Cosmos - Carl Sagan
Cosmos - Carl Sagan
Cosmos - Carl Sagan
Agradecimientos
Agradezco a las siguientes instituciones el permiso concedido para reproducir
materiales publicados con anterioridad:
· American Folklore Society: Fragmentos de "Chukchee Tales", de Waldemar
Borgoras, en Journal of american folklore, volumen 41 (1928). Publicado con
permiso de la American Folklore Society.
· Ballantine Books: Ilustración de Darrell K. Sweet para la cubierta de
Redplanet, de Robert A. Heinlein, copyright 1949 de Robert A. Heinlein.
renovado en 1976 por Robert A. Heinlein. Ilustración de Michael Whelan para
la cubierta de With friends like these..., de Alan Dean Foster, copyright 1977
de Alan Dean Foster. Ilustración de The Brothers Hildebrandt para la cubierta
de Stellar science-fiction stories 2, edición a cargo de Judy- Lynn del Rey,
copyright 1976 de Random House, Inc. Todas estas ilustraciones están
publicadas por Ballantine Books, una división de Random House, Inc., y
reproducidas con permiso.
· Municipio de Bayeux: Se reproduce con autorización especial del municipio de
Bayeux una escena de la Tapisserie de Bayeux.
· CoEvolution Quarterly: Una porción del Computerphoto map of Galaxies,
CoEvolution Quarterly. A $5.00 por correo de CoEvolution Quarterly, apartado
428, Sausalito, CA 94966.
· J. M. Dent & Sons, Ltd.: Fragmentos de la traducción de The K oran por J. M.
Rodwell (Colección Everyman's Library). Publicado con permiso de J. M. Dent
& Sons, Ltd.
· J. M. Dent & Sons, Ltd., y E. P. Dutton: Fragmento de Pensées, de Blaise
Pascal, traducido por W. F. Trotter (Colección Everyman's Library). Publicado
con permiso del editor en los Estados Unidos, E. P. Dutton, y del editor en
.Inglaterra, J. M. Dent & Sons, Ltd.
· Encyclopaedia Britannica, Inc.: Cita de Issac Newton (Optics), cita de Joseph
Fourier (Analytic Theory of Heat), y pregunta formulada a Pitágoras por
Anaxímenes (hacia el 600 a. de C.).Publicado con permiso del Great Books of
the Western World. Copyright 1952 de Encyclopaedia Britannica, Inc.
Índice
Introducción
Capítulo 1. En la orilla del océano cósmico
Capítulo 2. Una voz en la fuga cósmica
Capítulo 3 La armonía de los mundos
Capítulo 4 Cielo e infierno
Capítulo 5 Blues para un planeta rojo
Capítulo 6 Historias de viajeros
Capítulo 7 El espinazo de la noche
Capítulo 8 Viajes a través del espacio y del tiempo
Capítulo 9 Las vidas de las estrellas
Capítulo 10 El filo de la eternidad
Capítulo 11 La persistencia de la memoria
Capítulo 12 Enciclopedia galáctica
Capítulo 13 ¿Quién habla en nombre de la Tierra?
Apéndice 1. La reducción al absurdo y la raíz cuadrada de dos
Apéndice 2. Los cinco sólidos pitagóricos
Lecturas complementarias
Introducción
En los tiempos antiguos, en el lenguaje y las costumbres de cada día, los sucesos
más mundanos estaban conectados con los acontecimientos de mayor trascendencia
cósmica. Un ejemplo encantador de ello es el conjuro contra el gusano al cual los
asirios del año 1000 a. de C. atribuían el dolor de muelas. Se inicia con el origen del
universo y acaba con un remedio para el dolor de muelas:
que nosotros formamos parte, en un sentido real y profundo, de este Cosmos, que
nacimos de él y que nuestro destino depende íntimamente de él.
Los acontecimientos humanos más básicos y las cosas más triviales están
conectados con el universo y sus orígenes. Este libro está dedicado a la exploración
de estas perspectivas cósmicas.
En la primavera y otoño de 1976 yo formaba parte del equipo de imagen en vuelo
del vehículo de aterrizaje Viking, y me dedicaba junto con cientos de científicos
colegas a la exploración del planeta Marte. Por primera vez en la historia humana
habíamos hecho aterrizar dos vehículos espaciales en la superficie de otro mundo.
Los resultados, descritos de modo más completo en el capítulo 5, fueron
espectaculares, y el significado histórico de la misión quedó claro para todos. Sin
embargo, el público en general apenas sabía nada de estos grandes
acontecimientos.
La prensa en su mayoría no les prestaba atención; la televisión ignoró la misión casi
por completo. Cuando se tuvo la seguridad de que no se obtendría una respuesta
definitiva sobre la posible existencia de vida en Marte, el interés disminuyó todavía
más. La ambigüedad se toleraba muy poco. Cuando descubrimos que el cielo de
Marte presentaba un color amarillo rosado en lugar del azul que se le había
atribuido al principio, equivocadamente, el anuncio fue recibido por un coro de
joviales silbidos por parte de los periodistas reunidos: querían que incluso en este
aspecto Marte se pareciera a la Tierra.
Creían que su público se desinteresaría paulatinamente de Marte a medida que el
planeta resultase cada vez más distinto de la Tierra. Y sin embargo, los paisajes de
Marte son impresionantes, las vistas conseguidas imponentes. Yo sabía
positivamente, por experiencia propia, que existe un enorme interés global por la
exploración de los planetas y por muchos temas científicos relacionados con ella: el
origen de la vida, la Tierra y el Cosmos, la búsqueda de inteligencias
extraterrestres, nuestra conexión con el universo. Y estaba seguro que se podía
estimular este interés a través del medio de comunicación más poderoso, la
televisión.
Compartía mi opinión B. Gentry Lee, el director de análisis de datos y planificación
de la misión Viking, hombre de extraordinarias capacidades organizativas.
Decidimos, como una apuesta, enfrentarnos con el problema nosotros mismos. Lee
propuso que formáramos una compañía productora dedicada a la difusión de la
ciencia de un modo atractivo y accesible. En los meses siguientes nos propusieron
un cierto número de proyectos. Pero el proyecto más interesante fue el propuesto
por KCET, la rama del Servicio Público de Radiodifusión en Los Ángeles. Aceptamos
finalmente producir de modo conjunto una serie de televisión en trece episodios
orientada hacia la astronomía pero con una perspectiva humana muy amplia. Su
destinatario sería un público popular, tenía que producir impacto desde el punto de
vista visual y musical y tenía que afectar al corazón tanto como a la mente.
Hablamos con guionistas, contratamos un productor ejecutivo y nos vimos
embarcados en un proyecto de tres años llamado Cosmos.
En el momento de escribir estas líneas, el programa tiene un público espectador en
todo el mundo estimado en 140 millones de personas, es decir el tres por ciento de
la población humana del planeta Tierra. Su lema es que el público es mucho más
inteligente de lo que se suele suponer; que las cuestiones científicas más profundas
sobre la naturaleza y el origen del mundo excitan los intereses y las pasiones de un
número enorme de personas. La época actual es una encrucijada histórica para
nuestra civilización y quizás para nuestra especie.
Sea cual fuere el camino que sigamos, nuestro destino está ligado indisolublemente
a la ciencia. Es esencial para nuestra simple supervivencia que comprendamos la
ciencia. Además la ciencia es una delicia; la evolución nos ha hecho de modo tal que
el hecho de comprender nos da placer porque quien comprende tiene posibilidades
mayores de sobrevivir. La serie de televisión Cosmos y este libro son un intento
ilusionado para difundir algunas de las ideas, métodos y alegrías de la ciencia.
Esta obra y la serie televisiva evolucionaron conjuntamente. En cierto modo cada
una se basa en la otra. Muchas ilustraciones de este libro se basan en los
impresionantes montajes visuales preparados para la serie televisiva. Pero los libros
y las series televisivas tienen unos públicos algo diferentes y permiten enfoques
distintos. Una de las grandes virtudes de un libro es que permite al lector volver
repetidamente a los pasajes oscuros o difíciles; esta posibilidad no se ha hecho real
en la televisión hasta hace poco con el desarrollo de la tecnología de los discos y las
cintas de vídeo.
Futuros experimentos dirán si estas ideas son correctas. Pero son ideas que ilustran
el replanteamiento continuo y vigoroso a que se somete la sabiduría transmitida y
que es un elemento fundamental de la vida científica.
Es imposible en un proyecto de esta magnitud dar las gracias a todos los que han
contribuido a él. Sin embargo me gustaría expresar una gratitud especial a B.
Gentry Lee; al personal de producción de Cosmos, entre ellos los productores
principales Geoffrey Haines Stiles y David Kennard y el productor ejecutivo Adrian
Malone; a los artistas Jon Lomberg (quien jugó un papel clave en el diseño original
y en la organización de los montajes visuales de Cosmos), John Allison, Adolf
Schaller, Rick Stembach, Don Davis, Brown y Anne Norcia; a los consejeros Donald
Goldsmith, Owen Gingerich, Paul Fox y Diane Ackerman, a Cameron Beck; a la
dirección de KCET, especialmente Greg Adorfer, que nos presentó por primera vez
la propuesta de KCET, Chuck Allen, William Lamb, y James Loper; y a los
subguionistas y coproductores de la serie televisiva Cosmos, incluyendo a la Atlantic
Richfield Company, la Corporación para la Radiodifusión Pública, las Fundaciones
Arthur Vining Davis, la Fundación Alfred P. Sloan, la British Broadcasting
Corporation, y Polytel International.
Al final de la obra se dan los nombres de otros colaboradores que ayudaron a
esclarecer cuestiones de detalle o de enfoque. Sin embargo, como es lógico la
responsabilidad final del contenido del libro recae sobre mí. Doy las gracias al
personal de Random House, especialmente a la encargada de la edición de mi obra,
Anne Freedgood, y al diseñador del libro, Robert Aulicino, por su experta
colaboración y por la paciencia que demostraron cuando las fechas límite para la
serie televisiva y para el libro parecía que entraban en conflicto. Tengo una deuda
especial de gratitud para con Shirley Arden, mi ayudante ejecutiva, por
mecanografiar los primeros borradores de este libro y por conducir los borradores
posteriores a través de todas las fases de producción con la alegre competencia que
le caracteriza. Es éste únicamente uno de los muchos motivos de agradecimiento
profundo que el proyecto Cosmos tiene con ella. Me siento más agradecido de lo
que pueda expresar a la administración de la Universidad de Cornell por
concederme una excedencia de dos años que me permitió llevar a cabo este
proyecto, a mis colegas y estudiantes de la Universidad, y a mis colegas de la
NASA, del JPL y del equipo de óptica del Voyager.
El agradecimiento más profundo por la elaboración de Cosmos se lo debo a Ann
Druyan y a Steven Soter, mis coguionistas de la serie televisiva. Contribuyeron de
modo fundamental y repetido a las ideas básicas y a sus conexiones, a la estructura
intelectual general de los episodios, y a la justeza del estilo. Agradezco mucho sus
lecturas intensamente críticas de las primeras versiones de este libro, sus
sugerencias constructivas y creativas para la revisión de muchos borradores, y sus
contribuciones importantes al guión de televisión que influyeron de muchas
maneras en el contenido de este libro. La satisfacción que me proporcionaron las
muchas discusiones sostenidas es una de mis recompensas principales por el
proyecto Cosmos.
Ithaca y Los Ángeles, mayo de 1980.
Capítulo 1
En la orilla del océano cósmico.
El cosmos es todo lo que eso lo que fue o lo que será alguna vez.
Nuestras contemplaciones más tibias del Cosmos nos conmueven: un escalofrío
recorre nuestro espinazo, la voz se nos quiebra, hay una sensación débil, como la
de un recuerdo lejano, o la de caer desde lo alto. Sabemos que nos estamos
acercando al mayor de los misterios.
Un cúmulo de galaxias más extenso con una galaxia irregular (abajo a la derecha).
(Pintura de Adolf Schaller y de Rick Sternbach
Una galaxia anular rara, una de cuyas estrellas brilla con color azul por una
explosión de supernova. (Pintura de Adolfo Schaller).
Nos recuerdan que los hombres han evolucionado para admirar se de las cosas, que
comprender es una alegría, que el conocimiento es requisito esencial para la
supervivencia. Creo que nuestro futuro depende del grado de comprensión que
tengamos del Cosmos en el cual flotamos como una mota de polvo en el cielo de la
mañana.
Estas exploraciones exigieron a la vez escepticismo e imaginación. La imaginación
nos llevará a menudo a mundos que no existieron nunca. Pero sin ella no podemos
llegar a ninguna parte. El escepticismo nos permite distinguir la fantasía de la
realidad, poner a prueba nuestras especulaciones. La riqueza del Cosmos lo supera
todo: riqueza en hechos elegantes, en exquisitas interrelaciones, en la maquinaria
sutil del asombro.
La superficie de la Tierra es la orilla del océano cósmico. Desde ella hemos
aprendido la mayor parte de lo que sabemos. Recientemente nos hemos adentrado
un poco en el mar, vadeando lo suficiente para mojamos los dedos de los pies, o
como máximo para que el agua nos llegara al tobillo. El agua parece que nos invita
a continuar. El océano nos llama. Hay una parte de nuestro ser conocedora de que
nosotros venimos de allí. Deseamos retomar. No creo que estas aspiraciones sean
irreverentes, aunque puedan disgustar a los dioses, sean cuales fueren los dioses
posibles.
Las dimensiones del Cosmos son tan grandes que el recurrir a unidades familiares
de distancia, como metros o kilómetros, que se escogieron por su utilidad en la
Tierra, no serviría de nada. En lugar de ellas medimos la distancia con la velocidad
de la luz. En un segundo un rayo de luz recorre casi 300.000 kilómetros, es decir
que da diez veces la vuelta a la Tierra. Podemos decir que el Sol está a ocho
minutos luz de distancia. La luz en un año atraviesa casi diez billones de kilómetros
por el espacio. Esta unidad de longitud, la distancia que la luz recorre en un año, se
llama año luz. No mide tiempo sino distancias, distancias enormes.
La textura a gran escala del Cosmos: una pequeña muestra de un mapa con el
millón de galaxias más brillantes, todas las cuales están a menos de mil millones de
años luz de la Tierra. Cada cuadradito es una galaxia que contiene miles de millones
de estrellas. El mapa se basa en un estudio telescópico que tardó en completarse
doce años, realizado por Donald Shane y Carl Wirtanen, del observatorio Lick de la
Universidad de California. (Cedido por Stewart Brand.)
Izquierda: una galaxia espiral barrada, llamada así por la barra de estrellas y de
polvo que atraviesa el núcleo. (Pintura de Jon Lomberg.); derecha, una galaxia
espiral típica. (Pintura de Jon Lomberg.)
El único lugar normal es el vacío vasto, frío y universal, la noche perpetua del
espacio intergaláctico, un lugar tan extraño y desolado que en comparación suya los
planetas, las estrellas y las galaxias se nos antojan algo dolorosamente raros y
preciosos. Si nos soltaran al azar dentro del Cosmos la probabilidad de que nos
encontráramos sobre un planeta o cerca de él sería inferior a una parte entre mil
millones de billones de billones 1 (1033 , un uno seguido de 33 ceros). En la vida
diaria una probabilidad así se considera nula. Los mundos son algo precioso.
Si adoptamos una perspectiva intergaláctica veremos esparcidos como la espuma
marina sobre las ondas del espacio innumerables zarcillos de luz, débiles y tenues.
Son las galaxias. Algunas son viajeras solitarias; la mayoría habitan en cúmulos
comunales, apretadas las unas contra las otras errando eternamente en la gran
oscuridad cósmica. Tenemos ante nosotros el Cosmos a la escala mayor que
conocemos. Estamos en el reino de las nebulosas, a ocho mil millones de años luz
de la Tierra, a medio camino del borde del universo conocido.
Una galaxia se compone de gas y de polvo y de estrellas, de miles y miles de
millones de estrellas. Cada estrella puede ser un sol para alguien. Dentro de una
galaxia hay estrellas y mundos y quizás también una proliferación de seres vivientes
y de seres inteligentes y de civilizaciones que navegan por el espacio. Pero desde
1
Recordemos el significado de los números grandes más allá de un millón. Un billón = 1.000.000.000.000 = 10 12;
un trillón = 1.000.000.000.000.000.000 = 10 18, etc. El exponente indica el número de ceros después del uno
La Vía Láctea desde un punto situado ligeramente por encima del plano de sus
brazos espirales, que están iluminados por miles de millones de estrellas azules,
calientes y jóvenes. En la distancia se ve el núcleo galáctico, iluminado por estrellas
más viejas y rojas. (Pintura de Jon Lomberg.)
Hay unos cientos de miles de millones de galaxias (1011) cada una con un promedio
de un centenar de miles de millones de estrellas. Es posible que en todas las
galaxias haya tantos planetas como estrellas, 1011 x 1011 = 1022, diez mil millones
de billones. Ante estas cifras tan sobrecogedoras, ¿cuál es la probabilidad de que
una estrella ordinaria, el Sol, vaya acompañada por un planeta habitado? ¿Por qué
seríamos nosotros los afortunados, medio escondidos en un rincón olvidado del
Cosmos? A mí se me antoja mucho más probable que el universo rebose de vida.
Algunas estrellas dobles están tan próximas que se tocan y entre ellas fluye
sustancia estelar. La mayoría están separadas a la misma distancia que Júpiter del
Sol. Algunas estrellas, las supernovas, son tan brillantes como la entera galaxia que
las contiene; otras, los agujeros negros, son invisibles a unos pocos kilómetros de
distancia. Algunas resplandecen con un brillo constante; otras parpadean de modo
incierto o se encienden y se oscurecen con un ritmo inalterable.
Algunas giran con una elegancia señorial; otras dan vueltas de modo tan frenético
que se deforman y quedan oblongas.
La mayoría brilla principalmente con luz visible e infrarrojo; otras son también
fuentes brillantes de rayos X o de ondas de radio.
Las estrellas azules son calientes y jóvenes; las estrellas amarillas, convencionales y
de media edad; las estrellas rojas son a menudo ancianas o moribundas; y las
estrellas blancas pequeñas o las negras están en los estertores finales de la muerte.
La Vía Láctea contiene unos 400 mil millones de estrellas de todo tipo que se
mueven con una gracia compleja y ordenada. Hasta ahora los habitantes de la
Tierra conocen de cerca, de entre todas las estrellas, sólo una.
Cada sistema estelar es una isla en el espacio, mantenida en cuarentena perpetua
de sus vecinos por los años luz. Puedo imaginar a seres en mundos innumerables
que en su evolución van captando nuevos vislumbres de conocimiento: en cada
mundo estos seres suponen al principio que su planeta baladí y sus pocos e
insignificantes soles son todo lo que existe. Crecemos en aislamiento. Sólo de modo
lento nos vamos enseñando el Cosmos.
Izquierda: interior de una nube de polvo negro, donde empiezan a brillar estrellas
jóvenes. Planetas cercanos de hielo se están evaporando y el gas emitido es
soplado hacia fuera como la cola de un cometa. (Pintura de Adolf Schaller.);
derecha, un pulsar intermitente en rápida rotación, en el centro de un resto de
supernova. (Pintura de John Allison.)
Algunas estrellas pueden estar rodeadas por millones de pequeños mundos rocosos
y sin vida, sistemas planetarios congelados en alguna fase primitiva de su
evolución.
Quizás haya muchas estrellas que tengan sistemas planetarios bastante parecidos al
nuestro: en la periferia grandes planetas gaseosos con anillos y lunas heladas, y
más cerca del centro, mundos pequeños, calientes, azules y blancos, cubiertos de
Los mundos gaseosos gigantes, Neptuno, Urano, Saturno, la joya del sistema solar,
y Júpiter están todos rodeados por un séquito de lunas heladas. En el interior de la
región de los planetas gaseosos y de los icebergs en órbita están los dominios
cálidos y rocosos del sistema solar interior. Está por ejemplo Marte, el planeta rojo,
con encumbrados volcanes, grandes valles de dislocación, enormes tormentas de
arena que abarcan todo el planeta y con una pequeña probabilidad de que existan
algunas formas simples de vida. Todos los planetas están en órbita alrededor del
Sol, la estrella más próxima, un infierno de gas de hidrógeno y de helio ocupado en
reacciones termonucleares y que inunda de luz el sistema solar.
Finalmente, y acabando nuestro paseo, volvemos a nuestro mundo azul y blanco,
diminuto y frágil, perdido en un océano cósmico cuya vastedad supera nuestras
imaginaciones más audaces. Es un mundo entre una inmensidad de otros mundos.
Sólo puede tener importancia para nosotros.
La Tierra es nuestro hogar, nuestra madre. Nuestra forma de vida nació y
evolucionó aquí. La especie humana está llegando aquí a su edad adulta. Es sobre
este mundo donde desarrollamos nuestra pasión por explorar el Cosmos, y es aquí
donde estamos elaborando nuestro destino, con cierto dolor y sin garantías.
Izquierda: Olympus Mons (el Monte Olimpo), una gigantesca construcción volcánica
de 30 kilómetros de altura y 500 kilómetros de diámetro en la superficie de Marte.
(Modelo de Don Davis.); derecha, un retrato del Sol. (Pintura de Anne Norcia.)
diferentes con respecto a los rayos del Sol proyectan sombras de longitudes
diferentes. La diferencia observada en las longitudes de las sombras hacía necesario
que la distancia entre Alejandría y Siena fuera de unos siete grados a lo largo de la
superficie de la Tierra; es decir que si imaginamos los palos prolongados hasta
llegar al centro de la Tierra, formarán allí un ángulo de siete grados. Siete grados es
aproximadamente una cincuentava parte de los trescientos sesenta grados que
contiene la circunferencia entera de la Tierra. Eratóstenes sabía que la distancia
entre Alejandría y Siena era de unos 800 kilómetros, porque contrató a un hombre
para que lo midiera a pasos. Ochocientos kilómetros por 50 dan 40.000 kilómetros:
ésta debía ser pues la circunferencia de la Tierra.
ciento, lo que constituye un logro notable hace 2.200 años. Fue la primera persona
que midió con precisión el tamaño de un planeta.
El mundo mediterráneo de aquella época tenía fama por sus navegaciones.
Alejandría era el mayor puerto de mar del planeta. Sabiendo ya que la Tierra era
una esfera de dimensiones modestas, ¿no iba a sentir nadie la tentación de
emprender viajes de exploración, de buscar tierras todavía sin descubrir, quizás
incluso de intentar una vuelta en barco a todo el planeta? Cuatrocientos años antes
de Eratóstenes, una flota fenicia contratada por el faraón egipcio Necao había
circunnavegado África. Se hicieron a la mar en la orilla del mar Rojo, probablemente
en botes frágiles y abiertos, bajaron por la costa oriental de África, subieron luego
por el Atlántico, y regresaron finalmente a través del Mediterráneo. Esta expedición
épica les ocupó tres años, casi el mismo tiempo que tarda una moderna nave
espacial Voyager en volar de la Tierra a Saturno.
Después del descubrimiento de Eratóstenes, marineros audaces y aventurados
intentaron muchos grandes viajes. Sus naves eran diminutas. Disponían únicamente
de instrumentos rudimentarios de navegación. Navegaban por estima y seguían,
siempre que podían, la línea costera. En un océano desconocido podían determinar
su latitud, pero no su longitud, observando noche tras noche la posición de las
constelaciones con relación al horizonte. Las constelaciones familiares eran sin duda
un elemento tranquilizador en medio de un océano inexplorado. Las estrellas son las
amigas de los exploradores, antes cuando las naves navegaban sobre la Tierra y
ahora que las naves espaciales navegan por el cielo. Después de Eratóstenes es
posible que hubiera algunos intentos, pero hasta la época de Magallanes nadie
consiguió circunnavegar la Tierra. ¿Qué historias de audacia y de aventura debieron
llegar a contarse mientras los marineros y los navegantes, hombres prácticos del
mundo, ponían en juego sus vidas dando fe a las matemáticas de un científico de
Alejandría?
En la época de Eratóstenes se construyeron globos que representaban a la Tierra
vista desde el espacio; eran esencialmente correctos en su descripción del
Mediterráneo, una región bien explorada, pero se hacían cada vez más inexactos a
medida que se alejaban de casa. Nuestro actual conocimiento del Cosmos repite
Mirando desde el fondo de un pozo de la antigua Siena, cerca del actual Abu Simbel,
en Egipto, donde según la tradición local tuvo su origen el estudio de la
circunferencia de la Tierra por Eratóstenes.
Izquierda: mapa plano del antiguo Egipto. Cuando el Sol está directamente encima
de la cabeza, los obeliscos verticales no proyectan sombras en Alejandría ni en
Siena. Centro, mapa plano del antiguo Egipto. Cuando el Sol no está directamente
encima de la cabeza, los obeliscos verticales proyectan sombras de longitud igual en
Alejandría y en Siena. Derecha: Mapa curvo del antiguo Egipto. El Sol puede estar
directamente encima de la cabeza en Siena y no en Alejandría, lo que explica el
hecho de que el obelisco no proyecte sombra en Siena pero en Alejandría proyecte
una sombra pronunciada.
Pero para que la Empresa de las Indias fuera posible, para que las naves y sus
tripulaciones sobrevivieran al largo viaje, la Tierra tenía que ser más pequeña de lo
que Eratóstenes había dicho.
Por lo tanto Colón hizo trampa con sus cálculos, como indicó muy correctamente la
facultad de la Universidad de Salamanca que los examinó. Utilizó la menor
circunferencia posible de la Tierra y la mayor extensión hacia el este de Asia que
pudo encontrar en todos los libros de que disponía, y luego exageró incluso estas
cifras. De no haber estado América en medio del camino, las expediciones de Colón
habrían fracasado rotundamente.
La Tierra está en la actualidad explorada completamente. Ya no puede prometer
nuevos continentes o tierras perdidas. Pero la tecnología que nos permitió explorar
y habitar las regiones más remotas de la Tierra nos permite ahora abandonar
nuestro planeta, aventuramos en el espacio y explorar otros mundos. Al abandonar
la Tierra estamos en disposición de observarla desde lo alto, de ver su forma
esférica sólida, de dimensiones eratosténicas, y los perfiles de sus continentes,
confirmando que muchos de los antiguos cartógrafos eran de una notable
competencia. ¡Qué satisfacción habrían dado estas imágenes a Eratóstenes y a los
demás geógrafos alejandrinos!
Fue en Alejandría, durante los seiscientos años que se iniciaron hacia el 300 a. de
C., cuando los seres humanos emprendieron, en un sentido básico, la aventura
intelectual que nos ha llevado a las orillas del espacio. Pero no queda nada del
paisaje y de las sensaciones de aquella gloriosa ciudad de mármol. La opresión y el
miedo al saber han arrasado casi todos los recuerdos de la antigua Alejandría. Su
población tenía una maravillosa diversidad.
Soldados macedonios y más tarde romanos, sacerdotes egipcios, aristócratas
griegos, marineros fenicios, mercaderes judíos, visitantes de la India y del África
subsahariana todos ellos, excepto la vasta población de esclavos, vivían juntos en
armonía y respeto mutuo durante la mayor parte del período que marca la grandeza
de Alejandría.
La ciudad fue fundada por Alejandro Magno y construida por su antigua guardia
personal. Alejandro estimuló el respeto por las culturas extrañas y una búsqueda sin
prejuicios del conocimiento. Según la tradición y no nos importa mucho que esto
fuera o no cierto se sumergió debajo del mar Rojo en la primera campana de
inmersión del mundo. Animó a sus generales y soldados a que se casaran con
mujeres persas e indias.
Respetaba los dioses de las demás naciones. Coleccionó formas de vida exóticas,
entre ellas un elefante destinado a su maestro Aristóteles. Su ciudad estaba
construida a una escala suntuosa, porque tenía que ser el centro mundial del
comercio, de la cultura y del saber. Estaba adornada con amplias avenidas de
treinta metros de ancho, con una arquitectura y una estatuaria elegante, con la
tumba monumental de Alejandro y con un enorme faro, el Faros, una de las siete
maravillas del mundo antiguo.
Pero la maravilla mayor de Alejandría era su biblioteca y su correspondiente museo
(en sentido literal, una institución dedicada a las especialidades de las Nueve
Musas). De esta biblioteca legendaria lo máximo que sobrevive hoy en día es un
sótano húmedo y olvidado del Serapeo, el anexo de la biblioteca, primitivamente un
2
Llamadas así porque pueden obtenerse cortando un cono en diferentes ángulos. Dieciocho siglos más tarde
Johannes Kepler utilizaría los escritos de Apolonio sobre las secciones cónicas para comprender por primera vez el
movimiento de los planetas.
Los libros perdidos de Aristarco, tal como podían estar guardados en los estantes de
la Biblioteca de Alejandría.
Y qué tentadores son estos restos y fragmentos. Sabemos por ejemplo que en los
estantes de la biblioteca había una obra del astrónomo Aristarco de Samos quien
sostenía que la Tierra es uno de los planetas, que órbita el Sol como ellos, y que las
estrellas están a una enorme distancia de nosotros. Cada una de estas conclusiones
es totalmente correcta, pero tuvimos que esperar casi dos mil años para
Capítulo 2
Una voz en la fuga cósmica
¿Cómo nacieron los primeros seres vivos? ¿Cómo evolucionó la vida hasta producir
seres tan elaborados y complejos como nosotros, capaces de explorar el misterio de
nuestros orígenes? ¿Hay vida también sobre los incontables planetas que puedan
girar alrededor de otros soles? De existir la vida extraterrestre, ¿se basa en las
mismas moléculas orgánicas que la vida de la Tierra? ¿Se parecen bastante los
seres de otros mundos a la vida de la Tierra? ¿O presentan diferencias aturdidoras,
con otras adaptaciones a otros ambientes? ¿Qué otras cosas son posibles? La
naturaleza de la vida en la Tierra y la búsqueda de vida en otras partes son dos
aspectos de la misma cuestión: la búsqueda de lo que nosotros somos.
En las grandes tinieblas entre las estrellas hay nubes de gas, de polvo y de materia
orgánica. Los radiotelescopios han descubierto docenas de tipos diferentes de
moléculas orgánicas. La abundancia de estas moléculas sugiere que la sustancia de
la vida se encuentra en todas partes. Quizás el origen y la evolución de la vida sea
una inevitabilidad cósmica, si se dispone de tiempo suficiente. En algunos de los
miles de millones de planetas de la galaxia Vía Láctea es posible que la vida no
nazca nunca. En otros la vida puede nacer y morir más tarde, o bien no superar en
su evolución las formas más sencillas. Y en alguna pequeña fracción de mundos
pueden desarrollarse inteligencias y civilizaciones más avanzadas que la nuestra.
En ocasiones alguien señala hasta qué punto es afortunada la coincidencia de que la
Tierra esté perfectamente adaptada a la vida: temperaturas moderadas, agua
líquida, atmósfera de oxígeno, etc. Pero esto supone confundir por lo menos en
parte causa y efecto. Nosotros, habitantes de la Tierra, estamos supremamente
adaptados al medio ambiente de la Tierra porque crecimos aquí. Las formas
anteriores de vida que no estaban perfectamente adaptadas murieron. Nosotros
descendemos de organismos que prosperaron. No hay duda de que los organismos
que evolucionan en un mundo muy diferente también cantarán sus alabanzas.
Toda la vida en la Tierra está estrechamente relacionada. Tenemos una química
orgánica común y una herencia evolutiva común. Como consecuencia de esto
nuestros biólogos se ven profundamente limitados. Estudian solamente un tipo
único de biología, un tema solitario en la música de la vida. ¿Es este tono agudo y
débil la única voz en miles de años luz? ¿O es más bien una especie de fuga
cósmica, con temas y contrapuntos, disonancias y armonías, con mil millones de
voces distintas tocando la música de la vida en la galaxia?
Permitid que cuente una historia sobre una pequeña frase en la música de la vida
sobre la Tierra. En el año 1185 el emperador del Japón era un niño de siete años
llamado Antoku.
Era el jefe nominal de un clan de samurais llamados los Heike, que estaban
empeñados en una guerra larga y sangrienta con otro clan de samurais, los Genji.
Cada clan afirmaba poseer derechos ancestrales superiores al trono imperial. El
encuentro naval decisivo, con el emperador a bordo, ocurrió en Dan-no-ura en el
mar Interior del Japón el 24 de abril de 1185.
Los Heike fueron superados en número y en táctica. Muchos murieron a manos del
enemigo. Los supervivientes se lanzaron en gran número al mar y se ahogaron. La
Dama Nii, abuela del emperador, decidió que ni ella ni Antoku tenían que caer en
manos del enemigo.
Toda la flota Heike quedó destruida. Sólo sobrevivieron cuarenta y tres mujeres.
Estas damas de honor de la corte imperial fueron obligadas a vender flores y otros
favores a los pescadores cercanos al escenario de la batalla. Los Heike
desaparecieron casi totalmente de la historia. Pero un grupo formado por la chusma
de antiguas damas de honor y su descendencia entre los pescadores fundó un
festival para conmemorar la batalla. Se celebra hasta hoy el 24 de abril de cada
año.
Los pescadores descendientes de los Heike visten de cáñamo con tocado negro y
desfilan hasta el santuario de Akama que contiene el mausoleo del emperador
ahogado. Allí asisten a una representación de los acontecimientos que siguieron a la
batalla de Dan-no-ura. Durante siglos la gente imaginó que podía distinguir ejércitos
fantasmales de samurais esforzándose vanamente en achicar el mar para lavarlo de
sangre y eliminar su humillación.
Los pescadores dicen que los samurais Heike se pasean todavía por los fondos del
mar Interior, en forma de cangrejos. Se pueden encontrar en este mar, cangrejos
con curiosas señales en sus dorsos, formas e indentaciones que se parecen
asombrosamente al rostro de un samurai. Cuando se pesca un cangrejo de éstos no
se come sino que se le devuelve al mar para conmemorar los tristes
acontecimientos de Dan-no-ura.
Este proceso plantea un hermoso problema. ¿Cómo se consigue que el rostro de un
guerrero quede grabado en el caparazón de un cangrejo? La respuesta parece ser
que fueron los hombres quienes hicieron la cara. Las formas en los caparazones de
los cangrejos son heredadas. Pero entre los cangrejos, como entre las personas,
hay muchas líneas hereditarias diferentes. Supongamos que entre los antepasados
lejanos de este cangrejo surgiera casualmente uno con una forma que parecía,
aunque fuera ligeramente, un rostro humano. Incluso antes de la batalla de Dan-
no-ura los pescadores pueden haber sentido escrúpulos para comer un cangrejo así.
para que sea más gustoso y nutritivo que sus escuálidos antepasados; ha cambiado
tanto que sin la intervención humana no pueden ni reproducirse.
La esencia de la selección artificial tanto de un cangrejo de Heike, como de un
perro, una vaca o una espiga de trigo es ésta: Muchos rasgos físicos y de
comportamiento de las plantas y de los animales se heredan. Se reproducen
enteros. Los hombres, por el motivo que sea, apoyan la reproducción de algunas
variedades y reprimen la reproducción de otras. La variedad que se ha seleccionado
se reproduce de modo preferente; llega a ser abundante; la variedad desechada se
hace rara y quizás llega a extinguirse.
Pero si los hombres pueden crear nuevas variedades de plantas y de animales, ¿no
ha de poder hacer lo mismo la naturaleza? Este proceso similar se denomina
selección natural. Las alteraciones que hemos provocado en animales y vegetales
durante la corta estancia de los hombres sobre la Tierra y la evidencia fósil
demuestran claramente que la vida ha cambiado de modo fundamental a lo largo de
las eras. Los restos fósiles nos hablan sin ambigüedad de seres presentes antes en
números enormes y que actualmente han desaparecido de modo absoluto 3.
Las especies que se han extinguido en la historia de la Tierra son mucho más
numerosas que las existentes actualmente; son los experimentos conclusos de la
evolución.
Los cambios genéticos inducidos por la domesticación se han producido con mucha
rapidez. El conejo no se domesticó hasta los primeros tiempos del Medioevo (lo
criaron monjes franceses creyendo que los conejitos recién nacidos eran pescado y
que por lo tanto quedaban exentos de la prohibición de consumir carne en ciertos
días del calendario de la Iglesia); el café en el siglo quince; la remolacha azucarera
en el siglo diecinueve; y el visón está todavía en las primeras fases de
domesticación. En menos de diez mil años la domesticación ha aumentado el peso
de la lana que crían las ovejas desde menos de un kilo de pelos duros hasta diez o
veinte kilos de una pelusa fina y uniforme; o el volumen de leche producido por el
ganado en un período de lactancia desde unos cuantos centenares de centímetros
cúbicos hasta un millón. Si la selección artificial puede provocar cambios tan
3
A pesar de que la opinión religiosa tradicional de Occidente sostuvo tenazmente lo contrario, como lo demuestra
por ejemplo la afirmación de John Wesley en 1770: “Nunca se ha permitido a la Muerte que destruya una especie,
ni la de menos monta.”
grandes en un período de tiempo tan corto, ¿de qué será capaz la selección natural
trabajando durante miles de millones de años? La respuesta es toda la belleza y
diversidad del mundo biológico. La evolución es un hecho, no una teoría.
El gran descubrimiento asociado con los nombres de Charles Darwin y de Alfred
Russel Wallace es que el mecanismo de la evolución es la selección natural. Hace
más de un siglo estos científicos hicieron hincapié en que la naturaleza es prolífica,
en que nacen muchos más animales y plantas de los que pueden llegar a sobrevivir
y en que, por lo tanto, el medio ambiente selecciona las variedades que son
accidentalmente más adecuadas para sobrevivir. Las mutaciones, cambios
repentinos en la herencia se transmiten enteras. Proporcionan la materia prima de
la evolución. El medio ambiente selecciona las pocas mutaciones que aumentan la
supervivencia, obteniéndose una serie de lentas transformaciones de una forma de
vida en otra, que origina nuevas especies4.
Las palabras de Darwin en El origen de las especies fueron:
El hombre de hecho no produce variabilidad; lo único que hace es
exponer inintencionadamente seres orgánicos a nuevas condiciones
de vida, y luego la Naturaleza actúa sobre la organización, y causa
la variabilidad. Pero el hombre puede seleccionar y selecciona las
variaciones que la Naturaleza le da, y de este modo, las acumula de
cualquier modo que desee. Adapta así animales y plantas a su
propio beneficio o placer. Puede hacerlo metódicamente o puede
hacerlo inconscientemente preservando los individuos que le son
más útiles de momento, sin pensar en alterar la raza... No hay
motivo aparente para que los principios que han actuado con tanta
eficacia en la domesticación no hayan actuado en la Naturaleza...
Nacen más individuos de los que pueden sobrevivir... La ventaja
más ligera en un ser, de cualquier edad o en cualquier estación,
4
En el libro sagrado de los mayas, el Popol Vuh, las formas diversas de vida se califican como intentos infructuosos
de los dioses que disfrutaban experimentando la fabricación de personas. Los primeros intentos no fueron nada
acertados y condujeron a la creación de los animales inferiores; el penúltimo intento, que por poco acertó, creó a
los monos. En la mitología china, los seres humanos salieron de los piojos del cuerpo de Pan Gu. En el siglo
dieciocho, De Buffon propuso que la Tierra era mucho más vieja de lo que indicaban las Escrituras, y que de algún
modo las formas de vida cambiaban lentamente a lo largo de los milenios, si bien los simios superiores eran
descendientes extraviados de personas. Estas ideas no reflejan de modo preciso el proceso evolutivo descrito por
Darwin y Wallace, pero constituyen anticipaciones de l, como las opiniones de Demócrito, Empédocles y de otros
primitivos científicos jonios que tratamos en el capítulo 7.
sobre los demás seres con los cuales entra en competición, o una
adaptación mejor, por mínima que sea, a las condiciones físicas que
le rodean, cambiará el equilibrio en su favor.
de una pequeña variación, por ejemplo con ojos rojos en lugar de blancos, o con
cerdas en el cuello en lugar de sin cerdas. Se trataba de otro tipo de criatura, y que
funcionaba muy bien: moscas con alas mucho más prominentes y con antenas
largas y plumosas. Llegué a la conclusión de que el destino había hecho en el propio
laboratorio de Muller lo que él había dicho que no podría suceder nunca: un cambio
evolutivo importante en una única generación. Me correspondía a mí la ingrata tarea
de contárselo.
Con el corazón oprimido llamé a su puerta. Entre, dijo una voz apagada. Entré y vi
que la habitación estaba a oscuras, a excepción de una única lamparita que
iluminaba el soporte del microscopio donde él estaba trabajando. En este ambiente
tenebroso comuniqué a trompicones mi descubrimiento: un tipo muy diferente de
mosca. Estaba seguro que había emergido de una de las pupas en las melazas. No
quería molestar a Muller, pero... ¿Tiene más bien aspecto de lepidóptero que de
díptero?, me preguntó con el rostro iluminado desde abajo. Yo no sabía de qué me
hablaba, y tuvo que explicármelo: ¿Tiene alas grandes? ¿Tiene antenas plumosas?
Asentí tristemente.
Muller encendió la lámpara del techo y sonrió benignamente. Era una vieja historia.
Había un tipo de polilla que se había adaptado a los laboratorios de genética que
trabajaban con Drosophila. No era nada parecida a una mosca de la fruta ni quería
ninguna relación con ella. Lo que quería era la melaza de las moscas de la fruta. En
los breves momentos que el técnico de laboratorio necesitaba para destapar la
botella de leche por ejemplo al añadir más moscas de la fruta y volverla a tapar, la
polilla madre entraba en picado y precipitaba sus huevos volando sobre las
deliciosas melazas. Yo no había descubierto una macro mutación, simplemente
había dado con otra maravillosa adaptación de la naturaleza, producto a su vez de
micro mutaciones y de la selección natural.
Los secretos de la evolución son la muerte y el tiempo: la muerte de un número
enorme de formas vivas que estaban imperfectamente adaptadas al medio
ambiente; y tiempo para una larga sucesión de pequeñas mutaciones que eran
accidentalmente adaptativas, tiempo para la lenta acumulación de rasgos
producidos por mutaciones favorables. ¿Qué significan setenta millones de años
para unos seres que viven sólo una millonésima de este tiempo? Somos como
mariposas que revolotean un solo día y piensan que aquello lo es todo.
Lo que sucedió en la Tierra puede ser más o menos el curso típico de la evolución
de la vida en muchos mundos; pero en relación a detalles como la química de las
proteínas o la neurología de los cerebros, la historia de la vida en la Tierra puede
ser única en toda la galaxia Vía Láctea. La Tierra se condensó a partir de gas y
polvo interestelar hace 4.600 millones de años. Sabemos por los fósiles que el
origen de la vida se produjo poco después, hace quizás unos 4.000 millones de
años, en las lagunas y océanos de la Tierra primitiva. Los primeros seres vivos no
eran tan complejos como un organismo unicelular, que ya es una forma de vida
muy sofisticado. Los primeros balbuceos fueron mucho más humildes. En aquellos
días primigenios, los relámpagos y la luz ultravioleta del Sol descomponían las
moléculas simples, ricas en hidrógeno, de la atmósfera primitiva, y los fragmentos
se recombinaban espontáneamente dando moléculas cada vez más complejas. Los
productos de esta primera química se disolvían en los océanos, formando una
especie de sopa orgánica cuya complejidad crecía paulatinamente, hasta que un día,
por puro accidente, nació una molécula que fue capaz de hacer copias bastas de sí
misma, utilizando como bloques constructivos otras moléculas de la sopa.
(Volveremos más adelante a este tema.)
Éste fue el primer antepasado del ácido desoxirribonucleico, el ADN, la molécula
maestra de la vida en la Tierra. Tiene la forma de una escalera torcida según una
hélice, con escalones disponibles en cuatro partes moleculares distintas, que
constituyen las cuatro letras del código genético. Estos escalones, llamados
nucleótidos, deletrean las instrucciones hereditarias necesarias para hacer un
organismo dado. Cada forma viva de la Tierra tiene un conjunto distinto de
instrucciones, escrito esencialmente en el mismo lenguaje.
La razón por la cual los organismos son diferentes es la diferencia existente entre
sus instrucciones de ácido nucleico. Una mutación es un cambio en un nucleótido,
copiado en la generación siguiente y que se transmite entero. Puesto que las
mutaciones son cambios casuales de los nucleótidos, la mayoría son nocivas o
letales, porque hacen nacer a través del código enzimas no funcionales. Hay que
esperar mucho para que una mutación haga trabajar mejor a un organismo. Y sin
sexo; los que lo encuentran aburrido pronto se extinguen. Y esto no es sólo cierto
en relación a los microbios de hace dos mil millones de años. También los hombres
conservamos hoy en día una palpable devoción por intercambiar segmentos de
ADN.
acompañados por un aumento espectacular del tamaño del cerebro. Y luego, hace
sólo unos pocos millones de años, emergieron los primeros humanos auténticos.
Los hombres crecieron en los bosques y nosotros les tenemos una afinidad natural.
¡Qué hermoso es un árbol que se esfuerza por alcanzar el cielo! Sus hojas recogen
la luz solar para fotosintetizarla, y así los árboles compiten dejando en la sombra a
sus vecinos. Si buscamos bien veremos a menudo dos árboles que se empujan y se
echan a un lado con una gracia lánguida. Los árboles son máquinas grandes y
bellas, accionadas por la luz solar, que toman agua del suelo y dióxido de carbono
del aire y convierten estos materiales en alimento para uso suyo y nuestro. La
planta utiliza los hidratos de carbono que fabrica como fuente de energía para llevar
a cabo sus asuntos vegetales. Y nosotros, los animales, que somos en definitiva
parásitos de las plantas, robamos sus hidratos de carbono para poder llevar a cabo
nuestros asuntos.
Al comer las plantas combinamos los hidratos de carbono con el oxígeno que
tenemos disuelto en nuestra sangre por nuestra propensión a respirar el aire, y de
este modo extraemos la energía que nos permite vivir. En este proceso exhalamos
dióxido de carbono, que luego las plantas reciclan para fabricar más hidratos de
El ADN es una hélice doble, con dos hilos retorcidos que parecen una escalera en
espiral. La secuencia u ordenación de los nucleótidos a lo largo de cada uno de los
hilos constituyentes es el lenguaje de la vida. Durante la reproducción las hélices se
separan, ayudadas por una proteína especial que las destornilla, y cada cual
sintetiza una copia idéntica de la otra a partir de bloques constructivos de
nucleótido que flotan por allí en el líquido viscoso del núcleo de la célula. Una vez
destornillada la doble hélice una enzima notable llamada polimerasa del ADN
contribuye a asegurar que la copia se realiza de modo casi perfecto. Si se comete
un error, hay enzimas que arrancan lo equivocado y sustituyen el nucleótido falso
por el correcto. Estas enzimas son una máquina molecular con poderes asombrosos.
El ADN del núcleo, además de hacer copias exactas de sí mismo la herencia es
precisamente esto dirige las actividades de la célula que es precisamente el
metabolismo sintetizando otro ácido nucleico llamado ARN mensajero, el cual pasa a
las provincias extra nucleares y controla allí la construcción, en el momento
adecuado y en el lugar adecuado, de una enzima. Cuando todo ha finalizado el
resultado es la producción de una molécula única de enzima que se dedica luego a
ordenar un aspecto particular de la química de la célula.
El ADN del hombre es una escalera con una longitud de mil millones de nucleótidos.
Las combinaciones posibles de nucleótidos son en su mayor parte tonterías:
causarían la síntesis de proteínas que no realizarían ninguna función útil. Sólo un
número muy limitado de moléculas de ácido nucleico, son de alguna utilidad para
formas de vida tan complicadas como nosotros. Incluso así el número de maneras
útiles de construir ácidos nucleicos es increíblemente elevado: probablemente muy
superior al número total de electrones y de protones del universo. Por lo tanto el
número de seres humanos posible es muy superior al del número de personas que
hayan vivido nunca: el potencial no utilizado de la especie humana es inmenso. Ha
de haber manera de construir ácidos nucleicos que funcionen mucho mejor sea cual
fuere el criterio escogido que cualquier persona que haya vivido nunca. Por suerte
todavía ignoramos la manera de montar secuencias distintas de nucleótidos que
permitan construir tipos distintos de seres humanos. En el futuro es muy posible
que estemos en disposición de montar nucleótidos siguiendo la secuencia que
queramos, y de producir cualquier característica que creamos deseable: una
perspectiva que nos hace pensar y nos inquieta.
La evolución funciona mediante la mutación y la selección. Se pueden producir
mutaciones durante la reproducción de la molécula si la enzima polimerasa del ADN
comete un error. Pero es raro que lo haga. Las mutaciones se producen también a
causa de la radiactividad, de la luz ultravioleta del Sol, de los rayos cósmicos o de
sustancias químicas en el medio ambiente, todo lo cual puede cambiar los
nucleótidos o atar en forma de nudos a los ácidos nucleicos. Si el número de
mutaciones es demasiado elevado, perdemos la herencia de cuatro mil millones de
años de lenta evolución.
5
Resulta que el código genético no es totalmente idéntico en todas las partes de todos los organismos de la Tierra.
Se conocen por lo menos unos cuantos casos en los que la trascripción de la información del ADN en información de
proteína en una mitocondria utiliza un libro de código diferente del utilizado por los genes del núcleo de esta misma
célula. Esto sugiere una larga separación evolutiva de los códigos genéticos de las mitocondrias y de los núcleos, y
concuerda con la idea de que las mitocondrias fueron antes organismos libres que se incorporaron a la célula en
una relación simbiótica hace miles de millones de años. Digamos de paso que el desarrollo y la complicación cada
vez mayor de esta simbiosis es una de las respuestas que esclarecen lo que la evolución podía estar haciendo entre
el origen de la célula y la proliferación de muchos organismos pluricelulares en la explosión del Cámbrico.
mensajero, enviado por el ADN del núcleo. Los ribosomas miden unos 0.02 m de
diámetro. Los hilos son microtúbulos, que van hacia el núcleo (en color azul claro en
el fondo). Las mitocondrias, en forma de salchichas (b, e) de un grueso de 1 μm
una longitud de 10 μm, proporcionan energía a la célula. Tienen su propio ADN; Sus
antepasados pueden haber sido microbios que vivían en libertad. El RE está
conectado al núcleo de la célula (e, d). Si nos introducimos por un poro en forma de
túnel (0,05 μm de diámetro) en la membrana nuclear (e) emergemos dentro del
núcleo (f), lleno de hilos de ADN y que parece “una explosión en una fábrica de
espaguetis”.
Si utilizamos los gases más abundantes que había en la Tierra primitiva y casi
cualquier fuente de energía que rompa los enlaces químicos, podemos producir los
bloques constructivos esenciales de la vida.
Pero en nuestro vaso reactivo hay solamente las notas de la música de la vida: no
la música en sí. Hay que disponer los bloques constructivos moleculares en la
secuencia correcta. La vida es desde luego algo más que aminoácidos fabricando
sus proteínas, y nucleótidos fabricando sus ácidos nucleicos.
Pero el hecho mismo de ordenar estos bloques constructivos en moléculas de
cadena larga ha supuesto un progreso sustancial de laboratorio. Se han reunido
aminoácidos en las condiciones de la Tierra primitiva formando moléculas que
Hasta ahora nadie ha mezclado los gases y las aguas de la Tierra primitiva y ha
conseguido que al finalizar el experimento saliera algo arrastrándose del tubo de
ensayo. Las cosas vivas más pequeñas que se conocen, los viroides, se componen
de menos de 10.000 átomos. Provocan varias enfermedades diferentes en las
plantas cultivadas y es probable que hayan evolucionado muy recientemente de
organismos más complejos y no de otros más simples. Resulta difícil, de hecho,
imaginar un organismo todavía más simple que éste y que esté de algún modo vivo.
Los viroides se componen exclusivamente de ácido nucleico, al contrario de los
virus, que tienen también un recubrimiento de proteínas. No son más que un simple
filamento de ARN con una geometría o bien lineal o bien circular y cerrada. Los
viroides pueden ser tan pequeños y prosperar a pesar de ello porque son parásitos
que se meten en todo y no paran. Al igual que los virus, se limitan a apoderarse de
cualquiera de los organismos que conocemos aquí. Puede haber alguna evolución
convergente, porque quizás sólo haya una solución óptima para un determinado
problema ambiental: por ejemplo algo parecido a dos ojos para tener visión
binocular en las frecuencias ópticas. Pero en general el carácter aleatorio del
proceso evolutivo debería crear seres extraterrestres muy diferentes de todo lo
conocido.
No puedo deciros qué aspecto tendría un ser extraterrestre. Estoy terriblemente
limitado por el hecho de que sólo conozco un tipo de vida, la vida de la Tierra.
Algunas personas como autores de ciencia ficción y artistas han especulado sobre el
aspecto que podrían tener otros seres. Me siento escéptico ante la mayoría de estas
visiones extraterrestres. Me parece que se basan excesivamente en formas de vida
que ya conocemos.
Todo organismo es del modo que es debido a una larga serie de pasos, todos ellos
improbables. No creo que la vida en otros lugares se parezca mucho a un reptil o a
un insecto o a un hombre, aunque se le apliquen retoques cosméticos menores
como piel verde, orejas puntiagudas y antenas. Pero si insistís, podría intentar
imaginarme algo diferente:
En un planeta gaseoso gigante como Júpiter, con una atmósfera rica en hidrógeno,
helio, metano, agua y amoníaco, no hay superficie sólida accesible, sino una
atmósfera densa y nebulosa en la cual las moléculas orgánicas pueden ir cayendo
de los cielos como el maná, como los productos de nuestros experimentos de
laboratorio. Sin embargo, hay un obstáculo característico para la vida en un planeta
así: la atmósfera es turbulenta, y en el fondo de ella la temperatura es muy alta. Un
organismo ha de ir con cuidado para no ser arrastrado al fondo y quedar frito.
Para demostrar que no queda excluida la vida en un planeta tan diferente, E. E.
Salpeter, colega mío en Cornell, y yo mismo hemos hecho algunos cálculos. Como
es lógico no podemos saber de modo preciso qué aspecto tendría la vida en un lugar
así, pero queríamos saber la posibilidad de que un mundo de este tipo, cumpliendo
las leyes de la física y de la química, estuviera habitado.
Porque hay por lo menos otro nicho ecológico en un ambiente así: la caza. Los
cazadores son rápidos y maniobrables. Se comen a los flotantes tanto por sus
moléculas orgánicas como por su reserva de hidrógeno puro. Los hundientes huecos
podrían haber evolucionado para dar los primeros flotantes y los flotantes
autopropulsados darían los primeros cazadores. No puede haber muchos cazadores,
porque si se comen a todos los flotantes, ellos mismos acaban pereciendo.
La física y la química permiten formas de vida de este tipo. El arte les presta un
cierto encanto. Sin embargo la Naturaleza no tiene por qué seguir nuestras
especulaciones. Pero si hay miles de millones de mundos habitados en la galaxia Vía
Láctea, quizás habrá unos cuantos poblados por hundientes, flotantes y cazadores
que nuestra imaginación, atemperada por las leyes de la física y de la química, ha
generado.
La biología se parece más a la historia que a la física. Hay que conocer el pasado
para comprender el presente. Y hay que conocerlo con un detalle exquisito. No
existe todavía una teoría predictiva de la biología, como tampoco hay una teoría
predictiva de la historia. Los motivos son los mismos: ambas materias son todavía
demasiado complicadas para nosotros. Pero podemos conocemos mejor conociendo
otros casos.
El estudio de un único caso de vida extraterrestre, por humilde que sea,
desprovincializará a la biología. Los biólogos sabrán por primera vez qué otros tipos
de vida son posibles. Cuando decimos que la búsqueda de vida en otros mundos es
importante, no garantizamos que sea fácil de encontrar, sino que vale mucho la
pena buscarla.
Hasta ahora hemos escuchado solamente la voz de la vida en un pequeño mundo.
Pero al fin nos disponemos ya a captar otras voces en la fuga cósmica.
