El - Error - en - Medicina - Prof. Gerardo - Álvarez - 2021

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Catalogación Editorial Ciencias Médicas

Álvarez Álvarez, Gerardo.


El error en medicina/ Gerardo Álvarez Álvarez. —La Habana: Editorial
Ciencias Médicas, 2021.
118 p.: tab. -- (Ciencias Médicas).
-
-
Errores Médicos, Errores de Medicación, Errores Diagnósticos, Diagnóstico Erróneo,
Mala Praxis, Ética Médica
WB 100

Cómo citar:
Álvarez Álvarez G. El error en medicina [Internet]. La Habana: Editorial Ciencias Médicas;
2021. Disponible en: http://www.bvs.sld.cu/libros/el_error_medicina/indice_p.htm

Edición: Lic. Sandra Urribarres Justiz


Diseño realización: DCV. Amanda Rodríguez Sánchez
Maquetación: Téc. Amarelis González La O

© Gerardo Álvarez Álvarez, 2021


© Sobre la presente edición:
Editorial Ciencias Médicas, 2021

ISBN 978-959-313-928-1 (PDF)


ISBN 978-959-313-929-8 (Epub)

Editorial Ciencias Médicas


Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas
Calle 23 No. 654, entre D y E, El Vedado, La Habana
CP 10400, Cuba
Teléfono: +53 7 836 1893
Correo electrónico: [email protected]
Sitio web: www.ecimed.sld.cu
Autor

Gerardo Álvarez Álvarez


Doctor en Ciencias Médicas
Máster en Psicología Médica
Especialista de II Grado en Medicina Interna
Profesor Titular y Consultante
Investigador Titular
Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara
Dedicatoria

A la memoria de mi madre, Aurora Gala Álvarez Sánchez, por haberme


formado como ser humano y apoyarme incondicionalmente en toda mi
gestión como profesional.

A la gallega, Geri, George, a los vástagos del primero, JM y MJ.

A mis profesores de siempre, José Francisco Martínez Delgado, Luis Ma-


nuel de Jesús Martin García, Ángel Medel Díaz Alba, Rolando Cuadrado
Machado, Rafael González Rubio y Antonio Artiles Artiles, por todo lo que
aportaron a mi formación como internista, dignos ejemplos de la profesión
médica. Mi agradecimiento imborrable e intacto.

A la memoria de mi coterráneo, amigo y colega, el Dr. Jorge Rubén Rodrí-


guez Pérez.

A todos los colegas que comparten tan digna misión.A los que se inician
o cursan los estudios de Medicina con la finalidad y el deseo permanente
de que cada vez sean mejores profesionales en tan dadivosa gestión.
Prólogo

Los profesionales de la salud, en general, y los médicos en lo particular,


deberían conocer que tienen un enemigo poderoso que siempre los ace-
cha, que es el responsable principal de su posible ineficiente trabajo, de su
mala praxis, en fin, de la calidad comprometida de una asistencia médica
oportuna, eficaz y con alta eficiencia como corresponde a una profesión
de tan elevado altruismo. A la atención médica los enfermos y sus fami-
liares acuden como recurso salvador para recuperar su estado de salud;
en muchas ocasiones, paradójicamente, reciben los efectos nefastos de
los errores que se pueden cometer en el desempeño de tal función.

Es cierto que de esto se habla muy poco y hay insuficientes publicaciones


médicas al respecto. En un artículo publicado por la revista Medicentro
Electrónico del pasado año (2019), específicamente en el tercer número,
aparece un trabajo del profesor Dr. C. Gerardo Álvarez Álvarez en el cual
se aborda, con profundidad, aspectos sobre el error en medicina. El citado
trabajo despertó el interés de algunas publicaciones internacionales y ca-
sas editoriales por estimarlo oportuno, con información bien estructurada
y de utilidad para todos los que ejercen las profesiones encargadas de la
atención a los pacientes. En igual medida, en la segunda edición del libro
Temas de guardia médica –de la casa editorial ECIMED, también el propio
autor realizó un trabajo, quizás más explícito, sobre el mismo tema.

Al parecer estos señalamientos han sido la motivación principal para


que el escritor considerara prudente revisar y realizar un texto de mayor
envergadura, profundidad y alcance sobre los errores en diferentes es-
pecialidades médicas. En este se incluyen aspectos, entre varios, de las
diferentes particularidades galénicas, sobre la atención de enfermería y
de los medios auxiliares diagnósticos, así como el abordaje de elementos
éticos, bioéticos, mala praxis, responsabilidad legal y matices de orden
psicológico y cognitivos, de la metacognición, además de tratar diferentes
consideraciones sobre el razonamiento médico, del método clínico, base
esencial para conocer a profundidad y certeza la entidad clínica que pre-
senta el paciente y base para la instauración de un tratamiento oportuno
que posibilite o facilite el restablecimiento del estado de salud del enfermo
o al menos el regreso al estado anterior a la dolencia actual.

Es un honor prologar este libro del doctor Gerardo Álvarez Álvarez, quien
a lo largo de los años ha mostrado un marcado interés en transmitir
conocimientos para el colectivo de especialistas que con certeza ha sabido
conducir, inicialmente como jefe del Servicio de Medicina del Hospital
Provincial Docente Clínico Quirúrgico de Santa Clara, y posteriormente
durante muchos lustros, al frente de la cátedra de Clínica Médica del
actual Hospital Universitario Arnaldo Milián Castro de Santa Clara, Villa
Clara. En igual medida, considero que el presente texto puede resultar de
notable utilidad para los educandos del sector, los internos y residentes
de disimiles especialidades, así como para los noveles especialistas
que comienzan a transitar en una larga carrera donde los errores en el
desempeño de sus actuaciones tienen un alto costo, tanto en lo personal
como en lo institucional y, lo que es peor, para los enfermos y su familia.

La obra que se presenta, obviamente, es fruto del esfuerzo personal del


profesor Gerardo Álvarez Álvarez, quien ha obtenido varios reconocimien-
tos en el orden académico, científico e investigativo en nuestro país, con
un aval de experiencia de más de 45 años en diferentes instituciones mé-
dicas nacionales y foráneas, lo cual le ha posibilitado adquirir un amplio
bagaje experiencia en su profesión. Esta experiencia le ha servido como
sustrato para poder afrontar y ejecutar un texto de tamaña envergadura.
Es lamentable que una proporción considerable de las enfermedades
en la actualidad, tengan que ver con efectos nocivos de procedimientos
o tratamientos, por no hablar de diagnósticos erróneos que pretenden
ayudar a los enfermos.

El término yatrogenia se ha identificado con el daño producido por los


médicos o personal afín de la atención a pacientes; se suele condenar lo
iatrogénico en cuanto que la función del médico y de las instituciones de
salud es curar siempre y es muy lamentable que al intentarlo se origine
más daño o se establezca un nuevo daño. Aunque la sociedad se apoya
en el aforismo hipocrático de primun non nocere y condena cualquier daño
causado por el médico, lo justo es interpretarlo en su debida dimensión.
En la actualidad, mundialmente, se le concede un lugar destacado, a tener
siempre en cuenta, al error en medicina, y de lo que se trata es de reco-
nocer la falibilidad de esta profesión y que, aunque errar es de humano,
invariablemente debe tenerse presente que la medicina en ocasiones
puede matar en vez de curar. Por todo lo expresado, puede deducirse la
alta responsabilidad que atañe al médico y a las instituciones de salud en
lograr una seguridad en la atención al paciente. De esto se trata. Es por
ello que considero que esta obra ofrece una información básica y esencial,
de alerta, de cuidado, de apreciaciones para todos los que tenemos el
encargo social de atender pacientes.

Me satisface que el texto que me honro en prologar pueda tener una uti-
lidad inconmensurable para las nuevas y viejas generaciones de galenos,
en Cuba y en otras latitudes, dado que reconoce la falibilidad de nuestra
profesión con el objetivo de trazar correctas estrategias para reducir los
errores al mínimo posible, dado que en muchos lugares y durante mucho
tiempo se ocultaron los errores y los daños iatrogénicos.

Me queda agradecer al Dr. C. Gerardo Álvarez Álvarez por tenerme pre-


sente para este empeño y confío, como él, en que el libro pueda ser de
gran beneficio para todos los lectores interesados en tan apasionante,
conmovedor y delicado tema. Los beneficiados y gratificados serán los
que den la última palabra.

Profesor Dr. Gilberto Rodríguez Álvarez


Especialista en Medicina Interna
Prefacio

Los errores en la medicina, al igual que en la vida cotidiana y en todas


las actividades humanas, han ocurrido siempre, pero solo en años
recientes recibieron mayor atención. Podría decirse que en la década de
1980 algunas publicaciones comienzan a alertar sobre la alta frecuencia
de errores; su mayor mérito fue abrir el camino hacia la necesidad de un
cambio de cultura y de modelo, que muy lentamente empezó a gestarse.

Lamentablemente, nada más alejado de este enfoque ha sido el de la me-


dicina, donde la cultura predominante es la de ocultar el error y generar el
concepto de que solo los incompetentes o irresponsables se equivocan.
Los modelos tradicionales de educación médica refuerzan el concepto
de infalibilidad; se supone que en nuestra actividad no se deben cometer
errores y, por lo tanto, no somos preparados, ni en la Universidad ni en
los años de formación, para cultivar una actitud crítica que nos permita
enfrentar el error. Este concepto de infalibilidad se traslada también a la
población general, lo cual lleva a que la gente tenga la falsa creencia de
que la medicina todo lo puede, aun cuando obviamente no es así.

En la década de 1990, se produce un crecimiento importante en el nú-


mero de publicaciones, y ellas se destaca un estudio conducido por el
Dr. Leape, de la Universidad de Harvard. En él se mostró, por primera vez,
la impresionante magnitud de los errores en medicina y la yatrogenia, los
cuales ocasionaban alrededor de 100 000 muertes y 1 000 000 pacientes
con efectos adversos por año en los EE.UU. A finales de la citada década
el Instituto de Medicina de los Estados Unidos de Norteamérica publi-
có el informe del trabajo (“To err is human: building a safer healthcare
system”) destinado a generar estrategias para el reconocimiento de los
errores y su prevención.

Las fallas en la atención médica y la presencia de equivocaciones, de erro-


res en tal desempeño, es tan antigua como la propia iniciativa de algunos
seres humanos, inicialmente, de dedicarse a brindar auxilio y cuidado a
aquellos que lo necesitaran producto de enfermedades o en etapas finales
de la existencia humana. Generalmente, a través del tiempo, los médicos
comentan, se enorgullecen y hablan de los logros que han alcanzado, de
los méritos en su desempeño, de sus triunfos en el ejercicio profesional, de
su capacidad, su elocuencia, de los diagnósticos difíciles que han logrado
solucionar o las terapéuticas “salvadoras” que han logrado en determi-
nados casos. Obviamente, no es algo común escuchar a un profesional
de la medicina comentar sobre sus fracasos, equivocaciones, yatrogenia
o los errores que ha cometido a lo largo de su vida como médico. Por el
contrario, en ocasiones, muchos médicos se consideran infalibles. Se tra-
ta de los médicos de corte galénico, que no cometen errores o, lo que es
peor, comentan irónicamente sobre aquellos que los han cometido. Como
diría Vladimir Putin: aprender de los errores de otros y eludir aprender de
los propios.

Por las razones expresadas, sobre errores médicos se comenta muy


poco o casi nada, y publicaciones científicas médicas o los libros de
texto específicos se han ocupado muy vagamente de esta problemática
que no deja de ser grave en muchos casos y responsable de la muerte
de muchos pacientes. Paradójicamente, un enfermo acude a un médico
o a una institución de salud en busca de la solución para sus dolencias,
enfermedades o la pérdida de su estado de salud y es muy lamentable
que fallezca o presente graves complicaciones por la inadecuada atención
ofrecida producto de la comisión de uno o varios errores en su cuidado.

Es por ello que una publicación como la que se presenta es oportuna y


acertada. En ella se expresan las diferentes aristas que acompañan la
presencia de los errores médicos, así como los diferentes factores influ-
yentes en que estos puedan suceder en la práctica clínica, donde nadie
está exento de cometer algún error en la atención de sus enfermos, de
manera que siempre es importante tener presente que el objetivo mayor
de la medicina, antes y ahora, es tratar de minimizar en su máxima expre-
sión, aun cuando estemos conscientes de que no podrá ser totalmente
eliminado de nuestra práctica.

Como en nuestra formación como médicos, en los currículos de estudios


académicos, estos temas tampoco son abordados, puede alguien en el
desarrollo de sus saberes y entrenamiento médico considerar que está
libre de cometer errores médicos o, lo que es peor, que no tiene los crite-
rios diáfanos para estimar que se puede aprender de dichos errores. La
clave está en tratar de sacar experiencias fructíferas para mejorar siempre
nuestro desempeño en tales funciones.

Se tiene plena conciencia de que el primer paso en la prevención del error es


aceptar su presencia, y el segundo, la definición del problema. Se requieren
su identificación rutinaria y eficiente, así como la investigación de todos
aquellos profesionales que causen daño al paciente. Solamente cuando
se acepte que el error es una circunstancia inevitable, pero que se puede
disminuir, se podrá pasar de una actitud punitiva a una proactiva en la
que se busquen los factores subyacentes en el sistema que lo facilitaron.

Finalmente, el propósito de este texto es dotar de un elemento necesario


a tomar en consideración siempre por todos aquellos que tenemos la
responsabilidad de la atención a pacientes. Si logramos que en cierta
medida pueda resultar de utilidad y alertar, sobre todo, a los educandos de
la medicina, a los médicos noveles y a los establecidos nuestra intención
habrá sido recompensada.

Muchas gracias.

El autor
Contenido

Introducción/ 1
Capítulo 1. Apuntes históricos sobre la profesión médica y la evolución de los
errores médicos/ 4
Bibliografía/ 8
Capítulo 2. Grandes errores y horrores médicos/ 9
Bibliografía/ 13
Capítulo 3. Consideraciones sobre el método clínico/ 14
Bibliografía/ 17
Capítulo 4. Formas del razonamiento médico/ 19
Acciones activas y acciones automáticas/ 20
Bibliografía/ 23
Capítulo 5. Psicología cognitiva y metacognición/ 24
Psicología cognitiva/ 25
Metacognición/ 26
Bibliografía/ 30
Capítulo 6. La heurística o atajos del pensamiento/ 31
Variedades de heurísticos/ 32
Bibliografía/ 35
Capítulo 7. Ética y bioética ante el error médico/ 36
Bibliografía/ 41
Capítulo 8. Ética frente a tecnología médica/ 42
Bibliografía/ 44
Capítulo 9. Mala práctica médica/ 45
Algo de historia/ 45
Ética médica/ 47
La buena y mala práctica médica/ 47
La responsabilidad médica/ 48
Bibliografía/ 49
Capítulo 10. Errores en medicina clínica/ 50
Errores cotidianos/ 51
Definiciones útiles sobre el error/ 52
Otros conceptos de utilidad/ 52
Clasificación del error médico/ 55
Calidad de la atención médica desde la técnica/ 57
Epidemiologia del error médico/ 57
Causalidad del error médico y factores de riesgo/ 59
Sobre factores de riesgo/ 61
Bibliografía/ 62
Capítulo 11. Errores de diagnóstico/ 64
Mecanismos que intervienen en los errores de diagnóstico y su frecuencia/ 65
Fórmulas para realizar el diagnóstico y tipos de diagnóstico clínicos/ 65
Métodos para la búsqueda del diagnóstico/ 66
Bibliografía/ 67
Capítulo 12. Errores en cirugía/ 69
Errores en la anestesia/ 75
Errores en unidades de atención al grave/ 77
Bibliografía/ 79
Capítulo 13. Errores de laboratorio clínico/ 81
Bibliografía/ 84
Capítulo 14. Errores en imagenología/ 85
Bibliografía/ 88
Capítulo 15. Errores de enfermería/ 89
Errores frecuentes en la enfermería hospitalaria/ 91
Bibliografía/ 93
Capítulo 16. Errores en estomatología/ 95
Bibliografía/ 96
Capítulo 17. El paciente, el médico y el error/ 98
Bibliografía/ 103
Capítulo 18. Implicaciones legales del error médico/ 105
Bibliografía/ 109
Capítulo 19. Misceláneas/ 111
Internet y los errores en la medicina/ 111
Reacciones adversas a hemoderivados/ 112
Los errores en cardiología/ 113
Los errores en neurología/ 114
Reflexiones finales/ 116
Bibliografía/ 117
Introducción

“Los doctores son hombres que prescriben medicinas de las que saben muy poco, para
curar enfermedades de las que saben menos, que ocurren en seres humanos de los que
no saben nada”.

Voltaire

El pensamiento que encabeza este capítulo fue escrito hace siglos por alguien que no
era médico, François Marie Arouet (Voltaire), ensayista, escritor y filósofo, pero que supo
captar, en aquel entonces, la alta responsabilidad de los médicos y personal adjunto, así
como la influencia negativa que se podría presentar en algunas ocasiones. En la actuali-
dad, dista mucho del enunciado, pero puede constituir un mensaje de alerta para mejorar
siempre con calidad, eficiencia y eficacia nuestro desempeño como profesionales de
la medicina. En medicina, y en la vida existen principios inviolables que, no atenderlos,
conocerlos o considerarlos pueden traernos malos resultados.
Aquí hay varias estimaciones: tenemos que conocer la historia relacionada con la
evolución del conocimiento médico y sobre todo, comprender que la ciencia médica
en su evolución es que ha ido obteniendo conocimiento, a los médicos nos acusan de
biologicistas y positivistas porque no atendemos al enfermo de forma integral, por un
lado, y por el otro nos olvidamos del paradigma biopsicosocial. En otro sentido, si toma-
mos en consideración que no conocemos a profundidad y con realismo los errores que
cometemos en nuestra practica medica diaria, y si en el mundo hay estimaciones que
el error médico es un gran responsable de mortalidad en países desarrollados, pues en
forma un tanto impactante, la frase de Voltaire esta precisamente para llamar la aten-
ción y disparar los sistemas de alerta sobre la gran responsabilidad que tienen hacia
los pacientes los que laboran en el sector de la salud, compromiso que se adquiere con
este ejercicio profesional para con los enfermos.
El error en la medicina no comenzó en fechas recientes, hace unas décadas como
afirman algunos, aquel prácticamente se originó desde el mismo comienzo de la atención
a necesitados, de personas o individuos aquejados de dolencias o enfermedades, mejor
definidas con el tiempo. Para no remontarnos, en esta introducción del tema, a etapas
de la humanidad muy lejanas, baste mencionar los siguientes ejemplos:
–– Reportado como caso emblemático en la historia de la medicina chilena, el Dr. Lucas
Sierra, prócer de la cirugía criolla, quien confundió un embarazo con un tumor ute-
rino. El tribunal que lo juzgó consideró el error excusable y no fue condenado, pues
2 El error en medicina

se concluyó que fue una desgracia médica. Esto sucedió en el siglo xix, corrían los
años 1870-1880.
–– En fecha más reciente, los medios de difusión se han hecho eco de la situación de un
paciente lusitano en la quinta década de vida, que fue confinado a vivir por más de
35 años en una silla de ruedas, pues los médicos de asistencia inicialmente confun-
dieron su padecimiento real, una miastenia gravis, con una distrofia muscular. Fue
mal diagnosticado a los 13 años de edad, cuando pudo haber recibido un tratamiento
médico más esperanzador.

Tiempo atrás se publicó en un semanario de alta circulación una columna de opinión


escrita por una periodista que se refería al médico actual y su relación con el paciente.
Señalaba, entre otras consideraciones:

Por generaciones de generaciones el ser médico ha estado rodeado de un aura


particular. En nuestro imaginario y también en el de ellos, han sido especies de
dioses, que llegan a rescatarnos justamente cuando más vulnerables y angustia-
dos estamos (…). En sus acciones está en juego la vida humana y, a cambio de
tanta responsabilidad, la sociedad los ha investido de un alto prestigio (…). Por eso
cuando estamos enfermos y nos encontramos con doctores que parecen ejercer
la medicina solo como una forma de ganarse la vida -lo cual racionalmente no
tendría por qué espantar- y, además, dan señales de haber cambiado el concepto
de paciente por cliente, nos sentimos traicionados y abandonados.

Los errores ocurren en todos los órdenes de la vida ya que, incuestionablemente, for-
man parte de la actividad humana. En la cotidianidad de la vida enfrentamos múltiples
acciones, se emiten juicios y se toman disímiles decisiones, pero de forma simultánea,
por variados, diversos y complejos motivos, se cometen numerosos errores, en ocasiones
en aspectos que se suponen conocer. Abordar en un libro de texto el aspecto, de notable
interés actual, del error en medicina, conlleva una descripción de cómo el facultativo
médico o el personal de apoyo, enfermeras, laboratorio, institución, etc., logran o deben
desempeñar sus funciones para que el fin primario y excelso de la profesión médica se
cumpla: lograr la mayor calidad posible, con el mínimo riesgo, en la atención a nuestros
pacientes. Obviamente tendremos que efectuar un breve recorrido sobre la formación
del médico desde el punto de vista histórico y, como se alcanza el nivel actual de inde-
pendencia y profesionalidad. Sería oportuno comentar sobre el método clínico, las bases
del proceso diagnóstico, elemento imprescindible para la instauración de un régimen
terapéutico racional o la emisión de un pronóstico, del razonamiento clínico o médico,
así como aspectos éticos diversos.
Téngase en cuenta que hasta hace unas décadas no se conocían la verdadera magnitud
de los resultados en los pacientes de la mala práctica médica, que pueden conducir a los
errores médicos (EM), los eventos adversos (EA) o las fallas en el proceso diagnóstico
que representan los errores diagnósticos (ED), que indefectiblemente representan una
Introducción 3

atención medica deficientes y, en muchas ocasiones con severa repercusión para la


integridad física o psíquica de los enfermos.
Por lo expresado, tomando en consideración los datos recientes donde se ubican
los errores médicos como una de las causas de muerte frecuentes en las poblaciones
de casi todos los países del mundo, es oportuno abordar esta temática, con la finali-
dad de profundizar en su génesis y, con ello, tratar de facilitar información sobre los
mecanismos complejos que suceden en el pensamiento de los profesionales de la
medicina y las decisiones que toman y que, cuando se violan, conducen a lamentables
consecuencias en nuestro objeto de estudio, que son los enfermos necesitados de una
atención de alta seguridad y calidad.
Capítulo 1

Apuntes históricos
sobre la profesión médica
y la evolución de los errores médicos
“…una cabeza sin memoria histórica es una plaza sin guarnición”.

Napoleón Bonaparte

Desde antes de nuestra era y a través de los siglos, el ser humano ha sentido la incli-
nación lógica de ayudar a sus semejantes en situaciones de peligro o de procesos en los
que la vida corría riesgo. Es así que va evolucionando de una forma lenta y en ocasiones
dolorosa, todo el accionar para alcanzar algún conocimiento y explicación de los procesos
que afectaban a los semejantes. La medicina racional nació en el mayor esplendor de la
Grecia clásica, en la escuela de Cos, contemporánea del “siglo de oro” de Pericles y su
figura cimera fue un médico que ha pasado a la historia con los sobrenombres de “padre
de la medicina”, “príncipe de la medicina”, “divino viejo” y “oráculo de Cos”: Hipócrates.
Una época de gigantes del trabajo y de la inteligencia humana.
¿Qué hace tan grande y actual a un “médico” que vivió hace 25 siglos? La escuela
hipocrática emancipó a la medicina de la religión, una influencia que por siglos existía
en las medicinas hebrea, egipcia y babilónica, y procedía en Grecia de los asclepiones o
santuarios del culto al dios Esculapio, que se pronunciaba con fuerza contra las tentativas
de explicar las enfermedades de otra manera que no fuera puramente material. Fue una
revolución la que hizo al abandonar la creencia de que un Dios era la fuente de la salud
y la enfermedad.
Un ejemplo claro fue las consideraciones sobre la epilepsia, al decir “que no es en
modo alguno, más divina ni más sagrada que las demás enfermedades, sino que tiene
una causa material, al estimar que su asiento radicaba en el cerebro”. Toda su teoría
humoral constituye una explicación puramente natural de los procesos morbosos y en
cuanto a la terapéutica, quedó exenta de misticismos y la mayoría de las veces era pru-
dente, trataba de no hacer daño, se auxiliaba en la dieta, los ejercicios, los medicamentos
y con un principio básico: vix naturae medicatrix, la naturaleza es la que cura. Se ha dicho,
también, que liberó a la medicina de la filosofía, aunque ni Hipócrates ni nadie podría
sustraerse a una explicación de los hechos que observaba, más aún al rechazar la expli-
Capítulo 1. Apuntes históricos sobre la profesión médica y la evolución... 5

cación religiosa, y al tratar de hacerlo solo podía asumir una concepción filosófica, que
era la forma de pensamiento más desarrollada de entonces. Bouchard sentenció: “no hay
practica medica sin doctrina”. La medicina no puede caminar a la ventura, hace falta tener
alguna concepción doctrinal de una enfermedad si se quiere abordar su tratamiento. La
ciencia estaba en pañales, aquella concepción únicamente podía venir de la filosofía. No
obstante, Hipócrates liberó a la medicina de las exageradas especulaciones filosóficas,
esta fue su segunda dimensión histórica.
La tercera, la que mantiene vigente su memoria, fue el espléndido carácter de su praxis.
Como nadie, hasta entonces, destacó el valor supremo de la observación del enfermo y
la acumulación progresiva de experiencias. Desde entonces estimaba que todo paciente
era una situación nueva y diferente, y en ese sentido de lo singular y contingente, el en-
fermo requería y precisaba de una observación meticulosa y estrecha, apoyada en una
exploración (la de la época) notablemente exigente, pues cada nuevo caso se presentaba
con sus particularidades que quitan todo absoluto a las reglas de la aplicación. Hay una
constante modificación del saber en cada aplicación. En la observación del enfermo era
imprescindible no solo mirar, sino distinguir, comparar, diferenciar y evaluar también su ca-
rácter, intelecto, actividad y sobre todo su subjetividad. De igual forma, individualizaba los
tratamientos, a diferencia de la Escuela de Cnido que lo esquematizaban en grado sumo.
Fue Hipócrates, el primero en confeccionar rudimentos de historias clínicas, y del
valor del método inductivo en el razonamiento dirigido a la búsqueda del diagnóstico,
muchos siglos antes de que Da Costa expresara el sabio enunciado de ir “del síntoma
al diagnóstico”.
Cuatro siglos después de la muerte de Hipócrates nació Galeno, en el Asia Menor griega.
Fue un hombre extraordinario y el médico más famoso de su época. Escribió intensamente
sobre medicina, filosofía, gramática y geografía. Algunos lo consideran fundador de la
medicina experimental por los notables experimentos que realizó, por ejemplo, provocó
una hemiplejia al seccionar la médula espinal, etc. Sin embargo, consideraba que la teoría
era muy superior a la práctica. Se consideraba discípulo de Hipócrates, pero lo inculpó de
“marchar un poco a la ventura”, de no detenerse en asuntos importantes. Hombre culto,
de palabra fácil, inteligente, ingenioso y sagaz, consumado polemista de estilo gallardo
y elocuente, pero con frecuencia, sus éxitos eran más literarios que médicos, hombre
vanidoso y autosuficiente. No obstante, siglos después, el famoso anatomista Vesalio
habría de encontrarle más de 200 errores anatómicos descritos por él.
En terapéutica, abusó de la purga y la sangría, fue creador de la polifarmacia, todo
lo quiso explicar a la luz de la pura teoría. Veía en el organismo la obra perfecta de un
ser supremo y providencial. Aunque no era cristiano pero sus teorías le vinieron como
anillo al dedo a la alta jerarquía eclesiástica y por ello la iglesia asumió los escritos de
Galeno como ley. Hablar contra Galeno era exponerse a represiones, lo cual no favoreció
el desenvolvimiento de la medicina. Siglos después, se conocieron todas los errores e
inexactitudes que defendió este ilustre médico. El galenismo fue sepultado con la obra
6 El error en medicina

de Morgagni (padre de la anatomía patológica y del método anatomoclínico), en tanto


que el hipocratismo quedó definido básicamente como una combinación de experiencia,
razonamiento y sabiduría.
Lo interesante, a nuestro juicio, de estos apuntes y señalización de dos brillantes
médicos de la antigüedad, con sus aciertos y errores, es que pinceladas como las ex-
presadas, le permitieron al profesor Rodríguez Rivera, internista estudioso del método
clínico, señalar que existen o convivimos con dos tendencias en el campo y desarrollo
de la actividad médica cotidiana, bien definidas a su juicio, y opuestas del ejercicio de
la profesión.
El médico hipocrático es aquel que, con el enfermo:
–– Emplea el tiempo necesario.
–– Le escucha con atención.
–– Precisa su historia clínica, lo examina cuidadosamente.
–– Se interesa no solo como paciente sino como persona.
–– No se precipita en establecer el diagnóstico.
–– Utiliza la tecnología médica de una manera racional.
–– Es flexible en su enfoque clínico.
–– Si ignora algo lo dice sin circunloquios, francamente.
–– Utiliza la terapéutica de manera racional.
–– Incorpora las enseñanzas adquiridas a su práctica cotidiana.
–– Individualiza a cada enfermo.
–– Aborda los conflictos psicológicos y sociales de sus pacientes.
–– Reconoce sus errores.

El médico galénico es aquel:


–– Profesional que muestra más afición por los libros que por los enfermos.
–– Le interesan más las teorías en boga y los nuevos fármacos.
–– Rinde culto mayor a la tecnología.
–– Su contacto con el enfermo es breve.
–– No precisa con detalles la historia clínica.
–– Se interesa por los datos biológicos.
–– Elabora hipótesis diagnósticas rápidas.
–– Abusa de los exámenes complementarios.
–– Es amante de la polifarmacia.
–– Asimila poco la experiencia clínica.
–– Esquematiza sus actuaciones en vez de individualizar.
–– Es impersonal en su trato.
–– Es autosuficiente.
–– No reconoce sus errores, se cree infalible.
Capítulo 1. Apuntes históricos sobre la profesión médica y la evolución... 7

Se deduce de lo antedicho, que la medicina actual es una disciplina en la interfaz de


la ciencia y la necesidad humana, de esta forma tiene aspectos que son transcientíficos
y requerimientos que no pueden ser conocidos solo a través de los avances científicos
y que tienen que ser incorporados dentro del evento clínico, dentro de la transacción
esencial y especialmente personal entre el médico y el paciente, conservando siempre
su esencia humanista. Una cosa es la ciencia médica y otra el ejercicio de la medicina,
aunque estén estrechamente relacionadas. La primera estudia la enfermedad como
evento biológico, lo que sucede en el órgano, en la célula, etc.; la medicina se ocupa
del enfermo como evento humano. El enfermo tiene que ser entendido en el sentido
humano.
El objetivo de esta reseña, breve, histórica, es comentar sobre algunos pensadores
médicos que nos antecedieron, no debemos olvidar “que los de hoy no somos más que
simples enanos que cabalgamos sobre los hombros de aquellos gigantes de la medicina”.
En el mundo antiguo se utilizó la frase primun non nocere, como forma concreta de
expresar el necesario humanismo de la atención médica y que señalaba la necesidad
de evitar los malos procedimientos en aquel entonces. En estados como Egipto y la
India existían funcionarios que observaban el cumplimiento de las normas establecidas.
En Babilonia, Mesopotamia, 1750 años a. n. e., con el reinado de Hammurabi, en el
código de leyes se regulaba el trabajo médico y se castigaba severamente los malos
resultados de un tratamiento u operación, según el nivel social del enfermo.
El juramento Hipocrático, del siglo v a. n. e., estableció las bases para la ética y con-
ducta médica, cuyo fin era mejorar su práctica y sus resultados, postulados que están
vigente en la actualidad.
En el siglo xiii de nuestra era, la primera escuela de medicina del mundo en Sa-
lerno, Italia, establece regulaciones del trabajo médico que contenían elementos
de auditoría .
F. Nightingale en 1865, durante la guerra de Crimea, planteó que las leyes de la enfer-
medad podrían modificarse si se relacionaban los resultados con el tratamiento.
Abraham Flexner, en 1910, en su informe al Congreso de los Estados Unidos de
Norteamérica puso al desnudo la pobre calidad de los servicios hospitalarios y de la
docencia, hechos que obligaron a mejorar la atención médica, lo que motivó el comienzo
del control de calidad moderno.
En la década del 90 del siglo xx, se estimó una mayor atención y dedicación de los
científicos al error médico y especialmente en 1999, con el reporte que presentó el
Instituto de Medicina (IOM) al gobierno de Estados Unidos, en el cual se saca a la luz
nuevamente los malos resultados de la atención médica en los hospitales causada
específicamente por el error médico.
En el año 2000, la prestigiosa revista médica British Medical Journal (BMJ), se hizo
eco de la importancia y actualidad de los errores en medicina y publicó un número
completo con esta temática.
8 El error en medicina

Es importante destacar que actualmente la Organización Mundial de la Salud (OMS)


se ocupa del desarrollo de una metodología para el estudio de los eventos adversos
(EA), la seguridad del paciente, y los errores en la atención médica.
Este apretado recuento histórico de la profesión médica, y la evolución de la mala
práctica o de los errores médicos, y su conocimiento desde antaño de su presentación,
constituyen un recordatorio permanente al gremio, sobre lo que debemos mantener una
permanente vigilancia y el trazado de protocolos o medidas que tiendan a su disminución.

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Capítulo 2

Grandes errores y horrores médicos


“El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”.

Confucio.

