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Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Agustín Ramírez
PSIQUE Y SOMA
Te r a p í a b i o e n e r g é t i c a
Desclée De Brouwer
Diseño de colección: Luis Alonso
www.desclee.com
[email protected]
Printed in Spain
ISBN: 84-330-1281-9
Depósito Legal: BI-288-98
Impresión: RGM, S.A. - Bilbao
Índice
Prólogo.............................................................................................................................. 17
Reconocimiento............................................................................................................... 19
MAIOR 7
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
9. Técnicas...................................................................................................................... 99
Respiración............................................................................................................ 100
Ejercicios bioenergéticos...................................................................................... 106
Masaje .................................................................................................................... 117
Meditación............................................................................................................. 124
Sueños .................................................................................................................... 127
Fantasías ................................................................................................................ 131
Epílogo.............................................................................................................................. 141
8 MAIOR
Con mi profundo agradecimiento a mis maestros A.
Lowen, J. Pierrakos, S. Keleman y sus asistentes, que me
enriquecieron con sus ideas y con la experiencia de terapia
bioenergética durante más de quince años.
Prólogo a la edición española
por Luis Pelayo
MAIOR 11
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Tratamiento
Hay dos elementos fundamentales en toda psicoterapia: el diagnóstico y el trata-
miento. Están íntimamente unidos y relacionados. El terapeuta debe saber dónde
está atrapada la persona que le viene a pedir ayuda. Cuáles son las carencias y pato-
logías que le descalifican para sentirse y actuar adecuadamente a los estímulos y
situaciones interiores y exteriores.
El diagnóstico en la psicoterapia bioenergética tiene un matiz de transitoriedad y
provisionalidad. Partimos de hipótesis, no de encasillamientos, ni cosificaciones. Nos
ayudan a diagnosticar los modelos o estructuras caracteriales. Al principio, proba-
blemente, el terapeuta sabe más de lo que le pasa al paciente que él mismo. Sin
embargo, no hay que olvidar que éste tiene que reconocerse o conocer dónde se
encuentra.
El heterodiagnóstico tiene que conducirnos automáticamente al autodiagnóstico.
El paso de lo que dicen de mí, a lo que yo digo de mí, es capital. Se trata de que el
paciente tome conciencia y experimente ese descubrimiento de dónde está él consi-
go mismo y con la salud, ya que la curación en psicoterapia depende, muy significa-
tivamente, de las actitudes y vivencias hacia sí mismo. Es cierto el dicho clásico: un
buen diagnóstico ya es una posible pauta de curación.
El fin del tratamiento bioenergético es la eliminación de todos aquellos mecanis-
mos carenciales o patológicos corporales, musculares, emocionales, mentales y yoi-
cos que se han fabricado a través de las etapas infantiles, adolescentes y juveniles.
Éstas nos acosan y avasallan en el vivirlos liberados, conscientes, expresivos y abier-
tos a satisfacer de forma adecuada nuestras necesidades del tipo que sean.
Se puede hablar de tratamientos “reglados” que se realizan con técnicas específi-
camente creadas y probadas. Su finalidad es eliminar los bloqueos y corazas muscu-
lares, favorecer la expresividad emocional y fomentar situaciones o momentos expe-
rienciales de abertura, contento, integración, donación... El otro tipo de ayuda sería
el “no reglado”, que se diluye dentro de la cotidianeidad de nuestras relaciones, con-
tactos y situaciones varias. El efecto y eficacia de ésta depende de que haya fisuras
en los entramados y andamios –las defensas neuróticas– que nos permiten sobrevi-
vir.
Una de las aportaciones importantes de este libro a las estructuras o modelos de
organizaciones caracteriales de A. Lowen, es añadir a cada uno de éstos un trata-
miento adecuado concreto y específico con los ejercicios (yo prefiero llamarlas expe-
riencias) bioenergéticos de A. Lowen y de otras escuelas. La entrada parcial de otros
tratamientos terapéuticos en el bioenergético es aleccionadora. Muestra un talante
dialogal. Es índice de que lo importante al tratar al paciente es conseguir su curación.
Es una obviedad a veces olvidada. Voy a fijarme en ellos.
Agustín Ramírez incorpora las técnicas de Carl Rogers, descubridor de la terapia
centrada en el cliente con la empatía y la no directividad. Se considera al paciente
como centro teórico y operativo. El acercamiento se realiza a través de la escucha
empática. En la bioenergética, estar atento y sintonizar empáticamente con el pacien-
12 MAIOR
P r ó l o g o a l a e d i c i ó n e s p a ñ o l a
te, se pone en práctica al oír, sentir, vivir el cuerpo en su totalidad. La empatía cor-
poral amanece con el paciente que está en frente si el cuerpo está abierto y dispues-
to a vibrar a nivel de piel, de sensaciones y de sentimiento. Se viven los pensamien-
tos que aparecen estrechamente relacionados a la respiración, la tonicidad muscular,
la sensorialidad, el ritmo cardíaco y otras funciones somáticas
El psicodrama, diseñado por José Luis Moreno, es citado frecuentemente en el
libro que estamos presentando. Se utiliza esta técnica de tratamiento psicoterapéuti-
co para representar o dramatizar algunas experiencias y recuerdos que han apareci-
do a través de los ejercicios bioenergéticos o de otras procedencias.
Para aumentar el fluir energético parcial o totalmente en el cuerpo, se utilizan los
auto o hetero masajes suaves, fuertes y profundos, sin hacer hincapié en ninguna de
las mil técnicas que se emplean. Lo único realmente importante es el despertar la
vida en el cuerpo y desbloquear las tensiones o corazas musculares. Éstas se han
producido por la represión inadecuada de los estímulos psico-emocionales.
La meditación psicológica es otra técnica que se propone como medio para la
abertura del camino hacia la salud. El autor nos alerta de posibles aparentes incom-
patibilidades entre ésta y el tratamiento bioenergético, de textura expresiva fuerte,
activa y fuera de los contextos habituales de convivencia. Sus orígenes se remontan
a las filosofías de vida desarrolladas en el antiguo oriente. Sus versiones modernas
occidentales se han relacionado con la actividad eléctrica cerebral y las ondas alfas.
Estas técnicas, usadas con pericia y adecuación al momento terapéutico en que se
encuentra el paciente, pueden producir una gran conmoción y profundidad en el
proceso. Si adquieren un protagonismo por encima de las técnicas activas y expresi-
vas bioenergéticas, se llegaría a eliminar la sustancia de ésta. Se generaría una des-
calificación y dificultad en estar y trabajar con la energía dinámica, una de las notas
distintivas de la terapia bioenergética loweniana.
La dificultad en hacer ese silencio interior, clave de la meditación, nos indicaría
que existe impedimento para ponerse en contacto con sus sentimientos, emociones,
sensaciones corporales. Las defensas neuróticas están muy vivas. Es necesario usar
las técnicas típicamente bioenergéticas.
El trabajo con los sueños y las fantasías es una de las herramientas típicas del psi-
coanálisis de S. Freud y de la terapia Gestalt de Frederick Perls. El analizar sus men-
sajes simbólicos, desde la tipología caracterial bioenergética, es atractivo y no muy
frecuente. Su actuación y vivencia corporal de los contenidos oníricos o fantásticos
abre una nueva vía para descubrir sus significados escondidos e inconscientes. Las
reacciones respiratorias, musculares y diafragmáticas al despertar dan pistas para
conocer sus mensajes y se las puede analizar como un componente simbólico más.
El terapeuta bioenergético
La segunda gran aportación del profesor A. Ramírez es el trato y la relevancia que
adquiere el perfil y la figura del terapeuta bioenergético. A través de todo el libro, ha
ido apareciendo un diseño, estilo de su existir personal, de su forma de comportase
MAIOR 13
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
y relacionarse con los pacientes. El último capítulo lo dedica a este tema. Hoy día está
muy extendida la convicción de que lo realmente trascendente en la terapia no es la
técnica o la teoría que la sustenta, sino el modo de encarnarla y realizarla el terapeu-
ta. Se llega a afirmar, en este laberinto de corrientes y enfoques múltiples de ayuda,
que no hay terapias sino terapeutas.
Al reflexionar sobre los requisitos, el perfil y presencia del terapeuta bioenergéti-
co que ejemplariza el libro de J. A. Ramírez, me aparecen dos interrogantes.
¿Desprofesionaliza al terapeuta bioenergético o humaniza su profesionalidad? Este
tema nos llevaría más allá de estas reflexiones y comentarios de presentación del
libro, pero es de gran actualidad. Se la ve latiendo frecuentemente en las preocupa-
ciones de los que estamos dedicados a la “formación” de terapeutas.
J. A. Ramírez, siguiendo a S. Keleman, sitúa al terapeuta “como padre, madre,
maestro sustituto, amigo”. Le concibe como salvador, facilitador y sustituto en las
tareas básicas que los adultos (padres, profesores, tutores, etc.) no han realizado en
su día con los niños, adolescentes y jóvenes. Lo presenta centrado y enamorado de
su tarea. No es sólo un conocedor, sino un saboreador sabio de lo que conoce y vive.
Es acogedor, sensorial y afectivamente presente. Es el hombre de la espera y la fir-
meza. Ha desarrollado un profundo olfato para descubrir y captar los valores huma-
nos exteriores e interiores a su hacer. Las funciones y el existir del terapeuta son voca-
cionales.
Su preparación técnica y teórica se basa en que él se ha reconocido y experimen-
tado dentro de las tipologías caracteriales bioenergéticas. Ha realizado su terapia
personal reglada y teórica. Se ha curtido y sensibilizado, también, a la presencia de
su cuerpo, tenso o liberado de sus tensiones y corazas musculares. Se ha confronta-
do con sus límites energéticos. Esto le va a mantener en una situación de compren-
sión y empatía con las necesidades carenciales y vitales de los pacientes. Será el
acompañante fiel en el peregrinar hacia la salud. Sabe de la limitación, frustración, la
impotencia, la anarquía y desertización emocionales... Se ha visto por esos caminos,
sufriendo las inclemencias de estas corrientes heladoras que cortan el fluir del vigor
y de la entrega.
El terapeuta tiene gravadas en su cuerpo las cicatrices de lo que estuvo infectado
y pululento por sus defensas patológicas. Estas señales son esperanza de que se sana.
Él puede ayudar en la salida de los que todavía militan en las carencias enfermas que
desenfocan la existencia y minimizan el vigor vital.
El retrato del terapeuta bioenergético que se diseña en este libro, ¿es alcanzable o
participa de lo utópico? Es una meta posible en mayor o menor grado si se logra eli-
minar parcial o totalmente las defensas neuróticas inconscientes, llenas de abando-
no, rechazo, sometimiento, mercantilismo afectivo, manipulación seductora, etc.
La realidad dice que no siempre se consiguen esas transformaciones. La conse-
cuencia es la existencia de un no pequeño número de terapeutas que llenan sus nece-
sidades personales insatisfechas con las demandas de los pacientes. A veces, más que
limpiar las defensas neuróticas de sus pacientes, las ensucian y dan pie a generar
otras nuevas.
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P r ó l o g o a l a e d i c i ó n e s p a ñ o l a
MAIOR 15
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
LUIS PELAYO
Psicólogo
Fundador del Instituto de Terapia Bioenergética Anthos
Madrid, Enero 1998
16 MAIOR
Prólogo
Alexander Lowen es, sin duda, el más conocido de los discípulos de Wilhelm
Reich. El análisis bioenergético, más ampliamente conocido como bioenergética, se
colocó en el mercado de las psicoterapias, de modo que es casi sinónimo de la psico-
terapia en la que, no sólo se habla, sino se trabaja con el cuerpo mediante el contacto
físico, la respiración, el movimiento expresivo y la postura.
Alexander Lowen nació en Nueva York en 1910. Durante su juventud, con la idea
de que la actividad física tenía efectos positivos sobre el estado mental de las perso-
nas, trabajó dirigiendo los programas atléticos en campamentos de verano para jóve-
nes. Se interesó en diferentes disciplinas, como el yoga y la relajación Progresiva de
Jacobson. En 1940 conoció a Wilhelm Reich, entonces maestro de la New School for
Social Research, en Nueva York, donde impartía un curso de Análisis del Carácter. El
encuentro con Reich cambió su vida. Fue su discípulo entre 1940 y 1952 y su pacien-
te de 1942 a 1945. La relación entre ambos se interrumpió entre 1947 y 1951, periodo
en el que Lowen estudió Medicina en Suiza. A su regreso, Lowen pronto dejó de iden-
tificarse con el círculo de seguidores cercanos a Reich. En 1953 se asoció al doctor
John Pierrakos, que también era alumno y había sido paciente de Reich. En 1956 fun-
daron el Instituto de Análisis Bioenergético.
A Lowen debemos la popularización -y según algunos, la distorsión- del trabajo de
Reich como terapeuta. Lowen prefirió usar una palabra fácil de recordar, como bioe-
nergética, en lugar de neologismos, como vegetoterapia caracteroanalítica u orgonte-
rapia, difíciles de pronunciar y que requieren, al menos, de una explicación introduc-
toria que aclare su significado. Reich, en diferentes momentos de su vida, relacionó su
trabajo como terapeuta con la militancia en grupos de izquierda, la revolución sexual,
la investigación sobre el cáncer, el origen de la vida y la naturaleza de la energía.
Lowen se limitó a desarrollar la bioenergética, que es a la vez una forma de entender
la personalidad en términos del cuerpo y sus procesos energéticos y una forma de psi-
coterapia1. Al hacerlo se alejó aún más de los seguidores ortodoxos de Reich, quienes
suelen subrayar que el análisis bioenergético no es una terapia reichiana.
1. Así la define Lowen en The Way to Vibrant Health, texto que publicó en 1977 con su espo-
sa Leslie como coautora.
MAIOR 17
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Fernando Ortiz
2. Nombre con el que John Pierrakos describe su trabajo en los últimos años. La core-ener-
gética conserva mucho de la bioenergética en cuanto al énfasis en el trabajo corporal y ponea-
demás el énfasis en el desarrollo espiritual.
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Reconocimiento
MAIOR 19
El concepto de energía
bioenergética
1
El concepto de energía es básico en la técnica terapéutica llamada bionergética o
análisis bioenergético, desarrollada por el doctor Alexander Lowen. En la exposición
de su método, Lowen habla constantemente de la mayor o menor cantidad de ener-
gía que tiene un individuo, del fluir natural de la misma que se manifiesta en el bie-
nestar del ser humano, de los obstáculos que las tensiones y coraza muscular oponen
al movimiento espontáneo de la energía y de los trastornos emocionales y somáticos
que la falta de energía o su estancamiento en diversas partes y órganos del cuerpo
causa en la vida del hombre.
Para entender el concepto de energía y su influencia en el bienestar o malestar de
la persona humana según el análisis bioenergético, es preciso conocer sus anteceden-
tes históricos a partir de S. Freud, Carl Jung y, especialmente, del sistema de Wilhelm
Reich, discípulo de Freud y maestro de Lowen. Así se podrán comprender las hipó-
tesis y postulados teóricos que Lowen toma de ellos y las modificaciones que él intro-
duce al elaborar su propio sistema.
Freud fue discípulo de Ernest Bruecke de quien heredó muchas de sus ideas, algu-
nas de ellas –referentes a la energía- son las siguientes:
a) no hay más que una sola energía y ésta es física;
b) la transformación de esta energía es la causa de todos los fenómenos cósmicos,
físicos, biológicos y psíquicos;
c) todas las expresiones biológicas y psíquicas en la vida del hombre son efecto de
la diferencia del potencial de la energía, así sean tensiones, emociones, ideas o ima-
ginaciones1.
1 S. Freud y J. Breuer, Studies in Hysteria, pp. 136-142 (de la traducción al inglés de 1936); S.
Bernfeld, Freud´s Earliest Theories and the School of Helmholtz, en S. Lorand, Yearbook of Psychoa-
nalysis, p. 46, y R. Dalbiez, The Psychoanalytic Method and the Doctrine of Freud, vol. 1, p. 295.
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E l c o n c e p t o d e e n e r g í a b i o e n e r g é t i c a
Adler y Jung fueron los primeros discípulos notables de Freud, y por ello muy
amados por él hasta su separación en 1911 y 1913. Ellos fueron los primeros que mos-
traron interés por las ideas de Freud, sacándolo del olvido en que lo tenía sumido el
silencio despectivo con que el mundo académico había recibido su primer libro, y
quizás el mejor, escrito en 1900: La interpretación de los sueños.
Jung se separó de Freud en 1913 al notar que éste se obsesionaba cada vez más en
un pansexualismo exagerado y por la necesidad de desarrollar sus propias ideas sin
depender de la aceptación o rechazo de las mismas por Freud. Uno de los primeros
puntos de divergencia con Freud se refiere al concepto de energía. Para Jung, la ener-
gía –llamada libido por Freud– no es una energía sexual particular sino la fuerza bio-
lógica del organismo. Es la misma energía física del cosmos, cuya naturaleza desco-
nocemos, pero que tiene manifestaciones diversas en el cosmos y en la vida de las
plantas y de los animales11. La energía, aunque real, es un concepto teórico que nos
sirve para explicar las relaciones que observamos en la naturaleza, en la vida de las
plantas y animales y en las distintas actividades del ser humano. Se le llamará física,
vegetativa, biológica o psíquica según sean los fenómenos que se observan y cuyas
relaciones tratan de explicarse, sin que esto determine su naturaleza12. Jung conside-
raba que la energía es la fuente de todos los procesos y manifestaciones psíquicas y
es el concepto que nos sirve para explicar sus relaciones, pero le importaba muy poco
si es o no una energía específica13.
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Para Jung, lo mismo que para Freud, el organismo humano constituye un sistema
de energía cerrado en que nada nuevo se produce y en que nada se pierde: la energía
es constante según la constitución biológica de cada individuo, pero su distribución es
variable, aunque tiende a nivelarse por la diferencia del potencial que existe en dis-
tintas partes del organismo14.
El organismo humano, según Freud, se caracteriza por su polaridad. Jung admite la
misma polaridad que Freud pone entre el consciente y el inconsciente. A medida que
aumenta la energía en uno de los polos disminuye en el otro15. La misma polaridad y las
mismas relaciones del consciente y el inconsciente pone Jung entre el pensamiento y el
sentimiento, entre la intuición y la observación concreta y otras actividades mentales.
Los trastornos mentales, que para Freud se deben a la sobrecarga de energía blo-
queada por la represión, para Jung se deben a la falta de energía en uno de los diver-
sos polos de su sistema. Si se desarrollan excesivamente las funciones del pensa-
miento se debilitan las del sentimiento; lo mismo se puede decir de las otras funcio-
nes y actividades de polos opuestos. El resultado de este desequilibrio será que cuan-
do el nivel de la energía haya bajado demasiado en uno de los polos, habrá una irrup-
ción sorpresiva de energía hacia el polo debilitado por la diferencia de potencial. Esta
sobrecarga produce una actividad exagerada e inusitada que el individuo no está
acostumbrado a manejar. Por ejemplo, el problema emocional de un filósofo o de un
matemático que hayan descuidado la expresión de los sentimientos, será un senti-
mentalismo exagerado que no sabrán manejar16.
A diferencia de Freud, Jung considera que los sueños, la imaginación, los síntomas
neuróticos e incluso la psicosis tienen un aspecto positivo y educativo. No son el
resultado de una energía sin control que hizo pensar a Freud en el instinto de muer-
te, sino efectos de la falta de energía en alguna de las funciones humanas, y por tanto
son señales o signos para atender esas funciones descuidadas. La terapia junguiana
consiste no en cortar esos brotes desordenados, sino en atender esas señales que se
repiten en los sueños y fantasías, y que sirven de guía indicándonos el camino a
seguir para integrar constructivamente todo lo que somos17.
Reich expresa sus ideas respecto a la energía en dos obras muy importantes escri-
tas en su juventud y durante el periodo de su adhesión a la teoría psicoanalítica y su
14 Ibid., p. 70.
15 Ibid., p. 71.
16 Ibid., p. 72.
17 En la exposición del pensamiento de Jung he seguido la obra de Jacoby, cuya primera
edición apareció en 1943 con una breve introducción por Jung en la que reconoce que la expo-
sición de J. Jacoby representa con fidelidad su propio pensamiento. Cfr. J. Jacoby, The
Psychology of Jung.
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sos biológicos de que habla Reich. Este último apunta tímidamente aquí y ahí otros
impulsos además de los sexuales, como la ira, la agresividad y el miedo; pero a lo
largo de estos dos libros antes mencionados concreta su atención casi únicamente en
la actividad sexual suponiendo la existencia de la energía exclusivamente sexual que
postulaba Freud y cuya existencia niega el mismo Reich en las notas y aclaraciones
que añade a estos libros en la segunda edición.
Haré ahora una breve exposición de estas obras porque sirven de modelo para el
estudio de la relación psíquica y somática de otros impulsos y emociones, que des-
pués desarrollará Alexander Lowen, aunque él ya sin la obsesión por lo sexual, y sin
la exclusividad de los postulados teóricos de Freud que Reich repite con la lealtad del
discípulo en 1927 y 1930.
El punto central de La función del orgasmo es lo que Reich lama "economía sexual".
Ésta consiste en el balance de la cantidad de energía "sexual" y la descarga completa
de la misma en el "orgasmo perfecto", que no es lo mismo que eyaculación o clímax.
Cuando en el individuo ha habido represiones por aspectos religiosos, sociales o cul-
turales, que se han introyectado y reprimen los impulsos sexuales, por el dinamismo
interno que Freud y Reich llaman superego, habrá un exceso de energía sexual que
Reich llama "estasis". Esta energía reprimida y no descargada produce ansiedad y
tensiones musculares. El individuo busca entonces el modo de aliviar esta ansiedad
y tensión de diversas formas:
a) Por medio de actividades inadecuadas, formaciones reactivas o síntomas neu-
róticos.
b) Impidiendo la respiración profunda para disminuir la carga de energía.
c) Creando una coraza muscular para cortar el flujo de la energía e impedir la
expresión del impulso primario.
Con todo, este balance neurótico es precario porque no descarga toda la energía
bloqueada; aunque los síntomas neuróticos disminuyen un poco la ansiedad, siguen
reforzándose al mismo tiempo que la coraza muscular se va endureciendo cada vez
más; en realidad, no quitan la "estasis" o exceso de energía bloqueada. Cuando el
desequilibrio entre carga y descarga de energía es mayor, se producen fenómenos
psicóticos como la paranoia, la despersonalización y la esquizofrenia27.
¿Cómo resolver estos problemas por medio de la terapia? Freud usaba el método
de la asociación libre y la interpretación de las transferencias con lo que el paciente,
con ayuda del analista, se daba cuenta de la conexión entre sus síntomas y los ins-
tintos sexuales reprimidos. Para Reich esto no es suficiente y muchas veces produce
sólo intelectualizaciones que no resuelven los problemas porque no liberan la ener-
gía atrapada en los síntomas y la coraza muscular. Lo que se hace consciente en la
terapia freudiana es sólo el significado o el contenido de ideación del síntoma.
Hablando dinámicamente el proceso de concienciación trae un poco de alivio emo-
cional de la tensión conectada con el síntoma y hace innecesaria toda la represión que
antes se usaba. Pero estos procesos sólo producen un cambio mínimo en la fuente de
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la energía del síntoma del carácter neurótico de que se trata, porque, a pesar de tener
conciencia del significado del síntoma, la estasis libidinal perdura28.
El fin de la terapia, según Reich, debe ser la liberación de la energía gastada en la
manutención de los síntomas y de la coraza muscular a fin de que quede a disposi-
ción de la función sexual. Habrá orgasmo perfecto cuando haya descarga completa
de toda la energía atrapada antes en síntomas neuróticos y en la coraza muscular, lo
que no se obtiene de la noche a la mañana29.
La terapia no debe ser un simple intercambio verbal e intelectual ni un historial
clínico de las experiencias traumáticas que se remonte hasta los primeros años; el
solo recuerdo de estas experiencias poco o nada sirve, según Reich; lo importante es
vivenciar esas experiencias y liberar la energía atrapada con la terapia activa y técni-
cas físicas; lo que se ha llamado después vegetoterapia y masaje reichiano30.
Como durante el masaje reichiano suelen venir a la memoria los recuerdos y
experiencias que dieron origen a las tensiones somáticas y a la coraza muscular,
desde 1950 la terapia reichiana ha insistido más en la terapia física que en el análisis
verbal. Como veremos más adelante, Lowen vuelve a insistir en la correlación del
problema psíquico y las distorsiones musculares.
En 1940 el doctor Alexander Lowen asistió a los cursos y seminarios que Reich
daba en Nueva York; en 1941 empezó su terapia y formación en Análisis vegetotera-
péutico, como entonces se llamaba la terapia de Reich, y en 1946 inició, con el con-
sentimiento de su maestro, sus prácticas con este método terapéutico. En 1947 partió
a Suiza para proseguir sus estudios en medicina y psiquiatría. Al regresar a Estados
Unidos, en 1952, se dio cuenta que el círculo que rodeaba a Reich lo idealizaba hasta
el punto de repetir sus teorías sin discutirlas y que Reich, en su trabajo terapéutico,
hacía más hincapié en el trabajo somático que en el análisis de los problemas psico-
lógicos de los pacientes. Por estas razones decidió mantenerse alejado de esta
corriente y se asoció a otros colegas y amigos, especialmente al doctor John
Pierrakos, con quienes continuó discutiendo las ideas que había recibido de Reich y
estudiando más a fondo la solución de los problemas psicológicos del grupo y sus
expresiones o tensiones somáticas. En 1956 fundó, con el doctor Pierrakos, el
Instituto de Análisis Bioenergético en Nueva York.
En su primer libro, Physical Dynamics of Character Structure, escrito en 1958, –des-
pués se reimprimió con el título de Language of the Body– Lowen reconoce su depen-
dencia de Reich tanto en sus ideas respecto a la energía como en la relación de los pro-
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E l c o n c e p t o d e e n e r g í a b i o e n e r g é t i c a
dad tanto en su expresión sexual como en las conductas restantes. Lowen llega a pen-
sar que el mayor desarrollo intelectual y la mayor actividad sexual que tiene el hom-
bre sobre los animales se deben precisamente al mayor depósito de energía que tiene
el hombre en la cabeza y en los glúteos40.
