Amparo Constitucional

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AMPARO CONSTITUCIONAL

El proceso constitucional de amparo fue introducido en Venezuela en la Cons-


titución de 1961, y se estableció, siguiendo la orientación del constitucionalismo
moderno latinoamericano, como la garantía judicial específica de los derechos y
garantías constitucionales, configurándose, además, como un derecho
constitucional de todas las personas a ser amparados por los tribunales en el goce
y ejercicio de todos sus derechos y garantías, con características bien definidas en
el derecho constitucional comparado de América Latina. Tal derecho constitucional
ha sido regulado ampliamente en el artículo 27 de la Constitución de 1999,
siguiendo la orientación del artículo 49 de la Constitución de 1961 así:

Artículo 27. Toda persona tiene derecho a ser amparada por los tribunales en el
goce y ejercicio de los derechos y garantías constitucionales, aun de aquellos
inherentes a la persona que no figuren expresamente en esta Constitución o en
los instrumentos internacionales sobre derechos humanos.

El procedimiento de la acción de amparo constitucional será oral, público, breve,


gratuito y no sujeto a formalidad, y la autoridad judicial competente tendrá
potestad para restablecer inmediatamente la situación jurídica infringida o la
situación que más se asemeje a ella. Todo tiempo será hábil y el tribunal lo
tramitará con preferencia a cualquier otro asunto.

La acción de amparo a la libertad o seguridad podrá ser interpuesta por cualquier


persona, y el detenido o detenida será puesto bajo la custodia del tribunal de
manera inmediata, sin dilación alguna.

El ejercicio de este derecho no puede ser afectado, en modo alguno, por la de-
claración del estado de excepción o de la restricción de garantías constitucionales.

De esta norma constitucional derivan las notas distintivas del derecho y acción de
amparo en Venezuela, y entre ellas su universalidad respecto de los derechos
protegidos y las causas de la lesión o amenaza de lesión de los mismos; las
formas de su ejercicio, y los principios del procedimiento, los cuales desde el inicio
fueron desarrollados por la jurisprudencia en aplicación de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales de 1988 (LOA).

1. La universalidad del amparo: derechos y garantías protegidos, y


actos lesivos de particulares y de autoridades

La acción de amparo procede en Venezuela para la protección de todos los


derechos constitucionales enumerados en el texto de la Constitución (artículos
19 a 129: derechos civiles, políticos, sociales y de las familias, culturales y
educativos, económicos, de los pueblos indígenas, y ambientales), y en los
tratados internacionales sobre derechos humanos, que conforme al artículo 23
de la Constitución tienen jerarquía constitucional, y además respecto de todos
aquellos otros derechos inherentes a la persona humana que no figuren
expresamente, ni en la Constitución o en dichos tratados internacionales
(artículo 22 de la Constitución), los cuales, además, prevalecen incluso sobre
el orden interno si contienen regulaciones más favorables para el goce y
ejercicio de los derechos.

Por tanto, no hay derechos o garantías constitucionales y fundamentales que


no sean justiciables mediante la acción de amparo, correspondiendo su
ejercicio a todas las personas tanto naturales como jurídicas o morales,7
debiendo estas últimas estar domiciliadas en el país (artículo 1o. de la LOA).
Lo único que se re- quiere para que proceda el amparo, sin embargo, es que
sea violación inmediata, directa y clara del derecho constitucional.8 La
consecuencia de esta universalidad del amparo es que, en Venezuela, el
llamado derecho de hábeas corpus se haya configurado como parte del
derecho de amparo o, si se quiere, como una ma- nifestación del derecho de
amparo, a cuyo efecto, la Ley Orgánica de Amparo establece en su artículo 1o.
que “La garantía de la libertad personal que regula el hábeas corpus
constitucional, se regirá por esta ley”; destinando a ello los artículos 38 a 47 de
la misma.

Por otra parte, de acuerdo con la Constitución, el amparo constitucional


procede contra cualquier acto, hecho u omisión de autoridades o de
particulares que viole derechos o garantías constitucionales o amenace
violarlos. Por tanto, así como no hay derechos y garantías excluidos del
amparo, tampoco hay actos, hechos u omisiones que escapen de la protección
de la misma. Ello se precisa en el artículo 2o. de la Ley Orgánica, cuando
indica que:

La acción de amparo procede contra cualquier hecho, acto u omisión


provenientes de los órganos del Poder Público Nacional, Estadal o Municipal.
También procede contra el hecho, acto u omisión originados por ciudadanos,
personas jurídicas, grupos u organizaciones privadas, que hayan violado,
violen o amenacen violar cualquiera de las garantías o derechos amparados
por esta Ley.

Por tanto, además de proceder el amparo contra particulares, sin distinción


alguna, procede contra todas las perturbaciones provenientes de autoridades
públicas, igualmente sin distinción alguna, ya sea que se trate de actos
estatales u omisiones, así como de actos materiales y vías de hecho de las
autoridades públicas (artículo 5o. de la LOA). Así, ninguna actuación u omisión
pública escapa al amparo, únicamente excluidos de la acción, conforme se
estableció en el artículo 6,6 de la Ley Orgánica, “los actos de la Corte Suprema
de Justicia”. Por ello, la antigua Corte Suprema de Justicia en Sala Político
Administrativa, en sentencia del 31 de enero de 1991 (caso Anselmo Natale),
afirmó enfáticamente que “no puede existir ningún acto estatal que no sea
susceptible de ser revisado por vía de amparo, entendiendo ésta […como] un
medio de protección de las libertades públicas cuyo objeto es restablecer su
goce o disfrute, cuando alguna persona natural o jurídica, o grupos u
organizaciones privadas, amenace vulnerarlas o las vulneren efectivamente”.

En cuanto al amparo contra leyes y demás actos normativos, de acuerdo al


artículo 3o. de la Ley Orgánica:

También es procedente la acción de amparo cuando la violación o amenaza de


violación deriven de una norma que colida con la Constitución. En este caso, la
providencia judicial que resuelva la acción interpuesta deberá apreciar la
inaplicación de la norma impugnada y el Juez informará a la Corte Suprema de
Justicia acerca de la respectiva decisión.

