Bioetica Ambiental UNESCO Manual

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BIOÉTICA AMBIENTAL

Prof. Dr. José Roque Junges

Programa de Posgraduación en Salud Colectiva de la Unisinos,

São Leopoldo (RS) y

Programa de Posgraduación en Bioética de la Cátedra UNESCO de la UnB,


Brasilia (DF) Brasil

En sus inicios, la bioética surgió como un saber que conjugaba biología y ética
en una perspectiva ecológica. Quien primero usó la palabra bioética fue Fritz Jahr,
cuando defendió, en la primera mitad del siglo XX, en un artículo de una revista
alemana, el respeto ético por la vida ecológica que se manifiesta en las plantas y
animales. Más tarde, Van Rensseler Potter, volvió a usar la palabra en un sentido
ecológico para designar un saber que conjuga conocimientos biológicos y valores
Morales en defensa de la sobrevivencia de la vida humana en el planeta tierra,
amenazada por la creciente introducción de biotecnologías en el medio ambiente. La
bioética, para Potter sería un saber ético basado en los conocimientos de la biología para
acompañar con valores morales, el desarrollo tecnológico, para que éste no ponga en
peligro la continuidad de la vida humana y de la vida en la tierra en general.

A pesar de ese inicio de carácter más ecológico, la bioética fue constituyéndose


como un saber ético aplicado a la clínica para la solución de los desafíos morales
impuestos por el uso de tecnologías en las situaciones límites de la vida humana. A
pesar de que la bioética se presente más con un rostro clínico, preocupada con
problemas éticos relativos a la salud humana, la semilla ecológica inicial, plantada por
Jahr y Potter, nunca fue olvidada. Hoy, más que nunca, la preocupación ambiental es
urgente, señalando la importancia de una bioética ambiental que se constituya como un
análisis crítico y una reflexión ética sobre los actuales desafíos ecológicos.

El capítulo inicia con una explicación sobre la crisis ambiental en su expresión


ecológica y social. Los movimientos ambientalistas surgen como una respuesta a esa
crisis con diferentes focos de solución: los seres humanos o los seres vivos o los
ecosistemas. Para analizar esas diferentes propuestas ambientalistas, son necesarios
varios conceptos importantes: una comprensión global del propio planeta tierra como
biósfera y gaia; una revisión radical del concepto de desarrollo sostenible que englobe
las dinámicas ecológicas de los ecosistemas, la necesidad de una ciudadanía y
gobernanza planetarias ya que la crisis ambiental alcanza la humanidad como un todo.
Esos diversos contenidos confluyen para el análisis del artículo 17, protección del
medio ambiente, de la biósfera y de la biodiversidad, de la Declaración Universal de la
Bioética y Derechos Humanos. El capítulo termina con una reflexión y discusión sobre
el uso de alimentos genéticamente modificados y sus implicaciones para la salud
humana y el medio ambiente.

1. Crisis Ambiental y Consumo Insostenible

Actualmente, la expresión más visible de la crisis ambiental en los medios de


comunicación es la cuestión del calentamiento climático global a partir de las
discusiones en el “Intergovernmental Panel on Climate Change” (IPPC), de la ONU,
sobre el aumento de la temperatura de la tierra con sus consecuencias para el deshielo
de los casquetes polares y glaciares, para la elevación del nivel del mar y,
principalmente, para la mudanza climática y sus efectos sobre los ecosistemas y la
propia humanidad. El calentamiento global es la macromanifestación de la crisis que ha
cobrado mayor visibilidad, tornándose preocupación política y económica para los
gobiernos y específicamente para la ONU. La cuestión ecológica es sentida,
concretamente, en los ambientes locales donde viven los seres humanos, con sus
efectos de polución del agua y del aire, suelos siempre más empobrecidos por el
almacenamiento de productos químicos y mudanzas climáticas, ocasionadas por el
desequilibrio de las temperaturas, con violentas inundaciones, tempestades y tifones.
Pero, ¿cómo se podría explicar y definir la crisis ambiental?

La crisis ecológica es el resultado del drástico desajuste entre los procesos


cíclicos conservadores y coherentes de la ecosfera (naturaleza) y los procesos lineares e
innovadores que buscan la maximización en el corto plazo del beneficio humano por la
tecnosfera (sociedad). Por lo tanto, el problema está en el desajuste entre el modo de
funcionar de los dos sistemas. La naturaleza tiene una dinámica propia, creada por la
evolución de la vida, caracterizada por procesos cíclicos, y nuestra sociedad, de
surgimiento muy reciente, funciona con una dinámica opuesta, por desarrollarse por
procesos lineares. El ejemplo más claro para demostrar ese desajuste, es la cuestión de
la basura. La naturaleza no produce basura, porque todo lo que ella elimina es
desmontado por microorganismos en sus elementos básicos (carbono, nitrógeno,
potasio, etc.), nuevamente absorbidos por ella en un corto espacio de tiempo. Así se
renuevan los ciclos de la naturaleza. La sociedad, al contrario, produce siempre más
basura para atender los caprichos humanos, en procesos lineares de producción que no
engloban los desechos en su dinámica, por no funcionar de una manera cíclica. El
reciclaje de la basura es un intento todavía muy tímido de aprender con la naturaleza. El
problema es que el reciclaje está concentrado principalmente en la basura doméstica. Se
sabe que, para producir el contenido de una lata de basura doméstica, fueron necesarias
setenta latas de desechos en la industria. Por lo tanto, el reciclaje es importante, pero
no resuelve el problema.

Los ambientalistas están siempre convencidos de que el problema no está tanto


en la mejoría de los procesos de producción, que hoy son más limpios, sino en los
niveles de consumo, en continuo aumento, y totalmente insostenibles. Por lo tanto, con
la cuestión ambiental, se llega a un impase no negociable entre economía y naturaleza:
el modelo capitalista actual está fundado, esencialmente en el consumo y la naturaleza
tiene recursos limitados que no soportan más el volumen de uso que el modelo de
producción exige. La sociedad y su modelo económico, no se dan cuenta de que ellos
necesitan la naturaleza y están incluidos en ella.

