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Formación y Autoconocimiento Personal

Este documento discute el concepto de persona según Edith Stein. Ella define a la persona como un ser racional capaz de autodominio y autoconocimiento, lo que le permite configurar libremente su vida a través de acciones voluntarias y hábitos. La persona aspira a alcanzar un modelo ideal de sí misma a lo largo de su desarrollo. Stein también describe la importancia de la formación y autoformación de la persona a través de la actualización de sus potencialidades y la adquisición de cultura.

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Formación y Autoconocimiento Personal

Este documento discute el concepto de persona según Edith Stein. Ella define a la persona como un ser racional capaz de autodominio y autoconocimiento, lo que le permite configurar libremente su vida a través de acciones voluntarias y hábitos. La persona aspira a alcanzar un modelo ideal de sí misma a lo largo de su desarrollo. Stein también describe la importancia de la formación y autoformación de la persona a través de la actualización de sus potencialidades y la adquisición de cultura.

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Persona y formación.

El aporte antropológico de Edith Stein a la educación

Concepto de Persona.

El curso de Münster sobre la estructura de la persona humana (Der Aufbau der menslichen
Person) es fundamental para acercarse al concepto de persona. Allí define a la persona
como un ser dotado de razón, como un ser que es dueño de sí mismo y que es consciente y,
por serlo, se tiene a sí mismo bajo las riendas. Partiendo de allí, la filósofa resalta lo
importante que es para la persona este tenerse “a sí mismo bajo las riendas”, porque sólo
así puede “configurar libremente los actos puntuales de su vida” (Stein, 2003a: 662). Estos
actos, entendidos no como actos de conciencia sino como acciones que están fundadas en
hábitos y en costumbres, o que son de vital importancia para fundar dichos hábitos y
costumbres, le permiten a la persona configurar un determinado “modo de ser permanente”.
El autodominio representa la posibilidad de actuar persiguiendo un determinado fin, la
posibilidad de imprimirle a su vida práctica una legalidad racional que consiste en “actuar en
conformidad con un determinado principio” (2003a: 662).

El autodominio se fundamenta, en gran medida, en el autoconocimiento. Quien se conoce


sabe y puede identificar las cosas que debe hacer o dejar de hacer, dónde se tiene que
frenar, reparar o corregir a fin de alcanzar la meta que persigue. El fin último al que aspira la
persona puede estar vinculado a casos aislados, dice Stein, o bien “puede tratarse de un
objetivo supremo que la persona puede alcanzar con todo su proceso de autoconfiguración”
(Stein, 2003a: 662). Este objetivo supremo o fin último al que aspira la persona es “un
modelo de lo que quiere llegar a ser” (2003a: 662).

Así pues, que la persona es un ser dotado de razón quiere decir, como lo expone en Ser
finito y ser eterno, que “puede comprender la normalidad de su ser propio y según esto
puede orientarse con su comportamiento” (2007b: 958). Por eso, la persona humana es
consciente, se da cuenta de lo que hace, lo que quiere o desea y, además, es libre, porque
sólo siendo libre puede elegir los caminos a partir de los cuales autoconfigurarse. En esta
obra de 1936 Stein va a enfatizar el sentido de la persona entendido como “el yo consciente
y libre” (2007b: 970), porque los actos libres “son el primer ámbito de dominio de la persona”
(2007b: 970).
Como podemos ver, se trata del sentido de la persona como un ser que se encuentra en
devenir. Podríamos decir que, por un lado, tenemos a la persona en acto (esta persona de
aquí y ahora) y, por otro lado, tenemos la persona en potencia (el modelo o fin que se
persigue). La persona en potencia sería este modelo que es el que imprime sentido a las
acciones, pero es un modelo que siempre está más allá. El sentido de la persona adquiriría
con ello un sentido teleológico. Debemos decir también, que esta es una idea en la que
todavía trabajamos. Pero nos queda claro lo importante que es el tiempo para comprender el
modo de ser de la persona, su devenir temporal e histórico o lo que constituye su imagen
dinámica que se inscribe dentro de una fenomenología genética. Lo que es la persona lo es
en desarrollo. Por ello Stein habla de «formación» (Bildung), «autoformación» y
«autoadiestramiento» (Selbstausbildung) y del «autodesarrollo» (Selbstentwicklung). A partir
de los actos libres la persona se constituye y este despliegue es necesariamente temporal e
histórico.

