Romero, Alejandro - Curso de Derecho Procesal Civil. Tomo IV

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E

Este IV tomo del Curso de Derecho Procesal Civil presenta un estudio de los actos
procesales y sus efectos. Su objetivo es facilitar a los estudiantes de Derecho una visión de
conjunto de varias instituciones procesales.

La exposición toma como base los actos procesales, examinando sus requisitos y el régimen
general de las ineficacias jurídicas que les afectan, como la inexistencia, la inadmisibilidad, la
nulidad, la caducidad y la inoponibilidad.

Un capítulo separado se asigna a las resoluciones judiciales, cuya relevancia como acto
procesal no requiere mayor justificación.

Coherente con lo anterior, se estudia la cosa juzgada y la prejudicialidad, como efectos


relevantes de las resoluciones judiciales.

Respecto de la cosa juzgada, se presenta una nueva versión de la monografía publicada por
la Editorial Jurídica de Chile en el año 2002 (reimpresa en 2011). En este punto se reitera el
propósito de ofrecer una visión breve, pero lo más completa posible, de una institución clásica
del derecho procesal. Sin embargo, en esta ocasión se consolida en esta parte algunos
estudios realizados durante años sobre los efectos de las resoluciones judiciales, que son
incorporados de manera sistemática en torno a la cosa juzgada. Dentro de este análisis se
incluye la distinción entre la sentencia como un acto y como un hecho para explicar algunas
proyecciones de la sentencia judicial. Todo lo anterior con el objetivo de contribuir a solucionar
problemas concretos que se presentan en la práctica judicial.

Por último, se estudia la prejudicialidad en el proceso civil chileno, con especial énfasis en
aquellos temas que, por su conexión lógica y jurídica con el objeto proceso, deben ser
decididos, por el mismo juez u otro tribunal, antes de la sentencia de fondo del conflicto
sometido a su conocimiento. Para el desarrollo sistemático del tema se utilizan los criterios que
están aceptados en nuestro sistema jurídico, donde, según el grado de obligatoriedad o
discrecionalidad en la competencia asignada al mismo juez u otro que debe pronunciarse, se
diferencia entre cuestiones prejudiciales relativas y absolutas; cuestiones prejudiciales
devolutivas y no devolutivas; cuestiones prejudiciales civiles y penales. Dentro del estudio se
incluye la denominada prejudicialidad administrativa, a través de la cual se intenta explicar una
serie de vínculos jurídicos, donde resoluciones emanadas de órganos administrativos
repercuten en la decisión de procesos civiles conforme al Derecho chileno.
En cada capítulo se incluyen las referencias doctrinales y jurisprudenciales. En relación a
esta última fuente del Derecho, se pone especial énfasis en la recepción que nuestro jueces
hacen en sus decisiones de los planteamientos procesales teóricos más modernos, revelando
con ello que en la actualización del Derecho los jueces ocupan un lugar relevante.

Parte de este trabajo integra el proyecto Fondecyt Regular: "Obligación solidaria y debido
proceso. Hacia una reformulación dogmática del tratamiento procesal de la solidaridad
obligacional pasiva" (Nº 1161674 de 2016), especialmente el desarrollo sobre los efectos de
las sentencias respecto de terceros.

Debo manifestar mi permanente gratitud a los alumnos y ex alumnos de la Facultad de


Derecho de la Universidad de los Andes, que, con sus comentarios en las clases activas de
derecho procesal, me han permitido concluir con este material.

De igual forma, agradezco las palabras de aliento de los profesores Orlando Poblete Iturrate,
Maite Aguirrezabal Grünstein, Jaime Arancibia Mattar, José Ignacio Martínez Estay, Alfredo
Sierra Herrero, Rodrigo Hoyl Moreno, Eduardo Godoy Hales y, de un modo particular, a Ana
Luisa y nuestros hijos, Ignacio, Anita, Tere, Juan Pablo, María Pilar y José Joaquín, por su
cariño y apoyo.

E A
Santiago, 2 de enero de 2017
C I

1. H

El estudio de los hechos y actos jurídicos es un tema clásico en el análisis dogmático del
derecho. A través de esta distinción, se intenta explicar, siguiendo el esquema conceptual
desarrollado por el derecho civil sobre el acto o negocio jurídico, el contenido de una serie de
instituciones1. Sin embargo, la circunstancia de que en esto coincidan algunas categorías
generales relativas a los requisitos de existencia, validez y a las formas de ineficacia de los
actos o negocios jurídicos, no justifica que las soluciones obtenidas en el derecho civil sean
necesariamente extrapolables a los problemas procesales2.

Es innegable que el proceso puede ser examinado como un conjunto de hechos y actos
jurídicos que se ejecutan dentro de una relación dinámica, en la que se ejercen derechos
subjetivos, se cumplen deberes y se observan cargas jurídicas para conseguir un determinado
fin.

En general, hecho jurídico es todo suceso de la naturaleza o acontecimiento de la vida que


produce consecuencias en el proceso, como la muerte, la enfermedad, un terremoto y una
inundación, entre tantos otros. Cuando acontece alguno de estos eventos, dentro o fuera del
proceso, se pueden generar una serie de consecuencias, en la medida en que tengan algún
nexo con las personas vinculadas por la relación procesal.

A modo ilustrativo, la ley regula varios hechos cuyos efectos se producen en el proceso. Uno
de drásticas consecuencias es la muerte, cuyo acaecimiento podría justificar una petición de
sucesión procesal o cambio de parte en un proceso ya iniciado3; también la muerte se
considera una causal de suspensión de la vista de la causa cuando fallece el abogado
patrocinante, el procurador o un pariente de estos apoderados (art. 165 Nº 3 y 4 CPC). La
enfermedad del juez que participó de la vista de la causa ante un tribunal colegiado, antes de
lograr el acuerdo, es un hecho jurídico que puede llevar a una nueva vista (art. 78 COT). A su
vez, la intervención de factores climáticos puede justificar la petición de medidas de
anticipación de prueba (art. 281 CPC); los actos de fuerza mayor, en cuanto hayan impedido
ejercer un derecho a una de las partes de la relación procesal, pueden ser motivo para
impetrar una nulidad procesal (art. 79 CPC); y el embarazo, que, como hecho de la naturaleza,
puede justificar una excepción al deber de comparecencia a declarar como testigo a un tribunal
(art. 361 Nº 4 CPC).

El acto jurídico procesal, en cambio, es una declaración de voluntad que crea, modifica o
extingue derechos procesales o sustanciales en el proceso.

Aunque el CPC no use esta terminología, ello no ha sido obstáculo para que se los
reconozca en la jurisprudencia, tal como consta, entre otras, en la sentencia de la Corte
Suprema, de 4 de mayo de 1990, en la que se señala "(...) el acto jurídico procesal se define
generalmente como aquel acto jurídico cuyos efectos se producen en el proceso. Estos actos
pueden ser realizados por el tribunal o por sus auxiliares, por las partes y excepcionalmente
por terceros"4. En igual sentido, la Corte de Apelaciones de Concepción, en fallo de 15 de
marzo de 1993, utilizó esta categoría científica señalando que "(...) el proceso está formado
por una sucesión de actos tendientes a un fin y que por pertenecer precisamente al proceso y
de ejercitar un efecto jurídico directo e inmediato sobre la relación procesal, en cuanto lo
constituyen, lo desarrollan o lo concluyen, toman el nombre de actos jurídicos procesales"5.

2. C

Los actos procesales se pueden clasificar según los sujetos que los ejecutan, según su
contenido, su forma y su licitud.

2.1. Según los sujetos que los ejecutan

El acto procesal puede provenir del juez, de las partes y de terceros.

Los jueces cumplen una función preponderante en el desenvolvimiento de la relación


procesal. Normalmente, su actividad se materializa en una diversidad de actos consistentes en
resoluciones judiciales o en actuaciones procesales como comparendos, audiencias,
inspecciones personales, entre otras.

En el caso de las partes, su actividad se encamina a obtener una resolución favorable a su


posición jurídica. Lo anterior comprende desde las alegaciones de hecho y de derecho, la
aportación de prueba y la presentación de las conclusiones sobre los hechos acreditados en el
proceso, hasta la actividad de impugnación de las resoluciones o actuaciones, por señalar las
más recurrentes.
Los terceros comprenden una variedad de sujetos que participan en la relación procesal de
diversas maneras, tales como defendiendo sus derechos como interviniente o tercerista en un
proceso pendiente, compareciendo como testigo, emitiendo informes en calidad de perito,
ejecutando algún acto en calidad de auxiliar de la administración de justicia (en sentido
amplio), entre otras6.

2.2. El acto procesal según su contenido

Considerando su contenido es posible distinguir:

a) Actos procesales de conocimiento, de decisión y de ejecución. Esta triple actividad


conforma en nuestro sistema la actuación de la jurisdicción (arts. 76 CPR y 1º COT). Ella se
realiza por los jueces ordinarios, especiales y arbitrales que conforman en órgano jurisdiccional
y que, según su composición, actúan de manera unipersonal o como tribunales colegiados
(art. 5º COT)7. Conforme al artículo 76 de la Constitución, "la facultad de conocer de las
causas civiles, de resolverlas y de hacer ejecutar lo juzgado, pertenece exclusivamente a los
tribunales establecidos por la ley". A través de esta actuación se logra la aplicación de una
pena (jurisdicción penal), se solucionan conflictos intersubjetivos (jurisdicción civil), se controla
la actividad de los órganos del Estado (jurisdicción administrativa), se controla la juridicidad de
las normas del ordenamiento jurídico (jurisdicción constitucional), se resuelven conflictos
laborales (jurisdicción laboral), se hace respetar el Derecho Internacional por los Estados
(jurisdicción internacional), etc.

b) Actos procesales de relación de antecedentes. Se trata de una actividad intelectual


realizada por el relator para que la sala o el pleno de un tribunal colegiado conozcan de los
asuntos que deben resolver en cuenta o mediante el trámite formal de la vista de la causa
(arts. 66, 69 y 372 al 378 COT y 222 CPC)8.

c) Actos procesales consistentes en manifestaciones de pensamiento, que pueden ser


materializados en escritos judiciales o a través de las peticiones verbales formuladas en
audiencias o en los alegatos realizados en la vista de la causa (arts. 30 a 33, 163, 164, 165,
223, 224, 225, 226 y 227 y 805 CPC).

d) Actos procesales consistentes en operaciones físicas o simbólicas, como la inspección


personal del tribunal, el embargo de bienes (arts. 403 y 450 CPC) o la presentación de escritos
en soporte material o digital.

e) Actos procesales de comunicación, como la notificación de las resoluciones judiciales


que, según el caso, realiza el secretario, el receptor u otro funcionario habilitado por la ley
(arts. 379 y 380 Nº 3, y 390 del COT).

f) Actos procesales de emisión de dictámenes. La palabra dictamen se define como una


"opinión y juicio que se forma o emite sobre algo" (RAE). En el proceso civil la ley reconoce
potestad dictaminadora a varios sujetos y para diversos fines, como acontece con las
competencias atribuidas a los fiscales judiciales y a los defensores públicos (arts. 350 al 371
COT).

g) Actos de custodia y formación del proceso, como los que deben cumplir el secretario o
administrador del tribunal y, en su caso, el archivero judicial (arts. 29 al 38 CPC, 379 al 389 G,
453 al 456 COT) en ejercicio de sus cargos.

h) Actos procesales de prueba para acreditar la existencia de hechos con relevancia jurídica
en un proceso contencioso o de jurisdicción voluntaria. Esta actividad comprende desde la
selección de los medios de prueba, su ofrecimiento, la presentación en la etapa pertinente, su
ponderación por el juez conforme al sistema aplicable (prueba legal, sana crítica, en
conciencia, entre otros), hasta la impugnación de la misma por su impertinencia, ilegalidad,
ilicitud o caducidad.

i) Actos procesales de fe pública para otorgar a un acto o actuación un grado de certeza o


verosimilitud, según la competencia asignada a ministros de fe, como secretarios judiciales,
receptores, notarios, archiveros, funcionarios o empleados de un tribunal, entre otros. La fe
pública se materializa normalmente en certificaciones de hechos, confección de instrumentos
públicos u oficiales, autorizaciones de firmas, inscripciones en sistemas registrales,
otorgamiento de copias de los mismos, protocolizaciones (art. 415 COT), por señalar las más
típicas de esta actividad.

j) Actos procesales de reconocimiento o de admisión de hechos. Éstos pueden ejecutarse


para constituir un medio de prueba judicial o extrajudicial, como acontece con la confesión
(arts. 313, 398 y 399 CPC y 1713 CC), y, también, para facilitar el pronunciamiento de una
sentencia por el juez, como ocurre con el allanamiento, esto es, la actitud de conformarse con
una decisión judicial (al no impugnarla) o con la demanda propuesta por la contraparte
(art. 313 CPC).

k) Actos de disposición o renuncia de los derechos que conforman el objeto del proceso
(como el desistimiento de la demanda, la transacción o la renuncia a la acción) o de derechos
o facultades procesales (plazos, recursos, medios de prueba, etc.).

l) Actos de representación judicial o de postulación procesal9.

m) Actos procesales de traducción o de interpretación (arts. 63 y 347 CPC).

n) Actos procesales de publicidad o de registros materiales o electrónicos (arts. 453 CPC y


384 COT).

ñ) Actos procesales de homologación o autorización judicial (arts. 400 y 1342 CC).

o) Actos procesales consistentes en prestar un juramento o una promesa. El juramento es la


afirmación o negación de algo poniendo por testigo a Dios. La promesa, en cambio, es
obligarse a decir o dar algo. Estos requerimientos están contemplados como elementos de la
actividad probatoria y también para proceder a la investidura de jueces y árbitros (arts. 62, 362,
390, 417 CPC; 299 al 305 y 236 COT).
p) Actos procesales de impugnación de resoluciones o de actuaciones judiciales mediante la
promoción de incidentes o presentando solicitudes, recursos o acciones.

q) Actos procesales de trato protocolar a los jueces y tribunales según su jerarquía.


Conforme al art. 306 del COT, "la Corte Suprema tendrá el tratamiento de Excelencia y las
Cortes de Apelaciones el de Señoría Ilustrísima". "Cada uno de los miembros de estos mismos
tribunales y los jueces de letras tendrán tratamiento de Señoría".

r) Actos procesales de legalización o, en su caso, de apostilla de documentos. La apostilla


es un certificado emitido por funcionarios competentes para eximir a un documento público del
procedimiento de legalización (arts. 345 y 345 bis CPC).

s) Actos procesales de constitución de cauciones procesales (arts. 6º, 279 y 773 CPC).

t) Actos procesales de nombramiento para que ciertos sujetos queden habilitados para
realizar alguna actividad jurídicamente relevante, como es el caso de los árbitros, peritos,
tasadores, martilleros, interventores, entre otros (arts. 414, 484 CPC).

u) Actos procesales de enajenación de bienes o subasta de bienes (art. 485 CPC).

v) Actos procesales de jurisdicción voluntaria o de jurisdicción contenciosa (arts. 1º y 817


CPC).

w) Actos procesales para obtener el cumplimiento de resoluciones judiciales dictada por


tribunales nacionales o extranjeros (arts. 231 a 251 CPC).

x) Actos procesales de distribución de causas (art. 176 COT).

2.3. Los actos procesales según su forma: orales y escritos

La forma es la apariencia externa que reviste el acto procesal. Ella expresa el modo en que
los tribunales se comunican con las personas que participan de la relación procesal, el cual se
traduce, esencialmente, en el uso del lenguaje escrito u oral.

En el CPC la forma predominante es la escrituración, sin perjuicio de algunas


manifestaciones de oralidad, como los alegatos, audiencias y comparendos (arts. 223, 262 a
268, 683, 783, CPC). En cambio, la oralidad es la forma preferente para las actuaciones
judiciales en los procesos de familia, laboral o penal.

La justificación para optar por una u otra forma, como suele acontecer en relación a las
reglas técnicas, presenta ventajas y desventajas10.

La oralidad permite organizar procedimientos fundados en la inmediación, concentración y


publicidad. A través de la inmediación se logra una cercanía física del juez con las partes; la
concentración permite ejecutar, en las audiencias, la actividad procesal pertinente a la etapa
que se ejecuta (preparatoria de juicio, de prueba, etc.); con la publicidad de la actividad recién
indicada se logra un mayor control en la actividad de los jueces y de las partes, haciendo más
cercana la administración de justicia a las personas.

En lo que respecta a la escrituración, tiene como ventaja lograr una mayor precisión en los
temas que se debaten, garantizando una mejor observancia del principio de congruencia
procesal. Asimismo, esta forma de los actos concede mayor tiempo al juez y las partes para
reflexionar, tomar una decisión y argumentar, sin la premura que impone la inmediatez de la
oralidad.

Sintetiza el valor y función de las formas en el proceso una sentencia de la Corte de


Apelaciones de Concepción, de 15 de marzo de 1993, al señalar que "las modalidades del
medio de expresión, de la lengua, del tiempo y del lugar en que es puesto en existencia
constituyen su forma. Como se ha dicho 'ella debe responder ante todo a la necesidad técnica
de hacer conseguir al acto su finalidad y de hacerlo llegar al conocimiento de su destinatario'.
Las mismas 'responden a una necesidad de orden, de certeza, de eficiencia y su escrupulosa
observancia representa una garantía de regular y leal desarrollo del proceso y de respeto de
los derechos de las partes'. De otro lado, sin embargo, es necesario evitar que ellas
constituyan un estorbo a la obtención de la finalidad del proceso y como ha dicho un tratadista
'es necesario impedir que la ciega observancia de la forma sofoque la sustancia del
derecho'"11.

Desde otro punto de vista, cualquiera que sea la forma que se adopte para la ejecución de
los actos procesales, para la eficacia de los mismos también se debe considerar la
concurrencia de otros elementos extrajurídicos, tales como la capacidad de los sujetos para
formular enunciados lógicos y coherentes, la buena dicción, la calidad de la audición, la
acústica de una sala de audiencia, el correcto manejo del lenguaje corporal, por reseñar los
más básicos12.

2.4. Actos procesales digitales o materiales

También según su forma de registro los actos procesales pueden ser tramitados de manera
electrónica o mediante la presentación de escritos. La diferencia entre ellos radica en que los
primeros se agregan a una carpeta electrónica o virtual y los segundos, en cambio, a la
realidad material denominada como expediente o autos.

2.5. Los actos procesales según su licitud o ilicitud


La licitud o ilicitud de un acto procesal supone una calificación de la conformidad o
disconformidad con el derecho y, en su caso, con las reglas éticas que son exigibles a los que
intervienen en él.

Contribuyen a realizar este escrutinio la existencia de códigos de ética o de deontología


jurídica que fijan mandatos y prohibiciones para un correcto desempeño profesional en el
actuar de varios sujetos que participan de la relación procesal, como los jueces, abogados,
notarios, árbitros, entre otros13.

En términos generales, la declaración de ilicitud del acto procesal viene aparejada de una
sanción, cuyos efectos y consecuencias dependen del tipo de ineficacia jurídica aplicable al
acto irregular. Aunque lo común es que la declaración de ilicitud del acto repercuta total o
parcialmente en la relación procesal, también pueden darse casos en donde sus efectos sólo
queden vinculados al sujeto que es sancionado por su actuación irregular14.

A su turno, esta distinción de los actos procesales se vincula con el sistema de impugnación
que pueden utilizar las partes para solicitar que se enmiende una resolución o acto judicial que
les causa un agravio mediante el ejercicio de solicitudes, recursos o acciones. Y también con
la potestad disciplinaria que ejercen los jueces para castigar las faltas o abusos que se
cometan en las salas de su despacho o en las presentaciones escritas que hagan las partes o
sus abogados.

3. R

El acto procesal debe cumplir con una serie de requisitos para producir sus efectos. Estas
exigencias normalmente se relacionan con el lugar de su ejecución, el tiempo en que se deben
realizar y la forma que se debe cumplir para su práctica.

Como lo señala la sentencia de Corte Suprema de 4 de mayo de 1990, para que los actos
procesales produzcan efectos "es menester que sean eficaces de gestar las consecuencias
jurídicas que la ley para cada caso señala y lo serán todas, salvo aquéllas a las que la propia
norma afecte por una causal de ineficacia que les haga perder su mérito jurídico"15.

En cuanto al lugar, si se trata de los actos procesales del juez o tribunal, su ejecución está
determinada por la sedentariedad y la territorialidad. Conforme con lo anterior, el juez debe
ejercer su función en su despacho u oficio, en las horas de funcionamiento del mismo, y debe
actuar dentro del territorio jurisdiccional que le asigna la ley (art. 7º COT)16. De un modo
excepcional, se pueden realizar actuaciones fuera del despacho del tribunal o en otro territorio
jurisdiccional, como acontece con la inspección personal o con ciertas diligencias que la ley
permite encomendar a otro juez, como es hacer notificar una demanda o rendir prueba fuera
del territorio jurisdiccional (arts. 7º COT, 388 inc. 3º, 371 y 403 inc. 2º CPC).
La medida de tiempo que considera la ley para la realización o ejecución de un acto procesal
puede ser, según el caso, de años, meses, días, horas y segundos. Esto último se da
normalmente en las audiencias que tienen como forma la oralidad, donde la falta de ejercicio
oportuna del derecho hace precluir tal posibilidad. En la práctica son ejemplos de esta
situación la conclusión del alegato sin haber solicitado al presidente de la sala la posibilidad de
rectificar hechos (arts. 223 inc. 3º CPC); la no formulación oportuna de la tacha al testigos,
después que el receptor pregunta si se harán preguntan para tal efecto (art. 365 CPC).

En cuanto a la forma, los actos procesales deben observar las exigencias previstas en las
respectivas fuentes del derecho procesal.

La ley ha previsto para la realización de los actos procesales las siguientes reglas generales:

1º) Las actuaciones judiciales deben ser practicadas por el funcionario que indica la ley. En
el caso del juez, será el que como titular, suplente o interino cumpla esa función en el tribunal
ante el cual se radicó el proceso, sin perjuicio de las excepciones antes indicadas (art. 70
CPC);

2º) De toda actuación debe dejarse testimonio escrito en el proceso (art. 61 CPC), utilizando
el idioma castellano y con las respectivas firmas materiales o electrónicas avanzadas de los
que han actuado en ese acto17;

3º) Las actuaciones judiciales deben ser autorizadas por el funcionario que indica la ley;

4º) Las actuaciones judiciales deben practicarse en horas y días hábiles18. "Son días
hábiles los no feriados. Son horas hábiles las que median entre las ocho y las veinte horas"
(art. 59 CPC)19. La limitación anterior no se aplica a ciertas actuaciones que la ley autoriza
ejecutar en días y horas inhábiles, como acontece con algunas notificaciones que cuentan con
reglas especiales para su realización (arts. 41 y 42 CPC). Asimismo, se admite, a petición de
parte, solicitar habilitación de día y hora para practicar una determinada diligencia "cuando
haya causa urgente que así lo exija" (art. 60 CPC).

En relación a la firma de los escritos, ha profundizado sobre las razones que la justifican la
sentencia de la Corte de Apelaciones de Concepción, de 15 de marzo de 1993, señalando que
"(...) la firma del escrito no es simplemente una exigencia que emana de la lógica de las cosas
o que algunos doctrinadores hayan considerado como necesario (Carlos Anabalón, Enrique
Véscovi, Carlo Carli, Enrico Liebman, etc.), sino que también constituye un requerimiento legal;
6º Que en efecto, el artículo 2º de la ley Nº 18.120 en su inciso 8º dice que 'el Juez, de oficio o
a petición de parte, podrá exigir, si lo estima necesario, la comparecencia del abogado
patrocinante o del mandatario de cualquiera de las partes a fin de que ratifique su firma ante el
secretario'. Sin duda si el Juez tiene la facultad de ordenar ratificar una firma, es porque el
escrito ha debido estar firmado de antemano, si así no fuera no podría ordenar ratificar, sino
simplemente firma'; 7º Que desde otro ángulo la necesidad de la firma se refleja en el peligro
que su omisión puede representar para la propia parte a nombre de quién se dice se efectúa la
presentación, el que ella contenga errores formales de tal naturaleza que lo pueden perjudicar;
se evita también la posible comisión de delitos como los de injuria, calumnia y otro que se
pudieren cometer por ese medio. Deja, finalmente, al mero arbitrio de la parte el darle o no
autenticidad para responder a lo que en ella se diga, según sea su propia conveniencia. 8º
Que como consecuencia de todo lo que se ha venido diciendo la firma constituye en los
escritos una exigencia formal de la lógica y también de la ley y representa, por ende, la única
manera idónea para que el Tribunal esté en condiciones de proveer o resolver sobre su
mérito"20.

4. L

4.1. En la actividad jurisdiccional

El juez en cumplimiento de su función esencial, que es la jurisdiccional, debe manifestar su


voluntad resolviendo asuntos mediante la aplicación de las leyes o los principios de equidad,
con los cuales se pronuncia el fallo (art. 170 Nº 4 CPC). Conjuntamente con lo anterior,
también debe exteriorizar su voluntad ejerciendo otras funciones anejas que indica la ley, al
disponer que "los tribunales tienen, además, las facultades conservadoras, disciplinarias y
económicas que a cada uno de ellos se asignan en el COT (art. 3º COT).

En el caso de la actividad jurisdiccional, el ordenamiento jurídico ha previsto que la voluntad


sea expuesta en tiempo y forma, mediante el pronunciamiento de las resoluciones o de las
opiniones que vierte en las actuaciones donde la oralidad es la forma de comunicación (arts.
319 COT y 162 CPC). De un modo concreto, el juez no pueda anticipar su criterio de decisión
sobre el asunto, para no incurrir en un prejuzgamiento que lo inhabilite para seguir conociendo
del tema por alguna de las causales de implicancia o de recusación (arts. 320 inc. 1º, 195 Nº 8
y 196 Nº 10 COT)21. Lo anterior no rige si su opinión la formula en una audiencia de
conciliación (art. 263 CPC).

La regla general es que la manifestación de voluntad del juez, contenida en una resolución o
actuación, produzca sus efectos una vez que se notifica a las partes en la forma en que lo
ordene la ley (art. 38 CPC). Lo anterior no se debe confundir con la oportunidad en que lo
resuelto se pueda hacer cumplir, lo que dependerá de si el sistema de impugnación que puede
utilizar la parte agraviada con lo resuelto contempla o no el efecto suspensivo.

También la manifestación de voluntad jurisdiccional puede quedar vinculada al sistema de


producción de precedentes. Esto se produce cuando un fallo sienta una regla jurídica (ratio
decidendi) sobre una materia que puede servir para resolver casos análogos, o bien entra en
contradicción con otras decisiones anteriores (art. 780 CPC)22.
4.2. En la actividad anexa a la jurisdiccional

Los jueces también manifiestan su voluntad en actividades accesorias a la función


jurisdiccional para satisfacer otros intereses jurídicos relevantes, a saber:

1º) Ejerciendo potestades normativas. La expresión más tradicional se da en los


denominados autos acordados. En la clásica definición de Ballesteros, se trata de "medidas de
carácter general, encaminadas al cumplimiento exacto de las disposiciones legales
vigentes"23. El Tribunal Constitucional, en sentencia de 18 de agosto de 2011, ha señalado
que un auto acordado es un cuerpo de normas generales y abstractas, dictado generalmente
por tribunales colegiados (Corte Suprema o Cortes de Apelaciones), con el objeto de imponer
medidas o impartir instrucciones dirigidas a velar por el más expedito y eficaz funcionamiento
del servicio judicial24. Al Tribunal Constitucional le compete controlar que esas normas no
infrinjan los derechos reconocidos en la Carta fundamental. Asimismo, cuando esa
manifestación normativa emana de la Corte Suprema y tiene carácter y aplicación general,
deben ser publicados en el Diario Oficial (art. 96 inc. final COT), sin perjuicio de la difusión que
actualmente tienen en la página web del Poder Judicial.

También son manifestaciones normativas de los jueces los denominados "decretos


económicos"(o bien "dictados"), cuyo objeto es reglamentar aspectos de gestión relevantes del
funcionamiento de su tribunal, como el señalamiento de las horas de audiencia o de consulta
de los documentos en custodia, entre otras tantas situaciones. En el mismo plano se ubican se
ubican las denominadas "actas" de la Corte Suprema, que se viene perfilando como una
manifestación normativa diversa a los autos acordados, en las que se abordan diversos temas
para el buen funcionamiento judicial.

2º) Para asegurar el correcto desempeño de la Administración de Justicia. A través de una


serie de preceptos, el legislador regula otros aspectos de la manifestación de voluntad de los
jueces, agrupables en tres categorías: a) restricciones al derecho de opinión, para garantizar la
prescindencia en la contingencia (art. 323 COT); b) medidas para garantizar la probidad,
mediante la emisión de declaraciones juradas sobre ausencia de conflictos de interés o para
controlar inhabilidades relativas al uso de sustancias o drogas estupefacientes o psicotrópicas
ilegales (arts. 323 bis a 323 ter COT)25; c) reglas que establecen prohibiciones para que los
jueces puedan adquirir bienes o derechos litigiosos relativos a procesos donde hayan tenido
que participar, para asegurar la probidad judicial (arts. 321 y 322 COT).

3º) Para garantizar la disciplina y el buen comportamiento en juicio. Un aspecto relevante de


la manifestación de voluntad anexa a la función jurisdiccional se vincula con la potestad
disciplinaria que ejercen los jueces conforme a las normas del Título XVI del COT (arts. 530 al
552). A través de ella pueden adoptar una serie de medidas, más o menos gravosas, para
reprimir o castigar las faltas o abusos que se cometan en las salas de su despacho o en las
presentaciones escritas que hagan las partes o sus abogados.
En el caso de los abogados, la jurisdicción disciplinaria permite aplicar sanciones que van
desde una amonestación verbal hasta la posibilidad de decretar la suspensión de la profesión
o el arresto por un determinado lapso. Ellas se pueden originar por la comisión de faltas de
respeto a jueces o funcionarios, o la ejecución de acciones carentes de la cortesía exigible a
su actividad profesional (arts. 530 al 544 y 547 COT).

4º) En el proceso de formación de la ley. Dentro de la regulación de manifestación de


voluntad de los jueces, la Corte Suprema tiene asignada, por mandato constitucional, una
función consultiva en los proyectos de derecho procesal orgánico (art. 77 CPR).

5. L

La voluntad de la parte en los actos procesales se declara de manera expresa o tácita. Es


expresa la que se realiza ajustándose a la forma prevista por la ley, mediante la presentación
del respectivo escrito o formulando la alegación verbal correspondiente. La tácita, en cambio,
se vincula normalmente a los efectos de las cargas procesales y supone una consecuencia
jurídica desfavorable a la parte que no la observa.

En cuanto al perfeccionamiento de la voluntad, existen actos procesales unilaterales y


bilaterales. En el unilateral, el efecto jurídico se produce por la manifestación de voluntad de
una sola parte. En el acto procesal bilateral, en cambio, sus efectos se originan cuando se
expresa la voluntad de ambas partes.

Dentro de los actos bilaterales, los más comunes son los denominados equivalentes
jurisdiccionales, es decir, actos o contratos mediante los que se pone fin a un conflicto
logrando el mismo efecto que si se hubiere dictado una sentencia definitiva, como acontece
con la suscripción de un contrato de transacción, de un avenimiento o de un acta de
conciliación. La forma en que se exterioriza la voluntad en este tipo de actos tiene relevancia
para efectos de generar correctamente un título ejecutivo y determinar las condiciones para
hacerlo exigible, en el evento en que lo acordado no se cumpla espontáneamente.

Es importante destacar que la declaración de voluntad de las partes se exterioriza conforme


al sistema de comparecencia previsto por la ley. Como se explicaba al estudiar el presupuesto
procesal de la postulación procesal, en nuestro sistema la regla general es que los actos
procesales se practiquen a través de los apoderados judiciales que actúan conforme a las
facultades conferidas en el respectivo mandato judicial (art. 7º CPC), salvo que se trate de
actuaciones donde se exija la comparecencia personal de la parte, como acontece con la
citación a absolver posiciones personalmente o para una audiencia de conciliación (arts. 264 y
385 del CPC).
6. L ,

La voluntad en los actos procesales se manifiesta normalmente en forma pura y simple,


produciendo la consecuencia que le es propia. Un ejemplo de lo anterior se aprecia con el
retiro de la demanda. El art. 148 del CPC señala que "antes de notificada una demanda al
demandado, podrá el actor retirarla sin trámite alguno, y se considerará como no presentada".

Sin embargo, no todos los actos unilaterales producen los mismos efectos pura y
simplemente, atendido que podría existir un interés jurídico de la contraparte a oponerse a la
producción de una determinada consecuencia jurídica. Esa realidad se advierte, entre otros,
con el acto de desistimiento de la demanda, cuya admisión extingue las acciones con efecto de
cosa juzgada (arts. 148 y 150 CPC). La parte demandada podría oponerse a ese acto para
conseguir una decisión de fondo sobre el tema, cuando estima fue demandado abusivamente
o sin ninguna base.

Excepcionalmente se admite en los actos procesales la utilización de modalidades, como el


plazo o la condición, para producir ciertas consecuencias jurídicas que son compatibles con la
dinámica de la relación procesal. A modo ejemplar se admite la formulación de peticiones
contradictorias a través de la utilización de la eventualidad, para que, en el caso de que lo
propuesto de manera principal no prospere, el juez resuelva la petición subordinada26.

En materia de plazos se admite la suspensión convencional del procedimiento por acuerdo


de las partes en las oportunidades y por el plazo que autoriza la ley (art. 64 CPC).

En relación a la modalidad relativa a la representación, ella se acepta en la comparecencia


con fianza de rato, la que supone la intervención de un apoderado que no cuenta con el poder
y al que se le fija un plazo para ratificar todo lo obrado (art. 6º CPC).

En lo que respecta a las sentencias judiciales, ellas conforman actos imperativos que, al
resolver un conflicto procesal o sustantivo, no pueden ser dictadas bajo condición. Lo anterior
no se debe confundir con situaciones en los que en la decisión se introducen ciertos elementos
para obtener una modalidad especial de ejecución de la sentencia, como acontece con las
condenas con reserva, las que fijan el pago periódico de una prestación o las que admiten una
eventual ejecución futura (arts. 173 y 236 CPC)27.

7. L

Un tema relevante ha sido siempre el estudio de los vicios del consentimiento, reputándose
como tales el error, la fuerza y el dolo.

En el ámbito del proceso esta materia adquiere un relieve distinto, atendido que la mayor
parte de los actos son ejecutados unilateralmente, sin necesidad de mediar el concurso de
voluntad de la contraparte. Como el acto procesal se ejecuta ordinariamente por la parte
interesada, haciendo valer un derecho, observando una carga procesal o cumpliendo con un
deber, el juez no debe considerar los elementos subjetivos para validar sus efectos. En
explicación de Gómez Orbaneja, esta situación se produce porque "el negocio procesal es al
mismo tiempo público y formal. Lo que imprime movimiento al proceso es el obrar (o el no
obrar) de las partes, expresado en sus declaraciones dispositivas. La declaración vale
formalmente, con independencia de lo que se haya querido o intentado con ella. Produce sus
efectos por su forma y no por su contenido intencional"28. En consonancia con lo anterior, la
parte que ejecuta un acto procesal no puede invocar un error de hecho y menos de derecho
para dejarlo sin efecto, salvo que se admita la subsanación del acto o se autorice su
revocación por error de hecho, como acontece excepcionalmente en materia de absolución de
posiciones (art. 402 CPC).

En cuanto a la fuerza y al dolo, entendidas como una forma de violencia o presión física o
moral ejercida sobre una persona para que presente su consentimiento en un acto jurídico
procesal, su reconocimiento se contempla dentro de las hipótesis admitidas para revertir el
fraude procesal, en los términos que pronto pasamos a examinar.

Sin conformar un vicio de la voluntad, otro reconocimiento del dolo en el ámbito procesal civil
se contempla en la petición de medidas prejudiciales precautorias. Para tal efecto, el art. 280
del CPC considera de mala fe la actuación del peticionario que después de haber obtenido la
medida no presenta su demanda dentro del plazo fijado por el tribunal.

8. E

Aunque en el terreno de los principios se proclama que "el fraude todo lo corrompe" (fraus
omnia corrumpit), en materia procesal no existe una solución uniforme para delimitar los
medios y las consecuencias de los actos procesales fraudulentos29.

La codificación decimonónica restringió la posibilidad de revisar las sentencias fraudulentas,


limitando la impugnación del fraude a las hipótesis que permiten rescindir la sentencia obtenida
con pruebas ilícitas o mediando "cohecho, violencia u otra maquinación fraudulenta, cuya
existencia haya sido declarada por sentencia de término" (art. 810 CPC). Coherente con lo
anterior, se suprimió la posibilidad de intentar la acción ordinaria de nulidad para revertir una
sentencia judicial firme.

En la doctrina se considera como casos típicos de fraude procesal actuaciones tales como
impedir a la contraparte poder deducir un recurso ejercitando violencia física o moral u obligar,
por los mismos medios, a firmar escritos que le perjudiquen; iniciar acciones de condena
previamente concertados deudor y acreedor para sustraer bienes en perjuicio de otros
acreedores; presentar pruebas falsas u obtenidas ilícitamente; utilizar la notificación por aviso
en una demanda de nulidad de matrimonio al cónyuge que vivía con el demandante30.
La forma de revertir el fraude en el proceso civil también se vincula a la declaración de
algunas ineficacias aplicables a los actos procesales, conforme se explicará más adelante. Lo
anterior es sin perjuicio de la protección penal mediante las figuras delictivas de falso
testimonio, perjurio, presentación de pruebas falsas o de obstrucción a la justicia (arts. 206 al
212 y 269 bis del CP).

9. L

La forma en que se manifiesta la voluntad en materia procesal también obliga a examinar la


figura de la homologación. Ella se refiere a casos donde la ley asigna competencia al juez para
verificar que la manifestación de voluntad cumpla con determinadas exigencias legales.

Este control judicial puede actuar en forma preventiva o también puede estar contemplado
como una aprobación posterior a la celebración del acto. Cuando opera de manera preventiva,
exige que se deba solicitar una autorización judicial para realizar un determinado acto o
manifestar la voluntad en algún sentido. Si es a posteriori, el juez da la aprobación al acto ya
realizado, el que, para producir sus efectos, debe recibir la homologación judicial.

En esta materia tiene una especial relevancia la actuación de la jurisdicción voluntaria,


atendido que, a través de ella, se logra adoptar medidas de protección para ciertos incapaces,
o de autentificación u homologación de ciertos actos o contratos para evitar fraudes a la ley
(arts. 400 y 1342 CC).

10. L

El plazo es el período durante el cual se puede realizar un acto procesal.

La relevancia de este elemento se explica por el efecto del principio de preclusión procesal,
en virtud del cual, agotada una etapa o transcurrido un plazo, se extingue el derecho procesal
que debió ejecutarse en ella.

Los plazos en el proceso son establecidos utilizando como medidas los segundos, horas,
días, meses y años. La regla general es que sean de días, pero también existen términos de
meses y excepcionalmente de años (arts. 152 y 811 CPC).

Entre los diversos criterios de clasificación, se distingue según la manera de computarlos,


entre plazos continuos y discontinuos; plazos individuales y comunes; y, según su origen o
fuente, entre plazos legales, convencionales y judiciales. Plazos prorrogables e
improrrogables. Plazos fatales y no fatales.
a) Plazos continuos y discontinuos.

Plazo continuo es aquel que corre sin interrupción alguna. Y plazo discontinuo es el que se
interrumpe durante los días feriados.

Conforme con la regla general del art. 50 del CC., los plazos son continuos, esto es, no se
suspenden por los feriados. Sin embargo, en el CPC se establece la solución inversa, atendido
que los plazos se entenderán suspendidos durante los feriados, salvo que la ley o el tribunal,
por motivos justificados, hayan dispuesto expresamente lo contrario (art. 66 inc. 1º CPC).

b) Plazos individuales y comunes.

Los plazos individuales son aquellos que empiezan a correr separadamente para cada
sujeto que tiene la calidad de parte desde el momento de la respectiva notificación (art. 65
CPC).

Los plazos comunes, en cambio, son aquellos que rigen la actuación de una pluralidad de
sujetos y que comienzan a correr desde que se practica la última notificación al último de ellos.

En el proceso declarativo se ha previsto que el litisconsorcio cuente con un término común


para contestar la demanda, pudiendo ampliarse dichos términos un día por cada tres
demandantes sobre diez que existan en el proceso, sin exceder un máximo de treinta días
(art. 260 del CPC).

La jurisprudencia en materia de juicio ejecutivo ha establecido que el plazo para oponerse a


la ejecución es individual, aunque exista una pluralidad de demandados31.

La regla general es que los plazos sean individuales. Los plazos comunes son la excepción
en nuestro sistema procesal; cuando un término es común lo dice expresamente la ley, como
ocurre con el término de prueba, que corre al mismo tiempo para las partes (art. 327 CPC).

c) Plazos legales, convencionales y judiciales.

Atendiendo al origen o fuente del plazo, en nuestro sistema procesal la regla general es que
los plazos sean legales. Excepcionalmente existen términos fijados por los jueces, que se
denominan plazos judiciales. Entre otros, son manifestaciones de éstos el término que fija el
juez para ratificar por la parte una actuación realizada por su representante en la suscripción
de un equivalente jurisdiccional, o el fijado para la comparecencia a una gestión preparatoria
de la vía ejecutiva de confesión o reconocimiento de firma puesta en un instrumento privado
(arts. 435 y 436 CPC) o para hacer cumplir un mutuo fijado sin plazo determinado (art. 2201
del CC).

Los plazos legales se pueden renunciar, reducir o suspender. En este último caso detienen
la tramitación de una causa dentro del margen de tiempo permitido acordado por las partes,
conforme al límite que señala la ley (arts. 7º, 64 y 328 inc. 2º CPC)32.

d) Plazos prorrogables e improrrogables.


Los plazos prorrogables son los que se pueden aumentar más allá de su vencimiento
original.

Los plazos improrrogables no admiten ningún aumento y vencen indefectiblemente el día


preestablecido.

En el CPC son prorrogables los términos judiciales cuando se cumplan las siguientes
condiciones: "1º) que se pida antes del vencimiento del término; y 2º) que se alegue justa
causa, la cual será apreciada por el tribunal prudencialmente" (art. 67 CPC).

e) Plazos fatales y no fatales.

Plazo fatal es el que expira por el simple transcurso del tiempo.

Plazo no fatal, en cambio, es el que permite que, mientras no se decrete su vencimiento a


través de la declaración judicial de rebeldía, se pueda ejecutar el acto procesal respectivo
(art. 78 CPC).

Conforme al art. 64 del CPC, "los plazos en este Código son fatales, cualquiera sea la forma
en que se exprese, salvo aquellos establecidos para la realización de las actuaciones propias
del Tribunal. En consecuencia, la posibilidad de ejercer un derecho o la oportunidad para
ejecutar un acto procesal se extingue al vencimiento del plazo. En estos casos el tribunal
proveerá lo que convenga para la prosecución del juicio, sin necesidad de certificado previo del
secretario del tribunal".

No se debe confundir la existencia de plazos fatales con la facultad de dirección que tiene el
juez para dirigir la tramitación de una causa. Aunque el deber de dar impulso al proceso civil es
técnicamente una carga de la parte interesada en ejecutar un determinado acto, nuestro
legislador también admite para el juez un poder de dirección del proceso civil33.

Como lo ha señalado la Corte Suprema, en sentencia de 11 de junio de 2014, se debe


distinguir entre el impulso de oficio, que pone de cargo del tribunal el deber de activar la
tramitación del proceso, y el impulso procesal a petición de parte, que, a la inversa del anterior,
asigna tal responsabilidad a los litigantes. El impulso de oficio, conforme al fallo indicado, parte
de la premisa de que "en la relación procesal se encuentra comprometida una finalidad social o
de orden público que prevalece sobre el interés particular de los litigantes, junto con situar a
éstos en un rol pasivo frente al proceso, le asigna en su conducción un protagonismo exclusivo
al juez, facultándolo para iniciarlo de oficio, fijar el contenido del asunto litigioso, impulsar su
tramitación y disponer la agregación de las pruebas destinadas a alcanzar la verdad real que
debe declarar en la sentencia". En el proceso civil patrimonial, lo normal es reconocer a las
partes "el pleno dominio de los derechos materiales y procesales involucrados en la causa y la
libertad de ejercerlos o no, determinando, en su caso, el contenido y el límite de aquellos que
someten a debate en el pleito al tiempo que asumen la carga de propulsar la marcha del
proceso y de suministrar las pruebas sobre cuya base el tribunal ha de dirimir el conflicto"34.
11. L

11.1. Explicación general

La renuncia de los derechos es un tema cuyo estudio se realiza normalmente a partir de las
normas generales contenidas en los títulos preliminares de los códigos civiles. En el nuestro, el
art. 12 señala que "podrán renunciarse los derechos conferidos por las leyes, con tal que sólo
miren al interés individual del renunciante, y que no esté prohibida su renuncia"35.

En el proceso civil es admisible la disposición de los derechos patrimoniales que conforman


su objeto. Ello se puede materializar a través de actos procesales tales como el desistimiento
de la demanda, la transacción o la renuncia a la acción o la pretensión. Su admisión se explica
dentro de la concepción del derecho subjetivo concebido como una potestad o facultad, en la
que los titulares de los mismos pueden celebrar negocios o actos jurídicos que permiten
diferenciar entre la renuncia abdicativa, liberatoria, traslativa, preventiva y recognoscitiva36. Lo
anterior también se puede alcanzar mediante la actuación de un apoderado al que se le han
conferido las facultades extraordinarias del mandato judicial (art. 7º CPC)37.

Junto a las situaciones antes referidas, en el proceso civil se verifican otras formas de
renuncia que surgen de acciones u omisiones, que provocan, directa o indirectamente, la
disposición de un derecho. Entre otras hipótesis, lo anterior se produce por la no interposición
de recursos, por la preterición de hechos fundantes en la petición de tutela jurisdiccional, por la
suscripción de convenciones probatorias, por el reconocimiento de hechos o por el
denominado retraso desleal en el ejercicio de la acción38.

En un plano general, no toda renuncia de derechos puede ser explicada en el ámbito


procesal por la concepción iusprivatista del acto o del negocio jurídico. En efecto, las otras
formas de abdicación están justificadas por categorías provenientes de la regulación de los
efectos de la inactividad de las partes en el proceso, del contenido del principio de preclusión y
de las consecuencias asignadas a las cargas procesales. Como lo advertía Chiovenda, la
voluntad en el ámbito procesal no tiene la misma importancia que en el derecho privado, al
punto que "los negocios jurídicos procesales, aunque tengan eficacia dispositiva, no dejan de
ser actos procesales, y, por consecuencia, regulados por la ley procesal en cuanto a la forma,
a la capacidad, etc."39.

Asimismo, la renuncia de derechos también debe sortear la caracterización de las normas


procesales como pertenecientes al orden público. Esta descripción ha llevado a una
supervaloración de las formas jurídicas que, en muchos casos, pueden erigirse como límites
implícitos a la abdicación de derechos en el proceso; a diferencia de lo que acontece en el
ámbito privado, en el ámbito jurisdiccional no existe un precepto que admita la renuncia
general a los derechos conferidos por las leyes, dejando el tema a un análisis casuístico.
A lo anterior se deben sumar las restricciones que surgen de la concepción publicística del
derecho procesal civil y del avance de los denominados Derechos Fundamentales. Para
algunos teóricos defensores de esas explicaciones, las prerrogativas procesales serían una
manifestación prototípica de derechos absolutos, que, por el hecho de estar reconocidos por el
Estado como fundamentales, no permiten una abdicación. En el mejor de los casos, el acto de
disposición queda sujeto a lo que pueda disponer el juez en, cada instancia40. En el plano
legal, estas propuestas son plasmadas en leyes que, con el propósito de regular los Derechos
Fundamentales, incluyen cláusulas generales de prohibición de renuncia, que también
comprenden a las de naturaleza procesal.

Aunque el estudio de la renuncia de los derechos conforma un tema de amplio alcance, en lo


que sigue se examinan algunas manifestaciones del fenómeno. Como se explicará, se trata de
acciones u omisiones en los actos procesales que, directa o indirectamente, determinan la
disposición de un derecho material o procesal. Estas formas de abdicación se vinculan a los
efectos que pueden tener en el proceso la inactividad de las partes o que derivan de la
aplicación de instituciones generales fundadas en el principio de buena fe procesal, tal como
se pasa a reseñar.

11.2. El principio de preclusión y las cargas procesales

El principio de preclusión procesal, en relación con la renuncia de los derechos, explica por
qué adquieren el carácter de firmes o quedan extinguidas las facultades no ejercitadas durante
el término previsto para ello en el proceso41.

Por su lado, la carga procesal —entendida como el "imperativo del propio interés"42—
justifica cómo se consuma la renuncia, sin necesidad de acudir a criterios subjetivos para
validar la abdicación. En el proceso civil, basta que transcurra el plazo fatal y la parte no haya
satisfecho la respectiva carga procesal para consumar la renuncia, sin la necesidad de verificar
si el renunciante estaba de acuerdo o no con ello.

La descripción anterior no es absoluta, atendido que existen situaciones en las que la ley
dispone soluciones diferentes. El hecho de que opere una carga procesal no determina
siempre una abdicación de los derechos de la parte que no la observa, dependiendo de la
consecuencia que atribuya a esa omisión. Por ejemplo, si la omisión de contestar la demanda
tiene asignado un efecto probatorio de reconocimiento de hechos, se consuma una renuncia
de los derechos procesales; en el caso contrario, cuando sólo provoca una inversión de la
carga de la prueba, no se consuma ninguna renuncia43.

En nuestro proceso civil, la doctrina mayoritaria sostiene, con apoyo jurisprudencial, que la
no contestación de la demanda da lugar a la contestación ficta, mediante la cual la omisión
aludida provoca una negación total y absoluta de los hechos contenidos en la demanda44. Una
respuesta diversa se postula para el proceso laboral, donde la jurisprudencia ha aceptado
como solución a la rebeldía del demandado la ficta confesión45.

11.3. La regla "elegida una vía procesal por una parte no se puede acudir a otra"

La renuncia de derechos procesales también puede provenir de la aplicación de una regla


desarrollada por los clásicos, en virtud de la cual se entiende que "elegida una vía [procesal]
por una parte no se puede acudir a otra" (electa una via per partem ad aliam non potest
venire)46.

Esta solución está admitida explícitamente en la promoción de las cuestiones de


competencia por inhibitoria o declinatoria. Conforme a la ley, las partes "que hayan optado por
uno de estos medios, no podrán después abandonarlo para recurrir a otro. Tampoco podrán
emplearse los dos medios simultánea ni sucesivamente" (art. 101 CPC).

La misma solución se aprecia en la sentencia de la Corte Suprema, de 6 de agosto de 2014,


al declarar la incompetencia del Tribunal de Defensa de la Competencia respecto de una
pretensión que había sido intentada por la misma parte ante el Tribunal de la Contratación
Pública. Se estimó que no se podía denunciar nuevamente el tema, aunque se presentara
como una infracción a la libre competencia, no obstante que no concurrían los requisitos de la
excepción de cosa juzgada47.

11.4. La omisión en el ejercicio de un derecho como forma de renuncia

La renuncia de derechos procesales también se puede consumar por su falta de ejercicio.


Como se podrá apreciar, se trata de situaciones en las que la conducta omisiva de una parte
consolida una situación que provoca técnicamente una abdicación de derechos que es lícito
admitir.

11.4.1. La no alegación oportuna de un derecho

La no alegación oportuna de derechos es una forma típica de renuncia en el campo


procesal, cuyas consecuencias o efectos dependen del tipo de prerrogativa que no ejercita la
parte.

A modo de ejemplo, se da esta situación en la prórroga tácita de la competencia en el


proceso civil contencioso, cuando se apersona al proceso la parte realizando cualquier gestión
que no sea la de reclamar la incompetencia relativa del juez (art. 187 Nºs. 1 y 2 COT)48. La
misma solución técnica se contempla en el abandono del procedimiento; si se renueva la
tramitación de un proceso una vez consumada esta caducidad, sin que el demandado
promueva este incidente, la ley dispone que "se considerará renunciado este derecho"
(art. 155 CPC). Igual solución rige para las causales de recusación, que, si no se hacen valer
dentro del plazo, no permiten luego inhabilitar por ese motivo al juez que las comunicó (art. 114
CPC).

También esta forma de renuncia se contempla en la convalidación de los actos procesales


por falta de alegación oportuna de alguna ineficacia jurídica, conforme se examinará más
adelante.

11.4.2. La renuncia tácita de las facultades de impugnación

La denominada renuncia tácita a las facultades de impugnación consta en el art. 4º de la Ley


de Arbitraje Comercial Internacional, Nº 19.971 de 2004 (LACI). Conforme a él, "se considerará
que la parte que prosiga el arbitraje conociendo que no se ha cumplido alguna disposición de
esta ley de la que las partes puedan apartarse o algún requisito del acuerdo de arbitraje y no
exprese su objeción a tal incumplimiento sin demora injustificada o, si se prevé un plazo para
hacerlo, dentro de ese plazo, ha renunciado a su derecho a objetar".

Mediante esa conducta omisiva se logra luego restringir las impugnaciones tendientes a
privar de eficacia al laudo arbitral. En este caso, "la finalidad de la renuncia consiste en impedir
que más tarde en el arbitraje se presenten objeciones de mala fe o que pudieron haberse
hecho con anterioridad, o que en el procedimiento de reconocimiento y ejecución, o en el de
nulidad del laudo, la parte vencida trate de atacar injustificadamente el laudo"49.

12. L

También la renuncia de derechos procesales puede provenir de opciones tácticas de las


partes, que dejan de ejercitar ciertas prerrogativas para conseguir un determinado fin.

Atendido que la casuística en esta materia es amplia, en lo que sigue ilustraremos el punto
con dos situaciones.

Como se ha explicado, la rebeldía es una de las conductas que puede asumir el demandado
frente a la demanda legalmente notificada. Bajo ciertos supuestos, esa actitud pasiva podría
surgir de una opción deliberada, aunque ello signifique renunciar a otros derechos procesales.
En efecto, dicha opción podría ser utilizada en aquellos casos en los que el hecho de no
contestar la demanda produce una alteración de la carga de la prueba en perjuicio del actor50.

También podría darse una renuncia estratégica en la confesión judicial provocada o


absolución de posiciones (art. 385 CPC). Aunque la ley dispone que la parte que solicita el
medio de prueba deba acompañar en un sobre cerrado las preguntas —el "pliego de
posiciones"—, nada impide que el interrogatorio se pueda presentar de manera pública,
renunciando a la reserva que dispone la ley51. A través de esa actuación se podría lograr, por
ejemplo, que el citado a confesar restringa las respuestas evasivas, aduciendo que no
ocupaba un determinado cargo a la fecha en que sucedieron los hechos materia de las
preguntas.

13. E

13.1. La realidad material

La protección de los derechos e intereses legítimos mediante el proceso jurisdiccional


supone la ejecución de actos que generan una realidad que debe ser registrada. En el lenguaje
forense se diferencian tres realidades distintas. Con la voz "expediente o autos" se alude al
registro del proceso escrito; en los procesos con audiencias orales se utiliza el "registro de
audio". Y los procesos tramitados digitalmente se registran en la "carpeta electrónica o digital".

El Código de Procedimiento Civil durante más de un siglo contempló la realidad física del
expediente, al declarar que el proceso está compuesto por escritos, documentos y actuaciones
de toda especie que se presenten o verifiquen en el proceso (art. 29 CPC). Conforme a ese
soporte, el mismo cuerpo legal establecía reglas para la presentación de los escritos, las
copias que se debían dejar de los mismos, los deberes del secretario una vez entregado el
escrito, el día en que debe ser proveído el escrito, la foliación de los autos, el desglose, el lugar
de mantención de los autos, la vista al fiscal, la remisión de los autos a otro tribunal u oficio.

Esa realidad material determinaba que la actividad de jueces y abogados girara en torno a
"los autos" o expediente. El debate de las partes se hacía en torno a lo expuesto en las
presentaciones o escritos o en relación con las actuaciones consignadas en los autos; en los
alegatos los abogados normalmente citaban las fojas y las actuaciones pertinentes a sus
intereses; los jueces y ministros fallaban conforme "al mérito del proceso", con expresa
mención a las fojas de esa materialidad (art. 160 CPC). Todo lo anterior determinaba que en la
práctica forense se repitiera como máxima que "lo que no está en el proceso, no está en el
mundo".

El referido expediente también consideraba como parte integrante del mismo algunas
gestiones preparatorias que permitían dar comienzo a actuaciones de la relación procesal52.
Esa realidad explica que el art. 178 del COT disponga que, no obstante el sistema general de
distribución de causas, serán de la competencia del juez que hubiere sido designado
anteriormente las demandas en juicio que se hayan iniciado por medidas prejudiciales o
gestiones preparatorias.

Por último, esa forma de registro en soporte de papel estaba expuesta a su destrucción por
hechos naturales o mediante su pérdida física de la secretaría, del archivo judicial, o, en su
caso, del Archivo Nacional. Cualquiera que fuese el hecho que origine ese evento, daba lugar
para que el juez ordenara su reconstitución53. Lo anterior no se debe confundir con ciertas
situaciones en las que los autos o expediente se remitían para ciertos fines, como la vista de
un recurso o la emisión de un dictamen (arts. 36 y 37 CPC).

13.2. El proceso digital

Con el avance de la tecnología gradualmente el expediente material fue siendo superado


para dar paso a la realidad del expediente informático. En una primera etapa su existencia fue
admitida por Autos Acordados de la Corte Suprema, hasta que se promulgó la ley Nº 20.886,
de 18 de diciembre de 2015, sobre la tramitación digital de los procedimientos judiciales.
A través de esta opción se incorpora la tecnología para la sustanciación de los procedimientos
judiciales, surgiendo la realidad del "expediente digital". Este cambio determina una
modificación en varios actos procesales, como el sistema de registro de escritos y
documentos, los medios de comunicación entre jueces para el cumplimiento de diligencias o el
conocimiento de los recursos, el sistema de notificaciones, entre otros temas.

Conforme a la redacción introducida al art. 29 del CPC, por la ley Nº 20.886 de 2015, en el
proceso digital "se formará la carpeta electrónica con los escritos, documentos, resoluciones,
actas de audiencias y actuaciones de toda especie que se presenten o verifiquen en el juicio.
Estos antecedentes serán registrados y conservados íntegramente en orden sucesivo
conforme a su fecha de presentación o verificación a través de cualquier medio que garantice
la fidelidad, preservación y reproducción de su contenido, lo que se regulará mediante auto
acordado de la Corte Suprema.

La carpeta electrónica estará disponible en el portal de internet del Poder Judicial, salvo que
la ley establezca lo contrario o habilite al tribunal para restringir su publicidad, o la de alguna
parte de ella.

Ninguna pieza de la carpeta electrónica podrá eliminarse sin que previamente lo decrete el
tribunal que conoce de la causa".

En suma, un hito relevante para nuestra la historia procesal civil es el día domingo 18 de
diciembre de 2016, al poner en vigencia para todos los tribunales ordinarios y especiales que
indica el art. 5º del COT las reglas sobre tramitación electrónica de los procedimientos
judiciales.
14. L

Los actos procesales de comunicación constituyen uno de los aspectos más relevantes del
desenvolvimiento de la relación procesal. La eficacia del proceso depende, en gran medida, de
la correcta ejecución de los actos de comunicación por la persona a quien la ley encomienda
su ejecución.

La relevancia de estos actos se señala en el art. 38 del CPC, al disponer que "las
resoluciones judiciales sólo producen efecto en virtud de notificación hecha con arreglo a la ley,
salvo los casos expresamente exceptuados por ella"54.

En cuanto a su naturaleza, ratifica que se trata genuinamente de actos procesales el hecho


de que la ley disponga que, para la validez de la notificación, no se necesita el consentimiento
del notificado (arts. 39 y 57 CPC).

En el proceso no existe un solo tipo de actos de comunicación, tal como se pasa a reseñar
de manera general.

14.1. Las notificaciones

Las notificaciones son actos de comunicación que tienen por objeto poner en conocimiento
de las partes o de terceros el contenido de una resolución judicial para su cumplimiento.

Dentro de las notificaciones se puede diferenciar entre las citaciones, el emplazamiento y el


requerimiento.

La citación es un aviso por el que se llama a alguien para que comparezca a una diligencia o
actuación.

El emplazamiento es el acto de poner en conocimiento de alguien la existencia de un juicio


para que, en el tiempo determinado por la ley, pueda ejercer su derecho de defensa.

El requerimiento es un acto de comunicación por el que se intima que se haga o se deje de


ejecutar algo, como para, por ejemplo, conminar al pago de una obligación55.

Según los destinatarios, se diferencian entre actos de comunicación del órgano jurisdiccional
a las partes o a terceros; actos de comunicación entre tribunales nacionales o extranjeros (que
se realiza mediante exhortos); actos de comunicación con autoridades administrativas (que se
realiza a través de oficios).
Según la forma en que se practica la notificación, puede ser personal (arts. 44 al 46 CPC),
por cédula (art. 44 CPC), por el estado electrónico en la página web del Poder Judicial (art. 51
del CPC)56, notificación tácita (art. 55 inc. 1º CPC), notificación ficta (art. 55 inc. 2º CPC) y por
avisos (art. 54 CPC).

Al régimen general anterior se debe agregar la existencia de otros sistemas especiales de


notificación que la ley ha incorporado, donde se admiten otras formas de comunicación, como
las comunicaciones por correo electrónico.

Se debe insistir en que la notificación siempre es un acto formal, que debe ser realizado
conforme a las prescripciones legales por el ministro de fe que la ley encomiende. En el
proceso civil, en la secretaría del tribunal es el secretario o el oficial primero quien cumple esta
función (art. 58 CPC); fuera de este recinto, notifica el receptor judicial, salvo que en el lugar no
exista este funcionario y se pueda acudir a otros ministros de fe que habilita la ley para estos
efectos (arts. 58 inc. 2º y 705 CPC). Existe en leyes especiales la habilitación para que otros
sujetos actúen como ministros de fe.

Las solemnidades para la realización válida de la notificación dependen del tipo de la


modalidad dispuesta para su práctica (personal, por cédula, por avisos, por el estado, por
correo electrónico, etc.).

14.2. Los exhortos

El exhorto es una comunicación que emite un juez destinada a otro juez para que ordene dar
cumplimiento a una determinada actuación judicial en su territorio jurisdiccional57.

La explicación de esta comunicación se justifica en el art. 7º del COT, en cuanto dispone que
"los tribunales sólo podrán ejercer su potestad en los negocios y dentro del territorio que la ley
les hubiere asignado". Lo anterior, conforme al mismo precepto, "no impide que en los
negocios de que conocen puedan dictar providencias que hayan de llevarse a efecto en
otro territorio"58. Estas actuaciones que se deban practicar fuera del territorio jurisdiccional se
encargan, según el caso, mediante un exhorto a otro tribunal nacional o internacional (art. 71
inc. 1º CPC). Para ciertas actuaciones la ley habilita que se puedan realizar en otro territorio
jurisdiccional sin necesidad de exhorto ni habilitación del juez del territorio jurisdiccional donde
se lleva a cabo, como acontece con la práctica de una inspección personal del tribunal
(art. 403 CPC).

También la ley habilita que un juez pueda practicar directamente diligencias en otro territorio
jurisdiccional bajo ciertos supuestos. Esto acontece, a modo de ejemplo, con los juzgados
civiles de la Región Metropolitana, que pueden practicar, en los asuntos sometidos a su
conocimiento, actuaciones en cualquiera de las comunas que la integran (art. 43 inc. 2º COT).
14.3. Los oficios

Oficiar es comunicar, por escrito, algo referente a los asuntos que son objeto del juicio, para
pedir el cumplimento de una resolución o solicitar el envío de algún antecedente o documento.

Esta forma de comunicación permite hacer cumplir de la forma más expedita lo ordenado en
las resoluciones judiciales, por ejemplo, facilitando que un receptor sea auxiliado por
Carabineros de Chile en la ejecución del embargo de bienes o en el "lanzamiento" en un juicio
de arrendamiento; para requerir a un órgano público o privado antecedentes probatorios que
tenga en su poder, entre tantas otras posibilidades.

15. A

La intervención de los denominados "auxiliares de la administración de justicia" se explica


por la complejidad y variedad de funciones que deben confluir para asegurar el más eficaz
ejercicio de la jurisdicción. Para tal efecto, la ley regula la intervención de una serie de sujetos
y órganos que ejecutan varios actos procesales, según la competencia fijada por la ley59.

La variedad de actuaciones de estos auxiliares se aprecia por el rol que cumplen en la


ejecución de los actos procesales que presentamos en el siguiente esquema general:

a) Labores de control del buen comportamiento de jueces y demás funcionarios judiciales o


de los auxiliares de administración de justicia. Cumplen estas funciones la Fiscalía Judicial y
los relatores, al tener que comunicar los hechos que están vinculados a la actuación de la
jurisdicción disciplinaria cuando se aprecia un mal comportamiento funcionario (arts. 350, 353,
354 y 373 inc. 1º COT);

b) Funciones de emisión de dictámenes para auxiliar a un juez o tribunal en la decisión de


ciertas causas, como acontece con las funciones de la Fiscalía Judicial y los defensores
públicos (arts. 355, 357, 358, 360, 361 366 y 369 COT);

c) Actos de representación de los derechos de ciertos sujetos en juicio, como es el caso de


los defensores públicos y los procuradores del número (arts. 367, 368, 369 y 394 COT);

d) Funciones de fe pública dentro de un tribunal. Se trata de la ejecución de actos


procesales relativos a la constitución de los poderes con que actúan los apoderados en juicios,
la confección de instrumentos públicos y labores de registro y conservación de documentos.
Estas funciones les competen a los secretarios (arts. 379 y 380 COT) y a los administradores
de tribunales con competencia criminal (arts. 389 A y B COT);
e) Funciones de fe pública fuera de un tribunal, como las que desempeñan los receptores
judiciales practicando citaciones a personas que deben comparecer a una audiencia (arts. 390
a 393 COT);

f) Actos de colaboración para el funcionamiento de los tribunales colegiados, como los que
corresponden a los relatores también y a los secretarios de Corte de Apelaciones compuestas
de una sala (arts. 372 a 374 y 383 COT);

g) Funciones de conservación de ciertos registros y de otorgamiento de copia que se


contienen en los mismos, como es el caso de los conservadores y los archiveros (arts. 446 al
art. 452, 453, 454, 455 y 456 COT);

h) Funciones de fe pública para la práctica de actuaciones de rendición de la prueba


testimonial o absolución de posiciones, que les competen a los receptores (art. 390 COT);

i) Actos de fe pública notarial60. "Los notarios son ministros de fe pública encargados de


autorizar y guardar en su archivo los instrumentos que ante ellos se otorgaren, de dar a las
partes interesadas los testimonios que pudieren, y de practicar las demás diligencias que las
ley les encomiende" (art. 399 COT).

