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Zamudio Laguna

Este documento analiza la obra de la escritora boliviana Adela Zamudio y su crítica a la sociedad machista y excluyente de su época a través de temas como los derechos de la mujer, la educación laica y la fraternidad. A pesar del tiempo transcurrido desde que vivió, los escritos de Zamudio siguen siendo relevantes debido a que la sociedad boliviana aún no ha logrado superar estos problemas. Su obra retrata una sociedad decadente sostenida por la sumisión de las mujeres y dominada por la fal

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Este documento analiza la obra de la escritora boliviana Adela Zamudio y su crítica a la sociedad machista y excluyente de su época a través de temas como los derechos de la mujer, la educación laica y la fraternidad. A pesar del tiempo transcurrido desde que vivió, los escritos de Zamudio siguen siendo relevantes debido a que la sociedad boliviana aún no ha logrado superar estos problemas. Su obra retrata una sociedad decadente sostenida por la sumisión de las mujeres y dominada por la fal

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Adela Zamudio: La gesta por la sororidad

Andrés Laguna Tapia

En uno de los más bellos y difundidos primeros párrafos de la historia de la filosofía, en


El Anticristo, Friedrich Nietzsche escribió: “Tan sólo el pasado mañana me pertenece.
Algunos nacen de manera póstuma” (NIETZSCHE 1973: 29). Esta afirmación, podría
haber sido pensada a propósito de diferentes protagonistas a lo largo de los siglos. No es
nada arriesgado asegurar que se ajusta a Adela Zamudio, la gran escritora cochabambina.
Su reivindicación de los derechos de la mujer, de la educación laica y de un cristianismo
consecuente con la vida y la palabra de su profeta, su crítica al machismo y a una
sociedad legitimada a través de instituciones cuando menos caducas, confirman a
Zamudio como póstuma a su tiempo. Pero al hacer una rápida reflexión sobre nuestra
coyuntura, al revisar los periódicos cada día, al atender las relaciones interhumanas que
nos rodean cotidianamente, cabe preguntarse: ¿La sociedad boliviana ha logrado superar
los temas que le preocuparon a la laureada autora y que inspiraron sus poemas más
conocidos y reproducidos? La respuesta no es alentadora. Debería avergonzarnos: Adela
Zamudio también es póstuma a nuestro tiempo. Sus críticas siguen siendo vigentes, sus
reclamos no han sido resueltos, no hemos seguido el lúcido camino que señaló. Vivimos
en una sociedad que está muy lejos de ser la que anheló, que en lo esencial se parece
demasiado a la que le tocó sufrir.
Con relación a una de sus obras más importantes, Jacques Derrida afirmo: “En Políticas
de la amistad he intentado mostrar hasta qué punto el concepto de fraternidad resultaba
inquietante por varias razones: en primer lugar, porque enraíza con la familia, con la
genealogía, con la autoctonía; en segundo lugar, porque se trata del concepto de
fraternidad y no de sororidad, es decir, que subraya la hegemonía masculina. Por
consiguiente, en la medida en que convoca a una solidaridad humana de hermanos y no
de hermanas, debe inspirarnos algunas preguntas, no necesariamente una oposición. No
tengo nada en contra de la fraternidad, pero me pregunto si un discurso dominado por el
valor consensuado de fraternidad no arrastra consigo unas implicaciones sospechosas”
