AAAUTORES08331
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LIMA – PERÚ
1
SAN ANDRÉS BESSETTE, EL MÁS GRANDE DEVOTO
DE SAN JOSÉ
Nihil Obstat
Padre Ricardo Rebolleda
Vicario Provincial del Perú
Agustino Recoleto
Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez
Obispo de Cajamarca
LIMA – PERÚ
2
ÍNDICE GENERAL
INTRODUCCIÓN
Devoción a san José.
Congregación de la Santa Cruz.
Los padres del hermano Andrés.
Apariciones de su madre.
En casa de sus tíos.
Trabajador en Estados Unidos.
Novicio.
Montreal.
Profesión temporal y perpetua.
Portero del colegio.
Su devoción a san José.
El aceite de san José.
Sigue curando.
Su vida ordinaria.
Penas y alegrías.
Conversiones
Miles de curaciones.
Su muerte.
Milagros después de su muerte
Devociones especiales: a) La Eucaristía.
b) La Virgen María. c) El ángel custodio.
d) Los santos. e) Almas del purgatorio.
f) El Viacrucis.
Algunas virtudes: 1.- Espíritu de penitencia.
2.- Castidad. 3.- Pobreza. 4.- Obediencia.
El demonio
Carismas: a) Levitación. b) Bilocación.
c) Conocimiento sobrenatural. d) Profecía.
e) Apariciones. f) Luces sobrenaturales.
El Oratorio de San José.
La revista
Su glorificación
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
3
INTRODUCCIÓN
Que su fe y su vida dedicada a Dios y a los demás sea una ráfaga de luz y
de amor para que nuestra fe se encienda y podamos gritar al mundo entero: Dios
existe y todavía hay milagros. Ojalá que esta pequeña biografía del hermano
Andrés nos ayude a creer más en Dios y en su poder.
4
ACLARACIONES
5
DEVOCIÓN A SAN JOSÉ
La devoción a san José es muy antigua. Ya hay autores del siglo II, como
san Justino y san Ireneo, que hablan de san José al hablar de María o del misterio
de la salvación. También en ese mismo siglo, Orígenes y Julio el Africano lo
mencionan frecuentemente. En el siglo IV san Agustín, san Ambrosio y san
Jerónimo hablan mucho de su virginidad y de su paternidad espiritual sobre
Cristo, y de su verdadero matrimonio con María, presentándolo como modelo de
virtudes cristianas. Ya en este siglo IV existía entre los coptos la fiesta de san
José el día 20 de julio.
Entre los devotos de san José cabe destacar a Juan Gerson (1363-1429),
que llegó a ser gran canciller de la universidad de París en 1395. Él mismo
compuso un oficio para su fiesta y escribió 4.800 versos sobre él, llamados
Josephina. Él creía en la Asunción de José en cuerpo y alma a los cielos. Otro
gran devoto de san José fue Isidoro de Isolano, que en 1522 escribió el tratado
Summa de donis sancti Joseph (Conjunto de dones de san José).
6
A partir del siglo XVI su devoción tomó mucho impulso debido al
testimonio y devoción de santa Teresa de Jesús (+1582), de san Juan de la cruz y
de los carmelitas descalzos y descalzas. Fray Jerónimo Gracián, confesor de
santa Teresa, escribió en Roma en 1597 su Josefina, proclamando los dones y
privilegios de san José. El Papa Gregorio XV, en 1621, estableció su fiesta y
Benedicto XIII en 1726 colocó a san José en la letanía de los santos. En 1870 el
Papa Pío IX lo nombró patrono de la Iglesia universal. Éste fue el año en que el
hermano Andrés entró de novicio.
San José, el más santo de los santos después de la Virgen María, fue el
santo predilecto de san Andrés Bessette.
7
CONGREGACIÓN DE LA SANTA CRUZ
8
LOS PADRES DEL HERMANO ANDRÉS
Su madre Clotilde era muy piadosa. Como Alfredo nació muy débil y
parecía que iba a morir, fue bautizado en la casa por la misma partera. Al día
siguiente, fue llevado a la iglesia parroquial de San Gregorio para suplir las
ceremonias. Según la partida de bautismo nació el 9 de agosto de 1845.
Dice así: El diez de agosto de 1845 ha sido bautizado, bajo condición, por
el suscrito (padre Silvestre), Alfredo, nacido la víspera de legítimo matrimonio,
de Isaac Bessette, carpintero, y de Clotilde Foisy de esta parroquia. El padrino
fue Eduardo Bessette, y madrina Josefa Foisy, tío y tía del niño 2.
Azarías Claude, gran amigo del hermano Andrés, dice: Me habló muchas
veces de sus padres. Él me contaba que su madre le hacía rezar de rodillas y
tenía un recuerdo muy emotivo de sus padres, que perdió pronto... Su educación
le fue dada, sobre todo, por su madre, que era muy virtuosa. Me confió que su
madre le había enseñado las primeras nociones de lectura, al mismo tiempo que
sus oraciones 3.
Otro testigo del Proceso, Adelardo Fabre, dirá: Me contó que desde muy
joven tenía devoción a san José y que su madre le había enseñado esta devoción.
Ella también lo llevaba a la iglesia y a confesarse 4.
Su madre lo cuidaba más que a sus otros hermanos, porque era muy débil
de salud. Él tenía mucho amor y admiración por su madre, que era muy piadosa
1
Catta p. 106.
2
Sum 1052.
3
Sum 198.
4
Sum 320.
9
y sacrificada por sus hijos. Me dijo que su madre lo llevaba desde muy niño a la
iglesia y que en las tardes, en familia, les hacía rezar el rosario y que en su
hogar había recibido una buena educación cristiana 5.
Pero los planes de Dios son incomprensibles a los ojos humanos. Pronto
su madre se enfermó de tuberculosis y, al no poder atenderlos, tuvo que
repartirlos entre sus hermanos. Sólo se quedó con Alfredo, su hijo predilecto, por
ser el más débil y necesitado. Él dirá: Probablemente porque yo era el más
enfermizo, mi madre parecía que me quería más que a los otros. Ella me
abrazaba muchas veces. Yo también la amaba 6.
Ella con Alfredo se fue a vivir con su hermana Rosalía, casada con
Timoteo Nadeau, que vivían en Saint-Césaire (San César). Pero la enfermedad
siguió su curso. En otoño de 1857, antes de los tres años de la muerte de su
esposo, murió a los 43 años de edad. Sus últimas recomendaciones a Alfredo
fueron: Cree en Dios, no abandones nunca la fe y no faltes a la misa dominical 7.
APARICIONES DE SU MADRE
Alfredo dijo en varias ocasiones: He rezado rara vez por mi madre, pero
le he rezado muchas veces 8. Él estaba seguro que su buena madre estaba en el
cielo y que desde allí vigilaba por él y le ayudaba en su caminar por la tierra. Por
ello la invocaba frecuentemente como a una santa. Y no quedaba defraudado.
Veamos algunos ejemplos.
José Pichette refiere: Él me ha dicho que su madre era muy buena con él.
Me ha contado que una tarde había sido invitado a una velada. Como llegó
demasiado temprano, se paseó un poco antes de entrar en la casa. Pasando por
un arroyo, oyó un ruido insólito y fijó su atención. Entonces se acordó que las
personas que lo habían invitado no eran católicos muy practicantes; y le dijo a
su madre: “Mamá, si no quieres que vaya, haz que oiga ese ruido otra vez”. El
ruido se dejó oír una vez más. Y no fue a la velada 9.
