Cabanillas Carlos 2017

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 275

SUJETOS COLONIALES: ESCRITURA, IDENTIDAD

Y NEGOCIACIÓN EN HISPANOAMÉRICA
(SIGLOS XVI-XVIII)

CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS (ED.)

SUJETOS COLONIALES.indb 3 29/3/17 8:09


INSTITUTO DE ESTUDIOS AURISECULARES (IDEA)
COLECCIÓN «BATIHOJA», Serie Proyecto Estudios Indianos (PEI)

Consejo editor:
Director:Victoriano Roncero (State University of New York-Suny at Stony Brook,
Estados Unidos)
Subdirector: Abraham Madroñal (CSIC-Centro de Ciencias Humanas y Sociales, españa)
Subdirectora (Proyecto Estudios Indianos-PEI): Martina Vinatea Recoba (Universidad
del Pacífico, Perú)
Secretario: Carlos Mata Induráin (GRISO-Universidad de Navarra, España)

Consejo asesor:
Wolfram Aichinger (Universität Wien, Austria)
Tapsir Ba (Université Cheikh Anta Diop, Senegal)
Shoji Bando (Kyoto University of Foreign Studies, Japón)
Enrica Cancelliere (Università degli Studi di Palermo, Italia)
Pierre Civil (Université Sorbonne Nouvelle-París III, Francia)
Ruth Fine (The Hebrew University-Jerusalem, Israel)
Luce López-Baralt (Universidad de Puerto Rico, Puerto Rico)
António Apolinário Lourenço (Universidade de Coimbra, Portugal)
Vibha Maurya (University of Delhi, India)
Rosa Perelmuter (University of North Carolina at Chapel Hill, Estados Unidos)
Gonzalo Pontón (Universidad Autónoma de Barcelona, España)
Francisco Rico (Universidad Autónoma de Barcelona /Real Academia Española, España)
Guillermo Serés (Universidad Autónoma de Barcelona, España)
Christoph Strosetzki (Universität Münster, Alemania)
Hélène Tropé (Université Sorbonne Nouvelle-París III, Francia)
Germán Vega García-Luengos (Universidad de Valladolid, España)
Edwin Williamson (University of Oxford, Reino Unido)

Consejo asesor - Serie Proyecto Estudios Indianos (PEI):


Trinidad Barrera (Universidad de Sevilla, España)
Carlos Cabanillas (Universitetet i Tromsø, Noruega)
Jéssica Castro Rivas (Universidad de Chile, Chile)
Judith Farré (ILLA-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, España)
Paul Firbas (State University of New York-Suny at Stony Brook, Estados Unidos)
Aurelio González (El Colegio de México, México)
Arnulfo Herrera (Universidad Nacional Autónoma de México, México)
Mariela Insúa (GRISO-Universidad de Navarra, España)
Raúl Marrero-Fente (University of Minnesota, Estados Unidos)
José Antonio Mazzotti (Tufts University, Estados Unidos)
Hugo Hernán Ramírez Sierra (Universidad de los Andes, Colombia)
José A. Rodríguez Garrido (Pontificia Universidad Católica del Perú, Perú)
Leonardo Sancho Dobles (Universidad de Costa Rica, Costa Rica)
Joaquín Zuleta Carrandi (Universidad de los Andes, Chile)

Impresión: Ulzama Digital


© De los autores

ISBN: 978-1-938795-32-9
Depósito Legal: M-10390-2017
New York, IDEA/IGAS, 2017

SUJETOS COLONIALES.indb 4 29/3/17 8:09


SUJETOS COLONIALES: ESCRITURA, IDENTIDAD
Y NEGOCIACIÓN EN HISPANOAMÉRICA
(SIGLOS XVI-XVIII)

CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS (ED.)

SUJETOS COLONIALES.indb 5 29/3/17 8:09


SUJETOS COLONIALES.indb 6 29/3/17 8:09
ÍNDICE

Prefacio ................................................................................. 9

Rolena Adorno
Carlos de Sigüenza y Góngora y las antigüedades
mexicanas ......................................................................... 11

Ignacio Arellano
Subversiones (o no) en la poesía colonial,
y la construcción crítica al margen del texto ..................... 35

Carlos F. Cabanillas Cárdenas


El sujeto colonial mulato en la poesía
de Juan del Valle y Caviedes .............................................. 59

Marguerite Cattan
La retórica clásica en la Instrucción
de Titu Cusi Yupanqui ...................................................... 81

Beatriz de Alba-Koch
Los indígenas en la obra de Fernández de Lizardi:
justicia, caridad y devoción ............................................... 99

Miguel Donoso Rodríguez


Sobre invenciones de guerra dañosas en la Historia
de todas las cosas que han acaecido en el reino de Chile
(1575), de Alonso de Góngora Marmolejo ...................... 119

SUJETOS COLONIALES.indb 7 29/3/17 8:09


Paul Firbas
Reducción y expansión de cimarrón: historia temprana
de un término colonial ........................................................ 131

José Luis Gastañaga Ponce de León


«El villano del Danubio» en los Andes:
sujetos coloniales en el Libro de la vida y costumbres
de Alonso Enríquez de Guzmán ........................................... 159

Pedro M. Guibovich
Indios y libros en el virreinato del Perú ................................ 171

Esperanza López Parada


La genealogía como dispositivo de identidad:
un príncipe melancólico en la línea sucesoria ....................... 195

José A. Rodríguez Garrido


Espinosa Medrano, dramaturgo y colegial
del Seminario de San Antonio Abad del Cuzco .................... 215

Gisle Selnes
El sujeto del naufragio: hombres, animales y caníbales
en los relatos de náufragos coloniales .................................... 241

Leonor M. Taiano C.
Casta, etnia y fe en Infortunios de Alonso Ramírez ................... 255

Carmela Zanelli Velásquez


Re-escritura y refundación histórica: los casos
de Cajamarca y el cerco del Cuzco bajo la mirada
de Garcilaso en la segunda parte
de los Comentarios reales ........................................................ 267

SUJETOS COLONIALES.indb 8 29/3/17 8:09


PREFACIO

El presente volumen contiene una serie de trabajos presentados en


dos seminarios desarrollados por el proyecto de investigación Encuentros
y transferencias culturales en la literatura latinoamericana colonial
(siglos XV-XVIII), de la UIT Universidad Ártica de Noruega (Tromsø).
El primero, bajo el tema Conflictos coloniales: indios, criollos y peninsulares
en textos de la Hispanoamérica colonial se desarrolló en Tromsø (Noruega)
y el segundo con el tema Sujetos coloniales. Homogenización, negociación y
subversión en los textos hispanoamericanos (siglos XVI-XVIII) tuvo lugar en la
Pontifica Universidad Católica del Perú.Ambas actividades contaron con
el apoyo económico de The Norwegian Research Council (Proyecto:
NFR 208705/H30) y el seminario de Lima (Perú) contó además con
la generosa colaboración del Departamento de Humanidades de la
Pontificia Universidad Católica del Perú.
La intención de ambos seminarios fue analizar a través de casos
concretos cómo fue la interacción entre los diversos grupos de
sujetos coloniales que habitaban los virreinatos americanos. Los
trabajos nos presentan, por ello, temas relacionados a los procesos de
representación, identidad y negociación que se pueden rastrear en
textos de la época, y que señalan cómo se fue configurando la compleja
sociedad colonial y, al mismo tiempo, nos muestran las diferentes
tensiones presentes en dichos procesos, y discursos derivados de ellos.
Queda agradecer al profesor José Antonio Rodríguez Garrido,
de la Pontificia Universidad Católica del Perú, su colaboración en el
desarrollo de ambos seminarios; al Instituto de Estudios Auriseculares
(IDEA) el canal de publicación, y a los autores por su aportación y la
paciencia para ver en prensa este volumen.

Carlos F. Cabanillas Cárdenas


UIT-Universidad Ártica de Noruega

SUJETOS COLONIALES.indb 9 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA Y
LAS ANTIGÜEDADES MEXICANAS1

Rolena Adorno
Universidad de Yale

«El amante más fino de nuestra patria» es el juicio pronunciado por


Carlos de Sigüenza y Góngora, el polígrafo novohispano, al referirse no
a uno de sus compatriotas sino a un súbdito inglés: el ministro anglicano
y compilador de relaciones de viajes de exploración y conquista, Samuel
Purchas (1577-1626):

ya fue empeño de Samuel Purchas, de nación inglés[a], en sus Peregrina-


ciones del Mundo [debe decir: Purchas, sus peregrinos] (t. 3, lib. 5, cap. 7) donde,
con individuas y selectísimas noticias, recopiló cuanto pudiera expresar en
esta materia el amante más fino de nuestra patria (Sigüenza y Góngora,
Teatro, pp. 181-182).

«Esta materia» consistía en exposiciones en prosa e imágenes que


narraban la historia de los emperadores aztecas y ofrecía descripciones
de las instituciones y costumbres mexicanas (Purchas, His pilgrimes, t.
15, p. 412). Sigüenza enfatizó su propia dedicación a esos estudios en su
Noticia cronológica de los reyes, emperadores, gobernadores, presidentes y virreyes
de esta nobilísima ciudad de México (c. 1680):

1
Una versión previa de este ensayo se publicó en Hispanófila, 171, 2014, pp. 11-27.

SUJETOS COLONIALES.indb 11 29/3/17 8:09


12 ROLENA ADORNO

Nunca desistiré del conato que en esto pongo cuando siempre me ocupo
en investigar lo que en algún tiempo puede ser que se repute útil, supuesto
que (ignoro la causa) en investigar con curiosidad nuestras historias domés-
ticas, no sólo no hay aplicación, pero ni aun gana (Noticia cronológica, cit. por
Bryant, 1984, pp. 236, n. 5)

Al quejarse de la indiferencia de sus compatriotas, reconoce la par-


ticipación de extranjeros en el proyecto de recuperación y esto, en
sí, subraya la prioridad que tales empresas deben tener para él y sus
compañeros novohispanos en servicio de su patria. Su propio empe-
ño es evidente desde su poema «sacro-histórico», Primavera indiana, de
1668, hasta su Libra astronómica y filosófica de 1691, no olvidando otras
obras suyas que, por falta de recursos, no llegaron a la imprenta.
En esta oportunidad utilizo el epíteto, «el amante más fino de nuestra
patria», para referirme al mismo Sigüenza, y tomo como enfoque Teatro
de virtudes políticas que constituyen a un príncipe, publicado en México en
1680. Mi tesis es que el estudio de antigüedades mexicanas tomó en su
momento una nueva dirección: trascendió el interés en estudiarlas para
suplantarlas con las cristianas, que había sido el propósito principal de
semejantes investigaciones desde la obra de fray Ramón Pané sobre los
taínos de La Española. Con Sigüenza y Góngora comenzó el estudio
académico, no exclusivamente pragmático2, de las antigüedades ameri-
canas en México. Esta es una transformación revolucionaria y subversiva
que Sigüenza lleva a cabo honrando a la dinastía azteca y otorgándole
gran dignidad histórica en un espectáculo público sin precedente. Con
derecho podemos denominarle a Sigüenza uno de los padres de los es-
tudios anticuarios americanos y así, uno de los padres de su patria. «Pa-
dre de la patria» es uno de los epítetos con que Sigüenza elogia al nuevo
virrey; por la originalidad de su contribución veremos que es pertinente
al mismo criollo novohispano. En la historia de la cultura virreinal es-
pañola su obra fue de una resonancia cuyos ecos se oían todavía dos
siglos después de su muerte. En ese sentido sirvió no sólo a la patria
sino también, al preservar sus bienes, al patrimonio de la humanidad.

2 Escribe en una ocasión, sin embargo, que estaría dispuesto a emprender esa tarea
práctica: «De lo mucho que he comunicado a los Indios para saber sus cosas puedo dezir
el que me hallo con cierta ciencia de las idolatrías, supersticiones, y vanas observancias
en que oy entienden, y de que me alegrara me mandasen escribir para su remedio»
(Sigüenza y Góngora, Parayso occidental, [1684], «Prólogo al lector», fol. IXr).

SUJETOS COLONIALES.indb 12 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA 13

Covarrubias define la patria como: «La tierra donde uno ha nacido. Es


nombre latino patria. Compatriota, el que es del mismo lugar» (Covarru-
bias, Tesoro, p. 857). De los tres conceptos relacionados, regnum, patria, terra,
en la España medieval, patria se distinguía del Estado (regnum, reino), para
enfatizar el territorio (terra, patria) (García de Valdeavellano, 1998, pp. 188,
411). Para la relación entre el escritor y la patria, podemos recordar que el
Inca Garcilaso de la Vega inauguró la Primera parte de los Comentarios reales
de los Incas anunciando su deuda con la suya: «forzado del amor natural de
la patria, me ofrecí al trabajo de escribir estos Comentarios» (Comentarios
reales, t. 2, p. 3 [«Proemio al lector»]. Sigüenza enumera sus obras, «a cuya
composición me ha estimulado el sumo amor que a mi Patria tengo»
(Sigüenza y Góngora, Parayso occidental, «Prólogo al lector», fol. IXr), y
emplea en el frontispicio de sus libros impresos la viñeta del caballo alado,
Pegaso, con el rubro «Sic itur ad astra» (de aquí a las estrellas). Al citar este
verso de Virgilio Sigüenza anuncia que la figura «representa al hombre, el
cual manifiesta tener casi siempre su alma vuelta a lo sublime, en benefi-
cio de la patria»3. En Sigüenza como en el Inca Garcilaso la «identidad» se
distingue por trascender lo personal para abarcar la patria, considerando
que la relación que uno tiene con la patria constituye una parte íntegra
del sujeto. Lo que Sigüenza en última instancia entiende por «patria» es
una de las preguntas que anima la presente pesquisa4.
Sigüenza escribió Teatro como testimonio impreso, y sus significados,
del arco triunfal que se había construido para festejar en 1680 la entrada
ceremonial del nuevo virrey, don Tomás Manrique de la Cerda, conde
de Paredes, marqués de la Laguna. Siguiendo el ejemplo europeo y el

3 Virgilio, Eneida, lib. 9, l. 641; Sigüenza y Góngora, Parayso occidental, «Prólogo al


lector», fol. IX; Teatro, «Preludio II», pp. 172, 174; Noticia chronológica (cit. en Bryant, 1984,
pp. 236, n. 5).
4 Es una pregunta que se ha hecho más de un lector atento de Teatro, por las refe-
rencias continuas de Sigüenza a su patria. Las respuestas varían, y una de las más recientes
es la de More (2002, pp. 72-73), para quien la «patria» de Sigüenza «no tiene significado
fijo» sino que «resulta del juego dialéctico entre los dos ejes del texto»: «la esperanza de
ordenar a la población bajo un signo legado al territorio y al espacio físico de la memo-
ria local» y «la amenaza y el miedo de una población sin cuerpo». En conjunto, estas dos
fuerzas «definen el proceso de la manifestación de la patria como un territorio utópico».
En contraste con este énfasis puesto en la posible política cívica o ideología política de
Sigüenza, mi lectura atiende a su «política cultural», definida en parte por lo que sus
lectores posteriores valoraron en su obra, y no limitándose al Teatro. Es su reconocido
legado cultural, que se evidencia por más de dos siglos, lo que me conduce a sostener
que para Sigüenza la patria fue la «respuesta al olvido».

SUJETOS COLONIALES.indb 13 29/3/17 8:09


14 ROLENA ADORNO

antiguo romano, las autoridades virreinales encomendaban a poetas y


artistas reconocidos el tema y la arquitectura de estos monumentos, así
como la redacción del texto que obligadamente los acompañaba. Si-
güenza y su gran amiga, Sor Juana Inés de la Cruz, recibieron encargos
para conmemorar el evento5. A Sor Juana le tocó el arco en la plaza de
la catedral (la Santa Iglesia Metropolitana), a Sigüenza, el de la plaza de
Santo Domingo, donde tradicionalmente se erigía el arco principal para
el recibimiento de los virreyes. Reconocida su colaboración desde el
estudio de Irving Leonard de 1929, que señalaba su «ayuda mutua» in-
telectual (Leonard, 1984, p. 65), podemos precisar ahora que la creación
de los arcos fue un proyecto estrechamente coordinado entre ellos.
Para hacer un juego de palabras con el honorífico «Laguna» del vi-
rrey, Sor Juana confeccionó su arco en honor al antiguo dios de las
aguas, Neptuno6. Sigüenza, por su parte, construyó el suyo sobre el tema
de la sucesión de los antiguos reyes mexicanos. Ella utilizó un temario
convencional, la mitología greco-romana clásica; él, la mitología antigua
mexicana, lo cual fue un acto insólito: ¿Cómo honrar al nuevo virrey,
ofreciéndole como modelos de conducta moral, al modo de un «espejo
de príncipes», los soberanos del bárbaro y desaparecido imperio azteca?
Fue un proceso en dos estadios, no sucesivos sino simultáneos:
Primero, a pesar de elegir Sor Juana un tema reconocido de la mito-
logía clásica y Sigüenza, lo que se entendía como la mitología mexicana,
éste aprovechó la opinión común que consagraba la tradición mitoló-
gica greco-romana a la vez que rechazaba el pasado antiguo mexicano
como idolátrica y supersticiosa. Segundo, en vez de caracterizar a ambas
tradiciones como «mentirosas», como se podía esperar, tratándose la una
y la otra de dioses falsos y relatos apócrifos, Sigüenza presenta a las dos
como fenómenos históricos. Es decir, convierte a las dos tradiciones de
míticas en históricas. Así se ve en su tercer preludio a Teatro: «Neptuno
no es fingido dios de la gentilidad sino hijo de Misraím, nieto de Cam,
bisnieto de Noé y progenitor de los indios occidentales». Lo que él
había escrito, afirma Sigüenza, para dar razón al arco ideado por él, no
perjudicaba al de Sor Juana porque Neptuno no era «quimérico rey o
fabulosa deidad sino sujeto que con realidad subsistió con circunstancias tan
primorosas como son el haber sido el progenitor de los indios americanos»; insiste,
además, que «entre los mentidos dioses sólo Neptuno tiene tan legiti-

5 Sigüenza y Góngora, Teatro, pp. 169-170, 172; Paz, 1997, pp. 205-206.
6 Sor Juana, «Neptuno alegórico», [1680], en Obras completas, pp. 777-810.

SUJETOS COLONIALES.indb 14 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA 15

mada su alcurnia que es su nobiliario el Génesis y su historiador Moi-


sés» (Sigüenza, Teatro, «Preludio III», pp. 176-177, subrayado mío) Nep-
tuno, «progenitor de los indios occidentales», porque en la egiptología
de Sigüenza, Sor Juana y de algunos otros, gracias a las proposiciones del
jesuita alemán Athanasio Kircher (1602-1680) en su Oedipus Aegyptiacus
(1652-1654), se postulaba la radical antigüedad de los pueblos ameri-
canos. La egiptología fue uno de los elementos fundamentales que le
sirvió a Sigüenza para considerar el pasado americano como histórico.
Estoy convencida de que su proyecto más arraigado a lo largo sus
investigaciones en muchas disciplinas fue dignificar el pasado mexica-
no como algo histórico. Desde 1668, al comenzar sus estudios de las
tradiciones y lenguas mexicanas a los 17 o 18 años, cuando todavía
estudiaba en la casa jesuita de Tepotzotlán y escribió en verso su Prima-
vera indiana (Leonard, 1984, p. 35 y Lafaye, 1976, p. 62), Sigüenza había
estado atento a la posibilidad de postular la continuidad entre el pasado
mexicano antiguo y la Nueva España actual. Octavio Paz lo atribuye a
su «universalismo jesuita» (Paz, 1997, pp. 209-210); yo, a lo que se suele
pasar por alto: la pertinencia de la labor realizada por Sigüenza en la
Real y Pontificia Universidad de México como matemático y profesor
de astrología-astronomía7. En cuanto al papel de las matemáticas en su
obra historiográfica, él mismo ofrece un testimonio sobre

las singularísimas noticias, no siendo la menos estimable deducir la serie,


y cosas de los Chichimecas, que hoy llamamos Mexicanos, desde poco después
del diluvio hasta los tiempos presentes, y esto no con menos pruebas que con
demostraciones innegables por matemáticas (Parayso occidental, «Prólogo al lector»,
fol. IX, subrayado mío).

Así propongo que los logros de Sigüenza en cuanto al estudio del


pasado mexicano antiguo resultaban de dos instrumentos imprescindi-
bles: sus conocimientos matemáticos y estudios astronómicos, por un
lado, y su estudio detenido de la historia mexicana, por otro. Sus labores

7 Recordemos que estas disciplinas no se separaron hasta el siglo XVIII. Sigüenza


describe su iniciación hacia ellas: «Desde el año de 1667 comencé casi muchacho (sólo
siéndolo pude interrumpir más útiles estudios y aplicarme a éste), comencé, digo, a
estudiar sin maestro las matemáticas todas y con más cuidado la Astrología y en toda
esta demora de tiempo, y teniendo la mayor y mejor librería de aquellas ciencias y esta
facultad que jamás ha habido en la Nueva España» («Almanaque de D. C. de S. y. G., para
el año de 1692», en Corona, 1991, p. 107).

SUJETOS COLONIALES.indb 15 29/3/17 8:09


16 ROLENA ADORNO

profesionales matemáticas y astronómicas y su afición por indagar en


la historia antigua mexicana iban de la mano; y en conjunto le dieron
las herramientas para entender y explicar el pasado mexicano como
histórico, no «mitológico». Las claves fueron sus estudios del calendario
mexicano ya que postuló las semejanzas de «la forma del año y dispo-
sición del calendario entre los egipcios y los mexicanos» y entendió
que el calendario mexicano consistía en 365 días con un ajuste cada
cuatro años, igual que el cristiano gregoriano8. Por eso pudo concebir,
en una primera instancia, la descendencia de los antiguos mexicanos
de los egipcios y, en la segunda, la continuidad entre la historia antigua
mexicana y la moderna cristiana.
Esta convergencia de pasiones intelectuales se registra incluso en el
inventario de sus bienes que preparó en 1699, un año antes de su muer-
te. Describe allí con orgullo su biblioteca, «que en su línea es la mejor
del reino, con instrumentos matemáticos en abundancia, telescopios ex-
celentes y pinturas [mexicanas] muy consideradas cuyo valor excede los
tres mil pesos»9. Uno de los pocos productos que quedan de los esfuer-
zos de Sigüenza en estas líneas de investigación, que le ocuparon duran-
te tantos años, se contiene en el relato que acompañaba al arco triunfal
que se levantó para la mencionada entrada del virrey de la Laguna a la
capital novohispana, el 30 de noviembre de 1680.
Teatro de virtudes políticas es una obra paradójica en por lo menos tres
sentidos: primero, fue una obra circunstancial, creada para acompañar
un arco de triunfo en una ocasión específica, pero ha resultado ser una
de sus obras más duraderas. Segundo, Teatro corresponde a una tradición
occidental antiquísima (la celebración de triunfos militares e inaugura-
ciones cívicas) para conmemorar antigüedades mexicanas que eran, en
comparación con las griegas y romanas, muy recientes.Tercero, Teatro es
tradicional y convencional en sus formas pero novedosa e insólita en sus
contenidos. El texto en prosa y en verso se basa en autoridades bíblicas,
clásicas, patrísticas, medievales y renacentistas a la vez que describe y

8 Teatro, p. 181; Noticia chronológica, cit. por Bryant, 1984, p. 236, n. 5: «En lo que toca
al ajuste de los días de nuestro calendario, que coinciden con los del mexicano, es nece-
sario más noticia, que no se puede dar si no es en mi tratado de la Ciclografía Mexicana,
si alguna vez viere la luz».
9 Carta conservada en el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca Pública de
Nueva York, en un tomo de documentos descrito como: «Sigüenza y Góngora (Carlos),
Descripción de la Bahía de Santa María de Galve […] 1693», cit. por Leonard, 1984,
pp. 187, 195.

SUJETOS COLONIALES.indb 16 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA 17

comenta jeroglíficos e ideogramas mexicanos, mirados por los peninsu-


lares con sospecha y muy lejos de ser canonizados10.
El «texto» visual del arco es un espectáculo; la voz «teatro», señala
Covarrubias, proviene del «Latine theatrum, es nombre griego, video, por
ser lugar a donde concurrían para ver los juegos y los espectáculos» (Te-
soro, p. 956). Corominas nos recuerda que es «derivado del griego, ‘mirar,
contemplar […] De la misma raíz que […] es el verbo […] contemplar,
examinar, estudiar’» (2002: t. 5, p. 445). Al juntar la tradición renacen-
tista de las empresas con el lenguaje pictórico y jeroglífico mexicano,
el arco de Sigüenza habría ofrecido al público novohispano muchísimas
ideas novedosas. El arco habría sido, literal y metafóricamente, un juego
asombroso de miradas y de imágenes visuales. En cuanto a la estética
barroca, podríamos decir que el resultado de estas disparidades corres-
ponde a lo que Roberto González Echevarría ha definido como la clave
del Barroco, es decir, la monstruosidad, pero no en un sentido grotesco
sino en el de ser «por un lado una imposibilidad lógica o discursiva, ya
que se trata de predicados contradictorios simultáneos, mientras que por
otro una visión imposible, ambigua, de difícil interpretación, hecha de
apariencias en pugnas» (González Echevarría, 1999, p. 121). Algunos de
los espectadores que contemplaron el arco ese día festivo de noviembre
de 1680 se habrán dado cuenta de estas convergencias rarísimas, pero
Sigüenza le asegura al lector de Teatro que su realización, «a juicio de los
entendidos en el arte, fue una de las cosas más primorosas y singulares
que en estos tiempos se han visto» (Teatro, p. 185). No cabe ninguna duda.
Al iniciar en Teatro su exposición sobre los reinados sucesivos de
los reyes aztecas, Sigüenza reproduce el soneto del poeta español-no-
vohispano Arias de Villalobos (n. 1568) que proclama que la ciudad de
México es «Roma del Nuevo Mundo, en siglo de oro» (Teatro, p. 203).
Sigüenza toma Roma como el punto de referencia acostumbrado, pero
no como modelo para imitar ciegamente. Aunque «no había nada tan
grande entre los romanos como el triunfo», no imita el triunfo militar
de los emperadores romanos sino, al contrario, expone «lo moral de las

10 Buxó, 2002, pp. 86-87, considera el género discursivo del «subgénero» de rela-
ciones de fiestas y sus «paradigmas estético-ideológicos» que consisten en la relación de
los festejos, por un lado, y sus «fundamentos teológicos, alegóricos y literarios» por otro,
todo producido por «aquel espíritu barroco amante de armonizar a fuerza de ingenio
las luces con las sombras, lo sagrado con lo profano, lo eminente con lo ínfimo. Gusto
barroco por establecer una intelectual armonía lo mismo entre lo que tiene semejanza
y conformidad que entre lo improporcionado y disonante».

SUJETOS COLONIALES.indb 17 29/3/17 8:09


18 ROLENA ADORNO

obras» (pp. 170-171). Así, en una exposición de tonos brillantes repre-


senta en su arco las virtudes personales de los soberanos mexicanos y
su conducta moral como gobernantes. Celebra la moral que trasciende
la zona personal y doméstica de acción del príncipe para pintar la con-
ducta patriótica y pacífica de la gobernación del imperio mexicano. Así
caracteriza las puertas de la ciudad, que fue el lugar de la entrada del
nuevo virrey homenajeado, no como escenario para celebrar triunfos
militares sino como el foro donde se llevaban a cabo transacciones cí-
vicas: allí los antiguos erigían y reunían los tribunales y el consejo, para
que «terminándose allí las controversias los litigantes, entrasen en la ciu-
dad con tranquilidad y quietud» (p. 171).
Por otro lado, Sigüenza rechaza el «estilo común» de los «americanos
ingenios» de «hermosear con mitológicas ideas de mentirosos fábulas
las más de las portadas triunfales que se han erigido para recibir a los
príncipes» (p. 172). Para ello cita la advertencia de San Agustín: «No
trates de buscar dioses falsos y mentirosos a éstos, más bien recházalos
y desprécialos» (p. 173) y agrega la del matemático e inventor francés
Denis Papin (1647-c. 1712): «El amor hermoso de la virtud no debe ser
buscado en modelos extraños; la alabanza doméstica mueva los ánimos,
y es mucho mejor conocer los triunfos en casa» (p. 174). Así, los ejem-
plos de buen gobierno y virtudes políticas que Sigüenza ofrece al nuevo
virrey son «los mexicanos emperadores que en la realidad subsistieron
en este emporio celebérrimo de América» (p. 175).
Su descripción del diseño del arco es en sí alucinante. En Teatro
omite describir «la especificación prolija de las simetrías y partes», con-
tentándose «con decir que se dispuso como para quien era [es decir, el
nuevo virrey] y con la circunstancia de que siempre se adelanta México
con gigantes progresos en tales casos» (p. 185). Describe el decorado
como llamativo pero a la vez insiste en cierta sobriedad al no emplear
«exteriores aliños que la virtud no apetece» (p. 187). Indica que las cua-
tro entrecalles de las dos fachadas contenían doce tableros, sin contar
otros dos «que ocuparon el lugar de la de en medio» en donde se «soste-
nía las armas reales entre las de sus excelencias». (pp. 185-186).
Explica que «animose esta hermosísima máquina de colores» para
celebrar los logros domésticos, no buscando modelos extranjeros y, en
cuanto al decorado, ajustar las pinturas del arco al carácter del sujeto (pp.
174-175). Fue inspirado por

SUJETOS COLONIALES.indb 18 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA 19

el ardiente espíritu de los mexicanos emperadores desde Acamapich hasta


Cuauhtémoc, a quien no tanto para llenar el número de tableros cuanto
por dignamente merecedor del elogio acompañó Huitzilopóchtli, que fue
el que los condujo de su patria, hasta ahora incógnita, a estas provincias que
llamó la antigüedad Anáhuac (p. 187).

Se excusa de «combinar estos doce emperadores con los doce pa-


triarcas o con los signos celestes […] cuando en la aritmética de Pi-
tágoras, filosofía de Platón, [y] teología de Orfeo […] sobraban no
vulgares primores para hermosear este número»; insiste: «más que cu-
riosidades inútiles para la vista, fue mi intento representar virtudes
heroicas para el ejemplo» (p. 187).
Los emperadores fueron representados, señala Sigüenza, «adornados
de matizadas plumas, como del traje más individuo de su aprecio.Ya lo
advirtió», dice, «el hijo primogénito de Apolo y pariente mío11, don Luis
de Góngora, Soledad segunda, cuando dijo: “Al de plumas vestido mexi-
cano”» (p. 192). El «Píndaro andaluz», como lo llama Sigüenza, evoca
a los pájaros de caza de distintas naciones e incluye el aleto americano,
conocido, según el poeta, por el «preciosamente Inca desnudo» y el «de
plumas vestido Mejicano» (p. 187)12. Sobre el tema de la vestimenta,
Sigüenza aprovecha para señalar el parecido de la indumentaria real

11 Esta es la única referencia, en sus obras, que Sigüenza hace a su parentesco con
el poeta andaluz. El padre jesuita, Francisco de Florencia, rector del Colegio de San
Pedro y San Pablo novohispano, «gloria de nuestra criolla nación y singularísimo amigo
mío», como declara Sigüenza (Libra astronómica, p. 250), afirma en La estrella del Norte:
«Del Don Carlos de Sigüenza y Góngora anda impreso este milagro en octavos heroicos
animados de aquel espíritu Poético, que con el sobrenombre heredó de el Mayor Poeta
de España, don Luis de Góngora, su tío» (cit. por Leonard, 1984, p. 18).
Sigüenza (1645-1700) era «hijo de Don Carlos de Sigüenza maestro que fue del
Serenísimo príncipe don Baltazar Carlos y de Doña Dionisia Suárez de Figueroa y
Góngora», según «el lib. 15 de bautismos en el Sagrario Metropolitano de México,
f128v», cit. por Leonard (1984, p. 17). Los padres del poeta andaluz Luis de Góngora
(1561-1627) eran don Francisco de Argote, un juez de bienes confiscados del Santo
Oficio, y doña Leonora de Góngora. El parentesco entre el poeta andaluz y el ma-
temático criollo es por parte de madre. Por la diferencia temporal, la madre de Luis,
Leonora, y la abuela de Carlos serían hermanas; los hijos de estas dos señoras serían
primos hermanos, o sea, Luis de Góngora sería el primo hermano de la madre de
Carlos, Dionisia Suárez de Figueroa y Góngora. Si contamos con el testimonio
del padre Florencia, nuestro intelectual criollo sería, si no un sobrino, un sobrino
segundo del poeta andaluz.
12 Góngora, Soledades, p. 157, vv. 772-782.

SUJETOS COLONIALES.indb 19 29/3/17 8:09


20 ROLENA ADORNO

mexicana con la oriental: «propiedad en que estos indios convinieron


con los orientales» (p. 187).
Sigüenza describe las escenas pintadas en el arco para representar las
figuras de los reyes, pero lo que llama la atención es su empleo de los
glifos personales al confeccionar los emblemas con que representa a cada
uno. Estos glifos pictóricos, que representan el significado del nombre de
cada soberano, coinciden exactamente con los que encontramos en los
códices mexicanos. Sus modelos habrían sido los manuscritos mexicanos
que poseía (menciona uno en particular, «sin nombre del autor», cuatro o
cinco veces), e incluso los grabados del libro de Purchas, que reproduce
del Códice Mendoza las figuras de los soberanos con sus glifos13.
Otra probable fuente habría sido la Historia de la venida de los indios
a poblar a México de las partes remotas de Occidente, del padre jesuita Juan
de Tovar, colaborador con el padre José de Acosta, al pasar éste los años
1585-1587 en México. El Códice Tovar, cuya historia y calendario se
fechan entre los años 1583-1587, fue la fuente principal mexicana de
Acosta en Historia natural y moral de las Indias (1590); éste emplea los
topónimos y los onomásticos en la forma en que se encuentran en el
manuscrito, y su uso del calendario de dicho códice ha sido documen-
tado con precisión14. A su vez, Sigüenza cita la Historia de Acosta como
una de sus fuentes más fidedignas a lo largo de su exposición de los reyes
mexicanos. Critica sin embargo a Antonio de Herrera, Henrico Martí-
nez, fray Juan de Torquemada y otros que, en cuanto a la cronología y la

13 Sigüenza y Góngora, Teatro, pp. 215, 218, 222, 223, 224. El Códice Mendoza, el
Telleriano-Remensis, y el Códice Tovar son algunos de los manuscritos que le pueden ha-
ber servido de modelo. En Purchas aparecen las imágenes mendocinas de Acamapich,
Huitzihuitl, Chimalpopoca, Iztcoatl, Axacayatzin, Tizoctzin, Ahuitzotl, y Moctezuma
(Purchas, His Pilgrimes, pp. 420, 422, 423, 424, 430, 431, 433, y 436, respectivamente). Las
imágenes del Códice Ixtlilxochitl, que Sigüenza poseía, no le habrían ofrecido los modelos
iconográficos porque representa la ascendencia acolhua del cronista don Fernando de
Alva Ixtlilxochitl. Aunque More (2002, p. 66, n. 59) escribe que Escalante Gonzalbo
ha sugerido que los retratos de los reyes texcocanos del Códice Ixtlilxochitl sirvieron
de modelo para los reyes del arco de Sigüenza; no puede ser así: las pinturas del Códice
Ixtlilxochitl representan a dos señores principales y dos reyes (el cuarto y el quinto,
Nezahualcoyotl y Nezahualpilli) de Texcoco. Por consiguiente, estas cuatro pinturas no
llevan los símbolos ni los glifos personales de los reyes aztecas que en su Teatro Sigüenza
minuciosamente describe.
14 Ver Kubler y Gibson, 1951, pp. 17-18, 21; según Coe, 1991, pp. 570-571: la his-
toria azteca del Tovar fue copiada entera por el padre Acosta en el libro 7 de la Historia
natural y moral de las Indias.

SUJETOS COLONIALES.indb 20 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA 21

duración del mando de los reyes aztecas, «solo ponen su orden y quizás
con algunas imperfecciones»15. Acosta, sin embargo, queda exento de esa
crítica, probablemente por comprender Sigüenza el cuidado con que
Acosta manejó el calendario del Códice Tovar.
Sigüenza define con precisión y esmero sus términos en náhuatl e
ilustra sus conceptos mexicanos a la vez que los dota con conceptos
consagrados por la civilización occidental16. Su serie de reyes supera
el número típicamente calculado de nueve monarcas, de Acamapich a
Moctezuma II, para incluir novedosamente, después de la muerte de
Moctezuma, a Cuitlahuatzin y a Cuauhtémoc. Igualmente novedosa
es su caracterización de Huitzilopóchtli como el fundador histórico
de la dinastía azteca17.
Como figura fundacional, Huitzilopóchtli inaugura la serie repre-
sentada en el arco. En el Códice Tovar, y en la mayoría de los escritos
misioneros de la época, es el «Ídolo principal de los mexicanos». En
Teatro Sigüenza neutraliza esta tradición negándola, pues para él, Hui-
tzilopóchtli es el «caudillo y conductor de los mexicanos en el viaje
que por su disposición emprendieron en demanda de las provincias de
Anáhuac que habitaron los toltecas» y que sólo después de su muerte lo
veneraron por dios porque «no supieron pagarlo sino con la apoteosis»
(Teatro, p. 196) . Lo encontramos excepcionalmente representado como

15 Sigüenza y Góngora, Noticia chronológica, cit. por Bryant, 1984, p. 236, n. 5.


16 Acamapich: la virtud de la esperanza, su empresa: las cañas en la mano (Teatro, p.
201); Huitzilihuitl: la virtud de la clemencia y la mansedumbre en la formación de las le-
yes, su empresa: un pájaro de estimable y riquísima plumería (p. 205); Chimalpopocatzin:
la virtud de sacrificarse por el pueblo, su empresa: «la rodela que humea» (p. 209);
Itzcohuatl: la virtud de la prudencia, su empresa: «la culebra de navajas» (p. 212);
Motecohzuma Ilhuicaminan: la virtud de la piedad religiosa, su nombre y empresa: «el
que arroja flechas al cielo» (p. 214); Axayacatzin: la virtud de la fortaleza, su nombre y
empresa: «el rostro cercado de aguas» (p. 218); Tizoctzin: la virtud de la paz, su símbolo:
«la pierna traspasada de una saeta» (p. 221); Ahuitzotl: la virtud del consejo, su empresa:
cierto animal palustre, que corresponde a la nutria (p. 222); Motecohzuma Xocoyotzin:
la virtud de la magnanimidad, la liberalidad y la beneficencia; su glifo personal es la
diadema del señor soberano (p. 225); Kubler y Gibson, 1951, 270.
17 Al estudiar las representaciones de Huitzilopóchtli en monumentos precolombi-
nos, códices mexicanos coloniales y crónicas europeas, Boone, 1989, pp. 88-89, conclu-
ye que Sigüenza es virtualmente el único escritor que le atribuye una identidad humana
y un rol de fundador de pueblos; desde la antigüedad hasta la época hispánica se le ve
como una deidad pagana asociada con el sacrificio humano y, a los ojos cristianos, con
lo satánico.

SUJETOS COLONIALES.indb 21 29/3/17 8:09


22 ROLENA ADORNO

hombre viajero en el Códice Telleriano-Remensis18. Al finalizar su relato


sobre Huitzilopóchtli-fundador, Sigüenza concluye: «De esta imaginada
sombra de buen principio se originó la grandeza y soberanía a que se
encumbraron los mexicanos» (Teatro, p. 98). Casual o intencionadamen-
te, Sigüenza se hace eco de una de las frases más famosas del Inca Gar-
cilaso al inicio de la Primera parte de los Comentarios reales: «Porque en fin
de estos principios fabulosos procedieron las grandezas que en realidad
de verdad posee hoy España» (Comentarios reales, t.2, lib.1, pp. 31-32).
Tanto Sigüenza como Garcilaso cuestionan la tendencia europea de
negar la historicidad de fenómenos americanos por no entenderlos, ni
mucho menos saberlos interpretar.
La secuencia histórica de los reyes que Sigüenza presenta en Teatro se
puede ver como el logro que complementa y completa sus estudios del
calendario y la cronología mexicanos. Así, de la misma manera que yux-
tapone y armoniza la tradición mexicana y la cristiana de marcar el paso
del tiempo, insiste en la pertinencia de otros tipos de saberes occidentales
de la antigua civilización azteca. Pero esto no dependería de complejísi-
mos cálculos matemáticos ni astronómicos sino de exponer a la vista ideas
éticas e imágenes emblemáticas que postulan la conducta histórica moral
de la realeza mexicana. El reto para Sigüenza en este dominio es explicar
la ‘heráldica’ e iconografía mexicanas, representando los glifos personales
(incomprensibles al espectador occidental) de los reyes, convirtiéndolos
en ejemplos de virtudes cristianas. Sin embargo, lo más audaz de Sigüenza
fue pintar a los dos reyes posteriores a Moctezuma.
Octavio Paz, al comentar el arco, cree que «Sigüenza cerraba los ojos
ante la conquista, es decir, ignoraba que entre el Imperio azteca y el rei-
no de la Nueva España se interponía un hecho sangriento» y que «ese
olvido deliberado cumplía una función ideológica: asegurar la continui-
dad entre México-Tenochtitlan y la imperial ciudad de México» (Paz,
1997, pp. 209-210). Al contrario, Sigüenza nunca olvida ni ignora nada.
De hecho, le «arrebata la pluma», dice, al leer en Bernal Díaz del Castillo
de la crueldad de los españoles contra Moctezuma, y celebra el hecho
de que Cuitlahuatzin echó a los españoles de la ciudad imperial en la
Noche Triste. E incluso termina su relato preguntando (retóricamente)
por qué no merecerá Cuauhtémoc elogios, «cuando con invictísima pa-
ciencia sufrió el tormento que, para que por él les retornase sus tesoros,

18 En su edición, Quiñones Keber, 1995, p. 53, reproduce facsimilarmente la ima-


gen de Huitzilopochtli; aparece en el folio 25r.

SUJETOS COLONIALES.indb 22 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA 23

le dieron los españoles quemándole los pies» (Teatro, p. 229). Sigüen-


za establece la continuidad histórica, no ignorando sino reconociendo
como cierta la violencia de la conquista española.
Sigüenza concluye la serie dinástica del arco con Cuauhtémoc, ad-
virtiendo que:

no tienen ya los mexicanos por qué envidiar a Catón, pues tienen en


su último emperador quien hiciese lo que de él dice Séneca, Epístola 104:
“A pesar de que tantas veces cambió la república; sin embargo, nadie vio
cambiado a Catón: siempre se mantuvo él mismo en cualquier estado: en la
pretura, en la repulsa, en la acusación, en la provincia, en el discurso, en el
ejército, y finalmente en la muerte” (Teatro, p. 229).

Y añade una advertencia para el nuevo virrey: «Y aunque no sea


para lo mismo que Cuauhtémoc, es muy necesario el que tengan los
príncipes esta virtud», esto es, la virtud de la constancia (Teatro, p. 229).
En esta convergencia de materiales dispares mexicanos y occidentales
Sigüenza postula la continuidad de los principios del mando —la con-
ducta patriótica y personal de los soberanos— entre la España antigua y
en la Nueva, entre el Viejo Mundo y el Nuevo.
Para apreciar el papel central del espectáculo público referido en Teatro
y el peso de su relación en el corpus de sus obras, es revelador yuxtapo-
nerla con otras tres obras suyas: el poema Primavera indiana, publicado en
1668, Fénix de occidente anterior a 1684, y Ciclografía indiana de antes de
1690. Paradójicamente, las dos últimas nunca fueron impresas y están has-
ta el día de hoy perdidas. En relación con el pasado mexicano, Sigüenza
se dedicó al tema de la evangelización de las Indias, en dos dimensiones,
la pre- y la pos-colombina. Con respecto a la evangelización después de
la conquista española, Sigüenza desde joven abogaba por la validez del
milagro de la aparición de la Virgen de Tepeyac, es decir, la Virgen de
Guadalupe. En cuanto a la evangelización precolombina, en su madurez
Sigüenza estudió los relatos sobre el dios/líder legendario Quetzalcoatl y
los identificó como indicios de la presencia de Santo Tomás en las Indias.
Considero que ambas obras de tema religioso son pertinentes a sus
indagaciones sobre la antigua historia cívica mexicana, y que son com-
plementarias si bien secundarias a ellas. Complementarias porque inser-
tan fenómenos de significado espiritual dentro del marco del pasar del
tiempo, tal como lo hace para el pasado de los gobernantes mexicanos
en Teatro; son secundarias por la falta de influencia en escritores pos-

SUJETOS COLONIALES.indb 23 29/3/17 8:09


24 ROLENA ADORNO

teriores; una de las obras que resultó de estas investigaciones, el poema


«sacro-histórico» Primavera indiana, aunque publicado durante la vida
del autor, tuvo poca resonancia posterior; la otra, Fénix del occidente, no
se publicó en su época y está perdida. De acuerdo con Jacques Lafaye,
opino que Sigüenza, consciente de los problemas espirituales que sub-
yacían a las controversias sobre la historia antigua mexicana, tomó en
cuenta las creencias populares sobre estas figuras, Quetzalcoatl y Gua-
dalupe —o sea, Santo Tomás y la Virgen de Tepeyac— porque «éste
prometió un futuro de redención; aquél quitó del pasado el pecado de
la idolatría» (Lafaye, 1976, pp. 62-64).
Primavera indiana, «poema sacro-histórico», como Sigüenza lo llamó,
fue una primera instancia de su esfuerzo para entender la experiencia
espiritual mexicana como un asunto histórico, con su propia historia.
El mismo título, «primavera», evoca la temporalidad, un estadio dentro
del tiempo. El problema con el que el poema lidia es, en efecto, cómo
insertar la historia del pueblo mexicano en la historia de la salvación
espiritual de la humanidad. En este contexto, la visión de la Virgen en
Tepeyac es una señal de importancia primordial (Lafaye, 1976, p. 64). En
la octava núm. 49 de Primavera, (p. 367) anuncia el milagro en la voz de
la Virgen:

María soy, de Dios omnipotente


humilde Madre,Virgen soberana,
antorcha, cuya luz indeficiente
norte es lucido a la esperanza humana.
Ara fragrante en templo reverente
México erija donde fue profana
morada de Plutón, cuyos horrores
tala mi planta en tempestad de flores.

Y canta sus efectos en la núm. 69 (Primavera, p. 374):

Cese pues, la atención que pensativa


examina el efecto prodigioso,
o el sagrado dictamen, que motiva
a tanto extremo el brazo poderoso.
Toda una primavera fue expresiva
en tosca tilma del trasunto hermoso,
que a despecho del rígido diciembre
influye mayos a la inculta urdiembre.

SUJETOS COLONIALES.indb 24 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA 25

Celebrar el fenómeno milagroso utilizando como metáforas meses


del año (mayo, diciembre) y cantar lo paradójico de encontrar mayos
metafóricos en ese diciembre literal no nos sorprende: Sigüenza siempre
tiene presente la dimensión temporal. En esta obra y en todas las demás
suyas el concepto de atemporalidad, lo que está fuera del tiempo o no
está afectado por éste, no le interesa. La espiritualidad humana no está
fuera del tiempo, sino arraigada en él.
El propósito de Fénix de occidente fue presentar argumentos para pro-
bar que en la lejana época apostólica Santo Tomás había evangelizado
a las Indias (y a México) y que la figura que los mexicanos llamaron
Quetzalcoatl era, en realidad, el apóstol. Esta línea de pensamiento eru-
dito (no me refiero a la creencia popular, arraigada en Nueva España
desde el segundo cuarto del siglo XVI) no comenzó con Sigüenza,
sino con las obras de Miguel Sánchez y Luis Lazo de la Vega, de 1648 y
1649, respectivamente (Lafaye, 1976, p. 248), seguidas en 1675 por Luis
Becerra Tanco, catedrático de lengua mexicana, quien escribió Felicidad
de México en la admirable aparición de Nuestra Señora de Guadalupe (Fer-
nández Ariza, 1998, p. 63, n. 28). Hacia 1675 a Sigüenza le interesaba
preparar un recuento y síntesis de las investigaciones desarrolladas hasta
el momento, y aprovechó los escritos sobre el tema del jesuita portugués
Manuel de Duarte, que dejó sus papeles con nuestro pensador novohis-
pano al partir para las Islas Filipinas (Lafaye, 1976, p. 187).
El resultado de las labores de Sigüenza, que fechamos a mediados
de la década de 1670, se tituló Fénix del occidente, Santo Tomás Apóstol,
hallado con el nombre de Quetzalcóatl entre las cenizas de antiguas tradiciones
conservadas en piedras, en teoamoxtles tultecos y en cantares teochichimecos y
mexicanos. Como revela el título, sus investigaciones tomaron en cuenta
todo tipo de datos, desde jeroglíficos esculpidos en piedra hasta cantares
histórico-rituales transcritos. Más tarde, en 1684, Sigüenza lamenta la
falta de apoyo para la publicación de sus obras; sobre su Fénix escribe:
«Quiera Dios Nuestro Señor no sea así lo que tengo averiguado de la
predicación de Santo Tomás Apóstol en esta tierra, y de su Cristiandad
primitiva» (Parayso occidental, fol. IX). En 1690, en el «Prólogo a quien
leyere» de Libra astronómica, el factor real don Sebastián de Guzmán y
Córdoba menciona las obras de su amigo que todavía quedan sin pu-
blicar; la primera de éstas es Fénix del Occidente. Obra que demuestra,
escribe Guzmán,

SUJETOS COLONIALES.indb 25 29/3/17 8:09


26 ROLENA ADORNO

haber sido Quetzalcóatl el glorioso apóstol Santo Tomé, probándolo con


la significación de uno y otro nombre, con su vestidura, con su doctrina,
con sus profecías que expresa; dice los milagros que hizo, describe los luga-
res y da las señas donde dejó el santo apóstol vestigios suyos, cuando ilustró
estas partes donde tuvo por lo menos cuatro discípulos («Prólogo» a Libra
astronómica, p. 245).

La tercera obra, Cyclografía indiana, es el «Santo Grial» de Sigüenza.


Leonard identificó la Ciclografía indiana bajo el título que Guzmán le da
en el mencionado prólogo a la Libra astronómica, es decir: el Año mexicano,
esto es, la forma que tenía el que usaban los de esta nación y generalmente los
más políticos que habitaron la Septentrional América, desde que a ella los con-
dujo Teochichimécatl poco después de la confusión de las lenguas en Babilonia19.
Guzmán advierte que «este libro en no grande cuerpo tiene gigante
alma y sólo don Carlos pudo darle el ser, porque juntándose la nimia
aplicación que desde el año de 1668 (según me ha dicho) ha puesto en
saber las cosas de los antiguos indios»; esto incluye «la constitución de
todos los años de las naciones orientales», los sucesos comunes anotados
por los españoles en sus calendarios y «los indios en el suyo propio»,
y finalmente «mapas viejísimos de los indios de que tiene gran copia»
(«Prólogo» a Libra astronómica, p. 245).
Así Sigüenza habría coordinado los saberes astronómicos y calenda-
rios de todas las tradiciones a su alcance. Es por eso que advierte, en su
Noticia chronológica: «En lo que toca al ajuste de los días de nuestro ca-
lendario, que coinciden con los del mexicano, es necesario más noticia,
que no se puede dar si no es en mi tratado de la Ciclografía Mexicana, si
alguna vez viere la luz» (citado por Bryant, 1984, p. 236, n. 5).
Pero Ciclografía no vio la luz. Según su propio testimonio en Noticia
cronológica fue escrita en los años de composición de Teatro de virtudes
políticas. Esto puede ser significativo para entender mejor su audacia
—y su urgencia— al proponer a los reyes mexicanos como modelos
de moral personal y conducta pública para el nuevo virrey en la fiesta
a la que asistirían todas las castas y clases élites y populares de la capital
novohispana. Si había integrado o por lo menos armonizado las distintas
maneras de los pueblos del mundo de contar el tiempo en Ciclografía, le
serviría de prueba de la universalidad del ser humano («toda la humani-
dad es una», en la frase de Las Casas) y, por consiguiente, de la dignidad

19 Leonard, 1984, p. 219; Guzmán, «Prólogo» a Libra astronómica, p. 245.

SUJETOS COLONIALES.indb 26 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA 27

de los pueblos antiguos. Si fuera así, el rey pagano azteca respondería


a los mismos ritmos vitales y ciclos de la naturaleza que el príncipe
europeo. El soberano mexicano sería tan pertinente a un «espejo de
príncipes» cristiano como lo sería un rey persa o un emperador chino.
Y no sería una prueba fríamente matemática sino integrada con sa-
beres culturales de todo; por eso los «pasajes de las sagradas escrituras, de
tradiciones de los indios, de pinturas y de jeroglíficos muy singulares»,
referidos por otro lector de Sigüenza que lo conoció en persona, el via-
jero napolitano Giovanni Franceso Gemelli Carreri (1651-1725), serían
tan pertinentes como los cálculos astronómicos orientales y occidentales
citados por Guzmán (Gemelli Carreri, Viaje a la Nueva España, pp. 52, 55).
¿Sería Teatro de virtudes políticas el resultado esperado, o el paso más
allá, de Ciclografía indiana? ¿Sería Teatro la última consecuencia a la que
lo llevaban sus investigaciones astronómicas y de calendarios? Sí y no.
No, porque no fue un tratado erudito del tipo que acostumbradamente
escribía para el mundo letrado novohispano e internacional. Sí, porque
alcanzó un gran público. Si en sus obras eruditas intentaba convencer a
sus lectores con argumentos y pruebas matemáticas, en el teatro del arco
intentó persuadir a los espectadores —a los analfabetos tanto como a
los letrados— por la imposición de la imagen visual. (Recordamos
aquí las teorías del arte de la Contrarreforma y el Barroco.) Así pro-
pongo que Teatro fue, desde la perspectiva de su autor, la máxima obra
que pudiera ofrecer al público sobre la temática compleja y poco en-
tendida de la antigua historia mexicana.
La visión de Sigüenza de la historia mexicana resulta ser redonda
—mejor dicho, lineal y completa, desarrollada en orden cronológico:
Quetzalcoatl como el apóstol Santo Tomás, los reyes y emperadores az-
tecas no como gobernantes bárbaros, sustituidos y olvidados, sino como
modelos dinámicos de conducta moral para los presentes y futuros prín-
cipes cristianos, y la Virgen de Guadalupe como la promesa de la re-
dención de los mexicanos presentes y futuros. No se puede dudar de
su palabra cuando dice que sus obras fueron estimuladas por «el sumo
amor» que a su patria tenía. Su logro fue convertir «de mito en archi-
vo» el pasado antiguo mexicano.
Una pregunta inquietante queda en pie: ¿Qué fue, para Carlos de
Sigüenza y Góngora, la patria? En los diccionarios citados el espacio
originario del sujeto es el criterio esencial. Se enfatiza el territorio pero
conlleva en sí una dimensión temporal por ser en ese espacio origina-

SUJETOS COLONIALES.indb 27 29/3/17 8:09


28 ROLENA ADORNO

rio, «donde uno ha nacido». Diría yo que la patria para Sigüenza no


era únicamente un ente geográfico espacial sino también un fenómeno
profundamente temporal: la patria vive en el tiempo. Esta idea queda
explícita en todas las obras de Sigüenza y constituye una crítica a la indi-
ferencia de sus compatriotas acerca del conocimiento de las antigüeda-
des mexicanas. Propongo para explicarlo una fórmula bastante sencilla:
la patria es lo que se opone al vacío, un vacío creado muchas veces con
intención, en muchas otras por indiferencia. La patria, para Sigüenza es,
en una palabra, la respuesta al olvido.
Posteriormente esa «respuesta al olvido» de Sigüenza recibiría los
elogios tanto de aficionados como de grandes estudiosos de la anti-
güedad mexicana, desde Gemelli Carreri, que lo visitó en México y
reprodujo imágenes de los manuscritos poseídos por Sigüenza en el
sexto y último tomo, dedicado a la Nueva España, de su Giro del Mondo,
publicado en Nápoles en 1699 y 1700. Incluye al gran americanista
milanés Lorenzo Boturini Benaducci (1702-1753), autor de Idea de una
nueva historia general de la América septentrional (1746), tanto como a in-
vestigadores de ascendencia indígena. Entre éstos, podemos mencionar a
don Manuel de los Santos y Salazar y don Miguel Aparicio Sánchez de
Salazar, descendientes de la realeza de Tlaxcala20. El criollo novohispano,
el padre jesuita Francisco Xavier Clavijero (1731-1787), aprovechó los
conocimientos y algunas de las pinturas de Sigüenza y Góngora para su
Historia antigua de México, publicada en 1780-1781 en italiano en Ce-
sena, Italia, traducida de su original en español. El legado de Sigüenza
en Clavijero es, sin embargo, mucho más profundo que la reproducción
de imágenes, por auténticas o modificadas que resulten con el pasar del
tiempo. Clavijero lo cita más de treinta veces a lo largo de la Historia so-
bre temas de sustancia, y aun cuando lo corrige o contradice (en cuanto
al origen egipcio de los antiguos mexicanos) o lo defiende (de ciertos
malentendidos de Gemelli Carreri), lo hace siempre con la alta estimación
que tiene por el «Doctor Sigüenza», tildándole de «célebre», «doctísimo»
y «sabio». Sobre el calendario mexicano, por ejemplo, Clavijero afirma:

No me atrevería a publicar esto si no estuviera asegurado con el gravísi-


mo testimonio del sabio Sigüenza y Góngora que vale por ciento, porque,
además de su grande erudición, sinceridad y crítica, fue el hombre que con

20 Boturini a su vez incorporó lo de los Salazar en su propia obra; ver Villella, 2012,
pp. 25-27, 34.

SUJETOS COLONIALES.indb 28 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA 29

mayor diligencia trabajó en esta materia, consultando a los mexicanos y


texcocanos más instruidos y estudiando sus historias y pinturas (Clavijero,
Historia antigua de México, p. 180).

En la víspera de la Independencia mexicana, el dominico novo-


hispano fray Servando Teresa de Mier al predicar el sermón en el
Santuario de Tepeyac el 12 de diciembre de 1794, el día de la fiesta
guadalupana, hizo suyo el argumento (que tantas dificultades le cau-
só) de que la evangelización de América había ocurrido antes de la
llegada de los españoles, con Santo Tomás en la época apostólica, y
cita a Sigüenza como su fuente autorizada21.
Más tarde, uno de los últimos y más distinguidos «discípulos» de
Sigüenza fue el «padre de la disciplina de la geografía», el prusiano Ale-
jandro de Humboldt (1769-1859), cuyo viaje a América desde 1799
hasta 1804 resultó en su obra monumental, publicada de 1805 a 1834.
Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América
constituye lo que llama el «atlas pintoresco» de su obra (Humboldt,
Vistas de las cordilleras, pp. xix-xxiii). Humboldt reconoció el gran valor
de la colección y las investigaciones de Sigüenza. Al tener acceso a la
colección de pinturas jeroglíficas la «más rica y más bella de la capital»
mexicana, poseída en ese momento por el padre José Antonio Pichardo,
miembro de la Congregación de San Felipe Neri, Humboldt comenta:
«La casa de este hombre instruido y laborioso ha sido para mí lo que la
casa de Sigüenza fue para el viajero Gemelli» (Humboldt, Vistas de las
cordilleras, p. 96).

21 En la «Nota ilustrativa» a su Historia, Fray Servando Mier (Historia de la revolución


de la Nueva España, p. 645) escribe:
Que Quetzalcóhuatl fuese Santo Tomás, lo sostuvo el célebre matemático e his-
toriador, cosmógrafo mayor de las Indias, D. Carlos de Sigüenza y Góngora en
su obra intitulada Fénix del Occidente, el Apóstol Santo Tomás, que citan D. Nicolás
Antonio, Pinelo, la Biblioteca Mexicana de Eguiara, etc. El canónigo Uribe en su
dictamen sobre el sermón del Dr. Mier dice que creía se quedó esta obra sólo inten-
tada; y yo creo que necesitaba estudiar más, y hubiera leído en la Libra astronómica de
dicho autor, que le imprimió en México el Factor del Rey, que éste, enumerando
en el prólogo las obras de Sigüenza con distinción de las completas y comenzadas,
pone entre aquellas la del Fénix y da un análisis de ella, por el cual sabemos que
Quetzalcóhuatl era su Santo Tomás. El mismo Sigüenza, en el prólogo de su Parayso
Occidental, la cita como acabada, sino que no salía a luz por falta de medios. Al mis-
mo tiempo, esto es, mediado el siglo pasado, un Jesuita mexicano escribió en Manila
la Historia del verdadero Quetzalcóhuatl, el Apóstol Santo Tomé.

SUJETOS COLONIALES.indb 29 29/3/17 8:09


30 ROLENA ADORNO

Al evocar a Sigüenza en el momento de intentar comunicar sus


propios sentimientos, Humboldt crea una viñeta imaginativa reveladora:
confirma el rol fundacional que Sigüenza había tenido en el proceso
lento e imperfecto de la recuperación de los conocimientos del antiguo
mundo mexicano. El entusiasmo y el sentido de urgencia del distingui-
do estudioso y explorador prusiano no le habría sorprendido a Sigüen-
za. Como cuando elogió a Samuel Purchas, Sigüenza habría juzgado
el proyecto monumental de Humboldt de la misma manera: «recopiló
cuanto pudiera expresar en esta materia el amante más fino de nuestra
patria».Y seguramente le habría dedicado al prusiano por lo menos una
octava de alabanza, porque habría reconocido en Humboldt la finura de
alguien, como él mismo, que cultivaba y avanzaba las artes y las ciencias
de su época con el fin de abolir el olvido, tanto en servicio de la patria
como en el del patrimonio de la humanidad.

SUJETOS COLONIALES.indb 30 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA 31

Bibliografía

Adorno, Rolena, «Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700): “El amante


más fino de nuestra patria”», Hispanófila, 171, 2014, pp. 11-27.
Boone, Elizabeth, Incarnations of the Aztec Supernatural:The Image of Huitzilocpo-
chtli in Mexico and Europe, Transactions of the American Philosophical So-
ciety, vol. 9, pt. 2. Philadelphia, The American Philosophical Society, 1989.
Boturini Benaduci, Lorenzo, Idea de una nueva historia general de la América
septentrional, [1746], facsímil de la primera edición, Sevilla, Extramuros Edi-
ción, 2007.
Bryant, William G. «Edición, notas, y cronología», en Seis obras de Carlos de Si-
güenza y Góngora, prólogo de Irving A. Leonard, edición y notas de William
C. Bryant, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1984.
Burrus, Ernest J., «Clavigero and the lost Sigüenza y Góngora manuscripts»,
Estudios de cultura náhuatl, 1, 1959, pp. 59-90.
Buxó, José Pascual, «El Triunfo parténico: jeroglífico barroco», en Carlos de Si-
güenza y Góngora: Homenaje 1700-2000, coord. Alicia Mayer, México,
UNAM, 2002, t. 2, pp. 79-95.
Clavijero, Francisco Javier, Historia antigua de México [1780-81], prólogo de
Mariano Cuevas, México, Editorial Porrúa, 1945.
Codex Ixtlilxochitl: Reproduktion des Manuskriptes im Originalformat/Reproduction
du manuscrit en format original, prefacio de Ferdinand Anders, adaptación
de Jacqueline Durand-Forest, Graz, Akademische Druck – u.Verlagsanstalt,
1976.
Coe, Michael D., «The Mexicans’ Manner of Dancing», en Circa 1492: Art in
the Age of Exploration, ed. Jay A. Levenson, Washington, D.C. y New Haven,
National Gallery of Art and Yale University Press, 1991, pp. 570-571.
Corona, Carmen, Lunarios: calendarios novohispanos del siglo XVII, México, El
Día en Libros, 1991.
Covarrubias Orozco, Sebastián de, Tesoro de la lengua castellana, o española
[1611], ed. Ignacio Arellano y Rafael Zafra, Madrid / Frankfurt, Iberoame-
ricana / Vervuert, 2006.
Corominas, Joan, con José A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e
hispánico, Madrid, Gredos, 2002, 6 vols.
Cruz, Sor Juana Inés de la, «Neptuno alegórico» [1680], en Obras completas de
Sor Juana Inés de la Cruz, prólogo de Francisco Monterde, México, Editorial
Porrúa, 2007, pp. 777-810.
Fernández Ariza, Guadalupe, «Estudio, edición y notas», en Apología de Fray
Servando Teresa de Mier, Roma, Bulzoni, 1998.
García de Valdeavellano, Luis, Curso de Historia de las Instituciones españolas:
De los orígenes al final de la Edad Media, Madrid, Alianza, 1998.

SUJETOS COLONIALES.indb 31 29/3/17 8:09


32 ROLENA ADORNO

Gemelli Carreri, Giovanni Francesco, Viaje a la Nueva España [1700], ed.


Francisca Perujo, México, UNAM, 1976.
Góngora y Argote, Luis de, Soledades [1613], edición de John Beverly, Ma-
drid, Cátedra, 2009.
González Echevarría, Roberto, «El monstruo de una especie y otra», en La
prole de Celestina, Madrid, Editorial Colibrí, 1999, pp. 115-145.
Guzmán y Córdoba, Sebastián de, «Prólogo a quien leyere» [1691], en Libra
astronómica y filosófica, en Seis obras de Carlos Sigüenza y Góngora, prólogo de
Irving A. Leonard, edición y notas de William C. Bryant, Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 1984, pp. 243-246.
Humboldt, Alexander von, Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos in-
dígenas de América [1813], prólogo de Charles Minguet y Jean-Paul Duviols,
introducción, traducción y notas de Jaime Labastida, Notas adicionales de
Eduardo Matos Moctezuma, Mercedes Olivera y Cayetano Reyes, México,
Siglo XXI, 1995.
Kubler, George, y Charles Gibson, «The Tovar Calendar, an Illustrated Mexi-
can Manuscript ca. 1585, reproduced with a commentary and hand list of
sources on the Mexican 365-day year», Memoirs of the Connecticut Academy of
Arts and Sciences, 9, New Haven, CT., 1951.
Lafaye, Jacques, Quetzalcóatl and Guadalupe: The Formation of Mexican National
Consciousness, 1531-1813, prefacio de Octavio Paz, traducción de Benja-
min Keen, Chicago, University of Chicago Press, 1976 [1974].
Leonard, Irving A., Don Carlos Sigüenza y Góngora: un sabio mexicano del siglo
XVII, traducción de Juan José Utrilla, México, Fondo de Cultura Econó-
mica, 1984 [1929].
Mier y Noriega, Fray Servando Teresa de, Historia de la revolución de la Nueva
España, antiguamente Anáhuac [1813], edición de André Saint-Lu, Marie-
Cécile Bénassy-Berling, Jeanne Chenu, Jean-Pierre Clément, André Pons,
Marie-Laure Rieu-Millan, y Paul Roche, prefacio de David Brading, París,
Université de Paris III, La Sorbonne, 1990.
More, Anna, «La patria criolla como jeroglífico secularizado en el Teatro de Vir-
tudes», en Carlos de Sigüenza y Góngora: Homenaje 1700-2000, coord. Alicia
Mayer, México, UNAM, 2002, t. 2, pp. 44-77.
Paz, Octavio, Sor Juana Inés de la Cruz, o las trampas de la fe, México, Fondo de
Cultura Económica, 1997 [1982].
Purchas, Samuel, Hakluytus Posthumus, or Purchas His Pilgrimes, Contayning a
History of the World in Sea Voyages and Lande Travells by Englishmen and others
[1625], Glasgow, James MacLehose and Sons, 1905-1907, 20 vols.
Quiñones Keber, Eloise, ed., Codex Telleriano-Remensis: Ritual, Divination, and
History in a Pictorial Aztec Manuscript, foreword by Emmanuel Le Roy Ladu-
rie, illustrations by Michel Besson, Austin, University of Texas Press, 1995.

SUJETOS COLONIALES.indb 32 29/3/17 8:09


CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA 33

Sigüenza y Góngora, Carlos de, Libra astronómica y filosófica [1691], en Seis


obras de Carlos de Sigüenza y Góngora, prólogo de Irving A. Leonard, edición
y notas de William C. Bryant, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1984, pp. 241-
409.
— Noticia cronológica de los reyes, emperadores, gobernadores, presidentes y virreyes de
esta nobilíssima civdad de México [1680], Biblioteca Lilly, de la Universidad de
Indiana, Bloomington, Indiana.
— Parayso occidental: facsímile de la primera edición (Mexico, 1684), presentación
de Manuel Ramos, introducción de Margo Glantz, México, UNAM y
CONDUMEX, 1995.
— Primavera indiana: poema sacro-histórico. Idea de María Santíssima de Guadalupe
[1668], en Obras de Carlos de Sigüenza y Góngora, ed. Francisco Pérez de
Salazar, México, Sociedad de Bibliófilos Mexicanos, 1928, pp. 347-377.
— Teatro de virtudes políticas [1680], en Seis obras de Carlos de Sigüenza y Góngora,
prólogo de Irving A. Leonard, edición y notas de William C. Bryant, Cara-
cas, Biblioteca Ayacucho, 1984, pp. 165-240.
Trabulse, Elías, Los manuscritos perdidos de Sigüenza y Góngora, México, El Co-
legio de México, 1988.
Vega, El Inca Garcilaso de la, Comentarios reales de los Incas [1609, 1616], en
Obras completas del Inca Garcilaso de la Vega, ed. Carmelo Sáenz de Santa
María, Madrid, 1963-1965, Atlas, 4 vols.
Villella, Peter B., «Incan Lords, Hispanic Gentlemen:The Salazars of Colonial
Tlaxcala», The Americas, 61. 1, 2012, pp. 1-36.

SUJETOS COLONIALES.indb 33 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA COLONIAL,Y LA
CONSTRUCCIÓN CRÍTICA AL MARGEN DEL TEXTO

Ignacio Arellano
GRISO. Universidad de Navarra

Una tendencia frecuente en muchos estudios literarios y culturales


modernos o posmodernos es la interpretación ideológica y apriorística,
que margina a la filología, armando construcciones a menudo fantásti-
cas, incoherentes o anacrónicas, cuando no directamente manipuladoras
del texto, generalmente en busca de subversiones rebeldes (contra el
imperialismo colonizador, por ejemplo), o bien poniendo de relieve las
culpas cómplices en los mecanismos de opresión.
En muchas ocasiones no parece haber tanto una intención de-
formadora consciente cuanto un prejuicio crítico aliado a la falta de
competencia lectora.
No voy a plantear aquí un imposible trabajo exhaustivo sino unas calas
aleatorias pero —eso creo— significativas de algunas derivas en ciertos
acercamientos a textos hispánicos coloniales y al «sujeto colonial».
Es un territorio privilegiado para las aproximaciones de algunos cul-
tural studies, en los que curiosamente, vienen a coincidir las más rancias
definiciones nacionalistas románticas con las más posmodernas, postco-
lonialistas, antihegemónicas y antieurocentristas. Ambos extremos coin-
ciden también en la nula preocupación por la aburrida filología.

SUJETOS COLONIALES.indb 35 29/3/17 8:09


36 IGNACIO ARELLANO

Advierto que en esta oportunidad no me interesa tanto abordar el


fondo de las implicaciones ideológicas ni la validez de las aproxima-
ciones teóricas como tales: mi objetivo es simplemente mostrar que la
marginación del texto provoca incoherencias, y defender la necesidad
de una competencia filológica fundamental antes de proceder a otros
niveles de interpretación1.
Sírvanos el ejemplo de un motivo habitual en la bibliografía colo-
nialista, el de la formación de la conciencia criolla en Indias, entendida
en oposición al dominio peninsular. Es claro que se desarrolla una iden-
tidad criolla, pero no es monolítica ni se manifiesta siempre de igual
modo. A veces ni siquiera se presenta en términos de oposición al pe-
ninsular, o es asunto que no pertenece a un texto, o se interpreta como
criollista una sátira convencional, etc.
Son evidentes, por ejemplo, las quejas de Dorantes contenidas en la
Sumaria relación de las cosas de la Nueva España (1604), conjunto antoló-
gico que incluye textos de numerosos escritores. Dorantes ataca a los
advenedizos peninsulares, causantes de la decadencia indiana, responsa-
bles de la ruina de los genuinos conquistadores y sus descendientes. En
su prosificación de unos versos del poeta Francisco de Terrazas, poeta
mejicano hijo de conquistador, Dorantes deja bien clara su postura:

¡Oh Indias! ¡oh conquistadores llenos de trabajos […] despojados


de vuestras propias haciendas […] confusión de tropiezos, alcahuete de
haraganes… ¡Oh Indias!, anzuelo de flacos, casa de locos, compendio de
malicias ¡Oh Indias!, mal francés, dibujo del infierno, […] madre de extraños,
abrigo de forajidos ¡Oh Indias! madrastra de vuestros hijos y destierro de
vuestros naturales, azotes de los propios, cuchillo de los vuestros2.

Uno de los sonetos recogidos por Dorantes se ha hecho muy co-


nocido; denuncia la degradación moral de la sociedad mejicana por la
conducta de los gachupines:

Minas sin plata, sin verdad mineros,


mercaderes por ella codiciosos,
caballeros de serlo deseosos,

1 Esa competencia filológica atañe tanto a los microtextos, como a las convencio-
nes literarias y los contextos históricos y culturales más amplios. Recupero en las líneas
siguientes algunos ejemplos y comentarios de Arellano (2008 y 2010).
2 Cit. por Parodi, 2009, p. 358.

SUJETOS COLONIALES.indb 36 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA 37

con mucha presunción bodegoneros.


Mujeres que se venden por dineros
dejando a los mejores más quejosos,
calles, casas, caballos muy hermosos,
muchos amigos, pocos verdaderos.
Negros que no obedecen sus señores,
señores que no mandan en su casa,
jugando sus mujeres noche y día.
Colgados del virrey mil pretensores,
tïanguis, almonedas, behetría,
aquesto en suma en esta ciudad pasa3.

Este conflicto de criollos y chapetones no es solamente político. Es


cultural, un problema de prestigio y de imagen. Se consideran desplaza-
dos en su propia casa, disminuidos y mantenidos injustamente al margen
de las corrientes culturales y del poder político. Al analizar las confron-
taciones de criollos y chapetones Pedro Lasarte (2002 y 2004) subraya
un elemento significativo en este sentido: la reivindicación por parte de
los criollos de su pulido lenguaje cortesano, tan elegante o más que el
de los escritores de la metrópoli. Se trataría así, no de una negación o
ruptura de lo que Costigan (ver infra) califica de código hegemónico
eurocéntrico, sino de todo lo contrario: la «defensa e ilustración de la
hispanidad criolla» en palabras de Lavallé (2002).
Ilustra esta complejidad sociocultural la queja del peruano Juan de
Espinosa Medrano, el Lunarejo, erudito autor del Apologético en favor de
don Luis de Góngora. Consciente de su capacidad (comentar a Góngora
no está al alcance de cualquiera) recuerda en su dedicatoria al conde
duque de Olivares que vive muy distante del corazón de la monarquía,
y del reconocimiento que necesitan los cultivadores de las buenas letras.
En el prólogo al lector ironiza sobre la imagen que en Europa tienen de
los ingenios americanos:

Pero ¿qué puede haber de bueno en las Indias? ¿Qué puede haber que
contente a los europeos que desta suerte dudan? Sátiros nos juzgan, trito-
nes nos presumen, que brutos del alma en vano se alientan a desmentirnos
máscaras de humanidad (Apologético, p. 17).

3 Poesía colonial, p. 155.

SUJETOS COLONIALES.indb 37 29/3/17 8:09


38 IGNACIO ARELLANO

Nada de antiespañol hay en ello. Baste el hecho de dedicar el Apo-


logético a Góngora, sin contar las alabanzas a la corona y a Olivares. Pero
esta identificación con la tradición cultural a la que pertenecen estos
criollos no anula la sensación de agravio y las reclamaciones.
Frente a una organización de prestigios y valores que se considera
injusta, se reclama un diseño distinto o se satiriza el vigente. Caso, quizá
anecdótico y algo grotesco, pero muy ilustrativo, es el del licenciado
Suazo de Coscojales, estudiado por Arnulfo Herrera (2009). El 22 de
junio de 1702 —téngase en cuenta la fecha ya algo avanzada— entraba
en Ciudad de México el doctor Diego Suazo de Coscojales, presumido
de su oratoria y de su ascendencia vizcaína. Protegido por el arzobispo,
se le encargó el sermón de la Purificación de la Virgen, el 2 de febre-
ro de 1703, posponiendo a otros predicadores locales. Resumiendo el
asunto, Coscojales hizo el ridículo, quedándose cortado sin saber qué
decir ante su público indiano, y provocando numerosas burlas. Como
escribe Herrera:

Lo único que podemos saber es que el incidente se sumó a la lista de


agravios que cometieron los peninsulares contra los criollos y que esa lista,
a largo plazo, filtrada con el cedazo de las ideas ilustradas, serviría para fun-
damentar la guerra de la independencia (2009, p. 200).

Quizá el poeta al que más se ha atribuido una postura criolla en-


frentada a la peninsular sea Juan del Valle Caviedes, nacido en Porcuna,
pero instalado en el Perú desde temprana edad. Para ese punto de vista
Caviedes sería uno de los primeros «revolucionarios» constructores de
una identidad peruana o americana. Espigando en la bibliografía se pue-
den acumular juicios semejantes al de Reedy (1984, p. XI), quien halla
en el «temperamento criollo y en el espíritu de rebeldía de Caviedes»
las raíces de una literatura nacional manifestada «en su descarada visión
de la sociedad virreinal y en su actitud de independencia intelectual».
Costigan (1994)4, aunque niega su condición revolucionaria, considera
que en el lenguaje satírico de Caviedes hay una exploración de la cultu-
ra popular que resulta «contrahegemónica» frente al «official European
code» (1994, p. 95), y que rompe ese código lingüístico dominante (que
sería el «Iberian hegemonical discourse»).

4 Ver también Costigan, 1992 a y b.

SUJETOS COLONIALES.indb 38 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA 39

Me limitaré a señalar que el diseño imaginado por Costigan ignora


la cuestión de los géneros literarios y sus convenciones, que implican
un determinado registro, el bajo estilo de la sátira en este caso, el cual
no es contrahegemónico salvo en el sentido de oponerse a los estilos
elevados de los géneros considerados «superiores» (tragedia y épica): no
hay un código europeo o español hegemónico y monolítico en los
términos que aduce Costigan. La sátira en el ámbito peninsular también
incluye los registros bajos y populares (de hecho son los predominantes,
como en la época clásica grecolatina), y la integración del quechua o
los vocablos de Indias en el lenguaje de la poesía de Caviedes es algo
más complicado (o sencillo, según se mire) de lo que Costigan juzga.
La conclusión de Costigan en uno de sus trabajos5, aparte de emitir una
valoración fundada en cimientos discutibles no responde a la realidad
textual de la poesía de Caviedes:

El valor positivo del discurso satírico caviediano reposa principalmente


en el hecho de haber funcionado como arma de enfrentamiento al discurso
consagrado por el canon oficial, donde solo comparecían los elementos de
la visión de la elite dominante (Costigan, 1992b, p. 220, traducción mía).

Desde este prejuicio no es de extrañar que considere la imitación de


Quevedo por parte de Caviedes como una carnavalización de los géneros
barrocos serios con intención de desacralizarlos, sin darse cuenta de que
Caviedes imita precisamente la obra burlesca de Quevedo, no la seria: en
todo caso sería Quevedo el gran desacralizador.
La irreverencia del corpus a que me refiero no responde, como susten-
ta Ballón (1998), a la calidad criolla, sino a la calidad satírica y burlesca que
obedece al concepto clásico de la turpitudo et deformitas. Su antihegemo-
nismo no depende de su condición colonial, sino de la condición satírica
—siempre que podamos considerar «hegemónico» a lo que llama Costi-
gan código europeo6, abusivamente identificado con los géneros serios—.

5 No se ve por qué el hecho de funcionar como arma de enfrentamiento a un có-


digo literario (si así fuera, que no lo es) habría de conferir un valor especial a una obra
literaria, si esta no tiene otros méritos. Por lo demás, como he dicho, ese canon oficial
que ve Costigan no existe en la literatura del Siglo de Oro: la situación es mucho más
compleja.
6 Para Costigan al parecer el «código europeo» es una cosa muy simple y evidente,
como si no hubiera miles de páginas escritas por los preceptistas, polémicas literarias,

SUJETOS COLONIALES.indb 39 29/3/17 8:09


40 IGNACIO ARELLANO

La crítica norteamericana es la que más valora la supuesta cuali-


dad criolla —y subversiva— de Caviedes. Para Vidal (1985) la sátira de
Caviedes supondría una crítica social consciente dirigida a destruir la
sacralidad con que el sistema social intenta reproducirse; para Johnson
(1993), el poeta atacaría a la sociedad virreinal e incluso a las posesiones
españolas ultramarinas en general.
Sin embargo, la verdad es que Caviedes traza en su obra un mapa de
motivos limeños, insertados en la realidad social de Lima y el Perú del
siglo XVII, pero el análisis de todos estos elementos en el conjunto de
sus poemas revela, si acudimos a las convenciones del género satírico por
el que se rigen, el repertorio habitual de la sátira barroca: médicos, falsos
caballeros, alcahuetas, pidonas, prostitutas, hipócritas, materia escatológi-
ca, etc., eso sí, adaptados al ambiente del Nuevo Mundo. Por ejemplo,
muchas metáforas y juegos de ingenio se basan en elementos del ámbito
indiano, como animales o plantas: un médico corcovado es un quirquin-
cho o armadillo (poema 12, v. 5), Avendaño es un camote rollizo (22, vv.
107-108), Bermejo una yuca (22, v. 109), don Lorenzo el indio un choclo
(22, v. 110-111), doña Elvira una papaya (22, v. 124-125)7, etc.
Entre muchos ejemplos posibles, que confirman los mecanismos de
adaptación de fórmulas, temas y estructuras al ámbito peruano se puede
observar el poema 94, que describe las estrategias de los embusteros
para exhibir apariencias nobiliarias: nombrar al virrey con afectaciones
familiares, tratar de que el mulato que toma las listas de los caballeros
en ciertas celebraciones lo ponga en primer lugar, sobornar a cocheros
ajenos con tamales para que lo paseen como si el coche fuera suyo, si
viene de España presumir de linaje, ofrecer su ayuda al virrey si atacan
enemigos, etc.8 El marco histórico y social es plenamente criollo, pero
el tema procede sin duda de Quevedo9.
La burla de Caviedes afecta a grupos étnicos como indios, negros,
zambos, mulatos y mestizos. Remito solo a los poemas 10, 18, 19 (burla

enfrentamientos de autoridad y gusto, etc. para aclarar precisamente lo que Costigan


despacha en dos palabras. Mucho optimismo o ingenuidad es eso. Utilizar conceptos
abstractos sin definir («código europeo», «identidad», por ejemplo) es una tentación
corriente que invalida cualquier discusión científica.
7 En Valle y Caviedes, Guerras físicas... Me refiero a la numeración de la edición de
Cabanillas Cárdenas.
8 En Valle y Caviedes, Obra completa, ed. Cáceres.
9 Quevedo, soneto «Pintando la vida de un señor mal ocupado».Ver Arellano, 2003,
soneto núm. 613.

SUJETOS COLONIALES.indb 40 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA 41

de un médico indio), 18 (Vejamen al zambo Pedro de Utrilla), 35, 44,


47 (burla de mulatos) en la edición de Cabanillas Cárdenas de los textos
contra los médicos de Limas y números 83 (vieja alcahueta mestiza), 99
(otra sátira a los mulatos), 128 (sátira a las negras burlándose de la afi-
ción de una persona grave a las mujeres de esa raza), 129 y 134 (burlas
de mestizos, mulatos, negros, indios), etc., en la edición de Cáceres. No
puede decirse que Caviedes reivindique el papel social y la dignidad
de los mencionados estratos sociales y étnicos indianos. Más bien se
evidencia su conservadurismo ideológico, confirmado por sus elogios
a los virreyes (núm. 162 elogio al conde de la Monclova; 167 epitafio
al Duque de la Palata; 168, 169, 170 al muelle que hizo Monclova en
el Callao), o a los modelos heroicos —que deberían ser ejemplo de los
modernos limeños—, como Bernardo del Carpio, el Cid, el Gran Ca-
pitán, Leiva, marqueses del Vasto y de Pescara, el duque de Alba, Hernán
Cortés, y otros (núm. 94, vv. 137 y ss.)10.
Nada permite trazar en la obra de Caviedes una historia de subver-
sión orientada a un supuesto objetivo identitario enfrentado al sistema
colonial11. Ignorar el contexto histórico y las convenciones genéricas
literarias impiden una valoración coherente de su obra.
En cierta medida no es de extrañar que en la sátira puedan buscarse
actitudes subversivas o rebeldes. La denuncia de los vicios y defectos tanto
puede inclinarse a la defensa del sistema como al ataque, y ser entendida
contra los gobernantes del momento. Habrá que examinar cada texto con
atención. Pero ¿qué sucede con una composición hagiográfica como el
Poema heroico de San Ignacio de Loyola, de Domínguez Camargo12?
La insistencia de algún estudioso como Daniel Torres en hallar ver-
tientes subversivas anticolonialistas solo se explica, de nuevo, por el ol-
vido del texto y de sus circunstancias y género. Considera que la lírica
barroca colonial (así, al parecer, en bloque) es un discurso mestizo «en
el cual se dan citas otros emblemas de la realidad americana y donde
son también otras las unidades ideológico culturales que contribuyen
al proceso de significación de los textos (lo “otro” en tanto cuanto se
aleja de los modelos europeos)» (1995, p. 27). Desde este inicial punto

10 Todos estos últimos en la edición de Cáceres, Obra completa.


11 En realidad habría que decir que la corona española no tenía colonias: los territo-
rios americanos constituían legalmente reinos como los demás; eso mismo argumenta por
ejemplo, Guamán Poma de Ayala para reivindicar el mismo trato que a los peninsulares.
12 Ver Cruz Espejo, 2006, para una ficha biográfica de Domínguez Camargo.