Resulta de interés revisar la literatura médica para constatar la infinidad de veces


que los médicos han cometido serios errores, incluso algunos de ellos llevados de la
mano por novedosas teorías de la época, que han sustentado y justificado tal o mas
cual proceder que, a la luz de los conocimientos más actualizados, se ha demostrado
lo inútil o perjudicial de aquella actuación médica.
En el capítulo 1 se comentaron diversos procedimientos de control o sanciones que
se establecieron en algunas latitudes para enjuiciar o castigar a los profesionales de la
salud que cometían imprecisiones o dañaban al paciente con su actuación. Ahora, y a
manera de documentación más exacta, para aquilatar la verídica magnitud del problema
que abordamos, se mencionan someramente algunos de tales errores, equivocaciones,
o teorías que en su momento eran, quizás, muy válidas para el conocimiento de la época,
pero que a posteriori se demostró la ineficacia o se descarta su utilidad, obviamente
después de haber ocasionado algún daño a los enfermos que se les aplicaba.
–– En el antiguo Egipto se atribuía a la putrefacción de las heces fecales retenidas en
el intestino la enfermedad y el deterioro progresivo de la vitalidad; esto justificaba
la conveniencia de practicar enemas periódicos. Estas consideraciones siguieron
vigentes a través de los años, dándole peso a ello se habló de la autointoxicación
cuando tal consideración fue certificada por un eminente científico, Elie Metchnikoff
(descubridor de la fagocitosis y Premio Nobel en 1908). Se afirmaba que la constipa-
ción, al permitir la retención prolongada de heces, facilitaba la absorción de toxinas
responsable de numerosos males, desde el acné hasta el envejecimiento prematuro.
Con el devenir del tiempo, prestigiosos cirujanos le dieron valor a la autointoxicación
intestinal, B. Moyniham y sir Arthur Lane, entre varios, a tal extremo que llego a nom-
brarse la estasis intestinal crónica como enfermedad de Lane. Se atribuyó a esta
enfermedad un sinnúmero de males, incluían la hipertensión arterial, la ateroescle-
rosis, artritis reumatoide, cáncer de mama y estomacal, urticaria y envejecimiento,
entre otros. Esto llevo a considerar que el remedio radical de tales enfermedades y
situaciones clínicas fuera practicar una colectomía total o anastomosis ileocólica
con exclusión casi total del intestino grueso. Veinte años más tarde (y millares de
intervenciones quirúrgicas), los estudios científicos de Álvarez y Donaldson, demos-
traron la falsedad de la idea de la autointoxicación intestinal, con lo que perdió cre-
10 El error en medicina

dibilidad y popularidad, y su tratamiento quirúrgico fue cancelado en instituciones


hospitalarias de renombre mundial.
–– Se menciona el caso emblemático, ya citado, en la historia de la medicina chile-
na, cuando el Dr. Lucas Sierra, prócer de la cirugía criolla, confundió un embarazo
con un tumor uterino. El tribunal que lo juzgó consideró el error excusable y no fue
condenado, al concluir que se trataba de una desgracia médica. Esto sucedió en el
siglo xix, entre los años 1870-1880.
–– Durante los años cincuenta del siglo pasado se sospechó y propuso que la ligadura
de la arteria mamaria interna, al favorecer indirectamente un mayor riego sanguíneo
en las arterias coronarias, sería útil en el tratamiento de la angina de pecho. Un grupo
de investigadores, en años subsiguientes, Cobb y colaboradores, así como Dimond
y su grupo de trabajo, se encargaron de demostrar lo inefectivo de este proceder y
jamás ha vuelto a ser empleado.
–– En 1935, el neurólogo portugués A. Ega Moniz fue pionero de la leucotomía prefron-
tal, que consistía en la sección de las conexiones de la corteza prefrontal mediante
la introducción y rotación de un asa de alambre retractable, con objeto de tratar una
variedad de padecimientos mentales: esquizofrenia, depresión, ansiedad, etc. Esta
técnica quirúrgica le valió el Premio Nobel en 1949. Durante el periodo de 1936-1964
se realizaron alrededor de 60 000 lobotomías prefrontales. Fueron incontable los
efectos negativos de este procedimiento debido a que causó serias alteraciones de
la personalidad y trastornos mentales graves en numerosos casos. La lobotomía
prefrontal ha sido calificada como uno de los errores más bárbaros cometidos bajo
el patrocinio de la medicina oficial.
–– En 1962, el doctor Owen Wangeststeen, de la Universidad de Minnesota, EE. UU.,
inventó una técnica de introducción de un globo de hule en el estómago de pacien-
tes con úlcera péptica que, al ser llenado con agua helada, causaba congelación
de la mucosa gástrica seguida de cicatrización de la úlcera. Aclamado por muchos
gastroenterólogos, los resultados parecían ser favorables, aunque no faltaron los
daños iatrogénicos y las recaídas ulcerosas. En 1966, la revisión científica con una
adecuada metodología de la prueba y sus resultados, no demostró tal beneficio, al
menos en plano significativo. En la etiología de la ulcera péptica, por más de medio
siglo, se atribuían hipersecreción ácido péptica debido a estímulos nerviosos o en-
docrinos causados por estrés y factores psicosomáticos. La teoría psicosomática
fue desafiada por dos australianos, Warren y Marshall, quienes aislaron bacterias
previamente despreciadas como saprofitos por los microscopistas, cuando aquellos
las aislaron de la mucosa gástrica inflamada y propusieron que eran las causantes
de la ulcera péptica. Se trataba de la bacteria Helicobacter pylori, después de tratada
se lograba la curación de las úlceras con terapia antibiótica. A partir de aquí, la teoría
psicosomática fue sustituida por la infecciosa en la etiología de la ulcera péptica.
Recibieron el Premio Nobel por tal descubrimiento, al observar una curación de más
del 90 % de los pacientes ulcerosos, pero el alcance ha sido mayor al involucrarse la
bacteria en la etiopatogenia del cáncer y de algunos linfomas del estómago.
Capítulo 2. Grandes errores y horrores médicos 11

–– Con la colitis ulcerosa, actual colitis ulcerativa inmunológica y la enteritis regional de


Crohn, Enfermedades Inflamatorias Intestinales, las teorías psicosomáticas domina-
ron su pretendida etiología, la cual, al pasar del tiempo, y con los conocimientos actua-
les, se ha derrumbado estrepitosamente, para ser sustituida por teorías más sólidas:
la teoría inmunológica. ¿Correrán estas teorías actuales la misma suerte efímera que
las anteriores? Todo estudioso de la historia de la medicina estará de acuerdo en que
esta posibilidad no puede de ninguna manera ser desechada, como se enfatiza en el
artículo “La verdad y el error en medicina, enseñanzas de la historia”, de Jinich.
–– El eminente gastroenterólogo cubano Llanio Navarro R afirmaba en una conferencia,
que a principios de la década de los 50 del pasado siglo xx, la teoría que trataba
de explicar la ocurrencia del infarto agudo de miocardio, tomaba como desencade-
nante de los acontecimientos, una hemorragia de la íntima de los vasos arteriales
coronarios, y esto justificaba el tratamiento con un pro coagulante como la vitamina
K. Unos años después, se demostró todo lo contrario, y se patentizaba que era la
oclusión vascular trombótica lo que originaba el déficit de irrigación al miocardio, y
su consecuencia final era la muerte de la masa muscular miocárdica, que transitaba
por las etapas bien conocidas de: isquemia, lesión y necrosis, por tanto, ahora se
preconizaba el uso de medicamentos anticoagulantes, todo lo contrario a lo antes
establecido.
–– ¿Lo que hoy consideramos un juicio erróneo pudo haber sido verdadero en su tiem-
po? No, porque la verdad en la ciencia no puede ser relativa. No fue nunca un juicio
verdadero, pero pudo haber sido en su tiempo un juicio útil, sin embargo, son acepta-
dos como válidos en tanto son útiles como modelos explicativos de lo que se obser-
va y conoce en un momento dado de la historia. No se debe olvidar que la ciencia y
el conocimiento, en medicina, a veces transitan por bandazos, como señala Álvarez
Álvarez en su libro Pasillo de hospital.
–– Aquí se han señalado, los errores doctrinarios, no el error individual, sino el error de
concepto, el error formulado en un juicio que, hecho dogma, ha sido aceptado como
verdad y ha dado lugar a acciones erróneas e incluso trágicas, durante largos perio-
dos de la historia de la medicina.
–– Ahora se mencionan algunos errores, contemporáneos, individuales, en la actuación
médica:
–– El caso Libby Zion, joven de 18 años que murió algunas horas después de su ingreso
en un Hospital de Nueva York, por una interacción medicamentosa entre un antide-
presivo que tomaba y un analgésico narcótico aplicado en el hospital.
–– Josie King, niña de 2 años de edad, muere en el Hospital Universitario Johns Hopkins
por sobredosis de morfina cuando se encontraba en fase convaleciente de unas
quemaduras.
–– Jessica Santillan, adolescente de 17 años quien, durante un doble trasplante cora-
zón-pulmón, se le transfundió un tipo de sangre equivocado que le produjo rechazo
agudo y muerte cerebral secundaria.
12 El error en medicina

–– Betsy Lehman que murió en 1994 en el Instituto del Cáncer Dana Farber por una so-
bredosis de ciclofosfamida durante un trasplante de medula ósea.
–– El caso de un médico clínico de 45 años, al salir de una sesión de consultorio en
una noche fría, caminando en busca de su auto, comienza con opresión torácica
sin irradiación; al llegar al automóvil y quedarse quieto y sentado, el malestar pasa
rápidamente. Al conducir su carro se reanuda la molestia con iguales características
y al pasar por una clínica se detiene y el dolor nuevamente desaparece. Se decide a
entrar y el dolor al caminar reaparece. Lo internan en la Unidad de Dolor Torácico, ya
sin dolor, que pasó rápidamente una vez más. Después de 12 h, todos los exámenes
habían sido normales: electrocardiograma (ECG), creatinfosfoquinasa (CPK) y tropo-
nina repetidas en rango normal. Se decidió hacerle una cámara gamma con tomo-
grafía computarizada por emisión de fotón único (SPECT) de reposo y esfuerzo que
fue completamente normal a alta carga y le concedieron el alta con el diagnóstico
de: dolor no coronario. Como buen clínico, reconocía en su dolor todas las caracte-
rísticas de un dolor anginoso de reciente comienzo y decidió realizarse por su cuenta
una tomografía computarizada multicortes de 64 cortes, en la que se encontró una
placa blanda en tercio medio de la arteria descendente anterior que obstruía un 30-
40 % de su luz. El diagnóstico correcto de accidente de placa no obstructivo con
un espasmo coronario inicial fue ayudado por la alta sospecha que produjeron los
síntomas y confirmado por una técnica sofisticada reciente, y en notorio contraste
con el algoritmo diagnóstico de la Unidad de Dolor Torácico que no llegó a la confir-
mación, el conocimiento de su situación le permitió realizar el tratamiento adecuado
y la prevención secundaria de su enfermedad de arteria coronaria.
–– En fecha reciente, los medios de difusión han dado a conocer la historia trágica de un
paciente lusitano de 50 años de edad, ya mencionado al inicio de este libro, que es-
tuvo confinado a una silla de ruedas por más de 40 años, al diagnosticársele una dis-
trofia muscular. La revisión médica periódica a que era sometido llegó a concluir que
se trataba de una miastenia gravis, y no la tal distrofia muscular con que había sido
diagnosticado. La miastenia tiene desde hace años un manejo terapéutico acepta-
ble, en independencia de la timectomía que puede realizársele a algunos pacientes
que lo requieran. Su evolución clínica y calidad de vida hubieran sido totalmente
diferentes si se hubiese realizado un diagnóstico certero.

Hay que tener en cuenta que la enfermedad no tiene como referente la realidad objetiva
del enfermo, sino el pensamiento médico vigente. Los datos no tienen significado por sí
mismos, sino en relación a un modelo conceptual del fenómeno que los produce. Las
manzanas venían cayéndose de los árboles mucho antes de que Newton estableciese las
ecuaciones del movimiento de las caídas libres de los cuerpos; la circulación de la sangre
se comportaba de igual forma antes y después de Harvey… “lo que ha ido evolucionando a
lo largo del tiempo es el modelo conceptual establecido por cada científico para explicar
determinado fenómeno”. Las técnicas, ya sean tan novedosas como una tomografía com-
Capítulo 2. Grandes errores y horrores médicos 13

putarizada multicorte de 64 cortes o tan antiguas como un bisturí, no son buenas ni malas:
sirven o no sirven, y aun confunden, según el razonamiento clínico con el que se utilizan.
Sin embargo, con el creciente señuelo de la tecnología médica moderna del siglo xix
se desprecia el valor de las pruebas clínicas básicas. Este valor es oscurecido y puesto
en segundo plano por la creciente restricción del tiempo de atención a los enfermos, la
declinación de las destrezas y la retracción que adopta el médico frente a las relaciones
personales con el paciente. Las pruebas, no importa cuán sofisticadas sean o lleguen a
ser, nunca podrán reemplazar el intrincado vínculo humano que subyace en cada relación
entre el médico y su paciente. Y es posible que este vínculo sea aún más importante en
la medicina con el creciente aporte de pruebas potentes y técnicas agresivas del siglo xix
de lo que era en los tiempos previos a ella, como señaló Hernan C. Doval.
No se debe olvidar nunca que: un enfermero pudiera trasplantar un corazón un día,
un técnico anestesiar a un paciente y un farmacéutico controlar un tratamiento medi-
camentoso complejo. Pero siempre se necesitarán médicos bien formados para que
hagan diagnósticos, piedra angular de la atención médica, ya que de aquí dependen el
tratamiento y sobre todo, el pronóstico.
Decía Ignacio Chávez esta gran verdad que nos parece imperecedera: Ser amos de
las máquinas no sus esclavos, pidiendo a ellas solo la información, no las decisiones;
esas quedan para la reflexión inteligente y la experiencia del clínico. Las máquinas po-
drán hacer muchas cosas. Pero nunca comprender el sufrimiento del enfermo y menos
segar su angustia.

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Capítulo 3

Consideraciones sobre el método clínico


“El médico que se aleja del método clínico, se está aproximando al error en medicina”.
G Álvarez

Un método es una manera de afrontar la realidad objetiva, un recurso para estudiar


determinado fenómeno, un modo, un recurso que utiliza el hombre que está orientado
a la consecución de un fin, a la asimilación del conocimiento de un determinado objeto
o problema, o para tratar un conjunto de problemas. El origen de la palabra proviene del
griego methodos que significa “ir en busca”; con propiedad y literalmente significa seguir
un camino, que no puede ser arbitrario ni errático, sino con un plan preestablecido, con
reglas determinadas y que nos conduzcan al fin propuesto.
Una cuestión relevante en extremo del método, es su contraposición en el sentido
lógico al pensamiento espontáneo, instintivo, y esto ya lo aproxima con el pensamiento
científico. Existe una relación o fórmula, entre la teoría y el método, el contenido deter-
mina el método; por otro lado, para elaborar una teoría también hace falta un método,
una metodología de investigación. Existe multitud de métodos, en dependencia de la
esfera o la ciencia que vaya a aplicarlo, generalmente todos parten de una matriz original
que es el método experimental o científico, ejemplos de métodos: en matemática, las
estadísticas, epidemiológicos, laboratorio, etc. Cada método especial o particular que
se utiliza en las ciencias es importante para determinada etapa de una investigación,
pero existe uno general, universal, válido para todas las ciencias, que se aplica al ciclo
completo de la investigación en el marco de cada problema del conocimiento, porque
hay una sola estructura metódica general subyacente a todas las ciencias. El método
general de las ciencias es el ya mencionado, método científico, cuya paternidad se le
atribuye al médico francés Claude Bernard del siglo xix, aunque con modestia rechazaba
tal consideración, pero incuestionablemente fue el fundador de la fisiología experimental.
Debe destacarse que el experimento es la base, la parte esencial y ejecutiva, así como
el criterio definitivo del método, lo que permite comprobar una hipótesis científica. Se
trata de una observación provocada, con la finalidad de comprobar una idea a priori,
preconcebida, la hipótesis, que, al conformarse a posteriori, pasa a ser una teoría. El
método experimental o científico es un razonamiento por virtud del cual sometemos
metódicamente las ideas a la experiencia de los hechos, los cuales es preciso obtenerlos
exactos y el razonamiento experimental ha de ser riguroso, como única forma de llegar
a conocer la ley de los fenómenos o la problemática que se estudia.
Capítulo 3. Consideraciones sobre el método clínico 15

De los principios del método experimental surgió el método clínico. Es bueno tener
presente que todo médico que atiende enfermos, cada vez que se enfrenta a un nuevo
paciente está realizando una mini investigación, aplica las mismas reglas del método
experimental o científico, pero ahora dirigido no a la experimentación, sino a la atención,
y a desentrañar la enfermedad o el cuadro morboso que presenta el enfermo. Hay que
considerar que todos los pacientes o seres humanos son diferentes, este es único e
irrepetible, no existen dos iguales ni en gemelos univitelinos, amén de las expresiones
clínicas de las enfermedades que pueden variar ostensiblemente de un enfermo a otro;
por tanto, se trata siempre, de una experiencia nueva.
La tarea fundamental del médico es conocer que enfermedad tiene su paciente, para
enfrentar esta tarea básica es necesario tener un orden, una sistematicidad, con regu-
laridad, un método que es el método clínico.
La ciencia clínica define al método clínico como el sistema de procedimientos dirigido
al diagnóstico médico individual, es el método científico particularizado en la ciencia
clínica. Consta de procedimientos o etapas, como:
–– Motivo de consulta
–– Examen clínico.
–– Diagnóstico clínico, hipótesis diagnóstica.
–– Confirmación diagnóstica, medios auxiliares.
–– Diagnóstico médico, análogo a los procedimientos de planteamiento del problema, re-
cogida de información, hipótesis, constatación y comprobación del método científico.

Como el origen del error en medicina es multicausal es preciso abordarlo desde diferen-
tes aristas que pueden influir y decidir su presentación. Es por ello la razón de considerar
algunos aspectos, quizás olvidados por muchos, en esta era de la alta tecnología, de la
principal herramienta de trabajo en la profesión médica, algo que es insustituible para
el mejor desenvolvimiento de aquella: el método clínico. ¿Cuando violamos el método
clínico estamos posibilitando o dando lugar a la aparición de los errores médicos?
Caldwell, en la búsqueda de evitar daños prevenibles en los pacientes, identifica
como principales consecuencias del mal uso del método clínico: errores diagnósticos,
investigaciones excesivas, tratamientos inadecuados, ingresos hospitalarios prolon-
gados, daños prevenibles de todo tipo, incidentes serios evitables, litigios legales,
así como “fatiga clínica” y burnout en los médicos. Todos son vistos como efectos
negativos que tienen repercusiones económicas indiscutibles. La defensa del método
clínico es una cuestión de principios para la atención adecuada de cada persona que
requiere de servicios médicos, pero es justo ratificar que las deficiencias en la relación
médico-paciente y en un método inadecuado pueden dar lugar al uso irracional y mal
planificado de los adelantos tecnológicos, incluyendo las indicaciones de exámenes
complementarios innecesarios, que muchas veces se realizan sin haber escuchado/
interrogado y examinado adecuadamente a los enfermos, o por “complacencia” u otros
criterios, como los derivados de la llamada “medicina defensiva”, o por la aplicación
16 El error en medicina

acrítica y mecánica de protocolos y guías, entre otras. No se pueden dejar de resaltar


las consecuencias negativas -también económicas- para los enfermos y el sistema de
salud, que representan las violaciones de cualquiera de las etapas del método clínico,
cuando se incurre en errores diagnósticos y terapéuticos derivados de su inadecuada
aplicación en los pacientes.
Elementos, más explícitos, que conforman el método clínico:
–– Anamnesis o interrogatorio exhaustivo, primer paso necesario y orientador que co-
bra inmenso valor para la directriz que debemos enfocar en busca del conocimiento
diagnóstico.
–– Examen físico prolijo, que nos posibilitara aproximarnos a conocer las alteraciones
somáticas, detectable por la clínica, que presenta el paciente.
–– Formulación de diagnósticos posibles, las llamadas hipótesis diagnósticas que de-
bemos tratar de confirmar o refutar.
–– Pruebas, exámenes y medios auxiliares diagnósticos que nos permitirán alcanzar el
objetivo o no de confirmación de las hipótesis elaboradas.
–– Conducta que se debe seguir con el enfermo, dirigidas a:
• Orientaciones del estilo de vida e higiénico dietético.
• Terapéutica medicamentosa y de rehabilitación.
• Control y cumplimiento de las indicaciones.
• Tratar de llevar al paciente al estado funcional previo.

Existen principios inviolables del método clínico:


–– Existen enfermos y no enfermedades. Una misma entidad clínica puede presentarse
con diferentes síntomas en dos personas distintas y, una misma afección puede
requerir conductas diferentes en personas diferentes. Ejemplo: el curso clínico de la
apendicitis aguda en un adulto joven y en un adulto de la tercera edad pueden tener
características usuales o inusuales, solo la anamnesis y un examen físico adecuado
podrá aproximarnos al diagnóstico.
–– Adecuada comunicación médico-paciente. Debe lograrse un adecuado nivel de em-
patía entre facultativo y enfermo, así como también con los familiares. Si no se lo-
grara esta adecuada interrelación el paciente no tendrá confianza en el médico o
en su equipo de trabajo y, por tanto, no colaborará lo suficiente en la atención de su
proceso, de su afección.
–– Tratar al paciente como quisiéramos que nos trataran si tuviéramos la afección que
el presenta. Constituye una de las reglas o premisas de oro del método clínico, hay
que ponerse en el lugar del enfermo, procuraremos una atención rápida y eficiente,
con el menor número de molestias añadidas y tratando de obtener los resultados en
tiempo breve que no quiere decir de prisa.
–– No subvalorar la afección o las quejas del paciente. Aunque se tratase de una en-
fermedad o situación banal, el paciente está preocupado por ella, corresponde al
Capítulo 3. Consideraciones sobre el método clínico 17

equipo de atención sanitaria y en particular al médico de asistencia diagnosticarla


y explicarle el carácter benigno del proceso. Recuerde que los facultativos son los
encargados de ello, dado que el enfermo no es médico.
–– Diagnosticar pensando en las afecciones más frecuentes. Hay que ir de las afec-
ciones frecuentes y comunes a las afecciones infrecuentes. Existe un principio en
clínica, que menciona: “no se diagnostica la enfermedad en la que no se piensa”,
pero ello no quiere decir que nos dediquemos a buscar enfermedades inusuales, ra-
ras, excepcionales o infrecuentes, en primer orden. Se debe evaluar integralmente al
enfermo, tomando en consideración sexo, edad, profesión u oficio, el hábitat donde
reside, así como toda la información general que pueda resultar de utilidad.
–– Actuar rápidamente. No quiere decir que se actúe atropelladamente, la pérdida de
tiempo tiende a complicar todas las afecciones ya que no influimos en su evolución.
Sin embargo, nunca debe dejar de hacerse lo que es correcto o adecuado para al-
canzar el diagnóstico.

Como se puede deducir de la información precedente sobre método clínico, este nos
conduce a tratar de forma ordenada, sistemática y correcta, llegar a conocer la enfer-
medad del paciente, pero además proporciona las rutas de investigación adecuadas
por medio de los exámenes auxiliares e incluso nos lleva de la mano para imponer una
terapéutica general, higiénico-dietética y medicamentosa, así como de rehabilitación
para alcanzar la mejoría del enfermo o la restitución a su estado previo al proceso.
Es incuestionable que cuando se violan los pasos y las reglas del método clínico nos
estamos conduciendo por vericuetos que nos pueden llevar a la imprecisión, a labrar o
edificar los errores médicos, dentro de los cuales resalta con un peso extraordinario los
errores de diagnóstico (ED), el diagnóstico certero es la base esencial para la adecuada
atención que necesita y merecen nuestros enfermos. Vale la pena, reiterar, la frase en
forma de cuestionamiento de la British Medical Journal:
¿Qué es lo que los médicos ofrecen (y ofrecerán en el futuro) que no puede ser brin-
dado por otros profesionales de la salud?: “Diagnóstico, diagnóstico, diagnóstico”. A lo
cual podemos añadir, sin una correcta aplicación del método clínico, los médicos van a
divagar en la ruta de encontrar lo que acontece al enfermo, e inevitablemente es caldo
de cultivo, esencial, para la comisión de errores médicos.
Por el valor que encierra reiteramos lo ya comentado: Un enfermero pudiera trasplantar
un corazón un día, un técnico anestesiar a un paciente y un farmacéutico controlar un
tratamiento medicamentoso complejo, pero siempre se necesitarán médicos para que
hagan diagnósticos.

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Capítulo 4

Formas del razonamiento médico


“…si el razonamiento médico es deficiente se abrirá una puerta para el error en medicina…”
G.Álvarez

Realizar un diagnóstico en medicina es considerado parte esencial en el manejo de


los pacientes ya que, de su correcta hipótesis y confirmación dependerá la pertinencia
de la terapia, así como la formulación de un pronóstico acertado. El campo de desarrollo
del razonamiento médico es muy amplio e incluye áreas como el rol de las emociones
y las heurísticas (“atajos en el proceso de pensamiento”) en este proceso.
En los últimos años se ha ido consolidando gran cantidad de información que da
cuenta de los distintos procesos psicológicos involucrados en el razonamiento médico.
Diversos autores han liderado este campo con numerosas publicaciones al respecto,
en lo que se ha dado a conocer como la psicología cognitiva del razonamiento médico.
El proceso diagnóstico pone en marcha numerosos mecanismos mentales, involunta-
rios la mayoría de ellos, que permiten acercarnos a la enfermedad subyacente que tiene
el paciente. Durante la carrera de medicina se enseñan diversos aspectos de la salud y
la enfermedad y, durante el ejercicio de la medicina se incorpora la experiencia al diario
vivir. Sin embargo, hay muchas situaciones en las cuales los pacientes se presentan en
condiciones ambientales difíciles (urgencia), con síntomas atípicos, con alteraciones
psicológicas, en un día pos turno, el último enfermo de una tarde agotadora de pacientes,
etc. En estos momentos la capacidad de diagnóstico disminuye y la interpretación de las
situaciones clínicas es más difícil. El proceso de razonamiento diagnóstico sigue lo que
se conoce como un modelo de razonamiento dual, en el cual dos sistemas participan
en este proceso (Tabla 1).
El denominado sistema 1 de respuesta es un sistema automático e inconsciente y, el
sistema 2 de respuesta es un sistema racional analítico. Ambos sistemas son usados
en la vida diaria y ambos tienen beneficios adaptativos. Por ejemplo, el sistema 1 tiene
las características de ser un mecanismo de respuesta rápido, reflejo, no lineal e influido
por el medio. Es aquel que se pone en juego, por ejemplo, al reconocer un paro cardio-
rrespiratorio, en el cual se generan respuestas inmediatas no conscientes al detectar
este evento, y no una larga racionalización de los mecanismos y causas. El sistema 2,
por otra parte, es un sistema lento, consumidor de tiempo y recursos, lineal y reflexivo.
Es el involucrado en el proceso de racionalización de diagnóstico diferencial verdadero.
20 El error en medicina

Tabla 1. Características de los sistemas de razonamiento 1 y 2


Sistema 1 Sistema 2
Estilo cognitivo Heurístico Sistemático
Alerta Baja Alta
Control consciente Bajo Alto
Automaticidad Alta Baja
Velocidad Alta Baja
Confiabilidad Baja Alta
Esfuerzo Bajo Alto
Poder predictivo Bajo Alto
Influencia emocional Alta Baja
Detalle del proceso diagnóstico Bajo Alto
Rigor científico Bajo Alto

Adaptado de Croskerry P. (2008). Critical thinking and reasoning in emergency medicine. En: Patient
safety in emergency medicine. Capítulo 31:213-218. Wolters Kluwer/Lippincott Williams & Wilkins.

Acciones activas y acciones automáticas


En la medida en que cada acción se apoya en mecanismos ya elaborados, incluyendo
aquellos de su propia regulación, se le considera una acción automática. Cuando se
establecen relaciones en una situación dada y la significación de esas relaciones se
establece por medio de la orientación en el plano de la imagen, tenemos una acción
activa. Sin embargo, el establecimiento de estas nuevas relaciones supone la existencia
de algunos mecanismos previamente formados. Por ello, la contraposición entre las
acciones activas y las automáticas no siempre es tan antagónica. Ambas acciones, las
activas y las automáticas, no son contrarias por su naturaleza, ya que las primeras se
pueden convertir en las segundas en circunstancias determinadas.
Si las acciones se forman en condiciones estereotipadas, la orientación en la situación
empieza a restringirse al reconocimiento de algunas pocas señales características y la
acción se vuelve entonces estereotipada. En estos casos, ante un cambio inesperado en
la situación, frecuentemente ocurre que las acciones empiezan a realizarse con base a
estímulos condicionados aislados, sin considerar la totalidad de la situación. Un ejemplo
de esto aplicado a la medicina práctica, a la clínica, es cuando el médico, basado en su
experiencia, se somete a realizar un diagnóstico rápido, el llamado diagnóstico intuitivo,
que precisamente se fundamenta en la vasta experiencia que pueda haber alcanzado
el profesional y, que obviamente puede conducir a errores si no se cuenta con esas
habilidades previas. En estos casos se habla de automatismos que actúan a pesar de
que no haya comprensión. Esto significa que en algunas situaciones dadas se manifies-
tan mecanismos ya elaborados, no debido a la automatización en sí misma, sino a un
debilitamiento de la orientación. Si se conserva la orientación general en la situación,
entonces las partes aisladas de la acción pueden alcanzar un alto grado de automatiza-
Capítulo 4. Formas del razonamiento médico 21

ción, como puede observarse en el trabajo de muchos especialistas. La contradicción


entre lo activo y lo automático en las acciones, no es más que una contradicción entre
la orientación parcial y la orientación total.
El aspecto que abordamos es de extrema relevancia, casi todo lo que hace un médico
–salvo quizá las habilidades técnicas y de relaciones personales– puede englobarse bajo
el término “razonamiento clínico”. En la Universidad del Estado de Michigan, hace ya más
de 40 años, el Medical Inquiry Project pretendía identificar y caracterizar el proceso general,
universal, de resolución de problemas diagnósticos. Se llevaron a cabo una serie de estudios
observacionales en los que se pidió a un grupo de médicos experimentados y a estudian-
tes de distintos niveles que “pensaran en voz alta”, mientras interactuaban con pacientes
estandarizados. Los hallazgos más relevantes de aquellos trabajos fueron los siguientes:
• Todos los médicos, experimentados o no, abordan los problemas diagnósticos de
forma similar: a partir de un pequeño conjunto de datos conciben una serie de hi-
pótesis y éstas sirven de guía para la recogida de información adicional orientada
a su confirmación o rechazo (estrategia hipotético-deductiva). Lo que diferencia al
experto del principiante no es que los primeros generen más hipótesis o lo hagan más
rápidamente, sino que sus hipótesis son mejores.
• La destreza en la utilización de esta estrategia se adquiere a través de la práctica
repetida y de la retroalimentación, especialmente la proporcionada por los errores
cometidos.
• En este proceso, los médicos suelen contemplar de tres a cinco hipótesis simultánea-
mente. Esta limitación en el número de hipótesis manejadas se relaciona, posiblemen-
te, con la capacidad de la memoria de corto plazo y con el concepto de “racionalidad
limitada”, que establece tres dimensiones restrictivas: la información disponible, la
limitación cognitiva de la mente y el tiempo disponible para tomar una decisión

Considerados en conjunto, estos hallazgos implican que la competencia depende


más de la experiencia clínica específica que de la existencia de un proceso general de
razonamiento clínico. En otras palabras, la pericia clínica depende del contenido del co-
nocimiento, no del proceso. A partir de aquí se evidenció un interés de los investigadores,
que se centró en la estructura de la memoria a largo plazo y en cómo se construye esa
memoria a través de la práctica repetida y de la experiencia. Se han interesado más por
la estructura del conocimiento y la capacidad de acceder a él rápidamente que por el
proceso formal de razonamiento clínico. Si bien la capacidad de recordar datos de los
pacientes no parece reflejar adecuadamente la pericia de los clínicos, es indiscutible
que los médicos expertos tienen más conocimientos disponibles, de más tipos distin-
tos, mejor organizados y más accesibles, que los principiantes. Los expertos tienen un
cuerpo de conocimiento, unas estrategias y unas experiencias acumuladas a lo largo
de los años que les permiten distinguir matices o visualizar aspectos que no están al
alcance de un novato. Con la experiencia acumulada, el médico termina por interiori-
zar un repertorio de problemas frecuentes en el ámbito de su especialización que se
denominan illness scripts (patrones). Estos patrones se integran como plantillas en la
22 El error en medicina

estructura cognitiva del clínico, que es capaz de recordarlas cuando se plantean hipótesis
concretas. Según algunos autores, cuando se emplean formas de razonamiento induc-
tivo o reconocimiento de patrones, la probabilidad de alcanzar un diagnóstico correcto
es cinco y diez veces superior, respectivamente, a la conseguida cuando se utiliza una
estrategia hipotético-deductiva.
El primer paso del proceso diagnóstico –que se basa en el conocimiento que se tenga
del problema a resolver, la experiencia acumulada y otras series de factores contextua-
les– es siempre la adquisición de información. Esta información incluye la que se recoge
en la anamnesis, los hallazgos de la exploración física o datos de laboratorio y técnicas
de imagen. Recordar lo mencionado en la aplicación del método clínico y los sistemas
1 y 2 de razonamiento médico.
Pero, ¿cómo deciden los clínicos cuál es el mejor abordaje para un caso concreto?,
¿cuál es la tasa de errores de esta decisión? Dado que hay más de un método para resolver
un problema diagnóstico, la pregunta sería: ¿cuándo es conveniente que el médico se
involucre en un proceso lento, cuidadosamente lógico de generación y comprobación
de hipótesis, y cuándo es más oportuno emplear métodos abreviados, como el reco-
nocimiento de patrones o la evocación de casos previos? O, tal y como algunos se han
planteado, ¿son los distintos tipos de presión a los que los médicos están sometidos
(limitación de tiempos, presupuesto, etc.) los que determinan que los métodos sencillos y
rápidos prevalezcan, incluso cuando se requieren abordajes diagnósticos más formales.
En general, cuando el problema al que se enfrenta el médico es particularmente com-
plejo, poco definido, atípico en su forma de presentación, o el médico tiene poca expe-
riencia en ese tipo de casos, la estrategia fundamental debe ser la de un razonamiento
analítico. A medida que el médico acumula experiencia clínica, el proceso automático
predominará en su forma de razonar. No obstante, estos modelos no son mutuamente
excluyentes y deberían contemplarse como muy interactivos. De hecho, es deseable
que el médico no se limite a un único modo de razonamiento clínico, sino a un modelo
sumativo en el que ambos procesos, analíticos y no analíticos, desempeñen un papel,
predominando éstos durante las fases iniciales de abordaje de un nuevo caso, y aquéllos
a la hora de testar hipótesis. Lo más probable es que, efectivamente, tanto los médicos
más experimentados como los más noveles, a menudo de forma inconsciente, combinen
múltiples estrategias para la resolución de problemas clínicos, lo que traduce un alto
grado de flexibilidad mental y adaptación en el razonamiento diagnóstico.
A pesar de los avances tecnológicos y científicos, los errores diagnósticos se pro-
ducen con mayor frecuencia de lo que habitualmente se piensa. La causa más habitual
de estos errores es el denominado “cierre prematuro”, que se podría definir como la
ausencia de consideración de otras alternativas diagnósticas plausibles una vez esta-
blecida una primera hipótesis inicial. En todo caso, algunos estudios recientes señalan
que la mayoría de los errores que se cometen no son producto de sesgos cognitivos,
sino de falta de conocimientos. La investigación en este campo sugiere que el razona-
miento clínico experto es la consecuencia de poseer conocimientos amplios, sólidos y
multidimensionales.
Capítulo 4. Formas del razonamiento médico 23

El conocimiento médico no es una simple colección de datos, sino un proceso


dinámico de análisis y evaluación de información. A medida que aumentan nuestros
conocimientos, incorporamos nuevos datos a nuestra estructura cognitiva, datos que
es preciso reorganizar con objeto de que sirvan para resolver problemas clínicos o para
establecer diagnósticos, es decir, para que sean clínicamente útiles, y nos posibiliten
disminuir los errores de diagnóstico que incuestionablemente conducen a otros errores
de índole terapéutico y de pronóstico.

