02 Proyecto Diocesano de Renovación y Evangelización
02 Proyecto Diocesano de Renovación y Evangelización
02 Proyecto Diocesano de Renovación y Evangelización
Y EVANGELIZACIÓN (PDRE)
MODELO SITUACIONAL
PRIMERA HIPÓTESIS DEL PROBLEMA:
MODELO IDEAL
1. ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN – ALMA DEL PDRE
“La propuesta de un nuevo estilo de vida no es sólo para los Pastores, sino más bien para todos
los cristianos que viven en América. A todos se les pide que profundicen y asuman la auténtica
espiritualidad cristiana. « En efecto, espiritualidad es un estilo o forma de vivir según las
exigencias cristianas, la cual es “la vida en Cristo” y “en el Espíritu”, que se acepta por la fe, se
expresa por el amor y, en esperanza, es conducida a la vida dentro de la comunidad eclesial ». En
este sentido, por espiritualidad, que es la meta a la que conduce la conversión, se entiende no «
una parte de la vida, sino la vida toda guiada por el Espíritu Santo ». Entre los elementos de
espiritualidad que todo cristiano tiene que hacer suyos sobresale la oración. Ésta lo « conducirá
poco a poco a adquirir una mirada contemplativa de la realidad, que le permitirá reconocer a
Dios siempre y en todas las cosas; contemplarlo en todas las personas; buscar su voluntad en los
acontecimientos ». (E.A. 29).
“Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: este es el gran desafío que tenemos
ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al proyecto de Dios y responder
también a las profundas esperanzas del mundo…
... hace falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como principio
educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los
ministros del altar, las personas consagradas y los agentes de pastoral, donde se construyen las
familias y las comunidades.
Espiritualidad de la comunión significa ante todo mirada del corazón dirigido sobre todo
hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también
en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado.
Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en
el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un “don para mí”, además de ser un
don para el hermano que lo ha recibido directamente.
3. EXPLICACIÓN DE TÉRMINOS
- Pueblo de Dios: Entendemos en la diócesis como pueblo de Dios: como una comunidad que es
familia y se siente parte de Dios, que vive la corresponsabilidad entre todos sus integrantes.
Entre las figuras bíblicas con las que el Concilio describe el Misterio de la Iglesia, tiene primacía
la de “Pueblo de Dios”. La Iglesia no es una masa anónima de creyentes, ni un conglomerado
religioso de individualidades sino “Pueblo de Dios”, conforme a la experiencia del pueblo
elegido por Dios en la Antigua Alianza.
Somos comunidad nacida de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; Pueblo santo
y elegido por el Padre, redimido por Cristo, santificado y conducido por el Espíritu a la plenitud
de la salvación. En esta dinámica de comunión estamos llamados a salvarnos: “En todo tiempo y
en todo pueblo son adeptos a Dios los que le temen y practican la justicia. Quiso, sin embargo,
Dios santificar y salvar a los hombres no individualmente ni aislados entre sí, sino constituirlos
en un pueblo que le conociera en la verdad y le sirviera santamente” (LG 9).
La Iglesia no es un cuerpo amorfo, sino que tiene un eje que le da solidez y consistencia,
dirección y sentido: Cristo, el Señor: “Ese pueblo mesiánico tiene por Cabeza a Cristo, "que fue
entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación" (Rom. 4,25), y habiendo
conseguido un nombre que está sobre todo nombre, reina ahora gloriosamente en los cielos”
(ibíd. 9).
Somos la porción de la Iglesia universal, pueblo de Dios, regida por el obispo, comprometida
con Cristo dentro del territorio chiricano y comarcal.
Y en este camino, vamos haciendo presente el Proyecto liberador de Jesucristo en esta región del
mundo, en esta porción de humanidad, en esta etapa de la Historia donde Dios, en su sabiduría
amorosa, nos ha puesto para aportar nuestra contribución a su designio hasta que llegue la
plenitud de los tiempos. “Por eso la Iglesia, enriquecida con los dones de su Fundador,
observando fielmente sus preceptos de caridad, de humildad y de abnegación, recibe la misión
de anunciar el Reino de Cristo y de Dios, de establecerlo en medio de todas las gentes, y
constituye en la tierra el germen y el principio de este Reino. Ella en tanto, mientras va
creciendo poco a poco, anhela el Reino consumado, espera con todas sus fuerzas, y desea
ardientemente unirse con su Rey en la gloria” (LG 5).
