Informaciones y Actividades en La Genealogía de La Moral
Informaciones y Actividades en La Genealogía de La Moral
Informaciones y Actividades en La Genealogía de La Moral
El gran periodista Joaquín Vida! escribe con humor en sus «Lecciones de pedan-
tería» n° 50, dedicadas precisamente al «pedante perfecto», un apartado que dice así: «9.
Jamás saldrá sin llevar las obras de Nietzsche bajo el brazo.» (El país de las tentaciones,
Viernes 6 de enero de 1995, p. 4). Puede suponerse, por lo tanto, que ese prototípico pe-
dante soltaría una curiosa lección de pedantetía si le pidiésemos que nos hablase de quién
era y qué escribía en sus libros ese autor tan paseado y exhibido por los mejores miem-
bros de su autocomplaciente gremio. Reconstrúyanse 10 tópicos en tomo a la persona y
la obra de este filósofo tan portátil y compáreselos después con la propia expetiencia per-
sonal, fruto de la primera lectura de estos dos tratados de La genealogía de la moral.
Pueden consultarse para ello las primeras páginas de la Introducción. Recuérdese la
imagen gráfica de Nietzsche, la transmitida por el cine, la que aparece en la novela -
Doktor Faustus de T. Mann, por ejemplo, o la conmovedora «Imagen del hombre» de S.
Zweig, recogida por A. Sánchez Pascual en la Introducción a su edición de Así habló
Zaratustra- o la que los alumnos tengan por algún artículo, revista, diccionario, enciclo-
pedia, etc. Para conseguir una breve pero suficiente panorámica de la biografía-biblio-
grafía de Nietzsche puede consultarse el cuadro cronológico de la edición de A. Sánchez
Pascual de Eccehomo pp. 151-169; la «Cronología» de la Antología preparada por Joan
B. Llinares pp. 15-25; o los libros de M. MüREY (1993) o l. FRENZEL (1984). (Propone-
mos este ejercicio para resumir los desperdigados fragmentos que circulan en nuestra
mass-mediática sociedad sobre este sufrido personaje maldito y para tomar conciencia
explícita de los prejuicios que, a no dudarlo, todos tenemos ya sobre Nietzsche antes de
que hayamos comenzado la experiencia de su lectura.)
B) Procedencia doble del bien y del mal
Doble prehistoria del bien y del mal. -El concepto del bien y del mal tiene
una doble prehistoria: a saber, por una parte, en el alma de las tribus y
castas dominantes. Quien tiene el poder de devolver bien por bien y mal
por mal y también ejerce efectivamente esa restitución, así pues, quien es
agradecido y vengativo, a ése se le llama bueno; quien es impotente y no
puede devolver ni lo uno ni lo otro, a ese se le tiene por malo (schlecht).
En cuanto bueno, uno forma parte de los «buenos», de una comunidad que
tiene el sentimiento de lo común, puesto que todos los individuos están re-
cíprocamente comprometidos por el sentido de la restitución. En cuanto
malo, uno forma parte de los «malos», de un montón de seres humanos
sometidos e impotentes, que carecen de todo sentimiento de comunidad.
Los buenos son una casta, los malos una masa como de polvo. Bueno y
malo son, durante un tiempo, conceptos equivalentes a noble y plebeyo, a
señor y esclavo. En cambio, al enemigo no se lo considera como malvado
(base): él puede devolver. El troyano y el griego son, en Homero, ambos
buenos. No es tenido por malo aquel que nos causa daño, sino aquel que
es despreciable. En la comunidad de los buenos lo bueno se transmite
hereditariamente; es imposible que de territorio tan bueno brote alguien
malo. No obstante, si uno de los buenos hace algo indigno de ellos, enton-
ces se recurre a subterfugios; por ejemplo, se echa la culpa a un dios, ale-
gando que ha cegado y enloquecido al bueno. -Por otra parte, la segunda
prehistoria tiene lugar en el alma de los oprimidos e impotentes. Aquí todo
ser humano diferente es considerado como hostil, irrespetuoso, explotador,
cruel, astuto, sea noble o plebeyo. Malvado es la palabra característica para
todo ser humano, para cualquier ser vivo que se presuponga, incluso, por
ejemplo, para un dios; humano, divino equivalen a diabólico, a malvado.
Los signos distintivos de la bondad, la caridad, la compasión son acogidos
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1 27-38:
«Es por tu bien por lo que voy a darte los preceptos [sentencias, máximas o afo-
rismos] que yo mismo, oh Cirno, de niño, recibí de las gentes de bien (apó ton agathon).