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Capítulo 5

Psicología cognitiva y metacognición


“La experiencia corrige al hombre todos los días.”
Goethe

En este capítulo se ofrecerán algunas nociones relevantes de la psicología cognitiva


y de la metacognición, con el objetivo de proporcionar ciertas consideraciones de or-
den psicológico que pueden influir en el accionar del médico que atiende un paciente,
y se enfrenta a la disyuntiva de garantizar un diagnóstico lo más certero posible, que
de paso a la terapéutica oportuna y al pronóstico acertado. No se trata de un extenso
trabajo sobre un tema tan peliagudo y todavía en constante renovación en este tipo de
psicología, sino herramientas de orden teórico que deben ser conocidas para encauzar
un mejor trabajo asistencial.
El interés por desentrañar y comprender la mente humana no es nuevo, basta men-
cionar las aportaciones clásicas que Aristóteles y muchos otros hicieron sobre las
nociones mentalistas que, aún perviven en nuestra cultura. La psicología cognitiva es
una prolongación continuista de aquellos esfuerzos, aunque obviamente existen dife-
rencias notables. La psicología cognitiva utiliza un lenguaje nuevo, el procesamiento
de la información, que ha proporcionado perspectivas y soluciones nuevas a los viejos
problemas enunciados. Además, el estudio actual de la mente ha alcanzado resultados
extraordinarios, nunca se había dispuesto de tal cantidad de datos apreciables sobre los
procesos mentales, ni se había progresado tanto en su comprensión teórica.
El estudio científico de la mente humana ha sido una tarea compleja y en extremo difícil,
aunque muy interesante. Una de las principales dificultades radica en las particularidades
del objeto de estudio, dado que los fenómenos mentales son inaccesibles a la observación
clínica y publica. Se pueden observar y evaluar los productos externos del lenguaje, la
memoria o el razonamiento, pero no los procesos mentales subyacentes. Otro escollo se
presenta con la velocidad de los procesos mentales, produciendo una sensación engañosa
de simplicidad. Por ejemplo, la percepción visual ocurre en tiempo real de un modo aparen-
temente simple e instantáneo. Pero la eficacia y relativo automatismo de nuestro órgano
visual está muy lejos de ser simple y hoy se conocen la enorme cantidad de operaciones
que realiza un sistema visual humano. Por otro lado, el sistema cognitivo es interactivo,
de tal modo que existe una interdependencia funcional de todos los componentes del
sistema, por lo que la estrategia del fraccionamiento de un dominio complejo en parcelas
de especialización tiene una eficacia limitada en psicología cognitiva.
Capítulo 5. Psicología cognitiva y metacognición 25

Psicología cognitiva
La psicología cognitiva trata de estudiar algún aspecto particular de la cognición, tal
como la naturaleza de las representaciones internas. Pero, infelizmente cada aspecto
esta engranado a un sistema total de mecanismos. Para examinar cualquier compo-
nente, necesariamente se incluirá la representación, la codificación, la computación
y los procesos de respuesta, todos los cuales se reflejarán en los datos. Antes de que
se pueda conocer cómo se deben utilizar los datos para caracterizar los fenómenos
subyacentes de interés, se deben conocer como corregir los efectos de otros compo-
nentes del sistema cognitivo; pero antes de que se puedan conocer el funcionamiento
de cualquiera de esos componentes, se debe primero dominar todos los otros, incluido
el que se está estudiando.
Como sucede en diferentes aspectos de la psicología, no existe una perspectiva
unitaria, dado que existen una gran variedad de enfoques diferentes o paradigmas,
que apenas tienen en común su énfasis en los fenómenos mentales como agentes
causales del comportamiento. En este caso, que abordamos, solo utilizaremos algunos
aspectos sobresalientes, sin pretender profundizar en extremo o agotar la temática, en
primer orden, la perspectiva del procesamiento de la información, sin duda el paradigma
cognitivo dominante, dado que lo verdaderamente significativo, para las especialidades
médicas de orden clínico cotidianas, es cómo el médico procesa esa información y, en
que sustenta sus postulados o hipótesis diagnósticas.
En el origen del paradigma cognitivo, en las primeras décadas del siglo xx habían
estado dominadas, al menos en los ámbitos académicos, por el conductismo y el neo-
conductismo. Estos postulaban análisis asocianistas más o menos sofisticados de la
conducta y negaban o minimizaban el valor funcional de los procesos mentales. Hacia
mediado de la década de los 50, se observa un abandono progresivo de los presupues-
tos asocianistas y, una aceptación creciente de los procesos mentales como objeto
legítimo de estudio. A finales de siglo, Miller y colbs, elaboran ampliamente la analogía
mente-ordenador, y ofrecen un programa para la nueva psicología, en el que se manejan
conceptos mentalistas como imagen mental, planes, estrategias, etc. Los cambios de
paradigmas y, la concepción discontinua del progreso de la ciencia son impulsados
en 1962 por el filósofo Kuhn. Un paradigma es una matriz disciplinar que, incluye des-
de creencias y preconcepciones, hasta prescripciones aceptadas por la comunidad
científica. La ciencia no progresa de modo continuo y acumulativo, como defendía la
concepción racionalista tradicional, sino que es una evolución discontinua jalonada por
crisis y revoluciones. La evolución interna de la psicología cognitiva no es un fenómeno
superficial resultante de la mera acumulación de modas. Ha habido crisis importantes
en algunas de las creencias fundamentales del procesamiento de la información, una
búsqueda paralela de nuevos principios, a veces en marcos teóricos muy alejados de
los planteamientos iniciales.
26 El error en medicina

Metacognición
Es un término que se utiliza para designar a una serie de operaciones, actividades y
funciones cognoscitivas llevadas a cabo por una persona, mediante un conjunto interio-
rizado de mecanismos intelectuales que le permiten recabar, producir y autorregular su
propio funcionamiento intelectual. En este concepto va implícito el valor y su fecundidad,
particularmente cuando se le vincula a la capacidad para aprender que poseen los seres
humanos; el planteamiento básico que se formula es que, si los déficits de aprendizaje, en
algún modo se asocian con déficits en el funcionamiento metacognoscitivo, entonces al
mejorar o incrementar positivamente este último, es probable que la persona mejore su
aprendizaje o incremente sus niveles de ejecución cuando se aboque a la realización de
tareas que plantean algún tipo de exigencia intelectual. La metacognición se vincula con
el aprendizaje, la resolución de problemas, las diferencias expertos-novatos, y la ejecución
académica. Por ejemplo: las diferencias en cuanto ejecución académica, observables en-
tre dos sujetos con igualdad de conocimientos previo, podrían ser explicadas en términos
de las diferencias que ellos presentan en cuanto al manejo de dicho conocimiento; ello
es así porque la competencia en la solución de otras tareas académicas que demandan
algún esfuerzo intelectual, deriva no solo del conjunto de conocimientos, conceptos y
reglas que previamente haya adquirido una persona sino, además, de su habilidad para
reconocerlos y activarlos cuando se tiene necesidad de ello.
Con lo anterior se pone en evidencias que los procesos de pensamiento de un individuo
pueden ser organizados en dos conjuntos interactuantes, uno que abarca la colección
de esquemas símbolos, reglas y conceptos que han sido aprendidos en un dominio teó-
rico especifico; y otro que está constituido por un conjunto de mecanismos de control
ejecutivo que ejercen una especie de supervisión sobre estas unidades y procesos de
cognición con el fin de:
–– Conservar información acerca de lo que ha sido aprendido.
–– Orientar la búsqueda de soluciones.
–– Conocer cuándo se ha alcanzado satisfactoriamente la solución.

Por otro lado, según Lang y Kagan (1978), son estos mecanismos ejecutivos de
control y supervisión los que permiten al solucionador de problemas reflexionar sobre
sus propias acciones cognitivas y sobre sus consecuencias. Según estos autores, las
personas que han desarrollado habilidades metacognoscitivas o de control ejecutivo,
mientras están dedicadas a la solución de un problema o a la realización de alguna otra
tarea intelectualmente exigente, son capaces de pensar acerca de su acción cognitiva
como si un supervisor estuviera monitoreando sus pensamientos y acciones; además,
piensan activamente acerca de lo que ellos están haciendo y son capaces de ejercer
control sobre sus propios procesos cognitivos.
Según lo antes dicho, la metacognición, debe ser en extremo importante para el pro-
fesional de la medicina, pues se define como el conocimiento sobre el conocimiento,
Capítulo 5. Psicología cognitiva y metacognición 27

referido a tres campos primordiales, la persona, la tarea y las estrategias. Es, por tanto,
un conocimiento de segundo grado, cuyo objeto de conocimiento no es otro que el
propio conocimiento. Pero que va más allá, puesto que la metacognición se implica en
el control y la regulación de los procesos de conocimiento y en el caso de la medicina
sobre el proceso arduo, a veces, y siempre complejo de la toma de decisiones clínicas,
diagnósticas o terapéuticas. La metacognición puede incidir en la modificabilidad
cognitiva, es decir, en la forma en la que el sujeto adapta su actividad cognitiva a las
demandas de la tarea, a las condiciones del ambiente en el que debe desarrollarla; a la
situación personal e histórica del propio sujeto y al empleo adecuado de las estrategias
con las cuales puede afrontar el problema.
Para una mejor comprensión de lo que se expone, Zhang, Franklin y Dasgupta (1997)
desarrollaron un prototipo de software (el mattie consciente) que trataba de emular la
metacognición como un elemento que controla y regula la actuación de otro software
dirigido a solucionar cuestiones. Estos autores diseñaron un modelo complejo compuesto
por dos “cerebros”: Uno destinado a actuar y otro dirigido a controlar la actuación. Cuando
en una determinada acción el cerebro A tiene información insuficiente, el cerebro B, el
metacognitivo, entra en acción, evitando que el primer cerebro aborde una tarea que es
incapaz de solucionar. Para ello el cerebro B interactúa con el ambiente. Este cerebro
B, está compuesto por módulos diferentes entre los que se encuentran: la percepción
interna, el codificador, una lista de mensajes, un almacén clasificador, el decodificador,
el evaluador, los algoritmos genéticos y las acciones internas. Como podemos apreciar,
estos módulos tienen un sentido interno, que organiza la manera por la cual el cerebro A)
se relaciona con el entorno y establece líneas de operaciones que simplifican la actividad
de conocimiento. La metacognición es el resultado de la autoobservación que el sujeto
realiza sobre su actuación cognitiva.
La orientación metacognitiva debería conseguir que las explicaciones del éxito o
fracaso después de la orientación metacognitiva deberían ser:
–– Internas, puesto que el principal protagonista de la acción es el propio actor. (Hacer-
lo bien o mal depende de mi capacidad para abordarla de manera adecuada)
–– Inestables, en función del empleo o no de las estrategias cognitivas y metacogniti-
vas apropiadas. (Conozco qué estrategias debo emplear, puesto que anteriormente
me fueron eficaces en este tipo de problemas. Si adecúo las estrategias a las de-
mandas de la tarea podré solucionarla.).
–– Controlables, es el propio individuo quien determina y regula su actividad cognitiva.
(soy quien define la estrategia a seguir, y controlaré que la aplique efectivamente,
aunque me pueda equivocar no pasa nada, puedo evitar los errores si los conozco).
–– Específicas, en la medida en que no son generalizables a otras situaciones. “Bue-
no, hoy no me he dado cuenta de los detalles y por esto no he actuado de forma
adecuada, la siguiente vez deberé atender a un mejor análisis de las demandas de
la tarea”.
28 El error en medicina

Estas características permitirán que el individuo pueda considerar que tiene el control
de su actuación cognitiva, que actuar eficazmente depende de lo bien o mal que emplee
sus estrategias y sus conocimientos; pero, sobre todo, que es él quien puede mejorar,
determinando qué elementos ha empleado ineficazmente para poder mejorar en el
futuro. En suma, el individuo con mayor conocimiento metacognitivo ajusta sus ex-
pectativas a la realidad, mientras que aquellos con un grado menor de conocimiento
metacognitivo, esperan obtener ostensiblemente mejores resultados que los reales. El
hecho de no saber determinar sus capacidades, la dificultad de la tarea, la utilidad de
las estrategias a emplear y el no controlar la ejecución en la aplicación de esta actividad
estratégica establece una imagen de sí mismo diferente a la que realmente cumple.
En el caso que analizamos, errores en medicina, una de las causas principales son los
déficits, errores o sesgos en la cognición, aunque se debe enfatizar que no es mayormen-
te la falta de conocimientos específicos lo que genera errores, sino los problemas en el
pensamiento del médico. El pensamiento es una acción sujeta a reglas, plagadas de cor-
tocircuitos automáticos, de estereotipos y del que raramente se toma conciencia. No es
lo usual que los médicos o profesionales de la salud en general expliciten como piensan;
la pauta reflexiva imprescindible para sacar a la luz las formas de su razonamiento, for-
mular hipótesis, extraer conclusiones, suelen no estar en la cotidiana agenda del médico.
Un error cognitivo frecuente en el pensamiento es no saber que uno no sabe, esto
provoca que el médico crea que la toma de decisiones, el diagnóstico o la terapéutica
impuesta que adoptó es la correcta o apropiada cuando es probable que no sea así. Esto
ocurre generalmente porque hay ausencia del deseo y capacidad de reflexión sobre el
proceso del pensamiento y de examinar críticamente el juicio clínico emitido antes de
tomar las decisiones. Es necesario señalar que los diagnósticos erróneos no ocurren
mayormente en enfermedades graves o complejas sino en las más comunes. Varios me-
canismos están involucrados en los errores cognitivos, principalmente en los complejos,
mediante los cuales los cerebros reciben y procesan la información: Los psicólogos que
estudian la cognición han aportado grandes contribuciones en tal sentido, tales como:
la vulnerabilidad de la mente a los sesgos cognitivos, las falacias del pensamiento lógi-
co, las falsas presunciones y otros errores del razonamiento. Está comprobado que el
pensamiento humano es defectuoso en varias acciones que se realizan cotidianamente.
Los dos modos principales de este mecanismo se denominan: automático y controlado,
o “intuitivo” y “analítico” en el lenguaje habitual. El proceso intuitivo es innato, evoluciona
a través de la experiencia y requiere escaso razonamiento porque mayormente es reflejo
y automático. También es subconsciente y rápido, lo cual permite realizar gran parte de
las acciones diarias en todos los campos de la actividad humana.
En general, en la vida se avanza de una de las asociaciones del modo intuitivo a la si-
guiente, en una sucesión de patrones de acción en su mayor parte mecánicos. Aun cuando
resultan indispensables, en ellos están presentes los errores cognitivos y la mayoría de
los sesgos y fracasos del pensamiento. Para esto es imprescindible que la Psicología
Cognitiva este considerada dentro de las competencias de la Medicina, a fin de que se
Capítulo 5. Psicología cognitiva y metacognición 29

pueda lograr el objetivo principal de involucrar a estudiantes primero y a médicos después


en la metacognición, o sea, reflexionar sobre su propio pensamiento, con la esperanza de
que van a conocer algo de su mal manejo de la heurística, técnica de la indagación, antes
de que logren causar daños.
Muchos profesionales de la salud en general y médicos en particular no conocen sus
limitaciones o no les interesan los aspectos sobre sus decisiones; en especial debido
a que no han cultivado desde la universidad el pensamiento crítico que los lleve a la
reflexión profunda de sus acciones.
Los cambios en la medicina de la actualidad requieren de profesionales de la salud,
formados con una mentalidad crítica, abierta y flexible ante los cambios. Enfrentar esos
retos requiere de sistemas educativos que destaquen por la aplicación de métodos de
enseñanza que conduzca a potenciar las habilidades del pensamiento crítico y la forma-
ción integral de los futuros galenos y personal adjunto. La categoría pensamiento crítico
ha sido investigado por autores como: Ennis (2011) y Vargas (2013), quienes expresan
que el pensamiento crítico es una capacidad adquirida que permite el razonamiento
reflexivo centrándose en el decidir y el qué hacer. Enfatizan en que el pensamiento crí-
tico es propositivo, es un juicio autorregulado resultado de la interpretación, el análisis
y del uso de las estrategias que faciliten la estimulación del pensar en la construcción
del conocimiento. Ante tal demanda, refiere Tobón (2013) que la academia debe garan-
tizar la implementación de estrategias metacognitivas como herramientas psicológicas
necesarias para que los estudiantes puedan observar, valorar, reflexionar, dialogar, cri-
ticar la realidad, asumir posiciones que ayuden a transformarse y ayudar a transformar
sus contextos como evidencia del nivel de pensamiento crítico que han alcanzado los
educandos como consecuencia de una concepción problematizadora y de un nivel de
eficiencia alto. Este tipo de pensamiento requiere para su desarrollo del uso de métodos
de enseñanza que desencadenen una serie de procesos cognitivos, afectivos, volitivos
y emocionales, generadores de capacidades y habilidades orientadas al saber analizar
e interpretar la información, establecer bases sólidas para realizar inferencias, dar
explicaciones, tomar decisiones y solucionar los problemas. El pensamiento crítico es un
conjunto de habilidades cognitivas esenciales para la interpretación, análisis, evaluación,
inferencia, explicación y la autorregulación.
Si los médicos en particular y, todos los profesionales de la salud que se dedican al
manejo y cuidado de enfermos, sobre los que recae la alta responsabilidad de su cuida-
do, diagnóstico, tratamiento, pronóstico y rehabilitación, dispusieran de entrenamiento
y costumbre de manejar algunos aspectos de la psicología cognitiva en general y, sobre
todo de la metacognición, se puede estimar que se estaría luchando contra la comisión
de errores con un basamento científico. Como la metacognición implica tener conciencia
de las fortalezas y debilidades de nuestro propio funcionamiento intelectual, y de los
tipos de errores de razonamiento que habitualmente cometemos, dicha conciencia nos
ayudaría, según Nickerson-1984, a explotar nuestras fortalezas, compensar nuestras
debilidades y evitar nuestros errores comunes más garrafales.
30 El error en medicina

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Capítulo 6

La heurística o atajos del pensamiento


“Los errores se dividen en dos grupos: aquellos en los que se pensó y no se hicieron,
y aquellos que se hicieron, en los que no se pensó”.
John Charles Salak.

La palabra heurística tiene varios significados. Proviene del griego eurisko que significa
hallar o inventar, y se identifica con el arte de la invención o con la búsqueda o inves-
tigación en documentos o fuentes históricas. El término ha evolucionado adquiriendo
sutilezas dependientes de la disciplina en la que se utilice. En el terreno de la lógica, la
heurística es el método consistente en resolver un problema por ensayo y error, evaluando
cada paso hasta llegar al resultado final. Una hipótesis heurística, es una hipótesis de
trabajo que permite actuar sin necesidad de someterla a prueba de hipótesis, es decir
sin verificarla, refutarla.
En el terreno educativo, un método heurístico es aquel que se apoya en el principio
de organizar el trabajo del alumno, de tal manera que este descubra por su cuenta las
leyes y los comportamientos de los procesos en vez de aprenderlos de segunda mano
a través de la información suministrada por el profesor; equivale al “aprendizaje por
descubrimiento”. La heurística a la que haremos referencia ha sido más bien un producto
de la inteligencia artificial, que ha adoptado la psicología cognitiva; forma parte de los
sistemas expertos, hoy día llamados “sistemas de apoyo a las decisiones”. Estos sistemas
pretenden ofrecer al clínico individual la experiencia de muchos expertos y utilizan como
base de inferencia varias modalidades de análisis: algoritmos, sistemas estadísticos
(teorema de Bayes), sistemas basados en reglas (heurística) y redes neurales.
La heurística cognitiva se ha definido como el proceso mental utilizado para apren-
der, recuperar o entender el conocimiento. Son rutas cortas que eluden los cálculos de
probabilidades, el razonamiento lógico, en secuencia y, que derivan muchas veces de
teorías personales, suposiciones, experiencias, tradiciones y creencias. Por este mismo
hecho, las decisiones sustentadas en reglas heurísticas pueden resultar sesgadas. Un
ejemplo de las rutas cortas para el diagnóstico lo constituye el llamado “reconocimiento
de patrones” en el que de una manera más refleja que reflexiva los médicos identificamos,
de golpe, que las características de un paciente se corresponden con las de cierta en-
fermedad, prácticamente sin hacer juicios analógicos, análisis de datos o agrupaciones.
Este enfoque, en el caso de los diagnósticos, en las tomas de decisiones, correspondería
a uno de los grandes tipos de enfoque diagnósticos médicos: intuitivo u ojo clínico en
primer lugar; obviamente también están otros más procesados como: terapéutico o de
32 El error en medicina

Hufeland, de contrastación (verdadero diagnóstico diferencial en el orden clínico) y, por


último, el de raciocinio, ante una situación o enfermedad desconocida, por ejemplo:
cuando los médicos se enfrentaron por vez primera al VIH-sida.
El diagnóstico por intuición se fundamenta en la supuesta experiencia del médico,
es la de los internistas con larga trayectoria y enfrentamiento a múltiples situaciones
prácticas, obviamente puede ser propensa a la comisión de errores en la toma de deci-
siones o en la catalogación de un proceso morboso. Expresado en forma de reglas, el
sistema se mueve de la premisa a la conclusión con la fórmula: si... luego entonces... Por
ejemplo: si se trata de un paciente senil luego entonces excluya usted el diagnóstico de
sarampión. Esta regla no lleva ninguna argumentación lógica en su interior, aunque se
base, por supuesto, en información estadística y en inferencias lógicas.
La regla heurística no expresa el silogismo sino tan solo una premisa y la conclu-
sión, y evita tener que repensar completamente cada problema con el que uno se
enfrenta. La relación entre este concepto de heurística y el descubrimiento se basa
en que estas reglas empíricas son precisamente el resultado de un descubrimiento
previo e ilustra que las decisiones pueden provenir de fuentes diferentes, y no solo de
un proceso mental de razonamiento lógico. Las reglas heurísticas son guías fáciles
de seguir para tomar decisiones, en realidad sobre simplificaciones. Son rutas cortas
que eluden los cálculos de probabilidades, el razonamiento lógico, en secuencia, y que
derivan muchas veces de teorías personales, suposiciones, experiencias, tradiciones
y creencia. Por este mismo hecho, las decisiones sustentadas en reglas heurísticas
pueden resultar sesgadas.
Un ejemplo de las rutas cortas para el diagnóstico lo constituye el llamado “recono-
cimiento de patrones” en el que de una manera más refleja que reflexiva los médicos
identificamos, de golpe, que las características de un paciente se corresponden con las
de cierta enfermedad, prácticamente sin hacer juicios analógicos, análisis de datos o
agrupaciones.

Variedades de heurísticos
Los heurísticos más conocidos son el de disponibilidad, el de representatividad y el
de anclaje y ajuste. El de disponibilidad se relaciona con la facilidad con que un cierto
desenlace aparece en la mente por el impacto que tuvo un episodio similar; la probabi-
lidad de un suceso se juzga por la facilidad con que dicho suceso es recordado, lo cual
no depende solo de su frecuencia sino de la intensidad con la que se ha vivido algo si-
milar, las consecuencias que tuvo para el médico o para el paciente, su rareza, etc. Este
heurístico influye particularmente en el diagnóstico diferencial, pues a la mente acuden
los diagnósticos que más han impresionado a los clínicos y no necesariamente los más
frecuentes o los más probables.
Por ejemplo, el impacto del suicidio de un paciente deprimido, propicia que el médi-
co sobrestime el riesgo en todos los pacientes deprimidos que atiende; la experiencia
Capítulo 6. La heurística o atajos del pensamiento 33

de algún error diagnóstico favorece que se exagere la búsqueda de la enfermedad en


cuestión, etc.
El heurístico de representatividad, se refiere a la semejanza con desenlaces previos;
la probabilidad de un suceso se estima en virtud de qué tanto sus datos esenciales se
parecen a los datos esenciales de la población en la que se origina. Un diagnóstico
se suele realizar en razón de qué tanto se parece a las descripciones de la enfermedad en
los libros, sin tomar en cuenta siempre la prevalencia o las claves que van precisamente
en contra de tal diagnóstico.
El anclaje, se refiere a las hipótesis tempranas que surgen a partir de las primeras
impresiones y, que se mantienen en la mente a pesar de que se van acumulando datos
en contra, mientras que el ajuste corresponde a las modificaciones que va sufriendo
esta hipótesis hasta arribar a una conclusión final. Los clínicos tienen dificultades para
liberarse del anclaje que los orienta a acomodar, a veces forzadamente, los datos sub-
secuentes para que armonicen con una hipótesis establecida muy tempranamente en
el abordaje del caso. Riegelman advierte los riesgos de caer en sesgos, identificados
como problemas predecibles que ocurren en el proceso de decisión, e ilustra la relación
entre la heurística útil que funciona bien en situaciones bastante simples y directas, de
aquella que se intenta aplicar en situaciones más complejas y, utiliza el símil de los ojos
y la mente para estimar una distancia.
Cuando se observan objetos a lo lejos, el grado de claridad con que se perciben resulta
una forma útil de estimar la distancia a la que se encuentran: mientras más claro se vea
el objeto, más cercana será su localización; es una regla que casi siempre funciona y
que se podría expresar como instrucción. Sin embargo, confiarse a esta regla puede ser
peligroso cuando la visibilidad es pobre, por ejemplo, en la niebla o en la semioscuridad,
en las que se puede hacer una estimación inadecuada de la distancia a la que se en-
cuentra el objeto. Las rutas heurísticas explican las decisiones aparentemente intuitivas
que realizan los expertos y permiten definir algunas reglas prácticas. La tradición ha
expresado en términos de aforismos, algunas de estas reglas con lo que han orientado
a generaciones. Lo verdaderamente sabio no es seguir obedientemente las reglas, ni
hacerse esclavo de las prescripciones, sino apreciarlas en su verdadera dimensión, como
guías y no como mandatos, como útiles en muchos casos, pero no en todos.
El conocimiento de los heurísticos comunes permite también mantenerse alerta
sobre los sesgos a los que pueden conducir, puesto que no dejan de ser prejuicios.
Aunque puede ser recomendable atender los heurísticos, mejor sería atenerse al signi-
ficado original del término, relacionado con la creatividad y la búsqueda, más que con
soluciones preformadas. Los caminos para las decisiones médicas se pueden estruc-
turar esquemáticamente, sustentarse en el análisis minucioso de las alternativas, la
estimación probabilística de los desenlaces, la asignación de valores a los resultados
previstos, aunque también se pueden expresar en reglas sumarias capaces de guiar
el pensamiento y la acción. Los heurísticos tienen su mayor valor en su facultad para
entender el proceder del experto, conformar sistemas de apoyo a las decisiones, evo-
car reflexiones que se expresan aforísticamente, pero no dejan de ser razonamientos
incompletamente expresados, con demasiados implícitos y con el riesgo de sesgar
34 El error en medicina

prejuiciosamente el camino si se soslayan las peculiaridades del caso individual. No


hay que olvidar que el médico, más que un procesador acrítico de algoritmos e ins-
trucciones es quien los genera, los corrige, los propone, identifica sus limitaciones y
sus valores y, decide si los utiliza.
Desde la antigüedad, los griegos describían a la medicina como un “arte estocástico”,
pues reconocían que a diferencia de lo que ocurría en la música y en las matemáticas,
aun siguiendo un procedimiento riguroso y estandarizado, los resultados eran variables.
Este hecho no solo se refleja en los resultados de un tratamiento, sino también en las
distintas manifestaciones y el diferente curso que sigue el padecimiento de distintos
pacientes con una misma enfermedad y ha logrado arraigar la percepción de que el
ejercicio de la medicina es un arte que escapa a las posibilidades de la medición.
Si se pretendiera expresar de manera sumaria las cualidades de un buen médico,
probablemente no sería suficiente aludir a su erudición, su retórica, su curriculum vitae
y, ni siquiera a su humanitarismo, sino a su capacidad de tomar las decisiones apro-
piadas en el momento oportuno. A pesar de ello, la enseñanza formal de la medicina
ha puesto poca atención en una metodología para tomar decisiones, de manera que
esta habilidad se va alcanzando a través de procesos informales en los que el médico,
conforme adquiere experiencia va ganando pericia, independientemente de que tenga
advertencia del mecanismo por el cual alcanzó este aprendizaje y, de la forma en que
su mente discurre para tomar decisiones, muchas veces a través de ensayos y errores.
Por supuesto, no todos los médicos con experiencia toman decisiones apropiadas en
todos los casos y pueden caer en sesgos y vicios, sobre todo si carecen de una postura
reflexiva y autocrítica.
Las decisiones clínicas frecuentemente se tienen que realizar en condiciones de
incertidumbre, aunque la investigación clínica pretende convertirlas en decisiones,
en condiciones de riesgo. Las decisiones clínicas, tienen un componente técnico que
abarca la obtención y el manejo de la información médica pertinente, un componente
ético que se apoya en los principios de beneficencia y no maleficencia y, en el respeto
a la autodeterminación del paciente y un componente económico relacionado con los
costos de cada decisión que, no puede ser marginado. Las decisiones médicas son
ciertamente complejas, no solo por las condiciones de incertidumbre sino por la gran
cantidad de variables que se tienen que considerar. Hay indicios de que las mentes ex-
pertas transitan por vías rápidas, menos parsimoniosas y más prácticas que el manejo
lógico de la información, vías que se identifican con la heurística, que tienen que ver con
la pericia, el ojo clínico, la intuición y que aseguran una cierta funcionalidad a pesar de
que la información sea incompleta. La heurística explica como los médicos tomamos
decisiones a pesar de que la evidencia disponible sea insuficiente.
Se debe tener presente que cada paciente nuevo es una situación inédita, generadora
de incertidumbres que requieren de la competencia del médico a través de todos sus
conocimientos, habilidades, recursos y experiencia, que hace necesario establecer comu-
nicación abierta con el paciente y su familia; poner en juego la iniciativa y la creatividad
Capítulo 6. La heurística o atajos del pensamiento 35

del médico, romper paradigmas y redefinir criterios y tomar decisiones, especialmente


en situaciones críticas no previstas, exponiéndose con ello al error médico. Es necesario
tomar en consideración que es imposible estandarizar a los pacientes, dada su enorme
variabilidad, puesto que no se trata de enfermedad, sino de enfermos.
La práctica de la clínica ha venido decayendo en el transcurso de los años. Cada
vez observamos con más frecuencia interrogatorios superficiales y exploración física
incompleta, seguidas de la “vía corta” bypass hacia el estándar de oro. ¿Para qué hacer
una exploración completa de los pulmones y del área cardiaca, si contamos con una
telerradiografía de tórax?, ¿para qué hacer una larga y detallada exploración neurológica,
si existe la resonancia magnética nuclear? Esta conducta aun cuando podría abreviar
tiempo (que en casos de urgencia podría justificarse), es onerosa para los pacientes
y para las instituciones y nos expone al error médico. Una buena práctica clínica es el
principal proveedor de evidencias para la toma de decisiones y elegir el criterio adecuado.
Todavía se discute si la medicina es una ciencia o no lo es, en función de numerosos
factores, entre ellos el desconocimiento y falta de control de muchas de las variables
que intervienen en la práctica médica y la falta de reproducibilidad de la mayoría de los
fenómenos biológicos. Se discute si la medicina, es ciencia, arte, fe o magia, o tal vez
una combinación de todas ellas. No sin razón, Edmund Pelegrino dice que “la medicina
es la más humana de las ciencias y la más científica de las humanidades”.

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Capítulo 7

Ética y bioética ante el error médico


“El éxito en medicina depende de obtener el punto de vista individual de cada paciente”.
Chevalier Jackson

Desde los tiempos más remotos el arte de curar ha traído como consecuencia inevita-
ble que, la sociedad observe con respeto a quienes han hecho de la medicina su ejercicio
profesional, sin embargo, esa misma sociedad es también su escrupulosa censora.
El término ética tiene raíces griegas y se refiere al conjunto de conocimientos que
permite a alguien desarrollar un juicio crítico o una reflexión sobre los valores y princi-
pios que guían nuestras decisiones y comportamientos; significa, entre otras cosas, el
modo de ser, el carácter, temperamento o hábito. La ética nos habla de una especie de
naturaleza que es adquirida, y que el ser humano va forjando a lo largo de su vida. Des-
de esta perspectiva, el término adquiere un sentido moral, porque el ethos es lo que se
forma en el hombre con base en su modo de vida y es susceptible de un juicio de valor.
La Ética (o buenas costumbres) la aprende y practica el ser humano hasta convertirla
en rasgo de su personalidad (su manera de ser). Desde esta perspectiva, se vincula
íntimamente con la influencia del entorno familiar, educacional y sociocultural sobre el
substrato genético de cada individuo para su desarrollo como persona moral
La bioética, por su lado, constituye aún un concepto en desarrollo que surge por
necesidad sentida de la humanidad, y se expande rápidamente con urgencia aplicativa
a la solución de múltiples problemas en diferentes campos de la vida y actividades
humanas. Rensselaer van Potter (médico oncólogo), en su libro Bioethics Bridges to the
Future (1971), define la bioética como el puente entre dos culturas: la de las ciencias y
la de las humanidades, que permite combinar el conocimiento científico centrado en lo
biológico y el humanístico orientado al entendimiento de valores humanos; es el estudio
sistemático de la conducta humana en el área de las ciencias de la vida y la atención de
la salud, a la luz de principios y valores morales. La bioética surge asociada al desarro-
llo de las ciencias biomédicas y su interacción con la vida, la aparición de sociedades
plurales y secularizadas que hacen más compleja la toma de decisiones en la relación
profesional de la salud-sujeto de cuidado, los servicios de salud cada vez más tecnifi-
cados, costosos y deshumanizados, entre otras razones.
Las conquistas de la ciencia se expresan por la tecnología que es completamente
ajena al juicio moral, y evoluciona según la variable económica que produce su aplica-
Capítulo 7. Ética y bioética ante el error médico 37

ción. Así, el riesgo de que el conocimiento sea utilizado con muy diferentes fines a los
que motivaron su origen, se viene incrementado. En la actualidad, los problemas éticos
en el ejercicio de la profesión médica y en el sistema de atención de salud han devenido
prioridades evidentes. La organización que por mandato estatutario debe velar por el
comportamiento ético de los médicos, de acuerdo con los postulados de su Código
de Ética y Deontología, son los comités éticos que deben existir en cada país, y obvia-
mente en cada institución de salud de estos. Asimismo, vaticina que de poder evitar los
peligros intelectuales que, tanto los profesionales que practican la medicina, como los
que reflexionan y se sirven de ella, pueden lograr una comprensión más profunda de su
naturaleza y propósito, así como de la esencia y fines de la profesión, y del hombre en sí.
El ejercicio de la medicina se ha regido tradicionalmente por los principios de la
ética médica y los aspectos científicos que la definen. Sin embargo, la medicina actual
se ve fuertemente influida por aspectos de otra índole como el interés económico, el
encarnizamiento terapéutico, la medicina defensiva, la cirugía innecesaria, conflicto de
intereses, las alteraciones en la aplicación del consentimiento informado, la relación
con la industria farmacéutica, el respeto a la confidencialidad, la ética organizacional, y
el ejercicio ético que escapa a la voluntad del profesional médico.
Entre los principios del ejercicio ético, del médico más conocido, se encuentra el ju-
ramento hipocrático, que forma parte del Corpus hipocraticum difundido alrededor del
400 a. C., aunque se supone muy anterior y se tienen dudas de que haya sido realmente
dictado por Hipócrates. Como quiera, ha sido el más conocido de los preceptos incul-
cados a los médicos por las escuelas y las asociaciones. Algunos autores consideran
que en su mayoría no se ha cumplido fielmente con él. Es evidente que el desarrollo de
la medicina lo hace obsoleto. Si bien algunos de sus preceptos pueden considerarse
válidos, como evitar daños al enfermo, concepto que ha evolucionado al “primum non
nocere”, aparecido en el siglo xviii, o el de no maleficencia, una de las bases de la ética
médica contemporánea, otros no pueden aceptarse en el ejercicio actual.
En nuestra época la ética ha ampliado insistentemente su esfera de reflexión al área
de la axiología, lo cual se expresa en la ética clínica en el tratamiento de las temáticas
morales a partir de los dilemas éticos. Los dilemas éticos se refieren a conflictos entre
valoraciones que ocurren en diferentes relaciones de los agentes que interactúan en el
mundo asistencial: relación médico-paciente, relación médico-familiares, relaciones
entre profesionales de la salud, y más reciente en el tiempo los aspectos, fundamentales
y vitales, de la calidad en la atención médica a los pacientes.
El tema de calidad de atención en los servicios de salud se ha transformado en uno de
los aspectos fundamentales de la medicina actual. Los innumerables problemas surgi-
dos durante las últimas décadas, derivados de la creciente complejidad de los sistemas
de salud, aunados a las mayores exigencias por parte de los enfermos y sus familiares,
así como los incrementos en los costos de atención, exigen soluciones efectivas que
garanticen los diagnósticos y tratamientos adecuados, en el momento oportuno y dentro
de un marco de equidad, de respeto a sus valores y derechos.
38 El error en medicina