La energía de la cabeza está relacionada con la energía de la pelvis si no hay obs-
táculos que impidan su flujo natural de uno a otro polo. "Tanto la teoría como las
observaciones clínicas convienen en que la función de la realidad es igual cuantitati-
vamente en ambos extremos aunque las acciones de ambos polos difieren cualitati-
vamente. Un individuo mostrará una actitud idéntica tanto en su modo de pensar
como en su modo de expresar la sexualidad"41. Con todo, dice él, las actividades de
la parte superior del cuerpo tienen un toque de espiritualidad mientras que las acti-
vidades de la parte inferior son más bien carnales. Pero si las actividades intelectua-
les no corresponden en intensidad a las actividades sexuales de descarga de la parte
inferior o viceversa, ambas resultan estériles y evasivas porque no participan por
igual de la energía general. Según Lowen, la espiritualidad de una persona será tan
grande como su sexualidad si es genuina42. La razón que da es que la energía se ori-
gina en los procesos del Id o en el sistema autónomo, y si el flujo de estos procesos
está bloqueado, la actividad psíquica superior será deficiente43.
Lowen, como Reich, supone que el flujo de energía a lo largo del eje longitudinal
–cabeza/genitales– puede estar obstaculizado por restricciones en distintas partes
del cuerpo44. Reich señala siete puntos de restricción: ojos, boca, cuello, hombros,
pecho, diafragma y cintura; Lowen acepta estas restricciones: pero en su trabajo bio-
energético se fija preferentemente en las constricciones del cuello y la cintura, que así
como pueden acelerar el flujo de energía a la cabeza y a los genitales lo pueden tam-
bién obstaculizar45.
En su trabajo bioenergético, Reich y Lowen han tratado de observar dónde están
las tensiones y restricciones que obstruyen o limitan el flujo de la energía en el cuer-
po de sus pacientes, dejando algunas partes recargadas y otras sin la energía sufi-
ciente para la expresión normal de los sentimientos y actividades correspondientes.
A partir de ahí, describen los tipos o caracteres humanos desde el punto de vista bio-
energético.
Reich describe ampliamente sólo dos tipos: el genital y el neurótico. El genital
tiene economía sexual, o sea, equilibrio entre la carga y la descarga sexual y, por
tanto, no tiene energía bloqueada que alimente actitudes neuróticas y síntomas
somáticos. En cambio, el neurótico obstruye el flujo sexual con tensiones y restric-
ciones que se endurecen formando una coraza muscular cuando son crónicas. La
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P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
muestran. Además, puede usar el masaje reichiano profundo y los ejercicios bioe-
nergéticos que describe y ha experimentado Lowen53, y ver cuál es el resultado al ata-
car el problema psíquica y somáticamente siguiendo las pautas que apunta Reich y
que describe Lowen con más amplitud. Personalmente, yo he visto confirmadas
muchas de estas afirmaciones de Lowen en mi terapia bioenergética, tanto como
paciente como terapeuta. Escribiré sobre mis observaciones y los tipos bioenergéti-
cos con más amplitud y detalle en capítulos posteriores.
Respecto a las causas primarias de la formación actitudinal y del carácter muscu-
lar, me parece que Lowen, como otros muchos analistas, echan mano rápidamente de
postulados y explicaciones freudianos de supuestas privaciones, violaciones, inhibi-
ciones y restricciones en los primeros años de la vida sin hacer mucho caso de las
experiencias positivas y negativas que el individuo ha tenido en su juventud y
durante el resto de su vida54.
La terapia bioenergética, basada en el análisis del problema psicológico y en el
aflojamiento o rompimiento de la coraza muscular, ayuda a quitar o modificar nota-
blemente los efectos de cualquier experiencia infantil. Creo que las causas apuntadas
por Freud, Reich y Lowen deben tomarse, no como hechos comprobados, sino como
hipótesis a confirmar ofreciendo terapéuticamente una experiencia contraria: al oral,
atención y amor incondicional, al estilo de Carl Rogers, como padre o madre susti-
tutos; libertad de aceptar sus sentimientos y seguir su propia dirección al masoquis-
ta, sin imponerle más reglas de conducta; reconocimiento y respeto a su unicidad y
dignidad al psicópata; libertad e independencia al rígido y reconocimiento al dere-
cho de vivir y ser tal cual es al esquizofrénico. Todo esto parece indicar que aunque
las experiencias de la infancia son de una importancia tal que dejan huella y pautas
inconscientes en el modo de pensar y obrar del adulto, lo mismo que se ven marcas
somáticas debidas a un parto difícil, sus efectos no son determinantes en el resto de
la vida si el individuo encuentra experiencias contrarias posteriormente, tanto en
terapia como en sus relaciones normales con las personas que lo rodean.
Naturalmente que si las experiencias posteriores vienen a reforzar e intensificar el
rechazo, el abandono, las restricciones y violaciones de la infancia, la coraza muscu-
lar y emocional que el individuo ha desarrollado para su defensa se hará más difícil
de romper.
34 MAIOR
El carácter en bioenergética
2
INTRODUCCIÓN
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P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Desde el aspecto psicológico, unos han definido el carácter teniendo en cuenta las
aptitudes, actividades y funciones que predominan en el individuo. Bajo este aspec-
to, es notable la clasificación que hizo Hymans en caracteres nerviosos y sentimenta-
les, sanguíneos y flemáticos, coléricos y apasionados, amorfos y apáticos. Se basó en
las biografías de 110 hombres ilustres y en encuestas por las que obtuvo 2500 des-
cripciones de personas1.
Estas y otras descripciones hechas por varios caracterólogos se han hecho por la
observación de cualidades, disposiciones y aptitudes y se basan en semejanzas o sim-
ples correlaciones. También son estáticas.
A Freud se debe el haberse apartado de estos modos estáticos de definir el carác-
ter y haber iniciado el estudio dinámico del mismo basándose en la influencia que
tienen los impulsos biológicos de algún órgano del cuerpo en el modo de ser, sentir
y pensar del individuo. Bajo este aspecto, Freud habla del carácter oral, del carácter
anal y del carácter genital.
Augustino Gemelli escribe a este propósito: "El camino a seguir para construir
una caracterología útil ha sido mostrado por Freud. Freud ha enseñado a los psicó-
logos que si quieren explicar la actividad psíquica humana no basta seccionarla en
sus elementos y fijar sus leyes, sino que es preciso tratar de comprenderla desde su
interior investigando cómo una actitud moral, un juicio, una conducta particular
están determinadas por algunos hechos o situaciones o estados anteriores"2.
Con todo, es preciso decir que algunas descripciones que hace Freud de los carac-
teres antes mencionados sólo se basan en semejanzas de las tendencias personales
con las funciones del órgano a que se atribuyen.
W. Reich y A. Lowen establecen en sus escritos sobre el carácter una relación más
dinámica entre los fenómenos psíquicos que han observado en sus pacientes y los
procesos somáticos de la energía. Pero su objetivo es más modesto que el de los
caracterólogos y se limita a presentar la relación que han observado entre los pro-
blemas psicológicos y los procesos somáticos de sus pacientes; no intentan definir lo
que constituye la personalidad de los individuos.
Reich describe el carácter como el modo habitual y fijo de reaccionar del indivi-
duo ante situaciones conflictivas parecidas a las que se le presentaron en la infancia,
en que el miedo al castigo u otras penas obligaron al niño a disminuir su respiración,
tensar su musculatura y limitar su actividad interna y externa para evitar la ansiedad
que la expresión libre de sus sentimientos le acarreaba3.
36 MAIOR
E l c a r á c t e r e n b i o e n e r g é t i c a
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P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
sexuales o de cualquier otra naturaleza y a las presiones que el mundo social le impo-
ne, amenazándolo o castigándolo si expresa libremente esos impulsos y sentimientos6.
Reich también dice que el carácter, lo mismo que los síntomas neuróticos, es una
transacción entre los impulsos biológicos y las presiones externas de la sociedad. Bajo
este aspecto, se puede hablar del carácter no como un mecanismo de defensa, sino
más bien como la solución de un conflicto y la realización inadecuada y disfrazada
de los impulsos en la medida más o menos restringida que le permite la sociedad7.
Afirma también que el carácter es anterior a cualquier síntoma neurótico. El indi-
viduo lo considera como parte esencial de su personalidad, mientras que los sínto-
mas neuróticos son posteriores y constituyen una defensa más ante la irrupción de
los impulsos en cualquier etapa de la vida, principalmente a partir de la pubertad.
Los síntomas parecen al individuo como algo extraño a su persona y, por tanto, son
más fáciles de reconocer y remover en la terapia, mientras que el carácter es más difí-
cil de descubrir y modificar. Pero si no se toca y modifica el carácter, se formarán nue-
vos síntomas que coadyuven al carácter en su defensa contra los impulsos biológicos
internos y las presiones externas de la sociedad y las internas del superego8.
Reich apunta una función más del carácter y de los síntomas neuróticos: la de
absorber la energía biológica que no ha sido usada en la expresión de los sentimien-
tos e impulsos, para evitar o disminuir la ansiedad que proviene de la estasis o exce-
so de energía9.
Todo esto no difiere mucho de la explicación que da Freud de los síntomas neuró-
ticos. La diferencia está en que Reich supone que el carácter es anterior a los síntomas,
que éste influye en la formación de los mismos, por lo que hay una semejanza entre
el carácter y los síntomas que se originan para robustecerlo; finalmente, Reich liga
toda esta construcción teórica y todos los mecanismos de defensa de que habla Freud
a los procesos de la energía biológica. Freud había hablado del inconsciente como
asiento de todas las represiones, pero nunca explicó cómo se hace la represión y
dónde se encuentra el inconsciente. Reich, en cambio, afirma que la represión se hace
por medio de las tensiones musculares que con el tiempo se hacen crónicas e incons-
cientes y forman una coraza muscular que impide la percepción y expresión de los
propios sentimientos y limita la motilidad interna de la energía y la actividad externa
del organismo. Reich habla de dos aspectos del carácter: actitudinal y muscular. El
aspecto actitudinal del carácter comprende todos los mecanismos de defensa: proyec-
ción, racionalización, negación, etcétera; el muscular comprende todas las tensiones
crónicas del cuerpo. Ambos aspectos son idénticos funcionalmente y tienen su raíz en
la energía biológica, pero es en el carácter muscular, según Reich, donde se encuentra
el inconsciente y el resorte dinámico del superego; de ahí que para hacer consciente el
inconsciente y quitar o disminuir las demandas excesivas del superego, es preciso qui-
6 Ibid., p. 44.
7 Ibid., p. 162.
8 Ibid., p. 47.
9 Ibid., pp. 161, 218 y 353.
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tar las tensiones de la parte estructural o muscular del carácter con ejercicios bioener-
géticos o con masaje, y otras técnicas de las que hablaré más adelante.
El carácter, tanto en su aspecto psicológico o actitudinal como en el muscular,
ofrece al individuo una ventaja y muchas desventajas. La ventaja consiste en que por
medio del carácter se establece un equilibrio, neurótico si se quiere, entre la carga y
descarga de energía, lo que disminuye el conflicto entre los impulsos reprimidos y
las restricciones sociales ambientales10.
Una de las desventajas del carácter consiste en que disminuye la energía, obstru-
ye su flujo natural y produce rigidez psicológica y muscular11. Otra desventaja está
en que el carácter impide que el individuo se enfrente a las situaciones conflictivas
con los recursos que puede tener en el presente, en lugar de repetir inconsciente y
automáticamente respuestas que le pudieron ayudar en la infancia, pero que resul-
tan inadecuadas en el conflicto actual12.
Éstas eran, en resumen, las enseñanzas que Reich impartía en 1940 en sus clases
y seminarios en Nueva York a las cuales asistía un joven de 30 años, Alexander
Lowen. Para entonces Reich había ya modificado el enfoque exclusivamente freu-
diano y sexual de sus libros La función del Orgasmo y El análisis del carácter y dejaba
clara su posición respecto a la energía: no es sexual sino biológica, y vitaliza todas las
funciones humanas psíquicas y somáticas.
10 Ibid., p. 162.
11 Ibid., p. 151.
12 Ibid., p. 185.
13 Lowen, Language of the Body, p. 121.
14 Lowen, Bioenergetics, p. 137.
15 Ibid., p. 151.
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16 Ibid., p. 144.
17 Ibid., p. 264.
18 Ibid., p. 15.
19 Idem.
20 Lowen, Language of the Body, p. 130.
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tas en cuyo caso una se esforzará por competir y dominar a su consorte por la fuer-
za o el dinero mientras que la otra tratará de sujetarlo por el sexo. Me atrevo a aña-
dir que el carácter de un individuo, no sólo distorsiona el concepto que tiene de sí
mismo y su modo de relacionarse con los demás, sino también distorsiona la idea
que tiene de lo transcendental y su modo de relacionarse con Dios. Por ejemplo, un
psicópata se mantiene alejado de la religión porque teme que Dios lo va atrapar y
controlar servilmente como lo hicieron sus padres. Asimismo, un rígido tendrá una
relación con Dios de pura cabeza con especulaciones filosóficas y formulismos teo-
lógicos, pero evitando toda expresión de sus necesidades y de sentimientos que le
salgan del corazón; y lo mismo en relación a los demás tipos caracterológicos. El
conocimiento del carácter de una persona no es tarea fácil porque el sujeto ha toma-
do sus manifestaciones psíquicas y somáticas como parte esencial o integral de su
personalidad, pero un terapeuta bioenergético lo podrá descubrir por la observación
de la estructura y tensiones del cuerpo del paciente, por su modo de mirar y de
hablar, por sus movimientos, por el análisis de sus sueños y fantasías y por la expre-
sión de sus ideales personales y del modo como ve la religión para relacionarse con
Dios. Una vez que el terapeuta haya analizado y descubierto el carácter del pacien-
te, la terapia será más rápida porque comprenderá tanto las manifestaciones psíqui-
cas como las reacciones somáticas, y los efectos de la terapia serán más estables y de
mayor satisfacción para el paciente en su vida personal y en sus actividades sociales
y profesionales24.
42 MAIOR
Qué es la terapia bioenergética
3
Siempre ha habido disfunciones en el organismo humano y todos los pueblos,
hasta los más primitivos, han dado alguna explicación de las mismas. Conforme con
la explicación que daban de las causas de esas disfunciones, idearon métodos para
curarlas. Ordinariamente suponían que el agente o causa de esos males venía del
exterior: los dioses que castigaban a los hombres por no haber obedecido a sus man-
datos, la maldad de genios malignos o la mala voluntad de hombres y mujeres que
se valían de brujos para causarles daños como el mal de ojo y otros, poniendo agu-
jas y espinas en algún mono o figura que los representaba. Incluso ahora, hay brujos
y nigromantes que hacen limpieza con huevos, yerbas y ritos mágicos para librar a
sus clientes de males psíquicos y somáticos que otros brujos les han causado.
Todo esto lo vemos como explicaciones y prácticas sin fundamento científico. Sin
embargo, aun ahora ofrecemos explicaciones y usamos prácticas terapéuticas depen-
diendo sólo del modo de pensar de una época determinada, y la bioenergética no es
una excepción en esto, como veremos más adelante.
En la época del renacimiento, se exaltaba a la diosa razón por lo que se explica-
ban la demencia y los trastornos emocionales como efecto del trastorno de la razón
y la falta de una adecuada información. En la actualidad hay terapias que esperan
resolver todos los problemas emocionales con explicaciones teóricas de su supues-
to origen.
A partir de la Revolución Industrial, se creyó firmemente que todo lo que vemos
y sentimos es efecto de la energía que regula el universo, incluyendo la conducta y
vida del hombre. Éste fue el movimiento "científico" llamado "fisicalismo" inaugura-
do en 1848 por E. Du Bois Reymond, H. Helmholtz, C. Ludwig y Ernest Bruecke, el
maestro de Freud que tanto influyó en su modo de pensar hasta 1885.
Junto a este movimiento, se desarrolló la explicación neurológica que sostenía
que los defectos mentales y trastornos emocionales se originaban en el mal funcio-
namiento de un órgano del cuerpo. Los estudios hechos por Freud en este tiempo
se basaban en las teorías fisicalistas y organicistas. Por un tiempo creyó, como él
mismo confiesa en su autobiografía, que las neurosis se originaban por el mal fun-
cionamiento de la médula oblongada. Cuando fué a Salpetrière, Francia, a obser-
MAIOR 43
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var lo que Martin Charcot hacía con sus pacientes, empezó a dudar de las teorías
de sus maestros porque Charcot producía por medio de la sugestión reacciones his-
téricas en pacientes masculinos que antes se atribuían sólo a las mujeres porque
suponían que se debían a trastornos del útero (hysteron). Su sorpresa fue mayor
cuando en 1889 fue a Nancy, Francia, y observó que el doctor Bernheim, discípulo
de Charcot, podía producir efectos parecidos a los de Charcot por medio de la hip-
nosis. Freud volvió a Viena convencido de que las neurosis y los trastornos emo-
cionales eran producidos por una energía distinta de la física, que entonces llamó
psíquica y después energía sexual al darse cuenta que muchos problemas de sus
pacientes estaban mezclados con problemas sexuales, y que él descubrió con asom-
bro en sí mismo al analizar sus propios sueños en relación con su madre. Mantuvo
esta idea pansexualista hasta el fin de su vida apoyado en los relatos de sus pacien-
tes y en sus propias especulaciones sin fundamento científico para dar cohesión al
psicoanálisis.
Ésta es la herencia que recibió Wilhelm Reich, como aparece en sus libros
Análisis del carácter y Función del orgasmo de 1927-1930 en que repite y exagera la
posición de Freud para ganar su aprobación, pero que modificó después de la
muerte de Freud en las notas que añadió a estos libros en 1945 y 1949, como expli-
qué en el capítulo anterior, sustituyendo la energía sexual por la energía "orgona "
que él y sus seguidores han tratado en vano de probar y que sirve de base a la vege-
toterapia.
Alexander Lowen, John Pierrakos, William Walling y Alice Landas dieron origen
en 1956 a la terapia que entonces llamaron análisis bioenergético basándose en la ener-
gía del organismo humano, dejando a un lado el pansexualismo de Freud y los inte-
reses físicos de Reich acerca de la energía "orgona", pero tomando ideas y observa-
ciones fundamentales de Reich, de Freud y los fisicalistas del siglo pasado.
Una de estas ideas es la unidad dinámica del organismo humano. Todas las fun-
ciones del hombre, somáticas y psíquicas, son efecto de la energía vital que puede
aumentarse y disminuirse por mecanismos o trastornos internos o por influencia
del medio ambiente. Si, por razones internas o influencias externas, alguna función
somática queda restringida o alterada por falta o acumulación de energía, las fun-
ciones psíquicas quedan también alteradas porque el organismo humano trabaja
como un todo. Asímismo, se puede decir que cuando hay problemas psicológicos
que restringen el flujo de la energía vital en la musculatura y órganos del cuerpo,
hay también disminución de la actividad del sistema nervioso autónomo, del siste-
ma endocrino, corrientes eléctricas y viceversa.
El paciente que viene a terapia puede exponer las manifestaciones psíquicas de
sus problemas como ansiedad, temor, odio o nerviosismo en general, sin tener en
cuenta el substrato somático de sus problemas; puede también fijarse solamente en
dolores y tensiones en distintas partes del cuerpo, sin tener conciencia de su relación
con problemas psicológicos no resueltos que ha tenido a lo largo de su vida. Por
tanto, el terapeuta bioenergético debe oír atenta y empáticamente el problema tal
como lo presenta el paciente, "reflejando" y enfatizando aquellos sentimientos vaga-
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Q u é e s l a t e r a p i a b i o e n e r g é t i c a
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P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
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Q u é e s l a t e r a p i a b i o e n e r g é t i c a
la infancia y adolescencia que han causado la sobrecarga energética del sistema sim-
pático reforzado con adrenalina y otras hormonas.
Con este ejemplo se puede comprender que en la terapia bioenergética se puede
partir de síntomas somáticos y de ahí ir al problema psicológico que les dio origen
–"de abajo hacia arriba" como dice Lowen– o de "arriba-abajo", partiendo del proble-
ma psicológico a las reacciones somáticas relacionadas con él.
Las investigaciones científicas que se han hecho de la relación entre las emociones
y algunas reacciones somáticas son sólo estudios de correlación que no demuestran
una causalidad mutua, pero sí suponen una causa común que parece ser el principio
de la unidad dinámica del organismo humano a través del sistema nervioso autóno-
mo simpático y parasimpático. Las observaciones que Freud, Reich, Lowen y todos
los terapeutas bioenergéticos han hecho durante la terapia sirven sólo de guía a los
terapeutas y están sujetas a validación ya que dependen de los pacientes observados
en distintos tiempos, lugares y culturas, y no pueden llamarse relaciones científica-
mente comprobadas.
La finalidad de la terapia bioenergética, según los postulados que Reich y Lowen
tomaron de Freud, consiste en ayudar al paciente a restablecer la unidad funcional
dinámica del organismo que fue lesionada y en parte rota por las restricciones, repre-
siones y limitaciones en la infancia del paciente.
Pero la terapia bioenergética no debe limitarse a destapar caños o a abrir canales
para que la energía fluya normalmente, como era la meta de los fisicalistas y organi-
cistas del siglo pasado que tanto influyeron en el desarrollo y mentalidad de Freud
y que parece siguen influyendo en Reich y Lowen, porque al tratar los problemas
emocionales hablan casi exclusivamente de la energía bloqueada o de la sobrecarga
–estasis– o falta de energía en la musculatura y en algunas partes del cuerpo como si
la persona fuera un artefacto orgónico o energético que para su perfecto funciona-
miento sólo necesitara tener asegurado el flujo de la energía con un termostato o
amortiguador especial.
El organismo humano es un ser viviente y consciente muy superior a cualquier
mecanismo puramente físico. Para su desarrollo integral, físico y psicológico, necesi-
ta de amor, comprensión y seguridad, sobre todo en los primeros años de su exis-
tencia. Si faltan estos factores esenciales, el infante tendrá sentimientos de odio, agre-
sión, miedo, abandono e inseguridad. Cuando la expresión de estos sentimientos de
protesta quedan reprimidos para evitar mayores castigos y frustraciones, el niño y el
adolescente formarán un modus vivendi que les permita sobrevivir. Si en su edad
madura no funciona satisfactoriamente, el paciente se sentirá obligado a venir a tera-
pia en busca de ayuda.
Ayudar al paciente a expresar su enojo, rabia y tristeza porque no le dieron lo que
necesitaba en la infancia para desarrollarse debidamente, sin máscaras ni compo-
nendas artificiales, le servirá sin duda a liberarse del peso de sus represiones y a
tomar conciencia de lo que le faltó. Pero si el terapeuta se contenta con esto sin darle
lo que necesita, el paciente saldrá de la terapia tan falto de cariño, atención y seguri-
dad como estaba en la infancia y pronto formará otras máscaras para sobrevivir.
MAIOR 47
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Por eso creo que el terapeuta bioenergético debe ser más que un doctor, un
padre, una madre y un amigo sustituto que dé al paciente lo que le faltó, como expo-
ne claramente el doctor Stanley Keleman3, antiguo discípulo de Lowen.
Además, la terapia bioenergética debe estar centrada en los sentimientos, nece-
sidades, limitaciones y frustraciones del paciente en el momento en que se presenta
en busca de terapia, y el terapeuta debe esforzarse como primer paso por establecer
un contacto personal y afectivo con el paciente.
Hacer mil preguntas de los padres y del pasado del paciente es darle a entender
que el terapeuta está más interesado en llenar su cuadro teórico profesional que en
lo que dice el paciente en el momento presente, y que no confía en lo que le está
diciendo verbal y somáticamente. Darle explicaciones teóricas del origen de sus pro-
blemas le indica que ni siquiera le ha oído con atención y empatía o le insinúa que
no tiene derecho ni razón para quejarse porque sus problemas vienen de atrás. Con
esto se pierde el contacto empático y cariñoso que el paciente ha necesitado desde
la infancia.
En el siguiente capítulo expondré largamente los tipos bioenergéticos como los
exponen los doctores Lowen y Pierrakos. El fin de esto es prevenir al terapeuta para
que no refuerce los traumas del paciente con reacciones parecidas a las de sus
padres y, por el contrario, trate de dar al paciente lo que ellos no le dieron. Ojalá no
se use esta exposición como modelo para interesarse primariamente en averiguar el
tipo bioenergético del paciente, lo que equivaldría a centrarse en él mismo y en sus
postulados teóricos dejando a un lado al paciente.
Esa exposición tiene también la finalidad de que el terapeuta se reconozca el tipo
bioenergético al que él mismo pertenece y no cargue al paciente con sus problemas
no resueltos o con sus propias reacciones caracterológicas, como expondré en el últi-
mo capítulo de este libro.
Después de los tipos bioenergéticos haré, una larga exposición de técnicas que
pueden servir en el trabajo terapéutico bioenergético. Servirán para que el terapeu-
ta tenga elementos apropiados a su personalidad que pueda utilizar con distintos
pacientes; pero no dejaré de insistir en que el terapeuta no es un mecánico que trata
de reconstruir un mecanismo desquebrajado o fuera de servicio, sino un padre o
madre sustituto.
48 MAIOR
El carácter esquizofrénico
4
Al describir los caracteres bioenergéticos, voy a seguir casi exclusivamente lo que
ha escrito A. Lowen sobre los mismos en sus distintos libros, ya que su exposición es
más completa; en algunos lugares la reforzaré con lo que dice Reich. Asimismo, me
voy a limitar a describir los cinco caracteres bioenergéticos fundamentales, a saber:
esquizofrénico, oral, masoquista, psicópata y rígido; sin atender a las subdivisiones
que el mismo Lowen hace del psicópata –en su libro Narcissism– y del rígido, en que
incluye al compulsivo y al histérico, fálico-narcisista, pasivo-femenino y masculino-
agresivo. Algunas veces incluiré particularidades de estos tipos, pero insistiendo más
en los rasgos generales para que el lector logre formar una visión general sin con-
fundirse con menudencias de los subtipos.
Al hablar de cada uno de estos tipos bioenergéticos, haré primero una descripción
general de sus rasgos psicológicos y físicos. Luego, daré la etiología que apunta
Lowen con base en sus observaciones durante la terapia y desarrollaré una explica-
ción complementaria apoyándome en lo que dicen Reich y Freud. Finalmente, daré
algunas sugerencias sobre el tratamiento a seguir teniendo en cuenta la afirmación
de Lowen según la cual se debe tratar al paciente atendiendo a toda su personalidad
y no sólo al tipo bioenergético al que pertenece. Para realizar esto último, recurriré a
mi experiencia personal de muchos años, ya que Lowen no da sugerencias concretas
sobre la terapia adecuada en cada caso.