Sé prudente y no busques honores, éxitos ni riquezas mediante acciones deshonrosas ni
injustas. Convéncete de ello; y no trates con hombres viles (kakoisi), sino está siempre
unido con los buenos (ton agathon); bebe y come con aquellos, reúnete con aquellos y sé
grato a aquellos cuyo poderío [virtud, capacidad, aptitud para desempeñar la jefatura
(dynamis), no fuerza física] es grande. De los buenos (esthlon ( . . .) ap') aprenderás cosas
buenas (esthlá); pero si te juntas con los malos, estropearás incluso tu buen natural.
Aprende estas máximas y trata con los buenos, y algún día dirás que aconsejo bien a mis
amigos.» [Es notable el gran paralelismo existente, tanto en la forma como en los con-
tenidos, entre estos versos de Teognis y el conocido escolio ático (21 Bergk) que reza así:
«Compañero, aprende la historia de Admeto y ama a Jos buenos, aléjate de los plebeyos,
consciente de que de éstos cabe esperar pequeño agradecimiento. »]
1 53-72:
«Cirno, esta ciudad es aún una ciudad, pero sus habitantes son ahora distintos:
antes no conocían ni el derecho ni las leyes, sino que en torno a su cuerpo vestían pieles
de cabra hasta romperlas y se apacentaban, al igual que los ciervos, fuera de la ciudad.
Éstas son hoy día las gentes de bien, oh Polipaides [Cirno es hijo de Polipao]; y los bue-
nos (esthloí) de antes, ahora son los villanos [plebeyos, gente sin ningún valor (deiloí)]:
¿quién es capaz de soportar este espectáculo? Se engañan unos a otros riéndose unos de
otros, desconocedores de los criterios (gnome) para distinguir lo bueno de lo malo. A nin-
guno de estos ciudadanos hagas de corazón tu amigo, oh Polipaides, por causa de nece-
sidad ninguna; por el contrario, procura parecer con tus palabras amigo de todos, pero no
te unas con ninguno en ninguna empresa importante, porque entonces conocerás la
manera de ser de estos miserables (oidsyron), cómo no tienen palabra en su comporta-
miento sino que gustan de los fraudes, los engaños y las trampas igual que hombres irre-
mediablemente perdidos.
«Jamás, oh Cirno, lleno de confianza deliberes en unión de uno que es malo
(kak6) cuando quieras hacer una cosa importante; por el contrario, por buscar al hombre
de bien acepta duros trabajos y aun recorrer, oh Cirno, con tus pies un largo camino. »
1 101-114:
«Ninguno entre los hombres te persuada, oh Cirno, a hacerte amigo de un plebe-
yo: ¿qué provecho hay en que un villano sea amigo de uno? No te podría salvar de una
situación difícil ni del error [ofuscación]; y si tuviera alguna cosa buena, no querría ha-
certe partícipe de ella.
«Ninguna gratitud obtiene el que hace bien a la gente vil (deiloús): es igual que
sembrar en las aguas de la mar espumosa. Porque ni segarás una gran cosecha si siembras
en el mar, ni, si haces bien a los villanos (kakoús), recibirás a cambio beneficios; pues
la gente baj a (kakoí) tiene aspiraciones insaciables y si yerras en una cosa, el agradeci-
miento por los favores anteriores se borra; mientras que los hombres de bien (agathoí),
al recibir un beneficio, son los que más lo aprecian y en el futuro tienen memoria y agra-
decimiento de aquellos favores.
«No hagáis jamás vuestro compañero querido a un hombre vil (kakon) ; huidle
siempre como a un mal puerto.»
1 183-192:
«Buscamos, oh Cirno, carneros, asnos y caballos de buena raza (eugenéas), y todo
el mundo quiere que se apareen con hembras de pura sangre; en cambio, a un hombre no-
ble (esthlos anér) no le importa casarse con una villana, hija de un villano (kaken kakoú),
con tal que le lleve muchas riquezas; ni una mujer se niega a ser la esposa de un hombre
vil (kakou andros) con tal de que sea rico, sino que prefiere el acaudalado al hombre de
bien (agathou). En efecto, los hombres son adoradores de la riqueza; el noble (esthlos)
se casa con la hija del villano y el villano con la del noble (agathou): el dinero bastardea
las estirpes. Por ello no te extrañes, oh Polipaides, de que decaiga la raza de nuestros ciu-
dadanos: pues lo bueno (esthlá) se mezcla con lo malo (kakois). »
1 315-322:
«Hay muchos malos (kakoí) que son ricos mientras los buenos (agathol) son
pobres; pero nosotros no les cambiaremos nuestra virtud por su riqueza, porque la prime-
ra dura siempre mientras que los bienes de fortuna los posee ora uno, ora otro.