Es claro para Stein que el hombre “no llega al mundo «terminado», sino que a lo largo de
toda su vida se ha de ir construyendo y renovando a sí mismo en un constante proceso de
transformación” (2003a: 687). El problema aquí es justamente que este proceso de
transformación –dice Stein– no alcanza nunca “un estado definitivo e inmutable” (2003a:
687). Es como si al final, con la muerte, nos quedáramos en el camino, en este despliegue
que se vería truncado por nuestra propia finitud. De hecho, en algunos pasajes de sus obras,
en especial en La estructura de la persona humana y Ser finito y Ser eterno, Stein refuta
algunas de las tesis hedeggerianas que a su juicio conducen a cierto pesimismo a incluso al
nihilismo. Al nihilismo metafísico le seguiría un nihilismo pedagógico que habría que superar
con una “metafísica positiva que dé una respuesta adecuada a la nada y a los abismos de la
existencia humana” (2003a: 568).

Pues bien, un lugar especial dentro de la estructura de la persona humana lo conforma lo


que Edith Stein denominó “núcleo de la persona” (Kern der Person) desde una etapa muy
temprana de su pensamiento. De acuerdo con las ideas que ella misma va desplegando a lo
largo de los años, en distintas obras y en diferentes periodos de su pensamiento, el núcleo
de la persona es “el fundamento ontológico de la vida anímica puntual en el alma misma,
con sus potencias y hábitos” (2003a: 653). Fuertemente influenciada por el pensamiento de
santo Tomás de Aquino, Stein define las «potencias» como “capacidades no desarrolladas,
como meras posibilidades” (Stein, 2003f: 91). El núcleo de la persona constituye el sello de
su individualidad personal; en él se hallan estas potencias o cualidades que pueden des -
plegarse y actualizarse o que, en su defecto, pueden quedar atrofiadas. A través de las
acciones, sobre todo de aquellas que resultan habituales, acciones que se convierten en
hábitos, la persona también contribuye a la configuración del núcleo porque se quedan
marcadas en él y lo forman. Las acciones y las decisiones resultan importantes porque “toda
decisión crea una disposición a volver a tomar otra decisión análoga” (2003a: 654). En la
idea del núcleo de la persona, la cual tiene el sentido de la “estructura personal y su
cualificación individual”, es la forma en la que la persona humana encuentra “el centro de su
ser” (2003a: 669). Desde un análisis metafísico, Stein sostiene que todos los estratos de la
persona (tanto corporales como anímicos y espirituales) “están informados desde ese
núcleo” (2003a: 670).

En pocas palabras, lo que es la persona lo es por el núcleo, que es el centro de su ser y su


fundamento; el desarrollo de la personalidad y el ir ganando grados cada vez más altos,
consistiría en la actualización de las potencias que están ya contenidos en ella. Mu chas
potencias se desarrollan y se actualizan y otras no. A través del autoconocimiento, la
persona humana se da cuenta de sus propias capacidades, habilidades y potencias; sabe
dónde hacer y dónde dejar de hacer para lograr el cumplimiento del modelo de persona que
persigue. La persona que trabaja conscientemente en su formación, “tiene una imagen ante
sus ojos” (Stein, 2003b: 192) y esta imagen, por cierto, la puede tener a partir de una
persona humana concreta que conoce y lo motiva a ser de ese modo (Stein 2003b: 192).

