Lectura 23 La Ciudad Sobre El Lago

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Al Rey, bajo cuyos auspicios y gobierno se han hecho


en todo el orbe cosas tan insignes.

Para el viajero que por vez primera llega a la ciudad de Méjico, de interés será recorrer
la urbe admirando en ella sus grandes avenidas, su Paseo de la Reforma, comparable en belleza al
Boulevard de los Italianos en París o al Paseo de la Castellana en Madrid ; sus palacios y edificios
públicos; su vieja Alameda y su Bosque de Chapultepec, pero también de interés será recorrer la
Capital no ya en 1957, sino una mañana del año de 1554, en compañía de Alfaro, recién
llegado de España, de Zuazuo y de Zamora, que tienen ya tiempo de vivir aquí y escuchar lo que
estos buenos señores refieren a su amigo de nuestra ciudad. Zamora y Zuazuo montan en mag -
níficos caballos andaluces ricamente enjaezados y Alfaro, por venir can sado del camino, monta
una mula/que lo llevará a paso suave y sin maltratarlo.
Salen de una casa de la calle de Sta. Clara, hoy cuarta de Bolívar, llegan a la de Tacuba
que es una de las vías principales, por donde irán en derechura a la Plaza Principal. La calle es
amplia y toda empedrada, para que en tiempo de agua no se haga en ella lodo y no se ensucie.
Por su centro hay una zanja descubierta para su adorno y también para que los veci nos tomen de
ella el agua que necesiten.
Las casas puestas a ambos lados son magníficas y muy bien alineadas, son de gran
solidez y bien parecen fortalezas. Están habitadas por vecinos muy ricos y opulentos. La altura
de las casas es uniforme, para que unas a las otras no se quiten el sol y el aire. Las jambas y
dinteles son de piedra y sobre las puertas están los escudos de sus dueños. De una alta cornisa
asoman gárgolas acanaladas de madera o de barro, por donde escurre el agua llovediza y a
diferencia de las casas castellanas, éstas son de techos planos.
Siguiendo por la calle de Tacuba llegan a la esquina con la actual calle de Isabel la
Católica y allí Alfaro pregunta: ¿Qué edificio es aquel mucho más elevado que los otros y con
tantas tiendas los bajos, el cual se extiende a mano derecha, pasando esa ancha y magnífica
calle empedrada? Zuazuo le responde diciendo que es el Palacio de la Real Audiencia o casas
viejas de Cortés.
En la parte baja hay numerosas tiendas o talleres de artesanos y menestrales, tales como
cerrajeros, zapateros, panaderos, pintores: Afuera hay ruido y bullicio de muchedumbre de
gentes de pie y de a caballo, de tal modo que mejor parece aquello una feria que una calle. El
piso alto del edificio lo ocupa la Real Audiencia y la crujía el Virrey. De la torre de la esquina
cuelgan dos pesas que sirven al mecanismo del reloj.
Después llegan a la esquina de las actuales calles de Brasil y Tacuba y Alfaro queda
sorprendido de las dimensiones de la Plaza, que debieron recordarle la de Salamanca, mira a las