«Cirno, un hombre de bien (agathos anér) tiene siempre una misma manera de
pensar (gnomas) y es valiente tanto cuando está sumido en la desgracia como en la pros-
peridad; mientras que si la divinidad da recursos y riqueza a un malo (kakó andrí), des-
varía y no puede dominar su maldad. »
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I 393-398:
«En la pobreza es donde se reconoce al hombre vil (deilos anér) y al que es mucho
mejor, cuando los tiene en su poder la indigencia. El espíritu del uno -de aquel en cuyo
pecho es innata una recta manera de pensar (gnome)- proyecta cosas justas, mientras que
el del otro no se acomoda a la buena ni a la mala fortuna; [el hombre superior, en cambio,
debe tener valor para sobrellevarlo todo.] (Este último verso, según varios editores, po-
siblemente esté corrupto).»
I 429-431:
«Es más fácil engendrar y criar un hombre que inculcarle nobles sentimientos
(phrénas esthlás); pues nadie hay que haya llegado a discurrir esto: a hacer cuerdo al
insensato y bueno al malo (kakou esthlón).»
Para estas actividades sería óptima la colaboración de los profesores de los depar-
tamentos de lenguas clásicas y humanidades. Puede ser conveniente la lectura comple-
mentaria de algunos aforismos de la «Sección novena» de Más allá del bien y del mal,
titulada «¿Qué es aristocrático?». También sería pertinente resumir algún fragmento se-
lecto de cantos de la Ilíada y de la Odisea. Proponemos estas cuestiones: ¿Hay alguna
distinción en estos poemas entre el salvajismo y la civilización? ¿Quiénes fundan las ciu-
dades-Estados? ¿Qué es la «eugenesia» y por qué tiene repercusiones político-sociales?
¿Qué significa el «poderío» (dynamis) de un noble? ¿Dónde radica la maldad del plebe-
yo? ¿Cuántas variaciones de sentido enumera Nietzsche que sufre el adjetivo esthlós
(noble)? ¿Qué matices de significado distintos sobre el pueblo bajo expone en GM, I, §
10 con ayuda de los términos griegos usados por los aristócratas para referirse a los ple-
beyos?
En todo el texto de estos dos aforismos (GM, I, §§ 5 y 10) hay un único punto que
tiene directas implicaciones «raciales», la insostenible etimología sugerida al poner en
paralelo el término latino malus (malo) con el griego mélas (negro) : importa caer en la
cuenta de que es un rasgo que no ha aparecido en ninguna de las muchas matizaciones
que esos aforismos aportan sobre la aristocracia griega, y que dicha implicación indi-
recta se formula en condicional (de ahí la correcta traducción por «acaso se caracteriza-
ba»). Baste por ahora con esta constatación, pues en seguida analizaremos con más
detenimiento este problema.
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Elementos de la venganza. -La palabra «venganza» se dice muy pronto: casi pa-
rece que no pudiese contener ninguna otra cosa más que una única raíz conceptual y
sensible. Y por eso todavía se sigue haciendo esfuerzos por encontrarla: de modo similar
a como nuestros expertos en economía política aún no se han cansado de presentir la
susodicha unidad en la palabra «valor» y de buscar el originario concepto-raíz de esa
palabra, el valor. ¡Como si todas las palabras no fueran bolsas en las que se ha introdu-
cido ahora esto, ahora aquello, ahora todo eso diverso de más allá y de un solo golpe!
