Despojo Capitalista y Luchas Comunitarias

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DESPOJO CAPITALISTA Y LUCHAS

COMUNITARIAS EN DEFENSA DE
LA VIDA EN MÉXICO
Claves desde la Ecología Política

Mina Lorena Navarro Trujillo


Daniele Fini
Coordinadores

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DESPOJO CAPITALISTA Y LUCHAS COMUNITARIAS

Despojo capitalista y luchas comunitarias en defensa de la vida en México. Claves desde


la Ecología Política. Mina Lorena Navarro Trujillo y Daniele Fini, coordinadores —
México: Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, Benemérita
Universidad Autónoma de Puebla; 2016

192 pp: 16 x 23 cm

Incluye referencias bibliográficas

BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA


ALFONSO ESPARZA ORTIZ
Rector
RENÉ VALDIVIEZO SANDOVAL
Secretario General
FRANCISCO M. VÉLEZ PLIEGO
Director del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades
“Alfonso Vélez Pliego”

Diseño de portada: Miguel Ángel Sánchez


Edición y corrección de estilo: Gizella Garciarena
Diseño de interiores: Edgar Murillo

Esta obra es producto del Cuerpo Académico “Entramados Comunitarios y Formas de lo Político” y
fue financiada con recursos del Programa de Apoyo a Cuerpos Académicos 2015.

Obra arbitrada por dictaminadores externos.

Primera edición 2016.

D.R. © Mina Lorena Navarro Trujillo y Daniele Fini, coordinadores.

D.R. © Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”


Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
Av. Juan de Palafox y Mendoza 208, Centro Histórico
C.P. 72000, Puebla, Pue. Tel 229 55 00, ext. 3131
www.icsyh.org.mx

ISBN: 978-607-525-142-4

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio,


sin el consentimiento por escrito del editor.

Impreso y hecho en México.

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Índice

Despojo capitalista y luchas comunitarias en defensa de la


vida en México. Algunas claves desde la Ecología Política.
A modo de presentación.................................................................................... 9
• Mina Lorena Navarro Trujillo y Daniele Fini
Del debate sobre el “extractivismo” hacia una Ecología
Política del Sur. Una mirada; una propuesta................................................ 23
• Horacio Machado Aráoz
Configuraciones del territorio: despojo,
transiciones y alternativas ............................................................................... 51
• Gian Carlo Delgado Ramos
Territorios y territorialidades en disputa: naturaleza,
soberanías y autarquía material ..................................................................... 71
• Efraín León Hernández
Territorio como paradigma en las luchas sociales
contemporáneas ................................................................................................ 93
• Daniele Fini
Conflictos socioambientales en México:
la defensa de la vida........................................................................................ 111
• María Fernanda Paz Salinas

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DESPOJO CAPITALISTA Y LUCHAS COMUNITARIAS

Un punto y una línea en el territorio........................................................... 135


• Mayeli Sánchez Martínez
En defensa de lo común y de la vida digna: horizontes
comunitario-populares en México .............................................................. 151
• Lucia Linsalata y Raquel Gutiérrez
La comunalidad, una “eco-política del sur”
ante la crisis de civilización........................................................................... 173
• Víctor M. Toledo

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Territorio como paradigma en las
luchas sociales contemporáneas
Daniele Fini 1

E ste artículo intenta dar cuenta de la centralidad que la palabra


o idea de “territorio” ha adquirido en la actualidad en ciertos
enfoques analíticos y entre los movimientos sociales latinoa-
mericanos. En los apartados que siguen se hablará en particular: (1)
de la hipótesis de que las luchas en defensa del territorio representan
una de las expresiones de la lucha de clases contemporánea; (2) de la
centralidad del territorio en las economías y en los conflictos sociales
de muchos países de América Latina; (3) del análisis —de corte so-
cioantropológico— de las luchas en defensa del territorio como con-
flictos de valoración; (4) del análisis —propuesto por la geografía crí-
tica— del territorio como dimensión relacional y política.

