibido el
Espíritu Santo. Aunque gentiles fueron bautizados
en el nom bre de Cristo (Hechos 10).
Pero Pedro no era el escogido de Dios p a ra llevar
su nom bre a los gentiles. E ra Saulo de Tarso. (He­
chos 9: 15). Como el Evangelio de la circuncisión
fue encomendado a Pedro, así el de la incircunci-
sión a Pablo, y el que obró poderosam ente en favor
del Evangelio p ara los incircuncisos a quienes p re ­
dicaba Pablo, obró con la m ism a eficacia con P edro
p a ra el apostolado de la circuncisión. A unque el
mismo Pablo e ra hebreo de hebreos; esto es, hijo
de padre y m adre hebrea (G álatas 2: 7-8). Pablo
íue nacido y educado en la provincia de Cicilia. P or
nacim iento era ciudadano rom ano, y allí aprendió
la cultura griega como ninguno de los apóstoles. Su
conversión, su llam am iento p o r el Espíritu S anto y
sus viajes misioneros, constituyen la m ayor p arte
de la historia del U niversalism o en la edad apostó-
ca„. Sus trab ajo s en el Evangelio llegaron desde Je-
86 FVANÜEI.ISMO TEOCÉNTRICO

rusalem , la capital de Judea a Roma, ¡a capital del


mundo.
El capítulo de los Hechos nos da cuenta de lo
que com unm ente es llamad», el Concilio de Jerusa-
lem. Un grave problem a estaba perturbando la paz
de la Iglesia Prim itiva. E ntre los creyentes judíos,
había los Judaizantes, que insistían en que los gen­
tiles debían perm itir la en trad a a la Iglesia cristia­
na sólo por el medio de la p u erta del Judaism o; lo
que significaba que tenían que recibir el rito de la
circuncisión. Este asunto fue debatido en el Conci­
lio de Jerüsalem . El E spíritu S anto tenia el control
de esta asam blea. Se hizo allí el acuerdo de enviar
un m ensaje a las iglesias gentiles diciéndoles que
había parecido bien a l E spíritu S anto y al Concilio
no ponerles m ayor carga que ciertas cosas necesa­
rias, entre las cuales no se nom braba la circunci­
sión. P or esto en la carta a los G álatas, Pablo rep u ­
dió violentam ente la h erejía judaística. Llegó a
anatom izarles en esta form a: “Si nosotros, o un
ángel del Cielo os predicara otro Evangelio del que
habéis recibido, sea anatem a (G álatas 1: 8).

El Universalismo y la Iglesia en la actualidad

M ás de diecinueve siglos h an pasado desde que


la Iglesia C ristiana fue comisionada y capacitada
para evangelizar al mundo, y todavía esta obra no
ha sido completada. Si se acusa a la Iglesia históri­
ca de descuido o Indolencia; no puede dejar de re ­
conocer su culpabilidad; pero ¿cuál es la causa de
esta indolencia? M uchos factores sin duda h a n con­
tribuido a ello. Sin duda el m ás poderoso h a sido
su falta de santidad. La Iglesia no h a sido conscien­
te de la presencia divina como debiera hab er sido.
Si la Iglesia hubiese vivido siempre en la plena con­
DIOS Y EL PROPÓSITO DEL EVANGELISMO 87

ciencia del am or infinito de Dios; de la elección so­


berana de Dios; del pacto de G racia; de la soberana
comisión de Dios; y de la verdad que el Dios do la
Biblia es el único y verdadero Dios viviente, por
tanto, Dios de toda la tierra, h ab ría sido m ás in*
com parablem ente activa en la difusión del Evan­
gelio.
Aunque m ucho del Evangelismo del presente
tiempo está centrado en el hom bre m ás que en
Dios, la presente edad es, innegablem ente, la edad
de las misiones. Por el motivo q u e sea, durante los
siglos X IX y X X todas las ram as cristian as h an
sido m ás activas que nunca en la evangelización
m undial. F inalm ente la Iglesia parece haberse da­
do cuenta de la tarea que Dios le dio, de proclam ar
el Evangelio universalm ente.
Sin em bargo, triste es decirlo: Aún hoy día no
puede ser afirm ado que la Iglesia hay a com pren­
dido el pleno significado del Universalismo cristia­
no. B asta cita r u n as pocas pruebas.
El Evangelismo entre los Judíos ha sido olvidado.
Los protestantes liberales creen que tra ta r de evan­
gelizar a u n judío es insultarte a él y a su religión.
El Judaism o y el C ristianism o son estim ados como
igualm ente válidos, o algo así. En conferencias de
líderes cristianos y Judíos, am bos h a n sido puestos
a la par. P or el otro lado hay evangélicos que están
convencidos de que la obra m isionera en tre los Ju­
díos es inútil a causa de la maldición que ellos m is­
mos atra jero n sobre sí a l clam ar: “S u sangre sea
sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (M at. 27: 25).
A veces se dice, los Judíos ya tuvieron su oportuni­
dad. ' Que este razonam iento contiene una parcela
de verdad, no puede ser negado. Es cierto que, por
lo general, Israel ha endurecido su corazón, según
88 RVANGEI.ISMO TEOCÉNTR1CO

declara S. Pablo: “H an caído en ceguera”. Pero no


puede ser olvidado que esto se refiere al pueblo de
Israel, tan solam ente en parte {Romanos 11: 25).
Por la gracia del Espíritu S anto millaros de judíos
fueron convertidos al Cristianism o en Pentecostés.
Cristo mismo aprehendió a un judío, a n te las p u er­
tas de Damasco y le cambió, de perseguidor de la
Iglesia en el más grande de los misionaros de su
tiempo. La conversión de este Judio resultó en in ­
num erables conversiones por todo el m undo y a
través de. todos los siglos. No puede ser olvidado que
el señ o r mismo designó a Pablo como vaso escogi­
do para llevar su nombre, no solamente a los gen­
tiles, sino tam bién “Al pueblo de Israel” {Hechos
9: 15). Es muy significativo que en sus labores m i­
sioneras Pablo tra jo el Evangelio prim eram ente a
los Judíos (Romanos 1: 16). A su llegada a la Rom a
pagana, lo prim ero que buscó fue contacto con los
judíos que vivían en aquella ciudad (Hechos 28: 17)
En muchos países, incluyendo los Estados Uni­
dos de América, hay cristianos de raza blanca, o
caucásica, que rechazan a los creyentes de o tras
razas, particularm ente los negros, de la membresia
de aquellas iglesias a las cuales pertenecen. Por su­
puesto, no quieren reh u sar el Evangelio a las otras
razas, ni niegan a estas su derecho de membresia
en el cuerpo espiritual de Cristo; pero no perm iten
a los negros com partir con ellos los mismos cultos
de adoración, ni celebrar con ellos la Cena del Se­
ñor, cuando sabemos que fue el propósito del Se­
ñor, m ostrar por este acto, en tre o tras verdades,
la unidad de los creyentes. Como dice San Pablo:
“Siendo muchos, somos a la verdad un cuerpo, p o r­
que todos participam os de aquel u n p a n ”. (1.» Co­
rintios 10; 17). Esta actitud, aunque no constituye
una negación del universalism o cristiano, dem ues­
DIOS Y r.r. PROPÓSITO Dl'l. P.VANGF-t.ISMO
tra, con todo, una tristísim a falta de com prensión
de sus consecuencias n atu rales e inevitables. Los
que adoptan esta actitu d deben recordar que p ara
Cristo: “No hay griego ni judío, circuncisión ni in-
circuncisión, siervo ni libre, sino que Cristo es el
todo en todos” (Colosenses 3: 11).
Debemos m encionar aquí una fase muy olvida­
da del Evangelismo. Cuando se habla de U niversa­
lismo cristiano, se entiende, por lo general, que in­
cluye todas las naciones y razas; pero el concepto
no term ina ahí. Se aplica tam bién a las diversas es­
feras de la sociedad. Continúa siendo verdad por lo
general en nuestros días que los discípulos de C ris­
to no son “muchos sabios según la c a rn e ” ; ni m u­
chos poderosos, ni muchos nobles... sino que Dios
ha escogido lo necio del m undo p ara confundir a
los sabios, y lo flaco del m undo p a ra confundir a
lo fuerte, y lo vil del m undo y lo m enospreciado, y
lo que no es, p a ra deshacer lo que es. A fin de que
nadie se jacte en su presencia” (1.* Corintios
1: 26-28). Por lo tanto, en Cristo no hay rico ni po­
bre, sabio ni ignorante, gobernante o súbdito.
De un modo general las iglesias acostum bran
concentrar sus esfuerzos evangelísticos en favor de
¡os pobres e ignorantes. Se predica en los barrios
bajos de las ciudades a gente degradada, pero no
fuera de la misericordia de Dios. Con seguridad es­
tos necesitan el Evangelio. Pero lo cierto es que los
presidentes de bancos. los jefes de em presas com er­
ciales, los oficiales del gobierno, y los profesores de
universidades, no lo necesitan m enos Cristo p re ­
dicó el Evangelio a Nicodemo, un miembro del
Sanhedrin, o T ribunal Suprem o de los judíos. S al­
vó al altam ente educado y culto Saulo de Tarso.
Felipe predicó a un hom bre que estaba sobre los
90 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

tesoros de la reina de Etiopía. En el relato de Lucas


acerca de los viajes de Pablo, el p rim er convertido
fue Sergio Paulo, gobernador de Chipre. (Hechos
13: 4-12). Como resultado de las labores de Pablo
en favor del Evangelio, algunos miem bros de la mis­
m a corte del C ésar vinieron a ser unidos con los
domésticos de la fe. (Filipenses 4: 22). Los hom bres
de alta posición necesitan exactam ente el mismo
Evangelio que los de b aja posición. Es el Evangelio
del pobre pecador y el rico Salvador. Todos necesi­
tan igualmente ser salvos del mismo modo que lo
fue el m alhechor clavado a la diestra del Salvador
en el Calvario; abandonándose a si mismos, como
pobres pecadores, merecedores de la maldición d i­
vina, al Salvador que fue crucificado por todos.
7
DIOS Y LA URGENCIA
DEL EVANGELISMO

Diecinueve siglos h an pasado desde que Cristo


comisionó a sus seguidores p a ra que hicieran discí­
pulos en todas las naciones y les habilitó con el don
del Espíritu S anto p a ra la realización de esta santa
tarea. Sin em bargo, según el A lm anaque M undial,
los cristianos de todo el m undo, en el año del S eñor
1960, h an alcanzado la cifra de 869,923.820, m ien­
tra s que los adherentes de otras religiones o de n in ­
guna alcanzan la cifra 1.923,128.180. Estas cifra?,
juntam ente con el hecho innegable de que muchos
de los que son contados como cristianos lo son so­
lam ente de nom bre, dem uestran la extrem ada u r
gencia del Evangelismo. Sin em bargo este capítulo
p resen tará el tem a bajo otro punto de vista: el
teológico.
La heterodoxia VERSUS la urgencia del Evangelismo
Hay teologías, que, aunque diversos en tre sí, h a ­
cen poco énfasis o incluso niegan la urgencia del
92 EVANGELISMO TGOCtfVTRICO

evangelismo. En una forma o en otra, ia doctrina


de una segunda prueba es sostenida por los que
así piensan.
Según la opinión de los prim eros P adres de la
Iglesia tanto orientales como occidentales, y quiaá
p a ra la m ayoría de los teólogos modernos, el pasa­
je l.* Pedro 3: 18-20, enseña que entre su m uerte
y su resurrección, Cristo descendió a la residencia
de los m uertos, p a ra predicar el Evangelio a los
contem poráreos de Noe encarcelados que hablan
despreciado las advertencias de este hom bre de
Dios antes del Diluvio. San Agustín objetó a esta
interpretación, y declaró que este pasaje significa
que el Espíritu de Cristo predicó a los contem porá­
neos de Noe en los días que precedieron al Diluvio.
Esta últim a interpretación prevaleció en los tiem­
pos de la Reforma, y es sostenida hoy día por m u­
chos, aunque no todos, los expositores reformados.
Aún en el caso de sostener la prim era in terp reta­
ción no quedarla inválida la urgencia del Evange­
lismo hoy día, pues el descenso de Cristo al infierno
p a ra predicar a los contem poráneos de Noe, puede
ser considerado como un ejemplo aislado de segun­
da prueba. La construcción del pasaje no ofrece
prueba irrecusable de tal ejemplo, sin em bargo es­
ta interpretación darla lugar a otros casos posibles.
Cualquier doctrina de un período de prueba des­
pués de la m uerte, tiende a dism inuir la im portan­
cia del Evangelismo antes de la m uerte.
D urante toda la historia del C ristianism o ha
habido quienes h an argüido que no habiendo salva­
ción fuera de Cristo es injusto de p arte de Dios
condenar a perdición eterna a los que nunca oye­
ron de Cristo d u ran te su estancia en la tierra. De
ahí se sacó la conclusión de que aquellos que m ueren
en ignorancia del Salvador deben tener alguna
DIOS Y LA URGENCIA DF.L EVANCÜLISMO 93

o p o rtu n id ^ después de la m uerte p ara recibir el


la entera raza hum ana, habiendo pecado en Adán,
Evangelio de salvación: Se olvidó la verdad de q u e
merece el infierno; y no se tiene en cuenta, el hecho
de que el castigo de cualquier pecado cometido por
el hom bre es la m uerte eterna. Tampoco se tuvo en
consideración ia declaración de Jesús de que en el
juicio, los que h ab rán cometido cosas dignas de mu­
chos azotes con el conocimiento de la voluntad de
Dios, serán castigados menos que los que pecaron
en m enor grado pero con conocimiento de la volun­
tad divina. (Lucas 12: 48). El resultado de a p a rta r­
se de la E scritura trae siempre íalta de interés p ara
el Evangelismo.
Hay otras sectas que enseñan atrevidam ente que
los que no llegan a la salvación en esta vida, inclu­
yendo aquellos que tuvieron la oportunidad de oir
el Evangelio, tendrán o tra “oportunidad de salva­
ción” después de la m uerte. Los “Testigos de Jeho-
v á” son de ello el más notable ejemplo. Si esto fue­
ra verdad, habría m ucha menos urgencia p ara creer
en Cristo que si el que m uere en incredulidad es
irrem ediablem ente perdido. Igualm ente h ab ría me­
nos urgencia p ara los creyentes en cuanto al deber
de llevar la oferta de salvación a los que no son
salvos.
Debemos m encionar aquí tam bién la negación
que suele hacerse de un sufrim iento consciente de
los incrédulos en el infierno eterno. Esta negación
halla su expresión com pleta en la enseñanza de los
“Testigos de Jehová” quienes declaran que los que
no alcancen la salvación en la segunda prueba se­
rán aniquilados. Los Adventistas del Séptim o Día
con su doctrina de inm ortalidad condicional llegan
a una conclusión similar.
94 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Además de estas sectas, prevalece am pliam ente


la ópinión de que la descripción e ser i tu ra 1 del In-
■fiemo es com pletam ente anticuada, y que los que
asi creen deberían haber nacido hace cuatrocientos
años. En una palabra, que el tema produce má¿
bien b u rla que aquel temblor que causaba en tiem ­
pos pasados. P ero el hecho es que el Cristo infali­
ble nos haya declarado, en su infalible Palabra, que
la ira de Dios está sobre aquellos que dejan de re­
cibirle {Juan 3: 36), que en el día del juicio senten­
ciará a los injustos al fuego eterno preparado p ara
el diablo y sus ángeles (M ateo 25: 41, 46); y que es
aquel un lugar donde el gusano no m uere y el fue­
go nunca se apaga (M arcos 0: 44, 46, 48) hace la
predicación del Evangelio a los no salvos extrem a­
dam ente urgente. En cambio la negación de estos
hechos disminuye en gran m anera la urgencia del
mensaje. Si se nos objeta que tanto los Testigos de
Jehová como los Adventistas del Séptim o Día m ues­
tra n un excelente celo misionero, la respuesta es que
ellos se preocupan m ás del proselitismo que de la
evangelización. Su propaganda tiene por objeto, m ás
que proclam ar el Evangelio escritural de salvación,
difundir sus peculiares aberraciones del C ristianis­
mo histórico.
En la escena teológica de nuestros días, ha apa­
recido con gran fuerza el resurgim iento de un erro r
qUe confundió al Cristianism o ya en los días de O rí­
genes y que desapareció cerca de la m itad de la
tercera centuria, es la h erejía de la salvación u n i­
versal. Los universalistas, los unitarios, los d e n tis­
tas cristianos son quienes la propugnan: casi todos
los teólogos liberales de ciertas denom inaciones la
aceptan, y aún el neo-ortódoxo K arl B arth . consi­
derado como el teólogo m ás influyente de nuestros
días, la enseña; aunque no con perfecta consisten­
DIOS Y LA URGENCIA DEL EVAMCELISMO 95

cia. Es difícil concebir u n a doctrina m ás enem iga


del Evangelismo urgente. Si de alguna m anera to ­
dos los hom bres h an de p articip ar a l fin de la ben­
dición eterna del Cielo, no hay ninguna razón que
nos obligue a trae rles con p rem u ra el Evangelio de
Salvación.
Hay, finalm ente, o tra herejía que no puede sino
perjudicar seriam enté la urgencia del Evangelis-
mo. M uchos que se llam an cristianos están negan­
do que el Cristianism o sea la única religión verda­
dera, que Jesucristo sea el único salvador, y que
la salvación sea por gracia de Dios, con exclusión
de m érito hum ano. Se dice, por el contrario, que
el Cristianism o es u n a de las m uchas religiones,
la principal y la m ejor quizá; pero u n a en tre otras.
B uda y Confucio son tam bién salvadores, pues la
salvación es por el carácter y la práctica de v irtu ­
des tales como la abnegación y el am or al prójim o.
Es necesario decir que este p u nto de vista destruye
la urgencia deí Evangelismo. Aún más, no deja lu ­
gar al Evangelismo Cristiano.
La Ortodoxia y el Evangelfimo urgente
S in em bargo hay u n a inconfundible nota de u r ­
gencia en el m andato de Jesús, “L a mies es m ucha,
mas los obreros pocos, orad a l S eñor ae la mies que
envíe obreros a su m ies” (Lucas 10: 2).
Por toda la Biblia aparece esta nota de urgencia
en las invitaciones del Evangelio. He aquí unos p o ­
cos ejemplos:
“Y si m al os parece servir a Jehová, escogeos
hoy a quien sirváis, si a los dioses ajenos a quienes
sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron en es­
ta o tra p arte del río, o a los dioses de los Amorheos
en cuya tierra habitáis; que yo y mi casa servire­
mos a Jehová” (Josué 24: 15).
96 EVANGELISMO TEOCÍNTRICO

“¿Hasta dónde claudicaréis en tre dos pensam ien­


tos? Si el Señor es Dios seguidle, si Baal id en pos
de él” (1.* Reyes 18: 21).
"Si oyereis hoy su voz no endurezcáis vuestros
corazones como en la provocación, en la tentación
en el desierto” (Salmo 95: 8).
“A todos los sedientos, venid a las aguas, y los
que tío tienen dinero, venid, com prad sin dinero y
comed, venid, com prad sin dinero y sin precio vino
es pan y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oidme
y leche. ¿Por qué os gastáis el dinero en lo que no
atentam ente y comed del bien y se deleitará vues­
tra alm a con grosura. Inclinad vuestro oído y ve­
nid a mi,? oid, y vivirá vuestra alm a; y h aré con
vosotros pacto eterno las misericordias firm es de
D avid”. (Isaías 55: 1-3).
“Vivo yo dice el Señor que no quiero la m uerte
del pecador sino que se vuelva el implo de su cam i­
no y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos
caminos. ¿Por qué m oriréis oh casa de Israel? (Eze-
quiel 33: 11).
“Venid a Mi todos los que estáis trabajados y
cargados que Yo os h aré descansar. Tom ad mi yugo
sobre vosotros y aprended de Mi, que soy manso y
huim lde de corazón, y hallaréis descanso p ara vues­
tra s alm as” (Mateo 11: 28-30).
“Id a los cam inos y vallados y forzadlos a en trar,
para que se llene mi casa” (Lucas: 14; 23.
“Somos em bajadores en nom bre de Cristo, co­
mo si Dios rogara por medio nuestro: Reconciliaos
con Dios” (11 Corintios 6: 20).
“En tiem po aceptable te he oído y en día de sa­
lud te he socorrido: He aquí el tiem po aceptable, he
aquí el día de salvación" 2.- Cor. 6: 2).
DIOS Y I.A URGENCIA DEL F.VANGFI.ISMO 97
“M irad que no rehuseis al que habla, pues si ellos
no escaparon porque rehusaron al que hablaba so­
bre la tierra mucho menos escaparem os nosotros si
rehusáram os al que habla desde los cielos” (He­
breos 12: 25).
La razón para la urgencia del Evangelismo ra
dica en Dios. Porque él es quien es, el verdadero
Dios, ruega a los pecadores que se reconcilien con El.
El Dios rio la Biblia es el único Dios. El Dios vi­
viente; todos los otros llam ados dioses son ídolos
mudos; por lo tanto corresponde a los hom bres vol­
verse a El de toda forma de idolatría y hacerlo de
un modo rápido y concluyente.
Sólo el Dios de la Biblia puede salvar. La salva­
ción pertenece al T rino Dios. Nadie puede venir a
la fe del Hijo “si el P adre Celestial no lo trajere"
(Ju an 6: 44). El Hijo es “el Camino, la V erdad y la
Vida, nadie viene al P adre sino por El” (Juan 14: 6).
“Y nadie puede llam ar a Jesús Señor sino por el
Espíritu S an to ” II.1 Corintios 12: 3). Si esto es v er­
dad, corresponde al pecador h u ir a causa de su im ­
potencia a Dios para obtener salvación. Y debe h a ­
cerlo así sin demora alguna
E1 Dios de la Biblia es a ia vez justo y recto. “La
rectitud y el juicio son el asiento de su trono". (Sal­
mo 97: 2). El nunca se a p a rta en lo m ás mínimo del
cam ino de la justicia perfecta. Si lo hiciera se ne­
garía a si mismo, y ello es la única cosa que Dios
no puede hacer. (2.* Timoteo: 2, 13). Cuando S an­
tiago dice: “H erm anos míos, ¿de qué aprovechará
si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá
la fe salvarle? (Santiago 2: 14) sacar de ahí la con­
clusión de que la misericordia divina hace inope­
rante la divina justicia, es la peor exegesis. Esta re ­
ferencia no significa nada de esto. Habiendo dicho
98 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Santiago que el que no tiene misericordia de otro


será Juzgado de Dios sin m isericordia, añade que,
por el contrario, aquel que ha vivido u n a vida de
misericordia cristiana puede acercarse al Trono del
Juicio de Dios sin temor y aún con gozo. En una
p alabra, que no hay condenación p ara el que tiene
u n a fe verdadera; ya que la fe obra por el am or (Gá-
latas, 5: 6).
Desde el pricipio la justicia de Dios declaró que
el castigo del pecado sería la m uerte (Génesis 2: 17).
Que “la paga del pecado es m u erte” (Romanos
6: 27), es una ley tan inalterable como Dios mismo.
Y esta m uerte significa alejam iento de Dios o sea
separación eterna de El, Es con este Dios que se en­
frenta el pecador. ¡Oh, cuán indispensable es que
impulsado por esta certeza, corra al Calvario, co­
mo perseguido por una terrible tem pestad, y arro ­
dillándose, cual pecador merecedor del iniierno al
pie de la cruz, suplique ardientem ente, apasiona­
dam ente, y acepte la reconciliación con Dios por la
sangre redentora del que m urió en el m adero
maldito.
El Dios de la Biblia es am or (1.* Ju a n 4: 8-16).
Si, am or infinito. In ferir de esto, como muchos h a ­
cen, que no puede condenar a ninguna criatura su­
ya al eterno sufrim iento del infierno, no sólo es
contradecir al Hijo de Dios, que es el am or encar­
nado, sino tam bién ignorar la obvia verdad, que
precisam ente porque el am or de Dios es infinito los
que rehúsan aceptarlo merecen el peor infierno.
Puesto que el am or de Dios es infinito, es un peca­
do de infinitas proporciones burlarse de El. Sin em­
bargo esto hacen los que en su incredulidad reh ú ­
san al H ijo de Dios que es el don do su am or. Dios
h a m anifestado su am or infinito enviando a su Hi­
jo unigénito al m undo a m orir por los impíos (Ro­
DIOS Y LA URGENCIA DEL EVANGBLISMO 99

manos 5: 6); y con am or infinito asegura a los p e­


cadores, por todas partes, que El quiere que todos
los hom bres sean salvos (1.* Tim oteo 2: 4) y "que
ninguno perezca, sino que todos vengan al arrep en ­
tim iento” (2.1 Pedro 3: 9). P o r lo tanto, ,rechazar
sem ejante am or es In cu rrir en el castigo de eterno
destierro de la presencia de Dios. R esponder a El
con íe y am or es h allar la Vida E terna. N ada puede
ser m ás urgente que hacer esta elección.

La vuelta de Cristo y la urgencia del Evangelismo

En respuesta a la pregunta de sus discípulos,


acerca de cuales serian las señales de su venida y
del fin del mundo, Jesú s señaló: Los falsos profetas,
guerras y rum ores de guerras, ham bres, pestilen­
cias, terrem otos, persecución de sus seguidores, ini­
quidad abundante, pero añadió, adem ás de un mo­
do p articu la r que no vendría el fin h asta que el
Evangelio del Reino hubiese sido predicado en todo
el m undo para testimonio a todas las naciones {Ma­
teo 24: 13-14). Esta últim a afirm ación no es de ex­
tra ñ a r: Dios tiene sus elegidos en todas las nacio­
nes, y todos los elegidos deben ser reunidos an tes
del dia del juicio. En aquel día ninguna nación po­
d rá arg ü ir ignorancia del Evangelio.
El hecho de que Cristo no volverá hasta que el
Evangelio haya sido predicado a todas las nacio­
nes, significa un fuerte llam am iento al Evange­
lismo.
S in duda alguna, el día de la Segunda Venida
de Cristo está plenam ente determ inado en los pía
nes de Dios. Dios lo conoce, no sólo porque es Om­
nisciente (Mateo 24-36), sino porque El mismo lo
ha fijado en su Conseje de Predestinación. Pero,
incluidos en este Consejo, están todos los sucesos
100 EVANGELISMO TEOCÉNTUICO

antecedentes, que son un pre-requisito a la vuelta


de Cristo. El m ás im portante de tales acontecimienr
tos es la predicación del Evangelio a todas. las n a ­
ciones. El mismo decreto divino que determ inó •el
Día de Cristo, ordena la evangelización m undial
antes de este día.
Puede ser dicho sin titubeos que el S eñ o r no pue­
de volver a menos que el Evangelio sea traído pri­
mero a todas las naciones. Cuando la nave que P a ­
blo viajaba a Italia fue cogida por u n a violenta
tem pestad, Dios le aseguró que ninguna vida se
perderla. Y Pablo comunicó esta certeza a los m a­
rineros y soldados a bordo; sin embargo, poco des­
pués cuando los m arineros intentaron escapar la r­
gándose con el bote salvavidas, Pablo dijo a los sol­
dados: "Si estos no quedan en la nave vosotros no
podréis ser salvos” (Hechos 27: 23-31). El punto cla­
ve de esta ilustración es que, aunque el Consejo de
Dios es seguro El em plea a hom bres responsables
p ara su ejecución.
Podemos afirm ar, por lo tanto, la conclusión de
que,el Evangelismo contribuye a la vuelta de C ris­
to. Es perfectam ente Justa la afirm ación que por
la predicación del Evangelio, la Iglesia hace una
contribución indispensable a su Venida.
La Iglesia ora y anhela la pronta Venida de
Cristo. A su anuncio: "He aquí yo vengo en breve’*,
replica; “Ven S eñ o r Jesú s” (Apocalipsis 22: 20). Y
evangelizando al mundo obra en favor de esta pron­
ta vuelta.
¿Por qué la Iglesia anhela, ora y trab a ja, p ara
la p ro n ta vuelta del Señor? ¿Es porque este suceso
m arcará la com pleta salvación de los santos; la li­
beración de sus cuerpos m ortales del poder del pe­
cado, o la recepción de cuerpos incorruptibles p a ra
DIOS Y LA URGENCIA DEL EVANGELISMO 10L
]a gloria del Cielo? Sin duda. ¿Es por qué este suce­
so significará el triunfo final de la Iglesia sobre to ­
dos sus enemigos? Es incuestionable. La Segunda
Venida significa, no solam ente la vuelta al mundo
de todos los redimidos, sino de C risto mismo y del
Reino de Dios.
F eto hay todavía o tras consideraciones. Signifi­
cará la perfección del cuerpo de Cristo, la Iglesia;
y el juicio de los impíos. Indica que El juzgará y
condenará justam ente al mundo, que u n día le Juz­
gó injustam ente a El y lo sentenció a m uerte. Sig­
nificará el reconocim iento universal de C risto co­
mo Rey, y la glorificación de Dios por toda la crea­
ción, pues en el nom bre de Jesú s se doblará toda
rodilla, de las cosas que están en el cielo y de las
que están en la tierra, y toda lengua confesará que
Jesucristo es el Señor en la gloria de Dios P adre
(Filipenses: 2, 10-11) y cuando todas las cosas h a ­
yan sido sujetadas al Hijo, El tam bién se su jetará
a Aquel que le sujetó a El todas las cosas, p a ra que
Dios sea el todo en todos” (1.* Corintios, 15-28).
Por tanto, lo que por encim a de todo hace al
Evangelismo cristiano en g ran m an era urgente, es
porque contribuye a ap resu rar el día cuando Dios
recibirá toda la gloria debida a su grande y santo
nombre.
8
DIOS Y EL MOTIVO DEL
EVANGELISMO

En el curso de su historia la Iglesia C ristiana h a


actuado por varios motivos al extender el Evange­
lio. Muchos de ellos eran nobles, pero otros, tene­
mos que adm itirlo, eran indignos. Por ejemplo: Hay
razones para pensar que en los principios del colo-
nianism o las misiones fueron em pleadas algunas
veces con el fin de g an ar dominio sobre pueblos p ri­
mitivos, y ex tra er riquezas de sus recursos n a tu ra ­
les. Bajo la bandera de la nación llam ada cristia­
na, soldados y colonos acom pañaban a los misione­
ros y algunas veces parecían tener m ás atención
p ara la bandera de la P atria que por la bandera de
la cruz. A parte de la cuestión de si el colonianismo
tiene que ser o no condenado como un mal inevi­
table, sem ejante uso del Evangelio p ara fines m ate­
riales y m undanos solam ente puede ser Juzgado co­
mo un insulto, tanto al Evangelio de Cristo como el
Cristo del Evangelio.
104 EVANGKLJSMO TF.OCdNTRICO

Sin em bargo el propósito de este estudio no es


tanto condenar los motivos que en el curso de la
Historia obraron en el esfuerzo evangelístico, como
descubrir lo que declara la Escritura acerca de los
motivos del Evangelismo.
El amor propio como motivo de Evangelitmo
Como se h a señalado anteriorm ente, el am or pro­
pio no es un mal en sí, más bien es un bien. El hom ­
bre se am a a si mismo porque lleva la imagen de
Dios, quien se am a a si mismo. Dios puso su a p ro ­
bación al am or a uno mismo, (que no es am or pro­
pio en sentido de orgullo que suele darse a esta ex­
presión en nuestra lengua) cuando ordenó al hom
bre am ar al prójim o como a si mismo (Mateo
19: 19). Y cuando amonestó a los esposos a am ar
a sus m ujeres como a sus mismos cuerpos (Efesios:
5; 28). S in em bargo, el hom bre caído convierte el
am or a si mismo, en am or propio en el sentido de
egoísmo. Y el egoísmo, no sólo es pecado, sino que
es la raiz de todos los pecados.
Los fariseos del tiempo de Jesús obraban m ovi­
dos por un orgullo egoísta, y un legalismo hipócri­
ta, cuando atravesab an tierra y m ar p ara hacer un
prosélito y después lo hacían doblemente digno del
infierno (Mateo, 23: 15). A los judaizantes de la Igle­
sia apostólica Pablo los juzgó ae la siguiente m ane­
ta: “Todos los que quieran ag rad ar a la carne os
obligan a que os circuncidéis, solamente p ara no
padecer persecución a causa de la cruz de Cristo.
Porque ni aún los mismos que se circuncidan gu ar­
dan la ley, pero quieren que vosotros os circunci­
déis para gloriarse en vuestra carn e” (G álatas
6: 12-13). .
En vez de buscar el bien espiritual de los gen­
tiles convertidos, los judaizantes m iraban su propio
DIOS Y EL MOTIVO DET. EVANGELISMO 105

bien y gloria. Insistían en la circuncisión de aq u e­


llos convertidos a fin de que pudieran escapar al
oprobio de la cruz de p arte de sus com patriotas ju ­
díos; obtener alabanza de estos por su fidelidad a
los actos externos de su religión.
Nosotros tam bién necesitam os hoy día ponem os
en guardia contra los motivos egoístas del Evange-
lismo. El m inistro que quisiera ser misionero a un
pueblo atrasado a fin de escapar a la tarea difícil
de educar a u n auditorio de personas educadas en
su p atria, es culpable de egoísmo. T am bién lo es el
hombre o m ujer que pretende tra e r el Evangelio a
un país lejano a causa de la aureola ae estimación
sentim ental que rodea a los misioneros ex tran je­
ros. Asimismo aquel, o aquella, que turbado por
ion complejo de inferioridad en la Am érica civiliza­
da, aspira a u n sentim iento de superioridad sobre
los africanos incivilizados. Igualm ente el misionero
que se deleita en la av en tu ra por encima, o al p ar,
que con la evangelización Y aú n la persona que se
entrega al Evangelismo -a fin de hacer gala de su
piedad personaL
P or el otro lado, hay un am or propio legítimo y
loable que puede tener p arte en los motivos del
Evangelismo. Si uno siente una compulsión in ter­
n a a evangelizar, u n anhelo que le lleva a no tener
reposo hasta que se entrega a esta ta re a, puede con
buena conciencia d a r su vida a las tareas del Evan­
gelismo. Pablo no era ajeno a esta conclusión cu an ­
do dijo: “Aunque predico el evangelio no tengo de
qué gloriarm e, porque me es im puesta necesidad y
¡ay de mí si no anunciara el Evangelio! P o r lo cual
si lo hago de buena voluntad recom pensa tendré;
pero si de m ala voluntad la comisión me ha sido
encomendada. (2.* Corintios: 9; 16-17).
106 EVANGHLISMO TGOCÉNTRICO

No puede inferirse de aquí que Pablo predicaba


el Evangelio de m ala gana. Lo hacía gozosamente y
con am ante devoción. Repetidam ente se llam aba a
si mismo “esclavo de Jesucristo" (Romanos 1; 1)
pero era el m ás ardiente deseo de su corazón ser
esto precisamente. Por tal razón podemos añ ad ir
que si uno tiene el deseo de traer el Evangelio a los
que no son salvos; un deseo no débil sino com pul­
sorio; no efímero sino persistente, a pesar de los
obstáculos que puedan parecer insuperables; y si
lo hace como un sentim iento irreprim ible de su pro­
pia indignidad e insuficiencia, p ara tan gloriosa ta ­
rea, es perfectam ente propio que en interés de su
propia satisfacción o felicidad, se entregue a la re a ­
lización de tal deseo.
Sin embargo, tiene que hacerse una advertencia
de la m ayor im portancia en este punto. Aquel que
se entrega a este impulso no debe hacerlo solam en­
te para su propia satisfacción. Esto no es siempre el
único motivo, pero puede ser en algunos casos el
motivo de más peso, y no debe ser así. El misionero
debe entregarse a la obra de Evangelización, p rin ­
cipalmente p ara tra e r el Evangelio a otras almas,
y sobre todo por am or a Dios, el autor de este im­
pulso y deseo. Porque somos de Dios debemos ser
para él citando una frase de aquel devoto estudian­
te del Nuevo Testam ento que se llamó Ju an Albre-
che Bengel: “El que am a a Dios se am a rá a si mis­
mo en el grado conveniente, sin egoísmo” , diremos
que, no sólo tu am or a Dios te g u ard ará del pecado
del egoísmo; sino tam bién que este am or a ti mis­
mo fluirá de tu am or a Dios.
El amor al prójimo como motivo del Evangelismo
C uando se le preguntó cual era el m ás grande
m andam iento de la Ley, dijo Jesús: “A m arás al S e ­
DIOS Y El. MOTIVO DliL fcVANGELISMO 107

ñor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alm a


y con todo tu entendim iento; este es el p rim er y
grande m andam iento” —y a renglón seguido a ñ a ­
dió: — “Y el segundo es sem ejante a este, am arás
a tu prójim o como a tí mismo” (M ateo 22: 27-39).
Difícilmente habría podido rem a rcar la necesidad
del am or al prójim o de un modo más eficaz que
igualándolo a la dem anda de am or a Dios que la
ley divina requiere a l hombre.
En la parábola del buen sam aritano (Lucas
10 : 29-30), Jesús enseñó que todos los hom bres son
nuestros prójimos, incluidos los que parecen m ás
lejanos de nosotros, no sólo geográficamente, sino
cultural y religiosamente.
De ahí sigue de u n modo inevitable que el cris­
tiano al tra e r el Evangelio a los no salvos, debe ser
impulsado por el am or a ellos. Este motivo no sólo
es deseable sino altam ente necesario. Pablo dio una
expresión casi increíble al am or por el cual actu a­
ba en la predicación del Evangelio a los judíos de
sus días y cuando declaró con un solemne Juram en­
to: "En verdad digo en Cristo, no m iento y mi con­
ciencia me da testimonio en el E spíritu Santo, de
que tengo gran tristeza y dolor en mi corazón. De
que deseara yo mismo ser anatem a, separado de
Cristo por am or a mis herm anos, los que son mis
parientes según la carn e” (Rom anos 9: 1-3).
Aquí tenemos que hacer una notable distinción:
La Biblia habla de dos clases de am or al prójim o:
ro r un lado reconoce que el hom bre no regenerado
es capaz de am ar a sus sem ejantes, y a m enudo lo
hace. Jesús dice: “Si am areis a les que os am an,
¿qué recompensa tendréis? lo mismo hacen los p e­
cadores, pues tam bién los pecadores am an a aq u e­
llos que Ies am an" (Lucas 6: 32). Pero a sus discí­
108 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

pulos les am onestó diciendo: “Amad a vuestros


enemigos, haced bien a los que os aborrecen” “L u­
cas 6: 27). El prim er am or es limitado a los amigos,
el segundo se extiende a los enemigos. El prim ero
es producto de la gracia común de Dios, el segundo
es producto de la gracia salvadora. El prim ero exis­
te en aquel que está vacío del am or de Dios y aún
en aquel que aborrece a Dios; el segundo brota del
am or a Dios. Es esta clase de am or al prójim o que
Dios requiere en su ley. Las dos tablas de la ley: la
prim era que requería am or a Dios y la segunda que
ordenaba am or al prójimo, son inseparables. La se­
gunda está basada en la prim era. Tenemos que
am ar a nuestros prójim os porque am am os a Dios;
sólo cuando hacemos esto les am am os como Dios
quiere. El preám bulo del Decálogo: “Yo soy el Se­
ñ or tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, de
casa de esclavitud” (Exodo 20: 2) es una introduc­
ción a la segunda tabla de la Ley, así como a la p ri­
m era. Por gratitu d a Dios, au to r de n uestra salva­
ción, tenemos que am ar, tanto a Dios como a nues­
tros prójimos. La ley de Dios nos dice que amemos
a Dios porque se lo merece, y asimismo que am e­
mos a nuestros sem ejantes, porque Dios se lo
merece.
No es difícil, por tanto, decir qué clase de
am or al prójim o debe im pulsar a aquel que trae el
Evangelio a los perdidos. Si fuera tan sólo aquel
am or que es producto de la gracia com ún, serla in­
suficiente; pues tal am or busca el bien m aterial y
temporal de los hom bres y raram en te su bienestar
iterno. Aquel am or que se limita a los amigos es
inadecuado en sem ejante tarea, pues el portador
del Evangelio debe a m a r aún a los que le persiguen
v o ra r por ellos, como el Señor Jesús, que rogó por
los que le clavaban en la cruz: “P adre perdónales
DIOS Y EL MOTIVO DEL EVANGELISMO 109

porque no saben lo que h acen ” {Lucas 23-34) y co­


mo Esteban cuando intercedió por los que le estaban
apedreando diciendo “Señor no les im putes este pe­
cado" (Hechos 7: 60). Evidentem ente aquella clase
de am or que puede estar divorciado del am or a
Dios, o que coexiste con el odio a Dios, no puede
ser la clase de am or que m otiva la proclam ación del
Evangelio de su gracia. Sólo los que h an sido naci­
dos del E spíritu de Dios, y por, lo tanto, am an a
sus projim os porque Dios les am a, y aú n a sus ene­
migos porque Dios am a y “bendice aú n a los que le
m aldicen", m anifiestan ser hijos del P ad re celes­
tial (Mateo 5: 44-45) y poseer el motivo propio p a ra
ofrecer el Evangelio de Cristo a los hom bres
perdidos.

