Psicología Sistémica Paz Canales

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Psicología Sistémica.

Paz Canales Manns

Lo que hoy entendemos por enfoque o perspectiva sistémica surge desde


diversos ámbitos relacionados con las ciencias humanas, biológicas, físicas y sociales.
Estas distintas fuentes de origen, junto con los desarrollos hechos por diversas personas
en distintos países, han influido, sin duda, en una característica fundamental de esta
perspectiva teórica: la diversidad de corrientes que la componen.

Esta diversidad impide hacer referencia al enfoque sistémico como un cuerpo


homogéneo con características similares. Esto se complejiza aún más si se considera el
desarrollo conceptual que han ido teniendo cada uno de estos enfoques llamados
sistémicos a lo largo de la historia.

El enfoque sistémico, o más bien las ideas sistémicas, no pertenecen sólo al


ámbito de la psicología, constituyéndose así en un marco conceptual mucho más amplio
que brinda una manera de comprender al sujeto inserto en múltiples sistemas humanos.

Con el fin de formular los aspectos centrales del pensamiento sistémico, se


realizará un breve recorrido histórico, desde sus inicios hasta la actualidad, para así dar
cuenta de los fundamentos epistemológicos de este enfoque.

Historia, fundamentos, epistemología.

En Estados Unidos, alrededor del año 1950, surge lo que actualmente llamamos
Terapia Familiar Sistémica. (Bertrando y Toffanetti 2004; Elkaïm 1988; Hoffman 1998;
Minuchin 1991). Sus orígenes más remotos se podrían encontrar en la consultoría
conyugal realizada principalmente por asistentes sociales a finales del siglo XIX, como
también por psiquiatras y psicoterapeutas interesados en la comprensión de las
patologías mentales en su contexto más inmediato, la familia. (Bertrando y Toffanetti
2004).

Desde esa época hasta nuestros tiempos, tanto en Estados Unidos como también
en Europa han surgido una gran cantidad de enfoques que se consideran parte de la
corriente sistémica. En relación a esto Elkaïm menciona que las escuelas llamadas
sistémicas parecen tener poco en común, “algunas exigen que toda la familia sea
entrevistada en la sesión, otras preconizan el trabajo con una perspectiva sistémica,
aunque aborden a un miembro de la familia solamente. Unos rechazan aporte del
psicoanálisis, y otras lo reivindican.” (Elkaïm 1988, Pág. 13). Entre las distintas
escuelas también se podrían encontrar diferencias que no se relacionan directamente con
la labor terapéutica, como lo son, por ejemplo, diferencias en los modos de
conceptualizar y abordar la formación de los futuros terapeutas o los modos de
supervisión de los psicoterapeutas que atienden a las familias.

Entre esta gran variedad de escuelas podemos mencionar las Terapias


Intergeneracionales o Transgeneracionales dentro de las cuales destacan las teorías de
Murray Bowen, Iván Boszormenyi – Nagy y James Framo; las Terapias Estratégicas o
Terapias Breves, destacando el grupo del MRI, J. Haley, C. Madanes; la Teoría
Estructural de Salvador Minuchin; la Escuela de Roma creada por M. Andolfi; la
Escuela de Milán creada por M. Selvini Palazzolo, G. Cechin, y L. Boscoso; las teorías
asociadas a un nombre más que a una corriente teórica, como lo son los desarrollos
hechos por N. Ackerman, C. Whitaker, M. Elkaïm, V. Satir; y las teorías
Constructivistas donde encontramos a Anderson y Goolishian. (Carrasco y Rosselot
1997) 1

Sin desconocer las diferencias entre las distintas escuelas dentro del enfoque
sistémico, es posible considerar fundamentos comunes que se constituyen en las
principales fuentes de la Terapia Familiar Sistémica. Estos fundamentos no se
encuentran en la psicología, ni en la psiquiatría, ni en el psicoanálisis, disciplinas que
sin duda van a influir y nutrir al enfoque sistémico desde sus orígenes, pero que a pesar
de esto no se pueden considerar como los fundamentos del enfoque sistémico. Dentro
de las principales disciplinas o teorías que se constituyeron en los fundamentos del
pensamiento sistémico se encuentran la Teoría General de Sistemas, la Cibernética y la
Teoría de la Comunicación.