1
Maestro en antropología y doctorante en sociología en el Instituto de Ciencias
Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Ha
estudiado movimientos indígenas y luchas socioambientales en México, así como
los debates en torno a los conceptos de bienes comunes y común. Actualmente está
investigando procesos de seguridad y justicia comunitaria en Guerrero, México.
Correo electrónico: [email protected]

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DESPOJO CAPITALISTA Y LUCHAS COMUNITARIAS

La hipótesis de la defensa del territorio como una de las


principales expresiones de la lucha de clases en la actualidad

El territorio, en cuanto palabra, aparece recientemente en el centro del


lenguaje y las preocupaciones de muchos movimientos sociales, así
como de ciertas reflexiones teóricas en torno a la lucha anticapitalista.
Ello no responde la percepción cada vez mayor acerca del carácter
ecológicamente no sustentable del modelo capitalista de producción
y consumo, que emergió en los debates internacionales desde los años
setenta; sino que, más bien, alude al fuerte aumento de las actividades
relacionadas con el aprovechamiento intensivo de los recursos para
abastecer las necesidades de la producción capitalista a nivel global,
generado para responder a la crisis capitalista de los setenta mediante
la implementación del patrón económico del neoliberalismo. Dichas
actividades han afectado directamente a poblaciones del mundo
rural, provocando el despojo y la contaminación de sus ambientes de
vida. Al respecto, al iniciar los noventa, Midnight Notes Collective
(1990) informaba que en la década anterior se habían registrado los
más grandes cercamientos ocurridos en toda la historia mundial. Es
también la percepción de Martínez Alier (2004), quien en esos años
empezó a observar la multiplicación de movimientos en defensa del
medio ambiente entre las poblaciones pobres del “Sur” del Mundo.
Su aporte al debate sobre el tema fue que, a diferencia de las décadas
anteriores, los movimientos ecologistas de aquel entonces —es decir,
aquellos conformados en torno a la defensa del medio ambiente— ya
no sólo eran un fenómeno de los países industrializados, donde sur-
gían como fruto de cierta conciencia sobre el carácter contaminante
y no sustentable del modelo económico dominante; sino que estaban
apareciendo con fuerza en los contextos de la periferia del mundo,
en particular, entre las poblaciones rurales. Tales movimientos, que
normalmente no se definían como ecologistas, estaban defendiendo
su medio ambiente del despojo y/o la contaminación, por ser el ám-
bito que les proporciona las condiciones para la vida.
El interés por la cuestión del territorio al interior de los debates teó-
ricos surgió, fundamentalmente, de aquellas consideraciones sobre

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TERRITORIO COMO PARADIGMA EN LAS LUCHAS SOCIALES

ciertas formas de apropiación capitalista de la riqueza que, en res-


puesta a la crisis de los setenta, adquirieron cada vez más difusión.
Estamos hablando de dinámicas muy variadas, cuyo carácter común
es que la ganancia de los capitalistas parece no proceder principal-
mente de la apropiación directa del plusvalor producido por los tra-
bajadores asalariados en las fábricas, sino que se genera a través de
otras dinámicas de apropiación de la riqueza natural, estatal o produ-
cida socialmente. Para dar cuenta de la difusión de estas formas de
acumulación capitalista en la era neoliberal, Harvey propuso el con-
cepto de acumulación por despojo (2004: 118-119), para hacer referen-
cia a un conjunto de dinámicas muy heterogéneas que van desde la
apropiación de recursos minerales y naturales, hasta las privatizacio-
nes de recursos, servicios e industrias estatales, desde los dispositivos
de deuda financiera, hasta aquellas actividades económicas sustenta-
das en la legislación sobre los derechos de propiedad intelectual.
Entre los pensadores marxistas contemporáneos existe un debate
en torno a la utilidad de dicho concepto analítico. En la opinión de
varios de ellos, la explicación del capitalismo contemporáneo como
mera apropiación externa de una riqueza ya existente es equivocada,
pues no reconoce la centralidad de la relación capitalista de explo-
tación del trabajo: como ámbito en que se produce el plusvalor y don-
de, consecuentemente, el sistema capitalista se reproduce, y a la vez
ámbito en que tienen lugar el antagonismo y la posibilidad de generar
rupturas en el sistema (Gago y Mezzadra, 2015; Hardt y Negri, 2011:
152; Bartra, 2014: 195-197). A pesar de sus límites como categoría ana-
lítica, el concepto de Harvey ha tenido el mérito de visibilizar las
formas fenomenológicas en que actúa el capitalismo en la actualidad.
En particular, sus contribuciones y las de otros autores han devuelto
la dignidad y la legitimidad política a los movimientos de poblaciones
rurales que resisten el despojo de sus territorios —que luchan, pues,
para no volverse proletarios—, reconociéndolos como expresiones le-
gítimas de la lucha de clases (2004: 132 y ss.) —cuando ciertos secto-
res de la tradición marxista acostumbran a considerar los procesos
de proletarización como algo necesario y funcional a la lucha antica-
pitalista, posición contra la que también se opuso Midnight Notes