Capítulo 3
La armonía de los mundos
Los seres humanos están bien dotados para comprender el mundo. Siempre lo
hemos estado. Pudimos cazar animales o hacer fuego porque habíamos
comprendido algo. Hubo una época anterior a la televisión, anterior a las películas,
anterior a la radio, anterior a los libros. La mayor parte de la existencia humana ha
transcurrido en esa época. Sobre las ascuas mortecinas de un fuego de campaña,
en una noche sin luna, nosotros contemplábamos las estrellas.
El cielo nocturno es interesante. Contiene ciertas formas. Podemos imaginar casi
involuntariamente que son figuras. En el cielo del Norte, por ejemplo, hay una
figura o constelación que parece un oso pequeño. Algunas culturas lo llaman la Osa
Mayor. Otras ven en ella imágenes bastante distintas.
Esas figuras no son, por supuesto, una realidad del cielo nocturno; las ponemos allí
nosotros mismos. Cuando éramos un pueblo cazador veíamos cazadores y perros,
osos y mujeres jóvenes, las cosas que podían interesamos. Cuando en el siglo
diecisiete, los navegantes europeos vieron por primera vez los mares del Sur,
pusieron en el cielo objetos de interés para el propio siglo diecisiete: tucanes y
pavos reales, telescopios y microscopios, compases y la popa de los barcos. Si las
constelaciones hubieran recibido su nombre en el siglo veinte, supongo que en el
cielo veríamos bicicletas y neveras, estrellas del rock and roll, o incluso nubes
atómicas; un nuevo repertorio, con las esperanzas y los temores del hombre,
colocado entre las estrellas.
De vez en cuando nuestros antepasados venían una estrella muy brillante con una
cola, vislumbrada sólo un momento, precipitándose a través del cielo. La llamaron
estrella fugaz, pero el nombre no es adecuado: las estrellas de siempre continúan
allí después del paso de las estrellas fugaces. En algunas estaciones hay muchas
estrellas fugaces, mientras que en otras hay muy pocas. También aquí hay una
especie de regularidad.
Las estrellas salen siempre por el este y se ocultan por el oeste, como el Sol y la
Luna; y si pasan por encima de nosotros, tardan toda la noche en cruzar el cielo.
Hay diferentes constelaciones en las diferentes estaciones. Por ejemplo, al comienzo
del otoño aparecen siempre las mismas constelaciones. No sucede nunca que de
pronto aparezca una nueva constelación por el este. Hay un orden, una
predictibilidad, una permanencia en lo referente a las estrellas. Se comportan de un
modo casi tranquilizador.
Algunas estrellas salen justo antes que el Sol, o se ponen justo después que él, y en
momentos y posiciones que dependen de la estación. Si uno realiza detenidas
observaciones de las estrellas y las registra durante muchos años, puede llegar a
predecir las estaciones. También puede calcular la duración de un año anotando el
punto del horizonte por donde sale el Sol cada día. En los cielos había un gran
calendario a disposición de quien tuviera dedicación, habilidad y medios para
registrar los datos.
Nuestros antepasados construyeron observatorios para medir el paso de las
estaciones. En el Cañón del Chaco, en Nuevo México, hay un gran kiva ceremonial,
o templo sin tejado, que data del siglo once. El 21 de junio, el día más largo del
año6, un rayo de luz solar entra al amanecer por una ventana y se mueve
lentamente hasta que cubre un nicho especial.
Izquierda: Casa Bonita, una casa de apartamentos anasazi del siglo once, con
ochocientas habitaciones. Derecha: Casa Rincañada, un templo anasazi con una
alineación casi perfecta este-oeste.
Pero esto sólo sucede alrededor del 21 de junio. Me imagino a los orgullosos
anasazi, que se definían a sí mismos como Los Antiguos, reunidos en sus sítiales
cada 21 de junio, ataviados con plumas, sonajeros y turquesas para celebrar el
6
En el hemisferio Norte (PB)
poder del Sol. También seguían el movimiento aparente de la Luna: los veintiocho
nichos mayores en el kiva pueden representar el número de días que han de
transcurrir para que la Luna vuelva a ocupar la misma posición entre las
constelaciones. Los anasazi prestaban mucha atención al Sol, a la Luna y a las
estrellas. Se han encontrado otros observatorios, basados en ideas semejantes, en
Angkor Vat en Camboya, Stonehenge en Inglaterra, Abu Simbel en Egipto, Chichen
Itzá en México; y en las grandes llanuras en Norteamérica.
Algunos supuestos observatorios para la fijación del calendario es posible que se
deban al azar y que, por ejemplo, la ventana y el nicho presenten el día 21 de junio
una alineación accidental. Pero hay otros observatorios maravillosamente distintos.
En un lugar del suroeste norteamericano hay un conjunto de tres losas verticales
que fueron cambiadas de su posición original hace aproximadamente unos 1 000
años. En la roca ha sido esculpida una espiral, parecida en cierto modo a una
galaxia. El día 21 de junio, primer día de verano, un haz de luz solar que entra por
una abertura entre las losas, bisecando la espiral; y el día 21 de diciembre, primer
día de invierno, hay dos haces de luz solar que flanquean la espiral. Se trata de un
sistema único para leer el calendario en el cielo utilizando el sol de mediodía.
¿Por qué los pueblos de todo el mundo hicieron tales esfuerzos para aprender
astronomía? Cazábamos gacelas, antílopes y búfalos cuyas migraciones
aumentaban o disminuían según las estaciones. Los frutos y las nueces podían
recogerse en algunas temporadas, pero no en otras. Cuando inventamos la
agricultura tuvimos que ir con cuidado para plantar y recolectar nuestras cosechas
en la estación adecuada. Las reuniones anuales de tribus nómadas muy dispersas se
fijaban para fechas concretas. La posibilidad de leer el calendario en los cielos era
literalmente una cuestión de vida y muerte. Los pueblos de todo el mundo tomaban
nota de la reaparición de la luna creciente después de la luna nueva, del regreso del
Sol después de un eclipse total, de la salida del Sol al alba después de su fastidiosa
ausencia nocturna: esos fenómenos sugerían a nuestros antepasados la posibilidad
de sobrevivir a la muerte. En lo alto de los cielos había también una metáfora de la
inmortalidad.
El viento azota los cañones del suroeste norteamericano, y no hay nadie para oírlo,
aparte de nosotros: un recordatorio de las 40 000 generaciones de hombres y
mujeres pensantes que nos precedieron, acerca de los cuales apenas sabemos
nada, y sobre los cuales está basada nuestra civilización.
Pasaron las edades y los hombres fueron aprendiendo de sus antepasados. Cuanto
más exacto era el conocimiento de la posición y de los movimientos del Sol, de la
Luna y de las estrellas, con mayor seguridad podía predecirse la época para salir de
caza, para sembrar y segar o para reunirse las tribus. Cuando mejoró la precisión
de las mediciones, hubo que anotar los datos y de este modo la astronomía
estimuló la observación, las matemáticas y el desarrollo de la escritura.
Pero luego, mucho después, surgió otra idea bastante curiosa, una invasión de
misticismo y de superstición en lo que había sido principalmente una ciencia
empírica. El Sol y las estrellas controlaban las estaciones, los alimentos, el calor.
La Luna controlaba las mareas, los ciclos de vida de muchos animales, y quizás el
período menstrual7 humano, de central importancia para una especie apasionada,
dedicada intensamente a tener hijos.
7
La raíz de la palabra significa “Luna”.
Había otro tipo de cuerpos en el cielo, las estrellas errantes o vagabundas llamadas
planetas. Nuestros antepasados nómadas debieron sentir cierta afinidad por los
planetas. Podían verse solamente cinco planetas, sin contar el Sol y la Luna, que se
movían sobre el fondo de las estrellas más distantes. Si se sigue su aparente
movimiento durante varios meses, se les ve salir de una constelación y entrar en
otra, y en ocasiones incluso describen lentamente una especie de rizo en el cielo. Si
todos los demás cuerpos del cielo ejercían un efecto real sobre la vida humana,
¿qué influencia tendrían los planetas sobre nosotros?
En la sociedad contemporánea occidental, es fácil comprar una revista de astrología,
en un quiosco de periódicos por ejemplo; es mucho más difícil encontrar una de
astronomía. Casi todos los periódicos norteamericanos publican una columna diaria
sobre astrología, pero apenas hay alguno que publique un artículo sobre astronomía
ni una vez a la semana. En los Estados Unidos hay diez veces más astrólogos que
astrónomos. En las fiestas, a veces cuando me encuentro con personas que no
saben que soy un científico, me preguntan: ¿Eres Géminis? (posibilidad de acertar:
una entre doce). O: ¿De qué signo eres? Con mucha menos frecuencia me
preguntan: ¿Estabas enterado de que el oro se crea en las explosiones de
supernovas? O: ¿Cuándo crees que el Congreso aprobará el vehículo de exploración
de Marte?
La astrología mantiene que la constelación en la cual se hallan los planetas al nacer
una persona influye profundamente en el futuro de ella. Hace unos miles de años se
desarrolló la idea de que los movimientos de los planetas determinaban el destino
de los reyes, de las dinastías y de los imperios. Los astrólogos estudiaban los
movimientos de los planetas y se preguntaban qué había ocurrido la última vez en
que, por ejemplo, Venus amanecía en la constelación de Aries; quizás ahora
volvería a suceder algo semejante. Era una empresa delicada y arriesgada. Los
astrólogos llegaron a ser empleados exclusivamente por el Estado. En muchos
países era un grave delito leer los presagios del cielo si uno no era el astrólogo
oficial: una buena manera de hundir un régimen era predecir su caída. En China los
astrólogos de la corte que realizaban predicciones inexactas eran ejecutados. Otros
apañaban simplemente los datos para que estuvieran siempre en perfecta
conformidad con los acontecimientos. La astrología se desarrolló como una extraña
Izquierda: la luz solar entra por la ventana e ilumina un nicho en Casa Rincañada,
poco después de salir el sol en un 21 de junio. Derecha: un sorprendente indicador
del solsticio anasazi del año 1000 aproximadamente. (Fotografía Bill Ray.)
“Rueda de la medicina” de los saskat chewan, construida alrededor del año 600 a.
de C.: el observatorio astronómico más antiguo de las Américas. Su diámetro es de
unos 80 m. El mojón de la izquierda sirve para situar la salida del sol en el solsticio
de verano. (Foto doctor John Eddy.)
8
El escepticismo hacia la astrología y sus doctrinas afines no es ni nuevo ni exclusivo de Occidente. Por ejemplo, en
los Ensayos sobre la ociosidad, escritos en 1332 por Tsurezuregusa de Kenyo, leemos:
Las enseñanzas del ying-yang en Japón nada tienen que decir sobre la cuestión de los días de Lengua Roja. Antes la
gente no evitaba esos días, pero últimamente —y me pregunto quién es el responsable de que haya empezado esta
costumbre— a la gente le ha dado por decir cosas como “un proyecto que comienza en un día de Lengua Roja
nunca se verá acabado”, o “cualquier cosa que digas o hagas en un día de Lengua Roja seguro que resulta baldío:
pierdes lo que has ganado y tus planes se desbaratan”. ¡Qué tontería! Si uno contara los proyectos iniciados en
“días de suerte”, cuidadosamente elegidos, que al final fracasan, probablemente serán tan numerosos como las
empresas infructuosas comenzadas en días de Lengua Roja.
congénitas estaban determinadas por las estrellas. En este punto parece que los
astrólogos modernos han adoptado una postura más cautelosa.
Pero los astrólogos modernos se han olvidado de la precesión de los equinoccios,
que Tolomeo conocía. Ignoran la refracción atmosférica sobre la cual Tolomeo
escribió. Apenas prestan atención a todas las lunas y planetas, asteroides y
cometas, quasares y pulsares, galaxias en explosión, estrellas simbióticas, variables
cataclismáticas y fuentes de rayos X que se han descubierto desde la época de
Tolomeo. La astronomía es una ciencia: el estudio del universo como tal. La
astrología es una seudo ciencia: una pretensión, a falta de pruebas contundentes,
de que los demás planetas influyen en nuestras vidas cotidianas. En tiempos de
Tolomeo la distinción entre astronomía y astrología no era clara. Hoy sí lo es.
Tolomeo, en su calidad de astrónomo, puso nombre a las estrellas, catalogó su
brillo, dio buenas razones para creer que la Tierra es una esfera, estableció normas
para predecir eclipses, y quizás lo más importante, intentó comprender por qué los
planetas presentan ese extraño movimiento errante contra el fondo de las
constelaciones lejanas. Desarrolló un modelo de predicción para entender los
movimientos planetarios y de codificar el mensaje de los cielos. El estudio de los
cielos sumía a Tolomeo en una especie de éxtasis. Soy mortal escribió y sé que nací
para un día. Pero cuando sigo a mi capricho la apretada multitud de las estrellas en
su curso circular, mis pies ya no tocan la Tierra...
Tolomeo creía que la Tierra era el centro del Universo; que el Sol, la Luna, las
estrellas y los planetas giraban alrededor de la Tierra. Ésta es la idea más natural
del mundo. La Tierra parece fija, sólida, inmóvil, en cambio nosotros podemos ver
cómo los cuerpos celestes salen y se ponen cada día. Toda cultura ha pasado por la
hipótesis geocéntrica. Como escribió Johannes Kepler, es por lo tanto imposible que
la razón, sin una instrucción previa, pueda dejar de imaginar que la Tierra es una
especie de casa inmensa con la bóveda del cielo situada sobre ella; una casa inmóvil
dentro de la cual el Sol, que es tan pequeño, pasa de una región a otra como un
pájaro errante a través del aire. Pero, ¿cómo explicar el movimiento aparente de los
planetas, por ejemplo el de Marte, que era conocido miles de años antes de la época
de Tolomeo? (Uno de los epítetos que los antiguos egipcios dieron a Marte, sekded
El problema era imaginar un movimiento real de los planetas, tal como se veían
desde allí arriba, en el exterior, y que reprodujera con una gran exactitud el
movimiento aparente de los planetas visto desde aquí abajo, en el interior.
Se supuso que los planetas giraban alrededor de la Tierra unidos a esferas perfectas
y transparentes. Pero no estaban sujetos directamente a las esferas sino
indirectamente, a través de una especie de rueda excéntrica. La esfera gira, la
pequeña rueda entra en rotación, y Marte, visto desde la Tierra, va rizando su rizo.
9
Cuatro siglos antes, Arquímedes construyó un aparato de este tipo, que Cicerón examinó y describió en Roma,
donde lo había transportado el general romano Marcelo, uno de cuyos soldados, gratuitamente y en contra de las
órdenes recibidas, había matado al científico septuagenario durante la conquista de Siracusa.
Si la Tierra era el centro del universo, si la creación tomaba como eje los
acontecimientos terrenales, si se pensaba que los cielos estaban construidos con
principios del todo ajenos a la Tierra, poco estímulo quedaba entonces para las
observaciones astronómicas. El modelo de Tolomeo, que la Iglesia apoyó durante
toda la Edad de la Barbarie, contribuyó a frenar el ascenso de la astronomía durante
un milenio. Por fin, en 1543, un clérigo polaco llamado Nicolás Copérnico publicó
una hipótesis totalmente diferente para explicar el movimiento aparente de los
planetas. Su rasgo más audaz fue proponer que el Sol, y no la Tierra, estaba en el
centro del universo. La Tierra quedó degradada a la categoría de un planeta más, el
tercero desde el Sol, que se movía en una perfecta órbita circular. (Tolomeo había
tomado en consideración un modelo heliocéntrico de este tipo, pero lo desechó
Calculadoras de papel con cuatro discos movibles para predecir eclipses solares y
lunares. Del Asironomicum Caesarium de Petrus Apianus, 1540.
10
Owen Gingerich, en un inventario reciente, ha comprobado que en casi todas las copias del libro de Copérnico del
siglo dieciséis la labor del censor fue ineficaz: sólo el 60% de las copias italianas estaban “corregidas”, y en la
península ibérica ninguna.
Izquierda: Una calculadora de papel para determinar cuándo la Luna alcanza uno de
sus aspectos con respecto a un planeta. Una perla unida a un hilo servía de
indicador. Del stronomicum Caesarium. Derecha: Una “página planetaria” dedicada
a Mercurio, que aparece dibujado en el símbolo circular azul oscuro. Le rodean
varias constelaciones (Casiopea sentada debajo mismo, Orión a su izquierda
degollando a un animal), y en el suelo hay las diversas actividades humanas
regidas, según los astrólogos, por los planetas. Manuscrito astrológico alemán, hacia
1450.
Johannes Kepler nació en Alemania en 1571 y fue enviado de niño a la escuela del
seminario protestante de la ciudad provincial de Maulbronn para que siguiese la
carrera eclesiástica. Era este seminario una especie de campo de entrenamiento
Kepler fue un brillante pensador y un lúcido escritor, pero fue un desastre como
profesor. Refunfuñaba. Se perdía en digresiones. A veces era totalmente
incomprensible. Su primer año en Graz atrajo a un puñado escaso de alumnos; al
año siguiente no había ninguno. Le distraía de aquel trabajo un incesante clamor
interior de asociaciones y de especulaciones que rivalizaban por captar su atención.
Y una tarde de verano, sumido en los intersticios de una de sus interminables
clases, le visitó una revelación que iba a alterar radicalmente el futuro de la
astronomía. Quizás dejó una frase a la mitad, y yo sospecho que sus alumnos, poco
atentos, deseosos de acabar el día apenas se dieron cuenta de aquel momento
histórico.
En la época de Kepler sólo se conocían seis planetas: Mercurio, Venus, la Tierra,
Marte, Júpiter y Saturno. Kepler se preguntaba por qué eran sólo seis. ¿Por qué no
eran veinte o cien? ¿Por qué sus órbitas presentaban el espaciamiento que
Copérnico había deducido? Nunca hasta entonces se había preguntado nadie
cuestiones de este tipo. Se conocía la existencia de cinco sólidos regulares o
platónicos, cuyos lados eran polígonos regulares, tal como los conocían los antiguos
matemáticos griegos posteriores a Pitágoras. Kepler pensó que los dos números
estaban conectados, que la razón de que hubiera sólo seis planetas era porque
había sólo cinco sólidos regulares, y que esos sólidos, inscritos o anidados uno
dentro de otro, determinarían las distancias del Sol a los planetas. Creyó haber
reconocido en esas formas perfectas las estructuras invisibles que sostenían las
esferas de los seis planetas. Llamó a su revelación El Misterio Cósmico. La conexión
entre los sólidos de Pitágoras y la disposición de los planetas sólo permitía una
explicación: la Mano de Dios, el Geómetra.
Kepler estaba asombrado de que él, que se creía inmerso en el pecado, hubiera sido
elegido por orden divina para realizar ese descubrimiento. Presentó una propuesta
para que el duque de Württemberg le diera una ayuda a la investigación,
ofreciéndose para supervisar la construcción de sus sólidos anidados en un modelo
tridimensional que permitiera vislumbrar a otros la grandeza de la sagrada
geometría. Añadió que podía fabricarse de plata y de piedras preciosas y que
serviría también de cáliz ducal. La propuesta fue rechazada con el amable consejo
de que antes construyera un ejemplar menos caro, de papel, a lo cual puso en
11
No es en modo alguno el comentario más extremista en este sentido de la Europa medieval o de la Reforma. Al
preguntar a Domingo de Guzmán, conocido más tarde por Santo Domingo, cómo distinguir al fiel del infiel en el
asedio de una ciudad que tenía mayoría albigense, contestó de forma contundente: “Matadlos a todos. Dios
reconocerá a los suyos.”
Se imaginó que los dominios de Tycho serían un refugio para los males del
momento, el lugar donde se confirmaría su Misterio Cósmico. Aspiraba a convertirse
en un colega del gran Tycho Brahe, quien durante treinta y cinco años se había
dedicado, antes de la invención del telescopio, a la medición de un universo de
relojería, ordenado y preciso. Las expectativas de Kepler nunca se cumplieron. El
propio Tycho era un personaje extravagante, adornado con una nariz de oro, pues
perdió la original en un duelo de estudiantes disputando con otro la preeminencia
matemática. A su alrededor se movía un bullicioso séquito de ayudantes,
aduladores, parientes lejanos y parásitos varios. Las juergas inacabables, sus
insinuaciones e intrigas, sus mofas crueles contra aquel piadoso y erudito patán
llegado del campo deprimían y entristecían a Kepler: Tycho es...
extraordinariamente rico, pero no sabe hacer uso de su riqueza. Uno cualquiera de
sus instrumentos vale más que toda mi fortuna y la de mi familia reunidas.
El Misterio Cósmico de Kepler: Las esferas de los seis planetas anidados en los cinco
sólidos perfectos de Pitágoras y Platón. El sólido perfecto más exterior es el cubo.
(Dibujos: Brown)
Kepler estaba impaciente por conocer los datos astronómicos de Tycho, pero Tycho
se limitaba a arrojarle de vez en cuando algún fragmento: Tycho no me dio
oportunidad de compartir sus experiencias. Se limitaba a mencionarme, durante
una comida y entre otros temas de conversación, como si fuera de paso, hoy la cifra
del apogeo de un planeta, mañana los nodos de otro... Tycho posee las mejores
observaciones... También tiene colaboradores. Solamente carece del arquitecto que
haría uso de todo este material.
Tycho era el mayor genio observador de la época y Kepler el mayor teórico. Cada
uno sabía que por sí solo sería incapaz de conseguir la síntesis de un sistema del
mundo coherente y preciso, sistema que ambos consideraban inminente. Pero
12
La prueba de esta afirmación puede encontrarse en el apéndice 2.
Marte tiene dos pequeñas lunas y el mayor accidente geológico de la mayor de ellas
se llama hoy en día Sierra de Kepler, en honor de su descubridor. Pero se equivocó
totalmente con respecto a Saturno, Mercurio y Venus; y Júpiter tiene muchas más
lunas de las que Galileo descubrió. Todavía ignoramos por qué hay sólo unos nueve
planetas, y por qué sus distancias relativas al Sol son como son. (Ver capítulo 8.)
Tycho realizó sus observaciones del movimiento aparente entre las constelaciones
de Marte y de otros planetas a lo largo de muchos años. Estos datos, de las últimas
décadas anteriores a la invención del telescopio, fueron los más exactos obtenidos
hasta entonces. Kepler trabajó con una intensidad apasionada para comprenderlos:
¿Qué movimiento real descrito por la Tierra y por Marte alrededor del Sol podía
explicar, dentro de la precisión de las medidas, el movimiento aparente de Marte en
el cielo, incluyendo los rizos retrógrados que describe sobre el fondo de las
constelaciones? Tycho había recomendado a Kepler que estudiara Marte porque su
movimiento aparente parecía el más anómalo, el más difícil de conciliar con una
órbita formada por círculos. (Kepler escribió posteriormente por si el lector se
aburría con sus múltiples cálculos: Si te cansa este procedimiento tedioso,
compadécete de mí que hice por lo menos setenta intentos.)
Pitágoras, en el siglo VI a. de C., Platón, Tolomeo y todos los astrónomos cristianos
anteriores a Kepler, daban por sentado que los planetas se movían siguiendo
caminos circulares. El círculo se consideraba una forma geométrica perfecta, y
también los planetas colocados en lo alto de los cielos, lejos de la corrupción
terrenal, se consideraban perfectos en un sentido místico. Galileo, Tycho y
Copérnico creían igualmente en un movimiento circular y uniforme de los planetas,
y el último de ellos afirmaba que la mente se estremece sólo de pensar en otra
cosa, porque sería indigno imaginar algo así en una Creación organizada de la mejor
manera posible. Así pues, Kepler intentó al principio explicar las observaciones
suponiendo que la Tierra y Marte se movían en órbitas circulares alrededor del Sol.
Después de tres años de cálculos creyó haber encontrado los valores correctos de
una órbita circular marciana, que coincidía con diez de las observaciones de Tycho
con un error de dos minutos de arco. Ahora bien, hay 60 minutos de arco en un
grado angular, y 90 grados en un ángulo recto desde el horizonte al cenit. Por lo
tanto, unos cuantos minutos de arco constituyen una cantidad muy pequeña para
medir, sobre todo sin un telescopio. Es una quinceava parte del diámetro angular de
la luna llena vista desde la Tierra. Pero el éxtasis inminente de Kepler pronto se
convirtió en tristeza, porque dos de las observaciones adicionales de Tycho eran
incompatibles con la órbita de Kepler con una diferencia de ocho minutos de arco:
La Divina Providencia nos ha concedido un observador tan diligente en la persona de
Tycho Brahe que sus observaciones condenan este... cálculo a un error de ocho
minutos; es cosa buena que aceptemos el regalo de Dios con ánimo agradecido... Si
yo hubiera creído que podíamos ignorar esos ocho minutos hubiera apañado mi
hipótesis de modo correspondiente.
Pero esos ocho minutos, al no estar permitido ignorarlos, señalaron el camino hacia
una completa reforma de la astronomía.
La diferencia entre una órbita circular y la órbita real solamente podía distinguirse
con mediciones precisas y con una valerosa aceptación de los hechos: El universo
lleva impreso el ornamento de sus proporciones armónicas, pero hay que acomodar
las armonías a la experiencia. Kepler quedó muy afectado al verse en la necesidad
de abandonar una órbita circular y de poner en duda su fe en el Divino Geómetra.
Una vez expulsados del establo de la astronomía los círculos y las espirales, sólo le
quedó, como dijo él, una carretada de estiércol, un círculo alargado, algo así como
un óvalo.
Kepler comprendió al final que su fascinación por el círculo había sido un engaño. La
Tierra era un planeta, como Copérnico había dicho, y para Kepler era del todo
evidente que la perfección de una Tierra arrasada por las guerras, las pestes, el
hambre y la infelicidad, dejaba mucho que desear. Kepler fue una de las primeras
personas desde la antigüedad en proponer que los planetas son objetos materiales
compuestos, como la Tierra, de sustancia imperfecta. Y si los planetas eran
imperfectos, ¿por qué no había de serio también sus órbitas? Probó con varias
curvas ovaladas, las calculó y las desechó, cometió algunos errores aritméticos (que
al principio le llevaron a rechazar la solución correcta), pero meses después y ya un
tanto desesperado probó la fórmula de una elipse, codificada por primera vez en la
Biblioteca de Alejandría por Apolonio de Pérgamo. Descubrió que encajaba
maravillosamente con las observaciones de Tycho: la verdad de la naturaleza, que
Izquierda: Primera ley de Kepler: Un planeta (P) se mueve siguiendo una elipse con
el Sol (S) en uno de los dos focos. Derecha: Segunda ley de Kepler: Un planeta
barre áreas iguales en tiempos iguales. El tiempo necesario para ir de B a A es igual
que para ir de F a E y de D a C; y las áreas sombreadas BSA, FSE y DSC son todas
iguales.
Tercera ley de Kepler, o ley armónica, que relaciona de modo preciso el tamaño de
la órbita de un planeta y el periodo necesario para dar una vuelta alrededor del Sol.
Es válida como se ve para Urano, Neptuno y Plutón, planetas descubiertos mucho
tiempo después de la muerte de Kepler.
Aparte de las órbitas de Mercurio y de Marte, las órbitas de los otros planetas se
desvían tan poco de la circularidad, que no podemos distinguir sus formas reales
aunque utilicemos un diagrama muy preciso. La Tierra es nuestra plataforma móvil
desde la cual observamos el movimiento de los otros planetas sobre el telón de
fondo de las constelaciones lejanas. Los planetas interiores se mueven rápidamente
en sus órbitas, a esto se debe el nombre de Mercurio: Mercurio era el mensajero de
los dioses. Venus, la Tierra y Marte se mueven alrededor del Sol, con rapidez menor
cada vez. Los otros planetas, como Júpiter y Saturno, se mueven majestuosa y
lentamente, como corresponde a los reyes de los dioses.
La tercera ley de Kepler, o ley armónica, afirma que los cuadrados de los períodos
de los planetas (los tiempos necesarios para completar una órbita) son
proporcionales a los cubos de sus distancias medias al Sol: cuanto más distante
está el planeta, más lento es su movimiento, pero de acuerdo con una ley
matemática precisa:
p2 = a 3
a3 = 5 x 5 x 5 = 125.
¿Cuál es el número que multiplicado por sí mismo da 125? El 11, desde luego, con
bastante aproximación. Y 11 años es el período de tiempo que Júpiter necesita para
dar una vuelta alrededor del Sol. Un argumento similar es válido para cada planeta,
asteroide y cometa.
Kepler, no satisfecho con haber extraído de la naturaleza las leyes del movimiento
planetario, se empeñó en encontrar alguna causa subyacente aún más fundamental,
alguna influencia del Sol sobre la cinemática de los mundos. Los planetas se
aceleraban al acercarse al Sol y reducían su velocidad al alejarse de él. Los planetas
lejanos sentían de algún modo la presencia del Sol. El magnetismo era también una
influencia percibido a distancia, y Kepler, en una sorprendente anticipación de la
idea de la gravitación universal, sugirió que la causa subyacente estaba relacionada
con el magnetismo:
Mi intención en esto es demostrar que la máquina celestial puede compararse
no a un organismo divino sino más bien a un engranaje de relojería... Puesto
que casi todos los múltiples movimientos son ejecutados por medio de una
única fuerza magnética muy simple, como en el caso de un reloj en el cual
todos los movimientos son producidos por un simple peso.
Con esta sinfonía de voces el hombre puede tocar la eternidad del tiempo en
menos de una hora, y puede saborear en una pequeña medida el deleite de
Dios, Artista Supremo... Me abandono libremente al frenesí sagrado... porque
la suerte está echada y estoy escribiendo el libro; un libro que será leído
ahora o en la posteridad, no importa. Puede esperar un siglo para encontrar
un lector, al igual que Dios mismo esperó 6 000 años para tener un testigo.
Kepler creía que dentro de esta sinfonía de voces, la velocidad de cada planeta
corresponde a ciertas notas de la escala musical latina popular en su época: do, re,
mi, fa, sol, la, si, do.
En la armonía de las esferas, los tonos de la Tierra son, según él, fa y mi, y la Tierra
está siempre canturreando fa y mi, notas que corresponden directamente a la
palabra latina hambre. Decía, no sin razón, que esa única y lúgubre palabra era la
mejor descripción de la Tierra.
Justamente ocho días después de que Kepler descubriese su tercera ley, se divulgó
en Praga el incidente que desencadenó la guerra de los Treinta Años. Las
convulsiones de la guerra afectaron a la vida de millones de seres, la de Kepler
entre ellas. Perdió a su mujer y a su hijo en una epidemia que llegó con la
soldadesca, su regio patrón fue depuesto y él mismo excomulgado por la Iglesia
luterana a causa de su individualismo intransigente en materias doctrinales. De
nuevo Kepler se convirtió en un refugiado. El conflicto, calificado de santo por
católicos y protestantes, fue más bien una explotación del fanatismo religioso por
gente hambrienta de poder y de tierras. Antes, las guerras acostumbraban a
resolverse cuando los príncipes beligerantes agotaban sus recursos. Pero ahora se
recurrió al pillaje organizado como un medio para mantener en pie de guerra a los
combatientes. La devastada población europea estaba inerme mientras las rejas de
los arados y los ganchos de poda eran requisados y convertidos literalmente en
lanzas y espadas13.
Oleadas de rumores y de paranoia inundaban el campo, afectando particularmente a
los indefensos. Entre las muchas víctimas propiciatorias elegidas se contaban
mujeres ancianas que vivían solas y a las que se acusaba de practicar la brujería: se
13
Algunos ejemplares aún pueden verse en la Armería de Graz.
llevaron así a media noche a la madre de Kepler, metida en una cesta de la colada.
En la pequeña ciudad de Weil der Stadt, entre 1615 y 1629, un promedio de tres
mujeres cada año, eran torturadas y ajusticiadas por brujas. Y Catalina Kepler era
una vieja cascarrabias cuyas disputas molestaban a la nobleza local, y que además
vendía drogas soporíferas y quizás también alucinógenos, como las actuales
curanderas mexicanas. El pobre Kepler creyó que él mismo había contribuido a su
detención.
Lo creyó, porque Kepler había escrito uno de los primeros libros de ciencia ficción,
con el fin de explicar y popularizar la ciencia. Se llamaba Somnium, El sueño.
Imaginó un viaje a la Luna y a los viajeros del espacio situados luego en la
superficie lunar observando el encantador planeta Tierra que giraba lentamente en
el cielo sobre ellos. Un cambio de perspectiva permite imaginar el funcionamiento
de los mundos. En la época de Kepler una de las objeciones básicas a la idea de que
la Tierra giraba era que la gente no siente este movimiento. En el Somnium, Kepler
intentaba mostrar la rotación de la Tierra como algo verosímil, espectacular,
comprensible:
Mi deseo, mientras la multitud no yerre, es estar de parte de la mayoría. Me
esfuerzo, por tanto, en explicar las cosas al mayor número posible de
personas. (En otra ocasión escribió en una carta: No me condenéis
completamente a la rutina del cálculo matemático; dejadme tiempo para las
especulaciones filosóficas, mi verdadero placer)14
Con la invención del telescopio se estaba haciendo posible aquello que Kepler llamó
geografía lunar. En el Somnium describía la Luna llena de montañas, y de valles, y
tan porosa como si la hubieran excavado totalmente con cavidades y cavernas
14
Brahe, al igual que Kepler, distaba de ser hostil a la astrología, aunque distinguía cuidadosamente su propia
versión secreta de la astrología de las variantes comunes de su tiempo, que en su opinión conducían a la
superstición. En su libro Astronomiae Instauratae Mechanica, publicado en 1598, afirmaba que la astrología es
“realmente más digna de crédito de lo que uno pudiera pensar”, siempre que se perfeccionaran debidamente los
mapas de las posiciones estelares. Brahe escribió: “Desde mis veintitrés años me he dedicado tanto a la alquimia
como a los estudios celestiales.” Pero consideraba que ambas seudo ciencias guardaban secretos demasiado
peligrosos para el pueblo en general (aunque totalmente seguros, pensaba, en manos de los príncipes y reyes a los
que solicitaba apoyo económico). Brahe continuaba la ya larga y ciertamente peligrosa tradición de algunos
científicos que creen que solamente a ellos ya los poderosos temporales y eclesiásticos se pueden confiar los
conocimientos arcanos: “Poner en general conocimientos de este tipo de cosas no sirve de nada útil y es poco
razonable.” Kepler, por el contrario, daba clases de astronomía en las escuelas, publicó extensamente y con
frecuencia, astrología, a cuenta de su propio bolsillo, y escribió ciencia ficción, que desde luego no iba destinada en
principio a sus colegas científicos. Puede que no haya sido un escritor popular de ciencia en el sentido moderno,
pero el cambio de actitud en esta sola generación que separa a Tycho de Kepler es revelador.
continuas, una referencia a los cráteres lunares que Galileo había descubierto
recientemente con el primer telescopio astronómico. También imaginó que la Luna
tenía habitantes, bien adaptados a las inclemencias del ámbito local. Describe a la
Tierra vista desde la superficie lunar, girando lentamente, e imagina que los
continentes y océanos de nuestro planeta provocan alguna asociación de imágenes
como la cara de la Luna. Describe la zona donde el sur de España y el norte de
África entran casi en contacto por el estrecho de Gibraltar como una joven con el
vestido suelto a punto de besar a su amante; aunque a mí me recuerda más a dos
narices rozándose.
Kepler habla de la gran intemperancia del clima en la Luna y las violentas
alternaciones de calores y fríos extremos, debidas a la longitud del día y de la noche
lunar, lo cual es totalmente correcto. Por supuesto, no acertó en todo. Creía, por
ejemplo, que la Luna tenía una atmósfera importante, océanos y habitantes. Más
curiosa es su opinión sobre el origen de los cráteres lunares, que dan a la Luna un
aspecto, dice, no muy diferente al de la cara de un chico desfigurado por la viruela.
Afirmó correctamente que los cráteres son depresiones y no montículos. En sus
propias observaciones notó la existencia de las murallas que circundan muchos
cráteres y de picos centrales. Pero pensó que su forma circular tan regular suponía
un nivel tal de perfección que sólo podía explicarlo la presencia de vidas
inteligentes. No imaginó que la caída de grandes rocas desde el cielo produciría una
explosión local, perfectamente simétrica en todas las direcciones, que excavaría una
cavidad circular: éste es el origen de la mayoría de los cráteres de la Luna y de
otros planetas terrestres. En lugar de esto dedujo la existencia de alguna raza
racional capaz de construir esas cavidades en la superficie de la Luna. Esta raza
debe contar con muchos individuos, para que un grupo pueda hacer uso de una
cavidad mientras otro grupo está construyendo otra. Kepler respondió a la objeción
de que eran improbables proyectos constructivos tan monumentales, aduciendo
como contraejemplos las Pirámides de Egipto y la Gran Muralla china, que, de
hecho, puede verse hoy en día desde una órbita terrestre. La idea de que el orden
geométrico revela una inteligencia subyacente fue una idea central en la vida de
Kepler. Su argumento sobre los cráteres lunares anticipa claramente la controversia
sobre los canales de Marte (capítulo 5). Es notable que la búsqueda observacional
Kepler, afectado por otros graves problemas personales, se apresuró sin embargo a
marchar hacia Württemberg donde encontró a su madre de setenta y cuatro años
encerrada en un calabozo secular protestante y bajo amenaza de tortura, como le
sucedió a Galileo en una prisión católica. Kepler, actuando como lo haría
naturalmente un científico, se puso a encontrar explicaciones naturales a los
diversos hechos que habían precipitado las acusaciones de brujería, incluyendo
pequeñas enfermedades que los burgueses de Württemberg habían atribuido a sus
Pero la Guerra de los Treinta Años arrasó su sepultura. Si hubiera que erigirle hoy
una estela podría rezar, en honor a su coraje científico: Prefirió la dura verdad a sus
ilusiones más queridas.
Johannes Kepler confiaba en que un día existirían naves celestes con velas
adaptadas a los vientos del cielo, navegando por el firmamento llenas de
En pocas horas había dejado mis ojos en tal estado que no podía mirar con
ningún ojo ningún objeto brillante sin ver el Sol delante de mí, de modo que
no me atreví a leer ni a escribir, sino que a fin de recuperar el uso de mis
ojos me encerré en mi habitación después de oscurecerla, tres días seguidos,
y utilicé todos los medios para distraer mi imaginación. Porque si pensaba en
él al momento veía su imagen aunque estuviera a oscuras.
línea recta, según una línea tangencial a su órbita, se debía a la presencia de otra
fuerza que la empujaba en dirección a la Tierra, y que desviaba constantemente su
camino convirtiéndolo en un círculo. Newton llamó a esta fuerza gravedad15 y creyó
que actuaba a distancia. No hay nada que conecte físicamente la Tierra y la Luna y
sin embargo la Tierra está constantemente tirando de la Luna hacia nosotros.
Newton se sirvió de la tercera ley de Kepler y dedujo matemáticamente la
naturaleza de la fuerza de la gravedad. 9 Demostró que la misma fuerza que hacía
caer una manzana sobre la Tierra mantenía a la Luna en su órbita y explicaba las
revoluciones de las lunas de Júpiter, recientemente descubiertas en aquel entonces,
en sus órbitas alrededor de aquel lejano planeta.
15
Por desgracia, Newton en su obra maestra Principia no reconoce su deuda para con Kepler. Pero en una carta de
1686 a Edmund Halley dice, refiriéndose a la ley de la gravitación: “Puedo afirmar haberla recogido del teorema de
Kepler hace veinte años.”
Las cosas han estado cayendo desde el principio de los tiempos. Que la Luna gira
alrededor de la Tierra es un hecho que la humanidad ha creído a lo largo de toda su
historia. Newton fue el primero en pensar que esos dos fenómenos se debían a la
misma fuerza. Este es el significado de la palabra universal aplicada a la gravitación
newtoniana. La misma ley de la gravedad es válida para cualquier punto del
universo.
separamos diez veces más lejos, la gravedad es diez al cuadrado, 102 = 100 veces
menor. Se entiende en cierto modo que la fuerza deba ser inversa, es decir que
disminuya con la distancia. Si la fuerza fuese directa y aumentara con la distancia,
la fuerza mayor actuaría sobre los objetos más distantes, y yo supongo que toda la
materia del universo acabaría precipitándose para formar una simple masa cósmica.
No, la gravedad debe disminuir con la distancia, y por ello un cometa o un planeta
se mueve lentamente cuando está lejos del Sol y rápidamente cuando está cerca de
él: la gravedad que siente es tanto más débil cuanto más alejado está del Sol.
Las tres leyes de Kepler sobre el movimiento planetario pueden derivarse de los
principios newtonianos. Las leyes de Kepler eran empíricas, basadas en las
laboriosas observaciones de Tycho Brahe. Las leyes de Newton eran teóricas,
abstracciones matemáticas bastante simples, a partir de las cuales podían
derivarse, en definitiva, todas las mediciones de Tycho. Gracias a estas leyes,
Newton pudo escribir con franco orgullo en los Principia: Demuestro ahora la
estructura del Sistema del Mundo.
Más adelante, Newton presidió la Royal Society, una asociación de científicos, y fue
director de la Casa de la Moneda, donde dedicó sus energías a suprimir la
falsificación de monedas. Su malhumor y su retraimiento habitual aumentaron;
decidió abandonar los asuntos científicos que provocaban broncas disputas con
otros científicos, sobre todo por cuestiones de prioridad, y algunos propagaron
historias contando que había sufrido el equivalente en el siglo diecisiete de una
crisis nerviosa . En cualquier caso, Newton continuó sus experimentos de toda la
vida en la frontera entre la alquimia y la química, y ciertos datos recientes sugieren
que su mal no era tanto una enfermedad psicogénica como un fuerte
envenenamiento de metales, provocado por la ingestión sistemática de pequeñas
cantidades de arsénico y de mercurio. Era costumbre habitual entre los químicos de
la época utilizar el sentido del gusto como instrumento analítico.
Sin embargo, sus prodigiosos poderes intelectuales se mantuvieron intactos. En
1696, el matemático suizo Johann Bernoulli retó a sus colegas a solucionar una
cuestión irresoluble, llamada el problema de la braquistócrona; o sea determinar la
curva que conecta dos puntos, desplazados lateralmente uno de otro, a lo largo de
la cual un cuerpo caería en el menor tiempo posible bajo la única acción de la
gravedad. Bernoulli fijó al principio un plazo límite de seis meses, pero lo alargó
hasta un año y medio a petición de Leibniz, uno de los sabios principales de la
época y el hombre que inventó, independientemente de Newton, el cálculo
diferencial e integral. El reto fue comunicado a Newton el 24 de enero de 1697 a las
cuatro de la tarde. Antes de salir a trabajar en la mañana siguiente, Newton había
inventado una rama de las matemáticas totalmente nueva llamada cálculo de
variaciones, la utilizó para resolver el problema de la braquistócrona y envió la
solución que, por deseo de Newton, fue publicada anónimamente. Pero la brillantez
y la originalidad del trabajo delataron la identidad del autor. Cuando Bernoulli vio la
solución comentó: Reconocemos al león por sus garras. Newton tenía entonces
cincuenta y cinco años.
El pasatiempo intelectual preferido de sus últimos años fue la concordancia y
calibración de las cronologías de antiguas civilizaciones, muy en la tradición de los
antiguos historiadores Maneto, Estrabón y Eratóstenes. En su última obra póstuma,
La cronología de los Antiguos Reinos Amended, encontramos repetidas calibraciones
astronómicas de acontecimientos históricos; una reconstrucción arquitectónica del
Templo de Salomón; una provocativa propuesta según la cual todas las
constelaciones del hemisferio norte llevan nombres de personajes, objetos y
acontecimientos de la historia griega de Jasón y los argonautas; y la hipótesis lógica
de que los dioses de todas las civilizaciones, con la única excepción de la de
Newton, no eran más que reyes antiguos y héroes deificados por las generaciones
posteriores.
Kepler y Newton representan una transición crítica en la historia de la humanidad, el
descubrimiento de que hay leyes matemáticas bastante simples que se extienden
por toda la naturaleza; que las mismas reglas son válidas tanto en la Tierra como
en los cielos; y que hay una resonancia entre nuestro modo de pensar y el
funcionamiento del mundo. Ambos respetaron inflexiblemente la exactitud de los
datos observacionales, y la gran precisión de sus predicciones sobre el movimiento
de los planetas proporcionó una prueba convincente de que los hombres pueden
entender el Cosmos a un nivel insospechadamente profundo. Nuestra moderna
civilización global, nuestra visión del mundo y nuestra exploración del Universo
tienen una deuda profunda para con estas concepciones.
Newton era circunspecto con sus descubrimientos y ferozmente competitivo con sus
colegas científicos. No le costó nada esperar una década o dos antes de publicar la
ley del cuadrado inverso que había descubierto. Pero al igual que Kepler y Tolomeo,
se exaltaba ante la grandiosidad y la complicación de la Naturaleza, y al mismo
tiempo se mostraba de una modestia encantadora. Poco antes de morir escribió: No
sé qué opina el mundo de mí; pero yo me siento como un niño que juega en la orilla
del mar, y se divierte descubriendo de vez en cuando un guijarro más liso o una
concha más bella de lo corriente, mientras el gran océano de la verdad se extiende
ante mí, todo él por descubrir.
Capítulo 4
Cielo e infierno
Me he convertido en muerte, en el
destructor de mundos.
Bhagavad Gita
Cuando tocó el horizonte se produjo una enorme explosión que arrasó 2.000
kilómetros cuadrados de bosque e incendió con una ráfaga de fuego miles de
árboles cercanos al lugar del impacto.
través del cielo. La parte frontal era mucho más ancha que la cola y su color era
como de fuego a la luz del día. Su tamaño era varias veces mayor que el sol pero su
brillo mucho más débil, de modo que se podía mirar sin cubrirse los ojos. Detrás de
las llamas había una estela como de polvo. Iba envuelto en pequeñas humaredas
dispersas y las llamas iban dejando detrás otras llamitas azules. Cuando hubo
desaparecido la llama, se oyeron estallidos más fuertes que el disparo de una
escopeta, podía sentirse temblar el suelo, y saltaron los vidrios de las ventanas de
la cabaña.
... Estaba lavando ropa en el bancal del río Kan. De pronto se oyó un ruido como el
aleteo de un pájaro asustado... y apareció en el río una especie de marea. Después
se oyó un estallido único tan fuerte que una de las mujeres trabajadoras... se cayó
al agua.
Detalle del Tapiz de Bayeux del siglo once, rememorativo de la aparición del cometa
Halley en abril de 1066. La inscripción latina a la izquierda del dibujo muy estilizado
del cometa reza: “Estos se admiran de la estrella.” Un cortesano se apresura a
comunicar el acontecimiento a Harold de Inglaterra, cuya derrota en manos de
Guillermo el Conquistador se consideró popularmente que fue presagiada por el
cometa (observar debajo de las figuras la invasión naval). El tapiz fue encargado
por la reina Matilde, esposa de Guillermo.
Un cometa está compuesto principalmente por hielo de agua (H 20) con un poco de
hielo de metano (CH4), y algo de hielo de amoníaco (NH 3) Un modesto fragmento
cometario, al chocar con la atmósfera de la Tierra, produciría una gran y radiante
bola de fuego, y una potente onda explosiva que incendiaría árboles, arrasaría
bosques y se escucharía en todo el mundo.
Pero no podría excavar en el suelo un cráter grande. Todos los hielos se derretirían
durante la entrada. Del cometa quedarían pocas piezas reconocibles, quizás sólo un
meteoritos son restos de cometas16. Los viejos cometas, calentados por pasos
repetidos cerca del Sol, se desmembrara, se evaporan y se desintegran. Los restos
se dispersan llenando toda la órbita cometaria. En el punto de intersección de esa
órbita con la de la Tierra, hay un enjambre de meteoritos esperándonos. Parte del
enjambre está siempre en la misma posición en la órbita de la Tierra, y la lluvia de
meteoritos se observa siempre el mismo día de cada año. El 30 de junio de 1908
fue el día correspondiente a la lluvia del meteorito Beta Tauris, relacionado con la
órbita del cometa Encke. Parece que el Acontecimiento de Tunguska fue causado
por un pedazo de cometa Encke, un trozo bastante más grande que los diminutos
fragmentos que causan estas lluvias de meteoritos, resplandecientes e inofensivas.
Izquierda: representación turca del Gran Cometa de 1577 (comparar con la figura
siguiente). La excitación que suscitó la llegada del cometa contribuyó directamente
a la fundación del observatorio de Estambul. (Cedida por la Biblioteca de la
Universidad de Estambul.). Derecha: grabado impreso en Praga por Peter Codicillus,
que muestra el Gran Cometa de 1577 extendiéndose sobre la Luna y Saturno
mientras un artista lo dibuja a la luz de una linterna. Tycho Brahe dedujo que este
cometa era más lejano que la Luna, expulsando así a los cometas del reino de los
fenómenos terrestres y colocándolos correctamente entre los cuerpos celestes. De
la colección Wilkiana, Zentralbibliothek, Zurich. (Fotografía de Owen Gingerich.)
16
Alexander von Humboldt propuso por primera vez que los aerolitos y los meteoritos están relacionados con los
cometas. Lo hizo en una gran obra de popularización de toda la ciencia, publicada entre los años 1845 y 1862,
llamada Kosmos. El joven Charles Darwin decidió embarcarse en una carrera que combinara la exploración
geográfica y la historia natural estimulado por la lectura de la obra temprana de Humboldt. Poco tiempo después
aceptaba un puesto de naturalista a bordo del barco HMS. Beagle, hecho que desembocó en el Origen de las
especies.
Representación muy estilizada del cometa de 1556 sobre una ciudad alemana,
Nüremberg probablemente. Colección Wilkiana. (Fotografía de Owen Gingerich.)
Los cometas brillan, al igual que los planetas, porque reflejan la luz solar, y están
muy equivocados quienes los sitúan casi tan lejos como las estrellas fijas; pues si
así fuese, los cometas no podrían recibir más luz de nuestro sol que la que nuestros
planetas reciben de las estrellas fijas. Demostró que los cometas, como los
planetas, se mueven en elipse: Los cometas son una especie de planetas que giran
en órbitas muy excéntricas alrededor del Sol. Esta desmitificación, esta predicción
de las órbitas cometarias regulares, permitió a su amigo Edmund Halley calcular en
1707 que los cometas de 1531, 1607, y 1682 eran apariciones del mismo cometa a
intervalos de 76 años, y predecir su regreso en 1758. El cometa llegó a su debido
tiempo y le dedicaron, póstumamente, su nombre. El cometa Halley ha jugado un
importante papel en la historia humana, y puede que sea el objetivo de la primera
sonda espacial hacia un cometa, durante su regreso en 1986.
Una fotografía rara del cometa Halley tomada en 1910, con Venus abajo a la
izquierda. (Cedida por Camera Press-Photo Trends.)
17
La Tierra está a r = 1, una unidad astronómica 150000 000 de km, del Sol. Su órbita aproximadamente circular
tiene por lo tanto una circunferencia de 2pr » 10 9 km. Nuestro planeta recorre este camino una vez cada año. Un
año = 3 x 107 segundos. Así pues, la velocidad orbital de la Tierra es de 10 km / 3 x 10 7 segundos » 30 km/seg.
Consideremos ahora la capa atmosférica formada por los cometas orbitantes que según muchos astrónomos rodea
el sistema solar a una distancia de »100 000 unidades astronómicas, casi la mitad de la distancia a la estrella más
próxima. De la tercera ley de Kepler se sigue inmediatamente que el período orbital alrededor del Sol de cada uno
de ellos es aproximadamente de (105)3/2 = 107,5 » 3 x 107 o bien 30 millones de años.
Dar una vuelta alrededor del Sol ocupa mucho tiempo si uno vive en los dominios extremos del sistema solar. La
órbita cometaria tiene una longitud de 2pa = 2p x 105 x 1,5 x 108 km » 1014 km, y su velocidad es por lo tanto de
sólo 1014 km / 1015 s = 0.1 km/s
cometa grande, como el corneta Halley, cuyo núcleo es quizás de veinte kilómetros
de diámetro, debería ocurrir solamente una vez cada mil millones de años.
Cuando un objeto pequeño o de hielo colisiona con un planeta o una luna, quizás no
produzca una cicatriz muy señalada. Pero si el objeto que hace impacto es mayor o
está formado principalmente por rocas, se produce en el impacto una explosión que
excava un cuenco hemisférico llamado cráter de impacto.
Y si ningún proceso borra o rellena el cráter, puede durar miles de millones de años.
En la Luna no hay casi erosión y cuando examinamos su superficie la encontramos
cubierta con cráteres de impacto, en número muy superior al que puede explicar la
dispersa población de residuos cometarios y asteroidales que ahora ocupa el
sistema solar interior. La superficie de la Luna ofrece un elocuente testimonio de
una etapa previa de la destrucción de mundos, que finalizó hace ya miles de
millones de años. Los cráteres de impacto no son exclusivos de la Luna. Los
encontramos en todo el sistema solar interior; desde Mercurio, el más cercano al
Sol, hasta Venus, cubierto de nubes, y hasta Marte con sus lunas diminutas, Fobos
y Deimos. Éstos son los planetas terrestres, nuestra familia de mundos, los planetas
más o menos parecidos a la Tierra. Tienen superficies sólidas, interiores formados
por roca y hierro, y atmósferas que van desde el vacío casi total hasta presiones
noventa veces superiores a las de la Tierra. Se agrupan alrededor del Sol, la fuente
de luz y calor, como excursionistas alrededor del fuego de campamento. Todos los
planetas tienen unos 4 600 millones de años de edad. Todos ellos, al igual que la
Luna, ofrecen testimonios elocuentes de una era de impactos catastróficos en la
primitiva historia del sistema solar.
Más allá de Marte entramos en un régimen muy diferente: el reino de Júpiter y de
otros planetas jovianos o gigantes.
Se trata de mundos inmensos compuestos principalmente de hidrógeno y de helio,
con menos cantidades de gases ricos en hidrógeno, como el metano, amoníaco y
agua. No vemos aquí superficies sólidas, solamente la atmósfera y las nubes
multicolores. Son planetas serios, no pequeños mundos fragmentarios como la
Tierra. Dentro de Júpiter podría caber un millar de Tierras.
Si en la atmósfera de Júpiter cayese un cometa o un asteroide, no esperaríamos
que se formara un cráter visible, sino sólo un claro momentáneo entre las nubes. No
obstante, sabemos también que en el sistema solar exterior ha habido una historia
de colisiones que ha durado miles de millones de años; porque Júpiter tiene un gran
sistema de más de una docena de lunas, cinco de las cuales fueron examinadas de
cerca por la nave espacial Voyager.
Por lo tanto, los cráteres de la Luna deberían formarse hoy, de modo muy
aproximado, a razón de 109 años / 104 cráteres = 105 años/cráter, un intervalo de
cien mil años entre cada fenómeno de craterización.
Izquierda: Cráter del Meteorito, Arizona. Este cráter tiene un diámetro de 1,2
kilómetros y se formó hace probablemente 15 000 a 40 000 años, cuando una masa
de hierro de 25 metros de longitud chocó contra la Tierra a una velocidad de 15
kilómetros por segundo. La energía liberada fue equivalente a la de una explosión
nuclear de 4 megatones. Derecha: amanecer en el cráter Copérnico, exactamente al
norte del ecuador lunar. Tiene 100 kilómetros de diámetro. Cuando, a diferencia de
esta fotografía, el cráter está iluminado de cara, su sistema de rayos destaca
mucho. Foto del vehículo orbital Apolo. (Cedida por la NASA.)