Es indudable la influencia que tuvo la Teoría General de Sistemas sobre el


pensamiento sistémico. En 1934 Ludwing von Bertalanffy (Bertrando y Toffanetti
2004) plantea la Teoría General de Sistemas como un intento de concebir leyes
generales y comunes a todos los sistemas. Realiza una distinción entre los sistemas
cerrados y los sistemas abiertos. Todos los organismos vivientes serían considerados
sistemas abiertos a la información, a la energía y a la materia, existiendo comunicación
e interacción con el medio que los rodea (Jutorán 1994).

Entre estas leyes generales que postula von Bertalanffy se destaca la concepción
de sistema, considerando a este como un todo que es más que la suma de sus partes
(Albernhe y Albernhe, 2004). De esta manera toma relevancia la relación entre las
partes como algo cualitativamente distinto a las partes mismas o la suma de estas. Es
decir, las relaciones son un componente más a considerar a la hora de evaluar, observar
o describir un sistema. La familia como un sistema pasa a tener una connotación
diferente, se empieza a pensar en la relevancia de las relaciones por sobre una
concepción individualista del ser humano.

Otra característica de los sistemas que von Bertalanffy planteó fue la


homeostasis. Fue Cannon, en 1932, quien por primera vez utiliza el término
homeostasis para ser utilizado en el campo de la biología (Albernhe y Albernhe, 2004).
La homeostasis se entendía como “el conjunto de procesos que permiten al organismo
conservar la estabilidad de su ambiente interno” (Bertrando y Toffanetti 2004, Pág. 54).
Para que un organismo conserve su estabilidad es necesaria la presencia de estados de
cambio y de estados de estabilidad, teniendo que predominar finalmente un estado de
equilibrio.

1
Hay varios libros que hacen un recorrido y analizan las premisas de cada enfoque dentro de la terapia familiar. Entre
ellos: Fundamentos de la terapia familiar, L. Hoffman, 1998; Historia de la Terapia Familiar, Los personajes y las
ideas P. Bertrando, D. Toffanetti 2004; Les therapies familiales systémiques, K. Albernhe, T. Albernhe 2004.
Según von Bertalanffy los sistemas abiertos no debían entenderse desde una
lógica causal y lineal, postulando así la equifinalidad como una característica central de
estos. “Según este principio, a partir de diferentes condiciones iniciales y por diferentes
caminos se puede alcanzar el mismo estado” (Jutorán 1994, Pág. 12). Es decir, las
características o condiciones iniciales de un sistema no determinan el desarrollo o
estado final de este.

Además de los desarrollos realizados por von Bertalanffy, se hicieron avances


importantes en el estudio y comprensión de la comunicación, contribuyendo ambos al
surgimiento de la teoría sistémica, como también a sus desarrollos posteriores. La
comunicación ha sido un tema que ha inquietado al ser humano desde la antigua Grecia
(Jutorán 1994). En 1949 Shannon y Weaver generaron un modelo explicativo de la
comunicación humana (Jutorán 1994). Este modelo consideraba a la comunicación
como un proceso lineal de entrega y recepción de información en el cual era necesario
considerar al emisor, al canal de transmisión, al receptor y a la fuente de ruido, siendo
este último factor el que explicaba las posibles distorsiones entre el emisor y el receptor.

Rápidamente este modelo fue dejado de lado y autores como Bateson,


Watzlawick, Beavin y Jackson pensaron la comunicación humana de una manera más
compleja que el modelo lineal de Shannon y Weaver. Bateson y Ruesch escriben en
1951 el libro Comunicación, la matriz social de la psiquiatría (Jutorán 1994), sentando
las bases del libro que escribirían posteriormente Watzlawick, Beavin y Jackson, a
saber, la Teoría de la Comunicación Humana. En este libro se plantea que la
comunicación humana podría concebirse bajo cinco axiomas: la imposibilidad de no
comunicar, los niveles de contenido y relación de la comunicación, la puntuación de la
secuencia de hechos, la comunicación digital y analógica y la interacción simétrica y
complementaria (Watzlawick, Beavin, y Jackson 1993).