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DESPOJO CAPITALISTA Y LUCHAS COMUNITARIAS

Collective (1990). En particular, en lo que atañe este artículo, el con-


cepto propuesto por Harvey ha tenido gran éxito en América Latina
en tanto recurso discursivo ampliamente usado en la literatura sobre
el despojo territorial provocado por proyectos capitalistas de corte
extractivista.
En el contexto del capitalismo contemporáneo que acabamos de
describir, los territorios —entendidos como espacios que contienen
un conjunto de recursos— se han vuelto centrales para los capitalistas;
o, mejor dicho, para éstos se ha vuelto central el control de los territo-
rios en cuanto medio necesario para obtener rápidas y grandes acu-
mulaciones de riqueza (Harvey, 2004: 43; Ceceña, 2010: 197; Dávalos,
2010: 156).
El interés de los capitalistas en los territorios ha generado resisten-
cias en muchos lugares, sobre todo de los habitantes de aquellas
localidades en las que se ve amenazado o contaminado el entorno de
vida. Este tipo de movimientos, mayoritariamente nombrados movi-
mientos del ecologismo de los pobres o del ecologismo popular (Martí-
nez, 2004), o luchas socioambientales (Navarro y Pineda, 2009; Leff,
2006; Svampa, 2012), muestran una tendencia hacia la ambientaliza-
ción de las luchas sociales (Svampa, 2012), en el sentido de que están
luchando por defender el medio ambiente, considerado el entorno
que proporciona las condiciones de posibilidad para la vida. Seoane
(2006) da cuenta de esta tendencia al hablar de que la tradicional rei-
vindicación por la tierra, que en América Latina ha caracterizado a los
movimientos campesinos de las décadas anteriores, se ha trasladado,
existiendo un número cada vez mayor de luchas por la defensa del te-
rritorio y de la vida. Mientras Machado, refiriéndose a los países de
América del Sur con gobiernos progresistas, registra un cambio de la
conflictividad social, que se ha desplazado desde el campo clásico
de la lucha contra la explotación de la fuerza de trabajo al de las resis-
tencias contra la expropiación de los territorios (2013: 124).
La difusión de este tipo de movimientos al interior del capitalismo
neoliberal ha llevado a algunos autores —como ya se ha dicho— a
considerarlos como unas de las principales expresiones de la lucha de
clases contemporánea (Dávalos, 2010: 26; Navarro, 2012: 33; Harvey,

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TERRITORIO COMO PARADIGMA EN LAS LUCHAS SOCIALES

2004: 65). Obviamente, no es el tipo de lucha de clases entendido tra-


dicionalmente por el marxismo, pues el antagonismo no se da al in-
terior de las relaciones capitalistas de producción, es decir, al interior
del ámbito que opera como condición para la reproducción del capital
y el sistema capitalista.
Como primer acercamiento a esta cuestión podríamos reconocer
que dichos movimientos representan un obstáculo para que los capi-
talistas individuales obtengan ganancias, por ejemplo, cuando logran
detener un proyecto. Además, algunos autores reconocen que, respec-
to a la tradición de lucha del movimiento obrero, estos movimientos
tienen la potencialidad de trasladar la lucha de clases desde el enfren-
tamiento en torno al valor de cambio —el enfrentamiento en torno al
salario necesario, para decirlo en términos marxianos— hacia el terre-
no de la afirmación del valor de uso y la superación de la forma mer-
cancía (Caccia, 2010); en otras palabras, aunque estas luchas no se
enfrenten directamente con la relación capitalista de explotación,
pueden cuestionar el otro fundamento de la sociedad capitalista —que
también es condición para la existencia de la relación de explotación—:
la ley del valor (Harvey, 2013: 181). En fin, estamos hablando de la po-
tencialidad de estos movimientos para impulsar prácticas y sentidos
que no sólo disputan la mejoría de ciertas condiciones dentro del
sistema capitalista —como hizo la mayoría de las organizaciones
del movimiento obrero—, sino que pueden desafiarlo a partir del
cuestionamiento de las subjetividades y las abstracciones que el propio
capitalismo produce y que son la condición para su reproducción.
Ésta es una hipótesis muy atractiva, que tiene sustento en la reflexión
teórica sobre tales movimientos, pero que sólo podrá ser verificada a
partir de lo que éstos actúen en sus prácticas concretas.