- Resplandece en el mundo por la santidad de vida de sus fieles y el servicio abnegado de sus
santos pastores: que da testimonio de vida desde la experiencia profunda del Evangelio, brillando
en la sociedad por el amor fraterno.
Somos una Iglesia cuya entrega incondicional a Dios es traducida en el servicio a sus hermanos,
guiándolos a vivir la santidad.
Todos somos santos, miembros del cuerpo santo de Cristo que es Su Iglesia (LG 40), y a la vez
estamos llamados a vivir la santidad. A hacer visible nuestra identidad (Gál 3,26ss) de hijos de
Dios: «Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48) desde el criterio señalado
por el mismo Jesús: la misericordia. «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es
misericordioso» (Lc 6,36). “Todos los fieles cristianos, de cualquier condición y estado,
fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada
uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre”
(LG 11. c).
El modelo de esta santidad es el mismo Jesús, quien nos muestra las preferencias y el modo de
ser del Padre. “El Divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y
a cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que
Él es iniciador y consumador.”. (LG 40, a).
Si bien en la Iglesia no todos van por el mismo camino, todos están llamados a la santidad
(LG 32, c). (cf. 2 Pe 1,1)
Este llamado a la santidad es para todos: quienes pertenecen a la Jerarquía y los apacentados
por ella. (LG 39)
Esta santidad y perfección la busca cada uno dentro de su propio estado de vida (LG 42,3)
- Celebra jubiloso la presencia operante del Espíritu que lo renueva incesantemente: el pueblo de
Dios Que en la alegría y la gratuidad celebran juntos con la certeza de la presencia del E.S en
medio de ellos que los renueva constantemente.
Todo esto lo celebramos llenos de alegría. Dios mismo está presente, con su Espíritu, en el
corazón de la Iglesia: “El Espíritu habita en la Iglesia y en los corazones de los fieles como en
un templo (1Cor. 3,16; 6,19), y en ellos ora y da testimonio de la adopción de hijos (cf. Gál. 4,6;
Rom. 8,15-16,26)... Hace rejuvenecer a la Iglesia por la virtud del Evangelio, la renueva
constantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo”. (LG 4)
La luz del Evangelio debe iluminar todos los ámbitos. La misma dinámica de la encarnación
hace que la salvación anunciada y realizada por Jesucristo toque todos los aspectos de la persona:
cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad; y todos los ámbitos de la vida: lo
personal, lo familiar, lo social, lo ecológico. Contemplando a Jesús en el Evangelio, aprendemos
de él a mirar la vida desde Dios, y a tomar desde ahí una postura en lo político, lo económico, lo
social. A buscar compasivamente cómo transformar la realidad de acuerdo a los valores del
Reino. (Cf. Aparecida 501) Seremos así signos de que es posible construir un mundo más
parecido al deseo de Dios, y por el que su Espíritu trabaja en nosotros cada día.
4. LA FINALIDAD
La Finalidad es la plena expresión de los valores que un organismo -en este caso la Diócesis-
quiere vivir y alcanzar. Es la perfección ideal a la que tiende la acción y al mismo tiempo la
justifica y explica.
FINALIDAD
El Objetivo último concretiza el Fin. Expresa la situación final que se quiere alcanzar. Como
objetivo, es algo concreto, medible, evaluable o verificable. Es último, porque es lo más
inmediato anterior al ideal; por lo mismo permanece abierto a realizaciones ulteriores y más
perfectas. En otras palabras, señala la dirección de la actividad futura, permite la selección de los
medios y el orden a seguir en el uso de los mismos, da cabida a la evaluación y selección de
alternativas.