5
Sum 319.
6
Catta p. 107.
7
Catta p. 108.
8
Catta p. 109.
9
Sum 2.
10
Adelardo Fabre relata que el hermano Andrés le contó que su madre le
aconsejaba llegar temprano a casa. Pero un día tardó en llegar por estar con sus
amigos. Ese día, al regresar a casa, vio cerca de una zanja como una forma
humana que había creído ser una aparición de su madre, ya difunta, y que él
interpretó como un aviso para no regresar tarde a casa. Me dijo que normalmente
llegaba a casa antes de las nueve de la noche y que ese día fue algo excepcional
10
.
10
Sum 320.
11
Hermano Leopoldo, Le frère André, sa jeunesse, en Annales de Saint Joseph, de octubre de 1937, p.
323; Catta p. 561.
12
Sum 559.
13
Sum 3.
14
Sum 925.
11
Desde niño manifestó un espíritu religioso extraordinario. Al poco tiempo
de la muerte de su madre, con doce años, el padre Provençal, párroco de San
César, lo preparó y le administró la primera comunión. Ese mismo año de 1858
fue confirmado en la misma parroquia el 7 de junio por Monseñor Prince 15.
Azarías Claude nos informa que no le gustaba jugar con sus compañeros
y, cuando el párroco de Saint Césaire lo buscaba, iba a la iglesia, donde estaba
al pie de la imagen de san José 16. Un amigo de su infancia, que trabajó con él,
declaró que no quería jugar a las cartas con otros compañeros y lo encontraba a
veces rezando arrodillado con los brazos en cruz delante de un crucifijo 17. Este
crucifijo se lo había regalado el padre Ouimet de la parroquia de San César.
Como ninguno de sus oficios le iba bien por su salud, el alcalde del pueblo
de San César, Luis Ouimet, se interesó por él y le ofreció adoptarlo e
incorporarlo a su familia con la aceptación de sus tíos. Y Alfredo comenzó a
trabajar en la granja de los Ouimet.
15
Sum 1052.
16
Sum 198.
17
Catta 119.
18
Sum 67.
19
Sum 321.
12
TRABAJADOR EN ESTADOS UNIDOS
Alfredo había pasado tres horas seguidas orando en una jornada de oración
y reparación ante el Santísimo Expuesto. Algunas veces el padre Ouimet le
mandaba cuidar los caballos de la parroquia, pero regresaba tarde. Un día
decidió espiarlo a ver qué hacía y lo encontró orando de rodillas ante una cruz.
El padre Ouimet refiere: “Cuando me di cuenta de cómo era, le hablé al padre
Provençal, que era el párroco 20.
20
Catta p. 146.
13
NOVICIO
21
Sum 1053.
22
Sum 756.
14
juntas sobre su rodilla con toda confianza. Monseñor me habló como un
padre”23. Y con su apoyo y el del padre Guy fue aceptado.
MONTREAL
Fue un día feliz en su vida, pero aún más feliz fue el día de su entrega total
y definitiva a Dios por los votos perpetuos. Fue el día 2 de febrero de 1874 a sus
29 años. Ese día prometió a Dios para siempre pobreza, castidad y obediencia.
En la obediencia prometió cumplir siempre sus obligaciones sin rechazar nada.
El padre Emilio Deguire manifestó en el Proceso que el hermano le dijo: Nunca
23
Sum 626.
15
he rehusado de hacer lo que se me mandaba. He respondido siempre sí y
terminado por la noche lo que no había podido hacer en el día 24.
Pero no sólo era portero para llamar a los alumnos o a los sacerdotes
cuando tenían visitas, también se ocupaba de despertar a los alumnos internos y a
los religiosos de la comunidad. Cada semana debía ir a la casa de los alumnos a
la ciudad para llevar su ropa sucia y traerles la limpia.
Un día, comenta el padre Oseas Coderre, tuvo que ir, como de costumbre,
a llevar la correspondencia al correo y yo lo reemplacé en la portería como él
me lo había pedido. Y me ausenté unos momentos y durante ese tiempo alguien
tocó el timbre de la puerta. El padre provincial, padre Lanage, tuvo que bajar
del segundo piso para responder a la puerta. Cuando llegó el hermano Andrés,
el provincial le preguntó disgustado:
24
Sum 774.
25
Sum 182-183.
16
José Pichette, su gran amigo, declaró: También hacía el oficio de
peluquero y toda clase de servicios a los alumnos y a los religiosos, lo que se
prolongaba no raras veces hasta la medianoche. Cuando se retiraba por la
noche a descansar, debía remendar sus ropas. Me dijo que, en alguna
oportunidad, no había tenido tiempo de acostarse, pues ya era hora de despertar
a todos.
Observó que cada vez que iba a amortajar a un muerto, había algo que le
impedía dormir, para desanimarlo de hacer ese trabajo. En ocasiones, le
mandaban ir a ayudar a la cocina. Un día llegó a casa sorpresivamente el
arzobispo de Montreal y el cocinero le pidió que le ayudara a pelar papas
(patatas), pero, ante su sorpresa, el arzobispo pidió que se sentara junto a él en
la mesa. Él decía: “Hubiera preferido pelar patatas toda el día” 26.
26
Sum 6.
17
SU DEVOCIÓN A SAN JOSÉ
Cuando iba de viaje a Estados Unidos una o dos veces al año, aprovechaba
para visitar a sus familiares. Llevaba miles de medallas de san José para
repartirlas a los enfermos que lo visitaban.
27
Sum 641.
28
Sum 968.
29
Sum 273-274.
18
El mismo hermano Andrés acostumbraba a escribir sus intenciones en
unos papeles y los colocaba debajo de la imagen de san José 30. Esto mismo le
aconsejó a la hermana Le Royer 31.
Otra cosa que recomendaba era hacer triduos o novenas en honor del
santo. Pero sobre todo, consideraba que el primer requisito para obtener favores
de Dios era estar en estado de gracia. Por ello recomendaba mucho la oración, la
confesión, la comunión y la devoción a san José como remedio para recibir la
salud corporal.
Sugería decir oraciones fáciles como: San José ruega por mí como
hubieras orado, si hubieras estado en mi lugar y con mis problemas.
Por otra parte aconsejaba siempre a los enfermos frotarse con una medalla
de san José sobre sus ropas, en la parte enferma de su cuerpo, y él mismo
también los frotaba algunas veces. Igualmente recomendaba usar el aceite que
había ardido ante la imagen del santo y frotarse con él en su cuerpo enfermo.
Cuando los enfermos se curaban, les pedía algún ex-voto, como las muletas u
otros aparatos que habían usado, para dejarlos en la capilla como recuerdos del
poder de san José y aliento para fomentar la fe de otros.
30
Sum 243.
31
Sum 417.
32
Sum 794.
33
Sum 193.
19
repuestos en el mismo lugar anterior. Para él los ex-votos eran manifestación del
poder de intercesión de san José y ayudaban a extender su devoción 34.
34
Sum 384-385.
35
Sum 802.
20
brillaba delante de una imagen de la santa Faz; y con él frotaba a los enfermos y
muchos se curaban.
Un obispo le dijo un día: A unos enfermos les dice: “Ya están curados” y
así es. A otros les aconseja orar a san José y hacer novenas; a otros frotarse con
la medalla o con el aceite de san José y a otros les dice: “Voy a rezar por
usted”. ¿Por qué esa diferencia? Respondió: “A veces es muy fácil de ver”.