Es posible que hubiera más escombros interplanetarios hace unos cuantos miles de
millones de años que ahora, y quizás tendríamos que esperar más de cien mil años
para poder ver la formación de un cráter en la Luna. La Tierra tiene un área mayor
que la Luna, por lo tanto tendríamos que esperar unos diez mil años entre cada
colisión capaz de crear en nuestro planeta cráteres de un kilómetro de longitud. Si
tenemos en cuenta que el Cráter del Meteorito de Arizona, un cráter de impacto de
un kilómetro aproximado de longitud, tiene treinta o cuarenta mil años de
antigüedad, las observaciones en la Tierra concuerdan con estos cálculos tan
bastos.
la Luna visto desde la Tierra a simple vista: la tarde del 25 de junio de 1178, cinco
monjes británicos contaron algo extraordinario, que después quedó registrado en la
crónica de Gervasio de Canterbury, considerada generalmente como un documento
fidedigno de los acontecimientos políticos y culturales de su tiempo: el autor
interrogó a los testigos oculares quienes afirmaron, bajo juramento, decir la verdad
de la historia. La crónica cuenta:
Había una brillante luna nueva, y como es habitual en esta fase sus cuernos estaban
inclinados hacia el Este. De pronto el cuerno superior se abrió en dos. En el punto
medio de la división emergió una antorcha flameante, que vomitaba fuego,
carbones calientes y chispas.
Los astrónomos Derral Mulholland y Odile Calame han calculado que un impacto
lunar produciría una nube de polvo emanando de la superficie de la Luna con un
aspecto bastante similar al descrito por los monjes de Canterbury.
El cráter con rayos, Bruno en la Luna, en la parte superior. Foto del vehículo orbital
Apolo. (Cedida por la NASA.)
Si un impacto como ése se hubiera producido hace solamente 800 años, el cráter
todavía sería visible. La erosión en la Luna es tan ineficaz, a causa de la ausencia de
agua y de aire, que cráteres incluso pequeños que tienen ya unos cuantos miles de
millones de años de edad se conservan relativamente bien. La descripción que
Calame y Mulholland han ofrecido otro tipo de pruebas consistentes con esta
interpretación. Cuando un objeto choca con la Luna a gran velocidad, la hace oscilar
ligeramente. Las vibraciones acaban amortiguándose pero no en un período tan
breve de ochocientos años. Este temblor puede estudiarse con la técnica de las
reflexiones por láser. Los astronautas del Apolo situaron en diversos lugares de la
Luna espejos espaciales llamados retrorreflectores de láser.
Pero el hecho de que solamente unos cuantos cráteres lunares tengan sistemas
extensos de rayos también nos hace pensar que, incluso en la Luna, se produce
Formación de la Luna
períodos inmensos de tiempo, mientras que en la Tierra la lenta erosión los borra o
los rellena.
Formación de la Luna. b)-d) Últimas fases de acreción hace 4 600 a 5 000 millones
de años. La energía liberada por el impacto sobre la Luna de la última generación de
escombros procedentes del espacio funde su superficie. La Luna barre la mayoría de
los escombros próximos, y de este modo se enfría gradualmente. e) a i) Impacto de
un asteroide hace 3 900 millones de años, que forma una cavidad, proyecta una
lluvia de material, genera una onda expansiva de choque y va acompañado por un
recalentamiento de la superficie. La cuenca resultante (i) queda inundada (j-k)
probablemente por rocas basálticas fundidas, hace quizás 2 700 millones de años.
Esta cuenca oscura y prominente se llama Mar de las Lluvias (Mare babriurn), y se
ve desde la Tierra a simple vista y con facilidad. Impactos más recientes han
producido los cráteres de rayos Eratóstenes (1) y Copérnico (m). La lenta erosión
de la Luna ha reducido el contraste entre el Mare Imbrium y sus alrededores.
(Dibujos de Don Davis, con la supervisión de la rama de Astro geología del Servicio
Geológico de los EE.UU.)
No hay una respuesta general que permita saber qué procesos dominan, los
exteriores o los interiores, los fenómenos raros pero violentos, o los comunes y
poco visibles. En la Luna los fenómenos exteriores, catastróficos, influyen
poderosamente; en la Tierra dominan los procesos internos, lentos. Marte es un
caso intermedio.
Hemisferio sur del planeta Mercurio. Los cráteres superpuestos y los prominentes
cráteres de rayos se destacan bien en esta imagen del Mariner 10. Las superficies
de Mercurio y de la Luna son tan parecidas porque ambas sufrieron grandes
explosiones por impacto hace miles de millones de años, y porque desde entonces
la erosión sufrida por su superficie ha sido pequeña. Ésta es una fotocomposición.
Los recortes negros del extremo inferior corresponden a regiones que nunca han
sido fotografiadas. (Cedida por la NASA.)
En algunos casos parecen haber dos o más asteroides orbitando el uno muy cerca
del otro. Las colisiones entre los asteroides suceden con frecuencia, y en ocasiones
se desprende un pequeño fragmento que intercepta accidentalmente la Tierra, y cae
al suelo como un meteorito. En las exposiciones, en las vitrinas de nuestros museos
están los fragmentos de mundos lejanos. El cinturón de asteroides es una gran
rueda de molino, que produce piezas cada vez más pequeñas hasta ser simples
motas de polvo. Los fragmentos asteroidales mayores, junto con los cometas, son
los principales responsables de los cráteres recientes en las superficies planetarias.
Es posible que el cinturón de asteroides sea un lugar en donde las mareas
gravitatorias del cercano planeta gigante Júpiter impidieron que llegara a formarse
un planeta; o quizás son los restos destrozados de un planeta que explotó por sí
solo. Esto parece improbable, pues ningún científico en la Tierra sabe de qué
manera podría explotar un planeta por sí solo, lo cual probablemente dé lo mismo.
Los anillos de Saturno guardan algún parecido con el cinturón de asteroides:
billones de diminutas lunas heladas orbitando el planeta. Pueden representar los
escombros que la gravedad de Saturno no dejó convertirse por acreción en una luna
cercana, o puede que sean los restos de una luna que deambulaba demasiado
próxima y que fue despedazada por las mareas gravitatorias. Otra explicación es
que los anillos sean la posición de equilibrio estático entre el material expulsado por
una luna de Saturno, por ejemplo Titán, y el material que cae en la atmósfera del
planeta. Júpiter y Urano también tienen sistemas de anillos, no descubiertos hasta
hace poco, y casi invisibles desde la Tierra. La posible existencia de un anillo en
Neptuno es un problema prioritario en la agenda de los científicos planetarios. Es
posible que los anillos sean un típico adorno de los planetas de tipo joviano en todo
el Cosmos.
Un libro popular, Mundos en colisión, publicado en 1950 por un siquiatra llamado
Immanuel Velikovsky, afirma que ha habido grandes colisiones recientes desde
Saturno hasta Venus. Según el autor, un objeto de masa planetario, que él llama
cometa, se habría formado de alguna manera en el sistema de Júpiter. Hace unos 3
500 años se precipitó hacia el sistema solar interior y tuvo repetidos encuentros con
la Tierra y Marte, consecuencias accidentales de los cuales fueron la división del Mar
Rojo que permitió a Moisés y a los israelitas escapar del Faraón, y el cese de la
Estas ideas son muy probablemente equivocadas, como ya he discutido con una
cierta extensión en otro lugar. Los astrónomos no se oponen a la idea de grandes
19
Tengo entendido que el primer intento por explicar de un modo esencialmente no místico un acontecimiento
histórico por la intervención cometaria fue el de Edmund Halley, quien propuso que el diluvio de Noé fue “el fortuito
choque de un cometa”.
20
En el sello cilíndrico de Adda, que data de la mitad del tercer milenio a. de C., aparece visiblemente Inanna, la
diosa de Venus, la estrella de la mañana y precursora de la Ishtar babilónica.
21
Digamos de paso que la masa de Venus es casi 30 millones de veces mayor que la de los cometas conocidos de
más masa.
Conclusión: El planeta tenía que estar cubierto de vida. Las nubes uniformes de
Venus reflejaban nuestras propias predisposiciones. Nosotros estamos vivos y nos
excita la posibilidad de que haya vida en otros lugares. Pero sólo un cuidadoso
acopio y valoración de datos puede decimos qué mundo determinado está habitado.
En el caso de Venus nuestras predisposiciones no quedan complacidas.
22
La luz es un movimiento ondulatorio; su frecuencia es, por ejemplo, el número de crestas de onda que entra en
un instrumento de detección, como la retina, en una unidad de tiempo dada, como el segundo. Cuando más alta es
la frecuencia, más energía tiene la radiación.
nosotros es invisible, pero la detectan con facilidad los abejorros y las células
fotoeléctricas, En el mundo hay muchas más cosas de las que vemos.
Deba o del ultravioleta está la parte de rayos X del espectro, y debajo de los rayos
X están los rayos gamma. En las frecuencias más bajas, al otro lado del rojo, está la
parte infrarrojo del espectro. Se descubrió al colocar un termómetro sensible en una
zona situada más allá del rojo, en la cual de acuerdo con nuestra vista hay
oscuridad: la temperatura del termómetro aumentó. Caía luz sobre el termómetro,
aunque esta luz fuera invisible para nuestros ojos. Las serpientes de cascabel y los
semiconductores contaminados detectan perfectamente la radiación infrarrojo.
Debajo del infrarrojo está la vasta región espectral de las ondas de radio. Todos
estos tipos, desde los rayos gamma hasta las ondas de radio, son igualmente
respetables. Todos son útiles en astronomía. Pero a causa de las limitaciones de
nuestros ojos tenemos un prejuicio en favor, una propensión hacia esa franja fina
de arco iris que llamamos el espectro de luz visible.
En 1844, el filósofo Auguste Comte estaba buscando un ejemplo de un tipo de
conocimiento que siempre estaría oculto. Escogió la composición de las estrellas y
de los planetas lejanos. Pensó que nunca los podríamos visitar físicamente, y que al
no tener en la mano muestra alguna de ellos, nos veríamos privados para siempre
de conocer su composición. Pero a los tres años solamente de la muerte de Comte,
se descubrió que un espectro puede ser utilizado para determinar la composición
química de los objetos distantes. Diferentes moléculas o elementos químicos
absorben diferentes frecuencias o colores de luz, a veces en la zona visible y a
veces en algún otro lugar del espectro. En el espectro de una atmósfera planetario,
una línea oscura aislada representa una imagen de la hendidura en la que falta luz:
la absorción de luz solar durante su breve paso a través del aire de otro mundo.
Cada tipo de línea está compuesta por una clase particular de moléculas o átomos.
Cada sustancia tiene su firma espectral característica. Los gases en Venus pueden
ser identificados desde la Tierra, a 60 millones de kilómetros de distancia.
Podemos adivinar la composición del Sol (en el cual se descubrió por primera vez el
helio, nombrado a partir de Helios, el dios griego del Sol); la composición de
estrellas magnéticas A ricas en europio; de galaxias lejanas analizadas a partir de la
luz que envían colectivamente los cien mil millones de estrellas integrantes.
Si Venus estuviera totalmente empapado resultaría fácil ver las líneas de vapor de
agua en su espectro. Pero las primeras observaciones espectroscópicas, intentadas
en el observatorio de Monte Wilson hacia 1920, no descubrieron ni un indicio, ni un
rastro de vapor de agua sobre las nubes de Venus, sugiriendo la presencia de una
superficie árida, como un desierto, coronada por nubes en movimiento de polvo fino
de silicato. Estudios posteriores revelaron la existencia de enormes cantidades de
dióxido de carbono en la atmósfera, con lo que algunos científicos supusieron que
toda el agua del planeta se había combinado con hidrocarbonos para formar dióxido
de carbono, y que por tanto la superficie de Venus era un inmenso campo
petrolífero, un mar de petróleo que abarcaba todo el planeta.
Otros llegaron a la conclusión de que la ausencia de vapor de agua sobre las nubes
se debía a que las nubes estaban muy frías y toda el agua se había condensado en
forma de gotitas, que no presentan la misma estructura de línea espectral que el
vapor de agua. Sugirieron que el planeta estaba totalmente cubierto de agua, a
excepción quizás de alguna que otra isla incrustada de caliza, como los acantilados
de Dover. Pero a causa de las grandes cantidades de dióxido de carbono presentes
en la atmósfera, el mar no podía ser de agua normal; la química física exigía que el
agua fuese carbónica. Venus, proponían ellos, tenía un vasto océano de seltz.
El primer indicio sobre la verdadera situación del planeta no provino de los estudios
espectroscópicos en la parte visible del espectro o en la del infrarrojo cercano, sino
más bien de la región de radio. Un radiotelescopio funciona más como un fotómetro
que como una cámara fotográfica. Se apunta hacia una región bastante extensa del
cielo y registra la cantidad de energía, en una frecuencia de radio dada, que llega a
la Tierra.
Estamos acostumbrados a las señales de radio que transmiten ciertas variedades de
vida inteligente, a saber, las que operan las estaciones de radio y televisión. Pero
hay otras muchas razones para que los objetos naturales emitan ondas de radio.
Una de ellas es que estén calientes. Cuando en 1956 se enfocó hacia Venus un
radiotelescopio primitivo, se descubrió que el planeta emitía ondas de radio como si
estuviera a una temperatura muy alta.
Los rayos de luz rebotan en mi amiga y entran en mis ojos. Pero los antiguos,
incluyendo una figura de la categoría de Euclides, creían que veíamos gracias a
rayos que el ojo emitía de algún modo y que entraban en contacto de modo tangible
y activo con el objeto observado.
Ésta es una noción natural que aún persiste, aunque no explica la invisibilidad de los
objetos de una habitación oscura. Hoy en día combinamos un láser y una fotocélula,
o un transmisor de radar y un radiotelescopio, y de este modo realizamos un
contacto activo por luz con objetos distantes. En la astronomía por radar, un
telescopio en la Tierra transmite ondas de radio, las cuales chocan, por ejemplo, con
el hemisferio de Venus que en este momento está mirando hacia la Tierra, y
después de rebotar vuelven a nosotros. En muchas longitudes de onda, las nubes y
la atmósfera de Venus son totalmente transparentes para las ondas de radio.
Algunos puntos de la superficie las absorberán, o si son muy accidentadas las
dispersarán totalmente, y de este modo aparecerán oscuras a las ondas de radio. Al
seguir los rasgos de la superficie que se iban moviendo de acuerdo con la rotación
de Venus, se pudo determinar por primera vez con seguridad la longitud de su día:
el tiempo que tarda Venus en dar una vuelta sobre su eje. Resultó que Venus gira,
con respecto a las estrellas, una vez cada 243 días terrestres, pero lo hace hacia
atrás, en dirección opuesta a la de los demás planetas del sistema solar interior. Por
consiguiente, el Sol nace por el oeste y se pone por el este, tardando de alba a alba
118 días terrestres. Es más, cada vez que está en el punto más próximo a nuestro
planeta, presenta a la tierra casi exactamente la misma cara. La gravedad de la
Tierra consiguió de algún modo forzar a Venus para que tuviera esta rotación
coordinada con nuestro planeta, y este proceso no pudo ser un proceso rápido.
Venus no podía pues tener unos pocos miles de años, sino que debía ser tan viejo
como los demás objetos del sistema solar interior.
Se han obtenido imágenes de radar de Venus, algunas con telescopios de radar
instalados en la tierra, otras desde el vehículo Pioneer Venus en órbita alrededor de
aquel planeta. Estas imágenes contienen fuertes pruebas de la presencia de
cráteres de impacto. El número de cráteres ni demasiado grandes ni demasiado
pequeños presentes en Venus es el mismo existente en las altiplanicies lunares, y
su número nos vuelve a confirmar que Venus es muy viejo. Pero los cráteres de
Venus son notablemente superficiales, como si las altas temperaturas de la
superficie hubieran producido un tipo de roca que fluyese en largos períodos de
tiempo, como caramelo o masilla, suavizando gradualmente los relieves. Hay
grandes altiplanicies, el doble de altas que las mesetas tibetanas, un inmenso valle
de dislocación, posiblemente volcanes gigantes y una montaña tan alta como el
Everest. Vemos ya ante nosotros un mundo que antes las nubes ocultaban
totalmente; y sus rasgos característicos han sido explorados por primera vez con el
radar y con los vehículos espaciales.
Calisto, la más exterior de las grandes lunas de Júpiter. Cada punto circular brillante
es un gran cráter de impacto. Foto tomada por el Voyager 2 a una distancia de un
millón de kilómetros. (Cedida por la NASA.)
Para que un vehículo espacial pueda sobrevivir largo tiempo en Venus, tiene que
estar refrigerado y además tiene que estar construido como un sumergible de gran
profundidad.
Cerca de una docena de vehículos espaciales de la Unión Soviética y de los Estados
Unidos han entrado en la densa atmósfera de Venus y han atravesado sus nubes;
unos pocos han sobrevivido realmente durante casi una hora en su superficie 23. Dos
naves espaciales de la serie soviética Venera tomaron fotografías en su superficie.
Sigamos los pasos de estas misiones exploradoras y visitemos otro mundo.
Las nubes ligeramente amarillentas pueden distinguirse en la luz visible y corriente,
pero como Galileo observo por primera vez, no muestran prácticamente ningún
rasgo. Sin embargo, si las cámaras captan el ultravioleta, vemos un elegante y
complejo sistema meteorológico en rotación dentro de la alta atmósfera, con unos
vientos que van aproximadamente a 100 metros por segundo, unos 360 kilómetros
por hora.
23
El Pioneer Venus fue una misión de los EE. UU. coronada por el éxito en 1978-1979, que combinaba un vehículo
orbital y cuatro sondas de descenso en la atmósfera de Venus, dos de las cuales sobrevivieron brevemente a las
inclemencias de la superficie del planeta. En los presupuestos de construcción de naves espaciales para la
exploración planetaria se producen muchos acontecimientos insospechados. Este es uno de ellos: Uno de los
instrumentos de una de las sondas de descenso atmosférico del Pioneer Venus era un radiómetro de flujo neto,
diseñado para medir simultáneamente la cantidad de energía infrarroja que fluye hacia arriba y hacia abajo en cada
posición dentro de la atmósfera de Venus. El instrumento precisaba una ventana muy sólida que además fuera
transparente a la radiación infrarroja. Se importo un diamante de 13,5 quilates y se ajustó a la correspondiente
ventana. Sin embargo, el contratista tuvo que pagar unos derechos de importación de 12 000 dólares. Al final, el
servicio de aduanas de los EE. UU. decidió que una vez enviado el diamante a Venus ya no era aprovechable
comercialmente en la Tierra y devolvió el dinero al fabricante.
24
No es probable que en este paisaje sofocante haya nada vivo, ni siquiera seres muy distintos de nosotros. Las
moléculas orgánicas y otras posibles moléculas biológicas, se caerían a trozos. Pero imaginemos con indulgencia
que alguna vez se hubiera desarrollado vida inteligente en un planeta así. ¿Habrían en este caso inventado la
ciencia?
El desarrollo de la ciencia en la Tierra fue estimulado fundamentalmente por la observación de las regularidades de
las estrellas y de los planetas. Pero Venus está totalmente cubierto de nubes. La noche es agradablemente larga,
ocupa aproximadamente 59 días terrestres, pero si uno quisiera contemplar el cielo nocturno de Venus no
alcanzaría a ver nada del universo astronómico. Incluso el Sol sería invisible durante el día, porque su luz se
dispersaría y se difundiría por todo el cielo; del mismo modo los buceadores submarinos sólo ven un resplandor
uniforme y envolvente. Si en Venus se construyera un radiotelescopio, podría detectar el Sol, la Tierra y otros
objetos distantes. Si la astrofísica estuviera desarrollada, la existencia de las estrellas podría finalmente deducirse
de los principios de la física, pero serían únicamente construcciones teóricas. A veces me pregunto cuál sería la
reacción de los seres inteligentes de Venus si un día aprendieran a volar, a navegar en el aire denso, a atravesar el
misterioso velo de nubes situado a 45 kilómetros sobre ellos, para emerger al final por encima de las nubes y mirar
y presenciar por primera vez ese universo glorioso del Sol, los planetas y las estrellas.
25
Actualmente subsiste aún una pequeña incertidumbre respecto a la abundancia del vapor de agua en Venus. El
cromatógrafo de gases en las sondas de descenso del Pioneer Venus dio una abundancia de agua en la atmósfera
inferior de unas pocas décimas de uno por ciento. En cambio las mediciones de infrarrojo tomadas por los vehículos
soviéticos de descenso, Veneras 11 y 12, dieron una abundancia de aproximadamente una centésima de uno por
ciento. Si son válidos los primeros valores, el dióxido de carbono y el vapor de agua bastan por sí solos para tener
atrapada toda la radiación calorífica de la superficie y para mantener la temperatura del suelo de Venus a unos
480°C. Si son válidas las otras cifras, y yo conjeturo que es la estimación más fidedigna, el dióxido de carbono y el
vapor de agua por si solos solamente pueden mantener la temperatura de la superficie a unos 380 °C, y son
necesarios otros ingredientes en la atmósfera para cerrar las restantes ventanas de frecuencia infrarroja en el
invernadero atmosférico. Sin embargo, las pequeñas cantidades de los gases SO 2, CO, y HCl, todos los cuales se
han detectado en la atmósfera de Venus, parecen suficientes para este fin. Por lo tanto, gracias a las recientes
misiones americanas y soviéticas a Venus parece comprobado que el efecto de invernadero es la razón real de la
alta temperatura en la superficie.
para visitar el infierno. También hay mucho que aprender sobre nuestro planeta,
que es un cielo relativo, comparado con el infierno.
La Esfinge, mitad persona y mitad león, fue construida hace más de 5 500 años. Los
rasgos de su rostro estaban esculpidos de modo preciso y neto. Ahora están limados
y desdibujados por las tormentas de arena del desierto egipcio y por las lluvias
ocasionales de miles de años. En la ciudad de Nueva York hay un obelisco llamado
la Aguja de Cleopatra, procedente de Egipto. Sólo ha pasado un centenar de años
en el Central Park de la ciudad y sus inscripciones se han borrado casi totalmente a
causa del humo y de la polución industrial; una erosión química como la existente
en la atmósfera de Venus. La erosión en la Tierra destruye la información
lentamente, pero es un proceso gradual el choque de una gota de agua, el pinchazo
de un grano de arena que puede pasarse por alto. Las grandes estructuras, como
las cordilleras montañosas, sobreviven decenas de millones de años; los cráteres de
impacto más pequeños, quizás un centenar de miles de años 26; las construcciones
humanas de gran escala solamente unos miles de años.
26
Precisando más, un cráter por impacto de diez kilómetros de diámetro se produce sobre la Tierra
aproximadamente cada quinientos mil años; resistiría la erosión unos trescientos millones de años en zonas
geológicamente estables, como Europa o Norteamérica. Cráteres menores se producen más frecuentemente y
resultan destruidos con mayor rapidez, especialmente en las regiones geológicamente activas.
En Venus, en la Tierra y en algún lugar más del sistema solar, hay pruebas de
destrucciones catastróficas, atemperadas o superadas por procesos más lentos, más
uniformes: en la Tierra, por ejemplo, la lluvia, que se canaliza en arroyuelos,
riachuelos y ríos, y crea inmensas cuencas aluviales; en Marte, los restos de
antiguos ríos que surgieron quizás del interior del suelo; en lo, una luna de Júpiter,
parece que hay amplios canales excavados por el flujo de azufre líquido. En la Tierra
hay poderosos sistemas meteorológicos, como también en la alta atmósfera de
Venus y de Júpiter. Hay tormentas de arena en la Tierra y en Marte; hay
relámpagos en Júpiter, en Venus y en la Tierra. Los volcanes proyectan residuos
sólidos en las atmósferas de lo y de la Tierra. Los procesos geológicos internos
deforman lentamente las superficies de Venus, de Marte, de Ganímedes y de
Europa, al igual que en la Tierra. Los glaciares, proverbiales por su lentitud,
Izquierda: el disco entero de Venus en luz ultravioleta, impreso en los tonos del
espectro visible. Las formas se deben a las nubes, que giran de derecha a izquierda,
en la alta atmósfera de Venus. Foto del vehículo orbital Pioneer Venus. (Cedida por
la NASA.); derecha, Venus creciente en luz visible: solamente vemos las nubes
ininterrumpidas de solución de ácido sulfúrico. El color amarillo puede deberse a
pequeñas cantidades de azufre. Foto del vehículo orbital Pioneer Venus. (Cedida por
la NASA.)
Antaño, la mayor parte de Europa estuvo cubierta por el hielo. Hace unos cuantos
millones de años el lugar donde hoy se encuentra la ciudad de Chicago estaba
sepultado bajo tres kilómetros de hielo. En Marte, y en los demás cuerpos del
sistema solar, vemos características que no podrían producirse hoy en día, paisajes
trabajados hace cientos de miles o de millones de años, cuando el clima planetario
era probablemente muy diferente.
Hay un factor adicional que puede alterar el paisaje y el clima de la Tierra: la vida
inteligente, capaz de realizar cambios ambientales en gran escala. Al igual que
Venus, también la Tierra tiene un efecto de invernadero debido a su dióxido de
carbono y a su vapor de agua. La temperatura global de la Tierra estaría por debajo
del punto de congelación del agua si no fuese por el efecto de invernadero, que
Ahora mismo nuestra estratosfera posee, al igual que Venus, una neblina
considerable de diminutas gotas de ácido sulfúrico. Nuestras grandes ciudades están
contaminadas con moléculas nocivas. No comprendemos los efectos que tendrán a
largo plazo todas estas actividades.
Pero también hemos estado perturbando el clima en el sentido opuesto. Durante
cientos de miles de años los seres humanos han estado quemando y talando los
bosques, y llevando a los animales domésticos a pastar y a destruir las praderas. La
agricultura intensiva, la deforestación industrial de los trópicos y el exceso de
pastoreo son hoy desenfrenados. Pero los bosques son más oscuros que las
praderas, y las praderas lo son más que los desiertos.
Como consecuencia, la cantidad de luz solar absorbida por el suelo ha ido
disminuyendo y los cambios en la utilización del suelo han hecho bajar temperatura
de la superficie de nuestro planeta. Es posible que este enfriamiento aumente el
tamaño del casquete de hielo polar, el cual con su brillo reflejará aún más la luz
solar desde la Tierra, enfriando aún más el planeta y disparando un efecto de
albedo27.
Nuestro encantador planeta azul, la Tierra, es el único hogar que conocemos. Venus
es demasiado caliente, Marte es demasiado frío. Pero la Tierra está en el punto
justo, y es un paraíso para los humanos. Fue aquí, al fin y al cabo, donde
evolucionamos. Pero nuestro agradable clima puede ser inestable. Estamos
perturbando nuestro propio planeta de un modo serio y contradictorio. ¿Existe el
peligro de empujar el ambiente de la Tierra hacia el infierno planetario de Venus o
la eterna era glacial de Marte?
27
El albedo es la fracción de luz solar que llega a un planeta y que es reflejada de nuevo hacia el espacio. El albedo
de la Tierra es de un 30 a un 35 por ciento. El resto de la luz solar es absorbido por el suelo y es el responsable de
la temperatura media en la superficie.
La costa del Caribe en Venezuela, con sedimentos conducidos hacia el interior del
mar. (Cedidas por la NASA.)
Hace unos cuantos millones de años, cuando los seres humanos comenzaron a
evolucionar en la Tierra, era ya éste un mundo de media edad, a 4 600 millones de
años de distancia de las catástrofes e impetuosidades de su juventud.
Figura 104 a Escarcha en Utopía. Una fina capa de escarcha de agua helada cubre el
suelo a 440 de latitud norte en Marte, en octubre de 1977, al comienzo del invierno
boreal. La estructura vertical sostiene la antena de alta ganancia para la
comunicación directa del Viking 2 con la Tierra. Los cuadros coloreados y las rayas
negras sirven para calibrar las cámaras. El cuadrado negro de bordes blancos; abajo
a la izquierda, es un micro punto en el cual están escritas —en pequeño— las firmas
de diez mil personas encargadas del diseño, fabricación, comprobación, lanzamiento
y control de misión de la nave espacial Viking. Los humanos se han convertido, casi
sin darse cuenta, en una especie multiplanetaria. (Cedida por la NASA.)
Pero ahora los humanos representamos un factor nuevo y quizás decisivo. Nuestra
inteligencia y nuestra tecnología nos han dado poder para afectar el clima. ¿Cómo
utilizaremos este poder? ¿Estamos dispuestos a tolerar la ignorancia y la
complacencia en asuntos que afectan a toda la familia humana?
¿Valoramos por encima del bienestar de la Tierra las ventajas a corto plazo? ¿O
pensaremos en escalas mayores de tiempo, preocupándonos por nuestros hijos y
por nuestros nietos, intentando comprender y proteger los complejos sistemas que
sostienen la vida en nuestro planeta? La Tierra es un mundo minúsculo y frágil. Hay
que tratarlo con cariño.
Capítulo 5
Blues para un planeta rojo.
Hace muchos años, según reza la historia, un célebre editor de periódicos envió
un telegrama a un astrónomo destacado: Telegrafíe inmediatamente quinientas
palabras sobre posible existencia vida en Marte. El astrónomo respondió
obedientemente: Lo ignoramos, lo ignoramos, lo ignoramos... 250 veces.
Tres fotografías de la misma cara de Marte, en las que aparece un casquete polar y
marcas brillantes y oscuras, pero no los clásicos canales. A la izquierda y en
invierno, el casquete es prominente y queda suavizado el contraste entre las zonas
luminosas y las oscuras. En el centro y en primavera, el casquete ha retrocedido y
el contraste entre los rasgos brillantes y oscuros es pronunciado. Percival Lowell
atribuyó estos cambios estacionales a la proliferación y marchitamiento de la
vegetación marciana. A la derecha ya principios de verano, una gran nube de polvo
blanco amarillento oscurece los rasgos de la superficie, y apunta a la respuesta
correcta del misterio de los cambios estacionales de Marte. (Cedida por el
observatorio de la Universidad del Estado de Nuevo México.)
eliminado esta posibilidad. Algunos desean fervorosamente que haya vida en Marte,
otros con la misma fuerza desean que no haya vida en Marte.
En ambos bandos ha habido excesos. Estas fuertes pasiones han desgastado en
cierto modo la tolerancia hacia la ambigüedad, que es esencial en la ciencia. Parece
haber mucha gente que lo único que quiere es obtener una respuesta, cualquier
respuesta, y que por eso evita el problema de contar con dos posibilidades
simultáneas que se excluyen mutuamente. Algunos científicos creyeron que Marte
estaba habitado basándose en lo que luego resultaron ser pruebas poco
consistentes. Otros concluyeron que el planeta carecía de vida al fracasar o dar un
resultado ambiguo la búsqueda de alguna manifestación particular de vida. Los
azules del blues han sonado más de una vez para el planeta rojo
¿Por qué marcianos? ¿Por qué tantas especulaciones vehementes y tantas fantasías
desbocados sobre los marcianos, y no por ejemplo, sobre los saturnianos o
plutonianos? Pues porque Marte parece, a primera vista, muy semejante a la Tierra.
Es el planeta más próximo con una superficie visible. Hay casquetes polares de
hielo, blancas nubes a la deriva, furiosas tormentas de arena, rasgos que cambian
28
En 1938, una versión radiada, producida por Orson Welles, traspuso la invasión marciana de Inglaterra al este de
los Estados Unidos, y aterrorizó a millones de americanos sumidos ya en un clima de guerra, haciéndoles creer que
los marcianos estaban atacando realmente.
Pero el amor constante de Lowell fue el planeta Marte. La declaración que en 1877
hizo un astrónomo italiano, Giovanni Schiaparelli, afirmando la existencia de canali
29
Isaac Newton dejó escrito: “Si se pudiera al final llevar totalmente a la práctica la teoría de la construcción de
telescopios habría aún ciertos límites más allá de los cuales el telescopio no funcionaría. Porque el aire a través del
cual contemplamos las estrellas está sometido a un temblor continuo... La única solución es el aire más sereno y
tranquilo, como el que quizás se encuentra en las cumbres de las montañas más altas, encima de las nubes más
grandes.”
Imaginaba el planeta habitado por una raza más antigua y más sabia, quizás muy
diferente de la nuestra. Creía que los cambios estacionases de las zonas oscuras se
debían al desarrollo y marchitamiento de la vegetación. Creía que Marte era muy
parecido a la Tierra. Total, creía demasiadas cosas.
Lowell evocaba un Marte antiguo, árido, marchito, un mundo desierto. Pero
continuaba pareciéndose a un desierto de la Tierra. El Marte de Lowell tenía muchos
rasgos en común con el suroeste de los Estados Unidos, donde estaba situado el
observatorio de Lowell. Imaginaba las temperaturas marcianas algo frías, pero tan
soportables como las del Sur de Inglaterra. El aire estaba enrarecido, pero había
suficiente oxígeno para hacerlo respirable. El agua era escasa pero la elegante red
de canales conducía el líquido portador de vida a todo el planeta.
Ahora sabemos que el reto contemporáneo más serio a las ideas de Lowell tuvo un
origen inverosímil. Alfred Russell Wallace, codescubridor de la evolución por
selección natural, recibió en 1907 el encargo de comentar uno de los libros de
Lowell. Wallace había sido ingeniero en su juventud, y aunque se mostraba algo
crédulo en cuestiones de percepción extrasensorial, se mostró admirablemente
Izquierda: uno de los globos de Marte preparados por Lowell, donde aparecen
canales prominentes con sus nombres. (Cedida por el observatorio Lowell.).
Derecha: dibujo de Marte realizado en Francia por E. M. Antoniadi, en 1900.
Aparecen en él, el casquete polar y la neblina del limbo, pero en condiciones
excelentes de observación prácticamente no podían distinguirse canales.
El aire era mucho más enrarecido que lo que Lowell había calculado. Los cráteres
debían de ser tan abundantes como en la Luna. Y en cuanto al agua de los canales:
Cualquier intento de transportar este escaso excedente [de agua] por medio de
canales de gravedad hasta el ecuador y el hemisferio opuesto, a través de regiones
desérticas terribles y expuesta a cielos tan despejados como los que describe el
señor Lowell, tendría que ser obra de un equipo de locos y no de seres inteligentes.
Puede afirmarse con seguridad que ni una gota de agua escaparía a la evaporación
o a la filtración a menos de cien millas de su lugar de procedencia.
Este análisis físico devastador y en gran parte correcto fue escrito por Wallace a los
ochenta y cuatro años. Su conclusión fue que en Marte la vida es decir, la existencia
de ingenieros civiles interesados en hidráulica era imposible. No dijo nada sobre los
microorganismos.
más sabia, capaz de enfrentarse valientemente con la desecación cada vez mayor
del planeta rojo?
Nosotros hemos enviado satélites de reconocimiento en órbita alrededor de Marte.
Hemos cartografiado el planeta entero. Hemos hecho aterrizar en su superficie dos
laboratorios automáticos. Puede decirse que, desde los días de Lowell, los misterios
han aumentado en Marte. Sin embargo, después de estudiar fotografías mucho más
detalladas de Marte que cualquier imagen que Lowell pudiera haber vislumbrado
nunca, no hemos hallado un solo afluente de la pretendida red de canales, ni una
sola esclusa.
Konstantin Eduardovich Tsiolkovsky (1857- 1935), pionero ruso de los cohetes y del
espacio. Era profesor de una escuela de provincias, sordo y en gran parte
autodidacta, que realizó contribuciones básicas a la astronáutica. Imaginó una
época en la que los hombres serían capaces de remodelar el medio ambiente de
otros mundos, y en 1896 escribió sobre la comunicación con inteligencias
extraterrestres. En 1903 describió con todo detalle un cohete de varias fases y de
combustible líquido que podría transportar personas más allá de la atmósfera de la
Tierra. (Cedida por Sovfoto.)
Izquierda: Robert Hutchings Goddard (1882-1954) a los once años. Cinco años
después, la lectura por entregas de la obra de Wells La guerra de los mundos
despertó su imaginación. Al año siguiente, antes de que nadie hubiese volado en un
aeroplano o escuchado un aparato de radio, él, subido en un cerezo, ideó un
aparato capaz de llegar a Marte. Dedicó el resto de su vida a construirlo. (Cedida
por la Biblioteca Goddard, Universidad Clark.), derecha, Goddard a los treinta y
cinco años, ajustando a un banco de pruebas una cámara de combustión en acero
de un pequeño cohete de carburante sólido. (Cedida por la Biblioteca Goddard,
Universidad Clark.)
Uno de los grandes hallazgos de la misión del Mariner 9 a Marte fue que hay rayas y
manchas, variables con el tiempo, en la superficie de Marte muchos relacionados
con las murallas de los cráteres de impacto que cambian según las estaciones. Se
deben al polvo arrastrado por el aire y sus formas varían de acuerdo con los vientos
estacionases. Pero las rayas no tienen la índole de los canales, no ocupan la
posición de los canales, y ninguno de ellos tiene individualmente el tamaño
suficiente para ser visto de entrada desde la Tierra. Es inverosímil que en las
primeras décadas de este siglo hubiera en Marte rasgos reales, parecidos a los
canales de Lowell, que hubieran desaparecido sin dejar rastro al ser ya factibles las
investigaciones de cerca con naves espaciales.
extendidos en un campo solitario implorando a lo que creía que era Marte, para que
me trasladara hasta allí. Nunca dio resultado. Tenía que haber otros sistemas.
Las máquinas, al igual que los organismos, también tienen su evolución. El cohete
empezó en China, como la pólvora que lo impulsó primeramente, y allí se utilizó
para cometidos ceremoniales y estéticos. Fue importado a Europa hacia el siglo
catorce, donde se aplicó a la guerra; a finales del siglo diecinueve, el ruso
Konstantin Tsiolkovsky, un profesor de escuela, lo propuso como medio para
trasladarse a los planetas, y el científico americano Robert Goddard lo desarrolló
seriamente por primera vez para el vuelo a gran altitud. PI cohete militar alemán V2
de la segunda guerra mundial empleaba prácticamente todas las innovaciones de
Goddard y culminó en 1948 con el lanzamiento de la combinación de dos fases
V2/WAC Corporal a la altura entonces sin precedentes de 400 kilómetros.
Figura 112a El primer cohete de combustible líquido que llegó a volar. Lanzado por
Robert Goddard el 16 de marzo de 1926, desde la granja de su tía Effie en Auburn,
Massachussets, su vuelo duró dos segundos y medio. (Cedida por la Biblioteca
Goddard, Universidad Clark.)
Imagine que usted es un visitante de otro planeta muy extraño y que se acerca a la
Tierra sin ideas preconcebidas. Su visión del planeta mejora a medida que se va
acercando y que van destacando los detalles cada vez más finos. ¿Es un planeta
habitado? ¿En qué momento puede decidirlo?
Búsqueda de vida en la Tierra en luz solar reflejada las imágenes con las que soñó
Goddard: la Tierra creciente (a), con una resolución de cientos de kilómetros,
muestra a través de las nubes el oeste africano, pero sin señales de vida. Imagen
oblicua del Oriente próximo en las cercanías del mar Rojo (b), aparentemente sin
vida, con una resolución de decenas de kilómetros. El litoral oriental de los EE. UU.
(c), en color infrarrojo falso, con una resolución de unos diez kilómetros, no
muestra rastro de vida en Nueva York ni en Washington. La isla Berry (d) en las
Bahamas: los arrecifes de coral son fabricados por animales colonizadores, pero
esto no es visible desde lo alto. Con una resolución de decenas de metros, la vida
inteligente en la Tierra se hace evidente ya. Los cuadrados rojos (e) son terrenos de
cultivo equipados con sistemas de riego en los alrededores de Yuma, Arizona, cerca
del delta del río Colorado. Las colinas de arena de Coachella, al centro y arriba,
están atravesadas por el Canal Interamericano.
Si hay seres inteligentes es posible que hayan creado estructuras de ingeniería con
elementos de gran contraste en una escala de pocos kilómetros, estructuras que
podremos detectar cuando nuestros sistemas ópticos y la distancia desde la tierra
proporcionen una resolución de kilómetros. Sin embargo, a este nivel de detallismo
la Tierra parece terriblemente estéril. No hay señales de vida, ni inteligente ni de
otro tipo, en lugares que nosotros llamamos Washington, Nueva York, Moscú,
Londres, París, Berlín, Tokio y Pekín. Si hay seres inteligentes en la Tierra no han
modificado demasiado el paisaje transformándolo en estructuras geométricas
regulares de resolución kilométrico.
Pero cuando mejoramos diez veces la resolución, cuando empezamos a ver detalles
de sólo cien metros de longitud, la situación cambia. Muchos lugares de la Tierra
parecen cristalizar de repente, revelando una estructura intrincada de cuadrados y
rectángulos, de líneas rectas y círculos. Se trata de obras de ingeniería hechas por
seres inteligentes: carreteras, autopistas, canales, tierras de labranza, calles
urbanas; una estructura que revela las dos pasiones humanas por la geometría
euclidiana y por la territorialidad.
El río Columbia (f g), que separa los estados de Washington y de Oregón, aparece
con dos resoluciones diferentes. Los círculos son campos de trigo, regados por
aspersión con dispositivos rotatorios.
remodelación a que ha sido sometido el paisaje aparece ya con toda claridad. Los
hombres han trabajado muchísimo.
Área metropolitana de la ciudad de Nueva York. Vista vertical tomada por el Landsat
en el infrarrojo cercano, que tiene como mucho una resolución efectiva de unos cien
metros. Es impresionante la geometría horizontal de las calles, puentes y
autopistas. Abajo a la derecha puede verse el aeropuerto internacional Kennedy.
Los parques y las zonas boscosas aparecen rojas en esta imagen de color falso. En
las masas azul oscuro de agua pueden verse las estelas de los barcos. La imagen
inferior de la izquierda es una vista oblicua de Nueva York con luz visible tomada
desde un avión de reconocimiento RB-57 con una resolución efectiva máxima en
Brooklyn (primer término) de unas decenas de metros. Es notable aquí la geometría
vertical de los rascacielos en la zona media e inferior de Manhattan, especialmente
las torres gemelas del World Trade Center, que proyectan largas sombras. La
Estas fotos se tomaron con luz diurna. Pero en el crepúsculo o durante la noche hay
otras cosas visibles: los fuegos de pozos petrolíferos en Libia y en el golfo Pérsico;
la iluminación del fondo marino por las flotas pesqueras japonesas de calamares;
las luces brillantes de las grandes ciudades.
Y si con luz de día perfeccionamos nuestra resolución para poder distinguir objetos
de un metro de longitud, empezaremos a detectar organismos individuales:
ballenas, vacas, flamencos, personas.
La vida inteligente en la Tierra se manifiesta primeramente a través de la
regularidad geométrica de sus construcciones. Si la red de canales de Lowell
realmente existiese, la conclusión de que Marte está habitado por seres inteligentes
resultaría igualmente convincente. Del mismo modo, para poder detectar
fotográficamente la vida en Marte, incluso desde una órbita alrededor de Marte,
debería haberse llevado a cabo una remodelación importante de su superficie. Las
civilizaciones técnicas, constructoras de canales, podrían detectarse fácilmente. Pero
si exceptuamos uno o dos rasgos enigmáticos, en la exquisita profundidad de
detalles de la superficie marciana, descubiertos por las naves espaciales no
tripuladas, no aparece nada de este tipo.
Sin embargo, hay muchas más posibilidades, existencia de grandes plantas y
animales, de microorganismos, de formas extinguidas, o bien de un planeta que
ahora está y estuvo siempre privado de vida.
Marte está más lejos del Sol que la Tierra, y sus temperaturas son
considerablemente más bajas. Su aire está enrarecido y contiene principalmente
dióxido de carbono, aunque haya también algo de nitrógeno molecular, de argón y
cantidades muy pequeñas de vapor de agua, oxígeno y ozono.
Es imposible que haya hoy en día masas al aire libre de agua líquida, porque la
presión atmosférica de Marte es demasiado baja para impedir que el agua, incluso
fría, entre rápidamente en ebullición.
Derecha: Norteamérica de noche, con su perfil marcado por las luces de las grandes
ciudades. Es posible incluso distinguir las formas del lago Michigan gracias a las
luces del Gran Chicago. Esta imagen permite suponer que existe vida en la Tierra.
Pero las luces más brillantes, las del creciente sobre Canadá, no se deben a la
biología sino a la aurora boreal. (Cedida por el Programa de Satélites Meteorológicos
de la Defensa.), izquierda, el Mediterráneo occidental de noche. Italia y Sicilia están
claramente perfiladas por las luces de las ciudades, a la derecha del centro. Las
luces más brillantes se deben al gas natural quemado en los campos petrolíferos de
Argelia, que como se ve bastarían para iluminar gran parte de la Europa urbana.
(Cedida por el Programa de Satélites Meteorológicos de la Defensa.)
ultravioleta del Sol choca sin impedimentos con la superficie marciana. ¿Podría
sobrevivir un organismo en un ambiente de este tipo?
Para examinar esta cuestión, hace muchos años, mis colegas y yo preparamos
cámaras que simulaban el ambiente marciano entonces conocido, lo inoculamos con
microorganismos terrestres y esperamos a ver si alguno sobrevivía. Estas cámaras
se han llamado, como era de esperar, botes marcianos. Los botes marcianos hacían
oscilar la temperatura según una típica escala marciana desde un punto algo
superior al de congelación hacia el mediodía, hasta unos 80 °C poco antes del
amanecer, dentro de una atmósfera anóxica compuesta principalmente de CO2 y N2.
Unas lámparas ultravioletas reproducían el violento flujo solar. No había agua
líquida excepto en películas muy finas que humedecían los granos de arena
individualmente. Algunos microbios murieron por congelación después de la primera
noche y nunca más volvieron a dar señales de vida. Otros dieron unas boqueadas y
acabaron pereciendo por falta de oxígeno. Otros murieron de sed, y algunos
quedaron fritos por la luz ultravioleta. Pero siempre quedó un número bastante
elevado de variedades de microbios terrestres que no necesitan oxígeno; microbios
que cerraron temporalmente el negocio cuando las temperaturas descendieron
demasiado; que se ocultaron de la luz ultravioleta bajo los guijarros o bajo finas
capas de arena. En otros experimentos cuando se dispuso de pequeñas cantidades
de agua líquida, los microbios llegaron incluso a prosperar. Si los microbios
terrestres pueden sobrevivir en el ambiente marciano, mucho mejor podrán hacerlo
en Marte los microbios marcianos, si es que existen. Pero primero tenemos que
llegar allí.
Imagen nocturna del mar del Japón. Las luces más brillantes provienen de unos
1300 buques japoneses y coreanos de las flotas pesqueras del calamar, utilizadas
para reclamo. (Cedida por el Programa de Satélites Meteorológicos de la Defensa.)
Un sello soviético que muestra el descenso de la nave espacial Mars 3, todavía con
su escudo de ablación, a través de una furiosa tormenta de arena el 2 de diciembre
del año 1971.
que aterrizó suavemente en dirección vertical pero con una velocidad desbocada en
la dirección horizontal. Una nave espacial que desciende colgada de los tirantes de
un gran paracaídas es particularmente vulnerable a los vientos horizontales. Es
posible que, después de aterrizar, el Mars 3 diera unos cuantos botes, golpeara una
roca u otra muestra cualquiera del relieve marciano, volcara, perdiera el contacto
por radio con el bus que lo había transportado y fallara.
Pero, ¿por qué entró el Mars 3 en medio de una gran tormenta de arena? La misión
del Mars 3 fue organizada rígidamente antes de despegar. Cada paso que tenía que
dar se registró, antes de partir de la Tierra, en la computadora de a bordo. No había
manera de cambiar el programa de la computadora, aún después de darse cuenta
de la magnitud de la gran tormenta de arena de 197 1. Puede decirse en la jerga de
la exploración espacial, que la misión del Mars 3 era preprogramada, no adaptativa.
El fallo del Mars 6 es más misterioso. No había tormenta de ámbito planetario
cuando esta nave espacial entró en la atmósfera marciana, y no hay razón alguna
para sospechar la existencia de una tormenta local, como a veces ocurre, en el
punto de aterrizaje. Quizás se produjo un fallo de ingeniería en el momento justo de
tocar la superficie. 0 quizás hay algo especialmente peligroso en relación con la
superficie de Marte.
La combinación de éxitos soviéticos en los aterrizajes de Venus y de fallos soviéticos
en los aterrizases de Marte, nos causó, como es lógico, una cierta preocupación al
preparar la misión norteamericana Viking, que había sido fechada de modo informal,
para que depositara suavemente una de sus dos naves sobre la superficie de Marte,
coincidiendo con el bicentenario de los EE. UU., el 4 de julio de 1976. La maniobra
de aterrizaje del Viking comprendía, como la de sus predecesores soviéticos, un
escudo de ablación, un paracaídas y retrocohetes. La atmósfera marciana tiene una
densidad de sólo un 1% de la atmósfera terrestre, y por ello se desplegó un
paracaídas muy grande, de dieciocho metros de diámetro, para frenar la nave
espacial cuando entrara en el aire enrarecido de Marte. La atmósfera es tan poco
densa que si el Viking hubiera aterrizado a gran altura no hubiera habido atmósfera
suficiente para frenar adecuadamente su descenso y se hubiera estrellado. Por lo
tanto una de las condiciones era que el punto de aterrizaje estuviera en una región
baja. Los resultados enviados por el Mariner 9 y los estudios de radar desde la
Tierra nos habían hecho conocer muchas zonas de este tipo.
Fragmentos del gran Valle del Mariner. Vallis Marineris. Descubierto por el Mariner 9
en 1971-1972, tiene 5 000 kilómetros de longitud y aproximadamente 100
kilómetros de ancho. En la maqueta (arriba) se ven valles afluentes causados
posiblemente por corrientes de agua y rayas dibujadas por el viento, relacionadas
con cráteres de impacto. Las fotos del Mariner 9 (abajo) muestran las avalanchas
que derrumbaron las paredes y ampliaron el valle y un campo de dunas gigantes de
arena oscura en el suelo del Vallis Marineris. (Cedidas por la NASA. Maqueta de Don
Davis.)
Arriba: Composición en color tomada por el vehículo orbital Viking de tres de los
cuatro grandes volcanes de Tarsis en Marte y las provincias occidentales del Vallis
Mariners. Imagen del Mariner 9 (abajo izquierda) y maqueta (abajo derecha) del
monte Olimpo, Olympus Mons, la mayor masa volcánica identificada hasta la fecha
de modo inequívoco en el sistema solar. Su área tiene aproximadamente el tamaño
de Arizona y su altitud es casi tres veces la del monte Everest. Se formó en una
época de gran actividad geológica en Marte hace unos mil millones de años.
(Cedidas por la NASA. Maqueta de Don Davis.)
imágenes del vehículo orbital Viking sólo mejoraban estas cifras ligeramente. Las
rocas con un tamaño de un metro quedaban totalmente invisibles en estas
fotografías, y podían haber provocado consecuencias desastrosas para el aterrizaje
del Viking. Asimismo un polvo fino y hondo podía resultar indetectable
fotográficamente.
Afortunadamente existía una técnica que nos capacitaba para determinar la
aspereza o la blandura del lugar de aterrizaje propuesto: el radar. Un lugar muy
accidentado dispersa el haz de radar procedente de la Tierra hacia sus lados y por lo
tanto resulta escasamente reflector, es decir oscuro visto con el radar. Un lugar
muy blando resulta escasamente reflector a causa de los muchos intersticios
existentes entre cada grano de arena. No podíamos distinguir los lugares
accidentados de los lugares blandos, pero no necesitábamos distinciones de este
tipo para seleccionar el lugar de aterrizaje. Sabíamos que ambos terrenos eran
peligrosos. Estudios preliminares de radar indicaban que de un cuarto a un tercio de
la superficie de Marte podía ser oscura al radar, y por lo tanto peligrosa para el
Viking. Pero a través de radares instalados en la Tierra no se puede examinar la
totalidad de Marte: sólo una franja comprendida aproximadamente entre los 250 N
y los 25o S. El vehículo orbital Viking no transportaba ningún sistema de radar para
cartografiar la superficie.
Había muchas limitaciones, quizás demasiadas, nos temíamos. Nuestros puntos de
aterrizaje no podían ser demasiado altos ni estar excesivamente expuestos al
viento, ni ser demasiado duros, ni demasiado blandos, ni demasiado accidentados,
ni demasiado próximos al polo. Resultaba notable que hubiese en todo Marte
algunos lugares que satisficiesen simultáneamente todos nuestros criterios de
seguridad. Pero también quedaba claro que nuestra búsqueda de puertos seguros
nos dirigía a aterrizar en lugares que eran en su mayor parte aburridos.
Cuando cada una de las dos combinaciones vehículo orbital vehículo de aterrizaje
del Viking quedaba insertada en órbita marciana estaba destinada ya, de modo
inalterable, a aterrizar en una cierta latitud de Marte. Si el punto bajo de la órbita
estaba a 210 de latitud norte marciana, el vehículo de aterrizaje descendería a 2 lo
N, aunque bastaría esperar que el planeta girase debajo suyo para poder aterrizar
en cualquier longitud.
De este modo los equipos científicos del Viking seleccionaron latitudes en las cuales
había más de un lugar prometedor. El objetivo fijado para el Viking 1 fue 21º N. El
punto primario de aterrizaje estaba en una región llamada Crise (en griego tierra
del oro), cerca de la confluencia de cuatro sinuosos canales que se creen excavados
en épocas previas de la historia marciana por corrientes de agua.
Crise parecía satisfacer todos los criterios de seguridad. Pero las observaciones de
radar habían estudiado zonas cercanas y no el mismo lugar de aterrizaje de Crise. A
causa de la geometría de la Tierra y de Marte, hasta unas pocas semanas antes de
la fecha nominal del aterrizaje no se realizaron las primeras observaciones de radar
de Crise.
La latitud propuesta para el aterrizaje del Viking 2 era 44° N; el primer punto, un
lugar llamado Cidonia, fue elegido porque, según ciertos argumentos teóricos, había
una probabilidad significativa de hallar allí pequeñas cantidades de agua líquida, al
menos en alguna temporada del año marciano. Los experimentos biológicos del
El paisaje es vigoroso, rojo y encantador: por encima del horizonte asoman rocas
arrojadas en la creación de un cráter, pequeñas dunas de arena, rocas que han
estado repetidamente cubiertas y descubiertas por el polvo de acarreo, plumas de
un material de grano fino arrastradas por el viento.
¿De dónde provenían las rocas? ¿Cuánta arena había arrastrado el viento? ¿Cuál
debió ser la historia anterior del planeta para poder crear esas rocas perdidas, esos
peñascos sepultados, estas excavaciones poligonales del terreno? ¿De qué estaban
hechas las rocas? ¿Del mismo material que la arena? ¿La arena era sólo roca
pulverizada o algo más? ¿Por qué es rosáceo el cielo? ¿De qué está compuesto el
aire? ¿A qué velocidad van los vientos? ¿Hay temblores de tierra marcianos? ¿Cómo
cambian, según las estaciones, la presión atmosférica y el aspecto del paisaje?
30
Hubo una breve agitación cuando pareció vislumbrarse en una pequeña roca de Crise la mayúscula B, un
supuesto graffiti marciano. Pero después de analizarlo resultó que había sido un efecto de luz y sombras y de la
capacidad humana para reconocer formas. Parece también extraordinario que los marcianos hayan descubierto
independientemente el alfabeto latino. Pero durante un instante resonó en mi cabeza el eco lejano de una palabra
de mi infancia: Barsoom.
Pero, ¿cuál es el sistema mejor para buscar microbios en Marte, teniendo en cuenta
las limitaciones de tamaño, coste y energía? De momento no podemos enviar allí
microbiólogos. Yo una vez tuve un amigo, un extraordinario microbiólogo llamado
Wolf Vishniac, de la Universidad de Rochester, en Nueva York. A fines de los años
cincuenta, cuando apenas empezábamos a pensar seriamente en buscar vida en
Marte, participó en una reunión científica en la que un astrónomo expresó su
asombro al ver que los biólogos no disponían de ningún instrumento sencillo, fiable
viento desde otros ámbitos más clementes. Vishniac recordó los experimentos con
los Botes marcianos, consideró que la vida era tenaz y que la Antártica era
perfectamente consecuente con la microbiología.