El Objetivo último, en cuanto última situación que se quiere alcanzar, contiene y orienta el
conjunto de objetivos y etapas intermedias. Aunque no implica un tiempo determinado para su
consecución, él es el blanco de la acción, ésa es su razón de ser.
OBJETIVO ÚLTIMO
La situación final que queremos alcanzar en la Diócesis de David, y que concretiza el fin, es
la Iglesia de Jesucristo presente en el mundo del tercer milenio, presidida por nuestro
Obispo con sus Presbíteros y Diáconos, que con la diversidad de carismas y ministerios
laicales se articula orgánica y dinámicamente como pueblo de Dios, con personas, servicios
y estructuras al servicio de la santidad comunitaria, que mediante el testimonio de vida y el
anuncio explícito de Jesucristo sirve al Reinado de Dios para todos los bautizados y
bautizadas, y para todo ser humano.
El pueblo de Dios que peregrina en la Diócesis de David como una gran familia presidida
en la fe y en el amor mediante el testimonio radiante de la santidad comunitaria:
Expresa en la coherencia de vida cristiana la íntima comunión de todos sus
miembros entre sí y con Cristo, y en el dinamismo orgánico y global de sus acciones
pastorales.
Celebra la Eucaristía como exigencia de comunión e imperativo de solidaridad
fraterna.
Da testimonio del amor ofreciendo al mundo razones de esperanza que dan sentido
a la vida y a los proyectos humanos.
Procura que todos vayamos reproduciendo la imagen del Hijo de Dios en nosotros,
hasta que lleguemos a la unidad de la fe, a la estatura del Hombre perfecto,
Jesucristo verdadero Dios y verdadero hombre.
Cada Cristiano vive su identidad bautismal: Hijos de Dios, incorporados a Cristo,
revestidos de Cristo, uno en Cristo, iguales en Cristo, coherederos con Cristo y
santos en Cristo.
Todos y todas viven la misión eucarística: Llevar la Buena Nueva a los pobres, dar
libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos, llevar liberación a los oprimidos y
anunciar el año de la gracia del Señor.
MODELO DIAGNÓSTICO
1. PROBLEMA FUNDAMENTAL
Hicimos una gran lista de problemas. Posteriormente, identificamos los "temas", es decir,
agrupamos los problemas en conjuntos con ideas comunes o "constantes".
El siguiente paso, fue buscar el problema que estaba en la base de los problemas señalados en el
paso precedente; el fondo común de cada lista de problemas. Y por último, buscamos el
Problema que subyace a todos los Núcleos Temáticos. Teniendo en cuenta estos elementos
formulamos el problema fundamental, que sustituyó la "Primera aproximación o Primera
hipótesis del problema".
A partir de este momento, conocemos el problema de fondo, el que subyace a toda la realidad y
que como problema condiciona en forma determinante el futuro de nuestra Diócesis. Es el
problema que hay que superar y al que se ha de responder por la Planificación y la
Programación.
El anuncio evangélico al iniciar este siglo XXI se ve como débil y empobrecido, puesto que nos
hemos contentado con conservar estructuras y formas dejando a un lado la prioridad del anuncio
de Cristo muerto y resucitado.
Por esta razón ni se comprende ni se vive de manera profunda la belleza de ser discípulo
misionero de Jesucristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre.
El Reinado de Dios ha de ser lo más importante en la vida de los cristianos (Mt 6,33). En la
medida que se deje reinar a Dios, en todas las dimensiones de la vida, se va entrando en un
equilibrio, pues todas las demás cosas vendrán como añadidura. Cuando vamos tras las
añadiduras todo se desordena, porque se ha abandonado lo más esencial.
Estamos en un cambio epocal, donde se ha afirmado y reforzado una forma de vida en la que
nadie siente responsabilidad sobre los demás, y donde prima la egemonía de la propia voluntad y
la debilidad del imperfecto amor humano.
No queremos abrirnos a la voluntad de Dios, sino seguir nuestra propia voluntad, lo que trae
como consecuencia el caos general de la vida. Ha habido un aumento de la delictividad,
violencia generalizada y un individualismo enfermizo.
