Arte - Wikipedia, La Enciclopedia Libre
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El arte (del latín ars, artis, y este calco del griego τέχνη téchnē)[1] es entendido generalmente
como cualquier actividad o producto realizado con una finalidad estética y también
comunicativa, mediante la cual se expresan ideas, emociones y, en general, una visión del
mundo, a través de diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros, corporales y
mixtos.[2] El arte es un componente de la cultura, reflejando en su concepción las bases
económicas y sociales, y la transmisión de ideas y valores, inherentes a cualquier cultura
humana a lo largo del espacio y el tiempo. Se suele considerar que con la aparición del Homo
sapiens el arte tuvo en principio una función ritual, mágica o religiosa (arte paleolítico), pero
esa función cambió con la evolución del ser humano, adquiriendo un componente estético y
una función social, pedagógica, mercantil o simplemente ornamental.
Alegoría del arte (1690-1694), de Sebastiano Ricci.
1.ª parte
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La noción de arte continúa sujeta a profundas disputas, dado que su definición está abierta a
múltiples interpretaciones, que varían según la cultura, la época, el movimiento, o la sociedad
para la cual el término tiene un determinado sentido. El vocablo ‘arte’ tiene una extensa
acepción, pudiendo designar cualquier actividad humana hecha con esmero y dedicación, o
cualquier conjunto de reglas necesarias para desarrollar de forma óptima una actividad: se
habla así de “arte culinario”, “arte médico”, “artes marciales”, “artes de arrastre” en la pesca,
etc. En ese sentido, arte es sinónimo de capacidad, habilidad, talento, experiencia. Sin
embargo, más comúnmente se suele considerar al arte como una actividad creadora del ser
humano, por la cual produce una serie de objetos (obras de arte) que son singulares, y cuya
finalidad es principalmente estética. En ese contexto, arte sería la generalización de un
concepto expresado desde antaño como “bellas artes”, actualmente algo en desuso y
reducido a ámbitos académicos y administrativos. De igual forma, el empleo de la palabra
arte para designar la realización de otras actividades ha venido siendo sustituido por
términos como ‘técnica’ u ‘oficio’. En este artículo se trata de arte entendido como un medio
de expresión humano de carácter creativo.
Concepto
El término arte procede del latín ars, y es el equivalente al término griego τέχνη (téchne, de
donde proviene ‘técnica’). Originalmente se aplicaba a toda la producción realizada por el
hombre y a las disciplinas del saber hacer. Así, artistas eran tanto el cocinero, el jardinero o el
constructor, como el pintor o el poeta. Con el tiempo la derivación latina (ars -> arte) se
utilizó para designar a las disciplinas relacionadas con las artes de lo estético y lo emotivo; y
la derivación griega (téchne -> técnica), para aquellas disciplinas que tienen que ver con las
producciones intelectuales y de artículos de uso.[3] En la actualidad es difícil encontrar que
ambos términos (arte y técnica) se confundan o utilicen como sinónimos.
Con el manierismo comenzó el arte moderno: las cosas ya no se representan tal como son,
sino tal como las ve el artista. La belleza se relativiza, se pasa de la belleza única
renacentista, basada en la ciencia, a las múltiples bellezas del manierismo, derivadas de la
naturaleza. Apareció en el arte un nuevo componente de imaginación, reflejando tanto lo
fantástico como lo grotesco, como se puede percibir en la obra de Brueghel o Arcimboldo.
Giordano Bruno fue uno de los primeros pensadores que prefiguró las ideas modernas: decía
que la creación es infinita, no hay centro ni límites –ni Dios ni hombre–, todo es movimiento,
dinamismo. Para Bruno, hay tantos artes como artistas, introduciendo la idea de originalidad
del artista. El arte no tiene normas, no se aprende, sino que viene de la inspiración.[9]
Los siguientes avances se hicieron en el siglo XVIII con la Ilustración, donde comenzó a
producirse cierta autonomía del hecho artístico: el arte se alejó de la religión y de la
representación del poder para ser fiel reflejo de la voluntad del artista, centrándose más en
las cualidades sensibles de la obra que no en su significado.[10] Jean-Baptiste Dubos, en
Reflexiones críticas sobre la poesía y la pintura (1719), abrió el camino hacia la relatividad del
gusto, razonando que la estética no viene dada por la razón, sino por los sentimientos. Así,
para Dubos el arte conmueve, llega al espíritu de una forma más directa e inmediata que el
conocimiento racional. Dubos hizo posible la popularización del gusto, oponiéndose a la
reglamentación académica, e introdujo la figura del ‘genio’, como atributo dado por la
naturaleza, que está más allá de las reglas.
