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Vialucis

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PRIMERA ESTACIÓN.

¡CRISTO VIVE!: ¡HA RESUCITADO!

En la ciudad santa, Jerusalén, la noche va dejando paso al Primer Día de la


semana. Es un amanecer glorioso, de alegría desbordante, porque Cristo ha
vencido definitivamente a la muerte. ¡Cristo vive! ¡Aleluya!

Del Evangelio según San Mateo 28, 1-7. (cf. Mc 16, 1-8; Lc, 24, 1-9; Jn 20, 1-
2).

Comentario

En los sepulcros suele poner "aquí yace", en cambio en el de Jesús el epitafio


no estaba escrito sino que lo dijeron los ángeles: "¿Por qué buscáis entre los
muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado" (Lc 24, 5-6).

Cuando todo parece que está acabado, cuando la muerte parece haber dicho la
última palabra, hay que proclamar llenos de gozo que Cristo vive, porque ha
resucitado. Esa es la gran noticia, la gran verdad que da consistencia a nuestra
fe, que llena de una alegría desbordante nuestra vida, y que se entrega a
todos: "hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Noticia" (1 Pe 4, 6),
porque Jesús abrió las puertas del cielo a los justos que murieron antes que Él.

Cristo, que ha querido redimirnos dejándose clavar en un madero,


entregándose plenamente por amor, ha vencido a la muerte. Su muerte
redentora nos ha liberado del pecado, y ahora su resurrección gloriosa nos ha
abierto el camino hacia el Padre.

Oración

Señor Jesús, hemos querido seguirte en los momentos difíciles de tu Pasión y


Muerte, sin avergonzarnos de tu cruz redentora. Ahora queremos vivir contigo
la verdadera alegría, la alegría que brota de un corazón enamorado y
entregado, la alegría de la resurrección. Pero enséñanos a no huir de la cruz,
porque antes del triunfo suele estar la tribulación. Y sólo tomando tu cruz
podremos llenarnos de ese gozo que nunca acaba.

SEGUNDA ESTACIÓN.
EL ENCUENTRO CON MARÍA MAGDALENA.

María Magdalena, va al frente de las mujeres que se dirigen al sepulcro para


terminar de embalsamar el cuerpo de Jesús. Llora su ausencia porque ama,
pero Jesús no se deja ganar en generosidad y sale a su encuentro.

Del Evangelio según San Juan 20, 10-18 (cf. Mc 16, 9-11; Mt 28, 9-10).

Comentario

La Magdalena ama a Jesús, con un amor limpio y grande. Su amor está hecho
de fortaleza y eficacia, como el de tantas mujeres que saben hacer de él
entrega. María ha buscado al Maestro y la respuesta no se ha hecho esperar:
el Señor reconoce su cariño sin fisuras, y pronuncia su nombre. Cristo nos
llama por nuestros nombres, personalmente, porque nos ama a cada uno. Y a
veces se oculta bajo la apariencia del hortelano, o de tantos hombres o
mujeres que pasan, sin que nos demos cuenta, a nuestro lado.

María Magdalena, una mujer, se va a convertir en la primera mensajera de la


Resurrección: recibe el dulce encargo de anunciar a los apóstoles que Cristo ha
resucitado.

Oración

Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, la tradición cristiana nos dice
que la primera visita de tu Hijo resucitado fue a ti, no para fortalecer tu fe, que
en ningún momento había decaído, sino para compartir contigo la alegría del
triunfo. Nosotros te queremos pedir que, como María Magdalena, seamos
testigos y mensajeros de la Resurrección de Jesucristo, viviendo contigo el
gozo de no separarnos nunca del Señor.

TERCERA ESTACIÓN.
JESÚS SE APARECE A LAS MUJERES

Las mujeres se ven desbordadas por los hechos: el sepulcro está vacío y un
ángel les anuncia que Cristo vive. Y les hace un encargo: anunciadlo a los
apóstoles. Pero la mayor alegría es ver a Jesús, que sale a su encuentro.

Del Evangelio según San Mateo 28, 8-10.

