Resumen de Mateo Seco. Entretiempo

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CAPITULO 2 EL DIOS ÚNICO Y TRASCENDENTE EN LA SAGRADA

ESCRITURA

Este tema está dedicado a la noción de Dios en la Sagrada Escritura. La revelación de


Dios en la Sagrada Escritura tiene lugar de una forma progresiva y maravillosamente
coherente. Dios es, ante todo, el Dios que se ha revelado al hombre con el propósito de
establecer con Él una Alianza.

1. Singularidad de la doctrina veterotestamentaria en torno a Dios


De entre todos los pueblos de la tierra, Israel se nos presenta con personalidad
Dios está siempre por encima de todas las cosas y de todos los acontecimientos, y es,
además, el fundamento de toda la creación.
Dios quien ha decidido establecer su Alianza con él y la ha llevado a cabo.
Por esta razón, el Antiguo Testamento se nos muestra en todo momento como una
actuación divina en la historia. Es una revelación progresiva que Dios hace de su
voluntad y de sus designios, y, al hacerla, revela con ella algunos rasgos de cómo es Él
mismo.
Desde los primeros párrafos del libro del Génesis se destaca la distancia existente entre
Dios y el mundo: el mundo ha sido creado por Dios en un comienzo, en el principio (Gn
1, 1); Dios, en cambio, no tiene ni comienzo ni fin.
*Pero esta distinción del mundo, no significa ni lejanía ni ausencia. Muy al contrario, el
Dios que se revela a Israel es un Dios íntimamente relacionado con el mundo, con el
hombre y con su historia.
Es cercano y, al mismo tiempo, soberanamente libre: es un Dios que nunca puede ser
manipulado o apresado por el hombre, ni siquiera por el pueblo elegido.
Conviene insistir en que la Alianza constituye el horizonte en que se desarrolla toda
la doctrina veterotestamentaria sobre Dios y es la clave para entenderla en sus justas
proporciones. Si la Biblia habla de la creación del mundo o de la historia de los orígenes
mundo o el origen del hombre, sino porque tanto la creación del mundo como la historia
de los orígenes de la humanidad, especialmente el comportamiento de Adán y Eva en el
exordio de la historia, están relacionados con la Alianza.
Cuando san Pablo hable de la salvación otorgada en Cristo, recogiendo esta teología,
también tendrá presente a la criatura material.
Esta es la razón de que la Biblia comience con lo que podría llamarse un prólogo de
once capítulos –Génesis 1-11–, en que se narra la creación del mundo y el comienzo de
la historia humana. el centro de la historia es la relación del hombre con Dios:
Dios hace alianza con los patriarcas, pero muchas veces el pueblo no quiere esa amistad
con Dios y después el pueblo se arrepiente.

2. Los nombres de Dios


*Dios trasciende todo conocimiento, Dios está por encima de todo nombre. Pero, al
mismo tiempo, Dios es un ser personal, y a quien nos dirigimos en nuestra oración
como a alguien, como un tú.
*Si no se le pudiese atribuir ningún nombre, Dios se nos presentaría como una fuerza
anónima e impersonal.
*El nombre propio del Dios de Israel es el de Yahvé, aunque hay otras formas
complementarias de designarle. Entre estas se encuentran El Sadday, Dios omnipotente
(Gn 17, 1; 28, 3; Ex 6, 3); El Elyon, Dios Altísimo (Gn 14, 18-22), Adonai, Señor (Jdt,
16, 16). El Antiguo Testamento utiliza también el término Elohim para designar a Dios.
*Yahvé consta de cuatro letras: Las nociones de santidad, trascendencia, unicidad y
poder salvador están unidas indisolublemente a este nombre como atributos propios y
exclusivos de él.
Jehová es una falsa pronunciación del nombre de Yahvé, que pudo ser introducida
hacia el año 110 después de Cristo por los masoretas.
En el Éxodo se dice que Yahvé es el nombre que Dios revela a Moisés en la teofanía de
la zarza ardiendo (cf. Ex 3, 13-15). Según este pasaje, Dios llama a Moises desde una
zarza que arde, se presenta como el Dios de sus entapados los Patriarcas. Moises dijo, si
me preguntan tu nombre que diré, dirás yo soy me enviado, y ese será mi nombre
invocado para siempre.
El centro de este relato se encuentra precisamente en el nombre que Dios revela a
Moisés un nombre relacionado con el concepto de existencia.
Hay un claro interés en destacar que el Dios que ahora llama a Moisés es el
mismo que un día llamó a los Patriarcas.
La fórmula yo soy, expresa la misión de Moisés, en la que es enviado para colaborar
con la misión liberadora del pueblo. Soy el que soy, equivaldría como aquel que no
podréis conocer, el que hace ser, el que esta con el pueblo y le hace ser. El como el que
existe y por lo tanto, es eterno.