Formación y autoformación de la persona

Entre las ideas pedagógicas y antropológicas de Edith Stein es fundamental resaltar el


concepto de formación (Bildung). La idea que defiende la filósofa de Breslau es que la
persona, por poseer la capacidad de autodominio y por su capacidad de elegir, puede ser
adiestrada por otros, por supuesto, pero de manera primigenia puede autoeducarse o
autoformarse. En su ensayo sobre Naturaleza, libertad y gracia sostiene que la persona
puede trabajar en “la formación de su carácter” (2007a: 72 y ss). La persona, por tanto,
puede educarse a sí misma. El sentido de la formación del hombre tiene en Stein el sen tido
de la formación del espíritu en el sentido subjetivo y objetivo, porque se trata de que la
persona actualice las potencias y cualidades que posee, por un lado, y de que se introduzca
en la cultura y aprecie los tesoros que ella le ofrece en sus diversas dimensiones.
En 1930, Stein dictó la conferencia “Sobre el concepto de formación” y allí expresó que la
persona, gracias a su libertad, se tiene a sí misma en sus manos y que, en este sentido, a
través de la voluntad puede dirigir el alma y el cuerpo, aunque ciertamente no de manera
incondicional e ilimitada (2003b: 190). De este modo, enfatiza que “todo formar es auto-
formar” y que “en toda actividad formadora lo activo se forma a sí mismo, es decir, el sujeto y
el objeto de esta actividad es el mismo” (2003b: 188). En cierto sentido, hay que afirmar que
todo proceso de formación es un proceso de autoformación, porque los actos de la persona
son transitivos. Como ha hecho notar F. J. Sancho Fermín: “la libertad de la persona
humana, aun siendo algo condicionado por su finitud..., es algo específico de su
personalidad y desempeña un papel constitutivo en el crecimiento del hombre” (Sancho,
2000: 162 y s).

Así, la educación viene siendo una especie de adiestramiento. Stein entiende el


adiestramiento “como cultivo de las fuerzas a través de su puesta en acción” (Stein, 2003b:
190). En consecuencia, la educación del individuo tendría que centrarse en la formación de
la persona tomando en consideración las capacidades y aptitudes que posee sin descuidar
el medio en el que éste se desenvuelve; esto se sigue de la afirmación que hace Stein en
su Introducción a la filosofía, idea que reafirma en sus escritos de madurez, y según la cual
la vida de la persona “se manifiesta en el hecho de que el «núcleo» determina por sí mismo
qué es lo que acontece con la totalidad del ser vivo” (Stein, 2005: 792). La consecuencia
pedagógica de esta tesis es justamente que educar “quiere decir llevar a otras personas a
que lleguen a ser lo que deben ser” (2003a: 743).

En su obra sobre los Fundamentos de la formaciónde la mujer de 1932, Stein refutó la idea


de formación como mera exterioridad, y defendió que el adiestramiento que proporciona la
educación no se refiere a saberes enciclopédicos ni se reduce a los conocimientos del
mundo externos, “sino a la configuración que la personalidad humana asume bajo la
influencia de múltiples fuerzas formadoras” (2003h: 197). Pero, ¿cómo puede el ser humano
trabajar en la formación de sí mismo? Stein considera que ello sólo se logra cuando el
individuo madura y despierta a la vida espiritual desde la cual ejerce su libertad. Al ganar
esta libertad, el ser humano “puede él mismo trabajar en su formación”, pero requiere para
ello del ejercicio de su “libre voluntad” (2003h, 199).Así que, mientras esta libertad no se
asume de manera consciente por el individuo y se encuentra en un estado en donde todavía
no puede elegir por sí mismo los medios para autoformarse de modo responsable, la
formación debe depositarse en manos de alguien más. Este alguien debería, por tanto,
poseer la claridad del modelo de ser humano que quiere formar.

Pues bien, de acuerdo con la propuesta educativa de Edith Stein, la educación o formación
de sí mismo parte de una mirada a la realidad profunda del alma. Stein piensa en la
formación de espíritu en el sentido de que sólo así se puede lograr plenamente la formación
del hombre, pero la formación del hombre significa la realización del alma, o sea la
actualización de las potencias. “El alma tiene que realizarse” (Stein, 2003b: 185) y lo hace
por medio del espíritu que es libre y mantiene esta apertura a la trascendencia. Pero para lo-
grar esta realización, a nuestro juicio, la persona debe asumir un posicionamiento ético. Se
trataría de una actitud responsable consigo mismo, pero justamente por ello se trataría
también de una postura ética frente a los otros y frente al mundo.