Comentario

Las mujeres son las primeras en reaccionar ante la muerte de Jesús. Y obran
con diligencia: su cariño es tan auténtico que no repara en respetos humanos,
en el qué dirán. Cuando embalsamaron el cuerpo de Jesús lo tuvieron que
hacer tan rápidamente que no pudieron terminar ese piadoso servicio al
Maestro. Por eso, como han aprendido a querer, a hacer las cosas hasta el
final, van a acabar su trabajo. Son valientes y generosas, porque aman con
obras. Han echado fuera el sueño y la pereza y, antes de despuntar el día, ya
se encaminan hacia el sepulcro. Hay dificultades objetivas: los soldados, la
pesada piedra que cubre la estancia donde está colocado el Señor. Pero ellas
no se asustan porque saben poner todo en manos de Dios.

Oración

Señor Jesús, danos la valentía de aquellas mujeres, su fortaleza interior para


hacer frente a cualquier obstáculo. Que, a pesar de las dificultades, interiores
o exteriores, sepamos confiar y no nos dejemos vencer por la tristeza o el
desaliento, que nuestro único móvil sea el amor, el ponernos a tu servicio
porque, como aquellas mujeres, y las buenas mujeres de todos los tiempos,
queremos estar, desde el silencio, al servicio de los demás.

CUARTA ESTACIÓN.
LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL SEPULCRO DE CRISTO

Para ratificar la resurrección de Cristo, Dios permitió que hubiera unos testigos
especiales: los soldados puestos por los príncipes de los sacerdotes,
precisamente para evitar que hubiera un engaño.

Del Evangelio según San Mateo 28, 11-15.

Comentario

Los enemigos de Cristo quisieron cerciorarse de que su cuerpo no pudiera ser


robado por sus discípulos y, para ello, aseguraron el sepulcro, sellando la
piedra y montando la guardia. Y son precisamente ellos quienes contaron lo
ocurrido. Qué acertado es el comentario de un Padre de la Iglesia cuando dice
a los soldados: "Si dormíais ¿por qué sabéis que lo han robado?, y si los habéis
visto, ¿por qué no se lo habéis impedido?". Pero no hay peor ciego que el que
no quiere ver.

En lugar de creer, los sumos sacerdotes y los ancianos quieren ocultar el


acontecimiento de la Resurrección y, con dinero, compran a los soldados,
porque la verdad no les interesa cuando es contraria a lo que ellos piensan.
Oración

Señor Jesús, danos la limpieza de corazón y la claridad de mente para


reconocer la verdad. Que nunca negociemos con la ella para ocultar nuestras
flaquezas, nuestra falta de entrega, que nunca sirvamos a la mentira, para
sacar adelante nuestros intereses. Que te reconozcamos, Señor, como la
Verdad de nuestra vida.

QUINTA ESTACIÓN.
PEDRO Y JUAN CONTEMPLAN EL SEPULCRO VACÍO

Los apóstoles han recibido con desconfianza la noticia que les han dado las
mujeres. Están confusos, pero el amor puede más. Por eso Pedro y Juan se
acercan al sepulcro con la rapidez de su esperanza.

Del Evangelio según San Juan 20, 3-10 (cf. Lc 24, 12).

Comentario

Pedro y Juan son los primeros apóstoles en ir al sepulcro. Han llegado


corriendo, con el alma esperanzada y el corazón latiendo fuerte. Y comprueban
que todo es como les han dicho las mujeres. Hasta los más pequeños detalles
de cómo estaba el sudario quedan grabados en su interior, y reflejados en la
Escritura. Cristo ha vencido a la muerte, y no es una vana ilusión: es un hecho
de la historia, que va a cambiar la historia. Después de este hecho, el Señor
saldría al encuentro de Pedro, como expresión de la delicadeza de su amor; y
así, el que llegaría a ser Cabeza de los Apóstoles, y tendría que confirmarlos en
la fe, recibió una visita personal de Jesús. Así nos lo cuenta Pablo y Lucas:
"[Cristo] se apareció a Cefas y luego a los Doce" (1 Cor 15, 5; cf. Lc 24, 34).

