Capítulo 11. El Análisis de Las Políticas Públicas
Capítulo 11. El Análisis de Las Políticas Públicas
Capítulo 11. El Análisis de Las Políticas Públicas
l. Introducción
281
282 Manuel Tamayo Sáez
FORMULACIÓN
DE ALTERNATIVAS
IDENTIFICACIÓN
ADOPCIÓN DE
Y DEFINICIÓN
UNA ALTERNATIVA
DEL PROBLEMA
EVALUACIÓN DE
LOS RESULTADOS
.:
IMPLANTACIÓN DE
LA ALTERNATIVA
OBTENIDOS SELECCIONADA
Un gobierno local puede, por ejemplo, considerar prioritario intervenir en el mercado de la vi-
vienda, al observar que los precios son muy elevados y que buena parte de los ciudadanos no
pueden acceder a una vivienda en propiedad o alquiler -FASE DE IDENTIFICACIÓN Y
DEFINICIÓN DEL PROBLEMA-. La intervención puede seguir muy distintos caminos:
desde construir viviendas y donarlas a las familias con menores ingresos hasta subvencionar los
créditos hipotecarios facilitando el acceso a una vivienda libre -FASE DE FORMULACIÓN
DE ALTERNATIVAS-. El gobierno opta finalmente por construir, en los próximos cinco
años, mil viviendas de protección oficial en suelo municipal, para familias de bajos ingresos
-FASE DE ADOPCIÓN DE UNA ALTERNATIVA-. La Empresa Municipal de la Vi-
vienda comienza la construcción, diseña un sistema para seleccionar a las familias beneficiarias
y controla el proceso de construcción y adjudicación -FASE DE IMPLANTACIÓN DE LA
ALTERNATIV A SELECCIONADA-. Una vez entregadas las viviendas, el Pleno del Ayun-
tamiento quiere saber a quién se han entregado finalmente, qué coste ha supuesto la operación
para las arcas municipales, y, si es necesario, continuar con el programa de construcción de vi-
viendas -FASE DE EVALUACIÓN DE RESULTADOS.
El análisis de las políticas públicas 283
mente, es importante siempre tener presente la relación que exista entre la realidad
y el análisis, y los analistas y la realidad. De otra forma, podríamos atribuir un valor
inapropiado al análisis.
Hecha abstracción de la acción del analista, existen dos perspectivas que ponen en
relación la política y su análisis. En primer lugar, y la más importante, es la perspec-
tiva del responsable de la política en cualquiera de sus fases (formulación, implan-
tación, evaluación y, en su caso, reformulación). Ésta es la perspectiva del directivo,
policy maker, en las organizaciones públicas. La otra es la perspectiva del analista de
políticas públicas, que es un agente que enriquece el universo de información que se
pone a disposición de los directivos para que puedan tener un criterio de decisión en
cualquiera de las fases de la política pública. Este analista no tiene por qué ser, nece-
sariamente, un agente interno de la organización pública; de hecho, con frecuencia es
un agente externo a la misma de quien se recaba consulta.
Cualquiera que sea la perspectiva adoptada, lo que parece claro es que el proceso
de las políticas públicas no tiene ningún sentido si no se vincula a la actividad del aná-
lisis. La principal razón de que ello sea así es que todas las fases del proceso de las
políticas publicas están íntimamente vinculadas con un nexo de dependencia, de tal
forma que un replanteamiento en cualquiera de las fases del proceso afecta a las pos-
teriores y, eventualmente (véase figura 1), a las anteriores.
El análisis de políticas intenta responder a una serie de cuestiones fundamentales
que se plantean en cada una de las distintas fases del proceso de la política pública. El
papel del analista es aplicar, en la medida de lo posible, sus conocimientos técnicos y
su visión política del problema, para dar respuesta a esas preguntas y producir infor-
maciones cualificadas que serán tenidas en cuenta por los policy makers en las fases
del proceso de las que son responsables.