Junto a la función que cumplen en la extensión de las escrituras públicas, los notarios
también tienen la función de realizar las protocolizaciones. La "protocolización es el hecho de
agregar al final del registro de un notario, a pedido de quien lo solicita" (art. 415 COT). Con esa
actuación se permite dotar a los instrumentos privados de un valor o certeza de su existencia
(art. 419 COT). La ley también le otorga el valor de instrumentos públicos a ciertos documentos
que han sido protocolizados (art. 420 COT).

Por último, en relación con el tratamiento de los instrumentos privados, los notarios pueden
"autorizar las firmas que se estampen en documentos privados, sea en su presencia o cuya
autenticidad les conste" (arts. 410 Nº 10 y 425 COT).

1En nuestro derecho civil son exponentes clásicos de este tema V R , Víctor, Teoría general del acto
jurídico, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 5ª ed., 2003, pp. 9-407; D Á , Ramón, Teoría general
del negocio jurídico, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 2ª ed. a., 2012, pp. 11-235.

2Entre la abundante bibliografía procesal sobre esta materia, C , Francesco, Sistema de derecho
procesal civil, B. Aires: Uteha, tr. N. Alcalá y S.S. Melendo, t. III, 1944, pp. 1-547; G , James, Principios
generales del proceso, B. Aires: Labor, 1936, pp. 14- 193; O R , Manuel, Derecho Procesal, Valencia:
Punto y coma, 2000, pp. 287-350; Introducción al Derecho Procesal, Granada: Comares, 1999, pp. 244 y ss.;
S S , Henry, Nulidades en el proceso civil, Colombia: Universidad de Externado de Colombia, 2ª ed.,
2011, pp. 37-46; Q , Beatriz; P , Eugenio, Teoría General del Derecho Procesal, Bogotá: Temis, 4ª ed.
2008, pp. 552-561; C C , Juan, Los actos procesales, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, T. I y II,
1997, pp. 13-555; D , Fredie; P N , Pedro, Teoría de los hechos jurídicos procesales, Santiago:
Ara Editores, (tr. de Teoria dos fatos jurídicos processuais, tr. R. Canavi, de la 2ª ed. 2013), 2015, pp. 11-245.

3 Cfr. el T. II de este Curso de Derecho Procesal, pp. 208-216.

4 El mismo fallo luego agrega que las sanciones de ineficacia de los actos procesales son la inexistencia, la
nulidad procesal, la preclusión y la inoponibilidad (CS, 4 de mayo de 1990, rol Nº 12686, LegalPublishing Nº
10968).
5 C. de Ap. de Concepción, 15 de marzo de 1993, MJ 1795.

6 Sobre la intervención voluntaria o forzada, cfr. el T. II de este Curso de Derecho Procesal, pp. 186-208.

7 En el caso de los tribunales colegiados, para conocer y decidir los asuntos que les estén encomendados
deben funcionar con el quórum mínimo de jueces fijado por la ley, y sus resoluciones se adoptarán por mayoría
absoluta de votos conformes (art. 72 COT). El proceso deliberativo para resolver los asuntos un tribunal colegiado
se contiene en las reglas "de los acuerdos" (arts. 72 al 89 COT).

8 En descripción de la CS, de 10 de agosto de 1995, "(...) los Relatores son funcionarios públicos encargados
por el Código Orgánico de Tribunales de dar a conocer a los tribunales colegiados los asuntos sometidos a su
jurisdicción, imponiéndolos fiel y razonadamente de todos los antecedentes, documentos y circunstancias que
permitan a los Jueces quedar debidamente instruidos de lo que van a resolver, por lo que resulta indispensable
que todos los miembros de un tribunal llamado a resolver de una determinada controversia se encuentren
presentes en la vista de la causa, oportunidad en la que se lleva a cabo la Relación" (CS, 10 de agosto de 1995,
MJ 2735. Sobre las funciones del relator previas a la vista de la causa, CS, 27 de julio de 1988, MJ 3870).

9 Cfr. el T. II de este Curso de Derecho Procesal, pp. 319-358.

10 Sobre el tema, entre la abundante bibliografía, B S , Andrés; H A , Iván,


"Revisión crítica de la oralidad de los juicios en Chile", en www. Micro Juris, MJD402; P V , Diego,
Reforma Procesal Civil: Oralidad y poderes del juez: Escritos reunidos, Santiago: Abeledo-Perrot, 2010, pp. 5-394.

11 C. de Ap. de Concepción, 15 de marzo de 1993, MJ 1795.

12 Esta materia es objeto de análisis por otras disciplinas, como la antropología, las comunicaciones, la teoría
literaria, la sociología, la psicología o la psiquiatría. La relevancia de estos estudios interdisciplinarios permite
apreciar cómo la presencia de otros fenómenos puede incidir en los actos procesales. Un ejemplo de ello proviene
del denominado "síndrome de déficit atencional e hiperactividad" (TDAH); si dicho trastorno está presente en los
sujetos que intervienen en un proceso, sus efectos pueden incidir en su resultado, considerando que esta
patología se caracteriza por la incapacidad para concentrarse en una conversación o lectura, distractibilidad,
olvidos frecuentes, episodios de pérdida de control de corta duración, impulsividad que llevan a hablar antes de
pensar, interrumpir las conversaciones de otros, impaciencia y otras (Para esta descripción, R , Arturo;
B , Francisco; B , Félix, "Trastorno por déficit atencional con hiperactividad en adultos", en
Revista Médica de Chile, v.131 n.10, Santiago, Oct. 2003, http://dx.doi.org/10.4067/S0034-98872003001000015.

13Sobre la forma de valorar este comportamiento es interesante lo señalado en la sentencia de la C. de Ap. de


Santiago, de 14 de abril de 1988 (MJ 3769), al exponer "9º Que a la luz de éstos y de otros preceptos semejantes
puede afirmarse, abundando en lo ya expresado, que la ética profesional pretende llegar donde la ley por sí misma
no podría llegar; porque la ley es una disposición o una posibilidad abierta en un sentido determinado y la ética es
un modo personal y variable de comportarse ante ella; 10º Que a ese modo de comportamiento personal se remite
la ética profesional y al entrar en este delicado terreno se comprende que juzgar sobre él sea más difícil, pero no
menos necesario, que hacerlo sobre aquellas conductas medidas por el cartabón común de la ley. Más difícil
porque el tribunal, en estos asuntos, debe ahondar en las intenciones del imputado, cuyas manifestaciones
externas cuando torcidas la misma mala fe procura borrar con presteza; y no menos necesario, porque ninguna
juridicidad es duradera en el terreno de las argucias: el imperio de la ley es efímero sin el soporte de la moral y es
por eso que las personas y hasta los pueblos, una vez perdida o quebrantada ésta, no tardan en sentir los signos
del desamparo jurídico (...)".

14A modo de ejemplo, esto se aprecia en los casos en los que se han aplicado sanciones disciplinarias a los
abogados que han vulnerado el sistema de distribución de causas, con fin de radicar un asunto en un tribunal de
su preferencia, sin que ese castigo altere la radicación de la causa provocada que proviene de una conducta
contraria a la ética profesional. Igual situación acontece con las sanciones aplicadas a jueces por conductas
funcionarias consistentes en malos tratos de obra a los abogados o a las partes en una audiencia, las que no
afectan necesariamente el contenido de las resoluciones judiciales pronunciadas mediando una conducta hostil.

15CS, 4 de mayo de 1990, rol Nº 12686, LegalPublishing Nº 10968.

16Los jueces deben cumplir con los deberes de residencia y asistencia al lugar donde funciona el tribunal (arts.
311 al 315 COT). Por su parte, el art. 319 del COT establece el tiempo para la ejecución de los actos procesales
que dependen del juez, disponiendo que "los jueces están obligados a despachar los asuntos sometidos a su
conocimiento en los plazos que fija la ley o con toda la brevedad que las actuaciones de su ministerio les permitan,
guardando en este despacho el orden de la antigüedad de los asuntos, salvo cuando motivos graves y urgentes
exijan que dicho orden se altere". "Las causas se fallarán en los tribunales unipersonales tan pronto como
estuvieren en estado y por el orden de su conclusión. El mismo orden se observará para designar las causas en
los tribunales colegiados para su vista y decisión". "Exceptúense las cuestiones sobre deserción de recursos,
depósito de personas, alimentos provisionales, competencia, acumulaciones, recusaciones, desahucio, juicios
sumarios y ejecutivos, denegación de justicia o de prueba y demás negocios que por la ley, o por acuerdo del
tribunal fundado en circunstancias calificadas, deban tener preferencia, las cuales se antepondrán a los otros
asuntos desde que estuvieren en estado". Los otros deberes del juez, en cuanto funcionario público, se regulan
entre los arts. 311 al 323 ter del COT.

17Para ilustrar el valor de estas exigencias formales, la CS, en sentencia de 4 de agosto de 2004 (MJ 9109), ha
señalado que "Vigésimo: Que del análisis de la disposición legal antes señalada [el art. 61 del CPC] se puede
concluir que la ley establece una serie de formalidades que deben ser cumplidas por las actuaciones judiciales,
igual condición que deben cumplir las notificaciones, por cuanto precisamente tienen este carácter. Vigésimo
Primero: Que como se dejó expresamente establecido en autos no hay testimonio o constancia alguna de parte del
receptor judicial en relación a la entrega de la cédula correspondiente en el domicilio del apoderado del
demandado. Vigésimo Segundo: Que dada la naturaleza y formalidades que deben cumplirse al efectuar
determinadas diligencias, éstos no son posible de reconstruir o subsanarse por medio de vías o medios distintos a
aquellos que el propio legislador contempló para la validez de ellas. Que, a mayor abundamiento, de aceptarse la
interpretación de la parte demandante, que la notificación de una sentencia definitiva, puede probarse por otros
medios, ello significaría atentar contra el principio de la legalidad de la notificación, ya que bastaría por esta sola
circunstancia, para que una de las partes estableciere la fecha de la notificación en forma unilateral, quedando la
contraparte impedida de ejercer los recursos que procedan contra la sentencia".

18 Esta materia se encuentra regulada en el Título VII del CPC, sin perjuicio de normas especiales que han
establecido otras soluciones.

19 La ley Nº 20.774, de 4 de septiembre de 2014, suprimió el feriado judicial para todos los tribunales de la
República.

20 C. de Ap. de Concepción, 15 de marzo de 1993, MJ 1795.

21 CS, 4 de agosto de 2014. Rol Nº 21995/2014. WL Resolución Nº 178396.

22 Este tema lo hemos abordado en nuestros trabajos, El recurso de casación en el fondo civil. Santiago:
LegalPublishing, 2013; "La discriminación judicial como nuevo error decisorio litis en el proceso chileno", Revista
Chilena de Derecho, 2011, Vol. 38, Nº 2, pp. 339-348; La jurisprudencia de los tribunales como fuente del derecho:
una perspectiva procesal, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, Chile, 2004.

23B , Manuel E., La lei de organización i atribuciones de los tribunales de Chile, Santiago: Imprenta
Nacional, 1890, I., p. 539, con una síntesis de la discusión legislativa sobre el alcance de estas normas. Un estudio
del tema, en A B , Octavio, Autos acordados y su ámbito regulatorio, Santiago: Librotecnia, 2014, pp.
9-197; V M , José Ignacio, "El control de constitucionalidad de los aautos acordados dictados por la
Corte Suprema", Revista de Derecho Público, Nº 72, 2010, pp. 198-210.

24 STC, 18 de agosto de 2011. Rol Nº 1812.

25 La Corte Suprema ha dictado el Auto Acordado de 10 de septiembre de 2012, "Sobre declaraciones juradas
de conflictos de intereses", detallando la forma de realizar una declaración, que debe contener "la individualización
de las actividades profesionales y económicas en que participe el magistrado, funcionario, auxiliar de la
Administración de Justicia o abogado integrante, de acuerdo al inciso segundo del artículo 323 bis del Código
Orgánico de Tribunales, en relación con el artículo 60 de la ley Nº 18.575" (Acta Nº 114-2012).

26 En el CPC el principio de la eventualidad está presente en los siguientes actos procesales: en la acumulación
eventual de acciones (art. 17 inc. 2º CPC); en la deducción en el escrito de contestación de excepciones
procesales y materiales, con carácter subordinado. Por ejemplo, se alega en primer lugar la incompetencia del
tribunal y, para el evento en que no sea acogida, la excepción material de pago. Esta forma de plantear las
excepciones eventualmente condicionadas se hace obligatoria para todos aquellos casos en los que la ley
establece que todas las excepciones deben deducirse en un solo acto (arts. 465 y 690 CPC); en materia de
recursos, la ley permite en ciertos casos que ellos se deduzcan en forma condicionada, como ocurre, por ejemplo,
con la reposición y la apelación (arts. 189 inc. 3º y 319 CPC).

27Sobre las condenas de futuro, cfr. el T. I de este Curso de Derecho Procesal Civil, pp. 41-47 y 83-87.

28G O , Emilio, "La confesión judicial anticipada", en Derecho y Proceso, Madrid: Civitas, 2009, p.
33.

29 Esta regla tiene su origen en la jurisprudencia francesa, pero se ha extendido en la jurisprudencia y doctrina
de varios países. Sobre el tema, cfr. D Á , Ramón. Fraus Omnia Corrumpit, Notas sobre el fraude
en el Derecho Civil, Revista de Derecho y Jurisprudencia, RDJ, LXXXIX, Nº 3, 1992, pp. 73-96.

30Cfr. P , Jorge, El proceso civil, ob. cit., pp. 183-185. Otros ejemplos en F L , Fernando, "El
fraude a la ley" en RDJ, t. LXXXVIII, 1991, pp. 46-48.

31C. de Ap. de Santiago, 12 de septiembre de 1957, RDJ, t. LVII, sec. 1ª, p. 242; CS, 14 de mayo de 1963, RDJ, t. LX, sec. 1ª, p. 81. En contra, CS, 21 de agosto de 2007, rol Nº
694-2006, GJ Nº 326, p. 134.

32La ley sólo admite la renuncia o reducción o la suspensión dentro del margen indicado; a contrario sensu, se
podría sostener que no resulta válido que las partes puedan convencionalmente ampliar un término legal.

33 Sobre los poderes del juez civil, H , Iván, "Rol y poderes del juez civil: una mirada desde la eficiencia
del proceso", en Revista de Derecho, UCN, 2011, v. 18, pp. 73-101.

34 CS, 11 de junio de 2014. Rol Nº 14859-13, MJ 37847.

35 En este punto hemos seguido nuestro trabajo "La renuncia de los derechos en el proceso civil", publicado en
Derecho, Justicia, Universidad, liber amicorum de Andrés de la Oliva, Madrid: Ramón Areces, 2016. Ed. J. Vegas,
I. Diez P., t. II, 2016, pp. 2741-2753.

36 En descripción de C , la renuncia es abdicativa cuando se hace dejación de un derecho adquirido,


esto es, incorporado ya al patrimonio del renunciante. La renuncia es liberatoria cuando se abandona la titularidad
de un derecho para liberarse del cumplimiento de ciertas obligaciones (llamadas ob rem o propter rem) a cuyo
cumplimiento está sujeto el renunciante precisamente por ser titular. La renuncia es traslativa cuando se dirige a la
atribución del derecho a otra persona. La renuncia es preventiva cuando se manifiesta que no se admite un
derecho que no ha entrado todavía en el patrimonio del renunciante. La renuncia es recognoscitiva cuando un
sujeto hace dejación de un derecho dudoso o controvertido (C S , Antonio, Comentario al Código
Civil, art. 6.2, www.vLex global, fecha de consulta: 12.10.2015). Otra explicación de estas categorías en C
M V , José Ignacio, La renuncia a los derechos, Barcelona: Bosch, 1986, pp. 61-66.

37 Sobre el tema, cfr. P M , María Ángeles, El desistimiento en el proceso civil, Barcelona: J. M. Bosch,
2001, pp. 21-310; C M , Raquel, Del poder de disposición de las partes sobre el proceso civil y
sobre sus pretensiones, Madrid: La Ley, 2014, pp. 15-323. Este tópico ha sido de interés del profesor De la Oliva,
tal como consta en el artículo publicado en 1979, "En torno a la renuncia del actor en el proceso civil", en Escritos
en homenaje al profesor Prieto-Castro, Madrid: Editora Nacional, 1979, t. II, pp. 615-630.

38 El denominado retraso desleal en el ejercicio de la acción es una forma de renuncia de los derechos que se
puede consumar en el proceso. Se trata de una figura desarrollada principalmente en el derecho alemán con el
nombre de verwinkung, que ya ha sido admitida doctrinal y jurisprudencialmente en España. Sobre este tema, cfr.
F , Fiorenzo, Il divieto di "venire contro el fatto propio", Milán: Giuffre Editore, 2007, pp. 133-141. Sobre su
recepción en España, D -P P L , Luis, La doctrina de los actos propios, Madrid: Civitas, 2ª
ed., 2014, pp. 207-214. Sintetiza las exigencias de esta forma de renuncia del derecho de acción la sentencia de la
Primera Sala del Tribunal Supremo español, de 26 de septiembre de 2013, al expresar que, "como afirma la STS
769/2010, de 3 diciembre 'se considera que son características de esta situación de retraso desleal (Verwinkung):
a) el transcurso de un período de tiempo sin ejercitar el derecho; b) la omisión del ejercicio; c) creación de una
confianza legítima en la otra parte de que no se ejercitará (...). La doctrina del retraso desleal considera contrario a
la buena fe un ejercicio del derecho tan tardío que lleve a la otra parte a tener razones para pensar que no iba a
actuarlo (SSTS de 21 de mayo de 1982, 21 de septiembre de 1987, 13 de julio de 1995, 4 de julio de 1997). Para
la aplicación de la doctrina es necesario que la conducta de una parte pueda ser valorada como permisiva de la
actuación de la otra parte, o clara e inequívoca de la renuncia al derecho, pues el mero transcurso del tiempo,
vigente la acción, no es suficiente para deducir una conformidad que entrañe una renuncia, nunca presumible
(STS de 22 de octubre de 2002, RC Nº 901/1997. STS del 7 de junio de 2010, recurso: 1039/2006)". A modo de
síntesis, el contenido esencial de esta figura determina que "(...) 'un derecho subjetivo o una pretensión no pueden
ejercitarse cuando el titular no se ha preocupado durante mucho tiempo de hacerlos valer y ha dado lugar, con su
actitud omisiva, a que el adversario de la pretensión pueda esperar objetivamente que ya no se ejercitará el
derecho'" . En el fondo, se trata de considerar "inadmisible que el derecho se ejerza con un retraso objetivamente
desleal". TS, Sala 1ª Civil, 12 de diciembre de 2011. Sentencia Nº 872/2011.

39C , José, Principios de Derecho Procesal Civil, Madrid: Reus, 1922, tr. de la 3ª ed. italiana José
Casais y Santaló, T. II, p. 253.

40 Una explicación de esta doctrina, en M , Girolamo, "El actual debate sobre las orientaciones
publicísticas del proceso civil", en Proceso e Ideología, Santiago: Editorial Metropolitana (VV.AA.). coord. J.
M A , 2008, pp. 97-106. Sobre el tema, T , Michele, "Las garantías fundamentales de la justicia
civil en el mundo globalizado", en Páginas sobre justicia civil, Madrid: Marcial Pons, 2009, pp. 63-75; C ,
Luigi Paolo, "Diritto fondamentali e garanzie processuali comuni nella prospettiva dell´unione europea" en Studi in
onore di Crisanto Mandrioli, Milán: Giuffre Editore, t. II, 1995, pp. 1025-1059.

41 Es ilustrativo de lo que se viene explicando el considerando de la sentencia de la C. de Ap. de Concepción


de 9 de septiembre de 2015, que, para rechazar un recurso, sostuvo

"(...) consta del registro de audio de la audiencia preparatoria del juicio oral, como asimismo, del considerando
quinto de la sentencia impugnada, que el mandatario de la actora ingresó a la audiencia preparatoria una vez
recibida la causa a prueba y ofrecida la pertinente por parte de la demandada, oportunidad en que aquél se limitó a
dar las razones por las cuales ingresaba en forma tardía a la misma y a solicitar se le permitiera ofrecer prueba,
solicitud que le fue negada por la magistrado al haber efectuado el llamado a esta parte en dos ocasiones sin que
se presentara, razón por la cual se declaró precluido su derecho, sin que ésta parte incidentara o reclamara en
forma alguna en la misma audiencia del supuesto vicio que se estaba cometiendo, esto es, la negativa a su
derecho de ofrecer prueba para rendir en el juicio oral, sino que dejó transcurrir seis días hasta que dedujo la
incidencia de nulidad de dicha resolución, razón por la cual ésta fue rechazada por extemporánea, no existiendo
por tanto el vicio que se ha alegado en este recurso, toda vez que las actuaciones realizadas durante la audiencia
preparatoria se llevaron a efecto con pleno respeto de las normas legales que la regulan" (C. de Ap. de
Concepción, 9 de septiembre de 2015. Rol Nº 283-15, MJ 42483).

42G , James, Derecho Procesal Civil, tr. de la 2ª ed. Alemana L. Prieto-Castro, Madrid: Marcial
Pons, 2010 (nueva edición a cargo de J. López Barja de Quiroga), p. 28.

43Mayores antecedentes sobre estos modelos, cfr. P R , Álvaro; O T , Fernando,


"Radiografía de la rebeldía en el proceso civil", en Ius et Praxis, vol. 13, 2007, pp. 13-44.

44Por todos, cfr. R P , Ignacio, Procedimiento Civil, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 7ª ed. r. y
A. C. M , 2005, pp. 73-75. Con una apreciación crítica de la solución, C M , Gonzalo,
Proceso Civil (con B , Andrés; P V , Diego), Santiago: LegalPublishing, 2013, pp. 156-157.

45C. de Ap. de Iquique, 13 de mayo de 2014. Rol Nº 22-14, MJ 37776.

46Según D , esta regla tiene su fuente en Decio, Regula, 301.6, p. 117. También se cita a Papiniano y
Ulpiano (D. 18.3.4.2). D , Rafael, Reglas jurídicas y aforismos, Pamplona: Aranzadi, 2000, p. 48.

47 En el fondo se sanciona el comportamiento procesal de la parte, tal como se aprecia en los siguientes
considerandos: "Décimo sexto: Que así las cosas no cabe sino concluir que la materia sometida al conocimiento y
decisión del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia mediante la demanda de fs. 364 escapa por completo
del ámbito de su competencia y se inscribe de lleno en aquel que es propio del Tribunal de Contratación Pública,
órgano de la judicatura a quien corresponde exclusivamente decidir en torno a la existencia de actos u omisiones
arbitrarios o ilegales verificados con ocasión de procedimientos administrativos de contratación con organismos
públicos regidos por la ley Nº 19.886 entre la aprobación de las Bases de la licitación y su adjudicación (...).
Décimo séptimo: Que la dicha conclusión se ve refrendada por la circunstancia de que el Tribunal de Contratación
Pública ya conoció y se pronunció acerca de este conflicto en concreto, lo que sucedió a propósito de la demanda
intentada ante él por Sonda S.A. en la causa rol Nº 162-2011, en la que incide un recurso de queja del que ha
conocido esta Corte a la vez que de las reclamaciones deducidas en estos autos. En esos antecedentes los jueces
competentes para ello han efectuado el análisis que al efecto les encomienda la ley y han llegado a las
conclusiones que allí se leen, sin que en el presente proceso corresponda efectuar declaración alguna sobre el
particular, pues ello supondría violentar la competencia que en exclusiva les ha conferido el legislador en esta
materia" (Otros antecedentes en nuestro comentario del fallo en Revista de Derecho, Universidad Católica del
Norte, Nº 1, 2015, pp. 597-604).

48 En tal sentido, CS, 26 de septiembre de 2000, RDJ, t. XCVII, sec. 1ª, p. 177.

49F R , Cecilia, "Comentario al art. 32", en Nuevo Reglamento de Arbitraje de la CNUDMI 2010, B.
Aires: Legis, 2011, (VV.AA.), p. 323.

50 Sobre el punto, C P , Jaime, La rebeldía en el proceso civil y laboral chileno, Santiago:


Abeledo Perrot, 2010, pp. 47-48.

51 La normativa ordena que "mientras la confesión no sea prestada, se mantendrán en reserva las
interrogaciones sobre que deba recaer" (art. 377 CPC).

52 La CS, en sentencia de 7 de septiembre de 2010, ha señalado que "del examen de las disposiciones
normativas transcritas se desprende que la gestión preparatoria de notificación judicial de factura y el juicio
posterior, en este caso ejecutivo, constituyen una unidad procesal, puesto que se formará el proceso con los
escritos, documentos y actuaciones de toda especie que se presenten o verifiquen en el juicio, según indica el
artículo 29 del Código de Procedimiento Civil, a lo cual se agrega que el legislador sólo ha requerido en forma
perentoria que la primera notificación a las partes o personas a quienes haya de afectar sus resultados, deberá
hacérselas personalmente, atendido lo ordenado por el artículo 40 del mismo Código, la que se entiende cumplida
al notificarse la gestión preparatoria de la vía ejecutiva por lo que, luego, la resolución que provee la demanda,
ordenando el despáchese, puede notificarse por cédula, en atención al hecho que el sistema adoptado en el
Proyecto -según se manifiesta en el Mensaje del Código de Procedimiento- consiste en practicar una primera
notificación personal al demandado, rodeándola de todas las seguridades necesarias para su regularidad, e
imponer en seguida a las partes la obligación de mantener vigilancia activa sobre la marcha del proceso
autorizando para ello las notificaciones por cédula y aún por la simple inscripción en los estados de las secretarías"
(CS, 7 de septiembre de 2010. Rol Nº 6095-10, MJ 24709. En igual sentido, CS, 2 de junio de 2011. Rol Nº 1905-
10, MJ 27746; CS, 13 de mayo de 2013. Rol Nº 613-13, MJ 35163).

53 Este hecho surge a partir del certificado de extravío por el secretario del tribunal. Ahora, si en esta situación
ha mediado una conducta dolosa, la ley ha previsto una hipótesis de responsabilidad penal. El art. 4º de la ley Nº
5.507, de 9 de noviembre de 1934, dispone que "será castigado con la pena de reclusión menor en su grado
mínimo y multa de $ 100 a $ 1,000, el que substrajere, hurtare, robare o destruyere un expediente o proceso
administrativo o judicial, que estuviere en tramitación o afinado".

54 El régimen general de estos actos procesales se contiene en el Título VI del CPC, sin perjuicio de otras
regulaciones particulares.

55 Sintetiza el valor de este acto procesal para el juicio ejecutivo la sentencia de la CS de 29 de junio de 2011.
Rol Nº 555-10, MJ 28197.

56 Antes de la entrada en vigencia de la tramitación electrónica o digital, ésta se conocía como notificación por
el "estado diario".

57 Como lo ha declarado la C. de Ap. de Punta Arenas, 21 de junio de 2013: "que consecuente con el llamado
principio de la territorialidad, el legislador ha dispuesto que todas las actuaciones necesarias para la formación del
proceso deben practicarse por el tribunal que conozca de la causa, salvo los casos en que ellas hayan de
practicarse fuera del lugar en que se siga el juicio. La manera como un tribunal puede encomendar a otro la
práctica de determinadas actuaciones judiciales, es enviándole una comunicación que recibe el nombre técnico de
exhorto. El tribunal que recibe el exhorto por su parte está obligado a practicar o dar orden para que se practiquen
en su territorio, las actuaciones que en él deban ejecutarse y que otro tribunal le encomiende. 'Manual de Derecho
Procesal'. Mario C V , tomo III, Editorial Jurídica de Chile, p. 129" (C. de Ap. de Punta Arenas, 21 de
junio de 2013. Rol Nº 75-13, MJ 35493).

58Por ejemplo, se pueden ordenar embargos que pueden practicarse en otros territorios; se puede citar a
testigos para que declaren ante el tribunal del territorio donde tengan su domicilio, etc.

59 Esta materia se regula el Titulo XI del COT (arts. 350 al 457).

60 La institución de los notarios tiene su origen en el Derecho romano, con los scribae o notarii. Con el tiempo
llegarían a adquirir la categoría de ministros de fe, desarrollándose un estatuto jurídico que actualmente da vida al
derecho notarial. La primera regulación patria sobre los notarios se debe a Ley de Organización y Atribuciones de
los Tribunales de Chile, de 1875, específicamente, el Título XVIII, artículos 361 y siguientes. Dicha normativa
permanecería vigente hasta la promulgación de la ley Nº 18.181, de 26 de noviembre de 1982, que sustituyó
íntegramente el párrafo 7 del referido Título XI (que corresponde al original Título XVIII de la Ley de Organización y
Atribuciones de los Tribunales de Chile).
C II L

1. E

El acto procesal puede ser eficaz o ineficaz, según si produce o no los efectos que son
propios a su naturaleza. Para tal efecto, el ordenamiento jurídico considera una amplia gama
de sanciones que permiten desconocer o restar valor a los actos procesales ejecutados
imperfecta o irregularmente, privándolos de sus consecuencias jurídicas61.

Como el proceso conforma una relación autónoma, las ineficacias que allí surgen son
independientes de las que pueden afectar a los actos o contratos vinculados al derecho
material que es discutido en el objeto del proceso. Como lo ha expuesto la Corte de
Apelaciones de Santiago, en sentencia de 6 de mayo de 1983, "la relación procesal se vicia
por el fallo de los presupuestos procesales, como la jurisdicción, competencia absoluta,
capacidad procesal o por algún defecto que anule el procedimiento, pero no sufre daño por
algún vicio que pudiere tener la relación jurídica sustancial, que es autónoma de la primera"62.

Como se explicará, los actos procesales afectados por alguna imperfección o irregularidad
permiten una declaración judicial de ineficacia, cuyas consecuencias jurídicas pueden afectar a
las partes, al juez y eventualmente a los terceros que intervienen en la relación procesal63.

La ineficacia supone aplicar sanciones que pueden estar consideradas dentro de un sistema
general o también de uno particular; en este último evento sólo afectan a ciertos actos
procesales. Por ejemplo, el embargo sobre bienes raíces, para que produzca efectos en
relación a terceros, debe ser inscrito (art. 453 CPC); la ejecución de algunos actos para que
sean eficaces requieren prestar un juramento (arts. 62 y 363 CPC), etc.

En lo que sigue se describe el contenido esencial de las principales sanciones que actúan en
el campo procesal, las que se vinculan a la inexistencia jurídica, a la nulidad procesal, a la
inadmisibilidad, a la caducidad y a la inoponibilidad.
2. L

2.1. Descripción general

La doctrina de la inexistencia jurídica ha sido explicada y defendida por diversos teóricos del
derecho, tomando como punto de partida la distinción entre los requisitos de existencia y los de
validez en los actos o negocios jurídicos64.

La inexistencia surgiría cuando no está presente uno de los requisitos que permite que el
acto nazca a la vida del derecho. Esa ausencia autoriza a declarar que ese acto es aparente,
que no llegó a existir jurídicamente. En cambio, si se trata de los requisitos de validez, el acto
nace al derecho, pero con un vicio que permite su declaración de nulidad.

En el ámbito procesal, la ley no señala cuáles son los requisitos de existencia. De hecho, el
CPC no considera explícitamente a la inexistencia como una ineficacia procesal de aplicación
general. Esto se aprecia en la forma en que se resuelve la falta de emplazamiento del
demandado. Aunque la carencia de ese presupuesto procesal no permite postular que la
relación jurídica haya nacido a la vida del derecho para el demandado, la ley reconduce esa
irregularidad a la declaración de nulidad de todo lo obrado, fijando incluso un límite temporal
para su alegación, bajo la sanción de convalidar el defecto (art. 80 CPC). Ratifica su
tratamiento como un vicio de nulidad su señalamiento como trámite o diligencia esencial en el
recurso de casación en la forma (arts. 768 Nº 9 y 795 Nº 1 CPC).

2.2. Recepción en la legislación y jurisprudencia

En nuestro derecho se admite la sanción de la inexistencia en los siguientes casos:

a) En la infracción a las reglas de competencia judicial internacional, cuando no se ha


respetado el límite impuesto por las normas de ius cogens que impiden que un Estado sea
juzgado por otro Estado.

En nuestra jurisprudencia se aplicó esta ineficacia en los autos laborales "Marchant con
Gobierno de China Nacionalista". Dicho proceso concluyó con una condena al Estado chino en
un proceso tramitado en su rebeldía. Una vez que quedó firme la sentencia, el gobierno chino
reclamó, por vía diplomática, la infracción a una inmunidad de jurisdicción. El Ministerio de
Relaciones Exteriores remitió la presentación del embajador a la Corte Suprema, con el objeto
de que se adoptaran las medidas que considerara procedentes. La referida comunicación
cumplió su objetivo, obteniendo que el pleno de ese tribunal "anulara todo lo obrado", fundado
en haber carecido ese juzgado de jurisdicción para conocer del pleito65.

La misma solución se aplicó en "Senerman con República de Cuba". En este caso el actor
demandó a la República de Cuba la nulidad de un contrato de compraventa por lesión enorme.
Después de haber quedado firme el fallo se reclamó la infracción a la inmunidad de jurisdicción
mediante una presentación del presidente del Consejo de Defensa del Estado, que culminó
con la declaración de la "nulidad de todo lo obrado" por la Corte Suprema66.

Aunque en las decisiones antes referidas se utiliza la expresión "nulidad de todo lo obrado",
en rigor, la ineficacia aplicada es la constatación de la inexistencia, al tratarse de actos
judiciales que habían producido una cosa juzgada aparente.

b) En la constitución del mandato judicial. La ley sobre comparecencia en juicio dispone que,
cuando no se autoriza el poder o su delegación dentro del plazo de tres días, contados desde
que el tribunal ordena su constitución, "se tendrá la solicitud por no presentada para todos los
efectos legales" (art. 2º. inc. 4º y 5º ley Nº 18.120). Se ha resuelto que, para la aplicación de
esta sanción, es necesario el requerimiento judicial o apercibimiento del juez67.

c) En la declaración de un séptimo testigo sobre un mismo punto de prueba (art. 372 CPC).
Al tratarse de un acto realizado prescindiendo de la limitación legal de presentar seis testigos
por punto de prueba, el juez optó por no ponderar esa declaración, lo que equivale a aplicar la
consecuencia propia de la inexistencia68.

3. L

3.1. Descripción de la ineficacia

La inadmisibilidad es la sanción que se aplica por sentencia judicial al acto procesal


realizado, sin observar las exigencias formales o de fondo que lo hacen procedente.

Desde el punto de vista cuantitativo, ésta es la ineficacia con mayor aplicación en el proceso,
atendido que en el desenvolvimiento de la relación procesal el juez o tribunal debe
pronunciarse sobre la procedencia de los diversos tipos de actos procesales, verificando el
cumplimiento de los requisitos de forma o de fondo.
En términos generales, todo acto procesal debe cumplir con requisitos relativos a la aptitud
de los sujetos, a la declaración de voluntad, al objeto del acto, al lugar, tiempo y a la forma del
acto.

La aptitud de los sujetos apunta a la cualidad subjetiva que debe concurrir en el que ejecuta
el acto procesal.

La voluntad, como se explicó, se trata de una exigencia común a todo acto jurídico que
puede tener por objeto una o más cosas que se trata de dar, hacer o no hacer, además de ser
física y moralmente posible. La admisibilidad se decreta normalmente por el juez de manera
implícita, al autorizar el trámite o diligencia solicitada. En cambio, la inadmisibilidad supone una
expresión de voluntad en la que se alude directamente a esa ineficacia o mediando otras
expresiones. Las más frecuentes son "pídase lo que en derecho corresponda", "ocúrrase ante
quien corresponda", "para proveer, cúmplase lo ordenado en el plazo indicado, bajo
apercibimiento de tenerse por no presentado", entre otras.

3.2. Inadmisibilidad de forma o de fondo

Según el vicio que la genera, la inadmisibilidad puede ser de forma o de fondo.

La inadmisibilidad de forma se produce cuando la petición para ejecutar el acto procesal no


cumple con los requisitos externos para autorizar su procedencia.

La inadmisibilidad de fondo, en cambio, surge por la inobservancia de algún elemento


sustantivo previsto para la realización de un acto procesal.

Como la casuística en este tema es prácticamente inabordable, centraremos nuestra


atención en algunas situaciones que ilustran la diferencia entre la inadmisibilidad de forma y la
de fondo.

Para la admisión a trámite del acto procesal de demanda existen distintos modelos. Según lo
defina el legislador, se puede optar por establecer un control de requisitos formales o introducir
en ese examen alguna exigencia de fondo, facultando al juez para rechazar a trámite el libelo
manifiestamente infundado o improponible69.

En el CPC, el juez detenta el poder de dirección para controlar los aspectos formales de la
demanda, pero no puede declarar que no la admite a trámite, aunque de su lectura preliminar
aparezca ostensiblemente que carece de los fundamentos necesarios para ser acogida cuando
dicte la sentencia sobre el fondo (art. 256 CPC).

Una solución diversa de la anterior se encuentra en el procedimiento de familia, en el que se


permite que el juez decrete la inadmisibilidad si de su examen concluye que la demanda "es
manifiestamente improcedente", debiendo expresar los fundamentos de su decisión70.
También en materia de recursos se contemplan estudios de admisibilidad para controlar
aspectos formales o exigencias de fondo para su procedencia. Es un ejemplo de lo primero la
regulación prevista en el recurso de apelación, donde se realiza un examen de requisitos
formales, como son el plazo de interposición, la naturaleza jurídica de la resolución recurrida y
al patrocinio de abogado (art. 213 CPC), los que, de estar presentes, obligan a conceder el
recurso para que sea conocido por el tribunal de alzada. En cambio, en el recurso de casación
en el fondo, junto a cuestiones adjetivas, como el plazo, la naturaleza jurídica de la resolución
recurrida y patrocinio de abogado, la ley autoriza a la sala respectiva de la Corte Suprema para
declarar en el segundo estudio de admisibilidad su improcedencia por "manifiesta falta de
fundamentos", calificación que obligatoriamente supone realizar un pronunciamiento sobre el
fondo del recurso deducido (art. 782 CPC).

3.3. La forma en que se decreta la admisibilidad de los actos procesales

La admisibilidad de los actos procesales se decreta por el juez utilizando formas rituales en
las que, con mayor o menor expedición, se autoriza la ejecución del acto procesal respectivo, a
la vez que se reconocen los derechos que puede ejercer la contraparte para instar por la
inadmisibilidad del acto o actuación, en los términos que se pasa a explicar.

El CPC diferencia en el art. 69 las siguientes formas de decretar un acto procesal o


actuación judicial:

a) Con citación. "Siempre que se ordene o autorice una diligencia con citación se entenderá
que no puede llevarse a efecto sino pasado tres días después de la notificación de la parte
contraria, la cual tendrá el derecho de oponerse o deducir observaciones dentro de dicho
plazo, suspendiéndose en tal caso la diligencia hasta que no se resuelva el incidente".
Cuando se decreta una actuación judicial bajo esta modalidad, lo que hace el tribunal es
acceder de inmediato a ella, salvo que la parte se oponga dentro de tercero día71.

b) Con conocimiento. "Cuando se mande proceder con conocimiento o valiéndose de otras


expresiones análogas, se podrá llevar a efecto la diligencia desde que se ponga en noticia de
la contraparte lo resuelto". En este caso, la diligencia concedida por el tribunal con
conocimiento se puede llevar a efecto en cuanto se notifique a la contraparte de dicha
resolución72.

c) Con audiencia. Esta forma de proceder es una manifestación del principio de la


bilateralidad, atendido que concede a la contraparte la posibilidad de ser oída antes de que el
tribunal resuelva, pronunciándose sobre la admisibilidad o inadmisibilidad del acto procesal
cuya ejecución se solicita. Procediendo de esta forma, conforme al lenguaje forense, el tribunal
proveerá a la presentación de una parte utilizando la expresión "traslado". El plazo para que la
contraparte señale lo que estime pertinente es de tres días. Una vez transcurrido dicho
término, el juez resolverá sobre la petición, conforme a la regla de los incidentes73.
3.4. La inadmisibilidad subsanable o insubsanable

La inadmisibilidad puede ser calificada como subsanable o insubsanable, según el defecto


que la genera.

La de tipo subsanable es la que permite corregir el acto procesal ejecutado


defectuosamente. Una vez que se remueve el vicio que motivó declarar la inadmisibilidad, el
juez debe autorizar la ejecución del acto como si él se hubiese solicitado eficazmente.

La inadmisibilidad insubsanable, en cambio, es la que impide ejecutar nuevamente el acto


procesal al contener éste un defecto que no admite corrección.

Aunque la posibilidad de subsanar los actos procesales no es una materia ajena a nuestro
sistema legal, se debe advertir que ella no cuenta con una regulación sistemática. A falta de
norma legal que resuelva si un defecto es subsanable o insubsanable, el juez deberá calificar
la situación, tratando de conciliar una serie de elementos en una tarea que es compleja, por
una serie de razones que se pasa a reseñar.

El estatuto para la ejecución de los actos procesales tiene su base en el principio de la


legalidad, mediante el cual se garantiza al peticionario la admisibilidad del acto que cumple con
las exigencias legales para él previstas.

El acto procesal no depende de la mera voluntad o capricho del juez, que pueda
arbitrariamente imponer requisitos de admisibilidad diferentes a los previstos en la fuente
jurídica que regula el acto procesal. Por ejemplo, si a un determinado magistrado le resulta
tedioso participar en las audiencias de prueba testimonial, ello no es una razón para privar a la
parte de ese medio de prueba cuando fue solicitado en forma oportuna y cumpliendo con las
exigencias legales. De igual forma, un juez no puede decretar la exhibición de documentos que
revistan el carácter de secretos o confidenciales, aunque su ánimo de fiscalización sea su
defecto dominante (art. 349 CPC).

La comisión de errores en la petición o en la ejecución de los actos procesales normalmente


da lugar a que la contraparte se oponga a su práctica, solicitando su inadmisibilidad. Esto se
hace notorio con las equivocaciones en que se incurre al deducir un recurso o al pedir una
diligencia de prueba; en tales casos, si la contraparte impide la subsanación, logrará dejar
firme la resolución recurrida o privará a su contraria de producir un medio de prueba,
mejorando su situación jurídica en la resolución final del conflicto.

El estudio de la jurisprudencia revela que los jueces cumplen con un rol relevante en la
interpretación de las exigencias procesales para declarar admisible o desestimar una
determinada actuación. Así, a modo de ejemplo, en lo que dice relación con la minuta exigida
para el interrogatorio de los testigos (art. 320 CPC), durante una época su carencia no podía
ser suplida interrogando al testigo al tenor de los puntos fijados en el auto de prueba. Después
de años se produjo un cambio de interpretación, pasando a ser un acto procesal admisible
interrogar al testigo al tenor del "auto de prueba", sin necesidad de acompañar la minuta
señalada en la ley74.

3.5. La subsanación por iniciativa del juez

Uno de los principales instrumentos para subsanar los actos procesales imperfectamente
ejecutados se contempla en el art. 84 del CPC, cuando dispone que "el juez podrá corregir de
oficio los errores que observe en la tramitación del proceso. Podrá asimismo tomar las
medidas que tiendan a evitar la nulidad de los actos de procedimiento. No podrá, sin embargo,
subsanar las actuaciones viciadas en razón de haberse realizado éstas fuera de plazo fatal
indicado por la ley"75.

En otros casos, estas facultades de corrección permiten la regularización de ciertos actos


procesales, como acontece, por ejemplo, con el control del oficio de la demanda que no
contiene los tres primeros requisitos formales, defecto que debe ser subsanado para admitirla
a trámite (arts. 254 y 256 CPC); también con la facultad que tienen los jueces para
complementar la sentencia en aquellos casos en que han dejado sin resolver alguna acción o
excepción (arts. 768 inc. final y 775 inc. 2º).

4. L

4.1. Explicación general

La nulidad es una sanción aplicable a los actos procesales por la inobservancia de los
requisitos de validez o por la omisión de algún presupuesto procesal76.

La Corte Suprema ha sintetizado el contenido de esta ineficacia en la sentencia de 3 de


septiembre de 2012, puntualizando que "(...) debe recordarse que la voz 'nulidad' deriva de la
palabra nulo, vocablo cuyo origen etimológico proviene de nullus que debe entenderse como
falta de valor y fuerza para obligar o tener efecto, por ser contrario a las leyes o por carecer de
las solemnidades que se requieren en su sustanciación o en su modo (...)". La misma
resolución reseña algunas aportaciones de la doctrina, señalando que "entre las definiciones
clásicas podemos citar al procesalista Hugo Alsina, para quien la nulidad 'es la sanción por la
cual la ley priva a un acto jurídico procesal de sus efectos normales, cuando en su ejecución
no se han guardado las formas prescritas para ello' (Alsina Hugo, Tratado Teórico Práctico de
Derecho Procesal Civil y Comercial, Editorial Justicia, Buenos Aires, Argentina, 1963). Por su
parte, Eduardo J. Couture afirma que 'la nulidad consiste en el apartamiento de las formas
necesarias establecidas por la ley' (Fundamentos del Derecho Procesal Civil. Cuarta Edición
Póstuma, Buenos Aires. Euros Editores 2002). Luego, según Víctor Santa Cruz Serrano la
nulidad procesal 'consiste en tener al acto como no otorgado, como que nunca ha tenido
existencia jurídica y jamás ha producido efectos jurídicos...', 'La nulidad, es pues, la negación
absoluta de todos los efectos que el acto viciado estaría llamado a producir "Quod nullum est
nullum producit effectum", decían los romanos' (Las Nulidades Procesales en el Código de
Procedimiento Civil Chileno, p. 7)"77.

En cuanto a su finalidad, el fallo recién referido indica que la nulidad busca "restarle valor a
la actuación viciada, destruirla, tenerla como no sucedida, ya que no constituye el medio
idóneo destinado a cumplir el objetivo para el que fue prevista por el legislador. Su fundamento
no es otro que proteger el ordenamiento jurídico que rige el proceso, lograr el respeto de las
normas procesales y se busca, por medio de ella, resguardar la garantía constitucional del
debido proceso"78.

El ámbito de aplicación de esta ineficacia incluye los actos procesales ejecutados por el juez,
por las partes y también de los auxiliares de la administración de justicia, siempre que no
corresponda aplicar a la irregularidad o defecto otra sanción.

4.2. La autonomía de la nulidad procesal

En el derecho patrio el estatuto de autonomía de la nulidad procesal tiene como hito una de
las Leyes Marianas de 1837, específicamente, la que se ocupó del recurso de nulidad.

Aunque el Código de Procedimiento Civil de 1902 no contempló una regulación general y


sistemática para la nulidad procesal, la jurisprudencia y la doctrina fueron desarrollando
gradualmente sus principios informativos", cuya positivación se realizó en las reformas
introducidas por las leyes Nºs. 7.760, de 1944, y 18.705, de 1988.

El desarrollo teórico en esta materia se debe al aporte precursor de Santa Cruz Serrano, en
su Ensayo sobre la teoría de las nulidades procesales en el Código de Procedimiento Civil
chileno (Santiago, Editorial Imprenta Chile, 1936). A lo anterior se suma la difundida
monografía de Salas Vivaldi, titulada Los incidentes y en especial el de nulidad procesal, que
cuenta a la fecha con varias ediciones. A lo indicado se debe adicionar en la década de los
noventa del siglo pasado los estudios de Tavolari Oliveros y, en una fecha más reciente, el
aporte de Carrasco Poblete, entre otros79.

La separación entre nulidad civil y nulidad procesal se comienza a perfilar en los fallos que
limitaron toda posibilidad de anular un juicio, cualquiera que sea su naturaleza, por medio de
otro juicio ordinario80. Constituye un hito en este tema la sentencia de la Corte Suprema de 30
de julio de 1924, al enfatizar el cambio de orientación con la solución aplicada en el derecho
histórico81. Con posterioridad ha reiterado la doctrina referida la sentencia del mismo tribunal,
de 28 de enero de 2011, al señalar "que, cabe distinguir también, entre la nulidad civil y la
nulidad procesal. De acuerdo al artículo 1681 del Código Civil 'es nulo todo acto o contrato a
que falte alguno de los requisitos que la ley prescribe para el valor del mismo acto o contrato,
según su especie y la calidad o estado de las partes. La nulidad puede ser absoluta o relativa'.
En tanto, se ha definido la nulidad procesal como la sanción de ineficacia respecto de los actos
jurídicos del proceso por el incumplimiento de algunos de los requisitos que la ley prescribe
para su validez"82.

La nulidad procesal también se diferencia de la denominada "nulidad de derecho público",


consagrada como la base elemental para garantizar el principio de la juridicidad, contemplado
en los arts. 6º y 7º CPR. Para lo que interesa destacar en este punto, dicha ineficacia no se
aplica en el ámbito procesal, al ser inconciliable con institución de la preclusión y con el efecto
de cosa juzgada, que impiden reabrir etapas procesales extinguidas o procesos fenecidos83.

En la jurisprudencia, ha rechazado la aplicación de la nulidad de derecho público al campo


procesal, entre otras, la sentencia de la Corte Suprema de 10 de julio de 2001, sosteniendo
que "la anulación de los actos que llevan a cabo los tribunales en ejercicio de la potestad
jurisdiccional del Estado, debe perseguirse a través de los medios que franquea la ley procesal
y que, sustancialmente, consisten en la declaración de nulidad de oficio o a petición de parte,
que contemplan los artículos 83, 84 y 85 del Código de Procedimiento Civil, así como en los
recursos de casación y revisión que regulan, respectivamente, los Títulos XIX y XX del Libro III
del mismo texto y las normas pertinentes del Código de Enjuiciamiento Penal, o bien,
excepcionalmente, por medio del ejercicio de las facultades disciplinarias de los Tribunales
Superiores, conforme el artículo 545 del Código Orgánico de Tribunales". El mismo fallo
agrega que "(...) la nulidad de los actos jurisdiccionales pronunciados con infracción del
artículo 7º de la Constitución vigente, no podría reclamarse, en su caso, sino por las vías que
contemplan dichas normas procesales, pues el sistema jurídico nacional no establece otros
medios de impugnar los defectos de que pueden adolecer los procedimientos judiciales y los
vicios de forma o de orden sustantivo que pueden afectar las resoluciones de los tribunales"84.

4.3. Sistemas para aplicar la nulidad procesal

La aplicación de la nulidad procesal puede ser organizada de diversas maneras a través de


causales específicas o mediante cláusulas genéricas85. En el plano teórico, también se ha
propuesto diferenciar entre vicios extrínsecos e intrínsecos; los primeros atañen al
quebrantamiento de las formalidades procesales. Los defectos intrínsecos, en cambio, se
refieren a los vicios del consentimiento, como la simulación o el fraude procesal, entre otros86.

En nuestro proceso civil se contemplan diversas opciones técnicas para impetrar y aplicar la
nulidad, tal como se aprecia del siguiente esquema general:
a) El incidente ordinario de nulidad procesal. El art. 83 del CPC dispone que
"la nulidad procesal podrá ser declarada, de oficio o a petición de parte, en los casos que la ley
expresamente lo disponga y en todos aquellos en que exista un vicio que irrogue a alguna de
las partes un perjuicio reparable sólo con la declaración de nulidad".

El plazo para solicitarla, conforme al precepto indicado, es "dentro de cinco días, contados
desde que aparezca o se acredite que quien deba reclamar de la nulidad tuvo conocimiento del
vicio, a menos que se trate de la incompetencia absoluta del tribunal". Asimismo, la
jurisprudencia ha precisado que el sujeto legitimado es el que tiene la calidad de parte como
legítimo contradictor, siempre que tenga interés en la objeción del acto procesal que considera
lesivo y no haya convalidado el defecto causante del vicio de nulidad87. En cuanto a la
oportunidad, la petición de nulidad debe ser promovida tan pronto llegue al conocimiento del
afectado, para evitar la mala fe88; si la parte legitimada no pide la nulidad dentro de la
oportunidad legal, se produce una renuncia al derecho a solicitarla y, con tal renuncia, los
vicios quedan saneados89.

b) Incidentes especiales para declarar la nulidad. Se trata de regulaciones especiales


previstas para promover la petición de nulidad, como acontece en el caso de la falta del
presupuesto procesal del emplazamiento o por la privación del ejercicio de los derechos
procesales por fuerza mayor (arts. 79 y 80 CPC).

c) Mediante la declaración de oficio. La ley admite que, bajo ciertos supuestos, esta sanción
también sea declarada de oficio por los tribunales, esto es, sin mediar una petición de las
partes. El principal instrumento en tal sentido proviene de la facultad prevista en el art. 84 inc.
final del CPC, al disponer que "el juez podrá corregir de oficio los errores que observe en la
tramitación del proceso". La aplicación preferente en la práctica forense ha sido declarar la
nulidad por falta de emplazamiento, pero gradualmente se ha extendido a otros defectos o
vicios.

También admite esta actuación de oficio el art. 775 del CPC, autorizando al tribunal ad quem
para llamar a los abogados a alegar sobre posibles vicios de nulidad justificante de la casación
en la forma, cuando conocen de un asunto en la vista de un recurso, en el trámite de la
consulta o en alguna incidencia.

No obstante lo anterior, la jurisprudencia ha establecido límites para la anulación de oficio.


Entre otros pronunciamientos es interesante la doctrina sentada por la Corte Suprema en fallo
de 22 septiembre de 1999, al disponer que "(...) el juez que actúa de oficio tiene una limitación
importante en el ejercicio de esa facultad, que lo obliga no sólo a actuar con prudencia, sino
con sujeción estricta de lo que le permite la ley, porque esa facultad no es aplicable a todo acto
o trámite del proceso, sino sólo a aquellos que miran al orden público, como son aquellos que
conforman la relación procesal y los denominados presupuestos procesales, que garantizan su
validez, quedando al margen de su actividad oficiosa los establecidos en beneficio del interés
privado de los litigantes (...)"90.

Reitera estos límites la sentencia de la Corte Suprema de 13 de enero de 2014, al señalar


que "(...) en cuanto a la oportunidad en que pueda hacerse la declaración de nulidad de oficio,
en principio, el tribunal puede ejercitar su facultad en cualquier estado de la causa, toda vez
que la ley no le ha señalado ninguna oportunidad dada y si las partes pueden reclamar esta
nulidad en cualquier oportunidad del juicio, con mayor razón puede hacerlo el tribunal". "No
obstante, la regla anterior tiene algunas limitaciones, siendo la primera de ellas, de carácter
general, de acuerdo a la cual sólo puede producirse 'in limine litis', vale decir, dentro del juicio y
antes de que éste haya terminado definitivamente por quedar ejecutoriada la sentencia final.
Lo anterior toda vez que aquélla produce el efecto de cosa juzgada que impide el
desconocimiento o modificación de lo fallado. Así, se ha señalado por la jurisprudencia '(...) tal
facultad (del tribunal) se proyecta sólo al futuro de los actos de procedimiento, como medida
preventiva, a cuyo nombre no es ilícito tampoco destruir o enervar las consecuencias de las
resoluciones firmes de los tribunales de justicia, que de conformidad con el artículo 175 de ese
mismo Código [Código de Procedimiento Civil] producen la acción o la excepción de
cosa juzgada' (C. Suprema, 3 de noviembre de 1959, RDJ, t. 56, sec. 1ª, p. 373)".

"Seguidamente, cesa también la facultad del tribunal para declarar la nulidad de oficio desde
que la sentencia definitiva o interlocutoria es notificada a alguna de las partes, toda vez que
hecho lo anterior se produce el fenómeno procesal denominado 'desasimiento del tribunal', en
virtud del cual este último pierde toda autoridad o injerencia en el proceso, no pudiendo alterar
o modificar en forma alguna la sentencia ni las actuaciones anteriores, al tenor de lo que prevé
el artículo 182 del Código de Procedimiento Civil. Esta prohibición, evidentemente, impide al
tribunal anular de oficio el fallo o cualquier actuación anterior del juicio, porque esas
anulaciones se traducirían en modificaciones de la decisión adoptada. Por ende, notificada la
sentencia a alguna de las partes, el juez no puede retrotraer el proceso declarando la nulidad
del mismo, pues, corresponderá a las partes denunciar los supuestos vicios a través de los
medios de impugnación que la ley indica, o en su caso, que el tribunal ad quem perciba el
defecto susceptible de ser anulado de oficio".

"En este sentido se ha expresado por la jurisprudencia que 'El tribunal, por su parte, puede
declarar de propia iniciativa la nulidad de estos actos esenciales del proceso que, miran al
orden público, cuando el vicio aparece manifiesto en autos. Está habilitado para hacerlo hasta
que se produzca el desasimiento, lo que ocurre con la notificación de la sentencia a alguno de
los litigantes' (C. Santiago, 4 de diciembre de 1985, RDJ, t. 82, sec. 2ª, p. 119)"91.

d) Por la vía de las acciones o recursos que contemplan las causales de nulidad,
diferenciando entre errores in judicando y errores in procedendo, cuyo desarrollo se hará al
estudiar los actos procesales de impugnación.

4.4. Principios informativos de la nulidad procesal

La declaración de la nulidad procesal considera la aplicación de cuatro principios


informativos cuya función es lograr una recta utilización de esta ineficacia jurídica. Tales
principios son el de especificidad, el de la trascendencia, el de la convalidación y el de la
extensión92.
1º) El principio de la especificidad

El principio de la especificidad determina que no hay nulidad sin texto expreso de ley. En
explicación de la Corte Suprema, de 8 de septiembre de 2011: "al tenor del principio de la
especificidad, no hay nulidad sin texto que la conmine. No hay nulidad procesal sin ley
específica que la establezca, en atención a que, siendo una sanción excepcional, solamente
puede decretarse en los casos expresamente señalados en el Derecho positivo (...)"93.

2º) El principio de la trascendencia

El principio de la trascendencia determina que la nulidad sea declarada sólo cuando exista
una necesidad jurídica que justifique su aplicación; en su formulación más tradicional, el
contenido de este principio se traduce en la fórmula "no hay nulidad sin perjuicio".

Una forma concreta de determinar la existencia de este elemento proviene de examinar si el


vicio que permitiría declarar la nulidad ha provocado una indefensión procesal, esto es, en
definición de la Corte Suprema, "(...) una situación en que se coloca a quien se impide o se
limita indebidamente la defensa de su derecho en un procedimiento administrativo o
judicial"94.

La concurrencia del perjuicio es consagrada a través de diversas fórmulas. El art. 83 inc. 1º


del CPC indica que la nulidad procede en todos aquellos casos "en que exista un vicio que
irrogue a alguna de las partes un perjuicio reparable sólo con la declaración de nulidad"; en el
recurso de casación se repite la misma exigencia, al señalar que el tribunal que conoce de la
casación en la forma puede desestimar el recurso "si de los antecedentes aparece de
manifiesto que el recurrente no ha sufrido un perjuicio reparable sólo con la invalidación del
fallo o cuando el vicio no ha influido en lo dispositivo del mismo" (art. 768 inc. 3º del CPC).

Como lo ha sintetizado la Corte Suprema, en sentencia de 8 de septiembre de 2011: "(...)


procede la nulidad de un acto del proceso cuando la irregularidad que le sirva de antecedente
corrompe su sustancia y le impide cumplir el fin para que fue establecido en la ley. El vicio
debe 'irrogar a alguna de las partes un perjuicio reparable sólo con la declaración de nulidad'.
Lo que se anota guarda relación con el hecho de que únicamente pueden invocar la nulidad de
que se trata las partes del pleito, siempre que sean agraviadas con la irregularidad del acto, y
que no sean causantes de ella. Lo que se dice, sin perjuicio de las atribuciones oficiosas del
tribunal, cuando la irregularidad involucra una alteración grave en el ordenamiento jurídico
cuya protección interesa a la sociedad. En suma, los tribunales no pueden declarar la nulidad
por la nulidad, esto es, para amparar preciosismos jurídicos, sino sólo cuando el acto irregular
afecta particularmente a las partes o al orden público"95.

3º) El principio de la convalidación

El principio de la convalidación busca facilitar la subsistencia del acto a través de la admisión


de la subsanación del defecto que justificaría la declaración de nulidad.

La subsanación en materia de nulidad se refiere a la actividad de las partes o del juez que
permite remediar el defecto para evitar la declaración de nulidad.
En la práctica la subsanación se puede producir de diversas formas. La más común es la
preclusión del plazo para impetrar la nulidad. (arts. 83 y 770 del CPC).

También puede operar mediante la actuación expresa o tácita de las partes, que confirman o
convalidan la actuación viciada.

De un modo específico, en materia de recursos, se contempla como forma de subsanación


la denominada "falta de preparación del recurso", ocasionada por la falta de alegación
oportuna del defecto que era motivo de la nulidad (art. 769 del CPC).

Asimismo, se convalida el vicio mediante la producción del efecto de cosa juzgada, atendido
que la nulidad sólo puede ser impetrada mientras exista juicio pendiente (in limine litis). Lo
anterior no se debe confundir con las hipótesis de cosa juzgada aparente, en las que se
declara la inexistencia procesal, en los términos antes explicados.

La Corte Suprema, en sentencia de 8 de septiembre de 2011, siguiendo a Salas Vivaldi ha


señalado que "(...) 'la nulidad de algún acto del proceso sólo puede alegarse y declararse en
determinadas oportunidades durante el transcurso del juicio, y en todo caso 'in limine litis'.
Terminado el proceso por resolución ejecutoriada, nace el efecto de cosa juzgada que impide
volver a discutir entre las mismas partes lo allí resuelto, ni menos cuestionar la corrección de
las actuaciones verificadas. El procedimiento queda saneado con el fin del juicio, pues la ley
procesal propende a mantener la inmutabilidad de lo obrado y declarado por los tribunales
como verdades inamovibles y exactas'. Más adelante añade: 'Hoy día nadie pone en duda la
convalidación del proceso irregular o de actos de él una vez producidos los efectos propios de
la cosa juzgada (...)'"96.

4º) El principio de la extensión

El principio de la extensión determina que la sentencia que declara la nulidad precise las
consecuencias que esta sanción produce en la relación procesal o en actos procesales
ejecutados en el proceso. El reconocimiento positivo de este principio, entre otros preceptos,
consta en los arts. 83, 786 inc. 1º y 815 inc. 2º del CPC.

La sentencia de la Corte Suprema de 8 de septiembre de 2011, tantas veces citada, sintetiza


este tema indicando que "el principio de la extensión está referido a que la nulidad de un acto
del proceso tiene efectos extensivos a otras actuaciones del mismo y tiene su origen en el
carácter complejo y unitario del proceso que, como sabemos, se compone de un conjunto de
actos que, aunque distintos, están íntimamente ligados, de manera que algunos descansan o
se edifican sobre otros. Esto a pesar que nadie desconoce que existen actos aislados del
proceso que por su naturaleza no sirven de base a otros, en cuyo caso su ineficacia se
circunscribe a ellos y no se extiende a actuaciones posteriores (Julio Salas Vivaldi, 'Los
Incidentes y en especial el de Nulidad Procesal', Quinta Edición Actualizada, Editorial Jurídica
de Chile, página 81)"97.

A modo ilustrativo, si la nulidad fuese declarada por la falta de emplazamiento, el efecto


anulatorio necesariamente se extiende a todo lo obrado en el proceso; en cambio, si la
ineficacia fue de una diligencia de prueba testimonial por no haber sido autorizada por el
ministro de fe, ello alcanzará a esa actuación, sin que pueda extenderse a otras diligencias.
5. L

5.1. Descripción de la ineficacia

La caducidad es una sanción que provoca un efecto extintivo para ejecutar actos procesales
por la consumación de un plazo.

En definición de la Corte Suprema, la caducidad es la falta de validez de los actos que se


ejecutan fuera del plazo que la ley señala98. Se ha fallado que "el no ejercicio de un derecho
que sólo puede hacerse valer legalmente dentro de un plazo fatal importa una verdadera
renuncia tácita y la caducidad de ese derecho"99.

La base legal genérica de esta sanción se consagra en el art. 64 del CPC para los plazos
fatales contemplados para la actividad procesal de las partes, sin perjuicio de reglas especiales
para aplicar la misma sanción100.

Una manifestación especial de esta sanción es el incidente especial de abandono del


procedimiento, cuyo contenido pasamos a examinar.

5.2. El abandono del procedimiento

5.2.1. Requisitos para su procedencia

Conforme al art. 152 del CPC, "el procedimiento se entiende abandonado cuando todas las
partes que figuran en el juicio han cesado en su prosecución durante seis meses, contados
desde la fecha de la última resolución recaída en alguna gestión útil para dar curso progresivo
a los autos"101.

La existencia de esta ineficacia busca impedir que el proceso contencioso se paralice en


forma indefinida, sancionando la falta de diligencia del actor en la realización de los actos
procesales tendientes a dar curso a los autos.

Las exigencias para declarar esta sanción son: 1º) la inactividad de las partes; 2º) el
transcurso del tiempo establecido en la ley; 3º) la petición del demandado, y 4º) que el
demandado no haya realizado algún acto que implique la renuncia a alegar esta caducidad.

La Corte Suprema, en sentencia de 22 de octubre de 2015, ha sintetizado los requisitos de


procedencia de esta forma anormal de poner término a un juicio, señalando que "(...)
el abandono del procedimiento es una institución de carácter procesal, que tiene lugar cuando
todas las partes que figuran en el juicio han cesado en su prosecución durante el tiempo que la
ley señala. Constituye una sanción para el litigante que, por su negligencia, ha provocado la
detención del curso del pleito, dilatando con su inercia e inacción en forma arbitraria la
continuidad del procedimiento, teniendo presente que por efecto de su declaración, las partes
pierden el derecho de seguir adelante el procedimiento incoado y de hacer valer sus efectos en
un nuevo juicio, sin que se extingan sus acciones y excepciones, como resulta de lo dispuesto
en los artículos 152 y 156 del Código de Procedimiento Civil"102.

5.2.2. Algunas cuestiones debatidas

En su aplicación práctica, el abandono de procedimiento ha promovido varios problemas,


cuyo contenido pasamos a sintetizar103.

a) Si la inactividad se debe al juez. El problema ha surgido en la tramitación de procesos


donde corresponde al juez dictar alguna resolución para la marcha del juicio, dejando
transcurrir el término del abandono del procedimiento. Por ejemplo, cuando retarda dictar el
auto de prueba o no dicta la sentencia estando la causa en ese estado procesal104.

La jurisprudencia estima que, estando impedido el actor de realizar actuaciones, no se le


puede imputar negligencia y, por ende, no procede el abandono del procedimiento por la
inactividad del juez105. Distinta es la situación si la sentencia ya fue dictada, atendido que en
ese caso al actor le surge como carga procesal hacerla notificar por cédula.