El amor de Dios como motivo del Evangellsmo


La sum a de lo dicho acerca del am or propio, y
del am or al prójim o, como motivos del Evangelis-
mo, es que son motivos adecuados solamente cuando
parten del am or a Dics. El últim o motivo del Evan-
gelismo debe ser, por tanto, el am or a Dios. Este
motivo del Evangelismo abarca y excede a todos
los otros motivos, por dignos que sean. Recordemos
aquí que el am or hum ano, incluyendo el am or de
los cristianos, depende por lo general de algo am a­
ble por p a rte del objeto que es amado. A m enudo
se hace difícil, aú n p ara los cristianos, am a r a sus
prójimos. Algunos hom bres son ta n depravados que
casi-es imposible am arles. Con frecuencia el cris­
tiano fervoroso halla aú n difícil am arse a si mismo
a causa de sus pecados y debilidades y a causa de
ellos se aborrece a veces a si mismo; pero no hay
tal dificultad en cuanto al am or a Dios en Cristo.
El es la “Rosa de S aro n ” y el “Lirio de los V alles”
(C an tares 2: 1) “El escogido entre diez m il” (C an­
no EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

ta re s 5: 10) y "todo el codiciable” {Cantares 5: 16).


El creyente sabe que Dios mismo es am or en si,
pues ‘‘Dios es Amor” (1.* Ju an , 4: 8-16).
En la negación, Pedro había traicionado su apot-
resucitado quiso restau rarle a su exaltado oficio,
tolado; pero en su gracia sobreabundante, el Señor
Antes de esto Pedro tuvo que hacer u n a confesión
de am or. Por tres veces afirm ó en el palacio del Su­
mo Pontífice que no conocía al Nazareno; violenta­
mente había jurado que no le am aba. Ahora, en el
m ar de Tiherías, le fue presentada por tres veces
la pregunta: “Simón, hijo de Jo n ás ¿me am as0"
Era una pregunta hum illante. Ya no era Pedro, o
sea la roca; el apóstol, tuvo que soporttar que J e ­
sús le llam ara por el simple nom bre de “Simón h i­
jo de Jo n ás” , y ello le hirió en lo m ás hondo de su
alm a. Su am or al Salvador fue puesto a prueba, y
con razón. Fue necesario que sus respuestas b o rra­
ra n su anterior negación. La prim era pregunta fue-:
"¿Me am as más que estos?" Sin duda ello era una
referencia a la Jactancia de Pedro, “aunque todos
?ean ofendidos en tí. yo no lo seré” (Marcos: 14-29).
Ein su respuesta Pedro evitó la frase “m ás que es­
tos” y sustituyó la palab ra am or que había em plea­
do el Señor por otra. Como dice el com petente co­
m entador F. L. Goded: “Pedro vino a decir en sus­
tancia, “Señor, ¿tu inquieres si yo te am o en el sen­
tido m ás alto y espiritual del térm ino? Puedo de­
cirte que te am o con un am or de adhesión personal.
Jesús insistió en las preguntas, y en lo tercera,
descendió a u sar la p alabra am or que Pedro habla
usado viniendo así a preguntarle: “Entonces ¿tu
am or es solamente un am or emocional? Pedro, co­
nociendo que por encima de todas las apariencias
sentía un verdadero afecto por su Señor, apeló a la
divina omnisciencia de este como prueba. El hecho
DIOS Y EL MOTrVO DEL EVANGELISMO 111

significativo p ara nosotros es que, tan sólo después


que el Salvador, hubo recibido seguridad acerca del
am or de Pedro, le encargó; "A pacienta mis ove­
jas” ; “apacienta mis corderos", y "alim enta mis
ovejas” (Juan 21: 15-17).
Este encargo estaba pues condicionado a l am or
de Pedro p a ra Cristo. V de ah í se infiere que todo
aquel que quiera traer el Evangelio de Cristo a sus
ovejas, en cualquier rebaño, y sobre todo a aquellos
que nunca han sido traídos al redil, necesitan es­
ta r im pulsados por un sincero am or a Cristo.
Hay otro pasaje de la Escritura que nos enseña
la misma lección de un modo muy enfático, pero
que a m enudo es mal comprendido. Nos referim os a
las palabras de Pablo en 2.* Corintios 5: 14: “El
am or de Cristo nos constriñe”. El am o r de Cristo
a que se hace referencia en este pasaje, no es el
am or de los discípulos de C ristc hacia El, sino el
am or de Cristo a sus discípulos. Y constreñir, no
'iignifica im pulsarles, sino por el contrario, limi­
tarles, impedirles; como el próxim o versículo indica
claram ente. El apóstol indica que el am or que C ris­
to les manifestó al m orir por ellos, deberla contro­
larles de tal m anera que de aquí en adelante no vi­
vieran para si mismos, sino p ara El. Los discípulos
del Señor le am an porque El les am ó prim ero (1.’
J u a n 4: 19) y es su am or por El lo que les impide
vivir p a ra si mismos, antes les Impulsa a dedicar
sus vidas a El.
Com entando este pasaje Calvino dijo acertad a­
m ente: “El conocimiento del am or inconm ensura­
ble de Cristo, del cual nos da evidencia con su
m uerte, debe constreñir nuestros afectos p ara que
no vayan en otra dirección que la de am arle en Jus­
ta correspondencia... Todo aquel que confiesa este
maravilloso am or viene a ser, como si dijéram os.
112 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

atado a El y constreñido por el más firm e lazo a


entregarse enteram ente a su servicio”. N ingún as­
pecto de este servicio es m ás im portante que la ex*
tensión de su Evangelio.
El am or para Dios y su Cristo garantiza en el
creyente que am a a su Señor con un am or genuino
y fervoroso, en distinción del am or legalista y ex­
terno, que significa simple obediencia al m anda:
miento divino de evangelizar a las naciones.
Este am or p ara Dios en Cristo, h a rá que el que
trae el Evangelio persista frente a los m ás am argos
desengaños. A veces, y en momentos de desánimo
o decaimento espiritual, puede parecerle que la se­
milla del Evangelio ha caído tan solam ente en eí ca­
mino, o en pedregales, o entre espinas y que ningún
fruto puede germ inar en buena tierra M ateo 13: 3-8).
Pero su lema continuará siendo: “Deo con duce”.
Con Dios, como jefe nunca debemos desesperar. El
am or a Dios inseparable como es de n u estra fe; nos
g u ard ará de caer en el pantano del desaliento.
El am or para Dios y su Cristo capacitará al cris­
tiano para dar testimonio valientem ente en frente
de la persecución. Repetidam ente ocurre esta afir­
mación en los Hechos de los Apóstoles {Hechos
4: 13; 29, 31). La Biblia nos enseña que los verda­
deros discípulos de Cristo están expuestos a pade­
cer persecución en m anos del mundo. Jesús dijo:
“Acordaos de la palab ra que os he dicho; no es el
siervo m ás que su Señor, si a Mi me h an persegui­
do tam bién a vosotros os perseguirán” (Ju an 15;20).
Pablo declaraba a los nuevos convertidos del Asia
M enor: "E s necesario que por m uchas tribulacio­
DIOS Y EL MOTIVO DEL EVANGELISMO 113

nes entréis en el R eino” (Hechos 14; 22). Las ocho


bienaventuranzas de Jesús no son una descripción
de ocho clases de cristianos, sino la declaración de
ocho características de cada cristiano. la últim a de
las cuales es. “Bienaventurados los que sufren p e r­
secución por causa de !a Justicia pues de lOs tales
es el Reino de los cielos. B ienaventurados cuando
os vituperaren y os persiguieren y dijeren todo mal
de vosotros por mi causa mintiendo. Gozaos y ale­
graos porque vuestra merced es grande en los cie­
los, que así persiguieron a los profetas y fueron a n ­
tes que vosotros” (M ateo 5: 10-12). Las palab ras,fi­
nales de esta bienaventuranza, nos inform an que la
persecución será p a ra aquellos que profetizan o
hablan en el nom bre del Señor. Esto es lo que la
historia nos declara, que los tales son los que han
tenido que llevar el fragor del combate.
La m ism a verdad es expresada por Jesús cu an ­
do lam entándose sobre Jerusalem dice: “Jerusalem ,
Jerusalem que m atas a los profetas y apedreas a
los que son enviados a ti” (M ateo 23; 37). Y S an ­
tiago, herm ano de Jesús alienta a sus lectores di­
ciendo: “H erm anos mfos, tom ad a los profetas que
hablaron en nom bre del Señor, como ejemplos de
aflicción y paciencia” (Santiago 5: 10). L a perse­
cución no es un incidente casual a los que h ab lan
la P alabra deí Señor, sino un elemento propio en
la vida del profeta. Todo aquel que testifica de C ris­
to y su Evangelio es un profeta y si am a a Cristo
como debe, la persecución no le im pedirá de d a r su
testim onio; por el contrario, a n d a rá tra s Jas pisadas
de los apóstoles quienes, después de h ab er sido azo­
tados por el S anhedrin judío por h ab er hablado en
114 EVANCELISMO TEOCi: V ÍR IC O

el n o m b re ele Jes ú s , " sa lie ro n de! Concilio gozosos,


a leg rán d o se de q u e fu o ran tenidos po r dignos de
s u f r i r p o r c a u sa de S u n o m b r e " (H echos 41). U no
de aquello s ap óstoles e r a r e d r o , E] p ra c tic ó ¡o q ue
p re d ic a b a , y p re d ic a b a lo q u e practicó, Dues m á s
ta rd e escribía la e x h o r t a c i ó n ■ "Si a lg u n o su fre c o ­
m o cristian o, no se a v e rg ü e n c e , a n t e s g íc riíiq u e a
Dios en >?sta p a r t e " ( l P e d r o 4 - 16).
El a m o r a Dios y a su C risto in d u c irá , a ú n m á s
o b lig ará , al h ijo de Dios a e n tr e g a r s e de todo c o r a ­
zón a la difusión del Evangelio, p o rq u e sabe q u e su
fin ú ltim o es la gloria de Dios y de Cristo. P or m edio
del E vangelism o a p r e s u r a r á el día c u a n d o toda len ­
g ua c c n le s a r a q u e J e s u c ris to es el S e ñ o r a la glo­
ria de Dios P a d r e " (Filipenses 2; 11). Este es el p r i n ­
cipal m otivo p o ra aq u e l q u e a m a a Dios.
9
DIOS Y EL PROPOSITO
DEL EVANGELISMO

P a ra muchos la pregunta de cual es el propósito


del Evangelismo, no o/rece ningún problem a, pien­
san que es tan solamente uno, la salvación de las
almas. Pero en realidad el asunto no es ta n simple.
La conversión de los pecadores es, en efecto, un
propósito muy im portante del Evangelismo, pero
tiene otros propósitos adicionales: Su m ás alto y
últim o fin no es el bienestar de los hombrea, ni su
eterna bendición, sino ia gloria de Dios.

La salvación de las almas

El hom bre es inm ortal, tiene un destino eterno,


pero este destino no es el mismo p a ra todos. Algu­
nos h ered arán la vida eterna; otros, em pero, sufri­
rán la m uerte eterna. Algunos gozarán u n a etern a
com unión con Dios; otros en cambio serán deste­
rrados de su presencia p ara siempre.
Cuál será este destino p a ia cada persona indi­
vidual, depende en si creerá o no en aquel cuyo
nom bre es “sobre todo nom bre debajo del cielo”
116 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

por el cual únicam ente los hom bres pueden ser


salvos (Hechos 4: 12).
Siendo este el caso es asunto de suprem a im por­
tancia que todos los hom bres conozcan este nom ­
bre; y conseguir esto es la ta re a del evangelismo.
¡Bien puede el evangelista sentir pasión por las
alm as! De hecho, es extraño más allá de toda com*
prensión, que haya quienes, profesando seriam ente
la doctrina de que sólo los que creen en Cristo se­
rán salvos y los otros condenados a un infierno
eterno, no tengan m ás celo p a ra persuadir a los
hom bres a que se ap arten del cam ino que lleva a
la destrucción y anden en el cam ino del Cielo. Ape­
nas puede une adm itir eme tales personas crean
realm ente lo aue dicen: que el destino final de los
hombres es dicha eterna o perdición eterna.
Pablo tenia u n a g ran pasión por las alm as. Re­
gido por e] tem or del Señor 12* Corintios 5: 11)
trabajaba para persuadir a los hom bres a que cre­
yeran en Cristo. Lo procuraba, oraba por eHo. ro­
gaba a lo? hom bres oue fueran reconciliados con
Dios (2.* Corintios 5: 201. Tba tan lelos en sacrificio
propio que nudo llegar a decir: “Por lo cual, siendo
libro de todos me he hecho siervo de todos r a r a ga­
n a r a m ayor núm ero. Me he hecho a los ludtos co­
mo ludio p a ra c a ñ a r'a los ludios, a los que están
sujetos a la ley (annm ie vo no esté suloto a la lev)
como sujeto a la Lev, p ara g an ar a los oue están
sujetos a la lev; a los oue están sin lev como si yo
estuviera sin lev. fno estando yo sin lev do Dios, si­
no bajo la ley de C risto' p ara gan ar a los aue es'án
sin lev. Me he hecho débil a los débiles p ara ganar
a los débiles: a todos me he hecho de todo, r a r a oue
de todos modos salve a aleunos íl.* Corintios
9: 19-22). M ientras se hallaba em peñado en labores
evangelísticas en la pagana ciudad de Efcso, el cuar-
DIOS y EL PROPÓSITO DEL EVANGELISMO 117

tel general de la grande D iana, p o r tres años ente­


ros, “no cesó de am onestar a cada uno de día y de
noche con lágrim as” (Hechos 20: 31). Aunque pa­
rezca increíble deseó el mismo ser separado de
Cristo, si con ello la nación judía, sus p arien tes se ­
gún la carne, hubiesen podido ser llevados a Cristo
(Romanos 9: 3).
¿Quién puede negar que el Señor Jesú s tenía
una g ra n pasión por las alm as? En m ás de una
ocasión, du ran te su m inisterio público, dice el
Evangelio que “¿ue movido a com pasión” hacia las
m ultitudes que ie seguian, “p orque eran como ove­
jas sin p asto r” (M arcos 6: 34). Con te rn u ra dijo:
“Venid a Mi todos los que estáis trabajados y c a r­
gados que yo os haré descansar; tom ad mi yugo so­
bre vosotros y aprended de Mi que soy manso y h u ­
milde de corazón y hallaréis descanso p ara vues­
tra s alm as, porque mi yugo es fácil y ligera mi c a r­
g a” (M ateo 11: 28-30). Con un corazón desbordante
de piedad lloró diciendo: “Jerusalem , Jerusalem ...,
cuantas veces quise ju n ta r tus hijos como la gallina
ju n ta sus pollos debajo de tus alas y no quisiste"
(Mateo 23-37). Vino “a buscar y salvar lo que se
había perdido” (Lucas 19: 10), como Zaqueo el pu-
blicano. Cuando los fariseos y escribas m u rm u rab an
porque recibía a los pecadores y comía con ellos,
justificó su actitud contando las sencillas y afectuo­
sas parábola de la oveja perdida, la dracm a p erdi­
da y el hijo pródigo. Las tres coinciendo con la h er­
mosa lección de que hay gozo en el cielo p o r la con­
versión de un solo pecador (Lucas 15). Se declaró
a si mismo el buen P astor que am a de tal modo a
sus ovejas que está dispuesto a d ar su vida por ellas
(Ju an 10: 11). Tan grande era la “an ch u ra, altu ra
y profundidad” (Efesios 3: 18-19) de su am or, que
m urió por los impíos (Rom anos 5: 6). Esto significa,
118 EVANGELISMO TEOCÉNTR1CO

jue consintió en favor de ellos, no solam ente la se­


paración tem poral de su cuerpo y su alm a después
de horribles sufrimientos, sino el ser desam parado
de Dios, como lo son los pecadores que m erecen el
infierno. Si se nos consiente la figura retórica que
se llam a “anthropopatism o” , (lo cual significa a tri­
buir a Dios pasiones hum anas) Dios tiene pasión
por las alm as. La llam ada parábola del hijo pródi­
go, podría ser m ás acertadam ente llam ada la "p a­
rábola del padre a m an te”. El padre, no el hijo es el
p rim er protagonista. No son los devaneos del hijo,
ni su arrepentim iento el tem a de la historia; sinó
el am or del padre p a ra su hijo perverso. Aún des­
pués de la partida de su hijo a un pais lejano, el
corazón del padre suspira por él. C uando el hijo
penitente vuelve, el padre lo vio desde lejos; y tu-
viendo compasión de él corrió y echóse sobre su
cuello y besóle’ . Le hizo poner el m ejor vestido, y
anillo en su mano, como evidencia de su recobrado
carzácter filial, y zapatos en sus pies. O rdenó que
fuera m atado el becerro grueso y^hubo g ran fiesta
y regocijo. El padre declaró jubilosam ente: “Este
mi hijo m uerto era y ha revivido, hablase perdido
y. es hallado’' (Lucas 15; 11-36). Tal es el am or de
Dios para los pecadores, así lo asegura a los des­
carriados: “¿Tengo yo placer en la m uerte del que
m uere y no en que vuelva de sus malos cam inos y
viva?” (Ezequiel 18-28). “Porque de tal m anera amó
Dios a l m undo que ha dado a su Hijo unigénito p a ­
ra que todo aquel que crea en El no se pierda
(Ju an 3; 16).
El crecimiento de la Iglesia de Cristo
G eneralm ente, la Iglesia no es m uy apreciada
hoy día. Las gentes de fuera lo m ejor que piensan
de ella es como una institución benéfica, aunque no
DIOS Y EL PROPÓSITO DEL EVANGELISMO 119

m uy útiJ. Aún muchos evangélicos, miembros de la


propia iglesia, la consideran una institución tem po­
ra l e inferior, que ha de ser substituida p o r el Remo
que Cristo vino a establecer en su prim era Venida;
pero como el pueblo Judio le desechó como Rey a
posípuesto hasta su Segunda Venida. Si la Iglesia
no es estim ada del modo debido, no se p ro cu rará su
crecimiento con el afán necesario, en el trab ajo del
Evangelismo.
Esto no ser asi, pues la Biblia pone mucho énfa­
sis en que todos los que reciben a Cristo por la fe
vienen a ser inm ediatam ente, por este acto, miem­
bros de Su cuerpo, que es la Iglesia.
En la gran Comisión, Cristo m andó a sus segui­
dores, no sólo a hacer discípulos de todas las nacio­
nes, sino bautizarles (M ateo 18-19). P o r lo ta n tJ
desde el origen de la Iglesia era costum bre on las
iglesias apostólicas bautizar a los convertidos al C ris­
tianismo. A proxim adam ente 3.000 fueron convertidos
el día de Pentecostés y todos fueron bautizados de
una vez (Hechos 2: 41). T an pronto como el Eunuco
etiope confesó su fe en Cristo, sin perder tiempo, d
Evangelista Felipe le bautizó en un estanque al lado
del cam ino (Hechos 9: 36-38). A nanías de Damasco
bautizó a Pablo de T arso inm ediatam ente después
de su conversión (Hechos 9; 18). Cuando Corneho
el centurión y los de su casa creyeron Pedro oidenó
bautizarles (Hechos 10, 37-38). Pablo y TÍ:as bau ti­
zaron al carcelero de Filipo y toda su casa, la mis­
m a noche de su conversión (Hechos 16: 33). O tros
versículos podrían ser citados. El bautism o signifi­
ca, entre otras bendiciones, la recepción en la Igle­
sia cristiana. Por lo cual Pablo dcci?. a los creyentes
de sus dias, que todos ellos “habían sido bautizados
en un cuerpo” (1.* Corintios 12: 16). S in duda algu­
na se refería al cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
120 EVANGELISMO TEOCfÍNTRICO

De una afirm ación hecha por Pablo la Iglesia de


Corinto se ha sacado la conclusión de que el bautis­
mo y por tanto la membresfa en la iglesia visible no
es de gran im portancia. El apóstol dijo: “No me e n ­
vió Cristo a bautizar sinó a predicar el Evangelio”
<1.* Corintios 1: 17) pero la diferencia es m anifiesta­
mente errónea. Es inconcebible que Pablo tra ta ra
con esto de b o rrar de un plum azo el m andato enfá­
tico de Cristo de bautizar a los que vienen a ser dis­
cípulos suyos. La idea es que, consciente de que el
principal propósito de su misión apostólica era en­
señar, Pablo solía d ejar el acto del bautism o a sus
ayudantes. Es digno de ser notado que tam bién P e­
dro, en vez de bautizar él mismo a Cornelio y a sus
fam iliares y amigos convertidos, hizo de que o tras
personas p racticaran el rito. Significativam ente se
dice que les mandó bautizar (Hechos 10: 48). En vis­
ta de la m ultitud de convertidos en la edad apostóli­
ca había esta conveniente división de tareas. De to­
dos modos perm anece el hecho de que en la Iglesia
prim itiva los prim eros convertidos eran invariable­
m ente bautizados bajo confesión de fe, y recibidos
por dicho acto en la comunión de los creyentes.
El pasaje de Hechos 2: 47 nos presenta aú n una
enseñanza m ás significativa: “El Señor añadía cada
día a la Iglesia los que habían de ser salvos”. El Se­
ñor del cual se habla aquí es el Señor Jesucristo, la
cabeza de la Iglesia. Por su Espíritu producía d iaria­
mente la fe salvadora en los corazones de lo« peca­
dores. Pero no quedaba ah í todo. Los que eran sal­
vados de este modo eran "añadidos a la Iglesia”. El
Jefe Supremo, cabeza de la Iglesia, no sólo reque­
ría de estas personas que se unieran a El de un mo­
do espiritual, sino que eran juntados a la Iglesia
visible. C laram ente, Cristo mismo hacía crecer a su
fglesia por medio del Evangelismo. De ah í se sigue
DIOS V El, P R O P Ó S I T O DPI. I : \ A N C l i L I S M O 121

que la Iglesia Católica Rom ana y erra al enseñar


que la m em bresia en la Iglesia es requisito indispen­
sable para la salvación. La verdad del caso es que
la m em bresia de la Iglesia ha de ser la norm al y ne­
cesaria consecuencia de la salvación. Pero también
los evangelistas protestantes están en un serio erro r
si m enosprecian la mem bresia de la Iglesia invitan­
do a los pecadores solamente a acercarse a Cristo y
a hacerse miembros de algún grupo que no es pro­
piam ente una iglesia, y no practica los sacram entos
como tal.
Lo m ás significativo del caso es que el crecim ien­
to de la Iglesia prom ueve la gloria de Cristo, cabeza
de la Iglesia, y su rey. Como señala el au to r de los
Proverbios “En la m ultitud del pueblo está el honor
del rey” (Proverbios 14-28). El vidente de Patm os se
refería principalm ente a la gloria de C risto y de
Dios cuando, refiriéndose a la G loria del Cristo
triunfante escribió: “He aquí una gran m ultitud que
nadie podía contar de todas las gentes linajes y pue­
blos que otaban delante del trono y del Cordero, ves­
tidos con ropas blancas y palm as en sus manos; y
clam aban en alta voz, Salvación a. nuestro Dios que
está sentado sobre el Trono y el C ordero” (Apoca­
lipsis 7: 9-10).
La Venida del Reino de Cristo
Significativam ente, el Evangelio que Jesús p re ­
dicó, se llam a el "Evangelio del R eino” (M ateo 4:
23). No es menos significativo el que cuando Pablo
volvió de su tercer viaje misionero, despidiéndose
de los ancianos de Efeso les recordó que había p re­
dicado entre ellos el “.Reino de Dios”, e identificó
ete m ensaje con “El Evangelio de la gracia de Dios”
(Hechos 20 24-25).
El térm ino "R eino de Cristo" ha venido a ser usa­
122 EVANGELISMO TEOCÜNTRICO

do en más de un sentido. Los teólogos distinguen en ­


tre el Reino de su G racia y el Reinado de su poder.
El prim ero es representado por la Iglesia. C uando
Pablo escribió a los creyentes de Colosas que dieran
gracias al P adre dijo: "El cual nos ha librado de la
potestad de las tinieblas trasladado al Reino de su
am ado hijo” (Colosenses 1: 13). La confesión de Fe
de W estm inster define la Iglesia de Cristo como “El
Reino del Señor Jesucristo” (XV-II). El Reinado
del poder de Cristo se extiende sobre todas las cosas
del Universo: “Toda potestad” me es dada en el cie­
lo y en la tie rra ” —dijo— (Mateo 28; 18). En este
sentido es am pliada la respuesta 191 del Caiecismo
m ayor de W estm inster.
Además, los teólogos hablan a m enudo del “Rei­
no de la gloria de C risto”; por lo cual quieren sig­
nificar el últim o reconocimiento universal de Cristo
como rey, el dia cuando todos los reinos serán pues­
tos por estrado de sus pies (1.* Corintios 15-23). Co­
m entando la segunda petición del Padrenuestro, el
Catecismo abreviado de W estm inster, dice: “O ra­
mos que el Reino de la G racia sea promovido, y que
el Reino de la gloria sea apresurado”. (Respuesta
102). Pues bien, el Evangelismo tiene que ver con
los tres referidos aspectos del Reino de Cristo. Un
propósito significativo del Evangelismo es la decla­
ración del Reino de la G racia, por la conversión de
los pecadores y su adición a la Iglesia. Porque Cris­
to tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra, ha
comisionado, como soberano, a su Iglesia p a ra que
hagan discípulos en todas las naciones, enseñándo­
les que guarden sus m andam ientos. Capacita a la
Iglesia para cum plir esta tarea, y controla los hechos
de sus mismos enemigos hasta la Venida de su R ei­
no con poder. P or tanto, como Cristo no volverá
hasta que el Evangelio del Reino haya sido predica­
DIOS Y Fl. PROPÓSITO DF.t. FVAN.'GE:j SMO 123
do en todo el m undo p ara testimonio a todas las n a ­
ciones (M ateo 24: 14), el Evangelismo apresura, pu­
diera decirse, el día de la promoción del reinado de
Cristo en gloria.
Estos puntos h a n recibido consideración en este
capítulo o en otros anteriores y volveremos sobro
ellos otra vez. Lo que debemos enfatizar aquí es una
parte muy olvidada del propósito del Evangelismo.
El de persuadir a los hom bres a que reconozcan a
Cristo como Rey en todos los aspectos de la vida
hum ana.
N uestra edad es una época de secularismo. La vi­
da se divide en dos com partim entos, cada uno de loa
cuales parece herm éticam ente cerrado al otro: Lo
religioso y lo secular. Cada día la vida hum ana está
más divorciada de Dios. La religión consiste, cuanto
más, en asistir a la Iglesia, p racticar el culto de fa­
m ilia y las devociones privadas; pero no se la rela­
ciona con los negocios, la política y la vida diaria.
Este pecado prevalece en las naciones llam adas cris­
tianas. U na interpretación exagerada de la separa­
ción de la Iglesia y el Estado es una de las m ás g ra n ­
des fallas políticas del pueblo am ericano. Al deste­
rr a r la religión de las escuelas públicas se destruye
rápidam ente la fibra espiritual y moral del pueblo
am ericano. El dicho de que: negocio es negocio, sig­
nificando que no hay que hacer intervenir la reli­
gión en los asuntos hum anos, es un e rro r que con­
duce a una prevaleciente corrupción de costumbres.
¿Qué es el secularismo sino la negación de la en­
señanza escritural de que Cristo es la cabeza de
todas las cosas?” (Efesios 1: 22) Lo que las naciones
a su modo llam adas cristianas deben enseñar al
mundo, es que Cristo es Rey tanto como Salvador,
y que su reinado no se extiende solam ente sobre la
Iglesia, sino sobre la sociedad en todas sus ram ifi­
124 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

caciones, como por ejemplo, la política tanto n a ­


cional como internacional; la industria y el tra b a ­
jo; la ciencia y la educación; la lite ra tu ra y el arte.
Ello es inevitablem ente explícito en el encargo de
Cristo a su Iglesia: ‘‘Enseñadles a que guarden to­
das las cosas que yo os he enseñado” (Mateo 28: 20).
Mucho h a sido dicho y escrito acera del Tota­
litarismo. Des tipos de Totalitarism o h a n estado lu­
chando por la suprem acía, por un lado el Estado
T otalitario. Este sistem a tiene una descarada ex­
presión en R usia y China; pero se extiende de un
modo m ás sutil en una especie de estadismo m un­
dial en otras naciones. Que las Naciones U nidas se
conviertan en un super Estado, es solamente im a­
ginario. P or el otro lado está la Iglesia totalitaria,
representada, no solamente por la Católica Rom a­
na, sino por el Movimiento Ecuménico de los pro­
testantes M odernistas. Que el Concilio M undial de
Iglesias, gravem ente contam inado p o r el liberalis­
mo teológico, se desarrolle en una iglesia inter-de-
nominacional e internacional, no es nad a imposi,
ble, sino m ás bien probable. El Totalitarism o, ni
aún en este aspecto religioso, es m ejor pue el otro.
Ambos son inmensos males, y jay de la hum anidad
si am bos hicieran causa común! Esto es, precisa­
mente, según Apocalipsis 13, lo que ocu rrirá en
los días del Anticristo. La raza hum ana, tan to po­
lítica como religiosamente, con la excepción de
unos pocos que están escritos en el Libro de la Vi­
da del Cordero, caerá bajo este Régimen.
Péro al lado de estos vanos Intentos totalitarios
hay un verdadero G obernante y Señor, que es “ca­
beza de la Iglesia” (Colosenses 1-18) así como “Rey
de Reyes y Señor de señores” (Apoc. 17-14). El tie­
ne autoridad sobre todos los hombres y sobre todas
las naciones, así como sobre toda la vida entera de
DIOS Y EL PROPÓSITO DEL EVANGELISMO 125

ellas. Su nom bre es: El Cristo de Dios.


El reconocim iento universal de su Reinado to­
talitario, es un propósito esencial del Evahgelismo.
Que toda trib u y nación
Sobre la tie rra entera,
Reconozca su m ajestad,
Y coronado sea.
No olvidemos, empero, que solam ente aquellos
que han recibido a Cristo como a su Salvador, pue­
den honrarle como S eñor y Rey. Su reinado p re­
supone su crucifixión. Su reino está fundado sobre
el Calvario. Tam bién en este sentido puede ser
aplicado el famoso lema: “Sin cruz no hay corona”.
Los que proclam an a Cristo como rey, pero niegan
su obra redentora realizada por su cruento sacri­
ficio, están dando palos de ciego. El R eino de Cris­
to, divorciado de su m uerte expiatoria, es u n cas­
tillo que existe sólo en la im aginación de ciertos
hombres.
P or otro lado todo aquel que cree en Cristo co­
mo su Salvador, está obligado a h o n rarle como
Rey. No puede hacer o tra cosa. Se g loriará tanto
en la cruz de Cristo como en su corona.
La gloria de Dios
Todo creyente que estudia la E scritu ra recono­
cerá que el últim o propósito de todas las cosas es
la gloria de Dioos. Nada puede ser m ás claro que
esto. “Por El, p ara El y en El son creadas todas las
cosas, al cual sea gloria por los siglos am én ’’ (Ro­
m anos 11; 35).
La salvación de las alm as, el crecim iento de la
Iglesia de C risto y aú n la venida de su Reino, por
im portantes que sean actualm ente, rep resen tan tan
sólo medios p a ra un fin más alto; el m ás alto de to­
dos: La gloría de Oíos.
126 KVANGEL1SM0 TEOCÉNTRICO

Varios pasajes de la E scritura enseñan esto, ex­


plícita y enfáticam ente. He aquí algunos:
La oración intercesora de Cristo de J u a n 17 tie­
ne, evidentem ente, una nota de Evangelismo; pues,
refiriéndose a sus discípulos el Salvador dice: “Co­
mo tu me has enviado al m undo, así yo los he en­
viado al m undo" (Ju a n 17: 18) y con no menos
evidencia se destaca la gloria de Dios que aparece
en dicha oración, nada menos que ocho veces. Por
ejemplo, Cristo dijo: “P ad re a los que me h as da­
da quiero que donde yo estoy ellos estén tam bién
conmigo para que vean la gloria que me has dado”
(Ju an 17: 24). Tam bién dice: “ Yo te he glorifica­
do en la tierra, he acabado la obra que me diste
que hiciese” (Ju an 17: 4). Es evidente que el Sal­
vador m iraba la salvación de los hom bres como un
medio, en el g ran propósito de glorificar a Dios.
En la conclusión de su c a rta a la Iglesia de R o­
ma, Pablo relacionó del modo más directo su p redi­
cación del Evangelio a l mundo gentil, con la gloria
de Dios. Escribió: “Y al que puede confirm aros se*
gún mi Evangelio y la predicación de Jesucristo,
por Ja revelación del m isterio que se ha m antenido
oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido m a­
nifestado ahora, y que por la E scritura de los pro­
fetas, según el m andam iento del Dios eterno, se
ha dado a conocer a todas las gentes p ara que obe­
dezcan a Ja fe; al único y sabio Dios, sea gloria me­
diante Jesucristo p ara siempre, Amén”.
H ablando de la exaltación de Cristo, el mismo
apóstol inspirado afirm ó que el reconocimiento
universal de su señorío será “la gloria de Dios el
P adre” (Filipenses 2: 11). “Cuando todas las cosas
le fueren- sujeta, entonces tam bién el Hijo se suje­
ta rá a Aquel que sujetó a El todas las cosas, p ara
que Dios sea el todo en todos”. (1.* Corintios 15: 28).
10
DIOS Y S U AGENTE
PARA EL EVANGELISMO

Sin disputa alguna, la Iglesia cristiana fue el


agente nom brado por Dios p ara la evangelización
del mundo. Sin embargo, cuando hacemos esta afir­
mación, tenemos que m edir bien el térm ino "Igle­
sia En ese contexto hay dos referencias las cuales,
aunque inseparables, deben ser convenientem ente
distinguidas la una de la otra. L a Iglesia como or­
ganización, obrando por medio de sus oficiales es­
peciales, y la Iglesia como un conjunto de creyen­
tes, cada uno de los cuales tiene un oficio general
o universal, ya que todos son agentes ordenados
por Dios para el Evangelismo.
Las siguientes lineas son una declaración escri­
tura! acerca de am bas instituciones.

La Iglesia como una organización


No todas las iglesias tienen el mismo grado de
organización. Algunas ordenan a sus oficiales, otras
no siguen sem ejante práctica. No todas las iglesias
128 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

tienen oficíales reconocidos p ara los mismos oficios;


sin em bargo evidentem ente cada iglesia tiene cierta
medida de organización. La Sagrada E scritura re­
quiere esto. E ra costum bre invariable en los viajes
misoneros de Pablo organizar grupos de creyentes
como iglesias. Pablo y Bernabé ordenaron diáconos
en todas las iglesias ’’{Hechos 14: 25).
La biblia enseña claram ente que el Evangelís-
mo es tarea de la Iglesia organizada.
Los apóstoles, a quien la cabeza de la Iglesia
dio el m andato misionero fueron el fundam ento de
la Iglesia organizada del Nuevo Pacto. Cuando Pe­
dro, hablando en nombre de los doce, confesó que
Jesús era el Cristo, Hijo del Dios viviente”, el Se-
ños le dice: “Tu eres Pedro y sobre esta piedra edi­
ficaré mi Iglesia” (Mateo 16: 18). La piedra a que
se refería no era ni Pedro como individuo, ni era
su confesión, sino la propia confesión de Pedro, co­
mo representante de los apóstoles. Y la “Iglesia”
aquí m encionada, es una organización como se de­
m uestra por el hecho de que el Señor asignara a
los apóstoles las llaves del Reino de los cielos (Ma­
teo 16; 19) autorizándoles así p ara establecer las
condiciones de mem bresía en su Iglesia. Es evi­
dente que, tanto históricam ente como doctrinal­
m ente, los apóstoles fueron el fundam ento de la
Iglesia en embrión. De ahí se sigue que, cuando
Cristo encargó a sus apóstoles que hicieran discí­
pulos en todas las naciones, dio este m andato a
ellos y a la Iglesia organizada de tiempos sucesivos.
Pentecostés no es propiam ente el origen de la
Iglesia C ristiana. La Iglesia empezó a existir en el
jard ín del Edén; sin em bargo grandes cambios tu ­
vieron lugar en la Iglesia cuando el Espíritu Santo
fue derram ado sobre ella. Uno de estos cambios fue,
cómo se ha-dicho, la transición del nacionalism o al
DIOS Y SU AGENTE PARA EL EVANGELISMO 129

universalismo. O tro cambio intim am ente relaciona­


do con el anterior íue: la separación de la Iglesia
y el Estado. En la antigua dispensación la Iglesia
y el Estado, aunque no estuvieran íntim am ente
identificados, eran aliados íntimos. Israel era una
teocracia, podríam os decir un Estado-Iglesia, pero
cuando la Iglesia vino a ser universal tenia que ser
separada del Eetado judio, y esto es lo que ocurrió
P or tal motivo desde Pentecostés Ja Iglesia tuvo
que ser una organización distinta. Por esto no es
equivocado decir que aunque Pentecostés no m ar­
que el nacim iento de la Iglesia cristiana como tal,
m arca el nacim iento de la organización Novotes-
tam entaria de la Iglesia. Es la Iglesia en este senti­
do que, capacitada por el Espíritu Santo, testifi­
caría de Cristo en Jerusalem , en S am aría y hasta
lo últim o de la tie rra ” (Hechos 1: 8).
H abía una iglesia organizada en Antioquía de
S iria y a ella fue m andado por el E spíritu Santo:
"Separadm e a B ernabé y a Saulo p ara la obra a la
cual les he llam ado” , y la iglesia obedeció. Signifi­
cativam ente se dice que B ernabé y Saulo fueron
enviados como misioneros por la Iglesia y el E spíri­
tu Santo. Cuando hubieron ayunado y orado y
puesto sus m anos sobre ellos Ies enviaron. “Así que
enviados por el E spíritu S anto p artiero n ” (Hechos
13: 2-4). Esto significa que Saulo y Bernabé fueron
ordenados, divinam ente y eclesiásticamente, como
misioneros.
La anterior evidencia es incontrovertible. Qué
la Iglesia es un agente organizado señalado por
Dios para el EvangeJismo tiene que ser reconocido.
De aquí que sus oficiales tienen que interesarse en
el Evangelismo, ordenando misioneros y enviando
obreros a los cam pos de labor. Sin em bargo esto
no significa que sólo sus oficiales tienen que ser
130 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

activos en el Evangelismo. Bajo sus auspicios, en­


viados y controlados por la Iglesia, todos síus m iem ­
bros tienen, por lo general, el deber de trae r el
Evangelio a los que no son salvos.
Debemos decir algo aquí acerca del térm ino es-
critural “Evangelismo”. Esta palabra ocurre tres
veces en el Nuevo Testamento. Felipe es llamado
el “evangelista”. En Efesios 4: 11 leemos: “ Y él dio
a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evange­
listas; y a otros pastores y doctores”. En 2: Timo­
teo 4: 5 Pablo advirtió a su hijo espiritual "Haz la
obra de evangelista”. A la luz de estos pasajes pue­
den sacarse ciertas conclusiones.
El evangelista, no era un cuarto oficio en la igle­
sia apostólica en adición a los tres oficios de: ancia­
no-presidente, anciano-m aestro y diácono. Esto p a­
rece llevarnos a u n a curiosa conclusión por p a ra ­
lelos. Cristo la cabeza de la Iglesia tiene los tres ofi­
cios de Rey, Profeta y Sacerdote, y los tres mencio­
nados oficios le representan en este triple aspecto.
Un cuarto oficio en la Iglesia, relacionado con los
tres, es difícilmente imaginable. Esta conclusión
es confirm ada con el hecho de que Felipe el evan-
lista fuera tam bién diácono (Hechos 6: 5). Y Timo­
teo el evangelista, era, sin duda, un anciano o pas­
tor (1.‘ Timoteo 4: 14) (l.-' Tesalonicenses 3: 2). Es
evidente que tanto el uno como el otro tenían un
segundo oficio en virtud de ser an te todo evan­
gelistas.
G eneralm ente el nombre de evangelistas era d a­
do algunas veces a hom bres que servían como pre­
dicadores itinerantes, los cuales, habiendo predica­
do el Evangelio en un lugar p artían inm ediatam en­
te a otro. Felipe fue llevado por el E spíritu a p re­
dicar a Sam aría, y de allí al cam ino que va de Je-
DIOS Y SU AGENTE PARA EL EVANGELISMO 131

rusalem a G aza, asi como a Azoto {Hechos 8: 5 y


26; 4). De este modo el evangelista, al p a rtir de una
localidad determ inada, daba lugar al anciano, pas­
to r o enseñador. Esta debe ser la razón porque los
e-nseñadores o pastores son nombrados inm ediata­
m ente después de los evangelistas; en Efesios 4: 11.
El hecho es que la función de evangelista es pues­
ta entre la función temporal de los apóstoles y pro­
fetas y la función perm anente de los pastores y
doctores.

