Kisaury Zapata - El Papa León Xiii.

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NOMBRE:

KISAURY M. ZAPATA.

MATRICULA:

100179137.

MATERIA:

IDEAS DE LAS HISTORIAS POLÍTICAS II.

PROFESOR

CLODOALDO MATEO VILLANUEVA.

SECCION:

02.

TEMA:

EL PAPA LEÓN XIII.


INTRODUCCIÓN

En tiempos de San Pío X se conoció el modernismo como doctrina teológica. Sin


embargo, como destaca Danilo Castellano, siguiendo a Gentile, D´Agostino, Del Noce y
Gambra, se trata de una teoría que no solo tiene incidencia teológica, pues de suyo se
proyecta al campo político, jurídico y social. El modernismo como filosofía reconoce su
último origen en el rechazo al orden natural, en cuanto creado, en una tentativa del
hombre de sustituir a Dios.

El nuncio papal, en opinión de León XIII, era el representante de la soberanía espiritual


del papa del mismo modo que un embajador representa la soberanía política de su país.
León XIII abordó los problemas del mundo obrero con todas crudeza y realismo, lo que
le llevó a publicar en 1891 la Encíclica Rerum Novarum, con la que quedaba patente
la preocupación del papado por los temas de índole social y, en concreto, por una de las
mayores dificultades que se presentaron durante el siglo XIX: la degradación de los
trabajadores. A partir de entonces a León XIII se le pasó a denominar el Papa de los
obreros. Además, su fuerte curiosidad intelectual le movió a estimular decididamente
las ciencias, la historia, la astronomía o la arqueología. Para la historia ha quedado
como un Papa que consiguió reconciliar a la Iglesia con el mundo moderno.

Durante el siglo XIX, el Magisterio Pontificio opuso los principios del derecho público
cristiano al derecho nuevo surgido de la Revolución Francesa. Al respecto, León XIII
formuló un cuerpo doctrinal amplio, sistemático y explicativo, que suele ser
escamoteado, en las últimas décadas, en sus aspectos más antitéticos con la Modernidad
política.

Durante siglos perduró en Occidente el régimen de Cristiandad. En la mente de León


XIII, la Revolución ha iniciado un proceso para derribar este régimen y expulsar de la
sociedad temporal el influjo de la ley de Cristo y del derecho natural.

El liberalismo y el liberalismo son ideologías justificadoras del proceso revolucionario,


en su esencial veta secularizadora. Hunden sus raíces en una cosmovisión anti-teísta,
racionalista, que desconoce el orden natural en que se asientan las sociedades políticas.
El poder ha sido pervertido por estas ideologías y sus dogmas políticos. No le reconocen
un origen divino-natural o un estrato social histórico; Adviene, entonces, el Estado
soberano y laico, la mayor condensación de poder en la Historia.
DESARROLLO

EL PAPA LEÓN XIII.

Vicenzo Goaocchino Pecci Papa. Nació como Luigi Pecci, el 2 de marzo de 1810 en
Carpineto Romano (Frosinone), ciudad de Roma, en los Estados Pontificios, era hijo de
Ludovico Pecci, militar, y de Anna Prosperi, el último de sus seis hijos. Su familia no
tenía grandes medios, pues vivían en una comarca montañosa y pobre. Entro a la edad
de ocho años en el colegio jesuita de Viterbo en 1818-1824, se trasladó al también
jesuita Colegio Romano, donde estudió ocho años más. Amplió sus estudios en la
Academia de Eclesiásticos Nobles, la escuela de capacitación para diplomáticos del
Vaticano, y en la universidad della Sapienza de Roma. Se mostró extraordinariamente
dotado para el estudio del latín, adquiriendo entonces el gusto por componer poesía en
esta lengua. En 1832 se doctoró en Teología. Los cinco años siguientes los empleó en el
aprendizaje del derecho civil y canónico, en la Academia de Nobles. En 1837 entró a
formar parte del personal doméstico del papa con el título de monseñor, y más tarde fue
ordenado sacerdote y nombrado gobernador de Benevento el mismo año, en 1841, de
Perugia. Fue elegido papa el 20 de febrero de 1878 y se impuso el nombre de León XIII.

Muy pronto pasó al servicio del papa Gregorio XVI, quien le encomendó tareas
diplomáticas, primero como delegado pontificio en las ciudades italianas de Benevento,
Perugia y Spoleto (1838-1843), y luego como nuncio en Bélgica (1843-1846). En este
tiempo viajó por los vecinos países de Alemania, Francia e Inglaterra, visitando sus
complejos industriales. En 1846 fue nombrado obispo de Perugia. En esta sede
reorganizó toda la actividad pastoral (caridad, instituciones como orfanatos y la
Academia de Santo Tomás de Aquino, misiones, etc.) e incluso restauró la catedral y el
seminario. Como consecuencia de su buen quehacer fue elevado al cardenalato en 1853.

León XIII, dirigió un encuentro en Italia en 1849 que propuso por primera vez la
condena papal de un amplio espectro de ideas modernas consideradas inaceptables para
la Iglesia. Desde su nombramiento como arzobispo de Perusa en 1843 se había
distinguido por avivar la presencia operante de la Iglesia en la sociedad mediante
iniciativas doctrinales y pastorales y valorar los elementos de la modernidad que
consideraba compatibles con la doctrina de la Iglesia. Por ejemplo, el liberalismo y la
doctrina cristiana católica romana coincidían en juzgar la libertad del ser humano como
componente esencial de su dignidad, una fusión perfecta de los valores cristianos con el
mundo moderno.

LA LABOR PASTORAL DE LEÓN XIII. Fruto de la extensión del cristianismo fue


la erección por parte de León XIII de casi tres centenares de nuevas diócesis y medio
centenar de vicariatos; en algunos casos se trató en realidad de restaurar antiguas
estructuras eclesiásticos desaparecidas, como en India y Japón. Fueron frecuentes sus
indicaciones a los obispos, que por entonces comenzaron a reunirse anualmente en
conferencias episcopales como modo de mejorar su formación y atender más
adecuadamente a los fieles.

Introdujo la costumbre de celebrar congresos eucarísticos que fomentasen el culto a


Jesucristo-Eucaristía. El primero de ellos lo convocó en la ciudad francesa de Lille
(1881), y luego tuvo continuidad con los celebrados en diversas ciudades europeas
(también tuvo lugar uno Jerusalén). Otros cultos que impulsó fueron el del Sagrado
Corazón de Jesús, la Sagrada Familia y el rezo del Rosario (especialmente en el mes de
octubre y en familia).