A finales del siglo XIX surgió el esteticismo, que fue una reacción al utilitarismo imperante en
la época y a la fealdad y el materialismo de la era industrial. Frente a ello, surgió una
tendencia que otorgaba al arte y a la belleza una autonomía propia, sintetizada en la fórmula
de Théophile Gautier “el arte por el arte” (l'art pour l'art), llegando incluso a hablarse de
“religión estética”.[15] Esta postura pretendía aislar al artista de la sociedad, para que
buscase de forma autónoma su propia inspiración y se dejase llevar únicamente por una
búsqueda individual de la belleza.[16] Así, la belleza se aleja de cualquier componente moral,
convirtiéndose en el fin último del artista, que llega a vivir su propia vida como una obra de
arte –como se puede apreciar en la figura del dandi–.[17] Uno de los teóricos del movimiento
fue Walter Pater, que influyó sobre el denominado decadentismo inglés, estableciendo en
sus obras que el artista debe vivir la vida intensamente, siguiendo como ideal a la belleza.
Para Pater, el arte es “el círculo mágico de la existencia”, un mundo aislado y autónomo
puesto al servicio del placer, elaborando una auténtica metafísica de la belleza.[18]
El taller del pintor (1855), de Gustave Courbet.
Por otro lado, Charles Baudelaire fue uno de los primeros autores que analizaron la relación
del arte con la recién surgida era industrial, prefigurando la noción de “belleza moderna”: no
existe la belleza eterna y absoluta, sino que cada concepto de lo bello tiene algo de eterno y
algo de transitorio, algo de absoluto y algo de particular. La belleza viene de la pasión y, al
tener cada individuo su pasión particular, también tiene su propio concepto de belleza. En su
relación con el arte, la belleza expresa por un lado una idea “eternamente subsistente”, que
sería el “alma del arte”, y por otro un componente relativo y circunstancial, que es el “cuerpo
del arte”. Así, la dualidad del arte es expresión de la dualidad del hombre, de su aspiración a
una felicidad ideal enfrentada a las pasiones que le mueven hacia ella. Frente a la mitad
eterna, anclada en el arte clásico antiguo, Baudelaire vio en la mitad relativa el arte moderno,
cuyos signos distintivos son lo transitorio, lo fugaz, lo efímero y cambiante –sintetizados en
la moda–. Baudelaire tenía un concepto neoplatónico de belleza, que es la aspiración
humana hacia un ideal superior, accesible a través del arte. El artista es el “héroe de la
modernidad”, cuya principal cualidad es la melancolía, que es el anhelo de la belleza ideal.[19]
La estética sociológica tuvo una gran vinculación con el realismo pictórico y con
movimientos políticos de izquierdas, especialmente el socialismo utópico: autores como
Henri de Saint-Simon, Charles Fourier y Pierre Joseph Proudhon defendieron la función social
del arte, que contribuye al desarrollo de la sociedad, aunando belleza y utilidad en un
conjunto armónico. Por otro lado, en el Reino Unido, la obra de teóricos como John Ruskin y
William Morris aportó una visión funcionalista del arte: en Las piedras de Venecia (1851-
1856) Ruskin denunció la destrucción de la belleza y la vulgarización del arte llevada a cabo
por la sociedad industrial, así como la degradación de la clase obrera, defendiendo la función
social del arte. En El arte del pueblo (1879) pidió cambios radicales en la economía y la
sociedad, reclamando un arte “hecho por el pueblo y para el pueblo”. Por su parte, Morris –
fundador del movimiento Arts & Crafts– defendió un arte funcional, práctico, que satisfaga
necesidades materiales y no solo espirituales. En Escritos estéticos (1882-1884) y Los fines
del arte (1887) planteó un concepto de arte utilitario pero alejado de sistemas de producción
excesivamente tecnificados, próximo a un concepto del socialismo cercano al
corporativismo medieval.[21]
Por otro lado, la función del arte fue cuestionada por el escritor ruso Lev Tolstoi: en ¿Qué es
el arte? (1898) se planteó la justificación social del arte, argumentando que siendo el arte
una forma de comunicación solo puede ser válido si las emociones que transmite pueden
ser compartidas por todos los hombres. Para Tolstoi, la única justificación válida es la