Oración

Señor Jesús, también nosotros como Pedro y Juan, necesitamos encaminarnos


hacia Ti, sin dejarlo para después. Por eso te pedimos ese impulso interior
para responder con prontitud a lo que puedas querer de nosotros. Que
sepamos escuchar a los que nos hablan en tu nombre para que corramos con
esperanza a buscarte.

SEXTA ESTACIÓN.
JESÚS EN EL CENÁCULO MUESTRA SUS LLAGAS A LOS APÓSTOLES
Los discípulos están en el Cenáculo, el lugar donde fue la Última Cena.
Temerosos y desesperanzados, comentan los sucesos ocurridos. Es entonces
cuando Jesús se presenta en medio de ellos, y el miedo da paso a la paz.

Del Evangelio según San Lucas 24, 36-43 (cf. Mc 16, 14-18; Jn, 20, 19-23).

Comentario

Cristo resucitado es el mismo Jesús que nació en Belén y trabajó durante años
en Nazaret, el mismo que recorrió los caminos de Palestina predicando y
haciendo milagros, el mismo que lavó los pies a sus discípulos y se entregó a
sus enemigos para morir en la Cruz. Jesucristo, el Señor que es verdadero Dios
y hombre verdadero. Pero los apóstoles apenas pueden creerlo: están
asustados, temerosos de correr su misma suerte. Es entonces cuando se
presenta en medio de ellos, y les muestra sus llagas como trofeo, la señal de
su victoria sobre la muerte y el pecado. Con ellas nos ha rescatado. Han sido el
precio de nuestra redención. No es un fantasma. Es verdaderamente el mismo
Jesús que los eligió como amigos, y ahora come con ellos. El Señor, que se ha
encarnado por nosotros, nos quiere mostrar, aún más explícitamente, que la
materia no es algo malo, sino que ha sido transformada porque Jesús la ha
asumido.

Oración

Señor Jesús, danos la fe y la confianza para descubrirte en todo momento,


incluso cuando no te esperamos. Que seas para nosotros no una figura lejana
que existió en la historia, sino que, vivo y presente entre nosotros, ilumines
nuestro camino en esta vida y, después, transformes nuestro cuerpo frágil en
cuerpo glorioso como el tuyo.

SÉPTIMA ESTACIÓN.
EN EL CAMINO DE EMAÚS

Esa misma tarde dos discípulos vuelven desilusionados a sus casas. Pero un
caminante les devuelve esperanza. Sus corazones vibran de gozo con su
compañía, sin embargo sólo se les abren los ojos al verlo partir el pan.

Del Evangelio según San Lucas 24, 13-32

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día a una aldea llamada
Emaús (...). Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se
puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo (...) Y
comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se
refería a Él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, Él les hizo
ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron diciendo: "Quédate con
nosotros porque atardece y el día va de caída". Y entró para quedarse con
ellos.

Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se


lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció.
Ellos comentaron: "¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino y nos explicaba las Escrituras?"

(cf. Mc 16, 12-13)

Comentario

Los de Emaús se iban tristes y desesperanzados: como tantos hombres y


mujeres que ven con perplejidad cómo las cosas no salen según habían
previsto. No acaban de confiar en el Señor. Sin embargo Cristo "se viste de
caminante" para iluminar sus pasos decepcionados, para recuperar su
esperanza. Y mientras les explica las Escrituras, su corazón, sin terminar de
entender, se llena de luz, "arde" de fe, alegría y amor. Hasta que, puestos a la
mesa, Jesús parte el pan y se les abren la mente y el corazón. Y descubren
que era el Señor. Nosotros comprendemos con ellos que Jesús nos va
acompañando en nuestro camino diario para encaminarnos a la Eucaristía:
para escuchar su Palabra y compartir el Pan.