1. El monoteísmo de Israel

El politeísmo es la creencia de que existen varios dioses. Se trata de dioses


generalmente relacionados entre sí y que viven en sociedad, formando un mundo
superior.
La monolatría, en cambio, es la adoración a un solo dios, al que se le considera el dios
propio del clan o el del país al que uno pertenece, sin que se excluya por ello la
existencia de otros dioses.
El monoteísmo es un paso que va más allá de la monolatría: es la creencia en un Dios
único, es decir, se adora a un solo Dios, porque se tiene la convicción de que hay un
solo Dios.
El monoteismo aaprece en la biblia, al mismo tiempo, el politeísmo es rechazado
vigorosamente. Yahvé es el único creador de todo, el único Dios que hace la alianza con
los padres, el que revela a Moisés su nombre, y el que insiste en que su divinidad es
única. A pesar de la presión del ambiente y de tantas caídas del pueblo en la idolatría, la
confesión de fe monoteísta se encuentra constantemente presente en el Antiguo
Testamento.

2. La noción de creación y sus implicaciones en el concepto de Dios

En la Sagrada Escritura, la fe en un solo Dios viene acompañada por otra ex nihilo Ya


en el Génesis se dice, que Dios hizo todas las cosas (cf. Gn 1-2); más adelante se va
explicitando que Dios hizo todas las cosas de la nada (cf. 2 M 7, 26-28) y, por tanto, no
solo es anterior a ellas, sino que las trasciende.
Nada más ajeno al pensamiento bíblico que el panteísmo en cualquiera de sus formas,
ya que el cosmos ni es una emanación de Dios, ni es el producto de una evolución de la
Divinidad, sino que es la obra de sus manos, una criatura suya.

La exigencia moral que comporta el monoteísmo israelita –solo se ha de servir a Yahvé


y se han de cumplir todos sus mandatos– se fundamenta en el hecho de que Él es el
Señor Supremo y absoluto, el único. Dios es el primero y el único.
3. El conocimiento natural de Dios

la realidad de Dios se impone por sí misma, pues se manifiesta con frecuencia en su