¿Eran simples inspiraciones o su ángel o san José le decía las cosas?
SIGUE CURANDO
36
Sum 14.
37
Sum 460-461.
21
Un día, en el colegio, curó a un alumno en la enfermería. Le había frotado
y le había hecho desaparecer la fiebre. El alumno se fue a la clase. Cuando el
médico fue a ver al enfermo y supo que estaba en clase, se disgustó. Después
habló mal del hermano Andrés y lo trataba de un viejo sobador y charlatán, que
engañaba a la gente.
Otro día vino un hombre a decirle que su esposa estaba mal de salud y él
estaba muy preocupado. El hermano le respondió: Pero su esposa no está
enferma, ella está en pie y, cuando vaya, le abrirá la puerta. Cuando él llegó a su
casa, encontró a su esposa curada. Esta curación y la del niño curado en la
enfermería del colegio, le dio fama y empezaron a visitarlo otros muchos
enfermos.
38
Sum 183.
39
Sum 446.
40
Sum 326.
22
Y siguió con su tarea, pero algunos presentaron sus quejas ante la Oficina
de Higiene de la ciudad. De la Oficina delegaron a un doctor para hacer una
investigación, quien le preguntó al hermano Andrés, si curaba y cómo curaba. Él
le dio una medalla de san José y una botellita de aceite del mismo, diciéndole:
“Vea lo que doy. También a usted le puede ser útil”. El delegado le dijo: “Usted
no tiene nada de qué preocuparse. No veo nada malo en ello” 41.
Con el tiempo era tanta la demanda de aceite que tuvieron que venderlo en
botellitas en la tienda del Oratorio.
SU VIDA ORDINARIA
En los primeros años del colegio hacía de portero con toda una serie de
trabajos anejos. Más tarde, con el permiso de sus Superiores, se dedicó a atender
a los enfermos que lo visitaban.
41
Sum p. 18.
23
mediodía recibía a los pacientes en su oficina. Él les recomendaba tener
paciencia, leer el evangelio, la Imitación de Cristo y las vidas de los santos. A
algunos los enviaba a rezar al pie de una imagen de san José.
PENAS Y ALEGRÍAS
42
Sum 389-390.
43
Sum 195.
44
Sum 359.
24
dio con la sorpresa que la hemorragia había cesado y su esposa estaba en plena
salud 45. El hermano no sólo no se vengó, sino que le hizo un gran favor,
haciéndose buenos amigos. Su esposa nunca volvió a tener problemas de
hemorragias de esa naturaleza.
En otro caso no pudo hacer más por el egoísmo de las personas. Lo cuenta
así Arturo Ganz: Un día llegó a visitar al hermano Andrés un judío americano
con su hija de quince años, que iba en silla de ruedas. Este hombre le declaró
que había viajado por Europa: a Viena, Berlín y París, para tratar a su hija con
los mejores médicos y venía como último recurso al Oratorio. El hermano
Andrés le dijo a la joven: “Levántese y camine”. Ella no se atrevía. El hermano
repitió: “Levántese y camine. Si no quiere hacer lo que le digo, ¿para qué
viene?”. La joven comenzó a caminar, y el hermano pidió que dejara sus muletas
como ex-voto en el Oratorio. Pero, como tenían soportes de oro, no quisieron
dejarlas y se fueron con ellas. Al día siguiente, el padre telefoneó desde Nueva
York que la joven ya no caminaba. Entonces el hermano me dijo: “San José
quería que dejaran las muletas en el Oratorio y ellos no han querido, han
preferido guardarlas de recuerdo. Muy bien, si las quieren guardar de recuerdo,
que las guarden” 47.
25
José Pichette recuerda: Yo he conocido al hermano Andrés durante 30
años y he pasado días enteros a su lado con él en su oficina. Siempre lo he visto
de buen humor y con buen trato para todos. Así fue durante los 25 primeros
años. Los últimos cinco años, debido a su edad avanzada y a estar muy fatigado,
estaba un poco nervioso y decía algunas palabras duras. Sobre todo, le
impacientaba oír que la gente le exigía hacer un milagro para sanarlos 49.
Un día recibió una gran alegría al encontrar el cuerpo del jefe de los
bomberos. El 16 de junio de 1932 el jefe de los bomberos de Montreal, Gauthier,
presidía una ceremonia en honor de los bomberos muertos en el cumplimiento de
su deber. Al día siguiente por la mañana, un terrible accidente ocurrió en el dique
seco de la Compañía Vickers. Lo llamaron de urgencia. Un petrolero americano,
el Cymbeline, explotó y unas 50 personas quedaron afectadas, de las cuales
algunas murieron. Allí perecieron el jefe de los bomberos, Gauthier, y tres de sus
hombres.
CONVERSIONES
49
Sum 42.
50
Catta p. 733.
26
abogada que había perdido la fe en una estadía de estudios en París, y le había
exhortado a retomar su fe primitiva. A los protestantes los invitaba a ir al
Oratorio y he oído decir que muchos protestantes, incluso judíos, se habían
convertido a raíz de sus curaciones 51.
27
nuevo y se sintió completamente curado. El enfermo se convirtió, hizo su primera
comunión y fue en peregrinación al Oratorio 56.
56
Sum 814.
57
Sum 280.
58
Catta p. 640.
59
Sum 369-360.
60
Domingo Cormier; Sum 360.
28
Arturo Ganz manifiesta: Recuerdo el caso del señor Desaulniers, que era
portero. Había sido católico, pero había abandonado la fe al hacerse comunista.
Yo le oí decir: “Dios no existe; cuando el hombre muere, ya no hay nada más”.
Yo le hice pensar: “Si no hay nada después de la muerte, voy a traer un revólver
para que pueda terminar con sus desgracias y miserias”. Pero él no aceptó. Le
aconsejé que fuera a ver al hermano Andrés. Fue a visitarlo y, en su primera
visita, estuvo hablándole durante dos horas. A partir de ese día se confesó,
comenzó a comulgar cada día, se alejó de los círculos comunistas y dejó de
beber (en exceso).
El mismo señor Desaulniers me dijo que ahora era feliz y que tenía dinero
suficiente para cuidar a sus siete u ocho hijos y que había tranquilidad en su
hogar. El hermano Andrés le hizo regresar a la fe católica y le hizo ser un buen
cristiano 61.
Sor Leblanc anota: La señorita Ivanne Mercier desde hacía diez años
vivía en el Asilo de la providencia, en nuestra casa de Montreal. Tenía una
pierna más corta que la otra y caminaba con mucha dificultad, pues tenía
anquilosada la rodilla desde hacía mucho tiempo y usaba dos muletas. En 1925
decidió ir a visitar al hermano Andrés. Ella le pidió dos favores: su curación y la
conversión de una persona. El hermano le dijo: “Si el Señor sólo te diera una
gracia, ¿cuál prefieres de las dos?”. Ella respondió: “La conversión de esa
persona”.
Arturo Ganz declaró: Una vez tuve un pinchazo en la rueda del coche y un
transeúnte, que me ayudó a reparar el neumático, blasfemó mientras hacía el
trabajo. El hermano Andrés, que estaba dentro del coche, lo oyó y le dijo que no
ofendiera al buen Dios con blasfemias; y le dio una medalla de san José. Al
responderle, este hombre soltó involuntariamente otra blasfemia. El hermano le
dio otra medalla. El otro le manifestó: “Tendrá que darme un puñado de
medallas para quitarme esta mala costumbre”. El hermano lo animó a
corregirse y me ha dicho que este hombre venía de vez en cuando a visitarlo al
Oratorio 63.
