El Saber Didactico - Camilloni Alicia
El Saber Didactico - Camilloni Alicia
El Saber Didactico - Camilloni Alicia
1. J u stific a c ió n d e l a oro Ac u c a ,
por Alicia R. W. de Camilloni.................................................
¿Por qué y para qué la didáctica?..........................................
6. LA ENSEÑANZA,
p or Laura Basabe y Estela C ois .................................................................. 125
- 1. In tr o d u c c ió n ............................................................................................... 125
2. R ecorridos c o n c e p tu a le s........................................... 126
3. L a enseñanza: d e u na actividad natural espontánea
a un práctica so c ia l r e g u la d a .................................................... 131
4 . L a en señ an za en la e s c u e la ............................................................ 136
5. L a en señ an za y e l d o c e n te ........................................................ 141
R e fle x io n e s f i n a l e s ............................................................................................ 155
R eferen cias, b ib lio g r á fic a s.............................................................................. 158
índice 9
- ^
LAS AUTORAS
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A licia R. W. de C amilloni
Es Profesora de Filosofía y Pedagogía. Profesora Consulta Titular de
Didáctica I y Directora de la Maestría en Didáctica de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Es investigadora del Instituto
de Investigaciones en Ciencias de la Educación (UBA). Profesora de pos-
* I grado en numerosos programas de distintas universidades en el país y el
* ■ extranjero. Realiza actividades profesionales en el campo de la evaluación
institucional, de currículos y programas educativos. Ha sido Secretaria de
^ ] Asuntos Académicos de la Universidad de Buenos Aires desde 1986 hasta
1 ¡ 2002. Ha asesorado a organismos educativos de nivel nacional e interna
* : cional. Es autora de numerosos trabajos sobre educación superior y didáctica,
especialmente en temas de currículo y evaluación de la calidad de los - '
^ i apreíwüzajes.
E s te la B .C o ls y
Es Licenciada en Cieaeias de la Educación (UBA) y Profesora para la
Enseñanza Primaria (Escuela Normal Superior N° 4 Estanislao. Zevallos).
Es especialista en temas de didáctica y Profesora Adjunta de Didáctica de la
Universidad Nacional de La Plata y docente de Didáctica I de la Facultad
§ de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Es investigadora
í! del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación (UBA) desde
1989.
Ha escrito diversos trabajos sobre temas de didáctica y ha dictado cursos
de posgrado sobre currículo, estrategias de enseñanza, investigación didáctica
y evaluación de los aprendizajes en distintas universidades del país.
Desarrolló tareas de asesoramiento pedagógico, diseño curricular y
evaluación en instituciones educativas y organismos oficiales.
SlLVINA FEENEY
Es Licenciada en Ciencias de lá Educación (UBA). Es Master en
Tecnología Educativa (Universidad de Salamanca-España) y Master en Di
dáctica (UBA). Su actividad académica y profesional está orientada hacia
la didáctica. Es Investigadora-docente de las asignaturas Evaluación
Educativa I y II de la Universidad Nacional de General Sarmiento y docente
de Didáctica I de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Bue
no» Aires. Es investigadora del Instituto de Investigaciones en Ciencias de
la Educación (UBA). Ha escrito diversos trabajos en el área, particularmente
sobre temas de currículo y evaluacióti de los aprendizajes. También ha
dictado cursos de posgrado sobre estos temas.
Es miembro del Committee IAACS, International Association for the
Advancement of Curriculum Studies Presidente Dr. William Pinar, desde el
año 2001.
L aura B asabe
Es Profesora en Educación Preescolar (INSP Sara Ch. de Eccleston) y
licenciada en Ciencias de la Educación (UBA). Cursa estudios de Maestría
en Didáctica (UBA). Es especialista en temas de didáctica. Desde 1996
desarrolla actividades de docencia en la cátedra de Didáctica I de la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad dé Buenos Aires, y es investigadora
del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación (UBA). Ha
dictado cursos de didáctica en carreras de posgrado, especialmente en temas
de evaluación, y es autora de diversas publicaciones en el área. Ha trabajado
como docente en el nivel inicial, dirigido instituciones educativas, y
desarrollado asesoramiento y consultoría pedagógica en distintos niveles
educativos.
* INTRODUCCION
*
Alicia R. W . de Camilloni
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* ■
que, acerca del currículo, tenemos hoy en nuestro país. Introduce el problema
•
2. Las autoras optamos, en el presente libro, por usar el término «currículo» en castella
no, y respetar asimismo el término latino «curriculum», que aparece en textos y obras de
referencia escritas tanto en castellano como en otros idiomas.
miento de las cuestiones curriculares en el ámbito internacional, la autora
da cuenta de que se encuentra una significativa proliferación de trabajos,
caracterizados por la diversidad de temas que lo integran y la gravitación de
la producción, en especial, en algunos centros geográficos principales.
Presenta el contexto histórico de aparición y desarrollo del pensamiento
sobre el currículo en la Argentina y caracteriza el tipo de producción local
que, a partir de la recuperación democrática en el año 1983 se elabora en efr:
país. La autora, finalmente, recupera la pregunta sobre la posibilidad de
conformar un campo de estudios sobre el currículo en la Argentina,
Por último, y para cerrar esta exposición sobre cuestiones relacionadas
con la construcción de nuestra disciplina, en el octavo capítulo, «Acerca de
los usos de la teoría didáctica», Laura Basabe analiza los desafíos y
responsabilidades que enfrenta la didáctica como cuerpo de conocimiento
orientado a guiar la acción educativa. En tanto disciplina que se ocupa de
una práctica, tiene una relación inmediata con los fenómenos con los que
trabaja, pero la efectividad de sus productos.es siempre mediata y Atediada,
pues los principios didácticos deben ser reconstruidos en cada caso particular
por actores singulares. A la vez, a lo largo del tiempo, la didáctica fue-diversi-
ficándose y, en la actualidad, la normatividad didáctica no constituye un
marco de actuación unitario, coherente e integrado, sino que-se compone de
una variedad de encuadres normativos provenientes de diversos enfoques
teóricos. Entonces, la tarea de los docentes no es simplemente interpretar,
traducir y acomodar una propuesta a contextos específicos, sino hacer
elecciones, descartar opciones, decidir combinaciones.
El trabajo analiza el modo en que las perspectivas técnicas y prácticas
acerca de la enseñanza y el currículo han intentado resolver o aprovechar
esta circunstancia, según se entendiera como un problema o una oportuni
dad, y, finalmente, explora las consecuencias para la didáctica de asumir
una perspectiva práctica. Si el horizonte normativo se termina de delinear a
partir del juicio práctico de los practicantes, la didáctica debe orientarse a
ofrecer una plataforma productiva para la deliberación y la toma de deci
siones. Y para ello, debe incorporar como dimensión central de su produc
ción laconsideración de los contextos y los modos en que ese conocimiento
es recuperado para su uso. La pregunta que el trabajo intenta responder es de
qué modo puede la didáctica -y los didactas- orientar la producción y la inter
vención de modo que constituyan una plataforma, conceptual e instrumental,
para las decisiones y actuaciones de los profesores en el contexto escolar.
Los ocho capítulos que componen este libro, desde distintas aproxima
ciones a cuestiones centrales de la didáctica, convergen en la construcción
de una perspectiva común: coinciden básicamente en lo que se refiere a la
necesaria elección de un horizonte, el que cada tiempo histórico plantea a la
didáctica, necesariamente móvil en tanto los sujetos de los que habla la
didáctica y a los que la didáctica se dirige son personas, sujetos sociales
responsables de la realización de acciones sociales intencionales, histórica
mente demarcadas y detenninadas.
La didáctica es una disciplina que habla de la enseñanza y, por ello, que
se ocupa del estudio y el diseño del currículo, de las estrategias de enseñan
za, de la programación de la enseñanza, de los problemas de su puesta en
práctica y de la evaluación de los aprendizajes y de la enseñanza.
Como lo afirma Antoine Prost, «entre la improvisación total y la aplica
ción de recetas, hay lugar para un proceso reflexivo e iluminado por un.
conjunto de conocimientos pertinentes y rigurosos».3
Dedicamos, pues, esta obra, a nuestros colegas, los didactas, a los profe
sores en ejercicio y en formación, a sus formadores y supervisores y a todos
los interesados en que la educación, especialmente la educación escolar,
cumpla sus misiones principales y logre que los aprendizajes de todos nues
tros alumnos sea» significativos en sus varias dimensiones, sociales y cul
turales, personales y laborales, y conduzca a la-formación de personas autó
nomas, sabias, buenas y felices.
3. Antoine Prost (1990): Éloge des pedagogues, París, Éditions du Seuii, pág. 29.
JUSTIFICACIÓN DE LA DIDÁCTICA
Alicia R. W . de Camilloni
*
b) Como sabemos, se puede enseñar de diferentes maneras y, de hecho,
esto ocurre. A partir de la lectura de obras pedagógicas, de relatos o de
observaciones directas, estamos en condiciones de afirmar que se enseña y ^
se enseñó empleando diversos métodos en el transcurso de la historia, en
distintos pueblos y en cada época. Y que aún hoy se enseña recurriendo a w
una gran cantidad de estrategias de enseñanza diferentes. Si creyéramos
que todas las formas y modalidades de enseñanza que existen tienen el mismo
valor, esto es, que son igualmente eficaces para el logro de los propósitos de
la educación, entonces la didáctica no sería necesaria.
c) Los contenidos de la enseñanza provienen, en general, de campos
disciplinarios organizados que están demarcados de acuerdo con los objetos ^
de conocimiento de que se ocupan, las metodologías de investigación y va)i-
dación de los conocimientos que em ple», k » temas que tratan y los con- ^
ceptos que construyen, así cómo, también, las estructuras de conocimientos
que desarrollan. Sí creyéramos que la enseñanza debe transmitir los cono-
cimientos disciplinarios con la misma lógica con la que se descubrieron y
con la que se organizaron y justificaron en cada campo disciplinario, entonces
la didáctica no sería necesaria.
d) L as decision es acerca d e para q ué hay q ue aprender y, en consecuencia, _
qué es~lcTque las personas d eb ejvápren der en caída u n o de lo s c ic lo s d e su ^
vida, d esd e la n iñ e z h asta lá ed ad adulta, han variado^seguñníos ' m í c o s
sociales, culturales, ¿conómicbs ^politicos v. también, filosóficos, de cada ^
pueblo, cultura, época, clase social y género. Las tradiciones parecen KáBisr
logrado consagrar en la actualidad, sin embargo, la necesidad de que ciertos ^
contenidos sean aprendidos en instituciones escolares en edades deter-
minadas, por lo que se podría pensar que los componentes fundamentales de
los programas de formación en uso pueden sostenerse a lo largo del tiempo .
habiendo ya sufrido los inevitables procesos de decantación a los que la. ^
historia de la educación los ha sometido. Si pensáramos que las cuestiones ■ ■
auriculares básicas ya han sido resueltas y que no es imprescindible someter ^
a crítica Constante los principios teóricos y prácticos que las sustentan, '
entonces la didáctica no sería necesaria. ^
e) La historia y la sociología de la educación nos muestran que, a pesar
de que la educación escolar se ha democratizado en todos los niveles que cons- ^
tituyen los sistemas educativos, difundiéndose a sectores sociales gueantes ‘
estaban excluidos de la educación formal, los aprendizajes, en realidadTno *
son iguales para todos. Sólo algunos alumnos logran desarrollar habilidades
cognitivas de orden superior y altos niveles de conocimiento. Otros fracasan o
quedan rezagados, sin poder completar los estudios o sin acceder a los niveles
«r
superiores del sistema. Si creyéramos que esta situación es deseable o que no
puede Odebe ser transformada para lograr la inclusión de todos en altos niveles
de desempeño y de información, entonces la didáctica no sería necesaria.
f) Algunos autores sostienen que el límite de los apreadizajes que una
persona puede realizar está definido por las aptitudes con las que ha sido
dotada, que ellas están determinadas ya en el momento de su nacimiento, y
que esto es así porque las aptitudes marcan el término máximo de su posible
realización efectiva. La enseñanza, de acuerdo con estos autores, está sujeta
y coartada, en consecuencia, porque depende de factores que le son externos
| y que no puede modificar, al menos en un sentido positivo que le permita
j: trascender el límite natural de los atributos personales de los alumnos. Si
^ |; creyéramos que el destino del alumno está fatalmente determinado y que la
^ | acción del profesor se limita a identificar cuáles son los alumnos que están
^ ! en condiciones de aprender y cuáles no podrán superar su incapacidad
¡ natural, la didáctica no sería necesaria.
^ | g) La evaluación de los aprendizajes de los alumnos está sometida a
^ \ reglamentaciones de nivel nacional, regional o jurisdiccional e institucional
^ j que establecen con claridad formas, períodos, tipos de instrumentos, escalas
í de calificación y regímenes de promoción. En algunos casos, las autoridades
^ i centrales de los sistemas o subsistemas determinan los criterios de evaluación
^ \ y establecen estándares para orientar la enseñanza y las decisiones de la
— i evaluación que realizan los docentes. Si creyéramos que con la supervisión
í de la aplicación de las reglamentaciones vigentes se logra resolver los pro-
1 l blemas que plantea la evaluación que puede hacer el profesor de lo que el
^ i alumno ha aprendido, entonces podríamos afirmar que la didáctica no es
i necesaria.
; h) Si pensáramos que. enseñar es fácil, que el profesor nace o no nace
^ I con talento para enseñar y que si lo tiene su intuición le será suficiente para
^ ¡ resolver los problemas que se le presenten en su trabajo; si pensáramos que todo
está bien en la.educación o qué es poco lo que se puede hacer para mejo
rarla, entonces construir conocimientos didácticos sería una tarea superflua
^ y sin sentido.
i
La didáctica renace hoy cada día sobre la base de la crítica a los ocho
* supuestos que hemos enumerado. Porque pensamos que siempre se puede
^ enseñar mejor, que es necesario revisar permanentemente los currículos;
^ porque es necesario seleccionar y usar bien las estrategias de enseñanza y
^ crear nuevas maneras de enseñar v de evaluar^ porque tenemos el compro-
* miso de lograTquelodos los alumnos aprendan y construyan toda clase de
saberes que les son indispensables en su vida personal, en sus relaciones
sociales, como ciudadanos y como trabajadores; porque para fundamentar
seriamente las decisiones y las prácticas pedagógicas es necesario integrar ^
los aportes de diferentes disciplinas así como realizar investigaciones en el
campo específico de la enseñanza; y porque la rafLexioojdebe acompañar *
sistemáticamente todas las tareas relacionadas con la acción de enseñar, es
que afirmamos que es necesario contar con una teoría didáctica madura, ^
seria, rigurosa y dinámica.
"~r~Siím¿endoesta perspectiva, la didáctica es una disciplina teórica que se ^
ocupa de estudiar la acción pedagógicflTes^e&fjlas prácticas de la enseñanza, ^
y que tiene como misión describirlas, explicarlas y íundamSaiiy-gnünciar ^
normas para la mejor resolución de los problemas que estas prácticas plantean
a los profesores. Como taíTñopüede peraaneceFíñ diferente ante la opción
entre diversas concepciones de educación, de enseñanza, de aprendizaje y ^
ante el examen crítico de los alcances sociales de los proyectos de acción
*
educativa- La didáctica es una teoría necesariamente comprometida con
prácticas sociales orientadas a diseñar, implementar y evaluar programas ^
de formación, a diseñar situaciones didácticas y a orientar y apoyar a los alum-
nos en sus acciones de aprendizaje, a identificar y a estudiar problemas Tela-
cionados con el aprendizaje con vistas a mejorar los resultados para todos
los alumnos y en todos los tipos de instituciones- La didáctica, en conse-
cuencia, es una disciplina que se construye sobre la base de la toma de po-
sioqd ante los problemas esenciales de la educación como práctica social,
y que procura resolverlos mediante el diseño y evaluación de proyectos de
enseñanza, en los distintos niveles de adopción, implementación y evaluación €£
! de decisiones de diseño y desarrollo curricular, de programación didáctica, ^
. de estrategias de enseñanza, de configuración de ambientes de aprendizaje
i y de situaciones didácticas, de la elaboración de materiales de enseñanza, C
I del uso de medios y recursos, de evaluación tanto de los aprendizajes cuanto
i de la calidad de la enseñanza y de la evaluación institucional.
■Cuando nos preguntamos, por ejemplo, ¿cuáles son los fines de la educa
ción?, ¿cómo lograr estos fines?, ¿cómo traducir los fines de la educación en #
objetivos a corto, mediano y largo plazo?, ¿cómo enseñar a todos para que ft
aprendan lo más importante y con los mejores resultados?, ¿qué enseñar?,
¿cuándo enseñar?, ¿cómo construir secuencias de aprendizaje?, ¿cuál es el
mejor diseño de los materiales que usan los profesores y los alumnos en
clase y cuáles son los más adecuados para estudiar y aprender?, las respues- %.
tas son, en una importante medida, responsabilidad de la didáctica.
m
DIDACTICA GENERAL Y
DIDÁCTICAS ESPECÍFICAS
Alicia R. W . de Camilloni
.1. Didácticas específicas según los distintos niveles del sistema edu
cativo: didáctica de la educación inicial, primaria, secundaria, superior
y universitaria. A estas grandes divisiones se les agregan frecuente
mente subdivisiones que especializan la didáctica según los ciclos de
cada uno de los niveles y aun divisiones más pequeñas como, por
ejemplo, didáctica del primer grado de la escolaridad primaria o del
primer año de la escuela secundaria o de la universidad.
2. Didácticas específicas según las edades de los alumnos: didáctica de
niños, de adolescentes, de jóvenes adultos, de adultos y de adultos
mayores. También aquí encontramos especialidades donde las divi
siones son también más finas y diferencian ciclos evolutivos con ma
yor precisión, como didáctica de la primera infancia, por ejemplo.
3. Didácticas específicas de las disciplinas: didáctica de la Matemática,
de la Lengua, de las Ciencias Sociales, de las Ciencias Naturales, de
la Educación Física, del Arte, etcétera. Estas divisiones, a su vez, dan
lugar a subdivisiones que alcanzan niveles crecientes de especificidad,
tales como didáctica de la enseñanza de la lectoescritura, didáctica de
la educación en valores, didáctica de la educación técnica, didáctica
de la didáctica de la natación o didáctica del inglés como se
gunda lengua. A estas delimitaciones se les van agregando otras más
.específicas aún, como, por ejemplo, didáctica del inglés como segunda
lengua con propósitos específicos que pueden ser algunos de los si-
gi#»tes; viaje* negocios, lectura literaria, conversación social, et
cétera.
4. Didácticas específicas ségún el tipo de institución: didáctica específica
de la Educación Formal o de la Educación No Formal, con subdivi
siones según se trate, por ejemplo, en el primer caso, de escuelas
rurales o urbanas y, en el último caso, de instituciones de capacitación
para el trabajo o de instituciones recreativas, entre otras. '
5. Didácticas específicas según las características de los sujetos: inmi
grantes, personas que vivieron situaciones traumáticas, minorías
: culturales o personas con necesidades especiales, las que a su vez se
diferencian según el tipo y grado de necesidad como, por ejemplo,
sordos, hipoacúsicos, superdotados, etcétera.
Como se ve, sería imposible detallar todas las didácticas específicas que
se han ido configurando durante el transcurso de los muchos siglos en los
que se ha producido una reflexión sistemática acerca de la enseñanza. Ya en
una de las primeras obras de gran alcance en la materia, la Didáctica Magna
de Juan Amos Comenio (1657), encontramos varios capítulos que se recortan
presentando un trabajo específico en varias áreas de las didácticas de las dis
ciplinas: didáctica de las ciencias, didáctica de las artes, didáctica de las
costumbres, didáctica de las lenguas y didáctica de la. piedad. Comenio
mismo desplegó una tarea de especial dedicación respecto de la enseñanza
de las lenguas, lo que dio lugar a la publicación de una de sus más famosas
obras, Janua Linguarum Reserata, en 1658. Desde entonces, algunos peda
gogos, en, sus obras de pedagogía o didáctica general, señalaron expre
samente la importancia que se debía dar a los contenidos de la enseñanza.
Pero el mayor desarrollo de las didácticas específicas de las disciplinas "
fue obra, particularmente, de los especialistas en los diferentes campos del
conocimiento, y no provino de la didáctica general.
Por estar^zón, la didáctica general y las didácticas específicas, en especial
tratándosele didácticas délas disciplinas, no siempre están alineadas, aunque
tampoco es muy frecuente que se contradigan abiertamente. Sus relaciones
son, en verdad, complicadas. No sería ajustado a la verdad esquematizarlas
al modo de un árbol en el que la didáctica general constituyera el tronco del
que, como ramas, derivaran las didácticas de las disciplinas. Sus vincula
ciones son mucho más intrincadas.
Si seguimos las orientaciones que ha tenido la construcción del cono-
cimiento de la didáctica general y los procesos dé desarrollo del conocimiento
en las didácticas de las disciplinas, observamos que esos procesos son
asincrónicos; Presentan, según las épocas, distintos grados de madurez, res
ponden a diferentes enfoques teóricos, tienen diversas tradiciones de
investigación, referentes y problemas. Por esta razón, si la didáctica general
no es, ciertamente, la síntesis de las conclusiones a las que llegan las didác
ticas de las disciplinas, éstas no son, tampoco, una adaptación a su tejTeuo
propio de los principios de la didáctica general.
El didacta alemán Wolfgang Klafki ofrece una síntesis interesante de las
que, a su juicio, son las relaciones entre didáctica general y didácticas
especiales. Al respecto, formula cinco tesis (citado en Kansanen y Meri, 1999):
f
decisiones de diseño cunicular, esta cuestión fue planteada por pedagogc
que podríamos denominar «generales» e investigada, también, por los espe
cíalistas en la enseñanza de algunas disciplinas. Recibió respuestas n
coincidentes de unos y otros en el interior de los dos campos. Así ocum<
por ejemplo, en el primer cuarto del siglo XX con Edward Thomdike en t
campo de la psicología del aprendizaje de enfoque conductista con su teori
de la transferencia de los elementos o componentes idénticos o, entre otra
con la más reciente teoría de la cognición situada (Brown, Collins y Duguii
1989), que se conformó en el marco de un enfoque cognitivo a partir d
experiencias realizadas en la enseñanza de diversas disciplinas científicas
a la que nos referiremos más adelante. Sin embargo, los estudios de metí
análisis que buscan la consistencia entre las conclusiones a las que arriba
numerosos trabajos de investigaciones sobre temas semejantes, estudie
que constituyen uno de los aportes más fértiles que recibe actualmente la didá<
tica general, contribuyen a mostrar que hay una concurrencia significad
en las conclusiones a las que llegan los investigadores, en los trabajos qu
emprenden en el marco de las diversas didácticas específicas de las disc
plinas, de las edades y délos niveles del sistema educativo. De esta mane*,
es posible legitimar teorías de la didáctica general mediante la sistem;
tización de investigaciones que se hacen en didácticas específicas. Lo mism
ocurre con cuestiones que se refieren al diseño curricular y la programació r
didáctica, a la evaluación formativa de los aprendizajes, a la evaluación c
la calidad de la enseñanza realizada por los alumnos, a los resultados di
empleo de algunas estrategias de enseñanza como la resolución de problema
el método de casos y el método de proyectos, entre otros. Todos ellos ce
antecedentes de estudio en la didáctica general y con investigaciones loca
lizadas en disciplinas, edades y niveles determinados de la educación. £J
trabajo con los procesos de metacognición de los alumnos es otro ejempl o
.en el que el planteo del problema, la dirección de lo general a lo especificó
y el retomo de lo específico a lo general configuran un esquema de trabaje
por lo común no programado inicialmente por sus protagonistas, peí©
„ siempre altamente fructífero.
Los desarrollos de la psicología cognitiva brindan un fundamento mü‘/
importante a la didáctica. En la medida en que nos permiten comprender
mejor los procesos de aprendizaje, del pensamiento y la comprensión, las"
relaciones entre memoria y comprensión y la organización del conocimient o
nos ofrecen una información indispensable para la orientación y la guía <l¿
los procesos de aprendizaje de nuestros estudiantes. El aprendizaje ya no es
una «caja negra». Tampoco lo es la mente.
Algunas teorías provenientes de este campo presentan gran interés para
la didáctica general. Entre los trabajos ya clásicos sobre estos temas, la teoría
de la cognición situada posee, seguramente, un alcance mayor por la va
riedad de consecuencias que tiene sobre la adopción de decisiones curricu-
lares y de programación de la enseñanza y la evaluación. .Así como Philip
Johnson-Laird argumenta que la resolución de problemas es específica, no
depende del razonamiento lógico y se supedita al contenido del texto al-que
se refiere, esta-teoría acentúa, también, el papel de la situación específica en
que se realiza el aprendizaje. Brown, Collins y Duguid (1989) sostienen,
críticamente, que muchas prácticas de la enseñanza suponen de manera
implícita que el conocimiento conceptual puede ser abstraído de las
situaciones en las que fue aprendido y empleado. Por eso, afirman, existe
una brecha en el aprendizaje de los alumnos entre conocer qué (conocimiento
conceptual) y conocer cómo (conocimiento procedimental), o entre saber
decir y poder emplear el conocimiento. Esa brecha bien puede ser el producto
de las prácticas de enseñanza, porque los alumnos ven los contenidos fuera
de las actividades y del contexto en que se habrán de utilizar. Los autores de
este trabajo afirman que, por el contrario, la situación de aprendizaje copro-
duce el conocimiento y que los conceptos se desarrollan en el curso de la
actividad- Los conceptos no son abstractos, no están autocontenidos. Son,
en cierto modo, semejantes a herramientas cuyo significado no puede ser
comprendido sino a través del uso, lo cual supone adoptar el sistema de
creencias de la cultura en la que son empleadas. Cuando esto no ocurre, los
conceptos se convierten en conocimientos inertes. El aprendizaje «robusto»
(no inerte) se logra en la interrelación actividad-cultura-concepto. Ninguno
de éstos puede ser comprendido sin los otros dos. Las disciplinas académicas,
.las profesiones y los oficios son culturas. Los estudiantes no pueden aprender
los conceptos sin aprender las culturas. El aprendizaje es un proceso de en-
culturación. Pero la forma en que se enseñan los conceptos en la escuela,
por lo general, es muy diferente de la forma en que los que practican esas
culturas utilizan esos mismos conceptos. Los estudiantes pueden aprobar
los exámenes pero no ser capaces de usar sus conocimientos en situaciones
de práctica auténtica. Brown, Collins y Duguid proponen que el aprendizaje
se organice sobre la base de ia resolución colectiva de problemas y saediante
el despliegue de múltiples roles cognitivos que promuevan la confrontación
con estrategias no efectivas y con errores de concepción, y que conduzcan,
de este modo, a la preparación para la realización efectiva de trabajo colabo-
rativo. Los conceptos de práctica «auténtica», de situación «auténtica», de
evaluación «auténtica», se asocian a las prácticas corrientes de la cultura.
«Auténtico» quiere decir en este contexto «real, coherente, significativo,
intencional». Relacionada con la teoría de la antropóloga Jean Lave y el
especialista en ciencias de la computación Etienne Wenger, la concepción
de que lo que se aprende lleva la marca de la situación y el contexto en que
fue aprendido, replantea un viejo problema de la didáctica (Lave, 1991, .
Lave y Wenger, 1991). ¿Qué y cómo enseñar para que los alumnos transfieran
lo aprendido a otras situaciones y, en particular, a la vida real? Encontramos
en la historia de la teoría del currículo y en las justificaciones de algunas
teorías didácticas un conjunto de «teorías de la transferencia de los apren
dizajes»: la teoría de la disciplina mental o formal (base del currículo clásico),
la teoría de los elementos o componentes idénticos (base del currículo por
competencias, por objetivos o vocacional), la teoría de la generalización
(que procura solucionar el problema de la relación teoría-práctica), la teoría
de la transferencia de modelos (con base en la teoría de la Gestalt) y la
teoría de la cognición situada. Esta última es muy interesante porque señala
la gran importancia que reviste que la situación de aprendizaje sea bien
elegida, pues la actividad debeserTeal y corresponder a una práctica social;,
de otro modo, el conocimiento será, como hemos visto, inerte. Una obser
vación semejante hace Jean-Louis Martinand (1993), quien crítica la
enseñanza escolar por ser autorreferencial. Es fundamental, según este autor,
definir las «prácticas de referencia» para determinar las trayectorias que
debe asumir el proceso de formación de los estudiantes. A la teoría de la
cognición situada se añade la teoría de la cognición distribuida, originada
en trabajos de Ed Hutchins en la década de los años ochenta con desarrollos
de Gavriel Salomon, quien sostiene que «la cognición no está en la cabeza;
está distribuida sobre otras personas y herramientas» (Salomon, 2001). Esta
teoría apunta a tratar de comprender la organización del conocimiento. La
idea es que el proceso cognitivo está mediado por otras personas, el lenguaje,
las herramientas, la organización social. Los procesos de formación, a través
de su diseño y de su implementación, deben atender a la conformación de
situaciones de aprendizaje en las que estas redes de conocimiento se con
figuren y crezcan.
Otras de las aportaciones que provienen del conocimiento desarrollado
desde una visión general, son la teoría de las inteligencias múltiples de
Howard Gardner (1983) y la teoría de los estilos intelectuales de Robert
Stemberg (1999). La mirada general que busca principios y rasgos comunes
en los procesos de enseñar y en su relación con los procesos de aprender se
revela, pues, muy fértil. Algo hay de cierto, en consecuencia, en la afirmación
de que la didáctica es una síntesis y que en las didácticas específicas se
producen adaptaciones de los principios generales. Sin embargo, en
ocasiones se producen notorias contradicciones teóricas, debido a los desa
rrollos asincrónicos de unas y otras. Las teorías que se suceden en el estudio
de campos como los relacionados con los procesos psicológicos, el pen
samiento, la acción, el aprendizaje y la enseñanza, en los que el desarrollo
del conocimiento es muy dinámico, genera con facilidad la coexistencia de
referentes teóricos diversos para la didáctica general y cada una de las
¡ didácticas específicas. Estas disciplinas comparten una característica muy
I significativa de las ciencias sociales, la existencia simultánea de una mul-
¡ tiplicidad de teorías. Así es como las afinidades electivas se dirigen de la
| disciplina cumcular hacia un tipo de abordaje teórico, de cada comunidad
j académica hacia una perspectiva visualizada con mayor compatibilidad o
| más adecuada a la naturaleza del conocimiento que se enseña o a la manera
i de visualizar las peculiaridades del sujeto que aprende.