Sus encíclicas se hicieron eco de la encíclica de Pío IX, Syllabus errorum (1864), y se
sumaron a la postura tomada por el papa Gregorio XVI contra la libertad de prensa, de
conciencia y culto, y contra la separación de la Iglesia y el Estado. Sin embargo,
también adoptó posturas progresistas. Expuso su convicción de que la filosofía moderna
subjetivista estaba en la raíz de los problemas sociales y políticos en la encíclica Aeterni
Patris (1879), que abogaba por el restablecimiento de la filosofía de Santo Tomás de
Aquino como base de la renovación social y política, y a la que siguieron ochenta y
ocho declaraciones sobre teoría y práctica política, y la encíclica sobre la condición del
trabajo, Rerum novarum (1891). Esta encíclica sostenía que la propiedad privada era un
derecho natural, dentro de los límites de la justicia, pero condenaba al capitalismo como
causa de la pobreza y degradación de muchos trabajadores. Aunque destacaba algunos
aspectos del socialismo (que consideraba cristianos), éste era condenado por
materialista y antirreligioso. El papa, recomendaba que los católicos, si así lo deseaban,
organizaran partidos socialistas propios y uniones de trabajadores bajo principios
católicos; de esta manera, la Iglesia buscaba un camino intermedio entre el socialismo
marxista y el capitalismo.

En las dos últimas décadas del s. XIX se había intensificado el colonialismo europeo.
En la Conferencia de Berlín de 1884-1885 las potencias colonizadoras se
comprometieron a proteger, junto con los exploradores y científicos, a los misioneros.
Tampoco existía ya el fuerte anticlericalismo de tiempo atrás, y todo ello facilitó la
labor misionera de la Iglesia. Su cabeza, León XIII, también la romovió: el 3 de
diciembre de 1884 publicó la encíclica Sancta Dei civitas, que señalaba a los católicos
que el sostenimiento material y espiritual de las misiones era responsabilidad común. A
numerosos lugares de África, Asia y Oceanía llegaron por primera vez misioneros
cristianos. El éxito fue muy grande, pero en ocasiones, a ojos nativos, se identificó a los
evangelizadores con los colonizadores, lo que tendría consecuencias posteriormente, al
extenderse los movimientos de independencia.

También fueron importantes las iniciativas de León XIII respecto al ecumenismo, tema
al que dedicó numerosos documentos, entre ellos seis encíclicas. Al inicio de su
pontificado, en 1879, obtuvo la unificación con algunas pequeñas iglesias orientales
antes separadas, como la caldea. Con los anglicanos tuvo más dificultades. Poco antes
de su muerte creó la Comisión Pontificia para la Reconciliación (luego Secretaría para
la Unidad de los Cristianos).

Este cónclave duró apenas dos días, del 18 al 20 de febrero, y en él se eligió al cardenal
Pecci por amplia mayoría. Tenía entonces 69 años. Delgado, enérgico pero de buen
carácter y con flexibilidad, adoptó el nombre de León XIII, en honor de León XII. Era
el primer Papa elegido después de la pérdida de los Estados Pontificios, en una época de
importantes cambios políticos y sociales. A ellos tuvo que atender en su pontificado.

El Estado, aunque no debía ser intervencionista, tenía que garantizar el uso adecuado de
los bienes; dado que estos tenían en parte carácter social, debía haber procedimientos
redistributivos adecuados que auxiliasen a los necesitados. El fruto de esto sería la paz
social. El pensamiento de León XIII respecto a las asociaciones obreras era similar:
protección estatal pero sin manipulación. Esta encíclica fue la base de la doctrina social
cristiana, retomada por sus sucesores en sus documentos sobre este tema.

En las dos últimas décadas del siglo XIX se había intensificado el colonialismo europeo.
En la Conferencia de Berlín de 1884-1885, las potencias colonizadoras se
comprometieron a proteger, junto con los exploradores y científicos, a los misioneros.
Tampoco existía ya el fuerte anticlericalismo de tiempo atrás, y todo ello facilitó la
labor misionera de la Iglesia. Su cabeza, León XIII, también la promovió: el 3 de
diciembre de 1884 publicó la encíclica Sancta Dei civitas, que señalaba a los católicos
que el sostenimiento material y espiritual de las misiones era responsabilidad común.

A numerosos lugares de África, Asia y Oceanía llegaron por primera vez misioneros
cristianos. El éxito fue muy grande, pero en ocasiones, a ojos nativos, se identificó a los
evangelizadores con los colonizadores, lo que tendría consecuencias posteriormente, al
extenderse los movimientos de independencia. También fueron importantes las
iniciativas de León XIII respecto al ecumenismo, tema al que dedicó numerosos
documentos, entre ellos seis encíclicas. Al inicio de su pontificado, en 1879, obtuvo la
unificación con algunas pequeñas iglesias orientales antes separadas, como la caldea.
Con los anglicanos tuvo más dificultades. Poco antes de su muerte creó la Comisión
Pontificia para la Reconciliación (luego Secretaría para la Unidad de los Cristianos).

Trató también de mejorar las relaciones con Italia, regida por Humberto I de Saboya,
que se mostraba abiertamente adversario de la Iglesia e hizo aprobar legislación de
talante anticlerical. Diversos incidentes, como el ataque a la procesión que trasladaba el
cuerpo de Pío IX a la basílica de San Lorenzo, empujaron a León XIII a pensar en el
exilio, llegando incluso a solicitar al emperador Francisco José de Austria que le
acogiese llegado el caso. El emperador no dio una respuesta clara, y el Papa decidió no
abandonar Roma. Renunció a reclamar los Estados Pontificios, pero reclamó al menos
la ciudad de Roma para garantizar su independencia. Por el momento este problema no
tuvo solución, de modo que mantuvo la prohibición (non expedit) dada por Pío IX a los
católicos, que como protesta les impedía intervenir en la política estatal (exceptuándose
los asuntos locales o provinciales).

En Alemania la situación de los católicos era aún más difícil, pero en este caso los
problemás sí se resolvieron. Agrupados en el partido político Zentrum, los católicos eran
objeto de una auténtica persecución a causa de las leyes promulgadas de 1871 a 1878
por el canciller Otto von Bismarck (Kulturkampf, "lucha por la cultura"). En Prusia la
situación era especialmente difícil: los religiosos y varios obispos expulsados, todo
nombramiento eclesiástico condicionado a las autoridades civiles, el seminario cerrado,
y la vida parroquial perjudicada. León XIII se mostró firme a través de los católicos
alemanes pero al mismo tiempo apaciguador. Sus secretarios de Estado hicieron una
gran labor diplomática, y el canciller, necesitado del apoyo político que
el Zentrum podría darle, terminó por derogar las leyes adversas a la Iglesia. Además,
cuando en 1890 el emperador Guillermo II de Alemania destituyó a Bismarck, se
alcanzó total libertad.

