Violencia Urbana y Criminalidad - Resumen

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INTEGRANTES:

 FORBES ALAN, ASTO MUÑOZ


 EVA MILAGRO, SALDAÑA CANCHARI
 ROCIO, CCENTE CCORA

VIOLENCIA URBANA Y CRIMINALIDAD

La ciudad es el espacio donde se desenvuelven múltiples acciones sociales y bajo la


cual también se desarrollan variadas y nuevas formas de violencia. Este ha sido un
tema importante en las dos últimas décadas, que se ha sumado a factores que afectan
especialmente a Latinoamérica. Pese a eso no ha sido considerado como temática
incorporada a las nuevas formas de vida urbana, por lo que requiere de políticas
urbanas innovadoras que se relacionen directamente con la realidad.

Para cada gobierno de turno en nuestro país y en los países latinoamericanos, sin
duda, no es fácil establecer relaciones entre la violencia, desarrollo y democracia, más
aún cuando aquejan mediante violencia colectiva, delincuencia organizada y una
criminalidad difusa. La criminalidad y violencia constituyen en la actualidad un
problema social de primer orden que exige la necesidad de implementar medidas
concretas para disminuir la violencia urbana en las principales ciudades del país, en
particular contra la delincuencia común, cuyos efectos los padece transversalmente
toda la población.
Debido a la violencia y criminalidad, la inseguridad ciudadana es uno de los problemas
principales en el Perú, los niveles delictivos se han ido elevando en los últimos años.
Durante el periodo de gobierno de Alejandro Toledo, en el año 2002, se emprendieron
algunos avances y se incorporó como política de Estado “la erradicación de la
violencia y el fortalecimiento del civismo y de la seguridad ciudadana”, promulgándose
la Ley Nº 27933, Ley del Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana, siendo el máximo
organismo de este Sistema el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana-CONASEC,
creado para formular, conducir y evaluar las políticas de Seguridad Ciudadana. Como
es de nuestro conocimiento esta política de gobierno no está funcionando, las altas
cifras de victimización y percepción de inseguridad así lo evidencian. Este problema,
que es fuente de angustia y temor para la ciudadanía, lamentablemente ha terminado
por asociarse, en buena medida, con el accionar de grupos delincuenciales que
incurren en infracciones y delitos. Ante dicha situación, es responsabilidad de las
instituciones públicas y de la sociedad civil, el ocuparse del tema con responsabilidad,
con el fin de diseñar e implementar políticas públicas dirigidas a mejorar las actuales
condiciones de seguridad y proteger a los ciudadanos que se encuentren en peligro de
iniciar trayectorias violentas o criminales.

Las políticas implementadas por parte del Estado hasta el momento no son las
adecuadas, ya que han sido elaboradas sin que las principales víctimas hayan
participado de forma activa en esta fase primordial. Es obvio que nos encontramos en
un callejón sin salida. El desasosiego ha llevado a muchos grupos de habitantes a
responsabilizarse de su propia seguridad, aun a riesgo de involucrar a la comunidad
en un mayor conflicto.

Para que un problema reciba la atención de la autoridad gubernamental, requiere


identificarse claramente como parte de la agenda del gobierno en un momento
determinado, con lo cual se considera que se trata de un tema cuya solución es
prioritaria, de acuerdo con los principales actores sociales, organizados o no, y por los
grupos de interés con posibilidades reales de intervención o presión sobre las
acciones gubernamentales.

Los asuntos que componen la agenda de un gobierno en turno son considerados


problemas públicos. Estos problemas generalmente son complejos, de gran escala,
interdependientes, conflictivos e irresolubles, y la sociedad considera que la única
manera de tratarlos es por medio de la acción del Estado. Desde este punto de vista,
las políticas públicas son el conjunto de objetivos, decisiones y acciones que lleva a
cabo un gobierno para solucionar los problemas que en un momento determinado los
ciudadanos y el propio gobierno consideran prioritarios.

El desarrollo social y económico que se ha venido dando a lo largo del tiempo en las
ciudades ha traído, entre otras cosas, una serie de secuelas sociales negativas, dentro
de las cuales destacan la violencia, la delincuencia, la prostitución, la vida en las
calles, el desempleo, la marginación, etc. Toda la problemática anterior que se
presenta tanto en las ciudades grandes como en las medianas de nuestro país,
requiere soluciones que sólo pueden ser brindadas con el apoyo del Estado.