(DERRIDA 2011: 38). Convengamos que los bolivianos hemos forjado una sociedad y
un Estado que históricamente ha excluido al otro. En el caso nacional, ese otro podrían
ser el indio, el extranjero, el pobre y, por supuesto, la mujer. Nuestras relaciones se
median por preguntas del estilo: “¿Hijito de quién eres?”. Incluso en un momento en el
que se supone que las grandes mayorías se están “emancipando”, lo hacen a través de la
herencia cultural, de la autoctonía, de la autoadscripción. La legitimidad y el derecho de
pertenencia al país tienen árbol genealógico. Lo que puede ser problemático, pues quien
no se adscribe, quien no tiene genealogía, quién carece de autoctonía, está fuera de los
márgenes. Además, somos incapaces de superar a la hegemonía masculina, vivimos y
actuamos desde el machismo.
Aunque, como apunta Alba María Paz Soldán, durante los últimos años de su vida,
Zamudio presencia y es ícono de cierta reivindicación de la mujer (PAZ SOLDÁN 2002:
127-130), muere a mediados de 1928, más de dos décadas antes de que se proclame el
voto universal. Más allá de gestos simbólicos y de la retórica oficial, vivió en una
sociedad absolutamente falogocéntrica1, que no ha sido capaz de evolucionar lo
suficiente. La única mujer que aparecía en los billetes de nuestra moneda en 2001
desapareció y fue reemplazada por una bonita moneda de dos metales 2. Más allá de las
razones prácticas, este hecho puede ser metafórico de lo que suele suceder en nuestro
país, dominado por las relaciones de fraternidad3, el protagonismo de las mujeres es
invisibilizado, hasta ser anecdótico y/o decorativo. Así mismo, cuando Zamudio fue
coronada y condecorada por el gobierno de turno, venía de ser jubilada a la fuerza,
retirada de su lugar de trabajo y de lucha, además, condenada a tener una economía
paupérrima. Eso habla mucho de nuestra historia y de nosotros mismos.
En Íntimas, su novela epistolar, la única que escribió, llena de una inteligencia y una
elegancia tan poco frecuentes en nuestra literatura, Zamudio retrata a una sociedad
francamente decadente, pueblerina, hipócrita, movida por las intrigas y los chismes,
dirigida por hombres que responden a esas mismas características. Uno de los personajes
es un ejemplo de lo que afirmo: Modesto. No quiere que su hija lea ni un libro, “ni un
cuentito moral”, es un cristiano devoto, respetuosísimo de la Iglesia como institución
(ZAMUDIO 1999: 19). Pero, además, frecuenta a “mujeres de mala vida” y cuando es
sorprendido por Casta, su mujer, la golpea por su atrevimiento. Después de este hecho,
ella quiere divorciarse, pero son las mismas mujeres las que tratan de convencerla de que
lo que ha vivido es “normal” y que debe aguantar (ZAMUDIO 1999: 10-11). Zamudio es
una gran observadora y es conciente de que la decadente hegemonía machista está
sostenida por la sumisión de las mujeres4. “Nacer hombre”, tal vez su poema más
conocido, es la clara declaración de principios en contra de la sociedad fraternal, en la
que los hombres, los hermanos, los fratres, resguardan sus privilegios no justificados. En
su novela, va más allá, pues con claridad muestra que ese orden establecido está
sostenido por las mujeres, por las oprimidas. En esta dinámica, la Iglesia juega un rol
fundamental, pues fomenta y justifica estas dinámicas. A lo largo de su obra, Zamudio
será una de sus grandes críticas de esta cuestión 5. No por nada, el cura de Íntimas es

