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Novela Urbana

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El amor no tiene

escape

Capituló 1
Lía Duncan
Salí de mi habitación y bajé las escaleras para ir a la sala, cargaba varios libros apoyados en mi pecho,
cuando llegué a mi destino los dejé sobre un estante acomodándolos por encima. Caminé por la amplia
sala y tomé las llaves que yacían sobre la mesa, mi clase comenzaría muy pronto y debía llegar a
tiempo a la universidad.

Del perchero tomé mi chaqueta y sentí la presencia de alguien detrás de mí, me di vuelta y encontré a
mi madre de brazos cruzados apoyada en el umbral de la cocina. Ella tenía una mirada inquieta, me
quiere decir algo y no sabe cómo decirlo, es lo más probable.

-¿Quieres decirme algo antes de irme?-pregunté poniéndome un brazo de la chaqueta.

Ella se relamió los labios y desvió la mirada.

-Lo siento, sabes que no puedo decir no tan fácil -se disculpó y hundí mis cejas confundida.

-Mamá, ¿qué fue lo que hiciste ahora?-- interrogue rígida.

Ella se comenzó a balancear sobre su eje de un lado a otro como si bailara nerviosa.

-¿Te acuerdas de Odessa Santorini?-soltó con una risita tímida.

La miré con humos saliendo de mis orejas como si fuera una tetera y ella intentó ocultarse detrás del
umbral.

-¿Qué tiene que ver esa señora ahora?-dije hastiada y ella se acomodó el cabello detrás de la oreja.

-¿Recuerdas a su hijo Jean?

Sentí mi mundo detenerse, llevaba años sin escuchar ese nombre.

Jean Santorini, era mi mejor amigo de la infancia, además de haber sido mi amor platónico desde que
tenía siete. Cuando era más pequeña ese chico me traía loca, más loca de lo que Adrien trae a
Marinette. Aunque luego se tuvo que ir de la ciudad para ir a una universidad prestigiosa, en Cambridge,
Massachusetts, se graduó años antes de la preparatoria y fue a los 15 casi entrando a los 16 años a
Harvard para estudiar gerencias.
-¿Qué tiene que ver el odioso en esto?-ya me sentía una
detective pidiendo tantas respuestas.

-No le digas odioso-me regañó mi madre y yo rodé los ojos.

De repente todo quedó en silencio y mi mamá apretó sus


labios en el intento de contener su gran bocota.

-Habla mamá-exigí y ella dejó salir una larga respiración.

-Volvieron a la ciudad-confesó y mis ojos se abrieron de par


en par.

-V-volvieron-balbuceo y ella asiente.

-Sí su hijo va se graduó de la universidad y con las mejores notas.

Ahora abrió su propia franquicia de cafés y estudiará una tercera carrera aquí en sí Malibú.

-¿Y me dices todo esto por....?-hablé sin paciencia.

-Estudiara en la misma universidad que tú, además ¡estudiaran la misma carrera!-exclamó


alzando sus brazos al aire y yo fruncí el ceño Odessa dijo que a él le gustaría tener un recorrido de
nuevo por la ciudad, y ella no confía mucho en las personas de aquí ya que muchos son unos
aprovechados, en cambio tú, fuiste su mejor amiga, y yo y Odessa nos conocemos desde hace años.
Por eso me pidió si tú se lo podías dar. Además podrán volverse a reencontrarse después de ocho
años.

Esto no era buena idea, no quiero ver al tipo que me destrozo el corazón en mil pedazos después de
su partida. El cortó todo tipo de comunicación entre nosotros y ahora ¿Quiere que le dé un recorrido
privado por la ciudad?

-¿Y ya le dijiste que sí?-pregunté con temor.

-Sí....-concluyó y me di una palmada en la frente.

-¿¡Cómo le dijiste que sí, sin antes consultarme?! -me exalte y ella no dijo nada.

-Él está en el café, de la quinta avenida musito y yo resople con cansancio-te estará esperando,
solo di que eres lía y ya, él te recibirá con los brazos abiertos.

-No iré-concluí y ella me miró incrédula.

