Las Migajas Estan Buenas
Las Migajas Estan Buenas
Las Migajas Estan Buenas
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Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. 22Y he aquí una mujer cananea que
había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí!
Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. 23Pero Jesús no le respondió palabra.
Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras
nosotros. 24El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
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Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! 26Respondiendo él, dijo: No
está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 27Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los
perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. 28Entonces respondiendo Jesús,
dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella
hora.
- Al Israel rechazar la salvación por medio de Cristo, ¡Dios nos la ofreció a nosotros!
o Vea la parábola de la gran cena (Lucas 14.15-24).
o Dios le cortó las ramas al buen olivo (Israel) e injertó el olivo silvestre
(nosotros) en el bueno (Romanos 11.17-24).
o Dios no escatimó nada para poder salvarnos (Romanos 8.30)
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Jesús se retiró a la región de Tiro y de Sidón, en la costa del Mediterráneo. Por lo que
sabemos, fue la única vez durante Su ministerio público que salió de territorio judío. Y aquí en
Fenicia una mujer cananea le pidió que sanase a su hija que estaba endemoniada.
Es importante darse cuenta de que esta mujer no era judía, sino gentil. Descendía de
los cananeos, una raza inmoral que Dios había marcado para el exterminio. Por
desobediencia de Israel, algunos habían sobrevivido a la invasión de Canaán en tiempos de
Josué y esta mujer era descendiente de los supervivientes. Como gentil, no gozaba de los
privilegios del pueblo terrenal escogido de Dios. Era ajena a todo, sin esperanza.
Posicionalmente, no tenía derecho alguno sobre Dios ni sobre el Mesías.
21. Jesús salió de allí y se retiró a la región de Tiro y Sidón. Esta vez Jesús se retira o
se aparta a un territorio definitivamente gentil. Es claro que sale de la tierra de Israel. Esta
vez no son los extranjeros quienes acuden a él (4:24, 25); él mismo sale a ellos. Pero esta
acción de salir hacia ellos no comienza inmediatamente. Primero entra en una casa con el
propósito de estar temporalmente oculto, pero “no podía permanecer oculto” (Marcos
7:24).
22. Entonces, una mujer cananea de aquella región salió gritando constantemente:
Ten piedad de mí, oh Señor, Hijo de David; mi hija está gravemente atormentada por un
demonio. Nótese en primer lugar su actitud reverente hacia Jesús. Ella llama a Jesús “Señor”,
y añade “Hijo de David”, honrándolo como que es ciertamente el Mesías prometido, como se
ha mostrado en conexión con 9:27, donde aparece el mismo título (véase también sobre 21:9,
15, 16; 22:41–45). Se destaca el gran contraste entre la incredulidad de los judíos (véase el
párrafo precedente; 15:1–20) y la fe de esta mujer que nació gentil.
En segundo lugar, considérese su agonía. Ella está gritando constantemente, o “una y
otra vez”, como implica el tiempo en griego. La razón para su desesperación es el hecho de
que su hijita (vea Marcos 7:25) está poseída de un demonio.
¿Cuál fue la reacción inmediata de Cristo? Se presenta en el v.
23. Pero él no le respondió palabra. Hubo un absoluto silencio de su parte. Actuó
como si ni siquiera la hubiera oído. Un poco más adelante se dirá más acerca de esta
aparente (no es real) indiferencia de parte de Jesús. Continúa: Sus discípulos vinieron y le
rogaban: “Despídela, porque viene gritando detrás de nosotros. Ningún argumento sólido
apoya la teoría de que los discípulos querían decir: “Concédele lo que pide, y despáchala”.
Evidentemente estos hombres consideraban a esta mujer una gran molestia por el hecho de
que los seguía gritando constantemente (véase sobre 14:15).
24. Pero él respondió: Solamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel he sido
enviado. En esta conexión es importante tomar nota no solamente del hecho de que Jesús
parece permanecer inexorable en su negativa a ayudar a esta mujer, sino también del hecho
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de que tampoco prestó atención al pedido urgente de sus discípulos. A veces se olvida esto.