Desde los orígenes de la medicina occidental, es decir, desde los escritos que la
tradición atribuyó al, ya mencionado, médico griego Hipócrates, la ética médica se ha
venido utilizando para discernir lo bueno de lo malo un criterio de carácter “naturalista”.
Al margen de que incurra o no en la que desde principios de siglo viene conociéndose
con el nombre de “falacia naturalista”, es lo cierto que tal criterio ha solido identificar lo
bueno con el “orden” natural, y considerar malo su desorden. La naturaleza es obra de
Dios, dirán los teólogos cristianos de la Edad Media, y en consecuencia, el orden natural
es formalmente bueno. Esto explica por qué toda la cultura medieval giró en tomo a la
idea de “orden”. Este orden abarcaba no solo a las cosas que solemos llamar naturales,
sino también a los hombres, a la sociedad y a la historia. Por lo primero se consideraba
malo, por ejemplo, todo uso desordenado o no natural del cuerpo o de cualquiera de
sus órganos.
Lo segundo llevó a pensar que la relación médico-enfermo, en tanto que relación
social y humana, había de efectuarse también según orden. Este orden no era unívoco,
ya que, en él, el médico era considerado sujeto agente y el enfermo sujeto paciente. El
deber del médico era “hacer el bien” al paciente, y el de este el aceptarlo. La moral de
la relación médico-enfermo había de ser, pues, una típica “moral de beneficencia”. Lo
que el médico pretendía lograr era un bien “objetivo”, la restitución del “orden” natural,
razón por la que debía imponérselo al enfermo, aun en contra de la voluntad de este.
Cierto que el enfermo podía no considerar bueno aquello que el médico propugnaba
como tal, pero ello se debería a un error “subjetivo” que, obviamente, no podía tener los
mismos derechos que la verdad objetiva. En consecuencia, en la relación médico-enfer-
mo el médico era no solo agente técnico sino también moral, y el enfermo un paciente
necesitado a la vez de ayuda técnica y ética. El conocedor del orden natural, en el caso
de la enfermedad, era el médico, que podía y debía proceder por ello aun en contra del
parecer del paciente. Fue la esencia del “paternalismo”, una constante en toda la ética
médica del “orden” natural.
Los factores de la relación médico-paciente pueden reducirse a tres, el médico, el enfer-
mo y la sociedad. Cada uno de ellos tiene una significación moral específica. El enfermo
actúa guiado por el principio moral de “autonomía”; el médico, por el de “beneficencia”, y
la sociedad, por el de “justicia”. La ética médica ha de hacer lo posible por respetar escru-
pulosamente y al mismo tiempo la autonomía, la beneficencia y la justicia. Está obligada
a hacerlo así y, sin embargo, sabe que este objetivo es en la práctica muy difícil, y a veces
rigurosamente imposible.
Durante más de 24 siglos a los médicos se les ha exigido excelencia y profesionalismo
basados en principios y valores morales. Tal solicitud ha sido claramente expresada a
lo largo de la historia en diferentes juramentos y códigos deontológicos, a través de los
cuales las sociedades han buscado garantizar una conducta médica apegada a las más
estrictas exigencias morales. El médico debe resolver en su quehacer diario problemas
que comprometen los valores más sagrados del ser humano: la vida, la salud, la enferme-
Capítulo 7. Ética y bioética ante el error médico 39

dad, la felicidad y la capacidad de continuar con un proyecto de vida. De ahí que desde
los inicios de la medicina occidental el médico fue considerado un “profesional”, según
la concepción histórica de la palabra. De acuerdo con Diego Gracia, “las profesiones
son actividades muy particulares que obligan no solo ‘al bien hacer’ sino a la ‘perfec-
ción’”. Según esta concepción, las profesiones, a diferencia de los oficios, poseían un
tipo de responsabilidad fuerte o responsabilidad moral, mientras que los oficios tenían
responsabilidad jurídica. La responsabilidad moral protegía a estos profesionales de
la responsabilidad jurídica, de forma que un profesional responsable era inmune. Esta
condición profesional propiamente dicha, con las características antes descritas, esta-
ba prácticamente reservada a tres actividades: el sacerdocio, la realeza y la medicina.
A esta condición profesional del médico se agregaba una connotación sagrada. Para
Galeno: “Si el enfermo no admira al médico de algún modo como a un Dios no aceptará
sus prescripciones”.
Del médico siempre se ha esperado la perfección y la excelencia. Sin embargo, durante
muchos siglos esta exigencia estuvo centrada en la figura del médico y en su quehacer
profesional. El acto médico se llevaba a cabo dentro de un marco de relación íntima,
privada, paternalista, según el cual el médico tenía la obligación de actuar y el paciente
la de obedecer. A pesar de su elevada responsabilidad, contaba con escasos recursos
y sus posibilidades de intervenir sobre las causas y mecanismos de la enfermedad eran
muy limitadas. En este contexto, aplicaba sus conocimientos y técnicas en un acto soli-
tario, siempre con la intención de aliviar al paciente, pero consciente de sus limitaciones.
En tan solo pocas décadas la medicina cambió. Un extraordinario desarrollo científico
y tecnológico ha venido dotando al médico de innumerables recursos de diagnóstico
y tratamiento. Hoy es posible tratar enfermedades que hasta hace poco tiempo no era
posible hacerlo y en ocasiones ni siquiera aliviar. La atención médica se desarrolla en
diferentes niveles, desde pequeños consultorios y centros ambulatorios hasta complejos
centros hospitalarios. Estos últimos, en particular, han desarrollado complejos niveles de
funcionamiento. Allí los enfermos son atendidos en ambientes dotados de novedosos
recursos tecnológicos, por varios médicos (internos, residentes y diferentes especialis-
tas). Además, participa personal de enfermería, técnicos, laboratoristas, farmacéuticos y
personal administrativo, los cuales deben interactuar para la atención oportuna de cada
paciente en particular, cada uno de ellos con problemas específicos que requieren un
alto nivel de desempeño y de organización.
La magnitud y el incremento de los problemas que enfrenta la medicina actual se
equiparan en cierta forma a la dimensión y velocidad con la que se ha desarrollado la
tecnología durante las últimas décadas. Desafortunadamente, la velocidad del cambio ha
sido tal que, a muchos, deslumbrados ante las oportunidades que brindan los recursos
tecnológicos, les resulta difícil distinguir entre los beneficios y los problemas surgidos,
y por tanto no logran captar la realidad de la situación. Nadie duda de los beneficios
de los avances de la ciencia y tecnología; sin embargo, existen serias dudas sobre la
40 El error en medicina

efectividad de muchos de los tratamientos disponibles: muchos pacientes no reciben


los que requieren en el momento en que los necesitan; se han incrementado en forma
muy importante los errores en la atención de los enfermos; con frecuencia se violentan
los derechos de los pacientes y han aumentado los costos de atención médica, con el
consecuente crecimiento de los problemas de inequidad.
Dentro del complejo sistema de salud actual han cambiado varios aspectos, por
ejemplo, cada indicación médica debe cumplir diferentes pasos a través de un largo
recorrido. El proceso se inicia con una decisión del médico respecto de un tratamiento
particular. Con frecuencia, este primer paso encierra un alto nivel de complejidad y de
responsabilidad, en la medida en que la selección del tratamiento debe hacerse, por lo
general, dentro de un amplio espectro de posibilidades terapéuticas. Para esta selección
el médico debe contar con un elevado nivel de capacitación que le permita analizar, en
forma crítica, una amplia y cambiante literatura llena de resultados con frecuencia con-
tradictorios, basados en complejos análisis estadísticos, a veces influidos por conflictos
de interés, de la cual debe extraer el tratamiento que, de acuerdo con las evidencias,
resulta el mejor para ese enfermo. Una vez realizada la selección se inicia el recorrido
que involucra personal de enfermería, farmacia, mensajeros hasta llegar finalmente al
paciente, recorrido en el cual debe garantizarse el cumplimiento exacto de la indicación:
dosis, dilución adecuada, conservación, vía y forma de administración, interacción con
otras drogas y horario exacto de administración.
En la medicina de hoy, la adecuada atención del enfermo va más allá de la excelencia
individual del médico que lo atiende, la calidad de atención debe incorporar todos los
elementos que forman parte del complejo sistema de atención médica. La excelencia
del médico es un elemento indispensable pero no suficiente para lograr una atención de
calidad. La misma debe entenderse como parte de un concepto mucho más amplio, en el
cual la excelencia es parte de una maquinaria que debe funcionar dentro de estándares
muy estrictos, hoy conocidos como “estándares de calidad”.
En este complejo sistema de atención, son varios los estadios en que se pueden co-
meter violaciones o alteraciones de lo establecido, de lo que es humana y técnicamente
correcto, dando paso a la posible comisión de errores médicos, téngase en cuenta que
mientras más compleja es la atención medica hay más posibilidades de cometer errores
en medicina. Por ejemplo, la alta tecnología médica, las unidades de atención al grave,
los servicios de urgencias médicas y la anestesiología por sus complejidades, y el nú-
mero de profesionales que participan en la atención asistencial son con creces mucho
más propensos a la comisión de errores. En 1990 el Instituto de Medicina de Estados
Unidos, parte de la Academia Nacional de Ciencias de ese país, propuso una definición
de calidad que ha sido ampliamente aceptada: “Calidad de atención es el grado en el
cual los servicios de salud para individuos y la población incrementan la posibilidad de
obtener resultados deseados en salud y que sean consistentes con el conocimiento
profesional médico”.
Capítulo 7. Ética y bioética ante el error médico 41

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Capítulo 8

Ética frente a tecnología médica


“el médico moderno, cual aprendiz de brujo, ha dejado de ser el amo de la tecnología
para convertirse en su servidor”.
Hinich

La ciencia médica evolucionó colocando un gran arsenal tecnológico en beneficio del


ser humano, aunque también volviéndose más invasiva con mayores riesgos y daños al
paciente. Con la aparición y desarrollo de la revolución científico-técnica en la medicina,
se asiste a un severo deterioro de la relación médico-paciente, a un abandono creciente
del interrogatorio, del examen físico y del conocimiento clínico, así como una utilización y
dependencia irracional y excesiva de los análisis complementarios, por parte de un gran
número de médicos, que configuran un verdadero fetichismo de la tecnología. Todo ello
tiene muy importantes y sensibles implicaciones éticas en la práctica médica.
Las consecuencias de la revolución científico técnica en la medicina ha representado
consecuencias fundamentales, se pueden estimar en tres: el deterioro de la relación
médico-paciente, el progresivo abandono y menosprecio de la clínica, y la utilización
irracional y por ende excesiva, de la tecnología médica aplicada al diagnóstico.
Bernard Lown, un destacado cardiólogo norteamericano y premio Nobel, escribió en
1995 que “la sangre del paciente va camino del laboratorio antes de terminar de hablar con
él y mucho antes de ponerle una mano encima”. Como resulta obvio, esto es un proceder
inaceptable en el ejercicio de la profesión médica, dado que relega a un plano secundario
el arma fundamental para el ejercicio diagnóstico, base esencial del esfuerzo supremo que
realiza el médico por desentrañar la identificación de las alteraciones clínicas del paciente,
o sea, reconocer el diagnóstico clínico de la entidad que lo afecta. La declinación en la
atención a las habilidades clínicas contrasta con una suprema confianza en la capacidad
de la tecnología para resolver los problemas médicos y es un reflejo de la confianza que la
sociedad occidental pone en la superioridad de las soluciones tecnológicas para resolver
los problemas del hombre. La peligrosa ironía de todo esto es que así como está demos-
trado que los progresos de la ciencia y la técnica, si no son controlados racionalmente
por el hombre pueden llegar a destruir el planeta, también los progresos de la tecnología
diagnóstica y terapéutica, si no son utilizados racionalmente por los médicos, pueden
llegar a destruir la esencia humana, milenaria, de la medicina y su ética humanista, trans-
formándola de una profesión que todavía es, en un oficio impersonal y deshumanizado,
donde un técnico calificado se dedique a la reparación de averías orgánicas.
Capítulo 8. Ética frente a tecnología médica 43

No se trata de negar el extraordinario valor de los exámenes complementarios en el


proceso del diagnóstico, cuya importancia está dada, entre otras cosas, porque confirman
unos diagnósticos y rechazan otros, intervienen en establecer el pronóstico y la evolución
de las enfermedades en los enfermos, son imprescindibles para la estadificación de un
gran número de enfermedades antes de decidir la terapéutica a utilizar, detectan los
efectos indeseables de los medicamentos que se usan, son capaces de ofrecer certeza
allí donde no llega la clínica y, tienen en algunas circunstancias el valor de tranquilizar
tanto al paciente como al médico, porque la medicina es una ciencia humana. Todos los
médicos hacen un uso diario de los análisis de laboratorio y no se puede prescindir de
ellos. El problema de las relaciones entre la clínica y el laboratorio es otro.
Se puede considerar entonces que el desarrollo tecnológico, esté o no relacionado
con la revolución científico-técnica, actúa sobre un número importante de médicos,
depreciando en ellos los valores de la clínica y sobrevalorando los de la tecnología
diagnóstica, lo cual es un error, ya que al abandonar lo que considera inseguridades de
la clínica buscando la aparente seguridad del análisis, el médico olvida que la misma
incertidumbre que tiene la clínica existe en los análisis: todos tienen un cierto número de
resultados falsos positivos y falsos negativos, y todos son absolutamente dependientes
del técnico y del médico para su ejecución e interpretación, respectivamente. Siempre se
ha creído que el médico que abandona la clínica es porque en el fondo se reconoce mal
preparado en ella, desconfía de sus propios conocimientos y lo reconoce de esa forma.
El uso inteligente, racional y ponderado de los análisis complementarios, que como su
nombre indica están para complementar la clínica y no para sustituirla, no crea ningún
problema. No hay contradicciones entre la clínica y la tecnología y, ninguna de las dos
claudica delante de la otra. Ambas están dentro del método clínico, forman parte de él,
tienen a su cargo etapas diferentes de él y son aproximaciones diferentes al diagnóstico,
pero están muy relacionadas. La clínica guía al laboratorio y el proceso no puede ser
racionalmente a la inversa.
El conflicto ético, comienza cuando el médico asume la idea falaz de que la técnica lo
dispensa de una labor clínica detallada y precisa. En Medicina, la técnica y la ética son
hermanas siamesas, de ahí que se pueda afirmar que la ética sin la técnica se vuelve
inconsecuente y la técnica sin la ética es ciega. Hipócrates en el libro Sobre la decencia,
recomienda: “En efecto, también en la medicina están todas las cosas que dan en la sabi-
duría: desprendimiento, modestia, pundonor, dignidad, prestigio, juicio, calma, capacidad
de réplica, integridad, lenguaje sentencioso, conocimiento de lo que es útil y necesario
para la vida, rechazo de la impureza, alejamiento de toda superstición, excelencia divina”.
Por otra parte, no se puede ser un buen médico, si no se trabaja para la excelencia y
la perfección técnica (ser un buen médico) y moral (ser un médico bueno). No hay nada
peor que el alejarse de los dos fundamentos de la medicina.
Finalmente, se dice y no sin razón: “ un sabio sabe lo que es la ignorancia por que ya
fue ignorante, pero el ignorante jamás sabrá lo que es el sabio porque nunca fue sabio”.
En el presente, la mayoría coincide en que un ejercicio médico ético se da cuando se
44 El error en medicina

cumplen cuatro principios fundamentales: beneficencia, no maleficencia, autonomía


del paciente y justicia en el suministro de la medicina.

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Capítulo 9

Mala práctica médica


“El uso irracional de la verdad puede hacer más daño que el uso razonable de los errores”.
Huxley.

En 1825 y 1832, se procesó a dos médicos (Helie y Thouret Noroy), por haber obrado
de manera imprudente y con impericia en su actuación profesional; ambos fueron con-
denados a pagar una indemnización vitalicia a sus pacientes. Éstos fueron los primeros
casos de responsabilidad profesional documentados y que sirvieron de antecedente
jurídico para legislar, en todo el mundo, sobre estas acciones.
Ante la conducta en la medicina actual, donde la relación médico-paciente ha cambiado
y evolucionado en gran medida, es imprescindible poseer una aptitud y actitud que nos
ayude a conducirnos en la praxis médica, al tomar decisiones para realizar la intención
médica deseada, para que no sucedan o se minimicen errores médicos y el proceder se
oriente a proteger tanto al paciente como al médico.

Algo de historia
Es útil percatarnos de la forma como los griegos en la época antigua llevaban a cabo
la práctica médica cotidiana que era similar a la práctica médica que llevamos hoy en
día. Veamos en estos la manera de ejercer la medicina:
Fue en la Grecia antigua donde la tecnificación de la medicina se consumó. Diagnos-
ticar es un vocablo griego, diagignóskein, que significa “conocer acabadamente”. Tres
puntos básicos deben ser considerados en la actitud de los médicos hipocráticos ante
la tarea del diagnóstico:
–– En principio, la concepción hipocrática obligaba al médico saber si el sujeto en
cuestión estaba o no realmente enfermo, discriminar si su enfermedad era mor-
tal o incurable para saber si su deber sería abstenerse de intervenir, o si “ocurri-
do por azar” podía ser susceptible de un tratamiento eficaz. Una vez resuelto el
dilema “sano o enfermo” y “fatalidad o azar”, comenzaba el verdadero quehacer
diagnóstico, en saber ordenar racionalmente la apariencia clínica. Ellos llamaron
katastasis al aspecto particular de una enfermedad y al entorno físico en que tal
enfermedad se había producido. Necesitaban percibir los signos, la ordenación de
46 El error en medicina

la katastasis y la causa externa determinante de aquella afección. Requerían de un


método y apelaban a tres recursos principales: la exploración sensorial, aisthesis;
la comunicación verbal, logo y, el razonamiento conclusivo, logismos. Para los hi-
pocráticos, el criterio principal de su certidumbre fue “la sensación de su cuerpo”.
De ahí la nimiedad con que supieron aplicar todos sus sentidos: la vista (aspecto
de la piel y las mucosas, secreciones, uso de los espéculos anal y vaginal), el oído
(voz, respiración, borborigmos, auscultación directa del tórax), el tacto, el olfato y el
gusto (exploración gustativa del sudor, piel, lágrimas, cerumen y oído). El interroga-
torio, por otra parte, era para el hipocrático menos seguro que lo logrado mediante
la “sensación de cuerpo”. Esto sería “saber cierto”, el otro, probabilidad o aparien-
cia. Los datos clínicos conseguidos de uno y otro modo permitían establecer el
razonamiento fisiopatológico hasta llegar a una conclusión, que permitiera explicar
satisfactoriamente la totalidad del cuadro clínico, que en ocasiones podía recurrir,
inclusive, a procedimientos exploratorios.
–– Otra de orden social, mediante la exactitud del diagnóstico “hay que conseguir la
admiración del enfermo y de los que lo rodean”, enseñaba Galeno a sus discípulos.
–– Una más, de orden técnico-profesional, porque la eficacia del tratamiento dependía
ante todo de la exactitud el diagnóstico.

Los médicos antiguos distinguieron en su acción terapéutica tres orientaciones car-


dinales: la farmacoterapia, la dietética y la quirúrgica. Por medio de las tres, el arte del
médico se haría therapeia, cuidadoso y reverencial servicio a la divina Physis (aquella
fuerza o fuente de donde nacen los entes).
–– La farmacoterapia: se usaban medicamentos catárticos, purificadores, diaforéticos,
diuréticos, narcóticos, vomitivos, emolientes, cáusticos, revulsivos. Estos eran casi
siempre vegetales, porque la acción de las sustancias minerales, tan diferentes de
las humanas, es demasiado intensa, y la de las sustancias humanas, por la razón
contraria, demasiado débil. Las píldoras, las pociones, los polvos, las pomadas, las
lavativas y las fumigaciones eran, entre otras, las formas medicamentosas emplea-
das; el mismo médico era quien las preparaba.
–– La dietética: de gran prestigio entre los griegos, serviría para dos fines principales: el
tratamiento de la enfermedad y la conservación de la salud e incluso la mejora de la
naturaleza del hombre.
–– Si se considera la Ilíada, la cirugía era la parte de la terapéutica con mayor prestigio
entre los griegos. Fue nombrada por ellos enkheiréein, “poner las manos” sobre el
cuerpo del enfermo. La actividad quirúrgica del hipocrático tenía como escenario
habitual la oficina del médico; la cirugía fue plenamente restauradora (fracturas,
luxaciones, heridas, úlceras y fístulas) y evacuante (abscesos, empiemas, trepana-
ción, nefrostomía) y, apenas exerética (hemorroides).
Capítulo 9. Mala práctica médica 47

Ética médica
Por su esencia, la actividad médica es un acto ético. Interpretada de diversas mane-
ras, la creencia en la suprema divinidad era el eje central de su ética. No solo el famoso
juramento, muchos otros textos contienen indicaciones expresas y tácitas acerca de
la ética médica. Dos principios morales fundamentales son referidos: por una parte, el
imperativo de abstenerse de actuar cuando la muerte o la incurabilidad del enfermo
parecían fatalidades invencibles; por otra parte, el noble y prudente precepto de ayudar
o, por lo menos, de no perjudicar.
¿Cuándo una enfermedad concreta era mortal e incurable y cuándo susceptible de
“ayuda técnica”? ¿Cuándo debía el médico renunciar a su intervención, tanto por respeto al
mandato sagrado como para evitar al enfermo molestias inútiles y cuándo debía contribuir
con sus recursos artísticos y médicos? Grave problema ético y técnico para la época,
frente al cual debían dividirse las actitudes de los médicos. A la ética de la relación con el
enfermo tenemos también el problema de los honorarios médicos. En aquella época no
era lícita la percepción de honorarios si el médico, tratando al enfermo, no había podido
perfeccionar su arte o si su actitud terapéutica no había sido un “curar aprendiendo”; pero,
naturalmente, en Grecia la retribución económica era una práctica habitual de la medicina.
La asistencia gratuita solo quedaría bien justificada cuando el médico devolviera un favor
recibido o tratara de obtener renombre entre sus conciudadanos.

La buena y mala práctica médica


La práctica médica consiste en anunciar, prescribir, indicar o aplicar cualquier pro-
cedimiento directo o indirecto de uso en el diagnóstico, pronóstico o tratamiento de
las enfermedades de las personas, o la recuperación, conservación, y preservación de
la salud de las mismas; el asesoramiento público o privado, así como las pericias que
practican los médicos.
Para ejecutar una buena práctica médica, se requiere que se haga con prudencia, pe-
ricia, diligencia, recta intención y recta conciencia médica, entendiendo estas actitudes
y virtudes como las ha desarrollado Aristóteles:
–– Prudencia: la virtud de tomar decisiones médicas, sean de comisión o de omisión,
ajustadas a la lex artis (criterio valorativo de la corrección del acto médico concreto
ejecutado por el profesional de la medicina), y adecuadas a las circunstancias de
ese acto médico, a su tiempo y momento, y a los medios disponibles. La falta de
prudencia es imprudencia.
–– Pericia: poseer la lex artis, tener todos los requisitos psíquicos y físicos para realizar-
la en el acto médico. Las faltas de pericia son impericia.
48 El error en medicina

–– Diligencia: el cuidado, atención, dedicación, prontitud, prolijidad y cariño para reali-


zar el acto médico. La falta de diligencia es negligencia.
–– Recta intención y recta conciencia médica: la actitud ética médica de valorizar, en
el acto médico, por encima de todo interés personal o institucional, la salud, la vida
y la calidad de vida de las personas sobre quienes recae ese acto. Implica ajustar la
voluntad a la lex artis.

Se habla de mala práctica médica cuando se provoca un daño en el cuerpo o en la


salud de la persona humana, sea este daño parcial o total, limitado en el tiempo o per-
manente, como consecuencia de un accionar profesional realizado con imprudencia
o negligencia, impericia en su profesión o arte de curar, o por inobservancia de los re-
glamentos o deberes a su cargo. En el mundo occidental, la mala praxis es el concepto
más frecuentemente invocado en las demandas y que obliga a los profesionales de la
salud a contratar seguros, consiste en que el paciente sufra algún daño físico o psíquico,
temporal o permanente, total o parcial, o la muerte misma, debido al incumplimiento de
las obligaciones profesionales del médico tratante.

La responsabilidad médica
La responsabilidad médica implica el compromiso moral de responder por los actos
propios (en algunos casos incluso por los ajenos), y la obligación de reparar o indemnizar
las consecuencias de actos perjudiciales para terceros, son dos vertientes de un con-
cepto que contiene elementos tan antiguos y complejos como el acto médico mismo.
La primera invoca a la convicción vocacional y moral del profesional, cuya capacidad
científico-técnica se basa en principios éticos generalmente establecidos por los propios
médicos. La segunda surge del derecho, es coercitiva y se rige por leyes emitidas por
el Estado; tiene como principal objetivo calificar y sancionar los actos del médico que
perjudiquen física, moral o económicamente al enfermo.
Durante el ejercicio de la medicina, surge la responsabilidad médica, que es la obli-
gación que tiene toda persona que ejerce una rama del arte de curar, de responder ante
la justicia por los daños ocasionados con motivo del ejercicio de su profesión. La res-
ponsabilidad médica así definida, cuenta con las normas ya expresadas en el párrafo
precedente.
En Cuba, por ejemplo, de acuerdo con lo establecido en el Código Penal, toda acción
u omisión socialmente peligrosa, prevista y sancionada en la legislación, constituye un
delito. Estos pueden ser cometidos intencionalmente o por imprudencia. El delito es in-
tencional cuando se realiza consciente y voluntariamente la acción u omisión, mientras
que se considera por imprudencia, cuando está presente la negligencia, la impericia, o
la imprudencia, propiamente dicha.
Capítulo 9. Mala práctica médica 49

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Capítulo 10

Errores en medicina clínica


“Errar es de humano, perdonar es divino, demandar es norteamericano”.
Thomas L Leaman.

De forma incuestionable, el informe del Instituto de Medicina de los Estados Unidos


de Norteamérica (EE. UU.), a finales del año 2000: “Errar es humano: construyendo un
sistema de salud más seguro”, causó una conmoción e hizo noticia en todo el mundo.
El informe decía que, en ese país, después de un estudio exhaustivo en los hospitales
más prominentes de la ciudad de New York, fallecían entre 44 000 y 98 000 personas a
consecuencias de errores médicos o mala práctica en el ejercicio de la profesión médica.
Un año antes, en diciembre 1999, el profesor Leape, de Harvard University, quien formo
parte del Instituto que realizó el citado estudio, en otro trabajo científico que trataba
sobre el tema, titulado “ No dañar, rompiendo la cultura del silencio”, mencionaba: “Los
médicos son formados en el concepto que es su trabajo no cometer errores. Es como
el pecado. Todo el concepto de error es pecaminoso, es una falla moral profundamente
arraigada en la medicina y es muy destructiva. Significa que no se debe tratar el tema,
porque es muy doloroso”
En independencia del daño humano que causan los errores médicos, que en ocasiones
son mortales, existe un elevado coste económico, que se calcula que el gasto anual es o
puede estar cercano a los 26 billones de dólares americanos, y según reportes recientes
ascendió de la octava posición inicial, a la tercera causa de muerte en EE. UU.. Por otro
lado, los errores en la asistencia a enfermos erosionan la confianza de los pacientes
en el sistema, dañan las instituciones y a los profesionales sanitarios, que convierten a
estos últimos, sin duda alguna, en su segunda víctima.
Toda actividad humana conlleva el riesgo de que el camino a un objetivo final se
pierda, la incertidumbre de todo proceso forma parte del mundo real y toda verdad pro-
piamente tal, más o menos un cierto error. El principio de incertidumbre del inexorable
mundo físico es el causante de esta problemática y el actuar médico no es la excepción.
Etimológicamente la raíz latina de la palabra error es “perder el rumbo”. El error así
concebido no es más que el extravió del rumbo que sigue el actuar médico frente a los
requerimientos de un paciente.
Hace 100 años uno de los máximos exponente de la medicina contemporánea, sir
William Osler la definió como la ciencia de lo incierto y el arte de lo probable, enfatizando
Capítulo 10. Errores en medicina clínica 51

así el riesgo de error como algo propio: lo único seguro en la medicina es lo probable y
lo incierto.
Los médicos pensamos en el error cuyo reconocimiento es fuente de mejoría,
¡pero no todos! Desde la primera infancia cometemos errores de los cuales somos
advertidos por quienes nos crían, nos cuidan y nos enseñan las actitudes, y respuestas
correctas con la palabra o con el ejemplo. Al corregir los errores lo llamamos aprender.
Aprender a corregir una planificación que se ha demostrado equivocada y, aprender
corrigiendo las imperfecciones de una destreza. Los humanos aprendemos con las
palabras y los ejemplos, con la aprobación y la desaprobación, con los premios y
con los castigos. La aspiración natural es pues minimizar los errores. Los errores
se minimizan con conocimientos, voluntad y responsabilidad, con recursos y con
organización; los primeros dependen de cualidades personales, los dos últimos de
cualidades del sistema. De los primeros somos responsables los médicos, de los dos
últimos los organizadores, estatales, de obras sociales o privados, de funcionarios,
de productores y de gerentes.

Errores cotidianos
Para tener una idea más clara de la importancia de los errores en la existencia de todos
los seres humanos, baste mencionar que en la vida diaria pretendemos tomar acciones
concretas para llegar o alcanzar determinados objetivos vitales definidos. Estos, como
actividad humana siempre van a estar estrechamente relacionados con la incertidumbre
y la comisión de un error, que puede hacer fracasar el propósito inicial.
Son conocidos los errores cometidos en diversas esferas de la vida cotidiana, en los
cálculos de las construcciones por los ingenieros y arquitectos, que conducen a su de-
rrumbe con sismos de magnitud variable, errores en la planificación económica de los
países que han dado origen a crisis que han afectado grandes sectores poblacionales;
los errores políticos y, entre ellos, no puede, ni deben, ignorarse los errores médicos
Un estudio curioso e interesante, realizado en Inglaterra y Escocia de 1986-1990, sobre
opciones de métodos de viaje concretos con que nos movemos en nuestra vida y su
evaluación de riesgo, demostró, en muertes por 1000 millones de kilómetros recorridos,
lo siguiente:
–– Los que proporcionaron mayor riesgo.
–– Utilizar motocicleta: 104.
–– Caminar a pie: 70.
–– Utilizar bicicleta: 50.
–– Usar automóvil o taxi: 4,4.
–– Utilizar avión: 0,23.

Puede constatarse fácilmente por qué muchas personas repudian el uso de las
motocicletas, y por otro lado si comparamos estos resultados con los obtenido con la
52 El error en medicina

utilización de avión, es evidente que estos son mucho más seguros y sorprendentemente
menos expuestos a catástrofes o riesgos. La pregunta que se desprende es: ¿cómo el
sector de la aviación ha logrado tales resultados de seguridad de sus pasajeros?, ¿cómo
han logrado disminuir los errores humanos, mecánicos y de sistemas de seguridad de
los aviones? En el ejemplo citado, sobre viajes, es notable que desde que se toma la
decisión de iniciar un viaje, automáticamente se asume un riesgo de error. Más adelante
se comenta y explica al respecto.
En otra casuística, ahora en el deporte, al evaluar el riesgo de muerte (muertes/millón
participante/hora), la ocurrencia de error es variable: con creces el mayor riesgo lo asume
el volar en alas delta (1,5 muertes/1000/horas/hombres), sin embargo, la práctica del
boxeo solo ocasiona una muerte/dos millones de horas/hombre.
La moraleja de lo antes mencionado, es que, en nuestras vidas, la actividad humana
se mueve en una balanza o péndulo entre el éxito y la ocurrencia de errores, a la hora de
evaluar los objetivos propuestos, de los más sencillos a los extremadamente complejos.

Definiciones útiles sobre el error


Se ofrecen variados conceptos de “error”, de tal manera que:
–– La Real Academia de la Lengua Española lo define como “un concepto equivocado o
juicio falso, acción desacertada”.
–– El Diccionario Médico de Steadman lo reconoce como “un defecto en estructura o función”.
–– Según Grober, error es “un acto de omisión o comisión en la planeación o ejecución,
que contribuye o puede contribuir a un resultado no intencionado”.
–– La Patient Safety Foundation (PSF) considera: “un resultado no intencionado causa-
do por un defecto en el cuidado de la salud de un paciente”.
–– Reason insiste en precisar, que “en el caso de los errores, la intencionalidad es nece-
saria para poder hablar de error y en ese sentido lo define como una falla en una se-
cuencia de actividades físicas o mentales para lograr un objetivo, siempre y cuando
esta falla no se pueda atribuir al azar. De esta forma define dos tipos de errores: de
planeación y de ejecución”.
–– El Institute of Medicine de EE. UU., lo menciona como “la falla de una acción planeada
para ser completada como fue concebida, o el uso de un plan erróneo para lograr un fin”.

