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La minería en México.

Bosquejo histórico

JOAQUÍN MuÑoz
Universidad Nacional Autónoma de México

INTRODUccIÓN

La minería es una actividad económica que siempre ha estado pre-


sente en el proceso histórico de México. Su importancia socio-econó-
mica requiere de la comprensión de los factores que la regulan y de
los problemas que la aquejan; por ello se hace necesario conocer su
historia, su geografía y sus técnicas de explotación y beneficio. Para
lograr una adecuada comprensión de su desarrollo necesitamos co-
nocer su historia; para lograr su adecuada planeación nos es útil co-
nocer su geografía, y se requiere dominar su tecnología para aprove-
char sus productos en forma racional y economica.
C. W. Merril, del U. 5. Bureau of Mines, dice que los productos
minerales son una medida del progreso de la humanidad, y que su
posesión y control son de importancia básica al desarrollo económico
del mundo actual; por su parte, el Banco Mundial señala que la con-
tribución del sector minero a la civilización, especialmente durante la
era industrial, así como al progreso material, es incalculable, ya que
la mayor parte de los progresos hechos para satisfacer las necesida-
des humanas —en el campo de la alimentación, habitación, salud,
educación, empleo y transporte— han sido logrados empleando más
minerales, utilizándolos mejor> usando mejores productos minerales.
Y si estas funciones no son claras en las estadísticas globales o re-
gionales, que reducen la participación del sector minero en el Pro-
ducto Bruto Nacional de México, ello se debe a que su valor sólo

Quinto Centenario, 11. Universidad Complutense de Madrid, 1986.


146 Joaquín Muñoz

figura hasta el momento en que el producto se convierte en materia


prima del sector industrial.
Si dirigimos nuestra atención a la composición del producto mi-
nero de México, veremos que, de acuerdo a las estadísticas, está cons-
tituido por 27 diferentes metales y 45 tipos de minerales no metálicos;
que existen operaciones mineras en 22 de las 32 entidades federativas
del país; que ocupa más de 200000 trabajadores, que son el 2 por 100
de las fuerzas de trabajo nacional; que el producto del trabajo indi-
vidual fue, en 1981, para cada trabajador, superior a cuatro millones
de pesos anuales, lo que actualmente puede ser cinco o más veces
mayor, y, finalmente, que grandes regiones dependen del trabajo mi-
nero para su subsistencia.
Estas cifras no destacan la importancia nacional de la industria
minero-metalúrgica de México cuando se las rnaneja en el contexto
de la totalidad de las actividades económicas del país, pero si las
relacionáramos con las industrias manufacturera, de contsrucción,
agrícola, comercial, etc., nos encontraríamos que difícilmente alguna
de ellas podría existir y prosperar sin la presencia de los productos
de la industria minera, que representan alrededor del 2 por 100 del
Producto Nacional Bruto mexicano.
Como se ha mencionado, el análisis de la minería en México de-
berla pasar por el estudio de los tres temas señalados: Historia> Geo-
grafía y Técnica, para encontrar las razones que hacen de la minería
una actividad de gran importancia socio-económica. No siendo la in-
tención de este trabajo el contemplar los dos últimos temas, por no
ser un especialista en los mismos, pasaré a dar cuenta del primero
en sus diversas etapas en la historia de Mexíco.

LA MINERIA EN Mtxico

Ha sido costumbre iniciar el estudio de la minería mexicana> o


americana, con el peñado de la conquista española, considerando que
es de poca o nula importancia la aportación indígena al proceso
formativo de esta industria. En realidad existen abundantes indicios
acerca de los conocimientos minero-metalúrgicos de los pueblos pre-
hispánicos, los que reseñaremos brevemente.
En el códice mendocino y la matrícula de tributos del emperador
Moctezuma se señalan 18 provincias tributarias de productos mine-
rales; Sahagún, en su Historia, tanto como Molina y Remi Simeon
en sus vocabularios, nos permiten formar largas listas de vocablos
referentes a la actividad y productos minero-metalúrgicos de los pue-
blos que conformaban el mundo azteca, y sabemos, con Foucault,
La minería en México. Bosquejo histórico 147

que la palabra, el nombre, existen en función de la cosa o el hecho;