Ahora bien, Stein no escribió un libro de ética y lo que podemos recuperar sobre este tema
lo esbozó parcialmente en algunos de sus escritos. Por las ideas que allí expone, nosotros
consideramos que el proceso de autoformación de la persona va acompañado de una
dimensión ética. Pero, ¿cómo debe entenderse esta ética? En su conferencia de 1930 sobre
El ethos de las profesiones femeninas, expone su idea misma de «ethos». Allí arguye que el
«ethos» se refiere a “algo duradero que regula los actos del ser humano... algo que en él
mismo es activo, en una forma interior, en una duradera actitud del alma” (Stein, 2003c:
161). El término «ethos» remite, como en la escolástica, al concepto de hábito y señala que
la idea universal del hábito “se especifica en el ethos mediante el punto de vista del valor.
Cuando se habla de «ethos» se mienta un hábito o una multiplicidad de hábitos que poseen
un valor positivo y satisfacen determinadas exigencias objetivas o leyes” (2003c: 161).

Es verdad que el concepto de «ethos» lo recupera Stein en el contexto de sus estudios


sobre las profesiones feministas, pero cuando así lo hace, está pensando en el sentido
personal de las mujeres profesionistas, en el hecho de que ellas son personas y por ser así,
su definición de ethos y sus implicaciones se pueden extender a cualquier persona, sea
hombre o sea mujer. De acuerdo con Urbano Ferrer, el ethos en Stein hay que entenderlo en
el sentido de un “conjunto disposicional de su sí mismo, que denominamos ethos o carácter”
(Ferrer, 2002: 63). El sí mismo, de acuerdo con Ferrer, es entendido como “la materia que el
yo ha de conformar, pero no siéndole ajena, sino como un resto de opacidad situado en su
interior y que el yo va sucesivamente esclareciendo” (Ferrer, 2002: 61). Ferrer se refiere al sí
mismo como “zonas de penumbra” que rodean la vida de conciencia y menciona entre ellas
“mis potencias, mis hábitos, mi cuerpo” (Ferrer, 2002, 61). Stein reconoce que hay una
estrecha relación entre las potencias, los hábitos y la actualidad y la razón de ello es que “las
potencias delimitan el campo natural de posibilidades para la actualidad” (Stein, 2003a: 653).

Así pues, cuando Stein afirma que la persona tiene que formarse a sí misma, debemos tener
presente que es en el alma humana misma donde están contenidas estas zonas de
penumbra, estas potencias, hábitos y el cuerpo mismo que escapan a la vida consciente y
que inclusive podríamos identificar con la pasividad de la vida del sujeto.Y esto es así debido
a que Stein identifica el núcleo de la persona también con la vida afectiva. En algunos
pasajes de Ser finito y ser eterno y en la Ciencia de la cruz identifica la vida afectiva de la
persona con el corazón (véase Sánchez, 2016: 124 y ss).

Pues bien, el sí mismo que debo formar es este conjunto de disposiciones y potencias
contenidas en el núcleo de la persona y de cuyo despliegue dependerá la autenticidad o falta
de autenticidad de la persona.A la formación de esos hábitos no se puede llegar más que en
la autoeducación, el autocontrol y la autodeterminación personal, es decir, en el ejercicio de
la libertad en el horizonte teleológico de la persona. Por ello decimos que la vida personal es
ya una vida acompañada de un ethos personal que se despliega en todas las acciones y en
todo el comportamiento de la persona. En especial hay que tener presente que “lo que es
asimilado en el interior del alma, se convierte en una parte de ella” (Stein, 2003b: 186).
Consecuentemente, en la formación del espíritu el alma se realiza y con ello la persona llega
a ser el que debe ser.

