Andres Barreda - La Actualidad de La Teoria Valor
Andres Barreda - La Actualidad de La Teoria Valor
Andres Barreda - La Actualidad de La Teoria Valor
La teoría valor de Marx actualmente es una reflexión esencial por las ideas críticas
que contiene para captar integralmente el siglo XXI. Sus principales formas, funciones y
estructuras contradictorias y catastróficas que tiene la dinámica económica y global de la
sociedad contemporánea. A continuación formulo sucintamente su poderosa capacidad
crítica enunciando doce tesis que expresan la vigencia y trascendencia que hoy tiene la
teoría del valor de Marx formulada en la Crítica de la Economía Política.
1.- La teoría del valor es la primera y hasta ahora única teoría crítica que ha captado
el conjunto de la economía como una totalidad orgánica de fuerzas, relaciones y procesos
sociales; complejamente inserta dentro de todas las esferas de la vida humana (políticas,
jurídicas, religiosas, etc.) y dentro del desarrollo histórico general. Esta crítica de Marx es
el basamento central de su crítica total a la sociedad burguesa; la cual, forma parte a su vez
de una visión crítica materialista de toda la historia humana, denominada por Engels como
crítica general de la civilización.
A diferencia de lo que muchos creen, la teoría crítica del valor de Marx no se
restringe a ofrecer una interpretación de lo que ocurre en el proceso de intercambio
mercantil. Lo más relevante de su visión esta en la manera en que capta la totalidad de la
economía y la sociedad burguesa como riqueza humana.
Esto quiere decir que la teoría del valor no sólo esta construida siguiendo la manera
en que se relaciona la totalidad de la producción (o división del trabajo), con la totalidad de
la distribución y el consumo; al tiempo en que estudia la manera en que progresivamente se
desenvuelven la producción, la reproducción global y el desarrollo general. Sino que la
mercancía, el dinero, el capital, etc., en tanto riqueza, son vistos como la unidad de un
contenido material y su forma social. Por lo mismo, como un conjunto de relaciones
materiales y sociales en curso de desarrollo; es decir, como sistemas abiertos de
capacidades, fuerzas productivas, necesidades y relaciones sociales, todas mutuamente
entreveradas. De ahí que Marx ponga mucho énfasis en la comprensión de la manera en que
todas las estructuras económicas son creadas y revertidas históricamente por el trabajo y la
praxis general de la sociedad.
La explicación del valor como tiempo de trabajo socialmente necesario, si bien
comienza con el análisis de las contradicciones presentes dentro de la forma mercancía, la
forma dinero y el metabolismo general de la riqueza mercantil simple, después de un
extraordinario periplo, tienen el sentido de concluir con la explicación de la totalidad del
metabolismo capitalista de la riqueza a escala mundial. Descifrando la manera en que
dentro del Mercado Mundial se acumulan y escalan todas las contradicciones,
neutralizaciones manipulatorias de las contradicciones, así como las crisis intermedias y
finales del sistema. Y aunque a Marx obviamente no le alcanzó la vida para completar
todos los estudios que deseaba realizar, ni para redactar redondamente todas sus ideas
críticas, si logra expresar permanentemente, con las múltiples formas de los diversos
niveles de abstracción, el cuerpo completo de su critica total. Pues esta se condensa
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genéticamente, como si se tratara de un complejísimo organismo vivo, en las progresivas
etapas expositivas de su crítica de la economía política.
2.- A pesar de la enorme distancia que separa a Marx de las teorías del valor de
Smith, Ricardo o Pety, la preocupación de estos últimos por explicar la totalidad de la
riqueza económica partiendo desde el fundamento del trabajo, hace de tales esfuerzos
teóricos auténticos ejercicios de reflexión científica. Por lo cual dichas teorías son
reconocidas por la crítica de la economía política como su principal antecedente
económico, o como la economía política clásica. A diferencia de lo que ocurre con Samuel
Bailey, McCulloch, etc. (o Walras, Marshal y demás creadores posteriores de lo que hoy se
nombra como “teoría económica”), que renuncian nihilistamente a pensar cómo los precios
de las mercancías y el intercambio manifiestan a la totalidad reproductiva y a su
totalización productiva, arguyendo que los precios son simples realidades caóticas que
pueden ser descritas y calculadas empíricamente, pero no pueden ser explicadas
teóricamente. Renuncia a la reflexión científica que contrasta con su aprensiva y mezquina
preocupación por elaborar recomendaciones pragmáticas para que los actores económicos
dominantes (empresarios industriales, comerciantes, banqueros, especuladores, burócratas,
etc.) optimicen su enriquecimiento. Razón por la cual este tipo de teoría, hoy en día tan en
boga, merece a juicio de Marx el despectivo calificativo de economía política vulgar.
