Introduccion Al Materialismo Dialectico
Introduccion Al Materialismo Dialectico
Introduccion Al Materialismo Dialectico
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Biblioteca Omegalfa
2020
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Introducción al materialismo dialéctico
Alan Woods
Fuente:
Marx desde Cero
17/09/2016
Maquetación:
Demófilo
01/12/2020
Ilustración de la portada:
Hormigas de Moëbius
M.C. Escher
Libros Libres
para una cultura libre
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Biblioteca Virtual
OMEGALFA
2020
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Alan Woods y Ros Sewell
INTRODUCCIÓN
AL MATERIALISMO DIALÉCTICO
¿Qué es la filosofía?
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fomentar la ideología de la clase dominante y adoctrinar a
los trabajadores para que acepten su sistema como la forma
más natural y permanente de la sociedad. En ausencia de una
filosofía socialista consciente, aceptan inconscientemente la
filosofía capitalista.
En cada fase de la sociedad de clase, la clase revolucionaria
ascendente, que tiene por objetivo cambiar la sociedad, ha de
luchar por una nueva concepción del mundo y tiene que ata-
car a la filosofía antigua, que, basándose en el viejo orden,
lo justificaba y lo defendía.
Idealismo y materialismo
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Hegel dio un paso más allá, siendo un idealista coherente, y
convirtió el pensamiento en una “Idea” independiente que
existe fuera del cerebro y es independiente del mundo mate-
rial, convirtiendo este último en un mero reflejo de esta Idea.
La religión forma parte del idealismo filosófico.
Los pensadores materialistas, por otra parte, han sostenido
que el mundo material es real y que la naturaleza o materia
es lo primario. La mente o las ideas son un producto del ce-
rebro. El cerebro, y por lo tanto las ideas, surgieron en una
etapa determinada del desarrollo de la materia viva. Los prin-
cipios fundamentales del materialismo son los siguientes:
- El mundo material, conocido por nosotros a través de
nuestros sentidos y explorado por la ciencia, es real. El
desarrollo del mundo se debe a sus propias leyes naturales,
sin ningún recurso a lo sobrenatural.
- Sólo hay un mundo, el mundo material. El pensamiento es
un producto de la materia (el cerebro) sin el cual no puede
haber ideas con existencia propia. Por lo tanto, la mente o
las ideas no pueden existir en forma aislada, aparte de la
materia. Las ideas generales son sólo reflejos del mundo
material. “Para mí –escribió Marx– la idea no es otra cosa
que el mundo material reflejado en la mente humana, y tra-
ducido en forma de pensamiento.” Por lo que “el ser social
determina la conciencia “.
Los idealistas conciben la conciencia, el pensamiento, como
algo externo y opuesto a la materia, a la naturaleza. Esta opo-
sición es totalmente falsa y artificial. Hay una estrecha co-
rrelación entre las leyes del pensamiento y las leyes de la
naturaleza, porque las primeras siguen y reflejan las segun-
das. El pensamiento no puede derivar sus categorías de sí
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mismo, sino sólo desde el mundo exterior. Incluso los pen-
samientos aparentemente más abstractos, en realidad, proce-
den de la observación del mundo material.
Incluso una ciencia aparentemente abstracta como las mate-
máticas, en última instancia, se deriva de la realidad mate-
rial, y no es una invención del cerebro. En la escuela, el niño
cuenta en secreto sus dedos materiales por debajo de un pu-
pitre material antes de resolver un problema aritmético abs-
tracto. Al hacerlo, está recreando los orígenes de las propias
matemáticas. Nos basamos en el sistema decimal porque te-
nemos diez dedos. Los números romanos se basaban origi-
nalmente en la representación de los dedos.
En palabras de Lenin,
“la materia actuando sobre nuestros órganos sensi-
tivas produce sensaciones. Las sensaciones dependen
del cerebro, de los nervios, de la retina…, es decir,
son el supremo producto de la materia“.
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materiales, alteran paralelamente su existencia real,
su forma de pensar y el producto de ésta. La vida no
es determinada por la conciencia, sino la conciencia
por la vida“.