Se previó así en la Ley Orgánica el llamado “amparo contra normas”, el cual en


ciertos aspectos se puede asimilar al denominado “amparo contra leyes”, en
México en donde la decisión del juez no tiene efectos anulatorios, sino de
inaplicación de la norma respecto de quien le solicita amparo (inter partes).
Pero en relación con el control de la constitucionalidad de las leyes, la Ley
Orgánica, además de prever el amparo contra normas, permite ejercer la
pretensión de amparo, conjuntamente con la acción popular de
inconstitucionalidad de las leyes ante la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia, previendo en el mismo artículo 3o. de la Ley Orgánica lo
siguiente:

La acción de amparo también podrá ejercerse conjuntamente con la acción


popular de inconstitucionalidad de las leyes y demás actos estatales
normativos, en cuyo caso, la Corte Suprema de Justicia, si lo estima
procedente para la protección constitucional, podrá suspender la aplicación de
la norma respecto de la situación jurídica concreta cuya violación se alega,
mientras dure el juicio de nulidad.

Aun cuando de la norma del artículo 3o. de la Ley Orgánica puede decirse que
resultaba una vía directa de control difuso de la constitucionalidad de las leyes,
la jurisprudencia de la Sala Político Administrativa de la antigua Corte Suprema
impuso el criterio de que no procede la acción de amparo directamente contra
normas, siendo que lo que procede es su ejercicio contra los actos de
ejecución de la norma, que serían los actos lesivos.15 Así lo indicó en
sentencia del 24 de mayo de 1993, al afirmar que:
[...] el mencionado artículo de la Ley Orgánica de Amparo no consagra la
posibilidad de interponer esta acción de protección constitucional contra una
ley u otro acto normativo sino contra el acto de aplicación o ejecución de ésta,
el cual en definitiva es el que, en el caso concreto, puede ocasionar una lesión
particular de los derechos y garantías constitucionales de una persona
determinada.

En materia de amparo contra actos administrativos y conductas omisivas de la


administración, el artículo 5o. de la Ley Orgánica dispone que: “La acción de
amparo procede contra todo acto administrativo, actuaciones materiales, vías
de hecho, abstenciones u omisiones que violen o amenacen violar un derecho
o garantía constitucionales, cuando no exista un medio procesal breve,
sumario y eficaz, acorde con la protección constitucional”.

En consecuencia, si dicho medio procesal acorde con la protección constitu-


cional existe, la acción de amparo no es admisible; con la posibilidad de ser
dicho medio el recurso contencioso administrativo de anulación, siempre que
exista en la localidad un tribunal con competencia contencioso-administrativa, y
se formule en el mismo conjuntamente con la pretensión de nulidad, la
pretensión de amparo.

En estos casos, agrega el artículo 5o. de la Ley Orgánica, el juez, en forma


breve, sumaria y efectiva, si lo considera procedente para la protección
constitucional, suspenderá los efectos del acto recurrido como garantía de
dicho derecho constitucional violado, mientras dure el juicio. Para garantizar
que este recurso contencioso-administrativo de anulación y amparo sea un
medio procesal breve, sumario y efectivo, acorde con la protección
constitucional, el parágrafo único del artículo 5o. de la Ley Orgánica precisa
que:

Cuando se ejerza la acción de amparo contra actos administrativos


conjuntamente con el recurso contencioso administrativo que se fundamente
en la violación de un derecho constitucional, el ejercicio del recurso procederá
en cualquier tiempo, aun después de transcurridos los lapsos de caducidad
previstos en la Ley; y no será nece- sario el agotamiento previo de la vía
administrativa.

Ahora bien, en el caso de ejercicio de la acción autónoma de amparo contra


actos administrativos, el tema central a precisar es que los efectos de la
decisión de amparo no son de orden anulatorio sino de mera suspensión de
efectos del acto, lo que implica que el acto administrativo lesivo queda
incólume en cuanto a su validez, por lo que para que la protección
constitucional sea integral debería buscarse su anulación posterior por la vía
contencioso-administrativa Pero la acción de amparo no sólo procede contra
actos administrativos sino también contra conductas omisivas de la
administración, para lo cual debe exis- tir mora frente a un requerimiento del
interesado. Es decir, es necesario que el presunto agraviado se haya dirigido
en forma previa a la presunta autoridad agraviante, dando inicio a un
procedimiento constitutivo, de manera que no se puede accionar por
abstención cuando no habido requerimiento del administra- do para que la
autoridad administrativa emita algún acto administrativo.18 Por supuesto, en
todos estos casos de procedencia de la acción de amparo contra la mora de la
administración, como violatoria del derecho a obtener oportuna respuesta
garantizado en el artículo 67 de la Constitución, la consecuencia de la violación
de tal derecho, como lo ha señalado la Corte Primera de lo Contencioso
Administrativo, “sólo implica ordenar a la autoridad administrativa que otorgue
la respuesta correspondiente”.

Por otra parte, en cuanto al amparo contra sentencias y demás actos judi-
ciales, el artículo 4o. de la Ley Orgánica establece que: “Igualmente procede la
acción de amparo cuando un Tribunal de la República, actuando fuera de su
competencia, dicte una resolución o sentencia u ordene un acto que lesione un
derecho constitucional”.

En estos casos, y con el objeto de salvaguardar las jerarquías judiciales de


revisión, se establece expresamente que “La acción de amparo debe
interponerse por ante un Tribunal superior al que emitió el pronunciamiento,
quien decidirá en forma breve, sumaria y efectiva”.