Aunque las primeras ideas básicas de esta escuela fueron formuladas desde
mediados del siglo XIX, con el pujante desarrollo del capitalismo en Estados Unidos y el
resto del mundo dicha ideología económica se vuelve cada vez más popular. Logrando a lo
largo del siglo XX convertirse en la doctrina más reconocida de todos los centros de
investigación y enseñanza superior de economía. Con el triunfo de la globalización
neoliberal de fines del siglo XX este nihilista recetario pragmático de mercachifles deja
incluso los recintos universitarios para conquistar, con pseudoconcreciones cada vez más
sofisticadas y su adoración religiosa al dinero, la prensa y los noticieros de la actual
televisión mundial.
La teoría del valor de Marx se distingue de la economía política clásica por la
manera en que logra explicar críticamente cómo el trabajo socialmente necesario en un
colectivo atomizado en propietarios privados se vuelve una realidad invisible y misteriosa,
que sólo puede comunicarse mediante representaciones fetiches que trastocan por completo
la comprensión de las relaciones sociales. Conjunto de ideas que incluyen la demostración
de cómo todas las mistificaciones de la economía mercantil capitalista se organizan como
una superposición interminable de capas que se encubren unas a otras, ocultando las
verdaderas relaciones entre las capacidades y las necesidades colectivas, la manera en que
estas son dominadas por el capital, la manera en que este explota a los productores de la
riqueza, etc. Desmantelamiento y reconstrucción de las apariencias mistificantes que
culmina con la demostración de cómo las creencias mistificadas de los economistas
vulgares funcionan orgánicamente como el último velo autoencubridor de la irracionalidad
capitalista.
No casualmente, con la globalización del capitalismo todos los misterios y
fetichismos de la mercancía, el dinero, el capital, el salario, la circulación, el estado, etc. se
han extendido y profundizado, escalando al extremo todos los engaños de la economía
capitalista. Lo que ha desembocado en la conversión de la “teoría económica” en la forma
más estratégica del actual pensamiento único o dogma fundamentalista neoliberal. La
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necesidad de invertir esta nueva y sofisticada economía política vulgar, colocándola de
nuevo sobre sus pies, evidencia la imprescindible utilidad actual de la vieja crítica marxista.
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inconsciente de lo que se da y se recibe, a la porción del trabajo individual que puede ser
reconocida como “socialmente necesaria”.
La explicación marxista del intercambio mercantil reconoce la necesidad que en este
periodo histórico de transición existe de progresivamente organizar −conforme la
comunidades se atomizan en propietarios privados− el metabolismo de la riqueza tomando
como clave distributiva la medición del desgaste o sacrificio que sufre el trabajador en el
proceso inmediato de producción. Desplazando con ello otras consideraciones que las
culturas comunitarias previas al desarrollo de la mercancía y el dinero tuvieron en torno de
la magnitud, intensidad e importancia cualitativa de las necesidades para determinar la
distribución de la riqueza.
La ley del valor explica adicionalmente que la expresión colectiva del trabajo y las
necesidades propia de la sociedad mercantil no ocurre como un proceso de comunicación
directamente comunitario y autogestivo, como comunicación abierta y transparente entre
los miembros de la comunidad, sino como un extraño y absurdo proceso de “conversación”
indirecto cedido a las relaciones de intercambio entre las mercancías mismas. Lo que les
impide a las personas reconocer cotidianamente la vida de sus propias relaciones
interpersonales al momento de crear, reproducir y desarrollar la riqueza objetiva y
subjetiva. La ineludible necesidad de comunicación es satisfecha entonces mediante un
proceso represivo de representaciones simbólicas cósicas e inconscientes generadas
mediante el poder autónomo que las mercancía y el dinero adquieren por si mismas.