Como lo expone la Corte Suprema, en sentencia de 22 de octubre de 2015, "(...) el instituto


del abandono del procedimiento sólo recibe aplicación en aquellas fases o estadios del juicio
donde les corresponda a las partes la carga de dar curso progresivo a los autos hasta quedar
en situación que el juez emita su veredicto, dado que la institución en análisis constituye una
especie de castigo a la inactividad procesal de las partes, que pugna con el interés social
existente en orden a que los juicios no se mantengan por largo tiempo paralizados. Semejante
inercia tiene necesariamente que obedecer a un comportamiento negligente de los litigantes,
condición que no se cumple si en ello han mediado impedimentos no removibles a su voluntad
o cuando el procedimiento se encuentre suspendido, en los casos que se dispone en la ley o
cuando se conviniere por las partes". Acto seguido, el fallo referido concluye que "(...) en
aquellas etapas del juicio donde el impulso del proceso no constituye carga de los litigantes
sino que ésta gravita exclusivamente sobre el juez, a quien le corresponde la iniciativa sobre la
materia, no cabe sancionar a aquéllas con abandono del procedimiento, porque, en un estado
semejante del proceso, ninguna actividad útil para dinamizar su curso les resulta legalmente
exigible"106.

También clarifica este tema la sentencia de la Corte Suprema de 7 de abril de 2014, al


señalar que "existen etapas del proceso en que indiscutiblemente el impulso procesal se
encuentra exclusivamente radicado en el tribunal, siendo el juez quien debe velar por que éste
llegue prontamente a su término. El artículo 433 del Código de Procedimiento Civil es el
ejemplo más nítido respecto de esta hipótesis, puesto que establece que una vez citadas las
partes a oír sentencia no se admitirán escritos, ni prueba de ningún género. Es decir, resta a
las partes, de un modo absoluto, el impulso del proceso. En consecuencia, cualquiera que sea
el plazo de inactividad, ellas no podrán ser sancionadas con el abandono del
procedimiento"107.

b) La tramitación del procedimiento en varios cuadernos. El problema se presenta cuando el


debate considera otros cuadernos distintos del principal, específicamente si la tramitación en
otros cuadernos interrumpe el plazo del abandono. El tema se debe resolver considerando si
en ese debate está presente o no un incidente o previo y especial pronunciamiento, para
verificar si es imputable o no la paralización.

c) El concepto de "diligencia útil". La Corte Suprema ha señalado que "diligencia útil", para
estos efectos, "es aquella que tiene por objeto que produzca el efecto procesal de dar curso
progresivo a los autos o que esté dirigida realmente a obtener el cumplimiento forzado de la
obligación, de suerte que no revestirán ese carácter aquello que no ha podido surgir ningún
efecto para dichas finalidades, como lo es la simple presentación de escritos que se soliciten
diligencias inocuas o que pudiendo teóricamente servir a la finalidad del procedimiento en la
práctica resultan inoficiosas"108.

La jurisprudencia, que es abundante, ha estimado como diligencias inútiles las siguientes:


las providencias de orden económico dictadas por el tribunal (por ejemplo, una nueva foliación,
que se forme otro tomo, etc.); la petición que ordena la custodia de documentos o que se
remitan los autos a otro tribunal; la que ordena el desarchivo; la que ordena agregar un
exhorto; las solicitudes de copias; la petición de certificaciones; la fijación de un nuevo
domicilio.

d) La inactividad en un litisconsorcio cuando no están todos emplazados. También es


controvertida la forma en que se debe aplicar esta sanción en el litisconsorcio, cuando varios
demandan o varios han sido demandados en forma conjunta109. El problema más recurrente
en este punto es si acaso procede aplicar el abandono si no están todos
notificados. Reconociendo que se trata de una materia opinable, ha sintetizado la discusión la
sentencia de la Corte Suprema de 18 de mayo de 2016, estableciendo que, si no se notifica a
todos, no se puede aplicar esta sanción110.

e) La naturaleza de la resolución que resuelve el incidente. También ha sido objeto de


controversia la naturaleza de la resolución que falla este incidente especial. La jurisprudencia
mayoritaria ha resuelto que la resolución que lo acoge es una interlocutoria que establece
derechos permanentes a favor de las partes. En cambio, si se rechaza la petición de abandono
sería un auto, al haber resuelto sobre un incidente que no califica dentro los elementos que
definen las sentencias interlocutorias. La relevancia de esta diferenciación importa para la
procedencia del recurso de apelación y del de casación (arts. 187, 188 y 766 CPC).

5.2.3. Efectos del abandono del procedimiento


Esta sanción afecta sólo al procedimiento como realidad física o material. Conforme al
art. 156 del CPC, "no se entienden extinguidas por el abandono las acciones o excepciones de
las partes; lo que se extingue es el derecho de continuar el procedimiento abandonado y de
hacerlo valer en un nuevo juicio". Luego agrega la norma que "subsistirán, sin embargo, con
todo su valor, los actos y contratos de que resulten derechos definitivamente constituidos".

6. L

6.1. Descripción general

La inoponibilidad es una ineficacia jurídica desarrollada fundamentalmente en la doctrina de


derecho civil para la protección de los terceros frente a la celebración de actos o contratos, a
los que se les puede privar de sus efectos por sentencia judicial.

Dentro de las varias definiciones, Abeliuk señala que "la inoponibilidad es la sanción de
ineficacia jurídica respecto de terceros ajenos al acto o contrato, y en cuya virtud se les permite
desconocer los derechos emanados de ellos"111.

Para su aplicación, la doctrina diferencia entre inoponibilidad de forma y de fondo. La


primera surge cuando se omiten actos de publicidad que habrían permitido al tercero enterarse
de la existencia del acto o contrato que puede afectarlo. En cambio, la inoponibilidad de fondo
se configura por la falta de concurrencia de una persona al otorgamiento de un acto en que
debió participar o por fraude.

6.2. Algunas hipótesis admitidas en el proceso civil

En el ámbito procesal la inoponibilidad es una ineficacia con un campo reducido de


aplicación. Esto se explica porque en materia procesal rige, como regla general, la máxima de
que al tercero "ni le perjudica ni le aprovecha la cosa juzgada", de la cual se desprende que lo
obrado dentro del proceso, en principio, no tendría que afectar a los terceros112.

De un modo excepcional el legislador y la jurisprudencia admiten algunas hipótesis en los


que se autoriza la declaración de inoponibilidad para dejar sin efecto actos o contratos
celebrados dentro de un proceso en perjuicio de terceros, conforme se pasa a explicar.
a) El tercero independiente. Esta forma de intervención está regulada en el art. 23 del CPC,
disponiendo que "si el interés invocado por el tercero es independiente del que corresponde en
el juicio a las dos partes", se permitirá su ingreso al proceso. En la jurisprudencia esta forma
de intervención ha permitido que un acreedor hipotecario se haga parte para solicitar al juez de
la causa que declare inoponible el usufructo constituido para pagar una pensión de alimentos;
es evidente que esa resolución judicial afectaba directamente al interviniente en el contenido
de su derecho real, ocasionándole un perjuicio jurídico y económico113.

b) En la infracción al litisconsorcio necesario. También la inobservancia del litisconsorcio


necesario, en una determinada relación procesal, ha sido corregida mediante la declaración de
inoponibilidad. Así, se ha declarado que "no vale una sentencia contra el que no fue parte en el
juicio"114.

c) La oposición del tercero a la cosa juzgada115. El art. 234 inc. 2º del CPC dispone que "el
tercero en contra de quien se pida el cumplimiento del fallo podrá deducir, además, la
excepción de no empecerle la sentencia y deberá formular su oposición dentro del plazo de
diez días". Esta figura no existía en el primitivo texto del Código de Procedimiento; su
incorporación se debe a la ley Nº 7.760, publicada el 5 de febrero de 1944. Por esta vía, el
tercero preterido de una relación procesal podrá formular su resistencia al efecto directo de la
sentencia, denunciando —fundamentalmente— que el fallo cuya ejecución se ha solicitado no
le vincula. En principio, la causa de esta inoponibilidad se debe buscar en una indebida
configuración de la relación procesal, que determinó el pronunciamiento de una sentencia sin
estar todos los sujetos legitimados, esto es, se infringió el denominado litisconsorcio
necesario116. El efecto normal que se debe conseguir con esta forma de protección jurídica es
desvincular al tercero de los efectos de una sentencia, puesto que, si ella no le provoca un
perjuicio al tercero, sería inoficioso contemplar este mecanismo de defensa o derecho de
oposición.

d) Las tercerías de dominio y posesión también constituyen un mecanismo para que terceros
puedan intervenir en un juicio ejecutivo alegando la inoponibilidad del acto de embargo trabado
en bienes que no son del ejecutado (art. 518 CPC).

61Entre la abundante bibliografía, C C , Juan, Los actos procesales, Santiago: Editorial Jurídica
de Chile, T. I y II, 1997 (hay reimpresión de 2015), pp. 11-543; G , Ángel Fermín, "Los actos jurídicos
procesales", en M , Augusto, Estudios de nulidades procesales, B. Aires: Hammurabi, 1980, pp. 33-50;
P P , Silvia, La ineficacia de los actos procesales, Madrid: Marcial Pons, 2011, pp. 15-133; L
M , Marcelo, Ineficacia y nulidad de los actos jurídicos y procesales, B. Aires: Depalma, 1998, pp. 9-351.

62 C. de Ap. de Santiago, 6 de mayo de 1983, MJ 6118. RDJ, t. LXXX, sec. 2ª, p. 41.

63 Por ejemplo, si se declara una nulidad al admitirse un recurso de casación en la forma, la parte recurrida se
verá afectada por la nulidad del fallo que le era favorable; en el mismo evento, si la causal obliga a reenviar la
causa el juez que pronunció el fallo anulado quedó inhabilitado de pleno derecho para conocer nuevamente del
asunto (art. 786 CPC). En relación a los terceros, si como consecuencia de la nulidad se genera una nueva
citación a declarar a los testigos, ellos no podrán excusarse aduciendo que cumplieron en su momento con la
obligación de comparecer en el juicio (art. 359 CPC).
64Una síntesis para el derecho civil chileno en S M N , Lilián, "La teoría de la inexistencia y su falta
de cabida en el Código Civil chileno", en RCHD, vol. 42 Nº 3, 2015, pp. 745-784.

65 CS, 3 de septiembre de 1969, RDJ, t. LXVI, sec. 3ª, pp. 125-130.

66 CS, 2 de mayo de 1975, F. del M., Nº 199, pp. 90-93.

67 C. de Ap. de Copiapó, 23 de mayo de 2014, "(...) en el evento de no encontrarse válidamente constituido el


mandato al momento en que el Tribunal debe emitir dictamen a su respecto, tal inobservancia debe ser sancionada
sólo luego que se haya otorgado y transcurrido el término allí señalado -dentro de tres días-, siendo improcedente
que ipso facto se disponga que el escrito se tiene por no presentado, como así ha acontecido en el caso en
estudio. Este último proceder sólo es procedente tratándose de una omisión relacionada al patrocinio, en cuyo
evento la ley no les brinda a los litigantes la posibilidad de, en plazo mayor, reparar su falta y cumplir con tal
exigencia. Sexto: Que en el presente caso, como consta del examen del expediente judicial, tenido a la vista, se
puede comprobar que el respectivo mandato estaba constituido con varios meses de antelación antes de
solicitarse acreditar la personería y la existencia del mismo consta del escrito de fecha 29 de marzo de 2014, en
que se acompañó ese mandato, sin que previamente hubiere el tribunal a quo fijado plazo alguno por el Juez, ni
emplazamiento para el evento de su incumplimiento, exigencias indispensables para que opere el precepto del
artículo segundo inciso cuarto de la ley Nº 18.120". (C. de Ap. de Copiapó, 23 de mayo de 2014. Rol Nº 148-14, MJ
37531).

68 C. de Ap. de Santiago, 11 de diciembre de 1984, RDJ, t. LXXXI, sec. 1ª, p. 141. También la falta de un
actuario en un juicio de partición se ha declarado que produce la inexistencia del laudo (CS, 9 de enero de 1997,
RDJ, t. 94, sec. 1ª, p. 6).

69Un estudio de la materia en H A , Iván, "El poder del juez para rechazar in limine la demanda
por manifiesta falta de fundamento", en Ius et Praxis, 2009, Nº 2, pp. 117-163.

70 Art. 54.1 de la Ley de Tribunales de Familia.

71 La resolución que decreta de esta forma una actuación será del siguiente tenor: "como se pide, con citación".
Por ejemplo, si se solicita el giro de un cheque en un proceso de expropiación, la contraparte podrá oponerse a tal
petición dentro del plazo de citación, alegando algún tema de forma o de fondo. Si se da tal oposición, se traba un
incidente ordinario que debe ser resuelto por el juez para acoger o denegar la petición.

72 Por ejemplo, la medida prejudicial probatoria del artículo 286 del CPC se decreta con conocimiento, con lo
cual no existe derecho a oponerse a su realización, como ocurriría si se debiera decretar con citación.

73 Algunos autores han agregado una cuarta modalidad, que sería decretar la actuación "de plano". Según
C , "se ordena o autoriza de plano una diligencia judicial, cuando el tribunal la decreta de inmedito, sin
mayores formalidades ni espera de términos" (C V , Mario, Manual de Derecho Procesal Civil,
Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 6ª ed., 2005, p. 79). En nuestro concepto, esta forma queda comprendida
dentro de las actuaciones decretadas con conocimiento, atendido que siempre deberá notificarse a la contraparte
lo resuelto por el tribunal, conforme a lo dispuesto en el art. 38 del CPC.

74 C. de. Ap. de Santiago, 21 de agosto de 1951. RDJ, t. 48, sec. 2ª, p. 71.

75 Esta facultad fue introducida por la ley Nº 7.760, de 1944.

76 Sobre el tema, C P , Jaime, "La nulidad procesal como técnica protectora de los derechos y
garantías de las partes en el derecho procesal chileno", en Revista de Derecho, Universidad Católica del Norte,
2011, Nº 1 pp. 49-84; T O , Raúl, "Reflexiones actuales sobre la nulidad procesal", RDJ, XCI, Nº 1,
1994, pp. 1-15; "La nulidad procesal en el derecho actual", en El proceso en acción, Santiago: Libromar Ltda., pp.
243-278; D S , Víctor, Nulidades procesales, B. Aires: Editorial Universitaria, 1999, pp. 33-112: H
P , Fernando, Fundamento y trascendencia de las nulidades procesales, B. Aires: Abeledo-Perrot, s/a, pp. 10-
63.

77 CS, 3 se septiembre de 2012. Rol Nº 5195-11, MJ 33046.

78 CS, 3 se septiembre de 2012. Rol Nº 5195-11, MJ 33046.


79Julio Salas Vivaldi nació en Concepción en 1929. Abogado y profesor de derecho procesal en las Facultades
de Derecho de la Universidad de Concepción y en la Universidad Católica de la Santísima Concepción. Es autor de
varios libros y numerosas publicaciones, destacando su monografía sobre los incidentes y la nulidad procesal. Sus
principales artículos están recopilados en los Estudios de Derecho Procesal, Santiago: LexisNexis, 2006, 469 pp.).
Fue uno de los fundadores del Instituto Chileno de Derecho Procesal, donde ocupó el cargo de Vicepresidente.

80Entre otras, CS, 15 de noviembre de 1912, RDJ, t. XI, 1914, sec. 1ª, p. 206.

81Concretamente, el fallo expresa que "la acción ordinaria de nulidad que procede en nuestro derecho para
pedir la nulidad de los actos y declaraciones de voluntad, que se gobierna por los preceptos de los arts. 1681,
1682 y 1683 del Código Civil no tiene aplicación actualmente, ni la tenía tampoco a la fecha de la dictación de la
sentencia interlocutoria que dio lugar a la adjudicación, con respecto a las resoluciones judiciales, por cuanto,
debiendo regirse las actuaciones procesales por las leyes especiales de enjuiciamiento, ninguna de las que se
encontraban en vigor al dictarse la mencionada sentencia autorizaban el ejercicio de acción alguna encaminada a
invalidar por medio de un juicio ordinario lo resuelto en otro juicio ya finiquitado". "Si bien las leyes de partidas, y
entre ellas las leyes 1ª, Tít. 26 de la Part. 3ª y 28, Tít. 11 de la Part. 5ª, que se invocan en el recurso, autorizaban
originariamente el recurso que se llama de retractación, en señalados casos, esas leyes, restringidas en su
alcance por las del Tít. 18 del Libro 11 de la Novísima Recopilación, fueron derogadas por la ley patria de 1 de
marzo de 1837, la cual, al conceder el recurso de nulidad por todos los motivos que enumera su art. 28 y además
por cualquiera otro que produzca nulidad, según prevención expresa de las leyes, puso de manifiesto la voluntad
del legislador de circunscribir al campo de acción de esa misma ley de nulidades todo lo que sobre la materia
contenían las disposiciones hasta entonces vigentes y, consiguientemente, la voluntad de mantener, en lo demás,
el principio de la presunción de verdad que entraña la cosa juzgada y que es base indispensable para la
estabilidad de los derechos" (CS, 30 de julio de 1924, RDJ, t. 22, sec. 1ª, p. 1037).

82CS, 28 de enero de 2011. Rol Nº 4611.09, MJ 26193.

83 Sobre el tema, con una síntesis de los diversos argumentos, C P , Jaime, "Razones jurídicas
que justifican la improcedencia de aplicar el estatuto de la nulidad de derecho público contra los actos
jurisdiccionales" en RCHD, vol. 42, n. 2, 2015, pp. 671-700. En contra de aplicar estos límites, O L ,
Miguel, La nulidad procesal civil, penal y de derecho público, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 2ª ed. c. y a.
2016, pp. 21-332.

84 CS, 10 de julio de 2001, RDJ, t. XCVIII, 2001. sec. 1ª, pp. 177-181. A mayor abundamiento, en el
considerando 16º se establece "que el rechazo de la posibilidad de extender la nulidad de derecho público al
ámbito jurisdiccional y el criterio de que en éste sólo pueden tener cabida las nulidades procesales, se conforma
con la naturaleza propia de la función judicial y las características de las actuaciones que se llevan a cabo en su
ejercicio y que hace que la institución de las nulidades procesales tenga una fisonomía propia y singular en el
amplio campo de la teoría de la nulidad de las actuaciones de los órganos estatales, que sanciona la infracción de
las normas constitucionales conducentes al cabal cumplimiento del principio de legalidad que deben observar
dichos organismos".

85 Sobre las diversas opciones en la técnica de los recursos, cfr. N F , Jordi, "La enunciación de los
modelos de casación en las leyes procesales", en El recurso de casación, Santiago: AbeledoPerrot, 2010, pp. 75-
102.

86 Acepta esta distinción la sentencia de la CS, 3 de septiembre de 2012. Rol Nº 5195-11, MJ 33046.

87 Entre otras, CS, 28 septiembre 1981. RDJ, t. 78, sec. 1ª, p. 115.

88 CS, 26 junio 1980. RDJ, t. 77, sec. 1ª, p. 49; CS, 28 septiembre 1981. RDJ, t. 78, sec. 1ª, p. 115.

89 CS, 26 diciembre 1989. RDJ, t. 86, sec. 1ª, p. 151.

90 CS, 22 de septiembre de 1999, MJ 248.

91 CS, 13 de enero de 2014. Rol Nº 4251-13, MJ 36980, Sociedad Constructora e Inmobiliaria EMS Ltda. con
de Universidad Tecnológica de Chile.
92 CS, 8 de septiembre de 2011. Rol Nº 968-10, MJ 29170. No siempre se señalan los mismos. Como lo ha
declarado la Corte Suprema en sentencia de 3 de septiembre de 2012 (...) resultan aplicables a las nulidades
procesales extrínsecas los principios de trascendencia (pas de nullite sans grief), legalidad (pas de nullite sans
texte), conservación, protección (Propiam Turpidenen allegan non est audiendus), convalidación, subsanación e
integración" (CS, 3 de septiembre de 2012. Rol Nº 5195-11, MJ 33046).

93 CS, 8 de septiembre de 2011. Rol Nº 968-10, MJ 29170.

94 CS, 28 de mayo de 2013. Rol Nº 9035-12, MJ 35370, Banco Santander Chile con Henríquez Lepe, Diego.

95CS, 8 de septiembre de 2011. Rol Nº 968-10, MJ 29170. En la misma orientación, se ha resuelto que "(...)
determina la procedencia de la nulidad de un acto del proceso cuando el vicio o irregularidad que 'le sirve de
antecedente afecta la esencia misma de aquél y el cumplir con la finalidad que le ha sido asignada por la ley'. 'El
presupuesto esencial de la invalidación de un acto procesal debe ser la existencia de un perjuicio cierto y grave, no
reparable por otro medio que no sea el acogimiento de la sanción de nulidad' (La nulidad procesal ante la
jurisprudencia, Ricardo Bustos Gómez, Editorial Jurídica Pretoriana, 2007, p. 121)" (CS, 3 de septiembre de 2012.
Rol Nº 5195-11, MJ 33046). Con el mismo énfasis, la sentencia de la CS de 3 de septiembre de 2012 ha señalado
que "(...) 'no hay nulidad sin perjuicio', de manera que resulta ser un elemento esencial para la procedencia de
declaración de nulidad la concurrencia de un perjuicio cierto e irreparable, como lo es también el interés jurídico en
su reclamación. Y como decía Eduardo J. Couture. 'No existe impugnación de Nulidad, en ninguna de sus formas,
si no existe un interés lesionado que reclame protección. La anulación por anulación no vale'. (Op. Cit., p. 397).
Este principio está recogido y normado en el artículo 83 del Código de Procedimiento Civil, que establece en su
inciso primero: 'La nulidad procesal podrá ser declarada, de oficio o a petición de parte, en los casos que la ley
expresamente lo disponga y en todos aquellos en que exista un perjuicio reparable sólo con la declaración de
nulidad'. La exigencia de 'perjuicio' o 'interés afectado' es un presupuesto que especialmente diluye la posibilidad
de incurrir en nulidad por nulidad misma. De lo anterior resulta que, constituyendo el agravio una exigencia de
procedencia de la nulidad, corresponde determinar el perjuicio que origina la resolución impugnada, la forma como
éste se concreta en el caso particular y las razones por las cuales se produce (...)" (CS, 3 de septiembre de 2012.
Rol Nº 5195-11, MJ 33046).

96 CS, 8 de septiembre de 2011. Rol Nº 968-10, MJ 29170. En igual orientación, CS, 13 de enero de 2014. Rol
Nº 4251-13, MJ 36980, "Sociedad Constructora e Inmobiliaria EMS Ltda. con de Universidad Tecnológica de
Chile".

97CS, 8 de septiembre de 2011. Rol Nº 968-10, MJ 29170. En otra oportunidad, la CS ha señalado que "(...) por
su parte, el principio de conservación de los actos procesales mira a la trascendencia en la determinación, de
manera que no hay nulidad si el remedio del vicio no ha de influir en la dirección de la resolución o en las
consecuencias del acto procesal. Este criterio, en los términos formulados por el jurista argentino Roberto
Berizonce, 'es aquel que consagra la conveniencia de preservar la eficacia, la validez de los actos frente a la
posibilidad de anulación o pérdida, lo que llevaría a un resultado disvalioso para el proceso' (La nulidad en el
proceso. Edit. Platense, La Plata, 1967)" (CS, 3 de septiembre de 2012. Rol Nº 5195-11, MJ 33046).

98 CS, 3 de diciembre de 1964, RDJ, t. 61, sec. 1ª, p. 418.

99 CS, 3 de diciembre de 1964, RDJ, t. 61, sec. 1ª, p. 418.

100 Esto se debe al cambio introducido por la ley Nº 18.882, de 20 de diciembre de 1989.

101 El régimen general se contiene en el Tít. XVI, entre los arts. 152 y 157 CPC.

102 CS, 22 de octubre de 2015. Rol Nº 6136-15 MJ 42777.

103 Sobre este tema, con una síntesis de la doctrina y jurisprudencia, C S , Jorge, El abandono del
procedimiento, Santiago: EJS, 3ª ed., 2016, pp. 11-392.

104 Para evitar que surja este problema el demandante debe presentar un escrito pidiendo "curso a los autos"
antes que se consume el abandono del procedimiento. El problema más grave en este punto se da cuando las
partes se encuentran "citadas para oír sentencia" y el tribunal no dicta el fallo.

105 CS. 14 de diciembre de 1994, RDJ, t. XCI, sec. 1ª, p. 124.


106 CS, 22 de octubre de 2015, rol Nº 6136-15, MJ 42777.

107 CS, 7 de abril de 2014, rol Nº 14416-2013.

108 CS, 22 de noviembre de 1991. RDJ, Tomo 88, sec. 1a, p. 96.

109 Aceptando la diferencia entre litisconsorcio voluntario y necesario para declarar el abandono de
procedimiento, CS, 25 de noviembre de 2014. Rol Nº 22615-2014.

110 Concretamente, las razones que se esgrimen son las siguientes: "Octavo: Que el problema que debe
resolverse no ha sido de solución pacífica, y así, por ejemplo, la Corte Suprema de Justicia, en una sentencia de 6
de octubre de 1970, sostuvo la tesis seguida por los juzgadores del fondo en la resolución que se impugna, según
se puede ver en RDJ, Tomo 67, sec. 1ª, pág. 449, con la que concuerda don Rodrigo Ramírez Herrera, en su obra
'El Abandono del Procedimiento', Tomo III, p. 99. Se dice que en el supuesto que haya pluralidad de partes
(actores o demandados), hay tantos juicios como sean las relaciones procesales válidas que se originen. Sin
embargo, este mismo autor cita la opinión contraria de don José Quezada Meléndez, quien sobre el particular
expone: 'Si hay varios demandados existe una relación procesal múltiple, la que no se perfecciona mientras no
están todos emplazados. Sólo desde este momento hay juicio. Éste es una unidad que no puede fraccionarse y
tanto es así que el artículo 260 señala como común el plazo para que los demandados contesten la demanda. El
artículo 152 indica la inactividad de todas las partes que figuran en el juicio. Otra interpretación favorece la mala fe,
pues basta que algunos demandados se oculten o dificulten la práctica de la notificación, para que la parte
emplazada pueda pedir el abandono, lo que puede acarrear la prescripción de un derecho'"; Noveno: Que frente a
lo que se anota, esta Corte ha resuelto acorde con la opinión últimamente expresada manifestando lo que sigue:
"Que de lo antes consignado se concluye que la relación procesal se entiende trabada, en el caso de pluralidad de
demandados, desde la fecha que se notifica la demanda a todos ellos, porque antes que esto ocurra, no existe
juicio. Una vez notificados y emplazados los demandados se producen importantes efectos procesales, entre los
cuales está la oportunidad para hacer valer sus excepciones y defensas y promover incidentes, como es el de
abandono del procedimiento" (RDJ. Tomo XCI, sec. 1a, p. 1 (4 de enero de 1994); RDJ. Tomo XCVI, sec. 1., p. 90
(04 de agosto de 1999) y en los autos roles Nºs. 3866-2005 (26 de marzo de 2007) y 5724-2005 (16 de mayo de
2007). En esta misma dirección el autor Jorge Correa Selamé señala "la relación procesal múltiple se perfecciona
solamente cuando todos los demandados se encuentran emplazados. Desde ese instante existe juicio, el cual
constituye una unidad que no es posible fraccionar para tener por constituida la litis" (El Abandono del
Procedimiento, Editorial Thomson Reuters, Santiago, 2010, p. 83) (CS, 18 de mayo de 2016. Rol Nº 7405-15, MJ
44836, "Merino Figueroa, Luis c/ Villarroel Navarro, Juan"). Estimamos lo contrario, por las razones expuestas en
el T. II de este Curso de Derecho Procesal, pp. 232-233.

111A M , René, Las obligaciones, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 4ª ed. 2001, t. I, p. 154.

112Infra Cap. IV, Nº 26.

113Un estudio del tema en C M , Andrés, "El usufructo constituido con posterioridad a una
hipoteca: su eficacia frente al acreedor hipotecario"; L S M , Jorge, "Acción de desposeimiento en
contra del usufructuario del inmueble hipotecado, intentada por el acreedor adjudicatario de la nuda propiedad",
ambos en Doctrinas Esenciales. Derecho Civil. Bienes, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, VV.AA., Director R.
T , 2010, pp. 663-679 y 681-691.

114CS. 13 de junio de 1912, RDJ, t. X, sec 1ª, p. 571.

115Los orígenes más próximos de esta institución se encuentran en las ordenanzas francesas de Villers-
Cotterers de 1539, de Moulins de 1566 y de Lemoignon de 1667, y remotamente en el Derecho romano o en el
Derecho germánico. Actualmente esta figura también existe en Francia, Italia y en el Derecho canónico, y la
pueden ejercitar los terceros cuando una sentencia inter alios haya perjudicado sus derechos o intereses jurídicos
(Cfr. F S , Eduardo, "La oposición de tercero a la cosa juzgada", en Revista Jurídica de Cataluña,
Barcelona, I. Colegio de Abogados, año LXXIX, Nº 3, pp. 677 y ss).

116 En nuestro ordenamiento, a diferencia de lo que ocurre en otros códigos de procedimiento, la oposición del
tercero no configura un medio de defensa autónomo, sino un incidente que se debe promover en el proceso donde
se trata de ejecutar la sentencia perjudicial. Este derecho constituye una potestad que se puede ejercer si el
tercero ha optado por no intervenir en el juicio del que resulta la sentencia perjudicial.
C III L

1. E

Dentro del estudio de los actos procesales emanados del juez las resoluciones judiciales
ocupan un lugar relevante. Su régimen general se contiene en Título XVII del CPC, sin
perjuicio de las reglas especiales previstas en otros procesos.

Las resoluciones judiciales se clasifican conforme a distintos criterios:

a) Según su origen, se distingue entre resoluciones pronunciadas por tribunales nacionales y


extranjeros. La importancia de esta distinción radica fundamentalmente en las diferentes
formas de cumplimiento establecidas en el Título XIX del CPC (arts. 231 al 251) y en la
necesidad de pedir el exequátur para poder hacer cumplir una sentencia extranjera. En este
último caso, si no se cuenta con esa autorización de la Corte Suprema, la sentencia extranjera
no puede ser reconocida como título ejecutivo, quedando privada de eficacia para pedir su
cumplimiento en nuestro país117.

b) Según la naturaleza del asunto, resoluciones recaídas en asuntos contenciosos o en


asuntos no contenciosos o de jurisdicción voluntaria; sentencias civiles, penales, laborales,
constitucionales, de libre competencia, etc.

c) Según el tribunal que las pronuncia, resoluciones emanadas de tribunales ordinarios,


especiales o arbitrales (art. 5º COT); también se deben diferenciar, en este mismo grupo,
resoluciones dictadas por tribunales unipersonales o tribunales colegiados.

d) Según el grado jurisdiccional en que se pronuncian, en primera, segunda o única instancia


(arts. 63 y 188 COT). A su vez, las de segunda instancia pueden ser de tres tipos,
confirmatorias, revocatorias y modificatorias.

e) Según la estructura o la forma de fundamentar o motivar las sentencias.

f) Según el contenido de las resoluciones judiciales: sentencia definitiva, sentencias


interlocutorias, autos y decretos (art. 158 del CPC)118.
g) Sentencia de casación y sentencia de reemplazo (art. 785 CPC).

2. L

La sentencia definitiva "es la que pone fin a la instancia, resolviendo la cuestión o asunto que
ha sido objeto del juicio" (art. 158 inc. 1º CPC).

Según las instancias que se hayan previsto por el legislador para la actuación de órgano
jurisdiccional, la sentencia definitiva puede ser de única, primera o segunda instancia. Lo
distintivo de la sentencia definitiva es que resuelve "la cuestión o asunto que ha sido objeto del
juicio". Esto se logra cuando el juez o tribunal se pronuncia sobre el fondo del tema debatido,
sea acogiendo o denegando la acción o acciones deducidas, de forma originaria o
sobrevenidamente en el proceso.

Ahora bien, el pronunciamiento sobre el fondo del asunto no significa que siempre prospere
la acción; el acogimiento de una excepción material, que enerva la acción o acciones
deducidas, también cumple la función de resolver el fondo de la controversia.

La sentencia definitiva es la resolución más relevante que puede pronunciar un juez o


tribunal, debiendo cumplir con una serie de garantías y de exigencias formales.

El art. 158 del CPC, al delimitar el contenido de la sentencia definitiva, discurre sobre la base
de un proceso que pone término a la instancia y resuelve la cuestión o asunto que ha sido
objeto del juicio. A nuestro entender, dicha definición legal no incluye una atípica categoría de
sentencia definitiva, denominada como sentencia absolutoria en la instancia, en la cual el
órgano jurisdiccional no entra a resolver sobre el fondo del asunto, por faltar algún presupuesto
procesal. Esa sentencia, de carácter meramente procesal, no impide al actor ejercitar
nuevamente la acción en un nuevo proceso; al no haberse emitido un pronunciamiento sobre
el fondo, no se puede sostener que el tema está verdaderamente juzgado o decidido.

2.1. Su estilo literario y estructura

El estilo literario utilizado para dar forma a los fallos no es universal. En nuestro
ordenamiento, por la influencia ejercida en él por el sistema francés y el español, la forma de la
sentencia se realiza consignando los denominados considerandos. Según esa pauta, la
sentencia se elabora siguiendo una estructura silogística, donde las razones que sustentan la
decisión se van exponiendo de una forma que busca ser coherente con la opción que hizo el
codificador decimonónico por la legalidad como fuente predominante a la que el juez debía
acudir para solucionar los conflictos119.
En los países del civil law, la estructura de la sentencia tiende a ser lógico-sistemática,
tratando de justificar que se ha realizado una correcta aplicación de la ley. En cambio, en los
países del common law, la sentencia se estructura sobre la base de las opinions, obligando a
una manera distinta en la determinación de la ratio decidendi. Como lo indica Taruffo, en el
common law "(...) el juez motiva la sentencia no tanto, o no solamente, con la finalidad de
justificar la decisión, sino porque ésta representa un momento de la creación jurisprudencial
del derecho"120.

En explicación de Garapon y Papadopoulus, las diferencias culturales entre el common law y


el civil law se reflejan al mismo tiempo en la forma y en el alcance del juicio. Un juicio
continental toma la forma de silogismo, de un razonamiento deductivo, aun mecánico, que se
limita a subsumir los hechos de la especie bajo una regla jurídica para desprender de allí la
conclusión. En cambio, el juez del common law escribe opiniones y no razonamientos
silogistas. En la cultura judicial del common law, el juez no es un matemático, sino más bien un
relator, un narrador del derecho. Su prestigio en su medio profesional le impone, en
contrapartida, asumir plena y abiertamente sus propias interpretaciones y tomarlas en cuenta
para la argumentación en primera persona del plural (cuando habla por la mayoría) o del
singular (cuando ejerce la disidencia). Para hacerlo, forma opiniones generalmente extensas y
muy bien documentadas. El juez del common law no es una caja de resonancia de la ley: su
palabra es el diapasón en el que se meten los abogados y toda la comunidad de profesionales
del derecho121.

2.2. Requisitos legales de la sentencia definitiva

El art. 170 del CPC señala que "las sentencias definitivas de primera o de única instancia y
las de segunda que modifiquen o revoquen en su parte dispositiva las de otros tribunales,
contendrán:

1º La designación precisa de las partes litigantes, su domicilio y profesión u oficio;

2º La enunciación breve de las peticiones o acciones deducidas por el demandante y de sus


fundamentos;

3º Igual enunciación de las excepciones o defensas alegadas por el demandado;

4º Las consideraciones de hecho o de derecho que sirven de fundamento a la sentencia;

5º La enunciación de las leyes, y en su defecto de los principios de equidad, con arreglo a


los cuales se pronuncia el fallo; y

6º La decisión del asunto controvertido. Esta decisión deberá comprender todas las acciones
y excepciones que se hayan hecho valer en el juicio; pero podrá omitirse la resolución de
aquellas que sean incompatibles con las aceptadas"122.
Complementa lo anterior el Auto Acordado de la Corte Suprema sobre la forma de las
sentencias, de 30 de septiembre de 1920.

La estructura formal que tiene una sentencia definitiva pronunciada por los órganos que
actúan como una instancia permite diferenciar tres partes: la expositiva, la considerativa y la
resolutiva.

i) En la parte expositiva consta cuál fue el objeto del proceso y a quiénes afectará la cosa
juzgada por tener la calidad de partes o haber intervenido voluntariamente como terceros
(art. 24 CPC); permite, además, saber cuál fue la causa de pedir de la o las acciones
interpuestas y la actitud pasiva o activa que asumió el demandado al defenderse.

ii) La parte considerativa contiene las razones de hecho y de derecho ("los considerandos")
que sirven de fundamento a la sentencia que resuelve el objeto del proceso. En esta parte el
juez explícita su raciocinio, sentando los hechos y aplicando el derecho, que son la base de su
resolución. También en este lugar se pondera la prueba, realizando las apreciaciones que le
exige el título justificador de las acciones o de las excepciones, alegaciones y defensas
deducidas por las partes.

iii) La parte resolutiva o decisoria, por último, es aquella donde se plasma la decisión del
asunto controvertido. Todo el tema debatido debe quedar resuelto en esta parte, decidiendo el
objeto del proceso conforme a las exigencias del principio de congruencia.

Conforme a lo dispuesto en el art. 170 del CPC, si a la sentencia de primera instancia le


faltan algunos requisitos, la resolución de segunda instancia que la confirme la puede
completar (art. 170 inc. 2º CPC).

Por su parte, la sentencia de segunda instancia puede ser de tres tipos: a) confirmatoria, b)
revocatoria y c) modificatoria.

En casos excepcionales el tribunal de alzada, al resolver la decisión del asunto


controvertido, puede entrar a pronunciarse por primera vez sobre algún elemento del objeto del
proceso (acciones o excepciones) que no fue fallado en primera instancia (art. 170 Nº 6, 208,
209 y 692 CPC).

2.3. Garantías procesales en el pronunciamiento de la sentencia definitiva

Sin perjuicio de las garantías procesales generales proveniente del debido proceso y de la
observancia de los presupuestos procesales, el pronunciamiento de la sentencia definitiva
debe cumplir en forma particular con dos garantías procesales consistentes en el deber de
fundamentación y en la observancia de la congruencia de la decisión, en los términos que se
pasa a explicar.
3. E

3.1. Contenido básico

En descripción de Taruffo, la motivación de la sentencia no presenta la misma estructura en


los diversos ordenamientos y momentos históricos, ni tampoco en el interior de un mismo
ordenamiento en un momento histórico determinado. La función (decisoria o justificativa) del
razonamiento del juez determina su estructura interna y, por lo tanto, determina también los
modos de uso de cada tipo de juicio o de argumentos en particular, en relación con las
características que le son peculiares. La estructura global del razonamiento del juez nace,
pues, de la interrelación entre la función del razonamiento globalmente considerado y la
función que en el ámbito del mismo juega cada uno de los elementos que lo componen123.

La fundamentación de las sentencias es una materia con una larga evolución histórica, en la
que no han estado ausentes las consideraciones políticas para exigir o dispensar de dicho
requerimiento124.

En la actualidad, sin duda alguna, es una de las garantías procesales más indiscutidas en
todos los sistemas procesales.

La motivación de las decisiones judiciales, de un modo general, se apunta como un logro de


la Revolución Francesa, concretamente en la ley de 16-24 de agosto de 1790. Esta ley obligó a
motivar todas las sentencias civiles y penales de todos los jueces y tribunales. "El deseo de
proteger la literalidad de la ley de la interpretación que de la misma se hiciera por jueces y
tribunales animó a que los legisladores franceses impusieran, primero, la obligación de motivar
todas sus decisiones, y, segundo, intentaran asegurar el edificio de la legalidad creando un
Tribunal de Casación vinculado al legislativo"125.

En nuestro derecho histórico, Hanisch y Merello coinciden que la motivación de las


sentencias reconoce como fechas muy relevantes los años 1822 y 1837. Si bien en la
Constitución de 1822 se establecía que "toda sentencia civil i criminal debe ser motivada", tal
intento no prosperó por la corta vigencia de la Carta constitucional126.

Tendría éxito recién al dictarse una de las Leyes Marianas, la de 2 de febrero de 1837. En lo
que interesa, el texto legal referido dispuso: "Toda sentencia se fundará breve y sencillamente.
El fundamento se reducirá sólo a establecer la cuestión de derecho o hechos sobre que recae
la sentencia, y a hacer referencia a las leyes que le sea aplicables, sin comentarios ni otras
explicaciones"127. Esa regulación estaría vigente hasta el 12 de septiembre de 1851, atendido
que el presidente don Manuel Montt promulgaría una nueva ley sobre acuerdos y
fundamentación de las sentencias. Esta última, a su vez, estaría vigente hasta la entrada en
vigencia del Código de Procedimiento Civil, el 1 de marzo de 1903. A lo dispuesto por el
Código referido se debe agregar la complementación introducida por el Auto Acordado de la
Corte Suprema, de 30 de septiembre de 1920, sobre la forma de las sentencias.

El objetivo asignado a esta garantía fue previamente reseñado por don Andrés Bello en unas
notas publicadas en "El Araucano" (en 1834 y 1839). En palabras que no pierden vigencia,
este jurista exponía que "la práctica de fundar las sentencias, que bajo este respecto está
íntimamente ligada con la naturaleza de las instituciones republicanas, proporciona otras
ventajas colaterales de grande importancia. Ella reviste de una sanción solemne la
interpretación de las leyes, y dándole fuerza de costumbre, la convierten en una ley supletoria,
que llena los vacíos y dilucida las oscuridades de los códigos. La marcha de los tribunales se
hace de esta manera más regular y consecuente. Las decisiones divergentes de casos
análogos, oprobio de la administración de justicia, son cada día más raras. Y no habiendo
nada que fije tanto las ideas, como el orden que las encadenan, esa misma regularidad y
consecuencia facilitan, y por consiguiente propagan y generalizan, el conocimiento de las
leyes. La jurisprudencia toma por este medio un carácter verdaderamente filosófico; se hace
una ciencia del raciocinio; depone la mugre escolástica; se hermana, con la alta legislación y la
política, con amenidad y con elegancia..."128.

Lo expuesto por Bello se vincula a uno de los efectos que puede producir la sentencia
definitiva en relación a la generación de precedentes judiciales, atendido que en ella se puede
contener la ratio decidendi que sirve para resolver casos análogos. Como lo expone Díez-
Picazo, entre los razonamientos de índole jurídica que se vierten en los considerandos de una
sentencia "hay algunos que son la base y el fundamento inmediato de la decisión (ratio
decidendi), pero hay otros que son puras afirmaciones incidentales, argumentos de orden
retórico o dialéctico o manifestaciones que se hacen pura y simplemente a mayor
abundamiento (obiter dicta)"129. La ratio decidendi es la regla de derecho que actúa como
soporte lógico y necesario de la decisión del caso, que puede ser invocada con posterioridad
en la discusión sobre la existencia de un precedente judicial130.

3.2. Infracciones a la garantía de fundamentar

El incumplimiento del deber de fundamentar la sentencia definitiva origina un agravio que


puede tener su origen en alguna de las siguientes hipótesis.

a) Cuando un fallo recurre a la utilización de recursos meramente estéticos. El expediente


más utilizado por algunos jueces es incluir largas partes expositivas, que transcriben literal y
casi completamente los escritos fundamentales del período de discusión, y en más de alguna
ocasión inclusive las diligencias de prueba. A través de este proceder se logra
materialmente fallos voluminosos, que a primera vista impresionan a cualquiera, pero que una
vez leídos en su conjunto demuestran su falencia argumentativa. Aunque sea obvio señalarlo,
el aumento de la parte expositiva nunca logrará cumplir con la garantía procesal de la
fundamentación, que sabemos debe contenerse en la parte considerativa.

b) Por una inadecuada concepción acerca de los sistemas de ponderación de la prueba. En


nuestro sistema jurídico la actividad de averiguación de la verdad regula de diversa forma el
contenido del derecho a probar, según si esa actividad se rige por el sistema de prueba legal,
de sana crítica o de prueba en conciencia.

En el sistema de prueba legal, el juez incumple su deber de fundamentar correctamente,


entre otras posibilidades, cuando prescinde de las pruebas que la ley admite o acepta las que
la ley rechaza; también cuando desconoce el valor probatorio de las que se produjeron en el
proceso, dando por establecida erróneamente la base fáctica del conflicto.

En el sistema de ponderación conforme a la sana crítica también pueden faltar al deber de


fundamentación de la sentencia. Como lo sintetiza la sentencia de la CS de 14 de julio de
2009, "la sana crítica está referida a la valoración y ponderación de la prueba, esto es, la
actividad encaminada a determinar primero los aspectos que inciden la decisión de considerar
aisladamente los medios probatorios, para precisar su eficacia, pertinencia, fuerza, vinculación
con el juicio y cuanto pueda producir fe en el juzgador respecto de su validez y su contribución
al establecimiento de la verdad de los hechos controvertidos, esto es el mérito que puede
incidir en la convicción del sentenciador. Luego, en una valoración conjunta de los medios
probatorios así determinados, extraer las conclusiones pertinentes en cuanto a los hechos y
fijar la forma en que se sucedieron los hechos. En ambos escalones deberá tener presente el
magistrado las leyes de la lógica, la experiencia y los conocimientos científicamente afianzados
en la comunidad en un momento determinado, por ello es que son variables en el tiempo y en
el espacio, pero estables es el pensamiento humano y la razón. Éste es el contenido de la
sana crítica o su núcleo medular; son los aspectos que no pueden ser desatendidos"131.

De un modo excepcional también se acepta en ciertos procesos especiales la ponderación


de la prueba en conciencia, evento en el cual su valor probatorio debe ser establecido por el
juzgador caso por caso, de forma discrecional y sin estar vinculado por reglas abstractas y
generales132. En este caso, el juez no está compelido por los límites de la prueba legal ni
tampoco por las reglas del sistema de sana crítica, debiendo evitar la arbitrariedad al dar por
acreditados los hechos que sustentan las conclusiones de la sentencia133.

Como se puede apreciar, la utilización incorrecta del sistema de ponderación de la prueba


puede configurar el agravio consistente en falta de fundamentación de la sentencia.

4. E
4.1. Contenido esencial de la garantía

La sentencia definitiva, idealmente, debe ser un conjunto ordenado de proposiciones lógicas


y coherentes, que permitan, razonada y fundadamente, sostener fáctica y jurídicamente la
decisión allí contenida134. Si lo anterior se cumple, se puede afirmar que el fallo es
congruente135.

En términos generales, la congruencia procesal sirve para verificar los excesos o defectos
en que haya incurrido el juez en su sentencia al resolver la cuestión controvertida. Como lo ha
definido la sentencia de la Corte Suprema de 2 de junio de 2014, "la 'incongruencia', en su
acepción más simple y general, puede ser considerada como la falta de correspondencia entre
las pretensiones de las partes, sean éstas acciones o excepciones y la parte dispositiva de la
sentencia judicial"136.

En el plano legal esta exigencia está prevista en el art. 160 del CPC en los siguientes
términos: "las sentencias se pronunciarán conforme al mérito del proceso, y no podrán
extenderse a puntos que no hayan sido expresamente sometidos a juicio por las partes, salvo
en cuanto las leyes manden o permitan a los tribunales proceder de oficio".

4.2. Infracciones al principio de congruencia

La congruencia en el pronunciamiento de la sentencia debe ser subjetiva, objetiva y con la


causa de pedir.

a) La congruencia subjetiva. La sentencia debe ser pronunciada resolviendo el objeto del


proceso para todos los que han adquirido la calidad de parte como demandante, demandado y
también para los terceros que hayan ingresado al proceso voluntaria o forzosamente o
mediante una sucesión procesal.

b) La congruencia objetiva. La sentencia debe resolver la parte petitoria de la demanda,


pronunciándose sobre el petitum en términos de absolver o condenar al demandado, total o
parcialmente137. Lo anterior puede ser modificado, sin afectar la congruencia de la decisión, si
el juez cumple con su obligación y realiza declaraciones de oficio que la ley le autoriza
(arts. 1683 CC, 442 CPC), o si por razones de orden público debe declarar el derecho en un
sentido diverso al alegado por las partes, como podría acontecer cuando desestima una acción
constitutiva —a la que incluso se allanó el demandado— por no existir ley que autorice el
cambio jurídico.

c) La congruencia con la causa de pedir. La congruencia con la causa de pedir obliga a que
el juez decida el objeto del proceso según la acción deducida, que sabemos puede ser de
condena, declarativa o constitutiva. En relación a este componente la determinación de la
congruencia obliga a tomar partido respecto del contenido de este elemento del derecho de
acción. Como se ha explicado, en doctrina coexisten sobre la delimitación de la causa de pedir
dos explicaciones: los que sostienen que la causa petendi está integrada tanto por los hechos
fundantes de las peticiones como por la fundamentación jurídica que el actor le otorga a esos
hechos, y los que defienden que la causa petendi está integrada exclusivamente por los
hechos que el actor alega como fundamento de su petición, dejando de lado la fundamentación
jurídica que pueda atribuirse a ese conjunto de hechos. El debate discurre sobre si se debe
incluir dentro del concepto de causa de pedir el componente jurídico, cuestión que se resuelve
por la mayor o menor latitud que se asigna a la regla del iura novit curiae138.

Desde el punto de vista negativo, la incongruencia se produce en nuestro proceso civil


cuando se consuma alguno de los siguientes defectos: la ultra petita, la omisión de
pronunciamiento y las decisiones contradictorias. Sin pretender agotar una materia que es
esencialmente casuística, reseñaremos a continuación las hipótesis más típicas de estas
infracciones al principio de la congruencia.

a) La ultra petita. La causal de ultra petita obedece a una vieja tradición jurídica, recogida en
las Partidas. La ley XVI, Título XXII, de la Partida III, establecía que era nula la sentencia que
no guardara conformidad con la demanda139. Según el artículo 768 Nº 4 del CPC, la ultra
petita se produce en dos hipótesis: cuando la sentencia otorga más de lo pedido por las partes
o se extiende a puntos no sometidos a la decisión del tribunal.

También la causal de ultra petita se puede producir cuando se desnaturaliza la decisión del
asunto controvertido en segunda instancia, si las partes introducen en el recurso de apelación
un objeto del proceso que no es congruente con el debate fijado en los escritos fundamentales
de primera instancia. Al respecto, existe consenso que nuestro sistema de apelación obedece
a un régimen de apelación limitada, que se caracteriza por no permitir el ejercicio de nuevas
pretensiones en la apelación, como pacíficamente lo sostiene nuestra doctrina140.
Excepcionalmente las facultades del Tribunal ad quem son ampliadas por la ley para resolver
cuestiones no ventiladas ni promovidas en la primera instancia, corrigiendo gravámenes no
alegados por el o los apelantes, conforme a lo dispuesto en el art. 209 CPC.

Por último, el vicio de ultra petita se puede producir cuando el juez o tribunal altera la causa
de pedir, al modificar los hechos que las partes alegan como fundamento de su demanda o de
su defensa, o mediante la alteración de la fundamentación jurídica invocada por las partes en
su defensa. En relación a esta última hipótesis, los jueces son soberanos para razonar acerca
del alcance de las normas jurídicas, pero ello no les permite conceder una cosa distinta de la
pedida por las partes al resolver el objeto del proceso. Así, por ejemplo, no es congruente una
sentencia, que bajo el pretexto de aplicar soberanamente el derecho, condena a una parte
invocando una normativa jurídica sobre la cual no se tuvo la oportunidad de debatir en el
proceso, salvo que el sentenciador tenga la obligación de realizar alguna declaración de oficio.
No se trata de que las partes deban citar en sus escritos de discusión pormenorizadamente
todas las normas aplicables al caso concreto, pero sí deben precisar el marco jurídico que
sirve de referencia al juez para declarar el derecho en la decisión del litigio.
Dicho de otro modo, nuestro legislador se preocupó por lograr que los fallos fueran
fundados, pero no llegó al extremo de querer controlar los razonamientos que los jueces dieran
a sus decisiones. Cuando una de las partes no comparte algunos de los argumentos que el
tribunal esgrime en su sentencia, no se configura directamente un vicio de nulidad por
incongruencia, atendido que se trata de un aspecto que está dentro de la facultad de los jueces
para pronunciar su sentencia. Lo anterior explica por qué los jueces para fundamentar su
decisión pueden utilizar los argumentos que les parezcan más acertados, siempre que en ese
proceder no se configure una alteración de la cuestión debatida por alteración o modificación
de la causa de pedir141.

b) La omisión del asunto controvertido. Este vicio de incongruencia se configura cuando no


se resuelven las acciones o excepciones opuestas en los escritos fundamentales, conforme a
lo dispuesto en el art. 170 Nº 6 del CPC. Si no se cumple la obligación antes referida, se podrá
anular la sentencia por la causal de casación en la forma del artículo 768 Nº 5 del CPC.

Nuestro legislador contempla un mecanismo para proceder a integrar la sentencia, evitando


declarar nulidad por esta inconcruencia. En efecto, el tribunal superior que conoce de un
recurso de casación puede ordenar al inferior completar su sentencia, dictando la resolución
sobre el punto omitido en relación a alguna acción o excepción hecha valer en el
juicio (art. 775 inc. final CPC).

En relación a este defecto es obligatorio diferenciar si el objeto del proceso estaba


compuesto por una acumulación de acciones simple, o condicionales de tipo eventual. En este
último caso, no hay incongruencia cuando se acoge la acción principal y el juez no se
pronuncia sobre las otras acciones. Sin embargo, lo anterior se complica en relación a la
decisión del asunto controvertido en segunda instancia. En este caso, la ley permite al tribunal
de alzada pronunciarse por primera vez sobre algún elemento del objeto del proceso (acciones
o excepciones) que no fue resuelto en primera instancia por ser incompatible con lo fallado
(arts. 170 Nº 6, 208 y 692 del CPC). En esta hipótesis, a diferencia de la acumulación inicial
simple, no es necesario realizar un reenvío al tribunal de primera instancia, haciéndose
excepción al principio de la doble instancia. La jurisprudencia ha entendido que carece de
agravio el demandante que, habiendo obtenido un fallo favorable respecto de la acción
subsidiaria, apela por no haberse acogido la acción principal142.

c) Las decisiones contradictorias. Esta causal de nulidad por incongruencia se produce en el


caso en que la sentencia resuelva más de un objeto procesal, estableciendo soluciones
contradictorias entre sí, al punto que hace imposible cumplir lo decidido (art. 768 Nº 7). La
contradicción sólo puede producirse en la parte resolutiva. Si existen contradicciones entre
considerandos, pero no entre decisiones, la causal de nulidad que se aplica es la del art. 768
Nº 5 CPC. Como lo ha señalado la Corte Suprema en sentencia de 7 de julio de 1997, la
"decisión contradictoria es aquella imposible de cumplir porque a ello se opone lo ordenado en
otra, esto es, que recíprocamente se destruyen"143.
5. L

Dentro de los aportes que el derecho canónico ha realizado al derecho procesal uno bien
significativo es la sentencia interlocutoria. En su raíz etimológica lo interlocutorio denota un
pronunciamiento que se da antes de la sentencia definitiva.

La existencia de la sentencia interlocutoria se explica por la división del juicio en etapas. Si


existiera un único acto jurisdiccional no existiría la posibilidad de pronunciamientos anteriores,
como ocurre en los procesos realizados concentradamente y con una marcada inmediación
donde el conflicto termina siendo resuelto en una sentencia definitiva.

La sentencia interlocutoria, conforme a la definición del art. 158 del CPC, decide dos tipos de
asuntos que no constituyen directamente el objeto del juicio: los incidentes, estableciendo
derechos permanentes a favor de las partes, o también sobre algún trámite que debe servir de
base en el pronunciamiento de una sentencia definitiva o interlocutoria144.

A modo de ejemplo, son incidentes resueltos por interlocutorias el que recae sobre una
excepción dilatoria (art. 303 CPC); la resolución que declara abandonado el procedimiento o el
desistimiento de la demanda (arts. 148 y 152 CPC); la que declara la nulidad de un
determinado acto procesal o de todo lo obrado por falta de emplazamiento. Son sentencias
interlocutorias que resuelven sobre algún trámite que deba servir de base al pronunciamiento
de una sentencia definitiva o interlocutoria, la que recibe la causa a prueba (arts. 318 y 319
CPC); la que falla un incidente sobre la autenticidad de un documento acompañado en la
prueba y que fue objetado por falso por la contraparte, etc.

Lo normal es que la sentencia interlocutoria no ponga término a la instancia. De un modo


excepcional, pone término al juicio o hace imposible su prosecución, como acontece con la
declaración de abandono del procedimiento, con la que acepta la dilatoria de incompetencia
absoluta, entre otras. En estos casos, la diferencia importa porque la ley hace procedente el
recurso de casación (arts. 766 y 767 CPC).

En la práctica, se dan situaciones donde no resulta fácil diferenciar entre un auto y una
sentencia interlocutoria, atendido que la resolución de todo incidente que no sea interlocutoria
en nuestro sistema tiene la naturaleza de "auto" (art. 158 inc. 4º CPC).

En lo formal, los requisitos de las sentencias interlocutorias se contienen en el artículo 171


del CPC y apuntan a exigir que las sentencias interlocutorias, cuando la naturaleza del negocio
lo permita, junto a la decisión del asunto controvertido contenga las consideraciones de hecho
o de derecho que sirven de fundamento a esa resolución y la enunciación de las leyes o
principio de equidad que le sirven de fundamento. De igual forma, deberá contener un
pronunciamiento sobre la condena en costas (art. 144 CPC).

6. L
La ley define al auto como la resolución que recae en un incidente no comprendido en el
inciso anterior (arts. 70 inc. 3º, 158 inc. 4º COT).

Como se puede apreciar, el auto es la resolución residual de todo otro incidente que no es
fallado por una interlocutoria sin establecer derechos permanentes a favor de las partes o
sobre trámites que no sirven de base en el pronunciamiento de una sentencia definitiva o
interlocutoria.

Por su parte, no se debe confundir los autos con los decretos, providencias o proveídos,
puesto que estos últimos no fallan sobre incidentes; en cambio, los autos siempre versan sobre
incidentes.

7. L ,

Los decretos, providencias o proveídos son las resoluciones que dan curso progresivo a los
autos, conforme a los trámites establecidos por la ley en cada procedimiento.

En definición del COT, "se entienden por providencias de mera sustanciación las que tienen
por objeto dar curso progresivo a los autos, sin decidir ni prejuzgar ninguna cuestión debatida
entre partes" (art. 70 inc. 3º COT).

Tienen este carácter, a modo de ejemplo, la resolución que confiere traslado en el juicio
ordinario a la parte demandada o la que cita a un comparendo en un juicio sumario (art. 683
CPC); la resolución que confiere un traslado en la tramitación incidental, entre otras.

8. L

Existen algunas resoluciones judiciales que no son clasificables en las categorías indicadas
en el art. 158 del CPC.

La manifestación más evidente de esta situación se da con la sentencia de casación civil,


atendida que proviene de una actuación que no constituye técnicamente una instancia, sino del
conocimiento de un recurso de derecho estricto.

La singularidad de la sentencia de casación se explica porque ella debe ser pronunciada


sobre la base fáctica que viene dada por los jueces del fondo, salvo la excepción que se
produce por infracción a las leyes reguladoras de la prueba, donde se permite a la Corte
Suprema proceder a sentar los hechos que le servirán para dictar la sentencia de
remplazo145.
Conforme al art. 785 del CPC, "cuando la Corte Suprema invalide una sentencia por
casación en el fondo, dictará acto continuo y sin nueva vista, pero separadamente, sobre la
cuestión materia del juicio que haya sido objeto del recurso, la sentencia que crea conforme a
la ley y al mérito de los hechos tales como se han dado por establecidos en el fallo recurrido,
reproduciendo los fundamentos de derecho de la resolución casada que no se refieran a los
puntos que hayan sido materia del recurso y la parte del fallo no afectada por éste".

Tal como se explicó al estudiar la sentencia definitiva, el art. 158 del CPC no incluye una
atípica categoría de sentencia definitiva, denominada como sentencia absolutoria en la
instancia, en la cual el órgano jurisdiccional no entra a resolver sobre el fondo del asunto, por
faltar algún presupuesto procesal.

9. L

Según su composición, los tribunales pueden ser unipersonales o colegiados.

Los tribunales colegiados son aquellos que funcionan con pluralidad de ministros (tres en las
salas de las Corte de Apelaciones y cinco en las salas de la Corte Suprema), conociendo de
los asuntos en cuenta o en pleno, según la competencia prevista para su actuación (arts. 45,
54, 63, 66, 93, 95, 98 COT).

Las sentencias definitivas pronunciadas por tribunales surgen de un procedimiento de


deliberación colectiva que se obtiene al aplicar las reglas sobre los "acuerdos de las Cortes de
Apelaciones" (arts. 83 al 87 del COT). En su esencia, esos preceptos buscan facilitar la
decisión al obligar a los jueces que participan del acuerdo a distinguir entre los elementos
fácticos y jurídicos concurrentes al caso, hasta que logren la mayoría que conforma la decisión
colegiada.

En la discusión surgida durante el establecimiento de esas reglas sobre los acuerdos se optó
por un sistema de fundamentación a través de "considerandos", descartando que las
sentencias colegiadas fueran pronunciadas en base a opiniones particulares de los miembros
del tribunal colegiado146. La opción anterior explica por qué el voto particular en nuestro
medio sólo se admite para que el juez que no hace la mayoría deje tal constancia en la
decisión147.

La decisión adoptada, si proviene de una sala, se debe entender como emanada de la


Cortes de Apelaciones, atendido que "cada sala representa a la Corte de Apelaciones en los
asuntos de que conoce" (art. 66 inc. 2º COT)148.
10. S

Sin perjuicio de su desarrollo posterior en este curso, anticipemos que las sentencias
definitivas e interlocutorias firmes y ejecutoriadas que han resuelto el fondo de la cuestión
controvertida conforman una realidad que produce varios efectos jurídicos. A modo de
esquema, tales consecuencias se vinculan con las siguientes instituciones:

(i) Con el efecto negativo o excluyente de la cosa juzgada.

(ii) Con el efecto positivo o prejudicial de la cosa juzgada.

(iii) Con la sentencia considerada como un acto o como un hecho jurídico.

(iv) Con la prejudicialidad.

(v) Con la sentencia como elemento integrante del mecanismo de producción de


precedentes.

(v) Con el desasimiento del tribunal. Este efecto se produce una vez que se notifica a una de
las partes la sentencia definitiva o interlocutoria, evento en el cual el juez o tribunal "pierde
toda autoridad o injerencia en el proceso, no pudiendo alterar o modificar en forma alguna la
sentencia ni las actuaciones anteriores, al tenor de lo que prevé el artículo 182 del Código de
Procedimiento Civil"149.

(vi) Con la sentencia cómo título ejecutivo.

117 La naturaleza de cuestión prejudicial del exequátur está reconocida, entre otras, en las siguientes
sentencias de la Corte Suprema: Moyano, Francisca con Hernández Pizarro, Hernán (2008); Gold Nutrition
Industria y Comercio (2008); Yarur Terre, María con Bois Courtade, Denis (2009); Quisheng Resources con Minera
Santa Fe (2014).

118 En la práctica esta diferencia importa en relación a temas como el régimen de notificación (arts. 48 y 50 del
CPC); en los requisitos formales que se deben observar para su pronunciamiento (art. 169 CPC); en el régimen
para la procedencia del recurso de apelación y su forma de conocimiento y fallo ante el tribunal de alzada (art. 189
CPC); para determinar la procedencia de otros recursos, tales como la reposición, casación forma y fondo (arts.
181, 182, 187, 188, 766, 767); en cuanto a los efectos de cosa juzgada, que sólo se producen en las sentencia
definitivas e interlocutorias firmes (art. 175 CPC).

119 Sobre el tema, M O , Elena, "Las resoluciones judiciales en Francia: tipología y estructura", en
Anales de Filología Francesa, 19 de julio de 2012, </http://revistas.um.es/analesff/article/view/155611>. Fecha de
consulta: 25 de nov. de 2012. T , Michele, La motivación de la sentencia civil, ob. cit., pp. 126-127.

120T , Michele, La motivación de la sentencia civil, Madrid: Trotta (tr. L. Córdova), 2011, p. 314.

121 Cfr. G , Antoine; P , Loanis, Juzgar en Estados Unidos y en Francia, Colombia: Legis,
3ª reimp., 2010, pp. 192-194.

122En el proceso laboral, el art. 459 del CT dispone que "la sentencia definitiva deberá contener: (...) 4º) Un
análisis de toda la prueba rendida, los hechos que estime probados y en razonamiento que conduce a esta
estimación; 5º) Los preceptos constitucionales, legales o los contenidos en tratados internacionales ratificados por
Chile y que se encuentren vigentes, las consideraciones jurídicas y los principios de derecho o de equidad en que
el fallo se funda; 6º) La resolución de las cuestiones sometidas a la decisión del tribunal, con expresa
determinación de las sumas que ordene pagar o las bases necesarias para su liquidación, si ello fuera
procedente". En el proceso penal, el art. 342 del CPP dispone que la sentencia definitiva contendrá "b) La
enunciación breve de los hechos y circunstancias que hubieren sido objeto de la acusación (...); c) La exposición
clara, lógica y completa de cada uno de los hechos y circunstancias que se dieren probados, fueren ellos
favorables o desfavorables al acusado, y la valoración de los medios de prueba que fundamentaren dichas
conclusiones de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 297; d) Las razones legales o doctrinales que sirvieren
para calificar jurídicamente cada uno de los hechos y sus circunstancias y para fundar el fallo; e) La resolución que
condenare o absolviere a cada uno de los acusados por cada uno de los delitos que la acusación hubiere atribuido
(...)". Sobre el tema ha profundizado A S., Daniela, "El modelo legal de justificación de los enunciados
probatorios en las sentencias penales y su control a través del recurso de nulidad" en Formación y valoración de la
prueba en el proceso penal, (VV.AA.), coord. D. A , Santiago: AbeledoPerrot, 2ª ed. 2010, pp. 119-143; "La
fundamentación de la declaración de hechos probados en el nuevo proceso penal. Un diagnóstico", en Revista de
Derecho, Valdivia, Vol. XIX, Nº 2, 2006, pp. 9-26.

123T , Michele, La motivación de la sentencia civil, ob. cit., 2011, pp. 203-204; "La fisonomia della
sentenza in Italia", en Rivista Trimestrale di Diritto e Procedure Processuale Civile, 1986, pp. 435-467. Otros
antecedentes, en A S , Daniela, "La fundamentación de las sentencias: ¿Un rasgo distintivo de la
judicatura moderna?", en Revista de Derecho (Valdivia), 2003, v. 15, pp. 9-35.