1
Jacques Derrida escribió sobre el falogocentrismo: “Con este término trato de absorber, de hacer
desaparecer el guión mismo que une y vuelve pertinentes el uno para con la otra aquello que he
denominado, por una parte, logocentrismo y, por otra, allí donde opera, la estratagema falocéntrica. Se trata
de un único y mismo sistema: erección del logos paterno (el discurso, el nombre propio dinástico, rey, ley,
voz, yo, velo del yo-la-verdad-hablo, etc.) y del falo como «significante privilegiado» (Lacan). En los
textos que publiqué entre 1964 y 1967, el análisis del falogocentrismo estaba únicamente preparado.
Siempre va de la desconstrucción práctica del motivo trascendental en sus formas clásicas (significado
trascendental, idealismo trascendental) o modernas (el falo o significante trascendental del psicoanálisis
lacaniano o el «materialismo» «trascendental», incluso el «inconsciente trascendental» de El Antiedipo)”
(DERRIDA 1997: 46-7)
2
Esto ya fue notado por María-Dora Cajías de Villa Gómez en un artículo citado en la bibliografía.
3
Casi sin quererlo, este término hace pensar en las fraternidades que en carnaval –fiesta a la que Zamudio
le prestó mucha atención-, nombran a sus reinas, pero éstas son intercambiables, coronan una carroza y son
poco más que un elemento que le da prestigio al grupo. La normalización de la objetivación de la mujer es
un rasgo tristemente característico de nuestro país.
4
En Íntimas, Evangelina y su madre son mal juzgadas por la sociedad, pues son “ambas abiertamente
independientes” (ZAMUDIO 1999: 100). No existe la posibilidad de emancipación.
despreciable. Tiene dos amantes y, justamente, es su vida disipada, hipócrita, oscura y
maniobrera que detonará el problema culminante de la novela.
Zamudio intuye que hay algo de falso en los valores y en los principios de la sociedad
fraternal, en especial, en la interacción entre lo masculino y lo femenino. Como lo
observa, los hombres fundan su relación con las mujeres en la falsedad, en su capacidad
para engañarlas. No en vano, en Intimas, Juan reconoce: “Las mujeres piensan y sienten
con criterio tan distinto del nuestro, que para vivir en paz con ellas es necesario
engañarlas” (ZAMUDIO 1999: 132). En el mismo sentido, en su conocido texto “Baile
de máscaras”, escribe: “La vida es un gran baile/ Con antifaces/ En que todos los
hombres/ Usan disfraces”. Y continúa más abajo: “Cada cual con el traje/ Que en baile
tiene,/ El papel representa/ Que le conviene./ En él hay farsas,/ Enredos y aventuras/
Entre comparsas”. Para Zamudio, el mundo, este mundo regido por la fraternidad, es una
gran farsa. Y su mayor engaño es disfrazar de fiesta y felicidad un destino lleno de
tristeza. En su poema “A la poetisa Maria Josefa Mujia (Ciega)”, apunta: “Lamentemos
los dolores/ De la humanidad doliente,/ Tantas miserias y horrores!”. En ese mismo
sentido, en “Tristeza (canción)”, escribe: “Soy el cisne que canta doliente/ de su muerte el
momento esperando,/ ya que siempre he vivido llorando/ quiero al menos cantando
morir”. Más o menos, en el mismo tenor en “Peregrinando” escribe: “No es fácil afrontar
por mucho tiempo/ Con faz siempre serena,/ De un vacío sin término la pena/ Y de un
truncado porvenir la nada”. El mundo que ha construido la hegemonía masculina,
determinado por la exclusión y la violencia, parece no ofrecer la posibilidad para la
felicidad y la alegría. Una interesante crítica a las dinámicas de este órden social es su
poema “¡Solo en el Mundo!”: “Solo en el mundo, el infeliz soldado/ Ni hermanos tuvo,
ni amorosos padres/ Que fuesen á buscar en el desierto/ La piedra helada en que regó su
sangre./ La Historia sólo cuenta las hazañas/ Que honraron á los grandes Generales.../
¡Murió desconocido/ Como suelen morir los inmortales!”.
Esa mirada crítica no se limita al hombre y a su orden, sino también a la mujer y a sus
roles sociales. En Íntimas se lee una afirmación de Juan: “Recuerdo que cuando niño oí
afirmar muchas veces que sólo las madres saben amar y comparecer a todos los niños.
Hoy creo lo contrario: la maternidad, en ciertos casos, hace a la mujer egoísta hasta la
ferocidad” (9). Aparentemente, para la autora la respuesta ética a la mezquindad e
hipocresía de la sociedad, es la generosidad, la entrega incondicional al otro, algo que se
encarna en su alter ego en la novela, Gracia. Por otro lado, como mecanismo de defensa
de las relaciones fraternales, se refugia en la sororidad, en la solidaridad entre
“hermanas”, entre mujeres. En Íntimas, cuando Evangelina es sepultada socialmente por