En algunos casos, la investigación realizada en uaa didáctica específica,
por ejemplo, en la enseñanza de una disciplina particular, permite identificar
problemas que se revelan, muy esclarecedores para la enseñanza de otras
disciplinas. Es el caso de un enfoque didáctico en la enseñanza de la ma
temática, como el de Guy Brousseau, Michelle Artigue e Yves Chevallard,
que desarrolló conceptos que han ejercido una influencia importante sobre
otras-didácticas específicas y sobre la didáctica general, o de hallazgos rela
cionados con el descubrimiento de errores conceptuales en los alumnos de
un área disciplinar que sirvieron de guía para trabajos similares en otras
disciplinas y cuyas conclusiones se incorporaron a la didáctica general. Un
ejemplo del movimiento que va de lo descubierto en una rama específica de
la didáctica a la didáctica general y también a otras didácticas específicas
es, por ejemplo, el trabajo de Chi, Feltovich y Glaser (1981) en el área de la
enseñanza de la Física, en la que hicieron una comparación de la actividad
cognitiva de categorización de problemas realizada por novatos y expertos.
Esta investigación sirvió de modelo para la realización de gran cantidad de
trabajos en el campo de otras disciplinas y se aceptaron sus conclusiones
sobre las modalidades diferenciales de los dos grupos (novatos y expertos),
atribuyendo a estas diferencias el carácter de un rasgo general de las difi
cultades en el agrupamiento y modelización de problemas en el aprendizaje
de otras ciencias y que hay que tener en cuenta, en consecuencia, a ia hora
de programar la enseñanza.
Muchos trabajos efectuados en el campo de la enseñanza de las ciencias
naturales sirvieron también, por ejemplo, para dar cuerpo a la concepción
de que el alumno, cuando llega ai aula, no es, como afirmaba John Locke,
una tabula rasa, un papel en blanco, sino que tiene ideas acerca de cómo es
el mundo y cómo se explican los fenómenos que debe estudiar. ¿Cómo
trabajar con esas ideas? ¿Se pueden modificar y reemplazar por nociones
científicas o por otro tipo de nociones?
En su libro Cómo aprenden ciencias los niños, Astolfi, Peterfalvi y Vérin
(1998) hacen una crítica a las clases en las que el profesor aparenta construir
un diálogo. Sostienen que éste es sólo aparente en muchos casos porque en
realidad obliga a los alumnos a hacer un esfuerzo por decodificar las expec
tativas de respuesta correcta del docente, sin ofrecer oportunidades para una
efectiva confrontación de ideas. En reemplazo de un diálogo simulado, muy
interesados en que los alumnos participen de un auténtico «debate científico»
en la clase de ciencias, los autores le proponen al docente que procure que
los niños razonen y argumenten, proporcionando orientación centrada en la
situación, los conceptos, el método, el obstáculo, esto es, el modelo mental a
sagtfanr, y la producción. Para lograrlo el profesor debe adaptar su comu
nicación a estos ejes principales y tener en cuenta desde un principio las
representaciones de los niños cuando inician su aprendizaje. No es suficiente,
afirman, limitarse a permitir que esas representaciones emeijan y se expresen,
sino que es menester comprender los modos de pensar y los obstáculos que
las estructuran y estabilizan. Es posible, ciertamente, hacer uso de ellas de
modo positivo para construir nuevas representaciones. Pero, ¿cómo emplear las
representaciones resistentes de los alumnos como un motor del aprendizaje
científico? Con ese propósito recomiendan emplear algunos recursos para
dar carácter científico a la actividad de aprendizaje: apelar a la observación
y a la experimentación como instrumentos del razonamiento y á la anti
cipación de lo que va a ocurrir si..., favorecer los momentos.de problema-
tización de los fenómenos observados o sometidos a experimentación,
procurar la capacitación en las actividades de modelización y estimular la
: producción de respuestas diversas.
En este caso, es posible partir de un ejemplo tomado de las observaciones
y recomendaciones provenientes de una didáctica específica de las ciencias
para alumnos de la escuela elemental o primaria, porque se trata de ideas
que seguramente también tienen valor para la enseñanza de las ciencias en
la educación superior, por ejemplo, ya que, a pesar de las diferencias en las
edades, con las que trabaja el profesor de educación superior enfrenta pro
blemas semejantes a los del profesor de enseñanza elemental cuando se
trata de modificar o sustituir las concepciones de los estudiantes.
Los muchos trabajos de investigación que se proponen comprender los
procesos de cambio conceptual, ubicados disciplinariamente en el campo
de la psicología del aprendizaje o de la didáctica según el énfasis está puesto
en el aprendizaje, en la enseñanza o en la intersección de ambas disciplinas,
se asientan sobre teorías de la formación de conceptos y concepciones y
sobre teorías acerca de cómo se producen Jos cambios de unos y otras
(Camilloni, 1997; Rodríguez Moneo, 1999; Schnotz, Vosniadou y Carretero,
2006). Iniciados estos tipos de trabajo en la década del setenta, como lo
afirman Reinders Duit y David Treagust, «la investigación sobre las con
cepciones de estudiantes y profesores y los roles de éstas en la enseñanza y
el aprendizaje de la ciencia ha llegado a constituir uno de los dominios más
importantes de la investigación en educación científica durante las últimas
tres décadas» (Duit y Treagust, 2003). Aunque buena parte de estos trabajos
se centran en los aspectos cognitivos de la construcción y del cambio de
conceptos y concepciones, otros han señalado la importancia de la dimensión
afectiva e» «cío» psocesos. Así es cómo la diferenciación entre modelos fríos
y modelos calientes del cambio conceptual se revela iluminadora para com
prender cómo tales cambios ocurren o no ocurren, y también es útil para-
diseñar ¡actividades de aprendizaje. Si los modelos fríos se limitan a trabajar
sobre la base de la información que se recibe del ambiente, la atención
selectiva frente a las claves que surgen de las consignas, la codificación y
los niveles en los que se procesa la información y el pensamiento dirigido a
la resorción de problemas, los modelos calientes, sin desdeñar los factores
cognitivos, apuntan a dar importancia a los factores motivacionales, a su rela
ción con la activación del conocimiento previo, al significado que tiene en estos
procesos el interés personal general y, en especial, al interés en la materia
de estudio, así como a la percepción del valor de utilidad del conocimiento
y a la creencia en la posibilidad de aprender y emplear el conocimiento que
tiene el alumno (Pintrich, Marx y Boy le, 2003; Sinatra y Pintrich, 2003).
Cabe, entonces, preguntarse si ideas relacionadas con el cambio conceptual
investigadas en la enseñanza de las ciencias naturales, con frecuencia desa
rrolladas en-el marco de una didáctica específica de un nivel de enseñanza,
se pueden transferir ala didáctica de otro de los niveles del sistema educativo.
Hasta ahora, la respuesta es positiva. La investigación ha mostrado que
gran parte del conocimiento producido en una didáctica específica de nivel
es transferible a los otros niveles. Pero, ¿se puede transferir ese conocimiento
desde la enseñanza de las ciencias naturales a la enseñanza de las ciencias
sociales? La respuesta también es afirmativa, como lo demuestran las
conclusiones de un número importante de investigaciones en este último
campo (Shnotz, Vosniadou y Carretero, 2006).
¿Y de la enseñanza de las ciencias a la enseñanza de las humanidades,
las artes y otros dominios del conocimiento? También en este caso es válida
la transferencia de la teoría del cambio-conceptual. Nacida, entonces, como
una teoría en un ámbito específico de la didáctica, con sus muchas ramifica*
ciones en subteorías internas, hoy se ha convertido en una teoría estelar de
la didáctica general, que ninguna de las didácticas específicas puede ignorar.
La didáctica general había postulado con vehemencia, a partir de trabajos
de algunos psicólogos, como Piaget, Vigotsky y Bruner, que aunque dos
alumnos den respuestas semejantes, éstas pueden tener significados dife
rentes para ellos y que, de igual modo, una misma pregunta puede ser com
prendida de diversa manera por dos estudiantes. Los hallazgos de las didác
ticas específicas pudieron comprobar estos asertos de la didáctica general
y, al mismo tiempo, brindar ejemplos que permiten iluminar con una nueva
luz, la del ejemplo concreto, el principio general.
De la confluencia del principio general y los ejemplos empíricos nace
un principio general reconstruido gracias a la mejor comprensión de los
alcances de ese principio. Es el mismo, pero es nuevo. Es una construcción
en espiral. Hoy sabemos mejor que antes que para restituir el significado de
la respuesta y de la pregunta, es necesario trabajar con los estudiantes
explícitamente sus significados. Invitarlos a pensar «en voz alta», pedirles
explicación de los pasos que dan en la resolución de los problemas, pero
también aceptar que den saltos en el razonamiento, darles libertad pfara ex
presar sus dudas e incertidumbres y, en particular, para cometer errores. El
profesor experimentado, que conoce las ideas previas que suelen sostener
los estudiantes, puede hacer una exploración rápida al comienzo del curso
o de cada tema o unidad, para constatar qué y quiénes son los alumnos que
comparten esas diversas ideas y concepciones, dejando siempre un margen
libre para que se expresen otras distintas. De esta manera, al conocer algunos
de los problemas que deberá enfrentar en la enseñanza tendrá una base para
diseñar una primera programación para trabajarlos.
Desde la didáctica general se postula que es necesario atender a una doble
demanda. La enseñanza, por una parte, debe ser individualizada y, por ese
camino, con el apoyo del docente que le proporciona andamios, el alumno
logrará un aprendizaje autónomo. Pero otra dimensión que también se debe
incluir en la enseñanza para la comprensión profunda es la que deviene de la'
consideración de las variables sociales en los procesos de aprendizaje. El
aprendizaje colaboradvó se encuentra actualmente entre las estrategias de
enseñanza que demuestran mayor valor didáctico. Las fuentes de esta doble
propuesta se hallan en la didáctica general de enfoque socio-cognitivo.
Para trabajar esquemas y conceptos se había revelado de gran efectividad
la utilización del conflicto conceptual. John Dewey lo había afirmado rotun
damente: «El conflicto es el disparador del pensamiento». Pero en un avance
posterior, el papel de la interacción entre los estudiantes se mostró como un
mecanismo que permite la aparición de nuevas respuestas que no habrían
podido ser logradas individualmente. De allí que el conflicto socio-cognitivo,
y nó ya el conflicto conceptual individual, juegue un papel fundamental en
una didáctica constructivista. Este mecanismo consiste en la expresión
pública, antes de cualquier aprendizaje, de los modelos mentales que confi
guran el pensamiento de cada alumno, la confrontación y la discusión de
los diferentes puntos de vista de los alumnos en pequeño grupo y en grupo-
clase y, finalmente, la validación o invalidación de hipótesis por medio de
experiencias y argumentaciones en un marco construido por el profesor para
favorecer la construcción social de los conocimientos. En ciertos casos y en
determinadas condiciones, la situación de co-resolución produce la aparición
; de diferentes respuestas que se deben a distintos puntos de centración de los
sujetos o a enfoques distintos de los participantes. En la búsqueda de acuerdos
0 en la argumentación sobre las discrepancias se profundiza la comprensión
de las teorías o los conceptos aunque éstos no cambien necesariamente. El
. conflicto conceptual, entonces, es doble: es un conflicto interindividual, pero
también es intraindividual, en la medida.en que el estudiante toma conciencia
; de que hay otras respuestas plausibles y que puede llegar a dudar de la suya,
j Esta idea, de este modo, se convirtió en un patrimonio teórico compartido
i por la didáctica general y las didácticas específicas en su conjunto.
! El diseño de actividades didácticas es un terreno en el que se revela,
] igualmente, la confluencia de las ideas que son compartidas por la didáctica
I general y las didácticas específicas. Así como en la didáctica de las ciencias
1naturales se preparan actividades destinadas a la resolución de problemas
j centradas en los alumnos, en la enseñanza de las ciencias sociales, las ac-
| tividades organizadas con el fin de lograr aprendizajes significativos respon-
j den a principios semejantes. Lo que Jerome Bruner denominó primero
j «aprendizaje por descubrimiento» y luego «aprendizaje por invención» cons-
| tituye un enfoque didáctico especialmente motivador en la enseñanza de
i todas las ciencias, formales, naturales y sociales. Situaciones problemáticas
¡en la enseñanza de las ciencias sociales, en las que la información debe ser
| buscada y empleada para proponer una solución en una situación enigmática;
!donde el conocimiento del pasado adquiere, además de su propio sentido,
!el de permitir comprender problemas actuales; donde las actividades indi
viduales y las tareas grupales de aprendizaje colaborativo se conjugan; donde
la enseñanza y la evaluación no se programan como tareas separadas sino 75
que el aprendizaje genera recursos que facilitan la autoevaluación, son todos f
rasgos de la enseñanza con un enfoque que no es exclusivo de una única' j
didáctica específica. Empleamos este enfoque en una serie de actividades
diseñadas como introduccióa al estudio de las ciencias sociales, con el fin
de ofrecer modelos creativos de diseño de actividades interdisciplinarias en ;
las que, intencionadamente, no se interrumpe el camino entré las ciencias .
sociales, las ciencias naturales, la lengua y la matemática (Camilloni y ‘
Levinas, 19S9).
Veamos, finalmente, dos campos en los que la didáctica general ha
efectuado aportes que no hubieran podido surgir de modo integral desde
ninguna de las didácticas específicas. Son ellos la teoría del currículo y la
teoría de la evaluación de los aprendizajes y de la calidad de la enseñanza.
No cabe duda de que la historia de la teoría del currículo se construye
con variados aportes provenientes de visiones abarcativas de las problemá
ticas sociales, culturales, políticas y pedagógicas que se proponen dar
respuesta a las clásicas cuestiones relacionadas con las misiones de la escuela |
y la formación de las personas. El currículo es, seguramente, el más complej o |
de los objetos de conocimiento de la didáctica. La teoría que se ha ido cons
tituyendo sobre el currículo desde el último cuarto del siglo XIX tiene
carácter general. Las derivaciones y. las aportaciones que fue recibiendo
desde las diversas didácticas específicas la han enriquecido sin alterar su
carácter de fundamento para las decisiones que se tomen respecto de lo que
se debe enseñar, cuándo y cómo enseñarlo. Del currículo sólo corresponde -
hablar, asumiendo el carácter fundamental que reviste, desde la visión general
de un proyecto pedagógico en el que el alumno no sea tratado como muchos
sujetos diferentes, cada uno visto desde la óptica de una teoría parcial de la L
enseñanza. El alumno es uno, indivisible, orgánico y, en lo posible, armónico, \
y no debe recibir, por ende, un mosaico de programas de formación. Las i
didácticas específicas deben contribuir a desarrollar un proyecto pedagógico |
de formación buscando principios comunes, estrategias que se orienten a
fines semejantes y que respeten los fundamentos didácticos generales. Sirvan,
como ejemplos, tanto la obra que sobre la teoría del currículo ha compilado
Philip W. Jackson (1992) cuanto la que han escrito William F. Pinar y otros
(1996), porque constituyen sólidos compendios de los discursos teóricos
sobré el currículo que ofrecen bases para el tratamiento general y específico
de estas complejas problemáticas.
En consecuencia, mirado el problema desde la cuestión curricular, no
hay posibilidad de acordar con una postura que afirme que, desde un punto
| de vista epistemológico, las didácticas específicas, todas o alguna de ellas,
son disciplinas autónomas. Ninguna lo es, a nuestro juicio. Ni la didáctica
general ni las didácticas específicas. Todas aportan a la construcción de una
acción pedagógica con sentido social, respetuosa del carácter integral que
debe tener la educación intencional.
De manera semejante, la teoría de la evaluación de los aprendizajes,
desarrollada desde comienzos del siglo XX, ha ido construyéndose sobre la
base de principios generales, fundados sobre teorías epistemológicas, psico
lógicas y didácticas. Cuestiones tales como las concepciones acerca de qué
es conocer y saber, qué es lo que puede conocerse acerca de los saberes de
los alumnos, cómo obtener evidencias de cuáles y cómo son esos saberes,
cómo pueden apreciarse sus niveles de calidad, qué instrumentos de eva
luación emplear y de qué modos pueden hacerse estimaciones sobre el valor
de los aprendizajes que los alumnos han logrado, son todas preguntas gene
rales que reciben también respuestas generales. Luego, en cada didáctica
específica de la disciplina, de la edad, del nivel de enseñanza, por ejemplo,
recibirán precisiones. De la misma manera que en las otras cuestiones que
hemos ido planteando, el aporte de las investigaciones efectuadas en los
marcos de las didácticas específicas sobre estos temas ha ido enriqueciendo
el campo, no sólo de Ja didáotkágeneEal, sino también de las otras didácticas
específicas.
He intentado mostrar, a través de algunos pocos ejemplos, que las rela
ciones entre la didáctica general y las didácticas específicas son complejas
y que las fecundaciones recíprocas son necesarias tanto para la didáctica
general como para las didácticas específicas de las disciplinas, los niveles,
¡ las edades y los distintos tipos de sujetos e instituciones educativas. Los
| aportes son significativos y las interpelaciones son fértiles, por lo tanto, para
| todas. La didáctica general no puede reemplaza a las didácticas específicas
\ ni éstas a aquélla. Constituyen una familia disciplinaria con una fuerte im-
| pronta de rasgos comunes. Aunque no siempre es fácil lograr armonía y
| poner orden y organización en la familia, vale la pena intentarlo. Por esta
| razón hemos usado la metáfora de Christopher Alexander sobre la ciudad
I (Alexander, 1965). La didáctica tampoco es un árbol, es una gran red de
| conocimientos y de producción de conocimientos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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• 1
LOS PROFESORES Y EL
SABER DIDÁCTICO
Alicia R. W. de Camilloni
I ¿Son útiles las teorías? Ante esta pregunta, que es fundamental para la
/ didáctica, encontramos en Jerome Bruner (1987)1una respuesta afirmativa.
Éste sostiene que las teorías de la enseñanza son, sin duda, necesarias, aunque
i también observa, con reservas, que esto no significa que las teorías, todas y
s siempre, tengan un alto valor. Su utilidad depende, en primer lugar, de la
naturaleza y la calidad de la teoría (Bruner, 1987:111 y 112).
- f - Las teorías no son útiles cuando están equivocadas o son incompletas.
Preocupado por este tema, Joseph Schwab (1958; 169-189), en su momento,
ya había señalado el daño producido en la educación por .la adopción de
teorías psicológicas parciales cuando se les otorgaba el valor de teorías tota
les. Un error causado por la pretensión de apartar o ignorar ese carácter de
explicación sectorial que les era propio y de cubrir todo el campo de la
educación mediante la aplicación de una interpretación que sólo había sido
concebida para explicar una clase de conducta o un aspecto parcial de la
conducta.
Tampoco son útiles las teorías cuando son inadecuadas para djogro del
fin para el que se las quiere emplear. Es^ importante señalar que la ade
cuación no se debe limitar a la efectividad de la aplicación de los principios
de la teoría para la obtención de los resultados deseados, sino que son igual
mente importantes para el aprendizaje los procesos y los resultados, ya que
nunca se insistirá demasiado en el principio de que jamás en educación «el
fin justifica los medios». Los medios y no sólo los fines tiñen el resultado
alcanzado y definen el alcance y el significado de lo aprendido por el alumno.
Las-teorías-tarupoco soruítiles-Cuando son difíciles de aplicar en la prác-
ticg.. Las teorías didácticas están destinadas a describir, explicar y configurar
las prácticas de la enseñanza. Son teorías para la acción. Si la dificultad es
muy importante e insuperable, las teorías didácticas pierden su sentido pues
se distancian demasiado de la práctica, colocándose fuera del horizonte de
la acción docente. Sin embargo, esto tampoco supone que deban presentar
condiciones de «facilidad» de empleo por parte délos docentes. Seguramente
toda teoría implica un desafío para la creatividad en la enseñanza, paraja
dedicación al estudio de los docentes, para su capacidad de transformación
1. Bruner (1987: 28) caracteriza a la teoría afirmando -que «es algo más que una
descripción general de lo que ocurre [ . . Incluye, explícita o implícitamente un modelo de
aquello sobre lo cuál uno teoriza, un conjunto de proposiciones que, tomadas globalmente,
dan lugar y ocasión a predicciones acerca de las cosas»).
\
de las ideas más generales y abstractas propias de los planteos teóricos en '
un programa de prácticas cotidianas. J
Las teorías, por último, no pueden ser ineficaces en la práctica para lo
grar los fines que se persiguen de acuerdo con las urgencias sociales del
momento. Los criterios de pertinencia social de las teorías son, en última
instancia, los que definirán su utilidad para la enseñanza en el marco de una
clara y prepositiva definición de los fines y objetivos que debe perseguir la
escuela.
Varios riesgos existen en la concreción de la relación teoría-práctica.
Éstos resultan fundamentalmente del nivel de comprensión que el docente
alcanza de la teoría o las teorías en cuestión. «Buenas» y probadas teorías pe
dagógicas pueden ser mal comprendidas por quienes se proponen llevarlas
a la práctica en situaciones o instituciones determinadas. Es necesario, sin
embargo, no sacar conclusiones apresuradas. La mala comprensión y el empo
brecimiento del significado de ia teoría por parte de algunos sujetos de la
enseñanza, esto es, algunos docentes, no permiten'inferir que esas teorías
deban ser desechadas. Ante estos peligros de aceptación o rechazo indebido
de las teorías, la didáctica, por el contrario, invita a lograr una mejor com
prensión de las teorías. Para ello, revisa sus principios, relaciona sus concep
tos principales e identifica sus raíces. Efectúa, por ende, una cuidadosa y
consciente profundización de sus significados, realiza una revisión rigurosa
de la consistencia teórica de las acciones programadas e implementadas y
hace una evaluación tanto de los procesos como de los resultados obtenidos.
Las teorías de los docentes han sido estudiadas por diferentes autores
que se han interesado por conocer los contenidos y valores de esas teorías e,
igualmente, por explicar las modalidades epistemológicas de su formación
y las posibilidades de su transformación. Las teorías comprenden concep
ciones acerca de cómo se enseña y cómo se aprende, así como los principios
que sustentan las decisiones acerca de variadas cüestidnes"fáIHs~como la
relación entre la enseñanza y las modalidades déla evaluación de los apren
dizajes qüe~eEgen y cómo se visualizan iaspósibilidades de aprendizaje.de
cada alumno, las funciones que como docentes deben cumpli^JIsínisiones
que la escuglaZSeSé^jmo resn 1fado de suTompromiso con la sociedad y
con cada individuo. Estos estudios constituyen un capítulo importante del
área de trabajo sobre el pensamiento del profesor y, asimismo, pertenecen
* j
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v los materiales cumculaH?7jiíe^^geñ^oñ3'^b]H iv^rde ser efectivos» Si
rrollan conceptos que dejan una marca indeleble: qué es enseñar, cómo se
explican las diferencias individuales que existen entre los alumnos, qué es m \
lo bueno v io malo en una clase. Sin embargo no está claro cuál es su origen. » ]
a
• = -
buen docente se emplean para evaiuar las nuevas ideas que se enseñan en el
período de formación docente acerca de la escuela, la enseñanza y el apren
dizaje. Estas nuevas ideas son confrontadas con las previas y, si son dife
rentes, son rechazadas. Pero no todas las creencias tienen la misma fuerza
de resistencia. James Raths (2001) diferencia entre creencias más importantes
y otras menos importantes y señala que cuanto más importantes son las
creencias, más difíciles son de cambiar. En los estudios sobre autobiografías
de maestros realizados por Raths, éste halló que las ideas sobre ser maestro
y enseñar se forman muy tempranamente, se asocian con la construcción de
la identidad y se encuentran entre los conceptos «básicos» que se desarro
llaron en la infancia, porque están referidos, en particular, a la asunción de
los roles de escolar, decisivos en el establecimiento de relaciones con los
adultos. Concluye, entonces, que el cambio de las creencias debe efectuarse
temprano en la formación para que tenga resultados positivos. Propone que
el proceso de formación parala docencia, más que en las creencias, se con
centre en la formación de disposiciones, entendidas como conjuntos de
acciones que pueden ser observadas. En tanto las creencias, que, por cierto,\
están sosteniendo las disposiciones, no son explícitas y son difíciles de cam- 1
biar, algunas disposiciones pueden ser «reforzadas» en el nivel de las con- j
ductas. Éstas se relacionan con el conocimiento que el docente debe poseer, j
su capacidad para trabajar con colegas, y su acción en favor de la justida, la ,
honestidad y la equidad. Cada disposición conduce a desarrollar conjuntos
de acciones que resultan menos discutibles u opinables que las creencias. ¡
Encontramos, pues, en la materia, posturas pesimistas -^<el cambio de las
creencias previas es imposible», «es una labor muy dificultosa» - y posturas
optimistas -«el futuro docente debe asumir una postura constnictivista y
ser capaz de construir nuevas teorías y reconstruir sus teorías previas»-. En
este último caso, la formación del docente debería ser coherente con las |
concepciones que se procura que él desarrolle y ponga en práctica en el j
ejercicio profesional.
LA DIDÁCTICA PSEUDOERUDITA
LA DIDÁCTICA ERUDITA
cepción positivista de la ciencia que postula que quedan excluidos los valores
en la ciencia. Y, por el otro, la idea de que la enseñanza es arte y no puede
sujetarse a normas o reglas de procedimiento.
Si nos posicionamos en otra concepción de la ciencia, y atendiendo a los
aportes que otras ciencias hacen a la didáctica y al conocimiento que la disci
plina ha ido desarrollando a lo largo de su historia, el programa de construc
ción de una didáctica como ciencia social es una perspectiva abierta que ya
va atravesando etapas que muestran el crecimiento de un coipus con tenden
cia a la consolidación y al enriquecimiento progresivo. Desde esta postura^ ’
en consecuencia, es posible sostener que hay una relación circular entre
saber y actuar, entre conocimiento e interés, entre teoría y práctica, entre cono
cimiento y decisión. Como afirma Jürgen Habermas, «la racionalidad es un
medio para la realización de valores» (1966:96). Es verdad que con él, pode
mos diferenciar diversas clases y grados de racionalidad. Pero en el caso
particular de la didáctica, y en relación con los valores, no puede hablarse
de «valores independientes» ni de «automatización de las decisiones». Dado
el carácter a la vez práctico e interesado en valores adscriptos a la libertad
de los sujetos intervinientes, la incertidumbre y la creatividad esenciales del
acto de la enseñanza, es necesaria para el profesor la sabiduría del hombre
práctico de Aristóteles, con una modalidad que pone en juego los ins
trumentos de la racionalidad limitada, en los términos de Herbert Simón y
Pierre Bourdieu (1986).
Estos autores afirman que en los procesos de planificación,, sería prác
ticamente imposible procurar analizar cada curso de acción posible en
función de sus efectos positivos o negativos. Ese tipo de tarea, que consideran
de hecho imposible, pretendería alcanzar una racionalidad absoluta. Pero la
práctica tiene exigencias de acción en tiempos acotados y, en ella, la urgencia
en la adopción de decisiones impediría ese estudio exhaustivo. La propuesta
de Simón y de Bourdieu es que se adopte un decisión basada sobre una
racionalidad limitada, consistente no en buscar la mejor de las acciones, sino
en analizar opciones hasta que se encuentre una en la que los efectos sean
aceptablemente positivos y coherentes con los logros buscados, detener el
análisis, decidir y actuar.
La didáctica ha sido postulada por diversos autores como una teoría
preceptiva y normativa. «Precepto» y «norma» son dos términos conside
rados, en algunos casos, como sinónimos y, en otros, como diferentes por su
alcance. Ambos aluden al carácter ordenado y mandatorio de las propo
siciones que componen el discurso. Así, «norma» es una regla que se debe
seguir o a la que se deben ajustar las conductas, tareas o actividades y
«precepto» es cada una de las instrucciones o reglas que se dan o establecen
para el conocimiento o manejo de un arte o facultad. Sus significados son
ciertamente semejantes, pero cuando se encuentran diferencias en el uso ó
en los diccionarios, ellas se refieren al carácter más general de la norma y al
alcance más analítico y específico del precepto. Ambos términos pueden
recibir, sin embargo, definiciones programáticas, en el sentido que asigna
Israel Scheffler a este tipo de definición. Las definiciones programáticas,
según Scheffler, poseen un propósito moral. Proponen que el objeto de la
definición sea de una manera determinada; por lo tanto, debe ser juzgado
por el valor de los programas que representa (1960:15).
Con el propósito de distinguir entre dos modalidades teóricas de la
didáctica que en el curso del siglo XX se enfrentaron y dejaron improntas
importantes en los sistemas educativos, adoptaré las denominaciones de
«didáctica preceptiva» y «didáctica normativa». La primera, está constituida,
en su faz práctica, por enunciados del tipo: «Si se propone alcanzar x objetivo,
realice y acciones de enseñanza, siga estas reglas». Es una didáctica no com
prometida con valores determinados, con aprendizajes dé carácter definido,
con un proyecto social educativo de alcance especial. Se trata de ser eficaz en
el logro de los objetivos, cualesquiera que ellos sean. Las cuestiones rela
cionadas con los valores son -propias de la filosofía de la educación, no
pertenecen al campo de la didáctica.2 .
La didáctica normativa, en cambio, en los aspectos relacionados con la
práctica, está constituida por enunciados del tipo «La enseñanza debe perse
guir ciertos objetivos, la enseñanza debe promover cierto tipo de aprendi
zajes, por ejemplo, aprendizajes significativos, la enseñanza debe ser in
clusiva de los variados tipos de alumnos». Es una didáctica comprometida
con un proyecto social de política educativa y se propone solucionar los j
problemas que éste plantea encontrando las mejores soluciones para facilitar
. la buena enseñanza.