Los comentaristas más agudos de la teoría crítica de Marx han rescatado con gran
tino de esta crítica la manera en que el valor de las mercancías tiende históricamente a
autonomizarse y con ello reprimir el papel que las determinaciones del valor de uso han
tenido en otras épocas para la organización de la vida social. A cambio de lo cual, el
mercado, pero sobre todo el capitalismo, imponen de forma progresiva el dominio de una
racionalidad unidimensional, cósica, abstracta, antinómica, unilateralmente analítica y
cuantificante que banaliza el amor social por lo comunitario, lo vivo, lo procesual, lo
dialéctico, lo integral y lo concreto. Perdidas represivas que en la era del neoliberalismo
han llegado a su más alto apogeo.
5.- Cuando la teoría crítica del valor descifra la necesidad histórica que la sociedad
tiene de organizar la distribución de la riqueza partiendo de la medición del desgaste
promedial del trabajador, dando pie al intercambio equivalente de mercancías como
intercambio de cuantums de valor o de mortificación laboral, también se descifra a la
magnitud de valor como la base general sobre la que se levanta la sociedad burguesa. La
ley del valor muta en ley del plusvalor cuando el miedo al engaño en el momento de
intercambiar equitativamente desgastes laborales entre los propietarios privados, cuando la
consiguiente desconfianza y aprehensividad para equipararlos igualitariamente, cuando
todos estos temores y recelos saltan por los aires y se convierten en miedo puro y simple
de los individuos privatizados por su propio desgaste laboral. Lo que transforma a este
miedo finito a la escasez y posible muerte de los individuos en sed o codicia ilimitada por
el desgaste laboral y la riqueza material de los otros. La explotación de plusvalor debe ser
entendida entonces como deseo de apropiación de los cuantums de ese desgaste laboral que
miden los valores de las mercancías, pero ya no como un deseo de intercambio reciproco de
desgastes laborales entre productores privados, sino como un hambre por apropiarse
unívocamente del desgaste laboral de los otros.
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Si el productor privado de una mercancía no podía recibir mas riqueza de la que
aportaba su trabajo, pues el propietario de una mercancía no podía recibir del intercambio
mas valor del que contenía la mercancía que ofrecía; sin embargo el dinero, al momento de
comprar la peculiar mercancía fuerza de trabajo, permite que el propietario del dinero, aún
cuando no sea un trabajador, pueda comprar medios de producción además de fuerza de
trabajo, y con ello apropiarse la riqueza resultante del proceso de producción. La cual
encarna más valor del originalmente desembolsado.
El principio represivo de sólo querer reconocer el desgaste laboral como único
criterio para distribuir la riqueza, da un paso adelante cuando se convierte en codicia del
dueño del dinero por apropiarse porciones cada vez mayores del desgaste laboral que
padecen los vendedores de fuerza de trabajo.
Siguiendo su propia lógica interna de miedo a la escasez y de aprehensiva medición
igualitaria de los desgastes laborales, la democrática y fraterna sociedad mercantil se
transforma en la sociedad de clase y explotación más brutal de todos los tiempos. Miedo
desbocado por la escasez de riqueza y la muerte que parece concentrarse hasta el extremo
como condición creadora de las nuevas condiciones materiales que podrían superar esa
escasez.
La adoración neoliberal por el valor de las mercancías y el dinero se devela entonces
como una pesadilla que sólo sabe de los sacrificios laborales de los otros y la represión de
las necesidades de toda la sociedad. Pero el neoliberalismo apuntala la religión de amor
fanático por el trabajo ajeno al exacerbar como nunca antes el miedo a la muerte. Por ello
en este periodo a este miedo se le da rienda suelta, no sólo porque se le tolera como nunca
antes, sino también porque en la globalización neoliberal se crean artificialmente todos las
condiciones, medios y formas que lo recrean, reproducen y escalan. El neoliberalismo es la
acumulación ampliada y el desarrollo catastrófico del viejo miedo social a la muerte.