Otros conceptos de utilidad


Evento adverso: el resultado clínico que es adverso al esperado y debido a error
durante el diagnóstico, tratamiento o cuidado del paciente y no al curso natural de la
enfermedad o a condiciones propias del mismo. No debe confundirse con complicacio-
nes de un proceso morboso, que son resultados adversos de procedimientos clínicos o
quirúrgicos que no se asocian con error de las personas o de los procesos, y cuando son
Capítulo 10. Errores en medicina clínica 53

por reacciones idiosincráticas a los medicamentos propias de los pacientes, se deben


llamar reacciones adversas.
Evento adverso potencial: sucede cuando un error que pudo haber resultado en daño,
es descubierto y corregido antes de que ocurra.
Error sin daño: son aquellos errores en los procesos pero que afortunadamente no
afectan negativamente al paciente. La ausencia de daño puede obedecer a la naturaleza
de la fisiología humana o a la suerte.
Error e yatrogenia no son sinónimos: la mayoría de los errores no causan daño, que es
el elemento que define la yatrogenia. Sin embargo, un alto porcentaje de las yatrogenias
derivan de un error.
Evento centinela: hecho inesperado, no relacionado con la historia natural de la
enfermedad, que produce la muerte del paciente, una lesión física o psicológica grave
o el riesgo de sufrirlas a futuro, según Joint Commission on Accreditation of Health
Organization.
Errores latentes: son un aspecto esencial y frecuente, debido a que muchos errores
ocurren por problemas ya presentes en el diseño o en el sistema de control. Las con-
diciones son propicias para la ocurrencia del error, es cuestión de tiempo, Ejemplo: el
desastre de Chernóbil. Otras situaciones donde se favorece la posibilidad de error están
descritas en el modelo del queso suizo, propuesto por Reason. Aquí se ponen en eviden-
cias fallas latentes en el proceso sistémico de la atención, las cuales una vez alineadas,
llevan a la producción del error.
Casi error: este término define aquella situación que de no haber sido evitada hubiera
podido dañar al paciente, y el concepto de seguridad del paciente se refiere a la ausencia
de lesión accidental.
Cultura de seguridad y práctica segura: conjunto de creencias, valores y actitudes
que comparten los miembros de una organización y que se refleja en sus acciones
diarias. La incidencia diaria de múltiples eventos adversos en hospitales y dependen-
cias de salud, algunos de ellos fatales, es el resultado de la ausencia de una cultura
de seguridad que genere rutinariamente en el personal hábitos y practica seguras.
Error clínico: cuando hablamos de error médico da la impresión que lo ocasiono este
tipo de profesional de la salud, cuando pueden haber estado involucrados u ocasionarlos
por cualquier tipo de personal asistencial y no solo médicos, es conveniente utilizar el
término mencionado en lugar de error médico. Los errores clínicos involucran, tanto a
los eventos adversos prevenibles como a los errores sin daño.
Ignorancia inexcusable: se opone al error científico o del estado del arte. Se evita
mediante la obtención de conocimientos elementales de todo médico.
Negligencia culpable: se combate con el celo escrupuloso, es decir, tomando las
precauciones indispensables para evitar el perjuicio innecesario.
Imprudencia: descuido, práctica de acción inconsiderada o precipitada, resultante
de la improvisación del agente en relación al hecho que podía o debía presuponer. Es
54 El error en medicina

cuando la conducta médica conlleva riesgos al paciente, sin respaldo científico para su
procedimiento. Un ejemplo es el cirujano que opera sin el diagnóstico correcto y sin la
preparación adecuada del paciente.
Imprudencia temeraria: se evita con el uso de la virtud de la prudencia, con empleo
de conocimientos habituales para impedir la ocurrencia de accidentes graves.
Impericia: ignorancia, incompetencia, desconocimiento, incapacidad e inexperiencia
en el arte de la profesión. Puede ser entendida como una situación en que el médico
realiza un procedimiento para el cual no está habilitado, correspondiendo a la falta de
preparación técnica o práctica por insuficiencia de conocimiento.
Riesgo: contingencia o proximidad de un daño. Situación latente que puede dar lugar
a un error.
Dolo: hay intención deliberada, es decir, a sabiendas que el procedimiento puede
causar daño, no detiene al autor.
Culpa: no hay necesariamente intención de dañar, pero hay negligencia, desidia, impe-
ricia, falta de precaución o de diligencia, descuido o negligencia que produce perjuicio a
otro o que frustra el cumplimiento de una obligación y debe ser imputada a quien la causa.
Caso fortuito: los hechos son extraños al hombre, ocurren por azar, es decir, es una
consecuencia extraordinaria o excepcional de la acción. El médico no ha previsto el
resultado porque este no era previsible, por lo tanto, no puede serle imputado.
Experto: alguien que conoce muy bien una sola actividad, que la efectuará mejor que
otros y cometerá menos errores.
Profesión: el médico debe resolver en su quehacer diario problemas que comprometen
los valores más sagrados del ser humano: la vida, la salud, la enfermedad, la felicidad
y la capacidad de continuar con un proyecto de vida. Desde los inicios de la medicina
occidental el médico fue considerado un profesional, según la concepción histórica de
la palabra. Según Diego Gracia, “las profesiones son actividades muy particulares que
obligan no solo al bien hacer sino a la perfección”. Del médico siempre se ha esperado
la perfección y la excelencia.
Paradigma biológico: aquel que es impredecible, adaptativo, variable y reactivo. La
disciplina medica esta hincada en el paradigma biológico. En la práctica médica cada
enfermo es una situación novedosa, generadora de incertidumbre que necesita la com-
petencia del profesional médico a través de todo su entrenamiento, conocimientos, ha-
bilidades y experiencia. Aquí, es necesario considerar que el resultado de las decisiones
es probabilístico; una buena decisión no siempre conduce a un buen resultado, de la
misma manera que una mala decisión no siempre es dañina.
Paradigma físico: este es predecible, estructurado y sujeto a leyes matemáticas, por
tanto, es más certero y, también puede ser generador de inexactitudes que conllevan a
errores. En las matemáticas, la química o la física, consideradas ciencias exactas, donde
se tiene el control de la mayoría de las variables, llegan a presentarse errores, justifica-
dos o no. Ninguna de las profesiones y ninguna de las ciencias están exentas del error.
Capítulo 10. Errores en medicina clínica 55

Calidad de la atención: en el contexto de salud, existe evidencia del interés por la calidad
en papiros egipcios, en el código de Hammurabi y en el tratado “La Ley” de Hipócrates.
Los fenicios, comerciantes famosos por la calidad de sus productos, cortaban la mano
derecha de los operarios que elaboraban mal los productos y, de esta manera, pretendían
evitar la repetición de errores. En todos estos casos, el buscar lo mejor para el paciente
parece ser la esencia de la calidad en el ejercicio de la práctica clínica. De esta forma,
se crea el inseparable binomio: ética y calidad.
Desde 1990 el Instituto de Medicina de EE. UU., propuso una definición de calidad
que ha sido ampliamente aceptada. “Es el grado en el cual los servicios de salud para
individuos y la población incrementan la posibilidad de obtener resultados deseados en
salud y que sean consistentes con el conocimiento profesional médico”.
Deming afirma que: la calidad es el orgullo de la mano de obra, entendiendo mano de
obra en el más amplio sentido y también afirma que: “la calidad se define en términos
de quien la valora”. Asegura, que la mejora de la “calidad se consigue con el control es-
tadístico de todos los procesos”. Lift y Hunt, en el contexto de salud, la definen: como
el grado mediante el cual los procesos de atención medica incrementan la probabilidad
de resultados deseados por los pacientes y reduce la probabilidad de resultados no
deseados, de acuerdo al estado de los conocimientos médicos.
Probablemente una de las definiciones más clásicas sobre lo que representa la cali-
dad en la atención medica fue propuesta por Lee y Jones: “quienes la refieren como el
conjunto de juicios de valor aplicados a diversos aspectos, propiedades, ingredientes o
dimensiones del proceso llamado atención medica”.
La calidad es, pues, un derecho que debe ser garantizado. Por lo tanto, la garantía de
la calidad es imperativa en los sistemas de salud y, de manera concreta, en las organiza-
ciones que lo conforman. Como puede apreciarse, definir calidad no es tarea fácil. En la
práctica, tal como lo refiere R. Schonberger, “la calidad es como el arte; todos lo alaban,
todos la reconocen cuando la ven, pero cada uno tiene su propia definición”
Atención médica: se define como el tratamiento que proporciona un profesional de
la salud a un episodio de enfermedad claramente establecido, en un paciente dado. De
esta atención se originan dos aspectos: el primero es la atención técnica, la cual es
la aplicación de la ciencia y tecnología para la resolución de un problema de salud. El
segundo, es la relación interpersonal que, es la interacción social, cultural y económica
entre el profesional de la salud y el paciente.

Clasificación del error médico


La clasificación del error médico, propuesta por Lucian Leape, en 1993, ofrece las
diferentes etapas de la atención del paciente y puede adaptarse a todas las especiali-
dades médicas:
–– Diagnósticos (errores o retraso en el diagnóstico):
56 El error en medicina

• Falla para ordenar los estudios adecuados.


• Uso de un estudio o tratamiento fuera de uso.
• Falla para actuar de acuerdo a los resultados de estudios o de monitoreo.
–– Tratamiento (error en la realización de una cirugía, procedimiento o estudio).
• Error al administrar el tratamiento.
• Error en dosis o método para administrar un medicamento.
• Retraso prevenible en el tratamiento o en respuesta a un estudio anormal.
• Cuidado inapropiado.
–– Preventivos (falla para otorgar tratamiento profiláctico).
• Monitoreo inadecuado o falla en la seguridad del tratamiento.
–– Otros:
• Falla de comunicación. Para Woods, quien reporto que 80 % de los errores demos-
trables en medicina nacen de una comunicación inadecuada.
• Falla de equipo.

Cualquier clasificación de utilidad, debe comenzar por la posibilidad de diferenciar


ante consecuencias indeseadas o eventos adversos de la atención médica, su origen,
es decir, poder determinar si es producto de la propia evolución de la enfermedad, de
las condiciones del paciente, de la mala práctica o de un error médico. Para el estudio o
investigación del error médico se pudiera utilizar una estructura que ha sido propuesta
por el IOM de EE. UU., de la forma que se expresa:
–– Tipo de institución o instituciones de salud, sistema donde ocurrió.
–– Personas implicadas, médicos, enfermeras, técnicos y otros trabajadores de la salud.
–– Tipo de servicio de atención donde se produjo, consulta, terapia intensiva, otros.
–– Gravedad y tipo del daño ocurrido desde un simple evento centinela, discapacidad,
lesión, infección, reacción alérgica, intoxicación, hasta un fallecimiento.
–– Otra propuesta, más reciente, para clasificar las causas del error médico, del IOM de
Estados Unidos de Norteamérica, que las resume en tres grupos de la forma siguiente:
• Por exceso de servicio (overuse), tratamiento innecesario o que tiene pocas po-
sibilidades de beneficios, ejemplos: indicar incorrectamente un antibiótico que
causa resistencia y reacciones adversas, realizar una intervención quirúrgica in-
necesaria.
• Por insuficiencia de servicios (underuse), no utilizar o demorar un servicio o trata-
miento potencialmente adecuado, que trae como consecuencia complicaciones,
muertes prematura y altos costos, ejemplo: no realizar un control adecuado a los
diabéticos para la prevención de complicaciones, no utilizar el examen para el
diagnóstico del cáncer de cuello uterino en las mujeres o la mamografía periódica
para detección del cáncer de mama, un inadecuado seguimiento del embarazo, o
más simple, no lavarse las manos como esta normado.
• Por inapropiado diagnóstico (misuse), errores en el diagnóstico, por diferentes fac-
tores, que demora o atrasa una oportuna conducta o tratamiento, que causan inne-
Capítulo 10. Errores en medicina clínica 57

cesarios eventos adversos y peligro de perder la vida. Se considera, por algunos,


que este grupo incluye la mayoría de las causas del error médico.

Calidad de la atención médica


desde la técnica
La clínica en la práctica médica es un recurso que aumenta el conocimiento, el interés
y la curiosidad científica, sin embargo, existe una tendencia a dejarla de lado, con lo cual
“el arte de la clínica se ha ido sustituyendo por el arte de la interpretación de la técnica”.
Cuando se menciona la calidad de la atención médica, hay que analizar que tiene
dos dimensiones: una, hacer lo correcto, y dos, hacerlo correctamente. Lo primero
lleva implícito una alta calidad de decisión, y lo segundo, hacerlo correctamente, para
lo que se requiere una elevada calidad de realización (habilidades, juicio y oportunidad,
hacerlo a tiempo).
Por ejemplo, cuando se indica previa selección un tratamiento específico, esto requiere
que las decisiones para tal fin sean correctas. Por lo que cada esquema de tratamiento
debe ser seleccionado a partir de toda una gama de alternativas terapéuticas. Obvia-
mente debe tener una razonable probabilidad de que sea efectivo, de acuerdo con las
evidencias actuales existentes, con la premisa de que no se seleccione para una pato-
logía determinada sino individualizado para un paciente con determinadas condiciones
particulares, ejemplo: niños en pediatría y ancianos en geriatría. Esta acción requiere
una elevada calidad en la decisión, es decir, hacer lo correcto.
Toda vez que el tratamiento ha sido seleccionado, es necesario e imprescindible que
el mismo se cumpla correctamente. Para esto se requiere de una doble verificación por
pate de enfermería y del personal clínico con relación a las ordenes médicas y de los
llamados “cinco correctos” (paciente, medicamento, presentación, dosis y vía de admi-
nistración). En igual medida, esto es válido en el caso de un procedimiento quirúrgico.
Siempre debe existir una razonable oportunidad de que, entre las diferentes alternativas,
la decisión que se tomo sea la más adecuada para el enfermo, para luego verificar que
se ha ejecutado con habilidad, destreza y oportunidad. Se carece de certeza absoluta,
pero debe tenerse mucho cuidado de exigirse una probabilidad razonable de eficacia,
de acuerdo con los conocimientos y las evidencias disponibles.

Epidemiologia del error médico


En las últimas décadas se tomado marcado interés en el análisis de los errores médicos,
a partir de variados informes que han señalado la alta frecuencia y consecuencias, a
veces fatales, del mismo, así como el alto costo económico que ha representado. Para
citar un ejemplo: la literatura médica acerca de este tema se ha incrementado exponen-
58 El error en medicina

cialmente en los últimos años. En los registros de PubMed del NIH, EE. UU., se reportaron
en la década de 1960-1970 unos 100 títulos por año. En el 2005, ya ascendían a más de
500/año, y obviamente esto ha continuado incrementándose en lustros venideros dada
la importancia que los servicios de salud y la Organización Mundial de la Salud le han
concedido. En Medline las publicaciones y estudios médicos relacionados se incremen-
taron de 54 a 164/100 000 artículos desde el reporte del IOM.
El error médico es un problema global que afecta a todos los países, aunque son los
desarrollados los que más se han ocupado de estudiar esta problemática con mayor
rigor y profundidad, lo que debe estar relacionado con las demandas que se plantean
en ellos ante consecuencias indeseables o desenlaces fatales, que constituyen un
problema muy serio.
Hay factores que conspiran para un adecuado análisis de los errores médicos. Crite-
rios diferentes, inexistencia de un patrón único de análisis, falta de rigor e integración en
los reportes de los incidentes o eventos e incluso la dificultad para diferenciar un error
prevenible de otro inevitable o no prevenible.
Impacto Económico de eventos adversos o errores médicos, para tener una idea de
esto, en Estados Unidos de Norteamérica el costo anual por eventos adversos es entre
37,6 y 50 billones de dólares, y entre 17-29 billones para eventos adversos prevenibles.
Con el propósito de justipreciar la verdadera magnitud de los errores médicos y eventos
adversos, baste señalar estadísticas propias del citado país: los eventos adversos ocu-
rren entre 2,9 y 3,7 % de los pacientes. Los eventos adversos llevaron a la muerte entre
6,6 y 13,6 % de los casos.
Por otro lado, es importante conocer que desde 2008, en EE. UU., Medicare no paga por
ocho errores considerados prevenibles: escaras, caídas, embolismo aéreo, transfusión
de productos hemáticos incompatibles, olvido de gasas o instrumental dentro de pacien-
tes quirúrgicos, mediastinitis postbypass coronario e infecciones por uso prolongado
de catéteres vesicales y líneas vasculares centrales. Es posible que pronto se excluyan
de pago también las neumonías asociadas a ventilador, septicemia por Stafilococcus
aureus, trombosis venosa profunda y embolismo pulmonar.
Error médico como causa de muerte: en otro informe del Instituto de Medicina de
EE. UU., se propone que la estimación de muertes causadas por error médico, excede
levemente al número de la octava causa de muerte general; más personas mueren al
año como resultado de error médico que por accidentes de vehículos motorizados,
cáncer de mama o VIH-sida. Esto fue lustro atrás, porque en reportes del 2018 lo señalan
posicionado en la tercera causa de muerte en EE. UU. En otra especialidad, igualmente
en EE. UU., en estudio de mortalidad materna en hospitales del tercer nivel, se constató
que el 86 % de las muertes evitables se encontraron fallas en la atención médica, y
en otra investigación en el Reino Unido, también sobre muertes maternas, debidas a
preeclampsia se encontró una atención no optima en el 80 % de los casos analizados.
Capítulo 10. Errores en medicina clínica 59

A pesar de algunas dificultades en el orden metodológico, unos estudios posteriores


llevados a cabo en otros países como Australia, Dinamarca, Nueva Zelandia, España y
Canadá han confirmado la magnitud del problema que estudiamos, así como la evita-
bilidad en algunos casos.
Con relación a errores en la formulación de medicamentos, otro análisis exhaustivo,
demostró que causan más muertes anuales que los accidentes de trabajo: 7000 contra
6000, respectivamente. La mayoría de las investigaciones, por razones de demandas
a médicos e instituciones por seguros médicos, se reportan en Estados Unidos de
Norteamérica. A nivel internacional, la prescripción de medicamentos potencialmente
inapropiados en la población geriátrica varía entre 5,8 y 51,4 %. Sin embargo, en EE. UU.,
estudios obtenidos de la base de datos de este país, han documentado una prevalencia
de la prescripción de medicamentos potencialmente inapropiados en el adulto mayor
de, 7,8 a 21,1 %. En un estudio de Kaufman et al., informo que los medicamentos con
prescripción inapropiados más recetados, entre los pacientes mayores, de forma ambu-
latoria fueron los estrógenos conjugados, levotiroxina, hidroclorotiazida, atorvastatina y
lisinopril. Otras investigaciones, señalan que los acontecimientos adversos relacionados
con la administración de medicamentos son uno de los tipos más frecuentes, tanto en
atención primaria de salud como a nivel hospitalario. Su frecuencia puede variar entre
un 30 y 60 % según diferentes estudios, asociándolos al uso o mal uso de prescripción
de antibióticos, fármacos cardiovasculares, analgésicos y anticoagulantes.

Causalidad del error médico


y factores de riesgo
En atención a sus causas, los errores médicos o eventos adversos pueden ser preve-
nibles y evitables, o bien, inevitables, cuando sus causas no son conocidas, no pueden
ser modificadas y pueden estar relacionadas o no con un error.
Las causas de los eventos adversos pueden ubicarse en numerosas situaciones, desde
la posibilidad de fallas en la estructura, fallas en el proceso que incluyen: la cultura de
la organización, el proceso mismo de la atención médica, la competencia profesional y
los factores inherentes al paciente. Se enuncian a continuación:
–– Fallas en la estructura:
• Deficiencias en el entorno: factores ambientales.
• Diseño arquitectónico inadecuado.
• Diseño de servicios inseguros.
• Equipos insuficientes.
• Personal insuficiente.
• Deficiente capacitación del personal.
• Medicamentos insuficientes o de mala calidad.
60 El error en medicina

–– Fallas en el proceso:
• Cultura de la organización: Diseño organizacional inadecuado.
• Deficiencias en los sistemas.
• Procesos no estandarizados.
• Carencia de sistema de alarma.
• Deficiencias en la coordinación del personal.
• Deficiencias en la comunicación del personal.
• Deficiente comunicación con la familia.
• Deficiente comunicación con el paciente.
• Falta de supervisión.
• Vigilancia no profesional o insuficiente.
• Presencia de personal extraño.
–– Proceso de la atención médica:
• Identificación deficiente del paciente.
• Relación médico-paciente defectuosa.
• Registros deficientes en el expediente clínico.
• Disponibilidad de información deficiente.
• Riesgos del procedimiento.
• Medidas de seguridad insuficientes.
• Protección insuficiente en traslados.
–– Competencia profesional insuficiente:
• Carencias de guías clínicas.
• Razonamiento clínico inadecuado.
• Criterios clínicos incorrectos.
• Desatender a la medicina basada en la evidencia.
• Conocimientos médicos no actualizados.
• Falta de experiencia.
• Fatiga.
• Prisa.
• Exceso de confianza.
• Falta de conciencia de los riesgos.
• Falta de aceptación de limitaciones propias.
–– Factores inherentes al paciente:
• Falta de información.
• Desconocimiento de sus problemas.
• Participación insuficiente del paciente y la familia.
• Intolerancia a medicamentos o material de curación.
• Alergia no conocida a medicamentos.
• Idiosincrasia a medicamentos.
• Negativa a colaborar en su atención.
Capítulo 10. Errores en medicina clínica 61

Sobre factores de riesgo


El enfoque principal en la prevención de los eventos adversos y del error médico se
ubica en la identificación, prevención y control de los riesgos capaces de ocasionarlos.
Dentro de estos tenemos:
–– Factores que incrementan los riesgos:
• Número de personas involucradas en el proceso.
• Complejidad de los procesos.
• Desconocimiento por el paciente y familia del nombre del médico y la enfermera
responsable.
• Comunicación insuficiente.
• Delegación sucesiva de la responsabilidad.
• Autoridad excesiva del responsable del proceso.
• Inercias y cegueras de taller.
–– Factores que disminuyen los riesgos:
• Competencia profesional del personal.
• Estandarización de los procesos.
• Reconocimiento a los logros.
• Identificar al responsable de prevenir cada riesgo.

Debe considerarse que existen factores determinantes que nos exponen al riesgo
de presentación de un error médico que dé lugar a un evento adverso, y a una sanción
legal o laboral:
–– Actuar sin saber: carece de diploma de especialista.
–– Actuar sin estar autorizado: carece del certificado de los colegios médicos o conse-
jos de especialidades.
–– Hacer lo que no se sabe que no se debe hacer: ignorancia.
–– No hacer lo que se sabe que se debe hacer: negligencia.
–– Hacer lo que se sabe que no se debe hacer: dolo.

De esta manera, se puede asegurar que, en función de la calidad de la atención y


seguridad en el ejercicio de la medicina, no se justifican los errores médicos derivados
de la ignorancia, impericia, imprudencia, negligencia, falta de experiencia o exceso de
confianza. Aunque es necesario enfatizar y reconocer que siempre existe el riesgo de
que aun con una práctica clínica depurada y habiendo cumplido todas las normas y
regulaciones de una buena práctica médica, se presente un evento adverso no previsi-
ble, no prevenible o inevitable, teniendo en cuenta los numerosos factores capaces de
ocasionarlo.
62 El error en medicina

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Capítulo 11

Errores de diagnóstico
“Sin error de semiología casi nunca habría errores diagnósticos”.
Babinski.

El diagnóstico es un proceso inferencial, realizado a partir de un “cuadro clínico”, des-


tinado a definir la enfermedad que afecta a un paciente. Gran parte del tiempo dedicado
a la práctica clínica lo utilizamos en hacer diagnósticos, es decir, decidiendo qué tiene
nuestro paciente. El paciente que entra a consulta por primera vez, el que ingresa de
urgencia en un turno o el que se complica estando hospitalizado, todos necesitan un
diagnóstico confiable, para adoptar conductas terapéuticas concordantes y, comunicarle
a él y a su familia, el pronóstico asociado a la condición diagnosticada. El diagnóstico es
un elemento fundamental en la cadena de actividades que implica una buena atención
médica. Si este es incorrecto, con mucha probabilidad llevará a conductas o decisiones
erróneas, no exentas de riesgo.
Hasta hace poco los errores diagnósticos (ED) —cualquier falla para establecer una expli-
cación temprana y adecuada de los problemas de salud de un paciente o en su explicación
al paciente— no habían recibido atención particular. La Organización Mundial de la Salud
ha reconocido la importancia de los errores de diagnóstico en la seguridad del paciente.
Se desconoce su verdadera frecuencia, aunque nuestras decisiones incorrectas son
más frecuentes de lo que creemos ya que se estima que el error no es inferior a 25 %
de los diagnósticos. Una revisión sistemática evaluó miles de autopsias desde 1966 a
2002, detectando errores de diagnóstico como posible causa de muerte. La tasa media
de errores fue de 23,5 % (Shojania et al., 2003)
Se ha estimado, en otros estudios, que 5-10 % de los diagnósticos son erróneos.
Además, los errores de diagnóstico generan costos más altos hoy que en el pasado, y
al compararse con otros errores médicos es más probable que hayan resultado en un
evento adverso grave o la muerte. Sin embargo, existe poca evidencia sobre la magnitud
del daño que causan (tanto a los pacientes como a los sistemas de salud) a nivel mundial
y en los distintos niveles de atención en salud.
El diagnóstico, determinación de la naturaleza de una enfermedad. Así se describe
en la Enciclopedia de Consulta Encarta, y la etimología de la palabra: “conocer a través”.
Decía Grande Rossi que:” era el ejercicio lógico donde los procesos del conocimiento
llevan a desenmascarar la enfermedad”. Este aspecto es de extraordinario interés, pues,
Capítulo 11. Errores de diagnóstico 65

es de destacar que los errores de diagnóstico, según diversos autores, ocasionan más
eventos adversos que otros, que alcanzan un 15 % a 20 % y son los más difíciles de evitar.
A pesar de estos datos muy preocupantes, la literatura médica es más escasa que en
otros errores. Es de distinguir que representan la principal causa de juicios por mala
praxis, y superan ampliamente a las demandas en cirugía y los errores de medicación.

Mecanismos que intervienen en los errores


de diagnóstico y su frecuencia
Entre las causas principales, en otro capítulo hemos ilustrado de ello, son las fallas
o sesgos en la cognición, aunque hay que destacar que no es mayormente la falta de
conocimiento lo que genera errores, sino los problemas en el pensamiento del médico.
Diversos mecanismos están involucrados en las fallas cognitivas, principalmente en los
complejos mediante los cuales nuestros cerebros reciben y procesan la información. Está
comprobado que nuestro pensamiento es defectuoso en varias acciones que realizamos
cotidianamente. Los dos modos principales, en este mecanismo, se denominan automá-
tico y controlado o “intuitivo” y “analítico”, ya de esto se ha comentado en el capítulo de
razonamiento médico. Muchos profesionales tienen el concepto de que “saben todo lo
que deben saber”, una actitud omnipotente y arrogante que, expresa un desinterés hacia
cualquier modificación de la conducta. En esta conducta juega un rol trascendente la
falla cognitiva que ya se mencionó: no saber lo que no sabe. La frase de Charles Darwin
“La confianza es más un producto de la ignorancia que del conocimiento” es sin duda
aplicable a esta situación.
Asimismo, una revisión de la práctica médica en Estados Unidos encontró que una
alta proporción de médicos no sigue las guías de las sociedades médicas. Por ejemplo,
en la evaluación del tratamiento de la hipercolesterolemia se observó que el 95 % de
los médicos conocía las recomendaciones, pero solo el 18 % las seguía. En un estudio
reciente se halló, entre otras cosas, que la precisión diagnóstica disminuía cuando los
médicos enfrentaban casos más difíciles. Sin embargo, en estas situaciones la confianza
casi no se modificó, algo que es opuesto a lo esperado, ya que tanto la precisión como
la confianza deberían disminuir frente a esos casos. Los autores concluyen que no ha-
bría buena asociación entre la precisión diagnóstica de los médicos y su confianza en
esa precisión, y que mejorar estas asociaciones podría disminuir el error diagnóstico.

Fórmulas para realizar el diagnóstico


y tipos de diagnóstico clínicos
Existen algunas fórmulas para la realización de un diagnostico en la práctica clínica,
ellos son la obtención de información, la interpretación de la información, y la toma de
66 El error en medicina

decisiones. La obtención de la información clínica y la interpretación de dicha información,


como momentos del proceso de atención médica, están estrechamente relacionados.
Interpretar la información clínica significa emplear las operaciones del pensamiento en
función del diagnóstico.

Métodos para la búsqueda del diagnóstico


Son reconocidos cuatro métodos (o, variantes) utilizados para arribar al diagnóstico
del problema del paciente. Estas variantes son:
–– El diagnóstico intuitivo (ojo clínico).
–– El diagnóstico inductivo (raciocinio).
–– El diagnóstico diferencial (o por comparación, contrastación).
–– El diagnóstico hipotético (terapéutico o de Hufeland).

El diagnóstico intuitivo no es una “adivinación”. No es más que un rápido recono-


cimiento de patrones, también conocido como diagnóstico directo, son esenciales la
existencia de experiencia y una elevada capacidad de asociación rápida entre el cuadro
del paciente y lo que se tiene en la memoria.
El diagnostico inductivo o por raciocinio, aquí la inducción es el razonamiento Hay
inducción en el diagnóstico, porque a partir de manifestaciones particulares (síntomas
y signos) se elabora un juicio generalizador: la enfermedad del paciente que va de lo
particular o de los hechos singulares a las generalizaciones. El método clínico no es un
método puramente inductivo, sino inductivo-deductivo; al mismo tiempo que se induce,
también se deduce; y en ello se manifiesta la unidad de este par de categorías dialécti-
cas. Se puede comprender también cómo en el razonamiento diagnóstico se pasa de lo
concreto (el paciente) a lo abstracto (las enfermedades a considerar), para regresar de
nuevo a lo concreto-pensado (la enfermedad del paciente). Un ejemplo típico, es como
los profesionales médicos y científicos de la medicina pudieron desentrañar al VIH-sida,
entidad novedosa que nunca habían constatado previamente.
El diagnóstico por comparación o contrastación es, la comparación, de forma sim-
plificada, el procedimiento mental que permite establecer similitudes y diferencias
entre objetos, en cuanto a sus cualidades, características y propiedades. Aplicado este
concepto a nuestro objeto de estudio (el razonamiento o juicio clínico), el diagnóstico
por comparación es el proceso de búsqueda o identificación de similitudes y diferencias
entre el cuadro clínico del paciente y las representaciones mentales (modelos teóricos)
que el médico ha construido de las diversas afecciones con las cuales puede estar en
relación el contexto clínico del paciente. La identificación de un síntoma predominante
o de uno o más síndromes, se convierte en el elemento vinculante entre el contexto clí-
nico del paciente y aquellas afecciones con las cuales será comparado dicho contexto,
pues este síntoma o síndrome determinará qué enfermedades serán utilizadas en el
Capítulo 11. Errores de diagnóstico 67

proceso de comparación y cuáles no. Constituye el verdadero diagnóstico diferencial


en la clínica práctica.
El diagnostico por hipótesis, terapéutico o de Hufeland, es intentar confirmar el diag-
nóstico presuntivo mediante la respuesta a un tratamiento indicado, dada la imposibilidad
de lograr la confirmación por otros medios (complementarios). En realidad, en la práctica,
muchos diagnósticos son asumidos en calidad de hipótesis y, como tal, manejados tera-
péuticamente: gripe, migraña, gastroenteritis aguda, a veces en la tuberculosis pulmonar,
etc. Diferente es la situación de afecciones que requieren para su solución tratamientos
muy específicos o riesgosos, por lo que se hace necesario reducir al máximo posible la
incertidumbre diagnóstica.
Por múltiples razones, se comprenderá que, no siempre se logra conformar un con-
texto clínico exacto, preciso y confiable; todo lo cual determina que la “clínica” posea
implícitamente cierto grado de incertidumbre. Incertidumbre, que debe ser tenida en
cuenta por todo médico durante el razonamiento diagnóstico, pues puede conllevar
a la comisión de errores en la apreciación y criterio de la enfermedad que presenta
el enfermo.
Un último aspecto, al cual le concedemos una gran importancia por su utilidad práctica,
es que el planteamiento o la selección de hipótesis diagnósticas debe contener, como
cualidad, un ordenamiento de las enfermedades según las probabilidades de ser la real
responsable de la afectación de la salud de un ser humano. Este enfoque probabilístico
debe ser entendido de una manera cualitativa y no numéricamente; la utilización de
categorías cualitativas (muy probable, altamente probable, poco probable, altamente
improbable) puede ayudar a determinar el orden de prioridad en la selección de los
medios complementarios a utilizar, en la secuencia de las investigaciones a realizar.
Generalmente, cuando se abordan las cuestiones relacionadas con el deterioro de la
utilización del método clínico en la práctica médica asistencial, los análisis se centran
en las insuficiencias de las habilidades clínicas correspondientes con el interrogatorio
y el examen físico y, consustancialmente, en el sobredimensionamiento del papel de los
exámenes complementarios en el proceso diagnóstico y el consiguiente uso no siempre
racional de esa tecnología. Muy pocas veces se hace alusión al deterioro que ha sufrido
la capacidad de pensar de los médicos; capacidad que adquiere un papel protagónico
justamente en la elaboración de las hipótesis diagnósticas, en la interpretación de la
información clínica y, en la posible comisión de errores si ello si viola o no se toma
en consideración. No debe olvidarse que lejos de disminuir los errores médicos o
diagnósticos con la utilización indiscriminada de la alta tecnología médica, muchos
reportes anuncian como estos se han incrementado.

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Capítulo 12

Errores en cirugía
“Se ha comprobado reducir la posibilidad de errores en medicina estimulando y evaluan-
do el trabajo en equipo; este es el secreto de las industrias llamadas seguras”.
Walton y Kovacs.

En las especialidades quirúrgicas, el ejercicio de estas, constituye una experiencia


extrema para el paciente y el cirujano. En las mejores manos y con gran experiencia, el
enfermo tiene que ser rescatado de algo tan traumático y delicado, que justifica que el
cirujano atente y viole su integridad física para resolver el problema en cuestión. Mediante
el acto quirúrgico, los cirujanos se involucran e intervienen para mitigar, aliviar o curar
determinadas enfermedades; no obstante, tanto el paciente como el propio cirujano
reconocen que existen riesgos, a veces muy altos, en los procedimientos a practicar.
El fundamento de no dañar como primera regla, es también un principio rector en el
acto quirúrgico. La seguridad de los enfermos pasa por la minimización del riesgo de
presentar un evento adverso.
El conocimiento del error quirúrgico no es nada nuevo, Codman (1908), investigó so-
bre las causas de muertes no esperadas en el postoperatorio y, por lo que observó, se
atrevió a presentar una clasificación de los errores en cirugía. Él los dividió en 4 grupos:
–– Aquellos errores quirúrgicos que se debían a la falta de conocimientos técnicos o de
habilidades.
–– Los que se debían a la falta de juicio quirúrgico.
–– Los generados por falta de cuidados o de un equipo.
–– Por falta de habilidad en el diagnóstico.

Desde entonces, él propuso que las sociedades quirúrgicas debían exigir a los ciruja-
nos un seguimiento de los resultados de sus propios casos, con el único fin de conocer
sus estadísticas y sus competencias
En algunos países de Latinoamérica, las especialidades quirúrgicas tienen el mayor
número de quejas o demandas y, esto aumenta exponencialmente año tras año. Esto es
debido a mejor información por parte de los médicos responsables o mayor conocimiento
de los propios enfermos con respecto a la actuación médica.
Lo cierto es, según reportes, que hasta el 45 % de los eventos adversos se producen
en el paciente quirúrgico. De éstos, se estima que entre el 35 % y 65 % ocurren en el
quirófano. Los estudios de seguridad en otras industrias de alto riesgo ponen de ma-
70 El error en medicina

nifiesto que los eventos adversos se atribuyen primariamente a fallas humanas, más
que a desperfectos técnicos y por operadores experimentados. Habitualmente no es la
carencia de experiencia técnica la responsable de esos eventos adversos.
Error quirúrgico: es la falla de una acción planificada para ser completada, ejecuta-
da, como fue concebida, prometida y, que por diversas razones fue realizada en forma
defectuosa, por error técnico o como la utilización de un plan erróneo, equivocado para
lograr el objetivo planeado.
Debe establecerse la diferenciación entre complicaciones, eventos adversos y errores,
tomando en cuenta que en este ultimo la prevención mediante el conocimiento médico
actual puede haberse evitado el evento adverso, que casi inexorablemente depende de
la ocurrencia del error. Los eventos adversos, pueden ocurrir debido a la conjunción de
múltiples fenómenos, como procesos mal desarrollados, tecnologías mal aplicadas o
interacciones humanas fallidas.
En igual medida hay que distinguir entre error médico y mala práctica médica, en esta
última lo que la caracteriza es que haya habido un daño causado por la intervención del
médico, que se añade al propio de la enfermedad o del tratamiento aplicado. Se conoce
y está documentado que, la mayoría de los errores no se atribuyen a mala práctica o a
negligencias individuales. Sin embargo, autores como Bhattacharyya y Yeon, reportan,
en ortopedia y traumatología, alrededor de 28 % de los errores y complicaciones serian
debido a negligencia. En el estudio de Wanzel, en cirugía general, se reportan 33 % de
errores en diagnostico (errado 15 % y tardío 18 %); ya antes, en 1992, Gawandel, había
reportado en su serie de investigación: 66 % de eventos adversos quirúrgicos, 54 %
prevenibles y 12 % de la mortalidad por eventos adversos correspondió a eventos qui-
rúrgicos. Existen una serie de factores que están asociados a la mortalidad operatoria,
ellos son: edad avanzada, cirugía de urgencia, comorbilidad, región anatómica, niveles
de albumina, entre otros.
En 1932, Max Thorex, cirujano torácico de chicago y nacido en Hungría, publico la
obra “Errores quirúrgicos y salvaguardias”. Expresaba en su obra: “El primer gran error
en la cirugía es la operación innecesaria y el siguiente, la realización de un procedimiento
quirúrgico mayor por un cirujano que no se halla adecuadamente entrenado”. La Organi-
zación Mundial de la Salud, en el 2008 lanza un programa para la seguridad del paciente
quirúrgico denominado “Cirugía segura: Las prácticas quirúrgicas seguras salvan vidas”.
Algunas estadísticas que motivaron la creación de este programa:
–– En el mundo se venían practicando cerca de 234 millones de cirugías mayores al
año.
–– Una cirugía mayor por cada 25 personas.
–– 63 millones secundaria a trauma.
–– 31 millones por cáncer.
–– Por lo menos un millón de muertes relacionados con procedimientos quirúrgicos
mayores.
Capítulo 12. Errores en cirugía 71

En estudios más recientes, sobre errores médicos y mala práctica quirúrgicas, se de-
terminó que las especialidades de cirugía general, ginecología, ortopedia, oftalmología,
urgencias quirúrgicas, urología y traumatología fueron las más comprometidas. En el
análisis de la magnitud del daño en estas especialidades con evidencia de mala prácti-
ca, se comprobó que la muerte se presentó con mayor frecuencia en cirugía general y
ginecología y, en menor proporción urgencias quirúrgicas y ortopedia; el daño perma-
nente en ginecología, oftalmología, cirugía general y traumatología; y daño únicamente
temporal en ginecología y ortopedia. Es oportuno señalar, que no todos los casos en que
se hubiera producido daño para el paciente, implican invariablemente responsabilidad
médica. Existen condiciones excluyentes de responsabilidad como:
–– Cuando el daño al paciente sea atribuible a la idiosincrasia de éste, a incidentes o
accidentes no previsibles.
–– Cuando el efecto adverso es imputable al padecimiento, del cual el usuario asumió
el riesgo a través de su consentimiento informado.
–– Cuando el efecto adverso es causado al actuar para proteger la vida o la integridad
corporal del enfermo (principio del mal mayor).