SUJETOS COLONIALES.indb 41 29/3/17 8:09


42 IGNACIO ARELLANO

de vista rastreará este crítico en las octavas del poema camarguiano todo
aquello que lo separa de lo europeo, identificando lo americano por
oposición, siendo la postura más opuesta, claro está, la denuncia de la
opresión y el despojo del colonizador sobre el colonizado, ese «otro» re-
bajado y despreciado, que responde, supuestamente, con la rebelión y la
crítica. Esta obsesión político-ideológica provoca el uso de un lenguaje
crítico que acaba ocultando, en vez de revelar, el sentido del poema. Por
ejemplo, según Torres

la biografía poética de San Ignacio de Loyola se inicia con la presentación


metafórica de un embajador inca ante la pila bautismal del santo, incorpo-
rando al imperio incaico como unidad política de la Ecumene (donde se
representa tanto a oriente como a occidente) hacia 1491, un año antes del
llamado descubrimiento… (1995, p. 28).

El texto que le permite tal comentario es la estrofa 39 del libro pri-


mero, canto I13:

El que América en una y otra mina


hijo engendra del sol oro luciente,
indiana se vistió la clavellina,
y al pie torcido su natal serpiente
talar su mejor hoja le destina:
Mercurio de los huertos que, elocuente
(si el caduceo el pie le dio y la copa),
del Inca embajador voló a la Europa.

Pero en realidad ¿de qué embajador del inca, ciertamente metafóri-


co, se trata? Da la impresión que Torres no ha comprendido bien el tex-
to, que habla de la clavellina de Indias (una variedad de tagete, de color
amarillo o anaranjado), que es la flor dorada que se viste el oro luciente,
hijo del sol, que América engendra en las minas; se le podría llamar
Mercurio de los huertos, pues como el dios lleva talares —cierta forma
de las hojas—, y también la planta, con su pie y su corola, se puede asi-
milar al caduceo14. Esta flor es la que vuela a Europa como embajador

13 Cito Camargo por la edición de Torres Quintero, pero aplico mi puntuación.


14 Sierpe es también ‘vástago que nace de las raíces leñosas’, y aquí podría entender-
se referido a brotes de la planta. La relación de Mercurio con la serpiente es conocida:
dos serpientes se cruzan en el caduceo o vara que traía este dios (Covarrubias); en
realidad Camargo está elaborando una ingeniosa red de correspondencias conceptistas.

SUJETOS COLONIALES.indb 42 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA 43

elocuente no de los dioses (como Mercurio volador), sino del Inca,


metonimia por América. Polo de Medina tiene un poema sobre la mis-
ma flor («Breve tesoro, rica flor indiana»). Interpretar este motivo floral,
tópico en la poesía barroca, como incorporación del imperio incaico a
la «unidad política de la Ecumene» lo creo excesivo. Tampoco es exacto
lo que escribe Georgina Sabat de Rivers:

Domínguez Camargo […] señala, aunque de modo oscuro y ambiguo,


el expolio de que era objeto [América]; hallamos referencia a este motivo
cuando menciona el oro del Inca que voló a la Europa (cit. en Torres, 1995,
p. 28).

Porque lo que voló a Europa no es el oro, sino la clavellina, y en esta


estrofa no aparece el motivo de la codicia ni del despojo, que cierta-
mente es tópico en muchos otros poemas, como las mismas Soledades
de Góngora. El vuelo pone en correspondencia ingeniosa a Mercurio
con la clavellina y a la idea de embajador de los dioses con el embaja-
dor del Inca: cuestiones de ingenio, no de acusación política. Ya desde
la antigüedad grecolatina, las navegaciones se atribuyen a la codicia15, y
Camargo reelabora este motivo, pero no en este caso. Por lo demás la
denuncia de la codicia, sustentada en motivos tradicionales, no se iden-
tifica exactamente con el ataque al colonialismo.
Más adelante comenta Torres (1995, p. 29) la «variedad métrica ne-
cesaria para apartarse de los modelos» [sic]. Sin embargo la octava real
del poema es el metro que todas las preceptivas reclaman para los poe-
mas «heroicos», como se presenta este. Hablar de una «abstracción hiper-
barroca donde se desintegra el modelo gongorino para reintegrarlo en
otro original camarguiano», como pondera Torres (p. 30) citando a Meo
Zilio, es formulación o perogrullesca o ininteligible.
Todo este supuesto alejamiento de los modelos «sin aparentes huellas
de la metrópoli» habría de entenderse, según el estudioso, como una
velada denuncia de la condición colonial de América, como la «resis-
tencia del intelectual americano frente al proceso de colonización […]
proyecto cultural que madurará hacia el proyecto político de las guerras
de Independencia del siglo XIX» (p. 30). Pero las huellas de la metrópoli
(o de la cultura transmitida por la metrópoli desde la antigüedad clásica),
ciertamente, son abrumadoras. Negarlas es completamente arbitrario y

15 Ver para este motivo relacionado con las Indias Arellano, 1992.

SUJETOS COLONIALES.indb 43 29/3/17 8:09


44 IGNACIO ARELLANO

absurdo, desde las convenciones genéricas hasta la reescritura obsesiva


de las Soledades gongorinas, desde la mitología a la emblemática, desde
la Biblia a las fuentes poéticas y hagiográficas (Góngora, Rivadeneira,
Nieremberg, etc.). Por supuesto que el poema de Camargo no es igual
a las Soledades, pero huellas las hay por todas partes.
Igualmente desproporcionada es la valoración del poema como voz
poética de resistencia, que solo aparentemente y de pasada cuenta la vida
del santo. La siguiente afirmación de Torres es directamente fantasiosa:

Podríase aventurar la teoría de que ese «moroso devenir» calificado por


Gimbernat de González, es una estrategia textual del débil o del criollo
para denunciar el efecto de la conquista, la colonización y el asentamiento
del imperio español en el suelo americano (p. 31).

Nada de eso hay en el texto. Por lo demás, si toda la estrategia que


se le ocurre a un poeta para denunciar tales cosas es acumular miles de
versos complicadísimos, en un poema heroico que exalta al fundador de
la Compañía de Jesús, tiene el fracaso asegurado.
Incluso la insistencia en la codicia como piloto de los navegantes de
Indias procede directamente de Góngora, sin negar la pertinencia de la
actualización indiana de Camargo.
La estrofa

Augusto así garzón, pisó los lares


de la corte de césares hispanos,
que de Fortuna son en altos mares
coronados Caribdis soberanos,
donde en náufragos votos, los altares
de ídolos fatiga cortesanos
indiana nao, que en preciosa suma,
carga de oro por cargar de espuma.

la comenta Torres:

Esta octava real exhibe el acusado imperialismo hispánico […] para con
la comparación del oro/espuma especificar los desmanes de los españoles
[…] Recordemos que los jesuitas (soldados de Cristo con la espada y con
la fe) fueron óptimos representantes del paradigma del Conquistador y de
la colonización en general (1995, pp. 31-32).

SUJETOS COLONIALES.indb 44 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA 45

Creo que de nuevo Torres no ha comprendido bien la estrofa, que


además interpreta abusivamente, olvidando el texto y sus circunstancias.
La octava alude simplemente a la estancia de Ignacio en la corte
(mar peligroso para los cortesanos): «fue enviado de sus padres a la corte
de los Reyes Católicos para que allá se criase con otros de su calidad»
(Nieremberg, Vida de San Ignacio, fol. 6v). Los reyes pueden ser Caribdis
coronados por la Fortuna, porque las cortes siempre ocasionan naufra-
gios de cortesanos. Los náufragos votos son los votos y promesas que ha-
cen los náufragos cuando se ven en peligro. Los votos de los cortesanos
que naufragan en las maquinaciones de la corte se dirigen a ídolos: el
motivo apunta al tópico del menosprecio de corte y remite a otro co-
nocido pasaje de las Soledades, discurso de peregrino sobre los peligros
de los palacios (mares procelosos) según el tópico citado. La mención
específica de la indiana nao se debe a que en relación con el imperio
español, las navegaciones que acuden a la mente son las de las Indias.
Pero no hay una precisión concreta sobre los «desmanes de los españoles
en la empresa de conquista»: eso es asunto que no viene a cuento en
el texto, por más que insista Torres. La lectura que propone como tex-
to subversivo es anacrónica y sobre todo incoherente con sus propios
argumentos al identificar la repelente actitud de los conquistadores y
colonizadores con los jesuitas: según esto Camargo, que estudió con
los jesuitas, que fue jesuita un tiempo de su vida, que dejó a los jesuitas
del colegio de Tunja herederos de sus papeles, etc., utiliza un poema en
honor de San Ignacio para denunciar el paradigma del conquistador en
figura de jesuita… Poema que publica por cierto el P. Bastidas, amigo
de Carmargo… y jesuita…
Para comprender cuál es la valoración de Camargo del «imperialis-
mo» español, adúzcase la introducción del poema:

Al David de la casa de Loyola,


al rayo hispano de la guerra canto,
al que imperiales águilas tremola,
y es, aun vencido, del francés espanto;
al que sufrió de la celeste bola
sin fatigas el peso, Alcides santo;
al que el empíreo hollando trïunfante,
habitador es ya del que fue Atlante.

SUJETOS COLONIALES.indb 45 29/3/17 8:09


46 IGNACIO ARELLANO

Falta de precisión en los detalles, malas comprensiones filológicas,


generalizaciones que provocan incoherencias, extensión de motivos
puntuales como clave de lectura global, marginación de convenciones y
tradiciones literarias, y en general, arbitrariedad en las interpretaciones
debidas al olvido del texto, minan las valoraciones como las comentadas,
que no son únicas, desde luego, como bien demuestra el extraño caso
de la monja alférez.
Doña Catalina de Erauso comienza el relato de su vida con la genea-
logía16. Hija de padres hidalgos guipuzcoanos, ingresa en un convento a
los cuatro años (en 1589), de donde se escapa después de un altercado
con otra monja, antes de profesar. Disfrazada de hombre empieza una
larga serie de aventuras que la llevarán a las Indias.
Un texto semejante provoca inmediatamente una serie de inter-
pretaciones marcadas en primer lugar por la condición femenina de la
protagonista y su simulación del sexo opuesto durante toda su vida, y
en segundo lugar por la localización americana de buena parte de sus
aventuras. No voy a recorrer la bibliografía sobre esta obra; apuntaré
solo la frecuencia con que estas circunstancias se traducen en acerca-
mientos a la ambigüedad sexual, al posible lesbianismo, a la búsqueda
de la identidad, a la representatividad americana de la monja, etc. En un
estudio general como el de Ángel Esteban en su edición, pueden con
facilidad espigarse afirmaciones como las de que este libro proporciona
claves importantes para describir la idiosincrasia americana (p. 13), para
investigar la naturaleza de la conquista española (p. 15), o para analizar el
sustrato mítico o realismo mágico americano… y otras que subrayan la
búsqueda de la identidad, o la búsqueda de la libertad (de pasar desaper-
cibida) que no hallaría en España, o la cualidad transgresora («uno de los
máximos ejemplos de transgresividad en la época», p. 56).
Todas estas interpretaciones son excesivas, cuando no —con el texto
en la mano— totalmente injustificadas. Que el libro narra muchas trans-
gresiones es evidente; que el ambiente americano proporciona muchos
detalles al relato también. Pero no más que cualquier crónica (muchos
menos en realidad que cualquier crónica de Indias). No hay claves para
la idiosincrasia americana, ni exploración de identidad de sexo y género.
Porque uno de los problemas principales —y solo apuntaré este— es
que no conocemos con certeza la autoría del texto, que salvo en un

16 Ver Erauso, Historia de la monja alférez, Catalina de Erauso, escrita por ella misma, ed.
Á. Esteban. Uso en estos párrafos parte de Arellano, 2008b.

SUJETOS COLONIALES.indb 46 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA 47

par de ocasiones, utiliza la forma masculina para la voz narradora. Si no


lo atribuyéramos a una mujer, el texto correspondería con exactitud a
una voz emisora masculina, excepto en algunos episodios (al principio,
donde se cuenta su disfraz, o al final, donde se confiesa la «verdadera»
identidad). Ni sabemos quién lo escribió ni si realmente es obra de una
mujer. Ángel Esteban plantea con precisión el problema, aunque no
llega a sacar las consecuencias pertinentes:

Lo más sorprendente de la obra no es quizá la historia que cuenta, sino


el hecho de ser una mujer quien se presenta como yo autobiográfico de
tales aventuras. El problema fundamental que se plantea al estudiar el texto
es que no sabemos si fue ella quien lo escribió, si contó la historia a otra
persona que redactó el texto, si un tercero se documentó sobre el conocido
periplo y puso esa información por escrito, o si, incluso, la comedia del dis-
cípulo de Lope de Vega, Juan Pérez de Montalbán, titulada La Monja alférez,
comedia famosa (1626?) pudo haber sido la fuente del relato (p. 25).

Este «problema fundamental» invalida muchas posibles dimensiones


del yo autobiográfico tal como se analizan desde posturas feministas o
de mitificaciones indianas.
Hay además algunos elementos sumamente extraños, que la gene-
ralidad de los estudiosos prefiere ignorar, y que sin embargo llaman la
atención de cualquier lector ingenuo: varias veces es sometida a tortura,
para lo cual la desnudan, y lo mismo sucede cuando la hieren en los
pechos, herida que le curan unos frailes (pp. 131, 140, 144): ¿cómo es
posible que no vean que es mujer? Otra vez pelea con un irrespetuoso
que «alargó las manos hasta cerca de mis barbas» (p. 135): ¿era mujer bar-
buda además? ¿Quién escribe estos episodios? ¿Desde qué perspectiva?
¿Por qué las interpretaciones posmodernas aludidas ignoran —supongo
que deliberadamente— estas dificultades?
Por lo demás, el texto se conoce a través de copias de copias: la
fuente es una copia el poeta Cándido María Trigueros, en la segun-
da mitad del XVIII, cuya fidelidad al texto original es desconocida.
Utilizar un relato filtrado a través de tantas instancias narrativas y de
copistas para extraer conclusiones como las antedichas es arriesgado.
En esta ocasión la falta de firmeza del cimiento filológico convierte
en provisional cualquier interpretación.
Sintomática del esfuerzo por ver lo que no hay e ignorar lo que sí
contiene un poema es también la edición más reciente (que a su vez

SUJETOS COLONIALES.indb 47 29/3/17 8:09


48 IGNACIO ARELLANO

recoge otras interpretaciones) de la Grandeza mexicana de Balbuena, otro


texto que podemos tomar como ejemplo.
La mayor preocupación de la editora Asima F. X. Saad Maura, es
subrayar la ausencia del azteca en el poema, aunque Balbuena deja claro
que pretende describir la ciudad colonial, española o cuando menos
mestiza, no la Tenochtitlán de Moctezuma. En realidad no cabe afirmar
de modo taxativo tal ausencia y la exclusividad de la sociedad blanca
—como hace Saad Maura—, ya que se menciona la multicolor y vario-
pinta población de la urbe («de diversa color»):

De varia traza y varios movimientos


varias figuras, rostros y semblantes,
de hombres varios de varios pensamientos,
arrieros, oficiales, contratantes,
cachopines, soldados, mercaderes,
galanes, caballeros, pleiteantes,
clérigos, frailes, hombres y mujeres
de diversa color y profesiones,
de vario estado y varios pareceres ( p. 170).

De todos modos podemos aceptar que Balbuena ofrece el punto de


vista del español, cosa tan obvia que no merecería la pena tanto relieve
de la estudiosa. Pero elevar esta circunstancia a instrumento valorativo
omnipresente provoca numerosas incoherencias.
El itinerario que sigue Saad es más o menos:
1) Lo que el poema evidencia es la opresión del indio, el silencia-
miento y el prejuicio de Balbuena17.

17 Sin que falte el juicio moral desde la perspectiva moderna: cfr. Saad, 2011, p. 24
(«obviando el pasado azteca»), p. 25 («todo lo que ha alabado en México le pertenece en
realidad a España»), p. 26 («afán desbocado por revivir el imperio español ya decadente»),
p. 27 («refleja cierto prejuicio y arrogancia de quien se cree mejor que el otro, o sea, el
indígena […] se aleja del aspecto originario de la ciudad obviando su pasado azteca»), p.
31 («Balbuena impuso el silencio que con el tiempo habría de ocasionar la pérdida de la
memoria»), p. 56 («invisibilidad a que somete el pasado indígena»)… Actitud semejante
revelan otros estudiosos como Tenorio: «Esa ciudad cosmopolita, “la ciudad más rica, /
que el mundo goza en cuanto el sol rodea” […] no me parecía ser la México que co-
nozco —claro, hay que salvar la distancia temporal de nada menos que cuatro siglos—,
no me parecía ser la México que yo quería encontrar en las páginas del poema. […]
Es así que me encontré, para decirlo de una, con la casi absoluta ausencia del indio, del
amerindio, en un poema que elabora y diseña un discurso sobre una ciudad que fuera
edificada y que estuviera habitada por él […] al negar la presencia activa del indio en

SUJETOS COLONIALES.indb 48 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA 49

2) Para eludir la «verdadera» ciudad (que sería la azteca) y eludir a la


vez la decadencia española (que se llega a atribuir a los «horrores que se
producían en las colonias», Saad, 2011, p. 13) Balbuena crearía una ciudad
utópica, el México de su poema, centro del mundo y eje sobre el que gira
toda la humanidad, y que sustituye a una Europa acabada y disipada.
Todo este camino que sigue con entusiasmo Saad está errado.
Comentaré solo algunos detalles.
Balbuena elogia el México real, hiperbolizando, desde luego, y mi-
rando a la ciudad con aprecio, mirada obligada por otra parte, en el
género de corografía panegírica que practica en esta ocasión18. En esa
ciudad y ese género el indígena no es protagonista ni puede serlo des-
de la mentalidad de Balbuena: no se trata de ocultarlo ni silenciarlo de
modo más o menos consciente. Probablemente lo engloba, como a los
menestrales blancos o mestizos, en la evocación de los muchos oficiales,
gentes varias, de colores diversos, etc., pero no cabe pedir una mención
específica en un nivel de protagonismo.
El deseo de mostrar el prejuicio de Balbuena es a su vez un prejuicio
de la editora. Un ejemplo: para demostrar el desprecio de Balbuena por
México (que sería por lo demás contradictorio con el elogio en que
consiste el poema) comenta un pasaje de la introducción de Grandeza
mexicana señalando que se refiere a un indio salvaje y a un paisaje in-
hóspito y agreste (cfr. pp. 27, 31), pero se apoya en una cita incompleta
mistificante: pues en realidad Balbuena no habla en su introducción de

una representación de una ciudad donde la mayoría de habitantes son indios, Balbuena
realiza gestos discursivos típicos del colonizador que quiere afirmarse y ganar, no única-
mente en el mundo material sino en el imaginario. Lo que subyace en mi hipótesis son
las categorías retóricas binarias de negación, negation, y afirmación, afirmation, propuestas
por David Spurr como rasgos del discurso colonial británico, francés y estadounidense
de los siglos XIX y XX, así como el concepto de negación de coetaneidad, dennial of
coevalness, elaborado por el antropólogo holandés Johaness Fabian para dar cuenta de la
colonización discursiva que ejerce el antropólogo sobre las comunidades humanas que
convierte en su objeto de estudio» (Tenorio, M., «“Y así en ventura mía será si en el
gusto tuyo estos mis borrones…” De borraduras y afirmaciones en La grandeza mexicana
de Bernardo de Balbuena»).
18 Vuelvo a insistir en la importancia del género. La descripción satírica del soneto
recogido por Dorantes, que ya he citado («Minas sin plata, sin verdad mineros») es todo
lo contrario, y también quiere hablar del México real coetáneo, pero desde la mirada
satírica, que construye una visión opuesta a la que ofrece Balbuena. La recopilación de
Dorantes y el poema de Balbuena aparecen el mismo año: se refieren exactamente a la
misma ciudad.

SUJETOS COLONIALES.indb 49 29/3/17 8:09


50 IGNACIO ARELLANO

México capital ni siquiera de México como virreinato de Nueva Espa-


ña: se refiere exactamente al territorio de San Miguel de Culiacán, de
donde es oriunda la destinataria del poema, doña Isabel de Tovar y Guz-
mán. Ese es el territorio inhóspito del que procede —en contraste— la
entendida y hermosa dama que quiere ver las grandezas de la capital,
muy diferentes de los arenales y montes que rodean a la villa de San Mi-
guel. Decir que el paraje de Culiacán es inhóspito no significa desprecio
ni prejuicio (algo de eso hay en la referencia al indio salvaje, pero en
todo caso el pasaje no corresponde al comentario de Saad). Nótese que
cuando describe México en el capítulo VI («Primavera inmortal y sus
indicios») el modelo utilizado es exactamente el topos del locus amoenus:

Todo huele a verano, todo envía


suave respiración, y está compuesto
del ámbar nuevo que en sus flores cría.
[…]
Todo el año es aquí mayos y abriles,
temple agradable, frío comedido,
cielo sereno y claro, aires sutiles… (pp. 209-210).

Por lo demás mal se entendería desde el supuesto desprecio de lo


mejicano la exaltación de México como centro del mundo. Saad lo
resuelve calificando a esta descripción como utópica y glorificadora de
todo lo español, como mecanismo encubridor de la decadencia, esta-
bleciendo unas extrañas conexiones entre elogio utópico, ocultación del
azteca, disimulación de la decadencia de España y Europa, etc.
Habría que apuntar que a la altura de 1604 es muy dudoso que se
pueda hablar de decadencia del imperio español. Saad llega a escribir
—harto ingenuamente— que la España imperial se vería, muy poco
después de 1492 «en medio de extraordinarios desastres, probablemente
propiciados por los horrores que se producían en las colonias» (p. 13) —
como si se tratara de un castigo divino por la maldad de la conquista—,
hasta llegar «a la bancarrota una vez entrado el siglo XVII» (p. 46). Pero
la bancarrota (grave problema desde luego) no equivale exactamente
a decadencia del poder militar, político y cultural. Y además, esa ban-
carrota que en el diseño de Saad es una especie de culminación de los
desastres y hondón de la decadencia española, no sirve como síntoma,
porque no es la única ni responde a un proceso continuo de pérdida
del poderío. La estudiosa parece ignorar que la corona española sufrió

SUJETOS COLONIALES.indb 50 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA 51

nada menos que tres bancarrotas en el reinado de Felipe II (1557, 1575,


1596), una en el de Felipe III (1607), y dos en tiempos de Felipe IV
(1627, 1647). Y en la mayor parte de ese tiempo España conserva su
hegemonía.
La misma consideración de que México (bien que utopista) fuera
centro culminante de la historia social, cultural y política de España y
una especie de cosmos global, fusión mítica de Oriente y Occidente,
eslabón que une los continentes… (Saad, 2011, pp. 43, 51)19 procede
de la citada visión prejuiciada en la línea política, y se apoya en malas
interpretaciones textuales.
Por mucho que Balbuena elogie a México y por mucha importancia
que la urbe alcance difícilmente podría ocupar en la concepción his-
tórica de un letrado del Siglo de Oro el mismo nivel que las regiones
prestigiadas por un transcurso histórico más antiguo y amplio: esto es,
que para un español (europeo) del XVI y XVII las Indias apenas aca-
baban de entrar en la Historia, carecían de un currículum que pudiera
aquilatar su categoría de centro del universo. Cuando Balbuena, en el
capítulo V, «Regalos, ocasiones de contento» habla de la abundancia, y
de esta unión del oriente y occidente que se da en México no se refie-
re a una supuesta supremacía y condición cósmica central, sino a algo
mucho más prosaico y práctico —no menos importante—: a la riqueza
y variedad de las mercancías que llegan a la ciudad y su papel como
centro mercantil global20. Si en México se junta España con la China es
porque el Galeón de Manila (o Nao de la China) hacía un famoso viaje
anual (o dos) desde Acapulco, y muchas mercancías de oriente llegaban
a México:

La India marfil, la Arabia olores cría,


hierro Vizcaya, las Dalmacias oro,
plata el Pirú, el Maluco especiería,
seda el Japón, el mar del Sur tesoro
de ricas perlas, nácares la China,

19 Saad, 2011, p. 51: «México es el eslabón que une los continentes y los hemisfe-
rios, el meollo, el punto de convergencia al otro lado del Atlántico, donde se dan cita
todos los espacios que hasta entonces habían gozado de una posición privilegiada y que
ahora pierden su identidad individual para fundirse en México y formar parte global de
Oriente y Occidente».
20 Ver, por ejemplo, Fuchs y Martínez-San Miguel, 2009, que estudian más certe-
ramente esta dimensión del poema.

SUJETOS COLONIALES.indb 51 29/3/17 8:09


52 IGNACIO ARELLANO

púrpura Tiro y dátiles el moro,


[…]
En ti se junta España con la China,
Italia con Japón y finalmente
un mundo entero en trato y disciplina (pp. 204-205).

Ese capítulo V no es político-histórico, sino de ponderación comer-


cial y mercantil.
Las intenciones de Balbuena, en el panorama confuso de Saad Mau-
ra (¿elogio, desprecio, utopía, imperialismo, ocultación…?) se vuelven
difíciles de desentrañar, y para ahondar en esa confusión se vuelve a
interpretar sesgadamente otro texto, la octava real del «Argumento»):

De la famosa México el asiento,


origen y grandeza de edificios,
caballos, calles, trato, cumplimiento,
letras, virtudes, variedad de oficios,
regalos, ocasiones de contento,
primavera inmortal y sus indicios,
gobierno ilustre, religión, estado,
todo en este discurso está cifrado.

¿Qué significa esta octava para la editora?: una brújula para navegar
por el texto, pero que lejos de indicar el norte gira sin detenerse en
ningún punto fijo:

hay algo más profundamente escondido […] Este debate, sea lingüístico,
antropológico o filosófico [sic] no ha terminado; es mucho lo que perma-
nece aparentemente “cifrado” […] ¿Qué es lo que en realidad está cifrado
o escondido? ¿A quién o quiénes se le esconde qué? ¿La verdad? ¿Cuál?
Son muchas las posibles preguntas y respuestas y todas dependen de los ojos
que lean esta obra […] el lenguaje altamente erudito, preciosista y oscuro
del poeta se presta a un sinfín de interpretaciones […] lo cierto es que su
obra esconde o al menos obvia la brutal realidad de su presente (pp. 31, 32,
234, nota 265).

SUJETOS COLONIALES.indb 52 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA 53

En realidad nada está oculto en el poema, bastante claro y evidente21.


La estrofa es una adaptación de los antiguos argumentos que aparecían
por ejemplo en las comedias primitivas, y que resumían la acción de la
pieza. Si se observa la octava cada verso es el título de un capítulo del poe-
ma: dicho de otro modo, se trata de un resumen de lo que se va a tratar.
Cifrado tiene la acepción de compendiado, resumido, incluido («Ci-
frar, recopilar una cosa y reducirla a pocas razones», escribe Covarru-
bias): ¿qué es lo que está cifrado, resumido, reseñado o recopilado en el
poema? Pues todas las cosas a que se refieren los versos (y capítulos):
edificios, calles, letras, virtudes, etc.
Se puede decir, en conclusión, que toda la mirada de Saad está llena
de desplazamientos, incoherencias de diversa entidad, anacronismos pre-
juiciados, y matizaciones pertinentes mezcladas con otras insostenibles,
etc., que acaban provocando una notable confusión, debida en última
instancia a un deficiente análisis filológico de base.
Para terminar tomaré prestadas dos citas que me parecen expresar
bien lo que he querido desarrollar en las páginas precedentes. A propó-
sito de Mangas y capirotes de Bergamín, y sus juicios sobre el teatro del
Siglo de Oro, escribe Maria Grazia Profeti:

basta ricordare l’irrisione che serpeggia nei Filólogos per quella che do-
vrebbe essere la scienza cardine di ogni lettura critica per capire che Berga-
mín si muove in tutt’altra direzione […] questa fatica umile ed indispensa-
bile [la de la filología] viene considerata da Bergamín pedanteria ridicola e
dannosa […] non è interessato a ricostruire l’immaginario colletivo diautori
e spettatori dei Secoli d’oro […] Come una pianta saprofita che si alimenta
degli alberi sui cui siimpianta, Bergamín distrugge i testi che cita […] La
lettura che Bergamín fa del teatro dei Secoli d’oro ne constituisce dunque
un nuovo tradimento, dopo quelli setecenteschi, romantici, novantotteschi
[…] Sarà invece opportuno, infine, trovare la umile costanza necesaria per
entrare in questo labirinto, il coraggio di percorrerlo, misurarlo, tracciarne
le coordinate… (2009, pp. 362, 367-368).

21 No comprendo por qué Saad califica el lenguaje de Balbuena de preciosista y


oscuro. Esto podría decirse de Camargo, pero no de Balbuena. Por otra parte el hecho
de que un poema sea oscuro y/o difícil no significa que se preste a un sinfín de inter-
pretaciones. Todo lo más propiciará un sinfín de dificultades y errores si no se esfuerza
el lector o intérprete.

SUJETOS COLONIALES.indb 53 29/3/17 8:09


54 IGNACIO ARELLANO

Así es, porque si no, como señala Garrido Gallardo en mi segunda


cita final22, toda aplicación de nuevos o viejos métodos (culturales o de
otros enfoques) se extraviará en ese laberinto de la literatura del Siglo
de Oro o de cualquier siglo y región:

Si en la nueva situación, no seguimos con los instrumentos, actualizados


si es preciso, de la más rigurosa Filología y Hermenéutica, los Estudios Cul-
turales no serán más que una pura superchería.

Pues bien, en terrenos minados con altas tensiones históricas y emo-


tivas, con implicaciones políticas, prejuicios, banderías ideológicas y
otros componentes poco racionales y nada científicos, como es a menu-
do el de los estudios indianos, colonialistas y sobre todo poscolonialistas
(sea ello lo que fuere) habría que afinar particularmente el instrumento
filológico antes de pasar a otro tipo de niveles de juicio crítico. Difí-
cil será valorar con sensatez un texto que no se ha comprendido. Y la
directa marginación del texto suplantado por el prejuicio o la fantasía
crítica dará lugar en todo caso a construcciones literarias más o menos
ingeniosas pero no a estudios rigurosos.

22 Entrevista a Garrido Gallardo (Alburquerque, 2005).

SUJETOS COLONIALES.indb 54 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA 55

Bibliografía

Alburquerque, Luis, «Entrevista a Miguel Ángel Garrido Gallardo», Hipertexto.


2, 2005, pp. 72-84.
Arellano, Ignacio, «La imagen de las Indias y los puntos de vista de la escritu-
ra», en Las Indias (América) en la literatura del Siglo de Oro, Kassel, Reichen-
berger, 1992, pp. 301-312.
— Poesía satírico burlesca de Quevedo, Madrid / Frankfurt am Mein, Iberoame-
ricana / Vervuert, 2003.
— «El ingenio conceptista y el criollismo costumbrista de Juan del Valle Ca-
viedes», en Herencia cultural de España en América. Siglos XVII y XVIII, ed. T.
Barrera, Madrid, Iberoamericana, 2008a, pp. 9-30.
— «Rebeldes y aventureros del Siglo de Oro en sus autobiografías», en Rebeldes
y aventureros: del Viejo al Nuevo Mundo, eds. H. R. Cortés, E. Godoy y M.
Insúa, Madrid / Frankfurt am Mein, Iberoamericana / Vervuert, 2008b, pp.
11-36. 2010
— «Transformaciones sociales y crítica social en la literatura del Siglo de Oro
en las Indias (América)», en Coloquio internacional.Transformaciones sociales en
el proceso de modernización. Perspectiva cultural e histórica en América Latina, Seúl,
Universidad Nacional de Seúl, 2010, pp. 225-244.
Balbuena, Bernardo de, Grandeza Mexicana [1604], ed. Asima. F. X. Saad Mau-
ra, Madrid, Cátedra, 2011.
Ballón Aguirre, Enrique, «Censuras coloniales peruanas», Lexis, 22.1, 1998,
pp. 11-33.
Costigan, Lucia. H., «Historiografia, discurso e contra-discurso na colonia:
Gregorio Matos e Juan del Valle Caviedes», Hispania 75, 1992a, pp. 508-515.
— «Relendo o Diente del Parnaso de Juan del Valle y Caviedes: una contri-
buição para o estudo do intelectual criollo», Revista de Estudios Hispánicos,
19, 1992b, pp. 211-220.
— «Colonial Literatura and Social reality in Brazil and the Vicaroyalty of Peru:
The Satirical Poetry of Gregorio de Matos and Juan del Valle Caviedes», en
Coded Encounters. Writing, Gender and Ethnicity in Colonial Latin America, ed.
F. J. Ceballos-Candau, J. Cole, N. Scott y N. Suárez-Araúz, Amherst, Uni-
versity of Massachusetts Press, 1994, pp. pp. 87-100.
Covarrubias Horozco, Sebastían de, Tesoro de la lengua castellana o española,
ed. I. Arellano y R. Zafra. Madrid / Frankfurt am Mein, Iberoamericana /
Vervuert, 2006.
Cruz Espejo, Edilberto, «Cuarto centenario de Hernando Domínguez Camar-
go», Boletín de la Academia Colombiana, 57, 2006, pp. 140-152.
Domínguez Camargo, Hernando, Obras, ed. R. Torres Quintero, Bogotá, Ins-
tituto Caro y Cuervo, 1960.

SUJETOS COLONIALES.indb 55 29/3/17 8:09


56 IGNACIO ARELLANO

Erauso, Catalina de, Historia de la monja alférez, Catalina de Erauso, escrita por ella
misma [c. 1625], ed. Ángel Esteban, Madrid, Cátedra, 2002.
Espinosa Medrano, Juan de, Apologético en favor de don Luis de Góngora [1662],
sel., pról., cronología A. Tamayo Vargas, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1982.
Fuchs, Bárbara y Yolanda Martínez-San Miguel, «La Grandeza mexicana de
Balbuena y el imaginario de una metrópolis colonial», Revista Iberoamerica-
na, LXXV, 228, 2009, pp. 675-695.
Herrera, Arnulfo, «Los traspiés de un sermón famoso: Fe de erratas al licenciado
Suazo de Coscojales, de Pedro de Avendaño», en Poesía satírica y burlesca en la
Hispanoamérica colonial, ed. Ignacio Arellano y Antonio Lorente, Madrid /
Frankfurt am Mein, Iberoamericana / Vervuert, 2009, pp. 191-206.
Johnson, Julie. G., Satire in colonial Spanish America, Austin, University of Texas
Press, 1993.
Lasarte, Pedro, «Entre criollos y chapetones: hacia la Lima colonial de Juan del
Valle y Caviedes», en Morada de la palabra: homenaje a Luce y Mercedes López-
Baralt, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, 2002, pp. 941-947.
— «Algunas reflexiones en torno a una relación literaria: Juan del Valle y Ca-
viedes y Francisco de Quevedo», en La formación de la cultura virreinal. II.
El Siglo XVII, ed. K. Kohut y S. Rose. Madrid / Frankfurt am Mein, Ibe-
roamericana / Vervuert, 2004, pp. 135-149.
Lavallé, Bernard, «Americanidad exaltada/hispanidad exacerbada: contradic-
ción y ambigüedades en el discurso criollo del siglo XVII peruano», en
Sobre el Perú: Homenaje a José Agustín de la Puente Candamo, Lima, Pontificia
Universidad Católica del Perú, 2002, pp. 727-742.
Nieremberg, Juan Eusebio, Vida del gloriosos patriarca San Ignacio de Loyola, Ma-
drid, Imprenta del Reino, 1631
Parodi, Claudia, «Sátira e indianización: orígenes del criollismo en la Nueva
España», en Poesía satírica y burlesca en la Hispanoamérica colonial, ed. I. Arella-
no y A. Lorente. Madrid / Frankfurt am Mein, Iberoamericana / Vervuert,
2009, pp. 351-366.
Serna, Mercedes (ed.), Poesía colonial hispanoamericana, ed. M. Serna. Madrid,
Cátedra, 2004.
Profeti, Maria G., «Il teatro aureo e gli intellettuali spagnoli: lo scacco della
memoria», en Commedie, riscritture, libretti: la Spagna e l’Europa, Firenze, Ali-
nea, 2009, pp. 359-368.
Reedy, Daniel, «Prólogo», en Juan del Valle y Caviedes, Obra completa, ed. D.
Reedy, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1984.
Saad Maura, Asima. F. X., «Introducción» a Bernardo de Balbuena, Grandeza
Mexicana, ed. A. F. X. Saad Maura, Madrid, Cátedra, 2011.
Sabat de Rivers, Georgina, «Interpretación americana de tópicos clásicos en
Domínguez Camargo», Edad de Oro, 10, 1991, pp. 187-98.

SUJETOS COLONIALES.indb 56 29/3/17 8:09


SUBVERSIONES (O NO) EN LA POESÍA 57

Tenorio, María, «“Y así en ventura mía será si en el gusto tuyo estos mis borro-
nes…”, De borraduras y afirmaciones en La grandeza mexicana de Bernardo
de Balbuena». http://es.scribd.com/doc/9611907/Ensayo-sobre-la-Gran-
deza-Mexicana-de-Balbuena-siglo-XVII
Torres, Daniel, «Imágenes americanistas en el San Ignacio de Loyola, Fundador
de la Compañía de Jesús, Poema heroico (1666) de Hernando Domínguez Ca-
margo», Verba Hispánica, 5, 1995, pp. 27-33.
Valle y Caviedes, Juan del, Obra completa, ed. y estudios de M. L. Cáceres, L.
J. Cisneros y G. Lohmann Villena. Lima, Banco de Crédito del Perú, 1990.
— Guerras físicas, proezas medicalez, hazañas de la ignorancia, ed. Carlos F. Caba-
nillas Cárdenas, Madrid / Frankfurt am Mein, Iberoamericana/ Vervuert,
2013.
Vidal, Hernán, Socio historia de la literatura colonial hispanoamericana: tres lecturas
orgánicas, Minneapolis, Institute for the Study of Ideologies and Literatures,
1985.

SUJETOS COLONIALES.indb 57 29/3/17 8:09


EL SUJETO COLONIAL MULATO
EN LA POESÍA DE JUAN DEL VALLE Y CAVIEDES

Carlos F. Cabanillas Cárdenas


UIT Universidad Ártica de Noruega

Introducción
La obra poética de impronta satírica y burlesca del poeta colonial
Juan del Valle y Caviedes (Porcuna, 1645-Lima, 1698) ofrece en sus
constantes referencias a personajes históricos y sucesos cotidianos un
retablo interesante de «sujetos coloniales» que habitaron la Ciudad de
los Reyes de Lima en las últimas dos décadas del siglo XVII1. Desde esta
perspectiva, su poesía puede comprenderse como una especie de diálo-
go que establece el poeta, a través del texto, con el espacio público2. Es-
pacio donde se hacen patentes tensiones personales y, a veces grupales,
que van a incluir a diferentes sujetos coloniales: peninsulares, criollos,
indios y esclavos africanos.

1 Los poemas de Caviedes se pueden datar, al menos gran parte de ellos, entre los
años 1680 y 1696; ver Cabanillas, 2013, pp. 43-49.
2 Característica común entre los poetas de finales del siglo XVII que se alejaban de
los modelos de los grandes poetas barrocos (Góngora, Quevedo) y que se situaban más
en camino de la época de los llamados novatores. Ver Pérez Magallón, 2002 y los diversos
trabajos de Bègue, 2006, 2007, 2008, 2010, 2013, 2014.

SUJETOS COLONIALES.indb 59 29/3/17 8:09


60 CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS

De hecho, en la mayor parte de los poemas caviedianos puede per-


cibirse claramente cómo lo cotidiano, los sucesos de la calle, afectan y
motivan la elección temática, el lenguaje y los recursos retóricos utiliza-
dos en ellos. Entre las características, no siempre idénticas, de los poetas
de este periodo puede indicarse también el recurso a lo coloquial, la
voluntaria identificación del autor con el yo lírico3, la apelación a un
lector concreto y, por tanto, el recurso a asuntos o temas comunes o
reconocibles, casi siempre asociados a la plaza pública.
Debido a ello debe indicarse la importancia del rol de academias y
certámenes públicos o gremiales como factores esenciales en la pro-
ducción de muchas de estas composiciones4, que se han conservado en
manuscritos de diversa época, y cuyo alambicado proceso de difusión
—debido precisamente a su origen inmediato— he intentado resolver
con la edición de su obra poética más conocida: el corpus satírico bur-
lesco contra los médicos de Lima titulado Guerras físicas, proezas medicales,
hazañas de la ignorancia5.
En esta ocasión me interesa estudiar algunas composiciones donde
puedan evidenciarse las representaciones y, sobre todo, las valoracio-
nes que en la época se hacía y tenía acerca de dos cirujanos mulatos
del mismo nombre: Pedro de Utrilla (padre e hijo). Ambos aparecen
constantemente en varios poemas de Guerras físicas, y su representación
textual fluctúa entre los tópicos asociados a los «negros» (sobre todo en
las descripciones externas) que se constatan ya en la poesía de épocas
anteriores, y el testimonio concreto de su papel dentro de la sociedad
colonial y las diferentes estrategias para movilizarse entre los rígidos esta-
mentos raciales de la época6.

3 La presencia del poeta dentro del texto es importante, pues aparece como media-
dor testigo entre el discurso y la circunstancia. Como veremos más adelante, Caviedes
en sus composiciones se identifica con el yo lírico de manera patente. Así, en los poe-
mas contra los médicos de Lima, Guerras físicas, proezas medicales, hazañas de la ignorancia,
el yo poético es identificado con el autor, que se presenta como un enfermo que por
milagro se salvó de los errores de los médicos y que ahora es «juez pesquisidor» de sus
«criminales obras».
4 Para las huellas de estas circunstancias en la poesía de Caviedes ver Cabanillas,
2013, pp. 39-42. Ver también Pascual y Usó, 1994 y sobre todo Bègue, 2007, sobre las
características especiales de las academias en este periodo.
5 Cabanillas, 2009 y 2013. Todas las citas provienen de mi edición crítica de 2013.
6 Dentro del retablo de sujetos coloniales que aparecen en estos poemas se encuen-
tran también la representación de un cirujano indio: Don Lorenzo de Ulloa (poemas
núms: 10, 18, 19, 22, 37).

SUJETOS COLONIALES.indb 60 29/3/17 8:09


EL SUJETO COLONIAL MULATO 61

El poeta y su obra
Como se ha indicado, el corpus Guerras físicas, proezas medicales, haza-
ñas de la ignorancia, más allá de ser un registro satírico contra los médicos
y cirujanos «que curaban» en Lima7, interesa también por su apego a lo
circunstancial. En ellos existe una doble vertiente histórica: todos sus
personajes son reales y los sucesos, que motivan las sátiras contra ellos,
también. Algunos ejemplos:
El terremoto acaecido el 20 de octubre de 1687, que prácticamente
destruyó la ciudad de Lima, se convertirá en motivo para hablar de va-
rios médicos8:

• Núm. 13: «Al dicho Corcovado [Juan de Liseras] porque se puso


espada, luego que sucedió el terremoto de 20 de octubre de 1687».
• Núm. 17: «Habiendo hecho el dicho doctor [Luis Bernardo Pérez
y] Yáñez en una parroquia de esta ciudad una capilla o sagrario para
colocar al Señor, le pidió al autor unas coplas para que se cantasen
el día de la fiesta en la misa…»). Se trataba de una capilla provisional
construida después de los daños causados por el terremoto de 1687.
• Núm. 25: «Romance que al doctor [Melchor] Vázquez le pusieron
en la puerta de su casa, diciendo tratase desavecindarse de la Calle
Nueva donde vivió después del temblor de 20 de octubre, y quería
comprar un solar en que fabricar casa».

Otro motivo importante fueron los diversos ataques de la alianza


de bucaneros conformada por John Coxon, Richard Sawkins y sobre
todo Bartolomew Sharp, y que asolaron los diversos pueblos costeros en
dicho periodo9:

7 Incluye categorías jerarquizadas ya que se diferencia estrictamente a médicos


físicos de los cirujanos prácticos, como puede verse, ya desde el inicio, en los poemas
núms. 10 y 11.
8 Para este violento sismo ver Giesecke y Silgado, 1981, pp. 20-22 y 65 y Kovach,
2004. Se cuenta también con un poema impreso, pliego suelto, del propio Caviedes:
«Romance en que se procura pintar y no se consigue la violencia de dos terremotos con
que el poder de Dios asoló esta ciudad de Lima...».
9 Registrada ya en la época por Alexander Exquemelin, Piratas de América (1681)
y en Bartholomew Sharp, The Voyages and Adventures of Captain Bartholomew Sharp and
Others in the South Sea (Londres, 1684). Estas incursiones se documentan además en
Mugaburu, Diario de Lima, p. 199, y en Peralta y Barnuevo, Lima inexpugnable, p. XIX
- XX. Sobre los ataques piratas ver Gerhard, 1990, pp. 148-154; Bernal Ruiz, 1979, y
Lucena, 1992.

SUJETOS COLONIALES.indb 61 29/3/17 8:09


62 CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS

• Núm. 16: «Habiendo el doctor Yáñez empezado a curar a un amigo


suyo y del autor no volvió a hacerle segunda visita, disculpándose
que por vivir extramuros no podía asistirle. Fue esto en tiempo que
estaba el cosario inglés en esta Mar del Sur y se recelaba en esta
ciudad vendría a invadirla el Conde de Tren. Quejose el enfermo al
autor y enviole las décimas siguientes».
• Núm. 19: «Memorial que da la Muerte al virrey en tiempo que se
arbitraba si se enviarían navíos con gente de guerra para pelear con
el enemigo inglés, o si se haría muralla para resguardar la ciudad de
Lima, en el romance siguiente». Esta composición es una represen-
tación paródica de las reacciones que ocasionaron entre la población
las medidas económicas impuestas por el Duque de la Palata, y que
le ocasionarían posteriormente serios problemas al Virrey.

Además de diversos nombramientos de cargos administrativos y uni-


versitarios que motivaron también la pluma aguda del poeta:

• Núm. 26: «Habiendo hecho al doctor [Francisco Vargas] Machuca


médico de la Inquisición se le escribió el siguiente romance».
• Núm. 34: «Carta que escribió el ingenio al doctor [Diego de] He-
rrera, el Tuerto, a quien llevó de esta ciudad a la de Quito el Presi-
dente, y lo hizo Protomédico y Catedrático de Prima del Rastro de
la Medicina».
• Núm. 43: «Al doctor Herrera, estando para ir a Quito», donde fue
nombrado protomédico.
• Núm. 40: «Los efectos del protomedicato de don Francisco
Bermejo»10.

Aparte de estos casos de nombramientos, que también pueden con-


siderarse sucesos de un espacio más restringido (la universidad, la corte),
los demás poemas van a estar relacionados con el espacio público más

10 La cátedra de Prima de Medicina llevaba añadido el cargo de Protomédico del


reino. Muchos de los médicos mencionados en estos poemas también eran profesores
de la Facultad de Medicina de Lima.Y es probable que fuese precisamente en ese gre-
mio donde se crearan muchas de estas composiciones. Se sabe que Caviedes mantenía
amistad con algunos de los dichos médicos (Cabanillas, 2013, p. 72). Por otra parte, son
precisamente las aulas universitarias el espacio ideal para justas y certámenes poéticos,
donde se ponía a prueba el ingenio de sus miembros; sobre todo en los tradiciona-
les vejámenes universitarios. Ver Layna Ranz, 1991 y 1996; y para ejemplos concretos:
Madroñal, 2005. Para el caso limeño tenemos el testimonio de Jacinto de Hevia, Vejamen
al doctor Antonio Coronel (1685).

SUJETOS COLONIALES.indb 62 29/3/17 8:09


EL SUJETO COLONIAL MULATO 63

general. En un plano más cotidiano se encuentran matrimonios, cura-


ciones y nacimientos de hijos asociados en este caso a la vida particular
de los médicos y cirujanos de Lima. Es en este apartado donde se utili-
zará la figura de los cirujanos mulatos Pedro de Utrilla, padre e hijo. A
pesar de tratarse de mulatos, Caviedes se referirá a ellos como zambos.
Lejos de encontrar una calificación negativa, que la puede haber, la
palabra zambo varía en los documentos de la época, de ser referencia
general a negros a lo más específico: señalar al descendiente de indio y
negra o viceversa.

Caviedes ¿sujeto criollo?


Pero antes de pasar a las representaciones de mulatos, me detendré
brevemente en situar al propio poeta como enunciador de un discurso
en un contexto de diferentes sujetos coloniales. Cabe recordar que nos
manejamos en un campo con límites poco precisos y sujeto a modifi-
caciones según diferentes criterios, de la propia época11, y también de la
crítica. Dentro de esa permeabilidad, debida muchas veces a la no unívoca
referencia de un vocablo para designar a un grupo étnico concreto, nos
toca situar a Juan del Valle y Caviedes como sujeto colonial. Es necesario
para ello revisar la posición de este poeta en el escenario de la sociedad
colonial de finales del siglo XVII, que sin dudas era época en que se vivían
de manera más tensa las relaciones entre criollos y peninsulares12.
Caviedes nació en Porcuna, Jaén, España en 1645. Probablemente
pasó a América de niño (como cuenta en la epístola autobiográfica que
dirige a Sor Juana13), aunque no sabemos nada de él que esté docu-
mentado, hasta que aparece en Lima en 1669, con 21 años. Desde ese
periodo se conoce su participación en diferentes y variadas actividades
relacionadas con la explotación minera, pero sobre todo, y gracias a la
valiosísima obra documental de Lohmann, sabemos que era un hombre

11 Por ejemplo, Guamán Poma añade al término criollo ciertos elementos de valo-
ración de su conducta concluyendo «[… los dichos criollos son peores que mestizos y
mulatos y negros» (Nueva corónica…, II, 553).Ver el estudio de Chang-Rodríguez, 2009.
12 Lavalle, 1993 y 2000 presenta los modos de este enfrentamiento y los recursos
de los criollos para poder sacar ventaja de su posición, muchas veces en relación a su
condición de comerciantes.
13 El romance: «Carta que escribió el autor a la Monja de México, habiéndole en-
viado a pedir algunas obras de sus versos, siendo ella en esto, y en todo, el mayor ingenio
de estos siglos» (ver Cabanillas, 2013, pp. 13-22).

SUJETOS COLONIALES.indb 63 29/3/17 8:09


64 CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS

dedicado a diferentes operaciones crediticias: con préstamos, empeños,


arriendos, etc.14
Por su origen peninsular Caviedes no formaría parte del grupo de
criollos descendientes de los primeros conquistadores. Situación que lo
diferenciaría de autores como la propia Sor Juana, Carlos de Sigüenza y
Góngora y Pedro Peralta y Barnuevo, para destacar solo a algunos de ellos.
Caviedes sería parte más bien del grupo de criollos que el Inca Garcilaso
de la Vega denominaba «connaturalizados» (Historia general, I, 9-10). Es de-
cir, de aquellos que se habían adaptado a la naturaleza de la nueva zona15.
Esta adaptación era vista desde dos posiciones diferentes: aquellas
desde la Metrópoli que opinaban que la geografía —y sobre todo el
clima— del Nuevo Mundo ocasionaba anomalías en sus habitantes16 o
las que —defendiéndose de dicha opinión— encontraban en esa geo-
grafía condiciones propicias para lograr mayor salud, nobleza moral e
ingenio (Inca Garcilaso, El Lunarejo). Propuesta esta última defendida
por los propios ingenios de América y está presente ya, por ejemplo, en
las composiciones de la Academia Antártica de finales del siglo XVI, que
desde el nombre propone una reivindicación intelectual criolla.
Sin embargo, contamos con pocos datos sobre la vida de nuestro
poeta que nos permitan encontrar una conciencia de su posición dentro

14 A estas alturas e interpretando bien los documentos debe dejarse de lado la idea
falsa de que Caviedes era poseedor de un «cajón» de Ribera, en la Plaza Mayor de Lima,
como tienda de baratijas; es más probable, precisamente dados los documentos, que se
tratase de un cajón de pesar metales, idea justificada por su labor minera y otras inversio-
nes. Lohmann (1990, pp. 66-67) registra que en 1692 aparece en la lista de comerciantes
obligados a pagar la alcabala.
15 En el poema núm. 22 de Guerras físicas, el poeta presenta una réplica a un infor-
me del doctor Francisco Machuca, donde éste sostenía que los indios no podían comer
pepinos por nocivos a su naturaleza. Caviedes rebate esa opinión señalando que: «lo
que es costumbre se hace, / pasando uno y otro siglo, / naturaleza en los hombres» (vv.
33-36). Idea presente ya en Aristóteles (Retórica) y que se sustenta con la teoría médica
de los humores corporales. Ver Francisco de Vallés, Controversias, en López Piñero y
Francisco Calero, 1988, pp. 419-422.
16 Como señalan Bauer y Mazzotti, 2009, pp. 1-3, esta idea se basa en dos supo-
siciones con raíces ya en la antigüedad clásica: 1) la teoría de los humores, donde los
lugares extremos afectaban la disposición fisiológica y psicológica de las personas desba-
lanceando el equilibrio humoral, 2) La proximidad a un espacio habitado por salvajes y
bárbaros. Así se proponía que el Nuevo Mundo era un lugar inhóspito para el correcto
desarrollo humano.

SUJETOS COLONIALES.indb 64 29/3/17 8:09


EL SUJETO COLONIAL MULATO 65

de un grupo determinado, como el criollo17. A pesar de ello, la crítica li-


teraria que se ha ocupado de Caviedes ha utilizado muy fácilmente una
adscripción a lo «criollo» desde temprano. Primero, por la falta de docu-
mentos sobre su nacimiento —en esas épocas todavía no hallados—, y
luego porque la crítica decimonónica (José María Gutiérrez y Ricardo
Palma) habían canonizado una biografía que apuntaba: a un Caviedes
nacido en el Perú, de padre español y al mismo tiempo un personaje
pícaro, contestatario y rebelde, que se iba a convertir en una especie de
abanderado de un criollismo peruano18.
Para muchos críticos del siglo XX, Caviedes era todavía un baluarte
de un criollismo mal definido. Es el caso de Costigan (1992) que sin
situar el género y las convenciones poéticas de la época presentan la
construcción de una imagen «criolla» rebelde, antihegemónica que se
basa sobre todo en la utilización del género satírico-burlesco como base
para su argumentación:

El valor positivo del discurso satírico caviediano reposa principalmente


en el hecho de haber funcionado como arma de enfrentamiento al discurso
consagrado por el canon oficial, donde solo comparecían los elementos de
la visión de la elite dominante (1992, p. 220)19.

Este tipo de trabajo se contradice totalmente con otros que se de-


dican al mismo tema y no ven a Caviedes como un luchador rebelde
contra el discurso hegemónico sino más bien como poseedor de un dis-
curso hegemónico que ataca a otros grupos marginados. Este segundo
es el caso de un trabajo de Merino (1996)20 sobre el discurso racista de
Caviedes, que explica esta contradicción echando mano de un Caviedes
criollo —aunque marginado y sin poder—, que se satisface burlándose
con instrumentos de poder y «en niveles ya objetables», de los negros de
Lima en sus poemas21.

17 Lasarte, 2006, presume que existía en el poeta cierta simpatía por las preocu-
paciones y las quejas de los criollos. Por lo demás, para las complicadas definiciones de
criollo ver varios casos en el ya mencionado trabajo de Bauer y Mazzotti, 2009.
18 Ver para estos aspectos Cabanillas, 2013, pp. 22-36. Recientemente Terukina,
2016, se ha dedicado a este tema.
19 Ver Arellano, 2008.
20 Ideas ya expuestas en Laschober, 1978.
21 Mientras Costigan no solo desconoce las convenciones poéticas de la época, y
la eclosión de lo burlesco de la segunda mitad del siglo XVII, en Merino se percibe

SUJETOS COLONIALES.indb 65 29/3/17 8:09


66 CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS

Algunos rasgos que, en cambio, podrían acercar a nuestro poeta a di-


cho grupo de criollos pueden desprenderse de su matrimonio precisa-
mente con una criolla (Beatriz de Godoy Ponce de León) y sobre todo
de algunos de sus poemas. Entre ellos unos ataques al destituido Duque
de la Palata y elogios al nuevo virrey Conde de la Monclova, que qui-
zás insinúen su posición en defensa de los intereses mercantiles criollos
frente al hostigamiento del defenestrado virrey que, apremiado por la
falta de medios para hacer frente a los ataques de los piratas, pretendía
constantemente lograrlos a través de imposiciones económicas nuevas
a los comerciantes limeños, entre los que se encontraba nuestro poeta.
Así, al llegar noticias de la muerte del Duque en Portobelo mientras
regresaba a España, Caviedes escribe un soneto que empieza así «De
abundancia sobrado en Portobelo» donde se señala: «De oro y plata
se hizo con su anhelo / agotando al Perú los minerales». Creo que en
ese contexto crítico contra el Duque de la Palata, —que puede docu-
mentarse también en algunos pasajes del diario de Mugaburu—, debe
situarse el ya comentado poema: «Memorial que da la Muerte al virrey
en tiempo que se arbitraba si se enviarían navíos con gente de guerra
para pelear con el enemigo inglés, o si se haría muralla para resguardar
la ciudad de Lima, en el romance siguiente» (núm. 19).
Estos elementos pueden identificar a Caviedes dentro del grupo de
los criollos «connaturalizados». Aunque no nos constan otras caracterís-
ticas propias en él que lo enfrenten a cualquier otro peninsular en parti-
cular o en grupo. Incluso en sus poemas contra los médicos, sus ataques
se dirigen indistintamente tanto a peninsulares, criollos, mulatos, indios,
incluso un italiano relacionados al oficio de la medicina etc.22.

claramente un juicio anacrónico, si se comprende que la actitud en la época para con


los esclavos africanos era de por sí negativa desde su origen.
22 El repertorio de médicos que figura en los poemas de Guerras físicas, proezas medi-
cales, hazañas de la ignorancia presenta una proporción de casi el 50 % para cada bando. Se
nota sin embargo que hay menos cirujanos peninsulares y al contrario más catedráticos.
Donde se percibe la influencia de los Virreyes recién llegados para instalar a sus médicos
de cámara no solo como titulares del Hospital de españoles de San Andrés, sino sobre
todo en la Cátedra de prima, que tenía adjunta el título de Protomédico del reino. Fue
el caso de los doctores Juan Romero, José Miguel Osera y Estella, y Francisco del Barco,
que llegaron en el séquito de cada nuevo virrey.

SUJETOS COLONIALES.indb 66 29/3/17 8:09


EL SUJETO COLONIAL MULATO 67

El mundo de los esclavos africanos


La trata de esclavos se convirtió en un medio de reemplazo de la
mano de obra indígena, debida sobre todo a la alta mortalidad de este
último grupo en los primeros años de la colonización española. Como
se puede estimar de los datos de Eltis y Halbert (2011), durante el pe-
riodo comprendido entre 1500 y 1700 se desplazaron desde África a
América cerca de 1.431.610 esclavos africanos. Casi todos desde la costa
occidental africana23. Después de haber sufrido la caza, el angustioso
desplazamiento, el maltrato, hacinamiento en los barcos, debían todavía
trasladarse por el territorio americano. Algunos de ellos pudieron eva-
dirse del control de los comerciantes y dueños y lograron establecerse
clandestinamente en palenques; mientras otros incluso pudieron formar
«reinos» en territorio americano: como es el caso de los cimarrones.
Mientras, lejos del espacio rural —y bajo el control de unos agentes
administrativos y una policía urbana que dirigía sus conductas— otros
«resistieron de manera individual, silenciosa y anónimamente, aprove-
chando los portillos del sistema» (Rina Cáceres, p. 12). Fue el caso de los
esclavos de Lima, destinados más bien al trabajo o servicio doméstico en
el hogar de sus amos —civiles o eclesiásticos—, y a servir de lacayos de
caballeros y cargadores de las literas de las damas24.
Para la época de Caviedes es muy útil el trabajo de Jouve Martín
(2005) que estudia precisamente a la población negra que habitaba Lima
entre los años 1650 y 1700. Su estudio es esencial y nos permite cono-
cer las formas y modelos de negociación de los esclavos y negros libres
con el poder administrativo y comercial para lograr ciertos beneficios
—que alguna vez llevaban a cierto ascenso—. Estos grupos o castas
recurrían a diferentes estrategias como, por ejemplo, el de su inserción
en los discursos letrados, sobre todo jurídicos, de la época a través de
su figuración escrita en procesos y pleitos. La aparición de esclavos en
testamentos, contratos de compra-ventas, procesos judiciales, etc. no
pueden ser simplemente considerados como circunstanciales sino mo-
tivados por una forma de conseguir reconocimiento y participación
como sujetos de la ciudad. En lo que sigue veremos estas prácticas en el
caso particular de los cirujanos mulatos Utrilla, prácticas que se verán
criticadas en la poesía satírico-burlesca de Juan del Valle y Caviedes.

23 Ver Bowser, 1974 y sobre todo Klein, 2011.


24 En el caso de las mujeres su labor incluía ser nanas de los hijos de sus amos.Ver
para esclavos de escribanos y protectores de indios Novoa, 2016, pp. 173-178.

SUJETOS COLONIALES.indb 67 29/3/17 8:09


68 CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS

La representación de los mulatos estaba supeditada en primer lugar


a la tradición poética, que pueden leerse por ejemplo ya en Quevedo,
que destaca como elemento base la asociación de negros = perros, que se
repetirá en todos los poemas en que se mencionan a los cirujanos mu-
latos Pedro de Utrilla el Viejo y Pedro de Utrilla el Mozo. Asociación
tipificada que tiene su origen en el apodo que se daba desde siglos ante-
riores a los moros en la Península25. Por ejemplo, en el poema: «Vejamen
que le dio el autor al zambo Pedro de Utrilla, el Mozo, en el grado que
por pasatiempo le dieron unos amigos del doctor, por alabarse mucho
de haber abierto a una mujer y sacádole una piedra de la vejiga y no
haberse muerto…»:

Pedro de Utrilla, el Cachorro,


hablo así porque me entiendan
que hay otro Pedro de Utrilla
que por viejo está sin presas.
«El Mozo» le hubiera dicho,
no le dije porque yerra
quien le da nombre de gato
al que es perro por esencia (núm. 18, vv. 5-12).
[…]
gozquecillo de Galeno,
aunque con cortas orejas,
con quien la Muerte en sus faldas
ordinariamente juega;
perdiguero de la caza
de su fúnebre ballesta,
pues la levanta a sus tiros
en los enfermos y enfermas (núm. 18, vv. 21-28).

Las referencias al color oscuro de la piel serán multiplicadas con


símiles y metáforas tradicionales y siguiendo modelos, como el ya men-
cionado quevediano, con constantes comparaciones grotescas con cho-
rizos (dedos), brevas y pasas (cabeza); la oscuridad tópica de Noruega o
el lugar de precedencia: Guinea.

25 Ver Arellano, 1987-1988.

SUJETOS COLONIALES.indb 68 29/3/17 8:09


EL SUJETO COLONIAL MULATO 69

el licenciado morcilla
y bachiller chiminea,
catedrático de hollín
graduado en la Noruega;
doctor de cámara obscura
del rey congo de Guinea,
cuando ha comido morcilla
que es la cámara morena; (núm. 18, vv. 13-20)

Este tipo de procedimiento tradicional se repite en otros poemas.


Pero en Caviedes se van a añadir nuevos elementos como la identifica-
ción de esclavos a través de su propia casta o nación africana, como se
registraba en documentos de la época26. Por ejemplo, en un documento
relativo a los Utrilla, Lohmann (1990) ha hallado que Utrilla padre se
casó por tercera vez con la «hija natural de Ventura bran y de Juana
zape». Recurre a la misma fórmula, en plan burlesco, nuestro poeta para
relacionar MUERTE, oficio de difuntos = NEGROS y así dice de
Utrilla hijo en el poema ya citado:

tumba arará que se viste,


por de dentro y por de fuera,
de negro luto aforrado,
bayeta sobre bayeta;
cambangala parce mihi,
o popó requiem eternam,
requiescat in pace congo,
a porta inferi breva (núm. 18, vv. 41-48).

Como señala Jouve (2005, pp. 45-47) a pesar de una identificación


inicial por sus castas de origen, rápidamente las siguientes generaciones
de esclavos se preocuparon más por identificarse dentro de una catego-
ría de castas diferentes: la de negros, mulatos o zambos. Estas categorías
jugaron un papel vital al momento de establecer su posición en la socie-
dad colonial. Era muy importante para estos sujetos coloniales el cómo
eran percibidos por los otros y cómo se representaban ellos mismos. La

26 Es importante señalar que, en su origen, y para el caso de los esclavos, el término


casta tiene como única referencia a las naciones o etnias, pero muy pronto va a incluir a
los derivados de ellos: zambos, mulatos, pardos, etc. Ver para una discusión del término
Twinam, 2015, p p. 48-49.

SUJETOS COLONIALES.indb 69 29/3/17 8:09


70 CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS

diferencia entre ser vistos y considerados como negros, mulatos o zam-


bos, era importante de acuerdo a las implicaciones sociales que tenían
esas diferencias y su alejamiento o cercanía a las elites.
De hecho, la legislación colonial establecía en la práctica diferentes
tratos para estas castas27. Eran más permisivas con los mulatos que con
los negros, permitiéndoles una mayor integración en las estructuras gre-
miales, cargos y oficios. Así, a los negros se les prohibía ciertos oficios:
aprensadores, tintoreros, orilleros y tejedores de pasamanos de oro y
plata. También se les prohibía ser escribanos y maestros, oficios de gran
responsabilidad moral. A pesar de ello muchos aprendían oficios como
esclavos o ayudantes (Bowser, 1974, 125-146).
La concesión a los mulatos era grande, se les permitieron «excepcio-
nalmente» participación en cargos públicos y religiosos. Y desde 1620
tenían un gremio con el que participaron en diversas festividades cívicas
y religiosas en Lima. Por ejemplo, en 1633 representaron una obra en las
celebraciones del nacimiento del príncipe Baltasar Carlos28. Y no debió
tratarse de una actividad excepcional, pues en otro poema de Caviedes, de
alrededor de 1690, y fuera de este corpus, se parodia un memorial escrito
por los mulatos al virrey pidiendo autorización para representar una co-
media en agradecimiento por haber perdonado de la horca a uno de ellos.
Al darse cuenta de dichos privilegios ellos mismos intentaron man-
tener una identidad diferenciada y, en la medida de lo posible, acercarse
socialmente a quienes eran clasificados como españoles. Se evidencia, sí,
como señala Jouvé Martín, que no se trata de reivindicaciones grupales
sino de identidades personales, que puede explicarse rápidamente con
datos que demuestran a mulatos y negros libertos teniendo como pro-
piedades a otros esclavos negros. Pues nada daba mayor estatus que la
posesión de esclavos.
En el mencionado poema «Memorial que da la muerte al virrey…»
donde la Muerte dice al Duque de la Palata que en lugar de enviar flota
o construir muralla envíe a todos los médicos de Lima, que son más
efectivos, y entre ellos a:

27Estas nomenclaturas (negro, negro libre, mulato, zambo, pardo, etc.) van a formar
conceptos de inclusión y exclusión alrededor de definiciones de calidad, estado y con-
dición.Ver Twinam, 2015, p. 53.
28 Ver Jouve, 2007, pp. 187-189.

SUJETOS COLONIALES.indb 70 29/3/17 8:09


EL SUJETO COLONIAL MULATO 71

dos fragatones Utrillas,


por el color embreados,
y por la casta, y pues pueden
los dos estar amarrados (núm. 18, vv. 85-88).

Donde hay un símil entre los perros, por estar amarrados, con los
fragatones o pequeños barcos guías que dirigían —tirando con cuerdas
a los barcos más grandes al entrar a puerto. Pero también la brea, no solo
por el color, se asocia a los Utrilla; sino también porque es una referen-
cia a los castigos contra los esclavos a quienes se les echaban brea, cera
o tocino derretido sobre las heridas abiertas después de los azotes29. El
pasaje incluye una nueva mención a la casta, voz que se utilizaba por raza
(y que lleva en este contexto su identificación con lo animal: así se dife-
renciaba la raza de los perros y caballos, etc.). Además, era término usado
por los comerciantes de negros para diferenciar los grupos étnicos de
donde provenían los esclavos, y como señalamos antes, para los deriva-
dos de ellos por mixtura30. Lo vuelve a utilizar el poeta en otro poema:

Bravo cirujano dice


él mismo que es, y se engaña
en lo cirujano, que
en lo otro, que es de casta (núm. 44, vv. 25-28).

El ser miembro de una casta incluía no solo una diferenciación física


sino de orden administrativo (asentamiento) y control (actividad) en la
ciudad virreinal. En este pasaje, más allá de la animalización, se recuerda
a Utrilla su inclusión dentro de una categoría de control y que marcaba
su inferioridad31.
Aún más local es la mención a otro castigo: amasar panes (Del Busto,
2001, pp. 41-42). Se dice de Utrilla:

29 Guamán Poma señala que los negros no escarmientan de su conducta ni con


«pringalles con tocino» (Nueva corónica, II, 704).
30 Así lo registra Sandoval, De instauranda, p. 141: «De Loanda viene de ordinario
estas castas: angolas, congos o monicongos, que es lo mesmo: angicos, monxiolos y ma-
lembas. Son los negros de esta casta los de menos valor y menos suerte» (mis cursivas).
31 Como ya se indicó, el concepto de casta es problemático; puede verse una inte-
resante reflexión sobre su movilidad y uso en O’Toole, 2012.

SUJETOS COLONIALES.indb 71 29/3/17 8:09


72 CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS

forzado del amasijo


de la Muerte, que en la artesa
del hospital de los indios
amasa roscas trigueñas (núm. 18, vv. 65-68).

Se solía enviar a amasar pan a los esclavos como castigo: en este caso,
burlescamente, dice el poeta sobre el cirujano Utrilla que en lugar de
amasar pan estaba amasando (matando) indios, ya que era cirujano en el
hospital de indios de Santa Ana. Además del juego dilógico de trigueño
relativo al trigo de la masa y el color de los indios32, puede encontrarse
en estos versos otra referencia a una condición de esclavitud.
No faltan referencias al cimarronaje. Aquí el cirujano Utrilla no
huye de sus dueños hacia el monte sino del conocimiento médico y
hace referencia explícita a una zona de huida en el camino del puerto
del Callao hacia Lima:

cimarrón de cirugía
pues, huyendo de saberla,
está en el monte de idiotas
con su boca en Bocanegra33 (núm. 18, vv. 61-64).

También aparecen descripciones de lugares relacionados a trabajos


de negros esclavos en zonas rurales, como los cultivos de uvas y produc-
toras de aguardiente en el sur de Lima: Pisco (Bowser, 1974, pp. 88-95).
Utilizando la asociación ya mencionada perro=negro y el oficio de
cirujano (echaba ayudas) se menciona también al valle de Chunchanga
en Ica34: «perro de ayuda Chunchanga / porque en su oficio las echa»
(núm. 18, vv. 29-30).Y en otra ocasión se referirá a Utrilla como:

y al Pisco de cirugía
le echaran donde le vieran,

32 Trigueño era el color «entre moreno y rubio», como señala Covarrubias en su


Tesoro.
33 Además del juego burlesco por disociación: boca – negra, se refiere a un lugar
geográfico situado entre el puerto del Callao y Lima, se sabía que entre sus espesuras se
escondían grupos de cimarrones.
34 Como señala Vázquez de Espinosa, Compendio y descripción de las Indias, p. 326:
«algo más adelante del pago de Cóndor el Alto está el de Chunchanga, 5 leguas de Pisco
río arriba, donde hay un pueblo formado de españoles, negros e indios».

SUJETOS COLONIALES.indb 72 29/3/17 8:09


EL SUJETO COLONIAL MULATO 73

en lagar, los pies con uvas


y con pasas la cabeza, (núm. 18, vv. 29-30)

La fijación y la burla contra este grupo en muchos de los poemas no


sorprenden si se calcula que para el siglo XVII la población negra, en
todas sus variantes: negro, zambo, mulato llegaba a ocupar un porcentaje
bastante alto de la población de Lima frente a la de indios y españoles.
Así lo indicaba en 1639 Bernabé Cobo en su Historia de la fun-
dación de Lima:

De 5 000 a 6 000 vecinos españoles, que con los entrantes y salientes


hasta 25 000 almas, 30 000 mil negros esclavos de todo sexo y edades, de los
cuales la mitad, poco más o menos, residen lo más del tiempo en las chacras
y heredades de este valle, y hasta 5 000 mil indios, asimismo de todas eda-
des, con que vienen a ser 60 000 personas, de toda suerte de gente, las que
habitan esta ciudad. (cit. en Jouve, 2005, p. 24).

Cantidad que alarma al virrey Marqués de Mancera, que en 1648


envía en carta al nuevo virrey esta información:

Los españoles que hay en ellas son pocos y divididos, pero no hacen falta.
Los indios, menos de los que fuera menester, por la disminución que han
venido […] y hay más negros de lo que cualquier moderado discurso polí-
tico permitiera, pero no dejan de ser necesarios. (cit. en Jouve, 2005, p. 21).

¿Pero quiénes eran estos Utrilla? Pedro de Utrilla el Viejo era hijo
ilegítimo del español Gregorio de Utrilla35. Nació en Lima en 1623 y
murió en 1691. En los documentos que ha encontrado Lohmann (1990,
pp. 878-880), se reconoce en 1688 «de color pardo», es decir un mula-
to36. Se presenta en 1664 como cirujano y en 1669 como bachiller. Era,
a pesar de esos grados, esclavo cautivo de la Hermandad del Hospital de
Indios de Santa Ana, aunque con ciertas libertades, como se verá luego.
A pesar de su condición de esclavo en 1673 fue investido como Ma-
yordomo de la cofradía de San Juan Bautista de la parroquia de Santa

35 A quien el escritor Fernando Iwasaki ha dedicado una novela, Neguijón (Madrid,


2005).
36 Conviene notar que el término mulato, en la época, refiere al descendiente de
negro con alguien no-negro: es decir, blanco o indio. Tanto mulato como pardo co-
rresponden a categorías que están entre ambos espacios: lo más negro y lo más blanco
(Twinam, 2015, p. 44-46).

SUJETOS COLONIALES.indb 73 29/3/17 8:09


74 CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS

Ana, lo que indica el ascenso social al que había llegado pese a ser escla-
vo dentro de su parroquia37. Utrilla el Viejo se casó en segundas nupcias
con una mulata libre en 1657. Lo que aseguraba que su descendencia
fuera libre, ya que la esclavitud se transmitía por vía materna38.
En 1690, cuando Utrilla estaba ya muy anciano y enfermo, solicito
escritura de horro (es decir de libertad), a la Hermandad del Hospital
de Santa Ana, que le dio autorización para poder morir libre y dispo-
ner testamento de lo que había conseguido, con la condición de seguir
trabajando en el hospital hasta el final de sus días si se recuperaba39. En
dicha solicitud también se menciona la dispensación que había recibido
de la hermandad tres décadas antes para administrar su caudal acumula-
do gracias a «su industria en el arte de la cirugía»40. Estamos pues ante el
caso de un personaje mulato que llegó a obtener ciertos recursos siendo
esclavo y cierta importancia dentro de su parroquia (en la que estaba
organizado) a través del oficio médico. Utrilla, murió el 18 de junio de
1691, dejando a su hijo como heredero del puesto de cirujano.
Su hijo, Pedro de Utrilla el Mozo. Nació en Lima en 1660. Hijo le-
gítimo del anterior y de la mulata libre Josefa María Vázquez Limón. Él
va a seguir con una serie de medidas para progresar dentro de su estado
o casta. Estas medidas estarán glosadas poéticamente por Caviedes, para
decirlo de alguna manera, y puede encontrarse, sin duda, en dicha crítica
una opinión negativa contra estas estrategias. Sospecho, por ejemplo,
que Caviedes se burla de la diferencia entre la esclavitud de Utrilla el
Viejo y la libertad de el Mozo en el poema: «Causa que se fulminó en
el Parnaso contra el doctor don Melchor Vázquez, por haberle tirado un
carabinazo a otro médico tuerto en un muladar», parodia de un proceso
legal, donde se recomienda menos ostentación y más humildad a uno de

37 Las cofradias se convirtieron en un instrumento estratégico de progreso para


negros y mulatos.Ver Jouve, 2005, pp. 135-143.
38 La esclavitud se transmitía por vía materna; así estaba establecido ya en las Siete
partidas. Ver Twinam, 2015, pp. 84-96, sobre estrategias basadas en el matrimonio entre
esclavo y mujer libre. Muchos esclavos sabían que si no podían cambiar su condición,
por lo menos, sí la de sus descendientes (p. 91). Este hecho motivo, entre varios otros,
que muchos esclavos africanos buscaran, a veces por la fuerza, mujer india.
39 Jouve, 2005, pp. 80-85, donde se encuentran varios casos de condiciones simi-
lares en las cartas de libertad de los esclavos y sobre las ventajas administrativas de la
condición de libres.
40 Jouve, 2005, pp. 40-41, sobre la esclavitud jornal, es decir la libertad que daba el
amo al esclavo para trabajar a condición de pagar una cantidad tras cada jornada.

SUJETOS COLONIALES.indb 74 29/3/17 8:09


EL SUJETO COLONIAL MULATO 75

los médicos involucrados en el pleito (que iba a caballo con un lacayo


negro que le llevaba el aparejo), poniendo como ejemplo a Utrilla:

Que de una pieza se trae


a fin de escusar tropiezos,
disgustos y disensiones
esclavo lacayo y dueño (núm. 37, vv. 293-296).

La mención a la pieza, término utilizado por los negreros para refe-


rirse a los esclavos en sus tratos comerciales así lo recuerda. En este caso,
además se tacha a Utrilla, paradójicamente, de libre y esclavo.
En 1688, a los 28 años, Pedro de Utrilla el Mozo, según Lohmann
(1990, pp. 880-881) presentó una instancia en el Hospital de Santa Ana
para ser elegido cirujano sucesor de su padre ya anciano, indicando que
ya trabajaba allí asistiendo a su progenitor desde 1682. Petición que fue
aceptada por la hermandad del hospital. Caviedes hace algunas men-
ciones a este suceso en otro poema: «Carta que escribió el ingenio al
doctor Herrera, el Tuerto, a quien llevó de esta ciudad a la de Quito el
Presidente, y lo hizo Protomédico y Catedrático de Prima del Rastro
de la Medicina». Parodia de carta en la que el poeta cuenta al médico de
Quito las últimas noticias de Lima:

Utrilla, el viejo, murió


de rabia, porque su hijo
le dio zarazas en una
purga de vidrio molido. (núm. 34, vv. 77-80).

En noviembre de 1689, Utrilla el Mozo, se casó con la cuarterona


libre (hija de mestiza y español) Antonia de Segura. Caviedes le dedica
un poema al matrimonio: «Romance al casamiento de Pedro de Utri-
lla», que precisamente destaca por las burlas sobre la dote que recibió el
médico mulato: un esclavo negro. La posesión de esclavos era un sím-
bolo importante de estatus en esa sociedad colonial y eso lo sabían los
propios negros libres y mulatos41.

Un cuento de cuentos dicen


que por dote le señalan
si un zambo le dan, que suyo

41 Jouve, 2005, pp. 42-43.

SUJETOS COLONIALES.indb 75 29/3/17 8:09


76 CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS

zambo de zambos se llama.


En el dote y en el novio
distinción ninguna se halla,
porque en tintos no hay distintos
y esto en turbio es verdad clara. (núm. 44 vv. 5-12).

Y después hace referencia a la raza de la novia, jugando con el dinero


(blanca) de la dote. Donde cabe ver la crítica al matrimonio que alejaba
al esposo y a su progenie de los orígenes negros.

Otras dotes hay más pobres,


pues si con mujer mulata
una blanca no ha llevado,
ha llevado media blanca. (núm. 44, vv. 21-24).

Al final del mismo poema el poeta augura descendencia del matri-


monio:

Un cachorrito barcino
de la primera camada
le suplico que me dé,
para enseñarlo a las armas. (vv. 45-48).

Y en ella puede verse otra crítica pues barcino es el «Color mezclado


de blanco, pardo, y algunas veces rojo, como el que suelen tener los pe-
rros, toros y vacas, como lo prueba el refrán que dice: El galgo barcino,
o malo u muy fino».
Utrilla en 1693 era ya cirujano examinado y en 1699 médico ciruja-
no. Murió el 4 de agosto de 1718. Dos datos atestiguan su prosperidad: la
posesión de algunas fincas y que sucesivas generaciones de sus herederos
se hicieron cargo del mismo puesto en el dicho Hospital de Santa Ana.
Como se ve, a pesar de tener un fin definido: la crítica satírica; este
corpus poético nos permite ver en acción un tipo de representación y
valoración desde la perspectiva de un criollo de los otros grupos que ha-
bitaban Lima. Interpretación que debe hacerse con el cuidado y matizan-
do los elementos debidos a la tradición literaria y destacando, en cambio,
los novedosos surgidos de un espacio y geográfico y social nuevo.

SUJETOS COLONIALES.indb 76 29/3/17 8:09


EL SUJETO COLONIAL MULATO 77

Bibliografía
Arellano, Ignacio, «La poesía burlesca áurea, ejercicio de lectura conceptista
y apostillas alromance “Boda de negros” de Quevedo», Revista de Filología
Románica, Universidad Complutense de Madrid,V, 1987-88, pp. 259-276.
— «El ingenio conceptista y el criollismo costumbrista de Juan del Valle y Ca-
viedes», en Herencia cultural de España en América. Siglos XVII y XVIII, ed. T.
Barrera, Madrid / Frankfurt, Iberoamericana / Vervuert, 2008.
Bauer, Ralph y Mazzoti, José Antonio, Creole Subjects in the Colonial Americas,
North Caroline, The University of North Caroline Press, 2009.
Bègue, Alain, «Aproximación a la lengua poética de la segunda mitad del siglo
XVII: el ejemplo de José Pérez Montoro», Criticón, 97-98, 2006, pp. 153-
170.
— Las academias literarias en la segunda mitad del siglo XVII. Catálogo des-
criptivo de los impresos castellanos de la Biblioteca Nacional de Madrid,
Madrid, Biblioteca Nacional/Ministerio de Cultura, 2007.
— «“Degeneración” y “prosaísmo” de la escritura poética de finales del siglo
XVII y principios del XVIII: análisis de dos nociones heredadas», Criticón,
103-104, 2008, pp. 21-38.
— «Albores de un tiempo nuevo: la escritura poética de entre siglos (XVII-
XVIII)», A. Egido y J. E. Laplana Gil (eds.), La luz de la razón. Literatura y
Cultura del siglo XVIII. A la memoria de Ernest Lluch, Zaragoza, Institución
“Fernando el Católico”, Exma. Diputación de Zaragoza, 2010, pp. 37-70.
— «Hacia la modernidad: nuevas actitudes del yo lírico en la poesía española
entre Barroco y Neoclasisismo», Cuadernos ASPI, 1, 2013, pp. 63-88.
— «El oficio de poeta: claves para el estudio de la figura del poeta a finales del
siglo XVII», en «Hilaré tu memoria entre las gentes». Estudios de literatura
áurea. Homenaje a Antonio Carreira, coord. A. Beguè y A. Pérez Lasheras, Za-
ragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014, II, pp. 41-83.
Bernal Ruiz, María. del. P., La toma del puerto de Guayaquil en 1687, Sevilla,
Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1979.
Browser, Frederick P., The African slave in colonial Peru, 1524-1650, Stanford,
CA., Stanford University Press, 1974.
Busto, José Antonio del, Breve historia de los negros del Perú, Lima, Fondo Edito-
rial del Congreso de la República, 2001.
Cabanillas Cárdenas, Carlos F., «De nuevo sobre el corpus antigalénico de
Juan del Valle y Caviedes», en Poesía satírica y burlesca en la Hispanoamérica
colonial, eds. I. Arellano y A. Lorente Medina, Madrid / Frankfurt, Vervuert
/ Iberoamericana, 2009, pp. 59-75.
— «Estudio preliminar», en Juan del Valle y Caviedes, Guerras físicas, proezas
medicales, hazañas de la ignorancia, ed. C. F. Cabanillas Cárdenas, Madrid /
Frankfurt,Vervuert/ Iberoamericana, 2013, 11-155.