contribución del arte a la fraternidad humana: una obra de arte solo puede tener valor social
cuando transmite valores de fraternidad, es decir, emociones que impulsen a la unificación
de los pueblos.[22]
En esa época se empezó a abordar el estudio del arte desde el terreno de la psicología:
Sigmund Freud aplicó el psicoanálisis al arte en Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci
(1910), defendiendo que el arte sería una de las maneras de representar un deseo, una
pulsión reprimida, de forma sublimada. Opinaba que el artista es una figura narcisista,
cercana al niño, que refleja en el arte sus deseos, y afirmó que las obras artísticas pueden
ser estudiadas como los sueños y las enfermedades mentales, con el psicoanálisis. Su
método era semiótico, estudiando los símbolos, y opinaba que una obra de arte es un
símbolo. Pero como el símbolo representa un determinado concepto simbolizado, hay que
estudiar la obra de arte para llegar al origen creativo de la obra.[23] Igualmente, Carl Gustav
Jung relacionó la psicología con diversas disciplinas como la filosofía, la sociología, la
religión, la mitología, la literatura y el arte. En Contribuciones a la psicología analítica (1928),
sugirió que los elementos simbólicos presentes en el arte son “imágenes primordiales” o
“arquetipos”, que están presentes de forma innata en el “subconsciente colectivo” del ser
humano.[24]
Wilhelm Dilthey, desde la estética cultural, formuló una teoría acerca de la unidad entre arte y
vida. Prefigurando el arte de vanguardia, Dilthey ya vislumbraba a finales del siglo XIX cómo
el arte se alejaba de las reglas académicas, y cómo cobraba cada vez mayor importancia la
función del público, que tiene el poder de ignorar o ensalzar la obra de un artista
determinado. Encontró en todo ello una “anarquía del gusto”, que achacó a un cambio social
de interpretación de la realidad, pero que percibió como transitorio, siendo necesario hallar
«una relación sana entre el pensamiento estético y el arte». Así, ofreció como salvación del
arte las “ciencias del espíritu”, especialmente la psicología: la creación artística debe poder
analizarse bajo el prisma de la interpretación psicológica de la fantasía. En Vida y poesía
(1905) presentó la poesía como expresión de la vida, como ‘vivencia’ (Erlebnis) que refleja la
realidad externa de la vida. La creación artística tiene pues como función intensificar nuestra
visión del mundo exterior, presentándolo como un conjunto coherente y pleno de sentido.[25]
Visión actual
…
Fuente, de Marcel Duchamp. El siglo XX supone una pérdida del concepto de belleza clásica para conseguir un
mayor efecto en el diálogo artista-espectador.
El siglo XX ha supuesto una radical transformación del concepto de arte: la superación de las
ideas racionalistas de la Ilustración y el paso a conceptos más subjetivos e individuales,
partiendo del movimiento romántico y cristalizando en la obra de autores como Kierkegaard
y Nietzsche, suponen una ruptura con la tradición y un rechazo de la belleza clásica. El
concepto de realidad fue cuestionado por las nuevas teorías científicas: la subjetividad del
tiempo de Bergson, la Teoría de la relatividad de Einstein, la mecánica cuántica, la teoría del
psicoanálisis de Freud, etc. Por otro lado, las nuevas tecnologías hacen que el arte cambie
de función, debido a que la fotografía y el cine ya se encargan de plasmar la realidad. Todos
estos factores producen la génesis del arte abstracto, el artista ya no intenta reflejar la
realidad, sino su mundo interior, expresar sus sentimientos.[26] El arte actual tiene
oscilaciones continuas del gusto, cambia simultáneamente junto a este: así como el arte
clásico se sustentaba sobre una metafísica de ideas inmutables, el actual, de raíz kantiana,
encuentra gusto en la conciencia social de placer (cultura de masas). También hay que
valorar la progresiva disminución del analfabetismo, puesto que antiguamente, al no saber
leer gran parte de la población, el arte gráfico era el mejor medio para la transmisión del
conocimiento –sobre todo religioso–, función que ya no es necesaria en el siglo XX.