Así, también la «venganza» es ahora esto, ahora aquello, ahora algo más que para la oca-
sión ha sido reunido. Que se distinga de una vez ese contragolpe defensivo que se ejecuta
casi involuntariamente incluso contra objetos inanimados que nos han dañado (como si
nos defendiéramos contra máquinas móviles): el sentido de nuestra reacción es oponemos
al daño haciendo que se pare la máquina. La violencia del contragolpe, si quiere conse-
guir eso, ha de ser, por lo tanto, tan fuerte, que destroce la máquina; pero si ésta es de-
masiado sólida como para poder ser destruida en el acto por el individuo, éste, en cual-
quier caso, no dejará de asestar el golpe más violento de que sea capaz, -como tentativa
suprema, por así decirlo. Así nos comportamos también contra las personas que nos cau-
san daño cuando estamos bajo la sensación inmediata de ese mismo daño; si a este acto
se le quiere llamar un acto de venganza, llámesele así; sólo que hemos de tener presente
que aquí la auto-conservación no ha hecho más que poner en movimiento su engranaje
racional y que uno, al hacerlo, no piensa en el fondo en el causante del daño sino exclu-
sivamente en sí mismo: actuamos así, no porque queramos volver a causar daño, sino
únicamente para librarnos de la situación al menos con el cuerpo y la vida íntegros. -
Se requiere tiempo para pasar de uno mismo a pensar en el adversario y preguntarse de
qué manera alcanzarle en su punto más sensible. Esto acontece en la segunda modalidad
~e venganza: su premisa es la reflexión sobre la vulnerabilidad y la capacidad de sufri-
miento del otro: uno quiere hacerle daño. En cambio, asegurarse a sí mismo frente a
daños futuros aparece en tan escasa medida en el campo de visión de quien ejerce la
venganza que casi regularmente ofrece vías al propio daño ulterior y muy a menudo lo
prevé y lo enfrenta con sangre fría. Si en la primera modalidad de venganza el miedo ante
el segundo golpe hacía que el contragolpe fuese lo más fuerte posible, en esta segunda
modalidad hay una indiferencia casi absoluta por lo que el adversario hará; la violencia
del contragolpe se determina exclusivamente por aquello que nos ha hecho. Pues, ¿qué
ha hecho?¿ Y para qué nos sirve que sufra ahora, después de habemos hecho sufrir él a
nosotros? Se trata de una reparación, mientras que el acto de venganza de la primera mo-
dalidad sólo sirve para la auto-conservación. Tal vez a causa del adversario perdemos
propiedades, rango, amigos, hijos - estas pérdidas no vuelven a reponerse con la vengan-
za, la reparación se refiere exclusivamente a una pérdida yuxtapuesta a todas las otras
pérdidas citadas. La venganza de la reparación no protege del daño ulterior ni subsana el
daño sufrido,- salvo en un caso. Cuando nuestro honor ha sufrido a causa del adversario,
la venganza es capaz de restaurarlo. Ahora bien, en cualquier caso el honor ha sufrido
un daño si intencionadamente se nos ha causado dolor: pues de ese modo el adversario
demostró que no nos tenía miedo. Mediante la venganza demostramos que nosotros tam-
poco le tenemos miedo: en esto reside la compensación, la reparación. (El propósito de
mostrar que no se tiene ningún miedo en absoluto, en algunas personas va tan lejos que
la peligrosidad de la venganza para ellas mismas - pérdida de la salud o de la vida o de
cualquier otra cosa- es considerada como un requisito imprescindible de toda venganza.
Por eso siguen la vía del duelo, aunque los tribunales les ofrezcan la oportunidad de reci-
bir también suficiente satisfacción por la ofensa: pues la reparación de su honor, si se
lleva a cabo sin peligro, no les resulta satisfactoria porque no puede demostrar que no tie-
nen miedo.)- En la primera modalidad de la venganza a que hemos hecho alusión el
miedo es, precisamente, el que asesta el contragolpe: en cambio, en esta segunda es la
ausencia de miedo la que, como hemos dicho, quiere demostrarse mediante el contragol-
pe. -Por lo tanto, nada parece más diferente que la interna motivación de ambas formas
de actuar a las que se denomina con una única palabra, «venganza»: y, sin embargo, su-
cede muy a menudo que quien ejercita la venganza no sabe con claridad qué le ha deter-
minado propiamente a actuar; quizá dio el contragolpe por miedo y para conservarse,
pero luego, cuando tuvo tiempo de reflexionar sobre el punto de vista del honor herido,
se persuade a sí mismo de haberse vengado por causa de su honor: - bien cierto, este mo-
tivo es, en cualquier caso, más noble que el otro. En todo esto también es esencial si con-
sidera su honor agraviado a los ojos de los demás (del mundo) o tan sólo a los ojos del
ofensor: en éste último caso preferirá la venganza secreta, pero en el ptimero, la pública.
Según como se imagine, con fuerza o con debilidad, en las almas del adversario y del
espectador, su venganza será más enconada o más suave; si carece por completo de esta
especie de imaginación, entonces no pensará en absoluto en vengarse, pues en tal caso
el sentimiento del «honor» para él no existe y, por consiguiente, tampoco se da la posi-
bilidad de herirlo. De igual modo, no pensará en vengarse si desprecia al adversario y al
espectador de la acción: porque, en tanto despreciados, éstos no pueden darle ningún
honor y, por eso mismo, tampoco pueden quitárselo. Por último, renunciará a la venganza
en el nada infrecuente caso en que ame al adversario: ciertamente, de esa forma pierde
honor a los ojos de éste y tal vez se convierte por ello en menos digno de contraamor.