124 En el derecho castellano se disponía que "el juez debe catar, escudriñar y saber la verdad del hecho y
según la fórmula de sentencia inserta en la Part. III, tít. 18, ley Nº 109, en ella debe dejar constancia de que ha
oído las razones alegadas por las partes, ha examinado los testigos presentados y ha tomado consejo de
"hombres buenos y sabedores de derecho". Como se puede apreciar dichas exigencias no apuntaban a consignar
tales razones en el fallo, siendo la sentencia un acto que quedaba en la conciencia del juez (Sobre el tema,
U , Mariluz, "La acción de sentenciar a través de los apuntes de Benito de la Mata Linares", en Revista de
Historia del Derecho, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas, 1976, pp. 141 y ss.). Durante el
Despotismo Ilustrado, como una proyección de la concepción absolutista del poder, de un modo expreso se
suprimió la fundamentación de las sentencias. Una Real Cédula de 23 de junio de 1768 de Carlos III derogó en el
derecho castellano una normativa anterior -dada por Felipe V- que había obligado a escribir las sentencias
definitivas o las interlocutorias, y los decretos y provisiones en lengua castellana y expresando motivos... El
argumento para justificar tal supresión era la conveniencia de evitar gastos, evitar cavilaciones de los litigantes y
ahorrar tiempo. Un estudio histórico sobre la referida Real Cédula de 1768 afirma que tal resolución no encontró
reservas ni opinión de los autores de la época sobre tan drástica medida. Por el contrario, algunos manifestaron su
conformidad y beneplácito, como es el caso de don Pedro de Boada de las Costas y Figueiras, que agrega a los
argumentos dados por la Real Cédula el siguiente: "si se permitiese fundar las sentencias podría darse el caso de
una sentencia justa apoyada en razones no concluyentes en cuyo supuesto el litigante perdidoso se inclinaría a
empeñarse cada vez más en la causa prescindiendo de la esencia justa de la decisión judicial y alentado por la
debilidad de sus motivos" (Sobre el tema, G , Carlos; L , Marta, "El juez y la ley: La motivación de
las sentencias", en Anuario Facultad de Derecho Universidad Autónoma de Madrid, 1997, pp. 97-142). Sobre los
límites de los monarcas en la administración de justicia, cfr. M , Antonio, "Un momento típico de la
monarquía medieval: el rey juez", en Anuario de Historia de Derecho Español, t. XXIII, Madrid, 1953, pp. 677-715.

125G , Carlos; L , Marta, "El juez y la ley: La motivación de las sentencias", art. cit., p. 130.

126H E , Hugo, "Contribución al estudio del principio de la práctica de la fundamentación de las


sentencias en Chile durante el siglo XIX", en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, Valparaíso: Ediciones
Universitarias de Valparaíso, 1982, pp. 131-173; M A , Ítalo, "La ley mariana de fundamentación de
sentencias frente a la clemencia judicial en materia penal", en la misma publicación, 1983, pp. 71-98. En el
gobierno del presidente don Joaquín Prieto, se presentó al Congreso Nacional -en el mes de noviembre de 1836-
una reforma que fustigaba la práctica reinante en aquella época. Para lo que aquí importa, en dicho proyecto se
sostiene que una de las cosas más importantes que reclama la reforma sobre el procedimiento judicial "es imponer
a los juzgados y tribunales de la república la obligación de fundar sus sentencias. Una práctica monstruosa, resto
de la ignorancia y del despotismo, ha tenido a la familia chilena privada hasta hoi de este beneficio común a todos
los pueblos libres de la tierra; y mientras nuestros códigos políticos han declarado a los ciudadanos los derechos
más preciosos, y han establecido los cimientos del orden público; los derechos de los ciudadanos y el orden
público han estado a la merced de las decisiones arbitrarias del poder judicial. No pueden ocultarse a vuestra
sabiduría los funestos resultados, que produce y que debe producir esta anomalía política, que salva de la
obligación de dar cuenta de sus operaciones a los funcionarios que disponen de nuestros más caros intereses,
porque tienen en sus manos las vidas, el honor, y las fortunas de los individuos... pero la lentitud con que
probablemente se procederá en la adopción de esta importante reforma, aleja considerablemente de nosotros el
momento de ver establecidas algunas innovaciones sin las cuales no pueden tener influjo ni observancia nuestras
instituciones políticas". (El Araucano Nº 325 de 25 de noviembre de 1836) (Íb. cit. ant. pp. 72-73).

127 Como lo advierte Salvat, "La tendencia racionalista aparece formulada por primera vez en el D.F.L. de 1837,
redactado por Mariano Egaña, que obliga a los jueces a mencionar en los fallos que dicten las leyes en que se
fundan, con lo que se termina el arbitrio judicial, que proporcionaba flexibilidad a la jurisprudencia indiana" (S
M , Manuel, "Los prontuarios jurídicos chilenos en la primera mitad del siglo XIX", en Revista de Ciencias
Sociales, U. de Valparaíso, Nº 39, 1994, p. 135).

128B , Andrés, "Necesidad de fundar las sentencias", Obras Completas, t. IX, pp. 284-285.

129D -P , Luis, "Reflexiones sobre la jurisprudencia del Tribunal Supremo (la jurisprudencia en broma y
en serio)" en Revista de Derecho Privado, Madrid, nov. 1964, p. 933.

130La Corte Suprema ha utilizado en algunas de sus sentencias esta expresión, asignándole el sentido técnico
de criterio que viene dado de una decisión anterior. En tal sentido, CS, 30 de noviembre de 2011, rol Nº 4376-09,
MJ 30079.

131 CS, 14 de julio de 2009, rol Nº 3314-2008.

132T , Michele, La prueba, Madrid: Marcial Pons, (Tr. L. Manríquez y J. Ferrer), 2008, p. 136.

133La Corte Suprema, en sentencia de 4 de diciembre de 1951, declara que "la facultad de apreciación de la
prueba en conciencia importa la atribución de hacerlo en conformidad a la conciencia, esto es, con conocimiento
exacto y reflexivo de las cosas, según lo dice el Diccionario de la Lengua. Este conocimiento exacto y reflexivo de
las cosas se opone al concepto de arbitrariedad". En este tema, lo primero que se ha resaltado es la mayor
motivación que debe contener la sentencia. Para la Corte Suprema, "la fundamentación de las sentencias
constituye una garantía que tiende a evitar la arbitrariedad, porque permite conocer los motivos que sustentan la
resolución, imponiendo a los jueces la obligación de estudiar razonadamente los elementos de juicio reunidos, en
términos tales que resulte entendible la aceptación o rechazo tanto de las pruebas rendidas como de las
alegaciones y defensas planteadas" (CS, 4 de diciembre de 1951, RDJ, t. XLVIII, sec. 1ª p. 75). Un interesante
comentario sobre la jurisprudencia anterior, en F , Mariano, "Poder: imperativo y facultativo, apreciación
de la prueba en conciencia" en RDJ, t. LVIII, 1960, pp. 155-156. En igual orientación, CS, 16 de mayo de 1979,
RFM Nº 246, p. 113; CS, 4 de diciembre de 1989, RDJ, t. XXCVI, sec, 1ª, p. 117. En otra oportunidad, la sentencia
de la Corte Suprema de 18 de junio de 2008 declaraba: "(...) el método de valoración de la prueba (...) de
apreciación en conciencia claramente libera al Juez de la obligación de sujetarse a las normas que regulan el
mérito de cada antecedente allegado por las partes, pudiendo formar su convencimiento, a partir de los mismos, de
acuerdo a su íntima convicción de justicia en el caso de que se trata. Dicha facultad, sin embargo, con el fin de
evitar la expresión de la mera voluntad sin fundamento y las simples estimaciones, es decir, la arbitrariedad, acusa
como límites, la imposición al Tribunal de la obligación de manifestar las razones de su veredicto a partir de las
pruebas reunidas de acuerdo a la ley e inserto siempre en el marco de la lógica, la equidad y la normativa vigente"
(CS, 18 de junio de 2008, rol Nº 1714- 2008, LP 39269). En igual sentido, se ha pronunciado la Corte de
Apelaciones de Antofagasta, en fallo de 13 de abril de 2011, estableciendo que "(...) la ponderación en conciencia
de la prueba no autoriza al juez para que, apartándose del mérito del proceso, desconozca el valor de convicción
que emana de la prueba rendida en los autos" (C. de Ap. de Antofagasta, 13 de abril de 2011, rol Nº 27-2011, LP
48675).

134 Un estudio de la sentencia desde el punto de vista de la lógica obliga distinguir cuatro manifestaciones: a) el
silogismo entitema o abreviado es un silogismo categórico que al emplearlo calla una de las premisas; b) el
silogismo epiquerema o probatorio es aquel en el que una o las dos premisas van acompañadas de su
correspondiente prueba; c) el polisilogismo es una cadena de silogismos en los cuales las conclusiones parciales
sirven como premisas de otros silogismos hasta la conclusión final; d) el sorites o silogismo concatenado es un
polisilogismo abreviado, en el cual las conclusiones parciales se suprimen. Puede ser progresivo o regresivo. El
progresivo se da cuando el sujeto de cada proposición sirve de predicado de la siguiente hasta la conclusión final,
que se forma con el sujeto de las últimas premisas y el predicado de la primera. El regresivo presenta la
disposición de sus términos en forma inversa, es decir, el predicado de cada proposición pasa a ser el sujeto de
una nueva. En esta descripción hemos seguido a G , Luis Ignacio, Lógica. El razonamiento deductivo
formal, Universidad Panamericana 1992, pp. 54-57. Otros antecedentes en C , Morris; N , Ernest,
Introducción a la lógica y al método científico, B. Aires: Amorrortu, 1992, pp. 97-114.

135 Entre la abundante bibliografía, D O S , Andrés, "Sobre la incongruencia de la sentencia civil",


en La Ley, Madrid, 1982, pp. 890-902; B A , Hugo, La congruencia procesal, Santiago: Editorial de
Derecho, 2007, pp. 155-175; M , Mario; R C , Ramiro, El principio de congruencia, (VV.AA.),
La Plata: Librería Editora Platense, 2009, pp. 9-377.

136 CS, 2 de junio de 2014, rol Nº 7777-14, MJ 37735.

137 En el derecho histórico se permitía al juez pronunciar un non liquet, mediante el cual se abstenía de fallar el
asunto por tener dudas. Sobre el tema, T F , Aldo, "Las facultades del juez en la historia del derecho
hispánico y chileno", en Revista de Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso, Nº 24, 1984 pp. 211 y ss.

138H A , Iván, "La aplicación judicial del derecho en el proceso civil", Santiago: La Ley, 2015, en
especial, pp. 101-155.

139 Nuestro legislador no contempla la "citra petita" ni la "extra petita"; la "extra petita" es un defecto diverso a la
ultra petita, que se originaría por una desviación en la fundamentación que utiliza el juzgador para pronunciar su
sentencia, exigencia que no se impone a nuestros jueces, que son soberanos para razonar y argumentar
resolviendo la cuestión controvertida, con el único límite de no alterar la causa de pedir de la acción deducida. Al
discutirse su incorporación en nuestro derecho, el proyecto sobre recurso de casación la establecía con la
siguiente redacción: "En haber sido dada ultra petita, esto es, excediendo lo pedido o extendiéndola a puntos no
sometidos a la decisión del tribunal, sin perjuicio de la facultad que éste tenga para fallar de oficio en los casos
determinados por la ley". En la sesión de la Comisión Revisora del proyecto de recurso de casación, según el acta
del 16 de noviembre de 1880, se suscitó la siguiente discusión: "El señor Martínez encuentra que en la definición
de la ultra petita falta un caso, es a saber, aquel en que la sentencia sin salir de los puntos sometidos a la decisión
del tribunal, excede sin embargo, lo pedido por las partes, como si litigándose sobre dos mil pesos, la condenación
se extendiese a dos mil quinientos. Propone, en consecuencia, se diga, "esto es, excediendo lo pedido o
extendiéndola á puntos, etc.". Se aprobó tal propuesta del señor comisionado. Sobre esta discusión cfr. Revista
Forense Chilena, 1898, Nºs. 3 y 4, pp. 150 y ss.

140Entre otros, así lo sostienen P R , Guillermo, El recurso de apelación y la consulta,


Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1999, p. 76, T O , Raúl, "Hacia una teoría general de la
impugnación" en Comentarios Procesales, Valparaíso: EDEVAL, 1994, pp. 60-62; L , Marcos, "Régimen
intemporal de la ley Nº 18.705". "Modificaciones a los recursos de apelación, hecho (...)", en Estudios de la reforma
procesal. Ley Nº 18.705 de 24 de mayo de 1988, Santiago: EDIAR, 1989, p. 52.

141La CS, en sentencia de 27 de abril de 2011, ha resuelto que "Sexto: Que la incongruencia, manifestada en
los dos supuestos recién aludidos, se encuentra configurada como vicio de casación en la forma por el artículo 768
Nº 4 del Código de Procedimiento Civil, según el cual la sentencia incurre en semejante defecto cuando ha sido
dada 'ultra petita, esto es, otorgando más de lo pedido por las partes o extendiéndola a puntos no sometidos a la
decisión del tribunal, sin perjuicio de la facultad que éste tenga para fallar de oficio en los casos determinados por
la ley'. Tanto la doctrina como la jurisprudencia están acordes en señalar que la causal de nulidad en mención
ofrece cobertura también a la hipótesis en que la sentencia varía la causa de pedir aducida por las partes como
fundamento de sus pretensiones. Así, se ha dicho que 'las sentencias de los tribunales, so pena incurrir en este
vicio, deben guardar conformidad, sin embargo, con la causa de pedir, por ser la que particularmente determina la
condición jurídica de las acciones o excepciones alegadas, de manera que falla ultra petita, a pesar de que en lo
resolutivo se limite estrictamente a acoger la acción deducida y rechazar las excepciones opuestas, la sentencia
que en lo considerativo se funda para ello en la existencia de un hecho o antecedente jurídico distinto del alegado
por las partes (Carlos Anabalón Sanderson. Tratado Práctico de Derecho Procesal Civil Chileno. Volumen Tres.
Escuela Tipográfica Salesiana. Concepción. Año 1966. Página 202)'. 'La causa de pedir es la que particularmente
determina la condición jurídica de las acciones o excepciones alegadas y, por consiguiente, aceptar o desechar
una excepción por una causa de pedir distinta de la invocada importa resolver una excepción diversa de la
sometida a juicio por las partes y fallar, por tanto, ultra petita, salvo los casos en que la ley autoriza para proceder
de oficio' (Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilena. Código de Procedimiento Civil. Tomo IV. Editorial
Jurídica de Chile. Año 1983. Página 41)" (CS, 27 de abril de 2011, rol Nº 7020-2001, LegalPublishing: 48729. En
igual orientación, CS, 11 de mayo de 2009, rol Nº 2313-08, MJ 20077, con especial desarrollo del principio de la
congruencia procesal).
142Ilustra esta solución lo señalado en el Mensaje con que fue enviado en 1893 el CPC, que indicaba que "sin
motivo suficiente se abstienen los tribunales de alzada de pronunciarse sobre las cuestiones subsidiarias debatidas
en primera instancia, cuando no ha recaído sobre ellas un pronunciamiento especial, que el juez a quo excusa
como incompatible con el fallo de la cuestión principal. El proyecto faculta a aquellos para resolver dichas
cuestiones por sí solos, evitando las dilaciones y aun el peligro de un prejuzgamiento, que se originan del
procedimiento actual". A nuestro entender, la competencia del tribunal de alzada para pronunciarse sobre las
acciones eventualmente acumuladas (que no fueron falladas en primera instancia) viene dada por la ley, sin
necesidad de que el demandante victorioso tenga que apelar para el evento que se revoque la sentencia que
acogió la acción principal (en esa línea se han pronunciado las sentencias de la CS, 3 de enero de 1936, RDJ, t.
XXXIII, sec. 1ª, p. 161; CS,4 de agosto de 1941, RDJ, t. XXXIX, sec. 1ª, p. 182; CS, 11 de abril de 1957, RDJ, t.
LIV, sec. 1ª, p. 53). En rigor, sería improcedente que el actor que obtuvo una sentencia favorable tuviera que
deducir recurso de apelación para otorgar competencia al tribunal de alzada a fin de que resuelva las acciones no
falladas en primer grado por ser incompatibles con lo decidido. Un recurso deducido por el litigante victorioso
carecería de agravio y, además, sería un acto condicional inadmisible, puesto que estaría apelando de una
hipótesis futura e incierta, esto es, para el evento que se llegara a revocar la decisión de primera instancia que
acogió la acción principal (en ese sentido, C. de Ap. de San Miguel, 8 de mayo de 1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 2ª, p.
93). Todo este problema es una anomalía técnica que presenta nuestro sistema de apelación desde la reforma de
la ley Nº 18.705 de 1988, que suprimió el trámite de la expresión de agravios y el de su contestación. Era en este
último escrito donde el apelado podría haber formulado su petición para el evento en que se revocara la sentencia,
garantizando el principio de la bilateralidad y de igualdad de las partes en la discusión que surge sobre un tema en
segunda instancia. Tal cambio legal ha venido a menoscabar la posición del apelado, atendido que parten del
erróneo supuesto que, por haber vencido en primera, ya no debía ser oírlo, sin considerar la complejidad de la
decisión de un proceso con acumulación eventual de acciones.

143 CS, 7 de julio de 1997, RDJ, t. XCIV, sec. 1ª, p. 48.

144 Sobre el tema, con una síntesis de la doctrina nacional, O C , Guillermo, Sentencia
interlocutoria y derechos permanentes, Santiago, Editorial Jurídica ConoSur, 1997, pp. 31-96.

145El Mensaje con que fue enviado el Código de Procedimiento, el 1 de febrero de 1893, contiene los motivos
de esta opción: "Aun cuando, para conservar a la casación su verdadero y elevado carácter, aconsejan muchos
jurisconsultos limitar las funciones del tribunal a sólo la declaración que invalida el fallo reclamado, se ha creído
preferible encomendarle también la resolución del asunto en que la casación recae, con el fin de evitar dilaciones y
gastos a los litigantes, y una organización más vasta del tribunal a quien se encarga esta misión". Al legislador le
pareció lógico que el mismo tribunal que anuló y sentó la correcta doctrina sobre la aplicación de la ley, pudiera
fallar el fondo del asunto (Cfr. R , Agustín, "Estudio sobre el recurso de casación", Memoria de prueba,
Facultad de Leyes y Ciencias Políticas de la U. de Chile, publicada en Revista Forense Chilena, Nºs. 1 y 2, pp. 5-
42, y Nºs. 3 y 4, 1898, pp. 175-179). Sobre el origen de este límite, cfr. el comentario de Luis C S , RDJ, t.
1, sec. 1ª, p. 223.

146 Sobre el origen histórico y discusión parlamentaria, B , Manuel E., La lei de organización i
atribuciones de los tribunales de Chile, ob. cit., t. I, pp. 429-478.

147Ese rasgo de colegialidad de la sentencia marca una diferencia con la solución prevista en otros
ordenamientos, donde la decisión plural se adopta "sumando" las diversas opiniones de los miembros del tribunal.
En el denominado Código Iberoamericano de ética judicial, el art. 26 dispone: "en los tribunales colegiados, la
deliberación debe tener lugar y la motivación expresarse en términos respetuosos y dentro de los márgenes de la
buena fe. El derecho de cada juez a disentir de la opinión mayoritaria debe ejercerse con moderación".

148 Aunque ese precepto no alude expresamente a la CS, la explicación de esa omisión se debe a que este
tribunal en su funcionamiento primitivo conocía de los asuntos en pleno. Con posterioridad aparecería el
funcionamiento en salas de nuestro máximo tribunal.

149 CS, 13 de enero de 2014. Rol Nº 4251-13, MJ 36980, "Sociedad Constructora e Inmobiliaria EMS Ltda. con
Universidad Tecnológica de Chile".
C IV L

1. E

La cosa juzgada como institución jurídica se vincula tradicionalmente a la idea de evitar un


pronunciamiento sobre un asunto ya resuelto con anterioridad (non bis in idem). Se trata de un
concepto elemental, reconocido desde antiguo por la mayoría de los ordenamientos.

Entre varias definiciones, la cosa juzgada se concibe en general como un estado jurídico en
que se encuentran algunos asuntos judiciales por haber sido objeto de una decisión
jurisdiccional definitiva en un proceso150. En esta línea se alude a res judicata (derecho
anglosajón), chose jugèe (derecho francés), rechtskraft (derecho germánico). Con ello se está
haciendo referencia al contenido o resultado final de la decisión jurisdiccional a que fue
sometida una relación o situación jurídica.

En otro sentido, la expresión cosa juzgada también apunta a ciertos efectos que producen
determinadas resoluciones judiciales (principalmente la sentencia definitiva sobre el fondo) en
orden a la inmutabilidad que en un determinado momento alcanzan las decisiones judiciales
(según los grados o instancias previstas para conocer del asunto). Estos efectos son
básicamente la obligatoriedad de lo resuelto (función positiva y negativa de la cosa juzgada) y
su ejecutabilidad. En esta acepción la cosa juzgada evoca, en la difundida definición de
Couture, "la autoridad y eficacia de una sentencia judicial, cuando no existen contra ella
medios de impugnación que permitan modificarla"151.

La Corte Suprema ha resaltado su relevancia, declarando que "la cosa juzgada es una
institución de orden público y constituye uno de los fundamentos necesarios del régimen
jurídico al asegurar la certidumbre y estabilidad de los derechos que ella consagra"152.

Se ha discutido arduamente qué razón justifica la inmutabilidad de lo decidido, existiendo


dos tesis sobre el particular: las doctrinas materiales y las doctrinas procesales.
2. D

En esta posición se pueden ubicar una serie de opiniones que atribuyen a la cosa juzgada
efectos de orden material, en el sentido de que lo decidido por una sentencia judicial sobre un
determinado tema alcanza el grado de ficción de verdad (Savigny) o de presunción de verdad
(Pothier).

El nexo entre cosa juzgada y presunciones ha sido influenciado por el Código Civil francés
de 1804, específicamente, con las presunciones de derecho (juris et de jure), que excluye toda
otra prueba a lo declarado en un fallo judicial. Esta idea era una proyección de la doctrina de
Pothier (1699-1772) y sus raíces se encuentran en el derecho común153.

Aunque nuestro Código Civil es tributario del francés, en este punto se apartó de la idea
imperante durante la codificación decimonónica, que consideraba a la cosa juzgada como una
materia propia de regulación dedicada a la prueba.

No obstante lo anterior, en ciertos ámbitos las explicaciones materiales de la cosa juzgada


tuvieron una clara repercusión. En primer lugar, al discutirse el contenido del artículo 159 de la
Lei sobre Atribuciones y Organización de los Tribunales de 1875 (actual 324 inc. 2º COT), se
estableció un régimen de excepción para los magistrados de la Corte Suprema por ciertos
delitos ministeriales, que se fundamentó —entre otras razones— en la presunción de verdad
que se atribuía a la cosa juzgada. Según los comisionados, "toda sentencia de dicho tribunal
se presumía de derecho verdadera, justa i en todo conforme a las disposiciones de la Lei"154,
y, por ende, no era posible admitir que los ministros de nuestro máximo tribunal pudieran
pronunciar fallos torcidos, incurriendo en los delitos de cohecho o en una prevaricación155.

En la literatura jurídica de la etapa anterior a la codificación procesal, la doctrina material de


la cosa juzgada fue acogida en el difundido Prontuario de los juicios, de don José Bernardo
Lira, publicado a fines del siglo XIX (1895). Allí se afirma que "la sentencia que causa
ejecutoria tiene a su favor una presunción de verdad, contra la cual por razones de interés
público no admite la ley pruebas de ninguna clase. De nada servirán, en efecto, las decisiones
judiciales, si los litigantes conservan siempre la facultad de suscitar discusión sobre el acierto
del fallo"156. En el ámbito del derecho civil, por influencia de la doctrina francesa, nuestros
clásicos también admitieron la explicación de la cosa juzgada como una presunción o ficción
de verdad157.

En el Código de Procedimiento Civil la vinculación de la sentencia firme y ejecutoriada a la


prueba indiciaria se aprecia en el inciso final del artículo 429. Ahí se dispone que "igual
presunción existirá a favor de los hechos declarados verdaderos en otro juicio entre las
mismas partes"158. También se advierte la misma orientación material en el artículo 180 del
CPC. En dicho precepto se dispone que "siempre que la sentencia criminal produzca cosa
juzgada en el juicio civil, no será lícito en éste tomar en consideración pruebas o alegaciones
incompatibles con lo resuelto en dicha sentencia o con los hechos que le sirven de necesario
fundamento". Volveremos sobre este punto cuando estudiemos la prejudicialidad, en el
capítulo siguiente.

En la jurisprudencia de la Corte Suprema, varias sentencias aceptan la tesis material


declarando que "el principal efecto de una sentencia ejecutoriada es que los litigantes y sus
herederos quedan obligados a su cumplimiento y a estar y pasar por ella. Cualesquiera sean
los errores de que adolezca, debe tenérsela por expresión de la verdad sobre la materia que
se traduce en la acción y excepción de cosa juzgada"159.

Frente a la dificultad que tiene explicar la cosa juzgada como una manifestación de las
presunciones, parte de la doctrina ha postulado que esta declaración del derecho está más
cerca de las ficciones que de la prueba indiciaria. Como lo puntualiza Gascón, en la medida en
que las normas que establecen la presunción no permiten destruir ésta mediante prueba en
contrario, tales presunciones han sido asimiladas a las ficciones160.

En palabras de Devis Echandía, "la ficción, a diferencia de las presunciones, sólo puede ser
obra del legislador y consiste en suponer existente o inexistente un hecho o una cosa que no
es así, o en trasladar las consecuencias jurídicas de un estado de cosas a otro diferente, como
si fuesen iguales". "Hay de común entre ficción y las presunciones iuris et de iuri que no
admiten prueba en contrario"161.

En síntesis, la consideración de la cosa juzgada dentro de las ficciones lleva a estimar como
verdadero un determinado hecho, aunque no lo sea en realidad.

3. D

Para la mayoría de la doctrina procesal contemporánea, la cosa juzgada es un fenómeno


que no produce ninguna modificación material en el derecho discutido en el proceso. Se trata
sólo de un efecto procesal, que consistiría en la fuerza vinculante de la declaración contenida
en la sentencia.

Esta descripción procesal de la cosa juzgada nace en Alemania con la elaboración de


Konrad Hellwig, a la que siguió un amplio desarrollo en la literatura procesal. Como lo sintetiza
Gascón, entre otros aportes, a Hellwig se le atribuye —con Stein— "la teoría jurídico-procesal
de la cosa juzgada. De manera tradicional, venía entendiéndose que res iudicata ius facit inter
partes, esto es, que las sentencias firmes transforman —incluso crean— la realidad jurídica
sobre la que se proyectan: de ahí que, en un proceso posterior, el tribunal deba atenerse a lo
declarado judicialmente (teoría jurídico material de la cosa juzgada). Para Hellwig y Stein —y, a
partir de ellos, para la generalidad de la doctrina procesal—, sin embargo, la cosa juzgada
material ha de concebirse tan sólo —y nada menos— como una vinculación entre tribunales,
circunscrita al ámbito del proceso, que obedece a exigencias de seguridad jurídica y paz
jurídica; no es posible, sin embargo, reconocer a las sentencias judiciales un papel modificador
de la realidad jurídica —a salvo, claro está, de las sentencias constitutivas—, lo que da cabida
a las sentencias injustas e incorrectas, a las que, sin embargo, no puede negarse fuerza
vinculante"162.

En estas doctrinas hay un intento por superar toda idea privatista y contractualista en el
ámbito de la cosa juzgada y del proceso en general. Las tesis procesales ponen su acento en
la inmutabilidad y definitividad de la resolución, prescindiendo de los efectos que la cosa
juzgada produce sobre la relación de derecho sustancial en la que recayó la decisión
jurisdiccional. Bajo este prisma, se intenta explicar la cosa juzgada poniendo el acento en el
carácter público del mandato contenido en una sentencia, que vincula tanto al órgano
jurisdiccional como a las partes. El objetivo final de las tesis procesales es resaltar el valor de
la seguridad jurídica como un elemento básico de la paz social, que evite una utilización
indefinida del proceso.

Con el desarrollo de las tesis procesales se ha buscado superar ideas muy arraigadas sobre
la presunción o ficción de verdad, ya que tales explicaciones no son del todo exactas, sobre
todo para el caso de sentencias erróneas o injustas, a las que, en rigor, no podrían
atribuírseles los rasgos de verdad plena que proclamaban las teorías materiales163.

Aunque las tesis procesales tampoco aclaran los problemas de la sentencia injusta o
errónea, se constata un avance en este punto al separar los efectos de la cosa juzgada de
calificativos que pudieran estar en contradicción con la realidad. La explicación procesal
destaca a lo más la inmutabilidad y la certeza jurídica que se obtiene con el fallo, pero no
postula que lo declarado en la sentencia sea efectivamente la verdad o que lo dispuesto por el
fallo produzca una alteración en el derecho sustancial.

En la sentencia de la Corte Suprema de 5 de noviembre de 1970 se acepta la tesis que nos


ocupa, al precisarse que "la institución de la cosa juzgada, que es una normativa de carácter
procesal referente al efecto que deben producir determinadas resoluciones judiciales cuando
alcanzan la condición de ser inimpugnables e indiscutibles, tiene como finalidad evitar que
vuelva a debatirse entre los interesados el asunto que ya haya sido objeto de una
decisión..."164. En la misma orientación, la sentencia del mismo tribunal de 24 de diciembre de
2013 ha señalado que "(...) la excepción perentoria de cosa juzgada se establece por la ley
como defensa de los litigantes, a fin de no ser llevados a un nuevo juicio en que se ha
discutido entre las mismas personas una idéntica cuestión jurídica, sobre supuestos fácticos
similares, y es precisamente un efecto de las sentencias ejecutoriadas destinado a evitar la
repetición de iguales controversias y también a otorgarle un carácter inmutable a las
decisiones jurisdiccionales, para lograr una efectiva seguridad jurídica que permitirá en
definitiva un grado de certeza que asegure, en un Estado de Derecho, la tranquilidad social
(...)"165.

Dentro de las razones que, en nuestro ordenamiento, avalan la naturaleza procesal de la


cosa juzgada está su reconocimiento como una causal de casación en la forma y de revisión
de la sentencia firme (arts. 768 Nº 6 y 810 Nº 4 CPC).

En nuestro sistema, la cosa juzgada es considerada como un óbice procesal, esto es, un
obstáculo que impide un nuevo pronunciamiento sobre una materia que ya se encuentra
resuelta en un fallo anterior. Si al decidir un caso no se respetó ese límite, es lícito anular el
segundo fallo166.

Como lo sintetiza la sentencia de la Corte Suprema de 15 de octubre de 1965, la excepción


de cosa juzgada "... es de naturaleza completamente especial, pues por una parte se intenta
excluir no sólo una resolución contraria a la precedente, sino también excluir una resolución
nueva sobre lo que ya ha sido juzgado; en consecuencia, lógicamente es preliminar a cualquier
otra alegación de fondo. Por esto, cualquiera que sea el procedimiento a que esté sujeto el
juicio y las excepciones que en juicios especiales puedan hacerse valer, el tribunal juzgador no
puede prescindir, en caso que haya sido opuesta, de la excepción de cosa juzgada, debiendo
pronunciarse sobre ella acogiéndola o rechazándola, según se le haya o no acreditado"167.

Al dejar de postular que la cosa juzgada cambia materialmente la realidad del derecho
deducido en juicio, se explica también la posibilidad de renunciar a los efectos que ella
produce, aceptando que se pueda pronunciar una nueva sentencia diversa de la anterior.

4. R

La cosa juzgada es un atributo de ciertas sentencias emanadas de los órganos


jurisdiccionales que han entrado a resolver sobre el fondo del objeto del proceso. No todas las
decisiones jurisdiccionales producen cosa juzgada en su sentido más estricto (juzgar sobre
algo), sino sólo aquellas que se han pronunciado acogiendo o denegando la acción o acciones
afirmadas en la demanda.

Nuestro Código de Procedimiento Civil establece, en su artículo 175, que "las sentencias
definitivas o interlocutorias firmes producen la acción o la excepción de cosa juzgada". Para
que alcancen este grado, se debe estar a las situaciones que contempla el art. 174 del CPC, el
cual distingue para tal efecto si proceden o no recursos. Sólo una vez que la resolución judicial
quede firme producirá el efecto de cosa juzgada.

Se debe destacar que actualmente la firmeza depende de la interposición y agotamiento de


los recursos, al estar excluida la posibilidad de iniciar un nuevo juicio para impugnar la cosa
juzgada, salvo las hipótesis revisión de sentencia. Ni siquiera la falta de competencia absoluta
del juez sirve de motivo para solicitar una revisión de la sentencia firme, ya que la nulidad
procesal sólo se puede alegar hasta antes que dicha sentencia alcanza la autoridad de cosa
juzgada; una vez que se produce este efecto se convalida la omisión de tal presupuesto
procesal168.

Nuestra Corte Suprema ha establecido que "la autoridad de la cosa juzgada impide que una
vez ejecutoriada la sentencia pueda discutirse la corrección o la legalidad de los actos del
proceso que le sirvieron de base, salvo por medio del recurso de revisión en sus respectivos
casos"169.
En este punto se constata una profunda diferencia con lo que acontecía en el derecho
histórico, donde era más difícil que la sentencia alcanzara el grado de firmeza en un breve
tiempo. Así, por ejemplo, en nuestro derecho colonial se entendía que ya no había más
recursos contra una sentencia definitiva —en principio— cuando se habían pronunciado tres
sentencias conformes sobre el tema decidido170.

El quiebre producido con el derecho histórico queda muy bien retratado en la sentencia de la
Corte Suprema de 30 de julio de 1924, al declarar improcedente la acción ordinaria para
revisar el contenido de una sentencia judicial firme171.

Mientras existan recursos pendientes, la sentencia no produce cosa juzgada. Esta situación,
en la doctrina, ha generado una discusión sobre la naturaleza jurídica de la sentencia sujeta a
impugnación y la eficacia que a ella se debe atribuir (sentencia sujeta a condición, acto que
puede devenir en sentencia, etc.)172. En palabras de la Corte Suprema, no es posible
sostener que la sentencia de primera instancia hubiese quedado ejecutoriada, si se considera
que dicho fallo fue objeto de apelación173; "no procede la cosa juzgada si la sentencia en que
se funda no está firme"174.

En suma: la cosa juzgada sólo la producen las sentencias firmes definitivas o interlocutorias
que resuelven sobre el fondo del objeto del proceso y que se encuentren ejecutoriadas y
firmes.

5. L

La sentencia definitiva es la que pone fin a la instancia, resolviendo la cuestión o asunto que
ha sido objeto del juicio (art. 158 inc. 1º CPC). Esta resolución resuelve la cuestión o asunto
que ha sido objeto del juicio cuando acoge o deniegue la acción o acciones deducidas en el
proceso, sea en forma originaria o sobrevenida, pronunciándose sobre las condiciones de la
acción: accionabilidad, legitimación y causa de pedir. En este sentido, como lo ha declarado la
Corte Suprema, "producen excepción de cosa juzgada tanto las sentencias absolutorias como
condenatorias, puesto que lo que se pretende por el legislador es la solución definitiva del
conflicto, única forma de provocar la certeza jurídica"175. Si la acción se ha interpuesto en el
escrito de réplica, pero sin que el tribunal se haya pronunciado sobre ella en la sentencia
definitiva —por infringir los límites del art. 312 CPC—, no se dará el pronunciamiento de fondo
que permita luego oponer la excepción de cosa juzgada176. En similares términos, esta
exigencia se desprende también de la doctrina de la Corte Suprema, cuando ha declarado que
"para la existencia de la cosa juzgada se requiere, primordialmente, un pronunciamiento de un
tribunal en el cual se haya reconocido la existencia de un derecho sustantivo..."177.

Un problema adicional en la determinación de lo que debe entenderse como sentencia sobre


el fondo es si acaso queda o no comprendido o amparado por la cosa juzgada el fallo de las
excepciones materiales opuestas por el demandado. La tesis clásica excluye la eficacia de la
cosa juzgada del pronunciamiento sobre las excepciones. Se supone que la excepción opuesta
por el demandado no quedaría amparada por la decisión sobre el fondo, atendido que la forma
de determinar la triple identidad se hace considerando a la acción fallada con anterioridad y no
a las excepciones, aunque éstas hubieran determinado la dictación de una sentencia
absolutoria para el demandado. Bajo este prisma se entiende que la sentencia que desestima
la demanda, a lo más, establecería en beneficio del demandado victorioso una declaración
negativa, pero no contendría un reconocimiento jurídico mayor sobre la declaración que se
haya efectuado sobre sus excepciones, salvo la excepción de compensación178.

Sin embargo, el planteamiento anterior es discutible, toda vez que, para el rechazo de la
acción, el juez en muchos casos acude a elementos fácticos y jurídicos que sólo han sido
introducidos por el demandado al objeto del proceso al deducir sus excepciones materiales,
obligando a reconocer que también esos elementos de la controversia pueden estar juzgados
entre las partes cuando se quiere en un juicio futuro reabrir el debate179.

6. L

Las otras resoluciones que producen cosa juzgada son las interlocutorias firmes. También en
este caso, para que produzcan cosa juzgada, se debe exigir un pronunciamiento sobre el
fondo del asunto o sobre alguna situación jurídica equiparable al pronunciamiento sobre el
fondo, como el desistimiento de la demanda.

Como lo ha declarado la sentencia de la Corte Suprema de 27 de octubre de 2011, "(...) para


que una sentencia interlocutoria produzca el efecto de cosa juzgada, debe, además, de
encontrarse firme, contener un pronunciamiento de carácter sustancial, esto es, que verse
sobre el fondo del asunto controvertido o equiparable al mismo y no sobre un derecho o
cuestión meramente procesal (...)"180.

Anteriormente el mismo tribunal había resuelto que "para alegar la acción o excepción de
cosa juzgada debe invocarse una sentencia definitiva o interlocutoria firme, que declare un
derecho en favor de quien la invoca, única forma de poder analizar si entre esta sentencia y la
nueva que se dice opuesta, concurre la triple identidad exigida por el artículo 177 del Código
de Procedimiento Civil"181. La Corte de Apelaciones de Valparaíso, en sentencia de 7 de abril
de 1972, determinó que "para la procedencia de la cosa juzgada que se funda en una
sentencia interlocutoria, es necesario que ésta haya declarado en el juicio anterior un derecho
de orden sustancial y no meramente procesal"182.

Los casos más típicos de interlocutorias que producen cosa juzgada son las que ponen
término a la instancia, impidiendo luego una renovación del debate, como acontece con la que
acepta el desistimiento de la demanda (art. 150 CPC), la que acoge una excepción mixta o
anómala de prescripción, transacción y pago efectivo de la deuda, salvo que se reserve su
resolución para la sentencia definitiva (arts. 304 y 310 CPC). En todos estos casos, además,
se establecen derechos permanentes a favor de las partes.

Aunque, de conformidad al artículo 2460 del Código Civil, la transacción produce efecto de
cosa juzgada, la forma de alegar esta cuestión es oponiendo la excepción de transacción, la
que se deduce de la misma forma que la excepción de cosa juzgada. A través de la excepción
de transacción se impide, total o parcialmente, el inicio de un nuevo juicio sobre el tema que ya
fue objeto del contrato183.

En el caso de la interlocutoria que acepta el desistimiento, la Corte Suprema ha precisado


que "la resolución firme que acoge el desistimiento asemeja en sus efectos a una sentencia de
término denegatoria de la demanda, puesto que pone fin al juicio de que se trata, extinguiendo
las acciones como si hubieran sido rechazadas, de forma que si el demandante las renueva
con un nuevo juicio, el demandado estará habilitado para oponerle válidamente la excepción
de cosa juzgada"184.

En el caso en que la interlocutoria acoja la excepción de cosa juzgada, ella no entra a


resolver sobre el fondo, sino que declara en forma preliminar la existencia de un óbice procesal
que impide juzgar nuevamente sobre un asunto que ya fue resuelto, conforme se explicó al
examinar la tesis procesal sobre la naturaleza de la cosa juzgada.

Por su parte, la sentencia interlocutoria que pone término al juicio por abandono del
procedimiento, como no resuelve el fondo del asunto, permite la iniciación del mismo objeto en
un juicio posterior, ya que conforme al art. 156 del CPC, al producirse este anormal modo de
poner fin al procedimiento, no se entenderán extinguidas las acciones o excepciones de las
partes.

7. I

Las interlocutorias que se pronuncian sobre algún aspecto procesal, en el transcurso del
juicio, al no contener una decisión sobre el fondo no producen cosa juzgada; por lo mismo, los
efectos jurídicos de tales resoluciones se explican dentro de las consecuencias jurídicas que
acarrea la preclusión. Lo anterior tiene relevancia, atendido que al no producir cosa juzgada el
juez no queda vinculado con el mérito de tales resoluciones, pudiendo extraer —a la hora de
fallar— consecuencias jurídicas diversas a las que surge de esa realidad procesal. Algunos de
los casos más típicos de esta situación son los siguientes:

a) La resolución que tiene por confeso a la parte que da respuestas evasivas o que no
concurre a la segunda citación (art. 394 CPC). En este caso, la falta de comparecencia del
absolvente permite aplicar una sanción procesal mediante una resolución que no contiene un
pronunciamiento sobre el fondo del asunto. Consecuente con lo anterior, al ponderar la prueba,
el juez puede llegar a una conclusión diversa de la que fluye de los hechos categóricamente
afirmados en el pliego de posiciones185.
b) La sentencia interlocutoria que recibe la causa a prueba. Los hechos que allí se fijan no
generan derechos permanentes, que deban entenderse juzgados, siendo posible su
modificación posterior por la sentencia definitiva de primera o segunda instancia186. Dicho de
otra forma, la circunstancia de que se fije por el juez un determinado punto o hecho de prueba
no puede mirarse como un juzgamiento que anticipe el contenido de la sentencia definitiva,
una suerte de anticipación en la decisión, que esté amparada por la cosa juzgada que
producen las interlocutorias. La resolución que fija los hechos controvertidos sólo resuelve
sobre un trámite que debe servir de base en el pronunciamiento de una sentencia definitiva o
interlocutoria, pero no entra a juzgar sobre las condiciones de la acción, que es el examen
sobre el fondo que se ampara por la cosa juzgada.

La Corte Suprema ha rechazado la alegación de eficacia de cosa juzgada del auto de


prueba, sosteniendo, además, que "la cosa juzgada es una institución jurídica que tiene por
objeto impedir que en un nuevo proceso se pretenda juzgar lo mismo que se juzgó en otro
anterior, lo que supone la existencia de dos juicios distintos deducidos entre las mismas partes
y sobre la misma materia"187, exigencia que no reúne el auto de prueba dictado en la misma
causa.

c) La resolución que ordena despachar el mandamiento o que no da lugar a la ejecución si el


ejecutante no acompaña el título (art. 441 CPC). En estos casos no se resuelve sobre el fondo,
limitándose a emitir un pronunciamiento sobre las condiciones de admisibilidad de la ejecución,
pero sin que pueda predicarse que allí se alcanza eficacia de cosa juzgada188.

De un modo excepcional, si se pretende iniciar un nuevo juicio, contrariando una decisión


anterior con un contenido meramente procesal, se debe aceptar que se alegue la existencia de
la cosa juzgada. El caso más típico se da cuando se intenta nuevamente la demanda ante un
tribunal cuya incompetencia ya fue declarada189. La regla anterior no rige si, al momento de
presentarse nuevamente el asunto, ha cambiado la competencia de un tribunal para conocer
del tema, ya que se aplican las reglas de competencia vigentes al momento de presentarse
nuevamente la demanda190.

8. R

Una situación especial en la temática de la cosa juzgada la constituyen las sentencias que
causan ejecutoria, en cuanto constituyen una excepción al antiguo principio del derecho común
appellatione pendente nihil innovandum. En su origen, el Código de Procedimiento Civil no
contemplaba esta categoría, la que fue incorporada por la reforma de la ley Nº 7.760,
publicada el 5 de febrero de 1944. Con anterioridad, el antiguo artículo 236 (actual 231) sólo
permitía que se pudieran cumplir las resoluciones ejecutoriadas191.

Las resoluciones que causan ejecutoria dan origen a la figura de la ejecución provisional de
la sentencia192. En explicación de Caballol Angelats, "la ejecución provisional es la institución
procesal mediante la cual se atribuye eficacia a una resolución definitiva sobre el fondo carente
de firmeza, quedando subordinada la permanencia de los efectos producidos a lo que resulte
del recurso"193. "Mediante la ejecución provisional se consiguen actuar los efectos que la
sentencia produciría si fuera firme"194. "La principal característica de la ejecución provisional
es que sus efectos quedan condicionados a lo que resulte del recurso, es decir, si la resolución
confirma la resolución recurrida, éstos permanecerán, y si la revoca, deberá restituirse todo lo
percibido y revocarse cualquier efecto que se haya producido"195.

Por regla general, las resoluciones que causan ejecutoria son las sentencias definitivas e
interlocutorias apelables en el solo efecto devolutivo, puesto que no paralizan la competencia
del tribunal que las pronunció para seguir adelante el proceso (inclusive la ejecución de lo
fallado), salvo cuando el tribunal que va a conocer del recurso decrete una orden de no innovar
(arts. 191 y 192, en relación con el art. 231 del CPC). También se admite la ejecución
provisional de la sentencia en el juicio ejecutivo, en el recurso de casación (previa rendición de
fianza de resultas), entre otros casos.

En suma, en estas resoluciones, aunque técnicamente no se ha producido el efecto de cosa


juzgada, la ley autoriza su ejecución con el objeto de dar celeridad a los juicios. El potencial
riesgo que el tribunal ad quem, conociendo de la impugnación, deje sin efecto lo decidido en la
sentencia recurrida no impide este cumplimento condicional de la decisión sobre el fondo.

9. C

En doctrina se suele hacer una distinción entre cosa juzgada material y cosa juzgada formal.
La diferencia entre ambos conceptos es radical, ya que se trata de fenómenos completamente
diversos.

La cosa juzgada material alude al litigio examinado en el juicio y resuelto por una sentencia
que alcanza inmutabilidad. Es la certeza más absoluta que obtiene una decisión jurisdiccional,
sea que haya acogido o rechazado la acción deducida en un juicio. Se trata de aquellos
pronunciamientos judiciales sobre el fondo, que no pueden ser revisados en procesos
posteriores. La cosa juzgada material es la decisión jurisdiccional inmutable e irrevisable en un
juicio posterior.

En cambio, bajo la expresión de cosa juzgada formal se alude a las decisiones judiciales —
también sentencias definitivas e interlocutorias— que son susceptibles de una revisión
posterior196.

Esta distinción doctrinal la explica claramente la sentencia de la Corte Suprema de 30 de


mayo de 2016, señalando que "(...) la cosa juzgada material alude al litigio examinado en el
juicio y resuelto por una sentencia que alcanza inmutabilidad, siendo la certeza más absoluta
que obtiene una decisión jurisdiccional, sea que haya acogido o rechazado la acción deducida
en un juicio. Se trata de aquellos pronunciamientos judiciales sobre el fondo, que no pueden
ser revisados en procesos posteriores. En cambio, bajo la expresión de cosa juzgada formal se
alude a las decisiones judiciales que son susceptibles de una revisión posterior. Al respecto
esta Corte, en sentencia de 23 de junio de 1980, explica 'se entiende por cosa juzgada formal
el efecto que produce una sentencia definitiva o interlocutoria firme, en cuanto no puede ser
objeto de recurso alguno, pero admite la posibilidad de modificarse lo resuelto en un
procedimiento posterior. La sentencia es inimpugnable, pero es mutable mediante sentencia
dictada en un juicio diverso. En cambio, la cosa juzgada material o sustancial, es el efecto que
produce una sentencia firme, definitiva o interlocutoria, en cuanto no puede ser objeto de
recurso alguno, ni de modificación en el mismo juicio ni en un procedimiento diverso' (Revista
de Derecho y Jurisprudencia tomo 77, sección primera, página 49)"197.

Las resoluciones judiciales que producen cosa juzgada formal surgen de situaciones de
excepción, en las que por razones de justicia o de economía procesal se permite examinar
nuevamente el tema decidido, iniciando un nuevo juicio. En estos casos, la sentencia judicial
pronunciada, no obstante haber alcanzado el grado de resolución firme o ejecutoriada (según
las posibilidades del art. 174 del CPC), e incluso siendo posible su ejecución o cumplimiento
judicial, por razones de política legislativa no adquiere la inmutabilidad que es propia de la
cosa juzgada material. Esta situación de excepción se puede producir por distintas causas, a
saber:

a) En virtud de la cláusula rebus sic stantibus

En ciertas ocasiones, si acontece un cambio de circunstancias en la base fáctica o jurídica


tenida a la vista para el pronunciamiento de una determinada sentencia, la ley permite solicitar
una nueva decisión sobre el fondo. La cláusula rebus sic stantibus se vincula normalmente a
temas de derecho de familia, como la fijación de la pensión de alimentos, el derecho de visita,
la tuición, entre otras situaciones198.

b) Por la sumariedad del procedimiento utilizado

También producen cosa juzgada formal, cuando la ley así lo dispone, las sentencias
pronunciadas en procedimientos sumarísimos, atendido que la abreviación de la etapa de
discusión y prueba limita a las partes su derecho de defensa, en términos de poder cerrar el
debate para siempre, aumentando la posibilidad de equivocaciones judiciales199.

En este punto el legislador mantuvo la tradición de los cuerpos históricos del derecho
castellano, que privaban a la sentencia recaída en este tipo de procesos del efecto de cosa
juzgada material, especialmente en materia de interdictos posesorios, tal como lo admiten
expresamente los artículos 563, 564 y 581 del CPC200. En el caso de los interdictos, esto se
explica —según García Marina— porque las acciones interdictales, provisionales o interinas,
como la propia significación de la palabra interdicto parece indicar, fueron admitidas para
impedir que nadie se pudiera hacer justicia por su mano ni ser desposeído sin antes haber sido
oído y vencido en juicio201. La modificación de lo resuelto por la tutela interdictal surge,
además, porque esta forma de protección no conlleva un pronunciamiento sobre el derecho de
dominio, objeto que se dilucida con la acción reivindicatoria, que se tramita en un juicio de lato
conocimiento.
La estructura anterior se explica porque en nuestra codificación se buscaba que la mayor
parte de los asuntos se decidieran a través del juicio ordinario reglamentado en el Libro II del
CPC, cuya sentencia alcanza siempre eficacia de cosa juzgada material o sustancial202. Por
razones de variada índole, esa propuesta se ha visto superada al comenzar una vorágine
legislativa creadora de procesos especiales, marcados por la tendencia a la sumarización de la
función declarativa. A través de esta opción han surgido juicios de carácter sumario con etapas
concentradas de debate, prueba y plazo para dictar sentencia. Frente a la anterior realidad,
para determinar la eficacia de cosa juzgada formal o material en los juicios sumarios, se
deberá estar a la opción legislativa en cada caso particular.

En lo que conforma un acto de coherencia técnica, en el caso del juicio sumario común (arts.
680 y ss. CPC), se ha previsto la posibilidad de ordenar la sustitución de procedimiento. Bajo
ciertos supuestos un juicio sumario puede continuar siendo tramitado conforme a las reglas del
juicio ordinario, si el juez estima que existen motivos fundados para ello (art. 681 CPC).

10. L

El examen de la temática de la cosa juzgada fraudulenta o de la cosa juzgada aparente


implica tomar partido en varias cuestiones, a saber: ¿qué límite se debe reconocer a la eficacia
saneadora de la sentencia judicial? ¿El fraude procesal en las sentencias firmes es sólo
impugnable a través de la acción de revisión? ¿Puede el juez, ejerciendo las facultades
correctoras del art. 84 inc. final del CPC, poner al descubierto la cosa juzgada aparente o
fraudulenta una vez que se encuentra ejecutoriada la sentencia?

Sin pretender agotar la temática, sentemos algunas pautas elementales.

La cosa juzgada fraudulenta es una manifestación particular de la realidad que conforma la


sentencia injusta. En ella se produce una contradicción entre dos valores necesarios en todo
ordenamiento: justicia y seguridad jurídica. Aunque tales bienes no se deben contraponer, en
la práctica ello puede ocurrir cuando se ha obtenido una sentencia judicial interviniendo medios
ilícitos, que pueden ser producto del embuste del juez, de la contraparte o incluso de terceros.

Como se explicaba, aunque en el terreno de los principios se proclama que "el fraude todo lo
corrompe" (fraus omnia corrumpit), en materia procesal no ha existido una solución uniforme
para solucionar este grave problema.

La cosa juzgada fraudulenta tiene un tratamiento expreso en nuestro ordenamiento, al


admitir éste que la presencia de un fraude en la producción de una sentencia es una cuestión
grave, la que no se puede eludir bajo el pretexto de que la cosa juzgada impide la revisión de
las sentencias firmes y ejecutoriadas. Sin embargo, se debe reconocer que los ordenamientos
procesales de corte decimonónico —como el nuestro— privilegian la seguridad jurídica por
sobre el valor de la justicia, resultando bastante restringida la posibilidad de atacar una
sentencia firme que destruya la cosa juzgada fraudulenta. El mejor ejemplo de esta opción
radical por la certeza jurídica se aprecia en el artículo 331 del Código Orgánico de Tribunales,
que dispone que "ni en el caso de responsabilidad criminal ni en el caso de responsabilidad
civil la sentencia pronunciada en el juicio de responsabilidad alterará la sentencia firme"203.

Esa definida postura de nuestra normativa orgánica fue matizada con posterioridad, al
introducir el Código de Procedimiento Civil la acción de revisión contra una sentencia firme por
las causales del art. 810 CPC Nºs. 1, 2 y 3.

Como lo ha precisado Corte Suprema, en sentencia de 7 de enero de 2009, el recurso de


revisión es un medio de impugnación extraordinario que la ley concede por las causales y en
contra de las resoluciones judiciales firmes "ganadas injustamente, con el objeto de anularlas
en todo o en parte. Su fundamento se encuentra en que la autoridad de cosa juzgada que
emana de una sentencia firme debe ceder si con posterioridad a su dictación aparece un
hecho o circunstancia que por sí sola demuestra su injusticia"204.

La cosa juzgada aparente, por otro lado, se produce cuando la relación procesal no ha
existido por falta de algunos de los requisitos de existencia. En tal hipótesis estaremos frente a
una sentencia que debe ser privada de toda eficacia. En explicación de Hoyos: "... en tales
casos habrá materialidad de un expediente o dossier, que será la vacua imagen de un proceso
inexistente o nulo, induciendo a error a la masa de los justiciables..."205.

Al explicar la inexistencia procesal tuvimos ocasión de dar cuenta de algunos casos


jurisprudenciales donde se procedió a remover una situación de hecho, no obstante que
presentaba la apariencia de sentencia judicial al haberse pronunciado con infracción a reglas
de derecho internacional público.

11. E

El efecto de la cosa juzgada alude a las consecuencias jurídicas que producen las
resoluciones judiciales que adquieren ese atributo, que sabemos son las sentencias definitivas
e interlocutorias firmes, en cuanto hayan fallado el fondo del asunto y se encuentren firmes o
ejecutoriadas.

En este punto se comprenden cuestiones bastante amplias, tales como la dimensión objetiva
y subjetiva de la cosa juzgada y los efectos temporales de la misma (duración del efecto de
cosa juzgada). En la terminología de nuestro Código, estos temas son denominados con las
expresiones de acción o excepción de cosa juzgada (art. 175 CPC).

Desde una perspectiva científica, por cierto, más amplia que la que ofrece nuestro Código de
Procedimiento Civil, la doctrina ha visualizado dos posibles efectos de la cosa juzgada y los ha
denominado efecto negativo o excluyente y efecto positivo o prejudicial.

Desde un punto de vista temporal, los efectos de cosa juzgada se manifiestan como una
cuestión anterior a la ejecución de la sentencia firme. En nuestra jurisprudencia se ha
reconocido que "la acción o excepción de cosa juzgada, a que da lugar una sentencia, es
independiente de su ejecución, emana del hecho de estar la sentencia en que se funda firme o
ejecutoriada, como lo demuestra el artículo 198 (174) del Código de Procedimiento Civil, y su
admisión es de la exclusiva competencia del tribunal ante el cual se deduzcan"206.

El efecto de cosa juzgada se produce una vez que el proceso se encuentra fenecido, esto
es, en definición de la Corte Suprema: "aquel en que se ha dictado sentencia definitiva que se
encuentra ejecutoriada, pues en tal estado el proceso ha llegado a su término, o sea, se lo ha
hecho fenecer"207.

La separación de la eficacia de cosa juzgada como una cuestión anterior a la ejecución tiene
importancia práctica, puesto que la garantía constitucional relativa al derecho de propiedad
impide cualquier acto de los poderes públicos contra la cosa juzgada (arts. 76 CPE, 9º inc. 2º
CC). De un modo concreto, no le afectan a la eficacia de la sentencia los cambios de ley que
influyen en una situación de hecho que ya alcanzó fuerza de cosa juzgada208. Incluso más, se
ha declarado inconstitucionales ciertas leyes que han tratado de establecer nuevas
excepciones para ser opuestas en procesos que habían alcanzado eficacia de cosa juzgada,
no obstante que la ejecución se encontraba pendiente209.

Antes de examinar alguno de los aspectos procesales que promueve la excepción de cosa
juzgada, estimamos pertinente abordar, como cuestión previa, el examen de ciertos elementos
esenciales sin los cuales, a nuestro juicio, no puede surgir la cosa juzgada, a saber: la
necesidad de una sentencia pronunciada por un órgano que ejerza jurisdicción.

12. L

La necesidad de un juicio para la existencia de la cosa juzgada es una exigencia que viene
reconocida desde el derecho histórico. En la Curia Philipica, de Juan de Hevia Bolaños, se
expresaba que "cosa juzgada es la definida y determinada en contradictorio juicio de juez
competente, en las que las partes fueron oídas, de cuyo litigio no se puede más tratar..."210.

En la jurisprudencia se ha reconocido reiteradamente la necesidad de un juicio contradictorio


como requisito para que se produzca la cosa juzgada. La Corte Suprema, en fallo de 31 de
agosto de 1989, destaca muy bien esta idea al declarar que "la cosa juzgada es una institución
jurídica que tiene por objeto impedir que en un nuevo proceso se pretenda juzgar lo mismo que
se juzgó en otro anterior, lo que supone la existencia de dos juicios distintos deducidos entre
las mismas partes y sobre la misma materia"; la misma sentencia agrega que "este
presupuesto jurídico, esto es, tratarse de una sentencia firme dictada en un juicio anterior a
aquel en que se invoca, que mira a la procedencia misma de la excepción de cosa juzgada,
debe examinarse antes de entrar a verificar la concurrencia de las tres identidades que
enumera el art. 177 del Código de Procedimiento Civil"211.
Reitera la misma exigencia la sentencia de la Corte Suprema de 23 de diciembre de 2013, al
declarar que "(...) no habiéndose trabado la litis, no ha existido juicio y, es por ello que, menos
aún, puede haber recaído en los referidos autos una resolución que produzca el efecto de
cosa juzgada para fundar la excepción esgrimida por el ejecutado de los autos en que incide
este recurso de casación (...)"212.

Desde la perspectiva constitucional, la necesidad de utilizar un juicio para la producción de la


cosa juzgada es una exigencia derivada de la garantía del debido proceso, específicamente
del principio de la bilateralidad. En efecto, la Constitución asegura a todas las personas que la
sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción se funde en un proceso previo, y no se
configura éste sin que previamente exista un emplazamiento que permita que lo decidido por
dicho órgano se haga extensivo a quienes figuraron como parte213.

Aunque lo normal es que la cosa juzgada se alegue invocando una sentencia anterior,
también es posible que esta decisión haya sido el resultado de un debate contradictorio
generado en un único proceso, como puede ocurrir cuando una interlocutoria resuelve sobre
un tema de fondo, estableciendo derechos permanentes a favor de las partes. En tal sentido, la
Corte Suprema ha puntualizado que "es claro que, por lo general, la cosa juzgada opera
cuando hay pluralidad de juicios y existe la triple identidad entre la nueva demanda y la
anteriormente resuelta. Pero esta norma, según se ha demostrado, no es rigurosa, como
quiera que la cosa juzgada no encuentra su eficacia en el derecho preexistente a la sentencia,
sino en la fuerza de la sentencia misma, una vez que ésta se ha tornado indiscutible"214. De
esa forma se desestimó un recurso de casación en el fondo, dejando firme una decisión de un
partidor acerca del destino que debía darse a unas crías de acciones dejadas por el causante.

13. L

Una de las diferencias más relevantes entre la actividad jurisdiccional y la administrativa


proviene del hecho de que esta última no produce cosa juzgada215. Efectivamente, las
conclusiones jurídicas o de hecho que vengan dadas por la función administrativa no vinculan
al órgano jurisdiccional, el que, ejerciendo la potestad de juzgar, puede declarar
soberanamente el derecho, apartándose de la decisión o acto administrativo, naturalmente si
se ha impugnado oportunamente y en forma legal. La protección jurídica de los actos
administrativos firmes y no impugnados se explica por otras instituciones, tales como el
principio de respeto a los derechos adquiridos a los destinatarios de buena fe o el principio de
confianza legítima.

De un modo concreto, la sentencia dada en un sumario administrativo no impide que en un


juicio posterior se presenten pruebas contradictorias con aquélla o con los hechos que le sirven
de fundamento, sin perjuicio de que la propia sentencia o el sumario sirva como prueba si ello
es procedente216. De igual forma, se ha resuelto que la determinación de una obligación que
hace la Superintendencia de Electricidad y Combustibles sobre el monto de energía que una
distribuidora suministró a un cliente no produce cosa juzgada por tratarse de una resolución
administrativa, que resuelve el tema sin perjuicio de lo que decida la justicia ordinaria217. En
igual sentido, se ha establecido que la interpretación administrativa que el Código Tributario
entrega al director del Servicio de Impuestos Internos es de naturaleza administrativa y no
jurisdiccional, no produciendo, por tanto, cosa juzgada218.

No obstante lo anterior, en el ámbito del derecho administrativo —desde hace bastante


tiempo— alguna parte de la doctrina viene proclamando la existencia de la denominada cosa
juzgada administrativa. Se trata de una corriente teórica, iniciada por juristas austriacos y
alemanes, que busca extender este típico instituto de la sentencia judicial al
acto administrativo219.

14. C

En nuestro derecho la caracterización de la jurisdicción voluntaria o no contenciosa se


encuentra en el art. 817 CPC. Allí, siguiendo a la doctrina clásica, se declara que son actos
judiciales no contenciosos aquellos que según la ley requieren la intervención del juez y en que
no se promueve contienda alguna entre las partes220.

Tanto en el plano teórico como en el jurisprudencial, la calificación de la jurisdicción


voluntaria como una manifestación de la actividad administrativa tiene plena aceptación en
nuestro medio. Entre otros, sintetiza esta doctrina el fallo de la Corte Suprema de 26 de
octubre de 2012, al señalar: "Cuarto: Que en el caso de los asuntos judiciales no contenciosos,
por tener éstos un carácter administrativo, donde sólo existe el interesado y un asunto a
resolver, no cabe hablar de excepción de cosa juzgada, toda vez que no existen propiamente
partes, ni procedimiento que lleve a la resolución de un conflicto de relevancia jurídica, como
sucede en los asuntos contenciosos de naturaleza jurisdiccional (...)"221.

Las resoluciones pronunciadas en los actos de jurisdicción voluntaria no producen cosa


juzgada porque se generan sin un contradictor que permita luego verificar la triple identidad
que demanda la excepción de cosa juzgada y, además, por la circunstancia de que lo resuelto
en sede no contenciosa es esencialmente revocable, en el mismo procedimiento o a través de
acciones ordinarias.

La Corte Suprema ha resuelto que no es procedente alegar la excepción de cosa juzgada


cuando ésta se funda en lo decidido en un asunto de jurisdicción voluntaria, ya que no existe
identidad de objeto o de causa de pedir entre la cuestión materia del juicio con la que fue
objeto de esa gestión222. Sólo si el asunto voluntario ha devenido en contencioso por
oposición del legítimo contradictor, lo que se resuelva en tal proceso está amparado por el
contenido negativo de la cosa juzgada223.
15. C

Las gestiones preparatorias se caracterizan por la realización de una actividad donde el juez
no juzga acerca de acciones o excepciones, sino que se limita, a lo más, a intervenir en una
actividad previa a un juicio, de carácter preparatoria, probatoria o cautelar. Como en ella no se
emite un pronunciamiento sobre el fondo de un asunto que pueda entenderse juzgado por el
tribunal no se puede predicar que produce el efecto de cosa juzgada.

Como bien lo ha reconocido la Corte Suprema, en sentencia de 19 de agosto de 1933, "la


confesión judicial de la deuda, así como el reconocimiento de firma, no es sino un medio de
preparar la ejecución que la ley confiere al acreedor que carece de título, en las obligaciones
de dar, siendo, por lo tanto, un trámite exigido por la ley para entrar al juicio ejecutivo que,
atendido el mecanismo de la ley, no puede producir cosa juzgada, al revés de lo que ocurre
con la sentencia que se dicta en el juicio ejecutivo que lo produce para el ordinario"224.

En el caso de las medidas prejudiciales, reguladas en el Título IV del Libro II del CPC (arts.
273 al 289), su misma denominación demuestra la ausencia de un juicio, que sabemos es
elemento esencial para que se produzca cosa juzgada. Lo anterior se ve reforzado si
consideramos que la concesión de estas medidas no impone al futuro demandante la carga
procesal de presentar la demanda (salvo que se trate de una medida prejudicial precautoria).
En suma, se trata de actuaciones procesales que se limitan a preparar la entrada al juicio,
asegurar el resultado de una acción que se deducirá, o bien conservar o anticipar un medio de
prueba, sin que el juez juzgue sobre acciones o excepciones de las partes.

16. E

El efecto negativo de la cosa juzgada es la consecuencia jurídica que de forma natural se


atribuye a esta institución. En principio, la cosa juzgada opera cuando en el segundo proceso
se intenta una nueva acción que tiene un objeto subjetiva y objetivamente idéntico al primero.

La determinación de la cosa juzgada apunta a resolver qué extensión subjetiva y objetiva


tiene lo resuelto en una sentencia judicial anterior, frente a una nueva acción que ha sido
deducida en un proceso ulterior. Si en esa actividad de confrontación se advierte una identidad
entre lo resuelto y la nueva acción deducida, esta última no puede prosperar. Si, por el
contrario, tal identidad no concurre, se puede emitir un pronunciamiento sobre el fondo de la
nueva acción deducida, al no existir un impedimento jurídico para ello.