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otras fachadas del edificio de la Audiencia con sus corredores en alto y sus dos torres en las
esquinas y sus arquitrabes cuidadosamente labradas. Enfrente del edificio hay también multitud
de gente de a caballo y de a pie y concurso de forasteros.
En los corredores del Palacio no podían faltar los litigantes y escribanos; los
procuradores que apelan a los alcaldes de la Audiencia; salones llenos de gentes que discuten,
que gesticulan, que suben y bajan papeles; bancos y mesas ocupadas por escribientes, de estos
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salones sin duda el más ceremonioso y principal es el que corresponde al Virrey, está bien
adornado y aderezado, en la parte alta está el lugar del Virrey y a su derecha los cuatro oidores.
Tan sólo habla el ministro semanero y los demás únicamente tornan la palabra en cosas
intrincadas, ya que el silencio realiza la autoridad. El estrado o tarima del salón está cubierto de
ricas alfombras y los asientos quedan bajo un dosel de damasco galoneado, También en ese
salón tienen lugar el fiscal, el alguacil, el abogado de los pobres y los letrados que tienen
pleitos. A la gente del pueblo no se le permite acercarse demasiado y para ello hay una verja de
madera,
Alfaro mira con igual curiosidad que respeto el salón del Virrey y sabiendo que el tiempo
apremia, sale de la. Real Audiencia en compañía de sus amigos, pues mucho les queda por ver
de la ciudad. Ya en la calle y después de pasar por la de San Francisco, llegan a los portales de
los mercaderes y al salir de ellos ven la calle de San Agustín, hoy del Cinco de Febrero, que por
aquellos días conducía al convento agustiniano. Más para llegar a lo que son los actuales
portales del Departamento Central, nuestros amigos necesitan pasar por .un puente para salvar
la acequia que viene desde Santa Anita e Ixtacalco. Contra esquina del Palacio de Hierro,
estaban las Casas del Cabildo, de arquería de piedra sobre columnas, a continuación estaba la
Casa de la Fundación, en donde los oficiales marcaban la plata y las casas de doña Marina.
Alfaro ve como en los bajos del Palacio se hacen las almonedas públicas y como los
oficiales pesan las barras de plata, para separar el quinto que pertenece al rey. Pero lo que más
admira es ver a los indios manejar sus canoas que traen legumbres y frutas por la acequia.
Llegan nuestros amigos a la esquina de la casa que cierra o hace un tercer lado de la Plaza, es el
Palacio de Cortés, de fachada de calicanto con viguería de cedro, de dos pisos, el inferior de
dos puertas y elevadas ventanas y el superior de vanos adintelados; tiene dos escudos en la
fachada y una espadaña central por coronamiento. Estas casas de Cortés estaban en el solar que
actualmente ocupa el Palacio Nacional. Cuando Alfaro y sus amigos pasaron por allí, en
ausencia del Marqués del Valle, estaban habitadas por su gobernador don Pedro de Ahumada.
Pregunta Alfaro por la iglesia que está al centro de la Plaza Mayor y Zamora le contesta
diciendo que es la catedral, dedicada a la Virgen y Alfaro agrega que para una ciudad tan
grande como Méjico, da lástima que tenga un templo tan pequeño y pobremente adornado.
La antigua catedral o sea a la que Alfaro se refiere, ocupaba parte del sitio de la actual,
era de menores dimensiones, su fachada daba al occidente y su eje longitudinal era de oriente a
poniente. Este templo en 1626, fue demolido para dar lugar a la fábrica de la actual catedral.
Alfaro y sus amigos se detienen en la actual esquina de las calles de Seminario y Moneda
y de la casa de enfrente oye Alfaro salir voces como de gentes que gritan y Zuazuo le dice que
es el Santuario de Minerva, Apolo y las musas, o sea la casa de la Real y Pontificia
Universidad, en donde muy ilustres maestros como Fr. Alonso de la Vera Cruz y el Dr.

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Francisco Cervantes de Salazar, instruyen a la juventud, Junto al edificio universitario está, el
Palacio Arzobispal y después la casa del Mayorazgo de los Guerrero.

Corredores altos, adornados de tantas y tan altas columnas,


que por si solas tienen cierta majestad regia.

