Angiosarcoma Hepático
Angiosarcoma Hepático
Angiosarcoma Hepático
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Se asocia a diferentes agentes etiológicos, pero en la mayoría de los casos no es posible establecer
una exposición concreta a ninguno de ellos. Cuando comienza a manifestarse, la evolución suele
ser rápida y las opciones de tratamiento curativo son escasas.
El angiosarcomas es un raro tipo de tumor que comienza en los vasos sanguíneos del hígado. Los
angiosarcomas crecen rápidamente de manera que para cuando son detectados generalmente
suelen estar muy extendidos, lo que imposibilita la cirugía. Pese al tratamiento con quimioterapia
y radioterapia la esperanza de vida de estos pacientes es menor de seis meses.
El angiosarcoma hepático, también llamado sarcoma de Kupffer, es una enfermedad de muy baja
frecuencia, difícil diagnóstico, y evolución generalmente rápida y fatal. Aunque se han descrito
diferentes agentes etiológicos, hasta en un 75% de los casos la causa última del tumor queda sin
aclarar.
No existe un tratamiento curativo médico, únicamente medidas paliativas cuando se alcanzan las
fases finales de la enfermedad. El tratamiento definitivo es quirúrgico, pero es técnicamente muy
complejo y en muchas ocasiones la enfermedad está diseminada en el momento del diagnóstico
siendo la resección imposible.
Tampoco hay evidencia de que la quimioterapia sea eficaz, ya que los escasos datos de los que se
dispone, extraídos de series cortas de casos de pacientes tratados con resección local y
quimioterapia adyuvante, no muestran que esta opción mejore la supervivencia. No obstante, y
dada la alta tasa de recurrencia postquirúrgica, especialmente en angiosarcomas de gran tamaño,
es necesario el desarrollo de terapias multidisciplinares eficaces que incluyan tratamientos locales
y sistémicos que mejoren la supervivencia de los enfermos. Un seguimiento estrecho tras la
resección también es necesario, para objetivar precozmente la recurrencia local o a distancia y
tratarla en los casos en que sea posible.
Sumario
3 Diagnóstico
4 Tratamiento
5 Fuente
Los tumores hepáticos pueden ser no cancerosos (benignos) o cancerosos (malignos). Los tumores
cancerosos pueden originarse en el hígado, o bien pueden propagarse al hígado desde otras partes
del cuerpo (metástasis). Un cáncer originado en el hígado se denomina cáncer hepático primario;
por el contrario, si el cáncer se ha originado en otra parte del cuerpo se lo denomina cáncer
metastásico. La gran mayoría de las formas de cáncer hepático son metastásicos.
Los tumores hepáticos no cancerosos son relativamente frecuentes pero, en general, no producen
síntomas. La mayoría se detectan cuando, por algún otro motivo, se realizan determinadas
pruebas clínicas, tales como una ecografía, una tomografía computadorizada (TC) o una
resonancia magnética (RM). Sin embargo, algunos de estos tumores causan un aumento de
volumen del hígado y sangramiento dentro de la cavidad abdominal. El hígado, en general,
funciona correctamente, por lo que los análisis de sangre muestran concentraciones normales o
ligeramente elevadas de enzimas hepáticas.
Síntomas
A menudo, los primeros síntomas incluyen la pérdida de peso y apetito. Es habitual que el hígado
aumente de tamaño, se endurezca y provoque dolores. También puede aparecer fiebre. En
algunas ocasiones el bazo también se inflama, especialmente cuando el cáncer se origina en el
páncreas. Se puede presentar un proceso conocido como ascitis (acumulación de líquido en la
cavidad abdominal). En un principio, la ictericia está ausente o es leve, a menos que el cáncer esté
obstruyendo los conductos biliares. Semanas antes de que la persona muera, la ictericia va
aumentando progresivamente. Además, puede aparecer confusión mental y somnolencia causada
por las sustancias tóxicas acumuladas en el cerebro, proceso que se denomina encefalopatía
hepática.
Diagnóstico
En los últimos estadios de la enfermedad, el médico, por lo general, puede diagnosticar sin
dificultad un cáncer hepático metastásico; sin embargo, el diagnóstico es muy difícil en el estadio
inicial. La ecografía, la tomografía computadorizada (TC) y la resonancia magnética (RM) del
hígado pueden revelar el cáncer. Sin embargo, estas exploraciones no siempre sirven para
detectar los tumores pequeños o distinguir un tumor de la cirrosis u otras anormalidades. Los
tumores suelen causar un defecto de la función hepática que se puede detectar mediante análisis
de sangre.
Una biopsia hepática, en la que se extrae con una aguja una muestra de tejido hepático para su
examen al microscopio, confirma el diagnóstico en un 75 por ciento de los casos. Para mejorar las
posibilidades de obtener una muestra de tejido canceroso, se puede usar la ecografía para guiar la
dirección de la aguja.
Por otra parte, se puede obtener una muestra por biopsia mientras el médico observa el hígado
con un laparoscopio (un tubo de fibra óptica que se introduce a través de la pared abdominal). La
leucemia, en general, se diagnostica basándose en los resultados de los análisis de sangre y de
médula ósea. Generalmente, no es necesario practicar una biopsia hepática.
Tratamiento
En función del tipo de cáncer, los fármacos anticancerosos suelen reducir temporalmente el tumor
y prolongar la vida, pero no lo curan. Estos fármacos pueden inyectarse en la arteria hepática, con
lo que una alta concentración del fármaco alcanza directamente a las células cancerosas del
hígado. Esta técnica es la más apropiada para reducir el tumor y produce pocos efectos
colaterales. Sin embargo, no se ha demostrado que pueda prolongar la vida. La radioterapia
reduce a veces el dolor agudo, pero tiene pocos efectos beneficiosos aparte de éste.
Fuente
http://www.elmundo.es/elmundosalud/especiales/cancer/higado3.html
http://scielo.isciii.es/scielo.php?pid=S1130-01082009000600010&script=sci_arttext&tlng=es
http://msd.es/publicaciones/mmerck_hogar/seccion_10/seccion_10_120.html