Cuando concurren los requisitos de la función negativa de la cosa juzgada, el órgano


jurisdiccional debe evitar una nueva sentencia sobre el fondo, por estar ya resuelto
jurisdiccionalmente el tema sobre el que se intenta volver a debatir. La función negativa de la
cosa juzgada tiene una naturaleza excluyente, siendo una proyección de la regla básica del
non bis in idem.

Como ha resuelto la Corte Suprema el 19 de diciembre de 1940, "el efecto propio o natural
de toda sentencia que acepta la excepción de cosa juzgada consiste precisamente en
desconocer al actor el derecho de accionar nuevamente sobre lo mismo que ya fue fallado
antes"225.

En un proceso civil de corte dispositivo, como el nuestro, este efecto opera en virtud de
alegación de la parte interesada. Esto se hará valer normalmente a través de la interposición
de la excepción de cosa juzgada, sin perjuicio de otros instrumentos que pueden conseguir
este efecto incluso después que se haya pronunciado la sentencia definitiva en el segundo
juicio iniciado infringiendo la regla del non bis in ídem. Efectivamente, la función excluyente
puede ser promovida y declarada en segunda instancia o incluso invocada como causa del
recurso de revisión226. En ambos casos, se trata de causales de nulidad de la segunda
sentencia para hacer prevalecer la decisión anterior, evitando de raíz la pretensión de ejecutar
dos sentencias contradictorias, como ocurriría, por ejemplo, si una sentencia autoriza el
despido de un trabajador y otra posterior ordena su reincorporación227.

El efecto excluyente que produce la cosa juzgada, según la Corte Suprema, inhibe que los
tribunales puedan hacer uso de las facultades para anular de oficio un acto o contrato, si el
punto ya había sido discutido y resuelto por la sentencia de primer grado y la parte no apeló de
ello228. Ni siquiera por la vía del ejercicio de las facultades correctoras del procedimiento, que
concede el artículo 84 del CPC, el juez puede alterar la inmutabilidad de la sentencia que se
produce en virtud de la cosa juzgada, salvo lo que se señaló sobre la cosa juzgada
aparente229.

El estado jurídico que genera la cosa juzgada no puede ser alterado, aunque existan
poderosas razones para ello; reflejan muy bien esta situación las sentencias de la Corte de
Apelaciones de Santiago y de la Corte Suprema recaídas en los autos "Shirizawa con Empresa
de Ferrocarriles del Estado", pronunciadas en la década del sesenta del siglo pasado. En dicho
proceso, se solicitó el reajuste de la renta vitalicia ordenada por una sentencia judicial anterior.
Según la actora, el poder adquisitivo de la renta fijada había perdido su valor inicial. Aunque el
juez de primera instancia acogió la demanda, tanto el tribunal de alzada como la Corte
Suprema estimaron procedente la excepción de cosa juzgada, ya que el mérito de la sentencia
anterior impide alterar la cuantía de obligaciones ya existentes230.

Desde otro punto de vista, el efecto negativo conlleva una sanción procesal para el litigante
negligente, al que este estado procesal le impide renovar el debate en el juicio posterior,
invocando nuevos hechos o nuevos elementos probatorios que no produjo en el juicio anterior.
Con apoyo en citas de autoridad, el fallo de la Corte Suprema de 7 de agosto de 1961 acepta
esta sanción procesal que surge de la cosa juzgada declarando que "... preciso es no confundir
con la causa de una acción o excepción las circunstancias o medios que puedan concurrir a
establecer esta causa o a justificar la existencia de ella. De aquí se desprenden, entre otras,
las siguientes conclusiones: [...] Dos demandas deben ser consideradas como fundadas en
una misma causa, aun cuando en apoyo de la segunda se presente un medio nuevo sacado
de una disposición legal que por negligencia no se invocó en la primera, o cuando se ofrezca
prueba sobre hechos que antes no se propusieron.

Es evidente que no se puede recomenzar un proceso con el simple pretexto de medios


nuevos, ya de hecho, ya de derecho.

Ésta es la doctrina de Aubry et Rau, tomada de su Curso de Derecho Civil, tomo VIII, página
352.

"Y muchos siglos antes, Neracio acepta la procedencia de la excepción de cosa juzgada
respecto 'de alguno que habiéndose sentenciado en contra de él, hállase nuevos documentos
que justifiquen su causa'"231.

Delimita con igual exactitud el contenido de esta situación jurídica el fallo de la Corte
Suprema de 30 de noviembre de 1995, cuando expresa que "la cosa juzgada es un concepto
básico del derecho procesal encaminado a evitar que una cuestión ya fallada en un juicio
pueda ser planteada nuevamente en otro litigio. Se trata de que lo resuelto no puede discutirse
más, ni en el mismo proceso ni en otro futuro, con el objeto de dar fijeza y seriedad a la
administración de justicia..."232.

Por último, si se promueve el juicio antes que se produzca la eficacia de cosa juzgada y
concurre la triple identidad, el mecanismo para prevenir una nueva sentencia es la excepción
de litispendencia, que es un instrumento auxiliar o preventivo de la cosa juzgada (para evitar
sentencias contradictorias), que se determina también atendiendo a los mismos elementos de
identificación de la acción233.

17. C

La litispendencia es un concepto que alude a distintos efectos jurídicos procesales. En su


sentido más genérico, se refiere al hecho de existir un juicio pendiente entre los mismos
sujetos234.

En relación a la cosa juzgada, la manifestación que interesa es la litispendencia in specie,


situación que surge cuando una misma acción es propuesta en otro proceso diverso,
concurriendo la triple identidad entre la nueva acción deducida y la que está siendo conocida
en un proceso anterior. En esta hipótesis, para evitar que la misma acción sea conocida
nuevamente, se permite al demandado oponer la excepción de litispendencia con el fin de
evitar sentencias contradictorias sobre un mismo asunto235. En esta faceta la litispendencia
actúa como un mecanismo preventivo de la cosa juzgada, para evitar que se tramiten al mismo
tiempo dos juicios con el mismo objeto. Por regla general, habrá litispendencia cuando existan
en juicios separados acciones en las que se verifica la triple identidad (art. 177 CPC). Si ella se
acoge, se impide seguir con la tramitación del juicio donde se constató esta situación236.
Como lo ha sintetizado la sentencia de la Corte Suprema de 30 de enero de 2012, "(...) la
institución de la litispendencia apunta a evitar la pendencia simultánea de más de un proceso
sobre la misma cuestión. Supone invocar la existencia de un pleito pendiente entre las mismas
partes sobre el mismo objeto y con la misma causa de pedir, con el fin de evitar un nuevo
pronunciamiento sobre algo que ya ha sido objeto de conocimiento por un órgano judicial".

En el mismo fallo recién aludido se indica que "se dice, en este sentido, que existe hoy
litispendencia donde mañana existirá cosa juzgada, idea que permite concebir la eficacia
excluyente de la litispendencia como una especie de anticipación de la función negativa de la
cosa juzgada material. Como observa Vegas Torres, 'el fundamento de las dos instituciones
sería el principio general de prohibición del non bis in idem, y la finalidad de ambas, la de evitar
la pluralidad de pronunciamientos jurisdiccionales sobre un mismo asunto, finalidad principal a
la que se añadiría la secundaria de evitar la sustanciación de procesos inútiles, con beneficio
evidente en términos de economía procesal'. (Vegas Torres, Jaime: "La eficacia excluyente de
la litispendencia", en: Revista de Derecho de la Universidad de la Rioja, p. 170)"237.

18. D

18.1. Explicación general

La sentencia firme y ejecutoriada conforma una realidad jurídica y material que puede servir
para acreditar un hecho en un proceso posterior. Una de esas proyecciones dice relación con
la alegación de la función negativa de la cosa juzgada. Como en nuestro sistema procesal esta
excepción no puede ser apreciada de oficio por el juez, la parte que la alega debe acreditar su
existencia, acompañando las sentencias donde ella consta238.

La alegación anterior implica hacer valer la dimensión negativa o excluyente de la cosa


juzgada. Su fuente positiva legal se encuentra en el artículo 177 del CPC, en los siguientes
términos: "La excepción de cosa juzgada puede alegarse por el litigante que haya obtenido en
el juicio y por todos aquellos a quienes según la ley aprovecha el fallo, siempre que entre la
nueva demanda y la anteriormente resuelta haya: 1º identidad legal de personas; 2º identidad
de la cosa pedida, y, 3º identidad de la causa de pedir".

Por influencia de la doctrina francesa, nuestro Código de Procedimiento Civil siguió la


doctrina de las tres identidades para determinar cuándo una resolución tiene el mérito de
impedir renovar el debate sobre un tema en el que ya existe cosa juzgada239.
La determinación de la concurrencia de la triple identidad busca verificar si la nueva acción
deducida es idéntica a la fallada en un proceso anterior, situación que se dará cuando
coincidan todos sus componentes, es decir, se trata de los mismos sujetos, causa de pedir y
petitum. La diversidad en un solo elemento de identificación excluye la existencia de la cosa
juzgada. En palabras de la Corte Suprema, la triple identidad a que se refiere el legislador
debe concurrir copulativamente, bastando la ausencia de uno solo de ellos para que la
excepción de cosa juzgada carezca de fuerza legal240.

La triple identidad es una categoría susceptible de ser utilizada sólo en el ámbito del proceso
civil, ya que la cosa juzgada en el proceso penal se comporta de otro modo. Efectivamente,
como lo destaca la sentencia de la Corte Suprema de 30 de mayo de 1995, los dos elementos,
médula de la decisión que el juez penal emite en la sentencia, son el hecho de que constituye
el delito y la persona a la que se atribuye su ejecución o se le imputa participación en él241.
Por lo mismo, no resulta aplicable al proceso penal el concepto de triple identidad del
artículo 177 del CPC.

18.2. La dificultad para su determinación

Aunque en principio se podría pensar que constituye una operación relativamente fácil
determinar la presencia de las tres identidades, la verdad es que en su aplicación práctica
surgen problemas, algunos de ellos muy difíciles de resolver242. Se constata esta realidad
explícitamente en un fallo de la Corte de Apelaciones de Valparaíso, al indicar que "cuando la
ley habla de identidad, dicho término no puede tomarse en un sentido tan absoluto y
restringido que importe exigir una igualdad tan completa entre ambas demandas como si fuere
copiada o calcada de otra"243.

Se da la identidad, aunque no se utilicen las mismas expresiones que en el libelo anterior, si


el demandante solicita sustancialmente el mismo alcance ya declarado. Como lo tiene
establecido la Corte Suprema: la identidad ha de buscarse en el beneficio jurídico y no en la
materialidad de las prestaciones, sin que pueda pretenderse sean iguales en substancia y
accidentes244.

En el plano ideal, la búsqueda de la identidad jurídica de lo decidido debe estar desprovista


de formalismos enervantes, que se agoten en un análisis meramente literal de las
denominaciones utilizadas para individualizar las acciones. En consecuencia, se debe tratar de
un acto de indagación, que precise la sustancia última de las afirmaciones y peticiones de
tutela jurisdiccional, rechazando determinar la identidad de una acción sólo por la
denominación que les atribuyen las partes a las acciones ejercitadas, debiendo estarse más a
la finalidad que se persiga con la acción245.

Sobre el carácter formal del acto de alegación, la Corte Suprema no ha dejado dudas al
declarar que "... cabe señalar que las acciones como también las excepciones deben
plantearse en el juicio y solicitarse un pronunciamiento del tribunal a su respecto y no procede
que se deduzcan sólo de los razonamientos que se contengan en los escritos presentados por
las partes y como la excepción de cosa juzgada de que se trata no fue alegada formal y
oportunamente en el juicio, como lo reconoce el propio demandante, no recayó
pronunciamiento de los tribunales que han intervenido en el pleito sobre tal materia, de manera
que por tal motivo y por tratarse de una cuestión nueva, no discutida ni en primera ni en
segunda instancia y que por lo tanto no puede ser promovida en el recurso de casación,
corresponde el rechazo del recurso..."246.

18.3. Rasgos distintivos de la excepción

El efecto excluyente que se genera cuando se acoge la excepción de cosa juzgada genera
un estado jurídico que presenta las siguientes características: es imprescriptible, es
renunciable y tiene efecto relativo.

1º) Es imprescriptible. Esto significa que el estado jurídico de cosa juzgada sobre un tema se
mantiene indefinidamente en el tiempo, con tal de que se haga valer por el litigante que haya
obtenido en el juicio un pronunciamiento sobre el fondo y por todos aquellos a quienes según
la ley aprovecha el fallo la carga procesal de alegarla oportunamente247. En principio ello
acontecerá cada vez que se quiera reiniciar un juicio con un objeto procesal ya resuelto con
eficacia de cosa juzgada, cualquiera sea el tiempo transcurrido desde el pronunciamiento de la
sentencia. Al formular la excepción se deberá expresar determinadamente la sentencia en que
ella se funda, debiendo probar su existencia con copia del fallo firme o ejecutoriado que sirve
de base a la excepción. Si no se acreditan los supuestos de hecho con las copias de la
sentencia, la excepción debe ser desestimada248.

2º) Es renunciable. Conforme a este rasgo, el estado de cosa juzgada se puede dejar de
hacer valer, permitiendo que el asunto idéntico sea juzgado nuevamente. Nada impide que el
beneficiado con la excepción de cosa juzgada pueda renunciar a esa situación jurídica, con tal
de que la renuncia mire a su interés individual (art. 12 CC). La regla anterior no rige en el caso
de ciertas sentencias constitutivas, especialmente aquellas que dan nacimiento a situaciones
jurídicas que no es posible revertir, aunque se quiera renunciar a la cosa juzgada; los casos
más evidentes resultan de la creación de un estado civil, cuyas sentencias además tienen
eficacia erga omnes.

3º) Tiene un efecto relativo. Tienen derecho a oponer esta excepción "el litigante que haya
obtenido en el juicio y por todos aquellos a quienes según la ley aprovecha el fallo". El alcance
de esta última regla obliga a examinar el problema de la identidad subjetiva de la cosa juzgada.
19. L

19.1. Alcance del requisito

Esta identidad dice relación con los límites subjetivos de la cosa juzgada, esto es, qué
sujetos quedan vinculados por los efectos negativos o excluyentes de una sentencia judicial
que produce cosa juzgada.

Básicamente, para que opere la excepción de cosa juzgada debe existir identidad legal de
personas, es decir, que sean los mismos los que figuraron en el litigio ya resuelto y en el nuevo
y posterior proceso. Esta identidad jurídica se cumple cuando se constata la misma calidad
jurídica entre los sujetos del proceso anterior y del proceso ulterior, aunque en el nuevo juicio
cambien de rol (que el demandado pase a actuar como demandante o viceversa)249.

El principio general en este tema es el siguiente: "la eficacia de la cosa juzgada se extiende
sólo frente a las partes y a aquellos sujetos que, atendiendo a la situación jurídica resuelta,
pueden equipararse a las partes"250. Tradicionalmente se ha entendido que tienen la calidad
de parte los sujetos de la relación jurídico-procesal, esto es, quienes actúan como sujetos
activos y pasivos en el proceso: el demandante y el demandado. Sin embargo, nuestro Código
de Procedimiento, de un modo expreso, extiende los efectos de la cosa juzgada a los terceros
que intervienen voluntariamente en un proceso (art. 24 CPC).

También se produce la identidad subjetiva cuando alguien actúa en nombre de otro, por
representación. Ilustra muy bien esta situación una sentencia de la Corte Suprema de 1966, al
declarar que existe identidad si en el juicio anterior compareció en nombre del sindicato
demandante la confederación de la cual formaba parte, ya que con dicha actuación el sindicato
adquiría la calidad de parte del proceso anterior. La eficacia de cosa juzgada, según esta
sentencia, impide que en el nuevo juicio se pueda revisar la pretendida falta de personería de
la confederación en el juicio anterior, al no haberse discutido sobre el punto en el mismo251.

Las exigencias sobre la identidad subjetiva han debido ser atenuadas, permitiendo que
aleguen esta identidad jurídica algunos sujetos que, sin haber sido técnicamente parte del
proceso anterior, tengan algún grado de vinculación con el que sí fue parte del mismo. En otras
palabras, de la cosa juzgada nace una declaración del derecho que no pertenece sólo a las
partes que fueron sujetos del proceso y que han quedado sometidas a esa decisión judicial,
sino que la sentencia, como acto de autoridad amparado por el Estado, puede beneficiar a
otras personas, en cuanto se les permite invocar en su beneficio la fuerza excluyente de la res
judicata. Nuestro Código de Procedimiento Civil reconoce lo anterior, permitiendo que puedan
alegar la cosa juzgada no sólo el litigante que haya obtenido en el juicio, sino que también
todos aquellos a quienes según la ley aprovecha el fallo (art. 177 inc. 1º CPC).

Se debe insistir que se trata de una identidad jurídica, no física, ya que es posible que se
trabe el nuevo juicio entre las mismas personas físicas, pero sin existir la identidad legal que es
la exigencia de la excepción. En tal sentido, se ha resuelto que no se da la identidad legal si en
el primer juicio el actor compareció invocando su calidad de comunero de un inmueble y en el
segundo comparece como arrendatario252.

19.2. Algunos problemas en la identidad subjetiva

No siempre resulta fácil determinar los límites subjetivos de la cosa juzgada. Efectivamente,
como lo explica Trocker, el principio básico antes descrito —la cosa juzgada sólo afecta a las
partes— sufre atenuaciones y limitaciones de todo tipo, inspiradas en la exigencia práctica de
conciliar el rigor de la máxima res inter alios iudicata aliis non praeiudicat [la cosa juzgada, al
tercero, ni le perjudica ni le aprovecha] con diversas hipótesis que, por su misma estructura y
configuración sobre el plano sustancial, se oponen a ser incluidas en el ámbito de esta
directiva, instando así el reconocimiento de la eficacia de la cosa juzgada en una esfera más o
menos amplia de terceros253. En algunos casos el legislador soluciona el problema de los
límites subjetivos otorgando a ciertas sentencias eficacia erga omnes, especialmente las
constitutivas de estado civil (arts. 315, 316 CC).

Desde la doctrina, con mayor o menor intensidad, se invita a desechar una aplicación rígida
de los límites subjetivos de la cosa juzgada, pues un criterio restringido en esta materia no
resulta eficaz para garantizar la economía procesal ni evitar el pronunciamiento de sentencias
contradictorias, sobre todo cuando las relaciones jurídicas tienen algún grado de conexión.

A falta de norma legal que solucione el tema, la jurisprudencia ha ido extendiendo el alcance
de la expresión identidad legal de personas a sujetos que originariamente no fueron parte, pero
que, sin embargo, están legitimados para invocar en su beneficio la fuerza negativa de la cosa
juzgada, como ocurre en ciertos casos con los codeudores o coacreedores de obligaciones
solidarias o indivisibles; con ciertos sucesores a título singular254; en las relaciones de
herederos con legatarios y de deudores principales con fiadores255.

El replanteamiento del alcance de la identidad es fruto del abandono de la tradicional noción


de tercero en sentido negativo, esto es, como aquel que no tiene la calidad de parte de la
relación procesal256. En otros términos, es posible que un "tercero", por ser titular de una
relación jurídico-material, pueda estar junto con una de las partes en algún vínculo que le
permita beneficiarse de los efectos excluyentes de una sentencia judicial anterior. Por lo
mismo, no debe llamar la atención que en ciertos casos se conceda efecto "ultra partes" a un
fallo judicial, dando un mayor contenido a la norma de legitimación que admite nuestro Código,
en orden a que puedan alegar la cosa juzgada todos aquellos que según la ley son
beneficiados por ella (art. 177 CPC).

Desde un punto negativo, se ha estimado que no existe esta identidad entre el socio y la
sociedad, por tratarse de personas jurídicamente distintas, resultando improcedente que el
socio invoque una sentencia pronunciada a favor de la sociedad257; tampoco se da la
identidad subjetiva en materia de responsabilidad civil extracontractual entre la esposa y la
madre de la víctima258.

En su reconocimiento positivo se ha resuelto que "demandados en un segundo juicio los


herederos de una persona que había intervenido como parte en un juicio anterior en que se
pedía la declaración de ilegitimidad del demandante, existe la triple identidad legal de personas
en ambos juicios, porque los herederos representan la persona del difunto y le suceden en
todos sus derechos y obligaciones transmisibles"259.

20. L

20.1. Explicación general

El tema de los límites objetivos apunta a resolver qué extensión se debe reconocer a lo
resuelto en una sentencia judicial, que tenga fuerza de cosa juzgada. En términos más
simples, el problema del límite objetivo de la cosa juzgada se dirige a precisar qué debe ser
comprendido dentro de lo decidido en la sentencia judicial que produce el efecto de cosa
juzgada.

En principio, el límite objetivo de la cosa juzgada opera cuando el segundo proceso tiene un
objeto idéntico al primero. Esta comprobación se hace atendiendo a los dos elementos
objetivos que componen toda acción: la causa de pedir y el petitum. En palabras del CPC, la
identidad objetiva se dará cuando exista "identidad de la cosa pedida" e "identidad de la causa
de pedir" (art. 177)260.

La identidad objetiva de la cosa juzgada se produce de ordinario en la parte resolutiva de la


sentencia, esto es, la que decide el objeto del proceso. De un modo excepcional, se extenderá
este efecto a ciertos considerandos que la doctrina y jurisprudencia denominan como
"considerandos resolutivos", "objetivos" o "decisorios", los que por tener un nexo directo con la
parte resolutiva alcanzan también la eficacia de cosa juzgada261. En palabras de la Corte
Suprema: "para apreciar si existe identidad de cosa pedida debe estudiarse en conjunto la
sentencia en que se apoya la cosa juzgada, ya que los considerandos que la informan hacen
un solo todo, no siendo posible precisar el alcance de lo resolutivo sin tomar en cuenta el
fundamento capital que determina lo dispositivo"262.

Para determinar adecuadamente la identidad objetiva se debe efectuar un análisis


comparativo entre lo resuelto en una sentencia anterior y la nueva acción deducida en un
proceso ulterior263. En rigor, no es una identidad entre demandas, sino entre una sentencia
anterior —que ya juzgó el tema— y una nueva acción, deducida en una demanda que
pretende plantear el mismo objeto procesal. En esta operación debemos prescindir de los
nombres que se puedan asignar a la acción o acciones en los escritos fundamentales o en la
misma sentencia, debiendo buscarse siempre la sustancia de cada acción afirmada en el
proceso.

Lo anterior es consecuencia de que cada acción tiene una individualidad propia y no está
encerrada en fórmulas rígidas; hace bastante que la acción dejó de ser concebida a la luz de la
definición de Celso, esto es, como una proyección o parte del derecho subjetivo material264.
En este sentido, la Corte Suprema ha resuelto que "lo que en derecho caracteriza toda acción
es la concurrencia de tres requisitos, a saber: que la acción se dirija contra una persona
determinada, que se precise la cosa demandada y que se señale la causa de pedir que le sirve
de fundamento"265.

De un modo más concreto, una antigua sentencia de la Corte Suprema, de 3 de abril de


1914, establece: "la causa de pedir es la que particularmente determina la condición jurídica de
las acciones o excepciones alegadas y que, por consiguiente, aceptar ó desechar una
excepción por una causa de pedir distinta de la invocada importaba resolver una excepción
diversa á la sometida á juicio por las partes..."266.

20.2. La causa de pedir en cada tipo de acción

Para facilitar la determinación de la identidad objetiva se ha hecho pauta común en la


doctrina que en la fijación del componente causal de la acción, necesariamente, se debe
distinguir entre acciones de condena, declarativas y constitutivas. Este modo de proceder se
justifica desde el minuto en que la causa de pedir varía según las diversas categorías de
derechos y acciones267.

20.2.1. La causa de pedir en la acción de condena

Si la acción de condena busca la protección de un derecho absoluto, la causa de pedir


queda configurada con tal de que la pretensión afirme el derecho a que se refiera, siendo por
tanto innecesario mencionar el hecho constitutivo de tal derecho. Como lo tiene declarado la
Corte Suprema, "en las demandas de reivindicación de bienes corporales, el derecho
reclamado es el dominio. En consecuencia, existe identidad de cosa pedida o beneficio jurídico
entre ellas, desde que las respectivas acciones reivindicatorias se refieran sustancialmente a
un mismo bien corporal"268.

Por su parte, la sentencia de la Corte Suprema de 8 de octubre de 1964 recoge plenamente


esta tesis sobre la configuración de la causa de pedir. Allí se desestimó un recurso de casación
en el fondo, declarando que existía la triple identidad de la cosa juzgada entre dos juicios
reivindicatorios, ya que en ambos juicios se daba "el mismo fundamento legal del beneficio
jurídico que se ha obtenido, el hecho generador de él y en virtud del cual se demanda su
reconocimiento"269.

También aplica la misma regla la sentencia de la Corte Suprema, de 13 de noviembre de


2007, señalando "que en lo que respecta a la causa de pedir, ésta ha sido definida por el
legislador como 'el fundamento inmediato del derecho deducido en juicio', pudiendo agregar
que es el antecedente jurídico o material en que se sustenta el derecho que se reclama, el cual
los magistrados del fondo determinaron era el derecho de dominio sobre la parcela en disputa,
circunstancia que se acreditó por la parte que obtuvo en el primer juicio, esto es los
demandantes en ese procedimiento, actuales demandados en el presente. No resultan
atendibles las argumentaciones del recurso en cuanto pretende explicar que 'en el primer
juicio, la controversia se centró en el dominio y prevalencia entre uno y otro modo de adquirir,
sucesión por causa de muerte de la sucesión demandante y tradición por parte de la
demandada' y que en 'el presente juicio la causa de pedir es únicamente la posesión', puesto
que esta última circunstancia no guarda del todo correspondencia con la demanda, en la que
se solicita de declare que 'adquirió por prescripción adquisitiva, el dominio del inmueble', es así
como resulta efectivo lo concluido por los jueces del grado en que sostiene que la causa de
pedir se radica en el derecho de dominio, el que se discutió en ambos juicios(...)"270.

En cambio, si la acción de condena busca la tutela en un derecho personal o de crédito, la


causa de pedir se debe configurar indicando el hecho constitutivo a partir del cual se pretende
deducir la existencia de la relación jurídica a que se refiere la acción271.

En esta situación la identidad objetiva se dará si la nueva pretensión descansa en los


mismos hechos o acaecimientos históricos, aunque se modifiquen cuestiones accidentales.
Como se puede apreciar, en este punto cobra especial interés la determinación histórica de los
hechos, ya que puede ocurrir que se trate de los mismos hechos causales de una determinada
consecuencia jurídica, pero ocurridos en tiempos distintos. En nuestra jurisprudencia, se
acepta con claridad esta distinción en la sentencia de la Corte Suprema de 14 de enero de
1915, que desestimó la excepción de cosa juzgada, sosteniendo que el hecho causal que
originaba los perjuicios acaeció con posterioridad a un juicio que por el mismo tema se habría
resuelto con anterioridad272.

Por su parte, si se trata de una obligación periódica y sucesiva es perfectamente posible


separar el contenido de la prestación, distinguiendo los diversos períodos del tracto que
pueden resultar incumplidos para fijar la existencia de la identidad objetiva. Se aprecia este
criterio en la sentencia de la Corte Suprema de 13 de noviembre de 1995, al establecer que la
declaración de suficiencia que hace el tribunal en la gestión de pago por consignación sólo ha
podido producir efectos de cosa juzgada respecto de las cantidades de energía y de dinero a
que ella se refirió y no respecto de toda la deuda que la demandante pretendía, ya que ella era
de una entidad mayor. En consecuencia, se estimó procedente acoger la excepción de cosa
juzgada opuesta en un juicio posterior sólo respecto del monto pagado por la consignación,
que no cubría el saldo pendiente273.

20.2.2. La causa de pedir en la acción declarativa


Esta forma de tutela jurisdiccional se consigue mediante el ejercicio de la acción declarativa,
también conocida como mero-declarativa. La tutela jurisdiccional a que tienden las acciones se
encamina a la "constatación judicial" de la existencia o inexistencia de una relación jurídica,
para poner fin a un estado de incertidumbre jurídica, y no a la condena de un demandado a
realizar una prestación274.

En la jurisprudencia se reconoce que este tipo de protección queda amparada por el efecto
de cosa juzgada. Así lo proclama expresamente la sentencia de la Corte de Apelaciones de
Santiago, de 4 de junio de 1987, cuando señala que uno de los fines que tiene el actor para
deducir este tipo de acciones es lograr la cosa juzgada, es decir, "la indiscutibilidad y la
claridad meridiana de la situación jurídica, la imposibilidad de que la seguridad jurídica pueda
volver a ser puesta en duda por aquellos en cuyo perjuicio se ha declarado la existencia o la
inexistencia de la misma (Prieto Castro, La acción declarativa, p. 107)"275.

En cuanto a la determinación de la causa de pedir en las acciones declarativas (y también


en las constitutivas), se presenta la dificultad de no existir propiamente un derecho subjetivo a
la declaración o a la constitución. Incluso más, este tipo de tutela judicial no está regulada en el
CPC, aunque nadie niega su existencia en nuestro sistema procesal. Dicho de otra forma,
tanto la acción declarativa como la acción constitutiva se presentan como verdaderos "poderes
jurídicos" (derechos potestativos para algunos), en los que la acción procesal muestra su plena
autonomía del derecho material. Al decir de Chiovenda "... la acción de declaración de certeza
se caracteriza no por un derecho del cual tenga la causa, sino por la especial naturaleza de
tutela jurídica a la que tiende"276.

Para determinar la forma de delimitar la causa de pedir, la doctrina distingue dos tipos de
acciones declarativas, a saber: acciones declarativas positivas y acciones declarativas
negativas. En las acciones declarativas positivas, para fijar el componente causal a su vez se
distingue entre acciones declarativas relativas a derechos absolutos y acciones declarativas
relativas a derechos personales, aplicándose las mismas pautas anteriormente explicadas para
las acciones de condena.

En el caso de las acciones declarativas positivas relativas a derechos absolutos, la doctrina


mantiene la tesis de que la causa de pedir queda singularizada mediante la petición de
declaración del derecho absoluto de que se trata, sin necesidad de narrar cuál es el hecho
constitutivo que ha dado vida al derecho o las circunstancias que han impedido su origen277.
Por lo anterior, si el actor solicita en un nuevo juicio que se le declare dueño de un predio,
invocando en su demanda dos o más títulos relativos a la adquisición de ese derecho de
dominio, que no adujo en el juicio anterior, ello no puede significar una diversidad del elemento
objetivo de la cosa juzgada, puesto que el derecho de dominio sigue siendo el mismo y único.

Por otra parte, en el caso en que la solicitud de declaración positiva persiga la protección
jurisdiccional de los derechos personales, la fijación de la causa de pedir requiere el
señalamiento de la relación jurídica cuya constatación o afirmación se solicita
jurisdiccionalmente, esto es, que se narren los acaecimientos que han dado origen a la
petición. Por ejemplo, si el actor no sabe o es incierto el contenido de una relación jurídica que
le une con otra persona, deberá narrar toda la base fáctica o hecho constitutivo del vínculo
cuya declaración jurisdiccional le interesa para poner fin al estado de incertidumbre jurídica
que pretende.

Las reglas anteriores sufren una alteración en el caso de las acciones declarativas
negativas. En efecto, la fijación de la causa petendi en este tipo de acciones de declaración
negativa viene dada por la siguiente circunstancia: en el petitum lo que se solicita es una
declaración de inexistencia, esto es, en general, que el demandado no tiene un bien o no está
gozando de un derecho determinado. Como nadie puede solicitar la inexistencia de un derecho
invocando una situación y luego otra, es indiferente si ella está fundada en un determinado
conjunto de hechos o en otro distinto.

Una proyección jurisprudencial de lo anterior se encuentra en la sentencia de la Corte de


Apelaciones de Santiago de 4 de noviembre de 1963, que aborda directamente el problema de
la identidad objetiva en materia de acción declarativa. Allí se estimó que era improcedente
discutir sobre la declaración de pertenencia exclusiva de un bien raíz, con el fin de excluirlo de
la partición. Según la Corte, existía cosa juzgada sobre el particular, pues en el nuevo juicio se
persigue otra vez el objeto o beneficio jurídico planteado en el primer proceso, cuando se
formuló oposición a designar árbitro que dividiese el mismo bien raíz. Agrega la sentencia que
la petición de exclusión del bien y el reconocimiento del dominio "fue rechazado implícitamente
cuando se desestimó la referida oposición, puesto que lo decidido por los jueces se
fundamentó en el condominio, que es incompatible con la propiedad exclusiva y el cual fluye o
emana de lo declarado en relación con sus motivos. Y como, además, el nuevo juicio se
pretende ventilarlo entre las mismas partes o personas y se invoca incuestionablemente la
misma causa de pedir, debe prosperar la excepción de cosa juzgada deducida como
dilatoria"278.

Otro hito jurisprudencial sobre la determinación de la identidad objetiva en materia de


acciones de declaración se contiene en los autos "Ferrocarriles de Antofagasta con Impuestos
Internos", de 1961. La relevancia de este caso radica en su reconocimiento de la existencia de
la identidad objetiva, pues en el juicio anterior (ya fallado) se había declarado que no existía la
renta en una diferencia cambiaria que reclamaba nuevamente el Fisco en un proceso ulterior,
aunque liquidando el tributo respecto de un período tributario distinto al que fue materia del
primer proceso donde se realizó la declaración acerca del contenido del derecho279.

20.2.3. La causa de pedir en la acción constitutiva

Las acciones constitutivas persiguen una sentencia que extinga o modifique un estado
jurídico existente, o bien que cree un estado nuevo. Bajo el género de acciones constitutivas
se comprenden distintas cuestiones que, miradas en su conjunto, se relacionan directamente
con el derecho a obtener un "cambio jurídico" a través de la intervención de la jurisdicción.

Las dificultades para determinar la existencia de la identidad objetiva de la cosa juzgada


provienen de la ardua tarea que significa determinar si en este tipo de protección jurisdiccional
la causa de pedir debe ser identificada con referencia al cambio solicitado o, por el contrario,
con relación al singular hecho constitutivo que genera este poder de modificación y que está
prefijado por el legislador en la respectiva norma que autoriza a solicitar el cambio.
Para determinar la identidad objetiva de la cosa juzgada se debe tomar partido por alguna de
las explicaciones que han tratado de precisar qué es lo que constituye la causa de pedir dentro
del heterogéneo contenido que comprenden las acciones constitutivas. Veamos a
continuación, a grandes rasgos, estas tendencias280:

i) Para un importante sector de la doctrina, en esta singular forma de tutela jurisdiccional la


causa de pedir está integrada por el conjunto de hechos al que legalmente se vincula el efecto
constitutivo281. Esto significa que "en principio, cada conjunto de hechos concretos,
sustentador de cada una de las diferentes causas legales determinantes de la nulidad,
resolución, rescisión, revocación, etc., de un mismo negocio, relación o estado jurídico, pueden
considerarse como integrantes de una diferente causa de pedir"282.

En similares términos, se entiende que los requisitos de la acción constitutiva —y su


consiguiente sentencia— son la existencia de hechos materiales o procesales de los que la ley
hace depender el cambio, en términos tales que el juez, al conceder este tipo de tutela
jurisdiccional, no difiere de la que lleva a cabo cuando se han ejercido las otras clases de
acciones (de condena y declarativa), limitándose a averiguar los hechos que son el
presupuesto contemplado en la norma, aplicándola al caso concreto283.

ii) En el otro lado están los que, para delimitar el contenido causal de la acción constitutiva,
sustentan que la causa petendi no está compuesta solamente por los hechos, sino que tiene
además un componente jurídico. En este sentido, la causa de pedir —en las acciones
constitutivas— hay que encontrarla no tanto en los hechos en sí, sino en la causa legal que
autoriza el cambio jurídico. Es decir, la causa de pedir no se debe hallar, como ocurría en las
acciones personales, en los concretos hechos aducidos en la demanda, sino que más bien
radica en los hechos abstractos reflejados en la causa legal en la que se funda284.

Por su lado, las pautas anteriores ceden frente a algunas especialidades que se verifican
dentro del ejercicio de la acción constitutiva de nulidad, cuyos problemas se reducen a
determinar la interrelación que se puede presentar entre muchos de los hechos con base en
los cuales puede invocarse esa ineficacia jurídica (v. gr., la petición de nulidad de un contrato
por un vicio del consentimiento fundado en error, fuerza o dolo [art. 1451 CC]). Hasta la fecha,
en nuestra doctrina y jurisprudencia se ha utilizado para delimitar la causa de pedir en las
acciones de nulidad, sin mayor cuestionamiento, un antiguo criterio heredado de los juristas
franceses Marcadé, Toullier, Bonnier y Griolet, que distinguen entre causa próxima y remota,
causa única y la exclusividad del vicio285.

A modo de síntesis, la cosa juzgada debe garantizar que sentencia constitutiva que crea o
modifica una determinada realidad debe ser garantizada en lo sucesivo (por ejemplo, al haber
declarado la disolución de la sociedad, la nulidad del acto o contrato o el reconocimiento de un
estado civil, etc.).
21. I

Una cuestión directamente vinculada a la fijación de la identidad objetiva es la que se refiere


a la fundamentación jurídica de las acciones.

El problema de incluir o excluir al componente jurídico dentro de la causa de pedir está


condicionado por la mayor o menor latitud que asignan unos y otros al principio del iura novit
curiae, esto es, cuál es el radio de acción que tiene el órgano jurisdiccional en la aplicación del
derecho: si goza de plena autonomía o tiene limitaciones en dicha función286.

El tema se debe solucionar según la opción teórica que se siga. Como se sabe, los
defensores de la idea de que la causa de pedir está conformada sólo por el elemento fáctico
otorgan una mayor amplitud al juzgador a la hora de aplicar el derecho, desechando de
principio la calificación jurídica que el actor asigne a esos hechos (la causa de pedir)287. En el
tema que nos ocupa se produce la identidad de la cosa juzgada, aunque la nueva demanda
venga fundada en una diversa motivación jurídica. Por ejemplo, si en un primer proceso
indemnizatorio los hechos fueron resueltos razonando jurídicamente sobre la base de la
responsabilidad contractual, en un segundo intento, fundado en los mismos hechos, pero
invocando el actor ahora la normativa de la responsabilidad aquiliana o algún régimen jurídico
especial, estaría cubierto por la anterior decisión, siendo plenamente admisible la excepción de
cosa juzgada.

En cambio, para la tesis que sustenta que el elemento jurídico es un componente más de la
causa petendi, conjuntamente con los hechos, no habrá identidad para reclamar la cosa
juzgada si en la nueva demanda se modifica el elemento jurídico.

En nuestra jurisprudencia predomina la idea que la fundamentación jurídica propuesta por


las partes, en sus pretensiones, excepciones o defensas no son vinculantes para el juez,
conforme a una aplicación extensiva al principio iura novit curiae (el juez sabe el derecho), con
lo cual las distintas calificaciones jurídicas frente a una misma causa de pedir no darían origen
a una acción diversa.

22. L " "

Como se explicaba, determinar los límites objetivos de una controversia ha sido siempre una
materia compleja, entre otras razones por la dificultad que existe para delimitar el concepto de
causa de pedir. El nudo gordiano en esta materia surge por el completo desacuerdo que existe,
desde hace más de un siglo, para definir los elementos que configuran este componente de la
acción: si sólo un conjunto de hechos o si, junto a los hechos, debe además considerarse el
elemento jurídico fundante de la acción.

Por su parte, en la doctrina procesal hay acuerdo en torno a que la identidad objetiva no
puede obtenerse de una simple comparación literal entre lo fallado con anterioridad y la causa
de pedir, y el petitum de la nueva demanda. Dentro de las pautas que se han desarrollado para
aplicar tan compleja operación, se ha propuesto la regla que proclama que "la cosa juzgada
cubre lo deducido y lo deducible", o bien que hay cosa juzgada si, de admitirse una nueva
resolución sobre el tema, se impide el cumplimiento de lo anteriormente resuelto288.

Como lo explica De la Oliva, "por imperativo lógico, la cosa juzgada comprende lo que esté
implícita pero necesariamente negado por una afirmación contenida en la parte dispositiva de
la sentencia y lo que esté implícita pero necesaria e inescindiblemente afirmado por la
negación que aquélla pueda contener"289. Utilizando otros términos, se proclama que la cosa
juzgada cubre lo deducido y lo deducible. La doctrina italiana formula la misma propuesta
sosteniendo que "il giudicato copre il dedotto e il deducible"290.

Aplicando esa pauta se entiende que este efecto extintivo cubre hechos alegados y también
todos aquellos no alegados, pero que debieran haberse alegado por formar parte de la misma
relación jurídica.

Como lo explica Tapia Fernández, "históricamente se ha admitido sin discusión que la cosa
juzgada cubre no sólo lo efectivamente deducido en el primer proceso, sino también lo que
pudo deducirse"291. Luego agrega la misma autora que "esta máxima refleja la lógica
consecuencia de la naturaleza jurídica de la cosa juzgada como concreta determinación de las
recíprocas situaciones jurídicas de las partes en contienda, y no como una mera operación
cognoscitiva sobre los argumentos o razones o sobre el valor persuasivo o no de las pruebas;
de tal modo que, establecida en la sentencia la concreta relación jurídica entre las partes, es
irrelevante que a tal resultado se haya llegado acogiendo o rechazando tal argumentación o tal
prueba. Todas las razones que se alegaron o se pudieron alegar quedan cubiertas por la cosa
juzgada"292.

No se debe olvidar que el fundamento de la cosa juzgada material se encuentra en la


necesidad de evitar la reproducción indefinida de los litigios y de conseguir la estabilidad y
seguridad jurídica. Por ello, resulta improcedente permitir a una parte que omitió alguna
referencia de hecho o que no aportó pruebas suficientes que reproduzca nuevamente su
acción, salvo que efectivamente la nueva pretensión esté amparada en una causa de pedir
distinta de la anteriormente fallada. En tal orientación, la Corte Suprema ha establecido que no
debe confundirse la causa de pedir con los medios que se emplean para demostrarla, razón
por la cual, aunque se acompañen nuevos medios de prueba en un proceso posterior, ello no
puede significar que se esté frente a una nueva causa de pedir293.

En consecuencia, si la sentencia anterior (que contiene la res judicata) resulta de una


amplitud suficiente como para entender que jurídicamente comprende lo que de facto se alega
en un nuevo proceso ulterior, se debe entender que concurre la identidad objetiva de la cosa
juzgada. Sólo de esa forma se evitará la multiplicidad de procesos, que pretendan, bajo la
presentación de pequeñas alteraciones fácticas, eternizar la discusión sobre las mismas
materias u objetos.

La pauta referida —en su proyección práctica— determina, por ejemplo, que, si en una
sentencia anterior se falló que no existe la obligación de pagar el capital, dicha declaración
debe comprender dentro de lo juzgado el intento de la demanda posterior que intente cobrar
una determinada suma por concepto de intereses respecto de esa misma obligación.
En nuestra jurisprudencia, la aplicación de este principio para la determinación de la
extensión objetiva de la cosa juzgada se ha aceptado nítidamente. Así, en materia de derecho
de propiedad, la Corte Suprema, en sentencia de 27 de abril de 1948, declaró que existe
identidad de cosa pedida entre el juicio en que se rechazó la demanda reivindicatoria por todo
el terreno en litigio y aquel en que se pretende reivindicar una parte del mismo, invocándose
como título una escritura de compraventa hecha valer también en el primero294. También la
Corte Suprema, en sentencia de 28 de agosto de 1942, determinó que "existe identidad de
cosa pedida entre el juicio en que se declarara que una de las partes es dueña de la cosa y el
juicio en que la otra pide se declare que le pertenece una cuota en dicha cosa, porque el
dominio sobre la totalidad de la cosa reconocido en el primer juicio excluye el dominio de una
cuota que pretende el actor en el segundo pleito. En consecuencia, concurriendo además
la identidad de personas y de causa de pedir, procede acoger la cosa juzgada"295.

En igual orientación, también aplica esta pauta la sentencia de la Corte de Apelaciones de


Santiago de 21 de septiembre de 1950, cuando en el caso de acciones de condena vinculadas
a un derecho absoluto declaró:

"4º) Que la opinión de los autores, y basta para ese objeto citar a Savigny y Laurent, entre
los antiguos, y a Chiovenda entre los modernos, es uniforme en el sentido de considerar la
cosa pedida como el beneficio jurídico que se reclama, o sea, la materia del pleito, la cuestión
que se discute. Según Alsina, ella se compone de dos elementos: el objeto material a que se
refiere la acción y el derecho que sobre el objeto se reclama;

5º) Que de lo expuesto resulta que, no obstante tratarse de acciones diversas, puede
resultar cosa juzgada si el nuevo juicio versa sobre la misma materia que el anterior, si en él se
persigue idéntico objeto, como ocurre en los casos en que si bien la demanda contiene una
petición distinta, porque se persigue un derecho diferente, ésta tiene por base el mismo
fundamento jurídico que ya fue denegado en el juicio anterior [...];

6º) Que la reproducción del litigio sobre un mismo asunto o materia hace que se considere
idéntico el objeto de ambos juicios y procede aceptar la excepción de cosa juzgada, aunque no
haya identidad perfecta entre lo actualmente pedido y lo resuelto con anterioridad, porque las
aparentes diferencias no excluyen la cosa juzgada, si de aceptarse la nueva petición en la
sentencia resulta ésta incompatible con el fallo precedente;

7º) Que esta institución de la cosa juzgada, establecida en las legislaciones de todos los
tiempos, obedece a una finalidad social indiscutible, cual es la de conseguir la estabilidad de
los derechos que las partes pueden discutir, y esa finalidad no se cumpliría si fuera posible
renovar indefinidamente los pleitos, permitiéndose invocar en nuevas demandas derechos que
sirven de necesario presupuesto a pretensiones ya rechazadas irrevocablemente, y

8º) Que es esto lo que ha ocurrido precisamente en el caso de autos: don Clodomiro
Jiménez entabló demanda en contra de don Luis Cancino, una mal llamada acción de
terminación de comodato precario, porque el propio actor sostuvo que el demandado ocupaba
los terrenos cuestionados sin contrato alguno, y por mera ignorancia de su parte, para obtener
la restitución de esos terrenos.
El demandante, diciéndose dueño del inmueble, invocó ese dominio como fundamento de su
acción. El demandado, por su parte, alegó igual dominio. Esa cuestión de dominio fue alegada
en el juicio y resuelta en sentencia ejecutoriada que negó lugar a la demanda.

En consecuencia, no es posible en derecho renovar la misma controversia, pidiendo


igualmente la restitución del mismo objeto, aunque se haya cuidado por el solicitante de variar
la calificación de su acción, al titularla como reivindicatoria"296.

La aplicación de esta regla también puede contribuir a hacer prevalecer la buena fe procesal,
cuando se intenta desconocer los efectos jurídicos de equivalentes jurisdiccionales que han
puesto fin a una controversia entre partes. Lo anterior ha surgido en el caso de conciliaciones
producidas en procesos laborales, en las que, no obstante haberse otorgado entre las partes el
más amplio, completo y recíproco finiquito, por ejemplo, respecto de actuaciones de gerentes,
se intenta luego en un juicio civil imputables dolo o culpa civil por los mismos hechos que ya
fueron objeto del finiquito.

23. C

El tema de los concursos de acciones parte del supuesto que una misma situación de hecho
pueda estar amparada por una diversidad de acciones, que concurren a satisfacer el mismo
interés del actor297. En su esencia, se trata de acciones con causa de pedir diversa, aunque
busquen el mismo fin jurídico o el mismo fin económico. El punto de partida de esta situación
queda bien expuesto en la doctrina de la Corte Suprema, al declarar "que un mismo hecho,
acto jurídico, convención o contrato puede dar lugar a más de una acción, las que tienen vida
independiente una de la otra"298.

Para el tema que nos ocupa, la interrogante principal dice relación con la posibilidad de
oponer la excepción de cosa juzgada cuando una de estas acciones concurrentes ya fue
juzgada con anterioridad299. Como en el proceso civil moderno la eficacia de cosa juzgada es
la que determina la extinción de la acción, y no el acto de su interposición, el tema no es fácil
de solucionar300.

Aunque por su complejidad el tema excede los fines de esta exposición, sentemos a modo
de referencia algunas pautas básicas para solucionar esta cuestión:

1ª) La unidad de fin económico que puedan tener las acciones no determina necesariamente
que el pronunciamiento de una sentencia sobre una de las acciones permita alegar la cosa
juzgada, si se intenta otra acción concurrente en un juicio posterior, como puede acontecer
entre las acciones que emanan de un pagaré o las que provienen del mutuo, para satisfacer un
mismo interés pecuniario301. Se ha resuelto que no se produce cosa juzgada entre las
acciones cambiarias y las del mutuo302.
2ª) No pueden coexistir dos sentencias sobre un mismo objeto procesal, ya que su ejecución
es imposible de obtener, por tratarse de mandatos que se contradicen recíprocamente303.

24. C

Con la expresión "acción de cosa juzgada" en nuestra legislación y doctrina tradicional se


alude a la exigibilidad que tiene una sentencia judicial firme para hacer cumplir lo resuelto por
la jurisdicción, si se ha pronunciado sobre el fondo reconociendo algún derecho cuya
observancia se puede solicitar jurisdiccionalmente304.

De conformidad al art. 176 del CPC, "corresponde la acción de cosa juzgada a aquel a cuyo
favor se ha declarado un derecho en el juicio, para el cumplimiento de lo resuelto o para la
ejecución del fallo en la forma prevenida por el título XIX de este Libro". Con esta
nomenclatura, nuestra ley se refiere a la proyección de la sentencia judicial como título
ejecutivo (art. 434 Nº 1 CPC).

Por regla general, las sentencias de condena son las que permiten obtener el cumplimiento
de una determinada prestación (dar, hacer o no hacer alguna cosa); en el evento en que el
deudor no la realice voluntariamente, se podrá ejecutar conforme a las reglas generales,
dependiendo de si se trata de resoluciones emanadas de tribunales nacionales o extranjeros
(arts. 113 y 114 COT).

Si se trata de sentencias puramente declarativas o constitutivas, no se necesita de


procedimientos compulsivos de cumplimiento, aunque en ocasiones algunas de ellas exigen
realizar anotaciones o subinscripciones en registros públicos para que produzcan en plenitud
sus efectos (por ejemplo, el reconocimiento de la filiación; la anulación del matrimonio; la
inscripción de la sentencia que declara la prescripción adquisitiva en el Registro de Propiedad,
etc.)305. Aunque en este tipo de fallos la cosa juzgada se produce cuando la sentencia
deviene en estado de firme, la eficacia de la declaración del derecho requiere una actuación
adicional como la referida.

Por otro lado, el derecho a que se cumpla, aun forzadamente, la sentencia amparada por la
cosa juzgada puede ser renunciado por el sujeto a cuyo favor se reconoció el derecho. La
Corte Suprema ha resuelto sobre el particular: "el que obtuvo un fallo es soberano para hacerlo
cumplir en todo o en parte de lo que la sentencia firme lo favorece, pero si elige esta segunda
opción, no puede más tarde alegar que el fallo que se dicte en el juicio de cumplimiento del
fallo ejecutoriado ha pasado sobre éste, sino se pronunció sobre los derechos que no se
hicieron valer, no obstante haberlos reconocido el fallo que se pide cumplir"306.

A diferencia de lo que ocurre con la excepción, la acción de cosa juzgada es prescriptible. El


cumplimiento de una resolución judicial debe solicitarse conforme a los procedimientos
previstos por la ley para la ejecución de sentencias. Si se opta por el cumplimiento incidental
de la sentencia en el mismo proceso donde ella se dictó, el plazo es de un año, contado desde
que la ejecución se hizo exigible (art. 233 CPC); si se utiliza la vía ejecutiva ordinaria, el plazo
de prescripción de la acción ejecutiva es de tres años, sin perjuicio de la prescripción de cinco
años como acción ordinaria. Los sujetos legitimados activamente para impetrar el cumplimiento
de la sentencia son aquellos a cuyo favor se ha declarado un derecho en el juicio (art. 176
CPC).

25. L

25.1. Planteamiento general

La vinculación positiva o prejudicial de la cosa juzgada se produce cuando una resolución,


firme y ejecutoriada, debe servir de base a lo que corresponde decidir a los tribunales en
procesos ulteriores, en relaciones que son dependientes de aquella que ya fue resuelta.

Con la función positiva se consigue vincular a los tribunales, impidiendo que en un nuevo
proceso se decida una determinada acción de modo contrario a como fue fallada con
anterioridad otra acción, en cuanto la primera decisión sea prejudicial de otra posterior. El
principio jurídico comprometido aquí es el siguiente: no permitir dos resoluciones distintas
sobre un objeto procesal conexo307.

En la función positiva no se presenta el problema de la iniciación de un nuevo juicio con


objeto procesal idéntico, sino de la deducción de una pretensión cuyo objeto viene
determinado, en parte, por la existencia de una sentencia anterior. Como hemos explicado, los
objetos idénticos se vinculan al problema de eficacia negativa o excluyente; cuando se trata de
la eficacia positiva de la cosa juzgada, el tema es de conexión por prejudicialidad, ya que parte
del nuevo objeto procesal viene decidido por una sentencia anterior. El vínculo de
prejudicialidad se verifica entre el objeto procesal antes decidido y el nuevo pronunciamiento
que se debe realizar sobre una nueva acción; se trata de una relación de tipo lógico-jurídico,
en que la primera decisión conforma un elemento constitutivo de la segunda acción deducida.

La función positiva se alega por la parte interesada en sus escritos fundamentales, en apoyo
de sus acciones o excepciones y dentro de los límites de la preclusión procesal. También la
podrá traer a colación el propio tribunal cuando ordena, por ejemplo, agregar a los autos la
copia de una sentencia judicial dictada en un proceso ya terminado, decretando al efecto una
medida para mejor resolver (art. 159 Nºs. 1 y 6 CPC). En este último caso, es lógico que la
existencia de una determinada situación jurídica pueda ser introducida por el propio órgano
jurisdiccional, cuando es un antecedente necesario para pronunciarse sobre la acción o
acciones que conforman el objeto del proceso.
Desde otro punto de vista, como no existe técnicamente en esta situación una identidad
entre la anterior decisión y la nueva acción deducida, la eficacia positiva se materializa en un
acto procesal de alegación, diverso de la oposición de la excepción de cosa juzgada. Por esta
misma razón, la existencia de un proceso anterior que genere eficacia positiva no impide
continuar con la tramitación del juicio, salvo que proceda la suspensión que autoriza el artículo
167 del CPC.

Aunque en nuestra legislación procesal la eficacia positiva o prejudicial de la cosa juzgada


no está reconocida explícitamente como una categoría general, ella se contempla en nuestro
ordenamiento en los casos que veremos a continuación.

También se relacionan con este tema de la eficacia positiva o prejudicial las denominadas
cuestiones prejudiciales, materia que será analizada en el capítulo siguiente.

25.2. La eficacia de la sentencia judicial para el juicio posterior

En el inciso 2º del artículo 427 del CPC se visualiza una clara proyección de la eficacia
positiva, al disponerse que "igual presunción [de verdad] existirá a favor de los hechos
declarados verdaderos en otro juicio entre las mismas partes".

Este precepto regula el efecto que una sentencia firme o ejecutoriada puede tener en una
nueva decisión judicial. Por ejemplo, si en un proceso anterior se reconoció la calidad de
heredero, en la segunda acción deducida invocando dicha calidad (v. gr., para reivindicar una
cosa), el tribunal que conoce de la segunda demanda no podrá desconocer ese hecho jurídico,
que consta en una decisión con valor de cosa juzgada308. De igual forma, si en un juicio de
cumplimiento de contrato se declaró por la sentencia su validez, la eficacia positiva o
prejudicial impide que en un segundo proceso —entre las mismas partes— se cuestione
nuevamente la eficacia del contrato, cuya validez viene dada por la sentencia anterior309.

Para la aplicación de esta regla de eficacia positiva se deben considerar algunas


limitaciones. En primer lugar, la única declaración que puede alcanzar el valor de eficacia
positiva es la sentencia definitiva o interlocutoria firme (en su parte resolutiva o en los
considerandos resolutivos). A ninguna otra actuación del proceso anterior se le puede dar tal
valor, ya que la cosa juzgada es el resultado de una resolución jurisdiccional producida en un
juicio contradictorio.

Se debe descartar que actuaciones anteriores, por ejemplo, de tipo probatorio, puedan gozar
de los efectos positivos a que nos venimos refiriendo. Esta limitación ya fue admitida por la
sentencia de la Corte Suprema de 5 de julio de 1921, al disponer que "... el inciso 2º del
artículo 429 del Código de Procedimiento Civil, que se supone infringido, establece una base
de presunción a favor de los hechos declarados verdaderos en otro juicio entre las mismas
partes, por manera que es un requisito esencial para la existencia de esta presunción que
dicha declaración esté contenida en una sentencia judicial firme, como se desprende del texto
de la ley citada y de la historia fidedigna de su establecimiento..."310.

En segundo lugar, la eficacia prejudicial sólo la tendrá la sentencia dictada entre las mismas
partes, salvo que la sentencia anterior tenga eficacia erga omnes o se proyecte como un hecho
jurídico para ciertos terceros, conforme se examina más adelante. Esta limitación surge de la
garantía constitucional del debido proceso, puntualmente del principio de la bilateralidad, que
impide condenar a alguien sin haberlo previamente oído. Si se reconociera eficacia positiva o
prejudicial a un fallo respecto de alguien que no fue parte en el proceso donde se dictó, se
estaría infringiendo este límite esencial del derecho de defensa311.

En tercer lugar, la sentencia que se invoca debe estar amparada por la cosa juzgada
material. Las sentencias que producen cosa juzgada formal no pueden producir un efecto
prejudicial, ya que al no contener una decisión inmutable es lógico estimar que no puedan
operar resolviendo prejudicialmente sobre algún aspecto del objeto del nuevo proceso. La
provisionalidad de la cosa juzgada formal determina que lo allí decidido no se pueda estimar
como juzgado definitivamente sobre un tema.

26. L

Entre nosotros ha sido tradicional explicar los efectos de la cosa juzgada acudiendo a la
regla elaborada por los juristas romanos y recogida en el Digesto: res judicata tertio neque
nocet neque prodest (la cosa juzgada, al tercero, ni le perjudica ni le aprovecha)312.

En nuestra jurisprudencia, la Corte Suprema ha resuelto reiteradamente que el efecto de


cosa juzgada no puede hacerse extensivo a personas que no tomaron parte en la relación
procesal por no haber sido legalmente emplazadas313.

Desde otro punto de vista, la defensa de los derechos de los terceros se hace
tradicionalmente invocando el efecto relativo de la sentencia judicial —consagrado en el art. 3º
inc. 2º del Código Civil—, debiendo admitirse su participación en un proceso pendiente al que
no han sido emplazados, con el objeto de que se puedan defender de los eventuales perjuicios
que les puede acarrear el pronunciamiento de una sentencia judicial314.

Sin embargo, como se explicaba al estudiar la intervención de terceros, la doctrina viene


replanteando tal dogma, atendido que dicha regla clásica resulta insuficiente315. La práctica
revela que en muchos casos la cosa juzgada afecta directa o reflejamente a los terceros316. A
la doctrina procesal alemana le debemos la advertencia de que, para la protección de los
terceros, no siempre es suficiente el principio del efecto relativo de la sentencia.
Concretamente, se debe a Adolf Wach haber proyectado en el ámbito procesal la tesis que
para el derecho sustancial elaboró Rudolf von Ihering (1818-1892) sobre la eficacia directa y la
eficacia refleja de los actos jurídicos.
La eficacia directa es aquella propia de la sentencia según el tipo de acción que fue objeto
del proceso: de condena, constitutiva o declarativa. En cambio, la eficacia refleja (o
secundaria) alude a los efectos que un fallo judicial no pretende producir directamente, sino
que derivan de la dictación de una sentencia, en cuanto se comporta como hecho jurídico
procesal. Los efectos reflejos se explican, en la mayoría de los casos, por la vinculación que
pueden presentar las relaciones jurídicas materiales, razón por la cual, cuando una sentencia
condena, declara o constituye, puede influir también sobre otras relaciones jurídicas conexas a
las que fueron materia de la decisión317.

En apretada síntesis, el problema de los efectos de la sentencia respecto de terceros surge


de constatar que, una vez pronunciado un fallo, puede repercutir en la realidad jurídica del
tercero, generando efectos indirectos o secundarios. En rigor, el tercero no es alcanzado por el
efecto de cosa juzgada, que se produce entre las partes, sino que le afecta la sentencia como
un hecho jurídico.

Constituye un principio aceptado por la doctrina procesal que la sentencia recaída en un


proceso jurisdiccional puede provocar perjuicios en la esfera jurídica de los terceros que no
han sido partes en él. En algunos casos, es la misma ley la que dispone estos efectos directos
para los terceros, que se ven vinculados a la eficacia de una sentencia judicial sin haber
participado como parte en el juicio donde se pronunció, como ocurre con las que constituyen el
estado civil.

La discusión dogmática sobre los efectos reflejos o colaterales de la sentencia no ha sido


pacífica ni ha estado libre de contradicciones. Un hito relevante en este tema lo marca el
trabajo de Liebman, a partir del cual se aceptó, de un modo generalizado, la distinción entre
cosa juzgada y eficacia de la sentencia, aceptándose que los efectos reflejos derivaban de la
sentencia y no de la cosa juzgada. Según este autor, la cosa juzgada no es un efecto de la
sentencia, sino una cualidad consistente en la inmutabilidad de los efectos de la sentencia, que
pueden ser declarativos, constitutivos y de condena318.

Desde otro punto de vista, el problema de la eficacia directa y refleja de la sentencia, con
relación a los terceros, pasa por precisar si acaso un fallo judicial puede hacer surgir otras
consecuencias en la esfera jurídica de éstos, los que se derivan, a su vez, de la
interdependencia que se constata entre las diversas relaciones jurídicas. Por ejemplo, la
sentencia que condena al deudor principal a pagar el crédito provoca un efecto directo para las
partes de ese juicio y un efecto reflejo para el fiador, que podrá ser perseguido con
posterioridad por el crédito que caucionó.

Lo común en materia de eficacia refleja será que los terceros se vean afectados por la
vinculación que se constata entre su relación jurídica y la que es objeto del proceso, donde se
pronuncia la sentencia que les alcanzará indirectamente. Esta vinculación para los terceros
determina que lo resuelto en la sentencia ajena configure un presupuesto de su relación, al
punto que la decisión le alcanza o repercute en la situación jurídica del tercero.

Se debe insistir en que al tercero lo que le afecta es la eficacia refleja de la cosa juzgada, en
términos que, a pesar de no haber intervenido en el proceso, la eficacia de dicha sentencia le
alcanza, al punto que tal decisión habrá adquirido para él los efectos de inmutabilidad e
irrevocabilidad. Sólo el fraude o la colusión de las partes del juicio donde se pronunció la
sentencia debieran atenuar esta situación.

Los supuestos de eficacia refleja se deben determinar atendiendo a la casuística. Es


prácticamente imposible delimitar de un modo preliminar esta cuestión. Sin embargo, los casos
más frecuentes provienen básicamente de dos situaciones:

a) Cuando la sentencia que se pronuncie en un proceso donde el tercero no es parte


modifique o extinga el derecho del tercero, como ocurre, por ejemplo, con la terminación del
arrendamiento para el subarrendatario (art. 1950 Nº 3 CC), y

b) En el evento en que la sentencia dictada en el proceso donde el tercero no es parte


contenga algún elemento que pueda ser vinculante con alguna situación jurídica en la que
intervino dicho tercero (v. gr., si se discute la nulidad de un testamento por demencia del
testador, el notario otorgante puede ser sujeto pasivo de una acción de responsabilidad
aquiliana, si en definitiva se llega a declarar tal ineficacia).

c) También se debe incluir al codeudor solidario en los casos en que se beneficia del
acogimiento de una excepción material deducida en otro juicio seguido contra otro codeudor de
la misma prestación. Esto se explica jurídicamente porque en nuestro derecho se ha impuesto
la tesis de la pluralidad de vínculos para explicar la naturaleza de este tipo de obligaciones.
Entre otras, han adherido a esta doctrina los fallos de la Corte Suprema de 28 de octubre de
2011 y 8 de octubre de 2013, señalando que "la solidaridad pasiva contiene en su unidad una
diversidad de relaciones, todas las que tienen y responden a una sola finalidad, cual es servir
la satisfacción de la prestación al acreedor, es el debitum u obligación a la deuda, en que las
personas que se encuentran en tal vinculación responden por el total (C. S. Causa rol Nº 59-
07)"319. Aunque utilizando una base argumental distinta, había anticipado esta explicación la
sentencia de la Corte Suprema de 4 de octubre de 1993, señalando que "la solidaridad pasiva
constituye una eficaz garantía personal porque ella permite al acreedor hacer efectivo el
derecho de prenda general sobre tantos patrimonios cuantos sean los deudores solidarios
(...)"320.

Aunque nuestro Código de Procedimiento Civil no desarrolló su sistema protector de los


derechos de terceros, ni delimitó las consecuencias de la cosa juzgada sobre la base de los
efectos directos o reflejos de la sentencia judicial, la verdad es que no resulta una temática del
todo ajena, conforme se pasa a explicar. A nuestro ordenamiento procesal civil no le es
indiferente la eficacia que una sentencia pronunciada en un proceso declarativo puede producir
contra terceros, existiendo varias situaciones donde se aprecia el interés por vincular o
proteger a los terceros de la eficacia directa o refleja de una sentencia judicial.

27. L
Un tema relevante y de difícil solución es el valor probatorio que se puede atribuir a la
sentencia respecto de terceros.

Para tratar de resolver los múltiples problemas que esta situación provoca, la doctrina
procesal ha venido proponiendo que la sentencia judicial sea considerada como un hecho
jurídico.

Como se explicaba, es básico en esta descripción recordar las palabras de Liebman, cuando
puntualizaba, en su conocido trabajo Eficacia y autoridad de la sentencia, que la concepción
clásica de la cosa juzgada duró hasta el día "en que se hizo el análisis del contenido y de los
efectos de la sentencia, descubriéndose que los mismos pueden ser de índole muy diversa
según los casos"321.

En palabras de Carpi, la tendencia de la doctrina a extender la eficacia de la sentencia a los


terceros responde a una concepción del derecho y, en particular, del proceso, no más
restringida a individualismos decimonónicos, sino consciente del innegable dato social, de la
complejidad e intercomunicabilidad de las relaciones; en último análisis, de la publicización
más acentuada del proceso, espejo de un momento histórico y de sus ideologías322.