Esta constatación al respecto de los recursos limitados de la naturaleza, exige la


introducción del concepto de “pisada ecológica” siempre más utilizado en las
discusiones ambientales. Este concepto tiene su origen en la biología animal, en la cual
se calcula cuanto espacio vital necesita un animal para poder mantenerse y reproducirse.
Aplicarlo a los humanos es más complicado, pero los autores llegaron a una ecuación
que relaciona matemáticamente el número de la población mundial, con la superficie del
planeta tierra apta para la producción y con la suma del producto interno bruto (PIB) de
todos los países. Este cálculo demostró que la pisada ecológica media mundial es de 2,8
hectáreas, significando que es necesaria esta superficie para producir lo que cada
habitante de la tierra consume. Ésta es la media mundial, no significando exactamente
que cada habitante mundial precise de ese espacio.
En el momento en que se compara esta media mundial y la media de algunos
países, aparece el evidente y notorio desnivel en el uso de la naturaleza. El Brasil está
un poco abajo de la media mundial (2,6 hectáreas), pero es cuando vamos a los
extremos que aparece el injusto acceso y gastos de los recursos naturales: cada
americano necesita 9,6 hectáreas, para producir lo que consume y un habitante de
Bangladesh usa solo 0,5 hectáreas. ¿Qué derecho tiene un americano a ese nivel de
consumo y explotación de la naturaleza, cuyos recursos son limitados, delante de la
mayoría de los otros pueblos, que tienen un uso muy inferior al del nivel mundial?

Poco a poco, los ambientalistas se fueron dando cuenta de este hecho,


cambiando completamente el foco del problema ecológico, porque quedó demostrada,
no sólo la insostenibilidad, sino también la injusticia en la distribución de los bienes de
la naturaleza. La culpa de la crisis ambiental no puede ser imputada simplemente a los
habitantes de los países más pobres, por la deforestación de sus florestas; la verdadera
responsabilidad es de los países con alto índice de consumo. Si todos los habitantes de
la tierra quisiesen llegar al nivel de consumo de un americano, necesitaríamos tres o
cuatro planetas tierra para mantener ese uso exorbitante de recursos naturales. El
problema es que tenemos solamente una tierra. Aquí está la verdadera cuestión de la
crisis ambiental: los niveles insostenibles de consumo debidos al modelo de producción
capitalista.

La naturaleza no soporta ese nivel de uso de los recursos naturales,


ambientalmente insostenible, por impedir la recuperación de la biodiversidad,
indispensable para el equilibrio natural. La naturaleza no es un stock de recursos para
ser usado por los seres humanos, sino el ambiente de reproducción de las condiciones
vitales para que todos los seres vivos puedan sobrevivir. Además de ser insostenible, el
uso y la distribución de los bienes de la naturaleza para el beneficio humano, es
totalmente injusto. La crisis ambiental está asentada sobre una injusticia ambiental.
Olvidar esta dimensión social es maquillar el problema ambiental. Muchas poblaciones
podrían elevar sus niveles de consumo para alcanzar una mayor calidad de vida, pero,
para eso los habitantes de los países ricos deberían disminuir el grado de consumo y la
producción de basura. ¿Cuál será el político que tendrá el coraje de hacer una propuesta
de esta índole?
2. Injusticia Ambiental

La injusticia ambiental no significa simplemente un acceso y una distribución


totalmente desiguales de los bienes de la naturaleza, sino soportar, por otro lado, los
daños ambientales de procesos económicos e industriales que producen desechos,
empujados para territorios donde habitan poblaciones socialmente fragilizadas. El
origen de esta conciencia sobre la injusticia ambiental surgió entre los negros
americanos que se dieron cuenta de que los daños ambientales siempre eran desviados
para los espacios urbanos habitados por ellos y por los latinos. Ese fenómeno fue, en el
inicio, llamado racismo ambiental y, después, designado como injusticia ambiental,
según Bullard. Ese movimiento formuló el principio ético de que grupos sociales
vulnerables no deben cargar el peso desproporcional de las consecuencias ambientales
negativas resultantes de operaciones comerciales, industriales o municipales o de la
ejecución de políticas públicas y programas federales, estaduales, locales y tribales.

Para Freitas y Porto, la injusticia ambiental es el mecanismo por el cual


sociedades social y económicamente desiguales destinan la mayor carga de los daños
ambientales a las poblaciones de baja renta, a los grupos sociales discriminados, a los
pueblos étnicos tradicionales, a los barrios operarios, a las poblaciones marginalizadas y
vulnerables.

El movimiento de la justicia ambiental está envuelto en conflictos


socioambientales, oriundos de la conformación de territorios por procesos productivos
industriales, agrícolas o de mineración,ocasionando una polución que afecta la vida y la
salud de las poblaciones circunvecinas. Las leyes ambientales de los países centrales, no
aceptan estructuras productivas degradantes para el ambiente, que son exportadas para
países periféricos sin legislaciones rígidas de protección del medio ambiente. Esas
exteriorizaciones de daños ambientales, posibilitadas por la economía globalizada, no
son contabilizadas como valor en los costos.

Es lo que la economía ecológica llama metabolismo social, proceso visible en


Europa, donde países importan seis veces más de lo que exportan y, sin embargo, tienen
un lucro muy superior, a pesar de que la producción no suceda en su territorio, debido al
conocimiento agregado en el precio del producto. La degradación humana y ecológica,
no consideradas en el costo final,queda a cargo de los países periféricos.
Desconocer los efectos colaterales de estos procesos macroeconómicos sobre el
medio ambiente, sería maquillar el fenómeno de la degradación ambiental en los países
periféricos. Los países subdesarrollados son responsabilizados, muchas veces, por la
degradación ambiental en sus territorios, pero es necesario tener presente que esta
degradación es, gran parte, fruto de daños ambientales exteriorizados por procesos
industriales que las economías ricas transfieren para países más pobres, donde las
legislaciones ambientales son frágiles e ineficientes. Un ejemplo típico de ese proceso
es la instalación de industrias de celulosa en nuestros países, porque sus daños no son
más aceptables en sus países de origen. La degradación, además de destruir ecosistemas
y su biodiversidad, afecta la salud de las poblaciones, destruyendo el medio ambiente
natural y cultural, base para la reproducción social de la vida.

3. Tendencias Actuales del Ambientalismo

Como respuesta a esa crisis e injusticia ambientales, existen varias propuestas


de solución que se identifican con los diferentes movimientos ambientalistas. Martínez
Alier, señala tres tendencias de ambientalismo.