Sin embargo, es muy importante. Uno podría aun decir que la negativa del Señor a prestar
atención tiene el propósito de alcanzar a los discípulos más que a la mujer. Aunque las
palabras dirigidas a ella parecen duras, por lo menos él sigue tratando con ella. Aun rompe el
silencio y ahora conversa con ella. Pero en cuanto a la sugerencia de los discípulos, ni siquiera
la considera digna de una respuesta. Uno también podría decir: Supongamos que las palabras
del Señor relatadas en el v. 24 fueran también para los discípulos—¿no era éste el ministerio
mismo durante el cual Jesús les estaba enseñando?—queda el hecho de que Jesús por la
misma acción relatada rechaza la urgente petición de ellos. Pero no rechaza la petición de la
mujer, aun cuando pareciera hacerlo.
Jesús desea dejarlo completamente claro a todos que la apertura de par en par de las
puertas para la entrada de los gentiles en el reino de los cielos es un asunto que corresponde
al futuro. En cuanto al presente, en completa armonía con 10:5, 6 (véase comentario sobre
ese pasaje), su misión es hacia quienes denomina tiernamente “las ovejas perdidas de la casa
de Israel”.
25. Sin embargo, ella vino y se echó a sus pies y decía: Señor, ayúdame. a. La actitud
de reverencia de la mujer, y b. su amarga agonía, las cuales son mencionadas en conexión
con el v. 22, se ven claramente también en el v. 25. Mateo la describe vívidamente en el acto
de adorar a Jesús, quizás aun postrándose repetidas veces a los pies de éste. Un tercer rasgo
se suma ahora a los ya enumerados, a saber, el intenso amor de la mujer por su hijita. En el v.
22 había hablado de su “hija”. Ahora, aquí en el v. 25, en el calor de su ruego agonizante dice:
“Ayúdame”. Ella y su hija son inseparables. Es en ese sentido que podemos decir que ella se
identifica con su hija. ¿No es esta una de las principales características de la oración
intercesora efectiva, esto es, absorberse de tal modo en las tribulaciones y problemas de
otros que esas experiencias en un sentido lleguen a ser nuestras? ¿No enseñó Jesús a Saulo (
= Pablo) que al perseguir a los seguidores de Cristo estaba persiguiendo a Cristo mismo?
Véase Hechos 9:4; 22:7; 26:14. Véase también sobre Mateo 8:17.
Por el momento la respuesta del Señor está lejos de ser alentadora:
26. El respondió y dijo: No es propio tomar el pan de los hijos y echárselo a los
perros. La palabra traducida “perros” no es la usada en 7:6 (vea Filipenses 3:2). Aquí no se
trata del perro grande, salvaje y feo que ronda las basuras que se arrojan en la calle, sino los
perros bien cuidados en hogares en calidad de mascotas. Jesús ya ha llamado la atención de
la mujer al hecho de que no ha sido enviado a los que están fuera de Israel (v. 24). Siguiendo
la misma línea, ahora añade que no sería correcto dar las bendiciones de Israel—las
bendiciones que corresponden a “los hijos”—a quienes no pertenecen a Israel. Después de
todo, los perros, por mucho que los quieran sus amos, no son hijos y no tienen derecho de
ser tratados como hijos.
Probablemente éste sea el lugar adecuado para hacer frente a la pregunta: “¿Por qué
tardó tanto Jesús en dar a esta mujer la ayuda que ella necesitaba tan desesperadamente?”
Las respuestas que se dan a esta pregunta varían ampliamente. La vieja respuesta es “para
probar la fe de ella”. Si esta respuesta es satisfactoria o no depende de lo que se quiera decir
por probar la fe. Otra respuesta es que, puesto que solamente hacia el final de la historia (v.