La didáctica como disciplina es una fuente de conocimientos destinada .
a apoyar la tarea del profesor, a ayudarlo a tomar decisiones en su acción
con grupos específicos de alumnos que deben realizar aprendizajes especiales
en contextos particulares y en momentos determinados. La didáctica no
puede resolver cada uno de estos casos, pero puede brindar apoyo desde la
2. Así Robert Mager (1980: VIII) se adelanta a afirmar que no se ocupará de cuáles han {
de ser los objetivos, porque ésa es cuestión de la filosofía de la educación. El tema de su l
libro se reduce a la técnica de formulación de los objetivos.
formulación de un discurso destinado a docentes concretos, ni universales
ni empíricos o individuales, con enunciados de un cierto grado de generalidad
que los docentes individuales, ante la necesidad de resolver cotidianamente
los problemas de la enseñanza, deben interpretar. Llamamos «docentes
concretos» a los sujetos de los que se ocupa la didáctica. No son sujetos
abstractos o universales. Tampoco los docentes considerados individual
mente. Son los docentes situados en contextos histórico-socíales que
determinan las condiciones de su práctica. El discurso de la didáctica es
teórico pero se refiere a la práctica. En este sentido, «Frente a un discurso
preñado de reglas, como es el discurso didáctico, el intérprete, sujeto y desti
natario a la vez, debe penetrar a través de los contenidos manifiestos, para
reconstruir su significado teórico-práctico, en términos que le permitan ilu
minar la situación particular y la interpretación que de ella se hace»
(Camilloni, 1988).
. La didáctica es una disciplina estrechamente relacionada con los pro
yectos sociales y educativos. Tiene un carácter significativamente político,
comprometido con la formación de un modelo de hombre y la constitución
de un tipo de sociedad. Así, por ejemplo, Roberto Maragliano (1986) señala
que en el proyecto de la construcción de la didáctica, el modo en que se
concibe al sujeto de ia educación y la función social de la escuela son deter-
; minantes centrales de lá construcción teórica de la didáctica. Tres diferentes
Qoncepciones de la escuela tienen el poder de definir el enfoque pedagógico
:rdidáctico. Las denomina «escuela clásica», «escuela de masas» y «escuela
' de. élite». En la primera, la enseñanza consiste en la transmisión indife-
.rendada y colectiva de contenidos, se dirige a un único modelo implícito
de alumno y el aprendizaje se concibe como un proceso individual. En la
escuela de masas no hay preselección, no hay estereotipo de alumno, pero la in-
r diferenciación de la enseñanza convierte a la escuela en parte de un sistema
. de diferenciación social, sobre todo en franjas etárias que corresponden a
las etapas de educación obligatoria. En la escuela de elite, en cambio, hay
selección previa, y la enseñanza es uniforme para los distintos tipos de
'■alumno. Esa escuela es manifiestamente funcional a la diferenciación y
'estratificación social.
’ ; La escuela clásica, como la denomina Maragliano, corresponde a la fun
ción de sodalización de Rieran Egan (1997), esto es, a la escuela de trans
misión de la cultura general. La escuela de elite es la escuela que según
Egan responde al ideal platónico de transmisión y está destinada sólo a los
que están dotados de capacidad para aprehender la verdad. La escuela de
masas, por su parte, genera desigualdad social de manera semejante a la que
denuncia Fierre Bourdieu en sus análisis críticos acerca de las funciones
que cumple la escuela en la sociedad. A esas clases de escuela según su pro
pósito general, Egan agrega en su clasiñcación la de una escuela para el
desarrollo personal, diferente para cada alumno, que correspondería, en la
tradición, a la propuesta de Rousseau.
A distintas concepciones del alumno y de la escuela les corresponden
diferentes enfoques de la didáctica. Esta diversidad de enfoques tiene su
origen en la incoherencia de los propósitos de la educación que, como dice
Egan, son la verdadera causa de la crisis actual de la educación: formación
general para todos, transmisión de la verdad para los talentosos, desarrollo
personal de cada individuo, ¿qué fines persigue la escuela?
¿Cuál o cuáles son los fines que la didáctica debe postular? La didáctica
debe proponerse no sólo resolver esa incoherencia sino construir una pro
puesta que sea consistente con el tipo de sujetos de la enseñanza (los do
centes), la concepción de sujetos del aprendizaje (los alumnos) y el modelo
de institución (las escuelas) que surgen de una postulación de propósitos de
la educación escolar que responda a la necesidad de educar en los mejores
niveles a un número creciente de alumnos diversos, que cada vez serán más
en cantidad y más heterogéneos.
En síntesis: la didáctica es una ciencia social pero no es una ciencia autó
noma. No es desinteresada, porque está comprometida con proyectos sociales
y con la instalación y el desarrollo de los valores de la humanidad en cada
uno de los alumnos. Siendo la enseñanza una acción social de intervención,
está fuertemente comprometida con la práctica social. Es el resultado del
esfuerzo por resolver problemas concretos que se presentan en la práctica
social de la educación. Es producto de esfuerzos analíticos de teorización
de las acciones y situaciones de enseñanza y sus relaciones con el aprendizaje
de los alumnos y los docentes. Se sustenta sobre investigación empírica.
No es autónoma, porque se relaciona con otras disciplinas con las que com
parte, necesariamente, teorías. Presenta teorías en común con otras ciencias
sociales pero también adopta teorías en común con las ciencias naturales.
Es descriptiva y explicativa. Es hermenéutica. Es normativa. Es verificable.
Es factible. Es científica y es política. Tiene carácter proyectual.
Es ésta nuestra propuesta, una didáctica que asume el compromiso de
que los aprendizajes que teóricos y profesores se propongan orientar desde’'
la enseñanza sean aprendizajes significativos, profundos y auténticos, con
capacidad para resolver problemas de la vida real y que constituyen la base
para la prosecución del aprendizaje durante toda la vida. Pensamos, entonces,
en un profesor que encare de la misma manera, significativa, profunda y
auténtica, no sólo la enseñanza de su disciplina a sus alumnos, sino también
su propio desarrollo profesional.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
INTRODUCCIÓN
• el sujeto individual: «lo que sigue siendo propio de tal o cual indivi
duo», y
• el sujeto epistémico: «lo común a todos los sujetos de un mismo nivel
de desarrollo, independientemente de las diferencias individuales». .
EL DISCURSO DIDÁCTICO
mente, la fuerza que se le otorga al discurso. Este último se asume como fruto
# i
de un conocimiento objetivo y, por lo tanto, como necesario, no contingente.
La didáctica de enfoque tecnológico'clásico podría servir de ejemplo para # i
I
esta postura. # i
El carácter de conocimiento necesario también está presente en algún plan
teo en el que el sujeto es conceptualizado como sujeto concreto. Y esto es así
porque, precisamente, las determinaciones que lo definen como «concreto»
provienen de influencias o condicionamientos exteriores al sujeto, ya que son m
de orden estructural. Sería imposible ignorarlas, aunque la propuesta didácti
ca respondiera a un enfoque emancipador o transformador de la realidad y se
m
propusiera,'justamente, su modificación. Este es uno de los problemas que le
plantean las teorías reproductivistas a la didáctica. €
Frente a un discurso preñado de reglas, como es el discurso didáctico, el intér m
prete, sujeto y destinatario a la vez, debe penetrar a través de los contenidos maní- \
m
m
1. Dermeval Saviani (1991: 85-86) plantea la relación entre una lógica concreta (en el i m
sentido en que usa Marx el término), una pedagogía concreta y una pedagogía dialéctica. El
término «concreto» se aplica al análisis de los contenidos que no se deben confundir con los. * 4F
contenidos empíricos, y a los alumnos. Nuestro texto coincide con su enfoque. «r
fiestos, para reconstruir su significado teórico-práctico en términos que permitan
; iluminar la situación particular y la interpretación que de ella se hace.
No puede limitarse a derivar una regla de acción, porque si así lo hiciera,
se perdería el carácter teórico y, por eso mismo, general o concreto del discur
so. Que éste sea universal o concreto, como hemos visto, es el producto de
una concepción del mundo, de la sociedad, del conocimiento y de la ciencia.
El sujeto empírico es el intérprete, entonces, de un texto que le está dirigi
do y que también lo ignora. La omisión es tanto más completa cuanto más
universal pretenda ser la teoría. Pero en ambos casos, se trate de un sujeto
universal o de un sujeto concreto, el empleo de la teoría didáctica en la acción
| pedagógica exige siempre un esfuerzo de acomodación.
Ninguna teoría permitirá pasar al caso individual sin una-mediación, fruto
de la reflexión crítica y de la decisión creativa. Éste es el aporte, su alcance y
su límite, que la teoría didáctica puede hacer a la práctica pedagógica.
Realizar la transducción de la teoría, más o menos general, requiere del
£ . docente una habilidad particular. Esta habilidad no se suele desarrollar expre-
■ sámente en los procesos de formación de docentes, lo que toma azarosa o
imposible la utilización efectiva de la teoría didáctica. El docente espera de la
^. teoría didáctica, con frecuencia, lo que ella no pretende o no debe proporcio-
§ narle. .
P Nos preguntábamos antes si al tratar al sujeto como sujeto universal o
| | concreto y no empírico se escamoteaba la realidad, se recurría a un aitilugio
fe intelectual o se reflejaba una falta de compromiso con los problemas reales
de la educación.
¡gK. En el caso del sujeto universal, la falta de compromiso podría ser una
||¿hipótesis aceptable. Pero al tratarse de un sujeto definido como sujeto «con-
pvcreto», la respuesta frente a esas hipótesis es que no se trata ni de lo uno ni de
II'lo otro. La teoría didáctica adquiere mayor validez y aplicabilidad en la medi-
¡p d a en que no habla de sujetos empíricos, aunque sí requiere que sitúe a los
| | : docentes en una sociedad y un momento histórico y que se plantee como
| | | proyecto de transformación para el mejoramiento de la realidad de la educa-
Ip cióri. Pero para que alcance su valor en la acción, los sujetos empíricos debe
la rá n estar preparados para reconstruirla creativamente, decidir y actuar, con
|||; conocimiento e interés.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
* - i*
En fin, en el escenario de la didáctica conviven hoy múltiples líneas de
producción teórica. A través del tiempo, se fueron delineando distintas co
rrientes que se diferencian en función de las dimensiones que incorporán, •H
los marcos de referencia que emplean y los propósitos que persiguen en-sus n
• i y?
trabajos. Esta diversificación obedece en gran medida a la complejidad propia:
del objeto en estudio. Pero también es el resultado de la influencia de inves
tigadores de variadas orientaciones disciplinarias y teóricas -sociológica,
antropológica, psicológica, lingüística, sociolingüística y micropolítica- que
se han volcado en las últimas décadas al estudio de las prácticas de ense
ñanza y la clase escolar.
- En los próximos apartados intentaré realizar una retrospectiva del desarrollo
del pensamiento didáctico con el propósito de encontrar aquellos mojones
que marcaron la aparición de temas y problemas de interés para los didactas.
No trataré, pues, de hacer investigación histórica ni de efectuar un recorrido
con pretensiones de exhaustividad. Tampoco de adentrarme en la descripción
de las diferentes comentes y modelos a los que se hará referencia. La propuesta
es, más bien, «sobre<fciap»el campo en diferentes momentos para caracterizar
í :las preocupaciones predominantes, las tendencias y puntos de discusión, en
un intento de sondear las raíces de algunas líneas del pensamiento didáctico
•:que aún hoy siguen vigentes.
' Algunas consideraciones preliminares son necesarias. En primer lugar,
f como dijimos, trazar límites resulta complicado, y más aún en momentos
|dpl pasado previos a la especialización de los estudios pedagógicos. Es por
¿ello que incluiremos en el análisis referencias al trabajo de algunos pedagogos
• que probablemente no se autodenominaron didactas ni se reconocerían bajo
.ese rótulo, pero cuyo impacto en las ideas acerca de la enseñanza juzgamos
^primordial. Una segunda advertencia tiene que ver con los límites de toda
¿clasificación. Seguramente, hay autores y corrientes que pueden ser ubicados
'■•en más de un lugar por la amplitud de su pensamiento y la vastedad de su
Sobra, pero trataré de efectuar un ordenamiento conforme a las características
linás. destacadas de su producción desde una perspectiva didáctica. Final
mente, el recorrido que se propone no responde a un intento de periodización
•sino que busca destacar el momento en que un tema emerge visiblemente
como objeto de reflexión, más allá de que anteriormente hubiera existido
como problema práctico o de que el asunto ya hubiera atraído el interés de
«ciertas figuras precursoras.
x tO J -
EN LOS ALBORES DEL PENSAMIENTO DIDÁCTICO:
LA CUESTIÓN DEL MÉTODO Y LA IMPRONTA NORMATIVA
1. Como señala Lundgren, siguiendo a Durkheim, el pensamiento del siglo XVI no era
homogéneo. En él coexistían corrientes pedagógicas diversas como las de Rabelais, quien
proponía el enriquecimiento de la naturaleza humana en todos los sentidos y manifestaba un
gusto especial por la erudición a la que podía llegarse de un modo poco estructurado. Erasmo,
por otra parte, desarrolló una propuesta más forma], centrada en la religiosidad, el estudió de
las artes liberales, la aptitud para la vida práctica y los buenos hábitos. El núcleo de la
educación estaba, para él, en la cultura literaria y el estudio de la antigüedad clásica (Lundgren,
1992:27).
2. Hamilton identifica dos momentos para determinar los primeros usos del término
cunículo. Ambos se refieren a registros aparecidos en documentos universitarios: en las
universidades de Leiden en 1582 y Glasgow en 1633. Mientras que la idea de clase se basó
en el principio de que todo aprendizaje tiene su momento y lugar, la noción de currículo
milton, 1993). Asimismo, la propia idea de método adquirió en este contexto
una significación particular, fuertemente asociada a la significación de la pala
bra «currículo». En tiempos anteriores, el método -en su sentido clásico
tomado del griego- era un marco de procedimientos de investigación o
análisis, pero no encerraba la idea de establecer líneas maestras que pudieran
ser rápidamente asimiladas y aplicadas. En cambio, los dialécticos del Rena
cimiento tardío otorgaron a la dialéctica un sesgo más práctico y la orientaron
de modo más directo a alcanzar la concisión secuencial y la facilidad de -
comunicación. Sus manuales sustituyeron las abundantes reglas por una
serie de preceptos simples y condensados que intentaban ayudar a los estu
diantes a extraer de un modo más fácil las verdades inscritas en los escritos
y discursos de los grandes pensadores.
En parte, fue esta reformulación de la dialéctica la que dio al «método»
su nueva «linealidad». En esta evolución jugaron también, un papel impor
tante varios profesores protestantes, entre los que se destacan Felipe
Melanchthon (1497-1560), Juan Stuim (1507-1589) y Pedro Ramus (1515-
1572). Sturm, por ejemplo, entiende el método como un camino determinado,
corto y directo, una especie de atajo que puede usarse para la enseñanza y la
comunicación de las diversas artes (Hamilton, 1993). Al destacar la rele
vancia de la preseniadónj de la comunicación, Sturm inicia una redefinición
de la dialéctica en la que se amplían las fronteras del método. La dialéctica
dejará de aplicarse únicamente al estudio del discurso escrito y hablado y
comenzará a referirse a un conjunto de procedimientos estándar, con
.relevancia para la solución de todos los problemas intelectuales.
Puede decirse que en este período culmina un movimiento más amplio a
través del cual la relación entre la pedagogía y la didáctica comenzó a tomar
una forma más elaborada. Lo que tuvo lugar, en opinión de Hamilton, fue un
verdadero «giro instructivo», es decir, un vuelco de la atención hacia el tema de
la enseñanza, más que el aprendizaje..Este viraje hacia el problema de las
formas de transmisión en sí se originó por la confluencia de cinco procesos:
la circulación de literatura sobre la instrucción destinada a docentes; la
consolidación de los programas de estudios, qüe se establecieron como la
definición del contenido de la instrucción; la organización de la instrucción
según trayectos a través del mapa del conocimiento; la estructuración del
conocimiento en tomo a un marco de procedimientos para su presentación,
n, ; respondió a la necesidad de ensamblar las diferentes fracciones de una escuela para tratarlas
como un todo (Hamilton, 1993).
- é r
Wr
■ m
y la síntesis del conjunto de ideas acerca del contenido, la trayectoria y la orga mím
nización de la enseñanza en tomo de la idea de método (Hamilton, 1999). m
De este modo, la instrucción humanista se formalizó e institucionalizó y *
sus enseñanzas estuvieron disponibles para un sector más amplio de la socie i J
dad: «El resultado neto de estaformalizaciónfue que el currículum comenzó #
a significar un cuerpo fijo de enseñanzas (doctrinas) que pudieran ser •
transmitidas utilizando una tecnología instructiva (la didáctica), válida para
todos los estudiantes» (Hamilton, 1999:9). r *
Por su parte, el movimiento de la Reforma introdujo cambios importantes •¡ *
en materia de política educativa: la afirmación del principio de la instrucción *
universal, la creación de escuelas populares, el control de la instrucción por
parte de las autoridades laicas, una creciente fisonomía nacional de la edu ¡ ^ ■
cación en los diversos países (Abbagnano y Visalberghi, 1998). A su vez, * ) *
en el contexto de la G^trarreforma, la Ratio Studiorum de los jesuítas, escri #■
ta en 1586 y perfeccionada en 1599, sistematizó el proyecto fílosófico-
pedagógico de la congregación, el plan dé estudios, el modo de organización
en clases, los horarios, la disciplina y el método que serviría de base a las #- -
escuelas de la orden. Ai -31 -
En este marco, la obra de los primeros didactas enfoca abiertamente la
cuestión de la enseñanza y presenta una propuesta metódica para enfrentar *
el problema de la transmisión en el seno del nuevo dispositivo escolar. En
1
«fr- ' ^ ,
la Alemania protestante, se destaca la figura de Wolfgang Ratke (1571-1635),
quien concibe a la didáctica3 como el arte dé la enseñanza, un catálogo de ’ * ^ .
ciencias. ] #
Pero sin duda, la obra prototípica es la Didáctica Magna de Juan Amos
j.Comenio (1592-1670), publicada en checo en 1632 y en latín en 1657. Su
i *
■>
• fl
12. En relación con la aritmética en la escuela elemental, Thomdike planteó que su
enseñanza debía apuntar a la resolución de problemas cotidianos y no a una mera gimnasia ;
'intelectual. Sostuvo, además, que era posible aplicar el asociacionismo y la ley del efecto i
para obtener mejoras en los resultados de los alumnos. Para ello, era necesario descubrir y |
formular el conjunto determinado de vínculos que conformaban la disciplina a enseñar y j
propiciar una práctica basada en recompensas. Tal fue la tarea que emprendió en 1917, con i
la publicación de un manual de ejercicios que tuvo un altísimo impacto entre los docentes. S
13. Alí Jafella considera que el positivismo argentino se desarrolla a partir del ideario Jj
pedagógico sostenido por la «Generación del ’80» y por los representantes del «normalismo» a
en la formación de maestros. Entre tales enunciados comunes se indican los siguientes! a
lugar de.preeminencía del conocimiento, especialmente del conocimiento científico basado a
en las ciencias físicas y naturales; hegemonía pedagógica de quien posee el conocimiento, a
es decir, el maestro o profesor; desarrollo de la educación pública; relevancia del laicismo
en educación; reconocimiento por la sociedad del papel de la educación como factor
importante en la movilidad social (Jafella, 2003).
<k. •
I métodos se derivarán, no ya de planteos de vertiente filosófica ni de teorías
| psicológicas de orden general -como las de Herbart-, sino de la investigación
| psicológica infantil de carácter empírico, preferentemente cuantitativa y
experimental.
En este proceso, la psicología juega un papel decisivo. Tal como afirma
|- Camillóni: «El descubrimiento fundamental que da origen a la Didáctica y
É a esafuerte relación entre la Psicología y la Didáctica es que el aprendizaje
f-no es isomórfico ni se corresponde término a término, ni responde a las
^ mismas secuencias que las lógicas de construcción de las disciplinas».
fe (Camillóni, 1997). La idea de que el estudio psicológico de los educandos
¿ provee los fundamentos necesarios para el diseño de propuestas didácticas se
f afirma como un principio incuestionable entre quienes se ocupan de la ense-
gñanza. Y de aquí en adelante, los lazos que vinculan la didáctica con la
* ^ psicología serán cada vez más estrechos. Por ello, es posible reconocer la pre-
! senda de teorías psicológicas de base en gran parte de los modelos de ense-
*
| ííanza desarrollados en el siglo XX. Esto es así en el caso de Burrhus Skinner
* |(1904-1990), Cari Rogers (1902-1987), Hans Aebli (1923-1990), Jerome
•; Bruner (1915), David Ausubel (1918) y en los planteos didácticos herederos
||de la psicología genética de Jean Piaget (1896-1980). Del mismo modo, en
| el campo específico del diseño de la enseñanza y la evaluación, los trabajos
|d e Robert Gagné (1916)14y de Benjamín Bloom (1913-1999),15respectiva-
|mente, tienen un fuerte anclaje en consideraciones psicológicas acerca del
{aprendizaje.
La historia de las relaciones entre psicología y didáctica no está libre,
|qomo es sabido, de posiciones reduccionistas que asimilaron el planteo didác-
| tico al plano psicológico y omitieron, al mismo tiempo, el debate acerca de
14. Al presentar su teoría del diseño instruccional Gagné insiste en que la planificación
II .de la enseñanza debe basarse en el conocimiento de las condiciones del aprendizaje; «El
W-planeamiento dé la enseñanza debe basarse en el conocimiento de la manera como aprende
^ el hombre. A l considerar la manera como han de desarrollarse las capacidades individuales,
%no basta con decir lo que éstas deben ser: debemos examinar con detenimiento la cuestión
de cómo han de adquirirse. [...] Los aspectos de la teoría del aprendizaje que atañen a la
enseñanza son los relacionados con hechos y condiciones controlables. A sí pues, cuando se
j, trata de planificar la enseñanza para que ocurra eficientemente el aprendizaje, hay que
| buscar aquellos elementos de la teoría del apreridtzpje que se avengan a los hechos sobre
los cuales pueda actuar el maestro» (Gagné y Briggs, 1976: 15).
15. La taxonomía de objetivos de Bloom, que tendrá gran impacto en el campo del
| | ; diseño cumculár y la evaluación, representa, en gran medida, el intento de ordenar
jerárquicamente las operaciones cognitivas en grados de complejidad crecientes, en el marco
de una pedagogía por objetivos.
la cuestión teleológica. En efecto, puede decirse que éste es un rasgo bastante
evidente en algunos de los investigadores de esta época, pero no es un atributo
exclusivo de ellos. El problema reaparecerá en desarrollos didácticos ulte
riores -incluso en representantes de orientaciones teóricas diversas- y per
durará por mucho tiempo, aun hacia mediados y fines del siglo XX, momento ! • r *
en que se difunden una serie de planteamientos críticos (Schwab, 1958; \ % r *
Gimeno Sacristán, 1981; CamiUoni, 1996; Lemer, 1996).
3« r *
En algunos autores, a la posición psicologista se añade un abordaje
científico-técnico de los problemas de la enseñanza. Tal es el caso de Skinner u *
(1904-1990), quien acomete, décadas más tarde, el desafío de edificar una ! •
tecnología de la enseñanza. En franca continuidad con la línea que venimos -3 *
planteando, desarrolla una importante serie de investigaciones que lo consa
<7 l ^
grarán como otro importante exponente del programa conductista en el
campo educativo. A partir de su teoría del condicionamiento operante, *
propone el modelo de la instrucción programada y defiende el empleo de Kr «
máquinas de enseñanza en las escuelas. Sus ideas tendrán una fuerte influencia
* * '
en la programación de la enseñanza, el diseño de materiales curriculares y
la evaluación. En esta perspectiva, la tecnología de la enseñanza, derivada €r
del análisis científico del comportamiento, es la clave para mejorar la . ^
!1 #
enseñanza, hacerla más eficaz y aumentar la productividad del profesor: -9
La práctica escolar eficiente es tanto un producto de la tecnología de la i &
i ^
enseñanza como lo son la instrucción programada o las máquinas de enseñar. ! ^
3 ®
El profesor es un especialista en el comportamiento humano y su cometido
i gr
consiste en producir unos cambios extraordinariamente complejos en un material él W
de extraordinaria complejidad. Un análisis científico ayuda de dos modos:
\ •
proporciona materiales y prácticas típicas, y tambiéji una comprensión del
comportamiento humano que es imprescindible para elaborar soluciones a los i «
problemas nuevos. Ayuda aclarando el cometido. El profesor al que se le ha
1 f
dicho que él ha de «impartir información» o fortalecer las potencias racionales
o enriquecer la mente del alumno no sabe en realidad qué tiene que hacer, y ü c
nunca' sabrá si lo ha hecho o no. Una concreción o especificación del
comportamiento terminal conduce directamente a prácticas explícitas y posibilita j •
el ver si éstas son eficaces. [...] Una tecnología aclara las variables que maneja
el profesor, así como sus efectos (Skinner, 1970: 252). , ^
;| #
Sin embargo, no fueron sólo los psicólogos del aprendizaje quienes pro i *
curaron cimentar las decisiones relativas a la enseñanza sobre bases ; 'B
científicas. La confianza excesiva en la investigación para el desarrollo de i r
5- *
propuestas de mejora de la actividad docente se expresa también entre
'w m • *
1 *
f: quienes desarrollaron, desde mediados del siglo XX en adelante, estudios
¿ empíricos acerca de la enseñanza.
Se trata del programa conocido como «proceso-producto», que reúne un
i importante número de investigaciones de corte correlacional, en su mayoría
'*■ llevados a cabo entre 1955 y fines de la década del setenta en los Estados
| Unidos, pero cuyo impacto fue significativo también en Inglaterra, Alemania
? y Francia16 (Nickel, 1981; Shulman, 1989; Bressoux, 1994). De acuerdo
con Nickel, el punto de coincidencia entre estos trabajos es su tendencia a consi
derar la conducta del profesor como una variable independiente que puede"
tener efectos considerables sobre las conductas y las vivencias de los alumnos
(Nickel, 1981). En un trabajo clásico, Dunkin y Biddle (1975) presentan un
modelo en el que clasifican las variables relativas a la enseñanza en cuatro
): grupos: variables premonitorias (experiencia formativa del profesor,
¡ experiencia laboral, propiedades del profesor), variables de contexto
í (características de los alumnos, contexto de la escuela y la comunidad,
\ contexto del aula), variables de proceso (comportamientos observables de
| profesores y alumnos en clase, cambios observables en el comportamiento
; de los alumnos), variables de producto (progreso inmediato en el alumno,
t progresos a largo plazo).
En los Estados Unidos el desarrollo del programa está marcado por una
i fuerte orientación hacia la búsqueda de formas eficaces de enseñanza. Los
í trabajos de Medley y Mitzel (1959) y Flanders (1977) figuran entre los clá-
f sicos dentro de esta línea. A través del estudio de las funciones docentes
I procuraban aislar aquellos comportamientos que pudieran estar asociados
l con los mej ores rendimientos académicos de los alumnos -medidos a través
de pruebas estandarizadas- y, de este modo, identificar los posibles efectos
i del maestro o la enseñanza sobre los resultados de aprendizaje de los alum
nos. También se introducen estudios experimentales con. el propósito de
confirmar los hallazgos y las hipótesis conrelacionales establecidas a través
de la observación sistemática,
í Como vemos, no resulta difícil reunir los hilos que conectan modos afines
, de pensar la enseñanza y, principalmente, la naturaleza del conocimiento
16. La «era de los efectos del maestro», como la denomina Rosenshine (1997), fue un
impresionante movimiento de investigación. Se realizaron más de cien trabajos correlaciónales
y experimentales en este período. El autor llama la at^ucióiMcerca de la gran homogeneidad
de prácticas metodológicas y el carácter acumulativo de los estudios, es decir, el hecho de
que los investigadores se citaban entre ellos y elaboraban sus proyectos a partir de los hallazgos
r de otros.
# '
+
* ■
referido a ella. Aun en su especificidad y su distancia en el tiempo, estos *
planteamientos comparten rasgos que los hacen herederos del proyecto de b *
cientifización dei saber pedagógico que comienza hacia fines del siglo
•
XIX. i n
*
i m
EL NIÑO A ESCENA: MÉTODOS ACTIVOS Y AUTOESTRUCTURACIÓN r *
18. Caruso clasifica las distintas propuestas en cinco grandes tendencias: las pedagogías
■.renovadoras, las pedagogías de anclaje naturalista-biologista, las pedagogías individualizantes,
las pedagogías comunitaristas y las pedagogías del trabajo. En su trabajo (2005) puede
encontrarse un panorama general de cada una de ellas.
propia educación es para él «una constante reorganización o reconstruc
ción de la experiencia que da sentido a la experiencia que se tiene y au
menta la capacidad para dirigir el curso de la subsiguiente» (Dewey, 1946:
91). Al asumir esta posición, Dewey trataba de tomar distancia tanto de lo
que denominaba «visiones retrospectivas» de la educación -que entienden
a la educación como un «intento de acomodación del futuro al pasado»-
como de las «prospectivas» -que utilizan el pasado como un recurso para
desarrollar el futuro-.
La polifacética producción del Dewey pedagogo incluyó, entre otros
tópicos, propuestas relativas a la organización de los programas escolares.
En tal sentido, señala la necesidad de que las materias marquen úna dife
renciación gradual partiendo de la primitiva unidad de la vida social y de
que las experiencias actuales del alumno constituyan el centro de toda
propuesta educativa: «[...] violentamos la naturaleza del niño y dificultamos
los mejores resultados éticos al introducir al niño demasiado rápidamente en
una cantidad de estudios especiales [...] sin relación con su vida social. El
verdadero centro de correlación de las materias escolares no es la ciencia
[...] sino las propias actividades sociales del niño» (Dewey, 1960: 58/
En Europa, encontramos la figura precursora de Georg Kerchensteiner
(1854-1932). Como funcionario del Ministerio de Educación, impulsó impor
tantes transformaciones en la enseñanza de la lectura, y a través de su pe
dagogía procuró instalar el concepto de «trabajo educativo» en la escuela,
entendido por él en un sentido físico y espiritual. En este continente, las
primeras décadas del siglo XX llevan el sello de una verdadera proliferación
de ideas, proyectos y desarrollos innovadores: Edouard Claparéde (1873-
1940), en Suiza, promovió la educación basada en las funciones vitales del
sujeto -de allí el nombre de «educación funcional»-; el belga Ovide Decroly
(1871-1932) propuso la organización de la enseñanza sobre la base del mé
todo de los «centros de interés»; María Montessori (1870-1952), la primera
mujer médica que tuvo Italia, desarrolló la idea de una «pedagogía cientí
fica» basada en la autoeducación del niño; én Francia, Roger Cousinet (1881-
1973) impulsó el «método de trabajo en equipos», y Celestin Freinet
(1896-1966) estableció la actividad del niño y la incorporación del trabajo
como los principios pedagógicos sobre los cuales debía construirse la
«escuela moderna francesa».