Pero renunciar a todo contraamor es un sacrificio que el amor también está dispuesto a
ofrecer con tal de no tener que hacerle daíio al ser querido: hacerle daño significaría
causarse a sí mismo más daño del que causa ese sacrificio. - En resumen: cada cual se
vengará, a no ser que carezca de honor, o esté saturado de desprecio, o repleto de amor,
por aquel que le causa daño o le ofende. Aun cuando recurra a los tribunales, en cuanto
persona privada quiere la venganza: pero además, en cuanto miembro de la sociedad que,
como ser humano, es perspicaz y previsor, quiere la venganza de la sociedad sobre uno
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Informaciones y actividades
que no la honra. Así, mediante la pena impuesta judicialmente, se restaura tanto el honor
privado como el honor de la sociedad: ello significa- que la pena es una venganza.- En
ella también hay, indudablemente, incluso ese otro elemento de la venganza desc1ito en
primer lugar, en la medida en que, mediante la pena, la sociedad está al servicio de su
c¡¡uto-conservación y asesta un contragolpe en legítima defensa. La pena quiere prevenir
el daño ulterior, la pena quiere intimidar. De esta manera en la pena están efectivamente
unidos los dos elementos tan diferentes de la venganza, y eso puede ser quizá la causa
principal que mantenga esa mencionada confusión conceptual, en virtud de la cual el
individuo que se venga no sabe, en general, qué es lo que propiamente quiere. (HDH, II,
«El viajero y su sombra», § 33. Trad. de Joan B. Llinares).
Ejercicios para desarrollar después de la lectura del texto: ¿Tienen una única raíz
conceptual las palabras «venganza» o «valor»? ¿Por qué? ¿Cuántas modalidades de ven-
ganza se describen en el texto? ¿Son acciones racionales todos los actos de venganza?
¿Qué es una «reparación»? ¿Por qué nos dice el texto que se han practicado «duelos»?
-recuérdese el Tira11t lo Blanch o La Regenta, por citar unos ejemplos-. ¿Qué puede pro-
vocar la renuncia a vengarse? ¿Qué relaciones hay entre venganza y pena? ¿Por qué en
la pena no es esencial ni originaria la finalidad de intimidar?
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Informaciones y actividades
quisiera por entero sentir solamente de forma histórica se parecería a uno que estuviera
obligado a prescindir del sueño o al animal que tuviera que subsistir exclusivamente a
base del siempre renovado rumiar. En consecuencia: es posible vivir, y aun vivir feliz,
casi sin recordar, como lo muestra el animal; pero es totalmente imposible vivir sin ol-
vidar. O para puntualizar mi tema en términos aún más sencillos: hay un grado de insom-
nio, de rumiar, de sentido histórico, en que se resiente y finalmente sucumbe lo vivo, ya
se trate de un hombre, de un pueblo o de una cultura.
Para precisar este grado y, sobre su base, el límite donde lo pasado tiene que ser
olvidado para evitar que se convierta en sepulturero de lo presente, habría que saber con
exactitud el grado de fuerza plástica de un hombre, de un pueblo, de una cultura, quiero
decir de esa fuerza de desarrollarse específicamente de la propia esencia, de transformar
y asimilar lo pasado y lo extraño, de cicatrizar heridas, reponer lo perdido, regenerar for-
mas destruidas. Hay hombres que poseen esta fuerza en tan bajo grado que, como con-
secuencia de una sola vivencia, de un solo dolor, en particular de una única sutil injus-
ticia, se desangran irremisiblemente, como de resultas de un levísimo rasguño; y los hay
invulnerables a los más fatales y terribles contratiempos y aun a los actos de la propia
maldad, al punto que en medio de ellos, o poco después, alcanzan un pasable bienestar
y una especie de conciencia tranquila. Cuanto más fuertes son las raíces de la íntima na-
turaleza de un hombre tanta mayor cantidad de pasado se apropia o apresa: y la natura-
leza más poderosa y formidable se caracterizaría por un sentido histórico que carecería
de límites a partir de los cuales pudiera tener un efecto absorbente y perjudicial; atraería
y asimilaría todo lo pasado, tanto propio como muy ajeno, transformándolo, por así
decirlo, en sangre. Lo que una tal naturaleza no logra dominar, lo sabe olvidar; [... ].
(LuNARES, J. B. (Ed. y trad.) (1988): Nietzsche. Antología. Barcelona, Península, pp. 56
ss.) .