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“Hoy sabemos que aquel Reino de la Razón no era
nada más que el Reino de la Burguesía idealizado,
que la justicia eterna encontró su realización en los
tribunales de la burguesía, que la igualdad desem-
bocó en la igualdad burguesa ante la ley, que como
uno de los derechos del hombre más esenciales se
proclamó la propiedad burguesa y que el Estado de
la Razón, el contrato social roussoniano, tomó vida,
y sólo pudo cobrarla, como república burguesa de-
mocrática. Los grandes pensadores del siglo XVIII,
exactamente igual que todos sus predecesores, no pu-
dieron rebasar los límites que les había puesto su
propia época”
(Engels, Anti-Dúhring).
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El fermento de ideas que emergió de esta revolución demo-
crático-burguesa, aseguró avances en las ciencias naturales,
la geología, la botánica, la química, así como en la economía
política.
Fue en ese periodo cuando se hizo una crítica del punto de
vista mecánico de estos materialistas. Un filósofo alemán,
Immanuel Kant (1724-1804), fue el primero que rompió con
la vieja mecánica, con su descubrimiento de que la Tierra y
el Sistema Solar habían llegado a ser y que no habían exis-
tido eternamente. Lo mismo sucedía con la geografía, la geo-
logía, las plantas y los animales.
Estas revolucionarias ideas de Kant fueron desarrolladas aún
más por otro brillante pensador alemán, Georg Hegel (1770-
1831). Hegel era un filósofo idealista, que pensaba que el
mundo podía ser explicado como una manifestación o reflejo
de una “mente universal” o “Idea”, esto es, algún tipo de
Dios.
Hegel observaba el mundo, no como un miembro activo de
la sociedad y de la historia humana, sino como un filósofo,
observando los hechos desde fuera. Se situó en una posición
por encima del mundo, interpretando la historia del pensa-
miento y del mundo como el mundo de las ideas, como un
mundo ideal. Así, para Hegel, los problemas y las contradic-
ciones no se plantean en términos reales, sino en términos de
pensamiento, y por lo tanto sólo podían ser resueltos a través
de la evolución del pensamiento mismo. En vez de que las
contradicciones en la sociedad fuesen resueltas por la acción
de los hombres, por la lucha de clases, la solución para Hegel
se encontraba en la cabeza del filósofo, en la Idea Absoluta.
Sin embargo, Hegel reconoció los errores y la cortedad del
viejo punto de vista mecanicista. También reconoció la falta
de adecuación de la lógica formal y sentó las bases para una
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concepción del mundo que podría explicar las contradiccio-
nes a través del cambio y el movimiento.
A pesar de que Hegel redescubrió y analizó las leyes del
cambio y el movimiento, su idealismo ponía todas las cosas
cabeza abajo. Esta era la lucha y la crítica que le hacían los
jóvenes hegelianos dirigidos por Ludwig Feuerbach (1804-
1872) que intentó corregir esta postura y colocar la filosofía
con los pies en el suelo. Pero incluso Feuerbach – “cuya mi-
tad inferior era materialista y la mitad superior idealista”
(Engels)– no fue capaz de limpiar totalmente el hegelia-
nismo de su concepción idealista. Este trabajo quedó para
Marx y Engels, quienes fueron capaces de quitarle al método
dialéctico el carácter místico que hasta entonces tenía. La
dialéctica hegeliana se fusionó con el materialismo moderno
para producir la concepción revolucionaria que es el mate-
rialismo dialéctico.
¿Qué es la dialéctica?
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Los griegos antiguos produjeron algunos grandes pensadores
dialécticos, entre los que están Platón, Zenón de Elea y Aris-
tóteles. Ya en el año 500 antes de nuestra era, Heráclito ade-
lantaba la idea de que
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(Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de
la filosofía clásica alemana).
La dialéctica y la metafísica
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que todavía domina la moderna filosofía y la ciencia capita-
lista. En política está reflejado en el famoso pragmatismo de
Harold Wilson: ”si funciona, debe ser correcto”, y en el
constante llamamiento a los hechos, pero siempre aislados.
Pero los hechos no se seleccionan a sí mismos. Deben ser
elegidos por los hombres. El orden y la secuencia en que se
les ordena, así como las conclusiones que se obtienen de
ellos, depende de las nociones preconcebidas del individuo.
Así, estos llamamientos a los hechos, a los que se supone de
acuerdo con una imparcialidad científica, suelen ser sólo una
cortina de humo para ocultar los prejuicios de los que los
utilizan.
La dialéctica no se ocupa sólo de los hechos, sino de los he-
chos en su conexión, es decir, de procesos no sólo de ideas
aisladas, sino de leyes; no sólo de lo particular, sino de lo
general.