En Francia las dificultades para los católicos provenían del laicismo extremo del estado,
que tendía a excluir a la Iglesia. Las leyes de Jules Ferry, ministro de Instrucción
Pública y presidente del Consejo, de 1880-1882, prohibieron la enseñanza religiosa. Los
católicos, deslizándose a posiciones antirrepublicanas, reaccionaron tratando de formar
un partido católico y monárquico. Sin embargo, hacia 1890 la situación se suavizó, y de
nuevo los modos conciliadores de León XIII reintegraron a los católicos (ralliemenent,
"adhesión") en la III República. Les dio además criterios de acción política, parecidos a
los que sugeriría a los italianos, en la encíclica Au milieu (16 de febrero de 1892). Como
resultado se dejó de identificar a los católicos como monárquicos y los sindicatos
católicos se aproximaron más a los trabajadores.

Las tensiones se reanudaron en 1898 tras el triunfo de los partidos de izquierda, que
pusieron trabas a las órdenes religiosas. Algunas, como la Compañía de Jesús o la
Orden Benedictina, debieron abandonar el país. En 1902 fue elegido presidente Émile
Combes, que cerró miles de escuelas religiosas y expulsó a casi todos los religiosos. En
1904, ya siendo papa San Pío X, rompería relaciones diplomáticas con la Santa Sede,
suspendería el Concordato de 1801 y prohibiría cualquier tipo de enseñanza a las
órdenes religiosas. Iniciado el mes de julio de 1903, León XIII enfermó gravemente a
causa de una inflamación de los pulmones. Ya el día 5 recibió los últimos sacramentos,
antes de que los reconocimientos médicos descubriesen nuevas complicaciones. Las
curas que se le aplicaron no tuvieron efecto alguno y, tras haber perdido el
conocimiento la noche anterior, murió consciente en la tarde del día 20. Tenía 93 años y
había sido Papa durante casi veintiséis. Sus restos, enterrados en San Pedro de Roma,
fueron trasladados en 1924 a San Juan de Letrán, a un sepulcro en el que una de las
figuras de su monumento funerario es un trabajador.

EL MAGISTERIO DE LEON XIII. Con todo, lo que más ha inmortalizado el nombre


augusto de León XIII es su labor magistral. El número de sus encíclicas es inmenso y
constituye un áureo código de doctrina cristiana. Entre ellas descuellan la "Inscrutabili
Dei judicio", sobre los males de la sociedad, sus causas y soluciones; la "Quod
Apostolici", sobre los errores modernos; la "Aetemi Patris", sobre la restauración de la
filosofía tomista; la "Sancta Dei Civitas", sobre las escuelas de Oriente; la "Arcanum
divinae sapientiae", sobre el matrimonio; la "Diutumum", sobre el poder civil; el
"Nobilissima Gallorum gens", sobre la cuestión religiosa en Francia; la "Humanum
genus", contra la masonería; la "Immortale Dei", sobre la constitución cristiana de la
Sociedad; la "Providentissimus Deus", sobre el estudio de la Sagrada Escritura, entre
otras. Pero es evidente que la más famosa -no obstante ser la menos comprendida en su
época- fue la "Rernm Novarum", que cumple justamente hoy su primer centenario. Con
razón se la ha llamado la Carta Magna de las reivindicaciones sociales, que le mereció
al Pontífice el simpático título de Padre de los Obreros, entre otras.

Su objetivo en este campo fue el de la recristianización de la sociedad, en un contexto


fuertemente secularizado por influencia de las ideologías, que acusaban a la Iglesia de
frenar el progreso. León XIII, por su parte, buscó los aspectos positivos de las nuevas
ideas, para tratar de conciliarlas en lo posible con la fe. En gran parte de sus desarrolló
toda una doctrina social, sin descuidar otros campos religiosos.

 ENCÍCLICAS: Dum Multa (24 de diciembre de 1902, Fin dal Principio (8 de diciembre
de 1902), Quae Ad Nos (22 de noviembre de 1902), Mirae Caritatis (28 de mayo de 1902),
Quod Votis (30 de abril de 1902), In Amplissimo (15 de abril de 1902), Urbanitatis Veteris (20
de noviembre de 1901), Reputantibus (20 de agosto de 1901), Gravissimas (16 de mayo de
1901), Graves de Communi Re (18 de enero de 1901), Tametsi Futura Prospicientibus (1 de
noviembre de 1900), Omnibus Compertum (21 de julio de 1900), Paternae (18 de septiembre
de 1899), Depuis le Jour (8 de septiembre de 1899), Annum Sacrum (25 de mayo de 1899),
Quum Diuturnum (25 de diciembre de 1898), Diuturni temporis (5 de septiembre de 1898),
Quam Religiosa (16 de agosto de 1898), Spesse Volte (5 de agosto de 1898), Caritatis Studium
(25 de julio de 1898), Affari Vos (8 de diciembre de 1897), Augustissimae Virginis Mariae (12
de septiembre de 1897), Militantis Ecclesiae (1 de agosto de 1897), Divinum illud munus (9 de
mayo de 1897), Fidentem piumque animum (20 de septiembre de 1896), Satis Cognitum (29
de junio de 1896), Insignes (1 de mayo de 1896), Adiutricem (5 de septiembre de 1895),
Permoti Nos (10 de julio de 1895), Longinqua (6 de enero de 1895), Christi Nomen (24 de
diciembre de 1894), Iucunda Semper Expectatione (8 de septiembre de 1894), Litteras a Vobis
(2 de julio de 1894), Inter Graves (1 de mayo de 1894), Caritatis (19 de marzo de 1894),
Providentissimus Deus (18 de noviembre de 1893), Non Mediocri (25 de octubre de 1893),
Laetitiae Sanctae (8 de septiembre de 1893), Constanti Hungarorum (2 de septiembre de
1893), Ad Extremas (24 de junio de 1893), Custodi di quella Fede (8 de diciembre de 1892),
Inimica Vis (8 de diciembre de 1892), Magnae Dei Matris (8 de septiembre de 1892), Quarto
Abeunte Saeculo (16 de julio de 1892), Au Milieu Des Sollicitudes (16 de febrero de 1892),
Octobri Mense (22 de septiembre de 1891), Pastoralis Officii (12 de septiembre de 1891),
Pastoralis Vigilantiae (25 de junio de 1891), Rerum novarum (5 de mayo de 1891), In Ipso (3
de marzo de 1891), Catholicae Ecclesiae (20 de noviembre de 1890), Dall'alto dell'Apostolico
Seggio (15 de octubre de 1890), Sapientiae Christianae (10 de enero de 1890), Quamquam
Pluries (15 de agosto de 1889), Magni Nobis (7 de marzo de 1889), Exeunte Iam Anno (25 de
diciembre de 1888), Etsi Cunctas (21 de diciembre de 1888), Quam Aerumnosa (10 de
diciembre de 1888), Paterna Caritas (25 de julio de 1888), Saepe Nos (24 de junio de 1888),
Libertas, praestantissimum (20 de junio de 1888), In Plurimis (5 de mayo de 1888), Quod
Anniversarius (1 de abril de 1888), Officio Sanctissimo (22 de diciembre de 1887), Vi è Ben
Noto (20 de septiembre de 1887), Pergrata (14 de septiembre de 1886), Quod Multum (22 de
agosto de 1886), Iampridem (6 de enero de 1886), Quod Auctoritate (22 de diciembre de
1885), Spectata Fides (27 de noviembre de 1885), Immortale Dei (1 de noviembre de 1885),
Superiore Anno (30 de agosto de 1884), Humanum Genus (20 de abril de 1884), Nobilissima
Gallorum Gens (8 de febrero de 1884), Supremi Apostolatus Officio (1 de septiembre de
1883), Cum Multa (8 de diciembre de 1882), Auspicato Concessum (17 de septiembre de
1882), Etsi Nos (15 de febrero de 1882), Licet Multa (3 de agosto de 1881), Diuturnum illud
(29 de junio de 1881), Sancta Dei Civitas (3 de diciembre de 1880), Grande Munus (30 de
septiembre de 1880), Arcanum Divinae Sapientiae (10 de febrero de 1880), Aeterni Patris (4
de agosto de 1879), Quod Apostolici Muneris (28 de diciembre de 1878), Inscrutabili Dei
Consilio (21 de abril de 1878).