Frente a ello es que la crítica de la economía política se formula como una teoría
critica de la valentía comunitaria. Por ello El Capital de Marx abre el tomo I con la
sentida dedicatoria al inolvidable Wilhelm Wolf, “el valiente, fiel, noble luchador
adelantado del proletariado”. Pero también como una teoría crítica elaborada desde el punto
de vista de la vida en cuanto tal. Razón por la cual Marx también tenía planeado dedicar el
tomo II de su obra a Charles Darwin.
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La maduración de una ley del plusvalor se impone a su vez como globalización de
una nueva relación científico-técnica entre la sociedad y la naturaleza apropiada para la
extracción del plusvalor. No casualmente, cuando el desarrollo de la tecnología del siglo
XX permite integrar unitariamente todos los procesos de trabajo del mundo, es cuando
mejor se globaliza la subordinación de la forma del proceso de trabajo inmediato bajo el
capital, como globalización del comando del capital sobre el trabajo, y como globalización
de la explotación y superexplotación de los trabajadores.
7.- Sin embargo, esta codicia ilimitada de plusvalor no produce una mediación
neutral científico-técnica entre la sociedad y la naturaleza, sino un conjunto de
conocimientos y herramientas unilateralmente organizados en función de la codicia y
explotación del trabajo ajeno. Lo que desde su base ocasiona una gestión histórica deforme
del desarrollo científico técnico, que además se promueve de forma ilimitada. Por ello, el
sometimiento real del proceso de trabajo inmediato bajo el capital implica la gestión de una
manipulación represiva ilimitada de todas las posibilidades de pensar científicamente y
manipular tecnológicamente los medios de producción y con ellos a toda la naturaleza
exterior e interior.
El hecho de que sea la ley del valor y el plusvalor las que empujan el desarrollo de
la revolución científico-técnica, implica que la automatización creciente del proceso de
trabajo desde su origen se la distorsiona siempre integramente para mejor extorsionar a los
trabajadores asalariados. Pero, mas allá de esta finalidad mezquina, de modo contrafinalista
para el propio capital, ocurre que el desarrollo de la automatización del proceso de
producción ocasiona que la elaboración unitaria de cada mercancía requiera
tendencialmente de cada vez menos tiempo de desgaste laboral en su producción.
Desarrollo que, en el largo plazo, progresivamente resulta en la destrucción del principio
básico sobre el cual se levanta la ley del valor y el plusvalor: la necesidad de medir el
desgaste laboral como criterio de intercambio y la necesidad de extorsionar el desgaste
ajeno como criterio productivo. (Aspecto positivo o FP). Desarrollo que en el mediano y
largo plazo se manifiesta como caída tendencial de la tasa de ganancia.
Por eso, el capital también se ve obligado a desarrollar una segunda ronda de
deformaciones en la ciencia y la tecnología, ahora directa e increíblemente encaminadas a
evitar el colapso de la base del capitalismo (la medida del valor), promoviendo el desarrollo
de fuerzas productivas que mutan en destructivas (guerras, armamento, obsolesencia
industrial programada, destrucción sistemática de la salud y el medio ambiente, destrucción
de población sobrante, etc.), para de esta forma ampliar artificialmente la escasez general
de la riqueza y, con ella, la necesidad absurda de cada vez mas desgaste laboral humano.
8.- Es así como la globalización del mercado capitalista y su ley del valor han
terminado produciendo un descomunal autómata disforme y perverso de escala global. Un
autómata que esta organizado como crecientes redes interconectadas de forma
supranacional, a la manera de fábricas inmuebles globales de alta tecnología (caso de la
industria automotriz o aérea); en ocasiones como redes jerarquizadas verticalmente a la
manera de fabricas inmuebles y semi-muebles (como el caso de la industria textil y sus
sistemas de sofisticadas fabricas y maquiladoras periféricas); o como un nuevo sistema
creciente de fabricas completamente móviles (caso de los barcos factoría de la talabartería
asiática, los barcos pesquería o los barcos de procesamiento industrial del petróleo, o
también es el caso de los “conteiners factoría” de la industria minera o la nueva mega
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estación espacial apta para las nuevas manufacturas de la nanotecnología, la ingeniería
genética, etc.).