61
Sum 464-465.
62
Sum 636-637.
63
Sum 469.
29
El padre Cousineau refiere que oyó al padre Clemente Adolfo de su
comunidad el hecho siguiente, que él había presenciado. Presentaron al hermano
Andrés un niño que sufría de ablandamiento de la columna vertebral y llevaba
un corset de yeso con una varilla de hierro para soportar el peso de la cabeza.
El hermano le dijo a su madre que el niño estaba curado. La madre le pidió
quitarle el corset de yeso. El hermano no lo quiso hacer y ella misma lo hizo a
pesar de las protestas del padre Clemente. Cuando le quitó al niño el corset, el
hermano Andrés le dio la mano y le pidió que caminara, lo que el niño pudo
hacer. Un testigo del hecho pidió otra prueba y pidió al niño subirse a una silla y
saltar al suelo. El niño lo hizo tres veces. El padre Clemente quedó impresionado
y temía que se le rompieran los riñones. El testigo dijo entonces: “Padre
Clemente hace mucho tiempo que no me confieso, confiéseme” 64.
José Pichette por su parte indica: Un día fui con el hermano Andrés a casa
del señor Lefebvre, un francmasón, que estaba con parálisis. El hermano trató
de hacerle decir los nombres de Jesús, José y María, pero fue en vano. Al salir
de la casa, el hermano me dijo: “No hablará hasta que pronuncie los nombres
de Jesús, José y María”.
64
Sum 412.
65
Sum p. 37.
66
Sum p. 33.
30
de haber recibido los sacramentos de la Iglesia, y dejando como testamento una
suma de dinero para la celebración de misas por su alma 67.
67
Sum 969.
68
Sum 51.
69
Sum 497.
70
Sum 289.
71
Sum 291.
31
MILES DE CURACIONES
Adelardo Fabre nos dice: Fui testigo del siguiente caso. Una señora de
unos cuarenta años fue llevada por dos hombres. El chofer del coche que la
había traído, la seguía, llevando sus dos muletas. Esa mujer estuvo una media
hora en la oficina del hermano y yo la vi salir sin apoyo de nadie. El hermano
72
Sum p. 36.
73
Sum 207.
74
Sum p. 20.
32
Andrés iba detrás de ella y le oí decir: “No tenga miedo, camine”. Yo la vi. El
chofer del coche me dijo que esa mujer había tenido las piernas como muertas y
que no había caminado los últimos cuatro años. El chofer estaba tan
emocionado que me aseguró que no podría conducir enseguida hasta que se le
pasase la emoción. Él se lamentaba de no haberla traído antes, porque era pobre
y tanto le insistía que, después de tres meses, la trajo al Oratorio 75.
El doctor Lamy, que fue médico personal del hermano Andrés, declaró: El
año 1927 ó 1928 yo sufría de la garganta desde hacía tres días y estaba en casa
con fiebre, teniendo todos los síntomas de amigdalitis. Mi esposa llamó al doctor
Georges Badeaux y encontró el caso serio, consultando al doctor Paul Gauthier,
quien hizo algunos exámenes de laboratorio, pensando que era difteria.
75
Sum 328.
76
Sum 520-521.
33
estaba dispuesto a llevarlo en las visitas a los enfermos. Le dije que sí.
Quedamos en ir al día siguiente y fuimos a visitar el señor Nadeau.
Este señor Nadeau sufría de los ojos y casi no veía nada; apenas podía
distinguir el día de la noche. Había sido tratado por especialistas en el hospital
Royal Victoria, pero no pudieron hacer nada por él.
77
Sum 450-451.
78
Testimonio del padre Labonté, Sum 148.
34
pedido, pero después pensé que, si él me lo pedía, debía aceptar. Antes de viajar
me dijo: “Vamos al hospital a pedirle permiso a tu esposa”. Mi esposa me animó
diciendo: “Este viaje te hará bien”.
35
empeoró. El médico le manifestó que tenía tres costillas con caries (úlceras). Y le
aconsejó otra operación. Yo le hablé al hermano Andrés y me aconsejó que no se
operara, pero empeoró y el médico aconsejó que hiciera su testamento. Le volví
a hablar al hermano y me dijo: “Que no se haga la operación. Continúen orando
y que sus hermanas le froten con la medalla de san José”.
Antonio Le Roux tenía tres hijas paralíticas que no podían caminar. Una
de dos meses (Fleur-Ange), la otra de dos años y cuatro meses (Gabrielle), y yo
(Margarita) de tres años y medio. Mi hermana de dos años y yo no podíamos
caminar. El médico le había dicho a mi padre que se debía a un ataque de
parálisis infantil. Mi padre iba al Oratorio y le contó al hermano Andrés sus
penas. Él le pidió que trajera a una de las enfermas y mi papá me trajo a mí. El
hermano me hizo pequeñas cruces en las piernas invocando a san José. Mi
padre, mi madre y mi abuela, que estaban presentes, también rezaron. Algunos
minutos más tarde, el hermano Andrés me hizo dar los primeros pasos y, de
pronto, yo pude andar sin ayuda de nadie. Quince días más tarde, llevó a
Gabrielle, pero esta vez fueron mi madre y otra abuela las que le hicieron las
pequeñas cruces, invocando a san José y se curó. Nueve años más tarde se curó
una tía que tenía reumatismo en las articulaciones, dándose frotaciones con la
83
Sum 39.
84
Sum 967-968.
85
Catta 345-346.
36
medalla y el aceite de san José. La tía Alexina hizo todo lo que le ordenó el
hermano y en ocho días quedo curada 86.
La señora Alberta Cardinal declaró el año 1914: Mi hijo Henri estaba mal
de la vista. El doctor del hospital me dijo que debía operarlo de urgencia. Yo le
pregunté si podía garantizarle la vista. Me respondió: “No, sus ojos están
acabados”. Yo tomé a mi hijo de dos años y medio y lo llevé al Oratorio. Se lo
puse en los brazos al hermano Andrés. Él me dijo que no tenía ningún mal.
Cierto, tenía los ojos vivos. No tenía ningún mal. Yo se lo agradecí a san José y
al hermano Andrés. Y escribo esto bajo juramento 88.
Oscar Morin afirma: Mi hijo Guy de dos años tenía neumonía. El hermano
vino a visitarlo y le frotó con su mano. El niño pudo dormir bien y no se resintió
más de su mal. El doctor Leopoldo Derforges lo vio al día siguiente y dijo que
estaba curado y que el hermano Andrés era más fuerte que él.
Mi hija Fernanda, con siete años de edad tuvo difteria doble. Después de
ser atendida por tres médicos durante cinco meses, estando en cama, los
doctores no podían comprender cómo podía seguir viva. Ella había sufrido de
miocarditis y se curó. Ahora tiene una salud normal y trabaja. Mi esposa y yo
atribuimos su curación al hermano Andrés, que vino a verla con frecuencia y
rezaba por ella. Además nosotros, por su consejo, la frotábamos con la medalla
de san José y con el aceite de san José 89.
86
Testimonio de Margarita Le Roux de junio de 1940. Su testimonio está en los archivos del arzobispado
de Montreal, en el dossier referente al hermano Andrés.
87
Su testimonio del 21-1-1944 se encuentra también en el dossier del arzobispado de Montreal referente
al hermano Andrés.
88
Testimonio publicado en los Anales de San José de diciembre de 1939; Catta p. 350.
89
Sum 117.