En todo caso, el proceso de las políticas públicas es asimilable conceptualmente a
la noción de sistema. De tal forma que ninguna fase aislada del proceso tiene sentido
en sí misma, ni se basta para definir las características del proceso. Es perfectamente
posible hacer una adecuada definición del problema determinando a quién afecta la
necesidad de afrontarlo, el momento adecuado para abordarlo y su posible coste, y,
sin embargo, no acertar con el plan de implantación de las soluciones que se han ele-
gido para neutralizar y responder al problema. Para subrayar esta idea habría que de-
cir que tampoco la implantación y la adecuada evaluación de los resultados obtenidos
por la política pública nos da, necesariamente, la llave del acierto en la redefinición
del problema que se intentaba resolver (véase Cuadro 2) y en la reformulación de las
alternativas.
Tener presente la unidad de la política pública y, por tanto, del proceso no exime
de la contemplación específica y detenida de cada una de las fases y elementos del
proceso. Por el contrario, la realidad de la actuación administrativa pública se con-
centra generalmente en partes del proceso y no en la contemplación global de la polí-
tica. Se podría argumentar con tranquilidad que la unidad de la política pertenece
más bien al plano conceptual de los analistas de la política que al operativo, el de los
El análisis de las políticas públicas 285
sita servicios sociales, que como un delincuente potencial al que hay que vigilar. Las
definiciones, a pesar de su posible apoyo técnico y estadístico (a algunos les gusta ha-
blar de fundamento científico), no son asépticas ni objetivas. De ahí que cuando el di-
rectivo público opta por una definición debe preguntarse por sus consecuencias, pre-
viendo a quién beneficia o perjudica con ella, y en qué medida. En resumen, la
definición del problema es una decisión de gran importancia que marca absolutamen-
te el posterior desarrollo de la política pública, al reducir el ámbito de posibles alter-
nativas a considerar. Una definición inadecuada del problema está en la base del fra-
caso de muchas políticas públicas.
La preocupación por la definición de los problemas públicos hace insoslayable
considerar la forma en que se produce la información, el acceso a la misma y la racio-
nalidad de la elección de alternativas. En breve se plantean dos preguntas esenciales
para poder adecuar la acción a la realidad:
¿Cómo conocen los directivos públicos la existencia de los problemas? LA DE-
TECCIÓN DE LOS PROBLEMAS.
¿Por qué eligen unos problemas y no otros? EL DISEÑO DE LA AGENDA.
1. La función directiva
Los gabinetes de análisis, las oficinas de información al público, las unidades que
recogen reclamaciones y sugerencias o las figuras como el defensor del usuario son
instrumentos diseñados para recoger información y detectar problemas.
En general, los clientes son la principal fuente de información para las administra-
ciones públicas. El estudio de su estructura y composición, el análisis de su comporta-
miento, la valoración de sus expectativas y demandas son instrumentos que ayudan a
descubrir problemas nuevos o cambios de tendencia en los problemas conocidos.
B. El diseño de la agenda
I INCUBACIÓN DE PROBLEMAS
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DEMANDAS Y SESGOS
PROBLEMAS
PREOCUPACIONES PÚBLICOS
NEGATIVOS FORMULACIÓN
SOCIALES PRIORITARIOS
DE LA
PRIORITARIAS 1---:====::::::.... -------
AGENDA POLÍTICA
INSTITUCIONAL PÚBLICA
AGENDA SESGOS
SISTÉMICA POSITIVOS
~ I
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DISIPACIÓN DE PROBLEMAS
Ciertos grupos sociales son más poderosos que otros y tienen mayor capacidad
para hacer prevalecer sus problemas ante la administración. La organización de estos
grupos, su capacidad para presentar demandas y para influir en las decisiones públi-
cas, les asegura una cuota mayor de temas en la agenda de la administración que la
que pueden conseguir grupos poco estructurados y con menor influencia.