Según este texto, enumérense varias diferencias existentes entre el hombre y los
animales y coméntense una por una. ¿Es acertado el refrán que dice que el agua pasada
no mueve el molino? ¿Por qué? ¿Qué relaciones se establecen en el texto entre la 'vida'
y la 'contradicción'? ¿Por qué es necesario el olvido en la vida humana? ¿Cuándo la
memoria se convierte en algo perjudicial? ¿Debe haber límites en el historicismo? ¿Por
qué?
El «olvido», lo inolvidable y lo inolvidado son conceptos que también aparecen
en los psicólogos ingleses genealogistas de la moral, como puede comprobarse en los§§
2 y 3 del «Tratado primero» del libro de Nietzsche que estamos analizando. Además, el
§ 1O del «Tratado primero» afirma, en consonancia con textos casi idénticos de la citada
Segunda Intempestiva, que en las naturalezas fuertes y plenas «hay una sabreabundancia
de fuerza plástica, remodeladora, regeneradora, fuerza que también hace olvidar». Co-
méntese la diferencia entre estos dos usos del concepto de «olvido».
El caso que Nietzsche aquí imagina, el de un hombre sin la fuerza de olvidar, ha
permitido, por lo demás, la creación de buenos textos literarios, por ejemplo, algún relato
de ese excelente conocedor de Schopenhauer y Nietzsche que fue Jorge Luis Borges,
como Funes, el memorioso (Cf. Artificios (1944)). Recomendamos su lectura para com-
prender a fondo lo que aquí está diciendo Nietzsche, aplicable también, por ejemplo, para
entender las diferencias entre un potente ordenador y un cerebro humano -enumérense
algunas desde lo que Nietzsche expone en el texto transcrito. Un hermoso comentario del
pasaje de la Segunda Intempestiva que acabamos de citar se halla en el «Prólogo» -titu-
lado «El desafío de la tortuga»- de MIGUEL MoREY a ARAGAY TusELL, N. (1993): Origen
y decadencia dellogos. Giorgio Colli y la afirmación del pensamiento trágico. Barce-
lona, Anthropos, pp. 13 ss.
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Informaciones y actividades
también había un grano de genio y de sabiduría,- algo «divino», como unos a otros se
susurraban. O, mucho mejor dicho: como se lo expresaban de manera suficientemente
poderosa. «Gracias a la demencia han llegado a Grecia los máximos bienes», decía Platón
en coincidencia con toda la humanidad antigua. Avancemos todavía un paso más: a todos
esos seres humanos superiores a quienes romper el yugo de cualquier costumbre y dar
nuevas leyes les atrajo irresistiblemente, no les quedó más remedio, si no estaban real-
mente dementes, que hacerse o presentarse como tales - esto vale para los innovadores
en todos los ámbitos, y no solamente en el del precepto sacerdotal y político: - incluso
el innovador en métrica poética tenía que legitimarse mediante la demencia. (Hasta bien
entrados en épocas mucho más suaves, para los poetas subsistió de tal pasado una cierta
convención de demencia: de la cual, por ejemplo, Solón echó mano cuando incitó a los
atenienses a reconquistar Salamina.)- «¿Cómo se hace demente una persona cuando no
lo es y no se atreve a parecerlo?» casi todos los seres humanos significativos de la más
antigua civilización se han entregado a este aterradora intenogación; al respecto, se trans-
mitía una doctrina secreta de artificios y sugerencias dietéticas, además del sentimien-
to de la inocencia y hasta de la santidad de tal preocupación y proyecto. Las recetas de
los amerindios para convertirse en curanderos, las de los cristianos de la Edad Media para
llegar a ser santos, las de los groenlandeses para hacerse uno ange/wk, o las de los bra-
sileños para convertirse en un paje son, en lo esencial, las mismas: ayuno desmesurado,
continencia sexual prolonganda, ir al desierto o subir a una montaña o a una columna, o
«sentarse sobre un añoso sauce, que está mirando a un lago», y no pensar absolutamente
en nada que no pueda conllevar éxtasis y desorden espiritual. ¡Quién se atreve a echar
una mirada al yermo de las angustias más amargas y más superfluas, allí donde es vero-
símil que precisamente los seres humanos más fecundos de todas las épocas se hayan
consumido! ¡Y a escuchar los suspiros de los solitarios y conturbados: «¡Oh, dadme la
demencia, seres celestiales! ¡La demencia, para que por fin crea en mí mismo! ¡Dadme
delirios y convulsiones, iluminaciones y ofuscamientos repentinos, aterrorizadme con
escalofríos y ardores jamás sentidos por ningún mortal, con estrépitos y figuras errantes,
dejadme aullar y gemir y arrastrarme como un animal : pero que tenga fe en mí mismo!