37
de san José. El último día de la novena, el niño comenzó a distinguir los bancos
del Oratorio y continuó su mejora durante la semana siguiente. Se curó
totalmente y ahora estudia en la Fraternidad sacerdotal de Roma, pues desea ser
sacerdote. Yo lo he visto muchas veces antes y después de la curación y puedo
constatar el hecho 90.
Otro caso. El señor Desgroseilliers tenía sus tres hijos de ocho, cinco y
tres años con parálisis infantil. Un día se lamentaba conmigo de todo lo que le
costaban los tratamientos médicos. Yo le hablé de los niños al hermano Andrés y
quiso verlos. Yo le acompañé. Le dijo a su padre: “No gaste más dinero con
médicos. Lleve a sus hijos a una playa y frótelos con la medalla y el aceite de
san José”. Así lo hizo. A las dos semanas, yo vi al mayorcito salir de su casa
caminando normalmente. El señor Claude me contó que los tres habían sido
curados 93.
38
Lionel Maynard asegura: El hermano Andrés me curó. Tenía tuberculosis
a los huesos en la columna vertebral. Era el año 1926. Mi cuñado, el doctor
Fulgence, me confió a un especialista, el doctor Marías Danford, que me envió
al hospital por cuatro semanas, pero no hubo efecto positivo y salí caminando
con ayuda de muletas y llevando un corset de yeso, reforzado con un corset de
hierro. Yo sufría mucho. Avisaron al hermano Andrés y vino a verme. Me mandó
levantarme y conseguí hacerlo con dolor. Después me ordenó dar algunos pasos
con las muletas. A continuación me pidió las muletas y me hizo caminar sin
ellas, y después correr, lo que hice sin ningún dolor ante la vista y las lágrimas
de unas cien personas presentes. Una hora después, esa misma tarde, pude
recitar el rosario de rodillas y sin apoyo. Yo doné mis muletas al Oratorio de
San José 95.
95
Sum 1005.
96
Sum 1019-1020.
97
Sum 1029-1030.
39
pero ya no era capaz de trabajar y pedía limosna en la puerta de la iglesia de
San Patricio de Quebec. El accidente había ocurrido en octubre de 1908. El 9 de
enero de 1910 fue al Oratorio a ver al hermano Andrés; y con sólo que el
hermano le tocara los pies, quedaron curados instantáneamente. Regresó a su
casa sin las muletas, que dejó en el Oratorio. Los periódicos, en especial “La
Patrie” del 10 de enero, le dieron mucha publicidad a este caso que fue
certificado por el mismo enfermo, por su familia y por sus compañeros de
trabajo. El mismo médico que lo trató, el doctor Dagneau, también lo
certificó98.
98
Sum 668-669.
99
Sum 353-354.
100
Sum 209.
40
conservar la vida de la madre, aunque se perdiera el niño. Yo le dije que
consultaría al hermano Andrés. Él por su parte consultaría al mejor especialista
inglés del hospital Victoria, al doctor Dunstan Grey, quien le contestó que, sin
operación, el 94% de los casos morían la madre y el niño; y con operación
habría la posibilidad de salvar a la madre o al niño.
Otro día una jovencita de doce años, que estaba ciega y coja, fue a visitar
al hermano, quien le aconsejó dejar sus muletas e ir al Oratorio a rezar. Ella fue
y, al salir, veía bien. Yo llegué unos minutos más tarde y los testigos me contaron
el hecho 103.
41
hora. Entonces le dijo a mi cuñado, el señor Pichette: “Él se va a curar”. Yo lo
oí bien, a pesar de que no lo había dicho en voz alta.
105
Sum 350-351.
106
Sum 631-632.
107
Sum 392.
42
perdí el conocimiento al volante de mi coche y debí tomar un reposo de mes y
medio.
Consulté al hermano Andrés y me hizo rezar a san José, a la vez que venía
a darme algunas frotaciones. Durante dos años continuó con las frotaciones
hasta que un buen día me dijo: “Hoy me llevo tu engin (tu máquina), como si
dijera angine (angina) y, desde ese día, nunca más tuve la sensación de ahogo y
puedo ir a cualquier lugar público sin sentir incomodidad 108.
Otra curación fue la de mi suegra, la señora Chevrier, que tenía las dos
rodillas anquilosadas y caminaba muy difícilmente y no se podía poner de
rodillas ni bajar escaleras sin ayuda. Un día vino el hermano Andrés a mi casa y
vio a mi suegra. Recuerdo que habló por extenso de la pasión de nuestro Señor
por tres cuartos de hora.
Otro relato de José Pichette: En 1911 ó 1912 oí por primera vez hablar del
hermano Andrés. Una señora Lucas, que había venido a mi tienda, me contó que
había tenido un cáncer en el brazo y había ido a ver al hermano, quien le había
108
Sum 248.
109
Sum 249.
110
Sum 733-734.
43
indicado frotarse el brazo con la medalla de san José y poner un poco de aceite
de san José en el brazo, y beber algunas gotas de ese aceite. Y así se curó,
recomendándome ir a visitarlo 111.
111
Sum 22.
44
ultravioletas. Durante su aplicación, me sentí débil; me hizo acostar y decidió
llevarme él mismo a mi casa en automóvil. A partir de este tratamiento, comencé
a sufrir. El mal progresaba, el pulgar se inflamaba... Fui a ver al hermano
Andrés, que me frotó con la medalla y me pidió que yo continuara la frotación.
Parecía que no hacía efecto. El mal progresaba cada día.
Mi esposa fue curada dos veces por el hermano Andrés. Ella sufría
siempre de los intestinos. Un día ella debió guardar cama. El médico explicó que
el riñón estaba pegado con el intestino. No pudo dormir durante nueve semanas.
Muchos médicos fueron llamados a consulta. Él último me pidió que, después de
muerta, le permitiera hacerle la autopsia. Cuando le dije que eso no era muy
reconfortante, me respondió que él no resucitaba muertos. El nombre de su
enfermedad era enteritis muco-membranosa.
Durante esas nueve semanas, yo fui varias veces a ver al hermano Andrés,
quien me aseguraba que rezaba por mi esposa. El día que el médico me dio
aquella respuesta, me pidió que comenzara una novena a san José. La primera
noche de la novena mi esposa pudo dormir y su estado comenzó a mejorar de día
en día. Cuando le anuncié al hermano Andrés que mi esposa estaba mejor, me
respondió que, cuando san José quería, la curación se hacía realidad. Otra vez
mi esposa estuvo enferma, porque no podía comer. Sufría del estómago y de los
intestinos. Era por el año 1930 ó 1931. El mismo día que vino el médico, llegó a
mi casa a cenar el hermano Andrés e hizo sentar a mi esposa a la mesa. Después
de cenar, contó la pasión del Señor de una manera emocionante. Después le
preguntó a mi esposa cómo estaba. Ella respondió que no sentía ningún dolor y,
a petición del hermano, comió un poco y se encontró mejor. Se sintió más fuerte
y ya no sufría dolores al comer 113.
112
Sum 26-27.
113
Sum 28-29.
45
una llaga supurante. Después de un tiempo, pudo andar sin muletas, pero con un
dolor agudo ya que la llaga no se curaba nunca. Como era pobre, tuvo que
comenzar a trabajar, a pesar de su pie enfermo. Su trabajo consistía en el
mantenimiento de una pequeña cabaña de diez pies cuadrados, lo que le permitía
estar casi todo el día sentado o acostado.
114
Sum 665-666.