La centralidad del territorio en las economías


de los países de América Latina

Como se ha dicho anteriormente, varios autores relacionan la implan-


tación del neoliberalismo con la intensificación del aprovechamiento

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DESPOJO CAPITALISTA Y LUCHAS COMUNITARIAS

capitalista de recursos de los territorios y la consecuente aparición de


resistencias en muchos lugares.
En efecto, durante los últimos años, en América Latina, primero
en la parte sur del continente y más recientemente en México, se ha
registrado una multiplicación de proyectos vinculados al aprove-
chamiento de recursos de los territorios, lo que responde a la im-
plementación de las reformas neoliberales, generalmente, a partir de
los años ochenta. Más precisamente, como veremos más adelante, las
reformas neoliberales establecieron las condiciones que posibilitaron
el acceso a los recursos de los territorios de estos países, para el de-
sarrollo de actividades extractivas y de agroindustria —acompañadas
de proyectos de infraestructura de transporte y energía— dirigidas
hacia la exportación de materias primas para el mercado global. Al
respecto, algunos autores interpretan la implantación del neolibera-
lismo en América Latina como una iniciativa promovida por ciertas
potencias políticas y económicas mundiales, cuyo fin era contrarres-
tar las dinámicas de industrialización y nacionalización de recursos
emprendidas por varios países de la región en las décadas anteriores
(Machado, 2010a: 299). Esta perspectiva considera que la reprimari-
zación de las economías de todos los países latinoamericanos, a la
cual se ha asistido en los últimos años, ha vuelto a colocarlos en una
posición subordinada y dependiente en el mercado capitalista glo-
bal (Machado, 2013: 131). Justamente, con la implementación del
neoliberalismo las economías de estos países se han centrado
nuevamente en la exportación de materias primas, lo que las ha
vuelto dependientes de las fluctuaciones del valor de las mismas
en el mercado global. Esta consideración, dicho sea de paso, se ha
confirmado de manera contundente en los últimos meses, cuando
el descenso de los precios de muchas materias primas generó serias
dificultades en los ingresos de muchos Estados de América Latina.
Este artículo no pretende mostrar las transformaciones sufridas
por las economías latinoamericanas durante el neoliberalismo, ni
describir las propias reformas neoliberales. Lo que nos interesa es
afirmar que en los últimos 30 años se ha asistido a una reprimarización
de las economías de estos países (Svampa y otros, 2010: 31; Machado,

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TERRITORIO COMO PARADIGMA EN LAS LUCHAS SOCIALES

2010b: 298), que da cuenta de la intensificación de la disputa en torno


a los recursos de los territorios. En estos años, muchas publicaciones
han proporcionado información estadística que aporta evidencias
en torno al papel cada vez más importante desempeñado por las
actividades extractivas en las economías de estos países (Delgado,
2010; Machado, 2013: 127-128). A modo de ejemplo reportamos al-
gunos datos relativos a una de las principales actividades del sector
primario: la extracción de minerales. Entre 1990 y 1997, las inversiones
en exploración minera han registrado un incremento de 90% a nivel
mundial y de 400% en América Latina (Svampa y Antonelli, 2010: 15);
en el caso de México, el valor producido por esta actividad ha pasado de
4 mil millones de dólares en 2005 a 22 mil millones de dólares en 2011
(www.camimex.org.mx). Siguiendo con el ejemplo paradigmático
de la industria extractiva, podemos notar la dimensión del impacto
que tal actividad económica ha implicado en los territorios: a finales
de los noventa, 10% del territorio de los países de América del Sur
estaba concesionado a empresas extractivas (Machado, 2010b: 76); en
México, en 2014, las más de 25 mil concesiones mineras existentes
alcanzaban una superficie correspondiente a 13.07% del territorio
nacional (Sánchez, 2014).
El aumento de la intervención extractivista en los territorios
latinoamericanos encuentra su condición de posibilidad en las
reformas neoliberales. Entre varios autores que han propuesto ciertas
periodizaciones relativas a la implementación del neoliberalismo
en la región, existe bastante acuerdo en reconocer al menos dos
fases distintas de su puesta en práctica por los gobiernos (Dávalos,
2010: 48-49; Svampa y otros, 2010: 31-32; Svampa, 2012: 16-19). La
primera fase se caracterizó por las iniciativas de reajuste fiscal de
los Estados, que llevaron a la privatización de riquezas estatales, al
recorte de presupuestos y de servicios públicos, así como al ataque
a los derechos sociales y de los trabajadores. La segunda fase, la más
reciente, se ha caracterizado en cambio, por el interés de los gobiernos
y las empresas en los recursos de los territorios. Simplificando,
podríamos afirmar que la primera fase del neoliberalismo se dirigió a
atacar a los trabajadores que estaban en el mercado formal y gozaban