El Ecoeficientismo Económico de la propuesta de desarrollo sostenible y de la


economía verde que, sin cuestionar el actual sistema capitalista, ofrece, para la crisis,
soluciones que sean financiera y ecológicamente eficientes en coherencia con las
dinámicas económicas de ese sistema, teniendo la naturaleza como stock de recursos. La
perspectiva es antropocéntrica, porque se centra en los intereses de los seres humanos y
la solución del problema está en la búsqueda de procesos económicos ecológicamente
eficientes y sostenibles. Para esa tendencia, la naturaleza forma parte de un sistema
mayor que es económico social.

Otra tendencia es la del Culto a lo Silvestre, presente en muchas ONGs de


ecología del primer mundo que defienden una visión museificada de la naturaleza,
porque luchan por preservar ciertos sistemas como intocables, sin presencia humana, en
medio de otros ambientes totalmente degradados por la intervención humana. Esa
tendencia separa completamente naturaleza y sociedad. Ella es biocéntrica, enfocada en
los intereses de los seres vivos, incompatibles con los intereses humanos y es por eso
que se torna necesario separarlos.
Una tercera tendencia es la del así llamado Ecologismo Popular, típica de
poblaciones indígenas y campesinas de América Latina, que defienden la naturaleza
como oikos, casa, lugar de la sobrevivencia y reproducción social de la vida, no
aceptando que ella sea reducida a un puro stock de extracción de recursos, como sucede
cuando grandes empresas petrolíferas, de explotación minera y de agronegocios se
instalan en sus territorios de origen, que tienen siglos de existencia. La lucha ambiental
de esas poblaciones es acusada por sus gobernantes, como contraria al desarrollo y
progreso de sus países. Gobiernos de izquierda, en América Latina, ridiculizan las
preocupaciones ambientales, movidos por la ideología del progresismo. En este
contexto es necesario preguntar cúal desarrollo y para quién, pues esos pueblos
originarios defienden su ecosistema de sostenibilidad biosocial en integración con otros
seres vivos que allí habitan.

Por lo tanto, los partidarios del Ecologismo Popular, no comprenden la


naturaleza como un stock de recursos destinados a ser incluídos en el sistema
económico, ni separan naturaleza y sociedad, sino que incluyen su sistema social y
productivo en un ambiente mayor, la naturaleza, que engloba todo y provee las
condiciones indispensables para la reproducción de la vida. Por eso, ellos son movidos
por una perspectiva ecocéntrica, único enfoque adecuado para la ética ecológica y para
el enfrentamiento de la crisis ambiental, porque tiene una comprensión ecosistémica del
ambiente y una preocupación y abordaje globales del problema como veremos a
continuación.

Asumir esa perspectiva significa partir, a priori, de una comprensión


ecocéntrica integral de nuestro habitat planetario. Ésta a su vez, llevará a una visión
global de convivencia social y gobernanza política de la propia tierra y exigirá un
modelo de economía, movido por procesos ecológicos, integrado en las dinámicas de la
naturaleza. El enfoque ecocéntrico es el más adecuado para encontrar una solución,
porque analiza la crisis ambiental de una manera sistémica donde la solución puede ser
pensada globalmente y los propios efectos locales del problema tienen que ser
analizados a partir de una comprensión global.

4. Comprensión Global del Planeta Tierra: Biósfera y Gaia


Después de la llegada del ser humano a la luna, fue posible una visión global
de la tierra, captada desde un punto de vista externo. Aquella foto de la tierra como un
esplendoroso planeta azul, sacada por los astronautas desde la nave espacial, recorrió el
mundo, tornando posible el surgimiento de una conciencia planetaria. Esa conciencia se
expresa en los conceptos de Biósfera y Gaia, comprensiones globales del planeta tierra.

El concepto de Biósfera, propuesto por el mineralogista ruso W. Vernadsky, es


una comprensión de la vida terrestre concebida como totalidad, introduciendo una
visión ecológica de la tierra. Ella comprende la costra terrestre ocupada por la vida, no
siendo un fenómeno exterior o accidental en la superficie terrestre. La vida está ligada
por un lazo estrecho a la estructura de la propia costra terrestre y hace parte de su
mecanismo. La vida y toda materia viviente, pueden ser concebidas como un conjunto
indivisible en el mecanismo de la biósfera. La vida se caracteriza por su ubicuidad
terrestre, o sea, por su presencia en todos los rincones de la tierra, por su prodigiosa
capacidad de ocupar cualquier espacio libre, formando una membrana viva que
envuelve toda la tierra.

El climatólogo inglés James Lovelock, presenta una comprensión todavía más


amplia con el concepto de Gaia, identificando la tierra con una gigantesca máquina
termoquímica que se autorregula, para crear condiciones propicias a la vida, siendo ella
propia un ser viviente. La afirmación central es que la propia vida contribuye para
conservar las condiciones para la vida en la tierra, interactuando constantemente con el
medio ambiente físico-químico. La tierra y la vida que ella carga en sí, son un sistema
que posee la facultad de regular su temperatura y la composición de su superficie,
manteniéndolas propicias para la existencia de seres vivos.

Los pueblos ancestrales de América Latina tenían plena conciencia de esa


realidad, cuando denominaban la tierra como Pacha Mama, madre tierra, nutriz de los
seres vivos que la habitan. Por lo tanto, según Morin y Kern “la tierra no es adición de
un planeta físico, más la biósfera, más la humanidad. La tierra es una totalidad
compleja física/biológica/antropológica, en la que la vida emerge de la historia de la
tierra y el ser humano de la historia de la vida terrestre. La vida es una fuerza
organizadora biofísica en acción en la atmósfera que ella creó sobre la tierra. La
humanidad es una entidad planetaria y biosférica” (p. 63).
No se puede pensar en la biósfera y la humanidad desconectadas, porque ellas
forman una unidad. Para que suceda esta integración humana y ambiental es necesario
llegar a una ética planetaria que cree una conciencia planetaria que a su vez posibilite
una gobernanza global. La crisis ambiental exige una solución global, porque la tierra
forma un gran ecosistema que integra y conjuga los otros ecosistemas regionales
naturales y humanos. Las mudanzas climáticas hicieron que la humanidad se diese
cuenta de esa integración, porque los varios climas regionales se condicionan
mutuamente. Esa constatación señala el desafío de una ciudadanía planetaria,condición
para encontrar soluciones para la crisis climática ambiental.