Una de las primeras formulaciones fue la del marxismo: de la obra de Marx se desprendía
que el arte es una “superestructura” cultural determinada por las condiciones sociales y
económicas del ser humano. Para los marxistas, el arte es reflejo de la realidad social, si bien
el propio Marx no veía una correspondencia directa entre una sociedad determinada y el arte
que produce. Georgi Plejánov, en Arte y vida social (1912), formuló una estética materialista
que rechazaba el “arte por el arte”, así como la individualidad del artista ajeno a la sociedad
que lo envuelve.[27] Walter Benjamin incidió de nuevo en el arte de vanguardia, que para él es
«la culminación de la dialéctica de la modernidad», el final del intento totalizador del arte
como expresión del mundo circundante. Intentó dilucidar el papel del arte en la sociedad
moderna, realizando un análisis semiótico en el que el arte se explica a través de signos que
el hombre intenta descifrar sin un resultado aparentemente satisfactorio. En La obra de arte
en la época de la reproductibilidad técnica (1936) analizó la forma cómo las nuevas técnicas
de reproducción industrial del arte pueden hacer variar el concepto de este, al perder su
carácter de objeto único y, por tanto, su halo de reverencia mítica; esto abre nuevas vías de
concebir el arte –inexploradas aún para Benjamin– pero que supondrán una relación más
libre y abierta con la obra de arte.[28]
Isla Pagoda en la desembocadura del río Min (1870), de John Thomson. La fotografía supuso una gran revolución a
la hora de concebir el arte en el siglo XIX y el XX.
Representante del pragmatismo, John Dewey, en Arte como experiencia (1934), definió el arte
como “culminación de la naturaleza”, defendiendo que la base de la estética es la experiencia
sensorial. La actividad artística es una consecuencia más de la actividad natural del ser
humano, cuya forma organizativa depende de los condicionamientos ambientales en que se
desenvuelve. Así, el arte es “expresión”, donde fines y medios se fusionan en una experiencia
agradable. Para Dewey, el arte, como cualquier actividad humana, implica iniciativa y
creatividad, así como una interacción entre sujeto y objeto, entre el hombre y las condiciones
materiales en las que desarrolla su labor.[30]
José Ortega y Gasset analizó en La deshumanización del arte (1925) el arte de vanguardia
desde el concepto de “sociedad de masas”, donde el carácter minoritario del arte
vanguardista produce una elitización del público consumidor de arte. Ortega aprecia en el
arte una “deshumanización” debida a la pérdida de perspectiva histórica, es decir, de no
poder analizar con suficiente distancia crítica el sustrato socio-cultural que conlleva el arte
de vanguardia. La pérdida del elemento realista, imitativo, que Ortega aprecia en el arte de
vanguardia, supone una eliminación del elemento humano que estaba presente en el arte
naturalista. Asimismo, esta pérdida de lo humano hace desaparecer los referentes en que
estaba basado el arte clásico, suponiendo una ruptura entre el arte y el público, y generando
una nueva forma de comprender el arte que solo podrán entender los iniciados. La
percepción estética del arte deshumanizado es la de una nueva sensibilidad basada no en la
afinidad sentimental –como se producía con el arte romántico–, sino en un cierto
distanciamiento, una apreciación de matices. Esa separación entre arte y humanidad supone
un intento de volver al hombre a la vida, de rebajar el concepto de arte como una actividad
secundaria de la experiencia humana.[31]
Como conclusión, cabría decir que las viejas fórmulas que basaban el arte en la creación de
belleza o en la imitación de la naturaleza han quedado obsoletas, y hoy día el arte es una
cualidad dinámica, en constante transformación, inmersa además en los medios de
comunicación de masas, en los canales de consumo, con un aspecto muchas veces efímero,
de percepción instantánea, presente con igual validez en la idea y en el objeto, en su génesis
conceptual y en su realización material.[35] Morris Weitz, representante de la estética
analítica, opinaba en El papel de la teoría en la estética (1957) que «es imposible establecer
cualquier tipo de criterios del arte que sean necesarios y suficientes; por lo tanto, cualquier
teoría del arte es una imposibilidad lógica, y no simplemente algo que sea difícil de obtener
en la práctica». Según Weitz, una cualidad intrínseca de la creatividad artística es que
siempre produce nuevas formas y objetos, por lo que «las condiciones del arte no pueden
establecerse nunca de antemano». Así, «el supuesto básico de que el arte pueda ser tema de
cualquier definición realista o verdadera es falso».[36]
Clasificación
Las siete artes liberales, imagen del Hortus deliciarum (siglo XII), de Herrad von Landsberg.