La gran red del autómata global es una nueva realidad que sobre todo madura en el
hemisferio norte como un entramado cada vez más orgánico e integrado por el tupido
desarrollo de diversas y yuxtapuestas infraestructuras físicas de servicios de redes
intermodales, electroinformáticas, energéticas y de agua, que enlazan de forma compleja
pero en tiempo real (simultánea) a la totalidad de los centros de producción urbano-
industrial (o tecnopolis globales).
Red de servicios que a su vez descansa sobre ese otro tramado de relaciones de las
tecnologías de punta (electroinformáticas, biotecnológicas, nanotecnológicas, etc.)
organizadas como monopolios jerárquicos de empresas que controlan la mayor y mejor
parte de todos los procesos de innovación, el mercado de sus patentes y, desde ahí, ese otro
mercado no de innovaciones tecnológicas sino de simple privatización de la vida, des la
privatización de los compuestos y elementos genéticos de los seres, la privatización de los
servicios ambientales y, desde ahí, la privatización de los principales redes de los
ecosistemas de la biosfera.
Gracias a las nuevas tecnologías de red se han desarrollo todo tipo autómatas,
sofisticadamente estructurados por los micro y nanocircuitos electroinformáticos (ya pronto
de orden micro y nano biológico), y geográficamente articulados por los macro circuitos
fabriles, urbanos, de infraestructuras y corredores (urbano industriales y biológicos). Es el
caso ejemplar de las nuevas redes tejidas por las tecnologías transgénicas que parten del
empleo de complejos biotools electroinformáticos pero que a la vez tejen una trama entre
los monopolios metropolitanos de semillas y sus códigos genéticos con el control de la
totalidad de los campos de cultivo y la totalidad de las granjas del mundo.
Sobre esta compleja base material discurren los flujos de capitales productivos
(industriales, agropecuarios, etc.), que a su vez brindan una base a los flujos de capitales
comerciales y financieros. Operaciones financieras y comerciales que a su vez apuntalan la
expansión progresiva del capital industrial. Por eso la ley del plusvalor deviene en ley de
integración mundial del capital, y esta en ley de la globalización específicamente
capitalista, cuando la globalización total se basa en la globalización del capital industrial (y
no en la del capital financiero o la del capital comercial, según rezan las teorías del
imperialismo).
9.- El desarrollo de la ley del plusvalor como ley de la automatización creciente del
proceso de producción dispara un proceso de reproducción general en el cual se escalan las
contradicciones entre las fuerzas productivas técnicas y las fuerzas productoras de
población. No sólo porque el desarrollo de esta reproducción de capital implique una
concentración y centralización progresiva del capital, a la vez que una dispersión y
segmentación progresiva de la población (como EOA y EIR). Sino sobre todo, por la
manera caótica y catastrófica con que el desarrollo de las fuerzas productivas técnicas
gobierna al desarrollo de las fuerzas productoras de población. Propiciando crónicamente
que la población crezca cuando o donde en realidad ya no la considera socialmente
necesaria.
De ahí que la viciada necesidad de tener que crear una problemática superpoblación
creciente y el resultante sobretrabajo de los empleados, sean los dos resultados básicos
ocasionados por el violento desgobierno y los progresivos desencuentros entre la técnica y
la demografía.
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Desencuentros, contradicciones, neutralizaciones, miserias y relaciones catastróficas
que tienden a globalizarse. Pues no sólo se mundializa la concentración y centralización del
capital o los ejércitos obreros en activo y el ejército industrial de reserva. También se
globalizan las contradicciones generales (por progreso técnico y reincidencia cíclica de las
crisis) entre el desarrollo técnico global y del desarrollo demográfico global. Masificando la
neutralización del EIR mundial y el sobretrabajo mundial.