46
cocina y me comí tres platos de sopa con tomate. En el tercer plato entró la
enfermera y se sorprendió de verme comer. Telefoneó al médico, quien dijo: “Si
quiere morir, déjelo que lo haga”. Pero no sentí ningún malestar. Por la tarde
comí con todos en la mesa y me sentó muy bien la comida. Nunca más he sentido
malestar en el apéndice. El doctor Plouffe me confesó que, como médico, curaba
con medicinas, pero que el hermano Andrés lo hacía con milagros 115.
Testimonio de Arturo Saint Pierre: El año 1925 ó 1926 fui testigo del
siguiente caso. Cuando llegué a la sala de espera de la oficina del hermano
115
Sum 721-722.
116
Sum 954.
117
Sum 474.
118
Sum 184-185.
47
Andrés en el Oratorio, había unas ocho a diez personas. Una de ellas exclamó:
“Si él se sana, será un verdadero milagro”. Yo pregunté qué pasaba y me
dijeron que había llegado un enfermo que estaba todo encogido. Al poco rato vi
al enfermo en cuestión salir de la oficina del hermano bien derecho,
acompañado de cinco o seis personas. Entre ellas había un comerciante que yo
conocía y me dijo que el joven hombre estaba casado desde hacía dos años y
que, poco después de su matrimonio, había quedado incapaz de caminar. Como
le habían quitado los zapatos, su esposa quiso ponérselos y él dijo: “Déjame a
mí. Ahora soy capaz de ponérmelos yo solo”.
119
Sum 664.
120
Sum 634-635.
48
con bastón, sostenida por su hermano y su hermana. El hermano le aconsejó
rezar una novena a san José y frotarse con la medalla del mismo.
121
Sum 252.
122
Ibídem.
123
Sum 253.
124
Sum 390-391.
125
Sum 40-41.
49
Cuando el hermano Andrés contaba alguna curación decía: “¡Qué bueno
es Dios! Estas curaciones hacen bien a la persona curada y a los que oigan
hablar de su curación. Esto aumenta la fe”. Se tenía la impresión que curaba los
cuerpos para sanar las almas. Siempre recomendaba la oración perseverante 126.
SU MUERTE
126
Sum 41.
127
Sum 667-668.
128
Sum 40.
129
Ibídem.
50
Su última enfermedad comenzó con una aguda crisis de gastritis que lo
llevó progresivamente a una parálisis general. El 27 de diciembre de 1936 el
hermano Andrés se sintió mal. Parecía una simple gripe. El doctor Lamy le
aconsejó guardar cama. El padre Superior pidió al hermano Plácido que le hiciera
compañía en sus momentos libres. Pero la enfermedad era más grave de lo
supuesto. El enfermo temblaba y parecía sufrir, aunque no se quejaba. En algunas
ocasiones pedía que le frotaran el pecho con una medalla de san José para sentir
alivio. El hermano Plácido lo acompañaba de día y de noche.
130
Sum 617.
131
Sum 422.
132
Sum 428.
51
durmió más de una hora y, al despertar, se quejó al médico: “Creo que la
hermana me ha puesto un calmante. No se puede uno fiar de las hermanas”. Lo
dijo sonriendo. A partir de ese momento, no le aplicaron más calmantes, porque
no quería perder los méritos de los sufrimientos 133.
52
noticias sobre la salud del Papa. El 19 de noviembre de 1938, durante una
audiencia privada, hice conocer al Papa Pío XI que el hermano Andrés había
ofrecido su vida por él. El Papa me dijo: “Se lo agradecemos y le rezaremos. Si
podemos hacer algo por él, seremos felices de hacerlo 137.
En la noche del día cuatro, rezando el rosario, surgió de sus labios una
oración a María: Oh María, dulce Madre y Madre de mi Salvador, protégeme y
socórreme. Se detuvo un momento y continuó: San José... (y dijo algo
ininteligible). Y poco a poco cayó en un sueño comatoso. Estaba en coma. El
padre Cousineau a las ocho de la mañana del día cinco le administró la unción de
los enfermos y la absolución sacramental bajo condición. Muchos amigos
llegaron a visitarlo. Todos querían contemplarlo en ese estado de coma. Sus
hermanos religiosos estaban permanentemente a su cabecera y se relevaban de
dos en dos horas. En toda la ciudad se elevaban oraciones a Dios por él. Durante
todo el día cinco se fue empeorando. A medianoche tres espasmos. Su amigo
José Pichette acercó a sus labios el crucifijo. Y vino la muerte en un suspiro
imperceptible. Eran las doce de la noche y cincuenta minutos. Era ya el día seis
de enero de 1937, fiesta de la Epifanía. Tenía 91 años y cinco meses.
53
periódicos dieron la noticia en grandes titulares con abundantes fotografías y
detalles de su vida. Aunque su cuerpo no fue embalsamado, se conservó
perfectamente durante los siete días que lo velaron, a pesar del calor de la cripta
del Oratorio y de los miles de fieles que pasaron a visitarlo.
141
Sum 434.
142
Sum 438.
54
MILAGROS DÉSPUES DE SU MUERTE
José Pichette nos dice: He leído en la revista “Los Anales de San José” el
relato de muchos hechos maravillosos obtenidos por intercesión del hermano
Andrés después de su muerte. Por ejemplo el caso de una religiosa que sufría de
un mal a las rodillas y que fue curada instantáneamente en la noche del 7 al 8 de
enero de 1937, dos días después de la muerte del hermano Andrés 143.
Gadbois recuerda: Cuando los restos del hermano Andrés estaban siendo
velados en la capilla ardiente, fui testigo del hecho siguiente: Llevaron una joven
paralítica en una silla de ruedas. Estuvo junto a su cuerpo y pidió que le dejaran
caminar. Se levantó de la silla y caminó con ayuda de un bastón. Después vino a
sentarse en un banco donde yo estaba. Y un poco después, la vi caminar sin
bastón e ir a la sacristía 145.
143
Sum 85.
144
Sum 139.
145
Sum 276.
146
Sum 83.
147
Sum 278.
55
Y añade: Uno de mis tíos, Zenón Chevrier, sufría desde hacía 15 días de
una embolia. Yo le apliqué una reliquia del hermano Andrés y mi tía me informó
que desde ese momento, mi tío se encontró mejor y fuera de peligro 148.
Ante esta perspectiva, contra la opinión del médico, fui con mi enfermera
al Oratorio y le pedí al padre Labonté poder tomar en mis manos la urna con el
corazón del hermano Andrés, favor que me fue concedido. Al regresar a casa mi
hijo nació muerto. Los médicos habían asegurado que yo no viviría ni dos
semanas más. Pero he podido tener otros hijos. Con el primer niño tuve
problemas, pero prometí llamarlo Andrés en honor del hermano. Nació una
niñita a los siete meses tan débil que debía ser alimentada con cuentagotas. Los
médicos me aconsejaron que orara para que muriera, pues de otro modo sería
idiota, paralítica o ciega. Pero esta niña fue la única de mis hijos que comenzó a
caminar a los diez meses y habló muy pronto. Los profesores me han asegurado
que es muy inteligente. El único defecto es que el ojo derecho lo tiene un poco
mal. Cada año la llevo al Oratorio ante la tumba del hermano Andrés y nos
damos cuenta que su ojo está cada vez mejor 149.
148
Sum 278-279.
149
Sum 923.
150
Sum 441-442.
56
El 23 de marzo de 1937, el médico le dio un certificado de completa
curación, unido a un reporte radiológico del doctor Lacharité, declarando que
su rodilla estaba normal 151.