La clasificación del arte, o de las distintas facetas o categorías que pueden considerarse
artísticas, ha tenido una evolución paralela al concepto mismo de arte: como se ha visto
anteriormente, durante la antigüedad clásica se consideraba arte todo tipo de habilidad
manual y destreza, de tipo racional y sujeta a reglas; así, entraban en esa denominación tanto
las actuales bellas artes como la artesanía y las ciencias, mientras que quedaban excluidas
la música y la poesía. Una de las primeras clasificaciones que se hicieron de las artes fue la
de los filósofos sofistas presocráticos, que distinguieron entre “artes útiles” y “artes
placenteras”, es decir, entre las que producen objetos de cierta utilidad y las que sirven para
el entretenimiento. Plutarco introdujo, junto a estas dos, las “artes perfectas”, que serían lo
que hoy consideramos ciencias. Platón, por su parte, estableció la diferencia entre “artes
productivas” y “artes imitativas”, según si producían objetos nuevos o imitaban a otros.[38]
Durante la era romana hubo diversos intentos de clasificar las artes: Quintiliano dividió el arte
en tres esferas: “artes teóricas”, basadas en el estudio (principalmente, las ciencias); “artes
prácticas”, basadas en una actividad, pero sin producir nada (como la danza); y “artes
poéticas” –según la etimología griega, donde ποίησις (poíêsis) quiere decir ‘producción’–,
que son las que producen objetos. Cicerón catalogó las artes según su importancia: “artes
mayores” (política y estrategia militar), “artes medianas” (ciencias, poesía y retórica) y “artes
menores” (pintura, escultura, música, interpretación y atletismo). Plotino clasificó las artes en
cinco grupos: las que producen objetos físicos (arquitectura), las que ayudan a la naturaleza
(medicina y agricultura), las que imitan a la naturaleza (pintura), las que mejoran la acción
humana (política y retórica) y las intelectuales (geometría).[39]
Sin embargo, la clasificación que tuvo más fortuna –llegando hasta la era moderna– fue la
de Galeno en el siglo II, que dividió el arte en “artes liberales” y “artes vulgares”, según si
tenían un origen intelectual o manual. Entre las liberales se encontraban: la gramática, la
retórica y la dialéctica –que formaban el trivium–, y la aritmética, la geometría, la astronomía
y la música –que formaban el quadrivium–; las vulgares incluían la arquitectura, la escultura
y la pintura, pero también otras actividades que hoy consideramos artesanía.[40]
Durante la Edad Media continuó la división del arte entre artes liberales y vulgares –llamadas
estas últimas entonces “mecánicas”–, si bien hubo nuevos intentos de clasificación: Boecio
dividió las artes en ars y artificium, clasificación similar a la de artes liberales y vulgares, pero
en una acepción que casi excluía las formas manuales del campo del arte, dependiendo este
tan solo de la mente. En el siglo XII, Radulfo de Campo Lungo intentó hacer una clasificación
de las artes mecánicas, reduciéndolas a siete, igual número que las liberales. En función de
su utilidad cara a la sociedad, las dividió en: ars victuaria, para alimentar a la gente; lanificaria,
para vestirles; architectura, para procurarles una casa; suffragatoria, para darles medios de
transporte; medicinaria, que les curaba; negotiatoria, para el comercio; militaria, para
defenderse.[41]
Las Meninas (1656), de Velázquez, fue un alegato de la figura del pintor como artista inspirado, frente a la condición
de simple artesano que hasta entonces se tenía del oficio de pintor.