Montan a caballo y siguiendo por la calle de San Sebastián, hoy primera, segunda y
tercera de Argentina, dan vuelta por la calle de San Ilde fonso, entonces conocida corno la de la
Encarna-ojón, para llegar al convento de Santo Domingo. Una hermosa casa de fachada de
piedra con jardín y adornada de columnas, se encuentra por allí Zamora dice que fue la casa del
Dr. López y que entonces la ocupan sus hijos.
¡Qué ancha es esta calle que va a Santo Domingo, hermosa también por sus buenas fábricas!
exclama Zuazuo y por ella llegan al templo de los frailes predicadores. De enorme extensión es el
monasterio, tiene su atrio limitado por una tapia y en sus esquinas hay capillas, por donde llegan
en los días de fiesta solemne los religiosos y el pueblo precedidos de la cruz y de las imágenes, en
procesión.
Rico es el convento y la huerta en donde se cultivan plantas recién llegadas de Castilla y
también las de la tierra. El agua la recibe el edificio por una cañería subterránea, que viene desde
los veneros de Chapultepec. Continúan Alfaro y sus amigos por la actual calle de Belisario
Domínguez y pasan enfrente del convento de la Concepción y allí ven a unas canoas que llevan
el agua potable que reciben de una canal de madera.
Están en un barrio de elevadas casas habitadas por viejos conquistadores españoles:
Villanueva, Andrade, Jaramillo, Aguilera, Castañeda y otros más. Del convento de la
(Concepción, se dirigen a otro monasterio, el de San Francisco, cerca de él hay una casa
labrada a toda costa en que vive Castañeda, viejo capitán.
De los conventos y edificio reales que Alfaro y sus amigos han visto y admirado, nada llama
tanto su entusiasmo y su deleite como el convento franciscano, tiene éste un amplio atrio en
donde se eleva una gran cruz de madera, que rivaliza por su altura con los frondosos árboles del
atrio, en cuyas esquinas hay, lo mismo que en el de Santo Domingo, capillas o posas, Pero lo que
más pondera Alfa-ro es la venerable capilla abierta de San José de los Naturales, la cual tiene
delante de si un enverjado de madera, Los fieles desde el atrio pueden ver al sacerdote que celebra
el divino sacrificio desde el altar.
Para el tamaño del atrio la iglesia no es muy grande. La huerta está bien cultivada y el agua
llega a ella al través de cañería subterránea. Enfrente queda la escuela para mestizos de San
Juan de Letrán. Afuera del convento están las casas de los indios, hechos de adobe, enramadas
y techo de teja.

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Según su solidez cualquiera diría
que no eran casas, sino fortalezas. 4

Mejor es a caballo, para que vayamos en conversación y sin cansarnos

Siguen Alfaro y compañía caminando hacia el sur y encuentran un edificio conocido


como "Las Tiendas de Tejeda", en la planta de él hay muchas tiendas y encima del portal
está el segundo piso con enormes ventanas, por donde pueden entrar la luz y el aire.
En la parte de atrás del edificio hay una ace quia, se baja de las tiendas al
embarcadero por medio de escalones de piedra. Allí junto tienen los indios un mercado o
tianguis que compite con los de Tlatelolco y San Hipólito. Alfaro pregunta por el nombre de
las frutas de la tierra, como son: aguacates, mameyes, zapotes, ají y el nombre de las
bebidas que hay en grandes ollas de barro: atole, chían, zozol.
Los indios se untan en las piernas un líquido negro llamado ogitl, que les sirve contra
el frío y la sarna y en la cabeza un barro llamado zoquitl, para pintarse el cabello y matar los
piojos. Zamora nombra las mil clases de yerbas y raíces que los naturales emplean desde
tiempo inmemorial, ya sea como bebida o como ungüento, para defenderse de cada
enfermedad que los ataque.
Llegan a la actual calle del Salvador y caminando hacia el oriente, ven el convento
de San Agustín, aún en construcción, el cual por la labor y los materiales empleados,
promete ser uno de los mejores monasterios de su siglo. Siguen después por la misma calle
basta el Hospital de Jesús, donación de Hernán Cortés, entonces en construc ción, pero
pronto se adelantará la obra con el dine ro que se haya reunido de los tributos destinados al
aumento de este hospital.
Aquí terminan nuestros amigos su paseo, ya que es la hora de comer y por la tarde
irán a un bosque cercano de nombre Chapultepec, más en el camino encuentran a don
Francisco Cervantes de Salazar, maestro de la Universidad y autor de los Tres Diálogos

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Latinos, de donde hemos tomado estos datos para nuestra fugaz visita al Méjico de 1554.

Plano de la Plaza Mayor de México, edificios y calles adyacentes y la acequia real.

Ejercicio: Explica de que se trata el texto, busca el significado de las palabras que no
conozcas y realiza una reseña sobre Francisco Cervantes de Salazar y de su obra Tres Diálogos
Latinos.

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