A la pregunta de si los evangelistas debían ser­


vir exclusivamente en la Iglesia Apostólica o tam ­
bién a la Iglesia que les sucedería en todas las eda­
des, la repuesta no es difícil de encontrar. Los evan­
gelistas del tiem po apostólico ejercieron autoridad
extraordinaria, muy sem ejante a la de los mismos
apóstoles. Podían no m b rar auto ritariam en te ancia­
nos (Tito 1; 5) y ejercer la disciplina como indivi­
duos (Tito 3: 10). Evidentem ente los evangelistas
recibieron especial autoridad de los apóstoles con
quienes estaban ta n íntim am ente asociados. Puede
ser dichos que eran apóstoles delegados, y que su
posición en la Iglesia como oficio, era solam ente
temporal. Si el térm ino evangelista no puede ser
empicado por tanto en ia Iglesia hoy día, es otro
asunto. S acar esta conclusión nos llevaría un bibli-
cismo insensato. Es verdad que al presente la Igle­
sia no tiene evangelistas en el sentido específico y
especial que los tenía en la edad apostólica, pero
esto no es ninguna razón p a ra evitar el nombre.
Per ejemplo: los predicadores ordenados que son
enviados por una iglesia organizada a trae r el Evan­
gelio a los inconversos, pueden ser nom brados asi.
Tam poco puede negarse este titulo a obreros evan-
gelisticos no ordenados; y en un sentido general
132 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

puede ser afirm ado que cada creyente tiene el sa­


grado deber de ser un evangelista.
P ero este asunto es de poca im portancia al lado
de otro que tiene que ser considerado.
Desde la Reform a del Siglo XVI el P rotestantis­
mo ha enseñado que hay tres señales que distinguen
la Iglesia de la falsa. Estas son: La sana predicación
de la P alab ra de Dios; la adm inistración de los sa­
cram entos según los preceptos de Cristo, y el fiel
ejercicio de la disciplina eclesiástica. Pero a la luz
de las dem andas de la P alab ra de Dios podemos
decir que a estos tres principios tenemos que a ñ a ­
dir un cuarto: La evangelización de los que no son
salvos.
Este asunto merece seria consideración.
Puede preguntarse si hay alguna iglesia que
descuide por completo el Evangelismo. Si así fuera,
tal iglesia estaría negándose a si misma. Puede afir­
m arse que el Evangelismo no solamente correspon­
de a toda iglesia sana, sino que es su propia razón
de ser. El Evangelismo es la esencia de la verdadera
iglesia. Al h ab lar de un cu arto propósito debería­
mos decir que no hay en realidad tal cuarto propó­
sito, sino un perfeccionam iento de los tres anterio­
res. Una predicación sana es dar la p alabra de Dios
no adulterada, esto es, toda la Palabra. La Iglesia
que falla com pletam ente en la evangelización de
los que no son salvos, no puede decirse que procla­
m a -todo el Consejo de Dios. El evangelismo es una
parte y propósito de la sana predicación. La prim e­
ra m arca de la Iglesia es, por tanto, si puede o no
hacer énfasis en esta verdad.
O tro asunto digno de consideración es que P a­
blo dijo al evangelista Timoteo: ‘‘L as cosas que tu
has oído en tre muchos testigos, esto m anda tam ­
DIOS Y SU AGENTE PARA F.l. EVANGELISMO 133

bién a hombres que sean aptos para enseñar a


otros” (2.* Timoteo: 2; 2). Una deducción evidente
de este pasaje es que la Iglesia debe proveer la edu­
cación de evangelistas, particularm ente de los que
tienen el propósito de consagrar su vida entera a
la predicación del Evangelio a los perdidos. M uchas
iglesias fallan en esto. Cada denom inación tiene es­
cuelas o sem inarios p ara educar a pastores de igle­
sias establecidas, pero creemos que la principal
atención debería ser dada a la preparación de evan­
gelistas.

La Iglesia como un organismo


La Iglesia organizada es divinam ente institui­
da: Dios mismo es su fundador. ¿No declaró el hijo
de Dios “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia? (M a­
teo: 16-18). Por esta razón los hombres deberían
escrupulosam ente evitar el privarla de sus p rerro ­
gativas. E ntre estas no tiene prerrogativa m ás p re ­
ciosa que la de evangelizar al mundo.
Y sin em bargo, noo se sigue de ahí que todos los
esfuerzos evangelísticos deben estar bajo la direc­
ción y completo control de la Iglesia como un o r­
ganismo. Como organizacinó obra por medio de sus
oficiales, como un organism o obra por medio de sus
miembros individuales.
Dios ha instituido oficios especiales en su iglesia.
Pero la E scritura tam bién enseña un oficio univer-
al en el cual participan todos los creyentes. Cada
creyente tiene el triple oficio de profeta, sacerdote
y rey. Esta verdad está suscintam ente declarada en
1.- Pedro 2: 9: “Vosotros sois generación escogida,
real sacerdocio, gente santa pueblo adquirido; p ara
que anunciéis las virtudes de Aquel que os ha lla­
mado de las tinieblas ao su luz adm irable”. L a Igle-
13 4 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

sia es u na realeza de sacerdotes y un sacerdocio de


reyes. Es el deber de todo sacerdote y rey en el sen­
tido espiritual, proclam ar las excelencias de su S al­
vador. Esta es su función de profeta.
La historia de Eldad y Meldad, contada en N ú­
meros 11, es muy interesante. Moisés no podía lle­
v ar la carga de juzgar a los hijos de Israel cuando
andaban por el desierto. Al m andato de Dios fueron
elegidos 70 ancianos p ara ayudarle. A u n tiem po
dado estos fueron juntados en el Tabernáculo y el
Espíritu de Dios vino sobre ellos y profetizaron.
Lldad y Meldad, sin em bargo, a pesar de que eran
de los setenta quedaron en el cam po, y con g ran
sorpresa, el E spíritu de Dios vino sobre ellos y pro­
fetizaron también. Un joven corrió y contó a Moi­
sés esta aparente irregularidad. El celoso siervo de
Moisés, Josué hijo de N un, exclamó: “S eñor mío,
Moisés prohíbeselo”. ¿Qué hizo Moisés? ¿Reprendió
a Eldad y Meldad? No hizo nada de esto, en su lu­
g ar dijo: "O jalá que todo el pueblo de Dios fueran
profetas y que el Señor pusiera su Espíritu sobre
todos ellos” (vers. 29). Este era un deseo profètico.
Siglos m ás tarde el profeta Joel, anunció el cum ­
plim iento de tal deseo. Dios habló por medio de Joel
diciendo: "Acontecerá, después de estas cosas, que
derram aré mi Espíritu sobre toda carne; y vues­
tros hijos y vuestras h ijas profetizarán, vuestros an ­
cianos verán visiones, vuestros jóvenes soñarán sue­
ños y tam bién sobre los siervos y las criadas, en
aquellos días, derram aré de mi E spíritu” (Joel
2 : 28-29).
Esta profecía fue cum plida el día de Pentecostés,
cuando no sólo los apóstoles, sino todos los miem­
bros de la Iglesia de Jerusalem que se h allaban reu ­
nidos fueron llenos del Espíritu Santo y empeza-
136 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

chos modos diversos debe esparcir ia Buena N ue­


va de salvación donde no es conocida.
Se ha tratado sin éxito de trazar una línea de
dem arcación entre la actividad evangelística de la
Iglesia como una organización, y el Evangelismo
llevado de un modo propio por la Iglesia como un
organismo. Los m ás prom inentes teólogos evangéli­
cos h an llegado a la conclusión de que no es nece­
sario ni posible; y sin em bargo debe estipularse por
lo menos una regla. Ya que la Iglesia organizada es
instituida por Dios debe entregarse al Evangelismo;
y porque las asociaciones de cristianos voluntarios,
aunque legítimos y bien intencionadas son de o ri­
gen hum ano, pueden em prender el Evangelismo.
Estas últim as tienen que estar alerta p ara no su­
plantar a la propia iglesia como agente de Evan­
gelismo.
En estos días cuando, hablando de un modo ge­
neral, la Iglesia organizada no es tenida en la esti­
m a que se merece, ni aú n por sus propios miembros,
esta advertencia no es en modo alguno superílua.
O curre m uchas veces que cam pañas misioneras ;y
dé evangelismo son llevadas a cabo por. iglesias o
sociedades, independientes del control eclesiástico.
Esto no'debiera ser de un modo ordinario. Se sabe,
incluso, que tales asociaciones h an enviado muchas
veces evangelistas ordenados por ellas. Bajo norm a­
les condiciones estas prácticas deben ser Juzgadas
como fuera de orden. La ordenación y envío de
obreros ordenados, es claram ente una perrogativa
de la Iglesia organizada.
El que algunas veces la condiciones de una igle­
sia vengan a ser tan anorm ales que justifiquen estos
procedimientos, no es de discutir. C uando la igle­
sia de Inglaterra olvidó la labor misionera, m u­
DIOS Y SU AGENTE PARA EL EVANGELISMO 137
chos de sus miembros se ju n taro n p ara form ar so­
ciedades misioneras. Em prendieron lo que la Igle­
sia íalló en llevar a cabo en sus días.
Cuando alrededor del siglo X IX la Iglesia esta­
blecida de H olanda sucumbió bajo el Liberalismo
teológico, algunos de sus miembros fundaron una
organización para llevar a cabo misiones ortodoxas,
y esa organización se sintió constreñida a recu rrir
a la ordenación de individuos verdaderam ente
evangélicos.
Cuando durante el prim er tercio del presente
siglo la iglesia P resbiteriana de los Estados Unidos
cayó víctim a del Modernismo, hom bres y m ujeres
fieles fundaron el Comité Independiente de Misio­
nes Presbiterianas E xtranjeras. Estas son medidas
radicales, justificadas sin em bargo por ocasiones
de em ergencia, y por lo tanto, más que dignas de
elogio, h an sido a veces realm ente heroicas. Sin em­
bargo debe reconocerse que son excepciones a la
regla. Antes de tom ar tales pasos hay que hacer
todo lo posible para persuadir a la Iglesia organiza­
da a que realice su deber y lo realice bien. Y cuan­
do existe una Iglesia organizada capaz de llevar a
cabo u na verdadera obra de evangelismo, tales me­
didas deben suprimirse.
Ambas, la Iglesia como una organización como
la Iglesia en.calidad de organismo, son agentes o r­
denados por Dios p ara la evangelización. No tienen
que tropezar la una con la otra, pues son dos as­
pectos de la misma oobra del cuerpo de Cristo. A r­
m oniosamente deben tra b a ja r p ara ap resu rar el
día cuando todas la naciones vendrán y ad o rarán al
Señor y glorificarán su nom bre (Salmo 86-9).
11
LA IGLESIA Y LA TACTICA
DEL EVANGELISMO

A menudo se oye decir que los paganos están


ham brientos y sediento del Evangelio. Esta afirm a­
ción está muy lejos de la realidad.
Con toda seguridad Dios puede conceder a un
pagano la gracia de la regeneración p ara acep tar
por fe el Evangelio tan pronto como este le llega.
Si así ocurre, debemos alegram os. Nadie tiene el
derecho de restrin g ir la soberana gracia de Dios
negando tal posibilidad. Es posible que haya casos
en que Dios dé un g ran deseo de salvación a alguien
que todavía está ignorante del Evangelio.
Es tam bién verdad que los paganos tienen sus
conciencias. A m enudo su conciencia les acusa de
h ab er ofendido a la Deidad; y tienen deseos de re­
conciliación. Este deseo puede venir a ser ta n fuer­
te que, como medio de apacig u ar a la Divinidad
h a rá n grandes sacrificios. Por ejemplo, una m adre
india puede a rro ja r a su bebé a las aguas del sagra­
do Ganges. En tales casos puede existir un fuerte
anhelo de salvación según su propia luz.
140 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Sin em bargo suele ser olvidado por los que li­


geram ente afirm an que los paganos están h am ­
brientos y sedientos del Evangelio, que tan sólo por
la gracia del Espíritu S anto puede alguien nacer
o tra vez, o querer ser salvo en los térm inos de sal­
vación puestos por Dios en el Evangelio. Todos los
otros encuentran ofensivo el m ensaje de salvación
por gracia. Esto es lo que declara la Biblia cuando
dice que “Cristo crucificado es a los judíos trope­
zadero y a los gentiles locura (1.* Corintios 2: 23).
Tan grande es la depravación de los hombres no
regenerados, que aunque no hay nada que necesi­
ten m ás que el Evangelio, no hay nada que deseen
menos.
De ahí se sigue que al considerar la táctica del
Evangelismo, debemos suponer que hay en el hom­
bre natural algún bien espiritual que hace su co­
razón enteram ente fértil a la semilla del Evangelio.
Sólo cuando el Espíritu S anto le h a dado un cora­
zón de carne en vez del corazón de piedra (Ezequiel
11, 19), la simiente caerá en buena tierra y traerá
fruto (Mateo: 13: 8-23).
¿En qué sentido pues debemos hab lar de la tác-
tióá del Evangelismo? Lo que sigue es u n a respues­
ta a esta pregunta.
La naturaleza religiosa del hombre

El homgre fue creado a la imagen y semejanza


de Dios (Génesis 1: 26); esto le distingue de las otras
criatu ras terrenas. Es lo que le hace ser un hombre.
Uno de los aspectos de la imagen divina del hom bre
es lo que los teólogos llam an "sensus divinitatis" o
sea, sentido de la divinidad. El hom bre es conscien­
te de la existencia de un S er Supremo. H a sido di­
cho que el hom bre es incurablem ente religioso. La
LA IGLKSIA Y SU TÍCTICA PARA EL EVANCELISMO 141

religión no es em pero una enferm edad sino que pu­


diera mucho m ejor ser dicho que es “constitucío-
nalm eníe religioso”.
Cuando el hombre cayó en pecado, la imagen
de Dios sufrió un incalculable daño: sin em bargo
no fue totalm ente borrada; quedan vestigios de la
misma. El hom bre caído es todavía un ser humano.
Todos los dones que Dios otorgó el principio y que
debía haber usado tan sólo p ara la gloria de Dios,
los em plea ahora en oposición a Dios; pues en vez
de am arle le aborrece (Romanos 1: 30). Esto es,
resum idam ente, el cuadro de la total depravación
hum ana.
Uno de los aspectos más prom inentes de la im a­
gen divina que h an quedado en el hom bre es su
“sensus divinitatis; pero con toda seguridad, ta m ­
bién este don ha sido corrompido; pues leemos que
"cambió la verdad de Dios por m entira y sirvió a
la cria tu ra antes que el C reador” (Rom anos 1: 25).
Sin embargo, todavía posee una n atu raleza reli­
giosa. Esto es verdad de todo ser hum ano, inclu­
yendo al m ás presuntuoso ateo". E ra una gran
verdad lo que se decía d u ran te la g u erra m undial.
“No hay ateos en las trin ch eras”. Aquí viene a tono
la historia del ateo que debía ser ejecutado por ase­
sinato, quien, aunque había negado a Dios y a la
inm ortalidad, cuando se encontró írente al in stru ­
m ento de m uerte oró diciendo: ¡Oh Dios si hay un
Dios, salva mi alm a, si tengo un alm a” ! En el oscu­
ro continente de Africa no ha sido h allada ni una
sola tribu desprovista de religión. El mismo com u­
nismo ateo es en si una religión; Es la adoración
del Estado.
Aunque pervertida, la naturaleza religiosa del
hom bre puede servir como punto de contacto a
quien trae el m ensaje del Evangelio. El misionero
142 EVANGEI.ISMO TEOCÉNTRICO

Pablo hizo uso de ello en la pagana Atenas cuando


dijo en el Areópago: “Varones atenienses en todo
os veo excesivamente religiosos, pues pasando y
m irando vuestros altares hallé uno con la inscrip­
ción “Al Dios no conocido’’. A eíte a quien vosotros
adoráis sin conocer, a este os anuncio yo (Hechos
17: 22). Debe notarse aquí que la versión revisada
ha corregido la antigua del rey Jaim e (1). El adje­
tivo griego "deisidaim fm ", puede significar tanto
muy religioso, como supersticioso; pero no es razo­
nable creer que al a b rir Pablo su boca h ab ría em­
pezado por acusar a sus oyentes de excesivamente
supersticiosos, pues habría sido una completa falta
de táctica y podemos decir, como algunos p reten ­
den, que habló con cierta ambigüedad. Lo más r a ­
zonable es que trató de decir a sus oyentes atenien­
ses que habla observado que eran m uy religiosos.
Verdad en las religiones falsas

En los últimos decenios, se ha dado m ucha aten­


ción a la religión como ciencia. La historia de las
religiones tra ta de reunir y coordinar hechos histó­
ricos. La Religión Com parada, pone en contraste
una religión con otra; y la psicología o filosofía de
ia Religión, trata de estudiar el origen de las reli­
giones. Algunas veces estos aspectos de la ciencia
religiosa se reúnen bajo el título de Historia de la
Religión o de las religiones”. La Historia de la re ­
ligión busca respuesta a la pregunta de como se
originó el sentim iento religioso; pero esto no puede
ser determ inado sobre una base histórica. La reli­
gión fue originada en tiempos prehistóricos, por lo

(1) El lector español hallará lo mismo en la versión revi­


sada de 1960, que corrige la antigua expresión de Cipriano de
Valera.
LA IGLESIA Y SU TÁCTICA PARA EL EVANGELISMO 143
tanto los historiadores h an sido obligados a ad o p tar
explicaciones psicológicas con respecto al órigen de
la religión. P or ejemplo ha sido dicho que de la re­
verencia al Jefe de la trib u o del tem or a las fuer­
zas sobrehum anas de la N aturaleza, dedujo al hom ­
bre el concepto de un S er Supremo. Evidentem en­
te, esta es una falacia. El único cam ino p o r el cual
el conocimiento religioso h a llegado a los hom bres
prehistóricos es por revelación de Dios. O tenemos
que aceptar el relato bíblico del origen de la reli­
gión o conform am os con n u estra absoluta igno­
rancia sobre tal o rig ea
Sobre este asunto existen dos tendencias diver­
gentes y opuestas. Tenem os la tendencia n atu ralis­
ta y la revelacionísta o sobrenatural. L a prim era
enseña que el hom bre prim itivo, de su propia ini­
ciativa llegó a un conocimiento rudim entario de
Dios y que en el curso de la historia, por medio de
la recepción hum ana y la experiencia, el concepto
fue purificado y ennblecido. Se h a dicho, por ejem ­
plo, que el M onoteísmo es todo u n desarrollo pos­
terior. P or esto se atreven a afirm ar que el libro
del Deuteronom io que insiste de u n modo enfático
en que hay un solo Dios (Deuteronom io, 6: 4) no
puede h aber sido escrito por Moisés, sino centena­
res dé años después. La g ran m ayoría de modernos
escritores de H istoria de la religión, tom a esta ac­
titud, con excepción del notable escritor católico
W ilhelm Schm idt de la universidad de Viena, quien
en su obra m onum ental “Origen de la idea de Dios"
h a dem ostrado por medios históricos que la pri­
m itiva religión del hom bre fue m onoteísta, y que
la historia politeísta de las religiones, m uestra una
degradación, en ve 2 de evolución religiosa.
La enseñanza de la E scritura sobre este asunto
no ofrece lugar a dudas. El p rim er hom bre íue
144 FVANGELISMO TEOCÉNTRICO

creado a la imagen riel Creador y poseyó un ver­


dadero conocimiento de Dios, asi como justicia y
santidad (Col. 3: 10. Efesios, 4: 24). Sólo cuando
cayó en pecado el conocimiento de Dios fue corrom ­
pido y esta situación fue restaurada después por la
revelación sobrenatural.
Con esto no debemos llegar a la conclusión de
que todas las religiones, excepto el Cristianismo,
son totalm ente falsas y no contienen ningún átomo
de verdad. Lo cierto es que son esencialmejite fal­
sas, y el Cristianismo es la única religión verdade­
ra; volveremos sobre este asunto en otro lugar de
este libro; pero por el momento basta decir que
todas las religiones son falsas porque señalan a fal­
sos dioses y falsos caminos de salvación. Sin em­
bargo debe afirm arse que todas las religiones del
mundo son corrupciones efe la verdadera religión
original, y que hay una gran cantidad de elem en­
tos de verdad en tales religiones. H abría sido dem a­
siado extraño que todo punto de verdad hubiese
desaparecido enteram ente de ellas. Sabemos, de he­
cho, que Dios no ha perm itido que tal cosa ocu­
rriese.
Asi hallam os que todas las religiones tienen dos
creencias en común: La fe en un ser sobrenatural
y la creencia en la inm ortalidad del alm a hum ana.
A esto debe añadirse también que tienen dos prác­
ticas en común, la oración y las ofrendas. El Cris­
tianism o también tiene estas creencias y prácticas
y las posee en su m ás pu ra forma, m ientras que to­
das las otras religiones las han groseram ente co­
rrompido. Como un ejemplo concreto direm os que
ni aún el monoteísmo Judaico puede ser identifi­
cado con el monoteísmo del Cristianism o, pues el
monoteísmo judaico no da lugar a la doctrina de la
Trinidad; Sin em bargo en una forma u otra las
LA IGLESIA Y SU TÁCTICA PARA til. EVANGEI.ISMO 145

creencias verdaderas, antes mencionadas, son co­


munes a m uchas religiones de la hum anidad.
El relato bíblico nos da un interesante ejemplo
de como Pablo usó un elemento de verdad conte­
nido en la religión falsa de Atenas. El apóstol dijo
a los aeropagitas: "Dios no está lejos de cada uno
de nosotros porque en El vivimos y nos movemos y
somos, como tam bién algunos de vuestros poetas
dijeron, porque linaje de este somos tam bién”. P a ­
blo estaba citando aquí a A rato de Soli, en Sicilia,
un poeta de la tercera centuria an tes de Cristo y
tam bién casi verbalm ente a Clenato de Ason, en
Mysia, discípulo del filósofo Zenon. Después de h a ­
ber expresado su acuerdo con estos poetas paga­
nos, Pablo procedió a a p a rta r a los atenienses de su
idolatría diciendo: "P er lo tanto, siendo linaje de
Dios, no debemos estim ar a la divinidad ser seme­
jan te a oro o p lata, como escultura de artificio o de
imaginación de hom bres (Hechos 17 : 27-29). Es muy
rem arcable la táctica que empleó aquí el apóstol
Pablo. Se com prende que su exegesis de la frase
“ siendo pues linaje de la Divinidad” sería bastante
diferente de la de los propios A rato y Clenato, sin
em bargo él halló una verdad, aunque pervertida,
en la religión pagana, y de ahí hizo su punto de p a r ­
tida para la proclam ación del único y verdadero
Dios.

La Gracia común de Dios

La Biblia enseña enfáticam ente, que la bondad


de Dios y aún su am or se extiende a todas las cria­
tu ras racionales. "El Señor es misericordioso y p ia­
doso, lento para la ira y grande en m isericordia”.
"Bueno es el Señor p ara con todos”. Así canto el
salm ista (Saim o 145: 8 y 9). Refiriéndose a la com­
146 KVAKGIH.ISMO TKOCÉNTRICO

pasión de Dios hacia la perversa ciudad de Ninive,


Jonás testificó: “Yo sé que tu eres un Dios piadoso
y misericordioso, lento p ara la ira y grande en mi­
sericordia y que te arrepientes del m al (Jonás, 4 :2 ).
El Señor Jesús m andó a sus discípulos: “ Amad a
vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen,
haced bien a los que os aborrecen y orad por los
que os u ltrajan y os persiguen; p ara que seáis h i­
jos de vuestro P adre que está en los cielos que hace
que su sol salga sobre buenos y malos y llueva so­
bre justos e injustos (M ateo 5: 34-45).
Es digno de notar que el m ás grande de todos los
misioneros cristianos usó la G racia común de Dios
como punto de partida en la proclam ación de la gra­
cia salvadora al pueblo de Misia y Derbe, diciendo:
“Dios no se ha dejado a si mismo sin testimonio,
dándonos lluvia del cielo y frutos de la tierra, lle­
nándonos los corazones de gracia y alegría” (Hechos
14: 17). Las bendiciones de la naturaleza d erram a­
das sobre todas las naciones son una evidencia de
la gracia común de Dios. La moral que restringe el
pecado en las vidas de los hom bres, y las virtudes
efectivas en hom bres no regenerados, son pruebas
adicionales de esta verdad: Que como hemos seña­
lado anteriorm ente, existen todavía vestigios de la
imagen divina en el hombre caído, y no todo rasgo
de verdad ha desaparecido de las religiones étnicas,
es debido a la bondad de Dios. Y que aún los pe­
cadores no regenerados hacen cierta clase de bien
(Lucas 6: 32-33), no puede ser explicado de otro
modo. El respeto que los chinos tienen p ara con sus
progenitores, aún cuando ha degenerado a un culto
abominable a los antepasados, es una virtud que
ofrece al misionero cristiano un punto de contacto
¿Qué misionero entre los judíos o los m ahom eta­
nos no sacará ventaja del monoteísmo de estas reli­
LA IGLESIA Y SU TÍCTICA PARA EL LVANGELISMO 147

giones, aún cuando sean una desnuda y estéril fe?


El fatal.ismo Islámico, aunque muy lejano de la
doctrina cristiana de la predestinación divina con­
tiene bastante verdad p a ra que pueda ser usada por
aquellos que evangelizan a los mahometanos.

La revelación de Dios en la Naturaleza

Tanto el orden m aterial, como el espiritual, son


revelaciones divina? y tienen en com ún el que a m ­
bas presentan los atrib u to s del Creador. Por esto no
es extraño que haya entre ellas analogías dignas de
comparación. Difícilmente podría ser de otro modo.
Debemos tener en cuenta que el orden n atu ral
ha sido trazado de acuerdo con el orden espiritual:
no el espiritual según lo n atural. El hecho de que
toda la N aturaleza sea una revelación de Dios
(Ju an 4: 24) no deja lugar a o tra posibilidad. C uan­
do Jesús habló de si mismo como la Vid verdadera
(Ju an 5: 21) quería enseñar que El es el arquetipo
original y que las ram as deben parecerse a El. La
razón porque la E scritura habla de Dios como P a ­
dre, no es porque él se parece a los padres hum a-
nos, sino porque los padres hum anos se parecen
rem otam ente a Dios. La paternidad divina es des­
de la eternidad, antes de que existiesen padres h u ­
m anos Dios era Padre. El famoso libro de Enrique
Drumond, en su libro “L a ley n a tu ra l en el mundo
espiritual” podría ser titulado con m ás razón “La
ley espiritual en el m undo n atu ral".
En su enseñanza, el Señor Jesucristo hace m u­
cho uso de las analogías que existen en el mundo
n a tu ra l con respecto al espiritual. Esto es lo que
enseñó por medio de parábolas. ¿Qué es u n a p a rá ­
bola sino un relato n atu ral con un significado
espirirual?
148 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Cada una de las parábolas de Jesús enseña su


particular lección. Todas sus parábolas ju n tas con­
vienen en la interesante lección de que la revela­
ción n atu ra l y la espiritual son am bas de Dios y
análogas entre si.
En su evangelismo el Salvador, usó la N atu ra­
leza como punto de contacto. Bajo la figura del
nacim iento introdujo a Nicodemo el asunto de en­
tra r en el Reino de Dios (Ju a n 3: 3-6). Cuando vio
la m ujer sam aritana al lado del po 2o con su cán ta­
ro, le pidió de beber, antes de recom endar a ella el
agua de Vida de la cual el que bebe nunca vuelve
a tener sed (Ju an 4: 7-14). Después de ordenar al
paralítico de Bethesda que se levantara, tom ara su
¡echo y andara; capacitándole p ara obedecer este
m andato, le buscó y le dijo: “He aquí tú has sido
sanado, vete y no peques más p ara que no te acon­
tezca alguna cosa peor”. (Ju an 5: 1-14). Al cu rar al
paralitico demostró que tenia peder p ara perdonar
pecados (Marcos 2: 1-12). Prim ero abrió los ojos
físicos del ciego de nacimiento, p a ra darle después
la vista espiritual por la fe (Ju an 9: 1-38). Todos
sus milagros de curación eran símbolos que testi­
m oniaban ia curación espiritual; y al levantar a los
m uertos mostró que El tenía la prerrogativa divina
de d ar vida a los m uertos en sus delitos y pecados.
La tarea del Evangelismo es espiritual. Nada
debe apartarse del cum plim iento de esta misión;
sin em bargo es buena táctica acercarse a quienes
quieren evangelizar m ostrándoles la existencia de
Dios por medio de las obras de la N aturaleza. H a­
cerlo así facilitará m ucho la tarea. Tam bién tiene
que interesarse en todo su bienestar m aterial. Ye­
rra n los que piensan que el evangelista sólo tiene
que pensar en la salvación de las alm as, prescin­
diendo de la salvación de los cuerpos. El evangelis­
LA IGLESIA Y SU TÁCTICA PARA EL EVANGELISMO 149
ta tiene que m ostrar su interés por la salud, las co­
sechas, los oficios y el modo de vivir de aquellos a
quienes tra ta de evangelizar. Sobre todo tiene que
p ro cu rar hacerse amigo de sus hijos, pues no hay
instinto hum ano m ás fuerte que el am or paterno y
m aterno. ¿Puede alguien dudar de que cuando Je ­
sús abrazó a ios.infantes y bendiciéndoles dijo: “De­
ja d a los niños venir a Mi y no se lo impidáis, por­
que de los tales es el Reino de Dios (M arcos 10, 14}
tenía en su m ente el propósito de llevar a las m a­
dres tam bién a su reino?
Adaptación misionera

Es necesario decir que el misionero tiene que


adaptarse al pueblo al cual quiere evangelizar. Tie­
ne que hacer todas las renuncias necesarias a tal
objeto, excepto a sus principios m orales y espiri­
tuales. El misionero Pablo practicó am bas reglas
de u n modo adm irable.
Cuando el Evangelista Timoteo iba a acom pa­
ñ a rle en un viaje por el Asia M enor, Pablo lo cir­
cuncidó, a causa de los judíos que habfá en aq u e­
llos contornos; pues todos sabían que su padre era
griego”. (Hechos 16; 3). Por el otro lado, cuando los
Judaizantes pidieron que el evangelista Tito fuera
circuncidado, el mismo apóstol, “no se rindió a es­
ta sugerencia, ni por una h o ra ” (G álatas 2; 3-5).
No hay inconsistencia en él. En el prim er caso no
se sacrificaba ningún principio, ya que Timoteo era
judío por parte de su m adre y se hizo lo m ás p rác­
tico en el caso. En el otro ejem plo se tratab a de ce­
der a la pretensión de que los gentiles debían seguir
los dictados de la Ley; y la verdad de la salvación
por gracia y la libertad cristiana, venían a ser com­
prom etidas al ceder a tal pretensión.
150 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Hay varias opiniones acerca del porque el m i­


sionero escogido por Cristo p ara los gentiles cam ­
bió su nombre hebreo de Saulo que significa pedido,
por el de Pablo que significa en griego pequeño.
Algunos piensan que el cam bio de nom bre tuvo lu ­
gar con motivo de su conversión y que era una ex­
presión de humildad. O tros se inclinan a creer que
el apóstol empezó a llam arse Pablo desde que con­
virtió a Sergio Paulo, gobernador de Cipro; ya qué
el historiador Lucas empieza a llam arle Pablo des­
de este momento. P ero lo m ás probable es que el
cambio de nom bre fue simplemente un caso de
adaptación misionera. Puesto que había sido envia­
do a tra e r el Evangelio al m undo gentil pensó que
era m ás prudente ir con un nom bre griego que con
uno hebreo.
Algunos piensan que Pablo traspasó los límites
de u na conveniente adaptación cuando habiendo
vuelto a Jerusalem de su tercer viaje misionero,
siguió el consejo de sus amigos de practicar un voto
ceremonial a fin de probar a los creyentes judíos
que no había roto con las tradiciones de su nación
(Hechos 21; 20-25). Lo cierto es que el tom ar este
voto le trajo serios percances. Si erró o no en este
asunto, es difícil de determ inar. El au to r prefiere
d ar al apóstol el beneficio de la duda.
La Iglesia apostólica se enfrentó con u n proble­
ma que es todavía motivo de contención en muchos
campos misioneros. ¿Qué es necesario hacer con los
polígamos paganos cuando se convierten al C ristia­
nismo? ¿Es indispensable el despido de todas las
esposas excepto una, como condición p ara la mem-
bresía de la iglesia? El Nuevo Testam ento responde
a esta cuestión. En Tito 1; 6 y 1.* Timoteo 3; 2, 12
se da la regla de que, tan to los ancianos como los
diáconos deben ser "m aridos de una m u jer”. Esto
LA IGLESIA Y SU TACTICA PARA EL EVANGELISMO 151
no puede significar que tengan que ser casados. Si
Pablo hubiese querido decir esto lo h a b ría declara*
do llanam ente, sin h ab lar de úna esposa. Tam poco
es presum ible que el apóstol negara el privilegio de
ser oficiales de la iglesia a los m iem bros que h u ­
biesen contraído segundas nupcias, pues en otro
lugar el apóstol enseñó: “La m ujer casada está su­
jeta al m arido por la ley, en tretan to que el m arido
vive; pero si muriese, libre es de la ley del marido.
Así que viviendo el m arido se llam ará adúltera si
fuere de otro varón, m as si su m arido m uriere libre
es de la ley; de tal m anera que no será adúltera si
fuere de otro m arido” (Rom anos 7; 2 y 3). S egura­
m ente esto se aplica a los m aridos igual que a las
esposas.
Sin duda alguna, aunque el Nuevo Testam ento
no sanciona la poligam ia, y ningún m iem bro de la
Iglesia apostólica podría casarse con m ás de una m u­
jer; sin embargo, por vía de concesión, un conver­
tido que tuviera ya varias esposas era recibido en
la merobresía de la Iglesia. E n ta l caso no podía
tal m iem bro aspirar, ni ser elegido, p a ra ningún
cargo en la Iglesia. Esta concesión pudo h ab er sido
hecha porque el despido de todas las esposas excep­
to una podría a c a rre a r peores males que los que
resolviera, haciendo m ás daño m oral que bien. No
obstante esta concesión no era sino una medida ex­
cepcional, y no se sigue de ah í que la m ism a debe
ser hecha hoy día en todo cam po de misión en todos
los casos. M ucho depende de las circunstancias p re­
cisas de cada caso.
Pablo h a dado expresión enfática a su buena vo­
luntad de acom odarse a aquellos que quería g an ar
p a ra Cristo h asta el punto de decir: “Por lo cual
siendo libre p a ra con todos me he hecho siervo con
todos p a ra g an ar a más. Heme hecho a los judíos
152 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

como judío, por g an ar a los judíos; a los que están


sujetos a la ley (aunque yo no sea sujeto a la ley),
como sujeto a la ley, por g an ar a los que están su­
jetos a la Ley; a los que son sin ley, como si yo fue­
se sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino en la
ley de Cristo) por gan ar a los que estaban sin ley.
Me he hecho a los flacos, flaco, por g an ar a los íia-
cos; a todos me he hecho a todo, p ara que de todo
punto salve a alguno” (1.* Cor. 9; 19-22).
¿Y qué puede ser dicho de la inm aculada con-
descendecia del Salvador mismo? Aquí tales térm i­
nos como, adaptación, o acomodamiento, deben ser
rechazados por inadecuados. El que era santo, ino­
cente, limpio, apartado de los pecadores y hecho
más sublime que los cielos (Hechos 7; 26), recibía
a los pecadores y comía con ellos (Lucas 15; 2}.
Aquel que como Hijo del Hombre recibió del an a-
cianó de días: ‘‘Dominio, gloria y Reino, para que
le sirvieran todas las gentes, naciones y lenguas” ,
y cuyo dominio es “desde el siglo y p ara siem pre” ;
anduvo à pie de un lugar a otro, “p ara buscar y
salvar lo que se había perdido” (Lucas 19; 10). Y
procuró “no ser servido, sino servir” y aú n “d ar
su vida èri rescate por muchos” (Mateo 20; 28).
Aquel que era Dios verdadero “no estimó el ser
igual a Dios como cosa a que aferrarse, sinó que se
despojó a si mismo, tom ando forma de siervo, he-
cho sem ejante a los hom bres, y estando en la con­
dición de hom bre se hum illó a si mismo haciéndose
obediente hasta la m uerte y m uerte de cru z” (Fili-
penses 2; 7 y 8).
12
DIOS Y LOS MEDIOS DEL
EVANGELISMO

La teología habla de los medios de gracia. Dios


ha tenido a bien d a r medios p ara tra e r a los peca­
dores a la íe y tam bién los em plea p ara edificar a
los santos en esta fe. En el p rim er caso los medios
son la P alab ra de Dios dada en la evangelización
y en el últim o caso son la P alab ra de Dios y los
sacram entos divinam ente instituidos.