El pensamiento dialéctico guarda la misma relación con la
Metafísica que la que guarda un fotograma de una película
con la película en su conjunto. El uno no contradice al otro,
sino que lo complementa. Sin embargo, la más certera y
completa aproximación a la realidad está en la película.
Para la vida cotidiana y para cálculos sencillos, el pensa-
miento metafísico o sentido común es suficiente. Pero tiene
sus limitaciones y más allá de éstos convierte la verdad en
mentira. La principal limitación de este tipo de pensamiento
es su incapacidad para comprender el movimiento y el desa-
rrollo, junto con su repudio de toda contradicción. Sea como
fuere, el movimiento y el cambio implican contradicciones.
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firmes, fijos y rígidos, dados de una vez para siempre.
Su pensamiento está formado de antítesis sin término
medio; dice: si, si, no, no; y todo lo que pasa de eso,
de mal espíritu procede. Para él, toda cosa existe o
no existe: una cosa no puede ser al mismo tiempo ella
misma y algo diferente. Lo positivo y lo negativo se
excluyen lo uno a lo otro de un modo absoluto; la
causa y el efecto se encuentran del mismo modo en
rígida contraposición. Este modo de pensar nos re-
sulta a primera vista muy plausible porque es el del
llamado sano sentido común. Pero el sano sentido co-
mún, por apreciable compañero que sea en el domés-
tico dominio de sus cuatro paredes, experimenta
asombrosas aventuras en cuanto que se arriesga por
el ancho mundo de la investigación”
(Engels, Anti-Dúhring).
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Trotsky, en su ABC de la dialéctica materialista, caracteri-
zaba a la dialéctica como una ciencia de las formas de nues-
tro pensamiento en la medida en que no se reduce a los pro-
blemas diarios, sino que intenta llegar a una comprensión de
los procesos más complicados y complejos.
Comparaba la dialéctica y la lógica formal (la metafísica)
con las matemáticas superiores y las básicas. Aristóteles fue
el primero que desarrolló las leyes de la lógica formal, y su
sistema lógico ha sido aceptado siempre desde entonces por
los metafísicos como el único método posible de pensa-
miento científico:
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abstracción puramente matemática, es decir, cero tiempo?
Pero todo existe en el tiempo y la existencia misma es un
proceso ininterrumpido de transformación; el tiempo es en
consecuencia un elemento fundamental de la existencia. De
este modo el axioma A es igual a A, significa que una cosa
es igual a sí misma si no cambia, es decir, si no existe.
“A primera vista, podría parecer que estas sutilezas son inú-
tiles: en realidad tienen decisiva importancia. El axioma A
es igual a A es, a un mismo tiempo, punto de partida de todos
nuestros conocimientos y punto de partida de todos los erro-
res de nuestros conocimientos. Sólo dentro de ciertos límites
se lo puede utilizar con uniformidad. Si los cambios cualita-
tivos que se producen en A carecen de importancia para la
cuestión que tenemos entre manos, entonces podremos pre-
sumir que A es igual a A. Este es, por ejemplo, el modo con
que el vendedor y el comprador consideran un kilo de azú-
car. De la misma manera consideramos la temperatura del
sol. Hasta hace poco considerábamos de la misma manera
el valor adquisitivo del dólar. Pero cuando los cambios
cuantitativos sobrepasan ciertos límites se convierten en
cambios cualitativos. Un kilo de azúcar sometido a la acción
del agua o del queroseno deja de ser un kilo de azúcar. Un
dólar en manos de un presidente deja de ser un dólar. De-
terminar en el momento preciso, el punto crítico, en que la
cantidad se transforma en calidad, es una de las tareas más
difíciles e importantes en todas las esferas del conocimiento,
incluso de la sociología”
(Trotsky, En defensa del marxismo).
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Hegel
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pone constantemente al descubierto nuevos aspec-
tos), concatenación que ofrece un proceso de movi-
miento único, universal y sujeto a leyes; tales son al-
gunos rasgos de la dialéctica, teoría mucho más em-
papada de contenido que la (habitual) doctrina de la
evolución”
(Lenin, Karl Marx).
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los numerosos cambios de la velocidad de las moléculas pro-
duce eventualmente un cambio de estado (cantidad en cali-
dad).
Se pueden poner miles de ejemplos, de todas las ramas de la
ciencia, de la sociología e incluso de la vida cotidiana (por
ejemplo, el punto en el que, al añadir más sal, cambia la sopa
de algo exquisito en algo incomestible).