Tratándose de amparo contra sentencias, la jurisprudencia ha precisado sus


contornos, indicando que es necesario que exista un acto judicial lesivo, es
decir, que lesione o amenace lesionar un derecho constitucional, para lo cual
ningún tribunal puede tener competencia. Por ello, la expresión legal “actuando
fuera de su competencia” ha sido interpretada por la Sala Político
Administrativa de la antigua Corte Suprema, en sentencia del 12 de diciembre
de 1989 (caso El Crack

C. A.) como equivalente a un tribunal que “usurpa funciones, ejerciendo unas


que no le son conferidas o hace uso indebido de las funciones que le han sido
atribuidas, lesionando con su actuación derechos o garantías constitucionales”.
De acuerdo a esta doctrina, por tanto, y dada la garantía de la cosa juzgada
que protege a las decisiones judiciales, para que sea procedente una acción de
am- paro contra sentencias no basta que el accionante sólo señale que la
sentencia le fue adversa, sino que debe alegar abuso o exceso de poder del
juez, como forma de incompetencia.

Por otra parte, en relación con el amparo contra sentencias y demás actos
judiciales, otro aspecto que debe destacarse es que la aplicación del artículo
4o. de la Ley Orgánica de Amparo sólo procede cuando el juez, en concreto,
actúa en ejercicio de funciones jurisdiccionales, en cuyo caso el juez
competente para conocer de la acción es el tribunal superior al que emitió el
pronunciamiento. En cambio, en los supuestos en los cuales un juez dicte un
acto actuando en fun- ción administrativa (no jurisdiccional), por ejemplo,
cuando actúa como registra- dor mercantil, la competencia para conocer de la
acción de amparo corresponde al tribunal de primera instancia que lo sea en la
materia afín con la naturaleza del derecho violado.

En relación con las partes en el proceso, debe señalarse que conforme a la


doctrina de la Sala Constitucional, “la acción de amparo contra decisiones
judiciales no procede contra el juez que dictó la decisión sino contra la deci-
sión en sí misma”, en el sentido de que el juez no es el legitimado pasivo en el
procedimiento de amparo, siendo el fallo, en sí mismo, “el presunto trasgresor
de un derecho o garantía constitucional”. Por ello es que se ha considerado
que no es necesaria la presencia del juez para defender o informar sobre la
decisión tomada, de manera que según lo resuelto por la misma sala en su
sentencia del 1o. de febrero de 2000 (caso José A. Mejías y otros), “la
ausencia del juez a la audiencia oral, no significa aceptación de la pretensión
de amparo”

2. Las formas de ejercicio del derecho de amparo:

Acción autónoma de amparo y pretensión de amparo acumulada a otras


acciones judiciales

La regulación del amparo constitucional en la Constitución y en la Ley Orgánica


de Amparo como un derecho fundamental y no sólo como una única acción
autónoma de amparo implicó la necesidad de conciliar el ejercicio del derecho
de amparo con los medios judiciales existentes de protección constitucional, de
manera que éstos no quedaran eliminados como tales, sino al contrario, refor-
zados. De allí las previsiones de los artículos 3,5 y 6,5 de la Ley Orgánica de
Amparo, que permiten la formulación de pretensiones de amparo constitucional
conjuntamente con las acciones de nulidad por inconstitucionalidad, con las
acciones contencioso-administrativas de anulación y con las acciones
judiciales ordinarias o extraordinarias, que propusimos en el proceso de
formación de la Ley en la Cámara del Senado.
Después de múltiples vacilaciones jurisprudenciales que se extendieron por
casi cuatro años, el sentido de la regulación, contenida en dichas normas, final-
mente lo resumió la Sala Político-Administrativa de la antigua Corte Suprema
en sentencia del 10 de junio de 1992, en la cual, haciendo referencia a la
sentencia del 10 de julio de 1991 (caso Tarjetas Banvenez), señaló que la Ley
Orgánica prevé fundamentalmente dos mecanismos procesales: “la acción
autónoma de amparo y la acumulación de ésta con otro tipo de acciones o
recursos”.

En cuanto a la primera de las modalidades, es decir, la acción autónoma de


amparo, al ser una acción que se ejercita en forma autónoma e independiente,
no se vincula ni se subordina a ningún otro recurso o procedimiento.27

Por lo que respecta a la segunda de las modalidades señaladas, es decir, la


acción de amparo ejercida conjuntamente con otros medios procesales, ha
dicho la Corte:

[...] la referida ley regula tres supuestos: a) la acción de amparo acumulada a la


acción popular de inconstitucionalidad de las leyes y demás actos estatales
normativos (artí- culo 3o.); b) la acción de amparo acumulada al recurso
contencioso administrativo de anulación contra actos administrativos de efectos
particulares o contra las conductas omisivas de la Administración (artículo 5o.);
c) la acción de amparo acumulada con acciones ordinarias (artículo 6o., ordinal
5o.).

En este último supuesto, conforme a la Ley Orgánica, “el Juez deberá aco-
gerse al procedimiento y a los lapsos establecidos en los artículos 23, 24 y 26
de la presente ley, a fin de ordenar la suspensión provisional de los efectos del
acto cuestionado”.

En todos estos casos, la pretensión de amparo no es una acción principal, sino


una pretensión “subordinada, accesoria a la acción o al recurso al cual se
acumuló, sometido al pronunciamiento jurisdiccional final que se emita en la
acción acumulada tratándose de una acumulación de acciones, debe ser
resuelta por el juez competente para conocer de la acción principal”.28 Por
ello, en estos casos, el amparo tiene mero carácter cautelar y no tiene ninguna
relevancia el que existan procedimientos distintos para la acción principal y
para la acción de amparo,29 porque, en definitiva, en caso de acumulación de
la pretensión de am- paro con una acción principal, el procedimiento regular
previsto para la acción de amparo (solicitud de informe y audiencia pública y
oral, por ejemplo) no se debe aplicar.

3. La competencia judicial en materia de acciones de amparo


De acuerdo con el artículo 27 de la Constitución, y en virtud de que el amparo
está concebido como un derecho ciudadano a la tutela judicial efectiva de sus
derechos constitucionales, más que como un solo medio procesal específico o
garantía de los derechos, puede decirse que todos los jueces de la República
pueden ser competentes para conocer de una acción o pretensión de amparo.