La denominada escuela tradicional es el blanco al cual se dirigen todas
las críticas. Ella representa la pasividad, la disciplina extema, el enciclope
dismo y el aprendizaje memorístico. Así resume Dewey esta oposición en
Experiencia y educación: «A la imposición de arriba hacia abajo, se opone
¡y la expresión y cultivo de la individualidad; ala disciplina extema, se opone
la actividad libre; a aprender por libros y profesores, aprender por expe
riencia; a la adquisición por ejercicio y entrenamiento de habilidades y
técnicas aisladas, su adquisición como medios para alcanzar fines que
respondan a demandas directas y vitales del alumno; a la preparación para
§ un futuro más o menos remoto se opone aprovecharse al máximo de las
oportunidades del presente; a los fines y conocimientos estáticos se oponej
la toma de contacto con un mundo en cambio [...]» (citado en Gadotti,
! 1998: 155-156).
Frente a este cuadro, se afirman los postulados que serán las banderas de
|- la corriente: el desarrollo intelectual, moral y social del niño como propósito
educativo, el naturalismo y la idea de educación negativa, la globalización
como criterio para la organización del currículo y el respeto de los intereses y
I necesidades del niño en la selección del contenido y las actividades, la pro
moción de métodos basados en la actividad del niño, el énfasis en la autoes-
tructuración de la tarea y la preferencia por modos indirectos de intervención
docente. Sobre este último punto, no puede ser más elocuente la expresión
de Montessori, en Ideas generales sobre mi método, publicado en 1928:
«En nuestras clases la maestra no tiene necesidad de otra preparación
científica que la de quedarse a un lado, de aplicar bien el arte de eliminarse
y de no obstaculizar el crecimiento del niño en sus múltiples actividades»
(citado en Luzuriaga, 1968: 190-191).
Así, en un contexto marcado por el optimismo y los impulsos de reno
vación, el ideario escolanovista tuvo una impresionante difusión y acepta
ción. Asimismo, se desarrollaron acciones tendientes a la institucionalización
del movimiento y su internacionalización. El pedagogo suizo Adolphe
| ■ Ferriére (1879-1960) fue un activo divulgador de la Escuela Nueva en Europa
e impulsó la fundación, en 1899,. del Comité Internacional de las Escuelas
Nuevas en Ginebra.19
19. Tal como señala Camilloni (2005), este organismo aprobó en 1919 una plataform
de principios básicos de la nueva pedagogía. Posteriormente, en un congreso realizado en
Pau (Francia) en 1968, bajo la influencia de las ideas de la Escuela Nueva y, en especial, de
las de Freinet, el Instituto Cooperativo de Educación Moderna redactó el Estatuto de la
Escuela Moderna, cuyos principios son los siguientes; « i. La educación es florecimiento y
elevación, no acumulación de conocimientos o adiestramiento, para ello, los educadores
| deben desempeñar un nuevo papel; 2. Nos oponemos a toda forma de adoctrinamiento, de
modo que nuestros alumnos construyan un inundo del que estén proscritos la guerra, el
*
*
En nuestro país, el movimiento de la Escuela Nueva presentó diferentes m
facetas. En opinión de Jafella (2003), los principios de este movimiento m
fueron fragmentarios y asistemáticos, sin responder a un programa orga- m
nizado. Sin embargo, según la autora, estuvo presente durante mucho tiempo,
como una forma de «underground pedagógico», en el que es posible m
reconocer la cercanía con las ideas educacionales de Decroly, Montessori y m
con los autores de la línea anglosajona, tanto la inglesa como la sustentada
por Dewey -aunque es recién a comienzos de 1960 que su obra adquiere m
una mayor presencia institucional en la formación de profesores-. Más allá m
de su dispersión, hay registros del impacto del ideario escolanovista en la m
reforma desarrollada por José Rezzano en la ciudad de Buenos Aires hacia
192020y en una serie de innovaciones llevadas a cabo por Carlos Vergara en m
Mercedes entre 1887 y 1890, Ernesto Nelson en La Plata con la fundación &
del Internado del Colegio Nacional de La Plata hacia 1906 y Olga Cossetini m
en la Escuela Normal de Rosario,21 donde se implemeittwon una serie de
experiencias pedagógicas durante las primeas décadas del siglo XX hasta
la clausura de la escuela en 1950“ m
En suma, los pedagogos escolanovistas abordaron un vasto espectro de #
cuestiones pedagógicas: la función de la escuela, el contenido de la educa
ción, la relación pedagógica, el método y los materiales de enseñanza. Pero
fue en el plano de los métodos donde el movimiento tuvo su mayor produc #
m
23. Esta cuestión no fue ajena al pensamiento del propio Dewey, quien destinó parte de
su obra al análisis de las relaciones entre el conocimiento científico y la práctica pedagógica
de los docentes. Considera, al respecto, que si bien la investigación puede efectuar aportes
importantes al mejoramiento de la enseñanza, la definición de programas y métodos de
enseñanza no es un asunto que pueda determinarse científicamente. A su vez, opina que
estas contribuciones son más bien «indirectas»; «[...] las leyes y los hechos, aun cuando se
haya llegado a ellos de una forma verdaderamente científica, no producen reglas de práctica.
Su valor fiara la práctica educativa [...} es indirecto, consiste en ofrecer instrumentalidades
intelectuales que puedan ser utilizadas p o r el educador [...]. En suma, el valor de la
instrucción concreta con respecto a los asuntos educativas r&ide en su efecto sobre la
formación de actitudes personales de observación y juicio» (citado por Mateo, 1977). Puede
apreciarse, en este punto, la distancia que separa estas ideas de posiciones cieñüficistas más
radicales.
24. Los trabajos de Libaneo (1982) y Gadotti (1998) son ilustrativos en este sentido.
94 EL SABER DIDÁCTICO ]
:l
/*
que laidea se vuelve cultura, cuando comienza a formar parte de una «vulgata» i
que circula entre educadores y el público en general (Hameline, 2003:10). j
Sería un error, entonces, circunscribir a este período el desarrollo de i
métodos activos y modelos respetuosos de la autoestructuración del trabajo j
por parte del alumno. En contraste, esta inclinación perdura hasta nuestros j
días y se ha reeditado en planteos de autores inscriptos en corrientes diversas. j
Como ejemplo de ello puede citarse la conocida preferencia de Piaget por i
los métodos activos. Asimismo, la promoción de la actividad autoestructu-
rante del niño fue una de las cualidades que distinguieron a los primeros j
intentos de llevar la teoría piagetiana al ámbito de la escuela inicial y primaria j
(Duckworth, 1986; Coll, 1983; Carretero y Fairstein, 2001). Esta idea estuvo
asociada, también, al establecimiento de la autonomía moral e intelectual
como objetivo educativo, tanto en los desarrollos iniciales cómo en otros más
recientes (Kamii, 1982; Hernández Rojas, 1998).
También se han elaborado propuestas centradas en el sujeto y en el fo
mento de la autonomía en el seno de perspectivas pedagógicas de carácter *
humanista. Es el caso de Rogers, cuyo modelo de «no directividad» descansa ^
en la definición del aprendizaje significativo como proceso autoiniciado, *
autodirigido y autoevaluado por el sujeto (Rogers y Freiberg, 1996). Partí- i
dario también de una idea de enseñanza negativa, postula que la tarea del í
docente será «facilitar el aprendizaje» a través de la creación de un clima de ]
trabajo basado en relaciones interpersonales de autenticidad, confianza y com- í
prensión empática y la organización de contratos con el alumno. Es primor- \
dialmente en el plano de las actitudes del docente donde Rogers encuentra ¡
la senda del cambio hacia un aprendizaje significativo: «No hace mucho, un '[
profesor me preguntó: “¿Qué cambios querría usted que se produjeran en \
la educación ?”. Le respondí lo mejor que pude en ese momento pero continué ■
reflexionando sobre su pregunta. Suponiendo que tuviera yo una varita i
mágica capaz de provocar un solo cambio en nuestros sistemas educativos, í
¿cuál sería ese cambio? Después de pensarlo, decidí que con un toque de ¡
mi varita haría que todos los profesores, de todos los niveles, se olvidaran \
de que son profesores. Les sobrevendría una amnesia total respecto de todas )
las técnicas de enseñanza que se han esforzado por dominar a través de los
años. Se encontrarían con que son absolutamente incapaces de enseñar. A :
cambio de esta pérdida, adquirirían las actitudes y aptitudes propias det_ j
facilitador del aprendizaje: autenticidad, capacidad para valorar y empatia» j
(Rogers y Freiberg, 1996: 201). i
A la idea de autodirección, se añade, en este caso, un escepticismo del
autor con respecto al papel de las técnicas en la constitución del «bueri ;
profesor». Si bien se trata de una posición frecuentemente observada en el
discurso pedagógico y didáctico, es importante señalar que no resulta de un
vínculo necesario entre ambos aspectos, como se constata en diversos desa
rrollos, por ejemplo, del propio movimiento de la Escuela Nueva y de enfo
ques más recientes de orientación constructivista.
Digamos, para cerrar este apartado, que uno de los legados más impor
tantes de estas corrientes para el pensamiento didáctico, vistas en conjunto,
es la apuesta a la actividad y la autoestructuración -también su contracara,.,
la desconfianza hacia las estrategias directas de enseñanza, los métodos
basados en la explicación del docente, la demostración y el libro de texto-,
así como el replanteo del problema de la autoridad pedagógica y la libertad
del alumno y la búsqueda de modos de relación más horizontales en clase.
De algún modo, se inaugura una concepción más «mediacional» de las rela
ciones entre enseñanza y aprendizaje, que se afianzará posteriormente con
los aportes de las teorías de orientación constructivista. La mejor forma de
influencia pedagógica es, por ende, aquella que deja suficiente «espacio al
alumno»: se trata de disponer un contexto rico en materiales, organizar
variadas situaciones que despierten el interés y promuevan la actividad del
alumno, y orientar a los alumnos en su proceso de búsqueda y construcción.
En palabras de Meirieu: «Incluso en una situación didáctica ideal
es el educando quien aprende, mediante un trabajo sobre sí mismo del que
nunca deja de ser el amo, y que sólo puede llevar a la modestia a aquellos
y aquellas que, desde el exterior, por muy sabios psicólogos y didactas que
sean, pretenden ser sus “maestros ”. Ello no significa que la organización
de los sistemas de ayuda sea inútil, o que el sistema educativo pueda
prescindir de la puesta en práctica sistemática de dispositivos didácticos.
[...] Ello significa que, en el seno mismo de esos dispositivos, los sujetos
son los que deben tomar la iniciativa» (Meirieu, 2001: 98).
•i, 25. Así describe Lundgren estos cambios: «Se instala un nuevo sistema escolar que sé J
: ■diferencia, dél anterior en el reclutamiéntó del alumnado, los fines de la ’educación y la :i
selección del contenido. [...] Los conocimientos y destrezas objeto de aprendizaje dejan de .1
estar determinados por el contexto inmediato; más bien, hay que abstraerías de dicho contexto
e introducirlos en un texto. [...] dicha selección tiene que ser organizada y deberán
organizarse formas de enseñanza» (Lundgren, 1992: 30-31). i,;
' . Finalmente, durante las primeras décadas del siglo XX se producen dos
.hechos que permiten cristalizar el movimiento iniciado: Franklin Bobbit
(1876-1952) publica The Curriculum en 1918 y posteriormente, en 1938,
se establece el primer Departamento de Cumculo y Enseñanza en la Univer-
: sidad de Columbia. Ambos sucesos son considerados como los primeros
antecedentes de la legitimación de un nuevo campo de estudios: el cumculo
(Pinar, 1995), centrado en el planeamiento, organización y evaluación de
los sistemas de enseñanza.26 Tal como señala Contreras, el origen de los
estudios cumculares no resulta entonces de un interés meramente académico,
sino de la búsqueda de respuestas a las necesidades sociales y políticas de
un país, especialmente, de dar un tratamiento sistemático y fundamentado a
las decisiones relativas a qué y cómo enseñar (Contreras Domingo, 1994).
El incipiente campo de los estudios cumculares estadounidenses fue el
¡escenario de debates fundamentales acerca de la función de la escuela y la
orientación del contenido entre representantes del enfoque tradicional basado
; en las disciplinas, el progresismo -corriente iniciada por Dewey- y la
^perspectiva de la eficiencia social -representada por Bobbit y Charters-.
i-, - La obra de Ralph Tyler (1902-1994), Principios básicos del curricula,
publicada en 1949, propone un modelo basado en objetivos para el diseño
¿dél cumculo y establece, a la vez, una síntesis entre estas tres tradiciones en
jpugna.27 Para él, las fuentes de los objetivos cumculares deben buscarse
28. En Pinar, W. y otros (1995) y Lazerson y otros (1987) se presenta una descripción
más completa de los antecedentes de este movimiento y el contexto histórico e intelectual en
el cual emerge. Tal es el caso del Biological Sciences Curriculum Study (más conocido
como BSCS), el Proyecto Nuffield y la propuesta de Bruner para la enseñanza de las ciencias
sociales en la escuela primaria El hombre: un tema de estudio, más conocida como MACOS
(Man: a Course of Study).
N»
¡ifr proyectos educativos conforma un eje que vertebrará la producción curricular
l» durante las décadas siguientes. Sabemos que muchas de estas propuestas se
!H
fundaron en un enfoque técnico-racional de los problemas educativos, articu
lado, en algunos casos, con visiones conductistas del aprendizaje. Tal es el
caso de Franklin Bobbit y Werret Charters, por ejemplo, quienes centrándose
en los principios de eficiencia y economía, consideran que es necesario
contar con un enfoque científico para el diseño del currículo, basado en la
£& 4^1 «£i ^
docentes y los alumnos (Stenhouse, 1984). También queda claro que el mo
delo propone algo más que el empleo de los objetivos para definir las inten
^ ^ ^ ^
29. Es importante señalar, aquí, que las ideas de Tyier fueron llevadas a planteos mucho
más radicales por algunos de los defensores del modelo en diversos contextos. Como ejemplo
de ello, puede citarse la obra de Mager acerca de los objetivos conductuales (Mager, 1971)
"é. o la propuesta tecnológica de Chadwick (1992) para el diseño de programas educativos e
j-í instruccionales sobre la base del enfoque de sistemas.
^
^
las finalidades educativas queda fuera de la jurisdicción del diseñador del
cumculo.30
En contraste con esta orientación, una mirada bastante diferente d el:
contenido escolar se generó a partir de las contribuciones de estudios socioló-;
gicos. La pregunta acerca de qué es lo que cuenta como conocimiento válido i
y cuáles son sus relaciones con el contexto social más amplio en el que la i
escuela se inserta también está en el centro de las preocupaciones de los i
sociólogos del cumculo. Sin embargo,- el énfasis está puesto en el cuestio- i
namiento de la neutralidad del contenido que la escuela transmite y en el aná- <
lisis de su relación con principios de control social. Michel Young, uno de
los autores más destacados de esta comente en el Reino Unido, publica en
1971 Knoyvledge and control, obra que marca el inicio de lo que se conocerá
luego como la «Nueva Sociología de la Educación». Allí afirma que la tarea
de la sociología del currículo es efectuar una crítica de los currículos vigentes
que permita develar su carácter histórico, no dado, contingente, resultante de
un conjunto de disputas y conflictos-sociales. Por su parte, Basil Bemstein:
define el currículo como un área del mayor interés sociológico, ya que el ,
estudio de las formas en que una sociedad selecciona, clasifica, distribuye,
transmite y evalúa el conocimiento educativo no puede prescindir.de conside
raciones relativas al poder y el control social. El cumculo no sólo legitima i
los conocimientos que una sociedad considera como válidos, sino que asigna !
tiempos a las diferentes disciplinas y establece sus posiciones respectivas y I
relaciones. De este modo, todo currículo es portador de un mensaje social que ,
se expresa a través de los contenidos que incluye -y excluye- pero también a ¡
través de las propias formas de organización curricular (Bemstein, 1988).:
Asimismo, Apple, en los Estados Unidos, ha estudiado en divérsos trabajos el i
carácter ideológico del contenido escolar y pone en duda, también, la posi- í
bilidad de efectuar una lectura exclusivamente técnica de los problemas;
30. Es interesante observar que también quedó eclipsada, en muchos casos, la cuestión^
metodológica. O al menos relegada a un tratamiento mucho más instrumental que el qué ;
venía caracterizando a la reflexión pedagógica hasta entonces. En la obra de Chadwick, porí
ejemplo, el término «método» no aparece. En su lugar se plantean consideraciones acerca del
las tácticas, condiciones ymedios de enseñanza. Para planificarlas tácticas, el docente debe"
tener en cuenta aspectos tales como: el tamaño del grupo de alumnos que usarán o aprenderán \
con los materiales y experiencias, el ritmo de presentación de la información y las experiencias, i
la cantidad de práctica que los alumnos recibirán, la frecuencia y naturaleza de la |
retroalimentación que recibirán los alumnos, la especificación de los papeles de los par-
ticipantes, las medidas que serán tomadas para facilitar y estimular la motivación en lo;'.*
alumnos (Chadwiclc, 1992). \
curriculares. En Ideología y currículo describe, por ejemplo, el tratamiento
de la categoría de «conflicto» en el currículo escolar, particularmente en las
visiones dé ciencia que se transmiten y en la perspectiva acerca de la realidad
social que se presenta en el área de estudios sociales (Apple, 1986).
Numerosos estudios se orientaron aponer de manifiesto que en las escue
las habitualmente se enseñan cosas que exceden las explícitamente decla
radas. Así, el concepto de «currículo oculto» -acuñado por Philip Jackson
en La vida en las aulas (1975)- fue empleado para dar cuenta de esa forma
de influencia educativa regular y sistemática que, aunque no prescripta en
él currículo formal, constituye una dimensión del contenido de la escola-
rización (Eggleston, 1980; Apple, 1986). El término «contenido» dejó de
referirse sólo al conjunto de elementos formativos expresamente enunciados
en los documentos curriculares y planificaciones -el contenido manifiesto-
para incluir aquellos otros que sólo pueden reconstruirse a través del análisis
de las prácticas educativas en el seno de las instituciones.
Este conjunto de aportes -y muchos otros que no es posible incluir aquí-
parUcipan en cierta medida del propósito de «desocultar» o «develar» las
determinaciones sociales y políticas del texto curricular y de las estrategias
de reforma. Gran parte de ellos comparten, también, un tono de denuncia
frente a las políticas y prácticas curriculares. En tal sentido, presentan puntos
de articulación importante con la obra de pedagogos latinoamericanos de orien
tación crítica, aunque no asimilable a una teoría sociológica del currículo.
Tal es el caso de Paulo Freire (1921-1997), quien realizó importantes contri
buciones en el ámbito de la educación de adultos, pero cuyo impacto no
tardó en extenderse al pensamiento pedagógico y didáctico en general.
Desarrolló una pedagogía emancipatoria y dialógica basada en la crítica ala
educación bancaria, la participación activa del alumno en el aprendizaje y en
jas decisiones relativas al programa, la unidad de reflexión y acción y la
relevancia social y cultural de los contenidos. Su obra representa también
un reclamo frente al proceso de ideologización por el cual las clases domi
nantes manipulan, según el autor, la conciencia de los oprimidos. Al mismo
tiempo contiene elementos para la construcción de alternativas. Por ejemplo,
en lo.que respecta al contenido educativo, propone la búsqueda de temas
significativos a través de la investigación temática orientada por una pers
pectiva crítica (Freire, 1980).
-■ Los enfoques curriculares tuvieron presencia también en nuestro país -y
en otros de América latina- a partir de la década del sesenta. Irrumpen en
un contexto de modernización del campo pedagógico, caracterizado por el
giro científico de la formación universitaria en educación.31 Se difunden!
entonces los trabajos de Ralph Tyier y de Hilda Taba -así como la obra dé;
Benjamin Bloom en relación con la evaluación-. La teoría curricular ofrecía/
para entonces, un marco comprensivo para el diseño, desarrollo y evaluación',
de proyectos educativos y didácticos. A estas referencias se sumaron más
adelante otras provenientes de diversas vertientes: la propia pedagogía;
freireana, las innovaciones en materia de medios audiovisuales, los estudios.;
psicosociológicos acerca de los pequeños grupos y la teoría piagetiana acerca
del desarrollo de la inteligencia. En la década del setenta aparecen las dos,
primeras obras sobre el cumculo: Currículum. Objetivos, contenidos, unida- ■
des, de María Irma Sarubbi, y el libro de Oscar Combetta, Planeamiento
curricular, ambos del año 1971. Unos años más tarde, se publica La tarea
docente, de Susana Avolio de Cois, que tendrá un significativo impacto en,
los ámbitos de formación docente en los años siguientes y en la que en
cuentran expresión algunas de estas líneas de pensamiento. Allí la autora
analiza las relaciones entre educación, currículo, enseñanza y aprendizaje,
y dedica un capítulo especial al tema del diseño curricular.
Más adelante, en los años que siguieron a la recuperación democrática,"
se incorporaron nuevos enfoques, entre ellos los aportes de la sociología
del currículo y las perspectivas de orientación crítica.32Al mismo tiempoj ■
la obra de Stenhouse (1984) tuvo una gran aceptación y difusión en el ámbito
académico y en la formación docente y no tardo en convertirse en la >
representación emblemática del alejamiento del enfoque de diseño curricular :
basado en objetivos conductuales.
Las referencias planteadas, sólo a modo de ejemplo, evidencian que los j
estudios curriculares ofrecieron un ámbito propicio para la teorización acerca
del contenido escolar, desde abordajes normativos, prescriptivos o descrip--
tivos, según los casos. Sin embargo, estos temas también concitaron el interés í
de los didactas en contextos sin tradición curricular. Tal es el caso de Alema- í
nía, donde emerge una corriente de pensamiento didáctico durante las^
primeras décadas del siglo XX, en franco rechazo al positivismo. Wolfang '.
Klafki, uno de sus representantes más destacados, estableció los principios'.'
de una «Didáctica crítico-constructiva» que reconoce la influencia de las1.
i#
31. El capítulo 7 de Silvina Feeney «La emergencia de los estudios sobre el currículo en .
la Argentina», incluido en este volumen, está dedicado especialmente a este tema. ^
32. Para entonces, gran parte de la obra de éstos autores se difundió a través de La
enseñanza: su teoría y su práctica, texto en el cual se reunieron traducciones de trabajos de¡-
Bourdieu, Apple, Schwab, Eisner, Kliebard, Popkewit2 y Bemstein, entre otros (Gimenfy
Sacristán y Pérez Gómez, 1989).
ideas de Dilthey, en un comienzo, y de Habermas, posteriormente. Para él, las
preguntas en tomo al qué y al para qué de la enseñanza se ubican en el corazón
de la reflexión didáctica, ya que ésta se refiere a cuatro dimensiones funda
mentales -y no sólo a la cuestión metodológica-: objetivos de la enseñanza
(intenciones o propósitos), contenidos, formas de organización y realización
(ésta es la perspectiva de la metódica) y medios de la enseñanza (Klakfi, 1976).
Su producción incluye distintas aproximaciones al problema del conte
nido escolar. En 1958, realiza uno de los primeros aportes en este sentido-
con el concepto de «análisis didáctico». El término designa el ejercicio siste
mático de deliberación histórica, social y cultural en torno al contenido de
la enseñanza que se concreta en una serie de preguntas orientadas a desen
trañar la sustancia general de un contenido educativo y el contexto más
general de sentidos, cuestiones y problemas en el que éste se inscribe (Klafld,
1995).33Más recientemente, ha defendido la tesis de que la escuela debería
contribuir al desarrollo de competencias para la autodeterminación, la parti
cipación constructiva en la sociedad y la solidaridad hacia las personas limi
tadas.34 Este tipo de formación implica estar capacitado para formar parte
de procesos democráticos de toma de decisiones y comprometerse en la
acción sobre la base de procesos de reflexión y deliberación.
En síntesis, desde el punto de vista del conocimiento didáctico, este mo
mento marca la apertura de un nuevo orden de problemas ligados a organi
zación de grandes sistemas de enseñanza. A partir de aquí, el desarrollo de
la teoría cumcular mostrara un amplio espectro de intereses, vinculados princi
palmente a las cuestiones implicadas en el proceso de escolarización del
saber y a las formas de planificar, organizar y reformar los sistemas de en-
33. Esto puede lograrse, según el autor, mediante el estudio de cinco cuestiones
fundamentales, a saber 1. ¿Qué sentido más amplio y general, qué realidad este contenido
«abre» o ejemplifica al estudiante? 2. ¿Qué significación posee el contenido en cuestión (o
la experiencia, conocimiento o destreza a adquirir) en la mente de los estudiantes de esta
clase? ¿Qué significación tiene desde un punto de vista pedagógico? 3. ¿Qué es lo que
constituye la significación de este contenido para el futuro de estos estudiantes? 4. ¿Cómo
está estructurado el contenido? ¿Qué aspectos, dimensiones lo componen? ¿Cómo es la
relación entre ellos? ¿Se trata de un contenido de carácter controvertido o complejo? ¿Cuáles
son sus posibles sentidos? ¿Cuál es el campo conceptual más amplio de este contenido? 5.
¿Cuáles son los aspectos básicos, mínimos del contenido que debe adquirir el alumno? ¿Cuáles
son los casos especiales, las situaciones, los fenómenos, los experimentos, las personas,
etcétera, en términos de los cuales la estructura del contenido en cuestión puede volverse
interesante, concebible, vivida, asequible para los estudiantes? (Klafki, 1995).
34. Denomina a este tipo de formación Allgemeinbildung, término que podría traducirse
como «formación general».
señaliza. No obstante, la investigación curricular se ha interesado también
en temas directamente relacionados con la enseñanza y el aprendizaje, como
puede apreciarse a través de una mirada rápida de tópicos incluidos en los
índices de conocidos textos y manuales sobre el tema.
Del mismo modo, este breve recorrido permite ilustrar diferentes apro-*
ximaciones posibles a la cuestión del contenido, muchas de las cuales haii
ejercido una fuerte influencia en el pensamiento didáctico actuaL Se trata dej
puntos de vista contrastantes acerca del contenido escolar y acerca de cuáles!
son sus fuentes.Tero también se trata de modos divergentes de dar respuesta
a otra serie de preguntas relativas á la cuestión del contenido: ¿qué problemas
plantea su definición?, ¿de qué naturaleza son esos problemas?, ¿cuál es la
perspectiva más adecuada para su estudio?, ¿cuál es la finalidad de la refle
xión didáctica y curricular al respecto? j
!
i
i
35. Una reseña de los principales enfoques puede encontrarse en “Romero (1987) y Souto
(1993).
de estudios ha alcanzado un desarrollo notable en Francia, por ejemplo, aun
que no dentro del campu didáctico específicamente sino entre quienes se ;
dedican a la formación de docentes y el análisis institucional. Los casos de
J
i
\
nuestro país y de México merecen una especial mención, puesto que ha j
habido una sostenida producción específicamente encaminada hacia la cons- j
tnicción de una didáctica grupal.36 i
En su conjunto, los intentos de recoger los aportes de lá investigación ;
acerca de los fenómenos grupales en el pensamiento didáctico destacan una \
dimensión habitualmente desatendida en los planteamientos acerca de la ense
ñanza. Se incorpora, de este modo, una serie de aspectos ál análisis de la es
tructura visible y latente de la clase: la estructura de comunicación y de
roles, la dinámica grupal, la historia, los conflictos y resistencias, las fantasías
e imágenes, la relación con la tarea. Al mismo tiempo, esos trabajos señalan
la necesidad de promover en el docente el desarrollo de una serie de
capacidades ligadas al análisis de los procesos grupales y la coordinación
de grupos.
Hemos llegado así desde los orígenes del pensamiento didáctico hasta :
los umbrales del pasado más reciente y el presente, ese conjunto de sucesos •
que se acercan al mundo de la historia vivida, y que sólo el paso del tiempo ¡
ayudará a ordenar y comprender en todo su alcance. Propongo describir, al i
menos sucintamente, las principales tendencias que han caracterizado el 1
campo en las últimas décadas. , \
En primer lugar, es evidente la diversidad teórica y metodológica que ;
distingue al pensamiento didáctico. Como dijimos al comienzo, en el J
escenario didáctico coexisten diferentes enfoques teóricos y modos de pro- ]
dueir conocimiento. Discursos descriptivos, prescriptivos y normativos i
referidos a una variedad de objetos y cuestiones habitan los textos en los j
que puede reconocerse un interés didáctico. No es necesario ahondar dema- í
siado en este aspecto; las reuniones científicas y congresos ofrecen perió- j
dicamente una muestra de esta multiplicidad de asuntos y perspectivas. Desde ;
un punto de vista histórico, fue posible reconocer cierta continuidad en las
preocupaciones y en la producción de ideas y propuestas en torno a |
36. En nuestro país, la línea de investigaciones desarrollada por Marta Souto (1993,
1999) y en México, los trabajos de Zarzar Charur (1988) y Díaz Barriga (1993). ' '!
:1a* -
37. Este aspecto está ampliamente desarrollado en el capítulo 8 de Laura Basabe en esta
misma obra.'
¿li.
m
40. Ya se ha comentado al respecto el caso de Francia. Del mismo modo, en los Estados
Unidos la última edición del H andbookof Research on Teaching (Richardson, 2002) dedica
catorce capítulos a cuestiones ligadas a la enseñanza de contenidos específicos. A su vez, en
el prefacio se hace referencia a la proliferación de textos tipo «handbook» referidos a la
enseñanza de determinadas áreas disciplinares.
alumnos. Los diferentes modelos ponen en juego consideraciones de carácter
psicológico -relativas a las concepciones previas de los alumnos, las estra
tegias de apropiación, las intervenciones docentes y los obstáculos- así como
perspectivas de análisis de carácter disciplinario y epistemológico. Un
ejemplo de ello es el trabajo en tomo ala noción de «transposición didáctica»
-y complementariamente, de «vigilancia epistemológica»- (Chevallard,
1997), que remite a la problemática de los procesos de transformación del
saber erudito a los fines de su enseñanza en el contexto escolar. Por su parte,
dentro del campo de la enseñanza de las ciencias, el concepto de «trama
conceptual» (Astolfi, 2001) también alude ala dimensión disciplinaria y epis
temológica del proceso de estructuración del contenido de enseñanza.41
| En quinto y último lugar, es importante destacar que la producción di
dáctica reciente ha estado caracterizada por el predominio de nuevas visiones
acerca del profesionalismo docente.