Oración

Señor Jesús, ¡cuántas veces estamos de vuelta de todo y de todos! ¡tantas


veces estamos desengañados y tristes! Ayúdanos a descubrirte en el camino
de la vida, en la lectura de tu Palabra y en la celebración de la Eucaristía,
donde te ofreces a nosotros como alimento cotidiano. Que siempre nos lleve a
Ti, Señor, un deseo ardiente de encontrarte también en los hermanos.

OCTAVA ESTACIÓN.
JESÚS DA A LOS APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR LOS PECADOS.

Jesús se presenta ante sus discípulos. Y el temor de un primer momento da


paso a la alegría. Va a ser entonces cuando el Señor les dará el poder de
perdonar los pecados, de ofrecer a los hombres la misericordia de Dios.

Del Evangelio según San Juan 20, 19-23 (cf. Mc 16, 14; Lc 24, 36-45).

Comentario

Los apóstoles no han terminado de entender lo que ha ocurrido en estos días,


pero eso no importa ahora, porque Cristo está otra vez junto a ellos. Vuelven a
vivir la intimidad del amor, la cercanía del Maestro. Las puertas están cerradas
por el miedo, y Él les va a ayudar a abrir de par en par su corazón para acoger
a todo hombre. Durante la Última Cena les dio el poder de renovar su entrega
por amor: el poder de celebrar el sacrificio de la Eucaristía. En estos
momentos, les hace partícipes de la misericordia de Dios: el poder de perdonar
los pecados. Los apóstoles, y con ellos todos los sacerdotes, han acogido este
regalo precioso que Dios otorga al hombre: la capacidad de volver a la amistad
con Dios después de haberlo abandonado por el pecado, la reconciliación.

Oración

Señor Jesús, que sepamos descubrir en los sacerdotes otros Cristos, porque
has hecho de ellos los dispensadores de los misterios de Dios. Y, cuando nos
alejemos de Ti por el pecado, ayúdanos a sentir la alegría profunda de tu
misericordia en el sacramento de la Penitencia. Porque la Penitencia limpia el
alma, devolviéndonos tu amistad, nos reconcilia con la Iglesia y nos ofrece la
paz y serenidad de conciencia para reemprender con fuerza el combate
cristiano.

NOVENA ESTACIÓN.
JESÚS FORTALECE LA FE DE TOMÁS.

Tomás no estaba con los demás apóstoles en el primer encuentro con Jesús
resucitado. Ellos le han contado su experiencia gozosa, pero no se ha dejado
convencer. Por eso el Señor, ahora se dirige a él para confirmar su fe.

Del Evangelio según San Juan 20, 26-29

Comentario

Tomás no se deja convencer por las palabras, por el testimonio de los demás
apóstoles, y busca los hechos: ver y tocar. Jesús, que conoce tan íntimamente
nuestro corazón, busca recuperar esa confianza que parece perdida. La fe es
una gracia de Dios que nos lleva reconocerlo como Señor, que mueve nuestro
corazón hacia Él, que nos abre los ojos del espíritu. La fe supera nuestras
capacidades pero no es irracional, ni algo que se imponga contra nuestra
libertad: es más bien una luz que ilumina nuestra existencia y nos ayuda y
fortalece para reconocer la verdad y aprender a amarla. ¡Qué importante es
estar pegados a Cristo, aunque no lo sintamos cerca, aunque no lo toquemos,
aunque no lo veamos!

Oración

Señor Jesús, auméntanos la fe, la esperanza y el amor. Danos una fe fuerte y


firme, llena de confianza. Te pedimos la humildad de creer sin ver, de esperar
contra toda esperanza y de amar sin medida, con un corazón grande. Como
dijiste al apóstol Tomás, queremos, aún sin ver, rendir nuestro juicio y
abrazarnos con firmeza a tu palabra y al magisterio de la Iglesia que has
instituido, para que tu Pueblo permanezca en la verdad que libera.

DÉCIMA ESTACIÓN.
JESÚS RESUCITADO EN EL LAGO DE GALILEA

Los apóstoles han vuelto a su trabajo: a la pesca. Durante toda la noche se


han esforzado, sin conseguir nada. Desde la orilla Jesús les invita a empezar
de nuevo. Y la obediencia les otorga una muchedumbre de peces.