En cirugía general, el error técnico es la causa principal de los eventos adversos


quirúrgicos, prevenibles y, dado que el manejo del paciente quirúrgico requiere de la
participación de un equipo, habitualmente multidisciplinario e interdisciplinario, es usual
que el error no sea el resultado de una acción individual sino la consecuencia predecible
de una serie de acciones y factores que abarcan todo el proceso de diagnóstico o de la
terapéutica en un sistema de salud.
El paciente quirúrgico, tiene tres características especiales que lo hacen más suscepti-
bles que otros a caer en el riesgo o definitivo daño causado por error en la práctica médica:
–– Ausencia de mecanismos de defensa. La anestesia disminuye la alerta y el meca-
nismo de defensa más primitivo y fundamental que es el dolor. Si el ser humano
careciera del dolor como mecanismo de defensa, lo más probable es que tendría ex-
pectativas de vida menores o simplemente habría desaparecido de la faz de la tierra.
–– Sufre una agresión o invasión de carácter mayor como lo es una cirugía que debe
tener como principal característica el ser segura.
–– El paciente quirúrgico pasa dentro de su estadía hospitalaria por muchas unidades
(preoperatorio, salón de operaciones, recuperación, Unidad de cuidados intensivos,
exámenes diversos, rayos X, etc.), y cada una de ellas con riesgos diferentes, siendo
para cada unidad un paciente nuevo.

Por esta alta susceptibilidad es que se deben crear mecanismos de defensa alterna-
tivos a los del paciente, como: monitorización con alarmas, alertas ante riesgos como
alergias, administración segura de medicamentos, etc. En Estados Unidos se le ha dado
un rol fundamental en la prevención de estos riesgos a la enfermera de salón de opera-
72 El error en medicina

ciones, con responsabilidades mayores, pero con capacitación adecuada y creación de


organizaciones como la Association of Perioperative Registered Nurses (AORN), que se
ha hecho cargo de las recomendaciones universales para disminuir el riesgo de presen-
tar un Evento Adverso en pacientes quirúrgicos. La enfermera de salón de operaciones
debe ser la más instruida, para la confección de protocolos institucionales, con el fin de
trabajar minimizando los riesgos.
El desglose de los errores no mortales en medicina, de enfermos hospitalizados, revela
una enorme diversidad de tipo y de relevancia. Si se analiza, por ejemplo, el número de
errores por cada 1000 altas de pacientes hospitalizados, encontramos desde valores
extremos de 224 casos por trauma obstétrico en parto vaginal instrumental, hasta
0,004 casos (4 casos por millón) por reacciones transfusionales graves, este recurso
terapéutico sustitutivo es algo muy frecuentemente utilizado en las intervenciones
quirúrgicas. No deja de ser relevante, que publicaciones revelaran una tasa de 0,09 por
1000 altas (1 caso cada 10 000 aproximadamente) de cuerpo extraño que se deja en el
cuerpo del paciente (esta información fue generada por el análisis de 7,45 millones de
altas de 994 hospitales en 24 estados de los EE. UU. durante el año 2000).
La corriente mundial ha derivado en calidad de la atención, certificación hospitalaria y
seguridad del paciente. Estas corrientes han traído al quirófano el modelo de capacitación
del personal de aviación. De hecho, muchas Instituciones de salud han integrado en su
comunidad médica estos modelos de capacitación de la industria aérea. Por ejemplo, la
Joint Commission on Accreditation of Health Care Organizations incluye al entrenamiento
del equipo como un elemento clave de su plan de seguridad para el paciente. La teoría
detrás del entrenamiento del equipo quirúrgico y el sistema de aviación,
Es que los sistemas complejos se rompen no por fallas en su ingeniería, más bien
porque la gente que los opera falla en interactuar de una manera que asegure efectivi-
dad y buenos resultados. El entrenamiento en aviación se centra en siete habilidades
que deben poseer los líderes de equipos de alto rendimiento: 1) autoridad, 2) liderazgo,
3) comunicación, 4) conciencia situacional, 5) manejo de la carga de trabajo, 6) admi-
nistración de los recursos, 7) toma de decisiones. Todas éstas son recomendaciones
que los cirujanos pueden tomar como propias para mantener una práctica profesional
responsable y evitar en lo posible fallas en el quirófano, que finalmente, conducen a
errores o a eventos adversos.
En otro orden, de interés, el error de medicación (EM) es un evento prevenible que
puede o no terminar con daño al paciente, causado por una inapropiada medicación
debido a una falla en el control del sistema relacionado con el uso de medicamentos,
desde la prescripción, comunicación de la orden, hasta errores de etiquetación del pro-
ducto. El pabellón de cirugía es una zona de alto riesgo de presentar errores médicos
debido a múltiples factores. Un informe de la USP Medmarx, reveló muchos datos que
desenmascaran el misterio de este tipo de error, principalmente los ocurridos en el
pabellón de cirugía. En reportes lejanos de una serie de estudio, 2001, eran 150 000 los
Capítulo 12. Errores en cirugía 73

reportes de errores médicos generales y, 731 tipos específicos de errores médicos en


pabellón de cirugía. Aunque esta información pudiera ser parcial, era la más completa
al respecto en aquel momento. Algunos datos interesantes son:
Medicamentos más frecuentemente relacionados con el EM:
–– Cefazolina.
–– Heparina.
–– Epinefrina.
–– Morfina y meperidina.
–– Fentanyl.
–– Bupivacaína y lidocaína.
–– Gentamicina.
–– Acetaminofeno.

Se describen focos de error en el proceso de medicación:


–– Prescripción: la indicación del medicamento (18,1 %).
–– Documentación: la transcripción manual o electrónica de esa indicación (8,8 %).
–– Dispendio: es la salida del medicamento de su sitio en la farmacia (9,4 %).
–– Administración: es la aplicación al ser humano (62 %).
–– Monitorización: la evaluación de la respuesta del medicamento (1,5 %).

Se ha comprobado el personal más frecuentemente involucrado en los salones de


operaciones con relación al error de medicación:
–– Enfermera (54 %).
–– Cirujano (21 %).
–– Auxiliar de anestesia (9 %).
–– Anestesista (7 %).
–– Encargado de farmacia (3 %).
–– Otros (6 %).

Retomando el asunto central, es comprensible, según lo argumentado, que la cirugía


general conlleva un riesgo extraordinario para llevarla a feliz término, en unos casos
dependiente de ella misma, y en otros, más complejo, todo lo que se articula alrededor
de ella. Señalo Patiño, hablando ante el American Collage of Surgeons, que la cirugía es,
esencialmente, manejo del riesgo. El riesgo está latente en todo acto quirúrgico y por
ello el cirujano busca, en forma permanente, la perfección al ejecutarlo. Sin embargo, la
yatrogenia se presenta, es causa de morbilidad y mortalidad. El paciente resulta afecta-
do, aunque sin intención por parte del cirujano. Según William Osler, “la buena medicina
clínica siempre sabe unir el arte de la incertidumbre con la ciencia de la probabilidad”. La
cirugía es la más compleja de las actividades médicas y, la incertidumbre, la probabilidad,
lo impredecible son fenómenos especialmente acentuados en la práctica de la cirugía.
La condición de cualquier vida es la incertidumbre y la contingencia. Soñamos con la
74 El error en medicina

posibilidad de eliminar la incertidumbre mediante el control de la naturaleza, controlando


los procesos vitales por medio de la tecnología. Pero la teoría caos nos enseña que esto
es imposible. Los sistemas caóticos están más allá de nuestra capacidad de predecirlos,
manipularlos o controlarlos, y que, en vez de resistir las incertidumbres de la vida, más
bien hay que aceptarlas, adaptándose a ellas y sacar las experiencias necesarias para
tratar de no incurrir de nuevo en ellas.
El enfoque actual en el cuidado de la salud, se dirige hacia la creación de una cultura
de seguridad con aproximación científica a la prevención de la yatrogenia. En el caso de
una cirugía, la misma incluye la advertencia de los riesgos inherentes a cualquier pro-
cedimiento, tanto al paciente como a su familia, a través de una comunicación abierta,
transparente y que ellos los acepten. Este mismo tipo de comunicación debe mantenerse
más aun cuando el paciente ha experimentado un resultado adverso al esperado. Es
muy importante aclarar que establecer una comunicación abierta y transparente con el
paciente y su familia cuando ha ocurrido un evento iatrogénico, no implica que la persona
se declare culpable por el resultado.
Aunque la responsabilidad de hablar con los pacientes y sus familiares acerca de estos
resultados generalmente es del médico tratante, a menudo también resultan involucradas
las enfermeras por estar “más a la mano” del paciente. Esta conversación entre médi-
cos/enfermeras y pacientes o familiares cuando algo “malo” ha sucedido es a lo que la
literatura anglosajona ha denominado “disclosure”. En EE. UU. realizar este diálogo no
es solo una de las mejores prácticas institucionales, sino también un requerimiento de
la Comisión Conjunta (Joint Commission) para otorgar o mantener la acreditación a los
hospitales, y como tal debe estar considerada dentro de los derechos de los pacientes.
Entre muchas otras, la Comisión Conjunta de ese país recomienda esta práctica por las
siguientes razones:
–– Porque discutir un error ofrece una oportunidad para aprender.
–– Porque muestra honestidad, tanto del médico como de la institución, y esto genera
confianza en el paciente y su familia.
–– Porque, aunque no es fácil, independiente de si hubo o no culpa de alguno, es mejor
para las partes: médico, paciente, hospital.
–– Porque ayuda al personal de salud a manejar los sentimientos de culpa y frustración
que a menudo se presentan después de un resultado adverso.
–– Porque el conocimiento de la situación presentada le permite al paciente tener herra-
mientas para tomar futuras decisiones en el cuidado de su salud.

Finalmente, es bueno tener en mente, la medicina es una actividad falible que maneja
dos racionalidades: El menor error posible y el mayor beneficio probable. La cirugía es
una disciplina cada vez más científica desde el punto de vista de su conocimiento, pero,
su aplicación a los pacientes es un arte. Los buenos resultados en las intervenciones
quirúrgicas están asociados a una correcta aplicación del método clínico y una audi-
toria periódica que analice los procedimientos quirúrgicos. El comité de evaluación de
Capítulo 12. Errores en cirugía 75

intervenciones quirúrgicas es una herramienta para la mejora continua de la calidad del


acto quirúrgico.
A manera de complementar lo expresado en esta sección de errores en cirugía, se
realizarán algunas reflexiones sobre aspectos muy vinculados a ella, como son la anes-
tesiología y las unidades de atención al grave.

Errores en la anestesia
La anestesia, del griego, significa insensibilidad, es un acto médico controlado en
el que se usan fármacos para bloquear la sensibilidad táctil y dolorosa de un paciente,
sea en todo el cuerpo o solo una parte y, sea con o sin compromiso de la conciencia.
La anestesiología, como especialidad de decisiones instantáneas en pacientes fre-
cuentemente inconscientes, ha debido extremar todas las medidas que lleven a dismi-
nuir los errores humanos y las consecuencias, a veces permanentes, de esos errores.
La anestesia es una especialidad de alta presión donde se exige vigilancia continua y
decisiones instantáneas. La inducción del paciente que va a ser sometido a anestesia
general es un momento especialmente comprometido. Se ha determinado que más de
65 % de los accidentes anestésicos suceden durante este período. El riesgo de compli-
caciones y muerte asociado a la anestesia está estrechamente relacionado con la edad
del paciente y el estado físico. En sentido general, las complicaciones anestésicas más
graves están relacionadas con el sistema cardiovascular, respiratorio y nervioso. Las
complicaciones suelen ser multicausales, los errores humanos y los factores organiza-
cionales contribuyen entre 50-70 % del total.
Desde 1940 existe lo que se ha denominado la “ingeniería de los factores humanos”
que estudia las causas y efectos del error humano. Esta se ha aplicado en la aviación,
las plantas nucleares, en la NASA, las industrias de software y muy recientemente en
la medicina.
La especialidad de anestesiología ha adoptado una cultura de seguridad, con lo cual
se da lugar a muchas mejoras beneficiosas para los pacientes. Evitar el error, mejoró
los resultados, con una disminución de las tasas directamente atribuible a la morbimor-
talidad. A pesar de estas tasas, todavía hay áreas en las cuales se puede mejorar estos
indicadores.
Con frecuencia a los profesionales de la anestesiología se les ha comparado con los
pilotos de aviones comerciales, debido a que ambos se enfrentan a una alta incidencia de
accidentes tanto en el despegue (inducción de la anestesia) y el aterrizaje (recuperación
de la anestesia) pero esto no siempre es cierto. El quirófano es mucho más complejo de
lo que está en una aviación comercial puesta a punto. La industria de la aviación adoptó
una cultura de seguridad definitiva, mientras que los profesionales de la anestesia tienen
una barrera de actitud a la seguridad. Ambos, accidentes e incidentes, en la industria de
la aviación, se toman como una oportunidad para rediseñar el sistema que falla, por lo
76 El error en medicina

tanto, tienen bien desarrollada una estrategia que retroalimente el sistema de información,
mientras que un accidente durante el periodo de la anestesia a menudo no se informa
por temor a ser culpados por el descuido, el olvido y a veces por debilidad de carácter.
Para ser profesionales de excelencia y, en caso de los anestesiólogos de calidad
excelente, se deben considerar estos cuatro pasos: el bien ser, el bien hacer, el bien
estar y el bien tener.
Los errrores humanos comunes en anestesia son:
–– Evento adverso: una lesión causada por el manejo médico más que por la enferme-
dad subyacente: daño, lesión, complicación.
–– Manejo médico: se refiere a todos los aspectos del cuidado de la salud, no solo de
las acciones de los médicos y enfermeras.
–– Error médico. la falla en llevar a cabo una acción planeada de una manera determi-
nada o la utilización de un plan equivocado para lograr el objetivo: errores menores,
cuasi pérdidas o fallas, error serio.
–– Error serio. un error que tiene el potencial de causar daño permanente o transitorio,
pero ambos potencialmente mortales.
–– Error menor: es un error que no causa daño o tiene el potencial de hacerlo.
–– Cuasi pérdida o cuasi falla: un error que pudo haber causado un daño en el paciente
pero que no lo hizo debido a que el problema fue interceptado.

El grupo de los anestesiólogos en Estados Unidos fue uno de los primeros en reconocer
la importancia de diseñar estrategias para disminuir el error. La conformación en 1984
por parte de la Sociedad Americana de Anestesia de la Fundación para la Seguridad de
los pacientes fue un elemento clave. Luego siguieron la publicación de trabajos acerca
de eventos adversos, la evaluación acerca del efecto de la fatiga, el entrenamiento en
simuladores y el desarrollo de estrategias para disminuir el error como: disminuir la con-
fianza en la memoria, mejorar el acceso a la información y definir tareas estandarizadas.
Como resultado, la mortalidad por complicaciones anestésicas pasó de 1 en 10 000 en la
década de los años 80, a 1 en 200 000 en la de los 90. En forma muy digna e ingeniosa,
los anestesiólogos pidieron ayuda a los ingenieros de operación de la aviación moderna
y, esta es la razón que sus errores y daños van cayendo año tras año.
No obstante, a pesar de lo expresado, se conciben y han detectado los principales
puntos vulnerables de la anestesia en la atención al enfermo.
Unos dependen del profesional, el anestesiólogo, surgen de procesos mentales como:
la rutina en la que se omiten pasos claves de procedimientos ya aprendidos, el olvido,
falta de atención por distractores en quirófano, el descuido, la negligencia, la falta de
motivación y la imprudencia. Hay factores tales como la de privación de sueño, el estrés
y habilidades técnicas deficientes, conocimientos incompletos e insuficientes, soberbia
y sobreactuaciones que extralimitan el campo personal de proeficiencia. El actuar del
anestesiólogo cuando se produce un evento adverso, es el resultado de una decisión
Capítulo 12. Errores en cirugía 77

errónea, que de acuerdo al modelo de Reason (queso), fue la consecuencia de acciones


que violaron las defensas de seguridad. La aplicación de los debidos procesos, el seguir
guías y aplicar sistemáticamente protocolos de seguridad en el actuar diario, ha sido
probado que disminuye la posibilidad de error humano.
Otros dependen del sistema, por deficiente infraestructura de los sistemas de salud,
poca o nula vigilancia y observancia de lo que está sucediendo con el paciente, personal
poco motivado o con deficiencias formativas, la no existencia de guías o pautas estan-
darizadas para la actuación del anestesiólogo, la inexistencia y desconocimiento de los
acontecimientos adversos por ausencia de reportes para ello.
Es incuestionable que la anestesiología ha sido una de las especialidades claves
en ofrecer o incrementar la seguridad del paciente durante el proceso quirúrgico, no
obstante, a pesar de los esfuerzos, la utilización de altas tecnologías, estándares en
monitoreo invasivo y no invasivo en anestesiología y cuidados intensivos, los errores en
general y, en particular los de medicación, se siguen produciendo incluso en los mejores
centros del mundo.

Errores en unidades de atención al grave


Mientras más compleja es una actividad, mayor es la oportunidad de cometer errores
graves. Según Kizer, expresidente del National Quality Forum, el sistema moderno de
salud es la actividad más compleja a la que se ha dedicado el ser humano, ya que se
trabaja con tecnología de avanzada y complicada, drogas poderosas, infinidad de esce-
narios clínicos y combinaciones únicas de paciente-enfermedad, siempre bajo presión.
En Medicina se busca la perfección en el diagnóstico y tratamiento. Los pacientes no
esperan otra cosa y, aunque está por demás mencionar que todo el conocimiento, ha-
bilidad y esfuerzo del médico y su equipo van dirigidos a esa meta, la perfección en la
medicina es ideal pero no siempre posible.
El término de medicina crítica se introdujo a finales de 1950 en la Universidad del
Sur de California, y se refiere a pacientes que se encontraban gravemente enfermos o
lesionados y que tenían una mejor oportunidad de supervivencia si se les ofrecía aten-
ción avanzada, minuto a minuto, con mediciones objetivas. Las unidades de atención al
paciente grave, con una historia y experiencia de alrededor de 60 años han constituido
un elemento vital para el cuidado, la atención y recuperación de enfermos que en otras
condiciones hubieran fallecido. Ellas tienen algunas peculiaridades, muy específicas de
este tipo de atención, entre las que destacan: la recepción y manejo de pacientes con
Enfermedades sumamente graves, la toma de decisiones diagnósticas y terapéuticas en
breves periodos de tiempo, las complejidades inherentes a los medios diagnósticos, y
sobre todo al seguimiento de enfermos con evaluación de complejos parámetros vitales,
el uso de los mecanismos y, equipamientos de ventilación y soporte vital; aquí se puede
78 El error en medicina

percibir que el principio de acción-reacción suele pautar la actividad de intensivistas y ur-


genciólogos sobre todo en aquellos enfermos en que el tiempo es crítico para salvar su vida.
En unidades de terapia intensiva, un estudio demostró 1,7 errores/paciente/día, de los
cuales 29 % eran serios y potencialmente fatales. Los pacientes tuvieron un promedio de
178 intervenciones por día, lo que significa que el personal trabajo correctamente en el 99 %
de las prácticas realizadas. Sin embargo, y para tener una idea más real de la magnitud del
error médico, ese 1 % es sustancialmente más alto que el que se acepta en otros campos
o disciplinas. Incluso 99,9 % de aciertos, es decir solo 0,1 % de errores no sería apropiado
en ciertas actividades. Si tuviéramos que vivir con el 99,9 % habría, por ejemplo: “dos ate-
rrizajes no seguros por día, 10 000 cartas se perderían por hora, y 32 000 cheques serian
rechazados diariamente por error”. Estos datos, aunque añosos y, el entrenamiento y la
tecnología han suplido muchas lagunas, fueron presentados en la 33rd Anual Meeting of
Human Factors Society, 1989, Denver, Colorado, ofrecen información sobre la real magnitud
de la ocurrencia de los errores médicos en determinadas situaciones.
La medicina de urgencia y emergencia requiere que, los urgenciólogos tengan un
proceso de razonamiento adecuado para analizar un extenso rango de presentaciones
en el tiempo mínimo necesario y con recursos limitados. Con todo, los urgenciólogos, a
menudo no son conscientes de los procesos cognitivos que rigen su toma de decisiones.
En condiciones donde el riesgo de error conlleva graves consecuencias para el
paciente, la estrategia se centra en descartar el peor de los casos o posibilidades.
Un ejemplo característico seria la exclusión de una hemorragia subaracnoidea en un
paciente con cefalea. La importancia de no errar en el diagnóstico que puede ame-
nazar la vida del paciente justifica un mayor uso de recursos. Sin embargo, adoptar
esta estrategia ante todos los casos, con independencia del riesgo verdadero, podría
conducir a una excesiva realización de exploraciones complementarias y reducir
la eficiencia y la efectividad clínica en los sistemas de urgencias. El razonamiento
humano es propenso al error. Las decisiones terapéuticas se sustentan en criterios
de validez y confiabilidad de los ensayos. Las pruebas diagnósticas se jerarquizan
según sus valores de predicción. Los pronósticos se estiman probabilísticamente. La
progresión y la mejoría se pueden cuantificar y, se fortalece una saludable actitud de
buscar siempre mejores alternativas.
Parea alcanzar una atención médica de alta calidad, como la que esperan los pa-
cientes y sus familiares en las unidades de atención al grave, se necesita un ambiente
que apoye al intensivista o urgenciólogo en su proceso de toma de decisiones y se
pueda minimizar el riesgo de error. Las condiciones de trabajo deben ser favorables
con un mínimo de distracciones evitables. La utilización de algoritmos, vías clínicas
basadas en la evidencia y guías clínicas puede reducir los sesgos de error a nivel
de todo el sistema de urgencias. Estas herramientas, finalmente, protegen contra
el error al reducir la confianza en la memoria, y conducen a un uso apropiado de las
exploraciones complementarias y a una disminución de la variabilidad interoperador
en el manejo de pacientes. No sería práctico enzarzarse en una práctica reflexiva de
Capítulo 12. Errores en cirugía 79

forma continuada todo un turno o guardia medica completo, pero la propia revisión
consciente de una determinada decisión en casos clínicos difíciles es probable que
beneficie al paciente y al médico. Obtener y proveer feedback de nuestro proceso de
decisión (véase “Metacognición”) es crucial para desarrollar y mantener la competencia
en este campo. De hecho, permite calibrar la propia valoración del riesgo y fortalece
la confianza al potenciar la buena práctica médica.

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Capítulo 13

Errores de laboratorio clínico


“La sangre del paciente va camino del laboratorio antes de terminar de hablar con él
y mucho antes de ponerle una mano encima”.
Bernard Lown.

A partir de los años 60 del siglo pasado, con el inicio de la revolución científico téc-
nica, comenzó un proceso que hoy en día está planteado con toda fuerza y, es que los
componentes clínicos del diagnóstico han ido cediendo cada vez más espacio a los
análisis complementarios; el sabio y necesario equilibrio entre la clínica y el laboratorio
se ha desplazado hacia los análisis y, el método clínico ha entrado en crisis en el actuar
y el pensar de un gran número de médicos. Muchos médicos en la actualidad apenas
interrogan y examinan a sus pacientes; muchos médicos ya no piensan o apenas piensan,
olvidando que la palabra médico proviene de una raíz latina, “med”, que precisamente
significa meditar, pensar, y lo que hacen es indicar análisis y análisis en la esperanza de
que estos les den el diagnóstico y resuelvan los problemas.
Cuando en el siglo XIX se introdujeron en Cuba los análisis de laboratorio y en aquella
época eran solo el parcial de orina, el hemograma y los primeros cultivos, un médico
cubano, Aróstegui del Castillo, expresó con asombrosa premonición: “Este es un progreso
efectivo, pero hace claudicar a la clínica, pues confiando el médico en que, en último
extremo, el análisis ha de darle resuelto el diagnóstico, se descuida en la apreciación
exacta de los síntomas. De forma parecida se expresó el profesor Engel, en 1976, unos 10
años después del comienzo de la revolución científico-técnica en la medicina, al analizar
su impacto en los médicos, afirmaba que antes de la revolución científico-técnica, parte
de la excitación intelectual del razonamiento en los médicos venía de considerarse
capaces de anticipar con éxito lo que darían los análisis de laboratorio que indicaban
en sus enfermos, en los cuales un arduo y sólido razonamiento los había conducido a
determinadas hipótesis clínicas.
Se creyó que el laboratorio lo que haría sería expandir esas posibilidades, pero lo que
sucedió en muchos médicos fue lo contrario; más que refinar y aguzar la observación y
el razonamiento clínico lo que hicieron fue atrofiarlo, adulterarlo y falsificarlo, al reducirlo
a un crudo triage, a la indicación de abultadas baterías de complementarios, de “perfiles”
renales, hepáticos, hematológicos, entre otros, donde los análisis se indican de modo
absurdo. Hoy en día el proceso del diagnóstico, está organizado alrededor de esas ba-
terías de exámenes de laboratorio que parecen prometer una respuesta sin requerir de
82 El error en medicina

un necesario razonamiento ni individualización del enfermo. Muy a menudo, hallazgos


de laboratorio claramente ilógicos son aceptados sin críticas ni cuestionamiento y todo
ello no es más que una regresión atávica al empirismo y a la autoridad.
Por supuesto que el proceso del razonamiento médico, ha cambiado en los últimos
60 años y, ello ha sido, en gran medida, bajo el influjo de la ciencia y la técnica, convir-
tiéndose con frecuencia más en un acto de observación que de prolongada deducción,
porque hoy los médicos pueden identificar más rápidamente muchas enfermedades
con solo mirar los resultados de los análisis y con frecuencia no es necesario tener
que asumir el largo y complejo razonamiento inferencial, inductivo-deductivo, que era
necesario antes de la revolución científico-técnica, cuando el diagnóstico dependía en
mucho mayor medida de las consideraciones alrededor de los síntomas y signos. Hoy en
día y en no pocos casos, el reto principal no es el acto intelectual de explicar decisiones
deductivas, sino el reto administrativo de elegir ponderada y juiciosamente que análisis
realizar, entre varias opciones, para llegar al diagnóstico y ello ha conducido a muchos
médicos al error de creer que la clínica pierde consistencia, que los análisis sustituyen
a la clínica y hacen innecesario el razonamiento médico.
Lo que hace la tecnología moderna es sustituir a la tecnología vieja, que se ha quedado
atrasada y obsoleta, pero no a la clínica y, en cuanto al razonamiento es absurdo creer que
los médicos puedan prescindir de él, porque los científicos se diferencian entre sí por sus
procesos intelectuales y no por el dominio de ningún procedimiento técnico individual.
Es bueno tener presente que hace años, cuando el laboratorio clínico se iniciaba, la
inexactitud de algunos procedimientos era tan frecuente que muchos médicos otorga-
ban crédito a los resultados solo cuando eran congruentes con la sospecha clínica que
habían establecido. En la actualidad esta conducta es diferente, pues se dispone de
medidas que reducen los errores al mínimo. Debe enfatizarse que, aún en las mejores
condiciones, es imposible eliminar todas las fuentes potenciales de error. Entre ellas
podrían señalarse: la irresponsabilidad del personal que ejecuta los estudios, o su
inadecuado entrenamiento; la sobrecarga de trabajo que sufren algunos laboratorios;
la identificación errónea o incompleta de las muestras; el uso de equipo deficiente;
la selección equivocada de procedimientos y los errores al transcribir los resultados.
Para resolver este problema, o reducirlo a su mínima expresión, los laboratorios de-
ben, ineludiblemente, implementar los procedimientos de que ahora se dispone para
comprobar la exactitud de los resultados y descubrir los factores causantes de error.
En fecha reciente, el concepto de calidad en la atención médica, y en especial en la
práctica del laboratorio clínico, ha adquirido tanta importancia, que se dispone ya de
recomendaciones y normas, nacionales e internacionales, que permiten implementar
sistemas integrales de administración de calidad en esta rama de la práctica médica.
A estos aspectos éticos, del binomio clínica-laboratorio, habrá que agregar el de las
interconsultas de especímenes con otros colegas que, con fines diagnósticos, se ha-
cen con otros profesionales, particularmente en el campo de la anatomía patológica y
Capítulo 13. Errores de laboratorio clínico 83

la hematología. Solicitadas casi siempre por los médicos que intervienen en el caso,
deben aceptarse como una conducta normal y rutinaria. Es absurdo que los médicos
nos ofendamos porque se dude de nuestros diagnósticos.
Según la Organización Internacional de Normalización (ISO), el error de laboratorio
se define, como el fallo de una acción planificada o el uso de un plan erróneo para al-
canzar un objetivo lo cual ocurre en cualquier momento del ciclo del laboratorio desde
la orden de análisis hasta el reporte de resultados y, apropiadamente, la interpretación
y la toma de conducta ante los mismos. El Instituto de Medicina, EE. UU., estimaba en
1999 que hasta 98 000 muertes por año eran atribuibles a los errores médicos y, aunque
se desconocía la incidencia sobre la morbilidad y mortalidad, era lógico pensar que si el
80-90 % de las decisiones clínicas, para el diagnóstico y la terapia, hasta el pronóstico
hoy en día se basan en pruebas de laboratorio, era obvio el impacto que tendrían sobre
el bienestar del paciente.
Las fases de trabajo en el laboratorio clínico comprenden la preanalítica, la analítica
y la posanalítica. Existen factores en la fase preanalítica tales como la colección de la
muestra y su manejo, la postura del paciente, la realización de ejercicios, la hora de reco-
gida de la muestra, el uso de medicamentos, entre otros, con impacto en los resultados
de las pruebas, pero para detectar cambios patológicos reales en los pacientes, estas
variaciones unidas a las analíticas, deben ser reducidas a niveles aceptables para no
causar una mala interpretación de los resultados. Las fases pre analítica y posanalítica,
están consideradas como las de mayor incidencia en la aparición de errores en relación
con el proceso total, debido a que la automatización y la informatización han estable-
cido reglas bien definidas para el control de calidad interna se han aplicado esquemas
más efectivos en programas de evaluación externa de la calidad, y la preparación del
personal ha aumentado notablemente en la medida que existen analizadores de química
sanguínea más sofisticados. Estas han reducido notablemente la magnitud de los errores
analíticos en algunos países.
En el proceso de la elaboración de un diagnóstico clínico hay tres pasos críticos: el
paciente, el examen físico y los exámenes de laboratorio. Sin embargo, uno de los errores
más comunes es la solicitud incorrecta de la muestra, y las limitaciones en el reporte
del resultado, por ejemplo, cuando los resultados de los exámenes no correlacionan con
los intervalos biológicos de referencia de la población estudiada; o las interferencias
causadas por la dieta, el medicamento o el fármaco, todos factores que pueden afectar
el resultado. La meta fundamental del laboratorio clínico sería entonces, proporcionar
datos confiables a los usuarios, de tal forma que puedan así contribuir al diagnóstico
y tratamiento de las diversas enfermedades. Y, el objetivo de los profesionales de los
laboratorios clínicos será tener un mejor desempeño de las prácticas diarias, ayudando
así a la identificación en los cambios o errores en el proceso. Para ello, los laboratorios
y su acreditación, serviría para demostrar que el laboratorio opera con un sistema de
calidad, técnicamente competente y capaz de generar resultados válidos.
84 El error en medicina

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Capítulo 14

Errores en imagenología
“La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia”.
Sócrates.

La declinación en la atención a las habilidades clínicas contrasta con una suprema


confianza en la capacidad de la tecnología para resolver los problemas médicos y, es
un reflejo de la confianza que la sociedad occidental pone en la superioridad de las
soluciones tecnológica para resolver los problemas del hombre. La peligrosa ironía de
todo esto es que, así como está demostrado que los progresos de la ciencia y la técnica,
si no son controlados racionalmente por el hombre pueden llegar a destruir el planeta,
también los progresos de la tecnología diagnóstica y terapéutica, si no son utilizados
racionalmente por los médicos, pueden llegar a destruir la esencia humana milenaria
de la medicina y su ética humanista transformándola, de una profesión que todavía es,
en un oficio impersonal y deshumanizado, donde un técnico calificado se dedique a la
reparación de averías orgánicas
La actividad médica es una función de alto riesgo, en la que aun el enfermo que recibe
una atención correcta y oportuna, puede sufrir daños asociados a las características
propias de sus patologías, a la limitación de los conocimientos científicos, a los efectos
secundarios propios de ciertos tratamientos y otras causas. Esto trae como consecuencia
que los pacientes deben asumir en muchas ocasiones actos médicos de riesgo, debido
a las ventajas que les reportan. Este ambiente en el que se desarrollan los actos mé-
dicos requiere de un conocimiento adecuado del error médico y, de una cuantificación
ajustada para adoptar las medidas preventivas y, correctivas necesarias con el objeto
de ofrecer a los pacientes el máximo de seguridad posible. Los médicos radiólogos,
necesitan tener un profundo respeto por los aspectos éticos de la práctica radiológica,
dándole al acto radiológico el carácter de una atención más médica y menos técnica;
practicar menos marketing personal, consultar los casos difíciles con los colegas más
capacitados en el área, adoptando actitudes de humildad y no de sabiduría eterna y,
sobre todo, no comentar públicamente los errores ajenos.
Las acciones sobre los sistemas en que, imagenólogos y técnicos trabajan deben estar
orientadas a diseñar sistemas que no fuercen, ni permitan el error. Debe considerarse la
adjudicación de suficiente entrenamiento, orientación y mecanismos de comunicación
expeditos; tener en cuenta lo impredecible de algunos procesos, el diseño del equipo,
la adecuada mantención de ellos; medidas de cuidado especiales deben aplicarse con
los medicamentos utilizados y su rotulación para evitar confusiones.
86 El error en medicina

En esta especialidad, es conocido en diversas publicaciones extranjeras que, el error


promedio de un radiólogo alcanza en total a un 25-30 % de los informes, incluyendo
errores pequeños e importantes; además, que un radiólogo promedio se equivoca
3 a 6 veces al día. Estas cifras no han variado en los últimos cincuenta años. ¿En qué
consiste el error que afecta a los radiólogos? Ellos son reconocidos y analizados desde
hace tiempo, al menos en los países anglosajones. Los tipos de errores son de dos
grandes secciones:
–– Errores de logística: son aquellos cometidos en el proceso radiológico y, que no es-
tán relacionados con el acto diagnóstico: errores de trascripción, errores de marca-
ción, pérdida de exámenes o informes, errores en la entrega o confusión de placas.
–– Errores en el proceso diagnóstico: corresponden a aquellos casos en que el radiólo-
go no ve o no informa el hallazgo de imagen. Existen varias formas en que este tipo
de error se manifiesta.
–– Error de percepción que constituye el 60 % del total. El radiólogo sigue todos los
procedimientos y normas adecuadas, fallando en reconocer una anomalía que en
retrospectiva le es aparente.
–– Error aliterativo, consiste en repetir el mismo error diagnóstico en varias oportunida-
des por el mismo radiólogo u otro distinto.
–– Error por falta de conocimiento o especialización. Se produce en las áreas de diagnós-
tico más especializadas: neurorradiología, imágenes mamarias, radiología pediátrica.
–– No revisar las placas con el clínico cuando este las va a retirar: Está descrito que en
estos casos hay un porcentaje de modificación de los informes de hasta un 20 %, a
la luz de los antecedentes que aporta el clínico.