SUJETOS COLONIALES.indb 77 29/3/17 8:09


78 CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS

Cáceres, Rina, «Prólogo», en Rutas de la esclavitud en África y América Latina,


ed. R. Cáceres, San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica, 2001,
pp. 9-18.
Chang-rodríguez, Raquel, «Cruel Criollos in Guamán Poma de Ayala´s First
New Chronicle and Good Government», en Creole Subjects in the Colonial
Americas, eds. R. Bauer y J. A. Mazzotti, North Caroline, The University of
North Caroline Press, 2009. 118-134.
Costigan, Lucia. H., «Relendo o Diente del Parnaso de Juan del Valle y Ca-
viedes: una contribucâo para o estudo do intelectual criollo», Revista de
Estudios Hispánicos, 19, 1992a, pp. 211-220.
Covarrubias, Sebastián de, Tesoro de la lengua castellana o española, ed. I. Arellano
y R. Zafra, Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert/Real Academia
Española/Centro para la Edición de los Clásicos Españoles, 2006.
Eltis, David y Halbert, Martin coord. The Trans- Atlantic Slave Trade Database,
Emory University, http://www.slavevoyages.org/
Exquemelin, Alexander, Piratas de la América, Colonia, 1681 [Traducción del
original holandés].
Gerhard, Peter, Pirates of the Pacific, 1575-1742, Lincoln /London, University
of Nebraska Press, 1990.
Giesecke Alberto y Silgado, Enrique, Terremotos en el Perú, Lima, Rickchay,
1981.
Guamán Poma De Ayala, Felipe, El primer nueva corónica y buen gobierno, 1615-
1617, Biblioteca Real de Copenhague,
http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/info/es/frontpage.htm
Hevia, Jacinto de, «Vejamen al doctor Antonio Coronel», en El paseo triunfal
y el vejamen del graduando, ed. L. A. Eguiguren, Lima, Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, 1949.
Jouve martín, José Ramón, Esclavos de la ciudad letrada. Esclavitud, escritura y
colonialismo (1650-1700), Lima Instituto de Estudios Peruanos, 2005.
— «Public Ceremonies and Mulatto Identity in Viceregal Lima. A Colonial
Reenactment of the Fall of Troy (1631)», Colonial Latin American Review, 16,
2007, pp. 179-201.
Klein, Herbert S., El tráfico de esclavos, Lima, Instituto de Estudios Peruanos,
2011.
Kovach, Robert. L., Early Earthquakes of the Americas, Cambridge, Cambridge
University Press, 2004.
Lasarte, Pedro. Lima satirizada (1598-1698): Mateo Rosas de Oquendo y Juan del
Valle y Caviedes, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2006.
Laschober, Paola. J., Socio-Economics Aspects of Juan del Valle y Caviedes’s Satire of
Colonial Afro-Peruvians, Ann Arbor, Michigan, UMI, 1979.
Lavallé, Bernard, Las promesas ambiguas. Criollismo colonial en los Andes, Lima,
Instituto Riva-Agüero, 1993.

SUJETOS COLONIALES.indb 78 29/3/17 8:09


EL SUJETO COLONIAL MULATO 79

— «El criollismo y los pactos fundamentales del imperio americano de los


Habsburgos», en Agencias criollas. La ambigüedad colonial en las letras hispa-
noamericanas, ed. J. A. Mazzotti, Pittsburgh, PA., Instituto Internacional de
Literatura Iberoamericana, 2000.
Layna Ranz, Francisco, «Ceremonias burlescas estudiantiles (siglos XVI y
XVII) 1. Gallos», Criticón, 52, 1991, pp. 141-162.
— «Dicterio, conceptismo y frase hecha: a vueltas con el vejamen», Nueva Re-
vista de Filología Hispánica, 44, 1996, pp. 27-56.
Lohmann, Guillermo, «Un poeta virreinal del Perú: Juan del Valle y Caviedes»,
Revista de Indias, 14, 1948, pp. 100-102.
— «Nomenclátor de personas y asuntos mencionados en la obra de Valle y
Caviedes», en Juan del Valle y Caviedes. Obra completa, ed. M. L. Cáceres
ACI., L. J. Cisneros y G. Lohmann Villena, Lima, Banco de Crédito del
Perú, 1990, pp. 819-194.
López Piñero, José María, y Calero, Francisco, Las Controversias (1556) de
Francisco de Vallés y la Medicina renacentista, Madrid, CSIC, 1988.
Lorente Medina, Antonio, Realidad histórica y creación literaria en las sátiras de
Juan del Valle y Caviedes, Salamanca/Madrid, Universidad de Salamanca/
UNED, 2011.
Lucena, Manuel, Piratas, bucaneros, filibusteros y corsarios en América: perros, mendi-
gos y otros malditos del mar, Madrid, MAPFRE, 1992.
Madroñal, Abraham, De grados y de gracias. Vejámenes universitarios de los Siglos
de Oro, Madrid, CSIC, 2005.
Mas y Usó, Pascual, «Academias ficticias valencianas durante el Barroco», Cri-
ticón, 61, 1994, pp. 47-56.
Merino, Eloy, «El discurso racista en Diente del Parnaso», Osamayor, 9, 1996,
pp. 3-12.
Mugaburu, Joseph de, Diario de Lima (1640-1694). Crónica de la época colonial,
ed. H. Urteaga y C. Romero, Lima, Imprenta Librería San Martín, 1917.
Novoa, Mauricio, The Protectors of Indians in the Royal Audience of Lima. His-
tory, Careers and Legal Culture, 1575-1775, Leiden/Boston, Brill/NIJHOFF,
2016.
O´toole, Rachel S., Bound Lives. Africans, Indians, and the Making of Race in Co-
lonial Peru, Pittsburgh, Pa., University of Pittsburgh Press, 2012.
Peralta y Barnuevo, Pedro, Lima inexpugnable. Un libro desconocido del polígrafo
don Pedro Peralta y Barnuevo, ed. L.A. Eguiguren, Lima, Liurimsa, 1966.
Pérez Magallón, Jesús, Construyendo la modernidad. La cultura española en el
«tiempo de los novatores» (1675-1725), Madrid, CSIC, 2002.
Sandoval, Alonso de, Un tratado sobre la esclavitud [De instauranda Æthiopum
salute], ed. E.Villar, Madrid,Alianza Editorial, 1987.
Sharp Bartholomew, The Voyages and Adventures of Captain Bartholomew Sharp
and Others in the South Sea, Londres, 1684.

SUJETOS COLONIALES.indb 79 29/3/17 8:09


80 CARLOS F. CABANILLAS CÁRDENAS

Terukina, Jorge, «Entre los ‘hierros del culteranismo’ y unos ‘poetas satíricos
populares y democráticos’: Ricardo Palma, Juan del Valle Caviedes y la in-
vención de la nación peruana», Bulletin of Spanish Studies, 2016 (online).
Twinam, Ann, Purchasing Whitness. Pardos, Mulattos and the Quest for Social Mobi-
lity in the Spanish Indies, Stanford, Stanford University Press, 2015
Valle y Caviedes, Juan del, Romance en que se procura pintar, y no se consigue, la
violencia de dos terremotos con que el poder de Dios asoló esta ciudad de Lima,
emporio de las Indias Occidentales y la más rica del mundo, Lima, c. 1687-1688.
— Obra completa, ed. M. L. Cáceres ACI., L. J. Cisneros y G. Lohmann Villena,
Lima, Banco de Crédito del Perú, 1990.
— Guerras físicas, proezas medicales, hazañas de la ignorancia, C. F. Cabanillas Cár-
denas, ed., Madrid / Frankfurt,Vervuert/ Iberoamericana, 2013.
Vázquez De Espinosa, Antonio, Compendio y descripción de las Indias Occidenta-
les, ed. B.Velasco Bayón, Madrid,Atlas, BAE, 1969.
Vega, Inca Garcilaso de la, Historia general del Perú [1617], ed. Ángel Rosenblat,
Buenos Aires, Emecé Editores, 1944, 3 vols.

SUJETOS COLONIALES.indb 80 29/3/17 8:09


LA RETÓRICA CLÁSICA
EN LA INSTRUCCIÓN DE TITU CUSI YUPANQUI1

Marguerite Cattan
Manhattanville College

El título de la Instrucción al Licenciado don Lope García de Castro (1570)


ha variado con el tiempo en las distintas ediciones que han aparecido
de este documento. Este cambio en los títulos se debe en cierta medida
a que el texto contiene tres documentos distintos: una instrucción, una
relación y una carta poder.
La relación que hizo el penúltimo inca, Titu Cusi Yupanqui, sobre
su versión de los hechos acontecidos tras la llegada de los españoles
conforma el grueso de la obra. Por ello, el título «relación» resultaría
más adecuado, pero el documento se aleja del formato específico al que
se ceñía una relación durante el siglo XVI. Julien apunta por ejemplo
a que el discurso oral incluido en la Instrucción es la característica fun-
damental que aleja a esta obra de los modelos genéricos españoles de
Relación y Memoria (Julien, 2006, p. xviii).

1 Este trabajo corresponde a una versión preliminar presentada en el seminar-


io Conflictos coloniales: indios, criollos y peninsulares en textos de la Hispanoamérica colonial
(Tromsø, Octubre de 2011), que luego fue desarrollada de manera más completa en
Revue Romane, 49:1 (2014): 120-146. Ver, además, los trabajos complementarios de
Cattan, 2001 y 2016, donde se estudian el contexto histórico, los intereses y moti-
vaciones en la producción del texto y la intermediación de fray Marcos García en la
Instrucción.

SUJETOS COLONIALES.indb 81 29/3/17 8:09


82 MARGUERITE CATTAN

Precisamente este «discurso oral» ha sido reconocido —quizás ciega-


mente— por varios críticos como una característica netamente incaica2,
pero trataré de demostrar en este trabajo que puede haber una expli-
cación distinta a esta problemática, y que se basa en la consideración
de que el texto principal, la denominada relación, responde a las pautas
de la retórica clásica que acercan su género más a un típico discurso
retórico que a una relación de sucesos ordenada por la corona. Pautas
retóricas que establecen no sólo su forma, sino también su contenido.
En este sentido, me atrevería a sugerir que el título «El discurso de
Titu Cusi Yupanqui» resultaría en cierta medida más adecuado para este
documento. El intento de este estudio es, pues, brindar una nueva lec-
tura del texto considerando los signos compositivos de la retórica clásica
que le dan forma e influyen en su fondo.

Campo de la retórica
Algunos críticos han hecho mención a la retórica incaica de la Ins-
trucción3. El término «retórica incaica» es en sí mismo un anacronismo,
ya que hablar de retórica alude necesariamente a la tradición grecolatina
que lo incaico, sin previo contacto occidental, no podría contener. Aún
si se acepta la utilización de «retórica» en su acepción amplia, aludir a
una «retórica incaica» significaría encontrar una expresión y estilo in-
caicos, es decir, un discurso originado a partir de una oralidad primaria4.

2 Según Julien, «Titu Cusi’s incorporation of speeches simply followed Inca “liter-
ary” models, it is also possible that these speeches reflect a kind of formalized internal
political discourse between the Inca and his advisors» (Julien, 2006, p. xx). Bauer afirma
que «[Manco Inca] speeches, as well as all the other speeches that appear in the text…
[are] a formal feature typical of Inca oral tradition, as the Inca language had no way of
indicating indirect discourse» (Bauer, 2005, p. 30). Para No la dramatización narrativa es
parte de «la oralidad discursiva expuesta por Titu Cusi con el propósito de revalorizar la
cultura oral incaica» (No, 2005, p. 89).
3 Entre los autores que han señalado rasgos incaicos están Ralph Bauer (2005) y
Catherine Julien (2006). Presentan como características incaicas: la repetición triple y
cuádruple; la simetría rítmica; los discursos directos de Manco Inca; y su aspecto repre-
sentativo teatral.
4 Culturas orales primarias son las que no han tenido contacto con ninguna forma
de escritura. Según Walter Ong (2002), el pensamiento y expresión verbal en una cul-
tura oral primaria resulta muchas veces extraño y obedece a características particulares:
aditiva, agregatoria (no analítica), redundante, tradicionalista, tono agonístico, participa-
tiva, homeostática y situacional (no abstracta).

SUJETOS COLONIALES.indb 82 29/3/17 8:09


LA RETÓRICA CLÁSICA EN LA INSTRUCCIÓN 83

La Instrucción, a mi parecer, se aleja de las características orales y obedece


más bien a una tradición escrita normada por reglas de retórica hereda-
das de la antigüedad clásica.
Como se sabe, en su origen griego el radio de acción de la retó-
rica no estaba vinculado a lo literario, sino al discurso judicial y polí-
tico. Un rhetor era un orador público. La retórica se estableció como
una técnica para expresarse adecuada y correctamente y persuadir así
a un tribunal o asamblea.
La retórica se convirtió en una disciplina de aprendizaje incluida en-
tre las siete artes liberales, y junto con la Gramática y la Dialéctica pasó
a componer el campo de estudio del Trivium. La Edad Media heredó la
tradición retórica clásica. Este arte se extendió durante el Renacimiento
cuando proliferaron la publicación de retóricas. Aunque el discurso se
plasmaba ahora en forma escrita, mantenía su finalidad de persuasión y
los elementos de la retórica clásica.
En el siglo XVI, cuando se escribió la Instrucción, la retórica se enten-
día como el arte de hacer discursos —mayormente practicado como el
arte de predicar— su esencia seguía manteniendo características de las
leyes de la retórica clásica. Características que se encuentran en la obra
de Titu Cusi Yupanqui, y que creo pueden llegar a cuestionar la autoría
de la obra.

Rasgos retóricos en la INSTRUCCIÓN : las pruebas de persuasión


(PISTIS)
Entre los muchos rasgos retóricos que se encuentran en el docu-
mento están: (i) la ocasión (kairos); (ii) su género de causa deliberativo;
(iii) su disposición de las partes (dispositio) en exordio, exposición, ar-
gumentación y epílogo; (iv) su orden lineal (ordos naturalis); y (iv) sus
pruebas de persuasión (pistis). En este artículo me limitaré a tratar y dar
algunos ejemplos de este último elemento.
El objetivo fundamental de un discurso retórico es persuadir a la au-
diencia. Según Aristóteles, la persuasión se logra a través de tres tipos de
constancias o pruebas: logos (razón), pathos (emoción) y ethos (carácter).
Estas pruebas son cualidades que el orador y su discurso deben demos-
trar y contener, pues la credibilidad del discurso se logra en parte por
el carácter del autor, por su razonamiento lógico y por su habilidad de
apelar a las emociones de la audiencia.

SUJETOS COLONIALES.indb 83 29/3/17 8:09


84 MARGUERITE CATTAN

Estas tres pruebas de persuasión están presentes en la Instrucción y,


además, forman cada momento histórico del relato de Titu Cusi Yu-
panqui. Así, tenemos que el relato sobre Atahualpa principalmente apela
al logos, pues en esta parte de la narración se trata de persuadir a través
argumentos lógicos sobre el comportamiento y mal proceder de este
inca. La historia de Manco Inca principalmente apela al pathos, a las emo-
ciones y a la simpatía de la audiencia, dando a conocer todas las injusticias
cometidas contra este otro inca. Finalmente, la historia de Titu Cusi apela
al ethos dando a conocer el carácter del autor y su autoridad en el tema.
No planteo que estas tres constancias de la retórica estructuren el
discurso de la Instrucción, más bien que se entremezclan en el texto. Sin
embargo, cada una de estas formas de persuasión se halla más marcada y,
en cierta forma, constituye cada momento histórico del relato. Procede-
ré a continuación a ejemplificar cada instancia con los lugares comunes
y las figuras retóricas encontradas en el relato.

Atahualpa y el LOGOS
El logos significa persuadir por el uso del razonamiento. Busca la co-
herencia del mensaje, la claridad de la demanda, la lógica de las razones
y la eficacia de las pruebas. La relación-discurso de Titu Cusi comien-
za apelando al logos. Un razonamiento que se irá construyendo desde
la llegada de los españoles y los motivos por los que los indígenas los
consideraron dioses, a razones tanto del comportamiento de Atahualpa
como de los españoles durante sus encuentros, hasta finalmente llegar
a una lógica del porqué los españoles procedieron a matar a Atahualpa.
Así, en la relación-discurso la narración se inicia con la llegada de los
españoles al Perú y cómo los indios al verlos llegar los creyeron dioses.
Explica a continuación que los consideraron así por tener traje y sem-
blante diferente, por llegar en animales muy grandes con pies de plata
(herraduras), porque hablaban con paños blancos (libros), porque se di-
ferenciaban mucho entre ellos con sus barbas negras y bermejas, porque
comían en plata y porque poseían truenos (arcabuces).
Desde el primer párrafo de la narración se está utilizando un razo-
namiento retórico del logos. Aquí se presentan una serie de silogismos
truncados, figura conocida como enthymeme donde una de las premisas

SUJETOS COLONIALES.indb 84 29/3/17 8:09


LA RETÓRICA CLÁSICA EN LA INSTRUCCIÓN 85

del silogismo queda implicada: los españoles eran diferentes, los dioses
son diferentes (premisa implicada), por tanto los consideraron dioses.
El siguiente párrafo de la relación-discurso describe el primer en-
cuentro de los españoles con Atahualpa y el incidente del libro sagra-
do arrojado al suelo por el inca. El alegato de este evento sigue un
razonamiento que justifica tal proceder. En la narración de Titu Cusi,
es Atahualpa el primero en hacer entrega de un vaso de chicha, su be-
bida sagrada, a un español quien la derrama y esto encoleriza al inca.
Así, cuando los españoles muestran a Atahualpa el texto sagrado, éste,
viéndose afrentado por el desprecio a la chicha, arroja a su vez el libro
al suelo. Está presente aquí el tópico de invención de causa y efecto, la
ofensa de los españoles trae como resultado la afrenta de Atahualpa. En
este caso el efecto ha sido un acto retributivo: ambos objetos sagrados
son por igual desacralizados por la cultura ajena.
Este incidente conlleva una secuela negativa, pues todos los espa-
ñoles cuentan lo que «habían visto y les había pasado» con Atahualpa.
Esto es una predisposición a eventos posteriores, ya que el ánimo de los
españoles está ahora preparado contra el inca.
Nuevamente los españoles se encuentran con Atahualpa en los baños
de Conoc. En esta ocasión, refiere Titu Cusi, que los españoles dicen a
Atahualpa que vienen a conocerlo por mandato de Dios y que el inca
«oyó lo que decían atendió […] y calló». Acto seguido, Atahualpa ofrece
de nuevo la chicha sagrada, pero los españoles «ni bebieron ni hicieron
caso».Viendo el inca que tan poco caso hacían de sus cosas, dijo a los es-
pañoles: «pues vosotros no hacéis de mí ni yo lo quiero hacer de vosotros».
Este diálogo directo se trata de la figura de pathos conocida como
aganactesis. Figura mediante la cual el hablante, Atahualpa, hace una ex-
clamación de gran indignación. La consecuente reacción del inca tam-
bién obedece al tópico de causa y efecto: Atahualpa se levanta enojado,
pues aunque él brinda el debido respeto y calla para escuchar la palabra
sagrada de Dios, su bebida sagrada no es respetada de la misma forma.
En este segundo intento de comunicación entre las culturas no hay un
acto de correspondencia.
Aunque los eventos que se desencadenan apelan más bien a la emo-
ción, pues los indios desarmados fueron sitiados y atacados y Atahualpa
fue apresado, éstos son consecuencia del preparado ánimo de los españo-
les. Sin embargo, el episodio siguiente retorna inmediatamente a la razón
o logos, cuando los españoles interrogan e incriminan al inca durante su
prisión. La razón se apela aquí mediante la figura de anthypophora, pues los

SUJETOS COLONIALES.indb 85 29/3/17 8:09


86 MARGUERITE CATTAN

españoles hacen un razonamiento en voz alta, formulando preguntas a su


adversario sobre lo que puede decir en su favor o en su contra:

«¿eres tú el rey de esta tierra?» […] «¿No hay otro ninguno que lo sea
sino tú? porque nosotros sabemos que hay otro que se llama Manco Inga:
dónde está éste?»; y mi tío respondió: «en el Cuzco» […] tornaron a decir
los españoles «pues luego, ese que está en el Cuzco […] tenemos por nueva
es la cabeza principal de esta tierra, debe ser el rey»; y mi tío dijo «de ser,
sí es porque mi padre le mandó que lo fuere, pero porque es muy mozo
gobierno yo la tierra por él»; y los españoles dijeron «pues, aunque sea mozo
será justo que sepa de nuestra llegada» (p. 7)5.

Esta interrogación pone a Atahualpa bajo una luz bastante negativa,


pues si bien durante los primeros encuentros en cierta medida el sobe-
rano inca actúa incitado por el comportamiento de los españoles, ahora
éstos cuestionan su derecho de soberanía.
El texto ha ido presentando los atributos, palabras y actos de Ata-
hualpa, lo que resulta propicio para persuadir el logos formando lugares
de persona (loci a persona). Se hace así uso del razonamiento para vitu-
perar a Atahualpa. En cuanto a su nacimiento, desciende por parte de
madre de «sangre soez y baja». En cuanto a su naturaleza, es ilegítimo
y «bastardo». En cuanto a su modo de vida, talante y carácter presenta
innumerables defectos es irrespetuoso, no actúa por generosidad sino
por conveniencia, es fraticida, se guía por la codicia y, además, no hace
un buen recibimiento de los españoles ni es consecuente con sus soli-
citudes. Su comportamiento es más censurable ya que teniendo la for-
tuna de ser poderoso no es justo ni generoso, es ambicioso y, además, es
tirano. De este modo, se presenta en el texto el tema del mal gobierno.
Paralelamente a la historia de los eventos con Atahualpa, la narración
va introduciendo ciertos hechos y afirmaciones sobre Manco Inca con
el fin de comparar a los dos monarcas: la exaltación de Manco Inca en
contraste con la vituperación de Atahualpa. Titu Cusi afirma:

mi padre Manco Inga Yupanqui era el rey verdadero de toda la tierra, a


quien todos respetaban, temían y acataban por señor, y que Atahualpa, su
hermano mayor, poseía el reino tiránicamente (p. 10).

5 En todos los casos cito la Instrucción por la edición de Liliana Regalado de 1992.
La ortografía del español de todos los segmentos citados ha sido modernizada.

SUJETOS COLONIALES.indb 86 29/3/17 8:09


LA RETÓRICA CLÁSICA EN LA INSTRUCCIÓN 87

La comparación entre lo bueno y lo malo responde también a un


tópico de la retórica clásica. El interés del pasaje consiste en subrayar
la legitimidad de un amado soberano versus un rey tiránico quien ha
«usurpado su reino sin justicia». La presencia de estas pruebas de ra-
zonamiento sirve para asentar el terreno del discurso del gobernante
ilegítimo, despótico y tirano contra el cual se justificará hacer guerra6.
Hacia el final del relato de Atahualpa se vuelve a utilizar el tópico de
invención de causa y efecto. Así, se refiere que el inca juntó a sus capi-
tanes y planteó eliminar a los españoles:

si os parece, démosles en la cabeza y muertos todos estos, porque me


parece que, aunque poca gente, valerosa, no dejaremos de tener la suprema
en toda la tierra, como antes teníamos […] porque mi hermano está muy
enojado contra mí, y si hace llamamiento de toda la tierra, hará capitanes a
éstos y él y ellos no podrían dejar de matarnos; por eso, si os parece, gané-
mosle nosotros por la mano (p. 12).

El inca mismo reconoce la posible consecuencia: que si saliese «mal


el negocio», los españoles tendrían que matarlo. Elige, pues, el camino
equivocado. Acto que prepara a aceptar los eventos posteriores y justifi-
ca los resultados, por tanto:

sabido por el Marqués la traición que estaba armada para matarles […] sin
dilación ninguna mandó sacar a la plaza a Atahualpa, mi tío, y en medio de
la plaza, en un palo, sin ninguna contradicción, le dio garrote (p. 12).

Atahualpa, como resultado de sus propios actos, recibe una condena


apropiada. El logos presenta suficientes pruebas para justificar su muerte:
el carácter vil de este personaje, ser un soberano ilegítimo y tiránico, así
como su traición a los españoles. Por ello, nadie se opone a esta condena.
Inclusive el rey legítimo, Manco Inca, demuestra su aquiescencia, pues
brinda su apoyo a los españoles mandando fuerzas armadas para proteger-
los. El razonamiento de este argumento culmina con el sentimiento ge-
neral de los hechos expresado por las palabras de Manco Inca: «[Atahual-
pa] no quedó sin castigo, porque fue castigado según su merecido» (p.10).

6 Los términos al describir a Atahualpa como «bastardo», «tiránico», «ilegítimo» y


de «sangre soez» son aseveraciones que siguen una lógica española de soberanía y legi-
timidad, pues dentro de una lógica de soberanía incaica no tienen la misma relevancia.
Consisten, pues, en otra mediación occidental.

SUJETOS COLONIALES.indb 87 29/3/17 8:09


88 MARGUERITE CATTAN

Manco Inca y el PATHOS


Si bien los lugares de persona de Manco Inca que se presentan en
el relato son razonamientos que apelan al logos, la historia de la vida de
Manco Inca fundamentalmente apela al pathos. Este segmento de la Ins-
trucción intenta que el público conozca las injusticias cometidas contra
Manco Inca y comprenda sus razones para sublevarse. El discurso nos
lleva a reconocer y compartir el punto de vista de Titu Cusi y «sufrir»7
con él las infamias cometidas contra su padre. Se busca que el aspecto
emocional del mensaje logre la simpatía de la audiencia, en este caso el
rey, y la mueva a la decisión y acción esperadas.
El relato de Manco Inca es un relato lleno de carga emotiva. In-
clusive antes de entrar al tema de las injusticias cometidas contra el
inca, la emotividad del discurso empieza al principio de la narración
subrayando la alegría que tanto el inca y los españoles comparten al
tener noticias de los otros. El ejemplo, quizás, más significativo de este
sentimiento se da durante el primer encuentro entre Pizarro y Manco
Inca. La emoción se evoca mediante muestras de extraordinaria alegría,
figura del pathos denominada exultatio:

el cual Marqués viéndolo [a Manco Inca], recibió muy gran contento, y


mi padre, yendo que iba en sus andas de oro y cristal y corona real, se apeó
de ellas y abrazó al Marqués, que ya se había apeado de su caballo, y ambos;
mi padre y el Marqués; se confederaron en uno (p. 13).

La exaltada alegría del momento apela a simpatizar con este so-


berano inca de nobles sentimientos y cortesía ante los españoles. Este
encuentro, además, contrasta con la recepción hecha por Atahualpa, re-
saltando así las buenas intenciones de Manco Inca hacia los españoles
frente a las malas del primero.
Frente al entusiasmo de Manco Inca ante la llegada de los españoles,
se presenta la exaltada pena que siente ante el mal proceder de su her-
mano Atahualpa y los indios rebelados. El argumento continúa apelan-
do a la emoción de la audiencia —el rey de España— y a simpatizar con
este soberano inca que solidariza hasta en el sentir con los españoles.
La narración, en todo momento, intenta persuadir al pathos con nu-
merosos ejemplos de amor de Manco Inca ante los españoles y constan-
tes demostraciones de su buena intención y devoción ante ellos. Mues-

7 Pathos en griego significa sufrimiento, experiencia.

SUJETOS COLONIALES.indb 88 29/3/17 8:09


LA RETÓRICA CLÁSICA EN LA INSTRUCCIÓN 89

tra, por ejemplo, sus nobles intenciones al mandar a su gente que «res-
petasen y tuviesen en mucho al Marqués y a los suyos y los proveyesen
de todo lo necesario».También, al brindarles apoyo ofreciendo ir en pos
del traidor Quisquis, con quien está sumamente enojado «por el amor y
afición que había cobrado a los españoles». Sólo desiste de esta persecu-
ción a solicitud de Pizarro quien le «rogaba mucho se volviese», a lo cual
Manco Inca accede «por el amor que al Marqués tenía». De regreso en
el Cuzco, Manco Inca sigue dando signos de afecto hacia los españoles
proporcionándoles buen hospedaje y decretando que su pueblo les dé
tributo para su sustentación. Si bien, esta parte de la narración presenta
algunos eventos bélicos, los intercambios entre los gobernadores son
conmovedores y llenos de pasión y los actos de Manco Inca conducen
a simpatizar con él.
Estas pruebas contrastan con el injusto maltrato que Manco Inca
recibe a cambio. Tres veces los españoles intentan dar prisión al inca y
tres veces el inca reclama ante las injustificadas razones y se lamenta de
haber confiado en ellos. El pathos aumenta con los malos tratos recibidos
durante sus encarcelamientos y crece también la solidaridad hacia el
inca. Así, se llega al clímax, durante el último intento de prisión del inca,
que resulta en su justificada rebelión.
Toda la relación de las prisiones de Manco Inca está poblada de diá-
logos entre el inca y los españoles, entre el inca y sus capitanes e inclusive
entre los españoles y los capitanes incas. A diferencia de algunos críticos
que, como mencioné, han encontrado estos parlamentos característicos
de una oralidad incaica, y por ende resultado de la autoría de Titu Cusi8,
considero que estos pasajes de la Instrucción también deben leerse dentro
de las normas de la retórica clásica. Son discursos que tienen la finali-
dad de estimular las pasiones y emociones de la audiencia, por lo que
incluyen variadas figuras de pathos. A continuación ejemplifico algunos.
En la primera ocasión en que los españoles acusan a Manco Inca
de quererse levantar contra ellos, el soberano inca responde usando la
figura denominada epiplexis:

¿qué os he hecho yo por qué me queréis tratar de esa manera y atarme


como a perro? ¿de esa manera me pagáis la buena obra que os he hecho en
meteros en mi tierra y daros de lo que en ella tenía con tanta voluntad y
amor?; mal lo hacéis; ¿vosotros sois los que decís que sois viracochas y que

8 Ver la nota 2.

SUJETOS COLONIALES.indb 89 29/3/17 8:09


90 MARGUERITE CATTAN

os envía el Tecsi Viracochan?; no es posible que vosotros sois sus hijos pues
pretendéis hacer mal a quien os hace y ha hecho tanto bien […] ¿no os he
dado en este pueblo todo lo que habéis querido[?] (p. 17).

La epiplexis es un tipo de pregunta retórica pero con el fin de re-


prender, causar desconsuelo o vituperar. Manco Inca reprende a los es-
pañoles por pagar su buena voluntad y amor con malos tratos. Logra
causar desconsuelo el hecho que sus carcelarios lo aten como a un ani-
mal. Además, vitupera a los españoles aludiendo a su avaricia y falta de
cristianismo —pues no pueden ser hijos de Dios. Si durante la narración
de la llegada de los españoles éstos son comparados con dioses, desde
esta parte de la relación los españoles empiezan a ser desacralizados.
Luego Manco Inca llama a sus súbditos para pedirles que reúnan el
rescate solicitado y hace otro parlamento:

Hermanos e hijos míos: los días pasados os hice juntar […] para que vie-
res un género de nueva gente que había aportado a nuestra tierra […] os
mandé que […] les sirvieses y acatases como a mi persona misma y les die-
ses tributo […] pensando que era gente grata […] [y] según me han dado
las muestras […] no son hijos del Viracochan sino del demonio, porque me
hacen y han hecho […] obras tales, como podéis ver por vuestros ojos, que
me parece que no podéis dejar […] de recibir gran pena y congoja en ver
a mí, vuestro rey, aprisionado con prisiones y tratado de esta manera sin
merecerlo (pp. 18-19).

Este parlamento con vívidas descripciones de los hechos y las conse-


cuencias acaecidas presenta la figura conocida como descriptio. El propósito
de esta figura es incitar a la audiencia a través de las crudas descripciones.
Numerosos pasajes de la vida de Manco Inca presentan descripciones
vívidas como cuando los españoles echan «cadena al pescuezo y grillos
a los pies» al inca en su prisión o como cuando oprimen a los indígenas
haciendo limpiar con sus capas «la suciedad de los caballos». También
se encuentran detalles sensoriales como cuando describe «las lágrimas
de los ojos» de Manco Inca y el «gran llanto» y llamados en «alta voz»
que hacen sus súbditos al verlo preso. Estas descripciones vivenciales y
sensoriales forman parte también de la técnica de persuasión del pathos.
Otra técnica para apelar a las emociones de la audiencia, se logra a
través del uso del lenguaje. Es decir, por medio de la selección de pala-
bras y su connotación emocional. Cuando Manco Inca recrimina a los

SUJETOS COLONIALES.indb 90 29/3/17 8:09


LA RETÓRICA CLÁSICA EN LA INSTRUCCIÓN 91

españoles diciendo: «no me vencisteis vosotros a mí por fuerza de armas


sino por hermosas palabras» (p. 25) es un ejemplo de ello.
La integridad de Manco Inca se demuestra inclusive al momento de
pagar su rescate. El inca sin tener a menos a los españoles les propone
que «de aquí en adelante todos tengamos paz y vivamos de amor y
compañía» (p. 22). A lo cual los españoles prometen quedar en obliga-
ción de servirlo y no darle ninguna pena. Se presenta aquí otra figura
de pathos, una promesa de afecto y constancia, conocida como eustathia:

Hernando Pizarro dando la palabra por todos dijo así: todos estos caballe-
ros y yo hemos recibido sumo contento con la merced que nuestra merced
nos ha hecho en todo; quedamos en obligación de lo servir toda nuestra
vida y protestamos de que ahora ni en ningún tiempo […] estos caballeros
ni yo no le daremos ninguna pena (p. 23).

Esta promesa de afecto y constancia de los españoles pareciera apa-


recer en el discurso sólo para subrayar lo falso de sus palabras. Este acto
de buena voluntad de Manco Inca y las promesas de respeto mutuo se
repiten en su encuentro con Pizarro. La amplificación o prolongación
de la materia es también otro procedimiento retórico.
El uso de la técnica de amplificación es una industria retórica con
la finalidad de recalcar algún aspecto, tema o idea. De este modo, el
triple aprisionamiento de Manco Inca parece responder a la estra-
tegia de amplificación, posiblemente con el fin de insistir sobre las
injusticias cometidas con el inca.
En cuanto a las tres capturas de Manco Inca, Bauer afirma que, aun-
que estos eventos pudieron ser históricos, él no ha encontrado ninguna
otra fuente del siglo XVI que confirme la versión de tres aprisiona-
mientos: «Most likely, this three-fold repetition is a stylistic device that
was, as Niles notes, common to Inca oral traditions» (Bauer, 2005, p. 30).
Nuevamente está presente el interés de los críticos de encontrar en ello
una característica propiamente incaica. Lo que Bauer —y Susan Ni-
les— no mencionan es que el número tres tiene históricamente, desde
el tiempo de los griegos, un gran simbolismo en la tradición occidental
y no olvidemos su importancia dentro de la tradición cristiana. Dentro
de una lectura retórica del texto, la repetición triple del aprisionamiento
apunta a otro lugar común: negarlo tres veces. Manco Inca recrimina
dicho acto durante su segundo encierro:

SUJETOS COLONIALES.indb 91 29/3/17 8:09


92 MARGUERITE CATTAN

y así vosotros, no se os acordando de tanto bien que de mí habéis recibi-


do, amándoos yo con tanta voluntad y deseando vuestra amistad, me habéis
negado por un poco de plata (p. 34) [énfasis mío].

Tal como Pedro niega a Jesús tres veces, igualmente cegados por su
avaricia los españoles niegan su aprecio por Manco Inca tres veces.
Esta repetición de aprisionamientos incrementa la tensión de la na-
rración. Durante su segunda prisión el inca hace otro importante par-
lamento retórico:

¿Por ventura soy yo perro o carnero […] vuestro que porque no me


huya me atáis de esta manera? ¿soy ladrón o he hecho alguna traición al
Viracochan o a vuestro rey? […] pues si no soy perro ni ninguna cosa de
las que dicho tengo, ¿qué es la causa porque de tal manera me tratáis? (p.
28) [énfasis mío].

Aquí la repetición de la palabra «soy» busca amplificar la idea de qué es


Manco Inca sino un soberano digno de respeto y subrayar la emoción pues
no es tratado como merece. Esta figura es conocida como conduplicatio.
Las pruebas de pathos en increscendo muestran el sinfín de injusticias
cometidas contra Manco Inca. Ha aumentado su congoja, su desilusión
de los españoles y el reconocimiento de su error en haber creído en
ellos. Paralelamente, aumenta la pena y recriminaciones de sus súbditos.
Esta ascensión de tensiones predispone a la audiencia a admitir el vitu-
perio de los españoles. Ahora el uso del razonamiento demuestra que
los españoles son sumamente codiciosos, ingratos, traicioneros, embau-
cadores, opresores, lujuriosos y su único motor es la avaricia.
Al tercer intento de prisión y traición contra Manco Inca, éste pre-
senta un razonamiento —esta vez apelando al logos— en el que enume-
ra las burlas y malos tratos recibidos por los españoles:

Muy amados hijos y hermanos míos: Nunca pensé que me fuera nece-
sario haberos de hacer lo que ahora pienso, porque pensé y tuve siempre
por muy cierto que esta gente barbuda que vosotros llamáis viracochas […]
me habían de ser aviesos ni darme pena en ninguna cosa, pero ahora que
veo cómo he hallado siempre por experiencia y vosotros también habéis
visto cuán mal me han tratado y cuán mal me han agradecido lo que por
ellos he hecho, haciéndome mil befas y prendiéndome y atándome como a
perro los pies y el pescuezo, y que sobre todo después de me haber dado su
palabra que ellos conmigo y yo con ellos habernos confederado en amor y

SUJETOS COLONIALES.indb 92 29/3/17 8:09


LA RETÓRICA CLÁSICA EN LA INSTRUCCIÓN 93

amistad, diciendo que perpetuamente habríamos de lo pasado, andan ahora


otra vez urdiendo cómo me podrían prender y matar, no dejaré de rogaros
como a hijos que miréis cuántas veces vosotros me habéis importunado a
que yo haga esto que ahora quiero hacer, diciendo que me levante contra
éstos y para qué los consiento en mi tierra, y yo no he querido por pensar
que no sucediera lo que ahora veo; y pues así es, y ellos no quieren sino
porfiar en darme envío, forzado me será dárselo yo también y no consentir más
negocios […] (p. 27) [énfasis mío].

Así, pues, forzado por el mal comportamiento español, Manco Inca


concluye quitarse esa «pesadilla de sobre nosotros». Aunque la mayoría de
las pruebas han apuntado a las emociones, es importante señalar aquí que,
sólo la razón y lógica del argumento justifica la necesidad de sublevación.
El conocido resultado es el sitio de Cuzco y las batallas consiguien-
tes con el intento de reestablecer la soberanía incaica. Aunque hasta
ahora el relato-discurso trata de «justificar» la rebelión de Manco Inca,
ante los ojos del monarca español esta rebelión contra la Corona no
podría llegar a encontrar suficientes argumentos para su justificación.
Por eso, rematando la narración de esa guerra se presenta el relato del
ajusticiamiento de Cura Ocllo, ejecutada en represalia de Manco Inca.
Las palabras de increpación de la coya, señalando que se vengan en «una
mujer», vuelve a apelar al pathos y a tornar la atención del público hacia
las injusticias cometidas por los españoles contra ese pueblo, inclusive
contra los más indefensos: una mujer.
No obstante, Manco Inca demuestra su sentimiento de amor y afi-
ción hacia los españoles inclusive durante los postrimeros días de su
vida. Así, la historia de Manco Inca concluye durante su retiro en Vil-
cabamba, donde un grupo de españoles a quienes da asilo terminan
asesinándolo a traición. Se presenta otra escena del pathos con una des-
cripción vívida del ataque al inca y la persecución de Titu Cusi. Las
emociones son apeladas y los españoles nuevamente son personificados
como la esencia del mal.
El inca vive sólo tres días —nueva presencia del número tres— y en
su lecho de muerte ordena a Titu Cusi tener cuidado con los españoles:

te mando que perpetuamente nunca tengas ley perfecta con semejante


gente […] no consientas que entren en tu tierra aunque más te conviden
con palabras porque sus palabras melosas me engañaron a mí y así harán a
ti si los crees (p. 61).

SUJETOS COLONIALES.indb 93 29/3/17 8:09


94 MARGUERITE CATTAN

Dentro de la emotividad de la escena, el discurso gira hacia un razo-


namiento lógico de causa y efecto que reafirma el comportamiento de
Manco Inca y explica el futuro proceder de su hijo, Titu Cusi. Primero,
el inca se lamenta de su equivoco de haberse «fiado tanto de esta gente
española» (p. 61) que sólo ha desembocado en su muerte. Luego, recuer-
da a su gente mantenga en la memoria todo lo acontecido en el Cuzco
y Tambo. Finalmente, advierte a su hijo sobre los españoles y le ordena
no aceptarlos en su tierra.
De este modo, el estado de Vilcabamba se explica y justifica. Esta no
es una rebelión instaurada por Titu Cusi sino implantada por su padre
como consecuencia de los actos de los españoles. Desde esta perspectiva,
la visión de Vilcabamba se transforma de un centro de sublevación a un
refugio necesario.

Titu Cusi y el ETHOS


El ethos se refiere a la fiabilidad en el orador (autor). Esta credibi-
lidad se logra a través de su carácter —su integridad, si es agradable,
digno de respeto— así como por su reputación y autoridad sobre el
tema y, por supuesto, a través del uso de sus palabras. La percepción
que la audiencia tiene sobre el ethos del autor es una forma de influir
en la recepción de su mensaje.
Hasta este punto de la narración la credibilidad de Titu Cusi ha sido
asentada por lo menos en tres puntos: su autoridad sobre el tema como
hijo de Manco Inca y testigo de ciertos hechos (como la muerte de su
padre); su credibilidad, por la buena cualidad de no mentir que su padre
afirmó ningún inca toleraba; y ser el primogénito y legítimo sucesor al
trono inca. Este último es un aspecto importante de su reputación, que
lo confirma como un personaje digno de respeto.
Además, Manco Inca corrobora otro aspecto importante del ca-
rácter de Titu Cusi, que su hijo es de buen juicio: «yo le tenía a ese
muchacho no solamente por hijo mas por hermano por el mucho
entendimiento que tiene» (pp. 60-61). Por lo que considera razonable
dejar a su hijo a cargo de su pueblo.
Asimismo, Titu Cusi demuestra devoción hacia su padre y respe-
to por su memoria, cumpliendo hasta el momento su promesa de no
abandonar Vilcabamba. Su refugio en Vilcabamba no es, por lo tanto, un
desacato a la Corona, sino un juramento hecho a su padre en su lecho

SUJETOS COLONIALES.indb 94 29/3/17 8:09


LA RETÓRICA CLÁSICA EN LA INSTRUCCIÓN 95

de muerte. Todos estos detalles dan forma al buen carácter moral del
autor y contribuyen a formar el ethos de Titu Cusi.
Esta tercera parte, la narración de la vida de Titu Cusi, es la más breve
de todas. Trata, principalmente, dos aspectos fundamentales del ethos de
Titu CusiYupanqui: su voluntad de paz y su respetabilidad como cristiano.
Así, Titu Cusi refiere su buena intención hacia todas las negociacio-
nes pasadas, subrayando su deseo «que se efectuase una vez la paz» (p.
62). También refiere su buena voluntad hacia la religión cristiana reci-
biendo sacerdotes evangelizadores, bautizando a su hijo, Felipe Quispe
Tito, y también aceptando la catequización y su propio bautismo. Toda
esta narración reafirma su actuar como un buen cristiano fortaleciendo
con ello su ethos.
Aristóteles afirmaba que hay tres cosas que nos inspiran confianza
en el carácter (ethos) de un orador: su buen sentido, su buen carácter
moral y su buena voluntad. El buen sentido de Titu Cusi lo confirma
su padre al calificarlo como una persona de «gran entendimiento» y
dejarlo a cargo de su pueblo. Su buen carácter moral se establece por su
respetabilidad de acuerdo a su linaje, a la devoción a la memoria de su
padre, su humildad, su cualidad de decir la verdad y ser un buen cristia-
no. Finalmente, su buena voluntad la demuestra a través de sus deseos de
paz, conversión y sometimiento a la Corona.

Autoría de la retórica en la instrucción


Titu Cusi dictó su relación en quechua e indudablemente la narra-
ción original debió obedecer a características de su expresión oral. Pero
en el texto existen dos mediaciones: la traducción y la translación. El
secretario, Martín Pando, sirvió de escribano y una intervención mayor
a la de simplemente transcribir lo que se le dictaba es difícil de conce-
bir. Él mismo confirma su tipo de participación en la conclusión de la
Instrucción:

Yo, Martín de Pando, escribano de comisión […] doy fe que todo lo


arriba escrito, lo relató y ordenó el dicho padre, a insistión del dicho don
Diego de Castro [Titu Cusi], lo cual yo escribí por mis manos propias de la
manera que el dicho padre me lo relataba (p. 70).

SUJETOS COLONIALES.indb 95 29/3/17 8:09


96 MARGUERITE CATTAN

El padre al que hace referencia el escribano es fray Marcos García,


quien como el mismo escribano afirma fue el que «relató y ordenó»
el documento.
La formación de cualquier clérigo de la época comprendía el estu-
dio del latín y el aprendizaje de dicha lengua incluía la enseñanza del
Trivium. Pero, además, fray Marcos pertenecía a la orden de los agusti-
nos y como tal se ceñía a la doctrina de San Agustín. Recordemos que
San Agustín escribió un importante tratado de retórica9 y su doctrina
recomendaba que era necesario que el predicador aprendiera los recur-
sos retóricos a fin de llevar a los creyentes al conocimiento de la verdad.
Podemos conjeturar que fray Marcos era versado en este arte y, por
tanto, fue el creador de la retórica de la Instrucción. En este caso, la par-
ticipación de García, al que se supone el simple «traductor» de la Ins-
trucción, habría sido mayor a lo considerado. Y si bien, Titu Cusi fue el
depositario de la tradición histórica presentada en el texto, el fraile de-
bió manipular la narración original para conformar dicha información
según patrones clásicos por él conocidos. Esto implicaría una mediación
mayor que la que habría en una traducción literal y sobre todo una in-
tervención mayor a la que tradicionalmente se le adjudica.

Consideraciones finales
Los signos de una mediación escritural en la Instrucción se pueden
encontrar en su estilo retórico, que no sólo influye en su forma —es de-
cir, su estructura, orden y disposición de las partes— sino que también
influye en su contenido, acercando el documento a un discurso oral.
A las mismas características señaladas como incaicas por otros críticos
se les puede dar una nueva lectura dentro de las pautas retóricas. Como
hemos visto, los diálogos directos incluidos en la Instrucción presentan
figuras retóricas específicas, mayormente figuras de persuasión de pathos.
El uso del número tres es un lugar común de la cultura occidental y
cristiana. Finalmente, su aspecto representativo teatral —que no he desa-
rrollado en este artículo y que merece mencionarse— puede entenderse
como parte de la representatividad que un discurso oral debía contener.

9Según Pujante (2003) el puente entre la Retórica antigua y la del Medievo es


De doctrina christiana de San Agustín. San Agustín, el autor más importante sobre el
tema que brindó la Edad Media, defendió el uso de la Retórica como instrumento de
evangelización.

SUJETOS COLONIALES.indb 96 29/3/17 8:09


LA RETÓRICA CLÁSICA EN LA INSTRUCCIÓN 97

Aunque muchos de los tratados discursivos de la época seguían un


modelo y líneas generales de composición, las numerosas reglas retóri-
cas de ninguna manera establecían principios inamovibles para la con-
fección del discurso retórico. Al contrario, desde Quintiliano se con-
sideraba que las reglas variaban con las circunstancias, la ocasión y la
necesidad, dado que el fin siempre es lo apropiado a cada discurso y el
interés de la causa particular (Pujante, 2003, p. 99). Fray Marcos García
se encontraba ante un caso particular posiblemente sin precedente del
que se pudiera servir como guía y ejemplo, contaba, además, con un
enorme arsenal retórico, donde su práctica en el arte de predicar y pre-
parar sermones (homilías) le fue de gran ayuda.
En suma, por los numerosos signos de la retórica clásica que contie-
ne la obra y su esencial finalidad de persuadir mediante sus argumentos
su género debería ser reconsiderado como un discurso. También por
ello su autoría debería ser cuestionada, pues Marcos García fue un per-
sonaje clave en la elaboración de esta obra y su mediación parece haber
sido mayor de lo que hasta ahora se ha pensado y cabría reconocerlo
como co-autor de la Instrucción.

SUJETOS COLONIALES.indb 97 29/3/17 8:09


98 MARGUERITE CATTAN

Bibliografía

Azaustre, Antonio y Juan Casas, Manual de retórica española, Barcelona, Ariel,


1997.
Bauer, Ralph, «Introducción», en An Inca Account of the Conquest of Peru by
Titu Cusi Yupanqui, ed. Ralph Bauer, Boulder, University Press of Colorado,
2005, pp. 1-56.
Burton, Gideon O., Silva Rhetoricæ: The Forest of Rhetoric. Brighman Young
University. (www.rhetoric.byu.edu).
Cattan, Marguerite, «En los umbrales de la Instrucción de Titu Cusi Yupanqui»,
Histórica, 35, 2, 2011, pp. 7-44.
— «Cuestiones de género y autoría: la retórica clásica en la Instrucción de Titu
Cusi Yupanqui», Revue Romane, 49, 1, 2014, pp. 120-146.
— «Las palabras que no se tradujeron en la Instrucción de Titu Cusi Yupanqui»,
Hipogrifo, 4, 1, 2016, pp. 169-195.
Julien, Catherine, «Introducción», en History of How the Spaniards Arrived in
Peru, ed. Catherine Julien, Cambridge, Mass., Hackett Publishing, 2006, pp.
vii-xxix
Mignolo, Walter, «Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la con-
quista», en Historia de la literatura hispanoamericana. Coord. Luis Iñigo Madri-
gal, Madrid, Cátedra, 2008, Tomo I, pp. 57-116.
Murphy, James J., La retórica en la Edad Media. Historia de la teoría de la retórica
desde San Agustín hasta el Renacimiento, México, Fondo de Cultura Econó-
mica, 1986.
No, Song, «La heterogeneidad suturada: Titu Cusi Yupangui», Revista de Crítica
Literaria Latinoamericana, 31, 2005, pp. 85-96.
Ong, Walter J., Orality and Literacy. The Technologizing of the Word, London,
Routledge, 2002.
Oroz Reta, José, «El “De doctrina christiana” o la retórica cristiana», Estudios
clásicos, 3, 19, 1956, pp. 452-459.
Pujante, David, Manual de retórica, Madrid, Castalia, 2003.
Rico Verdu, José, La retórica española de los siglos XVI y XVII, Madrid, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1973.
Yupanqui, Titu Cusi, Instrucción al licenciado don Lope García de Castro (1570),
ed. Liliana Regalado de Hurtado, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, 1992 [1570].

SUJETOS COLONIALES.indb 98 29/3/17 8:09


LOS INDÍGENAS EN LA OBRA DE FERNÁNDEZ DE
LIZARDI: JUSTICIA, CARIDAD Y DEVOCIÓN

Beatriz de Alba-Koch
University of Victoria (Canadá)

En marzo de 1827, a escasos tres meses de su muerte, José Joaquín


Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano, se pronunció en los
siguientes términos sobre la población indígena de su patria:

Los indios, esa parte preciosa de la sociedad, que por mil títulos merecen
la consideración de los gobiernos y la protección de las leyes, ¿qué bienes
han logrado con la Independencia?, tan ignorantes y tan envilecidos están
ahora que son ciudadanos, como cuando eran esclavos del gobierno español,
y por lo que respecta a su pobreza, están en peor estado (Fernández de
Lizardi, Obras, XIII, p. 1019)1.

De un solo golpe, Lizardi condena la presencia española en América,


juzgando que para «esa parte preciosa de la sociedad» el México
independiente ha significado aún mayor abyección. Esta severa crítica
engloba la visión sobre «los indios» que tuvo este escritor a lo largo de
su carrera; las representaciones de alteridad racial que bajo esta óptica
nos ha legado constituyen ricos documentos de época y tempranas
manifestaciones de un discurso indigenista que habrá de ser más común a

1 El folleto está fechado a 17 de marzo de 1827.

SUJETOS COLONIALES.indb 99 29/3/17 8:09


100 BEATRIZ DE ALBA-KOCH

finales del siglo diecinueve y principios del veinte. Asimismo, la condena


del nuevo régimen gubernamental, que al parecer de El Pensador en
poco más de un lustro de existencia no había querido o sabido remediar
la condición subalterna que caracterizó a los indígenas bajo el sistema
colonial, obliga a matizar la interpretación que comúnmente se tiene de
él como ferviente independentista.
Lizardi vio la luz en la ciudad de México en 1776 y murió en
1827 para cuando toda la América hispana, menos el Caribe, se había
independizado. Es precisamente porque le tocó sufrir los últimos años
de una administración que apretó los tornillos económicos y morales
a los virreinatos americanos, convirtiéndolos en colonias deseosas de
reformas y autonomía, que la diferencia entre el periodo colonial y
el independiente puede verse con nitidez en su obra. En sus textos
se registran los debates en la prensa facilitados por la Constitución de
Cádiz de 1812, la cual decretó la libertad de imprenta que por primera
vez se gozó en España y en sus posesiones de ultramar. La carrera de
Lizardi estuvo estrechamente ligada a esta Constitución, gracias a la
cual pudo lanzar su periódico homónimo, El Pensador Mexicano2. Entre
1814 y 1820, cuando la Constitución fue suspendida, Lizardi escribió
cuatro novelas, logrando fama con su Vida de Periquillo Sarniento,
considerada la primera novela moderna de la América hispana. En 1820
Fernando VII juró la Constitución de Cádiz y la libertad de prensa fue
reinstaurada. Lizardi se dedicó entonces a publicar folletos y periódicos
que constituyen el grueso de sus abundantes escritos. Un mérito de El
Pensador pocas veces reconocido es que, en lo que concierne a las bellas
letras y el ensayo de opinión, es el escritor más prolífico de toda la Nueva
España y de los primeros años del México independiente, además de ser
uno de los más polémicos3. Tampoco se ha insistido suficientemente en
el carácter liberal de la mayoría de las propuestas de Lizardi; su lucha
por la secularización del estado es un claro indicio, entre otros, de la
modernidad de su pensamiento. Ante todo, El Pensador fue un ilustrado
que buscó el cambio social por medios legales, dedicando gran parte

2Un buen análisis de este periódico lo ofrece Galván Gaytán (2009, pp. 241-258).
3Para algunas polémicas en las que se vio involucrado Lizardi respecto al «buen
gusto» y las bellas letras ver Ozuna Castañeda, 2009, pp. 88-101 y Alfaro Aguilar, 2009,
pp. 79-86. La masonería fue el tema más peligroso sobre el cual polemizó Lizardi; lo usó
para pedir la libertad de culto, costándole la excomunión.Ver Vázquez Semadeni, 2010,
pp. 55-59, 84-88 y 97.

SUJETOS COLONIALES.indb 100 29/3/17 8:09


LOS INDÍGENAS EN LA OBRA DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI 101

de sus escritos a promover derechos civiles y a reformar las costumbres.


Estos objetivos son patentes en su denuncia de la inanición del estado
en la promulgación de leyes para la protección de los indígenas y, como
veremos, en su reproche a las autoridades civiles y eclesiásticas por su
negligencia hacia esa parte de la sociedad.
Los indígenas constituían aun el sector mayoritario de la población
en aquel entonces en que escribía Lizardi. Según los datos poblacionales
recabados por Alexander von Humboldt, la Nueva España en sus
postrimerías tenía aproximadamente seis millones de habitantes. De
ese total se calcula que veinte por ciento eran blancos, cuarenta por
ciento eran indígenas y el resto lo constituían las diversas mezclas
interraciales, llamadas «castas». A partir de las Leyes Nuevas de 1542, los
pueblos indígenas fueron jurídicamente integrados por la corona en la
llamada «república de los indios» o «república de los naturales», mientras
que los colonizadores, en su mayoría blancos pero también negros y
asiáticos, y las castas, integraron la «república de los españoles». Cada
república debía, en principio, funcionar por separado y tenía sus propios
privilegios4. Aunque los indígenas se encontraban bajo la tutela de los
españoles, pronto se establecieron complejos nexos de dominación,
dependencia y consanguinidad entre los dos grupos. En el México
independiente, las dos repúblicas quedaron disueltas en una y las castas,
en tanto que noción jurídica, se abolieron, primando para todos, al
menos en principio, la noción de ciudadanía. Una nueva retórica habría
de acompañar la nueva realidad y Lizardi jugó un papel clave en el
desarrollo de esta manera de hablar acerca de quienes seguían siendo un
grupo subalterno de la nación. El Pensador veía en el tutelaje colonial el
origen de la problemática circunstancia de los indígenas. Sin embargo, sus
propuestas para que los indígenas se valieran como ciudadanos, aunque
avanzadas para su momento, siguen estando más cerca del paternalismo
colonial que de un reconocimiento de la autonomía del individuo y de
la capacidad de autogestión de los pueblos indígenas.
Desde el primer contacto de los europeos con la población
americana, la figura del indígena fue una constante temática en las letras
del Nuevo Mundo. En las letras novohispanas fue, retóricamente, la
figura de la alteridad aunque las relaciones interétnicas desmintieran
esa diferencia. El grupo dominante a lo largo del periodo colonial

4 Para una presentación general de la población novohispana ver MacLachlan y


Rodríguez, 1990, pp. 196-228 y Florescano, 1997, pp. 209-242.

SUJETOS COLONIALES.indb 101 29/3/17 8:09


102 BEATRIZ DE ALBA-KOCH

construiría para sí una identidad basada en la alteridad, pretendiendo


con ello reforzar los mecanismos de control social que lo favorecieran5.
La postura de El Pensador frente a la población indígena, sin embargo,
no siguió cabalmente este patrón cultural. Aunque Lizardi recalca las
diferencias étnicas por medio de modos de hablar y costumbres que
él presenta como característicos de la población indígena, desde sus
primeros escritos subvierte algunas nociones de alteridad interétnica
en lo que toca a los valores humanos fundamentales. En el México
independiente, desarrollará una retórica indigenista, apropiando para la
nueva nación las glorias del pasado prehispánico. ¿De qué estrategias y
prácticas discursivas específicas se valió El Pensador a lo largo de tres
lustros para expresar su postura hacia los indígenas? ¿Qué voz les da
a los indígenas en sus representaciones y qué tensión se produce en
ellas siendo Lizardi un criollo perteneciente a la ciudad letrada y los
indígenas, salvo contadas excepciones, un sector poco o nulamente
presente en este campo de poder? Desde tres ángulos de análisis —el de
la justicia, el de la caridad, y el de la devoción—, intentaremos responder
a estas preguntas.

Justicia
El tema de la justicia es, de los tres que nos ocupan, el más antiguo
del corpus lizardiano: ya en 1812, en el primer tomo de El Pensador
Mexicano presenta la insurrección como el recurso último al que acudie-
ron los indígenas para lograr justicia. Al parecer de Lizardi, fue debido
al tratamiento que recibieron durante el periodo colonial que éstos se
unieron a los insurgentes. No lo habrían hecho, afirma, si se les «hubie-
ra tratado como lo que son y no como lo que quisieron que fueran»
(Obras, III, p. 63). Entrando en detalle, Lizardi explica que los indígenas
no se habrían alzado en armas «si se les hubiera[n] concedido los privi-
legios de hombres, quitándoles exenciones de neófitos, exenciones que
les han sido terriblemente perjudiciales» (III, p. 63). Una sociedad divi-

5 Solange Alberro señala que, durante el virreinato, «[l]a abundancia del discurso
sobre el indígena traduce la importancia —y sin duda la necesidad— que el dominante
otorga al dominado, el que, por su alteridad, confirma y justifica el estatus, la acción y,
finalmente, la identidad del primero» (Alberro, 1992, p. 15).Para los lugares comunes
generados por la alteridad racial durante el periodo virreinal ver Rivero, 2010, pp. 19-
68.

SUJETOS COLONIALES.indb 102 29/3/17 8:09


LOS INDÍGENAS EN LA OBRA DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI 103

dida en «repúblicas» implicaba para los indígenas un estatus de minoría


de edad justificado por la ignorancia del cristianismo. Sin embargo, tras
tres siglos de evangelización, el negar a los indígenas el título pleno de
católicos era simplemente una manera de coartar sus derechos esencia-
les. Aunque Lizardi denuncia que el tratamiento de los indígenas como
neófitos ha sido injustificado y pernicioso, no por ello avala la violencia
étnica desatada por Miguel Hidalgo al grito de «¡muera el mal gobier-
no! ¡vamos a matar gachupines!»6. En otros escritos, El Pensador reprobó
la incapacidad de los insurgentes para controlar la violencia, llegando a
decir que el grito del cura de Dolores fue el «más aciago y desventu-
rado a la nación», porque había incitado a la discordia y entregando a
«nuestros hijos en las descarnadas garras de la muerte» (Obras, III, p. 72)7.
No obstante el rechazo a la insurgencia y su violencia interétnica,
El Pensador jamás negó los abusos cometidos por los miembros de la
«república de los españoles» en las comunidades indígenas. Aunque no se
atrevió a proponer la abolición de las repúblicas, en El Periquillo presenta
como eficaces los dispositivos legales existentes para la protección de
las comunidades indígenas, advirtiendo que también son muy capaces
de hacerse justicia por su propia mano8. Dos episodios le sirven a este
propósito.
En el primer episodio el protagonista ejerce de médico en Tula, un
pueblo al noroeste de la Ciudad de México, en el actual estado de Hi-
dalgo, cuya población indígena es mayoritariamente otomí. Cuando
brota una epidemia, Periquillo recurre a los purgantes más feroces para
curar a sus pacientes, haciendo morir a muchos. A diferencia de los
blancos, los indígenas reaccionan violentamente ante esta negligencia
médica que raya en criminal. Periquillo recuerda con estas palabras la
escena que se suscitó al morir la esposa del gobernador de la república
de los naturales:

6 Para una discusión general de la violencia étnica durante el virreinato ver


Florescano, 1997, pp. 243-278.
7 Otras expresiones de rechazo al movimiento iniciado por Hidalgo se encuen-
tran en el poema de 1811, «La muralla de México en la protección de María Santísima
Nuestra Señora», en cuyo subtítulo agradece a la Virgen el haber liberado a la capital «de
la irrupción que sobre ella intentaron los enemigos ahora ha un año».En el poema del
mismo año, «Aviso patriótico a los insurgentes a la sordina», denuncia específicamente
que éstos fomentan «el odio / contra los inocentes europeos» (Obras, I, pp. 96 y 139).
8 Para una discusión más extensa de la presentación de la alteridad racial en El
Periquillo ver Alba-Koch, 1999, pp. 95-136.

SUJETOS COLONIALES.indb 103 29/3/17 8:09


104 BEATRIZ DE ALBA-KOCH

Le di el tártaro, expiró y al otro día que iba a ver cómo se sentía, hallé la
casa inundada de indios, indias e inditos, que todos lloraban a la par […].
[A]penas me vieron los dolientes, cuando comenzando con un murmullo
de voces se levantó contra mi tan furioso torbellino de gritos, llamándome
ladrón y matador, que ya no me la podía acabar; y más cuando el pueblo
todo, que ahí estaba junto, […] comenzó a levantar piedras y a disparár-
melas infinitamente y con gran tino y vocería, y diciéndome en su lengua:
—Maldito seas, médico del diablo, que llevas trazas de acabar con todo el
pueblo (Obras, IX, p. 76).

El encono de los indígenas es tal que, aunque Periquillo ha huido


del pueblo, destrozan su casa y maltratan a sus sirvientes. La población
blanca de Tula se refugia alarmada en las casas curiales. El episodio
presenta claramente a la comunidad indígena como auto-justiciera: sin
necesidad de recurrir a dispositivos jurídicos, le basta echar mano de
piedras para erradicar al charlatán del pueblo.
El segundo episodio, que ejemplifica el camino marcado por la ley,
se lleva a cabo en el pueblo de Tuxtla, en el actual estado de Guerrero,
donde dominaba la población nahua. Ahí Periquillo es asistente y cóm-
plice del subdelegado, el cual extorsiona a toda la población al grado de
que «rabiaban los indios, gemían las castas, se quejaban los blancos, se
desesperaban los pobres, [y] se daban al diablo los riquillos» (Obras, IX,
p. 161). Aunque eran «los miserables indios la parte más flaca sobre que
descargaba el interés de ambos traficantes» (IX, p. 161), los indígenas no
ignoran sus derechos y demuestran que son capaces de hacerlos valer
por las vías establecidas a ese propósito por el gobierno español. La
demanda que los indígenas llevan ante la Real Audiencia acudiendo
a México so pretexto de mandar hacer una imagen religiosa, logra
aquí el resultado deseado, que es la aprehensión de los funcionarios
corruptos, o al menos de Periquillo al cual el subdelegado responsa-
biliza de todas las fechorías. En ambos episodios, Lizardi aprovecha la
creatividad inherente al género novelístico para imaginar situaciones
que desmienten las nociones comunes de cobardía e inferioridad de
los indígenas. Sin embargo, a pesar de la representación positiva que
en la novela se ofrece de ellos, Lizardi no distingue entre las etnias,
ni desarrolla a los indígenas como personajes; sus «indios» son figuras
genéricas o tipos, y está lejos de darles un papel protagónico como lo

SUJETOS COLONIALES.indb 104 29/3/17 8:09


LOS INDÍGENAS EN LA OBRA DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI 105

harán novelistas mexicanos de mediados del siglo diecinueve tal Igna-


cio Manuel Altamirano o Nicolás Pizarro Suárez9.
Otra representación que puede agruparse bajo el amplio rubro de
justicia es aquella motivada por la erradicación de la república de los
naturales decretada al reinstaurarse la Constitución de Cádiz. A pesar de
su crítica al sistema de las repúblicas, en un texto del 20 de diciembre
de 1820 titulado «Carta de los indios de Totonapeque a El Pensador
Mexicano», seguida por las reflexiones de éste, Lizardi contiende que
la erradicación de las repúblicas no significó mejoría alguna para los
indígenas en el plano social ni en su condición económica. La carta da
voz a los indígenas que explican lo que esta abolición implica para ellos.
Buscando lo que para él sería tal vez verosimilitud de expresión, Lizardi
usa aquí un español dialectal que pretende reflejar el modo particular de
hablar el castellano de quienes tenían el náhuatl por lengua materna. Esta
representación lingüística, empero, no deja de ser problemática pues pare-
ce satirizar la incapacidad de los indígenas para expresarse correctamente
en el idioma de la cultura dominante, recalcando así su marginación.
Entrando en materia, la carta detalla los efectos del bando que
mandó abolir mitas, repartimientos y servicio personal a funcionarios y
párrocos, mandando también que los indígenas no paguen tributo, sino
que se les cobren los servicios como a «las demás clases» (Obras, X, p.
401). En resumidas cuentas, el problema presentado en la carta es que, al
dejar los indígenas de serlo, jurídicamente hablando, lograban igualdad
con los españoles pero sufrían mayor explotación económica de parte
de las autoridades. Los «probes indios» del texto de Lizardi dicen que no
quieren la «Costitoción» y concluyen su carta de este modo:

Por todo lo coal, señoe Pensaremos, lo suplicamos to mercé que por


los güesos de to magre, por la alma de to pagre y por nuestra señora de
Guadalope pongas estas cosas en ese to papel que se llama el Condotor el
Ético, y dicgas que más aínas nos dejen como estábamos y tan indios como
siempre. No queremos ser españoles para que nos desuellen vivos los coras,
delegados y comendantes de los pueblos (Obras, X, p. 404).

Si bien Lizardi dota a sus correspondientes de un castellano


problemático; el que hable de autoridades civiles y eclesiásticas desollando
a los indígenas lo coloca en la misma línea retórica de un Bartolomé

9 Ver Alba-Koch, 2004.

SUJETOS COLONIALES.indb 105 29/3/17 8:09


106 BEATRIZ DE ALBA-KOCH

de las Casas o de un Guamán Poma de Ayala. En contraste, la reflexión


de Lizardi sobre esta supuesta carta que ha recibido de Totonapeque,
una localidad ficticia, se enuncia desde una perspectiva que pretende
ser erudita. Haciendo sin embargo a un lado toda referencia histórica
concreta sobre las condiciones de vida de las poblaciones indígenas
durante el virreinato, El Pensador afirma:

Acostumbrados desde la Conquista a la más tirana esclavitud, degenerados


hasta el extremo de suplir por las bestias de carga, embrutecidos adrede por
la maliciosa codicia de los curas y de los jueces, hechos el estropajo general
de todo el mundo, extranjeros en su patria y esclavos de los que se han
enriquecido con las producciones de su país, con la fuerza de sus brazos y el
sudor de sus rostros, les coge muy de nuevo el idioma de la razón de estos
días. Extrañan que se les hable de libertad, de igualdad civil y de reasunción
de sus derechos (Obras, X, pp. 404-405).

Al presentar a los indígenas como «degenerados» y «embrutecidos»,


las palabras de Lizardi sin duda también recuerdan aquellas de los
naturalistas y philosophes de la Ilustración que desencadenaron la llamada
«disputa del Nuevo Mundo»10. Sin embargo, como buen lector de la
recientemente reimpresa Brevísima relación de la destrucción de las Indias,
Lizardi difiere de los ilustrados europeos y sigue a las Casas al encontrar
en la Conquista, y no en el clima, el origen de la supuesta «degeneración»
de la población nativa. Afirma El Pensador:

Los indios sufrieron los rigores de la Conquista y por consiguiente arras-


traron las cadenas de la esclavitud, y han sido envueltos los pocos que que-
daron en los horrores de ella. Siempre tímidos e ignorantes, siempre aban-
donados y miserables, era preciso que fueran desconfiados, supersticiosos,
cobardes y viciosos. […] Así han corrido por tres siglos, sin saber si eran
hombres libres o esclavos con el nombre de hijos como todos los llaman;
y así corrieran hasta desaparecer de sobre la faz de la tierra si en la época
presente de la sabiduría y la justicia no les hubiera alcanzado el indulto que
los héroes regeneradores de la monarquía española les prepararon a dos mil
leguas de distancia. En efecto, declarada la América parte integrante de la

10 Ver al respecto el ya clásico estudio de Gerbi, 1982 y el más reciente de Cañizares-


Esguerra, 2001.

SUJETOS COLONIALES.indb 106 29/3/17 8:09


LOS INDÍGENAS EN LA OBRA DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI 107

nación, y hechos los indios ciudadanos, han entrado en el goce de sus dere-
chos (Obras, X, pp. 406-407)11.

Aunque Lizardi insiste en presentar el virreinato como tres siglos


de esclavitud devastadora, va más allá de la retórica en este artículo al
proponer directivas prácticas para lograr un cambio significativo en las
condiciones de vida de los indígenas. Estas propuestas, sin embargo, no
han de realizarlas los indígenas por sí mismos. Paradójicamente, a pesar
de haber antes considerado corruptas a las autoridades civiles y religio-
sas, Lizardi propone aquí que sigan siendo estas autoridades, —pero ilus-
tradas y responsables—, quienes guíen a los indígenas hacia el cambio
social. Específicamente, responsabiliza a los ayuntamientos del mejora-
miento de las comunidades indígenas. Los ayuntamientos, dice Lizardi,

no deben dormir sobre que en todos los pueblos [indígenas] haya escuelas
de primeras letras; deben desvelarse sobre que se les repartan tierras de labor,
que se establezcan en todas partes, si es posible, sociedades económicas de
amigos del país, compuestas de los pudientes de los pueblos y presididas
de los curas y alcaldes constitucionales, cuyo objeto sea promover el
fomento de la agricultura, comercio e industria en beneficio de los indios,
y finalmente que los jefes políticos y juntas provinciales estén a la mira
para que los eduquen, enseñen y atiendan los inmediatos superiores de los
pueblos (Obras, X, p. 407).

Lizardi concluye sus reflexiones expresando sus deseos por que se


logren estos cambios, deseos que por más positivos que sean, desprecian
las culturas indígenas tal se desarrollaron durante el periodo virreinal.
Con buena voluntad, pero sin aprecio por las tradiciones indígenas post-
conquista, Lizardi exclama: «¡Ojalá se piense en esto con seriedad, y se
hagan los indios tan activos como eran antes de la Conquista y tan útiles
como pueden serlo después de la Constitución!» (Obras, X, p. 408). He
aquí ya formulado el tópico de la «siesta colonial» puesto que, para El
Pensador, nada hay digno de reconocimiento en ese periodo. A su pare-
cer, los indígenas permanecieron inactivos e inútiles durante tres siglos,
aunque una líneas antes hablara de ellos lamentando la explotación a la

11 Es importante notar la admiración de El Pensador por la Constitución de Cádiz:


ve en este marco legal no sólo la superación de los rigores de la Conquista, sino la
promesa de una regeneración de la monarquía al garantizar la deseada igualdad entre
Nueva España y la metrópolis.

SUJETOS COLONIALES.indb 107 29/3/17 8:09


108 BEATRIZ DE ALBA-KOCH

que se les sometía, lo cual desmiente su inactividad. Asimismo, vemos en


los deseos de Lizardi una temprana manifestación de una retórica que
une el pasado prehispánico a la nueva nación independiente, elidiendo
el periodo colonial. Esta retórica habrá de dominar la manera de enten-
der la historia patria, que hoy en día es ya tradición.12 El pensamiento
de Lizardi no carece de contradicciones y esta postura hacia la cultura
de los pueblos indígenas en sus representaciones de la justicia las hace
evidentes.

Caridad
Las representaciones lizardianas de los indígenas que menos han lla-
mado la atención son aquellas orientadas a la caridad y a la devoción.
Una figura que encontramos en varios textos de El Pensador es la del
indígena caritativo cuya conducta trasmite metonímicamente la gene-
rosidad y la benevolencia de este sector de la población. La mayoría de
las veces se trata de una mujer indígena que, siendo pobre, ayuda con lo
que puede a una persona blanca. Un primer ejemplo de la compasión
de los indígenas lo tenemos en El Periquillo.Tras una larga serie de aven-
turas, el protagonista ha llegado al extremo de su desesperación por lo
que, con el propósito de suicidarse, se dirige a orillas de la Acequia Real,
entonces a las afueras de la capital. Periquillo quiere ahorcase pero, es-
tando bajo los efectos de alcohol, falla en su intento y se queda tan pro-
fundamente dormido que no siente ni quiénes ni cuándo lo desnudan,
dejándolo en camisa. En ese estado lo encuentra una «pobre india vieja»
la cual «llena de compasión» lleva a Periquillo a su «triste jacal» donde
le da de comer y lo viste con los desechos de sus hijos que son «unos
calzones de cuero sin forro, un cotón de manta rayada y muy viejo, un
sombrero de petate y unos huaraches» (Obras, IX, p. 304)13. Periquillo
recuerda aquellas dádivas con estas palabras:

12 Puntualiza al respecto Antonio Rubial García: «La historiografía tradicional ha


visto a los pueblos indígenas como entidades explotadas y marginadas de un sistema
colonial que las sometió y cuyo resurgimiento se dio a partir de la Independencia.Ambas
afirmaciones deben ser matizadas.Las comunidades indias del virreinato presentaron
gran vitalidad y se amoldaron a los esquemas legales y religiosos del conquistador, con
tan buenos resultados que gracias a ello pudieron mantener una cierta autonomía y
sobre todo una gran cohesión interna.» (Rubial García, 2002, p. 98).
13 En este episodio, y los siguientes en torno a la caridad, es notable el interés de
Lizardi por detallar la vestimenta correspondiente a cada sector poblacional; la ropa

SUJETOS COLONIALES.indb 108 29/3/17 8:09


LOS INDÍGENAS EN LA OBRA DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI 109

Me vistió en el traje de un indio infeliz; pero al fin me vistió, cubrió mis


carnes, me abrigó, me socorrió y cuanto pudo hizo en mi favor. Cada vez
que me acuerdo de esta india benéfica, se enternece mi corazón y la juzgo
en su clase una heroína de la caridad, pues me dio cuanto pudo y sin más
interés que hacerme beneficio sin ningún merecimiento de mi parte. Hoy
mismo deseara conocerla para pagarle su generosidad. ¡Qué cierto es que
en todas las clases del Estado hay almas benéficas, y que para serlo más se
necesita corazón que dinero! (Obras, IX, pp. 305-306).

El objetivo de Lizardi aquí es argumentar, por medio de la acción,


que en momentos de necesidad, los valores humanos fundamentales
predominan sobre la alteridad. El protagonista, que muchas veces actúa
en forma racista, reacciona ante el gesto caritativo de la mujer indígena
y es capaz de ver más allá de los prejuicios. Periquillo aprende la lección
y reconoce el valor de los individuos.
Otro ejemplo de caridad lo encontramos en La Quijotita y su prima,
novela de 1818 en la cual El Pensador discute la problemática de la
mujer en relación a su educación religiosa14. Subrayando el peligro de
la lectura de obras pías, el intento de la protagonista de ser ermitaña
se convierte en un episodio medular. Imitando las vidas de santas y
monjas venerables, que siempre buscan alejarse del mundo, Quijotita
escapa de su casa y se dirige a Chapultepec, entonces baldío, para hacer
penitencia. Ahí ora y se disciplina; una tormenta la empapa y termina
desmayándose cuando se cree atacada por el demonio. Dos «indios
carboneros» que la encuentran privada, la reviven y ella los toma por
ángeles. Los indígenas llevan a Quijotita a su jacal donde la mujer de
uno de ellos la viste, alimenta y cuida conforme a las usanzas indígenas.
La voz narradora comenta al respecto: «Los indios socorrieron a su
peregrina según pudieron esa noche, pues no porque eran indios les
faltaban los sentimientos de caridad» (Obras, VII, p. 456). La aventura
hagiográfica de Quijotita no sólo sirve para advertir a los paterfamilias
de los peligros de lecturas inapropiadas, sino para invertir el orden racial
de su sociedad: Los carboneros indígenas son ángeles para Quijotita,
mientras que esta «niña de razón», como la llaman los indios por ser ella
blanca, pasa por loca debido a los delirios de la calentura (Obras,VII, p.
456). El intento de Quijotita de huir del mundo en busca de la santidad

formaba parte integral de la identidad.


14 Para un estudio de la esposa modelo en la obra de Lizardi y de La Quijotita como
manual educativo ver Insúa, 2009, pp. 210-236.

SUJETOS COLONIALES.indb 109 29/3/17 8:09


110 BEATRIZ DE ALBA-KOCH

la enfrenta a la alteridad racial de su patria y el episodio permite a los


lectores comprender lo absurdo de los prejuicios que en ella existían. Li-
zardi motiva así a su público a repensar la moral imperante en su socie-
dad al postular que es imposible escapar de la realidad, como ha querido
hacerlo Quijotita, y que los que actúan como auténticos cristianos son
los indígenas que la ayudan y no esta «vagamunda a lo divino» (Obras,
VII, p. 441)15.
En el Calendario para el año de 1825 dedicado a las señoritas americanas,
especialmente a las patriotas, El Pensador ofrece una galería de heroínas
de la independencia. En este contexto, Lizardi de nuevo introduce la
figura de la indígena caritativa al referir el caso de Manuela Herrera.
Esta criolla dio «cuantiosos socorros a los insurgentes», uniéndose luego
a las fuerzas de Francisco Mina (Obras, XIII, p. 311). Aprehendida por las
fuerzas realistas, Manuela «sufrió mil insultos de una soldadesca vengativa
hasta desnudarla, amarrarla y hacerla caminar a pie cerca de dos leguas»
(XIII, p. 311). Al quedar fugitiva, la insurgente refugia su desnudez en
una cueva. Unas «indias que por ahí pasaron», explica Lizardi, fueron
quienes «la socorrieron con una mala camisa de manta, unas enaguas
de jerguetilla y un pedazo de paño o rebozo de lana» (XIII, p. 312).
En esta escena de relaciones interétnicas, como en las anteriores, los
papeles son siempre los mismos: los blancos se encuentran fuera de su
esfera normal de acción y reciben la ayuda de los indígenas, a pesar de
las condiciones de miseria en que éstos viven. Las escenas recalcan que
blancos e indígenas se mueven en mundos separados; salvo situaciones
extraordinarias, tienen pocas oportunidades de interacciones culturales
significativas. Contrastando con la forma en que El Pensador caracteriza
a los indígenas en otros textos, en éstos, resalta su generosidad. Sin
embargo, Lizardi está lejos de proponer el mestizaje como base para la
nación, como sí lo hicieron décadas después escritores decimonónicos
como Altamirano y Pizarro Suárez.

15 Para un desarrollo más extenso del quijotismo en la obra de Lizardi ver Alba-
Koch, 2010, pp. 55-66.

SUJETOS COLONIALES.indb 110 29/3/17 8:09


LOS INDÍGENAS EN LA OBRA DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI 111

Devoción
En los textos de Lizardi, el tema de la devoción indígena está ligado
al guadalupanismo.16 Es significativo que a principios del siglo dieci-
nueve estén vigentes en sus escritos formas de entender las religiones
prehispánicas propias de los siglos dieciséis y diecisiete, en donde el de-
monio es visto como un agente activo (Cervantes, 1994, pp. 5-39). En
el Auto mariano de 1817, El Pensador escenifica la aparición de la Virgen
de Guadalupe, según la tradición. Juan Diego, a quien se le aparece la
Virgen, agradece a Dios haber sacado a sus antepasados «del cautiverio /
del gentilismo en que habían / tanto tiempo estado ciegos» (Obras, II, p.
40). Engaño, yerros, infamia y maldad son algunos de los términos con
los que se describen las creencias de los antiguos mexicanos. Exclama
Juan Diego:

¡Válgame Dios, cuánta muerte


en sacrificio sangriento
al perro Huitzilopoxtli
los mayores cometieron!
Ese diablo, ese demonio,
metido en on esqueleto
de un indio a quien engañó
era el oráculo nuestro;
éste por él les hablaba
a mis probes compañero,
y en pago de sos embustes,
sos mentiras y embelecos,
se derramaba la sangre de los niños y los viejo
en sos manchados altares,
sin medida; ¡grande obsequio!
Sí, grande para el demonio
pos matando nuestro cuerpos
luego después se llevaba
las almas a los infiernos (Obras, II, p. 40).

El repudio al pasado prehispánico, en cuanto a su religión, es


definitivo cuando Juan Diego exclama: «¡qué felices días son éstos, / y
no aquellos en que el diablo / nos engañó!» (II, p. 40).

16 El tema del guadalupanismo es extenso. Ver al respecto los estudios de Lafaye,


1977 y Brading, 2001.

SUJETOS COLONIALES.indb 111 29/3/17 8:09


112 BEATRIZ DE ALBA-KOCH

Si Lizardi presenta a los indígenas prehispánicos como víctimas


del demonio, los indígenas contemporáneos le parecen cristianos
ejemplares. Admira su religiosidad expresada, en particular, en su
devoción hacia la Virgen de Guadalupe. En 1820 en el Diálogo ideal
entre Juan Diego y Juan Bernardino, se lamenta de la tibieza de los
españoles americanos hacia el culto guadalupano. En este texto Lizardi
se distancia de los términos comúnmente usados para describir a los
indígenas y nuevamente cuestiona el que sean cristianos neófitos
después de tres siglos de evangelización. Pregunta Juan Diego:

¿No afirman que son salvajes,


rudos, bestias y neófitos
los indios? ¿Pues cómo ansí
peregrinan los caminos
a costa de mil afanes,
a costa de mil subsidios
para venir al santuario,
año por año, prolijos,
con sus danzas y mitotes,
con sos mojeres, sos hijos,
a pagarle a la Señora
sos inmensos beneficios,
y a reconocerle, gratos,
el especial que les hizo
en descender de los cielos
para mirarlos como hijos?
(Obras, X, pp. 394-395).