intervención en el acontecer histórico.
Según la Biblia, el fuego y el granizo, la nieve y la niebla, el viento, las montañas y las
colinas: todas las criaturas hablan de Dios; todas le alaban y ensalzan.
Cuando la Biblia habla de «reconocer» a «reconocerlo» como suprema norma de vida,
sometiéndose a sus exigencias (cf. Dt 11, 2-8; Is 41, 20; Os 11, 3) y, por supuesto, a
reconocerlo como el Dios único. En todos estos lugares de la Sagrada Escritura,
«reconocer» a Dios no es otra cosa que honrarlo con una conducta de obediencia a su
voluntad.
Solo el libro de la Sabiduría, al polemizar en ambiente griego contra la idolatría,
presenta una prueba de la existencia de Dios Creador y La Sagrada Escritura describe
las maravillas realizadas por Dios en la naturaleza (cf., por ejemplo, Sal 19, 8; 1-7; 104;
Jb 38; Is 40, 25-31) no tanto para probar la existencia de Dios, como para alabarle (Sal
8; 19, 8-10; 104). Esto hace capaces de reconocer al verdadero Dios a través de las
cosas visibles.
El uso de la filosofía le debería ayudar a caminar, que les ha llevado a descubrir la
existencia de Dios, debiera haberles llevado un poco más allá: debiera haberles llevado
a descubrir algo de la verdadera naturaleza de Dios. Sobre todo, debiera haberles
llevado a descubrir a un Dios superior al mundo en vez de confundirlo con las fuerzas
elementales del mundo.
Todos los hombres tienen la universal necesidad del perdón de Dios y, en consecuencia,
la absoluta y universal necesidad de un Salvador. Todos, judíos y gentiles, argumenta
san Pablo, han pecado; todos están privados de la gloria de Dios y, por tanto, todos
están necesitados de salvación.
• la creación remite al Creador; Dios se remite a través de las obras del mundo y, sin
embargo, se ha desviado hasta la divinización de las cosas creadas;
• semejante desviación no carece de culpabilidad por parte del hombre.

El pensamiento paulino sintetiza:


-La inteligencia humana tiene capacidad para trascender el mundo creado y llegar al
conocimiento de Dios.
-el mundo es revelación de Dios.
-el hombre tiene capacidad de conocer y reconocer a Dios.
El convencimiento de la unión indisoluble entre conocimiento natural de Dios y
reconocimiento de Dios preside el famoso discurso de san Pablo recogido en el
Areópago, ahí de declara que Dios puede ser conocido naturalmente.

4. Los rasgos del Dios de la Alianza en el Antiguo Testamento


Dios se manifiesta y al manifestarse da a conocer sus atributos , por ejemplo, su
sabiduría, su misericordia, su omnipotencia. Esas mismas perfecciones se encuentran en
Dios en forma muy distinta: no están en Él como en un sujeto, sino que Dios es esas
perfecciones: Dios es la Vida, es amor, es sabiduría.
-La existencia es algo inseparable de la divinidad, los autores bíblicos nunca plantean la
cuestión del origen de Dios y dan como obvia su pre-existencia a la creación.
-La omnipotencia divina viene acompañada en la Sagrada Escritura por otros atributos
sin los cuales esa omnipotencia no podría ser ni verdadera ni total: la omnisciencia, es
decir, el conocimiento de todas las cosas, la inmensidad. La idea de un Dios único,
Señor del cosmos y de la historia, implica la omnipotencia y su presencia universal.
En nuestra forma de hablar, la omnipresencia de Dios se encuentra en estrecha relación
con su trascendencia sobre el mundo y sobre la materia, es decir, con su espiritualidad.
-Dios lo sabe todo. Dios, pues, posee la sabiduría en toda plenitud.
En la literatura sapiencial (cf. Sb 7, 21-27; Eclo 1, 1-10; Pr 8, 22-31) la sabiduría de
Yahvé –que le acompaña en todas sus obras como atributo creador y ordenador del
universo, que esta poética» parece algunas veces apuntar hacia una verdadera hipóstasis,
preludiando el logos en san Juan.
Justicia y misericordia
Entre los atributos morales con que el Antiguo Testamento describe a Dios, se destaca
lo de verdad, justicia y fidelidad. Más tarde, en el Nuevo Testamento, se dirá con frase
rotunda que «Dios es amor» (1 Jn 4, 8), como rasgo que resume todos los atributos
divinos.
Yahveh es el Dios de Israel que ligado a la alianza hace justica de sus enemigos y
establece también la justicia entre los miembros del pueblo de Israel. Por eso los
israelitas conciben sus victorias sobre los enemigos como actos de justicia de Dios (cf. 1
S 12, 7; Mi 6, 5; 2 S 18, 31). Frente a toda injusticia, Dios es el valedor de los débiles,
de los pobres (cf. Sal 139, 13), de los huérfanos y de las viudas (cf. Ex 22, 22).
Uno de los rasgos distintivos del futuro Rey mesiánico, sobre el que descansará el
espíritu de Yahvé, es el de ejercitar santamente la justicia e implantar el derecho.
Dios aparece siempre en la Escritura como un Dios que no quiere la muerte del pecador,
sino que se convierta y viva (cf. Ez 33, 11). Cuando Nuestro Señor, en la parábola del
hijo pródigo (cf. Lc 15, 11-32), describa con elocuencia las entrañas misericordiosas del
Padre está llevando a su plenitud la expresión de verdad ya mencionada en el antiguo
testamento.
El Dios del que habla Jesús es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob (cf., por
ejemplo, Mc 12, 26-27), corroborando así la sintonía entre los dos Testamentos; los
rasgos –los atributos– con que lo describe son también sustancialmente los mismos,
aunque en Jesús encuentran una nueva dimensión y una perspectiva singular.
Jesús responde a la pregunta del fariseo sobre cuál es el primer mandamiento, escucha
Israel, ama al señor tu Dios con toda el alma con todas las fuerzas, (Deuteronomio 6,4-
5) y remite a este (Mc 12, 29; cf. Mt 12, 37), es decir, remitiendo al texto fundamental
de la confesión veterotestamentaria de la unicidad de Dios.