Pensó que si los bichitos terrestres podían vivir en Marte, también podían hacerlo en
la Antártica, que era mucho más cálida y húmeda, y que tenía más oxígeno y
mucha menos luz ultravioleta. Y a la inversa, pensó que encontrar vida en los valles
secos de la Antártica mejoraría a su vez las posibilidades de vida en Marte. Vishniac
creía que las técnicas experimentales utilizadas anteriormente para deducir la
existencia de microbios no indígenas en la Antártica eran imperfectas. Los
nutrientes eran adecuados para el confortable ámbito de un laboratorio
microbiológico universitario, pero no estaban preparados para el árido desierto
polar. Así pues, el 8 de noviembre de 1973, Vishniac, su nuevo equipo
microbiológico, y un compañero geólogo fueron trasladados en helicóptero desde la
Estación de Mc Murdo hasta una zona próxima al Monte Balder, un valle seco de la
cordillera Asgard. Su sistema consistía en implantar las pequeñas estaciones
microbiológicas en el suelo de la Antártica y regresar un mes más tarde a
Cada vehículo de aterrizaje del Viking iba equipado con un brazo de muestreo para
sacar material de la superficie y retirarlo lentamente hacia el interior de la nave
espacial, a fin de transportar luego las partículas en pequeñas tolvas, como un tren
eléctrico, hacia cinco experimentos diferentes: uno sobre la química inorgánico del
suelo, otro para buscar moléculas orgánicas en el polvo y en la arena, y tres para
buscar vida microbiana.
sabrosa. Luego esperamos que se desprenda del suelo algún nuevo gas interesante.
O bien suministramos nuestros propios gases marcados radiactivamente para ver si
se convierten en materia orgánica, en cuyo caso deducimos la existencia de
pequeños marcianos.
De acuerdo con los criterios fijados antes del lanzamiento, dos de los tres
experimentos microbiológicos del Viking parecen haber dado resultados positivos.
Primero, al mezclar el suelo marciano con una sopa orgánica de la Tierra, algo del
suelo descompuso químicamente la sopa; casi como si hubiera microbios respirando
y metabolizando un paquete de comida de la Tierra. Segundo, al introducir los gases
de la Tierra en la muestra del suelo marciano, los gases se combinaron
químicamente con el suelo; casi como si hubiera microbios fotosintetizadores, que
generaron materia orgánica a partir de los gases atmosféricos. Los resultados
positivos de la microbiología marciana se obtuvieron en siete muestreos diferentes y
en dos lugares de Marte separados por 5 000 kilómetros de distancia.
Pero la situación es compleja, y quizás los criterios de éxito experimental fueron
inadecuados. Se hicieron enormes esfuerzos para montar los experimentos
microbiológicos del Viking y ponerlos a prueba con toda una variedad de microbios.
Pero se trabajó muy poco para calibrar los experimentos con probables materiales
inorgánicos de la superficie de Marte. Marte no es la Tierra. Como nos recuerda el
legado de Percival Lowell, podemos muy bien engañamos. Quizás el suelo marciano
contiene una química inorgánico exótica, capaz por sí misma y en ausencia de
microbios marcianos, de oxidar las materias comestibles. Quizás hay algún
catalizador inorgánico especial en el suelo, no vivo, capaz de atrapar gases
atmosféricos y convertirlos en moléculas orgánicas.
Experimentos recientes sugieren que quizás sea así. En la gran tormenta de polvo
marciana del año 1971, el espectrómetro infrarrojo del Mariner 9 obtuvo datos
espectrales del polvo. Al analizar ese espectro, O. B. Tollon, J. B. Pollack y yo nos
encontramos con que ciertos rasgos parecían responder mejor a la montmorillonita
y a otros tipos de arcilla. Observaciones posteriores por el vehículo de aterrizaje del
Viking apoyan la identificación de las arcillas arrastradas por el viento en Marte.
Ahora bien, A. Banin y J. Rishpon se han encontrado con que podían reproducir
algunos de los aspectos claves tanto los que parecían fotosíntesis como los que
Izquierda: Roca con arena encima conocida como el "Gran Joe" en Crise. Si el Viking
1 hubiese aterrizado sobre ella, la nave espacial se habría estrellado. (Cedida por la
NASA). Derecha: Ligero movimiento de arena, quizás provocado por el viento, en la
base del "Gran Joe." (Cedida por la NASA.)
Incluso así, los resultados de Banin y Rishpon son de una gran importancia
biológica, pues demuestran que a pesar de la ausencia de vida puede haber un tipo
de suelo que haga algunas de las cosas que hace la vida. Es posible que en la
Tierra, antes de haber vida, ya hubiera habido procesos químicos en el suelo
semejantes a los ciclos de respiración y fotosíntesis, que quizás luego incorporó la
vida al nacer. Además, sabemos que las arcillas de montmorillonita son un potente
catalizador para la combinación de aminoácidos en cadenas moleculares más largas,
semejantes a las proteínas. Las arcillas de la Tierra primitiva pueden haber sido la
toda de la vida, y la química del Marte actual puede ofrecer claves esenciales sobre
el origen y la historia inicial de la vida en nuestro planeta.
de temperaturas. Pero a veces me pregunto: ¿Es posible que mi cariño por estos
materiales se deba, en cierto modo, a que estoy compuesto principalmente por
ellos? ¿Estamos basados en el carbono y en el agua porque esos materiales eran
abundantes en la Tierra cuando apareció en ella la vida? ¿Es posible que la vida en
otro lugar en Marte, por ejemplo esté compuesta de sustancias distintas?
deprimente descubrir que nuestros cuerpos están tan poco valorados. Sin embargo,
estas estimaciones son válidas sólo para los seres humanos reducidos a sus
componentes más simples posibles. Nosotros estamos constituidos principalmente
por agua, que apenas cuesta nada; el carbono se valora en forma de carbón; el
calcio de nuestros huesos en forma de yeso; el nitrógeno de nuestras proteínas en
forma de aire (también barato); el hierro de nuestra sangre en forma de clavos
herrumbrosos. Si sólo supiésemos esto, podríamos sentir la tentación de reunir
todos los átomos que nos constituyen, mezclarlos en un gran recipiente y agitar.
Podemos estamos todo el tiempo que queramos haciéndolo. Pero al final lo único
que conseguiremos es una aburrida mezcla de átomos. ¿Qué otra cosa podíamos
esperar?
Antártica), o en algún otro lugar del planeta, o en una época anterior, de clima más
benigno. Pero no en el lugar y en el momento en que nosotros buscábamos.
La exploración de Marte por el Viking constituye una misión de la mayor importancia
histórica; es la primera búsqueda seria de otros posibles tipos de vida, la primera
supervivencia de una nave espacial funcionando durante más de una hora en
cualquier otro planeta (el Viking 1 sobrevivió durante años), el origen de una rica
cosecha de datos de geología, sismología, mineralogía, meteorología y media
docena más de ciencias de otro mundo.
incluso las técnicas de tanteo de Vishniac. Una misión así resultaría bastante cara,
pero probablemente entra dentro de nuestras capacidades tecnológicas.
Sin embargo, se nos plantea un nuevo problema: la contaminación de retorno. Si
deseamos examinar en la Tierra muestras del suelo marciano en busca de
microbios, no podemos por supuesto esterilizar de antemano las muestras. El
objetivo de la expedición es traerlas vivas hasta aquí. Pero, ¿y entonces qué?
¿Podrían plantear un riesgo para la salud pública los microorganismos marcianos
llegados a la Tierra? Los marcianos de H. G. Wells y de Orson Welles no se dieron
cuenta hasta que fue demasiado tarde que sus defensas inmunológicas resultaban
inútiles contra los microbios de la Tierra. ¿Es posible lo contrario? El problema es
serio y difícil. Puede que no haya micro marcianos. Si existen, quizás podamos
comemos un kilo sin sufrir efectos negativos. Pero no es seguro, y está en juego
algo muy valioso. Si queremos llevar a la Tierra muestras marcianas sin esterilizar,
hay que disponer de un sistema de contención asombrosamente seguro. Hay
naciones que desarrollan y almacenan reservas de armas bacteriológicas. Parece
que han sufrido accidentes ocasionales, pero sin producir todavía, según creo,
pandemias globales: quizás sea posible enviar sin riesgo muestras marcianas a la
Tierra. Quisiera estar muy seguro antes de proyectar una misión para el envío a la
Tierra de estas muestras.
Hay otro modo de investigar Marte y todo el conjunto de delicias y descubrimientos
que nos reserva este planeta heterogéneo. La emoción más constante que sentía al
trabajar con las imágenes del vehículo de aterrizaje Viking fue la frustración
provocada por nuestra inmovilidad. Inconscientemente empecé a pedir a la nave
espacial que se pusiese al menos de puntillas, como si este laboratorio diseñado
para la inmovilidad, se negara obstinadamente a dar un miserable saltito. ¡Cómo
nos hubiese gustado quitar aquella duna con el brazo de muestreo, buscar vida
debajo de aquella roca, comprobar si aquella cresta lejana era la muralla de un
cráter! Sabía además que no muy lejos, hacia el sudeste, estaban los cuatro
sinuosos canales de Crise. Los resultados del Viking eran tentadores y provocativos,
pero yo conocía un centenar de lugares en Marte mucho más interesantes que
nuestras zonas de aterrizaje. El instrumento ideal es un vehículo de exploración
capaz de llevar a cabo experimentos avanzados, especialmente en el campo de la
Los beneficios científicos de una misión tal serían enormes, aunque no haya vida en
Marte. Podríamos paseamos por los antiguos valles fluviales, subir las laderas de
una de las grandes montañas volcánicas, atravesar los extraños terrenos
escalonados de las terrazas polares heladas, o acercarnos hasta las llamativas
pirámides de Marte.31 El interés público en tal misión sería considerable. Cada día
llegaría una nueva serie de imágenes a las pantallas de televisión de nuestras
casas. Podríamos trazar la ruta, ponderar lo descubierto, sugerir nuevos destinos. El
viaje sería largo y el vehículo de exploración obedecería a las órdenes radiadas
desde la Tierra. Contaríamos con mucho tiempo para incorporar al plan de la misión
nuevas y buenas ideas. Mil millones de personas podrían participar en la exploración
de otro mundo.
El área de la superficie de Marte equivale exactamente a la de la tierra firme en la
Tierra. Es evidente que un reconocimiento completo nos ocupará durante siglos.
Pero llegará un día en que Marte esté totalmente explorado; cuando aeronaves
automáticas lo hayan cartografiado desde lo alto, cuando los vehículos de
exploración hayan registrado con minuciosidad su superficie, cuando sus muestras
hayan llegado sin peligro a la Tierra, cuando los hombres se hayan paseado por las
arenas de Marte. ¿Y entonces qué? ¿Qué haremos con Marte?
Hay tantos ejemplos de abuso humano de la Tierra que el mero hecho de formular
esta pregunta da escalofríos. Si hay vida en Marte creo que no deberíamos hacer
nada con el planeta. Marte pertenecería entonces a los marcianos, aunque los
marcianos fuesen sólo microbios. La existencia de una biología independiente en un
planeta cercano es un tesoro incalculable y creo que la conservación de esa vida
debe reemplazar a cualquier otra posible utilización de Marte. Sin embargo,
supongamos que Marte no tiene vida. El planeta no constituye una fuente plausible
de materias primas porque durante muchos siglos el flete desde Marte a la Tierra
será demasiado caro. Pero, ¿podríamos vivir en Marte? ¿Podríamos en algún sentido
hacer habitable Marte?
Se trata sin duda de un mundo encantador, pero desde nuestro limitado punto de
vista hay muchas cosas inadecuadas en Marte, principalmente la escasa abundancia
31
Las más grandes tienen tres kilómetros de longitud en la base, y un kilómetro de altura; son mucho mayores que
las pirámides de Sumer, Egipto o México en la Tierra. Parecen erosionadas y antiguas, y quizás se trata solamente
de pequeñas montañas sometidas durante eras a las tempestades de arena. Pero creo que se merecen que las
examinemos de cerca.
Todos estos problemas se podrían solventar si pudiésemos hacer más aire. Con
presiones atmosféricas mayores sería posible tener agua líquida. Con más oxígeno
podríamos respirar la atmósfera, y se formaría ozono que protegería la superficie de
la radiación solar ultravioleta.
Los canales sinuosos, las placas polares superpuestas y otras pruebas indican que
Marte tuvo alguna vez una atmósfera más densa. Es improbable que esos gases
hayan escapado de Marte. Están, por lo tanto, en algún lugar del planeta. Algunos
se han combinado químicamente con las rocas de la superficie.
Algunos están en la subsuperficie helada. Pero la mayoría pueden estar en los
actuales casquetes polares de hielo.
Para evaporar los casquetes tenemos que calentarlos; quizás podríamos cubrirlos
con un polvo oscuro, que los calentara al absorber más luz solar, lo contrario de lo
Hay una categoría de máquinas como éstas. Las llamamos plantas. Algunas son
muy duras y resistentes. Sabemos que hay por lo menos algunos microbios
terrestres que pueden sobrevivir en Marte.
nombre de canali antes de que Lowell iniciara la relación amorosa que mantuvo con
Marte toda su vida. Los seres humanos tienen un talento manifiesto para engañarse
a sí mismos cuando se ven afectadas sus emociones, y hay pocos conceptos más
conmovedores que la idea de un planeta vecino habitado por seres inteligentes.
Es posible en cierto modo que el poder de la idea de Lowell resulte una especie de
premonición. Su red de canales fue construida por los marcianos. Incluso puede que
esto sea una profecía correcta: si alguna vez se terraforma aquel planeta, será una
obra realizada por hombres cuya residencia permanente y su afiliación planetaria
será Marte. Los marcianos seremos nosotros.
Capítulo 6
Historias de viajeros
Ésta es la época en la que los hombres han comenzado a navegar por los mares del
espacio. Las naves modernas que surcan las trayectorias keplerianas hacia los
planetas van sin tripulación. Son robots semiinteligentes, maravillosamente
construidos, que exploran mundos desconocidos. Los viajes al sistema solar exterior
se controlan desde un único lugar del planeta Tierra, el Laboratorio de Propulsión a
Fue lanzado el 20 de agosto de 1977, recorrió luego una trayectoria arqueada que
le llevó más allá de la órbita de Marte y le hizo atravesar el cinturón de asteroides
para acercarse al sistema de Júpiter y abrirse paso entre el planeta y sus más o
menos catorce lunas. El paso del Voyager cerca de Júpiter lo aceleró y lo envió
hacia Saturno. La gravedad de Saturno lo empujará luego hacia Urano. Después de
Urano continuará alejándose más allá de Neptuno, abandonará el sistema solar y se
convertirá en una nave espacial interestelar, condenada para siempre a errar por el
gran océano interestelar.
Estos viajes de exploración y descubrimientos son los últimos de una larga serie que
han caracterizado y dado categoría a la historia humana. En los siglos quince y
dieciséis, se podía ir de España a las Azores en unos cuantos días, el mismo tiempo
que ahora se tarda en cruzar el canal-que separa la Tierra de la Luna. Se tardaba
entonces unos cuantos meses en atravesar el océano Atlántico y alcanzar el llamado
Nuevo Mundo, las Américas. Hoy se tardan unos cuantos meses en atravesar el
océano del sistema solar interior y realizar aterrizajes planetarios en Marte o en
Venus, que de modo verídico y literalmente son nuevos mundos que nos esperan.
En los siglos diecisiete y dieciocho se podía viajar de Holanda a China en un año o
Estos viajes hicieron mucho mal y también mucho bien. Pero el resultado neto ha
sido dejar unida a toda la Tierra, disminuir el provincialismo, unificar la especie
32
O si queremos una comparación distinta, un óvulo fertilizado tarda tanto en ir de las trompas de Falopio e implantarse en el útero como el Apolo
11 en llegar hasta la Luna; y tarda tanto en desarrollarse y convertirse en un niño a punto de nacer como el Viking en llegar hasta Marte. La vida
humana normal es superior al tiempo que necesitará el Voyager para aventurarse más allá de la órbita de Plutón.
Pero al estar cerrados los puertos y los barcos españoles a los buques holandeses,
la supervivencia económica de la diminuta república dependía de su capacidad por
construir, tripular, y desplegar una gran flota destinada a la navegación comercial.
La Compañía Holandesa de las Indias Orientales, una empresa conjunta del
gobierno y la iniciativa privada, envió barcos a los rincones más lejanos del mundo
para adquirir mercancías raras y revenderlas provechosamente en Europa. Estos
viajes fueron la sangre viva de la República. Las cartas y los mapas de navegación
se consideraban secretos de estado. Con frecuencia los barcos embarcaban con
órdenes selladas. Los holandeses hicieron de repente su aparición en todo el
Lo sabemos por una relación de mediados del siglo diecisiete que describe una
“Embajada de la Compañía de las Indias Orientales de las Provincias Unidas de los
Países Bajos, al Gran Tártaro Cham, Emperador de la China”. Los ciudadanos,
embajadores y capitanes de mar holandeses quedaron patidifusos al encontrarse
cara a cara con otra civilización en la Ciudad Imperial de Pekín. 33
Holanda no había sido ni volvió a ser una potencia mundial de tal magnitud. Era un
país pequeño, obligado a vivir de su propio talento, y que infundía a su política
extranjera un fuerte aire pacifista. Su gran tolerancia por las opiniones no ortodoxas
le convirtió en un paraíso para los intelectuales que huían de la censura y del
33
Sabemos incluso los regalos que llevaron a la Corte. Ofrecieron a la Emperatriz “seis cajitas de pinturas diversas”. Y el Emperador recibió “dos
cargas de cinamomo”.
control de pensamiento practicado en el resto de Europa; del mismo modo los EEUU
se beneficiaron enormemente del éxodo de intelectuales que huían en los años
treinta de la Europa dominada por los nazis. Así, en el siglo diecisiete Holanda fue el
hogar del gran filósofo judío Espinoza, admirado por Einstein; de Descartes, una
figura primordial en la historia de las matemáticas y de la filosofía; y de John Locke,
un científico político que influyó sobre un grupo de revolucionarios de inclinación
filosófica llamados Paine, Hamilton, Adams, Franklin y Jefferson. Nunca, ni antes ni
después, ha estado Holanda adornada con una galaxia tal de artistas y de
científicos, de filósofos y de matemáticos. Fue la época de los maestros pintores
Rembrandt, Vermeer y Frans Hals; de Leeuwenhoek, el inventor del microscopio; de
Willebrord Snell, que descubrió la ley de la refracción de la luz.
La Universidad de Leiden, siguiendo la tradición holandesa de apoyar la libertad de
pensamiento, ofreció una cátedra a un científico italiano llamado Galileo, a quien la
Iglesia católica había obligado bajo amenaza de tortura a retractarse de su herética
afirmación de que la Tierra se movía alrededor del Sol y no al revés 34. Galileo
mantenía relaciones intensas con Holanda, y su primer telescopio astronómico fue el
perfeccionamiento de un catalejo de diseño holandés. Con él descubrió manchas
solares, las fases de Venus, los cráteres de la Luna, y las cuatro grandes lunas de
Júpiter llamadas, por este motivo, satélites galileanos. La descripción que el propio
Galileo hace de sus dolores eclesiásticos está contenida en una carta que escribió en
el año 1615 a la gran duquesa Cristina:
Como bien sabe vuestra Serena Majestad, hace algunos años descubrí en los
cielos muchas cosas que no se habían visto antes de nuestra época. La
novedad de estas cosas, y algunas consecuencias que de ellas se derivaban
en contradicción con las nociones físicas comúnmente sostenidas por los
filósofos académicos, han excitado contra mí a un no pequeño número de
profesores (muchos de ellos eclesiásticos), como si yo hubiese colocado con
mis propias manos esas cosas en el cielo a fin de trastornar la Naturaleza y
de trastocar las ciencias. Parecen olvidar que el incremento en las verdades
34
En 1979 el papa Juan Pablo II propuso cautelosamente que se revocara la condena de Galileo pronunciada 346
años antes por la “Santa Inquisición”.
35
La valentía de Galileo (y de Kepler) al promover la hipótesis helicocéntrica no se hizo evidente en las acciones de otros, ni siquiera de quienes
residían en partes de Europa de menor fanatismo doctrinal. Por ejemplo, René Descartes en una carta fechada en abril de 1634 cuando residía en
Holanda, escribió:
Sin duda sabréis que Galileo fue recientemente censurado por los Inquisidores de la Fe, y que sus opiniones sobre el movimiento de la
Tierra fueron condenadas por heréticas. Debo deciros que todas las cosas que expliqué en mi tratado, y que incluían la doctrina del
movimiento de la Tierra, son tan interdependientes que basta descubrir que una de ellas es falsa para saber que todos los argumentos que
utilizo carecen de fundamento. Aunque yo pensé que se basaban en pruebas muy ciertas y evidentes no desearía por nada del mundo
mantenerlas contra la autoridad de la Iglesia... Quiero vivir en paz y continuar la vida que inicié con la divisa: para vivir bien has de vivir
sin que te vean.
36
Esta tradición exploradora puede explicar el hecho de que Holanda haya producido hasta el momento un número de astrónomos eminentes
superior al que le correspondería por población, entre ellos Gerard Peter Kuiper, quien en los años 1940 y 1950 fue el único astrofísico del mundo
dedicado totalmente a los planetas. La mayoría de los astrónomos profesionales consideraban entonces el tema por lo menos como algo
ligeramente vergonzoso, manchado por los excesos de Lowell. Yo doy las gracias por haber sido alumno de Kuiper.
Retrato de Christiaan Huygens (1629 - 1695) por Bernard Vaillant. (Cedido por
Huygensmuseum "Hofwijck", Voorburg, Holanda.)
37
Isaac Newton admiraba a Christiaan Huygens y pensaba que era el “matemático más elegante” de su época, y el seguidor más auténtico de la
tradición matemática de los antiguos griegos, un gran elogio, tanto entonces como ahora. Newton, basándose parcialmente en que las sombras
tienen bordes netos, creía que la luz se comporta como una corriente de diminutas partículas. Pensaba que la luz roja está compuesta de partículas
mayores y la violeta de menores. Huygens afirmaba a su vez que la luz se comporta como si fuera una onda propagándose en el vacío, como se
propaga una onda oceánica en el mar, y por esto hablamos de longitudes de onda y frecuencias de la luz. La teoría ondulatoria de la luz explica de
modo natural muchas propiedades, incluyendo la difracción, y en los años siguientes la idea de Huygens tuvo la primacía. Pero en 1905 Einstein
demostró que la teoría corpuscular de la luz podía explicar el efecto fotoeléctrico, consistente en la emisión de electrones por un metal al ser
expuesto a un rayo de luz. La mecánica cuántica moderna combina ambas ideas, y hoy en día se acostumbra a considerar a la luz como un
fenómeno que en ciertas circunstancias se comporta como un haz de partículas y en otras como una onda. Este dualismo onda-partícula quizás no
responda fácilmente a las concepciones impuestas por nuestro sentido común, pero concuerda muy bien con lo que hace realmente la luz en los
experimentos llevados a cabo. Hay algo misterioso y excitante en este matrimonio contradictorio, y es justo que Newton y Huygens, ambos
solteros, sean los padres de nuestra moderna concepción de la naturaleza de la luz.
38
Galileo descubrió los anillos, pero no sabía qué hacer con ellos. A través de su primitivo telescopio astronómico tenían el aspecto de dos
proyecciones unidas simétricamente a Saturno y parecidas, según dijo bastante sorprendido, a un par de orejas.
Pero la Tierra se mueve. Merton, si hoy viviese, estaría obligado a deducir “mundos
infinitos, habitables”. Huygens no se acobardó por esa conclusión, él la aceptó
alegremente: a través del mar del espacio, las estrellas son otros soles. Huygens
razonó por analogía con nuestro sistema solar que aquellas estrellas tendrían sus
propios sistemas planetarios, y que muchos de esos planetas podían estar
habitados: “Si sólo concediésemos a los planetas vastos desiertos... y les
privásemos de todas aquellas criaturas que pregonan del modo más claro su
arquitectura divina, los pondríamos debajo de la Tierra en belleza y dignidad, lo cual
es muy poco razonable.”39
Estas ideas se exponen en un libro extraordinario que lleva el triunfante título de
Los mundos celestiales descubiertos: Conjeturas relativas a los habitantes, plantas y
producciones de los mundos en los planetas. Compuesto poco tiempo antes de la
muerte de Huygens en 1690, la obra fue admirada por muchas personas, entre ellas
Pedro el Grande, que la hizo publicar en Rusia como el primer producto de la ciencia
occidental. El libro trata en gran parte de la naturaleza o los ambientes de los
planetas. Hay una de las láminas de la primera edición, primorosamente impresa,
en la que se ve, a escala, el Sol y los planetas gigantes Júpiter y Saturno. Son, en
comparación, bastante pequeños. También hay un grabado de Saturno al lado de la
Tierra: nuestro planeta es un círculo diminuto.
Huygens pensó que los ambientes y los habitantes de otros planetas eran bastante
parecidos a los terráqueos del siglo diecisiete. Imaginó “planetarianos” cuyos
39
Algunas personas tenían ideas semejantes. Kepler, en su Harmonice Mundi, dijo que “Tycho Brahe opinaba sobre esta selva desolada de globos
que no puede existir sin fruto y que está llena de habitantes”
“cuerpos enteros y cada parte de ellos pueden ser bastante distintos y diferentes de
nosotros... Es una opinión muy ridícula... afirmar que es imposible que un alma
racional pueda morar en otra forma distinta de la nuestra”. En definitiva, uno puede
ser listo aunque parezca extraño. Pero luego Huygens seguía argumentando que
tampoco podían ser muy extraños, que debían tener manos y pies, y caminar
derechos, que tendrían escritura y geometría, y que Júpiter tiene sus cuatro
satélites galileanos para ayudar en la navegación por los océanos jovianos.
Huygens era por supuesto un ciudadano de su tiempo. ¿Quién de nosotros no lo es?
Llamaba a la ciencia su religión, y luego afirmaba que los planetas debían estar
habitados porque de lo contrario Dios hubiera hecho las cosas por nada. Como vivió
antes de Darwin, sus especulaciones sobre la vida extraterrestre resultan inocentes
en la perspectiva evolutiva. Pero basándose en observaciones consiguió desarrollar
algo parecido a las perspectivas cósmicas modernas:
Qué maravillosa y asombrosa perspectiva tenemos aquí de la inmensidad del
universo... ¡Tantos soles, tantas tierras... y cada una de ellas provista con
tantos animales, plantas y árboles, adornadas con tantas montañas, y
mares!... ¡Y cómo debe crecer nuestro asombro y admiración cuando
consideramos la distancia y la multitud prodigiosa de estrellas!
40
Estas historias constituyen una antigua tradición humana, y muchas de ellas tuvieron desde los inicios de la exploración un motivo cósmico. Por
ejemplo Fei Xin, uno de los participantes en las exploraciones chinas de la dinastía Ming en Indonesia, Sri Lanka, India, Arabia y África, las
describió en un libro ilustrado preparado para el Emperador, con el título de "Visiones triunfales de la balsa estrellada". Por desgracia se han
perdido las figuras, aunque no el texto.
Una jirafa conducida desde África a China alrededor de 1420 a raíz de los grandes
viajes y descubrimientos comerciales del almirante Zheng He de la dinastía Ming. La
presencia de este animal de fábula en la Corte Imperial china fue considerado como
un signo de buen augurio. Las primeras narraciones de viajeros sobre la jirafa
debieron de ser recibidos con un escepticismo considerable. La época de exploración
de los Ming, mediante flotas de juncos de alta mar, que casi seguramente doblaron
el cabo de Buena Esperanza, con la consiguiente aparición de una marina china en
el Océano Atlántico, acabó poco antes de que los portugueses entraran en el
Océano índico, invirtiendo el vector de los descubrimientos. Shen Du: La jirafa de
tributo y su guardián. (Cedido por el Museo de Arte de Filadelfia, donación de John
T. Dorrance.)
Algunas de estas historias eran ciertas, otras eran mentiras. Otras tenían un núcleo
de verdad, mal comprendida o exagerada por los exploradores o sus informantes.
Estos relatos en manos de un Voltaire o de un Jonathan Swift estimularon una
nueva perspectiva sobre la sociedad europea, obligando a reconsiderar este mundo
insular.
Los Voyager modernos también nos traen relatos de viajeros, historias de un mundo
roto como una esfera de cristal, de un globo cuyo suelo está cubierto de polo a polo
por algo parecido a una tela de araña, de lunas diminutas en forma de patatas, de
un mundo con un océano subterráneo, de un país que huele a huevos podridos y
parece una pizza, con lagos de azufre fundido y erupciones volcánicas que lanzan el
humo directamente al espacio, de un planeta llamado Júpiter que deja enano al
nuestro, un planeta tan grande que cabrían en él mil Tierras.
Cada uno de los satélites galileanos de Júpiter es casi tan grande como el planeta
Mercurio. Podemos medir sus tamaños y masas y calcular de este modo su
densidad, la cual nos da una indicación de la composición de su interior.
Vemos así que los dos más interiores, lo y Europa, tienen una densidad elevada
como la roca. Los otros dos, Ganímedes y Calisto, tienen una densidad muy inferior,
intermedia entre la roca y el hielo.
Pero la mezcla de hielo y de rocas dentro de estas lunas exteriores ha de contener,
como sucede con las rocas de la Tierra, rastros de minerales radiactivos, que
calientan sus entornos. No hay un sistema efectivo para que este calor, acumulado
a lo largo de miles de millones de años, alcance la superficie y se pierda en el
espacio, y por lo tanto la radiactividad del interior de Ganímedes y Calisto ha de
haber fundido sus interiores helados.
Creemos que hay océanos subterráneos de lodo y agua en estas lunas, lo cual nos
sugiere, antes de que hayamos visto de cerca las superficies de los satélites
galileanos, que pueden ser muy diferentes unos de otros. Cuando los miramos de
cerca, a través de los ojos del Voyager, la predicción se cumple. No se parecen
entre sí. Son diferentes de cualquier mundo que hayamos visto hasta ahora.
Australia (en aquella mañana de julio de 1979 fue la estación australiana la que
estaba apuntando hacia Júpiter y Europa). La estación pasa luego la información a
través de un satélite de comunicaciones en órbita terrestre a California meridional,
desde donde es retransmitida mediante un conjunto de torres de enlace por
microondas a una computadora del Laboratorio de Propulsión a Chorro, donde se
procesa. La imagen es básicamente idéntica a una fotografía de prensa transmitida
por teléfono, y está constituida casi por un millón de puntos distintos, cada uno con
un tono distinto de gris, puntos tan finos y apretados que vistos desde una cierta
distancia los puntos constitutivos resultan invisibles. Sólo vemos su efecto
acumulativo. La información de la nave espacial especifica el grado de brillo o de
oscuridad de cada punto. Después de ser procesados, los puntos se almacenan en
un disco magnético, parecido a un disco fonográfico.
Izquierda: Trayectorias del vuelo del Voyager 1 (cruzando la órbita de Urano, arriba
a la izquierda) y del Voyager 2 (en su encuentro con Urano en enero de 1986).
También aparece la trayectoria alternativa suponiendo que el Voyager tenga que
pasar cerca de Titán, como hizo el Voyager 1. Derecha: El paso del Voyager 1
(arriba) y del Voyager 2 (abajo) entre los satélites galileanos de Júpiter el 5 de
marzo y el 9 de julio de 1979.
La luna joviana Europa, vista por el Voyager 2 al pasar cerca de ella el 9 de julio de
1979. Europa tiene aproximadamente el tamaño de nuestra luna, pero topográfica-
mente es muy distinta. La ausencia de cráteres y de montañas hace pensar que una
costra espesa de hielo, quizás de 100 kilómetros de profundidad, envuelve y aprieta
el interior silíceo. La estructura compleja de líneas oscuras pueden ser fracturas en
el hielo rellenadas con sustancia proveniente del interior de la costra. El fuerte brillo
de Europa avala esta hipótesis. (Cedida por la NASA.)
obtuvo excelentes imágenes de los otros tres satélites galileanos de Júpiter, pero no
de Europa. Le cupo al Voyager 2 la tarea de adquirir las primeras imágenes en
primer plano de Europa, imágenes en las que vemos cosas que sólo tienen unos
kilómetros de diámetro.
Izquierda: Imagen tomada por el Voyager 2, el 6 de julio de 1979, que muestra una
región de la atmósfera joviana a unos 25° N del ecuador. El "chorro" de nubes de la
zona templada septentrional es la franja oxidada que atraviesa en diagonal la parte
central y superior de la figura. Estas nubes se desplazan a una velocidad de 540 km
por hora. Las zonas blancas azuladas de abajo muestran claros en las nubes altas
de amoníaco. Miramos hacia abajo desde unos 60 km. (Cedida por la NASA.)
Derecha: Un claro en las nubes de color marrón claro de Júpiter (sin nubes blancas
de amoniaco sobre ellas) nos permite ver una capa de nubes marrón oscuro más
profunda, y que contiene posiblemente materia orgánica compleja. Las mediciones
en infrarrojo muestran que la nube de color marrón oscuro está más caliente que su
entorno. (Cedida por la NASA.)
De entre todos los relatos de viajeros enviados por el Voyager mis favoritos se
refieren a los descubrimientos realizados en el satélite galileano más interior, lo.
Antes del Voyager sabíamos que algo raro pasaba con lo. Podíamos resolver pocos
rasgos en su superficie, pero sabíamos que era roja, muy roja, más roja que Marte,
quizás el objeto más rojo del sistema solar. A lo largo de los años algo parecía estar
cambiando en ella, en luz infrarroja y quizás en sus propiedades reflectoras del
radar. Sabemos también que en la posición orbital de lo y rodeando parcialmente a
Júpiter había un gran tubo en forma de donut de átomos de azufre, sodio y potasio,
material que en cierto modo perdía lo.
Cuando el Voyager se acercó a esta luna gigante, descubrimos una superficie
multicolor y extraña, sin par en todo el sistema solar. lo está cerca del cinturón de
asteroides.
Penacho volcánico del volcán Loki Patera en Io. La luz ultravioleta está aquí
transcrita en azul. Alrededor del penacho perceptible con luz visible hay una gran
nube, brillante en luz solar ultravioleta reflejada y compuesta de partículas muy
pequeñas. El efecto es parecido al tono azul de la luz reflejada por finas partículas
de humo. La parte superior de la nube ultravioleta está a más de 200 kilómetros
sobre la superficie de Io y puede proyectar directamente al espacio partículas muy
pequeñas y átomos. La materia proyectada quedará en órbita alrededor de Júpiter,
como el mismo Io, y contribuirá al gran tubo de átomos que rodea a Júpiter a la
distancia de Io. Imagen del Voyager 1. (Cedida por la NASA.)
Tiene que haber sido aporreada a fondo durante toda su historia por rocas cayendo
del espacio. Tienen que haberse creado cráteres de impacto. Y sin embargo no se
puede ver ninguno. En consecuencia, tuvo que haber algún proceso en lo de gran
eficiencia que borrara los cráteres o los rellenara. El proceso no podía ser
atmosférico, porque la mayor parte de la atmósfera de lo ha escapado al espacio a
causa de su baja gravedad. No podían ser corrientes de agua, porque la superficie
de lo es demasiado fría. Había unos cuantos lugares que parecían cumbres de
de volcanes extinguidos. Los escombros, rodando y fluyendo por las laderas de las
montañas volcánicas y proyectados en chorros arqueados sobre el paisaje
policromo, son más que suficientes para cubrir los cráteres de impacto. Estamos
contemplando un paisaje planetario fresco, una superficie salida del cascarón.
¡Cómo se habrían admirado de ello Galileo y Huygens!
punto normal de ebullición del agua, a unos 115 °C, se funde y cambia de color.
Cuanto más elevada es la temperatura, más oscuro el color. Si se enfría
rápidamente el azufre fundido, conserva su color. La serie de colores que vemos en
lo se parece mucho a lo que esperaríamos ver si de las bocas de los volcanes
salieran ríos y torrentes y láminas de azufre fundido: azufre negro, el más caliente,
cerca de las cimas de los volcanes; rojo y anaranjado, incluyendo a los ríos, cerca
de ellas, y grandes llanuras cubiertas por azufre amarillo a distancias mayores.
La superficie de lo está cambiando en una escala temporal de meses. Habrá que
publicar mapas regularmente, como los partes meteorológicos de la Tierra. Los
futuros exploradores de lo tendrán que estar muy atentos a lo que pisan.
El Voyager descubrió que la atmósfera muy tenue y delgada de lo está compuesta
principalmente de dióxido de azufre. Pero esta atmósfera delgada puede tener un
fin útil, porque quizás tenga el grueso suficiente para proteger a la superficie de las
partículas de carga intensa del cinturón de radiación de Júpiter donde está metido
lo. De noche la temperatura baja tanto que el dióxido de azufre debería
condensarse formando una especie de escarcha blanca; las partículas cargadas
inmolarían entonces la superficie y probablemente sería aconsejable pasar las
noches un poco enterrados.
Los grandes penachos volcánicos de lo llegan tan alto que les falta poco para
inyectar directamente sus átomos en el espacio alrededor de Júpiter. Es probable
que los volcanes sean la fuente del gran anillo de átomos en forma de donut que
rodea a Júpiter en la posición de la órbita de lo. Estos átomos, descendiendo
paulatinamente en espiral hacia Júpiter, deberían recubrir la luna interior Amaltea y
quizás expliquen su coloración rojiza. Es posible incluso que el material exhalado de
lo contribuya después de muchas colisiones y condensaciones al sistema de anillos
de Júpiter.
Es mucho más difícil imaginar una presencia humana sustancial en el mismo Júpiter,
aunque supongo que la instalación de grandes ciudades-globo flotando
permanentemente en su atmósfera es una posibilidad tecnológica del futuro remoto.
Este mundo inmenso y variable visto desde las caras próximas de lo o de Europa
llena gran parte del cielo, colgando de lo alto, sin nunca salir ni ponerse, porque
casi todos los satélites del sistema solar tienen una cara girada constantemente
hacia su planeta, como hace la Luna con la Tierra. Júpiter será un motivo continuo
de provocación y de interés para los futuros exploradores humanos de las lunas
jovianas.
Cuando el sistema solar se condensó a partir del gas y el polvo interestelares,
Júpiter adquirió la mayor parte de la masa que fue proyectada hacia el espacio
interestelar y que no cayó hacia adentro, hacia el Sol. Si Júpiter hubiese tenido una
masa doce veces superior, la materia de su interior hubiese sufrido reacciones
termonucleares, y Júpiter hubiese empezado a brillar con luz propia. El planeta
mayor es una estrella fracasada. Incluso así, sus temperaturas interiores son lo
bastante elevadas para emitir casi el doble de la energía que recibe del Sol. En la
parte infrarroja del espectro, podría incluso ser correcta la afirmación de que Júpiter
es una estrella. Si se hubiese convertido en una estrella de luz visible, habitaríamos
hoy un sistema binario o de dos estrellas, con dos soles en nuestro cielo, y las
noches serían menos frecuentes, hecho esto que creo muy corriente en
innumerables sistemas solares de la galaxia Vía Láctea. Sin duda encontraríamos
esta circunstancia muy natural y bella.
A gran profundidad por debajo de las nubes de Júpiter el peso de las capas
superiores de atmósfera produce presiones muy superiores a las existentes en la
Tierra, presiones tan grandes que los electrones salen estrujados de los átomos de
hidrógeno produciendo un estado físico no observado nunca en los laboratorios
terrestres, porque no se han conseguido nunca en la Tierra las presiones
necesarias. (Hay esperanzas de que el hidrógeno metálico sea un superconductor a
temperaturas moderadas. Si pudiese fabricarse en la Tierra constituiría una
revolución en electrónica.) En el interior de Júpiter, donde las presiones son unos
tres millones de veces superiores a la presión atmosférica de la superficie de la
Tierra, apenas hay otra cosa que un gran océano oscuro y chapoteante de
hidrógeno metálico. Pero en el núcleo mismo de Júpiter puede haber una masa de
roca y de hierro, un mundo semejante a la Tierra dentro de una camisa de fuerza
oculto para siempre en el centro del mayor planeta.
Las corrientes eléctricas en el interior del metal líquido de Júpiter pueden ser el
origen del enorme campo magnético del planeta, el mayor del sistema solar, y de su
correspondiente cinturón de electrones y protones cautivos. Estas partículas
cargadas son emitidas por el Sol en el viento solar, y capturadas y aceleradas por el
campo magnético de Júpiter. Hay un gran número de ellas atrapadas muy por
encima de las nubes, condenadas a rebotar de polo a polo hasta que dan por
casualidad con alguna molécula atmosférica de gran altura y quedan eliminadas del
cinturón de radiación. lo se mueve en una órbita tan cercana a Júpiter que se abre
paso en medio de esta radiación intensa creando cascadas de partículas cargadas,
que a su vez generan violentas descargas de energía de radio. (Pueden influir
también en los procesos eruptivos de la superficie de lo.) Es posible predecir
estallidos de radio procedentes de Júpiter, con mayor seguridad que las previsiones
meteorológicas de la Tierra, calculando la posición de lo.
El hecho de que Júpiter sea una fuente de emisión de radio se descubrió por
casualidad en los años 1950, en los primeros días de la radioastronomía. Los
jóvenes norteamericanos Bemard Burke y Kenneth Franklin estaban examinando el
cielo con un radiotelescopio recién construido y muy sensible para aquella época.
Estaban buscando el ruido de fondo cósmico en radio: es decir, fuentes de radio
situadas mucho más allá de nuestro sistema solar. Descubrieron sorprendidos la
existencia de una fuente intensa y no citada hasta entonces que no parecía
corresponder a ninguna estrella, nebulosa o galaxia prominente. Es más, esta
fuente se iba moviendo gradualmente en relación a las estrellas distantes con una
rapidez muy superior a la que podía tener un objeto remoto41. Después de no
encontrar ninguna explicación probable de todo esto en sus mapas del Cosmos
lejano, salieron un día del observatorio y miraron al cielo a simple vista para ver si
pasaba algo interesante por allí arriba. Notaron, intrigados, la presencia de un
objeto de brillo excepcional en el lugar correcto, que pronto identificaron como el
planeta Júpiter. Digamos de paso que este descubrimiento accidental es algo muy
típico en la historia de la ciencia.
41
Porque la velocidad de la luz es finita.
Cada noche, antes del encuentro del Voyager 1 con Júpiter, podía ver yo aquel
planeta gigante parpadeando en el cielo, un espectáculo que ha hecho disfrutar y
maravillarse a nuestros antepasados durante un millón de años. Y en la misma
noche del Encuentro, cuando iba a estudiar los datos del Voyager que iban llegando
al laboratorio de Propulsión a Chorro, pensé que Júpiter ya no volvería a ser el
mismo, ya nunca sería un simple punto de luz en el cielo nocturno, sino que se
había convertido para siempre en un lugar para explorar y conocer. Júpiter y sus
lunas son una especie de sistema solar en miniatura compuesto por mundos
diversos y exquisitos que tienen mucho que enseñamos.
Saturno, por su composición y por muchos otros aspectos, es semejante a Júpiter,
pero más pequeño. Da una vuelta cada diez horas y presenta una serie de bandas
ecuatoriales coloreadas, que sin embargo no son tan prominentes como las de
42
La opinión de Huygens, quien descubrió Titán en 1655, era la siguiente: "¿Es posible ahora mirar a lo alto y comparar estos sistemas (los de
Júpiter y Saturno) sin quedar asombrado ante la gran magnitud y nobles acompañantes de estos dos planetas con respecto a esta nuestra pequeña y
lastimosa Tierra? ¿O puede alguien obligarse a pensar que el sabio Creador ha puesto aquí a todos sus anímales y plantas, que se ha dedicado
únicamente a proveer y adornar este lugar, y que ha dejado aquellos mundos, que podrían adorarlo y venerarlo, desnudos y privados de habitantes;
o que todos estos cuerpos prodigiosos se hicieron únicamente para parpadear y para que los estudiaran quizás unos cuantos de nosotros, pobres
seres?" Saturno da una vuelta alrededor del Sol cada treinta años, y así la longitud de las estaciones en Saturno y sus lunas es mucho mayor que en
la Tierra. Huygens escribió por lo tanto en relación a los supuestos habitantes de las lunas de Saturno: "Es imposible dejar de pensar que teniendo
estos inviernos tan pesados su modo de vida ha de ser muy distinto del nuestro."
planeta: tercera ley de Kepler); las partículas interiores van más rápidas que las
exteriores (nosotros diríamos que el “carril para avanzar” está siempre a la
izquierda). Aunque todo el conjunto se está precipitando alrededor del mismo
planeta a unos veinte kilómetros por segundo, la velocidad relativa de dos partículas
adyacentes es muy baja, sólo unos cuantos centímetros por minuto. A causa de
este movimiento relativo las partículas no pueden llegar a pegarse por su gravedad
mutua. Cuando lo intentan, sus velocidades orbitales, ligeramente distintas, las
separan inmediatamente. Si los anillos no estuvieran tan próximos a Saturno, este
efecto no sería tan intenso, y las partículas podrían aglomerarse, formando
pequeñas bolas de nieve que crecerían formando eventualmente satélites. Por lo
tanto probablemente no es una coincidencia que en el exterior de los anillos de
Saturno haya un sistema de satélites cuyo tamaño varía desde unos cuantos
centenares de kilómetros de diámetro hasta Titán, una luna gigante casi tan grande
como el planeta Marte. La materia de todos los satélites y de los mismos planetas
pudo estar al principio distribuida en forma de anillos, que se condensaron y
acumularon formando las actuales lunas y planetas.
Al igual que sucede en Júpiter el campo magnético de Saturno captura y acelera las
partículas cargadas del viento solar. Cuando una partícula cargada rebota de un
polo magnético al otro, ha de cruzar el plano ecuatorial de Saturno. Si hay una
partícula del anillo en su camino, el protón o electrón es absorbido por esta pequeña
bola de nieve. En consecuencia los anillos de ambos planetas van limpiando los
cinturones de radiación, que existen solamente en el interior y el exterior de los
anillos de partículas. Una luna próxima a Júpiter o a Saturno se engullirá también
las partículas del cinturón de radiación, y de hecho una de las nuevas lunas de
Saturno se descubrió de este modo: el Pioneer 11 encontró un vacío inesperado en
los cinturones de radiación, causado por el barrido de partículas cargadas que
llevaba a cabo una luna desconocida anteriormente.
El viento solar se va difundiendo hacia el sistema solar exterior mucho más lejos de
la órbita de Saturno. Cuando el Voyager alcance a Urano y las órbitas de Neptuno y
de Plutón, si los instrumentos continúan funcionando es casi seguro que captarán su
presencia, el viento entre los mundos, la parte superior de la atmósfera del Sol
impulsada hacia el exterior, hacia el reino de las estrellas.
A una distancia dos o tres veces superior a la que separa Plutón del Sol, la presión
Capítulo 7
El espinazo de la noche
El espinazo de la noche, pintura de Jon Lomberg que describe una metáfora sobre la
naturaleza de la Vía Láctea contada por el pueblo ¡Kung de la República de
Botswana
fotografías con los retratos de hombres y mujeres cuyos nombres eran Clark Gable
y Jean Harlow. Yo me quejé, y por algún motivo que entonces no entendí ella sonrió
y me buscó otro libro: el libro que yo quería. Lo abrí ansiosamente y lo leí hasta
encontrar la respuesta: el libro decía algo asombroso, una idea enorme. Decía que
las estrellas eran soles, pero soles que estaban muy lejos. El Sol era una estrella,
pero próxima a nosotros.
Imaginemos que cogemos el Sol y lo vamos alejando hasta quedar convertido en un
puntito parpadeante de luz. ¿A qué distancia habría que desplazarlo? En aquel
entonces yo desconocía la noción de tamaño angular. Desconocía la ley del
cuadrado inverso para la propagación de la luz. No tenía ni la más remota
posibilidad de calcular la distancia a las estrellas. Pero podía afirmar que si las
estrellas eran soles, tenían que estar a una distancia muy grande: más lejos que la
calle 85, más lejos que Manhattan, más lejos probablemente que Nueva Jersey. El
Cosmos era mucho mayor de lo que yo había supuesto.
Más tarde leí otra cosa asombrosa. La Tierra, que incluye a Brooklyn, es un planeta,
y gira alrededor del Sol. Hay otros planetas. También giran alrededor del Sol;
algunos están cerca de él y otros más lejos. Pero los planetas no brillan por su
propia luz, como le sucede al Sol. Se limitan a reflejar la luz del Sol. Si uno se sitúa
a una gran distancia le será imposible ver la Tierra y los demás planetas; quedarán
convertidos en puntos luminosos muy débiles perdidos en el resplandor del Sol.
Bueno, en este caso, pensé yo, lo lógico era que las demás estrellas también
tuvieran planetas, planetas que todavía no hemos detectado, y algunos de estos
planetas deberían tener vida (¿por qué no?), una especie de vida probablemente
diferente de la vida que conocemos aquí, en Brooklyn. Decidí pues que yo sería
astrónomo, que aprendería cosas sobre las estrellas y los planetas y que si me era
posible iría a visitarlos.
Tuve la inmensa fortuna de contar con unos padres y con algunos maestros que
apoyaron esta ambición rara, y de vivir en esta época, el primer momento en la
historia de la humanidad en que empezamos a visitar realmente otros mundos y a
efectuar un reconocimiento a fondo del Cosmos. Si hubiese nacido en otra época
muy anterior, por grande que hubiese sido mi dedicación no hubiese entendido qué
son las estrellas y los planetas. No habría sabido que hay otros soles y otros
un tiro de lanza si no hay comida por el camino. No puede andar sin comer. Pero allí
donde encuentra mucha comida crece y da muchas llamas hijas.”
“Uno de nosotros tuvo una idea atrevida y terrible: capturar la llama, darle un poco
de comer y convertirla en amiga nuestra. Encontramos algunas ramas largas de
madera dura. La llama empezó a comérselas, pero lentamente. Podíamos agarrarlas
por la punta que no tenía llama. Si uno corre deprisa con una llama pequeña, se
muere. Sus hijos son débiles. Nosotros no corrimos. Fuimos andando, deseándole a
gritos que le fuera bien. 'No te mueras' decíamos a la llama. Los otros cazadores
nos miraban con ojos asombrados.”
“Desde entonces siempre la hemos llevado con nosotros. Tenemos una llama madre
para alimentar lentamente a la llama y que no muera de hambre.43 La llama es una
maravilla, y además es útil; no hay duda que es un regalo de seres poderosos. ¿Son
los mismos que los seres enfadados de la tormenta?”
“La llama nos calienta en las noches frías. Nos da luz. Hace agujeros en la oscuridad
cuando la Luna es nueva. Podemos reparar las lanzas de noche para la caza del día
siguiente. Y si no estamos cansados podemos vemos los unos a los otros y
conversar incluso en las tinieblas. Además y esto es algo muy bueno el fuego
mantiene alejados a los animales. Porque de noche pueden hacemos daño. A veces
se nos han comido incluso animales pequeños, como hienas y lobos. Ahora esto ha
cambiado. Ahora la llama mantiene a raya a los animales. Les vemos aullando
suavemente en la oscuridad, merodeando con sus ojos relucientes a la luz de la
llama. La llama les asusta. Pero nosotros no estamos asustados con ella. La llama
es nuestra. Cuidamos de ella. La llama cuida de nosotros.”
“El cielo es importante. Nos cubre, nos habla. Cuando todavía no habíamos
encontrado la llama nos estirábamos en la oscuridad y mirábamos hacia arriba,
hacia todos los puntos de luz. Algunos puntos se juntaban y hacían una figura en el
cielo. Uno de nosotros podía ver las figuras mejor que los demás. Él nos enseñó las
figuras de estrellas y los nombres que había que darles. Nos quedábamos sentados
43
No hay que rechazar como un concepto primitivo esta idea del fuego como una cosa viva que hay que proteger y
cuidar. Se encuentra en la raíz de muchas civilizaciones modernas. En cada hogar de la Grecia y la Roma antiguas y
entre los brahmanes de la antigua India había un hogar y un conjunto de reglas prescritas para cuidar de la llama.
De noche se cubrían los carbones con ceniza para su aislamiento; en la mañana se le ponía leña menuda para
revivir la llama. La muerte de la llama en el hogar se consideraba equivalente a la muerte de la familia. En estas
tres culturas, el ritual del hogar estaba relacionado con el culto a los antepasados. Éste es el origen de la llama
perpetua, un símbolo utilizado ampliamente en ceremonias religiosas, conmemorativas, políticas y atléticas en todo
el mundo.
hasta muy tarde en la noche y explicábamos historias sobre las figuras del cielo:
leones, perros, osos, cazadores. Otros, cosas más extrañas. ¿Es posible que fueran
las figuras de los seres poderosos del cielo, los que hacen las tormentas cuando se
enfadan?”
“En general el cielo no cambia. Un año tras otro hay allí las mismas figuras de
estrellas. La Luna crece desde nada a una tajada delgada y hasta una bola redonda,
y luego retorna a la nada. Cuando la Luna cambia, las mujeres sangran. Algunas
tribus tienen reglas contra el sexo en algunos días del crecimiento y la mengua de la
Luna. Algunas tribus marcan en huesos de cuerno los días de la Luna o los días en
que las mujeres sangran. De este modo pueden preparar planes y obedecer sus
reglas. Las reglas son sagradas.”
“Las estrellas están muy lejos. Cuando subimos a una montaña o escalamos un
árbol no quedan más cerca. Y entre nosotros y las estrellas se interpolen nubes: las
estrellas han de estar detrás de las nubes. La Luna, mientras avanza lentamente
pasa delante de las estrellas. Luego se ve que las estrellas no han sufrido ningún
daño. La Luna no se come las estrellas. Las estrellas han de estar detrás de la Luna.
Parpadean. Hacen una luz extraña, fría, blanca, lejana. Muchas son así. Por todo el
cielo. Pero sólo de noche. Me pregunto qué son.”
“Estaba una noche después de encontrar la llama sentado cerca del fuego del
campamento pensando en las estrellas. Me vino lentamente un pensamiento: las
estrellas son llama, pensé. Luego tuve otro pensamiento: las estrellas son fuegos de
campamento que encienden otros cazadores de noche. Las estrellas dan una luz
más pequeña que la de los fuegos de campamento. Por lo tanto han de ser fuegos
de campamento muy lejanos. Ellos me preguntan: '¿Pero cómo puede haber fuegos
de campamento en el cielo? ¿Por qué no caen a nuestros pies estos fuegos de
campamento y estos cazadores sentados alrededor de las llamas? ¿Por qué no cae
del cielo gente forastera?' ”
“Son preguntas interesantes. Me preocupan. A veces pienso que el cielo es la mitad
de una gran cáscara de huevo o de una gran nuez. Pienso que la gente que está
alrededor de aquellos lejanos fuegos de campamento nos está mirando a nosotros,
aquí abajo -pero a ellos les parece que estamos arriba-, y me dicen que estamos en
su cielo, y se preguntan por qué no les caemos encima, si entiendes lo que digo.
Pero los cazadores dicen: 'Abajo es abajo y arriba es arriba.' También esto es una
buena respuesta.”
“Uno de nosotros tuvo otra idea. Su idea era que la noche es una gran piel de un
animal negro, tirada sobre el cielo. Hay agujeros en la piel. Nosotros miramos a
través de los agujeros. Y vemos llamas. Él piensa que la llama no está solamente en
los pocos lugares donde vemos estrellas. Piensa que la llama está en todas partes.
Cree que la llama cubre todo el cielo. Pero la piel nos la oculta. Excepto en los
lugares donde hay agujeros.”