por tanto, los citados vocabularios nos están hablando de algo que
existía en el entorno prehispánico de los nahoas.
Sabemos que los metales y minerales empleados por los indígenas
fueron recogidos y extraídos en explotaciones mineras formales, lo
que implica un conocimiento minimo de técnicas que se les niegan,
y se pretende que les llegaron de Europa. Algunas explotaciones mi-
neras indígenas han sido estudiadas por científicos mexicanos y ex-
tranjeros> como lo fueron Tarayse en 1869 y Orozco y Berra en 1873.
El primero estudió los depósitos de obsidiana del Cerro de las Nava-
jas, en el Estado de Hidalgo; el segundo estudió la extracción de
minerales de cobre del Cerro del Aguila, en el Estado de Guerrero;
otros han estudiado la explotAción de los minerales de mercurio en
la región del Fuerte de las Ranas, cercano a San Joaquín, Estado de
Querétaro, y la de estaño en la zona de Taxco, también Estado de
Guerrero.
En estos y muchos otros lugares de México se han encontrado
restos de los trabajos mineros que los indígenas realizaron empleando
el método de torrefacción, es decir> calentando la pared rocosa y frac-
turándola por medio del enfriamiento súbito con agua. No está de
más decir que este fue el método de explotación empleado en todo
el mundo hasta la introducción de la pólvora, lo que sucedió por
primera vez en México hacia7 el año 1560, para ser adoptado en Eu-
ropa durante el siglo siguiente.
Algunas autores afirman que no es posible aceptar la existencia de
trabajos mineros formales entre los indígenas americanos, porque no
conocían el hierro y sólo podrían haber trabajo las minas empleando
instrumentos de piedra y, acaso, cobre endurecido. Resulta intere-
sante hacer notar que se niega la actividad minera cuando se emplean
instrumentos de piedra, y se acepta que, empleando esos mismos ms-
trumentos, pudieran tallar las monumentales esculturas que conoce-
mos. No se puede afirmar que los indígenas Qmplearan instrumentos
de hierro, pero sí se puede afirmar que el metal era conocido y de-
nominado, según Molina, «Tliltic Tepuztli» (cosa negra); además, el
sabio barón de Humboldt se «inclina a creer» que la conocían, ya
que la técnica de su obtención no debió representar una gran difi-
cultad para quienes emplearon la fundición en la obtención de otros
metales.
No debemos olvidar que en casi todas las relaciones contemporá-
neas que se refieren al descubrimiento español de los depósitos de
minerales se encuentra la presencia constante del guía indígena que
los lleva hasta ellos y que, anónimo desde el principio, se pierde en
el anonimato del tiempo después de mostrar la riqueza. Se da por
148 Joaquín Muñoz

un hecho que los indígenas no tuvieron conocimiento alguno de la


prospección minen, pero comparando lo escrito por Sahagún en 1567,
y Biringuccio en 1540> encontraremos que entre el historiador bene-
mérito y el metalurgista italiano existen coincidencias que no pode-
mos atribuir a comunicación entre ellos, ya que no tuvieron relación
entre si.
Dice Sahagún que entre los nahoas «hay personas que conocen
dónde se crían las piedras preciosas, y es que cualquier piedra pre-
ciasa, donde quiera que esté, está echando de sí vapor o exhalación
como un humo delicado, y este humo se aparece cuando quiere el sol
salir.. », y en otra parte escribe, tal como se lo contaron sus infor-
-

mantes indígenas, que «el oro se encuentra en la tierra; descansa en


la tierra, se le ve de esta manera: en donde está, esa es la madre.
En donde aparece esta madre, cuando llueve su agua —como ellos
dicen—, su orina, mancha profundamente. En donde está amarillo
en la superficie> en donde está descolorido como si fuera verde bri-
llante, ella mancha profundamente y así se aparece... »
En su De la Pirotechnia, Biringuccio nos dice, estableciendo una
camparación entre las vetas y las ramas de los árboles, « ellas cre-
- - -

cen y se aumentan continuamente, y se dirigen hacia el cielo, siempre


convirtiendo en su propia naturaleza a los mejor dispuestos de los
materiales adyacentes hasta que, finalmente, las puntas llegan a la
cúspide de la montaña y emergén como clara señal, despidiendo, en
lugar de hojas y capullos, fumosidades azules o verdes -.».