-Pero es Jean, ¿no lo extrañabas?

-No iré, punto y final-dije crispada.

-Pero ya nos comprometí-intentó convencerme -por favor lía. Además puedes aprovechar el
momento para renovar su amistad y pedirle a él consejos para ganar dinero, recuerda que son gente
sumamente adinerada.
Y mi madre no se equivocaba, creo que hasta el papel de baño
con el que se limpiaban el trasero es de oro.

-Eso suena muy interesado de tu parte argumente amarga y


ella me hizo ojitos de perrito.

-Por favor-insistió y rendida exhale.

-Está bien-accedí finalmente-pero si ese idiota se pasa de


odioso juro que dejaré que los perros de la señora Parker lo
deje sin descendientes-refute y metí las llaves dentro de la
cerradura de la puerta -ya me voy, te quiero mamá-me despedí.

-¡Él te esperara en el café Dors, es el dueño, solo pregunta por él y di tu nombre!-gritó antes de
que atravesara la puerta para salir.

Genial, ahora me tocará lidiar con el imbécil de mi ex mejor amigo y ex crush.

Al salir, comencé a emprender camino a mi universidad, el lado bueno es que solo queda a unas
cuadras de mi humilde cuchitril.

Cuando llegué a la universidad me adentre a las instalaciones y me dirigí a mi salón, me senté en


mi silla y observé el reloj que estaba en la pared.

Llegué a tiempo. A mi lado se sienta alguien, no tengo que voltear para adivinar quién es.

-¡Lía!-exclamó Daisy, una de mis amigas de la universidad.

-Hola Daisy-la saludé con un ademán.

-Es bueno verte, es extraño ver que no llegas tarde-formuló y yo la fulmine con la mirada.

Daisy era una chica bastante agradable, y podía considerar que es la única verdadera amiga que
tengo después de que entre en la universidad.

Ella es una chica de baja estatura y contextura esbelta, su piel es clara y su cabello es rubio.
Siempre porta una característica sonrisa amigable.

-Mañana comienzan los de primer año de psicología-soltó Daisy y yo no dije nada.

Sabía lo que significaba, a partir de mañana debería verle la cara al idiota de Jean todos los días.

-La verdad no me interesa-dije indiferente y los alumnos comenzaron a entrar.

-Espero que lleguen chicos guapos-comentó curiosa mordiendo el borrador de su lápiz.

-Tu solo piensas en chicos, Daisy-hablé neutral. -Cuando te vea babeando como loca por uno de
los de primer año, hablamos-dice por última vez para prestarle atención a la clase.

El día transcurrió como cualquier otro; con Daisy sacando el tema cada cinco segundos sobre los
de primer año, los profesores dando sus aburridas clases y yo sin parar de pensar en que veré
después de ocho años a mi amigo de la infancia.
En estos momentos estoy en la parada de autobús esperando a
que un bus se detenga.

Sé que debería estar emocionada por ver a Jean, pero ¿Cómo


emocionarme por ver al tipo que se fue y nunca más me volvió a
dirigir ni una sola palabra luego de prometerme que no se
olvidaría de mí?

Un autobús se detuvo en frente y subí a éste viendo si había un


asiento disponible, en el fondo había uno y me senté, pero al
momento de que mi trasero tocó el glorioso asiento, me levanté y
se lo cedí a un anciano que estaba parado en medio de todos,
tampoco soy una víbora cruel.

Al final me quedé de pie, agarrándome del barandal del bus.

Frente a mí había un hombre con las manos alzadas a la baranda y su axila quedó en frente de mi
rostro, pero lo peor es que esa zona parecía una selva "Welcome to the jungle". Intenté apartar mi
mirada hacia otro lado, y creo que fue peor, había un hombre observándome fijamente con una sonrisa
torcida y morbosa.

Le rogué a todos los ángeles y a la virgen de la papaya para que llegáramos pronto, y si que funcionó.
El autobús se detuvo en la parada de la quinta avenida y sin pensarlo dos veces me bajé corriendo del
bus, como si esto fuera un maratón, y el premio era un beso de Chris Evans.

