Discursos Del Arte Contemporáneo. Ingres
Discursos Del Arte Contemporáneo. Ingres
Discursos Del Arte Contemporáneo. Ingres
El nexo entre Ingres y los primeros modernos es tan profundo como incierto. En 1927 Camille
Mauclair afirmaba ya con toda claridad que Ingres fue el primero de los modernos. Es él quien da
comienzo en 1810 a una tradición que el romanticismo vino a confundir y que, más adelante,
Manet logra restablecer. La lógica de Mauclair viene a exponer que el romanticismo es un error.
Así pues los impresionistas no son solamente los primeros modernos sino, ante todo, quienes
restauran el origen perdido. Ingres se convierte en el padre benefactor que el arte contemporáneo
necesita de manera urgente.
El encuentro fallido entre Ingres y Manet es una más de estas leyendas de artistas, como las
llamaron Ernst Kris y Otto Kur. Ahora bien la credibilidad de la narración, no solo moviliza al arte
provocando más arte sino que preforma las cadenas genealógicas de la historia creando + historia.
Viene a establecer que la Academia no se escandaliza ante los rechazados sino que los promociona.
Esto demuestra que no podemos reducir la política del arte de aquellos años a un simple
enfrentamiento entre académicos y vanguardistas. Albert Boine deja claro la poca distancia que ha
habido muchas veces entre ambos.
Lo “académico” ya no es la dorada arcadia que custodia normas y tradiciones utópicas. “Lo
moderno” no es aquel espacio en el que se realiza la asociación entre libertad artística y libertad
política. De un lado tenemos a Ingres, el académico revolucionario y de otro a Manet, el radical
burgués.
A lo largo del siglo XIX, coincidiendo con un boom de ismos y movimientos, se produce la
sustitución de las viejas figuras que caracterizaban las pasiones del alma (flemático, sanguíneo,
colérico, melancólico) por los temperamentos ideológicos: burgués, revolucionario, académico,
terrorista, neutral…
Este proceso comienza en los primeros años de la Revolución Francesa y se apodera enseguida de
la crítica del arte. Gran parte de la incertidumbre que provocan las obras de Ingres, que parecen
pertenecer a todas las categorías x =, está relacionada con el ascenso de este paradigma que
convierte la fisiología en ideología.
En 1878 Amaury-Duval publica su famoso libro El taller de Ingres. Para él Ingres “con toda seguridad
es un revolucionario”. No es casualidad que el mito de Ingres revolucionario surgiese precisamente
al calor de la convulsa y conservadora Tercera República francesa, asentada sobre el olvido del
terror y la lucha de clases. En ese momento en el que los dirigentes ponen todo de su parte para
generar un mundo feliz mediante la oferta masiva de ocio (Exposiciones Universales, bailes…) la
revolución deja de ser un asunto político y se convierte en función artística.
Con la Tercera República se inaugura así un trágico experimento que no ha dejado de reproducirse
desde entonces: dejamos de ser los agentes de la revolución para convertirnos, a través de las
imágenes, en meros pacientes. Es, sin lugar a dudas, lo que un Ingres acosado por las críticas del
Salón intenta expresar: el arte tendrá la necesidad de ser reformado y él quiere ser ese
revolucionario. El pintor asocia en esa frase tres conceptos fundamentales: ARTE, REVOLUCIÓN y
REFORMA. La función de “lo revolucionario” ya no es crear una tabula rasa del pasado como
habían creído Robespierre, Marat y Saint-Just. El tejido antiguo no es negado radicalmente sino
reformado, suturado.
La lógica formal de David en los primeros años de la Revolución, sobre todo durante el Terror,
cuando pinta los cuadros de mártires revolucionarios como Marat o Bara es la del desierto: no hay
tiempo pasado. Todo se rehace ex – novo.
Por el contrario, la lógica de Ingres en 1807 es la que inaugura el Directorio y continúa el Imperio, la
que llevó a la puesta en marcha del Museo del Louvre como el gran proyecto político de la
Revolución. Es la lógica de la acumulación y la conservación. Las obras de arte que han nacido en
un país libre deben estar en un país libre. Esta premisa figura en los carteles que acompañaban a
las obras de arte robadas por Napoleón en Italia (Apolo de Belvédere, Laocoonte entre otas miles),
llegadas a Paris en procesión triunfal en el aniversario de la muerte de Robespierre. Francia lava sus
pecados en el espacio cerrado del Museo. Las obras de arte purifican los excesos de la política y
redimen al hombre.
2.- INGRES Y LA CONCENTRACIÓN DE IMÁGENES
La apoteosis del arte trae consigo el olvido de la política y convierte la Revolución, no ya en una
puesta en escena de valores sociales, económicos y políticos (un nuevo planteamiento del contrato
social de Rousseau), sino en una simple administración de imágenes.
Ingres comienza su carrera en el taller de David en ese momento en el que comenzaba a ponerse
en marcha ese nuevo régimen para las artes, caracterizado x un mercado más abierto, dominado
por la burguesía y en el que la prensa y la crítica ocuparán un lugar destacado.
Tres fuerzas van a ser determinantes en el arte del XIX: el rumor, la caricatura y la risa. Aparecen
La consecuencia más obvia de la política revolucionaria sobre las imágenes es, sin duda, su
ACUMULACIÓN.
Hemos de destacar dos estrategias de acumulación y concentración de imágenes:
1. El museo como almacén universal, ese gran Louvre con el que soñaban los revolucionarios y
que Napoleón pone en pie. En él cualquier pasado se convierte a la vez en una experiencia
panóptica y heteróptica.