Desde los albores de nuestra época republicana hemos vivido, generacionalmente, sumisos a
distintos Países que nos han sometido y que en distintas épocas se han impuesto sobre nosotros.
Por otro lado, nuestros gobiernos, lejos de realizar planes de gobierno de autogestión y desarrollo
integral, se han detenido a ofrecer bienes y elementos perecederos en vez de promover una
legítima promoción humana y una cultura de la comunión.
Esto nos impide ser nosotros mismos, y han de ser los demás lo que deben solucionar nuestros
problemas (Dependencia económica), marcando nuestro estilo de vida (dependencia cultural) y
decidiendo sobre las decisiones fundamentales que debemos realizar (dependencia personal).
Esto constituye un signo evidente de inmadurez y de reducida libertad que nos afecta a todos en
la sociedad. La dependencia suele ir unida al paternalismo (papá o el Estado resuelven y deciden
por nosotros).
La Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium nos dice: “llama la atención que aún quienes
aparentemente poseen sólidas convicciones doctrinales y espirituales suelen caer en un estilo de
vida que los lleva a aferrarse a seguridades económicas o a espacios de poder y de gloria
humana que se procuran por cualquier medio, en lugar de dar la vida por los demás en la
misión” (EG 80).
No cabe duda de la diversidad siempre implica una riqueza, pero cuando las diversidades se
cierran sobre sí mismas sólo se está potenciando la fragmentación y la ruptura social.
Hoy en nuestra Diócesis pareciera que, ante los cambios, hemos perdido, en gran medida, la
conciencia de quiénes somos como personas y como hijos de Dios.
“Hoy se puede advertir en muchos agentes pastorales, incluso en personas consagradas, una
preocupación exacerbada por los espacios personales de autonomía y de distención, que lleva a
vivir, las tareas como un mero apéndice de la vida, como si no fuera parte de la propia
identidad…Así, pueden advertirse en muchos agentes evangelizadores, aunque oren, una
acentuación del individualismo, una crisis de identidad y una caída del fervor. Son tres males
que se alimentan entre sí”. (EG 78).
- GENERANDO INDIVIDUALISMO
Es una forma de pensar y actuar en la que se pone al individuo por encima de la comunidad. Esto
lleva a pensar sólo en sí mismo, a una actuación aislada, a rechazar el dar la vida por los demás y
a la búsqueda de sus propios intereses sin medir las consecuencias que se dan para las otras
personas.
- FALTA DE COMUNIÓN
La Iglesia es comunidad de fe que vive en la comunión. Los agentes de pastoral viven una
situación de crisis comunional que impide que la acción evangelizadora incida con mayor
efectividad testimonial en las personas.
El deseo de Jesucristo es que todos seamos uno para que el mundo crea (Cf Jn 17,21), y esto
demanda una verdadera conversón personal, pastoral y estructural; saliendo de la mentalidad
inmediatista e individualista.
“La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión
en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No puede replegarse frente a
quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la variedad y
complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones
irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada
en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite
discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de
hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de
Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que
quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu.” (DA 11).
- INCREENCIA RELIGIOSA
Un signo evidente es la pérdida de fe en el mundo de hoy. «Se observa una ruptura de la
transmisión de la fe, íntimamente ligada a un proceso de alejamiento de la cultura popular,
profundamente impregnada de cristianismo a lo largo de los siglos». El debilitamiento de esta
cultura religiosa popular trae consigo graves consecuencias en términos de cómo las personas
piensan, se comportan y juzgan.
«La Iglesia hoy tiene que hacer frente a la indiferencia y la increencia práctica, más que al
ateísmo», comentaba el Pontificio Consejo para la Evangelización. Con pocas excepciones, los
gobiernos ya no hacen afirmación pública de su ateísmo.
La amenaza aquí es más sutil. «verdadera enfermedad del alma, que lleva a vivir ‘como si Dios
no existiera’, neopaganismo que idolatra los bienes materiales, los beneficios de la técnica y los
frutos del poder». Esto conduce al «homo indifferens» (hombre indiferente), y la búsqueda de la
felicidad se reduce a un deseo de prosperidad material y a la satisfacción de los impulsos
sexuales.