Sin embargo, faltaba aglutinar estas artes del diseño con el resto de actividades
consideradas artísticas (música, poesía y teatro), tarea que se desarrolló durante los dos
siglos siguientes con varios intentos de buscar un nexo común a todas estas actividades:
así, el humanista florentino Giannozzo Manetti propuso el término “artes ingeniosas”, donde
incluía las artes liberales, por lo que solo cambiaba el vocablo; el filósofo neoplatónico
Marsilio Ficino elaboró el concepto de “artes musicales”, argumentando que la música era la
inspiración para todas las artes; en 1555, Giovanni Pietro Capriano introdujo en su De vera
poetica la acepción “artes nobles”, apelando a la elevada finalidad de estas actividades;
Lodovico Castelvetro habló en su Correttione (1572) de “artes memoriales”, ya que según él
estas artes buscaban fijar en objetos la memoria de cosas y acontecimientos; Claude-
François Menestrier, historiador francés del siglo XVII, formuló la idea de “artes pictóricas”,
remarcando el carácter visual del arte; Emanuele Tesauro ideó en 1658 la noción de “artes
poéticas”, inspirado en la célebre cita de Horacio ut pictura poesis (la pintura como la
poesía), describiendo el componente poético y metafórico de estas artes; ya en el siglo XVIII,
coincidieron en un mismo año (1744) dos definiciones, la de “artes agradables” de
Giambattista Vico, y la de “artes elegantes” de James Harris; por último, en 1746, Charles
Batteux estableció en Las bellas artes reducidas a un único principio la concepción actual de
bellas artes, remarcando su aspecto de imitación (imitatio).[43]
Batteux incluyó en las bellas artes pintura, escultura, música, poesía y danza, mientras que
mantuvo el término artes mecánicas para el resto de actividades artísticas, y señaló como
actividades entre ambas categorías la arquitectura y la retórica, si bien al poco tiempo se
eliminó el grupo intermedio y la arquitectura y la retórica se incorporaron plenamente a las
bellas artes. Sin embargo, con el tiempo, esta lista sufrió diversas variaciones, y si bien se
aceptaba comúnmente la presencia de arquitectura, pintura, escultura, música y poesía, los
dos puestos restantes oscilaron entre la danza, la retórica, el teatro y la jardinería, o, más
adelante, nuevas disciplinas como la fotografía y el cine. El término “bellas artes” hizo
fortuna, y quedó fijado como definición de todas las actividades basadas en la elaboración
de objetos con finalidad estética, producidos de forma intelectual y con voluntad expresiva y
trascendente. Así, desde entonces las artes fueron “bellas artes”, separadas tanto de las
ciencias como de los oficios manuales. Por eso mismo, durante el siglo XIX se fue
produciendo un nuevo cambio terminológico: ya que las artes eran solo las bellas artes, y el
resto de actividades no lo eran, poco a poco se fue perdiendo el término ‘bellas’ para quedar
solo el de ‘artes’, quedando la acepción ‘arte’ tal como la entendemos hoy día. Incluso
sucedió que entonces se restringió el término “bellas artes” para designar las artes visuales,
las que en el Renacimiento se denominaban “artes del diseño” (arquitectura, pintura y
escultura), siendo las demás las “artes en general”. También hubo una tendencia cada vez
más creciente a separar las artes visuales de las literarias, que recibieron el nombre de
“bellas letras”.[44] Se podría decir que las “bellas artes” son aquellas que cumplen con
ciertas características estéticas dignas de ser admiradas: tienen como objetivo expresar la
belleza aunque esta sea definida por el artista o por la particular perspectiva del observador,
cayendo en la ambigüedad de lo que es bello. Gary Martin señaló que debido a que
constituye una experiencia subjetiva, a menudo se dice que «la belleza está en el ojo del
observador». Las “bellas artes” han tenido históricamente tal adjetivo debido a que
representan la máxima expresión sentimental del ser humano desde épocas remotas.