Lowen habla del esquizoide y del esquizofrénico como dos personas que sólo
difieren por el grado mayor o menor de su negación de la realidad de su cuerpo y
del mundo que los rodea. Asimismo, Lowen sugiere que el esquizofrénico está más
cerca de la psicosis y con mayor necesidad de ser hospitalizado que el esquizoide,
pero, como el terapeuta bioenergético puede recibir en su consultorio tipos que difí-
cilmente se podrían distinguir uno del otro, la exposición presente se dirige a ayu-
darlo en su trabajo sin fijarse en estas distinciones. Por esta razón, hablaré del tipo
esquizofrénico incluyendo al esquizoide1.
El término esquizofrénico fue inventado por Bleuler al principio del siglo para
describir una personalidad dividida. Efectivamente, el esquizofrénico muestra una
MAIOR 49
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división entre la psique y el soma, entre sus pensamientos y sus sentimientos y, aun
dentro de éstos, pasa fácilmente a posiciones opuestas. El esquizofrénico es una per-
sona apretada tanto en su pensamiento como en su estructura corporal por el miedo
exagerado a sus impulsos, a sus sentimientos y a sus emociones. Todo lo que sucede
a su alrededor le llena de zozobra, e incluso en sus sueños se ve en peligro de sucum-
bir en catástrofes imaginarias. Por los peligros a su existencia que ha experimentado
durante toda su vida a partir de la infancia, huye del mundo externo, niega su reali-
dad y se refugia en sus imaginaciones y en sus sueños.
El esquizofrénico está en constante actividad mental haciendo esfuerzos supremos
para darse una interpretación de su mundo interno y del mundo externo que lo rodea
a fin de sentirse seguro. Debido a su vulnerabilidad tiene una gran sensibilidad,
mucho mayor que la de los demás hombres, por lo que se da cuenta de lo que siente
en su interior y de lo que pasa a su alrededor, sólo que la percepción de la corriente
de energía en su cuerpo está distorsionada por el terror que lo invade y que le hace
percibir los movimientos internos de su energía como un campo de batalla en que
luchan Dios y el diablo, lo bueno y lo malo, para apoderarse de él2. A veces proyecta
al exterior esas fuerzas viendo en las paredes distintas figuras siempre amenazantes3.
Basándose en los experimentos de su antiguo colega John Pierrakos, Lowen
sugiere que el esquizofrénico percibe el aura que refleja la energía interna tanto en sí
mismo como en los demás4. Lowen describe al esquizofrénico como una persona con
conciencia de sí mismo muy limitada por la falta de aceptación e integración de su
cuerpo y de sus sentimientos, y con un ego débil que percibe todos los movimientos
incipientes de su energía distorsionadamente5. En una palabra, el esquizofrénico es
una persona que no ha logrado la integración de sí mismo, de su psique y de su soma6.
El esquizofrénico ve peligro y catástrofes por todos lados y a todas horas; por lo
mismo, no tiene tranquilidad ni es capaz de gozo alguno porque todo está cargado
de peligros7. Esta situación se agudiza en la adolescencia y en la menopausia por la
marea alta y baja de los estímulos sexuales. Por esto, la esquizofrenia se conocía antes
como dementia praecox. Es tal su pesimismo que, aun cuando le sucedan aconteci-
mientos positivos y obtenga algún éxito, no siente con ello ninguna satisfacción por
el temor a que a esa alborada le siga una tormenta y una catástrofe mayor8. Para no
hundirse en este mar de peligros y de desesperación, el esquizofrénico tiende a vivir
en un mundo de fantasías que le sirven de apoyo en su terror y soledad; así que fre-
cuentemente se cree muy superior a los demás con un sentimiento infantil de omni-
potencia9. Cuando esto no basta para darle cierta seguridad, trata entonces de olvi-
50 MAIOR
E l c a r á c t e r e s q u i z o f r é n i c o
dar y romper la atmósfera oscura y opresiva que le agobia con estimulantes externos
como el alcohol, las drogas y la promiscuidad sexual10.
RASGOS FÍSICOS
MAIOR 51
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
lánguidamente como si fueran de trapo; el tórax y las piernas son también delgados
y apretados. Todo su cuerpo es frío, especialmente las extremidades; de ahí que el
esquizofrénico raras veces tenga resfriados12. Se nota también displasia y despro-
porción entre la parte superior e inferior, con un círculo de tensión en la cintura o
en la región diafragmática13. A veces, al tratar de estimular la energía del esquizo-
frénico por medio de masajes profundos, se nota cierto olor cadavérico y un fuerte
hedor en los pies.
Se nota también en ellos una falta de coordinación en el sistema muscular, espe-
cialmente cuando hacen un esfuerzo en los ejercicios bioenergéticos. Además de la
expresión fría de la cara, se nota rigidez en la quijada y una sonrisa helada que difí-
cilmente encubre el miedo y el terror que le paralizan por dentro. Además, todo el
cuerpo parece estar unido débilmente sólo por la piel.
Como el esquizofrénico no tiene conciencia de su cuerpo, sus dibujos del cuerpo
humano carecen de unidad y frecuentemente faltan las manos y los pies, o tienen un
aspecto fijo de muñeca o maniquí sin vida14. De ahí también el fenómeno de desper-
sonalización: el esquizofrénico considera que algunas partes de su cuerpo le son aje-
nas o están sujetas a fuerzas extrañas, como si estuviera poseído por el diablo o con-
trolado desde lejos por agentes malignos.
Su poca energía en la superficie del cuerpo y las extremidades se debe al cuidado
con que el esquizofrénico limita su respiración para controlar mejor sus sentimien-
tos15. Frecuentemente se nota en el esquizofrénico una respiración paradójica, esto es,
al inspirar aprieta toda la parte abdominal16. Hay también mucha tensión en el cue-
llo, en los hombros y a lo largo de las vértebras cervicales y las sacrolumbares17.
Lowen explica las alucinaciones de voces y figuras que oyen y ven los esquizo-
frénicos por el bloqueo del flujo de energía en la parte posterior del cuello, que se
desvía cargando los centros visual y auditivo del cerebro18.
ETIOLOGÍA
12 Ibid., p. 159.
13 Lowen, Betrayal of the Body, p. 32
14 Ibid., p. 73
15 Ibid., p. 147.
16 Ibid., p. 152.
17 Lowen, Language of the Body, p. 354
18 Ibid., pp. 361 y 367.
52 MAIOR
E l c a r á c t e r e s q u i z o f r é n i c o
MAIOR 53
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
TERAPIA
Lowen repite en distintos lugares que la terapia se debe centrar en toda la persona
y no en las características del tipo bioenergético al que pertenece el paciente.
Recuérdese que para Lowen y para Reich el carácter no es el retrato de toda la perso-
nalidad, como lo es para los caracterólogos sino que indica las defensas que el indivi-
duo desarrolla en la infancia y durante toda la vida contra los peligros que la expresión
libre de los impulsos biológicos y sentimientos ofrece al sujeto por la represión, frus-
tración y falta de atención y aceptación de las personas importantes para él. Sobre el
aspecto somático escribe: "El carácter, entendido como un patrón fijo de conducta, está
determinado por la cantidad y cualidad de los controles que el individuo impone a su
actividad muscular. Los músculos que quedan sujetos a estos controles inconscientes
se vuelven crónicamente tensos y contraídos y fuera de la percepción del sujeto"27.
Si bien el terapeuta bioenergético debe tener en cuenta toda la personalidad del
paciente, el conocimiento de las manifestaciones psíquicas y somáticas de su carác-
ter le ayudan a entender mejor toda su problemática a fin de poder ofrecerle, y esto
es lo más importante, una experiencia psíquica y somática que satisfaga, en parte, sus
necesidades básicas de comprensión, aceptación y amor. Con esta experiencia tera-
péutica se van haciendo innecesarios los mecanismos de defensa que el paciente ha
usado, por lo que poco a poco relajará y soltará todos los controles inconscientes de
su motilidad que había formado en su estructura muscular.
Si el niño de una madre hostil pudiera encontrar, lo cual es difícil, en el padre y
en el seno de la familia el amor y aceptación que la madre no le da, el carácter esqui-
zofrénico no se desarrollaría. Lo malo es que en un matrimonio y en el seno de la
familia se entrelazan y refuerzan los caracteres bioenergéticos de tal manera que el
niño queda expuesto a las mismas restricciones, represiones y frustraciones que ori-
ginan su carácter. Lowen escribe: "En el análisis de la personalidad esquizoide he
encontrado que todos los pacientes, en la etapa inicial de la vida, se han vuelto de la
madre al padre en busca de seguridad y calor. El niño huye de la madre al experi-
mentar su ansiedad y hostilidad incrustadas; por lo que el padre viene a ser para el
niño una figura materna sustituta"28. Más adelante escribe: "Si el padre puede acep-
tar el rol de madre sin debilitar su masculinidad y sin negar el valor de la feminidad,
podrá prevenir y evitar el desarrollo de una personalidad esquizoide. En la genera-
lidad de los casos, sin embargo, el hijo es igualmente rechazado por el padre o acep-
tado por él de una manera tímida"29.
Después de una larga experiencia, he llegado a la conclusión de que el terapeuta
debe ser un padre y madre sustitutos que venga a contrarrestar las experiencias trau-
máticas de la infancia sin perder su personalidad ni negar su sexualidad.
54 MAIOR
E l c a r á c t e r e s q u i z o f r é n i c o
El primer requisito para una terapia bioenergética eficaz es que el terapeuta haya
logrado hasta un nivel satisfactorio la integración de su psique y de su soma, que
conozca vivencialmente los mecanismos de defensa que él mismo ha usado y las res-
tricciones de su musculatura corporal correspondientes a su propio carácter. Con
esta comprensión, podrá entender y aceptar los mecanismos de defensa y las restric-
ciones musculares del carácter de sus pacientes para ofreces una experiencia contra-
ria, más que una explicación intelectual de los mecanismos de defensa psíquicos y
somáticos por medio de interpretaciones prematuras.
Teniendo en cuenta la etiología del carácter esquizofrénico, lo más importante en
su terapia es la comprensión, aceptación y amor del terapeuta; él tiene que tener
seguridad en sí mismo para poder tomar el rol de padre o madre sustituto, sin miedo
a perder su propia personalidad, ni a ser enredado en problemas de transferencia y
contratransferencia para llenar sus propias necesidades infantiles, olvidándose de las
necesidades básicas del paciente; con eso repetiría y reforzaría la situación traumáti-
ca del paciente en lugar de darle una experiencia contraria. Lowen escribe: "El
paciente esquizofrénico es como un feto que continúa con la necesidad del calor de
su madre. Necesita de la vida del terapeuta como el embrión necesita la de su madre,
pero no puede pedirla. Si el terapeuta tiene miedo de tomar ese rol o no tiene vitali-
dad para llenarlo, no podrá ayudar al carácter esquizoide o esquizofrénico"30.
Siendo la falta de amor y seguridad la raíz del problema del esquizofrénico, éste
responderá inmediatamente a la expresión sincera de aprecio y afecto del terapeuta
si esta expresión se le comunica por su actitud sin necesidad de palabras. Una expre-
sión verbal de afecto será tomada con mucha reserva por el paciente que sin duda
habrá oído expresiones verbales de aprecio que contradicen a su experiencia prima-
ria e íntima. Una vez establecida la confianza que da el afecto e interés sincero por el
paciente, la terapia avanzará rápidamente31.
Hace pocos años un psiquiatra amigo mío me envió una joven americana, lla-
mada Annath, esposa de un estudiante de medicina. La paciente traía un diagnósti-
co de esquizofrenia con obsesión de quitarse la vida. Había pasado por muchos con-
sultorios, y, cuando por primera vez entró en el mío, se negó a hablar, diciendo que
se sentía como pelota que psiquiatras y psicólogos se pasaban de uno a otro sin
saber qué hacer, y que estaba segura que yo tampoco haría nada por ella. Sin res-
ponder a sus objeciones, le sugerí que sobre un papel blanco hiciese los garabatos
que quisiera con las pinturas que le ofrecí. Respondió que eso de nada serviría, pero
que iba a hacerlo para pasar el tiempo. Con el color rojo trazó rasgos fuertes que
chocaban unos con otros y alrededor puso nubarrones negros. Le pregunté qué era
aquello y me respondió: "Esto soy yo, desquebrajada, llena del odio con que me
emponzoñó mi madre y oprimida por la desesperación". Su madre había estado en
los campos de concentración de Hitler; Annath no conocía a su padre. Le pregunté
si alguien había intentado quitar esos nubarrones y conectar los trazos rojos. Me
MAIOR 55
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
contestó que lo habían intentado, que nadie había podido hacer nada y que estaba
segura que yo tampoco haría nada. Mientras hablábamos, noté su cuerpo apretado,
su cabeza inclinada hacia un lado sin guardar simetría con el cuerpo; su respiración
apenas se notaba. Le pedí que se pusiera de pie y que respirara más profundamen-
te; me respondió que no podía porque tenía dificultades pulmonares. Sin embargo,
se puso de pie frente a mí y yo traté de profundizar su respiración respirando al
mismo ritmo que ella.
Ella evitaba todo contacto con mis ojos, pero en cuanto se cruzaron observé su
profundo dolor y desesperación y le dije con sinceridad: “Veo en tus ojos un mar de
sufrimiento y de dolor”. Con esto clavó en mí fijamente su mirada y me dijo:
“¿Usted ha sufrido?” “Sí –le dije– pero no tanto como tú, por lo que veo en tus ojos”.
Siguió con su mirada fija y se fue acercando hacia mí; yo permanecí de pie, respi-
rando profundamente y queriendo compenetrarme empáticamente con su sufri-
miento. Lentamente siguió acercándose sin parpadear. Al final, se arrojó sobre mi
hombro y empezó a llorar. La abracé compasiva y afectuosamente llorando sincera-
mente con ella y moviendo mi abdomen al ritmo del suyo. Después de más de
media hora me dijo: “No se quién eres, pero pareces un papá muy cariñoso, un rabi-
no muy bueno y un gurú muy sabio. Quiero volver contigo porque quiero vivir y
creo que tú puedes ayudarme”.
La estuve viendo dos veces por semana durante seis meses. Aunque sólo tenía
escasos años, su pelo estaba lleno de canas y desaliñado completamente la primera
vez que la vi. En las siguientes sesiones aparecía con más cuidado de su ropa y de
su persona. Algunas veces venía decaída y sin ánimo, pero me decía: "Necesito un
abrazo"; me abrazaba y en mi hombro se quejaba de su marido y de muchas otras
personas que la irritaban. Cuando regresó a Estados Unidos, se veía como una
mujer más joven, con más vitalidad, con ganas de vivir y de invertir su tiempo en
obras que consideraba justas y constructivas, gozando de su relación matrimonial y
sin la promiscuidad sexual de antes, que usaba sin duda para sentir más calor en su
cuerpo helado. Me dejó un escrito en inglés que decía: "Eres una vela que se consu-
me dando luz y calor. Nunca olvidaré lo que me has dado. Gracias". No he vuelto a
saber de ella, pero estoy seguro que la terapia bioenergética conmigo le sirvió para
establecer otras relaciones afectivas que le habrán ayudado a enfrentar la vida con
valor y con gozo.
Hay que tener en cuenta que el calentamiento y la activación de las energías psí-
quicas y somáticas deben hacerse paulatinamente y con prudencia, lo mismo que se
hace cuando uno tiene las manos congeladas por el frío: recalentarlas rápidamente
causaría dolores muy agudos por la constricción de los tejidos congelados. Un tera-
peuta consciente de sus limitaciones y de las del paciente sabrá esperar, ya que lo que
hace no tiene como finalidad satisfacer sus propias necesidades. Lowen escribe estas
bellas palabras llenas de humanidad y comprensión de los problemas del esquizo-
frénico: "Para ayudar al esquizofrénico uno debe conocerse bien, especialmente sus
limitaciones y debilidades; no se trata de pretender ofrecer un ser humano perfecto,
sino la realidad de lo que somos, la sinceridad de nuestros esfuerzos, la humildad de
56 MAIOR
E l c a r á c t e r e s q u i z o f r é n i c o
32 Ibid., p. 387.
33 Idem.
34 Ibid., p. 288.
MAIOR 57
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Espejo, que solía también usar Reich, tomando el rol y la posición del paciente, gri-
tando y explicando que queríamos agredir a todo el mundo para vengarnos de la
hostilidad con que nos habían tratado toda la vida; él observaba nuestra actuación y
escuchaba atentamente lo que decíamos. Cuando expresábamos lo que sentía, mani-
festaba su conformidad con fuertes balanceos de la cabeza y de todo el cuerpo, en la
medida que se lo permitían las ataduras que le sujetaban.
Después de varias sesiones y de haber ganado su confianza, lo desatábamos
durante la hora de terapia a pesar de sus protestas "porque no quería golpearnos"; se
quedaba conforme cuando yo le replicaba que si nos atacaba físicamente me defen-
dería y protegería a Phillis. Ya suelto, le invitábamos a brincar y gritar para ayudar-
le a dar más energía a sus piernas y brazos, ya que estaba tan acostumbrado a las ata-
duras que apenas podía mover sus extremidades con espontaneidad. En otras sesio-
nes, actuábamos sus fantasías de superioridad creyéndose el rey de Suecia o sus
impulsos de agresividad ayudándole a golpear en alguna de las camas del dormito-
rio donde teníamos las sesiones, como si fueran su padre, madre o alguien del per-
sonal del hospital. A veces él mismo nos indicaba dónde tenía tensiones y le dába-
mos un masaje fuerte y profundo seguido de uno suave y cariñoso.
Después de 30 sesiones, cuando empezaba a hacer planes –algo fantásticos al
principio– de lo que quería hacer, pensé en invitar a sus padres para ir preparándo-
los a un futuro en que el joven viviera con ellos y pasara el día en un centro de salud
o algún centro de trabajo del estado de Illinois. Al principio los recibió con suma
agresividad, y temiendo perder el control nos pedía que lo sujetáramos o estuviéra-
mos a su lado para impedir que se lanzara sobre ellos, aunque los podía atacar de
palabra. Los padres aprendieron a presenciar sus desahogos de rabia sin asustarse
y a darle ciertas expresiones físicas de cariño cuando Phillis y yo le dábamos algún
masaje.
Después de 6 meses de trabajo, todos –incluso el personal de la unidad que a
veces observaba las sesiones a distancia– palpamos un cambio extraordinario y
pensamos, que de continuar el tratamiento, el muchacho podría regresar a su casa
en un año más. El obstáculo era la ordenanza gubernamental que impedía que los
pacientes permanecieran en el mismo hospital más de 6 meses. Los padres pusie-
ron una demanda al Departamento de Salud Mental a fin de que prosiguiera el tra-
tamiento iniciado por mí con la valiosa ayuda de Phillis Tengbladt, pero no tuvie-
ron éxito. Se suspendió el tratamiento psicodramático-bioenergético y lo enviaron
a otro hospital en donde lo tuvieron en una unidad de alta seguridad y con un tra-
tamiento de modificación de conducta frío y mecánico, con lo que atrofiaron su
desarrollo por la falta de contacto personal y de manifestaciones sinceras de acep-
tación y cariño.
Uno de los resultados que logra la terapia integral de la psique y del soma es ayu-
dar al paciente a que acepte abiertamente su necesidad de calor, intimidad física y
cariño sin temor a ser aniquilado. Este joven, no sólo nos permitió acercarnos, sino
que él mismo nos pedía masaje, y, a veces, iniciaba expresiones de cariño a las que
respondíamos sin traspasar el límite de su tolerancia y ansiedad, como aconseja
58 MAIOR
E l c a r á c t e r e s q u i z o f r é n i c o
MAIOR 59
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Se trata de un hombre de 30 años que vino a Guadalajara con una compañía trans-
nacional y que llamaré Alex. Vino a mi consultorio por recomendación de un amigo
mío y compañero de formación en bioenergética en Nueva York.
Alex solicitó la cita para verme poco después de haberse asentado en
Guadalajara. En las primeras sesiones me explicó que no podía rendir en su trabajo
por falta de concentración, sobre todo cuando sentía que se le rajaba la cabeza.
Cuando le pregunté en qué parte de la cabeza sentía el mayor desquebrajamiento me
dijo que en la frente, justo entre los dos ojos, por lo que no podía fijarse en lo que leía.
Le pedí que se recostara boca arriba en mi mesa de trabajo y que respirara natural-
mente. Su respiración era paradójica, como la llama Lowen, hundiendo el abdomen
al inhalar. Después de que se relajó un poco, le dije que le iba a dar un masaje suave
que le podría ayudar en su mal. Me froté fuertemente las manos y le di un masaje en
toda la cabeza; al final le puse las palmas de mis dos manos sobre la frente mientras
sincronizaba mi respiración con la suya.
Con este tratamiento se sintió mejor. En otras sesiones yo empleaba el mismo tra-
tamiento siempre que se quejaba de algún desgarramiento de los brazos o tensiones
fuertes en el pecho o en la espalda.
Para que el lector entienda lo que hacía con Alex, le explico que yo no creo en la
eficacia "maravillosa" de estos contactos y masajes suaves en el caso presente, pero
comprendí que Alex era esquizofrénico y que lo que me estaba pidiendo inconscien-
temente era que le hiciera una caricia, como le pide un niño a su madre cuando se
queja de un pinchazo o dolor en la cara, en las manos y en los brazos. Alex nunca
había recibido de su madre ni de su padre una caricia.
Cuando Alex empezó a hablar de sus relaciones homosexuales desde los 15 años
de edad y del desgarramiento de su corazón por el rechazo o la falta de lealtad de
sus amigos homosexuales, pensé suspender el tratamiento de los masajes suaves por
el temor a que Alex le diera una interpretación sexual, pero reflexioné que me esta-
ba adelantando al problema porque él no había hecho ninguna alusión a esto y que,
suspendiendo el contacto al saber de sus relaciones sexuales, él se sentiría rechazado
a causa de su problema. Así que mantuve y continué con éxito la técnica de los masa-
jes cuando era necesario.
En otras sesiones, Alex expresaba fuertemente su disgusto porque chicas de la
misma compañía lo veían con ojos de enamoradas. Para atacar este problema pensé
introducirlo a mis grupos de psicodrama y bioenergética donde había hombres y
mujeres. En la primera sesión, Alex se arrinconó algo enfurruñado al sentir que no
era el centro de mi atención. Le dije que se acercara para presentarlo a todo el
grupo; le puse una venda en los ojos y le pedí que saludara a los miembros del
grupo que tendrían las manos extendidas frente al pecho. Yo lo dirigía como si
fuera un ciego. Noté que Alex se acercaba más a los hombres que a las mujeres, sin
duda porque podía sentir el aura de unos y otros, como explica el doctor J.
Pierrakos. Cuando se acercó a una mujer del grupo, Alex echó un brinco hacia atrás
y se alejó rápidamente. Cuando le pregunté por qué había hecho eso me contestó
que sintió una cosa muy fea y peligrosa, como cuando se acercaba su madre; con
60 MAIOR
E l c a r á c t e r e s q u i z o f r é n i c o
ello confirmé que era esquizofrénico. A partir de esta sesión, Alex participaba más
en las sesiones.
Después de un año de sesiones individuales y grupales, Alex me informó que
había conocido a una chica muy inteligente en una ciudad del estado de Guanajuato
y que le gustaba mucho. En este tiempo, sus sesiones privadas conmigo no eran
regulares, sino sólo cuando se sentía mal somática o socialmente. Algunos meses
después, Alex hizo una cita para verme de urgencia. Al llegar, me informó que iba a
casarse con la chica de quien me había hablado y venía a invitarme a que asistiera a
su matrimonio. Le prometí que asistiría con mucho gusto. Hubo un silencio de unos
minutos y me pidió otro favor, diciéndome que al casarse con una mexicana pensa-
ba nacionalizarse mexicano, y me pedía que le permitiera usar mi apellido antes que
el de su padre añadiendo como razón "porque tú eres mi verdadero padre y, además,
me has hecho hombre". Le sugerí que era mejor que conservara sus apellidos, tanto
por razón de su trabajo, como por una posible herencia de sus padres ya que era el
hijo único; pero que podría llamarme "tío" sin dar explicaciones de este parentesco
por la diferencia de apellidos. Sobra decir que asistí con gusto a su matrimonio, y, un
año después a la fiesta para celebrar el nacimiento de su hijo, me presentaba como
"el tío Agustín". También puedo añadir sinceramente que lo veo casi como mi hijo y
que me da gusto verlo porque hasta la cara, la mirada y el modo de andar le han cam-
biado.
MAIOR 61
El carácter oral
5
En este capítulo haré, primero, una descripción general de este tipo bioenergético
fijándome en sus manifestaciones psíquicas; luego, apuntaré algunos rasgos físicos
del mismo. En tercer lugar, indicaré la etiología que señala Lowen como raíz de la
formación de este carácter y, finalmente, daré algunas indicaciones sobre su trata-
miento basándome en mi experiencia con este tipo de personas y utilizando los tres
puntos anteriores.
El oral es un carácter pregenital, o sea que empieza a formarse en los tres prime-
ros años de vida. Una de sus características es la presencia de actitudes infantiles pro-
venientes de la falta de satisfacción de la necesidad de calor, apoyo y contacto físico
desde la infancia1.
Con la esperanza de obtener ayuda de otros, está dispuesto a sacrificar su propia
independencia. Tiende, por tanto, a mantenerse dependiendo de otros, apoyándose
en ellos y temiendo que lo abandonen y dejen solo2. Cuando siente que no lo atienden
y no le ponen toda la atención que él desea, se siente rechazado y cae en la depresión3.
Por el dolor que el descuido y abandono de la madre le causó en la infancia, el
carácter oral reprime conscientemente sus necesidades internas y todo impulso de
pedir ayuda para satisfacerlas4. Sin embargo, inconscientemente busca siempre llenar
las necesidades insatisfechas de la infancia incluso en sus relaciones sexuales gozan-
do del contacto, calor y proximidad del consorte más que de su descarga sexual5.
El carácter oral, aunque desconfiado de sus propios sentimientos, puede ser un
tipo amable, agradable y no es extraño que escoja, por una especie de reacción
inconsciente, un papel en la vida en que actúe como auxiliar, sostén y hasta terapeu-
ta de otros, pero su acción está limitada por sus propias necesidades ya que, por
haber reprimido la expresión de las mismas, lo que busca inconscientemente al dar
es también recibir sin tener que pedir.