La línea nodal hegeliana de medir el cambio y la ley de la
transformación de la cantidad en calidad y viceversa, son de
esencial importancia no sólo para la ciencia (donde como
ocurre con otras leyes dialécticas, son usadas inconsciente-
mente por científicos que no son conscientemente dialécti-
cos), sino sobre todo para el análisis de la historia, de la so-
ciedad y del movimiento de la clase obrera.
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universales, en que causa y efecto cambian constan-
temente de lugar, de tal suerte que lo que aquí, y en
este momento, es efecto, deviene por otra parte causa,
y recíprocamente”
(Engels, Anti-Dúhring).
“La dialéctica es la ciencia de las concatenaciones, en
contraste con la metafísica que trata los fenómenos
separados. La dialéctica pretende descubrir las incon-
tables transiciones, causas y efectos que actúan juntos
en el universo. La primera tarea de un análisis dialéc-
tico es, por tanto, resaltar la necesaria conexión obje-
tiva de todos los aspectos, fuerzas, tendencias… de la
esfera dada de un fenómeno”
(Lenin, Apuntes Filosóficos).
Negación de la negación
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a la vez superado y preservado. La negación, en este sentido,
es a la vez un acto positivo y negativo. Hegel da un ejemplo
muy simple en su libro Fenomenología del Espíritu:
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una forma se puede repetir a sí misma, pero a un nivel supe-
rior, enriquecida por los desarrollos anteriores.
Esto se puede ver aún más claro en el proceso de desarrollo
de las ideas humanas. Hegel ya enseñaba cómo la filosofía
se desarrollaba a través de contradicciones: una escuela del
pensamiento negando la otra, pero absorbiendo simultánea-
mente las viejas teorías dentro de su propio sistema de pen-
samiento.
Lo mismo pasa con el desarrollo de la ciencia. Los alquimis-
tas de la Edad Media intentaban encontrar la piedra filosofal
que podría cambiar, decían, los metales normales en oro. De-
bido al bajo nivel de las fuerzas productivas, y a la falta de
una verdadera técnica, estos tempranos intentos de transmu-
tación de los elementos eran en realidad una fantasía utópica.
Pero, en el proceso de estos vanos intentos, los alquimistas
descubrieron un gran número de hechos válidos acerca de los
aparatos químicos y experimentales que más tarde sirvieron
como base para la química moderna.
Con el ascenso del capitalismo, la industria y la técnica, la
química llegó a convertirse en una ciencia que rechazó estos
intentos locos de transmutación de los elementos, que de esta
manera fueron negados y rechazados. Sin embargo, todo
aquello de válido y científico que tenían los descubrimientos
de la vieja alquimia se guardaron en la nueva química, que
mantenía que los elementos eran inmutables y no podían ser
transformados unos en otros.
El siglo XX ha contemplado la revolución de la ciencia y de
la técnica con el descubrimiento de la física nuclear, por me-
dio de la cual, hoy en día, un elemento puede ser transfor-
mado en otro. De hecho, teóricamente, sería posible trans-
formar el plomo en oro en la actualidad, pero el proceso sería
tan caro que no se podría justificar económicamente. Así,
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este particular proceso parece haber dado una vuelta com-
pleta:
A.- Transmutación de elementos.
B.- No transmutación de elementos.
C.- Transmutación de elementos.
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contienen su opuesto, que está destinado a sustituirle y ne-
garle. Esto es válido tanto para los seres vivos individuales,
como para las sociedades.
Todo tipo de sociedad humana existe porque es necesaria en
el momento dado en que se impone:
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Sin embargo, el socialismo representa una vuelta a la más
antigua forma de sociedad humana -el comunismo tribal-
pero a un nivel muy superior, basado en los enormes avances
de miles de años de la sociedad dividida en clases. La eco-
nomía de la superabundancia hará posible la planificación
socialista de la industria, de la ciencia y de la técnica desa-
rrollada por el capitalismo a escala mundial. Esto, asimismo,
hará de una vez y para siempre que la distinción entre el tra-
bajo manual y el intelectual, entre la ciudad y el campo, ca-
rezcan de sentido y que la lucha de clases bárbara y sin sen-
tido acabe, permitiendo al fin a la raza humana dedicar sus
fuerzas a la conquista de la naturaleza; es decir, y usando la
famosa frase de Engels:
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