Del Evangelio según San Juan 21, 1-6a

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de
Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás
apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos
discípulos suyos. Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar". Ellos contestan:
"Vamos también nosotros contigo". Salieron y se embarcaron; y aquella noche
no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la
orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: "Muchachos,
¿tenéis pescado?". Ellos contestaron: "No". Él les dice: "Echad la rea a la
derecha de la barca y encontraréis". La echaron, y no tenían fuerzas para
sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le
dice a Pedro: "Es el Señor".

Comentario

En los momentos de incertidumbre, los apóstoles se unen en el trabajo con


Pedro. La barca de Pedro, el pescador de Galilea, es imagen de la Iglesia,
cuyos miembros, a lo largo de la historia están llamados a poner por obra el
mandato del Señor: "seréis pescadores de hombres". Pero no vale únicamente
el esfuerzo humano, hay que contar con el Señor, fiándonos de su palabra, y
echar las redes. En las circunstancias difíciles, cuando parece que
humanamente se ha puesto todo por nuestra parte, es el momento de la
confianza en Dios, de la fidelidad a la Iglesia, a su doctrina. El apostolado, la
extensión del Reino, es fruto de la gracia de Dios y del esfuerzo y docilidad del
hombre. Pero hay que saber descubrir a Jesús en la orilla, con esa mirada que
afina el amor. Y Él nos premiará con frutos abundantes.

Oración

Señor Jesús, haz que nos sintamos orgullosos de estar subidos en la barca de
Pedro, en la Iglesia. Que aprendamos a amarla y respetarla como madre.
Enséñanos, Señor, a apoyarnos no sólo en nosotros mismos y en nuestra
actividad, sino sobre todo en Ti. Que nunca te perdamos de vista, y sigamos
siempre tus indicaciones, aunque nos parezcan difíciles o absurdas, porque
sólo así recogeremos frutos abundantes que serán tuyos, no nuestros.

UNDÉCIMA ESTACIÓN.
JESÚS CONFIRMA A PEDRO EN EL AMOR

Jesús ha cogido aparte a Pedro porque quiere preguntarle por su amor. Quiere
ponerlo al frente de la naciente Iglesia. Pedro, pescador de Galilea, va a
convertirse en el Pastor de los que siguen al Señor.

Del Evangelio según San Juan 21, 15-19.

Comentario

Pedro, el impulsivo, el fogoso, queda a solas con el Señor. Y se siente


avergonzado porque le ha fallado cuando más lo necesitaba. Pero Jesús no le
reprocha su cobardía: el amor es más grande que todas nuestras miserias. Le
lleva por el camino de renovar el amor, de recomenzar, porque nunca hay
nada perdido. Las tres preguntas de Jesús son la mejor prueba de que Él sí es
fiel a sus promesas, de que nunca abandona a los suyos: siempre está abierta,
de par en par, la puerta de la esperanza para quien sabe amar. La respuesta
de Cristo, Buen Pastor, es ponerle a él y a sus Sucesores al frente de la
naciente Iglesia, para pastorear al Pueblo de Dios con la solicitud de un padre,
de un maestro, de un hermano, de un servidor. Así, Pedro, el primer Papa, y
luego sus sucesores son "el Siervo de los siervos de Dios".

Oración

Señor Jesús, que sepamos reaccionar antes nuestros pecados, que son
traiciones a tu amistad, y volvamos a Ti respondiendo al amor con amor.
Ayúdanos a estar muy unidos al sucesor de Pedro, al Santo Padre el Papa, con
el apoyo eficaz que da la obediencia, porque es garantía de la unidad de la
Iglesia y de la fidelidad al Evangelio.

DUODÉCIMA ESTACIÓN.
LA DESPEDIDA: JESÚS ENCARGA SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES

Antes de dejar a sus discípulos el Señor les hace el encargo apostólico: la tarea
de extender el Reino de Dios por todo el mundo, de hacer llegar a todos los
rincones la Buena Noticia.