 BREVES: Magni commemoratio (8 de enero de 1896), Provida Matris (15 de mayo de


1895), Felix Nazarethana (23 de enero de 1894), In supremo (15 de diciembre de 1890),
Dolemus Inter (13 de julio de 1886), Militans Iesu (12 de marzo de 1881), Cum hoc sit (4 de
agosto de 1880), Pontifices maximi (15 de febrero de 1879).

 BULAS: Ad universam (7 de septiembre de 1888.

 CARTAS: Praestans fidei (10 de junio de 1903), Communes litteras (3 de junio de 1903),
Quod Iubilaei (16 de mayo de 1903), Cogendum proxime (12 de mayo de 1903), Ex tuis litteris
(9 de septiembre de 1902) In amplissimo (15 de abril de 1902) Urbanitatis veteris (20 de
noviembre de 1901) Reputantibus saepe (20 de agosto de 1901) En tout temps (29 de junio de
1901) Al compimento delle riforme (11 de junio de 1901) Iucundas scito (9 de junio de 1901)
Nos quidem (17 de mayo de 1901) Le nostre ferme speranze (28 de marzo de 1901) De ingenii
(20 de febrero de 1901) In maximis occupationibus (11 de febrero de 1901) Temporis quidem
(25 de diciembre de 1900) Au milieu des consolations (23 de diciembre de 1900) Alias iam (19
de diciembre de 1900) Qua mente (4 de octubre de 1900) Venerabilis Frater Augustinus (14
de septiembre de 1900) Ad Catholicorum conventum (31 de agosto de 1900) Già fin dagli
esordii (19 de agosto de 1900) Praestantiam Assisiensis (2 de agosto de 1900) Omnibus
compertum 21 de julio de 1900) I luttuosi avvenimenti (16 de julio de 1900) Quas Tu (8 de
junio de 1900) Saecularis eventus (11 de mayo de 1901) Nous ne pouvons (29 de mayo de
1899) Properante ad exitum (11 de mayo de 1899) Ex epistola (8 de abril de 1899) Testem
benevolentiae (22 de enero de 1899) Cum diuturnum (25 de diciembre de 1898) Nostra erga
(25 de noviembre de 1898) Maximo cum animi (20 de agosto de 1898) Quum adeo (22 de
mayo de 1898) Etsi paternam (22 de agosto de 1897) Libet quidem (5 de julio de 1897)
Religioni apud Anglos (5 de noviembre de 1896) Catholicos homines (2 de septiembre de
1896) Placuit tibi (20 de mayo de 1896) Egregium sane (15 de diciembre de 1895) Le Insolite
(8 de octubre de 1895) Universis Christi (24 de septiembre de 1895) Consiliorum quae (31 de
julio de 1895) Permoti Nos (10 de julio de 1895) Adnitentibus Nobis (2 de julio de 1895)
Benevolentiae testandae (29 de junio de 1895) Quod plurimorum (25 de mayo de 1895)
Quaenam ex Catholicis (15 de mayo de 1895) Dum multorum (26 de enero de 1895)
Postquam Catholici (10 de diciembre de 1894) Moerore sapientium (4 de diciembre de 1894)
Fra le principali (27 de noviembre de1894) Perlibenti Quidem (2 de agosto de 1894) Rem tu
amplam (25 de julio de 1894) Plane congruit (12 de julio de 1894) Quum quaestioni (19 de
junio de 1894) Susceptum a Nobis (7 de marzo de 1894) Non levis (26 de febrero de 1894)
Illud est (29 de enero de 1894) Non mediocri cura (25 de octubre de 1893) Nihil Nobis (6 de
agosto de 1893) Gratae vehementer (3 de agosto de 1893) Clara saepenumero (31 de mayo de
1893) Quod scribis (1 de fevereiro de 1893) Insignis ecclesia (10 de diciembre de 1892)
Agnovimus libenter (3 de noviembre de 1892) Literae tuae (31 de octubre de 1892)
Suffragatione patrum (12 de octubre de 1892) Quam gratae (22 de junio de 1892) Quae
coniunctim (23 de mayo de 1892) Quo magis (16 de mayo de 1892) Notre consolation (3 de
mayo de 1892) Quod erat maxime (3 de marzo de 1891) Praeclarum studium (10 de febrero de
1891) Opportune quidem (1 de enero de 1891) Novum argumentum (20 de noviembre de
1890) Graviter admodum (27 de julio de 1890) Mirifice delectati sumus (17 de julio de 1890)
Graviter molesteque (13 de junio de 1890) Rem Magni (20 de abril de 1890) Noi rendiamo
grazie (14 de marzo de 1890) Cum Apostolica Sedes (5 de febrero de 1890) Quod paucis (28 de
enero de 1890) Inter multiplices (18 de diciembre de 1889) Tanto Nobis (6 de octubre de 1887)
È giunto (19 de julio de 1889) Litteris ad te (1 de junio de 1889) Libentes intelleximus (19 de
abril de 1889) Gratam scito (31 de marzo de 1889) Magni Nobis (7 de marzo de 1889) Eximia
pietas (30 de enero de 1889) Est sane molestum (17 de diciembre de 1888) Quam aerumnosa
(10 de diciembre de 1888) Etsi nec dubia (16 de noviembre de 1888) Opus tibi (27 de octubre
de 1888) In plurimis maximisque (5 de mayo de 1888) Quod anniversarius (1 de abril de
1888) Praeclaro divinae (3 de febrero de 1888) Vicario sulla terra (26 de diciembre de 1887)
Libenter agnovimus (25 de noviembre de 1887) Merito existimasti (5 de octubre de 1887)
Quod primo (1 de octubre de 1887) Vi è noto (20 de septiembre de 1887) Egregii tui (30 de
julio de 1887) Quantunque Le siano (15 de junio de 1887) Quod iampridem (20 de mayo de
1887) Ex litteris tuis (7 de abril de 1887) Quae diligenter (4 de enero de 1887) Più volte (31 de
octubre de 1886) Volumen tertium (2 de octubre de 1886) Cum de Carolinis (31 de diciembre
de 1885) Saepenumero considerantes (18 de agosto de 1883) Cognita Nobis (25 de enero de
1882) Pro religione et pro Ecclesia (2 de enero de 1881) Iampridem considerando (15 de
octubre de 1879) Ci siamo grandemente (1 de junio de 1879) Da grave sventura (27 de agosto
de 1878)