Muchos de los planteamientos de Bateson se constituyeron en los fundamentos


de las teorías de la comunicación. La teoría del doble vínculo, desarrollada por Bateson,
Watzlawick, Weakland, Haley, entre otros (Jutorán 1994), revolucionó la concepción
clásica que se tenía hasta la época de la enfermedad mental, la que se situaba
principalmente en el individuo. El concepto de doble vínculo logra que se centre la
atención en las relaciones y sobre todo en aquellas relaciones llamadas patológicas. Este
vuelco desde lo individual a lo relacional tuvo un gran impacto, ya que surgió el
contexto inmediato de los individuos, la familia, como un sistema poderoso capaz de
generar una patología mental. Estas ideas han ido evolucionando y se han integrado a
ellas factores biológicos, individuales y sociales a la hora de concebir la salud y la
patología del individuo /familia.

Otro gran aporte de Bateson se relaciona con la noción de recursividad, la que


pone en evidencia la circularidad de los sistemas (en términos recursivos, la circularidad
circular de los sistemas). Esta concepción de los sistemas implicó una nueva manera de
pensar las relaciones, ya que era necesario abandonar un pensamiento lineal y comenzar
a pensar desde la circularidad. Para esto Bateson (Kenney 1991) planteó la necesidad de
tener una visión binocular que permitiera hacer una doble descripción de la relación, es
decir, poder acceder a la pauta que conecta a dos o más personas en una relación
accediendo de esta manera al proceso relacional y no al contenido. Bateson distinguió
dos categorías interaccionales, (Kenney 1991) la relación complementaria y la relación
simétrica.
Los planteamientos de Bateson tales como la distinción entre una relación
complementaria y una relación simétrica, la distinción entre pauta/proceso y forma en la
comunicación, el considerar relevantes los contextos en los cuales se produce la
comunicación, la metacomunicación, no sólo permitieron acceder a un nivel más
complejo en la teoría de la comunicación y por ende, de las relaciones humanas, sino
que también contribuyeron al desarrollo de la cibernética.

Sin desconocer los aportes de la Teoría General de Sistemas y de la Teoría de la


Comunicación, se plantea que el origen del pensamiento sistémico sería la cibernética
(Albernhe y Albernhe, 2004) y los orígenes de ésta se situarían en una serie de
conferencias interdisciplinarias, las Conferencias Macy (Bertrando y Toffanetti 2004).
En 1946 se inician estas conferencias con el objetivo de reunir a investigadores de
diversas disciplinas con el fin de compartir los descubrimientos realizados en el campo
de la matemática, ingeniería, filosofía, antropología, entre otras. Algunos de los
investigadores que participaron en las Conferencias Macy fueron Bateson, Mead,
McCulloch, Wiener y von Foerster (Bertrando y Toffanetti 2004).

En 1948 Wiener, matemático de profesión, propone denominar cibernética a una


nueva disciplina centrada en el estudio del control y la comunicación. El término
cibernética ya había sido utilizado en 1834 por André-Marie Ampère, y significaría “el
arte de gobernar” (Jutorán 1994, Pág. 17). Bateson definiría cibernética como “la rama
de la matemática que estudia el control, la recursividad y la información” (Bertrando y
Toffanetti 2004, Pág. 60). Para Keeney (1991) “definida en términos muy simples, la
cibernética forma parte de una ciencia general de la pauta y la organización” (Pág. 20).
La cibernética ha tenido un desarrollo a lo largo de la historia, siendo dividida en dos
momentos, la cibernética de primer orden y la cibernética de segundo orden (Jutorán
1994, Sluzki 1987, Albernhe y Albernhe 2004, Hoffman 1998).

Dentro de la cibernética de primer orden se distingue la primera cibernética y la


según da cibernética (Jutorán 1994, Sluzki 1987).

