Enseñando Valores
Enseñando Valores
Enseñando Valores
en la sala
Los valores se enseñan y se aprenden en la vida cotidiana, y se proyectan
en las relaciones comunitarias.
- Clarificación de valores:
Después de una lectura sobre la convivencia, completar frases inacabadas:
. "Ese perrito que ayudó al más grande, ¿les parece que era malo? ¿era
solidario? ¿cómo les parece que era?
Era ................................?"
. "El nene que no prestaba nada, ¿era amable? ¿Era generoso? ¿Sabía
compartir?
Era ........................?" (de paso, en sala de 5, ¡aprendemos a escribir la palabra
que corresponda!)
También podemos aplicar utilizar recursos de resolución de conflictos,
habilidades sociales, ejercicios autobiográficos y de autoconocimiento (por
ejemplo, ¿qué es lo que más me gusta hacer? Lo dibujo. ¿Cómo soy? Escribo
como puedo (sala de 5) dos palabras que me describan, etcétera)
Durante cuarenta años trabajé con niños y muchas veces escuché decir, "los chicos de
ahora son diferentes".
No lo creo. En esencia siempre son iguales. Sin embargo, los que han cambiado son los
adultos y ese cambio genera situaciones nuevas y desconocidas.
Entonces, ser niño en el siglo XXI es un oficio difícil y las nuevas generaciones tienen
que adaptarse a las exigencias que les impone la sociedad.
Por un lado, el Marketing ha descubierto en los niños un target importante: el niño es
un "consumidor". Y, si bien no es el decisisor de la compra, es quién ejercerá la
presión en los adultos para que esta compra se realice. De esta manera se los
bombardea desde todos los medios, tratando de crearles necesidades que en realidad
no tienen. Y entre tantos productos para su consumo, también se inventarán los
juguetes para "no jugar", que serán coleccionados y ostentados como símbolos de
estatus entre ellos o entre los padres.
Por otro lado, los padres ya no tienen claro qué significa educar un hijo. Las
generaciones anteriores, equivocadas o no, con buenos o desastrosos resultados,
sabían qué clase de adultos deseaban que fuesen sus hijos y la educación se orientaba
hacia esa meta.
Pero hoy no hay metas y existe tanto miedo a equivocarse, que se deja de educar.
Los niños tienen lo que se supone es "libertad", aunque sólo sea "dejar libres las
pulsiones" o, en otras palabras, pueden "hacer lo que quieran". No se le imponen
límites para no "frustrarlos" y no se les exigen responsabilidades, en un exceso de
protección (o sobreprotección). Los padres ceden ante el "quiero" y el "compráme",
justificando, "si todos lo tienen, no es bueno negárselo".
Sin embargo, por otro lado, las exigencias para que este niño de hoy llegue a ser un
adulto triunfador y exitoso, les impone nuevas y pesadas cargas para prepararse:
hace cincuenta años, concurrían a la escuela en un turno de cuatro horas y, en algunos
casos menos todavía, ya que existía el "turno intermedio".
Hoy los mandan a escuelas de jornada completa (doble turno) con materias extra-
curriculares que se dictan fuera del horario escolar y el poco tiempo que les queda en
sus hogares se destina al estudio, investigación y otras tareas escolares. Pero sus
obligaciones no culminan allí porque si queda algún rato libre, seguramente se
complementará su educación con la práctica de deportes, estudio de idiomas y
cualquier actividad que, supuestamente, los preparan para el futuro y que les impide
tener acceso al ocio. Sí, porque en este moderno oficio de ser niño, ya no hay lugar
para el tiempo libre, para jugar, para disfrutar, para divertirse o, simplemente, para
leer.
Y quizá sea por eso que los padres tratan de compensar esta carencia con sustitutos
materiales (en lo posible caros y ostentosos), golosinas y falta de límites.
Por otro lado se los limita y controla en muchos aspectos en los que se deberían
ayudarlos a crecer, a independizarse, a recorrer de la mano de los adultos, en forma
gradual y progresiva, ese camino que va de la independencia a un estado de mayor
autonomía.
En otros casos, se los estimula más allá de lo que corresponde a su edad y madurez.
Tal es el caso de la sexualidad, permitiendo que tengan acceso a películas, series,
publicidades, revistas, etc., sin olvidar los supuestos espectáculos o programas
televisivos donde se muestran situaciones adultas trasladadas a la infancia, como si
fuesen la realidad del niño que termina trasplantándolas a su vida cotidiana, aunque no
pueda ser capaz de entenderlas y manejarlas.
Y no olvidemos las exigencias de rivalidad y competencia a las que son sometidos,
tanto en los deportes como en los estudios; exigencias que terminan por suprimir todo
placer por el juego sano. También se anula la auténtica relación con el conocimiento,
ya que los chicos se ven obligados a estudiar para el maestro y para los padres y
obtener buenas notas como se obtiene un trofeo, en lugar de aprender para saber y
para que les sirva en la vida cotidiana.