Juan Diego contrasta la fe de los indígenas con la tibieza de otros


novohispanos en estos términos: «Si esto es ser cristianos viejos / más
mejor los novicios; / pues si éstos rudos lo son / en los cristianos
principios, / el colpa es de sos mayores, / porque no los han instruixdo
/ en so religión cual deben» (X, pp. 395-396). Para Lizardi, entonces, la
instrucción religiosa ofrecida a los indígenas ha sido deficiente, más no
así su innata religiosidad. Un «buen indio» es guadalupano y éste es un
mérito que, a su parecer, merece mayor reconocimiento.
La religiosidad de los indígenas y su carácter caritativo matizan la
representación que El Pensador ofrece de ellos. Los términos que uti-
liza para describirlos, tales ignorantes, envilecidos, esclavos, neófitos sin
privilegios de hombres, degenerados, embrutecidos, hechos estropajo,

SUJETOS COLONIALES.indb 112 29/3/17 8:09


LOS INDÍGENAS EN LA OBRA DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI 113

tímidos, ignorantes, abandonados, miserables, desconfiados, supersticio-


sos, cobardes y viciosos requieren contextualizarse, tomando en cuenta
el efecto retórico que buscaba Lizardi en cada caso. Esta retórica hiper-
bólica servía para impactar a sus lectores, y moverlos a la acción. Sin
embargo, para tener una idea más completa de su visión, es importante
balancear estas descripciones de los indígenas con las imágenes que pue-
den deducirse de la acción que Lizardi desarrolla en sus novelas, y con la
manera en que los presenta cuando discute su religiosidad y generosidad.

Nuevos tiempos
Más perdurable que las representaciones de los indígenas hasta aquí
consideradas es el papel que El Pensador jugó en la creación de una nueva
retórica nacionalista en donde los indígenas ocupan un lugar central. En
sus calendarios de 1824 y 1825, incluye una sección titulada «Notas
históricas mexicanas», donde propone una serie de fechas y figuras que
se deben recordar en la nueva nación al considerar quiénes le dieron
patria. La primera fecha propuesta es la fundación del imperio mexicano,
que Lizardi ubica en 1327, le sigue su conquista por Hernán Cortés en
1521 y, a continuación, el «[p]rimer grito de Independencia [que] fue
dado por el generalísimo ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla, cura del
pueblo de Dolores en 16 de julio de [1]811» (Obras, XII, pp. 551, 165-
166, 257). Aquí, de nuevo, los tres siglos de dominación española quedan
totalmente elididos, estableciéndose una continuidad entre la historia
antigua de México y el México independiente. El antes repudiado «grito
de Independencia» es ahora parte de la historia oficial. Aunque Lizardi
confunde las fechas del grito, se acopla a los nuevos tiempos incluyéndolo
como evento significativo en sus calendarios. A partir de 1824, haciendo a
un lado la alteridad étnica, Lizardi habla de los indígenas como «nuestros
padres», y quienes pasan ahora a ser los «otros» son los españoles, retórica
normalizada hasta hoy en día (XIII, p. 911).
Asimismo, Moctezuma es usado como referente para la nueva nación
que se postula como continuidad y restauración del estado mexica. Bajo
esta lógica, El Pensador se refiere al escudo nacional como «las armas
de Moctezuma» (Obras, XIX, p. 939), al trono del primer emperador
del México independiente, Agustín I, repetidas veces como el «trono
de Moctezuma» (XIII, pp. 99, 739, 841), y al emperador mismo como
«héroe del Anáhuac» (XIII, p. 99). En esta utilización de la figura de

SUJETOS COLONIALES.indb 113 29/3/17 8:09


114 BEATRIZ DE ALBA-KOCH

Moctezuma escuchamos ecos de la manera en que, a través de los siglos,


los antiguos gobernantes del Anáhuac fueron admirados por clérigos
que impulsaron el patriotismo criollo. En el siglo diecisiete, Carlos de
Sigüenza y Góngora los usó para educar al príncipe en la forma de un
arco de entrada para el virrey Marqués de la Laguna; en el dieciocho
fueron reivindicados ante los detractores de América por Francisco
Javier Clavijero; a principios del diecinueve, mucho antes que Lizardi, el
insurgente Servando Teresa de Mier Guerra y Noriega, los erige como
antepasados de la nación17. Continuando esta tradición, Lizardi adapta
una forma discursiva propia del periodo virreinal a las necesidades de
la nueva nación. Paradójicamente, al hacerlo, sienta las bases para un
discurso indigenista que desprecia la cultura virreinal18.
A caballo entre dos épocas, Lizardi nos ofrece una serie compleja de
imágenes de los indígenas como súbditos del imperio español y como
ciudadanos del México independiente. Estas imágenes, no carentes de
matices y contradicciones, ciertamente nos dicen más sobre los criollos,
y en especial sobre el autor, que sobre los indígenas mismos. No obstante,
el carácter devoto y caritativo de los indígenas lizardianos es un aspecto
poco estudiado de su obra que merece mayor atención. Aunque lejos
de ofrecer una mirada informada por un conocimiento interno de
las diversas etnias de México, El Pensador reflexiona sobre la suerte
de los indígenas desde la perspectiva del paterfamilias ilustrado. Como
tal, está convencido de que un estado bien gobernado, bajo cualquier
tipo de régimen, necesita integrar a todos sus miembros en estructuras
más justas que las que a él le tocó vivir. La admiración de Lizardi por
el indígena vivo, su contemporáneo, y no sólo por los indígenas del

17 Para la utilización de las figuras del pasado prehispánico por los criollos
novohispanos ver Alba-Koch, 1997.
18 Hace tiempo ya Octavio Paz hablaba en estos términos de una versión popular
de la historia de México, de tonos míticos, a la cual vemos que contribuyó Lizardi:
«México nace con el Estado azteca o aun antes; pierde su independencia en el siglo
XVI y la recobra en 1821.Según esta idea, entre el México azteca y el moderno no
sólo hay continuidad sino identidad; se trata de la misma nación y por eso se dice que
México recobra su independencia en 1821.Nueva Españaes un interregno, un paréntesis
histórico, una zona vacía en la que apenas algo sucede.Es el periodo del cautiverio de la
nación mexicana.El régimen de Moctezuma, aunque haya oprimido a todas las naciones
indias, fue un régimen nacional mientras que el virreinato fue un régimen extranjero;
de ahí que la Independencia sea una restauración» (Paz, 1982, p. 23; las cursivas son del
original).

SUJETOS COLONIALES.indb 114 29/3/17 8:09


LOS INDÍGENAS EN LA OBRA DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI 115

pasado prehispánico es notable, distinguiéndolo de manera significativa


de muchos de los patriotas que lo precedieron. Es posible pensar que,
gracias a la mayor divulgación de los textos de Lizardi, los indígenas de
México, tanto antiguos como contemporáneos, empezaron a ser vistos
un poco menos como extranjeros en su patria.

SUJETOS COLONIALES.indb 115 29/3/17 8:09


116 BEATRIZ DE ALBA-KOCH

Bibliografía
Alba-Koch, Beatriz de, «Fernández de Lizardi y su lectura ilustrada del Quijo-
te: Cervantismo, quijotismo y autoría», Don Quijote en América Latina, eds.
Friedhelm Schmidt-Welle e Ingrid Simson, Amsterdam, Rodopi, 2010, pp.
51-72.
— «Writing the Nation in Nineteenth-Century Mexico: Liberalism, Cosmo-
politanism, and Indigenismo in Altamirano», Hispanófila, 142, 2004, pp. 101-
116.
— Ilustrando la Nueva España:Texto e imagen en El Periquillo Sarniento de Fernán-
dez de Lizardi, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1999.
— «En torno a Huitzilopochtli: Sigüenza y Góngora, sor Juana y Clavijero»,
Dieciocho, Anejo 1, 1997, pp. 89-107.
Alberro, Solange, Del gachupín al criollo. México, El Colegio de México, 1992.
Alfaro Aguilar, Norma, «José Joaquín Fernández de Lizardi entre la utilidad
e inutilidad de la sátira. Polémica en el Diario de México», en Bicentenario
del Diario de México. Los albores de la cultura letrada en el México independiente,
1805-2005, ed. Esther Martínez Luna, México, Universidad Nacional Au-
tónoma de México, 2009, pp. 77-86.
Brading, David Anthony, Mexican Phoenix. Our Lady of Guadalupe, Cambridge,
Cambridge University Press, 2001.
Cañizares-Esguerra, Jorge, How to Write the History of the New World: Histories,
Epistemologies, and Identities in the Eighteenth-Century Atlantic World, Stanford,
Stanford University Press, 2001.
Cervantes, Fernando, The Devil in the New World: The Impact of Diabolism in
New Spain, New Haven,Yale University Press, 1994.
Fernández de Lizardi, José Joaquín, Obras, eds. Jacobo Chencinsky Veksler et
al., México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1963-97, 14 vols.
Florescano, Enrique, Etnia, estado y nación. Ensayo sobre las identidades colectivas
en México, México, Aguilar, 1997.
Galván Gaytán, Columba C., «Papeles del día: El Pensador Mexicano y el Diario
de México», en Bicentenario del Diario de México. Los albores de la cultura letrada
en el México independiente, 1805-2005, ed. Esther Martínez Luna, México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 2009, pp. 239-258.
Gerbi, Antonello, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica 1750-
1900, trad. de Antonio Alatorre, México, Fondo de Cultura Económica,
1982.
Insúa, Mariela, La mujer casada en la Nueva España de la Ilustración: la obra de José
Joaquín Fernández de Lizardi, Gijón, Fundación Foro Jovellanos del Princi-
pado de Asturias, 2009.

SUJETOS COLONIALES.indb 116 29/3/17 8:09


LOS INDÍGENAS EN LA OBRA DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI 117

Lafaye, Jacques, Quetzalcoatl y Guadalupe. La formación de la conciencia nacional


en México, trad. de Fulgencio López Vidarte e Ida Vitale, México, Fondo de
Cultura Económica, 1977.
MacLachlan, Colin M. y Jaime Rodríguez O., The Forging of the Cosmic Race:
A Reinterpretation of Colonial Mexico, Berkeley, University of California
Press, 1990.
Martínez Luna, Esther (ed.), Bicentenario del Diario de México. Los albores de la
cultura letrada en el México independiente, 1805-2005, México, Universidad
Nacional Autónoma de México, 2009.
Ozuna Castañeda, Mariana, «Fernández de Lizardi y las páginas del Diario
de México. Polémica sobre las letras nacionales», en Bicentenario del Diario de
México. Los albores de la cultura letrada en el México independiente, 1805-2005,
ed. Esther Martínez Luna, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, 2009, pp. 87-101.
Paz, Octavio, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, México, Fondo de
Cultura Económica, 1982.
Rivero, Francisco, Los mexicanos en el espejo del Barroco y la Ilustración. Inicios
del siglo XVII y siglo XVIII, México, Universidad Iberoamericana/BANA-
MEX, 2010.
Rubial García, Antonio, «Nueva España: imágenes de una identidad unifica-
da», en Espejo mexicano, ed. Enrique Florescano, México, CONACULTA/
Fondo de Cultura Económica/Fundación Miguel Alemán, 2002, pp. 72-
115.
Vázquez Semadeni, María Eugenia, La formación de una cultura política republi-
cana. El debate público sobre la masonería. México, 1821-1830, México, Uni-
versidad Nacional Autónoma de México/El Colegio de Michoacán, 2010.

SUJETOS COLONIALES.indb 117 29/3/17 8:09


SOBRE INVENCIONES DE GUERRA
DAÑOSAS EN LA HISTORIA DE TODAS LAS
COSAS QUE HAN ACAECIDO EN EL REINO DE
CHILE (1575), DE ALONSO DE GÓNGORA MARMOLEJO

Miguel Donoso Rodríguez


Universidad de los Andes (Chile)

La conquista de las tierras americanas dejó una amplia gama de


testimonios escritos en los que se puede apreciar el despliegue de la
máquina de guerra española en diferentes procesos de conquista. En
muchos de ellos es posible reconocer, en paralelo, cómo el mundo
indígena fue capaz de oponerse con éxito a dicho aparato bélico,
creando, con ayuda de su tenacidad e ingenio y aprovechando algunas
ventajas comparativas, un sistema de guerra tan temible que llegó a
poner en entredicho la dominación de los europeos.
La literatura indiana referida a la conquista de Chile es muy
fecunda en el tema de la guerra, debido a las especiales circunstancias
que mantuvieron a los españoles ocupados en luchar contra el pueblo
mapuche1 por largos años: así, cuando hablamos de guerra de conquista

1 Según la terminología propuesta por el antropólogo Guillaume Boccara, los pue-


blos indígenas de la zona centro-sur de Chile, asentados entre el río Mapocho y el seno
de Reloncaví, conocidos comúnmente como picunche, mapuche y huilliche, deben
englobarse mejor bajo el término genérico de reche. De acuerdo a esta clasificación, los
mapuches o araucanos, que habitaron entre los ríos Biobío y Toltén, corresponden a los

SUJETOS COLONIALES.indb 119 29/3/17 8:09


120 MIGUEL DONOSO RODRÍGUEZ

en América inevitablemente se nos viene a la cabeza la guerra de Arauco,


conflicto en el cual los indígenas tuvieron de cabeza, durante largos
periodos, primero a los españoles y luego a la naciente República. En el
temprano panorama histórico-literario de este territorio austral destaca
el testimonio de un soldado que participó en su conquista inicial, el
capitán andaluz Alonso de Góngora Marmolejo, quien llegó a Chile
hacia 1550, habiendo sido reclutado quizá por el propio Pedro deValdivia
en Lima, en momentos en que la falta de hombres en dicho territorio
se había vuelto crítica y hacía insostenible la empresa conquistadora.
Góngora Marmolejo, quien sobrevivirá a Valdivia (el gobernador murió
cruentamente en Tucapel en 1553), continuará integrando las tropas
españolas destacadas al sur del Biobío hasta casi su propia muerte,
acaecida a principios de enero de 1576. Enfrentado año tras año con
los irreductibles indios, este autor observará con ojos críticos no solo los
sucesos ocurridos en el territorio de Chile, sino el desempeño de una
larga serie de gobernadores, unos buenos y otros malos, según apunta
su duro testimonio2. A partir de 1572 nuestro autor redacta una crónica
esencial en la temprana conquista de Chile: la Historia de todas las cosas
que han acaecido en el reino de Chile y de los que lo han gobernado, que
concluirá en diciembre de 1575, pocos días antes de su muerte. Esta
crónica destaca no solo por ser uno de los pocos textos de la conquista
de Chile fechados en el siglo XVI; también son de resaltar la sencillez y
humildad del autor (quien evita todo protagonismo en la obra, dejando
fluir el recuerdo de unos hechos en los que, como nos lo hace saber
repetidas veces, participó activamente)3 y su poca propensión a la
fantasía y a la exageración de los hechos bélicos4. Góngora Marmolejo

reche del centro, mapuche. La palabra mapuche, como es bien sabido, es un etnónimo tar-
dío que no aparece sino en la segunda mitad del siglo XVIII, y remite a la población indí-
gena que vivía en el centro-sur de Chile a la llegada de los españoles (Boccara, 2009, p. 20).
2 Ver para este último tema Donoso y Jaque, 2010, donde quedan claros los
mecanismos, tomados a préstamo de la literatura medieval y grecolatina, que Góngora
Marmolejo utiliza para ilustrar las virtudes y defectos de los distintos gobernadores.
3 Solo a título ejemplar, en el capítulo 26 Góngora Marmolejo afirma la veracidad
del relato de una hazaña de guerra asegurando que «me hallé presente y peleé en todo lo
más de lo contenido en este libro» (Historia, p. 248). Cito siempre por mi edición crítica
publicada en Editorial Universitaria en 2016, que es versión revisada y corregida de la
publicada en Iberoamericana-Vervuert en 2010. El manuscrito de la crónica se conserva
en los fondos de la Real Academia de la Historia, en Madrid.
4 Este es quizá uno de los peores lastres que arrastran varios cronistas de la época,
por lo que es destacable que el propio Barros Arana diga de Góngora Marmolejo que

SUJETOS COLONIALES.indb 120 29/3/17 8:09


SOBRE INVENCIONES DE GUERRA 121

es, por tanto, un historiador bastante confiable, hasta donde le podemos


pedir, y sus palabras nos servirán para pasar revista al tema central de este
trabajo, que no es otro que analizar cómo el pueblo mapuche, después
del desconcierto inicial de los primeros años de la conquista, fue capaz
de levantarse moral y físicamente contra el español y su máquina de
guerra, creando a su vez una estrategia y un aparato bélico notables, con
los cuales logró distintos grados de éxito en su lucha.
Los mapuche se tuvieron que enfrentar, inicialmente, a unos enemigos
desconocidos que se valían de atemorizantes medios de transporte, los
caballos y que utilizaban mortíferas armas de metal, lo cual los obligó a
adaptarse a las nuevas circunstancias, tal como indica Álvaro Jara:

La resistencia del indio, en especial en la región situada al sur del


Bío-Bío, a adaptarse a la dominación de los españoles, que suponía una
transformación sustancial de su forma de vida, le llevó a desarrollar una
actividad guerrera defensiva que influyó de manera apreciable en su sistema
bélico, pues enfrentaba a un adversario por entero diferente en este terreno a
sus anteriores y esporádicos enemigos aborígenes. En el curso del siglo XVI
tiene lugar una adaptación y un mejoramiento de sus técnicas guerreras
tan decisivo, que logró poner en jaque a la sociedad española (1984, p. 59).

«Adaptación» y «mejoramiento»… El camino, sin embargo, será muy


largo y estará plagado de espinas para los indígenas. Muchos caerán en
el camino y el aprendizaje demorará varios decenios. Sin duda que el
primer gran hito de este proceso es la aparición entre los mapuches de
un genial estratega llamado Lautaro. Perteneciente al pueblo pikunche
y educado por los españoles trabajó como mozo de cuadra de Valdivia;
los testimonios cronísticos coinciden en que Lautaro es el primero que
se atreve a desmitificar en forma pública la idea cuasi sobrenatural que
de los peninsulares tenían los indígenas, desnudando su mortalidad y la
precariedad, debido a su escaso número, de su dominación. Góngora
Marmolejo apunta que el primer gran mérito de Lautaro fue lograr
convencer a los caciques del sur del Biobío de escuchar lo que les tenía
que decir, cosa que no era fácil debido a los resquemores que entre ellos

«dotado […] de un juicio recto y de una notable honradez de carácter, […] se muestra
equitativo y desapasionado en sus apreciaciones de los hombres y de los sucesos, de tal
suerte que en la mayor parte de los casos, el historiador puede aceptar sus opiniones
como la expresión de la verdad, o como algo que se le acerca mucho» (2000, tomo 2,
p. 212).

SUJETOS COLONIALES.indb 121 29/3/17 8:09


122 MIGUEL DONOSO RODRÍGUEZ

provocaba su convocación por un indígena afuerino. Según el testimo-


nio del cronista, una vez que los caciques aceptan escucharlo,

el Lautaro tocó la trompeta que traía de las que en la guerra había ganado;
después de habella tocado subió en su caballo y, puesto en medio de todos
porque le pudiesen mejor ver y oír, les comenzó a hacer una oración con
palabras recias y bravas, poniéndoles por delante la miseria y cativerio que
tenían, y que él, movido de lástima, había salido de su tierra a procuralles
libertad; y, pues vían cuán oprimidos estaban, tomasen las armas y se juntasen
todos, que con la orden que él les daría no dudasen de pelear, porque
convenía ansí para alcanzar su deseo, y que echarían a los cristianos de
toda su tierra, pues ellos eran hombres y tenían tan grandes cuerpos como
otros indios cualesquiera. Con sus pies y manos libres, ¿en qué les podían
ellos hacer ventaja? Pues todos eran unos y parientes antiguos, y que bien
habían sabido las muchas vitorias que los indios de Arauco habían tenido
de cristianos, y cómo se habían libertado con las armas, que les rogaba las
tomasen y enviasen mensajeros los unos a los otros para que todos con una
voluntad tomasen aquella guerra (Historia, pp. 224-225).

Los caciques, animados con el provocador discurso de Lautaro, reco-


nocen por vez primera la posibilidad de expulsar a los porfiados inva-
sores, y se ponen bajo sus órdenes. De la mano de este astuto estratega
aparece entre los mapuche la novedosa táctica de los escuadrones de re-
levo para enfrentar la máquina de guerra española, estrategia justamente
diseñada pensando en el escaso número de hombres con que contaban
los peninsulares. La estrategia consistía en aprovecharse del agotamiento
que los españoles acumulaban tras largas horas de combate sin descansar,
enfrentándolos a escuadrones de indígenas que se renovaban periódi-
camente. En efecto, al ponerla en práctica por primera vez en Tucapel,
la estrategia acabará con las vidas de Pedro de Valdivia y sus hombres.
Tras la debacle española en dicho lugar, los ánimos de los indígenas se
encienden y empieza un levantamiento, el de fines de 1553 y principios
de 1554, que tendrá su perfecto correlato, varios decenios después y en
circunstancias mucho más terribles, en los sucesos que acabarán con la
muerte de otro gobernador y sus capitanes, más cientos de españoles
muertos y quinientas mujeres y un número indeterminado de niños
cautivos de los indígenas, así como la destrucción de todas las ciudades
al sur del Biobío: me refiero al famoso levantamiento general indígena
que comienza tras la muerte en Curalaba del gobernador Martín García
Óñez de Loyola, el 23 de diciembre de 1598.

SUJETOS COLONIALES.indb 122 29/3/17 8:09


SOBRE INVENCIONES DE GUERRA 123

Un segundo hito en este proceso de aprendizaje y rebeldía, que


debió influir con fuerza en el fortalecimiento de la moral del pueblo
mapuche, constituye un ejemplo notable de valentía y braveza indígena.
En palabras de Góngora Marmolejo, los sucesos relacionados con el
bravo guerrero Galvarino fueron «una cosa […] que por ser dina de
memoria la escribo, para que entienda el que esto leyere y considere
cuán valientes hombres son estos bárbaros y cuán bien defienden su
tierra» (Historia, p. 247). El hecho se relata en el capítulo 26, el cual
da cuenta de los tiempos en que García Hurtado de Mendoza, nuevo
gobernador de Chile y comandante de las tropas españolas asentadas
temporalmente en Millarapue, se enfrenta a las huestes mapuches
dirigidas por Caupolicán. Según el relato, mientras se encontraba en el
campamento,

unos [indios] corredores le trajeron a don García un indio, al cual mandó


que le cortasen las manos por las muñecas; ansí castigado lo envió adonde
los señores principales estaban, y que les dijese si le venían a servir les
guardaría la paz, y si no lo querían hacer que a todos había de poner de
aquella manera (Historia, p. 247).

El castigo realizado en Galvarino, lejos de producir el efecto


disuasivo buscado, envalentona a Caupolicán, quien lo utiliza para hacer
escarmentar a sus hombres y mostrarles cómo es preferible morir antes
que terminar en tan lamentable estado, inutilizados para el combate. Por
eso llama a sus guerreros a que

no tuviesen temor de dar otra y otra batalla, hasta morir todos; y que
cuánto mejor les era morir peleando valientemente que no verse como
aquel indio, cortadas las manos; y para más animallos andaba el indio, las
manos cortadas, por el escuadrón diciendo a todos su mal (Historia, p. 248)5.

Galvarino se ha convertido, hasta el día de hoy, en un símbolo de la


resistencia indígena contra la dominación española. Sabemos, gracias a
los testimonios cronísticos, que su mutilación no solo fue puesta como
ejemplo de lo que la derrota a manos de los españoles iba a significar
para el pueblo mapuche, sino que él juró pelear ya que se había que-

5 Recuerda también el episodio de Galvarino el cronista Jerónimo de Vivar, pp. 240


(prisión del indio por los españoles) y 242 (suplicio).

SUJETOS COLONIALES.indb 123 29/3/17 8:09


124 MIGUEL DONOSO RODRÍGUEZ

dado sin manos para coger las armas con los dientes6, e incluso cierta
tradición lo recuerda combatiendo posteriormente con cuchillos ama-
rrados a sus muñones sangrantes. Es, como vemos, un claro símbolo de
la tozudez y bravura del pueblo mapuche, que se resistía a subsistir como
servidor del otro.
A lo largo de los casi cincuenta años que abarca este extenso proceso
de resistencia y aprendizaje, desde la muerte de Valdivia en 1553 hasta el
desastre de Curalaba en 1598, hay varios hitos más que destacar. Entre
batalla y batalla la lectura de la crónica va dejando rastro de las espanto-
sas consecuencias físicas que los golpes de las diestras manos indígenas
(macanazos, garrotazos y lanzazos entre los más comunes) producían
en los españoles, de la misma forma que describe también, con lujo de
detalles, los destructivos efectos que las balas de artillería españolas oca-
sionaban en los despavoridos indios. Lo cierto es que con el correr de
los años las armas de los indígenas van perfeccionándose7: se incorpora
el metal de las espadas y cuchillos españoles a las lanzas y flechas indí-
genas y el largo de las picas aumenta, para hacer frente en mejor forma
a los hombres montados a caballo. Asimismo, los mapuches también se
interesan por los caballos y aprenden a montar. En efecto, a contar de
la gobernación de Melchor Bravo de Sarabia, situada entre fines de la
década de 1560 y mediados de la década siguiente, empiezan a aparecer
menciones a la existencia de una diestra caballería mapuche8. El uso de
las armas de fuego, en cambio, les resultará más complejo, pero igual-
mente irán perdiéndole el temor con el paso del tiempo, y lograrán
contar entre sus filas con polvoristas cautivos o escapados de las filas
españolas que los proveerán de la vital pólvora necesaria para accionar
arcabuces y mosquetes.
Hay casos en que el ingenio del indígena suple largamente el
atraso técnico, como ocurre con una novedosa estrategia de comba-
te que los mapuches estrenan en la batalla de Marigüeñu, ocurrida
en febrero de 1554, poco tiempo después de la muerte de Pedro de

6Así lo testimonia Vivar, p. 242.


7Para todo el tema de las armas de los indígenas americanos es ya clásico el
completo estudio de Salas, 1950, con versión abreviada en 1986.
8 Véase Jara, 1984, pp. 60-62. Uno de los autores que testimonia este aprendizaje
y dominio de la caballería por parte de los mapuches es Alonso González de Nájera,
militar que en su Desengaño y reparo de la guerra del reino de Chile (1614) llega a afirmar
que a comienzos del siglo XVII la caballería mapuche era superior en número a la
española (pp. 296 ss.).

SUJETOS COLONIALES.indb 124 29/3/17 8:09


SOBRE INVENCIONES DE GUERRA 125

Valdivia, en que los indios se enfrentan a las tropas del desafortunado


general Francisco de Villagra:

Para esta batalla hicieron los indios una invención de guerra diabólica,
que fue en unas varas largas como una lanza ataban a ellas, desde poco más
de la mitad, un bejuco torcido, que sobraba de la vara una braza y más;
esta cuerda que sobraba era un lazo que estaba abierto, y de aquellos lazos
llevaban los indios de grandes fuerzas cada uno, uno. Estos hicieron mucho
daño, porque, como andaban envueltos con los cristianos, tenían ojo en
el que más cerca llegaba y echábanle el lazo por la cabeza, que colaba a el
cuerpo, y tiraba tan valientemente, con otros que andaban juntos para efeto
de ayudalles, que lo sacaban de la silla: dando con él en tierra lo mataban a
lanzadas y golpes de porras que traían (Historia, p. 197).

Otros artilugios ofensivos se suman con el paso del tiempo. La crónica


también refiere el invento por los indígenas de un arma arrojadiza letal,
estrenada con éxito cuando un ejército mapuche ataca el recién fundado
fuerte de Penco:

Con muchos garrotes, tan largos como el brazo y menores —que de ellos
trajeron muchas cargas—, y con sus lanzas largas y arcos y grande cantidad
de flechas, armados con unos pedazos de cuero de lobo marino cudrío
y grueso, que a manera de coracinas les defendía el güeco de el cuerpo;
y platicado entre sí de la manera que pelearían, tomaron esta orden: que
hecha la palizada, cuando los cristianos viniesen a romper en ellos, pues
eran tan pocos, disparasen los garrotes a las caras de los caballos, arrojadizos;
y que siendo, como eran, muchos, dándoles tanta lluvia de palos en las caras
y cabezas, harían mucho efeto para que no osasen llegar a ellos (Historia, p.
219)9.

Por otra parte, resulta evidente que el minucioso conocimiento que


los mapuches tenían de la geografía de su tierra10, especialmente de los

9 También menciona estas arteras armas Vivar, p. 154: «Y estos y los de las lanzas
llevan unos garrotes que arronjan y tiran con tan gran fuerza que si acierta alguna rodela
la hace pedazos, y si dan en brazo o pierna, lo quiebra.Y tiran tantos destos que parecen
granizos, según los arronjan espesos».
10 A este tema dedica un completo apartado González de Nájera en su texto, cuyo
Punto primero lleva por título «La guerra que hacen los indios a nuestros españoles con
la gran fortaleza de su tierra».Ver pp. 301 ss..

SUJETOS COLONIALES.indb 125 29/3/17 8:09


126 MIGUEL DONOSO RODRÍGUEZ

caminos por los que transitaban los españoles, también los ayudó en la
preparación de algunas de sus terribles armas:

Aquel invierno desde La Imperial a Cañete se andaba el camino con


alguna seguridad, por los muchos castigos que se habían hecho, aunque
dieron los indios en una invención de guerra dañosa: que hacían hoyos
secretos, grandes y cuadrados en mitad de los caminos y en ellos hincaban
varas, tostadas las puntas y muy agudas, tan gruesas como astas de dardos, y
cubrían estos hoyos por cima de tal manera que se mataban muchos caba-
llos dentro de ellos, metiéndose aquellas astas por las tripas. Hubo grandes
castigos para quitalles que no los hiciesen, empalando dentro en los hoyos
los indios que se tomaban en aquella comarca (Historia, p. 265).

En otro caso el ingenio indígena busca vulnerar el sistema de


abastecimiento de agua de los españoles, a los cuales tienen sitiados en el
fuerte de Arauco. El hecho ocurre en medio del famoso cerco indígena
a este fuerte, ocurrido durante el cruento invierno de 1562. Apunta el
cronista que

los cristianos, viéndose cercados y tantos enemigos sobre ellos, y que no


eran parte para salir fuera, comenzó el capitán Lorenzo Bernal a tasar la
comida y dar raciones en general del trigo y maíz que en el fuerte había,
teniendo gran guardia en el bastimento, y mandó limpiar un pozo que
dentro en el patio del fuerte tenía hecho, temiéndose de cerco; y porque
tenía el pozo poca agua para tanta gente y bestias, para mejor poderse
sustentar ordenó que, cargada el artillería y los arcabuceros en orden para
dalles socorro, con las vasijas que tenían saliesen por agua, y la tomasen
de una hoya que estaba junto a la trinchea de los indios, porque luego
aquella noche que llegaron sacaron trincheas grandes con vueltas torneadas,
y tan hondas que detrás dellas podían estar bien seguros de artillería ni de
otro ningún asalto que no fuese muy a su ventaja; juntamente con esto
se velaban con gran cuidado y mudaban los cuartos al sonido de un gran
cuerno que para el efeto tocaban; y puestos en orden cincuenta soldados
con sus armas para defender a los que habían de tomar el agua, salió el
capitán del fuerte caminando; las centinelas dieron arma en el campo; los
indios toman las armas y están quedos, esperando ver si iban a pelear o qué
camino llevaban. Entendiendo a lo que iban, salen a defendelles el agua, los
unos con muchas flechas, que parescía llovían sobre ellos; los cristianos [a]
arcabuzazos pelearon, hasta haber tomado agua, y al volver con ella era cosa
de ver la flechería que les iban tirando, hiriendo a muchos, que como iban
a espaldas vueltas los herían en las piernas, y al levantar de los pies hirieron

SUJETOS COLONIALES.indb 126 29/3/17 8:09


SOBRE INVENCIONES DE GUERRA 127

[a] algunos en las plantas y en otras partes. Esto era de ordinario, hasta que
viendo que de las veces que salían fuera le herían muchos soldados, y por
otra parte los indios se ensuciaban en el agua y echaban en ella cosas muertas
porque no la bebiesen —con todo aprovechaba poco, que todavía la bebían,
saliendo a su riesgo por ella—, entendiendo los indios que dentro en el
fuerte no la debían tener, pues bebían aquella tan mala, con herramientas y
palos tostados sacaron un foso desde una quebrada, rompiendo un pedazo
de loma que estaba en medio. Con esta diligencia desangraron por allí
el charco, de tal manera que no dejaron en él agua ninguna. El capitán
Lorenzo Bernal daba y repartía el agua con orden a todos los que en el
fuerte estaban; los caballos era lástima de ver, que como no comían se
enflaquescieron mucho, sustentándose de alguna paja, dándoles con ella
juntamente a beber de dos a dos días; mas como luego reconosció el cerco
iba a lo largo, quitó el agua a los caballos, de que se comenzaron a morir
muchos; mandábalos desollar y aprovechándose de alguna carne lo demás
se enterraba, y con los cueros daba el capitán orden reparasen las paredes
de los cubos, porque no se cayesen a causa de las aguas que entraban del
invierno (Historia, pp. 310-312).

Cortar el suministro del agua y ensuciar o envenenar el vital elemen-


to no eran ninguna novedad como tácticas de guerra. Se inscriben en la
más pura tradición de la astucia en las formas de guerrear, presente en
diversas culturas a través de los siglos. Los mapuches también utilizan es-
tas estratagemas, con distintos resultados, como hemos podido apreciar
en este ejemplo.Todo vale para detener el implacable avance del invasor.

Conclusión
A partir de un texto concreto, como es el de Alonso de Góngora
Marmolejo, he pretendido en este trabajo abordar el proceso de
aprendizaje y resistencia del pueblo mapuche contra los conquistadores
españoles, un proceso que tuvo como ineludible punto de partida el
conocimiento y la desmitificación del adversario, al que se creía un ser
sobrenatural e inalcanzable. En este camino ayudó no poco al indígena
la observación paciente de las costumbres del rival y la asimilación de sus
armas, a lo que se sumó el perfeccionamiento de las propias y la invención
de diversos artilugios y estratagemas de guerra, entre los cuales destaca
la incorporación de nuevas tácticas, como la del escuadrón de relevos.
Si a esto sumamos el notable dominio del espacio geográfico que tenía
el pueblo mapuche, espacio que supieron aprovechar a la perfección, la

SUJETOS COLONIALES.indb 127 29/3/17 8:09


128 MIGUEL DONOSO RODRÍGUEZ

guerra de Arauco se convirtió en un verdadero callejón sin salida para los


españoles. Aunque durante algunos lustros, destacados militares hispanos
como García Hurtado de Mendoza y Rodrigo de Quiroga, merced a
la disciplina y la mano dura, pudieron mantener a raya a los indígenas y
lograron provisorios tiempos de paz, esto se logró gracias a un notable
desgaste humano y material para los españoles, imposible de sostener en
el tiempo con recursos únicamente particulares. La monarquía no supo
o quizá no quiso hacerse cargo, por entonces, del problema, y cuando
este hizo crisis el 23 de diciembre de 1598, en Curalaba, y estalló el
posterior levantamiento indígena, el problema derivó en insoluble:
muerto el gobernador y sus principales capitanes; destruidas las ciudades
al sur del Biobío; cautivas muchas mujeres y niños y con la dominación
española limitada al norte de dicho río, todo ello va a empujar a la
metrópoli, ya a comienzos del siglo XVII, a la creación de un ejército
profesional permanente para Chile, sostenido económicamente ya
no por los vecinos y la iniciativa individual del gobernador de turno,
sino por el virreinato de Perú, a través del establecimiento de un Real
Situado. Pero la estrategia de guerra a seguir contra los tozudos indios
será debatida por largos años: mientras unos, como Alonso González
de Nájera, defenderán a brazo partido el endurecimiento de la guerra
ofensiva, basándose en su propia experiencia combatiendo por largos
años en Arauco, otros, como el jesuita Luis de Valdivia, plantearán que
eso es justamente lo que ha llevado las cosas al lamentable estado en el
que se encuentran, proponiendo, en cambio, y como política de estado
aprobada por la Corona, la estrategia de la guerra defensiva. Unas y
otras estrategias hispanas, sin embargo, no darán frutos duraderos, y
el problema nunca acabó de resolverse, mal que nos pese, mientras
el reino de Chile fue territorio de la monarquía española. Hoy los
gobiernos republicanos, en pleno siglo XXI, siguen enfrentando
nuevas formas de resistencia indígena.

SUJETOS COLONIALES.indb 128 29/3/17 8:09


SOBRE INVENCIONES DE GUERRA 129

Bibliografía

Barros Arana, Diego, Historia General de Chile, Santiago, Editorial Universitaria-


Centro de Investigaciones Diego Barros Arana-Dirección de Bibliotecas,
Archivos y Museos, 2000, tomos 1 y 2.
Boccara, Guillaume, Los vencedores. Historia del pueblo mapuche en la época
colonial, Santiago, Universidad Católica del Norte-Línea Editorial IIAM-
Ocho Libros Editores, 2009.
Donoso, Miguel y Javiera Jaque, «Vicios y virtudes del gobernador: el modelo
literario clásico de los retratos o semblanzas en la Historia de Góngora
Marmolejo», Revista Chilena de Literatura, 76, 2010, pp. 205-221.
Góngora Marmolejo, Alonso de, Historia de todas las cosas que han acaecido en el
reino de Chile y de los que lo han gobernado, estudio, edición y notas de Miguel
Donoso Rodríguez, Santiago, Editorial Universitaria, 2016.
González de Nájera, Alonso, Desengaño y reparo de la guerra del reino de Chile,
estudio biográfico, edición, notas filológicas e históricas de Miguel Donoso
Rodríguez; estudio preliminar y notas históricas de Rafael Gaune Corradi,
Santiago, Universitaria, 2017.
Jara, Álvaro, Guerra y sociedad en Chile y otros temas afines, Santiago, Editorial
Universitaria, 1984.
Salas, Alberto Mario, Las armas de la Conquista, Buenos Aires, Emecé Editores,
1950.
— Las armas de la Conquista de América, Buenos Aires, Plus Ultra, 1986.
Vivar, Jerónimo de, Crónica y relación copiosa y verdadera de los Reinos de Chile,
Edición facsímil del manuscrito y transcripción de I. Leonard, Santiago,
Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina, 1966.

SUJETOS COLONIALES.indb 129 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN:
HISTORIA TEMPRANA DE UN TÉRMINO COLONIAL

Paul Firbas
Stony Brook University

En los territorios americanos administrados por España durante el


siglo XVI, los discursos y las prácticas políticas del poder constituían a los
nuevos sujetos coloniales. Se trataba de homogeneizar y estabilizar nuevas
categorías de sujetos —mestizo, mulato, etc.— que debían encontrar su
lugar en el orden imperial. Al hacerlo, los discursos dejaban también
—sin proponérselo— un registro de sus movimientos e inestabilidades;
es decir, en la misma constitución discursiva de las subjetividades se iba
escribiendo la historia de sus fugas y negociaciones, y de los propios
límites del poder. En este sentido, el estudio de la aparición de una palabra
que señalaba un nuevo sujeto social en el siglo XVI, como es el caso de
cimarrón, nos permite hoy trazar un mapa de las prácticas políticas y los
ejercicios simbólicos entre el Caribe y la América del Sur, y sus relaciones
transatlánticas. Así, la voz cimarrón y el fenómeno histórico-social del
cimarronaje nos plantean preguntas que están en la base del presente trabajo:
¿qué revela la historia de los usos de cimarrón en el contexto colonial
temprano? ¿Cómo se desplaza y estabiliza semánticamente y qué procesos
de la sociedad colonial encierran sus usos y sus omisiones patentes?1

1 Al hablar de «sujetos coloniales» se enfatiza el carácter discursivo de esas entidades.

Sin embargo, nos interesan también –sin duda— las prácticas no (propiamente) discursivas

SUJETOS COLONIALES.indb 131 29/3/17 8:09


132 PAUL FIRBAS

El significado de la voz cimarrón cristalizó en la segunda mitad del


siglo XVI. El Diccionario de americanismos de Marcos Morínigo (1966)
y el Diccionario crítico etimológico de Joan Corominas (1954) ofrecen
la misma definición: ‘alzado, montaraz’, aplicado a «indios, negros y
animales huidos a los montes» (Morínigo) y dan como étimo posible
la palabra castellana cima. Aunque la historia semántica no es del todo
clara, la documentación más temprana estudiada por José Juan Arrom
(1986) indica que la palabra se usaba al menos desde 1530 en Cuba
para nombrar a los indios fugitivos o alzados; y dos años después se
documenta en La Española en el mismo sentido. Arrom cita además
un documento de 1532 del Consejo de Indias, fechado en Medina de
Campo, en donde se describe al cacique Enriquillo, quien diez años
antes «se alzó a los montes» y se había juntado con «algunos indios
llamados çimarrones que son los fugitivos» (Arrom 1986, p. 32). Es
posible, como sugiere Arrom, que la importancia del levantamiento
de este cacique, desde 1519, haya influido en el uso administrativo del
término y su posterior extensión.
Conviene notar que en el recuento que hace el fraile dominico
Bartolomé de Las Casas en su Historia de las Indias sobre Enriquillo y su
alzamiento en La Española nunca emplea el término cimarrón2. Las Casas
cuenta que este cacique había sido educado por los franciscanos y era
diestro en la lengua castellana —tampoco usa la palabra ladino—, y que
al resistirse a los maltratos y agravios de su amo

del poder, como los ataques armados, las reducciones de pueblos, las detenciones físicas.
En este sentido, no sigo un concepto totalizante de discurso.
2 Las Casas empezó la redacción de su Historia de las Indias en 1527 y la trabajó
con más intensidad desde su regreso a España en 1547, hasta 1560-1561 (Hanke, 1965,
pp. xxii, xxx). No sabemos en qué años escribió el capítulo sobre Enriquillo, pero
termina con una referencia a sus Tratados: «Destas materias dejamos escritos, en romance
y en latín, largos tractados» (Historia de las Indias, vol. iii, p. 263). Es decir, las páginas
sobre Enriquillo pudieron redactarse (o revisarse) desde finales de los años 1540 y quizá
después de 1552-1553, cuando se publicaron los Tratados. Si consideramos que Las
Casas escribió no pocas de sus páginas en contra de la Historia general de Gonzalo
Fernández de Oviedo, podría ser revelador —como una omisión intencional— que el
fraile dominico no usara nunca la palabra cimarrón en su obra, hasta donde he podido ver.
Oviedo, en cambio, incorporó cimarrón a su vocabulario en los capítulos incluidos en la
versión ampliada en 1547 de su Historia. Las Casas conoció ese manuscrito e impidió
que llegara a la imprenta (Hanke, 1965, pp. xxii-xxiii). Sobre el proceso de escritura y
publicación de Oviedo, ver Carrillo Castillo, 2004, pp. 107-141; y sobre su visión de la
historia como cronista oficial de Indias, pp. 69-79.

SUJETOS COLONIALES.indb 132 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 133

[…] determinó de no ir a servir más a su enemigo, ni enviarle indio suyo,


y por consiguiente, en su tierra se defender; y esto llamaron los españoles
y llaman hoy alzarse y ser rebelde Enrique, y rebeldes y alzados los indios,
que con verdad hablando, no es otra cosa que huir de sus crueles enemigos,
que los matan y consumen, como huye la vaca o buey de la carnicería…
(Historia de las Indias, [lib. iii, cap. cxxv], vol. III, p. 261).

Las Casas denuncia aquí —como en otros escritos— una situación


tan extrema de injusticia que implica también una corrupción del
lenguaje. Los españoles llaman alzados y rebeldes a los indios que no
hacen más que huir de sus enemigos, de la misma manera que lo hace
el ganado para salvar su vida3. Es curioso que en este contexto Las Casas
—quien conocía la realidad caribeña directamente— no empleara la
palabra cimarrón, que ya circulaba desde 1530 en los documentos para
nombrar a los indios alzados, pero también a los animales que se habían
tornado salvajes. La misma cita confirma esta proximidad discursiva
entre indios y ganado. Al menos desde1543, según lo registra Oviedo
—como veremos más adelante— la voz cimarrón se usaba también
para los puercos que traídos de España se habían hecho salvajes en la
isla. Desde 1561 está documentado el uso de cimarrón para designar
al ganado y otros animales domésticos hechos montaraces: «ganado
macho, y del simarron y alzado»; «cien mil perros como lobos, que
llaman simarrones» (citado por Arrom 1986, pp. 25-26). Es decir,
volviendo a la cita de Las Casas, el contexto nos permite conjeturar
una omisión intencional de la palabra cimarrón. Quizá para Las Casas
—y específicamente en el contexto caribeño temprano— esta palabra
comportaba una carga oficial administrativa y despectiva que querría
evitar. Pero si Las Casas escribió sus líneas sobre Enriquillo después de
1550, es probable también que cimarrón ya hubiera cambiado su registro
de uso y se usara preferentemente para designar a los esclavos fugitivos
de origen africano.
José Juan Arrom propone, en última instancia, una etimología indígena
para cimarrón, construyendo su hipótesis a partir de un dato que ofrece la
Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo.
Refiriéndose siempre a La Española, Oviedo señala que «muchos gatos
de los domésticos, que se trujeron de Castilla para las casas de morada, se

3 El símil lo repite Las Casas en la misma Historia de las Indias, [lib. ii, cap. x], vol. II,
p. 240, citado también por Arrom, 1986, p. 20.

SUJETOS COLONIALES.indb 133 29/3/17 8:09


134 PAUL FIRBAS

han ido al campo e son innumerables los que hay bravos o cimarrones,
que quiere decir, en la lengua de esta isla, fugitivos» (Historia general, [lib.
x, cap. ix], p. 38). Arrom entiende que «la lengua de esta isla» es la taína
y, en ese sentido, desestima que «cima» sea el étimo castellano de cimarrón
(Arrom, 1986, p. 27). Finalmente, apelando a la escritura «simarrón» (con
s) de algunos documentos de la época, conjetura que la palabra proviene
del taíno símara ‘flecha’, más el sufijo durativo –n, cuyo significado sería
«flecha despedida del arco» o fugitiva. Luego, el uso castellano asimilaría la
voz indígena a la palabra cima (Arrom, 1986, pp. 28-29)4.
Lo cierto es que hacia 1544 en Santo Domingo aparece la primera
documentación de cimarrón referida a los esclavos negros fugitivos
(Arrom, 1986, p. 25). En esos años la población nativa se había reducido
dramáticamente y estaba siendo reemplazada por la africana y, por tanto,
los indios ya no eran los protagonistas históricos del cimarronaje. Es
decir, a mediados del siglo xvi comenzó la reducción del extenso campo
semántico de cimarrón, que pasó a designar principalmente —pero no
de forma exclusiva— al esclavo africano fugitivo, con lo cual el término
quedó marcado étnicamente en los discursos imperiales que atravesaban
la geografía de Tierra Firme, el Darién y el istmo de Panamá, justamente
donde los palenques o asentamientos de cimarrones amenazaban la
circulación y el comercio entre los dos grandes océanos. Así, cimarrón se

4 No estoy en capacidad de discutir esta importante hipótesis de base indígena, pero


está claro que con «la lengua de esta isla» Oviedo podría referirse también al particular
castellano que se estaba formando en La Española o al hecho de que él percibía el
término como americanismo léxico (como arcabuco, por ejemplo). Respecto al sentido
castellano de cima, Arrom desestima que los lugares altos hayan sido apropiados como
refugios de fugitivos (1986, p. 27). A ese argumento podríamos oponer cierto cruce
semántico entre monte y cima (‘lugar elevado’ en ambos casos); pero la primera voz tenía
también la acepción de «tierra cubierta de árboles» (Diccionario de Autoridades, 1734) o
‘bosque’ (Percival, Diccionario inglés, 1591: «a wood»). Por tanto, fugarse al monte —al
bosque— y hacerse montaraz podía confundirse con cima y cimarrón. Las Casas cuenta
que cuando Enriquillo huyó de los abusos españoles, se refugió «en cierto monte» (Las
Casas, Historia de las Indias, vol. III, p. 261). Conviene aquí agregar un dato que ofrece
el Inca Garcilaso en sus Comentarios reales y que enriquece el imaginario sobre los
habitantes de los montes y montañas: la voz montañés se usaba en el Perú (segunda mitad
del siglo XVI) para señalar despectivamente al mestizo, llamándolo así ‘salvaje’, pero
disfrazando la afrenta con el prestigio del montañés de Asturias o Vizcaya (Comentarios
reales, [lib. IX, cap. XXI] t. II, p. 279).

SUJETOS COLONIALES.indb 134 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 135

convierte en una palabra del vocabulario imperial5. Según los cálculos


del cronista-cosmógrafo del Consejo de Indias, Juan López de Velasco
en su Geografía y descripción universal de las Indias (1576), hacia 1572 en
el área comprendida entre Nombre de Dios y Panamá había más de tres
mil cimarrones (p. 346).
Al movernos del registro de las palabras al de los discursos, notamos
que entre los textos coloniales dominan las narraciones estabilizadoras,
aquellas que frente a la diversidad enorme de mezclas y movimientos
humanos imponen un discurso homogeneizador, compuesto de naciones
o repúblicas esenciales: españoles, indios, negros. El lugar de enunciación
de esos textos es el poder oficial o algún proyecto que se acerque a éste.
En el área andina, el gran texto de Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva
corónica y buen gobierno (c. 1615), parecería también proponer un modelo
de estabilidad frente a la movilidad indígena, a la realidad del mestizaje y
la moral de los nuevos espacios urbanos, planteando el regreso imposible
a una comunidad nativa estática y arraigada a la tierra, controlada por una
élite indígena a la que al autor se adscribía. Sin embargo, Guamán Poma
no representa en absoluto el discurso colonial dominante (aunque aspire
a ello a través de su vinculación imaginaria con Felipe III) ni su texto
compone una narración coherente que logre, internamente, estabilizar
su mundo. Como veremos más adelante, el cronista indígena entiende
lo cimarrón desde un lugar distinto al de la lógica metropolitana o
criolla. Su uso del término indica la riqueza semántica de un vocablo
que señalaba las transformaciones de la sociedad colonial americana
desde sus inicios.
Para iluminar la potencia de cimarrón como categoría crítica, convine
contrastarlo brevemente con caníbal, en tanto interpretantes posibles de
la historia latinoamericana. Aunque es de sobra conocido el interés de
la crítica cultural en el «canibalismo», pensamos que el cimarronaje fue
también central para la gestación de nuevas subjetividades en el contexto
colonial. Lo caníbal siempre se evade del escenario concreto histórico-
social y está más allá de los límites de lo (políticamente) aceptable.
En cambio, el cimarrón, que en sus acepciones principales indica una

5 No conozco un trabajo que aclare la pérdida de la primera sílaba de cimarrón en


su ingreso al inglés maroon y otras lenguas, pero puede pensarse en un incorrecto corte
de palabras, ci (si) – marrón. El uso de maroon en inglés y francés estaba ya establecido
a mediados del XVII. Puede verse ya en Sir Francis Drake revived de Philip Nichols,
impreso en Londres en 1626.

SUJETOS COLONIALES.indb 135 29/3/17 8:09


136 PAUL FIRBAS

fuga del control colonial y esclavista, presupone siempre su inserción


histórica en ese sistema y, por tanto, es una categoría que participa de
las negociaciones factuales de la política, además de intersecar con el
«archivo de metáforas» de la tropología del caníbal (cf. Jáuregui, 2008, p.
15). La corona española estableció alianzas —realmente celadas— con
los cimarrones para negociar su lugar en la colonia; no así con el caníbal,
que estaba fuera del tiempo histórico y las negociaciones concretas,
aunque ciertamente presente en la teoría y los discursos. Durante el
primer siglo de dominación europea en América, caníbal nos dice poco
sobre las nuevas dinámicas que iba generando la realidad colonial y
más sobre el imaginario europeo y su cartografía de raigambre clásica
y medieval, repotenciada por la maquinaria de la expansión imperial.
Más allá de las prácticas dietéticas y rituales indígenas, el caníbal es
claramente un tropo del discurso imperial; mientras que el cimarrón surge
como una figura histórica que se opone desde adentro al ordenamiento
del imperio y condensa las tensiones coloniales. En ese sentido, quizá lo
que más se aproxime a cimarrón sea la categoría ladino. En las relaciones
históricas y también en la poesía épica, los héroes cimarrones suelen ser
ladinos, como Jalonga en Armas antárticas (c. 1609) de Juan de Miramontes
Zuázola, poema que sigue con bastante fidelidad las escaramuzas entre los
soldados españoles y los cimarrones del Darién aliados con ingleses. El
manejo íntimo de la lengua y los códigos culturales españoles hacen del
cimarrón ladino una figura de gran complejidad y atracción6.

6 La bibliografía sobre el canibalismo —como expresión de la cultura imperial


de la modernidad temprana— es muy extensa. El notable estudio de Carlos Jáuregui,
Canibalia: canibalismo, calibanismo, antropofagia cultural y consumo en América Latina (2008)
es de consulta obligatoria. Jáuregui trabaja con el tropo del caníbal desde el siglo xvi al
xxi y señala su intersección con el imaginario del cimarrón. Por ejemplo, al considerar
la novela cubana Biografía de un cimarrón de Miguel Barnet (1966), la ve como «una
figuración afro-calibanesca de la Revolución» (p. 43). Nosotros consideramos que el
cimarrón —la palabra y categoría— conlleva un peso histórico y un archivo de prácticas
concretas en el espacio americano que se pierden al ser absorbidos en el estudio del
canibalismo como tropo imperial y gran metáfora de la alteridad. Eso no quiere decir
que lo cimarrón y lo caníbal no se aproximen en el imaginario de la otredad. Pero el
cimarrón —a diferencia del caníbal— surge de las nuevas dinámicas histórico-sociales
de la América colonial como un sujeto factual. Para hablar del cimarrón no tenemos
que situarnos en un lugar «independiente de las prácticas históricas» o «allende el asunto
de su historicidad» (Jáuregui, 2008 pp. 20 y 26), como suele suceder con los estudios
sobre el caníbal, cuya existencia es principalmente discursiva (sin negar las prácticas
antropofágicas).

SUJETOS COLONIALES.indb 136 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 137

Para historiar los probables orígenes de la palabra cimarrón, debemos


remitirnos a uno de los primeros textos narrativos que registra los nuevos
contactos coloniales en Sudamérica: la carta de Pero Vaz de Caminha al
rey Don Manuel, escrita en 1500 desde Vera Cruz, en lo que después
será el Brasil. Allí, en ese texto portugués, aparece quizá la primera
cimarronada sudamericana, aunque en su mínima expresión. Todavía la
palabra cimarrón no estaba en uso en castellano y, de hecho, en portugués
nunca llegará a cuajar con la extensión española, aunque las fugas de
esclavos y la formación de quilombos (los palenques castellanos) serán
centrales en la historia brasileña. Sin embargo, en la carta de Caminha
de 1500 aparece el primer uso americano de la expresión «irse para
la cima», referida a un grupo de nativos tupí de la costa sur del actual
estado de Bahía. La carta narra una escena en la que Diego Días,
«homem gracioso e de prazer» bailó acompañado de música de gaita
con los indios. Pero el ánimo de los nativos cambió, anota Caminha,
y los indios «tomavan logo uma esquiveza, como monteses, e foram
se para cima» (Caminha, Primera carta desde el Brasil, pp. 43-44 [7r]).
Aquí estaría sugerido el significado básico de cimarrón: el cambio
desde una situación aparente de control europeo a una de fuga o
descontrol en la naturaleza americana.
Como hemos visto, en las primeras décadas del siglo XVI, en los
territorios caribeños, las fugas de personas o animales —e inclusive
plantas— que pasaban de un estado doméstico a hacerse montaraces
se nombran con el mismo término: cimarrón. No es mi intención aquí
discutir las etimologías propuestas, sólo sugerir una conexión inicial
entre la escena de los tupís que huyen de los portugueses para «irse a la
cima» y el significado de cimarrón, cuyo sentido básico es la separación del
orden colonial europeo. Además, la referencia portuguesa es importante
porque nos permite situar los antecedentes de cimarrón en los primeros
contactos americanos entre europeos e indígenas y reconsiderar la
experiencia portuguesa, de sus agentes y mediadores entre la península
ibérica y el África occidental, en la historia de esa palabra y sus
posibilidades críticas. Es importante recuperar la perspectiva imperial
—tanto española, como portuguesa, inglesa y otras— para entender
mejor las transformaciones locales. En este sentido, el estudio del las
huellas lingüísticas que dejaron las fugas del sistema colonial nos ayuda
a reconstruir las complejidades locales y los cruces transatlánticos en la
formación de las nuevas sociedades americanas.
Históricamente, el cimarrón es un producto del colonialismo ibérico

SUJETOS COLONIALES.indb 137 29/3/17 8:09


138 PAUL FIRBAS

en América. Como bien anota Morínigo, son «indios, negros y animales»


los que se desplazan de un lado a otro para hacerse «cimarrones», alejándose
del control doméstico, de la policía (civilización) o vida urbana colonial
para fugarse (o regresar) a un estado natural en la geografía americana.
Aunque en el plano discursivo el cimarronaje puede confundirse con
los viejos tópicos del hombre natural y salvaje y acercarse al imaginario
del canibalismo, realmente apunta a la formación de nuevos agentes
históricos en el mapa oficial colonial. Pero se trata de sujetos esquivos,
en movimiento, que se resistían a ser ubicados o reducidos.
Este planteamiento inicial nos permite pasar adelante para
detenernos con más detalle en un grupo de textos que representan
momentos y lugares de enunciación muy distintos, pero que reflejan
bien la complejidad de la experiencia colonial americana y las tensiones
en las definiciones de sus sujetos.

Gonzalo Fernández de Oviedo


Entre los grandes textos de la época que fueron inventando una
tradición de relatos sobre cimarrones, ocupa un primer lugar la Historia
general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo, cortesano
español, primer cronista oficial de Indias y alcaide de la fortaleza de
Santo Domingo en La Española. Corominas en su Diccionario identifica
la Historia de Oviedo como el primer texto que emplea el término
cimarrón y consigna la fecha de la primera edición: 1535. José Juan Arrom
corrigió el error de Corominas, puesto que la palabra en cuestión
aparece en los capítulos que Oviedo agregó en manuscrito hacia 1543 y
que no fueron publicados hasta el siglo xix (1986, p. 18).
Conviene detenernos brevemente en esos agregados de Oviedo,
cuya poética podía tender a la desmesura. Su escritura oficial aspiraba
de algún modo a la misma expansión totalizadora del imperio. Interesa,
por tanto, que la palabra cimarrón aparezca en los capítulos agregados
a la primera parte, en el libro vi, llamado sintomáticamente «libro
de los depósitos», donde dominan los relatos fronterizos, los seres y
animales indeterminados. Es decir, aquello que se resistía a la lógica de
la administración, al archivo y la catalogación. El libro de los depósitos es
una suerte de enciclopedia China, para usar la célebre imagen con que
Jorge Luis Borges criticaba los sistemas clasificatorios.

SUJETOS COLONIALES.indb 138 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 139

El capítulo en cuestión es el número 51 del libro vi, y cuenta la


historia del capitán Antonio de San Miguel, quien en 1543 en la Isla
Española, andando con una cuadrilla por las sierras en busca de «negros
alzados» se topó con un «indio cimarrón o bravo» (Historia general, p.
221). Oviedo empieza el capítulo describiendo que en La Española
«andan muchos negros alzados que se han rebelado del servicio de los
cristianos» (p. 221). Obsérvese que aquí no usa cimarrón. La palabra apa-
rece, en cambio, aplicada a un curioso personaje indígena y sus animales,
que son el centro del relato:

Antonio de Sanct Miguel […] yendo con sus compañeros por las sierras
[…] topó con un indio cimarrón o bravo que andaba en cueros, e con cier-
tas varas tostadas para pelear o matar algunos puercos cimarrones o salvajes,
de los cuales hay innumerables en esta isla, de los que se han ido al monte
de los que se trujeron de España. E traía este indio en su compañía una
puerca e dos puercos mansos a él, e con aquella compañía hacía su vida e
comía e dormía entre ellos, e había doce años, o más, que andaba alzado, e
era ladino, e hablaba nuestra lengua castellana muy bien (Oviedo, Historia
general, p. 221).

Es decir, «cimarrón» se usa indistintamente en la misma oración para


describir al indio y a los puercos bravos porque, en ambos casos, son
seres que han perdido su relación íntima con España o con las ciudades
donde reside la «gente de razón», como diría Cortés (Cartas de relación, p.
196). Esto lo entendemos mejor unas líneas después, cuando se describe
«el pesar e dolor de aquel indio» luego de que los hombres de Sanct
Miguel mataran a sus dos puercos compañeros. El indio ladino les explica
en castellano que esos animales eran como sus perros de caza, con ellos
hacía presa de otros puercos cimarrones y —cuenta Oviedo— en las
noches «el dicho indio se acostaba entre aquella su bestial compañía,
rascando horas al uno e horas al otro, regalándolos a la porcesca» (p. 221).
Oviedo lo cuenta como un caso curioso, de una «nueva e nunca
antes oída semejante montería» de puercos que actuaban como lebrel y
sabueso. Además de la novedad, que ocupa de por sí un lugar importante
en la poética del cronista, para Oviedo el caso es también un ejemplo
de cómo las costumbres pueden desnaturalizar a los seres. El carácter
ladino del indio cimarrón le da el verdadero sentido moral al relato,
que de otro modo no tendría el mismo peso ejemplar. Si el indio no
hubiera sido previamente cristianizado y castellanizado, su condición
de salvaje carecería de interés. Lo que realmente se cuenta es el proceso

SUJETOS COLONIALES.indb 139 29/3/17 8:09


140 PAUL FIRBAS

de fuga desde la «civilización a la barbarie», para usar una expresión


anacrónica, pero que muestra bien el movimiento del sujeto colonial y
las aprehensiones de la cultura letrada:

pues seyendo los puercos para ser monteados, se convirtieron, con la


costumbre, en ser monteros e hacer el oficio que no les competía, e el
indio, siendo animal racional e humano hombre, se convertía en puerco, o
hacía su vida bestial, de la forma que es dicho…Y el indio apartándose de
la excelencia de la razón, y sin tener cuenta ni respeto ni temor a su Dios,
huyendo de los hombres, se contentaba de vivir con bestias y ser bestial
(Oviedo, Historia general, p. 222).

El episodio del indio cimarrón se aproxima además a un género que


Oviedo conocía por la Silva de varia lección de Pedro Mexía, texto que leyó
en la primera edición de 1540. Oviedo designa este caso como «grande
novedad y tan varia lección», revelando la cercanía de sus «depósitos»
imperiales al género de las misceláneas. Así, el capítulo siguiente está
dedicado a la descripción de un «gato monillo» que también llama
«varia leción» y agrega: «como Pedro Mexía intituló aquel su tractado»
(p. 222). El capítulo anterior trata de un caso en Nicaragua sobre magia
y transformaciones de hombres en animales. Es decir, el «Libro de los
depósitos» genera su propio espacio y contenido cerrado, una suerte de
reducción en el mundo del texto, para incluir aquellos casos y seres que
parecen negar o contradecir la arquitectura del proyecto imperial.
Después de los años de Oviedo, la palabra cimarrón va a modificar
su campo de referencias para nombrar preferentemente, ya no a los
indios, sino a los esclavos negros fugitivos. ¿Qué transformaciones
en la vida colonial explican dicho cambio? Un conjunto enorme de
transformaciones converge hacia mediados de siglo: Las Leyes Nuevas de
1542 que buscaban mejorar la condiciones de los indígenas, el cambio
de escenario desde el Caribe a Tierra Firme, la centralidad de Panamá
en la articulación de las mercancías entre el Mar del Sur y el Atlántico, la
presencia de piratas franceses e ingleses y, como oscuro telón de fondo,
la trata portuguesa de esclavos. La nueva cara del cimarrón en la segunda
mitad del siglo XVI toma forma en la zona de Panamá e involucra
contactos transatlánticos entre imperios en donde los cimarrones serán
imaginados como nuevos sujetos coloniales o aliados potenciales del
«hereje inglés».

SUJETOS COLONIALES.indb 140 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 141

Miguel Cabello Balboa, Pedro de Aguado y José de Acosta


El andaluz Miguel Cabello Balboa llegó al Perú hacia 1566. Se
hizo miembro del clero secular y, mientras residía temporalmente
en Lima en 1586, finalizó la redacción de su obra más conocida: la
Miscelánea antártica, un extenso tratado sobre el origen de los indios
americanos y sus costumbres. Cabello trazó el recorrido de las más
remotas migraciones desde la India a Sudamérica hasta la llegada de
los conquistadores españoles, representados como nuevos patriarcas. El
texto establece las conexiones y los puentes para que la nueva geografía
americana se conecte con los territorios del Viejo Testamento. Aunque
la Miscelánea no se publicó hasta el siglo xix, circuló manuscrita y fue
citada por diversos autores en la época colonial. Cabello fue uno de
los escritores más importantes en el virreinato del Perú a finales del
xvi, formó parte de un grupo de andaluces largamente instalados en
América, verdaderos baquianos que gustaban de exhibir sus saberes
americanos y sus conocimientos de la cultura humanística de la época7.
Respecto a la consolidación de los cimarrones como nuevos
sujetos de la sociedad colonial, conviene prestar atención a un texto
poco leído de Cabello, su Verdadera descripción y relación de la provincia de
Esmeraldas (c. 1583), escrita luego de su experiencia a la cabeza de una
pequeña expedición política y misionera entre 1578-79 para pacificar
a los mulatos8, mestizos e indios de la costa ecuatorial, en la Provincia
de las Esmeraldas, y trazar una nueva ruta entre la ciudad de Quito y
el Océano Pacífico. Esta comunidad de afro-indígenas —con alguna
presencia europea y criolla— establecida al margen del orden colonial
es hoy principalmente reconocida por el cuadro de 1599 de Andrés
Sánchez Gallque, pintor mestizo de la escuela quiteña9.

7 Ver los ya clásicos trabajos de Alberto Tauro, 1948 y Luis E. Valcárcel, 1951;
también Firbas, 2013. En 2011, Isaías Lerner publicó una nueva edición de la Miscelánea.
[Las ediciones de Valcárcel y Lerner, y otros documentos, escriben el segundo apellido
del clérigo con v: Valboa].
8 En el texto de Cabello y otros documentos de la época se usa mulato para describir
a los hijos de los africanos e indios de Esmeraldas, quizá como traducción del contexto
africano-portugués. Mulato está registrado en el Diccionario español y francés de Juan
Palet (1604), definido como los hijos de blancos y negros; Covarrubias en su Tesoro
(1611) lo define como «hijo de negra y hombre blanco». En el Diccionario de Autoridades
(1734) se incluye un sentido por extensión: «aquello que es moreno en su línea».
9 Para una descripciónde esta pintura, que representa a tres mulatos de Esmeraldas
ricamente vestidos, ver Tardieu, 2006, p. 113. El lienzo se exhibe en el Museo de América

SUJETOS COLONIALES.indb 141 29/3/17 8:09


142 PAUL FIRBAS

Cabello estuvo en Lima en 1582,después de su experiencia fallida entre


Quito y Esmeraldas. Sin duda debió participar en los debates del Tercer
Concilio Limense, reunión de las autoridades religiosas de la extensa
provincia eclesiástica de Lima, que abarcaba desde Centroamérica hasta
Chile y Paraguay. En el Virreinato del Perú la política contrarreformista
se expresó en ese Concilio, del cual surgió una nueva Doctrina christiana
y catecismo para instrucción de los indios (Lima, 1584), obra trilingüe,
en castellano, quechua y aimara, las «lenguas generales» del reino. La
atención a la diversidad lingüística servía el propósito final de unificar,
bajo la lengua universal del Evangelio, a todos los súbditos del virreinato.
El Concilio confirmaba lo que era evidente en el discurso legal, es decir,
que los nativos, mestizos, españoles y esclavos no eran iguales ante el
poder. La diversidad colonial —las diferentes naciones y sus lenguas—
era considerada como una situación babélica que se debía resolver.
En ese contexto, la experiencia americana de Cabello era una forma
excepcional de actualizar en pleno siglo xvi la realidad babilónica del
Antiguo Testamento. En sus textos, el clérigo andaluz se mueve como un
peregrino en los Andes, entre restos de antiguos y robustos gigantes y en
una sociedad colonial donde, pocos años antes, los capitanes españoles
poblaban las tierras como viejos patriarcas10.
Los textos de Cabello se interesan por las zonas de frontera y por
resolver las confusiones y heterogeneidad del mundo colonial. La
Verdadera descripción y relación de la provincia de Esmeraldas narra su intento
de reducir, cristianizar y pacificar en 1577 a los esclavos fugitivos, mulatos
e indígenas que vivían ocultos en los montes ecuatoriales bajo el mando
del negro ladino Alonso de Illescas. El origen de esta comunidad se
remontaba a 1553, cuando Illescas y otros esclavos y esclavas fugaron
durante una parada obligada en la navegación desde Panamá al Perú.
Cabello se cuida de nunca usar la voz cimarrón para referirse a Illescas o
sus compañeros. No hay duda de que por su experiencia en América
y curiosidad intelectual conocería el término, considerando que ya en
1555 Pedro de Ursúa había capturado al mítico cimarrón Ballano y
pactado con sus hombres de Tierra Firme, y en 1579 se había fundado
la reducción de negros cimarrones de Santiago del Príncipe, materia
histórica y poética del ya mencionado poema Armas antárticas. Lo cierto

en Madrid.Ver también Kris Lane, 2002, pp. 27-28.


10 Ver el capítulo 33 de la tercera parte de la Miscelánea austral. Sobre Babel y el
mundo babilónico, de extrema diversidad de lenguas en América, ver Firbas, 2013.

SUJETOS COLONIALES.indb 142 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 143

es que la palabra cimarrón adquiere cierta dignidad literaria sólo a fines


del siglo xvi, en los poemas épicos impresos, como la Elegía de varones
ilustres de Indias de Juan Castellanos (1589) o La Dragontea de Lope de
Vega (1598)11.
Cabello describe que en la fuga inicial en Esmeraldas «los negros […]
y las negras se habían metido el monte adentro, sin propósito alguno de
volver a la servidumbre» (Verdadera descripción, p. 18), con lo cual, en su
origen, la comunidad de Illescas corresponde al movimiento montaraz
del «cimarrón». Sin embargo, parece que Cabello evita el término para
diferenciar su experiencia y la composición social de Esmeraldas de lo
que se vivía en los palenques de Tierra Firme. Podemos pensar que en
esos años concretos, cuando se estaba combatiendo y pactando con los
cimarrones en Portobelo, el término tendría un referente muy concreto
y quizá fuera una palabra técnica del discurso administrativo y militar.
En 1577, Cabello tuvo noticia de la ayuda humanitaria que los
negros, mulatos e indios de la comunidad de Esmeraldas les habían dado
a dos matrimonios de náufragos españoles12. Ese mismo año Cabello
parte como enviado oficial de la Audiencia de Quito en una misión
de pacificación compuesta de sólo cuatro compañeros, un cargamento
de imágenes religiosas y un documento singular por el cual el Rey
perdonaba el alzamiento y nombraba gobernador de la Provincia de las
Esmeraldas al negro ladino Alonso de Illescas si este aceptaba hacer las
paces y reducirse con su gente al orden político virreinal13.
Alonso de Illescas ostentaba «mando y señorío entre los negros e
indios» de Esmeraldas (Verdadera descripción, p. 20). Era el líder de una
comunidad de múltiples cruces étnicos14. Aprendió la lengua de los

11 Merece mencionarse la descripción de la reducción de negros de Portobello en


la villa de Santiago de Príncipe, documento firmado en Panamá en septiembre de 1579.
En ese texto se describe en detalle el arreglo que debía tener la villa o reducción de
negros cimarrones, donde cada poblador debía delimitar sus propiedades, eliminando así
cualquier forma de asociación comunitaria: «que cada negro haga casa de por sí para él
y su mujer y hijos y familia cercada, así el cerco de la dicha casa como los corrales, por
manera que cada negro conozca su casa y pertenencia» (Joplin, 1994, p. 377).
12 El episodio de los dos matrimonios abandonados en la costa y auxiliados por
Illescas y su yerno, Gonzalo de Ávila, lo narra el mismo Cabello en el capítulo sexto de
su Verdadera descripción de Esmeraldas (pp. 28-30).
13 Carta de Miguel Cabello Balboa al Rey, firmada en Quito, 1 de febrero de 1578
(AGI Quito, 22, N.1 (1578).
14 La zona de Esmeraldas donde se asentaron los africanos desde 1553 —diecisiete
hombres y seis mujeres, precisa Cabello— estaba habitada por los indios niguas (costa)

SUJETOS COLONIALES.indb 143 29/3/17 8:09


144 PAUL FIRBAS

naturales (probablemente niguas) y era además en extremo ladino en


castellano. Según lo narra el mismo Cabello, Illescas había nacido en
Cabo Verde (Senegal), quizá como esclavo doméstico de una familia
andaluza, de donde tomó su apellido. Residió luego en Sevilla hasta los
25 años y pasó a América como parte de los tratos comerciales de los
Illescas con el Perú en la década de 1550.
Es notable la descripción que da Cabello del africano Illescas como
un hombre «tan ladino», verdadera clave en el proyecto del clérigo para
gestionar la reducción pacífica de la comunidad de Esmeraldas. Cabello
describe el perfecto dominio que tiene Illescas de los códigos españoles,
lo cual acentúa su condición de cimarrón o fugado:

porque está tan pronto en lo que en Sevilla aprendió, como si ayer saliera
della y vídose por el tañer y cantar en una vigüela, jugar la espada y broquel,
y otras experiencias que allí hizo de su buena memoria, [porque] trata y
cuenta acaecimientos de su tiempo con tanta certeza que es de admiración;
en lo demás, él es tan ladino como se puede creer del que nació en casa
de españoles en Cabo Verde y se crió en Sevilla entre ellos hasta la edad de
veinte y cinco años… (Verdadera descripción, pp. 43-44).

Casado con una india de Esmeraldas, el africano Illescas era además


suegro de otro personaje cargado de historias coloniales, el «tránsfugo»
—así lo llama Cabello (Verdadera descripción, p. 26) —Gonzalo de Ávila,
quien había establecido amistad con Illescas en la prisión, de donde
huyeron juntos en 1570
Se trata de un Gonzalo de Ávila (o Dávila), canario o portugués,
de bajo talante, según lo presenta la Verdadera descripción, una suerte de
renegado de la vida política oficial en la colonia, casado con María,
una de las hijas «mulatas» del africano Illescas. Cabello ofrece una breve
descripción que toma del relato que el mismo Gonzalo de Ávila le
hiciera de su trayectoria de vida:

y campaces (de la Sierra de Campas), estos últimos se opusieron a Illescas y su gente. Era
zona de indios guerreros y hostiles a los españoles, particularmente los malabas (Alcina
Franch, 2001, pp. 17-19). Antes del desembarco de Illescas, otros grupos africanos habían
también fugado en la zona, en la Bahía de San Mateo, liderados por Andrés Mangache,
hacia 1540 (Alcina Franch, 2001, p. 21).Ver también Firbas, 2013, pp. 86 y 87.

SUJETOS COLONIALES.indb 144 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 145

Dice de él mismo [Gonzalo de Ávila], haber nacido en la isla de Tenerife15


y que siendo muchacho de doce o trece años, un tío suyo le metió consigo
en un navío que traía al trato de Magrabomba y que se entretuvo en aquella
ocupación algunos años, y que después, gustando del infame vicio y libertad
de la tierra de Guinea, se quedó en ella con un tangomão16 en cuyo servicio
se ocupó diez años y que pasados estos se vino a Cabo Verde y de allí a la
Isla Española y de ésta a Panamá, y no hallando mejor entretenimiento
sirvió cierto tiempo al doctor Loarte y con él pasó al Pirú, en donde entró
a esta jornada [de las Esmeraldas] con Andrés Contero por su criado... (p.
25, las cursivas son mías)17.

La palabra clave de esta cita quedó borrada por una mala lectura de
la edición de1945 —repetida en la reedición del 2011—, con lo cual se
perdía una referencia importante de la trayectoria de Gonzalo de Ávila:
tangomão. Esta palabra conecta el contexto cimarrón americano con la
cultura transatlántica imperial. El error de las ediciones nos alerta de la
importancia del mundo portugués en los textos coloniales castellanos,
particularmente sudamericanos.
Frederick Bowser explica que los tangomãos eran aventureros
vinculados a la trata de esclavos en Guinea, establecidos en los puertos
(1974, p.75). Según C. R. Boxer, eran exiliados, fugitivos o desterrados,
generalmente mulatos (1952, p. 229). Recordemos que también en
la citada carta de Caminha de 1500 se narran los intentos oficiales
portugueses de liberar presidiarios, conocidos como degredados, en tierras

15 En la Carta de 1578, Cabello describe a Gonzalo de Ávila como portugués,


lo que confirmaría su vinculación con la trata de esclavos. Si en la Verdadera relación lo
presenta como canario (de Tenerife), es muy posible que entre la experiencia de 1577 y
la redacción final de 1582-1583, Cabello hubiera tenido acceso a más documentación
o fuentes orales sobre este personaje.
16 Corrijo aquí la ed. de Jijón (1945), donde se lee: «se quedó en ella con un
tango; mas en cuyo servicio». La de José Alcina Franch (Madrid, 2001, p. 55), copia
de ésta, repite la misma lectura equivocada. En el libro de Kris Lane (2001) se vincula
correctamente a Dávila con los tangomãos o tangomanos, pero no se aclara la lectura del
pasaje de Cabello, a quien se le atribuye erradamente haber sido fraile mercedario —era
secular— y se insinúa, sin ninguna justificación textual, que su codicia material habría
impedido el pacto con los esmeraldeños. Para Lane, la Verdadera descripción de Cabello es
«a fabulous relación» (2001, pp. 29-33) y parece no tomarse en serio el sentido misional
y el deseo ordenador del texto.
17 El magistrado Gabriel Loarte, presidente de la Audiencia de Panamá, pasó al
Perú en 1568 como alcalde del crimen. Andrés Contero fue comisionado entre 1568-
1570 para pacificar Esmeraldas.Ver Tardieu, 2006, pp. 31-46.

SUJETOS COLONIALES.indb 145 29/3/17 8:09


146 PAUL FIRBAS

brasileñas, quienes luego se convertían en intérpretes o mediadores.


Era una estrategia portuguesa para establecer relaciones locales en
sus territorios costeños de África o India. Gonzalo de Ávila, al haber
acompañado por diez años a un tangomão o lançado, seguramente se
convirtió también en un mediador en la trata, aunque no lo admita.
Walter Rodney, citado en Bowser, explica que muchos de los lançados
eran mulatos, íntimamente conectados a la cultura africana y se
les llamaba así porque eran «lanzados» a la vida tribal (1975, p. 365).
Estas palabras, como cimarrón o ladino, raramente se usaban en primera
persona18. Alida Metclaf (2005, p. 58) los llama «negociadores».Tanto los
tangomãos como los lançados eran agentes ilegales de los portugueses en
el comercio esclavista en África19.
No deja de ser significativo que el manuscrito sobre Esmeraldas
se terminara de escribir durante los meses en que se celebraba
en Lima el Tercer Concilio, con el cual se trasladaba a América la
política contrarreformista. Pocos años antes, en 1578 Cabello había
ya mencionado los peligros de que la comunidad de Illescas entrara
en contacto con los piratas franceses «luteranos» o que «los negros de
Vallano», cimarrones del Darién y Panamá, extendieran su influencia
hasta Esmeraldas. El proyecto misional y civil de Cabello quedó frustrado
por la aparición del pirata inglés Francis Drake en las aguas del Callao
en febrero de 1579.

18 El trabajo de Kathryn Joy McKnight (2004) muestra que en los documentos


del xvii el término cimarrón no suele incluir al hablante, sino que marca la otredad (ver
nota 2).
19 Peter Mark señala que algunos de los lançados eran judíos portugueses que
emigraron para escapar de las persecuciones religiosas y que formaron familias con
mujeres africanas. En las costas de Senegal se formaron comunidades de lançados. Los
hijos eran llamados «filhos da terra» y eran considerados portugueses (Mark, 1999, p. 174).
Para diversos estudiosos, como Boxer, los «tangos-maos ou lançados» serían términos
equivalentes que describían a los comerciantes portugueses que se habían asimilado
culturalmente a las costumbres nativas, usando sus ropas, tatuándose y adquiriendo la
lengua. Sin embargo, para otros autores hay una diferencia que podría notarse en un
texto de André Almada de 1594: «…muitas negras ladinas llamadas Tangomas, porque
servem aos lançados» (citado en Porto Guimarães, 2015, p. 32). Porto Guimarães
conjetura que los tangomãos podrían ser los hijos de los lançados o los más radicalizados
en su africanización cultural (2015, p. 34). Boxer también puntualiza que en la zona de
Guinea los pombeiros —agentes de los portugueses— eran llamados tangomaos (1952, p.
229).

SUJETOS COLONIALES.indb 146 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 147

Cabello representaría una de las formas del discurso eclesiástico so-


bre las comunidades cimarronas. Su intento pacífico de reducción de
una barbarie babilónica, aunque frustrado, nos dibuja un mapa tran-
satlántico en los andes ecuatoriales superpuesto a una geografía bíblica
que ordenaba el mundo. Por otro lado, otros hombres de iglesia, como
el provincial de la orden franciscana, fray Pedro Aguado, contribuyeron
a consolidar un discurso militar y religioso de enorme violencia en
contra de los palenques de esclavos fugitivos. Hacia 1569, Aguado había
terminado de compilar y redactar su Recopilación historial, que llevó a
España en 1575 y presentó ante el Consejo de Indias para su publica-
ción. A pesar de haber pasado las censuras, su crónica sobre el Nuevo
Reino de Granada no llegó a la imprenta en su época20. En la segunda
parte del libro, en los capítulos sobre Pedro Orsúa [Ursúa], Aguado in-
cluye la narración de las acciones militares y pactos de 1555 en contra
de los cimarrones liderados por el «rey Bayamo» en Nombre de Dios21.
En unas treinta páginas, Aguado utiliza sólo una vez la palabra cimarrón
(«cuadrilla de negros cimarrones») para referirse a la «chusma de negros
rebeldes» fugados de sus amos por estar «hartos de la servidumbre y
cautiverio» (Recopilación, pp. 103-104). No hay, sin embargo, simpatía
por los cimarrones ni críticas al sistema esclavista o colonial. Por el
contrario, los cimarrones ejercen aquí una «tiránica libertad» que justi-
fica toda la violencia y engaños de los soldados españoles (p. 116). Los
negros salteadores de caminos viven escondidos en las montañas, son
«pláticos y diestros en la tierra» (p. 103) y mantienen cierta memoria de

20 Ver el estudio de Juan Friede (1959) sobre la censura española de obras de tema
americano en el siglo XVI, donde traza la trayectoria del manuscrito de la Recopilación
historial. Ver también la introducción a su edición crítica de dicha crónica (1956).
Aguado reconoce que su Recopilación incorpora material de fray Antonio Medrano,
compañero de su orden, y que se basa principalmente en relatos de testigos presenciales
(Friede 1957, p. 39). Aguado llegó a América en 1562 y no se conoce la fecha de arribo
de Medrano. Los capítulos sobre Orsúa y los cimarrones, que Friede clasifica como
«historias escritas aparte» (1956, p. 58), habrían sido los últimos en redactarse, pero
no sabemos cuándo fueron incorporados al manuscrito final que Aguado presentó en
España en 1575. Después de esa fecha, hasta 1581, el manuscrito sufrió modificaciones
de los censores del Consejo de Indias y de Castilla. Aunque el manuscrito lleva varios
títulos, Friede estima que «Recopilación historial» es el que mejor describe su carácter:
«unión de libros sueltos y monografías de ciudades, escritas en épocas diferentes y
reunidas después en un solo volumen» (1956, p. 44).
21 Los documentos ofrecen variantes de escritura y algún matiz fonético: Ballano,
Vallano, Bayamo, etc.Ver Tardieu 2009, cap. 2.