“Algunas estrellas se pasean. Como los animales que cazamos. Como nosotros. Si
uno mira con atención durante muchos meses, ve que se han movido. Sólo hay
cinco que lo hagan, como los cinco dedos de la mano. Se pasean lentamente entre
las estrellas. Si la idea del fuego de campamento es cierta, estas estrellas deben ser
tribus de cazadores que van errantes llevando consigo grandes fuegos. Pero no veo
posible que las estrellas errantes sean agujeros en una piel. Si uno hace un agujero
allí se queda. Un agujero es un agujero. Los agujeros no se pasean. Además
tampoco me gusta que me rodee un cielo de llamas. Si la piel cayera el cielo de la
noche sería brillante -demasiado brillante-, como si viéramos llamas por todas
partes. Creo que un cielo de llama se nos comería a todos. Quizás hay dos tipos de
seres poderosos en el cielo. Los malos, que quieren que se nos coman las llamas, y
los buenos, que pusieron la piel para tener alejadas las llamas de nosotros.
Debemos encontrar la manera de dar las gracias a los seres buenos.”
“No sé si las estrellas son fuegos de campamento en el cielo, o agujeros en una piel
a través de los cuales la llama del poder nos mira. A veces pienso una cosa. A veces
pienso una cosa distinta. En una ocasión pensé que no había fuegos de
campamento ni agujeros, sino algo distinto, demasiado difícil para que yo lo
comprendiera.”
“Apoya el cuello sobre un tronco. La cabeza caerá hacia atrás. Entonces podrás ver
únicamente el cielo. Sin montañas, sin árboles, sin cazadores, sin fuego de
campamento. Sólo cielo. A veces siento como si fuera a caer hacia el cielo. Si las
estrellas son fuegos de campamento me gustaría visitar a estos otros pueblos de
cazadores: los que van errantes. Entonces siento que me gustaría caer hacia arriba.
Pero si las estrellas son agujeros en una piel me entra miedo. No me gustaría caer
44
El signo de admiración es un chasquido producido tocando con la lengua el interior de los incisivos y
pronunciando simultáneamente la K.
La única columna sobreviviente de! templo de Hera en Samos. (Fotografía, Bill Ray.)
Nada podía suceder sin su intervención directa. Si ellos eran felices había
abundancia de comida, y los hombres eran felices. Pero si algo desagradaba a los
dioses y a veces bastaba con muy poco las consecuencias eran terribles: sequías,
tempestades, guerras, terremotos, volcanes, epidemias. Había que propiciar a los
dioses, y nació así una vasta industria de sacerdotes y de oráculos para que los
dioses estuviesen menos enfadados. Pero los dioses eran caprichosos y no se podía
estar seguro de lo que irían a hacer. La naturaleza era un misterio. Era difícil
comprender el mundo.
Poco queda del Heraion de la isla egea de Samos, una de las maravillas del mundo
antiguo, un gran templo dedicado a Hera, que había iniciado su carrera como diosa
del cielo. Era la deidad patrona de Samos, y su papel era el mismo que el de Atenas
en Atenas. Mucho más tarde se casó con Zeus, el jefe de los dioses olímpicos.
Pasaron la luna de miel en Samos, según cuentan las viejas historias. La religión
griega explicaba aquella banda difusa de luz en el cielo nocturno diciendo que era la
leche de Hera que le salió a chorro de su pecho y atravesó el cielo, leyenda que
originó el nombre que los occidentales utilizamos todavía: la Vía Láctea. Quizás
originalmente representaba la noción importante de que el cielo nutre a la Tierra;
de ser esto cierto, el significado quedó olvidado hace miles de años.
Casi todos nosotros descendemos de pueblos que respondieron a los peligros de la
existencia inventando historias sobre deidades impredecibles o malhumoradas.
Durante mucho tiempo el instinto humano de entender quedó frustrado por
explicaciones religiosas fáciles, como en la antigua Grecia, en la época de Homero,
cuando, había dioses del cielo y de la Tierra, la tormenta, los océanos y el mundo
subterráneo, el fuego y el tiempo y el amor y la guerra; cuando cada árbol y cada
prado tenía su dríada y su ménade.
Durante miles de años los hombres estuvieron oprimidos -como lo están todavía
algunos de nosotros- por la idea de que el universo es una marioneta cuyos hilos
manejan un dios o dioses, no vistos e inescrutables. Luego, hace 2 500 años, hubo
en Jonia un glorioso despertar: se produjo en Samos y en las demás colonias
griegas cercanas que crecieron entre las islas y ensenadas del activo mar Egeo
oriental.45 Aparecieron de repente personas que creían que todo estaba hecho de
átomos; que los seres humanos y los demás animales procedían de formas más
simples; que las enfermedades no eran causadas por demonios o por dioses; que la
Tierra no era más que un planeta que giraba alrededor del Sol. Y que las estrellas
estaban muy lejos de nosotros.
Esta revolución creó el Cosmos del Caos. Los primitivos griegos habían creído que el
primer ser fue el Caos, que corresponde a la expresión del Génesis, dentro del
mismo contexto: “sin forma”. Caos creó una diosa llamada Noche y luego se unió
con ella, y su descendencia produjo más tarde todos los dioses y los hombres. Un
universo creado a partir de Caos concordaba perfectamente con la creencia griega
en una naturaleza impredecible manejada por dioses caprichosos. Pero en el siglo
sexto antes de Cristo, en Jonia, se desarrolló un nuevo concepto, una de las
grandes ideas de la especie humana. El universo se puede conocer, afirmaban los
antiguos jonios, porque presenta un orden interno: hay regularidades en la
naturaleza que permiten revelar sus secretos. La naturaleza no es totalmente
impredecible; hay reglas a las cuales ha de obedecer necesariamente. Este carácter
ordenado y admirable del universo recibió el nombre de Cosmos.
Pero, ¿por qué todo esto en Jonia, en estos paisajes sin pretensiones, pastorales, en
estas islas y ensenadas remotas del Mediterráneo oriental? ¿Por qué no en las
grandes ciudades de la India o de Egipto, de Babilonia, de China o de
Centroamérica? China tenía una tradición astronómica vieja de milenios; inventó el
papel y la imprenta, cohetes, relojes, seda, porcelana y flotas oceánicas. Sin
embargo, algunos historiadores atinan que era una sociedad demasiado
tradicionalista, poco dispuesta a adoptar innovaciones. ¿Por qué no la India, una
cultura muy rica y con dotes matemáticas? Debido según dicen algunos
historiadores a una fascinación rígida con la idea de un universo infinitamente viejo
45
Causa alguna confusión, pero Jonia no está en el mar Jónico; este mar recibió su nombre de colonos jonios
procedentes de la costa del mar Jónico.
La visión científica del mundo funciona tan bien, explica tantas cosas y resuena tan
armoniosamente con las partes más avanzadas de nuestro cerebro que a su debido
tiempo, según creo, casi todas las culturas de la Tierra, dejadas con sus propios
recursos, habrían descubierto la ciencia. Alguna cultura tenía que llegar primero.
Resultó que fue Jonia el lugar donde nació la ciencia.
Esta gran revolución en el pensamiento humano se inició entre los años 600 y 400
a. de C. La clave de esta revolución fue la mano. Algunos de los brillantes
46
Hay algunas pruebas de que el antecedente, los primitivos mitos sumerios de la creación, constituían en su
mayor parte explicaciones naturalistas, codificadas más tarde hacia el 1000 a. de C. en el Enuma elish ("Cuando
en lo alto", las primeras palabras del poema), pero en aquel entonces los dioses habían sustituido ya a la
naturaleza, y el mito presenta una teogonía, no una cosmogonía. El Enuma elish recuerda los mitos japoneses y
ainu en los que el Cosmos, fangoso al principio, es batido por las alas de un pájaro que separan la tierra del agua.
Un mito fiji de la creación dice: "Rokomautu creó la tierra. La sacó del fondo del océano a grandes puñados y la
acumuló apilándola aquí y allí. Esto son las islas Fiji." La destilación de la tierra a partir del agua es una idea
bastante natural en pueblos insulares y navegantes.
De este modo demostró al mundo que los filósofos pueden hacerse ricos fácilmente
si lo desean, pero que su ambición es de otro tipo.
Fue famoso también por su sabiduría política; animó con éxito a los milesios a que
opusieran resistencia a la asimilación por el reino de Creso, rey de Lidia, y propuso
sin éxito una federación de todos los estados insulares de Jonia para que se
opusieran a los lidios.
Anaximandro de Mileto, que era amigo y colega de Tales, fue una de las primeras
personas de quien sabemos que llevó a cabo un experimento. Examinando la
sombra móvil proyectada por un palo vertical determinó con precisión la longitud
del año y de las estaciones. Los hombres habían utilizado durante eras los palos
para golpearse y lancearse entre sí.
Anaximandro los utilizó para medir el tiempo. Fue la primera persona en Grecia que
construyó un reloj de sol, un mapa del mundo conocido y un globo celeste que
Creía que el Sol, la Luna y las estrellas estaban constituidos por el fuego que se veía
a través de agujeros en movimiento en la cúpula del cielo, idea probablemente
mucho más antigua. Sostuvo la idea notable de que la Tierra no está suspendida de
los cielos o sostenida por ellos, sino que se mantiene a sí misma en el centro del
universo; puesto que equidistaba de todos los puntos de la “esfera celeste”, no
había ninguna fuerza que pudiese desplazarla.
Afirmaba que al nacer estamos tan desvalidos, que si los primeros niños hubiesen
quedado abandonados y solos en el mundo habrían muerto inmediatamente.
Anaximandro dedujo de esto que los seres humanos procedían de otros animales
cuyos hijos nacen más resistentes: Propuso el origen espontáneo de la vida en el
47
Y de la astrología, que casi todos consideraban entonces como una ciencia. Hipócrates escribe en un pasaje
típico: "Hay que precaverse también contra las salidas de las estrellas, especialmente de la estrella Can [Sirio],
luego de Arturo, y también contra la puesta de las Pléyades."
48
El experimento se llevó a cabo para apoyar una teoría de la circulación de la sangre totalmente equivocada,
perola innovación importante es la idea de llevar a cabo un experimento para comprobar la naturaleza.
material que impida el paso del agua. No podemos ver esta sustancia. ¿De qué se
trata? Empédocles afirmó que sólo podía ser aire. Una cosa que somos incapaces de
ver puede ejercer una presión, puede frustrar mi deseo de llenar el cacharro con
agua si dejo tontamente el dedo sobre el cuello. Empédocles había descubierto lo
invisible. Pensó que el aire tenía que ser materia tan finamente dividida que era
imposible verla.
Se dice que Empédocles murió en un ataque apoteósico arrojándose a la lava
ardiente de la caldera de la cima del gran volcán Etna. Pero yo pienso a veces que
debió resbalar durante una expedición audaz y pionera propia de la geofísica
observacional.
Estos indicios, este soplo sobre la existencia de los átomos, fue explotado mucho
más a fondo por un hombre llamado Demócrito, procedente de la lejana colonia
jónica de Abdera en el norte de Grecia. Abdera era una especie de ciudad chiste. Si
en el año 430 a. de C. uno contaba una historia sobre alguien de Abdera las
carcajadas estaban aseguradas. Era en cierto modo el Brooklyn de la época.
Demócrito creía que había que disfrutar y comprender todo lo de la vida;
comprender y disfrutar era una misma cosa. Dijo que “una vida sin regocijo es un
largo camino sin una posada”.
Demócrito podía haber nacido en Abdera, pero no era tonto. Creía que se habían
formado espontáneamente a partir de la materia difusa del espacio un gran número
de mundos, para evolucionar y más tarde decaer. En una época en la que nadie
sabía de la existencia de cráteres de impacto, Demócrito pensó que los mundos a
veces entran en colisión; creyó que algunos mundos erraban solos por la oscuridad
del espacio, mientras que otros iban acompañados por varios soles y lunas; que
algunos mundos estaban habitados, mientras que otros no tenían ni plantas ni
animales ni agua; que las formas más simples de vida nacieron de una especie de
cieno primordial. Enseñó que la percepción -la razón por la cual pienso, por
ejemplo, que tengo una pluma en la mano- era un proceso puramente físico y
mecanicista; que el pensamiento y la sensación eran atributos de la materia reunida
de un modo suficientemente fino y complejo, y no de algún espíritu infundido por
los dioses en la materia.
Demócrito inventó la palabra átomo, que en griego significa que no puede cortarse.
Los átomos eran las partículas últimas, que frustraban indefinidamente nuestros
intentos por reducirlas a piezas más pequeñas. Dijo que todo está hecho de una
reunión de átomos, juntados intrincadamente. Incluso nosotros. “Nada existe -dijo-,
aparte de átomos y el vacío.”
Cuando cortamos una manzana, el cuchillo ha de pasar a través de espacios vacíos
entre los átomos, afirmaba Demócrito. Si no hubiese estos espacios vacíos, este
vacío, el cuchillo toparía con los átomos impenetrables y no podríamos cortar la
manzana. Cortemos por ejemplo una tajada de un cono y comparemos las secciones
de las dos piezas. ¿Son las áreas que han quedado al descubierto iguales? No,
afirmaba Demócrito. La inclinación del cono obliga a que una cara del corte tenga
una sección ligeramente más pequeña que la otra. Si las dos áreas fueran
exactamente iguales tendríamos un cilindro, no un cono. Por afilado que esté el
cuchillo, las dos piezas tienen secciones de corte desiguales: ¿Por qué? Porque a la
escala de lo muy pequeño, la materia presenta una granulosidad determinada e
irreductible. Demócrito identificó esta escala fina de granulosidad con el mundo de
los átomos. Sus argumentos no eran los que utilizamos actualmente, pero eran
sutiles y elegantes, derivados de la vida diaria. Y sus conclusiones eran
fundamentalmente correctas.
Demócrito, en un ejercicio parecido, imaginó el cálculo del volumen de un cono o de
una pirámide mediante un número muy grande de placas muy finas una encima de
la otra, y cuyo tamaño disminuía de la base hasta el vértice. De este modo
formulaba el problema que en matemáticas se denomina teoría de los límites.
Estaba llamando a la puerta del cálculo diferencial e integral, la herramienta
fundamental para comprender el mundo y que según los documentos escritos de
que disponemos no se descubrió hasta la época de Isaac Newton. Quizás si la obra
de Demócrito no hubiese quedado casi totalmente destruida, hubiese existido el
cálculo diferencial hacia la época de Cristo.49
Thomas Wright se maravillaba en 1750 de que Demócrito hubiese creído que la Vía
Láctea está compuesta principalmente por estrellas sin resolver: “Mucho antes de
que la astronomía hubiese sacado beneficio de las ciencias ópticas mejoradas, él vio
por así decirlo con los ojos de la razón, penetrando en el infinito tan lejos como
49
Más tarde Eudoxo y Arquímedes hicieron brecha también en las fronteras del cálculo diferencial.
hicieron luego los astrónomos más capaces en tiempos más ventajosos.” La mente
de Demócrito se elevó hacia lo alto dejando atrás la Leche de Hera y el Espinazo de
la Noche.
Parece ser que Demócrito fue personalmente algo raro. Las mujeres, los niños y el
sexo le desconcertaban, en parte porque quitaban tiempo para pensar. Pero
valoraba la amistad, consideró el buen humor como el objetivo de la vida y dedicó
una importante investigación filosófica al origen y naturaleza del entusiasmo. Vía ó
hasta Atenas para visitar a Sócrates y descubrió entonces que era demasiado tímido
para presentarse. Fue amigo íntimo de Hipócrates. La belleza y elegancia del mundo
físico le inspiraban reverencia. Creía que la pobreza en una democracia era
preferible a la riqueza en una tiranía. Creía que las religiones dominantes en su
época eran malas y que no existían ni almas inmortales ni dioses inmortales: “Nada
existe, aparte de átomos y el vacío.”
No hay noticia de que Demócrito fuera perseguido por sus opiniones; pero en
definitiva procedía de Abdera. Sin embargo, la breve tradición de tolerancia ante las
ideas no convencionales empezó a erosionarse en su época y luego a hundirse. Se
llegó a castigar a las personas que tenían ideas insólitas. En los billetes griegos
actuales de cien dracmas hay un retrato de Demócrito. Pero sus ideas fueron
suprimidas, y se consiguió rebajar fuertemente el nivel de su influencia sobre la
historia. Los místicos empezaron a ganar la partida.
Anaxágoras fue un experimentalista jónico que floreció hacia el 450 a. de C. y que
vivió en Atenas. Era un hombre rico, indiferente ante su riqueza y apasionado por la
ciencia. Cuando le preguntaron cuál era el objetivo de su vida contestó: “la
investigación del Sol, de la Luna y de los cielos”, respuesta digna de un astrónomo
auténtico. Llevó a cabo un inteligente experimento en el que una sola gota de
líquido blanco, como crema, no pudo aclarar de modo perceptible el contenido de un
gran jarro de líquido oscuro, como vino. Dedujo de ello que había cambios
deducibles por experimento pero demasiado sutiles para ser percibidos
directamente por los sentidos.
Anaxágoras no era tan radical como Demócrito, ni mucho menos. Ambos eran
completos materialistas, en el sentido no de valorar las posesiones, sino de creer
que la materia proporcionaba por sí sola el sostén del mundo. Anaxágoras creía en
una sustancia mental especial, y negaba la existencia de átomos. Creía que los
hombres somos más inteligentes que los demás animales a causa de nuestras
manos, idea ésta muy jónica.
Fue la primera persona que afirmó claramente que la Luna brilla con luz reflejada, y
en consecuencia ideó una teoría de las fases de la Luna. Esta doctrina era tan
peligrosa que el manuscrito que la contenía tuvo que circular en secreto, como un
samizdat ateniense.
No iba de acuerdo con los prejuicios de la época explicar las fases o eclipses de la
Luna por la geometría relativa de la Tierra, la Luna y el brillo propio del Sol.
Aristóteles, dos generaciones más tarde, se contentó afanando que estas cosas se
debían a que la naturaleza de la Luna consistía en tener fases y eclipses: un simple
juego de palabras, una explicación que no explica nada.
Un reciente billete griego de 100 dracmas con un átomo simbólico (litio), un retrato
de Demócrito, y un moderno instituto griego de investigación nuclear que lleva el
nombre de Demócrito.
La creencia dominante era que el Sol y la Luna eran dioses. Anaxágoras afirmaba
que el Sol y las estrellas eran piedras ardientes. No sentimos el calor de las estrellas
porque están demasiado lejos. También creía que la Luna tenía montañas (cierto) y
habitantes (falso). Sostenía que el Sol era tan grande que probablemente superaba
en tamaño al Peloponeso, aproximadamente la tercera parte meridional de Grecia.
Sus críticos consideraron esta evaluación excesiva y absurda.
Anaxágoras fue llevado a Atenas por Pericles, su dirigente, en la época de mayor
gloria, pero también el hombre cuyas acciones provocaron la guerra del Peloponeso,
que destruyó la democracia ateniense. A Pericles le encantaban la filosofía y la
ciencia, y Anaxágoras fue uno de sus principales confidentes. Algunos piensan que
Anaxágoras contribuyó de modo significativo con este papel a la grandeza de
Atenas. Pero Pericles tenía problemas políticos. Era demasiado poderoso para que lo
atacaran directamente y sus enemigos atacaban a las personas próximas a él.
Anaxágoras fue condenado y encarcelado por el crimen religioso de impiedad:
porque había enseñado que la Luna estaba constituida por materia ordinaria, que
era un lugar, y que el Sol era una piedra al rojo en el cielo. El obispo John Wilkins
comentó en 1638 refiriéndose a estos atenienses: “Estos idólatras celosos
[consideraban] que era una gran blasfemia que su Dios fuera una piedra, y sin
embargo, tenían tan poco sentido en su adoración de los ídolos que convertían a
una piedra en su Dios.” Parece ser que Pericles organizó la salida de Anaxágoras de
50
El siglo sexto a. de C. fue una época de notable fermentación intelectual y espiritual en todo el planeta. No
solamente fue la época de Tales, Anaximandro, Pitágoras y otros en Jonia, sino también la época del faraón egipcio
Necao que hizo circunnavegar el África, de Zoroastro en Persia, de Confucio y Lao-Tse en China, de los profetas
judíos en Israel, Egipto y Babilonia, y de Gautama Buda en la India. Es difícil creer que todas estas actividades no
tenían ninguna relación entre sí.
51
Aunque hubo algunas excepciones que agradecemos. Parece que la fascinación pitagórica por las razones de
números enteros en las armonías musicales se basan claramente en la observación, o incluso en experimentos con
los sonidos emitidos pulsando cuerdas. Empédocles era por lo menos en parte un pitagórico. Uno de los discípulos
de Pitágoras, Alcmeón, es la primera persona de quien se sabe que diseccionó un cuerpo humano; distinguió entre
arterias y venas, fue el primero en descubrir el nervio óptico y las trompas de Eustaquio, e identificó el cerebro
como la sede del intelecto (afirmación discutida luego por Aristóteles, quien puso la inteligencia en el corazón, y
más tarde revivida por Herófilo de Calcedonia). También fundó la ciencia de la embriología. Pero el gusto de
Alcmeón por lo impuro no fue compartido por la mayoría de sus colegas pitagóricos de épocas posteriores.
Los cinco sólidos perfectos de Pitágoras y Platón sobre una repisa en el exterior de
una cueva situada en la cima del monte Kerkis, en Samos, donde según la tradición
local vivió Pitágoras. Los sólidos que descansan sobre la repisa son (de izquierda a
derecha) el tetraedro, el cubo, el octaedro y el icosaedro. Encima del cubo que
representa la tierra está el dodecaedro, que los pitagóricos asociaban místicamente
con los cielos.
52
Un pitagórico llamado Hipaso publicó el secreto de la "esfera con doce pentágonos", el dodecaedro. Al morir más
tarde en un naufragio, se dice que sus compañeros pitagóricos ponderaron la justicia del castigo. Su libro no ha
sobrevivido.
Un desdén por todo lo práctico inundó el mundo antiguo. Platón animó a los
astrónomos a pensar en los cielos, pero a no perder el tiempo observándolos.
Aristóteles creía que “los de clase inferior son esclavos por naturaleza, y lo mejor
para ellos como para todos los inferiores es que estén bajo el dominio de un amo...
El esclavo comparte la vida de su amo; el artesano está relacionado con él menos
estrechamente, y sólo llega a la excelencia de modo proporcional cuando se hace
esclavo. La clase más vil de mecánico tiene una esclavitud especial y separada”.
Plutarco escribió: “No se sigue necesariamente que si la obra te encanta con su
gracia, el que la hizo sea merecedor de aprecio.” La opinión de Jenofonte era: “Las
artes llamadas mecánicas tienen un estigma social y es lógico que merezcan la
deshonra de nuestras ciudades.” A consecuencia de tales actitudes, el método
experimental jónico brillante y pro metedor fue en gran parte abandonado durante
dos mil años. Sin experimentación no hay posibilidad de escoger entre hipótesis
contradictorias, es imposible que la ciencia avance. La infección antiempírica de los
pitagóricos sobrevive incluso hoy. Pero, ¿por qué? ¿De dónde vino esta aversión al
experimento?
El historiador de la ciencia Benjamín Farrington ha dado una explicación de la
decadencia de la ciencia antigua: La tradición mercantil que desembocó en la
ciencia jónica, también desembocó en una economía de esclavos. La posesión de
esclavos abría el camino a la riqueza y al poder. Las fortificaciones de Polícrates
fueron construidas por esclavos. Atenas en la época de Pericles, Platón y Aristóteles
tenía una vasta población de esclavos. Todas las grandes formulaciones atenienses
sobre la democracia eran válidas únicamente para unos pocos privilegiados. La
tarea característica de los esclavos es el trabajo manual. Pero la experimentación
científica es trabajo manual, trabajo del cual los propietarios de esclavos prefieren
mantenerse alejados; pero los únicos que disponen de ocio para dedicarse a la
ciencia son los propietarios de esclavos, llamados cortésmente gentiles hombres en
algunas sociedades. Por lo tanto, casi nadie se dedicó a la ciencia. Los jonios eran
perfectamente capaces de construir máquinas bastante elegantes. Pero la
disponibilidad de esclavos minó la motivación económica necesaria para el
desarrollo de la tecnología. De este modo la tradición mercantil contribuyó al gran
despertar jonio de hacia el 600 a. de C., y es posible que debido a la esclavitud
haya sido también la causa de su decadencia unos dos siglos después. El caso tiene
su ironía.
Tendencias semejantes se observan en todo el mundo. El punto culminante de la
astronomía china indígena se produjo hacia 1280, con la obra de Guo Shoujing,
quien se sirvió de una línea base observacional de 1 500 años y mejoró los
instrumentos astronómicos y las técnicas matemáticas de cálculo. Se cree en
general que la astronomía china sufrió después una rápida decadencia. Nathan Sivin
cree que esto se debe en parte “a un aumento en la rigidez de la elites, de modo
que las personas educadas se sentían menos inclinadas a sentir curiosidad por las
técnicas y menos dispuestas a valorar la ciencia como una dedicación digna de un
caballero”. La ocupación de astrónomo se convirtió en un cargo hereditario, sistema
éste inconciliable con el avance de la materia. Además, “la responsabilidad por la
evolución de la astronomía quedó centrada en la corte imperial, y se dejó
principalmente en manos de técnicos extranjeros”, sobre todo de jesuitas, que
habían presentado a Euclides y Copé mico a los asombrados chinos, pero que al
producirse la censura de este último tenían interés en disfrazar y suprimir la
cosmología heliocéntrica. Quizás la ciencia nació muerta en las civilizaciones india,
maya y azteca por motivos idénticos a los de su decadencia en Jonia, la
omnipresencia de la economía esclavista. Un problema básico en el actual Tercer
Mundo (político) es que las clases educadas tienden a ser los hijos de los ricos,
interesados en mantener el status quo, o bien no acostumbrados a trabajar con sus
manos o a poner en duda la sabiduría convencional. La ciencia ha arraigado allí con
mucha lentitud.
Platón y Aristóteles se sentían confortables en una sociedad esclavista. Dieron
justificaciones para la opresión.
Estuvieron al servicio de tiranos. Enseñaron la alienación del cuerpo separado del
alma (ideal muy natural en una sociedad esclavista); separaron la materia del
pensamiento; divorciaron a la Tierra de los cielos: divisiones éstas que iban a
dominar el pensamiento occidental durante más de veinte siglos.
Platón, quien creía que “todas las cosas están llenas de dioses”, utilizó
concretamente la metáfora de la esclavitud para conectar su política con su
cosmología.
Se dice que propuso quemar todas las obras de Demócrito (formuló una
recomendación semejante para las obras de Homero), quizás porque Demócrito no
aceptaba la existencia de almas inmortales o de dioses inmortales o el misticismo
pitagórico, o porque creían en un número infinito de mundos. No sobrevive ni una
sola obra de los setenta y tres libros que se dice escribió Demócrito. Todo lo que
conocemos son fragmentos, principalmente sobre ética, y relaciones de segunda
mano. Lo mismo sucedió con las obras de casi todos los demás antiguos científicos
jonios.
Pitágoras y Platón, al reconocer que el Cosmos es cognoscible y que hay una
estructura matemática subyacente en la naturaleza, hicieron avanzar mucho la
causa de la ciencia. Pero al suprimir los hechos inquietantes, al creer que había que
reservar la ciencia para una pequeña elite, al expresar su desagrado por la
experimentación, al abrazar el misticismo y aceptar fácilmente las sociedades
esclavistas, hicieron retroceder la empresa del hombre. Después de un sueño
místico en el cual yacían enmoheciéndose las herramientas del examen científico, el
53
Copérnico pudo haber sacado su idea de una lectura de Aristarco. Los textos clásicos que se habían descubierto
recientemente estaban provocando gran agitación en las universidades italianas cuando Copérnico cursó allí su
carrera de medicina. Copérnico, en el manuscrito de su obra, mencionó la prioridad de Aristarco, pero omitió la cita
antes de que el libro pasara a la impresión. Copérnico escribió en una carta al papa Pablo III: "Según Cicerón,
Nicetas había creído que la Tierra estaba en movimiento... Según Plutarco [que discute Aristarco]... otros
sostuvieron la misma opinión. Por lo tanto cuando hube concebido a partir de esto la correspondiente posibilidad,
empecé yo también a meditar sobre la movilidad de la Tierra."
54 Huygens utilizó además una cuenta de cristal para reducir la cantidad de luz que pasaba por el agujero.
55
Esta posición supuestamente privilegiada de la Tierra en el centro de lo que entonces se consideraba el universo
conocido, inspiró a A. R. Wallace la opinión antiaristarquiana expuesta en su obra El lugar del hombre en el
universo (1903) de que nuestro planeta podía ser el único habitado.
variabilidad, pero que tenía siempre el mismo brillo intrínseco. Shapley comparó la
disminución en el brillo de tales estrellas presentes en cúmulos globulares con su
brillo real, deducido de representantes cercanos, y de este modo pudo calcular su
distancia: del mismo modo en un campo podemos estimar la distancia a que se
encuentra una linterna de brillo intrínseco conocido a partir de la débil luz que llega
a nosotros, es decir siguiendo en el fondo el método de Huygens. Shapley descubrió
que los cúmulos globulares no estaban centrados alrededor de las proximidades
solares sino más bien alrededor de una región distante de la Vía Láctea, en la
dirección de la constelación de Sagitario, el Arquero. Pensó que era muy probable
que los cúmulos globulares utilizados en esta investigación, casi un centenar,
estuviesen orbitando y rindiendo homenaje al centro masivo de la Vía Láctea.
Shapley tuvo el valor en 1915 de proponer que el sistema solar estaba en las
afueras y no cerca del núcleo de nuestra galaxia. Herschel se había equivocado a
causa de la gran cantidad de polvo oscurecedor que hay en la dirección de
Sagitario; le era imposible conocer el número enorme de estrellas situadas detrás.
Actualmente está muy claro que vivimos a unos 30 000 años luz del núcleo
galáctico, en los bordes de un brazo espiral, donde la densidad local de estrellas es
relativamente reducida. Quizás haya seres viviendo en un planeta en órbita
alrededor de una estrella central de uno de los cúmulos globulares de Shapley, o de
una estrella situada en el núcleo. Estos seres quizás nos compadezcan por el
puñado de estrellas visibles a simple vista que tenemos, mientras que sus cielos
están incendiados con ellas. Cerca del centro de la Vía Láctea serían visibles a
simple vista millones de estrellas brillantes, mientras que nosotros sólo tenemos
unos miserables miles. Podría ponerse nuestro Sol u otros soles, pero no habría
nunca noche.
Hasta bien entrado el siglo veinte, los astrónomos creían que sólo había una galaxia
en el Cosmos, la Vía Láctea, aunque en el siglo dieciocho Thomas Wright, de
Durban, e Immanuel Kant, de Königsberg, tuvieron separadamente la premonición
de que las exquisitas formas luminosas espirales que se veían a través del
telescopio eran otras galaxias. Kant sugirió explícitamente que M31 en la
constelación de Andrómeda era otra Vía Láctea, compuesta por un número enorme
de estrellas, y propuso dar a estos objetos la denominación evocativa e inolvidable
de universos islas. Algunos científicos jugaron con la idea de que las nebulosas
espirales no eran universos islas distantes sino nubes cercanas de gas interestelar
en condensación, quizás en camino de convertirse en sistemas solares. Para
comprobar la distancia de las nebulosas espirales, se necesitaba una clase de
estrellas variables intrínsecamente mucho más brillantes que proporcionara una
nueva candela estándar. Se descubrió que estas estrellas, identificadas en M31 por
Edwin Hubble en 1924, eran alarmantemente débiles, y que por lo tanto M31 estaba
a una distancia prodigiosa de nosotros, distancia que hoy se calcula en algo más de
dos millones de años luz. Pero si M31 estaba a tal distancia no podía ser una nube
de simples dimensiones interestelares, tenía que ser mucho mayor: una galaxia
inmensa por derecho propio. Y las demás galaxias, más débiles, debían estar
todavía a distancias mayores, un centenar de miles de millones de ejemplares
esparcidas a través de la oscuridad hasta las fronteras del Cosmos conocido.
Grecia antigua, y en nuestra propia época, nos ha fascinado esta pregunta: ¿Dónde
estamos? ¿Quiénes somos?
Los cúmulos estelares globulares gravitan alrededor del centro masivo de la galaxia
Vía Láctea y lo demarcan. Muchos están situados en un gran halo esférico de
estrellas y cúmulos estelares que envuelven nuestra galaxia espiral. Unos pocos,
como los de la foto, se concentran hacia el núcleo galáctico. El cielo, visto desde los
planetas de uno cualquiera de estos soles, estaría llameando con estrellas. La
designación de estos cúmulos globulares es NGC 6522 y NGC 6528, siendo NGC la
abreviatura de "New General Catalog" (Nuevo Catálogo General), una compilación
de cúmulos y de galaxias. Era nuevo cuando se compiló por primera vez en 1888.
(Cedida por el observatorio nacional de Kitt Peak. © Association of Universities for
Research in Astronomy, Inc.)
Capítulo 8
Viajes a través del espacio y del tiempo
Nadie ha vivido más tiempo que un niño muerto, y
Matusalén56 murió joven.
El Cielo y la Tierra son tan viejos como yo, y las diez mil
cosas son una sola.
Zhuang Zi, hacia el 300 a. de C.
Las subidas y bajadas del rompiente se deben en parte a las mareas. La Luna y el
Sol están a gran distancia, pero su influencia gravitatoria es muy real y perceptible
aquí en la Tierra. La playa nos recuerda el espacio. Granos finos de arena, todos
ellos de tamaño más o menos uniforme, producidos a partir de rocas mayores
después de eras de empujones y roces, de abrasión y erosión, de movimientos
impulsados también, a través de las olas y del tiempo atmosférico, por la Luna y el
Sol. La playa nos recuerda también el tiempo. El mundo es mucho más antiguo que
la especie humana.
Un puñado de arena contiene unos 10 000 granos, un número superior al de las
estrellas que podemos ver a simple vista en una noche despejada. Pero el número
de estrellas que podemos ver es sólo una mínima fracción del número de estrellas
que existen. Las que nosotros vemos de noche son un pequeño resumen de las
estrellas más cercanas. En cambio el Cosmos tiene una riqueza que supera toda
medida: el número total de estrellas en el universo es mayor que todos los granos
de arena de todas las playas del planeta Tierra.
56
De hecho Peng Zi, el equivalente chino.
A pesar de los esfuerzos de los antiguos astrónomos y astrólogos por poner figuras
en el cielo, una constelación no es más que una agrupación arbitraria de estrellas,
compuesta de estrellas intrínsecamente débiles que nos parecen brillantes porque
están cerca, y de estrellas intrínsecamente más brillantes que están algo más
distantes. Puede decirse con una precisión muy grande que todos los puntos de la
Tierra están a igual distancia de cualquier estrella.
A esto se debe que las formas que adoptan las estrellas en una constelación dada
no cambien cuando nos desplazamos por ejemplo del Asia central soviética al Medio
La Osa Mayor, vista desde la Tierra (arriba), de lado (en el centro) y desde detrás
(abajo). Veríamos las dos últimas perspectivas si pudiésemos desplazarnos a los
puntos de vista respectivos, a unos 150 años luz de distancia.
La distancia media entre las estrellas es de unos cuantos años luz, y recordemos
que un año luz es diez billones de kilómetros. Para que cambien las formas de las
constelaciones tenemos que viajar distancias comparables a las que separan a las
estrellas; debemos aventuramos a través de años luz. Así nos parecerá que algunas
estrellas cercanas se salen de la constelación y que otras se introducen en ella, y su
configuración cambiará espectacularmente.
Hasta el momento nuestra tecnología es totalmente incapaz de llevar a cabo estos
magníficos viajes interestelares, por lo menos con una duración razonable. Pero
podemos enseñar a nuestras computadoras las posiciones tridimensionales de todas
las estrellas cercanas, y pedirles que se nos lleven en un pequeño viaje, por
ejemplo para circunnavegar el conjunto de estrellas brillantes que constituyen la
Osa Mayor, y observar entonces el cambio de las constelaciones. Para relacionar las
estrellas de las constelaciones típicas utilizamos los diagramas usuales de punto y
raya.
Imágenes generadas por computadora de la Osa Mayor tal como se hubiese visto
desde la Tierra hace un millón de años, y hace medio millón de años. Su aspecto
actual es el del dibujo inferior.
A medida que cambiamos de perspectiva, vemos que sus formas aparentes sufren
deformaciones pronunciadas. Los habitantes de los planetas de estrellas distantes
contemplan en sus cielos nocturnos constelaciones muy distintas de las nuestras:
otros testes de Rorschach para otras mentes. Quizás dentro de unos cuantos siglos
una nave espacial de la Tierra recorrerá realmente estas distancias a una velocidad
notable y verá nuevas constelaciones que ningún hombre ha visto hasta ahora,
excepto a través de una computadora.
El aspecto de las constelaciones cambia no sólo en el espacio sino también en el
tiempo; no sólo al cambiar nuestra posición sino también al dejar que transcurra un
tiempo suficientemente largo. A veces las estrellas se desplazan conjuntamente en
grupo o en cúmulo; a veces, una estrella sola puede moverse muy rápidamente con
relación a sus compañeras. Puede suceder que una de estas estrellas abandone una
constelación y entre en otra. A veces, un miembro de un sistema de dos estrellas
explota, rompiendo las trabas gravitacionales que mantenían atada a su compañera,
la cual sale disparada hacia el espacio con su anterior velocidad orbital, un disparo
de honda en el cielo. Además las estrellas nacen, las estrellas evolucionan, las
estrellas mueren. Si esperamos lo suficiente aparecerán nuevas estrellas y
desaparecerán estrellas viejas. Las figuras del cielo se funden lentamente y van
cambiando.
Las constelaciones han cambiado incluso en el transcurso de la vida de la especie
humana: unos cuantos millones de años. Consideremos la actual configuración de la
Osa Mayor, o Carro. Nuestra computadora nos puede trasladar no sólo por el
espacio sino también por el tiempo. Si pasamos hacia atrás la película de la Osa
Mayor, y dejamos que las estrellas se muevan, nos encontramos que hace un millón
de años su aspecto era muy distinto. La Osa Mayor se parecía entonces más bien a
una lanza. Si una máquina del tiempo nos soltara abruptamente en una edad
desconocida del pasado remoto, podríamos en principio determinar la época por la
configuración de las estrellas: si la Osa Mayor es como una lanza, tenemos que
estar a mediados del pleistoceno.
También podemos pedir al computador que pase hacia delante la película de una
constelación. Consideremos Leo, el León. El zodíaco es una faja de doce
constelaciones que parece envolver el cielo en la zona que recorre aparentemente el
Sol a lo largo del año. La raíz de la palabra es la misma que la de zoo, porque a las
constelaciones zodiacales, como Leo, se han atribuido principalmente nombres de
animales. Dentro de un millón de años Leo se parecerá todavía menos a un león que
ahora. Quizás nuestros remotos descendientes le llamarán la constelación del
Dibujo generado por computadora de la constelación Leo, tal como aparece ahora
(arriba) y tal como aparecerá vista desde nuestro planeta dentro de un millón de
años.
La constelación (no zodiacal) de Orión, el cazador, está perfilada por cuatro estrellas
brillantes y cortada por una línea diagonal de tres estrellas que representan el
cinturón del cazador. Las estrellas más débiles que penden del cinturón son, según
el test proyectivo de la astronomía convencional, la espada de Orión. La estrella
central de la espada no es en realidad una estrella sino una gran nube de gas,
llamada la Nebulosa de Orión, en la que están naciendo muchas estrellas. Muchas
de las estrellas de Orión son estrellas jóvenes y calientes que evolucionan
rápidamente y acaban sus días en colosales explosiones cósmicas llamadas
distancia de la Tierra a los quásares más remotos es de ocho o diez mil millones de
años luz. Los vemos tal como eran antes de la acumulación que creó la Tierra, antes
de que se formara la Vía Láctea.
Esta situación no es exclusiva de los objetos astronómicos, pero sólo los objetos
astronómicos están a suficiente distancia para que la velocidad finita de la luz
resulte importante. Si uno mira a una amiga a tres metros de distancia en la otra
punta de la habitación no la ve como es “ahora”, sino tal como “era” hace una
centésima de millonésima de segundo:
años 1890, hubiese podido encontrarse, quizás, con un adolescente de cabellos algo
largos que había dejado la escuela y que iba de camino a Pavía. Sus maestros en
Alemania le habían asegurado que no llegaría nunca a nada, que sus preguntas
destruían la disciplina de la clase, y que lo mejor era que se fuera. En consecuencia
se fue de la escuela y se dedicó a vagabundear por el norte de Italia disfrutando de
una libertad que le permitía meditar sobre materias alejadas de los temas que le
habían obligado a estudiar en su muy disciplinada escuela prusiana. Su nombre era
Albert Einstein y sus meditaciones cambiaron el mundo.
través del espacio. Él se preguntó qué aspecto tendría el mundo si uno pudiese
desplazarse sobre una onda de luz. ¡Viajar a la velocidad de la luz! ¡Qué
pensamiento atractivo y fascinante para un chico de excursión por una carretera en
el campo salpicado e inundado con la luz del Sol! Si uno se desplazaba sobre una
onda de luz, era imposible saber que estaba sobre ella: si uno partía sobre la cresta
de una onda, permanecería sobre la cresta y perdería toda noción de que aquello
era una onda.
Algo raro sucede a la velocidad de la luz. Cuanto más pensaba Einstein sobre estos
temas más inquietantes se hacían. Parece que las paradojas surgen por doquier si
uno puede desplazarse a la velocidad de la luz. Se habían dado por ciertas algunas
ideas sin haberlas pensado con suficiente cuidado. Einstein planteó preguntas
sencillas que podían haber sido formuladas siglos atrás. Por ejemplo, ¿qué significa
exactamente que dos acontecimientos son simultáneos?
Supongamos que voy en bicicleta y me acerco hacia ti. Al acercarme a un cruce
estoy a punto de chocar, o así me lo parece, con un carro arrastrado por un caballo.
Hago una ese y consigo por los pelos que no me atropelle. Ahora imaginemos de
nuevo este acontecimiento y supongamos que el carro y la bicicleta van a
velocidades cercanas a la de la luz. Tú estás mirando desde el fondo de la carretera
y el carro se desplaza en ángulo recto a tu visual.
Tú ves que me acerco hacia ti gracias a la luz solar que reflejo. ¿No es lógico que mi
velocidad se añada a la velocidad de la luz, de modo que mi imagen te llegaría
mucho antes que la imagen del carro? ¿No deberías verme hacer una ese antes de
ver llegar al carro? ¿Es posible que el carro y yo nos acerquemos simultáneamente
al cruce desde mi punto de vista pero no desde el tuyo? ¿Es posible que yo evite por
los pelos la colisión con el carro pero que tú me veas dar una ese alrededor de nada
y continuar pedaleando alegremente hacia la ciudad de Vinci?
Estas preguntas son curiosas y sutiles. Ponen en tela de juicio lo evidente. Es
comprensible que nadie pensara en ellas antes que Einstein. A partir de preguntas
tan elementales Einstein elaboró una revisión fundamental de nuestro concepto del
mundo, una revolución en la física.
Para poder comprender el mundo, para evitar paradojas lógicas de este tipo al
desplazamos a velocidades elevadas, hay que obedecer algunas reglas, algunos
lugar alguno que estuviera en reposo, ninguna estructura desde la cual contemplar
el universo que fuera superior a otra estructura cualquiera. Éste es el significado de
la palabra relatividad. La idea es muy sencilla, a pesar de sus adornos mágicos: al
observar el universo cualquier lugar es tan bueno como otro cualquiera. Las leyes
de la naturaleza han de ser idénticas con independencia de quien las describa. De
ser cierto esto y sería increíble que nuestra localización insignificante en el Cosmos
tuviera algo especial, se deduce que uno no puede desplazarse a velocidad superior
a la de la luz.
Cuando oímos el restallido de un látigo se debe a que su punta se está desplazando
a una velocidad superior a la del sonido, creando una onda de choque, un pequeño
búa sónico. El trueno tiene un origen semejante. Se creía, antes, que los aviones no
podrían ir a velocidad superior a la del sonido. Hoy en día el vuelo supersónico es
algo trivial. Pero la barrera de la luz es distinta de la barrera del sonido. No se trata
simplemente de un problema de ingeniería, como el que resuelve el avión
supersónico. Se trata de una ley fundamental de la naturaleza, tan básica como la
gravedad. Y no hay fenómenos en nuestra experiencia como el restallido de un
látigo o el estampido de un trueno que sugieran la posibilidad de desplazarse en un
vacío a velocidad superior a la de la luz. Por el contrario, hay una gama muy amplia
de experiencias con aceleradores nucleares y relojes atómicos por ejemplo que
concuerdan de modo cuantitativo y preciso con la relatividad especial.
Los problemas de la simultaneidad no se aplican al sonido como se aplican a la luz,
porque el sonido se propaga a través de algún medio material, normalmente el aire.
La onda sonora que nos llega cuando un amigo está hablando es el movimiento de
moléculas en el aire. En cambio la luz se desplaza en un vacío. Hay restricciones
sobre la manera de desplazarse las moléculas de aire que no son válidas en un
vacío. La luz del Sol nos llega a través del espacio vacío intermedio, pero por mucho
que nos esforcemos no podemos oír el crepitar de las manchas solares o el estallido
de las erupciones solares. Se había creído, en la época anterior a la relatividad, que
la luz se propagaba a través de un medio especial que llenaba todo el espacio,
llamado éter luminífero. Pero el famoso experimento de Michelson Morley demostró
que este éter era inexistente.
A veces oímos hablar de cosas que pueden desplazarse a velocidad superior a la de
la luz. Se pone como ejemplo, a veces, algo llamado la velocidad del pensamiento.
Esta idea es de una tontería excepcional: sobre todo teniendo en cuenta que la
velocidad de los impulsos a través de las neuronas de nuestros cerebros es más o
menos la misma que la de un carro de burro. El hecho de que los hombres hayan
sido lo suficientemente listos para idear la relatividad demuestra que pensamos
bien, pero no creo que podamos enorgullecemos de pensar rápido. Sin embargo los
impulsos eléctricos en las computadoras modernas van casi a la velocidad de la luz.
La relatividad especial, elaborada totalmente por Einstein a sus veinticinco años,
está confirmada por todos los experimentos realizados para comprobarla. Quizás
mañana alguien inventará una teoría consistente con todo lo que ya sabemos y que
salva las paradojas de la simultaneidad, evita marcos de referencia privilegiados y
permite además ir a velocidad superior a la de la luz. Pero lo dudo mucho. La
prohibición de Einstein contra un desplazamiento más rápido que la luz puede
chocar con nuestro sentido común. Pero, ¿por qué tenemos que confiar al tratar
este tema en nuestro sentido común? ¿Puede condicionar nuestra experiencia a 10
kilómetros por hora las leyes de la naturaleza válidas a 300 000 kilómetros por
segundo? La relatividad pone límites a lo que los hombres pueden llegar a hacer en
último extremo.
autor.)
que ser mucho mayor de lo indicado. (Anteproyectos de diseños existentes por Rick
Sternbach.)
Tres proyectos de naves estelares: Orion (Theodore Taylor, Freeman Dyson y otros)
arriba a la izquierda; Daedalus (Sociedad Interplanetaria Británica), arriba a la
derecha; Ramjet Interestelar (R. W. Bussard y otros), debajo. (Pinturas de Rick
Sternbach.)
plazo inferior a una vida humana. Estas naves no podrían ir a una velocidad
suficientemente próxima a la de la luz para que se notara la dilatación temporal de
la relatividad especial. Aunque hagamos proyecciones optimistas sobre el desarrollo
de nuestra tecnología, no parece probable que Orión, Daedalus y otras naves de su
ralea puedan construirse antes de la mitad del siglo veintiuno, aunque si lo
deseáramos Orión se podría construir ahora.
Hay que encontrar algo distinto para poder emprender viajes más allá de las
estrellas más próximas. Quizás Orión y Daedalus podrían servir de naves
multigeneracionales, de modo que sólo llegarían a un planeta de otra estrella los
descendientes remotos de los que partieron unos siglos antes. 0 quizás se descubra
un sistema seguro de hibernar personas que permita congelar a los viajeros del
espacio y despertarlos siglos después. Estas naves estelares no relativistas, por
enormemente caras que sean, parecen en cambio, de diseño, construcción y uso,
relativamente fáciles en comparación con naves estelares que se desplacen a
velocidades cercanas a las de la luz. Hay otros sistemas estelares accesibles a la
especie humana, pero sólo después de grandes esfuerzos.
El vuelo espacial interestelar rápido con la velocidad de la nave aproximándose a la
de la luz no es un objetivo para dentro de un siglo sino para dentro de mil o diez mil
años. Pero en principio es posible. R. W. Bussard ha propuesto una especie de nave
interestelar a reacción que va recogiendo la materia difusa, principalmente átomos
de hidrógeno, que están flotando entre las estrellas, la acelera en un motor de
fusión y la expulsa por detrás. El hidrógeno serviría tanto de combustible como de
masa de reacción. Pero en el espacio profundo sólo hay un átomo en cada diez
centímetros cúbicos aproximadamente, es decir en un volumen del tamaño de un
racimo de uvas. Para que el reactor funcione se necesita un área frontal de recogida
de centenares de kilómetros de diámetro.
Cuando la nave alcanza velocidades relativistas, los átomos de hidrógeno se
desplazarán en relación a la nave a una velocidad cercana a la de la luz. Si no se
toman precauciones, adecuadas, la nave y sus pasajeros se freirán por la acción de
estos rayos cósmicos inducidos. Una solución propuesta se basa en privar con un
láser a los átomos interestelares de sus electrones y de este modo dejarlos
eléctricamente cargados mientras están todavía a una cierta distancia; un campo
magnético muy potente desviaría entonces a los átomos cargados hacia la pantalla
de recogida y lejos del resto de la nave. El esfuerzo de ingeniería que esto supone
es de una escala sin precedentes hasta ahora en la Tierra. Estamos hablando de
motores del tamaño de pequeños mundos.
Pero dediquemos un momento a pensar en esta nave. La Tierra nos atrae
gravitatoriamente con una cierta fuerza, que si estamos cayendo experimentamos
en forma de aceleración. Si caemos de un árbol cosa que debió sucederles a muchos
de nuestros antepasados protohumanos bajaremos a plomo cada vez más de prisa y
nuestra velocidad de caída aumentará en diez metros por segundo cada segundo.
Esta aceleración que caracteriza a la fuerza de la gravedad que nos mantiene sobre
la superficie de la Tierra, se llama 1 g, donde g es la gravedad de la Tierra. Con
aceleraciones de 1 g nos sentimos a gusto; hemos crecido con 1 g.
Si viviéramos en una nave interestelar que pudiese acelerar a 1 g, nos
encontraríamos en un ambiente perfectamente natural. De hecho uno de los rasgos
más importantes de la teoría general de la relatividad, teoría posterior debida a
Einstein, es la equivalencia entre las fuerzas gravitatorias y las fuerzas que
sentiríamos en una nave espacial en aceleración. Después de un año de estar en el
espacio con una aceleración continua de 1 g tendríamos una velocidad próxima a la
de la luz:
Supongamos que una nave espacial acelera a 1 g, acercándose cada vez más a la
velocidad de la luz hasta el punto medio del viaje; y que luego se le da la vuelta y
desacelera a 1 g hasta llegar a su destino.
Durante la mayor parte del viaje la velocidad sería muy próxima a la de la luz y el
tiempo se haría enormemente lento. Un objetivo para una misión de cercanías y un
sol con posibles planetas es la estrella de Barnard, situada a unos seis años luz de
distancia.
Se podría llegar a ella en unos ocho años medidos por el reloj de a bordo; al centro
de la Vía Láctea, en veintiún años; M31, la galaxia de Andrómeda, en veintiocho
años. No hay duda que quienes se quedaran en la Tierra verían las cosas de modo
Pero otros físicos proponen la posible coexistencia, una al lado de otra, de dos
historias alternativas, dos realidades igualmente válidas: la que uno conoce y otra
en la que uno no ha nacido nunca. Quizás el tiempo tiene muchas dimensiones
potenciales, aunque estemos condenados a experimentar sólo una de ellas.
del comercio de las especias y la competencia entre las potencias europeas rivales
hacían más o menos inevitable el descubrimiento de América. Como es lógico, hoy
no existiría una nación llamada Colombia, ni el Distrito de Columbia ni Columbus,
Ohio, ni la Universidad de Columbia en las Américas. Pero el curso general de la
historia podría haber sido más o menos el mismo. Para poder afectar el futuro de
modo profundo es probable que un viajero del tiempo tuviese que haber intervenido
en un número determinado de acontecimientos cuidadosamente escogidos, a fin de
cambiar el tejido de la historia.
Representación simbólica del viaje por el tiempo. Máquina del Tiempo construida
para la película de George Pal basada en la historia de H. G. Wells. (Fotografía,
Edwardo Castañeda.)
Es una hermosa fantasía explorar estos mundos que nunca fueron. Si los
visitáramos podríamos entender realmente cómo funciona la historia; la historia
podría convertirse en una ciencia experimental. Si no hubiese vivido nunca una
persona aparentemente decisiva por ejemplo Platón, o Pablo, o Pedro el Grande
¿cómo sería de diferente el mundo?
¿Qué pasaría si la tradición científica de los antiguos griegos jonios hubiese
sobrevivido y florecido? Hubiese sido preciso que muchas de las fuerzas sociales de
la época fuesen distintas, entre ellas la creencia dominante de que la esclavitud era
natural y justificada.
Pero ¿qué hubiese sucedido si aquella luz que nacía en el Mediterráneo oriental hace
2 500 años no se hubiese quedado parpadeante? ¿Qué pasaría si la ciencia y el
método experimental y la dignidad de los oficios y las artes mecánicas hubiesen
sido cultivados vigorosamente 2 000 años antes de la Revolución Industrial? ¿Qué
pasaría si se hubiese apreciado de modo más general el poder de este nuevo modo
de pensar? A veces imagino que podríamos habernos ahorrado diez o veinte siglos.
Quizás las contribuciones de Leonardo hubiesen llegado hace mil años y las de
Albert Einstein hace quinientos años. Como es lógico en esta otra Tierra Leonardo y
Einstein no habrían nacido nunca. Todo hubiese sido demasiado distinto. En cada
eyaculación hay centenares de millones de células espermáticas, de las cuales sólo
una puede fertilizar un óvulo y producir un miembro de la siguiente generación de
seres humanos.
Pero el decidir qué esperma conseguirá fertilizar un óvulo depende de los factores
más mínimos e insignificantes, tanto internos como externos. Habría bastado un
cambio en una pequeña cosa hace 2 500 años para que ninguno de nosotros
estuviera aquí. Habría miles de millones de otras personas viviendo en nuestro
lugar.
Una bombilla eléctrica, que representa una estrella distante, y una pequeña esfera
que representa un compañero planetario carente de luz propia. Las estrellas son tan
brillantes que los planetas normalmente se perderían del todo en su resplandor. Al
eclipsar artificialmente la luz de la estrella con un disco de ocultación en primer
plano (o con la superficie lunar) el planeta que brilla con luz reflejada se ve mejor.
Cuando la estrella queda totalmente oculta, el planeta emerge de su resplandor.
Observaciones repetidas de este tipo podrían determinar la posición, movimiento y
quizás otras propiedades de un planeta no descubierto hasta entonces. (Las tres
fotografías son de Bill Ray.)
Si el espíritu jonio hubiese vencido, creo que nosotros un nosotros diferente, desde
luego estaríamos ya aventurándonos en las estrellas. Nuestras primeras naves de
exploración a Alpha Centauri y a la Estrella de Barnard, a Sirio y a Tau Ceti habrían
regresado haría ya mucho tiempo. Se estarían construyendo en órbita terrestre
grandes flotas de transportes interestelares: naves sin tripulación de
reconocimiento, naves de línea para inmigrantes, inmensas naves comerciales para
surcar los mares del espacio. Sobre todas estas naves habría símbolos y escritura.
Mirando más de cerca podríamos observar que el lenguaje era griego. Y quizás el
símbolo en la proa de una de las primeras naves estelares sería un dodecaedro, con
la inscripción: “Nave Estelar Teodoro del Planeta Tierra”.