El abandono de la imagen del profesor como técnico dio lugar en las
últimas décadas a la construcción de nuevas metáforas en tomo a la profesio-
“nalidad docente. El viraje hacia ia visión del profesional reflexivo e inves-
| tigador de su propia práctica resultó -también en este caso- de la conver
gencia de varias líneas de pensamiento. Por un lado, parte importante del
discurso curricular se orientó en esta dirección. La concepción del profesor
como ejecutor de proyectos fue sustituida por la del docente como colabora-
|r dor en la implementación de los procesos de reforma, intérprete y agente
curricular, profesional que redefine o reconstruye el proyecto curricular,
etcétera. Como dijimos, uno de los autores que mayor impacto tuvo en este
| sentido fue Stenhouse, en la década del ochenta y avanzados los noventa.
Como es sabido, su modelo procesual del currículo apuesta a la posibilidad
de mejorar las prácticas de enseñanza a través del perfeccionamiento del
| juicio de los profesores. Además, la estrategia privilegiada para llevar a
cabo los estudios empíricos en el marco de los procesos de desarrollo e
innovación curricular es la investigación-acción (Stenhouse, 1984; Elliot,
1990).
41. Astolfí propone el trabajo con tramas conceptuales como un recurso para llevar a
cabo la estructuración y secuenciación del contenido a enseñar. La idea se sustenta en
preocupaciones de orden psicológico -en la medida que se propone un modelo de presentación
del conocimiento que contribuye a su estructuración coherente desde el punto de vista
cognitívo- pero también disciplinar y epistemológico, por cuanto se apunta a presentar el
saber como una red de significaciones que se remiten unas a otras y se ordenan en tomo a un
número determinado de cuestiones propias de un dominio de estudio.
Por su parte, la revitalización de enfoques prácticos antes descripta así
como los estudios desarrollados desde el programa de investigaciones de
pensamiento del profesor también jugaron su papel en este «giro reflexivo».
El modo en que los profesores interpretan su tarea y moldean la prescripción
curricular se convirtió para estos autores en un área de interés teórico que
permite ampliar la comprensión acerca de los determinantes de la acción
docente. Estas investigaciones aportaron valiosas herramientas conceptuales
en relación con los procesos de pensamiento y toma de decisiones en
situación preactiva e interactiva, por un lado, y con el conocimiento que los
docentes poseen y ponen enjuego en la acción de enseñanza, por el otro.42
Asimismo, algunos trabajos sfrorientaron al estudio del conocimiento prácr
tico y personal de los docentes, en algunos casos desde perspectivas de
corte más biográfico y narrativo.43
No puede dejar de mencionarse el aporte de Schon relativo a la naturaleza
de la práctica profesional. Sus ideas acerca del profesional reflexivo han
tenido una poderosa influencia en el discurso pedagógico de la formación
docente en los últimos años. Una vez más, la imagen del profesor como téc
nico que aplica una serie de reglas derivadas de un conjunto de principios
científicos es puesta en cuestión en virtud de un modelo que destaca la exis-
REFLEXIONES FINALES
^ r REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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1 ■
•<
;
1
A
1 ^
:¡ i
i 1 ; ^
LA ENSEÑANZA
Laura Basabe y Estela Cois
L INTRODUCCIÓN
1. Una definición parecida ofre^gFeñsterm ^heh « [...] debe haber al menos dos personas,
una de las cuáles posee cierto conocimiefító,"habilidad u otra forma de contenido, mientras
qwTIa otra^icTíóposeerY¿Tposeedor iníenta transmitir el contenido a fq u eca rece de^él,
llé^üñdo'üsfS^liábletiYñie^W'd^únaréVúción entre ambos, con esepropósitq» (1989:151).
27TXmteracción entre~estos~elementos da lugar a tres tipos de relaciones: la relación
entre profesor y estudiante habitualmente denominada «relación pedagógica» (Kansanen,
1993) o «relación de mediación» (Saint Onge, 1997); la relación entre el profesor y el
contenido de enseñanza, que Saint Onge identifica como «relación didáctica» (Saint Onge,,
1997); la relación entre el estudiante y el contenido, llamada «relación didáctica» por
Kansanen (1993) o «relación de estudio» por Saint Onge (1997).
' Un segundo aspecto a destacar es que la enseñanza consiste en un intento
de transmitir un contenido. Puede tratarse de una destreza como zambullirse
de cabeza en una piscina, de un cuerpo organizado de conocimiento como la
filosofía, de una disposición como el gusto por un género musical. En cual
quier caso, una actividad puede clasificarse como «enseñanza» por su propó
sito de transmitir un contenido^ aunque el cometido no se logre. De esté modo,
el término abarca indistintamente tanto a los esfuerzos infructuosos realizados
para que alguien aprenda algo, como a las ocasiones en las que ello efectivamente.,
sucede: Ello debe ser así porque puede haber enseñanza y no producirse el
aprendizaje, éste puede producirse parcialmente o incluso puede suceder que el
‘otro aprenda algo diferente de lo que fue enseñado. Entonces entre los procesos|
de ensefianzá y aprendizaje no hay una relación de tipo causal que permita f
asumir que lo primero conduce necesariamente a lo segundo.
Sin duda, la idea de causalidad entre enseñanza y aprendizaje domina el
sentido común y resulta operativa aun en quienes tienen acceso a una refle
xión pedagógica especializada. Lleva a pensar estos dos procesos como si
fueran «las dos caras de una misma moneda», es decir, fases inseparables
de un fenómeno único. Esta es la idea que subyace a la expresión de extendido
uso «enseñanza-aprendizaje». Para Fenstermacher, la confusión se origina
en la dependencia ontológica del concepto «enseñanza» respecto del con
cepto «aprendizaje» en la estructura del lenguaje. Es decir, no habría una
idea de enseñanza si el aprendizaje no existiera comoposibilidad; el concegto
«enseñanza» depende para existir del concepto «aprendizaje». Del mismo
mo3oque en el^caso de «buscar» y «encontrar», de «coiférunacarrera» y
«ganar», el segundo fenómeno debe existir como posibilidad, aunque no
necesariamente como realidad, para qulTpuédá-exís tir la primera idea. Pero,
según el autor, el hecho de que, con mucha frecuencia, el aprendizaje se .
produzca después de la enseñanza no debe ^ser^ explicado como una
consecuencia directa de las acciones de en^ñanza, sino"délas"actividades
que el propio estudiante empande, a partir de la enseñanza, para incorporar
un contenido. ETTérmino «aprendizaje» alude tanto al proceso mediante el
cual se adquiere un conocimiento (tarea), cuanto a su incorporación efectiva
(rendimiento). La enseñanza incide sobre el aprendizaje «como tarea» y
son las tareas de aprendizaje desarrolladas por el alumno las responsables
del aprendizaje «como rendimiento». Fenstermacher (1989) denomina
«estudiantar» al conjunto de actividades que los estudiantes desarrollan para
apropiarse del contenido (tratar con los profesores, resolver las tareas
asignadas, leer la bibliografía, elaborar resúmenes, identificar dificultades,
hacer consultas, ejercitarse, etcétera).
Entonces, la enseñanza sólo incide sobre el aprendizaje de manera «F
indirecta, a través de la tarea de aprendizaje del propio estudiante. Se pasa •P
-así tíeuña concepción causal de la relación entre enseñanza y aprendizaje a
una concepción que reconoce mediaciones entre las acciones del docente y
los logros de los estudiantes: mediaciones de carácter cognitiyo (resultantes *
de los procesos psicológicos mediante los cuales los estudiantes intepíania &
comprensión, logran una representación mental del nuevo contenido y su integra
ción con elementos disponibles de su estructura cognitiva) y mediaciones §
sociales (derivadas de la estructura social del aula y las interacciones a través #
de las cuales el conocimiento se pone a disposición v se comparteV t
Presentar a la enseñanza como uno de los términos del binomio «enseñan
za-aprendizaje» es más bien una advertencia sobre el fin último de las ac #■
ciones de enseñanza, sobre la responsabilidad social de los docentes de *%■
utilizar todos los medios disponibles para promover el aprendizaje, y sobre ♦ *
la necesidad de considerar las características de los destinatarios y no sólo *
los rasgos propios del cuerpo de conocimiento a transmitir. Pero, si se la
analiza con detenimiento, se ve que esta expresión ha constituido más un *
lema pedagógico3 que una utilización precisa del término. Del otro lado, m-
pensar lá enseñanza como un intento de transmitir un conocimiento cuya
apropiación efectiva depende de las actividades' desarrolladas por~eIpfjopio &
destinatario no exime al docente de. sus responsabilidades sobre el apren m- &
dizaje IjeTTos estudiantes; iíno que avuda a~dmgir sus mayores y mejores
c
esfuerzos.
En tercer lugar, la enseñanza implica siempre una acción intencional r
por parte de quien enseñaTSin duda, en la interacción social espontánea, las r
- personas adquieren gran cantidad de información, destrezas, Actitudes, valo
res, pero se trata de un aprendizaje cuyo desarrollo y resultados son ges
¡
tionados de manera personal e incluso, en ocasiones, sin conciencia de los r |
efectos de sus acciones por parte de quien opera como fuente de esos
conocimientos. Es un «aprendizaje incidental». En estos casos hay apren •H
dizaje, pero no, enseñanza. Aunque en el lenguaje cotidiano puedan utilizarse
í« r! j
expresiones del tipo «La vida enseña», la enseñanza implica siempre un
intento deliberado y relativamente sistemático de trasmitir un conocimientp.
Es en íá escuela, como agencia social especializada responsable de la repro
ducción cultural, donde este fenómeno adquiere su fisonomía más precisa,
«H
%
3. Para un desarrollo de la idea de «lema pedagógico» véase el capítulo «Los profesores (
y el saber didáctico» de Alicia R. W. de Camilloni en esta misma obra. ¡ *\ %
m
pero este tipo de influencia educativa no es privativa de las instituciones
educativas, formales o no formales. Aprendimos a movemos y manejamos
en nuestro entorno inmediato a partir de los modelos permanentes y la
influencia sistemática que brindan los adultos cercanos, los ámbitos laborales
disponen de dispositivos de formación cada vez más sofisticados a fin de
dar respuesta a los acelerados cambios en los modos de producción y en las
formas de organización del trabajo, etcétera. De todos modos, la preocupa
ción de la didáctica por la enseñanza se ha centrado en la enseñanza en
situación escolar: es el problema de enseñar «todo a todos» el que ha requerido
—y sigue necesitando- respuestas especializadas.
En cuarto lugar, la definición presentada es «genérica», es decir, sólo pro
cura establecer los rasgos básicos y comunes a la diversidad de situaciones
designadas como «enseñanza»: una situación en la que alguien intenta trans
mitir un conocimiento a otro. Mayores detalles acerca del contexto, los
recursos, las formas de transmisión, implican algún tipo de opción sobre la
base de algún marco valorativo que define ya no la enseñanza, sino una
«buena enseñanza»4 corno puede apreciarse en las definiciones que se
presentan á continuación:
*1 a -
v genoma ni de su cultura. La cultura humana simplemente proporciona maneras de desarrollo
| entre las muchas que hacen posibles nuestra herencia genética plástica. Esas maneras son
r prescripciones sobre el uso canónico del crecimiento humano» (Bruner, 1998:139).
r¡
-ti
imperativo deber de antecedencia. No puede abandonar al niño sin
“inscribirlo” o hacerloformar parte de una historia» (Meirieu, 2000: 5). El
niño no puede elegir ni la lengua, ni las costumbres, ni los conocimientos
que va adquirir, justamente porque aún no está educado. Esto genera una
paradoja: no se ayuda al otro a construirse negando su deseo pero tampoco
privándolo de las herramientas necesarias para darle forma. La transmisión
educativa debe avanzar entre dos callejones sin salida, Ta abstención
pedagógica en nombre del respeto al niño y la fabricación del niño en nombre
de las exigencias sociales,7 el camino es centrarse en la relación del sujeto
con el mundo. «Sufunción es permitirle construirse a sí mismo “como sujeto
en el mundo'’: heredero de una historia en la que sepa qué está en j uego,
capaz de comprender el presente y de inventar elfuturo» (Meirieu, 1998:70).
La enseñanza no es una actividad exclusivamente humana, pero el homo
sapiens es la única especie que enseña deliberadamente, en contextos
diferenciados en los que el conocimiento que se trasmite se usará. Ájfflerencia
délos animales, quesólo aprenden y enseñan a partir deja demostración en
situación, el hombre puede hacerlo, con otros procedimientos, en escenarios
ajenos a los de actuación. Ello es posiBle*graHas'‘a'síTHésarrollada habilidad
pá^<ccóñíaf>>'y^«mostrar», pero sobre todo, para entender las mentes de otros a
través del lenguaje (Bruner, 1997). Entre los primeros hombres, la formación
de los niños se daba mediante su participación en las actividades cotidianas de
los adultos orientadas a asegurarla supervivencia de la comunidad. Pero a medida
que las sociedades se fueron complejizando como consecuencia de una creciente,
división social de trabajo, la formación de los jóvenes requirió ámbitos
especializados, separados de los procesos productivos. Paralelamente, los
hombres se volvieron más conscientes de su capacidad para, transformar su
entorno inmediato y planear su futuro; la formación de los jóvenes se convirtió
en un factor clave en la evolución del hombre.
& ^uahnepte, la. educación se transformó de una actividad humana en
una institución humana. Dejó de ser un proceso natural, espontáneo, desor-
fF| **
•F i
ti
tomo cada vez menos hostil, pero más sofisticado, y se convirtió en una
práctica social institucionalizada, alineada con metas definidas socialmente.
Actualmente, se desarrolla a través una red de organizaciones, segmentadas í
en niveles educativos y modalidades, cada una con sus propias funciones,;
formas de gobierno y control, que involucran a muchas personas responsables
del planeamiento, gestión, funcionamiento y evaluación del sistema. En
fin, la enseñanza define en la actualidad un campo de prácticas que articulan
ámbitos de decisión política, niveles de definición técnica y contextos de
enseñanza.
4. LA ENSEÑANZA EN LA ESCUELA
i
El surgimiento de la escuela y su evolución no resultaron de un proceso
natural, derivado de procesos sociales, culturales, económicos «extra-
escolares». Más bien su triunfo y su supervivencia através del tiempo --y de
cambios en el contexto social, cultural, económico- obedecen a una serie
de rasgos del dispositivo escolar que reordenaron el campo pedagógico y
materializaron la definición moderna de educación (Pineau, 2001: 27-28).
Üelmismo modo, la ensenanza tal como la conocemos debe ser entendida
como una construcción social, pues los rasgos de la escuela como dispositivo
impusieron a la enseñanza características particulares. Trilla (1999) detalla
una serie de rasgos de la escuela que ayudarán a caracterizar a la enseñanza
en el contexto escolar.
En primer lugar, la escuela es un espacio social especializado, recortado
y separado del ámbito social más amplio. Según las pedagogías asumidas,
ja escuela puede estar más aislada o más integrada con su entorno, pero aun
cuando la escuela procure tender puentes con el mundo exterior mediante
11. Skinner propone la utilización de «máquinas de enseñar» en las que cada alumno pueda
trabajar individualmente con una propuesta de «instrucción programada» para resolver los
problemas ocasionados por la cantidad de alumnos a cargo de un solo maestro: la imposibilidad
de reforzar adecuadamente a cada alumno y de individualizar la propuesta de enseñanza. La
máquina de enseñar, en cambio, brinda al estudiante un refuerzo inmediato a la respuesta correcta,
permite que cada uno avance a su propio ritmo y ofrece programas alternativos para cada alumno,
incluso «remedíales» para dificultades específicas (Skinner, 1970). !
'i Otro rasgo, relacionado-con el anterior, es que la ensenanza en la escuela
í está vinculada,a la evaluación y acreditación de los aprendizajes. La escuela
\ certifica la posesión de saberes ante diversas agencias sociales por medio
i de diplomas ..Si bien la evaluación es parte de ios procesos formativos ins-
' titucionalizados incluso de los más rudimentarios -como las ceremonias de
: iniciación-, adquiere en el dispositivo escolar un papel central como regu-
: lador del avance en el trayecto formativo. La importancia del carácter eva-
■- Iuador del contexto escolar para la enseñanza y para el aprendizaje no es
menor. Por el contrario, condiciona fuertemente la naturaleza deJas.acti-
r vidades e interacciones que tienen lugar en clase y el significado real que
; adquieren laTtaréas para los estudiantes, como hán p u e ? t^
■. distintas^mveStigaciones^ e sa rro lladas, bajQ' énro^uH eliiíográficos y
ecológicos (Jackson, 1975,2002; Doyle, 1983).12
Por último, la enseñanza en la escuela se encuadra dentro de prácticas
pedagógicas bastante uniformes. Aun en distintos países y contextósTla
disposición de las aulas y el funcionamiento de las clases es bastante similar.
; También lo es la organización de las tareas dentro de la escuela, regulada
mediante normas comunes para todos los establecimientos e independientes
: de las particularidades del contexto en el que se inserta.
¡ Ahora bien, cada establecimiento escolar, en tanto organización, crea un
escenario en el que estos rasgos propios de la escuela como institución social
asumen formás singulares .13 Cada establecimiento se inscribe en unas
coordenadas temporales y espaciales que encuadran el trabajo cotidiano de
t
i
í 12. Para Doyle, por ejemplo, la propia estructura de tareas académicas está definida por
J el intercambio de actuaciones -calificaciones que toda evaluación supone-, Al mismo tiempo,
j cada tarea puede ser caracterizada, entre otras cosas, por el «peso» que tiene en el sistema de
¡ calificación del curso y por el monto de «riesgo» que involucra para el alumno, que es
¡ función de la rigidez y severidad de los criterios de evaluación. Ambos aspectos condicionan,
j según el autor, el tipo de trabajo académico del estudiante (Doyle y Cárter, 1984).
i 13. Las instituciones son lógicas que regulan áreas específicas de la actividad humana,
: estableciendo lo prescripto y lo proscrito. Cada una responde a determinados fines, cumple
: determinadas funciones respecto de la sociedad y los individuos, y articula valores, ideas,
! significaciones que se expresan en leyes, pautas, códigos, que pueden estar escritos o
; tránsmi tirse oralmente. Las organizaciones, en cambio, son los modos en que se materializan
! las instituciones: las formas en que se dispone del espacio, del tiempo, de los recursos, los
modos en que se divide el trabajo, se estructuran las jerarquías, etcétera, en cada esta
blecimiento. Una misma institución puede asumir diversas formas de organización; a su vez
una organización contiene en su seno varias instituciones. Por ejemplo, la escuela cumple
funciones educativas, pero a la vez laborales (Garay, 1996).
0
5. LA ENSEÑANZA Y EL DOCENTE
sociología comprensiva se ha destacado el papel de los motivos y los proyectos del actor en
la configuración de la acción y en la atribución de sentido por parte del sujeto (Schutzs,.
1970). Más recientemente, Giddens ha propuesto un modelo de acción social en el que'
distingue tres dimensiones principales. En primer lugar, todo actor social es capaz de efectuar j
un monitoreo reflexivo de su propia acción y comprender su propia conducta corao|
intencional. Además de esta conciencia práctica, la conciencia discursiva permite al sujeto i
efectuar un proceso de racionalización de la acción, dar razones y producir un discurso'
acerca de ella. Finalmente, su modelo de acción también incorpora la dimensión de los
motivos, que se refieren a los deseos del actor y juegan un lugar importante en la movilización ’
de la acción, proveyendo planes y programas generales (Giddens, 1995).
15. Un breve comentario permitirá dar una interpretación adecuada a esta idea de
asimetría. En primer lugar, la asimetría se refiere sólo a algunos aspectos, particularmente a.
aquello que se está intentando enseñar. En segundo lugar, esa asimetría es una condición
transitoria en el proceso formativo y permanentemente cambiante.
| consecuencias, por ejemplo, a la hora de elegir un texto, diseñar una activi
dad, distribuir tiempos y evaluar.
Las intenciones pedagógicas del docente se expresan de diversas maneras,
i Entre ellas, en las formulaciones que aparecen en sus planificaciones acerca
de los propósitos que persigue así como en aquellas que plantean lo que
espera de sus alumnos, habitualmente denominadas objetivos.16La definición
de propósitos y objetivos no constituye un asunto de acuerdo inmediato
entre profesores. Remite a preguntas que, cuando llegan a explicitarse, dan
lugar a intensos debates en reuniones de personal y en espacios de capacita-"
ción: ¿Para qué enseñar Ciencias Naturales en la escuela? ¿Para garantizar
■el aprendizaje de los núcleos básicos que componen la estructura conceptual
de cada una de las disciplinas? ¿Para contribuir al desarrollo de capacidades
cognitivas de orden general como explorar un problema, descubrir y formular
hipótesis, comparar evidencias, argumentar? ¿Para imbuir a los alumnos de
un tipo de comprensión particular acerca de la naturaleza de la ciencia como
emprendimiento intelectual y actividad social, de sus relaciones con el campo
tecnológico y el papel que juega en la vida de los sujetos y en la sociedad
más amplia?
Como se ve, se trata de temas que están en la base de una serie de discu
li; siones relativas a qué resulta imprescindible enseñar, cómo hacerlo, qué
textos usar, qué instrumentos de evaluación emplear. Además, es evidente
que la respuesta a estos interrogantes no es fácilmente reductible a un plano
técnico, sino que deja traslucir el carácter profundamente ético y político
de la empresa educativa y nos desplaza, así, hacia el terreno de lo normativo.
Hablar de enseñanza es ineludííblemente entrar en consideraciones acerca
de qué es lo apropiado, lo justo, lo correcto en cada situación particular.
Por último, que los docentes tengan propósitos y persigan el logro de ob
jetivos no significa que la enseñanza esté exenta de una cierta dosis de
indeterminación. Y ello en dos sentidos. Por una parte, resulta difícil esta-
16. Los propósitos tienen que ver con los rasgos que se desea priorizar en la propuesta
de enseñanza; expresan las intenciones y aspiraciones que la escuela y los profesores procuran
concretar con el desarrollo de un curso o tramo formativo. En este Sentido, los propósitos
enfatizan la responsabilidad de quien enseña: expresan ciertas condiciones que la enseñanza
aporta para promover determinadas experiencias formativas. Expresan los principios que
orientan la enseñanza y describen el tipo de situación educativa en la que los alumnos deben
involucrarse. Mientras que los propósitos remarcan la intención, los objetivos destacan el
logro posible. Por ello, la formulación de objetivos está directamente ligada con la fijación
de algunos de los criterios necesarios para la evaluación de los aprendizajes, en tanto que los
propósitos definen puntos de referencia adecuados para juzgar la actividad de enseñanza.
blecer de modo definitivo si una intervención docente ha dado los frutos
esperados. La enseñanza es más bien una forma dé influencia, algo que se
irradia y cuyos efectos son diversos, a largo plazo y escurridizos. Por otra
parte, anticipar metas deseadas no impide al docente estar atento a la emer
gencia de lo incidental, lo nuevo, lo no previsto*17Parte de la tarea de ense
ñanza tiene que ver con buscar indicios y, en palabras de Meirieu, saber
«aprovechar la ocasión» en el encuentro pedagógico con el alumno.
í
i 19. Sartre diferencia entre el «grupo» y la «serie». En la «serialidad» fcada individuo está
aislado, no hay reciprocidad. Cada miembro pertenece a ella en función de ser idéntico, cada
uno es. sustituible y los lugares son intercambiables. En el «grupo», en cambio, hay una
necesidad y un objetivo percibidos como comunes y ello da lugar a una praxis común que
permite la integración (Sartre, 1979).
20. Diversos autores han descrípto las distintas etapas de la vida grupal, los conflictos
| propios de cada una, las ansiedades que se ponen en juego y el trabajo de elaboración
í; necesario. Souto ofrece un panorama de estos aportes centrándose en la constitución de los
grupos escolares (Souto, 1993).
21. Desde el psicosocioanálisis, se ha puesto de manifiesto que en el curso de la interacción
se van conformando fantasías comunes. Anzieu denomina «fantasma» a las representaciones
imaginarías individuales que por un mecanismo de «resonancia» llegan a hacerse compartidas
en el seno de un grupo (Anzieu, 1993). En la misma línea, Bion pone de manifiesto la
presencia en ciertos momentos de la vida grupal de emociones compartidas que irrumpen en
el grupo de trabajo y lo estructuran en tomo a un supuesto básico, de «ataque-fuga», de
«dependencia», de «emparejamiento» (Bion, 1972). Kaes denomina «aparato psíquico grupal»
a la formación intermedia entre lo psíquico y lo social común a los miembros de un grupo
(Kaés, 1977). De este modo, puede advertirse que en todo grupo se identifica un nivel de
funcionamiento «manifiesto» constituido por las interacciones en tomo a la «tarea», y otro
«latente» conformado por las ansiedades -paranoides, depresivas y confusionales- que
provoca la participación en el grupo y que funcionan como «tarea implícita».
146 EL SABER DIDÁCTICO. í
J
pedagógica.22En el núcleo mismo de la tarea educativa subyace una especies 4
de solicitud hacia el niño o el joven .23La acción pedagógica es una forma. /;
de influencia que se orienta en una dirección determinada, hacia lo que se; :
supone que es el bien para el niño o el joven. Es una preocupación por la ;
persona del alumno y por lo que puede llegar a ser. Por eso, se trata de un. ;
interés bien diferente del que puede tener un científico que estudia las etapas í
evolutivas o los procesos de aprendizaje. . .i
El discurso pedagógico se ha ocupado de retratar, también, las actitudes: ¡
que deberían caracterizar al educador, desde un punto de vista más normativo, ’ ■]
Confianza, aprecio, empatia, autenticidad, tolerancia, humor, sensibilidad,: •
son expresiones a las que se apela a menudo para dar cuenta de las virtudes :!
que están en la base de una buena relación pedagógica (Rogers, 1991; Van. .
Manen, 1998; Noddings, 2002). Asimismo, Burbules ha defendido la im
portancia de encarar la enseñanza como una forma de diálogo. Y ello no se ^
ciñe solamente a las posibilidades que ofrece su empleo como método i j
didáctico. La relación dialógica instaura un tipo de intercambio con otros a 1
través del cual logramos una aprehensión más plena de nuestra subjetividad, ¡i
y la de los demás. El diálogo requiere comprensión mutua, respeto, dis-
posición a escuchar y a poner a prueba las propias limitaciones y prejuicios \
(Burbules, 1999:32). ' j
La enseñanza involucra, pues, un encuentro humano. Porque enseñar 5
es, en definitiva, participar en el proceso de formación de otra persona, i
tarea que sólo puede hacerse en un sentido pleno con ese otro. Los docentes
saben bien de esta necesidad de «asociar» a los estudiantes al proceso pedagó-1
gico. Saben del mágico momento en que la intención pedagógica se encuentra
22. La relación pedagógica no ha sido objeto de interés privativo de los pedagogos, <1
claro está. Los psicólogos han efectuado contribuciones sustanciales a la comprensión de j
los aspectos psíquicos implicados en el vínculo docente-alumno. Desde esta perspectiva, se í
ha puesto de-manifiesto que en la relación pedagógica, como en cualquier vínculo humano,-: s
participan mecanismos psicológicos inconscientes de identificación, proyección, transferencia í •
y contratransferencia, y la relación resultante está condicionada por los vínculos afectivos,--i
amorosos u hostiles, experimentados en los primeros años de vida. Alumnos y maestros ]
■reactualizan en el vínculo pedagógico modelos de relación patemo-filiales internalizados en j '
los primeros años de infancia, y deseos y fantasías inconscientes vinculados a la situación de A ’
formación. En Intersubjetividad y formación, Filloux ofrece un tratamiento amplio y actual i
de estos temas (Filloux, 1996).
23. Van Manen utiliza la expresión «tacto pedagógico» para referirse a este tipo de 1
solicitud: «El tacto pedagógico es una expresión de la responsabilidad que asumimos al '
proteger, educar y ayudar a los niños a madurar» (Van Manen, 1998: 139). ;
y m l con el deseo, la motivación, la voluntad y el proyecto del otro. Saben también
\ de la desazón y el malestar que generan su ausencia. Casi una afrenta a la
e Y ' * *
omnipotencia pedagógica que no hace más que recordar que ese otro es un
) 0 * . sujeto capaz de libertad que puede, incluso, resistir a Ips intentos de influencia
. que se ejercen sobre él. Como recuerda Meirieu: «Los filósofos, a pesar de
n■ una teoría de sólidos conocimientos bien constituidos, revelan la existencia
de una brecha irreductible en todo aprendizaje en todos ellos se encuen
c m
tra de una u otra manera el tema remanente del aprendizaje como toma de
C \ m riesgo irreductible. A su manera, muchos pedagogos no dirán otra cosa:
m
Montessori, Freinet, Cousinet, no paran de repetir que se debe acompañar
pero que no siempre se puede. Nunca se debe hacer en lugar del otro»
f ) m
(Meirieu, 2000:7). En este proceso, aconseja el autor, sólo queda transitar
entre la «obstinación didáctica» -que nos conduce a diseñar los mejores
dispositivos para que el aprendizaje pueda tener lugar- y la «tolerancia pe
dagógica» -que nos permite aceptar que la persona del otro no se reduce a
% - lo que el docente haya podido programar-.
i *
i
r 1
pero también ocupa una particular posición en relación con el saber. Esta
1 relación es compleja y presenta distintas facetas. No implica solamente el
#- contenido y la naturaleza del conocimiento que posee el docente acerca de su
materia, sino que lleva la marca personal del proceso que dio lugar a su cons
r trucción y de los significados cultiiraliiiente elaborados en tomo a ese saber
Fb
« » y a quienes .lo producen y lo portan. También tiene la impronta del tipo
«
F j particular de saber en cuestión y de su grado de especialización.
#
' 24. Como dice Stenhouse al referirse a la tarea del docente: «Un profesor es una persona
que ha aprendido a enseñar y se halla capacitada para ello. Está cualificado, en tal sentido,
en virtud de su educación y su preparación. No es que enseñe aquello que él, exclusivamente,
«r conoce, introduciendo a sus alumnos en secretos. Por el contrario, su tarea consiste en
ayudarlos a introducirse en una comunidad de conocimiento y de capacidades, en
proporcionarles algo que otros poseen ya» (Stenhouse, 1987:31).
§
ri
• -
"
tSI
Hay factores de orden social e histórico que operan en la construcción de
esta relación. Por una parte, los rasgos de este vínculo están asociados a la
función propia de la escuela en el proceso de transmisión cultural. Gomo es
sabido, en la escuela se enseñan conocimientos, lenguajes, destrezas, actitu
des, normas, modos de hacer que una sociedad produce y considera valiosos.