Hay problemas y temas más proclives que otros a ser incluidos en la agenda insti-
tucional. Los valores culturales y la cultura política u organizativa hacen de filtro de
la percepción de los mismos por los directivos. Es difícil esperar que la administra-
ción de un país mayoritariamente católico incluya entre sus prioridades la liberaliza-
ción del aborto o la planificación familiar. En España, hasta hace relativamente poco
tiempo, el problema del medio ambiente no era una preocupación social fundamen-
El análisis de las políticas públicas 291
tal, no era un problema culturalmente apreciado y, por tanto, era de menor interés
para los directivos públicos.
3. El peso de la tradición
Los medios son uno de los elementos más eficaces en las democracias pluralistas
para ayudar a introducir problemas en la agenda institucional, al llamar la atención
de los decisores sobre problemas que afectan a personas o a colectivos determinados.
La agenda de los medios se especializa en problemas emotivos, en problemas que en-
lazan con valores y tendencias de moda y en situaciones que afectan a la legitimidad
del sistema.
b) La competencia política
Las alternativas son las distintas opciones, las diferentes políticas y medios dispo-
nibles para alcanzar los objetivos. Para ser absolutamente racional, el decisor debe
identificar todas las alternativas posibles para lograr los objetivos. Las alternativas no
tienen por qué ser excluyentes entre sí; en ocasiones, la decisión final es una combi-
nación de alternativas. Las alternativas no son sólo las opciones conocidas: en el pro-
ceso se inventan y generan alternativas nuevas.
El decisor racional, para optar entre las distintas alternativas, tiene antes que va-
lorar los efectos de cada una de ellas. En definitiva, se trata de saber qué ocurrirá si
elegimos una alternativa determinada, en qué medida se alcanzarán los objetivos y
qué costes y beneficios acompañarán la elección. El decisor racional calcula todos los
efectos, todos los costes, todos los beneficios de todas las alternativas, incluidos los
impactos de cada alternativa sobre otros objetivos, otros problemas y otras políticas
ya en marcha. En otros términos prevé las externalidades y los costes de oportunidad.
Conocidas las consecuencias de las distintas opciones es necesario ordenar las al-
ternativas de modo que se pueda saber cuál es la más deseable. El decisor racional
tiene que establecer unos criterios que permitan comparar y relacionar los objetivos,
las alternativas y sus efectos, para poder seleccionar la mejor opción posible.
El propio Simon concluyó que la aplicación del modelo racional puro de adopción
de decisiones es impracticable en la realidad debido a la presencia de una serie de li-
mitaciones que merman las capacidades del decisor. En última instancia, ese modelo
no es más que un tipo ideal que nos sirve para conocer en qué medida los procesos
reales de adopción de decisiones se aproximan o desvían del mismo. En la elabora-
ción cotidiana de las políticas los directivos públicos no aspiran a encontrar la mejor
política -el comportamiento óptimo, en términos de Simon-, se conforman con
identificar políticas satisfactorias --comportamiento satisfactorio-o Simon se con-
centró en describir las limitaciones que hacen imposible la aplicación estricta del mo-
delo racional puro, contrapuso la racionalidad de la economía clásica con la racionali-
El análisis de las políticas públicas 295
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1. De carácter psicológico
2. Los valores
3. De carácter organizativo
El decisor forma parte de una organización y aun cuando supera sus limitaciones
individuales, tropieza con las limitaciones que le impone su organización. La excesiva
departamentalización, la especialización funcional, los defectos en el diseño de los
sistemas de información para la decisión, la tendencia a eludir o limitar la evaluación
de los programas y políticas son barreras al comportamiento racional muy difíciles de
superar.
4. Los costes
- Hay tiempo para el análisis y esperamos obtener unos buenos resultados que
justifican los costes de llevarlo a cabo.
El problema y la decisión no están muy politizados.
- El problema es central para la organización y afecta a su misión principal.
- El problema es complejo y presenta muchas ramificaciones y aspectos desco-
nocidos.