5. Ciudadanía Planetaria y Gobernanza Global

La interdependencia electrónica actual inaugura un proceso de mundialización


que reconfigura el mundo como una aldea global a través de la creciente introducción de
tecnologías de comunicación y de información, formando una inmensa tela de
interrelaciones globales. Esa red fue aprovechada por la economía para crear un
mercado global que caracteriza la nueva configuración del capitalismo. La globalización
que tenemos, sin embargo, está esencialmente centrada en el mercado, posibilitada por
la mundialización creada por las tecnologías comunicativas e informáticas. Si la
solución al problema ambiental precisa alcanzar respuestas globales, esta tela de
conexión es el camino, pero precisa superar los reduccionismos que la globalización
asumió.

Esta constatación señala la urgencia de pensar en una globalización que supere


su reducción a lo técnico, a lo económico, teniendo como referencia a la humanidad y a
la biósfera. Es preciso pensar en una globalización más humana y ecológica, que
considere a la sociedad como una realidad mundial y el medio ambiente como un
conjunto de condiciones globales para la preservación de la vida en la biósfera. La
globalización, concebida no sólo en su dimensión técnico-económica, sino también
ecológico-humana, ayuda a tomar conciencia de nuestra común pertenencia al planeta
tierra y de nuestra consiguiente responsabilidad en cuidar las condiciones para su
equilibrio, en una relación compleja entre lo global y las particularidades locales,
formando un circuito que se condiciona mutuamente.
Para que eso se realice, es preciso superar las sociedades históricas basadas en
naciones y estados, haciendo surgir una sociedad planetaria. La mundialización creó la
infraestructura técnica, comunicacional y económica para esa sociedad. La internet es el
esbozo de una red neurocerebral artificial de esa sociedad, pero la globalización
económica centrada en el mercado, responsable por esa estructura, impide la
emergencia de tal sociedad mundial. Esta situación nos señala la necesidad, según
Morín, de reglamentar los cuatro motores de la globalización del mercado que no
permiten esta emergencia: la ciencia y la técnica al servicio de la economía y del lucro,
íntimamente interligados, que impulsan la nave espacial tierra rumbo al abismo, porque
están descontrolados, careciendo de una ética radical planetaria. Los cuatro motores
necesitan de un control ético. La ciencia excluye todo juicio de valores y todo retorno a
la conciencia moral del cientista. La técnica es puramente instrumental, no pudiendo
servir como referencia de valores. La economía ya no es dinamizada por las verdaderas
necesidades humanas sino por demandas creadas por la especulación financiera. El
lucro invade todos los campos, inclusive el de la vida, los genes, el cuerpo humano. Esa
constatación, según Morin, lleva a la humanidad a una conciencia planetaria de que el
destino y el equilibrio de la Biósfera/Gaia y de la propia humanidad necesitan tornarse
preocupaciones éticas de la sociedad mundial.

Esto significa que estos cuatro motores que mueven la globalización técnico-
económica, precisan ser calibrados y corregidos por el surgimiento de una ciudadanía
global pautada por una conciencia y una solidaridad planetarias, posibilitadas por la
mundialización de las redes sociales que intercomunican, anunciando el surgimiento de
una opinión pública y una sociedad civil mundiales, más allá de las fronteras nacionales.
Varios movimientos mundiales de protesta por la web, que sucedieron en estos últimos
tiempos, canalizaron la reacción de la multitud y mostraron ese nuevo fenómeno social
(COHEN, 2003). Esa emergencia de una ciudadanía planetaria abre las posibilidades
para el surgimiento de una gobernanza global.

Ante la crisis ambiental, de las mudanzas climáticas demandando soluciones


globales, parecería que la solución fuese la constitución de un gobierno mundial a nivel
de la ONU, a ejemplo de los gobiernos nacionales, fundados en el monopolio del
derecho y de la fuerza. Pero la mera transposición de poder fundado en el territorio y en
la nación para el ámbito mundial, podría mostrarse catastrófica, pues elevaría el
exponencial de impases y de patologías políticas que los gobiernos manifiestan,
teniendo en cuenta que, en general, su autoridad está al servicio de intereses no siempre
transparentes, usando el monopolio de su derecho a la fuerza. Esa confluencia de
derecho y fuerza en un poder global sería desastrosa por las posibles consecuencias. Por
lo tanto, la solución no sería la constitución de un gobierno mundial.

El contrapunto crítico y correctivo de esas incongruencias gubernamentales a


nivel nacional son las crecientes iniciativas de la sociedad civil, que responden mejor a
los problemas, porque consiguen una mayor transparencia y compromiso responsable de
los ciudadanos. Ese modo de la ciudadanía de lidiar y administrar las cuestiones
sociales, denominado gobernanza, es un contrapeso al gobierno. La gobernanza no
pretende sustituir el gobierno porque su metolología y su dinámica son diferentes.

Para la gobernanza, el proceso para llegar al consenso, es tanto o más


importante que el resultado de la decisión. A través de la transparencia del proceso, se
construye la corresponsabilidad de los ciudadanos, ya que los intereses de todos los
implicados son colocados con claridad sobre la mesa de la negociación. En este sentido,
la fuerza de los acuerdos de la gobernanza, está en el proceso de la construcción
comprometida en el consenso. Para la estructura de la autoridad política de los
gobiernos, importa más el resultado, fruto de un sistema representativo, cuya decisión se
impone por el monopolio del derecho y de la fuerza. Esa dinámica genera burocracia; la
patología de los gobiernos y la gobernanza es, justamente, un contrapeso de
desestructuración de los mecanismos generadores de burocratización. Por eso, la
gobernanza instaura la subsidiaridad activa, a través de un proceso interactivo de toma
de decisiones colectivas.

Esa dinámica de la gobernanza, está presente en las conferencias mundiales de


la ONU sobre la cuestión ambiental en eventos que suceden fuera de la programación
oficial. Las ONGs ecológicas, las representaciones de movimientos socioambientales y
los grupos de defensa de la cultura ambiental de los pueblos originarios adquieren
siempre mayor presencia e importancia en estos foros internacionales de medio
ambiente, representando un contrapunto a los impases creados por las delegaciones de
los gobiernos. Un ejemplo de esos movimientos, fue la “Cúpula de los Pueblos” en la
última Conferencia Mundial Río+20, en 2012, en Río de Janeiro. Esa cúpula, alternativa
y de contraposición crítica a la conferencia oficial de las delegaciones gubernamentales,
promovió eventos de creación de conciencia ecológica, discusiones sobre las medidas
necesarias para hacer frente al calentamiento climático global, publicando, al final, una
Declaración “Justicia Social y Ambiental" como contrapunto crítico y alternativo al
Documento oficial "El futuro que queremos", recogiendo las acciones acordadas por los
gobiernos que decepcionaron porque quedaron por debajo de lo esperado.