Y los docentes son los encargados de hacer asequibles á los alumnos unos
saberes que fueron construidos por otros.actores en otros contextos sociales
y en relación con propósitos'particulares que no tienen que ver directamente
con la educación de los niños y jóvenes. Por otra parte, como señalaba
Stenhouse, esos saberes no son privados sino públicos y forman parte del
capital emocional, intelectual y técnico de una sociedad. Han sido seleccio
nados por su relevancia para un determinado proyecto educativo, sea por su
valor desde un punto de vista social, profesional o personal. Ahora bien, los
docentes suelen tener escasa participación en las decisiones relativas al modo
en que esos saberes ingresan al currículo y el lugar que ocupan en la pro
puesta de formación. Ambas situaciones pueden ubicar al profesor en una po
sición de «exterioridad» con respecto al saber que enseña, aunque esta situa
ción se actualiza de modos bien diferentes en los sujetos.25
La relación del docente con el saber está también marcada, como dijimos,
• por las creencias compartidas acerca de ese saber y acerca de los grupos
ligados a su producción y transmisión. Es sabido que no todos los saberes
gozan de la misma legitimidad desde el punto de vista social y que poseerlos
o carecer de ellos establece distinciones entre los actores, define posiciones,
marca distancias y jerarquías. Por todo esto, la relación del profesor con el
saber es personal pero se nutre' de significados cuyo origen es social.
Por otra parte, algunos autores han señalado que el profesor tiene un
conocimiento particular de aquello que enseña. Según Shulman (1987), hay
una forma especial de conocimiento que es de incumbencia propia del do
cente y que constituye una especial amalgama de contenidos y pedagogía.
Según el autor, este «conocimiento pedagógico del contenido» hace que la
relación de un profesor, por ejemplo, de historia con el saber histórico sea
diferente de la que puede tener el propio historiador, porque lo distintivo reside,
justamente, en que se trata de un conocimiento acerca del saber «en vistas a
25. Es importante aclarar, en este punto, que la proximidad de los docentes con los
ámbitos de producción del saber varía según los contextos educativos y los niveles del sistema
escolar. Lo mismo puede decirse de la participación de los profesores en la definición del
contenido curricular.
su enseñanza». En efecto, las creencias de los docentes acerca de la materia
se han convertido en un área de interés para quienes investigan los conoci
mientos y pensamientos de los docentes, porque modelan el tipo de historia,
literatura, matemática o ciencia que los maestros o profesores enseñan y
legitiman -o excluyen- toda una gama de estrategias pedagógicas que ellos
estiman adecuadas o inadecuadas para enseñar su materia a determinado
grupo de alumnos (Gudmundsdottir, 1998).
Finalmente, el conocimiento que el docente tiene de su materia y la
relación que establece con ese saber se inscriben en su historia como sujeto
y, por lo tanto, están acompañados de representaciones identitarias y teñidos
de valoraciones, emociones y afectos de diferente signo. Su biografía perso
nal, escolar y profesional aporta la matriz experiencial sobre la cual el docente
construye una serie de sentidos en tomo a esos objetos de saber.26
26. Ese vínculo también resulta de una serie de determinaciones psíquicas, que se
remontan aún más allá en el tiempo, hasta las relaciones objetales más tempranas y el deseo
de saber. Ésta es la línea de interpretación privilegiada por los estudios franceses acerca de
lá relación con el saber. Mosconi, por ejemplo, desarrolla un modelo de análisis de las
relaciones con el saber en el que recupera, además de las nociones propias de la teoría
freudiana, los desarrollos de Winnicott acerca de las relaciones de objetos y los procesos
transicionales. Este último enfoque resulta, según la autora, particularmente fértil para
interpretar los fenómenos ligados a la experiencia cultural y a la experiencia del saber
(Mosconi, 1998).
27. Estas cualidades han sido subrayadas desde hace tiempo por autores ligados a
posiciones teóricas diversas, particularmente los enfoques prácticos acerca del currículo, los
estudios etnográficos acerca del salón de clases y las investigaciones acerca de las prácticas
docentes de orientación más sociológica. El impacto de algunas de estas corrientes en la con-
ceptualización de la enseñanza y en el pensamiento didáctico es analizado en el capítulo 5
«Problemas de la enseñanza y propuestas didácticas» de Estela Cois en esta misma obra.
28. En una línea semejante, Brubacher, Case y Reagan, inscribiéndose en la tradición
iniciada por Dewey, postulan el carácter reflexivo de la enseñanza. En tal sentido, señalan:
«La buena enseñanza exige [ ...] tomar decisiones reflexivas, racionales y conscientes. [...]
el maestro no puede apoyarse únicamente en su instinto o en un conjunto de técnicas
es posible reconocer espacios indeterminados, lo cual pone en cuestión;;!!
imagen del profesional como un técnico que traslada sin más una serie\d|
reglas derivadas de un conjunto de principios científicos (Schon, 1992);>'|
La enseñanza se presenta como una profesión en la que los sujetos deber
tomar decisiones de manera rápida en el marco de situaciones poco definida^
Como señala Peixenoud, actuar en la urgencia «[...] es actuar sin teñe|
tiempo de pensar, de sopesarpros y contras, de consultar obras de referencic
y de buscar consejos. Decidir en la incertidumbre significa decidir cuandc
la razón ordenaría no decidir, porque no disponemos de modelos de realidm,
que nos permitan calcular con cierta certeza lo que sucedería si...» (Pen;e
noud, 2001: 16).29 Esto es particularmente cierto en el escenario del aula
caracterizado por la inmediatez y muldimensionalidad.30Las instancias $
planificación, si bien no están exentas de una dosis de incertidumbre, ofrecei
mayores posibilidades de sopesar y elegir alternativas, estimar y plantea
hipótesis.
En efecto, las situaciones de enseñanza se desarrollan en un trasfondi
de tensiones, aunque a veces evitemos apreciarlas. ¿Conviene ofrecer
panorama más amplio de temas, aun sacrificando su tratamiento en profur
didad? ¿Debe el profesor organizar los grupos o dejar que los alumnos^
agrupen según sus preferencias? ¿Debo hacer una excepción y dar una op§3
tunidad más a este alumno? ¿Cómo adoptar una actitud no sancionado^
del error sin legitimarlo? ¿Cómo interesarme por la persona del alumno s|
que ello signifique para él una intromisión, una exposición o una humillé
ción? Estos ejemplos y otros tantos que podrían pensarse nos remiten
circunstancias que demandan del profesor una actividad interpretativa
Requieren una interrogación acerca de cómo emplear de la mejor mané)
posible en cada caso los principios educativos generales a la práctica del auí
■■■Vt
preestablecidas, sino, más bien, debe reflexionar de una manera critica y analítica en lo qi
sucede, en las opciones posibles, etc. En otras palabras, el maestro debe reflexionar soga
su práctica así como el médico debe reflexionar en los síntomas y en el estado general d¡
paciente» (Brubacher, Case y Reagan, 2000). . ^
29. La traducción es de las autoras. .,t-
30. Nuevamente, el trabajo de Jackson (1975) constituye un excelente ejemplo dej
rapidez que caracteriza a las actuaciones interactivas del profesor. Del mismo modo, Doy
(1979) ha desarrollado una perspectiva ecológica para intentar comprender los fenómqg
que tienen lugar en el salón de clases. Para él, el aula es un sistema complejo de relación
e intercambios, en el cual la información fluye de diferentes fuentes y en diversas dirección^
ñ
■1
$■ .
La ensenanta.
31. En Munby y otros (2002) se presenta una reseña de los principales desarrollos en
países de habla inglesa. También hay varios trabajos disponibles en español, por ejemplo
algunos de sus supuestos más importantes. En primer lugar, y simplificando
bastante los términos, lo que los profesores piensan y conocen es relevante
para comprender sus decisiones y acciones en clase, aunque no está cerrado-
el debate acerca de la naturaleza de estas relaciones. En segundo lugar, los
saberes de los docentes son plurales y heterogéneos. Por ello, se han elabo
rado distintos modelos y tipologías para intentar ordenar esta diversidad
(Elbaz, 1981; Shulman, 1987).32A su vez, estos saberes provienen de dife
rentes fuentes y se adquieren a través del tiempo mediante un proceso en el
que convergen factores de orden biográfico, social y cultural. De modo aná
logo a lo que sucedía con la relación entre el docente y el saber que enseña,
la propia historia personal, familiar, escolar y social proporciona al sujeto
un núcleo de certezas a partir de las cuales percibe la realidad y comprende
las nuevas situaciones.
En relación con este punto, resulta interesante la posición que adopta
Tardif (2004). Para él, los saberes que se movilizan en la tarea docente no
poseen unidad desde el punto de vista epistemológico; por el contrario, la
pluralidad y la heterogeneidad son rasgos que los distinguen. Esta hete
rogeneidad está ligada, en parte, a las distintas fuentes sociales de adquisi
ción y a los distintos mondos en que se integran en su práctica cotidiana. De
allí que sea posible distinguir éntre saberes personales del docente, saberes
de la formación escolar, saberes propios de la formación profesional, saberes
disciplinares, saberes curriculaies y saberes procedentes de la propia expe
riencia profesional. Pero también está asociada a la diversidad de los tipos
de acción que la enseñanza moviliza. La buena enseñanza es una compleja
alquimia de estrategia y pericia técnica, imaginación artística, interacción y
diálogo con el otro, deliberación y juicio conforme a valores. En tanto no es
posible reducir la tarea docente a un tipo particular de acción, el profesor
debe disponer de una variedad de saberes y competencias que le permitan
obrar adecuadamente en diferentes circunstancias.
Clark y Peterson (1989), Angulo Rasco (1999). Asimismo, el estudio de Feldnjan sobre las
«teorías personales» de los docentes constituye un buen ejemplo de la influencia del enfoque
en nuestro medio (Feldman y otros, 1996).
32. Quizás el más difundido sea el de Shulman, quien considera que el conocimiento de base
para la enseñanza debe incluir; conocimiento de los contenidos, conocimiento pedagógico general,
conocimiento curricular, conocimiento pedagógico del contenido, conocimiento de los alumnos
y sus características, conocimiento de los contextos educacionales, conocimiento de los fines,
propósitos y valores educacionales y sus bases fdosóficas e históricas (Shulman, 1987).
En sexto lugar, la enseñanza implica la puesta en práctica de una gama
de actividades que se refieren a ámbitos diversos y que se llevan a cabo, en
momentos y escenarios diferentes. La enseñanza no se reduce solamente a
sus aspectos visibles. Enseñar es también pensar, valorar, anticipar, imaginar
-es decir, construir representaciones acerca de la actividad-, hablar acerca
de ella y ser capaz de comunicar a otro las propias intenciones, las valora
ciones y decisiones. Tampoco puede circunscribirse la enseñanza al momento
del encuentro con el alumno o la actuación en clase. Es clásica ya la distinción
que Jackson estableció entre la fase preactiva -aquella en la cual se concibe
y programa la tarea-, la fase interactiva-que tiene que ver con el desarrollo
de las acciones previstas con los alumnos- y la fase postactiva -en la cual
| se procede al análisis y evaluación de lo sucedido en momentos anteriores-
(Jackson, 1975).
|í Este modelo constituye una herramienta para representar los procesos
| de enseñanza, pero se trata, evidentemente, de fases que a menudo se solapan
en el fluir de la acción. Así, por ejemplo, la evaluación de una propuesta o
proyecto coincide más de una vez con el diseño de una nueva. Al mismo tiem
po, durante la fase interactiva el docente está ocupado en la comunicación
con el alumno, la gestión de la clase, etcétera, pero el plan trazado permanece
£ en su mente operando como referencia «en segundo plano». Por otra parte,
esta modelización de la enseñanza como sucesión de fases puede generar la
idea de que existe continuidad absoluta entre las distintas instancias, lo cual
sería a todas luces desacertado. El ejemplo más visible de ello es la brecha
que a menudo separa intenciones de realidades en las distintas esferas de la
actividad humana.
En cada momento, el docente está involucrado en tareas muy disímiles
entre sí, que requieren la puesta en juego de competencias específicas. Las
decisiones que el profesor toma en la programación, por ejemplo, forman
parte de un complejo proceso de pensamiento, en el que se entrelazan repre
sentaciones variadas referidas al presente y a las experiencias previas:
representaciones acerca de los alumnos - y sus posibilidades y necesidades-,
acerca de sí mismo en situación de enseñanza, acerca del currículo y el
contenido,' acerca de logros alcanzados y obstáculos enfrentados en situa
ciones similares, acerca del tiempo, el espacio y los recursos, etcétera. La
tarea exige del docente un esfuerzo de puesta en relación de todos estos
elementos, ponderación, síntesis y proyección hacia el futuro. A su vez,
cuando se planifica en el marco de un equipo de trabajo, también requiere
deliberación y construcción de consensos entre pares. Finalmente, puesto
que el docente es un actor institucional, la programación résponde a la nece-
sidad de hacer públicas las propias decisiones pedagógicas a través de una
actividad de comunicación. En contraste con ello, el encuentro con el alumno :
requiere del docente otro tipo de capacidades: mantener una atención «flo
tante» hacíalos distintos planos de la clase, manejar los tiempos, organizar
los recursos, ajustar la ayuda pedagógica en función de las necesidades del
alumno, aprovechar las contribuciones de los alumnos y las posibilidades
que una actividad ofrece en beneficio de los propósitos planteados, ser sen
sible a lo emergente e interpretar los indicios no verbales; éstos, entre otros,
son saberes propios del momento interactivo que nos muestran que ser un
«buen docente» no es sólo ser un «buen diseñadop>.33
El escenario privilegiado de la enseñanza es el salón de clases, pero por
supuesto no es el único. La instancia interactiva puede tener lugar en un aula,
en la biblioteca, el laboratorio o el patio, para mencionar sólo algunos ejem
plos. La planificación puede ser un trabajo solitario que el profesor realiza ;
en su casa o formar parte de una actividad desarrollada con otros en reunio
nes de carácter institucional o en.encuentros más informales. Por otra parte, ;
los contextos de una actividad no se refieren exclusivamente al marco ma- ]
terial en el que ella se desarrolla, sino también al conjunto de representación i
nes que definen el entorno de la actividad para el propio docente. Ün profe
sor de Tecnología, por ejemplo, lleva a cabo en su curso una actividad dé; \
resolución de problemas que forma parte de un proyecto de integración qué; 1
comparte con la docente de Biología. A su vez, la experiencia se está po- \
niendo a prueba con carácter de piloto en cuatro instituciones más, para lo
cual la escuela cuenta con la asistencia técnica de profesionales externos. ■'!>i
El escenario de la clase es, sin duda, uno de los elementos que componen la j
definición que el profesor hace de la situación. Pero también pueden for- í
mar parte de ella las reuniones de diseño y evaluación con el equipo de -
asistencia técnica, los encuentros con la otra profesora responsable y quizás^
la próxima reunión de departamento en la que debe relatar la marcha del í
proyecto y lo sucedido en clase.
Por último, las actividades comprendidas dentro de la enseñanza se co~Jj
rresponden con diferentes facetas que integran esta acción. Los aspectos'.
33. A partir del análisis de las prácticas de formación, Barbier distingue, por un lado, los'^
diferentes tipos de actividades involucradas en ellas: actividades de orden «performativo»,,;
actividades de pensamiento y de comunicación. Por otra parte,, señala las diferentes clases de^
competencias que la acción requiere por parte del actor: competencias de acción, competencias ■;
de gestión de la acción y competencias retóricas (Barbier y Galatanu, 2000; Barbier, 2003). ^
que podríamos llamar «didácticos», tienen que ver de modo directo con pro
mover el aprendizaje del alumno y su acceso a determinadas formas cul
turales contenidas en el currículo. Se trata de las decisiones y actuaciones rela
tivas a objetivos, propósitos, contenidos, formas de actividad y materiales
[ tanto en instancias preactivas como interactivas y postactivas. Pero enseñar
i supone, también, una esfera que podríamos denominar «organizativa», li
gada a la definición y el sostén de un encuadre de trabajo34y al manejo o
«gestión» de la clase. Este último aspecto ha sido especialmente atendido
por Doyle (1979) en sus investigaciones acerca de la enseñanza e implica,
entre otras cosas, la previsión y el monitoreo de los tiempos, la distribución
de los papeles entre los miembros del grupo, la regulación de los intercam
bios, la atención y el manejo de las eventuales disrupciones en el curso de
la clase. Finalmente, la enseñanza involucra, como ya se analizó, una faceta
«relacional», que concierne al logro y mantenimiento de la relación peda
gógica, al acompañamiento y sostén emocional del alumno en el proceso
de aprendizaje. Si bien la distinción entre estas dimensiones es un recurso
útil desde un punto de vista analítico, conviene recordar que ellas no deben
tratarse.como entidades discretas. La tarea docente muestra a diario que
estos planos aparecen estrechamente articulados en el pensamiento, las elec
ciones e intervenciones de profesores y maestros.
ó. REFLEXIONES FINALES
34. Meirieu habla, en este sentido, de la importancia que tienen los rituales escolares
como formas necesarias de mediación en la relación pedagógica, que permiten organizar el
tiempo, el espacio y ofrecer puntos de apoyo y sostén a las personalidades: <v[...] el ritual de
organización del espacio mediante el cual cada uno se apropia de un territorio, instala sus
objetos de trabajo, y habilita un lugar desde donde puede relacionarse y adonde puede
retirarse; el ritual de repartición del tiempo que determina el lugar concreto de las activi
dades individuales, duales y colectivas, que impone momentos de silencio en los que son
posibles la evocación y la reflexión; y, finalmente, el ritual de codificación de los comporta
mientos, gracias al cual se instauran las reglas que garantizan la seguridad física y psico
lógica de las personas» (Meirieu, 1992: 106).
*
1 Ni
f %
§
también deviene del entramado de acciones, interacciones y retroacciones, t "9
determinaciones y azares, previsión e incertidumbre que involucra, como I 9
hemos mostrado, la enseñanza (Morin, 1990).35 Esta idea de complejidad'
1 9
será el hilo conductor en el cierre de este capítulo, en el que intentamos
reunir los distintos aspectos tratados y destacar algunas de las dificultades £ 9
que genera su estudio. i i 9
En primer lugar, al tratarse de una tríada de componentes -él docente, el ;
alumno y el contenido- queda constituido un campo de relaciones varias | f 9
entre cada uno de sus polos. El triángulo didáctico encierra, en realidad, S % m
una relación del profesor con el contenido; del alumno con el contenido y 1 c 9
entre alumno y profesor. En el espacio de la clase, los triángulos se multipli-
can y se agregan las relaciones entre los estudiantes. Una mirada al interior ¡
irm
del triángulo didáctico permite delimitar tres sectores de problemas o áreas j < m
de estudio. La relación entre el estudiante y el saber configura el sector de ( m
las estrategias de apropiación, que se refiere al análisis de las concepciones,
representaciones, estrategias de resolución y obstáculos del sujeto en su
i t
acceso al conocimiento; el sector de la elaboración délos contenidos remite j i ■
a
al estudio de las relaciones entre el saber y el profesor; y, por último, las c m
relaciones entre el alumno y el profesor configuran el sector de los procesos ;
de interacción didáctica (Astolfi, 2001). I
i 9
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS |
L INTRODUCCION
* Este trabajo presenta los principales desarrollos que fueron elaborados en el marco de
la tesis de Maestría en Didáctica defendida en noviembre de 2001, en la Facultad de Filoso
fía y Letras de la UB A, y titulada «El campo del currículum en la Argentina. Un análisis de
los discursos que acerca del currículum producen los pedagogos argentinos: 1983-1998».
En cuanto a la configuración de las ciencias de la educación, el campo
del currículo ha producido transformaciones epistemológicas. En la literatura ;
especializada, la problemática del cumculo ha tendido a desplazar el discurso
clásico de la pedagogía y ha alterado el ámbito de la didáctica. En las uni
versidades de los países anglosajones (en los que la didáctica no se incluye ;
como disciplina, sino que se la considera una aplicación de la psicología de
la educación) el estudio del currículo es una parte muy significativa de los ■ ;
planes de estudio de las carreras de educación. En las universidades de ;
Europa central y en las latinoamericanas, el estudio del currículo puede abar- :
car una o más disciplinas de los planes de estudio o puede aparecer absorbido ;
dentro de las materias de didáctica, como un tema o un capítulo más. Estas ;
tendencias pueden observarse también, en la bibliografía, según la tradición
pedagógica en la que se inscriba un determinado texto (Davini, 1999).
Por último, la teoría y la práctica curricular demandan la construcción
de nuevas metodologías de diseño y desarrollo curricular. Las teorías y tecno- :
logias del currículo han eláborado, a lo largo del siglo, una importante batería
de técnicas de diseño y evaluación curriculares para- llevar a cabo estos
procesos de regulación. Gran parte de estos desarrollos contribuyeron a defi
nir la tarea docente como un trabaj o básicamente técnico, con reglas a seguir
para alcanzar los productos proyectados desde las políticas. Sin embargo,
puesto que el currículo tiene una inevitable dimensión práctica, en la acción ;
de las escuelas, se puede afirmar que éste no puede ser totalmente dictami
nado ni controlado desde las unidades centrales del sistema. También debe í
decirse que, en distintos contextos, se han elaborado modos alternativos de
entender y desarrollar el currículo más comprometidos con la producción
de experiencias pedagógicas locales. Este nivel de análisis nos aproxima a
otro de los ejes estructurantes del cumculo: las relaciones entre la teoría,
k s políticas cumculares, las tecnologías de diseño y la práctica educativa :
(Amantea y otros, 2004).
Ahora bien, ¿cuál es el estado de situación del campo de los estudios
cumculares hoy en la Argentina?, ¿cómo responde a las necesidades de forma
ción que en este campo han surgido también en nuestro país?
A partir del proceso de Reforma Educativa que se ha instalado en el país
al promulgarse la Ley Federal de Educación (1993), estamos en presencia
de dos hechos muy evidentes en nuestro medio académico en particular y
educativo en general: la temática curricular está enormemente extendida
como uno de los grandes temas y, al mismo tiempo, el debate curricular es
muy escaso. Y si bien esta situación se ha hecho más visible con la última de
las reformas educativas mencionadas, el currículo se ha venido constituyendo,
de manera creciente en un importante eje de la innovación pedagógica en la
Argentina en los últimos veinte años debido a las opciones de las políticas
educativas impulsadas por el Estado.1
En consecuencia, este trabajo se propone documentar la existencia del
campo de estudios detcumculo en el mundo, presentar ei^cootexto histórico
de aparición y desarrollo del pensamiento sobre el currículo en la Argentina
-haciendo especial énfasis en el tipo de producción intelectual elaborada-,
y acercar algunas reflexiones sobre el estado de la producción que, acerca
del currículo, tenemos hoy en nuestro país.
Durante los últimos cincuenta años del siglo pasado se asistió a una
verdadera explosión de la producción teórica en el campo del currículo
internacional, fuertemente innovadora desde el punto de vista conceptual.
¿Cuál es la importancia de la teoría del currículo?, ¿qué problemas foca
liza?, ¿qué soluciones acerca? En principio, podemos afirmar qae lo Que le
preocupa a la teoría del currículo es mostrar cuál es el conjunto global de
decisiones que deben tomarse, así como su fundamento, para organizar y
sostener una propuesta de enseñanza consistente y realizable; en este sentido,
la dificultad conceptual del currículo no refleja sino la dificultad de la realidad
a la que se refiere y las distintas posiciones teóricas, ideológicas y políticas
que históricamente se han presentado y que^siempre condicionan el campo
de la determinación normativa de la enseñanza.
Podemos afirmar también que el problema central de la teoría del currícu-
lo es el doble problema de las relaciones entre la teoría y la práctica, por un
lado, y el de las relaciones entre educación y sociedad, por otro (Kemmis,
1988); y, aun, concidir en que toda teoría del currículo se ocupa del problema
de la representación, por lo cual los cambios en el campo del currículo
reflejan cambios históricos de largo alcance, ya que contienen las ideas de
lo que significa educar a las personas para una sociedad en un determinado
momento (Lundgren, 1992).
La definición del campo o de la teoría del currículo ha sido objeto de
larga discusión a nivel internacional. Pero esta definición no parece ser,
• Un nivel teórico, que concentra los estudios relacionados con la teorí "
acerca de la prescripción de la enseñanza institucional, que compren
den un arco que va desde una profundización de carácter filosófio
hasta un sistema de enunciados sobre la enseñanza; desde una refle
xión que los enseñantes pueden hacer suya hasta una especializació
f f*
encargada de elaborar prescripciones que los enseñantes deben llevar a
1 2 la práctica; desde la conceptualización del currículo como un documento
# escrito, hasta su concepción como todo lo que pasa en la escuela- .
m * Un nivel metateórico, que concentra los estudios referidos a la teoría
** de la teoría, «adoptando una visión general sobre lo que significa la
& construcción teórica [...], compara diversos tipos de pensamiento y
* # de elaboración teórica del currículum como una forma particular de
-# estos tipos generales de elaboración teórica» (Kemmis, 1988). Una
perspectiva metateórica está preocupada en mostrar los modos alter
t nativos de elaborar teoría curricular- Dentro del nivel metateórico,
* ■é incluimos los estudios sobre la génesis del campo del currículo y los
* trabajos que dan cuenta de cómo se resignifica ese nuevo campo del
saber en distintos ámbitos geopolíticos de la educación. En la literatura
n
i sobre el currículo los estudios de metateoría curricular son bastante
# # menos frecuentes que los estudios teóricos.
t t
A continuación se presenta un panorama -de los principales trabajos en
■»
el nivel de la teoría y metateoría curricular que se han producido en el ámbito
ü> internacional, en los diversos ejes.
*
El eje anglosajón
#-
« r: Tanto el clásico artículo de William Pinar (1978) titulado «The recon-
«P ceptualizaáon of curriculum studies» publicado en el Journal o f Curriculum
f Studies, como los más recientes Understanding Curriculum (1995) y
Curriculum. Toward New Identities (1998), son logrados intentos de pre
sentar el debate en el campo de los estudios del currículo, muy fuertemente
r circunscripto a los Estados Unidos, aunque la última obra recoge aportes de
autores de otros ámbitos geográficos .2 Los dos últimos libros recogen
r
artículos de autores que van dando cuenta de los tópicos seleccionados por
f r ¡ ■»
Pinar para presentar el estado del campo.
§p. * El Understanding Curriculum lleva un subtítulo que caracteriza la obra:
» * An Introduction to the Study ofHistorical and Contemporary Curriculum
« *
«H * 2. En esta línea de trabajos se incluyen también los siguientes: Huebner, D. (1976):
«The moribund curriculum field: it’s wake and our work», en Curriculum Inquiry, n° 6:
r * 153-167; Kliebard, H. (1976): «Curriculum theory: g iv e m e a “for instarice”», en Curriculum
In qu iry, n° 6: 2 5 7 -2 6 9 ; Law n, M. y Barton, L. (1 9 8 0 ): «Curriculum studies:
j r*
reconceptualization», en Journal o f Curriculum Theorising, 2.1: 47-56.
Jí?
Discourses, y en la introducción a la obra que él mismo escribe, vierte
conceptos muy interesantes sobre el cambio del término más restringido de
desarrollo curricular por el de currículo (como indicador del crecimiento del
campo) y destaca la importancia de los libros de texto como indicadores de
la consolidación del campo de estudios del cumculo. Las dos secciones
centrales del libro marcan una periodización elegida por Pinar para mostrar
el nacimiento y el desarrollo del campo en los Estados Unidos: la sección II
se inicia en el año 1828 y llega hasta el año 1979, y presenta los discursos
teóricos hegemónicos en el origen del campo, el período de crisis de esos
discursos y el auge de los estudios reconceptualistas entre los años 1970 y
1979. La sección IH se titula «Discursos contemporáneos en cumculo» y
va de 1980 a 1994. Sin embargo, los capítulos incluidos en la sección IH no
siguen un eje histórico sino que prefieren uno temático, destacando los si
guientes tópicos: el currículo como texto político, como texto racial, de gé
nero, como texto fenomenológico, postestructuralista, deconstructivista y
posmodemo, como texto biográfico y autobiográfico, como texto estético,
como texto teológico, como texto institucional (que a su vez se puede enfa
tizar en el desarrollo del cumculo, en el currículo y los maestros y en el
currículo y los estudiantes), más un último tópico sobre el cumculo como
texto internacional, que presenta un panorama muy global sobre el estado del
campo en algunos países del resto del mundo. Queda por decir que es una
verdadera enciclopedia del campo de estudios del cumculo para los Estados
Unidos, que da cuenta en sus 1.142 páginas de cada una de las posiciones de
los autores americanos y constituye, así, un auténtico mapeo del campo.
En Curriculum. Toward New Identities, Pinar completa el mapa que
comenzó en el libro anterior al detenerse en el movimiento de'balcanización
de los estudios del currículo a partir del movimiento de reconceptualización
de los años setenta, y avanza en la presentación de las nuevas producciones
teóricas hasta finales de los años noventa. El autor intenta mostrar cómo el
movimiento de reconceptualización del cumculo estabá «lejos» de la realidad
de las escuelas; lo que dio por resultado el no progreso del campo durante
muchos años. Sin embargo, en los años noventa el campo vuelve a progresar
a partir de numerosos trabajos teóricos que «recuperan» la escuela. Se
vuelven a enfatizar estudios desde las posiciones teóricas posmodemas,
postestructuralistas y feministas.
m
n
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W w
%
^ La emergencia de los estudios sobre el currículo en la Argentina 175
* : IV. Alternativas cumculares (cumculo diferenciado, currículo de realización
ák~
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' - Ü
personal y cumculo tecnológico); V. cumculo, poder y control; VI. Cumculo
comprehensivo: una alternativa para América Latina; Apéndice: Experiencias
m
alternativas en América Latina: currículo y cultura; Participación comu
nitaria; educación y trabajo productivo; educación popular.
m
El caso brasileño
& m
* r
En Brasil, encontramos los trabajos de Tomaz Tadeu Da Silva y Antonio
Flavio Moreira. Antonio Flavio Moreira en el año 1990 publica el libro
■ m
m
Currículo e programas no Brasil, que a su vez era su trabajo de doctorado.
m
m En esta obra Moreira estudia los orígenes del campo de estudios cumculares
# |
en Brasil, ligados fundamentalmente con la transferencia de la tradición de
teoría curricular ameriCafla. fii «otar focaliza tres períodos básicos en Brasil:
€
uno -años 1920 y 1930- que corresponde a los orígenes del campo curricular
*
como área de estudio en Brasil; otro -final de los sesenta y principios de los
setenta- que corresponde al período en el cual el campo de estudios toma
*
* forma y la disciplina Currículo y Programas es introducida en las facultades
% •
1 ü
de educación brasileñas; y un tercer período-de 1979 a 1987- caracterizado
m por la eclosión de intensos debates sobre cumculo y conocimiento escolar,
n
y también por una tentativa de reconceptualización del campo disciplinario.
m
Da Silva escribe en 1995 el libro Escuela, conocimiento y currículum.
m
Ensayos críticos, donde reúne nueve ensayos que giran en tomo a temas
é - fundamentales del campo de la sociología de la educación -que el mismo
autor identifica con la sociología del currículo-, con el objetivo de trazar
algunos contornos, recorrer sus principales rutas, detectar sus temas de pre
# -
i ferencia y arribar a una síntesis de cómo se presenta la situación de este
« r
1
¡
^ campo en la actualidad. El autor hace referencias permanentes a lo largo del
m -
libro a la situación de la sociología del cumculo en Brasil. En 1999, en
! ^
Documentos de Identidade. Urna introdugáo as teorías do currículo, Da
Silva presenta las principales teorías que se han formulado en el campo del
€ ! n cumculo, clasificadas en las teorías tradicionales (caracterizadas por los
€
siguientes conceptos: enseñanza, aprendizaje, evaluación, metodología, di
dáctica, organización, planeamiento, eficiencia y objetivos), las teorías crí
ticas (ideología, reproducción cultural y social, poder, clase social, capita
m lismo, relaciones sociales de producción, concientización, emancipación y
libertad, currículo oculto, resistencia) y las teorías poscríticas (identidad,
< r
alteridad, diferencia, subjetividad, significación y discurso, saber-poder,
r :
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representación, cultura, género, raza, etnia, sexualidad, multiculturalismo).