SUJETOS COLONIALES.indb 147 29/3/17 8:09


148 PAUL FIRBAS

su bautismo cristiano: invocan a Santiago antes de entrar en batalla con


los españoles, llaman «obispo» a quien oficia de sacerdote en sus «misas»
y ritos en lengua africana; pero se convierten en practicantes de una
religión herética, pues «a imitación de otros luteranos, pretendían dar a
entender que aquellas rústicas y vanas ceremonias de que usaban eran
verdadera religión» (p. 111).
Es decir, en el texto de Aguado la otredad del cimarrón se resuelve
de algún modo en el imaginario del hereje protestante. El franciscano
narra la captura de un grupo de cimarrones y su condena a ser aperrea-
dos y ahorcados, y describe con cierto detalle sus ritos y la forma en
que se intentó en vano que abjuraran de su fe. Ante la negativa del
«obispo» y los demás cimarrones de recibir muerte cristiana, Aguado
describe cómo los mastines «entrenados en morder carne» hacían
pedazos a los negros mientras «eran persuadidos… a que se redujesen
a la fe» (Recopilación, p. 111)22.
Frente a esta reducción del cimarrón en el discurso religioso,
otro hombre de iglesia, el jesuita José de Acosta, presenta una
imagen completamente opuesta a la de Aguado y, de algún modo,
complementaria a la que hemos visto en Cabello. Acosta llegó al Perú
en 1572, fue nombrado Provincial de su orden en 1576, y tuvo una
actuación destacadísima en el Tercer Concilio Limense. En 1586 escribió
una larga carta a Claudio Acquaviva, General de la Compañía en Roma,
narrando los viajes y transformación espiritual de un modesto portugués,
Bartolomé Lorenzo, en su «peregrinación» hasta el Perú. Acosta recogió
el testimonio de Lorenzo en Lima, cuando este ya llevaba años como
hermano laico en la casa de la Compañía en Lima y destacaba por su
humildad23.

22Aguado parece sugerir una otredad extrema. Los cimarrones se negaban a aceptar
la muerte cristiana porque, explica el fraile, muriendo en su fe creían que sus espíritus
viajarían hasta sus tierras para convocar a otros guerreros y destruir así los pueblos
castellanos (Recopilación, p. 111).
23 La carta del jesuita español José de Acosta que se conoce bajo el nombre de
«Peregrinación de Bartolomé Lorenzo» se escribió como un texto de circulación interna
en la Compañía de Jesús. Fue publicada por vez primera en Madrid en 1666, incluida
en el extenso proyecto de Varones ilustres de la Compañía de Jesús, editado por los padres
Juan Eusebio Nieremberg, Alonso de Andrade y José Cassani (Madrid, 1643-1736).
Puede leerse en el volumen de Obras (Madrid, 1954, pp. 304-320) de Acosta editado
por Francisco Mateos, con un excelente estudio. José Juan Arrom preparó una edición
de Peregrinación de Bartolomé Lorenzo (Lima, 1586), con prólogo de Antonio Cornejo

SUJETOS COLONIALES.indb 148 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 149

El texto de Acosta, aunque breve, es de una gran complejidad.


Podría decirse que construye una geografía transcendente americana,
un mapa alternativo que dibuja los peligros, tentaciones y caminos de
un peregrino desde el Caribe hasta Sudamérica. En esa geografía, el
breve encuentro de Lorenzo con los cimarrones entre Nombre de Dios
y Panamá revela una lectura alternativa de esa comunidad. La mirada
inocente de Lorenzo, externa a la lógica colonial, desprendida de
violencia y cualquier asomo de codicia, produce un sentido nuevo para
cimarrón: el de una sociedad solidaria para quienes son capaces de verlos
como semejantes, como si fueran una forma nueva —americana— de
un cristianismo primitivo. Acosta no oculta los robos y crímenes de los
cimarrones de Ballano, pero Lorenzo «se llegó sin miedo no sabiendo
que aquellos eran los cimarrones» y les convidó de su bizcocho (Acosta,
Peregrinación, p. 29), ante los cual los cimarrones retribuyeron con
generosidad:

Vista su simplicidad [de Lorenzo], se rieron y hablaban entre sí su


jerigonza, y no sólo no le hicieron mal, pero le ofrecieron del pescado
que traían.Y él preguntó por su pueblo, que era Ballano, y dijo se quería ir
con ellos, y entonces le desengañaron que en su pueblo no había español
ninguno, y que prosiguiese su camino para Panamá, y le dieron que le
guiasen dos negros valientes para sacarle del rio, que venía crecidísimo (p.
29).

Acosta remata el episodio con una reflexión que invita al lector a


reconsiderar el sentido de cimarrón y su imagen dominante: «De modo,
que los que a otros suelen saltear y quitar la vida, a Lorenzo por su buena
fe se la dieron…» (Peregrinación, p. 29). Recordemos que en Cabello, el
africano Illescas también se había mostrado solidario con unos náufragos.
En el caso de la narración de Acosta es explícito que el cambio de
sentido de cimarrón opera cuando la perspectiva no participa del sistema
militar-religioso colonial. Lorenzo es un outsider y su mirada permite
recuperar, en la narrativa de Acosta, una dimensión de comunidad y
solidaridad en un grupo siempre criminalizado. Por otro lado, el gesto
humanitario de Illescas —así como otros relatos de las ayudas que

Polar, donde enfatizaba el carácter ficcional de la narración de Acosta. Aquí cito por el
tomo IV de la segunda edición de Varones ilustres de la Compañía de Jesús (Bilbao, 1889).
En su famosa Historia natural y moral de las Indias (1590), Acosta utiliza el testimonio de
Lorenzo como información de primera mano sobre la naturaleza americana.

SUJETOS COLONIALES.indb 149 29/3/17 8:09


150 PAUL FIRBAS

eventualmente prestaban los cimarrones a viajeros perdidos— puede


revelar una estrategia política de negociaciones de larguísima historia en
América24.
Hacia finales del XVI la voz cimarrón se asociaba fundamentalmente
a los esclavos fugitivos que asaltaban los caminos del istmo de Panamá,
zona clave donde las mercancías debían trasladarse en recuas de mulas
para completar su viaje transatlántico. Podemos decir que las referencias
históricas al líder Bayano y sus descendientes fijaron finalmente el
término en los documentos y en la literatura. El Inca Garcilaso de la
Vega en la Segunda parte de los Comentarios reales o Historia general del Perú
(1616-1617) narra en pocas líneas la «reducción de los negros fugitivos»
en Tierra Firme a cargo de Orsúa y —seguramente pensando en su
lector europeo, como lo haría Lope deVega— explica o define la palabra:
«los negros fugitivos, que llaman cimarrones y viven en las montañas…»
(Historia general del Perú, [lib. viii, cap. iii], t. III, p. 191)25. Garcilaso los
describe convencionalmente como salteadores de caminos que habían
huido de sus amos sin que les hubieran hecho ningún agravio. Aguado
y Garcilaso coinciden en señalar el trabajo militar de «pacificación» de
Orsúa y la captura del «rey Bayano» como el cierre de una etapa, pero
el Inca introduce una pequeña inflexión al final de su relato, cuando
menciona la prisión perpetua del rey cimarrón, desterrado a España:
«donde falleció el pobre negro» (t. III, p. 191). Ese adjetivo final no
podría encontrarse en la narrativa de Aguado y parece surgir del lugar
de enunciación del Inca. Aunque son muy pocas líneas las que le dedica
a este episodio, no deja ser un relato triste sobre un rey derrotado que, a
pesar de haber cumplido con sus pactos, terminó la vida preso y exiliado
en España26.

24 Para una visión amplia del fenómeno del cimarronaje, ver Price, 1996, y Tardieu,
2009.
25 Garcilaso agrega que cimarrón es voz de las Islas de Barlovento.Ver además la nota
de Ángel Rosenblat en su edición de la Historia general del Perú (1944) tomo III, pp.
269-270. Cuando Lope de Vega usa el término en La Dragontea, también lo explica: «…
esclavos a sus dueños forajidos / llamados en las Indias cimarrones» (canto I, octava 49).
En cambio, Miramontes Zuázola en Armas antárticas usa la palabra sin necesidad definirla
(canto III, octava 277). Para la presencia importante del imaginario cimarrón en la
poesía épica americana —que aquí no desarrollo— ver Firbas, 2006, pp. 91-101 y 242.
26 Garcilaso también se refiere Atahualpa como «el pobre Inca» (Comentarios reales,
[lib. iv, cap. iv], t. I, p. 191), porque, aunque tirano, su final fue indigno de su condición
noble. Aguado narra con mucho detalle el proceso de captura y las negociaciones entre
los hombres de Orsúa y Bayano, donde los españoles engañaron («por industria caute-

SUJETOS COLONIALES.indb 150 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 151

Felipe Guamán Poma de Ayala


Teniendo en cuenta que los hechos y los textos de Panamá y la
zona ecuatorial estaban conectados con el Perú, podemos imaginar que
hacia 1600 la voz cimarrón tenía ya un sentido (y referente) bastante
definido en el área andina. Por tanto, resulta de especial interés revisar
cómo se emplea esta palabra en la gran crónica de Felipe Guamán Poma
de Ayala. Recordemos que el cronista y dibujante se presenta en su
texto como un indio noble, administrador en la provincia de Lucanas,
con la autoridad y el saber específico para fungir de consejero político
ante el rey Felipe III, alertándolo del mal gobierno colonial y de los
problemas del mestizaje y la movilidad social que habían degradado la
sociedad andina y la moral cristiana. Guamán Poma fue un indio con un
conocimiento muy cercano de la cultura castellana y sus instituciones
coloniales. Trabajó como intérprete y auxiliar de la iglesia y fue, sin
duda, considerado indio ladino por criollos y españoles en el Perú27.
En su Nueva corónica y buen gobierno, terminada hacia 1615, Guamán
Poma pone en continuidad las palabras cimarrón y guaguamundo (o
vagamundo), referida a los indios «ausentes» de sus comunidades, minas o
plazas de trabajo. Más que un fugado, el indio cimarrón es para Guamán
Poma un ausente; y el verbo con el que explica los desplazamientos y
migraciones es ausentarse28. Los indios se ausentan de sus «reducciones»,
cambian de hábitos y se hacen «vagamundos», trocando trajes entre
serranos y costeños y «causando tanta molestia en todo este rreyno»,
explica Guamán Poma. El texto propone que se corrija ese desorden
con castigos y trabajos forzados, devolviendo los indios a sus pueblos
(Nueva corónica, pp. 818-819 [887])29.

losa») con venenos y cuchillos ocultos a los cimarrones (Recopilación, pp. 127-132). La
captura de Bayano no resolvió la tensión en la zona ni los asaltos en los caminos.
27 La bibliografía sobre Guamán Poma es extensa.Ver Adorno, 2007, cap. 2, y sobre
los indios ladinos, Adorno, 1991.
28 En su Tesoro, Covarrubias define ausentarse como «partirse uno del lugar adonde
comúnmente reside».
29 No está claro si Guamán Poma vacila entre las formas guaguamundo y vagamundo
o si la primera es una variante que se conecta con la palabra quechua guagua (wawa),
‘niño’, lo que resaltaría el carácter de orfandad (wakcha) que les atribuye a ciertos
indios ausentes. Por otro lado, aunque existió movilidad humana durante el período
prehispánico, esta estaba regulada por el Estado, como en el caso de los mitmas o mitimaes
(colonos que mantenían su identidad étnica) y trabajadores temporales (Espinoza
Soriano 1982, p. 421). El Inca Garcilaso aclara que los indios caminantes no lo hacían

SUJETOS COLONIALES.indb 151 29/3/17 8:09


152 PAUL FIRBAS

Para Guamán Poma la categoría de cimarrón no estaba anclada a


la experiencia del esclavo fugitivo, sino que encerraba un conjunto de
prácticas que él consideraba destructivas o caóticas, centradas en la nue-
va movilidad de los nativos en el espacio andino. Guamán Poma increpa
a los caciques para que «hagan rrecoger a sus yndios o yndias cimarro-
nes de sus ayllos», para recomponer así el sistema de tributos y el orden
social (p. 720 [787]). El indio cimarrón también es producto de la vio-
lencia e injusticia de la administración colonial, de la cual se escapa, y en
esos casos se convierte en un forastero y un huérfano «guaguamundo».
En cierta forma, el indio aunsente y cimarrón rezuma modernidad en
el contexto andino. Más que en otros textos, cimarrón termina siendo en
la Nueva corónica y buen gobierno un síntoma de las transformaciones de
la sociedad andina y, en última instancia, de la misma categoría «indio».
En su diálogo imaginario con el rey Felipe III, Guamán Poma esboza
una tipología de «indios ausentes», ya sea porque han huido y viven del
robo, porque se han escapado de los abusos de los oficiales españoles o
de sus caciques, o porque se han integrado a la economía urbana como
sirvientes (yanaconas). No se trata de tipos bien definidos, sino de perfiles
borrosos y sobrepuestos, donde un mismo sujeto puede ser cimarrón
guaguamundo, forastero y sirviente doméstico. Guamán Poma empieza
su exposición sobre los indios ausentes para que se corrija de inmediato
el desorden, proponiendo castigos y prisiones. En este sentido, el empleo
del término cimarrón parace invocar un discurso represivo, como el que
hemos visto en Aguado; y una presencia propia del discurso del poder y
sus formas de constituir subjetividades. Conviene citar aquí la tipología
que Guamán Poma le expone a Felipe III, aunque merece un estudio
aparte:

diré aserca del rrecogimiento de los yndios ausentes, los cuales son de
tres maneras: El primero son cimarrones guagamundos, otros son foras-
teros, otros son güérfanos. El primero son cimarrones guaguamundos
son ellos mismos que ellos les llama quita suua [ladrones huidizos], poma
ranra [bandillas de pumas], choqui aquilla [¿vasija de oro?] {…} El segun-
do, los ausentes, los perciguidos con trauajos y ocupaciones y agrauiados
en sus personas, en su haziendas y mugeres y hijos de los dichos corre-
gidores, padres, comenderos, caciques principales destos rreynos {…}

por negocio propio ni por gusto sino «solo por orden del Rey [Inca] o de los curacas»;
ni tampoco se permitía que mudaran el traje propio de su comunidad (Comentarios
reales, [lib. v, cap. ix], t. I, p. 242).

SUJETOS COLONIALES.indb 152 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 153

El tersero, los dichos güérfanos indios, indias, les sacan de sus pueblos para
sus criados y muchachos y chinaconas, ama, el corregidor, padre, comendero,
escriuano, tiniente, mayo[r]domo (Nueva corónica, pp. 903-904 [986])30.

El mundo que describe Guamán Poma está en crisis y sus sujetos en


plena transformación. El vocabulario que utiliza es, asimismo, fluido y
movedizo. En «indio cimarrón» confluyen numerosas tensiones morales,
económicas y sociales, todas vinculadas a un «ausentarse» que trastorna
el mundo. Guamán Poma acusa el mal gobierno colonial, pero defiende
los valores cristianos que sostienen su identidad de cronista y dibujante.
En todo caso, para Guamán Poma el indio cimarrón es principalmente
un habitante de la ciudad colonial, un sujeto de la nueva configuración
espacial que la corónica claramente distingue como el núcleo del poder.
Pero la ciudad es un mundo de mezclas, corrupción e identidades
fluctuantes y apicaradas, territorio de una heterogeneidad extrema
cargada de un sentido moral profundamente negativo. Sin embargo, a
pesar de sus denuncias y distancia, Guamán Poma es parte de ese mundo
en movimiento. Él es un autor que camina, como bien lo registra su
notable dibujo «Camina el autor» (Nueva corónica, p. 1008 [1105]) y
avanza desengañado hacia el espacio urbano de Lima, sumándose
inevitablemente a esa modernidad de indios ausentes y reacomodos
sociales que describe:

En seruicio de Dios y de la corona rreal de su Magestad el dicho autor,


auiendo entrado a la dicha ciudad de los Reys de Lima, uido atestado
de yndios ausentes y cimarrones hechos yanaconas, oficiales ciendo mitayos,
yndios uajos y tributarios, se ponían cuello y ci bestía como español y se
ponía espada y otros se tresquilaua por no pagar tributo ni seruir en las
minas. Ues aquí el mundo al rreués (Nueva corónica, p. 1025 [1138]).

Recapitulemos, a modo de conclusión: para Oviedo, el cimarrón


indígena diluye los límites entre historia y naturaleza y se desvanece
como sujeto social caribeño; en Cabello Balboa, la comunidad cimarrona
de Esmeraldas (que no lleva ese nombre) parece otro «depósito» más de
marginales del imperio, pero revela, por el contrario, sus conexiones con
un extenso mapa de cruces, mezclas y nuevas genealogías sociales. En

30 Mis intervenciones van con llaves {}, porque los corchetes son del editor
del impreso.

SUJETOS COLONIALES.indb 153 29/3/17 8:09


154 PAUL FIRBAS

el caso de la carta de José de Acosta, los desplazamientos de Bartolomé


Lorenzo muestran a los cimarrones como una sociedad posible y como
una comunidad cristiana primitiva, definida por la mirada descargada
de poder del peregrino. Bartolomé Lorenzo no ve al cimarrón del
discurso oficial y represivo que graba Aguado y que también resume el
Inca Garcilaso, aunque este introduzca una inflexión que claramente lo
aproxima y humaniza. Para Guamán Poma, en cambio, la palabra cimarrón
le sirve como síntoma de los desplazamientos y de la modernidad de un
nuevo sujeto andino, que contradice los modelos e ideales conservadores
de la Nueva corónica. Más que la fuga, en el núcleo semántico del cimarrón
de Guamán Poma, está el movimiento que trastorna el mundo heredado
y cuestiona el orden colonial y va quizá delineando nuevos sujetos
sociales que tomarán forma siglos después, con las migraciones radicales
de la segunda mitad del siglo XX.

SUJETOS COLONIALES.indb 154 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 155

Bibliografía

Acosta, José de, «Carta del P. José de Acosta, Provincial del Perú, para el P.
Claudio Acuaviva, general de la Compañía», en Varones ilustres de la Compañía
de Jesús [1643-1736], ed. Juan Eusebio Nieremberg, Alonso de Andrade y
Joseph Cassani, vol. IV, Bilbao, Administración del Mensajero de Corazón
de Jesús, 1889, pp. 18-47.
— Obras completas, ed. Francisco Mateos, Madrid, Biblioteca de Autores
Españoles, 1954.
— Peregrinación de Bartolomé Lorenzo, ed. y prólogo José Juan Arrom, Lima,
Petroperú, Ediciones Copé, 1982.
Adorno, Rolena, «Images of Indios Ladinos in Early Colonial Peru», en
Transatlantic Encounters: Europeans and Andeans in the Sixteenth Century, ed.
K. J. Andrien y R. Adorno, Berkeley, University of California Press, 1991,
pp. 232-270.
— Polemics of Possessions in Spanish American Narrative, New Haven, Yale
University Press, 2007.
Aguado, Pedro, Recopilación historial, ed. Juan Friede, Bogotá, Empresa Nacional
de Publicaciones, 1956, tomo I.
Alcina Franch, José, «Introducción» en Miguel Cabello Balboa, Descripción de
la provincia de Esmeraldas, ed. José Alcina Franch, Madrid, Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, 2001, pp. 9-30.
Arrom, José Juan, «Cimarrón. Apuntes sobre sus primeras documentaciones
y su probable origen», en Cimarrón, ed. José Juan Arrom y Manuel García
Arévalo, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 1986, pp. 15-30.
Bowser, Frederick, The African Slave in Colonial Peru, 1524-1650, Stanford,
California, Stanford University Press, 1974.
Boxer, C.R., Salvador de Sá and the Struggle for Brazil and Angola 1602-1682,
Londres, University of London/The Anthlon Press, 1952.
Cabello Balboa, Miguel, Carta al rey de 1 de Feb. 1578, Archivo General de
Indias, Quito, 22, N.1.
— Obras. Ed. Jacinto Jijón y Caamaño, Quito, Editorial Ecuatoriana, 1945.
— Miscelánea antártica, ed. Luis E. Valcárcel, Lima, Universidad Mayor de San
Marcos, Instituto de Etnología, 1951.
— Miscelánea antártica, ed. Isaías Lerner, Sevilla, Fundación José Manuel Lara,
2011.
Caminha, Pedro Vaz de, Primera carta desde el Brasil [Carta ao Rei Dom Manuel],
ed. bilingüe, trad. de María Tecla Portella Carreiro, Madrid, Celeste
Ediciones, 2001.

SUJETOS COLONIALES.indb 155 29/3/17 8:09


156 PAUL FIRBAS

Carrillo Castillo, Jesús María, Naturaleza e imperio. La representación del mundo


natural en la Historia general de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo,
Madrid, Fundación Carolina y Doce Calles, 2004.
Corominas, Joan y pascual a. José, Diccionario crítico etimológico castellano e hispá-
nico, 6 vols., Madrid, Editorial Gredos, c. 1980-1991.
Cortés, Hernán, Cartas de relación, ed. Ángel Delgado Gómez, Madrid, Castalia,
1993.
Covarrubias Horozco, Sebastián de, Tesoro de la lengua castellana o española,
ed. Ignacio Arellano y Rafael Zafra, Madrid y Frankfurt, Iberoamericana/
Vervuert, 2006.
Espinoza Soriano, Waldemar, «Los chambillas y mitmas incas y chinchaysuyus
en territorio Lupaca, siglos XV-XX», Revista del Museo Nacional (Lima,
Perú), 46, 1982, pp. 419-506.
Firbas, Paul, «Estudio introductorio», en Juan de Miramontes Zuázola, Armas
antárticas, ed. Paul Firbas, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad
Católica del Perú, 2006, pp. 15-115.
— «Las fronteras de la Miscelánea antártica: Miguel Cabello Balboa entre la
tierra de Esmeraldas y los Chunchos», en Hombres de a pie y de a caballo
(conquistadores, cronistas, misioneros en la América colonial de los siglos XVI y
XVII), ed. A. Baraibar Etxeberria, Bernat Castany, Bernat Hernández y
Mercedez Serna, New York, Instituto de Estudios Auriseculares (IDEA),
2013, pp. 77-95. Online http://hdl.handle.net/10171/34139
Fernández De Oviedo, Gonzalo, Historia general y natural de las Indias, ed. y
estudio de Juan Pérez de Tudela Bueso, Madrid, BAE, 1992.Vol. I.
Friede, Juan, «Introducción», en Recopilación historial, Pedro Aguado, Bogotá,
Empresa Nacional de Publicaciones, 1956, tomo I, pp. 5-104.
— «La Censura Española del Siglo XVI y los libros de Historia de América»,
Revista de Historia de América, 47, 1959, pp. 45-94.
Garcilaso De La Vega, Inca, Historia general del Perú (Segunda parte de los
Comentarios reales de los Incas), ed. Ángel Rosenblat, Buenos Aires, Emecé,
1944. 3 vols.
— Comentarios reales de los Incas. ed. Ángel Rosenblat, Buenos Aires, Emecé,
1945. 2 vols.
Guamán Poma De Ayala, Felipe, El primer nueva corónica y buen gobierno, ed.
John V. Murra y Rolena Adorno, trad. y análisis textual del quechua por
Jorge L. Urioste, México, Siglo XXI, 2006.
Hanke, Lewis, «Estudio preliminar», en Historia de las Indias, Bartolomé de Las
Casas, México, Fondo de Cultura Económica, 1965, vol. 1.
Jáuregui, Carlos, Canibalia: Canibalismo, Calibanismo, Antropofagia Cultural y
Consumo en América Latina, Madrid/Frankfurt, Iberoamericana, 2008.
Joplin, Carol F, comp., Indios y negros en Panamá en los siglos XVI-XVII. Selecciones
de los documentos del Archivo General de Indias. Antigua, Guatemala, Centro

SUJETOS COLONIALES.indb 156 29/3/17 8:09


REDUCCIÓN Y EXPANSIÓN DE CIMARRÓN 157

de Investigaciones Regionales de Mesoamérica, South Woodstock, Vt.,


Plumsock Mesoamerican Studies, 1994.
Lane, Kris, Quito 1599. City and Colony in Transition, Albuquerque, New
Mexico, University of New Mexico Press, 2002.
Las Casas, Bartolomé de, Historia de las Indias, ed. Agustín Millares Carlo,
México, Fondo de Cultura Económica, 1965, 3 vols.
López De Velasco, Juan, Geografía y descripción universal de las Indias. Desde el
año 1571 a 1574, Madrid, Establecimiento Tipográfico de Fortanet, 1894.
Mark, Peter, «The Evolution of ‘Portuguese’ Identity”: Luso-Africans on the
Upper Guinea Coast from the Sixteenth to the Early Nineteenth Century»,
The Journal of African History, 40.2, 1999, pp. 173-191.
Mcknight, Kathryn Joy, «Confronted Rituals: Spanish Colonial and Angolan
“Maroon” Executions in Cartagena de Indias», Journal of Colonialism and
Colonial History 5.3, 2004, online.
Metcalf, Alida C, Go-Betweens and the Colonization of Brazil, Austin, University
of Texas Press, 2005.
Morínigo, Marcos A, Diccionario manual de americanismos, Buenos Aires, Muchnik,
1966.
Porto Guimarães, André Lucas, A inserção dos lançados na costa da Guiné, entre o
início do século XVI e meados do século XVII,Tesis de Licenciatura, Universidad
Federal do Rio Grande do Sul, 2015.
Price, Richard, ed., Maroon Societies: Rebel Slave Communities in the Americas,
Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1996.
Tardieu, Jean Pierre, El negro en la Real Audiencia de Quito (Ecuador), ss. XVI-
XVIII, Quito, Abya Yala, Coopi, IFEA, 2006.
— Cimarrones de Panamá. La forja de una identidad afroamericana en el siglo XVI,
Madrid y Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert, 2009.

SUJETOS COLONIALES.indb 157 29/3/17 8:09


«EL VILLANO DEL DANUBIO» EN LOS ANDES:
SUJETOS COLONIALES EN EL LIBRO DE LA VIDA
Y COSTUMBRES DE ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN

José Luis Gastañaga Ponce de León


The University of Tennessee, Chattanooga

El célebre episodio de «El villano del Danubio», que tanta fama ha


dado a fray Antonio de Guevara, tuvo por lo menos tres vidas: pri-
mero circuló en forma de manuscrito. Sea en una versión manuscrita
temprana del Libro áureo de Marco Aurelio o en una redacción suelta
del episodio. En segundo lugar, como parte del Libro áureo tal como
se publicó en 1528. Y finalmente en una versión enmendada y am-
pliada en el Relox de príncipes de 1529.
El episodio narra la historia de Mileno, un rústico de las orillas del
Danubio, que se dirige al senado romano para dar cuenta de los excesos
y abusos de la administración colonial1. Su aspecto salvaje contrasta con
la elocuencia de sus palabras y lo sustancioso de su discurso. Al final, no
sólo sus palabras son atendidas sino que además él mismo se gana un
lugar dentro del patriciado de Roma, ciudad en la que vivirá a perpetui-

1 Como anécdota es muy versátil. Dentro de la obra de Guevara funciona primero


como parte de una historia o biografía novelada del emperador Marco Aurelio en el
Libro áureo, a la manera de la Ciropedia de Jenofonte; posteriormente encontramos la
misma anécdota como parte del Relox, claramente un espejo de príncipes (Vosters, 2008,
pp.18-19).

SUJETOS COLONIALES.indb 159 29/3/17 8:09


160 JOSÉ LUIS GASTAÑAGA PONCE DE LEÓN

dad gracias a una pensión otorgada por el senado. La historia es narrada


por el propio Marco Aurelio. En el Libro áureo en un momento en que
se discute la decadencia de Roma y, en el Relox, durante una secuencia
de capítulos dedicados al tema de la justicia. A diferencia de la versión
del Libro áureo, la versión del Relox presenta mayor extensión y un acen-
tuado tono sentencioso y moralista.
A primera vista, la diferencia entre una versión y otra parece ser la
extensión, siendo la segunda considerablemente más larga. Sin embargo,
no faltan diferencias significativas. Por ejemplo, se puede notar que en
la primera versión Mileno, el rústico, es lampiño; mientras que en la se-
gunda versión Mileno aparece cubierto de pelos, una característica más
propia de las descripciones tradicionales de salvajes o gigantes transmi-
tidas desde la Edad Media. La descripción de Mileno en el Relox es la
siguiente: «Tenía este villano la cara pequeña, los labrios grandes y los ojos
hundidos; el color adusto, el cabello erizado […] y la barba larga y espesa;
las cejas que le cubrían los ojos, los pechos y el cuello cubiertos de vello
como oso» (III, iii; p. 699). Un año antes, en el Libro áureo, el villano no
tenía barba y no se hacía mención de su «cabello erizado», lo que invitaba
a pensar en los nativos del continente americano (I, xxxi; p. 123).
En su larga historia, el episodio de «El villano del Danubio» ha sido
objeto de múltiples imitaciones, adaptaciones y, por supuesto, interpre-
taciones. Con amplia mayoría, la crítica se ha inclinado por ver en este
episodio una condena de la expansión colonialista en suelo americano.
La crítica de la codicia y la asociación de esta con la aventura americana
es una presencia clara en el Libro áureo desde sus preliminares, donde el
autor declara solemnemente:

Yo prometo a todos los que este libro tuvieren, que hallarán tanto pro-
vecho sus ánimas en pasarle y buscar sus doctrinas, como daño sus cuerpos
en pasar los mares por oro de las Indias. Pero yo adivino dende agora que
habrá más corazones desterrados en la India del oro que ojos empleados en
leer la obra de este libro («Argumento»; Libro áureo, p. 18)2.

2Esta condena del oro tiene una larga trayectoria en Occidente. Oviedo en su
Historia se hace eco de esta representación negativa de la riqueza (Libro XLVII, Capítulo
V, p. 143), donde sigue a Plinio (Historia natural, Libro II, capítulo LV). En la misma
línea podemos citar las palabras del hijo del cacique Comogro, que reprocha a los
conquistadores su mucha ambición por el oro, recreadas por Mártir de Anglería en la
«Década segunda», capítulo III de sus Décadas del Nuevo Mundo (pp. 117-119). Jáuregui
ha comparado al Mileno de Guevara con este cacique americano (Jáuregui, 2008, p. 76).

SUJETOS COLONIALES.indb 160 29/3/17 8:09


«EL VILLANO DEL DANUBIO» EN LOS ANDES 161

Esta caracterización negativa del oro de Indias nos muestra que Gue-
vara anticipa un sentimiento que John Elliott identifica en la Península a
fines del siglo XVI y sobre todo durante el siglo XVII y que revela cierta
decepción con respecto a una conquista que ofrece tesoros fabulosos pero
que no resuelve las dificultades de la nación (Elliott, 2009, pp. 131-148).
Como la versión del Relox se sitúa al interior del libro en una sec-
ción en la que abundan las críticas a la administración colonial roma-
na, pensamos que Enríquez de Guzmán, que reelabora el episodio en
un contexto andino, debía haber conocido precisamente esta versión
ampliada (la del Relox) antes que la otra. La razón es que su versión al
interior del Libro de la vida y costumbres aparece precisamente cuando se
ocupa de las injusticias y excesos de Hernando Pizarro.
Volviendo a la descripción del «salvaje», alguna vez el vello de Mile-
no ha sido tomado como pauta interpretativa. Un Mileno lampiño in-
vitaba a identificarlo con los habitantes del Nuevo Mundo pero, cuando
en una segunda versión este mismo personaje era descrito cubierto «de
vello como oso» era razonable pensar que Guevara trataba de evitar esa
asociación con el mundo americano. Con todo, pensamos que existe
una razón muy importante por parte de Guevara para hacer de Mileno
un germano. En mayo de 1527 a Carlos V no le preocupaban tanto las
polémicas sobre la licitud de la conquista como su imagen y la salva-
guarda de sus intereses en el contexto europeo. En efecto, entre la redac-
ción del Libro áureo (fechada por Foulché-Delbosc entre 1518 y 1524)
y la aparición de la versión ampliada y enmendada del Relox en 1529,
ocurrió un hecho muy sonado: el saco de Roma, al cual el entorno de
Carlos V se apresuró a dar explicación e incluso justificación3.
Como sugiere David Lupher en su libro Romans in a New World, las
críticas al Imperio Romano pueden muy bien entenderse en el contex-
to de una justificación del saco de Roma, llevado a cabo por las tropas
imperiales conformadas por españoles y mercenarios alemanes (Lupher,

3 Los datos conocidos sobre la obra de Guevara se pueden resumir así: La redacción
del Libro áureo habría empezado hacia 1518. En 1524, estando Carlos V convaleciente,
habría pedido a Guevara o recibido de éste una copia del mismo. Una primera edición,
sin el nombre de Guevara, apareció en Sevilla, en febrero de 1528, en las prensas de
Jacobo Cromberger. Al final de ese mismo año, Guevara edita una versión digamos
oficial con el impresor valenciano Juan Joffre. Sin embargo, ya en abril de 1529 sale en
Valladolid en las prensas de Nicolás Tierri la versión corregida y aumentada con el título
Libro llamado relox de príncipes en el cual va incorporado el muy famoso libro de Marco Aurelio.
(Foulché-Delbosc, 1929, pp. 1-2;Vosters, 2008, pp. 19-20).

SUJETOS COLONIALES.indb 161 29/3/17 8:09


162 JOSÉ LUIS GASTAÑAGA PONCE DE LEÓN

2003, pp. 54-55). Después de todo, los Austria, que podrían sentirse en
casa en las orillas del Danubio, verían en Mileno a un paisano al tiempo
que una imagen de una Roma tirana de alguna manera hacía ver como
justa la caída de esa ciudad4. Recordemos que Mileno no solo ha de-
nunciado las crueldades de una mala administración colonial, ha anun-
ciado, además, que la soberbia Roma iba a recibir llegado el momento
un castigo por sus excesos.Vemos entonces que Guevara no necesaria-
mente modifica el sentido de su obra; más bien introduce una nueva
posibilidad interpretativa: la plática del villano sirve también como una
profecía del saco de Roma.
De otro lado, esto no es suficiente para descartar una mirada crítica
sobre el proceso de conquista. Recordemos que a la muerte de Pedro
Mártir de Anglería, en octubre de 1526, Guevara se convierte en el
heredero del cargo de cronista y recibe, por orden real, los documen-
tos con los que venía trabajando el humanista italiano5. Pedro Mártir
trabajaba en una historia del Nuevo Mundo al momento de morir.
Guevara tuvo que haberse enterado de este proyecto; además de oír
mucho sobre el tema estando como estaba en la corte desde los años de
los Reyes Católicos. Aunque Guevara nunca llevó a cabo este proyecto
y jamás mostró un interés concreto en el Nuevo Mundo, puede decirse
que le interesaba América como imagen, como un motivo sobre el cual
construir un discurso ejemplar. «Las Indias del Oro», como las llamaba,
se erigen en un ejemplo contra la codicia.Y es precisamente la codicia
lo que hace insostenible el orden colonial que Mileno denuncia. Pero,
notemos bien, la denuncia no condena el colonialismo, sino sus excesos.
Es, por tanto, una denuncia que camina por los cauces adecuados. Des-
pués de todo, en la obra de Guevara el discurso de Marco Aurelio valida
el de Mileno.Y no será muy diferente lo que ocurra con las adaptacio-
nes de este pasaje que encontramos en suelo americano.
La relación entre el episodio de «El villano del Danubio» y la colo-
nización de América no debe centrarse, pues, en la descripción de Mi-
leno sino en el contenido mismo del episodio como lo demuestran las
adaptaciones hechas en el Nuevo Mundo. Estas por cierto no son una
novedad puesto que este tipo de anécdota —la del rústico que defiende

4Jáuregui ha resaltado también el carácter germano de Mileno: «Guevara en la


corte de Carlos V, hacía hablar a su salvaje (germano como el emperador Carlos) en otro
tiempo y en otro espacio» (Jáuregui, 2008, p. 47).
5 Real Academia de la Historia, Memorial, 1899, p. 568.

SUJETOS COLONIALES.indb 162 29/3/17 8:09


«EL VILLANO DEL DANUBIO» EN LOS ANDES 163

sus derechos con insólita elocuencia— tiene raíces en el mundo clásico6.


Con todo, quiero centrarme en una figura del siglo XVI, Alonso Enrí-
quez de Guzmán, por tratarse de un lector comprobado de Antonio de
Guevara (Gastañaga, 2011, pp. 100-116) y por ser un testigo presencial
de los hechos que narra. Por supuesto, no es el único; está por ejemplo
la historia del cacique Comogro y de su hijo narrada por Pedro Mártir
de Anglería (Décadas, pp. 117-119), el episodio mexicano referido por
Vasco de Quiroga y, en suelo andino, la anécdota del «indio elocuente»
de Enríquez de Guzmán la narran también Oviedo y Cieza de León.
Es importante señalar que Oviedo, Enríquez de Guzmán y Vasco
de Quiroga eran personajes vinculados a la corte de Carlos V, el primer
lector y quizá disimulado protagonista del libro de Antonio de Guevara.
El franciscano Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán, en una carta
dirigida al emperador Carlos V o al cortesano humanista Bernal Díaz de
Luco, fechada el 24 de julio de 15357, refiere el caso de la protesta de un
indio mexicano que le recordó el episodio de «El villano del Danubio»
(Quiroga, Memorial, p. 153). Don Alonso Enríquez de Guzmán es testi-
go presencial de importantes hechos ocurridos en suelo peruano entre
1535 y 1539, y en una carta fechada en el año 1537 nos cuenta cómo
un «yndio capitán» aparece frente a Diego de Almagro para denunciar
los abusos de los que se siente víctima (Libro de la vida y costumbres, p.
162). Finalmente, Oviedo en el Libro XLVII, capítulo VIII de su Historia
atribuye un discurso similar a un orejón del Inca (p. 289). Esta coinci-
dencia en el uso de la imagen del «indio elocuente» se debe sin duda al
hecho de que los tres escritores habían sido cortesanos y estaban al tanto
del favor de que gozaba el episodio del villano del Danubio en la corte.
Como ha señalado ya la crítica, ambos escritores confiaban en la imagen
del Emperador Carlos V como en un medio a través del cual podían
llegar con éxito a otros lectores (Vian Herrero, 2009, p. 135).
A estos tres testimonios, debemos sumar el de un tercero, el cronista
Pedro Cieza de León (Crónica del Perú, pp. 344-346), quien presenta los
hechos de manera más fidedigna, ya que es el único que se preocupa de
verificar su versión y señalar un testigo concreto que presta certeza a su
testimonio. He querido centrarme en Enríquez de Guzmán puesto que,

6 Vosters, 2008, pp. 24-25. Redondo ofrece un profundo análisis del episodio del
villano y sus relaciones con la colonización de América (Redondo, 1976, pp. 661-690).
7 Redondo se inclina por esta segunda opción (Redondo, 1976, pp. 501n y 662n).

SUJETOS COLONIALES.indb 163 29/3/17 8:09


164 JOSÉ LUIS GASTAÑAGA PONCE DE LEÓN

como señalé antes, él fue testigo presencial del suceso8; y si lo contrasto


con Cieza es porque el primero puede muy bien escribir siguiendo a
Guevara, como en otras ocasiones ha transcrito en su libro pasajes de
Torres Naharro sin indicar su fuente9.
Este «yndio capitán» que Enríquez de Guzmán imagina como una
variación de Mileno tiene que entenderse en el contexto de su percep-
ción del nativo americano. Su primera mención a los americanos ocurre
en Sevilla, antes de embarcarse hacia el Nuevo Mundo. Frustrado por
la imposibilidad de responder a enemigos más fuertes que él, decide,
después de barajar otras opciones, pasar a Indias, «con fin e propósito
de haber de los bárbaros brutos indios, lo que de los naturales no faltos
de todo saber no he alcanzado, considerando quel día de hoy no hay
más linaje ni valor de riqueza, y con ella se alcanza todo y no menos la
justicia» (Libro de la vida y costumbres, p. 124a). Cuando llega al Caribe su
percepción del americano no es mejor pues da muestras de seguir ante-
poniendo sus lecturas o aquello que ha oído. Declara de los caribeños:
«Pelean los unos con los otros. En matándose o prendiéndose, se comen.
Si el que prenden está flaco, hazen un hoyo devaxo de tierra y cúbrenlo,
de manera que quede hueco, y engórdanlo allí y después lo comen» (pp.
130b-131a). Nuevamente sus lecturas se anteponen a sus experiencias
cuando nos habla de los naturales de Castilla del Oro y, lejos de dar un tes-
timonio, repite el motivo del Nuevo Mundo como escenario de la Edad
de Oro y nos dice: «La gente indios se me figura como fuéramos nosotros,
si Adán no pecara. Ellos no pecan ni saben pecar; no tienen envidia ni ma-
licia; no hay entre ellos moneda ni oficiales ni lo han menester» (p. 135b).
Es solamente a su llegada al Perú cuando nos da señales de finalmen-
te estar narrando aquello que ha experimentado directamente. La infor-
mación se acumula en desorden y eso nos hace pensar en un testigo que
finalmente nos cuenta aquello que observa y, aunque lamentemos que
no se dé un tiempo para organizarse mejor, celebramos esa naturalidad
con la que transmite sus impresiones. Escribe así:

8
Oviedo escribe a la distancia, aunque con materiales muy confiables puesto que
un hijo suyo era parte de la expedición que se topó con el indio elocuente.
9 Sobre la peculiar relación que establece Enríquez de Guzmán con sus fuentes ver
Gastañaga, 2011, pp. 70-81.

SUJETOS COLONIALES.indb 164 29/3/17 8:09


«EL VILLANO DEL DANUBIO» EN LOS ANDES 165

La gente es bárbara; hay mucha. Es muy temerosa que les hagan mal ni
daño. Es muy ingeniosa. Tienen y hacen muchas ropas de diversas maneras.
Hay colores hermosas de lanas de ovejas y de pluma y de oro y plata tira-
da; y deste metal, grandes vajillas labradas; muchas pieles y aforros galanes
y provechosas para el frío, el cual es tan grande que es un frío pintado el
de Burgos y aun el de Alemania. Estos aforros son de lana de las dichas
ovejas, las cuales son grandes e de carga. Dómanlas como allá hacemos. Las
bestias llevan cuatro arrobas de peso; andan muy llano. Los carneros llevan
algo más. Hay tigres y leones y lagartos muy grandes. (Tienen sus hijas en
monesterios encerrados, guardando su virginidad las que no han de ser
casadas. No adoran sino al sol.) Hay puercos monteses con el ombligo en el
espinazo. Hay venados (p. 139a).

Aunque larga, la cita se justifica porque su variedad y falta de orden


es la garantía de que el autor transcribe sus impresiones directamente.
Como noble, Enríquez de Guzmán establece diferencias muy claras
entre la gente común y los reyes incas. Así, el retrato de Atahualpa es
altamente favorecedor. De otro lado, y en la misma vena, la habilidad de
los andinos con las armas es también un tema inevitable. Se describe al
enemigo como a un rival difícil; se describen sus armas y sus modos de
hacer la guerra. Inclusive, se nos ofrece una comparación entre indios,
moros y cristianos en el ejercicio de la guerra para dejar en claro cuánto
más valor se necesita para enfrentar a los primeros (p. 151b). Únicamente
estas reflexiones hechas en los Andes nos permiten reconocer que Enrí-
quez de Guzmán ha dejado atrás sus lecturas y todo aquello que sabe de
oídas y, finalmente, describe lo que ve frente a sus ojos y además reflexio-
na sobre ello y valora la novedad. Con una sola excepción, sus lecturas
han sido puestas de lado. En los Andes, cuando el cerco de Manco Inca a
la ciudad del Cuzco es inminente, Enríquez de Guzmán descubrirá que
entre sus lecturas existe una que se resiste a ser olvidada: la plática del
villano del Danubio, que encuentra, para sorpresa suya imaginamos, desa-
rrollándose con vida propia en un escenario muy distante.
En su reelaboración del episodio, Enríquez de Guzmán muestra ha-
ber incorporado algunos elementos propios del escenario andino que
recorre. Así, hace que su villano sea un «yndio capitán» y que éste se
refiera a Francisco Pizarro como «apo» y al Emperador como «el grande
apo de Castilla» (p. 162a). El episodio se puede fechar inmediatamente
después de la Batalla de Abancay, del 12 de junio de 1537, cuando los
almagristas derrotan a los pizarristas y Diego de Almagro puede estable-
cerse, aunque brevemente, como gobernador en el Cuzco. Recordemos

SUJETOS COLONIALES.indb 165 29/3/17 8:09


166 JOSÉ LUIS GASTAÑAGA PONCE DE LEÓN

que en Guevara la historia de «El villano del Danubio» la cuenta Marco


Aurelio; el «yndio capitán» que sustituye a Mileno en la adaptación de
Enríquez de Guzmán se dirige a Diego de Almagro, quien aparece re-
presentado como un gobernador ejemplar. Así, el papel del emperador
Marco Aurelio, o de Carlos V, si aceptamos la insinuación de Guevara
en el sentido de que el primero es trasunto del segundo, recaería en la
versión andina en Diego de Almagro.
Es importante decir que este «yndio capitán» no es un personaje
inventado por Enríquez de Guzmán. Como se indicó antes, la tercera
parte de la Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández
de Oviedo nos presenta a un personaje similar, esta vez un orejón, que
se dirige también a Almagro con un reclamo equivalente, pero no des-
pués de la Batalla de Abancay como en el relato de Enríquez de Guz-
mán sino antes, cuando Almagro regresa de su infructuosa expedición
a Chile y se dirige hacia el Cuzco. Pero si el momento no es el mismo,
el contenido es muy similar porque este orejón se presenta como parte
de la nobleza del Inca —«nosotros los orejones sus caballeros exentos»
(Oviedo, Historia, p. 289) — y lamenta, al igual que el «indio capitán», el
desbarajuste de las jerarquías de antaño. Otra diferencia está en el nom-
bre. El personaje de Oviedo se llama Paucal y está solo, mientras que el
«indio capitán» de Enríquez de Guzmán no tiene nombre propio y está
acompañado de dos mil hombres. A Paucal, sin embargo, se le llama en
un momento «capitán», lo que refuerza la idea de que ambos autores
hacen referencia a un mismo hecho.
Tenemos entonces que Oviedo, otro personaje vinculado a la corte,
narra asimismo una variante de la plática de «El villano del Danubio»
pero, a diferencia de Vasco de Quiroga y Enríquez de Guzmán, no hace
ninguna mención a su fuente. Aunque, sin duda, esta sería una leyenda
en torno a la figura de Manco Inca, pues el hecho coincide con el cerco
que este puso a la ciudad del Cuzco y las quejas calzan muy bien con
un discurso atribuido a Manco Inca por Cieza de León10.
Hacer de Diego de Almagro el interlocutor del elocuente rústico
era una manera de legitimarlo como gobernador y representante del
rey. Al igual que Manco Inca en Cieza o el «yndio capitán» en Enríquez
de Guzmán, el Paucal de Oviedo pone énfasis en el rompimiento del
antiguo orden. Lamenta que de señores hayan pasado a ser siervos y, por

10 El pasaje se encuentra en el capítulo XC de la Tercera parte de la Crónica del Perú


(pp. 344-346).

SUJETOS COLONIALES.indb 166 29/3/17 8:09


«EL VILLANO DEL DANUBIO» EN LOS ANDES 167

supuesto, confía en Almagro para la restauración del orden y la paz. La


elocuencia de Paucal causa en Almagro la misma admiración que cau-
só Mileno entre los senadores romanos en la obra de Guevara. Esto se
expresa en términos similares: «dejando al adelantado admirado de sus
palabras» o «muy espantado [el adelantado Almagro] de haber oído tan
sábiamente decir aquel capitán las culpas de los cristianos e la justifica-
cion de los indios e con tanta verdad» (Historia, p. 289).
A Enríquez de Guzmán, como a Vasco de Quiroga, le interesa pre-
sentar a la corte de Carlos V a través de sus cartas un episodio americano
que recuerda de manera expresa el celebrado episodio de «El villano del
Danubio»11. Era una manera de señalar injusticias al mismo tiempo que
se reafirmaba la figura del rey como garantía de un orden perturbado. A
pesar de ello, existe una motivación especial en Enríquez de Guzmán:
en su experiencia andina se ha encontrado con un personaje real que
encarna al ficticio Mileno. Enríquez de Guzmán llegó al Cuzco preci-
samente cuando las condiciones estaban dadas para que la rebelión se
produzca. No es raro que Oviedo y Enríquez de Guzmán coincidan
en narrar un episodio al que no le falta un fondo común de verdad,
que podemos identificar en las palabras que Cieza de León atribuye a
Manco Inca. Este discurso, que el cronista extremeño reproduce en el
capítulo XC de la tercera parte de su Crónica del Perú, nos dice que de
la necesidad de justificar la rebelión inca surge la leyenda del elocuente
sujeto colonizado que explica y justifica el levantamiento.
Muy lejos de la corte en cuyo seno Guevara inventó y difundió su
célebre episodio, en los Andes, las quejas ya casi lascasianas de Mileno
han encontrado un cuerpo y una voz que las encarna. Estamos en 1537
y el poder de la ficción creada por Guevara gana y crece en vigencia.
La versión de Cieza nos impacta como la más cercana a los hechos
puesto que el cronista extremeño cuenta con un informante claramente
identificado; se trata de Alimache, un antiguo criado de Manco Inca
que, nos dice el cronista, «es ahora de Juan Ortiz de Zárate»; además,
según este mismo cronista, Alimache es hombre «de buena memoria y
agudo juicio» (Crónica del Perú, p. 345).

11 Oviedo inicia su Historia con una «Epístola dedicatoria» dirigida a fray García
Jofré de Loayza, confesor del rey y presidente del Consejo Real de Indias. En ella le pide
al religioso que su obra sea «notificada a César».

SUJETOS COLONIALES.indb 167 29/3/17 8:09


168 JOSÉ LUIS GASTAÑAGA PONCE DE LEÓN

La proclama de Maco Inca, tal como la recoge Cieza, presenta un


contenido sorprendentemente cercano al del episodio de Guevara.Vea-
mos algunas coincidencias:

Mileno: «ha sido tan grande vuestra codicia de tomar bienes ajenos, y
fue tan desordenada vuestra soberbia de mandar en tierras estrañas, que ni
la mar nos pudo valer en sus abismos, ni la tierra nos pudo asegurar en sus
campos» (Relox, III, iii; pp. 700-701).
Manco Inca: «fueron ocasion que entracen en nuestra tierra estos barbu-
dos, siendo la suya tan lejana de ella» (Cieza, Crónica del Perú, p. 344).
Mileno: «Yo veo que todos aborrecen la soberbia y ninguno sigue la
mansedumbre; todos condenan el adulterio y ninguno veo continente; to-
dos maldicen la intemperanza y a ninguno veo templado; todos loan la
paciencia y a ninguno veo sufrido; todos reniegan de la pereza y a todos veo
que huelgan; todos blasfeman de la avaricia y a todos veo que roban. Una
cosa digo, y no sin lágrimas la digo públicamente en este Senado, y es que
con la lengua todos los más blasonan de las virtudes, y después con todos
sus miembros sirven a los vicios» (Relox, III, iii; p. 703).
Manco Inca: «Predican uno y hacen otro, todas las amonestaciones que
nos hacen lo obran ellos al revés» (Cieza, Crónica del Perú, p. 345).
Mileno: «¿Por ventura destruimos vuestros ejércitos, tajamos vuestros
campos, saqueamos vuestros pueblos, dimos favor a vuestros enemigos, para
que por ocasión de vengar estas injurias destruyésedes a nuestras tierras?»
(Relox, III, iv; p. 704).
Manco Inca: «Pregunto(os) yo: ¿dónde los conocimos, qué les debemos o
a cuál injuriamos para que con estos caballos y hierro nos hayan hecho tan
cruel guerra?» (Cieza, Crónica del Perú, p. 345).

Esta confluencia de historias escenificadas en los Andes, hermanadas


con un motivo de la Antigüedad que llega a sus autores muy proba-
blemente a través de Guevara, nos permite avanzar dos conclusiones.
Primero, que la figura de Almagro, reconocida como ejemplar, aparece
siempre legitimada por ser él el destinatario de los discursos esgrimi-
dos por los colonizados. Una segunda conclusión es que vemos que
el discurso o proclama de Manco Inca a quienes quedaban de la élite
cuzqueña debió ser un texto que necesitaba ser contenido en un cauce
familiar que apaciguara su entraña rebelde. Así, las palabras de Manco
Inca, que habían tenido como efecto inmediato el cerco del Cuzco, se
convierten en un discurso dócil; es decir, en una denuncia en la que se
exige justicia a quien representa legítimamente al rey.

SUJETOS COLONIALES.indb 168 29/3/17 8:09


«EL VILLANO DEL DANUBIO» EN LOS ANDES 169

El episodio de «El villano del Danubio» se transforma y se adapta al


contexto andino. Despojado de su ambiente romano, se transforma en
un claro alegato en contra de los excesos de la colonización del espacio
andino. A pocas décadas de ser creada, la breve ficción de Guevara se
ha convertido en una fábula matriz capaz de recrearse una y otra vez.
En esta reelaboración del episodio guevariano, Enríquez de Guzmán ha
encontrado el medio más apropiado para transmitir a sus corresponsales
en España lo que él piensa de los hechos en el Perú hacia 1537 y la
postura que él asume frente a las tensiones entre pizarristas y almagristas.
Como visión crítica de los excesos de la conquista tiene una carac-
terística muy peculiar que valdría estudiar en otros textos de la colonia:
se trata de una corriente crítica que por su recurso a la ficción circula
fuera del circuito de producción historiográfica y es también ajena a los
documentos oficiales. Es entonces una alternativa a críticas más comba-
tivas, como la lascasiana, por ejemplo. Sería una consecuencia inevitable
en un contexto en el cual la escritura sobre los hechos del Nuevo Mun-
do estaba estrictamente controlada. Muchas crónicas de Indias nunca
llegaron a publicarse en su tiempo y otras, aunque llegaron a publicarse,
fueron posteriormente prohibidas. Así, el recurso a la ficción se presen-
taba como una manera de conectar exitosamente con los lectores, sobre
todo cuando se sabía que ese tipo de ficción gozaba de la aceptación
de la corte y de los personajes más poderosos de ella. Es entonces una
relación doblemente mediada. De un lado, que los hechos sean reales
importa menos que el hecho de que una anécdota funcione a modo
de parábola una vez leída por el lector; es decir, la realidad histórica se
comunica mediada a través de la ficción. De otro lado, no se dirige esa
historia de forma directa a una audiencia o lectoría general; más bien se
opta por un mediador (Carlos V o algún personaje encumbrado de la
corte) cuyo gusto por esa ficción otorga carta de ciudadanía o al menos
derecho de paso a esa fábula de denuncia.
¿Cómo condenar al Marco Aurelio de Guevara, aun si es muy críti-
co de los excesos de la colonización, cuando se trata de la imagen misma
de Carlos V, su heredero en la silla de emperador? ¿Cómo descartar la
historia de «El villano del Danubio» si, como Vasco de Quiroga se cuida
bien de decir, era del agrado del César? La invención de Antonio de
Guevara y su relaboración por parte de escritores como Enríquez de
Guzmán nos muestra la vitalidad de la ficción a ambos lados del At-
lántico para traducir las experiencias más espinosas en historias que se
pueden narrar y encomiar.

SUJETOS COLONIALES.indb 169 29/3/17 8:09


170 JOSÉ LUIS GASTAÑAGA PONCE DE LEÓN

Bibliografía
Cieza de León, Pedro, Obras completas I. La crónica del Perú. Las Guerras civiles
peruanas. Edición crítica. Notas, comentarios e índices. Estudios y docu-
mentos adicionales por Carmelo Sáenz de Santa María, Madrid, CSIC –
Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, 1984.
Elliott, John H., «Illusion and Disillusionment: Spain and the Indies», en
Spain, Europe and the Wider World 1500-1800, New Haven, CT., Yale Uni-
versity Press, 2009, pp. 131-148.
Enríquez de Guzmán, Alonso, Libro de la vida y costumbres de don Alonso En-
ríquez de Guzmán, ed. Hayward Keniston, Madrid, Atlas, BAE 126, 1960.
Foulché-Delbosc, Raymond, ed., «El Libro Áureo de Marco Aurelio», Revue
Hispanique 76, 1929, pp. 1-319.
Gastañaga Ponce de León, José Luis, Caballero noble desbaratado. Autobiografía e
invención en el siglo XVI,West Lafayette, Indiana, Purdue University Press, 2011.
Guevara, Antonio de, Libro áureo de Marco Aurelio, en Obras completas, I. Libros
áureo de Marco Aurelio. Década de Césares, ed. y prólogo de Emilio Blanco,
Biblioteca Castro, Madrid, Turner, 1994.
— Relox de príncipes, edición crítica y notas de Emilio Blanco, Madrid, ABL
Editor– Confres, 1994
Jáuregui, Carlos A., Canibalia: Canibalismo, calibanismo, antropofagia cultural y
consumo en América Latina, Madrid / Frankfurt am Mein, Iberoamericana /
Vervuert, 2008.
Lupher, David A., Romans in a New World: Classical Models in Sixteenth-Century
Spanish America, Ann Arbor, MI.,The University of Michigan Press, 2003.
Mártir de Anglería, Pedro, Décadas del Nuevo Mundo, Madrid, Polifemo, 1989.
Oviedo, Gonzalo Fernández de, Historia general y natural de las Indias, islas y
tierra-firme del mar océano, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la His-
toria, 1855, Tercera parte. Tomo IV.
Quiroga, Vasco de, «Memorial a Carlos V», en Obras escogidas de filósofos, Ma-
drid, Ribadeneyra, , BAE 65, 1873.
Real Academia de la Historia, Memorial histórico español. Colección de documen-
tos opúsculos y antigüedades que publica la Real Academia de la Historia, Madrid,
Viuda e Hijos de M. Tello, 1899,Volumen XXXIX.
Redondo, Augustin, Antonio de Guevara (1480?-1545) et l’Espagne de son temps.
De la carrière officielle aux oeuvres politico-morales, Genève, Droz, 1976.
Vian Herrero, Ana, El indio dividido, edición crítica y estudio de los Coloquios
de la verdad de Pedro de Quiroga, Madrid / Frankfurt, Iberoamericana /
Vervuert, 2009.
Vosters, Simón A., Antonio de Guevara y Europa. Salamanca, Universidad de Sa-
lamanca, 2008.

SUJETOS COLONIALES.indb 170 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ

Pedro M. Guibovich
Pontificia Universidad Católica del Perú

El libro ha tenido un rol protagónico desde la temprana colonización


europea de los Andes. En los primeros días de noviembre de 1532,
después de una larga marcha desde la costa, Francisco Pizarro y sus
soldados llegaron al valle de Cajamarca. El viaje había sido largo y
penoso por las dificultades de la geografía, la poca familiaridad de los
soldados con la altura y el temor a un ataque de los indígenas. La hueste
conquistadora tenía un claro objetivo: capturar al inca Atahualpa, quien
estaba en Cajamarca. Una vez aquí, Pizarro invitó al inca a una entrevista.
Atahualpa acudió sin sospechar que se trataba de una emboscada. La
tarde de 16 de noviembre ingresó a la plaza de Cajamarca y, de acuerdo
al testimonio de algunos testigos, al encontrarla vacía, se sorprendió.
Entonces le habría preguntado a uno de sus soldados por los españoles
y este le respondió que se hallaban escondidos de miedo. No pasó
mucho tiempo hasta que de uno de los edificios que circundaban la
plaza apareció el dominico Vicente Valverde acompañado de uno o dos
traductores indígenas. La misión del fraile era leer al inca el requerimiento,
un complejo texto legal mediante el cual se demandaba a los jefes nativos
su sometimiento pacífico al rey de España. En caso de no lograrlo, se
debía proceder con violencia. El discurso de Valverde resultó, como es
de imaginar, incomprensible para el inca. Este —según el cronista Pedro
Pizarro, testigo presencial de los hechos— le pidió al fraile el libro que

SUJETOS COLONIALES.indb 171 29/3/17 8:09


172 PEDRO M. GUIBOVICH

llevaba en la mano para indagar sobre la naturaleza de ese objeto que le


resultaba desconocido. Alguna discusión ha habido para determinar qué
libro portaba Valverde aquella trágica tarde. Según unos se trataba de un
breviario y para otros de la Suma, del cardenal Tomás de Vio Cayetano.
Lo que está fuera de discusión es que se trataba de un libro. De acuerdo
con Pedro Pizarro, Valverde le dio el libro cerrado a Atahualpa y este
como «no supo abrillo, arrojole en el suelo» (Pizarro, Relación, p. 38).
La incomprensión del artefacto terminó por impacientar al Inca, quien
empezó a vociferar demandando la devolución de lo tomado por los
europeos en sus dominios. Asustado,Valverde abandonó presurosamente
la escena para dar paso al ataque de Pizarro.
En los años que siguen a los sucesos de Cajamarca, el libro dejará
progresivamente de ser un objeto desconocido para la población
indígena, en particular para su élite. ¿Cómo se produjo este cambio?
¿Cuáles fueron las circunstancias históricas que lo hicieron posible? Son
las preguntas que ensayo responder en las páginas que siguen. Una de
las herramientas más efectivas de la aculturación de los indios fue la
alfabetización en lengua española. Promovida por las propias autoridades
españolas, la alfabetización hizo posible que aquellos pudieran acceder
a la cultura escrita, tanto impresa como manuscrita. Al igual que en el
Viejo Continente, el aprendizaje de la lectura y la escritura fue posible
mediante el empleo de textos impresos, que circularon en las ciudades
y las áreas rurales del virreinato. Conocer las aficiones literarias de las
élites nativas permite ahondar sustancialmente el conocimiento que se
tenía acerca de los alcances de su alfabetización en el contexto colonial,
y explorar con mayor detalle su rol como agentes de su propia historia.
En un reciente estudio, Gabriela Ramos y Yanna Yanakakis han
llamado la atención acerca de la importancia de estudiar a los intelectuales
indígenas, esto es, aquellos que mediante su conocimiento y experiencia
fueron capaces de modelar el estado y la sociedad coloniales. El
conocimiento que produjeron con fines legales y administrativos —
expresado en documentos tales como testamentos, escrituras de venta o
registros de los cabildos nativos— constituyeron un sustancial nutriente
del régimen colonial (Ramos y Yannakakis, 2014, pp. 2-8). Por su parte,
Elizabeth Bill Bone, ha señalado que los intelectuales indígenas no solo
actuaron como mediadores (traductores, intérpretes y orientadores
sociales), sino que además posibilitaron los proyectos de los colonizadores
destinados a entender la sociedad nativa, y adicionalmente trabajaron
como activistas en favor de las comunidades indígenas. Ellos dotaron de

SUJETOS COLONIALES.indb 172 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ 173

estrategias al resto de la población nativa para defender sus derechos y


negociaron por posiciones de poder dentro del sistema colonial (Ramos
y Yannakakis, 2014, p. xii). En mi opinión, insumos importantes del
utillaje mental de los intelectuales indígenas fueron los libros. Pues, estos,
y en general el material impreso, que transitó de unas manos a otras,
forjó la cultura personal de sus poseedores, alentó sus expectativas y
demandas.
Este breve ensayo sobre la posesión y consumo de los libros entre
los indios consta de tres partes. En la primera parte trataré acerca de la
política de alfabetización de la población nativa por parte de la corona
española, pues hábiles en la lectura y escritura, los indígenas se hicieron
de libros. En la segunda parte hago un recuento de los lectores y de
los tipos de textos que poseyeron; y por último, en la tercera parte
expongo algunas consideraciones acerca de los usos de los libros. Creo
no equivocarme al afirmar que este es el primer ensayo de síntesis de
un tema no fácil de abordar, dado que la información es dispersa y
fragmentaria.

Alfabetizando a los colonizados


Después de la conquista, uno de los objetivos de los españoles fue
desarrollar un grupo letrado de nativos, básicamente para actuar como
intermediarios, que pudiera ser capaz de enseñar la lengua española y la
doctrina cristiana a los demás indígenas y asistir a los miembros del clero
católico en su lucha contra la supervivencia de prácticas y creencias reli-
giosas tradicionales. En 1545, el primer arzobispo de Lima, Jerónimo de
Loayza, instruyó al clero de su diócesis a congregar a los hijos de la no-
bleza local y entrenarlos en el trabajo como catequistas laicos. Al prin-
cipio esta tarea recayó en los frailes mendicantes, quienes alfabetizaron
en castellano, y enseñaron el catecismo, la música sagrada y la liturgia en
latín para asistir en la misa y otras celebraciones litúrgicas. Hacia 1551,
los dominicos habían inaugurado sesenta escuelas en sus conventos en
las regiones central y sur de los Andes, incluyendo un seminario en el
poblado costeño de Chincha donde se impartía enseñanza a setecientos
estudiantes. Adicionalmente, como una condición para su derecho a
manejar la fuerza de trabajo tributario, algunos encomenderos españoles
establecieron escuelas de instrucción religiosa en las que también se

SUJETOS COLONIALES.indb 173 29/3/17 8:09


174 PEDRO M. GUIBOVICH

entrenaron a los hijos de los notables para enseñar a los otros pobladores
andinos (Charles, 2010, pp. 18-19).

Durante el primer concilio provincial, celebrado en Lima en 1551, los


concurrentes dictaron las directivas para el reclutamiento de «indios de
confianza y razón» quienes debían colaborar en la labor evangelizadora.A
los doctrineros competía nombrar una jerarquía entre los parroquianos,
integrada por uno o dos fiscales (o alcaldes) y sus asistentes (alguaciles),
para asistir a los sacerdotes en sus deberes sacramentales, mantener los
registros escritos de los sacramentos y alentar la observancia de los
ritos; el sacristán encargado del cuidado del edificio de la iglesia y sus
bienes muebles, y de monitorear la asistencia a la misa; el cantor quien
debía presidir la música vocal en las celebraciones de la eucaristía; y el
maestrescuela, responsable de enseñar la lengua española y el catecismo
a los indios jóvenes. Mientras que en teoría los decretos del concilio
proponían una división de tareas, los deberes de los oficiales de la
doctrina y los de las autoridades de gobierno y del cabildo usualmente
terminaron sobreponiéndose. En la práctica, las autoridades nativas de todos
los niveles supervisaron el cumplimiento de los ritos cristianos, informaron
a los sacerdotes de las faltas cometidas, ejecutaron castigos y enseñaron la
lengua castellana y la doctrina cristiana (Charles, 2010, pp. 19-20).
En 1572, el virrey Francisco de Toledo dictó diversas medidas
para fortalecer el proyecto del arzobispo Loayza de crear una clase
andina letrada. Siguiendo el consejo del jurista Juan de Matienzo, el
gobernante reiteró algunas disposiciones relacionadas con la fundación
de las doctrinas (o parroquias rurales), recordó al clero su obligación de
hacer cumplir la instrucción doctrinal en lengua castellana y dispuso el
establecimiento de escuelas para la juventud indígena, especialmente para
los hijos de los caciques, en todo asentamiento nativo. Los curas debían
contratar al más competente entre los indios ladinos de la parroquia
para enseñar a los niños, hasta la edad de 14 años, a leer, escribir y hablar
en español (Charles, 2010, p. 20). Por añadidura, el Tercer Concilio
Limense, celebrado entre 1582 y 1583, ordenó la enseñanza de la lectura
y escritura en español a todos los niños indígenas1. La competencia de
los indios en la lengua y la adopción de otras marcas de ladinidad, anota

1 «Tengan por muy encomendadas las escuelas de los muchachos los curas de
indios, y en ellas se enseñen a leer y escrevir y lo demás, y principalmente que se abecen
a entender y hablar nuestra lengua española» (Bartra, 1982, p. 80).

SUJETOS COLONIALES.indb 174 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ 175

John Charles, tales como las costumbres y el vestido españoles, fueron


objetivos a largo plazo del concilio (Charles, 2010, p. 20).

Los alcances de las disposiciones de los concilios provinciales limeños


en cuanto a la enseñanza de la lengua castellana se pueden estudiar
a partir de los numerosos legajos que se conservan en el Archivo
Arzobispal de Lima, en particular en los expedientes de las visitas (o
inspecciones) llevadas a cabo a las doctrinas de la diócesis limeña en
el siglo XVII. A continuación algunos ejemplos. En la doctrina de San
Marcos de Llapo, su cura, el licenciado Alonso Fernández de Miranda,
mantenía una escuela «donde los muchachos aprenden toda virtud y su
maestro que los enseña con puntualidad y amor»2. Lo mismo sucedía en
la doctrina de San Luis de Huari, a cargo del licenciado Francisco de
Mendoza. El corregidor, Joseph López declaró al visitador eclesiástico
que Mendoza

todos los días hace que los muchachos se junten a la doctrina y en los
miércoles, viernes y domingos el mismo por su persona les enseña la
doctrina, les dise misa y predica el santo evangelio sin faltar a ello, y con
todo cuidado procura que haya escuela como hay, donde aprenden a leer y
cantar para el servicio de la iglesia y tiene su maestro para el dicho efecto3.

El mismo cuidado tenía Jacinto Orozco, cura de la doctrina de San


Martín de Chacas, en 1658, de acuerdo con el testimonio del indígena
Luis Pari. Este manifestó ante el visitador eclesiástico que Orozco
mantenía «escuela de muchachos donde les enseñan a hablar la lengua
castellana, a leer y escribir; y tiene pagado y asalariado maestro a su costa
para este efecto»4. También, el licenciado Gaspar de Loayza, cura de San
Jerónimo de Surco, fue testificado por Diego Bartolomé, indio ladino y
fiscal de la idolatría, que en dicha doctrina había una escuela

para que los muchachos aprendan la lengua española y doctrina cristiana


y las costumbres de cristianos, y sepan cantar; para que asistan al culto de la
iglesia les tiene dos maestros, uno de escuela y otro de castellano, y a este

2 Archivo Arzobispal de Lima (AAL).Visitas, leg. 2, exp. 12, fol.5r.


3 AAL.Visitas, leg. 2, exp. 14.
4 AAL.Visitas, leg. 2, exp. 64, fol.4v.

SUJETOS COLONIALES.indb 175 29/3/17 8:09


176 PEDRO M. GUIBOVICH

segundo lo tiene en su casa a expensas suyas para solo que enseñe a los
muchachos a cantar5.

Los ejemplos acerca de la existencia de escuelas en las doctrinas del


arzobispado de Lima podrían multiplicarse.
Paralelamente a estas escuelas de doctrina en el ámbito rural,
funcionaban en las dos principales ciudades del virreinato, Lima y
Cuzco, sendos colegios destinados a la formación académica de los hijos
de los caciques, regentados por la Compañía de Jesús, donde aprendían
a escribir, leer, contar y tañer algunos instrumentos musicales para el
servicio de la iglesia (Alaperrine, 2007, p.186). El compromiso de los
jesuitas con la educación de la población nativa urbana, en particular
con sus élites, constituyó parte medular de su proyecto político por
lograr una mayor presencia en la sociedad colonial. De modo similar que
los curas doctrineros, los ignacianos impartían una singular instrucción
asociada al servicio del rito y la liturgia. En la reducción indígena de
Santiago del Cercado, en Lima, desde su fundación en 1570, los jesuitas
habían establecido una escuela para niños indios a cargo de un hermano
coadjutor y en ella años después se enseñó el canto y la música, y se
formó una capilla de cantores y una orquesta de músicos. Lo mismo se
llevó a cabo en Juli, uno de los siete poblados habitados por los lupaca
en la ribera del lago Titicaca, adonde llegó la Compañía de Jesús en
1576. A esa escuela concurrían alrededor de 200 muchachos, número
que se incrementó pasados unos años. En una relación de 1682 se dice
que

para mejor doctrinarlos en la fe se tienen dos escuelas, una de varones y


otra de mujeres, en número de 300, a quienes instruyen las ancianas de más
satisfacción en las oraciones y catecismo, enseñándoles juntamente a hilar
y tejer, en la primera edad de 4 a 8 años; la de varones está a cargo de un
hermano coadjutor de los nuestros y en ella concurren hasta 200, donde
fuera de la doctrina cristiana se les enseña los primeros rudimentos de leer,
escribir y contar (Vargas Ugarte, 1963-1965, II, pp. 212-213).

También en las ciudades había escuelas de primeras letras a cargo


de maestros que trabajaban por cuenta propia, sin una vinculación con
alguna de las órdenes religiosas o dependencia directa de la autoridad
episcopal. Sabemos del funcionamiento de ellas gracias a los expedientes

5 AAL.Visitas, leg. 9, exp. 42, fol. 4v.

SUJETOS COLONIALES.indb 176 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ 177

conservados en el Archivo Arzobispal de Lima, porque era potestad del


obispo conceder la licencia para el funcionamiento de tales escuelas.
Varias de ellas funcionaron en Lima durante el siglo XVII, pero no
es posible determinar cuántas fueron y cuáles estuvieron dirigidas
exclusivamente a los indígenas. En 1685 era maestro de los indios pobres
de la ciudad capital, Juan Mateo González, quien recibía de la Audiencia
cien pesos anuales de salario. Se trataba de un indio ladino y antes de
ejercer el cargo había sido examinado por el superior jesuita de la Iglesia
de los Desamparados (Vargas Ugarte, 1972, p. 165).
Además de las escuelas, hubo otros espacios donde era posible
recibir instrucción religiosa no formal. Tal fue el caso del Recogimiento
de San Ignacio de Loyola, estudiado por Gabriela Ramos (2014). En
febrero de 1636, un grupo de indígenas, residentes en la parroquia de
Nuestra Señora de Belén, en la ciudad del Cuzco, adquirieron una casa
para fundar un recogimiento, que fue colocado bajo la advocación del
santo fundador de la Compañía de Jesús y el cuidado espiritual de los
jesuitas. Solo hombres vivirían en el establecimiento y trabajarían en sus
oficios en la ciudad. Una vez terminada su jornada, debían regresar a
la casa en la noche para discutir y examinar su conocimiento acerca de
la doctrina cristiana. Los propósitos de la casa eran múltiples: inculcar
en los hombres un modelo ejemplar de vida, procurar mantenerlos
apartados de las distracciones y las mujeres, aprender en profundidad la
doctrina, recibir la comunión y la confesión con regularidad, y escuchar
los sermones que los jesuitas predicaban a los indios durante las noches
en su iglesia. Aunque el ritmo de la existencia cotidiana de los hombres
estaba signada por las prácticas devocionales, la intención última no era
que tomasen votos religiosos. Los miembros podían dejar la casa y casarse,
siempre y cuando comunicaran su decisión al capellán y este les diera la
respectiva autorización. No se sabe con certeza si el recogimiento funcionó.
Lo importante, como lo señala Ramos, es que dicho proyecto revela que
para la población indígena, el aprendizaje no necesariamente era dable en
instituciones con programas de enseñanza establecidos, sino que también
existía la posibilidad de adquirir instrucción en otros espacios. Es probable
que algunos de los promotores de la casa fueran alfabetizados y tuvieran
acceso a la cultura letrada propia de los conventos; en ese sentido, podían
actuar como transmisores e intérpretes de prácticas y conocimientos
religiosos para una población indígena mayor (Ramos, 2014, p. 32).
En el último cuarto del siglo XVII, Cuzco albergaba numerosos
beaterios para mujeres indígenas. En un informe fechado en 1699 se

SUJETOS COLONIALES.indb 177 29/3/17 8:09


178 PEDRO M. GUIBOVICH

señala la existencia de nueve de esos establecimientos tan solo en dos de


las parroquias de la ciudad, San Blas y el Hospital de Naturales, de los
cuales siete eran de indias y dos de españolas (Burns, 2002, p. 123). Como
bien señala Kathryn Burns, los rastros documentales de los beaterios y
de las mujeres que los habitaban son difíciles de encontrar, pues tales
establecimientos pertenecían a un rango institucional más pobre e
informal que el de los conventos, que solían ser más prestigiosos y mejor
dotados de recursos económicos (Burns, 2002, p. 121). Con todo, algo
logramos saber del colegio-beaterio de la Santísima Trinidad, gracias a
un reporte elaborado en 1678 por el escribano Julián Santos de Saldaña.
El beaterio aunque dedicado, de acuerdo a sus estatutos de fundación,
a huérfanas indígenas pobres, contaba con la infraestructura característica
de un convento de monjas de clausura. Poseía una capilla con su altar, que
estaba precedido por un lienzo de la Trinidad; la portería, un pequeño
jardín y la sacristía abastecida con ornamentos para los oficios; dentro del
beaterio, un patio principal con su fuente «y más adelante un corredor y
dormitorio y refitorio y cocina en diferentes aposentos sucesivamente y
capas y decente». El notario encontró además de las celdas de las beatas,
una despensa abastecida de alimentos y una huerta (Burns, 2002, p. 127).
Santos de Saldaña debió quedar gratamente sorprendido de la
instrucción de las beatas que habitaban la Santísima Trinidad. Las beatas
reunidas en la capilla se propusieron demostrarle sus conocimientos.
Así dos de ellas, Leonarda Ignacia y Josefa Rosa, de nueve y ocho
años de edad, respectivamente, «argumentaron en lengua castellana la
Dotrina Cristiana comenzando desde los mandamientos de la ley de
Dios y acabando en los catorce artículos de la fe». Y después otras dos,
Andrea de la Trinidad y Felipa de San Ignacio, hicieron lo propio «en la
mesma lengua con toda claridad y elegancia las cosas que debemos creer
los cristianos en lo tocante a nuestra santa fe católica». Acto seguido,
las mismas «explicaron el misterio de la Santísima Trinidad y de la
Encarnación del Hijo de Dios y de la pasión y del santo sacramento del
altar con grande admiración de los que se hallaron presentes» (Burns,
2002, p. 127).
Los conocimientos de las beatas indígenas comprendían la música. El
notario registró en el coro alto de la capilla los siguientes instrumentos:
«órgano, harpa, guitarras, raveles y chirimías, bajones y clarines». Con
estos, «acabando de cantar las dichas beatas, los tocaron causando gran
armonía, admiración y devoción». De esta manera, las beatas cumplían
con los deseos de los fundadores del beaterio, cuyos propósitos eran

SUJETOS COLONIALES.indb 178 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ 179

que sus ocupantes se «industriaran» en la doctrina, aprendiendo «a leer


y escrebir y cantar y tocar algunos instrumentos de la música todo con
fin y blanco para que […] con el clarín de sus voces […] se reduzgan
los indios infieles que están por conquistar a la fe y religión cristiana»
(Burns, 2002, p. 127).
La experiencia de vida en la Santísima Trinidad debió calar profun-
damente en las beatas al punto que una de ellas, María Úrsula Quispe,
en 1708, dispuso mediante una escritura notarial la fundación de un
beaterio y colegio para mujeres indígenas en el Cuzco. No se sabe si el
proyecto llegó a materializarse. Pero lo que sí es claro es que la bene-
factora tenía una clara vocación por controlar la futura institución. De
acuerdo con las normas por ella establecidas, se reservaba la admisión
de las niñas que deseaban ingresar para convertirse en beatas. Asimismo,
dispuso que una mujer española debía enseñar el castellano a las beatas,
pero que después quedaba prohibido que cualquier otra española «pue-
da introducirse en dicho colegio con ningún pretexto causa ni razón
porque entre las dichas muchachas doncellas, que hubieren aprendido la
lengua, […] se han de enseñar unas a otras» (Burns, 2002, p. 129).
A pesar de las buenas intenciones de benefactores laicos y religiosos,
no siempre fue posible el establecimiento de escuelas para la instrucción
de los indígenas. La carta de un cura de la diócesis de Arequipa a su
obispo, en el siglo XVII, ilustra las dificultades que existían para llevar
tales proyectos a las zonas rurales. En ella le manifestaba a su prelado
que en muchas ocasiones se ha ordenado el establecimiento de «escuelas
de muchachos», pero que en muchos pueblos no se pudo llevar a cabo
debido a lo reducido de su población, lo cual ha impedido, a su vez,
hallar alguien capaz de desempeñarse como preceptor. En los principales
pueblos, continúa el cura, existen escuelas, pero en ellas la población
estudiantil es poca, tan solo asisten una tercera o cuarta parte de los
muchachos, «y esto a costa de muchos enfados y bastante cuidado».
Proponía que la única forma de lograr una mayor concurrencia era
mediante el establecimiento de un fiscal que obligase a la asistencia, la
cual siempre era difícil porque los padres de familia se mostraban menos
interesados en el «aprovechamiento y enseñanza» de sus hijos, y más
en que se ocupen en el cuidado de sus ganados. Para esto último, los
muchachos suelen ser llevados a las estancias que distaban bastante de los
poblados. Añade el cura que aunque los indios tengan casa en el pueblo,
no la habitan, y «como el modo de sustentarse es tan escaso, no pueden
mantener los hijos desviados» (Vargas Ugarte, 1972, p. 162).

SUJETOS COLONIALES.indb 179 29/3/17 8:09


180 PEDRO M. GUIBOVICH

La alfabetización de los indios en las escuelas era de interés de las


autoridades, pero sus progresos no eran los óptimos, de acuerdo con
ellas mismas. El virrey, Duque de la Palata, informaba a Carlos II en
1682 y 1685, que «solo en la ciudad de Los Reyes y en los valles se
entendía la castellana»; en los Andes se hallaba la lengua indígena tan
vigente «como si estuvieran en el imperio inca», lo que «resultaba en
lo político y espiritual el mayor impedimento para la crianza de esos
naturales», razón por la cual el virrey dispuso que en todos los pueblos
con cura hubiere una escuela, que podía estar a cargo de un sacristán
o de «algún indio capaz de este ministerio» y que en ella se enseñe la
lengua castellana «con puntualidad y buena educación que se debe, para
que aprendan las oraciones y se vayan criando en devoción y temor de
Dios» (cit. en Garatea, 2010, pp. 142-143).
Avanzado el siglo XVII, una real cédula, suscrita en 1691 y dirigida
al obispo del Cuzco, ordenó que en todas las ciudades, villas, lugares
y pueblos de indios debían establecerse escuelas con maestros que
enseñasen a los indios la lengua castellana, con advertencia de que en
los poblados grandes, debían ser dos las escuelas, una para niños y otra
para niñas. Dispuso también que para obligar a los indios a aprender la
lengua castellana y envíen a sus hijos a las escuelas, ningún indio que
no la supiere pueda obtener «oficio de república». El aprendizaje de la
lengua era primordial para una correcta evangelización: «pues sabiendo
la lengua castellana se instruirán radical y fundamentalmente en los
misterios de nuestra santa fe católica» (Lissón Chávez, 1943-1956, pp.
479-480).
Lejos de abandonarse, la política de alfabetizar a los indios en la
lengua castellana persistió en el siglo XVIII. Entonces hubo obispos que
se involucraron decididamente en el establecimiento de escuelas para
niños y niñas. Un caso singular lo constituye Baltasar Jaime Martínez de
Compañón, quien durante su gobierno de la diócesis de Trujillo, entre
1779 y 1788, impulsó un ambicioso proyecto educativo, el cual debía
fortalecer la lealtad a la corona y sus representantes así como promover el
conocimiento práctico y la reforma de las costumbres (Ramírez, 2014,
p. 19). En tal sentido, el prelado se hacía eco de las directivas emanadas
desde España en cuanto a la instrucción popular (Berquist Soule, 2014,
p. 96). Su ambicioso proyecto preveía el establecimiento de una red
de escuelas de primeras letras en las comunidades nativas, internados
o colegios en las ciudades de Trujillo y Cajamarca, y seminarios para
la formación de clérigos en estas últimas poblaciones como también

SUJETOS COLONIALES.indb 180 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ 181

en Lambayeque y Piura. El obispo ordenó que todos los jóvenes que


vivían a media legua a la redonda de los pueblos asistieran a clase. Los
niños entre los cinco y diez años y las niñas entre los cuatro y ocho
años estudiarían el catecismo los jueves por la mañana y los sábados por
la tarde, con la finalidad de corregir «errores» tales como la mentira, la
vanidad, la sensualidad, la ociosidad y la desobediencia. Los estudiantes
aprenderían el valor de la virtud, el provecho de la oración y la utilidad
de la penitencia. Adicionalmente, en las escuelas serían instruidos en la
lectura, la escritura y el cálculo en español, al tiempo que se les inculcaría
los efectos negativos del consumo del alcohol y del pecado (Ramírez,
2014, pp. 24-25).
También Martínez Compañón se propuso fundar dos colegios
residencia de educación general en Trujillo, uno para «cholos» y otro
para «cholas», donde recibirían alimentación, vestido e instrucción
religiosa. El proyecto contemplaba la admisión de 225 muchachos
y 112 muchachas, algunos de los cuales podrían ser seleccionados y
preparados para desempeñarse como futuros maestros. El plan de
estudios comprendía la enseñanza de la lectura, la escritura, el cálculo, el
catecismo y oficios o quehaceres. Se esperaba que los niños adquirieran
las habilidades para desempeñarse como labrador, albañil, carpintero,
escultor, pintor, músico, tejedor, latonero, alfarero, sillero, molinero,
panadero, sangrador cirujano, barbero, boticario, sastre, zapatero,
carnicero, cardador, sombrerero, curtidor y tintorero. El modelo de
las escuelas para niñas asemejaba al de un beaterio, ya que debían ser
regentadas por una mujer mayor y piadosa. En tales escuelas, las niñas
aprenderían además de la doctrina, a leer, escribir, contar, hilar, coser y
otras tareas (Ramírez, 2014, p. 33).
Especial atención puso el prelado en los libros que debían leer tanto
maestros como alumnos en las escuelas de primeras letras. En estas
últimas, estableció que «nunca se permita […] libros ni papeles que
no sean edificativos, y de buena doctrina»; y que cuando al maestro se
le ofreciese alguna duda acerca del uso de los textos, debía resolverla
con el cura. Asimismo, estipuló que debía enseñarse la doctrina «por el
catecismo, que corre en este obispado, mientras no se diese a luz el que
para toda la diócesis tenemos meditado publicar» (Ramírez, 2014, pp.
64-65).
El proyecto del obispo fue parcialmente exitoso debido a la falta de
apoyo por parte de las autoridades locales y de entusiasmo entre la propia
población nativa, así como de suficientes recursos económicos. De

SUJETOS COLONIALES.indb 181 29/3/17 8:09


182 PEDRO M. GUIBOVICH

las 54 escuelas de primeras letras planeadas, 37 recibieron aprobación


oficial del virrey Teodoro de Croix en junio de 1786. Varias de estas
aun funcionaban a inicios del siglo XIX. En 1809, la escuela de Santo
Toribio en Rioja permanecía abierta. La de Chiclayo perduró hasta
1813, y la de Otuzco, tres años más. Pero, por otro lado, diecisiete
nunca fueron aprobadas o su proyecto de fundación fue abandonado
(Berquist Soule, 2014, pp. 108-109).
Martínez Compañón fue particularmente escrupuloso en
reglamentar el día a día en las escuelas de primeras letras, pero no dejó
ninguna indicación acerca del método de enseñanza a seguir, pero algo
más sabemos de esto último para épocas anteriores. En el siglo XVI, la
pedagogía católica romana cambió gradualmente de un método oral
de catequesis a través de conferencias y sermones, al estudio y lectura
en voz alta de textos escritos, sostiene John Charles. El aprendizaje
doctrinal ahora involucraba un entrenamiento mental a través de
la alfabetización que no estaba limitada, como antes, a la iniciación
elemental de la religión cristiana. Los miembros de las élites nativas
andinas aprendieron a leer a partir de las cartillas de lectura que los
frailes mendicantes llevaron de España al Perú. Estos textos incluían
problemas simples de aritmética, ejercicios de lectura y escritura en
romance, las oraciones básicas y los artículos de la fe católica. Ansioso
por consolidar los métodos de enseñanza, el arzobispo Loayza ordenó
al clero usar los catecismos impresos traídos de España o enfrentar la
excomunión (Charles, 2010, p. 21).
Enseñar a leer y escribir en español junto con la doctrina tenía ventajas
prácticas. Los estudiantes repetían en voz alta la lectura hecha por los
catequistas de las oraciones contenidas en los catecismos y transcribían
las palabras escritas en ellos antes de pasar a otros tipos de textos. Los
niños indígenas recibían catequesis diaria, mientras que los adultos los
miércoles, viernes y domingos, y los días de fiesta después de la misa.
La «Doctrina» consistía en la lectura y recitado del catecismo básico
(los artículos de la fe, los diez mandamientos, los siete sacramentos, las
virtudes teologales y cardinales, y los siete pecados mortales) y en las
principales plegarias (el Padrenuestro, el Ave María, el Credo y la Salve
Regina). Las conferencias podían tratar de temas tan diversos como la
creencia en un solo dios, la eternidad del alma o el significado de los
sacramentos (Charles, 2010, p. 21).
Desafortunadamente no ha llegado a nosotros ningún ejemplar de
algunas de las cartillas que se emplearon para la alfabetización de la

SUJETOS COLONIALES.indb 182 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ 183

población nativa. Con seguridad debieron ser las mismas que se usaron
para la población no nativa, las cuales se publicaron en Lima en grandes
cantidades y que, dada su gran demanda en el mercado, generaron
enormes ganancias e intereses comerciales entre los impresores locales,
y, en consecuencia, no pocos conflictos entre ellos por el control de su
producción (Vargas Ugarte, 1953, pp. XXXIV-XXXVIII). El intenso
uso de tales cartillas debió ser la causa de su desaparición; mas no es el
caso de los libros.