LA REVELACIÓN DEL MISTERIO TRINITARIO EN EL NUEVO


TESTAMENTO

La revelación del misterio de la Santísima Trinidad se nos da en Jesucristo. De ahí que


se comience tratando el tema de la filiación divina de Jesús y, por tanto, de su divinidad:
Jesús es Hijo natural de Dios y, precisamente por esto, es igual al Padre y, por tanto, es
Dios. En la filiación divina del Señor se revela no solo su divinidad, sino que también se
revela la paternidad de Dios Padre. Nuestro Señor habla a su vez del Espíritu Santo,
describiéndolo con rasgos que le identifican fácilmente como una tercera Persona en el
seno de la Trinidad. Trataremos de la existencia del Espíritu Santo como Persona
distinta del Padre y del Hijo y de la teología de la misión del Espíritu, pues en el
«envío» del Espíritu se insinúa su procedencia en el seno de la Trinidad.

EL MISTERIO DE DIOS EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA


Este tema se centra en el estudio de cómo la Iglesia ha confesado y ha expresado su fe
en el misterio de Dios, es decir, en su Unidad y en su Trinidad. Como no es posible
abarcar la riquísima historia de fe y de pensamiento, nos ocuparemos de algunos puntos
clave pertenecientes a los primeros siglos.
Se busca, por un lado, conocer cómo la fe en la Trinidad ha sido confesada, celebrada y
predicada universalmente desde los comienzos del cristianismo; y, por otro, conocer el
esfuerzo intelectual y teológico realizado para conseguir expresar esta fe con precisión
de lenguaje y de conceptos. Se trata de un desarrollo doctrinal que debe ser leído desde
la Sagrada Escritura y, a su vez, la Sagrada Escritura debe ser leída desde el esfuerzo de
comprensión que de la doctrina trinitaria ha tenido la Iglesia a lo largo de los siglos.

La vida de la Iglesia es esencialmente trinitaria. En el Nuevo Testamento y en la


primera predicación de la Iglesia, la enseñanza sobre la Unidad y Trinitaria y por y en el
Hijo de Dios hecho hombre, constituyen un todo indivisible. Jesucristo nos salva,
porque es el hijo de Dios y nos salva por medio de su Pasión, Muerte y Resurrección;
nos salva en Sí mismo, como la vid da vida al sarmiento que le está unido (cf. Jn 15, 5).
Y es que la salvación del hombre consiste en la participación en la vida íntima de Dios
que se nos comunica en Jesucristo, pues en Él somos hechos hijos de adopción por el
Espíritu Santo.

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