6. Desarrollo Sostenible/Economía Verde versus Economía Ecológica

El relatorio Nuestro Futuro Común, de la Comisión Mundial sobre el Medio


Ambiente y Desarrollo de la ONU, propuso, en 1987, el concepto de desarrollo
sostenible, como una manera de conjugar el uso de los recursos naturales para el
desarrollo con la sostenibilidad del medio ambiente. Definió como desarrollo sostenible
aquél que satisface las necesidades de las presentes generaciones, sin comprometer las
de las generaciones futuras. Este concepto fue aceptado por la declaración final de la
Conferencia Mundial de las Naciones Unidas de 1992 en Río de Janeiro. Como el
significado de desarrollo quedó impreciso, fue identificado con la visión clásica de la
economía que mide el progreso a partir de la renta per capita y del PIB nacional,
influenciando la propia comprensión de sostenibilidad.

Si desarrollo fuese entendido en sentido humano y social como calidad de vida,


la sostenibilidad tendría otra connotación y sería evaluada con otros referenciales.
Esa fue la intención de las Naciones Unidas al crear el Índice de Desarrollo Humano
(IDH), superando una visión economicista y monetaria del desarrollo. Por otro lado,
definir la sostenibilidad en relación a las necesidades de las generaciones futuras, es
desconocer la progresión geométrica de las necesidades humanas y de su progreso
económico correspondiente, provocando el desmantelamiento de la biodiversidad
necesaria para la preservación del ecosistema e imposibilitando la reproducción de sus
recursos para las generaciones futuras. Amartya Sen plantea que, ver a los seres
humanos simplemente en términos de necesidades es hacerse una idea muy insuficiente
de la humanidad. Por lo tanto, la sostenibilidad no puede ser definida por las puras
necesidades humanas, sino por la complejidad ambiental de la reproducción de la vida
de un ecosistema. En ese sentido, esa comprensión engloba sólo los intereses humanos,
actuales y futuros, no incluyendo los intereses de los otros seres vivos esenciales para la
propia sostenibilidad. Debido a estas consideraciones el concepto de desarrollo fue
criticado.
Considerando esta situación, fue propuesto un nuevo término en el documento
final de la Conferencia Río +20 de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible de
2012, en Río de Janeiro: economía verde. El documento afirma que "la economía verde,
el contexto del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza, son unos de los
instrumentos más importantes disponibles para lograr el desarrollo sostenible y que
podrían ofrecer alternativas al respecto de formulación de políticas, pero no deberían
consistir en un conjunto de normas rígidas. Destacamos que la economía verde debería
contribuir para la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico sostenibles,
aumentando la inclusión social, mejorando el bienestar humano y creando
oportunidades de empleo y trabajo decente para todos, manteniendo, al mismo tiempo,
el funcionamiento saludable de los ecosistemas de la Tierra" (n. 56).

Como se ve, es propuesto nuevamente un concepto amplio y con marketing


que sirve para todas las interpretaciones, porque, como es dicho, no debe consistir en un
conjunto de reglas rígidas. Por su amplitud y falta de claridad sobre lo que significa el
sustantivo economía y el adjetivo verde, todo cabe en estos conceptos, pues parece que
todos ya saben lo que estas palabras significan. La revisión de la comprensión de
desarrollo sostenible a través de la propuesta de la economía verde, agrega el aspecto de
erradicación de la pobreza como dimensión social de la propuesta. Pero, si no es claro
de qué economía se está hablando, y lo que significa la adjetivación verde, ella no va a
erradicar, en un pase de magia, la pobreza. Con esta propuesta imprecisa todos podrán
decir que desarrollan una economía verde. Por eso, el documento de la Cúpula de los
Pueblos critica la propuesta afirmando que “La llamada economía verde es una de las
expresiones de la actual fase financiera del capitalismo, que también utiliza viejos y
nuevos mecanismos, tales como la profundización del endeudamiento público-privado,
el estímulo excesivo al consumo, la apropiación y concentración de las nuevas
tecnologías, los mercados de carbono y la biodiversidad, la apropiación ilegal y la
extranjerización de las tierras y las asociaciones público-privadas, entre otros”.

Mientras no sea definido de qué modelo de desarrollo y de economía se está


partiendo, no habrá sostenibilidad ambiental, ni mucho menos erradicación de la
pobreza. Por eso, es necesario discutir sobre economía, aproximándola de la ecología,
pues las dos tienen el mismo sufijo “eco” que viene del griego, “oikos” que significa
casa, ambiente. Ecología es la ciencia o el conocimiento sobre el ambiente como casa;
economía, etimológicamente, significa la buena norma de la casa, del ambiente. ¿No
sería posible proponer un modelo ecológico de economía? Ese es el gran desafío de la
discusión ambiental: una economía con bases ecológicas.

Esa es la propuesta del economista rumanoamericano Nicholas Georgescu-


Roegen en su libro The Entropy Law and the Economic Process, publicado en 1971, en
que propone una aproximación entre los procesos económicos y los bioecológicos, por
la constitución de una economía ecológica. El autor critica la economía clásica en boga
por estar basada en procesos mecanicistas de la física newtoniana, hace mucho tiempo
superada, defendiendo la necesidad de repensar la economía en los moldes de la
biología y de la ecología. El principio básico de este modelo económico, sería asumir la
naturaleza como un límite a los procesos productivos. Para el actual sistema económico
la naturaleza no es un límite porque ella es pensada tan sólo como un stock de recursos.
La naturaleza no puede ser reducida a los recursos naturales, como un elemento más al
lado de otros (como capital y trabajo) que constituyen los componentes del sistema
económico. El sistema amplio que engloba todo es la naturaleza y no la economía, como
piensan los economistas a partir del mercado. La economía es un subsistema del gran
ecosistema naturaleza, cuyos servicios posibilitan la vida de todo el resto, inclusive la
economía.