La primera cibernética se caracterizó por centrarse en los mecanismos de


autorregulación, es decir, en el estudio de los mecanismos propios de los sistemas que
servirían para autorregularse. El mecanismo de autorregulación por excelencia sería la
retroalimentación, concepto formulado por Wiener para nombrar la manera según la
cual la información vuelve al emisor y lo modifica. Los estudios de Wiener se centraron
específicamente en aquellos mecanismos o procesos que corregían la desviación,
denominando a este proceso retroalimentación negativa (Sluzki 1987).

La segunda cibernética pone énfasis tanto en los procesos que corrigen la


desviación como también en aquellos procesos que amplifican la desviación, siendo
denominados estos últimos como retroalimentación positiva. Destacan principalmente
los planteamientos de Maruyama formulados en 1963, quien dice que para la
sobrevivencia de los seres vivos es necesario dos procesos, la morfostasis y la
morfogénesis (Jutorán 1994). El primero se relaciona con mecanismos de
retroalimentación negativa, de mantención de la constancia, y el segundo con procesos
que amplifican la desviación, es decir mecanismos de retroalimentación positiva. Esta
nueva visión que integra el mecanismo de retroalimentación positiva como un aspecto
esencial en el funcionamiento de los sistemas, va a cambiar la visión de estos, siendo
considerados como fundamentales los momentos de estabilidad y de cambio en el
desarrollo deseable de cualquier sistema.

La cibernética de segundo orden surge en 1972 luego que Margaret Mead,


presidenta de la Asociación Norteamericana de Cibernética en ese tiempo, pronunciara
un discurso titulado “Cibernética de la Cibernética” (Jutorán 1994, Sluzki 1987). En esa
época ya existía un gran interés en los procesos recursivos, lo cual se traduce en querer
comprender la cibernética de la cibernética. Es von Foerster quien denomina a este
nuevo movimiento cibernética de segundo orden. Las personas que desarrollaron este
nuevo movimiento fueron el filósofo Ludwing Wittgenstein, los biólogos Humberto
Maturana y Francisco Varela, el físico y filósofo Heinz von Foerster y el neurofisiólogo
Warren McCulloch.

El eje central de la cibernética de segundo orden se relaciona con el supuesto de


que el observador es parte de lo observado (Jutorán 1994, Sluzki 1987). Es decir, todo
análisis, descripción u observación realizada por alguien no es objetiva, ya que el propio
sujeto es parte de aquello que observa o describe, no teniendo acceso nunca a aquello
que no es a partir de sí mismo. No se puede aseverar que aquello que vemos es
independientemente de nosotros, lo que pone en duda la existencia de una realidad ajena
a nosotros. “Nosotros tendemos a vivir un mundo de certidumbre, de solidez perceptual
indisputada, donde nuestras convicciones prueban que las cosas sólo son de la manera
que las vemos, y lo que nos parece cierto no puede tener otra alternativa” (Maturana y
Varela 1984, Pág. 5). El interés por lo verdadero pierde importancia y asumen
relevancia los procesos de cómo se conoce además de qué se conoce. La cibernética de
segundo orden pone de relieve los procesos de retroalimentación, circularidad y sobre
todo de recursividad, es decir, aquellos procesos que vuelven sobre sí mismos.

La terapia familia ha ido evolucionando junto con los cambios (epistemológicos)


recién mencionados. Es así como el paso de la cibernética de primer orden a la
cibernética de segundo orden marca dos momentos en la historia de la terapia familiar.

El primer momento, influido por los inicios de este pensamiento, da relevancia a


los procesos de la comunicación, a la teoría general de sistemas y a la cibernética de
primer orden. La familia era vista como el principal foco de atención, la sintomatología
de los individuos era llevada al contexto familiar y relacional. Los terapeutas se hicieron
expertos en pensar las relaciones familiares de manera circular, dejando de lado la
lógica causal-lineal. Se intentaba encontrar la verdadera causa de las distintas patologías
o síntomas o sufrimientos, buscando esta causa verdadera en el ámbito relacional. Esta
actitud de los terapeutas familiares los hizo compartir una premisa: “los pacientes deben
ser salvados, rescatados, individuados, emancipados de las familias o bien de sus
familias” (Bertrando y Toffanetti 2004, Pág. 71). Los terapeutas combatían con las
familias intentando producir los cambios que ellos consideraban adecuados.