MAIOR 63
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
6 Ibid., p. 66.
7 Lowen, Language of the Body, p. 171.
8 Ibid., p. 164.
9 Ibid., pp. 169-170.
10 Ibid., p. 168.
11 Ibid., p. 184.
64 MAIOR
E l c a r á c t e r o r a l
RASGOS FÍSICOS
Las expresiones somáticas del carácter oral reproducen también las dos actitudes
psicológicas extremas de dependencia e impotencia o la compensatoria de autosufi-
Apariencia física del carácter oral
MAIOR 65
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
ciencia exagerada. Para cubrir su necesidad de depender de otros, el oral puede pre-
sentar una postura rígida y levantada, mirar a los demás con un aire de superiori-
dad, ahogando sus sentimientos y desconfiando de ellos, pero ordinariamente su
aspecto físico indica más bien una actitud de impotencia y debilidad. Su cuerpo es
delgado y alargado, mostrando falta de energía en toda la periferia, pero principal-
mente en la parte inferior del cuerpo. Su piel es delgada y se lesiona fácilmente; sus
ojos, tristes y suplicantes, muestran el deseo y anhelo de amor y cariño a pesar de su
actitud compensatoria de no pedir ni necesitar de nadie. La cabeza, sostenida por un
cuello delgado, está estirada hacia adelante y la barbilla un poco hacia arriba, como
pidiendo de mamar. La respiración es superficial y torácica, sin que la región abdo-
minal intervenga para nada. El pecho está hundido y, a veces, las costillas flotantes
forman un borde hacia adelante que se destaca más al respirar. Al andar parece un
niño que empieza a caminar, muestra una postura desmañada y los brazos cuelgan
como apéndices echados hacia atrás. La pelvis es pequeña, los brazos y piernas del-
gados y con poca fuerza por lo que tiende a apretar las rodillas rígidamente para
tener más fuerza. Los pies son chicos y delgados y el peso descansa sobre los talones.
La musculatura es débil en general; los músculos pectorales están contraídos man-
teniendo el pecho apretado y los hombros echados hacia adelante; el músculo trapecio
parece vencido. Sus movimientos de los brazos y piernas carecen de coordinación13.
Por su misma debilidad, se cansa pronto cuando emprende un ejercicio físico; si
éste se prolonga, siente jaquecas, tensión en el cuello y desvanecimiento. También
suele sentir tensión en los hombros y la base del cuello14.
Según Lowen, la energía del oral fluye hacia la cabeza; sus funciones psíquicas
tienen más vitalidad que las genitales y demás funciones físicas. Su cabeza parece ser
la parte mejor desarrollada de todo el cuerpo15.
La relación que existe entre las actitudes psíquicas y el aspecto y dinamismo somá-
tico es de simple correlación. Según Reich y Lowen, es el resultado de la misma ener-
gía que se manifiesta de igual manera limitada, tanto en las funciones psíquicas por los
mecanismos de defensa, como en las somáticas –por las tensiones musculares y la cora-
za muscular cuando las contracciones y distorsiones somáticas se hacen crónicas. Tanto
Reich como Lowen sostienen que las características físicas que hemos apuntado no se
deben a la herencia, sino a represiones que empiezan por la parte psíquica y que se
hacen inconscientes cuando pasan del sistema voluntario al autónomo. Según las
explicaciones que dan estos autores, la represión de los impulsos biológicos del niño se
inicia por la acción del ego ante la hostilidad, frustración o descuido del medio ambien-
te familiar, especialmente de los padres. Después, se refuerzan por actitudes sociales,
religiosas y culturales que rodean al niño y que suelen coincidir con las de los padres.
Una vez que esas tensiones somáticas se han hecho crónicas, el funcionamiento psí-
quico queda coartado por las mismas tensiones musculares; así que la influencia es
mutua y las manifestaciones psíquicas y somáticas se corresponden unas a otras.
13 Lowen, Language of the Body, p. 165
14 Ibid., pp. 174-175.
15 Ibid., p. 180.
66 MAIOR
E l c a r á c t e r o r a l
ETIOLOGÍA
Según Lowen, las tendencias psíquicas y las restricciones somáticas del carácter
oral se deben a la falta de satisfacción de sus necesidades en la infancia, lo que pro-
voca una fijación instintiva en ese nivel de desarrollo. Es un estado de privación, pero,
no tanto de alimento físico, sino de amor y afecto por el descuido u ocupaciones exce-
sivas de la madre dentro o fuera de casa, por enfermedad o muerte de la misma16.
Lowen es categórico al afirmar que la fijación en esta etapa de la infancia se debe
a privación y no a exceso de amor. Escribe al respecto: "No puedo aceptar que sea
posible que un niño quede fijado en la etapa oral de su desarrollo a través de la satis-
facción excesiva de sus necesidades"17. Dice también que el amor verdadero no puede
ser excesivo; lo que puede ser excesiva es la limitación con que la madre atiende a su
hijo. Cuando al niño se le atiende con demasiada ansiedad, ésta impide que satisfa-
ga sus necesidades de amor y contacto físico, por lo que es posible que quede fijado
en esta etapa aunque estén satisfechas sus necesidades de alimento.
Cuando el niño siente la necesidad de alimento, atención y cariño, llora espontá-
neamente: pero cuando su llanto no obtiene resultados positivos para alcanzar
mayor atención, lo reprime y limita su respiración y movimientos, deja de pedir y
espera pasivamente que sacien sus necesidades. De ahí parten las tendencias de
esperar pasivamente recibir, sin pedir ni buscar, que hemos anotado antes, y la pre-
cocidad para andar y conseguir algo por sí mismo con una independencia prematu-
ra y exagerada.
Cuando la falta de satisfacción de las necesidades psíquicas y físicas se repiten en
la pubertad y adolescencia, vemos el carácter adulto limitado y tímido en la búsque-
da de lo que puede satisfacer sus necesidades de amor, contacto y atención. Sin
embargo, esas carencias de la infancia pueden llenarse hasta cierto grado con rela-
ciones posteriores en las que el individuo realmente satisfaga todas sus necesidades,
lo que neutralizará bastante el efecto de las primeras privaciones, ya sea que estas
relaciones sean familiares, sociales o terapéuticas.
TERAPIA
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P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
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E l c a r á c t e r o r a l
Recuérdese que el oral tiene la parte inferior del cuerpo –pelvis, muslos y pier-
nas– menos desarrollada que la parte superior, por lo que el terapeuta bioenergético,
al trabajar la parte somática del problema, hará que el paciente active mejor la ener-
gía de la parte inferior de su cuerpo por medio de ejercicios de arraigamiento (groun-
ding), como el de estar de pie, con los pies bien plantados y paralelos, doblando las
rodillas y haciendo presión sobre el suelo con los pies, mientras se hace respiración
profunda prolongando la exhalación, pero manteniendo siempre el tórax recto de tal
forma que haya una línea recta de gravedad. Este mismo ejercicio se puede efectuar
sobre el pie derecho y luego sobre el izquierdo. Lowen y su esposa Leslie detallan
otros muchos ejercicios para aumentar la energía de la parte inferior del cuerpo18. A
los ejercicios en el consultorio, el terapeuta puede añadir otros como correr y trotar,
para que el paciente efectúe entre sesión y sesión.
Recordemos también otros rasgos físicos fácilmente distinguibles en el carácter
oral: el pecho hundido, la mirada suplicante y la voz suave y apagada que corres-
ponden a su timidez y falta de asertividad tanto en los planes de su vida como en su
relación con los demás. Para ayudarle a resolver estas tensiones, el terapeuta puede
darle masaje profundo en esas áreas y utilizar varios ejercicios bionergéticos. Uno de
ellos es hacerle respirar profundamente y exhalar largamente con el sonido a y luego
con el sonido o.
Hay otros ejercicios que sirven para activar la energía tanto de las piernas como
de la pelvis y del pecho. Uno de ellos consiste en poner al paciente de espaldas sobre
el banquillo bioenergético. El paciente tendrá los pies bien plantados sobre el suelo y
la pelvis colgando libremente. En esta posición, el terapeuta pedirá al paciente que
respire profundamente con abdomen y pecho mientras le da masaje a los músculos
intercostales y al pectoral mayor para extender la caja torácica.
Otro ejercicio que activa igualmente la energía del pecho, pelvis y piernas es el arco
chino. Éste consiste en ponerse de pie bien afianzado sobre el piso y con los dedos de
los pies ligeramente vueltos hacia adentro a una distancia de 50 ó 60 centímetros. El
paciente doblará las rodillas y se inclinará hacia atrás lo más que pueda, con los puños
de las manos en la región lumbar para empujar la pelvis hacia adelante. En esta posi-
ción el terapeuta le hará respirar profundamente con abdomen y pecho hasta que se
produzca una vibración de todo el cuerpo. Ésta se aumentará más si el paciente levan-
ta los brazos y los mantiene en alto con ayuda del terapeuta o algún otro sostén que
le permita conservar esta posición y apoyarse en la punta de los pies.
Como no hay caracteres puros al cien por cien y los pacientes muestran distintas
tensiones según su personalidad, el terapeuta bioenergético se fijará en ellas y trata-
rá de disminuirlas con ejercicios apropiados, pero recuérdese que la terapia bioener-
gética no consiste en ejercicios físicos de gimnasia, sino en ejercicios apropiados a las
tensiones musculares relacionadas con los problemas psicológicos que presenta el
paciente, los cuales deben dilucidarse o trabajarse con la modalidad terapéutica que
mejor maneje el terapeuta.
MAIOR 69
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70 MAIOR
E l c a r á c t e r o r a l
de Chicago, llamada Audi Home, y que estaban a prueba antes de darlos completa-
mente de alta. Las sesiones psicodramáticas con estos muchachos eran ruidosas y
violentas, con empujones y con expresiones soeces y sucias; en ellas dramatizaban
espontáneamente el mal que habían recibido en su casa y en la misma correccional;
después podían visualizar y escenificar los planes que tenían al estar completamen-
te libres de la correccional y formar sus familias de una manera distinta a la de su ori-
gen. Estos chicos, a pesar de su violencia y agresividad, no se contentaban con pala-
bras y planes para el futuro; también se ayudaban mutuamente tratando de conse-
guir ser admitidos en varias escuelas para terminar su secundaria y conseguir traba-
jo para subsistir.
También en México he tenido la oportunidad de trabajar con jóvenes orales que
habían intentado o intentaban cometer suicidio a causa del dolor y desesperación
que sentían por vivir en una familia fría y en una lucha constante en la que no había
amor ni comprensión de unos con otros o al ver rota una relación de noviazgo o
matrimonio con la que esperaban satisfacer las necesidades de amor y cariño que en
los orales son más fuertes que en los otros tipos bioenergéticos. Escenificaban, pri-
mero, las situaciones del propio suicidio y su funeral pomposo con el que se cubría
la falta de aceptación y de amor en la familia. Después de expresar su dolor y su
depresión con lágrimas y agresividad, lograban visualizar y escenificar un futuro de
esperanza en el que era posible satisfacer su necesidad de amor y aceptación.
Con la experiencia que he tenido con niños, jóvenes y adultos tanto en Estados
Unidos como en México, puedo afirmar que las grabaciones de experiencias y reac-
ciones traumáticas que se han tenido en la infancia y en la adolescencia no se cam-
bian ni modifican con fármacos ni con consejos psicológicos, sociales y religiosos,
sino con experiencias de amor, respeto y comprensión de parte del terapeuta y, espe-
cialmente, de parte de los asistentes a sesiones psicodramáticas en que se ven sin
miedo las escenas de privación y de dolor que se habían hecho inconscientes, con
efectos dañinos psíquica y somáticamente, a través del sistema autónomo simpático.
Después de vaciar la energía reprimida del sistema nervioso simpático, es necesario
activar el sistema parasimpático con experiencias positivas que borren las del pasa-
do y que den luz y fuerza para actuar madura y positivamente en el futuro.
MAIOR 71
El carácter masoquista
6
En este capítulo aclararé, en primer lugar, el concepto de masoquismo que sostie-
nen Reich y Lowen contra la posición de Freud. Luego, indicaré las actitudes psico-
lógicas y los rasgos físicos que muestran los individuos masoquistas siguiendo las
observaciones clínicas de Lowen y de mi propia experiencia. Finalmente, apuntaré la
etiología que sugiere Lowen y algunas indicaciones de mi experiencia para la terapia
de este tipo bioenergético.
Antes de Reich y de Lowen, por masoquismo se entendía una perversidad por la
que el paciente goza atormentándose. Freud creía que esta perversión era resultado
del instinto de muerte. Reich escribió un artículo –que con dificultades se publicó en
1932 por la oposición de la Sociedad Psicoanalítica- refutando esta posición de Freud.
Una traducción al inglés apareció en 1944, y, finalmente, el artículo formó parte del
libro Análisis del carácter en su segunda edición de 19451.
Reich habla del masoquismo como una actividad defensiva debida a las represio-
nes sociales de la búsqueda del placer, no como un instinto biológico de sufrimiento
y de muerte. Es un medio de supervivencia en un medio ambiente y circunstancias
hostiles a los cuales el individuo debe ajustarse y someterse para recibir aceptación,
incluso a costa de negar sus propios impulsos y sentimientos2.
Según Lowen, el carácter masoquista es el resultado de una presión continua ejer-
cida por las exigencias de padres y maestros, que aplastan no sólo la búsqueda de
placer del sujeto sino también su propia individualidad y asertividad3. A partir de las
experiencias infantiles en que el ego fue aplastado por las exigencias de la madre, el
masoquista tiene siempre duda de sí mismo y desconfianza de los demás4.
El masoquista muestra sumisión externa al gusto y disposiciones de los demás,
especialmente al de personas que considera superiores a él en cualquier sentido, pero
en su interior guarda siempre un fuerte sentimiento contra la autoridad y hondos
sentimientos de hostilidad y negatividad.
MAIOR 73
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Las presiones externas del ambiente hacen que la agresividad del masoquista
quede sepultada y reprimida a tal grado que es incapaz de usarla ni en defensa pro-
pia ni en la búsqueda de sus fines, y esto se manifiesta posteriormente en un super-
ego torturante y en su propia musculatura.
Habiendo perdido la noción de lo que quiere y de lo que intenta realizar, la auto-
estima del masoquista depende siempre de la sumisión a los demás y de su aproba-
ción5. De niño, aparece siempre como el niño bueno y obediente; después, como el
hombre responsable que acata y se somete servilmente a las disposiciones de los que
tienen autoridad sobre él6. Al reprimir su rebeldía y agresividad, el masoquista repri-
me fuertemente también la expresión de todos sus sentimientos7.
Lowen define el masoquismo como un estado psíquico en que el individuo ha
perdido el respeto de sí mismo, con fuertes sentimientos de inferioridad mezclados
con otros de superioridad que mantiene a raya8.
El carácter masoquista, como el oral, es un tipo pregenital, esto es, empieza a for-
marse antes que aparezcan los impulsos sexuales. Sin embargo, cuando llega a la
edad de 12 años, al sentir impulsos sexuales, su expresión sexual está ya bastante
limitada por sentimientos de culpa, humillación y degradación9. Más tarde, por
razones no muy claras, su atracción es por personas de mayor edad que él10.
También suele sentirse atraído por personas a quienes siente con un estatus o posi-
ción por encima de la suya en cualquier aspecto –económico, social, intelectual,
etcétera– lo que, a la larga, refuerza la misma actitud de sumisión al superior.
En general, el masoquista es una persona que se ve atrapada entre sus impul-
sos, que son siempre vigorosos, y sus esfuerzos para mantenerlos a raya y sin
expresión. Bajo distintos aspectos, el masoquista tiene un historial de esfuerzos y
fallas, de empeño y retroceso, mostrándose indeciso o impulsivo al intentar rom-
per sus propias barreras11. Todo tiene que hacerlo con esfuerzo, y esto lo manifies-
ta físicamente apretando el abdomen y los glúteos, lo mismo que las quijadas, y
hasta mordiéndose la lengua12. Se queja continuamente, y, en realidad, es una per-
sona aprisionada con los cerrojos de un superego exigente que no le deja un momen-
to de paz. No es extraño que se sienta a punto de reventar por las presiones inter-
nas, e incluso puede llegar, en casos extremos, a dañarse físicamente en un intento
de romper su presión interna o para castigarse por la expresión de su agresividad
o sexualidad. En personas criadas en una cultura religiosa exigente, el masoquista
resulta un escrupuloso que en todo ve pecados y que hace penitencias exageradas
para expiarlos.
74 MAIOR
E l c a r á c t e r m a s o q u i s t a
RASGOS FÍSICOS
El masoquista tiene mucha energía, pero la tiene fuertemente reprimida por una
musculatura apretada. La expresión externa de esa energía queda por eso limitada
como puede verse en sus ojos tristes13. El cuerpo del masoquista es generalmente
corto, fornido y musculoso; tiene el cuello corto y grueso como de toro, la cabeza
parece metida entre los hombros por el músculo trapecio inmóvil y vencido.
Mantiene la pelvis echada hacia adelante con el trasero apretado dando la impresión
del perro asustado con la cola entre las patas. Lowen apunta que la piel del maso-
quista tiene un tinte pardusco y vello abundante. Las mujeres masoquistas tienen
más vello de lo ordinario en la parte inferior del cuerpo; sus glúteos son anchos y los
muslos son abultados y fuertes. Tanto hombres como mujeres muestran constriccio-
nes en la garganta similares a la del trasero. Su voz es quejumbrosa y su hablar es
entre dientes por las mismas restricciones de la garganta14.
MAIOR 75
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
ETIOLOGÍA
76 MAIOR
E l c a r á c t e r m a s o q u i s t a
características psicológicas del masoquista que están relacionadas con las tensiones del
ano, la pelvis y los glúteos estrechos y apretados. En la parte superior el masoquista
tiene tensiones en la garganta y quijadas y una voz doliente y quejumbrosa.
La madre es una persona insegura en el desempeño de la maternidad y tiene una
preocupación ansiosa y excesiva por la alimentación del niño y las funciones de elimi-
nación, sin atender a otras necesidades de contacto, amor y seguridad del infante. Le
obliga a comer cuando ella cree que lo necesita, sin atender a gustos o falta de hambre
del pequeño; asimismo, las funciones de evacuación están programadas al tiempo y
hora que ella ha determinado, forzando al pequeño a hacer esfuerzos supremos para
complacerla en este sentido. Más adelante, el joven y el adulto no sabrán exactamente
lo que quieren y necesitan, y su cuerpo se verá apretado y con tensiones en pelvis y
garganta y con necesidad de hacer un esfuerzo para romper la malla física y psíquica
que le oprime tanto al hablar como en las funciones genitales y de eliminación19.
La madre se muestra así de exigente, no por falta de interés por el niño, sino por
su inseguridad y falta de confianza en sí misma y en el niño. Cree que si ella misma
no sigue la infinidad de reglas que ha heredado de su familia y de su cultura, no
cumplirá con su deber y el niño será un fracasado. Todavía está bajo las tradiciones
rígidas de que el hombre está siempre inclinado al mal y que, de no sujetarlo y
domesticarle como animal salvaje desde los primeros años, será un hombre malo.
Los fracasos continuos del carácter masoquista en la edad adulta son el fruto del
miedo excesivo que tenían sus padres al fracaso. Su actitud ante la vida es de fraca-
so porque ése fue el patrón que recibió de sus padres y maestros en sus primeros
años. Será un niño "bueno" y un hombre que quiere cumplir con todas las leyes y tra-
diciones, pero no sabe qué hacer de su vida. Si emprende algo, desiste porque su
obsesión y su convicción es que ha de fracasar20.
Actitudes exageradas, ya sean éstas moralistas, sociales, políticas o económicas,
vienen a robustecer el carácter masoquista atormentado con remordimientos y escrú-
pulos en cualquier actividad. Da lástima ver a ciertos individuos masoquistas con
miedo de Dios y de todo lo que les rodea en la sociedad, poniendo toda su energía
en reprimir y controlar todos sus impulsos y "ser buenos", y terminar siendo "buenos
para nada", inseguros y fracasados en todo lo que emprenden21. Todo su empeño es
controlarse y suprimir lo que lleve a su realización personal, si esto implica salirse de
las reglas impuestas.
TERAPIA
Lowen confiesa en distintos lugares de sus libros que la terapia del carácter maso-
quista es sumamente difícil porque exige mucha comprensión y mucha paciencia por
19 Lowen, Bioenergetics, p. 165.
20 Ibid., p. 229.
21 Lowen, Language of the Body, p. 206.
MAIOR 77
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
las quejas continuas y las provocaciones hostiles del paciente22. Pero el conocimiento
de los rasgos psicológicos y físicos del masoquista y la etiología hipotética de su for-
mación y consolidación ayudarán al terapeuta a formarse un plan de trabajo.
En terapia, la preparación personal del terapeuta es indispensable para poder
ofrecer al masoquista una experiencia real y vivencial que le ayude a romper sus
cadenas y liberar su energía a fin de emplearla en funciones biológicas satisfactorias
y actividades sociales y profesionales constructivas.
La supresión de su individualidad para sujetarse a las normas impuestas por los
padres y la esclavitud a una cultura que ahogue su personalidad deben interrumpir-
se. ¿Cómo? No dando más reglas ni imponiendo el modo de pensar, sentir y obrar
propios del terapeuta. Hacer esto, directa o indirectamente, sería reforzar las cadenas
y la sumisión esclavizante del masoquista; cambiaría de amo, pero no de estado de
esclavitud. El terapeuta bioenergético debe estar preparado para aceptar el sabotaje
y la rebeldía –directa o indirecta– del masoquista. Esto le será fácil si él no tiene el
proyecto de imponerle su modo de pensar y ser. Para esto le servirá haber pasado
por un entrenamiento serio en la terapia no-directiva de Carl Rogers. Si el terapeuta no
impone sus leyes ni sus teorías, no tendrá miedo a la agresividad y rebelión pasiva
del paciente. Aun cuando el masoquista dirija abiertamente su hostilidad contra el
terapeuta, éste podrá sentirse libre y seguro para aceptar y hasta intensificar la agre-
sividad solapada del paciente hasta que ésta sea abierta y descarada; así podrá eli-
minarla más rápidamente y dar lugar a la expresión de sentimientos internos y agra-
dables que quedaron suprimidos en la infancia23.
Para esto pueden servir ejercicios bioenergéticos que suavicen las tensiones resul-
tantes de la hostilidad reprimida que se encuentra en el cinturón escapular o en los
hombros. Entre estos ejercicios está el de dar golpes a un colchón; el individuo se
pondrá frente a una cama o mesa de masaje y, levantando los brazos lo más alto y
hacia atrás que pueda, golpeará fuertemente el colchón al mismo tiempo que grita
"¡No!". Otro ejercicio consiste en ponerse de pie y doblar los brazos poniendo los
codos a la altura y en dirección de los hombros; en esta posición, el individuo empu-
jará fuertemente los codos hacia arriba y atrás como quien quiere librarse de quien
lo aprisiona; de esta forma, el movimiento estimulará el músculo trapecio y el indi-
viduo aprenderá a defenderse.
Recuérdese que el masoquista tiene apretada la garganta, el ano y los genitales,
por lo que conviene darle masaje alrededor del cuello y hacer ejercicios que suavicen
la rigidez de la pelvis, como el movimiento de "hula-hula" o dar golpes con el trase-
ro y la cadera a un colchón que estará recargado en una pared. También sirve que el
paciente se ponga "a gatas" imitando la posición del perro con la cola entre las patas:
el trasero sumido y la cabeza agachada; el ejercicio consiste en levantar el trasero al
mismo tiempo que endereza la cabeza, volver a la posición inicial y repetir varias
veces el movimiento con la mayor fuerza posible. Pero pensando, al mismo tiempo,
en liberarse de las personas que lo han aprisionado.
22 Ibid., p. 194.
23 Ibid., p. 126.
78 MAIOR
E l c a r á c t e r m a s o q u i s t a
Otro ejercicio muy útil consiste en lo siguiente: el individuo se sienta con las
manos sobre las rodillas y la cabeza agachada en posición de sumisión mientras que
el terapeuta, de pie, hace presión sobre la cabeza del paciente empujándosela hacia
abajo para hacerle sentir, en forma más palpable, su yugo, al mismo tiempo que repi-
te las normas y mandatos que el sujeto ha recibido durante toda su vida, por ejem-
plo: "debes ser bueno", "tienes que ser trabajador", "debes ser obediente", etc., o las
que conoce por boca del paciente: el individuo deberá hacer un esfuerzo para levan-
tarse repitiendo la palabra "¡No!", apoyando firmemente los pies en el suelo y levan-
tando, primero, el trasero hasta que logre enderezar los piernas; después, se puede
apoyar en los brazos del terapeuta, quien seguirá haciendo presión hacia abajo, hasta
que el sujeto logre enderezar completamente el tórax y, finalmente, la cabeza, empu-
jando sus brazos hacia arriba y atrás en un movimiento liberador al mismo tiempo
que el "¡No!" se convierte en un grito abierto y fuerte. No es cuestión de luchar para
ver quién puede más; el terapeuta le dejará ganar en cuanto el paciente haga un ver-
dadero esfuerzo por levantarse de la posición de sumisión en la que se encontraba.
Estos ejercicios, además de liberar la energía encadenada en el cuerpo, le traerán
al paciente recuerdos de situaciones en las que se sentía aprisionado por tantas nor-
mas y mandatos a los que tenía que someterse, por lo que es conveniente revivir esas
situaciones con técnicas psicodramáticas para que la terapia sea más completa24.
El masoquista es un organismo apretado y usa toda su energía en mantener sus
brazos, sus piernas y, en general, todo su cuerpo rígido para controlar mejor todos
sus impulsos. Para contrarrestar esta rigidez, el terapeuta puede inducirle a que haga
movimientos espontáneos sin seguir ninguna regla o que interprete libremente, con
movimientos de su cuerpo, música de ritmo lento o rápido para que aprenda a sen-
tir su cuerpo y a expresarse independientemente de reglas y normas establecidas.