La radicalidad de esa propuesta provocó, en su época, una reacción violenta


por parte de los economistas. Georgescu-Roegen, especialista en econometría y, por lo
tanto, del núcleo duro de la economía, fue execrado por los colegas hasta el punto de no
conseguir publicar sus artículos en revistas científicas de economía, aun siendo un
investigador conocido. Hoy, la propuesta de la economía ecológica de Georgescu-
Roegen, está siendo redescubierta, investigada y muy discutida por economistas
preocupados con la crisis ambiental, entre los cuales se encuentra Herman Daly.

El fundamento y el punto de partida de la economía ecológica es la ley de la


entropía, uno de los principios básicos del funcionamiento de la vida: gasto de energía.
Todo ser vivo está abierto al ambiente de donde retira energía por la alimentación y la
respiración, porque siempre la está gastando por la eliminación de calor. Si los procesos
económicos precisan ser pensados como procesos biológicos, no mecánicos, entonces
ellos sufren también la ley de la entropía, o sea, los procesos productivos gastan energía
y materiales para su funcionamiento, pero los cálculos financieros nunca incluyen esos
gastos entrópicos de energía en los precios terminales del producto. Nos sirve como
ejemplo el precio del pollo, generalmente muy barato y accesible a todos. Ese precio,
sin embargo, no incluye todo lo que se gastó para el crecimiento, el abastecimiento del
uso de mucha agua en la limpieza del pollo y su transporte. Por lo tanto, el precio no
contempla el verdadero gasto realizado para que el pollo esté a disposición en el
mercado. El precio eliminó la entropía del proceso productivo, pero ella existe y el
medio ambiente está pagando la cuenta de lo que no fue presupuestado en el precio. Los
gastos y los daños ambientales, también llamados de externalidades de la producción,
no están incluídos en los precios, fueron maquillados, pero ellos existen y alguien los
está pagando. Esa entropía sucede en cualquier proceso productivo. Por eso, Georgescu-
Roegen defiende que la economía precisa hacer las cuentas con la entropía, o sea, el
cálculo precisa incluir todos los gastos de energía y materiales necesarios para el
proceso productivo, no escondiendo esas externalidades con un precio bajo que no
corresponde al que se gastó, porque el medio ambiente estará asumiendo ese gasto. Por
esa consideración sobre la entropía en los procesos económicos es posible ver la
radicalidad y la pertinencia de la propuesta de Georgescu-Roegen para la cuestión
ambiental. No habrá verdadera solución para la crisis ambiental sin una transformación
radical en el modelo económico que considere la naturaleza como un límite a los
procesos económicos y que incluya la entropía en los cálculos de los procesos
productivos.

7. Declaración Universal sobre Bioética y de Derechos Humanos

La declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, fue fruto de un


consenso en el cual intereses antagónicos de países ricos y pobres, fueron duramente
discutidos y pactados, para que la declaración incluyese las cuestiones sociales de la
salud (artículo 14 y 15) y abordase el problema ambiental (artículo 17). Ese último
artículo presenta una concepción ambiental que debería servir de directriz y parámetro
para las políticas de desarrollo económico y gobernanza ambiental:

"Se habrán de tener debidamente en cuenta la


interconexión entre los seres humanos y las demás
formas de vida, la importancia de un acceso
apropiado a los recursos biológicos y genéticos y
su utilización, el respeto del saber tradicional y
papel de los seres humanos en la protección del
medio ambiente, la biósfera y la biodiversidad."
(DUBDH 17)

Esa concepción parte de una visión del ambiente como interacción entre seres
vivos humanos y no humanos, englobando lo sociocultural y lo natural, evitando un
romanticismo ecológico de una naturaleza intocada y sólo contemplada. Por lo tanto,
asume una perspectiva ecoconcentrada. Defiende el acceso universal y la utilización
adecuada de los medios naturales tanto biológicos como genéticos, teniendo en cuenta
dos principios.

El primero es el respeto por los saberes tradicionales de manejo y uso de la


naturaleza que precisan ser tomados en consideración en cualquier proceso de
gobernanza sobre medio ambiente, pues transmiten una sabiduría ecológica milenaria
en lidiar con los ritmos y los equilibrios de los ecosistemas locales. Aquí está presente
la tendencia ambientalista del Ecologismo Popular, defendiendo los conocimientos
ambientales de los pueblos originarios del ecosistema.

El segundo, es la protección del medio ambiente, de la biósfera y de la


biodiversidad tomados en una interrelación de interdependencia, apuntando a una
comprensión ecosistémica del planeta tierra. El medio ambiente, lugar de las
condiciones para la reproducción de la vida en todas sus formas, depende por un lado,
de la biodiversidad a la que se debe la regulación y la recuperación de los ecosistemas
que crean esas condiciones; y por otro, de la Biósfera, porque los sistemas y sus
condiciones para la reproducción de la vida están totalmente interligados en un sistema
integrado tierra que se manifiesta como ecosistema global Biósfera/Gaia, por ejemplo,
cuando se toma en consideración la cuestión climática del calentamiento global con
todos sus efectos sobre los ecosistemas.

Es interesante tener presente que el artículo de la Declaración Universal sobre


Bioética y Derechos Humanos, no utiliza el concepto de desarrollo sostenible, movido,
ciertamente, por la discusión crítica que su definición provoca. Al insistir en la
interrelación ecosistémica del medio ambiente, biósfera y biodiversidad, esa tríada
debería también inspirar la búsqueda de nuevos modelos económicos adecuados al
actual momento de crisis ambiental y la propuesta ecológica seguramente podría servir
de camino para integrar los procesos productivos con la tríada ecosistémica.
8. Discusión ética sobre el uso de transgénicos para la alimentación

Es necesario distinguir entre los transgénicos terapéuticos, por ejemplo, la


producción de insulina para diabéticos por vía transgénica, y los alimentários el caso de
la soja, del tomate, de la papa transgénicos, y de tantos otros alimentos genéticamente
reconstruídos por la introducción de algún gen de interés. La discusión ética se refiere
única y exclusivamente a ese segundo caso por las repercusiones sobre la salud humana
y el medio ambiente. Generalmente, son señalados dos posibles efectos negativos de la
producción y del uso de alimentos transgénicos: riesgos para la salud humana y para el
medio ambiente.