A diferencia de los hallazgos clínicos como la anamnesis y el examen físico, la evi-


dencia del examen radiológico permanece disponible para revisiones subsecuentes. El
error y sus consecuencias son un fenómeno que cruza vertical y horizontalmente todas
las especialidades médicas y a quienes en ellas se desempeñan. Los radiólogos no
están exentos de ello. Durante cada etapa del proceso de informe, elemento de capital
importancia para la lectura de las imágenes, el médico radiólogo puede cometer errores.
Debido a que no podemos eliminar completamente los errores diagnósticos en nuestra
práctica diaria, no podemos garantizar el resultado; pero podemos demostrar que se
hizo lo mejor posible, con exámenes de calidad técnica, debidamente justificados, en el
tiempo adecuado y con la seguridad necesaria. No se trata solo de hacer informes, hay
que leer las imágenes de los pacientes.
La interpretación del radiólogo constituye un componente importante de la información
disponible para que los clínicos puedan formular diagnósticos y proponer tratamientos.
Los errores clínicamente significativos varían entre un 2 a 20 % dependiendo de la inves-
tigación. Los errores diagnósticos son los errores que producen mayores daños, princi-
palmente los diagnósticos omitidos tanto como los diagnósticos incorrectos o tardíos,
con frecuencia de hasta un 10-15 %. Los falsos negativos se estiman en un 25 % y los
Capítulo 14. Errores en imagenología 87

falsos positivos en un 5 %. Se estima que a nivel mundial se realizan 1000 millones de


exámenes de imágenes cada año; si aplicamos un 4 % de error estimado, tendremos en
el mundo cerca de 40 millones de errores radiológicos por año. Para alcanzar una cabal
comprensión de lo que expresamos, precedentemente, hay que tomar en cuenta que, se
estima que el 90 % de los cánceres detectados son visibles en forma retrospectiva en
las radiografías de meses o años atrás. El médico radiólogo, será responsable por los
daños causados por su falta de conocimiento, habilidades o destrezas involucradas en el
error. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que incluso radiólogos experimentados
fallan en notar hallazgos importantes hasta en un 30 % de las radiografías de tórax con
falsos positivo en aproximadamente un 2 % de los casos. En neurología-neurocirugía, la
interpretación de tomografías computarizadas y de resonancias magnéticas nucleares,
se encuentran discrepancias de un 13 % a un 21 %.
Los errores más frecuentes son los errores de percepción, seguidos por los errores
cognitivos y otras menos frecuentes:
–– De percepción.
–– Cognitivos.
–– De comunicación.
–– De tipo de estudio.

Los errores de percepción representan el tipo más frecuente, con cerca del 60-80 %
de las causas reportadas; aquí se depende en gran medida de los sentidos, pero estos
son propensos al engaño.
Los errores cognitivos representan un 20 a 40 % de los errores y, ocurre cuando la anor-
malidad es identificada, pero el informe del radiólogo falla en entender o captar correcta-
mente o reportar su significancia. Se trata de un error en el proceso de pensar y decidir.
En los errores de comunicación el hallazgo se identifica y se interpreta adecuadamen-
te como anormal y, se informa adecuadamente como la causa de las manifestaciones
del paciente, pero existe una falla a la hora de comunicarlo efectivamente al médico
responsable del paciente.
Los errores por falla en el tipo de estudio, pueden o no ser causados por el radiólogo.
Pero el radiólogo, debe ser lo suficientemente claro en reportar la real utilidad del examen
leído para confirmar o descartar la sospecha diagnóstica.
Con la alta tecnología médica en imagenología, muchos podrían pensar que los errores
tienden a disminuir notablemente en esta especialidad, cuando realmente no es así, se
cuenta con nuevos procesos y nuevas técnicas, pero también con nuevos artefactos y falsas
imágenes, donde muchas veces solo la dedicación, el estudio y la experiencia permiten
establecer cuando la imagen representa una verdadera alteración; existe la creencia que
el resultado de los estudios lo hacen las “máquinas”, lo que potencia la convicción de que
no debería existir error. No se pueden echar a un lado las frases de muchos maestros de
esta especialidad cuando afirmaban: “las imágenes mienten”, hoy más que antes, se ha
demostrado que esta máxima es veraz”. En este escenario, se hace necesario trabajar
88 El error en medicina

en estrategias que ayuden a disminuir los errores. No se pueden justificar el resultado,


pero se puede demostrar que se hizo lo mejor posible, con exámenes de calidad técnica,
debidamente justificados, en el tiempo adecuado y con la seguridad necesaria. No debe
olvidarse en este trabajo diario la recomendación de Dawn Powell: “hazlo mañana, ya has
cometido suficientes errores hoy”.
Por último, hasta aquí las referencias han sido de la actuación del imagenólogo, queda-
ría por expresar lo referente a los fallos de orden técnico. Es lo que ha dado en llamarse,
Técnica radiológica deficiente o protocolos de exámenes inadecuados: el control de los
factores técnicos de las modalidades diagnósticas o terapéuticas es básico. Aquí se debe
abordar la estandarización y protocolización de las técnicas y procedimientos de acuerdo
a la radiología basada en la evidencia. Además, se debe velar por el cumplimiento de ellas
y su evaluación y modificación periódica si es necesario. Cabe mencionar la importancia
de incorporar a este proceso a los tecnólogos y motivarlos: son profesionales y deberían
serlo en su atención al paciente, colaboración en la elaboración de normas, protocolos
y en su cumplimiento efectivo.

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Capítulo 15

Errores de enfermería
“La enfermera, a veces olvidada, es un eslabón fundamental en la adecuada atención
y calidad médica” (anónimo)

La enfermería es un arte y, si se pretende que sea un arte, requiere una devoción tan
exclusiva, una preparación tan dura, como el trabajo de un pintor o un escultor, pero
¿cómo pueden compararse la tela muerta o el frío mármol con el tener que trabajar
con el cuerpo vivo, el templo del espíritu de dios? Es una de las bellas artes, casi diría la
más bella de las bellas artes, sentencio Florence Nightingale. Muchas de las actuales
especialistas del tema consideran a Nightingale como la primera teórica, ya que aplicó
un proceso consistente en la observación y le brindó especial atención al entorno que
rodea al individuo. En sus apuntes (“Notes on nursing. What it is and what it is not”)
conceptualizó la enfermería como la encargada de la salud personal de alguien y lo que
la enfermera tenía que hacer era poner al paciente en las mejores condiciones para que
la naturaleza actuara sobre él.
Los errores ocurren en todas las profesiones, forman parte de la condición humana;
sin embargo, son más visibles en el área de la atención a la salud; por ser una de las
más complejas y estar llena de incertidumbres. Aun cuando la formación del profesio-
nal de enfermería, ha sido y sigue siendo, con expectativas idealistas de perfección,
se les socializa para ejercer, sin permitirse tener errores; lo que puede obstaculizar el
reconocimiento y aceptación constructiva de los errores propios, o bien puede generar
una tendencia a encubrirlos cuando dichos errores sean inevitables.
El error en la atención de enfermería, se define como la falla de una acción planeada,
para ser completada como se pretende, o un plan equivocado que puede generar costos
extras para el paciente y la institución de salud. El error existe, cuando aparece en las
culturas el binomio enfermera-paciente; o bien desde que existen enfermos y personas
que se dedican a cuidarlos; sin embargo, ha sido más evidente desde que se dio la opor-
tunidad de que el paciente exprese sus dudas y reclamos.
En la atención de enfermería, como afirma Waldow, el cuidado es mostrado gene-
ralmente a través de gestos, posturas, miradas y contacto. Pero a la vez, la gente sabe
reconocer cuando los profesionales son atentos, afectivos, sensibles e interesados, y lo
muestran desarrollando sentimientos de confianza, confort, seguridad, motivación para
90 El error en medicina

la recuperación y relajación. Esto explica que aún sin tener muy claro qué es lo que hacen,
sean las enfermeras los profesionales sanitarios que mayores cotas de satisfacción
generan en los ciudadanos. Los modos de pensamiento de enfermeros, y sus bagajes
metodológicos, apenas dejan rastro en la práctica profesional. Se ha acuñado el término
“cuidado invisible” para designar el cuidado que prestan las enfermeras. Los cuidados
“humanizados” son los más valorados por los pacientes, pero raramente aparecen en
los registros de enfermería.
Es de destacar que, cada vez se producen más efectos adversos (incidente que pro-
duce daño al paciente, es un hecho imprevisto que no está relacionado con la historia
natural de la enfermedad, como consecuencia del proceso de atención de los profesio-
nales de la salud), en todos los sistemas de salud de acuerdo con estudios publicados
por la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como de otros organismos interna-
cionales de salud. Los escritos de enfermeros, están dominados por expresiones que
remiten al cuerpo, más que a la persona. Aparece el tratamiento médico y las técnicas
coadyuvantes, pero, como afirman Germán Bes y cols., “raramente aparece la relación
terapéutica, la presencia o el acompañamiento, el tacto, la escucha activa, el cuidar
de la intimidad y privacidad, el dar aliento, el acomodar una almohada y, en suma, el
promover el confort y la seguridad”. Foucault, ya proporcionaba pistas al afirmar que
la actividad de enfermería vive anclada en el día a día, compuesta de pequeños gestos,
entre discursos y escritos anónimos, en un universo de detalles aparentemente sin
importancia, pero son los que sustentan su propia existencia. De esta forma, el poder
de la enfermera se concentra en el mundo cotidiano, por ello, el pensador francés nos
invita a problematizar lo habitual, lo rutinario, lo banal, lo pequeño, lo indolente, lo que
transita en la sombra.
¿Nos hemos detenido a pensar el poder que ostenta una enfermera a través de sus
gestos más cotidianos?, ¿cuándo regula con el pulgar el caudal de sustancias que intro-
duce en el cuerpo del enfermo a través de un simple gotero?, ¿la capacidad de sustituir
los esfínteres del organismo introduciendo una sonda por los orificios naturales o contra
natura? A veces es necesario determinar la importancia de los procedimientos, a partir
de las consecuencias que conllevaría una mala praxis. Los errores de las enfermeras a
menudo desembocan en tragedias. La enfermera clínica, busca satisfacer a los pacientes
en todas sus necesidades, pero también a sus directivos, ya sean reformadores o con-
servadores, a los médicos en su pluralidad de intereses, como también a investigadores,
al profesorado y alumnado, y a cualquier otro presente en el escenario del cuidado. La
adaptación es una de las tradicionales capacidades de la Enfermería, pero a menudo es
también la expresión de la obediencia. Según el estudio de Gallup, la enfermería (gestora
de cuidados) es considerada la profesión más honesta y ética, y la fuente de información
más segura y confiable, baste justipreciar el número de horas, mayores que los médicos,
en que la enfermera está al lado y cuidado de sus enfermos.
Capítulo 15. Errores de enfermería 91

Errores frecuentes
en la enfermería hospitalaria
El error más reportado es la administración de medicamentos, el cual se presenta
de varias formas: “omisión, dosis mayores, frecuencia errónea, dosis menor, duplicidad
terapéutica, duración mayor al tratamiento, interpretación inadecuada en la escritura o
redacción ya sea en el nombre del fármaco, en las unidades de medida, en el uso del punto
decimal, en la vía de administración, tiempo de infusión o intervalo, la interpretación de
la dosis y la vía de administración, la dificultad para dosificar algunos medicamentos,
en los que debido a su presentación es necesario realizar diluciones para su aplicación
como es en el caso de los pacientes pediátricos”. Los errores de enfermería pueden
traer consecuencias leves o fatales, como las equivocaciones de vía de administración
o del fármaco, las omisiones de ciertos medicamentos como la insulina, antiepilépticos,
corticoides, etc., pueden dañar o perjudicar al paciente. Por ejemplo, el error más grave
notificado en España, es la administración de salbutamol por vía intravenosa en lugar
de utilizar nebulizaciones, los pacientes hospitalizados recibieron por error una dosis
5-10 veces superior a la habitual de salbutamol inyectable, ocasionando complicaciones
cardiacas graves. Otro ejemplo, de error asociado a la administración de medicamento,
es el uso o interpretación inadecuada de las abreviaturas y símbolos para indicar la
dosis, vía, frecuencia de administración y las unidades de medida. Como es el caso de
la abreviatura U, considerándose que esta no debe utilizarse para indicar unidades. Se
reportó el caso de un paciente que falleció tras recibir 200 unidades de insulina por error,
como consecuencia de una incorrecta interpretación de la prescripción 20 U.
En otro orden, JI. Westbrook, demostró que interrumpir a las enfermeras durante
la administración de fármacos, aumenta el riesgo de cometer el error. Y a medida que
aumenta el número de distracciones, aumenta el número de errores y por ende afecta
la seguridad de los pacientes.
Bajo la responsabilidad del personal de enfermería está la realización de acciones
para el cumplimiento de los procesos terapéuticos, todo ello a partir en primer lugar
de la identificación de los pacientes, la notificación de cambios del estado de salud, la
detección oportuna de complicaciones, y el registro de todos éstos en la historia clínica,
todas estas acciones se deberían realizar con la calidad y cientificidad que se requie-
re. Es por ello que la presencia de algunos de los aspectos enunciados anteriormente
puede contribuir de manera negativa a la seguridad del paciente. Es un deber ético del
personal de enfermería alertar a las instancias pertinentes acerca de las situaciones
de estructura, proceso o resultado que vulneren la seguridad de los pacientes, no
solo por su deber de cuidado con éstos y sus familias, sino por las responsabilidades
éticas y legales que se generan del ejercicio profesional en el caso del evento adverso
prevenible. Por tal motivo, se necesita responsabilidad en el momento de la realización
de procedimientos que se ejecutan o se delegan acordes con la experticia o nivel de
formación, así como estar pendiente de los signos de alarma para su inmediato reporte.
92 El error en medicina

Los procedimientos de enfermería frecuentemente involucran el uso de equipos,


como bombas de infusión, ventiladores y monitores; los errores en el cuidado pueden
ocurrir por la falla en el uso de estos equipos o por no oír de forma oportuna las alarmas.
El deber de cuidado incluye entonces inspeccionar su estado y mantenimiento previo
a su empleo, seguir las instrucciones de uso y solamente con los propósitos previstos,
notificar los daños, recibir entrenamiento en el uso de equipos e instrumentos de mayor
complejidad y responder de forma oportuna a las alarmas de monitoreo.
Según describe la bibliografía, los servicios donde más frecuentemente se presenta
el evento adverso son las áreas hospitalarias de mayor tecnología, como son: cirugía
vascular, cardiaca o neurocirugía, unidades de cuidados intensivos, salas de cirugía y
servicios de urgencia. Los eventos adversos más frecuentemente relacionados con el
cuidado de enfermería son: errores transfusionales, eventos adversos asociados a me-
dicamentos, infecciones nosocomiales, caídas, quemaduras, úlceras de presión, errores
en identificación e inadecuada interpretación de signos y síntomas.
Una revisión de 81 estudios publicados predominantemente desde 1990, que exami-
naba la relación entre las estructuras y, procesos de las organizaciones hospitalarias, los
eventos adversos y mortalidad de los pacientes, demostró que la vigilancia de enfermería
era uno de los tres procesos variables de las organizaciones que reducen la mortalidad
de los pacientes. La calidad de la atención de enfermería podemos definirla como la
consecución del conjunto de características y acciones, que posibilitan la restauración
en cada paciente, del nivel de salud que nos es dado remitirle. Esta definición está ba-
sada en la definición de la función propia de enfermería que aporta Virginia Henderson.
La enfermera se encuentra en la “línea de defensa del paciente” es la que conoce
cuando está estable, cuando algo no va bien, la primera en percibirlo y gestionar los
recursos necesarios para controlar cualquier situación de urgencia. Se encuentra en
el círculo central de los cuidados de los pacientes y, se debe resaltar que el cuidado
de enfermería es la primera barrera de seguridad de los pacientes, se consideran los
centinelas primarios del cuidado del paciente.
Hace parte de los deberes de la enfermera, expresados en los códigos de ética de
enfermería nacionales e internacionales, propender por que el cuidado de la salud en
los distintos ámbitos se dé dentro del marco del aseguramiento de la calidad, es decir,
que cumpla con las dimensiones de la calidad enunciadas por Avidis Donabedian: unos
aspectos de índole técnico-científico (como son la oportunidad, seguridad, continuidad,
accesibilidad y pertinencia), la adecuada relación interpersonal (expresada en el respeto a
los derechos de los pacientes y sus familias y los adecuados procesos de comunicación),
y el uso racional de los recursos de salud. Vale la pena aclarar que el aseguramiento
de la calidad en la prestación de los servicios no es una responsabilidad única de las
enfermeras, sino que concierne a la totalidad de actores del sistema.
Recientemente se ha propuesto una taxonomía para los errores de enfermería que los
clasifica así: falta de la atención a las condiciones clínicas y reacción a los tratamientos
instaurados, pérdida del rol de representante del mejor interés del paciente, inapropiado
criterio clínico, errores de tratamiento, falta de la intervención sobre la evolución clínica
Capítulo 15. Errores de enfermería 93

del paciente, falta de la prevención en el cuidado, equivocación en la ejecución de la


prescripción médica y errores en la documentación.
Son causas de los errores asociados con el cuidado de enfermería:
–– Sobrecarga de pacientes bajo la responsabilidad de una enfermera.
–– Fatiga laboral.
–– Inadecuada orientación y entrenamiento, ausencia de monitoreo de la capacidad de
atención.
–– La complejidad del trabajo en equipo.
–– El fracaso en crear una cultura organizacional que fomente la responsabilidad com-
partida y la comunicación abierta entre las personas de distintas disciplinas.
–– El miedo al castigo.
–– La falta de análisis sistemático de los errores.

Las personas más frecuentemente involucradas son: los mayores de 65 años, con
patologías como infarto agudo de miocardio, accidentes cerebrovasculares, paro car-
diorrespiratorio, y los niños. Los eventos adversos más frecuentemente relacionados
con el cuidado de enfermería son: errores transfusionales, eventos adversos asociados
a medicamentos, suicidio prevenible, infecciones nosocomiales, caídas, quemaduras,
úlceras de presión, errores en identificación e inadecuada interpretación de signos y
síntomas.
Las enfermeras y los médicos son los dos elementos, junto con la tecnología médica,
mas importantes en la atención a cualquier paciente, bien sea en consulta, salas de
hospitalización o en unidades de atención al grave, porque constituyen el capital inte-
lectual de esas organizaciones y son los determinantes de su gestión y resultados. Se
puede concluir que la enfermería va en dirección ascendente en el camino de la profe-
sionalización, cumple con los criterios de Povalko para que determinado grupo laboral
alcance el nivel profesional, en este caso se considera a la enfermería una profesión de
ayuda; tiene un cuerpo de conocimientos abstractos formado por una serie de teorías y
modelos conceptuales que abordan los conceptos meta paradigmáticos que constituyen
el núcleo del pensamiento enfermero, este es enriquecido a través de la investigación y
le da estatus de ciencia a la actividad con un método científico (Programa de Atención
de Enfermeria/PAE) y el cuidado en su dimensión más amplia como objeto de estudio.
La forma de valoración, diagnóstico, tratamiento y evaluación del individuo, la familia y
la comunidad tiene definitivamente carácter integral, por lo que se puede afirmar que la
enfermería es una disciplina científica profesional con carácter holístico.

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Capítulo 16

Errores en estomatología
“…fomentar una práctica odontológica segura, mejorará la calidad, seguridad
de nuestra asistencia y nos evitará problemas clínicos y legales…”

Como especialidad de la atención médica, para la salud poblacional, la estomatolo-


gía u odontología y, subespecialidades afines, desempeñan un papel importante para
el mantenimiento de la salud, local y general de cualquier individuo y comunidad. Es
por ello, que analizaremos brevemente, algunos aspectos de la comisión de fallas que
pueden llevar a errores odontológicos con daño a los pacientes.
La evolución de la estomatología en los últimos años ha incorporado a la práctica
profesional el uso de técnicas y materiales cada vez más sofisticados, pero que también
conllevan un mayor riesgo clínico para los pacientes: la utilización de hueso liofilizado
de origen animal, tejido conjuntivo y hueso procedentes de bancos de tejidos, técnicas
implantológicas “agresivas”, medios diagnósticos que implican exposición a la radiación,
uso de químicos y desinfectantes más potentes, etc. Los errores cometidos por los
propios estomatólogos o defectos en los materiales, instrumental o equipos utilizados,
provocan problemas clínicos a los pacientes en ocasiones, graves y por ende también
las demandas han aumentado en este sector. Vale la pena citar algunos ejemplos do-
cumentados de errores en ámbito de la estomatología, como son: paso de implantes al
seno maxilar, rotura de agujas, prescripción de fármacos no indicados en embarazo y
lactancia, reabsorción radicular en tratamientos de ortodoncia, lesiones causadas por
químicos (hipoclorito), ingestión de instrumental odontológico.
Es oportuno reconocer los beneficios que ofrece, en España, la atención a este proble-
ma con la creación del Observatorio Español para la Seguridad del Paciente Odontológico
(OESPO), que pretende recoger información dispersa de forma anónima, documentarla,
proponer medidas y mostrarla al resto de la profesión para evitar que los eventos adver-
sos se repitan. Los objetivos que se persiguen al implementar medidas de seguridad
para el paciente en estomatología, consistente en incrementar los niveles de seguridad,
identificar los problemas clínicos (eventos adversos) que ocurren en las consultas y
en qué medida se puede prevenir su aparición o, al menos, limitar sus consecuencias.
Las metas internacionales de seguridad del paciente son seis:
–– Identificar correctamente al paciente.
–– Mejorar la comunicación efectiva.
–– Mejorar la seguridad de los medicamentos.
96 El error en medicina

–– Garantizar cirugías en el lugar correcto, con el procedimiento correcto y al paciente


correcto.
–– Reducir el riesgo de infecciones asociadas con la atención estomatológica, lavado
de manos frecuente y necesario.
–– Reducir el riesgo de daño al paciente estomatológico por causa de caídas, sobre
todo en los adultos mayores y, considerando las condiciones de los locales de ac-
tuación estomatológica.

El desarrollo de la cultura de seguridad trae consigo muchos beneficios como: la


reducción potencial en la recurrencia y la gravedad de incidentes, la reducción del daño
físico y psicológico, la mejora en la gestión de recursos, la reducción en los amplios
costos financieros y sociales, la medición de actitudes en el trabajo y el contexto gene-
ral del trabajo. La seguridad para el paciente está ligada a la calidad asistencial, pero
además es una obligación ética: primun non nocere, aumenta la «seguridad legal» de
los estomatólogos y disminuye las reclamaciones.
Aunque la preocupación por la seguridad del paciente ha sido un principio de la práctica
médica a lo largo de los siglos, en la última década del siglo xx se convirtió en un tema
prioritario a partir de la publicación del informe “To err is human”, que situaba los errores
médicos como la séptima causa de muerte en Estados Unidos. Posteriormente otros
países reportaron iguales problemas con la detección de errores y eventos adversos en
las especialidades médicas, de las cuales la odontología no es ajena.
En el caso de la medicina bucal, es prudente tomar en consideración las fallas o
inexactitudes en el diagnóstico. Estos errores derivan generalmente en considerar fal-
so un diagnóstico verdadero, o en considerar verdadero un diagnóstico falso. Existen
estrategias para reducir estos errores cognitivos, pero el paso fundamental es conocer
cómo pensamos y cuáles son los errores que podemos cometer. El análisis reflexivo de
los errores cognitivos de diagnóstico (Metacognición) permitiría transformarlos en opor-
tunidades de crecimiento profesional y en una mejor atención para nuestros pacientes.
Véase el capítulo dedicado a la psicología cognitiva y a la Metacognición.
En la actualidad el campo de la odontología y de la especialidad de maxilofacial, a fin
a la primera, es un terreno fértil para que se produzcan fallas con consecuencias para
los pacientes, como ya hemos explicitado, de manera que es imprescindible seguir
las normas establecidas para alcanzar los beneficios que deben desprenderse de una
atención médico-estomatológica adecuada.

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Capítulo 17

El paciente, el médico y el error


“El médico debe saber lo que hace, cómo lo hace y hacerlo siempre con amor.”
Paracelso

En este capítulo trataremos de analizar las diferentes situaciones y reacciones lógicas


que suceden en el binomio paciente-médico ante un error en medicina. Ya hemos aten-
dido un grupo de aspectos que conllevan a la comisión de errores en medicina y, ahora,
en la época actual, como se producen las afectaciones en el orden somático, psíquico
y social de los dos componentes señalados.
Este aspecto, el paciente, el médico y el error, puede y, debe ser afrontado desde aris-
tas diferentes: en primer orden, como debe ver el médico a su paciente y, en segundo
lugar, que reacción origina en el enfermo el conocer que fue víctima de un error médico.
Es un hecho conocido que los médicos tienen una gran dificultad para afrontar el
error cuando este ocurre. Si bien la mayoría de los médicos se sienten afectados emo-
cionalmente cuando cometen errores serios que dañan o matan a sus pacientes, rara vez
existe la posibilidad de analizar las circunstancias de la equivocación y, mucho menos
el soporte emocional para hacerlo. Se considera que uno de los aspectos cardinales en
el ejercicio de la profesión lo brinda la relación médico-paciente.
Se entiende la “relación médico-paciente”, en su acepción más amplia, como el
variadísimo conjunto de interacciones que tienen efecto entre uno y otro. Se establece
desde el momento (o aún antes) en que la persona que se siente o cree enferma acude
en demanda de ayuda a la persona que, por su dominio de la técnica (o sea conocimien-
tos, destrezas y habilidades) y por su vocación, ofrece su ayuda. Puede variar, sin duda,
desde un trato impersonal y frio hasta alturas sublimes de empatía y amor médico. Una
definición conductista sería: “el complejo dinámico de conductas, exhibidas tanto por
el médico como por su paciente en el curso de su interacción, e incluso más allá de ese
corto momento”. Parafraseando a Galeno, “para que el médico pueda ejercer, cabalmente,
su acción, es necesario que el paciente lo vea como a un dios”.
La relación médico-paciente debe considerarse una amistad o reciprocidad en el
sentido aristotélico clásico: “La relación entre dos virtuosos iguales”. Esta reciprocidad
se consideró un principio de ética médica hasta el siglo xix, según el enfoque de Des-
iderio Erasmo de Rotterdam (1466-1536), sacerdote renacentista, quien en su Oración
en Alabanza del Arte de la Medicina describió las obligaciones morales del médico:
Capítulo 17. El paciente, el médico y el error 99

competencia, beneficencia y diligencia, mientras que las del paciente las enmarcó en:
gratitud y recompensa. Por su parte, Milton Erickson decía que “es la colaboración en-
tre dos expertos”: el paciente experto en sí mismo y, el médico experto en la ciencia. El
concepto anterior se modificó a partir de la Revolución Industrial, cuando los campos del
conocimiento humano cambiaron en su apreciación. La medicina no fue la excepción y,
el cambio en la relación médico-paciente se centró en un distanciamiento técnico entre
ambos integrantes. A pesar de esto, se ha estado intentando recuperar la esencia de la
medicina, que lejos de ser la tecnología es el humanismo lo que la enmarca. El humanismo
médico lleva implícitos: la beneficencia, la capacidad de dar, el empleo diligente de la
empatía, la cual se ejemplifica con frecuencia como “ponerse en los zapatos del otro”.
Reafirmando lo expresado, advierte Lifshitz que, ante los desafíos del desarrollo
tecnológico, de los cambios en la relación entre la sociedad y la medicina, y de los inte-
reses del mercado de servicio, el médico debe conservar su identidad preservando los
valores fundamentales de la profesión médica, los cuales, según muchos, residen en la
relación médico-paciente.
Como afirma Mark A. Siegler: “ A pesar de los avances científicos del último siglo y,
del actual, ni el papel de la profesión médica en las sociedades humanas ni la relación
doctor-paciente han cambiado sustancialmente. Desde los tiempos antiguos, el encuen-
tro entre el curador y el paciente ha constituido el principal medio por el que la medicina
logra sus objetivos. Esta continuidad extraordinaria tiene su raigambre en el hecho de
que la medicina responde a una necesidad humana universal e invariable: ayudar a los
pacientes. Es más, la mayor parte de la ayuda médica se proporciona en el encuentro
directo entre paciente y médico, esto es, la relación doctor-paciente”.
¿Acaso es necesario recordar que, para el que sufre, el médico es, todavía ahora, no
solamente el experto sino el mago, el brujo, el sacerdote, el que, con su prestigio, fama,
carisma, con su sola presencia, su voz y sus manos, tiene el poder sagrado de aliviar y
curar y, simbólicamente, de perdonar o condenar? En una sociedad cada vez más violenta
y deshumanizada, ¿no es, a menudo, el único que escucha, que apoya, que no se burla
ni condena, el único que intenta comprender, el hermano, el amigo, el padre? ¿Cuál es
el mecanismo de su poder de aliviar? ¿Habría que preguntar por qué tienen virtudes
curativas el abrazo de la madre, la amistad, el amor, el interés, el trabajo, el apoyo social,
la fe y el idealismo?, ¿Por qué se exponen a enfermarse los que carecen de ello? ¿Por
qué están predispuestos a la enfermedad y la muerte los que pierden un ser querido, un
empleo, una posición social o económica, o cualquier otro objeto psíquico valioso? Los
hechos son indudables, las explicaciones permanecen en el terreno de las hipótesis. Pero
conviene recordar que, según la teoría de sistemas, el hombre está en la cúspide de la
escala organísmica y, en la base de la escala social. Es mucho lo que hemos aprendido
acerca de la célula, los tejidos, órganos, aparatos y sistemas que componen el hombre
y cuyo funcionamiento armónico, coordinado por el sistema psiconeuroendocrinoinmu-
nológico determinan su salud; es menos lo que sabemos del efecto que sobre el hombre
ejercen, los supra sistemas que constituyen, en ascendente jerarquía, la escala social.
100 El error en medicina

¿Que experimenta el médico que comete un error en el desarrollo de la atención a sus


pacientes? Generalmente, se vive un proceso solitario, donde se mezclan sentimientos
de culpa, temor, rabia y humillación que impiden aprender realmente de lo ocurrido.
Desde un punto de vista emocional el médico que ha cometido un error necesitaría el
apoyo, la comprensión de sus colegas y su paciente, pero ambos le son negados por el
concepto imperante de la infalibilidad y por el miedo a las críticas de los demás galenos,
a la reacción del paciente y a la acción legal. Incuestionablemente, los médicos son
agentes etiológicos de daño y muerte.
A veces entramos en paradojas, porque la obsesión por tratar de evitar los errores
puede conducir a más errores, como dice esta cita de Lesing: “muchos se equivocan por
miedo a equivocarse”, y lo que se ha llamado la paradoja de la seguridad que, dice que:
por andar buscando obsesivamente la inocuidad absoluta, por centrarse en tal objetivo
se impide el logro de metas alcanzables en la seguridad de los pacientes.
La otra parte es considerar la condición humana del médico; es decir, la sociedad
no nos concede a los médicos la posibilidad de tener todas las debilidades que tienen
los seres humanos, los médicos tenemos que ser perfectos porque nuestro objeto de
trabajo es sagrado y, por lo tanto, no tenemos derecho a equivocarnos. Pero lo cierto
es que los médicos también tenemos intereses, sentimientos, actitudes, apreciaciones,
valores, emociones, temores, deseos, somos capaces de sentir compasión, lástima,
amor, odio, somos seres sensibles, reactivos, afectivos, con ambiciones y pasiones. Se
suele decir que no debe ser así el médico, que debería ser un robot insensible que solo
aplique automáticamente lo que dice la técnica, pero hay que reconocer que el médico
es un ser humano y, que como ser humano es susceptible de caer en algunos de estos
inconvenientes. Compréndase, además, que la medicina no es una ciencia exacta y, por
lo tanto, muchas de las decisiones que tomamos se sustentan en una predicción de un
desenlace probabilístico.
La actitud del médico ante el error se ha ido modificando, pero aún hay una gran
resistencia a reconocer errores. La experiencia compartida, de cometer errores, crea
un poderoso sentimiento de mutua empatía que a menudo lleva a entender, perdonar y
a una fuerte tendencia de falta de crítica, descrita como una conspiración de toleran-
cia. Los médicos se justifican con argumentos sobre la no certeza de la medicina, las
limitaciones humanas, las peculiaridades de las enfermedades y de los pacientes, los
problemas de organización, fatiga y problemas personales. Mirashi, señala tres meca-
nismos para defender el error médico: la negación, el descontar y el distanciamiento.
Con la negación, se define la práctica de la medicina como un arte de áreas grises, en
que los errores no son errores. El descontar, considera la atribución de responsabili-
dades a factores externos o circunstancias fuera de control como la enfermedad o los
pacientes, esto se presenta especialmente en los casos en que el enfermo pertenece
a algún grupo estereotipado negativamente, como los pacientes drogadictos o los
afectados por el VIH-sida. El distanciamiento, es cuando los errores no pueden ser
Capítulo 17. El paciente, el médico y el error 101

negados, entonces se utilizan técnicas de distanciamiento, como “todos cometemos


errores o no era posible preverlo”.
Los médicos conscientes y de alta competencia clínica cometen errores que recono-
cen, apenan, lamentan y, con los cuales aprenden y conviven. Ser sincero y explícito con
sus pacientes es el cambio de paradigma para los médicos. Hay un grupo de médicos
que reconoce un hipotético error, otro grupo está dispuesto a entregar detalles y por-
menores a su paciente relacionado con el error, sobre todo si se trata de un error poco
aparente y de un efecto menor o trivial. En esto influye notablemente el temor a las de-
mandas, la pérdida de su prestigio profesional, el sentirse avergonzado o no, saber cómo
efectivamente informar a los pacientes, puede influir en el silencio de los profesionales
de la salud sobre sus propios errores. En tal sentido, Woods, reporto que el 80 % de los
errores médicos demostrables nacen de una comunicación inadecuada. En México, por
ejemplo, la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (CONAMED), señalo que alrededor del
50 % de las quejas que recibe se deben a una deficiente comunicación médico-paciente.
Por otro lado, no se puede tapar el Sol con un dedo, el error en medicina constituye
actualmente un problema de salud pública, de gran envergadura, y se debe afrontar
como tal. Hoy más que nunca, se necesita de la autocrítica del médico hacia su trabajo.
Se requiere, además, de ética, transparencia, honestidad, empatía, tolerancia, respon-
sabilidad y profesionalismo en su relación con los pacientes.
No obstante, lo expresado, hay que tomar en consideración que el médico es un
ser humano y, como tal, puede confrontar un sinnúmero de dificultades, no en balde,
el Dr. Leape, del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Harvard expone que,
el médico puede ser víctima de alteraciones emocionales, alcoholismo, drogadicción y
merma de capacidades que son terreno fértil para desaciertos futuros.
Cuando una persona, paciente, recibe la información de que ha sido víctima de un error
médico o para nosotros mejor, un evento adverso, lo habitual es que indague, busque y,
trate de determinar responsables, necesita encontrar un culpable, es algo imprescindible
para poder tener control sobre su propia existencia. No es raro que los familiares y el
propio paciente, reaccionen ante el error médico esperando una explicación, más que
justificación, una disculpa y tener la garantía o la presunción de que un incidente similar
no se repetirá. Hay investigaciones que señalan: “ el 98 % de los pacientes quieren ser
informados de cualquier equivocación medica”. En EE. UU., llaman a este acto revelación
(disclosure), y se sugiere sea realizado con transparencia y, con una disculpa, aunque
esto último ha generado opiniones mixtas y diversas.
Los pacientes consideran errores médicos, también, la evolución no anticipada, las
dificultades de comunicación y, las violaciones de la confianza depositada. La percepción
de como el paciente es tratado por el resto de los profesionales de la salud, después
de una inesperada evolución, afecta la percepción misma del evento. Si el conjunto de
profesionales, el equipo médico integro, evidencia y muestra acciones para corregir el
error, es más viable que el paciente perdone el error cometido. Sin embargo, cuando la
102 El error en medicina

preocupación del enfermo no es validada, no es aceptada, es probable que se agrave


la percepción del error. Es conveniente la adopción de un entorno, ambiente, en que los
pacientes puedan conversar abiertamente con el equipo médico acerca de los errores,
ofreciendo a aquellos la ocasión para poder aclarar dudas, conversar sobre la propia
enfermedad, las complicaciones y los eventos adversos no prevenibles, pudiendo esto
modificar la percepción de los enfermos sobre los errores. Los pacientes y los familiares
son capaces de identificar y reconocer los errores e injurias durante la actuación médica,
en el medio hospitalario o fuera de este.
Los estudios realizados con respecto a las reacciones en situación de crisis han de-
mostrado que, la reacción a las crisis provocadas por la naturaleza es diferente a aquellas
atribuidas por la persona, a causas humanas. Estas, generalmente, provocan reacción
de rabia, inconformidad, generan una sensación de injusticia dañan la confianza de las
personas y, siempre existe la percepción de que podría haberse evitado. Por otro lado,
los pacientes y los familiares son capaces de identificar condiciones de riesgo como la
presencia de personal insuficiente o con mala preparación técnica. Sin embargo, algunos
autores consideran que, comprometer a los pacientes en el esfuerzo por identificar y
prevenir errores, ofrece una promisoria estrategia en el avance de seguridad del paciente.
Algunos consideran que, la mayoría de los errores tienen que ver u obedecen a fallas
institucionales más que los errores personales. En el nuevo paradigma de enfrenta-
miento al error médico, cobra mucho valor el enfoque y la política institucional para
contrarrestarlo. Para alcanzar este objetivo, es preciso y viable que la institución cree
mecanismos que posibiliten considerar los errores como existentes, pero que pueden ser
prevenidos en el futuro con un reconocimiento, un análisis exhaustivo, y la modificación
de las prácticas clínicas identificadas como responsables. Esta nueva actitud frente a
los errores implica que habrá políticas institucionales que faciliten la comunicación (no
la denuncia) de los fallos o situaciones comprometedoras y relacionadas con el error,
que hayan sucedido o sean inminentes. La prevención de los errores facilitara la buena
práctica médica, cuestión que afectara al presupuesto de gestión económica y, a la
gestión ética. Indudablemente, el tratamiento y la actitud ante los errores médicos es
un asunto de mucha densidad ética, no solo en el ámbito judicial.
Los centros o instituciones médicas, deberán asumir las consecuencias de los
errores, sustituyendo la ética de culpabilización y castigo, por una ética de análisis de
error y prevención de riesgos. Se trata de la única manera de facilitar la detección y pos-
terior análisis de estos hechos. Además, como se ha comprobado, toda persona que se
ha visto involucrado en un error necesita una estructura y un soporte también afectivo.
Se trata de un caso paradigmático, parta expresar que el hospital es un organismo ético.
Es obvio que se debe promover un cambio cultural, a través de desarrollar un pensa-
miento disciplinado, que conduzca a la investigación y análisis sistemático de las causas
de los errores médicos o de los eventos adversos y, al trabajo concebido y organizado
para su prevención. Ello lleva implícito, actuar sobre individuos, equipos, tareas, lugares,
Capítulo 17. El paciente, el médico y el error 103

normas y la propia institución, para reducir la incidencia de estos problemas y disminuir


sus riesgos o, incluso, hacer más aparentes los errores imprevisibles para que sean
advertidos con sentido profiláctico.
Un modo de gestionar los errores sería un programa de prevención de errores médi-
cos que busque analizar y alcanzar cierta eficacia ha de incluir, al menos los siguientes
aspectos:
–– El análisis del error técnico, es decir, el estudio de las causas que lo han produci-
do que en algunos casos implicara la reconstrucción del episodio y la adopción de
medidas para evitar que se pueda repetir, como, por ejemplo, la monitorización, la
revisión de los sistemas de información o la relación entre los servicios clínicos y los
servicios básicos, etc.
–– Las cuestiones de interrelación profesional, puesto que parece necesaria la coopera-
ción de todos, incluidos los protagonistas del accidente para poder analizar y evitar
nuevos errores.
–– La determinación sobre que se dice a la familia, quien ha de hacerlo y como. Es
necesario crear puentes que faciliten la intermediación con los pacientes y buscar
soluciones para cada caso, que pasa por interesarse por los pacientes que han sido
objeto de un error.