Ahora bien, en relación con la competencia judicial para conocer del amparo,
conforme a la Ley Orgánica, la misma está condicionada por las dos
modalidades de ejercicio del derecho de amparo: en forma conjunta con otra
acción o recurso, o como acción autónoma.

En el primer caso, de ejercicio conjunto de la pretensión de amparo junto con


una acción de inconstitucionalidad, conforme al artículo 3o. de la Ley Orgánica;
con una acción contencioso-administrativa, conforme al artículo 5o. de la Ley
Orgánica, o con cualquier otra acción o medio judicial, conforme al ordinal 5o.
del artículo 6o. de la Ley Orgánica, el tribunal competente para conocer de la
pre- tensión de amparo, sin duda, es el tribunal competente para conocer de la
acción principal; es decir, en el caso del artículo 3o. de la Ley Orgánica, la Sala
Consti- tucional del Tribunal Supremo; en el caso del artículo 5o. de la Ley
Orgánica, el tribunal de la jurisdicción contencioso-administrativa que sea
competente para conocer de la nulidad del acto administrativo impugnado, y en
el caso del ordinal 5o. del artículo 6o. de la Ley Orgánica, el tribunal
competente para conocer de la acción o medio procesal al cual se acumule la
pretensión de amparo. En todos esos casos de pretensión de amparo
acumulada a otras acciones o medios judi- ciales, por tanto, la competencia
judicial para conocer de la solicitud de amparo está resuelta en la propia Ley
Orgánica.

En los casos de ejercicio de la acción autónoma de amparo, el artículo 7o. de


la Ley Orgánica establece el principio de que:

Son competentes para conocer de la acción de amparo, los Tribunales de


Primera Instancia que lo sean en la materia afín con la naturaleza del derecho
o de la garantías constitucionales violados o amenazados de violación, en la
jurisdicción correspondiente al lugar donde ocurriere el hecho, acto u omisión
que motivaren la solicitud de amparo.

En caso de duda, se observarán, en lo pertinente, las normas sobre


competencia en razón de la materia.

Se establece así, como principio rector para dilucidar la competencia de los


tribunales de primera instancia, el criterio de la afinidad entre la materia natural
del juez y los derechos o garantías denunciados como lesionados. Por lo que
se refiere al amparo a la libertad y seguridad personales, la competencia se
atribuye a los tribunales de primera instancia en lo penal (artículo 40).

Este principio de la competencia tiene dos excepciones. La primera, indicada


en el artículo 9o. de la Ley Orgánica, que dispone:

Cuando los hechos, actos u omisiones constitutivos de la violación o amenaza


de violación del derecho o de las garantías constitucionales se produzcan en
lugar donde no funcionen Tribunales de Primera Instancia, se interpondrá la
acción de amparo ante cualquier Juez de la localidad, quien decidirá conforme
a lo establecido en esta Ley. Dentro de las veinticuatro (24) horas siguientes a
la adopción de la decisión, el Juez la enviará en consulta al Tribunal de
Primera Instancia competente.

En esta forma, el legislador, al establecer esta excepción, buscó “eliminar


obstáculos sobre todo los de orden geográfico y económico”30 para el ejercicio
de la acción de amparo cuando los hechos, actos u omisiones constitutivos de
la violación del derecho o garantías constitucionales se produzcan en un lugar
donde no funcionen tribunales de primera instancia. En este caso, la acción
puede intentarse ante cualquier juez de la localidad, se entiende, de inferior
rango formal.

Una vez que se decida la acción interpuesta, el artículo 9o. de la Ley Orgánica
exige que se envíe en consulta al Tribunal de Primera Instancia competente, el
cual, por supuesto, no necesariamente tiene que ser el superior jerárquico res-
pectivo, sino el que debía conocer en primera instancia del asunto.

La segunda excepción al principio de la competencia definida por la afinidad


entre la materia natural del juez y los derechos o garantías denunciados como
lesionados está establecida en el artículo 8o. de la Ley Orgánica, que
establece:

La Corte Suprema de Justicia conocerá, en única instancia y mediante


aplicación de los lapsos y formalidades previstos en la Ley, en la Sala con
competencia afín con el derecho o garantía constitucionales violados o
amenazados de violación, de las ac- ciones de amparo contra los hechos,
actos y omisiones, emanados del Presidente de la República, de los Ministros,
del Consejo Supremo Electoral y de los demás organismos electorales del
país, del Fiscal General de la República, del Procurador General de la
República o del Contralor General de la República.

La única reforma que ha tenido la Ley Orgánica se produjo, precisamente, en


relación con este artículo, al agregarse a la enumeración al “Consejo Supremo
Electoral y los demás organismos electorales”. La Sala Constitucional, por otra
parte, ha considerado que la enumeración contenida en el artículo 8o. de la
Ley Orgánica de Amparo es enunciativa y no taxativa, en tanto que existen
órganos con rango similar —dada su naturaleza y atribuciones— a los cuales
debe extenderse, necesariamente, la aplicación del fuero especial consagrado
en el mismo, como fue el caso de la Comisión de Funcionamiento y
Reestructuración del Sistema Judicial Ahora bien, en relación con esta norma y
con motivo de la creación de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo en
2000, la misma, al interpretar el artículo 27 de la Constitución, introdujo
algunas “reformas” a la ahora derogada Ley Orgánica, en forma que
consideramos totalmente irregular, pues la jurisdicción constitucional no puede
ser un “legislador positivo”, con tendencia a la concentración de competencias
en materia de amparo. Esto ocurrió en el campo de las competencias de las
salas del Tribunal Supremo en materia de amparo. A pesar de que
constitucionalmente todas las salas del Tribunal Supremo serían competentes,
conforme a la Ley Orgánica de Amparo, para conocer de acciones de amparo,
la Sala Constitucional, en sentencia No. 1 del 20 de enero de 2000, dictada con
motivo de decidir la admisibilidad de una acción de amparo (caso Emery Mata
Millán vs. Ministro del Interior y Justicia y otros), resolvió concentrar
exclusivamente en la propia Sala Constitucional, las competencias para
conocer de las acciones de amparo que venían conociendo las otras salas, en
única instancia, contra altos funcionarios nacionales, conforme al artículo 8o.
de la Ley Orgánica de Amparo, o contra las sentencias dictadas en primera
instancia por los Tribunales Superiores de la República, la Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo y las Cortes de Apelaciones en lo Penal, así como
las apelaciones o consultas de las sentencias dictadas por esos mismos
tribunales cuando conocieran de acciones de amparo en primera instancia.
Estas competencias, en todo caso, se recogieron en la Ley Orgánica del
Tribunal Supremo de Justicia desde 2004, ratificadas en la reforma de dicha
Ley Orgánica de 2010. Posteriormente, la misma Sala Constitucional dictó
nuevas “normas” reguladoras de la competencia judicial en materia de amparo,
en la No. 1555 del 8 de diciembre de 2000 (caso Yoslena Chamchamire B. vs.
Instituto Universitario Politécnico Santiago Mariño),37 y en la sentencia No. 26
del 25 de enero de 2001 (caso José C. C. y otros vs. Comisión Legislativa
Transitoria, Estado Portuguesa).