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DESPOJO CAPITALISTA Y LUCHAS COMUNITARIAS

de los servicios y los derechos del Estado benefactor; mientras que la


segunda fase se orientó a atacar a poblaciones que viven en contextos
rurales, con la consecuencia de despojar o contaminar sus territorios.
Obviamente, como toda periodización, también ésta es arbitraria y
no da cuenta de la complejidad y de la heterogeneidad del proceso
que estamos tratando. Sin embargo, en nuestro argumento resulta útil
para sostener la hipótesis de que, en la actualidad, la disputa en torno
a los territorios desempeña un papel muy importante en estos países.
Si bien el interés en los territorios surgió recientemente, en la pri-
mera fase de las reformas neoliberales se realizaron cambios legis-
lativos que sentaron las bases normativas para permitir la entrega de
territorios campesinos a intereses privados o estatales. En el caso de
México, la reforma al artículo 27 constitucional de 1992 jugó un papel
fundamental, abriendo la posibilidad de privatizar, vender o rentar
las tierras campesinas poseídas bajo propiedad social, hasta ese mo-
mento inalienables.
En lo que respecta específicamente a la actividad minera, en esos
años también se aprobó la Ley Minera (1992) —que en su artículo 6
establece que dicha actividad es de utilidad pública, siendo prioritaria
frente a cualquier otra actividad que se esté realizando sobre cierta
superficie de tierra— y la Ley de Inversión Extranjera (1993) —que
abre la posibilidad de que empresas con capital 100% extranjero
realicen inversiones en México a (López Bárcenas y Eslava, 2011).
La lógica que sustenta estas normativas que facilitan el acceso y el
uso de los recursos a empresas privadas, limitando los derechos de
los propietarios de los terrenos en que se quieren realizar proyectos
extractivos, continúa manifestándose en leyes recientes, por ejemplo,
en la Reforma Energética a nivel nacional o en la reforma a la Ley de
Expropiación en el estado de Puebla.
Un último elemento a resaltar del tema que estamos tratando en este
apartado es que, en México, el boom del sector extractivo llegó después
que en los países de América del Sur. En estos últimos se registra la
multiplicación de proyectos de este tipo ya desde los años noventa,
mientras que en México se evidencia un incremento significativo
sobre todo a partir de la primera década del siglo xxi, cuando se pasa

100
TERRITORIO COMO PARADIGMA EN LAS LUCHAS SOCIALES

de una inversión de 380 millones de dólares en la actividad minera-


metalúrgica en 2001 a una de 5 600 millones de dólares en 2011 (www.
camimex.org.mx). El periodista Hernández Navarro sostiene que, a
diferencia de los demás países latinoamericanos, México aprovechó
inicialmente su cercanía a Estados Unidos para promover su propia
mano de obra barata y eliminar aranceles aduaneros, utilizándolo co-
mo estrategia para atraer inversiones dirigidas al sector manufactu-
rero. Al iniciar el siglo xxi se registró una crisis en las maquilas: en
2005 los empleos en el sector manufacturero se habían reducido 50%
(Hernández Navarro, 2011: 15). Es entonces que el gobierno mexica-
no habría puesto en marcha una alternativa, caracterizada por la des-
regulación en materia ambiental, con el fin de atraer inversiones para
actividades extractivas (idem.).
En estos años, en el país, la defensa del territorio contra el despojo
o la contaminación se ha vuelto el centro de las preocupaciones de
muchos habitantes, comunidades y organizaciones sociales. Por ello
han surgido diferentes ámbitos de encuentro y articulación de expe-
riencias de resistencia, de corte general, como la Asamblea Nacional
de Afectados Ambientales (anaa), y de corte temático, como la Red
Mexicana de Afectados por la Minería (rema) o el Movimiento Me-
xicano de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos (mapder),
y casi semanalmente se realiza algún evento, foro o encuentro sobre
la cuestión de defensa del territorio.

