Nicolas Maquiavelo. Historia
Nicolas Maquiavelo. Historia
Nicolas Maquiavelo. Historia
Introducción
Nicolás Maquiavelo (1469-1527), un pensador y un hombre muy controvertido.
Es el primer pensador político de la era cristiana, que defiende la idea de tomar y mantener el
poder. Le interesaba el estudio minucioso de la política. Fue un practicante y amante de la
práctica del gobierno.
Tenía una educación donde había formación humanista, lectura de historiadores y pensadores
políticos y Derecho.
Maquiavelo llegó a cumplir más de cuarenta misiones diplomáticas dentro y fuera del territorio
florentino durante los 14 años de trabajo.
Tenía una actitud arrogante y que lo aislaban. Actuaba con mucha independencia. Maquiavelo
no aceptó las críticas ni consejos de sus superiores y amigos, lo que influyó en su destitución
Para empezar, es un hombre vinculado con el mal (crueldad, intriga, astucia, perspicacia, doblez,
maldad).
Esa fama se ha extendido por todo el planeta y entre todos los públicos. Sobrevive a lo largo de
los siglos como símbolo del mal.
Maquiavelo perseguía el realismo moral. Quería formar la ciudad-estado. Justifica los métodos
crueles. Ama más a su patria que a su alma, y considera que el nuevo príncipe debería estar
preparado para ir al infierno si es necesario.
Es un “cristiano de domingos” que dejó de lado los dogmas por la política. Defiende la separación
de la ética y de la política, pensamiento que ha alarmado a la gente en los últimos siglos.
Los gobiernos republicanos de las ciudades fueron sustituidos paulatinamente por otro de
carácter personal más o menos despótico. La ciudades-estado se transformaron en ciudad-
principado.
Los Medici fueron expulsados de Florencia en 1494 por el fraile radical Savonarola. Italia se
convierte en una república.
Maquiavelo trabajó en el comité del ejército y asuntos exteriores. Ahí fue donde conoció a César
Borgia, hijo de Alejandro VI, al que Maquiavelo admiraba por su audacia, rapidez, frío cálculo
político, sangre fría y crueldad para conseguir un objetivo político.
En 1512 los Medici vuelven al poder gracias a las tropas españolas de la Santa Liga constituída
para expulsar a los franceses de Italia.
Los Medici acaban con la república y tienen una lista de conspiraciones en su contra en las que
se encontraba Maquiavelo. En noviembre de 1512, fue apartado de sus cargos, multado y
confinado por un año en el territorio florentino.
En febrero de 1513, fue acusado de formar parte de un complot contra los Medici y por ello
sufrió cárcel y tortura, lo que no duró mucho porque no tenían pruebas firmes de ello.
Por las noches abandonaba la vida rural a través de la lectura de los filósofos e historiadores
clásicos. Comenzó a escribir los Discursos (obra a favor de la república) que dejó a un lado para
comenzar El Príncipe en 1513. El deseo de congraciarse con los Medici para salir de la pobreza
le llevó a ello.
Aún así, ambas obras no eran incompatibles, para él, eran las dos caras de una misma moneda.
Ahora bien, para un nutrido grupo de expertos, Maquiavelo sería revolucionario porque en su
obra encontraríamos una ruptura con el pensamiento político tradicional. Así, estaríamos ante
el padre de la Teoría del Estado, de la Ciencia Política moderna, de la Teoría de las Elites, de la
razón de Estado, y el estudioso realista que presentó la política como una lucha por el poder
separándola de la ética y convirtiéndola en el arte de lo posible. Además, tampoco podemos
ignorar la corriente que lo ha considerado el profeta de la unidad italiana.
De todas formas, la mayoría de los ciudadanos medianamente cultos que hablan lenguas
europeas condenan diariamente a Maquiavelo cuando pronuncian las palabras maquiavélico,
maquiavelismo, maquiavelada o maquiavelista, y lo identifican con un maestro del mal.
Dicho esto, casi quinientos años después de su muerte, no cabe duda de que la teoría política
de Maquiavelo no puede explicarse sin tener en cuenta el marco o contexto en el que vivió: el
mundo de las ciudades-Estado renacentistas del centro-norte de Italia (en realidad, por su
tamaño, sería mejor hablar de “Estados-regionales” e incluso de pequeños imperios en el caso
de Florencia o Venecia).
.