- La decisión que se adopta hipoteca, en gran medida, la capacidad de decisión
futura.
- Desconocemos los costes de la intervención, prevemos un salto en los mismos
o tememos no poder dejar de intervenir perjudicando otros programas y po-
líticas.
5. Limitaciones situacionales
El principal punto débil del modelo racional puro es que parte de cero para elabo-
rar la decisión: antes no había nada, ahora se decide todo. En muy pocas ocasiones
los decisores públicos se encuentran en una situación como ésta, lo habitual es que
tengan que continuar las decisiones del equipo de gobierno anterior, tratar problemas
que ya están tratando otras administraciones y desarrollar políticas que no se han de-
cidido explícitamente. En resumen, pocas veces se decide en el vacío. La presión de
los precedentes, las expectativas y demandas de los usuarios, la búsqueda de las alter-
nativas socialmente deseadas y políticamente viables limitan significativamente la ca-
pacidad de elección. En otras palabras, buena parte de la agenda de problemas, alter-
nativas y decisiones está escrita antes de que el decisor enfrente su responsabilidad.
La conclusión de Simon es obvia; en las administraciones públicas el proceso de
adopción de decisiones se rige por la racionalidad limitada. La limitación a la raciona-
lidad individual está constituida por todos los factores enumerados más arriba y por
el concepto del decisor sobre la finalidad de la decisión, que puede ser distinto del de
la organización, sus valores y su grado de información.
Charles Lindblom revisó las tesis de Simon sobre las limitaciones del modelo ra-
cional de adopción de decisiones públicas, al negar que fuese el mejor modelo para la
elaboración de las políticas. Según Lindblom el comportamiento de los decisores pú-
blicos rara vez se adapta a ese modelo, ya que sus decisiones no son más que ajustes
marginales sobre políticas ya en marcha. El modelo incremental es más descriptivo
que prescriptivo y se basa, en buena medida, en la observación del comportamiento
cotidiano de los policy makers.
Lindblom (1990) no admite que el análisis racional sea el factor principal del pro-
ceso de elaboración de la política pública. «Cuando decimos que la política más que
i
H
El análísis de las políticas públícas 297
el análisis determina las políticas (públicas), queremos decir que las políticas se ela-
boran a través de los distintos mecanismos por los que la gente ejerce control, in-
fluencia o poder sobre otros», es la interacción política entre los individuos y los gru-
pos sociales el factor que más condiciona la elaboración de las políticas públicas.
El análisis cobra así su verdadero significado, pues no es la alternativa al juego
político, como se infiere del modelo racional, sino una pieza del mismo. El análisis
«se convierte en un método de ejercer control», en una forma útil para la interacción,
en un instrumento de persuasión para atraer a los participantes hacia una postura de-
terminada. Lindblom concluye que el análisis de políticas es siempre partisano, los in-
dividuos usan «los recursos analíticos solamente para impulsar sus propios intereses».
El modelo incremental argumenta que las decisiones sobre las políticas son, ante
todo, pragmáticas, no se basan en relaciones causales bien estudiadas, ni en cálculos
exhaustivos de costes y beneficios, sino en el método de las aproximaciones sucesivas
y limitadas. Dicho con claridad, el decisor sólo toma en consideración aquellas alter-
nativas que difieren muy poco de las políticas que ya se llevan a cabo, rechazando las
demás, y analiza sólo los aspectos en que la opción nueva y sus consecuencias difieren
de la situación actual, obviando el resto (Aguilar, 1993). De este modo el análisis se
simplifica sensiblemente, al rechazar cualquier opción que se aleje de las opciones co-
nocidas, y al no valorar más que algunas consecuencias de las opciones objeto de aná-
lisis. Así se reduce el universo de posibilidades y de consecuencias a tener en cuenta.