“La Nueva Evangelización requiere una fe renovada, donde se anuncie el Evangelio a toda
cultura, desde una correcta lectura de los signos de los tiempos. “No resistiría a los embates del
tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a
prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la
fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios
doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados.
Nuestra mayor amenaza “es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual
aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y
degenerando en mezquindad”.
A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que no se comienza a ser cristiano por
una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una
Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DA 12).
La vida humana es un don sagrado, sin embargo encontramos que cada vez con mayor facilidad
se atenta contra ella, desde el bulling pasando por el racismo hasta llegar al aborto y el asesinato.
El precepto moral del “no matarás” tiene un sentido negativo inmediato: indica el límite, que
nunca puede ser transgredido por nadie, dado el carácter inviolable del derecho a la vida, bien
primero de toda persona. Pero tiene también un sentido positivo implícito: expresa la actitud de
verdadero respeto a la vida, ayudando a promoverla y haciendo que progrese por el camino de
aquel amor que la acoge y debe acompañarla.
Jesucristo vino a destruir la muerte y a traer vida y a traerla en abundancia, nos dice san Juan en
su evangelio en el capítulo 10. Y la vida que nos trajo Jesús es la vida eterna. Y Él lucha y
luchará para que nadie nos arrebate esta vida eterna. Y esta vida eterna traída por Jesús abarca
salvar nuestro cuerpo y nuestro espíritu, es decir, nuestra persona.
El bien común temporal es el fin específico del Estado. El bien común de orden temporal
consiste en una paz y seguridad de las cuales las familias y cada uno de los individuos pueden
disfrutar en el ejercicio de sus derechos, y al mismo tiempo en la mayor abundancia de bienes
espirituales y materiales que sea posible en esta vida mortal mediante la concorde colaboración
activa de todos los ciudadanos.
Hoy encontramos una excesiva preocupación por el bien personal, dejando de lado la búsqueda
del bien común. Prevalece lo personal sobre lo comunitario, y esto trae un desorden humano
social descomunal.
“Un desafío importante es mostrar que la solución nunca consistirá en escapar de una relación
personal y comprometida con Dios que al mismo tiempo nos comprometa con los otros. Eso es
lo que hoy sucede cuando los creyentes procuran esconderse y quitarse de encima a los demás,
y cuando sutilmente escapan de un lugar a otro o de una tarea a otra, quedándose sin vínculos
profundos y estables: «Imaginatio locorum et mutatio multos fefellit»[68]. Es un falso remedio
que enferma el corazón, y a veces el cuerpo. Hace falta ayudar a reconocer que el único camino
consiste en aprender a encontrarse con los demás con la actitud adecuada, que es valorarlos y
aceptarlos como compañeros de camino, sin resistencias internas. Mejor todavía, se trata de
aprender a descubrir a Jesús en el rostro de los demás, en su voz, en sus reclamos. También es
aprender a sufrir en un abrazo con Jesús crucificado cuando recibimos agresiones injustas o
ingratitudes, sin cansarnos jamás de optar por la fraternidad” (EG 91).
Proclamar de ciudad en ciudad, sobre todo a los más pobres, con frecuencia los más dispuestos,
el gozoso anuncio del cumplimiento de las promesas y de la Alianza propuestas por Dios, tal es
la misión para la que Jesús se declara enviado por el Padre; todos los aspectos de su Misterio
—la misma Encarnación, los milagros, las enseñanzas, la convocación de sus discípulos, el
envío de los Doce, la cruz y la resurrección, la continuidad de su presencia en medio de los
suyos— forman parte de su actividad evangelizadora.” (EN 6).
“En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios quiere provocar
en los creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Gn 12,1-3). Moisés
escuchó el llamado de Dios: «Ve, yo te envío» (Ex 3,10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la
promesa (cf. Ex 3,17). A Jeremías le dijo: «Adondequiera que yo te envíe irás» (Jr 1,7). Hoy, en este «id»
de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la
Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad
discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado:
salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del
Evangelio.” (EG 20).