Cuando mi pie pisó el fino suelo de aquella avenida, todo a mi alrededor se llenó de lujos, literalmente.
Esta calle era la más lujosa de todas aquí en Malibú; todas las personas de clase alta viven por esta
zona y los costosos y mejores negocios se encuentran aquí.

Comencé a caminar por la acera en busca del tal Café Dors. Todos los que caminaban junto a mí,
tenían escoltas, ropa fina y los mejores móviles, me sentía como una andrajosa poliosera frente a ellos,
creo que hasta sus perros iban mejor vestidos que yo.

Yo estaba vestida con unos vaqueros negros, una chaqueta gris ancha y una franelilla blanca bajo de
esta. Mi cabello castaño estaba recogido en un moño desordenado.

Acomode mis lentes para seguir con mi camino ignorando las miradas críticas por parte de los
aristócratas.

A lo lejos vi el café Dors.

Mi mamá no se equivocaba al decir que era lujoso, con tan solo verlo me imaginaba los precios. Me
acerqué al café y abrí la puerta de cristal con suavidad. Adentro el aire acondicionado se sentía fresco,
habían luces amarillas en forma de bombillas de luces de navidad por todos lados, las sillas eran
parecidas a unos taburetes y las mesas eran altas. Todo tiraba un aire aesthetic con vintage, era de
colores blancos, crema, beige, plateado y cosas así. Cada mesa venía adornada con una maceta
blanca y una planta verde muy llamativa. Las personas vestían de manera fina y hablaban por todo el
lugar la música era muy relajante y los meseros iban de allá para acá sin parar.
Me acerqué a la caja y noté que había una larga fila, así que
proseguí al plan B, hacer lo que mi tía Carlota hace cuando hay
mucha gente, colearse y escabullirse entre ellos.

La gente no notaba que los estaba pasando, en realidad estaban


concentrados platicando con sus acompañantes. Cuando llegué a
la caja, había una chica; ella tenía una mirada irritada, poseía una
gorra marrón con el nombre del café escrito en ella y su cabello
rojizo estaba atado en una cola de caballo, llevaba una camisa
blanca y pantalones negros, además de tener una pequeña
insignia en lado derecho de su uniforme.

-¿Qué necesita?-preguntó irreverente masticando chicle.

-Ahm, hola-saludé primero que nada-soy Lía, y vengo a ver a Jean Santorini-ella no pareció
sorprenderse y simplemente me señaló una mesa.

-Vaya a la mesa número 5, el llegará en unos minutos-asentí con la cabeza y me hice a un lado -
¡Siguiente!

Caminé por la multitud de gente y me senté en donde la chica me había asignado.

Un mesero llegó a mí con un menú y me lo extendió esperando mi orden, tal vez comer algo mientras
lo esperé no sería mala idea. Abrí el menú y mis ojos se abrieron como platos al ver los precios.

-¿Puedo tomar su orden? -preguntó el chico con voz dulce y yo lo miré animada sacando mi móvil.

-Espera un momento, buscaré en google para ver que órganos no necesito-dije sarcástica y él rió
mostrando sus hoyuelos.

Le extendí el menú devolviéndoselo.

-No comprare nada, solo estoy esperando a alguien-comenté y el alzo una ceja.

-¿Usted es Lía Duncan?-preguntó y yo rodé los ojos.

-Al parecer aquí los chismes se venden más que pan caliente-bromee.

-Oh, entonces si es. El señor Santorini dijo que todo lo que usted pida sería pagado por él mismo
-soltó y yo lo miré confundida.

-¿El imbécil tiene corazón?-el chico rió ante mis palabras.

-Un gusto, soy Cameron-me extendió su mano y yo la recibí con una sonrisa de lado.

-Un gusto, tú ya... Ajam, sabes mi nombre argumente y él volvió a reír.

La puerta del café se abre y como por arte de magia el lugar se queda en completo silencio. Los
murmurios de varias chicas comenzaron a resonar en mis oídos y yo como la buena chismosa que soy,
dirigí mi mirada hacia la entrada de dichoso lugar. Y resulta que….

CONTINUARA…

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