Primeramente, para Zanoni y Ferment es necesario tener en cuenta que la


evaluación de los riesgos de la producción de plantas transgénicas para el ambiente y de
su uso en la salud son muy difíciles de evaluar, porque son riesgos muy complejos,
exigiendo un enfoque trandisciplinar, no sólo biológico genético, pues se trata de un
objeto híbrido complejo que exige abordajes de las ciencias biológicas, sociales,
agrarias, jurídicas, económicas y políticas; sus efectos sólo serán posibles de ser
evaluados a largo plazo, y el tiempo de producción así como el uso, todavía son
ínfimos, cuando se piensa en períodos evolutivos; por fin, porque las evaluaciones,
hasta de órganos oficiales, están atravesadas por los lobbies pro-biotecnología que
seleccionan hechos científicos de interés, excluyendo, intencionalmente, otros que les
son desfavorables.

La justificación y la defensa de esos lobbies para la producción de alimentos


transgénicos, es la superación del hambre en el mundo. Pero esa motivación es más
ideología y marketing que realidad, pues lo que sucede, es justamente lo contrario. En
otras palabras, la introducción de los transgénicos produce hambre entre los campesinos
pobres, porque desmantela los sistemas tradicionales de producción alimentar,
destruyendo la agricultura familiar que, realmente, produce alimentos para la población.
En realidad , los transgénicos son producidos e interesan a las commodities agrícolas
para la exportación.

El uso de semillas transgénicas acaba con la tradicional y multisecular


autonomía de los agricultores en el manejo de las semillas, porque en cada plantación,
ellos tendrán que adquirir nuevas unidades de grandes empresas biotecnológicas, ya que
aquéllas producidas en la colecta anterior, no podrán servir para la siembra de la nueva
cosecha debido a la introducción del gen terminator. Ese gen impide la reproducción de
la semilla, exigiendo siempre nueva adquisición para la siembra. Ese dispositivo
genético crea dependencia del mercado de semillas, monopolizado por algunas grandes
multinacionales biotecnológicas, y significa una total aberración evolutiva, porque
produce semillas que no se reproducen.

Los riesgos sanitarios de la ingestión de productos transgénicos, en general nos


muestran las alergias que son un síntoma de algo mayor que precisa ser estudiado. La
cuestión central de los riesgos es investigar, según el bioquímico nutricionista Pusztai,
los efectos del tránsito y de la descomposición de una planta transgénica por el tracto
intestinal.

¿Cúal es el efecto de fragmentos funcionales del gen sobre las bacterias que
habitan el intestino con los cuales podría acoplarse y tener efectos inesperados de
expresión? Esa posibilidad nos señala, según él, la necesidad de estudios exhaustivos
sobre todos los linajes de plantas transgénicas sobre la estructura de los intestinos y su
metabolismo. Este estudio debería hacer parte del proceso de reglamentación antes de
cualquier introducción de transgénico en la cadena alimentar humana. Pusztai concluye
con dos puntos importantes: "Ante todo, los métodos basados sobre los efectos
contundentes del ADN y de las proteínas transgénicas sobre el tracto intestinal,
deberían ser ulteriormente desarrollados para ofrecer instrumentos potentes que
deberían ser utilizados. La segunda conclusión es que la oposición de las autoridades
para una reglamentación, que tome en cuenta las pruebas científicas legítimas que
levantan interrogaciones al respecto de la seguridad de los alimentos transgénicos,
muestra claramente, que su preocupación principal no es informar honestamente al
gran público" (pg. 21). Se sabe que Pusztai fue dimitido de un instituto de investigación
de Gran Bretaña, donde trabajaba, porque sus investigaciones comenzaban a demostrar
científicamente los efectos de la ingestión de plantas transgénicas sobre el tracto
intestinal.

Para la aprobación de un alimento transgénico es usado el principio de


equivalencia substancial entre el alimento convencional y el genéticamente modificado,
basado en examen de equivalencia química de ambos. Sin embargo, basarse en la pura
similitud de los componentes de un transgénico con su equivalente natural no constituye
evidencia adecuada de que es seguro para el consumo humano. El transgénico, siendo
un objeto híbrido, no es comparable a uno convencional natural, pues su conformación
no es sólo química, sino también ambiental.

Por eso, en caso de inseguridad con respecto a los riesgos, según el Protocolo
de Cartagena de la ONU, es imperioso aplicar el principio de precaución, que es un
principio moral y político que determina que si una acción puede originar un daño
irreversible público o ambiental, en la ausencia de consenso científico irrefutable, la
carga de la prueba se encuentra del lado de quién pretende practicar el acto o la acción
que puede causar el dolo. En términos ambientales, el principio surgió en la Convención
sobre Diversidad Biológica de la ONU en 1992. Su aplicación en el área del ambiente
ansía, sobre todo, precaver posibles efectos nefastos e irrecuperables, causados por
acciones que, a pesar de no estar científica y empíricamente probado que originen
implícitamente esos daños, por precaución, no deben tener lugar.

Debido a esos posibles riesgos, el consumidor tiene el derecho de saber si un


determinado producto contiene algún componente que provenga de su condición de
transgénico. La información e identificación clara sobre la composición del alimento es
un derecho del consumidor, que debería constar en el rótulo del embalaje, pues es la
única manera de que la sociedad civil se proteja de los riesgos del consumo de
alimentos transgénicos, ya que ella está sistemáticamente excluída del debate previo a la
liberación comercial. Asimismo, muchas empresas de producción de alimentos se
resisten a cumplir esa obligación. La rotulación del producto transgénico está asegurada,
como un derecho, por el protocolo de Cartagena.

Además de la salud humana, otra área de riesgos provenientes de la producción


de plantas transgénicas, es el medio ambiente. Aquí, la cuestión central es la posibilidad
de interacción genética entre las plantas naturales de determinado ecosistema y las
genéticamente modificadas, cultivadas en la proximidad, y el hecho de que los
transgénicos, en general, están asociados al uso de determinados fungicidas y/o
herbicidas, abriendo la posibilidad de esos productos de interactuar con el ambiente,
creando consecuentemente desequilibrio y desestructuración del ecosistema.