Se debe hacer notar que, en la actualidad, el fenómeno descrito


por los nahoas a Sahagún y por Biringuccio en su obra> constituye
una de las técnicas de prospección más empleadas para localizar los
depósitos minerales, sólo que hoy le llamamos Geoquímica, que em-
plea refinadas técnicas analíticas para realizarla, pero se siguen usan-
do los indicios coloridos que ellos señalaban.
En el códice florentino que escribiera Sahagún como resultado de
su investigación entre los indígenas del recientemente destruido mun-
do azteca, se encuentran referencias y descripciones de los procedi-
mintos metalúrgicos y de orfebrería empleados antes de la llegada de
los españoles, pero carecemos de una amplia base documental que
nos permita hacer afirmaciones definitivas respecto a los conocimien-
tos nahoas, y sólo podemos suponer el grado de avance tecnológico
que poselan, comparándolo con lo conocido en Europa en esa época,
sin dejar de recordar lo dicho por el famoso ingeniero de minas me-
xicano Antonio del Castillo: «En vano es que se consulten respecto
de México las cartas de Hernán Cortés, los escritos de su compañero
de armas Bernal Díaz del Castillo y demás autores poco más o menos
contemporáneos. Se encuentra en todos la descripción de las rique-
La minería en México. Bosquejo histórico 149

zas que los vencidos poseían> pero en ninguno (la de) las artes que
les habían servido para adquirirlas..
Hasta el siglo xvi, tanto en Europa como en Tenochtitlán, la plata
fue un metal relativamente escaso. Europa lo obtuvo de sus explota-
ciones mineras en España y Grecia, mediante minas de poca profun-
didad: en México se pretende explicar la presencia prehispánica de
la plata asegurando que fue obtenida en placeres, lo que está en
contra de la realidad geológica; tenían minas y extraían minerales
plumboargentíferos que beneficiaban por fundición, como afinna el
padre Acosta: «El modo de labrar y beneficiar la plata que los indios
usaron fue por fundición, que es derritiendo aquella masa de metal
al fuego, el cual echa la escoria por una parte y aparta la plata del
plomo, y del estaño, y del cobre, y de las demás mezclas que tiene... »
La fundición de minerales plumboargentíferos fue también el mé-
todo usado por los europeos para obtener la plata; no existen dife-
rencias técnicas en el proceso, sólo en la cantidad que podía fundirse.
En América se fundían cerca de 30 kilogramos de mineral por carga,
los españoles introdujeron el llamado horno castellano, que podía
fundir alrededor de 100-150 kilogramos. Ambos operaban en forma
intermitente y tenían los mismos problemas para separar el metal
de la escoria, debido a las bajas temperaturas que se pueden obtener
usando leña o carbón de madera; ninguno de ellos tenía un conoci-
miento preciso de la función de los fundentes; por tanto, sus resul-
tados estaban condicionados por la composición del material mineral
empleado, y esta situación persistió hasta el fin del período colonial.
Si las técnicas indígenas fueron producto de la constante obser-
vación, no llegando a extraer conclusiones generales de ellas, en Eu-
ropa sucedió lo contrario debido al predominio de las enseñanzas
alquímicas. Agrícola publicó en 1530 su diálogo Bernanus, relativo a
cuestiones geológicas; en 1540 publica Biringuccio su De la Pirotch-
fha, el primer libro escrito sobre metalurgia que abandona en gran
parte los conceptos alquímicos; en 1556 se publica el libro De Re
Metallica, escrito por Agrícola, que se convirtió en el texto funda-
mental y único, de la industria minera hasta el año de 1738, en que
aparece el Tratado de las Minas, de Schliiter. En América fue bastante
popular el Arte de los Metales escrito por Alvaro Alonso de Barba,
publicado en México en 1620.
Todos estos libros se refieren a la extracción de la plata por medio
de la fundición, que era el procedimiento comúnmente seguido, es-
pecialmente en Europa. La amalgamación, como fenómeno, fue cono-
cida en Europa desde antes de Plinio y Vitrubio, quienes se refieren
a ella como un procedimiento para refinar el oro o dorar el cobre;
Geber, el gran alquimista, conocía la propiedad del mercurio para
150 Joaquín Muñoz