Del Evangelio según San Mateo 28, 16-20. cf. Lc 24, 44-48.

Comentario

Los últimos días de Jesús en la tierra junto a sus discípulos debieron quedar
muy grabados en sus mentes y en sus corazones. La intimidad de la amistad
se ha ido concretando con la cercanía del resucitado, que les ha ayudado a
saborear estos últimos instantes con Él. Pero el Señor pone en su horizonte
toda la tarea que tienen por delante: "Id al mundo entero...". Ese es su
testamento: hay que ponerse en camino para llevar a todos el mensaje que
han visto y oído. Están por delante las tres grandes tareas de todo apóstol, de
todo cristiano: predicar, hablar de Dios para que la gente crea; bautizar, hacer
que las personas lleguen a ser hijos de Dios, que celebren los sacramentos; y
vivir según el Evangelio, para parecerse cada día más a Jesús, el Maestro, el
Señor.

Oración

Señor Jesús, que llenaste de esperanza a los apóstoles con el dulce mandato
de predicar la Buena Nueva, dilata nuestro corazón para que crezca en
nosotros el deseo de llevar al mundo, a cada hombre, a todo hombre, la
alegría de tu Resurrección, para que así el mundo crea, y creyendo sea
transformado a tu imagen.
DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN
JESÚS ASCIENDE AL CIELO

Cumplida su misión entre los hombres, Jesús asciende al cielo. Ha salido del
Padre, ahora vuelve al Padre y está sentado a su derecha. Cristo glorioso está
en el cielo, y desde allí habrá de venir como Juez de vivos y muertos.

De los Hechos de los Apóstoles 1, 9-11 (cf. Mc 16, 19-20; Lc 24, 50-53).

Comentario

Todos se han reunido para la despedida del Maestro. Sienten el dolor de la


separación, pero el Señor les ha llenado de esperanza. Una esperanza firme:
"Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo". Por eso los
ángeles les sacan de esos primeros instantes de desconcierto, de "mirar al
cielo". Es el momento de ponerse a trabajar, de emplearse a fondo para llevar
el mensaje de alegría, la Buena Noticia, hasta los confines del mundo, porque
contamos con la compañía de Jesús, que no nos abandona. Y no podemos
perder un instante, porque el tiempo no es nuestro, sino de Dios, para
quemarlo en su servicio.

Jesucristo ha querido ir por delante de nosotros, para que vivamos con la


ardiente esperanza de acompañarlo un día en su Reino. Y está sentado a la
derecha del Padre, hasta que vuelva al final de los tiempos.

Oración

Señor Jesús, tu ascensión al cielo nos anuncia la gloria futura que has
destinado para los que te aman. Haz, Señor, que la esperanza del cielo nos
ayude a trabajar sin descanso aquí en la tierra. Que no permanezcamos nunca
de brazos cruzados, sino que hagamos de nuestra vida una siembra continua
de paz y de alegría.

DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN
LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS

La promesa firme que Jesús ha hecho a sus discípulos es la de enviarles un


Consolador. Cincuenta días después de la Resurrección, el Espíritu Santo se
derrama sobre la Iglesia naciente para fortalecerla, confirmarla, santificarla.
De los Hechos de los Apóstoles 2, 1-4

Comentario

Jesús, el Hijo de Dios, está ya en el cielo, pero ha prometido a sus amigos que
no quedarán solos. Y fiel a la promesa, el Padre, por la oración de Jesús, envía
al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Muy pegados a
la Virgen, Madre de la Iglesia, reciben el Espíri tu Santo. Él es el que llena de
luz la mente y de fuego el corazón de los discípulos para darles la fuerza y el
impulso para predicar el Reino de Dios. Queda inaugurado el "tiempo de la
Iglesia". A partir de este momento la Iglesia, que somos todos los bautizados,
está en peregrinación por este mundo. El Espíritu Santo la guía a lo largo de la
historia de la humanidad, pero también a lo largo de la propia historia personal
de cada uno, hasta que un día participemos del gozo junto a Dios en el cielo.

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