1. Las interpretaciones de la obra de Maquiavelo
Según hemos dicho, Maquiavelo es un pensador complejo y controvertido, si bien
tradicionalmente han predominado las condenas sobre su obra desde la segunda mitad del siglo
XVI (en inglés se ha llegado a llamar al diablo Old Nick). De ahí el significado peyorativo de
maquiavélico, maquiavelismo o maquiavelista e incluso de su mismo nombre (¿Soy político?
¿Soy sutil? ¿Soy un Maquiavelo? William SHAKESPEARE, Las alegres comadres de Windsor).
Por eso, tanto en italiano como en español, va ganando fuerza desde hace poco tiempo el
adjetivo MAQUIAVELIANO. Con él se hace referencia a sus obras, pensamiento o estilo, para
evitar el significado negativo que adquirió el adjetivo MAQUIAVÉLICO.
Con todo, lo cierto es que desde casi el mismo momento de la divulgación de sus obras se
establecieron dos tradiciones antagónicas:
Esa polémica marginó otra corriente que tenía su origen en las palabras del propio Maquiavelo
(cap. XV de El Príncipe y prefacio al Libro I de los Discursos), pujante, sobre todo, a partir del
siglo XIX:
3. La del estudioso de la política, del arte del gobierno, que describía y analizaba la
realidad: la del notario de su tiempo o la de un técnico que trata de resolver, como
sus contemporáneos renacentistas en el campo del arte, de la guerra o de la
ingeniería, un problema. En el caso del príncipe nuevo, dada la inestabilidad de su
poder, mantenere lo stato.
2.1. El Maquiavelo malo preceptor de tiranos.
1. El príncipe nuevo: el ejemplo más alejado del príncipe cristiano:
− porque debe hacerse con el estado usando la astucia, la violencia o combinándolas.
− porque lo más difícil (ese es el gran tema de El Príncipe) era MANTENERLO:
mantenere lo stato. Ese es el gran desafío que se supera gracias a la virtù luchando
contra la fortuna en un mundo donde la divinidad no intervine.
2. El príncipe nuevo debe actuar como zorra y león según las circunstancias (adaptarse a
las circunstancias) RELEAMOS EL PASAJE DEL CAPÍTULO XVIII y observemos cómo la
visión pesimista del hombre de Maquiavelo avala la conducta del príncipe: no tiene por
qué respetar la palabra dada y puede utilizar el engaño. Por otro lado, advertiremos que
no siempre la fuerza triunfa: el engaño es, con frecuencia, más útil.
3. El príncipe, un gobernante impío: la religión al servicio del poder del gobernante para
controlar al pueblo (la religión como instrumentum regni). Maquiavelo, sigue
escandalizando. Al igual que hicieron algunos gobernantes del Mundo Clásico, la religión
se puede y debe usar al servicio de los intereses del monarca. Fernando el Católico es el
ejemplo de príncipe renacentista que, aparentando ser piadoso la utiliza para su
engrandecimiento (capítulo XXI).
LA NECESSITÀ (NECESIDAD) Y LA RAZÓN DE ESTADO: saber adentrarse en la senda del mal para
fundar, engrandecer y, sobre todo, mantener el estado del príncipe (su dominio y régimen de
gobierno + comunidad -súbditos) cuando se considera que no hay otro remedio.
EN EL CASO DE LAS REPÚBLICAS LIBRES también es lícito usarla, como hicieron los romanos,
para salvarla.
El USO DEL MAL ERA UNA VIEJA PRÁCTICA SECRETA DE LOS GOBERNANTES denominada en
Italia ARTE DEL ESTADO. Más adelante -también la expresión es italiana- se le llamó RAZÓN DE
ESTADO.
Ahora bien, la idea es que, en ocasiones excepcionales, un mal puede producir un bien es
antigua. Se trata de una práctica muy antigua: Salus populi suprema lex y necessitas legem non
habet eran máximas romanas que nos hablan de la transgresión de las leyes en caso de
necesidad para salvar la república.
Así, para salvar a la república se podía llegar hasta a aprobar el asesinato de quién se considerase
un peligro para su subsistencia.
Por su parte, Maquiavelo nos dice que César Borgia, con una MEDIDA CRUELDAD, logró
“regenerar la Romaña, unirla e imponerle la paz y la lealtad a su señor” (caps. VII y XII EP). De
este modo, la provocadora razón de Estado maquiaveliana aúna el beneficio del gobernante y
el de la comunidad que dirige, no solo el beneficio del príncipe, la idea más común atribuida a
la razón de estado de Maquiavelo para condenarlo. De hecho, condena tajantemente a
Agatocles de Siracusa, que consiguió mantenerse en el poder a través del terror con “infinidad
de traiciones y crueldades”.