La fe y la Palabra dé Dios

Es de suprem a im portancia m antener que la


P alab ra de Dios es el único e indispensable medio
por el cual el E spíritu S an to ob ra la fe en los co­
razones de los hombres. Aunque esto no significa
que la P alab ra obra siem pre aisladam ente, sino que
obra por otros factores concebibles ningún o tro factor
puede sustituir a la P ala b ra de Dios. A lo m ás son
áólo auxiliares y subsidiarios a la Palabra.
La clave de la gran Comisión es que los hom ­
bres de cada nación deben ser hechos discípulos de
Cristo enseñándoles la P alab ra de Dios.
154 EVANGEI.ISMO TEOCÉNTRICO

No es necesario puntualizar en detalle que en la


edad apostólica el Evangclismo era realizado me­
diante la enseñanza y la predicación de la Palabra.
Esto era invariablem ente en todos los casos. En un
sentido general el Evangelismo es trae r el Evange­
lio, y el Evangelio mismo es la P alabra de Dios. Ro­
m anos 10: 13-17 afirm a el caso de un modo sum a­
rio. Después de declarar: “Todo aquel que invocare
el nom bre del Señor será salvo’’, el escritor inspi­
rado prosigue diciendo: ‘‘¿Cómo invocarán a Aquel
a quién no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel
de quién no h an oido? ¿Y cómo oirán si no hay
quién les predique? ¿Y cómo predicarán si no fue­
ren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos
son los pies de los que anuncian la paz; de los que
denuncian las buenas Nuevas!.. Asi que la fe vie­
ne por el oir y el oír por la P alabra de Dios”. La
tarea del evangelista es trae r a los hom bres la P a ­
labra de Dios. Es poner a los hombres en frente de
la P alabra de Dios.
El conocimiento de la P alabra de Dios es u n p re ­
requisite de la fe salvadora. Más que esto; es un
elemento constitutivo de la fe salvadora. El creyen­
te acepta la verdad revelada en la P alab ra de Dios
y se confia a si mismo p ara la salvación al Hijo de
Dios; pero evidentem ente, no puede hacer ninguna
de estas cosas sin conocer el contenido de la Escri-
critura. Y erran gravem ente los que ponen un precio
a la ignorancia, sugiriendo que, a cuanto menos co­
nocimiento de la Biblia, m ás sencilla y fuerte sera
la íe. La antítesis del conocimiento y la fe es falso.
La íe no es jam ás un salto en las tinieblas, ni un
juego de azar. Todo aquel que se coníía al S alva­
dor, lo hace a causa de su conocimiento de este S al­
vador, obtenido por medio de la E scritura Sagrada.
DIOS Y LOS MEDIOS PARA EL EVANGF.LISMO 155

A la p regunta de cuanto conocimiento debe exi­


gir el evangelista de aquel que desea unirse a la
iglesia por medio de la profesión de fe, la respues­
ta no es difícil: Debe saber que Jesucristo es el Hijo
de Dios, el único salvador por su m uerte substitu-
toria y Señor de todos. Asimismo aquel que tiene
que ser bautizado en el nombre del P adre, del Hi­
jo y del E spíritu Santo, ha de ten er algún conoci­
miento del Dios Trino. Y estando el Credo apostó­
lico basado en la doctrina de la Trinidad, debe es­
perarse que podrá suscribir las enseñanzas básicas
de la religión cristiana contenidas en esta confesión
ecuménica. En cuanto a su propia persona, debe
saber que es un pecador que necesita salvación,
que no puede salvarse a si mismo y que la salvación
es por la gracia del Trino Dios. La entrega perso­
nal a esta gracia es la esencia de la fe salvadora.
Debe hacerse u n a distinción entre acep tar las
proposiciones escritúrales respecto a Cristo, y la en­
trega de uno mismo a la persona de Cristo. Esta dis­
tinción es esencial. Es de com prender que aquel que
acepta tales proposiciones, como la de que Cristo
nació de la virgen M aría, murió por los pecadores
en la cruz del Calvario, y se levantó de los m uertos:
y sin em bargo no se confía a si mismo p ara la sal­
vación a la persona de Cristo, tiene tan sólo una fe
especulativa o histórica, tal como la que Pablo a tri­
buyó al rey Agripa cuando le preguntó “si creía a
los profetas” ... e inm ediatam ente respondió: “ Yo sé
que crees” (Hechos 18-27). Esto es un caso de orto­
doxia m uerta. Sin embargo, no pensemos por un
mom ento que es posible creer en la persona de
Cristo sin creer lo que la Biblia enseña acerca de
El. El conocimiento o sea, la íe histórica en su p er­
sona, es necesaria p ara d a r lugar a la fe salvadora.
156 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Con no poca frecuencia los evangelistas, cuando


piden a los pecadores que crean en Cristo, confun­
den la esencia de la íe con la seguridad de la íe. Es­
to es un grave error. Aún cuando u n a cierta nledida
de seguridad acom paña inm ediatam ente la íe sal­
vadora,. no es esto un hecho inherente a la íe. Se
puede poseer la esencia de la íe salvadora sin gozar
siem pre de completa seguridad. Puede habet p er­
sonas que no sean capaces de decir en todo mom en­
to: “Yo sé que mi Salvador vive” (Job 19-25) y “Yo
sé en quién he creído” (2.* Timoteo 1-12) y sin em­
bargo ser sinceros creyentes. P o r lo tanto, el evan­
gelista no debe insistir en que el candidato al bau­
tismo cristiano esté com pletam ente seguro de que
porque Cristo m urió p a ra salvarle está indefecti­
blemente en el cam ino de la vida eterna. No debe
preguntarle más, ni pedir más, que lo que Pablo
pidió al carcelero de Filipos “Cree en el Señor J e ­
sucristo” (Hechos 16-31). El exigir u n a completa
seguridad de íe, puede d ar lugar a declaraciones
forzadas, y no del todo sinceras. La m irada de íe al
Cristo crucificado, como la-de los israelitas mordi­
dos por las serpientes venenosas, es fe salvadora
(Ju an 3: 14-5).' Evidentem ente N aam an el siró, te­
nía poca seguridad de fe, cuando entró en las aguas
del Jordán, sin em bargo haciéndolo así, probó que
tenia algo de fe, o siquiera de esperanza en su cu­
ración, y esta fe, aunque débil y pequeña, fue su­
ficiente p ara lim piarle de su lepra (2.* Reyes 5, 14).
Jesús equiparó la fe en El con el acudir a El, cuan­
do dice: "El que a Mi viene nunca ten d rá ham bre
y el que en Mi cree no ten d rá sed jam ás” (Ju an
6: 36). El acudir p ara salvación al Cristo de la P a­
labra S anta, es en si mismo u n acto de íe.
DIOS Y LOS MEDIOS PARA EL EVANGELISMO 157

La Palabra de Dios y 1a conducta ejemplar

Nadie tiene el derecho de decir que Dios no pu&-


de u sar su P alabra p ara Ja salvación de los peca­
dores, si aquel que trae Ja P alab ra no es el mismo
una persona salva. Dios es soberano y tam bién en
este pun to su soberanía debe ser respetada. Dios
puso una magnífica y herm osa profecía mesiánica
en la boca del impío B alaam (Números 24: 17-19)
y el im pío Caiíás testificó de la m uerte vicaria de
C risto (Ju an 11: 44-51). Y Ju d as Iscariote fue uno
de los doce enviados por Jesús a predicar el Evan­
gelio. Dios puede em plear p ara la salvación de las
alm as el Evangelio de verdad, predicado por boca
de u n infiel o un hipócrita.
Sin em bargo, el que enseña la P alab ra de Dios
a otro y no es hacedor de la mism a, no tiene dere­
cho a esperar la bendición divina sobre su enseñan­
za, porque lo que hace contradice lo que enseña.
Las gentes tienen en tal caso toda razón p ara décir-
Ie: “médico cúrate a ti mism o” , o a rro ja rle en la
cara el refrán “H abla tan fuerte que no puede oir
él mismo lo que dice”. En tales casos puede tra e r­
se a la m em oria la irónica advertencia de Ofelia a
su herm ano L aertes en la obra “H am let” de S ha­
kespeare:
"No hagas como algunos pastores desgraciados
Mostrando el sendero al cielo lleno de espinas;
M ientras tu com o un impío libertino
Andas por u n cam ino de rosas.
S in vigilar tus propios pasos"
158 rVAN'GEl.ISMO TEOCÉNTRICO

Por el contrario, la vida del evangelista piadoso


confirm ará su mensaje dando testimonio elocuen­
tem ente a la verdad del mismo (1).
Por otro lado, no es justo llegar a la conclusión
de que una vida santa y ejem plar puede tom ar el
lugar del Evangelio y hacerlo superfluo. Esta posi­
ción es tom ada a veces con abuso, citando la histo­
ria de Francisco de Asís. Se dice que este famoso
santo invitó a un monje joven a acom pañarle a
cierto pueblo con el propósito de predicar el Evan­
gelio. Al llegar al poblado hallaron m ucha pobre­
za y enfermedad. El aliviar aquella miseria les tuvo
ocupados todo el día. Por la noche le preguntó el
joven monje cuándo y cómo habían predicado el
Evangelio. Francisco le respondió: “Lo hemos esta­
do predicando todo el día”. Si Francisco tratab a de
equiparar los hechos de misericordia con la P ala­

(1) Podemos citar corno ejemplo a los piadosos evange*


listas Valdenses que iban de lugar en lugar con el Nuevo Tes­
tamento escrito a mano, exponiendo sus vidas, en aquellos te-
iribles tiempos de persecución, para traer desde los valles de
Italia el conocimiento del puro Evangelio de Cristo a los po­
bladores del sur de Europa, y eran reconocidos por sus enemi­
gos en los propios documentos inquisitoriales como personas
de conducta ejemplar, que honraban la fe que predicaban. Así
de Amaldo de Brescia, el famoso Bernardo de Clara val se veía
obligado a reconocer: *Yo quisiera que Arnaldo de Brescia
tuviera una doctrina tan sana como austera en su vida. Y si
queréis conocerlo sabed que es un hombre que ni es comedor
ni bebedor, sólo, como el diablo, está hambriento y sediento
de ta sangre de las almas*. (Más acertado habría sido decir,
de la salvación de las almas).
Y de todos los Valdenses en genera!, escribía irónicamente
un poeta de la época:
Qui non voglia maudir ni jurar ni mentir
N'occir, ne avoutrar, ne pendre de autrui
Ne s'avengear deli suo cnemi,
Loz dison que es Vaudes e los feson morir.
DIOS Y LOS MEDIOS PARA El. IJVANGliLISMO 159
bra de Dios como medio de gracia, estaba equi­
vocado.
Los que m antienen que un ejemplo de santidad
puede sustituir el Evangelio, no están en el terreno
bíblico. Cuando Jesús envió a sus doce apóstoles a
las ovejas perdidas de la casa de Israel, les encargó
predicar, diciendo: “El Reino de los cielos se ha
acercado” adem ás de recom endarles “C urad a los
enferm os’1 (Mateo 10: 7-8). Ellos no tenían sola­
m ente que cu rar sino tam bién predicar. Esta era su
prim era y prim ordial tarea y obedecieron, “yendo
por todas las ciudades, predicando el Evangelio y
sanando toda enferm edad” (Lucas 9: 6). C ualquie­
ra que conoce la vida misionera de Pablo, sabe que
él consideraba la predicación del Evangelio su
objetivo principal, y la curación de enferm os como
algo subsidiario.
En ciertos pasajes del Evangelio parece insi­
nuarse que el m ensaje de Dios puede ser substitui­
do por una conducta ejem plar. El apóstol Pedro
exhorta a las esposas a ser sujetas a sus m aridos
para que "aquellos que no obedecen a la P alabra
puedan ser ganados sin palabra por la conducta
honesta de sus esposas” (1.* Pedro 3: 1-2). Sin em ­
bargo debe ser observado, en tal caso, que es in­
concebible que el m arido de u n a m ujer creyente no
tenga conocimiento ninguno de la P alab ra de Dios.
La expresión sñn palabra en este caso se refiere, no
a la P alab ra Divina, sino a las m uchas p alabras de
la esposa, tratan d o de eníatizar aquella E scritura
santa que el m arido ya conoce. La idea es, que el
tal énfasis debe ser dado, no por medio de palabre­
ría sino por una conducta santa.
El pasaje de 2.* Corintios 3: 3 es citado tam bién
como un ejemplo de que la vida cristiana es un sus­
tituto al evangelio cristiano. El versículo dice:
160 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

"Siendo m anifiesto que sois carta de Cristo expedi­


da por nosotros; escrita no con tinta, sino con el
Espíritu dei Dios vivo; no en íables de piedra, sino
en tablas de carne del corazón”.
Este pasaje ha sido interpretado como si la vida
de cada creyente fuera una versión escrita por el
Espiritu Santo del Evangelio de Cristo. A la luz del
contexto esta idea no existe. Pablo había sido ca­
lumniado en Corinto. Aún dentro de la iglesia po­
nían en duda su apostolado. Y con esta idea en m en­
te pregunta: “Necesitamos nosotros... cartas de re ­
comendación a vosotros” y responde el mismo a la
pregunta "Vosotros sois nuestras cartas, escritas en
vuestros corazones, conocidas y creídas por todos los
hom bres” (2.« Corintios : 1-2). Ampliando el con­
cepto de la epístola podríam os glosar este pasaje
asi: "Vosotros, creyentes corintios, en vuestra con­
dición de cristianos sois m anifiestam ente una epís­
tola que Cristo me ha hecho escribir; sois mis co­
laboradores en e! Evangelio, por la operación del
Espíritu Santo en vuestros corazones”. Aquí se di­
ce que los cristianos corintios eran su carta de r e ­
comendación. Haciéndoles cristianos, por la predi­
cación de Pablo aplicada por el Espíritu Santo en
sus corazones, Cristo había recomendado a Pablo
como su apóstol.
Paralela con este pasaje está la declaración de
Pablo, dirigida tam bién a los creyentes de Corin­
to: "Mi apostolado sois vosotros en el S eñor" (1.*
Corintios 9. 12). P ero identificar esta simbólica
epístola de Cristo, con el Evangelio, está fuera de
lugar.
Está claro que aú n cuando ei evangelista tiene
el sagrado deber de confirm ar su m ensaje con una
conducta cristiana ejem plar, la vida santa no es un
sustituto a l evangelio hablado.
DIOS Y LOS MEDIOS PARA F.L EVANGELISMO 161
La Palabra de Dios y la experiencia religiosa

La experiencia es la misma esencia de! C ristia­


nismo. El nuevo nacim iento sin el cual ninguno pue­
de ver el Reino de Dios, es una experiencia raras
veces inconsciente. La convicción de pecado, el a rre ­
pentim iento hacia a Dios y la fe en Cristo produ­
cen un crecim iento en santidad. La fe en C risto y el
crecim iento en santidad, son todas ellas experien­
cias conscientes, a la vez que tan necesarias como
lo es la regeneración. Sin em bargo la substitución
de la experiencia religiosa, (ora del evangelista o
del evangelizado) por el Evangelio es un erro r muy
serio. En la segunda m itad del siglo X V III Alema­
nia había caído bajo el racionalismo. Aquellas en­
señanzas escritúrales que no estuvieran de acuer­
do con la razón h u m an a, tales como la doctrina del
pecado original, la m uerte substitutoria, y la ju s­
tificación por la fe, fueron desterradas del púlpito.
D octrinas como de la T rinidad y las dos n atu rale-
a s de Cristo, se les consideraba p uram ente especu­
lativas. Este racionalism o trajo , a principios del si­
glo X IX una reacción conciliatoria por p a rte de
Federico Schleierm acher un profesor de la univer­
sidad de B erlín, la cual ha ejercido una poderosa
influencia por toda la cristiandad.
Es triste decir que la reacción del racionalism o
de Schleierm acher estuvo viciada por su falso con­
cepto de la Escritura. El consideró la Biblia no co­
mo la revelación objetiva de Dios al hom bre, sinó
como un relato de experiencias subjetivas de san­
tos prom inentes, y por consecuencia argüyó que
el contenido de la predicación debe ser derivado de
la conciencia religiosa del predicador, p a ra iden­
tificarse con la conciencia religiosa de la congrega­
ción n utrida por la lectura de la E scritura, espe­
162 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

cialm ente del Nuevo Testamento. Según Schleier-


m acher la predicación no es la explicación y apli­
cación de la Escritura, sino el propósito de im par­
tir experiencias y conciencia religiosa del propio
predicador, y el propósito de tal predicación no es
la doctrina, sino la vida cristiana. De este modo
Schleierm acher estuvo de acuerdo con el racio­
nalismo en que el contenido de la predicación ha de
ser obtenido subjetivam ente, pero difería de] ra ­
cionalismo en que su punto de partida no era es­
céptico sino religioso.
El famoso teólogo berlinés, es conocido como el
padre del Liberalism o teológico actual. Debido a ^u
influencia la predicación liberal de nuestro tiempo
ha substituido la palabra objetiva de Dios por la
experiencia subjetiva religiosa. Este es el punto de
vista de los evangelistas modernistas, y desgracia­
dam ente no todo el evangelismo fundam entalista
está libre de este error. No necesita probarse que
tal menosprecio de la P alab ra de Dios en el Evan­
gelismo, es antibíblico. Constituyen el grande desa­
fío al m andato solemne de Pablo a su hijo espiritual
y colaborador en la obra del Evengelismo: “Te en­
cargo por lo tanto delante de Dios y del Señor J e ­
sucristo que ha de juzgar a los vivos y a los m uer­
tos en su aparición y en su reino: predica la P ala­
bra, insta a tiem po y fuera de tiempo, redarguye,
exhorta, enseña con toda paciencia y doctrina (1.*
Tim. 4: 1-2). Y es una atrevida negación de aque­
lla otra afirm ación escritural: “La P alabra de
Dios es viva y eficaz y más penetrante que una
espada de dos filos que pen etra hasta los corazones
y llega a p a rtir el alm a y el espíritu, las coyun­
tu ras y los tuétanos, y discierne los pensam ientos
y las intenciones del corazón”. (Hebreos 4: 12).
Se m antiene con frecuencia el punto de vista de
DIOS Y LOS MEDIOS PARA EL EVANGELISMO 163

que algunos hom bres h an sido a veces traídos al Rei­


no más bien por una experiencia notable de su vi­
da, ccn poca o ninguna referencia a la P alab ra de
Dios. P or ejemplo, se dice que algunas personas han
sido convertidas por alguna enferm edad seria, por
algún accidente que am enazó de m uerte sus vidas,
o por la m uerte de algún hijo muy q u e rid a
Aún cuando siem pre tiene que sostenerse que el
nuevo nacim iento es el requisito a l ejercicio de la
fe salvadora, no tiene que negarse que Dios puede
usar tales experiencias a tal fin de p rep arar psico­
lógicamente a los pecadores p ara la recepción del
Evangelio. Pero tales experiencias no son otros me­
dios de gracia, en lugar de la P alab ra de Dios.
La enseñanza de Jesús sobre este punto es muy
clara. En la parábola del rico Lázaro, este sufre los
torm entos dei infierno viendo a A braham de lejos
y a Lázaro en su seno. C uando su petición de que
Lázaro sea enviado p a ra aliviar sus sufrim ientos,
le es negada, presenta un ruego final. “ Yo te ruego
padre que lo envíes a la casa de mi padre, porque
tengo cinco herm anos, a fin de que no tengan que
venir a este lugar de torm ento. La respuesta de
A braham es: “A Moisés y a los profetas tienen, ói­
ganlos”. El rico insiste: “No padre A braham , pero
si uno puede ir de los m uertos se a rrep en tirán ” , a
lo cual A braham responde categóricam ente: Si no
oyen a Moisés y a los profetas tampoco creerán si
alguno se levantase de los m uertos (Lucas 16: 23-31).
“Moisés y los profetas” significan aquí la Biblia de
aquel tiempo. Es difícil im aginar una experiencia
más sobrecogedora que la visita de alguien levan­
tado de los muertos. P or tan to este pasaje significa
que la experiencia m ás im presionante no salvará
jam as a quien rehúsa atender a la P alab ra de
Dios.
164 EVANGKLISMO TEOCÉNTRICO

La Palabra de Dios y la oración

Se habla a veces de la oración como u n medio


de gracia. Asi debe ser considerada, pero no como
un. medio de gracia equivalente a la P alab ra de
Dios. La P alab ra de Dios y la oración, son medios
de gracia en un sentido diferente. Dios im parte la
gracia salvadora m ediante su P alab ra como in stru ­
mento y tam bién im parte la gracia salvadora en
respuesta a la oración.
P ara entender la diferencia entre estos dos me­
dios no serán superfluas las consideraciones que
siguen.
El orar, por la conversión de un alm a, ya sea en
China o en la vecindad y no hacer nada en favor
de ta l persona p ara llevarla al conocimiento del
Evangelio de Jesucristo, es una abominación.
Por otra parte, ser diligente en la salvación de
los . perdidos y no o rar a Dios que bendiga esta
siem bra de su P alabra en tales corazones para sal­
vación, es una insensatez, ya que sólo Dios, por el
E spíritu Santo, puede tra e r por medio de su P ala­
bra, a los pecadores al arrepentim iento.
13
DIOS Y EL MENSAJE DEL
EVANGELISMO

El m ensaje del Evangelismo es un tem a tan am ­


plio, que se necesitaría un extenso volum en jpara
tra ta rlo con justicia. Este capítulo se lim itará a la
consideración de su carácter teocéntrico, y por su­
puesto la consideración de esta única íase no será
todavía completa.
Digamos desde el principio que el Evangelio es
Cristo-céntrico, del mismo modo que es Teo-cén-
trico. Estos térm inos son sinónimos. Sin duda, esto
no se aplica al Cristo de la Teología M oderna, se­
gún la cual Jesús de N azaret fue divino ta n sola­
mente en el sentido en que todos los hom bres lo so­
mos, con la diferencia de que la chispa divina a r ­
dió en él m ás brillantem ente que en cualquier otro
ser hum ano. Pero si, se aplica, al C risto de la Escri­
tu ra, quien es la m ás alta revelación de Dios, v Dios
de Dios. “Siendo el resplandor de su gloria y la mis­
m a imagen de su sustancia” , (Hebreos 1: 3) podía
declarar: “El que me ha visto ha visto al P a d re ” , y
“Yo y el Padre una cosa somos”. (Ju an 10: 30).
166 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

El Evangelio del Arrepentimiento

La Biblia habla a m enudo del Evangelio como el


Evangelio del arrepentim iento. P o r ejem plo J u a n
el B autista predicó '‘el bautism o de arrepentim ien­
to para la remisión de los pecados” (M arcos 1: 4)
y cuando J u a n íue aprisionado “Jesú s vino a G ali­
lea predicando el Evangelio del Reino de Dios y di­
ciendo: A rrepentios y creed el Evangelio” (M ar­
cos 1: 15).
P or una razón contundente el llam am iento al
arrepentim iento debe venir an te todo del Evangelis-
mo. Sólo el que es oprim ido por el pecado conocerá
la necesidad de un Salvador. Sólo el que se sabe a
si mismo culpable y m anchado co rrerá al Calvario
para perdón y limpieza.
A fin de que los pecadores puedan ser llevados
al arrepentim iento, la ley de Dios que es “san ta ju s­
ta y b u en a” (Rom anos 12) como Dios mismo lo es,
debe ser predicado; pues por la ley es el conoci­
m iento del pecado” (Romanos 3: 20). El que se con­
tem pla an te este espejo perfecto, sólo puede abo­
rrecerse a si mismo.
H ay dos clases de arrepentim iento totalm ente
diferentes. Pablo escribió: “Porque la tristeza que
es según Dios produce arrepentim iento p ara salva­
ción, de que no hay que arrepentirse, pero la tris­
teza del m undo produce m u erte”. (2.* Corintios
7: 10). Calvino comentó así este pasaje: "La triste­
za según el m undo es cuando los hom bres, a conse­
cuencia de severas aflicciones, se sienten oprim i­
dos por la pesadum bre; m ientras que la tristeza
según Dios es la de aquel que m irando a Dios reco­
noce su propia m iseria p o r haber perdido su favor.
La prim era procede solam ente del am or a uno mis­
DIOS Y El. MENSAJE DEI. EVANGELISMO 167
mo y conduce a la m uerte; la segunda está a rra i­
gada en la reverencia a Dios y resulta en arrep en ­
tim iento y salvación. Hay una g ran diferencia en­
tre arrepentim iento y remordimiento. C uando J u ­
das Iscariote traicionó al Señor, fue sobrecogido
por el rem ordim iento y se colgó. Cuando Sim ón Pe­
dro negó al Señor, lloró am argas lágrim as de a rre ­
pentim iento (M ateo 5; 35). El rem ordim iento puede
a p a rta r al pecador de Cristo. El arrepentim iento lo
impulsa hacia él.
Hay una idea popular que el evangelista encon­
tra rá trab ajo en disipar y es la de que el verdadero
arrepentim iento puede venir dem asiado tarde. La
E scritura enseña totalm ente lo contrario. Cuando
dice que Esaú “no halló lugar p ara arrepentim ien­
to, aunque lo buscó con lágrimas"’ (Hebreos 12: 17),
el escritor sagrado se referia al arrepentim iento de
Isaac su padre, no al arrepentim iento de Esaú.
Esaú no consiguió hacer cam biar a su padre de p ro ­
pósito arrepintiéndose de su decisión de otorgar la
prim ogenitura a Jacob p ara otorgarla a su hijo
mayor. Este no consiguió tal arrepentim iento, o
cam bio de m ente, de p arte de Isaac, aunque lo pro­
curó con lágrimas. P or consiguiente este incidente
no tiene nada que ver con lo que estamos discu­
tiendo.
O tro incidente en la historia bíblica se refiere
m ás directam ente a este tema. El ladrón crucificado
a la derecha del C alvario había pecado d u ran te to­
da su vida; era sólo cuestión de horas p ara su
m uerte, cuando se dirigió al Salvador. Pues bien,
¿fue rechazado a causa de su tardanza? Por el con­
trario, se regocijó de oir la consoladora prom esa:
“De cierto de cierto te digo, hoy estarás conmigo
en el P araíso ”. (Lucas 23: 43). Antes de que el día
declinara su Salvador le había introducido por la
168 EVANGELISMO TEOCIÍNTRICO

mano a la p u erta del Cielo, donde los ángeles de


Dios le recibieron ensalzando el poder redentor de
la sangre derram ada en el Calvario.
El arrepentim iento de corazón es indispensable
p a ra la salvación. Sin em bargo el arrepentim iento
no tiene ningún m érito Salvador. ¿Cómo podría te­
nerlo si es en si mismo un don de Dios? Cuando el
apóstol Pedro refirió a los santos de Jerusalem la
conversión de Cornelio, estos glorificaron a Dios,
diciendo: “Que tam bién a los gentiles les haya con­
cedido Dios arrepentim iento p ara vida” (Hechos
11 : 18 ).
Augusto M. Toplady tenía razón cuando escribió
el conocido himno:
Anhelo ser salvo
¿Dónde h allaré salud;
Santidad, perdón, virtud;
Paz y vida en plenitud
Con la gloria eterna?
¡Corro a Cristo, Salvador.
Cristo víctim a de amor;
A El m e entrego, pecador.
¡Sólo Cristo salva/
¡Lágrimas son vanas!
Nunca pueden d ar perdón,
R enovar mi corazón,
Ni quitarle un borrón.
¡Lágrimas son vanas!
El Evangelio de la expiación
El quid del Evangelio no es lo que Dios requiere
de los pecadores. Esto es ciertam ente un aspecto
muy im portante del Evangelio, pero no el centro
del Evangelio. Como su mismo nom bre indica, el
Evangelio no es en su esencia un m andato, sino
Buenas Nuevas. La buena nueva de lo que Dios ha
DIOS Y EL MENSAJE DEL EVAMCELISMO 169
hecho por Cristo, p a ra la salvación de los pe­
cadores.
Supongam os que un crim inal se encuentra en
la cárcel encerrado en su celda. Un amigo visitante
le llam a y le dice: “Tengo buenas nuevas p ara u s­
ted” . Con anhelosa espectación el prisionero pre­
gunta: “¿Qué es? ¡digalo enseguida!” . Supongamos
que la respuesta fuera: “Que seas una buena p e r­
sona, que te portes b ien”. Esta respuesta pondría
al ladrón furioso, considerándola u n a brom a pesa­
da. Sin em bargo este es el único m ensaje que algu­
nos que se llam an evangelistas tienen p a ra los pe­
cadores. Las m ejores recom endaciones m orales no
son buenas nuevas. Ni siquiera son nuevas de n in ­
guna clase. Las buenas nuevas, p ara el pecador
son lo que Dios h a hecho p a ra librarle del pecado
y del infierno. Esta provisión fue hecha en el Cal­
vario. Cristo crucificado fue: “herid o por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados, el castigo
de n uestra paz sobre El y por su llaga fuimos nos­
otros curados. Todos nosotros nos descarriam os co­
mo ovejas, cada cual se ap artó por su cam ino, pe­
ro el S eñor cargó en El el pecado de todos nosotros
(Isaías 33: 5~y 6).‘ Dios, al que no conoció ^pecado,
hizo pecado por nosotros p a ra que nosotros pudié­
ram os ser hechos justicia de Dios en El”. (2.* Co­
rintios 5: 21). “Cristo nos redim ió de la maldición
que todos nosotros habíam os merecido por no con­
tin u a r en todas las cosas que están escritas en la
ley siendo hecho maldición por nosotros; como está
escrito: “M aldito todo aquel que es colgado en el
m adero” (G álatas 10; 3-13). La angustia del mismo
infierno que los pecadores merecíamos, fue experi­
m entada por él cuando clamó con g ran voz: ¿“Dios
mío, Dios mío, por qué me h as desam parado?”
Esta es la historia de la m uerte de Cristo. Esta
170 EVANGELISMO TEOCfíNTRICO

es tam bién la propia interpretación de Dios en


cuanto a ella. Ambas cosas constituyen el mismo
corazón del Evangelio. Por su m uerte en la cru z el
Hijo de Dios satisfizo plenam ente por los pecadores
la pena que merecíam os de parte de la divina jus­
ticia.
La Teología Liberal ha tergiversado seriam en­
te, y falseado, la doctrina escritura! de la expiación.
Se nos dice que la m uerte de C risto tuvo como pro­
pósito reconciliar el hom bre con Dios; pero no re­
conciliar a Dios con el hombre. Se dice que Dios,
siendo am or, no tenia necesidad de ser reconcilia­
do. Es verdad que el corazón de Dios no necesitaba
ser ablandado por la sangre del Cordero, como
aquella leyenda de un diam ante que pudo ser de­
rretido por medio de la sangre de u n cordero; pues
“Dios de tal m anera am ó al m undo que dio a su Hi­
jo unigénito a m orir por los pecadores. Pero n u n ­
ca debe ser olvidado que según la propia revela­
ción en la Sagrada E scritura el Dios de am or infi­
nito es tam bién u n Dios de absoluta Justicia y su
ira no puede ser detenida. En el am anecer de la
historia hum ana la Justicia de Dios decretó que la
paga del pecado sería la m uerte (Génesis 2: "17)
(Romanos 6; 23) y m uerte eterna. Dios no puede
ap artarse de la senda de la justicia perfecta o se
negaría a si mismo. (2: Timoteo 2: 13). De modo
que antes que dejar el pecado sin castigo, lo casti­
gó en la m uerte de su am ado hijo. Tam poco puede
ser olvidado que todos los hombres son por n a tu ra ­
leza hijos de ira ” (Eíesios 2: 3) y que la ira de Dios
está sobre los que no creen (Ju an 3: 35) pero los
creyentes, siendo justificados por su sangre” , son
salvos por ella de la ira que ha de venir (Rom a­
nos 5: 9).
DIOS Y EL MENSAJE DEL EVANGELISMO 171

Queda por m encionar un aspecto de alto signi­


ficado, referente a la doctrina bíblica de la expia­
ción. Aún los teólogos evangélicos a m enudo la
olvidan. Que fue necesaria la obediencia “activa”
de Cristo p a ra la salvación de los pecadores, tanto
como su obediencia “pasiva”. Las dos son insepa­
rables, y aún cuando la term inología usada p ara
distinguirlas puede no ser muy afo rtu n ad a, sin em ­
bargo la distinción perm anece. Por su obediencia
m anifestada en su pasión que culminó con su m uer­
te, Cristo pagó la pena del pecado. Pero hizo m u­
cho m ás para los pecadores. Por su perfecta obe­
diencia a la ley de Dios durante su vida terrena, les
alcanzó justicia y vida eterna. Tam bién esta fase
positiva de su vida fue vicaria. “P o r cuanto por la
ofensa de uno vino el juicio sobre todos los hom ­
bres p ara condenarción, por la justicia de uno vino
a todos los hom bres la justificación de vida". (Ro­
m anos 5: 18). “Así como por la desobediencia de un
hom bre los muchos fueron constituidos pecadores,
así tam bién por la obediencia de uno, los muchos
serán constituidos justos". Esto significa que Cristo
por su redención no sólo pagó la deuda de los p eca­
dores; sino que mereció, en favor de ellos, infini­
ta s riquezas.

El Evangelio de la Gracia

La Biblia ha sido llam ada el libro de la salva­


ción. Esto es precisam ente, distinguiéndose del li­
bro general de la revelación. La N aturaleza y la
Historia son revelaciones valiosas de Dios, aunque
no tienen nada que decirnos acerca de la salvación
del pecado y la m uerte espiritual. En cam bio la Bi­
blia, nos dice lo que todos los hom bres necesitan sa­
ber sobre tan trascendental asunto. Lo que la Es­
172 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

c ritu ra tiene que decim os acerca de la salvación


se resum e en el térm ino: “Salvación por g racia”. Y
la salvación por gracia es nada menos que la salva­
ción de Dios. ¿Preguntas cómo el pecador puede
ser salvo, por sus esfuerzos o por la gracia de Dios?
El Evangelio da una respuesta clara. No es exage­
rado afirm ar que el Evangelio enseña que la salva­
ción es un ciento por ciento obra del Dios Trino.
Esto no significa que el pecador no tenga respon­
sabilidad en el asunto de la salvación. Debe creer
en Cristo, pues Dios le hace responsable por su in­
credulidad. Sin embargo, la fe salvadora es un don
de Dios, No puede ser negado que en el proceso de
la salvación el creyente tiene el deber de obedecer,
hasta el punto que es exhortado a ocuparse de aa
salvación con tem or y temblor. Pero cuando obe­
dece este m andato lo hace porque Dios mismo es
el que obra en él, y le m antiene obrando el querer
y el hacer según su buena voluntad. (Filipenses
3: 12-13).
Dios el Padre salva
Desde la fundación del m undo Dios esccgió en
Cristo a todos los que tendrían que hered ar la Vida
eterna (Efesios 1: 4). Los escogió, no por algo bue­
no que vio en ellos, sino por su soberano amor.
(Efesios 1: 5; Rom anos 8: 29) les dio a su Hijo (Ju an
17: 6). Su salvación está asegurada de tal modo que
nadie puede arreb atarle s de la m ano de Cristo, por­
que son un don del P adre, y el P ad re Celestial, m a­
yor que todos es, y nadie puede arreb atarles de la
m ano de su P ad re (Ju an 10 : 28-29). A los que am ó
desde la eternidad Dios predestinó p a ra salvación.
A los que predestinó a estos tam bién llam ó y a los
que llamó a estos tam bién justificó, y a los que jus­
tificó a estos tam bién glorificó (Rom anos 8: 30).
o r o s Y EL MENSAJE DEL EVANGELISMO 173

El Hijo salva
El mereció la salvación, tanto en el aspecto ne­
gativo como en el positivo. Pagó la deuda de los
pecadores hasta el últim o cuadrante. En la cruz fue
quebrantado por la maldición que ellos merecían.
Fue abandonado por Dios, por haberse puesto en
el lugar de crim inales m erecedores del infierno.
Pero tam bién, por su perfecta obediencia al Padre,
mereció justificación p ara los pecadores, vida e te r­
na y gloria. En consecuencia, nada queda como
mérito propio. A cada cual le corresponde decir.
Ningún precio traigo a Tí
Mas tu C r m es para mí.
N aturalm ente, el Hijo de Dios no sólo jnereció
la salvación, sino que tam bién otorga la salvación.
Esta bendita verdad es a veces olvidada. Se h a dicho
que Cristo, por su obra salvadora, hizo la salvación
posible para todos; pero si un individuo dado será
salvo o no depende del ejercicio de su propia volun­
tad. Esto es un serio error. Ello equivale a decir que
la obra salvadora de Cristo, no salva. Niega el po­
der de la redención. Roba a Cristo su honor de S al­
vador haciendo al hom bre su propio salvador, pues
de él depende la salvación por gracia. La verdad
del asunto es que la m uerte redentora de Cristo
salva a todos los que han sido designados p ara ser
salvos, o sea a todos los que el P adre le ha dado
(Ju an 17: 9). Por esto son: Su pueblo; (M ateo 1: 21).
Sus ovejas; (Ju an 10: II). Su Iglesia; (Hechos
20-28). Los elegidos de Dios (Romanos 8: 32, 33).
174 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Dios el Espíritu Santo salva

El aplica la salvación a los pecadores, él les da


corazones de carne, en lugar de corazones de piedra
(Ezequiel 11-19). Son nacidos de nuevo; y su segun­
do nacim iento procede del Espíritu (Ju an 3: 5 y 6).
La fe salvadora es un fruto de la regeneración.
Pero la fe es un acto de hombre. Esta verdad de­
be ser enfatizada. Suponer que Dios obliga al peca­
dor a creer es un absurdo. Lo que necesita ser p u n ­
tualizado es que la fe es desde el principio, un don
de Dios por el Espíritu Santo. Después de identifi­
car el ir a El con el creer en El, en la declaración:
"El que a Mi viene nunca tendrá ham bre y el que
en Mi cree no tendrá sed Jam ás” (Ju an 6: 35), J e ­
sús pasa a decir: “Nadie puede venir a mí si el P a ­
dre que m e envió no lo tra je re ” (Ju a n 6: 44). Dios
trae a los pecadores por su Espíritu. Las Escrituras
nos cuenta la conversión de Lidia diciendo, no que
ella abrió su corazón, sino que “El Señor abrió su
corazón p a ra que estuviera aten ta a lo que Pablo
decía (Hechos 16-14). “Porque por gracia sois sal-
por, por la fe’', dijo Pablo a los creyentes de Efeso:
y añadió “y esto no de vosotros, sino un don de
Dios” (Efesios 2: 8). El hecho de que la expresión
“esto” pueda ser aplicado tanto a la fe, como a la
salvación por gracia m ediante la fe prueba que la
fe es un don divino. El mismo apóstol escribió a la
Iglesia de Filipos: “ A vosotros es dado por Cristo,
no solam ente que creáis en El sino que sufráis por
E l” (Filipenses 1: 29). T anto la fe como la prueba
son considerados aquí como dones de Dios. Ello es
confirm ado por la enfática declaración de Pablo:
“Por tanto os hago saber... que nadie puede llam ar
a Jesús, Señor, sinó por el Espíritu S an to ”. £1.' Co­
rintios: 1).
DIOS Y EL MENSAJE DEL EVANGELISMO 175
Ahora bien: ¿Debe decirse a los no creyentes
que la fe es un don de Dios? Por supuesto. La ver­
dad tiene que decirse tal como es. O cultar esta ver­
dad seria una irresponsabilidad. P erm itirles tener
ia idea de que ellos pueden creer de su propia vo­
luntad, ap arte de la gracia regeneradora del Espí­
ritu S anto, es peor que u n a irresponsabilidad. Sig­
nifica anim arles a creer que son am os de su propio
destino, capitanes de sus propias almas. S in em­
bargo, que la fe es un don de Dios, no es la única
verdad que tiene que ser señalada al pecador p e r­
dido. Esta verdad tiene que ser com pletada por otra.
En la teología cristiana hay m uchas verdades com­
plem entarias que tienen que ser enfatizadas con el
mismo vigor. Debe hacerse saber enfáticam ente al
pecador que tiene que creer y que, en el caso de que
rio crea, la ira de Dios está sobre él.
No puede im aginarse una situación peor que
aquella en que se encuentra el pecador im peniten­
te. Debe creer en Cristo, pues si no lo hace será con­
denado. Sin em bargo, no puede creer por si mismo.
Debe estar bien enterado de am bas cosas. Si se le
hace presente que la salvación es por el Espíritu
Santo, m irará fuera de sí y se abandonará sin re ­
serva a la G racia de Dios. Y precisam ente este es
el acto de fe salvadora (1).
Cierto hom bre que había sido paralítico por 48
años yacía im potente en tre la m ultitud al lado del
estanque de Bethesda y desesperaba de que pudie-

(1) Creemos que este párrafo del Dr. Kuypcr es ilumina­


dor acerca de la doctrina de la Elección. AI pecador que es
evangelizado nunca debe ponérsele ante el temor de no ser uno
de los elegidos. Desde el momento que Dios ha hecho que la
buena nueva del Evangelio haya llenado a úl, es porque puede
ser salvo, si obedece mediante la fe; y obedecerá si es escogi­
do. Nota dei Trad.
176 HVANCEI.TSMO TEO CÍN TRlt»

ra ser curado. Jesús lo dijo: "Levántate, ton-a t.u


lecho y an d a” : Observad que fue mandado aj p a ­
ralitico una cosa que por ningún medio podía hacer
y no podemos pensar que él no estuviera bien p er­
suadido de su completa incapacidad. Pero .ambién
sabia que su única esperanza para ser curado, ra ­
dicaba en hacer aquello que se le ordenaba Cons­
ciente de su situación se olvidó de si mismo y de su
incapacidad, fijando los ojos en Jesús y esto lúe to­
do. Por fe fue hecho sano (Ju an 5: 1-9).
Como Moisés levantó la serpiente en el desierto,
asi el Hijo del Hombre tuvo que ser levantado en
la cruz del Calvario a fin de que iodo aquel que h a ­
biendo sido m ordido p o r la venenosa serpiente, el
diablo, y sin esperanza de ninguna clase, pudiera
mirándole, librarse por gracia de perecer y obtener
la vida eterna (Ju an .1: 14-15).
Este es el Evangelio de la gracia salvadora, y
este debe ser el m ensaje del Evangelismo. Aquel
que responda al mismo con fe podrá cantar:
No fui yo que lo escogí
Esto, Dios mío, no podía ser.
Mi corazón aún te rehusaba
Cuando tu me escogiste a mí.
Tu del pecado que me afeaba
Me has limpiado y hecho libre,
Desde mucho tiempo lo habías ordenado
P ara que yo pudiera vivir p ara tí.
Este am or soberano me llamó;
Me enseñó y mi m ente abrió.
El m undo me habría engañado
Ocultándome las glorias celestiales.
Por tanto ningún m érito tengo delante de Tí.
Por tu rica gracia; yo sentí sed de tu amor.
Y sé, que si te arrio;
Es porque tu me am aste prim ero.
DIOS Y ^ L MENSAJE DEL EVANGELISMO 177
El Evangelio del Nuevo Nacimiento

Se ha dicho que el m ensaje central del Evange-


lismo debe ser e] m andato “naced de nuevo”. Por
supuesto la Biblia no contiene ta l orden. L a afir­
mación de Jesú s a Nicodemo: "Os es necesario n a ­
cer otra vez” (Ju a n 3: 7) está en indicativo, no en
im perativo”. Jesús habló del nuevo nacim iento co­
mo de una experiencia indispensable, pero no como
un deber que debe ser realizado. Asimismo la ad­
vertencia de Pablo a la Iglesia de Efeso: “Despiér­
tate tu que duerm es y levántate de los m uertos”
(Efesios 5: 14), no debe ser considerado como un
m andato a los m uertos espiritualm ente; al pecador
p a ra que venga a la vida. Está claro que todo el pa­
saje es una exhortación dirigida a creyentes. O bser­
vad que dice: “Vosotros que en otro tiempo érais ti­
nieblas, pero ah o ra sois luz en el S eñor" (vers. 8).
Estos santos vivían en un am biente malo. Peor que
esto; habían sido influenciados por este am biente,
y necesitaban que se les ex h o rtara a “n o ten er co­
m unión con las obras infructuosas de la carn e”,
(vers. 11). E ran cristianos somnolientos, por tan to
el apóstol Ies exhorta a despertar de su sueño y a
levantarse de entre sus vecinos m uertos espiritual­
mente. Esto está enfatizado en el versículo 14.
La razón porque las E scrituras no m andan a los
irregenerados que nazcan ellos mismos a la vida, es
evidente: Están espiritualm ente m uertos; m uertos
en delitos y pecados (Efesios 2, 1). No solam ente es
es una prerrogativa divina traerlo s a la vida, sino
que Dios Todopoderoso ejerce esta prerrogativa.
Ellos son com pletam ente pasivos. De hecho esta es
su única p a rte en el proceso de salvación. A cada
paso sucesivo pueden em pero venir a ser activos.
La resurrección de Lázaro puede ilu strar este p u n ­
178 EVANCIiLISMO TEOCÍNTRITD

to “Jesús mandó a Lázaro, “ven fu era” (Ju an 1).