Como lo sintetiza Rosende, la sentencia puede ser contemplada desde dos puntos de vista:
como acto y como hecho jurídico. La sentencia como acto se refiere a la declaración de
voluntad del juez sobre el objeto sometido a su decisión una vez alcanzada una la solución
sobre el mismo y que afecta a las partes de un modo constitutivo, declarativo o de condena.
La sentencia como hecho jurídico, en cambio, alude a un acaecimiento desligado de la
voluntad del juzgador, específicamente a los efectos no queridos ni previstos por el juez en la
resolución, ni perseguidos directamente por las partes al promover el proceso. Son los efectos
indirectos, colaterales, secundarios o reflejos, cuando van referidos a los terceros. La
sentencia, como hecho jurídico, precisa esta autora, se integra en el supuesto de hecho de
normas de las que se derivan efectos —colaterales o reflejos— con un contenido determinado
y diverso en cada caso323.

Para el tema que nos ocupa, la contemplación de la sentencia como un hecho jurídico pone
énfasis en la inmutabilidad y la certeza jurídica que con ella se obtiene, concibiéndola como
una realidad de variadas y múltiples proyecciones.

La jurisprudencia ha podido utilizar los postulados dogmáticos antes explicados al decidir


algunos conflictos, tal como lo consignan los siguientes fallos:

a) Corte de Apelaciones de Santiago, de 5 de mayo de 2014, cuando puntualiza que "(...) el


problema que generan los efectos de la sentencia respecto de terceros será apreciable al
constatar que una vez pronunciada podrá repercutir en la realidad jurídica de aquéllos,
generando efectos indirectos o secundarios, puesto que, si bien el tercero no es alcanzado por
el efecto de cosa juzgada que se produce entre las partes, le afecta la sentencia concebida
como un hecho jurídico". "Efectivamente, constituye un principio aceptado por la doctrina
procesal que la sentencia recaída en un proceso jurisdiccional puede provocar perjuicios en la
esfera jurídica a los terceros que no han sido partes en él. En algunos casos es la misma ley la
que dispone estos efectos directos para los terceros, que se ven vinculados a la eficacia se
una sentencia judicial sin haber participado como parte en el juicio donde se pronunció, como
ocurre con las que constituyen el estado civil. La eficacia directa es aquella propia de la
sentencia según el tipo de acción que fue objeto del proceso: de condena, constitutiva o
declarativa". "En cambio, la eficacia refleja (o secundaria) alude a los efectos que un fallo
judicial no pretende producir directamente, sino que derivan de la dictación de una sentencia,
en cuanto se comporta como un hecho jurídico procesal. Los efectos reflejos se explican, en la
mayoría de los casos, por la vinculación que pueden presentar las relaciones jurídicas
materiales, razón por la cual cuando una sentencia condena, declara o constituye, puede influir
también sobre otras relaciones jurídicas conexas a las que fueron materia de la decisión (...)".
"Al tercero le afecta la eficacia refleja de la cosa juzgada, por lo que, pese a no haber
intervenido en el juicio, la validez de dicha sentencia le alcanza al adquirir tal decisión a su
respecto los efectos de inmutabilidad e irrevocabilidad"324.

b) También acepta la distinción indicada el voto de minoría redactado por el Ministro Sergio
Muñoz, en el fallo de 18 de noviembre de 2013, señalando que "(...) en la doctrina procesal
suele hablarse de una doble eficacia de la sentencia: 'de eficacia directa y de eficacia refleja'.
La primera, explicada de una manera simple, es la vinculación de su parte dispositiva en otro
proceso. La segunda, se produce cuando se concibe a la sentencia como un hecho jurídico. A
este respecto, es ilustrativo citar el siguiente pasaje: 'Así, por ejemplo, como nos indica Morón,
resulta que si una sentencia anula un contrato principal, se producirá un efecto directo e
inmediato sobre el acreedor y el deudor, partes del proceso, y además un efecto indirecto, que
descansa en el propio mecanismo de la norma aplicada por el juzgador, que incide
inevitablemente en la esfera jurídica del fiador' (...) 'Los efectos reflejos de la sentencia son
consecuencia primordialmente del entrecruce de las relaciones jurídicas materiales.
Las relaciones jurídicas no viven aisladas, sino entrecruzadas en la realidad, dispuestas y
combinadas de tal modo que la una reacciona de diversas formas sobre la otra. Por ello, la
sentencia, en cuanto declara la certeza, condena a una prestación, o constituye, resuelve o
modifica una relación jurídica, puede influir, como hecho jurídico, sobre otras relaciones'
(Aportaciones del Profesor Eduardo Font Serra a la doctrina jurídica, Imprenta Nacional del
Boletín Oficial del Estado, p. 22)"325.

28. A

Nuestro derecho positivo no es ajeno a la temática de la sentencia cuya eficacia es invocada


en un proceso ulterior por terceros. Según el caso, éstos pueden invocar la eficacia refleja o el
efecto "ultra partes" de la sentencia civil. Como se explicará, se trata de hipótesis incorporadas
por el legislador o que se coligen por la existencia de relaciones jurídicamente dependientes o
conexas, que reclaman este tratamiento jurídico.

En definición de Carpi, "los efectos reflejos consisten en la transmisión a los terceros de la


cosa juzgada y no son queridos por la ley ni previstos por el juez; ellos se verifican como
consecuencia de una concomitante situación de derecho sustancial, en el sentido de que la
sentencia influye sobre la relación jurídica del tercero, a través de la regulación dada a la
relación entre las partes"326.
Por su lado, la eficacia "ultra partes", como se verá, se vincula a situaciones jurídicas en las
que hay varios sujetos legitimados o colegitimados y cuya actuación puede producir una
sentencia judicial cuyos efectos se extienden a terceros que se encuentran en su misma
posición.

28.1. En materia de libre competencia

La protección de la libre competencia cuenta con un proceso civil especial, regulado en el


D.L. Nº 211 de 1973 (modificado por la ley Nº 20.945, publicada el 19 de agosto de 2016). En
este ámbito el Fiscal Nacional Económico tiene legitimación para actuar en la defensa del
interés general de la colectividad, ello sin perjuicio de las acciones que puedan deducir los
particulares por el mismo tema327.

Por su parte, el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia debe resolver el asunto


contencioso materia del proceso, absolviendo o condenando al sujeto pasivo a quien se imputa
alguna conducta que califique como un ilícito que afecte el regular funcionamiento del
mercado.

Ahora, en el evento, que allí se pronuncie una sentencia de condena, ésta puede ordenar la
corrección, prohibición o represión de conductas anticompetitivas debidamente acreditadas en
la causa y también la adopción de medidas preventivas, junto con la aplicación de una multa
(arts. 1º y 26 del D.L. Nº 211).

Para tal efecto, el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia podrá pronunciarse sobre
acciones indemnizatorias en ulterior proceso seguido ante ese mismo tribunal, en el que puede
surgir una hipótesis de eficacia refleja de la sentencia. Para lo que aquí interesa, el art. 30 del
D.L. Nº 211 dispone: "la acción de indemnización de perjuicios a que haya lugar con motivo de
la dictación por el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia de una sentencia definitiva
ejecutoriada, se interpondrá ante ese mismo Tribunal y se tramitará de acuerdo al
procedimiento sumario establecido en el Título XI del Libro Tercero del Código de
Procedimiento Civil (...)". El mismo precepto anterior puntualiza que "al resolver sobre la acción
de indemnización de perjuicios, el Tribunal de Defensa de la Libre Competencia fundará su
fallo en los hechos establecidos en su sentencia que sirvan de antecedente a la demanda (...)".
"La indemnización de perjuicios comprenderá todos los daños causados durante el período en
que se haya extendido la infracción".

La declaración de ilicitud contenida en este fallo permite que tanto la parte vencedora como
un tercero que no actuó en esa relación procesal puedan invocar en su beneficio la condena,
dando por sentados en su acción civil la ilicitud de las conductas, los hechos y la calificación
jurídica de los mismos.

En relación a la parte vencedora en el proceso de libre competencia, la utilización de la


sentencia en el juicio posterior es una proyección de la denominada eficacia positiva o
prejudicial de la cosa juzgada. En efecto, el fallo contiene una declaración del derecho que
actúa como un antecedente lógico para decidir la nueva acción deducida en juicio, en términos
de dar por acreditada la ilicitud de la conducta del demandado328.

En cambio, cuando es un tercero el que hace valer la sentencia en su beneficio, lo que se


invoca es el efecto reflejo de la sentencia judicial.

Lo anterior se explica para este tercero por la forma en que está configurado en nuestro
sistema el ilícito contra la libre competencia, en el D.L. Nº 211. Como lo expone Menchaca, "
(...) en materia de libre competencia la legislación nacional y gran parte de la extranjera han
optado por tipificar las conductas contrarias a la libre competencia de manera general, a fin de
permitir que las nuevas prácticas restrictivas que los agentes económicos vayan creando no
queden impunes, logrando con ello una mayor eficacia de la norma, pero señalando, aunque
de manera no taxativa, cuáles son las principales conductas sancionadas, a fin de dar un
grado de razonable certeza jurídica a los agentes económicos (...)"329.

Desde otro punto de vista, no reconocer al tercero la posibilidad de utilizar la sentencia del
TDLC llevaría a que tenga que repetir el juicio fundado en los mismos hechos que ya fueron
juzgados. En nuestra opinión, tal situación no se justifica, atendido que infringiría el principio
del non bis in idem (no dos veces lo mismo).

Tema distinto es que el tercero deba acreditar las otras exigencias del ilícito civil cuya
indemnización reclama, en especial la relación de causalidad entre el hecho fijado en la
sentencia como contrario a la libre competencia y el daño que demanda330.

28.2. En las acciones de repetición contra terceros

Otra manifestación de la sentencia como un hecho jurídico se puede dar con ocasión de
acciones que se pueden deducir contra terceros, por haber operado algún supuesto previsto
en la ley, que permite ejercer el derecho de repetición o de reintegro en su contra.

En el Código del Comercio esta situación se contempla en el art. 534, como un efecto
vinculado al pago de la indemnización que se produce en el contrato de seguro, conforme a la
reforma introducida por la ley Nº 20.667 de 9 de mayo de 2013.

En la sentencia de la Corte Suprema de 25 de agosto de 2015 se ha señalado que "(...)


la subrogación legal que acontece por el hecho del pago del siniestro opera por el solo
ministerio de la ley a beneficio del asegurador, el cual se subroga al asegurado en los
derechos y acciones que éste tenga contra terceros en razón de la pérdida, toda vez que la
subrogación es una ficción legal en cuya virtud una obligación que debía considerarse
extinguida por el pago hecho por un tercero, queda sin embargo vigente en poder de éste, el
cual obra como si fuese la misma persona del acreedor (...)"331.
La Compañía de Seguro al pagar la indemnización se subroga legalmente en las acciones
que tiene el asegurado en contra de los terceros civilmente responsables, al tenor del artículo
534 del Código de Comercio (ex artículo 553 del Código de Comercio). Como sostiene
Contreras, "esta especie de derecho de subrogación del asegurador, que es, entonces, el que
reconoce la ley chilena se caracteriza porque es una subrogación legal y no convencional, y
porque su naturaleza y alcances, sus vicisitudes y las secciones a que está expuesta son en
todo exactamente las mismas que las que le corresponde al derecho que tenga el asegurado
para perseguir a los terceros responsables del siniestro"332. En igual orientación, Nasser
enfatiza que "frente a una subrogación legal, como la contemplada en el artículo 534 del
Código de Comercio, se producen importantes modificaciones en las reglas de legitimación,
tanto activa como pasiva, sin necesidad de notificaciones, revisiones, aceptaciones ni
convenciones de ninguna clase (...). El consentimiento del deudor no se requiere ni aun
tácitamente (...). Una norma particular que asegure subrogación legal (o convencional) es
siempre necesaria para dar operatividad al negocio del seguro y evitar conflictos innecesarios
de legitimación o titularidad"333. Es el hecho de pago lo que produce esta hipótesis de
excepción a las reglas generales334.

29. L " "

La eficacia "ultra partes" se vincula con situaciones jurídicas en las que hay varios sujetos
legitimados o colegitimados, y cuya actuación puede producir que los efectos de una sentencia
judicial se extiendan a terceros que se encuentran en su misma posición jurídica335.

Como se podrá apreciar, se trata de una excepción a la regla general, que sabemos limita
los efectos de las sentencias a las partes, conforme a lo previsto en el art. 3º inc. 2º del Código
Civil.

29.1. La acción derivativa del art. 133 bis de la LSA

Una manifestación de sentencia "ultra partes" se recoge en la denominada acción derivativa,


prevista en el artículo 133 bis de la LSA. Se trata de una hipótesis de legitimación
extraordinaria que permite a un accionista, o un grupo de los mismos (con una participación a
lo menos del 5% de las acciones emitidas) o también a un director, demandar en nombre y
beneficio de la sociedad, para el solo efecto de pedir una indemnización de perjuicios. El efecto
normal de esta acción es la obtención de una restitución patrimonial para la sociedad, si
prospera.
Ahora, la ley no indica el alcance que tiene el efecto de cosa juzgada en el ejercicio de esta
acción, pero la situación jurídica que resulta de esta sentencia invita a considerarla dentro del
efecto "ultra partes". En efecto, no obstante que la sociedad anónima no es parte del juicio en
que se deduce la acción derivativa, es ella la que en definitiva termina por beneficiarse de la
sentencia, si los demandantes obtienen la indemnización de los perjuicios. Lo anterior significa
que dicha sentencia es oponible a la sociedad y los otros sujetos legitimados para ejercer la
acción derivativa336.

29.2. En materia de responsabilidad civil por daño al medio ambiente

Otra situación donde se contempla una hipótesis de varios colegitimados es en materia de


responsabilidad civil por daño al medio ambiente. El art. 54 inc. 1º de la Ley Nº 19.300, sobre
Bases Generales del Medio Ambiente, dispone que "son titulares de la acción ambiental
señalada en el artículo anterior, y con el solo objeto de obtener la reparación del medio
ambiente dañado, las personas naturales o jurídicas, públicas o privadas, que hayan sufrido el
daño o perjuicio, las municipalidades, por los hechos acaecidos en sus respectivas comunas, y
el Estado, por intermedio del Consejo de Defensa del Estado. Deducida demanda por alguno
de los titulares señalados, no podrán interponerla los restantes, lo que no obsta a su derecho a
intervenir como tercero. Para los efectos del artículo 23 del Código de Procedimiento Civil, se
presume que las municipalidades y el Estado tienen interés actual en los resultados del juicio".

La eficacia "ultra partes" en este tema se da por el hecho de que el legitimado que no
demandó originalmente se verá alcanzado por la sentencia judicial, al ser titular del mismo
derecho que es objeto de la discusión337.

29.3. En la protección a los consumidores

También en la regulación de la protección de derechos de los consumidores se da una


hipótesis en la que la eficacia de la sentencia puede alcanzar a terceros que, sin haber sido
parte en un determinado proceso, puedan hacer valer en su beneficio un fallo judicial. Esta
situación se encuentra reconocida en la ley Nº 19.496 (reformada el 14 de julio de 2004 por la
ley Nº 19.955), a propósito del mecanismo de protección jurídica introducido en las acciones
para tutelar el interés colectivo y difuso338.

El art. 53 de la LPC dispone que, "una vez ejecutoriada la resolución que declaró admisible
la acción, el tribunal ordenará al demandante que, dentro de décimo día, mediante publicación
de al menos dos avisos en un medio de circulación nacional, informe a los consumidores que
se consideren afectados, para que se hagan parte, si lo estiman procedente". Es mención
esencial del aviso que confecciona el secretario del tribunal contener: "f) El llamado a los
afectados por los mismos hechos a hacerse parte en el juicio, expresando que los resultados
del juicio empecerán también a aquellos afectados que no se hicieran parte en él".

Por su parte, el art. 54 de la LPC dispone que "la sentencia ejecutoriada que declare la
responsabilidad del o los demandados producirá efecto erga omnes, con excepción de
aquellos procesos que no hayan podido acumularse conforme al número 2) del inciso final del
art. 53, y de los casos en que se efectúe la reserva de derechos que admite el mismo
artículo"339.

30. J

La eficacia de cosa juzgada en el juicio ejecutivo ha promovido tradicionalmente una


interrogante: si acaso existe la posibilidad de examinar con posterioridad, a través de una
acción ordinaria, la juridicidad de los actos que llevaron a la ejecución, específicamente cuando
el derecho de defensa del ejecutado fue prácticamente suprimido o restringido por
el legislador340.

La opción del CPC, al permitir en el art. 464 que el ejecutado oponga una amplia gama de
excepciones, llevó a reconocer eficacia de cosa juzgada material a la sentencia sobre el fondo
en el juicio ejecutivo. Lo anterior significa que lo que allí se decida no puede ser revisado en un
juicio posterior por impedirlo la dimensión negativa de la res judicata, que se alega mediante la
excepción de cosa juzgada (art. 478 CPC).

El esquema anterior reconoce salvedades en las que se altera el principio o regla general
sobre la eficacia de cosa juzgada sustancial. Ellas dicen relación con dos instituciones a través
de las cuales la sentencia dictada en el juicio ejecutivo sólo alcanza la cosa juzgada formal,
cuales son la renovación de la acción ejecutiva, o bien alguna de las hipótesis de reserva de
acciones o de las excepciones para el juicio ordinario posterior.

La renovación de la acción ejecutiva está reglamentada en el art. 477 del CPC. Tanto la
doctrina como nuestra jurisprudencia han coincidido en señalar que la enumeración del
art. 477 CPC no es taxativa, incluyendo otras cuestiones dentro de la genérica expresión "falta
de oportunidad en la ejecución", la que apuntaría tanto a cuestiones relativas a excepciones
procesales como a los demás requisitos del título que puedan ser legalmente subsanados (por
ejemplo, que se cumpla el plazo o la condición que no hacía exigible la obligación, que se
subsane el problema de capacidad o representación, etc.). Es obvio que al haberse acogido
alguna excepción que no falle el fondo del asunto, se pueda renovar la acción ejecutiva, ya que
esa es una característica de las sentencias meramente procesales, que no produzcan cosa
juzgada sustancial.

Por su parte, la reserva de acciones y excepciones para el juicio ordinario posterior es una
situación que se da cuando el ejecutante o el ejecutado, con el objeto de evitar que la
sentencia impida reabrir nuevamente el debate sobre el derecho materia de la ejecución, optan
por pedir al juez de la causa que se les autorice para promover una nueva discusión en un
juicio posterior. En tal hipótesis, la sentencia que se dicte en el juicio ejecutivo no produce cosa
juzgada sustancial, sino meramente formal, ya que la acción o la situación jurídica que se
contenía en la excepción podrán ser examinadas en el juicio ordinario de lato conocimiento.

La reserva de acciones del ejecutante se regula en el art. 467 CPC. Esta institución es
distinta del desistimiento de la acción, que como sabemos produce cosa juzgada sustancial
(art. 148 CPC).

En el caso del ejecutado, la reserva de excepciones se reglamenta en los artículos 473 y


474 del CPC.

La otra posibilidad de reserva de acciones o de excepciones se reconoce en el art. 478


inc. 2º del CPC.

En la jurisprudencia se ha sintetizado lo antes explicado la sentencia de la Corte Suprema


de 3 de noviembre de 2015341.

A la situación anterior se debe agregar una situación excepcional que surge cuando el
ejecutado no opone excepciones en el juicio ejecutivo con fase declarativa o de cognición, que
hace surgir lo que la doctrina ha denominado —erróneamente, a nuestro entender— como
"sentencia ficta". Su origen se encuentra en la ley Nº 7.760 de 1944, que modificó el precepto
original del CPC, introduciendo esta peculiar situación en la que la omisión del deudor permite
dar paso a una actividad de pura ejecución sin que exista sentencia. Antes de la referida
reforma de 1944, el juez tenía siempre la obligación de dictar sentencia definitiva de pago o de
remate, aunque no se opusieran excepciones342.

La solución anterior da paso a una especial forma de ejecución que no está amparada por la
cosa juzgada sustancial. En efecto, al haberse suprimido en 1944 la obligación de dictar
sentencia, a la ficción que recoge el artículo 472 no le es aplicable lo dispuesto en el artículo
478 del mismo cuerpo legal, que dispone que "la sentencia recaída en el juicio ejecutivo
produce cosa juzgada en el juicio ordinario, tanto respecto del ejecutante como del ejecutado".

En abono a nuestra tesis se suman algunos pronunciamientos judiciales que han venido
reconociendo expresamente que la ficción legal que analizamos no produce cosa juzgada. En
tal sentido, una sentencia de la Corte Suprema, de 9 de octubre de 1997, rechazó un recurso
de casación en la forma —que denunciaba como infringida la cosa juzgada—, esgrimiendo
expresamente que "el artículo 472 permite atribuir al mandamiento el carácter de sentencia
pero sólo para los efectos de la realización de los bienes embargados y el pago de la deuda
respectiva, sin que resulte procedente extender tal efecto a situaciones como las que propone
el recurso, pues en tal caso se requiere de la existencia de una sentencia propiamente tal
(...)"343.
31. E

En materia de la acción constitucional de protección, las sentencias que se pronuncian sobre


el fondo producen el efecto de cosa juzgada formal344. Las razones de esta solución se
explican fundamentalmente por la naturaleza de esta acción y el carácter sumarísimo del
procedimiento que se utiliza para este debate.

En la jurisprudencia explícitamente se ha reconocido a la sentencia de protección un valor


de cosa juzgada formal, admitiendo que ella es revisable con posterioridad ante otros órganos
competentes, sin que lo decidido como medida de protección adquiera el carácter de
inmutable.

La Corte Suprema ha reconocido expresamente esta realidad, entre otras, en la sentencia


de 19 de enero de 2005, al señalar que "(...) el recurso de protección persigue la adopción
inmediata de medidas de resguardo frente a acciones u omisiones ilegales o arbitrarias que
afecten, amaguen o amenacen alguna de las garantías mencionadas en el artículo 20 de la
Carta Fundamental de la República y la sentencia que en él recaiga también acarrea, a su
turno, únicamente cosa juzgada formal"345.

Este rasgo de la cosa juzgada se explica porque la doctrina científica y jurisprudencial ha


calificado al recurso de protección como una acción cautelar, para denotar que la sentencia de
protección no puede ser considerada como una declaración jurisdiccional del derecho de un
modo definitivo, sino que más bien obedece a una medida de carácter cautelar, provisional, a
un mero paliativo frente a las amenazas o perturbaciones de las garantías constitucionales
tasadas por la Carta Fundamental.

El carácter provisional de la cosa juzgada formal determina que en un juicio posterior es


jurídicamente admisible modificar el criterio de solución sentado en sede de protección.

Sintetiza todo lo anterior, entre otros, el fallo de la Corte Suprema de 4 de octubre de 2001,
al señalar: "5º) Que el artículo 20 de la Constitución Política de la República consagra el
denominado Recurso de Protección de Garantías Constitucionales, al establecer que el que
por causa de actos u omisiones arbitrarios o ilegales sufra privación, perturbación o amenaza
en el legítimo ejercicio de los derechos y garantías establecidos en el artículo 19, que se
detallan. El mismo artículo previene que la Corte de Apelaciones respectiva adoptará de
inmediato las providencias que juzgue necesarias para restablecer el imperio del derecho y
asegurar la debida protección del afectado, sin perjuicio de los demás derechos que pueda
hacer valer ante la autoridad o los tribunales correspondientes". "Esto es, admite
expresamente la posibilidad de plantear el mismo asunto ante los tribunales correspondientes,
lo que se compadece con su calidad de acción cautelar, por lo que es efectivo, que únicamente
produce lo que se denomina cosa juzgada formal"346.

150* Este capítulo es una versión ampliada y actualizada de nuestra monografía La cosa juzgada en el proceso
civil chileno, publicada por la Editorial Jurídica de Chile, 2002, y reimpresa en 2011.

Cfr. D O , Andrés, Sobre la cosa juzgada, Madrid, Ramón Areces, 1991, p. 17.
151C , Eduardo, Fundamentos de Derecho Procesal Civil, Buenos Aires, Depalma, 3ª ed. (6ª reimp.),
póstuma, 1993, p. 401.

152 Por todas, CS, 9 de mayo de 1958, RDJ, t. 55, sec. 1ª, p. 71.

153 Joseph Pothier, último de los grandes juristas franceses anteriores a la codificación, constituye el eslabón
que une el Derecho histórico francés con la codificación revolucionaria. Su obra, que concilia, desde un
planteamiento racionalista, el Derecho romano y el Droit coutumier, tuvo una influencia decisiva en la elaboración
del Código Civil francés (1804), que llega a incorporar literalmente en su articulado numerosos textos de Pothier
(M A , Carlos, "Joseph Pothier", en Juristas Universales, R. D editor, Marcial Pons, 2004,
t. II, p. 582). Sobre la cosa juzgada como una presunción, cfr. P , Tratado de las obligaciones, Barcelona,
Librería Verdaguer, 1878, tr. S.M.S., t. II, p. 502; N F , Jordi, La cosa juzgada, Barcelona: Atelier, 2006,
pp. 62-67; C , Eduardo J., "La cosa juzgada como presunción legal", en RDJ, 1955, t. 52, pp. 18-37.

154 Sobre esta discusión cfr. sesiones de 28 de abril de 1871 y 13 de mayo de 1873, citadas por B ,
Manuel E., La Lei de Organización i Atribuciones de los Tribunales de Chile, Santiago, Imprenta Nacional, 1890, t.
II, pp. 7-9.

155Esta idea fue admitida por la Corte Suprema en el fallo de 10 de octubre de 1932 en los siguientes términos:
"no es sostenible que en las resoluciones de la Corte Suprema pueda infringirse la ley y que, en consecuencia,
llegue a producirse la denegación o torcida administración de justicia o que se alteren las reglas de procedimiento,
por cuanto no existiría tribunal que pudiera resolver el posible error y establecer la verdad, de allí que se acepte
como necesaria esa infalibilidad convencional de tales jueces y deban reputarse, en derecho, sus resoluciones
conforme a la ley" (CS, 10 de octubre de 1932, RDJ, t. 30, sec. 1ª, p. 76). Esta sentencia rechazó la inaplicabilidad
deducida en 1932 por don Daniel Schweitzer, impugnando el artículo 159 de la Ley de Organización y Atribuciones
de los Tribunales de Justicia, que corresponde al actual artículo 324 del COT.

156L , José Bernardo, Prontuario de los juicios o tratados de procedimientos judiciales i administrativos con
arreglo a la legislación chilena, Santiago, Mariano Servat, 1895, t. I, p. 303.

157 Por todos, C S , Luis, Explicaciones de derecho civil chileno y comparado, Santiago, Imprenta
Cervantes, 1921, t. I, p. 34, con expresa referencia a Pothier.

158Según consta de las actas de la Comisión Mista de Senadores i Diputados, en la sesión 22, de 19 de
noviembre de 1901, al discutirse el antiguo artículo 429 del Código de Procedimiento Civil, hoy 427, se advierten
dudas sobre el alcance del inciso segundo ya transcrito. En dicha oportunidad el comisionado Vergara solicitó que
se debía precisar "lo que se entiende por hechos declarados verdaderos en otro juicio". "El señor Presidente
contesta que esta disposición sólo puede referirse a hechos que ha declarado verdaderos una sentencia dictada
en un juicio sobre materia diversa o entre partes distintas, porque de otra manera no se alegaría la presunción sino
la cosa juzgada". Para el comisionado Ballesteros, "este segundo inciso estaría tal vez mejor colocado en la parte
del Proyecto que trata de los efectos de la sentencia". Lamentablemente, no existe en las referidas actas
antecedentes sobre una nueva discusión del tema. Cfr. Actas de la Comisión Mista de Senadores i Diputados
encargada de informar los proyectos de Códigos de Procedimiento Civil i Criminal, sesión 22, de 19 de noviembre
de 1901, Santiago, Imprenta Nacional, 1901, pp. 151-152.

159CS, 6 de octubre de 1921, Gaceta, 1921, 2º sem., Nº 64, p. 262. En igual sentido, CS, 30 de julio de 1924,
RDJ, t. 22, sec. 1ª, p. 1037, aludiendo al "principio de presunción de verdad". En el mismo sentido se pronuncia la
sentencia de la CS de 1 de junio de 1937 (RDJ, t. 34, sec. 1ª), señalando la existencia de un principio universal,
res judicata pro veritate habetur, como corolario natural de toda sentencia judicial. También sigue una orientación
similar la sentencia del mismo tribunal, de 4 de octubre de 1988, al disponer que "los efectos esenciales de la cosa
juzgada que produce una sentencia definitiva ejecutoriada, consisten precisamente en que la decisión adoptada
pone fin definitivamente al litigio como expresión representativa de la verdad...", CS, 4 de octubre de 1988, RDJ, t.
85, sec. 1ª, p. 88. En la década final del siglo pasado acepta una visión material de la cosa juzgada una sentencia
de la CS, de 2 de septiembre de 1992, al señalar que "... la sentencia debe contener las consideraciones, esto es,
los razonamientos jurídicos en base de los hechos que se encuentran establecidos en el proceso para fundar la
sentencia, la cual es la expresión de la verdad que surge de esos antecedentes" (CS, 2 de septiembre de 1992,
RDJ, t. 89, sec. 3ª, p. 144).

160G A , Marina, Los hechos en el derecho, Madrid; Marcial Pons, 2ª ed. 2004, p. 147.
161D E , Hernando, Teoría general de la prueba judicial, Teoría general de la prueba judicial,
Bogotá: Temis, 2002, t. II, p. 691.

162 Konrad Hellwig nació el 27 de septiembre de 1856 en Zieremberg-Kurhessischen. Falleció en 1913. Como
expone G , "de modo muy general, puede decirse que Hellwin pertenece a una escuela -la fundada por
Wach- caracterizada por una concepción del Derecho procesal (civil) que lo vincula al Derecho civil sustantivo,
preocupada, en definitiva, por no perder de vista la función instrumental que el proceso cumple para con el
derecho objetivo y los derechos subjetivos privados" (G I , Fernando, "Konrad Hellwig", en Juristas
Universales, ob. cit., t. III, pp. 663-665).

163 En el voto de minoría de la sentencia de la CS, 14 de mayo de 1955 (RDJ, t. 52, sec. 1ª, pp. 111-113), se
anticipa el cambio de orientación doctrinal que sobrevendría luego en la explicación de la cosa juzgada.

164 CS, 5 de noviembre de 1970, RDJ, t. 67, sec. 1ª, p. 505.

165CS, 24 de diciembre de 2013. Rol Nº 9030-12, MJ 36562.

166En la sentencia de la CS de 13 de septiembre de 1983 se ha resuelto que es inadmisible promover por la vía
del recurso de casación en el fondo una vulneración a la cosa juzgada, ya que tal infracción dice relación con un
aspecto puramente procesal del pleito (CS, 13 de septiembre de 1983, RDJ, t. 80, sec. 1ª, p. 82). En otra
sentencia, el mismo tribunal declaró que el artículo 3º inc. 2º del Código Civil no contiene una norma reguladora de
la prueba y, por ende, su infracción sólo es denunciable cuando se atenta a la cosa juzgada, por la causal
respectiva (CS, 14 de abril de 1954, RDJ, t. 50, sec. 4ª, p. 40). En la sentencia de la CS de 28 de noviembre de
1928, RDJ, t. 27, sec. 1ª, p. 15, se desestimó la infracción de la cosa juzgada como causal del recurso de casación
en el fondo que ya se había promovido y rechazado en la casación en la forma (en igual sentido CS, 3 de mayo de
1940, RDJ, t. 38, sec. 1ª, p. 52; CS, 11 de julio de 1923, RDJ, t. 22, sec. 1ª, p. 281; CS, 12 de enero de 1916, RDJ,
t. 13, sec. 1ª, p. 293; CS, 27 de octubre de 1911, RDJ, t. 10, sec. 1ª, p. 1).

167CS, 15 de octubre de 1965, RDJ, t. 62, sec. 1ª, p. 375.

168En ese sentido, C. de Ap. de Punta Arenas, 28 de mayo de 1993, RDJ, t. 90, sec. 2ª, p. 74.

169CS, 6 de abril de 1939, RDJ, t. 37, sec. 1ª, p. 1; CS, 11 de noviembre de 1955, RDJ, t. 52, sec. 1ª, p. 362.

170Con la rica casuística y las excepciones a la regla general, D R , Antonio, "La cosa juzgada
en el derecho procesal del Reino de Chile", en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, t. XVIII, Valparaíso,
Ediciones Universitarias, 1996, pp. 171-174.

171 CS, 30 de julio de 1924, RDJ, t. 22, sec. 1ª, p. 1037, conforme a la doctrina que se reprodujo al examinar la
ineficacia de la nulidad procesal.

172 Sobre el tema, cfr. C A , Luis, La ejecución provisional en el proceso civil, Barcelona, J. M.
Bosch, 1993, pp. 35-46.

173 CS, 3 de diciembre de 1962, RDJ, t. 59, sec. 4ª, p. 260.

174 CS, 17 de noviembre de 1945, RDJ, t. 43, sec. 1ª, p. 239.

175 CS, 6 de diciembre de 1990, RDJ, t. 87, sec. 1ª, p. 214.

176CS, 27 de octubre de 1954, RDJ, t. 51, sec. 1ª, p. 527.

177CS, 5 de mayo de 1966, RDJ, t. 63, sec. 1ª, p. 171.

178Un ejemplo de sentencia que no reconoce eficacia de cosa juzgada en materia de excepciones, CS, 4 de
enero de 1937, RDJ, t. 35, sec. 1ª, p. 95. Sin embargo, el tema no es pacífico en la jurisprudencia, como lo refleja
una sentencia de la CS de 30 de noviembre de 1926, que estimó procedente la excepción de cosa juzgada,
impidiendo discutir en un juicio ordinario posterior el cumplimiento de una obligación que había sido declarada nula
en un juicio ejecutivo anterior; según la sentencia, "cuando se trata de acciones o de excepciones que se refieren a
la existencia de la obligación, que es el caso de autos, lo resuelto en aquel juicio produce cosa juzgada en éste"
(CS, 30 de noviembre de 1926, RDJ, t. 24, sec. 1ª, p. 537).
179 Una síntesis del problema, en T F , Isabel, El objeto del proceso. Alegaciones. Sentencia.
Cosa juzgada, Madrid, La Ley, 2000, pp. 155-156.

180 CS, 27 de octubre de 2011. Rol Nº 2259-11, MJ 30137, "Ramírez con Letelier".

181 CS, 30 de junio de 1993, RDJ, t. 90, sec. 1ª, p. 67. Con anterioridad, aplicando el mismo criterio: CS, 25 de
junio de 1988, RDJ, t. 95, sec. 3ª, p. 83; 1º de abril de 1951, RDJ, t. 47, sec. 1ª, p. 105; 4 de noviembre de 1943,
RDJ, t. 43, sec. 1ª, p. 239; 30 de julio de 1924, RDJ, t. 22, sec. 1ª, p. 1037.

182 C. de Ap. de Valparaíso, 7 de abril de 1972, RDJ, t. 69, sec. 2ª, p. 14.

183Sobre el tema, C. de Ap. de Punta Arenas, 11 de mayo de 1985, RDJ, t. 82, sec. 5ª, p. 223, confirmado por
la CS el 4 de junio de 1985. La transacción produce el mismo efecto que una sentencia ejecutoriada (CS, 6 de
agosto de 1951, RDJ, t. 48, sec. 1ª, p. 385).

184 CS, 19 de abril de 1988, RDJ, t. 85, sec. 1ª, p. 63.

185 En este sentido, CS, 28 de julio de 1954, RDJ, t. 51, sec. 1ª, p. 308; CS, 11 de abril de 1946, RDJ, t. 43,
sec. 1ª, p. 421.

186 La sentencia de la CS de 30 de junio de 1993 (RDJ, t. 90, sec. 1ª, p. 67) desestimó un recurso de casación
en la forma que denunciaba como infringida la causal del art. 768 Nº 6 del CPC, declarando que la interlocutoria
que recibe la causa a prueba sólo produce cosa juzgada formal, que puede ser modificada por la sentencia
definitiva; en igual sentido, CS, 17 de octubre de 1990, RDJ, t. 87, sec. 1ª, p. 166.

187CS, 31 de agosto de 1989, RDJ, t. 86, sec. 1ª, p. 116.

188 En esta orientación, CS, 30 de junio de 2015. Rol Nº 981/2015 (Casación). VLex Nº 95203; con antelación,
CS, 10 de octubre de 1933, RDJ, t. 31, sec. 1ª, p. 81.

189 Se ha reforzado esta regla de preclusión en la jurisprudencia, estableciéndose que "las excepciones
opuestas con el carácter de dilatorias, una vez desechadas, no pueden renovarse, y, por consiguiente,
desestimada la incompetencia opuesta como excepción dilatoria, no cabe renovarla como perentoria, a lo cual se
opone la cosa juzgada producida por el fallo ejecutoriado que la desechó" (CS, 21 de noviembre de 1934, RDJ, t.
32, sec. 1ª, p. 167).

190 CS, 13 de enero de 1956, RDJ, t. 56, sec. 1ª, p. 28.

191 Sobre esta reforma, cfr. C V , Mario, "Del cumplimiento de las sentencias judiciales civiles",
en su obra homenaje Medio siglo al servicio del derecho procesal, Valparaíso, Edeval, 1993, pp. 21-45.

192 Sobre el tema, M P , Claudio, "La ejecución provisional en el proceso civil", en RCHD, 2009,
vol. 36, n. 1, pp. 21-50.

193C A , Luis, La ejecución provisional..., ob. cit., p. 47.

194 Ídem nota 43.

195C A , Luis, La ejecución provisional..., ob. cit., p. 53.

196 Sobre el tema, P A , Hugo, La cosa juzgada en el proceso civil, Santiago, ConoSur Ltda.,
1997; con anterioridad, el mismo autor, La cosa juzgada formal en el procedimiento civil chileno, Santiago: Editorial
Jurídica de Chile, 1954.

197 CS, 30 de mayo de 2016. Rol Nº 1493-15, MJ 44608, 1493-15, "Sociedad Claudio Harcha y Compañía
Limitada con Hott Rudolph, Adolfo". Profundiza en el concepto la sentencia de la CS de 11 de octubre de 2011, al
señalar que "Undécimo: Que la cosa juzgada formal o procesal 'sólo precluye la posibilidad de reabrir debate en el
mismo proceso en que la sentencia firme hubiera sido dictada, pero no en uno nuevo', como señala con autoridad
el profesor Hoyos (Hoyos Henrechson, Francisco: 'Temas Fundamentales de Derecho Procesal', EJCH., Stgo.,
1987, p. 201). Sólo opera en supuestos excepcionales, como los de los artículos 467, 473 y 478 de nuestro Código
de Procedimiento Civil, en el juicio ejecutivo, cuando a petición de parte el tribunal reserva para juicio ordinario
posterior las acciones y excepciones hechas valer por ejecutante y ejecutado, respectivamente, no obstante haber
quedado firme la sentencia que se pronuncia en la vía ejecutiva. El propio autor aludido cita, además, los casos de
los artículos 570, 576, 581 y 615 del aludido cuerpo procesal civil, todos supuestos en que lo resuelto en un
procedimiento especial puede ser revisado excepcionalmente en un juicio de lato conocimiento posterior" (CS, 11
de octubre de 2011. Rol Nº 8842-09, MJ 29721, "Zenteno Lagos, Luis R. con Startel S.A"). También ha explicitado
la necesidad de utilizar este criterio de diferenciación el fallo de la Corte Suprema de 21 de octubre de 2008, al
señalar: "para dilucidar lo anterior corresponde aclarar la diferencia entre el concepto de cosa juzgada material y el
de cosa juzgada formal, divergencia que resulta ser radical, por tratarse de fenómenos completamente diversos. La
primera alude al litigio examinado en el juicio y resuelto por una sentencia que alcanza inmutabilidad, siendo la
certeza más absoluta que obtiene una decisión jurisdiccional, sea que haya acogido o rechazado la acción
deducida en un juicio. Se trata de aquellos pronunciamientos judiciales sobre el fondo, que no pueden ser
revisados en procesos posteriores. En cambio, bajo la expresión de cosa juzgada formal se alude a las decisiones
judiciales que son susceptibles de una revisión posterior (...). De lo anterior se deriva necesariamente que por
tratarse de una resolución que únicamente ha producido el efecto de cosa juzgada formal y no material o
sustancial, la sentencia interlocutoria que puso término a la causa rol Nº 21138-98 no posee la naturaleza exigida
por la ley para atribuirle 'autoridad de cosa juzgada'" (CS, 21 de octubre de 2008. Rol Nº 4670-07, MJ 18616,
"Comunidad Los Campos de Cano Gallegos de los Andes con Sociedad de Inversiones e Inmobiliaria Sierra del
Cóndor Ltda.", con referencia a la sentencia de 23 de junio de 1980). Con anterioridad, CS, 2 de julio de 2008, rol
Nº 2346-07, MJ 17587 ("Karl Salas, Elexis con Soza Soza Humberto"). Otras sentencias que aceptan la distinción
entre cosa juzgada formal y material, CS, 19 de enero de 2005, MJ 15531 ("Sindicato de Trabajadores Catedral").

198 La cláusula rebus sic stantibus se entiende como un pacto tácito en todo contrato de ejecución diferida en el
tiempo o de tracto sucesivo, que se mantiene vigente "siempre que las cosas no varíen".

199 Reconoce claramente esta cuestión la sentencia de la CS de 23 de junio de 1905, RDJ, t. 3, sec. 1ª, p. 6.
También se admite este criterio en la sentencia de la CS de 10 de junio de 2008 (rol Nº 6620-07, MJ 17344), al
señalarse que "(...) la decisión final a que se arriba luego de la sustanciación de un proceso se construye sobre la
base de distintos grados de certeza que se van alcanzando durante el desarrollo de los actos del procedimiento y
que culminan con la sentencia definitiva, que en virtud del efecto de cosa juzgada que produce, una vez firme o
ejecutoriada, proporciona la certeza máxima, tanto así que puede exigirse su cumplimiento incluso por la fuerza
legítima. En este contexto, la decisión que, no obstante impugnada, permite la ley sea cumplida pendiente la
resolución del recurso, no tiene esa máxima certeza, pues puede eventualmente revertirse, en caso que la vía de
impugnación elegida prospere. Es por ello que el cumplimiento provisional de lo decidido en primera instancia sólo
puede tener efectos en el procedimiento en que se dispone y crear o declarar calidades jurídicas para ese único
proceso (...)".

200Reconoce claramente esta cuestión la sentencia de la CS de 23 de junio de 1905, RDJ, t. 3, sec. 1ª, p. 6.

201G M , Manuel, Interdictos, Barcelona, Serlipost, 1992, p. 90. Otros aportes, cfr. D D
L , Carmelo, La posesión y los procesos posesorios, Madrid, Rialp, 1962, t. I, pp. 171-176.

202Este procedimiento es, por lo demás, heredero del solemnis ordo iudiciarius, variante procedimental
derivada del derecho romano-canónico y común que se configuró en Italia y se difundió luego por el resto de
Europa, desde el siglo XII en adelante. Uno de los rasgos más sobresalientes de este juicio radica en el hecho de
que las partes disponen con toda amplitud de los medios de ataque y de defensa que consideran oportunos,
planteándolos sin limitaciones, porque se trataba de acabar para siempre con dicho litigio. Como lo expone Fairén,
el solemnis ordo iudiciarius, en cuanto juicio ordinario que es, se basa y se ha basado siempre en el deseo de
acabar para siempre con el litigio entre las partes de manera judicial, de tal modo que no sea posible un nuevo
proceso sobre el punto resuelto (a excepción de los remedios extraordinarios de revisión). Cfr. F , Víctor, El
juicio ordinario y los plenarios rápidos, Barcelona, Bosch, 1953, p. 53. Otros datos sobre este tipo de juicio, cfr.
C , Mauro, "Proceso oral y proceso escrito", en La oralidad y las pruebas en el proceso civil, tr. Santiago
Sentís Melendo, Buenos Aires, E.J.E.A., 1972, pp. 34-45. En el Mensaje con que fue enviado al Congreso
Nacional el Proyecto de Código de Procedimiento Civil, el 1 de febrero de 1893, se aprecia nítidamente la
distinción entre el juicio ordinario y el resto de los procesos. Allí se expresa que "En las leyes de procedimiento, se
hace preciso conciliar el interés de los litigantes, que exige una pronta solución de los pleitos, y el interés de la
justicia, que requiere una concienzuda y acertada apreciación del derecho sobre que debe recaer el fallo". "Según
el plan adoptado, este Código comprende cuatro libros, destinándose el primero a fijar las reglas comunes a todo
procedimiento; el segundo, a la tramitación del juicio ordinario, que es la regla general para los casos no previstos;
el tercero, a los juicios especiales, que por su naturaleza requieren una tramitación sencilla y breve o que no se
ajustarían bien a las reglas del juicio ordinario...".

203 Este precepto viene de la redacción original dada por el art. 166 de la Ley de Atribuciones y Organización
de los Tribunales de 1875.

204 CS, 7 de enero 2009. Rol Nº 2726-04, MJ 19330. Con anterioridad, CS, 12 de noviembre de 1952, RDJ, t.
49, sec. 1ª, p. 390. También permite el CPC que a través de la acción de revisión se haga valer el efecto negativo
de la cosa juzgada, cuando no se alegó con anterioridad (art. 810 Nº 4). Esta causal en principio no se fundamenta
en la existencia de un fraude, sino en el deseo de evitar que se dicten decisiones contradictorias. Un buen ejemplo
de esta orientación, cfr. CS, 23 de diciembre de 1959, RDJ, t. 56, sec. 1ª, p. 445.

205H H , Francisco, Temas fundamentales de derecho procesal, Santiago, Editorial Jurídica de


Chile, 1987, p. 207.

206 CS, 17 de octubre de 1930, RDJ, t. 28, sec. 1ª, p. 326.

207 CS, 14 de mayo de 1955, RDJ, t. 52, sec. 1ª, p. 105.

208 En este sentido, CS, 22 de diciembre de 1960, RDJ, t. 57, sec. 3ª, p. 126.

209 CS de 14 de mayo de 1955, RDJ, t. 52, sec. 1ª, pp. 99 y ss. En esta sentencia se afirma que la eficacia de
cosa juzgada es una cuestión anterior al cumplimiento del fallo, con lo cual aunque se modifiquen las normas sobre
cumplimiento de las sentencias ellas no pueden alterar la intangibilidad de la cosa juzgada (hay voto de minoría
que sostuvo lo contrario).

210D H B , Juan, Curia Philipica, t. I, Madrid, 1797, p. 105.

211 CS, 31 de agosto de 1989, RDJ, t. 86, sec. 1ª, p. 115. En igual orientación, CS de 3 de octubre de 1994,
RDJ, t. 91, p. 87; CS, 31 de agosto de 1992, RDJ, t. 89, sec. 1ª, p. 139.

212 CS, 23 de diciembre de 2013, Rol Nº 2220-13, MJ36760, "Hess Iensen, Juan P. con Alvárez Bustos, Juan".

213 En esta línea, C. de Ap. de Santiago, 4 de mayo de 1994, RDJ, t. 91, sec. 2ª, p. 144. Con anterioridad, la
CS, en sentencia de 13 de enero de 1947, había resuelto que "es sólo el emplazamiento legalmente efectuado lo
que somete a los litigantes a la jurisdicción del juez, los liga al proceso y los obliga a acatar lo que en él se
resuelva" (RDJ, t. 20, sec. 1ª, p. 440).

214 CS, 20 de agosto de 1962, RDJ, t. 59, sec. 1ª, p. 304.

215En la jurisprudencia han negado valor de cosa juzgada a los actos administrativos, entre otras, CS, 16 de
noviembre de 1910, RDJ, t. 8, sec. 1ª, p. 418; CS, 12 de enero de 1939, RDJ, t. 36, sec. 1ª, p. 466; C. de Ap. de
Iquique, 16 de junio de 1977, RDJ, t. 74, sec. 2ª, p. 207; C. de Ap. de Santiago, 2 de noviembre de 1953, RDJ, t.
51, sec. 1ª, p. 531; CS, 26 de diciembre de 1955, RDJ, t. 52, sec. 1ª, p. 420; CS, 27 de octubre de 1954, RDJ, t.
51, sec. 1ª, p. 531; CS, 26 de diciembre de 1955, RDJ, t. 50, sec. 1ª, p. 511 (con relación al sumario de la autoridad
marítima).

216 CS, 23 de noviembre de 1943, RDJ, t. 43, sec. 1ª, p. 398; en igual sentido, CS, 7 de marzo de 1946, RDJ, t.
43, sec. 1ª, p. 377.

217 CS, 13 de noviembre de 1995, RDJ, t. 92, sec. 1ª, p. 111.

218 Así, C. de Ap. de Santiago, 4 de junio de 1987, RDJ, t. 84, sec. 2ª, p. 84.

219 Una síntesis del problema, cfr. D M , Augusto, "Cosa juzgada administrativa", en Ius Publicum,
Escuela de Derecho, Universidad Santo Tomás, Nº 3, 1999, pp. 115-132.

220 El criterio de la ausencia de contradicción tiene su origen en un texto de Marciano, contenido en el Digesto
(D. 1.16.2 Pr. 1). De ahí pasó a las Partidas, sirviendo luego de inspiración al legislador del siglo XIX. Sin embargo,
la doctrina no acepta pacíficamente este criterio, puntualizando que también en el proceso contencioso podría
darse la falta de contradicción. Sobre el tema, entre la abundante bibliografía, F B , Antonio, La
jurisdicción voluntaria, Madrid: Civitas, 2001, pp. 57-101.

221 CS, de 26 de octubre de 2012. Rol Nº 11497-11, MJ 33564, "Soto Hergutt, Sergio". En igual orientación, CS,
28 de abril de 2014. Rol Nº 2260/2013. VLex Nº Nº 78446; CS, 10 de julio de 1935, RDJ, t. 32, sec. 1ª, p. 427.

222 CS, 29 de enero de 1989, RDJ, t. 86, sec. 1ª, p. 13.

223 En este sentido, C. de Ap. de Santiago, 3 de noviembre de 1959, RDJ, t. 56, sec. 2ª, p. 105.

224 CS, 19 de agosto de 1933, RDJ, t. 30, sec. 1ª, p. 549. En igual orientación, CS, 16 de junio de 1951, RDJ, t.
48, sec. 1ª, p. 193.

225 CS, 19 de diciembre de 1940, RDJ, t. 38, sec. 1ª, p. 525.

226La dimensión negativa o excluyente de la cosa juzgada puede alegarse por cualquiera de las siguientes vías
procesales: como excepción dilatoria (art. 304 con relación al art. 303 CPC); como excepción perentoria, al
contestar la demanda (arts. 309, 464 Nº 18 CPC); como excepción mixta o anómala (art. 310 CPC); como causal
del recurso de casación en la forma (art. 768 Nº 6 CPC), y como causal del recurso de revisión (art. 810 Nº 4
CPC).

227 CS, 12 de septiembre de 1989, RDJ, t. 86, sec. 3ª, p. 219.

228 CS, 12 de abril de 1978, RDJ, t. 75, sec. 1ª, p. 149.

229 CS, 11 de noviembre de 1955, RDJ, t. 52, sec. 1ª, p. 362.

230 CS, 23 de diciembre de 1963, C. de Ap. de Santiago, 19 de junio de 1963, RDJ, t. 60, sec. 1ª, pp. 407-419.
El estado jurídico que genera la sentencia impide discutir nuevamente acerca de la indexación en materia de
obligaciones, salvo que la ley o el acuerdo de las partes lo admitan.

231 CS, 7 de agosto de 1961, RDJ, t. 58, sec. 1ª, p. 273.

232 CS, 30 de noviembre de 1995, RDJ, t. 92, sec. 1ª, p. 118.

233 El carácter instrumental de la excepción de litispendencia se ha reconocido por la CS, estableciendo que "la
ley no ha definido, en forma expresa, lo que debe entenderse por litis pendencia, ni ha señalado los requisitos que
deben tener los procesos en que sea procedente esta excepción. Sin embargo, bien puede sostenerse, como
principio general, que su fundamento radica en la necesidad de evitar una duplicidad inútil de la actividad
jurisdiccional; impedir la dictación de fallos contradictorios..." (CS, 7 de julio de 1951, RDJ, t. 48, sec. 1ª, p. 264).
Sobre las diferencias y elementos comunes de la excepción de cosa juzgada y de litispendencia, En este sentido,
CS, 13 de septiembre de 2012. Rol Nº 9557/2010 (Casación), VLex N 76072; CS, 9 de agosto de 1951, RDJ, t. 48,
sec. 1ª, p. 405.

234 Sobre el tema, cfr. el T. III de este Curso de Derecho Procesal, pp. 123-132; M D , Francisco,
La litispendencia, Barcelona: Bosch, 1999, pp. 25-195.

235En explicación de la sentencia de la CS de 17 de mayo de 2012 (rol Nº 9327-09, MJ 32104), se dice "que
para 'que proceda la litispendencia es necesario que haya otro juicio, seguido entre las mismas partes y
persiguiendo la misma causa y objeto. Cuatro son los requisitos o presupuestos de la litispendencia: 1º.- que exista
un juicio pendiente, sea ante el mismo tribunal o ante otro; 2º.- identidad legal de personas; 3º.- identidad de
objeto; 4º.- identidad de causa de pedir' (Cristián Maturana Miquel, Actuaciones judiciales, notificaciones,
resoluciones judiciales y el juicio ordinario, Universidad de Chile, Facultad de Derecho, Departamento de Derecho
Procesal, p. 90). - Para que exista un juicio pendiente es necesario que se haya trabado la litis, de forma que
inequívocamente se entienda que hay un juicio seguido entre las mismas partes, con identidad de objeto y causa
de pedir" (CS, de 17 de mayo de 2012 (rol Nº 9327-09, MJ 32104).

236La regla anterior tiene algunas regulaciones especiales, como ocurre, por ejemplo, en el juicio ejecutivo (art.
464 CPC Nº 3). En este caso, para evitar una conducta de mala fe del deudor, la litispendencia sólo se puede
alegar si el juicio ha sido iniciado por el acreedor.
237CS, 30 de enero de 2012, rol Nº 2801-10, MJ 30872. También sintetiza el alcance excluyente de la
litispendencia la sentencia de la CS de 13 de noviembre de 2013, al señalar "(...) 'La litispendencia tiene lugar
cuando se promueve ante un tribunal el mismo negocio ya ventilado ante él u otro y, por consiguiente, supone que
hay identidad de partes, de objeto y de causa de pedir entre la primera y la segunda demanda; y su propósito es el
de evitar que se dicten fallos contradictorios o incompatibles en desmedro de la buena administración de justicia,
como el prevenir y resguardar la autoridad de la cosa juzgada' (RDJ, T. 78; sec. 2ª; p. 284). Puede decirse,
entonces, que la clave de la figura procesal en comentario se encuentra en que un mismo asunto se ventile en
procesos en curso, vale decir, que no hayan terminado en la dictación de una sentencia definitiva firme o algún
equivalente jurisdiccional de ésta, multiplicándose por esa vía, de modo impropio, los esfuerzos procesales y
económicos de las partes y del sistema judicial. Su objetivo básico es impedir que, por medio del inicio de un
nuevo juicio, se intente mejorar los eventuales defectos que se hubieran producido en el que ya estuviera
pendiente y, su finalidad última se dirige a precaver el riesgo de que uno de esos pleitos pudiera llegar a terminar
de manera incompatible o descoordinada con otro que se afinara primero, circunstancia que incardina en forma
directa con la autoridad de cosa juzgada, excepción que emerge para el litigante que por segunda vez se vea
emplazado a raíz de la misma controversia ya zanjada" (CS, 13 de noviembre de 2013. Rol Nº 7557-12, MJ
36462).

238 Así lo han recuperado, entre otras, CS, 12 de enero de 1939, RDJ, t. 36, sec. 1ª, p. 466; CS, 15 de
diciembre de 1970, sec. 1ª, p. 588.

239Esta opción se debe al hecho de que don José Bernardo Lira redactó los preceptos relativos a la cosa
juzgada siguiendo en este punto a Marcadé. En una nota al pie de página del Prontuario de los juicios, Lira
puntualiza que "hemos seguido en lo relativo a la escepción de cosa juzgada el comentario de Marcadé al art.
1351 del Código de Napoleón..." (L , José Bernardo, Prontuario de los juicios o tratado de procedimientos
judiciales i administrativos con arreglo a la legislación chilena, ob. cit., t. I, p. 288).

240CS, 6 de enero de 2015, rol Nº 31931-14 (MJ43226), "Núñez Jorquera, Luis c/ Núñez Jorquera, Raúl y
otros"; CS, 17 de noviembre de 1997, RDJ, t. 94, sec. 3ª, p. 196.

241 CS, 30 de mayo de 1995, RDJ, t. 92, sec. 4ª, pp. 70 y ss. Esta sentencia contiene una completa síntesis del
concepto de cosa juzgada en el ámbito del proceso penal y sus diferencias con el proceso civil. En doctrina sobre
el tema una completa exposición sobre estas diferencias, cfr. C D , Valentín, La cosa juzgada
penal, Publicaciones del Real Colegio de España, Bolonia, 1975.

242 La CS, en sentencia de 7 de agosto de 1961, sugiere como pauta metodológica para la determinación de la
triple identidad la siguiente: "... la cuestión de la excepción de cosa juzgada, es materia de un estudio netamente
científico. Por tanto, esta cuestión no puede resolverse con un Diccionario a la vista para apreciar los términos que
emplea el artículo 177 [...] de nuestro Código de Procedimiento Civil; que si bien las tres identidades de que trata la
disposición legal últimamente citada tienen su origen en expresiones usadas en el Digesto del Emperador
Justiniano, Libro 44, Título II, en parte alguna de este Título ningún jurisconsulto estatuyó que las tres identidades
debían existir copulativamente, pues toda la doctrina quedó resumida en los textos ya citados: obsta la excepción
de cosa juzgada siempre que las mismas personas vuelvan a litigar sobre la misma cuestión que ya está
sentenciada". CS, 7 de agosto de 1961, RDJ, t. 58, sec. 1ª, p. 270, "Ferrocarriles de Antofagasta a Bolivia con
Impuestos Internos".

243 C. de Ap. de Valparaíso, 11 de mayo de 1926, Gaceta, 2º sem, Nº 95, p. 427.

244 Por todas, cfr. CS, 11 de diciembre de 1937, RDJ, t. 35, sec. 1ª, p. 238; CS, 7 de agosto 1961, RDJ, t. 58,
sec. 1ª, p. 263.

245 Sugieren esta pauta, entre otras, las sentencias de la CS de 11 de noviembre de 1931, RDJ, t. 29, sec. 1ª,
p. 167; CS, 9 de julio de 1953, RDJ, t. 52, sec. 1ª, p. 164.

246 CS, 7 de julio de 1981, RDJ, t. 78, sec. 1ª, p. 138. En igual línea, CS, 15 de diciembre de 1970, RDJ, t. 67,
sec. 1ª, p. 586; CS, 23 de julio de 1956, RDJ, t. 53, sec. 1ª, p. 143.

247En la doctrina este efecto suele tratarse dentro de los límites temporales de la cosa juzgada.

248En este sentido, C. de Ap. de Santiago, 17 de julio de 1998, RDJ, t. 95, sec. 2ª, pp. 50- 51. Con anterioridad,
CS, 11 de julio de 1927, RDJ, t. 25, sec. 1ª, p. 257; CS, 22 de diciembre de 1922, RDJ, t. 21, sec. 1ª, p. 1072.
249 En este sentido, CS, 13 de septiembre de 2012. Rol Nº 9557/2010 (Casación), VLex N 76072; CS, 8 de julio
de 2010 (Casación), VLex 23969; CS, 1º de junio de 1937, RDJ, t. 34, sec. 1ª, p. 277.

250T , Nicolo, "La cosa juzgada civil y sus límites objetivos: apuntes de derecho comparado", tr. Marco
Villagómez, en Estudios de derecho procesal en honor de Víctor Fairén Guillén, Valencia, Tirant lo Blanch, 1990, p.
568.

251 CS, 5 de julio de 1966, RDJ, t. 63, sec. 3ª, p. 85.

252 CS, 10 de noviembre de 1966, RDJ, t. 63, sec. 1ª, p. 396.

253 Cfr. T , Nicolo, "La cosa juzgada civil y sus límites objetivos: apuntes de derecho comparado", art.
cit., p. 568.

254 Se ha fallado que existe identidad legal de personas entre el cesionario de los derechos y acciones sobre el
predio cuyo condominio se discute (C. Ap. de Santiago, 29 de agosto de 1933, RDJ, t. 31, sec. 2ª, p. 59); "Cedente
y cesionario, aunque personas físicas distintas, representan la igualdad jurídica que requiere la ley para que se
pueda alegar la cosa juzgada (CS, 7 de julio de 1930, RDJ, t. 28, sec. 1ª, p. 133).

255 Entre otras, CS, 30 de abril de 1943, RDJ, t. 31, sec. 1ª, p. 370.

256 Cfr. el T. II de este Curso de Derecho Procesal, pp. 186-193.

257 CS, 18 de junio de 1971, RDJ, t. 68, sec. 1ª, p. 187.

258 CS, 24 de octubre de 1913, RDJ, t. 12, sec. 1ª, p. 90.

259 CS, 5 de noviembre de 1921, RDJ, t. 21, sec. 1ª, p. 228.

260 No basta con considerar el solo petitum de la demanda para caracterizar a una acción; en este sentido, CS,
10 de enero de 1923, RDJ, t. 22, sec. 1ª, p. 54; C. de Ap. de Santiago, 24 de octubre de 1921, RDJ, t. 28, sec. 2ª,
p. 644.

261En nuestra doctrina procesal, defiende la existencia de los considerandos resolutivos T , indicando
que "para calificar un razonamiento de considerando resolutivo, debe atenerse a varias exigencias: a)
Formalmente, debe ubicarse entre las motivaciones del fallo. Su presencia en la parte resolutiva excluiría, en
principio, el debate y conduciría a calificar la oración como decisión. b) Sustancialmente, debe importar un anticipo
efectivo de la decisión que, por tal puede o no reiterarse, en lo resolutivo. c) Puede contener el establecimiento de
los hechos del pleito o, a lo menos, de aquellos cuya existencia representan el fundamento inmediato de la
sentencia". T O , Raúl, "Límites objetivos de la cosa juzgada civil (intento de delimitar la cuestión en
el derecho chileno)", en El proceso en acción, Editorial Libromar, 2000, p. 216.

262 CS, 16 de octubre de 1931, RDJ, t. 29, sec. 1ª, p. 96.

263 "Es inaceptable la causal de cosa juzgada no alegada expresa y oportunamente en el pleito y que no se
funda en decisiones que arranquen de una sentencia definitiva o interlocutoria, sino de apreciaciones o motivos
que se invocaron en distintos litigios" (CS, 6 de julio de 1942, RDJ, t. 41, sec. 1ª, p. 40).

264 Cfr. el T. I de este Curso de Derecho Procesal, pp. 7-13.

265 CS, 21 de marzo de 1960, RDJ, t. 57, sec. 1ª, p. 38.

266 CS, 3 de abril de 1914, RDJ, t. 12, sec. 1ª, p. 195.

267 Así, entre otros, L , Enrico T., Manual de Derecho Procesal Civil, tr. S. Sentís Melendo (de la 4ª ed.
italiana), Buenos Aires: E.J.E.A., 1980, p. 143; R , Ugo, Tratado de Derecho Procesal Civil, tr. S. Sentís
Melendo y Marino Ayerra, Buenos Aires, Depalma, I, 1976, p. 375; R , Leo, Tratado de Derecho Procesal
Civil, tr. de la 5ª ed. alemana: Ángela Romera, Buenos Aires: E.J.E.A., 1955, t. I, pp. 5-6.

268 CS, 27 de abril de 1948, RDJ, t. 45, sec. 1ª, p. 515.


269 CS, 8 de octubre de 1964, RDJ, t. 61, sec. 1ª, p. 306. En igual sentido, CS, 25 de julio de 1911, RDJ, t. 9,
sec. 1ª, p. 444.

270CS, 13 de noviembre de 2007. Rol Nº 1078-06, MJ 16047, "Agrícola e Inmobiliaria Montolín S.A. con Pérez,
Edith y otros".

271 Entre otros, cfr. L , Enrico T., Manual de derecho procesal civil, ob. cit., p. 143; R M ,
Francisco, Derecho procesal civil, ob. cit., t. I, 1, p. 405.

272CS, 15 de enero de 1915, RDJ, t. 12, sec. 1ª, p. 565.

273CS, 13 de noviembre de 1995, RDJ, t. 92, sec. 1ª, p. 111.

274 Entre otros, así lo entiende E , Ludwig, Derecho civil (parte general), tr. Blas Pérez y José Alguer
(de la 39ª ed. alemana), Barcelona, Bosch, 1944, t. I, 2º, pp. 468-469.

275 C. de Ap. de Santiago, RDJ, t. 84, sec. 2ª, p. 84. Con anterioridad se habían dictado otras sentencias
declarativas, como es el caso del fallo del Segundo Juzgado Civil de Santiago, de 21 de octubre de 1953, recaído
en el juicio "Mayer con Neumann". Allí se declaró la existencia de un matrimonio celebrado en Checoslovaquia en
1939, ante la imposibilidad de los contrayentes de poder conseguir el documento público en el país de origen
(RDJ, t. 50, sec. 2ª, p. 103). En descripción de la Corte de Apelaciones de Puerto Montt, "(...) las acciones
declarativas de mera certeza, reconocidas más bien por la doctrina y alguna jurisprudencia, son aquellas en que el
actor pretende terminar con una situación de incertidumbre que gira alrededor del derecho que le sirve de
fundamento a la acción. De esta manera, de acuerdo con lo pedido, el órgano jurisdiccional requerido no puede
sino limitarse al reconocimiento oficial del derecho de que se trata, en la forma reclamada por el demandante. Es
decir, estas acciones consisten 'en hacer cierto el derecho', y no en exigir del demandado una prestación
determinada" (C. de Ap. de Puerto Montt, 4 de marzo de 2014. Rol Nº 45-13, MJ 37266 "Vera Villega con Fisco de
Chile y otro").

276C , José, "La acción en el sistema de los derechos", en Ensayos de derecho procesal civil, tr.
Santiago Sentís Melendo, Buenos Aires, Ediciones Jurídicas Europa-América, t. I, pp. 127-128; y en la "Acción de
declaración de mera certeza", en la misma obra, pp. 191-192. Sobre este tipo de acciones, cfr. L , Lucio,
Contributo allo studio dell'azione di mero accertamento, Milán, Giuffrè, 1969.

277 Así lo entienden, entre otros, L , Enrico T., Manual de Derecho Procesal Civil, ob. cit., p. 143;
B F , María Victoria, Demanda, "causa de pedir" y objeto del proceso, Córdoba, El Almendro, 1984,
p. 38.