formar amalgamas con el oro, la plata, el cobre y otros metales, pero


sólo hasta la aparición del libro de fliringuccio se habla de su posible
aplicación para recuperar el oro de los minerales, aunque el proceso
descrito requiere de una concentración hidráulica preliminar, con-
centrando el oro que, finalmente, es amalgamado.
Estaba reservado a Bartolomé de Medina el descubrir, en 1552, la
forma de aplicar la amalgamación a la recuperación directa de la plata
a partir de sus minerales> lo que consiguió en la Hacienda de Purísima
Grande de Pachuca, Estado de Hidalgo. Medina, sin embargo, declaró
en su testamento de 1555 que «tuve noticia en España, de plática con
un alemán, que se podía sacar plata de los metales sin fundición,
ni afinaciones y sin otros grandes costos; y con esta noticia determiné
venir a esta Nueva España ..»,experimentando por largos años y lo-
grando desarrollar el conocido proceso de «patio» que, aplicado uni-
versalmente a las minas descubiertas en el territorio mexicano> per-
mitió la expansión poblacional que hizo posible dominar un territo-
rio de casi cuatro millones de kilómetros cuadrados> estableciendo
«reales de minas» que crecieron y prosperaron hasta la fecha.
Por más de dos siglos, hasta el año de 1784, el procedimiento de
patio inventado por Medina fue de uso exclusivo en América; en ese
año se estableció el primer «beneficio de mercurio» fuera del conti-
nente americano, en Schemnitz, Hungría> por el barón Ignaz von
Born, quien pretendió inútilmente mejorarlo. Hasta 1843, que se
introduce el método de Augustín en Mansfeld, Alemania, se inicia el
cambio tecnológico en la minería y metalurgia de la plata. El método
de Augustín es el primer procedimiento de lixiviación que resultó
práctico: mediante una tostación clorurante se formaba el cloruro
de plata que era disuelto en agua, cementando la plata en cobre me-
tálico, con recuperación del 85 por 100. Pronto se vio que era mejor
emplear hiposulfito de sodio en vez de sal común, y surgió el «Pro-
ceso Partera»; después, se llegará a los procesos de cianuración, em-
pleados hasta la fecha, en combinación con la recuperación electro-
lítica de la plata contenida en solución.
De esta forma podemos apreciar que los ingresos de la Corona en
la metrópoli dependían en forma considerable del estado de la ex-
tracción minera. Muchas de las poblaciones importantes de la Nueva
España nacen al calor de los fundos mineros y las familias de más
alta prosapia debieron a la plata y al oro el lustre de sus apellidos.
Favorecida por una congruente legislación que perseguía eliminar
cualquier obstáculo, la explotación de los recursos renovables que la
minería ofrece, llegó a un auge tal que a principios del siglo xix> en
sólo un año, se acuñaron monedas por valor de 27 millones de pesos.
El minero, de incurrir en algún delito, no podía ser trasladado del
La minería en México. Bosquejo histórico 151

lugar de trabajo y ahí mismo purgaba la pena impuesta. Tampoco,


por ejemplo> eran objeto de embargo los bienes destinados a la acti-
vidad minera, la cual no debía suspenderse por mandato de ninguna
autoridad. Mas, sobre todo> la minería nunca acudió al crédito de la
Iglesia, ya que se creó una institución crediticia especial para el pro-
vecho exclusivo de los mineros.
El único obstáculo serio padecido por la minería consistió en el
sistema monopolístico impuesto por España. El estanco del azogue
causó más de una vez dificultades a la minería; la producción de
mercurio en Nueva España era exigua y no satisfacía las enormes
necesidades de metales como la plata. No se permitía al azogue del
Perú ser transportado directamente a Nueva España, y los abasteci-
mientos de este mineral estaban sujetos a una distribución, casi
siempre arbitraria, por parte de los empleados de la Corona, quienes
obtenían mediante el control de su venta enormes e ilícitas utilidades.
Durante el siglo XIX la minería se destacará por tres característi-
cas: la primera se significa porque la producción iba dirigida primor-
dialmente a la explotación de metales preciosos. En realidad la ex-
tracción de minerales se limitaba casi con exclusividad a la plata> ya
que el oro en México sólo la acompaña. La segunda consistía en que
las vetas eran de muy baja ley. La tercera estribaba en la enorme
abundancia de las minas. Es interesante recalcar que hasta la fecha
no se han descubierto en el mundo minas de plata más productivas
que las mexicanas. Ocasiones hubo en que la «Valenciana» produjera
ella sola más que todas las minas del Perú juntas.
Tanta así era la bonanza, que en un año común la mina Jímmels-
fiirt, la más abundante de Sajonia, dio 10000 marcos de plata; la más
rica de México, «La Valenciana», 360.000. La producción anual de
Nueva España rindió diez veces más que la de todas las minas
europeas.
La extracción media anual para fines del siglo xviii y principios
del xix ascendía a dos millones y medio de marcos de plata. Esta
enorme riqueza se localizaba en unos cuantos lugares: en Guanajuato,
Real del Catorce> Zacatecas, Sombrerete y Fresnillo; se extraía más
del 50 por 100 del producto total, Guarisamey, Taxco, Bolaños, Real
del Monte y Zimapan completaban, en la práctica, la íntegra produc-
ción de la Nueva España.
Humboldt nos asegura que el trabajo en la minería se ejecutaba
libremente. Su opinión no será compartida por quienes recuerden en
qué consistía la «mita» minera. De igual modo, el barón asevera:
«El minero mexicano es el que está mejor pagado entre todos los
mineros.» Afirmación ligera que el propio autor de inmediato con-
tradice: «E] minero que se ha educado en las minas de Freiberg,
152 Joaquín Muñoz