Estuve ocho días en casa, tomando alimentos ligeros y sin sentir dolores.
El doctor Taylor vino a verme a mi casa y estaba convencido de que tendría un
segundo ataque en una semana a lo más; que no pasaría de dos meses y que este
ataque sería mucho peor. Sin embargo, no sucedió. Mi curación tuvo lugar hace
ya seis años y estoy trabajando normalmente 152.
151
Ibídem.
152
Sum 510-511.
153
Sum 440.
57
DEVOCIONES ESPECIALES
a) LA EUCARISTÍA
b) LA VIRGEN MARÍA
58
nosotros o solo. En los viajes rezaba hasta que llegábamos al destino. En las
tardes, si permanecía en el Oratorio, hacía su hora de adoración; y después
salíamos a la plaza del Oratorio y rezábamos el rosario. Y allí rezábamos uno o
dos, o hasta tres rosarios... El pedía a la gente que fueran a visitar y rezar a la
Virgen. A unos les recomendaba rezar a san José, a otros al Sagrado Corazón, a
otros a la Virgen. Una de sus últimas oraciones antes de entrar en coma fue
(repetir): “Oh María, mi dulce madre y madre del divino Salvador, ruega por
mí” 159.
c) EL ÁNGEL CUSTODIO
Él decía: El buen Dios nos ha dado a cada uno un ángel custodio para
que nos sirvamos de él, le contemos lo que nos pasa y le insistamos en toda clase
de peticiones 163.
159
Sum 47.
160
Sum 702-703.
161
Sum 154-155.
162
Sum 739.
163
Sum 215.
59
El hermano Andrés tenía gran devoción al ángel custodio y hablaba de él
con frecuencia. Él pedía dejarle un lugar cuando alguien se sentaba 164.
Oscar Morin dice: Me acuerdo que una vez el hermano Andrés dijo que
era necesario portarse bien para que un día no tuviera que ruborizarse de
nosotros nuestro ángel custodio 166.
d) LOS SANTOS
Entre todos los santos además de la Virgen María y san José él amaba
mucho a santa Gertrudis. Su devoción la manifestaba, citando sus palabras y
repartiendo un librito con su vida y oraciones. También tenía mucha devoción al
santo cura de Ars, porque el hermano había nacido el mismo día que este santo.
164
Sum 894.
165
Sum 931.
166
Sum 125.
167
Sum 155.
168
Sum 801.
60
e) ALMAS DEL PURGATORIO
Según Domingo Cormier, el hermano Andrés rezaba mucho por las almas
del purgatorio. Todos los viernes durante cinco o seis años fue a la Hora Santa
con un grupo de amigos del hermano. La Hora Santa terminaba siempre con un
Viacrucis a intención de las almas del purgatorio 171.
f) EL VIACRUCIS
A tono con ello, todos los días hacía el Viacrucis (camino de la cruz).
Normalmente pedía a algunos amigos que lo acompañaran, especialmente los
viernes a la Hora Santa, que terminaba con un Viacrucis por las almas del
purgatorio. En la primera pequeña capilla también instaló un Viacrucis que le
regaló el padre Teófilo.
169
Sum 163.
170
Sum 222.
171
Sum 349.
172
Sum p. 13.
61
ALGUNAS VIRTUDES
1. ESPÍRITU DE PENITENCIA
Por su mala salud y sus continuos vómitos, tuvo mucho que sufrir y que
ofrecer a Dios por la salvación de los pecadores. También tuvo mucho que
padecer para atender a tantos enfermos que todos los días durante años acudieron
a su oficina con deseos de sanarse. Algunos le exigían que hiciera un milagro y
eso le hacía sufrir mucho. Les decía: Yo no curo a nadie, es Dios por intercesión
de san José. Pero algunos no entendían y seguían insistiendo. Lo que a veces le
quitaba la paciencia. Sobre todo en los últimos cinco años de su vida, a partir de
los 86 años, en que se encontraba agotado físicamente.
173
Sum 67.
174
Sum 768.
175
Sum 420.
62
2. CASTIDAD
Cuando hablaba con las mujeres, tenía los ojos bajos y recalcaba que
debían vestir modestamente. Durante muchos años guardábamos unos mantos de
mujer, que les ofrecíamos, cuando venían no muy bien vestidas, antes de entrar a
la oficina del hermano Andrés. Un día llegó una señora con su hija y no estaban
modestamente vestidas. El hermano dijo a la madre: ¿Cómo quieren obtener la
curación vestidas de esta manera usted y su hija?”. Como la madre no le quiso
prometer que vestiría mejor, le contestó que no insistiera en pedir la curación180.
176
Sum 133.
177
Sum 526.
178
Sum 405.
179
Sum 59.
180
Sum 58.
181
Sum 59.
63
Era muy delicado en esta materia, pues sabía que estaba siempre en
presencia de los ángeles.
3. POBREZA
Arturo Ganz indica: Un día, sin darme cuenta, me senté en el coche sobre
el sombrero del hermano Andrés. Él me dijo, sonriendo, que hacía 22 años que
lo usaba. Recuerdo que en una visita a su habitación, cuando estaba enfermo, lo
encontré cosiendo su ropa con aguja. Como no veía bien para enhebrar la aguja,
yo le ayudé. Él decía que sus ropas recosidas todavía estaban bien; pero a mí me
parecían dignas de figurar en un museo 183.
Su comida era muy especial debido a sus continuos vómitos por causa del
estómago. Ya desde jovencito no podía comer cosas sólidas y se preparaba un
182
Sum 64-65.
183
Sum 478.
64
poco de agua con leche, a veces con un poco de guiso bien cocido. Tomaba un
poco de café y también, de vez en cuando, una copita de cognac, ya que el
médico le había ordenado tomarlo como medicina después de haber tenido una
pulmonía doble. Normalmente nunca comía postre o dulces.
4. OBEDIENCIA
Era muy obediente en todo a sus Superiores. Para visitar a los enfermos a
domicilio, no iba a los que él quería, sino a los que le indicaba el Superior, de
acuerdo a las peticiones que había. Un día el chofer que debía regresarlo a casa,
le dijo que era ya muy tarde y debían dejar de visitar al último que faltaba. El
hermano le insistió diciendo: Hay que ir, porque hay que obedecer al
Superior185.
184
Sum 61.
185
Sum suppletivum, p. 11.
186
Sum 556.
65
Él había hecho el propósito firme de no negar nada de lo que le pidieran y
menos si se lo pedía el Superior. Siempre obediente, aunque le costara aceptarlo,
como cuando el Superior le pidió quitar todas las muletas y ex-votos de la
capilla, que para él eran recuerdos del poder de intercesión de san José.
EL DEMONIO
Eran tantos los que se salvaban por sus oraciones y penitencias que el
demonio, con el permiso de Dios, le hacía sentir su desesperación.
187
Sum 368.
188
Sum 75.
66
Cuatro años antes de su muerte, el hermano Andrés había venido a mi
casa para descansar de sus achaques. Una noche tocó el timbre para llamarme y
me dijo que se encontraba mal, que no sabía si había tenido un sueño o era
realidad, pero que el diablo estaba junto a él y trataba de ahogarlo. Pienso que
no había podido dormir y me pidió una medalla de san José y que le frotara con
la medalla 189.
CARISMAS
a) LEVITACIÓN
189
Sum 76.
190
Ibídem.
191
Sum 559.