Los pacientes suelen reaccionar en terapia como reaccionan ante cualquier situa-
ción desconocida que les produce stress, así que el terapeuta debe aceptar que el pro-
ceder del masoquista es un continuo empezar y desistir, con entusiasmo un día y
completamente desesperado otro. Ahí es donde se prueba la actitud interna del tera-
peuta, a saber, si realmente va junto al paciente en los pasos que da hacia adelante
y hacia atrás, o está todavía influenciado por su propia imagen de omnipotencia
profesional que choca con el paso lento del paciente. El masoquista es un niño gran-
de que no ha aprendido a andar, pensar y sentir por sí mismo y, aunque siente resen-
timiento porque se le ha obligado a seguir siempre las disposiciones de otros, por su
propia inseguridad, exige que el terapeuta le dé pautas concretas o se queja de que
no se le ayuda lo suficiente. El terapeuta debe estar atento a no caer en esta trampa,
porque de no ser así el paciente nunca podrá confiar en sí mismo probando sus pro-
pias fuerzas, cayendo y levantándose en todo lo que emprende. También ayudará
que, después de repetidas narraciones de sus fallas y errores, el terapeuta le pida
que escriba o relate su autobiografía, pero basándose sólo en casos en los que ha
tenido éxito.
MAIOR 79
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
80 MAIOR
E l c a r á c t e r m a s o q u i s t a
tendencia y capacidad de todos los pacientes de buscar y elegir lo que es mejor para
ellos mismos. Dar reglas y consejos a los masoquistas refuerza su sentimiento infan-
til de que no pueden hacer nada por sí mismos. Éste es un escollo en que caen los
terapeutas que creen que lo saben todo y que esperan resultados rápidos y especta-
culares si el paciente sigue puntualmente las orientaciones que ellos dan.
En quince años que llevo trabajando en México han venido a mi consultorio más
masoquistas que en los 25 años que trabajé en Chicago, pero también allá se dan
casos como el que voy a describir:
Un industrial de clase media superior mandó a terapia a su mujer porque no cum-
plía con sus obligaciones de casa. Como no acostumbro pedir información sobre los
problemas de los pacientes, esperé tranquilamente a que viniera la señora Stern el
día y a la hora indicados. La señora se presentó en mi consultorio en el día y a la hora
fijados esperando que yo le hiciera preguntas acerca de las acusaciones de su mari-
do. Pero como yo no sabía detalles de todo eso, ella empezó a quejarse de que se sen-
tía oprimida y como esclava de su marido porque cada día tenía que cocinar lo que
le mandaba el marido; que no le permitía visitar a sus parientes ni ir a la iglesia por
la mañana insistiendo en que su obligación primaria era atenderlo a él y limpiar y
arreglar bien toda la casa. Le pregunté en qué parte de su cuerpo sentía el peso de su
esclavitud y que me lo mostrase en pantomima. Se inclinó profundamente, apretan-
do los brazos y agachando la cabeza hasta los muslos; después de un momento, le
sugerí que fuera cambiando esta postura levantando la cabeza y el pecho hasta
erguirse; que respirara profundamente y que pensara cómo podría descargar de su
espalda alguna de las obligaciones que le imponía su marido sin que con esto se le
cayera la casa encima. Repitiendo este ejercicio, se le ocurrían pequeños detalles que
podía dejar de hacer o hacerlos a su gusto: éste era su trabajo personal cada semana.
Después de seis meses, se presentó el marido en mi consultorio para cancelar las
sesiones diciendo que la terapia no había servido para nada porque la mujer estaba
peor: antes saboteaba sus órdenes y ahora se rebelaba y dejaba de cumplirlas abier-
tamente. De mi parte, me dio la satisfacción de que la terapia había servido de algo;
la señora Stern podía hacer las faenas de su casa a su tiempo y a su gusto e ir a la igle-
sia a tocar el órgano en los servicios religiosos cuando ella quería.
MAIOR 81
El carácter psicópata
7
Éste es el tipo que más ha intrigado a Lowen desde su primer libro: Physical
Dynamics of Character Structure (1958) hasta el último: Narcissism (1983) en que final-
mente quiere decir la última palabra sobre este carácter. En este libro ha preferido
usar el término de narcisista al de psicópata y ha hecho diversas clasificaciones de
este tipo según el grado de patología.
En esta exposición, prefiero usar el nombre de psicópata por ser el más usual;
asimismo, trataré de dar una idea general del mismo sin atender a las divisiones
que hace Lowen del narcisismo; al fin y al cabo, toda descripción es un retrato
compuesto que no puede verse en ningún individuo en particular, sino en sus ras-
gos generales. El terapeuta bioenergético debe tener en cuenta que no hay carac-
teres cien por cien puros; que cada paciente puede mostrar características de dis-
tintos tipos, y guiarse en su trabajo por los rasgos más dominantes pero sin des-
cuidar las manifestaciones psíquicas y somáticas de otros caracteres que presente
el paciente.
La característica general que Lowen apunta como distintiva de este tipo es la
negación de todo sentimiento, especialmente los sexuales, aun cuando se use el
atractivo y la actividad sexual para atraer, dominar y probar su propio valor y supe-
rioridad1.
El psicópata siente que puede volverse loco o salvaje si se deja llevar por los sen-
timientos; de ahí su empeño en tenerlos a raya y su intento de cortarlos de raíz, ten-
sando su cuerpo o embotándolo con drogas y suprimiendo toda relación sentimen-
tal con otras personas. A veces, habla como si fuera un filósofo o un místico, discu-
tiendo generalidades para alejar de sí todo sentimiento concreto2.
Como el psicópata, desconfía de los propios sentimientos y trata de ahogarlos e
impedir su clara percepción, también desconfía de los sentimientos de los demás o
los usa sólo para dominarlos, pero, de hecho, no le hacen mella; así que no siente
remordimiento alguno en mentir, engañar, sobornar y seducir3.
MAIOR 83
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
El psicópata sólo piensa en los demás como instrumentos o peldaños para reali-
zar sus planes, que se centran siempre en creerse omnipotente y superior a todo el
mundo o sentirse el esplendor de belleza, juventud y atractivos sexuales si se trata
de una mujer4.
Aunque el psicópata no es capaz de establecer una relación personal íntima y sin-
cera con ninguna persona porque no confía en nadie, necesita, sin embargo, verse
rodeado de admiradoras y personas que estén dispuestas a ponerse a su disposición
con la esperanza de ser ayudados por su aparente influencia, prestigio y poder.
Necesita de la adulación y dependencia de otros para sentirse omnipotente y supe-
rior a todos los que se dejan controlar o seducir por él. Tiene tacto y diplomacia para
atraer a los que le han de servir y afianzar así la idea que tiene de sí mismo como cen-
tro del mundo5. Es también un hábil manipulador y sabe hablar de sentimientos y
fingirlos si le sirven para obtener sus fines, pero, de hecho, no siente nada de los sen-
timientos expresados6.
Así como el objetivo consciente e inconsciente del psicópata es sentir que puede
dominar y controlar a los que están a su alcance por su prestigio o por su atracción
sexual, lo que más teme y le atormenta es una relación con otra persona a quien él
supone superior en cualquier aspecto o que intente aprovecharse de él en cualquier
forma, aunque esto sólo exista en su mente7.
Su actividad sexual es como la del conocido personaje don Juan; busca sentirse
superior y con gran potencia sexual más que el gozo y satisfacción de la actividad y
de la relación en sí misma. No habiendo ni sentimientos, ni respeto por la otra perso-
na, su actividad sexual está sólo al servicio de su propia imagen de fuerte y atractivo
sexualmente8. No es extraño que el individuo desarrolle conductas de seductor preci-
samente para cubrir una inseguridad inconsciente sobre su propia capacidad sexual.
El psicópata siente que está por encima de todos los demás; la imaginación y la
fantasía son sus facultades más activas. Tuve un paciente que, en cada sesión, me
contaba episodios fantásticos de conquista en que se vestía y gastaba como un prín-
cipe, endeudándose tremendamente. Su problema inmediato era cómo evadir a los
acreedores y conseguir nuevos préstamos engañando a los incautos. Yo me conside-
ro como uno de éstos: nunca pagó las consultas. También se quejaba de depresión
cuando sus planes grandiosos de conquista o de trabajo le fallaban.
Otro de mis pacientes se expresaba así de sus conquistas: "La mujer es como un
juguete nuevo que pierde todo su encanto cuando uno la ha conquistado y mano-
seado. El problema entonces es cómo deshacerse de ella". Con el mismo tono de
superioridad y de desprecio he oído decir a psicópatas femeninas: "Los hombres son
unos tontos. Una los embauca, los hace gastar y, cuando una se cansa, se deshace de
4 Ibid., p. 2.
5 Ibid., p. 6.
6 Ibid., p. 15.
7 Cfr. Lowen, Bioenergetics, p. 202 y Narcissism, p. 10.
8 Lowen, Narcissism, p. 15.
84 MAIOR
E l c a r á c t e r p s i c ó p a t a
RASGOS FÍSICOS
MAIOR 85
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
cual siente que reside su fuerza y atractivo para controlar y seducir. En el psicópata
masculino, la parte más sobresaliente del cuerpo es de la cintura para arriba, con
corte bien marcado en la cintura y región diafragmática; en la mujer, en cambio,
usualmente la pelvis es la parte mejor desarrollada y donde basa su fuerza, aunque,
dependiendo de lo que se considere el mayor atractivo dentro de la cultura en que
vive o dónde sienta ella que reside su principal instrumento de conquista, puede
desarrollar más la parte superior del cuerpo, principalmente los pechos.
En el hombre psicópata, la cabeza muestra mayor energía; sus ojos son descon-
fiados y su mirada penetrante y dominante. El tórax es robusto y rígido, y tiene poca
vitalidad en la pelvis y en las piernas. La mujer puede mostrar estas características o,
por el contrario, concentrar su energía en la pelvis, dejar el pecho débil y tener una
mirada seductora.
Como el psicópata suprime sus sentimientos inhibiendo todo movimiento inter-
no por medio de tensiones crónicas, su cuerpo es tenso y rígido, apretado por la
armadura muscular que lo circunda.
Si el cuerpo no corresponde a la imagen de poder y seducción que tiene el psicó-
pata de sí mismo, tratará de rodearse de cosas que hagan resaltar esa imagen, como
automóviles de lujo o vestidos y joyas que lo hagan sentirse irresistible9.
El psicópata considera su cuerpo sólo como un instrumento de conquista y no
como parte integrante de sí mismo, por lo que no presta atención a los mensajes ema-
nados de su mismo cuerpo –cansancio, tristeza, debilidad, etcétera– impidiendo con
mayor fuerza la conciencia de sentimientos relacionados con los aspectos en que se
siente más vulnerable.
ETIOLOGÍA
La causa principal que Lowen apunta como primaria del carácter psicópata es la
seducción de parte de los padres, especialmente del sexo opuesto10. Por seducción
debe entenderse aquí la utilización del niño para satisfacer las propias necesidades
del adulto, sea luciéndolos por su apariencia física y atractivo, sea sacando ganancias
o ventajas contra el consorte, o llenando solapadamente sus necesidades de atención
y satisfacción sexual.
Ordinariamente, los padres del psicópata están en conflicto matrimonial: una
parte abusa de la otra o la abandona psicológicamente; el progenitor victimizado o
privado de la satisfacción de sus necesidades de cariño y atención trata de satisfa-
cerlas con el niño o la niña, según el sexo, para compensar su estado de abandono
o rechazo por parte del consorte. Es usual que se recurra a confidencias con el hijo
o hija sobre los problemas entre los padres, inculcando y reforzando en el niño el
86 MAIOR
E l c a r á c t e r p s i c ó p a t a
deseo de satisfacer por él mismo las necesidades del progenitor que debieran ser lle-
nadas por el consorte respectivo. Este deseo puede ser tan fuerte que impida al psi-
cópata adulto establecer una verdadera relación de pareja; las necesidades de su
padre o madre pueden seguir siendo prioritarias sobre las de su pareja, sobre todo.
cuando se utilizaron conductas y actitudes sexuales con el niño, aunque haya sido
en forma velada.
En el conflicto familiar por el juego de poder entre los padres, el niño se siente
como una carta importante. Es algo muy especial para la madre que encuentra en él
una compensación del abandono de su marido y alimenta las ilusiones del niño que
espera ser su protector, comprándole una casa o lo que necesite en sustitución del
padre. Asimismo, la niña espera ser el consuelo del padre fatigado y esclavizado al
trabajo por la madre exigente11. Estos deseos también pueden reforzarse cuando uno
de los padres está solo y trata de llenar sus necesidades afectivas con el niño o niña.
El complejo de Edipo y el sentimiento de grandiosidad que los padres fomentan
todo el tiempo pueden quedar fijados y, en casos extremos en que el niño es utiliza-
do para la satisfacción sexual de los padres, puede llegar a la homosexualidad12.
Freud ya había apuntado esta causa de la psicopatía y homosexualidad en su libro
Leonardo da Vinci.
El niño queda excitado e intrigado por la exaltación que recibe de su madre –lo
mismo puede decirse de la niña en relación con su padre–, pero no alcanza a com-
prender el verdadero sentido de sus emociones y le asustan por lo novedoso e inex-
plicable; de ahí que empiece a reprimirlos apretando su cuerpo y poniendo toda la
energía en su imaginación exaltada ante la grandiosidad de su persona respecto a su
madre o padre. Su sentimiento de omnipotencia queda ya bien marcado y lo canali-
za a su cabeza o a su pelvis, reprimiendo los sentimientos propios de la infancia y de
su desarrollo corporal: debilidad, necesidad de cariño, etcétera. Lowen dice que la
conciencia de sí mismo es una función de la vitalidad del cuerpo y no depende del
control consciente. La grandiosidad de la imaginación que caracteriza al psicópata es
una compensación por el sentimiento inadecuado e ineficaz de su cuerpo13.
El psicópata ha sido un juguete para la satisfacción de las necesidades de propia
estima, exaltación y cierta satisfacción sexual de uno de sus padres o de alguna per-
sona importante para el niño. Siendo pequeño, no podía escapar a esta situación de
servil dependencia para provecho de otros; al crecer, cambiará los papeles y emple-
ará el mismo juego sirviéndose de otros para su propia exaltación y provecho. Fue
usado sin consideración a su persona y a su edad y, ahora, tratará de usar a todo el
mundo. Se le hacía creer que era algo muy especial para el padre, la madre o alguna
otra persona importante para él; ahora, él prometerá el éxito, "el oro y el moro", a
cuantos se sujeten a su control y gustos. Su afán constante de poder, conquista y
seducción es para el psicópata un alivio a su estado anterior de juguete de otros.
MAIOR 87
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Se empeña también en tener éxito en todo, ya que cualquier fracaso lo siente como
una amenaza de regresar atrás y quedar de nuevo atado al gusto y caprichos de otros
sin poder liberarse de ellos14. Lowen escribe más adelante: "Por la relación mutua de
niño-madre o niña-padre, el niño queda expuesto y es sobreestimulado por los sen-
timientos y sexualidad del adulto. Para protegerse de tal sobreestimulación, el niño
se cubre de una coraza muscular, se hace rígido y ahoga sus sentimientos"15. La sobre-
estimulación y excitación del niño por la intimidad de la madre o padre, la partici-
pación en los problemas conyugales de los padres, unidos a la poca proyección afec-
tiva que éstos dan, aumentan el peligro del problema de la psicopatía16.
Las conductas características del carácter psicópata y la depresión que sobrevie-
ne cuando la imagen de grandiosidad se desinfla son, según Lowen, los desórdenes
más comunes de la sociedad moderna que se fundamenta en tendencias psicopáti-
cas, como son la búsqueda del poder, autoridad y exaltación propia a costa de los
demás, por explotación económica, política, social o sexual.
TERAPIA
88 MAIOR
E l c a r á c t e r p s i c ó p a t a
MAIOR 89
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
90 MAIOR
E l c a r á c t e r p s i c ó p a t a
cuerpo. Al quedarse en ropa interior, noté muchos rasgos físicos del psicópata. Le
pedí que, de pie y con el cuerpo inclinado, formase un ángulo de 90 grados y res-
pirase profundamente. Observé entonces que su respiración era superficial y torá-
cica, sin mover el abdomen para nada y, además, vi que tenía una marcada tensión
en la región lumbar y una pelvis estrecha y apretada que daba la impresión de un
perro castrado, y le dije: "Al oírte hablar en estos días con tanta desfachatez de
cosas sexuales, sospeché que tenías un problema sexual que tratabas de encubrir;
ahora lo veo y podría hablar de él, pero prefiero que tú lo vayas descubriendo sin-
cera y hasta penosamente en una terapia privada". Confesó que se había especiali-
zado en esta disciplina para resolver ciertos problemas que él tenía y que creía que
ya los tenía resueltos, pero que iba a pensarlo y decidir más adelante si realizaba
terapia individual. Hace de esto algunos años, y no sé si este educador y terapeu-
ta en sexología realizó o no terapia individual en este tiempo; sólo he sabido que
actualmente no ejerce esta profesión y que se dedica ahora a actividades culturales
y comerciales.
Otro aspecto importante para el terapeuta bioenergético es que sepa oír a su pro-
pio cuerpo y lo que siente en la interacción con el paciente psicópata y se lo exprese
tan fiel y claramente como le sea posible. Recuérdese que el psicópata se ha negado
a oír sinceramente sus sentimientos y no ha percibido jamás los sentimientos de
otros. Ésta debe ser una de las experiencias que le ofrezca la terapia.
En cierta ocasión, uno de mis maestros expresó a un psiquiatra con fuertes ten-
dencias psicopáticas su duda sobre su capacidad como terapeuta por la dificultad
que tenía en oír y captar los verdaderos sentimientos del paciente. El psiquiatra
empezó a llorar diciendo sorprendido que era la primera vez que oía a alguien expre-
sar sus dudas y sentimientos. Él nunca los había expresado y, precisamente, había
escogido la psiquiatría como profesión para ver los sentimientos desde lejos, sin caer
en ellos. Fue el principio de su recuperación.
Otra actitud íntima que debe tener el terapeuta es renunciar a todo intento de
querer cambiar al psicópata imponiendo sus puntos de vista. La raíz del problema
del psicópata es que de niño quedó al servicio de las necesidades de un adulto,
generalmente, el padre del sexo opuesto, por lo que el terapeuta debe cuidarse de
no reforzar esta experiencia traumática del paciente y no utilizarlo para llenar nece-
sidades privadas personales, sea de probar su capacidad profesional o de afecto. Su
interés inmediato es ayudarle a reconocer sus sentimientos y que él decida qué va a
hacer con ellos. Para esto servirá trabajar la rigidez y armadura del paciente, empe-
zando por la respiración para hacerla profunda a fin de que rompa el control inte-
lectual que tiene para que aprenda a sentir más que hablar de los sentimientos sin
realmente sentirlos, como pueden hacerlo admirablemente los psicópatas.
Cuando el paciente empiece a sentir sus tensiones, el terapeuta usará ejercicios
bioenergéticos y hasta masaje profundo donde aparecen las tensiones, especialmen-
te en la región ocular, la occipital detrás del cuello y en la región lumbar y pélvica.
Se han apuntado antes algunas de estas zonas de tensión, pero el paciente será el
guía que dirija al terapeuta. Incluso en la concienciación de los sentimientos, se debe
MAIOR 91
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
adentrar despacio y con prudencia. Para el terapeuta, el énfasis sobre los senti-
mientos y su expresión debió ser el pan cotidiano durante su entrenamiento y tera-
pia personal, pero los sentimientos son lo que el psicópata ha negado y tratado de
ahogar toda la vida, especialmente los de inseguridad, tristeza y miedo. La respira-
ción profunda y el masaje profundo los sacará a flote. El terapeuta debe darle tiem-
po para que reconozca y digiera algunos, poco a poco, sin esperar o pretender obte-
ner una catarsis sacudidora. Esto asustaría terriblemente al psicópata y lo alejaría de
la terapia.
Finalmente, el terapeuta debe hablar poco y ser muy parco en hacer interpreta-
ciones o dar explicaciones teóricas. Esto es lo que busca el psicópata para sentir que
puede resolver todos sus problemas con explicaciones intelectuales en lugar de sen-
tir con pena y dolor lo que la vida le ha dado.
92 MAIOR
El carácter rígido
8
Lowen considera el carácter rígido como el tipo más cercano a la salud mental de
los cinco principales que él trata en su exposición. Sin embargo, se complica al incluir
dentro de este tipo otras muchas clasificaciones como la histérica, el compulsivo y el
obsesivo, sin diferenciarlas ni aclararlas bien.
En esta exposición, sólo me fijaré en las actitudes psicológicas y rasgos físicos
comunes a todos ellos como tipos rígidos, ya que el objetivo de esta exposición es
ayudar al terapeuta bioenergético a reconocer sus rasgos generales y sus caracterís-
ticas básicas, apuntar la etiología que propone Lowen y, basándome en mi experien-
cia, dar algunas indicaciones sobre la terapia con este tipo, que puedan ayudar al
profesional de la salud mental a ofrecer una experiencia correctiva más que un diag-
nóstico detallado de las modalidades de cada uno de los caracteres.
El tipo rígido es, en general, agresivo y ambicioso. El fracaso en sus planes –de
cualquier naturaleza que sean– y la pasividad son considerados como una deficien-
cia, y hace cuanto puede para evitar toda expresión de debilidad y abatimiento,
como el llanto; la expresión de tristeza es evitada con todo empeño1.
Este tipo tiene una idea clara de la realidad y de las personas que lo rodean, pero
su contacto con ellas es cauteloso por miedo a equivocarse, parecer tonto y exponer-
se a que abusen de él. Su preocupación constante es mantener cierta distancia sin
relacionarse emocionalmente con nadie; así que su relación con los otros es atenta y
cortés, pero algo dura y cautelosa por miedo a perder la cabeza y quedar supedita-
do a la voluntad y caprichos de los otros2.
El tipo rígido es una persona que pone el deber antes que el placer; en su trabajo,
descanso e incluso en su actividad sexual, lo que busca es cumplir con su deber. Por
esto, es compulsivo en lo que dice, piensa y ejecuta3. En la ejecución de sus planes, es
tenaz, sin hacer diferencia entre lo importante y lo que no vale tanto esfuerzo. Para
él, realizar el plan es más importante que el valor y consecuencias del mismo4.
MAIOR 93
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
RASGOS FÍSICOS
Los rasgos físicos del carácter rígido tienen mucha semejanza con la actitud psí-
quica que hemos apuntado. El tipo rígido es el que muestra mejor la armadura mus-
cular de que hablan Reich y Lowen. Tiene un cuerpo proporcionado y lleno de ener-
gía y vitalidad, pero trata de mantenerlo controlado. Generalmente lleva la cabeza
erguida y todo su cuerpo tiene un buen color que refleja energía. Su mirada es clara
y despejada, pero dura y distante; indica la confianza que tiene en sí mismo y la poca
confianza que tiene en los demás.
Muestra tensión en los brazos, los muslos, las piernas y la espalda a lo largo de la
columna vertebral8. Da la impresión de una estatua con las quijadas firmes y apreta-
das y las rodillas rígidas y trabadas como soldado9. Su tórax es fuerte, pero tan inmó-
vil que semeja una coraza que aprisiona el corazón y ahoga todo tipo de sentimien-
tos. Carece de flexibilidad y sus movimientos son mecánicos y marciales.
Debido a su rigidez y a la compulsividad con que emprende todo, el carácter rígi-
do es, con frecuencia, víctima de enfermedades cardiovasculares y úlceras10.
El pecho levantado y defendido por la coraza muscular le sirve al rígido de mura-
lla para no establecer ninguna relación emocional íntima y para mantenerse fuera del
alcance de quienes quieran acercarse a él con mayor intimidad11.
Lowen describe el carácter rígido como un tubo estrecho por el que la energía se
mueve con trabajo, acumulándose la presión en la cabeza y en los genitales, por lo que
el rígido siente tensión en el cuello y en la pelvis, la que tiene bien desarrollada pero
apretada. Dicha presión se manifiesta frecuentemente en la actividad sexual como
eyaculación precoz y en las funciones psíquicas como terquedad y obsesión12. Cuando
94 MAIOR
E l c a r á c t e r r í g i d o
la energía se desborda y queda fuera del control habitual del rígido, produce mayor
rigidez en el cuello, inmovilizaciones de las piernas y hasta parálisis histérica13.
El empeño del rígido es mantener el control de sus sentimientos, tanto respecto a
sí mismo como en sus relaciones con los demás; el primer medio que emplea es limi-
tar su respiración para disminuir su energía y el segundo consiste en reforzar la
malla rígida muscular que tiene en todo el cuerpo, ejecutando sus movimientos en
forma mecánica y marcial, como un robot14.
Cuando, a pesar de sus esfuerzos, sube el nivel de energía por estimulaciones
ambientales e interpersonales, el carácter rígido se siente invadido de enorme ansie-
dad. Esta observación ya la había hecho Reich al hablar de estasis15. Cuando la des-
carga de energía está bloqueada y hay, por tanto, exceso de la misma, aparecen, ade-
más de la ansiedad, síntomas histéricos, con movimientos involuntarios, mayor ten-
MAIOR 95
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
ETIOLOGÍA
16 Ibid., p. 26.
17 Ibid., p. 294.
18 Ibid., p. 306.
19 Lowen, Bioenergetics, p. 169.
20 Reich, Charactes Analysis, p. 190.
21 Lowen, Language of the Body, pp. 269-270.
22 Ibid., p. 293.
96 MAIOR
E l c a r á c t e r r í g i d o
TERAPIA
Lowen considera que la terapia de este carácter es de las más rápidas y satisfac-
torias para un terapeuta bioenergético porque el tipo rígido es consciente de su vita-
lidad y energía, y ésta última está bien anclada en la cabeza y en los genitales, sólo
que la expresión franca de esta vitalidad ha quedado restringida por los condiciona-
mientos familiares y del desarrollo psíquico genital que hemos apuntado23.
Teniendo en cuenta los factores de represión y frustración que hemos señalado y
lo que estos factores han producido en las actitudes psíquicas y en las restricciones
somáticas que han formado la coraza muscular del rígido, le será fácil al terapeuta
formar un plan de trabajo que ablande o resquebraje su armadura muscular y, al
mismo tiempo, le permitirá tomar una actitud terapéutica que sirva de contraste a las
experiencias que iniciaron y activaron el carácter rígido. El tratamiento debe ser psí-
quico y somático, individual y grupal, si esto último es posible.