Por tanto, Maquiavelo no aprueba el uso del mal al servicio de la tiranía. Agatocles obtuvo
“poder, mas no gloria” a causa de “su inhumanidad adornada de infinitos crímenes”, y no puede
ser celebrado “entre los hombres más sobresalientes”.
Además, Maquiavelo sólo considera el uso de la transgresión de las normas, del mal y de la
crueldad en CASO DE NECESIDAD, cuando no hay otra solución. Esto es, PUNTUALMENTE y de
forma medida.
Por otro lado, Maquiavelo no habla nunca de razón de Estado, aunque algunos autores lo
consideran su primer teórico. En todo caso su postura transgresora, como hemos dicho, tenía
ya su raíz en el mundo clásico. Así mismo, el denominado “arte del estado” se practicaba y se
conocía en la Italia del Renacimiento.
En este sentido, Maquiavelo, siguiendo un tópico de otros políticos italianos de la Baja Edad
Media y del Renacimiento, afirmaba que quería más a su patria que a su alma, aceptando que
el destino de los grandes gobernantes (obligados a tomar decisiones trágicas y drásticas) era
el infierno.
Entonces, LA POLÍTICA (entendida como acción de gobierno para preservar al gobernante y a
la comunidad que dirige) se convierte en el ARTE DE LO POSIBLE (la adaptación a las
circunstancias, ser zorra o león), pues el fin excusa los medios (capítulo XVIII) —nunca los
justifica—, en el arte de las SOLUCIONES A CORTO PLAZO.
En definitiva, Maquiavelo rompe con la tradición clásica y cristiana, ya que esta tradición no
admite la separación de fines y medios ni, por supuesto, aprueba el empleo del mal para alcanzar
un bien (tened en cuenta el texto de Seis preguntas de Sócrates).
Al defender, pues, el uso del denominado arte del Estado en el ejercicio del gobierno (la razón
de estado), Maquiavelo alteró la concepción tradicional de gobierno (ejercicio de la justicia y
dirección de la comunidad según los preceptos de Cristo) y, en consecuencia, de la política
(aunque la razón de estado sólo sería una parte de ella). Paso, pues a ser un pensador perverso.
No obstante, insisto: Maquiavelo rechaza a los tiranos como Agatocles y Oliverotto da Fermo,
porque con sus crueldades obtuvieron poder, pero no gloria.
Es más: si puede, el príncipe debe ser un buen gobernante o, en todo caso, aparentarlo.
Por último, en El Príncipe, se defiende la necesidad de que el príncipe nuevo debe apoyarse
siempre en el Pueblo para garantizar la conservación del poder. Ese príncipe nuevo popular es
el protagonista del capítulo IX y su propuesta para liberar Italia de los bárbaros. Tal era el caso
de los Medici, a quiénes encomienda la misión (llegan, de nuevo, al poder en 1512 aupados por
los grandes de Florencia aprovechando la derrota de la república florentina en Prato).
Dicho esto, era lógica la CONDENA DE LOS TRATADISTAS CRISTIANOS de Maquiavelo –“ministro
de Satanás”– por la defensa de todas las prácticas mencionadas (el uso de la violencia, el engaño,
la religión al servicio del príncipe y su ateísmo… )
2.2 El Maquiavelo bueno: el Maquiavelo republicano
Apenas publicado El Príncipe, pronto se extendió en la misma Florencia la idea de que, en
realidad, no había sido escrito para adular y ganarse el favor de los Médicis, sino para
desenmascarar su proceder tiránico o para precipitar su caída si cumplían sus consejos. Se
trataría, entonces, como apuntaron luego Spinoza o Rousseau, no de un manual para déspotas
sino, por el contrario, del “libro de los republicanos” (Rousseau).
Pero fue en los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio ―un libro extenso escrito
después de El Príncipe― donde Maquiavelo estudió las repúblicas (volvió a declarar, como en El
Príncipe, que ofrecía lo mejor de sí mismo: todo cuanto sé y cuanto me han enseñado una larga
práctica y la continua lección de las cosas del mundo).
Por otro lado, aquí vemos más claramente, si cabe, su visión terrenal del gobierno y la defensa
de la razón de Estado. Esta vez identificada con la salvación del régimen republicano y de la
patria, pues nunca se debe dejar que un mal progrese por respeto a un bien, cuando aquel bien
puede ser fácilmente aniquilado por ese mal. Que la patria se debe defender siempre con
ignominia o con gloria, y de cualquier manera estará bien defendida.