Por último, debe indicarse que, conforme a doctrina de la propia Sala Consti-
tucional, la misma se reservó el conocimiento de las acciones de amparo
cuando sean intentadas en protección de derechos colectivos o difusos.

4. Sobre las condiciones de admisibilidad de la acción de amparo


Además de las causales generales de inadmisibilidad aplicables a todas las ac-
ciones judiciales, la acción de amparo se encuentra sometida a una serie de
condiciones específicas de admisibilidad, establecidas en el artículo 6o. de la
Ley Orgánica de Amparo, y que se refieren a los siguientes aspectos.

En primer lugar, respecto de la legitimación activa, siendo la acción de am-


paro de carácter personalísimo, el legitimado activo sólo puede ser el
agraviado en sus derechos o garantías constitucionales por un hecho, acto u
omisión reali- zado por un agraviante preciso. La consecuencia del carácter
personalísimo de la acción de amparo es, por tanto, que nadie puede hacer
valer en el proceso de amparo, en nombre propio, un derecho ajeno,40 y quien
lo intente debe ostentar un interés personal, legítimo y directo.41

Sin embargo, dada la garantía de la tutela efectiva de los derechos colectivos y


difusos establecida en el artículo 26 de la Constitución, la legitimación activa se
ha ampliado para proteger tales derechos. A tal efecto, y en cuanto a los in-
tereses difusos, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo ha considerado
que:

[...] son aquellos que garantizan al conglomerado (ciudadanía) en forma


general una aceptable calidad de la vida (condiciones básicas de existencia)
[cuando] la calidad de la vida de toda la comunidad o sociedad en sus diversos
aspectos se ve desmejorada, y surge en cada miembro de esa comunidad un
interés en beneficio de él y de los otros componentes de la sociedad en que tal
desmejora no suceda, y en que si ya ocurrió sea reparada En cuanto a los
derechos colectivos, son aquellos que surgen cuando la le- sión se localiza
concretamente en un grupo determinable como tal, aunque no cuantificado o
individualizado, como serían los habitantes de una zona del país afectados por
una construcción ilegal que genera problemas de servicios públi- cos en la
zona. Estos intereses colectivos, ha dicho la misma Sala Constitucional, están
“referidos a un sector poblacional determinado (aunque no cuantificado) e
identificable, aunque, individualmente, dentro del conjunto de personas existe o
puede existir un vínculo jurídico que los une entre ellos”. Ése es el caso de las
lesiones a grupos profesionales, a grupos de vecinos, a los gremios, a los habi-
tantes de un área determinada, etcétera.

Debe mencionarse, por último, que teniendo competencia el Defensor del


Pueblo para la promoción, defensa y vigilancia de los derechos y garantías
constitucionales y “de los intereses legítimos, colectivos o difusos de los
ciudadanos” (artículos 280 y 281.2 de la Constitución), la Sala Constitucional
ha admitido su legitimación activa para intentar acciones de amparo en
representación de la globalidad de los ciudadanos.
En estos casos de amparo respecto de intereses difusos o colectivos, en las
sentencias que puede dictar la Sala Constitucional en la misma sentencia se
consideró que:

[...] pueden prohibir una actividad o un proceder específico del demandado, o


la destrucción o limitación de bienes nocivos, restableciendo una situación que
se había convertido en dañina para la calidad de vida (salud física o psíquica
colectiva, preservación del medio ambiente, preservación de la vida, del
entorno urbano, del derecho a una relación sana, o de evitar ser convertido en
consumidor compulsivo de productos o ideologías, por ejemplo), o que sea
amenazante para esa misma calidad de vida.

En consecuencia, el fallo produce efectos erga omnes, ya que beneficia o


perjudica a la colectividad en general o a sectores de ella.

En segundo lugar, en cuanto a las condiciones de la lesión a los derechos o


garantías constitucionales, la misma puede tener su origen tanto en una viola-
ción de los mismos, como en una amenaza de violación. En cuanto a la
violación, la Ley Orgánica de Amparo, en su artículo 6o., precisa que la misma
sea actual, es decir, que no haya cesado, que sea reparable, y que no haya
sido consentida. La consecuencia de ello, por ejemplo, es que no puede
acordarse el amparo contra un acto administrativo cuando en el curso del
procedimiento del juicio, el acto lesivo había sido revocado, es decir, en el
curso del juicio de amparo la lesión no puede haber cesado antes de la
decisión del juez, de lo contrario, si cesara, el juez debe declarar, in limine litis,
inadmisible la acción.