En la línea temporal de nuestro mundo las cosas han ido algo más lentas. No
estamos listos aún para las estrellas. Pero quizás en un siglo o dos más, cuando
todo el sistema solar esté explorado, habremos puesto también nuestro planeta en
orden, y tendremos la voluntad, los recursos y el conocimiento técnico para ir a las
estrellas. Habremos examinado ya desde grandes distancias la diversidad de otros
sistemas planetarios, algunos muy parecidos al nuestro y algunos muy distintos.
Sabremos qué estrellas tenemos que visitar. Nuestras máquinas y nuestros
descendientes se adentrarán entonces por los años luz, hijos auténticos de Tales y
de Aristarco, de Leonardo y de Einstein.
Todavía no sabemos seguro cuántos sistemas planetarios hay además del nuestro,
pero parece que su abundancia es grande. En nuestra vecindad inmediata no hay
uno solo sino en cierto sentido cuatro: Júpiter, Saturo y Urano disponen cada cual
de un sistema de satélites que por sus tamaños relativos y el espaciamiento de las
lunas se parecen mucho a los planetas que giran alrededor del Sol. Una
extrapolación de las estadísticas de estrellas dobles cuya masa respectiva es muy
dispar sugiere que casi todas las estrellas solitarias como el Sol deberían tener
compañeros planetarios.
Todavía no podemos ver directamente los planetas de otras estrellas, porque son
diminutos puntos de luz sumergidos en el brillo de sus soles locales. Pero estamos
consiguiendo detectar la influencia gravitatoria de un planeta invisible sobre una
estrella observada. Imaginemos una estrella así con un movimiento propio
importante que durante décadas se va desplazando sobre el fondo de las
constelaciones más distantes; y con un planeta grande, por ejemplo de la masa de
Júpiter, cuyo plano orbital esté por casualidad alineado formando un ángulo recto
con nuestra visual. Cuando el planeta oscuro está desde nuestra perspectiva a la
derecha de la estrella, la estrella se verá arrastrada un poco a la derecha, y al revés
si el planeta está a la izquierda. En consecuencia el curso de la estrella quedará
alterado o perturbado y en lugar de ser una línea recta será una línea ondulada. Las
interacciones complejas de las tres estrellas en el sistema de Alpha Centauri harían
muy difícil la búsqueda de un compañero de poca masa. Incluso en el caso de la
Estrella de Barnard la investigación es penosa, buscando desplazamientos
microscópicos de posición sobre placas fotográficas expuestas en un telescopio a lo
largo de décadas. Se han llevado a cabo dos intentos de este tipo para encontrar
Un mundo lunar y un planeta más prometedor para la vida alrededor de una estrella
cerca de la nebulosa de la Cabeza de caballo, a 1 500 años luz de distancia. La
exploración de un sistema así sólo sería un objetivo posible para la humanidad si se
desarrollaran naves espaciales capaces de desplazarse a una velocidad próxima a la
de la luz. (Pintura de David Egge, 1978.)
Están en desarrollo otros métodos para detectar planetas alrededor de las estrellas,
entre ellos uno que consiste en ocultar artificialmente la luz deslumbradora de la
estrella poniendo un disco enfrente de un telescopio espacial o bien utilizando el
borde oscuro de la Luna como disco a propósito: de este modo la luz reflejada por el
planeta ya no queda tapada por el brillo de la estrella próxima y emerge. En las
próximas décadas debemos contar con respuestas definitivas y saber cuáles son de
entre los centenares de estrellas más próximas las que tienen compañeros
planetarios grandes.
En años recientes, las observaciones infrarrojas han revelado la presencia de un
cierto número de nubes de gas y de polvo en forma de disco, probablemente
preplanetarias, alrededor de algunas estrellas próximas. Mientras tanto algunos
estudios teóricos provocativos han sugerido que los sistemas planetarios son una
banalidad galáctica. Un conjunto de investigaciones con computadora ha examinado
la evolución de un disco plano de gas y de polvo en condensación como los que se
suponen que dan origen a estrellas y planetas. Se inyectan pequeñas masas de
materia las primeras condensaciones del disco dentro de la nube a intervalos
aleatorios.
Estas masas acumulan por acreción partículas de polvo a medida que se mueven.
Cuando su tamaño es suficiente atraen también gravitatoriamente al gas,
principalmente hidrógeno, de la nube. Cuando dos masas de éstas chocan, el
programa de la computadora las deja unidas. El proceso continúa hasta que todo el
gas y el polvo se han gastado de este modo. Los resultados dependen de las
condiciones iniciales, especialmente de la distribución de la densidad de gas y de
polvo con la distancia al centro de la nube. Pero dentro de una gama de condiciones
iniciales plausibles se generan sistemas planetarios -unos diez planetas, de tipo
terrestre cerca de la estrella, de tipo joviano en el exterior- que presentan un
aspecto semejante a los nuestros. En otras circunstancias no hay planetas, sólo una
multitud de asteroides; o pueden generarse planetas jovianos cerca de la estrella; o
un planeta joviano puede acumular tanto gas y polvo que se convierta en una
estrella, originando un sistema estelar binario. Todavía es demasiado pronto para
estar seguros, pero parece que podremos encontrar una espléndida variedad de
sistemas planetarios por toda la Galaxia, y con una frecuencia elevada, porque
creemos que todas las estrellas deben de proceder de estas nubes de gas y polvo.
Puede haber un centenar de miles de millones de sistemas planetarios en la Galaxia
esperando que los exploren.
Ninguno de estos mundos será idéntico a la Tierra. Unos cuantos serán acogedores;
la mayoría nos parecerán hostiles. Muchos serán maravillosamente bellos. En
algunos mundos habrá muchos soles en el cielo diurno, muchas lunas en los cielos
Un planeta sin aire en un sistema estelar binario. Todos los objetos proyectan dos
sombras, antirrojo y antiazul (pintura de David Hardy). David A. Hardy, de El
desafío de las estrellas (Rand McNally).
Comparados con una estrella somos algo efímero, como criaturas fugaces que viven
toda su vida en el transcurso de un solo día. Desde el punto de vista de un ser
efímero los seres humanos somos imperturbables, aburridos, casi totalmente
inconmovibles, dando apenas una ligera indicación de que hacemos algo alguna vez.
Desde el punto de vista de una estrella, un ser humano es un diminuto
relampaguee, uno de los miles de millones de breves vidas que parpadean
tenuemente sobre la superficie de una esfera extrañamente fría, anómalamente
sólida, exóticamente remota, hecha de silicato y de hierro.
En todos estos mundos del espacio hay una secuencia de acontecimientos, hay
hechos que determinarán sus futuros. Y en nuestro pequeño planeta, este momento
de la historia es un punto crítico de bifurcación tan importante como la
confrontación de los científicos jonios con los místicos hace 2 500 años. Lo que
hagamos con nuestro mundo en esta época se propagará a través de los siglos y
determinará de modo eficaz el destino de nuestros descendientes y su suerte, si
llega, entre las estrellas.
Izquierda: Una binaria de contacto, una gigante roja y una enana azul; esta última
está sufriendo una explosión de nova. El acontecimiento ha asolado el paisaje
planetario (pintura de David Hardy). © David Hardy, de El desafío de las estrellas
(Rand McNally). Derecha: Un planeta hipotético en el sistema de Pleyone. Pleyone,
que forma parte del cúmulo estelar de las Pléyades, gira tan rápidamente que ha
quedado distorsionado en forma oblonga, y la sustancia estelar se está vertiendo al
espacio a lo largo del ecuador estelar. Pintura de Don Dixon. (© Don Dixon. 1974.)
Un planeta hipotético alrededor de una binaria de contacto; las dos estrellas pierden
sus atmósferas estelares en el espacio siguiendo la forma de una gran espiral que
orbita a las dos estrellas (pintura de David Hardy). © David A. Hardy, de El desafío
de las estrellas (Rand McNally).
Las Pléyades de noche desde una caverna de hielo en un hipotético planeta cercano.
El cúmulo estelar de las Pléyades se formo recientemente, y por lo tanto se trata de
un mundo muy joven. (Pintura de David Egge.)
Capitulo 9
Las vidas de las estrellas
[Ra, el dios Sol] abrió sus dos ojos y proyectó luz sobre
Egipto, separó la noche del día. Los dioses salieron de su
boca y la humanidad de sus ojos. Todas las cosas nacieron
de él, el niño que brilla en el loto y cuyos rayos dan vida a
Para hacer una tarta de manzana necesitamos harina, manzanas, una pizca de
esto y de aquello y el calor del horno. Los ingredientes están constituidos por
átomos: carbono, oxígeno, hidrógeno y unos cuantos más. ¿De dónde provienen
estos átomos? Con excepción del hidrógeno, todos están hechos en estrellas. Una
estrella es una especie de cocina cósmica dentro de la cual se cuecen átomos de
hidrógeno y se forman átomos más pesados. Las estrellas se condensan a partir de
gas y de polvo interestelares los cuales se componen principalmente de hidrógeno.
Pero el hidrógeno se hizo en el Big Bang, la explosión que inició el Cosmos. Para
poder hacer una tarta de manzana a partir de cero hay que inventar primero el
universo.
Supongamos que cogemos una tarta de manzana y la cortamos por la mitad;
tomemos una de las dos partes y cortémosla por la mitad; y continuemos así con el
espíritu de Demócrito.
¿Cuántos cortes habrá que dar hasta llegar a un átomo solo? La respuesta es unos
noventa cortes sucesivos. Como es lógico no hay cuchillo lo bastante afilado, la
tarta se desmigaja y en todo caso el átomo sería demasiado pequeño para verlo sin
aumento. Pero éste es el sistema para llegar a él.
La naturaleza del átomo se entendió por primera vez en la Universidad de
Cambridge en Inglaterra en los cuarenta y cinco años centrados en 1910: uno de
los sistemas seguidos fue disparar contra átomos piezas de átomos y observar cómo
rebotaban. Un átomo típico tiene una especie de nube de electrones en su exterior.
Los electrones están cargados eléctricamente, como su nombre indica. La carga se
califica arbitrariamente de negativa. Los electrones determinan las propiedades
químicas del átomo: el brillo del oro, la sensación fría del hierro, la estructura
cristalina del diamante de carbono. El núcleo está dentro, en lo profundo del átomo,
oculto muy por debajo de la nube de electrones, y se compone generalmente de
protones cargados positivamente y de neutrones eléctricamente neutros. Los
átomos son muy pequeños: un centenar de millones de átomos puestos uno detrás
de otro ocuparían una longitud igual a la punta del dedo meñique. Pero el núcleo es
cien mil veces más pequeño todavía, lo que explica en cierto modo que se tardara
tanto en descubrirlo.57 Sin embargo, la mayor parte de la masa de un átomo está en
57
Se había pensado antes que los protones estaban distribuidos uniformemente a través de la nube de electrones, y
no concentrados en un núcleo de carga positiva en el centro. Ernest Rutherford descubrió en Cambridge el núcleo
cuando algunas de las partículas de bombardeo rebotaron en la dirección en que habían llegado. Rutherford
comentó: "Era el acontecimiento más increíble que había presenciado en mí vida. Era casi tan increíble como si al
su núcleo; los electrones comparados con él no son más que nubes de pelusilla en
movimiento. Los átomos son en su mayor parte espacio vacío. La materia se
compone principalmente de nada.
Yo estoy hecho de átomos. Mi codo, que descansa sobre la mesa que tengo delante,
está hecho de átomos. La mesa está hecha de átomos. Pero si los átomos son tan
pequeños y vacíos y si los núcleos son todavía más pequeños, ¿por qué me sostiene
la mesa? ¿A qué se debe, como solía decir Arthur Eddington, que los núcleos que
forman mi codo no se deslicen sin esfuerzo a través de los núcleos que forman la
mesa? ¿Por qué no acabo de bruces en el suelo? ¿O cayendo directamente a través
de la Tierra?
La respuesta es la nube de electrones. La pared exterior de un átomo de mi codo
tiene una carga eléctrica negativa. Lo mismo sucede con todos los átomos de la
mesa. Pero las cargas negativas se repelen. Mi codo no se desliza a través de la
mesa porque los átomos tienen electrones alrededor de su núcleo y porque las
fuerzas eléctricas son fuertes. La vida cotidiana depende de la estructura del átomo.
Si apagamos estas cargas eléctricas todo se hundirá en forma de polvo fino e
invisible. Sin fuerzas eléctricas, ya no habría cosas en el universo: sólo nubes
difusas de electrones, de protones y de neutrones, y esferas gravitando de
partículas elementales, restos informes de los mundos.
Si nos proponemos cortar una tarta de manzana y continuar más allá de un átomo
solo, nos enfrentamos con una infinidad de lo muy pequeño. Y cuando miramos el
cielo nocturno nos enfrentamos con una infinidad de lo muy grande. Estas
infinidades representan una regresión sin fin que continúa, no para llegar muy lejos,
sino para seguir sin tener nunca fin. Si uno se pone entre dos espejos por ejemplo
en una barbería verá un gran número de imágenes de sí mismo, cada una reflexión
de otra. No podemos ver una infinidad de imágenes porque los espejos no están
perfectamente planos ni alineados, porque la luz no se desplaza a una velocidad
infinita, y porque estamos en medio. Cuando hablamos del infinito hablamos de una
cifra superior a cualquier número por grande que sea.
El matemático norteamericano Edward Kasner pidió en una ocasión a su sobrino de
nueve años que inventara un nombre para un número muy grande: diez elevado a
disparar un proyectil (de cañón) de 15 pulgadas contra una delgada hoja de papel rebotara y volviera hacía él."
cien (10100), un uno seguido por cien ceros. El niño le llamó un gugol. He aquí el
número:
10 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000
000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000.
Cada uno de nosotros puede hacer números muy grandes y darles nombres
extraños. Inténtalo. Tiene un cierto encanto, especialmente si la edad de uno
resulta ser nueve años.
Si un gugol parece grande, consideremos un gugolple. Es diez elevado a la potencia
de un gugol: es decir un uno seguido por un gugol de ceros. Como comparación, el
número total de átomos en nuestro cuerpo es aproximadamente 1028, y el número
total de partículas elementales -protones y neutrones y electrones- en el universo
observable es aproximadamente 1080. Si el universo fuera, por ejemplo, una masa
sólida58 de neutrones, de modo que no quedara ningún espacio vacío, sólo habría
unos 10128 neutrones en su interior, bastante más que un gugol pero algo
trivialmente pequeño comparado con un gugolple. Y sin embargo estos números, el
gugol y el gugolple, no se acercan a la idea de infinito, ni la rozan. Un gugolple está
exactamente a la misma distancia del infinito que el número uno. Podríamos
intentar escribir un gugolple, pero es una ambición sin salida. Una hoja de papel lo
suficientemente grande para poder escribir en ella explícitamente todos los ceros de
un gugolple no se podría meter dentro del universo conocido. Afortunadamente hay
un método más simple y muy conciso para escribir un gugolple. 10 (10)100; e incluso
para escribir infinito: (pronunciado “infinito”).
En una tarta de manzana quemada, la mayor parte de lo negro es carbono. Con
noventa cortes llegaríamos a un átomo de carbono, con seis protones y seis
neutrones en su núcleo y seis electrones en la nube exterior. Si fuéramos a extraer
un fragmento del núcleo - por ejemplo con dos protones y dos neutrones en él- no
58
La idea de este cálculo es muy antigua. Las frases iniciales de El calculador de arena de Arquímedes dicen:
"Hay algunos, Rey Gelon, que piensan que el número de granos de arena es una multitud infinita: y cuando hablo
de arena no me refiero solamente a la que existe por Siracusa y el resto de Sicilia, sino a la que se encuentra en
todas las regiones, tanto habitadas como deshabitadas. También hay algunos que si bien no lo consideran infinito,
creen que no se ha expresado ningún número lo bastante grande para superar a esta multitud de granos."
Arquímedes pasa luego no sólo a nombrar el número sino a calcularlo. Más tarde se pregunta el número de granos
de arena que cabrían uno aliado del otro en el universo entonces conocido. Su estimación es de 10 63, que
corresponde por una curiosa coincidencia a unos 10 83 átomos.
Este corte o fisión de los núcleos atómicos tiene lugar en las armas nucleares y en
las centrales nucleares convencionales, aunque allí no se rompen átomos de
carbono. Si hacemos el corte número noventa y uno de la tarta de manzana, si
cortamos un núcleo de carbono, no obtenemos un trozo más pequeño de carbono,
sino algo distinto: un átomo con propiedades químicas completamente diferentes. Si
cortamos un átomo transmutamos los elementos.
Pero supongamos que seguimos adelante. Los átomos están compuestos de
protones, neutrones y electrones. ¿Podemos cortar un protón? Si bombardeamos
protones con otras partículas elementales a grandes energías otros protones, por
ejemplo empezamos a vislumbrar unidades más fundamentales que se ocultan
dentro del protón. Los físicos proponen actualmente que las llamadas partículas
elementales como los protones y los neutrones, están compuestas en realidad por
59
El silicio es un átomo. La silicona es una molécula, una de las miles de millones de variedades distintas que
contienen silicio. El silicio y la silicona tienen propiedades y aplicaciones diferentes.
Desde la época de los alquimistas se han ido descubriendo cada vez más elementos,
tendiendo a ser los descubiertos últimamente los más raros. Muchos son familiares:
los que constituyen la Tierra de modo primario, o los que son fundamentales para la
vida. Algunos son sólidos, algunos gases y hay dos (el bromo y el mercurio) que son
líquidos a temperatura ambiente. Los científicos los ordenan convencionalmente por
orden de complejidad. El más simple, el hidrógeno, es el elemento 1, y el más
complejo, el uranio, es el elemento 92. Otros elementos son menos familiares:
hafnio, erbio, disprosio y praseodimio, por ejemplo, que no los encontramos con
demasiada frecuencia en la vida cotidiana. Podemos decir que cuanto más familiar
nos resulta un elemento más abundante es. La Tierra contiene gran cantidad de
hierro y bastante poca de itrio. Como es lógico hay excepciones a esta regia, como
el oro o el uranio, elementos apreciados por convenciones económicas o juicios
estéticos arbitrarios, o porque tienen notables aplicaciones prácticas.
El que los átomos están compuestos por tres tipos de partículas elementales
protones, neutrones y electrones es un descubrimiento relativamente reciente. El
neutrón no se descubrió hasta 1932. La física y la química modernas han reducido
la complejidad del mundo sensible a una simplicidad asombrosa: tres unidades
reunidas de maneras distintas lo forman esencialmente todo.
Los neutrones, como hemos dicho y como su nombre sugiere, no llevan carga
eléctrica. Los protones tienen una carga positiva y los electrones una carga negativa
igual.
Las cargas iguales (cargas del mismo signo) se repelen fuertemente. Lo podemos
imaginar como una intensa aversión mutua contra los de la propia especie, un poco
como si el mundo estuviese densamente poblado por anacoretas y misántropos. Los
electrones repelen a los electrones.
Derecha: La fotosfera del Sol, la región de la atmósfera solar desde la cual se radia
al espacio la luz visible ordinaria. Esta fotografía se tomó cerca de un máximo en la
actividad de las manchas solares, que se repite cada 11.2 años. En estos momentos
pueden verse hasta 100 manchas solares separadas. Son más oscuras que su
entorno porque están a unos 2 000 °C menos de temperatura. Galileo descubrió por
primera vez las manchas solares, aunque si las condiciones son favorables, por
ejemplo al ponerse el sol, pueden verse a simple vista. Cedida por Gary Chapman,
observatorio de San Fernando, Universidad del estado de California, Northridge.
Los protones repelen a los protones. ¿Cómo es posible entonces que el núcleo se
mantenga unido? ¿Por qué no salta instantáneamente por los aires? Porque hay otra
fuerza de la naturaleza: no la gravedad, ni la electricidad, sino la fuerza nuclear de
acción próxima que actúa como un conjunto de ganchos que actúan y sujetan sólo
cuando los protones y los neutrones se acercan mucho y consiguen superar la
repulsión eléctrica entre los protones.
Una forma viva y su estrella. A través de un telescopio equipado con un filtro que
sólo deje pasar la luz roja emitida por el gas hidrógeno caliente, las manchas
solares aparecen oscuras. En primer término, sobre una montaña, un ser humano
exultante. (Cedida por la Administración Nacional del Océano y la Atmósfera.
Fotografía de Joseph Sutorick.)
Los neutrones, que contribuyen con sus fuerzas nucleares de atracción y no con
fuerzas eléctricas de repulsión, proporcionan una especie de pegamento que
contribuye a mantener unido el núcleo. Los eremitas que anhelaban la soledad han
quedado encadenados a sus gruñones compañeros y mezclados con otros más
propensos a la amabilidad indiscriminado y voluble.
Dos protones y dos neutrones forman el núcleo de un átomo de helio, que resulta
ser muy estable. Tres núcleos de helio forman un núcleo de carbono; cuatro,
oxígeno; cinco, neón; seis, magnesio; siete, silicio; ocho, azufre y así
sucesivamente. Cada vez que añadimos uno o más protones y neutrones suficientes
para mantener unido el núcleo, hacemos un elemento químico nuevo. Si restamos
un protón y tres neutrones del mercurio hacemos oro, el sueño de los antiguos
alquimistas. Más allá del uranio hay otros elementos que no existen de modo
natural en la Tierra. Los sintetizan los hombres y en la mayoría de los casos se
fragmentan rápidamente. Uno de ellos el elemento 94, se llama plutonio y es una
de las sustancias más tóxicas conocidas. Por desgracia se desintegra bastante
lentamente.
¿De dónde proceden los elementos existentes de modo natural? Podríamos imaginar
una creación separada de cada especie atómica. Pero el universo en su totalidad y
en casi todas partes está formado por un 99% de hidrógeno y de helio, 60 los dos
elementos más simples. De hecho el helio se detectó en el Sol antes de ser
descubierto en la Tierra, de ahí su nombre (de Helios, uno de los dioses sol de
Grecia). ¿Es posible que los demás elementos químicos hayan evolucionado de
algún modo a partir de hidrógeno y de helio? Para equilibrar la repulsión eléctrica
hay que aproximar mucho las piezas de materia nuclear de modo que entren en
acción las fuerzas nucleares de corto alcance. Esto sólo puede suceder a
temperaturas muy altas, cuando las partículas se mueven con tanta velocidad que
la fuerza repulsiva no tiene tiempo de actuar: temperaturas de decenas de millones
de grados. En la naturaleza estas temperaturas tan elevadas y sus correspondientes
presiones sólo se dan de modo corriente en los interiores de las estrellas.
Hemos examinado nuestro Sol, la estrella más próxima, en varias longitudes de
onda, desde las ondas de radio hasta la luz visible normal y los rayos X, radiaciones
que proceden únicamente de las capas más exteriores. El Sol no es exactamente
una piedra al rojo vivo, como pensó Anaxágoras, sino una gran bola gaseosa de
hidrógeno y de helio, que brilla por su elevada temperatura, del mismo modo que
un atizador brilla si se le pone al rojo. Anaxágoras tenía razón, por lo menos en
parte. Las violentas tempestades solares producen erupciones brillantes que
perturban las comunicaciones de radio en la Tierra; y penachos inmensos y
arqueados de gas caliente, guiados por el campo magnético del Sol, las
60
La Tierra constituye una excepción, porque nuestro hidrógeno primordial, sujeto muy débilmente por la atracción
gravitatoria relativamente baja del planeta, ha escapado ya en su mayor parte al espacio. Júpiter con su gravedad
más intensa ha conservado por lo menos gran parte de su complemento original del elemento más ligero.
prominencias solares, que dejan enana a la Tierra. Las manchas solares, visibles a
veces a simple vista al ponerse el sol, son regiones más frías donde la intensidad
del campo magnético es más elevada. Toda esta actividad incesante desbordada y
turbulenta se da en la superficie visible, relativamente fría. Sólo vemos unas
temperaturas de unos 6.000 °C. Pero el interior oculto del Sol donde se genera la
luz solar está a 40 millones de grados.
Las estrellas y sus planetas acompañantes nacen debido al colapso gravitatorio de
una nube de gas y de polvo interestelar. La colisión de las moléculas gaseosas en el
interior de la nube la calienta hasta el punto en el cual el hidrógeno empieza a
fundirse dando helio: cuatro núcleos de hidrógeno se combinan y forman un núcleo
de helio, con la emisión simultánea de un fotón de rayos gamma. El fotón sufre
absorciones y emisiones por parte de la materia situada encima suyo y se va
abriendo paso paulatinamente hacia la superficie de la estrella, perdiendo energía
en cada paso, y llegando al final después de una épica jornada que ha durado un
millón de años hasta la superficie, donde emerge en forma de luz visible y es
radiado hacia el espacio. La estrella empieza a funcionar. El colapso gravitatorio de
la nube preestelar ha quedado detenido. El peso de las capas exteriores de la
estrella está sostenido ahora por las temperaturas y presiones elevadas generadas
en las reacciones nucleares del interior. El Sol ha estado en esta situación estable
durante los últimos cinco mil millones de años. Reacciones termonucleares como las
que tienen lugar en una bomba de hidrógeno proporcionan energía al Sol gracias a
una explosión contenida y continua, que convierte unos cuatrocientos millones de
toneladas (4 x 1014 g) de hidrógeno en helio cada segundo. Cuando de noche
miramos hacia lo alto y contemplamos las estrellas todo lo que vemos está brillando
debido a fusiones nucleares distantes.
En la dirección de la estrella Deneb, en la constelación del Cisne, hay una enorme
superburbuja brillante de gas muy caliente, producida probablemente por
explosiones de supernovas (las muertes de estrellas) cerca del centro de la burbuja.
En la periferia, la materia interestelar se ve comprimida por la onda de choque de la
superno- va, poniendo en marcha nuevas generaciones de colapsos de nubes y de
formación de estrellas. En este sentido las estrellas tienen padres; y como a veces
sucede entre los hombres, un padre puede morir cuando nace el niño.
Bucles de gas caliente e ionizado sobre una región solar activa que se ven obligados
a seguir las líneas de fuerza magnética locales, como las limaduras de hierro en el
campo de un imán. Esta foto del Skylab se tomó en luz del ultravioleta lejano. Esta
luz queda absorbida fácilmente por la atmósfera de la Tierra, y por lo tanto estas
fotografías sólo pueden tomarse desde satélites terrestres o sondas interplanetarias.
algún punto de la Galaxia hay estrellas quizás docenas de estrellas que son
hermanas del Sol, formadas a partir del mismo complejo nebular, hace unos cinco
mil millones de años. Pero no sabemos qué estrellas son. Podrían estar
perfectamente al otro lado de la Vía Láctea.
La conversión del hidrógeno en helio en el centro del Sol no sólo explica el brillo del
Sol con fotones de luz visible; también produce un resplandor de un tipo más
misterioso y fantasmal: El Sol brilla débilmente con neutrinos, que, como los
La muerte de la Tierra y del Sol. Dentro de varios miles de millones de años, habrá
un último día perfecto (arriba a la izquierda). Luego, durante un período de millones
de años, el Sol se hinchará, la Tierra se calentará, muchas formas vivas se
extinguirán y el borde del mar retrocederá (arriba a la derecha). Los océanos se
evaporarán rápidamente (abajo a la izquierda) y la atmósfera escapará al espacio. A
medida que el Sol evolucione para convertirse en una gigante roja (abajo a la
derecha) la Tierra se convertirá en un lugar seco, estéril y sin aire. Al final el Sol
casi llenará el cielo y quizás se trague la Tierra. (Pinturas de Adolf Schaller.)
Esto supone un misterio real todavía no resuelto. El bajo flujo de neutrinos solares
desde luego no pone en peligro nuestro concepto de la nucleosíntesis estelar, pero
no hay duda que significa algo importante. Las explicaciones propuestas van desde
la hipótesis de que los neutrinos se desintegran durante su trayecto entre el Sol y la
Tierra hasta la idea de que los fuegos nucleares en el interior solar han quedado
provisionalmente interrumpidos y que en nuestra época la luz solar se genera
parcialmente por una lenta contracción gravitatoria.
Cuando todo el hidrógeno central haya reaccionado y formado helio, dentro de cinco
o seis mil millones de años a partir de ahora, la zona de fusión del hidrógeno irá
migrando lentamente hacia el exterior, formando una cáscara en expansión de
reacciones termonucleares, hasta que alcance el lugar donde las temperaturas son
inferiores a unos diez millones de grados. Entonces, la fusión del hidrógeno se
apagará. Mientras tanto, la gravedad propia del Sol obligará a una renovada
contracción de su núcleo rico en helio y a un aumento adicional de las temperaturas
y presiones interiores. Los núcleos de helio quedarán apretados más densamente
todavía, llegando incluso a pegarse los unos a los otros porque los ganchos de sus
fuerzas nucleares de corto alcance habrán entrado en acción a pesar de la mutua
repulsión eléctrica. La ceniza se convertirá en combustible y el Sol se disparará de
61
Las estrellas de masa superior al Sol consiguen temperaturas centrales superiores y presiones en sus fases
evolutivas tardías. Son capaces de levantarse de sus cenizas más de una vez, utilizando el carbono y el oxígeno
como combustible para sintetizar elementos todavía más pesados.
se expandirá hacia el espacio como una especie de vendaval estelar. Cuando este
Sol rubicundo e hinchado se haya convertido en un gigante rojo envolverá y
devorará a los planetas Mercurio y Venus, y probablemente también a la Tierra. El
sistema solar interior residirá entonces dentro el Sol.
La nebulosa de Roseta, que parece una nebulosa planetaria, pero que está
relacionada con muchas estrellas y no con una sola; estas estrellas son calientes y
jóvenes (tienen menos de un millón de años), mientras que la estrella central en
una nebulosa planetaria suele ser caliente pero de miles de millones de años de
edad. La presión de la radiación procedente de las estrellas centrales está
empujando el gas rojo de hidrógeno hacia el espacio. (Cedida por los observatorios
Hale.)
62
Los aztecas predijeron una época en la que "la Tierra se habrá cansado, cuando la semilla de la tierra se haya
agotado". Creían que aquel día el Sol caería del firmamento y las estrellas saltarían de los cielos.
La ceniza estelar del Sol sólo puede reutilizarse como combustible hasta cierto
punto. Llegará un momento en que todo el interior solar sea carbono y oxígeno,
cuando ya a las temperaturas y presiones dominantes no pueda ocurrir ninguna
reacción nuclear más. Cuando el helio central se haya gastado casi del todo, el
interior del Sol continuará su aplazado colapso, las temperaturas aumentarán de
nuevo poniendo en marcha una última onda de reacciones nucleares y expandiendo
la atmósfera solar un poco más.
órbita de Plutón. Quizás la mitad de la masa del Sol se perderá de este modo. El
sistema solar se llenará entonces de un resplandor misterioso: el fantasma del Sol
viajando hacia el exterior.
La nebulosa Cangrejo en Tauro, a 6 000 años luz de distancia; está formada por los
restos de la explosión de la supernova presenciada en el año 1054 en la Tierra. Sus
filamentos se están desenmarañando a unos 1 100 kilómetros por segundo.
Después de casi un milenio de expansión todavía está perdiendo en el espacio 100
000 veces más energía por segundo que el Sol. En su núcleo hay una estrella de
neutrones condensada, un pulsar que destella unas 30 veces por segundo. El
período se conoce con mucha precisión. El 28 de junio de 1969 el período era de
0.033099324 segundos, e iba disminuyendo a un ritmo de unos 0.0012 segundos
por siglo. La correspondiente pérdida de energía rotacional es suficiente para
explicar el brillo de la nebulosa. El Cangrejo es rico en elementos pesados que está
devolviendo al espacio para futuras generaciones de formación de estrellas. (Cedida
por los observatorios Hale.)
El origen y la evolución de la vida están relacionados del modo más íntimo con el
origen y evolución de las estrellas. En primer lugar la materia misma de la cual
estamos compuestos, los átomos que hacen posible la vida fueron generados hace
mucho tiempo y muy lejos de nosotros en estrellas rojas gigantes. La abundancia
relativa de los elementos químicos que se encuentran en la Tierra se corresponde
con tanta exactitud con la abundancia relativa de átomos generados en las estrellas,
que no es posible dudar mucho de que las gigantes rojas y las supernovas son los
hornos y crisoles en los cuales se forjó la materia.
La galaxia Vía Láctea vista de canto y de cara, indicándose en ella la posición del Sol
y de las supernovas históricas. Las estrellas de gran masa tienden a estar situadas
en el plano de la galaxia y por lo tanto sus productos finales, las supernovas,
también están allí. Pero el polvo oscurecedor también se concentra en el plano
galáctico, y las supernovas tienden a ser visibles únicamente a distancias
relativamente próximas: no se han registrado nunca explosiones de éstas al otro
lado de la galaxia, aunque no hay duda de que ocurrieron. La explosión que hizo la
nebulosa del Cangrejo y la supernova de Tycho de 1572 ocurrieron en brazos
espirales galácticos exteriores a la posición del Sol. La supernova de Kepler de 1604
ocurrió cerca del centro de la galaxia, pero fue visible desde la Tierra porque estaba
encima del plano galáctico y relativamente libre de polvo oscurecedor. El diámetro
de la galaxia es de unos 100 000 años luz. (Cedidos por Scientific American. De
63
También se dieron cuenta de ella observadores musulmanes. Pero no hay ni una palabra al respecto en todas las
crónicas de Europa.
64
Kepler publicó en 1606 un libro titulado De Stella Nova ("Sobre la estrella nueva") en el cual se pregunta si una
supernova es el resultado de alguna concatenación casual de átomos en los cielos. Nos presenta "... no mi opinión
sino la de mi mujer: Ayer, cuando estaba cansado de escribir, me llamaron para cenar y me sirvieron la ensalada
que había pedido. «Me parece —dije- que si hubiesen estado volando por los aires durante toda la eternidad platos
de peltre, hojas de lechuga, granos de sal, gotas de agua, vinagre, aceite y rodajas de huevos, sería posible al final
que se reuniera todo por casualidad y formara una ensalada». «Sí -respondió mi amada- pero no una ensalada tan
preciosa como la que yo he hecho.»”
Fotografía del cielo en rayos X, con la fuente brillante Cygnus X-1 (en el centro),
probablemente un agujero negro. Imagen del Observatorio Astrofísico de Alta
Energía 2, en órbita terrestre. (Cedida por Ricardo Giacconi y la NASA.)
Una estrella de masa diez veces superior a la del Sol puede convertir establemente
hidrógeno en helio durante sólo unos cuantos millones de años antes de pasar
brevemente a reacciones nucleares más exóticas. Por lo tanto es casi seguro que no
se dispone de tiempo suficiente para que evolucionen formas avanzadas de vida en
cualquiera de los planetas acompañantes; y sería raro que seres de otros mundos
El núcleo sufre una violenta implosión, el exterior rebota y se produce una explosión
de supernova. Una supernova puede ser más brillante que el resplandor combinado
de todas las demás estrellas de la galaxia en la cual está metida. Todas estas
estrellas supergigantes azules y blancas que han salido apenas del cascarón en
Orión están destinadas dentro de unos cuantos millones de años a convertirse en
supernovas y a formar un castillo continuado de fuegos artificiales cósmicos en la
constelación del cazador.
La terrible explosión de una supernova proyecta al espacio la mayor parte de la
materia de la estrella precursora: un poco de hidrógeno residual y helio y
cantidades importantes de otros átomos, carbono y silicio, hierro y aluminio. Queda
A medida que el núcleo de una gigante roja de gran masa entra en colapso para
formar así una estrella de neutrones, va girando más rápidamente. La estrella de
neutrones en el centro de la Nebulosa Cangrejo es un núcleo atómico inmenso, del
tamaño de Manhattan, que gira treinta veces por segundo. Su poderoso campo
magnético, amplificado durante el colapso, atrapa las partículas cargadas de modo
parecido al campo magnético mucho más débil de Júpiter. Los electrones en el
campo magnético en rotación emiten una radiación en forma de haz no sólo en las
frecuencias de radio, sino también en luz visible. Si la Tierra está situada
casualmente en la dirección del haz de este faro cósmico, vemos un destello en
cada rotación. Por este motivo se denomina pulsar a la estrella. Los pulsares,
parpadeando y haciendo tic tac como un metrónomo cósmico, marcan el tiempo
mucho mejor que un reloj ordinario de gran precisión. El cronometraje a largo plazo
de los destellos de radio de algunas pulsar, por ejemplo de una llamada PSR 0329 +
54 sugiere que estos objetos pueden tener uno o más compañeros planetarios
pequeños.
Motivos del Sol y las estrellas en las tumbas reales del Valle de los Reyes en la orilla
occidental del Nilo, cerca de Luxor, Egipto. Arriba: Los rayos del Sol caen a través
del espacio sobre lo que parece ser una representación de la Tierra esférica. En
medio: El escarabajo, cuyo ciclo vital representaba para los antiguos egipcios una
metáfora de los procesos cíclicos de la naturaleza, en especial el retorno diario del
Sol. Abajo: Los dioses de las estrellas, que en algunas tumbas están alineados por
centenares. (Fotografías del autor.)
65
1 g es la aceleración que experimentan los objetos que caen en la Tierra, casi 10 metros por segundo cada
segundo. Una roca al caer alcanzará una velocidad de 10 metros por segundo al cabo de un segundo de caída, 20
metros por segundo des-pués de dos segundos, y así sucesivamente hasta que llegue al suelo o que su veloci-dad
deje de aumentar por la fricción del aire. En un mundo de aceleración gravitato-ria mucho mayor, los cuerpos al
caer aumentarían su velocidad en cantidades co-rrespondientemente mayores. En un mundo con una aceleración
de 10 g una roca caería a 10 × 10 m/seg o casi 100 m/seg después del primer segundo, 200 m/seg después del
siguiente segundo, etc. Un pequeño resbalón podría ser fatal. Hay queescribir siempre la aceleración debida a la
gravedad con g minúscula, para distinguirla de la constante newtoniana de la gravitación, G, que es una medida de
la intensidad de la gravedad en cualquier lugar del universo, y no simplemente en el mundo o sol que estamos
discutiendo. (La relación newtoniana de estas dos cantidades es F = mg = GMm/r 2; g = GM/r2 , donde F es la
fuerza gravitatoria, M es la masa del planeta o estrella, m es la masa del objeto que cae, y r es la distancia de este
objeto al centro del planeta o estrella.)
La galaxia Vía Láctea amaneciendo sobre un océano de otro mundo, a gran altura
sobre el plano galáctico. (Pintura de Adolf Schaller.)
compañera es unas diez veces la del Sol. La supergigante es una fuente improbable
de rayos X, y resulta tentador identificar a la compañera deducida gracias a la luz
visible como la fuente detectada de rayos X. Pero un objeto invisible que pese diez
veces más que el Sol y cuyo volumen se haya reducido por colapso al de un
asteroide sólo puede ser un agujero negro. Es probable que los rayos X se generen
por fricción en el disco de gas y de polvo acumulado por acreción alrededor de Cyg
X-1 y procedente de su compañera supergigante. Otras estrellas llamadas V861
Scorpii, GX 339-4, SS433 y Circinus X-2 son también candidatas para agujeros
negros. Cassiopeia A es el resto de una supernova cuya luz tuvo que haber llegado
a la Tierra en el siglo diecisiete, cuando había aquí un número considerable de
astrónomos. Sin embargo, nadie informó de la explosión. Quizás, como sugiere I. S.
Shklovskii, hay allí oculto un agujero negro que se comió el núcleo estelar en
explosión y amortiguó los fuegos de la supernova. Los telescopios en el espacio son
los medios idóneos para comprobar todos estos cabos y fragmentos de datos que
pueden ser la pista, el rastro del legendario agujero negro.
Un buen sistema para comprender los agujeros negros es pensar en la curvatura del
espacio. Consideremos una superficie bidimensional plana, flexible y con líneas,
como un trozo de papel de grafo hecho de caucho. Si soltamos encima una pequeña
masa, la superficie se deforma formando un hoyo. Una canica gira alrededor del
hoyo en una órbita semejante a la de un planeta alrededor del Sol. En esta
interpretación, que debemos a Einstein, la gravedad es una distorsión en el tejido
del espacio. Vemos en nuestro ejemplo que un espacio bidimensional ha quedado
deformado por una masa dando una tercera dimensión física. Imaginemos que
vivimos en un universo tridimensional deformado localmente por materia que lo
convierte en una cuarta dimensión física que no podemos percibir directamente.
Cuanto mayor sea la masa local, más intensa será la gravedad local y más hondo el
hoyo, la distorsión o deformación del espacio. El agujero negro es en esta analogía
una especie de pozo sin fondo. ¿Qué le sucede a una persona que cae en él? Vista
desde el exterior se necesitaría una cantidad infinita de tiempo para caer dentro,
porque todos los relojes de esta persona mecánicos y biológicos se percibirían como
relojes parados. Pero desde el punto de vista de esta persona, todos los relojes
continuarían funcionando normalmente. Si pudiese sobrevivir a las mareas
66
El primitivo pictógrafo de dios en sumerio era un asterisco, el símbolo de las estrellas. La palabra azteca que
significa dios era Teotl, y su glifo era una representación del Sol. Los cielos se llamaban Teoatl: el mar dios, el
océano cósmico.
sugieren que muchos de los habitantes más interesantes del continente galáctico
continúan siendo por ahora desconocidos e imposibles de imaginar. No muy lejos de
la Galaxia hay, de modo casi seguro, planetas situados en órbita alrededor de
estrellas de las Nubes de Magallanes y de los cúmulos globulares que rodean la Vía
Láctea. Estos mundos proporcionarían un panorama imponente de la Galaxia
amaneciendo: una forma enorme en espiral con 400 000 millones de habitantes
estelares, con nubes de gas en proceso de colapso, con sistemas planetarios
condensándose, con supergigantes luminosas, con estrellas estables de media edad,
con gigantes rojas, con enanas blancas, nebulosas planetarias, novas, supernovas,
estrellas de neutrones y agujeros negros. Desde este mundo quedaría bien claro,
como ya empieza a serlo para nosotros, que nuestra materia, nuestra forma y gran
parte de nuestro carácter está determinado por la profunda relación existente entre
la vida y el Cosmos.
Capitulo 10
El filo de la eternidad
Hace diez mil o veinte mil millones de años, sucedió algo, la Gran Explosión (big
bang), el acontecimiento que inició nuestro universo.
Por qué sucedió esto es el misterio mayor que conocemos. Lo que está
razonablemente claro es que sucedió. Toda la materia y la energía presentes
actualmente en el universo estaba concentrada con una densidad muy elevada -una
especie de huevo cósmico, que recuerda los mitos de la creación de muchas
culturas- quizás en un punto matemático sin ninguna dimensión. No es que toda la
materia y la energía del universo estuvieran apretadas en un pequeño rincón del
universo actual, sino que el universo entero, materia y energía y el espacio que
llenan, ocupaba un volumen muy pequeño. No quedaba mucho espacio para que
sucedieran cosas allí.
La gran galaxia de Andrómeda, M31, es el objeto más distante del Cosmos visible
desde la Tierra a simple vista. Tiene por lo menos siete brazos en espiral y se
parece a nuestra propia Vía Láctea. Forma parte del Grupo Local de galaxias, y está
a unos 2.3 millones de años luz de distancia. Alrededor de M31 orbitan dos galaxias
elípticas enanas, NGC 205 y encima mismo de la espiral, M32. (Cedida por los
observatorios Hale.)
El universo inició con aquella titánica explosión cósmica una expansión que ya no ha
cesado. Es engañoso describir la expansión del universo como una especie de
burbuja ensanchándose, vista desde el exterior. Por definición nada de lo que
podamos conocer estuvo nunca fuera. Es mejor imaginarlo desde dentro, quizás con
unas líneas formando retículo y adheridas al tejido en movimiento del espacio
expandiéndose uniformemente en todas direcciones.
La galaxia Sombrero, M104 (llamada también NGC 4594). Los brazos en espiral,
marcados por pistas de polvo, están estrechamente arrollados alrededor de su
núcleo de estrellas. Está a unos 40 millones de años luz de distancia, más allá de las
estrellas de la constelación de Virgo, y puede contener un billón de soles. Nuestra
galaxia espiral, Vía Láctea, vista de canto desde una distancia comparable, tendría
el aspecto de M104 (Cedida por los observatorios Hale.)
Dentro de las galaxias en nacimiento había nubes mucho más pequeñas que
experimentaban también el colapso gravitatorio; las temperaturas interiores se
hicieron muy elevadas, se iniciaron reacciones termonucleares, y se encendieron las
primeras estrellas. Las estrellas jóvenes, calientes y de gran masa evolucionaron
rápidamente, derrochando sin cuidado su capital de hidrógeno combustible, y
acabaron pronto sus vidas en explosiones brillantes de supernova, que devolvían la
ceniza termonuclear helio, carbono, oxígeno y elementos más pesados al gas
interestelar para generaciones subsiguientes de formación de estrellas.
Las explosiones de supernova de las primitivas estrellas de gran masa produjeron
ondas de choque sucesivas y sobrepuestas en el gas adyacente, comprimiendo el
medio intergaláctico y acelerando la generación de cúmulos de galaxias. La
gravedad es oportunista y amplifica incluso pequeñas condensaciones de materia.
NGC 147, una galaxia elíptica pequeña acompaña a M31. Contiene quizás mil
millones de soles. Desde los planetas de algunas de estas estrellas se tiene una
maravillosa visión de M31. (Cedida por los observatorios Hale.)
Las ondas de choque de las supernovas pueden haber contribuido a las acreciones
de materia en cualquier escala. Se había iniciado la épica de la evolución cósmica,
una jerarquía en la condensación de materia a partir del gas del big bang: cúmulos
de galaxias, galaxias, estrellas, planetas y eventualmente vida e inteligencia capaz
de comprender un poco el elegante proceso responsable de su origen.
Los cúmulos de galaxias llenan hoy en día el universo. Algunos son colecciones
insignificantes y modestas de unas cuantas docenas de galaxias. El llamado
cariñosamente grupo local contiene sólo dos grandes galaxias de un cierto tamaño:
la Vía Láctea y M31. Otros cúmulos contienen hordas inmensas de miles de galaxias
en mutuo abrazo gravitatorio. Algunos indicios dan para el cúmulo de Virgo decenas
de miles de galaxias.
A la escala mayor habitamos un universo de galaxias, quizás un centenar de miles
de millones de ejemplos exquisitos de arquitectura y de decadencia cósmicas, que
manifiestan tanto el orden como el desorden: espirales normales, encaradas
formando diversos ángulos con nuestra visual terrestre (si están de cara vemos los
Una galaxia espiral vista de canto. NGC 891 tiene un núcleo mucho menos
prominente que M 104 (p. 247), y en comparación con ella pistas de polvo mucho
menos prominentes en los brazos en espiral. Las estrellas de su alrededor están en
el primer plano, dentro de nuestra galaxia. (Cedida por los observatorios Hale.)
Algunos cúmulos tienen sus galaxias dispuestas en una geometría esférica carente
de ambigüedad; se componen principalmente de elípticas, están dominadas a
M81, otra galaxia espiral cercana como la Vía Láctea; está a siete millones de años
luz de distancia y no forma parte del Grupo Local. No vemos esta galaxia ni de
canto ni de cara sino en un ángulo oblicuo. Las galaxias están orientadas al azar con
respecto a nuestra visual. (Cedida por los observatorios Bale.)
Otros cúmulos, con una geometría bastante más desordenada, tienen un número
relativamente mucho mayor de espirales y de irregulares. Las colisiones galácticas
deforman el aspecto de un cúmulo inicialmente esférico y pueden contribuir también
a la génesis de espirales y de irregulares a partir de elípticas. La forma y
abundancia de las galaxias tienen una historia que contarnos sobre acontecimientos
antiguos a la mayor escala posible, una historia que apenas estamos empezando a
leer.
El desarrollo de las computadoras rápidas ha permitido llevar a cabo experimentos
numéricos sobre el movimiento colectivo de miles o de decenas de miles de puntos,
cada uno de los cuales representa una estrella y está sometido a la influencia
gravitatoria de todos los demás puntos. En algunos casos se forman por si mismos
brazos en espiral en una galaxia que ha quedado ya aplanada en forma de disco. A
Pero cuando dos galaxias entran en colisión, las estrellas pasan tranquilamente
unas al lado de otras, como balas a través de un enjambre de abejas, porque una
galaxia está compuesta en su mayor parte de nada y los espacios entre las estrellas
son vastos. Sin embargo, la configuración de las galaxias puede quedar
severamente deformada. Un impacto directo de una galaxia sobre otra puede enviar
a las estrellas que la constituyen disparadas y desparramándose por el espacio
intergaláctico, deshaciendo así la galaxia. Cuando una galaxia pequeña choca de
cara contra otra mayor puede producir uno de los tipos más hermosos de las raras
irregulares: una galaxia anular de miles de años luz de diámetro, dibujándose sobre
el terciopelo del espacio intergaláctico. Es una salpicadura en el estanque galáctico,
una configuración temporal de estrellas desorganizadas, una galaxia con una pieza
central desgajada.
Los borrones carentes de estructura de las galaxias irregulares, los brazos de las
galaxias en espiral y los toros de las galaxias anulares se mantienen únicamente
durante unas pocas imágenes de la película cósmica, luego se disipan y a menudo
se forman de nuevo. Nuestra idea de las galaxias como cuerpos rígidos y pesados
está equivocada. Son estructuras fluidas con 100 000 millones de componentes
estelares. Al igual que un ser humano, que es una colección de 100 billones de
células, que normalmente está en un estado continuo entre la síntesis y la
decadencia y que es más que la suma de sus partes, así es una galaxia.
La frecuencia de suicidios entre las galaxias es alta. Algunos ejemplos próximos a
decenas o centenares de años luz de distancia son fuentes potentes de rayos X, de
radiación infrarrojo y de ondas de radio; tienen núcleos muy luminosos y su brillo
fluctúa en escalas temporales de semanas.
La galaxia de mayor masa conocida, M87 es una galaxia elíptica gigante cerca del
centro del gran cúmulo de galaxias en Virgo, a unos 40 millones de años luz de
distancia. Apenas hay gas y polvo en las regiones centrales, porque todo se ha
convertido en estrellas o se ha disipado en el espacio. Este objeto de aspecto
inofensivo es la tercera fuente más brillante de ondas de radio del cielo, después del
Sol y la Luna, y una de las fuentes más brillantes de rayos X. Las estimaciones de
su masa van de billones de soles a un centenar de billones. El núcleo está
proyectando un chorro de gas de 100 000 años luz de longitud; este núcleo puede
contener un agujero negro de gran masa. M87 está rodeada por miles de cúmulos
estelares globulares, algunos de los cuales pueden verse en la fotografía. (Cedida
por los observatorios Hale.)
galaxias elípticas gigantes como NGC 651 y M87. Hay algo que tiene una masa muy
grande, que es muy denso y muy pequeño y que está haciendo tic tac y
ronroneando en el interior de M87, en una región más pequeña que el sistema
solar. Se infiere de todo esto que allí hay un agujero negro. A miles de millones de
años luz de distancia hay objetos todavía más tumultuosos, los quásar, que pueden
ser las explosiones colosales de galaxias jóvenes, los acontecimientos de mayor
potencia en la historia del universo desde el mismo big bang.
La palabra “quásar” es un acrónimo de “quasi stellar radio source”, fuente de radio
cuasi-estelar. Cuando se descubrió que no todos eran potentes fuentes de radio, se
les denominó QSO (objetos cuasi- estelares). Su apariencia es estelar y se pensó de
modo natural que eran estrellas situadas dentro de nuestra galaxia. Pero las
observaciones espectroscópicas de su desplazamiento hacia el rojo (ver más
adelante) demuestran que es probable que estén a distancias inmensas de
nosotros. Parece que participan vigorosamente en la expansión del universo, y que
algunos retroceden con respecto a nosotros a más del 90% de la velocidad de la
luz. Si están muy alejadas, han de ser intrínsecamente muy brillantes para que
puedan ser visibles a tales distancias; algunas son tan brillantes como mil
supernovas explotando a la vez. Como sucede con Cyg X-1, sus rápidas
fluctuaciones demuestran que su enorme brillo está confinado a un volumen muy
pequeño, en este caso inferior al tamaño del sistema solar. Ha de haber procesos
notables causantes de las vastas cantidades de energía que emite un quásar. Entre
las explicaciones propuestas están:
1. los quásar son versiones monstruo de los pulsar, con un núcleo de masa
enorme en rotación muy rápida asociado a un fuerte campo magnético;
2. los quásar se deben a colisiones múltiples de millones de estrellas
densamente empaquetadas en el núcleo galáctico, explosiones que arrancan
las capas exteriores y exponen a plena vista las temperaturas de mil millones
de grados del interior de las estrellas de gran masa;
3. idea relacionada con la anterior, los quásar son galaxias en las que las
estrellas están empaquetadas tan densamente que una explosión de
supernova en una estrella arranca las capas exteriores de otra y la convierte
también en supernova produciendo una reacción estelar en cadena;
Al considerar los quásar nos enfrentamos con profundos misterios. Sea cual fuere la
causa de una explosión de quásar, algo parece claro: un acontecimiento tan violento
ha de provocar estragos increíbles. En cada explosión de quásar pueden quedar
totalmente destruidos millones de mundos, algunos con vida y con inteligencia para
comprender lo que está sucediendo. El estudio de las galaxias revela un orden y una
belleza universales. También nos muestra una violencia caótica a una escala hasta
ahora insospechada. Es notable que vivamos en un universo que permite la vida.
También es notable que vivamos en un universo que destruye galaxias, estrellas y
mundos. El universo no parece ni benigno ni hostil, simplemente indiferente a las
preocupaciones de seres tan insignificantes como nosotros.
Incluso una galaxia tan bien educada como la Vía Láctea tiene sus estremecimientos
y sus contorsiones. Las observaciones de radio muestran dos nubes enormes de gas
hidrógeno, suficientes para hacer miles de soles, que salen disparadas del núcleo
galáctico, como si allí tuviera lugar de vez en cuando una explosión suave. Un
observatorio astronómico de alta energía en órbita terrestre ha descubierto que el
núcleo galáctico es una fuente intensa de una línea espectral particular de rayos
gamma, lo cual concuerda con la idea de que allí hay oculto un agujero negro de
gran masa. Las galaxias como la Vía Láctea pueden representar una media edad
estable en una secuencia evolutiva continua, que incluye en su adolescencia
violenta a quásar y galaxias en explosión: los quásar están tan distantes que los
vemos en plena juventud, tal como eran hace miles de millones de años.
Centauro A (NGC 5128) constituye quizás la colisión de una galaxia elíptica gigante
y de una galaxia espiral cuyos brazos destrozados estamos viendo de canto.
Actualmente se suele considerar más bien como una elíptica gigante, con un escaso
complemento de gas y de polvo, y completamente rodeada por un disco de gas y de
polvo, y quizás algunas estrellas. Es una fuente intensa de ondas de radio, que
surgen de dos grandes lóbulos orientados en ángulo recto con el disco de polvo;
también rayos X y rayos gamma. Las rápidas fluctuaciones en la emisión de rayos X
pueden deberse a que un agujero negro gigante oculto en su centro se está
engullendo cúmulos enteros de estrellas. Centauro A está a 14 millones de años luz
de distancia; sus lóbulos de radio tienen una longitud de 3 millones de años luz.
(Cedida por los observatorios Hale.)
Las estrellas de la Vía Láctea se mueven con una gracia sistemática. Los cúmulos
globulares se precipitan a través del plano galáctico y salen por el otro lado, donde
67 Esto no es del todo cierto. El lado próximo de una galaxia está a decenas de miles de años luz más cerca de
nosotros que el lado lejano; por lo tanto vemos la parte anterior tal como era decenas de miles de años antes que
la parte posterior. Pero los acontecimientos típicos de la dinámica galáctica ocupan decenas de millones de años,
por lo tanto el error que supone imaginar una galaxia inmovilizada en un momento del tiempo es pequeño.