No le mandó "resxLcita". Por la p alabra de poder
de Cristo, resucitó, y entonces el Lázaro salió de
la tum ba.
Entonces ¿no debe declararse al pecador que
debe nacer otra vez? Evidentemente Jesús no lo
hace. Lo que dijo a Nicodemo, fue sin duda conde­
nando la religiosidad externa que existía entre los
judíos de su tiempo. Ellos eran inclinados, por ejem ­
plo a lavarse, y a practicar ordenanzas externas
para ag rad ar a Dios y alcanzar por sus esfuerzos
la vida eterna (M ateo 19; 16 y Lucas 10: 23).
T anto Nicodemo como su generación tenían ne­
cesidad de que se les dijera que la en trad a en el
Reino de Dios solamente era posible por medio de
un cambio radical de corazón. ¿Quién negará que
la presente generación necesita lo mismo? El n a­
cimiento de padres creyentes, el sagrado rito del
bautismo, la membresía en una iglesia visible, las
m aneras respetables, el hum anitarism o, aú n el pri­
vilegio de predicar en el nombre de Cristo (Mateo
7: 22-23); por m ás que sean valiosos privilegios no
constituyen a nadie ciudadano del Reino de los
Cielos. S in este segundo nacim iento espiritual, que
solamente Dios puede efectuar, nadie puede llegar
a la gloria de Dios.
A fin de evitar confusión es necesario distinguir
entre la regeneración y la conversión. Con toda se­
guridad el térm ino nuevo nacimiento puede ser
usado en varios sentidos. Puede designar todo el
proceso de la salvación, la conversión y la vida de
santificación incluida. Es en este sentido que se usa
en 1.’ Pedro 1-21, donde los creyentes son descritos
como “nacidos de nuevo, no de simiente co rru p ti­
ble, por la P alabra de Dios’’. O rdinariam ente, sin
embargo, la religión cristiana emplea este térm ino
DIOS YWL MENSAJE DEL EVANGELISMO 179
para significar la transición instantánea, de la
m uerte espiritual a la vida, que inicia el proceso de
salvación. El nuevo nacim iento, o la regeneración,
en este -sentido, debe ser distinguido de la conver­
sión. En la regeneración el pecador es pasivo, en la
conversión viene a ser activo. Según las palabras
de Jesús: “El viento de donde quiera sopla y oyes
su sonido, m as ni sabes de donde viene ni a donde
va, asi es todo aquel que es nacido del esp íritu ”
(Ju an 3: 8), la regeneración tiene Jugar en el sub­
consciente, pero la conversión es una experiencia
consciente del hombre. La regeneración es efectua­
da instantáneam ente por el Espíritu Santo. Esto
significa, no es realizada precisam ente por la P ala­
b ra, aunque sin duda la predicación de la P alab ra
tendrá como objeto disponer p ara la nueva vida;
pero la conversión es obrada por Dios, por medio
de la P alabra. En term inología teológica la regene­
ración es efectuada cuvi Verbo la conversión per
Verbvm . Y la conversión es una consecuencia, una
manifestación del nuevo nacim iento:
Debe hacerse mención aquí de lo que po p u lar­
mente es llamado: "EL Evangelio para todo el que
quiera". El Evangelio cristiano es ciertam ente esto.
Una y otra vez la E scritura nos dice que todo aquel
que crea en Cristo será salvo, y es innecesario de­
cir que la voluntad h u m an a participa en el acto de
la fe. La últim a invitación en la Biblia dice: ‘El
que tenga sed venga, y el que quiera tome del agua
de la vida de balde” (Apocalipsis 22: 17). Sin em ­
bargo que ningún portador del Evangelio olvide
que el m undo de hom bres irregenerados es un m un­
do que no quiere. D eclarar a tal clase de m undo
que cualquiera puede echar m ano de la Vida E ter­
na, y esperar que los hom bres respondan, es ta n
inútil como proclam ar a los m uertos enterrados
180 EVANGELISMO TEOCI-NTÍÍlfcO

dentro sus nichos, que cualquiera puede levantar­


se. El hom bre ha sido concebido y nacido en peca­
do (Salmo 51; 5). La m ente natura! es enemiga de
Dios y no se sujeta a la ley de Dios, ni tampooo
puede (Romanos 8: 7). Al hom bre n a tu ra l se apli­
ca bien la declaración de Jesú s a sus enemigos. "Y
no quereis venir a Mi p ara que tengáis vida" ( Juan
5; 40). Por esto dice San Pablo: “No es del que
quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene m i­
sericordia (Romanos 9: 16). Pero Dios tiene esta
misericordia. Por la operación de su E spíritu en los
corazones de los hombres, hace a estos querer. En
consecuencia, aquí y allí, por todas partes hay
quienes, por la gracia de Dios, quieren. Esta ver­
dad y solamente esta ha significado al Evangelio
“para todo aquel que crea”.
Tam bién debe decirse que la prueba de la rege­
neración no es la perfección absoluta, sino que iras
una profunda convicción de pecado que lleva a la
persona a correr al Calvario y arrodillarse ?. los
pies del crucificado con el clam or “Lávam e oh S al­
vador o perezco” sigue una larga vida de lucha en­
tre el viejo hom bre y el nuevo, tan gráficam ente
descrita por el apóstol en su confesión. “ El bien
que quiero no hago, y el mal que no quiero este h a ­
go" (Romanos 7: 19) pues el hom bre interior 3e
deleita en la Ley de Dios (Rom anos 7: 22) porque
el Espíritu Santo da testimonio a nuestro espíritu
de que somos hijos de Dios (Romanos 8: 16) y que
somos sellados por el Espíritu S anto que habita in
nosotros para n uestra herencia celestial (Ffesios
1: 13 y 14). De m anera que podemoos estar ¡egu-
ros de que: “El que empezó en nosotros la buena
obra la perfeccionará hasta el dia de Jesucristo”
(Filipenses 1: 6).
DIOS Y ¡El- MENSAJE DEL EVANGELISMO 181
El Evangelio del Reino

En los capítulos precedentes se h a hecho refe­


rencia repetidam ente al Evangelio del Reino. El
Reino a que nos referim os es llam ado en m uchas
ocasiones el Reino de Dios, el Reino de Cristo, el
Reino de los Cielos, y tiene muchos aspectos.
El Señor Jesucristo predicó dicho Evangelio en
siete parábolas del Reino relatad as en M ateo 13. En
el Serm ón del M onte proclam ó la “Ley o C arta del
R eino” (Mateo 5: 6 y 7). Las ocho b ien aventuran­
zas, con las cuales empieza el serm ón, describen
o tras tan tas características de cada ciudadano de
esie Reino (M ateo 5: 3-12). Y el Apóstol Pablo hizo
una lista de las bendiciones del Reino en estas pa­
labras: “El Reino de Dios no es com ida ni bebida,
sino justicia, paz y gozo, por el Espíritu S an to ”
(Romanos 14: 7).
Es de g ran im portancia que Cristo sea predica­
do, no sólo como salvador, sino tam bién como rey.
Lo que h a sido dicho acerca de este asunto no de­
be ser repetido aquí, pero tenemos que tra ta r aho­
ra de u n a verdad relacionada con el Reino.
P or varias décadas los Funda m enta listas y los
M odernistas h a n estado peleando acerca de si el
m ensaje del Evangelio es p ara la salvación indivi­
dual o social. M uchos pensadores fundam enta-
listas, conscientes de que la sociedad está co­
mo u na casa incendiada, m uestran interés tan so­
lam ente en el rescate de individuos del fuego; no
en apagarlo. El predicador M odernista por el con­
trario, tra ta de extinguir el fuego, y espera hacerlo
en beneficio del individuo que, según él, os produc­
to de su época. Esta es la gran diferencia en el
Evangelismo actual.
182 EVANGELISMO Tf'OCÉNTRICO

El Funda m enta lista tiene razón al decir que la


salvación es prim ariam ente un asunto personal.
Sin embargo, a veces no va bastante lejos: olvida
las enseñanzas de carácter social contenidas en la
P alabra de Dios. Por ejemplo: Jesús tuvo mucho
que decir acerca del m atrim onio y el divorcio (M a­
teo 5: 27 a 32) (Lucas 16: 18) y sobre el deber de
los ricos hacia los pobres (Lucas 16: 19-25); y el
apóstol Pablo añadió enseñanzas acerca de la a c ­
titud del cristiano con las autoridades (Romanos
13: 1-7); la relación entre patrones y empleados
(Efesios 6: 5-9) (Colosenses ,'í: 22-4: 1); sobre la es­
clavitud (C arta a Filemon). En el Evangelismo, el
tema central del Evangelio debe tener, por supues­
to, el prim er lugar, pero sus consecuencias esencia­
les no deben ser olvidadas.
La falta en el Evangelio social que predica el
Modernismo; no es que tra ta de rem ediar los males
de la sociedad; sino que tra ta de hacerlo en un
sentido totalm ente opuesto al C ristianism o bíblico.
Prescindiendo de la evidente verdad que la socie­
dad nunca puede ser m ejor que los individuos que
la constituyen, trata de m ejorar al individuo por
medio de m ejoras en la sociedad. R escatar al hom ­
bre de las consecuencias del pecado como son la
pobreza y la enferm edad, antes que obtener su re­
dención del pecado por medio de la sangre de Cris­
to. T ra ta de salvar al individuo por lo que se llama
regeneración de la sociedad; no por el nuevo naci­
miento sobrenatural obrado por el E spíritu Santo.
T rata de quitar a los hom bres de los barrios sucios,
en vez de q u itar la suciedad de los corazones de los
hombres. Olvida Ja profunda verdad tan bien ex­
presada por un predicador evangelista llamado
Carlos Spurgeon. "Llevad un ladrón al cielo y la
DIOS Y EL MENSAJE DEL EVANGELISMO 183

prim era cosa que h a rá será tra ta r de vaciar los bol­


sillos do los ángeles”.
Hay o tra diferencia entre el evangelio indivi­
dualista del Fundam entalista y el evangelio social
del Modernismo.
Cristo es tanto Salvador de los hom bres como
Señor sobre todas las cosas. Su señorío presupone
su carácter de Salvador. “Porque se hizo obediente
hasta la m uerte, y m uerte de cruz, Dios puso todas
las cosas debajo de sus pies, para ser cabeza sobre
todas las cosas a la Iglesia’' (Efesios 1: 22).
A vía de ilustración, el Evangelio debe ser dibu­
jado como un cono. La parte inferior representa la
redención o expiación substitutoria, la superior el
reinado universal de Cristo. Muchos fundam enta-
listas enfatizan la p arte inferior pero olvidan la su­
perior. Proclam an el Evangelio, el verdadero evan­
gelio, el evangelio básico; pero debe ser reconocido:
un Evangelio truncado.
Los M odernistas exaltan la p arte superior del
cono, pero la divorcian de la p arte inferior. Sin em ­
bargo la parte superior cae si no está apoyada en la
inferior. Cristo no es rey si no es Salvador. Esto h a ­
ce del Evangelio del M odernismo un castillo en el
aire. Como indica S. Pablo, resulta u n Evangelio
diferente, que no es otro Evangelio (G álatas 6: 7).
En el Evangelismo cristiano genuino, la cruz de
Cristo y la cruz del cristiano perm anecen juntas.
Lo que Dios ha ju n tad o que no lo separe el evan­
gelista.
Un Evangelio comprensivo
¿Que es el Evangelio? El Evangelio tiene m uchas
facetas; ninguna de las cuales debe ser olvidada
por el mensaje del Evangelismo.
184 EVANGELTSMO TGOCIÍNTRICO

Es una historia, la historia de Jesús y su am or,


la historia del nacim iento virginal del Hijo de Dios;
su santa vida term inando en su m uerte redentora,
con la cual puso el P adre su sello de aprobación,
levantándole de los muertos; su ascensión al cie­
lo y su intercesión a la diestra de Dios; asi como
la venida del Espíritu S anto sobre su Iglesia. Esta
historia está saturada de sobrenaturalism os; por
cuya razón los teólogos liberales la desechan, y la
com unmente llam ada nueva Ortodoxia la convierte
en un mito o la pone íuera de la historia actual. La
Biblia lo relata todo como una historia clara y
positiva.
Es una doctrina. La interpretación de esta his­
toria, particularm ente la doctrina de la persona di­
vina de Cristo y de su m uerte expiatoria. La mo­
derna incredulidad aborrece tal doctrina pero pa­
ra el creyente es sabiduría de Dios.
Es tam bién una invitación. El ofrecimiento sin­
cero de salvación por p arte de Dios a todos aque­
llos a quienes llega el Evangelio. Entiéndase bien
que esta invitación es incondicional. Dios no dice
m eram ente al pecador “te daré la vida eterna si
tu te arrepientes y crees” . P a ra más seguridad de­
clara: “Te invitó ardientem ente a que te arrepien­
tas y creas, a fin de que puedas tener vida”. Pues
Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos
procedan al arrepentim iento” (2.J Pedro 3: 9).
Es asimismo una promesa. La prom esa de vida
eterna por p arte de Dios a todos los que confían
para salvación en el Cristo divino y su obra reden­
tora. Dios dice “ Cree en el S eñor Jesucristo y se­
rás salvo” (Hechos 16: 31).
Es un llamam iento. El urgente y am ante llam a­
miento a los pecadores a que acepten su oferta y
DIOS Y EL MENSAJE DEI. EVANGELISMO 185

com plementen su invitación. Dios lucha con ellos


diciéndoles: “Volveos, volveos do vuestros malos ca­
minos ¿por qué moriréis? (Ezequiel 33: 11). Dios
les ruega, y Cristo intercede, p ara que sean recon­
ciliados (2.1 Cor 5: 20).
Es una demaruLa. Dios pide que los hom bres que
crean en Cristo. Aquí se ju n tan la ley y el Evange­
lio. El Evangelio se convierte en ley. Cuando los
judíos pedían a Jesús: “¿Qué harem os p ara que
obremos las obras de Dios? El S eñor replicó: Esta
es la obra de Dios: Que creáis en Aquel a quien El
ha enviado” (Ju an 6 : 28-29).
Es finalm ente un m andato, Dios m anda a todos
que confien en el Cristo Salvador; y tam bién que
le acepten con gratitu d como rey de sus vidas. Esto
no es un apéndice al Evangelio, sino una parto in ­
tegrante del mismo. En la gran Comisión, Cristo
insistió con sus discípulos a que en señ aran a los
hom bres a observar todas las cosas que El les h a ­
bía mandado. C reer en Cristo y obedecerle no son
dos actos diferentes, sino dos fases de un mismo acto.
Confiar en Cristo como Salvador y recono­
cerle como Señor, son inseparables. El últim o es el
ácido de prueba del prim ero. Esto debería ser he­
cho claro, al pecador, antes de invitarle a que haga
una decisión en respuesta al Evangelio. “ Yendo
ellos uno le dijo: “Señor, te seguiré dondequiera
que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen sus
cuevas y las aves de los cielos nidos, m as el Hijo del
hom bre no tiene donde recostar su cabeza”. “Y d i­
jo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, deja que vaya
prim ero y entierre a mi padre. Jesús le dijo: “ Deja
que los m uertos entierren a sus m uertos y tu ven
sígueme, y anuncia el Reino de Dios”. O tro le dijo:
“Te seguiré, Señor, pero déjam e que me despida
prim ero de los que están en casa. Y Jesús le dijo:
186 EVANGELISMO TEOCfÍNTRICO

Ninguno Que poniendo su mano en el arado m ira


hacia atrás, es apto p ara el Reino de Dios” (Lucas
9: 57-62). Antes de e n tra r en el discipulado, que
cada cual se examine si está dispuesto a cum plir
las dem andas del mismo recordando las p alabras de
Jesús: “Cualquiera de vosotros que no renuncia a
todo lo que tiene no puede ser mi discípulo” (Lu­
cas 14: 33).
Un Evangelio exclusivo

Tiene que adm itirse que hay elementos de ver­


dad en o tras religiones que no son la cristiana. Sin
em bargo debe insistirse en que el Cristianism o es
la única religión verdadera entre todas las otras
religiones falsas. El Dios del Cristianism o es el solo
Dios. Aunque El se ha revelado a si mismo m ás
realm ente en el Nuevo Testam ento que en el Anti­
guo, es idéntico en ambos. El prim ero y más pro­
m inente m andato de su ley dice: “No tendrás dio­
ses ajenos delante de Mi (Exodo 20: 3, Deuterono-
mio 5: 7). El gran m andam iento de toda su ley
declara: “A m arás al Señor tu Dios con todo tu co­
razón, con toda tu alm a y con toda tu m ente” (Deut.
6*5 y M ateo 22:37). Es un Dios celoso que no tole­
ra rá a otro. El salm ista exclamó: “Tu solo eres
Dios” (Salmo 86: 2). A los creyentes de la idólatra
Corinto, el apóstol escribe: “Aunque haya otros
dioses en el cielo y en la tierra, como hay muchos
dioses y muchos señores, e m p u o solamente hay
un Dios, el Padre que rige todas las cosas y nusotros
en El” (1/ Corintios 8: 5-6). El hom bre adora o
bien al Creador o a la cria tu ra (Romanos 1: 25).
Sólo el creador es Dios; todos los otros dioses son
ídolos.
El único Dios verdadero se ha revelado a si mis­
mo, sobrenaturalm ente e infaliblemente en la p ala­
DIOS Y EL MENSAJE DEL EVANGELISMO 187

bra escrita conocida por el nom bre de Biblia; y en


la palabra personal que es su hijo el Verbo de Dios.
Los libros sagrados tales como el Zend-Aventa del
Zoroastrism o, el Veda del B raham anism o, el Tri-
pitaka del Budismo y el K o ran del Mahometismo,
no pueden com pararse con la Biblia. Buda, Con-
fucio y todos los fundadores de religiones hum anas,
no son sino m ortales, pecadores y falibles, que no
pueden ser com parados con el H ijo de Dios.
Jesucristo es el único Salvador. El mismo lo de­
claró m ajestuosam ente: “ Yo soy el camino, la Ver­
dad y la Vida, nadie viene al P ad re sino por M i"
(Ju an 14: 6). Pedro, lleno del E spíritu S an to dijo
al S anedrín Judío: “En ningún otro hay salud, por­
que no hay otro nom bre debajo del cielo dado a los
hom bres en quien podamos ser salvos” (Hechos
4: 12). Porque es un Salvador perfecto no hay n e­
cesidad de otro. Es “poderoso p a ra salvar etern a­
m ente a los que por él se allegan a Dios; y viviendo
siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7: 25).
Todos los otros salvadores son pretendidos sal­
vadores.
El cam ino cristiano de salvación es el único ca­
mino. Todas las otras religiones enseñan la salva­
ción por el esfuerzo hum ano. El Cristianism o sólo
enseña salvación por la gracia de Dios. Todas las
c tra s religiones dicen: “Haz y vivirás”. El C ristia­
nism o declara: “Vive y h arás". De ahí sigue que el
Pelagianism o tanto el antiguo como el moderno, es
pagano; como pagana la Jactanciosa cuarteta de
W illiam E. Henley que dice:
No importa cuan estrecha sea la puerta
ni cual larga la Ivita de deberes;
Y o soy señor de m i destino
Y el capitán de m i alma.
188 EVANGliUSMO TEOCÍNTRICO

E n cambio es bien cristiano el clamor de C ristina


G. Rosetti
No hay otro cordero
No hay otro nom bre
No liay otro en el cielo, la tierra y el mar
No hay otro refugio para el culpable pecador
No hay otro, fuera de Tí.
Es triste decir, que no toda la Teología C ristiana
ha m antenido con completa consistencia la ense­
ñanza escritural de la salvación por la gracia del
T rino Dios. Puede ser dicho sin ningún titubeo que
la Teología Reform ada excede en este punto de
doctrina cristiana a todas las demás. S u gloria es
que atribuye a Dios toda la gloria p a ra la salvación
del pecador.
Sin embargo, esto no es un cuadro perfecto.
Aunque confuso en su m ente —y todo hum ano pen­
sam iento adolece de imperfección— el corazón de
todo cristiano verdadero confía en el fondo sólo en
Dios p a ra su salvación. El Catecism oo abreviado
de W estm inster define la fe en Jesucristo como “una
gracia salvadora por la cual recibimos la salvación
y perm anecem os en ella, cuando nos es ofrecida
poY medio del Evangelio” (Respuesta 86). Esta es
la esencia de la fe salvadora y cada cristiano la tie­
ne. No hay un solo hijo de Dios que ante la cues­
tión de a quien debe el ser un creyente, a si mismo
o a la gracia de Dios, no responda con agradecida
hum ildad, dando todo crédito y toda alabanza al
Espíritu Santo.
Un Evangelio ofensivo
Aún cuando el Evangelio cristiano, en conjun­
to, desagrada al hom bre n atu ral, le es especialm en­
te ofensivo en dos aspectos.
DIOS Y KI. MGNSAJJ; DLL I-VÍNGELISMO 189
Uno de ellos es en su indudable enseñanza de
que la salvación es solamente por la G racia de
Dios, y sólo por G racia. Nada puede ser más h u m i­
llante para el hom bre que decirle que él no .nerece
en modo alguno la salvación y está totalm ente in­
capacitado para salvarse a si mismo. Merece sola­
m ente el infierno eterno; y si tra ta ra de contribuir
en la m ás m ínim a p arte a su vestido de justicia se­
ria eternam ente perdido. Su fe es en el don de Dios,
y sus buenas obras fueron p rep arad as de antem ano
por Dios (Efesios 2: 8-10).
El otro aspecto del Evangelio cristiano que ofen­
de, y aún enfurece al hom bre n atu ral, es su exclu­
sivismo. Esto hace que declare intolerante y fa­
nático a quien lo profesa con fidelidad.
Sin embargo, este Evangelio ofensivo debe ser
proclam ado sin el m enor compromiso, ni adul­
teración. La verdad debe ser expuesta, aunque siem­
pre con compasión, paciencia y amor. Pues el Cris­
to de este Evangelio, aunque es roca de tropiezo p a ­
ra los judíos y locura p ara los griegos” a los que
son llamados, tanto judíos como griegos, les es: “Po­
der de Dios y sabiduría de Dios” (1.* Corintios
1: 23-24).
14
DIOS Y EL CELO PARA
EL EVANGELISMO

El celo en otra edad


Los reform adores y las iglesias de la R eform a a
m enudo han sido acusadas de com pleta, o casi com­
pleta indiferencia p ara el Evangelismo. Aunque p a ­
rezca extraña esta acusación ha sido levantada con­
tra ellos, no tan sólo por los escritores católico-ro-
m anos sino tam bién p o r los protestantes. Es ver­
dad que el entusiasm o protestante p ara las misio­
nes alcanzó su más alto nivel en los siglos X IX y
X X , pero la antedicha acusación debe ser conside­
rada a la luz de diversos hechos.
Los reform adores estaban em peñados en una va­
lerosa y difícil cam paña que tenía por objeto la
evangelización de Europa. Su program a era inten­
sivam ente de misión local, y debemos declarar, en­
fáticam ente, que la labor m isionera local no es me­
nos digna que las misiones extranjeras. La Biblia
había sido trasladada a la lengua del pueblo, y
cuando la Iglesia R om ana había sustituido el Evan­
gelio por ritos y ceremonias, el Protestantism o se
192 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

esforzó en la predicación del Evangelio. Jóvenes de


todas p artes del continente, asi como de las Islas
B ritánicas, acudieron a los pies del Calvino y
fueron enseñados a proclam ar la P alab ra de Dios.
Además, el reform ador de G inebra llevaba a cabo
una intensa correspondencia, verdaderam ente cos­
mopolita, en favor del Evangelio. En una carta di­
rigida a G ra n B retaña dice: “Dios ha creado el
m undo eniero p ara que fuera el escenario de su
gloria, por la difusión de su Evangelio” ,
En lo que se refiere a misiones ex tran jeras las
iglesias de la Reforma sufrieron dos serias dificul­
tades: En prim er lugar, estaban envueltas en una
terrible lucha para su propia existencia, y en se­
gundo lugar m uchas de las tierras recientem ente
descubiertas, Africa y América, estaban bajo el
control de naciones católico-romanas, como E spaña
y Portugal; que eran intolerantes al Protestantism o.
En vista de estas dificultades, es verdaderam en­
te adm irable cuan activo fue el Protestantism o en
la evangelización de naciones extranjeras. Ya en
el año 1555 Calvino y el gran hugonote francés al­
m irante Coligny, organizaron una misión al B ra­
sil. El mismo Calvino proveyó cu atro misioneros
para este-proyecto. A este núm ero fueron añadidos
otros 8 sostenidos por los calvinistas residentes ni
otro lado de G inebra. Debido a la persecución ca-
tólico-romana cinco de estos misioneros fueron
m uertos y el resto tuvieron que ser repatriados a
Europa.
En 1559 G ustavo Vasa, llevó el Evangelio a La-
ponia. En 1567 W enceslao Budovatz, un calvinista
húngaro, empezó misiones en la m ahom etana T u r­
quía y escribió una "Defensa de la Religión C ristia­
n a ” p ara los mahometanos. El sínodo de D ort, que
redactó los cinco grandes puntos del Calvinismo,
DIOS V EL CELO PARA FI. EVANGELISMO 193
se preocupó seriam ente de las misiones e x tra n je­
ras, en los años 1618 al 1619. En 1622 se estableció
en Leyden un Sem inario Reform ado p ara la edu­
cación de misioneros. Aunque em peñados en su
guerra de independencia contra España, el protes­
tantism o holandés envió misioneros a la India y a
Ceilan.
A petición de los pastores ingleses y escoceses,
el P arlam ento creó la “Sociedad p ara la propaga­
ción del Evangelio en Nueva Inglaterra ’. En 1646
esta sociedad nombró a Ju a n Elliot como su prim er
misionero y este estableció 17 estaciones m isioneras
para los indios de norteam érica. Hacia lu m itad del
siglo XVII aparecieron dos em presas m isioneras
holandesas y am bas continúan trab ajan d o hasta el
presente día. La De Conversión Indarum por Ju a n
Hoornbeek y De Plantalione Ecclesiarum por G ij-
Oertus Voetius. La Misión Danesa de Halle, entró
en la India en 1706. El luterano Tom ás V. W eston
empezó sus labores en Laponia en 1727.
El anterior bosquejo, incompleto como es, da
Sin em bargo evidencia concluyente de que las igle-
fias protestantes de Europa, estuvieron activam en­
te em peñadas en misiones ex tran jeras, mucho a n ­
tes de que G uillerm o C arey, a m enudo citado como
fundador de las misiones m odernas, em barcara pa­
ra India en 1793.
En vista de estos hechos es difícil acusar a lar
iglesias de la Reforma de que h an tenido poco o
ningún interés por el Evangelismo. Una posible ex­
plicación de este hecho puede ser la poca sim patía
de los acusadores por la teología de la Reform a.
Que un au to r católico-romano José Schm idlin tu ­
viera prejuicios contra esta teología puede enten­
derse; pero que un escritor protestante ta n respe­
194 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

tado como Julio R ichter, lo haga, no puede com­


prenderse.
Que la Reforma fue un intenso movimiento doc­
trinal, como lo prueban las “Noventa y cincc tesis
de L utero” y las “Instituciones de la Religión Cris­
tian a”, de Calvino; no es tenido en cuenta, peí lo
general, como debería ser. Y la doctrina de la P re­
destinación, suscrita tanto por Lutero como por
Calvino, ha sido mal interpretada como un impe­
dim ento p a ra la labor misionera. No se ha consi­
derado el hecho de que, tan to en su “Institución”
como en sus “ C om entarios", Calvino manifestó
u na profunda preocupación por la extensión del
Evangelio a todas las naciones y pueblos. Comen­
tando la G ra n Comisión, dice: “El Señor m anda a
los ministros del Evangelio a lugares distantes a
esparcir la doctrina de la salvación, por todas
partes del m undo”.
Se ha dicho, con verdad, que la Reforma no fue
sino un descubrim iento de Pablo. Ciertam ente, lo
fue como tam bién de la doctrina de la soberana
Elección divina, pero no podemos olvidar que Pablo
fue tam bién el vaso escogido por Dios para llevar
su nombre a los gentiles. (Hechos 9: 15).

Celo sin conocimiento

M as de un historiador ha contrastado los perío­


dos en los cuales la Iglesia C ristiana estaba em pe­
ñ ad a en sus controversias doctrinales con aquellos
otros en Ies cuales se ha dedicado a la difusión del
Evangelio. Por regla general los que hacen este
juego de contrastes reprenden a la Iglesia por lo
prim ero, y la alaban por lo segundo.
Prácticam ente, todos somos o por lo menos p re ­
tendemos ser, celosos p a ra el Evangelismo; y muy
DIOS Y EL CELO PARA EL EVANGELISMO 195
pocos tom an un vivo interés por la doctrina cris­
tiana. Aún más, hay quienes so atreven a defender
la idea de que, es tiempo de que el Protestantism o,
que en el pasado se dividió en m uchas denomina •
cionos por motivo de divergencias doctrinales, en-
tierre tales diferencias. Se insiste especialm ente en
que lo? misioneros protestantes no deberían tu rb ar
con ellas a los nativos en los campos donde tra b a ­
jan, sino presentar un frente unido. El Movimiento
Ecuménico moderno, que se caracteriza por el más
bajo denom inador teológico posible, ha tenido su
erigen en los cam pos de misión.
Aún concediendo que sería im prudente pedir a
los paganos de Africa que tom en partido en cada
diferencia doctrinal que ha dividido a los protes­
tantes hasta ahora, y que resu ltaría insensato r e ­
producir en aquel continente negro todas las deno­
minaciones protestantes que existen, debemos de­
cir que esta actitud, en N orteam érica, merece una
vigorosa condena.
¿Cuándo va a abandonar el Protestantism o el
gastado y desorientador, aunque no com pletam ente
falso "slogan", de que el Cristianism o no es una
doctrina sino una vida? Por supuesto el C ristianis­
mo es una vida; pero tam bién, con toda certeza, es
una doctrina. P a ra u sar una antigua, aunque fran ­
cam ente inadecuada ilustración: La ortodoxia es lo
que los huesos son p a ra el cuerpo hum ano. Los hue­
sos solos no constituyen el cuerpo. Separados dél
resto del cuerpo son un esqueleto. Del mismo mo­
do la ortodoxia, sin la vida cristiana es, según fra­
se de Santiago: "fe sin obras”. La fe sin obras es
m uerta. (Santiago 2: 26). Pero los huesos tam bién
son parte esencial del cuerpo humano. U n cuerpo
sin hueso no sería un cuerpo. Del mismo modo un
Cristianism o sin doctrina no sería Cristianismo. Y
196 EVANGELISMO TF.OCIÍNTRICO

no vayamos a pensar que los huesos de un cuerpo


vivo están muertos, ellos com parten la vida del
cuerpo entero. Así tam bién la doctrina cristiana es
vital. P ara cam biar el ejemplo y llevarlo más ade­
lante diremos: Que la Verdad, es el mismo cora­
zón del Cristianismo.
Se conviene generalm ente en que el Evangelismo
tiene por objeto llevar la P alabra de Dios. Pero
¿qué significa esto? Significa aquello en lo cual con­
vienen tanto los m odernistas como los llamados
“Neo-ortodoxos: de que se tiene que predicar a C ris­
to “ la P alabra viva", de quien da testimonio una
Biblia falsa y falible; o tiene que m antenerse la
posición tradicional de la Iglesia C ristiana de que
es necesario proclam ar la P alabra de Dios, infali­
ble e inerrable a la vez que la "P alabra personal”
o sea el Cristo de las Sagradas Escrituras?
Todos com prenden que !a tarea del Evangelista
es predicar a Cristo; pero ¿qué Cristo? Evidente­
m ente la respuesta a esta pregunta entra en el te­
rreno de la doctrina. ¿Ha de ser el Cristo del Mo­
dernismo? ¿un Cristo que no existió desde la eter­
nidad como segunda persona de la Trinidad; cuya
historia, según lo tenemos en los cuatro Evangelios
es en gran parte mitología; que no nació de una v ir­
gen, cuyo cuerpo volvió al polvo hace muchos si­
glos, y que solamente era divino en el sentido en
que todos los hom bres lo somos, y por tanto no de­
be ser adorado, o en el mejor de los casos fue un
hombre, elevado por sus virtudes al solio de la di­
vinidad, o ha de ser el Cristo de la Biblia, acerca
de cuya persona y naturaleza después de discutir
por siglos, finalm ente, en el año 451 el Concilio
de Calcedonia hablando en nombre de la Iglesia
Cristiana declaró que es: "perfecto en Divinidad y
tam bién perfecto en su hum anidad, “esto es” el
DIOS V 1:1, CF.I.O PARA Itl, F.VANGCUSMO 197
Hijo unigénito de Dios, el Verbo de Dios, en quien
sus dos naturalezas, divina y hum ana existen in-
coníundidas, invariables, indivisibles e inse­
parables?”
Todos com prenden tam bién que el evangelista
tiene que proclam ar la salvación; pero ¿qué salva-
ción? Por los propios esfuerzos del pecador o por la
gracia de Dios? El cristianism o se enfrentó con este
dilema ya en el siglo V. F ue debatido ardientem en­
te por Agustín, obispo de Hipona, en Africa, y el
monje británico Pelagio. La posición de Agustín
era bíblica, de aquí que la Iglesia cristiana la
adoptara.
Pero la Iglesia halló dificultades en m antener
esta posición consistentemente- La herejía del mé­
rito de las buenas obras se introdujo en la C ristian­
dad, y que el pecador es salvo por sus m éritos h u ­
manos, en adición a los m éritos de Cristo, vino a
ser la enseñanza oficial de la Iglesia. Este erro r doc­
trinal fue relutado por la Reforma. El P ro testan ­
tismo insistió en que los m éritos de Cristo consti­
tuyen el único fundam ento de la salvación. Y esta
verdad es la esencia del Evangelio.
Es bien claro que la Iglesia histórica no perdió
su tiempo y energías cuando estuvo em peñada en
controversia doctrinal; antes por el contrario, bajo
la guia del Espíritu de Verdad (Ju a n 16; 13) sostu­
vo el Evangelio. Si hubiese fallado en defender el
Evangelio contra la corrupción herética, la Iglesia
hoy día, no tendría un Evangelio p ara proclam ar.
La Iglesia actual tiene, por lo tanto, el mismo de­
ber solemne de m an ten er la pureza de la doctrina.
La práctica de esta obligación no tiene que ínterfe-
rirse con el Evangelismo, pero es esencial al mismo.
El Evangelismo cristiano, se m antiene o cae con
su doctrina.
198 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Nunca pisó la tierra otro evangelista m ás celo­


so que el apóstol Pablo; sin em bargo, estuvo em pe­
ñado en controversias doctrinales; y no lo hizo de
modo suave. Agresivamente declaró: “Aunque
nosotros mismos, o un ángel del cielo, os predica­
ra otro Evangelio que el que os hemos predicado,
sea m aldito”. (G álatas 1-18). Era celoso en favor
de la doctrina p u ra porque era celoso p ara el Evan­
gelismo. Su celo por una cosa im pulsaba la otra.
E ran am bas una sola pieza.
El celo por el Evangelismo, divorciado de inte­
rés por la doctrina cristiana, es celo sin conoci­
miento (Romanos 1-2).
Es un falso celo el que se manifiesta con olvi­
do del adoctrinam iento necesario en los miembros
de la Iglesia, particularm ente de los niños. La p re­
dicación doctrinal es im popular hoy día. Los miem­
bros de las iglesias prefieren que se les diga desde
el pùlpito lo que tienen que luicer, más que lo que
tienen que creer. La m ayoría de ellos no tienen in ­
terés en la teología, y los pocos que la tienen, se
creen ellos mismos doctores en teología. Sus pasto­
res suelen dejarles en sus propias ideas. Hubo un
tiempo cuando los hijos del Pacto eran instruidos
por sus pastores en las verdades de la religión cris­
tiana. Hoy día apenas se intenta. U n misionero de
Arabia, durante su periodo de vacaciones en Amé­
rica, censuró a un auditorio de am ericanos, todos
amigos de la obra m isionera, diciéndoles que hacían
menos por la educación religiosa de sus propios hi­
jos que lo que estaban haciendo p ara la educación
de los niños mahometanos. La iglesia que descuida
el adoctrinam iento de las generaciones futuras,
pronto no tendrá misioneros p a ra enviar. Por lo
menos misioneros celosos p ara d eclarar el ùnico
Evangelio verdadero.
D IO S Y E L CI-I.O l’A RA hl. B V A N O iM .IS M Ü 199

El celo orientado hacia la Teología

La acusación de que el interés teológico os in­


compatible con el celo evangelístico, ha sido hecha,
mayormente, contra los adherentes a la Teología
Debemos conceder que no todos los que no todos los
que profesan la fe Reform ada son celosos p ara las
misiones. Aún cuando adm itam os tam bién que los
Moravos, P ietistas y los M etodistas h an tenido celo
misionero, puede fácilmente dem ostrarse que la fe
Reform ada, propiam ente com prendida y creída de
corazón, conduce al celo evangelístico.
Un resum en de lo dicho anteriorm ente ac la ra rá
este punto.
La Soberanía divina es el principio fundam ental
del Cristianismo. Puede asegurarse que el Calvinis­
ta lucha por la soberanía de Dios más que otros
cristianos. Ahora bien; esta Soberanía se hace pro­
m inente en tres aspectos: El de la voluntad única
de Dios: su voluntad secreta o de decreto; voluntad
revelada o preceptiva; y lo que suele ser llam ado
su voluntad de deseo. Desde cualquiera de estos
puntos de vista, la consideración de la voluntad
soberana de Dios, sólo puede engendrar celo en la
difusión del Evangelio.
Desde la eternidad Dios eligió en Cristo a cier­
tas personas para la vida etern a (Efesios 1-4), Que
nadie confunda esta verdad con el fatalism o teo­
lógico o el determ inism o filosófico. Dios escogió en
am or; por consiguiente Dios no fuerza a los elegi­
dos al cielo. L’I ordenó que los tales sorian salvos por
el Evangelio y no por otro medio. De ah í se sigue
que la Elección, dem anda Evangelismo; y tam bién
que la Elección garantiza los resultados del Evan­
gelismo. Si se dejara a los pecadores, totalm ente
depravados como son, el responder de su propia
200 nvA Ncni.isM o tííocéntrico

voluntad a la fe del Evangelio, nadie respondería.