Por otra parte, el ordinal 3o. del artículo 6o. de la Ley Orgánica de Amparo es-
tablece que no se admitirá la acción de amparo “cuando la violación del
derecho o la garantía constitucionales, constituya una evidente situación
irreparable, no siendo posible el restablecimiento de la situación jurídica
infringida”. Ello deriva del carácter eminentemente restablecedor de la acción
de amparo, en el sentido de que mediante la misma no se pueden crear
situaciones jurídicas nuevas o modificar las existentes, sino lo que se puede es
restablecer las cosas al estado en que se encontraban para el momento de la
lesión, haciendo desaparecer el hecho o acto invocado y probado como lesivo
o perturbador a un derecho o garantía constitucional, o restablecerse a un
estado que se asemeje a ella. El carácter restablecedor deriva, además, del
propósito que el artículo 1o. de la Ley Orgánica, en desarrollo del artículo 27 de
la Constitución, le atribuye a la acción de amparo, en el sentido de “que se
restablezca inmediatamente la situación jurídica infringida o la situación que
más se asemeje a ella”. Así, sobre el tema de la inadmisibilidad por
irreparabilidad de la situación jurídica infringida, el ar- tículo 6.1 de la Ley
Orgánica precisa que “se entenderá que son irreparables los actos que,
mediante el amparo, no puedan volver las cosas al estado que tenían antes de
la violación” La violación a los derechos y garantías constitucionales que
pueden dar lugar al ejercicio de la acción de amparo, por otra parte, no debe
ser consentida por el agraviado, por lo que, conforme al ordinal 4o. del artículo
6o. de la Ley Orgánica, no se debe admitir la acción de amparo “cuando la
acción u omisión, el acto o la resolución que violen el derecho o la garantía
constitucionales hayan sido consentidos expresa o tácitamente por el
agraviado, a menos que se trate de vio- laciones que infrinjan el orden público
o las buenas costumbres”, entendiéndose “que hay consentimiento expreso
cuando hubieren transcurrido los lapsos de prescripción establecidos en leyes
especiales, o en su defecto, seis meses después de la violación o la amenaza
al derecho protegido”, y que “el consentimiento tácito es aquel que entraña
signos inequívocos de aceptación”.

La inadmisibilidad, sin embargo, no se aplica en los casos de violación o le-


sión continuada,49 ni, conforme al ordinal 4o. del artículo 6o. de la Ley
Orgánica, cuando se trate de violaciones que infrinjan el orden público o las
buenas costumbres, considerándose que ello ocurre, cuando se trate, por
ejemplo, de “viola- ciones flagrantes a los derechos individuales que no pueden
ser denunciados por el afectado; privación de libertad; sometimiento a torturas
físicas o psicológicas; vejaciones; lesiones a la dignidad humana y otros casos
extremos”.

En cuanto a la amenaza de lesión, que significa “hacer temer a otros un daño,


o avecinarse un peligro”,51 para que pueda considerarse válida para la pro-
cedencia de la acción de amparo, conforme al artículo 2o. de la Ley Orgánica,
es necesario que “sea inminente” y que no “haya cesado” (ordinal 1o.), siendo
inadmisible la acción cuando la amenaza contra el derecho o la garantía consti-
tucional no sea “inmediata, posible y realizable por el imputado” (ordinal 2o.).
En tercer lugar, también son inadmisibles las acciones de amparo en los casos

en que exista algún recurso paralelo, sea porque el agraviado haya recurrido a
otra vía judicial de protección o porque exista otra vía judicial para la protección
constitucional que haga inadmisible la acción. En el primer caso, los ordinales
5o. y 7o. del artículo 6o. de la Ley Orgánica prevén expresamente la
inadmisibi- lidad; en el segundo caso, la inadmisibilidad deriva del carácter
subsidiario o ex- traordinario de la acción. En el primer caso, la Ley Orgánica
distingue dos casos de inadmisibilidad: el que se haya optado por ejercer una
acción de amparo, o el que se haya optado por utilizar otra vía judicial para la
protección constitucional, y que en ambos casos los procesos estén pendientes
de decisión. En el segundo caso, el artículo 6,5 como causal de inadmisibilidad
de la acción de amparo:

Cuando el agraviado haya optado por recurrir a las vías judiciales ordinarias o
hecho uso de los medios judiciales preexistentes. En tal caso, al alegarse la
violación o ame- naza de violación de un derecho o garantía constitucionales,
el Juez deberá acogerse al procedimiento y a los lapsos establecidos en los
artículos 23, 24 y 26 de la presente Ley, a fin de ordenar la suspensión
provisional de los efectos del acto cuestionado.

5. Procedimiento en la acción de amparo

El artículo 27 de la Constitución, al consagrar el derecho de amparo, precisa,


en términos generales, que:

El procedimiento de la acción de amparo constitucional será oral, público,


breve, gratuito y no sujeto a formalidad y la autoridad judicial competente
tendrá potestad para restablecer inmediatamente la situación jurídica infringida
o la situación que más se asemeje a ella. Todo tiempo será hábil y el tribunal lo
tramitará con preferencia a cualquier otro asunto.

El carácter breve del procedimiento había sido interpretado por la Corte Pri-
mera de lo Contencioso Administrativo aun antes de que se dictara la Ley Or-
gánica de 1988, considerando que debía entenderse “en el sentido de tener
por si la condición de ser urgente, en tal condición, será tramitado con
celeridad y debe ser resuelto en el menor tiempo posible”; además, debe ser
sumario, en el sentido de que “debe ser simple, sencillo, despojado de
incidencias, carente de formalidades complejas”.53 A su vez, consideró que
debía impedirse que el procedimiento en materia de amparo “se transformara
en una situación proce- sal compleja, confusa, limitada en el tiempo a resolver
las múltiples y variadas impugnaciones opuestas como puntos previos”.En
cuanto a la dedicación del tribunal para conocer de la acción de amparo, el
artículo 31 de la ley señala que “todo el tiempo será hábil y el Tribunal dará
preferencia al trámite de amparo sobre cualquier otro asunto”.