Es lógico imaginar que el paso periódico del sistema solar a través de los brazos en
espiral haya tenido consecuencias importantes para nosotros. Hace diez millones de
años el Sol emergió del complejo llamado Cinturón Gould del brazo espiral de Orión,
que está ahora a algo menos de mil años luz de distancia. (Hacia el interior del
brazo de Orión está el brazo de Sagitario, hacia el exterior el brazo de Perseo.)
Cuando el Sol pasa por un brazo espiral la posibilidad de que se meta entre
nebulosas gaseosas y nubes de polvo interestelar, y de que encuentre objetos de
masa subestelar, es mayor que ahora. Se ha sugerido que las eras glaciales
mayores de nuestro planeta, que se repiten cada cien millones de años
aproximadamente, pueden deberse a la interposición de materia interestelar entre
el Sol y la Tierra. W. Napier y S. Clube han propuesto que algunas de las lunas,
asteroides, cometas y anillos circumplanetarios del sistema solar fueron antes
objetos que vagaban libremente por el espacio interestelar hasta que fueron
capturados por el Sol cuando penetró en el brazo espiral de Orión. La idea es
intrigante, aunque quizás no muy probable. Pero puede comprobarse. Lo único que
decir hacia el azul cuando el coche se nos acerca, y hacia frecuencias inferiores, es
decir hacia el rojo, cuando el coche se aleja.
Galaxias en colisión a unos 50 millones de años luz de distancia. NGC 4038 y NGC
4039 son probablemente galaxias que fueron normales y que ahora están
emergiendo de un encuentro gravitatorio. Es evidente que sus interiores han
quedado desorganizados. Cuando estas galaxias se fotografían con exposiciones
más largas, los detalles interiores desaparecen y destacan zarcillos de luz largos y
curvados apenas visibles en esta imagen. Los zarcillos están compuestos por mil
millones de estrellas esparcidas por el espacio intergaláctico y explican el nombre
dado a estos dos objetos: "Las antenas". Esta colisión duró desde el principio al final
más de cien millones de años. (Cedida por los observatorios Hale.)
Un objeto que se nos acerca a velocidades muy altas se nos presenta con el color de
sus líneas espectrales desplazadas hacia el azul. Un objeto que se aleja a
velocidades muy altas tiene sus líneas espectrales desplazadas hacia el rojo.68 Este
desplazamiento hacia el rojo, observado en las líneas espectrales de galaxias
68
El objeto en sí puede tener cualquier color, incluso azul. El desplazamiento hacia el rojo significa que cada raya
espectral aparece en longitudes de onda más largas que si el objeto está en descanso; la magnitud del
desplazamiento hacia el rojo es proporcional tanto a la velocidad como a la longitud de onda de la línea espectral
cuando el objeto está en descanso.
En los primeros años de este siglo se estaba construyendo en el monte Wilson, que
dominaba lo que eran entonces los cielos transparentes de Los Ángeles, el
telescopio más grande del mundo destinado a descubrir el desplazamiento hacia el
rojo de galaxias remotas. Había que transportar a la cima de la montaña grandes
piezas del telescopio, un trabajo adecuado para recuas de mulas. Un joven mulero
llamado Milton Humason ayudaba a transportar equipo mecánico y óptico,
científicos, ingenieros y signatarios montaña arriba. Humason conducía montado a
caballo la columna de mulas, llevando a su terrier blanco puesto de pie detrás de la
silla con sus patas delanteras sobre los hombros de Humason. Era un hombre útil
para todo, que mascaba tabaco, gran jugador de cartas y lo que entonces se
llamaba especialista en señoras. Su educación formal no había pasado del octavo
grado. Pero era brillante y curioso, y de natural inquisitivo, interesado por el equipo
que había transportado laboriosamente a las alturas. Humason hacía compañía a la
hija de uno de los ingenieros del observatorio, el cual veía con reserva que su hija
saliera con un joven cuya ambición no pasaba de ser mulero.
Cúmulo de galaxias llamado a veces Sexteto de Seyfert. Todos los miembros tienen
aquí el mismo desplazamiento al rojo, excepto la galaxia que parece una espiral de
cara, la cual tiene un desplazamiento al rojo cuatro veces superior a las demás. El
Quinteto de Stephan y el Sexteto de Seyfert son quizás las regiones más grandes
del Cosmos bautizadas por personas con nombres de personas. (Cedida por los
observatorios Hale.)
Una porción del Cúmulo de galaxias de Hércules, con unos 300 miembros conocidos,
que se aleja de nuestra región del Cosmos a unos 10 000 kilómetros por segundo.
En esta fotografía hay más galaxias (distantes más de 300 millones de años luz)
que estrellas en primer término, pertenecientes a nuestra galaxia Vía Láctea. Si el
Cúmulo de Hércules no está volando en pedazos es preciso que contenga cinco
veces más masa de la que vemos en sus galaxias para mantenerla pegada
gravitatoriamente. Si este "defecto de masa" fuera un elemento corriente del
espacio intergaláctico, sería una contribución importante para cerrar el universo.
(Cedida por los observatorios Hale.)
Hay, por ejemplo, el desplazamiento hacia el rojo gravitatorio, en el cual la luz que
sale de un campo gravitatorio intenso ha de hacer tanto trabajo para escapar de él
que pierde energía durante el proceso, proceso que un observador distante percibe
como un desplazamiento de la luz hacia longitudes de onda más largas y colores
más rojos.
Nosotros suponemos que puede haber agujeros negros de gran masa en los centros
de algunas galaxias, y por lo tanto, esta es una explicación imaginable de sus
desplazamientos hacia el rojo. Sin embargo, las líneas espectrales concretas que se
observan son a menudo características de un gas muy tenue y difuso y no de la
densidad increíblemente elevada que ha de prevalecer en las proximidades de los
agujeros negros.
Nuevas estrellas están naciendo en el "puente" que conecta dos galaxias (ESo
B138-IG29, 30). Imagen en falso color realzada por computadora. (Cedida por
Arthur Hoag y el observatorio nacional de Kitt Peak.)
como hacia el rojo. Sin embargo, lo que vemos son casi exclusivamente
desplazamientos hacia el rojo, sea cual fuere el objeto distante más allá del grupo
local hacia el cual apuntamos el telescopio.
Persiste sin embargo la sospecha entre algunos astrónomos de que quizás no todo
sea correcto cuando a partir de los desplazamientos hacia el rojo de las galaxias y el
efecto Doppler se deduce que el universo se está expandiendo. El astrónomo Halto
Arp ha descubierto casos enigmáticos e inquietantes en los que una galaxia y un
quásar, o un par de galaxias, que aparentemente están asociadas de modo físico,
tienen desplazamientos hacia el rojo muy diferentes. A veces parece observarse un
puente de gas, de polvo y de estrellas que las conecta. Si el desplazamiento hacia el
rojo se debe a la expansión del universo, desplazamientos hacia el rojo diferentes
implican distancias muy distintas. Pero dos galaxias que están físicamente
conectadas no pueden presentar una separación muy grande entre sí, separación
que en algunos casos es de mil millones de años luz. Los escépticos afirman que la
asociación es puramente estadística: que, por ejemplo, una galaxia brillante
próxima y un quásar más distante, que tienen respectivamente desplazamientos
hacia el rojo muy diferentes y velocidades de recesión muy distintas también, han
podido quedar alineados por puro accidente en nuestra visual, y que no tienen una
asociación física real. Estas alineaciones estadísticas pueden darse por casualidad de
vez en cuando. El debate se centra en si el número de coincidencias es superior al
que cabría esperar por acción del azar. Arp señala otros casos en los que una
galaxia con un desplazamiento hacia el rojo pequeño está flanqueada por dos
quásar de desplazamiento hacia el rojo grande y casi idéntico. El cree que los
quásar no están a distancias cosmológicas, sino que son proyectados a izquierda y a
derecha por la galaxia de primer plano; y que los desplazamientos hacia el rojo son
el resultado de algún mecanismo hasta ahora inexplorado. Los escépticos replican
con la alineación coincidente y con la interpretación convencional de Hubble
Humason sobre los desplazamientos hacia el rojo. Si Arp está en lo cierto, los
mecanismos exóticos propuestos para explicar la fuente de energía de los quásar
distantes -reacciones en cadena de supernovas, agujeros negros de masa
extraordinaria y otros semejantes- resultarían innecesarios. Los quásar no tendrían
que ser muy distantes. Pero se precisará otro mecanismo exótico para explicar el
desplazamiento hacia el rojo. En todo caso algo muy extraño está pasando en las
profundidades del espacio.
La recesión aparente de las galaxias, con el desplazamiento hacia el rojo
interpretado de acuerdo con el efecto Doppler, no es la única prueba en favor del
big bang. Una prueba independiente y muy persuasiva deriva de la radiación de
fondo cósmica de cuerpo negro, la débil estática en las ondas de radio que proviene
muy uniformemente de todas las direcciones del Cosmos y que tiene la intensidad
precisa que hay que esperar en nuestra época si procede de la radiación
fuertemente enfriada del big bang. Pero también aquí hay algo intrigante. Las
observaciones con una antena de radio sensible volando encima de la atmósfera de
la Tierra en un avión U-2 han demostrado que la radiación de fondo es en primera
aproximación de igual intensidad en todas las direcciones: como si la bola de fuego
del big bang se expandiera con mucha uniformidad, y origen del universo tuviera
una simetría muy precisa. Pero si se examina con una precisión más fina la
radiación de fondo resulta que tiene una simetría imperfecta. Hay un pequeño
efecto sistemático que podría comprenderse si la entera galaxia Vía Láctea (y
probablemente otros miembros del grupo local) estuviera volando hacia el cúmulo
Cada cultura tiene un mito sobre el mundo antes de la creación, y sobre la creación
del mundo, a menudo mediante la unión sexual de los dioses o la incubación de un
huevo cósmico. En general se supone, de modo ingenuo, que el universo sigue el
precedente humano o animal. He aquí, por ejemplo, cinco pequeños extractos de
tales mitos, en niveles diferentes de sofisticación, procedentes de la cuenca del
Pacífico:
Al principio de todo, las cosas estaban descansando en una noche perpetua:
la noche lo oprimía todo como una maleza impenetrable.
Na Arean estaba sentado solo en el espacio como una nube que flota en la
nada. No dormía porque no había el sueño; no tenía hambre porque todavía
no había hambre. Estuvo así durante mucho tiempo, hasta que se le ocurrió
una idea. Se dijo a sí mismo: Voy a hacer una cosa.
Mito de Maia, islas Gilbert
La concepción budista tántrica del ""Ser puro" en forma de "'huevo del mundo". El
huevo al ser fertilizado se diferencia en una "fuerza vital" femenina en el centro y
una energía activadora masculina (las líneas divisorias). Emerge la vida consciente.
Fotografía de Ajit Mookerjee en Tantra: The lndian Cult o! Ecstasy de Philip Rawson.
(© 1973 de Thames & Hudson Ltd. Reproducido con permiso de Thames & Hudson,
Londres y Nueva York.)
Hubo primero el gran huevo cósmico. Dentro del huevo había el caos, y
flotando en el caos estaba Pan Gu, el No desarrollado, el Embrión divino. Y
Pan Gu salió rompiendo el huevo, cuatro veces más grande que cualquier
hombre actual, con un martillo y un cincel en la mano con los cuales dio
forma al mundo.
Mitos de Pan Gu, China, hacia el siglo tercero
Antes de que el cielo y la tierra hubiesen tomado forma todo era vago y amorfo...
Lo que era claro y ligero se desplazó hacia arriba para convertirse en el cielo,
mientras que lo pesado y turbio se solidificó para convertirse en tierra. Fue muy
fácil que el material puro y fino se reuniera, pero muy difícil que el material pesado
y turbio se solidificara. Por eso el cielo quedó completado primero y la tierra tomó
su forma después. Cuando el cielo y la tierra se unieron en vacuidad y todo era una
simplicidad tranquila, las cosas llegaron al Ser sin ser creadas. Esta fue la Gran
Unidad. Todas las cosas salieron de esta Unidad pero todas se hicieron diferentes.
Huainan Zi, China, hacia el siglo I a. de C.
Una pintura huichol de cera de abejas e hilaza procedente de México, que describe
la Creación. Vemos en esta imagen a los primeros seres. Las cinco serpientes son
las Madres del Agua y representan las aguas terrestres. A la derecha aparece la
primera planta, con flores masculinas y femeninas. A la izquierda el Padre Sol está
flanqueado por la estrella del Alba. (Cedida por Peter Furst, Delmar, Nueva York.)
Pintura navaja de arena. “El Padre Cielo y la Madre Tierra." Dentro de la imagen
negra del Padre Cielo a la izquierda están las diversas constelaciones, entre ellas, en
el centro, la Osa Mayor. La Madre Tierra, a la derecha, contiene en su interior las
cuatro plantas sagradas de los navajos: judías, maíz, tabaco y calabacero. Arriba a
la derecha hay un murciélago con una bolsa de la medicina (el pequeño "diamante
amarillo" que representa el "bien"). (Cedido por el museo de arte de Denver,
Denver, Colorado.)
sueño sin sueños. El universo se disuelve con él hasta que después de otro siglo de
Brahma, se remueve, se recompone y empieza de nuevo a soñar el gran sueño
cósmico. Mientras tanto, y en otras partes, hay un número infinito de otros
universos, cada uno con su propio dios soñando el sueño cósmico. Estas grandes
ideas están atemperadas por otra quizás más grande todavía. Se dice que quizás los
hombres no son los sueños de los dioses, sino que los dioses son los sueños de los
hombres.
Pintura huichol que muestra el origen del Sol. En la parte superior izquierda el Sol
todavía no nato es saludado por la Diosa Tierra, mientras que su hijo dispara flechas
a la rueda solar poco antes de su sacrificio y transformación en la deidad solar. La
forma con rayas en la parte inferior izquierda es el lago occidental al cual desciende
el muchacho en su viaje subterráneo hacia el este y la primera salida del sol.
(Cedida por Peter Furst, Delmar, Nueva York.)
En la India hay muchos dioses y cada dios tiene muchas manifestaciones. Los
Pero si hay más materia de la que podemos ver escondida por ejemplo en agujeros
69
Las fechas de las inscripciones mayas también ahondan profundamente en el pasado ya veces en el futuro lejano.
Una inscripción se refiere a una época de hace más de un millón de años y otra se refiere quizás a hechos de hace
400 millones de años, aunque los especialistas mayas discuten esta cifra. Los acontecimientos recordados pueden
ser míticos, pero las escalas temporales son prodigiosas. Un milenio antes de que los europeos estuvieran
dispuestos a despojarse de la idea bíblica de que el mundo tenía unos cuantos miles de años de edad, los mayas
estaban pensando en millones y los indios en miles de millones.
negros o en gas caliente pero invisible entre las galaxias el universo se mantendrá
unido gravitatoriamente y sufrirá una sucesión muy india de ciclos, una expansión
seguida por una contracción, universo sobre universos, Cosmos sin fin. Si vivimos
en un universo oscilatorio de este tipo, el big bang no es la creación del Cosmos,
sino simplemente el final del ciclo anterior, la destrucción de la última encarnación
del Cosmos.
Es posible que ninguna de estas modernas cosmologías sea totalmente de nuestro
agrado. En una de ellas el universo fue creado de algún modo hace diez o veinte mil
millones de años y se expande indefinidamente, huyendo las galaxias unas de otras
hasta que la última desaparezca más allá del horizonte cósmico. Entonces los
astrónomos galácticos se quedan sin ocupación, las estrellas se enfrían y mueren, la
misma materia degenera y el universo se convierte en una niebla fina y fría de
partículas elementales. En la otra el universo es oscilante, el Cosmos carece de
principio y de fin, y estamos en medio de un ciclo infinito de muertes y
renacimientos cósmicos sin que escape ninguna información por las cúspides de la
oscilación. Nada se filtra de las galaxias, estrellas, planetas, formas de vida o
civilizaciones que evolucionaron en la encarnación anterior del universo, ni pasa por
la cúspide o se insinúa más allá del big bang, para que podamos conocerlo en
nuestro universo actual. El destino del universo en ambas cosmologías puede
parecer algo deprimente, pero podemos consolarnos con las escalas temporales en
juego. Estos acontecimientos ocuparán decenas de miles de millones de años, o
más. Los seres humanos y nuestros descendientes, sean cuales fueren, pueden
conseguir muchas cosas en decenas de miles de millones de años, antes de que el
Cosmos muera.
Si el universo oscila realmente se plantean cuestiones todavía más extrañas.
Algunos científicos piensan que cuando la expansión va seguida por la contracción,
cuando los espectros de las galaxias distantes están todos desplazados hacia el
azul, la causalidad quedará invertida y los efectos precederán a las causas. Primero
las ondas se propagan a partir de un punto de la superficie de agua y luego tiro la
piedra en el estanque. Primero la linterna da luz y luego la enciendo. No podemos
aspirar a entender lo que esta inversión de la causalidad significa. ¿Nacerán las
personas de aquella época en la tumba y morirán en la matriz? ¿Irá el tiempo hacia
70
Las leyes de la naturaleza no pueden reordenarse aleatoriamente en las cúspides. Si el universo ha pasado ya por
muchas oscilaciones, muchas leyes posibles de la gravedad serían ya tan débiles, que el universo, sea cual fuere la
expansión inicial dada, no se mantendría unido. Una vez el universo tropieza en una ley gravitatoria de este tipo, se
descompone y ya no tiene oportunidad de experimentar ninguna otra oscilación, otra cúspide y otro conjunto de
leyes naturales. Por lo tanto, del hecho de que el universo existe podemos deducir o bien una edad finita, o bien
una severa restricción sobre los tipos de leyes de la naturaleza permitidas en cada oscilación. Si las leyes de la
naturaleza no son reordenadas aleatoriamente en las cúspides, ha de haber una regularidad, un conjunto de reglas
que determina qué leyes son permisibles y cuáles no. Un conjunto así de reglas comprendería una nueva física que
dominaría la física existente. Nuestro lenguaje está empobrecido, parece que no tenga un nombre adecuado para
una física nueva de este tipo. Tanto la "parafísica" como la "metafísica" se han utilizado ya para otras actividades
bastante distintas y muy probablemente irrelevantes. Quizás serviría "transfísica".
VLA es capaz de resolver o de discriminar detalles finos en las regiones de radio del
espectro, de modo comparable a lo que pueden hacer los telescopios terrestres más
grandes en la región óptica del espectro.
A veces estos radiotelescopios se conectan con telescopios en la otra cara de la
Tierra formando una línea base comparable al diámetro de la Tierra: en cierto
sentido un telescopio tan grande como el planeta. En el futuro podremos situar
telescopios en la órbita de la Tierra, al otro lado del Sol, formando de modo efectivo
un radiotelescopio tan grande como el sistema solar interior.
años, si la expansión está perdiendo ímpetu, si el universo llegará algún día a entrar
en colapso. Los radiotelescopios modernos son de una sensibilidad exquisita; un
quásar distante es tan débil que su radiación detectada suma quizás una mil
billonésima de watio. La cantidad total de energía procedente del exterior del
sistema solar y recibida conjuntamente por todos los radiotelescopios del planeta
Tierra es menor que la energía de un solo copo de nieve al chocar contra el suelo.
Los radioastrónomos, cuando detectan la radiación cósmica de fondo, cuando
cuentan los quásar, cuando buscan señales inteligentes procedentes del espacio,
trabajan con cantidades de energía que apenas puede decirse que estén ahí.
Alguna materia, especialmente la materia de las estrellas, brilla con luz visible y es
fácil de ver. Otra materia, por ejemplo el gas y el polvo de las afueras de las
galaxias no se detecta tan fácilmente.
No emite luz visible, aunque parece emitir ondas de radio. Este es un motivo por el
cual para descifrar los misterios cósmicos hay que utilizar instrumentos exóticos y
frecuencias distintas de la luz visible a la cual nuestro ojo es sensible. Observatorios
en órbita terrestre descubrieron un intenso brillo de rayos X entre las galaxias. Al
principio se pensó que era hidrógeno intergaláctico caliente, una cantidad inmensa
nunca vista antes, quizás suficiente para cerrar el Cosmos y garantizar que nos
Imagen de radio de la galaxia elíptica NGC 3266. Imagen en falso color del
Dispositivo de Muy Gran Amplitud.
71
Si existiera un ser cuadridimensional podría aparecer y desmaterializarse a voluntad en nuestro universo
tridimensional, cambiar su forma de modo notable, sacarnos de habitaciones cerradas y hacernos aparecer de la
nada. También podría sacamos lo de dentro a fuera. Hay varias maneras posibles de sacarnos lo de dentro a fuera:
lo menos agradable equivaldría a quedar con nuestras vísceras y nuestros órganos internos en el exterior y el
Cosmos entero -gas intergaláctico incandescente, galaxias, planetas, todo- en el interior. No estoy seguro de que la
idea me guste.
es el coste que hay que pagar por perder una dimensión en la proyección
geométrica: no derecha izquierda, no delante atrás, no arriba abajo, sino
simultáneamente en ángulos rectos a todas estas direcciones. No puedo decir qué
dirección es ésta pero puedo imaginarme que existe. En este caso habremos
generado un hipercubo cuadridimensional, llamado también teseracto. No puedo
enseñar un teseracto, porque estamos encerrados en tres dimensiones. Pero lo que
puedo enseñar es la sombra en tres dimensiones de un teseracto. Se parece a dos
cubos anidados, con todos los vértices conectados por líneas. Pero en el teseracto
real de cuatro dimensiones todas las líneas tendrán longitud igual y todos los
ángulos serán ángulos rectos.
Imaginemos un universo igual que Flatland, con la excepción de que, sin que sus
habitantes lo sepan, su universo bidimensional está curvado a través de una tercera
dimensión física. Cuando los habitantes de Flatland hacen excursiones cortas, su
universo les resulta suficientemente plano. Pero si uno de ellos hace un paseo lo
bastante largo por lo que él imagina ser una línea perfectamente recta, descubre un
gran misterio: a pesar de no haber llegado a ninguna barrera ni de haber en ningún
momento dado la vuelta, ha acabado de algún modo llegando al lugar de donde
partió. Su universo bidimensional tiene que haber sido deformado, doblado o
curvado a través de una misteriosa tercera dimensión. Él no puede imaginar esta
tercera dimensión, pero puede deducirla. Si sumamos en esta historia una
dimensión a todas las citadas tenemos una situación que puede ser válida para
nosotros.
¿Dónde está el centro del Cosmos? ¿Tiene el universo algún borde? ¿Qué hay detrás
de él? En un universo bidimensional, curvado a través de una tercera dimensión no
hay centro, por lo menos no lo hay sobre la superficie de una esfera. El centro de
este universo no está en este universo; está situado inaccesiblemente en la tercera
dimensión, dentro de la esfera. Aunque en la superficie de la esfera el área está
limitada, este universo carece de borde: es finito pero ilimitado. Y la pregunta: ¿qué
hay más allá? carece de sentido. Los seres planos no pueden por sí solos escapar de
sus dos dimensiones.
Si incrementamos por uno todas las dimensiones citadas tenemos una situación que
puede ser válida para nosotros: el universo como una hiperesfera cuadridimensional
sin centro ni borde, y sin nada más allá. ¿A qué se debe que todas las galaxias
parece que huyan de nosotros? La hiperesfera se está expandiendo a partir de un
punto como si se hinchara un balón cuadridimensional, creando a cada instante más
espacio en el universo. En algún momento posterior al inicio de la expansión, las
galaxias se condensan y son transportadas hacia el exterior sobre la superficie de la
hiperesfera. Hay astrónomos en cada galaxia, y la luz que ven también está
atrapada en la superficie curva de la hiperesfera. A medida que la esfera se
expande, un astrónomo de cualquier galaxia pensará que todas las demás galaxias
72
huyen de él. No hay marcos de referencia privilegiados. Cuanto más lejos está la
galaxia más rápidamente retrocede. Las galaxias están incrustadas, sujetas al
espacio, y el tejido del espacio se está expansionando. Y la respuesta a la pregunta
¿en qué parte del universo presente ocurrió el big bang? es clara: en todas partes.
Si hay insuficiente materia para impedir que el universo continúe expandiéndose
indefinidamente ha de tener una forma abierta, curvada como una silla de montar,
con una superficie que se extienda al infinito en nuestra analogía tridimensional. Si
hay suficiente materia, tiene una forma cerrada, curvada como una esfera en
nuestra analogía tridimensional. Si el universo está cerrado, la luz está atrapada en
su interior. En los años 1920 unos observadores encontraron en una dirección
opuesta a M31 un par distante de galaxias espirales. Se preguntaron si era posible
que estuviesen viendo la Vía Láctea y M31 desde la otra dirección: como si viéramos
nuestro cogote gracias a la luz que ha circunnavegado el universo. Sabemos ahora
que el universo es mucho mayor de lo que se imaginaba en los años 1920. La luz
tardaría más de la edad del universo en circunnavegarlo. Y las galaxias son más
jóvenes que el universo. Pero si el Cosmos está cerrado y la luz no puede escapar
de él, puede ser perfectamente correcto describir el universo como un agujero
negro. Si queremos saber qué aspecto tiene el interior de un agujero negro
miremos a nuestro alrededor.
Hemos mencionado antes la posibilidad de que existan galerías para ir de un lugar a
otro del universo sin cubrir la distancia intermedia: a través de un agujero negro.
Podemos imaginar estas galerías como tubos a través de una cuarta dimensión
física. No sabemos que existan estas galerías. Pero suponiendo que existan ¿han de
72
La idea de que el universo presenta más o menos el mismo aspecto lo miremos desde donde lo miremos fue
propuesta por primera vez, según creo, por Giordano Bruno.
Hay una idea extraña, atrayente, evocativa, una de las conjeturas más exquisitas
de la ciencia o de la religión. Es una idea totalmente indemostrada; quizás no llegue
a demostrarse nunca. Pero excita enormemente. Se nos dice que existe una
jerarquía infinita de universos, de modo que si penetramos en una partícula
elemental, por ejemplo un electrón de nuestro universo, se nos revelaría como un
universo enteramente cerrado. Dentro de él, organizadas como el equivalente local
Esta es la única idea religiosa que conozco que supera a la del número sin fin de
universo cíclico infinitamente viejo de la cosmología hindú. ¿Qué aspecto tendrían
estos otros universos? ¿Estarían construidos sobre leyes físicas distintas? ¿Tendrían
estrellas y galaxias y mundos, o algo muy distinto? ¿Podrían ser compatibles con
alguna forma de vida inimaginablemente distinta? Para entrar en él tendríamos que
penetrar en cierto modo en una cuarta dimensión física: la empresa desde luego no
es fácil, pero quizás un agujero negro nos abriría el camino. Es posible que existan
pequeños agujeros negros en la cercanía del Sol. Después de balanceamos en el
borde de la eternidad, saltaríamos fuera...
Capítulo 11
La persistencia de la memoria
Un ser inteligente: Una ballena yubarta irrumpe en la superficie de las aguas del
estrecho Frederick, Alaska, verano de 1979. Las ballenas yubartas destacan por sus
saltos notables y por sus extraordinarias comunicaciones. Una ballena yubarta pesa
en promedio 50 toneladas, y tiene 15 metros de largo. Sus cerebros son mucho
mayores que los de las personas. (Cedida por Dan McSweeny.)
73
Por lo tanto todos los libros del mundo no contienen más información que la emitida en video en una sola ciudad
americana importante en un solo año. Pero no todos los bits tienen igual valor.
74
Algunos árboles de secoya son de mayor masa que cualquier ballena.
antepasados de las ballenas que contaban en estos sentidos para localizar una
pareja o una cría o un predador no dejaron mucha descendencia.
pieza, por algún consenso mutuo, por algún sistema de composición colectiva, va
cambiando de mes en mes, lentamente y de modo predecible.
La biblioteca genética del virus T7. Este hilo corto de ADN contiene unos veinte
genes con todo lo que este organismo ha de saber para invadir una bacteria y
apoderarse totalmente de la célula huésped. La información, escrita en lenguaje de
ADN a través de la secuencia de nucleótidos, incluye instrucciones para duplicar sus
instrucciones de ADN y su cabeza y cola proteínica, y para hacer uso de la
maquinaria química de la bacteria atacada. La célula bacterial deja de ser una
fábrica para hacer más bacterias y se convierte en una fábrica para hacer más T7.
(De la obra DNA Replication de Arthur Komberg, W. H. Freeman and Company,
1980. © 1980.)
75
Hay un curioso contrapunto de esta historia. El canal de radio preferido en la comunicación interestelar con otras
civilizaciones técnicas está próximo a una frecuencia de 1 420 millones de hertz, marcada por una línea espectral
de radio del hidrógeno, el átomo más abundante del universo. Estamos empezando ahora a escuchar en este punto
para captar señales de origen inteligentes. Pero la banda de frecuencia está siendo invadida cada vez más por el
tráfico de comunicaciones civil y militar de la Tierra, y no sólo el manejado por las grandes potencias. Estamos
llenando de interferencias el canal interestelar. El crecimiento incontrolado de la tecnología de radio terrestre puede
impedir que establezcamos una comunicación fácil con seres inteligentes de mundos distantes. Sus canciones
pueden quedar sin respuesta porque no disponemos de la voluntad necesaria para controlar nuestra polución de
radiofrecuencia y escucharlas.
La biblioteca del cerebro: tres perspectivas del cerebro humano, que almacena
quizás cien billones de bits de información en una masa de unos 1 400 gramos. La
fotografía superior de la página anterior muestra los dos hemisferios de la corteza
cerebral, conectados por un ancho haz de fibras nerviosas. Las circunvoluciones en
la corteza cerebral sirven para aumentar la superficie del cerebro dentro de un
volumen fijo. Debajo hay una perspectiva de la base del cerebro del hombre. La
corteza cerebral es una parte tan importante del cerebro que resulta parcialmente
visible incluso en esta perspectiva: porciones de los lóbulos frontal y temporal en la
parte superior de esta fotografía. Los componentes cerebrales más visibles aquí son
los más primitivos: los que controlan el ritmo cardíaco, la temperatura corporal, el
tacto, el dolor y cosas semejantes. En esta página vemos una perspectiva oblicua.
Incluso con esta orientación el complejo R -que rodea el tallo encefálico- y el
sistema límbico quedan ocultos en gran parte en el interior del cerebro. (Fotografías
de estudio de Fried, Paul y Scheibel. Fotografiados por Peter Duong. Cedidas por
Arnold Scheibel, Instituto de Investigación del Cerebro, UCLA.)
para comprobar su validez. Existe un diálogo continuo entre los dos hemisferios
canalizado a través de un haz inmenso de nervios, el cuerpo calloso, el puente entre
la creatividad y el análisis, dos elementos necesarios para comprender el mundo.
El contenido de información del cerebro humano expresado en bits es
probablemente comparable al número total de conexiones entre las neuronas: unos
cien billones (1014) de bits. Si por ejemplo escribiéramos en inglés esta información
llenaría unos veinte millones de volúmenes, como en las mayores bibliotecas del
mundo. En el interior de la cabeza de cada uno de nosotros hay el equivalente a
veinte millones de libros. El cerebro es un lugar muy grande en un espacio muy
pequeño. La mayoría de los libros del cerebro están en la corteza cerebral. En el
sótano están las funciones de las que dependían principalmente nuestros
antepasados remotos: agresión, crianza de los hijos, miedo, sexo, la voluntad de
seguir ciegamente a los líderes. Algunas de las funciones cerebrales superiores -
lectura, escritura, lenguaje- parecen localizadas en lugares concretos de la corteza
cerebral. En cambio las memorias están almacenadas de modo redundante en
muchos puntos. Si existiera la telepatía, una de sus maravillas sería la oportunidad
de leer los libros de las cortezas cerebrales de nuestros seres queridos. Pero no hay
pruebas seguras de la telepatía, y la comunicación de este tipo de información
continúa siendo tarea de artistas y escritores.
El cerebro hace mucho más que recordar. Compara, sintetiza, analiza, genera
abstracciones. Tenemos que inventar muchas más cosas de las que nuestros genes
pueden conocer. Por esto la biblioteca del cerebro es unas diez mil veces mayor que
la biblioteca de los genes. Nuestra pasión por aprender, evidente en el
comportamiento de cualquier bebé, es la herramienta de nuestra supervivencia. Las
emociones y las formas ritualizadas de comportamiento están incrustadas
profundamente en nosotros. Forman parte de nuestra humanidad. Pero no son
característicamente humanas. Muchos otros animales tienen sentimientos. Lo que
distingue a nuestra especie es el pensamiento. La corteza cerebral es una
liberación. Ya no necesitamos estar encerrados en las formas de comportamiento
heredadas genéticamente de las lagartijas y los babuinos. Cada uno de nosotros es
responsable en gran medida de lo que se introduce en nuestro cerebro, de lo que
acabamos valorando y sabiendo cuando somos adultos. Sin estar ya a merced del
sistemas previos para nuestros objetivos se parece mucho al sistema seguido por la
evolución biológica.
La constelación del camello. De Abd al- Rahman al Sufi al Kitab al-Kawakib Wa 's
Suwar Razi ("Libro de estrellas y constelaciones"), Persia, 1632. (Cedida por la
Colección Spencer, Biblioteca Pública de Nueva York, Fundaciones Astor, Lenox y
Tilden. Fotografía Bill Ray.)
Dos páginas de un manuscrito tai del siglo diecinueve sobre astrología y astronomía.
(Cedidas por la Colección Spencer, Biblioteca Pública de Nueva York, Fundaciones
Astor, Lenox y Tilden. Fotografías Bill Ray.)
Según creemos somos la única especie del planeta que ha inventado una memoria
comunal que no está almacenada ni en nuestros genes ni en nuestros cerebros. El
almacén de esta memoria se llama biblioteca.
Un libro se hace a partir de un árbol. Es un conjunto de partes planas y flexibles
(llamadas todavía “hojas”) impresas con signos de pigmentación oscura. Basta
echarle un vistazo para oír la voz de otra persona que quizás murió hace miles de
años. El autor habla a través de los milenios de modo claro y silencioso, dentro de
nuestra cabeza, directamente a nosotros. La escritura es quizás el mayor de los
inventos humanos, un invento que une personas, ciudadanos de épocas distantes,
que nunca se conocieron entre sí. Los libros rompen las ataduras del tiempo, y
demuestran que el hombre puede hacer cosas mágicas.
Algunos de los primeros autores escribieron sobre barro. La escritura cuneiforme, el
antepasado remoto del alfabeto occidental, se inventó en el Oriente próximo hace
unos 5 000 años. Su objetivo era registrar datos: la compra de grano, la venta de
terrenos, los triunfos del rey, los estatutos de los sacerdotes, las posiciones de las
estrellas, las plegarias a los dioses. Durante miles de años, la escritura se grabó con
cincel sobre barro y piedra, se rascó sobre cera, corteza o cuero, se pintó sobre
bambú o papiro o seda; pero siempre una copia a la vez y, a excepción de las
inscripciones en monumentos, siempre para un público muy reducido. Luego, en
China, entre los siglos segundo y sexto se inventó el papel, la tinta y la impresión
con bloques tallados de madera, lo que permitía hacer muchas copias de una obra y
distribuirla. Para que la idea arraigara en una Europa remota y atrasada se
necesitaron mil años. Luego, de repente, se imprimieron libros por todo el mundo.
Poco antes de la invención del tipo móvil, hacia 1450 no había más de unas cuantas
docenas de miles de libros en toda Europa, todos escritos a mano; tantos como en
China en el año 100 a. de C., y una décima parte de los existentes en la gran
Biblioteca de Alejandría. Cincuenta años después, hacia 1500, había diez millones
de libros impresos. La cultura se había hecho accesible a cualquier persona que
pudiese leer. La magia estaba por todas partes.
Más recientemente los libros se han impreso en ediciones masivas y económicas,
sobre todo los libros en rústica. Por el precio de una cena modesta uno puede
meditar sobre la decadencia y la caída del Imperio romano, sobre el origen de las
especies, la interpretación de los sueños, la naturaleza de las cosas. Los libros son
como semillas. Pueden estar siglos aletargados y luego florecer en el suelo menos
prometedor.
Las grandes bibliotecas del mundo contienen millones de volúmenes, el equivalente
a unos 1014 bits de información en palabras, y quizás a 1015 en imágenes. Esto
equivale a diez mil veces más información que la de nuestros genes, y unas diez
veces más que la de nuestro cerebro. Si acabo un libro por semana sólo leeré unos
pocos miles de libros en toda mi vida, una décima de un uno por ciento del
contenido de las mayores bibliotecas de nuestra época. El truco consiste en saber
qué libros hay que leer. La información en los libros no está preprogramada en el
nacimiento, sino que cambia constantemente, está enmendada por los
acontecimientos, adaptada al mundo. Han pasado ya veintitrés siglos desde la
fundación de la Biblioteca alejandrina. Si no hubiese libros, ni documentos escritos,
pensemos qué prodigioso intervalo de tiempo serían veintitrés siglos. Con cuatro
generaciones por siglo, veintitrés siglos ocupan casi un centenar de generaciones de
seres humanos. Si la información se pudiese transmitir únicamente de palabra, de
boca en boca, qué poco sabríamos sobre nuestro pasado, qué lento sería nuestro
progreso. Todo dependería de los descubrimientos antiguos que hubiesen llegado
accidentalmente a nuestros oídos, y de lo exacto que fuese el relato. Podría
reverenciarse la información del pasado, pero en sucesivas transmisiones se iría
haciendo cada vez más confusa y al final se perdería. Los libros nos permiten viajar
a través del tiempo, explotar la sabiduría de nuestros antepasados. La biblioteca
nos conecta con las intuiciones y los conocimientos extraídos penosamente de la
naturaleza, de las mayores mentes que hubo jamás, con los mejores maestros,
escogidos por todo el planeta y por la totalidad de nuestra historia, a fin de que nos
instruyan sin cansarse, y de que nos inspiren para que hagamos nuestra propia
contribución al conocimiento colectivo de la especie humana. Las bibliotecas
públicas dependen de las contribuciones voluntarias. Creo que la salud de nuestra
civilización, nuestro reconocimiento real de la base que sostiene nuestra cultura y
nuestra preocupación por el futuro, se pueden poner a prueba por el apoyo que
prestemos a nuestras bibliotecas.
Si la Tierra iniciara de nuevo su carrera con todos sus rasgos físicos repetidos, es
muy improbable que volviera a emerger algo parecido a un ser humano. El proceso
evolutivo se caracteriza por una poderosa aleatoriedad. El choque de un rayo
cósmico con un gene diferente, la producción de una mutación distinta, puede tener
consecuencias pequeñas de entrada, pero consecuencias profundas más tarde. La
casualidad puede jugar un papel poderoso en biología, como lo hace en historia.
Cuanto más atrás ocurran los acontecimientos críticos, más poderosa puede ser su
influencia sobre el presente.
Consideremos por ejemplo nuestras manos. Todos tenemos cinco dedos, incluyendo
un pulgar oponible. Nos van muy bien. Pero creo que nos irían igual de bien con seis
dedos incluyendo un pulgar, o con cuatro dedos incluyendo un pulgar, o quizás con
cinco dedos y dos pulgares. No hay nada intrínsecamente superior en nuestra
configuración particular de dedos, que consideramos normalmente como algo
natural e inevitable. Tenemos cinco dedos porque descendemos de un pez del
devónico que tenía cinco falanges o huesos en sus aletas. Si hubiésemos descendido
de un pez con cuatro o seis falanges, tendríamos cuatro o seis dedos en cada mano
y lo consideraríamos perfectamente natural. Utilizamos una aritmética de base diez
76
únicamente porque tenemos diez dedos en nuestras manos. Si la disposición
hubiese sido distinta, utilizaríamos base ocho o base doce para la aritmética y
relegaríamos la base diez a las nuevas matemáticas. Creo que lo mismo es válido
para aspectos más esenciales de nuestro ser: nuestro material hereditario, nuestra
bioquímica interna, nuestra forma, estatura, sistemas de órganos, amores y odios,
pasiones y desesperaciones, ternuras y agresión, incluso nuestros procesos
analíticos: todos los cuales son, por lo menos en parte, el resultado de accidentes
aparentemente menores en nuestra historia evolutiva inmensamente larga. Quizás
si una libélula menos se hubiese ahogado en los pantanos del carbonífero, los
organismos inteligentes de nuestro planeta tendrían hoy en día plumas y enseñarían
a sus jóvenes en nidadas de grajas. La estructura de la causalidad evolutiva es un
tejido de una complejidad asombrosa; nuestra comprensión es tan incompleta que
nos hace humildes.
Hace exactamente sesenta y cinco millones de años nuestros antepasados eran los
76
La aritmética basada en el número 5 o 10 parece tan evidente que la antigua palabra griega que equivalía a
“contar” era literalmente “hacer cinco”.
Algunos tenían cerebros bastante grandes, una postura erecta y dos pequeñas
piernas frontales bastante parecidas a manos que utilizaban para cazar mamíferos
pequeños y rápidos probablemente entre ellos a nuestros distantes antepasados
para hacer una cena con ellos. Si estos dinosaurios hubiesen sobrevivido, quizás la
especie inteligente dominante hoy en día en nuestro planeta tendría cuatro metros
de altura con piel verde y dientes aguzados, y la forma humana se consideraría una
fantasía pintoresca en la ciencia ficción de los saurios. Pero los dinosaurios no
sobrevivieron. Todos ellos y muchas de las demás especies de la Tierra, quizás la
77
mayoría, quedaron destruidos en un acontecimiento catastrófico. Pero no las
musarañas arbóreas. No los mamíferos. Ellos sobrevivieron.
Nadie sabe qué barrió a los dinosaurios. Una idea evocadora propone que fue una
catástrofe cósmica, la explosión de una supernova cercana, una supernova como la
que produjo la Nebulosa Cangrejo. Si hubiese habido por casualidad una supernova
a diez o veinte años luz del sistema solar hace unos sesenta y cinco millones de
años, habría esparcido por el espacio un flujo intenso de rayos cósmicos, y algunos
de estos rayos habrían penetrado la envoltura aérea de la Tierra y habrían quemado
el nitrógeno de la atmósfera. Los óxidos de nitrógeno generados así habrían
eliminado la capa protectora de ozono de la atmósfera, incrementando el flujo de
radiación solar ultravioleta en la superficie y friendo y mutando la gran cantidad de
organismos imperfectamente protegidos contra una luz ultravioleta intensa. Algunos
de estos organismos pueden haber sido elementos básicos de la dieta de los
dinosaurios.
77
Un análisis reciente sugiere que el 96% de todas las especies oceánicas puede haber muerto en aquella época.
Después de un porcentaje tan enorme de extinción, los organismos de hoy sólo pueden haber evolucionado
partiendo de una muestra pequeña y poco representativa de los organismos que vivieron a fines de la época
mesozoica.
Sea cual fuere, el desastre que eliminó a los dinosaurios del escenario mundial
eliminó también la presión sobre los mamíferos. Nuestros antepasados ya no
tuvieron que vivir a la sombra de reptiles voraces. Nos diversificamos de modo
exuberante y florecimos.
Hace veinte millones de años nuestros antepasados inmediatos probablemente
todavía vivían en los árboles. Más tarde se bajaron porque los bosques
retrocedieron durante una gran era glacial y fueron sustituidos por sabanas
herbosas.
No es muy bueno estar adaptado de modo perfecto a vivir en los árboles si quedan
muy pocos árboles. Muchos primates arbóreos debieron desaparecer con los
bosques. Unos cuantos se ganaron a duras penas la existencia en el suelo y
sobrevivieron. Y una de estas líneas evolucionó y se convirtió en nosotros. Nadie
sabe la causa de este cambio climático.
Puede haber sido una pequeña variación de la luminosidad intrínseca del Sol o de la
Después de bajar de los árboles, evolucionamos hasta una postura erecta; nuestras
manos quedaron libres; poseíamos una visión binocular excelente; habíamos
adquirido pues muchas de las condiciones previas para hacer herramientas. Ahora,
poseer un cerebro grande y comunicar pensamientos complejos suponía una
ventaja real. Es mejor ser listo que tonto si todo lo demás no varía. Los seres
inteligentes pueden resolver mejor los problemas, vivir más tiempo y dejar más
En otro planeta, con una secuencia distinta de procesos aleatorios para conseguir
una diversidad hereditaria y con un medio ambiente diferente para seleccionar
combinaciones concretas de genes, las posibilidades de encontrar seres que sean
físicamente muy semejantes a nosotros creo que son casi nulas. Las probabilidades
de encontrar otra forma de inteligencia no lo son.
Sus cerebros pueden muy bien haber evolucionado de dentro hacia fuera. Pueden
tener elementos de conexión análogos a nuestras neuronas. Pero las neuronas
pueden ser muy diferentes; quizás superconductores que funcionan a temperaturas
muy bajas en lugar de aparatos orgánicos que funcionan a temperatura ambiente,
en cuyo caso su velocidad de pensamiento sería 107 veces superior a la nuestra. O
quizás el equivalente de las neuronas en otros mundos no está en contacto físico
directo, sino comunicándose por radio, de modo que un único ser inteligente podría
estar distribuido entre muchos organismos diferentes, o incluso muchos planetas
distintos, cada uno con una parte de la inteligencia total, cada uno contribuyendo
78
por radio a una inteligencia mucho mayor que él mismo. Puede haber planetas en
los que los seres inteligentes tengan unas 1014 conexiones neurales como nosotros.
Pero puede haber lugares donde el número sea 1024 o 1034. Me pregunto qué
pueden saber estos seres. Porque habitamos el mismo universo que ellos y por lo
tanto tenemos que compartir información sustancial. Si pudiésemos entrar en
contacto, en sus cerebros habría muchas cosas que serían de gran interés para
nosotros. Pero lo contrario también es cierto. Creo que las inteligencias
extraterrestres incluso seres que han evolucionado bastante más que nosotros
estarán interesadas en nosotros, en lo que sabemos, en lo que pensamos, en la
estructura de nuestros cerebros, en el curso de nuestra evolución, en nuestras
perspectivas de futuro.
Si hay seres inteligentes en los planetas de estrellas bastante próximas, ¿es posible
que sepan de nosotros? ¿Es posible que tengan alguna idea de la larga progresión
evolutiva, desde los genes a los cerebros y a las bibliotecas, que ha ocurrido en el
oscuro planeta Tierra? Si estos extraterrestres se quedan en casa, hay por lo menos
dos maneras posibles para enterarse de nuestra existencia. Una sería escuchar con
78
En cierto sentido una integración por radio de este tipo de individuos separados está empezando a darse en el
planeta Tierra.
incluso separarlos y ordenarlos. Los mensajes repetidos con mayor frecuencia serían
las sintonías de las emisoras y los llamamientos en favor de la compra de
detergentes, desodorantes, tabletas contra la jaqueca, automóviles y productos
petrolíferos. Los mensajes más obvios serían los transmitidos simultáneamente por
muchas emisoras en muchas zonas temporales: por ejemplo discursos en tiempos
de crisis internacional por el presidente de los Estados Unidos o por el primer
ministro de la Unión Soviética. Los contenidos obtusos de la televisión comercial y
los integumentos de las crisis internacionales y de las guerras intestinas dentro de
la familia humana son los mensajes principales sobre la vida en la Tierra que
seleccionamos para emitir hacia el Cosmos. ¿Qué pueden pensar de nosotros?
Es imposible hacer regresar estos programas de televisión. No hay manera de
enviar un mensaje más rápido que les dé alcance y revise la transmisión anterior.
Nada puede ir a velocidad mayor que la de la luz. La transmisión en gran escala de
programas de televisión en el planeta Tierra no se inició hasta fines de los años
1940. Por lo tanto hay un frente de onda esférico centrado en la Tierra que se
expande a la velocidad de la luz que contiene a Howdy Doody, el discurso de las
Damas del entonces vicepresidente Richard M. Nixon y las inquisiciones televisadas
del senador Joseph McCarthy. Puesto que estas transmisiones se emitieron hace
sólo unas décadas, están a sólo unas decenas de años luz de distancia de la Tierra.
Si la civilización más próxima está más lejos todavía, podemos respirar tranquilos
un rato. En todo caso confío que encuentren estos programas incomprensibles.
Las dos naves espaciales Voyager van camino de las estrellas. Llevan cada una un
disco fonográfico de cobre con un cartucho, una aguja y en una cubierta de aluminio
del disco instrucciones para su uso. Enviamos algo sobre nuestros genes, algo sobre
nuestros cerebros, y algo sobre nuestras bibliotecas a otros seres que podrían estar
surcando el mar del espacio interestelar. Pero no quisimos enviar primariamente
información científica. Cualquier civilización capaz de interceptar al Voyager en las
profundidades del espacio interestelar, con sus transmisores muertos hace mucho
tiempo, sabrá mucha más ciencia que nosotros. Quisimos en cambio decir a todos
estos seres algo sobre lo que parece ser exclusivo de nosotros. Los intereses de la
corteza cerebral y del sistema límbico están bien representados; el complejo R
menos. Aunque los receptores quizás no sepan ninguno de los lenguajes de la
Los genes, los cerebros y los libros codifican la información de modo distinto y
persisten a través del tiempo a un ritmo diferente. Pero la persistencia de la
memoria de la especie humana será mucho más larga que los surcos metálicos
impresos del disco interestelar Voyager.
El mensaje Voyager se desplaza a una lentitud desesperante. Es el objeto más
rápido lanzado nunca por la especie humana, pero tardará decenas de miles de
años en recorrer la distancia que nos separa de la estrella más próxima. Cualquier
programa de televisión atraviesa en horas la distancia que el Voyager ha cubierto
en años. Una transmisión de televisión que acaba de estar ahora mismo en el aire,
en unas cuantas horas dará alcance a la nave espacial Voyager en la región de
Saturno, y más allá, y continuará su carrera hacia las estrellas. Si va en la
correspondiente dirección alcanzará Alpha Centauri en algo más de cuatro años. Si
dentro de unas décadas o de unos siglos alguien en el espacio exterior oye nuestras
emisiones de televisión, espero que piense bien de nosotros, porque somos el
producto de quince mil millones de años de evolución cósmica, la metamorfosis local
de la materia en consciencia. Nuestra inteligencia nos ha dotado recientemente de
poderes terribles. No está todavía claro que tengamos la sabiduría necesaria para
evitar nuestra propia destrucción. Pero muchos de nosotros están luchando duro por
conseguirlo. Confiamos que muy pronto, en la perspectiva del tiempo cósmico,
habremos unificado pacíficamente nuestro planeta con una organización que respete
la vida de todo ser vivo que lo habita, y que esté dispuesta a dar el siguiente gran
paso, convertirse en parte de una sociedad galáctica de civilizaciones en
comunicación.
números primos, lo cual sugiere ordenar los bits en una matriz de 73 x 23, que da
esta imagen. La fila superior establece una convención para contar en binario; la
segunda especifica los números atómicos de los elementos químicos hidrógeno,
carbono, nitrógeno, oxígeno y fósforo, de los cuales estamos compuestos (capítulo
9). Los bloques verde y azul representan en estos términos, de modo respectivo y
numérico, el espinazo del ADN formado por nucleótidos y fosfato de azúcar (capítulo
2). El bloque blanco vertical representa el número de nucleótidos en los genes del
ser rojo, cuya población total es el número de la derecha, y cuya estatura está
indicada por el número de su izquierda (en unidades de la longitud de onda de la
transmisión, 12.6 centímetros). El sistema planetario de este ser está en amarillo, y
su tercer planeta tiene alguna importancia especial. En violeta está el
radiotelescopio que transmitió el mensaje. Su tamaño viene dado entre las líneas
horizontales. (Cedido por el observatorio de Arecibo; Centro Nacional de Astronomía
y de la Ionosfera, Universidad de Cornell.)
Capítulo 12
Enciclopedia galáctica
“¿Tú qué eres? ¿De dónde viniste? Nunca vi nada
semejante a ti.” El Cuervo Creador miró al Hombre y... se
sorprendió de que este extraño y nuevo ser fuera tan
parecido a él.
Mito esquimal de la creación
En la galaxia Vía Láctea debe haber muchos planetas millones de años más viejos
que la Tierra, y algunos miles de millones de años más viejos. ¿Es posible que no
nos hayan visitado? En todos los miles de millones de años que han pasado desde el
origen de nuestro planeta, ¿no hubo nunca una nave forastera procedente de una
civilización distante que estudiara nuestro mundo desde arriba, y que se posara
lentamente en la superficie para que lo observaran libélulas iridiscentes, reptiles
apáticos, primates chillones u hombres asombrados? La idea es muy natural. Se le
ha ocurrido a cualquiera que se haya planteado, aunque sólo sea de paso, la
cuestión de la vida inteligente en el universo. ¿Pero ha sucedido esto realmente? El
tema crítico es la cualidad de las pruebas aportadas, que hay que escrutar de modo
riguroso y escéptico, no lo que suena plausible, no el testimonio sin pruebas de uno
o dos autoproclamados testigos. De acuerdo con estas normas no hay casos
seguros de visitas extraterrestres, a pesar de todas las afirmaciones sobre ovnis y
sobre antiguos astronautas que a veces hacen pensar que nuestro planeta está
ser rojo, cuya población total es el número de la derecha, y cuya estatura está
indicada por el número de su izquierda (en unidades de la longitud de onda de la
transmisión, 12.6 centímetros). El sistema planetario de este ser está en amarillo, y
su tercer planeta tiene alguna importancia especial. En violeta está el
radiotelescopio que transmitió el mensaje. Su tamaño viene dado entre las líneas
horizontales. (Cedido por el observatorio de Arecibo; Centro Nacional de Astronomía
y de la Ionosfera, Universidad de Cornell.)
79
Fourier es famoso actualmente por su estudio de la propagación del calor en los sólidos, utilizado hoy en día para
comprender las propiedades de las superficies de los planetas, y por sus investigaciones sobre las ondas y otros
movimientos periódicos: rama de las matemáticas llamada análisis de Fourier.
Las ruinas de Karnak. Portada de Descrition de l'Egypte, que Napoleón hizo publicar
en 1809 después de su expedición a Egipto. (Cedida por Colecciones Especiales de
UCLA.)
tres de la madrugada, para volver al Templo a las siete... Lo que había sido
magnífico a la luz de la luna continuaba siéndolo cuando la luz del sol nos
reveló todos sus detalles... En Europa no somos más que enanos y no hay
nación antigua o moderna que haya concebido el arte de la arquitectura en
un estilo tan sublime, grande e imponente como los antiguos egipcios. Lo
ordenaron todo para que sirviera a personas de treinta metros de altura.
Champollion estaba encantado al ver que podía leer casi sin esfuerzo las
inscripciones de las paredes y columnas de Karnak en Dendera y en todo Egipto.
Muchos antes que él habían intentado sin conseguirlo descifrar los hermosos
jeroglíficos, palabra que significa esculturas sagradas.
El templo de Dendera, inundado parcialmente por las arenas del desierto. Las
columnas muestran la cabeza de la diosa Hathor. De Description de l'Egypte.
(Cedida por Colecciones Especiales de UCLA.)
Algunos estudiosos creyeron que era una especie de código de figuras, rico en
metáforas turbias, la mayoría sobre ojos y líneas onduladas, escarabajos, abejorros
y pájaros, especialmente pájaros. Dominaba la confusión. Hubo quienes deducían
que los egipcios eran colonos del antiguo Egipto. Otros llegaron a la conclusión
la ciudad de Rashid situada en el Delta del Nilo, ciudad que los europeos, que en
general ignoraban el árabe, llamaron Rosetta. Era una losa de un templo antiguo
que contenía un mensaje que parecía idéntico en tres escrituras diferentes: con
jeroglíficos en la parte superior, con una especie de jeroglífico en cursiva llamado
demótico en medio, y como clave del conjunto, en griego en la parte inferior.
Champollion, que dominaba el griego antiguo, leyó que la piedra había recibido
aquella inscripción para conmemorar la coronación de Tolomeo V Epifanes, en la
primavera del año 196 a. de C. En aquella ocasión el rey dejó en libertad a presos
políticos, rebajó impuestos, hizo donaciones a los templos, perdonó a rebeldes,
mejoró la preparación militar y en definitiva hizo todo lo que harían los gobernantes
modernos cuando tienen intención de permanecer en su cargo.