Como es Dios que escogió a algunos de ellos. El con­
cederá a los elegidos, la gracia de creer. Esto ha si­
do dicho en capítulos precedentes; pero debe ser
repetido aquí con énfasis especial.
La gran Comisión es un m andato del Dios sobe­
rano. Evidentem ente, cuanto más seriam ente se
toma el hecho de la Soberanía divina, tanto más se
siente un creyente obligado a cum plir este m anda­
to. De entre los cristianos nadie como el Calvinista
se ve obligado a decir: “Me es im puesta necesidad,
y ¡ay de mi si no predicara el Evangelio!” (1.’ Co­
rintios 9-16).
Tam bién es un m andato soberano de Dios, para
todo aquel que oye el Evangelio, el creer en Cristo.
La verdad de que nadie puede creer a menos que
Dios no lo traiga por la gracia in'esistible del Espí­
ritu Santo (Juan 6; 44), no quita nada a la obliga­
toriedad de este mandato; ni hay nad a irrazonable
en él. Si Dios requiriera del hombre algo que no
pudiera hacer, como por ejemplo alte ra r la órbita
de la tierra alrededor del sol, seiía irrazonable e
injusto. Pero cuando Dios requiere del hom bre que
ponga su confianza en su Creador, pide tan sólo
aquello que podia hacer originalm ente. Y aú n cuan­
do el hombre, en su estado caído, no sea capaz de
ello, tiene que culparse a si mismo, tan sólo, por es-
la pérdida. El derecho de Dios no es afectado de n in ­
gún modo. Por esto el pecador debe creer, o perecerá
eternam ente. ¡Qué incentivo no es este p ára insis­
tir en este m andato a los perdidos!
El cristiano Reformado, no rehuye las p arad o ­
jas bíblicas. Ciertam ente no cae en el irracionalis-
mo de la neo-Ortodoxia, pues rechaza, con todas
sus fuerzas, la enseñanza de que la Verdad se con­
tradice a si misma. Pero encuentra de un modo
DIOS Y El. CULO TARA El. F.VANGLLISMO 201

inequívoco que en la E scritura hay a veces dos ver­


dades que no pueden ser reconciliadas en el trib u ­
na] de la razón hum ana, y en tal caso sujeta gusto­
sam ente su lógica a la P alabra divina. Una de estas
más rem arcables p aradojas bíblicas es la de que
Dios, que escogió soberanam ente, de entre la raza
caída, a un cierto núm ero de personas p ara la Vi­
da eterna; ofrece, sin em bargo, a todos los hom ­
bres la vida eterna asegurándoles de que nada le
com placerá más que su aceptación de tal oferta.
Dios asegura a los pecadores, en todo lugar, que
El “quiere que todos los hom bres sean salvos’’
(1.‘ Tim; 2-4). Esto es tam bién una expresión de la
Soberanía de Dios, y su proclam ación es un reco­
nocimiento de la tal Soberanía. Así lo declara, a p a ­
sionadam ente, el Calvinista.
Todo el m undo sabe que el apóstol Pablo fue el
m ás grande misionero que ha tenido la Iglesia cris­
tiana en todos los tiempos. Aunque él adm itía ser
‘ el menor de los apóstoles” , y aún: “indigno de ser-
llam ado apóstol” , podía testificar: “Por la gracia
de Dios soy lo que soy y su gracia no h a sido en
vano para conmigo; sino que yo he trab ajad o m ás
que todos ellos ” (1.* Cor. 15; 9-10). Pero tam bién
es notorio, para todo lector de sus epístolas, que el
mismo apóstol fue el cam peón de la Soberanía de
Dios. El hecho de que el m ás grande m aestro de la
Soberanía divina, fuera a l mismo tiempo su más
prom inente misionero, no es nada accidental, sino
que, según todas las reglas de la lógica, así tenia
que ser.
O tra enseñanza distintiva de la fe R eform ada es
la del “Pacto de la G ra c ia ” . Como de la doctrina de
la Elección, tam bién ha sido dicho de esta verdad,
ser contraria al celo misionero. Sin embargo, enten­
dida propiam ente, esta doctrina no es menos eíec-
202 EVANGKI.ISMO TEOCÍNTRICO

(.iva en engendrar celo evangelístico que la de la


Elección. EJ Pacto de la G racia, no tiende al p a rti­
cularism o y la separación, sino que sostiene, como
medio no como fin, la idea universalista. Dios o r­
denó a Abraham salir de su tierra y de su parentela
y de la casa de su padre a fin de que en él pudieran
ser benditas todas las familias de la tierra (Génesis
12; 1-3). Es tan amplio el concepto del Pacto de la
G racia que puede decirse que este Pacto está do­
quiera el Evangelio es proclamado. Y como el P ac­
to de Dios en la concesión de gracia salvadora im ­
plica lazos familiares, el evangelista puede tener
mayor seguridad de que sus trabajos en el Señor
no serán en vano (1.* Cor 15; 58), pues sabe que,
no sólo tendrán fruto en el presente, sino que con­
tinuarán llevándolo de generación en ‘generación.
Tam bién esto ha sido dicho antes, pero debía
dársele aquí un énfasis especial.
La fe Reformada provee el más fuerte y noble
motivo para el Evangelismo. El am or por los p er­
didos, es, por cierto, un motivo alto y digno; pero
no es el últim o motivo. La razón final, y el motivo
m ás compulsivo, debe ser el am or p ara el adorable
Señor y Dios.
La fe Reform ada presenta el m as puro y más
inclusivo m ensaje de evangelización. Enfatiza con
inequívoca consistencia la enseñanza escritural de
la salvación por la gracia de Dios. En este signifi­
cativo punto está en completa oposición al M oder­
nismo; pero tam bién sobrepasa al Luteranism o en
su concepto sinergístico de salvación; y al Arminia-
nismo, que hace a Dios dependiente de la acepta­
ción personal de la salvación. El concepto Refor­
mado presenta, de cierto, “.todo el Consejo de Dios”
(Hechos 20; 27). Aunque aparentem ente contradic­
toria, esta verdad está en perfecta arm onía con las
DIOS Y EL CítI.O PARA Rl, EVANGELISMO

enseñanzas de la Elección divina p articu lar, y con


el am or divino universal; pues incluye am bas cosas.
La fe Reform ada presenta el m ás alto propósito
para el Evangelismo, que es: No sim plem ente la
salvación de las alm as; ni el crecim iento espiritual
de la Iglesia; tam poco la venida del reino de Cristo.
Todos estos propósitos del Evangelismo son im por­
tantes, aún m ás diremos: de inestim able im portan­
cia; sin em bargo ellos no son sino medios p ara el
cum plim iento de aquel fin por el cual todas las cosas
vinieron a existir y continúan existiendo y p ara el
cual Dios hace todo lo que hace, ya que en ello cul­
m inará un día toda la historia de la hum anidad y
continuará por edades sin fin, y esto es: La gloria
de Dios.
En resum en: De entre todos los cristianos, el
cristiano Reform ado debe ser el m ás celoso p ara el
Evangelismo. Si es realm ente —no tan sólo nom i­
nalm ente— un cristiano Reformado, asi deberá ser.
15
DIOS Y EL METODO
DEL EVANGELISMO

G eneralm ente hablando, el método del Evange­


lismo debe ser determ inado por los principios deJ
mismo. Sobre este punto creo que no hay lugar p ara
diferencia de opinión. Sin embargo, no debe dedu­
cirse de ahí que cada detalle del método envuelve un
principio. Con frecuencia el modo de proceder es de­
term inado adecuadam ente por algún sistema expe­
ditivo. En otras palabras: Hay "adiaphora", esto es,
cosas que puedan tener la aprobación divina sin h a ­
ber sido ordenados divinamente. Negar esto es no
com prender el hecho evidente que las condiciones y
circunstancias varían grandem ente según los luga­
res. La testarudez no es buena teologia. Dios, sin du­
da, es un Dios de ley y de orden, pero tam bién es un
Dios que adm ite variedad. No hay dos hojas en todos
los árboles del m undo que sean exactam ente igua­
les; y aú n cuando hay un sólo cam ino de salvación,
que es Cristo, no hay dos personas que al andar por
él hayan tenido experiencias com pletam ente idénti­
cas. La variedad tiene tam bién su lugar en el méto­
do evangelístico.
206 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Este capitulo tiene que ver, tan solo, con el méto­


do evangelístico en aquello que se encuentra íntim a­
m ente relacionado con principios evangelisticos. En
otras palabras, los métodos que vamos a considerar
tienen im portancia teológica.
La procedencia de la Iglesia organizada

La Iglesia C ristiana es un agente ordenado por


Dios p a ra el Evangelismo. Esta verdad se aplica p ri­
m ariam ente a la Iglesia como organización. A los
apóstoles, que fueron el prim er núcleo organizado
en en el mundo, les dio Cristo el m andato de hacer
discípulos en todas las naciones (Mateo 28-19/. El día
de Pentecostés la Iglesia organizada fue capacitada
por el Espíritu S anto p ara realizar esta tarea (He-
chos 2). Fue la iglesia de Antioquía de S iria la que,
bajo la dirección del Espíritu, envió a Bernabé y a
Saulo como misioneros (Hechos 13: 1-4).
De ahí no se sigue que los creyentes individuales
no pueden ser testigos del Evangelio, deben serlo,
con toda seguridad. Ni se sigue de ahí que grupos de
individuos cristianos representando la Iglesia como
un organismo, m ás que como organización, no pue­
dan em prender esfuerzos evangelisticos. Pueden y
deben hacerlo, bajo ciertas circunstancias. Sin em ­
bargo, existe el hecho de que, según la Escritura, la
Iglesia organizada es el prim er agente del Evange­
lismo, y ello trae varias implicaciones definidas. He
aquí cuatro de las tales:
En prim er lugar, la Iglesia organizada debe re a ­
lizar labor evangelística. La actividad evangelística
es una señal de la verdadera Iglesia, por lo tanto la
Iglesia organizada no debe d ejar enteram ente la rea­
lización de esa ta re a a sus miembros individuales, ni
a las asociaciones voluntarias de sus hijos.
DIOS Y EL MIÍTODO l’ARA El. EVANGELISMO 207
En segundo lugar, las asociaciones voluntarias de
creyentes, no deben, en circunstancias norm ales,
sustituir a la Iglesia, autorizada como agente del
Evangelismo. Lo que más pueden es suplemental- la
obra de la Igiesi. Los comités misioneros, y los evan­
gelistas independientes de cont:ol eclesiástico, so­
lam ente deben ser organizados cuando la Iglesia
falla en realizar la tarea asignada por Dios, y todos
los esfuerzos p a ra persuadirla h an fracasado.
En tercer lugar, los concilios eclesiásticos tales
como El Concilio Nacional de Iglesias de Cristo, y
el Concilio Internacional de Iglesias Cristianas, p a ­
ra nom brar solamente dos de t a ’e;: organizaciones,
no son iglesias. Un Concilio de iglesias no es una
Iglesia, ni debería perm itírsele ser u n a super-Igle-
sia. P or esta razón tales organizaciones tienen que
abstenerse de u su rp ar las funciones que pertenecen
propiam ente a las iglesias constituidas, y una de
las m ayores funciones es la del evangelismo.
En cuarto lugar, la razón porque Dios ha asig­
nado la obra del evangelismo principalm ente a la
iglesia organizada, es porque el resultado h a de ser,
convertidos que deben unirse a la Iglesia. El propó­
sito del evangelismo no es m eram ente la salvación
de alm as individuales, sino la adición de alm as sal­
vas a la Iglesia. Hablando dt un modo general, es
más de esperar que el evangelismo realizado por
la Iglesia organizada contribuirá al crecim iento de
esta, que el evangelismo llevado a cabo por socieda­
des voluntarias de creyentes.
La prioridad del evangelismo Educativo
Hay dos métodos de evangelismo en contraste, el
evangelismo de m asas y el evangelismo personal
No es necesario defender uno de estos con exclusión
del otro. Pueden com plem entarse el uno al otro. Lo
208 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

que tiene que hacerse observar de u n modo pro­


minente es que sea cualquiera de estos dos métodos
que se emplee, siem pre la instrucción, enseñanza y
educación debe tener prioridad.
Sobre la necesidad del evangelismo personal to­
dos estam os de acuerdo. Asimismo con el evange­
lismo de masas, en la edad presente. Evidentem en­
te hay argum entos de valor contra el evangelismo
de masas, como es concebido y generalm ente lleva­
do a cabo hoy día.
H istóricam ente, el llam am iento del evangelismo
de masas ha apelado, por lo general, a la voluntad
y devoción de los creyentes. Esto se refiere al evan­
gelismo predicado por Wesley y W ithefield; hasta
cierto punto al de Jo n ath an Edwards, y de un mo­
do m ás seguro al de Dwight L. Moody, Charles G.
Finney. Billy Sunday y Gipsy Sm iths de tiempos
más recientes. Hubo justificación en otros tiempos
con respecto a este llam am iento urgente. Es que los
evangelistas antes nom brados podían contar con
cierta medida de conocimiento de las enseñanzas
básicas del Cristianismo en las gentes que los es­
cuchaban. Este supuesto ya no es válido hoy día,
ni siquiera en países nom inalm ente cristianos, co­
mo Inglaterra y Estados Unidos de América. Hoy
día las m asas del pueblo están casi totalm ente ig­
norantes de la historia bíblica, y de la doctrina b í­
blica; así como de las enseñanzas m orales de la
Biblia. P or consiguiente, la predicación evangelís-
tica debe ser hoy día, an tes que todo, instructiva.
El pueblo necesita ser enseñado en la P alab ra de
Dios. La frase tan repetida por Billy G rah am en
sus sermones “La Biblia dice” es evidentem ente un
esfuerzo para rem ediar tal ignorancia. Pero es un
esfuerzo débil si se tiene en cuenta los límites de
un sermón.
DIOS Y EL MÉTODO PARA EL EVANGELISMO 20.9

Hay otra razón m ás p ara d ar énfasis hoy día al


evangelismo educativo. Por ignorantes que sean
las personas, y lo son mucho actualm ente acerca
de la religión cristiana, no puede negarse que la
educación secular, aunque gravem ente falta de
.solidez filosófica está mucho m ás extendida que h a ­
ce 'medio siglo. El nivel general de la inteligencia
ha aum entado, esto puede afirm arse, incluso de
algunos países paganos. En los Estados Unidos ca­
si todo el mundo está obteniendo estudios superio­
res. N uestros colegios son incapaces de alo jar a to­
da la juventud que tra ta de educarse. Esto hace
que exista cierto desprecio hacia el evangelismo
emocional. Existe una creciente y Justa dem anda a
que el evangelista pruebe lo razonable de la reli­
gión cristiana. Esta dem anda debe ser respondida
por una apologética, razonable y bíblica. Existe la
idea, en las m entes de muchos bien intencionados
cristianos, de que el llam am iento a alguna m anifes­
tación inm ediata, es una p a rte esencial e indispen­
sable del evangelismo de masas. P ero hay u n a se­
ria objección a tal procedim iento y es que apela
dem asiado a la voluntad y al emocionalismo. T ras
de él aparece una falacia teológica. Se supone que
el hom bre irregenerado tiene capacidad, de su p ro ­
pia y libre voluntad, p ara acep tar a Cristo por la
fe; y que es tarea del evangelista ap elar por medio
de una poderosa invitación, a la voluntad y emo­
ciones del hom bre n a tu ra l p ara “hacerle levantar".
En la parábola del sem brador, que podría ser
en m ás razón denom inada parábola de los terrenos,
Jesús llam a la atención al peligro en que se halla
envuelto el evangelismo de m asas tradicional. Dice
el Señor: "Lo sem brado en pedregales, es el que oye
la P alab ra y luego la recibe con gozo; pero no tie­
ne raiz en sí, antes es tem poral; que venida la tri­
210 1:VANGliLISMO TEOCÉNTRICO

bulación o la persecución por causa de ¡a P alabra,


luego se escandaliza” (Mateo 13: 20-21). El gozo es
una emoción; el gozo repentino suele ser general­
mente emocional. Evidentemente Jesús tenía en
mente a la persona afectada solamente emocional­
m ente por el Evangelio, pero que no ha experim en­
tado nunca en su corazón y su m ente ningún cam ­
bio por la P alabra y el Espíritu de Dios. Por supues­
to, no se refiere el Salvador al don del Espíritu
Santo y el nuevo corazón. Sin em bargo no puede
tampoco significar que el don del Espíritu Santo,
que es un corazón nuevo; y la aplicación de la Pa­
labra de Dios en los corazones, d ejará a los verda­
deros convertidos, fríos y sin emoción alguna; pe­
ro la prim era emoción no debe ser gozo, sino tris­
teza por el pecado, arrepentim iento hacia Dios y
escape al Salvador crucificado. El gozo seguirá
después.
¿Tenemos que condenar entonces el evangelis-
mo de masas como tal? En ninguna m anera. Hay
claros ejemplos en el Nuevo Testam ento de esta
clase de Evangelismo que fue bendecido por Dios.
El sermón pentecostal de Pedro fue predicado a
millares, y consiguió tres mil convertidos de una
vez. Pero no debe olvidarse el hecho de que el a u ­
ditorio de Pedro consistía, m ayorm ente, de judíos
dispersos que- poseían buenos conocimientos de las
S agradas E scrituras del Antiguo Testam ento, y a
estos se dirigió el sermón de Pedro, refiriéndose a
pasajes bíblicos que conocían. Aunque Pedro se di­
rigió en este sermón a los corazones de sus oyentes,
como todos ¡os predicadores deben hacer, no pode­
mos olvidar que fue un sermón educativo. El após­
tol probó por los profetas que Jesús de N azaret,
el que había sido crucificado, resucitado y ascendi­
do a ¡os cielos, era el verdadero Mesías; e informó
DIOS Y EL MÉTODO PARA EL EVANGELTSMO 211
a sus oyentes de que aquel Jesús es quien había de­
rram ado sobre ellos el don del Espíritu Santo
(Hechos 2: 14 a 40).
El Evangelismo de m asas tiene que ser estim u­
lado por obvias razones. Por la razón obvia de que
el Evangelio tiene que ser llevado, tan pronto co­
mo sea posible, a tantos como sea dable alcanzar.
El evangelista que tiene el privilegio de dirigirse a
grandes masas, puede sentirse agradecido por tal
oportunidad. Pero su m ensaje debe ser de buena
clase. Aunque apele al intelecto de los hom bres, a
sus voluntades, emociones e imaginaciones, tiene
en prim er lugar que enseñar la P alabra de Dios.
Por desgracia no puede afirm arse que el evangelis­
mo, en muchos casos, cum pla el propósito de la
gran Comisión, que es de enseñar a las personas a
g uardar las cosas que Jesús ha mandado. P o r esto
hay hoy día una urgente necesidad de evangelismo
educativo.
El evangelismo de m asas tendría que p rep arar
el cam ino para el evangelismo personal. AI predi­
car a grandes m ultitudes, el evangelista, deber dar
oportunidad de un modo u otro a aquellos que quie­
tan conocer m ás acerca del cam ino de Salvación
a que lo expresen. Es asunto de suprem a im portan­
cia que aquellos que expresan tal deseo sean real­
m ente instruidos después.
De este modo el evangelismo personal sería el,re­
sultado del evangelismo de masas. Sin em bargo el
evangelismo personal no depende del evangelismo
de masas, tiene un lugar por si mimo. En la Biblia
ccupa un lugar muy prom inente. La historia del
proceder de Dios con Caín {Génesis 4: 9-15); de la
reprensión de N athan a David (1 / Sam uel 12: del
1 al 14); la predicación del S eñor a Nicodemo (Ju an
3); la conversión de la m u jer sam aritana (Ju an
212 EVANCni.JSMO TEOCÉXTRICO

4: 29); la del eunuco etiope (Hechos 8: 26-39); la


del centurión romano, Cornelio {Hechos 10); del
carcelero de Filipos (Hechos 7: 25-34); y del escla­
vo Onésimo, que hallam os en la carta de Filemon,
son unos pocos de entre numerosos ejemplos. La ra ­
zón, es concluyente. La conversión es una experien­
cia em inentem ente personal. Nada puede ser más
personal. Y debe ser notado que el evangelismo
personal, ordinariam ente obtiene una mejor opor­
tunidad para y por medio de una enseñanza efec­
tiva, que el que se hace ante las masas.
Cada iglesia debería tener una clase, presidida
por el pastor, para la instrucción de candidatos que
desean conocer el cam ino do salvación; y si alguna
vez hay muy pocos de los teles, debe recor darse que
no es trabajo perdido el instruir a un solo, pues
‘ Hay gozo en e! cielo por un pecador que se a rre ­
piente” (Lucas 15: 7).

Lo que debe abarcar el método adecuado

¿Cuál es el método más adecuado para el Evan­


gelismo? Dicho en pocas palabras: El evangelista
no solamente tiene que trae r el evangelio de salva­
ción del pecado y la m uerte eterna, sino tam bién
instruir a las personas en los beneficios de la cul­
tu ra cristiana, entre los tales puede referirse a la
salud, cuidado médico, hospitales, escuelas, hoga­
res, m ejores métodos de agricultura, justicia y de­
cencia entre las relaciones hum anas El problema
de la paternidad necesita ser puesto actualm ente
en esta lista.
DIOS Y EL MÉTODO PARA EL EVANGELISMO 213
Hay que com prender lo que significa la verda­
dera cultura, pues se ha incluido en ella m ucho que
es indigno de tal nombre. P o r ejemplo, los m éto­
dos del control de nacim ientos, no pueden llam arse
cultura cristiana; y todo lo que es contrario a la
verdadera religión, tiene que ser excluido. Sin em ­
bargo la cultura, propiam ente enseñada, es una
gran bendición.
Como fue señalado bajó el título: “Dios y la tác­
tica del Evangelismo” , Jesú s empleó este método
cuando con sus milagros de sanidad preparó a los
hom bres para la recepción del Evangelio. Mandó
a sus discípulos usar el mismo método cuando les
instruyó, no solam ente para que predicaran el
Evangelio, sino p ara que c u raran a los enferm os
(Lucas 9: 2). Además, es un hecho innegable, que
había m ucha cultura en los países paganos, como
por ejem plo Egipto, Babilonia, Rom a, Persia y
Grecia. El disfrute de tal cultura y no solam ente
después de la religión cristiana. Esto es verdad asi­
mismo ai introducir la religión cristiana en tre los
pueblos atrasados en los países atrasad o s paganos
o entre los habitan tes de los suburbios en las g ran ­
des ciudades. La conversión les perm ite disfrutar
de un modo m ás pleno de los beneficios del Cris­
tianismo.
Después de h ab er concedido gustosam ente que
hay u n uso m ás adecuado del método inclusivo
debe hacerse u na seria advertencia. No es poco co­
mún p ara los partidarios de este método el p erver­
tirlo. Los beneficios de la cultura son puestos de
relieve a expensas del Evangelio. Dicho brevem en­
te. La cristianización cuyo fin últim o es el Evange­
lismo, es substituida por la civilización.
No es superfluo insistir en lo que debe ser evi­
dente, que Evangelización debe ser evangelización.
214 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

La prim ordial tarea del Evangelista es traer el


Evangelio. AI hacer esto debe hacer uso de varias
ayudas, pero cualquier ayuda que emplee debe ser
subsidiaria a la realización de su tarea. La difu­
sión del Evangelio es su único propósito. Y el Evan
gelio son las Buenas Nuevas de lo que Dios ha he-
cho en Cristo p ara salvar a los hom bres perdidos
de la culpa del pecado y del poder de la corrupción
inoral p ara im partirles Justicia y santidad a fin de
calificarles para su servicio en la tierra; escapar
del infierno y e n tra r en la perfecta bendición del
cielo.
Los medios modernos de transporte y comunicación
Aunque es innecesario decirlo debe recordarse al
lector que el m undo de hoy día es en muchos aspec­
tos totalm ente diferente del de Pablo, en otras p ala­
bras, es mucho m ás pequeño. Com parativam ente
hablando Tokio está hoy día mucho m ás cerca de
Nueva York que Roma de Jerusalem en los días
de Pablo. Los medios modernos de transporte espe­
cialm ente el Jeep, lo h an transform ado todo y los
modernos medios de comunicación como la radio
han prácticam ente anulado las distancias. No todos
los cristianos aprecian tales inventos como debie­
ran; algunos parecen recelosos acerca de ellos, pe­
ro no deben ser asi. Consciente o inconscientemente
el hombre está cumpliendo con duro esfuerzo el
m andato recibido de Dios de subyugar la tierra y
todas sus fuerzas inherentes (G ènesi: 1: 28). Tales
inventos como los antes mencionados representan
el descubrim iento por parte del hom bre de aque­
llas leyes de Ja naturaleza dadas por Dios desde un
principio, de la creación.
A unque es posible tam bién y aú n verosímil que
según el mito im aginario Frankestein de la señora
DIOS Y ÜL MÉTODO PARA EL EVANGELISMO 215

Schelley, la raza hum ana podría descender hacia


su propia destrucción por medio de sus inventos,
no debe ser olvidada la verdad que Dios quiere que
su Iglesia haga un uso diligente y eficaz de los me-
dios modernos de transporte y com unicación p ara
la más pronta extensión dei Evangelio a las pdrtes
más rem otas de la tierra, apresurando así el día
de la vuelta triunfal de Cristo (M ateo 24: 14).
Esto tam bién dem anda una profunda teología.

La Iglesia indígena

Indígena significa simplemente nativo y no es


ninguna expresión peñorativa cuando lo aplicam os
a ciudadanos de países civilizados.
En décadas recientes muchos h an insistido en
que muy pronto cuando la Iglesia ha nacido en un
país extranjero por la predicación del Evangelio,
el misionero encargado debe trasladarse a otro
país y d ejar la nueva iglesia nativa organizada n a ­
vegar por si misma. Uno de los m ás ardientes abo­
gados de esta política fue Ju a n Livingston Newius,
que trabajó como misionero presbiteriano en China
y Japón desde el año 1854 hasta su m uerte en 1893.
El método em pleado por él y que algunas veces lle­
va su nom bre, fue pronto adaptado por los misio­
neros en Corea y obtuvo grandes éxitos. El método
indígena de Newius p ara la obra misionera insisten
cu atro puntos particulares: “Sostenim iento propio,
gobierno propio, educación propia y propia p ropa­
gación por la iglesia n ativ a”.
No es difícil encontrar argum entos válidos p ara
este método. He aq u í algunos de ellos.
En cuanto al sostenim iento propio, por regla
general no es sano, p ara u n a iglesia nativa perm a­
necer financieram ente dependiente de una iglesia
216 KVANOELISMO TEOCÍNTRICO

c de varias que la sostengan desde un país cristia­


no remoto. M ás que una gracia que se recibe, todos
los creyentes deben ser enseñados que el C ristia­
nismo es un sacrificio requerido p ara obtener su
fruto en la eternidad. Y si la Iglesia nativa se sos­
tiene a si mism a, los fondos que gasta el misionero
que fue instrum ento p ara su fundación pueden
servir para el m ayor entendim iento del Evangelio.
En cuanto al gobierno propio puede llam arse la
atención al hecho de que cuando Pablo y B ernabé
volvieron a Antioquía de su p rim er viaje misionero,
visitaron los lugares donde la semilla había llevado
fruto y “ordenaron ancianos en cada iglesia" (He­
chos 14: 23). Esto significaba una gran medida de
gobierno propio. Puede ser tam bién argüido con toda
razón que cada iglesia local o p articu lar, en vez de
ser u na pequeña p arte del cuerpo místico de Cristo
es una m anifestación de este cuerpo en su totali­
dad, o hablando en térm inos teológicos, una
“Ecclesia com pleta”. De este principio se sigue que
ninguna iglesia debe señorear sobre otra. En cu an ­
to a educación propia, cada convertido debe com­
prender claram ente el hecho de que sólo tiene una
pequeña iniciación en el conocimiento que debiera
tener y que por tanto mediante diligente estudio de
la P alabra de Dios en privado o en colaboración
con otras es su deber “crecer on la gracia y conoci­
miento de nuestro Señor Jesucristo” (2.* Pedro
3: 18). Asimismo que el pastor nativo n o tiene m a­
yor deber de discutir y g an ar personr.s de fuoi-a que
el enseñar a su rebaño la P alab ra de Dios”.
En cuanto a propagación propia, que cada
miembro o iglesia nativa debe ser enseñada que
com parte el sacerdocio universal de los creyentes,
por tanto tiene un solemne deber de confesar a
Cristo delante de los hombres (M ateo 10: 32-33). Y
DIOS Y LA COOPERACIÓN EV El. KVANGELISMO 217

m ostrar las virtudes de aquel que nos ha llam ado


de las tinieblas a su luz adm irable (1.* Pedro 2: 9).
Si la membresía de la Iglesia nativa es fiel a este
respecto, el misionero que les ayudó a encontrar la
verdad estará en posesión de seguir el ejemplo de
Pablo, quien, según su propio testim onio se esfor­
zó en predicar el Evangelio donde Cristo no había
sido nom brado, no fuera que edificara sobre fun­
dam ento ajeno. (Romanos 15: 20) y asi la difusión
del Evangelio será acelerada. Tam bién en muchos
casos se encontrará que un evangelista nativo tie­
ne m ás influencia con sus vecinos no salvados de
la que pudiera tener un misionero extranjero.
Algunos sucesos de actualidad en el m undo pro­
veen un fuerte argum ento en favor del método in ­
dígena. Ahora que los misioneros cristianos son des­
terrados de la China Com unista es muy de desear
que las com unidades cristianas nativas en .aquel
país hayan aprendido la p ráctica del sostén propio,
gobierno propio, educación propia y propagación
propia. Lo que ha sucedido en aquel país puede su ­
ceder en o tras partes.
La enseñanza escritural de la preservación o
perseverancia de los santos, ha sido usada p a ra
exagerar el método indígena. Se arguye que pues­
to que es cierto que Dios, que empezó u n a buena
obra en los nuevos convertidos, la perfeccionará
hasta el día de Jesucristo (Filipenses 1: 6), el misio­
nero que h a sido el instrum ento en traerles a la fe
puede p a rtir ya en cualquier momento. La doctri­
na de la eterna seguridad de los creyentes es cier­
tam ente muy preciosa; sin em bargo la anterior a r ­
gum entación debe ser juzgada como simplista. No
tiene en cuenta la verdad de que la salvación no es
m eram ente una experiencia m om entánea, sino un
proceso de toda la vida y falla en hacer justicia al
218 EVANGIiLISMO TEOCÉNTRICO

hecho evidente de que al hacer que sus hijos perse­


veren en la íe y crezcan en santidad, Dios emplea
su palabra como medio. ¿No intercedió Jesús por
sus discipulos diciendo: “Santifícalos en tu V erdad”?
(Juan 17: 17). De ahí se sigue que puede ser una
ventaja espiritual p ara los miembros de una iglesia
nativa, recién organizada, el que el misionero con­
tinúe por algún tiempo enseñando la P alabra de
Dios.
Aunque por lo general puede hacerse mucho
bien, bajo el método antes expuesto, el principio de
;a iglesia indígena, si puede llam ársele principio
no puede tener validez universal ni en todas las
circunstancias.
Las iglesias nativas pueden continuar teniendo
necesidad de ayuda financiera por un periodo de
tiempo indeterminado. En este mom ento las igle­
sias del sur de Corea son un ejemplo. Una iglesia
establecida en una colonia de leprosos sería otro
ejemplo.
En la edad apostólica, el gobierno propio de las
iglesias gentiles no fue sin limitaciones. Cuando los
judaizantes con su insistencia en favor de la cir­
cuncisión de los convertidos gentiles al C ristianis­
mo, ci earon un serio problem a en aquellas iglesias,
el asunto no fue dejado a su discreción, sino que
fue traído al Concilio de Jerusalem , compuesto de
“ancianos y apóstoles" p ara que diesen su fallo
(Hechos 15). Y, por ex trañ o que parezca la Iglesia
de Corinto tuvo que ser exhortada, y lo fue peren­
toriam ente por el apóstol Pablo, a que excom uni­
cara a un miembro que vivía en pecado de incesto
(1.* Cor 5). Sucesos recientes en la historia m un­
DIOS Y EL M Í TODO PARA EL EVA.NCEUSMO 219
dial h an probado que no toda trib u o nación alri-
cana es capaz de tener un gobierno civil propio. La
aserción de que cada iglesia nativa es, desde el mis­
mo instante de su fundación, capaz de ir adelante
en su propio gobierno sin ninguna ayuda no puede
ser garantizada.
Nadie osaría decir que el misionero Pablo dejó
a las iglesias que había fundado la tarea de edu­
carse a si mismas. P or el contrario él continuó edu­
cándolas con sus visitas y sus epístolas. En su 2."
carta a los Corintios, que probablem ente fue escrita
en el año 57, unos 5 años después de su p rim era vi­
sita a aquella ciudad, expresó la esperanza de p re ­
dicar el Evangelio en las regiones m ás allá de ellos,
y dijo: "C uando vuestra fe haya crecido" (2.f Cor.
10: 15-16). Aún desde su prisión en Roma trabajó
con todas sus fuerzas en la tarea de edificar a las
iglesias en la fe, y continuó haciéndolo hasta el
día de su m artirio.
Con respecto a la propia propagación, cuando
los evangelistas nativos se dirigen por su cuenta a
esta ta re a necesaria, pueden en algunos casos h a ­
llar de m ucho valor el consejo y guía de los mi­
sioneros.
U ltim am ente se oye decir que a las iglesias de
convertidos recientes no debería pedírseles adoptar
credos históricos de ia cristiandad, sino ser an im a­
dos a fija r su propia versión de la doctrina cristia­
na. Es dilícil im aginar otro consejo peor. Solam ente
puede ser dado por aquellos que están faltados de
todo sentido histórico o que son hostiles a la ver­
dad que es en Cristo. ¿Dede la Iglesia cristiana de
hoy ignorar prácticam ente la historia en tera del
220 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Cristianismo? ¿No tiene el pasado lecciones que en­


señarles? y ¿No son aquellas grandes confesiones el
Credo Niceno, el Credo Apostólico, la Confesión de
Ausburgo, los 39 artículos de la Iglesia de Inglate­
rra, los Cánones de Dort y la confesión de WesmlJis-
ter, productos de la G u ía dada a la Iglesia histórica
para hallar la Verdad por el Espíritu de Verdad por
Cristo Jesús? (Ju an 16: 13). B urlarse pues de esta
guía es un pecado grave.
16
DIOS Y LA COOPERACION
E N EL E VA NGELISMO

La Iglesia y el Estado

El antiguo y espinoso problem a de la relación en­


tre la Iglesia y el Estado surge frecuentem ente en
la práctica del Evangelismo. En las misiones ex tra n ­
jeras está poniéndose m ás agudo por la n atu ral r a ­
zón de que el misionero tiene que ver con dos go­
biernos, el suyo propio y el de la gente entre los
cuales trab aja, y este últim o en muchos casos no
ha sido influenciado por las tradiciones cristianas.
Lo ano sigue no pretende ser la últim a palabra
en este intrincado problem a, sino unas breves de­
claraciones sobre principios teológicos acerca del
asunto.
La posición tom ada algunas veces de que la Igle­
sia, a causa de su carácter espiritual, tiene que re ­
h u sar todo contacto con los gobiernos civiles, es to­
talm ente insostenible. R epresenta la idea an ab ap ­
tista en sus peores tiempos. No puede divorciarse
de este modo lo espiritual y lo n a tu ra l o hum ano.
222 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

Ambas son creaciones divinas, y el Dios único se


ha revelado en am bas esferas. Lo n atu ral sirve co­
mo fondo necesario a lo espiritual. Por ejemplo:
Dios hizo el Pacto natural con Ncé, y le garantizó
la continuidad de la raza hum ana (Gén. 8: 21-22).
Subsecuentem ente em pero Dios estableció con
A braham el Pacto de la G racia, por el cual g aran ­
tizó la continuidad de la Iglesia (Génesis: 17-7), o
sea del pueblo de Dios sobre la tierra. Lo últim o
presuponía a lo prim ero, y aú n lo requería. Por
tanto, podemos decir que, tanto el Estado como la
Iglesia son instituidos divinamente. “Que toda a l­
ma se someta a las potestades superiores, pues no
hay poder sinó de Dios: y los poderes que son, de
Dios son ordenados” (Romanos: 13: 1).
T anto los predicadores, como los políticos, se
glorían en proclam ar la absoluta separación de la
Iglesia y el Estado. Esta frase es una irresponsabi­
lidad. Los que la usan no se h an tom ado el trabajo
de pensar seriam ente en el asunto, pues es eviden­
te por si mismo, que no hay dos esferas en la vida
hum ana com pletam ente independientes la una de
la otra. Cuando el Estado tom a una decisión de ca­
rácter m oral, como ocurre a veces, es deber de la
Iglesia ilum inar al Estado sobre sus deberes, con
la P alabra de Dios. P or ejemplo, si el Estado pro­
clam a una ley que pide de los ciudadanos alguna
violación de la Ley M oral de Dios, ¿quién negará
a la Iglesia el derecho, y aú n el deber, de protestar?
Por otra p arte, el Estado tiene que velar por los
derechos de las Iglesias. P or ejemplo en lo que se
refiere a sus propiedades. Y pocos negarán que es
u na ta re a asignada por Dios al Estado el proteger
a la Iglesia en el ejercicio de la libertad religiosa,
contra perturbadores o burladores.
N aturalm ente, la relación adecuada entre la
DIOS Y LA COOPERACIÓN EN EL EVANGHLISMÚ 223

Iglesia y el Estado, no es u n problem a de fácil so­


lución en todos sus aspectos. Sin em bargo, hay cier­
tas conclusiones sobre este problem a, en relación
con el Evangelismo, que son incontrovertibles.
En prim er lugar, que el Estado no puede p rac­
ticar el Evangelismo. Es una tarea asignada indu­
dablem ente por Dios a la Iglesia. Las funciones
propias del Estado son totalm ente otras; por ejem ­
plo el castigo de los delincuentes y la promoción de
los que hacen bien (Romanos 13: 3-4). En una p ala­
bra, el m antenim iento de la Justicia en las relacio­
nes hum anas. Aquí se aplica el principio de las dos
soberanías. H ablando estrictam ente, solam ente Dios
tiene la soberanía; pero el Dios soberano ha asigna­
do autoridad —o sea u n a soberanía relativa— a la
Tglesia, y otra al Estado en sus respectiva? esferas
de la vida hum ana. Y del mismo modo que la Igle­
sia no puede inm iscuirse en la soberanía del Estado,
el Estado no debe inm iscuirse en la soberanía de la
Iglesia.
C uando el rey Saúl, an tes de e n tra r en batalla
con los filisteos, usurpó la función sacerdotal de ofre­
cer a Dios el sacrificio, Dios le rechazó como rey
sobre Israel (1.’ Sam uel 13-14). C uando Uzzias tra ­
tó de quem ar incienso en el Tem plo, lo que era u n a
prerrogativa tan sólo de los sacerdotes como rep re­
sentantes de la Iglesia, en la antigua Dispensación.
Dios le hirió de lepra (2.* C rónicas 6-21). Y cuando
Carlomagno, fundador del sacro Im perio-Rom ano,
obligó a naciones en teras a acep tar el bautism o con
la p u n ta de la espada, fue m ás allá de los límites
que Dios ha ordenado a los gobiernos civiles. Por
o tra p arte, tam poco la Iglesia tiene que pedir p e r­
miso al Estado p ara predicar la P alabra de Dios.
H acerlo así constituye una ignominiosa rendición
por p a rte de la Iglesia a la soberanía que Dios le ha
224 EVANGELISMO TEOCÉNTR1CO

dado. Seria una repugnante substitución del Estado


en vez de Cristo como jefe de la Iglesia y un reco­
nocimiento im perdonable del Totalitarism o estatal.
Esto es muy im portante hoy día porque existe esta
pestilente tendencia. Es una idea herética la de que
los hom bres poseen las libertades básicas que se de­
nom inan: de reunión, de p alabra, de prensa, de re ­
ligión y de culto, por gracia del Estado. De ningún
modo. Estas libertades han sido dadas por Dio.1;, v
son por lo tanto inalienables. Fue Dios quien otorgó
a la Iglesia el derecho, asi como el deber de predi­
c a r el Evangelio hasta los confines de la tierra. Ha­
biendo recibido este derecho del Rey de reyes, la
Iglesia no tiene que suplicarlo a los m agistrados
civiles.
Tampoco la Iglesia debe llegar a tal grado de de­
gradación que se convierta en un instrum ento del
Estado. Esto ha ocurrido en el pasado, especialmen­
te en el período anterior a la Reforma. Como répli­
ca a Roma, que enseñaba la suprem acía de la Tgk;-
sia sobre el Estado, las iglesias de la Reform a lle ­
garon al extrem o opuesto, o sea al Erastianism n.
que considera la Iglesia como una fase del Estado,
y por tanto pone a la Iglesia bajo su dominio. Este
es el caso con las iglesias del Estado establecidas en
muchos países europeos. No fue hasta el siglo X IX
cuando em pezaron a florecer las iglesias libres; y
hasta el presente no han logrado todavía sustituir
a las iglesias estatales. Mucho daño ha resultado de
esto en la obra de las misiones, ya que por esta cau­
sa el destino de las misiones se vio ligado a las m a­
niobras políticas de países extranjeros. En una pa­
labra, las misiones ex tra n jeras fueron considera­
das, y a veces vinieron a ser de verdad, órganos
políticos.
DIOS Y LA COOPERACIÓN EN EL EVANGELISMO 225

Un rem arcable y triste ejem plo de los m ales que


esto ha producido puede verse en el levantam iento
boxer de la China, en el año 1900. Debido a la in ter­
vención de otros gobiernos en los asuntos internos
de esta nación se levantó una intensa oleada de odio
contra los ex tran jero s por todas las provincias del
norte de China, y muchos misioneros fueron
asesinados.
Es deber del Estado proteger a sus ciudadanos,
incluyendo la iglesia en el ejercicio de la libertad
religiosa. Acerca de esto hay casi completa u n an i­
midad en el Protestantism o actual (1).
En su forma original la Confesión de Fe de West-
m inster, que fue un producto del periodo de la R e­
forma, adoleció de un fuerte sentido estatal. En 1788
debido, en parte, a la influencia del gran bautista
am ericano Rogelio W illiams, los presbiterianos de
América quitaron ese erro r de su principio doctri­
nal. Ya no se asignó a los m agistrados civiles el de­
ber de “tener cuidado de que la unidad y la paz sea
preservada en la Iglesia; que la verdad de Dios sea
guardada pura y entera; que todas las blasfemias
y herejías, sean suprimidas, asi como todas las co­
rrupciones y abusos del culto; que la disciplina sea
m antenida y todas las ordenanzas de Dios sean de­
bidam ente fijadas, adm inistradas y observadas”. Ni
pudo ya decirse con referencia al Estado: “Tiene
poder la autoridad civil de convocar sínodos, estar
presente en ellos, y p ro cu rar que todo lo que se
acuerde sea conforme con la voluntad de Dios” . En
cam bio se pudo insistir en esta antigua declaración,

(1) Aunque con notable y lamentable retraso, la Iglesia


Católica parece haberse sumado a este sentir general de nues­
tro siglo en el Concilio Vaticano II celebrado en los años
1964-1965.