MODELO OPERATIVO
La puesta en marcha de la acción pastoral desde una metodología prospectiva nos permite llegar a la
elaboración del Modelo Operativo, construido con la finalidad de dinamizar la realidad encauzándola
hacia el Ideal pastoral elaborado previamente. Este Modelo hace posible la transformación progresiva de
nuestra situación, tomando en cuenta todas las potencialidades presentes en la realidad.
Es el recorrido que se debe hacer para convertir la realidad actual en el ideal que se desea. Como el
recorrido es largo, naturalmente hay etapas, fases y años, a través de los cuales el conjunto del pueblo de
Dios se va acercando a la meta propuesta en el ideal. Se trata de la organización del trabajo que hay que
hacer, marcando el orden de las acciones. El modelo operativo se obtuvo del análisis del mismo modelo
ideal, y de las múltiples exigencias que se deben satisfacer para ponerlo en práctica. Estas exigencias
organizadas en forma decreciente y según los campos de acción a los que se refieren, determinaron las
etapas y las fases del plan. Así obtuvimos un itinerario o camino.
Reflexionamos también el Modelo Diagnóstico, para determinar cómo recorrer un camino que nos llevara
a la superación de los obstáculos, sin dejar de poner en juego las potencialidades para el logro del ideal.
Esto dio como resultado un segundo punto de referencia del itinerario que se ha de seguir para salir de la
situación presente y caminar hacia el ideal.
En base a estas dos reflexiones, determinamos el conjunto de objetivos y etapas que se han de recorrer
como camino general y específico en cada campo de acción para transformar la realidad presente y
conseguir el ideal anhelado. Este camino o Plan tiene tres instancias o aspectos: la planeación, la
planificación y la programación.
La planeación o Plan Global es una tarea de orientación. Consiste en definir los grandes lineamentos o
fines. Es el plan global que, por ser general y orientativo, normalmente es a largo plazo.
La planificación consiste, a la luz de los fines, en jerarquizar los objetivos, determinando los medios para
su logro y ordenando los procesos. Se trata de estructurar la acción en secuencia temporal según
prioridades. Es el plan a breve plazo.
La programación consiste en la concreción de las medidas instrumentales prácticas para realizar los
procesos de acción ya determinados. Se refiere a lo inmediato y concreto de la acción que es preciso
realizar para la puesta en acción de los planes.
La Programación en cuanto tal se hace patente en la descripción de las Metas de cada Comisión
Diocesana. Todo ello con la finalidad de que la Voluntad de Dios se realice sobre su Pueblo. La
definición de los cinco Niveles de la Acción Pastoral -Pastoral comunitaria, Pastoral sectorial, Servicios
pastorales, Pastoral ministerial y Estructuras de Apoyo-, contenida en este Modelo permite establecer el
campo de acción sobre el que se quiere actuar.
Este proceso de elaboración del Modelo Operativo manifiesta la opción pastoral de la Diócesis de David
de privilegiar su atención al conjunto de Bautizados.
PLAN GLOBAL
La Iglesia, pueblo de Dios que Los miembros del pueblo de Dios, peregrinos en la
peregrina en la diócesis de David, diócesis de David, mediante el anuncio y la
a través del discernimiento celebración coherente de la fe y realizando
comunitario, articula orgánicamente su acción pastoral, da testimonio de ser
orgánicamente sus dones y una Iglesia Diocesana comunidad de comunidades y
carismas, propone y actualiza su movimientos, mostrando su ser sacramento de
ministerialidad en el mundo, con salvación para el mundo y signo eficaz del Reinado de
el fin de configurarse como Dios en la sociedad.
portadora eficaz de los bienes del
Reino: Reino de la verdad y de la
vida, de la santidad y de la gracia, SEGUNDA FASE – SACRAMENTOS:
de la justicia, del amor y de la BAUTISMO, CONFIRMACIÓN,
paz. RECONCILIACIÓN Y UNCIÓN