 CARTAS APOSTÓLICAS: Da molte parti (26 de mayo de 1903) Quos nuper (22 de
abril de 1903) Vigilantiae studiique (30 de octubre de 1902) Non mediocri (30 de julio de
1902) Vigesimo quinto anno (19 de marzo de 1902) Parta humano generi (8 de septiembre de
1901) Slavorum gentem (1 de agosto de 1901) Rei catholicae (20 de octubre de 1900)
Quoniam divinae (21 de octubre de 1899) Hoc mandatum (27 de junio de 1897) Dilectus
Domini Nostri (27 de mayo de 1897) Trans oceanum (18 de abril de 1897) Apostolicae curae
(13 de septiembre de 1896) Quod Romani Pontifices (18 de enero de 1896) Christi Domini (26
de noviembre de 1895) Unitatis christianae (11 de junio de 1895) Amantissimae voluntatis (14
de abril de 1895) Orientalium dignitas Ecclesiarum (30 de noviembre de 1894) Praeclara
gratulationis (20 de junio de 1894) Il divisamento (8 de febrero de 1893) Sapienter olim (30 de
noviembre de 1891) Optimae quidem (21 de julio de 1891) Non maius (15 de junio de 1891)
Materna Ecclesiae caritas (10 de noviembre de 1884).

 CONSTITUCIONES APOSTÓLICAS: Conditae a Christo (8 de diciembre de 1900)


Aeterni Pastoris (24 de octubre de 1899) Ubi primum (2 de octubre de 1898) Felicitate
quadam (4 de octubre de 1897) Officiorum ac munerum (25 de enero de 1897) Iamdudum
pars (2 de febrero de 1889) Misericords Dei Filius (30 de mayo de 1883) Romanos Pontifices
(13 de mayo de 1881).

 DISCURSOS: Nobis quidem (22 de junio de 1903) Auspicandae celebritatis sacrae (14 de
diciembre de 1899) La tarda età (23 de diciembre de 1896) Con vivissima (2 de marzo de 1896)
Grande è (18 de abril de 1894) Sullo scorcio (28 de enero de 1894) Prossimi come siamo (23
de diciembre de 1892) Non est opus (14 de diciembre de 1891) Grande est (20 de septiembre
de 1891) Tempestivum Quoddam (30 de diciembre de 1889) Colle espressioni (24 de diciembre
de 1889) Quod Nuper (30 de junio de 1889) Amplissimum Collegium (24 de mayo de 1889) La
devozione (2 de marzo de 1889) Nostis errorem (11 de febrero de 1889) Summi Pontificatus
(20 de agosto de 1888) Episcoporum Ordinem (23 de mayo de 1887) Ubi primum (28 de marzo
de 1878).

 MOTU PROPRIO: Litteras ante annos (25 de noviembre de 1902) Ad pastoralem (5 de


abril de 1902) Quum nonnullorum (20 de julio de 1898) Cum plura Nobis (10 de julio de
1898) Ea animi sollicitudo (4 de julio de 1898) Sodalium Benedictinorum Ordinem (15 de
diciembre de 1897) Auspicia rerum (19 de marzo de 1896) Alumnis Seminarii Vaticani (25 de
julio de 1892) Augustum Sanctissimumque (1 de octubre de 1888) Placere Nobis (18 de enero
de 1880).

LA RERUM NOVARUM. La Rerum Novarum es la primera endémica social, no


porque antes la Iglesia no se hubiera preocupado de la cuestión social, como
demostraremos más adelante, sino porque es el primer documento oficial del Magisterio
Pontificio que recoge y formula un cuerpo doctrinal que los sucesores de León XIII en
estos cien años han ido actualizando y han hecho operante en su tiempo, hasta constituir
lo que hoy se llama "Doctrina Social de la Iglesia" o "Enseñanza Social" o "Magisterio
Social".

Como toda encíclica, esta primera no irrumpe en la historia como un documento a


espaldas de la realidad elaborado por un prisionero en el Vaticano. La causa social del
hombre, del pobre y del obrero estuvo desde el Antiguo Testamento presente ante Dios,
que legisla en su favor y patéticamente denuncia con los Profetas los abusos contra los
débiles. Más tarde el Evangelio de Jesús es la más revolucionaria proclama social,
cuando hizo estallar la bomba en la historia de un mundo injusto, haciendo a todos los
hombres y particularmente a los pobres hermanos suyos, hijos de un mismo Padre-Dios.
La primitiva Iglesia y los Padres de los primeros siglos abundaron en ejemplos y
formulaciones que aun hoy escandalizan a los explotadores de los pobres.

