La Historia de Antioquia, A Lomo de Mula

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1/11/2020 La historia de Antioquia, a lomo de mula

Jueves 22 de Diciembre de 2016 Actualizado 3:16 pm.

Así son los hombres que atraviesan las montañas del departamento
La historia de Antioquia, a lomo de mula
Autor: Rafael Alonso Mayo
13 de Mayo de 2007

Sin más herramienta que un “zurriago” con el que se arrean las mulas, los arrieros trajeron
el progreso a una provincia llamada Medellín. Hoy parece que nadie se acuerda de ellos.
No saben que aún siguen escarpando montañas y llegando donde otros no pueden.

Ciento cincuenta años atrás las carreteras solo existían en el primer mundo. En Antioquia solo
A punta de había caminos reales, unas vías atosigadas de barro y pantano por las que solo transitaban unos
trabajo, vehículos de cuatro patas y con largas orejas.
audacia y
ahorro el Sus conductores eran hombres “verracos”, como se les llama en este departamento a esos
arriero iba individuos fuertes que colonizaban nuevas tierras y fundaban pueblos.
progresando.
Primero se
iniciaba como La historia les ha concedido a los arrieros una importancia grande para el desarrollo de esta
sangrero región montañera, aunque las nuevas generaciones solo vean en ellos una leyenda paisa de
(ayudante de sombrero, ruana, carriel y alpargatas.
arriero),cuando
apenas era El progresó llegó en mula
niño. Luego
pasaba a
arriero o peón y A lomo de mula llegó el progreso a Medellín, la lejana provincia que a finales del siglo XIX apenas
al final, se esgrimía como un pueblo grande. Cuenta la historia que uno de los caminos más importantes
después de era el que desde Puerto Nare, Magdalena Medio
una basta antioqueño, llegaba hasta la capital. Hasta allí arribaba la mercancía traída de Barranquilla por el
experiencia, se río Magdalena. De ahí en adelante la aventura pertenecía a los arrieros.
le nombraba
caporal.
El viaje duraba unos tres o cuatro días. “Los arrieros hacían jornadas de seis o siete horas. Las
mulas eran muy fuertes, cargaban mucho y los hombres eran muy aguantadores”, explica Álvaro Fernández
Agudelo, un “arrierólogo” nacido en Ciudad Bolívar, un pueblo que sobresale entre las montañas del Suroeste
antioqueño, región que puede ser atravesada más fácil en mula que en un Mercedes Benz.

Pero el oficio no es exclusivo de Antioquia, en España se transportaba pescado de Galicia a Madrid por medio de
mulas. Y en Colombia y Antioquia se desarrolló mucho por lo “encrespado” del terreno, porque la topografía así lo
exigía, argumenta Fernández, autor del libro “Historia de la arriería en Antioquia”, que con su propio esfuerzo
publicó recientemente.

Asegura el escritor que el principio de la arriería se encuentra en el silletero, quien cargaba a sus espaldas
mercancía y personas. Pero el trabajo se hizo fatigoso y aparecieron los bueyes, venidos de Europa.

Ellos tuvieron su apogeo para cargar en turegas, un sistema donde se utilizaba a varios de estos animales para
carga pesada. Así se transportaron las campanas, los altares de las iglesias y los motores para generar luz en los
pueblos.

“Los bueyes eran animales muy fuertes, pero eran torpes y ocurrían muchos accidentes. A veces eran muy difíciles
de manejar. Ahí fue cuando apareció la mula, un animal muy dócil, fuerte y hasta inteligente, con la particularidad
de que se aferra a cualquier terreno. La mula fue la que inició la arriería”, añade el investigador.

Y si se indaga más, hasta el espíritu de formar empresa se forjó entre arrieros y mulas. Había dueños de muladas
como hoy dueños de camiones.

“Había tipos empresarios que tenían 50, 80, 100 mulas y más. Se dio el caso de una compañía minera inglesa
asentada en Zaragoza que tenía una mulada de más de 2.500 animales. Y al servicio de la compañía tenían unos
cien arrieros, arrieros de los más verracos...”, continúa Fernández.

Lo que no podía faltar

Con sus pies descalzos caminaban largas horas junto a sus mulas. Vestían de pantalones arremangados
generalmente hasta la rodilla y cubiertos con un delantal corto y de lona gruesa que denominaban “tapapinche”.
Poncho delgado, sombrero de caña y un carriel donde guardaba todo lo que el camino pudiera pedir: jabón, espejo
y peinilla; un par de dados, una imagen de la Virgen del Carmen, tabacos y cartas de amor que cubrían un mechón
de cabello de la mujer amada, para endulzar el camino.

Después de una jornada larga y fatigosa, el arriero descargaba en una fondas o posadas, preparaba la comida y
después se ponía a conversar con otros arrieros. Tomaba el tiple, su compañero fiel, y empezaba a cantar los
versos que en el momento se inventaba. La historia les sonrió por una larga época, hasta que llegó el desarrollo
que se traducía en vías y carreteras.

Un oficio vigente en el siglo XXI


“La arriería entró en decadencia cuando apareció el ferrocarril, primero que las carreteras, a principios del siglo XX.
Entonces se le acabó el trabajo a los arrieros, quienes se dedicaron a llevar carga desde las estaciones hacia las
fincas. Ese fue el final, la decadencia de la arriería”, narra Álvaro Fernández.

Sin embargo cuenta que aún hoy, en pleno siglo XXI, el oficio continúa en muchas partes de Antioquia porque es
una región montañosa donde existen zonas a las que no llegan carreteras.

“La mula siempre se va a necesitar”, sentencia el escritor de Ciudad Bolívar, “actualmente varios arrieros son
contratados para trabajar en cualquier parte del país”. Y presenta el caso de Miguel Ángel Arias, considerado por
muchos como el mejor arriero de Antioquia. “El hombre es tan eficiente que lo contratan empresas grandes para
transportar torres de energía por el sistema de turega”.

“La actividad de la arriería fue en el pasado responsable de lo que hoy estamos disfrutando, el desarrollo de
Antioquia pasó por los arrieros”, comentó el secretario de Agricultura de Antioquia, Sergio Trujillo Turizo.

“De ellos se debe aprender el amor al trabajo, que fue lo que nos enseñaron y practicaron los arrieros; la

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solidaridad, el respeto por los demás y por si mismo, la honestidad y sobre todo la alegría, el arriero por lo general
no se veía triste, era contento con todo lo que hacía y todo lo que vivía”, complementa el autor de “Historia de la
arriería en Antioquia”.

“Un arriero y una mula hicieron la grandeza de Antioquia, ellos son héroes”, puntualiza Hernando Gutiérrez Berrío,
un caldense que ha construido su vida como arriero y ha sido impulsor de eventos como Arrieros, mulas y fondas,
que anualmente se realiza durante la Feria de la Flores de Medellín, y Arrieros somos, que este sábado 19 de
mayo reunirá en Medellín a más de 600 de ellos.

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