Territorio y las luchas socioambientales: conflictos


de distribución ecológica y conflictos de valoración

En muchas de las publicaciones existentes sobre las resistencias a pro-


yectos extractivistas aparecidas en estos años, el término territorio se
ha vuelto uno de los recursos discursivos centrales para nombrarlas y
dar cuenta de ellas. Asimismo, en muchos foros o encuentros de or-
ganizaciones sociales, la retórica de la defensa del territorio está cada
vez más presente. En los estudios académicos sobre dichos conflictos,
la idea de territorio ha sido útil para mostrar la emergencia de nuevas

101
DESPOJO CAPITALISTA Y LUCHAS COMUNITARIAS

formas de resistencia contra los procesos del capital que, por un lado,
dan cuenta del desplazamiento de las mismas desde los tradicionales
lugares de producción hacia los lugares de vida y sus entornos; y por
el otro, en el contexto rural, muestran un desplazamiento desde las
reivindicaciones en torno a la tierra como medio de producción hacia
la defensa del medio ambiente como ámbito que proporciona los me-
dios para la reproducción de la vida.
En estos diferentes enfoques sobre tales movimientos, el término
territorio es usado como palabra (no como concepto o categoría ana-
lítica) y con su sentido en el lenguaje común: generalmente hace re-
ferencia a un espacio físico que contiene un conjunto de elementos,
que pueden ser de tipo natural, artificial o simbólico. En este caso, la
defensa del territorio es entendida como la defensa de cierto espacio,
que es el medio ambiente, o de ciertos elementos presentes en éste;
porque a unos y a otros se les reconoce una importancia fundamental
para la propia vida material y social.
Los estudios sobre las luchas socioambientales se han enfocado en
observar diferentes aspectos, desde las reformas de tipo legal, que es-
tablecen las condiciones de posibilidad para la realización de los pro-
yectos extractivos, hasta las estrategias adoptadas por los promotores
de tales proyectos con el propósito de lograr su realización, las for-
mas de organización de quienes resisten, o los lenguajes e imaginarios
que se expresan en el conflicto. Si nos centramos en considerar aque-
llas perspectivas que estudian estos conflictos como disputas por te-
rritorios entre dos actores, entendiendo el territorio como espacio
que contiene un conjunto de elementos, podríamos distinguir dos di-
ferentes maneras de tratar el asunto, que pueden nombrarse a partir
de dos conceptos de Martínez Alier (2004): conflictos de distribución
ecológica y conflictos de valoración. Cada conflicto concreto es, al mis-
mo tiempo, tanto uno como otro; lo que cambia es el tipo de mirada
con que se da cuenta de él, pues cada enfoque prioriza ciertos aspec-
tos sobre otros. La idea de conflictos de distribución ecológica surge de
la economía ecológica, disciplina que trata de pensar la economía
desde un enfoque sistémico, es decir, que toma en cuenta no sólo el
intercambio y el consumo de bienes y trabajo entre los hombres sino

102
TERRITORIO COMO PARADIGMA EN LAS LUCHAS SOCIALES

también el intercambio y el consumo de materias y energía entre los


hombres y la naturaleza. Este concepto pretende extender la noción
de conflicto de distribución económica a las situaciones en que di-
ferentes actores se pelean por las consecuencias que cierta actividad
puede causar a ciertos servicios o a los recursos, o al acceso a ellos.
En otras palabras, este concepto da cuenta de la disputa en torno
a ciertos elementos que normalmente no aparecen en los cálculos de
la economía tradicional, que suele denominarlos externalidades, pero
que en lo concreto conllevan efectos de utilidad, positivos o negativos,
para uno u otro actor. Entonces, desde la perspectiva que considera a
estos conflictos como conflictos de distribución ecológica, el territorio
se entiende como un conjunto de elementos que existen en cuanto
recursos o servicios, o bien en cuanto materia y energía; y se valora a
estos elementos en relación con la utilidad que ofrecen a los hombres,
ligados a lo que proporcionan en tanto medios para satisfacer las
necesidades materiales de la vida.
Varios estudios sobre luchas socioambientales de corte sociológico
o antropológico han tratado, en cambio, de analizarlos como conflictos
de valoración, pues parten de una mirada que los considera conflictos
en que cada actor expresa un modo diferente de definir y valorar
lo que se está disputando, sea un recurso natural o un territorio
(Machado, 2010a: 222; Ceceña, 2010: 196-197). Esta mirada no tiene
meramente un interés de tipo analítico; se basa en el supuesto de que
esta dimensión juega un papel importante, tanto en la representación
pública del conflicto como en las subjetividades de los actores en
lucha. Al respecto, cuando algunas autoras argentinas escriben sobre
los movimientos antimineros de su país señalan que, “la definición de
lo que es el territorio se convierte así en el locus del conflicto” (Svampa
y otros, 2010: 45). Esta perspectiva también entiende al territorio
como un espacio en cuyo interior hay un conjunto de elementos,
pero dichos elementos no sólo son físicos y ecológicos, sino también
simbólicos, sociales y espirituales, o mejor dicho, los elementos
físicos y ecológicos de un territorio tienen diferentes valores o
significados (y hasta existencias) según el actor que los observa o se
relaciona con ellos. En otras palabras, esta perspectiva considera al