acostumbrado a ver en la práctica tantos y tan ingeniosos medios de


acarreo, se persuade con dificultad de que en las colonias españolas,
en donde los minerales son pobres> pero abundantísimos, se transpor-
ta a lomo de hombre todo el metal que se saca de la yeta. Los indios
tanateros, a quienes puede considerarse como las acémilas de las
minas de México, permanecen cargados durante seis horas con un
peso de 225 a 350 libras.»
A la legislación sobre minería que anteriormente se mencionó de-
bemos agregar que aunque eficaz, fue confusa en su letra, ya que a
ella se asimilaron preceptos españoles, belgas y alemanes, lo cual
no es de extrañar debido a la relación de España con esos países.
Carlos InI, por Real Cédula del 1 de julio de 1776, reconoció el
Cuerpo de Minería de Nueva España. Seis meses después ,a principios
de 1777, se erigió el Real Tribunal de Minería, dependiente del «Im-
portante Cuerpo de Minería», institución que elaboró y publicó las
muy importantes Ordenanzas de Minería de 1783. Fundó asimismo el
célebre Colegio de Minería. Actividades fehacientes que ensalzan las
labores desplegadas por este famoso Cuerpo> creación de la excep-
cional política d Carlos III.
Lograda la independencia de la Metrópoli por acuerdo del 20 de
mayo de 1826, el Tribunal General de Minería perdió su vigencia en
cuanto a la administración de justicia que ejerciera hasta entonces.
Cabe decir lo mismo de sus atribuciones gubernativas, económicas y
directivas. La propia ley le otorgaba un limite de dos meses para que
liquidase las cuentas de los caudales que había a su cargo. Allí se
estableció igualmente que la Junta General de Mineros designase un
individuo a fin de que «... con el contador nombrado por el gobierno
y un apoderado de los acreedores, vigilen la liquidación”. Los produc-
tos del que fuera Real Tribunal se aplicarían para el pago de oficinis-
tas, mantenimiento del colegio, amortizaciones de capitales, etc., de-
jando de existir cuando se hubieren liquidado sus obligaciones cre-
diticias.
Para el fomento de la producción de hierro, Santa Ana, en octubre
de 1842, declaró libre de impuestos por diez años la explotación del
mineral. El 2 de diciembre del mismo año se dictó el reglamento para
la Junta de Fomento y Administración del Cuerpo de Minería. En
1843 se aprobaron ordenamientos tendientes a favorecer el fomento
y producción de las minas de mercurio.
La producción anual de oro y plata alcanzada por Nueva España
a principios del siglo xix era de 14 millones de pesos. En 1810 llegó
a 19 millones; en 1811 desciende a 10 y la siguiente anualidad a cuatro
millones. En los años 18, 19 y 20 fue de 11, 12 y 10 millones, respec-
tivamente; en 1821 decrece a seis millones. No es casual que las por-
La minería en México. Bosquejo histórico 153