Las nenas de hace dos generaciones jugaban a "la mamá" y ese juego les permitía
identificarse con su realidad y poder asimilarla. Así ellas se ponían en el rol de su
propia madre y el muñeco eran ellas mismas.
Pero las muñecas modernas ya no son bebés o nenas, sino mujeres adultas con cuerpos
adultos y una vez escuché a una maestra de nivel inicial decir, "¿puede una nena jugar
a ser la mamá de una muñeca con tetas?". Evidentemente la respuesta es NO.
Entonces, ¿a qué juega esa niña? A proyectarse en el futuro siguiendo ese modelo.
Deberíamos reflexionar acerca del modelo a seguir, aunque Lisa Simpson ya lo hizo en
un episodio de la serie, no obstante que a muchos les haya pasado inadvertido el
mensaje.
Y para concluir, otra observación interesante: los "niños pies vírgenes" que pese a
tener edad suficiente como para caminar (entre los 2 y 3 años), viajan en cómodos
carritos con un chupete en la boca.
Y sin embargo... en esencia, ¡son los mismos niños de siempre!
Raquel M. Barthe
Y aunque en el nivel inicial todavía no sabe leer, el/la niño/a se acerca a los
libros con curiosidad y placer y, mientras juega a que lee, va descubriendo
que hay diferencia entre lo que son letras, los números o cualquier otro
signo o dibujo; descubre también que no sólo hay letras, sino que éstas
forman palabras y que las mismas se leen de izquierda a derecha y de arriba
hacia abajo. Sabe, además, que la fascinación del cuento que el adulto narra
o lee, se escapa de ese libro que él puede hojear, tocar y sentir. Es, por lo
tanto, en esta etapa inicial cuando debemos comenzar con el fomento y
desarrollo de la lectura. Es entonces cuando tenemos que comprender la
verdadera importancia que tiene ese contacto físico con el libro-objeto,
para su formación lectora.
El texto puede ser breve y muy sencillo, pero no por eso "simple". Con un
lenguaje accesible y que pueda comprender el/la niño/a, aunque siempre
introduciendo algún término nuevo que enriquezca su vocabulario.
Cabe recordar que, entre los tres y los cinco años, los/as niño/as utilizan un
lenguaje reducido (lenguaje activo), pero pueden comprender mayor número
de palabras de las que manejan (lenguaje pasivo). Ellos ya son capaces de
enumerar los personajes y objetos que aparecen en las láminas; juegan con
las palabras y disfrutan con su sonoridad; les encanta aprender nuevos
vocablos y se divierten con la rima. Además desean que le cuenten el mismo
cuento hasta la saciedad. Les gustan los cuentos que responden a su
realidad (hogar, jardín de infantes, sus animales y juguetes). Tienen sentido
del humor y se interesan por lo cómico y el absurdo. Les deleita fantasear.
Es por esta particularidad del texto literario que la elección del cuento
resulta muy importante y nunca debe tener un significado unívoco ni un
mensaje explícito; debe permitir que el chico descubra por sí mismo lo que
subyace, "lo escrito entre líneas" y que se esconde en su significado más
profundo. La historia debe admitir tantas interpretaciones como
lectores/as accedan a ella, aunque en esta etapa los/as nenes/as todavía no
tengan dominio de la lectura. Además, más allá de la formación del lector/a,
el cuento es importante por el aspecto lúdico, por el juego, por el placer y,
además, por la fantasía y estos "no lectores" del jardín de infantes son ya
lectores en potencia o pre-lectores.
Pero no es sólo por eso que se los debe motivar con la literatura, sino porque
dialogando acerca de lo que sucede en el relato y reflexionando acerca de
estos hechos, los/as niño/as se acercan también a la filosofía, puesto que la
práctica filosófica nace de esta manera: de la capacidad de discernir,
preguntar, cuestionarse y discutir.
POMPÓN
Se llamaba Pompón porque era chiquito, peludo, tibio y suave como un copo
de algodón.
Y si Pompón hubiera nacido conejo, su mamá habría estado muy orgullosa.
Pero Pompón... ¡era un sapito! Y cada vez que se metía en la laguna, había que
secarle el pelo con pétalos de margarita silvestre.
Y, a medida que fue creciendo, también el pelo le creció.
Y fue el único sapo con trenzas.
Y también fue el único sapo que nadaba con gorra de baño.
Pompón es un cuento que apenas tiene seis párrafos y sólo ochenta y dos
palabras, contando el título, y entonces, ¡el desafío! de dejar hablar a los
chicos y recoger sus preguntas y sus respuestas y también las reflexiones y
los comentarios. ¿Cuánto puede prolongarse el tiempo posterior a la
lectura? Y lo más sorprendente: ¿qué podemos aprender de ellos?
Un texto dice muchas cosas, más allá de las palabras escritas y los/as
niño/as tienen la habilidad de descubrir estos significados ocultos. Ellos
pueden interrogar al texto en lo que no está expresado con palabras, pero
que sin embargo está implícito.