La duda me está devorando, he matado a la ley y la ley me asusta como asusta un cadáver
a uno que está vivo: si no soy más que la ley, soy el más abyecto de todos. El nuevo espí-
ritu que está en mí, ¿de dónde viene si no viene de vosotros? Demostradme, pues, que
soy vuestro; ¡nada me lo demuestra excepto la demencia!» Y con demasiada frecuencia
este fervor no alcanzaba sino demasiado bien su meta: en aquella época en que el cris-
tianismo demostraba su fecundidad en santos y en eremitas del desierto con máxima
riqueza, pensándose que de esa manera se había demostrado a sí mismo, había en Jeru-
salén grandes manicomios para santos malogrados, para aquellos que habían consumido
en la empresa su último grano de sal. (A, § 14. Trad. de Joan B. Llinares).
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5 Vocabulario
CULPA: Esta palabra castellana traduce la alemana Se huid, que tiene un campo
semántico más amplio, pues recubre tanto el significado de «culpa» como el de «deuda».
Conviene tenerlo presente, en especial a la hora de leer el «Tratado segundo» de GM.
Puede servir para ello la pertinente indicación de A. Sánchez Pascual sobre el Padre-
nuestro, cuyo texto decía: «Perdónanos nuestras deudas (culpas).»
LOS LIBREPENSADORES: «Hasta hoy nada me es más lejano y menos afín que
toda la species europea y americana de libres penseurs [librepensadores]. Mi di scordia
con ellos, con esos incorregibles mentecatos y bufones de las «ideas modernas», es in-
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Vocabulario
cluso más profunda que con cualquiera de sus adversarios. También ellos a su manera,
quieren «mejorar» la humanidad, a su imagen; hmían una guerra implacable a lo que yo
soy, a lo que yo quiero, en el supuesto de que lo comprendieran, -todos ellos creen
todavía en el «ideal» .. . Yo soy el primer inmoralista. -»EH, «Las Intempestivas», § 2.
MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL: «Más allá de las designaciones, o de los
sentimientos, o de las palabras que contraponen lo «bueno» (gut) a lo «malvado» (base),
en lugar de contraponer lo bueno (gut) a lo malo (schlecht) . Las morales basadas en la
primera antítesis son, dice Nietzsche, morales basadas propiamente en el odio a la vida,
en el resentimiento de los débiles. Las morales basadas en la segunda antítesis son, en
cambio, las morales brotadas del sentimiento aristocrático, las morales nacidas del amor
a la existencia. Por otra parte, la expresión «más allá» fluctúa en Nietzsche entre dos
direcciones. Representa, de un lado, una superación hacia delante, en el sentido de dejar
atrás , tanto cronológica como intelectual y afectivamente, las morales decadentes , hasta
arribar a una época «extramoral». Mas, de otro, puede significar una superación hacia
atrás , en el sentido de regresar a una época «premoral», en la cual aún no había sido en-
venenada la humanidad por los presuntos ideales metafísicos desvinculadores de «este»
mundo» (SÁNCHEZ PASCUAL, A. «Introducción» a su traducción del libro de Nietzsche de
este título, pp. 14-15).
PENA: El término castellano expresa bien la dimensión jurídica del término co-
rrespondiente alemán, es decir, la sanción según derecho, el padecimiento, trabajo u obli-
gación de pagar cierta cantidad que se impone a alguien por haber cometido un delito o
una falta de las castigadas judicialmente. Ahora bien, el término alemán Strafe también
recoge la significación pre-(o extra-)judicial del término, esto es, el mero castigo que
unos padres, maestros, jefes, mandos, etc. imponen a un hijo, discípulo, súbdito, subor-
dinado, etc. sin que, por lo general, los correspondientes «azote», «privación», «multa»,
«prohibición», etc. estén expresamente estipulados por un código o legislación determi-
nados. Como es obvio, el término no se ha de confundir nunca en estos «Tratados» con
«tristeza», «aflicción», «desventura», «melancolía» y similares, como queda bien explí-
cito en sus contextos de uso.
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Vocabulario
ración existen todas las otras ciencias. Pues a partir de ahora vuelve a ser la psicología
el camino que conduce a los problemas fundamentales. » MBM, § 23.
«El alma humana y sus confines, el ámbito de las experiencias humanas internas
alcanzado en general hasta ahora, las alturas, profundidades y lejanías de esas experien-
cias, la historia entera del alma hasta este momento y sus posibilidades no apuradas aún:
ése es, para un psicólogo nato y amigo de la «gran caza», el terreno de caza predestina-
do.» MBM, § 45.