En el aspecto somático, el terapeuta debe tener en cuenta aquellas áreas de ten-
sión que hemos apuntado y que él observe en el paciente, sea éste consciente de ellas
o no. Las restricciones somáticas del carácter, al hacerse crónicas, pasan del cons-
ciente al inconsciente; al atacarlas, se renuevan los factores que las introdujeron y,
entonces, se pueden aclarar con el tratamiento clínico verbal y, preferentemente, con
métodos activos y espontáneos como el psicodrama. Ejercicios como el arco chino y
el empleo del banco bioenergético, ayudan a quitar esta rigidez24.
Permanecer largo tiempo con las rodillas flexionadas ayuda a disminuir la tiran-
tez y a quitar la pose y postura militares. Este ejercicio quitará también la tensión en
la región sacrolumbar que ha recibido todo el peso del cuerpo en lugar de pasarlo al
suelo por las piernas y pies bien asentados.
En mi entrenamiento en bioenergética, observé al doctor Lowen mientras trabaja-
ba con pacientes rígidos que temían perder la cabeza y volverse locos si no se repri-
mían o reducían toda expresión sexual. Lowen les pedía que se recostaran de espal-
da con las piernas abiertas, después aplicaba una fuerte presión sobre el músculo
psoas en la ingle, que producía en los hombres un temor horrible de castración y en
las mujeres convulsiones involuntarias, a las que Reich llamó "reflejo orgásmico" y
que duraba hasta media hora, dejando a la paciente cansada y sudorosa, pero con
una sensación placentera que nunca antes había experimentado. Recuérdese que el
psoas constreñido mantiene la pelvis hacia atrás e impide cualquier movimiento de
descarga espontáneo hacia adelante.
Otros terapeutas ejercen presión sobre el psoas a través del vientre, también con
eficacia. De cualquier manera, la presión sobre el psoas es sumamente dolorosa y
siempre requiere experiencia en el terapeuta y haber establecido una relación de con-
fianza con el paciente para evitar cualquier mensaje sexual explícito o implícito25.
MAIOR 97
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
26 Ibid., p. 275.
98 MAIOR
Técnicas
9
Se llaman técnicas bioenergéticas a aquellos medios y ejercicios psicosomáticos
que el terapeuta usa para diagnosticar con más exactitud cuál es el problema que
presenta el paciente con la voz, la mirada, la estructura y postura de su cuerpo y
comparar lo que él ve con lo que oye del paciente en su exposición verbal.
El fin de estas técnicas es movilizar el flujo de la energía que ha estado obstaculi-
zado por las tensiones que el terapeuta ve en el cuerpo del paciente a fin de que todas
las funciones –fisiológicas, emocionales, intelectuales y trascendentales– se efectúen
adecuadamente y con más gozo y satisfacción en el paciente.
Es básico, en la terapia bioenergética, tratar de lograr la integración del cuerpo y
de la mente del paciente porque parte del principio de la unidad dinámica del orga-
nismo humano. Si una de sus funciones está bloqueada o se ejecuta con muchas limi-
taciones, las demás funciones quedan también limitadas por la falta de energía o por
actividades desintegradas y compensatorias. Así que todas las técnicas bioenergéti-
cas deben tener como fin lograr la integración del hombre entero y no sólo la sime-
tría del cuerpo o el desarrollo de algunos de sus músculos como se hace en los gim-
nasios sin tener en cuenta las otras funciones y partes del cuerpo; tampoco intenta el
terapeuta bioenergético lograr mayor orden lógico en lo que dice el paciente ni
mayor religiosidad si no está todo integrado conscientemente.
Al desarrollar mayor energía y tener una más clara visión de en qué radica el pro-
blema del paciente, no debe dejarse su tratamiento para otro día ni otras semanas.
Cuando se ha tenido la pista de un problema hay que seguir esa pista sin esperar
tener una lista de todos los problemas del paciente a partir de la infancia a fin de
ponerle la etiqueta de su tipo psicológico, psiquiátrico o bioenergético y hacer luego
un plan de trabajo según esa etiqueta. El paciente es una unidad dinámica concreta
y las etiquetas de todos los nombres y colores son generalidades sacadas de la reali-
dad concreta de algunos pacientes y, por lo mismo, no son más que una sombra o un
puntito genérico, no el paciente con carne y hueso, cuerpo y mente que viene a tera-
pia. En otras palabras, los tipos académicos de cualquier orientación son generalida-
des que pueden servir de guía al terapeuta, pero no son el hombre concreto que tiene
delante en el consultorio.
MAIOR 99
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
RESPIRACIÓN
Ésta es la técnica principal que usaba W. Reich en sus sesiones terapéuticas, como
atestigua el doctor Lowen hablando de sus sesiones terapéuticas con él en 1941. Los
doctores Lowen y Pierrakos, y todos sus discípulos, al oír la exposición que el pacien-
te hace de sus problemas, observan cuidadosamente su respiración para ver si es pro-
funda o superficial y qué partes del cuerpo mueve o tiene constreñidas al respirar;
con esto se forman una idea del problema psicosomático del paciente para elegir qué
otras técnicas van a emplear en su tratamiento. Algunos de mis maestros en bioe-
nergética utilizan principalmente la respiración tanto en su diagnóstico como en su
tratamiento del problema del paciente. Otros usan, además, otras técnicas que han
desarrollado y que expondré más adelante.
La respiración es una función normal de todos los seres vivientes que se observa
también en los animales y en las plantas; sirve a las plantas, a los animales lo mismo
que al hombre para absorber del medio ambiente los elementos que les son necesa-
rios para su metabolismo, particularmente en su desarrollo, crecimiento, y luego
expeler aquellos que les son inútiles y que obstaculizan sus funciones vitales.
La respiración queda limitada en todos los seres vivientes por fenómenos ambien-
tales como la contaminación de la atmósfera. En el hombre se limita también por pro-
cesos y emociones internas como la tristeza, el miedo, la rabia o la frustración de
necesidades básicas como la privación de alimento, la falta de calor, de seguridad,
amor y cuidados, especialmente en la infancia y en la adolescencia.
La respiración es una función inconsciente que depende y se regula por el siste-
ma nervioso autónomo en los animales y en el hombre. Pero el hombre puede mejo-
rarla voluntariamente por medio de ejercicios como expondré en seguida.
Al lograrse, por medio de ejercicios adecuados, una mejor respiración se mejoran
las funciones fisiológicas como la circulación de la sangre, la digestión y el tono gene-
ral del cuerpo. La percepción se hace más amplia y más precisa y el pensamiento es
más claro, como lo van experimentando estudiantes universitarios en algunas uni-
versidades americanas, que en el descanso entre clases hacen ejercicios de respira-
ción en lugar de ir a tomar café1.
100 MAIOR
T é c n i c a s
Ejercicio 1
Sentados en una silla con asiento plano y respaldo vertical, pero sin recargarse en
él, respiren como suelen hacerlo para tomar conciencia de cómo es su respiración:
superficial o profunda, torácica o abdominal, y de qué partes del tórax se mueven al
inhalar y exhalar. No la cambien ni la modifiquen; sólo tomen conciencia de cómo es
para comparar el resultado de cada ejercicio.
a) Después de unos minutos. Ahora respiren lo más profundamente que puedan
y acompañen la respiración con el movimiento de los dedos de las manos. Al
inhalar, van extendiendo los dedos lo más posible y, al exhalar, los doblan
hasta cerrar el puño al terminar la exhalación. Hagan este ejercicio durante 5
ó 10 minutos.
b) Ahora movilicen los brazos y las manos al respirar. Al inhalar, levanten, poco
a poco, los brazos con los dedos de las manos bien extendidos hasta tener las
manos arriba de la cabeza; al exhalar, aprieten los dedos de las manos y bajen
los brazos, poco a poco, hasta poner las manos sobre los muslos. Inhalen y
exhalen de esta manera durante 5 ó 10 minutos.
c) Ahora de pie, frente a un compañero, a cierta distancia para no estorbarse.
Inhalen y exhalen como se ha dicho en el párrafo anterior sincronizando la
MAIOR 101
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Ejercicio 2
Todos de pie respiren naturalmente y noten cómo es su respiración y cuál es la
postura de su cuerpo de pies a cabeza. Fíjense, además, qué partes de su cuerpo mue-
ven al inhalar y exhalar y cuáles quedan casi inmóviles.
a) Estando de pie pongan el peso del cuerpo en la parte frontal de los pies –meta-
tarso y dedos–, flexionen las rodillas y pongan una mano en el cuello detrás de
la cabeza y la otra en la parte lumbar de la columna.
b) Noten si estas partes se mueven al inhalar y exhalar. Muchas veces estas par-
tes no se mueven por malas costumbres adquiridas o a causa de problemas
psicológicos que impiden el flujo de la energía hacia la cabeza o hacia la pel-
vis y las piernas. En esta posición empiecen a inhalar echando, poco a poco,
los glúteos hacia atrás y levantando el pecho lo más posible hasta tener la
cabeza echada hacia atrás también. Notarán que habrán constreñido un poco
toda la columna vertebral desde el coxis, la parte lumbar, torácica y cervical.
Al exhalar, expandan, poco a poco, toda la columna vertebral inclinando la
cabeza, doblando el tórax y moviendo la pelvis hacia adelante.
Hagan este ejercicio separadamente durante 5 ó 10 minutos. Después, repítanlo
frente a dos compañeros como se dijo en el ejercicio anterior.
102 MAIOR
T é c n i c a s
Discusión
¿Cómo sienten ahora su respiración? ¿Cómo sienten los pies, las piernas y todo el
cuerpo?
De nuevo, si alguno recuerda algún problema por lo limitada que tenía la respi-
ración, trabajarlo delante de todo el grupo dramatizándolo o como mejor pueda el
terapeuta.
Ejercicio 3
MAIOR 103
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Discusión
¿Cómo sienten ahora su respiración? ¿En qué partes de su cuerpo se ha activado
más la energía? ¿Qué recuerdos les han venido al sentir activadas esas partes del
cuerpo?
Uno de mis maestros en bioenergética, el doctor Harry Brown, de Connecticut,
Estados Unidos, usa mucho este ejercicio de respiración con sonidos con mucho
éxito.
Los participantes suelen exponer episodios o recuerdos de su vida relacionados
con sonidos de las distintas partes del cuerpo: sexo con el primer sonido, senti-
mientos de amor o falta de amor con el sonido de e, e, e, y experiencias trascenden-
tales relacionadas con Dios o el más allá cuando se activa la energía de la cabeza y
los chakras de la parte superior.
Después de esta participación del grupo, es aconsejable que se trabajen y dra-
maticen algunas de las experiencias expuestas a elección del grupo.
En sesiones particulares, en las que el terapeuta y su paciente hacen este ejerci-
cio, el terapeuta se fija si lo que relata el paciente concuerda con la estructura de su
cuerpo para reforzar las partes más débiles y tratar los problemas relacionados con
la estructura del paciente y con los recuerdos que le han venido a la mente.
Ejercicio 4
Puede hacerse este ejercicio en grupos o en sesiones particulares. Su finalidad es
ayudar al paciente a exhalar lentamente moviendo la caja torácica. A mayor exhala-
ción, mayor inhalación.
Se puede emplear con los rígidos, los psicópatas y los masoquistas que mantie-
nen el pecho erguido como coraza sin movilizarla al exhalar. También es útil con los
orales y esquizoides que no levantan el pecho al inhalar, precisamente porque la
exhalación es muy débil e insuficiente.
a) Sentados como se ha dicho en distintos lugares, tomen una pajita de refresco.
Inhalen lo más profundamente que puedan. Al exhalar, pongan la pajita en la
boca y exhalen a través de la misma. Si no tienen una pajita a mano, exhalen
redondeando los labios y emitiendo un silbido al tono que cada uno pueda.
b) Se hace este ejercicio durante 5 ó 10 minutos y, después, se discuten los efec-
tos del mismo delante de todo el grupo.
Ejercicio 5
Respiración acompañada de tocamientos suaves y cariñosos. Se usa principal-
mente en sesiones privadas.
a) Se pide al paciente que se recueste con la menor ropa posible en la parte supe-
rior del cuerpo; el terapeuta observa qué partes del tórax mueve al inhalar y
exhalar. Si el paciente no nota ningún movimiento, el terapeuta se lo hace
notar.
104 MAIOR
T é c n i c a s
MAIOR 105
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
EJERCICIOS BIOENERGÉTICOS
Se llaman así los ejercicios corporales que Lowen, Pierrakos y sus discípulos han
experimentado para ver y quitar las tensiones del cuerpo, aumentar la energía del
mismo y, así, promover el buen funcionamiento de todas las funciones del organis-
mo humano: físicas, emocionales, intelectuales y transcendentales.
Difieren de otros ejercicios gimnásticos y atléticos por su base teórica y su finali-
dad. Es postulado bioenergético que la mayor parte de las tensiones y asimetrías del
cuerpo, que dificultan el flujo natural de la energía y obstaculizan el ejercicio nor-
mal de las funciones humanas, se originan en problemas psicológicos de la infancia
y de la adolescencia que no han sido resueltos satisfactoriamente. Así que los ejer-
cicios que se aconsejan aquí tienen como propósito diagnosticar los problemas psi-
cológicos que originaron las tensiones, aumentar la energía vital y trabajar para
resolver los problemas psicológicos que produjeron las tensiones y distorsiones del
cuerpo, a fin de que el paciente alcance mayor efectividad en sus funciones y pueda
gozar plenamente la vida.
106 MAIOR
T é c n i c a s
Los ejercicios atléticos para robustecer distintas partes del cuerpo pueden dar más
fuerza y energía al cuerpo, pero no se pueden llamar bioenergéticos porque no guar-
dan relación alguna con los problemas psicológicos que limitan la energía vital.
Los ejercicios que indicaré en seguida están tomados del Manual de entrenamiento
en bioenergética que se usaba en los años 60 y que, después, el doctor Lowen y su
esposa Leslie editaron en 1977 en el libro: The Way to Vibrant Health.
W. Reich había observado que el flujo de la energía vital se obstaculiza en siete
zonas del cuerpo, a saber: ocular, oral, cervical, torácica, diafragmática, abdominal y
pélvica. Aconsejaba que el trabajo para la relajación de estas zonas debería empezar
por la ocular y terminar en la pélvica. Sus discípulos en la vegetoterapia han desa-
rrollado distintos ejercicios para distensar cada una de estas zonas.
Los doctores A. Lowen y J. Pierrakos, discípulos también de Reich, aconsejan que
el trabajo corporal en terapia se empiece de los pies hacia la cabeza para evitar que
se acumule tanta energía en la cabeza que se puedan producir alucinaciones, y hasta
un brote psicótico, por no tener salida por los pies al estar bloqueadas las partes infe-
riores del cuerpo. Sin embargo, en la práctica no siguen un orden determinado, sino
que, después de algunos ejercicios de las piernas, trabajan intensivamente aquellas
partes del cuerpo que parecen más tensas y que pueden tener más relación con los
problemas dominantes del paciente.
En la exposición de algunos ejercicios bioenergéticos que pueden servir al tera-
peuta, seguiré el orden que aconsejan Lowen y Pierrakos sin que esto signifique que
en la terapia tenga que seguirse el mismo orden.
Ejercicio 1
El primer ejercicio que debe hacerse constantemente hasta ejecutarlo casi incons-
cientemente se refiere a la postura general del cuerpo al estar de pie o sentados.
a) Al estar de pie, el peso del cuerpo debe caer sobre la parte frontal de los pies
–el metatarso y dedos–, no en los talones. Las rodillas deben estar flexionadas
de manera que todo el cuerpo pueda moverse con facilidad en cualquier direc-
ción. La pelvis debe estar echada discretamente hacia atrás, quedando suelta.
La parte abdominal debería estar ligeramente abultada y caer hacia abajo.
Tomando esta postura, el pecho quedará erguido y la inhalación y exhalación
resultarán más profundas. Cuando el peso del cuerpo cae sobre los talones y
las rodillas están rígidas, el peso de la parte superior del cuerpo descansa en
la parte lumbar de la columna vertebral. A la larga, esta postura producirá
fuertes dolores en la parte lumbar (small back).
b) Al estar sentados, los pies deben estar separados y apoyados sobre el suelo con
toda la planta de los pies. De esta manera los pies, las piernas y los glúteos for-
man una base sólida para mantener erecta la columna vertebral y la parte
superior del cuerpo; así los brazos podrán moverse con gracia y agilidad en
cualquier dirección.
MAIOR 107
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Ejercicio 1b
108 MAIOR
T é c n i c a s
antes. Como no siempre hay lugar o tiempo para hacer este ejercicio general, apunta-
ré aquí algunos que se pueden practicar dentro de la casa, individual y grupalmente.
Ejercicio 2
a) De pie, las rodillas flexionadas y los glúteos echados discretamente hacia atrás,
se inhala profundamente, levantando el pecho lo más alto posible; después de
una breve pausa, se exhala lentamente y se van doblando las rodillas hasta
donde cada uno pueda. Se inhala y exhala de esta manera 20 ó 30 minutos,
manteniendo siempre el tórax en posición vertical.
b) De pie y echando los brazos hacia adelante, se inclina el cuerpo como que-
riendo tocar el suelo con la punta de los dedos. Manteniendo esta posición, se
inhala y exhala durante 10 ó 15 minutos para poner más tensión en los geme-
los; se pueden levantar un poco los talones al hacer este ejercicio. Cuando las
piernas duelen y empiezan a vibrar, se aconseja que el individuo emita un
sonido que exprese lo que está sintiendo; así se estimula también el chakra de
la garganta.
Ejercicio 2b
MAIOR 109
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
expresen el dolor que se está sintiendo hasta que ambas piernas vibren fuerte-
mente. Cuando esto se logra, la persona se pone derecha, con las piernas fle-
xionadas, y sigue vibrando. Con esta vibración, la pelvis suele moverse de
atrás hacia adelante espontáneamente y el chakra de la garganta estará abierto.
Si no se da este movimiento espontáneamente, es señal de que todavía hay
obstrucciones en la pelvis y en la garganta.
Ejercicio 2c
Ejercicio 3
Conocido como el arco chino, este ejercicio lo diseñó el doctor Lowen y, poco des-
pués, supo que los chinos lo han practicado durante miles de años para tomar ener-
gía del sol y descansar en los intermedios de su trabajo. Se puede hacer naturalmen-
te mirando al sol por la mañana o en un salón en dirección al oriente si se quiere.
a) De pie, con los pies bien plantados en el suelo, separados 40 centímetros uno
del otro y con los dedos de los pies vueltos un poco hacia el centro, se flexio-
nan las rodillas y se echa el cuerpo hacia atrás para formar un arco de los tobi-
llos a la cabeza; la mirada se mantiene horizontalmente hacia adelante. Los
puños de las manos se ponen detrás de la pelvis empujándola hacia adelan-
te. En esta posición, se inhala y exhala profundamente durante 10 ó 15 minu-
tos hasta que todo el cuerpo empiece a vibrar, especialmente las piernas y la
pelvis.
b) De pie, como se dijo en el párrafo anterior, pero con los brazos levantados, las
manos tocando la espalda y los codos hacia adelante tocando la cara, se inha-
la y exhala profundamente.
110 MAIOR
T é c n i c a s
Ejercicio 3a Ejercicio 3b
Además de promover la vibración del cuerpo, el pecho se ensancha más con este
ejercicio; es muy útil para las personas que tienen el pecho estrecho y hundido.
c) Una tercera variante de este ejercicio consiste en levantar los brazos hacia
arriba, apretar los puños y gritar con expresiones de rabia. Este ejercicio rela-
ja los músculos pectorales y de la parte superior de la espalda y extiende el
pecho colapsado.
d) Para aumentar la tensión de las piernas e incrementar el flujo de la energía
hacia los pies, se pueden hacer los tres ejercicios anteriores apoyándose sola-
mente en una de las piernas y después en la otra.
Como se puede suponer, con estos ejercicios se activa la energía de las piernas, el
pecho y se activan todos los chakras del tórax.
Ejercicio 4
Este ejercicio se llama el puente. Después de hacer intensamente cualquiera de los
ejercicios anteriores, la espina dorsal se encorva hacia adelante; por tanto, es conve-
MAIOR 111
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
niente hacer el ejercicio del puente a fin de que la espina dorsal se encorve en senti-
do opuesto.
Se hace así; de pie, con las rodillas flexionadas, se inclina el cuerpo hacia adelan-
te hasta tocar ligeramente el suelo con la punta de los dedos; la cabeza se mantiene
completamente suelta y vuelta hacia el suelo. En esta posición, se inhala flexionando
las rodillas, y al exhalar se enderezan las piernas lo más que cada uno pueda, pero
sin dejar de tocar el suelo con los dedos.
Con este ejercicio se producen vibraciones de las piernas y la pelvis que pueden
ser dolorosas al principio, pero que después se vuelven muy agradables.
Ejercicio 4
Ejercicio 5
Otro ejercicio para activar la energía de toda la pierna, desde el talón hasta la pel-
vis, es el siguiente:
a) El paciente se recuesta sobre un colchón, boca arriba.
b) Levantando una pierna y después la otra, empieza a patear el colchón con el
talón de cada pie; las piernas se mantienen rectas sin flexionar tanto al levan-
tarlas como al golpear el colchón con el talón.
Este ejercicio es muy útil para descargar el enojo o rabia que el paciente tenga con-
tra alguien; ayuda todavía más si el paciente profiere injurias o improperios contra
la persona que él tiene en mente.
112 MAIOR
T é c n i c a s
Ejercicio 5
Ejercicio 6
Para activar la energía de la pelvis y las piernas, se sugiere el siguiente ejercicio.
a) El paciente se recuesta sobre un colchón o sobre un tapete en el suelo; levanta
las piernas en alto, y las separa una de la otra unos 40 centímetros, con los
dedos de los pies vueltos hacia el centro.
b) En esta posición inhala y exhala jadeando, sin permitir que las piernas bajen.
Este ejercicio es doloroso al principio, pero cuando las piernas empiezan a vibrar
se vuelve placentero y hasta la pelvis se levanta espontáneamente del suelo y golpea
el colchón o el tapete con los glúteos. Algunos pacientes gozan este ejercicio como si
fuera un orgasmo.
Estuvo en terapia conmigo un profesional que dudaba de contraer matrimonio
porque sentía su pelvis y sus genitales muertos, incluso estando cerca de su novia.
En la sesión, se hablaba un poco sobre las posibles causas de esta tensión que impe-
día el flujo de la energía hacia la pelvis; después, se hacía siempre con intensidad el
ejercicio que acabo de apuntar. Con este ejercicio, su pelvis y sus piernas vibraban
cada vez más; en las últimas sesiones la vibración de las piernas y el movimiento de
la pelvis eran sumamente placenteros y tan fuertes que el paciente no podía contro-
larlos.
Después de algún tiempo, el paciente tuvo más confianza en sí mismo y en su
sexualidad y no dudó en contraer matrimonio. Algún tiempo después, vino a visi-
MAIOR 113
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Ejercicio 6
tarme y comunicarme con mucho agradecimiento que su vida sexual con su esposa
era muy placentera y que ya tenían un hijo.
Hay pacientes que tienen la pelvis tan ligada al tronco del cuerpo que no pueden
moverla independientemente del tórax, lo que impide que sus relaciones sexuales
sean del todo satisfactorias. El problema debe tratarse psicológicamente para descu-
brir sus causas. Ayudan en este caso los ejercicios que se describen a continuación.
Ejercicio 7
De pie, con las rodillas flexionadas, el paciente se esfuerza por mover la pelvis en
círculo como si estuviera bailando el hula-hula hawaiano.
a) También de pie y con las rodillas flexionadas, el paciente se esfuerza en mover
la pelvis hacia atrás y hacia adelante hasta que pueda hacer este movimiento
independientemente del tórax y cada vez más rápido emitiendo al mismo
tiempo el sonido que más le agrade. Según el doctor Pierrakos, experto en cha-
kras, el chakra de la garganta está relacionado con la pelvis. Si la pelvis no se
mueve libremente, el chakra de la garganta tiene poca actividad; una vez que
el paciente la mueve libremente, éste muestra mayor actividad. Esto lo puede
ver el doctor Pierrakos.
114 MAIOR
T é c n i c a s
Ejercicio 8
Se recomienda cuando hay mucha tensión en la parte alta de la espalda entre los
hombros, sea por rabia reprimida o por el carácter compulsivo del paciente.
a) El paciente debe dar golpes con una raqueta al colchón que se pone sobre una
cama o sobre la mesa de trabajo. Hay que recomendarle que, al dar cada golpe,
piense a qué persona está golpeando, que no lo haga como simple ejercicio
gimnástico; asimismo, debe levantar la raqueta hacia arriba y hacia atrás de la
espalda para movilizar los hombros. Algunos pacientes, especialmente los
rígidos, hacen este ejercicio sin movilizar los músculos de la espalda; hay que
insistir en que, después de levantar la raqueta sobre la cabeza, den cada golpe
doblando la columna vertebral.
b) Para desahogar más el enojo o rabia, el paciente deberá movilizar también la
garganta emitiendo insultos o sonidos agresivos en la lengua materna.
Ejercicio 9
Ejercicio 10
El mismo banquillo o rodillo sirve también a los pacientes con el pecho hundido
y apretado. Recostados sobre uno u otro en la forma que se ha dicho, deben levantar
el pecho lo más que puedan al inhalar. Para extender más el pecho, se pueden hacer
también los siguientes ejercicios:
MAIOR 115
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Ejercicio 11
Cuando la respiración es superficial, es señal de que el diafragma se mantiene
más o menos fijo sin dar lugar a una respiración más profunda; habiendo poca ener-
gía por la respiración superficial, suele haber también confusión mental. El paciente
no sabe o no se atreve a decidir qué alternativa escoger sobre cantidad de problemas.
En este caso, se puede hacer el siguiente ejercicio y experimento.
a) Se pide al paciente que enumere las alternativas que conscientemente encuen-
tra en el problema que lo inquieta. Luego se le pide que, sentado, incline el
tórax y la cabeza lo más que pueda y, con los dedos de ambas manos juntas,
apriete fuertemente la región abdominal debajo de las costillas flotantes e
inhale y exhale en esta posición durante algunos minutos; que levante después
la cabeza y el tórax y respire más ampliamente.
b) Después de hacer esto dos o tres veces, notará que su respiración es mucho
más amplia y profunda y que tiene la cabeza más erguida.
Al final, continuando su respiración profunda y el cuerpo erguido, que vuelva a
enumerar las alternativas del problema que lo inquieta. Se suele notar que, después
de estos ejercicios, hay menor confusión, hay más claridad y mayor peso en una de
las alternativas del problema; el paciente puede decidir entonces más fácilmente
cuál escoger.