La primera idea básica del incrementalismo es que, cuanto más se aleje una alter-
nativa de las políticas conocidas, más difícil es anticipar sus consecuencias e impactos,
más complejo es ganar apoyos para sustentar su elección y, por tanto, es menos viable
políticamente. Además, Lindblom insiste en la naturaleza permanente de buena par-
te de los problemas públicos, de modo que las decisiones casi nunca son inéditas; por
el contrario, la decisión de hoy forma parte de una larga cadena de decisiones pasa-
das, de errores y de logros, de ensayos mediante diferentes medios y de precedentes.
Comparar únicamente las opciones que se parecen a las políticas pasadas permite
anticipar con gran precisión sus impactos, sus costes y sus beneficios. Asimismo se re-
ducen las posibilidades de error y fracaso y se amplía la capacidad para prever el
comportamiento de los individuos y de los grupos con intereses en el problema y su
solución. La teoría causal no es necesaria, puesto que se opta por efectuar cambios
sobre políticas existentes, que muestran, en cierta medida, resultados positivos. La
viabilidad de la decisión queda asegurada al basarse en una larga secuencia de cam-
bios incrementales.
Este estilo de elaboración de políticas públicas, que «aumenta correctivamente,
vez por vez, el margen de maniobra de un gobierno, fue considerado por él (Lind-
blom) como el estilo propio y obligado de las democracias pluralistas, 'poliárquicas',
en sociedades con grupos de interés poderosos, bien informados, autónomos y capa-
ces de presión efectiva» (Aguilar, 1993).
Los críticos de este modelo arguyen que el incrementalismo niega la racionalidad
y enfatiza en exceso el factor de viabilidad política como criterio definitorio de lo que
es una política adecuada. Cambiar las políticas sólo marginalmente reduce el riesgo
del fracaso al limitar el cambio radical, pero imposibilita los superiores beneficios de
iniciativas más ambiciosas e innovadoras.
El modelo incremental ha sido tachado de conservador por legitimar la estructura
298 Manuel Tamayo Sáez
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éxito final del programa depende de la capacidad de los distintos actores para llegar a
acuerdos e intercambiar recursos. Gestionar intergubernamentalmente es gestionar a
través de otros, logrando que determinados actores -que pueden estar muy o muy
poco interesados en el proyecto- lo lleven a efecto. Desde este punto de vista, la im-
plantación no es un mundo perfecto de administradores que cumplen asépticarnente
las decisiones de sus superiores, sino un campo de negociación política en la que acto-
res con la misma legitimidad -un ministro, un presidente regional y un alcalde- es-
tablecen las condiciones iniciales que permiten la implantación de la política y, conse-
guidas éstas, mantienen su compromiso durante el desarrollo de la implantación.
Pressman y Wildavsky hicieron mucho hincapié en esta cuestión tratando de de-
terminar qué son y qué no son problemas de implantación. En realidad existen dos
casos de políticas fallidas: las políticas que no se implantan y las políticas que dan lu-
gar a una implantación; defectuosa. En el primer caso no podemos hablar de proble-
mas de implantación; si la política ni siquiera se inicia es que el proceso de formula-
ción se concluyó sin éxito, en otras palabras, no se consiguieron las condiciones
iniciales que permitían iniciar la implantación: el consenso sobre los objetivos del
programa y el acuerdo sobre los instrumentos y los recursos del mismo. En el caso de
que la política se implante defectuosamente las causas son de varios tipos. En primer
lugar, puede existir un error en la teoría que sostiene el programa, es decir, un defec-
to de formulación. En última instancia todas las políticas públicas no son más que una
hipótesis de relación causal entre las condiciones iniciales y los resultados esperados.