226 EVANGELISMO TOOCÍNTRICO

que en parte chocaba con las anteriores, y que era


ya una previsión del concepto de Libertad Religio­
sa: “Como padres de la nación, es deber de los m a­
gistrados civiles proteger a la Iglesia de nuestro co­
mún Señor, sin d ar preferencia a ninguna denomi­
nación de cristianos sobre las restantes, de modo
que todas las personas eclesiásticas, cualesquiera que
íueren. puedan gozar de plena e indisputada liber­
tad en e! desempeño de cada una de sus sagradas
funciones, sin violencia ni peligro”. {Confesión de
Fe de W estsm inster X X III, 3).
Que esta actitud es escritural, no adm ite duda.
Se halla implícita en la afirm ación de Pablo en Ro­
manos 3: 13-4: ‘Porque es m inistro de Dios para tu
bien". Como una ilustración de este punto, podemos
ver como el mismo Pablo apeló a su ciudadanía ro ­
mana. En virtud de el!a pudo llevar a cabo libre­
mente su labor misionera por todas partes del Im ­
perio, y por lo menos en tres ocasiones, cuando su­
frió violencia e injusticia, insistió en sus derechos.
Ante los magistrados de Filipos Pablo protestó
enérgicam ente: “Azotados públicam ente sin ser
condenados, siendo ciudadanos romanos ¿nos echan
de la prisión encubiertam ente? No, sino vengan
ellos mismos y sáquennos". (Hechos 16: 37). C uan­
do la guarnición rom ana de Jerusalem que le cus­
todiaba recibió ór.denes de su capitán de que Pablo
fuese exam inado por azotes, se enia.ro con el cen­
turión y le dijo: “¿Te es lícito azotar a un ciudada­
no rom ano sin ser condenado? Lo que puso tem or
en el centurión y evitó la prueba por azotes (He­
chos 22: 24-29). Finalm ente, cuando Festo, procu­
rador de Judea, queriendo ag rad ar a los persegui­
dores judíos, sugirió que Pablo fuese llevado a Jesu-
salem en vez de Cesarea, el apóstol rehusó la injus­
ta proposición e hizo uso de su privilegio como ciu-
DIOS Y LA. COOPERACIÓN. EN:EL;'EVANGELISMO 227,

da daño... rom ano ,-de-,apelarvta.l ;tEm perador .(Hechos


"■ -esta
á'pe'iacióh ^tuS/o¡'co*i^.íesuí^Üó¿la Hentrada'idcl*:EvanT
gélió’.en ja''ckDit3!i^el~Híu63o.-
'Losí escri tós dé5I%bjíoffaéh en’’üiV-p à sá'j é q lié se' re-
fie^e^^frectám eifte'f^^y st^ -punto! .'Èri' ì!‘ Timoteo
2:-“-i^ 6 P àp b stb ì^ ìx h p fta>'’'è <&'e se!jtfá^n^'ri^átiyá's,
ora*ci ohes; p it ie iO T e i^ y ^ c io r ^ o ? . '’gr afcia s ' po r!vto-
aó'M os Móm’
eSían:{ éñ "àutòfidàd’ .^ É l i ^ ó i t ^ á ñ r - m a que tales
oraciones ¡de1los cristianos cbnduciran a que ‘.‘.viva-
■fS fós^üígtáV re p b é ‘idámente;''f¿o^ ¿toda £iedah y ;ho-
ríe'stíMd”.' P é ro ;río^e^Hefiene áVjiuC sino^’q u é'd éclá-
m ^que'tlpids>,1se á^á^á^de^Ta’in t^césíp h cíe1 su 'p ü é-
tìlò p o r' !sus gptíer'ifáñtcs,, y*q u à jà'cbntecufeHc'ia^dè 1
vivir pací fico contí'iBüi rá al [ iü mpí ¡miento :de 1ídése ò
. ái^i'ncf'cfe^'ue’: ,' íiobós:ldsffomBr£s séan^&iívos y yen-
^íV ^l^óiíófcim iléñrto ^ e r !a 'yeiSiSd’'^ En>resumeh. es:
' *los ’m^gVstra'áqs ;ci\fiie'sr.jjq-
■BlerñSH*'tieí|'rT0ftÓ’''d’ebi^^^ éxtén-
. sión Sel :Evar^e¿o.
' ^Éjpueda-ndQ^pues, establecido;-flu e ^ « s .una íunción
.délfÉ staáo ' asignad¿ ^ r ! S ‘jós'^el^f1Gtéger a ;la-fgle:
j,-s|à $ £ ® ^ s « m V m b i ^ ^ r ^ del Éyahgelis-
mo, ifife b è rn o s le g a r la ’-tá'ígunáá .conclusiones.con-
-c m á it,
S ég ú n ^ Ia ^léy-iUntérnacional; *ca’ááV;nacíbn •es^sù
" -propióTÍ juez'■^re^ecto'lia1í^^^i■dn^'pu,e tìa íé n tfa r feh ; su
te fri torio ry*q*u¡'éfí nó': P o ri tañto^áíul’-cuah'do la 'Igle-
sia ‘Nie "Cristo no • necesita pedir permiso'*ávriinjgüri
gobierno de Ja tierra p a ra predicar el Evangelio, es
náturalv(y ^ o p i 5 ^ è ^ l i c U I ^ ^ ^ ) É i 6 W i o '‘e x tta n -
jé % Al a ; a d m i s i ó n ^ d é ^ ^ ^ i s í ^ l ^ - ^ y es^razoriable
jejuejte^igles)á¿p ida' ía^y,uBá^dej .gobierno de su*pro-
pio¿¿'aÍs ■e^í%or^áé¿psYa g ^ j ^ n .
‘2 3 0 .EVANCEUSMO'JÉOCÉMTRICO

-yM ahom etanos? ofca resí)’úésta &ebea,§ er' negativa.


En«virtudvde^Iaugrá'ciáTcoíiiün^de: Dios a todos los
4fofiibres¿ ¿los? rcristiáfíos *puédén ¿fcSbpérar c o n ' los
íádheréntéstdé lótras religiones'en1cuestiónes^’secüia-
resrí>paft.', *el*;bienoy, lá y ústic iaV'tales' como ■'la*;lüciía
contra^eifañalíábetistáo; élvadélajitó* dé 'la medicíha
yj-la-íjusticiausóciai! lE sfaü n íéoncébibíe fque puedan
ldchar^éódd;cbri^cbdtf,JenVoi5'ón'erse''á‘ un déspota to-
táíitáriO ’qüe^V pténdá^privar a “todos de la^Libéftá'd
religiosa'.^Péro<cuandó'Tse^'ílégá; aí>Eváfigéíistiioí ñó
ex iste.mensaje, común, con el icuál cóitícidi i7‘Aljuí ♦Sé
aplicarla -prohibición-abs6lutavque el apóstol dirigió
á.lbs.'miémtírps de,lá..iglésia’de C orintó'cjúeíaiiñ.rto
(telt cuito

{tórque - ¿‘ q u l!com pañerism


'\.X ' ,J J í ^
o .tiene
*Jr< « A t
lá justiéia
■L‘v ,V i • . í . v
'SSJíiá
S - 0 ¡ , \ . V .<
injusticia? •¿y-Jque>comunion la luz c o n ja s tinieblas?
:yíoqtie-'concordiaícr4stoi con.Behal?. ¿(Xque,.pártele
c r é ^ h ^ JC*6fí>r i'i^ ^ d u ío ? ^ ¿ q u é ácuW^do hay en tre

.taréíyíandare entre,ellos,y sere .su Dios’ y,ellos serán


m i^ipueblo^P
;-.V .VjiLiAtJ 1* orJo t- x u al; salía‘ de,; Len-V ■.m1edio.de
,. .<% ellos
v ta p artao s,jlice el Señor-,„y-no toquéis lo inmundo;
^ L m ^ s . recibire.y ^se^é.O o so tro s p o r padre-y ,yoso-
'tr d if j n ^ s e í e ll;hijbs^é’t h‘ija s ra s f’‘dice. él Señor ioÜór
>.í; t»: - *s , ..

orífén c o m ü n ^ ü é s to qú^^.m bos'ííóhran ei'A ntiguó


Teltaíri éntoVcomViT&ifb^^sí^gYadbs/;tó icen, qué,': pué&r

tiene m ucho de común; d e b ^ h ^ b r ’l á n tó ,'p o r '’tÍJ&os


DIOS Y \iK C Ó Ó ^ É R A C T Ó N ^ N ^ ‘¡ÍVANCELISMO 231
*: ‘ •, .

IOS”
cic
chSTcnJcia 1'VJé;que,'~. v«»».»...« . . . . . . ^ 5^ , - 1?~
sus dé.Ñ azaret cóm o M eslSs, y ’ e s^ ste4 iech 3 ,''lb'':que
h a c e --------- ™— *------------------------ .í
pura» _

délfíNuevo -Testam'éntoV; ‘^ r^ítááiíSllio^fiá -Vífélta Sus


espaldas:al único DiosAveraá'déroVáe^i'aMDuríáfd o :üel
■ úni¿o^^lvadpr’de7lá^hüm áñidá(i;Vie ñ se ñ á ')á i'tsálvai-
ctón; p o r la Ju stic ia ;sriümlf^ái-'Pór; t a'rito j ia5coopera-
ción delcC rí¿iartsrto <'¿ ^ tll^ u d ^ í^ m o , en''érráspe'cto
religioso o de Évángeíism óFes imptísiblé. nf! ■

Ortodojtiáy Heterodoxia

Si el ^Protestantism o'.y ,;él, Catolicism o Romano


puédenC olaborar en eKEyajigehsmo, hes casi tan^spr
íp;'.^U*!;p^égunlá':.,t$Yi¿a.t,’En ia‘;í) íá c t i^ ^ ^ m a Ha
désM ^dól'siém pré' ’séiiféjáint«?’ cóláTboi&cióri'y ‘s&Üté
o p u e sto ; firm em ente VaH .Él/angeíismó;‘ protel& nte.
Hoy' ^díá ' 'cr e^n á ^ ñ o s ^ ^ r Í i e g % ^ ^ t i e ^ o

U U C . ' U i U U l ^ ^ U - ' A U U U l U - V V U I V U I 1 U , T w t y u u u t u ^ w

íálsk. La -estiiftábiórií;valTfñí§‘^ * ;^*sv•(Sa!s,, péifo^cüij-


d á ti^ a í^ e ^ á i^ in o i acfeVdS J&^RÓ^ia deb*e:íser‘cítacía
áíjuf:* ¿ ‘ÁÜifííiué' '‘nos- n é ^ m o s a 3,c b ñ ^ d é r‘1e],!'norí$iré

tó -éf^Señ ór‘ha pre^rva'do% ^í^a\)íno^m Jéhte^aI^Ü-


tt&uujskK-gK. n-zm jázit s & u & u

'dáid jpüedén- deslruir. 'P ero áúrv fcuándo,-‘.aquellas


ifia&’a s ?áé Á vcr'áatiéra-' IgleSía' que ciébTéí&íifio^p'ó-
234 EVANGELISMO TE0CÉNTR1CO

hum ano que fue hecho divino. Cari B arth concibe


la reconciliación entre Dios y el hom bre, no tan to
como la satisfacción de la justicia divina por el sa­
crificio voluntario de Cristo en la cruz, sino como
un puente echado entre Dios C reador y el hombre
su criatu ra, cuando el Verbo se hizo carne. B arth
ap u n ta también, aunque tím idam ente, la peligrosa
enseñanza de la salvación universal.
Es notoriam ente conocido que, tanto el antiguo
como el nuevo Modernismo son extrem adam ente
influyentes en el Concilio Nacional de Iglesias de
Cristo de los Estados Unidos de América, y en el
Concilio M undial de Iglesias. Las altisonantes decla­
raciones de estos concilios “Jesucristo, Divino Señor
y Salvador” y “N uestro Señor Jesucristo, Dios y
Salvador” son dejados a una am plia línea de in ter­
pretaciones. P or ejemplo Ju a n K nox del Union Teo­
lógica! Sem inary de Nueva York considera la ale­
gación de que Jesús es Dios, como un mero símbolo.
En el Evangelismo la cooperación de los cristia­
nos evangélicos con los oponentes de las enseñanzas
cardinales de la Religión C ristiana, está excluida.
Aún más, está prohibida; no sólo por la condenación
de Pablo de todo predicador de u n Evangelio falso
(G álatas 1: 8-9); sino tam bién por el m andato de]
apóstol Ju a n : “Si alguno viene a vosotros y no tra*
esta doctrina, no le recibáis en casa ni le digaif
bienvenido” (2.* Ju a n 10). Por supuesto no puede
ser evitada toda relación entre creyentes e incrédu­
los, pues p a ra esto los creyentes tendrían que salíi
del m undo (l.’ Cor. 5: 10); pero como dice M eyer en
su com entario sobre el Nuevo Testam ento: “No me­
ram ente la recepción hospitalaria, sino tam bién la
relación am istosa tiene que negarse al falso m aestro
cuando viene como un herm ano cristiano”. En esta
edad de “tolerancia religiosa” la Iglesia Cristiana
DIOS Y IA COOPERACION EN El. EVANGELISMO 235

necesita recordar este exclusivismo prescrito por eJ


apóstol del am or.
Evangélicos y evangélicos
Un cristiano evangélico puede ser definido como
una persona que sostiene las enseñanzas fundam en­
tales del C ristianism o histórico. Esta declaración
im plica la posibilidad de colaboración entre l>>s
evangélicos de diversas denom inaciones en el Evan-
gelismo. La necesidad de tal colaboración proviene,
empero, de algo más evidente que la idea de que lo?
que proclam an el mismo Evangelio deben p resen tar
un frente unido. El antiguo dicho “la unión hace la
fuerza” contiene ciertam ente algo de verdad. Des­
de el punto de vista hum ano parece razonable espe­
ra r que el im pacto del Evangelio será reforzado pol­
la unidad de aquellos que lo proclam an.
Sin em bargo la extensión que puede darse a tal
cooperación presenta problem as que requieren es­
tudio.
¿Deben todas las iglesias evangélicas unirse en
un Concilio M undial de Iglesias y asignar la tarea
de evangelizar al m undo a este Concilio? C oncreta­
m ente ¿deberían tales organizaciones como la “N a­
tional Association of Evangelicals” la W orld Evan-
gelical Fellow ship” el “Am erican Council of Chris-
tian C hurches” y el “Intern atio n al Council of
C hristian Churches", fundirse y tom ar en sus m a­
nos la evangelización del mundo, que actualm ente
llevan a cabo las denom inaciones adheridas a estos
cuatro organismos m undiales evangélicos?
Aunque es lam entable que estos Concilios m un­
diales de iglesias evangélicas com pitan unos con
otros, hay serias objecciones a este tipo de coopera­
ción. La prim era es que una fusión tal crearía u n a
super-Iglesia. La verdad es que un Concilio de
236 EVAN:CELISMO«¡rnOCÉNTRICO

Iglesias no es en si mismo una iglesia, y Dios ha en­


comendado la proclamación del Evangelio, especí­
ficamente a Su Iglesia.
Si cada denominación evangélica se considerara
a si misma como la única Iglesia verdadera de J e ­
sucristo, debería, por supuesto, tr a ta r de reprodu­
cirse en cada campo misionero del mundo. P ero .es­
te no es el caso. A pesar de todas las diferencias que
c-xisten entre ellas, las iglesias evangélicas, hablan­
do de un modo general, se reconocen u n as a o tras
como "verdaderas iglesias. Esto no significa que quie­
ran relegar toda diferencia al limbo de las cosas in­
significantes. Por ejemplo, una iglesia que practica
el bautismo infantil por convicción, no m eram ente
por la fuerza de la tradición, insistirá en que los hi­
jos de los creyentes no sólo pueden sino que deben
ser bautizados en virtud de su inclusión en el Pacto
de la G racia. Una Iglesia bautista, por el contrario
sostendrá, como principio, el bautism o tan sólo de
creyentes adultos. Esta diferencia no podrá menos
que repercutir en el Evangelismo. El evangelista
paido-bautista bautizará a los hijos de los conver­
tidos, y el bautista h a rá lo opuesto. Es inevitable
que cierta medida de dencminacionalismo tiene que
existir en los campos misioneros, aun entre ios
evangélicos.
Sin embargo, todas las iglesias evangélicas' pue­
den cooperar en actividades evangelísticas, como
por ejemplo: Traducción de la Biblia a diversas len­
guas; distribución de la P alabra de Dios; apoyo co­
m ún an te las autoridades civiles en diversas cues­
tiones, y para facilitar la adm isión de misioneros
en países extranjeros; apoyo y cooperación para
m antener abiertas las estaciones de radio a la p redi­
cación ortodoxa, etc. En tales asuntos deben trab a­
ja r unidas hombro con hombro.
DIOS Y I.\ COOPERACIÓN EN EL EVANGELISMO 237

Las iglesias que se honran unas a otras, conside­


rándose verdaderas manifestaciones del cuerpo de
Cristo, deben tam bién practicar cierta medida de
comunión eclesiástica. Esto significa que deben res­
petar sus m utuos esfuerzos evaneelisticos, abste­
niéndose de interferencias enojosas entre ellos. De
un modo positivo, deben ayudarse m utuam ente.
P ero tenemos que considerar aquí el m ás serio
obstáculo que existe a la cooperación, sin restriccio­
nes, entre los propios evangélicos. Hay en tre ellos
ciertas diferencias doctrinales que afectan de un
modo directo a la presentación del Evangelio, y que
no son insignificantes. E ntre estas diferencias tiene
te con la del Arminianismo. Ambas sostienen plena-
que m encionarse la de la fe Reform ada en co n tras­
te con la del Arminianismo. Ambas sostienen p len a­
mente que ia oferta divina de salvación es perfecta­
m ente sincera de p arte de Dios hacia toda persona
a la cual llega el anuncio del Evangelio; y que nada
agrada m ás a Dios que la aceptación de esta oferta
con plena fe. Tam bién concuerdan que el pecador
está obligado a creer en Cristo, y que si falta a esta
obligación perecerá por su propia falta, y no por
culpa de parte de Dios. Sin em bargo, hay aprecia-
bies diferencias. El A rm iniano enseñará que Dios
se propuso salvar por la m uerte de su Hijo a cada
pecador; el Calvinista insistirá en que Pablo nunca
se dirigió a los pecadores en esta forma, y que no
podía hacerlo, porque ello im plicaría que la pobre
c ria tu ra puede tergiversar los planes del TodopodeJ
roso. El A rm iniano dirá a los hom bres no regenera­
dos; que tienen la capacidad p ara creer en Cristo, y
que si la ejercitan, de su libre voluntad, serán n a ­
cidos de nuevo; el calvinista insistirá en que el hom ­
bre irregenerado, m uerto en sus delitos y pecados
(Efesios 2: 1), no vendrá, ni puede venir a Cristo
238 HVANGliLISMO TFOCÉNTRICO

por la fe, excepto que Dios io atraiga por la irresis­


tible gracia regeneradora del Espíritu Santo (Ju an
6: 44). Que nadie califique estas diferencias como
de m enor im portancia, ni las ridiculice. Sobre este
asunto, Benjam ín B. W arfield dice en: "El plan de
la salvación". Este asunto es fundam ental y tiene
que ser tratado claram ente. ¿Es Dios, e¡ Señor quien
nos salva, o somos nosotros mismos? ¿Nos salva
Dios o simplemente nos abre la p u erta de salvación
y deja a nuestro propio criterio el an d ar o no por
ella? De ahí parten todos los caminos entre el Cris­
tianismo y el Autosoterismo.
A pesar de la gravedad de c-ste punto tenemos
motivos para no desanimarnos. En .sus oraciones
m e n a je s y cánticos, los evangelistas de tendencia
arm iniana frecuentem ente confiesan la completa
dependencia de Dias, en el asunto de la conversión.
Notables arm inianos han podido y pueden can tar
el conocido himno:
Que el movió mi alm a a buscarle, buscándome a mi.
No fui yo que te encontré, bendito Salvador!
Sino que yo fui hallado por Tí.
Busqué al Señor y supe después
G racias sean dadas a Dios que hay numerosos
evangélicos, esparcidos en diferentes denominacio­
nes, que están plenam ente de acuerdo sobre el
Evangelio de Jesucristo. Que estos colaboren con ce­
lo, y de todo corazón, en la extensión de las buenas
nuevas de la G racia de Dios.
17
DIOS Y LA EFECTIVIDAD
DEL EVANGELISMO

La comunicación del Evangelio

Recientem ente ha surgido una nueva ciencia, o


hablando con m ás propiedad, se ha dado u n nuevo
nom bre a u na ciencia antigua. Lo que hace tiempo
se llam a retórica, y después elocución, es conocido
hoy día bajo el nom bre de comunicación, esto es la
ciencia de tra e r un m ensaje, ya sea por la palabra
hablada, por escrito, o por la acción o mímica.
Es diíicil precisar cuanto de esta ciencia de la
comunicación conocían tales predicadores evange-
lísticos como Wesley, W hítefield, Edw ards, Spur-
geon, Moody, Sunday y Meyer, pero ciertam ente
eran m aestros en este arte. Esto es tam bién un he­
cho en el caso del evangelista Billy G raharn y de P.
I-T. EIdersveId, de la ‘‘B ack-to-G od H our"; el p ro ­
gram a por radio de la Iglesia C ristiana Reformada.
Podríam os decir quizá que la comunicación es en
prim er térm ino un don, en segundo lugar un arte,
y en el más rem oto sentido, tam bién u n a ciencia.
rn din" T;j-i I H o b o iri.T:b:(;-n .‘on-.T
m ia vevrsfk-r;». pasión 'v.>r las «lina* i'-r*;-rï: ria s. qui*
1(' iripc:-' ri lni'-r^rla': e;vn:: Dio*: ’a:- y roe^:'
]í'S rn : oiìihr; r-r i ' r • ‘liivon'.'J'.ac - '.:•■!! I" ins”
(:i 1 Cor 2'’1. HcN> t?vrr. -n;:!íviontí*. un n ¡premo
0 n:or ?>; Fa.'va'io;- n:ie f r«w5 r■:‘i : hast?. p- pi n-
■o de node:' ' c.'-anv'1r
,'Y in.;- i i f i : ! y - ' darlo a Tj
a c a ” ií'>:<i iii> :an *'rand-:' d o n v
Mi '-or ori 'w o. vn\f>' y ¡V
Ton '- ;r-h Trios' mi o.ora/.On.
t'uo-To c a o i 1 nr>'d:cad''r os un pirca(if.- '-■mad''
por i .1 ac¡ ;s. dein? pndo: _¡>r' ;c 3;; ! : ar cl a m or dr D ios
con )r,.¡' r'iiLiirn'j;;? in;:.’ i'm iv’i".
U na fai c o r ju ir c n e ió n d<H JOvanerlh • do íJit f . ;-o-
n e quo ser f o r /'v .- ’iK-n'c n;c’fli-*> f«o h o n d iiió n . cor:
¡’ !*t i ;h i'iicacia.

FI d o i tie lii conversion


K! term ino co.’/: un .ror/A’? f iono lod-n'ia im; -ontido
:-ì; t o v e n «o firn: a o o o i en q u o so empio;) on r| anH’-
n o r íir.’u n ’ciitn Sf* <:ic-.** o n e ios o r a d o r a . ios r“ :
critovf- y ■'.'.•non que t*:!i?ili'-ir- m::: r 'v n ¡i--
:< Ih yetiit* , ia' <-• r.-le? ^ dirit” tí r u e d o dr-
c ir -c m ía!¡cm ron '.i: niío ¡a C'on'.nnioauón. on '.•‘•‘o
-•nií(J:i. e x a -d o ri podo y do; :ná.- c-lococrn y ]>í í i-'-
«a» e w . n w i i ^ ü f’5 larca del c v ^ í-v ?-:;!:) i-.ì:ni!nu:ar
cl Rvp.nçelio a k « hom bros; p ero imtian-.r a.’ ho*n-
!>ro Vj io <:>>! cl Kvans.:riin <• ¡ria prerroi.vVn.-a do P íos.
>• va'var'nr«! rv? un don d<>) livoNg'-li«?« al
n y cn 'c incorivvr? ido. "os ol dur. de P í o s ” ( Lifo- io*-
2 ■'■>: N'.n.Ui'i.n f Vnni ' . ' . ’ i i' -M l i a jam ás :;:ina"!id<; io 0 "
C r isto n. unn :: o ‘a alm a: o slo tan sólo p irdf ?or (»‘u r ­
d o o í j lo.' i : o : ' ñ ? j ; n o . - !:i í a a r r ; ' p o r c i Hi - p i n ¡ i ¡ S u r , a - ,
più- n.'dic .'Hi*' ì ; : i o u i " a :r í ' r á o r O'io p -v
DIOS Y LA ; E F IC A C IA DEL E V /iN C E L IS M O 243

el.Espíritu S an to {1/ Cor. 12:'3):¡Ningún pecador ha


sido jam ás convertido por un evangelista, pues el
au to r de la conversión es Dios. La E scritura relata
la conversión de Lidia y dice: no que ella abrió la
puerta de su corazón por dentro, ni que los convin­
centes razonam ientos, y el elocuente llam am iento
del gran apóstol de los gentiles ab lan d aran su co­
razón; sino que enfatiza que, ‘‘el S eñor abrió su co­
razón p a ra que estuviera aten ta a lo que Pablo de­
cía” (Hechos 16: 14).
Es com prendiendo la realidad de la com pleta de­
pendencia de Dios por p arte del evangelista p ara
d a r efectividad a sus labores que el m ás célebre m i­
sionero escribió: “¿Quién es Pablo y quién es Apo­
los? m inistros por los cuales habéis creído, y esto se­
gún el Señor dio a cada uno. Yo planté, Apolos re ­
gó, pero Dios da el crecimiento. Así que ni el que
planta ni el que riega es algo sino Dios que da el
crecim iento” (1.* Cor. 3, 5-7).
Es u na profunda enseñanza de la Sagrada Escri-
tru a el que la últim a razón que puede darse al hecho
de que una cierta persona venga a la fe, reside en
la “elección soberana de Dios desdé la fundación del
m undo”’ En la frase de Jesús "m uchos son llamados
pero pocos escogidos” (M ateo 22: 14) queda im plí­
c ito ' que, 'd e los muchos que son llamados por el
■Evangelio, -los pocos que creen, lo hacen porque fue­
ron divinam ente escogidos a este propósito desde la
Eternidad. Asimismo Lucas, dijo, refiriéndose al re­
sultado de la predicación de Pablo y B ernabé a los
gentiles de Antioquía de Pisidia: “Y creyeron todos
los- que estaban ordenados p a ra vida ete rn a ” (He­
chos 13: 48). Dios los ordenó e hizo efectiva su elec­
ción im partiéndoles la fe salvadora. -
'b E n Luna calle de Londres un borracho tropezó
con Spurgeon. tE n el acto preg u n tó i a l predicador si
244 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

no le reconocía, cuando Spurgeon respondió nega­


tivam ente, el borracho replicó: “Pues usted debe
conocerme, pues yo soy uno de sus convertidos”. A
lo que respondió rápido el g ran predicador: “Cierto,
usted puede ser un convertido p o r mi predicación;
pero si fuera convertido por Dios, no se h allaría en
la condición en que se encuentra".
Es u na frase errónea, aunque parezca muy acer­
tada, la de: “Predicad, como si todo dependiera de
vosotras, y orad como si todo dependiera de Dios” .
El que predica como si todo dependiera de si mismo,
procede sobre una falsa base, y el que ora como si
todo dependiera de Dios, tam bién asume una posi­
ción falsa. Es mucho m ás recom endable la adverten­
cia de W illiam Carey, el misionero bautista a la
India: "Esperad grandes cosas de Dios; em prended
grandes cosas p ara Dios”.
El evangelista debe, de cierto, tra b a ja r con todas
sus fuerzas; pero en com pleta dependencia sobre el
Espíritu S anto en cuanto a los resultados. Si así lo
hace, su dependencia no podrá h allar o tra expresión
que la oración ferviente. Y aquí tam bién se cum ­
ple: “La oración del justo, obrando eficazmente,
puede m ucho” (Santiago 5: 16).
En muchos casos el evangelista presenta el Evan­
gelio a pecadores m uertos espíritualm ente. Va sin
decirlo que el m uerto no puede resucitarse a si mis­
mo, y tam bién es evidente que ningún hom bre pue­
de d ar vida a los m uertos; solam ente puede h acer­
lo aquel que habló a Ezequiel en u n a visión y le di­
jo, refiriéndose al valle de los huesos secos: “He
aquí yo hago e n tra r espíritu en vosotros y viviréis.
Y pondré tendones sobre vosotros y h aré subir so­
bre vosotros carne y os cubriré de piel, y pondré
en vosotros espíritu y viviréis y sabréis que yo soy
DIOS Y I.A EFICACIA DEL EVANGELISMO 245

Jehová” (Ezequiel 37: 5-6). Expresado de otra m a­


nera. La incredulidad es u n asunto del corazón, o
sea la m ás interna disposición del ser humano. La
persona inconvertida tiene un corazón de piedra;
no puede substituirlo de su voluntad p o r un cora­
zón de carne, ni tampoco puede hacerlo el evange­
lista. D arle un nuevo corazón es prerrogativa de
Dios, Espíritu Santo, quien prom etió a su pueblo
idólatra: “Os daré corazón nuevo y pondré espíri­
tu nuevo sobre vosotros y q u itaré de vosotros el
corazón de piedra y os daré un corazón de carn e”
(Ezequiel: 11-19). Sólo aquella persona que h a p a ­
sado por el cam bio radical de corazón que la S a­
grada E scritura llam a nuevo nacim iento, ab raza­
r é el Evangelio con íe, pues ‘‘el hombre n a tu ra l no
recibe las cosas que son del E spíritu de Dios, antes
le son locura y no las puede entender, porque tie­
nen que ser discernidas espiritualm ente” ( l.( Cor.
2: 14).
De esta verdad, que la efectividad del evangelis­
ta depende totalm ente en Dios, se sigue una con­
clusión inevitable: Que pertenece a Dios toda la
gloría por cada conversión genuína. Que ningún
convertido se ufane de su propia conversión; que
ningún evangelista se alabe por ia conversión de
aquel a quien trajo al conocimiento del Evangelio.
Toda jactancia es excluida. ‘‘El que se gloría glo­
ríese en el S eñor’’ (l.’ Cor 1: 31). Toda verdadera
conversión es de Dios, por Dios y p ara Dios. A El
sea pues la gloria p ara siem pre (Rom. 11: 36).
A veces, los frutos del evangelismo, no son tan
evidentes como el evangelista desea y ruega a Dios
que sean. Puede parecerle que está sem brando so­
bre pedregales y que ninguna semilla do las que
siem bra, caerá en buena tie rra y entonces ' iene
el desánimo; pero el que se esfuerza celosamente.
246 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

en trae r su m ensaje, y sus métodos están en arm o­


nía con la P alabra de Dios, nunca tendrá motivo
p ara desanim arse; por el contrario, debe confiar
en Dios en cuanto a los resultados.
Sólo el Dios omnisciente puede, con toda segu­
ridad, conocer los resultados del Evangelio. Tan só­
lo El puede contar los convertidos. Cuando m edian­
te el evangelismo de masas, muchos millares han
profesado fe en Cristo, ta n sólo el que escudriña los
corazones y los riñores de los hom bres (Apoc. 2: 23)
puede juzgar cuantos de ellos poseen la fe verda­
dera y perm anente. C uando Roberto M orrison, el
padre de las misiones protestantes en China, des­
pués de 28 años de esfuerzos misioneros pudo con­
ta r tan sólo 10 alm as convertidas, Dios sabia a
cuantos corazones m ás llegaría la buena obra que
el Espíritu S anto había empezado a realizar.
Dios ve las cosas del m añana como si hubiesen
ocurrido ayer. Por tanto el Hijo de Dios podía decir:
“Uno siem bra y otro siega” (Ju an 4: 37). Cuando
por la dirección de la divina providencia alguien
dejó un tratado en cierta casa de Inglaterra, Dios
había dispuesto que R icardo B axter (1615-1691),
convertido por la lectura de aquel tratad o escribi­
ría El reposo eterno de los santos; y Felipe
Doddridge (1702-1791) movido por la lectura de
aquel tratado escribiese: El nacimiento y progreso
de la religión en el alm a”, y que W illiam Wilbel-
force, (1759-1833), bajo el impulso de este libro, es­
cribiese su obra “Cristianismo práctico”, y que
Thom as Chalm ers (1780-1847), fundador de la igle­
sia libre de Escocia, profundam ente influenciado
por este últim o libro viniera a ser uno de los m ás
grandes predicadores de su tiempo; cuyos sermo­
nes serian publicados dos añ o s después de su m uer­
te en 25 volúmenes.
DIOS Y I.A EFICACIA DEL BVANGF1.1SM0 247

Cuando Dios cambió a Saulo, ante las p u ertas


de Damasco, sabía que por las labores de este solo
convertido millones serian traídos al Reino de
Dios, hasta el final de los tiempos. Aún más, cu an ­
do su propio H ijo m uriendo la m uerte de un cri­
m inal, term inó su misión terrestre en lo que p a ­
recía un completo e ignominioso fracaso, Dios sa­
bía que por su levantam iento en la cruz atra ería
una m ultitud que nadie podría contar, de todas las
gentes, linajes y lenguas (Ju a n 12: 32).
La P alab ra de Dios abunda en prom esas gran ­
des y preciosas p ara aquel que trab a ja en la obra
del Evangelio, por esto se dice: “A ndará sem bran­
do y llorando el que lleva la preciosa semilla, mas
volverá a venir con regocijo trayendo sus gavillas'’
(Salmo 126: 6). Y Dios asegura: “Porque como des­
ciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuel­
ve allá, sino que riega la tierra y la hace gernfm ar
y producir, y da semilla al que siem bra y pan al
que come, así será mi palabra que sale de mi boca;
no volverá a mi vacía, sino que h a rá lo que yo quie­
ro, y será prosperada en aquello p a ra que la envié”
(Isaías 55: 10-1 1 ).
P or esto el evangelista es am onestado a m an te­
nerse firm e, inconmovible, creciendo en la obra
del Señor siempre, ya que sabe que su trab a jo p a­
ra el Señor no es en vano (1.» Cor. 15: 58). Porque
Dios es fiel, y su consejo p erm anecerá (Isaías
46: 10), el evangelista puede sentirse plenam ente
seguro de que todos los que son ordenados p a ra vida
etern a creerán y serán salvos” (Hechos 13: 48).
Con Dios como conductor, no hay lugar p a ra el
desánimo. Hay lugar tan sólo p ara u n a fe fuerte,
una esperanza firm e y un ardiente amor.
18
DIOS Y LA RESISTENCIA
AL EVANGELISMO

Dios y Satanás

La historia de la raza hu m an a es u n a historia


de conflicto: Conflicto en tre la simiente de la m u­
jer y la serpiente. (Génesis 3: 15), la Iglesia y el
mundo; Cristo y el Anticristo, Dios y Satanás.
Desde la caída, S ata n ás ha hecho todo lo posible
p a ra detener la difusión del Evangelio y hacerlo
inefectivo en aquellos lugares donde llega.
Uno de los m ás profundos m isterios de la histo­
ria es que Dios perm ita a S atan ás oponérsele tan
vigorosamente. Q ue el Dios Todopoderoso lo p er­
mite no hay duda alguna. “,EI hace según su volun­
tad, en el ejército de los cielos y en tre los habitan-
tes de la tierra, y nadie puede escapar de su m ano
o decirle ¿qué haces?” (Daniel 4: 35). De ahí sigue
que S atan ás no puede moverse sin el perm iso de
Dios. Que Dios es todo sabio, tam bién es indiscuti­
ble. Que en su sabiduría El p erm ita a m enudo rea­
lizar a S atanás lo que a nosotros, seres hum anos,
nos parece una catástrofe p ara su Reino, es e vi den­
250 EVANGKI.FSM O T E O C ÍN T R IC O

te. Este hecho es u n m isterio inescrutable, acerca


del cual sólo podemos exclam ar: ¡Oh profundidad
de las riquezas de la sabiduría y conocimiento de
Dios! ¡cuán incomprensibles son tus juicios, e in­
escrutables sus cam inos!” {Romanos: 11-33).
En ciertas ocasiones, Dios nos concede ver una
ráfaga de su poder y sabiduría trayendo las obras
de S atanás en favor de su Reino. Un ejemplo evi­
dente lo tenemos en la historia de la Iglesia Prim i­
tiva. El apedream iento de Esteban trajo una g ra n ­
de persecución contra la Iglesia que estaba en Je-
rusalem , y “todos fueron esparcidos por todas las
régiones dé Judea y S am aría excepto los apósto­
les” , pero “ los que fueron esparcidos iban por to­
das p artes predicando la P a la b ra ” (Hechos 8: 4).
La persecución resultó una bendición disfrazada,
pues contribuyó al esparcim iento del Evangelio.
Este héchó, fue tan repetido en la historia sub-si-
guiente de la Iglesia, que dio lugar a la frase: “La
sangre de los m ártires es sem illa1de la Iglesia”
El más significativo ejemplo del poder y sabi­
duría- de-Diós usando las mismas obras del diablo
p ara prom over los intereses de su glorioso Reino
la tenemos en la m uerte expiatoria de Jesucristo.
S atanás entró en Ju d as Iscariote y le indujo a tra i­
cionar al Señor (Lucas 22: 3). Llenos de odio satá­
nico los lideres religiosos judíos pidieron la crucifi­
xión de aquel que consideraban su rival. ¿Y quién
puede negar que Poncio Pilato estaba bajo el influ­
jo de S atanás cuando, a pesar de hallarse conven­
cido de la inocencia de Jesús le entregó a la volun­
tad de sus enemigos? Así fue perpetrado el m ás
enorm e crim en de lodos-los. tiem pos,, el asesinato
oficial::de aquel qüc.era^a la vez, el H ijo de Dios y
elcmásLpérfecto hom bre ^que-, h a pisado¿.estejsuelo¡
Per© Dios loruáó p ara :1a salvación deL mundo. -De
DIOS Y LA RESISTENCIA AL EVANGELISMO 251

hecho lo planeó desde toda la eternidad, pues se


le llam a “el Cordero de Dios, m uerto desde la fun­
dación del m undo” {Apoc. 13: 8).
Ejemplos como estos nos enseñan a confiar en
el infinito poder y sabiduría de Dios, cuando sus
relaciones con el archi-enemigo, sobrepasan nues­
tro finito entendimiento.