Indios con libros


Las vías por medio de la cuales los indios se hicieron de los libros no
están documentadas. Pero algo podemos conjeturar a partir de lo que
se sabe acerca de la circulación del libro en el contexto colonial. Desde
fines del siglo XVI se constituyó un mercado para los libros debido a
tres factores: el desarrollo económico, la consolidación institucional de la
Universidad de San Marcos y las disposiciones eclesiásticas relacionadas
con la instrucción del clero. Con el desarrollo de la explotación minera,
principalmente centrada en el asiento minero de Potosí, aumentaron
las demandas de bienes procedentes del Viejo Continente, entre ellos
libros. Algunos mercaderes de libros y libreros peninsulares, miembros
de las principales empresas editoriales establecidas en Sevilla, Medina
del Campo, Toledo y Madrid, vieron en la América colonial enormes
posibilidades para la expansión de sus negocios. No extraña que las
casas matrices enviaran a sus agentes a que se establecieran en Lima y
otras ciudades del virreinato con la finalidad de abastecer las crecientes
aficiones literarias de los lectores. Un hecho que dio notable impulso a
dicha demanda fue la consolidación institucional de la Universidad de
San Marcos a partir de la década de 1580. Las disposiciones dictadas por
el virrey Toledo confirieron al claustro universitario nuevos estatutos
para su gobierno académico y administrativo, y estabilidad económica
mediante la asignación de significativos recursos económicos. Las
acciones de Toledo permitieron el incremento de su cuerpo docente
y del número de sus estudiantes, todos potenciales consumidores de
libros. También a partir de la década de 1580, la jerarquía eclesiástica se
interesó particularmente en formar un clero instruido. Para ello dispuso
la fundación de seminarios diocesanos y la posesión obligatoria de textos
de doctrina, moral y teología a los curas a cargo de las parroquias rurales.

SUJETOS COLONIALES.indb 183 29/3/17 8:09


184 PEDRO M. GUIBOVICH

Lima no solo fue el principal mercado para el libro proveniente de


Europa y el producido por las imprentas locales, sino además el centro de
una vasta red de distribución de literatura muy diversa que se extendía
por buena parte del virreinato. Los registros notariales dan cuenta en
detalle de dicho comercio, unas veces llevado en gran escala y otras en
dimensiones reducidas. No eran pocos los mercaderes que traficaban
con libros junto con telas, agujas, zapatos e hilos. Ellos o sus agentes
itinerantes fueron los encargados de introducir tales mercaderías en las
poblaciones más allá de los límites de la ciudad de Lima (Guibovich
1984-1985). De esta manera, los libros alcanzaron lugares muy remotos
en las áreas rurales y llegaron a manos de los curas doctrineros. Y con
seguridad fueron las colecciones bibliográficas de estos últimos a las que
tuvieron acceso los fiscales de doctrina o personajes como Guamán
Poma quien, como se verá, estuvo familiarizado con la cultura letrada
de su tiempo, en particular religiosa.
Una creencia bastante extendida, pero errónea, es que el libro fue
un artículo inaccesible por su alto precio en el mundo colonial. Hubo
ciertamente ediciones costosas, pero también hubo un sinnúmero de
otras a precios bastante reducidos. Las escrituras notariales dan cuenta
de la presencia de libros en un universo social muy diverso y amplio, al
menos en los ámbitos urbanos. El lector interesado en un determinado
título podía acudir a una librería, un taller de imprenta o una tienda
de mercaderías para adquirirlo, pero también existía una significativa
oferta de libros de segunda mano. Era una práctica común el remate
de los bienes de los difuntos por parte de sus albaceas con la finalidad
de obtener dinero para cumplir las mandas testamentarias. En tales
circunstancias, los libros solían ser vendidos a precios bajos, lo que
permitía que pobladores de escasos ingresos accedieran a ellos.Asimismo,
gracias a los remates no pocas bibliotecas privadas se vieron enriquecidas
de nuevos materiales bibliográficos.
No son muchos los testimonios que han llegado a nosotros de indios
con libros. Por lo general, son miembros de la élite los que contaban
con textos impresos, lo cual no debe extrañar ya que eran ellos los que
tuvieron mayores posibilidades de instrucción. Conocemos unas pocas
colecciones pertenecientes al siglo XVII y algunas más para el siglo
XVIII. Al siglo XVII pertenece, por ejemplo, la colección del curaca
principal de Ocros en la provincia de Cajatambo, en la diócesis de
Lima, don Juan Flores Guayna Malqui, la cual pasó a su primogénito y
heredero, don Rodrigo Flores Caja Malqui, un egresado del Colegio

SUJETOS COLONIALES.indb 184 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ 185

de El Príncipe, regentado por los jesuitas. De la colección del primero


solo sabemos que estaba compuesta de «veinte cuerpos de libros poco
más o menos, grandes y pequeños». La de don Rodrigo la conocemos
en detalle, gracias al inventario de sus bienes practicado en 1644. Estaba
conformada por un libro manuscrito y doce impresos, la mitad de
los cuales eran obras devocionales y el resto historia militar española,
narrativa picaresca y poesía épica (El Guzmán de Alfarache, de Mateo
Alemán, y La Araucana, de Alonso de Ercilla) y cultura jurídica (la Política
de escrituras de Nicolás de Yrolo Calar y las Constituciones sinodales, del
arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero)6. No es posible determinar si la
colección de don Rodrigo fue la misma que heredó de su padre.
Otro caso interesante lo representa la colección de don Jerónimo
Achicata, curaca principal de San Pedro de Sipesipe, en el valle de
Cochabamba. En 1609 poseía un pequeño conjunto de libros el cual
donó a la escuela de indios que existía en el pueblo de Oropesa. Entre
sus bienes (destinados a la venta) se encuentran libros y documentos:
una «historia de la guerra contra hispanios», 56 bulas de la cruzada, y «un
cofre con papeles, recaudos, cédulas y escripturas y otros más papeles y
provisiones»7. Avanzado el siglo XVII citamos a Pedro Milachami, curaca
principal de los cañares y gobernador de la provincia de los Luringuancas,
en el valle de Jauja. En su testamento, otorgado en 1662, declara poseer
los siguientes títulos: «una historia de Felipe segundo, nuestro rey que fue»,
«la historia de Carlos Quinto», dos libros de comedias de Lope de Vega,
otro de «comedias, ya viejo» sin especificar, las Postrimerías de Oña, «otro
libro sin cubierta ni principio ni fin de Herrera», «cinco comedias sueltas»
y «un librito de oración y meditación» (Arellano y Meyers, 1988, p. 120).
A las décadas finales del siglo XVIII corresponden los casos de los
curacas de Pucarani, Macará, Colquepata,Tinta y Tacna. La pareja curacal
de Pucarani, Fausto Jáuregui Colque y Rafaela Tito Atauchi, poseían
una colección de cincuenta volúmenes. Tres cuartas partes de los títulos
eran religiosos: breviarios, misales, vidas de santos, las Confesiones de San
Agustín. Además, tenía dos vidas de san Ignacio (una de ellas en latín),
una de Santa Teresa, la Mística ciudad de Dios, de la Madre Ágreda, y un
libro de la «vida de Cristo en aymara». Este último sin duda se trataba
del texto escrito por el jesuita Ludovico Bertonio. Otras materias eran
música, aritmética y teatro. Por otra parte, el curaca de Macará, Gabriel

6 AAL. Testamentos, leg. 21, exp. 5A; y Capítulos, leg. 11, exp.1.
7 Debo este dato a John Charles.

SUJETOS COLONIALES.indb 185 29/3/17 8:09


186 PEDRO M. GUIBOVICH

Cayma Condorsayma, poseía «cuatro libros de varios autores», y Martina


Chiguantupa, cacica de Colquepata, en su testamento, suscrito en 1801,
declaró poseer varios libros religiosos (Garrett, 2009, p. 275).
También sabemos, por un documento hallado en el Archivo General
de la Nación, en Lima, que José Gabriel Condorcanqui, curaca de Tinta,
era un aficionado lector. El 30 de diciembre de 1773, acudió a la real
aduana de Lima para solicitar una certificación con la finalidad de que el
guardia de la portada de Barbones, uno de los varios accesos en la muralla
que rodeaba la ciudad capital, no le demandase el pago de impuestos por
el equipaje que llevaba consigo a su retorno al Cuzco ya que contenía
objetos de uso personal. Ese mismo día el oficial de la real aduana
expidió la certificación y Condorcanqui pudo dejar Lima sin ningún
inconveniente. Este rutinario trámite administrativo es de enorme
interés histórico porque ha permitido confirmar documentalmente la
presencia de Condorcanqui, el futuro líder de la mayor rebelión indígena
de la época colonial, en Lima; y su interés por la lectura. Muestra de
esto último es la presencia entre los bienes declarados en la aduana de
una «encomienda de libros» y una «obra de Garcilaso»8. El impacto que
pudo tener la lectura de Garcilaso en el pensamiento y acción del curaca
rebelde es aun materia de discusión.
Una colección realmente singular es la que perteneció a Santiago
Ara, curaca principal de Tacna.Al igual que su padre, Carlos Ara, Santiago
realizó estudios de derecho en la Universidad de Chuquisaca, donde se
graduó de doctor y más tarde se recibió como abogado de la Real
Audiencia de Charcas. Algunos expedientes conservados muestran que
ejerció su profesión en la ciudad de Tacna. El inventario, realizado poco
tiempo después de su muerte en 1792, da cuenta de cien volúmenes, la
mayoría corresponde a derecho y el resto a historia, literatura, religión y
filosofía. Se trataba de un hombre culto con cierta apertura a la cultura
de la preilustración como parece mostrarlo la presencia de uno de los
tomos de la obra de Benito Jerónimo Feijoo (Guibovich, 1990, p. 275).

8
«Cuaderno de guías de los efectos de uso internados en el Cuzco». Año 1777.
Archivo General de la Nación (AGN). Real Aduana del Cuzco, leg. 162, cuaderno 18.
Este documento fue dado a conocer por Cárdenas, 1980.

SUJETOS COLONIALES.indb 186 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ 187

Los usos de los libros


La actitud de las autoridades coloniales hacia el acceso de los libros
por parte de la población andina fue ambivalente. De un lado, estimaban
su importancia como herramienta para la alfabetización; pero, por otro,
generó preocupación la circulación de cierta literatura de recreación y
jurídica por estimarse perjudicial al proceso de aculturación y al siste-
ma de dominio que se pretendían instaurar por los europeos. El virrey
Toledo expuso sus reparos acerca de la introducción de los textos im-
presos: «no conviene que a estos reinos se traigan libros profanos y de
mal ejemplo porque lo recibirán los indios, que muchos van ya sabiendo
leer» (Charles, 2010, pp. 30-31). El clérigo Bartolomé Álvarez, entusiasta
defensor de la extirpación de la idolatría, informaba en su memorial a
Felipe II, escrito en 1588, haber sido testigo, en el altiplano andino, de
indios que adquirían las Siete partidas, de Alfonso X, el sabio, y del manual
para escribanos de Gabriel de Monterroso9, compras que según el celoso
eclesiástico eran una prueba de la intención de los indios por iniciar plei-
tos o «hacer mal»10. El Tercer Concilio limense prohibió explícitamente

los libros que tratan de cosas profanas o cuentan o enseñan cosas lascivas
y deshonestas, pues se ha de tener quenta no solo con lo que perjudica a
la fe, sino también con lo que empece a las buenas costumbres, como de
ordinario lo haze el leer semejantes libros, y así los que los tuvieren sean
con rigor castigados por los obispos (Bartra, 1982, p. 103).

Guamán Poma denunció los obstáculos que los frailes y encomen-


deros ponían a los indios para que aprendieran a leer y escribir, debido a
su interés por mantener el control sobre ellos, continuar con los abusos,
desodebecer las disposiciones de la corona, y sobre todo, temer a que
pudieran iniciar acciones legales (Garatea, 2010, pp. 141-142). A pesar
de los obstáculos creados por algunos miembros de la sociedad colonial,
la alfabetización avanzó y permitió a los indios acceder a la literatura
impresa de los colonizadores. Dicho acceso les proveyó no solo de los
recursos para, por ejemplo, como lo han demostrado recientes investi-
gaciones, fundamentar sus pedidos, litigar ante los tribunales civiles y
eclesiásticos, denunciar a las autoridades y componer arbitrios políticos.

9 Gabriel de Monterroso y Alvarado, Práctica civil y criminal e instrucción de escribanos


(Valladolid, 1563).
10 Cit., en Garatea, 2010, p. 127.

SUJETOS COLONIALES.indb 187 29/3/17 8:09


188 PEDRO M. GUIBOVICH

Un ejemplo bastante ilustrativo de la cultura libresca de un miembro


de la élite nativa lo constituye Don Cristóbal Castillo, curaca princi-
pal de la reducción de Cotahuasi, en la provincia de Condesuyos. En
1616 decidió dirigir unas cartas en quechua a diversos miembros del
ayllu Mungui, para convencerlos de reconocer su autoridad y acatar
sus órdenes: pagar la tasa completa, nombrar capitanes para la mita, eje-
cutar diversos servicios y, en particular, renunciar a volverse anexo de
Pampamarca. En su correspondencia expone la obediencia de sus súb-
ditos como una exigencia cristiana, para lo cual emplea un vocabulario,
expresiones y proposiciones directa o indirectamente tomadas de los
textos quechuas mandados a publicar por el Tercer Concilio Provincial
de Lima, entre 1584 y 1585 (Itier, 2005, pp. 44-45). Estos y otros textos
conciliares circularon profusamente en el arzobispado limeño, porque
los curas debían poseerlos de manera obligatoria (Guibovich, 2010).
En 1650, don Pedro Taparaco, don Cristóbal Capcha, don Alonso
Julia Chaupis, don Francisco Malqui, don Tomás Guamán Capcha y
don Antonio Capcha, curacas principales y «mandones» de la doctrina
de San Pedro de Paccho, denunciaron a su cura, el bachiller Diego de
la Palma, por contravenir las disposiciones eclesiásticas: la demanda
de ofrendas y el cobro por la administración de los sacramentos. Lo
interesante del caso es que fundamentaron sus reclamos en las sinodales
promulgadas a inicios de ese siglo11. ¿Cómo los curacas de Cotahuasi
y Paccho accedieron al Tercer Catecismo y las constituciones sinodales?
No lo sabemos con certeza. Pero lo que sí podemos afirmar es que se
trataban de textos de uso bastante común entre los curas de doctrina y
circularon profusamente en la arquidiócesis de Lima (Guibovich, 2010).
No muchos años más tarde, en 1661, don Francisco Esteban, don
Fernando Gutiérrez y don Juan Bautista, «principales» del pueblo de
Santo Domingo de Allauca, del repartimiento de Mangos, provincia de
Yauyos, presentaron una petición en el arzobispado de Lima, en la que
expresaban, en nombre suyo y de sus comunidades, una queja formal
contra los prelados de la orden de Santo Domingo, por haber separado
los pueblos de Santo Domingo y San Pedro de Capillaza de su cabecera
que era la doctrina de San Ildefonso de Turipampa, así como otros
pueblos de otras doctrinas «con que hicieron un cuerpo de doctrinas de
cinco pueblos, nombrando los prelados por sí religiosos doctrineros sin

11 AAL.Visitas, leg. 14, exp. 13.

SUJETOS COLONIALES.indb 188 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ 189

tener sínodo, más de las obvenciones y derechos que llevan de los intieros,
casamientos y bautismos a los naturales»; y añadieron que todo lo actuado
por los dominicos era «contra el derecho», porque a los indígenas no les
correspondía el mantenimiento de los frailes doctrineros. Señalaban que
los frailes habían impuesto tales demandas aduciendo que no recibían el
sínodo de la corona; y que tal situación había durado muchos años hasta
que Juan Sarmiento de Vivero visitó el pueblo. Entonces el visitador
reconoció la irregularidad de las demandas de los dominicos, y acto
seguido expulsó al dominico Luis Gutiérrez, una vez que supo de los
agravios que había cometido contra los indios, y ordenó a los curas
doctrineros cumplir con sus obligaciones. Los indígenas solicitaban,
en consideración a todo lo anterior, que el arzobispo mandase que
no haya otro doctrinero que el que tenían porque «los pueblos se han
despoblado huyendo de los rigores de los padres doctrineros». Una vez
presentada la petición, el arzobispo pidió el parecer de Juan Sarmiento
de Vivero. El 13 de setiembre de 1661, Sarmiento de Vivero presentó
su informe, por el que declaró que Allauca era una doctrina «intrusa»
y que se reintegrase el pueblo de Allauca y los demás pueblos a sus
cabeceras. Asimismo, confirmó lo dicho por las autoridades nativas12. No
sabemos cual fue la conclusión del caso, pero todo parece indicar que
los indios finalmente obtuvieron lo que pedían. Esta, como tantas otras
demandas similares, muestra el nivel de cultura jurídica de los indios y
su conocimiento del «derecho», esto es, de la legislación eclesiástica que
los protegía.
El acceso a la cultura letrada europea sin duda proveyó a los miembros
de la élite indígena de las herramientas para defender sus derechos. Los
curacas que asistieron a los colegios regentados por la Compañía de
Jesús, según John Charles, usaron su conocimiento del derecho español,
no siempre para servir las agendas colonizadoras (2014, p. 62). En 1665,
el ya mencionado Sarmiento de Vivero tuvo que enfrentar tres causas
judiciales iniciadas por igual número de líderes étnicos, todos exalumnos
de los jesuitas —Rodrigo de Guzmán Rupay Chagua, gobernador
de Huamantanga; Francisco Gamarra, segunda persona en Iguari;
y Cristóbal Carhuachín Pariasca, curaca de San Juan de Lampián—,
quienes lo acusaron de infringir castigos y cometer extorsiones cuando
llevó a cabo sus visitas en las áreas de Checras y Canta (Charles, 2014,
p. 73).

12 AAL.Visitas, leg. 13, exp. 13.

SUJETOS COLONIALES.indb 189 29/3/17 8:09


190 PEDRO M. GUIBOVICH

Felipe Guamán Poma constituye un caso excepcional del grado de


familiaridad que podía alcanzar un habitante de los Andes con la cultura
letrada europea. Aunque no ha llegado a nosotros un inventario de la
biblioteca o colección de libros de este célebre escritor indígena, a partir
de las citas de su Nueva corónica y buen gobierno, es posible reconstruir
sus lecturas y su universo mental con bastante detalle, como lo ha
demostrado con acierto Rolena Adorno. Escrita a principios del siglo
XVII, como otras obras de su tipo, la Nueva corónica y buen gobierno narra
la historia de los incas, de la conquista y colonización española, pero
la parte medular está dedicada a argumentar en favor de la reforma
del gobierno y la sociedad coloniales. Para la elaboración de su obra,
Guamán Poma consultó un amplio y variado elenco de textos, impresos
y manuscritos, producidos unos en el Viejo Continente y otros en
Lima. En la composición de su relato histórico de la conquista y las
guerras civiles, primero entre los conquistadores y más tarde entre los
encomenderos y los representantes de la corona, consultó las obras de
Martín de Murúa, Agustín de Zárate y Diego Fernández. En ellas no solo
encontró información, sino materiales que refutar con miras a exaltar el
rol de los pobladores indígenas como fieles vasallos del rey (Adorno, 1992,
pp. 95-100).
La literatura de hombres de Iglesia constituyó un importante
ingrediente en la Nueva corónica. En su crítica, por ejemplo, al sistema
de encomiendas, al comportamiento de los encomenderos y otros no
andinos, y en la defensa de las prerrogativas de los señores locales se
sirvió de los escritos de autores dominicos, entre ellos Bartolomé de
Las Casas y sus seguidores en el Perú. La teoría de la restitución, uno
de los caballos de batalla de los lascasianos a mediados del siglo XVI
también está presente en el discurso de la Nueva corónica. En opinión de
Guamán Poma la solución pasaba por restituir las tierras y el señorío a
los indios. Otro texto particularmente consultado fue el Tercer catecismo,
publicado por el concilio provincial celebrado en Lima entre 1582 y
1583. Este le sirvió, entre otras cosas, como modelo estilístico. Adorno
sostiene que Guamán Poma adoptó la prosa estridente y amenazante
que caracterizaba los sermones contenidos en el Tercer catecismo para
advertir a los colonos que en caso de no cumplir con la restitución
de lo mal habido, se condenarían. Asimismo, emuló el Símbolo católico
indiano, del franciscano Jerónimo de Oré para componer oraciones en
quechua (Adorno, 1978). Pero fue, sin duda, fray Luis Granada el autor
más admirado por Guamán Poma. «Consciente de la importancia del

SUJETOS COLONIALES.indb 190 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ 191

descubrimiento de nuevos territorios y comunidades humanas, Granada


elaboró una antropología escolástica con los nuevos horizontes de la
experiencia humana» (Adorno, 1992, p.103). Su empatía tolerante por
la humanidad de la era precristiana, como por la gente que no había
oído y rechazado el Evangelio, sedujo el interés del escritor peruano
(Adorno, 1992, p. 104).

Conclusiones
En este texto he tratado acerca de la circulación y consumo de los
libros entre los miembros de la población nativa. Se trata de una primera
aproximación a un tema complejo de abordar dada la escasez y dispersión
de las fuentes documentales. A pesar de ello, se puede concluir, a partir
de la información proveniente de expedientes eclesiásticos y registros
notariales así como de las fuentes literarias, que fueron las élites las
que estuvieron más familiarizadas con la cultura del impreso; y, junto
con ellas, los asistentes de los doctrineros que servían las numerosas
doctrinas o parroquias rurales existentes en el virreinato peruano. Las
diferentes formas de alfabetización existentes en las ciudades y áreas
rurales posibilitaron la conversión de no pocos pobladores indígenas,
hombres y mujeres, en lectores de la literatura, principalmente religiosa,
producida en las imprentas europeas y locales. La apropiación de los
textos si bien favoreció la conversión al cristianismo, también nutrió las
agendas políticas y sociales de los pobladores andinos y, de esta manera,
entraron en conflicto con las prácticas y discursos de los colonizadores. La
historia del libro en el mundo colonial es un tema fascinante de explorar
por las dimensiones sociales y políticas de las misma. Sin embargo, es
un campo todavía poco estudiado, en el cual aun queda mucho por
hacer. Tengo la certeza que futuras investigaciones en los repositorios
documentales existentes en las ciudades de Cuzco, Arequipa, Trujillo
y Huamanga, enriquecerán considerablemente nuestro conocimiento
acerca del universo de lectores y usuarios del libro que componía la
República de las letras en el Perú colonial.

SUJETOS COLONIALES.indb 191 29/3/17 8:09


192 PEDRO M. GUIBOVICH

Bibliografía

Adorno, Rolena, «Las otras fuentes de Guamán Poma: sus lecturas castellanas»,
Histórica, II/2 1978, pp. 137-158.
— Cronista y príncipe. La obra de don Felipe Guamán Poma de Ayala, Lima,
Pontificia Universidad Católica del Perú, 1992.
Alaperrine-Bouyer, Monique, La educación de las élites indígenas en el Perú
colonial, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, Instituto Riva-Agüero e
Instituto Francés de Estudios Andinos, 2007.
Arellano, Carmen y Albert Meyers, «Testamento de Pedro Milachami, un
curaca cañari en la región de los wanca, Perú (1662)», Revista Española de
Antropología Americana, 18, 1988, pp. 95-127.
Bartra, Enrique, II Concilio Provincial. Lima 1582-1583, Lima, Facultad
Pontificia y Civil de Lima, 1982.
Berquist Soule, Emily, The Bishops´s Utopia. Envisioning Improvement in Colonial
Peru, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 2014.
Burns, Kathryn, «Beatas,“decencia” y poder: la formación de una élite indígena
en el Cuzco colonial», en Incas e indios cristianos. Élite indígenas e identidades
cristianas en los Andes coloniales, ed. Jean-Jacques Decoster, Cuzco, Centro
Bartolomé de las Casas, Instituto Francés de Estudios Andinos y Asociación
Kuraka, 2002, pp. 121-143.
Cárdenas, Mario, «José Gabriel Tupa Amaro, a propósito de un documento»,
Histórica, IV/2, 1980, pp. 229-236.
Charles, John, Allies at Odds.The Andean Church and Its Indigenous Agents, 1583-
1671, Albuquerque, University of New Mexico Press, 2010.
— «Trained by Jesuits: Indigenous Letrados in Seventeenth-Century Peru»,
en Indigenous Intellectuals. Knowledge, Power, and Colonial Culture in Mexico
and the Andes, eds. Gabriela Ramos y Yanna Yanakakis, Durham, Duke
University Press, 2014, pp. 60-78.
Garatea, Carlos, Tras una lengua de papel. El español del Perú, Lima, Pontificia
Universidad Católica del Perú, 2010.
Garrett, David, Sombras del imperio. La nobleza indígena del Cuzco, 1750-1825,
Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2009.
Guibovich Pérez, Pedro, «Libros para ser vendidos en el virreinato del Perú
a fines del siglo XVI», Boletín del Instituto Riva-Agüero 13, 1984-1985, pp.
85-114.
— «Los libros del curaca de Tacna», Histórica, XIV/1, 1990, pp. 69-84.
— «Los libros de los doctrineros en el virreinato del Perú, siglos XVI-XVII»,
en Esplendores y miserias de la evangelización de América. Antecedentes europeos y
alteridad indígena, eds. Wulf Oesterreicher y Roland Schmidt-Riese, Berlín,
De Gruyter, 2010, pp. 97-132.

SUJETOS COLONIALES.indb 192 29/3/17 8:09


INDIOS Y LIBROS EN EL VIRREINATO DEL PERÚ 193

Itier, César, «Las cartas en quechua de Cotahuasi: el pensamiento político de


un cacique de inicios del siglo XVII», Máscaras, tretas y rodeos del discurso
colonial en los Andes, ed. Bernard Lavallé, Lima, Instituto Francés de Estudios
Andinos e Instituto Riva-Agüero, 2005, pp. 43-73.
Lissón Chávez, Emilio, La Iglesia de España en el Perú, Sevilla, s/e, 1943-1956,
5 vols.
Pizarro, Pedro, Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú, Lima,
Pontificia Universidad Católica del Perú, 1978.
Ramos, Gabriela y Yanna Yannakakis, Indigenous Intellectuals. Knowledge, Power,
and Colonial Culture in Mexico and the Andes, Durham, Duke University
Press, 2014.
Ramos, Gabriela, «Indigenous Intellectuals in Andean Colonial Cities», en
Indigenous Intellectuals. Knowledge, Power, and Colonial Culture in Mexico and the
Andes, eds. Gabriela Ramos y Yanna Yanakakis, Durham, Duke University
Press, 2014, pp. 21-38.
Ramírez, Susan E., Al servicio de Dios y de Su Magestad. Los orígenes de las escuelas
públicas para niños indigenas en el norte del Perú en el siglo XVIII, Lima, Fondo
Editorial de la Asamblea Nacional de Rectores, 2014.
Vargas Ugarte, Rubén, Don Baltasar Jaime Martínez de Compañón, obispo de
Trujillo, Lima, 1942.
— Impresos peruanos (1584-1650), Lima, Editorial San Marcos, 1953.
— Historia de la Compañía de Jesús en el Perú, Burgos, Aldecoa, 1963-1965, 4
vols.
— «La instrucción primaria en el Perú virreinal», Fénix, 22, 1972, pp. 162-167.

SUJETOS COLONIALES.indb 193 29/3/17 8:09


LA GENEALOGÍA COMO DISPOSITIVO DE IDENTIDAD:
UN PRÍNCIPE MELANCÓLICO EN LA LÍNEA SUCESORIA1

Esperanza López Parada


Universidad Complutense de Madrid

Si toda génesis impone un principio, toda genealogía lo recrea.


Es el filósofo francés Jean Beaufret quien, comentando a Husserl,
confronta y separa ambos procesos. Beaufret piensa en la genealogía
como aquello que, frente a la génesis, no recupera el origen, sólo lo
intuye. Menos un saber que un archivo de saberes y menos explicativa
que esclarecedora, postula un método para no tanto conocer como
articular reconocimiento.Y articularlo activa e interesadamente, con una
dinámica de acción vectorial y concreta, a la manera de cualquier otro
dispositivo de poder y con la función última de retratar al genealogista
que la diseña.
La genealogía permite en el fondo una construcción voluntaria,
orientada a uno mismo, a partir de la cual se restablece una procedencia.
Si la génesis es un gesto inaugural, general y fundante que se efectúa
ordenando secuencia histórica, propiciando un transcurso “biológico”
que lleva de un paso al siguiente, la genealogía no es en sí un producto,

1 El trabajo presente forma parte del proyecto de investigación I+D de Excelencia,


concedido por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España,
con título «En los bordes del archivo, I: escrituras periféricas en los virreinatos de Indias».
Referencia FFI2015-63878-C2-1-P.

SUJETOS COLONIALES.indb 195 29/3/17 8:09


196 ESPERANZA LÓPEZ PARADA

no es un gesto sino una gestación, un hacer memoria que entabla una


relación más dúctil, más lábil, más improvisada, entre pasado y presente2.
De hecho, el comienzo de todos y de cada uno, para esta acción de
genealogizar, siempre podría arrastrarse más atrás, aplazarse más cerca o
proyectarse más lejos, porque lo es de un modo simbólico, imaginado,
incluso futuro, que es a nosotros a quien en realidad constituye y engendra.
Hasta dos veces, el Inca Garcilaso aborda este ejercicio: en lo que se
refiere a la línea paterna mediante su remonte hasta Garci Pérez de
Vargas, aquel caballero que lucha junto a Fernando III el Santo en la
reconquista de la ciudad de Sevilla, segunda fundación de la ciudad
que primero cimentara el mítico Hércules. La Relación de la sucesión
del famoso Garci Pérez con algunos pasos de historias dignas de memoria
(1596) es una obra temprana que debía prologar La Florida y que, sin
embargo, quedó inédita.
Por lo que atañe a su madre, dentro de los Comentarios reales hay
pocas operaciones tan significativas para el diseño de su origen y de
su parentesco como la oficialización que emprende de los incas en
una capaccuna o linaje de doce reyes, número estratégico y alusivo a
su vez a aquella Vida de los doce césares de Suetonio que, inventariado
en la biblioteca póstuma del escritor, fuera usado igualmente por Pero
Mexía para la lista de los reyes godos. Y sin embargo, es dicho linaje,
y este tipo de equivalencias y comparaciones que soporta, uno de los
aspectos —como señala José Antonio Mazzotti— que ha recibido
lecturas más inclinadas a analizar solo el lado occidental de su estrategia
y más necesitadas, por tanto, de semiosis híbridas que tengan en cuenta
las dos fuerzas desde las que se negocia. En contrapartida Mazzotti
propone acercamientos alternativos que se comprometan con el trabajo
de reinvención, montado por el Inca Garcilaso de la Vega para investir la
panaca familiar y la historia cusqueña, que lo tienen a él como heredero,

2 «La genealogía, en el sentido de Platón o de Nietzsche, no es una simple génesis. Se


puede decir en algún sentido que toda genealogía es génesis, pero no a la inversa. Puede
haber génesis sin ninguna significación genealógica. La génesis se limita a desplegar una
serie de transformaciones, por medio de las cuales se efectúa, conforme a leyes naturales,
el paso de un estado a otro. La genealogía, por el contrario, comporta una hermenéutica
más esencial. Lo que la caracteriza es el sentido de filiación que aproxima al origen lo
que procede del origen y así mantiene a la obra misma en el más extremo alejamiento.
La genealogía es menos conocimiento que reconocimiento, es menos explicativa que
esclarecedora, pero es por ello mismo tanto más transformadora» (Beaufret, 1975, p. 52,
traducción mía).

SUJETOS COLONIALES.indb 196 29/3/17 8:09


LA GENEALOGÍA COMO DISPOSITIVO DE IDENTIDAD 197

de una mayor legitimidad3. En cuanto gestión genealógica, no cabe


duda que el dispositivo ha sido puesto en marcha para definirse, sobre
todo, a sí mismo, empleando en ello los recursos de la cultura humanista
de su tiempo, con una liberalidad, plasticidad e inteligencia como sólo
alguien en la búsqueda de su propia memoria, conflictiva y mestiza,
puede intentar.
Ahora bien, la nómina garcilasista de la monarquía incaica ofrece
disidencias, ya suficientemente comentadas, con las propuestas
anteriores o simultáneas de otros cronistas. Digamos que la diversidad,
las variaciones —y con ellas, cierta niebla imposible de despejar—
conforman, por contraste, el rasgo de identidad más destacado en la
genealogía materna del escritor mestizo.
Juan de Betanzos, por ejemplo, admite en el listado hasta dieciséis
reyes, al incorporar los cinco derrotados que, tras Huayna Capac, sufren
la perdida del imperio a manos españolas. Pedro Cieza de León, entre
1553 y 1557, en la segunda parte de su crónica, consigna a Huáscar
dentro de la dinastía legítima, con lo que obtiene una sucesión de trece
reyes, sustituyendo a Pachacutec Inca por el misterioso Inca Urco, en
orden suscrito también por Antonio de Herrera para el grabado de la
portada de la «Década IV» de su Historia General de los hechos de los
castellanos4. José de Acosta, que reduce considerablemente el cómputo
y apunta lo que Zuidema o Duviols5 interpretan como una diarquía

3 «Nonetheless, I propose an alternative reading of the Royal Commentaries that cen-


ters on its dialogue with a potential Andean public. In particular, I argue that Garcilaso
uses the knowledge of indigenous history that he acquired in Cuzco (before perma-
nently departing for Spain at age twenty) to reinvent Incan history in order to invest his
Incan mother’s lineage with greater legitimacy than other noble Incan families enjoyed
in Cuzco. From this perspective, the reliability of Garcilaso’s history matters little. What
is important is identifying the symbolic, metaphorical, and stylistic configurations that
unfold in the text and that permit us access to the subtextual Andean dialogue, which
has understandably escaped critics whose analyses are limited to intertextual canonical
references. My analysis relies on the kind of gnoseological, symbolic, and discursive ex-
changes that Walter Mignolo calls “colonial semiosis”» (Mazzotti, 1996, p. 198).
4 El detalle es interesante porque la segunda parte de la Crónica del Perú de Cieza,
rebautizada como Señorío de los Incas, permaneció inédita hasta que la publicara Jiménez
de la Espada, conservándose sin embargo un manuscrito de la misma en el monasterio
de El Escorial.
5 Tom Zuidema (1964) fue el primero en pensar que la alusión de Acosta, en los
capítulos XX-XXIII del Libro VI de su Historia, a dos reyes entre los que se dividía
el gobierno del territorio podía apuntar a una diarquía y que, en lugar de alternarse,

SUJETOS COLONIALES.indb 197 29/3/17 8:09


198 ESPERANZA LÓPEZ PARADA

entre Hurin y Hanan, nombra al mítico Manco Capac, pero solo admite
en total siete, fundiendo a Inca Yupanqui y a Topa Inca en uno solo; lo
que también repite Román y Zamora, pero para incorporar la mención
bicápite de los dos últimos fratricidas, Huáscar y Atahualpa6.
El punto de mayor controversia compete, sin embargo, a aquel
rey al que Garcilaso atribuye lo que otros reservan para Pachacuti,
porque —según él explica— «trocan» y confunden los nombres, como
ocurre con el episodio de la guerra contra los chancas o con la aparición
en sueños del dios Sol para exhortarle y alentarle en dicha batalla. Se trata
del Inca Viracocha, de cuya momia cree el escritor haberse despedido
antes de venirse a España con veinte años.
De este Inca, sin embargo, que nadaba en la abundancia «porque
robó mucho» y se hacía labrar vasijas en oro y plata, cuenta Sarmiento
de Gamboa que fue sepultado en Caquia Xaquixahuana:

… y Gonzalo Pizarro, teniendo noticia que con él había un tesoro, lo


buscó, y sacó el cuerpo y con él mucha suma […] y quemó el cuerpo.Y las
cenizas tornaron a quitar los naturales y las escondieron en una tinajuela la
cual con su ídolo huauqui llamado Inca amaru descubrió el licenciado Polo
siendo corregidor del Cuzco (Historia de los Incas, p. 84).

Es esta crónica de Sarmiento de Gamboa la que proporciona noticias


disonantes respecto a la idea general del incanato. Además de ser la
primera en en considerar el gobierno de los incas como represor y

la capaccuna de reyes incas simultaneaba los nombres de dos regentes. Pero es Duviols
(1979) el que estudia sus implicaciones apoyándose además en Polo de Ondegardo. Para
él, la idea de un poder dual resultaría más congruente con la realidad histórica.
6 El listado pormenorizado queda entonces del modo siguiente: para Betanzos
(1551), los reyes incas son Manco Capac, Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Capac
Yupanqui, Mayta Capac, Inca Roca, Yahuarhuacac, Viracocha Inca, Pachacuti Inca
Yupanqui, Yamque Yupanqui, Topa Ynca, Huayna Capac, Huascar, Atahualpa, Tupac
Huallpa, Mango Ynca, Sayri Tupac.
Cieza de León (1553-57), en la segunda parte de su crónica, contempla los nombres
de Manco Capac, Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Mayta Capac, Capac Yupanqui, Inca
Roca, Inca Yupanqui, Viracocha Inca, Inca Urco, Inca Yupanqui, Topa Inca, Huayna
Capac, Huascar.
José de Acosta, hacia 1590, admite a Mangocapa, Inga Roca, Yahuarhuaque,
Viracocha Inca, Pachacuti, Topa Inca, Huaynacapa.
Jerónimo Román y Zamora enumera a Ayar Mango, Sinchi Roca, Lluque Yupanqui,
Mayta Capac, Capac Yupanqui, Inga Roca, Yahuar Huaca, Viracocha Inga, Pachacuti Inca
Yupanqui,Topa Inca, Huayna Capac, Huascar y Atahualpa (Ver Bernand, 2006, pp. 329-330).

SUJETOS COLONIALES.indb 198 29/3/17 8:09


LA GENEALOGÍA COMO DISPOSITIVO DE IDENTIDAD 199

tiránico, distribuye sus hazañas de un modo inédito hasta ese momento.


Los hechos y conquistas que Garcilaso atribuye a su Inca Viracocha,
Sarmiento los reparte entre Yáhuar Huáccac, de cuyo secuestro de
niño ofrece un largo y pormenorizado relato, y los monarcas sucesivos.
Pero lo más extraño es el tercer puesto que aquel ocupa en la línea
sucesoria, tras dos hermanos legítimos: un puesto que hace de su
regencia una irregularidad dentro del riguroso y nada permisible
sistema fundado por Manco Capac7.
No obstante las discrepancias, la lista de Garcilaso contará con
un valedor aventajado —probablemente a su pesar— en la figura
del erudito y extirpador de idolatrías Francisco de Ávila, cuando se
ocupe de copiarla y resumirla en el legajo que la Biblioteca Nacional
de Madrid custodia bajo la signatura MSS/3169. El cuadernillo, que
fuera de su propiedad, compendia a la manera de un hipertexto mestizo
otras relaciones imprescindibles: las de Cristóbal de Molina y Juan de
Santa Cruz Pachacuti Salcamaygua, la anónima de mitos y creencias de
Huarochirí, así como la traducción libre y comentarios de esta última
que se sospecha obra del extirpador, si bien no aparece rubricada.
A partir del folio 61, se incluyen otros tres más con un sumario de
los Comentarios reales de los Incas que Ávila, o alguien comisionado por él,
habría perpetrado de su puño y letra: una letra pequeña y apretada en la
que ofrece a continuación la fecha de su ejercicio, primero de junio de
1613, y testimonia de este modo la recepción más temprana de la obra
del Inca Garcilaso en el virreinato del Perú.
Hoy sabemos, sin embargo, que el primer ejemplar de la obra
había llegado un año antes, cuando el fiscal de la Audiencia de Lima,
don Cristóbal Cacho de Santillana, lo encargue a Sevilla y así quede
registrado, dentro de una partida total de ocho cajones de títulos varios,
por la Casa de Contratación el 28 de febrero de 16128. Pero lo que nos
proporciona el manuscrito de Ávila son las huellas de una frecuentación

7 «Hubo Yahuar-Huacca Inca, en su mujer Mama Chicya, tres hijos legítimos, el


mayor llamado Paucur Ayllu, el segundo Pahuac Hualpa Mayta, a quien tenían nombrado
sucesor de su padre, aunque era segundo. El tercero y menor se llamó Viracocha, que
después fue inca por muerte de su hermano» (Sarmiento de Gamboa, Historia de los
Incas, pp. 78-79).
8 «Desde mediados del siglo XVI, según la cédula que emitiera Felipe II en 1557,
cualquier navío que fuera a las Indias tendría que llevar un registro oficial o memoria
pormenorizada de cuanto transportara en su buque. Este inventario sui generis lo
confeccionaba la Casa de Contratación con las listas, también llamadas registros, de los

SUJETOS COLONIALES.indb 199 29/3/17 8:09


200 ESPERANZA LÓPEZ PARADA

segura, el manejo verdadero de aquellas páginas, su recepción puntual e


interesada, si bien ésta se concreta en un resumen salvaje, apresurado y
nada cuidadoso con su fuente. Los folios del legajo, a ello destinados y
que han pasado desapercibidos para la mayor parte de los comentadores
del mismo9, se permiten cortar en ocasiones, eliminar siempre, «reducir»,
desmembrar, «jibarizar» las más veces, añadir y aumentar muy poco y
hasta apostillar e hipercorregir al propio Garcilaso.
Así, por ejemplo, en el asunto de la estatua levantada al dios Viracocha
en el pueblo de Chita, el sacerdote extirpador o su copista rectifican
que fue construida allí y no en Cacha, como el Inca Garcilaso parecía
confundir, cuando en realidad éste dejaba muy claro en el párrafo
siguiente la detección, por su parte, del error:

En el tabernáculo que estaba dentro de la capilla, había una vasa grande.


Sobre ella pusieron una estatua de piedra que mandó hacer el Inca
Viracocha […] Qué motivo tuviese el Inca Viracocha y a qué propósito
hubiese mandado hacer aquel templo en Cacha, y no en Chita, donde la
fantasma se le apareció; o en Yahuarpampa, donde hubo la victoria de los
Chancas, siendo cualquiera de aquellos dos pueblos más a propósito que el
de Cacha, no lo saben decir los indios (Comentarios reales,V, 12)10.

Aunque arranque con unos párrafos sobre la leyenda del piloto


Alonso Sánchez, sobre el descubrimiento del Mar del Sur y del Perú y
el malentendido que genera este nombre11, Ávila se enfrasca enseguida

productos cargados por mercaderes o personas interesadas en hacerlos llegar al Nuevo


Mundo» (González Sánchez, 2010, p. 31).Ver también Rueda, 2005.
9 Si bien Duviols (1966) menciona la existencia de este resumen, no le dedica
ningún análisis. Y el mismísimo Clement Markham, primero en trabajar y traducir
importantes secciones del legajo para la Hakluyt Society, no lo tiene en cuenta.
10 Todo este fragmento, que el Inca Garcilaso incluye en el Libro V, capítulo 12,
Ávila se permite abreviarlo como: «Mandó hacer templo al Viracocha y una estatua suya
en el pueblo de Chita» (62 r).
11 Cita a Cieza, al Palentino, al «contador Zárate» y a López de Gómara, con una
ausencia que para Rosario Navarro resulta significativa, la de las Repúblicas del mundo
de Jerónimo de Román y Zamora: «Relevante [ausencia], no sólo porque en cédula
despachada en Madrid en 1575 se mandó recoger la obra del agustino» por parte de la
Inquisición, sino «porque esta ausencia explica, muy probablemente la existencia, que
señala Hampe (1996) en su biblioteca, de 44 tomos de dicha obra. Es decir, que si se
trataba de la edición en 3 volúmenes, como la que queda registrada en el inventario
de su biblioteca, estaríamos hablando de casi 15 colecciones completas. Esto nos ofrece
una imagen de un nada desdeñable numero de indígenas, dado el ínfimo número de

SUJETOS COLONIALES.indb 200 29/3/17 8:09


LA GENEALOGÍA COMO DISPOSITIVO DE IDENTIDAD 201

en trazar las líneas básicas del «Origen y sucesión de los Incas», lo que
le obliga a arramplar con narración, caracterización y anecdotario
para concentrarse en cuestiones de nomenclatura, toponimia, léxico o
de simple crematística. Los 24 quilates de oro «finísimo» que se puede
recoger en Callahuaya, ganada para el imperio por Sinchi Roca, o bien
su presencia dorada y constatable a partir de las acciones de los reyes en
el episodio, por ejemplo, de la gruesa cadena de Huascar, es marcada en el
resumen entre la multitud de otros detalles que, en cambio, se suprimen12.
En otro momento, la penosa sombra de relato en que Ávila minimiza
la argumentación natural con que Tupac Inca Yupanqui vislumbra la
existencia de una deidad superior, ya que «el sol no era ni podía ser
supremo señor porque siempre andaba»13, permite medir la brutalidad
del trabajo infringido, que nunca se explaya en comentarios sobre lo
que vierte. Tampoco se proporcionan indicios de la función a la que
este esquema reductor debía servir, ni una sola mención jugosa que deje
pensar lo que de él se esperaba. Quizá son los apuntes para una historia
personal y nunca culminada de la región andina, un guión de utilidad
pedagógica y pastoral o una inmersión rápida en el oscuro pasado que
pretende evangelizar y convertir. El sumario es demasiado simplificador y
apenas encontramos una huella de su sentido en los sermones que el padre
Francisco de Ávila pronunciara en su diócesis de Huánuco y reuniese en

lectores europeos en la época, ávidos lectores, y viene a confirmar que, ciertamente esta
obra debió de ser tan frecuentada por los aborígenes como para considerarla peligrosa»
(Navarro Gala, comunicación personal).
12 El Inca Garcilaso explica que Sinchi Roca, según algunos indios «[…] no ganó
más que hasta Chuncara […] otros dicen que pasó mucho más adelante, y ganó otros
muchos pueblos y naciones […] y que a la parte de los Antis ganó hasta el rio llamado
Callahuaya (donde se cría el oro finísimo que pretende pasar de los veinticuatro quilates
de su ley» (Comentarios reales, II, 16).Y Ávila o su copista reducen todo a la frase: «Este
ganó a Callahuaya, donde se coge el rico oro» (61v). Más drástica es aún la reducción
del episodio de la cadena: «Rey Inca Huaynacapac. Este mandó hacer la cadena de oro
para el día que se destetase a Huáscar Inca, hijo que le había nacido. Tenía esta cadena
350 pasos de largo, que son 700 pies y era grueso cada eslabón como la muñeca» (63r).
13 Ávila, «Resumen de los Comentarios reales», 63r. En cambio, el relato en la voz del
Inca cuenta que este Topac Inca Yupanqui coligió cómo el sol no podía ser el origen de
todas las cosas y que había alguien superior al que servía: «Muchos dicen que el Sol vive
y que es el hacedor de todas las cosas, conviene que el que hace alguna cosa asista a la
cosa que hace, pero muchas cosas se hacen estando el Sol ausente; luego no es el hacedor
de todas las cosas.Y que no vive se colige de que dando siempre vueltas no se cansa. Si
fuera cosa viva, se cansará como nosotros, o si fuera libre, llegara a visitar otras partes del
Cielo a donde nunca jamás se llega» (Comentarios reales, VIII, 1).

SUJETOS COLONIALES.indb 201 29/3/17 8:09


202 ESPERANZA LÓPEZ PARADA

su Tratado de los evangelios (1648), obra ingente de catequesis aplicada.


En la homilía del Segundo Domingo de Adviento, Ávila explica el
dogma central de la resurrección de Cristo. Entonces, a fin de enseñar
mejor el dogma central de la Iglesia, la resurrección de todos los cuerpos
en Cristo al final de los tiempos, reclama también el regreso desde el
polvo de los majestuosos bultos de los reyes incas en rigurosa procesión
monárquica. La nómina de los resurrectos, «inkarris» improvisados, que
reiteran inconscientemente, antes que un misterio cristiano, la subversiva
profecía andina, parece haberse listado sobre información obtenida en la
capaccuna del resumen:

Si vierais venir todos los Ingas que mandaron esta tierra, que
fueron Manccocapacc, Sinchirocca, Lloqque Yupanqui, Mayttaccapac,
Ccapacyupanqui, Incarocca, Inca Viracocha, Pachacutec, Incayupanqui,
Huaynacapacc, […] ¿qué dijérais? Pues todos estos han de resucitar aquel
día (Ávila, Tratado de los Evangelios, I, 21, s.p.).

Fuera de este empleo, cuando menos contradictorio, la jibarización


avanza de manera sangrante para afectar de lleno el corazón del
dispositivo genealógico levantado por Garcilaso. Ávila vaciará de
narrativa y valor la figura central de aquel heredero sin nombre que
adopta el del fantasma profético, Viracocha Inca, aparecido en sueños
para ungirlo y aleccionarlo, mientras en el destierro cuida los ganados
de su padre. Ávila o su copista reducen a fragmentos la mención más
pertinente y más íntima de la realeza incaica:

Yahuarhuacac fue un hombre pusilánime. […] Tuvo un hijo muy travieso.


Como se llamase, entonces ni mientras fue príncipe no se sabe. Desterrolo
su padre a los pastos de Chita, cerca del Cuzco, por llamamicheo. Estando
allí se le apareció a éste el Viracocha y le dijo que previniese su padre para
una cruel guerra que se le había de levantar. Fue a su padre y no lo quiso
creer. Levantáronse los chancas […] Huyó Yahuarhuacac. Salió a la defensa
Inca Viracocha, su hijo, que tuvo el nombre de la fantasma. Venciole y le
hizo entender que las matas y piedras se volvían hombres contra el capitán
chanca. Volvió al Cozco, visitó al sol, a sus mujeres y al ynca, su padre.
[…] Privole del Reino y entró él a gobernar (Ávila, «Resumen de los
Comentarios reales», fol 61r.).

Ávila ignora, por tanto, las razones del destierro del príncipe, el
enfrentamiento con su padre, omite la enfermedad que padece, el triunfo

SUJETOS COLONIALES.indb 202 29/3/17 8:09


LA GENEALOGÍA COMO DISPOSITIVO DE IDENTIDAD 203

que obtiene, la salvación del Cuzco que lidera, la visión enaltecedora de


la que es protagonista y que le señala y diferencia por encima de los
demás regentes. Y, sin embargo, la escueta semblanza de Ávila podría
servirnos a modo de contraejemplo. Podría funcionar en su condición
de deconstrucción inclemente, tan burda como drástica, que reduce a
ceniza los vectores estructurales, las condiciones retóricas e intencionales;
pero que, como un calco en negativo, contribuye a subrayar ciertas marcas
por la vía contraria de su omisión, que incide en hechos elididos y ahora
imprescindibles a través del régimen de supresión con que los desestima.
Precisamente, para el género biográfico, el modelo renacentista
adoptado, las Vidas paralelas de Plutarco, imponía la obligatoriedad de
encontrar un momento o rasgo, lo más extraño e inusitado que fuera
posible, en el que se cifrara la plenitud del retrato, la coherencia raigal de
la biografía emprendida. Entre todos los detalles borrados de la gestación
genealógica y táctica con que el escritor mestizo dibuja la altura y
condición de su antepasado, hay uno en concreto cuya desaparición
resulta reveladora. De su enfermedad y de la conducta irregular que
obliga a su destierro parece haberse prescindido como de un aspecto
accidental y menor, no sólo en el sumario de Ávila, sino en las crónicas
que tienen los Comentarios reales como fuente principal. Garcilaso nos
cuenta, sin embargo que el príncipe «desde niño se había mostrado mal
acondicionado»

[…] porque maltrataba los muchachos que de su edad con él andaban


y mostraba indicios de aspereza y crueldad. Y aunque el Inca hacía
diligencias para corregirle y esperaba que con la edad, cobrando mas juicio,
iría perdiendo la braveza de su mala condición, parecía salirle vana esta
confianza (Comentarios reales, IV, 20).

El joven Inca, aún sin nombre, hijo de Yáhuar Huáccac y octavo


monarca, aparece representado por Garcilaso como un salvaje temporal,
un autista violento a quien su padre echa de la corte y relega, con el
propósito de desheredarlo, a un especie de retiro terapéutico cuidan-
do rebaños en las afueras de Cuzco, una legua al levante de la ciudad.
Precisamente en pleno siglo XVI se seguía insistiendo en las salutí-
feras prestaciones que la existencia al aire libre y las tareas del campo

SUJETOS COLONIALES.indb 203 29/3/17 8:09


204 ESPERANZA LÓPEZ PARADA

proporcionaban a los melancólicos y solitarios, aquejados por un exceso


de bilis negra14.

El príncipe, no pudiendo hacer otra cosa, acepta el destierro y el disfavor


que le daban en castigo de su ánimo bravo y belicoso y llanamente se pudo
a hacer el oficio de pastor con los demás ganaderos.Y guardó el ganado del
sol, que ser del sol era consuelo para el triste Inca. Este oficio hizo aquel
desfavorecido príncipe por espacio de tres años y más (Comentarios reales,
IV, 20).

A través del protopsiquiatra Huarte de San Juan, cuyo exitoso Examen


de ingenios aparece entre los títulos de la biblioteca del Inca Garcilaso en
Córdoba15, éste se encontraba perfectamente al tanto de la sintomatología
con que obraba lo que el médico navarro-francés había designado como
melancolía adusta: una afección cuyo «temperamento es vario como el del
vinagre», que condena al que la padece «ya a la virtud ya al vicio»16, con
cambios bruscos de ánimo, con violencia y aspereza del carácter, aunque
en compensación lo señale con la genialidad de los grandes.
Fueron los neoplatónicos, con Marsilio Ficino a la cabeza, los que
limpiaron el honor de esta dolencia a partir de la lectura de aquel «Pro-
blema XXX», atribuido entonces a Aristóteles, acompañándolo de la
descripción que Sócrates pronuncia de Teeteto como héroe y genio,

14 «El melancólico, que con su frialdad y sequedad está pensativo, triste, descontento,
y huélgase con la soledad, haga ejercicio y con éste, el calor incitado consumirá la
frialdad.Y siempre en él hay humedad, porque hay sudor; y la sequedad se dispondrá de
manera que no haya tanta, y mudarse ha la complexión. […] Es verdad, sin duda, que
para esta enfermedad que agora se usa, que pocas veces en los antiguos se hallaba, que se
dice monarchía o melancolías, el ejercicio moderado con sus condiciones, yo no hallo
para ella mejor medicina». (Méndez, Libro del ejercicio corporal…, fols. XXIIIr y XXIIv).
Alonso de Santa Cruz también receta parecidos remedios.
15 Para el estudio de Huarte de San Juan y su diagnóstico de la melancolía, ver
especialmente Serés, 1989 y Müller, 2002.
16 De la melancolía adusta, dice en efecto Huarte de San Juan: «[…] hay dos
géneros de melancolía. Una natural, que es la hez de la sangre, cuyo temperamento
es frialdad y sequedad con muy gruesa sustancia, ésta no vale nada para el ingenio,
antes hace los hombres necios, torpes y risueños porque carecen de imaginativa. Y la
que se llama atra bilis o cólera adusta, de la cual dijo Aristóteles que hace los hombres
sapientísimos, cuyo temperamento es vario como el del vinagre: unas veces hace efectos
de calor, fomentando la tierra, y otras enfría; pero siempre es seco y de sustancia muy
delicada» (Examen de ingenios, p. 372).

SUJETOS COLONIALES.indb 204 29/3/17 8:09


LA GENEALOGÍA COMO DISPOSITIVO DE IDENTIDAD 205

conducido sin embargo por el furor17. En el Renacimiento, la melanco-


lía se erige en garantía de una brillantez e inteligencia que aviva súbitos
poetas o sabios excelsos de la estirpe de Hesíodo, Homero o Lucrecio,
ahí donde, sin ella, sólo tendríamos rudos insensibles18.
Antes, en cambio, para la Edad Media y su doctrina de los cuatro
humores, el exceso de uno de ellos, atra bilis o bilis negra, se consideraba
el signo nefasto de sucumbir a tentaciones demoníacas. La acedia
medieval, de acuerdo con este primer diagnóstico que se reitera, no
obstante, bien entrado el XVII, condenaba a sus víctimas a la inactividad
y la indecisión, poniéndolas a merced de sus visiones. El diablo se
serviría de este morbo paralizante que detiene, por contraste, al rey
Yáuhar Huáccac, pusilánime sin remedio, amedrentado por el estigma
de la mala suerte que pesa sobre él desde su nacimiento:

[…] con el mal agüero de su nombre y los pronósticos que cada día
echaban sobre él estaba temeroso de algún mal suceso y no osaba tentar
fortuna por no irritar la ira de su padre el sol, no le enviase algún grave
castigo. Con este miedo vivió algunos años […]. [Pero] No se atrevió a
hacer la conquista por su persona, aunque lo deseó mucho. Más nunca se
determinó a ir porque su mal agüero en las cosas de la guerra lo traía sobre

17 Diógenes Laercio atribuye los Problemata a Aristóteles. Marsilio Ficino realizará


la simbiosis de su planteamiento en torno a la condición genial de los melancólicos con
el pensamiento platónico vertido, sobre todo, en el Teeteto y en el Fedro e insiste: «[…]
todos los hombres que han sobresalido en algún terreno, han sido melancólicos. Con
ello, Aristóteles ha confirmado una célebre fórmula del diálogo de la Ciencia de Platón,
según la cual los hombres de genio se dejan llevar por regla general fuera de sí mismos.
Demócrito también lo dice: no podrían existir los genios más que entre los hombres
afectados por algún furor» (cit. por Pigeaud, 2007, p. 63).
18 «Platón y Demócrito afirman que la fuerza del humor melancólico hizo a
Hesíodo y a Homero y a Lucrecio súbitamente poetas y sabios excelentes, siendo rudos»
(Arce de Otárola, Coloquios de Palatino y Pinciano, vol. II, p. 940). Así lo dictaminan
tratados como los de Andrés Laguna, Pedro de Mercado o un poco más tarde, el principal
de los manuales, la Anatomía de Robert Burton. Si bien el de Andrés Laguna con menos
entusiasmo. Para él, de la melancolía no surgen naturalmente propiedades excepcionales
como el don de lenguas. Para este cambio en el paradigma de la melancolía se encuentra
el estudio clásico de Klibansky (1989), Panofsky y Saxl (1989), al que han seguido
otros trabajos memorables como el de Buci-Gluksmann (2005), Kristeva (1987), Préaud
(2005), Pigeaud (1981 y 1987), Starobinsky (2012), Stoichita (2011).

SUJETOS COLONIALES.indb 205 29/3/17 8:09


206 ESPERANZA LÓPEZ PARADA

olas tan dudosas y tempestuosas que de donde le arrojaban las del deseo lo
retiraban las del temor (Comentarios reales, IV, 16)19.

Para una breve historia de la melancolía en las Indias, hay que decir
que Murúa o Matienzo atribuirán a los indios esta variante más baja,
menos glamorosa y menos productiva que, calificada por Melanchton
de asina, torpe, marrana o natural, cursa con síntomas como miedo, estu-
pidez, flojedad, abulia20. En cambio, parece claro que Garcilaso prefiere
guiarse por la versión reivindicada de la dolencia que maneja el huma-
nismo florentino, al implicar quizá un triunfo de la capacidad negocia-
dora del pensamiento neoplatónico, que le interesaría, sin duda, en lo
que a su propia empresa de diálogo entre mundos se refiere. Además por
la mayor rentabilidad que el rasgo melancólico le reporta en el retrato
genealógico de su príncipe pastor. De hecho, hay que insistir en que, en
su descripción de la sintomatología, el «Problema XXX» de Aristóte-
les adopta una formulación polimorfa. Los aquejados de este mal son
inconstantes y proteicos. Su excelencia puede expresarse en ámbitos
varios como la poesía, la mística, lo heroico o lo político. A los melancó-
licos no sólo se les supone geniales: son, en primer lugar, agudos profetas
de acontecimientos futuros y de visiones fiables y, en segundo, muy
hábiles gobernantes de naciones, los mejores regentes de sus estados.
En la estela de lo primero, el príncipe pastor obtiene durante sus
largas soledades la visita ciertísima de un dios que le advierte del peligro
que corre el imperio, asediado por los chancas y desatendido por su
apático progenitor. Llevando de las riendas un «animal desconocido», el
dios se le aparece con largas barbas y vestido de extraño modo, señas que
los indios reconocerán después en los españoles invasores21. Al dirigírse-

19«Esta es la deducción del nombre Yáhuar Huáccac. Y quiere decir “el que llora
sangre” y no “lloro de sangre” como algunos interpretan.Y el llorar fue cuando niño y
no cuando hombre». (Comentarios reales IV, 16).
20 Para la descripción triste y viciosa de los indígenas ver también Murúa, Historia
general del Perú, pp. 339-342. Para Juan de Matienzo, ver el estupendo prólogo a la
edición de Guillermo Lohmann Villena (Matienzo, Gobierno del Perú, pp. I-LXIX).
21 «Solo Señor: sabrás que estando yo recostado hoy a mediodía (no sabré certificarte
si dormido o despierto) debajo de una gran peña de las que hay en los pastos de Chita,
donde por tu mandado apaciento las ovejas de nuestro padre el sol, se me puso delante
un hombre extraño, en hábito y en figura diferente de la nuestra. Porque tenía barbas en
la cara de más de un palmo y el vestido largo y suelto que le cubría hasta los pies. Traía
atado por el pescuezo un animal no conocido» (Comentarios reales, IV, 21).

SUJETOS COLONIALES.indb 206 29/3/17 8:09


LA GENEALOGÍA COMO DISPOSITIVO DE IDENTIDAD 207

le, a modo de garantía y presentación, el fantasma lo saluda recitando la


común genealogía que comparten:

-Sobrino —le habla la aparición—, yo soy hijo del sol y hermano del
Inca Manco Cápac y de la Coya Mama Occllo Huaco, su mujer y hermana,
los primeros de tus antepasados. Por lo cual soy hermano de tu padre y de
todos vosotros. […] Vengo de parte del sol nuestro padre a darte aviso, para
que se lo des al inca mi hermano, cómo toda la mayor parte de las pro-
vincias de Chinchasuyu sujetas a su imperio —y otras de las no sujetas—

están rebeladas y juntan mucha gente para venir con poderoso ejército a
derribarle de su trono y destruir nuestra imperial ciudad del Cozco22.

Por supuesto, la melancolía como consejero áulico y fuente de


oráculos no trabajaba siempre de igual y veraz manera. Había escépticos,
como Pedro Ciruelo o Antonio de Torquemada23, que siguieron
menospreciando las potencialidades que se le suponía, por lo que Alonso
de Freylas, médico personal de Felipe II, rey nostálgico donde los haya,
se esfuerza en discriminar aquellos casos en los que, por combustión
airada de su potencia imaginativa, el triste y depresivo, a modo de una
certera sibila temperamental, obtenía profecías complemente exactas.

Entiéndese en este lugar por nombre de melancólicos, no los naturales


fríos y secos, saturninos, cobardes, tímidos, amigos de soledad y de corto
ingenio, sino de aquellos que habiendo sido coléricos con permisión de
sangre, han adquirido con la edad, con muchos estudios, vigilias, cuidados
graves y actos de contemplación, esta templanza melancólica (Freylas,
Conocimiento, curación y preservación…, s.p.).

Por eso, la visión del príncipe heredero del incanato, desordenado


e iracundo, a fuerza de soledad contemplativa entre vicuñas y llamas,
alcanza la dosis necesarias de mesura como para resultar verdadera: una
verdad que Garcilaso refuerza dotándola de los rasgos que mejor la
certificaban en la época. Para los visionarios melancólicos, de acuerdo
con las categorías oníricas de Artemidoro, las nuevas obtenidas en sueños
a través de antepasados venerables no ofrecen el menor resquicio de

22 Comentarios reales, IV, 21.


23 Las obras de ambos se encuentran también consignadas en la biblioteca de
Garcilaso. Es interesante observar la alta presencia de este tipo de títulos de «filosofía
natural» en el inventario de 1616.

SUJETOS COLONIALES.indb 207 29/3/17 8:09


208 ESPERANZA LÓPEZ PARADA

duda. Sobre todo, si se presentan simuladas bajo un disfraz alegórico, pero


perfectamente inteligible para la actualidad del lector que las descifra:
las barbas del dios y el animal desconocido que lleva por las riendas, en
clara alusión a los próximos conquistadores y sus monturas, inscriben el
anuncio de la llegada española dentro de la categoría incuestionable del
somnium y la revelación24.
Por otra parte, el dios Viracocha avisa al príncipe y le alerta contra
un acontecimiento del porvenir, evidentemente comprobado desde el
ahora en que se escribe, desde el tiempo previsto y, no obstante, ya
alcanzado de su enunciación. Se trata de ubicarlo en el pasado para un
futuro que lo certifica al realizarlo y este ejercicio de proyección alterada,
que cumple desde el hoy vivido lo que se anuncia, esta falsa prolepsis que
equivoca temporalidades, propia sin embargo —como afirma Malcolm
Bull— de todo relato profético, puede ponerse en marcha sólo desde la
movilidad recreada y porosa de las gestiones genealógicas, nunca desde
la férrea disciplina o la insobornable cronología de las formulaciones
genésicas.
A lo largo de los Comentarios reales, asistimos, por consiguiente, al
dibujo de una genealogía dúctil que se va construyendo a medida que
se diseña, que incluso puede llegar a multiplicar sus puntos de arranques
y proponer varios comienzos. Por ejemplo, al inicio consagrado del
mítico Manco Capac, el escritor superpone este otro origen de la mano
del antepasado que salva al imperio de sus enemigos y de la insolvencia
de su rey, desposeyéndolo a continuación del trono, sustituyéndolo en
él y gobernándolo con la capacidad y el genio implícitos a su dolencia
melancólica.
De esta, de la abundancia de bilis negra, decíamos que hace buenos
monarcas, buenos legisladores, dirigentes admirables, útiles en todo a
las «cosas de la república». Así lo confirma Huarte de San Juan y lo

24 De las tres modalidades de sueño de las que la Oneirocrítica de Artemidoro


aconsejaba no dudar, el del príncipe cumple las tres: es guiado por un antepasado
honorable del que, a su vez, él también adoptará el nombre; recibe una visión preliteral
y directa del futuro (visio, órama) y también una representación alegórica que oculta la
verdad bajo una forma descifrable. Es decir, se trata a la vez de un somnium, una visio y
un oraculum. En este último, «se aparece uno de los padres del que sueña, o alguna otra
persona seria y venerable y declara abiertamente el futuro o da un consejo»; mientras
que en el primero, óneiros o visium, «se nos revela verdades ocultas en forma alegórica»
(Lewis, 1980, pp. 48-49).

SUJETOS COLONIALES.indb 208 29/3/17 8:09


LA GENEALOGÍA COMO DISPOSITIVO DE IDENTIDAD 209

demuestran el Alejandro Magno de Quinto Curcio o el Belerofonte


homérico —los dos, melancólicos confesos—.Y, en mayor medida,
lo manifiesta el Hércules que Juan de Pineda, intelectual jesuita en
Córdoba y amigo personal del Inca, describe en sus Diálogos familiares de
la agricultura cristiana como indeciso, convulso, arrebatado, presa fácil de
un furor extremo, sobre todo si Euristeo, a quien está obligado a servir,
le impone el deber de cuidar los rebaños hispalenses del gigante Gerión.

Dice Diodoro que la furia, en que cayó [Heracles], le provino


de haberle mandado su padre obedecer al rey Euristeo y haberlo
confirmado el oráculo consultado por él; lo cual se puede reducir a razón
natural, según la trata en sus Problemas Aristóteles, notándole de muy
melancólico, […] y pues dél se llama enfermedad hercúlea la gota coral,
razón lleva Arnobio, que era enfermo della, aunque lo niega Galeno (Pineda,
Diálogos…, p. 29).

Con ello, confluyen las dos genealogías que el escritor dibujara en


ese Hércules, fundador de Sevilla, y en el Viracocha Inca que a su vez
«refunda» la sitiada ciudad del Cuzco y a quien solo le resta, a partir de
ahí, sustituir al padre, ocupando un lugar al que le han hecho acreedor
su valía militar, su melancolía adusta, la sensibilidad visionaria que esta
proporciona y el apoyo divino que recibe.
Desposeer al rey regente, destronarlo en definitiva, no parece una
acción muy pacífica ni muy civilizada. Se trata de un disimulado «asalto
al poder» que, si bien facilitado por la rebelión chanca, podría recordar
las turbulencias, desplazamientos, intrigas y usurpaciones con que otros,
como Sarmiento de Gamboa, retratan la política dictatorial del incanato.
De hecho, la vida que desde ese momento le tocó llevar al pobre Yáhuar
Huáccac, «desposeído del reino por su propio hijo», lleva a creer a algu-
nos indios que «más le hubiera valido usar de veneno [con él] para no
haberse visto nunca así tratado»25. Según Juan de Betanzos, estaríamos
ante una situación extrema y solo justificable después de largas nego-
ciaciones en que el sucesor, legalista y reticente, se niegue una y otra
vez a aceptar la borla colorada si no es ofrecida de mano del propio rey
saliente, siempre a petición expresa de sus súbditos y en función de su
«gran sabiduría y el celo grande que tenía del bien de su república»26.

25Comentarios reales, IV, 22.


26Así lo denuncia Betanzos desde el título del capítulo XVII de su Suma y narración,
aunque, en su caso, el problema se produce con Inca Yupanqui Pachacutec, fundador de

SUJETOS COLONIALES.indb 209 29/3/17 8:09


210 ESPERANZA LÓPEZ PARADA

Se mire desde donde se mire, la desposesión en vida del monarca


reinante resultaba reprensible, pero sobre todo ilógica y, cuando menos,
innecesaria, si tenemos en consideración el bien trabado esquema
sucesorio que Garcilaso de la Vega había contribuido a trazar. El libro
IV, en que despliega los hechos de Viracocha, es también el libro en
que da cuenta de la monarquía entre los incas con la prelación de los
primogénitos sobre los hijos de sangre de otras concubinas y los bastardos
habidos en forasteras. De acuerdo con esta perfecta disposición regulada,
Garcilaso denuncia la usurpación de Atahualpa, que destruye la sangre real
y el orden legítimo, matizando por contraste los usos de otros pueblos, en
los que no hereda el que corresponde sino se entroniza el más querido de
los descendientes, lo «que parece elección más no herencia»27.
Por lo tanto, de acuerdo con ese sistema, la pretensión del príncipe
puede considerarse perfectamente legítima. No sólo por ley le
corresponde, por la ley de los incas, sino que es su padre Yáhuar el que
habría querido contravenirla, al buscar destituirlo de su primogenitura,
por «mal acondicionado», melancólico y colérico, y nombrar a otro
hermano, según un método extraño al incanato, que practican provincias
conquistadas de pueblos ajenos cuyos curacas escogen en función
de la capacidad del preferido.
Precisamente es en función de dicha capacidad, pero también
por el derecho vigente entre los suyos, que Garcilaso cimenta y
asegura la coherencia, la pulcra legalidad sucesoria del incanato.
Es la tesis que sustenta Efraín Kristal, que este aparato sucesorio de
los incas, sostenido sobre principios políticos renacentistas, ha de
contribuir, como una pieza más, a la idealización de los primeros y a
la preservación de la memoria de sus ritos. La voluntad dignificatoria
y probatoria de todo el dispositivo así montado permitiría entender, en
cambio, la saña con que Ávila, —quien no se interesa, y a quien no le
conviene ni desea lo mismo— se dedica a reducirlo y desactivarlo.
Porque el perfil melancólico del príncipe pastor y su competencia en
tanto héroe, genio y gobernante ideal de acuerdo con el neoplatonismo
más innovador, en lugar de servir a la occidentalización del relato

la panaca a la que pertenecía su mujer: «En que trata de cómo los señores del Cuzco
quisieron que Ynga Yupanque tomase la borla del Estado, viendo su gran saber e valero-
sidad y él no le quiso recibir porque su padre Viracocha Ynga era vivo e si no fuese por
su mano que no le pensaba recibir…» (p. 119).
27 Comentarios reales, IV, 10.

SUJETOS COLONIALES.indb 210 29/3/17 8:09


LA GENEALOGÍA COMO DISPOSITIVO DE IDENTIDAD 211

genealógico así conformado, funciona asegurando la pertinencia, el


buen hacer del gobierno de los incas y lo provisorio del engranaje de sus
leyes, desde la antigüedad remota en que Manco Capac las instituyera y
desde el segundo origen en que Inca Viracocha las confirma.

SUJETOS COLONIALES.indb 211 29/3/17 8:09


212 ESPERANZA LÓPEZ PARADA

Bibliografía
Acosta, José, Historia Natural y Moral de las Indias [1590], Madrid, BAE, 1954.
Arce de Otárola, Juan de, Coloquios de Palatino y Pinciano [ca. 1550], ed. José
Luis Ocasar Ariza, Madrid, Turner, 1995, 2 vols.
Ávila, Francisco de, «Resumen de los Comentarios reales». Origen y sucesión de
los Yngas [1613], Biblioteca Nacional de España, Madrid, Ms. 3169, fols.
61r-63v.
— Tratado y relación de los errores, falsos dioses y otras supersticiones y ritos diabólicos
en que vivían antiguamente los indios de las provincias de Huarochirí, Biblioteca
Nacional de España, Madrid, Ms. 3169, fols. 115r-139v.
— Tratado de los Evangelios, Lima, s.e., [1646-1648].
Beaufret, Jean, Dialogue avec Heidegger, III, Paris, Les éditions de Minuit, 1975.
Bernand, Carmen, Un Inca platonicien. Garcilaso de la Vega (1539-1616), Paris,
Fayard, 2006.
Bright,Timothy, A Treatise of Melancholie. Containing the causes thereof, and reasons
of the strange effects […] London, Thomas Vantrollier, 1586.
Buci-Glucksmann, Christine, Au-déla de la mélancolie, Paris, Éditions Galilée,
2005.
Bull, Malcolm, coord., La teoría del apocalipsis y los fines del mundo, México,
Fondo de Cultura Económica, 1995.
Burton, Robert, Anatomía de la melancolía, I y II [1621], Madrid, Asociación
española de Neuropsiquiatría, 1998.
Cieza de León, Pedro, Crónica del Perú. El señorío de los Yngas, ed. Franklin Pease,
Caracas, Biblioteca Ayacucho, 2005.
Duviols, Pierre, ed., Dioses y hombres de Huarochirí. Narración quechua recogida
por Francisco de Avila [¿1598?], Edición bilingüe. Traducción al castellano
de José María Arguedas. Estudio bibliográfico de Pierre Duviols, Lima,
Museo Nacional de Historia, Instituto de Estudios Peruanos, 1966.
Duviols, Pierre, «La dinastía de los Incas ¿Monarquía o diarquía? Argumentos
heurísticos a favor de una tesis estructuralista», Journal de la Societé des
américanistes, 66, 1979, pp. 67-83.
Freylas, Alonso de, Conocimiento, curación y preservación de la peste […] Si los
melancólicos pueden saber lo que está por venir o adivinar el suceso bueno o malo
de lo futuro con la fuerza de su ingenio o soñando, Jaén, Fernando Díaz de
Monteya, en casa del autor, 1606.
Garcilaso de la Vega, Inca, Comentarios reales de los Incas, Lisboa, Pedro
Crasbeeck, 1609.
— Relación de la descendencia del famoso Garci Pérez de Vargas con algunos pasos de
historias dignas de memoria [Córdoba, 1596], Madrid, Biblioteca Nacional de
España, Madrid, Mss/18109.

SUJETOS COLONIALES.indb 212 29/3/17 8:09


LA GENEALOGÍA COMO DISPOSITIVO DE IDENTIDAD 213

González Sánchez, Carlos Alberto, «Los Comentarios reales en la vida y el me-


nester indiano del licenciado Cristóbal Cacho de Santillana (1599-1641)»,
en Entre la espada y la pluma. El Inca Garcilaso de la Vega y sus Comentarios
reales, ed. Raquel Chang Rodríguez, Lima, PUCP, 2010, pp. 31-55.
Hampe Martínez, Teodoro, Cultura barroca y extirpación de idolatrías: la biblioteca
de Francisco de Ávila (1648), Cusco, Centro de Estudios Regionales Andinos
«Bartolomé de las Casas», 1996.
Herrera y Tordesillas, Antonio de, Historia general de los hechos de los castellanos
en las islas y tierra firme del mar océano, Madrid; Juan de la Cuesta, 1615.
Huarte de San Juan, Juan, Examen de ingenios para las ciencias [1594], ed.
Guillermo Serés, Madrid, Cátedra, 1989.
Jiménez de la Espada, Marcos, ed., Tres relaciones de antigüedades peruanas, Ma-
drid, Imprenta Tello y Ministerio de Fomento, 1879.
Klibansky, Raymond, Panofsky, Erwin y Fritz Saxl, Saturne et la Mélancolie,
Paris, Éditions Gallimard, [1964] 1989.
Kristal, Efraín, «Fábulas clásicas y neoplatónicas en los Comentarios reales de
los Incas», en Homenaje a José Durand, ed. Luis Cortest, Madrid, Editorial
Verbum, 1993, pp. 47-58.
Kristeva, Julia, Soleil noir: dépressión et mélancolie, Paris, Gallimard, 1987.
Laguna, Andrés, Discurso breue sobre la cura y preseruacion de la pestilencia, Amberes,
Christobal Plantin, 1556.
Lewis, C[live] S[taples ], La imagen del mundo, Barcelona, Bosch, 1980.
Matienzo, Juan de, Gobierno del Perú, ed. de Guillermo Lohmann Villena, París,
IFEA, 1967.
Markham, Clement, Narratives of the Rites and Laws of the Incas, New York, The
Hakluyt Society, Burt Franklin Publisher, 1873.
Mazzotti, José Antonio, «The Lightning Bolt Yields to Rainbow: Indigenous
History and Colonial Semiosis in the Royal Commentaries of Inca Garcilaso
de la Vega», Modern Language Quarterly, 57: 2, 1996, pp. 197-211.
Méndez, Cristóbal, Libro del ejercicio corporal y de sus provechos, por el cual cada
uno podrá entender qué ejercicio… [1553], ed. Mercedes García Trascasas,
Salamanca, CILUS, 1999.
Mercado, Pedro de, Diálogos de philosophia natural y moral, Granada, Hugo de
Mena y René Rabut, 1558.
Molina, Cristóbal de, Relación de fábulas y ritos de los incas, Biblioteca Nacional
de España, Madrid, Ms. 3169, fols. 2r-36v.
Müller, Cristine, Ingenio y melancolía. Una lectura de Huarte de San Juan, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2002.
Murúa, Fray Martín de, Historia General del Perú, ed. Manuel Ballesteros,
Madrid, Dastin, 2001.
Navarro Gala, Rosario, «El resumen de los Comentarios reales en el manuscrito
3169 BNM: aspectos filológicos y discursivos», Allpachis (en prensa).

SUJETOS COLONIALES.indb 213 29/3/17 8:09


214 ESPERANZA LÓPEZ PARADA

Orobigt, Christine, L´humeur noire. Mélancolie, écritura et pensé en Espagne au


XVIe et au XVIIe siècle, Bethesda, Interantional Scholars, 1996.
Pigeaud, Jackie, La Maladie de l’âme. Étude sur la relation de l’âme et du corps dans
la tradition médico-philosophique Antique, Paris, Belles Lettres, 1981.
— Folie et cures de la folie chez les dédecins de la Antiquité gréco-romaine. La manie,
Paris, Belles Lettres, 1987.
— «Prólogo», en El hombre de genio y la melancolía. Problema XXX, Barcelona,
Acantilado, 2007, pp. 9-75.
Pineda, Juan de, Diálogos familiares de la agricultura cristiana, II y III [1589],
Estudio y ed. de Juan Meseguer Fernández, Madrid, B.A.E., 1963.
Préaud, Maxime, Mélancolies. Livre d’images, Langres-Saints Geomes,
Klincksieck, 2005.
«Registro de libros de don Cristóbal Cacho de Santillana, 28 de febrero de
1612». Registro de Idas de Naos. Archivo General de Indias, Contratación
1158, fols. 304r-305r.
Relación anónima de Huarochirí, Biblioteca Nacional de España, Madrid, Ms.
3169, fols. 64r-114v.
Rodríguez de la Flor, Fernando, Era melancólica. Figuras del imaginario barroco,
Madrid, Akal, 2012.
Román y Zamora, Jerónimo, Repúblicas del mundo divididos en XXVII libros,
Medina del Campo, Francisco del Canto, 1575.
Rueda Ramírez, Pedro, Negocio e intercambio cultural: el comercio de libros con
América en la Carrera de Indias (siglo XVII), Sevilla, Universidad de Sevilla,
2005.
Santa Cruz, Alonso de, Sobre la melancolía. Diagnóstico y curación de los afectos
melancólicos [ca. 1569], traducción de R. Lavalle, Introducción y anotacion
de J. A. Paniagua, Pamplona, Eunsa, 2005.
Santacruz Pachacuti Yamqui, Joan de, Relación de antigüedades deste Reyno del
Perú, Biblioteca Nacional de España, Madrid, Ms. 3169, fols. 116v-131r.
Sarmiento de Gamboa, Pedro, Historia de los Incas [ca. 1572], Madrid,
Miraguano / Polifemo, 1988.
Serés, Guillermo, «Introducción», en Huarte de San Juan, Juan de, Examen de
ingenios para las ciencias [1575], ed. Guillermo Serés, Madrid, Cátedra, 1989,
pp. 13-146.
Starobinski, Jean, L’encre de la mélancolie, Paris, Seuil, 2012.
Stoichita,Víctor, L’Oeil Mystique. Peindre l’extase dans l’Espagne du Siècle d’Or,
Paris, Éditions du Félin, [1995] 2011.
Zuidema, Tom, The ceque system of Cuzco. The social organitazion of the capital of
the Inca, Leiden, Brill, 1964.