Como vimos más arriba, Stein no entiende la “esencia del alma” en el sentido de la esencia
del alma en general o universal. Por ejemplo, en Ser finito y ser eterno, al hablar del alma
humana no se refiere al género sino a “lo propio de cada alma humana, su característi ca
personal” (2007b: 1022). Por ello considera que la persona que vive desde su centro anímico
es “capaz de renovarse auténticamente” (2007b: 1022). Y en el concepto de renovación
(Erneuerung) –que aparece también en los ensayos de Kaizo de Husserl– ya está contenido
el concepto de «ethos». En el «ethos» se fundamenta la “orientación vital originaria” de la
persona que vive desde el centro íntimo de su alma.Así como la persona se puede formar a
sí misma, también se puede “desatender” “y consecuentemente puede culparse a sí mismo
si permanece «inculto (no-formado)» o «deformado» (Stein, 2003b: 190). Con ello vemos
que la Bildung tiene el sentido del cultivo de sí.
La persona y la labor educativa

En La estructura de la persona humana Stein define la pedagogía como la “teoría de la


formación del hombre” (2003a: 562). Pero la pedagogía, añade, es “parte orgánica de una
imagen global del mundo, es decir, de una metafísica” (2003a: 562). La pedagogía o las
teorías pedagógicas, parten de una determinada idea del mundo y del hombre, de una
metafísica, que es la que está como presupuesto de sus métodos, de sus fines y, por tanto,
de los medios que se eligen para educar o formar al ser humano. Esta idea del hombre que
está presupuesta es justamente la que justifica las diversas acciones que hay que
emprender para dar cumplimiento al fin que se persigue. Los métodos pedagógicos y los
contenidos de los planes y programas de estudio, intentan ser coherentes con esta serie de
ideas y presupuestos y creemos que es justo allí donde Edith Stein ha advertido algunas
dificultades importantes.

Pero, ¿qué importencia tiene el concepto de Bildung en relación con la persona? Como
hemos visto, la persona se puede auto-configurar y autoeducarse. Pero, cuando el hombre,
por las distintas razones que podamos pensar, no puede “trabajar él mismo en su propia
formación”, entonces “está asignado a la actividad de otros, de formadores humanos, que
pueden y deben proporcionarle los materiales formativos necesarios” (Stein, 2003b: 191).
¿En función de qué principios deben estos formadores realizar esta empresa? Para Stein es
claro que, así como el ser humano puede y debe ejercer su libertad para conquistar grados
cada vez más altos o mejor más profundos de sí mismo, también hay un deber del
«entorno»; la sociedad también tiene cierta “obligación y responsabilidad”. Entre ellas,
aportar los materiales necesarios para llevar a cabo la formación, asegurarse que esos
materiales sean lo más adecuados posibles y, finalmente, que esos materiales sean
“ofrecidos en una forma que la asimilación sea lo más provechosa posible” (2003b: 191).

Stein insiste que mujeres y hombres “son seres individuales, cuya individualidad debe ser
tenida en cuenta en la labor de formación” (2003h: 209). Así que la exigencia del docente es
doble, porque debe en primer lugar conocerse a sí mismo y, luego, debe conocer a la
persona que va a formar. En estas conferencias y textos de 1926 a 1933, se centran
específicamente, en su mayoría, en la labor educativa y formativa de la mujer, tanto como
formadora de personas como persona que debe ser formada, pero las indicaciones de Stein,
una vez más pueden y deben extenderse a todas las personas. En ambos casos, se trate de
una maestra o de un maestro, deben estar formados ellos mismos para poder formar a otros,
lo que resulta una exigencia ética necesaria. Pero también, como hemos apuntado ya, los
maestros tienen la exigencia de “prestar atención a los dones individuales del niño para que
sea formado del modo adecuado” (Stein, 2003g: 248). Por estas mismas razones Stein
extiende esta misma advertencia a la profesión misma del docente y señala que “el trabajo
presente no debe descuidarse en virtud de las aficiones personales” porque “nadie puede
dar lo que no tiene, y el que deja atrofiarse lo mejor que posee para luchar por tener algo
que por naturaleza no le corresponde, está matando todo efecto fructífero” (Stein, 3003g:
248). Por último, Stein también advierte que debemos ser conscientes de nuestra naturaleza
creada, de nuestra finitud y, a partir de ello, considerar las implicaciones que tiene en
nuestra formación y en la de aquellos que nos han sido confiados.