ciones extraídas observaran una proporción inversa a los éxitos del


movimiento de independencia tanto de México como de España en
contra de los franceses. Con base en las estimaciones del doctor
Adolph Sotbeer, el monto de la producción en la primera decena de
la centuria pasada llegó a 17.630 kilos de oro y 5538.000 de plata;
de 1811 a 1820, sin embargo, sólo se extrajeron 10310 de oro y
3-120.000 de plata.
En los años siguientes a la independencia mexicana> aunque la
producción decayó> no era por cierto despreciable. En el decenio de
1821 a 1831, el promedio anual obtenido para el oro fue de 976 kilos
y para la plata 264.800; la producción total en los diez años descendió
bastante, 9.760 y 2.648.000 kilogramos, respectivamente. De 1831 a
1841 el producto medio anual del oro declinó hasta 864, empero el
de la plata subió a 330.990 kilos. Es en esta década cuando la pro-
ducción total llegará a 8.640 y 3-309.900. Los lustros de la decena 1841-
185! ascendieron su promedio anual tanto en el oro como en la plata:
1.994 para el oro y 420.000 kilogramos para la plata; lo producido en
este lapso subió a 19940 y 4.203.100 kilos, respectivamente. Para el
quinquenio 1851 a 1836 la extracción seguía un ritmo incrementado
con un promedio anual de 2.010 en oro y 466.100 kilos en plata; el
total de estos cinco años llegó a la cifra de 10.050 y 2.330.500.
Es en esta actividad económica en donde comienza a manifestarse
la penetración del capital extranjero. No podía ser en otra forma.
El pusilánime capital privado mexicano no deseaba invertir en este
ramo y el capital del que disponía el clero, ni pensarlo.
En contraste, el capital inglés se hallaba presto para extender su
dominio en la extracción de minerales. Sobre todo en una región
como en la que estaba enclavado México, productor extraordinario de
esta riqueza, a la que tanto Humboldt ponderara. Lucas Alamán, en-
cargado de la economía mexicana, movió cuantos contactos tuvo a
su alcance para atraer el capital extranjero, lo cual le reportó perso-
nalmente buenas utilidades.
Pronto la Bolsa de Londres había de inundarse de valores mexi-
canos. Como nos dice Cánovas: «•. se formaban compañías por
acciones para explotar las riquezas minerales de México. En 1824
aparecía la Compañía Anglo-Mexicana, con un capital de 1.000.00 de
libras esterlinas> dividido en 10.000 acciones de 100 libras cada una.
Poco después surgía la Compañía Unida de Minas con un capital
de 240.000 £ divididas en 600 acciones de 40 £ cada una. Más tarde
otras compañías se formaron. El Secretario De Relaciones Alamán
fue asociado a la Compañía Unida y nombrado Presidente de la Junta
de Administración en México, con una participación de una octava
parte de los beneficios que pasaron de 10 %, comprometiéndose los
154 Joaquín Muñoz

Hullet Hnos., directores de la Compañía, a darle 50.000 francos; 12.000


pagaderos al contado y los 38.000 restantes al recibir aviso oficial
suyo y un certificado de la autoridad competente (la autoridad com-
petente era Alamán) en México, por el cual aprobara la constitución
de la compañía y se garantizara a ésta funcionar en México sin im-
pedimento.»
La economía colonialista había marcado y persistía marcando su
profunda huella en la población, en la agricultura, en los caminos y,
posteriormente, en los ferrocarriles. El auge o la depresión de las
regiones descollantes del país, dependieron siempre de que una yeta
subsistiera o de que se agotara.
Los avances tecnológicos volvieron a ayudar a México en su ca-
mino económico. Para la industria minera mexicana, el proceso que
mayor influencia tendría en su futuro desarrollo, fue el proceso de
Concentración por Flotación que permite la separación de los mine-
rales valiosos de la ganga, posibilitando el aprovechamiento de los
minerales que eran considerados poco económicos por su contenido y
su lejanía de los centros consumidores.
En 1921, Perkins y Keller patentaron el procedimiento de Flotación
química que hoy es de uso universal, el que fue rápidamente intro-
ducido en México iniciando el proceso de cambio tecnológico de la
industria minera. Veinte años antes> las compañías mineras de Es-
tados Unidos de América habían entrado a saco: American Smelting,
Moctezuma Cooper, Kreston Colorado GoId Mining, Felps Dodge,
Lucky Tiger, Green Smelting and Refining, etc.
De los enormes beneficios obtenidos en esta actividad, pueden
darnos una idea las siguientes cifras: La Oro Mining comenzó a ope-
rar en 1898 y a lo largo de la dictadura de Porfirio Diaz obtuvo anual-
mente un rendimiento de un millón de dólares> con un capital de
5.750.000; la esperanza, cuyo nombre se contraponía a los reales y
cuantiosos - beneficios reportados año con año, consistentes en
12301100 dólares con un capital de 2.270.000. En menos de dos años
recuperó su inversión> habiendo distribuido en dividendos, para 1909>
diez millones de dólares; la empresa Dos Estrellas invirtió 150,000 dó-
lares y derramó en diez años, de 1900 a 1909, una utilidad de 3.800.000
dólares, ~el 2.520 por 100 del capital invertido!, menos de cinco meses
le fueron suficientes para recobrar su capital; la Peñoles, en el mismo
tiempo y con igual cantidad de inversión que el de la Dos Estrellas,
pagó de dividendos cerca de 45001100 dólares, esto en porcentajes
arroja la cifra del 2.877 por ¡00 de su capital. Ciento veinte días y
Porfirio Días en el poder le bastaron para recuperar su inversión.
Existen diferencias de importancia en los datos proporcionados
sobre montos de inversión en minería. Hornaday hacía ascender a
La minería en México. Bosquejo histórico 155