El texto griego menciona Tolomeo muchas veces. Aproximadamente en los mismos
puntos del texto jeroglífico hay un conjunto de símbolos rodeados por un oval o
cartucho. Champollion razonó que aquello muy probablemente denotaba también a
Tolomeo. Si eso era cierto, la escritura no podía ser fundamentalmente pictográfica
o metafórica, sino que la mayoría de los símbolos tenían que corresponder a letras o
sílabas. Champollion tuvo también la presencia de ánimo de contar el número de
palabras griegas y el número de jeroglíficos individuales en los supuestos textos
equivalentes. Los primeros eran mucho menos numerosos, lo cual sugería que los
jeroglíficos eran principalmente letras y sílabas. Pero ¿qué jeroglíficos correspondían
a qué letras? Por fortuna Champollion disponía de un obelisco excavado en File, que
incluía el jeroglífico equivalente al nombre griego de Cleopatra. Los dos cartuchos
de Tolomeo y Cleopatra reordenados para poderlos leer de izquierda a derecha
aparecen en la página 296. Tolomeo empieza con P en griego (Ptolemaios); el
primer símbolo del cartucho es un cuadrado. Cleopatra tiene una P como quinta
letra, y en el cartucho de Cleopatra hay el mismo cuadrado en la quinta posición. Se
trata de una P. La cuarta letra de Tolomeo es una L ¿está representada por el león?
La segunda letra de Cleopatra es una L, y en el jeroglífico vuelve a parecer un león.
El águila es una A, que aparece dos veces en Cleopatra, como era de esperar. Se
está perfilando un sistema claro. Una parte significativa de los jeroglíficos egipcios
son un simple código de sustitución. Pero no todo jeroglífico es una letra o una
sílaba. Algunos son pictogramas. El final del cartucho de Tolomeo significa “Viviente
Los restos del Antiguo Egipto. Encima a la izquierda, una estela faraónica cubierta
por las hierbas, en el Valle de los Reyes (fotografía del autor). Arriba a la derecha,
los Colosos de Memnon, guardianes de un gran templo mortuorio de Amenofis III.
El templo fue desmontado y aprovechado para la construcción hace 1 900 años. Las
acuarelas muestran el aspecto que tenían en el siglo diecinueve los antiguos
edificios egipcios, algunos parcialmente enterrados en la arena. Acuarelas
encargadas por el Rey de Prusia, Federico IV. (De R. Lepsius, Denkmaeler... aus
Aegypten, 1849-1859.)
una esfera aplicada a un valle preexistente en forma de olla. Recibe las ondas de
radio de las profundidades del espacio y las enfoca en la antena de alimentación
situada muy por encima del disco, que a su vez está conectada electrónicamente
con la sala de control, donde la señal es analizada.
de este tipo más próxima: quizás esté transmitiendo con antenas instaladas en un
planeta de una estrella visible a simple vista, en la casa de al lado. Quizás cuando
miramos el cielo nocturno, cerca de uno de esos débiles puntos de luz hay un
mundo en el cual alguien muy distinto de nosotros esté contemplando
distraídamente una estrella que nosotros llamamos Sol y acariciando, sólo por un
momento, una insultante especulación.
Es muy difícil estar seguros. Puede haber impedimentos graves en la evolución de
una civilización técnica. Los planetas pueden ser más raros de lo que pensamos.
Quizás el origen de la vida no es tan fácil como sugieren nuestros experimentos de
laboratorio. Quizás la evolución de formas avanzadas de vida sea improbable. O
quizás las formas de vida compleja evolucionan fácilmente pero la inteligencia y las
sociedades técnicas requieren un conjunto improbable de coincidencias: del mismo
modo que la evolución de la especie humana dependió del fallecimiento de los
dinosaurios y de la recesión de los bosques en la era glacial; de aquellos árboles
sobre los cuales nuestros antepasados se rascaban y se sorprendían vagamente de
algo. 0 quizás las civilizaciones nacen de modo repetido e inexorable, en
innumerables planetas de la Vía Láctea, pero son en general inestables; de modo
que sólo una pequeña fracción consigue sobrevivir a su tecnología y la mayoría
sucumben a la codicia y a la ignorancia, a la contaminación y a la guerra nuclear. Es
posible continuar explorando este gran tema y hacer una estimación basta de N, el
número de civilizaciones técnicas avanzadas en la Galaxia. Definimos una
civilización avanzada como una civilización capaz de tener radioastronomía. Se trata
desde luego de una definición de campanario, aunque esencial. Puede haber
innumerables mundos en los que los habitantes sean perfectos lingüistas o
magníficos poetas pero radioastrónomos indiferentes. No oiremos nada de ellos. N
puede escribirse como el producto o multiplicación de unos cuantos factores, cada
uno de los cuales es un filtro y, por otro lado, cada uno ha de tener un cierto
tamaño para que haya un número grande de civilizaciones:
N = N* fp ne fl fi fc fL.
Todas las efes son fracciones que tienen valores entre 0 y 1; e irán reduciendo el
valor elevado de N*.
Para derivar N hemos de estimar cada una de estas cantidades. Conocemos
bastantes cosas sobre los primeros factores de la ecuación, el número de estrellas y
de sistemas planetarios. Sabemos muy poco sobre los factores posteriores relativos
a la evolución de la inteligencia o a la duración de la vida de las sociedades técnicas.
En estos casos nuestras estimaciones serán poco más que suposiciones. Os invito, si
estáis en desacuerdo con las estimaciones que doy, a proponer vuestras propias
cifras y ver cómo afectan al número de civilizaciones avanzadas de la Galaxia. Una
de las grandes virtudes de esta ecuación, debida originalmente a Frank Drake, de
Cornell, es que incluye temas que van desde la astronomía estelar y planetario
hasta la química orgánica, la biología evolutiva, la historia, la política y la psicología
anormal. La ecuación de Drake abarca por sí sola gran parte del Cosmos.
Conocemos N*, el número de estrellas en la galaxia Vía Láctea, bastante bien, por
recuentos cuidadosos de estrellas en regiones del cielo, pequeñas pero
representativas. Es de unos cuantos centenares de miles de millones; algunas
estimaciones recientes lo sitúan en 4 x 1011. Muy pocas de estas estrellas son del
tipo de gran masa y corta vida que despilfarran sus reservas de combustible
nuclear. La gran mayoría tienen vidas de miles de millones de años o más durante
los cuales brillan de modo estable proporcionando una fuente de energía adecuada
para el origen y evolución de la vida de planetas cercanos.
x
N* fp ne « 3 1011.
años de química primigenio. Escogemos fl « 1/3, implicando con esto que el número
total de planetas en la Vía Láctea en los cuales la vida ha hecho su aparición por lo
menos una vez es N* fp ne fl « 1 x 1011, un centenar de miles de millones de
mundos habitados. Esta conclusión es de por sí notable. Pero todavía no hemos
acabado.
La elección de fi y de fc es más difícil. Por una parte tuvieron que darse muchos
pasos individualmente improbables en la evolución biológica y en la historia humana
para que se desarrollara nuestra inteligencia y tecnología actuales. Por otra parte
tiene que haber muchos caminos muy diferentes que desemboquen en una
civilización avanzada de capacidades específicas. Tengamos en cuenta la dificultad
aparente que para la evolución de grandes organismos supone la explosión del
cámbrico, y escojamos fi x fc = 1/100; es decir que sólo un uno por ciento de los
planetas en los cuales nace la vida llegan a producir una civilización técnica. Esta
estimación representa un punto medio entre opiniones científicas opuestas.
Algunos piensan que el proceso equivalente al que va de la emergencia de los
trilobites a la domesticación del fuego se da de modo fulminante en todos los
sistemas planetarios; otros piensan que aunque se disponga de diez o de quince mil
millones de años, la evolución de civilizaciones técnicas es improbable. Se trata de
un tema que no permite muchos experimentos mientras nuestras investigaciones
estén limitadas a un único planeta. Multiplicando todos estos factores obtenemos N*
fp ne fl fi fc « 1 x 109, mil millones de planetas donde han aparecido por lo menos
una vez civilizaciones técnicas. Pero esto es muy distinto a afirmar que hay mil
millones de planetas en los que ahora existe una civilización técnica. Para ello
tenemos que estimar también fL.
¿Qué porcentaje de la vida de un planeta está marcado por una civilización técnica?
La Tierra ha albergado una civilización técnica caracterizada por la radioastronomía
desde hace sólo unas décadas, y su vida total es de unos cuantos miles de millones
de años. Por lo tanto, si nos limitamos a nuestro planeta fL por ahora inferior a
í/íos, una millonésima de uno por ciento. No está excluido en absoluto que nos
destruyamos mañana mismo. Supongamos que éste fuera un caso típico, y la
destrucción tan completa que ninguna civilización técnica más o de la especie
humana o de otra especie cualquiera fuera capaz de emerger en los cinco mil
millones de años más o menos que quedan antes de que el Sol muera. Entonces N
= N* fp ne fl fi fc « 10 y en cualquier momento dado sólo habría una reducida
cantidad, un puñado, una miseria de civilizaciones técnicas en la Galaxia, y su
número se mantendría continuamente a medida que las sociedades emergentes
sustituirían a las que acababan de autoinmolarse.
El número N podría incluso ser de sólo 1. Si las civilizaciones tienden a destruirse
poco después de alcanzar la fase tecnológica, quizás no haya nadie con quien
podamos hablar aparte de nosotros mismos, y esto no lo hacemos de modo muy
brillante. Las civilizaciones tardarían en nacer miles de millones de años de tortuosa
evolución, y luego se volatilizarían en un instante de imperdonable negligencia.
Pero consideremos la alternativa, la perspectiva de que por lo menos algunas
civilizaciones aprendan a vivir con una alta tecnología; que las contradicciones
planteadas por los caprichos de la pasada evolución cerebral se resuelvan de modo
consciente y no conduzcan a la autodestrucción; o que, aunque se produzcan
perturbaciones importantes, queden invertidas en los miles de millones de años
siguientes de evolución biológica. Estas sociedades podrían vivir hasta alcanzar una
próspera vejez, con unas vidas que se medirían quizás en escalas temporales
evolutivas de tipo geológico o estelar.
Si el uno por ciento de las civilizaciones pueden sobrevivir a su adolescencia
tecnológica, escoger la ramificación adecuada en este punto histórico crítico y
conseguir la madurez, entonces Íl « 1 / 100, N « 107, y el número de civilizaciones
existentes en la Galaxia es de millones. Por lo tanto, si bien nos preocupa la posible
falta de confianza en la estimación de los primeros factores de la ecuación de Drake,
que dependen de la astronomía, la química orgánica y la biología evolutiva, la
principal incertidumbre afecta a la economía y la política y lo que en la Tierra
denominamos naturaleza humana. Parece bastante claro que si la autodestrucción
no es el destino predominante de las civilizaciones galácticas, el cielo está vibrando
suavemente con mensajes de las estrellas.
Estas estimaciones son excitantes. Sugieren que la recepción de un mensaje del
espacio es, incluso sin descifrarlo, un signo profundamente esperanzador. Significa
que alguien ha aprendido a vivir con la alta tecnología; que es posible sobrevivir a la
adolescencia tecnológica. Esta razón, con toda independencia del contenido del
Los habitantes tlingit de Port Français (actualmente Bahía Lituya, Alaska) donde
lean François de Galaup, conde de La Pérouse (1741-hacia 1788) tomó tierra en
1786. (De la obra de L. M. A. D. Milet-Mureau Voyage de La Perouse autour du
monde, 1797.)
El puerto le encantó y escribió sobre él: “Ningún puerto del universo podría ofrecer
más ventajas.” La Pérouse, en este lugar ejemplar, escribió:
Observé la presencia de algunos salvajes, que hacían señales de amistad
desplegando y ondeando capas blancas y diferentes pieles. Algunas de las
canoas de estos indios estaban pescando en la bahía... [Nos] rodeaban
continuamente las canoas de los salvajes, quienes nos ofrecían pescado,
pieles de nutria y de otros animales y diversos artículos menores de vestir a
cambio de nuestro hierro. Nos sorprendió mucho observar que parecían muy
acostumbrados a traficar, y que regateaban con nosotros con tanta habilidad
como cualquier comerciante europeo.
Los nativos americanos pedían cada vez más a cambio de sus mercancías.
Recurrieron también al robo, sobre todo de objetos de hierro, con la consiguiente
irritación de La Pérouse, pero en una ocasión robaron los uniformes de oficiales de
la marina francesa que ellos habían ocultado debajo de sus almohadones cuando
dormían por la noche rodeados de guardias armados: una hazaña digna de Harry
Houdini. La Pérouse cumplía sus órdenes reales de comportarse pacíficamente, pero
se quejó de que los nativos creyesen que podíamos aguantarlo todo. Su sociedad le
inspiraba desdén, pero no se causó ningún daño serio por parte de una cultura a la
otra. La Pérouse, después de aprovisionar sus dos buques, partió de la Bahía de
Lituya, para no regresar jamás. La expedición se perdió en el sur del Pacífico en
1788; perecieron La Pérouse y todos los miembros de su tripulación excepto uno. 80
Exactamente un siglo después Cowee, un jefe de los tlingit, relató al antropólogo
canadiense G. T. Emmons una historia del primer encuentro de sus antepasados con
el hombre blanco, una narración transmitida únicamente de palabra. Los tlingit no
tenían documentos escritos, ni Cowee había oído hablar nunca de La Pérouse. He
aquí una paráfrasis de la historia de Cowee:
A fines de una primavera, un grupo importante de tlingit se aventuró hacia
Yakutat, al norte, para comerciar con cobre. El hierro era aún más precioso,
pero no había modo de conseguirlo.
Al entrar cuatro canoas en la Bahía de Lituya fueron tragadas por las olas.
Mientras los supervivientes acampaban y lloraban a sus compañeros
perdidos, dos objetos entraron en la Bahía. Nadie sabía qué eran. Parecían
grandes pájaros negros con inmensas alas blancas. Los tlingit creían que el
mundo había sido creado por un gran pájaro que a menudo tomaba la forma
de un cuervo, un pájaro que había liberado al Sol, la Luna y las estrellas de
las cajas donde estaban prisioneros. Mirar el Cuervo equivalía a quedar
convertido en piedra. Los tlingit, asustados, huyeron al bosque y se
escondieron. Pero al cabo de un tiempo, al ver que extraños no habían sufrido
ningún daño, algunos con más iniciativa se arrastraron hasta fuera y
80
Cuando La Pérouse estaba seleccionando en Francia la tripulación para su buque, hubo muchos jóvenes brillantes
que solicitaron ansiosamente formar parte en ella, pero que fueron rechazados. Uno de ellos era un oficial corso de
artillería llamado Napoleón Bonaparte. Fue éste un punto de bifurcación interesante en la historia del Mundo. Si La
Pérouse hubiese admitido a Bonaparte, quizás no se hubiese descubierto nunca la piedra de Rosetta, Champollion
no hubiese podido descifrar los jeroglíficos egipcios, y nuestra historia reciente hubiese podido haber cambiado de
modo significativo en muchos aspectos importantes.
81 La historia de Cowee, el jefe tlingit, demuestra que puede conservarse durante generaciones, incluso en una
cultura preliteraria, una narración reconocible del contacto con una civilización avanzada. Si la Tierra hubiese sido
visitada hace centenares o millares de años por una civilización extraterrestre avanzada, aunque la cultura
contactada hubiese sido preliteraria podríamos esperar con bastante confianza que se hubiese conservado alguna
forma reconocible de este contacto. Pero no hay ni un solo caso de una leyenda fechada de modo seguro en épocas
anteriores pretecnológicas que pueda interpretarse únicamente como un contacto con una civilización
extraterrestre.
Visión azteca de la conquista de México, siglo dieciséis. Los caballos y las armas de
fuego, incluyendo "el gran cañón Lombardo" fueron elementos importantes en la
completa derrota infligida por Cortés. Del Lienzo Tlaxcala. (Cedida por Colecciones
Especiales UCLA.)
El artista Albrecht Dürer, al ver los objetos que llegaron con los primeros buques
cargados de tesoros mexicanos, escribió en agosto de 1520: “No había visto nunca
nada que me alegrara tanto el corazón. He visto... un sol totalmente de oro de una
braza entera de ancho [el calendario astronómico azteca]; también una luna
totalmente de plata, de igual tamaño... también dos habitaciones llenas de todo tipo
de armamento, armaduras y otras armas admirables, todas las cuales son más
hermosas de ver que maravillas.” Los intelectuales quedaron asombrados por los
libros aztecas, que según dijo uno de ellos, se parecen casi a los egipcios. Hernán
Cortés describió su capital, Tenochtitlán, como una de las ciudades más bellas del
mundo... Las actividades y comportamiento de la gente están a un nivel casi tan
elevado como en España, y su organización y ordenación son iguales. Si
consideramos que estos pueblos son bárbaros, privados del conocimiento de Dios v
de la comunicación con otras naciones civilizadas, es notable ver todo lo que
poseen. Dos años después de escribir estas palabras Cortés destruyó totalmente
Tenochtitlán junto con el resto de la civilización azteca. He aquí una relación azteca:
Moctezuma [el emperador azteca] quedó conmovido, horrorizado por lo que
oyó. Quedó muy perplejo por su comida, pero lo que le hizo casi desmayarse
fue la historia del gran cañón lombardo que obedeciendo a los españoles,
lanzaba una descarga que retumbaba al salir. El ruido debilitaba y mareaba a
quien lo oía. Salía de él una especie de piedra, seguida por una lluvia de
fuego y de chispas. El humo era asfixiante, tenía un olor que mareaba, fétido.
Y cuando el disparo daba contra una montaña la hacía pedazos, la disolvía.
Reducía un árbol a aserrín: el árbol desaparecía como llevado por un soplo...
Cuando contaron todo esto a Moctezuma quedó aterrorizado. Se sintió
enfermo. El corazón le fallaba.
Continuaron llegando más informes: “No somos tan fuertes como ellos”, dijeron a
Moctezuma. “No somos nada comparados con ellos”. Los españoles empezaron a
recibir el nombre de “Dioses llegados de los Cielos”. Sin embargo, los aztecas no se
hacían ilusiones sobre los españoles, a los que describían con estas palabras:
Se apoderaban del oro como si fueran monos, con el rostro congestionado.
Era evidente que su sed de oro no tenía límites: querían atiborrarse de oro
como cerdos. Iban hurgando por todas partes, se llevaban los gallardetes de
oro y los trasladaban de un lado a otro, agarrándolos para que no se les
escaparan, balbuceando, contándose necedades unos a otros.
Pero sus intuiciones sobre el carácter español no les sirvieron para defenderse. En
1517 se había visto en México un gran cometa. Moctezuma, obsesionado por la
leyenda del retorno del dios azteca Quetzalcóatl en forma de hombre de piel blanca,
que llegaría por el mar oriental, ejecutó rápidamente a sus astrólogos. No habían
predicho el cometa, ni lo habían explicado.
El Sol mira impasible mientras los conquistadores y sus aliados mexicanos -uno de
ellos con el tocado ceremonial de un pájaro acuático- hacen una carnicería con los
aztecas mal armados y desmoralizados. Del Lienzo Tlaxcala. (Cedida por
Colecciones Especiales UCLA.)
Pero hay otra explicación que es consistente con todo lo que sabemos. Si hace una
gran cantidad de años emergió a 200 años luz de distancia una civilización
avanzada viajera de las estrellas y no estuvo antes aquí, no tendría motivos para
pensar que en la Tierra haya algo especial. No hay objeto de la tecnología humana,
ni siquiera transmisiones de radio a la velocidad de la luz, que haya tenido tiempo
de recorrer 200 años luz. Desde su punto de vista todos los sistemas estelares
próximos tienen más o menos igual atractivo para la exploración o la colonización.
82
4
Puede haber muchas motivaciones para ir a las estrellas. Si nuestro Sol o una estrella próxima estuviera a punto
de convertirse en supernova, un programa importante de vuelos espaciales interestelares podría convertirse de
repente en algo atractivo. Si estuviéramos muy avanzados y se descubriera que el núcleo galáctico iba a estallar de
modo inminente, podría generarse incluso un interés serio por el vuelo espacial transgaláctico o intergaláctico.
Estos fenómenos cósmicos violentos ocurren con la suficiente frecuencia para que no sean raras las civilizaciones
nómadas viajeras del espacio. Incluso así, su llegada hasta nosotros continúa siendo improbable.
Tres instantáneas de una película que muestra la difusión, a través de una pequeña
región de la galaxia, de una civilización viajera del espacio interestelar, capaz de
desplazarse recorriendo únicamente en cada misión unos cuantos años luz. Funda
entonces una colonia local que con posterioridad organiza nuevas misiones.
(Animación de Dov Jacobson.)
Es muy posible que hubiera ya contactos por radio o por otros medios remotos. Los
recién llegados podrían ser un tipo diferente de sociedad colonial. Es imaginable que
dos civilizaciones en expansión de exigencias planetarias diferentes se ignoren
mutuamente, y que sus formas afiligranadas de expansión se entrelacen sin entrar
científicas de tipo moderno unos cuantos milenios, los seres humanos evolucionaron
en este planeta hace sólo unos millones de años. Si una civilización sigue un ritmo
semejante en cierto modo a nuestro actual progreso técnico, una edad de millones
de años significa estar mucho más avanzados de nosotros que nosotros de un bebé
bosquimano o de un macaco. ¿Podríamos captar siquiera su presencia? ¿Estaría
interesada en la colonización o en el vuelo interestelar una sociedad que nos llevara
un millón de años de adelanto? La gente tiene su vida limitada en el tiempo por
algún motivo. Un progreso enorme en las ciencias biológicas y médicas permitiría
descubrir este motivo y aplicar los remedios correspondientes.
¿Es posible que la razón de nuestro interés por el vuelo espacial sea que nos
permite en cierto modo perpetuamos más allá de nuestras vidas limitadas? ¿Podría
una civilización compuesta por seres fundamentalmente inmortales considerar la
exploración interestelar como algo en el fondo propio de niños? Quizás todavía no
nos han visitado porque las estrellas están esparcidas de modo tan abundante en
las profundidades del espacio que una civilización próxima, antes de llegar, ya ha
alterado sus motivaciones exploradoras o ha evolucionado dando formas que no
podemos detectar.
Un tema estándar de la ciencia ficción y de la literatura sobre ovnis es suponer que
los extraterrestres son más o menos capaces de lo mismo que nosotros. Quizás
disponen de un tipo distinto de nave espacial o de un cañón de rayos, pero en las
batallas y a la ciencia ficción le gusta describir batallas entre civilizaciones ellos y
nosotros estamos más o menos igualados. De hecho es casi imposible que dos
civilizaciones galácticas entren en interacción al mismo nivel. En cualquier
enfrentamiento una de ellas dominará de modo absoluto a la otra. Un millón de
años son muchos años. Si llegara una civilización avanzada a nuestro sistema solar,
seríamos totalmente impotentes ante ella. Su ciencia y su tecnología superarían en
mucho a la nuestra. Es inútil preocuparse sobre las posibles intenciones malévolas
de una civilización avanzada con la cual podríamos entrar en contacto. Es muy
probable que el solo hecho de que hayan sobrevivido tanto tiempo demuestra que
han aprendido a vivir con ellos mismos y con los demás. Quizás el miedo a un
contacto extraterrestre sea una simple proyección de nuestro retraso, una expresión
de nuestra consciencia culpable ante nuestra historia pasada: los estragos causados
en civilizaciones que estaban sólo algo más atrasadas que las nuestras. Recordemos
a Colón y los arawaks, a Cortés y los aztecas, incluso el destino de los tlingit en las
generaciones posteriores a La Pérouse. Lo recordarnos y nos preocupamos. Pero si
una armada interestelar aparece en los cielos yo predigo que será muy
acomodaticio.
Es mucho más probable un tipo de contacto muy diferente: el caso que ya hemos
discutido en el cual nosotros recibimos un mensaje rico y complejo, probablemente
por radio, procedente de otra civilización en el espacio, pero con la cual y por lo
menos durante un tiempo no entramos en contacto físico. En este caso la
civilización transmisora no dispone de medios para saber si hemos recibido el
mensaje. Si encontramos el contenido ofensivo o atemorizador, no estamos
obligados a contestar. Pero si el mensaje contiene información valiosa, las
consecuencias para nuestra civilización serán asombrosas: penetrar en la ciencia y
avanzada que nosotros y que podría enviar nuestro primer mensaje interestelar de
radio. Abajo a la derecha: Una civilización todavía más avanzada que construye un
sistema habitable en anillo alrededor de su planeta madre. (Pinturas,
respectivamente, de Rick Sternbach, David Egge, Rick Sternbach, David Egge, John
Allison y Jon Lomberg.)
Creo que la comprensión del mensaje interestelar será la parte más fácil del
problema, porque compartiremos ideas científicas y matemáticas con cualquier otra
civilización. La parte difícil será convencer al Congreso de los EE. UU. o al Consejo
de ministros de la URSS de que dé fondos para la búsqueda de inteligencias
extraterrestres83.
83
O a otros organismos nacionales. Consideremos esta declaración de un portavoz del departamento británico de
Defensa reproducida por el Observer de Londres el 26 de febrero de 1978: "Cualquier mensaje transmitido desde el
espacio exterior está bajo la responsabilidad de la BBC y del Post Office. A ellos corresponde la responsabilidad de
detectar las emisiones ilegales. "
ambigüedad. Por ejemplo los primeros números primos, los números que sólo son
divisibles por ellos mismos y por la unidad son 1, 2, 3,5, 7, 11, 13, 17, 19, 23. Es
muy improbable que cualquier proceso físico natural pueda transmitir mensajes de
radio que sólo contenga números primos. Si recibiéramos un mensaje de este tipo
deduciríamos que allí fuera hay una civilización que por lo menos se entusiasma con
los números primos. Pero el caso más probable es que la comunicación interestelar
sea una especie de palimpsesto, como los palimpsestos de antiguos escritores que
no disponían de papiro o piedra suficiente y sobreponían sus mensajes a los ya
existentes. Quizás en una frecuencia adyacente o con un ritmo más rápido habrá
otro mensaje que será una especie de texto elemental, de introducción al lenguaje
del discurso interestelar. El texto elemental se irá repitiendo una y otra vez porque
la civilización transmisora no sabrá en absoluto cuándo empezaremos a sintonizar el
mensaje. Y luego, a un nivel más profundo del palimpsesto, por debajo de la señal
de sintonía y del texto elemental, habrá el mensaje real. La tecnología de la radio
permite que este mensaje sea increíblemente rico. Quizás cuando lo sintonicemos
nos encontraremos a mitad del volumen 3 267 de la Encyclopaedia Galactica.
Descubriremos entonces la naturaleza de otras civilizaciones. Habrá muchas,
compuestas cada cual por organismos asombrosamente diferentes de cualquier
organismo de nuestro planeta. Su visión del universo será algo distinta. Tendrán
diferentes funciones artísticas y sociales. Estarán interesadas en cosas que nunca
imaginamos. Al comparar nuestro conocimiento con el suyo, creceremos de modo
inmenso. Y después de distribuir la información recién adquirida dentro de la
memoria de una computadora, estaremos en disposición de ver qué tipo de
civilización vivió en qué lugar de la Galaxia. Imaginemos una gran computadora
galáctica, un almacén de información, más o menos al día, sobre la naturaleza y
actividades de todas las civilizaciones de la galaxia Vía Láctea, una gran biblioteca
de la vida en el Cosmos. Quizás entre las materias contenidas en la Encyclopaedia
Galactica haya un conjunto de resúmenes sobre estas civilizaciones, con una
información enigmática, tentadora, evocativa, incluso después de haber conseguido
traducirla.
Al final, y después de haber esperado todo el tiempo que hubiésemos querido, nos
decidiríamos a contestar. Transmitiríamos alguna información sobre nosotros -sólo
lo básico para empezar- que sería el inicio de un largo diálogo interestelar, diálogo
que nosotros empezaríamos, pero que, a causa de las vastas distancias del espacio
interestelar y de la velocidad finita de la luz, sería continuado por nuestros remotos
descendientes. Y algún día, en un planeta de una estrella muy distante, un ser muy
diferente de nosotros solicitará un ejemplar de la última edición de la Encyclopaedia
Galactica y recibirá un poco de información sobre la última sociedad que entró en la
comunidad de civilizaciones galácticas.
Capítulo 13
¿Quién habla en nombre de la Tierra?
Estas dos empresas están ligadas indisolublemente. Creo que cada una de ellas es
condición necesaria para la otra. Pero nuestras energías se dirigen mucho más hacia
la guerra. Las naciones, hipnotizadas por la desconfianza mutua, sin casi nunca
preocuparse por la especie o por el planeta, se preparan para la muerte. Y lo que
hacemos es tan horroroso que tendemos a no pensar mucho en ello. Pero es
imposible que resolvamos algo que no tomamos en consideración.
La Gran Cadena del Ser. Entre átomos y copos de nieve a la escala de lo muy
pequeño, y soles y galaxias a la escala de lo muy grande, los hombres estamos
tomando conciencia de nuestro lugar en el Cosmos. (Pintura de Jon Lomberg.)
Toda persona capaz de pensar teme la guerra nuclear, y todo estado tecnológico la
está planeando. Cada cual sabe que es una locura, y cada nación tiene una excusa.
Hay una siniestra cadena de causalidad: los alemanes estaban trabajando en la
bomba al principio de la segunda guerra mundial, y los americanos tuvieron que
hacer una antes que ellos. Si los americanos tienen la bomba, los soviéticos deben
tenerla también, y luego los británicos, los franceses, los chinos, los indios, los
pakistaníes... Hacia finales del siglo veinte muchas naciones habían reunido armas
nucleares. Eran fáciles de idear. El material fisionable podía robarse de los reactores
nucleares. Las armas nucleares se convirtieron casi en una industria de artesanía
nacional.
Las bombas convencionales de la segunda guerra mundial recibieron el calificativo
de revientamanzanas. Se llenaban con veinte toneladas de TNT y podían destruir
una manzana de casas de una ciudad. Todas las bombas lanzadas sobre todas las
ciudades en la segunda guerra mundial sumaron unos dos millones de toneladas,
dos megatones, de TNT: Coventry y Rotterdam, Dresde y Tokio, toda la muerte que
llovió de los cielos entre 1939 y 1945, un centenar de miles de revientamanzanas,
dos megatones. A fines del siglo veinte, dos megatones era la energía que se
liberaba en la explosión de una sola bomba termonuclear más o menos del montón:
una bomba con la fuerza destructiva de la segunda guerra mundial. Pero hay
cientos de miles de armas nucleares. Hacia la novena década del siglo veinte los
misiles estratégicos y las fuerzas de bombarderos de la Unión Soviética y de los
Estados Unidos apuntaban sus cabezas de guerra a más de 15 000 objetivos
designados. No había lugar seguro en todo el planeta. La energía contenida en estas
armas, en estos genios de la muerte que esperaban pacientemente que alguien
restregara las lámparas, era superior a 10 000 megatones: pero con toda su
destrucción concentrada de modo eficiente, no a lo largo de seis años si no en unas
pocas horas, un revientamanzanas para cada familia del planeta, una segunda
guerra mundial nuclear cada segundo durante toda una tarde de ocio.
Las causas inmediatas de muerte por un ataque nuclear son la onda explosiva, que
pueden aplanar edificios fuertemente reforzados a muchos kilómetros de distancia,
la tempestad de fuego, los rayos gamma y los neutrones que fríen de modo efectivo
las entrañas de un transeúnte.
las demás estudiantes que llamaban a sus madres. Y en la base del puente,
dentro de una gran cisterna que habían excavado, estaba una madre
llorando, aguantando por encima de su cabeza un bebé desnudo quemado
por todo el cuerpo, de color rojo brillante. Y otra madre estaba llorando y
sollozando mientras daba su pecho quemado a su bebé. En la cisterna las
estudiantes estaban de pie asomando sólo las cabezas encima del agua, con
las dos manos apretadas mientras gritaban y chillaban implorando y llamando
a sus padres. Pero todas las personas que pasaban sin excepción, estaban
heridas y no había nadie, no había nadie a quien pedir ayuda. Y el pelo
chamuscado en las cabezas de las personas estaba rizado y blancuzco y
cubierto de polvo. No parecía que fueran personas, que fueran seres de este
mundo.
84
El proceso es semejante, pero mucho más peligroso, que la destrucción de capa de ozono por los gases
propulsores fluorocarbónicos de los botes de spray con aerosol, que por ello han sido prohibidos por algunas
naciones; y semejante al proceso imaginado para explicar la extinción de los dinosaurios después de una explosión
de supernova a unas docenas de años luz de distancia.
A partir de sus datos podemos construir un gráfico que muestra el tiempo promedio
que habría que haber esperado durante el siglo y medio pasado para presenciar una
guerra de magnitud M.
Según él los asesinatos individuales y las guerras en gran escala son los dos
extremos de un continuo, una curva ininterrumpida. Se deduce no sólo en un
sentido trivial sino también según creo en un sentido psicológico muy profundo que
la guerra es un asesinato escrito en mayúscula.
Cuando nuestro bienestar se ve amenazado, cuando se ven desafiadas nuestras
ilusiones sobre nosotros mismos, tendremos -por lo menos algunos- a estallar en
rabias asesinas. Y cuando las mismas provocaciones se aplican a estados
nacionales, también ellos estallan a veces en rabias asesinas, que fomentan con
demasiada frecuencia los que buscan el poder o el provecho personales. Pero a
medida que la tecnología del asesinato mejora y que aumenta el castigo de la
guerra, hay que hacer que muchas personas sientan simultáneamente rabias
asesinas para poder pasar revista a una guerra importante. Pero esto puede
generalmente arreglarse, porque los órganos de comunicación de masas están a
menudo en manos del Estado. (La guerra nuclear es la excepción. Puede ponerla en
marcha un número muy reducido de personas.)
Tenemos aquí un conflicto entre nuestras pasiones y lo que a veces se llama
nuestra mejor naturaleza; entre la parte antigua reptiliana y profunda de nuestro
cerebro, el complejo R, encargado de las rabias asesinas, y las partes del cerebro
mamíferas y humanas evolucionadas más recientemente, el sistema límbico y la
corteza cerebral.
Cuando los hombres vivían en pequeños grupos, cuando nuestras armas eran
relativamente modestas, un guerrero por rabioso que estuviera sólo podía matar a
unas cuantas personas. A medida que nuestra tecnología mejoró, mejoraron
también los medios de guerra. En el mismo breve intervalo también nosotros hemos
mejorado. Hemos atemperado con la razón nuestras iras, frustraciones y
desesperaciones. Hemos mejorado a una escala planetario injusticias que hasta
hace poco eran globales y endémicas. Pero nuestras armas pueden matar ahora
miles de millones de personas. ¿Hemos mejorado lo bastante rápido? ¿Estamos
enseñando la razón del modo más eficaz posible? ¿Hemos estudiado valientemente
las causas de la guerra?
Lo que se llama a menudo la estrategia de la disuasión nuclear se caracteriza por
transcurrirán hasta que la población de la Tierra sea destruida en una gran guerra.
De acuerdo con la curva de Richardson y la extrapolación más simple sobre el
crecimiento futuro de la población humana, las dos curvas no se cortan hasta el
siglo treinta, más o menos y el Juicio final queda aplazado.
Pero la segunda guerra mundial fue de magnitud 7.7 y murieron en ella unos
cincuenta millones de personas, personal militar y no combatientes. La tecnología
de la muerte avanzó de modo siniestro. Se usaron por primera vez armas
nucleares. Hay pocos indicios de que las motivaciones y las propensiones hacia la
guerra hayan disminuido desde entonces, y tanto las armas convencionales como
las nucleares se han hecho mucho más mortíferas. Por lo tanto la parte superior de
la curva de Richardson se está desplazando hacia abajo en una cantidad
desconocida. Si su nueva posición ha quedado en algún punto de la región
sombreada de la figura, disponemos solamente de unas cuantas décadas más hasta
el día del Juicio final. Una comparación más detallada de la incidencia de las guerras
antes y después de 1945 podría esclarecer esta cuestión. El tema no es en absoluto
trivial.
Es ésta otra manera sencilla de decir lo que ya sabemos desde hace décadas: el
desarrollo de las armas nucleares y sus sistemas de entrega provocarán más tarde
o más temprano un desastre global. Muchos de los científicos norteamericanos y
europeos emigrados que desarrollaron las primeras armas nucleares quedaron
anonadados por el demonio que habían dejado suelto en el mundo. Apelaron en
favor de la abolición global de las armas nucleares. Pero nadie les hizo caso: la
perspectiva de una ventaja estratégica nacional galvanizó tanto a la URSS como a
los Estados Unidos y empezó la carrera de armas nucleares.
Durante el mismo período hubo un floreciente tráfico internacional de las
devastadoras armas no nucleares que se califican tímidamente de convencionales.
En los últimos veinticinco años, el comercio internacional de armas ha subido desde
300 millones de dólares a mucho más de 20 000 millones, cifra ésta corregida de
inflación. En los años entre 1950 y 1968, para los cuales parece que se dispone de
buenas estadísticas, hubo, en promedio y en todo el mundo, varios accidentes por
año con participación de armas nucleares, aunque quizás no más de una o dos
explosiones nucleares accidentales. Los grupos de presión armamentista de la Unión
La atmósfera superior del planeta Tierra, vista al anochecer. Una guerra nuclear
total destruiría parcialmente la capa protectora de ozono y la estratosfera se llenaría
de escombros radiactivos. Un visitante de otro mundo preferiría quizás pasar de
largo. {Cedida por la NASA.)
las culturas que derrochan afecto físico en sus hijos tienden a no sentir inclinación
por la violencia. Incluso las sociedades en las que no se acaricia mucho a los niños
desarrollan adultos no violentos siempre que no repriman la actividad sexual de los
adolescentes. Prescott cree que las culturas con predisposición a la violencia están
compuestas por individuos a los que se ha privado de los placeres del cuerpo
durante por lo menos una de las dos fases críticas de la vida, la infancia y la
adolescencia. Allí donde se fomenta el cariño físico, son apenas visibles el robo, la
religión organizada y las ostentaciones envidiosas de riqueza; donde se castiga
físicamente a los niños tiende a haber esclavitud, homicidios frecuentes, torturas y
mutilaciones de los enemigos, cultivo de la inferioridad de la mujer, y la creencia en
uno o más seres sobrenaturales que intervienen en la vida diaria.
Madres sustitutas para monos. Las crías de mono, si pueden escoger entre dos
madres sustitutas —una estructura de alambre equipada con una botella de leche, y
la misma estructura cubierta de paño y con una botella de leche— escogen sin
dudar esta última. Los hombres y los demás primates tienen una necesidad,
genéticamente determinada, de interacción social y de amor y calor físicos. (Cedida
por Harry F. Harlow, Laboratorio de Primates de la Universidad de Wisconsin.)
se fabrican en los centros de las estrellas, donde cada segundo nacen mil soles,
donde la vida nace entre estallidos gracias a la luz solar y a los relámpagos en los
aires y las aguas de planetas jóvenes; donde la materia prima de la evolución
biológica se fabrica a veces en la explosión de una estrella a medio camino del
centro de la Vía Láctea, donde una cosa tan bella como una galaxia se forma cien
mil millones de veces: un Cosmos de quásares y de quarks, de copos de nieve y de
luciérnagas, donde puede haber agujeros negros y otros universos y civilizaciones
extraterrestres cuyos mensajes de radio pueden estar alcanzando en este momento
la Tierra. ¡Qué pálidas son en comparación con esto las pretensiones de la
superstición y de la seudociencia! ¡Qué importante es que hagamos progresar y
comprendamos la ciencia, esta empresa característicamente humana!
Cada aspecto de la naturaleza revela un profundo misterio y provoca en nosotros
una sensación de maravilla y de reverencia. Teofrasto estaba en lo cierto. Quienes
se asustan del universo tal como es, quienes proclaman un conocimiento inexistente
y conciben un Cosmos centrado en los seres humanos, preferirán los consuelos
pasajeros de la superstición. En vez de enfrentarse con el mundo, lo evitan. Pero
quienes tienen el valor de explorar el tejido y la estructura del Cosmos, incluso
cuando defiere de modo profundo de sus deseos y prejuicios, penetrarán en sus
misterios más profundos.
No hay ninguna otra especie en la Tierra que haga ciencia. Hasta ahora es una
invención totalmente humana, que evolucionó por selección natural en la corteza
cerebral por una sola razón: porque funciona. No es perfecta. Puede abusarse de
ella. Es sólo una herramienta. Pero es con mucho la mejor herramienta de que
disponemos, que se autocorrige, que sigue funcionando, que se aplica a todo. Tiene
dos reglas. Primera: no hay verdades sagradas; todas las suposiciones se han de
examinar críticamente; los argumentos de autoridad carecen de valor. Segunda:
hay que descartar o revisar todo lo que no cuadre con los hechos. Tenemos que
comprender el Cosmos tal como es y no confundir lo que es con lo que queremos
que sea. Lo obvio es a veces falso, lo inesperado es a veces cierto. Las personas
comparten en todas partes los mismos objetivos cuando el contexto es lo
suficientemente amplio. Y el estudio del Cosmos proporciona el contexto más amplio
posible. La actual cultura global es una especie de arrogante advenedizo. Llega a la
escena planetario siguiendo a otros actos que han tenido lugar durante cuatro mil
quinientos millones de años, y después de echar un vistazo a su alrededor, en unos
pocos miles de años, se declara en posesión de verdades eternas. Pero en un
mundo que está cambiando tan de prisa como el nuestro, esto constituye una
receta para el desastre. No es imaginable que ninguna nación, ninguna religión,
ningún sistema económico, ningún sistema de conocimientos tenga todas las
respuestas para nuestra supervivencia. Ha de haber muchos sistemas sociales que
funcionarían mucho mejor que los existentes hoy en día. Nuestra tarea, dentro de la
tradición científica, es encontrarlos.
construyendo sobre estas bases. La Biblioteca fue construida y sostenida por los
Tolomeos, los reyes griegos que heredaron la porción egipcia del imperio de
Alejandro Magno. Desde la época de su creación en el siglo tercero a. de C. hasta su
destrucción siete siglos más tarde, fue el cerebro y el corazón del mundo antiguo.
Alejandría era la capital editorial del planeta. Como es lógico no había entonces
prensas de imprimir. Los libros eran caros, cada uno se copiaba a mano. La
Biblioteca era depositaria de las copias más exactas del mundo. El arte de la edición
crítica se inventó allí. El Antiguo Testamento ha llegado hasta nosotros
principalmente a través de las traducciones griegas hechas en la Biblioteca de
Alejandría. Los Tolomeos dedicaron gran parte de su enorme riqueza a la
adquisición de todos los libros griegos, y de obras de África, Persia, la India, Israel y
otras partes del mundo. Tolomeo III Evergetes quiso que Atenas le dejara prestados
los manuscritos originales o las copias oficiales de Estado de las grandes tragedias
antiguas de Sófocles, Esquilo y Eurípides. Estos libros eran para los atenienses una
especie de patrimonio cultural; algo parecido a las copias manuscritas originales y a
los primeros folios de Shakespeare en Inglaterra. No estaban muy dispuestos a
dejar salir de sus manos ni por un momento aquellos manuscritos. Sólo aceptaron
dejar en préstamo las obras cuando Tolomeo hubo garantizado su devolución con
un enorme depósito de dinero. Pero Tolo- meo valoraba estos rollos más que el oro
o la plata. Renunció alegremente al depósito y encerró del mejor modo que pudo los
originales en la Biblioteca. Los irritados atenienses tuvieron que contentarse con las
copias que Tolomeo, un poco avergonzado, no mucho, les regaló. En raras
ocasiones un Estado ha apoyado con tanta avidez la búsqueda del conocimiento.
Los Tolomeos no se limitaron a recoger el conocimiento conocido, sino que
animaron y financiaron la investigación científica y de este modo generaron nuevos
conocimientos. Los resultados fueron asombrosos: Eratóstenes calculó con precisión
el tamaño de la Tierra, la cartografió, y afirmó que se podía llegar a la India
navegando hacia el oeste desde España. Hiparco anticipó que las estrellas nacen, se
desplazan lentamente en el transcurso de los siglos y al final perecen; fue el
primero en catalogar las posiciones y magnitudes de las estrellas y en detectar
estos cambios. Euclides creó un texto de geometría del cual los hombres
aprendieron durante veintitrés siglos, una obra que ayudaría a despertar el interés
85
La palabra cosmopolita fue inventada por Diógenes, el filósofo racionalista y crítico de Platón.
86
Con la única excepción de Arquímedes, quien durante su estancia en la Biblioteca alejandrina inventó el tomillo
de agua, que se usa todavía hoy en Egipto para regar los campos de cultivo. Pero también él consideró estos
aparatos mecánicos como algo muy por debajo de la dignidad de la ciencia.
importante, como la antigua cultura de Ebla, que floreció hace sólo unos miles de
años y sobre la cual lo ignorábamos todo. ¡Qué ignorantes somos de nuestro
pasado! Inscripciones, papiros, libros, enlazan a la especie humana a través del
tiempo y nos permiten oír las voces dispersas y los gritos lejanos de nuestros
hermanos y hermanas, de nuestros antepasados. ¡Y qué placer reconocer que se
parecen tanto a nosotros!
Hemos dedicado la atención de este libro a algunos de nuestros antepasados cuyos
nombres se han perdido: Eratóstenes, Demócrito, Aristarco, Hiparía, Leonardo,
Kepler, Newton, Huy- gens, Champollion, Humason, Goddard, Einstein, todos
pertenecientes a la cultura occidental, porque la civilización científica que está
emergiendo en nuestro planeta es principalmente una civilización occidental; pero
todas las culturas -China, India, África occidental, América central- han hecho
contribuciones importantes a nuestra sociedad global y tuvieron sus pensadores
semanales. Gracias a los avances tecnológicos en comunicaciones, nuestro planeta
está en las fases finales del proceso que lo convertirá al galope en una sociedad
global única y entrelazada. Si podemos conseguir la integración de la Tierra sin
borrar las diferencias culturales ni destruirnos, habremos logrado una gran cosa.
Cerca del lugar que ocupó la Biblioteca alejandrina hay actualmente una esfinge sin
cabeza esculpida en la época del faraón Horemheb, en la dinastía dieciocho, un
milenio antes de Alejandro. Desde este cuerpo leonino se ve fácilmente una
moderna torre de enlace por microondas. Entre ellos corre el hilo ininterrumpido de
la historia de la especie humana. De la esfinge a la torre hay un instante de tiempo
cósmico: un momento dentro de los quince mil millones de años, más o menos, que
han transcurrido desde el big bang. Los vientos del tiempo se han llevado casi todo
rastro del paso del universo de entonces al de ahora. Las pruebas de la evolución
cósmica han quedado asoladas de modo más absoluto que los rollos de papiro de la
Biblioteca alejandrina. Y sin embargo, gracias al valor y a la inteligencia, hemos
llegado a vislumbrar algo de este camino serpenteante por el cual han avanzado
nuestros antepasados y nosotros mismos.
El Cosmos careció de forma, durante un número desconocido de eras que siguieron
a la efusión explosiva de materia y energía del big bang. No había galaxias, ni
planetas, ni vida. En todas partes había una oscuridad profunda e impenetrable,
Hemos sostenido la idea peculiar de que una persona o una sociedad algo diferente
de nosotros, seamos quienes seamos, es algo extraño o raro, de lo cual hay que
desconfiar o que ha de repugnarnos. Pensemos en las connotaciones negativas de
palabras como forastero o extranjero. Y sin embargo los monumentos y culturas de
cada una de nuestras civilizaciones representan simplemente maneras diferentes
del ser humano. Un visitante extraterrestre que estudiara las diferencias entre los
seres humanos y sus sociedades, encontraría estas diferencias triviales en
comparación con las semejanzas. Es posible que el Cosmos esté poblado por seres
inteligentes. Pero la lección darviniana es clara: no habrá humanos en otros lugares.
Solamente aquí. Sólo en este pequeño planeta. Somos no sólo una especie en
peligro sino una especie rara. En la perspectiva cósmica cada uno de nosotros es
precioso. Si alguien está en desacuerdo contigo, déjalo vivir. No encontrarás a nadie
parecido en cien mil millones de galaxias.
La historia humana puede entenderse como un lento despertar a la consciencia de
que somos miembros de un grupo más amplio. Al principio nos debimos lealtad a
nosotros mismos y a nuestra familia inmediata, luego a bandas de cazadores-
recolectores nómadas, luego a tribus, pequeños asentamientos, estados-ciudad,
naciones. Hemos ampliado el círculo de las personas a las cuales amamos. Hemos
organizado ahora lo que calificamos modestamente de superpotencias, que incluyen
grupos de personas de orígenes étnicos y culturas divergentes que en cierto sentido
trabajan unidas; lo cual es desde luego una experiencia humanizadora y formadora
del carácter. Para poder sobrevivir tenemos que ampliar todavía más el ámbito de
nuestra lealtad para incluir a la comunidad humana entera, a todo el planeta Tierra.
Muchos de los que gobiernan las naciones encuentran desagradable una idea así.
Temerán perder poder. Tendremos ocasión de oír muchos discursos sobre traición y
deslealtad. Las naciones Estado ricas tendrán que compartir su riqueza con las
pobres. Pero nuestra alternativa, como dijo H. G. Wells en un contexto diferente, es
claramente o el universo o nada.
Hace unos pocos millones de años no había hombres. ¿Quién estará aquí dentro de
unos cuantos millones de años? En los 4 600 millones de años de la historia de
nuestro planeta puede decirse que nunca salió nada de él. Pero ahora diminutas
naves espaciales exploradoras sin tripulación procedentes de la Tierra se están
Arriba a la derecha aparece una visión artística de Ishtar Terra. Las naves
espaciales Venera 9 y 10 aterrizaron cerca de Beta Regio. Los espacios negros son
regiones que todavía no se han explorado por radar. Un aparato parecido de radar,
destinado a la exploración de Venus, se puso a prueba sobre las junglas cubiertas
de nubes de Guatemala y Belize, en la Tierra. El arqueólogo R. E. W. Adams
descubrió con gran sorpresa (centro, derecha) una red intrincada de líneas rectas y
curvas, desconocidas antes, que investigada luego sobre el terreno resultó ser un
sistema de canales de los antiguos mayas (250 a. de C. a 900). Son invisibles en las
fotografías ordinarias de la misma zona (abajo, derecha). Con esto queda explicado
el misterio de cómo los mayas mantenían una alta civilización de varios millones de
personas. Algunos historiadores creen que todas las altas civilizaciones de la Tierra
empezaron con la construcción de una red de canales (véase capítulo 5). La
exploración de otros mundos sirve de muchas maneras para comprender mejor al
nuestro. (Cedidas por la NASA.)
El presupuesto anual de las ciencias del espacio en los Estados Unidos desde la
fundación de la NASA. Se han corregido las cifras de inflación, convirtiéndolas en
dólares de 1961. El aumento experimentado a principios de los años 1970 refleja el
desarrollo de la misión Viking a Marte. Un programa vigoroso de exploración
planetaria y la búsqueda por radio de inteligencias extraterrestres costaría en estas
unidades un dólar aproximadamente al año por cada ciudadano de los EE. UU.
Dos huellas humanas. Arriba, en Tanzania, hace 3.6 millones de años. Abajo, en el
Mare Tranquilitatis, 1969. (Cedida por Mary Leakey y la National Geographic
Society, y por la NASA.)
Apéndices
Apéndice 1
La reducción al absurdo y la raíz cuadrada de dos
El argumento pitagórico original sobre la irracionalidad de la raíz cuadrada de 2
dependía de una clase de argumento llamado reducción al absurdo: suponemos de
entrada la verdad de una afirmación, seguimos sus consecuencias y desembocamos
en una contradicción, lo que nos permite determinar su falsedad. Tomemos un
ejemplo moderno y consideremos el aforismo del gran físico del siglo veinte, Niels
Bohr: "Lo contrario de cualquier gran idea es otra gran idea."
Si la afirmación fuera cierta, sus consecuencias podrían ser como mínimo algo
peligrosas. Consideremos por ejemplo lo contrario de la Regla de Oro evangélica, o
de las prescripciones contra la mentira, o del precepto “no mataras”. Consideremos
pues si el mismo aforismo de Bohr es en sí una gran idea. Si así es, la afirmación
contraria, "LO contrario de cualquier gran idea no es una gran idea" también debe
ser cierta. Hemos llegado entonces a una reducción al absurdo. Si la afirmación
contraria es falsa podemos dejar de lado el aforismo porque ha confesado
claramente que no es una gran idea.
Presentamos aquí una versión moderna de la demostración de la irracionalidad de la
raíz cuadrada de 2 utilizando la reducción al absurdo y un álgebra sencilla en lugar
de la demostración exclusivamente geométrica descubierta por los pitagóricos. El
estilo del argumento, el modo de pensar, son por lo menos tan interesantes como la
conclusión:
Consideremos un cuadrado cuyos lados tienen una longitud unidad (un centímetro,
un metro, un año luz, lo que sea). La línea diagonal BC divide al cuadrado en dos
triángulos, cada uno de los cuales contiene un ángulo recto. En estos triángulos
rectángulos es válido el teorema de Pitágoras:
12 + 12 = x2
p2 = 2q2 (Ecuación 1)
q2 = 2s2
Apéndice 2
Los cinco sólidos pitagóricos
Un polígono (que significa en griego "de muchos ángulos") regular es una figura
bidimensional con un cierto número n de lados iguales. Si n = 3, el polígono es un
triángulo equilátero; si n = 4 es un cuadrado; si n = 5 es un pentágono, etc. Un
poliedro (que significa en griego "de muchas caras") es una figura tridimensional
cuyas caras son todas polígonos: un cubo, por ejemplo, cuyas caras son 6
cuadrados. Un poliedro simple, o sólido regular, es un poliedro sin agujeros. Un
hecho fundamental en la obra de los pitagóricos y de Johannes Kepler es que sólo
hay y puede haber 5 sólidos regulares. La demostración más fácil deriva de una
relación descubierta mucho después por Descartes y por Leonhard Euler que
relaciona el número de caras, C, el número de aristas, A y el número de vértices, V,
de un sólido regular
V-A+C=2 (Ecuación 2)
nC = 2A (Ecuación 3)
rV = 2a (Ecuación 4)
(Ecuación 5)
Sabemos que n es 3 o más, porque el polígono más simple es el triángulo, con tres
lados. Sabemos también que r es 3 o más, porque en un vértice dado de un
poliedro se encuentran por lo menos 3 caras. Si tanto n como r fueran
simultáneamente más de 3, el primer término de la ecuación (5) sería inferior a 2/3,
y la ecuación no podría satisfacerse para cualquier valor positivo de A. Por lo tanto,
y gracias a otro argumento basado en la reducción al absurdo, o bien n = 3 y r vale
3 o más, o bien r= 3 y n vale 3 o más.
Si n = 3, la ecuación (5) se convierte en
o bien:
(Ecuación 6)
Es decir, que en este caso r sólo puede ser igual a 3, 4 o 5. (Si A valiese 6 o más, la
ecuación no se cumpliría.) Ahora bien, n = 3, r= 3 designa un sólido en el cual
convergen en cada vértice 3 triángulos. La ecuación (6) dice que este sólido tiene 6
aristas, la ecuación (3) que tiene 4 caras, la ecuación (4) que tiene 4 vértices. Es
evidente que se trata de la pirámide o tetraedro; si n = 3, r = 4 tenemos un sólido
con 8 caras en el cual convergen en cada vértice 4 triángulos, el octaedro; y si n =
3, r = 5 tenemos un sólido con 20 caras y con 5 triángulos convergiendo en cada
vértice, el icosaedro (véase las figuras de la página 58).
Si r= 3, la ecuación (5) se convierte en:
Lecturas complementarias
(Las obras científicas de carácter más técnico llevan asterisco)
Capítulo 1
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