De acuerdo a lo establecido en el artículo 14 de la Ley Orgánica, “la acción de


amparo, tanto en lo principal como en lo incidental, y en todo lo que de ella deri
ve, hasta la ejecución de la providencia respectiva, es de eminente orden
público”. Por ello, de acuerdo con el artículo 25 de la Ley Orgánica: “quedan
excluidas del procedimiento constitucional del amparo todas las formas de
arreglo entre las partes, sin perjuicio de que el agraviado pueda, en cualquier
estado y grado de la causa, desistir de la acción interpuesta, salvo que se trate
de un derecho de eminente orden público o que pueda afectar las buenas
costumbres”.

En todo caso, conforme a la misma norma, el desistimiento malicioso o el


abandono del trámite por el agraviado podrá ser sancionado por el juez de la
causa o por el superior, según el caso, con multa.

El proceso de amparo constitucional, a pesar de la brevedad del procedimiento


da origen a un verdadero juicio entre partes, entre las cuales los jueces de
amparo deben mantener “la absoluta igualdad” (artículo 21). Por ello, incluso,
dispone el artículo 21 de la Ley Orgánica que cuando el agraviante sea una au-
toridad pública quedaran excluidos del procedimiento los privilegios procesales;
lo que significa que no tienen aplicación las normas de la Ley Orgánica de la
Procuraduría General de la República que regulan tales prerrogativas en
relación con la actuación de la República en juicio.

El principio de la bilateralidad, sin embargo, no impide que en el procedi-


miento de la acción de amparo se otorguen al juez amplísimos poderes para
conducir el procedimiento e, incluso, para evacuar pruebas de oficio a los efec-
tos de garantizar la protección constitucional. En particular, el artículo 17 de la
Ley Orgánica faculta al juez a conocer de la acción de amparo para ordenar,
siempre que no signifique perjuicio irreparable para el actor, la evacuación de
las pruebas que juzgue necesarias para el esclarecimiento de los hechos que
aparezcan dudosos y oscuros. En tal sentido, se entiende que hay perjuicio
irre- parable cuando exista otro medio de comprobación más acorde con la
brevedad del procedimiento o cuando la prueba sea de difícil o improbable
evacuación.

El procedimiento general contemplado en el título IV de la Ley Orgánica de


Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales (artículos 19, 23, 24, 26,
29, 30-32 y 35), para el trámite de la acción de amparo, en el cual se regulaba
en forma breve y sumaria, con una audiencia oral, y amplios poderes
inquisitivos para el juez, fue “modificado“ mediante una sentencia interpretativa
por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo luego de la sanción de la
Constitución de 1999, asumiendo en forma irregular la función de legislador
positivo, supuestamente a los efectos de “adaptar” el procedimiento regulado
en la Ley Orgánica de Amparo al texto de la nueva Constitución. En definitiva,
lo que la Sala hizo en esa forma fue establecer un nuevo procedimiento,
modificando y reforman- do, impropiamente, el regulado en la Ley Orgánica de
Amparo de 1988.56 Y, en efecto, mediante sentencia No. 7 del 1o. de febrero
de 2000 (caso José A. Mejía y otros),57 la Sala estableció un conjunto de
normas procesales que estimó las adecuadas para desarrollar los principios
constitucionales, reformando la Ley Orgánica de Amparo de 1988, en particular
en los casos de ejercicio de la acción autónoma de amparo, en la siguiente
forma.

En cuanto a los principios generales del procedimiento, la Sala señaló que:

[...] debido al mandato constitucional de que el procedimiento de amparo no


estará sujeto a formalidades, los trámites como se desarrollarán las audiencias y
la evacua- ción de las pruebas, si fueran necesarias, las dictará en las audiencias
el tribunal que conozca del amparo, siempre manteniendo la igualdad entre las
partes y el derecho de defensa [agregando que] todas las actuaciones serán
públicas, a menos que por protección a derechos civiles de rango constitucional,
como el comprendido en el artículo 60 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, se decida que los actos orales sean a puerta cerrada,
pero siempre con inmediación del tribunal.

Una vez admitida la acción, el juez debe ordenar “la citación del presunto
agraviante y la notificación del Ministerio Público, para que concurran al tribunal a
conocer el día en que tendrá lugar la audiencia oral, la cual tendrá lugar, tanto en
su fijación como para su práctica, dentro de las noventa y seis (96) horas a partir
de la última notificación efectuada”. Dicha notificación, dispuso la Sala, para dar
cumplimiento a la brevedad y falta de formalidad:

[...] podrá ser practicada mediante boleta, o comunicación telefónica, fax,


telegrama, correo electrónico, o cualquier medio de comunicación
interpersonal, bien por el órgano jurisdiccional o bien por el Alguacil del mismo,
indicándose en la notificación la fecha de comparecencia del presunto
agraviante y dejando el Secretario del órga- no jurisdiccional, en autos,
constancia detallada de haberse efectuado la citación o notificación y de sus
consecuencias. En cuanto a la audiencia pública y oral en el proceso del juicio
de amparo, al eliminar la exigencia legal del informe escrito que conforme a la
Ley Orgá- nica debía requerirse y presentar el agraviante, se dispuso que debe
tener lugar en un lapso de 96 horas a partir de la última notificación efectuada.
En dicha audiencia, las partes, oralmente, deben proponer sus alegatos y
defensas ante el tribunal respectivo, el cual debe decidir si hay lugar a pruebas,
si es así, el presunto agraviante podrá ofrecer las que considere legales y
pertinentes; todo lo cual debe recogerse en un acta del tribunal.

La falta de comparecencia del presunto agraviante a la audiencia oral signi-


ficará reconocimiento de las denuncias efectuadas, y la falta de comparecencia
del presunto agraviado dará por terminado el procedimiento, a menos que el
tribunal considere que los hechos alegados afectan el orden público.
Una vez concluido el debate oral o las pruebas, la Sala Constitucional dispuso
que, en el mismo día, el juez o el tribunal debe estudiar individualmente el
expediente o deliberar (en los caso de los tribunales colegiados), con la po-
sibilidad de decidir inmediatamente, en cuyo caso debe exponer de forma oral
los términos del dispositivo del fallo, el cual deberá ser publicado íntegramente
dentro de los cinco (5) días siguientes a la audiencia en la cual se dictó la deci-
sión correspondiente.