A partir de las ideas surgidas con la segunda cibernética existe un vuelco en las
teorías y prácticas sistémicas. Se considera que la realidad no es una, sino que cada
sujeto construye su propia realidad. La percepción que se tienen de los hechos, tanto
pacientes como terapeutas, está determinada por la propia puntuación de los hechos que
hace cada uno, comprendiendo que existe un contexto más amplio en la explicación de
cada persona. Todo esto lleva al terapeuta a situarse en un lugar distinto al de experto,
dejando de ser un calibrador de sistemas externos a él y pasando a ser un miembro más
del sistema.

Además de estos dos momentos que se distinguen claramente, es posible dar


cuenta de otro desarrollo dentro del enfoque sistémico que se ve influido por los
fundamentos del enfoque sistémico recién expuestos, pero que a su vez sigue un camino
distinto, recibiendo importantes aportes del psicoanálisis. Nos referimos a aquellas
corrientes llamadas Transgeneracionales o Intergeneracionales. Dentro de estas es
posible encontrar los planteamientos de Nathan Ackerman, Murray Bowen, Iván
Boszormenyi-Nagy, James Framo y Helm Stierlin (Bertrando y Toffanetti 2004). Estos
enfoques comparten el interés por los aspectos históricos y constitutivos de los
individuos y de las familias. La historia no es pensada solo como pasado, como un
tiempo fundamental en la constitución del sujeto, sino también como parte del presente,
pasando a ser fundamental la comprensión de aspectos históricos a la hora de elaborar y
entender lo que sucede en la actualidad.

Por último y antes de finalizar esta breve reseña sobre las bases y fundamentos
del enfoque sistémico, interesa hacer referencia a los últimos desarrollos en el ámbito de
la psicología sistémica. Aquí encontramos a aquellas corrientes que derivaron del
construccionismo social. Para Gergen el construccionismo social “comienza con una
duda radical en el mundo dado-por-sentado – ya sea en la ciencia o en la vida diaria – y
de una manera especializada actúa como una forma de crítica social” (Gergen 1993,
Pág. 11). Plantean que la realidad y las teorías explicativas son construcciones sociales,
desafiando la pretensión de un conocimiento objetivo. El conocimiento y la producción
de éste se situaría en el intercambio social, en un momento dado y en un lugar
determinado. Es así como el lenguaje pasa a ocupar un rol central, siendo el vehículo
principal para el intercambio social. Dentro de este marco destacan las Terapias
Narrativas de Michel White y David Epson, las Terapias Conversacionales de Marlene
Anderson, Harry Goolishian, Tom Andersen, Lynn Hoffman.
Bibliografía

Albernhe K., Albernhe T., (2004) Les therapies familiales systémiques, Masson, Paris,
Francia.

Bertrando P., Toffanetti D., (2004) Historia de la Terapia Familiar, Los personajes y
las ideas, Paidos, Barcelona, España.

Carrasco E. y Rosselot F., (1997) Modelos y escuelas de terapia familiar. Mapa


histórico de referencia 1, en Revista de familias y terapias, año 5, No. 8, Junio, Pág. 64
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Elkaïm, M., (1988) Formaciones y prácticas en Terapia Familiar, Ediciones Nueva


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Hoffman L., (1998) Fundamentos de la Terapia Familia, Fondo de Cultura Económica,


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Jutorán S., (1994) El proceso de las Ideas Sistémico – Cibernético, en Revista Sistemas
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Keeney B., (1991) Estética del cambio, Paidós, Barcelona, España.

Maturana H., Varela F., (1984) El árbol del conocimiento, Editorial Universitaria,
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Minuchin S., (1991) El desarrollo de la Terapia Familiar: Una parábola, en Transiciones


de la familia, compiladora Celia Falicov, Amorrortu Editores, Buenos Aires, Argentina.

Sluzki C., (1987) Cibernética y terapia familiar. Un mapa mínimo, en Revista Sistemas
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Watzlawick P., Beavin J., y Jackson D., (1993) Teoría de la Comunicación Humana,
Editorial Herder.

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