Seguramente que esta experiencia será la mejor "receta" para continuar
trabajando de la mano de la literatura infantil.
Es posible que la maestra pueda guiar a los/as chicos/as a buscar los puntos
en común entre los dos cuentos y también sus diferencias. Y probablemente,
llevarlos hacia el plano personal para que cada uno pueda expresar
verbalmente sus sentimientos hacia sí mismos y en relación a los otros.
Quizá sea bueno, para quienes se están alfabetizando, darse cuenta de que
además de tener el derecho de aprender, también tienen el derecho a
equivocarse, a perder letras y que el error no debe ser sentido como una
culpa ni ser castigado, sino que es una consecuencia lógica de todo
aprendizaje. Y que además puede ser útil si se lo sabe aprovechar. Y
también ellos/as pueden jugar a imaginar cuentos para luego escribirlos.
VERDE, VERDE...
El Verde ya estaba aburrido de hacer siempre lo mismo: desde hacía seis
meses que trabajaba pintando el paisaje, mañana, tarde y noche, sin parar.
Entonces decidió tomarse vacaciones y le pidió a su amigo el Amarillo que lo
pintara en su lugar.
El Amarillo era un buen amigo y empezó con mucho entusiasmo, pero... a él
nunca le había gustado trabajar y pronto se cansó.
Se sentó a descansar y pensó qué fácil sería su trabajo si los árboles no
tuvieran hojas.
Llamó a su amigo el Viento y le pidió que soplara muy fuerte.
Y el Viento sopló y sopló; sopló tanto que todas las hojas salieron volando y
los árboles se quedaron desnudos.
Y, sin hojas para pintar, el Amarillo se fue a dormir la siesta y, ¡durmió
durante seis meses!
Hasta que volvió el Verde y lo despertó muy enojado:
-¡Qué hiciste! ¿Dónde están los colores? ¿Qué pasó con las hojas verdes...?
El paisaje estaba triste y descolorido.
-Y, ¿a dónde se fueron los pájaros y las mariposas? -siguió protestando el
Verde.
Todos se habían ido al país de los Colores a pedir ayuda para volver a pintar
el paisaje.
Y, ¿qué creen que pasó? Sí, durante los siguientes seis meses, y con la ayuda
de todos, el paisaje volvió a llenarse de colores.
Hasta que el Verde volvió a cansarse y se fue nuevamente de vacaciones... y
la historia se repitió otra vez.
¿Hasta cuándo?
¡Hasta dentro de otros seis meses!
Un cuento cíclico que puede ser narrado o leído en cualquier época del año y
que pone a los/as chicos/as en contacto con la naturaleza. Es posible que
luego de finalizada la lectura no surjan comentarios en forma inmediata.
Tampoco es necesario presionar para que aparezcan porque entonces,
quienes escucharon, pueden sentir que detrás del cuento se esconde la
exigencia del trabajo y este sentimiento negativo los alejará de la
literatura.
El docente debe tener paciencia y confiar en la memoria de sus alumnos/as.
Entonces aparecerán situaciones de observación donde se pede sugerir
"¿recuerdan el cuento de Verde, verde...?, y preguntas que obligarán a mirar
y ver y, sobre todo, a reflexionar y a relacionar el cuento con la realidad.
Descubrir como nuevo aquello que de tan repetido, habían dejado de
percibir. Entonces el mundo será como una eterna caja de sorpresas. El
mismo árbol que está frente a la escuela cambia constantemente sin que nos
demos cuenta: hoy está lleno de hojas verdes y tiene una ramita nueva y,
pasan los días, las hojas cambian de color, caen y el árbol queda desnudo,
pero si sabemos mirar pronto veremos los brotes nuevos y... florece...
Este ejercicio se puede repetir en distintas épocas para que el cuento tenga
significado y se establezca una referencia con las diferentes estaciones y
meses del año, y no solamente como un mero reconocimiento de los colores
básicos.
Recordemos que en esa etapa de la infancia hay un marcado gusto por la
repetición de los relatos. Y un cuento no es un contenido a enseñar y que una
vez aprendido desaparece de la clase. Por el contrario, es beneficioso
recordarlo y volver sobre él cuantas veces sea necesario para establecer
nuevos significados y relaciones. Será siempre un aliado del docente.
Para finalizar, un cuento para que vos, colega docente, descubras con tus
alumnos/as todos los significados que encierra y puedan disfrutarlo juntos,
porque un cuento, debe ser siempre, y ante todo, un placer.
Enseñar contenidos
en el jardín maternal
Laura Saporito- Carolina Trapani
"La educación de los chicos más pequeños sigue generando aún hoy numerosas
preguntas. Aunque se ha reconocido que los chicos aprenden desde que nacen, no es
claro si corresponde o no hablar de enseñanza en este ciclo, cómo determinar qué
debe enseñarse y con qué propuesta didáctica. Es preciso seguir reflexionando acerca
de estas cuestiones que definen las funciones y organización de estas instituciones,
pero centralmente en el futuro de los niños."
Laura Pitluk