También la escolástica medieval formuló tesis de avanzado y polémico alcance respecto


a la usura, al derecho de propiedad y al de gentes, y que servirán a teólogos y
misioneros de los siglos XVI al XVIII para esgrimir sus cáusticas defensas en favor de
los indígenas y de los esclavos. Esas son las fuentes de la doctrina social que se formula
en la primera encíclica. Más concretamente el contexto histórico de la encíclica se tiene
en el siglo XIX, testigo de los efectos de la revolución industrial y la política francesa,
culminación de la modernidad "ilustrada" que proclamó la autonomía individualista del
hombre plasmada en el capitalismo que a cuenta de igualdad y libertad proclamó como
meta el lucro ilimitado y como instrumento la libre competencia, lo que acarreó la más
inhumana explotación del hombre por el hombre. Para finales del siglo, época de la
"Rerum Novarum", la sociedad sufría cambios radicales en todo orden: en el ideológico,
la confrontación del capitalismo con el socialismo marxista; en el científico-
tecnológico, el auge de la industrialización; en el económico, la aparición de nuevas
formas de propiedad (el capital) y de trabajo (el salarial); en el político, las nuevas
concepciones de Estado y de autoridad y en el social, la agudización del conflicto de
clases.

LA IGLESIA EN LOS ESTADOS LAICOS EUROPEOS. La situación de los


católicos en algunos países europeos, de tradición cristiana, pero cuyos estados eran
laicos y solían enfrentarse a la Iglesia, era a menudo problemática. León XIII trató
siempre de afrontar estas dificultades con talante conciliador, aunque en algunos casos
no pudieron ser solucionados hasta pontificados posteriores.
LAS RELACIONES CON EL ESTADO ITALIANO. En primer lugar trabajó por
mejorar las relaciones con Italia, regida por Humberto I de Saboya, que se mostraba
abiertamente adversario de la Iglesia e hizo aprobar legislación de talante anticlerical.
Diversos incidentes, como el ataque a la procesión que trasladaba el cuerpo de Pío IX a
la basílica de San Lorenzo, empujaron a León XIII a pensar en el exilio, llegando
incluso a solicitar al emperador Francisco José de Austria que le acogiese llegado el
caso. El emperador no dio una respuesta clara, y el Papa decidió no abandonar Roma.
Renunció a reclamar los Estados Pontificios, pero reclamó al menos la ciudad de Roma
para garantizar su independencia. Por el momento este problema no tuvo solución, de
modo que mantuvo la prohibición (non expedit) dada por Pío IX a los católicos, que
como protesta les impedía intervenir en la política estatal.

Sin embargo, no el catolicismo no renunciaba a toda presencia pública, creándose


entonces numerosas asociaciones de carácter social o cultural, como medios de
comunicación. Todas ellas se insertaron en la Opera dei Congressi e dei Comitati
Cattolici ("Obra de congresos y comités católicos", 1871), que en 1896 orientaron hacia
la política los sacerdotes Romolo Murrri y Luigi Sturzo. León XIII clarificó la cuestión
de la actuación de los católicos en la política mediante la encíclica Graves de communi
(18 de enero de 1901), por la que daba prioridad a los fines espirituales y dejaba libertad
de acción siempre y cuando se rechazara una política de enfrentamiento (como la lucha
de clases).

LA KULTURKAMPF DE BISMARCK Y EL ZENTRUM. En Alemania la


situación de los católicos era aún más difícil, pero en este caso los problemás sí se
resolvieron. Agrupados en el partido político Zentrum, los católicos eran objeto de una
auténtica persecución a causa de las leyes promulgadas de 1871 a 1878 por el canciller
Otto von Bismarck (Kulturkampf, "lucha por la cultura"). En Prusia la situación era
especialmente difícil: los religiosos y varios obispos expulsados, todo nombramiento
eclesiástico condicionado a las autoridades civiles, el seminario cerrado, y la vida
parroquial perjudicada. León XIII se mostró firme a través de los católicos alemanes
pero al mismo tiempo apaciguador. Sus secretarios de Estado hicieron una gran labor
diplomática, y el canciller, necesitado del apoyo político que el Zentrum podría darle,
terminó por derogar las leyes adversas a la Iglesia. Además, cuando en 1890 el
emperador Guillermo II destituyó a Bismarck, se alcanzó total libertad.

Su capacidad diplomática quedó de manifiesto en una cuestión territorial que afectaba


también a este país, Alemania: el litigio con España por la posesión de las Islas
Carolinas, en el océano Pacífico. El archipiélago había sido descubierto por España,
pero no tomó posesión plena hasta finales del s. XIX, y por entonces las reclamaron
también los alemanes. La mediación de León XIII solucionó el conflicto, siendo
finalmente otorgadas las islas a España a cambio de privilegios comerciales y prioridad
para Alemania en caso de venta.

EL LAICISMO FRANCÉS EN LA ENSEÑANZA Y RESPECTO A LOS


RELIGIOSOS. En Francia las dificultades para los católicos provenían del laicismo
extremo del estado, que tendía a excluir a la Iglesia. Las leyes de Jules Ferry, ministro
de Instrucción Pública y presidente del Consejo, de 1880-1882, prohibieron la
enseñanza religiosa. Los católicos, deslizándose a posiciones antirrepublicanas,
reaccionaron tratando de formar un partido católico y monárquico. Sin embargo, hacia
1890 la situación se suavizó, y de nuevo los modos conciliadores de León XIII
reintegraron a los católicos (ralliemenent, "adhesión") en la III República. Les dio
además criterios de acción política, parecidos a los que sugeriría a los italianos, en la
encíclica Au milieu (16 de febrero de 1892). Como resultado se dejó de identificar a los
católicos como monárquicos y los sindicatos católicos se aproximaron más a los
trabajadores.

Las tensiones se reanudaron en 1898 tras el triunfo de los partidos de izquierda, que
pusieron trabas a las órdenes religiosas. Algunas, como la Compañía de Jesús o la
Orden Benedictina, debieron abandonar el país. En 1902 fue elegido presidente Émile
Combes, que cerró miles de escuelas religiosas y expulsó a casi todos los religiosos. En
1904, ya siendo Papa san Pío X, rompería relaciones diplomáticas con la Santa Sede,
suspendería el Concordato de 1801, y prohibiría cualquier tipo de enseñanza a las
órdenes religiosas.

Iniciado el mes de julio de 1903, León XIII enfermó gravemente a causa de una
inflamación de los pulmones. Ya el día 5 recibió los últimos sacramentos, antes de que
los reconocimientos médicos descubriesen nuevas complicaciones. Las curas que se le
aplicaron no tuvieron efecto alguno y, tras haber perdido el conocimiento la noche
anterior, murió consciente en la tarde del día 20. Tenía 93 años y había sido Papa
durante casi veintiséis. Sus restos, enterrados en San Pedro de Roma, fueron trasladados
en 1924 a San Juan de Letrán, a un sepulcro en el que una de las figuras de su
monumento funerario es un trabajador.