5
Es bien conocida la polémica que Zamudio tuvo con el cura Pierini, a raíz de su defensa de la educación
laica (GARCÍA PABÓN 1998: 96-97). Pero esto no quiere decir que ella no haya sido una ferviente
creyente, a lo largo de su obra hace constates menciones a Dios y a la verdadera moral cristiana (como en
su poema “Dos plegarias”), pero deja claro que está decepcionada de la Iglesia como institución. Lo que es
muy claro en uno de sus poemas más lúcidos y conocidos, “Quo Vadis”: “Allá en tus templos donde el
culto impera,/ ¿Qué hay en el fondo? Ó lucro ó vanidad./ ¡Cuán pocos son los que con fe sincera/ Te adoran
en espíritu y verdad!”. En principio, creer en un Estado laico no es un síntoma de ateismo, separar al
gobierno de la Iglesia responde al anhelo de un país más moderno.
rumores infundados, la única que no cree en ellos y que defiende la moral 6 de su
“hermana”, es Antonia, su amiga. Si el marxismo proclama la solidaridad de clase,
Zamudio llama a la solidaridad de género. Gesto que llevó a la práctica en su vida, no
sólo por haber fundado el liceo de señoritas y por haber luchado por él, sino también,
como señala Virginia Ayllón, por la fuerte amistad que la unía con su hermana menor
Amalia (AYLLÓN 2014). La generosidad incondicional es su respuesta a un mundo
mesquino, la estrategia para sobrevivir a las relaciones fraternales era fortalecer la
sororidad.
Evidentemente, Zamudio es una adelantada a su tiempo, pero no del todo. Aunque sus
palabras intenten quebrar a la estrechez de las relaciones fraternales, en su obra también
se dejan rasgos de exclusión que no sería justo ignorar. Cuando en Íntimas, Antonia se
entera de los rumores que se están propagando en contra de Evangelina, además de
maldecir a las élites hipócritas que lo expandieron, acusa a las sirvientes y a los pongos
de haberlo fabulado como una suerte de vendetta social. Escribe: “La acequia de
Calacala, tú lo sabes es el sumidero, la alcantarilla a donde van a parar todas las miserias
materiales y morales de nuestra sociedad. Allí mujeres groseras, de mala conducta casi
siempre, bestias humanas que odian por envidia y por rivalidad a la clase decente, al
mismo tiempo que golpean sin cuidado y exponen a la luz las ropas sucias de las familias,
estropean descaradamente su honra, sacando a lucir las más secretas intimidades e su vida
privada” (ZAMUDIO: 132). En sus palabras “la sirvienta imbécil o el pongo rudo” se
vengan difamando a sus amos, inventado y/o propagando rumores en contra de la “clase
decente”. En sus palabras: “Ese era el tribunal infame que ponía su honor en tela de
juicio” (ZAMUDIO: 133). Es decir, aunque haya hecho todo lo contrario por superarla,
Zamudio también estaba contaminada por el racismo y el clasismo de la sociedad en la
que vivió. Incluso, cuando ella misma afirma que Íntimas es un “cuentito para mujeres”,
para “almas femeninas, tímidas y delicadas”, deja ver que de alguna forma estaba
sometida al falogocentrismo. No vio que su obra trascendía a la mera cuestión de género,
que su obra es más bien, como García Pabón bien señala, una crítica moral, casi ética
(GARCÍA PABÓN 1999: VIII-XI). Cuando Zamudio asegura que Íntimas es una novela
de mujeres y para mujeres, hay tal vez un leve gesto emancipador, pero curiosamente
también asume el especio marginal que ocupa la mujer en la sociedad y subestima su
propia obra. Un grave error, pues, a no dudarlo, esta es una novela de proporciones
universales.
Leer a Zamudio, pensar en su obra y vida, me recuerda a la película Das blaue Licht
(1932), La luz azul, de Leni Riefenstahl, la directora alemana, famosa por sus películas de
propaganda nazi, hoy reivindicada por obras como la que menciono. En ella, la directora
interpreta a la protagonista, Junta, una chica montañesa y solitaria. Cuando hay luna llena
la punta de la montaña irradia la luz azul del título, ella es capaz de escalarla y descubrir
su secreto, lo que nadie más puede en el pueblo. Por eso, se gana el odio de la gente, en
especial de las mujeres, la comienzan a acusar de ser una bruja. El triunfo de la
hegemonía masculina es aniquilar la sororidad.