11.- Por este motivo la ley del valor y el plusvalor, aunque parte de la consideración
de la totalidad de las relaciones orgánicas entre la producción y el consumo, no supone ni
implica ingenuamente la existencia de un equilibrio reproductivo armónico dentro del
metabolismo capitalista. Pues parte de la consideración de la manera progresivamente
compleja en que operan los principios sacrificiales del desgaste de los trabajadores (MV) y
sus necesidades, así como los principios sacrificales de la explotación del trabajo y la tierra
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implícitos en la maquina, o los principios sacrificiales operantes en las contradicciones
entre las FPT y las FPP, y en las contradicciones de la cirkulatión y la producción, o entre
las divergentes composiciones orgánicas de capital de los diversos capitales industriales de
la ramas de la DST (que requieren de la tasa media de ganancia), así como entre los
diversos tipos de capital (k. industrial, comercial y financiero), entre el trabajo presente y el
trabajo futuro (que encarna en la fe del crédito)… o entre los capitales y los terratenientes.
Pues todo este tipo de contradicciones sacrificales no implican ni pueden implicar un
equilibrio ecológico.
La ley del valor y el plusvalor, por el contrario reiteradamente hablan de diversas y
progresivas relaciones de unidad subordinada represiva, cada vez mas complejas y
peligrosas, que tienen como base principios sacrificiales de todo tipo, que necesariamente
terminan creando condiciones generales destructivas y autodestructivas. ¿Cómo una entidad
que por esencia es autodestructiva podría a final de cuentas sostener una propuesta
sustentable? No casualmente el capitalismo usa gratis y depreda toda la naturaleza que
puede, sin contabilizar durante siglos estos pasivos ambientales.
No es Marx, sino el funcionamiento regular del capitalismo el que no contabiliza los
pasivos ambientales. Pues para contarlos debería tener una verdadera visión histórica de
largo plazo (recordar el cinismo nihilista con que Keynes se refería a la cuestión… en el
largo plazo todos estaremos muertos). Por eso la ley del valor y el plusvalor no contabilizan
verdaderamente las externalidades.
¿La manera en que la crisis ambiental actual ha llevado a tenerlos relativamente en
cuenta, quiere ello decir que el capitalismo cambio de forma de operar? Y que por lo tanto
la manera en que la teoría del valor ignora los pasivos ambientales ha vuelto obsoleta su
capacidad científica?
En primer lugar lo que el capitalismo dice estar contabilizando es sólo un segmento
de las consecuencias ambientales. El capitalismo esta contabilizando segmentos
ambientales y no el equilibrio de la sociedad con la naturaleza en el largo plazo.
En segundo lugar, la teoría del valor, nunca se ha dedicado a calcular cual es el
TTSN. Pues considera que este es intangible. El caos ambiental lo único que ocasiona que
vuelve mas invisible al TTSN.
Por eso el marxismo no contabiliza pasivos, Pues si los contabilizara se estaría
implicando un tratamiento equilibrado que no supone sacrificios, contradicciones y más
sacrificios. Marx no incluye las externalidades porque las ignore teóricamente y cometa con
ello un error de cálculo. Sino que quien las ignora es el capital. Y sabiendo de tales
externalidades, su ausencia en la ley del valor es más bien una denuncia, contenida de
forma abstracta. De cómo es que el capital tiene razones civilizatorias que le llevan a la
acumulación de destrucciones ambientales que se entretejen con la acumulación del capital.
Y aunque el marxismo no contabiliza pasivos ambientales si que se dedica desnudar
contradicciones sacrificales que destruyen severa, peligrosa y no sabemos si ya de manera
irreversible a la totalidad social ambiental, volviendo cada vez más ininteligible el destino
de la totalidad y por ende lo que debe ser considerado como el tiempo de trabajo
socialmente necesario.
El tiempo de trabajo socialmente necesario si que supone todos los pasivos
ambientles, e incluso los sociales. Pero que los suponga como ley gravitatoria, no quiere
decir que su tarea sea contabilizarlos. Sino más bien identificarlos cualitativamente como
necesidad que se impone y regula el decurso de la historia y la revolución.
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Por ello, aunque la teoría del valor no sirva para facilitar la organización pragmática
de los mercados de servicios ambientales, si que nos sirve como una extraordinaria
herramienta para movernos ante la disyuntiva crucial de nuestro tiempo: socialismo o
barbarie.
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