La violencia es una clara expresión de inseguridad ciudadana. Los habitantes de las


ciudades se ven amenazados por la violencia juvenil, los robos en sus viviendas, la
violencia contra las mujeres, los robos de automóviles, atracos, secuestros,
vandalismo y venta de estupefacientes. Éstos conciben al Estado como garante de la
protección colectiva y exigen acciones por parte de la fuerza pública y del conjunto de
aparatos estatales para proteger su integridad física y sus bienes. Los ciudadanos
esperan de parte del gobierno acciones que ofrezcan comunidades más seguras.

En realidad, la Violencia es un acto antiético, persiste en el entorno social y político,


algunas veces se convierte en criminalidad; debido a la no concordancia de ideologías
políticas, religiosas, cognitivos; como por ejemplo tenemos el caso de las últimas
elecciones presidenciales del 2021, los seguidores de Keiko Fujimori, aún no aceptan
la derrota del partido político de Fuerza Popular, que mediante sus manifestaciones
violentas algunas veces, generan caos al pueblo peruano, felizmente no hubo
criminalidad.
Mayormente aparecen población con ideología diferente a lo permitido, en los sectores
sociales rurales y/o periféricos, por la poca o no intervención del estado, la política
pública también debería de estar orientado a la distribución equitativa de recursos
públicos.
La criminalidad organizada no es una aparición delictiva novedosa, sino en todo caso,
son novedosas las dimensiones que tiene en la actualidad. Si bien este fenómeno se
muestra hoy de forma muy distinta, debe reconocerse que sus elementos constitutivos
siguen siendo, en el fondo los mismos. En efecto la criminalidad organizada responde
siempre a la idea de constituir una organización de personas para cometer hechos
delictivos graves de forma permanente y conseguir así siendo beneficios económicos.
Dos son pues, los aspectos esenciales de la criminalidad organizada que deben ser
tenidos en cuenta en la reacción penal: la entidad subjetiva especial y la orientación
delictiva de la organización criminal. Estos aspectos presentan en la actualidad una
serie de particularidades que resulta conveniente describir de forma más precisa, de
manera general, puede decirse que, en el plano subjetivo, la criminalidad organizada
se caracteriza por la configuración de una organización delictiva que expresa una
mayor gravedad que un delito e incluso que una sumatoria eventual de sujetos que
realizan un delito mediante un acuerdo circunstancial o momentáneo, en efecto, la
existencia de una organización ilícita conlleva una situación especial que incrementa,
por diversas razones, el desvalor social de la entidad subjetiva de los delitos
cometidos.

Primero, con la constitución de una agrupación delictiva tiene lugar una especialidad
en el desarrollo de la actividad delictiva, lo que significa una distribución de funciones
para la optimización de los objetivos criminales del grupo esta mayor eficiencia no solo
repercute en la realización de los delitos-fines, sino también en la inmunidad frente a la
acción de la justicia (equipos de defensa, corrupción, amenaza, etc.).
Segundo, se produce una permanencia del grupo, de manera tal que la actividad
criminal agrupada no termina en la comisión de un delito, sino que se prolonga a lo
largo del tiempo. Esta permanencia hay que entenderla en cuanto a la agrupación,
puesto que puede ser que al interior de esta cambien las personas individuales pero el
grupo se mantenga operativo.

Por último, la existencia de una organización criminal lleva muchas veces a que la
procuración de medios se desarrolle también ilícitamente de forma organizada, como
es el caso de la provisión de armas, insumos controlados, etc., lo que implica
evidentemente un mayor desarrollo de actividades delincuenciales.

La realización de estos hechos ilícitos trae, por lo general grandes beneficios


económicos y financieros a los miembros de la organización. Un rasgo actual de estos
beneficios es su generación en contextos internacionales. Como es sabido, el sistema
económico desborda hoy en día las fronteras nacionales, lo que explica que la
rentabilidad de los delitos cometidos por las agrupaciones criminales también adquiera
un carácter internacional.

En efecto, la globalización económica ha contribuido de alguna forma a la


sorprendente expansión de la criminalidad organizada en los últimos tiempos pues una
economía globalizada y agilizada por el uso de modernas tecnologías facilita que la
criminalidad organizada pueda realizar todas sus actividades de tráfico ilegal con
mayor rapidez e impunidad (armas y materiales nucleares, drogas, personas,
embriones, órganos, animales, obras de arte, autos robados, etc.). Podría decirse que
la existencia del fenómeno de integración económica y la generación de mercados
supranacionales ha traído consigo que también la criminalidad organizada se haya no
solo internacionalizado, sino incluso transnacionalizado.

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