28) Jesús llega a tener la disposición de conceder la enfática petición de esta mujer, él tiene
que haber cambiado de parecer en el último momento; de ahí la tardanza. Esta respuesta es
inaceptable por las siguientes razones: a. Si hubiera sido así, ¿por qué no accedió al repetido
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que se implica en la comparación. Y no sólo lo acepto, me gozo en ello, porque ciertamente los
amos buenos no permiten que sus perros mueran de hambre. Les permiten comer las migas que
caen de la mesa”.
Básica para todas sus palabras y acciones está, en sexto lugar, la firme fe que Dios le
ha dado en Jesús, a quien ella ha confesado como su Señor y Mesías.
En séptimo lugar y por último, siempre recordaremos a esta mujer por su
perseverancia, cualidad que se puede considerar por separado o en combinación con su fe
(de donde, su fe perseverante).
En cuanto a esta perseverancia hay que notar lo siguiente. Se ha dicho que aquí Jesús
se está apartando del principio que él mismo ha expresado. Está haciendo una excepción—
¡como si esto fuera malo!—a la regla: “Sólo a la casa de Israel he sido enviado”. Bueno, en un
sentido estaba haciendo una excepción, una maravillosa excepción, por cierto (véase sobre
10:5, 6), porque ciertamente esta mujer era una griega, una gentil (Mateo 15:22; Marcos 7:26).
Sin embargo, en un sentido diferente no estaba haciendo excepción alguna, como se hará
evidente cuando consideremos que ella triunfó a pesar de a. el silencio inicial de Jesús, b. su
aparente (real, ¡jamás!) frialdad y sus palabras de aparente reproche, y c. la indiferencia de los
discípulos (“Despídela”). Ahora, ¿no se trataba de una manifestación de decidida
perseverancia frente a la oposición (“No te dejaré ir si no me bendices”, Génesis 32:26) muy
similar a esta lo que cambió a “Jacob” en “Israel” (Génesis 32:28)? Entonces esta mujer era
en ese sentido una verdadera israelita.
28. Entonces Jesús respondió y le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Que te sea hecho
como tú deseas. Y fue sana su hija desde ese mismo momento. El amor divino es tan infinito
y maravilloso que llega a elogiar a un ser humano, una mujer, por ejercer un don—en este
caso la fe—con que este mismo amor la ha dotado, y que sin la actividad divina no podría
haber entrado en acción en ella.
El elogio que recibe esta mujer no puede dejar de recordarnos el encomio con que
Jesús elogió al centurión (8:10). Aquí tanto como en 8:10, 11, ¿no hay una predicción del
momento en que se abrirán ampliamente las puertas para la recepción de los gentiles en el
reino de los cielos, momento que se aproximaba rápidamente?
Nótese también que la bendición otorgada a la mujer ni siquiera se puede concebir
sin aquella con la que su hija fue favorecida. Cuando la mujer recibió lo que deseaba, esto
significaba que la hija del mismo modo recibía lo que necesitaba. ¡Fue sanada inmediata y
completamente! Además, estas bendiciones no quitaron el “pan” a los “hijos”.
Tiro y Sidón
En la zona del Líbano, desde el monte Carmelo hasta el golfo de Alejandreta, frente al
Mediterráneo, se encontraban situadas las más famosas ciudades de Fenicia. Biblos, Sidón y Tiro
se habían destacado por su tráfico comercial. En las laderas del Líbano crecían selvas de cedro,
cuya madera servía para la construcción (1 Reyes 5:6), pero también extraían su resina para hacer
perfumes. A Tiro se la llamaba "la hija de Sidón". Estaba situada a 65 km. de Nazaret.
Posiblemente Jesús la haya visitado antes de su ministerio. A unos 30 km. al norte, se encontraba
Sidón. Era una zona destinada a la tribu de Aser en sus orígenes. Pero los hebreos no supieron
mantenerse fieles sino que fueron doblegándose, con el paso del tiempo, al paganismo del lugar
(1 Reyes 16:31). Sidón y Tiro acapararon durante mucho tiempo el comercio marítimo. Sus barcos,
especialmente los de Tiro, recorrían las costas de África y llegaban hasta la actual España. Siendo
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