67
compartido su habitación encima de la pequeña capilla y por dos veces había
visto al hermano Andrés elevarse sobre su lecho 192.
b) BILOCACIÓN
En otra ocasión hacía tres o cuatro días que había salido de viaje. Yo
sabía que no estaba y que tardaría unos quince días, que era lo que solía durar
su estancia en Estados Unidos. Esta vez me sentí muy mal en mi tienda. De
pronto, veo al hermano Andrés. Me hizo quitarme el abrigo y se puso a frotarme
el corazón y el brazo. Le dije: “Hermano, ¿no estabas de viaje en Estados
Unidos?”. Él no me respondió. Como nunca venía sin coche, miré por la calle,
pero no había ninguno. Y él se fue hacia Saint-Jacques, la catedral 194.
c) CONOCIMIENTO SOBRENATURAL
68
no tenía confianza en él. Un día iba en coche el hermano con un amigo del
doctor Coutu y al ver al doctor por la calle quiso presentárselo al hermano
Andrés. El doctor le manifestó que venía de visitar a su madre, que estaba muy
enferma y dolorida. El hermano le dijo: “Doctor, no lo creo. Su madre está muy
bien”. El doctor le dijo que acababa de dejarla en su casa muy mal. Telefoneó a
la casa y su hermana le pudo decir que estaba ya bien desde las 11, que era la
hora en que se había encontrado con el hermano 196.
Arturo Ganz declaró: Mi esposa tenía, desde hacía dos días, unos fuertes
dolores de cabeza, lo que le ocurría frecuentemente. Un domingo por la tarde,
196
Sum 273.
197
Sum 72-73.
198
Sum 633-634.
69
hacia las nueve, recibí una llamada telefónica del señor Azarías Claude para
llevar al hermano Andrés de regreso al Oratorio. Mi esposa me dijo que no la
dejara sola por sentirse mal. Yo le respondí que volvería pronto. Fui a recoger
al hermano a casa del señor Claude y el hermano Andrés me preguntó cómo
estaban las cosas en casa. Yo le contesté que mi esposa tenía fuertes dolores de
cabeza. Él me replicó: “Tu esposa está bien”. Le manifesté que hacía cinco
minutos que la había dejado mal. Hicimos una parada en mi casa y, sin que el
hermano bajara del coche, encontré a mi esposa lavando la vajilla, porque se
sentía bien. Su mal había desparecido al momento en que el hermano Andrés me
había dicho: “Tu esposa está bien”. A partir de ese día, ha tenido algunos
dolores alguna otra vez, pero no tan frecuentes ni tan fuertes como antes 199.
d) PROFECÍA
199
Sum 461-462.
200
Sum 108.
201
Sum 78.
70
ir”. El hermano le respondió: “Cuando le escriba, pregúntele si no ha sido él, el
que ha pedido ir a Francia” 202.
202
Sum 345-346.
203
Sum 457-458.
204
Sum 482.
205
Ibídem
71
y el enfermo comenzó a respirar mejor. A la salida me dijo: “Morirá esta
noche”. Y eso fue lo que sucedió 206.
e) APARICIONES
Como se ve, parece que el hermano tuvo una visión sobre el lugar mismo
de la erección de la primera capilla.
72
encontró rezando de rodillas en la montaña. Le preguntó: “¿Por qué no viene?
Es la hora de cenar”. Su respuesta fue: “No puedo. San José quiere que le
prometa construirle una capilla” 211.
211
Catta, p. 244.
212
Padre Cousineau, sum 417.
213
Sum 426.
214
Sum 74.
215
Ibídem.
216
Sum 801.
217
Sum 626.
73
f) LUCES SOBRENATURALES
Tres semanas más tarde la capilla del Oratorio estaba oscura. Era
alrededor de las nueve de la tarde. El hermano Andrés estaba arrodillado en el
coro cerca de la puerta de entrada del santuario. Y vi encima de la cabeza del
hermano una fuente de luz de 15 a 20 pies de circunferencia y de otros tantos
pies de altura. Este fenómeno luminoso duró unos tres o cuatro minutos. Eso no
podía explicarse por la luz eléctrica del santuario. El hermano Ludger hizo
pruebas con la luz eléctrica, pero no daba esos efectos maravillosos 219.
74
de luz había salido del Corazón de Jesús para llegar hasta él. Para describirme
la escena se puso sobre la cama. Otro día hubo una claridad en su habitación y
el rayo llegó esta vez hasta la imagen de san José 222.
222
Catta, p. 844.
223
Catta, p. 847.
224
Sum 963.
75
El hermano Andrés le desaconsejó la operación y le pidió volver a su casa
y hacer una novena a san José. Ya tendría tiempo de hacerse cortar la pierna. El
enfermo regresó a su casa y, al final de la novena, estaba completamente
curado. En reconocimiento por la curación, este señor y sus dos hijos vinieron
muchas veces a trabajar gratis en los caminos del Oratorio. Esto sucedió en el
año 1904 ó 1905 225.
76
Hubo frecuentes peregrinaciones a la primera capilla. Los trabajos de
ampliación tuvieron lugar en dos meses a partir del 23 de septiembre de 1908. La
inauguración tuvo lugar el 22 de noviembre de 1908 y había unas 200 personas
presentes. A partir de la fecha ya era posible ir en peregrinación en invierno
también, ya que el camino de subida estaba bien arreglado. Una dama de
Montreal, la señora Loranger, donó una hermosa y grande imagen de la Virgen
María y fue colocada en las afueras de la capilla. Fue bendecida por el obispo,
Monseñor Linneborn, que celebró la misa y predicó. Asistieron 2.000 personas.
229
Sum 549.
77
Con este visto bueno, el 16 de agosto de 1924 se bendijo la piedra angular
de la iglesia superior a la cripta, que se eleva sobre el Mont-Royal. La gente
ayudaba con sus donaciones y los trabajos iban avanzando poco poco. En 1931
ya estaban construidos los muros de la basílica y sólo faltaba techarla con la gran
cúpula diseñada al efecto. Pero vino la recesión económica mundial y los trabajos
debieron ser paralizados entre 1931 y 1937.
Él propició una procesión privada de todos los religiosos del Oratorio para
colocar la imagen de san José en medio de la iglesia sin techar. Esta procesión se
realizó el 4 de noviembre de 1936. Se rezó el rosario y las letanías de san José. El
hermano Andrés, con sus 91 años, estaba contento.
230
Sum 381-382.
78
LA REVISTA
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Testimonio del padre Pierre Gagné del 24 de enero de 1926, publicado en los Anales de San José en
septiembre de 1927; Catta, p. 455.
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SU GLORIFICACIÓN
Para su canonización fue aceptada como milagro la curación del niño Alex
Gagné de un trauma cráneo-encefálico grave. Esta curación también fue
considerada por la comisión médica como inexplicable científicamente. La
canonización tuvo lugar en la Plaza de San Pedro de Roma el 17 de octubre del
2010 por el Papa Benedicto XVI.
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CONCLUSIÓN
Pidamos a san Andrés Bessette que nos dé un amor grande a san José y,
sobre todo, a María y a Jesús Eucaristía. Dios aumente nuestra fe para vivirla de
tal manera que nuestro ejemplo arrastre a otros a seguir más de cerca a Jesús y a
vivir nuestra fe católica en plenitud. Todos estamos llamados a ser misioneros y a
preocuparnos de la salvación de los demás. Jesús nos necesita y cuenta con
nosotros para la gran tarea de la salvación del mundo.
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BIBLIOGRAFÍA
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