103
DESPOJO CAPITALISTA Y LUCHAS COMUNITARIAS

territorio como una construcción social, tratando de observar cómo


lo piensan y lo valoran los habitantes de un lugar. Tendencialmente,
estos estudios muestran las diferentes racionalidades expresadas por
los actores en conflicto (Navarro y Pineda, 2009; Ceceña, 2011; Leff,
2006), dando cuenta de sus diferentes modos de definir y valorar la
realidad. Normalmente se suele proporcionar una representación de
los conflictos que evidencia cómo los habitantes locales valoran su
entorno a partir de la utilidad o el valor de uso de los recursos y sus
significaciones sociales y espirituales; mientras que los promotores
de los proyectos extractivos valoran al territorio a partir del valor de
cambio que algunos de sus recursos tienen en el mercado. El aporte
interesante de esta perspectiva analítica es que nos invita a pensar
que el análisis de las modalidades con que cada actor define o valora
el territorio no necesariamente dice algo sobre el territorio mismo,
mientras que sí dice algo del sujeto que lo está definiendo y valorando;
esto es, muestran la posible emergencia de subjetividades antagónicas
a la lógica dominante. Por ejemplo, con respecto a muchos de los
movimientos socioambientales que ha estudiado en América Latina,
Svampa sostiene observar la afirmación de un giro eco-territorial (2012:
25), término con que se refiere a la emergencia de un lenguaje común,
fruto de la interconexión entre las cosmologías de los indígenas y su
defensa del territorio, y el discurso ambientalista, un lenguaje que se
opone al discurso dominante centrado en una visión desarrollista y
economicista.

El territorio de los geógrafos: las territorialidades


y multiterritorialidades

A diferencia de la mayoría de los autores que hemos abordado hasta el


momento, al emplear la palabra territorio como concepto los geógra-
fos no hacen referencia sólo a un espacio físico. Para hablar de eso uti-
lizan otros términos. En general, su concepto de territorio es relacional
(Montañez, 2001: 20; Haesbaert, 2011: 69), pues refiere a la relación
que un sujeto establece con un espacio. Habitualmente, las relaciones

104
TERRITORIO COMO PARADIGMA EN LAS LUCHAS SOCIALES

que producen un territorio son pensadas como relaciones de poder


de un sujeto sobre un espacio (Mançano Fernandes, 2005: 276), que
pueden establecerse en términos de dominación material —como po-
sesión o control político— o de apropiación simbólica —como signi-
ficación (Haesbaert, 2011: 194); aunque algunos autores ponen su
atención en otro tipo de relaciones no meramente de poder ni vin-
culadas exclusivamente con una dimensión política, pues aluden al
ámbito identitario y afectivo en términos de cómo ciertas relaciones
establecidas por un sujeto con un espacio constituyen una identidad
y un sentido de pertenencia (Montañez, 2001: 21). A diferencia de los
estudios sobre luchas socioambientales, estas consideraciones hablan
de una idea del territorio como algo no externo al sujeto que éste valora
desde su racionalidad; sino como un producto de su acción material y
simbólica (Porto Gonçalves, 2001: 15). En otras palabras, la acción de
un sujeto colectivo a partir de la cual se impone cierta organización
material y se da cierta configuración simbólica a un espacio, podría
considerarse como un proceso de territorialización (Zúñiga, 1998;
Haesbaert, 2011: 16; Ventura, 2011; Porto Gonçalves, 2001: 17), en
tanto proceso social que produce o constituye un territorio.
En las luchas socioambientales encontramos diferentes actores
intentando imponer diversos intereses sobre un mismo espacio; éstos
se expresan en distintas modalidades de organización-significación de
dicho espacio, con el fin de implementar diferentes tipos de relaciones
sociales a su interior. Según el lenguaje de los geógrafos estaríamos
hablando de diferentes territorialidades manifestadas o promovidas
por estos actores. Si bien el término territorialidad es usado con
variadas acepciones, generalmente hace referencia a cómo un sujeto
organiza —o quiere organizar— material y simbólicamente un espacio
(Porto Gonçalves, 2001: 90; Montañez, 2001: 22). Por lo que, en un
mismo espacio pueden existir y confluir diferentes propuestas de
organización y reorganización de las relaciones sociales a su interior:
estaríamos frente a la existencia de diferentes tipos de territorios en un
mismo espacio (Mançano Fernandes, 2009: 43). Haesbaert (2011: 284)
define esta idea como multiterritorialidad, mientras que Montañez
(2001: 23) nos recuerda que siempre las territorialidades son relativas