Dios y los gobernantas anti-cristianos

Los gobiernos hum anos son a la vez una bendi­


ción y una maldición. Son necesarios p ara el m an­
tenim iento de la justicia en las relaciones hum anas.
S in ellos, el pecado correría con m ayor desenfreno,
m u c h o . más que ahora. Los gobiernos hum anos
prom ueven el castigo del pecado. Cuando en el ja r ­
dín del Edén el hom bre se rebeló contra la ley p er­
fecta de Dios, uno de los castigos de su falta fue el
que Dios le sujetara a la ley extraordinariam ente
im perfecta de sus com pañeros, pecadores como él.
S in duda al final de los tiempos el gobierno del
hom bre por el hom bre p ro b ará ser un g ran fraca­
so. Aún ah o ra el curso del m undo señala claram en ­
te en esta dirección.
Así no es extrañ o que una y o tra vez, a través
de la historia, el Evangelio haya sufrido la oposi­
ción de los gobiernos. Lo m ás ex traordinario es que,
con frecuencia, por no decir com unm ente, estos
gobernantes civiles resistieron al Evangelio cristia­
no en nom bre de la religión. Podemos citar unos
pocos ejemplos:
El S anhedrin judío prohibió a los apóstoles p re­
dicar a Jesús (Hechos 4: 18), motivado por su celo
religioso;, en este caso celo p o r el Judaism o. L a-his­
toria dé la Iglesia Prim itiva presenta num erosas;y
violentas persecuciones ordenadas por los empera-.
252 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

dores romanos. Pretendiendo ser divinos, no tolera­


ban la adoración del N azareno en vez del César.
En 1194, Alfonso II de España publicó un edicto
ordenando que todos los que, de cualquier modo,
hubiesen ayudado o protegido a los Valdenses, o
a ú n escuchado su predicación, deberían ser casti­
gados con la confiscación de todos sus bienes por
delito de lesa majestad. Ese decreto fue dado en
apoyo de una encíclica papal.
En el periodo de la Reforma el Protestantism o
fue puesto fuera de ley por los gobiernos Católico-
romanos. Pensad en la Inquisición española y la
m atanza de San Bartolomé en F rancia. Viniendo
al presente siglo el gobierno japonés exigió de sus
súbditos, dar culto, en los santuarios Shintoístas,
al em perador de la nación como descendiente de la
diosa A m aterasu. Este culto era requerido como
un acto, tanto religioso como patriótico, pues am ­
bos son inseparables en el Shintoísmo. P a ra decirlo
con una agudeza: El Jap ó n adoraba al Japón.
Hoy dia los Estados anti-cristianos están hacien­
do todo lo posible p ara la supresión del Evangelio.
Esto tiene lugar en la R usia com unista, y entre las
naciones satélites de ella, y m ás violentam ente, se­
gún parece, en la China comunista. Tam bién esto
se hace en nombre de una religión, pues el Comu­
nismo, a pesar de su pretendido ateísm o, es una
religión. Así lo clasificaron con razón los señores
Henry Nelson W iem an y W alter M arschall O rthon
en su extenso volumen “The G row th of religions”.
El Comunismo —dijeron— es u n a religión extre­
m adam ente fanática.
En vista de los mencionados hechos no es ex tra­
ño que algunos cristianos se sientan inclinados a
enseñar que Dios h a abdicado tem poralm ente su
gobierno de este m undo en favor de S atanás, que
DIOS Y LA RESISTENCIA AL EVANGELISMO 25 3

es el dios de este siglo, y que Cristo no rein a rá h as­


ta un próxim o Milenio. Sin em bargo esto es u n
gran error. El que ordenó a los b árbaros del Norte
hacer polvo del férreo Im perio Romano; el que con
el aliento de su boca aniquiló la supuesta A rm ada
Invencible española; el que desbarató los planes de
H itler, haciéndole com eter inexplicables errores, y
puso en derrota al Japón, en la segunda guerra
m undial; es Dios verdadero. P or fe sabemos que:
‘•el que m ora en los cielos se reirá —de los gobier­
nos enemigos de la tie rra — el Señor se b u rla rá de
ellqs. Entonces h ab lará a ellos en su furor y tur-
barálos con su ira ” , porque “he puesto mi rey sobre
Sion, m onte de mi santidad y le daré por heredad
las gentes y por posesión suya los térm inos de la
tie rra " (Salmo 2: 4-8). Y aquel que con fe observa
las señales de los tiem pos en los acontecim ientos
del mundo, puede persuadirse de esta verdad.

Dtos y las falsas religiones

Diecinueve siglos han pasado desde que Cristo


ordenó a su Iglesia hacer discípulos en todas las
naciones, sin em bargo menos de una tercera p arte
de la población terrestre lleva hoy día el nom bre de
cristiano. Según el A lm anaque M undial del año
1961, la población del globo es de unos 2.800.000.000
de almas. Si Juntam os el Catolicismo rom ano, las
Iglesias O rtodoxas y el Protestantism o, dan un to­
tal de unos 900.000.000 de cristianos: y sólo Dios
sabe cuantos de estos cristianos lo son tan sólo de
nombre. Esto deja en núm eros redondos 1.900.000.000
de adherentes de falsas religiones.
Las anteriores estadísticas no tom an en cuenta
las sectas. P ara no m b rar algunas tan sólo podemos
decir que en los Estados Unidos hay aproxim ada-
254 ívAWGEursMO'tÉoteÉsmtícb '< W-U|

mente 176.000 esp iritistas;'260.000-Téstigós dé^Jehó"5


vá y más de 1.600.000 -Mormonés. EstóV tam bién
prom ueven religiones falsas.
Debemos m encionar aquí el hecho, desconcer­
tante, de que una parte del Protestatism o, no sola­
m ente en este país sino en todo el mundo, ha capi­
tulado ante el Modernismo. Reconocemos que es
difícil definir el Modernismo, pues hay diferentes
tipos y grados del mismo; pero podemos hacer, sin
duda alguna, la afirm ación de que aquel M odernis­
mo que niega la inspiración de la Biblia y los n:ila-
gros; sobre todo el del nacim iento virginal de cfris-
to y su resurrección corporal; la Trinidad, la eter­
na y esencial Deidad de Cristo; su m uerte expiato­
ria p ara satisfacer la divina justicia; la deidad y
personalidad del Espíritu Divino, y la salvación por
G racia m ediante la íe, en vez de los hum anos es^
fuerzos; no es una religión genuinam ente cristia­
na. Y si el Cristianism o es la única religión verda­
dera, este Modernismo, tiene que ser contado n e­
cesariam ente como una religión falsa.
No debe ser desestimado, en este lugar, el hecho
de que algunas de las religiones falsas están levan­
tándose. Los misioneros de naciones asiáticas di­
cen que se está experim entando un poderoso des­
pertam iento del Budismo. No es menos alarm an te
la difusión del Mahometismo. No sólo hay en el
m undo dos veces más m ahom etanos que protestan­
tes, o sea 429.000.000 de los prim eros contra
213.000.000 de los segundos, sino que una oleada
Islámica, de grandes proporciones, está invadiendo
extensos territorios del Asia y Africa.
De nuevo nos hallam os confundidos. Si Dios es
Dios ¿cómo es que en ese aspecto externo, el C ris­
tianismo, la única religión verdadera, es tan fiada
DIOS Y iLVÍ>RESíSTÉNCIA' 'Álj tVAÑ’t íEUSMO 25 §

e irripotenté y Jas réílgioñes íáIsas son ta n fu é r té s


e influyentes? U na réfcpueSta p arcial, a. esta pregun­
ta la tenem os en íá'co n q u ista del O riénte pagano
de Europa por las prim itivas misiones cristianas,
y la derrota del M ahometismo en la batalla de
T ours en el año 732. C uando el Islam estaba am e­
nazando apoderarse de toda Europa Dios dijo:
“H asta aquí irás y no p asarás”. Europa fue salva­
da p ara el Cristianismo. El Dios que hizo esto en
el pasado, es un Dios vivo todavía. Pero la últim a
respuesta (lo vean o no a s i'lo s hom bres co n 'su
corta visión) es el hecho de que el Señor Dios O m ­
nipotente reina (Apoc. 19: 6). Y es El quien ha ase­
gurado a los suyos: “He aqui que yo crío al h erre­
ro que sopla las ascuas en el fuego y q u e saca la
herram ienta p a ra su obra, y yo he creado al des­
truidor para destruir. Toda h erram ien ta que fuere
fabricada contra tí no pro sp erará y tu condenarás
toda lengua que se levantare contra tí en juicio”
(Isaías 54: 16-17).

Dios y el incrédulo

Tiene que ser considerado otro aspecto del mis­


terio a que hacemos frente en este capitulo. Si Dios
es poderoso p a ra salvar y “no quiere que ninguno
perezca sino que todas procedan al arrepentim ien­
to ’' (2.'* Pedro 3: 9) ¿cómo es que hay quienes dese­
chan el Evangelio en su incredulidad y por tan to
perecen eternam ente?
En un sentido muy real no es nada ex trañ o el
hecho de que múchos hom bres perezcan, “porque
h an pecado y están destituidos de la gloria de Dios’"
(M ateo 3: 23). Por naturaleza todos son “m uertos
en delitos y pecados” (Ef. 2, 1), todos merecen la
m uerte eterna. Que tales hom bres perezcan no es
256 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO
extraño. Lo que es una m aravilla de la gracia di­
vina es el que algunos, de todos ellos, sean salvos.
Es una verdadera m anifestación de la gracia m a­
ravillosa del Señor el que de entre la caída raza
hum ana Dios, desde la eternidad haya escogido a
ciertas personas p ara vida eterna; y en el curso del
tiempo im parta a las tales, m uertas como están, la
vida espiritual, que les capacita p ara recibir a Cris­
to por la fe y asi ser salvos.
La Biblia enseña, de un modo inequívoco, que
Dios no eligió a todos los pecadores p ara la vida
eterna. Las mismas p alabras "escogió” y “elegidos” ,
excluyen este pensamiento. El, soberanam ente, es­
cogió a algunos, y soberanam ente dejó a otros. Con
su gracia eligió a algunos p ara salvación y decretó,
con justicia, dejar a otros sufrir el resultado n a tu ­
ral de sus propios pecados. Pues, ¿no tiene potes­
tad el alfarero para hacer con el b arro de la misma
masa un vaso para honra y otro p ara deshonra? y
¿qué, si Dios queriendo m ostrar su ira y hacer no­
torio su poder, soportó con m ucha paciencia los va­
sos de ira preparados p ara destrucción, y p ara h a­
cer notorias las riquezas de su gloria la mostró pa­
ra con los vasos de misericordia la cual preparó de
antem ano para gloria? (Rom. 9: 21-23-36).
En perfecta arm onía con las E scrituras los Cá­
nones de Dort declaran que: "Algunos reciben el
don de la fe de parte de Dios, y otros no lo reciben,
según procede del decreto eterno de Dios... Según
el cual, El, misericordiosamente, ablanda los cora­
zones de los elegidos, por obstinados que sean, y les
inclina a creer; m ientras que a los no elegidos
los deja a su Justo juicio por su m aldad y te r­
quedad. Y aquí se desplega especialm ente ia p ro ­
funda misericordia, y al mismo tiempo Justa discri­
minación entre hom bres igualmente envueltos en
DIOS Y LA RESISTENCIA AL EVANGELISMO 257

la ru in a ” {I, 6).
Sin embargo, la soberanía de Dios, ta l como es­
tá expresada en el D ecreto de reprobación, no quita
nada a la responsabilidad hum ana. Dios no fuerza
a los reprobados al infierno; estos perecen porque
no quieren venir a Cristo p a ra que tengan vida
(Ju an 5: 40). Dios no es autor de la incredulidad
en aquellos que perecen, como no es au to r de la íe
en aquellos que son salvos. Como Ju d as Iscariote
que negó al S eñor conforme al “determ inado con­
sejo y ancipado conocimiento de Dios” (Hechos
2: 23), estos réprobos llevan sobre sí la plena res­
ponsabilidad por sus m alas obras, y por lo tanto
van a ‘‘su propio lugar” (Hechos 1: 15). Así que los
reprobados perecen a causa de su propia y volun­
taria incredulidad. Que nadie piense que puede ocu­
r r ir que alguno de los no elegidos desee venir a
C risto por la fe, pero encuentre su cam ino bloquea­
do por el decreto divino. En cada caso, el reproba­
do am a la m uerte m ás bien que la vida (Prover­
bios 8: 36).
Esto advirtieron tam bién los teólogos de D ort, y
por lo tan to dijeron: “No es falta del Evangelio, ni
de C risto que se lo ofrece, ni de Dios, que les llama
por el Evangelio y les confiere diversos dones, el
que sean condenados aquellos que son llam ados m e­
diante el m inisterio de la p alab ra y rehúsan venir
y ser convertidos. La falta radica en ellos mismos.
(Cánones de Dort I I I , 4-9).
Q ue sea claram ente entendido y enfáticam ente
afirm ado: C uando un pecador es salvo: toda la glo­
ria pertenece a Dios; cuando un pecador es perdi­
do, el pecador es quien tiene toda la culpa.
Aquí hay un m isterio, es verdad. Que ningún
hom bre pretenda mezclarse en él. La paradoja de
la soberanía de Dios desplegada en el decreto eter­
258 EVANGELISMO TEOCÍNTRICO

no de reprobación por un lado, y por el otro la pie*


na responsabilidad del incrédulo por su iñcíeduli-
dad, tiene que quedar sin ningún intento de m iti­
garlo. Pablo hizo frente a la paradoja cuando des­
pués de haber declarado respecto a Dios: “p o r lo
tan to tiene misericordia del que tiene misericordia
y al que quiere endurece” , presentó la objección del
incrédulo: "¿Por qué, pues inculpa? me d irás ¿Por
qué quien puede resistir a su voluntad?” ¿Procuró
el apóstol h allar una solución a este problem a por
el mismo tan claram ente expuesto? No lo intentó
de ningún modo. Sólo recordíó al objetante, que él
es hom bre y Dios es Dios. He aquí lo que dice:
"Mas antes [oh hom bre!, ¿quién eres tú p ara
que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de b arro al
que lo formó; por qué me hecho así?” (Rom. 9: 20).
Lo que hizo Pablo fue apelar a la soberanía de Dios.
En efecto, dijo al incrédulo: Porque Dios es sobe­
rano tiene el perfecto derecho de endurecerte; y
precisam ente por Ja misma razón, tiene el mismo
derecho de hacerte responsable por tu propio en­
durecimiento de corazón. En resum idas cuentas:
Dios es Dios.
En estos térm inos Pablo, estableció lo que se
llam a la Teodicea Paulina. Pero una Teodicea ex­
traordinariam ente sim ilar se halla en los discursos
del Hijo de Dios. Después de haber reprendido J e ­
sús a las ciudades donde había realizado sus adm i­
rables obras, por su falta de arrepentim iento, di-
ciéndoles que en el día del juicio serla m ás tolera­
ble el castigo a los de Sodoma y G om orra que a
ellos, declaró a renglón seguido: “Te doy gracias,
P adre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las
h a s revelado a los niños. Así P adre, porque ásí
agradó en tus ojos” (Mateo 11; 20-26).
DIOS Y LA RESISTENCIA AL EVANÜELISMO 259
En su Evangelio, el apóstol del am or tam bién
hizo frente a la paradoja que estam os consideran­
do, y firm em ente rehusó poner sus extrem os de
acuerdo. C uando muchos de los judíos rechazaron
a Cristo, J u a n exclamó: “Pero a pesar de que h a ­
bía hecho tan tas señales delante de ellos no creían
en El, para que se cumpliese la palab ra del profeta
Isaías que dijo: “S eñor ¿quién ha creído nuestro
anuncio? ¿y a quién se ha revelado el brazo del Se­
ñor? P or esto no podían creer, porque tam bién di­
jo Isaías: “Cegó los ojos de ellos y endureció su
corazón; para que no vean con los ojos y entiendan
con el corazón y se conviertan y yo los sane. Isaías
dijo esto cuando vio su gloria y habló de E l” (Ju an
12: 36-41). Pero tam bién el evangelista J u a n m an­
tuvo la plena responsabilidad de aquellos incrédulos
recordando las palabras de Jesús: “El que me dese­
cha y no recibe mis palabras, tiene quién le juzgue:
la palab ra que yo les he hablado, ella les Juzgará
en el día postrero” (Ju a n 12: 48).
Que a Dios es debida toda la gloria por la salva­
ción de los pecadores, está enfáticam ente enseñado
en la Biblia entera. ¿Es Dios tam bién glorificado
con la salvación de los réprobos? Sin tra ta r de igua­
lar la gloria de Dios revelada en dos extrem os tan
distantes, puede responderse a esta pregunta tan
sólo con una afirm ación inequívoca: Todo lo que
Dios decretó, lo ha decretado p ara su gloria. Cada
suceso en la historia h u m an a no es sino un desarro­
llo del plan divino pre-ordenado y de alguna m ane­
ra todo redunda p ara gloria de Dios. L as mism as
obras de S atanás Dios las utiliza p ara su gloria. H a­
blando del Evangelismo, Pablo el m ás grande evan­
gelista, dice: "Nosotros somos buen olor de C risto
a los que se salvan y a los q u e se pierden. A los linos
olor de m uerte para m uerte, y a los otros olor de
260 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

vida p ara vida" (2.* Cor.: 15, 16). Calvino comentó


este pasaje diciendo: “Aquí tenemos u n pasaje
rem arcable, por lo cual se nos enseña que cu al­
quiera que sea el resultado de nuestra predicación
es, no obstante, agradable a Dios. Si se predica el
Evangelio y nuestro servicio es aceptable a El, no
disminuye en ningún grado ia dignidad del M en­
saje si no hace ningún bien, pues Dios es glorifi-
dp en ello, .ya sea que el Evangelio venga a ser una
ocasión de salvación o que lo sea de ru in a a los
m alvados que se vuelven de él”. Y añade: “El Evan­
gelio es predicado p ara salvación; este es su obje­
tivo; pero solam ente los creyentes son participan­
tes de esta salvación. Al mismo tiempo que es una
ocasión de condenación a los incrédulos, y esto pro­
cede de su propia falta”.
La conjesión de Fe de W ensm inster, refiriéndose
a los elegidos dice: “En cuanto al resto de la H u­
m anidad, ha agradado a Dios, conforme al inescru­
table consejo de su voluntad por el cual El extien­
de o retiene la misericordia como El quiere, p ara
.la gloria de su soberano poder sobre sus criaturas,
pasar de largo algunas y ordenarles como vasos de
deshonra e ira a causa de su pecado, p a ra la ala ­
banza de su gloriosa justicia” (III, 7).
Dios es soberano. Q uitarle su soberanía es ne­
garle como Dios.
El hom bre es un agente libre y responsable. El
incrédulo rechaza a Cristo no por compulsión ex­
terna, sino de su propia voluntad; bajo la compul­
sión de su propia naturaleza pecadora. Su elección
«s detem inada por lo que él es, un jjecador total­
m ente depravado, enemigo de Dios. “La m ente
carnal es enemistad contra Dios, pues no se sujeta
a la voluntad de Dios ni tampoco puede” (Rom.
^ : 7)
19
DIOS Y EL TRIUNFO DEL
EVANGELISMO

El triunfo asegurado

El salm ista cantó: ’‘Se acordarán y se volverán


a Jehová todos los confines de la tierra y todas las
fam ilias de las naciones ad o rarán delante de Tí"
(Salmo 22: 27). O tro salmo mesiánico predijo: “Do­
m inará de m ar a m ar y desde el río y hasta los con­
fines de la tierra. Ante El se p o strarán los m ora­
dores del desierto y sus enemigos lam erán el polvo.
Los reyes de T arsis y de las costas tra e rá n presen­
tes, los reyes de Saba y de Seba ofrecerán dones.
Todos los reyes se p o strarán delante de El. Todas
las naciones le servirán” (Salm o 72: 8-11). L a pie­
d ra que, en el sueño de Nabucodonosor fue cortada
sin m ano y quebrantó la im agen de hierro, barro
cocido, bronce, plata y oro... vino a ser u n a g ran
m ontaña que llenó toda la tie rra ” (Dan. 2: 31-35).
Viene el día cuando “todas las cosas serán some­
tidas a C risto” (1 / Cor 15: 27-28).
Es cierto, sin sombra de duda, que la P alabra
de Dios está llena de prom esas de un triunfo veni­
262 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

dero; pero esto no es todo. La Escritura describe la


victoria de Dios y de C risto como una realidad p re­
sente. Que el conflicto de las edades entre Dios y
S atanás está siempre bajo ei control de Dios, ap e­
nas necesita ser dicho. Es inherente al ser mismo
dft Dios: “Dios reina sobre los paganos. Dios está
sentado sobre el trono de su santidad” (Salmo
47: 8). “El Señor es grande, y g ran rey sobre todos
los dioses” (Salmo 95: 4). El reinado mediador de
Cristo es tam bién una gloriosa realidad. La batalla
decisiva entre Cristo y S atan ás fue peleada en el
Calvario. Allí S atan ás hirió a Cristo; pero Cristo
quebrantó la cabeza de Satanás. (Génesis 3: 15}.
T res veces en el Nuevo Testam ento S atan ás es lla­
mado el príncipe de este m undo y cada vez se dice
de él que, como príncipe de este mundo, ha sido ya
derrotado por el Cristo crucificado. Con referencia
directa a su m uerte en la cruz Jesús dijo: “Ahora
es. el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este
m undo va a ser echado fu era”. (Ju an 12: 31). Ante
la am enazadora sombra de la cruz dijo a sus discí­
pulos: “Ya no hablaré mucho con vosotros, porque
viene el principe de este mundo, pero no tiene nada
en M í” (Ju an 14: 30). Y al prom eterles el E spíritu
S anto para confortarles en su tristeza debido a su
inm inente partida, aseguró a los discípulos que el
Espíritu redargüiría al m undo de juicio, “porque
ahora el príncipe de este mundo es juzgado” (Ju an
16: 11). Cualquiera que sea la influencia que S a ta ­
nás h a ejercido desde entonces en ’os asuntos de
los hom bres —y tenemos que adm itir que ha sido
grande— se habla de El como “el Dios de este m un­
do, que ha cegado los entendim ientos de los incré­
dulos para que no les resplandezca la luz gloriosa
del Evangelio de Cristo, el cual es la imagen de
Dios” (2.‘ Cor. 4: 4). Todo lo ha hecho con el per­
DIOS Y EL TRIUNFO DEL EVANGBL1SMO 263
miso de Cristo y bajo su control; pues Cristo tiene
en verdad “todo el poder en el cielo y en la tie rra "
(Mateo 28: 18) y con su m uerte “destruyó a aquel
que tiene el poder de la m uerte, es a saber el dia­
blo” (Hebreos 2: 14).
Aquí puede sugerirse la pregunta: ¿Dice la Es­
critu ra que el futuro tra e rá bendición espiritual al
pueblo israelita? D esgraciadam ente no hay u n an i­
midad en la respuesta en tre los creyentes. Por una
p a rte hay aquellos que sostienen que aunque los
judíos, individualm ente, pueden venir a Cristo;
todas las bendiciones espirituales prom etidas en la
E scritura al pueblo judío h an sido heredadas por
el Israel espiritual, que es la Iglesia. P o r el o tro la­
do hay quienes enseñan que cuando Cristo vuelva
la nación judía toda, experim entará un nacim ien­
to espiritual.
Sin dogm atizar a este respecto, el escritor qui­
siera llam ar la atención a tres afirm aciones de la
E scritura que considera apropiadas con respecto a
este problem a. Todas ellas se encuentran en R om a­
n a s 11. P ablo presenta la pregunta: “Si el rechaza­
miento ha resultado en la reconciliación del mian­
do ¿cuál será la. resurrección de ellos sino vida de
los m uertos?” (vers. 15). El apóstol parece m irar a
un tiempo cuando el pueblo judío, rechazado por
Dios a causa de que ellos rechazaron a su Hijo, se­
rá recibido por Dios, en m isericordia, y vendrá a
ser el instrum ento p ara im p artir u n a g ran bendi­
ción xi toda la Cristiandad. El apóstol continúa di­
ciendo: “Porque no quiero herm anos que ignoréis
este misterio, para que no seáis arrogantes en cu an ­
to a .vosotros mismos: Ha acontecido a Israel el en­
durecim iento en parte, hasta que haya entrado la
plenitud-de lo-; gentiles. Aún cuando algunos expo­
sitores nos hablen convencidos de que el térm ino:
264 EVANGELISMO TEOCÉNTRlCO

“todo Israel” se refiere al Israel espiritual, consis­


tente tanto de judíos como de creyentes gentiles, y
otros expositores son de la opinión de que se refie­
re a la nación judía entera sin excepción, hay bue­
n a s razones para entender que se refiere al pueblo
judío como una totalidad. Los judíos colectivamen­
te. La discusión de F. L. G odet sobre este punto en
el apéndice E. de su com entario a los Romanos es
ilum inador, y asimismo el librito por W illiam Heb-
driksen del mismo tema.

Triunfó por la Tribulación


¿Qué reserva el futuro a la Iglesia de Cristo?
Sobre este asunto hay m ucha diferencia de opinión
entre los estudiantes de la P alab ra de Dios.
Los pre-m ilenarios sostienen que aunque el
Evangelio se esparcirá por todo el globo y muchos
volverán a Cristo, sin em bargo el próxim o futuro
es oscuro para la C ausa del Evangelio, y el tiempo
puede estar muy cerca cuando S atan ás te n d rá .su
día y oportunidad. H abrá g ran tribulación en toda
la tierra. Antes o después de la Tribulación los fíe­
les serán arrebatados p ara ir a encontrar al Señor
en el aire. Después Cristo volverá triunfante y es­
tablecerá su reino m ilenario teniendo Jerusalem
como centro. D urante este periodo S atan ás estará
atado, al final será desatado y reu n irá las naciones
de los cuatro ángulos de la tie rra contra la ciudad
am ada. Sin em bargo el diablo será derrotado y
juntam ente con sus aliados será echado en el lago
ardiendo con fuego y azufre.
Los post-milenarios, como suelen ser llamados,
son de dos clases. M uchos de ellos creen que el R ei­
no de Dios vendrá por medio de esfuerzos hum anos
y reform as sociales que com pletarán el proceso de
DIOS y EL TRIUNFO DEL EVANGELISMO 265

constitución del Reino de Cristo. Los que sostienen


este punto de vista lo basan en u n evolucionismo
histórico más bien que en la P alab ra de Dios, pero
hay tam bién los post-m ilenarios sobrenaturalistas,
o sea creyentes fieles en la Biblia, los cuales pien­
san que la enseñanza de la E scritura será ta n efec­
tiva, que obtendrá el que todas las naciones se vuel­
van a Cristo. El Cristianism o será triunfante, em pe­
zará una edad de Oro y cuando esto ocurra, Cristo
.volverá como Señor de todo.
A este punto quisiéram os hacer una adverten­
cia y es que la diferencia que hay en tre los creyen­
tes leales a la Biblia, tan to pro-m ilenarios como
post-milenarios, au n q u e sean grandes en el sentido
m aterial, no debe dárseles ta n ta im portancia hasta
el punto de oscurecer el hecho significativo que am ­
bos enseñan, que la Segunda Venida del S eñor es
el últim o y completo triunfo de Cristo.
Aún hay un tercer punto de vista entre aquellos
qué aceptan la Biblia como P alab ra de Dios, y es
aqüel conocido como am ileniarism o, el cual parece
ser m ás inclusivo, escrituraIm ente, que cualquiera
dé los antes: mencionados. Sus proponentes hacen
énfasis en h acer Justicia a toda la E scritura acerca
de este asunto. Estos creen que los mil años de Apo­
calipsis 20 representan, en lenguaje simbólico, un
período largo y completo que va desde la ascensión
de Cristo al Cielo h asta su Segunda Venida. D u ran ­
te este tiem po Cristo reina y los santos viven con
El (vers. 4). S atan ás está atado de tal modo que no
le es perm itido llevar a las naciones paganas a do­
m inar la C ristiandad (vers. 2-3). En o tras palabras,
en este periodo, que es el presente, las naciones
nom inalm ente cristianas predom inan en poder e
influencia entre los reinos de la tierra. D urante es­
266 EVANGHLISMO TEOCÉNTRICO

te tiempo tiene lugar, bajo el dominio de Cristo, un


desarrollo paralelo del reinado de la luz y del de
las tinieblas. Esto se enseña inequívocam ente en las
E scrituras: Por ejemplo, las parábolas de Jesús del
grano de mostaza y de la levadura m uestran que el
crecim iento del reino de Cristo y del -de S atanás
son paralelos, y ello se dem uestra en la pregunta
del Señor: ¿Cuándo el Hijo del hombre viniere ¿h a­
llará fe en la tierra? (Lucas 18: 8). El doble proce­
so se halla demostrado en los sucesos actuales. Las
naciones paganas están poco a poco siendo cristia­
nizadas, m ientras que las naciones cristianas pare­
cen volver a l paganismo. Hacia el fin de los ‘'mil
añ o s” S atanás será desatado por un poco de tiem­
po”. Aquellos serán los días oscuros p ara la Igle­
sia de Dios. Entonces o cu rrirá lo que está escrito en
Apocalipsis 20. Bajo el reinado totalitario del Anti­
cristo la raza h u m an a será consolidada política­
mente, religiosamente y económicamente. Todos los
hom bres le seguirán, con excepción de aquellos cu­
yos nom bres están escritos en el libro de lá vida del
Cordero que fue m uerto desde la fundación del
mundo. Los santos sufrirán persecución. S atan ás
irá adelante, engañando a las naciones .cristianas
en los cuatro cantones de la tierra, a Gog y a Ma-
gog, p ara juntarles y form ar un ejército numeroso
como la aren a del m ar en batalla contra la Iglesia
y la Cristiandad. L a aniquilación del reinado de
Cristo parecerá inevitable, sin em bargo descende­
r á fuego del Cielo y consum irá tales ejércitos, y el
diablo con sus asociados, será consignado al tor­
mento eterno en el lago de fuego y azufre. (Apoc.
20: 7-10). Cristo volverá en gloria inefable y des­
pués de levantar a los m uertos se sen tará a juzgar
a todos los hombres (Apoc. 20; 12-13).
Así la victoria será llevada a cabo a través de
DIOS Y EL TRIUNFO DEL EVANGEL'ISMO 267

una lucha; y el triunfo final vendrá a través de la


tribulación.

El triunfo consumado
¿Tenemos que concluir que, excepto por la con­
versión de un núm ero relativam ente pequeño de
individuos, la proclam ación del Evangelio se de­
m ostrará de poco efecto, y que cuando la evangeli-
zación del m undo por la Iglesia, haya resultado un
fracaso, el Hijo de Dios ap arecerá repentinam ente
y ten d rá la victoria sobre S atan ás m ediante u n des­
pliegue cataclistico de poder? No; en m anera algu­
na. La enseñanza de la E scritura es bien clara. H a­
cia el fin de los tiempos Cristo aparecerá con una
m anifestación sobrenatural de poder p ara destruir
a sus enemigos; pero tam bién es verdad que una
m ultitud incontable de todas las lenguas, linajes,
pueblos y-náciones, se ap re su ra rá n hacia las doce
p u ertas de la Jerusalem celestial (Apoc. 21: 12-13).
Los habitantes-de esta ciudad, que son la simiente
espiritual de A braham , serán ta n num erosos como
la aren a que está en la playa del m ar o como las
estrellas -del firm am ento (Génesis 22: 17). Ellos
constituirán la nueva y verdadera hum anidad, y
como tales h ab itarán los nuevos cielos y la nueva
tierra (Apoc. 21: 1). Y esta m ultitud h a b rá sido sal­
va toda por m edio del Evangelio.
En todos los siglos los hom bres h an luchado pa­
ra reu n ir la hum anidad dividida. Casi se podría de­
cir que estas luchas constituyen la misma historia
de la hum anidad. E ntre los métodos empleados p a­
ra tal fin, tres perm anecen aún. Incontables esfuer­
zos h an sido hechos p ara u n ir a las naciones me­
diante la espada. Esto dio lugar a los imperios del
m undo antiguo, así cpnio a los grandes dominios
268 EVANGELISMO TEOCÉNTRICO

del tiempo medioeval y de los tiempos modernos.


Tales luchas sólo podían term inar en fracaso, pues
cuando los hom bres son unidos p o r la fuerza no
están realm ente unidos. A lejandro el G rande trató
de Juntar el m undo bajo su dominio por medio de
un lenguaje universal. Hizo del griego el lenguaje
de la literatura en el m undo entero. La Iglesia de
Roma emplea el mismo sistema, cuando tra ta de
m antener a sus hijos e h ijas juntos p o r el uso co­
m ún de la lengua latina. El Volapuk o Esperanto
son esfuerzos similares, de fechas recientes, p a ra
contribuir a la unidad de la raza. Apenas necesita
ser dicho que el m al de la desunión es demasiado
profundo p a ra ser curado mediante tan flaco y su­
perficial remedio. En tiempo reciente los hombres
h an tratado de cu rar las brechas de la hum anidad
m ediante el gobierno organizado de la Liga de n a ­
ciones, el Tribunal Internacional y las Naciones
Unidas. ¿Quién sabe? Por la gracia común de Dios
tales organizaciones pueden posiblemente aliviar al­
gunos de los males del mundo. Es posible que ellas
puedan ay u d ar a post-ponér alguna guerra, pero lo
cierto es que tam bién ellas han fracasado, y fraca­
sarán miserablem ente, en el ideal suprem o de es­
tablecer la paz universal.
Ninguno de los antes mencionados medios h u ­
manos, incluido el último, puede tra e r la unión al
mundo. La razón es evidente. Solam ente tra ta n
con los síntomas, no con la causa de la enferm edad
del mundo. La causa es el pecado; el pecado pro­
m ueve la desunión, la guerra y las luchas. Y el pe­
cado no puede ser abolido por la espada, ni con la
unidad de lenguaje, ni por las asam bleas de hom ­
bres de Estado de las naciones; por m ás que m u­
chos de ellos sean hom bres de buena voluntad. Sólo
Dios puede vencer al pecado. Su hijo lo h a hecho.
DIOS Y EL TRIUNFO DEL EVANGELISMO 269

P or su m uerte en la cruz del C alvario venció al pe­


cado. Este es el tem a del Evangelio. El Evangelio
cristiano es nada menos que esto. La presentación
de la solución divina al problem a del pecado. Sólo
cuando haya sido predicado en todo el mundo y por
todas las naciones, trayendo discípulos a Cristo,
ocurrirá que “m artillarán sus espadas p a ra haza-
dones y sus lanzas p ara hoces; no alzará espada
nación contra nación, ni se ensayarán m ás p a ra la
g u e rra ”. (M iqueas 4: 3).

Ef triunfo de Crlcto, será pues «I triunfo del Evangelísmo


Ello está im plícito por lo menos en las p alab ras
finales de la g ran Comisión: “He aquí yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del m undo” (M a­
teo 28 : 20). ¿Qué o tra cosa puede esto significar si­
no que al fin de los tiempos, Aquel que tiene todo el
poder y autoridad en la tie rra y en el cielo prospe­
ra rá su iglesia en la proclam ación del Evangelio?
Por lo tanto está escrito: “No h erirán ni h a rá n da­
ñ o en todo mi santo monte; pues la tierra será lle­
n a del conocimiento del Señor como las aguas cu­
bren el m ar (Isaías 11: 9). De los vencedores en la
lucha se dice que vencieron “por la sangre del Cor­
dero y la palabra de su testim onio” (Apoc. 12: 11).
Y aquel que cabalgando sobre un caballo blanco
conduce los ejércitos del cielo a l triunfo final se
llam a, “EL VERBO DE D IO S” (Apoc.: 19-13).

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