Una vez que el paciente ha experimentado el efecto de este ejercicio, lo puede
practicar en su casa en multitud de problemas en que no sabe qué hacer.
Hay muchos otros ejercicios que se sugieren en el Manual de entrenamiento en bio-
energética y otros que Lowen y su esposa Leslie publicaron en su libro: The Way to
Vibrant Health, en 1977. El terapeuta puede utilizar los que mejor le sirvan para
resolver las tensiones del paciente relacionadas con los problemas que se exponen
en terapia. Puede también adaptar y probar otros ejercicios que se usan en las tera-
pias corporales y los que se usan en la gimnasia, pero no como simples ejercicios,
sino para resolver las tensiones del cuerpo relacionadas con los problemas de los
pacientes.
116 MAIOR
T é c n i c a s
MASAJE
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P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
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T é c n i c a s
MAIOR 119
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Ejercicio 1
a) Sentado sobre un tapete extendido en el suelo, el paciente toma su pie izquier-
do y, apoyándolo sobre el muslo derecho, con los nudillos de la mano derecha,
da masaje y presiona toda la planta del pie, haciendo más presión sobre aque-
llos puntos en que sienta más dolor, precisamente por tener más conexión con
algún órgano del cuerpo, como se enseña en reflexología.
b) Después, hace lo mismo con el pie derecho, apoyándolo sobre el muslo
izquierdo y dándole masaje con los nudillos de la mano izquierda sobre toda
la planta del pie. Este ejercicio se puede hacer también estando recostados y
tomando cada pie entre las manos y apretando toda la planta del pie con los
dedos de las manos y el dedo pulgar.
c) Este ejercicio de masaje puede hacerse conjuntamente con algunos ejercicios
bioenergéticos que he apuntado, por ejemplo, el patear fuertemente sobre el
suelo o una manta doblada y puesta en el suelo, y mover la pelvis de atrás
120 MAIOR
T é c n i c a s
hacia adelante o golpear los glúteos contra el suelo estando recostados. Ésta es
una forma de alternar el trabajo sobre distintas partes del cuerpo que guardan
una relación funcional.
Ejercicio 2
a) Sentado en el suelo o de pie apoyando un pie sobre un banquillo o silla, con
los nudillos de una u otra mano presiona fuertemente alrededor de los tobillos
de cada pie y sobre los músculos extensores de cada uno de los dedos.
Ejercicio 3
En los gemelos suele haber tensión al tener que soportar el peso de pacientes con
una estructura pesada en la parte superior del cuerpo como se ve en los rígidos, psi-
cópatas y los masoquistas. Para ablandar la masa apretada de todos los músculos de
los gemelos, se puede recomendar el siguiente ejercicio.
a) Sentado sobre una silla o cama no muy alta, el paciente trata de separar con
los pulgares y los dedos de las manos, cada uno de los músculos apretados y
aglutinados en los gemelos desde la rodilla hasta el pie.
Ejercicio 4
Sentado sobre una silla y con los pies plantados en el suelo, el paciente toma los
músculos de cada pierna junto a la rodilla y, con los dedos en oposición a los pulga-
res, los va enganchando y separando en dirección opuesta.
Ejercicio 5
Hay pacientes que tienen las piernas demasiado juntas, especialmente a la altura
de los genitales. Este defecto puede ser de herencia biológica, pero también puede
originarse por problemas sexuales. En cualquier, caso sirve el siguiente ejercicio:
a) Recostado, el paciente abre las piernas y, con los dedos y el pulgar de cada
mano, engancha los músculos abductores de cada pierna y los separa de los
otros músculos. Puede también añadir el ejercicio bioenergético que se hace de
esta manera:
b) Recostado, abre las piernas, junta las plantas de ambos pies y, en esta posición,
cierra y abre las piernas como una mariposa.
Como dije, el doctor Pierrakos sostiene que todos los chakras de los genitales al
cuello, tienen conexión con algunas partes de las piernas, de los pies a los genitales.
Su función está limitada también por tensiones de estas partes del cuerpo. Así que,
al trabajo de las piernas que he apuntado pueden añadirse ejercicios de masaje suave
alrededor de los chakras.
MAIOR 121
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Ejercicio 6
a) Sentado en una silla junto a una mesa, el paciente apoya los codos sobre la
mesa e, inclinando la cabeza, presiona con los dedos de ambas manos los mús-
culos que están en el cuello, los aplana y estira de la séptima vértebra cervical
hacia la nuca.
El cuello parece ser realmente un cuello de botella por donde pasa al cerebro toda
la información de los sentimientos y emociones que se originan en todo el cuerpo.
Por lo que hay ahí un cúmulo de tensiones que limitan la información y la percep-
ción clara de sentimientos no aceptables para el individuo.
Con este ejercicio, no sólo se separan las vértebras cervicales de manera que la
cabeza y el cuello puedan alargarse más, sino, además, los sentimientos de rabia y
enojo, que estaban reprimidos y agarrotados en la parte superior de la espalda y de
la nuca, surgen abiertamente y se imponen a la conciencia.
Después de este ejercicio, los sentimientos de rabia y agresión se pueden aumen-
tar todavía más con ejercicios bioenergéticos.
Los ejercicios que acabo de apuntar los hace el paciente primero delante del tera-
peuta según el orden que él determina conociendo sus problemas y viendo las ten-
siones que los resguardan. Pero, una vez que los sentimientos que de ellos pueden
resultar han perdido su explosividad, el paciente los puede repetir en casa porque le
ayudarán a distensar más el cuerpo y a darse cuenta más claramente de los proble-
mas que las produjeron.
No he indicado cómo se da el masaje suave o profundo en distintas partes del
cuerpo porque esto extendería demasiado esta parte del libro y porque hay libros en
que se especifica todo esto, como los de integración postural, polaridad y acupre-
sión, etc.
El terapeuta bioenergético puede aprender el método que más le agrade y que
haya experimentado en sí mismo. Pero debe tener en cuenta que en bioenergética el
masaje es sólo una de tantas técnicas que debe emplear para desbloquear los senti-
mientos reprimidos y, de ahí, llegar a los traumas que los originaron; así que una vez
que brota un sentimiento, debe procurar aumentarlo todavía más con otros ejercicios
para tener una visión más clara de los sentimientos, experiencias y traumas que los
originaron y, luego, trabajarlos con la técnica que mejor maneje.
Voy, sin embargo, a describir un masaje que puede dar el terapeuta y que sólo he
visto y experimentado en sesiones de bioenergética.
Ejercicio 7
a) El paciente, de pie, se inclina hacia adelante hasta quedar mirando el suelo,
con la cabeza suelta y los brazos extendidos y sueltos casi tocando el suelo. El
terapeuta, frente a él, empieza a suavizar las tensiones del cuello extendiendo
con los nudillos de ambas manos los músculos del cuello hasta la nuca, como
se dijo en el ejercicio anterior.
122 MAIOR
T é c n i c a s
MAIOR 123
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
de alegría, que estaban esperando la llegada de un nuevo bebé. Fue un varoncito que
el marido deseaba mucho. Los padres organizaron una gran fiesta para celebrar su
nacimiento. Asistí yo como invitado de honor, además del ginecólogo que había
atendido a Rosa antes y después de su embarazo y muchos de sus parientes y ami-
gos. Rosa anunciaba a los cuatro vientos el "milagro de su embarazo" y su ginecólo-
go me suplicó atentamente que le revelara el secreto del tratamiento que había usado
con Rosa. Yo le contesté que, durante la terapia y las sesiones de masaje, no me había
propuesto la finalidad del embarazo, sino seguir la meta de la bioenergética en que
se trabajan la parte psicológica y los aspectos somáticos de un problema. Creo fir-
memente que ni la terapia psicológica, ni los masajes de integración postural produ-
cirían este resultado si no estuvieran activados por el cariño, respeto, amor y com-
prensión que Rosa no había recibido ni de su madre, ni de su marido.
Tengo también muy presente la sesión que observé cuando una compañera del
curso de integración postural trabajó las tensiones del cuello y de la cara de su mode-
lo. Este trabajo fue muy doloroso y el paciente lloró abiertamente como si fuera un
niño abandonado en la calle por sus padres o castigado brutalmente por sus maes-
tros; todos rodeamos a la terapeuta y a su paciente con cariño y lágrimas en los ojos.
Cuando el llanto cesó, el paciente tuvo una erección muy fuerte que la terapeuta y
todos nosotros observamos en silencio, con respeto y sin chocarrerías vulgares.
Cuando amainó, poco a poco, la erección, el paciente pidió que le tocaran la marcha
fúnebre de la Sinfonía Heroica de Beethoven y que lo llevaran a enterrar como un
héroe que va al cielo después de alcanzar la victoria de toda su vida. Los hombres
del grupo lo levantamos de la mesa de masaje y lo cargamos sobre los hombros y,
desnudo como estaba, lo llevamos a enterrar, paseándolo por todo el salón hasta que
se terminó el movimiento de la Sinfonía Heroica. Lo recostamos en el suelo, lo cubri-
mos con una sábana y lo dejamos descansar y gozar el triunfo de haber integrado
positivamente su infancia, su edad adulta y sus ideales trascendentales.
Estas experiencias me han afianzado en la posición que tiene S. Keleman de la
terapia, a saber, que el terapeuta bioenergético debe ser, ante todo, un padre, madre,
maestro o amigo sustituto que ayude al paciente a completar satisfactoriamente las
etapas importantes de su desarrollo: en el útero, la infancia, la adolescencia y la edad
madura hasta llegar a una integración personal de sus instintos, de su sexualidad y
de sus ideales culturales y trascendentales, como lo enfatiza también el doctor John
Pierrakos y lo he observado en los cuatro años de formación en su versión de bioe-
nergética que él llama Core Energetics.
MEDITACIÓN
Para algunos de los que han participado en sesiones bioenergéticas en las que han
visto que los pacientes gritan, patean y golpean un colchón con una raqueta para
124 MAIOR
T é c n i c a s
desahogar su hostilidad, les parecerá extraño que ponga la meditación como técnica
bioenergética porque en la meditación no hay gritos, ni pataleos sino silencio, relaja-
ción y comunicación energética, empática y sincera entre el paciente y el terapeuta.
El fin de todas las técnicas que he apuntado es ayudar al paciente a ponerse en
contacto con los sentimientos, emociones y experiencias de su vida que fueron repri-
midos por las amenazas y castigos de los padres y personas importantes en su vida
y en el ambiente social, cultural y religioso en que se desarrollaron.
Bajo este punto de vista, la meditación es una técnica muy eficaz para que el pacien-
te se ponga en contacto con un pasado doloroso y amenazador que ha reprimido.
Aquí, entendemos por meditación un estado de tranquilidad y silencio interior y
exterior en que el paciente ha suprimido toda actividad física y mental para poder
obtener en el cerebro ondas alfa en lugar de ondas beta. Por lo tanto, en la meditación
no hay gritos, ni golpes, ni pataleos; también se suprime toda actividad mental de
discursos o raciocinios teóricos, psicológicos, sociales y teológicos. La meditación
produce en el cerebro una actividad eléctrica que ayuda a conectar la actividad de
ambos hemisferios y hace más fácil la integración del consciente con el inconsciente.
El paciente en meditación Zen trata de poner la mente en blanco hasta recibir la
iluminación. El que medita bajo la dirección de un gurú budista deja a un lado toda
idea, imagen y discurso intelectual y concentra toda su atención en el mantra -frase en
sánscrito o una lengua desconocida– que el orante repite constantemente, tratando de
entenderlo tranquilamente, sin escudriñar racional y conscientemente su significado.
Con el orante cristiano o de cualquier otra religión, la meditación se da cuando se
obtiene un silencio exterior e interior, como se ha dicho, en el que el paciente, des-
pués de lograr una respiración profunda pero lenta y suave, repite mentalmente una
palabra o frase religiosa, como sería: Jesús, Alá, Nafsha u otra palabra de su religión,
y luego añade peticiones, súplicas o alabanzas, también mentalmente, pero que le
salen de lo íntimo de su estado emocional; esa palabra, frase u expresión íntima no
ha sido sugerida por ningún otro ni aprendida de memoria de su ritual religioso,
sino que es la expresión de su estado interior, anímico y emocional, en el momento
de su meditación.
Para lograr estos resultados en la meditación psicológica, son necesarias ciertas
condiciones:
La primera es que la meditación se haga en la presencia de un terapeuta que haya
experimentado personalmente esta técnica y pueda oír y aceptar con empatía roge-
riana los recuerdos y sentimientos que el paciente exponga según le vienen a su con-
ciencia intuitiva y receptiva, y que el terapeuta le comunique que le entiende bajo su
punto de vista, sin juzgar ni evaluar lo que dice el paciente con sus propias normas
lógicas, sociales o religiosas.
Para esto, será muy útil al terapeuta conocer y haber experimentado la terapia no-
directiva o centrada en el cliente, de Carl Rogers, para adquirir confianza en la ten-
dencia y capacidad que tiene todo paciente para buscar y encontrar la solución ade-
cuada a sus problemas emocionales si siente que el terapeuta lo estima y lo entiende
sinceramente.
MAIOR 125
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
Será también muy útil, para el buen resultado de esta técnica, que el terapeuta
medite al igual que el paciente y le exponga como a un igual intuiciones que él mismo
perciba en la meditación. Así, ambos se pueden comunicar de inconsciente a incons-
ciente como nos decía el doctor J. L. Moreno, creador de la técnica del psicodrama.
Si el terapeuta ha tenido terapia personal y es consciente de sus problemas y limi-
taciones de la infancia, no habrá peligro de que los proyecte sobre el paciente. Al con-
trario, esta comunicación discreta y prudente le dará al paciente la confianza de que
él también podrá superar sus limitaciones y problemas como lo ha hecho y continúa
haciéndolo el terapeuta.
La razón de esto está, como afirman todos los bioenergéticos, en que el hombre
forma espontáneamente filtros y barreras que impiden la percepción y conciencia de
los sentimientos, emociones y experiencias que han sido rechazadas por los padres y
la sociedad en que crece el niño y el adolescente. Para que estos filtros se ensanchen
y se rompan estas barreras que defienden el ego consciente del paciente, es necesario
que el terapeuta comprenda y acepte sin prejuicios y evaluaciones propias los senti-
mientos, emociones y experiencias que el paciente había reprimido. Si el mismo tera-
peuta los rechaza, el paciente los volverá a reprimir y la llamada terapia sólo servirá
para reforzar la condición del paciente, quien reprimirá de nuevo las intuiciones de
su inconsciente que le vienen en la meditación. Ésta es la condición primaria para
que la meditación y cualquier otra técnica bioenergética den resultados favorables.
El segundo requisito para que la meditación abra los filtros que ha formado el ego
consciente y dé salida al inconsciente es que se haga en un lugar tranquilo, sin con-
taminación excesiva, como decía un experto en meditación: "las montañas, los valles
solitarios nemorosos, las ínsulas extrañas, la música callada". El ruido de una fábrica
o de una ciudad sacudidas por el tráfico de coches y camiones impide que pueda
hacerse una meditación profunda porque faltan el oxígeno y el silencio exterior.
El tercer requisito para alcanzar una meditación profunda, en que se logre la intui-
ción del inconsciente y su integración con el ego consciente, éstá en que el paciente y el
terapeuta alcancen el silencio interior, o sea, que dejen a un lado razonamientos, curio-
sidades teóricas y especulativas a fin de que puedan oír la voz tenue y temblorosa del
inconsciente en un estado de conciencia receptiva en el que se producen ondas alfa y
en el que los dos hemisferios del cerebro tienen comunicación fácil y armoniosa.
La preocupación obsesiva del terapeuta por probar su método terapéutico o su
teoría de la personalidad y una inquietud interna para definir el tipo bioenergético,
psicológico y psiquiátrico del paciente hace mucho ruido en la mente del terapeuta
e impide que éste pueda oír empática y tranquilamente la expresión de los senti-
mientos y emociones del paciente que afloran durante la meditación.
Estos son impedimentos para la percepción y comprensión de lo que siente el
paciente en cualquier técnica terapéutica, pero, principalmente, en la práctica de la
meditación en la que se requieren silencio exterior e interior de parte del paciente y
del terapeuta.
Finalmente, el cuarto requisito para que la meditación psicológica logre resulta-
dos favorables consiste en que la postura del cuerpo y el estado fisiológico del mismo
126 MAIOR
T é c n i c a s
no hagan ruido interior por el stress de una postura inadecuada o las necesidades de
sueño y alimento que no se han atendido satisfactoriamente.
Los orientales aconsejan la posición de loto en la meditación, pero, como los occi-
dentales no estamos acostumbrados a mantener esta postura durante largo tiempo,
será preferible para nosotros sentarnos correctamente, de manera que la columna
vertebral sirva de sostén adecuado a la cabeza y que todo el cuerpo tenga una base
firme en las piernas y pies bien plantados en el suelo. Ayunos extenuantes impiden
la concentración de la mente; lo mismo sucede cuando el estómago está cargado de
comida y bebida excesivas.
Una vez que, por la meditación frente a un terapeuta o conjuntamente con él, el
paciente empieza a recordar los incidentes traumáticos de la infancia y siente que el
terapeuta lo comprende y no pierde su estima ante él, también él los acepta, y ambos
–terapeuta y paciente– pueden hablar abiertamente de ellos. Pero el terapeuta debe ser
discreto y seguir el paso del paciente, respetar su apertura sin abrumarlo con mil pro-
blemas relacionados con esas experiencias traumáticas. Debe recordar que, el que ha
estado en la obscuridad evitando la visión de lo que le atemorizaba queda confundido
y asustado ante un panorama excesivamente iluminado y recargado de problemas.
Si la técnica de la meditación se usa en una sesión de grupo, después de que todos
han meditado durante algún tiempo como se ha dicho, se pide al que haya visuali-
zado o comprendido sentimientos o emociones que antes no veía ni aceptaba, que los
exprese delante de todo el grupo. Los que han tenido experiencias similares pueden
juntarse en grupos más pequeños elegidos por ellos mismos y hablar más abierta y
confidencialmente de sus experiencias. Cada grupo puede entonces escoger las expe-
riencias de alguno de los participantes para que se dramaticen en psicodrama. Como
puede haber varios candidatos para esto, cada uno de los participantes elegidos
explica por qué su grupo lo escogió para esta dramatización. Todo el grupo decide
por cuál de los participantes empieza la dramatización.
Como la eficacia de cualquier terapia depende de la aceptación de parte del tera-
peuta de los sentimientos y emociones del paciente, la eficacia de la dramatización
delante de todo el grupo, será mucho mayor con la aceptación y ayuda de todos, y
esto ayudará al paciente a aceptar lo que antes reprimía y había hecho inconsciente
por falta de aceptación.
Si el paciente no puede obtener el silencio interior necesario en la técnica de la
meditación por la perturbación que le causan las experiencias de la infancia, el tera-
peuta debe emplear algunas de las técnicas ya apuntadas antes, como los ejercicios
bioenergéticos, y enfocar su acción terapéutica en esas experiencias.
SUEÑOS
Otra técnica muy eficaz en bioenergética es el uso de los sueños y las fantasías
libres y espontáneas. Esta técnica tiene mucha relación con las técnicas de la respira-
ción profunda y la meditación psicológica que acabamos de exponer.
MAIOR 127
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
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T é c n i c a s
MAIOR 129
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en lugar de hacerles preguntas sobre sus fallas, podría sugerirles algunos ejercicios
bioenergéticos de stress para que reconozcan que no pueden aguantar por un tiempo
indefinido; por ejemplo, el mantenerse de pie con las rodillas flexionadas durante
largo tiempo. Así, podrán comprender que su personalidad no se desplomará por
algunas fallas. Los sueños de los rígidos suelen referirse a escenas en que no salieron
bien parados, pues los rígidos suelen reprimir estos sueños. Por el contrario, los sue-
ños suelen expresar también soluciones fantásticas para los problemas del paciente
como se ve en las alucinaciones de los pacientes mentales.
En los tipos bionergéticos, los sueños pueden ser también una compensación de
sus propias deficiencias. Por ejemplo, el esquizoide o esquizofrénico, en lugar de
verse atacado por hombres o animales, se ve como jefe de guerrilleros o de grupos
que luchan por salir de la miseria o independizarse. El sueño compensatorio del tipo
oral es verse rodeado por una multitud de admiradores. El masoquista, que interior-
mente se siente incapaz de independizarse, se ve como el presidente de una gran
compañía o empresa. Los sueños de los psicópatas y rígidos consisten en verse eje-
cutando hazañas inimaginables.
Si los pacientes bioenergéticos han hecho progresos en su terapia, el componente
latente de sus sueños suele ser el mismo que antes, pero no se ven como víctimas de
los traumas pasados porque ya los van modificando poco a poco. Por ejemplo, el
esquizoide se ve en peligro de animales salvajes o de hombres que le quieren hacer
mal, pero se ve también luchando contra ellos y, eventualmente, saliendo triunfante
o victorioso. El tipo oral se ve todavía perdido, pero puede pedir auxilio a otros y,
finalmente, encontrar el camino para llegar a su casa o trabajo. El masoquista, que
escala para llegar a una meta, se ve todavía escalándola, pero encuentra un camino
para llegar al llano, o también sueños en los que sus compañeros le exigen más tra-
bajo, pero él defiende su posición. Si acaso hay un pequeño progreso en los psicópa-
tas y rígidos, consiste en soñar tener éxitos más modestos o reconocer algunas fallas.
130 MAIOR
T é c n i c a s
reció disfrazado en el primer sueño. Por ejemplo: el esquizoide se ve atacado por ani-
males en el primer sueño y, en el segundo, se ve conversando con algunos amigos o
haciendo con ellos una actividad agradable o placentera. El oral se ve perdido en el
primer sueño, pero en el segundo se ve también rodeado de amigos. El masoquista,
que en el sueño se veía cargado de obligaciones en provecho de los demás, se ve en el
segundo descansando en alguna playa o haciendo algo que le gusta.
Una mejor manera de trabajar los sueños la explica el doctor J. L. Moreno para una
sesión grupal de psicodrama. Después de que todos o varios miembros de la sesión
han narrado brevemente sus sueños, el grupo escoge cuál de esos sueños se va a dra-
matizar. El paciente se pone recostado sobre un colchón o tapete en el suelo en la
forma en que suele dormir; el terapeuta se acerca, lo toca y le sugiere que vuelva a
recordar su sueño con todos sus detalles; luego, le pide que se ponga de pie y pida al
grupo que dramatice el sueño según lo va describiendo el paciente. De esta manera,
el paciente reaviva el trauma primitivo con la mayor exactitud posible, pero le pierde
el miedo al verlo dramatizado espontáneamente por los compañeros del grupo.
Enseguida, el director del psicodrama le pide al paciente o protagonista que se
recueste de nuevo sobre el colchón y elabore despierto el sueño como a él le gusta-
ría. Luego, se dramatiza, con la ayuda de sus compañeros, el sueño tal como a él le
hubiera gustado.
De esta manera, el paciente ve con realismo su problema en el primer sueño, pero
ve también su solución en la dramatización del segundo. Así, ve con calma el trau-
ma que ha tenido en la infancia, pero también siente suma confianza en que lo va a
superar por la dramatización del segundo.
FANTASÍAS
Las fantasías espontáneas (day dreams) vienen al paciente cuando está relajado y
tranquilo; tienen los mismos elementos de los sueños que describió Freud, a saber,
un elemento latente que proviene del inconsciente y un elemento simbólico que lo
reviste y oculta discretamente con recuerdos de actividades y experiencias recientes.
Es así como las fantasías espontáneas se pueden entender y trabajar de una mane-
ra parecida a la que acabo de exponer hablando de los sueños. Se le pide al paciente
que haga un ejercicio bioenergético, que se recueste en la mesa de trabajo, boca arri-
ba, que respire suave pero profundamente hasta relajarse por completo y que deje
libre la imaginación a fin de que divague espontáneamente sin evaluarla ni modifi-
carla o recortarla. Después, se le pide que cuente su fantasía en presente si es posi-
ble, tal como le vino a la imaginación, desde el principio hasta el fin.
Las fantasías espontáneas son como un sueño estando despierto; hacen referencia
a los traumas de la infancia, que he descrito en los distintos tipos bioenergéticos, o se
presentan como compensaciones de esas experiencias; ordinariamente, se parecen a
MAIOR 131
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
las fantasías o alucinaciones de los pacientes mentales, pero son más discretas y
menos alejadas de la realidad.
Si la sesión es en grupo, todo el grupo ejecuta primero uno o varios ejercicios bio-
energéticos que el director determine según conozca la problemática general de todo
el grupo. Después, se les pide que todos se recuesten en el suelo si está alfombrado
o se sienten cómodamente en una silla y que respiren suave y profundamente hasta
relajarse y que den rienda suelta a la imaginación hasta formar una historia sin modi-
ficarla ni evaluarla.
Cuando todos tengan lista su historia del principio al fin, se les pide que elijan
libremente a quién se la quisieran contar formando grupos de 3 ó 4 personas. Esta
elección se puede hacer también en cadena: A elige a B, B a H y H a Z, etc.
Finalmente, se le pide a cada uno de los grupos que elija el cuento de alguno de los
miembros para dramatizarlo. Los demás compañeros del grupo tomarán los papeles
de las personas u objetos que se describen en el cuento; si necesitan más personas
para los distintos roles, el creador de la historia los elegirá del resto del grupo. Él
empieza a describir su historia mientras los demás la van ejecutando como se hace
en el caso de los sueños.
Cuando se han dramatizado las historias de los que fueron escogidos por cada
uno de los grupos, se les pide a todos que acostados o sentados piensen qué relación
tiene la fantasía o historia que se les vino a la imaginación con alguna experiencia de
su vida.
Este ejercicio, al igual que el de los sueños hace a cada uno más consciente de los
traumas de la infancia y del modo como inconscientemente se disfrazan y ocultan.
132 MAIOR
El terapeuta bioenergético
10
En la terapia bioenergética, el terapeuta es el factor principal del éxito de la tera-
pia o la causa principal del poco éxito o fracaso de la misma.
El terapeuta bioenergético no es un mecánico que se propone enderezar el orga-
nismo humano con masajes o ejercicios de gimnasia; no es tampoco un experto en
pruebas psiquiátricas o psicológicas que trata de averiguar indirecta y mañosamen-
te todos los problemas del paciente para colgarle una etiqueta adecuada y después
enviarlo a su casa para que le ayude cualquier otro con las orientaciones que él da,
pero dejándolo tan hambriento de amor y de cariño como cuando entró en su des-
pacho; tampoco es un investigador científico frío y distante a quien sólo le interesa
confirmar su teoría de la personalidad o su método terapéutico.