Sin embargo, pese a la aceptación general de la clasificación propuesta por Batteux, en los
siglos siguientes todavía se produjeron intentos de nuevas clasificaciones del arte: Immanuel
Kant distinguió entre “artes mecánicas” y “artes estéticas”; Robert von Zimmermann habló de
artes de la representación material (arquitectura y escultura), de la representación perceptiva
(pintura y música) y de la representación del pensamiento (literatura); y Alois Riegl, en Arte
industrial de la época romana tardía, dividió el arte en arquitectura, plástica y ornamento.
Hegel, en su Estética (1835-1838), estableció tres formas de manifestación artística: arte
simbólico, clásico y romántico, que se relacionan con tres formas diferentes de arte, tres
estadios de evolución histórica y tres maneras distintas de tomar forma la idea:
En la idea, primero hay una relación de desajuste, donde la idea no encuentra forma; después
es de ajuste, cuando la idea se ajusta a la forma; por último, en el desbordamiento, la idea
sobrepasa la forma, tiende al infinito. En la evolución histórica, equipara infancia con el arte
prehistórico, antiguo y oriental; madurez, con el arte griego y romano; y vejez, con el arte
cristiano. En cuanto a la forma, la arquitectura (forma monumental) es un arte tectónico,
depende de la materia, de pesos, medidas, etc.; la escultura (forma antropomórfica) depende
más de la forma volumétrica, por lo que se acerca más al hombre; la pintura, música y poesía
(formas suprasensibles) son la etapa más espiritual, más desmaterializada. La creación
artística no ha de ser una mimesis, sino un proceso de libertad espiritual. En su evolución,
cuando el artista llega a su límite, se van perdiendo las formas sensibles, el arte se vuelve
más conceptual y reflexivo; al final de este proceso se produce la “muerte del arte”.[45]
Pese a todo, estos intentos de clasificación resultaron un tanto baldíos y, cuando parecía que
por fin se había llegado a una definición del arte universalmente aceptable, después de
tantos siglos de evolución, los cambios sociales, culturales y tecnológicos producidos
durante los siglos XIX y XX han comportado un nuevo intento de definir el arte con base en
parámetros más abiertos y omnicomprensivos, intentando abarcar tanto una definición
teórica del arte como una catalogación práctica que incluyese las nuevas formas artísticas
que han ido surgiendo en los últimos tiempos (fotografía, cine, cómic, nuevas tecnologías,
etc.). Como el de Juan Acha con su ensayo Arte y sociedad. Latinoamérica: el producto
artístico y estructura (1979), cuya compleja organización de las artes es según su aplicación
y origen; en grupos como "Cuerpo-Objeto", "Superficie-Objetos", "Superficies-Icónicas",
"Superficies-Literarias", "Espectáculos" y "Audiciones". Y otra más simple en Lógica del Límite
(1991) de Eugenio Trías, en la que el artista es como un habitante y a un determinado oficio
artístico como un habitáculo, que constituyen tres grandes áreas del arte: artes estáticas o
del espacio, artes mixtas y artes temporales o dinámicas.
Estos intentos, un tanto infructuosos, han producido en cierta forma el efecto contrario,
acentuando aún más la indefinición del arte, que hoy día es un concepto abierto e
interpretable, donde caben muchas fórmulas y concepciones, si bien se suele aceptar un
mínimo denominador común basado en cualidades estéticas y expresivas, así como un
componente de creatividad.[35]
Cinco artes son comúnmente citadas en el siglo XIX, a las cuales en el siglo XX se le
añadirán cuatro más para llegar a un total de nueve artes, sin ser capaces los expertos y
críticos de ponerse de acuerdo sobre la clasificación un "décimo arte".
Al final del siglo XX, la siguiente lista establece las nuevas clasificaciones, al igual que el
número de musas antiguas:
1. Arquitectura
2. Escultura
4. Música
7. Cinematografía
8. Fotografía
9. Historieta