La implicación es muy clara: “nunca alcanzaremos la posesión de un conocimiento perfecto,


ni para nosotros mismos ni para los otros, y por eso nunca estaremos en condiciones de
poder acometer nuestra labor de formación, en nosotros mismos o en los otros, con infalible
seguridad” (2003b: 193). Por ello, Stein recurre a Dios como formador y termina confiando
en que aquello que el formador mismo no pueda lograr por sus propios medios, con sus
técnicas o procesos, Dios puede hacerlo a través de la gracia. Sostiene que “ninguna
medida formativa de un educador puede cambiar la naturaleza de un hombre, solo pueden
contribuir para que siga, de entre sus posibles direcciones formativas, una u otra” (2003b:
192). Dios, en cambio, tiene el poder de “transformar la naturaleza y así influenciar desde
dentro en el proceso formativo de tal manera que resulta sorprendente y asombroso sobre
todo para aquel a quien le sucede” (2003b: 192). Lo que Stein aconseja es “abrirnos a la
gracia”, esto es, “renunciar totalmente a nuestra propia voluntad, hacerla prisionera del
querer divino, poner en las manos de Dios toda nuestra alma, presta a la aceptación de su
obra formativa” (2003h: 210).

La filósofa tiene muy en cuenta la idea de la persona como individuo, de la persona como
ser único e irrepetible y ello tiene un impacto importante en la educación y en cualquier
proceso de formación. Al final de la conferencia que Stein impartió el 8 de noviembre de
1930 sobre los “Fundamentos de la formación de la mujer”, añadió un comentario el 12 de
enero de 1932 a petición de Marie Buczkowska, una de las asistentes a la conferencia, y allí
da una serie de consejos sobre cómo despertarse en las mañanas, qué hacer durante la
primera hora y cómo desarrollar las demás actividades hasta la hora de evaluar nuestras
acciones del día a la hora de ir a dormir. Pero advierte que se trata sólo de algunas
indicaciones que podrían ayudar a ordenar las actividades del día, aunque, en realidad, cada
quien debería considerar cómo podría ordenar sus actividades en función de “las propias
circunstancias de la vida” (2003h: 212). Las actividades hay que ordenarlas tomando en
cuenta las condiciones, el género de vida y, en especial, sabiendo que la situación exterior
es distinta en cada persona. Stein enfatiza también que debemos tener en cuenta que “la
situación anímica es diferente en las distintas personas y en cada uno de los distintos
tiempos” (2003h: 213). Por último, señala:“Los medios adecuados para establecer la
conexión con lo eterno, para mantenerlos, o para revitalizarlos... no son todos igualmente
fructíferos para cada uno ni para todos los tiempos” (2003h: 213).

En esta misma conferencia Stein apuntó una serie de ideas que coinciden plenamente con
algunas de las tesis principales de Paulo Freire y sobre las cuales Pamela Fitzpatrick ha
realizado una serie de anotaciones en su trabajo (2016: 269). Stein notaba, al igual que
Freire, que la educación no puede reducirse simplemente a la transmisión de saberes
enciclopédicos que los estudiantes memorizan y retienen, porque esos saberes pueden no
tener nada que ver con su contexto y podrían no identificarse con ellos como personas. A su
juicio, una elección sana de la profesión debía tener en consideración los propios “dotes
individuales” (2003h: 208). De este modo, la temprana identificación de éstos podía usarse
en provecho de la elección de materias que se encargaran de formar al individuo en relación
con una profesión futura. Stein imaginaba, en este caso, poder realizar esta práctica a través
del modelo de Maria Montessori, en el cual el individuo es formado desde una etapa muy
temprana hasta alcanzar una vida profesional (2003h: 208). La formación y toda labor de
formación debería estar centrada, entonces, en el “talento e inclinación individuales”
partiendo de saberes teóricos y prácticos al mismo tiempo. Ello significa que, aparte de los
contenidos teóricos propios de cada materia, los estudiantes pudieran realizar una serie de
actividades prácticas, “no por experimentos de laboratorio, sino mediante solución de tareas
reales, aunque pequeñas y modestas” (2003h: 208).