«A i m í
Brasil ha comenzado, efectivamente, a producir en los últimos años trabajos it 1
i ^ \
dentro de la línea poscrítica como enfoque para estudiar el currículo.
Es muy interesante destacar a través de las obras de ambos autores los * 1
i
rasgos distintivos del campo de estudios curriculares en Brasil, en lo referente * i m r
a dos aspectos: la temprana preocupación por el currículo como campo de
•
# l
estudios en relación con otros países de la región (incluida la Argentina) y
las características del campo en la actualidad, en el que prevalece un tipo de
ml
mirada y de estudios del currículo, como deja ver la obra de Da Silva, de
* i1
9 {
corte postestructuralista, poscrítico y postesencialista.
■
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fr ¡ i
5. El INEC fue creado en el año 1961 coa el auspicio de la OEA y se dedicó a la enseñanza
de las Ciencias Exactas y Naturales (Matemática, Física, Química y Bilogía). Realizaba
actividades de formación de profesores y preparación de material didáctico.
6. El índice completo del libro se transcribe en el anexo de este capítulo.
EL SABER DIDÁCTICO 1
$
período de formación de la autora) y tanto ella como su marido se desem
peñaron en el campo de la educación. La autora fue profesora del Instituto
Superior de Conducción Educativa que funcionaba en el Colegio Lasalle,
que fue el primer instituto del país en formar directores de escuela. Este
emprendimiento se daba en el contexto de la Reforma Educativa (1968-
1971), con el proyecto de la creación de la Escuela Intermedia, en el cual
parece haber estado muy comprometido el profesor Sarubbi. El matrimonio
mantenía relación con la Organización de Estados Americanos, a través de
proyectos que la agencia tenía para ese entonces en países de América latina,
especialmente en Chile y en la Argentina.
El libro Currículum. Objetivos, contenidos, unidades se estructura aire-
dedor de siete capítulos. No presenta ninguna introducción, prólogo ni notas
preliminares; tampoco presenta una sección bibliográfica, la que hay que
reconstruir a partir de las notas al pie de página. La mayoría de los capítulos
concluyen con un apéndice de ejemplos o modelos para la acción docente.
El primer capítulo, dedicado a la conceptualización sobre el cumculo es
sumamente breve-sólo 17 páginas-. Allí se destaca: «.La palabra currícu
lum, cuyo uso se ha impuesto entre nosotros tiene connotaciones que avalan
su incorporación a nuestro léxico. En primer término es ya aceptada en los
medios pedagógicos de los Estados Unidos y Europa. En segundo lugar,
carecemos de un vocablo único que pueda reemplazarla con acierto, pues
las expresiones que viene a sustituir - plan de estudios o programa- no evi
dencian la idea de planificación e integración que currículum supone. Por
fin, el hecho de tratarse de un término latino lo hace particularmente atra
yente para nosotros ya que a los vínculos de parentesco con nuestra lengua
agrega la elegancia y dignidad propia» (1971:15).
A continuación, la autora propone la siguiente definición de currículo:
«[...] secuencia de experiencias de aprendizaje cumplidas por los alumnos
bajo la guía del profesor y en la dirección señalada por los objetivos de la
"educación» (1971:16).
En esta línea de pensamiento, las condiciones para diseñar un buen cu-
rrícülo son aquellas que permiten favorecer el aprendizaje de los alumnos y
cumplir con eficacia los objetivos previamente definidos. Se cita como fuente
la conferencia celebrada por la National Academy of Sciences of Woods
Hole, de 1959. ' -
El resto del capítulo se desarrolla bajo el subtítulo: «Factores que influyen
en la construcción del currículum», y acerca propuestas de distintos autores,
que van desde la consideración de los factores psicológicos, pasando por
los intereses del alumno, hasta finalizar con los factores socioeconómicos.
Los autores de referencia del capítulo son Ralph.Tyler e HildaTaba y se citan
también una serie de autores y obras representativas de la llamada «concep
ción técnica del currículum» (Gagné, 1967; Suárez Gómez, 1968; Saylor y
Alexander, 1962; Koopman, 1968; Dewey, 1962; Gerald, 1970; Phenix,
1962; Bruner, 1965).
El capítulo dedicado a los objetivos aborda los siguientes temas: «Tipos
de objetivos», «Funciones de los objetivos», «Clasificación de los objetivos»,
«Hacia una taxonomía», «Fuentes de objetivos», «Quiénes formulan los objeti
vos», «Metodología tentativa para la formulación de objetivos generales»,
«Guía para la formulación de objetivos generales», «Carta tentativa para la
formulación de objetivos concretos».
El capítulo sobre contenidos discurre sobre los problemas didácticos de
la selección y organización del contenido y la selección y organización de las
actividades de aprendizaje. Incluye un «Modelo de una secuencia de activi
dades de aprendizaje» y un apéndice con tres tipos de ejemplificaciones:
«ejemplo de selección y organización de contenidos», «ejemplo de concre
ción de contenidos» y «ejemplo de elaboración de contenidos».
El capítulo dedicado a la evaluación educativa es un capítulo extenso,
que presenta una vasta bibliografía y contiene los siguientes temas: «Campos
(de la evaluación educativa)», «Características de la evaluación», «Fundo-
nes», «Efectos», «Evaluación del currículum», «Metodología tentativa para
un plan de evaluación del cumculum».
Los dos últimos capítulos del libro incluyen una serie de «guías prácticas»
para el docente y presentan «metodologías» para el «Perfeccionamiento del
cumculum» y la «Elaboración de planes para el desarrollo del currículum».
En síntesis, el cambio en la utilización de vocablos -plan' de estudios
por currículo- parece justificarse por el reconocimiento de lo que ya en el
ámbito internacional se consideraba el surgimiento de la teoría del currículo
en el marco de la Pedagogía Industrial (Díaz Barriga, 1991, en AAW, 1991).
Las ideas de planificación e integración de las que habla la autora a propósito
del currículo recuerdan la concepción tecnológica del currículo plasmada
en textos como los de Tyler (1949) y Taba (1962), autores reiteradamente
citados por Sarubbi. Si bien la autora menciona a Europa como un centro de
producción reconocido, la bibliografía citada a lo largo del libro es casi exclusi
vamente norteamericana, e incluye el reconocimiento de un autor de América
latina, Calixto Suárez Gómez (Ecuador), considerado por Sarubbi como el
precursor en temas de currículo en la región.
La bibliografía consultada por Sarubbi a lo largo del libro también nos
arroja algunos datos de interés: la autora maneja un noventa por ciento de
los textos en sus versiones originales y el espectro de publicación abarca en
su mayoría los años sesenta, lo que indica la actualización de la autora. Los
textos de referencia son clásicos en los temas que aborda el libro, muchos
de los cuales se convirtieron, en años posteriores a la publicación de la obra
de Sarubbi, en bibliografía obligada en el campo de la didáctica.
Las líneas teóricas que aparecen con mayor fuerza como «de referencia»
son: textos de autores pertenecientes a las comentes conductistas y neo-
conductistas para el tema de los objetivos; varias referencias a autores del
movimiento de reforma de los sesenta en los Estados Unidos, con citas de
la denominada corriente clásico-tradicionalista para el tratamiento del tema
de contenidos; y una fuerte y casi hegemónica presencia de la corriente
tradicional o tecnológica para abordar los temas de diseño del cumculo.
8. El libro suele constituir la obra máxima de un autor y con el tiempo adquiere cierto aire
noble. Por su lado, la revista es un medio más ágil que el libro, un medio de exploración previo
al libro, y un medio más sensible a las innovaciones, a la presentación de temas emergentes y
nuevas tendencias, en suma, un medio donde encontrar previamente algunos planteos que
años más tarde se cristalizarán, o no, en el libro. Muchos de los artículos que se analizaron
constituyen presentaciones parciales de tesis que luego se publicaron en formato libro.
9. Entre 1983 y 1998 se publicaron 29 libros sobre cumculo y se escribieron 25 artículos
sobre el tema en revistas académicas especializadas en educación. La progresión año a año nos
dice que, para el período estudiado, sólo comienza a tener cierto volumen la publicación de libros
sobre cumculo a partir del año 1994, y algo similar ocurre con los artículos de las revistas.
elaboración de un cumculo, y los temas curriculares se han inscripto con
fuerza en la agenda pedagógica contemporánea: hoy se habla de cumculo y
de dispositivos curriculares, mientras que años atrás se hablaba de plani
ficación, de contenidos mínimos o de plan de estudios. En el marco de los
procesos de reforma, el cumculo se recorta como un objeto específico que
comienza a ser el foco de análisis relevantes. Se propone además como un
conjunto de contenidos en la formación de los futuros maestros y profesores,
lo que va a tono con su importancia para la comprensión de algunos procesos
educativos contemporáneos.
No obstante la magnitud de estos movimientos, no tuvieron su correlato
en un aumento de la potencialidad de análisis de los problemas curriculares
ni en la densidad conceptual de la producción. Se observa un notable fraccio
namiento de los saberes con respecto al cumculo, y la producción teórica
local relevada (Feeney, 2001) d¿ cuenta de una amplia variedad de temas
con poco desarrollo sobre los problemas teóricos del campo.
Teniendo en cuenta la temática en estudio, es posible clasificar la produc
ción teórica local en dos grandes categorías: en primer lugar, aquella
vinculada con el tema de diseño e innovación curricular, donde se encuentran
trabajos sobre:
1) los límites del campo disciplinar; 2) las formas de proveer evidencia y la #i2
veracidad de ciertas declaraciones o generalizaciones; es decir, qué clase de
metodología es legítima dentro de un determinado campo de investigación,
lo que Schwab denomina sintaxis-, y 3) la identificación de conceptos básicos
que guían la investigación y dan lugar a generalizaciones de diferentes tipos, « m
esto es, la estructura sustantiva de la disciplina. « m
Siguiendo a los autores de referencia, proponemos hacer uri ejercicio de
visualización delcampo del currículo local en dos sentidos: en tanto instancia §- i -»
relativamente autónoma y estructurante de posiciones, oposiciones y dispo # i »
siciones; y en tanto subcampo relacionado con el campo intelectual de la » »
educación en su conjunto. Y a continuación intentaremos responder la pre
gunta sobre la posibilidad de constitución de un campo de estudios del cu € i *
mculo en nuestro país. f •
Teniendo en cuenta la conceptualización de campo de Bourdieu (1983), | j *
en lo que afecta a los estudios curriculares, el intercambio entre los produc
§ I *
tores del discurso sobre currículo en la Argentina se hace difícil porque no
existen reglas de juego comunes a tMW JK^exi&íe un «mercado único» I i *
donde circule la producción intelectual. Según Bourdieu, un campo puede # i ^
definirse como una red o configuración de relaciones eatre posiciones. Se
# i
puede comparar él campo aun juego: así, hay apuestas que resultan de la com
petición entre los jugadores. Y si entre ellos no surgen antagonismos, aveces # í
feroces, es porque otorgan al juego y a las apuestas una creencia (doxa), un m !
reconocimiento que no se pone en tela de juicio (los jugadores aceptan, por i
el hecho de participar en el juego, que dicho juego vale la pena de ser jugado).
§ -m
En todo campo existen cartas válidas y eficientes -llamadas triunfos- cyyo
valor relativo varía según los campos y según los estados sucesivos de un t
mismo campo. En todo campo existe también un capital que es el factor efi # -m
ciente de un campo dado y permite a su poseedor ejercer un poder, una
r
' influencia, existir en determinado campo.
En relación con el currículo, podemos decir que no existe un grado de # n
capital cultural acumulado cuya posesión funcione como requisito para m
ingresar al campo. Se pone de manifiesto una débil estructuración y una e i*
baja autonomía relativa del «campo» de los estudios curriculares en la
#
Argentina, que impacta de tal forma que la decisión acerca de qué se investiga
y cómo, y la evaluación de esas producciones, vienen impuestas desde afuera, -9
desde otros campos disciplinares con mayor tradición en nuestro país, tales m H»
como el de la didáctica y la política.
#
#
Probablemente esto se vincule con la «satelización»10 de los estudios
curriculares, que se encuentran incluidos en campos disciplinares de mayor
tradición en nuestro país. Entendidas en términos de negociación, de conflicto y
de poder -tal como lo mencionara Tomáz Tadeu Da Silva- las características de
la producción sobre el currículo están regladas por las prácticas de teorización11
que la didáctica considera válidas. Si nos encontramos en el paradigma del cómo,
es de esperar que laproducción sobre currículo sé centre fundamentalmente
en cuestiones ligadas a los problemas del diseño y la gestión de éste.
Los discursos educativos y las teorías referidas ala educación se encuen
tran en el marco de las ciencias sociales y se ven afectadas por la polémica
que se desarrolla en tomo al conocimiento, la ciencia, la noción de realidad,
la problemática metodológica, la validez científica y el rigor conceptual, que
si bien no vamos a explicitar especialmente, no podemos dejar de mencionar.
El juego de significados que aparece en las ciencias sociales requiere un
abordaje conceptual que tome en cuenta su complejidad: del mismo modo
que cualquier discurso sobre educación, el discurso sobre el currículo se
refiere a un objeto que implica una acción social, y debido a ello articula
diferentes funciones vinculadas con la práctica, y utiliza un tipo de código
que lo caracteriza*
Entender que los mensajes se superponen y tienen referentes en distintos
universos, sin por ello dejar de constituirse en un tipo de saber, significa
darse cuenta de que las visiones construidas desde un centro tienden a negar
las diferencias. En el caso al que nos referimos, esto permite entender por
qué en nuestro país el discurso sobre currículo aparece como satélite del
discurso didáctico y político.
10. Satélite: (del latín «satelles-itis»: miembro de una escolta) se aplica al Estado o país
teóricamente independiente, pero, de hecho, sujeto a la tutela de otro más poderoso, gene
ralmente vecino suyo (Moliner, 1994). En el campo del cumculo los países poderosos estarían
representados por la didáctica y la política educativa, en tanto que el currículo funcionaría
como satélite.
11. En palabras de Carr «Un modo de empezar a ocuparse de la relación entre teoría y
práctica como proceso público consiste en considerar la teoría y la práctica en términos de
relaciones sociales y estructuras sociales. Podríamos comenzar contemplando estas relaciones
sociales en términos de roles [...] no se trata sólo de que los lugares y tiempos en los que
teorizar estén separados de los lugares y tiempos de práctica. [...] El análisis de la teoría y la
práctica en términos de roles no tarda en hacerse confuso cuando pensamos en la complejidad
de las relaciones entre las teorías y prácticas de los llamados teóricos y las teorías y prácticas
de los llamados prácticos. Necesitamos aclarar exactamente qué prácticas (y de quiénes) y
qué teorías (y de quiénes) se consideran en cada momento [...]» (Carr, 1996: 33).
Por último, resulta pertinente mencionar el impacto del campo disciplinar
de la sociología de la educación o insistir en el de la política educativa en la
configuración del «campo» de los estudios curriculares en la Argentina. Sin
embargo, es objeto central del análisis que realizamos referimos a las rela
ciones que vinculan el «campo» del currículo con el de la didáctica.
La Argentina es partícipe de una tradición educativa que reconoce en la
didáctica de la Europa meridional sus «modos» de pensar los problemas de
la educación y la enseñanza. Este marco referencial heredado constituye un
horizonte de sentido que guía nuestra manera de pensar e influye en nuestros
lenguajes, forma parte de una determinada tradición histórica y, como tal,
da lugar a comunidades discursivas determinadas.
Según Camilloni: «Existe todavía una clara controversia acerca de si la
Didáctica existe como teoría de la enseñanza, según una tradición europea
secular; si se confunde con la Psicología Educacional, según la tradición
norteamericana de la primera mitad del siglo XX; o si debe ser reemplazada
por sus objetos de conocimiento, en particular el Currículum» (Camilloni,
1996: 22).
Señalando otros problemas de la misma situación, Antonio Bolívar
describe para el caso español las particularidades del diálogo entre la di
dáctica y el currículo, y el impacto de la introducción del discurso curricular
en el profesorado español:
A. Í n d ic e d e l l ib r o d e M a s ía I r m a S ar u b b t ,
,
Currículum. Objetivos contenidos, unidades
1: Currículum
Concepto
Condiciones de un buen currículum
Factores que inflüyen en la construcción del currículum (psicológicos,
socioeconómicos, culturales y lógicos)
2: Planeamiento educativo
Planeamiento del currículum
3: Objetivos
Tipos de objetivos
Funciones de los objetivos
Clasificación de los objetivos
Hacia una taxonomía
Fuentes de objetivos
Quiénes formulan los objetivos
Metodología tentativa para la formulación
de Objetivos generales
Guía para la formulación de objetivos generales
Carta tentativa para la formulación de objetivos concretos
4: Contenido
Selección de contenidos ■
Selección de una estructura organizativa
Organización del contenido
Selección de actividades de aprendizaje
Organización de las experiencias de aprendizaje
Modelo de una secuencia de actividades de aprendizaje
Apéndice
Ejemplo de selección y organización de contenidos
Ejemplo de creación de contenidos
Ejemplo de elaboración de contenidos
'■5: Evaluación educativa
Campos
Características de la evaluación
Funciones
Efectos
Evaluación del currículum
Metodología tentativa para un plan de evaluación
del curriculum
Segunda parte: Perfeccionamiento del currículum
Inducción del cambió del currículum
Modos de perfeccionamiento
Modos formales
Metodología tentativa para el perfeccionamiento
del cumculum
7: Elaboración de planes para el desarrollo del currículum
Plan anual
Partes
Plan de la unidad didáctica
Plan diario
Guías prácticas
Guías del estudiante
Epílogo
B. I n d ic e d e l l ib r o d e O sc a r C o m betta,
Planeamiento curricular
Presentación
1. La escuela y el alumno
2. El educador
3* El aprendizaje
Teorías del aprendizaje
Principios del aprendizaje
Formas del aprendizaje
Proceso del aprendizaje
Esquema del planeamiento curricular
Esquema del proceso curricular
4. El currículo
Esquema de la actividad del educador en el planeamiento curricular
Planeamiento de la curricula a nivel de departamento
Principios de la Unidad de Enseñanza
Planeamiento de la Unidad Didáctica a nivel de aula
Principio de la unidad didáctica
Sugerencias finales
Metodología del Plan del Currículo
Metodología del Plan de la Curricula
Metodología del Plan de la Unidad Didáctica
5. La Didáctica
Didáctica del currículo a nivel de Organismo Educacional
IoNiveles educativos
Enlace de los niveles
2o Etapas del aprendizaje
Proceso intelectual
Procedimientos de adquisición
Perfil de las etapas
Perfil de la escuela elemental
Perfil de la escuela intermedia
Perfil de la escuela media
Didáctica dé la curricula a nivel de Departamento
3° Objetivos de la enseñanza
4oMétodos y procedimientos didácticos
El método didáctico
La realización educativa
El procedimiento didáctico
El método de enseñanza
Métodos pedagógicos modernos
El trabajo grupal
La asignación de tareas
fü estudio dirigido
5oTécnicas Operativas de Aprendizaje
La nueva técnica
La técnica didáctica
Técnicas de grupo
Grupo de discusión
Grupo de elaboración
Debate dirigido
Foro
Panel
Seminario
6oUnidades de Enseñanza
Planeamiento de la Unidad de Enseñanza
• Esquema del planeamiento de unidades
T Medios didácticos auxiliares
8o Evaluación
Evaluación del rendimiento escolar
Didáctica de la Unidad Didáctica a Nivel de Aula
9o Unidades didácticas
Planeamiento de la Unidad Didáctica
Esquema de la integración de las unidades
La Unidad Didáctica y los niveles de enseñanza
10° Actividades
La actividad extraclase
6. La clase
La estructura didáctica
En el nivel elemental
En el nivel intermedio
En el nivel medio
Los métodos didácticos
Métodos orientadores
Métodos organizadores
La lección
El plan de clase
Metodología del plan de clase
Esquema del plan de supervisión'de la clase
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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ACERCA DE LOS USOS DE LA
TEORÍA DIDÁCTICA
Laura Basabe
de Estela Cois, en esta misma obra, ofrece una reseña de la evolución histórica de las ideas
pedagógicas.
3. Al analizar la enseñanza como proceso de producción, Hamilton distingue la produc
ción artesanal, esto es, los servicios de un tutor o institutriz que -a l igual que un sastre-
ofrecía a una familia un programa «a medida»; la producción doméstica en la que un maes
tro ofrecía a varias familias un programa fijo -un «traje de confección», ya no «a medida»—; la
producción en serie, que involucra el procesamiento de los alumnos mediante la enseñanza
por clases sobre la base de un programa estandarizado; y la producción continua, en la que,
al igual que con las líneas de producción móviles, se busca una mayor a atención a las
necesidades de los alumnos y se flexibilizan distintos componentes del dispositivo escolar
(el currículo, el espacio físico, etcétera). Si bien estas formas se sucedieron, no se fueron
reemplazando unas a otras, sino que cada una fue más bien desplazando a las anteriores
hacia la periferia (Hamilton, 1996: 133-142).
4. El capítulo «La enseñanza» de Laura Basabe y Estela Cois, en esta misma obra,
describe con mayor detalle la incidencia de los rasgos del dispositivo escolar sobre la activi
dad de enseñanza.
controlar la maquinaria educativa. En cambio, adquirieron un carácter
más parecido a una pieza de funcionamiento interno. [...] De igual mane
ra, los padres tuvieron que renunciar a seguir conservando el control total
de la formación de sus hijos. [...] En efecto, para la última mitad del siglo
XIX, la enseñanza había alcanzado niveles de sistematización qué sólo se
habían soñado en el siglo XVII» (Hamilton, 1996: 139).
Para la didáctica, pasar de pensar la enseñanza en términos de interac
ción entre un profesor a cargo de uno o varios alumnos a hacerlo en términos.,
de grandes sistemas de enseñanza no implicó sólo un cambio de escala en
la perspectiva, sino la necesidad de incorporar un conjunto de variables
nuevas: la clase escolar como escenario institucional de la enseñanza, el
cumculo como plan general para la instrucción, la evaluación de los apren
dizajes ligada a la acreditación, etcétera; y, consecuentemente, también la
necesidad de considerar la actividad de un nuevo conjunto de actores vin
culados a las instancias de planeamiento y evaluación del sistema, de dise
ño curricular, de formación docente, etcétera. Así, la emergencia de nuevos
ámbitos, tareas y actores fue generando un conjunto de nuevas preocupa
ciones vinculadas a la enseñanza, ya no sólo como actividad, sino también
como práctica social regulada, y demarcando nuevos subobjetos.
La creciente especialización de la enseñanza también implicó una dife
renciación de la actividad, según tipp de institución, nivel educativo, etapa
evolutiva de los alumnos, características de los sujetos, áreas de conoci
miento, que dio lugar a una segmentación dentro de la didáctica. Del cuer
po de la didáctica general surgieron didácticas específicas focalizadas en
un tipo de institución o nivel educativo, o en el trabajo con personas con
necesidades especiales de diverso tipo, o en campos de conocimiento espe
cíficos. Particularmente las didácticas de las disciplinas han tenido, en los
últimos años, una expansión notable y, a partir de sus desarrollos teóricos,
se han generado categorías conceptuales, propuestas para la enseñanza y
enfoques de investigación que han nutrido abundantemente la didáctica
general. Por su proximidad con el problema del aprendizaje de un conteni
do específico, las didácticas de las disciplinas se han desarrollado en fuerte
asociación con programas de investigación de base psicológica-no siempre
comunes-, y también con enfoques teóricos pertenecientes a los campos
disciplinares de referencia. Estos desarrollos han dado' lugar a una diferen
ciación, dentro del campo de la didáctica general, de corrientes que caracte
rizan la enseñanza desde diferentes perspectivas.3
7. Una reflexión -por cierto, más profunda- sobre los distintos tipos de «teoría» didáctic
puede encontrarse en esta misma obra, en el capítulo «Los profesores y el saber didáctico» d
Alicia R. W. de Camilloni, en el marco de las distinciones que plantea entre didáctica ordinc
ría, didáctica pseudoerudita, didáctica erudita, didáctica como disciplina teórica.
8 . He reseñado la evolución de la didáctica asumiendo que la enseñanza es su objeto d
estudio. Esta posición, defendida por algunos autores (Camilloni, 1996), es objetada pe
otros, para quienes el objeto de estudio de la didáctica es la clase escolar (Becker Soare
1985), o las transformaciones del conocimiento en su circulación desde ámbitos especial
zados de producción hacia instancias de traspaso a personas ajenas a dichos ámbitos com -
es la escuela (Brousseau, 1990). Estas opciones acerca del objeto de la disciplina van acón
pañadas de distintas perspectivas acerca de la naturaleza del conocimiento didáctico y .
responsabilidad de la didáctica respecto de la parcela del mundo de la que se ocupa. Pai
algunas posiciones, la didáctica sólo debe describir y explicar aquello que constituye i
objeto (Becker Soares, 1985), mientras que, para otras, debe además prescribir y normativiz
(Camilloni, 1996).
perspectivas, o de la ciencia en general, según otras.9 Pero la didáctica es
una disciplina que se ocupa de una práctica,10es decir, un cuerpo de conoci
miento comprometido de manera directa con la transformación de los fenó
menos de los que se ocupa y que, por ello, siempre implica un trabajo de
intervención social. Si la didáctica, como sostengo, está orientada a dar
pautas para la acción educativa, este concierto -o desconcierto- de voces
amerita una reflexión acerca de su valor para la práctica pedagógica y del
modo en que debe o puede cumplir su tarea.
12. En términos de la teoría del condicionamiento operante, «Una vez Que hemos hecho
que siga el tipo especial de consecuencia llamado refuerzo, nuestras técnicas nos permiten ,
configurar casi a voluntad el comportamiento de un organismo» (Skinner, 1970: 26).
«Una teoría cubre y formula las regularidades entre los hechos y aconteci
mientos que incluye; abstrae un caso general o ideal; deja atrás la falta de
uniformidad, las particularidades que caracterizan cada ejemplo concreto
de los hechos incluidos. Además, en el proceso de idealización, las investí-
gaciones teóricas pueden a menudo dejar de considerar facetas evidentes
de todos los casos, porque sus más importantes principios de investigación
o sus métodos no pueden m a n e ja r la s (Schwab, 1973: 24). Schwab re
chaza la idea de que una teoría pueda ofrecer un saber seguro a partir del
cual pueda dirigirse y controlarse la práctica educativa. Cree más bien que
la educación es una actividad práctica, esto es, una forma de acción abierta,
indeterminada, pero a la vez informada y comprometida con valores educa
tivos, y que recurre a la teoría a partir de los problemas prácticos que debe
enfrentar. Las teorías, según Schwab, tienen dos utilidades: constituyen
cuerpos de conocimiento que liberan a los involucrados en la resolución de
asuntos prácticos de la tarea de producir por sí mismos la información ne
cesaria, y brindan una serie de conceptos y distinciones que pueden contri
buir a iluminar los problemas que se tienen entre manos. Pero la debilidad
de las teorías debe ser compensada a través de su uso ecléctico, esto es, la
utilización sucesiva o simultánea de diferentes teorías para complementar
sus puntos de vista» necesariamente incompletos y par^&cs (Schwab, 1973).
A diferencia de las modalidades técnicas, en las modalidades prácticas
ya no resulta necesario elegir «la mejor teoría» para fundamentar la prácti
ca educativa, sino seleccionar las teorías más adecuadas para cada situa
ción en relación con un contexto específico y propósitos particulares. Su
utilidad no es proporcionar reglas de actuación, sino mejorar, la base de
conocimiento que informa las decisiones en situaciones prácticas; es decir,
alimentarla sabiduría práctica,« [...] una disposición que es a la vez moral
e intelectual y que se hace manifiesta en una capacidad para combinar
conocimiento ético del “bien” con sano juicio práctico acerca de lo que, en
una situación particular, constituye una expresión apropiada de este "bien ”»
(Carr, 1990: 98).
Aunque con una definición menos taxativa que la de Schwab -y especí
ficamente en relación con la enseñanza-, muchos autores han defendido la
combinación de distintos modelos y enfoques en la práctica pedagógica. En
un trabajo titulado Modelos de enseñanza, Joyce y Weil describen veintidós
modelos de enseñanza y los agrupan en cuatro «familias», de acuerdo con
14. Los grupos que Joyce y Weil establecen son: modelos de proceso de la información
orientados a mejorar la capacidad de procesamiento de la información por parte del alumno
como la propuesta de formación de conceptos de Bruner o la de aprendizaje significad vi
por recepción de Ausubel; modelos personales, que priorizan el desarrollo del yo individua
en sus aspectos afectivos, como el no-directivismo de Rogers; modelos de interacción so
cial, que enfatizan la mejora de las capacidades del sujeto frente a los otros y el traba}
social productivo, como el «Humanities Project» de Stenhouse; y modelos conductista¿
preocupados por la modificación del comportamiento observable, como la propuesta d
instrucción programada de Skinner.