400.000.000 el capital E.U.A. en el año 1907; C. Lewis consideró


6&000.000 en 1897 y, citando a Barlow, en el año 1902, eran 102 millo-
nes; para el año de 1908 da la cifra de 234 millones, incluyendo un
millón y medio en petróleo; para González Roa, al finalizar el Por-
firiato había 500.000.000; y a su vez, José F. Godoy cree que existían
337 millones. Estos datos se refieren a capitales E.U.A. en dólares e
incluyen minería y fundiciones; por último, se podría afirmar, que
el 80 por 100 de lo invertido en esta actividad era propiedad de ciu-
dadanos de los E.U.A.
Visualizando la etapa emanada de la revolución, que terminó con
la dictadura de Porfirio Díaz, contemplaremos que para 1923, la ca-
pacidad metalúrgica de la industria minera en México estaba consti-
tuida en un 85 por 100 por fundiciones y un 15 por 100 por plantas
de concentración; cincuenta años después, los datos estadísticos indi-
can exactamente lo contrario: 85 por 100 de concentración y 15 por
100 de fundición. Un gran cambio se había realizado, pero este cambio
que llevó a México a deshacerse en parte de las compañías de E.U.A.>
llevó a la industria minera «extranjera» pero integrada, del mineral
al metal, a una industria «nacional» dependiente de mercados extran-
jeros para poder colocar su producto: minerales concentrados de alto
contenido metálico> necesitados de tecnologías muy elaboradas para
su procesamiento, sujetos a fluctuaciones de precio que> a las más
de las veces> son artificialmente producidas y manipuladas. En se-
senta años, México perdió su capacidad metalúrgica, heredó pueblos
fantasmas de lo que antes eran pueblos mineros> vio reducida su
capacidad de planeación y posiblemente de progreso social, al perder
fuentes de trabajo local> que obligaron a la emigración masiva de sus
habitantes a las grandes ciudades; en fin, que ahora se contempla
cómo se aprovechan sus recursos naturales a beneficio de otras eco-
nomías más desarrolladas.
Para terminar este bosquejo histórico de la minería mexicana,
debemos referirnos al aspecto legal. El artículo 27 de la Constitución
de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada en 1917> trata sobre la
posesión de las tierras, aguas y riqueza del subsuelo, definiendo que
lo anterior es patrimonio de la nación. Puntal básico de la soberanía
mexicana> no se puede definir su creación como una conquista de la
Revolución Mexicana> sino> más bien, sería el producto final de una
tradición centenaria que se alimenta con los conceptos jurídicos pro-
pios de los aztecas y españoles. Tanto la España Monárquica como
el Imperio Azteca, tuvieron como principio básico el de la propiedad
real de las riquezas del subsuelo: el Rey, en España, tanto como el
Huey Tlatoani en Tenochtitlán, como representantes del Estado> eran
los propietarios de las minas y sus productos. La tradición jurídica
156 Joaquín Muñoz

española permitía el concesionarIos a los, particulares mediante el


pago de un «tributo», que originalmente fue superior al 50 por 100
de su valor. Al descubrirse el continente americano, la Corona Es-
pañola redujo su participación al 20 por 100, pero no cedió sus de-
rechos y estableció lo que conocemos como el «Quinto Real» que> en
México siempre fue inferior al 20 por 100 debido a la necesidad de
poblar regiones lejanas, al costo del mercurio, a la carencia de tra-
bajadores especializados fuera do los grandes centros mineros, etc.
El concepto de propiedad real del subsuelo y sus productos fue
adoptado por la naciente República Mexicana para ser finalmente
plasmado en el mencionado Artículo Constitucional.

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