2. Espectáculos de fantasmagoría de Robetson
• Júpiter y Tetis
• Venus Anadiómena
También se ha señalado la influencia de la fantasmagoría de Robertson en el Ossian de Ingres,
obra que repite un tema ya plasmado por Girodet y Gros.
Los fantasmas del pasado, en forma de blancas transparencias, acosan al bardo dormido. No
obstante, estamos ante un enfoque bastante ingenuo. La influencia de la fantasmagoría no se limita
a los temas, afecta sobre todo a la estructura misma de la imagen. La fantasmagoría se basa en la
variación de la linterna mágica. Las imágenes no solo crecen o se hacen + pequeñas de manera
repentina sino que se proyectan en la mano, en el rostro, en una pizarra, sobre el humo, sobre el
suelo...
La aparición de una imagen sin soporte y sin materia, hecha de luz, es uno de los grandes desafíos
de la modernidad. Despierta placeres y terrores y nos arrebata nuestra certeza óptica.
Gran parte de la extrañeza que producen los cuadros de Ingres derivan de su condición
fantasmagórica: ponen en escena una imagen sin origen: Imágenes que se des- representan a sí
mismas.
El Museo, sucesor de los Salones de pintura del siglo XVIII, constituye por su parte un almacén
desacralizado, una heterotopía perfecta de la que Paul Valéry nos hablará en “El problema de los
museos” . Para este autor resulta de una enorme incoherencia obligar al ojo a admitir en un
instante de percepción un retrato, una marina, un triunfo... Las colecciones se devoran entre sí.
Muchas de las obras que Ingres presentó en el Salón de Italia fueron consideradas “bizarras”.
• Paolo y Francesca
• La Capilla Sixtina
• La Gran Odalisca
• Bañista de Valpinçon
Esta atracción de Ingres por lo bizarro, por ese limbo entre la vida y la muerte, no es un simple
capricho como en el caso de Jean-Jacques Lequeu sino una especie de fatalidad que revela el medio
mismo en que crece su pintura. Lo bizarro termina con la vieja certidumbre mimética del arte y
despierta un principio de descomposición e incertidumbre que en el siglo XVIII Piranesi o Soane
comprenden a la perfección. Por mucho que se oculte, lo “bizarro” transparenta bajo el disfraz
clasicista de Ingres.
En las obras presentadas por Ingres en el Salón de 1814 Don Pedro de Toledo besando la espada
de Enrique IV y Rafael y la Fornarina los críticos apreciaron nuevamente las cualidades bizarras de
años atrás: retrógrado, viejo, gótico, plano... pudiendo llegar a lo criminal como diría el Marqués de
Sade, artista de lo bizarro x excelencia.
Lo bizarro linda con el mal gusto y lo falso, con el kitsch, pero obviamente también con lo
fantástico y lo imaginario. Los románticos van a privilegiar el sentido del concepto “bizarro” pero no
van a olvidar otro de los significados que también aparece en las críticas a Ingres: la heterogeneidad
del espacio, hecho piezas, el collage, una cualidad que se hace evidente en cuadros como:
• El baño turco
En una hoja de estudio para La virgen de la Hostia de Ingres podemos observar candelabros y más
candelabros. Grandes, pequeños, calcados, coloreados... y un detalle que hubiera fascinado al
mismísimo Picasso: cuatro hostias reales pegadas que aportan no solo representación sino
presencia. Este dibujo traspasa así la lógica del arte y pertenece ya a la lógica del fichero. Nos
encontramos, más que ante un dibujo, ante una ficha en la que anotar pensamientos fugaces,
testigos, testimonios, cualquier cosa... La permanencia no tiene lugar. Se desubica, se altera
En otra hoja de estudio Ingres dibuja tres tentativas de escorzo para las rodillas de Homero. En su
esquina superior izda pega un papel de calco con dos manos pintadas, sin guardar perspectivas, ni
escalas, … no es solo un dibujo sino un denso archivo del tiempo del ojo.
En la dialéctica entre el ver rápido que proponen los impresionistas y el ver lento como quería
Ingres Baudelaire no duda. El pintor de la vida moderna plantea una tª tan fugaz de la mirada que
se vuelve completamente imposible el realizar operaciones con lo visible. Para Baudelaire lo visible
se presenta de una sola pieza ante el artista. Su trabajo consiste en tener la suficiente
predisposición de ánimo para llevar a cabo una contemplación sosegada, una reflexión analógica …
• Charles Blanc
• Henri Delaborde
• Amaury-Duval
De Ingres ya no destacan sus fantasmas sino tan solo su carácter revolucionario. En 1904 Jules
Mommejá define a Ingres como el mayor revolucionario artístico de la escuela francesa. Las obras
de Ingres ya no le pertenecen a él sino a una especie de óptica pura, abstracta, desvinculada de
razones.
Al año siguiente, con motivo del Salón de Otoño en el que se presentaban dos retrospectivas de
Ingres y de Manet, Élie Aure intentó demostrar la legitimidad del esfuerzo revolucionario por unirse
a la tradición. Ingres y Manet son la prueba de que el revolucionario de hoy es el clásico de
mañana.
BIOGRAFÍA
-Aznar, García y Nieto., Los discursos del arte contemporáneo. Madrid. Editorial Ramón Areces. 2011
Valéry, Paul. “El problema de los museos” en Piezas sobre arte. Madrid. Visor. 1999
ENLACES
https://www.moma.org