278 C. de Ap. de Santiago, 4 de noviembre de 1963, RDJ, t. 60, sec. 2ª, p. 153.

279 Se estimó procedente la excepción de cosa juzgada argumentando, entre otras razones, que la identidad de
la causa de pedir "no admite que ella sea desconocida introduciéndose en la renovación de una controversia, ya
fallada por sentencia firme, nuevos elementos con el pretexto de medios nuevos ya de hecho ya de derecho, que
por negligencia no se invocaron en la anterior controversia". Según la Corte Suprema, el cambio en cuestiones
accidentales que aducía el Fisco "está desconociendo la verdadera y única materialidad de la controversia, al
introducir un elemento que no fue objeto de ella (el monto y extensión de las contribuciones de los años tributarios
1949 a 1952 y 1953 a 1955), y se incurre, además, en el error científico de identificar la cosa pedida con la
materialidad del petitorio de la demanda o requerimiento para el pago del impuesto" (CS, 7 de agosto de 1961,
RDJ, t. 58, sec. 1ª, pp. 272-273).

280Sobre este punto, cfr. F , Corrado, Profili dell'acertamento constitutivo, Padua, Cedam, 1970, pp. 83 y
117-119; P P , Andrea, "Appunti sulla tutela c.d. constitutiva (e sulle tecniche di producione degli effetti
sostanziali)", en Rivista di Diritto Processuale, 1991, pp. 60-100; A , Aldo, "In tema di limiti oggettivi della cosa
giudicata", en Rivista Trimestrale di Diritto e Procedure Processuale, 1990, Nº 2, pp. 475-539; Z V ,
José, Sentencia constitutiva y sentencia dispositiva, Madrid, Rialp, 1962, especialmente pp. 144-152.

281Así, O R , Manuel (con M A , Juan; G C , Juan-Luis), Derecho


Jurisdiccional, ob. cit., II, 1º, p. 101.

282Ibídem, p. 102.
283En este sentido, cfr. P -C , Leonardo, Tratado de Derecho Procesal Civil, ob. cit., t. I, p. 455.

284Cfr. S D , Manuel, Comentarios al Código Civil y compilaciones forales (sobre la cosa


juzgada), t. XVI, vol. 2, art. 1252, Madrid, Revista de Derecho Privado, p. 741.

285 Sobre el tema, entre otros, cfr. P B , Carlos, La identificación de las acciones, Santiago, Editorial
Universitaria, 1963, pp. 105-108; H L , Eduardo, De la excepción de cosa juzgada, Memoria de
Prueba, U. de Chile, Valparaíso, Imprenta Gutenberg, 1930, pp. 1-72; V C , Ramón, La cosa
juzgada, Memoria de Prueba, U. de Chile, Concepción, 1945, pp. 88-97. En la jurisprudencia, entre otras, CS, 31
de diciembre de 1927, RDJ, t. 25, sec. 1ª, p. 579.

286H A , Iván, La aplicación judicial del derecho en el proceso civil, ob. cit., en especial, pp.131-
155.

287 La C. de Ap. de Santiago, en sentencia de 27 de diciembre de 1996, ha resuelto "que es un punto aceptado
por la doctrina y jurisprudencia mayoritaria que un mismo hecho no puede, respecto de la misma persona o
víctima, dar lugar a responsabilidad contractual y responsabilidad extracontractual. Lo anterior no significa que el
incumplimiento de un contrato, además de ocasionar un perjuicio al cocontratante, [...] pueda también ocasionar
daños a un tercero extraño a la relación contractual...". C. de Ap. de Santiago, 27 de diciembre de 1996, RDJ, t. 93,
sec. 2ª, p. 142. En otra ocasión se ha resuelto que "no es preciso que en la demanda se citen las disposiciones
legales que le sirven de fundamento, sino tan sólo los principios, la razón jurídica de la acción" (por todos, CS, 14
de enero de 1947, RDJ, t. 44, sec. 1ª, p. 450).

288En este sentido, CS, 4 de enero de 1945, RDJ, t. 44, sec. 1ª, p. 166; CS, 13 de enero de 1939, RDJ, t. 36,
sec. 1ª, p. 478; CS, 7 de enero de 1938, RDJ, t. 35, sec. 1ª, p. 340; C. de Ap. de Santiago, 29 de agosto de 1933,
RDJ, t. 31, sec. 2ª, p. 59; CS, 14 de enero de 1915, RDJ, t. 12, sec. 1ª, p. 561.

289D O , Andrés, Sobre la cosa juzgada, ob. cit., p. 56; El objeto del proceso y cosa juzgada en el
proceso civil, Madrid: Thomson, 2005, pp. 93-110.

290Por todos, con una síntesis de la doctrina italiana, P P , Andrea, "Appunti sul giudicato civile e soui
limiti oggettivi", en Rivista di Diritto Processuale, Padova, Cedam, 1990, vol. XLV, pp. 389 y ss. Hay traducción,
"Apuntes sobre la cosa juzgada civil y sobre sus límites objetivos", tr. C. Ochoa, Revista Peruana de Derecho
Procesal, VII, 2004, pp. 634-636.

291T F , Isabel, El objeto del proceso. Alegaciones. Sentencia. Cosa juzgada, ob. cit., pp. 155-
156.

292 Ibídem, p. 156.

293 Entre otras, CS, 17 de agosto de 1910, RDJ, t. 8, sec. 1ª, p. 459; CS, 8 de julio de 1941, RDJ, t. 39, sec. 1ª,
p. 41; CS, 24 de agosto 1948, RDJ, t. 45, sec. 1ª, p. 721.

294 CS, 27 de abril de 1948, RDJ, t. 45, sec. 1ª, p. 515.

295 CS, 28 de agosto de 1942, RDJ, t. 40, sec. 1ª, p. 148.

296 C. de Ap. de Santiago, 21 de septiembre de 1950, RDJ, t. 47, sec. 2ª, pp. 57-59.

297 Cfr. el T. I de este Curso de Derecho Procesal, pp. 128-133.

298 CS, 18 de abril de 1988, RDJ, t. 83, sec. 1ª, p. 35. En igual orientación, CS, 25 de abril de 1996, RDJ, t. 93,
sec. 1ª, p. 50.

299En el derecho histórico, la solución a este problema era más fácil de alcanzar. Mientras perduraron los
efectos de la litis contestatio romana, cuando se daba un concurso de acciones el actor tenía que elegir entre las
acciones incompatibles, quedando extinguidas las restantes. Dicho de otra forma, cuando la litis contestatio
producía efecto extintivo, la solución provenía de aplicar la siguiente fórmula, que se recoge en los clásicos: electa
una via per partem ad aliam non potest venire (Decio, regula 301.6), esto es, elegida una vía procesal por una
parte no se admite acudir a la otra. Sin embargo, al trasladarse el efecto extintivo de las acciones a la eficacia de
cosa juzgada a la sentencia pronunciada sobre el fondo del tema debatido surge el problema de si es posible
oponer esta excepción en el caso de acciones en relación de concurso. Una síntesis del problema, cfr. L ,
Enrico T., "Acciones concurrentes", en Eficacia y autoridad de la sentencia, tr. Santiago Sentís Melendo, Buenos
Aires, E.D.I.A.R., 1946, pp. 243-270; Cfr. F , Pablo, Derecho Privado Romano, Madrid, Imprenta
Sánchez, 1978, p. 72. Recordemos que en el derecho romano clásico, al producirse la litis contestatio, se
generaban una serie de consecuencias. Para una mejor explicación se ha propuesto distinguir entre los efectos
extintivos, creadores o novatorios y fijatorios sobre la relación procesal. Como lo puntualiza Murga Gener, en virtud
del efecto extintivo, cuando una relación litigiosa había sido llevada a juicio resultaba imposible volverla a plantear
otra vez, ello porque el litigio, más concretamente la litis contestatio, extinguía la relación jurídica controvertida (cfr.
M G , José Luis, Derecho romano clásico II: El proceso, Universidad de Zaragoza, 3ª ed., 1989, pp. 287,
291-292; en igual sentido, cfr. G , Amparo, Una visión unitaria (contractual y procesal) de las obligaciones
solidarias en Derecho romano clásico, Madrid, Universidad Autónoma, 1983, p. 50; D , Rafael, Reglas
jurídicas y aforismos, Pamplona, Aranzadi, 2000, p. 48.

300En nuestra jurisprudencia la superación de cualquier efecto consumativo en el caso de acciones


concurrentes se aprecia en varias declaraciones que recogen nítidamente la autonomía de la acción respecto del
derecho material. Una buena prueba de ello se encuentra en la sentencia de la CS de 24 de septiembre de 1924,
al expresar que "la ley no prohíbe entablar acciones incompatibles en juicios sucesivos y aun simultáneos, sin
perjuicio, naturalmente, en este último caso, de que el demandado pueda pedir la acumulación de autos u oponer
la excepción de litispendencia". RDJ, t. 24, sec. 1ª, p. 716.

301En tal sentido, CS, 13 de septiembre de 2006. Rol Nº 4416/2004 (Casación), VLex Nº 23191.

302CS, 27 de agosto de 2013. Rol Nº 6946-12, MJ 36011, "BBVA Chile con Zamora Maffei, Venancio y otros";
con anterioridad acepta este criterio la sentencia de la CS de 4 de diciembre de 1933, RDJ, t. 31, sec. 1ª, p. 131.

303Entre otras, en este sentido cfr. CS, 3 de diciembre de 1917, RDJ, t. 19, sec. 1ª, p. 102; CS, 12 de enero de
1920, RDJ, t. 20, sec. 1ª, p. 226; CS, 19 de julio de 1995, RDJ, t. 92, sec. 1ª, p. 53.

304 También son ejecutables las resoluciones de la misma naturaleza que causan ejecutoria, como hipótesis de
ejecución provisional sin título ejecutivo.

305 En este sentido, CS, 19 de diciembre de 1940, RDJ, t. 38, sec. 1ª, p. 525.

306 CS, 8 de junio de 1979, RDJ, t. 78, sec. 1ª, p. 60.

307En estas reglas, por todos, D O , Andrés, Sobre la cosa juzgada..., ob. cit., pp. 24 y ss.

308 En ciertas hipótesis, el legislador reconoce expresamente este efecto prejudicial o positivo de la cosa
juzgada, como se admite en los arts. 315, 316 y 1246 CC.

309 En este ejemplo, cfr. P , Roger, "La cosa giudicata: recenti sviluppi nel diritto francese", en Rivista di
Diritto Processuale, Padova, Cedam, 1992, vol. XXXVII, p. 13.

310En este sentido, CS, 5 de julio de 1921, RDJ, t. 20, sec. 1ª, p. 495.

311En la jurisprudencia anterior a la Constitución de 1980 reconoce el límite señalado la sentencia de la Corte
de Apelaciones de Temuco de 23 de septiembre de 1965, al requerir la necesidad de un juicio contradictorio entre
las mismas partes para dar eficacia prejudicial a una sentencia judicial. En lo que interesa, allí se declara: "...que
de conformidad a lo que dispone el artículo 427 del Código de Procedimiento Civil, se presumen verdaderos los
hechos declarados tales en otro juicio diverso entre las mismas partes. Para tal efecto se exige entonces que el
otro juicio haya sido ventilado entre las mismas partes, pues de otro modo no habría existido la necesaria
contradicción y que sobre los hechos en cuestión haya recaído un pronunciamiento judicial por el que se declaren
verdaderos". C. de Ap. de Temuco, 23 de septiembre de 1965, RDJ, t. 63, sec. 2ª, p. 137.

312 Como lo indica A , el texto fundamental al respecto es el fragmento 63 de apellationibus D. 42, I de


Macro, el cual comienza de la siguiente manera: Saepe constitutum es res inter alios iudicatas aliis non
preaeiudicare. A , Enrico, La cosa juzgada frente a terceros, Madrid: Marcial Pons, 2014, p. 45 (tr. de M. A.
P , La cosa giudicata rispetto ai terzi, Milán, Giuffrè, 1992).
313 La CS ha resuelto en decenas de sentencias que el efecto de cosa juzgada no puede hacerse extensivo a
personas que no tomaron parte en la relación procesal por no haber sido legalmente emplazadas (CS, 24 de
agosto de 1939, RDJ, t. 37, sec. 1ª, p. 229; CS, 29 de mayo de 1951, RDJ, t. 48, sec. 1ª, p. 139; CS, 31 de agosto
de 1992, RDJ, t. 89, sec. 1ª, p. 136).

314 En el último tiempo, reitera el contenido de esta regla "Contreras con Banco de Chile" (2007): "... De lo
anterior se deriva el principio del efecto relativo del contrato o de la relatividad de su fuerza obligatoria o también
llamado efecto directo de los contratos, que significa que aquellos sólo generan derechos y obligaciones para las
partes que concurren a su celebración, sin beneficiar ni perjudicar a los terceros, a quienes, por ende, no les
empecen. Tal principio no es sino una representación, a su vez, del principio de la autonomía de la voluntad. Este
efecto relativo asignado a los contratos no es exclusivo de ellos sino que también lo es a las sentencias. Así, al
respecto, el profesor René Abeliuk señala: 'Es este un principio básico y fundamental del derecho y constituye un
axioma jurídico indiscutible: res inter alio acta, aliis neque nocere, neque prodesse potest (que podríamos verter:
las cosas hechas por unos, no perjudican ni aprovechan a los demás)'. Y agrega 'No es tampoco un principio
limitado a los contratos, ni siquiera a las convenciones, sino a todos los actos jurídicos y aún a ciertos actos de
autoridad como son las sentencias (art. 3º): El efecto de cosa juzgada se refiere únicamente a las partes que han
intervenido en el pleito. Sólo la ley y otros actos de autoridad, expresamente autorizados por el ordenamiento
jurídico: decreto, reglamento, etc., pueden ser de efectos generales. El efecto relativo del contrato consiste, pues,
en que él afecta únicamente a las partes contratantes y no a aquellos que no han intervenido en su celebración'
('Las Obligaciones'. Ediar Editores. Pág. 114). De lo dicho resulta, en consecuencia, que la conciliación sólo ha
podido surtir efecto entre las partes que han concurrido a ella y, por lo mismo no puede haberlos producido y, por
ende, afectar derechos y garantías constituidos a favor de terceros (...)".

315 Cfr. el T. II de este Curso de Derecho Procesal, pp. 186-208.

316En esta orientación, CS, 25 de mayo de 2011. Rol Nº 8950/2009 (Casación) Vlex Nº 21175, al indicar que "
(...) al existir más de un sujeto a quienes afecta la pretensión, la ausencia de llamamiento de alguno de ellos a
juicio, deriva en la exclusión del debate jurídico del omitido, y la subsecuente imposibilidad de imponer los efectos
derivados de cualquier pronunciamiento al que no ha sido emplazado. La esencia del asunto busca eliminar el
riesgo de afectar con un pronunciamiento judicial a aquellos terceros ajenos al pleito. Entonces, es menester llamar
a juicio a todos los titulares pasivos de la relación, quienes puedan verse alcanzados por los efectos de la cosa
juzgada, cuyo carácter es inminentemente relativo, e incumbe exclusivamente a las partes, y no daña ni aprovecha
a terceros (res inter alios iudicatus aliis no praeiudicare)".

317 Sobre el tema, A , Enrico, La cosa juzgada frente a terceros, ob. cit., pp. 65-108.
C fr. W , A., Manual de Derecho Procesal Civil (tr. Banzhaf), t. I, Ediciones Jurídicas Europa-América,
Buenos Aires, 1977, p. 32. Un estudio en profundidad de esta cuestión se efectúa por R V , Cecilia,
"Efectos directos y reflejos de la sentencia", en RCHD, vol. 28, Nº 3, pp. 489-507.

318 Cfr. L , Eficacia y autoridad..., ob. cit., en especial p. 100.

319 CS, 28 de octubre de 2011, rol Nº 8690-10 (MJ 29943). "Distribuidora de Cine, Televisión y Espectáculos c/
Cinematográfica Selman Ltda y otros". CS, 8 de octubre de 2013. Rol Nº 7260-12, MJ 36326, "Becza Gestión S.A.
c/Inmobiliaria Luis Carrera Uno S.A. y otro".

320 CS, 4 de octubre de 1993, GJ Nº 160, sent. 1 p. 33.


* 321En esta parte hemos seguido pareciamente nuestro trabajo "la sentencia como medio de prueba",
publicado en RCHD, 2012, vol. 39, n. 2 pp. 251-276.

3 21 L , Enrico T., Eficacia y autoridad de la sentencia, ob. cit., p. 22. A este autor se le debe la distinción
entre cosa juzgada y eficacia de la sentencia. A partir de este aporte se hizo general la aceptación de que los
efectos reflejos derivaban de la sentencia y no de la cosa juzgada. Para L la cosa juzgada no es un efecto
de la sentencia, sino una cualidad de inmutabilidad de los efectos de la sentencia (declarativos, constitutivos y de
condena). La sentencia, conforme a esta doctrina, tendría una eficacia general, que deriva de su naturaleza de
acto de autoridad proveniente de un órgano del Estado.

322C , Federico, La eficacia "ultra partes" de la sentencia civil, Lima: La Palestra, tr. J. J. Monroy Palacios,
2007, p. 40.
323R V , Cecilia, "Efectos directos y reflejos de la sentencia", en Revista Chilena de Derecho, vol.
28 Nº 3, 2001, pp. 489-507. Cfr. R (2001), pp. 493-494.

324C. de Ap. de Santiago, 5 de mayo de 2014. Rol Nº 7774-13, MJ 37496. En similares términos, la misma
Corte de Apelaciones de Santiago, en sentencia de 31 de julio de 2014, había resuelto que "(...) en el escenario en
que nos sitúan las declaraciones efectuadas y decisiones adoptadas en el reseñado fallo aparece pertinente
recordar que desde hace bastante tiempo, frente a la comprobación empírica de que en muchos casos el efecto de
cosa juzgada de una sentencia afecta directa o reflejamente a terceros, la doctrina viene replanteado los términos
absolutos con que tradicionalmente se ha esgrimido la regla del Digesto: res judicata tercio neque nocet neque
prodest, para explicar los efectos de dicha institución procesal". "Así, el problema que generan los efectos de la
sentencia respecto de terceros será apreciable al constatar que una vez pronunciada podrá repercutir en la
realidad jurídica de aquéllos, generando efectos indirectos o secundarios, puesto que si bien el tercero no es
alcanzado por el efecto de cosa juzgada que se produce entre las partes, le afecta la sentencia concebida como un
hecho jurídico. "Efectivamente, constituye un principio aceptado por la doctrina procesal que la sentencia recaída
en un proceso jurisdiccional puede provocar perjuicios en la esfera jurídica a los terceros que no han sido partes en
él. En algunos casos es la misma ley la que dispone estos efectos directos para los terceros, que se ven
vinculados a la eficacia se una sentencia judicial sin haber participado como parte en el juicio donde se pronunció,
como ocurre con las que constituyen el estado civil. La eficacia directa es aquella propia de la sentencia según el
tipo de acción que fue objeto del proceso: de condena, constitutiva o declarativa". "En cambio, la eficacia refleja (o
secundaria) alude a los efectos que un fallo judicial no pretende producir directamente, sino que derivan de la
dictación de una sentencia, en cuanto se comporta como un hecho jurídico procesal. Los efectos reflejos se
explican, en la mayoría de los casos, por la vinculación que pueden presentar las relaciones jurídicas materiales,
razón por la cual cuando una sentencia condena, declara o constituye, puede influir también sobre otras relaciones
jurídicas conexas a las que fueron materia de la decisión (...)". "Al tercero le afecta la eficacia refleja de la cosa
juzgada, por lo que pese a no haber intervenido en el juicio, la validez de dicha sentencia le alcanza al adquirir tal
decisión a su respecto los efectos de inmutabilidad e irrevocabilidad" (C. de Ap. de Santiago 31 de julio de 2014.
Rol Nº 6483-13, MJ 38332).

325 CS, 18 de noviembre de 2013. Rol Nº 377-12, MJ 36388.

326C , Federico, La eficacia "ultra partes" de la sentencia civil, ob. cit., p. 61.

327 El requerimiento es el nombre técnico que recibe el escrito que contiene la acción ejercida por el FNE para
la defensa del "interés general". También puede ser iniciado mediante una demanda presentada por algún
particular, la que deberá ser puesta en inmediato conocimiento de la FNE (art. 20 inc. 2º).

328En tal sentido, C. de Ap. de Santiago, 7 de abril de 2016. Rol Nº 9666-15, MJ 44099, "Etcom Chile S.A. con
Telefónica Móviles de Chile S.A.". También se aprecia la utilización de esta solución en la sentencia de la C. de Ap.
de Santiago, de 8 de noviembre de 2011, al señalar: "14º) Que previo a determinar la existencia o no de los
perjuicios cobrados, es dable anotar que la acción intentada tiene por causa la conducta anticompetitiva
sancionada previamente. En lo sustancial el ilícito monopólico que lesiona efectivamente la libre competencia es
independiente del daño civilmente compensable, puesto que no necesariamente un ilícito monopólico coexiste con
un ilícito civil. (Domingo Valdés Prieto, 'Libre Competencia y Monopolio', Editorial Jurídica de Chile, 2010, p. 278).
El injusto civil, propio de esta acción, no es otro que el derivado de la ofensa monopólica, siempre que el daño sea
cuantificable pecuniariamente y que la víctima del mismo sea determinable, lo que no ocurre en un ilícito
monopólico que sólo atenta contra el orden público económico, generando un perjuicio social, no asimilable o
difuso a nivel individual o de un agente comercial específico. En el caso de autos, de conformidad al artículo 30 del
D.L. Nº 211, la sentencia del Tribunal de Libre Competencia es un presupuesto formal para efectos de iniciar el
juicio indemnizatorio y por ello se verifica la denominada 'función positiva o prejudicial de la cosa juzgada', esto es,
cuando por expresa disposición del legislador una resolución firme o ejecutoriada debe servir de base a lo que
corresponde decidir a otros tribunales en procesos posteriores" (C. de Ap. de Santiago, 8 de noviembre de 2011.
Rol Nº 1520-10, MJ 30101, "Philip Morris Chile con Empresas CCT S.A.").

329M O , Tomás, "Libre competencia y competencia desleal en la ley Nº 20.169, ¿existe


contradicción entre ambas disciplinas?", en Competencia Desleal, Facultad de Derecho Universidad de los Andes,
CEJ Nº 14, 2007, p. 38.

330B B , Enrique, Tratado de responsabilidad extracontractual, Santiago: Editorial Jurídica de Chile,


2007 reimp., pp. 1042-1047.
331CS, 25 de agosto de 2015. Rol Nº 3293-15, MJ42361. "Compañía de Seguros Generales (Penta Security
S.A.) c/ Su-Bus Chile".

332C S , Osvaldo, Derecho de Seguros. Análisis sistemático de la nueva ley chilena sobre el
Contrato de Seguros, Santiago, LegalPublishing, 2014, p. 361.

333N O , Marcelo, Contrato de Seguro, Comentarios al Título VIII, Libro II de Código de Comercio,
Roberto R O (director), Carolina S M (editor), Santiago, LegalPublishing, 2015, pp. 390-392.

334La C. de Ap. de Copiapó, en sentencia de 26 de mayo de 2014, resolvió que: "1º) Que una vez pagada la
indemnización, la aseguradora se subroga legal y automáticamente en todos los derechos y acciones que el
asegurado tenga en contra de terceros -aquellos causantes del siniestro, o que civilmente deban responder del
mismo-, por aplicación del principio general que consagra en su inciso 1º el artículo 553 del Código de Comercio,
según texto vigente a la época de los hechos. Jurídicamente, esta subrogación implica la sustitución del asegurado
para el ejercicio de las señaladas acciones, a fin de recuperar -la aseguradora- hasta la cantidad pagada en virtud
de la póliza" C. de Ap. de Copiapó, 26 de mayo de 2014, rol Nº 469-13, MJ 37631, "Aseguradora Magallanes S.A
con Franulic Alcayaga".

335Una exposición lata en C , Federico, La eficacia "ultra partes" de la sentencia civil, ob. cit., pp. 15-125.

336R S , Alejandro; D V , José Ignacio, "La acción de responsabilidad civil del art. 133
bis de la Ley de Sociedades Anónimas", RDJ, T. XCIX, pp. 51-65.

337Si tiene interés en participar de este proceso, lo podrá hacer mientras en juicio esté pendiente, y en calidad
de interviniente litisconsorcial, ingresando al proceso como un auténtico litisconsorte que ejercita el derecho de
acción.

338Sobre el tema, A G , Maite, "Capacidad para ser parte y capacidad de los grupos de
consumidores afectados: su tratamiento en la ley de protección de consumidores y en el anteproyecto del Código
Procesal Civil" en La reforma Procesal Civil en Chile, (VV.AA.), U. de los Andes, Cuadernos de Extensión Nº 16,
2009, pp. 119-136; "Algunas precisiones en torno a los intereses supraindividuales (colectivos y difusos)", en
Revista Chilena de Derecho, volumen 2006, Nº 1, pp. 69-91; "El procedimiento para la defensa de intereses
colectivos y difusos de consumidores y usuarios en la ley Nº 19.946", Cuadernos de Extensión Jurídica,
Universidad de los Andes, 2006, pp. 143-173.

339 Sobre el alcance de esta sentencia, A G , Maite, "La extensión de los efectos de la
sentencia dictada en procesos promovidos para la defensa de los intereses colectivos y difusos de los
consumidores y usuarios: régimen en la ley chilena de protección al consumidor", en Ius et Praxis, Nº 1, 2010, pp.
99-124.

340Este problema fue advertido por nuestro legislador, tal como se aprecia de la lectura del Mensaje del Código
de Procedimiento Civil, al puntualizar que "ha sido materia de dudas el valor de cosa juzgada que corresponde a
las sentencias de los juicios ejecutivos con relación a la acción ordinaria en que se ventilen los mismos derechos, y
ha parecido oportuno consignar reglas precisas que resuelvan aquella duda". Sin embargo, la precisión del
Mensaje no constituye una respuesta general, puesto que se refiere sólo al procedimiento ejecutivo del Libro III del
CPC, dejando abierta la interrogante para los otros procedimientos de ejecución que coexisten en nuestro
ordenamiento. Como se explicará oportunamente, es posible constatar la existencia de tres tipos de juicios: la
ejecución en sentido estricto, el juicio ejecutivo sumario y el juicio ejecutivo declarativo o con fase de cognición. En
cada uno de estos procedimientos la eficacia de cosa juzgada se comporta (o se debería comportar) de un modo
diferente.

341CS, 3 de noviembre de 2015. Rol Nº 8097-15, MJ 42845, "Market Negocios S.A. c/ Ilustre Municipalidad de
Cerro Navia".

342El antiguo artículo 493 (actual 472) disponía que "si el ejecutado no dedujere oposición legal, se pronunciará
también, a petición de parte, sentencia de pago o remate". Lo anterior determinaba que el ejecutado no perdía la
posibilidad de obtener una sentencia absolutoria, o de recurrir si ella le era desfavorable. Incluso, en la
jurisprudencia de principios del siglo pasado se discutía si en el evento de no oponerse excepciones el tribunal
podía absolver al ejecutado, existiendo opiniones discrepantes.
343 CS, 9 de octubre de 1997, RDJ, t. 94, sec. 1ª, p. 107.

344Sobre el tema, con algunos matices sobre la eficacia del fallo, S K , Eduardo, en los siguientes trabajos: El recurso de protección, Santiago: Editorial Jurídica de Chile,
1982, pp. 284-300; "Cosa juzgada y recurso de protección", en Gaceta Jurídica Nº 50, 1984, pp. 3-14; "1976-1986, Diez años de recurso de protección. Una revolución silenciosa", en
RDJ, t. LXXXIII, Nº 3, 1986, pp. 157-160.

345 CS, 19 de enero de 2005, MJ 15531.

346 CS, 4 de octubre de 2001, MJ 7381. Con anterioridad, en la misma orientación, entre otras, CS, 28 de
marzo de 2007 (rol Nº 1563-06, MJ 9569), al señalar: "no obstante, y en relación al fondo de este recurso, resulta
procedente recoger como fundamento para su rechazo aquel en que la Corte basa dicha decisión, esto es, el
contenido de la norma del artículo 20 de la Constitución Política de la República, en cuanto establece que el
recurso de protección deja a salvo los demás derechos que el recurrente pueda hacer valer ante la autoridad
administrativa o los tribunales correspondientes, de lo que se desprende claramente que el recurso de protección
sólo produce cosa juzgada formal y no material como se pretende, ello en atención a su propia naturaleza cautelar,
y a las circunstancias procesales en que se desenvuelve, que no da oportunidades para la producción y crítica de
la prueba, no permitiendo una sentencia debidamente informada, lo cual hace improcedente la antes aludida
causal de nulidad formal (...)" CS, de 26 de junio de 1995, RDJ, t. 92, sec. 5ª, p. 110; CS, 27 de abril de 1995, RDJ,
t. 92, sec. 5ª, p. 73. C. de Ap. de Punta Arenas, de 16 de agosto de 2012, rol Nº 56-12 (MJ 330794).
C VL

1. E

La prejudicialidad constituye un tema clásico, y a la vez complejo, en el estudio del derecho


procesal. La mayor dificultad para su análisis proviene de la convergencia de elementos de
derecho sustantivo y procesal en los problemas que suscita. Como lo sentenciaba Gómez
Orbaneja, en palabras que no pierden vigencia, la prejudicialidad forma parte de uno de los
sectores menos aclarados y resueltos en la ciencia jurídica de todos los países347. Lo anterior
se comprueba por la diversidad de explicaciones teóricas y soluciones legales que existen
sobre esta materia.

En un análisis etimológico, la palabra prejudicial deriva de la voz latina praejudicium, que


significa 'prejuicio, juicio previo o prematuro' (de 'prae-' 'antes', judicium 'juicio'). Sin embargo,
esta aproximación no clarifica el alcance de la institución en comento, que, como se explicará a
continuación, se proyecta en una variedad de actuaciones e instituciones procesales.

El tema ya estaba presente en el proceso romano, pero como ha ocurrido con tantas
instituciones jurídicas, ha seguido una evolución que se explica por un cúmulo de factores348.

En un plano general, la reglamentación de esta materia impone al legislador realizar varias


opciones técnicas dentro de un amplio marco de posibilidades. Entre los temas que determinan
los rasgos del sistema de prejudicialidad en un determinado ordenamiento jurídico están los
atingentes al mecanismo de distribución de competencia entre los distintos jueces que
conforman el órgano jurisdiccional; la eficacia que la ley le atribuye a un fallo en relación a la
intervención de otros jueces y tribunales que integran la jurisdicción, en procesos posteriores o
que se tramitan simultáneamente; el régimen de ejercicio conjunto o separado de la acción civil
y penal; la posibilidad de suspender obligatoria o facultativamente la tramitación de un proceso,
en espera de la conclusión de otro, cuando entre los objetos procesales se presentan
relaciones de conexión o de prejudicialidad.

En el plano doctrinal, para tratar de delimitar qué es una cuestión prejudicial han coexistido
varias explicaciones349.
Desde una perspectiva general, la prejudicialidad aludiría a todas las cuestiones que se
deben resolver antes de decidir sobre el objeto del proceso. Si se utiliza este prisma, surge la
dificultad de poder calificar como tal a una amplia gama de asuntos donde está presente este
elemento cronológico de juzgamiento previo a la decisión final. Así, tendría tal carácter desde
la promoción de un incidente en un juicio, hasta la formulación de una cuestión prejudicial
propiamente tal.

En cambio, en un sentido restringido, la prejudicialidad surgiría en ciertos temas que, por su


conexión lógica y jurídica con el objeto del proceso, deben ser fallados, por el mismo juez u
otro tribunal, antes de la decisión de fondo del conflicto sometido a su conocimiento. Dicho
asunto, a su vez, tendría un grado de autonomía que permitiría ser resuelto en otro proceso,
con efecto de cosa juzgada350. En palabras de Cappelletti, el prae-judicium es la decisión de
una causa autónoma, aunque prejudicial, respecto de la causa principal: es decir, por
definición, la decisión de una causa que normalmente hubiera podido plantearse también por sí
sola, como causa principal de un juicio separado351.

En nuestra opinión, lo que introduce en el proceso una cuestión prejudicial proviene de


alguna situación de derecho sustantivo, que obliga a emitir un pronunciamiento que forma
parte del objeto del proceso. Tema diverso es el de la competencia para resolver esta materia,
que depende del sistema que la ley haya establecido delimitando el carácter absoluto, relativo,
devolutivo o no devolutivo de las cuestiones prejudiciales.

2. L

La complejidad para examinar la prejudicialidad se acentúa por la variedad de criterios


propuestos por la doctrina para su estudio.

Por estar aceptados explícita o implícitamente en nuestro sistema jurídico, resulta de interés
considerar los siguientes:

— Según el grado de obligatoriedad o discrecionalidad en la competencia asignada al mismo


juez u otro que debe pronunciarse, se diferencia entre cuestiones prejudiciales relativas y
absolutas.

— Según a quién se encomienda su resolución, se distingue entre cuestiones prejudiciales


devolutivas y no devolutivas.

— Según el acto procesal donde incide, las cuestiones prejudiciales pueden ser relativas a la
acción o a la sentencia.

— Según la naturaleza de la jurisdicción donde surgen, se diferencia entre cuestiones


prejudiciales homogéneas y heterogéneas352.
— Según la justificación en las reglas de la lógica que deben sustentar el pronunciamiento
de una sentencia o por razones jurídicas presentes en la decisión de un determinado conflicto,
se distingue entre prejudicialidad en sentido lógico y prejudicialidad en sentido jurídico353.
Desde el punto de vista lógico, como lo indica Lemmo, "la prejudicialidad denota la prioridad
que tendría un juicio respecto de otro"354. En cambio, en sentido técnico jurídico, la
prejudicialidad surge cuando, para un determinado juzgamiento, se requiere la resolución de
un tribunal que actúa en otro ámbito competencial, suspendiendo el procedimiento principal
hasta que dicha cuestión se resolviere por sentencia firme355, o del mismo tribunal que
conoce de la cuestión prejudicial, cuando el asunto forma parte de su competencia.

— Según el contenido de la declaración de prejudicialidad: negativa y positiva. Esta


diferencia depende de si se declara como existente o inexistente un determinado hecho
prejudicial.

— Según el proceso donde se reglamenta, se distingue entre cuestiones prejudiciales


civiles, penales, constitucionales, administrativas y laborales. Por herencia de la codificación
decimonónica, el mayor desarrollo del tema se encuentra en la regulación de las cuestiones
prejudiciales civiles y penales, cuyo alcance se examina más adelante.

La prejudicialidad constitucional se puede presentar en la actuación del Tribunal


Constitucional, específicamente en su competencia para conocer y fallar acerca de la
inaplicabilidad de normas legales que se impugnan por estimarse contrarias a la Constitución
(art. 93 Nº 6 CPR). Como señala Gómez Bernales, la inaplicabilidad funciona como control de
interpretaciones o significados de los enunciados (normas) aplicables a casos356. La
existencia de un proceso autónomo, distinto del procedimiento o gestión donde incide la
sentencia de inaplicabilidad, permite calificar a esta actuación del Tribunal Constitucional como
prejudicial. Tema diverso es determinar el grado de vinculación que logran en la decisión del
caso concreto las declaraciones de inaplicabilidad357.

La prejudicialidad administrativa, por su parte, se presenta en aquellos casos en los que un


órgano de esa naturaleza, actuando dentro de su competencia, emite un pronunciamiento que,
por su conexión lógica y jurídica con el objeto del proceso, debe ser resuelto antes de
pronunciar la sentencia. Esta proyección se ha hecho cada vez más frecuente por la
ampliación de la actividad jurídica del Estado, que ha creado diversos órganos cuyos
pronunciamientos jurídicos inciden prejudicialmente en el resultado de procesos
jurisdiccionales.

El procedimiento laboral no contiene una reglamentación general de la prejudicialidad. Este


defecto ha sido una constante desde la promulgación del Código del Trabajo de 1931, pero su
omisión ha quedado en evidencia en el último tiempo, especialmente para abordar la
problemática de la responsabilidad por subcontratación (art. 183 B del Código de Trabajo)358y
en los conflictos surgidos en relación a la extensión del contrato de trabajo, y las dificultades
que surgen con el derecho de patentes en el caso de invenciones surgidas durante la vigencia
de la relación laboral359. Excepcionalmente, en este ámbito operan algunas hipótesis de
prejudicialidad administrativa, siendo una de las más relevantes la calificación de un hecho
como accidente del trabajo por la entidad competente, cuyos efectos se proyectan en la
decisión de procesos civiles o laborales vinculados a esa materia360.

3. P ,

La prejudicialidad es una categoría que contribuye a organizar y racionalizar el sistema


jurisdiccional. Como lo describe De la Oliva, "(...) la prejudicialidad tiene razón de ser en virtud
de dos factores: la unidad del ordenamiento jurídico, de un lado y, de otro, la especialización
de los órganos jurisdiccionales. Este tópico es cierto en el sentido de que una organización
jurisdiccional en que no existiese más de un tipo de órgano jurisdiccional con todas las
competencias civiles, penales, contencioso-administrativas y laborales, carecería de sentido
preguntarse si el órgano penal ha de resolver también los puntos civiles, laborales o
administrativos o, por el contrario, ha de deferir su conocimiento a otros órganos
jurisdiccionales (...)". "Pero la prejudicialidad es, además de un problema de distribución de
trabajo enjuiciador, un fenómeno de método enjuiciador —la necesidad de juicios previos, que
preparan otro enjuiciamiento posterior—, en el que juega un papel de relieve otro elemento,
determinante de la existencia de auténticas cuestiones prejudiciales"361. Su correcta
utilización debería asegurar que, en la resolución de los conflictos asignados a los diversos
jueces y tribunales que componen el órgano jurisdiccional, no surjan decisiones contradictorias
o que no tengan una justificación jurídica362.

Nuestra primera Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales de Justicia, de 1875,


no consideró explícitamente la prejudicialidad como un criterio de coordinación entre los jueces
y tribunales componentes del Poder Judicial. El legislador estimó que, con la aplicación los
factores de asignación de competencia vinculados al fuero, la materia, la cuantía y el territorio,
se lograría una actuación armónica entre los distintos componentes de nuestro primer modelo
de administración de justicia363.

Transcurrido más de un siglo desde la instalación del sistema anterior, la evolución


institucional ha llevado a una mayor complejidad en el funcionamiento del órgano jurisdiccional,
tanto por la ampliación en el número de jueces y tribunales como por la distribución de sus
competencias. Esta realidad se aprecia claramente en la actual redacción del art. 5º del Código
Orgánico de Tribunales, al distinguir entre los jueces y tribunales que integran el Poder Judicial
como tribunales ordinarios o especiales y los que conforman la difusa realidad de "los demás
tribunales especiales"364.

En este escenario de variedad competencial, los distintos conflictos jurídicos que se suscitan
requieren de una actuación coordinada de los diversos jueces y tribunales, que atienda al
conjunto más o menos complejo de relaciones de hecho y de derecho que pueden estar
presentes en un tema. Como lo indica Fenech, "la prejudicialidad es un fenómeno jurídico de
carácter general producido por la relación y conexión entre las diversas ramas del Derecho y la
unidad del ordenamiento jurídico, en el que no hay compartimientos estancos"365.

Como se anticipaba, al reglamentar la competencia, el legislador no ha considerado, de un


modo general, la prejudicialidad como un factor más en la distribución del trabajo judicial. Esta
omisión se ha hecho patente en las últimas décadas, al proliferar jueces, tribunales y órganos
administrativos, los que, al decidir acerca de temas lógica y jurídicamente relacionados,
pueden incidir prejudicialmente en la resolución de otro litigio pendiente o iniciado con
posterioridad.

Desde otro punto de vista, la interpretación y aplicación del derecho en muchas situaciones
se debe hacer a partir de reglamentaciones que no se excluyen automáticamente, dentro de
fenómenos que ya resultan normales en nuestro sistema jurídico, como la inflación legislativa o
la descodificación366.

En otro sentido, tampoco se trata de asignar a la prejudicialidad una extensión que supere
su ámbito natural, el cual no es otro que racionalizar la actuación de los distintos jueces y
tribunales que componen el órgano jurisdiccional.

Efectivamente, no se puede calificar como un problema de prejudicialidad la circunstancia de


que sobre unos mismos hechos pueda surgir una disparidad de soluciones en el juzgamiento
realizado en distintos procesos por un juez o tribunal. La diversidad de respuestas jurídicas se
puede explicar, entre otras causas, por la concurrencia y variedad de regímenes jurídicos que
pueden regular un mismo hecho acaecido en la realidad367.

Explicado de otro modo, la concurrencia de regímenes diferentes para un mismo hecho


acaecido en la realidad podría llevar a respuestas diferentes. Así, es perfectamente posible
diferenciar entre el ilícito administrativo y el penal. También es factible que un mismo hecho
pueda tener diversas consecuencias jurídicas, según corresponda a la responsabilidad civil y a
la penal. Como lo expone Barros, "aunque en épocas tempranas parecen no haber estado
distantes, la responsabilidad civil y la responsabilidad penal han llegado a ser distintas entre sí
por sus fines y condiciones de imposición. La tendencia a la separación se ha acentuado en
épocas recientes. Por una parte, se ha llegado a construir una teoría del delito
extremadamente refinada, que se ha caracterizado por la definición rigurosa de los requisitos
para hacer procedente la sanción penal, con el resultado de que la doctrina del delito actúa
como un límite a la imposición de la pena, mientras que la responsabilidad civil, por el
contrario, la tendencia ha sido a la expansión"368.

Ilustra lo anterior, entre otros casos, la situación que surge con la aplicación del art. 490 del
Código Penal, que sanciona como cuasidelito al "que por imprudencia temeraria ejecutara un
hecho que, si mediara malicia, constituiría un crimen o un simple delito contra las personas
(...)". Tal elemento subjetivo del tipo podría no tenerse por acreditado para efectos de la
responsabilidad penal, pero sí en el ámbito de la responsabilidad civil, cuya exigencia en la
culpa es de menor entidad a la del tipo penal referido. Como lo puntualiza Gómez Orbaneja,
"podría ser que ambos ordenamientos jurídicos, para deducir consecuencias jurídicas diversas
de un mismo acaecimiento, partiesen, hasta un cierto punto, de conceptos comunes e
indiferenciados, en virtud de los cuales el acto humano de voluntad (y un acto humano
necesita ser tanto el delito —doloso o culposo— como el hecho ilícito civil) entra en cierta
categorías previas, tales que en unión de otras, hacen de ese acto un delito, y en unión de
otras distintas lo convierten, independientemente, en fuente de obligaciones de derecho
civil"369.

Por su parte, la contradicción entre resoluciones judiciales se podría explicar porque la


aplicación de una sanción penal puede juzgar hechos tipificados como delito por la ley, pero sin
que ello signifique, estrictamente, una resolución sobre los aspectos civiles vinculados al hecho
sobre el cual recae el pronunciamiento de la sentencia penal. Así, por ejemplo, se podría
sancionar a una persona por el delito previsto en el art. 470 Nº 4 del Código Penal, que castiga
"a los que defraudaren haciendo suscribir a otro con engaño algún documento"; sin embargo,
la imposición de la pena al culpable no significa que el documento utilizado para cometer el
delito sea nulo. Lo anterior es consecuencia de que en nuestro sistema civil —como principio
rector— la nulidad sólo puede ser establecida mediante una declaración judicial (art. 1687 CC).
Lo anterior se explica, también, en razón de que "la exclusión del delito no impone el
reconocimiento de la validez del acto. Inversamente, no siempre la declaración del delito
implica la anulación del acto"370. En la práctica, la jurisprudencia, en más de una ocasión, por
razones de justicia, ha debido buscar soluciones para las víctimas de delitos, sin necesidad de
declarar la nulidad371.

También es posible que la ley limite los efectos de una determinada declaración del derecho
a un ámbito específico, sin que la sentencia tenga una proyección prejudicial. Esta solución se
ha introducido, por ejemplo, en las normas contra elusión, admitiendo que se puede realizar
una declaración de simulación "para el solo efecto tributario", sin que ello afecte la validez de
los actos y contratos cuestionados por el Servicio de Impuestos Internos ante los Tribunales
Tributarios y Aduaneros372. En rigor, en la aplicación de esas reglas se busca declarar la
comisión de ciertos ilícitos, tales como el fraude, el abuso del derecho o de la personalidad
jurídica, pero sólo para hacer efectiva las consecuencias tributarias373.

4. P

En nuestro proceso civil la relación de prejudicialidad se aprecia en varias instituciones:

1ª) En las denominadas "cuestiones prejudiciales", que forman parte del pronunciamiento del
objeto del proceso civil o penal. Dependiendo de la regulación legal, se distingue entre
cuestiones prejudiciales absolutas o relativas, devolutivas o no devolutivas.

2ª) En la denominada eficacia positiva o prejudicial de la cosa juzgada, la que se produce


cuando en una sentencia anterior, amparada por la cosa juzgada material, se contiene una
declaración del derecho que constituye un antecedente lógico-jurídico para resolver la nueva
acción deducida en un juicio.
3ª) En la denominada acumulación inicial sucesiva o accesoria de acciones. Esta situación
se presenta cuando en una demanda se han deducido dos o más acciones, entre las que
existe un vínculo de tipo lógico-jurídico que determina que la resolución de la afirmada como
principal incide en la o en las restantes acumuladas374; si es acogida la acción principal, se
puede conceder la protección jurídica solicitada a través de las acciones acumuladas en forma
sucesiva o accesoria, como ocurre con el ejercicio conjunto de la acción de nulidad de un acto
y contrato y la reivindicatoria intentada contra el actual tercero poseedor, conforme a lo previsto
en el art. 1689 del Código Civil375.

4ª) En la reglamentación de la acumulación sobrevenida por reunión, que surge cuando los
procesos ya pendientes para su composición se funden en uno solo, siendo su manifestación
más típica la acumulación de autos (art. 92 CPC).

5ª) En la denominada prejudicialidad en la acción, que tiene lugar en los casos donde la
iniciación de un determinado proceso está subordinada a una declaración judicial anterior376.
Esta relación se presenta, a modo ilustrativo, en la petición de exequátur para poder hacer
cumplir una sentencia extranjera. La naturaleza de cuestión prejudicial proviene del hecho de
que, sin contar con esa autorización de la Corte Suprema, la sentencia extranjera no puede ser
reconocida como título ejecutivo, quedando privada de eficacia para pedir su cumplimiento en
nuestro país377.

6ª) En la reglamentación del recurso de revisión de una sentencia firme, en cuanto exige la
declaración judicial previa de ilicitud de la prueba que sirvió de base al pronunciamiento de la
sentencia que se solicita rever por alguna de las partes, invocando alguna de las causales del
artículo 810 Nºs. 1, 2 y 3 del Código de Procedimiento Civil. La sentencia que hace esta
declaración prejudicial, según la jurisprudencia, puede ser civil o penal378.

7ª) En la litispendencia impropia, que surge en el caso de juicios tramitados paralelamente y


que no es factible decretar la acumulación de acciones379.

8ª) En la protección del derecho que se puede intentar preliminarmente a través de las
medidas prejudiciales preparatorias, probatorias y cautelares. En estos casos la expresión
alude a la actividad procesal anterior a la presentación de una demanda.

5. L

5.1. Explicación general


El actual régimen general de la prejudicialidad es una herencia de la codificación del siglo
XIX, cuya incorporación se debe a los códigos de Procedimiento Civil de 1902 y de
Procedimiento Penal de 1906.

En términos generales, el modelo implementado tiene como originalidad haberse separado


de la propuesta seguida en otros códigos que tomaron como piedra angular la regla atribuida al
jurista francés Merlin, en virtud de la cual "lo criminal domina o paraliza a lo civil" (le criminal
tient le civil en état)380.

La propuesta francesa llevó a reconocer, como principio rector del tema, que la judicatura
penal adquiriera prevalencia sobre la judicatura civil, en relación al juzgamiento de hechos con
elementos comunes. Las razones invocadas para sustentar esta opción de coordinación en la
actuación entre jueces suponen que el interés en la represión se antepone al de la reparación
civil, por un lado, y en el pretendido mayor rigor en el establecimiento del hecho que se
garantizaría en el pronunciamiento de la sentencia penal381.

En cuanto al sistema seguido, el régimen general de prejudicialidad proviene de las opciones


incorporadas por nuestro legislador en las normas sobre la distribución de competencia entre
los distintos jueces de igual jerarquía y en la regulación de los efectos de la cosa juzgada, en
los términos que pasamos a explicar382.

Con el objeto de distribuir el trabajo entre los jueces con competencia civil y penal, el
legislador reglamentó las denominadas "cuestiones prejudiciales civiles y penales". La Ley de
Organización y Atribuciones de los Tribunales, de 1875, no se ocupó de esta materia, dejando
la solución del problema a lo que se dispondría en el Código de Procedimiento Penal (CPP).
En efecto, en el Mensaje con el que el presidente Jorge Montt envió al Congreso Nacional ese
cuerpo legal, el 31 de diciembre de 1894, indicaba que "ha sido reglamentado minuciosamente
el ejercicio de las acciones que nacen del delito, la influencia mutua de las acciones civiles y
criminal y los casos y forma en que es indispensable ventilar previamente a la acción criminal
la civil prejudicial". La propuesta anterior se plasmó en los arts. 20 y 21 del referido CPP,
promulgado el 12 de junio de 1906. Con posterioridad, la ley Nº 7.421, de 9 de julio de 1943,
dispuso que esas normas se trasladaran al Código Orgánico de Tribunales, incorporando como
nuevo título el relativo a las "reglas sobre competencia civil de los tribunales en lo criminal"
(arts. 171 al 174)383.

En lo que respecta a la competencia, se optó por configurar un modelo mixto o ecléctico, al


reconocer competencia al juez penal para resolver las cuestiones prejudiciales civiles que
pudieran presentarse en la decisión de los asuntos penales, salvo que se tratase de alguna de
las delimitadas como cuestiones prejudiciales civiles absolutas y devolutivas. En este último
caso, ellas debían ser enviadas a un juez civil o al órgano administrativo —en el caso de las
cuentas fiscales— para su resolución, paralizando mientras tanto la tramitación de la causa
penal.

En relación al vínculo entre la prejudicialidad y la cosa juzgada, el tema se abordó


fundamentalmente en el Código de Procedimiento Civil, en un conjunto de preceptos cuyo
alcance general pasamos a examinar.
5.2. Las influencias de la cosa juzgada criminal en el proceso civil

Las relaciones entre la jurisdicción civil y penal, con especial nexo en la cosa juzgada, ha
sido una temática muy debatida en distintos períodos históricos. Este hecho explica la
diversidad de soluciones propuestas y contempladas a nivel legal en diversos países sobre el
particular384. En nuestro medio, por influencia de la doctrina francesa, este asunto ha sido
conocido, por décadas, como "las influencias de la cosa juzgada"385.

En nuestro sistema, el régimen general se contiene en los artículos 178, 179 y 180 del CPC;
en esos preceptos el legislador intenta delimitar los efectos que se debe reconocer a una
sentencia, diferenciando si se trata de un fallo condenatorio o absolutorio dictado en sede
penal o civil.

En lo medular, la solución anterior sería seguida luego por el Código Procesal Penal fundado
en el principio acusatorio (aprobado por la ley Nº 19.696, de 12 de octubre de 2000), en las
reglas de los artículos 59 al 68. El art. 59 inc. 3º del Código Procesal Penal, dentro de la
regulación de la acción civil en el proceso penal, dispone: "con la sola excepción indicada en el
inciso primero [se refiere a la acción de restitución] las otras acciones encaminadas a obtener
la reparación de las consecuencias civiles del hecho punible que interpusieren personas
distintas de la víctima, o se dirigieren contra personas diferentes del imputado deberán
plantearse ante el tribunal civil que fuere competente de acuerdo a las reglas generales".

Sin embargo, en el modelo acusatorio se introdujeron algunos cambios que modificaron el


sistema de prejudicialidad, especialmente, al restringir la competencia del juez penal para
conocer de acción civil.

Concretamente, algunos de los principales inconvenientes surgen actualmente en relación a


la sentencia penal condenatoria, cuando sus efectos son invocados con posterioridad en la
decisión de conflictos civiles. La dificultad se produce cuando se trata de hacer valer ese fallo
contra personas naturales o jurídicas que no tuvieron la calidad de intervinientes en el proceso
penal. La situación anterior, entre otras hipótesis, se puede presentar en procesos seguidos
por el delito de estafa, falsificación documental, cuando la declaración del derecho realizado en
sede penal puede influir en la situación jurídica de terceros adquirentes de buena fe. A modo
de simples interrogantes: ¿puede invocarse respecto de estos terceros la sentencia
condenatoria penal?386 Si el proceso penal fundado en el modelo acusatorio ha excluido a los
terceros civilmente responsables de esa relación procesal, ¿es coherente que el fallo penal
condenatorio pueda invocarse contra terceros en un juicio civil posterior?387

Por su parte, también han surgido problemas en relación al alcance del art. 180 del Código
de Procedimiento Civil; este precepto señala que "siempre que la sentencia criminal produzca
cosa juzgada en juicio civil, no será lícito en éste tomar en consideración pruebas o
alegaciones incompatibles con lo resuelto en dicha sentencia o con los hechos que le sirvan de
necesario fundamento". A través de esa fórmula, la ley pretende que lo establecido en el
ámbito jurisdiccional penal no sea negado en el ámbito competencial civil, si ha dado por
establecido el hecho punible entre las partes.

Desde otro punto de vista, la redacción del art. 180 referido es criticable, atendido que no es
exacto sostener que la sentencia penal pueda producir cosa juzgada en el ámbito civil. En
palabras de Carreras Llansana, "es incorrecto decir que una sentencia civil pueda fundarse en
la existencia de un delito, puesto que la calificación jurídico-penal de un hecho nada tiene que
ver con la calificación civil, de modo que, en rigor, una sentencia civil no puede depender en
cuanto a su contenido de que los hechos subsumidos en la norma civil sean o no constitutivos
de delito"388. En similar orientación, Gómez Orbaneja apunta que "(...) la pretensión civil, cuyo
contenido puede ser sumamente diverso (puede tratarse de una acción civil por causa ilícita,
por dolo, violencia, etc., de destitución, de rescisión, de alimentos, de divorcio, de revisión de
sentencia firme, etc.), no se basa en el delito, sino en el hecho que lo constituye, cuando ese
hecho lesione derechos subjetivos privados. Puede basarse además, como circunstancia del
delito, o como condición de penalidad; o servirse de un medio de prueba cuya confección o
producción implique un delito (p. ej., documento falso...)"389.

En nuestra jurisprudencia lo anterior ha tenido acogida, al diferenciar la Corte Suprema entre


la cosa juzgada y lo que denomina respecto de terceros "la eficacia del fallo"390.

En el otro extremo, que la sentencia civil no produzca efecto en el ámbito penal, se debe a la
opción legislativa por evitar que en la decisión del proceso penal pueda influir cualquier
prejuzgamiento391.

Ha sintetizado este tema, entre tantas, la sentencia de la Corte Suprema de 24 de marzo de


2016, señalando: "Cuarto: Que el asunto a dilucidar dice relación con el efecto de las
sentencias criminales en materia civil. Al respecto cabe señalar que nuestro Código de
Enjuiciamiento Civil efectúa claramente dos distinciones, ya que, por una parte, el artículo
178 del citado texto legal dispone que las sentencias condenatorias en materia criminal
producirán efecto de cosa juzgada en los juicios civiles, lo que es natural por cuanto no puede
el juez en un proceso de tal carácter señalar que determinada conducta no es ilícita si se ha
declarado que ella constituye un delito penal; en consecuencia, en este caso, la actividad
estará encaminada a determinar en el juicio civil si concurre el resto de los elementos de la
responsabilidad extracontractual, especialmente el relacionado con la prueba del daño, puesto
que no se puede olvidar que desde la perspectiva penal no se necesita su existencia para
configurar la conducta típica (...)"392.

6. C

Según a quién se encomienda su resolución, se distingue entre cuestiones prejudiciales


devolutivas y no devolutivas393.
En las devolutivas, la ley encomienda a un juez diverso del que conoce el objeto del proceso
la solución del asunto prejudicial. En la vía no devolutiva, en cambio, se reconoce al propio
juez la competencia para resolver la cuestión prejudicial, como un elemento más del
pronunciamiento sobre el fondo.

El Código Orgánico de Tribunales admite, como regla general, que cada juez que actúa
dentro de su competencia penal se pronuncie sobre las cuestiones prejudiciales que se
susciten en relación al tema que debe resolver394. Para tal efecto, el art. 173 inc. 1º del COT
dispuso: "si en el juicio criminal se suscita cuestión sobre un hecho de carácter civil que sea
uno de los elementos que la ley penal estime para definir el delito que se persigue, o para
agravar o disminuir la pena, o para no estimar culpable al autor, el tribunal con competencia en
lo criminal se pronunciará sobre tal hecho".

La solución anterior descansa en el principio de la unidad conceptual de la jurisdicción, en


virtud del cual todo juez está autorizado para pronunciarse sobre aquellas cuestiones que
conforman un antecedente lógico-jurídico del objeto del proceso, sin necesidad de hacer una
remisión (o devolución) a otro juez o tribunal. A modo de ejemplo, se trata de hechos de
carácter civil que normalmente se presentan en causas penales donde el delito investigado
tiene componentes que están definidos por el derecho civil, como acontece con el parricidio del
cónyuge (art. 390 CP); también para la eventual aplicación de la excusa legal absolutoria
prevista en el art. 489 del Código Penal, que permite dejar de aplicar una sanción penal a los
parientes allí indicados. En la doctrina clásica, lo anterior se puede explicar en palabras de
Aguilera de Paz, señalando que "hay casos en que no se puede resolver sobre la
responsabilidad del acusado sin sentar previamente un prejuicio acerca de alguna cuestión
civil íntimamente relacionada con la criminal que es objeto de la causa"395.

6.1. Cuestiones prejudiciales absolutas y relativas

Según el grado de obligatoriedad o discrecionalidad en la competencia asignada al mismo


juez u otro que debe pronunciarse, las cuestiones prejudiciales pueden ser relativas o
absolutas. Este criterio está admitido explícitamente como un instrumento para la
racionalización en la actividad jurisdiccional del proceso civil y penal.

En nuestro proceso civil la regla general en este tema es atribuir a las cuestiones
prejudiciales el carácter de relativas, permitiendo que el mismo juez que conoce del objeto del
proceso donde ella surja las resuelva como parte integrante de su competencia (arts. 111, 173,
174 COT y 167 CPC).

Explicado de otra forma, en la prejudicialidad relativa la ley autoriza al juez a resolverlas sin
necesidad de remitir el asunto a otro juez o tribunal, aunque esto último se podría hacer bajo
ciertos supuestos. Si tal renvío no se produce, no se configura una vulneración al derecho a
ser juzgado por el juez natural.
Cuando se trata de una cuestión prejudicial absoluta, en cambio, la ley obliga a remitir su
decisión a otro juez competente. En este caso, técnicamente se está frente a una norma de
atribución de competencia por razón de la materia, en virtud de la cual lo fallado por el juez
natural sobre la cuestión prejudicial absoluta actúa como un elemento lógico-jurídico en la
decisión de otro juicio una producido el efecto de cosa juzgada396.

6.2. Consecuencias prácticas del sistema mixto

Al no reconocer al juez penal una competencia prevalente sobre la civil, por la vía de
imponer el agotamiento de la vía criminal para juzgar una acción civil, nuestro sistema permite
tramitar paralela y simultáneamente un proceso penal y otro civil, aunque conozcan de hechos
comunes.

Como se ha explicado, la excepción a la regla general anterior proviene de los casos donde
se puede suspender la tramitación de un proceso, en espera de la resolución de una cuestión
prejudicial absoluta surgida en la causa penal, o cuando corresponde decretar la suspensión
del juicio civil en curso, si se cumplen las condiciones del artículo 167 del Código de
Procedimiento Civil, a saber397:

1ª) Que la cuestión prejudicial penal constituya un elemento lógico y jurídico, cuya resolución
es imprescindible para la decisión del objeto del proceso civil. En la nomenclatura legal, esta
situación surge "cuando la existencia de un delito haya de ser fundamento preciso de una
sentencia civil o tenga en ella influencia notoria"; y

2ª) Que en el proceso penal se haya realizado en contra del imputado un acto formal de
imputación mediante una acusación o requerimiento398.

La solución antes descrita resulta coherente con la separación existente entre la


responsabilidad civil y la responsabilidad penal en nuestro ordenamiento.

Por su parte, los rasgos del sistema mixto de prejudicialidad, que buscan coordinar la
actuación del proceso civil y penal, han sido profundizados por algunas normas previstas por el
Código Procesal Penal, al regular el ejercicio de la acción civil399. En primer lugar, allí se
clarifica que la acción civil no nace del delito, tal como se desprende de los arts. 59, 65 y 67
CPP. No deja duda sobre el particular lo señalado en el art. 67 del Código recién referido,
cuando dispone que "la circunstancia de dictarse sentencia absolutoria en materia penal no
impedirá que se dé lugar a la acción civil, si fuere legalmente procedente".

Con el objeto de ilustrar cómo actúa este sistema de prejudicialidad mixta acudamos a un
caso de indignidad para suceder, que permite diferenciar la separación que se puede dar entre
el juzgamiento penal y el civil.
Como lo explica Elorriaga, la indignidad para suceder se refiere "al mérito de una persona
para suceder por causa de muerte a otra. En sentido inverso la indignidad para suceder puede
ser entendida como la falta de mérito de un sujeto para suceder al causante, debido a que no
cumplió con los deberes que para con él tenía o porque faltó al respeto que su memoria le
imponía"400. Para que se produzca este radical efecto sucesorio, la ley ha establecido que
esta sanción debe ser declarada judicialmente (art. 974 CC).

Ahora, el sistema de prejudicialidad relativa permite que se pueda intentar una acción de
indignidad hereditaria, sin necesidad de obtener una condena penal que declare la existencia
del hecho de haber cometido el homicidio de la persona del difunto o haber intervenido en él.
El juez civil también está llamado a pronunciarse sobre el tema cuando ha sido promovido
entre legítimos contradictores.

Lo anterior no obsta a que se pueda decretar la suspensión del proceso civil hasta que se
decida penalmente sobre ese mismo hecho, si se cumplen las exigencias del art. 167 del
Código de Procedimiento Civil.

7. L

7.1. Las hipótesis admitidas en la ley

Las cuestiones prejudiciales absolutas y devolutivas comprenden varias situaciones, siendo


las más relevantes las siguientes: los asuntos sobre cuentas fiscales; las cuestiones sobre
estado civil; las relativas al derecho de propiedad u otro derecho real sobre inmuebles; la
discusión sobre la calidad de herederos y sobre el derecho de dominio en una partición, y
la discusión sobre la validez del matrimonio para efectos del delito de bigamia.

En lo que sigue pasamos a examinar su contenido.

1º) Los asuntos sobre "cuentas fiscales" (art. 173 inc. 2º del COT). Su competencia
actualmente la detenta la Contraloría General de la República, conociendo del tema a través
del juicio de cuentas401. Este procedimiento se inicia con la formulación de un reparo por la
Contraloría General de la República, cuando advierte que una cuenta no ha sido dada en
forma legal por el funcionario obligado a rendirla.

Para su aplicación práctica, la Instrucción General del Ministerio Público de 11 de enero de


2013 dispone que el fiscal a cargo de la investigación de los delitos de corrupción debe
promover esta cuestión prejudicial si existen los elementos fácticos y jurídicos que lo
justifiquen. En esa normativa se precisa que esta situación podría presentarse en los delitos
comprendidos en los párrafos 5º y 6º del título V del libro II del Código Penal, relativos a
malversaciones, fraudes y exacciones ilegales, cuando surge la necesidad de realizar un juicio
de cuentas402.

2º) Las cuestiones sobre estado civil, siempre que su resolución "deba servir de antecedente
necesario para el fallo de la acción penal persecutoria de los delitos de usurpación, ocultación
o supresión de estado civil". Sobre el particular, el Código Penal regula los crímenes y simples
delitos contra el estado civil de las personas (arts. 353 al 357). En la práctica, esta cuestión
prejudicial civil podría promoverse si el imputado invoca tener un estado civil que incida en la
resolución de los delitos de suposición de parto o de usurpación de estado civil403.

3º) Las relativas al derecho de propiedad u otro derecho real. Para esta situación el art. 174
del Código Orgánico de Tribunales reconoce su naturaleza de cuestión prejudicial civil absoluta
y devolutiva, señalando que "cuando se opusieren excepciones de carácter civil concernientes
al dominio o a otro derecho real sobre inmuebles, y ellas estuvieren revestidas de fundamento
plausible y de su aceptación, por la sentencia que sobre ellas recaiga, hubiera de desaparecer
el delito"404.

Esta norma actualmente se presenta como técnicamente deficiente, atendido que en la


etapa de investigación del proceso penal no existe una oposición de excepciones. Lo que sí
puede acontecer es que la defensa invoque la existencia de hechos vinculados a la titularidad
de un derecho real que, de ser efectiva, determine la inexistencia del hecho punible; en ese
evento, el Ministerio Público debe proceder a recabar los antecedentes para promover esta
cuestión prejudicial ante el juez civil competente, dentro de la obligación que tiene de
garantizar la presunción de inocencia405.

4º) En la partición de bienes tiene el carácter de cuestión prejudicial absoluta y devolutiva la


discusión sobre la calidad de herederos y sobre el derecho de dominio. En este ámbito se ha
optado por un sistema devolutivo obligatorio, separando el ámbito de la competencia del juez
ordinario con la del partidor. De conformidad al art. 1330 del CC, "antes de proceder a la
partición, se decidirán por la justicia ordinaria las controversias sobre derechos a la sucesión
por testamento o abintestato, desheredamiento, incapacidad o indignidad de los asignatarios".
Por su parte, el art. 1331 del mismo cuerpo legal reconoce otra cuestión prejudicial civil, al
disponer que "las cuestiones sobre la propiedad de objetos en que alguien alegue un derecho
exclusivo y que en consecuencia no deban entrar en la masa partible, serán decididas por la
justicia ordinaria; y no se retardará la partición por ellas. Decididas a favor de la masa partible,
se procederá como en el caso del art. 1349". "Sin embargo, cuando recayeren sobre una parte
considerable de la masa partible, podrá la partición suspenderse hasta que se decidan; si el
juez, a petición de los asignatarios a quienes corresponda más de la mitad de la masa partible,
lo ordenare así"406.

5º) En relación a la validez del matrimonio para efectos del delito de bigamia. El art. 174 del
Código Orgánico de Tribunales considera como una cuestión prejudicialidad civil absoluta y
devolutiva la que puede surgir en el proceso penal con ocasión del juzgamiento del delito de
bigamia. Este último hecho se tipifica cuando aquel que, estando válidamente casado, contrae
nuevo matrimonio (art. 382 CP). Para el tema que aquí interesa, si uno de esos matrimonios no
es válido, no puede condenarse por bigamia, puesto que la infracción penal supone la validez
de los matrimonios.