Como corolario, un programa de prevención de errores médicos supone aprender de


ellos, para lo cual hay que identificarlos, admitirlos, analizarlos y corregir las situaciones
o circunstancias en las que se pueden repetir. Aunque todas las medidas y argumentos
expresados anteriormente, para reducir el error en medicina, se practican de una u otra
forma en gran parte del mundo, no detectan todos los eventos adversos o errores. Por
esto, varios autores coinciden en que se carece de evidencia para demostrar que las
instituciones de salud poseen medidas para valorar de forma concreta el progreso en
la seguridad del paciente.
No obstante, hay que aceptar que el progreso en relación al error médico y, la
seguridad del paciente es muy modesto, aunque un gran número de hospitales son hoy
más seguros que hace una década.

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Capítulo 18

Implicaciones legales del error médico


“El hombre poco claro no puede hacerse ilusiones:
o se engaña a sí mismo, o trata de engañar a los demás.”
Stendhal

En el desarrollo de este texto se han comentado diversas cuestiones, propias del error
médico, y se esbozaron aspectos relacionados con la responsabilidad médica, con la
ética y la bioética de esta profesión. Ahora, muy someramente, se dan unas pinceladas
breves, sobre los aspectos legales, dado que estos varían mucho según el enfoque que
se le dan en los diversos países, acorde con sus legislaturas individuales.
En la segunda mitad del siglo xx los tribunales judiciales recibieron crecientes planteos
por conflictos generados por la realización pasada, presente o futura de actos médicos,
cuyo examen y análisis hasta entonces habían quedado confinados a la intimidad del
equipo de salud, de los pacientes y sus familiares. Esta novedosa situación comenzó
en EE.UU., se generalizó poco después en otros países.
Hoy se conoce que la Medicina no es una ciencia exacta sino un arte conjetural, pero el
fundamento legal de la responsabilidad médica está en la necesidad jurídica y social de
que toda persona que labore en la rama de la Medicina responda ante la justicia por los
daños lesivos y fatales causados al paciente en el ejercicio de su profesión. La sanción
puede ser: penal, civil o administrativa, aplicada solo en una de sus formas, según sea
el caso, o aplicadas todas.
Los médicos, como cualquier otro tipo de profesional, han de estar sometidos al
imperio de la ley. Aunque ahora está en boga, la responsabilidad médica existe hace
400 años. Desde el primer texto deontológico que se conoce (Hammurabi en el año
2394 a. C.) pasando por las diversas culturas que nos han precedido, griega, romana, y
otras como la egipcia, han contemplado en sus códigos, diversos articulados que hacían
referencia al comportamiento del médico, y que contenían graves sanciones cuando se
infringía el mismo, incluyendo la pena de muerte en algunos casos.
La obligación de medios que asume el médico le exige prestar sus servicios conforme
a la lex artis. Puede definirse lex artis, como el conjunto de prácticas médicas aceptadas
generalmente como adecuadas para tratar a los enfermos en el momento presente y
que, por definición, es cambiante con el progreso técnico de la Medicina, así como con
las peculiaridades personales de cada paciente, no es sino el conjunto de normas o cri-
terios valorativos que el médico en posesión de conocimientos, habilidades y destrezas
106 El error en medicina

debe aplicarlos diligentemente en la situación concreta de un enfermo y que han sido


universalmente aceptadas por sus pares.
Por definición, la responsabilidad médica implica el compromiso moral de responder
por los actos propios (en algunos casos incluso por los ajenos) y, la obligación de reparar
o indemnizar las consecuencias de actos perjudiciales para terceros; son dos vertientes
de un concepto que contiene elementos tan antiguos y complejos como el acto médico
mismo. La primera se refiere a la convicción vocacional y moral del profesional, cuya
capacidad científico-técnica se basa en principios éticos generalmente establecidos
por los propios médicos. La segunda surge del derecho, es coercitiva y se rige por leyes
emitidas por los Estados; tiene como principal objetivo calificar y sancionar los actos
del médico que perjudiquen física, moral o económicamente al enfermo.
Se reconoce que, uno de los factores que en mayor parte repercute en la calidad de
los servicios brindados por las instituciones de salud, es la inobservancia de conductas
ajustadas a la práctica médica por parte de los profesionales y técnicos involucrados,
quienes en ocasiones no proporcionan los cuidados necesarios para alcanzar los resulta-
dos deseados, provocando consecuencias perjudiciales para el paciente. Quien comete
una falta, una infracción o un hecho ilícito con motivo del ejercicio de su profesión, de
la ejecución de una técnica o de la práctica de un recurso médico, estará obligado a
responder, primero, ante su propia conciencia (responsabilidad moral) y, posteriormente,
ante los demás (responsabilidad social).
En el orden de la jurisprudencia hay diversas formas de responsabilidad, las cuales
se distinguen según su naturaleza y los efectos normativos que cada una de ellas trae
consigo: penal, civil y administrativa. La responsabilidad jurídica de una persona es pro-
ducto de una conducta, positiva (acción) o negativa (inercia u omisión) indebida, ilícita,
ilegal o antijurídica, que ocasione una consecuencia o resultado perjudicial, esto es, que
afecte un derecho o lesione un bien jurídico. Se requiere que entre esa conducta activa
u omisiva y el resultado dañino exista una relación causal, la cual permita atribuir este
resultado a la conducta de la persona. Además de la existencia previa de un profesional
de la ciencia médica, para hablar de responsabilidad médica es menester la existencia
de un acto o hecho como consecuencia del ejercicio profesional de aquél, esto es, un
evento ocasionado por la conducta en el ejercicio profesional. Este hecho no puede
ser otro que la consecuencia material, visible y tangible por los sentidos, el producto o
resultado material de un acto médico. Pero, adicionalmente, dicho resultado debe ser
perjudicial para quien lo resiente.
Para ganar en claridad al respecto, se debe distinguir entre daño potencial y daño
efectivo. El daño potencial consiste en una alteración en la salud del paciente que crea
una situación o estado de peligro, esto es, un estado de inminente destrucción o dete-
rioro de su salud. El daño efectivo es la destrucción real, el deterioro o menoscabo de
la salud, cierto y determinado.
La vinculación entre la práctica médica y la vida humana, es un fenómeno que ha ge-
nerado una demanda social que ha obligado al establecimiento de normas que regulen el
ejercicio profesional de los médicos. Esta demanda social ha dado origen a códigos, leyes
Capítulo 18. Implicaciones legales del error médico 107

y reglamentos de carácter universal en los que, por una parte, se atiende la preocupación
del médico por regular su actividad profesional y por otra, se garantiza a la sociedad el
respeto a los valores fundamentales de la vida humana. De esta manera, la bioética se
convierte en la directriz que norma, regula y sanciona la actividad médica. Actualmente,
el quehacer médico se caracteriza por una mayor interacción entre la medicina como
arte y la medicina como ciencia, bajo un perfil de desarrollo tecnológico cambiante día a
día, influenciado por los cambios sociales globales y muy particularmente por los acon-
tecidos en los años recientes, lo que ha llevado a un cambio en los valores humanos. Sin
embargo, hay valores y principios fundamentales que permanecen al paso del tiempo,
como es el respeto a la vida y a la dignidad humana. De igual manera se encuentra el
reconocimiento de los derechos humanos, entre los que figuran los derechos de los
pacientes y el derecho a la salud.
Es necesario recordar que la legalidad para una profesión es el conjunto de las leyes
promulgadas por un Estado, es juzgada por los tribunales y sus transgresiones se tra-
ducen en sanciones civiles y penales. Sin embargo y más allá de esto, como lo señala
Sánchez González, la ética profesional se apoya en los imperativos morales de la con-
ciencia individual. Solo debe ser juzgada y sancionada por la conciencia privada o por
las propias instituciones profesionales: censura, pérdida de estima, ostracismo social
o sanciones intraprofesionales que pueden llegar hasta la retirada de la licencia para el
ejercicio profesional (cuando la institución profesional tiene esta facultad).
De este modo, la ética profesional es más amplia que la sola legalidad, exige más.
Las leyes establecen los mínimos necesarios para la convivencia. La ética marca los
máximos convenientes para el logro de la excelencia y de lo mejor; promueve ideales
y tolera el pluralismo. Ética y legalidad son diferentes, aunque tienen puntos comunes,
y se necesitan mutuamente. El objetivo de las profesiones es afianzar una ética que en lo
posible haga innecesaria la legalidad, esto es, que signifique por sí misma una garantía
para la sociedad.
La condición humana está ligada al error en cualquier actividad y el ejercicio práctico
de la medicina no es la excepción. De igual manera, la respuesta primaria del ser humano
cuando sucede un error, es buscar al culpable y castigarlo. Con cada caso de daño o
muerte de un paciente debido a un error y que trasciende a la opinión pública, los medios
de comunicación, los entes de regulación gubernamental, las familias de los pacientes
afectados, el público en general y la institución misma, buscan la culpa individual para
enseñar un castigo ejemplar. Sin embargo, culpar o castigar a alguien no asegura que
una situación similar de daño a un individuo no se esté presentando simultáneamente
en otro escenario clínico o que el mismo error no se vaya a repetir, incluso en un futuro
cercano en la misma institución.
Son varias las figuras delictivas en las que puede incurrir un médico, todas recogidas
y sancionadas por la ley penal, por ejemplo, la cubana. Entre tales actuares se puede
encontrar la denegación de auxilio y desobediencia, conducta empleada para carac-
terizar aquella actuación de un facultativo que debiendo prestar ayuda se abstiene de
brindarla, sin causa justificada. Incurre también en delito, al expedir certificado médico
108 El error en medicina

falso. Otra figura delictiva en las que puede verse involucrado es en el aborto ilícito. Pero
hay otras que no tienen un sujeto activo específico o determinado (aunque pueden ser
perpetradas por un médico en el ejercicio de su profesión) como son las lesiones y el
homicidio, resultado de conductas imprudentes. Desde el punto de vista médico-legal,
se entiende por lesión toda alteración anatómica o funcional, ocasionada por un agente
externo o interno, sobre el cuerpo humano. Estas pueden ser grave (que pone en peligro
inminente la vida de la víctima, o deja deformidad, incapacidad o cualquier secuela; ya
sea anatómica, fisiológica o psíquica) y no grave (cuando sea capaz de dañar la salud
y requiera de un tratamiento médico para su curación). La otra conducta delictiva es el
homicidio, considerado este como la muerte causada a una persona por otra, sin las
circunstancias agravantes de un asesinato.
En el manejo médico, y en general en la participación de cualquier profesional, su ejer-
cicio parte de que se cuenta con una “capacidad técnica específica”, y la responsabilidad
surge entonces en relación con el ejercicio de la técnica y la aplicación de los conocimien-
tos que se supone ese profesional debe tener. Se pone en evidencia que los aspectos
aquí considerados, en el orden legal o penal del error médico, conllevan un proceso de
análisis y determinación del grado de participación, responsabilidad y consecuencias
que pudo haber ocasionado el citado error médico en su paciente. No obstante, los que
nos dedicamos al ejercicio de la profesión o aquellos que son responsables o dirigen
una institución, servicio médico o cualquier dependencia de prestación de servicios de
salud, tienen una tarea principal, que es tratar por todos los medios y con los recursos
necesarios para evitar que se ocasionen o produzcan errores médicos de consecuencias
graves en los pacientes y, se reduzcan al mínimo posible las reclamaciones de orden,
legal dado que la aspiración es lograr un servicio médico de alta calidad y seguridad
para los enfermos, con un elevado nivel de satisfacción.
Dentro de las figuras delictivas, del Código Penal en Cuba, relacionadas con el perso-
nal médico, se contempla el error en el ejercicio de la profesión. Se considera el error,
como la negación del dolo. Supone el desconocimiento del hecho o de la significación
antijurídica del hecho. Se expresa en:
–– Error de derecho: la ignorancia de la ley no exonera de su cumplimiento.
–– Error de hecho: puede ser esencial o accidental. El esencial recae sobre los elemen-
tos del delito; excluye el dolo y deja subsistente la imprudencia. El accidental, recae
sobre algunas circunstancias, por lo que el dolo existe a pesar del error.

En el Código Penal cubano, el artículo 23.1, expresa: que está exento de responsabi-
lidad penal el que realiza el acto prohibido bajo la influencia de un error relativo a uno
de los elementos constitutivos, o habiendo supuesto equivocadamente la concurrencia
de alguna circunstancia que, de haber existido en realidad, lo habría convertido en acto
licito. Además, se precisa que, error médico es una equivocación donde no hay mala fe,
ni negligencia, ni indolencia en el ejercicio de la profesión médica. Es algo no previsto y
que ocurre por error del médico.
Capítulo 18. Implicaciones legales del error médico 109

Se concluye que, el error médico debe constituir una preocupación de los profesionales
de salud y, en primer lugar, de los directivos, funcionarios o responsables de la institución,
ya que, conociendo sus consecuencias indeseadas, su repetición no es aceptable. Los
errores médicos deben ser conocidos y analizados científicamente en reuniones médicas,
con libertad y profundidad necesarias con el fin de evitar su repetición.

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Capítulo 19

Misceláneas
“Hoy en día, el médico presta más atención a la información de su computadora, que a los
ojos llenos de ansiedad de su angustiado paciente.” (anónimo)

Internet y los errores en la medicina


No estaría consumado esta revisión sobre los errores médicos, si no le dedicáramos
un aparte a la información que obtenemos, en la época actual, a través de Internet. En
algunas ocasiones de marcada utilidad y, en otras, con tendencia a la comisión de errores,
tanto por los pacientes como por los profesionales de la salud.
Para tener más elementos, podemos señalar que el ordenador fue utilizado por los
médicos en un principio, y en forma tímida, como procesador de textos, para sustituir a la
máquina de escribir. Fue después que los programas informáticos fueran utilizados para
cálculos estadísticos, manejando las bases de datos de Internet a través de Medline. Es
indiscutible que el ordenador es básico para la actualización científica. Pero quizás lo
que más ha motivado la utilización de Internet ha sido la posibilidad de obtener, tanto por
profesionales médicos como por el público general, información, no siempre totalmente
cierta, sobre enfermedades y su tratamiento. Asimismo, es cada vez mayor el número
de personas que leen las noticias del día en los periódicos virtuales, escuchan la radio
o ven la televisión a través de ordenador, bajan música a través de Internet e incluso
crean sus propios CD-musicales, y está en constante aumento el número de pacientes
que consultan al médico un problema particular por este medio o bien leen las páginas
dedicadas a la salud y a enfermedades específicas. El paciente puede consultar de una
forma totalmente gratuita, la información sobre salud que existe en la red, muchas veces
proporcionada por centros hospitalarios de prestigio.
El problema de la utilización de Internet por los pacientes es la seguridad de que la
información que reciben sea de suficiente calidad para seguirla como consejo. En un
estudio realizado en una clínica ortopédica en Londres, en 363 pacientes que contesta-
ron a un cuestionario sobre su proceso, el 52 % informaron que habían buscado dicha
información en la red, con mayor porcentaje a mayor edad y más alto nivel social. Un
25 % contestaron que la información recibida les había creado más confusiones que las
que tenían previamente y, un 20 % dijeron que la información de Internet era totalmente
distinta a la que les había proporcionado su especialista. Sin embargo, fue en 1997
112 El error en medicina

cuando un artículo de Impicciatore, aparecido en la British Medical Journal, abrió la caja


de Pandora al señalar a Internet como una fuente de información no totalmente fiable
para los pacientes. Desde entonces han aparecido muchas revisiones y artículos que han
mostrado su reserva sobre la calidad de la información médica que proporciona Internet
y la televisión. Su artículo comparaba las recomendaciones online con las de los libros
de texto, mostrando que raramente eran coincidentes. El gran peligro de la información
médica a través de Internet es la falta de control sobre la veracidad científica. En efecto,
así como las revistas médicas poseen un comité editorial, con diferentes especialistas
que analizan los artículos remitidos a la revista, que controlan la calidad de los ensayos
aleatorizados, no existe ningún control en la red, por lo que la mejor solución es aceptar
solamente aquella información que provenga de “fuentes fiables”.
Recordar que no todo lo escrito es confiable, no todo lo publicado es verdad y no todo
lo estadísticamente significativo es clínicamente aplicable.

Reacciones adversas a hemoderivados


La transfusión de sangre o de hemoderivados es una herramienta terapéutica útil en
la práctica médica actual y, aunque su papel es salvar vidas, no está libre de riesgos, ya
que puede afectar la seguridad del paciente-receptor. Se ha estimado que al menos el
20 % de las transfusiones presentan alguna clase de reacción adversa, uno de los mayores
factores que promueve este defecto es el rechazo del organismo ante los tipos de sangre
no compatibles. Una reacción adversa transfusional (RAT) es una respuesta indeseada e
imprevista asociada a la transfusión de sangre o sus componentes o derivados, que se
presenta durante o después de la transfusión y afecta la seguridad del paciente-receptor.
Las reacciones transfusionales que se presentan durante o poco tiempo después de la
transfusión ocurren entre 1-3 % de las ocasiones. Algunas reacciones constituyen eventos
clínicos que se presentan a largo plazo y que afectan la salud del receptor de manera
crónica. Se ha demostrado que la sangre es un potencial transmisor de enfermedades
infecciosas y parasitarias, entre otras, sífilis, VIH, Hepatitis B, Hepatitis C. Y no solo esto,
la transfusión de sangre puede generar complicaciones agudas no infecciosas, como
reacciones alérgicas, TRALI (daño pulmonar agudo relacionado con la transfusión),
reacciones hemolíticas, complicaciones tardías no infecciosas, reacciones hemolíticas
tardías, púrpura postransfusional, sobrecarga de hierro, etc., e incluso eventos adversos
ocasionados por errores humanos.
En otro orden, la falta de conocimiento en el manejo de hemoderivados y, el incumpli-
miento de dicha normativa puede originar efectos no deseados en los pacientes debido a
los diferentes componentes sanguíneos, por mal manejo de los componentes, o por una
técnica de aplicación inadecuada. En el acto transfusional, el profesional de enfermería
juega un papel importante, no solo por su habilidad técnica para realizarlo, sino porque el
proceso transfusional es parte de los planes de cuidados dirigidos al paciente. Por esta
Capítulo 19. Misceláneas 113

razón, este profesional debe ser capaz de reconocer y manejar las diferentes reacciones
adversas de la transfusión, y emplear los medios disponibles para eliminar o minimizar
los riesgos al enfermo. Sin embargo, hay evidencias documentadas que sugieren que
lo anterior no se está llevando a cabo.
A nivel internacional existe la tendencia a incrementar las medidas de seguridad para
el paciente que recibe una transfusión, por lo que es necesario que en toda institución de
salud donde manejan y transfunden sangre y derivados, se implementen —si no existen—
programas de evaluación sistemática del nivel de conocimientos y, el cumplimiento de
lineamientos institucionales independientemente de su ubicación geográfica, cultura,
desarrollo socioeconómico y niveles de salud.
En Europa, el informe SHOT publicado en 2004, sobre un seguimiento de 10 años,
muestra una cifra de 4/1 000 000 muertes relacionadas con la transfusión, aunque de
ellas, 7/10 000 000 estaban relacionadas con un error en la administración del hemode-
rivado. Es por ello que, debe ser un tratamiento personalizado. Hay que tener presentes
varios factores, como la edad, la enfermedad de base y la sintomatología, entre otros.
Se ha de tratar a los pacientes, no a los resultados del laboratorio. Por último, recordar
esta afirmación: “las transfusiones de sangre humana procedente de los bancos de
sangre hacen más daño que bien a la mayoría de los pacientes”, señala un informe del
Centro Médico de la Universidad de Duke, ubicada en Dirham, Carolina del Norte, Estados
Unidos de Norteamérica.

Los errores en cardiología


El cardiólogo, como cualquier facultativo, está sujeto en su ejercicio profesional a
la normativa legal y ética y, resulta imprescindible su formación en los aspectos médi-
co-legales de la asistencia. El ejercicio de la medicina incide en uno de los bienes más
preciados de la persona, la salud y la vida; por lo tanto, es comprensible que los pacientes
o sus familiares presenten reclamaciones judiciales o extrajudiciales cuando se producen
hechos que afecten negativamente a su salud, la responsabilidad de los cuales se atri-
buye, con razón o sin ella, al médico. Se estimará que existe responsabilidad profesional
médica en caso de daño o perjuicio a un paciente y, la concurrencia de defecto de praxis
médica demostrándose el nexo de causalidad entre ambos.
Sin embargo, la gravedad de las enfermedades que trata la cardiología y la complejidad
de determinados abordajes subrayan la importancia de la responsabilidad profesional
médica en esta especialidad. Oetgen et al., registraban que el error diagnóstico era el
motivo de reclamación más frecuente en patología cardiovascular, y la arteriosclerosis
coronaria, el diagnóstico más frecuentemente implicado en las reclamaciones, señalaban
la relevancia de afecciones como la disección o el aneurisma aórtico por el porcentaje
de casos que resultaban en indemnización y por su cuantía. Veinte años atrás, Kuehm
et al., ya identificaron el error diagnóstico como la principal causa de responsabilidad
114 El error en medicina

profesional en las reclamaciones en cardiología, así como resaltaban la importancia de


la falta de documentación o una pobre comunicación médico-paciente. Los hallazgos
de Santiago-Sáez et al., coinciden con estos estudios previos. Por su parte, Claudot et al.
subrayaban la importancia de las infecciones nosocomiales. Otros como Santiago-Saéz
et al., califican la cardiología como una especialidad de bajo riesgo, coincidiendo con
Claudot et al, quienes concluían que la cardiología permanece “relativamente protegida
de las reclamaciones”.
Esta subespecialidad, en la actualidad está dotada de una medicina altamente especia-
lizada, en constante evolución científica, por tal razón el consentimiento informado aquí
es primordial, dado que, en los casos siguientes: intervención quirúrgica, procedimientos
diagnósticos y terapéuticos invasores y, en general, aplicación de procedimientos que
suponen riesgo o inconvenientes de notoria y previsible repercusión negativa para la salud
del paciente, constituye un elemento protector para el desenvolvimiento de su trabajo e
incluye la relación médico-paciente, conscientemente elaborada, donde este y sus fami-
liares estén bien informados sobre los procedimientos y riesgos que ello implica.
Es oportuno recordar que la cardiología es una de las ramas de la medicina que más
desarrollo tecnológico ha experimentado, para beneficio de los pacientes, entre ellos: la
hemodinámia (que pasó a ser en el transcurso de unos cuantos años de un procedimiento
diagnóstico a procedimiento diagnóstico y terapéutico), la electrofisiología, la ecocardiogra-
fía, la trombólisis coronaria, la implantación de stent, la cirugía o angioplastias coronarias,
el calcio score, las sustituciones valvulares, etc., entre varios. A pesar de lo expresado,
sería oportuno tomar en cuenta que, el médico en general (salvo honrosas excepciones)
ha declinado su clínica y, se ha inclinado ante el avance avasallador de la deslumbrante
tecnología, la mayoría por ignorancia, la minoría por comodidad y otros cuantos por inca-
pacidad para mantenerse actualizados ante el avance abrumador. El médico ha dejado en
manos de las máquinas el análisis cuidadoso del diagnóstico y lo que es peor, las decisiones
terapéuticas según patrones, protocolos, guías, algoritmos y demás recetas de cocina y,
ha dejado a un lado la parte más valiosa del análisis, la historia clínica con su interroga-
torio y exploración insustituibles, por más tecnología que nos asista. Hay informes que
señalan que los propios cardiólogos ya no realizan la auscultación de los pacientes, dado
que disponen de la ecocardiografía para aclarar sus dudas diagnósticas. No hay un solo
caso clínico idéntico al otro y todos ellos requieren del análisis y razonamiento cuidadoso
del clínico. La clínica no se puede protocolizar, esto es útil solamente como medida de
estandarización cuando se lleva a cabo una investigación que requiere el apareamiento
de los datos demográficos, no con cada enfermo en particular.

Los errores en neurología


Las enfermedades neurológicas en general y, en particular, los accidentes cerebrovas-
culares, son de las principales causas de morbimortalidad en la mayoría de los países
Capítulo 19. Misceláneas 115

del mundo, y ocupan un lugar preponderante en aquellos altamente desarrollados a


consecuencias, en unos casos, de la ateroesclerosis y otras enfermedades crónicas
frecuentes como: la hipertensión arterial la diabetes mellitus, las dislipidemias u otras
condiciones clínicas como la obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo, la senectud,
etc. Por ejemplo, el accidente vascular cerebral (AVC) es la tercera causa de muerte y la
primera de discapacidad en muchos países desarrollados, afectando principalmente a
adultos de mediana edad y ancianos.
Se estima que el AVC presenta una mortalidad intrahospitalaria del 20 al 25 % apro-
ximadamente a los 30 días, y que, de los sobrevivientes, el 50 % presentan secuelas
permanentes de diversa severidad, y que 1/3 necesita asistencia en la actividad de la
vida diaria.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su WHO STEPS Stroke Manual, cuya
finalidad es proporcionar directrices a todos los centros hospitalarios que prestan
atención a personas afectadas con accidente vascular cerebral, define al AVC como
una “afección neurológica focal o difusa de aparición súbita, que perdura más de 24 h
y que es de presunto origen vascular”. En esta guía se establece que el diagnóstico de
accidente vascular cerebral se sustenta en dos aspectos:
–– Clínico: un “síndrome neurológico agudo”, que constituye la expresión del territorio
vascular afectado.
–– Imagenológico: que por disponibilidad y costo en el medio depende de la TAC de
encéfalo.

Chernyshev et al., estimaron que, de un total de 512 pacientes con sospecha de AVC
isquémico, de menos de tres horas de evolución, con un puntaje NIHSS de 7 puntos
al ingreso y candidatos a la administración de tPA, existe una prevalencia de “falsos
AVC” (FAVC) entre el 3 a 7 %. Otros autores, como el grupo de Winkler et al, en 250 pa-
cientes con sospecha de ACV isquémico, demostraron que existía una prevalencia de
FAVC de 2,8 %; sin embargo, existen otros reportes en la literatura internacional con un
porcentaje de hasta un 20 % de prevalencia de FAVC en los Servicios de Emergencias
(SE), la mayoría relacionada con estados pos críticos, infecciones sistémicas, tumores
cerebrales y alteraciones tóxico metabólicas. De acuerdo a las guías de la OMS, se
consideran como “síntomas/signos adecuados para el diagnóstico” lo siguiente: defi-
ciencia motora unilateral o bilateral, deficiencia sensitiva unilateral o bilateral, afasia o
disfasia, hemianopsia, desviación conjugada de la mirada, apraxia de aparición aguda,
ataxia de inicio agudo y déficit en la percepción, y como “síntomas/signos no adecua-
dos para el diagnóstico de AVC” mareos, cefalea localizada, visión borrosa en ambos
ojos, diplopía, disartria, deterioro de la función cognitiva, alteración de la consciencia,
convulsiones y disfagia. Obviamente, como la medicina no es una ciencia exacta, donde
la incertidumbre y la probabilidad diagnóstica conviven a nuestro lado, en neurología,
tienen que ser adecuadamente valorados en el orden clínico para poder descartar una
enfermedad cerebrovascular.
116 El error en medicina

Es necesario recordar que, antes del advenimiento y uso de la alta tecnología en


medicina clínica, como la tomografía axial computarizada (TAC) o la resonancia mag-
nética nuclear (RMN) y, sus variantes, en el caso de la especialidad que nos ocupa fue
un logro extraordinario, dado que con anterioridad la precisión diagnostica y, distinción
de un episodio cerebrovascular isquémico-trombótico de un hematoma intracerebral,
sobre todos los pequeños, podían llevar a una falta o error de precisión diagnostica, con
las consecuencias que ello lleva implícito para el enfermo, tanto desde el punto de vista
terapéutico como de pronóstico.
Hagamos un aparte para la hemorragia subaracnoidea (HSA), la cual pese a su baja
incidencia – le corresponden aproximadamente un 5 % de los accidentes vasculares
cerebrales, presenta una elevada mortalidad y determina la aparición de secuelas en
pacientes jóvenes, razón por la cual debe insistirse en un adecuado conocimiento de
esta. Las dificultades diagnósticas en torno a esta enfermedad son aún mayores, ya
que suele presentarse con síntomas relativamente frecuentes en la consulta médica,
por lo que puede no reconocerse en forma oportuna. La clínica puede ser variable des-
de la instalación de una cefalea generalmente brusca y referida por el paciente como
la más intensa que haya padecido, la asociación con vómitos, pérdida transitoria de
conocimiento, convulsiones, aparición de sintomatología focal neurológica, rigidez
de nuca y depresión de conciencia. Se cita como principal factor determinante del error
diagnóstico, la omisión o inexacta interpretación del estudio imagenológico. Mayer et
al., reporta un 15 % de estudios imagenológicos incorrectamente interpretados, fun-
damentalmente como consecuencia de su realización más allá de los 3 días desde el
inicio de la sintomatología, periodo de tiempo a partir del cual se ha demostrado que la
sensibilidad diagnóstica comienza a disminuir.
Como consideración final de este aparte y, como defensores a ultranza de la aplicación
del método clínico, principal herramienta de trabajo del profesional médico, de cualquier
especialidad, vale la pena recordar que en muchas ocasiones los médicos generales, in-
ternistas y, hasta los propios neurólogos rechazan o no realizan exhaustivamente una
exploración del sistema nervioso, dado que disponen de medios tecnológicos, rápidos
y considerados más seguros que la clínica.

Reflexiones finales
El atraso del conocimiento tiene mucho que ver con las antiguas actitudes del pasado
que, por largo tiempo asolaron y mantuvieron a los hombres del pensar y del saber, sobre
todo a los del querer saber, limitados, apartados, investigando en la oscuridad, cuando
no castigados. Los ejemplos son innumerables y solo por señalar algunos, vienen a la
mente los de Erasmo de Rotterdam, Leonardo, Vesalio, Colón, Servet, Darwin y, hasta
en épocas recientes el mismo Freud. Lo que resulta muy evidente, para todo el mundo,
es que los avances en las últimas 3 décadas abarcan mucho, pero mucho más de lo
Capítulo 19. Misceláneas 117

que la humanidad había logrado en toda su existencia hasta hace apenas una centuria.
No obstante, esta afirmación, muy cierta, a pesar de ello, los problemas en la atención
medica se han mantenido por siempre, expresados en los errores médicos que, a pesar
de la tecnología novedosa y el conocimiento más certero, se mantienen e incluso, en
determinadas áreas y especialidades, se han incrementado.
En países con un alto desarrollo tecnológico e industrial, con increíble frecuencia se
presentan errores médicos, aun considerando, por ejemplo, en Estados Unidos de Nor-
teamérica que posee el sistema de salud más caro del mundo, con un gasto de $ 55 500
por persona al año, en tanto otros, como los de Alemania, Canadá, Inglaterra, y Japón,
gastan menos de $ 33 000, además, crece un 6 % anual. Es de esperar que, siendo tan
caro, obtenga los mejores resultados, sin embargo, las cifras muestran todo lo contrario.
A pesar de gastar un 14, 2 % de su producto interno bruto (PIB), la esperanza de vida,
de 79 años, es inferior a la de Japón, que tiene 82,3 años y solo gasta un 6 % del PIB.
Llama la atención que el 35 % de los estadounidenses se encuentran inconformes con
el sistema y el 45 %, desprotegidos, ya que, al ser privado y tan caro, no lo pueden pagar.
La cantidad de errores médicos es alarmante y en lugar de disminuir, crece, lo que
causa prolongados internamientos y lesiones que con frecuencia son permanentes.
También son causa de muertes, las cuales, de acuerdo con dos estudios realizados y
ya reiterados, uno en 1988 y otro en 2002, van en aumento, pasando de 96 000 en el
primero, a 200 000 en el segundo. Esto coloca los errores médicos en el sexto lugar en
1988 y en el tercero en 2002, como una de las principales causas de muerte en ese país
(EE. UU.), apenas superada por las enfermedades cardiovasculares y los tumores maligno.
Resulta evidente, a través, de todo lo expresado, documentado y reiterado sobre el error
médico que, este lejos de disminuir se mantiene y, en ocasiones se acrecienta. Queda
fehacientemente expuesto la multitud de factores que pueden influir para su aparición,
por lo que su origen es multicausal y complejo. Nos acordamos de los errores cuando
se nos imputan. Sin embargo, sabemos que los acontecimientos adversos evitables son
frecuentes en hospitales y centros de salud. Por ello resultan necesarias la formación en
seguridad clínica y la impregnación en la cultura de la seguridad, cultura fundamentada
en la ética de la seguridad.

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