SUJETOS COLONIALES.indb 214 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL
DEL SEMINARIO DE SAN ANTONIO ABAD DEL CUZCO

José A. Rodríguez Garrido


Pontificia Universidad Católica del Perú

Fundado en 1598 por el obispo Antonio de La Raya, el Colegio


Seminario de San Antonio Abad del Cuzco sirvió desde entonces para la
formación educativa de los jóvenes de la ciudad y sus inmediaciones, así
como, particularmente, para la del futuro clero de la diócesis. La biografía
intelectual de Juan de Espinosa Medrano, el Lunarejo, está estrechamente
asociada a este centro, hasta el punto de que es imposible desligar su
identidad de autor de su pertenencia al Seminario. Las primeras noticias
comprobadas de su vida, más allá de los orígenes legendarios que se han
tejido sobre él o de los datos carentes de documentación, son aquellas
que lo sitúan justamente como estudiante allí en 1645, según declara
décadas después el agustino fray Francisco de Loyola Vergara al dar su
parecer para la publicación de un discurso del escritor1. En 1654 ejercía

1 «Conózcole desde el año de [1]645, que siendo prior y vicario provincial en


aquella ciudad [el Cuzco] le atendí cuatro años estudiante de facultad en su colegio
y asistente al servicio de la Iglesia en la catedral, y reconocí entonces un ingenio muy
singular, acompañado de mucha virtud. Después el año de [1]658, subiendo provincial a
la visita, le hallé doctor en teología, catedrático della y predicador insigne, y tan superior
en los aplausos a sus concolegas» Fray Francisco de Loyola, «Parecer», firmado el 7 de
julio de 1664, en Juan de Espinosa Medrano, Discurso sobre si en un concurso de opositores a
beneficio curado deba ser preferido caeteris paribus el beneficiado al que no lo es en la promoción de

SUJETOS COLONIALES.indb 215 29/3/17 8:09


216 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

ya en el mismo centro la cátedra de Artes y más tarde la de Teología2.


El Seminario de San Antonio Abad del Cuzco fue sin duda uno de
los ejes de la biografía intelectual de Espinosa Medrano. Buena parte de
su producción hoy conocida fue motivada o impulsada directamente
por circunstancias del entorno académico de este centro. Por ejemplo,
su Philosophia thomistica (Roma, 1688) corresponde al curso de Lógica
que como parte de la cátedra de Teología allí impartía y su Panegírica
declamación es el texto de recepción al corregidor don Juan de la Cerda
y de la Coruña, en el Seminario en 1650. Incluso su célebre Apologético
en favor de Góngora (publicado en 1662), tal como sugirió Luis Jaime
Cisneros (1987, p. 54), revela probablemente en su forma la estructura
de los debates, característica de la formación de escuela. De otro lado,
la publicación de sus obras, particularmente la Philosophia thomistica y
la recolección de sus sermones bajo el título de La novena maravilla en
edición póstuma (Valladolid, 1695), responde a los propios intereses del
Seminario de evidenciar las calidades intelectuales de sus maestros de
cátedra durante el momento en que la institución pugnaba en Roma
por obtener su reconocimiento como universidad.
Textos impresos como estos, los propios preliminares o la
documentación complementaria, ofrecen indicios claros sobre su
vínculo estrecho con el Seminario; en cambio, la falta de ellos en
las obras teatrales de Espinosa Medrano, conservadas en manuscritos
tardíos o conocidas a través de otros luego perdidos, ha originado que
su contextualización sea objeto de la conjetura crítica, que ha intentado
descubrir los motivos de su escritura y, a partir de ello, su significado
en su contexto histórico y social. En este trabajo, me propongo mostrar
que toda la obra teatral del Lunarejo debe entenderse como parte del
teatro escolar desarrollado en el ámbito del Seminario de San Antonio
Abad y, en tal sentido, refleja no solo los propios intereses del autor,
sino también los objetivos de afirmación del Seminario como núcleo
de la formación académica y eclesiástica en el Cuzco. Para ello aporto
un nuevo documento que confirma la escritura de un texto teatral
de Espinosa Medrano con destino al Seminario, y analizo algunos

dicho beneficio (Lima, 1664); en Cisneros y Guibovich, 1989, p. 105. Para una cronología
documentada de la biografía de Espinosa Medrano, ver Cisneros y Guibovich, 1988, p.
336.
2 Así lo establecen Cisneros y Guibovich, 1988, p. 337, sobre la base de la afirmación
de Agustín Cortez de la Cruz, en su prólogo a La novena maravilla (Valladolid, 1695).

SUJETOS COLONIALES.indb 216 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 217

aspectos de sus obras que permiten reconocer su correspondencia con


el contexto escolar.
Ninguna de sus obras teatrales hoy conocidas llegó a la imprenta
en el siglo XVII. Agustín Cortez de la Cruz, al publicar en 1695, siete
años después de la muerte del autor, una selección de sus sermones
(fundamentalmente los de carácter panegírico) bajo el título de La no-
vena maravilla, declaraba su propósito de seguir adelante con el proyecto
de reunir y llevar a las prensas «todos los demás sermones y escritos
suyos, ora teológicos de escolástico y moral, ora de erudición sagrada
y profana, con sus comedias, versos y todo lo demás que se pudieren
recoger»3. Sin embargo, la intención no se cumplió y los materiales de-
bieron dispersarse y muchos de ellos perderse seguramente de manera
irremediable. Las tres obras teatrales que hoy conocemos de Espinosa
Medrano (dos autos sacramentales en quechua y una comedia bíblica
en español) fueron impresas por primera vez entre fines del siglo XIX
y el siglo XX. La primera fue el auto sacramental en quechua de El hijo
pródigo, que E. W. Middendorf publicó en Leipzig en 1891 en edición
bilingüe en quechua y alemán4. Mientras, Amar su propia muerte, come-
dia bíblica en español sobre la historia de Sísara y Jael, fue editada por
el padre Rubén Vargas Ugarte (bajo el seudónimo de Juan del Rímac)
en entregas sucesivas de la Revista de la Universidad Católica del Perú entre

3 A. Cortez de la Cruz, «Prólogo a los aficionados del autor», en Espinosa Medrano,


La novena maravilla, p. xii.
4 E.W. Middendorf (ed.), 1891. Sobre la traducción alemana, en 1938, Federico
Schwab elaboró una traducción al español publicada en la selección de Jorge Basadre,
Literatura inca (en Espinosa Medrano, El hijo pródigo, 1938). Posteriormente Teodoro
Meneses (1983) ofreció una nueva traducción al español a partir del texto quechua. No
existe hasta ahora una edición bilingüe en quechua y español de esta obra. Middendorf
declara haber utilizado para su edición un manuscrito que perteneció al doctor Mariano
Macedo y que «a juzgar por el color y la calidad del papel, […] era muy viejo y la
escritura la usada en el siglo diecisiete» (en Espinosa Medrano, El hijo pródigo, 1938,
p. 266). La colección del doctor Macedo, según Middendorf, fue adquirida luego por
el Museo de Etnología de Berlín. Meneses no declara explícitamente sobre qué texto
efectuó su traducción, pero recuerda que Luis E. Valcárcel dio a conocer en el XXVII
Congreso Internacional de Americanistas de 1939 otro manuscrito de esta obra, así
como uno del otro auto en quechua de Espinosa Medrano, que pertenecieron al
presbítero Facundo Navarro Gamarra. Dado que Meneses afirma haber tenido acceso y
haber utilizado el manuscrito de El robo de Proserpina que entonces preservaba Valcárcel,
es probable que consultara también el de El hijo pródigo (Meneses, 1983, pp. 11 y 92).

SUJETOS COLONIALES.indb 217 29/3/17 8:09


218 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

1932 y 19345. Por último, el auto El robo de Proserpina y sueño de Endi-


mión, el único título al que de alguna manera (aunque como se verá no
sin problemas) aludió Cortez de la Cruz en su prólogo a La novena mara-
villa, fue primero dado a conocer en traducción al español por Teodoro
Meneses en 1983 y, por fin, en una edición del texto quechua, cotejada
a partir de distintos manuscritos, y con nueva traducción al español por
Cesar Itier en 20106.
Sabemos, sin embargo, que la producción teatral del Lunarejo debió
ser mayor. Además de la genérica información sobre las «comedias»
del autor que Cortez de la Cruz se proponía publicar, el mismo
prologuista advertía que Espinosa Medrano, a los catorce años, «era ya
gran latino y tan aventajado retórico y poeta, que escribía comedias
y autos sacramentales; de ellos fue uno el del Robo de Proserpina, que
tanto han celebrado los ingenios de buen gusto» (Cortez de la Cruz,
en J. de Espinosa Medrano, La novena maravilla, p. xi). Podemos ahora
revelar, si lamentablemente no el texto de una de estas obras perdidas,
sí al menos un nuevo título y su contexto de representación, lo cual
permitirá justamente confirmar la asociación estrecha entre el teatro
de Espinosa Medrano y las actividades del Seminario de San Antonio
Abad del Cuzco. La información la proporciona un curioso opúsculo
que Cortez de la Cruz había mencionado en su prólogo: «El doctor
Francisco González Sambrano, hombre insigne y erudito, escribió
un libro entero en su alabanza (estando aún vivo) que intituló Gloria
enigmática del doctor Juan de Espinosa Medrano» («Prólogo», en Espinosa
Medrano, La novena maravilla, p. xii). Sin embargo, solo en años recientes,
gracias a la mediación del recordado maestro Luis Jaime Cisneros, pude
conocer un ejemplar de este texto7. Se trata de una obra manuscrita de

5 Recogida luego defectuosamente (con la supresión de la escena final de la jornada


II) por el mismo editor en su libro De nuestro antiguo teatro, 1943, pp. 39-131, y reeditada
a partir de esta versión en diversas antologías. La publicación más reciente, con mayor
cuidado editorial, que recupera la versión íntegra, es la preparada por Juan Vitulli (2011).
El manuscrito único de la obra, utilizado por Vargas Ugarte y que se conservaba en la
Biblioteca Nacional del Perú, se perdió en el incendio de este repositorio en 1943, lo
que obliga a partir del texto transcrito por el primer editor y proponer conjeturalmente
las enmiendas. Sobre el problema textual en las sucesivas ediciones de la obra, ver la
edición de Vitulli, en Espinosa Medrano, Amar su propia muerte, pp. 30-35.
6 Sobre los manuscritos que han transmitido esta obra y en general sobre los
problemas textuales y de filiación entre ellos ver Itier, 2010, pp. 27-42.
7 Hacia fines de la primera década de este siglo, Luis Jaime Cisneros tuvo acceso por
unos días al manuscrito de la Gloria enigmática, conservado en una colección particular,

SUJETOS COLONIALES.indb 218 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 219

79 páginas en que el autor incluye una décima con enigma en homena-


je a nuestro autor, que luego va declarando con profusa erudición8. Se-
gún se explicita, el poema fue escrito con ocasión de haber compuesto
Espinosa Medrano una comedia para la recepción en el Seminario del
nuevo obispo del Cuzco Bernardo de Izaguirre:

Compuso el Doctor la comedia que intituló El Amor de milagro y los celos


de los cielos. Divina por el argumento de la vida de Santa Cecilia, y divina por
los episodios que adornaron su fábrica; que a la entrada del Ilustrísimo señor
don Bernardo de Eyzaguirre, nuestro obispo, se representó con aplauso
y admiración en ese colegio (González Rodríguez de Zambrana, Gloria
enigmática del doctor Juan de Espinosa Medrano, Ms., 1665, p. 3).

La noticia no solo amplía el ámbito de la producción dramática


del Lunarejo (al auto sacramental y la comedia bíblica, podemos ahora
añadir la comedia de santos), sino que además nos da una información
inequívoca sobre la función de la obra y el lugar de su representación:

y obtuvo una reproducción xerográfica, de la que he podido servirme para este trabajo.
Desconozco el destino que haya tenido luego el manuscrito.
8 Al escribir su estudio biográfico sobre Espinosa en 1986, Cisneros y Guibovich
no habían podido dar por entonces con un ejemplar de la obra y conjeturaban que
debía tratarse de «un relato biográfico o, tal vez como parece sugerirlo el título, fue un
texto encomiástico» (Cisneros y Guibovich, 1988, p. 329). Esto último corresponde
bien al contenido de la obra, tejida en torno a la declaración del poema enigmático
(y escasa más bien en información biográfica, salvo por el dato de la escritura de la
comedia que aquí consignamos). Sobre el autor, obtuvieron la siguiente información
de los archivos: «sabemos que hacia 1662 y 1663 era cura propietario de la doctrina
de Chinchaypuquio, en la provincia de Abancay. Su muerte debió ocurrir antes de
1674» (Cisneros y Guibovich, 1988, n. 5, p. 329). El nombre completo del autor que
proporciona el manuscrito es Francisco González Rodríguez de Zambrana. Este dedica
su Gloria enigmática «a su sobrino don Miguel Mexía de Zambrana, colegial del Real
Colegio Seminario de San Antonio del Cuzco» (Portada del Ms.), quien era asimismo
admirador de Espinosa Medrano, al que el propio González de Zambrana (o Zambrano)
se lo propone como modelo: «Mucho me lisonjeáis con vuestra inclinación y afecto al
Doctor Medrano; que como la simpatía causa amor, no puede a los influjo[s] inclinaros
sin alguna paridad con su ingenio.Y para que este respeto os coloque en el predicamento
de el Doctor, habéis menester cultivar el vuestro: lo primero (después de la latinidad y
Retórica con perfección) con las facultades grandes de Artes y Teología, y lo segundo
con la noticia de todas buenas letras y erudición, que ocupando las ciencias el centro del
ánimo (como aquel montón de trigo rodeado de azucenas del cap. 7 de los Cantares)
sea su circunferencia como discretamente lo discurrió el político Saavedra (empresa 6,
pag. mihi 33) una corona de letras pulidas» (p. 1).

SUJETOS COLONIALES.indb 219 29/3/17 8:09


220 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

la recepción de la autoridad eclesiástica en el colegio seminario de San


Antonio Abad. Es ahora, pues, posible afirmar como hecho fehaciente
la representación de obras teatrales en esta institución durante el siglo
XVII, un asunto que, como se verá más adelante, había sido ya sugerido
por Cesar Itier en relación con la puesta en escena del auto sacramental
El robo de Proserpina del propio Espinosa Medrano, y también apuntado
por Juan Vitulli para el caso de Amar su propia muerte. Para el siglo XVIII,
un dato inequívoco de estas representaciones lo proporciona el hecho
de que en el archivo musical del Seminario se conserven partituras de
esta época destinadas a servir a obras teatrales9, lo que se explica por una
práctica que venía desde el siglo anterior.
La escritura y la representación de obras teatrales en el contexto del
Seminario de San Antonio Abad durante el siglo XVII se confirma por
la función que esta actividad había adquirido para entonces en el ámbito
escolar. Sobre todo en los colegios jesuitas (los grandes propulsores de
esta práctica), el teatro escolar había servido desde el siglo XVI como
vehículo de ejercitación en latinidad y retórica, y de ahí que buena
parte de las piezas producidas en ese contexto fueran breves diálogos
y coloquios, muchos de ellos en lengua latina, escritos normalmente
por los maestros de las cátedras correspondientes para ser representados
por los estudiantes. Sin embargo, más allá de los ejercicios destinados al
claustro, algunos de estos colegios exhibieron también piezas de mayor
complejidad dramática en ocasiones festivas (recepción de autoridades,
celebraciones patronales, fiestas religiosas de relieve, etc.). Sin perder
su función de ejercicio retórico para los estudiantes, quienes debían
asumir los papeles en las piezas, estas representaciones permitían, más
allá de cumplir con el festejo o el agasajo inmediato, mostrar al colegio
correspondiente ante la sociedad como un gran centro de cultura y,
por ello, se escribían en español para ampliar su campo de recepción
hacia toda la urbe. Servían, por tanto, para consolidar el prestigio de la
institución educativa en la ciudad. Estas obras, siempre de contenido
religioso, siguieron en principio un modelo propio (especialmente el de la
tragedia escolar durante el siglo XVI), pero fueron finalmente impactadas
en el curso del siglo XVII por la fórmula del nuevo teatro, tal como lo
prueba la célebre Comedia de San Francisco de Borja, escrita por Matías de
Bocanegra en México.

9 Ver Claro, 1969, y Fernández Calvo, 2010.

SUJETOS COLONIALES.indb 220 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 221

En el caso del virreinato del Perú, sabemos de una práctica de teatro


escolar en los colegios jesuitas, que fue revelada por el padre Rubén Var-
gas Ugarte y estudiada por Pedro Guibovich Pérez10. Sin embargo, de
un lado, el conocimiento sobre esta actividad estaba fundamentalmente
asociado al ámbito jesuita, y, de otro, aunque se poseían noticias de la
representación de obras dramáticas más complejas en contextos festivos,
no se habían identificado entre las obras conservadas textos de esta na-
turaleza. Podemos ahora afirmar que el teatro de Espinosa Medrano en
su integridad constituye la muestra tanto de un teatro escolar más allá
de los colegios jesuitas, como de obras de gran envergadura dramática
escritas con fines celebratorios, y en buena medida propagandísticos,
en el contexto escolar. A la noticia que aquí revelo, se une una serie
de rasgos de las obras conservadas, que más adelante comentaré, que
comprueban el origen escolar de estas obras; pero, al mismo tiempo, su
carácter de piezas destinadas a servir de vehículo de consolidación de las
pretensiones del Seminario.
Esto resulta particularmente relevante si se considera que los jesuitas
habían sido los propulsores y los cultivadores de este tipo de teatro y
quienes lo habían empleado habitualmente para convencer de la calidad
de sus colegios. Si, como veremos, las obras teatrales del Lunarejo hoy
conocidas fueron escritas probablemente entre 1645 y la década de
1660, es significativo que coincidan justamente con los años en que
se radicaliza la oposición entre el Seminario de San Antonio Abad y
la Compañía de Jesús a raíz de la disputa en torno al establecimiento
de una universidad en el Cuzco. En tal sentido, la escritura de las obras
teatrales de Espinosa Medrano puede verse como la apropiación de un
recurso que había sido característico de la educación jesuita por parte
de un egregio representante del Seminario en el afán de esta institución
de mostrar sus mejores calidades frente a sus opositores.
Recordemos algunos hitos de esa historia. A inicios del siglo XVII,
por bula papal, había quedado constituida la Universidad de San Ignacio
de Loyola en el Cuzco y su administración había sido encargada a los
jesuitas. Las décadas siguientes fueron, sin embargo, de contratiempos para
la consolidación del proyecto, a causa de la oposición de la Universidad
de San Marcos de Lima. Cuando hacia 1648 se concluyó el proceso, se
suscitó una nueva contienda, pues para obtener los grados académicos
se exigía haber cursado cinco años de estudios en los colegios jesuitas

10 Ver Vargas Ugarte, 1943, y Guibovich Pérez, 2008.

SUJETOS COLONIALES.indb 221 29/3/17 8:09


222 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

(en el caso del Cuzco, el de San Bernardo), lo cual ponía en desventaja


a los estudiantes del Colegio y Seminario de San Antonio Abad. Esto
suscitó severos enfrentamientos entre bernardinos y antonianos, lo cual
robusteció las pretensiones del Seminario de convertirse en universidad,
una expectativa que solo se lograría a finales del siglo XVII11.
En este contexto, el Seminario trataba en varios planos de evidenciar
su calidad para obtener este reconocimiento, a la vez que reclamaba
por los inconvenientes que se presentaban para que sus estudiantes se
graduaran en una universidad regentada por los jesuitas. Por un lado, se
exacerbaron las diferencias en las escuelas teológicas entre los dos grupos
sobre el modo de interpretar el pensamiento de Santo Tomás de Aquino,
y estas diferencias se convirtieron en uno de los mayores argumentos de
los miembros del Seminario para pretender, en las décadas siguientes,
su propia constitución como universidad. El mismo Espinosa Medrano,
tal como he mostrado en otra ocasión, intervino beligerantemente a
través de algunos discursos y sermones, en esta contienda defendiendo
la interpretación del pensamiento de Santo Tomás de Aquino que
propugnaba el Seminario, adscrito en esto a la tradición dominica, la
cual se oponía a la libre interpretación de los textos del santo que hacían
los jesuitas12. Puede afirmarse que, de otra manera, en el contexto de esta
pugna por la constitución de la universidad en el Cuzco, la ostentación
de un teatro escolar para grandes ocasiones, en el Seminario, respondía
también al propósito de demostrar que sus cualidades intelectuales y
educativas podían competir holgadamente con los jesuitas, incluso en
una práctica en la que estos habían destacado de manera propia.
La cronología tentativa que puede establecerse de la escritura de las
obras teatrales del Lunarejo coincide justamente con los años en los
que el Seminario busca afianzar su posición frente al colegio jesuita y,
en tal sentido, es posible sugerir que responden a este mismo objetivo.
Más aún, si se considera que en la Panegírica declamación, escrita en 1650
para recibir en el Seminario al corregidor y justicia mayor del Cuzco,
don Juan de la Cerda y de la Coruña, Espinosa Medrano aprovechó

11 Sobre el enfrentamiento entre el Seminario y los jesuitas en torno al


establecimiento de universidad en el Cuzco, ver Guibovich Pérez, 2006. Tomo y
compendio de este trabajo la información aquí expuesta sobre este tema.
12 Rodríguez Garrido, 1997. Estudio allí la Panegírica declamación por la protección de
las ciencias y estudios y las oraciones panegíricas a Santo Tomás de Aquino incluidas en
La novena maravilla.

SUJETOS COLONIALES.indb 222 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 223

la ocasión para tratar de poner a la nueva autoridad del lado de los


seminaristas en las diferencias de escuela que estos sostenían con el
colegio jesuita13, bien puede pensarse que el desarrollo de su teatro
pretendía exponer también los méritos de la institución en un dominio
—el del teatro escolar— que se reconocía particularmente como propio
de la Compañía de Jesús. Conviene, por ello, tratar de ajustar los años de
gestación del teatro de nuestro autor.
Estudios precedentes han observado algunos indicios que permiten
situar cronológicamente la escritura de algunas de las obras del Lunarejo.
La noticia más antigua la proporciona el ya mencionado Cortez de la
Cruz en su prólogo a La novena maravilla, cuando consigna que su autor
«de catorce años era ya gran latino, y tan aventajado retórico y poeta en
ambas lenguas, que escribía comedias y autos sacramentales, de los que
fue uno el del Robo de Proserpina que tanto han celebrado los ingenios
de buen gusto» (La novena maravilla, p. xi). Si la alusión se refiere a
la misma obra que conocemos, ello supondría que se escribió hacia
1644 o incluso un poco antes14. Sin embargo, la intención laudatoria del
prologuista podría haberlo llevado a exagerar la precocidad del autor y,
de otro lado, el mismo se refiere al Robo de Proserpina no como un texto
en quechua, sino como parte de las obras dramáticas escritas en español
y latín. Cesar Itier cree que es muy probable que con su afirmación
Cortez buscara impresionar al público peninsular, a quien en principio
se dirigía la publicación de La novena maravilla, y que por ello prefiriera
hacer pasar dicha pieza como escrita en español (Itier, 2010, pp. 10-11).
A pesar de las dudas que puede despertar el testimonio, hay, sin embargo,
indicios para aceptar que el Lunarejo elaboró parte de su teatro en
una época temprana de su biografía. El propio Itier ha observado, por
ejemplo, que en el encabezamiento de uno de los manuscritos de El
robo de Proserpina (el Ms. Navarro) se declara que Espinosa Medrano lo
escribió «siendo colegial seminarista del real Colegio de nuestro Padre
S. Antonio Abad del Cuzco», y, en cambio, no se alude a que ocupara las
cátedras en el Seminario, lo cual ocurrió a partir de 1650 (Cisneros y

13 Ver al respecto, Rodríguez Garrido, 1997, pp. 124-126. Se ha venido repitiendo


erróneamente que la Panegírica declamación es de 1664. Dado que el corregidor de la
Cerda hizo su entrada en Cuzco en 1650 (y solo permaneció en el cargo hasta 1653) no
deben quedar dudas sobre la fecha correcta. Añado nuevas razones a partir del análisis
de los preliminares y del texto en un trabajo reciente, en prensa, que permiten sugerir
que el discurso fue pronunciado entre enero y marzo de 1650.
14 Así lo aceptan Cisneros y Guibovich, 1988, p. 337.

SUJETOS COLONIALES.indb 223 29/3/17 8:09


224 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

Guibovich, 1988, p. 337); esto llevaría, por tanto, a reconocer dicho año
como límite de la elaboración de esta obra15.
Algo semejante puede afirmarse de la comedia en español Amar su
propia muerte, que en la forma como hoy la conocemos, incluye al final
ocho versos que declaran la autoría de Espinosa Medrano y su condición
de colegial real al momento de escribir esta obra, pero no mencionan
que ejerciera entonces las cátedras en el Seminario. Estos versos fueron
obviamente añadidos por el responsable de la copia hoy perdida que se
conservaba en la Biblioteca Nacional del Perú, la cual sirvió a Rubén
Vargas Ugarte para su edición. La intervención ajena (que debió sustituir
un par de versos en que el dramaturgo, como era de rigor, al concluir
pedía perdón al auditorio por sus yerros) se manifiesta en el cambio de
estilo, la declaración elogiosa sobre el autor y la ruptura de la estructura
de la rima (el pasaje final de la obra está escrito en romance con rima
e-e; pero los vv. 2947-48 introducen un pareado consonante y el verso
siguiente queda suelto). Los versos dicen lo siguiente: «El doctor Juan
de Espinosa / Medrano, aquel a quien debe / el Seminario Antoniano /
créditos que lo engrandecen / la sacó a luz, cuando era / colegial actual,
y espera / que le perdonéis las faltas / si en tal pluma caber pueden»
(Espinosa Medrano, Amar su propia muerte, ed.Vitulli, pp. 184-185). Hay
un error —no sabemos si del manuscrito o del primer editor— que
todas las ediciones posteriores han repetido (incluida la más reciente
de Vitulli), justamente en el verso en que se declara la condición del
Lunarejo al escribir la obra: «la sacó a luz, cuando era / colegial actual»
(vv. 2497-98), donde debiera decir «colegial real», forma habitual del
calificativo para referirse a quienes habían estudiado en un real colegio
(como lo era el de San Antonio) y que se le atribuye al propio Espinosa
Medrano en la portada de la Panegírica declamación. Es evidente que
el entusiasta autor del añadido quería dejar en claro la solidaridad
estrecha entre el genio del autor y los «créditos» del Seminario. De otro

15 Los manuscritos conservados a partir de los cuales Itier pudo elaborar su edición
son todos tardíos (de entre fines del siglo XIX e inicios del siglo XX), pero es probable
que en los encabezamientos queden rastros de la información de las fuentes originales,
tal como él mismo lo señala. La cronología de las obras teatrales coloniales en quechua
ha dado lugar a diversas conjeturas de interpretación y a propuestas de cronologías. En
algunos casos, la ausencia de una adecuada contextualización sobre la producción de
estos textos ha llevado a planteamientos en los cuales las obras y su fecha de composición
terminan adecuándose a las premisas ideológicas del crítico. Una revisión crítica de esa
discusión puede hallarse en García Bedoya, 2000, pp. 207-211.

SUJETOS COLONIALES.indb 224 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 225

lado, afirmaba que cuando nuestro autor escribió esta obra era solo
colegial real, mientras que cuando se elaboró la copia era ya doctor
(grado que obtuvo en 1654). Dado que no se le atribuye tampoco el
ejercer la cátedra en el Seminario (que ocupó desde 1650), Cisneros
y Guibovich concluyen que la obra debió ser escrita, por tanto, entre
1645 y 165016, es decir, por los mismos años en que se gestó también
El robo de Proserpina.
El caso de El hijo pródigo es distinto, pues el hecho de que el personaje
del gracioso U’ku (el Cuerpo) pretenda seducir a K’uichi mencionando
que guarda dinero en Laicacota (Espinosa Medrano, El hijo pródigo, en
Literatura inca, p. 288), lleva a proponer a Guibovich Pérez y Domínguez
Faura que la obra —al menos en la versión en que la conocemos— debió
ser escrita después de 1657, cuando fue descubierta la vena de plata en
esa localidad y se creó una población en su entorno; pero antes de 1665,
dado que no hay ninguna alusión a la situación de violencia que, a partir
de ese año, se produjo como consecuencia del enfrentamiento entre
dos facciones de mineros (vascongados y andaluces). Concluyen ambos
estudiosos que es posible proponer que la obra fue escrita alrededor de
1660 (Guibovich Pérez y Domínguez Faura, 2000, pp. 229-230, 236n).
La otra comedia en español de Espinosa Medrano, cuyo título he
revelado en este trabajo, la comedia hagiográfica sobre Santa Cecilia:
El Amor de milagro y los celos de los cielos, tal como se vio, fue escrita para
el recibimiento del obispo Bernardo de Izaguirre (o Eyzaguirre) en el
Seminario, lo cual permite situarla con mayor precisión entre fines de
1663 e inicios de1664, pues el prelado (promovido al cargo en 1660)
hizo su ingreso a la ciudad en septiembre de 1663 y el 29 de octubre
«hizo personalmente profesión de fe ante su Cabildo» (Esquivel y Navia,
1980, II, p. 119). Es de suponer que en los meses siguientes debió ser
recibido en el Seminario (el manuscrito de González de Zambrana
que transmite la noticia es de 1665, pero obedece a una elaboración
y comentario claramente posteriores sobre el poema que este autor
escribió en la ocasión para elogiar el desempeño del Lunarejo). Podría
incluso proponerse el 22 de noviembre de 1663 (o en los días próximos)

16 Cisneros y Guibovich, 1988, p. 337. No obstante, creo que no hay que cerrar
la posibilidad de que la obra fuera elaborada cuando Espinosa Medrano ya ocupaba la
cátedra. En este caso, la declaración sobre la posición académica del autor al escribir
la pieza es un breve añadido que fuerza la estructura del texto y que ha sido realizada
varios años después por alguien cuya autoridad testimonial desconocemos.

SUJETOS COLONIALES.indb 225 29/3/17 8:09


226 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

como fecha de la representación considerando que la obra versaba sobre


la vida de Santa Cecilia, cuya festividad se celebra en dicho día17.
En síntesis, el conjunto de la obra teatral hoy conocida de Espinosa
Medrano puede situarse como escrita entre 1645 y 1664, un par de
décadas en las que el Seminario lucha por afianzar su posición como
núcleo académico en el Cuzco. Las propias cualidades y contenidos de
las obras abonan también la idea de un teatro escrito en el contexto
de la cultura religiosa y académica que caracteriza al Seminario de San
Antonio y para servir a sus fines. No obstante, en particular su teatro
en quechua (los autos sacramentales de El robo de Proserpina y sueño de
Endimión y El hijo pródigo) ha sido objeto de especulaciones sobre su
origen y su finalidad por parte de la crítica. Comentadas en particular
como parte del corpus de piezas coloniales en quechua que hoy cono-
cemos (además de estos dos autos de Espinosa Medrano, dos comedias
marianas —Usca Paucar y El pobre más rico— y el drama Ollantay) y no
tanto en relación con la propia producción del Lunarejo, estas obras han
sido vistas como elementos de un conjunto discursivo mayor a través
del cual, en opinión de Carlos García Bedoya, se afirma y se configura
«un sujeto transcultural andino, cuyo soporte social son las élites indí-

17 En su particular biografía sobre Espinosa Medrano, la escritora Clorinda Matto


de Turner declara que este escribió «tres piezas cómicas en quechua y castellano» y
añade que una de ellas, escrita en quechua, «se representó en el Seminario con motivo
de los festejos anuales del Patrón tutelar» (Matto de Turner, 1890, p. 31). La autora no da
el título de esta pieza, pero sí ofrece un breve argumento y algunas citas textuales, de lo
que se desprende que no se trata de ninguno de los dos autos hoy conocidos. La historia,
tal como la narra la escritora, representa el paso de la antigua religión de los Incas a la
revelación del Evangelio durante una ceremonia del culto al Sol en que irrumpe un
ángel cuyo resplandor opaca los rayos solares; ello motiva la reflexión y la conversión
de los indios: «Puesta de manifiesto la creencia subsistente en Pachacamac, Cristo es
recibido como el Hijo unigénito de aquel verdadero sol del mundo» (p. 32). Ante la
ausencia de un manuscrito completo, es difícil saber cuán fielmente Matto reseñó el
sentido y el contenido de esta pieza. No obstante, Itier reconoce puntos de contacto
con las obras en quechua de Espinosa hoy conocidas y valora especialmente el dato de
que la obra haya sido representada en el Seminario en una fiesta del patrón tutelar (dato
probablemente tomado del manuscrito que la escritora manejaba, aunque no declara sus
fuentes), lo que lo lleva a concluir que El robo de Proserpina debía responder también a un
patrón similar de teatro escolar, concebido para un festejo religioso (Itier, 2010, p. 11).
Con la información de Matto de Turner y el título que aquí he añadido, además de las
tres obras conocidas, sabemos al menos de cinco obras teatrales, en quechua o español,
escritas por Espinosa Medrano.

SUJETOS COLONIALES.indb 226 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 227

genas coloniales»18. Es indudable que el solo hecho de que el quechua


fuera utilizado para la elaboración de textos dramáticos complejos su-
ponía una valoración y una afirmación de esta lengua como vehículo
de expresión literaria y, en la mayoría de los casos, religiosa. Ello abría
la puerta a la recepción de tales textos como medio de afirmación de
identidades culturales asociadas a esta lengua, y de hecho es significati-
vo que algunos de los manuscritos que los han transmitido sean copias
tardías del siglo XIX o inicios del XX, elaboradas por los mismos años
en que se gestaba un significativo movimiento teatral en quechua en el
Cuzco19. Ello demuestra que el teatro colonial en esta lengua fue in-
corporado en el Cuzco de esa época al movimiento de manifestación y
afirmación de identidades locales que hallaba en el quechua uno de sus
rasgos culturales y expresivos fundamentales. En el contexto del nacio-
nalismo quechua de los siglos XIX y XX, las piezas coloniales servían
para construir y avalar una tradición. Sin embargo, otras fueron las con-
diciones originales de su producción.
Dejado de lado el Ollantay20, el resto (las dos piezas en quechua
de Espinosa Medrano y las dos comedias marianas) son obras
indudablemente asociadas al ámbito eclesiástico. Usca Paucar y El pobre
más rico están destinados a promover ciertas devociones marianas (la
Virgen de Copacabana en el caso de Usca Paucar y la de Belén del
Cuzco en el de El pobre más rico), mientras que los autos sacramentales
del Lunarejo llevan la huella de su asociación con el Seminario de
San Antonio Abad. Por el contrario, no existe, en verdad, hasta ahora
ninguna evidencia de que tras estas cuatro obras religiosas en quechua
hubiera un patronazgo directo de la elite indígena, sino más bien, como
en el caso de las obras de nuestro autor, la intervención de hombres e
instituciones ligados a la cultura letrada y eclesiástica. Esto no significa
negar que sean asimismo la expresión de una cultura local diferenciada
justamente por la posibilidad de incorporar el bilingüismo en sus formas
expresivas y de emplearlo incluso para la elaboración de textos que se
apropian de los modelos prestigiosos del teatro hispano, tales como la

18 García Bedoya, 2000, p. 203. El autor recoge y asume ideas semejantes expresadas
por Martin Lienhard, Alejandro Ortiz Rescaniere y Julio Calvo.
19 Sobre el caso de los manuscritos de El robo de Proserpina, ver el estudio preliminar
de Itier, en su edición de 2010, pp. 27-29, y sobre la producción del teatro quechua entre
los siglos XIX y XX, del mismo autor, Teatro quechua en el Cuzco (Itier, 1995 y 2000).
20 Sobre el caso particular del Ollantay en el contexto de la producción colonial
(una obra sobre cuyo origen se han tejido múltiples especulaciones), ver Itier, 2006.

SUJETOS COLONIALES.indb 227 29/3/17 8:09


228 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

comedia mariana y, en particular, el auto sacramental. Sin embargo, en


ello, los procedimientos y los objetivos no son muy diferentes de los que
se manifiestan en general en la cultura criolla colonial. Resulta sesgado,
por ello, disociar la obra de Espinosa Medrano entre la manifestación de
un discurso «criollo» (en obras como el Apologético y sus sermones) y un
«discurso andino» (en las piezas teatrales en quechua), según el modelo
de distribución que propone Carlos García-Bedoya (2000), cuando, con
mejor criterio, debemos quizá avanzar hacia el estudio integral de su
obra como la expresión de un «criollismo andino».
Si se reconoce que los dos autos de Espinosa Medrano pertenecen
al ámbito del teatro escolar, la elección de la lengua no resulta extraña
considerando el carácter bilingüe de la sociedad cuzqueña y, sobre todo,
que una de las expectativas de quienes seguían la carrera eclesiástica en
ese tiempo era ocupar alguna de las parroquias de indios (tal como lo hizo
el propio Lunarejo). La recitación de estas piezas religiosas en quechua
mostraba que los alumnos del Seminario estaban ampliamente versados
en el dominio de la lengua, uno de los requisitos para hacerse cargo de
las parroquias de indios; pero también exhibía los méritos académicos
de la institución para ocupar una posición de liderazgo en la sociedad.
Dado que ambas obras son autos sacramentales, hay que suponer
que debieron ser escritas para ser representadas en el contexto de las
celebraciones del Corpus Christi. Esto es particularmente significativo
dado que en el Perú la práctica de representar autos sacramentales
para esta festividad solo se asentó tardíamente, impulsada por el virrey
Conde Lemos en 167021. Había, por tanto, un alarde de originalidad
y creatividad en varios planos al escribir estos autos sacramentales en
quechua hacia mediados del siglo XVII.
De un lado, a través de la pluma de Espinosa Medrano, se mostra-
ba el dominio de los miembros del Seminario en las letras sagradas y
profanas. Por su propia naturaleza de obra de carácter alegórico, que se
desarrolla simultáneamente en dos planos (el del argumento, que permite
la organización de la pieza como drama, y el del asunto, que corresponde
a la exposición del dogma teológico, particularmente el del sacramento
de la Eucaristía)22, el auto sacramental constituía un género ideal para la
ostentación de los saberes que definían la formación letrada de un centro

21Ver Lohmann Villena, 1945, pp. 195-204.


22Sigo la clásica diferenciación establecida por el propio Calderón en el prólogo a
la edición de sus Autos sacramentales y retomada y desarrollada por Parker (1983, p. 46).

SUJETOS COLONIALES.indb 228 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 229

como el de San Antonio Abad: aquellos que procedían de la gran tradi-


ción clásica, presente en los cursos de gramática y retórica, y los propios
de la Teología. De otro lado, más allá de la pura dimensión práctica para
la carrera eclesiástica, los autos en quechua mostraban a los miembros del
Seminario como altamente capaces en la elaboración de un discurso cris-
tiano en esta lengua, un asunto central para la consolidación de la Iglesia
en los Andes, y, por tanto, como a quienes debía corresponder una posi-
ción de liderazgo en la formación de los miembros de la ciudad letrada.
En sentido estricto, por consiguiente, estas piezas no pueden ser
calificadas como «teatro evangelizador» (del modo como, por ejemplo,
sí lo son las obras en náhuatl representadas en México en el contexto de
las primeras décadas de cristianización). Los autos del Lunarejo tienen
un evidente contenido doctrinal y buscan sin duda producir un efecto
moral, pero no están destinados prioritariamente a la instrucción religiosa
de los indios, sino a impresionar a la sociedad de la urbe (seguramente
incluso también a la elite indígena) y a mostrar al Seminario como un
centro generador de cultura. Al plantearse los problemas de traducción
de El robo de Proserpina, Itier reparó en «la vivacidad y la brillantez
maravillosas de su estilo» y observó que «en varios casos, una expresión
del texto quechua es la traducción de una expresión tópica de la lengua
poética del siglo XVII»23. Ello testimonia que los autos sacramentales
en quechua de Espinosa Medrano son obras que se proponen trasladar
a esta lengua la complejidad alegórica, dramática y lingüística que
este género alcanzaba en el teatro español del siglo XVII y que, en
consecuencia, su destinatario ideal era quien estuviera en capacidad de
reconocer ese procedimiento.
Es necesario aclarar en primer lugar el modelo a partir del cual
Espinosa Medrano elaboró sus dos autos en quechua. Para los años entre
los cuales probablemente los escribió, entre 1645 y 1660, Calderón de
la Barca dominaba el género en España y con sus obras había logrado
que este alcanzara complejidad y perfección en el desarrollo alegórico
y en la imbricación entre poesía dramática y teología. Sin embargo, a
diferencia de lo que ocurrió con sus comedias, el impacto de los autos

23 Itier, 2010, pp. 41-42. Hay que advertir que lamentablemente en general
muchas de las traducciones del teatro quechua colonial al español han sido incapaces
de reproducir la dimensión poética de estos textos. Cesar Itier, al traducir El robo
de Proserpina, llama justamente la atención sobre ese aspecto y, si bien opta, por una
traducción más literal, deja anotada la necesidad de un trabajo en esa dirección.

SUJETOS COLONIALES.indb 229 29/3/17 8:09


230 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

sacramentales de Calderón en el Perú es tardío, pues coincide con el


momento en que, a partir de 1670, empezaron a representarse en Lima
obras de este género para la fiesta del Corpus Christi, por iniciativa e
impulso —como ya indicamos —del virrey Conde de Lemos, pues hasta
entonces la práctica habitual había sido la representación de comedias
de santos para esa ocasión (Lohmann Villena, 1945, p. 108). De otro
lado, la primera publicación de autos sacramentales de Calderón es de
1655, de modo que tampoco se puede suponer una difusión general de
estos textos a través de la lectura antes de ese año. Un estudio atento y
una confrontación de los autos del Lunarejo con los textos peninsulares
permite, en verdad, reconocer que partía de un modelo de auto anterior
a Calderón, concretamente, tal como lo ha reconocido ya Cesar Itier
(2010, p. 23), de los autos de José de Valdivielso, publicados en Toledo,
en1622, y de los que el Lunarejo poseía un ejemplar en su biblioteca al
momento de morir24.
En el caso de El robo de Proserpina y sueño de Endimión, Itier establece
como antecedentes los autos de Valdivielso La serrana de Plasencia y,
particularmente, Psiques y Cupido. Con este último, en particular,
comparte la alegorización cristiana de una historia tomada de la
tradición grecolatina y la dramatización de la historia teológica a partir
de la intervención redentora de Dios luego de la caída del hombre
(Itier, 2010, pp. 23-24). Lo que Espinosa Medrano elabora, sin embargo,
a partir de ello es un verdadero alarde de ingenio parangonable al que
despliega en Amar su propia muerte.
En primer lugar, siguiendo la pauta deValdivielso (que luego Calderón
aprovechará extensivamente), toma una historia del mito grecolatino
para convertirla en argumento sobre el cual tejer el sentido alegórico
cristiano25: Proserpina, hija de Ceres, ha sido raptada por Plutón y su
madre va en su búsqueda para recuperarla. No obstante, el Lunarejo,
complica incluso ese plano argumental, pues entrecruza el mito de
Proserpina con un segundo mito, el del sueño de Endimión (el pastor
amado por Selene sumido en un sueño perpetuo). En segundo lugar,

24 Guibovich Pérez, 1992, p. 25. Debe abandonarse, por tanto, la idea que compendia
García Bedoya de que los autos de Espinosa «siguen de cerca el modelo calderoniano,
tomándose unas pocas libertades en la introducción de algunas notas de color local»
(García Bedoya, 2000, p. 209).
25 Sobre las fuentes clásicas de Espinosa en esta obra y su reinterpretación en la
tradición cristiana, ver Jaye 1994-95.

SUJETOS COLONIALES.indb 230 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 231

también el plano de la alegoría ofrece una particular complicación para


su interpretación. Como en todo auto sacramental, el argumento debe
ser interpretado como representación de un sentido cristiano universal:
Proserpina representa al alma humana que ha caído en el pecado y, por
ello, se encuentra en poder del demonio (Plutón); la Iglesia (Ceres) busca
rescatarla para devolverla al amor de Cristo (Endimión), encuentro que se
sella con la celebración eucarística. Sin embargo, tal como lo ha señalado
Itier, Espinosa Medrano añade a la habitual interpretación teológica propia
del auto, una dimensión histórica, pues, mediante una serie de signos, se
da a entender que esta obra alegoriza en particular «la historia espiritual
del Perú» (Itier, 2010, p. 19), es decir, el proceso de evangelización en los
Andes y la incorporación de los indígenas al cristianismo.
Uno de los elementos más interesantes que Itier analiza en este doble
sentido (teológico e histórico) es el uso de la metáfora del «verdadero
Sol» asociada a Cristo, recurrente en la obra. De un lado, la asociación
entre Cristo y el Sol es una imagen tradicional en el cristianismo para
identificar a Cristo como fuente de gracia y de justicia; pero, de otro
lado, la expresión correctiva («verdadero Sol») fue habitual en la primera
evangelización para desvirtuar el valor del antiguo culto solar y, en su
lugar, afirmar la figura redentora de Cristo (Itier, 2010, p. 19). Asimismo,
es notable el énfasis que se otorga a la figura de Ceres, representación
de la Iglesia, hasta el punto de que el personaje de la Gracia queda
subordinado a ella. Ello permite afirmar con Itier que «la intención
primera del Lunarejo al escribir El robo de Proserpina fue celebrar el rol
de la Iglesia en la salvación actual de las almas» (Itier, 2010, p. 18). En
tal sentido, este auto busca subrayar, más allá del principio teológico
general de la Redención y de la celebración eucarística, la participación
relevante de la Iglesia en la organización del mundo colonial andino.
Es claro, a mi parecer, que esta es la autoridad que el Lunarejo quiere
reforzar dentro de ese orden y que constituye la base sobre la cual espera
construir su propia autoridad, pero también la de la institución a la
que representa, el Colegio y Seminario de San Antonio Abad, principal
centro para la formación del clero en el Cuzco.
El otro auto sacramental escrito por nuestro autor, El hijo pródigo,
permite confirmar esta hipótesis al confrontarlo con la fuente directa
sobre la que se elaboró. Gran parte de la crítica ha desconocido el
hecho de que esta obra es una refundición y adaptación de la obra
del mismo título de José de Valdivielso. Por partes el vínculo es directo

SUJETOS COLONIALES.indb 231 29/3/17 8:09


232 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

y Espinosa Medrano prácticamente se limita a traducir al quechua el


texto del dramaturgo español. Sin embargo, introduce también notables
modificaciones sobre todo en la relación de personajes. Por ejemplo,
convierte el personaje de Inspiración (la fuerza interior que, por
impresión de la Gracia, impele al Pródigo a obrar bien) de Valdivielso
en Diospa Simin (la Palabra de Dios), personaje que además presenta
un desarrollo propio. Ello revela el claro propósito de reforzar la
importancia de la predicación —una de las actividades principales para
las que se formaba el futuro clero y, a la vez, donde mejor se expresaba
el dominio de la retórica— como instrumento de transmisión de la
verdad divina y vehículo hacia la salvación. La transmisión de la palabra
divina, y no tanto la fuerza interior de la Gracia, es el vehículo que en
el El hijo pródigo de Espinosa Medrano asegura la salvación. De igual
modo, el personaje del Pródigo original de Valdivielso se desdobla ahora
en Cristiano (que representa al alma) y U’ku (el Cuerpo), y este último
es el responsable justamente de la introducción de referentes locales
(comidas, fiestas, lugares; ver vv. 109-111) que, junto con la inclusión
de música y cantos de contenido andino (vv. 500-515 y 678-685),
permiten que la historia evangélica y el drama español que actúa de
subtexto adquieran relevancia y significación precisa en el mundo en
el que la nueva obra se sitúa. Es evidente que, más allá de los efectos
cómicos, la pieza quería mostrar también un conocimiento del entorno
y la cultura andina en que había de ejercerse la labor pastoral.
Asimismo, Espinosa Medrano «perfecciona» doctrinalmente el auto
deValdivielso al sustituir el personaje de El Placer por el Mundo. En tanto
que este personaje se agrupa con Nina Quiru (‘Diente de fuego’, nombre
con el que también se designa en otras obras quechuas al Demonio, el
personaje equivalente en Valdivielso) y Aicha (literalmente ‘carne’ en
quechua; Lascivia en Valdivielso), se logra así una representación más
adecuada de la triada de los enemigos del alma que enseña la doctrina
cristiana: Mundo, Demonio y Carne.
Un aspecto revelador del sentido de la obra es la manera como se
caracteriza al Mundo: «la cabeza adornada con la Maskapaicha, armado
con el champi» (El hijo pródigo, en Literatura inca, p. 276). El Lunarejo
utiliza los signos de la antigua autoridad de los incas, la maskapaicha y
el champi, para representar el poder nocivo del Mundo sobre el alma
humana y crea, por tanto, una continuidad de significado entre ambos.
Una caracterización análoga se observa en la representación de Plutón

SUJETOS COLONIALES.indb 232 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 233

(alegoría del Demonio) en El robo de Proserpina: «vestido de una camiseta


colorada, muy rica, y un manto negro con vueltas verdes, todo él
salpicado con estrellas de oro, y una guirnalda en lugar de mascapaicha»
(El robo de Proserpina, ed. Itier, p. 57). Itier reconoce en la camiseta del
personaje el unku andino; pero, reparando en que no se alude a una
verdadera mascapaicha, sino a una guirnalda, considera que Espinosa
Medrano «no quiso que su público identificara a este personaje como
un rey específicamente inca, sino como un rey en general» (2010, p.
57n.). Sin embargo, el correlato con la representación del Mundo en El
hijo pródigo me lleva a pensar que con la caracterización del Mundo y
de Plutón, nuestro autor quería reforzar la asociación entre el mundo de
los incas y el paganismo y la idolatría, y, por oposición, a través de Ceres
y de Diospa Simin, el de la Iglesia como vehículo para la salvación.
Esto no significa que los elementos de la tradición andina quedaran
absolutamente condenados y proscritos del mundo del cristianismo. Al
retornar el hijo pródigo a la casa del Padre (‘Kuyaj Yaya), es vestido con
un traje bordado en oro y piedras preciosas y coronado con un llautu26.
Siguiendo el modelo de la evangelización temprana de los Andes, los
elementos de la antigua cultura son admitidos en tanto sirvan para la
afirmación y la difusión del cristianismo, es decir, en tanto adquieran
nuevo significado dentro de la Iglesia. Es justamente desde este ámbito y
en esta exhibición de, al mismo tiempo, ortodoxia y pragmatismo donde
Espinosa Medrano cimienta la construcción de su propia autoridad de
miembro de la cultura letrada y de la institución a la que representa.
En el caso de la comedia bíblica en español Amar su propia muerte,
que dramatiza de modo muy creativo la historia de Jael procedente
del Libro de los Jueces (4:17-23 y 5: 23-27), los intentos de mostrar las
habilidades retóricas del Lunarejo como estudiante del Seminario son
particularmente notables. Se han estudiado los vínculos de esta obra con
el modelo de la comedia española y el novedoso desarrollo argumental
que Espinosa Medrano introduce a partir de la unión de elementos de
géneros diversos (Bass, 2009)27. En el plano de la expresión poética, la

26 Fray Martín de Murúa describe el llautu como una prenda propia de los incas
que consistía en «un rodete redondo […], ancho de dos dedos, el cual se ponían en
la frente y en el chaquira, y otros dijes y piedras preciosas, y allí asientan plumas y
penachos» (Murúa, Historia general del Perú, p. 337).
27 Ver también Ramírez Zaborosch, 1996; Chang-Rodríguez, 1991; Vitulli, 2013,
107-116; y Dolle, 2011.

SUJETOS COLONIALES.indb 233 29/3/17 8:09


234 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

obra ofrece también una compleja elaboración retórica, que evidencia


el propósito de exhibir las habilidades en este plano de los estudiantes
del Seminario. Por ejemplo, los recursos propios de la poética de Luis
de Góngora —sobre los que el propio autor habría de teorizar en su
Apologético— se emplean de una forma quizá más radical de la que se
observa en el teatro de su tiempo. Por ejemplo, en los pasajes descripti-
vos, aparecen usos del hipérbaton y la metáfora remota que, además de
su dificultad poética, debían suponer retos para la recitación dramática
de los estudiantes a cargo de los papeles, tal como ocurre en los versos
iniciales de la comedia, en que Sísara describe el campo de batalla (vv.
1-12). A partir de la factura de esta particular obra, Juan Vitulli ha califi-
cado Amar su propia muerte como «una prueba, como un rito de pasaje,
como un acto de creación del ingenio del joven criollo que será evalua-
do por el auditorio del colegio al cual va dirigido el mensaje poético de
la comedia» (Vitulli, 2013, p. 69). Puede reconocerse que en principio
la obra de Espinosa Medrano fue objeto de evaluación de los maestros
del Seminario; pero, una vez que la obra fue allí representada en alguna
ocasión celebratoria, supuso también la exhibición de los frutos y los
méritos ya no solo del individuo, sino de la institución a la que repre-
sentaba. Así lo dejó entrever claramente el autor de los versos añadidos
años después a la copia que preservó este drama.
Parecería difícil, a falta del texto, afirmar algo con bases sólidas sobre
la obra de Espinosa Medrano de la que solo conocemos el título, El Amor
de milagro y los celos de los cielos. Es posible, sin embargo, dejar anotadas
algunas observaciones, a la espera de que un hallazgo nos devuelva su
contenido. La noticia de González de Zambrana nos permite saber que
se trataba de una comedia hagiográfica sobre Santa Cecilia compuesta
para la entrada del obispo Izaguirre. Al leer la historia de la santa tal
como la narra Pedro de Ribadeneira en el Flos sanctorum (acogiéndose
fundamentalmente a la tradición de las Actas de Santa Cecilia, aparecidas
hacia fines del siglo V), no se puede dejar de notar las afinidades que la
historia podría tener con la dramatización que el Lunarejo hizo de la
historia de Jael en Amar su propia muerte, convirtiendo la breve narración
bíblica en un caso de honra. En el caso de la santa, la joven Cecilia, que
ha consagrado su virginidad a Cristo, es comprometida en matrimonio
a Valeriano, un noble romano. La noche de la boda, cuando los novios
se encuentran a solas, Cecilia le declara a su esposo que junto a ella
se encuentra un ángel que protege su cuerpo y que podría matarle si
él se acerca a ella con deseo carnal. Valeriano exige ver al ángel, pues

SUJETOS COLONIALES.indb 234 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 235

de otro modo pensará que se trata de un joven amante (la sospecha


del marido en estos términos parece ser un rasgo particular del relato
de Ribadeneira). Cecilia lo envía al papa San Urbano, quien, tras una
milagrosa aparición, lo convierte y bautiza, tras lo cual Valeriano puede
ver al ángel junto a su esposa (Flos sanctorum, III, pp. 459-462). A partir
de lo que ocurre en Amar su propia muerte, donde la misión divina de
Jael despierta las sospechas de su esposo Heber Cineo, que cree que ella
lo engaña con el capitán Sísara, es posible imaginar algo del desarrollo
que la historia de Santa Cecilia debió adquirir en las manos de Espinosa
Medrano, recurriendo nuevamente al modelo del «caso de honra» y
logrando, de este modo, fundir la comedia de contenido devocional con
uno de los subgéneros más apreciados de la comedia española (el drama
de honor).
Más importante aún, para los fines de este artículo, es reparar en
un momento de la hagiografía de Cecilia que transmitió Jacobo de la
Vorágine en su Leyenda dorada, donde queda fijada (probablemente a
partir de un error de traducción de las Actas) la asociación entre Santa
Cecilia y la música. En los momentos previos a la noche de bodas,
mientras que suena la música festiva, Cecilia, acompañada de voces
celestiales, entona sobre la melodía de un órgano y en su corazón una
oración al Señor en el que le pide mantenerse preservada para Él (pp.
747-753). Posiblemente esta debió ser, en la obra perdida de Espinosa
Medrano, una gran ocasión para mostrar las cualidades musicales de las
que el Seminario se jactaba. Según declara el deán Vasco de Contreras y
Valverde en su Relación de la ciudad del Cuzco (1649), el Seminario contó
desde muy temprano, junto con «dos cátedras de teología, una escolástica
y otra moral, dos de artes, cuatro clases de gramática y retórica», la
enseñanza y la práctica de «música de canto y órgano y canto llano» (p.
161). El testimonio de ese gran cultivo de la música en el Seminario y
de su uso en particular en las obras teatrales que allí se representaron
está testimoniado, tal como ya se dijo, en el rico archivo de partituras
del siglo XVIII que hasta hoy se ha conservado. De otro lado, Cortez
de la Cruz en su elogiosa semblanza del Lunarejo, recordaba que «de
doce años era único en las gracias de tañer varios instrumentos, demás
de ser no solo músico, sino compositor famoso» (La novena maravilla,
p. xi)28. Ello hace pensar que la comedia sobre la santa patrona de la
música debió ser otra oportunidad en que los propios intereses del autor

28 Ver al respecto Cisneros, 1982.

SUJETOS COLONIALES.indb 235 29/3/17 8:09


236 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

servían para afirmar los de la institución a cuyo claustro pertenecía.


Además abre la puerta a pensar que incluso la música, que debió poseer
un lugar importante en esta comedia, pudiera haber sido compuesta
por el propio Lunarejo. De cualquier modo, esta obra, dedicada a la
santa consagrada como patrona de la música desde 1594, debió ser una
gran oportunidad para lucir ante el nuevo obispo, en 1663, junto a los
conocimientos en Teología y Retórica, las habilidades en la música de
los colegiales del Seminario.
Ya fuera escrito en quechua o en español, se tratara de comedias
religiosas o de autos sacramentales, todo el teatro de Espinosa Medrano
surgió y se elaboró en el contexto de la búsqueda de afirmación y
reconocimiento del Seminario de San Antonio Abad. Al igual que
la publicación de algunas de sus obras, las representaciones teatrales
mostraban no solo las brillantes calidades de su autor en el dominio y el
conocimiento de la Retórica y la Teología, sino que además las exhibían
como resultado de la formación que impartía el Seminario. Como en
el resto de su obra, la identidad del autor se moldea y se funde en las
expectativas de la institución a la que sirvió hasta el fin de sus días.

SUJETOS COLONIALES.indb 236 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 237

Bibliografía
Bass, Laura, «Imitación e ingenio: el Amar su propia muerte de Espinosa Medra-
no», Lexis, XXXIII, 1, 2009, pp. 5-31.
Claro, Samuel, «Música dramática en el Cuzco durante el siglo XVIII y catálo-
go de manuscritos de música del Seminario de San Antonio Abad (Cuzco,
Perú)», Anuario, 5, 1969, pp. 1-48.
Chang-Rodríguez, Raquel. «La subversión del Barroco en Amar su propia
muerte de Juan de Espinosa Medrano», en Relecturas del Barroco de Indias, ed.
M. Moraña, Hanover, Ediciones del Norte, 1994, pp. 117-147.
Cisneros, Luis Jaime, «Sobre Espinosa Medrano: predicador, músico y poeta»,
Cielo Abierto, X, 28, 1984, pp. 3-8.
— «La polémica Faria-Espinosa Medrano: planteamiento crítico», Lexis XI, 1,
1987, pp. 1-62.
Cisneros, Luis Jaime y Guibovich, Pedro, «Juan de Espinosa Medrano, un
intelectual cuzqueño del Seiscientos. Nuevos datos biográfico», Revista de
Indias, XLVIII, 182-183, 1988, pp. 327-347.
— «Un raro opúsculo del Lunarejo», Lexis, XIII, I, 1989, pp. 95-115.
Contreras y Valverde, Vasco de, Relación de la ciudad del Cusco, ed. María del
Carmen Martín Rubio, Cuzco, Imprenta Amauta, 1982.
Dolle, Verena, «Las plumas de Jael: Mira de Amescua, Calderón y Espinosa
Medrano», en Calderón y su escuela: variaciones e innovación de un modelo teatral.
XV Coloquio Anglogermano sobre Calderón (Wroclaw, 14-18 de julio de 2008),
ed. M. Tietz y G. Arnscheidt, Stuttgart, Franz Steiner, 2011, pp. 133-160.
Espinosa Medrano, Juan de, El hijo pródigo, en Literatura inca, selección de Jorge
Basadre, vol. I de la Biblioteca de Cultura Peruana, París, Desclée de Brou-
wer, 1938, pp. 265-334.
— El hijo pródigo, en Teatro quechua colonial. Antología, ed. Teodoro Meneses,
Lima, Ediciones Edubanco, 1983, pp. 9-90.
— El robo de Proserpina, ed. Cesar Itier, Lima, Instituto Riva-Agüero-Pontificia
Universidad Católica del Perú / Instituto Francés de Estudios Andinos,
2010.
— La novena maravilla, ed. Luis Jaime Cisneros y José Antonio Rodríguez Ga-
rrido, Lima, Fondo Editorial del Congreso de la República, Banco de Cré-
dito del Perú, 2011.
— Amar su propia muerte, ed. Juan Vitulli, Madrid/Frankfurt am Main, Ibe-
roamericana /Vervuert / Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
2011.
Esquivel y Navia, Diego, Noticias cronológicas de la gran ciudad del Cuzco, ed. Fé-
lix Denegri Luna, Lima, Fundación Augusto N. Wiese, Banco Wiese Ltdo.,
1980.

SUJETOS COLONIALES.indb 237 29/3/17 8:09


238 JOSÉ A. RODRÍGUEZ GARRIDO

Fernández Calvo, Diana, La música dramática en el Seminario de San Antonio


Abad de Cusco: estudio crítico, análisis y transcripción de comedias, jocosos, roman-
ces, cantadas, juguetes, mojigangas y tonos humanos de los siglos XVII y XVIII,
Lima / Buenos Aires, Universidad Católica Sedes Sapientiae / Universidad
Católica Argentina, 2010.
García Bedoya, Carlos, La literatura peruana en el período de estabilización colonial,
Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Fondo Editorial, 2000.
González Rodríguez de Zambrana, Francisco, Gloria enigmática del doctor Juan
de Espinosa Medrano, Ms., 1665.
Guibovich Pérez, Pedro M., «El testamento e inventario de bienes de Juan de
Espinosa Medrano», Histórica, XVI, 1, 1992, pp. 1-31.
— «Como güelfos y gibelinos: los colegios de San Bernardo y San Antonio
Abad en el Cuzco durante el siglo XVII», Revista de Indias, LXVI, 236,
2006, pp. 107-132.
— «A mayor gloria de Dios y de los hombres: el teatro escolar jesuita en el
Virreinato del Perú», en El teatro en la Hispanoamérica colonial, ed. Ignacio
Arellano y José Antonio Rodríguez Garrido, Madrid / Frankfurt am Main,
Iberoamericana / Vervuert, 2008, pp. 35-50.
Guibovich Pérez, Pedro y Domínguez Faura, Nicanor, «Para la biografía de
Espinosa Medrano: dos cartas inéditas de 1666», Boletín del Instituto Riva-
Agüero, 27, 2000, pp. 219-242.
Itier, Cesar, Teatro quechua en el Cuzco, Lima, Instituto Francés de Estudios
Andinos, Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas,
1995 y 2000, 2 vols.
— «Ollantay, Antonio Valdez y la rebelión de Thupa Amaru», Histórica, XXX,
1, 2006, pp. 65-97.
— «Estudio preliminar», en Juan de Espinosa Medrano, El robo de Proserpina,
ed., Cesar Itier, Lima, Instituto Riva-Agüero-Pontificia Universidad Cató-
lica del Perú / Instituto Francés de Estudios Andinos, 2010, pp. 9-53.
Jaye, Barbara H., «Ovid in the Andes: The New World Morality Play, El rapto
de Proserpina y sueño de Endimión», Comparative Drama 28, 4, 1994-95, pp.
510-526.
Lohmann Villena, Guillermo, El arte dramático en Lima durante el Virreinato, Se-
villa, Escuela de estudios Hispanoamericanos (Consejo Superior de Inves-
tigaciones Científicas), 1945.
Matto de Turner, Clorinda, «Don Juan de Espinosa Medrano, o sea el Doctor
Lunarejo», en Bocetos a lápiz de americanos célebres, Lima, Imprenta Bacigalu-
pi, 1890, pp. 17-40.
Meneses, Teodoro, Teatro quechua colonial. Antología, Lima, Ediciones Edubanco,
1983.
Middendorf, E.W. (ed.), Dramatische und lyrische Dichtungen der Keshua-Sprache,
Leipzig, F.A. Brockhaus, 1891.

SUJETOS COLONIALES.indb 238 29/3/17 8:09


ESPINOSA MEDRANO, DRAMATURGO Y COLEGIAL 239

Murúa, fray Martín de, Historia general del Perú, Madrid, Dastin, 2001.
Parker, Alexander, Los autos sacramentales de Calderón, Barcelona, Ariel, 1983.
Ramírez Zaborosch, Úrsula, «El Amar su propia muerte de Juan de Espinosa
Medrano y la dramaturgia del Siglo de Oro (apuntes para su estudio)»,
en La cultura literaria en la América virreinal. Concurrencias y diferencias, ed. J.
P. Buxó, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1996, pp.
299-316.
Rodríguez Garrido, José A., «La defensa del tomismo por Espinosa Medrano
en el Cuzco colonial», en Pensamiento europeo y cultura colonial, ed. K. Kohut
y S. Rose, Madrid / Frankfurt am Mein, Iberoamericana / Vervuert, 1997,
pp. 115-136.
Vargas Ugarte, Rubén, De nuestro antiguo teatro, Lima, Compañía de Impre-
siones y Publicidad, 1943.
Vitulli, Juan. Instable puente. La construcción del letrado criollo en la obra de Juan
de Espinosa Medrano, Chapell Hill, The University of North Carolina at
Chapell Hill, 2013.

SUJETOS COLONIALES.indb 239 29/3/17 8:09


EL SUJETO DEL NAUFRAGIO:
HOMBRES, ANIMALES Y CANÍBALES EN LOS
RELATOS DE NÁUFRAGOS COLONIALES

Gisle Selnes
Universidad de Bergen, Noruega

Aunque el naufragio ocupa un lugar central en varios textos coloniales


hispanoamericanos, éstos no constituyen un género propiamente dicho.
A diferencia de los naufragios portugueses, que sí forman un género
propio, muy estudiado por la crítica, los naufragios españoles de la
misma época se encuentran dispersos por varios géneros, como son las
cartas, relaciones, crónicas, comentarios, etc. Según críticos como José
Rabasa y Josiah Blackmore, los naufragios lusitanos son inherentemente
subversivos, narrando la historia de los fracasos que no caben en las
crónicas oficiales del imperio, mientras que el uso hispanoamericano
del naufragio es más bien apologético1. Es ésta una dicotomía que me
propongo matizar en este trabajo.
Antes de abordar el sujeto del naufragio, y sus manifestaciones en
el horizonte hispanoamericano, también me voy a permitir algunas re-
flexiones breves sobre el naufragio como topos «global» y su posible
importe como «evento» u «objeto» en el sentido filosófico de las palabras.
Anticipo ya que terminaremos con una lectura concisa del naufragio de

1 Véase José Rabasa, 2000, p. 52, y Josiah Blackmore, 2002, p. 56.

SUJETOS COLONIALES.indb 241 29/3/17 8:09


242 GISLE SELNES

Pedro Serrano, tal como lo narra el Inca Garcilaso de la Vega, como posi-
ble clave para la compresión de la obra y de la subjetividad garcilasianas.
Evidentemente, el descubrimiento de las rutas marítimas a las Indias
orientales y occidentales produjo un auge considerable en el número de
naufragios. También parece obvio que las nuevas circunstancias impe-
riales proporcionaron al naufragio un nuevo importe tanto económica
como ideológicamente. Una vez «descubierta» América, el naufragio
parece cambiar de carácter. De los lugares habitados por pueblos fabu-
losos/utópicos pasamos a islas y costas inhóspitas y muchas veces inha-
bitadas2. Como señala su nombre, los naturales, cuando los hay, tienden a
formar parte de la naturaleza (el paisaje, el «clima») donde viven. Para los
europeos, se trata de autóctonos —o sea seres pertenecientes a la tierra,
lo ctónico— por lo cual representan una cultura meramente potencial,
in statu nascendi, con todas las contingencias que ello implica. Sin em-
bargo, lo más novedoso de los naufragios hispanoamericanos es proba-
blemente que pasan del dominio de la ficción al de la realidad o incluso
de lo real. A pesar de su lado fantástico o fantasmático, el escenario ya
no es el universo mítico-heroico de Homero o la cosmología alegórica
cristiana de Dante, sino la geografía real del imperio. Sin el testimonio
de los mismos náufragos —su propia versión de los acontecimientos
transgresivos— no hay relato posible. De ahí, también, la lucha sobre el
significado de los naufragios: ¿cómo recuperar los desastres marítimos
para el discurso oficial? ¿Cómo relacionar estas experiencias límites con
el estado normal de la empresa imperial?
Aún así, no hay que olvidar que el naufragio ha sido un motivo
fundamental —si no fundacional— de la literatura llamada occidental
desde sus primeros comienzos. Cada género tiene su versión predilecta
de este motivo o topos: la nave del estado en la lírica a partir de Alceo,
la catástrofe marítima de los persas en el drama esquiliano, las violentas
metáforas náuticas (Ilíada) y las aventuras epónimas de Ulises en las
epopeyas homéricas.Ya en el quinto canto de la Odisea, dedicado casi en
su totalidad al último naufragio de Ulises, se establece el modelo tópico-

2Los naufragios «clásicos» y medievales nos alejan de nuestro ambiente familiar


para introducirnos en circunstancias desconocidas y fabulosas, tanto antropológica
como geográficamente: el náufrago arriba, las más de las veces, a costas pobladas,
preferentemente por gente que tiene alguna disposición fantástica o utópica. Las figuras
geométricas grabadas en las rocas que descubre Aristippo, el filósofo naufragado en
costas aparentemente desoladas, son síntomas de este miedo de —o falta de interés
por— los lugares verdaderamente desolados.

SUJETOS COLONIALES.indb 242 29/3/17 8:09


EL SUJETO DEL NAUFRAGIO 243

narrativo que luego ha sido imitado por Virgilio y otros poetas épicos
imperiales y republicanos. Ayuda a la perseverancia de este modelo
el hecho de que la educación retórica de la época imperial (romana)
incluyó ejercicios obligatorios de écfrasis sobre el topos del naufragio.
A esta tradición pagana hay que añadir los naufragios y tempestades
bíblicos, de ambos testamentos, muchas veces nítidamente alegorizados
durante la época medieval, por ejemplo en las cantigas de Alfonso X
o en la Navigatio Sancti Brandani (libro probablemente consultado por
Cristóbal Colón antes o después del viaje descubridor)3.
Aunque en la era contemporánea, «naufragio» suele ser sinónimo
de «fracaso», tradicionalmente también significaba una apertura a
horizontes no previstos, o podía sugerir el valor de la meta final de
la navegación. Así, los naufragios de Ulises presentan una serie de
escenarios nuevos para las aventuras del marinero proverbial, huyendo
de la venganza de los dioses, mientras que los infortunios marítimos de
Eneas y sus tripulantes troyanos sirven para ensalzar el mérito del futuro
imperio romano: tantae molis erat romanam condere gentem. De la misma
manera, el evangelista siente que la navegación de San Pablo requiere
de tempestades y naufragios semejantes para subrayar la trascendencia
de la translatio ecclesiae. Un milenio y medio más tarde, Giuliano Dati, en
su célebre poema sobre «las islas canarias recientemente descubiertas»,
inventa una tempestad apócrifa para el primer viaje de Colón4.
Tanto el Diario de a bordo como la Lettera rarissima —y otros
documentos colombinos— demuestran cierta familiaridad del Almirante
con los valores poéticos y retóricos del naufragio, en primer lugar como
figura de redención providencial. Por eso, cuando se produjo el primer
contacto prolongado entre el viejo y el nuevo mundo —precisamente
debido al naufragio de la Santa María el día de navidad del 1492—
este acontecimiento ya estaba recargado de significación acumulada: «El
Almirante recibió mucho placer y consolación de estas cosas que veía»,
resume Bartolomé de Las Casas, «y se le templó la angustia y pena que
había recibido y tenía de la pérdida de la nao, y conoció que Nuestro

3 Véase por ejemplo,Valerie J. Flint. 1992, p. 91 y ss.


4 Huelga recordar que Hitlodeo, el filósofo-navegante de Tomás Moro, abandonó
la expedición de Amérigo Vespucio para ir en busca de otras islas antípodas —en una
versión del mundo donde América no existe, pero sí los efectos discursivos de su
descubrimiento— hasta «naufragar» en la isla de Utopus: Utopía.

SUJETOS COLONIALES.indb 243 29/3/17 8:09


244 GISLE SELNES

Señor había hecho encallar allí la nao porque hiciese allí asiento»5. Un
evento o encuentro o de tal envergadura equivale a un naufragio, se
haya producido «en lo real» o no: «El Nuevo Mundo surgió de estos
naufragios, / brillante e inconcebible», escribe Cristina Peri Rossi en su
poema «El naufragio como metáfora»6.
A la prehistoria literaria del naufragio hay que añadir precisamente
la capacidad metafórica o «la metaforicidad» del naufragio. Como figura,
el naufragio ofrece un contraste elemental entre el espacio jerárquico
a bordo del barco, por un lado, y el eterno caos primordial de las olas,
por el otro. En el momento mismo del «nau-fragio» —de la fractura
de la nave— se franquea el límite entre estos dos universos de una
manera que puede compararse con una metáfora violenta y eficaz. Así,
se establece un contacto insólito entre dos ámbitos, dos universos, no
sólo diferentes sino supuestamente incompatibles.
He aquí la primera calificación del náufrago: se trata de un sujeto
fuera de lugar. «Cuando yo viere a los peces caminar por la tierra —dice
el filósofo Atalo— entonces iré yo a navegar por la mar». Naufragar
equivale a perderse por no respetar las leyes naturales y divinas. El
náufrago es castigado por abandonar el lugar o etnos que le corresponde,
o en términos morales, a haber dejado atrás la vida templada del sujeto
racional. De ahí el famoso «naufragio con espectador», escenario
filosófico elaborado por Lucrecio en De rerum natura y estudiado en su
evolución posterior por Hans Blumenberg en su Schiffbruch mit Zuschauer
(1979). En términos aún más específicos, la navegación es asociada con
la codicia. El que muere naufragado en el mar, muere dos veces: primero
se anega su corazón en la codicia, luego el cuerpo se ahoga en el agua.
Dice Antonio de Guevara en su Arte del Marear (1539): «A mi parecer
sobra de codicia, y falta de cordura inventaron el arte de navegar» (p.
231). Es este un tema que se desarrolla, barrocamente, en el mencionado
corpus de naufragios portugueses, reunido por Gomes de Brito por los
años 1730 bajo el título História Trágico-Marítima. Fernández de Oviedo
—en su proemio al compendio de naufragios que remata la Historia
General y Natural de las Indias— trae a colación los mismos lugares
comunes cuando afirma que la navegación es «contra la voluntad de la
natura». (Oviedo y Valdés, 1992, vol. 5).

5 Entrada de miércoles, 26 de diciembre de 1492.


6 Cristina Peri Rossi, 1981.

SUJETOS COLONIALES.indb 244 29/3/17 8:09


EL SUJETO DEL NAUFRAGIO 245

Más allá de estas valoraciones morales, la metaforicidad del naufragio


también estriba en la radicalidad de la «escena primordial» del sujeto
anegado en un mar sin fronteras ni soportes, lo que Calvo-Stevenson,
en su tesis doctoral sobre los naufragios coloniales hispanoamericanos,
ha llamado —heideggerianamente— «sinking being», «ser-en-tren-de-
hundirse» (Calvo-Stevenson, 1991). El naufragio representa la irrupción
de lo real/destructivo en el orden cotidiano, o la apertura irreversible del
orden simbólico sobre un abismo inhumano. Aún así, esta «negación»
puede constituir un verdadero acontecimiento, un posible comienzo de
un mundo radicalmente nuevo: a través de la «labor negativa» se produ-
ce —estructuralmente— un escenario «aislado» del mundo de origen.
El naufragio siempre ocurre al margen del imperio. Trazando una
línea entre el dominio de lo propio y el de lo otro, convierte a cualquier
locus en un límite o un umbral. De ahí el problema de la representación
del naufragio: anegado el náufrago, no hay nadie que pueda relatar su his-
toria. Pero aún si logra volver a su mundo de origen, le queda el dilema —
íntimamente vinculado al discurso «americano»— de que su experiencia
radical resulta incomunicable, ya que en los sistemas expresivos del viejo
mundo no caben las representaciones de cosas o mundos nuevos.
En la filosofía de Kant, el fracaso del sistema representativo se ascocia
con el concepto de lo sublime. Más allá del registro de la belleza —
donde el objeto aparece ante el espectador como limitado e íntegro,
produciendo un placer sereno por su armonía con nuestra idea de su
cualidad—, el del sublime radica en la ilimitación cuantitativa o dinámica
que no se puede integrar en un concepto «total» del objeto en cuestión.
Esta frustración comprehensiva ocasiona un «placer negativo», entre
fascinación y repulsión, cuyo ejemplo paradigmático son precisamente
los desastres naturales como el terremoto o los huracanes o, en palabras
del mismo Kant, «el ilimitado mar en su cólera». Escribe Slavoj Žižek
en El objeto sublime de la ideología a propósito de este fenómeno: «The
Sublime is therefore the paradox of an object which, in the very field of
representation, provides a view, in a negative way, of the dimension of
what is unrepresentable», o sea que lo sublime es la paradoja de un objeto
—das Ding— que indica los límites del campo de la representación a
través del fallado intento de representarlo (Žižek, 1989, p. 203).
En el mismo libro, Žižek evoca el naufragio de Titanic para ilustrar
los efectos de este fracaso (pp. 69 y ss.). Como todos sabemos, Titanic
no solo es el nombre del buque que chocó con un iceberg fuera de
Terranova causando la muerte de más de 1.500 personas. Debido a las

SUJETOS COLONIALES.indb 245 29/3/17 8:09


246 GISLE SELNES

circunstancias culturales del momento, el naufragio instantáneamente se


interpretó como un drama repleto de sentido: el fin brutal e inevitable
del optimismo decadente que reinaba al comienzo del siglo XX7. No
obstante, la idea radical de Žižek es que hay otra verdad del naufragio
más «primordial» que la simbólica y que contradice la figuralidad
hermenéutica que nos insta a establecer el significado del desastre: si
observamos el naufragio, propiamente dicho —el buque quebrado
y hundido— tal como aparece en las fotos tomadas con cámaras
submarinas, se abre otra dimensión —«prohibida», si se quiere—: ya no
la «metaforicidad del naufragio», sino una presencia materializada, de
imposible interpretación. Es éste el naufragio como «objeto», el último
resto de lo Real que excede toda «simbolización» del mundo y del sujeto.
Por consiguiente, el verdadero objeto del afán hermenéutico suscitado
por el naufragio no es el de revelar, sino el de encubrir la verdad sobre
esta presencia petrificada que sabemos que no deberíamos ver…. Lo
cual equivale a decir que por debajo de las diferentes manifestaciones
históricas del «discurso del naufragio» subyace un núcleo traumático que
no se puede integrar como tal en ninguna representación del evento. De
esta «cosa» sublime emana la fascinación siniestra del naufragio.
Más allá de las fronteras del imperio, los límites tienden a
borrarse y las categorías pierden su ilusoria «naturalidad». Nada
está dado de antemano: no hay ni punto de partida ni meta ni
camino o método que lleven a un fin previsto, sólo la obligación
de volver a establecer un orden mínimo que pueda mantener al
hombre a salvo de las amenazas de sus circunstancias. Por eso, la del
náufrago es una situación no solo existencial, sino también filosófica,
aunque ésta se manifieste como un «pensamiento salvaje».
En su último seminario sobre «La bestia y el soberano», Jacques
Derrida se detiene largamente en el caso de Robinson Crusoe,
naufragado en una isla desierta del Pacífico (Derrida, 2010). A Derrida
la situación filosófica de Crusoe le sugiere una lectura paralela de
Defoe con Heidegger, haciendo hincapié en el problema fundamental
de la diferencia entre hombre y animal. En la novela de Defoe, el
naufragio se transforma en figura «global» de la existencia: Crusoe
reconstruye no sólo el mundo y las categorías epistémicas e ideológicas

7La situación es fácilmente transferible a otros desastres marítimos, como los


naufragios antonomásticos de Cabeza de Vaca, debidamente alegorizados tanto por el
autor como por generaciones de exegetas.Véase más abajo.

SUJETOS COLONIALES.indb 246 29/3/17 8:09


EL SUJETO DEL NAUFRAGIO 247

del imperio británico, sino que se vuelve a «subjetivar», como parte


del mismo proceso, elevándose a sí mismo como soberano por sobre
los animales y demás habitantes de su isla del desastre. Con el tiempo,
éstos llegan a incluir a indígenas de diferentes grados de salvajismo
además de piratas y marineros de varias nacionalidades que, a manera
de contraste, sirven para transmutar a Crusoe en lo que James Joyce ha
llamado el prototipo del colonialista británico. Menos conocidas que
la novela epónima sobre Robinson Crusoe, las dos secuelas escritas
por el mismo Defoe concluyen la representación del mundo sub specie
naufragii, dejando, primero, que Crusoe abandone su isla occidental para
emprender nuevas aventuras mercantiles en el hemisferio oriental, y,
luego, que escriba, ya anciano, sus propias «reflexiones serias» sobre el
verdadero importe de una vida en la que muchas veces ha naufragado,
como dice, «aunque más por tierra que por mar».
Observa Rebecca Weaver-Hightower en su libro Empire Islands
(2007) que piratas y caníbales son los anti-modelos más comunes de
los protagonistas imperiales en las robinsonadas de lengua inglesa (p.
91). Ambos amenazan no solo con infringir el dominio territorial
del náufrago, sino también con consumir su identidad y en última
instancia su cuerpo. En el contexto del colonialismo europeo, la
religión juega un papel decisivo en estas fantasías de consumición.
Las tres biblias que Crusoe salva del barco hundido son claves para
su «renacimiento» cristiano; luego evangeliza al pagano Viernes, y
abandona su plantación en Brasil para no tener que convertir al
catolicismo. Es fama que los luteranos que se refugian o naufragan en
la llamada France antarctique durante las guerras religiosas, comparan
el sacramento de sus enemigos católicos con el canibalismo ritual
de los tupíes. Y viceversa: españoles y criollos católicos acusan a los
piratas herejes de la más consumada barbarie, incluso de antropofagia.
Evidentemente, no existe la «novela de naufragio» hispanoamericana
correspondiente a la de Defoe, pero sí hay varios textos en los que
el náufrago se reconstruye de manera correspondiente en sujeto del
«valiente mundo nuevo». El caso más celebre y complejo es sin dudas
los Naufragios de Cabeza de Vaca —aunque no se lee, salvo raras veces,
ni como relato (genérico) de naufragios ni como discurso novelesco—.
Acaso es éste el texto hispanoamericano de la época colonial que más se
parezca a los naufragios portugueses, los cuales se consideran precursores
de la tradición «realista»/novelesca de la literatura lusitana. En ambos
casos se trata de una narración pormenorizada de peregrinaciones y

SUJETOS COLONIALES.indb 247 29/3/17 8:09


248 GISLE SELNES

tribulaciones después de un naufragio más allá de la frontera que separa


la civilización de su inhóspito exterior. Además, la relación de Cabeza de
Vaca se presenta como la historia del renacimiento o «reconstrucción»
del sujeto imperial, atravesando los fantasmas de la otredad (de sentirse
reducido a un objeto en las manos del otro, hecho «la figura misma de la
muerte», de ser testigo del canibalismo famélico entre compatriotas etc.)8.
Lo que singulariza a esta obra, es precisamente la experiencia colectiva
en pos de la catástrofe, cuando hay que abandonar o «canibalizar»
los últimos restos de la civilización del origen —matar a los caballos,
refundir los objetos de metal etc.— para emerger al otro lado como un
«nuevo sujeto» —transformado por su experiencia límite de la «cosa»
americana (el naufragio como «objeto sublime»)— y por lo tanto como
el más apto para llevar a cabo la evangelización de los indígenas rebeldes.
Cabeza deVaca comprueba así el adagio de que el sujeto del naufragio
es esencialmente otro, que la ruptura de la nave (la nau-fragio) produce
una ruptura temporal correspondiente en la identidad subjetiva del
náufrago, imposibilitando su reinscripción total en el orden simbólico.
(Como dice Borges en su soneto dedicado a Alexander Selkirk, el Crusoe
«real»: «ya no soy aquél que eternamente // Miraba el mar y su profunda
estepa».) De ahí la importancia de la escena obligatoria en los relatos
de naufragios, cuando el náufrago otra vez entra en contacto con la
civilización. Cabeza de Vaca, profundamente marcado por su experiencia
indígena, no es reconocido por sus compatriotas, y su reentrada en el
tiempo calendárico («cristiano») viene a ser otra «catástrofe» —en el
sentido etimológico de la palabra— o, si se quiere, un naufragio al revés.
En este sentido, el naufragio es una versión potenciada de la
«experiencia americana», de lo que Anthony Pagden ha llamado «the
principle of attachment», el principio de adhesión, o catexis, que han
vivido los viajeros europeos desde el Almirante en adelante (1993,
pp. 17 y ss.). Oviedo, en el primer capítulo de su Historia General y
Natural, ostenta un ejemplo sugerente de este topos —por lo demás
omnipresente en su obra— cuando dice que, a diferencia de los mil
millares de volúmenes leídos por Plinio, su precursor romano, él (Oviedo)
ha vivido «dos mil millares de trabajos e necesidades e peligros en veinte
y dos años e más que ha que veo y experimento por mi persona estas

8
Véase la edición magistral de Rolena Adorno y Patrick Charles Pautz: Álvar
Núñez Cabeza de Vaca: His Account, His Life and the Expedition of Pánfilo de Narváez, 1999.