EL PROGRAMA DE LEÓN XIII Y EL PROCESO REVOLUCIONARIO. El


programa de León XIII se encuentra en Inscrutabili Dei, donde se hace un diagnóstico y
un pronóstico severo de la sociedad contemporánea, siguiendo la línea de los
predecesores, especialmente de Gregorio XVI y de Pío IX.

La revolución política expandida a partir de la Revolución Francesa es caracterizada,


singularmente en el orden social y político, como un proceso de revolución del orden
legítimo, una época de “subversión de las supremas verdades”, de “arrogancia en las
inteligencias”, es decir, de emancipación de Dios y de su ley divino-natural

El proceso revolucionario es descrito en dos de sus aspectos esenciales: la “subversión


de las verdades en las que se funda el orden social” (y, por tanto, político) y la “lucha
contra la autoridad de la Iglesia” que garantizaría esas verdades. Lo que tiene como
efecto ulterior el derrumbe de las autoridades legítimas y el establecimiento de nuevas
potestades que, como veremos, se identifican con el Estado y la imposición de un
derecho nuevo.

Como resultado de dicho proceso, se construye una nueva civilización, ajena a la ley de
Dios y a los principios del derecho natural, lo que conducirá a la humanidad hacia el
precipicio. La historia enseña que sólo en la Civilización cristiana encontraron los
pueblos europeos la seguridad, la paz y el genuino progreso.

Las libertades modernas (las libertades del primer liberalismo individualista),


consideradas como un progreso por la Revolución, son, en realidad, libertades
depravadas, en la medida en que sirven de instrumentos para la difusión de los errores y
de los vicios en la sociedad cristiana. Además, son disgregadoras, pues debilitan el
orden social y político fundado en la legítima autoridad, la recta libertad asociativa y el
arraigo de las costumbres honestas. Interpretando la Inscrutabili Dei, el Pontífice
califica el proceso de independencia del Dios cristiano como apostasía de los pueblos
europeos. Y en Annum ingressi -su testamento doctrinario- concluye con la idea de una
conspiración de los adversarios de Jesucristo, quienes, por la amplitud de sus objetivos,
pretenden erradicar el influjo de la ley cristiana en el orden político, social, y
económico. León XIII advierte sobre las consecuencias catastróficas del intento.

EL DERECHO PÚBLICO CRISTIANO. La Iglesia aplicó la doctrina precedente al


consagrar los poderes políticos de los pueblos que formaron la Cristiandad. La
sacralidad política no es, en consecuencia, un puro concepto teórico, sino una categoría
histórica. En la edad de la fe, los príncipes eran cristianos. No remitían la fe a la vida
privada, como quiere el liberalismo, sino que la abrazaban representando al pueblo, y
junto a él, la sostenían en la vida pública y en las instituciones políticas.

Sobre tales bases se edificó el derecho público cristiano que la Revolución Francesa
pretendió eliminar y que el liberalismo y el socialismo decimonónico intentaron
rematar. León XIII llama a los gobernantes a restaurar el derecho público cristiano para
permitir que sus principios también irriguen la sociedad moderna, posrevolucionaria.
En Il divisamento, el Pontífice identifica la obra de laicizar (laicizzare) con “el ultraje a
todo lo cristiano”, con la “independencia” de la sociedad respecto de Jesucristo y
la “privación de los beneficios  de su Redención”.

En Magnae dei matris califica, una vez más, el proceso de secularización moderno


como “apostasía de las naciones”, atribuyendo su origen a la “destrucción de la fe
cristiana” y al desacato de la “ley divina” (ley divino-natural). La permanencia en el
alejamiento divino no es una liberación, como quiere la Modernidad, sino el sendero de
la desventura.

En este cuadro dantesco, la célebre encíclica Immortale Dei analiza los principios


fundantes del derecho público cristiano, y por antítesis, rechaza los principios del
derecho político moderno, nacido de la Revolución Francesa, señalando sus
consecuencias nocivas para el orden político humano:

Primer principio: El poder político es un poder sagrado. León XIII insiste en la


doctrina del origen divino-natural del poder político. Supuesta la naturaleza social del
hombre, creada por Dios, la potestad pública surge y deriva de ella, con la mediación
positiva de los hechos humanos formativos de la sociedad histórica. La derivación
divina no es, en consecuencia, inmediata, sino mediata, pero sumamente real porque
determina la naturaleza del poder. Al ser éste una participación del señorío que tiene
Dios sobre el orden creado, está compuesto características: 1) Considerado en sí mismo,
el poder político no está vinculado a una forma de gobierno determinada, por lo que no
es necesario el sufragio universal moderno para legitimarlo; 2) En su causa ejemplar, el
poder político es como el gobierno de Dios, “majestuoso, paternal, bondadoso  y  justo”.
Si el poder político, por exigencia de su naturaleza, debe asemejarse analógicamente a
la majestad y paternidad de Dios, entonces es natural que exprese institucional,
simbólica y plásticamente el principio de autoridad y de jerarquía. A partir de estos
principios y siguiendo a Santo Tomás (aunque no es una consecuencia que aquí saque
directamente León XIII) autores como Plinio Corrêa de Oliveira afirman que la
mentalidad política católica es preferentemente monárquica. Por de pronto, el Pontífice
recalca la majestad y la paternidad apuntando que el deber de obediencia de los
gobernados tiene un fundamento sagrado.

Si el poder político debe ser bondadoso y justo significa entonces que la llamada
institucionalización constitucional del poder no resuelve el problema del abuso político.
El mejor antídoto contra tal abuso es la virtud personal, guiada por los parámetros de la
bondad, de la prudencia y de la justicia y no el diseño racionalista de los límites
abstractos de un poder que ha sido concebido como soberano. Institucionalmente los
gobernantes deben ser educados para las virtudes de gobierno y no para la maquinaria
adulterina de cazar votos.

Segundo principio: la sociedad política tiene el deber grave de “religione publica


satisfacere”. En rigor este principio se deduce del anterior, y a él se llega por varias
vías, en la que se incluye el deber de cuidado del bien común espiritual de los pueblos.
León XIII le dedica varios numerales de la encíclica. Primero, lo trata específicamente,
y luego, en el campo más general de las relaciones entre la sociedad espiritual y
temporal. Dos advertencias se imponen. El sujeto natural del deber religioso en las
palabras y en la mente de León XIII no es el Estado, sino la comunidad política. En este
término se incluye, en primer lugar, el poder político supremo y quienes lo ejercen, y,
en segundo lugar, la participación de ese poder por parte de la sociedad. Esta doctrina
puede aplicarse al Estado, con las debidas reservas (centrando su significado en el poder
político, que, en rigor, no puede ser soberano, sino supremo en si orden).