Debe mencionarse que, por supuesto, en los casos de la acción autónoma de


amparo, el juez tiene amplias potestades para adoptar las medidas cautelares
necesarias para la protección constitucional, en particular, conforme a las
previ- siones del Código de Procedimiento Civil (artículo 588), que le permite
“acordar las providencias cautelares que considere adecuadas”, cuando
hubiera “fundado temor” de que una de las partes, particularmente el presunto
agraviante, pueda causar “lesiones graves o de difícil reparación al derecho de
la otra”, en concreto, el agraviado. En estos casos, para evitar el daño, el juez
de amparo puede “au- torizar o prohibir la ejecución de determinados actos y
adoptar las providencias que tengan por objeto hacer cesar la continuidad de la
lesión”. A tal efecto, el juez debe analizar, en primer término, el fumus boni
iuris, con el objeto de concretar la presunción grave de violación o amenaza de
violación del derecho constitucional alegado por la parte quejosa y que lo
vincula al caso concreto; en segundo lugar, el periculum in mora, elemento
determinable por la sola verificación del requisito anterior, pues la circunstancia
de que exista presunción grave de violación de un derecho de orden
constitucional, el cual por su naturaleza debe ser restituido de forma inmediata,
conduce a la convicción de que debe preservarse ipso facto la actualidad de
ese derecho, ante el riesgo inminente de causar un perjuicio irreparable en
definitiva a la parte que alega la violación La decisión en materia de amparo
constitucional puede consistir en el res- tablecimiento de la situación jurídica
infringida mediante un mandamiento de amparo que debe cumplir con las
siguientes exigencias formales establecidas expresamente en el artículo 23 de
la Ley Orgánica: la mención concreta de la autoridad, del ente privado o de la
persona contra cuya resolución o acto u omisión se conceda el amparo; la
determinación precisa de la orden a cumplirse, con las especificaciones
necesarias para su ejecución, y el plazo para cumplir lo resuelto. De acuerdo
con esta norma, la esencia de la decisión de amparo es la determinación “de la
orden a cumplirse”,59 relativa a la protección y al restablecimiento en el goce y
ejercicio de un derecho o garantía constitucionales violado o amenazado de
violación; dicha orden a cumplirse, en definitiva, se formula contra “la
autoridad, el ente privado o la persona” cuya resolución o acto u omisión
produjo la violación del derecho constitucional, y puede ser de dar, de hacer,
de no hacer o de deshacer, según los casos, o puede ser una decisión de
restablecer directamente la situación jurídica infringida, si ello es posible con la
sola decisión judicial,60 o disponer una situación lo más parecido a la
infringida.

En la práctica judicial, las múltiples sentencias de tribunales de instancia en


materia de amparo que se han producido en aplicación de la ley muestran que
la decisión del juez puede consistir en mandamientos de dar, de hacer o de
deshacer (órdenes), así como mandamientos de no hacer (prohibiciones). En
cuanto a los mandamientos de dar, puede tratarse de una condena a restituir
un bien, por ejemplo, cuando se ampara el derecho de propiedad, o a restituir
ésta a la situación que más se asemeje a la que tenía al ser vulnerada. Por su
parte, los mandamientos de hacer se traducen en órdenes dadas a quien ha
violado el derecho amparado, de realizar actos en sentido positivo necesarios
para res- tablecer el derecho infringido. En estos supuestos están los casos de
decisiones de amparo contra conductas omisivas de funcionarios (abstención o
negativa de actuar cuando están obligados a ello), en cuyo caso, la sentencia
debe ordenar la ejecución inmediata e incondicional del acto incumplido.

En cuanto a los mandamientos de deshacer, pueden consistir en la orden u


obligación impuesta a un sujeto, cuando ello sea posible, de destruir algo, can-
celar o deshacer una actividad realizada cuando ello sea necesario para
restable- cer el derecho infringido. Por último, los mandamientos de no hacer
se traducen normalmente en prohibiciones61 u órdenes negativas, es decir, de
abstención, dadas a quien ha violado un derecho, para impedir otras
violaciones o para res- tablecer el derecho violado.

Así, en materia de procedimiento debe mencionarse que conforme lo esta-


blece el artículo 35 de la Ley Orgánica de Amparo, contra las decisiones
dictadas en primera instancia se puede oír apelación en un solo efecto, sin
embargo, se estableció, además, que si transcurridos tres días de dictado el
fallo, las partes, el Ministerio Público o los procuradores, no interpusieran
apelación, el fallo debe ser consultado con el tribunal superior respectivo, al
cual se le debe remitir inmediatamente copia certificada de lo conducente;
tribunal que debe decidir dentro de un lapso no mayor de treinta días.

La Ley Orgánica de Amparo no previó que contra las sentencias dictadas en


materia de amparo procediera recurso de casación, el cual, en jurisprudencia
constante de la Sala de Casación de la antigua Corte Suprema de Justicia, fue
siempre considerado improcedente. Esta imposibilidad de revisión final de sen-
tencias de amparo por el supremo tribunal se modificó a partir de la
Constitución de 1999, en cuyo artículo 336.10 se estableció la posibilidad de
revisión constitucional de las sentencias definitivas de amparo, al atribuirse a la
Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, como jurisdicción
constitucional, competencia para conocer del recurso extraordinario de revisión
de sentencias dictadas en materia constitucional, en particular “las sentencias
definitivamente firmes de amparo constitucional” y las sentencias conteniendo
decisión en materia de “control difuso de la constitucionalidad de leyes o
normas jurídicas, dictadas por los demás tribunales de la República”. Con ello
se buscó establecer la uniformidad de la aplicación e interpretación
constitucional, al permitirle a la Sala Constitucional conocer, a su discreción, de
los recursos extraordinarios de revisión contra dichas sentencias, a las cuales
la jurisprudencia de la Sala ha agregado otras.

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