La implantación es el conjunto de acciones que hay que emprender para que esa rela-
ción causal ocurra. Buena parte de las políticas que fracasan lo hacen porque esa re-
lación causal, la teoría que soporta la política, es una teoría incorrecta, es decir, ha-
ciendo x no es posible obtener y. En el caso del programa de creación de empleo para
minorías, la teoría interna del programa era incorrecta. La teoría venía a decir lo si-
guiente: si se crean unas condiciones de desarrollo determinadas, creando infraestruc-
turas y empresas, mediante subsidios al capital, se generarán automáticamente pues-
tos de trabajo nuevos, que favorecerán a las minorías. Esta teoría se había mostrado
cierta en zonas del país muy poco desarrolladas, en las que inyecciones de capital ge-
neraban una fuerte demanda de empleo por parte de las empresas, Sin embargo, apli-
cada a una ciudad con una economía principalmente de servicios y de empresas con
un alto nivel tecnológico, no produjo los mismos efectos. En un entorno de estas ca-
racterísticas es muy probable que los subsidios den lugar a la creación de empresas
intensivas en tecnología, que demandarán personal muy cualificado, penalizando, de
este modo, las posibilidades de empleo de aquellos segmentos del mercado laboral
con menores cualificaciones. En otros términos, esta teoría podría haber generado
efectos completamente contrarios a los deseados.
En segundo lugar, si la implantación se retrasa, o fracasa en sus objetivos, a pesar
de que se han conseguido las condiciones iniciales y la teoría causal es correcta, pode-
mos hablar de problemas de implantación estrictamente. Las dificultades de implan-
tación surgen por la complejidad de la acción conjunta y por la complejidad del pro-
grama. Como se apuntó más arriba, gestionar con otros supone adaptar el programa
a las capacidades e intereses de los participantes, La regla general es que cuanto más
elevado sea el número de actores en el proceso de la implantación, menores son las
posibilidades de conseguir una implantación que se ajuste al diseño inicial. La aéción
302 Manuel Tamayo Sáez
La disipación de los recursos del programa es producida por los intentos de apro-
vechamiento de esos recursos para otros fines. Esta situación es posible por el enor-
me volumen de recursos que las administraciones intercambian entre sí y proporcio-
nan a los actores privados. Este volumen es la razón misma que imposibilita, en
buena medida, el control sobre el destino final de los recursos. La consecuencia más
grave es el incremento de los costes del programa.
4. La pérdida de energías
cas repartidas por el territorio por millares de empleados públicos del último escalón
de la jerarquía administrativa, en contacto con clientes singulares, con demandas par-
ticulares y concretas. Las decisiones más complejas acaban siendo interpretadas y
adaptadas por una multitud de funcionarios que intermedian entre el cliente y la polí-
tica pública. Personas que en ningún caso han participado en el proceso de formula-
ción y que reciben cotidianamente las presiones de los ciudadanos para conseguir ser-
vicios públicos.
Los programas más complejos, las políticas más ambiciosas están en manos del
personal de ventanilla, que debe resolver, en cada caso concreto, los defectos de for-
mulación de la política, la vaguedad de los objetivos y las imprecisiones y rigideces
del diseño de la implantación de acuerdo a sus propias capacidades y valores y a su
comprensión de los fines y metas de la política pública.
El modelo bottom-up pasa el énfasis del cuartel general a la oficina local, del deci-
sor al burócrata de calle, del control a la capacidad para solucionar los casos singula-
res. El problema de la implantación para este modelo no es el ajuste fiel a la decisión
inicial, tal y como fue formulada, sino la adaptación de la decisión inicial a las carac-
terísticas locales y al contexto en el que se produce.
Siguiendo a Williams (Williams, 1971, en Aguilar, 1993), lo importante a la hora
de implantar una política es no olvidar que la atención a las demandas de los ciudada-
nos es el objetivo principal, de modo que el diseño de la implantación debe combinar,
razonablemente, lo mejor de la decisión inicial y lo mejor de la iniciativa local. No
importa tanto la conformance -aquiescencia con la decisión- como la performance
-logro de los objetivos.