Pues bien, al final de La estructura de la persona humana Stein enfatiza una vez más la
necesidad de “recurrir a casos concretos” que les permitan a los estudiantes asimilar los
contenidos y subraya lo importante que es además que el maestro predique con el ejemplo y
que sea coherente en su vida práctica con lo que enseña. La falta de coherencia entre ellos
puede conducir a una actitud escéptica por parte del estudiante y a causa de ello hacer
imposible cumplir plenamente con los objetivos de la labor docente (Stein, 2003a: 747).
Así, podemos inferir que, para Stein, la labor educativa y formativa debería estar enfocada
en desarrollar las potencias y cualidades que la persona ya tiene. Fracasará o demandará
mayor esfuerzo, por tanto, cualquier actividad formativa que intente desarrollar en el in-
dividuo una habilidad para la cual no tiene las potencias ni el interés y empeño que se
requiere. Es una tarea sumamente difícil porque, en sentido estricto, la formación debería
centrarse en la individualidad de cada persona. Pero, además, ello es difícil de lograr cuando
se tiene que educar a grupos amplios, cuando los contenidos determinados no concuerdan
con los intereses de los estudiantes o cuando al mismo formador o docente no le interesa el
trabajo que realiza, en el peor de los casos.

Pamela Fitzpatrick ha resaltado la idea que la filosofía de la educación de Edith Stein insiste
en que los maestros se centren en los individuos. Afirma, en efecto: “For this reason: Stein’s
philosophy of education resonates today because she insisted that teachers focus on the
individual” y dice allí mismo: “To Stein, every student had a soul, was an individual, and
warranted a teacher who was empathetic, qualified, and committed” (2016: 267).

Así pues, Stein identifica algunos problemas en la falta de una metafísica en las teorías
pedagógicas o en la falta de claridad de ellas, o en la incoherencia entre un modelo
pedagógico y la metafísica que se tiene. Las teorías tienen implicaciones, y dependiendo de
las teorías que se asuman se derivará una serie de acciones (2003a: 562). La idea del
hombre que se asuma determinará la idea que se formule de la pedagogía y de las labores
educativas y tendrá necesariamente un impacto social, ya que la formación desemboca
finalmente en una profesión y la profesión, sostiene Stein, “es el lugar en el cual se integra el
individuo en la comunidad, o la función que tiene que cumplir en el organismo social” (2003h:
208).

Por estas razones, Stein toma en consideración algunas condiciones de posibilidad de la


educación, lo que muestra partiendo de la idea de que los seres humanos, a diferencia de
otras especies, ejecutan actos en común gracias a su naturaleza espiritual. Entre estas
condiciones están: 1. Que las personas implicadas en el acto educativo asumen distintas
posturas o roles: el del educador y el del educando, “y exige de cada uno de ellos una
participación diferente” (2003a: 577). 2.También está el hecho de tener en posesión ciertos
“bienes espirituales objetivos” y la posibilidad de que unas personas se los transmitan a
otras y 3. “El carácter evolutivo del hombre”, lo que nos conecta una vez más con la finitud y
remarca la idea de que el ser humano “no entra terminado al ser”; este carácter evolutivo
debe entenderse en el sentido de la autodeterminación y luego de la dirección y del
seguimiento. En efecto, este tercer aspecto nosotros lo definimos a través de la imagen
dinámica de la persona o lo que es su constitución genética.

En un texto de 1929, intitulado “Sobre la lucha por el maestro católico”, Stein se enfrenta al
problema o dilema marcado en ese momento por la separación entre el espíritu alemán y el
catolicismo. Allí asume que en toda labor educativa se debe tener en claro, en primer lugar,
“qué significa «educar»” (2003d: 104) y líneas después aborda el problema del objetivo de la
educación para hacer énfasis en lo siguiente: “que establecer objetivos es tarea de la ética, y
que por tanto la ética es la ciencia fundamental para la pedagogía” (2003d: 105). Pero,
ciertamente, Stein no desarrolló esta línea. Respecto del trabajo docente, Stein sostiene, en
otro lugar, que “The instructor may even consider the education successful, if the pupil has
been prepared to continue her education independently in the initiated direction” (Stein.
en Fitzpatrick, 2016: 269).

Fuente: Rubén Sánchez Muñoz [email protected]

Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, México

Persona y formación. El aporte antropológico de Edith Stein a la educación

Revista de Filosofía Open Insight, vol. IX, núm. 17, pp. 25-47, 2018

Centro de Investigación Social Avanzada

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