(Para este último grupo de conceptos que acabamos de citar, así como para la
«muerte de Dios», puede ser útil leer el «Prólogo de Zaratust:ra», de Así habló Zaratustra,
donde aparecen todos ellos y tienen una primera formulación «simbólico-poética». El
gran libro de FINK (1970) puede servir de guía para los comentarios; esta sugerencia
conlleva un grave riesgo: alejarse en exceso de los afmismos de GM que deben ser siem-
pre el principal texto a comprender y clarificar).
ANTIGUA RELIGIÓN GRIEGA: Cf. MBM, § 49; Cl, «Lo que debo a los anti-
guos», §§ 4-5.
BUDISMO Y CRISTIANISMO: Cf. EH, «Por qué soy tan sabio», § 6;AC, §§ 20-
23.
114
L
Vocabulario
NIETZSCHE Y DÜHRING: Cf. MBM, § 204; GM, III, §§ 14, 26; EH, «Por qué
soy tan sabio», § 4.
NIETZSCHE Y KANT: Cf. MBM, §§ 5, 11, 54, 187, 188, 210-211, 252; Cl, «In-
cursiones de un intempestivo»,§§ 1, 16, 29, 42, 49; EH, «El caso Wagner», §§ 2, 3; AC,
§§ 10-12,55,6 1.
NIETZSCHE Y PLATÓN: Cf. GM, III, § 25; MBM, §§ 7, 14, 28, 190, 191 , 204;
CJ, «Incursiones de un intempestivo»,§§ 22-23; «El problema de Sócrates»,§§ 2, 10;
«Cómo el mundo verdadero acabó convirtiéndose en una fábula»; «Los mejoradores de
la humanidad», § 5; «Lo que debo a los antiguos», § 2.
NIETZSCHE Y STUART MILL: Cf. A,§§ 51,132; MBM, § 253; CI, «Incursio-
nes de un intempestivo», §§ l.
6 Bibliografía
a) Fuentes
(Sólo tenemos en cuenta las traducciones directas del alemán que se sirven de la
nueva edición crítica completa de las obras de Nietzsche, preparada por G. Colli y M.
Montinari. )
Son excelentes las traducciones de A. Sánchez Pascual, siempre con buenas in-
troducciones y notas, editadas todas ellas en «El libro de bolsillo» de la Editorial Alianza
de Madrid. Hasta la fecha, las obras ya publicadas son las siguientes:
El nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo (y tres Escritos preparato-
rios).
Consideraciones intempestivas. l. David Strauss, el confesor y el escritor (y Frag-
mentos póstumos).
Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie.
Más allá del bien y del mal. Preludio de una filosofía del futuro.
La genealogía de la moral. Un escrito polémico.
Crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa con el martillo.
Ecce hamo. Cómo se llega a ser lo que se es.
El Anticristo. Maldición sobre el cristianismo.
b) Bibliografía secundaria
Una obra de características similares a la presente, pero con una introducción mu-
cho más amplia, el texto íntegro de la obra de Nietzsche, múltiples notas aclaratorias y
unos apartados finales de documentos, juicios críticos, glosario y nombres propios, todo
ello suficientemente elaborado y con referencias directas a la mejor bibliografía francesa
sobre los tópicos filosóficos nietzscheanos, es el volumen de la colección «Les Intégrales
de Philo», NIETZSCHE, La Généalogie de la mOJ'ale, Présentation et commentaires de
Jacques Deschamps, Préface de Henri Birault, Editions Fernand Nathan, 1981 , reeditado
posteriormente. Es un libro muy recomendable, expresamente concebido para la prepa-
ración de los exámenes escritos y orales del Bachillerato francés.
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Bibliografía
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Bibliografía
* * * * *
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Bibliografía
sugerentes de los tropos y los estilos en los que Nietzsche diseminó su alternativa y for-
muló su filosofía del lenguaje, su temía de la metáfora y su concepción de la verdad y del
conocimiento.
LA GENEALOGÍA DE LA MORAL
(Tratados I y II)
Friedrich Nietzsche
UNIVERSITAT DE VALENCIA
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Indice
3. Textos
Tratado primero: «Bueno y malvado, bueno y malo» .......... ........... .. .... ... 39
Tratado segundo: «Culpa, mala conciencia y similares» ........ ... ..... ....... .. 61
6. Bibliografía ... ... o • • o . o • • o . o o • •• ••• o o o o o o . o. o. o • • o o. o o . o ••• • •• • • • ••• • • o ••• • o • • • • •••• • o •••• o •• •• •• •• • o. o • • o • • o . o 115
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