En cualquier caso, el modelo bottom-up no aboga por la discrecionalidad absoluta
de los responsables locales, ni por la negación de la planificación, muy al contrario, lo
que intenta es mostrar la utilidad de formar la decisión partiendo del contexto local,
de las capacidades reales de las organizaciones que habrán de poner en marcha los
programas, y una vez valoradas sus debilidades y fortalezas, orientar la decisión (El-
more, 1978, en Aguilar, 1993). La implantación adquiere una dimensión contingente
puesto que las capacidades de las distintas localizaciones en las que ocurrirá y las ca-
racterísticas y las demandas de los usuarios pueden ser muy variables.
El Programa para la Prestación de Servicios Sociales Básicos, que impulsa el Mi-
nisterio de Asuntos Sociales, es un claro ejemplo de programa que se implanta de
acuerdo a un modelo de abajo arriba (Agranoff y Tamayo, 1991), son los ayunta-
mientos los que deciden el tamaño del programa en su territorio, el tipo de servicios
que desean prestar y los mecanismos para producirlos, siempre y cuando cumplan
con una serie de requisitos -objetivos generales, orientación de los servicios y utili-
zación de las subvenciones- establecidos desde el Ministerio. La implantación de
este programa será correcta si se logra el objetivo de extender sobre el territorio una
red de servicios sociales básicos -objetivo del Ministerio- adaptados a las caracte-
rísticas de la población de los distintos municipios -objetivo de los gobiernos locales.
Berman (Berman, 1978, en Aguilar, 1993) señala que el éxito final de una política
depende, en gran medida, de la adaptación mutua entre el plan de acción generado
desde el centro y las condiciones y capacidades de las agencias locales. Por ello pro-
pone el concepto de «implantación adaptativa» como el concepto contrario al de «im-
plantación programada», que es el que sostiene el modelo top-down.
306 Manuel Tamayo Sáez
V. La fase de evaluación
CUADRO 3. Las fases del proceso de la polftica pública y los tipos de evaluación.
* EVALUACIÓN DE NECESIDADES
2. FORMULACIÓN Y ADOPCIÓN DE * EVALUACIÓN TEORÍA Y DISEÑO
UNA ALTERNATIVA
* EVALUACIÓN DE VIABILIDAD
POLÍTICA/CONTEXTO
3. IMPLANTACIÓN DE LA * EVALUACIÓN DE IMPLANTACIÓN
ALTERNATIVA ADOPTADA
* ESTUDIOS DE SEGUIMIENTO DE
PROGRAMAS
A. Evaluación anticipativa
C. Evaluación de necesidades
H. Evaluación de la eficacia/impacto
1. Evaluación de la calidad
VI. Conclusiones
El valor del enfoque de las políticas públicas radica en su preocupación por la ac-
ción del gobierno y sus administraciones. No se interesa tanto por la estructura y
composición del sistema político-administrativo como por su funcionamiento. El aná-
lisis de políticas es a la vez un arte y una ciencia. Es un arte porque hace referencia a
la labor de los directivos públicos, que intuitivamente reproducen con sus decisiones
las fases del proceso de las políticas sin dominarlo conceptualmente. Es una ciencia
porque aspira a entender el complejo mundo de la acción pública y prescribir, en la
medida de lo posible, la mejor forma de aproximarse al proceso de las políticas.
El concepto de política pública es inseparable de la noción de análisis de políticas;
la política pública no existe en la realidad, sólo la intervención del analista otorga un
sentido a la multitud de decisiones y comportamientos de los administradores y de los
demás actores sociales involucrados en el proceso. La riqueza del análisis radica en su
capacidad para integrar y ordenar lógicamente esas decisiones y comportamientos.
El análisis de políticas públicas es un campo de especialización profesional emer-
gente que está cobrando una gran importancia. El análisis, la evaluación, la investiga-
ción aplicada al proceso de formación de las políticas no es un lujo, es una necesidad
que habrán de afrontar las organizaciones públicas para asegurar su supervivencia.
Sólo mediante políticas eficaces -desde el punto de vista del impacto social que ge-
neran y de la eficiencia en la utilización de los recursos- se puede legitimar, efectiva-
mente, la acción de los gobiernos en una democracia pluralista.
Referencias bibliográficas