6
Hija de su tiempo, su moralismo es evidente en el poema “El solterón”: “No hay mejor libertad que las
prisiones/ Que encadenan á santas afecciones”.
Zamudio fue condecora y respetada como poeta, muy criticada por incursionar en la
novela –género que se consideraba masculino-, se enfrentó a la Iglesia y jamás disfrutó
de las condiciones ideales para desarrollar su pensamiento. Como un sinnúmero de seres
lúcidos y sensibles, capaces de diagnosticar los peores males sociales, fue reconocida
demasiado tarde y con poca trascendencia real. En su también conocido poema “Mi
epitafio”, escribe: “Vuelvo a morar en ignorada estrella/ Libre ya del suplicio de la vida,/
Allá os espero; hasta seguir mi huella/ Lloradme ausente pero no perdida”. Tiene toda la
razón, pues no es posible perder a una imagen tutelar. Aunque no sea leída e interpretada
todo lo que debería, jamás estará perdida, jamás estará ausente del todo. En su poema “El
suicida”, escribe: “Pero morir no es detener la marcha;/ sólo es dejar el terrenal ropaje;/
hundirse en los espacios invisibles,/ seguir, seguir el misterioso viaje”. Así, la
desaparición del cuerpo de la poeta, de un billete con su rostro, a pesar de las tardías
reediciones de su obra, el misterioso viaje no se ha detenido, ni va a hacerlo. Pues sus
palabras siguen siendo igual de urgentes y siguen estando cargadas de un veneno letal
dirigido a una sociedad que se erigió sobre la exclusión.

Bibliografía
AYLLÓN, Virginia
2014 “Cenagosas aguas las de los afectos, apacibles las de la amistad” en Página Siete.
(15/05/2014). http://www.paginasiete.bo/letrasiete/2014/5/15/cenagosas-aguas-
afectos-apacibles-amistad-21514.html

CAJÍAS-DE VILLA GÓMEZ, María-Dora


2011 “Cinco Bolivianos: Adela Zamudio, ausente, pero no perdida” en Boletín
Científico Sapiens Research, Vol. 1 (2), pp. 4-5.

DERRIDA, Jacques
1997 El tiempo de una tesis: Deconstrucción e implicaciones conceptuales. Proyecto A
Ediciones, Barcelona, traducción del francés al castellano de Cristina de Peretti.
2001 “Sobre la hospitalidad” en ¡Palabra! Instantáneas Filosóficas. Editorial Trotta,
Madrid. Traducción del francés al castellano de Cristina de Peretti y Francisco
Vidarte.

GARCÍA PABÓN, Leonardo


1998 “Máscaras, cartas y escrituras femenina: Adela Zamudio en la nación patriarcal”
en La patria íntima. Alegoría nacionales a la literatura y al cine. Plural Editores,
La Paz, 2007.

NIETZSCHE, Friedrich
1973 El Anticristo. Alianza Editorial, Madrid, 2007. Traducido del alemán al castellano
por Andrés Sánchez Pascual.

PAZ SOLDÁN, Alba María


2002 “1. Una retórica de las entrañas” en Hacia una Historia crítica de la literatura
Boliviana-Tomo II. 124-148 pp.

ZAMUDIO, Adela
1999 Íntimas. Plural Editores, La Paz, 2007.

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