La segunda advertencia dice relación con el carácter definitivo de la doctrina leoniana


sobre los deberes religiosos de la sociedad política. El Pontífice da formalmente a esta
doctrina, hoy tan discutida, la calidad de principio, y no de excurso circunstancial.

La sociedad política tiene su origen en Dios y de Él depende, por lo que no puede


excusarse del “deber de rendirle culto público”. En Sapientiae christianae, León XIII
aporta otros dos argumentos para sostener la tesis de la comunidad política católica o de
los deberes religiosos de la sociedad política cristiana: el argumento moral del deber
apostólico-político y el argumento eclesiológico de la misión universal de la
Iglesia. Arcanum divinae agrega un argumento de teología dogmática y Nobilissima
Gallorum Gens una justificación que podríamos denominar metafísica.

El término culto público, con que el original latino suele traducirse al español, no
expresa, al menos en su uso común, todo el significado de lo que el Pontífice quiere
decir. En castellano, el término religión denota más amplitud que culto. Lo que León
XIII quiere establecer es la obligación inexcusable de la sociedad política de cumplir
sus deberes religiosos, esto es, los deberes para con Dios de forma pública, social.

Al ser elegido, encontró en la Secretaría de Estado, el órgano pontificio de la política


exterior, una docena de adeptos, y una organización defectuosa, demasiado poco para
una política tan ambiciosa.  Su diseño autoritario del papado tuvo consecuencias en
todos los campos.  Decidió dirigir personalmente la política exterior y así lo hizo, sobre
todo en los primeros años.  Los cardenales Franchi, Nina, Jacobini, primeros secretarios
de estado, no ejercieron una relevante intervención personal, pero siguieron fielmente
las directrices pontificias, que aspiraban "a que el papado saliese de la vía muerta de la
abstención y de la pasiva espera de los acontecimientos, consiguiendo su legítima
influencia en la vida de las naciones
CONCLUSIÓN

Luego de exponer los puntos anteriormente citados, podemos concluir estableciendo


que:

1. El Papa León XIII sin duda alguna se propuso re-cristianizar la sociedad y el


mundo contemporáneo. Para conseguirlo, decidió entablar relaciones con los
diferentes gobiernos. Estaba persuadido de que la libertad de la iglesia y su
posible influjo dependían no tanto de la política sino de la vitalidad de las
asociaciones y obras católicas. Al mismo tiempo, la Secretaria de Estado decidió
apelar a las masas católicas con el fin de mejorar la opinión pública europea a
favor de la Santa Sede.

2. Desarrolló un corpus politicum notable por su sistematización y coherencia


teórica. En él no sólo devela y rechaza las tesis anti-cristianas de la Modernidad
político-jurídica. Le opone una doctrina de riquísimo contenido constructivo que
pretende señalar a las naciones cristianas las vías seguras de escape frente a la
deriva a la que están siendo conducidas. El papa estaba convencido de que la
situación política francesa y de los demás regímenes liberales era irreversible;
pero, consideraba que su actitud anti eclesiástica podía ser corregida. Para ello se
esforzó por mejorar las relaciones con esos regímenes, comenzando por
reconocer los resultados políticos de las revoluciones liberales.

3. León XIII fue el primer papa que se enfrentó a la necesidad de desarrollar una
política y una red de relaciones internacionales sin tener un estado, es decir, sin
gozar de una adecuada soberanía. Esta situación condicionó de manera
determinada su situación.

4. La intima ambición de León XIII fue la de alcanzar el pontificado político. Para


ello debía restablecer el dominio temporal y realizar una política mundial del
papado que asignase al pontificado un rol de primer plano en el tablero europeo
e internacional. La Iglesia católica cuenta efectivamente con un conjunto
orgánico de enseñanzas en materia social, que se ha ido conformando con los
pronunciamientos del Magisterio, a partir de la publicación de la encíclica
Rerum Novarum por el papa León XIII en 1891.

5. León XIII, que cultivo con tanto esmero la poesía latina, resume el espíritu de su
Encíc1ica con estas palabras: "La tranquilidad y la paz han de buscarse
principalmente en una abundante efusión de caridad". Su larguísimo pontificado
y su venerable edad habían convertido a este Papa en una figura mística,
sugestiva, casi etérea para una multitud de fieles que se acostumbraron a
considerarle poco menos que inmortal. Por su manera de ser y por la conciencia
de su altísimo destino, que infundía a todos los actos de su vida una
impresionante majestad. León XIII recordaba a los grandes Papas de la época
medioeval y del renacimiento.

6. Un punto importante sobre sus encíclicas, pero principalmente la Rerum


Novarum, los lineamientos principales: a) León XIII ante todo debía mostrar
que la Iglesia tiene derecho y deber de establecer una doctrina social, lo cual no
pocos negaban diciendo que la Iglesia sólo podía hablar de verdades
ultraterrenas. Por eso la primera encíclica le da carta de ciudadanía a la Iglesia
para dictaminar sobre realidades terrenas, pues el Evangelio ha de encarnarse en
la vida humana como única solución al problema social, no en cuanto diseñe
modelos económicos o políticos, sino en cuanto les traza principios sin los
cuales esos modelos económicos o políticos, sino en cuanto les traza principios
sin los cuales esos modelos resultan inhumanos; b) La descripción de la
situación es objetiva y patéticamente realista; muestra tanto las consecuencias de
las revoluciones industrial y política, como la concepción del Estado que no
interviene en economía y la nueva forma de trabajo salarial que prescinde de la
dignidad del trabajador. Además de ese análisis valiente, el Papa critica tanto la
propuesta socialista por no respetar la relación del hombre con la verdad o
realidad personal, como la liberal capitalista por dejar, so pretexto de libertad de
contrato, indefensa a la contraparte, la obrera; c) La intuición más genial de la
encíclica es sin duda mostrar que el núcleo del conflicto social radica en la
cuestión obrera manifestada en la oposición entre Capital y Trabajo que se ha
exasperado como lucha entre lobos; etc.

7. El derecho público cristiano tiene una realidad existencial y una formulación


teórica. Esta última puede expresarse en varios principios (y sus correlatos): a) el
poder político es un poder sagrado; b) la sociedad política tiene el deber grave de
“religione publica satisfacere”; c) El ideal político se encuentra en el régimen de
concordia entre el principio temporal y el principio religioso.

BIBLIOGRAFÍA

http://www.vatican.va/content/leo-xiii/es.html
http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=leon-xiii-papa
https://ec.aciprensa.com/wiki/Papa_Le%C3%B3n_XIII

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