105
DESPOJO CAPITALISTA Y LUCHAS COMUNITARIAS

y jerárquicas, pues cada sujeto que disputa un mismo espacio con


otro impulsa sólo parcialmente su territorialidad; a su vez, su capaci-
dad de implementarla depende de la relación de fuerza que logra de-
terminar. En fin, la territorialidad, o el tipo de territorio que cada
sujeto intenta imponer se caracteriza por un contenido —el tipo de
organización material y simbólica que se quiere implantar— y un
poder político –la relación de fuerza que el sujeto logre determinar
(Mançano Fernandes, 2009: 41).
A pesar de no estar muy familiarizado con las posturas de los geó-
grafos, me parece que su postura acerca del territorio puede aportar
claves muy útiles para observar las resistencias al despojo territorial
llevado a cabo por proyectos capitalistas en América Latina. Los enfo-
ques mostrados en este apartado invitan a pensar cómo las relaciones
entre un grupo y un espacio son determinadas por las relaciones de
poder entre sujetos sociales, y a pensar cómo el elemento espacial
contribuye a la constitución de identidades colectivas.
Para terminar esta exposición considero necesario hacer referencia
a aquellos movimientos indígenas que, sobre todo en América del Sur,
han entrelazado la cuestión territorial con la identidad colectiva; que,
más precisamente, han tomado la reivindicación territorial como he-
rramienta de lucha para garantizar sus formas de vida y alcanzar su
autonomía y autodeterminación (Ventura, 2006). Aunque este tema
no se vincula directamente con la Ecología Política, o por lo menos no
tiene que ver con las cuestiones tratadas en este artículo, es pertinente
mencionarlo pues estamos hablando del territorio como elemento
importante en muchas luchas sociales de América Latina. En los años
anteriores se visibilizó la afirmación del elemento étnico-identitario
como base en torno a la cual muchos movimientos indígenas centra-
ron sus representaciones (López Bárcenas, 2005; De La Cadena, 2008;
Pineda, 2012), y del control territorial como reivindicación y objetivo
para lograr la autodeterminación del propio grupo. No es casualidad
que citemos estos ejemplos en este apartado sobre el territorio según
la perspectiva de los geógrafos; los mismos nos hablan de cómo cier-
tos grupos sociales pueden construir una identidad colectiva y reivin-
dicar el control político en torno a su espacio de vida, en tanto bases
para su propia autodeterminación.

106
TERRITORIO COMO PARADIGMA EN LAS LUCHAS SOCIALES

Para concluir, sólo quiero decir que quienes estudian luchas socio-
ambientales reportan que, en varios casos, los habitantes inconformes
están cuestionando los mecanismos decisionales estatales a la vez que
reivindican el derecho a decidir ellos mismos —a través de sus ámbitos
organizativos locales— lo que se hace en sus territorios. Por lo que, no
sólo estaríamos frente a luchas en defensa del territorio —así como
dicho término se entiende en el lenguaje común y en el de los soció-
logos— sino también ante luchas que construyen territorios, en tanto
construcción de un sujeto colectivo que reivindica el control político
y decisional. En otras palabras, aquellos autores que muestran la mul-
tiplicación de luchas por la defensa del territorio en lugar de las tra-
dicionales luchas campesinas por la tierra, están diciendo que, en
América Latina, muchos procesos colectivos han trasladado su acción
desde reivindicaciones de carácter principalmente económico-distri-
butivo hacia un terreno potencialmente político de autodeterminación
y autonomía. Al igual que la hipótesis de las luchas socioambientales
como luchas de clase con un potencial fuertemente emancipatorio,
esta hipótesis sólo podrá ser verificada por los procesos colectivos
concretos que mucha gente está llevando a cabo en todo el continente.

107
DESPOJO CAPITALISTA Y LUCHAS COMUNITARIAS

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