En la infancia de la bioenergética, el doctor Alexander Lowen la llamó "análisis
bioenergético" para relacionarla y distinguirla del psicoanálisis de Freud y de Reich,
basándose solamente en la energía vital, sin hablar nada de la supuesta energía
sexual u orgona de sus maestros. Pero la palabra "análisis" se puede prestar a que el
terapeuta tome una actitud distante y escudriñadora para encasillar al paciente en
uno de los cinco tipos que Lowen describe, apuntando como etiología de los mismos
algunas observaciones y especulaciones de Freud y sus discípulos, como se puede
ver en su primer libro.
Todas las teorías son un esfuerzo mental para explicar los fenómenos observados
en cualquier rama del saber humano, especialmente en psicoterapia, pero dependen
de las influencias familiares, sociales y culturales de los pacientes y también de los
intereses, limitaciones y frustraciones de los mismos terapeutas, por lo que no deben
tomarse como reglas fijas y reacciones definitivas de todos los pacientes del mundo,
de cualquier nacionalidad, cultura y clase social.
Ya he apuntado que Freud dependía de la posición fisicalista y organicista de su
tiempo. Reich y Lowen modificaron un tanto la posición de su maestro, pero, cons-
ciente o inconscientemente, dependen todavía de ciertos postulados de los fisica-
listas.
Por eso, podemos dar un paso más y modificar esa posición del siglo pasado
siguiendo a Stanley Keleman, antiguo discípulo de Lowen, y afirmar con él que
MAIOR 133
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
el terapeuta bioenergético debe ser un padre, madre y maestro sustituto más que
un investigador científico de la energía física, orgona, energética o vital de los
pacientes.
En la vida de todos los hombres, hay tres etapas principales que determinan su
desarrollo, según explica claramente el doctor Keleman, a saber: la gestación, la
infancia y la adolescencia. Todos o casi todos tenemos algunas deficiencias en nues-
tro desarrollo físico y psicológico en alguna de estas tres etapas, aunque algunas per-
sonas logran continuar su crecimiento sin mayores dificultades por las influencias
positivas que encontraron en su vida.
Estas dificultades o deficiencias dan origen a los cinco tipos bioenergéticos que
describe el doctor Alexander Lowen en sus libros sobre bioenergética, aunque no son
los únicos que hay o puede haber, pero nos servirán para describir las dificultades
que el terapeuta bioenergético puede encontrar en sus funciones, tanto por razón de
su mismo tipo, como por razón del tipo bioenergético al que pertenece el paciente. El
problema del esquizofrénico se inició en el útero de la madre; los problemas de los
orales y masoquistas se originaron en la infancia y los de los psicópatas y rígidos,
aunque también se inician en la infancia, se agudizan todavía más en la adolescen-
cia. El terapeuta bioenergético está llamado a ayudar al paciente –como madre,
padre, amigo, etc.– a reformar o complementar aquella etapa del desarrollo en la que
se originaron sus problemas.
El que viene a terapia busca una solución a problemas fisiológicos o psicológicos
que no ha podido resolver de la manera como se enfrentaba con los problemas en sus
primeros años. Sus reacciones o soluciones de entonces, aunque no fueron las mejo-
res objetivamente, fueron las mejores que un bebé, un niño o un adolescente podían
emplear en circunstancias difíciles para sobrevivir o para ganarse la atención, acep-
tación y cuidado de sus padres y de las personas importantes en el medio social en
que se desarrollaron; el asunto es que no funcionan satisfactoriamente en este
momento de su vida.
He apuntado algunas reacciones de los cinco tipos bioenergéticos, según las des-
cribe Lowen, y he ejemplificado con algunos casos de mi experiencia profesional de
muchos años con el propósito de que sirvan como mapas que orienten al terapeuta
para oír los problemas del paciente, pero no como casilleros rígidos en que se deba
encuadrar al paciente.
Además, el terapeuta debe tener en cuenta que él mismo tiene limitaciones, frus-
traciones y reacciones infantiles que determinan su tipo bioenergético. Si ha reali-
zado terapia personal y grupal será más consciente de sus reacciones infantiles para
no repetirlas frente al paciente, pero esas reacciones nunca desaparecen completa-
mente en cualquier relación humana, y pueden influir en la relación terapéutica e
impedir el progreso de la terapia si el terapeuta no está pendiente y no es conscien-
te de las mismas.
Así, el primer requisito para ser un buen terapeuta bioenergético es haber reali-
zado terapia y mantener siempre una actitud de "paciente con el mismo paciente"
para reconocer sus reacciones inconscientes ante los problemas que presenta el
134 MAIOR
E l t e r a p e u t a b i o e n e r g é t i c o
paciente. Esta actitud le ayudará a guardar una postura humilde y acogedora porque
también él ha tenido problemas que no están completamente resueltos.
También es necesario que el terapeuta haya reflexionado sobre cuáles son las reac-
ciones inconscientes de su tipo bioenergético ante las reacciones conscientes o
inconscientes de los pacientes de otros tipos bioenergéticos, esto es básico para no
reaccionar negativamente como sus padres o los padres del paciente.
He apuntado algunas reacciones generales de los pacientes de distintos tipos,
según los describe Lowen. Ahora, quiero apuntar cuáles son, en general, las reaccio-
nes infantiles de los terapeutas, según su tipo bioenergético, cuando se relacionan
con pacientes de otros tipos. Téngase en cuenta, sin embargo, que no hay ningún tipo
cien por cien puro, pero las reacciones que apunto pueden ayudar al terapeuta a vigi-
lar sus reacciones infantiles para no obstaculizar el progreso del paciente cargándo-
le con sus propios problemas.
El terapeuta rígido tiene las mismas reacciones inconscientes que un paciente rígi-
do: quiere tener éxito en todo, estar por encima de todos, debido a su perfeccionis-
mo: lo que le hace difícil aceptar las expresiones de debilidad y ternura de algunos
pacientes; ése es su lado flaco.
Si se presenta a terapia un paciente esquizofrénico, que no sabe hablar ni expre-
sar lo que siente, que mira cautelosamente todo lo que está a su alrededor y que no
atiende lo que le dice el terapeuta rígido, éste se siente fracasado incluso antes de
establecer una relación con él porque ve en el paciente lo que más teme en sí mismo,
y tratará de empujarlo de distintas maneras para que haga o diga lo que él quiere.
Como esto no sucede con el paciente esquizofrénico, el terapeuta lo rechazará acu-
sándolo de que no coopera en su tratamiento. Con esta manifestación de rechazo y
agresividad, el paciente saldrá mal parado porque se ha repetido su trauma origi-
nal, se enconchará todavía más y se afirmará en su miedo vital de que todo el
mundo está contra él.
Ante un paciente oral que se queja de que no puede hacer nada que valga la
pena, el terapeuta rígido, que cree que lo puede y lo sabe todo, le dará toda la infor-
mación que ha aprendido de los libros para superar su impotencia, pero el oral no
es tonto, ni necesita tanta información; lo que necesita es atención y cariño, y esto es
lo que no conoce el terapeuta rígido más que de palabra. Así que se sentirá fracasa-
do ante las quejas de impotencia del oral porque no le sirven sus explicaciones teó-
ricas o psicológicas y terminará por echarlo; lo que aumentará el trauma de aban-
dono que tenía el oral.
Ante un paciente masoquista que pide reglas para todo, el terapeuta rígido se sen-
tirá halagado porque puede darle mil reglas teóricas que ha aprendido, pero, al com-
prender que el paciente masoquista sabotea todas sus reglas sin aprender a iniciar
algo por sí mismo, el terapeuta rígido lo atacará por su mismo fracaso; lo que pro-
vocará que el masoquista lo ataque también y le diga que sus reglas de nada sirven.
Ni para qué decir que aquí no hay terapia ni para el rígido, ni para el masoquista.
Si acaso viene a terapia un paciente psicópata, el terapeuta rígido se sentirá
impresionado por la desenvoltura y la aparente seguridad con que habla el pacien-
MAIOR 135
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
136 MAIOR
E l t e r a p e u t a b i o e n e r g é t i c o
MAIOR 137
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
ni su padre, ni su madre, ni su amante, después de hacerle creer que era todo eso al
fomentar su transferencia.
Tanto el paciente como el terapeuta son adultos, pero llevan dentro de sí un niño
que no ha crecido completamente, y, si bien el terapeuta ha tenido ocasión, en su tera-
pia personal, de darse cuenta del infante que lleva dentro, las necesidades de ese
niño no han quedado nunca completamente satisfechas y hay que ayudarle a crecer
y madurar durante toda la vida.
138 MAIOR
E l t e r a p e u t a b i o e n e r g é t i c o
MAIOR 139
Epílogo
por Antonio Núñez
MAIOR 141
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
rior que me sorprendía por su fuerza y duración, hasta que tuve que parar, mis
manos comenzaban a desgarrarse... pero, desde aquel día, me abandonaron esas fan-
tasías catastróficas que, a veces, ocupaban mi mente y esas rabias sin objeto, a partir
de entonces no me es difícil conectar con el origen y dirección de ellas.
Tantos otros momentos significativos e íntimos... la hiperventilación y el acerca-
miento a la experiencia de morir que, desde entonces, acepto como compañera. La
mujer y la madre... El trabajo y el padre, etc. Y también muchos hubo, de descon-
fianza, de esterilidad, de desierto que, aunque apenas se cuentan en los libros, for-
man parte del proceso.
No fue fácil abandonarme a lo que surgía, aunque joven, mi estructura avanzaba
a marchas forzadas hacia la rigidez personal e intelectual. Luis tuvo que trabajar
duro, aunque dejaba mi mochila en la puerta, su huellas se marcaban en mi piel.
Pero, poco a poco, fue permitiendo que, en mis bolsillos, pudieran entrar en las
sesiones, herramientas con las que colocar, remendar, reestructurar, reconstruir mi
verdadera forma de ser, más cercana a mí mismo, que me hacía sentirme mejor, más
en paz conmigo... y a la que no renunciaré jamás a revisar cada cierto tiempo, para
que se mantenga fresca, flexible y vital.
En un segundo tiempo, empezó a forjarse la formación psicoterapéutica, desde la
experiencia, nunca dogmática, permitiendo la creación, la aportación de otras técni-
cas, casi insistiendo en ello. Me di cuenta que si ésta era la forma en la que mejor me
había sentido ayudado, podría ser, esencialmente, la forma en la que mejor podría
ayudar a las personas que lo requirieran, digo esencialmente porque no creo en la
técnica panacea y para todos los públicos y problemas, como mi deambular posterior
por otras formas de psicoterapia me ha enseñado, pero sí impregna siempre mi tra-
bajo cotidiano, incluso cuando no trabaje con esa persona desde la Bioenergética.
Me vienen a la memoria aquellos compañeros de viaje que se prestaban a mis pri-
meras incursiones al interior de sus psiques, que aguantaban mis esforzadas pro-
puestas de ejercicios. A los que yo también me entregaba en ese juego, imprescindi-
ble y no exento de riesgos, de la formación por la experiencia. Que me enseñaron
cómo se encarnaban las teorías.
He de agradecer a Luis Pelayo que me permitiera acompañarle durante algunos
años como ayudante para cualquier cosa, observador, secretario, traductor..., estar
cerca de su práctica profesional, de sus libros, de sus pacientes y, sobre todo, que me
pusiera en la pista de conocer directamente a Alexander Lowen en sus periódicos
seminarios en España y, posteriormente, en el Instituto Internacional de Análisis
Bioenergético de Nueva York, donde pude asistir a diversos seminarios con personal
de su Staff, reciclar mi formación, conocer otros modelos e ir configurando mi pro-
pia forma de trabajar
Estas luces no dejaban de proyectar sombras. Esto de la Bioenergética, ¿no era
algo esotérico, poco científico? ¿No tendrían razón las miradas escépticas de algunos
de mis profesores universitarios? Después de todo, ¿dónde encontrar una sala, un
lugar donde empezar a trabajar, con las garantías de confidencialidad para los
pacientes?...
142 MAIOR
E p í l o g o
Pero pronto, sobre esas sombras fue proyectándose una luz que me permitió
abordar las dudas, contrastarlas, poner en práctica mis conocimientos y, sobre todo,
enriquecerlos con perspectivas nuevas: Rogerianas, Gestálticas y Analíticas. Mis
mejores profesores en la Universidad pertenecían al Instituto de Interacción y
Dinámica Personal, mejor conocido por su localización: Hortaleza 73, y, tras la carre-
ra, nos proporcionaban la formación y práctica clínica en aquellos cursos que deno-
minaban Preprácticos para futuros terapeutas, hoy día, Masters de la Universidad
Pontificia Comillas. Bajo su atenta mirada, fortalecí mis habilidades terapéuticas,
revisé mis primeros casos y, sobre todo, con su benévola consideración, me prestaron
el sótano del Instituto para esta nueva forma de ayudar.
Tengo que mencionar a Javier Ortigosa, director del Instituto que me empujó,
hace ya quince años, a celebrar los maratones de Fin de Semana para todo tipo de
personas y para sus alumnos de 5º de Psicología, valorando lo que el cuerpo puede
aportar al crecimiento personal.
Más actualmente, a Carlos Alemany que me enriqueció con la perspectiva del
Focusing y me convirtió en formador, pensando en lo imprescindible que es el que
los futuros terapeutas sepan lo que sus cuerpos y el de sus clientes pueden aportar
al éxito de la psicoterapia. No olvido a Concepción de Diego que me aportó mi últi-
ma adquisición en estos últimos años, la integración con el Análisis Transaccional.
Cuando releo este breve repaso de aportaciones a mi forma de trabajar, no me
extraña que tras ella se vislumbre claramente un enfoque ecléctico e integrador de
origen netamente humanista, sobre todo, la parte de análisis verbal posterior que
tiene todo trabajo Bioenergético. Pero esto fue lo que vi y sentí, observando el traba-
jo de los buenos psicoterapeutas, en el ejercicio real se parecen extraordinariamente,
sus herramientas, actitudes, intervenciones... aunque se denominan de maneras muy
distintas en la teoría, parten de concepciones teóricas diferentes me parecen que
hablan de lo mismo, pero en distintos idiomas.
Hablo de mis maestros y de su influencia en mí, pero también estoy hablando de
las interrelaciones, influencias y escuelas que, en la Bioenergética, se han dado en
estos últimos décadas. Somos hijos de los tiempos.
Otra aportación, la más importante a mi parecer, es la que he descubierto junto
con mis pacientes, con los clientes de los maratones de fin de semana, y es la impor-
tancia real de la experiencia y desahogo emocional como vehículo inicial para libe-
rarnos de las ataduras mentales, para encarnar los insights, grabar las aclaraciones
cognitivas, entender las interpretaciones, ver los reflejos de nuestro self, en definiti-
va, cambiar. Y que uno de los mejores caminos para llegar a estas emociones o senti-
mientos es despertar la expresividad corporal. El material del que nos proveen estos
ejercicios bioenergéticos es fresco, sin contaminaciones mentales o defensivas, está
más cerca de la realidad interna de la persona.
Nos hemos dado cuenta del valor que tiene la Bioenergética para dinamizar pro-
cesos tratados desde otros modelos, sin entorpecer el trabajo del terapeuta.
Permitiendo el afloramiento de sentimientos, emociones, recuerdos... que parecían
dormidos u olvidados. Desde luego que esta complementariedad es proporcional a
MAIOR 143
P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
la cercanía del otro modelo al cuerpo, yendo desde el Focusing y la Gestalt, pasando
por lo Rogeriano y Analítico, hasta lo Cognitivoconductual como colofón de todo
este proceso globalizador.
Así mismo, del valor del trabajo grupal que potencia los ecos individuales,
haciendo resonar en los compañeros desde recuerdos a sensaciones físicas, senti-
mientos y emociones personales, orientando la particular búsqueda de cada uno.
Como formador estos últimos años, he intentado trasladar este mensaje a esos
profesionales que, en principio, no van a utilizar la Bioenergética como herramienta
fundamental de su ejercicio profesional, sino más bien las otras corrientes. Juntos
hemos explorado, en nuestras carnes, las repercusiones de ejercicios respiratorios,
puramente físicos o expresivos a la hora de facilitar a los pacientes la toma de con-
ciencia de sus rigideces físicas y emocionales, así como a recuperar recuerdos o sen-
timientos para luego poder analizarlos verbalmente. Pero lo que más agradecen
todos es el descubrimiento de una nueva forma de percibir el mundo interior del psi-
coterapeuta y el permitirles escuchar el cuerpo de la otra persona o incluso atender,
acompañar emociones y sentimientos explosivos sin sentirse amenazados.
Y los caminos siguen abiertos para alcanzar una mayor comprensión del univer-
so humano...
Antonio Nuñez P.
Psicoterapeuta
Prof. Universidad P. Comillas
144 MAIOR
Bibliografía
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P s i q u e y S o m a . Te r a p i a b i o e n e r g é t i c a
146 MAIOR
B i b l i o g r a f í a
MAIOR 147
DIRECTOR: CARLOS ALEMANY
1. Relatos para el crecimiento personal. CARLOS ALEMANY (ED.), RAMIRO ÁLVAREZ, JOSÉ VICENTE BONET,
IOSU CABODEVLLLA, EDUARDO CHAMORRO, CARLOS DOMINGUEZ, JOSÉ ANTONIO GARCÍA-MONGE, ANA
GIMENO-BAYÓN, MAITE MELENDO, ALEJANDRO ROCAMORA. PRÓLOGO DE JOSÉ LUIS PINLLLOS. (5ª ed.)
2. La asertividad: expresión de una sana autoestima. OLGA CASTANYER. (15ª ed.)
3. Comprendiendo cómo somos. Dimensiones de la personalidad. ANA GIMENO-BAYÓN COBOS. (4ª ed.)
4. Aprendiendo a vivir. Manual contra el aburrimiento y la prisa.. ESPERANZA BORÚS. (5ª ed.)
5. ¿Qué es el narcisismo? JOSÉ LUIS TRECHERA. (2ª ed.)
6. Manual práctico de P.N.L. Programación neurolingüística. RAMIRO J. ÁLVAREZ. (3ª ed.)
7. El cuerpo vivenciado y analizado. CARLOS ALEMANY Y VÍCTOR GARCÍA (EDS.)
8. Manual de Terapia Infantil Gestáltica. LORETTA ZAIRA CORNEJO PAROLINI. (4ª ed.)
9. Viajes hacia uno mismo. Diario de un psicoterapeuta en la postmodernidad.
FERNANDO JIMÉNEZ HERNÁNDEZ-PINZÓN. (2ª ed.)
10. Cuerpo y Psicoanálisis. Por un psicoanálisis más activo. JEAN SARKISSOFF. (2ª ed.)
11. Dinámica de grupos. Cincuenta años después. LUIS LÓPEZ-YARTO ELIZALDE. (5ª ed.)
12. El eneagrama de nuestras relaciones. MARIA-ANNE GALLEN - HANS NEIDHARDT. (4ª ed.)
13. ¿Por qué me culpabilizo tanto? Un análisis psicológico de los sentimientos de culpa.
LUIS ZABALEGUI. (3ª ed.)
14. La relación de ayuda: De Rogers a Carkhuff. BRUNO GIORDANI. PRÓLOGO DE M. MARROQUÍN. (2ª ed.)
15. La fantasía como terapia de la personalidad. FERNANDO JIMÉNEZ HERNÁNDEZ-PINZÓN. (2ª ed.)
16. La homosexualidad: un debate abierto. JAVIER GAFO (ED.). JAVIER GAFO, CARLOS DOMÍNGUEZ,
JUAN-RAMÓN LACADENA, ANA GIMENO BAYÓN, JOSÉ LUIS TRECHERA. (3ª ed.)
17. Diario de un asombro. ANTONIO GARCÍA RUBIO. PRÓLOGO DE J. MARTÍN VELASCO. (3ª ed.)
18. Descubre tu perfil de personalidad en el eneagrama. DON RICHARD RISO. (4ª ed.)
19. El manantial escondido. La dimensión espiritual de la terapia. THOMAS HART.
20. Treinta palabras para la madurez. JOSÉ ANTONIO GARCÍA-MONGE. (7ª ed.)
21. Terapia Zen. DAVID BRAZIER. PRÓLOGO DE ANA MARÍA SCHLÜTER RODÉS. (2ª ed.)
22. Sencillamente cuerdo. La espiritualidad de la salud mental.
GERALD MAY. PRÓLOGO DE JOSÉ-VICENTE BONET.
23. Aprender de Oriente: Lo cotidiano, lo lento y lo callado. JUAN MASIÁ CLAVEL.
24. Pensamientos del caminante. M. SCOTT PECK. PRÓLOGO DE JOSÉ-VICENTE BONET.
25. Cuando el problema es la solución. Aproximación al enfoque estratégico.
RAMIRO J. ÁLVAREZ. (2ª ed.)
26. Cómo llegar a ser un adulto. Manual sobre la Integración Psicológica y Espiritual.
DAVID RICHO. (2ª ed.)
27. El acompañante desconocido. De cómo lo masculino y lo femenino que hay en cada uno de
nosotros afecta a nuestras relaciones. JOHN A. SANFORD.
28. Vivir la propia muerte. STANLEY KELEMAN. PRÓLOGO DE JUAN MANUEL G. LLAGOSTERA.
29. El ciclo de la vida: Una visión sistémica de la familia.
ASCENSIÓN BELART - MARÍA FERRER. PRÓLOGO DE LUIS ROJAS MARCOS. (2ª ed.)
30. Yo, limitado. Pistas para descubrir y comprender nuestras minusvalías.
MIGUEL ÁNGEL CONESA FERRER.
31. Lograr buenas notas con apenas ansiedad. Guía práctica para sobrevivir a los exámenes.
KEVIN FLANAGAN. PRÓLOGO DE JOAQUÍN Mª. GARCÍA DE DIOS.
32. Alí Babá y los cuarenta ladrones. Cómo volverse verdaderamente rico.
VERENA KAST. PRÓLOGO DE GABRIELA WASSERZIEHR.
33. Cuando el amor se encuentra con el miedo. DAVID RICHO. (2ª ed.)
34. Anhelos del corazón. Integración psicológica y espiritualidad. WILKIE AU - NOREEN CANNON.
35. Vivir y morir conscientemente. IOSU CABODEVILLA. PRÓLOGO DE CELEDONIO CASTANEDO. (2ª ed.)
36. Para comprender la adicción al juego. MARÍA PRIETO URSÚA. PRÓLOGO DE LUIS LLAVONA.
37. Psicoterapia psicodramática individual. TEODORO HERRANZ CASTILLO.
38. El comer emocional. EDWARD ABRAMSON.
39. Crecer en intimidad. Guía para mejorar las relaciones interpersonales.
JOHN AMODEO - KRIS WENTWORTH.
40. Diario de una maestra y de sus cuarenta alumnos. ISABEL AGÜERA ESPEJO-SAAVEDRA.
41. Valórate por la felicidad que alcances. XAVIER MORENO LARA.
42. Pensándolo bien... Guía práctica para asomarse a la realidad. RAMIRO J. ÁLVAREZ.
PRÓLOGO DE JOSÉ KLINGBEIL.
43. Límites, fronteras y relaciones. Cómo conocerse, protegerse y disfrutar de uno mismo.
CHARLES L. WHITFIELD. PRÓLOGO DE JOHN AMODEO.
44. Humanizar el encuentro con el sufrimiento. JOSÉ CARLOS BERMEJO.
45. Para que la vida te sorprenda. MATILDE DE TORRES. (2ª ed.)
46. El Buda que siente y padece. Psicología budista sobre el carácter, la adversidad y la pasión.
DAVID BRAZIER.
47. Hijos que no se van. La dificultad de abandonar el hogar. JORGE BARRACA.
PRÓLOGO DE LUIS LÓPEZ-YARTO.
48. Palabras para una vida con sentido. Mª. ÁNGELES NOBLEJAS.
49. Cómo llevarnos bien con nuestros deseos. PHILIP SHELDRAKE.
50. Cómo no hacer el tonto por la vida. Puesta a punto práctica del altruismo.
LUIS CENCILLO. PRÓLOGO DE ANTONIO BLANCH. (2ª ed.)
51. Emociones: Una guía interna. Cuáles sigo y cuáles no. LESLIE S. GREENBERG.
PRÓLOGO DE CARMEN MATEU.
52. Éxito y fracaso. Cómo vivirlos con acierto. AMADO RAMÍREZ VILLAFÁÑEZ.
53. Desarrollo de la armonía interior. JUAN ANTONIO BERNAD.
54. Introducción al Role-Playing pedagógico. PABLO POBLACIÓN KNAPPE Y ELISA LÓPEZ BARBERÁ Y COLS.
PRÓLOGO DE JOSÉ A. GARCÍA-MOGE.
55. Cartas a Pedro. Guía para un psicoterapeuta que empieza. LORETTA CORNEJO.
56. El guión de vida. JOSÉ LUIS MARTORELL. PRÓLOGO DE JAVIER ORTIGOSA.
57. Somos lo mejor que tenemos. ISABEL AGÜERA ESPEJO-SAAVEDRA.
58. El niño que seguía la barca. Intervenciones sistémicas sobre los juegos familiares.
GIULIANA PRATA - MARIA VIGNATO - SUSANA BULLRICH.
59. Amor y traición. JOHN AMODEO. PRÓLOGO DE CARLOS ALEMANY.
60. El amor. Una visión somática. STANLEY KELEMAN. PRÓLOGO DE JAIME GUILLÉN DE ENRÍQUEZ.
61. A la búsqueda de nuestro genio interior: Cómo cultivarlo y a dónde nos guía. KEVIN FLANAGAN.
62. A corazón abierto.Confesiones de un psicoterapeuta. FERNANDO JIMÉNEZ HERNÁNDEZ-PINZÓN.
63. En vísperas de morir. Psicología, espiritualidad y crecimiento personal.
IOSU CABODEVILLA ERASO. PRÓLOGO DE RAMÓN MARTÍN RODRIGO.
64. ¿Por qué no logro ser asertivo? OLGA CASTANYER Y ESTELA ORTEGA..
65. El diario íntimo: buceando hacia el yo profundo. JOSÉ-VICENTE BONET, S.J.
Serie MAIOR