El principal desafío ético de la producción de plantas transgénicas es superar el


reduccionismo científico que deforma la evaluación del alimento, por seleccionar e
imponer determinados procedimientos y hechos científicos, impidiendo un abordaje
más transdisciplinar, imperioso cuando se trata de objetos híbridos. Las biotecnologías
tienen riesgos complejos de difícil análisis, que precisan, justamente por eso, ser
discutidos por toda la sociedad civil, teniendo como orientación ética el principio de
precaución. A continuación es presentado un caso concreto de transgéncios noticiado
por un periódico de Argentina.

CASO CONCRETO: MONSANTO PIERDE CASO CLAVE CONTRA


ARGENTINA

BRUSELAS- El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) dictaminó que la


normativa de patentes de la UE no se puede usar para prohibir la importación de
organismos genéticamente modificados, OGM, cuyas secuencias de ADN están
patentadas en la UE pero no en el país exportador.

La decisión podría abrir las puertas para aumentar las exportaciones a la UE de los
fabricantes de productos biotecnológicos como hormonas naturales e insulina de países
emergentes con una protección de patentes menos estricta. "Esto afectará a todos los
inventos en los que se usa material genéticamente activo como método o producto", dijo
Arnout Gieske, abogado especializado en patentes de la firma Van Diepen Van der
Kroef, en Amsterdam.

El fallo del martes está relacionado con la importación desde Argentina de harina de
soya producida con soya transgénica para resistir grandes dosis del herbicida glifosato.

Monsanto Co., firma estadounidense que es el mayor productor mundial de semillas,


posee la patente de la secuencia del ADN inyectada en la soya. Esta modificación
genética permite a los agricultores proteger sus cosechas de soya de malas hierbas
rociando glifosato sin destruir la cosecha.

Después de que Monsanto no consiguiera la protección de patente en Argentina para su


soya transgénica Roundup Ready, dejó de venderla en ese mercado. Los agricultores,
sin embargo, siguieron usando semillas recicladas cada año de sus cosechas, sin pagar
las regalías que reclama Monsanto.

La empresa pasó a la ofensiva y llevó su queja a la UE. En 2005, Monsanto intentó


frenar las importaciones de harina hecha con su soya al demandar a los importadores en
un tribunal de Holanda. La corte holandesa trasladó su caso al TJUE. Después de que el
tribunal indicara en un dictamen provisional que fallaría a favor de Argentina,
Monsanto trató de llegar a un arreglo con las compañías que importaban la harina de
soya a Europa.

La semana pasada, Monsanto alcanzó un acuerdo con los dos importadores, la


operadora alemana de bienes básicos Alfred C. Toepfer International y la importadora
holandesa de semillas Cefetra BV. A cambio de una cifra no revelada, Monsanto retiró
su demanda.

Los jueces comunitarios determinaron que la protección de patente sólo se aplica


cuando el producto patentado realiza la función para la que fue diseñado. En este caso,
dijo el tribunal, la harina de soya es un producto inerte obtenido después de que la soya
haya pasado por varios procesos de transformación.

"Esta decisión respalda la interpretación de la comisión de la normativa biotecnológica",


dijo un funcionario de la Comisión Europea, cuyo trabajo no le permite ser citada por
nombre. Por lo general, la comisión apoya el uso de organismos transgénicos, mientras
que los estados miembros de la UE -ante la presión de los grupos ecologistas- intentan
impedir la invasión de los cultivos de OGM. La UE permite la importación y la venta
dentro de sus fronteras de muchos productos transgénicos, pero sólo uno, un tipo
especial de maíz producido por Monsanto, se puede cultivar dentro de la UE.

http://www.lanacion.com.ar/1282429-monsanto-pierde-caso-clave-contra-argentina
(La Nación, miércoles 07 de julio de 2010)
El foco del caso es la cuestión de las patentes. Una patente es una garantía de
monopolio dado por el Estado a un inventor en un espacio y tiempo limitados. Si alguien copia
la invención sin autorización del titular de la patente puede sufrir sanciones penales. Lo que
antes se aplicaba solamente al invento de máquinas y aparatos técnicos, hoy fue extendido a
los seres vivos que sufren pequeña modificación genética (bacterias, partes del cuerpo,
animales, plantas). La sencilla equivalencia entre los dos casos – invención de un aparato
técnico y la intervención innovadora genética en un ser vivo - está basado en un
reduccionismo científico. Ahí está la cuestión ética. Se puede de salida pensar que esta
extensión no es tan sencilla y no se puede aplicar este modelo técnico de patentes a los seres
vivos, porque la situación se vuelve más compleja ya que cualquier ser vivo siempre está
acoplado a un ambiente con el cual interactúa. Los efectos de esta interacción necesitan ser
llevados en consideración. La Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos en su n.
17 afirma la necesidad de llevar en consideración la interconexión entre los seres humanos y
las demás formas de vida, cuando hay que evaluar los efectos de su interacción.

La patente en sus inicios aplicada a los inventos técnicos tenía, por un lado, el objetivo
de incentivar la innovación científica porque garantizaba el retorno de la inversión y, por otro
lado, confería un poder porque defendía la propiedad intelectual del invento. Esto tiene plena
validez cuando se trata del ámbito puramente científico, pero se torna complejo bajo el
aspecto ético y jurídico, con la entrada de intereses comerciales como es el caso de la soya
transgénica. El fin de la propiedad intelectual de las patentes es promover la innovación
científica, no el puro lucro. Las grandes empresas biotecnológicas como Monsanto tienen el
monopolio y no les interesa tanto innovar sino lucrar.

La noticia sobre la solución del caso en favor de Argentina contra Monsanto analiza las
formalidades jurídicas relativas a las patentes que basaron el fallo, pero no interpreta el caso
más en profundidad como podría ser la autonomía e independencia secular de los agricultores
en el manejo de las semillas para su siembra que era la causa de la intervención judicial de
Monsanto. Aquí es necesario introducir también el n. 17 de la Declaración Universal de
Bioética y Derechos Humanos cuando afirma la importancia de un acceso apropiado a los
recursos biológicos y genéticos y su utilización, el respeto del saber tradicional para la
protección de la biodiversidad y del medio ambiente. Para comprender este principio y
aplicarlo al caso en estudio es necesario tener presente los planteamientos hechos en el punto
anterior sobre la producción y el uso de transgénicos para la alimentación en sus efectos sobre
el medio ambiente y la salud humana. Por eso siempre hay que tener presente el principio de
precaución.

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