No obstante lo anterior, en nuestra jurisprudencia algunos fallos han soslayado esta cuestión
prejudicial civil fijando como criterio de cómputo de la prescripción de la acción penal el que se
aplica a los delitos instantáneos, que comienza a contarse desde la consumación del ilícito407.
En nuestra opinión esa solución es criticable, al dejar al cónyuge víctima de la bigamia
prácticamente en la indefensión, puesto que la única manera de evitar esa situación sería
controlando en el Registro Civil la eventual celebración de nuevas nupcias por parte de su
cónyuge, exigencia que resulta imposible de cumplir.

También esta cuestión prejudicial ha dejado de ser aplicada en los casos donde el imputado
por bigamia fallece o se declara su muerte presunta, atendido que con esos hechos se
extingue la responsabilidad penal408. Lo anterior, sin embargo, no impide que la discusión
sobre la validez del matrimonio pueda ser llevada a cabo entre los herederos del autor del
delito, conforme a lo previsto en el art. 48 letra d) de la Ley de Matrimonio Civil409.

Por último, se debe considerar que, al tratarse de una cuestión prejudicial absoluta y
devolutiva, su omisión configura una causal de nulidad del fallo penal, si éste fue pronunciado
sin esperar la resolución sobre este tema410.

7.2. Legitimación activa para promoverlas

Aunque en la práctica la existencia de los hechos fundantes de una cuestión prejudicial civil
es puesta de manifiesto en la investigación penal por la defensa del imputado, el legislador ha
legitimado activamente al Ministerio Público para promoverla ante el juez civil competente, o
ante la Contraloría General de la República, según el caso. El art. 171 inc. 3º del Código
Procesal Penal dispone sobre este punto: "cuando se trataré de un delito de acción pública, el
ministerio público deberá promover la iniciación de la causa civil previa e intervendrá en ella
hasta su término, instando por su propia conclusión"411.

Entre otras razones, la solución anterior se explica como una medida para evitar actuaciones
dilatorias de la defensa penal. Si se le reconociera la legitimación, existe el riesgo de que, a
través de la promoción de estas cuestiones se retarde la aplicación de una pena, atendido que
la remisión al juez civil competente obliga a decretar el sobreseimiento temporal, conforme lo
dispone el art. 252 letra a) del Código Procesal Penal.

8. L
8.1. Explicación general

El estudio de la prejudicialidad administrativa en el ámbito del proceso civil se justifica


fundamentalmente por los cambios iniciados a mediados del siglo XX, al surgir, como una
constante, diversos órganos administrativos a los que la ley les asigna competencias de
fiscalización, regulación, control, prevención y hasta de juzgamiento412. Lo anterior se explica,
en palabras de Nieto, por el intento de establecer un monopolio estatal del Derecho, donde el
afán excluyente del Estado actual —incluso en sus variantes más liberales— es acumular más
potestades institucionales que las que tenían a título personal los monarcas absolutos del
pasado413.

Esta proliferación de tribunales y procedimientos especiales ha frustrado el objetivo del


codificador del siglo XIX, en orden a que los conflictos civiles fueran decididos por las reglas
del Código de Procedimiento Civil y por la la Ley de Organización y Atribuciones de los
Tribunales, de 1875, dando paso a una manifestación del fenómeno de la descodificación414.
Esa realidad ha hecho surgir una serie de temas procesales que, en mayor o menor medida,
repercuten en la resolución de los conflictos que se promueven en el proceso civil (en sentido
amplio).

Sin pretender agotar el concepto, debemos entender por prejudicialidad administrativa el


pronunciamiento que sobre un tema debe realizar un órgano administrativo, y que, por su
conexión lógica y jurídica con el objeto del proceso civil, debe ser decidido antes de pronunciar
la sentencia civil.

8.2. El estado de la cuestión en la legislación

Para racionalizar la actuación jurídica del Estado en nuestro ordenamiento jurídico, entre
otras opciones, se ha utilizado la técnica de dictar leyes que establecen las bases
fundamentales. Son ejemplos de lo anterior la Ley Orgánica Constitucional de Bases
Generales de la Administración, Ley Nº 18.575. También la Ley Nº 19.880, sobre Bases de los
procedimientos administrativos que rigen los actos de los órganos de la Administración del
Estado.

Para el tema que se examina, ninguno de esos cuerpos jurídicos consideró reglas para
solucionar los problemas relativos a la prejudicialidad administrativa. La atención legal se
centró en establecer los principios orgánicos y procedimentales de la Administración, el campo
de actuación de los sujetos que la componen (en sentido amplio) y el contenido formal de la
tramitación del procedimiento administrativo. A lo más, la ley de procedimiento administrativo
contiene una regla para la decisión sobre cuestiones conexas415.

Tampoco el legislador del siglo XIX previó una coordinación entre la actuación de la
Administración y de los órganos jurisdiccionales. Al reglamentar la prejudicialidad, se limitó a
fijar las pautas para resolver los problemas que surgen entre el ejercicio de la jurisdicción civil y
penal416.

De forma excepcional, la única hipótesis de prejudicialidad administrativa reconocida por


nuestro legislador se refiere al asunto sobre "cuentas fiscales", en el art. 173 inc. 2º del COT.
Para tal efecto, limitó la competencia de los jueces penales admitiendo una cuestión prejudicial
devolutiva, estableciendo que ella debía ser juzgada previamente "por el tribunal que conozca
de ellas". Actualmente, esta atribución está asignada a la Contraloría General de la República,
en un proceso especial y autónomo.

8.3. La diversidad de soluciones vigentes

La interacción entre la jurisdicción y la administración en nuestro sistema permite distinguir


las siguientes situaciones:

1ª) Admitiendo que la declaración del derecho que realiza la autoridad administrativa no
vincula a los jueces al momento de resolver el objeto del proceso. Esto significa que tales
pronunciamientos carecen de todo valor prejudicial417. Cuantitativamente, esta es la solución
predominante en la resolución del denominado contencioso-administrativo418.

Lo anterior se puede justificar atendiendo a la diferencia que existe entre la actividad


jurisdiccional y la administrativa. También por la circunstancia de que el acto administrativo no
produce el efecto de cosa juzgada, sin perjuicio de otras formas de certeza jurídica que de él
se pueden predicar, como la aplicación de la doctrina de los derechos adquiridos por los
destinatarios de buena fe, la aplicación del principio de confianza legítima, entre otras
soluciones419.

Esta prescindencia de la declaración del derecho que hace la autoridad administrativa parte
del supuesto político de que la actividad jurisdiccional, en nuestro sistema, tiene la última
palabra.

Consecuente con lo anterior, todo acto administrativo debería ser controlable por la
jurisdicción; ello sin perjuicio del control jerárquico que garantiza la ley Nº 18.575, al disponer
en el art. 10 que "las autoridades y jefaturas, dentro del ámbito de su competencia y en los
niveles que corresponda, ejercerán un control jerárquico permanente del funcionamiento de los
organismos y de la actuación del personal de su dependencia". "Este control se extenderá
tanto a la eficiencia y eficacia en el cumplimiento de los fines y objetivos establecidos, como a
la legalidad y oportunidad de las actuaciones".
2ª) Señalando al órgano administrativo el deber de abstenerse de emitir un pronunciamiento,
si toma conocimiento de que existe un proceso judicial sobre una materia.

En la práctica un ejemplo de esta opción surge de la aplicación del art. 6º inc. 4º de la Ley
Orgánica de la Contraloría General de la República, al señalar que "la Contraloría no
intervendrá ni informará los asuntos que por su naturaleza sean propiamente de carácter
litigioso, o que estén sometidos al conocimiento de los Tribunales de Justicia, que son de la
competencia del Consejo de Defensa del Estado, sin perjuicio de las atribuciones que, con
respecto a materias judiciales, reconoce esta ley al Contralor". También sigue esta técnica la
Ley Nº 19.880, sobre Bases de los Procedimientos Administrativos, al inhibir la actuación de la
justicia o de la administración, cuando les corresponde conocer de una misma materia420.

Esta opción técnica no aborda directamente el tema de la prejudicialidad administrativa. Por


el contrario, deja pendiente una serie de aristas vinculadas a la forma de poder conciliar la
decisión judicial que se haya podido pronunciar sobre el fondo del tema, antes de retomar la
actuación administrativa que el legislador permite dejar suspendida421.

3ª) Reconociendo en la actuación del órgano administrativo la denominada prejudicialidad en


la acción.

4ª) Reglamentando la reclamación administrativa previa, como presupuesto procesal o como


condición para reconocer legitimación activa. Esta solución busca lograr que se realice en sede
administrativa una instancia previa, antes que el interesado ejerza sus derechos en el proceso
civil.

5ª) Incurriendo en una omisión legislativa de relevancia constitucional, al permitir —por


inadvertencia del legislador— que se puedan emitir pronunciamientos contradictorios entre
órganos administrativos y judiciales, sin una justificación jurídica.

8.4. La prejudicialidad en la acción

La prejudicialidad en la acción, en explicación de Gómez Orbaneja, es una situación que se


constata en los casos en los que la iniciación de un determinado proceso está subordinada a
una declaración judicial anterior422.

Para el tema que nos ocupa, considerando la diferencia entre la actividad administrativa y la
jurisdiccional, la prejudicialidad en la acción se encuentra en todos aquellos casos en los que
la ley dispone, expresa o implícitamente, que una vez agotada la primera (incluido el control
judicial respectivo), se asigne valor al resultado surgido de la actividad administrativa.

En esta proyección se trata de asignar valor prejudicial a la actuación de un ente


administrativo de forma que evite decisiones contradictorias.
Aunque no lo regula de este modo, en la Ley Nº 19.880, sobre Bases de los procedimientos
administrativos que rigen los actos de los órganos de la administración del Estado, se
contienen algunas hipótesis de esta situación.

Concretamente, en relación al recurso extraordinario de revisión en las letras c) y d) del


art. 60 se dispone que "en contra de los actos administrativos firmes podrá interponerse el
recurso de revisión ante el superior jerárquico, si lo hubiere o, en su defecto, ante la autoridad
que lo hubiere dictado, cuando concurra alguna de las siguientes circunstancias":

"c) Que por sentencia ejecutoriada se haya declarado que el acto se dictó como
consecuencia de prevaricación, cohecho, violencia u otra maquinación fraudulenta", y

"d) Que en la resolución hayan influido de modo esencial documentos o testimonios


declarados falsos por sentencia ejecutoriada posterior a aquella resolución, o que siendo
anterior, no hubiese sido conocida oportunamente por el interesado".

Como se puede apreciar, dicho precepto parte del supuesto de que debe existir un proceso
judicial previo, de carácter jurisdiccional, de cuyo resultado surja como consecuencia jurídica la
desaparición de un acto administrativo fraudulento, cuya declaración es el antecedente
necesario a las acciones posteriores, por ejemplo, de indemnización por falta de servicio o de
restitución de un determinado cargo o derecho.

8.5. La reclamación administrativa previa

Otra forma de abordar los problemas de la prejudicialidad administrativa, en relación a su


nexo con el proceso civil, proviene de la exigencia del agotamiento del reclamo administrativo
previo. Se trata de una excepcional forma de limitar el ejercicio del derecho de acción, cuya
inobservancia puede ser considerada como una omisión en relación a un presupuesto procesal
o, en su caso, como un elemento que determina la carencia de la legitimación activa, según se
pudo explicar al estudiar el presupuesto procesal del agotamiento previo de la vía
administrativa423.

Con esta solución técnica se busca evitar la proliferación de reclamos judiciales posteriores
por parte de personas que no han agotado la vía administrativa previa, racionalizando la
actuación administrativa y la jurisdiccional. Se puede sostener que en estos casos se debería
aplicar la máxima: "sin reclamación administrativa previa no hay acción". Esta solución ha sido
incorporada en la actual reglamentación del sistema de protección del medio ambiente424.

347* En esta parte se sigue fundamentalmente nuestro trabajo, "La prejudicialidad en el proceso civil chileno",
RCHD vol. Nº 42, 2015, pp. 453-482.
3 47 G O , Emilio, Comentario a la Ley de Enjuiciamiento Criminal, Barcelona, Bosch, 1947, T. I,
p. 134.
348 Como lo describe R R , "a esta incidencia de un proceso sobre otro, atribuidos ambos a órganos
distintos, y muy especialmente al supuesto de la concurrencia de un mismo procedimiento de la jurisdicción penal y
de la civil, es a lo que se llamó desde la antigua Roma prejudicialidad penal o praeiudicia. Pero esta interesante
problemática presenta un contenido distinto según el período de la historia de Roma que contemplemos y el
sistema procesal aplicable en ese momento histórico. Desde el principio de los tiempos se han entrecruzado
cuestiones civiles y penales en el planteamiento y resolución del litigio y, por tanto, desde que el Derecho Romano
fue tal, los magistrados y jueces debieron resolver litigios dando preferencia a las cuestiones civiles, a las penales,
o resolver ambas en su conjunto" (R , Juan Ramón, La competencia jurisdiccional y judicial en Roma, Murcia,
Universidad de Murcia, 2003, p. 20). A modo de conclusión, el mismo autor indica que "(...) las soluciones
recogidas en diversos textos, sobre todo de la época imperial, denotan una ausencia de reglas fijas o normas
claras que resolviesen el problema. Incluso en la época de la extraordinaria cognitio tampoco se resolvió del todo
el problema de la prejudicialidad en temas civiles, como muestran las soluciones recogidas en el Código
Justinianeo" (Ídem).

349Una síntesis de la discusión doctrinal en R H , Renée, La prejudicialidad en el proceso civil


chileno, Santiago: La Ley, 2016, pp. 13-194; R Q , Nuria, La prejudicialidad en el proceso civil,
Barcelona, J. M. Bosch, 2006, pp. 37-53; M , Francesco, La Pregiudiciale nel proceso civile, Vienna:
Manz, 1904, pp. 1-218; A P , Enrique, Tratado de las cuestiones prejudiciales y previas, Madrid: Reus,
2ª ed. 1917, pp. 1-529; A , Hugo, Las cuestiones prejudiciales en el proceso civil, Buenos Aires: EJEA, 1959,
pp. 66-69; R , Héctor, Presentencialidad, Buenos Aires: Ad Hoc, 2000, pp. 15-96; G S ,
José Luis, Las cuestiones prejudiciales penales en el proceso civil, Madrid: La Ley, 2002, pp. 44-60; M
M , Juana, Teoría y práctica de las cuestiones prejudiciales en el ámbito del derecho administrativo, Madrid:
La Ley, 2007, pp. 10-50; P G , Alfonso, Prejudicialidad penal y constitucional en el proceso civil,
Barcelona: Bosch, pp. 28-29; P P , Andrea, Lezioni di Diritto Processuale Civile, Nápoles, Jovene, 5ª ed.,
2006, pp. 67-68; P , Nicola, Manuale del Processo Civile, Milán, Giuffré Editore, 2006, pp. 81-84;
C , Piero, Instituciones de Derecho Procesal Civil, según el nuevo Código (trad. Santiago Sentís
Melendo, Buenos Aires, El Foro), 1996, vol. II., pp. 301-302; M , Luis, Tratado de Derecho Judicial (trad. E.
Ovejero), Madrid, Reus, 1ª ed., 1930, pp. 761-769; C , Giusepe, Principios de Derecho Procesal Civil
(trad. J. Casais y Santaló, Madrid, Reus, 3ª ed. italiana, 1977, T. II, p. 731.

350En un trabajo clásico sobre el tema, A indica que debe tratarse de "un juicio autónomo ante otro
tribunal, sobre una cuestión sustancial independiente de la que motiva la litis en el juicio, lo que permite incluir los
asuntos tramitados ante jueces de la misma jurisdicción" (A , Hugo, Las cuestiones prejudiciales en el proceso
civil, ob. cit, pp. 66-69). En similar orientación, R puntualiza que "el fenómeno de la prejudicialidad implica la
existencia de una cuestión prejudicial y de una cuestión principal, dado que un asunto no es prejudicial en sí
mismo, sino que con relación a otro", R Q , Nuria, La prejudicialidad en el proceso civil, ob. cit., p. 32.

351Cfr. C , Mauro, Las sentencias extranjeras y las normas extranjeras en el proceso civil, Buenos
Aires, EJEA, 1968, pp. 29-30.

352 En explicación de M : "(...) el criterio conforme al cual se habla de cuestiones prejudiciales


homogéneas o heterogéneas es el de la identidad de la cuestión prejudicial con la del asunto principal. De este
modo, si ambos asuntos -el principal y el prejudicial- tienen la misma naturaleza o, dicho de otra manera,
pertenecen al mismo orden jurisdiccional, se habla de prejudicialidad homogénea. Por el contrario, cuando el
conocimiento de los objetos que constituyen la cuestión prejudicial y el tema principal se atribuye a distintos
órdenes jurisdiccionales, entonces la doctrina se refiere a las cuestiones prejudiciales heterogéneas" (M
M , Juana, Teoría y práctica de las cuestiones prejudiciales en el ámbito del derecho administrativo, ob. cit.,
pp. 49-50).

353 Esta distinción tiene como referencia común el trabajo de M , Francesco, La Pregiudiciale nel
proceso civile, ob. cit., pp. 86-120. Este jurista italiano detentó la cátedra de Derecho Procesal Civil en lengua
italiana en la Universidad de Innsbruck, Austria.

354L , Elio, "Questioni pregiudiziali", en Enciclopedia Giuridica, Roma, 1991, T. XVI, 1991, p. 1.

355 Esta definición surge del art. 171 del Código Procesal Penal.

356G B , Gastón, "La reforma constitucional a la jurisdicción constitucional", en Z , Francisco


(edit.), Reforma constitucional, Santiago, LexisNexis, 2005, p. 669.
357 Un estudio de los fallos proyectado a casos, cfr. G B , Gastón, Las sentencias del Tribunal
Constitucional y sus efectos sobre la jurisdicción común, Santiago, UDP, 2013, pp. 17-277; S I , Luis
Alejandro, "Poder Judicial y Tribunal Constitucional: la tensión que nace de las sentencias de inaplicabilidad", en:
A , Jaime; M , José Ignacio, y R , Alejandro (coord.), Precedente, cosa juzgada y
equivalentes jurisdiccionales en la litigación pública, Santiago, Abeledo Perrot, pp. 185-198.

358 CS, 19 de diciembre de 2012. Rol Nº 19 de diciembre de 2012, MJ 34199 ("Silva con Alvarado y Salmones
Caleta Bay S.A."); CS, 24 de septiembre de 2010. Rol Nº 3198-10, MJ 24826 ("Morales Riquelme, Jorge c/ I.
Municipalidad de Pucón").

359 El problema surge en relación a la intervención del Instituto Nacional de Propiedad Industrial (Inapi) y los
juzgados con competencia laboral. Ilustra el problema la sentencia de la C. de Ap. de Concepción de 28 de julio de
2011, MJ 28672 ("Cárdenas Triviño con Corporación Universidad de Concepción"). Para mayores antecedentes cfr.
S H , Alfredo, Patentes de invención y Derecho del Trabajo. Régimen jurídico de las invenciones
realizadas por el trabajador, Santiago: LegalPublishing, 2013, pp. 133-136.

360 Esta hipótesis de prejudicialidad administrativa se da en la calificación de los accidentes del trabajo, que se
hace mediante una resolución de la entidad administradora, de acuerdo a lo establecido en el artículo 76 letras "e)"
y "f)" del D.S. Nº 101/1968, en relación a la contingencia cubierta por la ley Nº 16.744, que regula las prestaciones
del Sistema de Seguridad Social por accidentes del trabajo y enfermedades profesionales.

361D O , Andrés, Derecho Procesal Penal, Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces, 2010 (reimp. de
la 8ª ed. 2007), p. 254.

362 Sobre el tema de la contradicción, con abundante bibliografia, cfr. C M , Francesco, La


coherencia en el proceso civil, Santiago, LegalPublishing, 2013, pp. 27-72.

363 El art. 5º de la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales de Justicia disponía que "a los
tribunales que establece la presente ley estará sujeto el conocimiento de todos los asuntos judiciales que se
promuevan en el órden temporal dentro del territorio de la República, cualquiera que sea la naturaleza o la calidad
de las personas que en ellas intervengan, con las solas excepciones siguientes (...)". Tales excepciones eran: "1º
Las acusaciones constitucionales. 2º Las causas cuyo conocimiento corresponde al Consejo de Estado; 3º Las
causas sobre abusos de la libertad de imprenta; 4º Las causas por delitos meramente militares o que consistan en
la infracción de las leyes especiales del ramo; 5º Las causas por delitos comunes que comentan los militares
estando en campaña o en actos del servicio militar, o dentro de sus cuarteles, todas las cuales quedarán sujetas al
conocimiento de los tribunales que el Código designa. 6º Las causas sobre cuentas fiscales, de las cuales
conocerán la Contraloría Mayor i el Tribunal Superior de Cuentas; 7º Las causas sobre cuentas municipales. 8º Las
causas que versen sobre validez o nulidad de un matrimonio no católico o sobre divorcio temporal o perpetuo entre
cónyuges casados conforme a ritos no católicos. Las penas que la autoridad eclesiástica imponga en virtud de su
jurisdicción espiritual no se entenderá que dejan de ser espirituales porque produzcan efectos temporales, como
por ejemplo, la suspensión o privación de un beneficio eclesiástico, o de sus frutos".

364 Dentro de las explicaciones de este complejo sistema, entre otros, B S , Jorge, Derecho
Administrativo General, Santiago: AbeledoPerrot, 3ª ed., 2014, pp. 477-580; V B , Alejandro,
"Esquema del contencioso administrativo: su tendencia hacia el modelo mixto y situación actual del recurso de
protección", en A , Jaime; M , José Ignacio; y R , Alejandro (coord.), Litigación pública,
Santiago: Abeledo Perrot, 2011, pp. 37-51.

365F , Miguel, El proceso penal, Madrid, Agesa, 3ª ed., 1978, p. 365.

366La solución a este tipo de problemas se obtiene, entre otras vías, acudiendo a los criterios provenientes de
la temática de los concursos de normas y de acciones, que contribuyen a evitar que lo que resuelva un juez en una
sentencia no sea contradicho, sin justificación jurídica, en otro proceso. Un estudio del tema, cfr. R
R , Sophía, "Concurso de normas y concurso de acciones en el Derecho procesal civil chileno", en Ius et
Praxis, Nº 2, 2013, pp. 207-250.

367En algunos casos esta variedad es aceptada expresamente, como ocurre, entre otras hipótesis, con el art.
55 de la Ley de Mercado de Valores, Nº 18.045. Este precepto dispone que quien que infrinja las disposiciones
contenidas en esa ley, sus normas complementarias o las normas que imparta la Superintendencia de Valores y
Seguros, ocasionando daño a otro, puede ser obligado a la indemnización de los perjuicios, sin que ello obste a las
sanciones administrativas o penales que pudiere corresponderle. Así, en el ámbito sancionatorio, el tema puede
ser objeto de una investigación realizada por la Superintendencia referida; y, al mismo tiempo, para efectos de
verificar la comisión de algún ilícito penal, el mismo hecho puede ser indagado por el Ministerio Público, ello sin
perjuicio de la limitación que corresponda hacer por aplicación del principio del non bis in idem, para evitar una
acumulación de sanciones en relación a una misma conducta. Junto a lo anterior, también podría haberse iniciado
un proceso civil, con el objeto de hacer efectiva la eventual responsabilidad patrimonial, si los actos realizados han
producido un daño patrimonial y concurren los demás requisitos de la responsabilidad extracontractual.

368B B , Enrique, Tratado de responsabilidad extracontractual, Santiago: Editorial Jurídica de Chile,


ob. cit., pp. 947-948.

369G O , Emilio, "Eficacia de la sentencia penal en el proceso civil", en Derecho y Proceso, ob.
cit., p. 229.

370G O , Emilio, Comentario a la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ob. cit., T. I, p. 187.

371En nuestra jurisprudencia aceptan este criterio, entre otras, C. de Ap. de Talca, 20 de mayo de 2009, rol Nº
66421-04, MJ 20296 ("Odde Reyes, Emma con Ramírez Inostroza, Bartolomé y otro"; se rechazó la demanda civil,
no obstante haber condena penal por estafa). En igual sentido, CS, 30 de abril de 2013, rol Nº 12553-2011
("Contra Exequiel Elgueta con Carcamo, Pedro Antonio Elgueta Carcamo, Cristián Nelson Cisternas Aguirre"); en
esta causa se declaró que, aunque se trataba de contratos que fueron celebrados para la ejecución de un delito, y,
por ende, adolecerían de causa ilícita, cuya sanción es la nulidad absoluta, "atendido el largo tiempo de tramitación
del proceso, la invalidación y posibilidad de perseguir la restitución de las propiedades hipotecadas y más tarde
embargadas y subastadas debe limitarse sólo hasta aquellas que se encuentran actualmente en proceso de
ejecución y a las que fueron adjudicadas a la misma empresa o sus personeros acusados que aún dispongan de
posesión inscrita; pero no procederá contra terceros adquirentes que hayan comprado en pública subasta,
respecto de quienes tampoco es posible actuar de acuerdo a las limitaciones impuestas por el artículo 10 del
Código de Procedimiento Penal. En tal evento, cuando no sea posible obtener la restitución de la propiedad, la
acción de nulidad del contrato de hipoteca se resolverá por la de indemnizar los perjuicios (considerando 26º de la
sentencia de reemplazo)".

372La ley Nº 20.780, de 29 de septiembre de 2014, sobre "Reforma Tributaria que modifica el sistema de
tributación de la renta e introduce diversos ajustes en el sistema tributario". Para lo que aquí interesa, el artículo 4º
quáter dispone "Habrá también elusión en los actos o negocios en los que exista simulación. En estos casos, los
impuestos se aplicarán a los hechos efectivamente realizados por las partes, con independencia de los actos o
negocios simulados. Se entenderá que existe simulación, para efectos tributarios, cuando los actos y negocios
jurídicos de que se trate disimulen la configuración del hecho gravado del impuesto o la naturaleza de los
elementos constitutivos de la obligación tributaria, o su verdadero monto o data de nacimiento". Un estudio del
tema en B G , Cristián, La norma general antielusión, Santiago: Ediciones UC, 20016, pp. 1-255.

373El tema ya ha sido discutido en la jurisprudencia, aunque para otros efectos, como ocurrió en la sentencia de
la C. de Ap. de Santiago de 21 de septiembre de 2012, MJ 33376 ("Constructora Grofman S.A. y otro c/
Constructora VCGP Chile S.A. y otros"); en materia laboral, exigiendo prueba de la intencionalidad del fraude a la
ley, CS, 12 de agosto de 2011. MJ 28919 ("Palma Aravena, Soledad c/ Comercial Nueva Suiza Ltda."). Sobre el
tema, A , Manuel, con R M , Juan, "Ilícitos atípicos", Madrid: Trotta, 2ª ed., 2006, pp. 13-129.

374Cfr. A M , Sara (1995): "La voz prejudicialidad (Dº Procesal)", en Enciclopedia Jurídica
Básica, Madrid, Civitas, T. III, p. 4998. Mayores antecedentes cfr. el T. III de este Curso de Derecho Procesal, pp.
93-120.

375 Ha admitido la necesidad de considerar la relación de prejudicialidad en el ejercicio de la acción restitutoria


la sentencia de la CS de 25 de mayo de 2011, señalando: "Decimotercero: Que, entonces lo que echa de menos el
sentenciador de la instancia es un presupuesto esencial de procesabilidad para hacer valer la pretendida por el
actor, el que, por lo mismo, no pudo obviarse para el éxito de la acción impetrada. En efecto, ha debido dirigirse la
acción de nulidad en contra de todas aquellas personas que celebraron contratos que derivaron en aquel que
confirió la posesión al demandado de reivindicación, puesto que la ineficacia declarada de la convención primitiva
de julio de 1999, no puede afectar a las posteriores que se mantienen plenamente vigentes en la medida que
respecto de éstas nada se ha dicho, puesto que ningún efecto puede atribuirse a la sentencia respecto de ellas, en
atención a que quien intervino en las mismas -Jaime Aceval González- no fue llamado a juicio a exponer lo
conveniente a sus derechos. Se trata de un tercero ajeno al contrato nulo, pero que deriva derechos de él, y que
por ende, no puede verse afectado por la declaración requerida (...); Decimocuarto: Que, de la forma reseñada no
puede entonces sostenerse que no es necesario dirigir la acción de nulidad tanto en contra de los que celebraron
el contrato como de aquellos que derivan derechos del mismo o de otras convenciones posteriores cuando se
entabla la acción reivindicatoria en contra de los actuales poseedores, como consecuencia de esa nulidad, puesto
que, como se dijo, los derechos de los terceros se verían menguados si se les excluye del juicio de nulidad, en la
medida que si bien se busca reponer el dominio en la persona que, de no mediar el acto reconocido como nulo no
la habría perdido, ello no autoriza para prescindir de la declaración de nulidad de todos los actos anteriores o
posteriores con los afectados o legítimos contradictores, ya que la reivindicación, es consecuencia de la
declaración de la nulidad. De forma tal, que los efectos de la acción de dominio en vinculación con la nulidad,
destinados a retrotraer las cosas al estado anterior al acto nulo, no es procedente sean oponibles respecto de
quien no compareció al juicio a defenderse, y a quien de sostenerse lo contrario, afectaría una sentencia emitida
en un juicio en que no fue emplazado, contrariando lo dispuesto en el artículo 3º del Código Civil (...).
Decimoquinto: Que así las cosas, resulta elocuente que en el caso sub lite pudo darse lo que en doctrina se
denomina litis consorcio necesario o acumulación subjetiva, es decir, la concurrencia de pluralidad de partes, en
este caso pasiva, que conforme a la naturaleza de la relación jurídica, determina que el asunto controvertido debe
ser resuelto a través de una decisión única por el juez y que resulta imprescindible en un proceso impuesto por el
carácter único e indivisible que la relación sustantiva impone. La necesidad de proceder de la forma expuesta,
como ya se adelantó, se debe a los efectos perjudiciales que la cosa juzgada acarrea a los derechos del omitido"
(CS, 25 de mayo de 2011, rol Nº 8950-09, MJ 27881 ("Letelier Pimentel, Orlando con Pimentel Pérez, Orlando e
Inmobiliaria e Inversiones G. y A. S.A.").

376G O , Emilio, Comentario a la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ob. cit., T. I, p. 133.

377Entre otras, la naturaleza de cuestión prejudicial del exequátur está reconocida en las siguientes sentencias:
CS, 21 de enero de 2008, rol Nº 4196-06, MJ 16.536 ("Moyano, Francisca con Hernández Pizarro, Hernán"); CS,
15 de septiembre de 2008 (exequátur), rol Nº 6615-07, MJ 18.606 ("Gold Nutrition Industria y Comercio"); CS, 5 de
agosto de 2009. rol Nº 4081-09, MJ 20.904 ("Yarur Terre, María con Bois Courtade, Denis"); CS, 27 de marzo de
2014 (exequátur), rol Nº 7854-13 ("Quisheng Resources con Minera Santa Fe").

378CS, 7 de junio de 1982, MJ 5903 ("Sáez Carrasco, Pilar"), al declarar, "1º) Que para que proceda la revisión
de una sentencia dictada en un procedimiento civil, entre partes, que se ha fundado en documentos falsos es
necesario, conforme a lo dispuesto en el artículo 810 Nº 1 del Código de Procedimiento Civil, que esa falsedad
haya sido declarada por sentencia ejecutoriada, dictada con posterioridad a la sentencia que se trata de rever;
condiciones que se cumplen en el caso sub lite; 2º) Que, conforme a este precepto, no es requisito que la falsedad
emane de la comisión de un delito y que, como consecuencia, ella deba establecerse en un juicio criminal, sino
que basta con que se trate de la afirmación de un hecho positivo o negativo, contrario a la verdad o autenticidad,
proveniente de error, ignorancia o cualquier otra causa, aunque no exista culpa o dolo de parte del agente. En
efecto, la ley no distingue en este acápite acerca del origen de la falsedad, lo que impide discriminar entre la
naturaleza, civil o criminal, de la sentencia que la declara, sino que en el número que se sigue, que contempla otro
caso de revisión, el de la sentencia dictada con el único fundamento del falso testimonio de testigos, exige
expresamente que dichos testigos hayan sido condenados por el delito consiguiente; es decir, conforme a un buen
razonamiento jurídico debe concluirse que si, en un caso, la ley exige el previo ejercicio de la acción penal y la
condena del reo, mientras en el otro guarda silencio, es porque en este último se satisface con la sentencia
declarativa ejecutoriada".

379Cfr. el T. III de este Curso de Derecho Procesal, pp. 132-135.

380Esa regla fue recogida en la codificación gala en el art. 3º del Código de Instrucción criminal francés y
adoptada por otros sistemas de enjuiciamiento, que lo siguieron como fuente de inspiración (Cfr. M ,
Marcial, "La cosa juzgada", en VV.AA., Ciencias Jurídicas, Santiago, Imprenta, Litografía y Encuadernación
Barcelona, 1910, pp. 22-23). Algunos postulan que el origen de esta solución ya estaba en el derecho romano.
Como lo explica R R , partiendo de la distinción entre iudicia publica y iudicia privata, las resoluciones
penales tendrían preferencia respecto de las civiles. La preferencia absoluta del juicio penal sobre el civil fue el
criterio general y lógico, que se sigue observado en el derecho actual. Sin embargo, en los textos jurídicos
romanos las soluciones son variadas y, en algún caso, abiertamente contradictorias (R , Juan Ramón, La
competencia jurisdiccional y judicial en Roma, ob. cit., pp. 20-23).
381Entre otros, una síntesis, cfr. P , Jorge W., Nuevas tácticas procesales, Rosario: Nova Tesis, 2010, p.
93; P G , Alfonso, Prejudicialidad penal y constitucional en el proceso civil, ob. cit., pp. 42-43. Otros
antecedentes sobre el tema, cfr. G S , José Luis, Las cuestiones prejudiciales penales en el
proceso civil, Madrid: La Ley, ob. cit., pp. 39-40.

382En la doctrina clásica, esta forma de abordar el tema ha sido descrita por C , con las siguientes
razones: "(...) dada la necesidad de distribución de la competencia entre jueces diferentes, por la cual todo juez
puede tenerla para resolver preliminarmente una cuestión que, tomada separadamente, sería competencia de otro
juez, y dada la misma relación que hay entre cosa juzgada y competencia, por la cual toda decisión con autoridad
de cosa juzgada debe proceder del juez competente, veríamos un continuo suspender pleitos para remitirlos de
uno a otro magistrado, si sobre cada punto preliminar discutido el juez debiere pronunciar con autoridad de cosa
juzgada. De ahí la necesidad de mantener la cosa juzgada dentro de los límites de la demanda, y de distinguir en
el conocimiento de las cuestiones prejudiciales o motivos sobre los cuales el juez deba pronunciar incidenter
tantum, esto es, al solo efecto de preparar el pronunciamiento, aunque per se no entren en su competencia; y la
demanda, a base de la cual el pleito viene asignado a su competencia, y sobre la que provee principaliter, con
autoridad de cosa juzgada" (C , Giusepe, Principios de Derecho Procesal Civil, ob. cit. T. II, p. 731).

383Una síntesis con la historia de la discusión de los arts. 20 y 21 [actuales 173 y 174 COT] en L , Santiago,
Código de Procedimiento Penal. Orígenes. Concordancias y Jurisprudencia, Santiago: Poblete Cruzat Hnos., 1917,
pp. 54-61.

384 Como lo señalaba M a fines del siglo XIX, "la recta y precisa determinación de la relación jurídica
que media entre la acción penal y la acción civil, derivadas del mismo hecho, y, por consiguiente, la definición de
las normas que regulan el ejercicio de la segunda en presencia de la primera, ha constituido siempre uno de los
más difíciles problemas del derecho judicial" (M , Aristo, "Cosa juzgada penal y la acción civil", en Revista
General de Legislación y Jurisprudencia, Madrid, 1895, pp. 5-6).

385 Las relaciones entre la jurisdicción civil y penal fue una temática muy debatida en la doctrina y
jurisprudencia francesa de fines del siglo XIX. Una lata explicación del problema, con las distintas teórias, se
contine en la ponencia presentada por M al Cuarto Congreso Científico (1º Panamericano), realizado entre
el 25 de diciembre de 1908 y el 5 de enero de 1909 en Santiago (M , Marcial, "La cosa juzgada", ob. cit.,
pp. 2-151). Una completa explicación en el último tiempo, cfr. B B , Enrique, Tratado de responsabilidad
extracontractual, ob. cit., pp. 962-973; R U , Ignacio, "El efecto de cosa juzgada de la sentencia penal
absolutoria y del sobreseimiento definitivo en el proceso chileno de responsabilidad civil", en Revista Chilena de
Derecho Privado, Nº 24, 2015, pp. 9-57.

386 También ha surgido otro problema de carácter procedimental en relación a estos terceros. La ley Nº 20.192,
de 26 de junio de 2007, incorporó como hipótesis de aplicación obligatoria del juicio sumario del artículo 680 del
Coódigo de Procedimiento Civil la siguiente: "10) A los juicios en que se deduzcan las acciones civiles derivadas
de un delito o cuasidelito, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 59 del Código Procesal Penal y siempre
que exista sentencia penal condenatoria ejecutoriada". Surge la duda de si es razonable aplicar a estos terceros
civiles, que no fueron intervinientes de un proceso penal, un juicio concentrado donde se les pretende hacer
efectivos hechos establecidos en una sentencia penal respecto de la cual no tuvieron posibilidad de defenderse.

387 Sobre el tema, con la síntesis de la doctrina, R C , Julio, "Efectos reflejos de la sentencia
condenatoria contra el imputado hacia los terceros civilmente responsables en el derecho procesal chileno", en
Precedente, cosa juzgada y equivalentes jurisdiccionales en la litigación pública, ob. cit., pp. 353-374; C
P , Alex, "Efectos de la sentencias penales en procesos civiles", en R , Luis (coord.), Delito, pena y
proceso, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2008, pp. 803-822.

388Cfr. C L , Jorge, "Preceptos procesales penales en las leyes civiles", Estudios de derecho
procesal, Barcelona, Boch, 1967, p. 767; G S , José Luis, Las cuestiones prejudiciales penales en
el proceso civil Madrid: La Ley, ob. cit., pp. 60-61. Esto no obsta a la convergencia que gradualmente ha llevado a
una "privatización" del proceso penal. Un estudio del tema cfr. C C , Manuel, "Los modelos
procesales civil y penal: perspectiva histórica" en A D T. (coord.), La convergencia entre proceso civil y
penal, Madrid: Marcial Pons, 2013, pp. 11-33.

389G (2009), p. 227.


390 La Corte Suprema ha abordado este problema en la sentencia "Cayupi Cuevas, Carlai con Luengo Salvo,
Zodemir y otra" (2008) haciendo una distinción entre el efecto de cosa juzgada y lo que denomina "eficacia del
fallo". Concretamente, allí se resolvió: "11º) Que en cuanto a los efectos de la sentencia dictada contra uno de los
deudores en contra de los que no han intervenido en el juicio, la mayoría de los autores se pronuncian por la
afirmativa en el sentido que se producen los efectos de cosa juzgada, aplicando la doctrina del mandato tácito, y
sin perjuicio de las excepciones personales que puedan oponerse. (Manuel Somarriva, Tratado de las Cauciones.
Nº 55. Edición 1981). Ello tiene clara aplicación en sede contractual, donde se produce el denominado 'efecto
reflejo', o indirecto, y no podría discutirse sino las excepciones personales. 12º) Que no ocurre lo mismo en materia
extracontractual, en que la solidaridad deriva de la ley o del hecho de ser los deudores solidarios autores comunes
del hecho ilícito, pues están obligados sólo 'in solidum'; por tanto, nunca se producirá la identidad legal de parte
que exige la ley para que surta efecto la autoridad de cosa juzgada. Al respecto debe distinguir la eficacia del fallo
y la autoridad de cosa juzgada. Por tratarse la obligación 'in solidum' de una relación jurídica de sujeto múltiple, lo
decidido respecto de unos va a alcanzar a los otros, no ya como cosa juzgada sino por eficacia del fallo. Entonces
la sentencia afecta tanto al acreedor o codeudor que intervino en el juicio como a los demás, con la diferencia que
respecto del que fue parte concurre la cosa juzgada y la eficacia del fallo, siendo entonces lo decidido irrevocable a
su respecto, mientras que para los que no fueron emplazados en el juicio va a operar sólo la eficacia del fallo, y
para ellos lo decidido en lo civil no revestirá el carácter de irrevocable y podrán en consecuencia discutir la decisión
si experimentan un perjuicio jurídico proveniente de ella, pues en estos casos la discusión del quantum de la
indemnización, que puede abarcar incluso aspectos vinculados al daño moral, es perfectamente posible" ("Cayupi
Cuevas, Carla c/ Luengo Salvo, Zodemir y otra").

391 En este sentido, cfr. G O , Emilio, "Eficacia de la sentencia penal en el proceso civil", art. cit.,
p. 231. En todo caso el tema no es pacífico en la doctrina; una síntesis del problema, cfr. N F , Jordi, La
cosa juzgada, Santiago: AbeledoPerrot, 2010, pp. 35-40.

392 CS, 24 de marzo de 2016. Rol Nº 25048-15, MJ 43777, "Rivas Schulz, Gaspar y otros con Vidal Fierro,
Carlos". En igual sentido, CS, 21 de julio de 2015, al señalar que "Sexto: Que en relación a los elementos de la
cosa juzgada en materia penal, la doctrina ha señalado que, sin perjuicio de las diferencias que anota en relación
al instituto civil, el concepto de identidad sigue siendo de su esencia, y que en la materia que convoca dice relación
con el hecho y la persona del imputado. En la especie, el influjo de lo resuelto en sede penal en materias civiles se
encuentra regulado, en lo referido a las sentencias absolutorias, en el artículo 179 del Código de Procedimiento
Civil. Esta última disposición, a diferencia de lo que ocurre con las sentencias condenatorias -artículo 178-, no
establece una regla absoluta, sino que señala tres casos conforme a los cuales es posible sostener la referida
influencia de lo resuelto en sede criminal en su homólogo civil. La que interesa en este caso es la regla primera del
artículo 179 citado, que reconoce el efecto de cosa juzgada a las sentencias absolutorias cuando se fundan en la
no existencia del delito o cuasidelito que ha sido materia del proceso. Tal prescripción admite, desde ya, las
siguientes situaciones: la inexistencia del hecho en que se funda el delito o cuasidelito, que no arroja dificultades
para el reconocimiento que se pretende; y la existencia del hecho, el que no es delito, caso en el cual tanto la
doctrina como la jurisprudencia han estado contestes en que tal efecto no se produce (CS, 21 de julio de 2015. Rol
Nº 8531-14, MJ 41948, "Comercial Araucanía S.A. c/ Servicio de Impuestos Internos").

393 Esta distinción surge de los arts. 173 y 174 COT y 167 del CPC y 171 del CPP.

394 Se sostiene que la solución se remonta al origen de la facultad concedida a la jurisdicción en el derecho
romano: D. 2, 1, 2 Javoleno: Cui iurisdictio data est, ea quoque concessa esse videntur, sine quibus iurisdictio
explicari non potuit (A quien se le dio jurisdicción, se considera que se le concedieron también aquellas cosas sin
las cuales no pudo ejercerse la jurisdicción). Sobre el tema y el origen de esta regla, G , Susana, "Imperium
de las sentencias judiciales en Roma y en la actualidad", Revista de Derecho Privado, Nº 21, 2011, pp. 59-86.

395A P , Enrique, Tratado de las cuestiones prejudiciales y previas, ob. cit., p. 63.

396 Sobre esta naturaleza se ha pronunciado la sentencia de la C. de Ap. de San Miguel de 19 de noviembre de
1991, declarando: "16. La Jurisprudencia ha declarado la incompetencia del tribunal que se pronuncia sobre el
fondo de la causa, antes de que sea resuelta la cuestión prejudicial por el Tribunal a quien la ley tiene
encomendado su fallo. (C. Suprema, 13.05.1932. J. al D. 1932, p. 287)". "Carecen de competencia para continuar
el juzgamiento criminal tanto el juez del proceso como el Tribunal de Alzada correspondiente que se desentienden
de una cuestión previa de carácter civil, y sin que ésta hubiera sido discutida en autos, prosiguen conociendo de la
causa, el primero, dando lugar al sobreseimiento temporal, por no resultar totalmente justificada la perpetración del
delito investigado; y este último decretando el sobreseimiento definitivo, por no ser el hecho constitutivo de delito,
todo ello en circunstancias de que el juzgamiento debió paralizarse hasta que fuera fallada la cuestión civil en
referencia" (C. Suprema, 26.03.1945, G. 1945, 1er. semestre, Nº 21, p. 129)", C. de Ap. de San Miguel, 19 de
noviembre de 1991, "Contra Vásquez Orellana, Eliana de Jesús".

397 El art. 167 del CPC dispone para tal efecto que "cuando la existencia de un delito haya de ser fundamento
preciso de una sentencia civil o tenga en ella influencia notoria, podrán los tribunales suspender el
pronunciamiento de ésta hasta la terminación del proceso criminal, si en éste se ha deducido acusación o formado
requerimiento, según el caso". "Esta suspensión podrá decretarse en cualquier estado del juicio, una vez que se
haga constar la circunstancia mencionada en el inciso precedente". "Si en el caso de los dos incisos anteriores se
forma incidente, se tramitará en pieza separada sin paralizar la marcha del juicio". Sobre la historia del art. 174 del
CPC [actual art. 167] cfr. L (1922), p. 153. Según M , el origen del art. 174 (actual 167 del CPC) habría
sido tomado del Código de Procedimiento Penal de Holanda (M , Marcial, "La cosa juzgada", ob. cit., p.
146).

398La norma original del CPC contemplaba que la causa pasara a plenario, que era el juicio en el proceso penal
inquisitivo (art. 76 inc. 2º del Código de Procedimiento Penal). Dicha etapa comenzaba con el auto de acusación
fiscal. Con la implementación del proceso penal acusatorio, la ley Nº 19.806, de 31 de mayo de 2002, exige que se
haya formulado a un imputado la acusación o formado requerimiento. La acusación es el acto a través del cual se
deduce la acción penal por el Ministerio Público o, en su caso, por el querellante (art. 259 Código Procesal Penal).

399 La evolución legislativa del tema, cfr. C P , Adolfo, Acciones civiles en el nuevo proceso penal,
Santiago: Librotecnia, reimp. 1ª edición, 2007, pp. 23-29.

400E B , Fabián, Derecho sucesorio, Santiago, LexisNexis, 2ª ed., 2010, p. 44.

401 Sobre el tema, H T , Carlos, La función jurisdiccional de la Contraloría General de la República


de Chile, Santiago: LexisNexis, 2007, pp. 17-220; F B , Juan Carlos, "La responsabilidad civil de los
funcionarios públicos en el juicio de cuentas" (VV.AA.) en La Contraloría General de la República. 75 años (1927-
2012), Santiago: CGR, 2012, pp. 299-316.

402 Según el instructivo referido, "en estos casos los fiscales privilegiarán la posición de contar con
antecedentes suficientes para sostener una acusación penal, configurándose los elementos necesarios del
respectivo tipo penal, oponiéndose a la solicitud de sobreseimiento temporal. Por el contrario, en caso de ser
estrictamente necesario para la decisión contar previamente con una liquidación de la Contraloría General de la
República y se hubiere iniciado el juicio de cuentas, el fiscal del caso solicitará el sobreseimiento temporal de la
causa" (Punto 9 oficio MP 039/203 de 11 de enero de 2013).

403 El Ministerio Público ha precisado el alcance de estas cuestiones prejudiciales en el Instructivo Nº 74, de
fecha 14 de agosto de 2001. En esa normativa se indica que "suponer un parto implica fingir, con la intención de
alterar el estado civil, que una mujer ha dado a luz cuando en realidad no lo ha hecho. Sujeto activo puede serlo
cualquiera, aunque usualmente la mujer participará en el delito"; "la sustitución de los estados civiles de dos niños
distintos, siendo indiferente que cambien o no de nombre, su condición matrimonial o extramatrimonial, su sexo,
que la sustitución se realice antes o después del alumbramiento y que uno de los niños esté muerto"; en la
usurpación de estado civil, según el órgano de persecusión, el delito se configura cuando esa cualidad personal es
asumida o apropiada por otro, sea que el apropiado esté vivo o muerto, "ya que en uno u otro caso puede ocupar
la posición jurídica ajena y desarrollar la correspondiente actividad jurídica que le correspondería al otro". Por
último, "la conducta de sustraer consiste en quitar al menor de la esfera de cuidado y dependencia en que se
encuentra"; la conducta de ocultar o exponer implica "desvincular al hijo de la propia familia (los padres) mediante
su desaparición del entorno social en que dicha relación de filiación deba mostrarse a través de su abandono"
(Puntos 29 y 30 circular Nº 74).

404 En la jurisprudencia se ha extendido este examen de eventual cuestión prejudicial civil a una alegación
sobre la demarcación entre predios, para exculparse del delito, sosteniendo que se había ejecutado actos de
dominio en un predio propio. Aunque no se acogió la defensa realizada por un imputado de existir una cuestión
prejudicial, la Corte de Apelaciones de Concepción, en sentencia de 28 de julio de 1989, estimó como plausible
examinar si esa situación podría configurar una cuestión prejudicial que liberara al imputado del hecho investigado
como delito, de haber vendido más hectáreas de bosques que las que efectivamente pudo enajenar la vendedora.
"Contra N.N." (1989).
405En el Instructivo Nº 74 del Ministerio Público se dispone que: "34 (...) el ministerio público sólo podrá solicitar
al juez de garantía el sobreseimiento temporal y éste decretarlo, cuando las excepciones civiles que indica la
norma aparezcan revestidas de fundamento plausible". "Además, los derechos que se invocan deben tener
naturaleza civil y guardar relación con el derecho de propiedad u otro derecho real sobre inmuebles. La
jurisprudencia ha señalado que la voz 'inmuebles' que emplea el artículo 174 del Código Orgánico de Tribunales
debe entenderse en sentido amplio, abarcando los inmuebles por naturaleza, por adherencia o por destinación.
Por último, la norma exige que hubiere de desaparecer el delito en caso de que se aceptaren las excepciones por
el tribunal civil". "35. Lo usual será que las excepciones a que hace referencia el artículo 174 del Código Orgánico
de Tribunales se deduzcan tratándose de un delito de usurpación, ilícito de acción penal pública. Luego, regirá lo
prescrito en el inciso final del artículo 171 del Código Procesal Penal".

406 Sobre el tema, S U , Manuel, Indivisión y partición, Santiago: Editorial Jurídica de Chile,
5ª ed. 2002, pp. 356-360.

407 Un ejemplo de esta doctrina se contiene en la sentencia de la Corte Suprema, de 27 de julio de 2004, al
declarar que "el delito se comete con la realización de una sola y determinada acción, cuya realización tiene lugar
en un preciso momento, vale decir, la época o fecha de celebración del nuevo matrimonio, por lo que en ese
instante se ejecuta, consuma y agota el ilícito, sin perjuicio que el estado matrimonial se prolongue en el tiempo,
situación que se origina no del hecho delictuoso, sino de la naturaleza y carácter especial del contrato matrimonial,
que produce efectos permanentes en el tiempo y en tanto este no se disuelva por causas legales". La misma
sentencia puntualiza que "(...) el delito en estudio es de carácter instantáneo, y por ende, se consuma y agota al
momento de su perpetración, esto es, a la fecha del nuevo matrimonio, época que además determina el inició del
plazo de prescripción que para estos casos y por tratarse de un simple delito es de cinco años, acorde con lo
dispuesto en el artículo 94 del Código Penal" (CS, 27 de julio de 2004, rol Nº 1670-04, MJ 8468, "Guerra Tapia,
Mario Raúl"). Con anterioridad, precisando el término del cómputo de la prescripción la CS, en sentencia de 7 de
mayo de 1990 declaró: "Tercero: Que, para resolver acerca del recurso de casación en el fondo de que conoce
esta Corte, se hace necesario estudiar la naturaleza del delito que castiga el artículo 382 del Código Penal. Con el
nombre tradicional de bigamia que nuestro Código no emplea se conoce la figura a que se refiere el indicado
artículo, que sanciona 'al que contrajere matrimonio estando válidamente casado'. Según lo ha determinado la
doctrina, la acción misma del delito consiste en 'contraer matrimonio'. No consiste en quedar casado, por lo cual no
cabe duda de que entre nosotros, al menos, la bigamia es un delito instantáneo y no permanente, o sea, que se
consuma con el hecho de contraer matrimonio, punto de máxima importancia para la prescripción (Alfredo
Etcheberry, Derecho Penal, tomo IV, págs. 26 y 27). Cuarto: Sentado este principio, es indudable que la
prescripción de la acción penal empieza a correr desde que se contrae el segundo matrimonio, en la especie, el
día 2 de agosto de 1974. De manera que a la fecha de la denuncia 18 de agosto de 1987 dicha acción ya estaba
prescrita, la que debió ser declarada de oficio por el tribunal, al estar presente el reo (artículo 102 del Código
Penal), pues consta en el proceso del extracto de filiación y antecedentes (fojas 39) que ella no ha sido
interrumpida y que no le afecta lo dispuesto en el artículo 100, ya que habían transcurrido más de diez años, o sea,
más del doble del término señalado en el artículo 94 del mismo cuerpo legal. hacían la misma declaración" (CS, 7
de mayo de 1990, MJ 4407, "Contra Palma Ramos, José Renato").

408 En este sentido, CS, 23 de octubre de 2006, MJ 8964 ("Henríquez Gavilanes, Eliseo con Rojas Müller,
Liliana"); CS, 26 de enero de 2009, rol Nº 6466-08, MJ 19348 ("Salgado Muñoz, Rosa con Concha Dolz, Claudia").

409 También es criticabe la docrina jurisprudencial que ha declarado como válidos los dos matrimonios en la
discusión herediataria surgida sobre el tema, atendido que atenta contra el carácter unitario que tiene el
matrimonio en nuestro derecho, que no acepta la poligamia como forma de organización familiar. Sin embargo, la
Corte Suprema, mediante una casación en el fondo de oficio, ha procedido a reconocer a ambas cónyuges
sobrevivientes los derechos hereditarios que les correspondan al momento de la apertura de la sucesión,
disponiendo que debían repartirse por partes iguales entre ellas. Según esta sentencia, "(...) no obstante que el
fenómeno había sido advertido por la doctrina, la actual Ley de Matrimonio Civil Nº 19.147 de 17 de mayo de 2004,
en su artículo 48 letras c) y d) mantiene el mismo plazo de prescripción, sin preocuparse del problema que se
presenta una vez vencido dicho término en la sucesión del bígamo, por lo que el problema en cuestión puede
volver a presentarse, resultando, por ende, de interés resolver el punto. Finalmente, también puede producirse el
mismo fenómeno en el caso de que declarada la nulidad de matrimonio después del fallecimiento del bígamo, para
su segunda cónyuge sobreviviente el matrimonio deba ser considerado nulo putativo a la época de la apertura de
la sucesión en que todavía no se había declarado ni demandado su nulidad, por lo que este cónyuge sobreviviente
pueda haber estado de buena fe, y en consecuencia, a su respecto el matrimonio nulo produce los mismos efectos
del válido". En el considerando quinto de la sentencia se admite que se trata de una solución de equidad, al
expresar: "Quinto: Que, en consecuencia, en esta instancia deberá determinarse cuál será la solución que deberá
adoptarse entre las posibles. Una de ellas es la de repartir la porción conyugal entre las dos personas que invisten
dicha calidad, y la otra sería la de preferir a la primera de ellas. Esto último carece de toda fundamentación jurídica
puesto que deja sin aplicación un precepto legal, razón por la cual no queda sino determinar que la porción del
cónyuge sobreviviente deberá repartirse entre quienes tengan esa calidad vigente al momento de la apertura de la
sucesión, y no la han perdido por hechos posteriores, esto es, en el caso de autos, para doña Elisa Mora Neira, y
doña Blanca Santibáñez Oporto. Esta solución aparece como más conforme con las circunstancias de que existen
dos matrimonios que jurídicamente han de tenerse como válidos, que deben producir todos sus efectos, y entre
ellos los de otorgar derechos sucesorios, sin que concurra causal alguna de exclusión para ninguna de las
cónyuges sobrevivientes. Y además, está de acuerdo con la equidad, pues no se ha probado en autos mala fe
para ninguno de los posibles asignatarios, en cuanto al otorgamiento de un matrimonio nulo, por cuya razón privar
a cualquiera de las cónyuges sobrevivientes de derechos hereditarios sería injusto" (CS, 26 de octubre de 2005,
MJ 17593, "Pérez Mora, Rosa del Carmen con Santibáñez Oporto, Blanca Silvia y otra").

410 En tal sentido, "Contra Mittersteiner Pig, Georgina Francisca" (1994).

411 Sobre el tema, cfr. M M , Cristián y M L , Raúl, Derecho Procesal Penal, Santiago:
Thomson Reuters, 2ª ed. 2012, pp. 421-423.

* 412 Esta sigue parcialmente nuestro trabajo "Proceso civil y prejudicialidad administrativa", publicado en
Revista de Derecho, Universidad Católica del Norte, Nº 1, 2014, pp. 377-400.

4 12 La doctrina señala que la reforma constitucional a la Carta de 1925, aprobada por la ley Nº 7.727, de
1943, dio inicio a un cambió en la visión de la Administración del Estado. Sobre el tema, M C , Natalia, "La
organización administrativa del Estado: 1859-2009", en Derecho Administrativo, (VV.AA.), R. P coordinador,
Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 2009, pp. 269-325; A M , Iván, Derecho Administrativo,
Santiago: Universidad Santo Tomás, 2001, pp. 9-174; S K , Eduardo, "La organización de la administración
del Estado: un complejo de personas jurídicas", en Gaceta Jurídica, Nº 73 (1986), pp. 16-23; F B ,
Juan Carlos, "Los órganos reguladores de actividades económicas relevantes en Chile: una visión panorámica", en
RCHD, vol. 30 Nº 2 (2003), pp. 271-286.

413Cfr. N , Alejandro, Crítica de la razón jurídica, Madrid: Editorial Trotta, 2007, p. 129. Sobre el tema, con
interesantes reflexiones, cfr. E P , José, "La extensión del derecho público. Una reacción necesaria", en
Revista de Administración Pública, Nº 189, 2012, pp. 11-40.

414 Sobre este fenómeno, C , Pío, Lecciones de historia de la codificación, Madrid: Universidad Carlos III,
2013, pp. 101-106.

415 El inc. 2º del art. 41 dispone que "cuando en la elaboración de la resolución final se adviertan cuestiones
conexas, ellas serán puestas en conocimiento de los interesados, quienes dispondrán de un plazo de quince días
para formular las alegaciones que estimen pertinentes y aportar, en su caso, medios de prueba". Sobre el punto,
cfr. M K , Claudio, "Notas al procedimiento administrativo y la doctrina chilena", en Derecho
Administrativo, ob. cit., p. 348.

416 El tema de las relaciones entre la jurisdicción civil y penal fue una temática presente en la doctrina francesa
de fines del siglo XIX.

417Una síntesis de esta solución se contiene en la sentencia de la CS, de 23 de enero de 1991 (MJ 3040), a
señalar: "4º Que es así como se ha resuelto en las Cortes de Apelaciones al conocer de los recursos contenciosos
administrativos de anulación que impugnen las resoluciones ilegales de las Municipalidades o Alcaldes, sólo
ostentan jurisdicción para las dichas actuaciones o acuerdos, mas no para modificarlos o reemplazarlos. Esta
limitación, sin embargo no obsta a que dichos tribunales conociendo de estos recursos puedan efectuar un estudio
acabado de los antecedentes que hayan servido de base a los acuerdos observados, ya que de otro modo no
podrían discernir si éstos fueron adoptados legalmente o con extralimitación de atribuciones constitutivas de
desviación de poder perjudicial para los intereses particulares o generales de la comuna (Revista de Derecho y
Jurisprudencia T. XLV 2ª parte sec. 1, p. 240; T. LX, 1963, 2ª parte, sec. 2ª, p. 8). También se ha resuelto que las
Cortes de Apelaciones llamadas a conocer de estos reclamos deben entrar a estudiar ampliamente los
antecedentes que han servido de fundamento al acuerdo ilegal impugnado. Si así no fuera, no estarían en
condiciones de determinar si el acuerdo o Decreto Alcaldicio reclamado fueron adoptados legalmente o bien fuera
de la órbita de las atribuciones del municipio o del Alcalde, debiendo terminar por pronunciarse acerca de la validez
o nulidad del acto impugnado, tanto en su forma como en el fondo (Revista de Derecho y Jurisprudencia T. XLIV 2ª
parte sec. 1ª, p. 127; Tomo XLV 2ª parte sec. 1ª, p. 239 y T. LX ya citados). Vid. en el mismo sentido Recursos
Jurisdiccionales y Administrativos Especiales por J. Cristóbal Núñez Vásquez (T. 2º)".

418Sobre este complejo sistema, entre otros, B S , Jorge, Derecho Administrativo General,
Santiago: Abeledo Perrot, 2011, pp. 223-283; V B , Alejandro, "Esquema del contencioso
administrativo: su tendencia hacia el modelo mixto y situación actual del recurso de protección" en Litigación
Publica, (VV.AA.), coord. J. Arancibia, J.I. Martínez, A. Romero, Santiago: AbeledoPerrot, 2011, pp. 37-51; L
A , José Luis, "Algunas reflexiones sobre el contencioso administrativo en Chile, en Litigación Publica, ob.
cit. pp. 65-92; A M , Iván, "Los Tribunales que ejercen la justicia administrativa en el derecho
chileno" en Litigación Pública, ob. cit., pp. 119-150; y en "Los contenciosos administrativos especiales en la
legislación chilena", en Ius Publicum, Nº 20, 2008, pp. 85-103; F B , Juan Carlos, "Tutela y
configuración del derecho fundamental a un juez predeterminado por la ley y potestades administrativas", en
Justicia Constitucional y derechos fundamentales (B , Andrés, coordinador), Universidad Austral de Chile,
LexisNexis, Santiago de Chile, 2006, p. 144.

419Sobre este tema, R G , Beatriz, "Los efectos del acto administrativo ¿Según la Constitución o
según la ley Nº 19.880?", en Primacía de la persona, (VV.AA.), coord. J. A , J. I. M , A. R ,
Santiago: AbeledoPerrot, 2009, pp. 782-784; F B , Juan Carlos, "La cosa juzgada en la justicia
administrativa", en Precedente, cosa juzgada y equivalentes jurisdiccionales en la litigación pública (VV.AA.), ob.
cit., pp. 221-245; B , Jorge, "El principio de confianza legítima en la actuación de la administración como
límite a la potestad invalidatoria", en Revista de Derecho, Universidad Austral de Chile, Vol. XVIII, Nº 2, diciembre
2005, pp. 83-105.

420En tal sentido, el art. 54 señala que: "interpuesta por un interesado una reclamación ante la Administración,
no podrá el mismo reclamante deducir igual pretensión ante los Tribunales de Justicia, mientras aquélla no haya
sido resuelta o no haya transcurrido el plazo para que deba entenderse desestimada". "Planteada la reclamación
se interrumpirá el plazo para ejercer la acción jurisdiccional. Este volverá a contarse desde la fecha en que se
notifique el acto que la resuelve o, en su caso, desde que la reclamación se entienda desestimada por el
transcurso del plazo". "Si respecto de un acto administrativo se deduce acción jurisdiccional por el interesado, la
Administración deberá inhibirse de conocer cualquier reclamación que éste interponga sobre la misma pretensión".
Se ha sostenido que no se aplica este precepto cuando hay norma especial (CS, 16 de enero de 2013, rol Nº
3031-11, MJ 34364 (El contribuyente reclamó las liquidaciones fuera del plazo señalado en el artículo 124, pues el
acto terminal con que concluyó la fase administrativa es la fecha en que se reinicia el cómputo del saldo del plazo
para deducir reclamación en sede jurisdiccional, para lo cual cobran vigencia las disposiciones del Código
Tributario que consideran días hábiles los no feriados).

421Contribuye a clarificar cómo debe entenderse esta solución la sentencia de la CS de 13 de septiembre de


2011, rol Nº 9130-09, MJ 29383, al señalar: "Séptimo: Que, en efecto, el artículo 54 antes citado ha establecido un
orden de prelación del ejercicio de los mecanismos administrativos y jurisdiccionales de impugnación de los actos
administrativos. Dicha ordenación no tiene un carácter rígido, sino que entrega a los afectados por la resolución de
la Administración la opción de elegir el procedimiento de impugnación, pero si se va a acudir a la vía
administrativa, ésta siempre operará con anterioridad al conocimiento judicial del conflicto. Dicho de otro modo, si
bien el legislador no exigió el agotamiento de la vía administrativa como requisito de admisibilidad de la
impugnación judicial, ésta se hallará disponible una vez cerrada la fase administrativa si se la ha de utilizar como
primer camino de reclamo, o desde el inicio si es que se opta directamente por acudir a la sede judicial. Esta regla
general de prelación para el control de la actividad administrativa impide ejercer en forma simultánea los
mecanismos de impugnación administrativo y los recursos contenciosos-administrativos, fijando una coordinación
de ambos procedimientos a fin de evitar un desgaste innecesario del sistema jurisdiccional. Octavo: Que en ese
contexto, al haber elegido la actora emplear la vía de impugnación administrativa, estaba impedida de acudir a la
vía judicial al estar la primera todavía pendiente, más aún si no había manifestado una voluntad clara de no
perseverar o desistirse de su reclamo administrativo"; CS, 24 de diciembre de 2012, rol Nº 1397-12, MJ 34342, al
declarar que "(...) el citado artículo 54 sólo intenta impedir que se conozca un asunto en ambas sedes al mismo
tiempo -administrativa y jurisdiccional- razón por la cual al haber optado el demandante por la primera le estaba
vedado recurrir a la segunda en forma paralela, sin que sea dable sancionarlo por ello desde que se atuvo a las
normas generales de la ley Nº 19.880".
422G O , Emilio, Comentario a la Ley de Enjuiciamiento Criminal, ob. cit., T. I, p. 133.

423 Mayores antecedentes cfr. el T. III de este Curso de Derecho Procesal, pp. 179-180.

424 En entre otros, arts. 17 Nº 5 y 18 Nº 5 de la ley Nº 20.600, en relación a los arts. 20 y 25 quinquies y 30 bis
de la ley Nº 19.300. Una exposición de conjunto, cfr. F B , Pedro, Manual de derecho ambiental
chileno, Santiago: LegalPublishing, 3ª ed. 2013, pp. 111-306; G R , Rodrigo, Derecho ambiental chileno,
Santiago: Planeta Sostenible, 20012, pp. 4-259.
B

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