SUJETOS COLONIALES.indb 248 29/3/17 8:09


EL SUJETO DEL NAUFRAGIO 249

cosas (…) y habiendo ocho veces pasado el grande mar Océano»


(Historia general y natural de las Indias, t.I, p. 11). Para Oviedo, la historia
natural —o sea la naturaleza maravillosa— del Nuevo Mundo viene a
ser emblema del poder sublime de Dios, mientras que la historia general
pone de manifiesto cómo estas maravillas se han ido desmoronando por
las ambiciones temporales del hombre supuestamente civilizado. Por lo
tanto, cuando Oviedo deja que la obra termine con una compilación
de naufragios, parece lícito suponer que la idea es la de subrayar —
aristotélicamente— el destino «trágico» del Nuevo Mundo, su peripecia
de dicha en naufragios e infortunios.
En una situación así, solo un dios puede salvarnos, como decía
Heidegger. Según su recopilador, los naufragios ovidianos son
precisamente ejemplos de «maravillas divinas». La tarea de los sujetos
de estas aventuras extremas es la de seguir fieles a la manifestación de
la misericordia providencial, observando la lección evangélica tanto en
sus infortunios marítimos como después de la salvación. En la historia
más elaborada de la recopilación, la de Alonso Zuazo, el naufragio
se convierte en alegoría religiosa: los sucesos catastróficos en las islas
inhóspitas llamadas de los alacranes se pintan como figura de la passio
Christi, mientras que los náufragos sólo logran evitar la animalidad (si
no la «bestialidad») por la intervención «cristológica» del letrado Zuazo,
formando una colonia cuasi utópica de sujetos devotos y píos. Oviedo
establece un contraste llamativo entre esta utopía espiritual —y material,
ya que los milagros pueden leerse como una «respuesta en lo real» de
la virtud de los náufragos—, por un lado, y el estado deplorable del
imperio, donde reinan la codicia y el caos, por el otro: el naufragio
ocurre cuando Zuazo navega rumbo a Tierra Firme para mediar en el
conflicto entre Hernán Cortés y Francisco de Garay, y, una vez a salvo
de las ondas, es nombrado lugarteniente de Cortés, quien se tiene que
ausentar para castigar a un capitán rebelde en la selva mesoamericana.
A pesar de su gran éxito como juez y evangelizador, tanto españoles
como indios confabulan para matarlo, y al final Zuazo tiene que volver
precipitadamente a La Española para defenderse contra acusaciones
falsas de soborno.
En los Infortunios de Alonso Ramírez (1690) —libro perteneciente
a la tradición de naufragios e infortunios tanto por su tema como
por sus momentos netamente subersivos— el protagonista criollo se
refleja negativamente en una serie de figuras foráneas y nativas. La
expedición real para conseguir bastimentos para la capital novohispana

SUJETOS COLONIALES.indb 249 29/3/17 8:09


250 GISLE SELNES

—en la que Alonso Ramírez está embarcado— está mal equipada y por
eso resulta presa fácil de piratas «protestantes», los cuales no solo son
herejes inmejorables, sino que también tienen pronunciadas apetencias
antropófagas. Aquí no se trata de canibalismo famélico —práctica por
lo menos comprensible, si no excusable— sino de una perversión
irracional y voluptuosa. Después de haber asediado un pueblo asiático
durante meses, los piratas pasan a cuchillo a las mujeres que han
dejado encintas y prenden fuego a lo que puedan:

Entre los despojos con que vinieron del pueblo y fueron cuanto por
sus mujeres y bastimentos les habían dado, estaba un brazo humano de los
que perecieron en el incendio; de este cortó cada uno una pequeña presa
y alabando el gusto de tan linda carne entre repetidas saludes le dieron fin
(Sigüenza y Góngora, Infortunios de Alonso Ramírez, p. 23).

Significativamente, al recordar a Miguel, un sevillano que había


abandonado «lo católico en que nació, por vivir pirata y morir hereje»,
aunque el peor de todos cuando se trataba de abominaciones y
maltratos, lo que más escandaliza a Ramírez es cuando se ponían de
fiesta, «leyendo o rezando [Miguel] lo que ellos en sus propios libros» (p.
41). En tales circunstancias su único consuelo es un retrato de la Virgen
de Guadalupe que tiene escondido en uno de los mástiles.
Aunque menos bárbaros que los enemigos foráneos, los autóctonos
también representan un anti-modelo para Sigüenza y Góngora. En
las costas de Yucatán, donde naufraga la fragata de Ramírez y sus
compañeros ex esclavos, reina la corrupción y el tráfico de mercancías
dejadas por barcos naufragados (propiedad legal del rey). O sea que ni
siquiera en Tierra Firme las autoridades novohispanas son capaces de
controlar los márgenes del imperio. Lo único notable de «aquel paraje
inculto y solitario» son los monumentos y el sistema de pozos con agua
«excelente» construidos por el imperio maya muchos siglos antes de
la conquista española. A través de esta galería de sujetos coloniales, el
relato llega a reflejar una considerable porción del mundo novohispano,
desde las capas más bajas y periféricas hasta el ápice de la pirámide: la
corte virreinal, donde Ramírez llega a besarle la mano a Su Excelencia,
el Virrey, quien lo manda visitar a Sigüenza y Góngora para narrarle su
historia. La «peregrinación lastimosa» de Alonso Ramírez desemboca,
así, en la enunciación misma del relato, en la que también se señala
su entrada ulterior en la Real Armada de Barlovento. Tantae molis

SUJETOS COLONIALES.indb 250 29/3/17 8:09


EL SUJETO DEL NAUFRAGIO 251

erat novohispanam vigilare confinium, parece ser la leyenda moral de esta


epopeya picaresca, cuyo sujeto principal es el marinero criollo.
Como ya se ha anticipado, vamos a terminar con una figura contigua:
el Inca Garcilaso de la Vega. Como nadie ignora, los Comentarios reales
(1609) incluyen un naufragio fundacional —el de Pedro Serrano—,
por algunos considerado como el primer cuento de la literatura
hispanoamericana. Tal vez más que otros náufragos, éste queda
enfáticamente fuera de lugar: su historia está entreverada en el capítulo
sobre «La descripción del Perú», con la justificación barroca de que
«no esté lejos de su lugar y también porque este capítulo no sea tan
corto» (p. 23), mientras que algunos de los ingredientes «genéricos» del
naufragio aparecen desplazados a otras partes de la obra. No obstante, si
lo abordamos a la luz de la historia del topos, creo que este naufragio a
su vez puede arrojar nueva luz sobre la empresa garcilasiana.
Recordemos, primero, la línea de demarcación que traza Garcilaso
entre los incas imperiales, por un lado, y los demás indígenas, por el otro.
Como nadie ignora, la imagen que se presenta de estos últimos en los
Comentarios reales es espeluznante, y un tanto ridícula. Su barbaridad es
ilimitada: «[U]nos indios había pocos mejores que bestias y otros peores
que fieras bravas» (p. 27). Mientras que los incas habían descubierto el
principio divino de toda la creación sólo por medio de la razón, sus
vecinos ni siquiera eran capaces de concebir y venerar ideas abstractas.
Adoraban cualquier fenómeno —yerbas, plantas, flores, árboles, cerros
altos, cuevas hondas, guijarros y piedrecitas etc.— sólo para «diferenciarse
éstos de aquellos y cada uno de todos» (p. 27). Pero más que nada
adoraban animales: «En fin, no había animal tan vil ni sucio que no lo
tuviesen por dios» (p. 27). Un gran número de los indios que veneraban
animales fieros, fueron devorados por sus ídolos, porque al toparse con
ellos, se echaban en el suelo a adorarlos en vez de huir o defenderse. A
este panorama de fetichismo y zoolatría desenfrenados, Garcilaso añade
algunas historias sobre el canibalismo de las tribus pre-incaicas, de una
infamia comparable a la muy repudiada imagen que pintó Hegel de los
negros antropófagos en la introducción a su Filosofía de la historia.
Sin embargo, contra viento y marea, los incas, virtualmente
«naufragados» en esta terra canibalorum, lograron reducir a sus vecinos
infrahumanos e incluirlos en un imperio cuasi utópico, siglos antes de
la llegada de los españoles. Es ésta la verdad «genérica», ignorada por
los españoles, que Garcilaso revela y elabora largamente en sus obra
principal, verdad que, para enunciarse, necesita de un nuevo sujeto: el

SUJETOS COLONIALES.indb 251 29/3/17 8:09


252 GISLE SELNES

mestizo bilingüe, cuya función es la de mediador (intérprete, traductor)


entre las dos civilizaciones incomunicadas.
¿Cómo localizar el naufragio de Pedro Serrano en este cuadro? La
historia es simple: Oriundo no se sabe de qué parte, Serrano, naufragado,
nada a las orillas de una isla desierta del Caribe. Allí se mantiene con
carne seca de tortugas marítimas y con agua recogida en sus conchas.
Con grandes esfuerzos, logra prender un fuego, sobre el cual vigila día
y noche, y para que los aguaceros no lo apaguen, construye una choza
con las conchas de las tortugas más grandes. Pasan los años, se le pudre
la ropa que tenía, y con «las inclemencias del cielo se le creció el vello
de todo el cuerpo tan excesivamente que parecía pellejo de animal, y
no cualquiera, sino el de un jabalí» (Comentarios reales, p. 25). Por eso,
cuando un día aparece otro náufrago en la isla, Serrano se imagina que
el otro es el diablo en figura de hombre que viene para tentarle, mientras
que el recién venido piensa que Serrano, por su apariencia animal, es el
diablo en persona. Una vez aclarado el malentendido, se acomodan la vida
como mejor pueden, repartiendo las tareas ecuánimemente, aunque no
por mucho tiempo: riñen, apartan rancho, «que no faltó sino llegar a las
manos». Después de cuatro años de convivencia más o menos reconciliada
aparece un navío español. El náufrago anónimo muere en alta mar. Pedro
Serrano, por su parte, arriba a su tierra natal y es convocado por el
Emperador, quien por aquel tiempo residía en Alemania. El ex náufrago
deja su vello de animal como signo de sus desoladas aventuras marítimas.
Según Garcilaso, el naufragio de Pedro Serrano fue «un caso historial
de grande admiración». Aunque no se puede descartar la posibilidad de
que Garcilaso esté hablando en serio —lo insólito de la existencia de
Pedro Serrano abandonado en la isla desierta tal vez puede calificarse
de «admirable» en el sentido barroco de la palabra— más sugestivo
sería imaginarse que la valoración es irónica, subversiva: dos náufragos
cristianos incapaces de vivir juntos en condiciones comunitarias tan
especiales… ¡Cuánto más admirable no sería la hazaña de los incas!
Los zoolatras y caníbales que antes poblaron ese territorio se habían
pacificado por una civilización que sobrepasó con mucho la de los
dos náufragos hispánicos que al final «no tenían figura de hombres
humanos». Bajo circunstancias sumamente confusas lograron establecer
un imperio justo y razonable, incluso según los valores humanistas
del renacimiento, sin haber recibido la revelación de la gracia divina:
«De manera que lo necesario para la vida humana de comer y vestir
y calzar, lo tenían todos, que nadie podía llamarse pobre ni pedir

SUJETOS COLONIALES.indb 252 29/3/17 8:09


EL SUJETO DEL NAUFRAGIO 253

limosna; porque lo uno y lo otro tenían bastantemente, como si fueran


ricos; y para demasías eran pobrísimos, que nada les sobraba» (p. 26).
El topos de autóctonos bestiales, caníbales, que tantas veces han
amenazado la vida y la identidad de náufragos occidentales, desde Ulises
en adelante, le sirve a Garcilaso para destacar las obras utópicas de sus
antepasados. Mucho antes de que el Renacimiento europeo llegara a
esbozar sus utopías más bien teóricas, los incas ya habían organizado un
vasto imperio de bárbaros civilizados. Para el discurso colonial de la época,
es ésta una paradoja, si no un oxímoron, digno de la figura principal
de la obra garcilasiana: el sujeto futuro, utópico, capaz de mediar entre
dos culturas separadas por el mare magno e oculto —cuya imagen trasluce,
negativamente, a través de los náufragos aislados e incomunicados.

SUJETOS COLONIALES.indb 253 29/3/17 8:09


254 GISLE SELNES

Bibliografía
Adorno, Rolena y Patrick Charles Pautz, Álvar Núñez Cabeza de Vaca: His
Account, His Life and the Expedition of Pánfilo de Narváez, Lincoln and
London, University of Nebraska Press, 1999, 3 vols.
Blackmore, Josiahm, Manifest Perdition: Shipwreck Narrative and the Disruption of
Empire, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2002.
Blumenberg, Hans, Schiffbruch mit Zuschauer. Paradigma einer Daseinsmetapher,
Frankfurt, Suhrkamp, 1979.
Calvo-Stevenson, Hortensia, Sinking Being. Shipwrecks and Colonial Spanish-
American Writing, Ph.D.-dissertation reproduced by University Microfilm
International, Ann Arbor, Mich.,Yale University, 1991.
Derrida, Jacques, Seminaire. La bête et le souverain.Volume II (2002–2003), Paris,
Éditions Galilée, 2010.
Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo, Historia general y natural de las Indias,
edición y estudio preliminar de Juan Perez de Tudela Bueso, Madrid. Atlas,
1992, 5 vols.
Flint, Valerie J., The Imaginative Landscape of Cristopher Columbus, Princeton,
Princeton University Press, 1992.
Gomes de Brito, Bernardo, História trágico-marítima, em que se escrevem
chronologicamente os naufragios que tiveram as naus de Portugal, depois que se
poz em exercício a Navegação da Índia [1735-1736], anotada, comentada y
acompañada de un estudio por António Sergio, Lisboa, Editorial Sul 1955–
1956, 3 vols.
Guevara, Antonio de, Arte del Marear y de los inventores della, con muchos avisos para
los que navegan en ellas, [1536], Barcelona, por Hieronymo Margarit, 1613.
Pagden, Anthony, European Encounters With the New World: From Renaissance to
Romanticism, New Haven & London,Yale University Press, 1993.
Peri Rossi, Cristina: «El naufragio como metáfora», Nueva estafeta, 36, 1981.
Rabasa, José, Writing Violence on the Northern Frontier: The Historiography
of Sixteenth Century New Mexico and Florida and the Legacy of Conquest,
Durham, Duke University Press, 2000.
Sigüenza y Góngora, Carlos de, Infortunios que Alonso Ramírez natural de
la Ciudad de S. Juan de Puerto Rico padecio &c [1690], en Relaciones
históricas, selección, prólogo y notas de Manuel Romero de Terreros,
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1954.
Vega, Inca Garcilaso de la, Comentarios reales, prólogo, edición y cronología por
Aurelio Miro Quesada, Carácas, Biblioteca Ayacucho, 1976, t. I.
Weaver-Hightower, Rebecca, Empire Islands. Castaways, Cannibals, and
Fantasies of Conquest, Minneapolis & London, University of Minnesota
Press, 2007.
Žižek, Slavoj, The Sublime Object of Ideology, London,Verso, 1989.

SUJETOS COLONIALES.indb 254 29/3/17 8:09


CASTA, ETNIA Y FE EN
INFORTUNIOS DE ALONSO RAMÍREZ

Leonor M.Taiano C.
UIT Universidad Ártica de Noruega

Introducción
Generalmente, los estudiosos del periodo colonial tendemos a analizar
los conflictos existentes en la sociedad de aquella época basándonos
en las diferencias sociales entre peninsulares, criollos, mestizos, indios y
negros. En este trabajo, sin embargo, quisiera dar a notar que si bien esta
categorización es totalmente válida para reflexionar sobre los contrastes
coloniales, es importante, también, tomar en cuenta una realidad que
a veces solemos pasar por alto; es decir, el hecho de que al interior de
cada categoría existían numerosas sub-categorías bien distantes entre sí.
En el caso de los «blancos» a las disparidades estamentales americanas
se sumaban los problemas vigentes en la península Ibérica, que
establecían un gran contraste entre la nobleza y el estado llano, además
de la distinción entre los cristianos viejos y nuevos.
Es así que ser «blanco» no representaba una ventaja absoluta en el
mundo colonial. Factores como ser descendiente de conversos o ser
hijo ilegítimo mermaban las oportunidades de medro social. La relación

SUJETOS COLONIALES.indb 255 29/3/17 8:09


256 LEONOR M. TAIANO C.

dictada por Alonso Ramírez1, conocida actualmente como Infortunios


de Alonso Ramírez, es una prueba de la dura realidad del hispano perte-
neciente al estado llano en los territorios ultramarinos durante el siglo
XVII. En su testimonio el puertorriqueño da a notar la importancia
que la casta, el grupo étnico, la nacionalidad y la religión, tenían en la
Hispanoamérica colonial.

El problema de la sangre en la sociedad estamental


Infortunios de Alonso Ramírez representa el testimonio de alguien
que se encontraba en problemas ante las leyes españolas por sospechas
de haber colaborado con piratas extranjeros y que probablemente
trataba de ocultar sus orígenes conversos, así como su condición de
hijo ilegítimo. La deposición del puertorriqueño muestra además que
el mundo novohispano establecía distinciones en base a la casta y al
grupo étnico. El texto manifiesta que en los territorios coloniales no
era suficiente ser español o hijo de españoles para gozar de la calidad
de privilegiado, pues la condición social, la «impureza de sangre» y la
ilegitimidad podían representar verdaderos factores de exclusión.
Si en la Península Ibérica los cristianos nuevos eran víctimas de
segregación porque se les sospechaba de judaizantes, y consecuentemente
enemigos de la fe católica, la situación para éstos en las colonias no eran
mejores a nivel legal y social, ya que las leyes de Indias decretaban que
«ninguno nuevamente convertido de Moro, o Judío, ni sus hijos pasasen
a las Indias, sin expresa licencia del Rey» (Maura, 2005, p. 93).
No obstante los controles y las restricciones, España no pudo evitar
que varios conversos llegasen al Nuevo Mundo (Henríquez Ureña,
2008, p. 97). En 1528, tuvo lugar uno de los primeros Autos de Fe
contra los judíos de Nueva España, en el cual el dominico Fray Vicente
de Santa María, comisario inquisitorial, llevo a cabo un proceso contra
los judíos auxiliado por su orden y varios funcionarios civiles. En el
proceso se acusaron de judaizantes a Hernando de Alonso, conquistador,
carpintero y herrero; Gonzalo de Morales mercader que radicaba en

1 Contrariamente a otras investigaciones que he realizado (ver Taiano, 2014), en


este trabajo no pretendo tratar el problema de la autoría del texto, pues me limitaré
simplemente a analizar el discurso de la voz narradora al interior de la obra, por ello el
grado de participación de Sigüenza y Góngora en la creación de la relación resulta, en
este caso, secundario.

SUJETOS COLONIALES.indb 256 29/3/17 8:09


CASTA, ETNIA Y FE EN INFORTUNIOS DE ALONSO RAMÍREZ 257

Puerto Rico; la hermana de Morales; Diego de Ocaña, escribano público,


su esposa Beatriz Núñez, su hija Leonor Xuarez, su hijo Diego y su
nieto. Hernando de Alonso, Gonzalo de Morales y su hermana fueron
condenados a morir quemados. Diego de Ocaña, en cambio, salvó su
vida y la de su familia, al declarar públicamente su «arrepentimiento»
(Muñiz Huberman, 2005, pp. 15-29).
La recopilación de documentos sobre los pasajeros que llegaron a
América, especialmente a Venezuela, realizada por José Eliseo López,
muestra que en las cédulas que permitían el ingreso de los europeos
para ejercer cargos oficiales, se insistía sobre el abolengo y la «pureza de
sangre» de los mismos, así como la de los pasajeros que los acompañaban.
Así se puede ver en el siguiente documento de 1631, en el cual se
menciona la licencia que se otorgó a Enrique Enríquez de Sotomayor y
sus acompañantes para penetrar en el territorio americano.

Don Enrique Enríquez de Sotomayor, a quien S.M. ha proveído por su


gobernador y capitán general de la provincia de la Nueva Andalucía […]
licencia para que pueda pasar y pase a la isla de San Juan de Puerto Rico y
de allí a la Nueva Andalucía, [y que pueda llevar] a Luis de Guzmán, […]
natural de la villa de Madrid, hijo legítimo de Luis de Guzmán, difunto, y
de Isabel de Vargas; soltero, de edad de 19 años, ojos zarcos y sin barba, de
mediano cuerpo; y el dicho Luis de Guzmán y […] sus ascendientes fueron
y son cristianos viejos, limpios de toda mala raza de moros y judíos ni
penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición; y a Alonso de Herrera
[…] natural de […] Madrid, hijo legítimo de Alonso González de Herrera,
difunto, y de María de Morales; mozo soltero, libre y por casar […] hombre
de […] 23 años, buen cuerpo, barbirrubio, pecoso de cara, limpio de toda
mala raza de moros y judíos; y a Francisco de Larena Guarnico, natural
del valle de Camargo, en la montaña de Burgos; hijo legítimo de Andrés
de Larena y Catalina de Guarnico, difuntos; soltero, de edad de hasta 19
años, buen cuerpo, moreno y sin barba, que es hijo de algo y cristiano
viejo, limpio de toda mala raza [...]. Dáseles la dicha licencia en virtud de la
cédula de S.M. que tienen presentada […] (López, 1999, p. 118).

El texto constituye uno de los tantos registros que informan sobre


las personas a las cuales les era permitido ingresar a las Indias, como se
puede entender por medio de su contenido, el linaje y la religión eran
factores decisivos para autorizar la entrada al Nuevo Continente. Judíos,
moros, conversos y penitenciados no eran admitidos legalmente.

SUJETOS COLONIALES.indb 257 29/3/17 8:09


258 LEONOR M. TAIANO C.

En su análisis de Infortunios de Alonso Ramírez, Estelle Irizarry plantea,


entre los misterios en relación al puertorriqueño, la incógnita sobre el
lugar de origen de su padre y el hecho de que Alonso prefiera usar el
apellido materno (Irrizary, 1990, p. 37).
Así, Irrizary propone que el puertorriqueño prefería usar el apellido
Ramírez, porque 1) siendo apellido frecuente hacía imposible trazar su
linaje o 2) que Ramírez era portador del apellido materno a causa de su
ilegitimidad matrimonial, condición que era común a muchas personas
de bajos recursos, a las cuales resultaba muy difícil el pago de los derechos
de dispensas matrimoniales, o 3) que los padres de Ramírez no podían
casarse por problemas relacionados con la fe (Irrizary, 1990, p. 40). Según
esta crítica, Alonso no oculta el nombre de su padre:Villanueva, porque
tuvo que rendir declaración jurada; por ello, establece dos hipótesis en
relación a este apellido: o el apellido es falso, quizás inspirado por la vida
en una «villa nueva» —Puerto Rico—, o es una rama de las familias
peninsulares de éste que se mezclaron con conversos, que figuran de vez
en cuando en procesos inquisitoriales (Irrizary, 1990, p. 43)2.
Si la suposición de Irrizary es verdadera, Ramírez, al ocultar
información sobre su padre, evitó que sus restos siguiesen el mismo
destino de aquellos de Fernán Sánchez de Villanueva y su mujer, es decir
la «relajación en huesos». Además, ser descendiente de conversos habría
agravado su condición legal, ya que el puertorriqueño por sí mismo se
encontraba en serios problemas en base a lo establecido por las leyes
españolas, a causa de las sospechas sobre su colaboración con enemigos
extranjeros que lo hacían culpable de lesa majestad.

2 De hecho, aunque no todas las personas de apellido Villanueva provienen de una


familia conversa, es verdad que muchos de ellos lo fueron y que incluso forma parte
de los apellidos citados en el libro verde de Aragón (Amador de los Ríos, 1885, pp.
249-288). El mismo Fray Luis de León, de quien todos conocemos sus orígenes con-
versos, tenía en su familia personas con este apellido, entre los cuales Fernán Sánchez
de Villanueva y su mujer, quienes fueron procesados y condenados por la Inquisición
por herejes y apóstatas después de fallecidos, por lo que se ejecutó la sentencia en los
restos mortales de ambos, los cuales fueron desenterrados y quemados en auto público
en la plaza del mercado en Cuenca por seguir practicando los rituales judíos y por rezar
los Salmos de David y plegarias hebraicas en lengua original después de convertidos.
Además de la desaventurada pareja, la bisabuela del sacerdote, Leonor de Villanueva, fue
procesada y castigada por judaizante, le confiscaron sus bienes y la condenaron al cárcel
perpetuo (Carrete Parrondo, 1996, pp. 119-125).

SUJETOS COLONIALES.indb 258 29/3/17 8:09


CASTA, ETNIA Y FE EN INFORTUNIOS DE ALONSO RAMÍREZ 259

La introducción, o extracción de mercaderías, y la ejecución del comer-


cio prohibido con el enemigo del señor propio, es enriquecer al contrario, y
darle medios, y fuerzas para su conservación; con que siendo esto es cono-
cido daño de la causa pública, deberá ser tenido este delito por de aquellos
que se obran en detrimento del Príncipe, destrucción, y menoscabo de la
patria (González de Salcedo, Tratado jurídico-político del contrabando, p. 41).

Visto que en aquel instante las acusas de haber colaborado con


los piratas hacían de Alonso Ramírez un traidor a la patria y al rey. El
ser de «sangre impura», habría empeorado su situación, pues al igual
que los piratas protestantes, los judaizantes fueron perseguidos por las
autoridades civiles y religiosas españolas (Escobar Quevedo, 2008, p.
333), razón por la cual, como ya se ha mencionado anteriormente, se
trató de bloquearles la entrada a las Indias. Si Ramírez hubiera sido
considerado descendiente de conversos, tanto él como su padre habrían
faltado a las leyes españolas, pues Lucas de Villa-nueva, al entrar en las
Indias, habría violado la ley que establecía que ningún judío o converso
podía entrar en ellas, y Ramírez, al colaborar con los piratas como
«introducidor» de mercaderías además hubiera sido considerado un
conspirador contra España.

«La persona en cuyo poder se hallasen [mercaderías de contrabando]


las pierda, con más sus bienes, aunque de primer introducidor de ellas, y
[…] sea castigado con pena de muerte, perdimento de todos sus bienes, y
sea tenido por traidor, y quebrantador de nuestras órdenes» (González de
Salcedo, Tratado jurídico-político del contrabando, p. 45).

Raza y religión como indicadores de la españolidad de un individuo


A pesar de las incertezas sobre Lucas de Villanueva, Ramírez sabe
como despistar a quienes lo interrogan, enfatizando en su declaración
su pertenencia al grupo de los «blancos» y su catolicismo irreprochable,
heredado de su madre, mantenido incluso en los momentos más difíciles
de su cautiverio.

Creo [que] hubiera sido imposible mi libertad si continuamente no hu-


biera ocupado la memoria y afectos en María Santísima de Guadalupe de
México, de quien siempre protesto [que] viviré esclavo por lo que le debo.
He traído siempre conmigo un retrato suyo, y temiendo lo profanasen los
herejes piratas cuando me apresaron, supuesto que entonces, quitándonos los

SUJETOS COLONIALES.indb 259 29/3/17 8:09


260 LEONOR M. TAIANO C.

rosarios de los cuellos y reprendiéndonos como a impíos y supersticiosos, los


arrojaron al mar, como mejor pude se lo quité de la vista y la primera vez que
subí al tope lo escondí allí» (Sigüenza y Góngora, Infortunios, p. 173).

El relieve que Ramírez otorga a su «pureza de sangre» y a su


«españolidad» podría formar parte de una estrategia del puertorriqueño
para desorientar al destinatario principal de la relación, el Conde de
Galve, de cualquier sospecha sobre su «linaje maculado». Ramírez
además pondera la superioridad española sobre los demás, indicando,
por ejemplo, que solamente el otro cautivo de sangre española, Juan de
Casas, le inspiraba confianza.

Sufría yo todas estas cosas, porque por el amor que tenía a mi vida no po-
día más [que hacerlo], y advirtiendo [que] había días enteros que [ellos] los
pasaban borrachos, sentía no tener bastantes compañeros de quien valerme
para matarlos y alzándome con la fragata e irme a Manila pero también puede
ser que no me fiara de ellos aunque los tuviera por no haber otro español
entre ellos sino Juan de Casas» (Sigüenza y Góngora, Infortunios, p. 177).

A lo largo de su declaración, Ramírez hace notar que, desde su punto


de vista, la condición de español envuelve factores étnicos y cristianos,
así como la fidelidad a la corona española. La última cualidad lo induce a
resistir incluso las más graves torturas por parte de los ingleses, enemigos
de España, que casi le consumen la vida.

Jamás me recelé de la muerte con mayor susto que en este instante, pero
conmutáronla en tantas patadas y pescozones que descargaron en mí, que
me dejaron incapaz de movimiento muchos días» (Sigüenza y Góngora,
Infortunios, p. 175).

La noción de la superioridad de los españoles es uno de los motivos


principales de la narración de Ramírez, y se presenta como una realidad
de la cual todos los miembros del sistema colonial están conscientes,
como se puede entender en el siguiente fragmento, en el cual los ex
compañeros de cautiverio de Ramírez temen ser esclavizados a causa de
su «no españolidad».

Opusiéronse a este dictamen mío con grande esfuerzo, siendo el motivo


el que a ellos por su color, y por no ser españoles, los harían esclavos y que
les sería menos sensible el que yo con mis manos les echase al mar que

SUJETOS COLONIALES.indb 260 29/3/17 8:09


CASTA, ETNIA Y FE EN INFORTUNIOS DE ALONSO RAMÍREZ 261

ponerse [ellos] en las islas de extranjeros para experimentar sus rigores»


(Sigüenza y Góngora, Infortunios, p. 185).

Además de insistir en las diferencias físicas, Ramírez testimonia, en


cierto modo, que los españoles son superiores a los demás también por
su catolicismo. Por ello, el puertorriqueño presenta a los ingleses como
herejes, ladrones, borrachos, violadores, traidores, etc. Los británicos, al
igual que los indios y los sangleyes que lo acompañaron en sus desven-
turas, son inferiores, porque han renegado la fe católica. Los piratas son
tan salvajes como los indígenas, pues llegan incluso a cometer caniba-
lismo de la misma manera que muchas de las tribus amerindias como
describían los españoles.

Entre los despojos con que vinieron del pueblo, y fueron cuanto por sus
mujeres y bastimentos les habían dado, estaba un brazo humano de los que
perecieron en el incendio. De este cortó cada uno una pequeña presa, y
alabando el gusto de tan linda carne entre repetidas saludes le dieron fin»
(Sigüenza y Góngora, Infortunios, p. 158).

Sin embargo, para Ramírez, el estatus de español, basado en


características étnicas y religiosas, como ya he mencionado anteriormente,
es un privilegio que se puede perder. Tal es el caso del sevillano Miguel,
de quien no se menciona el apellido, quien ha renegado su condición
de español, degradando su religión y traicionando a la corona española.

No hubo trabajo intolerable en que nos pusiesen, no hubo ocasión alguna


en que nos maltratasen, no hubo hambre que padeciésemos, ni riesgo de
la vida en que peligrásemos, que no viniese por su mano y su dirección
haciendo [él] gala de mostrarse impío y abandonando lo católico en que
nació por vivir pirata y morir hereje» (Sigüenza y Góngora, Infortunios, p.
179).

La figura del sevillano sin apellido ha sido vista por Aníbal González
como un contraste del criollo narrador, que sirve para resaltar la lealtad
de éste último a la Corona española y a la fe católica (González, 1983,
pp. 189-204). Aunque evidentemente la intención de Ramírez es esta,
el caso del renegado de Sevilla no es inusual en las historias de cautivos.
Muchos españoles prisioneros de los moros, por ejemplo, se convertían
al Islam como una estrategia de sobrevivencia, llegando a representar
una verdadera preocupación para los inquisidores (Boeglin, 2008, p.

SUJETOS COLONIALES.indb 261 29/3/17 8:09


262 LEONOR M. TAIANO C.

261), que los interrogaban para verificar su nivel de «mahometización»


y su grado de compromiso con la religión musulmana, es decir con
la herejía, como lo menciona Diego Galán en la memoria sobre su
cautiverio.

Con esto volví á salir donde estaban los demás, y vi que los renegados que
estaban en palacio tenían cercados al capón y á Luis, y les estaban dando
parabienes del acierto que habían tomado en elegir la secta del desdichado
profeta Mahoma; aquí, confieso, me dio tal cólera de ver y oír las blasfemias
que aquellos pérfidos decían contra la fe, que me quedé embelesado, y
no sé si volviera del éxtasis si no llegaran diciendo con algazara» (Galán,
Cautiverio, p. 89).

Por esta razón, el hecho de que Miguel se convirtiese a la religión


de sus captores, constituye simplemente una medida utilizada por muchos
que habían compartido su suerte, entre los que se pueden citar a Nuño
de Silva (Cummins, 1997, p. 13), Pedro de Baeza, quien incluso cambió su
nombre por el de Siyén de Jaén (Mata Carriazo, 1971, p. 271), entre otros.
Es así que Infortunios de Alonso Ramírez es un texto que demuestra
que en el siglo XVII, la «españolidad» era un privilegio determinado
por la sangre y la religión, pero que también se podía perder en caso de
traición al catolicismo y a la corona. El sevillano Miguel al renegar su tierra
y religión se «rebaja» a una condición similar a la de los ingleses, indios,
sangleyes y mestizos, de los cuales Ramírez no esperaba nada positivo.

No satisfechos de lo que yo había dicho, repreguntando con cariño a mi


contramaestre, de quien por indio jamás se podía prometer cosa que buena
fuese, supieron de él haber población y presidio en la isla de Capones que
yo había afirmado ser despoblada» (Sigüenza y Góngora, Infortunios, p. 155).

Conclusión
Para concluir, quisiera recalcar que siendo una declaración jurada y
presentándose de manera autobiográfica, Infortunios de Alonso Ramírez
representa un testimonio fidedigno de una sociedad jerárquica basada
en factores étnicos, sociales y religiosos para catalogar a los individuos.
Si es verdad que Ramírez colaboró con los piratas y que su padre
era de origen converso, el puertorriqueño, que obtuvo la protección del
Virrey, nos ha dejado un gran testimonio, pues nos muestra que para

SUJETOS COLONIALES.indb 262 29/3/17 8:09


CASTA, ETNIA Y FE EN INFORTUNIOS DE ALONSO RAMÍREZ 263

poder sobrevivir en un sistema estamental, el individuo, cuando le es


posible, debe saber omitir la verdad o manipularla para camuflarse.
Ramírez sabe que enmascarar las creencias religiosas es factible si
las apariencias físicas lo permiten, por ello el puertorriqueño trata de
recalcar sus características fisionómicas para alejar cualquier inquietud
sobre la fe de sus antepasados. La única ventaja que Ramírez tiene
en relación a sus compañeros indios, sangleyes y negros es su aspecto,
atributo que explota al máximo en su relación. Sus compañeros de
desventura no pueden ocultar «la mancha de sangre», su fisionomía los
traiciona.
El puertorriqueño supo defenderse ante las autoridades novohispanas
presentándose como fiel a la Corona y al Catolicismo, y si es verdad que
era de origen converso, también supo mantener a salvo su linaje, que no
estaba libre de riesgos ni siquiera después de la muerte.
El simular de Ramírez le permitió ser indultado por el virrey e
incluso obtener un puesto en la Armada de Barlovento, pero no le
permitió la movilidad social. Aunque España no duda de su «pureza
étnica» y de su fidelidad a la corona, nunca dejará de formar parte del
estado llano de la sociedad colonial.

SUJETOS COLONIALES.indb 263 29/3/17 8:09


264 LEONOR M. TAIANO C.

Bibliografía

Amador de los Ríos, Rodrigo, «El Libro Verde de Aragón», Revista de España.
N.5. 106, 1885, pp. 249-288.
Boeglin, Michel, Inquisición y contrarreforma: el Tribunal del Santo Oficio de Sevilla
(1560-1700), Sevilla, Ayuntamiento de Sevilla / Ediciones Espuela de Plata,
2008.
Carrete Parrondo, León Carlos, «Nueva estampa salmantina de Fray Luis
de León», en Fray Luis de León: Historia, Humanismo y Letras. Salamanca,
Ediciones Universidad Salamanca, 1996, pp. 119-125.
Cummins, John, Francis Drake: Lives of a hero, Nueva York, Macmillan, 1997.
Escobar Quevedo, Ricardo, Inquisición y judaizantes en América española (Siglos
XVII-XVII), Bogotá, Editorial Universidad del Rosario, 2008.
Galán, Diego, Cautiverio y trabajos de Diego Galán, ed. Matías Barchino, Cuenca,
Universidad Castilla-La Mancha.
González de Salcedo, Pedro, Tratado jurídico-político del contrabando, Madrid,
Diego Díaz de la Carrera, 1645.
González, Aníbal, «Los Infortunios de Alonso Ramírez: picaresca e historia», His-
panic Review 51.2, 1983, pp. 189-204.
Henríquez Ureña, Pedro, Historia Cultural y literaria de la América Hispánica.
Madrid,Verbum, 2008.
Irizarry, Estelle, «Estudio», en Infortunios de Alonso Ramírez, ed. Estelle Irizarry,
San Juan, Editorial Cultural, 1990.
López, José Eliceo, La emigración desde la España peninsular a Venezuela en los
Siglos XVI, XVII y XVIII. Tomo II. Caracas, Biblioteca de Autores y Temas
Mirandinos / Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la
Universidad Central de Venezuela, 1999.
Mata Carriazo, Juan de, En la frontera de Granada. Granada: Universidad de
Granada, 1971.
Maura, Juan Francisco, Españolas de ultramar en la historia y en la literatura.
Valencia: Universidad de Valencia, 2005.
Muñiz Huberman, Angelina, «The Sephardic legacy», Memory, oblivion, and
Jewish culture in Latin America», Austin, University of Texas, 2005, pp. 15-29.
— Recopilación de las leyes de los Reynos de Indias, mandadas a imprimir y publicar
por la Magestad Católica del Rey Don Carlos Segundo. Ley XV. Libro VIII.
Título XXVI, Madrid,Viuda de Don Joaquín Ibarra, 1791, vol. III.
Sigüenza y Góngora, Carlos de, Infortunios de Alonso Ramírez [1690], ed.
Estelle Irizarry, San Juan, Editorial Cultural, 1990.

SUJETOS COLONIALES.indb 264 29/3/17 8:09


CASTA, ETNIA Y FE EN INFORTUNIOS DE ALONSO RAMÍREZ 265

Sigüenza y Góngora, Carlos de, Infortunios de Alonso Ramírez [1690], ed. José
Buscaglia–Salgado, Madrid, Polifemo, 2011.
Taiano, Leonor M., Entre mecenazgo y piratería. Una re-contextualización histórica
e ideológica de Infortunios de Alonso Ramírez, Tesis de Doctorado, Tromso,
Universidad de Tromso, 2014.

SUJETOS COLONIALES.indb 265 29/3/17 8:09


RE-ESCRITURA Y REFUNDACIÓN HISTÓRICA:
LOS CASOS DE CAJAMARCA Y EL CERCO
DEL CUZCO BAJO LA MIRADA DE GARCILASO EN LA
SEGUNDA PARTE DE LOS COMENTARIOS REALES

Carmela Zanelli Velásquez


Pontificia Universidad Católica del Perú

Si bien Garcilaso de la Vega no escribió su obra en territorio


americano, sí pretendió proveer una representación alternativa al
recuento —llamémosle oficial— de algunos momentos cruciales e
incluso fundacionales como los acontecimientos de Cajamarca, que
inscribieron en el imaginario peruano y para siempre el intercambio
desigual, vertical y mediado por la escritura entre los actores indígenas
y europeos que, a partir de ese momento fundador, interactuaron en los
Andes. No obstante, Garcilaso discrepa de esta versión de los hechos
y relata otra lógica, volviendo otro episodio —el cerco del Cuzco—
en el espacio fundador del intercambio social entre españoles e indios
en el naciente Perú, arremetida militar postrera que buscó reemplazar
el fracturado universo incaico, y momento donde se producen las
apariciones milagrosas del apóstol Santiago y la Virgen María. Los
cruciales episodios se narran en los dos primeros libros de la segunda
parte de los Comentarios reales, publicada póstumamente con el título

SUJETOS COLONIALES.indb 267 29/3/17 8:09


268 CARMELA ZANELLI VELÁSQUEZ

espurio de Historia general del Perú1. Se trata, además, de dos episodios


protagonizados por dos líderes indígenas, Atahuallpa en Cajamarca y
Manco Inca en el Cuzco.

El DESENCUENTRO de Cajamarca
En el Libro I, identifico un tema que caracteriza buena parte de la
segunda mitad del libro, el cual denomino la tragedia lingüística y que
describe, en gran medida, los eventos de Cajamarca. Si bien no es mi
intención aquí hacer un detallado recuento de tan controvertido episodio
del que James Lockhart señala «el encuentro está tan sobrecargado
de mitos y polémicas que resulta casi imposible hacer afirmaciones
inequívocas al respecto» (Lockhart, 1986, t. I, p. 209)2. Como continúa
explicando el historiador norteamericano:

No sólo se han divulgado las palabras cambiadas entreValverde y Atahualpa


en cien diferentes versiones, sino que con toda probabilidad los distantes
espectadores del momento no las entendieron. Es seguro que fray Vicente le
dio a Atahualpa un breviario; que éste lo arrojó al suelo incorporándose en
sus andas, con lo cual fray Vicente regresó hacia los españoles, gesticulando
y gritando. Cuál fuera el verdadero contenido de los gritos, los españoles los
interpretaron como una exhortación a comenzar el ataque tal como estaba
previsto (Lockhart, 1986, t. I, p. 209).

Hay versiones diversas del intercambio verbal entre el fraile y el


Inca en Cajamarca3. Entre los varios análisis, destaco la mirada crítica

1 Para una discusión completa sobre los alcances del título y el cambio del mismo
en la segunda parte, remito al estupendo trabajo de José Antonio Rodríguez Garrido,
2010.
2 Lockhart asegura que «los propósitos de la entrevista de Valverde con el inca eran
dos: cumplir plenamente con las condiciones de una guerra justa como las estipulaba el
Requerimiento, y, más de inmediato atraer a Atahualpa hacia el poder de Pizarro si fuera
posible» (Lockhart, 1986, t. I, p. 209).
3 Este encuentro, como apunta José Luis Martínez, recibió primero la interpretación
relatada no solamente por algunos de sus testigos presenciales [Hernando Pizarro, Xérez,
Mena, Sancho, Estete, Silva, Ruiz de Arce, Pedro Pizarro y Trujillo] sino también, por
los cronistas posteriores, tanto europeos como andinos [Titu Cusi Yupanqui, Santa Cruz
Pachacuti, Guaman Poma, Garcilaso, pero también Cieza y Betanzos], y, por último,
por grandes estudiosos del mundo peruano y andino [Prescott, Porras, Pease, Wachtel y
Ballesteros] (Martínez, 2003, p. 172).

SUJETOS COLONIALES.indb 268 29/3/17 8:09


RE-ESCRITURA Y REFUNDACIÓN HISTÓRICA 269

de Antonio Cornejo Polar, quien destaca dicha escena: «la del padre
Valverde dialogando con el Inca, a través de un traductor casi inverosímil
y exigirle a Atahualpa que renuncie a sus dioses, adore al cristiano y rinda
vasallaje al emperador don Carlos» (Cornejo, 1993, p. 220). Exagera
quizás Cornejo, al afirmar que

casi todos los cronistas narran que el Inca pidió pruebas de lo que
Valverde le decía y que el sacerdote, mostrándole la Biblia, respondió que la
verdad estaba escrita en ese libro; cuentan, también, que el Inca quiso oírlo,
llevándolo al oído, y que—exasperado ante su silencio—lo arrojó por los
suelos (Cornejo, 1993, p. 220).

A continuación veremos como el relato de Garcilaso le resta


importancia a estos hechos y busca encontrar al menos intentos por
entenderse, tanto de parte del clérigo como del Inca y a pesar de las
carencias de Felipillo también en la versión del Inca Garcilaso, parece
inclinarse el mestizo por un siempre renovado afán de reconciliación.
De hecho, la pregunta que aflora es por qué el Inca Garcilaso relata, en la
práctica, otra cosa y, discrepa y deslegitima ésta, la versión que podríamos
llamar oficial o más difundida, cuando menos, desautorizando tanto a los
historiadores españoles como a los otros. Garcilaso prefiere una versión
de los hechos, anclada, más bien, en un idealizado diseño providencialista,
basado en la versión que propone el jesuita chachapoyano Blas Valera4, la

4 No es mi intención aquí determinar la importancia de Blas Valera en la obra del


Inca Garcilaso, tema que daría para una investigación aparte. Mucho se ha especulado
sobre la naturaleza de esta fuente, lamentablemente perdida, del jesuita chachapoyano,
a quien Garcilaso creía cajamarquino. Blas Valera nació en Chachapoyas en 1545, hijo
del capitán español Luis Valera, quien participó en la fundación de esa ciudad. Ingresó
como novicio en la Compañía de Jesús en 1568 y fue ordenado en el Cuzco en 1574.
Valera era un caso especial en aquellos tiempos: era un mestizo bilingüe y letrado de
primera generación. Tomó parte activa en el III Concilio Limense de 1583 y se ocupó
de la traducción, del castellano al quechua, de catecismos, confesionarios y otros textos
para evangelizadores de indios. Existen evidencias de que Valera fue acusado de herejía
al incluir comentarios favorables de los incas y fue encerrado por los mismos jesuitas
por un periodo breve. Hacia 1590, viajó a Europa para preparar la impresión de sus
obras. Estuvo en Cádiz cuando esta ciudad fue saqueada por los ingleses en 1596, hecho
relacionado con la pérdida de muchos de sus escritos, entre los que se encontraba una
«Historia de los Incas», titulada Historia Occidentalis y escrita en latín, de la cual sólo
se conservaron unos fragmentos. Se sabe que éstos, luego de la muerte de Valera en
1597, fueron entregados al Inca Garcilaso de la Vega por el padre Pedro Maldonado

SUJETOS COLONIALES.indb 269 29/3/17 8:09


270 CARMELA ZANELLI VELÁSQUEZ

que, lamentablemente, y convenientemente para Garcilaso, no podemos


cotejar:

Aquí dice el Padre Blas Valera, que, como Dios Nuestro Señor, […] con
la presencia de la santa cruz que el buen Fray Vicente de Valverde tenía
en las manos, trocó el ánimo airado y belicoso del Rey Atahuallpa, no solamente
en mansedumbre y blandura, sino en grandísima sumisión y humildad, pues

de Saavedra en 1600, los que fueron extensamente usados por el mestizo cuzqueño.
Al respecto, es indispensable aludir a la conocida polémica entablada entre Manuel
González de la Rosa y José de la Riva-Agüero sobre la autoría de los Comentarios reales.
González de la Rosa se dedicó los últimos años de su vida a defender la tesis del plagio
realizado por el Inca Garcilaso de la perdida crónica del jesuita mestizo Blas Valera
planteando, incluso, que el Inca Garcilaso no habría escrito prácticamente nada propio,
sin la obra del chachapoyano. Esta tesis la sostendría en varios artículos a los que José
de la Riva-Agüero habría respondido defendiendo al mestizo cuzqueño de la acusación
de plagio.
A finales del siglo pasado, circularon supuestos nuevos datos sobre la biografía de
Valera, quien no habría muerto en 1597 como se suponía e incluso habría vuelto al
Perú de incógnito. Los más controvertidos tienen que ver con la obra del cronista indio
Felipe Guaman Poma de Ayala, ya que estos presuntos nuevos hallazgos e investigaciones
buscan atribuirle, de manera bastante fantasiosa, a un resurrecto Valera la autoría de la
Nueva corónica y buen gobierno. Según la estudiosa Laura Laurencich Minelli, existen tres
folios con dibujos en la Historia et Rudimenta Linguae Piruanorum que llevan la firma de
un jesuita italiano, Blas Valera. Según Laurencich Minelli, estos dibujos fueron trazados
antes de 1618, es decir, años después de la muerte oficial de Valera. El manuscrito
estudiado por Laurencich Minelli, consta de nueve folios escritos por diferentes manos
en español, latín e italiano, a los que le siguen otros tres folios de dibujos hechos
presumiblemente por Valera. Este texto da cuenta de las desgracias sufridas por el jesuita
y pone de manifiesto las simpatías de éste por la cultura andina. Asimismo, incluye una
breve gramática del quechua que establece una clave para descifrar los quipus. Como
decía antes, los argumentos de Rolena Adorno (1998 y 2000), Juan Carlos Estenssoro
(1997) y Pedro Guibovich (2003), entre muchos otros, nos parecen contundentes para
desestimar del todo estas descabelladas teorías. Un excelente resumen de la controversia
la proporciona Marco Curatola en su reseña del 2003. Sea como sea, es indiscutible la
importancia de la obra del jesuita chachapoyano en los Comentarios de Garcilaso. De
hecho, es, junto a Pedro Cieza de León y el padre Acosta, una de las fuentes más citadas
en la primera parte de la obra del Inca. Si bien, tal primacía la tienen en la segunda
parte, Francisco López de Gómara, Agustín de Zarate y Diego Fernández, el palentino,
es interesante mencionar que Blas Valera casi siempre es mencionado para legitimar
principalmente dos asuntos en ambas partes: legitimar el incario contra las acusaciones
de que se trataba, en realidad, de una tiranía reciente (como tratará de probar el virrey
Toledo y sus allegados) y como autoridad lingüística, es decir, como fuente para explicar
el significado de vocablos quechuas.

SUJETOS COLONIALES.indb 270 29/3/17 8:09


RE-ESCRITURA Y REFUNDACIÓN HISTÓRICA 271

mandó a los suyos que no peleasen, aunque lo matasen y prendiesen


(Historia general del Perú, [lib. I, cap. XXV], p. 72; el énfasis es mío).

Sorprende más, no la transformación prodigiosa de Atahuallpa, sino la


completa desautorización de las fuentes españolas del episodio, aunque
no identifica ninguna en particular:

Al Padre Fray Vicente de Valverde levantan testimonio los que escriben que
dio arma, pidiendo a los españoles justicia y venganza por haber echado
el Rey por el suelo el libro que dicen que pidió al fraile; también levantan
testimonio al Rey, como al religioso, porque ni echó el libro ni le tomó en las manos
(Historia general del Perú, [lib. I, cap. XX] p. 73; el énfasis es mío).

Narra, a continuación, lo que en verdad habría ocurrido y por qué


se habría producido el malentendido:

Lo que pasó fue que Fray Vicente de Valverde se alborotó con la repentina
grita que los indios dieron, y temió no le hiciesen algún mal, y se levantó a
priesa del asiento en que estaba sentado hablando con el Rey, y, al levantarse,
soltó la cruz que tenía en las manos y se le cayó el libro que había puesto en
su regazo, y, alzándolo del suelo, se fue a los suyos, dándoles voces que no hiciesen
mal a los indios, porque se había aficionado de Atahuallpa, viendo que por
su respuesta y preguntas la discreción y buen ingenio que tenía, e iba a
satisfacerle a sus preguntas cuando levantaron la grita, y por ella no oyeron
los españoles lo que el religioso les decía en favor de los indios (Historia
general del Perú, [lib. I, cap. XXV], p. 73; el énfasis es mío).

De hecho, unas páginas atrás, Garcilaso había disminuido la


importancia del famoso y crucial libro, ya que no aclara si se trata o no
del libro sagrado de los cristianos cuando señala que «otros dicen que
era el Breviario, otros que la Blivia (sic); tome cada uno lo que más le
agradare», quitándole importancia al asunto y dejándole la elección de
tan crucial documento, nada menos que al lector (Historia general del
Perú, [lib. I, cap. XXII], p. 63). Pareciera que el Inca Garcilaso hiciera
responsable, de la confusión que determinó que se procediera después
de manera tan violenta, al azar y la mala fortuna, cuando, según su
versión de los hechos, el fraile se había llevado tan buena impresión
del inca. No obstante, sí existen culpables para Garcilaso, y estos son
los falsos testimonios, dados por los testigos, específicamente el alto
mando pizarrista y los malos historiadores que habrían registrado tales

SUJETOS COLONIALES.indb 271 29/3/17 8:09


272 CARMELA ZANELLI VELÁSQUEZ

patrañas; pero nótese una vez más el recurso a fuentes distintas de las
tradicionales como los registros de quipus, los testimonios orales de los
conquistadores y la crónica perdida de Blas Valera, que le ha venido
sirviendo convenientemente de principal fuente del episodio, para
autorizar su versión y desautorizar las fuentes escritas que ha leído:

Todo lo cual es fabuloso, y lo compuso la adulación y la mala relación que dieron


a los escriptores. Que Atahuallpa no negó el derecho del tributo, sino que
insistió en que le diesen la causa y la razón de él, y a esta coyuntura fue la
grita que los indios levantaron. El general español y sus capitanes escribieron
al Emperador la relación que los historiadores escriben; y, en contrario, con
grandísimo recato y diligencia, prohibieron entonces que nadie escribiese la
verdad de lo que pasó, que es la que se ha dicho; la cual, sin la tradición de los ñudos
historiales de aquella provincia Casamarca, la oí a muchos conquistadores que se
hallaron en aquella jornada, y el Padre Blas Valera dice que uno dellos fue su padre
Alonso Valera, a quien se la oyó contar muchas veces (Historia general del Perú, [lib.
I, cap. XXV], p. 73-74; el énfasis es mío).

Va siendo evidente, por ende, que la subversión tanto de las


estrategias como de propósitos en la segunda parte de los Comentarios
apunta más bien a una reescritura más radical y extrema. Son ya
múltiples las estrategias seguidas por Garcilaso para acometer una
paulatina y ascendente desautorización de sus fuentes españolas. A
modo de ejemplo valga el relato del segundo encuentro entre españoles
e incas con ocasión, esta vez, de la embajada que Hernando de Soto y
Hernando Pizarro realizan al campo indígena. En primer lugar, el Inca
Garcilaso nos ofrece una versión ajustada a las fuentes españolas que
desautorizará luego, por completo. De este modo, relata la arremetida
que con el caballo emprende Hernando de Soto frente a Atahuallpa y
la brusca reacción de éste último, al condenar a muerte a los asustadizos
miembros de su séquito, amedrentados por el caballo.

En lo cual fue engañado aquel autor, y el que le hizo la relación levantó testimonio
al Inca y a Hernando de Soto, porque ni era el Inca, ni que lo fuera mandara
matar a nadie, aunque el delito fuera grave, cuanto más que no fue delito
sino comedimiento y cortesía que hicieron en dar lugar para que pasaran
los que tenían por hijos del sol, que hacer lo contrario fuera para ellos
sacrilegio, porque, demás de la descortesía, era menospreciar y desacatar los
que confesaban por hombres divinos, venidos del cielo. […] Por todo lo
cual es de haber lástima que los que dan en España semejantes relaciones de cosas

SUJETOS COLONIALES.indb 272 29/3/17 8:09


RE-ESCRITURA Y REFUNDACIÓN HISTÓRICA 273

acaecidas tan lejos della, quieran inventar bravatas a costa de honras ajenas (Historia
general del Perú, [lib. I, cap. XVIII], pp. 55-56; el énfasis es mío).

El Inca Garcilaso no sólo censura la supuesta narración de falseda-


des sino el hecho de que dicha versión de los acontecimientos no se
ajustaba a las reglas elementales del trato y costumbres cortesanas que
tales encuentros debían tener. En suma, no se trata de comentar, completar
ni añadir; se trata más bien de re-escribir la historia bajo el tamiz de una
honda preocupación ética que sancione y determine como acaecido lo
que debió ocurrir en base a la supuesta nobleza de sus protagonistas y
la hidalguía de sus propósitos. Los españoles, durante estos encuentros,
«se admiraron grandemente de ver tanta urbanidad y cortesanía en gente
que, según la imaginación dellos, vivían en toda barbariedad y torpeza»
(Historia general del Perú, [lib. I, cap. XIX], p. 58; el énfasis es mío). Se
celebra y reconoce una humanitas renacentista que parecería anunciar
en términos propicios el próximo y definitivo encuentro de Cajamarca.
Pero si bien las condiciones estaban dadas para propiciar un entendi-
miento, faltó un traductor a tono con las circunstancias, y es justamente
Garcilaso, en su papel de intérprete, como apunta Margarita Zamora,
tanto bilingüe como intercultural, quien presenta como trágico el en-
cuentro entre el Tahuantinsuyo y España, hecho que devino en la des-
trucción de la civilización incaica5. El propio Inca Atahualpa lamenta
la pobre traducción realizada por Felipillo, porque no podía atribuir
la culpa a los embajadores, enviados por la autoridad española: «Por lo
cual el Inca, penado por su mala interpretación, dixo: “¿Qué anda éste
tartamudeando de una palabra en otra y de un yerro en otro, hablando
como mudo?”» (Historia general del Perú, [lib. I, cap. XX], p. 59).
Finalmente, el episodio, si bien concluye con el violento prendimiento,
larga prisión y muerte, no deja Garcilaso de reivindicar al Inca Atahuallpa
cuando le retruca ingeniosamente, a FrayVicente deValverde, los términos
del Requerimiento, tanto en su cariz espiritual como temporal:

5 «By consulting the Inca quipu and comparing this account of Atahuallpa’s meet-
ing with Pizarro at Cajamarca to the Spanish versions, Garcilaso concluded that the
initial violence and subsequent imprisonment of the Inca which culminated in his
execution were precipitated by the linguistic incompetence of Felipillo, the Indian translator
whom the Spaniards had brought along for the meeting» (Zamora,1988, pp. 132-133;
el énfasis es mío).

SUJETOS COLONIALES.indb 273 29/3/17 8:09


274 CARMELA ZANELLI VELÁSQUEZ

Demás desto, me ha dicho vuestro faraute que me proponéis cinco varo-


nes señalados, que debo conocer. El primero es el Dios tres y uno, que son
cuatro, a quien llamáis criador del Universo; por ventura es el mismo que
nosotros llamamos Pachacámac y Viracocha. El segundo es el que dices que
es padre de todos los otros hombres, en quien todos ellos amontonaron sus
pecados. Al tercero llamáis Jesucristo, solo el cual no echó sus pecados en
aquel primer hombre, pero que fue muerto. Al cuarto nombráis Papa. El
quinto es Carlos, a quien, sin hacer cuenta de los otros llamáis poderosísimo
y monarca del universo y supremo a todos […] También me admiro que
digáis que estoy obligado a pagar tributo a Carlos y no a los otros, porque
no dais ninguna razón para el tributo, ni yo me hallo obligado a darlo por
ninguna vía. Pero si de derecho hubiese de dar tributo […] parésceme que
se había de dar [a] aquel Dios que dices que nos crió a todos, y a aquel
primer hombre que fue padre de todos los hombres, y [a] aquel Jesucristo
que nunca amontonó sus pecados; finalmente se habían de dar al Papa, que
puede dar y conceder mis reinos y mi persona a otros. Pero si dices que a
éstos no debo nada, menos debo a Carlos, que nunca fue señor de estas re-
giones ni las ha visto.Y si después de aquella concesión tiene algún derecho
sobre mí, fuera justo y puesto en razón me lo declarárades antes de hacerme
las amenazas con guerra, fuego, sangre y muerte, para que yo obedeciera la
voluntad del Papa, que no soy tan falto de juicio que no obedezca a quien
puede mandar con razón, justicia y derecho […].
También deseo saber si tenéis por dioses a estos cinco que me habéis
propuesto, pues los honráis tanto, porque si es ansí tenéis más dioses que no-
sotros, que no adoramos más de al Pachacámac por Supremo Dios y al Sol
por su inferior […] (Historia general del Perú, [lib. I, cap. XXIV], pp. 71-72).

Los milagrosos eventos del cerco del Cuzco


Después de Atahuallpa y los trágicos eventos de Cajamarca, paso a
analizar cómo, tras momentos de incertidumbre en el bando indígena
para encontrar un sucesor, se produce la feroz resistencia incaica, liderada
por Manco Inca durante el cerco de la ciudad del Cuzco entre 1536 y
1537, donde perece Juan Pizarro y muchos españoles e indios, episodio
relatado en el segundo libro de la segunda parte de los Comentarios reales.
Como aclara John Hemming:

en el otoño de 1535 Manco Inca tomó la trascendental decisión


de ponerse al frente de su pueblo para tratar de expulsar del Perú a los
conquistadores. Esa decisión significaba invertir la política de colaboración
practicada por el propio Manco y sus predecesores [...]. ahora el joven

SUJETOS COLONIALES.indb 274 29/3/17 8:09


RE-ESCRITURA Y REFUNDACIÓN HISTÓRICA 275

Inca continuaría la resistencia iniciada por sus irreconciliables enemigos


Quizquiz y Rumiñavi [generales de Atahualpa] (Hemming, 2004, p. 214).

Se iniciaba así la violenta resistencia indígena que mantendría du-


rante casi un año, sitiada la ciudad del Cuzco, y en ella a poco menos de
180 españoles, en constante riesgo de sucumbir ante el temible asedio
de todo un pueblo.
Como sabemos, Garcilaso le presta especial atención al galpón6
donde los españoles se refugiaron en la ciudad sitiada, que los incas
no consiguieron quemar, convirtiéndose en el primero de los varios
prodigios ocurridos durante el cerco del Cuzco y que más adelante fue
escogido como el lugar de construcción de la Catedral de la ciudad. Los
otros dos prodigios del crucial episodio son las apariciones milagrosas;
primero la del apóstol Santiago y más adelante la presencia determinante
de la Virgen María, con el niño en los brazos, prodigio que permite que
Garcilaso le dedique su obra póstuma y la convierta en destinataria de su
último y definitivo testimonio. Este episodio resalta de manera especial
y se convierte en la reconstrucción histórica del mestizo en momento
fundacional con más fundamento que el momento de la terrible
incomunicación representada en el texto por el joven e inepto Felipillo
en Cajamarca.
Sabemos que será el inesperado regreso de Almagro al Cuzco,
proveniente de su fallida gobernación en Chile, derrotado por los
elementos naturales y la falta de riquezas del que pensaba era un
segundo Perú, en busca de tomar posesión de la ciudad, quien termina
inclinando a favor de los españoles el precario control de la ciudad
sitiada. Ahora bien, el relato de Garcilaso se inclina por presentar al
rebelde Manco Inca, derrotado sí, pero por los fenómenos sobrenaturales,
tales como la aparición del apóstol Santiago y la Virgen María. Ante esta
situación que no puede controlar, Manco Inca dirige a su pueblo una
conmovedora arenga que traza un retrato ejemplar del último líder
indígena con posibilidades de regir los destinos de su pueblo, narrado
en el capítulo XXIX, titulado precisamente, «El príncipe Manco Inca se
destierra de su Imperio»:

6 De hecho, siempre me llamó la atención el hecho de que el cuzqueño destacara


el término galpón en sus famosas advertencias sobre la lengua general del Perú, entre los
textos liminares de la primera parte, junto al vocablo vecino, en un segmento dedicado a
explicar las particularidades de la lengua quechua.

SUJETOS COLONIALES.indb 275 29/3/17 8:09


276 CARMELA ZANELLI VELÁSQUEZ

Paréceme que visiblemente lo ha contradicho el Pachacámac, y pues él


no quiere que yo sea Rey, no es razón que vamos contra su voluntad. Creo
que a todos es notorio que si yo deseé y procuré restituirme en mi Imperio,
no fue tanto por reinar como por que mis reinos gozasen de la quietud y
regalo que solían gozar con el suave gobierno de mis padres y abuelos, que
el buen Rey7 debe estudiar y procurar la salud y prosperidad de los vasallos, como lo
hacían nuestros Incas [...]. Ahora veo cumplida por entero la profecía de mi
padre Huaina Cápac, que gentes no conocidas habían de quitarnos nuestro
Imperio, destruir nuestra república y religión [...] solos ciento y setenta que
quedaron nos resistieron, [...] Verdad es que podemos decir que no nos vencieron
ellos, [...] sino las maravillas que vimos, porque el fuego perdió su fuerza, pues no
quemó la casa donde ellos moravan y quemó todas las nuestras. Después, cuando
más apretados los teníamos, salió aquel hombre que traía el relámpago, trueno y rayo
en la mano, que nos destruyó a todos. Luego vimos de noche aquella hermosísima
princesa con su niño en brazos, que, con la suavidad del rocío que nos echaba en los
ojos, nos cegó y desatinó de manera que no acertamos a volver a nuestro alojamiento,
cuanto más pelear con los viracochas. [...]. Todo lo cual, bien mirado, nos dice
a la clara que no son obras de hombres, sino del Pachacámac; y pues él los
favorece y a nosotros desampara, rindámonos de grado; no veamos más
males sobre nosotros [...]. En lugar de testamento, [...] os mando y encargo
les obedezcáis y sirváis lo mejor que pudiéredes, por que os traten bien
y no mal (Historia general del Perú, [lib. I, cap. XXIX], pp. 196-197; mis
subrayados).

7 El concepto de raigambre antigua tiene en Tomás de Aquino a uno de sus


formuladores claves, así Lorenzo Peña nota que «Define la ley Sto Tomás como
ordenación de la razón para el bien común promulgada por quien tiene a su cuidado
la cosa pública. La justicia es la virtud ordenada de suyo al bien común. La ley humana
ha de ser justa; sólo tiene que atenerse a otras virtudes en la medida requerida para ser
justa. El gobernante recibe su autoridad del pueblo y no puede violar la ley, aunque sí
puede derogarla. La ley positiva es una determinación de la ley natural» (Peña, 2001;
mis subrayados). Respecto a las tesis de Francisco de Vitoria, «uno de los más destacados
representantes de la escolástica española del siglo de oro, que llevan a su máximo
desarrollo las concepciones filosófico-jurídicas de la Edad Media» según el propio Peña.
Este plantea que «La respublica nace de la sociabilidad natural del hombre, según Vitoria.
Toda agrupación humana requiere una autoridad que asegure el bien común y eso no
podría ni establecerlo ni destruirlo el mero consentimiento ni siquiera unánime. El
poder reside en la propia comunidad, en ipsa res publica; pero, una vez delegado, no puede
revocarse la delegación sino excepcionalmente en caso de insufrible tiranía» (Peña,
2001; mis subrayados). Procede, pues, con prudencia, Manco Inca al sentirse incapaz de
asegurar el bien común de sus gobernados en dichas penosas circunstancias.

SUJETOS COLONIALES.indb 276 29/3/17 8:09


RE-ESCRITURA Y REFUNDACIÓN HISTÓRICA 277

En la arenga, antes citada, Manco Inca se refiere con claridad a la


búsqueda del bien común, elemento fundamental del buen gobierno se-
gún los principios del pensamiento neoescolástico sobre la legitimidad
de los gobernantes y dicha compleja teoría del Estado. Además enfatiza
que fue vencido por los milagros y no por la superioridad militar de los
españoles.

Tras el sitio del Cuzco, los españoles retoman y consolidan el control


del centro administrativo y político del Imperio incaico. La crónica
de Garcilaso no es la única fuente donde se relatan los dramáticos
eventos en los que menos de doscientos españoles no sólo resistieron
esforzadamente el asalto de miles de indios sino también enfrentaron la
falta de alimentos en una ciudad sitiada durante casi un año. Garcilaso
critica las versiones tanto de Francisco López de Gómara como la de
Agustín de Zárate. El cronista mestizo lamenta la cortedad con respecto
al tema discutido porque ninguno menciona prodigio alguno, en
particular, la aparición de la Virgen, sin la cual —según Garcilaso—
los españoles hubieran sido derrotados indefectiblemente. Señala al
respecto, Garcilaso: «y en todo este alzamiento del Inca van cortos,
principalmente en las maravillas que Jesucristo Nuestro Señor obró en
el Cozco en favor de los españoles, donde fue el mayor peligro dellos y a
la mayor furia de los indios» (Historia general del Perú, [lib. II, cap. XXIV],
p. 176); «todavía quedo encogido» —nos dice Garcilaso— «cuando
en las cosas grandiosas no hallo que las hayan tocado los historiadores
españoles en todo o en parte, para comprobarlas con ellos, por que no
se imagine que finjo fábulas8, que cierto las aborrezco, y también el
lisonjear» ([lib. II, cap. XXIV], p. 182). Necesita seguir fungiendo de

8 Sobre el concepto de fábula, es necesario deslindar el significado común de la


época, así en Covarrubias, se lee que fábula es «cosa sin fundamento; y decimos: Eso es
fábula, que vale tanto como eso es mentira. Es ultra deso, fábula, una narración artificiosa,
inventada para deleitar y entretener, de cosas que ni son verdad ni tienen sombra della»
(Tesoro, p. 579; el énfasis es mío). Lo usa así Garcilaso en este contexto y no en el sentido
de fábula historial, concepto que he desarrollado en otro trabajo mío que se publicará en
breve (Zanelli, 2017): «El Inca es enemigo de de las ficciones y amigo de las fábulas» —
nos dice Efraín Kristal (1993, p. 49) en un iluminador análisis sobre la obra del cronista
cuzqueño— porque «no las considera ficticias [sino] relatos y poemas que contienen
verdades alegorizadas» (Zanelli, 2017), así el mestizo inserta fábulas —dotadas de sen-
tidos— entendiéndolas no como ‘ficción, cosa fingida’, sino como relatos dotados de
contenidos alegóricos, como se ha visto.

SUJETOS COLONIALES.indb 277 29/3/17 8:09


278 CARMELA ZANELLI VELÁSQUEZ

comento y glosa de los historiadores españoles y necesita una versión más


autorizada para corroborar la suya. Encuentra, felizmente, una referencia
a la aparición milagrosa de la Virgen en la Historia moral y natural de las
Indias del padre jesuita José de Acosta9; sin embargo, inmediatamente
aclara Garcilaso, que encontró tal referencia «Muchos días después de
haber escrito este capítulo», con la intención de destacar la originalidad
de sus propias fuentes ([lib. II, cap. XXIV], p. 182).
Francisco Pizarro y Diego de Almagro habían prometido a Manco
Inca —el legítimo heredero de la dinastía incaica— la restauración
de su poder una vez que éste se hubiera comprometido a propagar la
evangelización entre los indios. Los Incas —de acuerdo con Garcilaso—
estaban preparados para recibir la revelación cristiana gracias a los logros
alcanzados en la ley natural y debidamente avisados por augurios y
profecías que precedieron la llegada de los conquistadores españoles.
Los españoles deberían haber provisto valores cristianos ejemplares
pero no ocurrió así. Por el contrario, Francisco Pizarro, dominado por
el pecado del orgullo —según Garcilaso— provocó el levantamiento
masivo de los indígenas debido a que no cumplió la promesa dada a
Manco Inca. La evangelización es pospuesta una vez más debido a los
cruentos enfrentamientos. No obstante, Garcilaso interpretó todos los
prodigios vistos durante el sitio del Cuzco, especialmente la aparición
de la Virgen como manifestaciones de la misericordia divina hacia estos
gentiles: «Pero lo principal era que Dios había misericordia de aquellos
gentiles, y quería por ese camino emviarles su Evangelio, como lo
veremos en muchos milagros que en favor de ellos [los españoles] hizo
en la conquista» (Historia general del Perú, [lib. I, cap. I], p. 21).
Permítaseme explicar esta formulación paradójica: primero, Pizarro
engañó a Manco Inca, debido a lo cual la respuesta bélica de los Incas

9 En la parte dedicada a la «historia moral», en el capítulo 27 del Libro séptimo, el


Padre Acosta relata el episodio de la siguiente manera: «En la ciudad del Cuzco, cuando
estuvieron los españoles cercados y en tanto aprieto que sin ayuda del cielo fuera imposible
escapar, cuentan personas fidedignas —y yo se los oí— que echando los indios fuego
arrojadizo sobre el techo de la morada de los españoles —que era donde es ahora la
iglesia mayor—, siendo el techo de cierta paja que allá llaman icho y siendo los hachos
de tea muy grandes, jamás prendió ni quemó cosa porque una Señora que estaba en lo
alto apagaba el fuego luego, y esto visiblemente lo vieron los indios y los dijeron muy
admirados» (Historia natural y moral de las Indias, [lib.VII, cap. 27], p. 269). He subrayado
el énfasis puesto por Acosta al providencialismo que, seguramente, influyó en Garcilaso
en su recuento de los mismos hechos.

SUJETOS COLONIALES.indb 278 29/3/17 8:09


RE-ESCRITURA Y REFUNDACIÓN HISTÓRICA 279

es no sólo comprensible sino hasta justificada, se trataba de una guerra


justa. Sin embargo, el propósito evangelizador del proyecto español es
superior, incluso, a las fallas de los conquistadores y es por esta razón
que la Virgen intercede: la derrota de los Indios, incluso a manos de
españoles pecadores, ocurre en beneficio de la evangelización de los
indígenas. A los ojos de Garcilaso, los milagros fueron intervenciones
divinas directas para asegurar la conquista.
El recuerdo de la aparición de la Virgen durante el cerco del Cuzco
sería, durante los años siguientes, el principal fundamento que explique
la profunda devoción que los indios profesan a María, según Garcilaso.
Los indios reverencian a la Virgen llamándola mamanchic, que significa
‘nuestra madre,’ coya, que quiere decir ‘reina,’ entre otros tantos epítetos
(Historia general del Perú, [lib. II, cap. XXV], p. 180). Nombrar significa
apropiarnos de aquello que es nombrado. De este modo, mediante
esta profusión de epítetos, los indígenas abrazaron el culto de María y
explicaron de esta manera su propia derrota ante la imposibilidad de
pelear contra poderes sobrenaturales como los de la Virgen. Garcilaso
mismo recuerda las celebraciones en las que participó e incluso afirma
que vio las representaciones plásticas que conmemoraban el milagro
como una viva tradición en su comunidad. Su versión de los hechos se
sustenta en los relatos orales tanto de indios como españoles. De esta
manera, Garcilaso describe el comienzo de una nueva tradición religiosa
en los Andes:

El levantamiento del Inca fue el año de mil y quinientos y treinta y seis, y


yo nací el de mil y quinientos y treinta y nueve, y así conocí muchos indios
y españoles que se hallaron en aquella guerra y vieron las maravillas que
hemos dicho, y a ellos se las oí, y yo jugué cañas cinco años en las fiestas del
Señor Sanctiago (Historia general del Perú, [lib. II, cap. XXV], p. 182).

Ahora sí es posible entender el significado de la dedicatoria de la


Historia general del Perú a la Virgen10. Garcilaso había dedicado sus

10 Las dedicatorias eran comúnmente la recomendación oficial del libro. El ilustre


individuo era siempre cuidadosamente escogido por el escritor. El autor defendía la
obra dedicada y exigía del ilustre destinatario la protección de su obra (Porqueras Mayo,
1968, p. 86 y 105). En cualquier caso, el destinatario proyecta un patronazgo intelectual
hacia la obra; la Virgen, en particular representa para Garcilaso una suerte de inspiradora
ideal y la posibilidad de conciliar tanto culturas distintas como individuos. He trabajado
este tema en dos artículos previos (Zanelli, 1998 y 1999), y en mi tesis doctoral (2010).

SUJETOS COLONIALES.indb 279 29/3/17 8:09


280 CARMELA ZANELLI VELÁSQUEZ

obras anteriores a individuos poderosos. La traducción de los Diálogos


de amor de León Hebreo estuvo dedicada a Felipe II, La Florida al
Duque de Braganza y la primera parte de los Comentarios a Catalina
de Portugal. Es por ello que la dedicatoria a la Virgen representa un
cambio evidente. De hecho, la dedicatoria ofrece varias avenidas al
mundo personal de Garcilaso a través de su reflexión sobre la figura
de la Virgen María, su destinataria.
En suma, la dedicatoria es un espacio textual privilegiado porque
proporciona importantes claves interpretativas del texto en su integridad.
Por un lado, la Virgen como poderoso símbolo de la Iglesia se convierte
en el emblema necesario para justificar bajo su manto protector la
empresa de conquista del Nuevo Mundo. Ella proyecta la posibilidad
de un mundo ideal donde la distinción entre vencedores y vencidos
se resuelve: «Y no menos los peruanos vencidos, por salir, con favor del
cielo, vencedores del demonio, pecado e infierno» («Dedicación», p. 7;
mis énfasis). Ella legitima la cruzada espiritual de la evangelización a la
vez que enmascara los horrores de la destrucción de las formas de vida
indígenas. En segundo lugar y gracias a la Virgen, la madre de Garcilaso
es finalmente mencionada en la dedicatoria: «el colmo de beneficios
y mercedes [...] la conversión a nuestra fe de mi madre y señora, más
ilustre y excelente por las aguas del santo baptismo que por la sangre real
de tantos Incas y Reyes peruanos» («Dedicación», p. 7). La conversión de
Chimpu Ocllo y su devoción hacia María la elevan aún más mientras
que el culto de María se encuentra en las raíces mismas de su linaje
paterno, del que señala que «Finalmente, la devoción paterna, heredada
con la nobleza y nombre del famoso Garcilaso, comendador del Ave
María, Marte español, a quien aquel triunfo más que romano y trofeo
más glorioso que el de Rómulo, habido del moro en la vega de Toledo,
dio sobrenombre de la Vega y renombre igual a los Bernardos y Cides
y a los nueve de la fama» («Dedicación», pp. 7-8). La madre del cronista
mestizo es recordada en la Dedicatoria, aun cuando es solo mencionada
al pasar en un par de ocasiones en el texto. En contraste, el padre de
Garcilaso había sido cuidadosamente seguido a lo largo del texto y fue
representado como una autoridad ejemplar en el Cuzco y su muerte,
señalada por una larga oración que ocupa varios capítulos. María reúne
los linajes materno y paterno en la dedicatoria. La Virgen posibilita un

Mi análisis sobre la dedicatoria de la segunda parte de los Comentarios reales se inspira


en dichos trabajos.

SUJETOS COLONIALES.indb 280 29/3/17 8:09


RE-ESCRITURA Y REFUNDACIÓN HISTÓRICA 281

espacio en el cual ambas figuras se reconcilian finalmente. Garcilaso


construye en la dedicatoria su último refugio textual, un espacio en
donde indios y españoles se reconcilian y donde el cronista redime a
sus padres del olvido y el deshonor al mismo momento en que decide
convertirlos junto a María en protagonistas de la dedicatoria.

SUJETOS COLONIALES.indb 281 29/3/17 8:09


282 CARMELA ZANELLI VELÁSQUEZ

Bibliografía
Acosta, Josef de, Historia Natural y Moral de las Indias [1590], ed. crítica Fermín
del Pino-Díaz, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
2008.
Adorno, Rolena, «Criterios de comprobación: el manuscrito Miccinelli de
Napolés y ls crónicas de la conquista del Perú», Anthropológica 16, 1998, pp.
369-394.
— «Contenidos y contradicciones: la obra de Felipe Guaman Poma y las aseve-
raciones acerca de Blas Valera», Ponencia presentada en el Coloquio Inter-
nacional «Guaman Poma y Blas Valera: tradición andina e historia colonial»,
Instituto Ítalo-Latinoamericano, Roma, 29-30 de setiembre, Ciberletras, 2,
2000.
http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v01n02/Adorno.html
Cornejo-Polar, Antonio, «Los discursos coloniales y la formación de la
literatura hispanoamericana (Reflexiones sobre el caso andino)», en
Homenaje a José Durand, ed. Luis Cortest, Madrid, Verbum, 1993, pp. 216-
223.
Curatola Petrocchi, Marco, «El códice ilustrado (1615/1616) de Felipe Gua-
man Poma de Ayala: hacia una nueva era de la lectura», Colonial Latin Ame-
rican Review, 12, 2003, pp. 251-258.
Estenssoro Fuchs, Juan Carlos, «¿Historia de un fraude o fraude histórico?»,
Revista de Indias, 57, 1997, pp. 566-578.
Guibovich, Pedro, «Las polémicas en torno a Guaman Poma de Ayala», Colonial
Latin American Review, 12, 2003, pp. 99-103.
Hemming, John, La conquista de los incas, trad. Stella Mastrangelo, México, Fon-
do de Cultura Económica, 2004.
Kristal, Efraín, «Fábulas clásicas y neoplatónicas en los Comentarios reales de los
incas», Homenaje a José Durand, ed. Luis Cortest. Madrid, Ed.Verbum, 1993,
pp. 47-59.
Lockhart, James, Los de Cajamarca. Un estudio social y biográfico de los primeros
conquistadores del Perú, trad. Mariana Mould de Pease, Lima, Editorial Milla
Batres, S.A., 1986, 2 vols.
Martínez, José Luis, «El fracaso de los discursos: el desencuentro de Caja-
marca», en Los Andes: cincuenta años después (1953-2003). Homenaje a John
Murra, comps. Ana María Lorandi, Carmen Salazar-Soler y Nathan Wachtel,
Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003,
pp.171-205.
Peña, Lorenzo, «La idea del Bien Común en la filosofía medieval y renacen-
tista», conferencia pronunciada en la Universidad Carlos III de Madrid, 4
de abril de 2001.

SUJETOS COLONIALES.indb 282 29/3/17 8:09


RE-ESCRITURA Y REFUNDACIÓN HISTÓRICA 283

Porqueras Mayo, Alberto, El prólogo en el Manierismo y Barroco españoles, Ma-


drid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1968.
Rodríguez Garrido, José Antonio, «El título de los Comentarios reales: una
nueva aproximación», en Humanismo, mestizaje y escritura en los Comentarios
reales, eds. Carmen de Mora, Guillermo Serés y Mercedes Serna, Madrid /
Frankfurt, Iberoamericana / Vervuert, 2010, pp. 295-318.
Vega, Inca Garcilaso de la, Historia general del Perú [1617], ed. Ángel Rosenblat,
«Elogio del autor y examen de la Segunda parte de los Comentarios Reales»
José de la Riva-Agüero; glosario de voces indígenas e índices, Buenos Aires,
Emecé Editores, 1944, 3 vols.
Zamora, Margarita, Language, Authority, and Indigenous History in the Comen-
tarios reales de los incas, Cambridge, Cambridge University Press, 1988.
Zanelli, Carmela, «The Virgin Mary and the Possibility of Conciliation of
Distinctive Cultural Traditions in the General History of Peru», en Garcilaso
Inca de la Vega. An American Humanist. A Tribute to José Durand, ed. José Ana-
dón, Notre Dame, University of Notre Dame Press, 1998, pp. 59-70.
— «La Virgen María y la síntesis de contradicciones en los Comentarios rea-
les (segunda parte)», en El combate de los ángeles. Literatura, género, diferencia,
comp. Rocío Silva Santisteban, Lima, Pontificia Universidad Católica del
Perú, 1999, pp. 79-95.
— «Las fábulas de Garcilaso: ¿alegoría, historia o ficción en los Comentarios
reales», Lexis, XL.2, 2017 (en prensa).

SUJETOS COLONIALES.indb 283 29/3/17 8:09

También podría gustarte