15. Un enfoque es una concepción de enseñanza. «Son ideas sobre lo que es y deberí
ser enseñar. [...3 El enfoque del ejecutivo ve al docente como un ejecutor, una person
encargada de producir ciertos aprendizajes, y que utiliza para ello sus mejores habilidadí _
y técnicas disponibles. [...] El enfoque del terapeuta ve al docente como una persona empátic
encargada de ayudar a cada individuo en su crecimiento personal y a alcanzar un elevaá
nivel de autoafirmación, comprensión y aceptación de sí. [...] El enfoque del liberador ve <
docente como un liberador de la mente del individuo y un promotor de seres humanos me
rales, racionales, entendidos e íntegros» (Fenstermacher y Soltis, 1999: 20-21).
16. El título original es «Using diverse styles of teaching». La traducción me pertenec
ellas, pero advierte que si un modelo o un enfoque de enseñanza se define
por una determinada orientación filosófica y psicológica acerca del apren
dizaje y la enseñanza, no deberían combinarse o alternarse técnicas perte
necientes a diferentes modelos o enfoques, pues ello implicaría asumir vi
siones acerca de la enseñanza diferentes y hasta contradictorias. Según el
autor, la propuesta de utilizar diversos estilos de enseñanza desprecia el
lugar de la teoría en la práctica y subestima la mente del profesor, al reco
mendar que «no importa lo que la teoría diga o lo que piense, simplemente
haga esto, use esta técnica» (Dillon, 1998: 509, trad. propia). A su criterio, :
la utilización de técnicas como meras herramientas, desguazadas de la teo
ría o concepción que las generan, informan y justifican, convierte a la ense
ñanza en upa'actividad técnica, una actividad sin agencia moral, en un tipo
de práctica más parecida a la plomería o la ingeniería vial.
Mientras para Schwab el uso ecléctico de teorías permite alimentar la
sabiduría práctica y mejorar la capacidad para hacer juicios prudentes a
través de la deliberación, para Dillon, la combinación de enfoques prove
nientes de distintas teorías implica convertir al profesor en un técnico. Por
supuesto, los propósitos que expresan y las consecuencias que imaginan los
planteos de Joyce y Weil y de Fenstermacher y Soltis se acercan más al
optimismo de Schwab que a las sospechas de Dillon.17Pero, obviamente, la
crítica de Dillon apunta a los fundamentos de estas propuestas y no a las
intenciones de sus autores.
Desde mi punto de vista, la propuesta de combinar enfoques de ense
ñanza provenientes de distintas teorías no implica un desprecio del lugar dé
la teoría en la práctica, sino un redimensionamiento de los alcances de cual-
17. Joyce y Weil consideran que la combinación de diferentes modelos tiene las siguien
tes ventajas: «Desarrollar un repertorio de modelos equivale a desarrollar flexibilidad.
Parte de esta flexibilidad es competencia-profesional. Todo profesor se enfrenta con una
amplia gama de problemas, y cuanto mayor sea su repertorio de modelos, más amplias y
creativas serán las soluciones que podrá generar. [...] El ambiente propicio al desarrollo
personal se potencia grandemente si las personas pueden definir su posición actual y sus
alternativas» (Joyce y Weil, 1985:31).
Fenstermacher y Soltis defienden la utilización de diversos modelos con los siguientes
argumentos: «Saber sobre diferentes enfoques docentes dará a l futuro profesional el poder
de elegir maneras de enseñar con las que alcanzará los propósitos más altos de la más
noble de las profesiones, que ayuda a los individuos a convertirse en personas cabales. Por
otra parte, comprender las diversas concepciones ofrece una variedad de maneras de re
flexionar sobre lo que hace y la relación entre lo que se procura como docente y lo que en
efecto se logra con los alumnos. Y esto entra en la definición de un educador comprometido,
reflexivo y responsable» (Fenstermacher y Soltis, 1999:21-22).
quier teoría y de su contribución efectiva a la práctica. Tampoco implica, a ^
mi juicio, un olvido de la mente del profesor. Por el contrario, reinstala su j
razón al liberarlo del «manual de instrucciones» derivado de cualquier teó- -¿ - ^
ría y al encomendarle la evaluación y elección de cursos de acción posibles | fc
y deseables en cada situación. Creo que Dillon interpreta la propuesta de I--' j
combinar diversos enfoques de enseñanza en «clave técnica», formulando j 9
como una regla de acción lo que pretende ser un marco para la acción. «No \ ^
importa lo que la teoría diga, no. importa lo que piense, haga esto», no ^ ¡ '
constituye una regla, sino más bien un principio, pues el contenido de «esto» £ j -
es, justamente, «decidir qué es lo mejor en cada caso». Y entonces se trata ^ j 9
más bien .de un principio, pues en cada situación se debe interpretar, esta- ! ^
blecer las alternativas y elegir la más adecuada, o sea, deliberar. ^ j
De todas maneras, al extremar los planteos de Joyce y Weil y de Fenster- § j ^
macher y Soltis, la crítica de Dillon pone de manifiesto un riesgo implícito ^ i
en estas propuestas y es que se interprete la variedad pedagógica como [ ^
valor en sí mismo. Disponer de diferentes modos de hacer las cosas es útil ^ {
sólo si sabemos elegir el más adecuado en cada caso. Tal vez no termine- ¡9
mos haciendo las cosas de modos muy variados y no hay nada malo en ello m í
si lo que hicimos fue lo más adecuado para cada caso. Desplegar un rami- I *
líete de formas de enseñanza no entraña grandes mejoras para la educación 9 I "
si no es resultado de decisiones prudentes. Aclararlo vale la pena porque, en ^ -9
nuestro medió educativo, la novedad, la originalidad, la renovación, consti- —- !
tuyen valores que despiertan rápida adhesión en las escuelas y también en j _
ámbitos educativos especializados, y a menudo operan como criterios para 9 j
distinguir «buenas prácticas de enseñanza». ^ j %
En cambio, coincido con Dillon en que el uso ecléctico de diferentes ~ i
enfoques de enseñanza puede resultar problemático desde el punto de vista ] A
de la compatibilidad de sus fundamentos, pero creo que se apresura al afir- 9 J
mar que el uso de distintas técnicas implica la amputación-del marco con- # i ^
ceptual y valorativo que la sostiene. La idea de eclecticismo puede enten- ¡ ^
derse-en dos sentidos. Uno más ligado al sincretismo o al integracionismo: \
en el primer caso, los elementos que se consideran «lo mejor» de cada doc- 9 | -
trina se fusionan por mera yuxtaposición; en el segundo, partes de distintas £ ;
teorías se estructuran en un nuevo sistema, en un esfuerzo de creación. En- j
tiendo que en ambos casos, se requiere la neutralización del marco concep- j _
tual y valorativo propio de cada una de las partes, porque los valores son los 4T j ^
del. nuevo sistema. El nuevo sistema no es neutral, pero tampoco conserva ^ ^
los valores de las partes que reintegra. El segundo sentido del eclecticismo | ^
. . . . . ^ ;
enfatiza la búsqueda de un criterio de verdad que permita encontrar con-
r *
cordancias entre posiciones aparentemente opuestas en nombre de la tole
rancia, la conciliación y la moderación, incluso con respecto a la misma
actitud ecléctica.18En la propuesta de hacer un uso ecléctico de teorías se
utilizan distintas teorías, pero sin procurar integrarlas en un sistema nuevo,
y se utilizan conservando su propio marco conceptual y valorativo.19
Pero si esto es así, aparece otro problema: la búsqueda del «criterio de
verdad» que armonice la convivencia de marcos conceptuales y valorad vos
diversos dentro de una propuesta pedagógica. Las técnicas no pierden sus
principios y sus efectos, aunque éstos puedan colocarse temporalmente en
tre paréntesis. Por ejemplo, Rogers justifica la inclusión de la instrucción
programada dentro de la propuesta no directiva en función de algunos ras
gos que, desvinculados las bases teóricas y los principios del condiciona
miento operante, cuadran bastante bien con su propósito de promover el
desarrollo personal de los alumnos.20 Pero la máquina de enseñar está dise
ñada para hacer además otras cosas, y efectivamente las hace: Y habrá que
analizar cómo se articulan esos efectos con los de los otros «métodos para
construir la libertad» y con los propósitos generales del no directivismo
rogeriano. Sin embargo, sus advertencias en cuanto a los requisitos y limi
taciones del uso dé la instrucción programada, aunque no resuelven el pun
to, evidencian su conciencia de los riesgos y de la necesidad de una utiliza
ción mediada por decisiones prudentes.21
18. La distinción es planteada por Ferrater Mora en el marco de una revisión histórica de
los usos del término «ecléctico» y «eclecticismo» (Ferrater Mora, 1999).
19. Tal como explica Schwab, «La modalidad ecléctica no combina teorías alternativas
en una sola teoría coherente. Un espíritu inventivo puede beneficiarse con el análisis
ecléctico; pero, para inventar una teoría única y coherente, todavía se necesita un genio»
(Schwab, 1973: 13) (el destacado es del original).
20. Segün Rogers, la instrucción programada « [...] proporcionará al alumno satisfaccio
nes inmediatas, le permitirá adquirir conocimientos que necesita para su propia actuación, le
dará la sensación de que todo se puede aprender y que el proceso educativo es inteligible y
amplio. Puede trabajar según su propio ritmo y encuentra que los pasos están relacionados de
manera coherente. La sustitución de las medidas punitivas o eváluativas por refuerzos o re
compensas inmediatas es otro factor en su favor» (Rogers, 1991: 185-186).
Del mismo modo, Fenstermacher y Soltis advierten: «La integración requerirá una gran
sensibilidad para comprender los factores que, en situaciones concretas, exigen un delica
do equilibrio entre sus valores, sus propósitos y sus acciones. No hay recetas infalibles y
puede ocurrir que no siempre las cosas salgan como uno desea» (Fenstermacher y Soltis.
1999: 116).
21. Rogers advierte que la instrucción programada debe ser utilizada para el aprendizaje
de temas puntuales y no para cursos en los que se pretende enseñar todo el campo de cono
cimiento, y que su utilización debe estar dirigida por un maestro eficiente. «Está implícito
El ejemplo permite ilustrar que la utilización simultánea o sucesiva de
diversos enfoques puede dar lugar a alianzas fecundas, pero también a com
binaciones confusas o contradictorias en cuanto a sus efectos, y los límites
entre un resultado y otro pueden ser difíciles de reconocer. Entiendo que la
propuesta de combinar diferentes enfoques o modelos de enseñanza no sos
laya este problema, pero deja abierta la cuestión de los «criterios de ver
dad» a partir de los cuales se combinan teorías, confiando, al igual que
Rogers, en la sabiduría práctica de. quienes deciden.22A mi criterio, la pro
puesta de hacer un uso ecléctico de distintos enfoques de enseñanza sólo
puede verse como una posición técnica si se desvincula este modo de usar
la teoría del papel que a ella se le asigna. Cuando el planteo se separa de las
preocupaciones a las que la propuesta da respuesta, las teorías se convierten
en un menú de reglas cuya aplicación sólo se rige por criterios de eficacia;
efectivamente, una posición técnica. Pero en la modalidad práctica, la fun
ción de la teoría es alimentar la sabiduría en la resolución de los problemas
prácticos, iluminar la toma de decisiones, y la consideración de sus funda
mentos conceptuales y valorativos es parte del contenido de la deliberación.
De todos modos, la renuncia a la elección o construcción de una teoría
única en función de la cual guiar las prácticas de la enseñanza y la acepta-
#
^ 23. En el siglo XVU, Newton fundamentó la intuición de los primeros científicos mo-
^ demos del siglo XVI de que el mundo funcionaba como una gran máquina creada por el
Gran Ingeniero (Dios) y que, como ral, podía explicarse por sus componentes: los cuerpos
• mayores y las partículas más pequeñas se mueven de acuerdo con las mismas leyes. Fue
Laplace quien, en 1814, expresó esta idea con claridad: «Una inteligencia que conociera
^ todas las fuerzas que animan la naturaleza, a sí como la situación respectiva de los seres que
^ . la componen, [...} podría abarcar en una sola fórmula los movimientos de los cuerpos más
grandes del universo y los del átomo más ligero; nada le resultaría incierto y tanto el futuro
*
# 1
mi
• q
brimiento provocaba en sus propios autores, hacia principios del siglo XX
la idea de probabilidad estaba insolada. El saecMÚcismo se resquebrajó por •H
tres vías: el estudio de sistemas complejos con tantas variables que exigen m\ bm
la utilización de la estadística y sólo permiten la formulación de leyes pro-
i *
babilísticas; el estudio de sistemas cuánticos, como las moléculas, los áto
mos, núcleos o partículas elementales, cuyas propiedades sólo son poten m\
cialidades más o menos probables hasta que una medida fija;su valor; y el •
descubrimiento de los sistemas caóticos, que, a pesar de que tienen pocos
* 1j •
grados de libertad y una apariencia simple, son deterministas e impredeci-
bles a la vez (Fernández Rañada, 1990). m #
En las tre* últimas décadas, un conjunto de teorías han intentado expli # m
car diversos fenómenos naturales y sociales que tienen en común la apari # l m
ción de inestabilidades y un comportamiento que no puede predecirse. El
comportamiento caótico se manifiesta cuando la señal generada por un sis # i m
tema parece carente de toda regularidad y no se estabiliza con el transcurso *
del tiempo. Los sistemas de comportamiento caótico son muy sensibles a m
pequeñas variaciones en las condicioqes iniciales. Pequeñas incertidum-
#
*
óres iniciales se amplifican exponencialmente dando lugar a enormes va
riaciones en la evolución del sistema en el transcurso del tiempo, de modo # .4*
que se toma imposible la predicción unívoca de los estados futuros del sis «F
i
m
tema. Pero impredictibilidad no es lo mismo que indeterminación.24 Los
sistemas de comportamiento caótico no son predecibles, excepto a muy
^1
corto plazo, pero las ecuaciones que permiten describirlos son totalmente
deterministas: dadas unas condiciones iniciales, pueden fijar el valor de las
variables para todo tiempo futuro (Lombardi, 1999). Los sistemas caóticos *
#
combinan necesariedad y contingencia, determinación y azar.
#
#
€
# ii
como el pasado estarían presentes a sus ojos». Las leyes de Newton fueron extrapoladas
desde el ámbito en el que habían sido generadas y comprobadas, la astronomía, hacia las W ;
ciencias biológicas e incluso sociales, pues se entendía que si los seres vivos estaban cons
tituidos por átomos y moléculas, estaban sujetos a las mismas leyes que la materia inerte. Y • |
si este dererminismo no resultaba evidente era a causa de la falta de desarrollo de la biología #
(Fernández Ranada, 1990).
24. Lombardi distingue deterninismo, propiedad ontológica de un sistema, que se refie «r
re a la secuencia unívoca de sus estados posibles, de predictibilidad, concepto que corres
ponde al plano gnoseológico y alude al mayor conocimiento que puede tenerse de los esta • .
dos futuros de un sistema (Lombardi, 1999). r j
*
Según Mayntz, las sociedades humanas muestran muchos de los rasgos
característicos de los sistemas no lineales25 (imprevisibilidad, interdepen
dencias complejas, cambios de estado repentinos, retrasos en las respues
tas, fenómenos de «masa crítica» en los que una variable dependiente no
reacciona o lo hace muy levemente hasta que la variable independiente al
canza cierto valor, etcétera). Pero, a diferencia de los sistemas biológicos,
los sistemas sociales no pueden analizarse con independencia de la capaci
dad de los seres humanos para organizarse en la consecución de fines espe-
tíficos y, de este modo, controlar procesos espontáneos si sus consecuen
cias se anticipan indeseables, modificando las condiciones que podrían pro
vocarlos. La evolución de los sistemas sociales es resultado del interjuego
de los acontecimientos espontáneos y de la acción planeada (Mayntz, 1992).
De todos modos, la acción planeada no es menos incierta que los acon
tecimientos espontáneos. Según Morin, los sistemas sociales, al igual que
las personas, son máquinas vivas cuyos outputs, a diferencia de las máqui
nas artificiales, no pueden predecirse a partir de sus inputs (aunque, en oca
siones, operen como máquinas triviales y sea posible anticipar su compor-
tamierto). Por otra parte, las máquinas vivas pueden tolerar esa gran canti
dad de desorden que habitualmente denominamos «libertad». La acción
escapa a la voluntad del actor político para entrar en el juego de interaccio
nes, retroacciones e inter-retroacciones del conjunto del sistema social. En
el momento en que se emprende una acción, ella comienza a escapar a sus
intenciones y es el ambiente el que toma posesión, en un sentido que puede
volverse contrario a la intención inicial. Este «principio ecológico de la
acción» tiene dos consecuencias: la primera, que la eficacia máxima de una
acción se sitúa al comienzo de su desarrollo; la segunda, que las consecuen
cias últimas de una acción no son predecibles (Morin, 1994a; Morin, 1994b).
El sig’.o XVn acunó el sueño de encontrar «el orden» operante tras la
apariencia de desorden; el siglo XX, la resignación de que cualquier orden
es parcial, producto y productor de desorden.26 Los aportes de las «teorías
28. Según Weber, la acción es una conducta que está vinculada a un sentido subjetivo
del sujeto de la acción. En la acción social, ese sentido está remitido a las acciones de otros,
ya sean pasadas, presentes o futuras, y ellas guían su desarrollo. No cualquier acción, por ser
externa, es social y, a la vez, una acción interior puede ser social si .está orientada por las
acciones de otros de un modo significativo (Weber, 1985). Aunque, Schutz distingue la
«acción», que es la conducta preconcebida, del «acto», que es la acción cumplida (Schutz,
1974), aquí se utilizará el término acción para aludir indistintamente a la acción imaginada
y la acción realizada. Su racionalidad es compleja pues siempre combina, aunque en propor
ciones variables, distintos tipos de orientaciones: fines racionalmente ponderados y perse
guidos, valores que el sujeto interpreta como órdenes o exigencias, afectos o sentimientos
actuales y costumbres arraigadas (Weber, 1985).
ir # !
*
fe
La didáctica -al igual que la ética o la política- enfrenta los problemas ^
propios de las disciplinas orientadas a informar la acción a realizar. No
puede limitarse a iluminar la práctica a través de descripciones profundas y fe
categorías potentes que eventualmente permitan una mejor comprensión y ffe
e
actuación por parte de los practicantes. Debe, además, guiar la práctica,
fe
dando dirección y orientación a la acción. Una tarea no exenta de dificulta
des, como lo advierte Morin: «La política no gobierna sino que navega al fe
fe'
timón [...] Pero esto no quiere decir que sólo deba návegar el rumbo de día ^fe
en día, debe tener una idea-faro que la ilumine. No puede hacer programas
fe
para el futuro, puesto que los programas son proyecciones abstractas y
mecanicistas que los acontecimientos desbaratan. Sin embargo, es necesa- fe
fe~
rio proyectar valores, ideas-fuerza, ideas-motoras» (Morin 1994b: 439). ^fe
Del mismo modo, la aceptación de la incertidumbre de toda acción social
fe
no exime a la didáctica de su responsabilidad de definir metas valiosas y
caminos posibles. Si se me permite retomar la metáfora, no sólo debe pro- fe
porcionar lupas para entender dónde estamos sino, además, brújulas, ma-
pas y catalejos para saber adonde ir y cómo hacerlo.
#-
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4. Y ENTONCES, ¿LA DIDÁCTICA?
m
I'
La didáaüca teóettpttdéy,a la véz, es
una acción social. Esto traza sus *
horizontes, sus límites y sus desafíos. La didáctica es un cuerpo de conocí-
miento orientado a guiar la acción educativa, pero la enseñanza, como toda
acción social, es siempre singular y escapa a su control a partir de reglas.
En tanto teoría, la didáctica debe ocuparse de lo general y repetible, pero su ^
destino es la situación empírica. Por ello, exige al destinatario del discurso &
didáctico, maestros y profesores, reconstruir el significado teórico-práctico g-
de sus enunciados en el marco de la situación particular.29 La didáctica, en
tanto disciplina que se ocupa de una práctica, tiene una relación inmediata ^
con los fenómenos que trata, pero la efectividad de sus productos es siem-
pre mediata y mediada. En términos de Fenstermacher: «[...] el beneficio £-
de la investigación sobre educación para la práctica educativa se realiza
en el perfeccionamiento de los razonamientos prácticos, no en programas
deducidos de los resultados de la investigación. [...] La investigación in-
29. Este planteo es desarrollado, en esta misma obra, en el capítulo «El sujeto del discur
so didáctico» de Alicia Camilloni.
fluye sobre la práctica cuando altera la verdad o falsedad de las creencias
que el profesor tiene, cuando cambia la naturaleza de esas creencias y
cuando añade creencias nuevas» (Fenstermacher, 1989: 165).
La normatividad didáctica debe ser reconstruida en cada caso particular
por actores singulares, articulando el conocimiento del «bien» con el juicio
práctico acerca de lo que, en cada situación, constituye una expresión ade
cuada de ese «bien». Pero, como hemos visto, esa normatividad no consti
tuye un marco de actuación unitario, coherente e integrado, sino que se
compone de una oferta variada de encuadres normativos provenientes de
diversas teorías. Entonces, la tarea de los docentes no es simplemente inter
pretar, traducir y acomodar una teoría a contextos específicos, sino hacer
elecciones, descartar opciones, decidir combinaciones. Una tarea cuya com
plejidad no puede mitigarse -desde una perspectiva práctica- a través de la
elección de «la mejor teoría» o la construcción de «la gran teoría».
Reconocer los límites de la teoría didáctica —cualquier teoría-en la guía
de la práctica educativa no exime a la didáctica de -por el contrario, la
obliga a - ocuparse del problema como aspecto constitutivo de su tarea. En
tanto actividad especializada que se ocupa de la enseñanza desde el punto
de vísta práctico, su desafío central no es sólo producir buenas propuestas,
sino encontrar el modo de contribuir con ellas a la mejora efectiva de las
prácticas de enseñanza* Y para ello, debe incorporar como dimensión cen
tral de su producción la consideración de los contextos y los modos en que
ese conocimiento es recuperado para su uso. Si el horizonte normativo se
termina de delinear a partir del juicio práctico de los practicantes, la didác
tica debe orientarse a ofrecer una plataforma productiva para la delibera
ción y la tam a de decisiones.
La preocupación por las decisiones de los docentes no es nueva en la
agenda de la didáctica. En las últimas tres décadas, dio lugar a un conjunto
de trabajos -habitualmente encuadrados dentro del «paradigma del pensa
miento del profesor»- que se orientaron a describir y comprender la base de
conocimiento y los prósesos cognitivos a partir de los cuales los docentes
interpretan y dirigen su práctica.30Bajo la idea de que las personas perciben
e interpretan las situaciones en función de sus marcos cognitivos y actúan
de acuerdo con esos significados, se pensó que, en el caso de los docentes,
30. Clark y Peterson hicieron una completa -aunque ya un poco vieja- reseña de las
principales líneas de trabajo y aportes del «paradigma del pensamiento del profesor» (Clark
y Peterson, 1990).
el trabajo de revisión de los supuestos involucrados constituía una alternati
va promisoria para el perfeccionamiento de la práctica. Sin embargo, cor
frecuencia estas propuestas incorporaron la idea de reflexión de manera
«genérica», confiando en que las acciones docentes serían necesariamente
mejores si eran más deliberativas e intencionales, y descuidando el conteni
do, la naturaleza y los propósitos de la reflexión,31y quedaron así atrapadas
en la misma racionalidad técnica contra la cual se erigieron. Por otra parte
si bien estos trabajos permitieron una nueva y mejor comprensión de h
acción de los maestros, no constituyen per se nna herramienta de interven
ción sobre esas acciones. Como señala Feldman: «El principio de promo
ver una práctica reflexiva es, indudablemente, correcto. Pero la idea di
“reflexión ” como metodología para el trabajo con los enseñantes, y po\
parte de ellos, debe encuadrarse dentro de algunos límites. Cuando se uti
liza la idea de “reflexión” como un enfoque asociado a la resolución di
problemas específicos—o sea como una “metodología”-, es necesario aten
der a dos restricciones: primero, que mediante la reflexión se atiende a ut
rango limitado de problemas y, segundo, que adquirir buenas capacidade,
reflexivas puede requerir buenas competencias técnicas y casuísticas» (Feld
man, 1999:106).
Aunque, la reivindicación del «profesor reflexivo», en ocasiones, h;
constituido más un intento de construir una nueva imagen del maestro qui
una estrategia efectiva para la mejora de la práctica docente, los aporte
provenientes del «paradigma del pensamiento del profesor» han permitid*
una mejor comprensión de la acción de los docentes, por cierto imprescin
dible para pensar y repensar la intervención sobre las prácticas de enseñan
za. De todos modos, sin dejar de reconocer el valor de estos trabajos, ello
no representan el tipo de dirección que intento sugerir. Básicamente, poi
que no responden a la pregunta acerca de las características que debe asu
mir la producción didáctica para contribuir a las decisiones y acciones d
los docentes, y más bien sugieren la constitución de un capítulo indeper,
32. En términos de Weber, se trataría de una acción racional con respecto a fines y con
respecto a valores: «Actúa racionalmente con respecto afines quien orienta su acción según
el fin, los medios y las consecuencias que ella comporta, ponderando para ello racional
mente los medios con los fines, los fines con las consecuencias y los diversos fines entre sí;
como quiera que sea, no quien actúe afectivamente (sobre todo, de manera emotiva) ni
según tradición. A su vez, la elección entre distintos fines y consecuencias concurrentes y en
pugna puede se r racional con respecto a valores, con lo que la acción sería racional con
respecto afines sólo en lo que concierne a los medios. O en otro caso, el agente, sin ninguna
determinación racional p o r valores en form a de "mandatos” o ‘'exigencias", puede acep
tar esos fines concurrentes y en pugna “só lo ” como deseos subjetivos dentro de una escala
de urgencias consecuentemente establecida, orientando su acción de acuerdo con ella de
modo que, en lo posible, resulten satisfechos en el orden de esa escala» (Weber, 1985: 93).
técnicos en unas coordenadas morales (Huebner, 1996). Enfoques que ha
gan explícitos los supuestos que encuadran sus propuestas y describan el
tipo de mundo que contribuye a ver y a crear, dentro y fuera de la escuela,
proporcionan una plataforma que ayuda a situar las decisiones prácticas en
su dimensión moral.
Al mismo tiempo, el análisis de las consecuencias de una propuesta debe
contextuálizarse a través de la identificación de factores que puedan obsta
culizar e incluso invertir los efectos deseados y dar lugar a otros no desea
dos, aun indeseables. Ello no atenta contra su espíritu de generalidad y re
sulta decisivo desde el punto de vista de su valor práctico, pues advierte a
sus intérpretes y potenciales usuarios sobre la necesidad de estimar márge
nes de variación -y de fracaso-, y prever los ajustes necesarios en caso de
ser trasladada a contextos político-educativos con otra conjugación de con
diciones, restricciones y tradiciones de desempeño de la docencia.
Por último, la enseñanza es un fenómeno complejo y, pafa ocuparse de
ella, la didáctica requiere múltiples perspectivas teóricas y una vocación
para el pensamiento complejo: «[...] el pensamiento complejo no es el pen
samiento omnisciente. Por el contrario, es el pensamiento que sabe que
siempre es local, ubicado en un tiempo y en un momento. El pensamiento
complejo no es el pensamiento completo; por el contrario sabe de antema
no que siempre hay incertidumbre. Por eso mismo escapa al dogmatismo
arrogante que reina en los pensamientos no complejos. Pero el pensamien
to complejo no cae en un escepticismo resignado porque, operando una
ruptura total con el dogmatismo de la certeza, se lanza valerosamente a la
aventura incierta del pensamiento, se une así a la aventura incierta de la
humanidad desde su nacimiento» (Morin, 1994b: 440). «Pero lo que se
puede hacer para evitar el relativismo y el etnocentrismo totales es edificar
meta-puntos de vista. Podemos construir miradores y desde lo alto de esos
miradores podemos contemplar lo que ocurre» (Morin, 1994b: 433).
Según Bruner, una teoría de la instrucción se encuentra en la intersec
ción entre consideraciones relativas a la naturaleza de la mente y considera
ciones relativas a la naturaleza de la cultura (Bruner, 1997). Seguramente,
necesita también de una teoría del conocimiento y una teoría de la acción
social. No sólo como base para comprender mejor los fenómenos de los
que se ocupa, sino además como «miradores» desde los cuales revisar la
propia producción. No es un intento de derivar hacia algún plano metateó-
rico la resolución de la diversidad de perspectivas, sino una invitación a
que cada teoría haga evidentes no sólo los valores que promueve, sino los
presupuestos que asume con respecto al conjunto de fenómenos involucra
dos en la porción de realidad de la que se ocupa. También es una adverten
cia relativa a la necesidad de contar con criterios de validación de las teo
rías que vayan más allá de la «eficacia» de una propuesta en la resolución
de asuntos prácticos, y que, eventualmente, sirvan como ejes articuladores
que permitan establecer conexiones entre ellas.
5. REFLEXIONES FINALES
33. Una posición de este tipo se expresa en la propuesta de Fenstermacher, quien distin
gue entre la lógica de producción de conocimiento, consistente en formulaciones o proposi
ciones acerca del mundo, cuyo resultado son declaraciones acerca de hechos, estados o
fenómenos, y la lógica del uso del conocimiento, que consiste en afirmaciones, pero cuyos
resultados son acciones. Este autor sostiene que la base normativa no es un requisito de la
investigación de la enseñanza, pues la investigación puede fundarse en criterios internos de
adecuación y valor, y reservar la consideración de los aspectos normativos para los razona
mientos prácticos que se dan en la mente de los profesores (Fenstermacher, 1989).
Tanto para los didactas como para los docentes —ambos enfrentados a
la resolución de problemas prácticos—la variedad de teorías que caracte
riza a la didáctica en la actualidad puede constituir una potente «caja de
herramientas» para comprender e intervenir en esos complejos sistemas
que hemos inventado para enseñar «todo a todos». No se busca alentar la
proliferación teórica y ni la mezcolanza metodológica, sino, dadas las cir
cunstancias, el desafío de usar, con sabiduría práctica, el instrumental a
disposición para la mejora efectiva de las prácticas de enseñanza en nues
tras escuelas. Aunque siempre sea una apuesta.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS