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PROVERBIOS

El tema de este libro puede expresarse ampliando los versículos iniciales. —1. Los
Proverbios de Salomón, el hijo de David, rey de Israel. —2. Que tratan del conocimiento de
la sabiduría, de la piedad con Dios, de instrucción y disciplina moral, de entender los
consejos prudentes y sabios. —3. Que tratan del logro de la instrucción en sabiduría, la cual
sabiduría, debe demostrarse en la conducta de la vida, y consiste en justicia acerca de
nosotros mismos, juicio para obedecer los estatutos y ordenanzas de Dios y en equidad
hacia nuestro prójimo. —4. Que tratan de dar al simple sagacidad para descubrir lo bueno,
supliendo los principios justos y criterios correctos de virtud y vicio; y al joven dan
conocimiento para que no cometa yerros por ignorancia; y discreción para que al sopesar
bien estos preceptos, no cometa yerros por obstinación. —Tómese los proverbios de otra
nación y hallaremos grandes cantidades fundamentadas en el egoísmo, la astucia, el
orgullo, la injusticia, el desdén nacional y las animosidades. Los principios de los
Proverbios de Salomón son la piedad, la caridad, la justicia, la benevolencia y la prudencia
verdadera. Su pureza universal demuestra que son la palabra de Dios.
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CAPÍTULO I
Versículos 1—6. El uso de los Proverbios. 7—9. Exhortaciones a temer a Dios y obedecer a
los padres. 10—19. Evitar las seducciones de los pecadores. 20—33. El discurso de la
Sabiduría a los pecadores.

Vv. 1—6. Las lecciones aquí dadas son simples y probablemente beneficien a los que
sienten su propia ignorancia y la necesidad de que les enseñen. Si los jóvenes atendieran
sus caminos conforme a los Proverbios de Salomón, ganarían conocimiento y discreción.
—Salomón habla de los puntos más importantes de la verdad y aquí hay uno mayor que
Salomón. Cristo habla por su palabra y por su Espíritu. Cristo es la Palabra y la Sabiduría
de Dios, y nos es hecho sabiduría.
Vv. 7—9. Necias son las personas que no tienen sabiduría verdadera y siguen sus
propios artilugios, sin considerar la razón ni la reverencia para con Dios. —Los niños son
criaturas razonables, y cuando les decimos lo que deben hacer, debemos decirles por qué.
Pero son corruptos y voluntariosos, por tanto con la instrucción se necesita una ley. Que las
verdades y mandamientos divinos sean para nosotros altamente honorables; valorémoslos y
entonces lo serán para nosotros.
Vv. 10—19. La gente mala ejerce celo para seducir a los demás llevándolos a las sendas
del destructor; los pecadores aman la compañía para pecar. Pero tienen tanto más por qué
responder. ¡Cuán cautelosa debe ser la gente joven! 4; 32 “No consientas”. No digas como
ellos dicen, ni hagas como ellos hacen o quisieran que hicieras; no tengas comunión con
ellos. —¡Quién podría pensar que es un placer para un hombre destruir a otro! Nótese que
su idea de riqueza mundana que no es ni de peso ni preciosa. Es el error destructor de miles
que sobrevaloran la riqueza de este mundo. Los hombres se prometen en vano que el
pecado resultará ventajoso para ellos. —El camino del pecado es cuesta abajo; los hombres
no pueden detenerse a sí mismos. Que la gente joven quisiera rehusar la ruina temporal y la
eterna; que ellos rehúsen dar un paso en las sendas destructoras. La avaricia que los
hombres tienen por ganar los apresura a cosas que no tolerarán que ellos ni otros vivan la
mitad de sus vidas. ¿Qué le aprovecha al hombre si gana el mundo y pierde su vida? Mucho
menos si pierde su alma?
Vv. 20—33. Salomón declara aquí cuán peligroso es no escuchar los llamados de Dios,
habiendo mostrado cuán peligroso es escuchar las tentaciones de Satanás. Cristo mismo es
Sabiduría. Tres clases de personas son aquí llamadas por Él: —1. Los simples. Los
pecadores que quieren sus simples nociones del bien y del mal, sus simples prejuicios
contra los caminos de Dios y se halagan en la maldad. —2. Los burladores. Gente orgullosa
y jovial que hace chistes de todo. Los burladores de la religión que rebajan toda cosa
sagrada y seria. —3. Los necios. Los necios peores son los que odian a quienes les enseñan,
y que tienen un disgusto bien arraigado contra la verdadera piedad. —El precepto es
simple: Vuélvete ante mi reproche. No usamos bien los reproches si no nos devolvemos del
mal a lo que es bueno. Las promesas son muy alentadoras. Los hombres no pueden
devolverse por ningún poder propio, pero Dios responde: He aquí, Yo derramaré mi
Espíritu en ti. Se necesita gracia especial para la conversión sincera. Pero esa gracia nunca
será negada a quien la busque. —El amor de Cristo y las promesas mezcladas con sus
reprensiones seguramente captan la atención de todos. Bien se puede preguntar: ¿cuánto
tiempo piensan los hombres seguir por ese camino tan peligroso cuando se toman en cuenta
las incertidumbres de la vida y las consecuencias de morir sin Cristo? Ahora los pecadores
viven cómodos y desafían la pena, pero su calamidad llegará. Ahora Dios está dispuesto a
oír sus oraciones, pero entonces ellos clamarán en vano. ¿Todavía despreciamos la
sabiduría? Oigamos con diligencia y obedezcamos al Señor Jesús, para que disfrutemos de
paz de conciencia y confianza en Dios; seamos libres del mal en la vida, en la muerte y para
siempre.

CAPÍTULO II
Versículos 1—9. Promesas para los que buscan sabiduría. 10—22. Las ventajas de la
sabiduría.

Vv. 1—9. Quienes buscan fervorosamente la sabiduría celestial nunca se quejarán de haber
perdido su esfuerzo; la libertad del don no elimina la necesidad de nuestra diligencia, Juan
vi, 27. —Buscad y hallaréis; pedid y se os dará. Obsérvese a los que así son favorecidos.
Ellos son los justos, en quienes es renovada la imagen de Dios que consiste en justicia. Si
dependemos de Dios y vamos en pos de la sabiduría, Él nos capacitará para guardar las
sendas del juicio.
Vv. 10—22. Si somos verdaderamente sabios tendremos cuidado para evitar a toda
mala compañía y las malas costumbres. Cuando la sabiduría nos domina, entonces no sólo
llena la cabeza; entra en el corazón, y preserva contra las corrupciones de adentro y de las
tentaciones de afuera. —Los caminos del pecado con caminos de tinieblas, incómodos e
inseguros; ¡qué necios son los que dejan las sendas sencillas, placenteras e iluminadas de la
rectitud para andar en semejantes caminos! Ellos se complacen en el pecado; en cometerlo
y ver que los demás lo cometen. Todo hombre sabio evitará tal compañía. La sabiduría
verdadera también preservará de quienes guían a las lujurias carnales que corrompen el
cuerpo, ese templo vivo, y que batallan contra el alma. Estos son males que excitan la
tristeza de toda mente seria y hacen que cada padre o madre reflexivo mire a sus hijos con
ansiedad, no sea que ellos se enreden en tales trampas fatales. Que el sufrimiento del
prójimo nos sirva de advertencia. Nuestro Señor Jesús disuade de esos placeres
pecaminosos por los tormentos eternos que les siguen. Muy raro es que se recupere alguien
que está agarrado en esta trampa del diablo; tan endurecido está el corazón, tan ciega la
mente por el engaño de este pecado. —Muchos piensan que esta advertencia, además de su
sentido literal, debe entenderse como advertencia contra la idolatría, y someter el alma al
cuerpo, en la búsqueda de cualquier objeto prohibido. —El justo debe dejar la tierra como
el malo, pero la tierra es cosa muy diferente para ellos. Para el malo es todo el cielo que
tendrán jamás; para el justo es el lugar de preparación para el cielo. ¿Es toda una para
nosotros, sea que la compartamos con el malo las miserias de su fin postrero o con el
deleite eternos que coronará a los creyentes?

CAPÍTULO III
Versículos 1—6. Exhortaciones a la obediencia y la fe. 7—12. A la piedad y a realzar las
aflicciones. 13—20. Para ganar sabiduría. 21—26. Guía de la Sabiduría. 27—35. El
impío y el justo.

Vv. 1—6. Comúnmente se puede disfrutar de salud y paz en el camino de la obediencia por
fe de los mandamientos de Dios; y aunque nuestros días no sean largos en la tierra,
viviremos por siempre en el cielo. —Que la misericordia y la verdad no te abandonen; la
misericordia de Dios al prometer, y su verdad al hacer: vive conforme a ellas, mantén tu
interés en ellas, y toma el consuelo de ellas. —Debemos confiar en el Señor con todo
nuestro corazón creyendo que Él es capaz y sabio para hacer lo mejor. Quienes se conocen
a sí mismos, encuentran que su entendimiento es una caña rota, la cual falla si se apoyan en
ella. No tengas intenciones de nada que no sea lícito y ruega a Dios que te dirija en todo
caso, aunque parezca muy sencillo. En todos nuestros caminos que resultan agradables, en
que ganamos nuestro argumento, debemos reconocer con gratitud a Dios. En todos nuestros
caminos que resulten desagradables y que están flanqueados de espinas, debemos reconocer
a Dios con sumisión. La promesa es que Él enderezará tus sendas; así que tu camino será
seguro, bueno, y feliz al final.
Vv. 7—12. No hay mayor enemigo del temor del Señor en el corazón que la soberbia
propia de nuestra sabiduría. La prudencia y la sobriedad que enseña la religión, tienden no
sólo a la salud del alma, sino también a la salud del cuerpo. La riqueza mundana es sólo
sustancia de mala calidad, pero, tal como es, debemos honrar a Dios con ella; y los que
hacen el bien con lo que tienen, tendrán más para hacer más bien. —Si el Señor nos visitara
con pruebas y enfermedades, no olvidemos que la exhortación nos habla como a niños por
nuestro bien. No debemos desfallecer en la aflicción, por pesada y larga que sea, ni
dejarnos llevar por la desesperación, ni usar malos medios para aliviarnos. El padre corrige
al hijo que ama, porque lo ama y desea que sea sabio y bueno. Las aflicciones distan mucho
de dañar a los hijos de Dios porque, por gracia de Dios, fomentan la santidad de ellos.
Vv. 13—20. Ninguna joya preciosa ni los tesoros terrenales son dignos de compararse
con la sabiduría verdadera, sea que se consideren los intereses del tiempo o los de la
eternidad. Debemos hacer de la sabiduría nuestro negocio; debemos aventurar todo en ella,
y disponernos a dejar todo por ella. —Esta Sabiduría es el Señor Jesucristo y su salvación,
procurada y obtenida por fe y oración. Si no fuera por la incredulidad, la pecaminosidad y
la indiferencia remanentes, nosotros encontraríamos agradables a todos nuestros caminos, y
pacíficas nuestras sendas, porque las suyas son así. Sin embargo, con demasiada frecuencia
nos salimos de ellas para nuestro propio daño y dolor. —Cristo es esa Sabiduría por quien
fueron hechos los mundos, y aún están siendo; dichosos aquellos para quienes Él es hecho
sabiduría de Dios. Él tiene todo para cumplir todas sus promesas.
Vv. 21—26. No soportemos que se vayan de nosotros las palabras de Cristo;
retengamos la sana sabiduría y discreción; entonces andaremos seguros en sus caminos. La
vida natural y todo lo que a ella le corresponde, estará bajo la protección de la providencia
de Dios; la vida espiritual y todos sus intereses, bajo la protección de su gracia, de modo
que seremos resguardados de caer en pecado o en problemas.
Vv. 27—35. Nuestro negocio es obedecer los preceptos de Cristo y copiar su ejemplo;
hacer justicia, amar misericordia y guardarnos de la codicia; estar preparados para toda
buena obra, evitando la lucha innecesaria y soportando los males, si es posible, más que
andar tratando de enderezarlos conforme a la ley. Se encontrará que poco se obtiene
luchando. —No envidiemos a los opresores prósperos; lejos esté de los discípulos de Cristo
elegir uno de sus caminos. El lujurioso y codicioso puede despreciar estas verdades, pero el
desdén eterno será la porción de esos burladores, mientras el favor divino se muestra al
creyente humilde.

CAPÍTULO IV
Versículos 1—13. Exhortación al estudio de la sabiduría. 14—27. Precauciones contra las
malas compañías.—Exhortación a la fe y la santidad.

Vv. 1—13. Debemos considerar a nuestros maestros como nuestros padres; aunque la
instrucción conlleva en sí reproche y corrección, acojámosla bien. Los padres de Salomón
lo amaban, por tanto, le enseñaron. Los hombres sabios y buenos, en toda época del mundo,
y rango de la sociedad, concuerdan en que la sabiduría verdadera consiste en obediencia, y
está unida a la felicidad. Consigue sabiduría, esfuérzate hasta el dolor por ella. Domina tus
corrupciones; esfuérzate más por esto que por la riqueza de este mundo. El interés en la
salvación de Cristo es necesario. Esta sabiduría es la única cosa necesaria. Un alma sin
sabiduría ni gracia verdadera es un alma muerta. ¡Cuán pobres, despreciables y
desgraciados son los que, con toda su riqueza y poder, mueren sin tener entendimiento, sin
Cristo, sin esperanza, y sin Dios! Escuchemos los dichos de Aquel que tiene palabras de
vida eterna. Así, nuestra senda será sencilla ante nosotros; tomando y manteniendo firme la
instrucción evitaremos ser angustiados o tropezar.
Vv. 14—27. El camino de los hombres malos parece agradable y el camino más
cercano para conseguir alguna finalidad; pero es un camino malo y terminará mal; si amas a
tu Dios y a tu alma, evítalo. No se dice: mantente a la distancia debida sino a una gran
distancia; nunca pienses que puedes llegar suficientemente lejos de esto. —El camino del
justo es luz: Cristo es su Camino y Él es la Luz. Los santos no serán perfectos hasta que
lleguen al cielo, pero ahí brillarán como el sol en su fuerza. —El camino del pecado es
tinieblas. El camino del impío es tenebroso, por tanto, peligroso; ellos caen en pecado, pero
no saben cómo evitarlo. Se meten en problemas, pero nunca tratan de saber si Dios
contiende con ellos, ni cuál será el fin de ello. Este el camino que se nos insta a evitar. Oír
atentamente la palabra de Dios es buena señal de la obra de gracia empezada en el corazón
y un buen medio de seguir realizándola. En la palabra de Dios hay un remedio apropiado
para todas las enfermedades del alma. —Guarda tu corazón con toda diligencia. Debemos
poner estricta vigilancia a nuestras almas; impedir que nuestros corazones infieran dolor y
sean heridos. Se da una buena razón: porque de ahí surgen los asuntos de la vida. Por sobre
todo, debemos buscar del Señor Jesús el agua viva, el Espíritu santificador, que brota para
vida eterna. Así seremos capacitados para eliminar una boca perversa y labios pervertidos;
nuestros ojos serán vueltos de contemplar la vanidad, mirando derecho adelante y andando
por la regla de la palabra de Dios, yendo en los pasos de nuestro Señor y Amo. Señor,
perdona el pasado y capacítanos para seguirte más de cerca durante el tiempo venidero.

CAPÍTULO V
Versículos 1—14. Exhortación a la sabiduría.—Los males del libertinaje. 15—23.
Remedios contra el libertinaje.—El final miserable del impío.

Vv. 1—14. Salomón advierte a todos los jóvenes, como si fueran sus hijos, que se
abstengan de las lujurias carnales. Algunos, por la mujer adúltera, entienden aquí la
idolatría, la doctrina falsa, que tiende a descarriar las mentes y los modales de los hombres,
pero el criterio directo es advertir de los pecados contra el séptimo mandamiento. A
menudo estos han sido, y aún son, el método de Satanás para alejar a los hombres de la
adoración a Dios para llevarlos a una religión falsa. —Considérese cuán fatales son las
consecuencias; ¡cuán amargo el fruto! Elimínelo, porque hiere. Conduce a los tormentos del
infierno. La tendencia directa de este pecado es la destrucción de cuerpo y alma. Debemos
evitar cuidadosamente todo lo que signifique dar un paso en esa dirección. Los que han de
ser resguardados del daño deben mantenerse fuera del camino del daño. Si nos metemos en
tentación, nos burlamos de Dios cuando oramos, No nos metas en tentación. ¡Cuántos
males acompañan a este pecado! Destruye la reputación; desperdicia el tiempo; arruina el
patrimonio; es nocivo para la salud; llena la mente con horror. Aunque en el momento estés
feliz, tarde o temprano traerá dolor. —El pecador convicto se reprocha, y no excusa su
necedad. Por los actos frecuentes de pecado, sus hábitos se arraigan y confirman. Por un
milagro de misericordia, el arrepentimiento verdadero puede evitar las espantosas
consecuencias de tales pecados, pero esto no es frecuente; son muchos más los que mueren
como han vivido. ¡Lo que puede expresar el caso del pecador que se arruina a sí mismo en
el mundo eterno, soportando el remordimiento de su conciencia!
Vv. 15—23. El matrimonio legal es un medio que Dios ha designado para resguardar de
estos vicios destructores. Pero no estamos adecuadamente unidos si no atendemos a la
palabra de Dios, buscando su dirección y bendición, y actuando con afecto. —Acordaos
siempre que aunque los pecados secretos puedan escapar de los ojos de nuestros
congéneres, no obstante los caminos del hombre están ante los ojos del Señor que no
solamente los ve, sino pondera todas sus andanzas. Los que son tan necios que escogen el
camino del pecado, son justamente dejados por Dios a sí mismos para que sigan adelante
por el camino que lleva a la destrucción.

CAPÍTULO VI
Versículos 1—5. Advertencia contra el apresuramiento para avalar. 6—11. Un reproche a la
pereza. 12—19. Siete cosas aborrecibles para Dios. 20—35. Exhortaciones para andar
conforme a los mandamientos de Dios.

Vv. 1—5. Si vivimos según nos dirige la palabra de Dios, encontraremos que es provechosa
aun en este mundo presente. Somos mayordomos de nuestra sustancia material y tenemos
que responder al Señor por la manera en que disponemos de ella; es malo desperdiciarla
con precipitación o en planes que nos enreden en dificultades y tentaciones. El hombre
nunca debe ser aval por más de lo que es capaz y está dispuesto a pagar, y puede permitirse
pagar sin dañar a su familia; debe considerar cada suma de dinero por la cual esté
comprometido como si fuera deuda propia. Si debemos poner todo este cuidado para que
sean perdonadas nuestras deudas con los hombres, mucho más para obtener perdón de
Dios. Humíllate ante Él; asegúrate de Cristo como Amigo tuyo que presente defensa por ti;
ora fervorosamente que tus pecados sean perdonados, y que puedas ser resguardado de
hundirte en el abismo.
Vv. 6—11. La diligencia en los negocios es la sabiduría y el deber de todo hombre; no
tanto para obtener riqueza mundana, sino para no ser una carga para los demás, ni un
escándalo para la iglesia. Las hormigas son más diligentes que los hombres perezosos.
Podemos aprender sabiduría de los insectos más viles y ser avergonzados por ellos. —Los
hábitos de la indolencia e indulgencia crecen en la gente. Así la vida se precipita al
desperdicio; y la pobreza, aunque primero distante, se acerca paulatinamente, como un
viajero y, cuando llega, es como un hombre armado, demasiado fuerte para ser resistido.
Todo esto puede aplicarse a las preocupaciones de nuestras almas. ¡Cuántos aman su
dormir de pecado, y sus sueños de felicidad mundana! ¿No procuraremos despertar a los
tales? ¿No pondremos diligencia para asegurar nuestra propia salvación?
Vv. 12—19. Si los perezosos deben ser condenados, que nada hacen, mucho más los
que hacen todo el mal que pueden. Obsérvese cómo se describe a tal hombre: Dice y hace
todo astutamente y con intenciones. Su ruina vendrá sin advertencia y sin alivio. —Aquí
hay una lista de cosas que Dios abomina. Son pecados especialmente provocadores para
Dios los que son dañinos para el bienestar de la vida humana. Debemos odiar en nosotros lo
que Dios odia; es nada odiarlas en los demás. Desechemos todas esas costumbres, y
velemos y oremos contra ellas; evitemos con marcada desaprobación, a todos los culpables
de ellas, cualquiera sea su rango.
Vv. 20—35. La palabra de Dios tiene algo que decirnos sobre todas las ocasiones. Que
la reprensión fiel nunca nos incomode. —Cuando considaremos cuánto abunda este pecado,
cuán odioso es el adulterio en su propia naturaleza, qué mala consecuencia trae, y cuán
ciertamente destruye la vida espiritual en el alma, no nos asombra que las advertencias en
su contra sean repetidas tan a menudo. —Notemos los temas de este capítulo. Recordemos
a quien voluntariamente se hizo nuestro fiador cuando nosotros éramos extraños y
enemigos, ¿y los cristianos, con las perspectivas, motivos y ejemplos que tienen, serán
perezosos y negligentes? ¿Descuidaremos lo que agrada a Dios y lo que Él recompensa
bondadosamente? Vigilemos muy de cerca cada sentido por el cual puede entrar veneno a
nuestras mentes o afectos.

CAPÍTULO VII
Versículos 1—5. Invitaciones a aprender sabiduría. 6—27. Las artes de los seductores y
advertencias en contra.

Vv. 1—5. Debemos atesorar los mandamientos de Dios en forma segura. No sólo se trata
de: Obedécelos y vivirás, sino de: Obedécelos como quien no puede vivir sin ellos. Los que
objetan el caminar cuidadoso y estricto como innecesario y demasiado preciso, no toman en
cuenta que la ley debe obedecerse como a la niña del ojo porque, indudablemente, la ley en
el corazón es el ojo del alma. Que la palabra de Dios habite en nosotros y que, así, esté
escrita donde siempre estará a la mano para ser leída. Así seremos resguardados de los
efectos fatales de nuestras propias pasiones y de las trampas de Satanás. Que la palabra de
Dios confirme nuestro horror del pecado y las resoluciones en su contra.
Vv. 6—27. Aquí hay un ejemplo conmovedor del peligro de las lujurias juveniles. Es
una historia o una parábola sumamente instructiva. ¿Alguien osará aventurarse en las
tentaciones que conducen a la impureza, luego que Salomón ha puesto ante sus ojos de
manera tan vívida y sencilla el peligro de siquiera acercárseles? Entonces, tal persona sería
como el hombre que danza al borde de una roca alta cuando acaba de ver que otro se
despeña desde el mismo lugar. La miseria de los pecadores que se destruyen a sí mismos
empieza por descuidar los benditos mandamientos de Dios. —Debemos orar diariamente
que seamos resguardados de correr a la tentación, porque de lo contrario invitamos a los
enemigos de nuestras almas a que nos pongan trampas. Evítese siempre la proximidad del
vicio. Cuidado con los pecados que se dice son pecados agradables. Son los más peligrosos,
porque son los que más fácilmente se ganan el corazón y lo cierran al arrepentimiento.
Nada hagas hasta que hayas considerado bien el fin de ello. Si un hombre fuera a vivir tanto
tiempo como Matusalén y se pasara todos sus días en las delicias supremas que el pecado
pudiese ofrecerle, eso sería sobrepasado con mucho por una sola hora de la angustia y la
tribulación que deben seguirlas.

CAPÍTULO VIII
Versículos 1—11. Cristo, como la Sabiduría, llama a los hijos de los hombres. 12—21.
Naturaleza y riquezas de la Sabiduría. 22—31. Cristo, uno con el Padre, en la creación del
mundo, y su regocijo en su obra por la salvación del hombre. 32—36. Exhortaciones a oír
la palabra de Cristo.

Vv. 1—11. La voluntad de Dios se da a conocer por las obras de la creación, y por las
conciencias de los hombres, pero más claramente por Moisés y los profetas. La dificultad
principal es lograr que los hombres atiendan la instrucción. Sin embargo, atender las
palabras de Cristo guiará al más ignorante al conocimiento salvífico de la verdad. Donde
hay un corazón entendido y voluntad para recibir la verdad en amor, se valora la sabiduría
más que la plata y el oro.
Vv. 12—21. Aquí la sabiduría es Cristo en quien están todos los tesoros de la sabiduría
y del conocimiento; es Cristo en la palabra y Cristo en el corazón; no sólo se trata que
Cristo sea revelado a nosotros sino que Cristo sea revelado en nosotros. Toda prudencia y
destreza son del Señor. A través de la redención por la preciosa sangre de Cristo abundan
las riquezas de su gracia en toda sabiduría y prudencia. El hombre encontró muchas
invenciones para su ruina; Dios encontró uno para nuestra recuperación. Él aborrece el
orgullo y la arrogancia, los malos caminos y la conversación pervertida; estos hacen que los
hombres no quieran oír sus instrucciones santas, vivificadoras y humildes. —La religión
verdadera da a los hombres el mejor consejo en todos los casos difíciles, y les ayuda a
simplificar su camino. —Su sabiduría hace verdaderamente felices a todos los que la
reciben en el amor de Cristo Jesús. Buscadlo a Él temprano, buscadlo fervorosamente,
buscadlo antes de cualquier otra cosa. Cristo nunca dijo busca en vano. Los que aman a
Cristo son los que han visto su cualidad de ser amado y han tenido su amor derramado en
sus corazones; por tanto, son bienaventurados. Serán bienaventurados en este mundo o, en
aquel que supera toda comparación. —La riqueza obtenida por vanidad pronto disminuirá,
pero la que es bien obtenida durará mucho; y la que se gasta bien en obras de piedad y
caridad, será perdurable. Si no tienen riquezas ni honor en este mundo, tendrán lo que es
infinitamente mejor. Serán dichosos en la gracia de Dios. Cristo, por su Espíritu, guía a los
creyentes a toda la verdad y, así, los guía en el camino de la justicia, y ellos andan
conforme al Espíritu. También serán dichosos en la gloria de Dios, en el más allá. En las
promesas de la Sabiduría, los creyentes tienen bienes atesorados, no para días y años, sino
para la eternidad; por tanto, su fruto es mejor que el oro.
Vv. 22—31. El Hijo de Dios declara que Él mismo participó en la creación del mundo.
¡Cuán capaz, cuán apto es el Hijo de Dios para ser el Salvador del mundo, si fue el Creador
de éste! El Hijo de Dios fue ordenado para esa gran obra antes de la fundación del mundo.
¿Se deleita en salvar a los pecadores miserables, y nosotros no nos deleitaremos en su
salvación?
Vv. 32—36. Ciertamente debemos escuchar la voz de Cristo con la prontitud de los
niños. Seamos todos sabios y no rechacemos esa misericordia. Benditos son los que oyen la
voz del Salvador y esperan en Él con lectura, meditación y oración diaria. Los hijos del
mundo encuentran tiempo para diversiones vanas, sin descuidar lo que ellos consideran
cosa necesaria. ¿No se demuestra desprecio de las instrucciones de la Sabiduría cuando la
gente que profesa santidad, busca excusas para descuidar los medios de gracia? Cristo es
Sabiduría y Él es Vida para todos los creyentes; no podemos obtener el favor de Dios a
menos que hallemos a Cristo y seamos hallados en Él. Se engañan los que ofenden a Cristo;
el pecado es malo para el alma. Los pecadores mueren porque quieren morir, lo que
justifica a Dios cuando Él juzga.

CAPÍTULO IX
Versículos 1—12. Las invitaciones de la Sabiduría. 13—18. Las invitaciones de la
necedad.

Vv. 1—12. Cristo ha preparado ordenanzas a las cuales se recibe a su pueblo, y por las
cuales aquí se alimentan los que creen en Él, y además reciben mansiones celestiales en el
más allá. Los ministros del evangelio siguen invitando a los huéspedes. El llamamiento es
general y no excluye a nadie que no se excluya por sí mismo. Nuestro Salvador no vino a
llamar a los justos sino a los pecadores; no a los sabios según sus propios ojos, que dicen
que ven. Debemos evitar la compañía y los placeres necios del impío o nunca disfrutaremos
los placeres de la vida santa. Es vano procurar la compañía de los impíos con la esperanza
de hacerles bien; es mucho más probable que seamos corrompidos por ellos. No basta con
abandonar al necio; debemos juntarnos con los que andan en sabiduría. No hay verdadera
sabiduría, sino en el camino de la religión, no hay vida verdadera, sino al final de este
camino. —Aquí está la felicidad de quienes lo abrazan. El hombre no puede darle provecho
a Dios; todo es para nuestro propio bien. Obsérvese la vergüenza y ruina de los que no lo
respetan. Dios no es el Autor del pecado: y Satanás puede tentar solamente, no puede
forzar. Tú llevarás la pérdida de aquello de que te burlaste: se agregará a tu condenación.
Vv. 13—18. ¡Cuán diligente es el tentador para seducir al pecado a las almas
desprevenidas! El placer sensual carnal sella la conciencia y apaga las chispas de la
convicción de pecado. Este tentador no tiene una razón firme que ofrecer; y donde ella
consigue el dominio de un alma, se pierde y olvida todo conocimiento de las cosas santas.
Ella es muy violenta y presionadora. —Tenemos que procurar y orar por la sabiduría
verdadera, porque Satanás tiene muchas formas de alejar nuestra alma de Cristo. No sólo
las lujurias mundanas y las seductoras abandonadas resultan fatales para el alma de los
hombres; los falsos maestros con doctrinas que halagan el orgullo y dan libertad a las
lujurias, destruyen a miles. Atraen especialmente a los que han recibido sólo impresiones
serias parciales. Las profundidades de Satanás son abismos del infierno, y el pecado, sin
remordimiento, es ruina, ruina sin remedio. Salomón muestra el anzuelo: quienes le creen
no se meterán con la carnada. Contémplese el placer robado, engañoso, insatisfactorio,
vacío y miserable que propone el pecado; nuestras almas deseen tanto el goce eterno de
Cristo, que en la tierra vivamos para Él diariamente por fe, y no antes de mucho, con Él en
la gloria.

CAPÍTULO X
En todos los Proverbios tenemos que buscar algo que está más allá del primer sentido del
pasaje, y en esto encontraremos que se refiere a Cristo. Él es la Sabiduría tan a menudo
mencionada en este libro.
V. 1. El consuelo de los padres depende mucho de sus hijos; y esto sugiere a ambos los
motivos de sus deberes. Vv. 2, 3. Aunque el justo sea pobre, el Señor no tolerará que le
falte lo necesario para la vida espiritual. V. 4. Los de espiritu ferviente al servicio del Señor
probablemente sean ricos en fe y ricos en buenas obras. V. 5. Aquí está la culpa justa de
quienes desperdician oportunidades aquí y para el más allá. V. 6. La abundancia de
bendiciones estará con los hombres buenos; bendiciones reales. V. 7. Tanto el justo como el
impío deben morir; pero entre sus almas hay una vastísima diferencia. V. 8. El sabio de
corazón practica su conocimiento. V. 9. Los hipócritas serán desenmascarados después de
todos sus rodeos. V. 10. Los trucos y los artificios no serán excusas para la iniquidad. V.
11. La boca del hombre bueno siempre está abierta para enseñar, consolar y corregir al
prójimo. V. 12. Donde hay odio, todo agita la rencilla. Soportándonos unos a otros, se
conservan la paz y la armonía. V. 13. Los que neciamente van por caminos malos, se
preparan varas contra sí mismos. V. 14. Cualquier conocimiento que sirve debemos
guardarlo, no sea que no se pueda buscar cuando lo necesitemos. El sabio gana sabiduría
leyendo, oyendo la palabra, por la meditación, por la oración, por la fe en Cristo, quien nos
es hecho sabiduría de Dios. V. 15. Esto se refiere a los errores corrientes de ricos y pobres
acerca de su situación externa. La riqueza de los ricos los expone a muchos peligros;
mientras el pobre puede vivir cómodamente si está contento, mantiene una buena
conciencia y vive por fe. V. 16. Quizá el hombre justo no tenga más de aquello por lo cual
trabaja duro, pero ese esfuerzo tiende a la vida. V. 17. El viajero que ha perdido su camino
y no tolera que se lo digan, y le muestren el camino recto, debe cometer yerros aún. V. 18.
Especialmente necio es aquel que piensa que esconde algo de Dios; y la malicia no es
mejor. V. 19. Los que hablan mucho, dicen mucho mal. El que se refrena es hombre sabio,
y si lo hace busca su paz. Vv. 20, 21. La lengua del justo es sincera, libre de la escoria de la
traición y la mala intención. El habla piadosa es alimento espiritual para el necesitado. Los
necios mueren por falta de corazón, y así es la palabra, por falta de pensamiento. V. 22. En
la riqueza que es verdaderamente deseable no hay vejación de espíritu al disfrutarla; no hay
tristeza por perderla; ni culpa por abusar de ella. Lo que viene del amor de Dios tiene por
compañía a la gracia de Dios. V. 23. Sólo los hombres necios y malos se divierten haciendo
daño al prójimo o tentándolo a pecar. V. 24. El mayor deseo de bendiciones eternas que
puede tener el justo será otorgado. V. 25. La senda de los pecadores prósperos es como un
torbellino que pronto se desgasta y se va. V. 26. Como el vinagre destempla los dientes, y
el humo hace doler mucho los ojos, el perezoso hace sufrir a su empleador. Vv. 27, 28.
¿Qué es el hombre que ama la vida? Que tema a Dios y eso le asegurará suficiente vida en
este mundo, y vida eterna en el otro. V. 29. El creyente se afirma en la fe y obedece con
mayor deleite. V. 30. El malo estaría feliz de tener la tierra por hogar eterno, pero eso no
puede ser. Deben morir y dejar atrás a todos sus ídolos. Vv. 31, 32. El hombre bueno habla
sabiamente para provecho del prójimo. Pero es el pecado el que habla lo que desagrada a
Dios y provoca a aquellos con quienes Él conversa, y será la ruina del hombre malo. Al
justo lo guarda el poder de Dios y nada podrá apartarlo del amor de Dios que es en Cristo
Jesús.

CAPÍTULO XI
V. 1. No importa cuán a la ligera se tome el peso recortado o la medida falsa, y lo común
que sea este delito, es abominación a Jehová. V. 2. Al considerar lo seguro, silenciosos y
fáciles son los humildes, vemos que en el humilde hay sabiduría. V. 3. Los principios de un
hombre honesto son permanentes, por lo tanto su camino es claro. V. 4. Las riquezas no
serán sustituto para el hombre en el día de su muerte. Vv. 5, 6. Los caminos de la iniquidad
son peligrosos. El pecado es un castigo en sí. V. 7. Cuando muere el piadoso, se
desaparecen todos sus temores; pero cuando muere el impío, se desvanecen todas sus
esperanzas. V. 8. El justo suele ser guardado en forma maravillosa de caer en situaciones
peligrosas, y el impío cae en su lugar. V. 9. Los hipócritas por medio de astutas objeciones
contra la verdad de la palabra de Dios engañan a los hombres para que yerren y pequen.
Vv. 10, 11. Las naciones prosperan cuando son desechados los malos. V. 12. El entendido
no juzga a los demás por su éxito. V. 13. El hombre fiel no revela lo que se le ha confiado,
a menos que lo requiera la honra de Dios y el verdadero bien común. V. 14. Encontraremos
siempre que es una ventaja para nosotros pedir consejo. V. 15. El bienestar de nuestra
familia, nuestra paz, y nuestra capacidad de pagar deudas justas, no deben someterse a
riesgos. Consideremos aquí en forma especial la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que se
hizo fiador aun de sus enemigos. V. 16. La mujer piadosa y discreta cuidará la estima y el
respeto con el hombre fuerte defiende sus riquezas. V. 17. El hombre cruel, obstinado y
malo, es dolor para los que son, y debieran ser como su propia carne, y se castiga a sí
mismo. V. 18. Él hace su oficio hacer el bien, recibirá su recompensa con toda la seguridad
que le da la verdad eterna. V. 19. La verdadera santidad es verdadera felicidad Mientras
más violento es el hombre en sus empresas pecaminosas, más se precipita a su destrucción.
V. 20. Nada es más aborrecible para Dios que la hipocresía y la doble norma, a las que se
refiere aquí. Dios se complace con quienes buscan actuar según la justicia. V. 21. Asociarse
para pecar no guardará al pecador. V. 22. Abusan de la belleza los que no tienen discreción
ni modestia. Esto tienen vigencia para todo el atavío corporal. V. 23. El perverso quiere
engañar a su prójimo, pero le alcanzará su maldad. V. 24. El hombre puede empobrecer por
no pagar deudas justas, por no ayudar al pobre, por no dar lugar a gastos necesarios.
Aunque los hombres sean muy económicos con lo que tienen, si Dios así lo decide, serán
nada. V. 25. En las cosas temporales y espirituales, Dios suele tratar con su pueblo según la
medida con que ellos tratan a sus hermanos. V. 26. No debemos almacenar las dádivas de
Dios para nuestro exclusivo provecho. V. 27. Buscar el mal aquí se pone en contraste con
hacer el bien; porque los que no hacen el bien hacen daño, aun a sí mismos. V. 28. El
verdadero creyente es un sarmiento de la vid verdadera. Cuando se marchiten los que han
echado raíces en el mundo, fructificarán los que están injertados en Cristo. V. 29. El que
acarrea problemas sobre sí y su familia, por negligencia o por maldad, no podrá conservar
ni disfrutar lo que gana, como el hombre no puede retener el viento, o satisfacerse con él.
V. 30. Los justos son como árbol de vida. Su influencia sobre la tierra, como los frutos de
aquel árbol, sustentan y alimentan la vida espiritual de muchos. V. 31. Aun el justo cuando
ofende en la tierra recibirá su justa corrección; cuánto más el inicuo recibirá la recompensa
debida a sus pecados. Busquemos las bendiciones que nuestro Fiador adquirió por medio de
sus sufrimientos y su muerte; procuremos imitar su ejemplo, y guardemos sus
mandamientos.

CAPÍTULO XII
V. 1. Los que tienen gracia, se deleitarán en las instrucciones que se les dan. Los que
endurecen sus convicciones son como los brutos. V. 2. El hombre que encubre designios
egoístas y malos debajo de una profesión de fe o de amistad, será condenado. V. 3. Aunque
los hombres progresen por sí mismos, mediante artimañas pecaminosas, no pueden
estabilizarse ni asegurarse. Pero quienes por fe tienen sus raíces en Cristo, están firmemente
establecidos. V. 4. Una esposa piadosa y prudente, que cuida bien de todas las cosas de su
casa, que toma conciencia de su deber, y que puede soportar cruces, es honra y consuelo
para su marido. Ella es el revés de la que hace presa de él y lo consume. V. 5. Los
pensamientos no son libres: están sometidos al conocimiento divino, por tanto, están bajo el
mandamiento divino. Para el hombre es vergonzoso actuar con engaño, trucos y mala
intención. V. 6. La gente mala habla mal a su prójimo. A veces el hombre puede hacer una
buena obra con una sola palabra buena. V. 7. La bendición de Dios es a menudo continua
en las familias de hombres piadosos, mientras los malos son derribados. V. 8. Los apóstoles
demostraron sabiduría gloriándose en la vergüenza por el nombre de Cristo. V. 9. El que
vive en estado humilde, que no tiene quien le atienda, pero obtiene pan por su esfuerzo, es
más feliz que el que se gloría en una cuna elevada o en ropas de fiesta y le falta lo
necesario. V. 10. El piadoso no hace sufrir innecesariamente ni siquiera a un animal, pero el
malo suele hablar de los demás como si fuera experto, cuando no soporta un tratamiento
similar ni por un solo día. V. 11. Sabiduría de los hombres es ocuparse de sus cosas y
seguir el llamado honesto, pero es necedad descuidar los negocios; y la gracia de Dios
enseña a los hombres a no desdeñar nada, sino el pecado. V. 12. Cuando el impío ve que el
prójimo prospera por el pecado desea actuar de la misma manera, pero la raíz de la gracia
divina en el corazón del justo, produce otros deseos y propósitos. V. 13. Más de un hombre
ha pagado caro en este mundo la transgresión de sus labios. V. 14. Cuando los hombres
usan correctamente su lengua para enseñar y consolar a los demás, disfrutan la aceptación
por medio de Cristo Jesús y el testimonio de sus conciencias de que, en cierta medida, ellos
responden a la finalidad de su ser. V. 15. El necio, en la acepción bíblica, es el hombre
malo, aquel que actúa al contrario de la sabiduría de lo alto. Su regla es hacer lo bueno
según sus ojos. V. 16. El hombre necio se enoja pronto y se apresura a expresarlo; él
siempre está en problemas y corre al mal. Bondadoso hacia nosotros mismos es tomar a la
ligera las injurias y afrentas, en lugar de hacerlas peor. V. 17. Bueno para todos es
aborrecer y detestar el pecado de la mentira y ser gobernados por la honestidad. V. 18. Los
susurros y las presuposiciones malas, como espada, separan a los que se han querido. La
lengua del sabio es salud y hace todo íntegro. V. 19. Si se dice la verdad, permanecerá;
aunque sea desafiado mantendrá su base. V. 20. El engaño y la falsedad acarrean terrores y
perplejidades. Pero los que consideran la paz y la felicidad de los demás tienen gozo en sus
mentes. V. 21. Si los hombres son sinceramente rectos, el Dios justo se ha ocupado de que
ningún mal les acontezca. Pero los que se deleitan en la maldad, se hartarán de ella. V. 22.
Tómese conciencia de la verdad, no solamente en palabras sino en obras. V. 23. Los
hombres necios proclaman a todos la necedad y vanidad de sus mentes. V. 24. Los que no
se esfuercen en un llamado honesto, y viven por trucos y deshonestidad, son despreciables
y mendicantes. V. 25. La preocupación, el miedo y la tristeza en los espíritus quitan vigor a
los hombres acerca de lo que hay que hacer, o el valor en cuanto a lo que hay que soportar.
Una buena palabra de Dios, aplicada por fe, alegra al corazón. V. 26. El justo tiene
abundancia, aunque no de bienes de este mundo, sino de la gracia y el consuelo del
Espíritu, que son las riquezas verdaderas. Los hombres malos se jactan vanamente de que
sus caminos no son malos. V. 27. El perezoso no hace buen uso de las ventajas que la
Providencia pone en su camino, y no tiene consuelo en ellas. La sustancia del hombre
diligente, aunque no grande, le hace bien a él y a su familia. Ve que Dios le da en respuesta
a la oración. V. 28. El camino de la religión es un camino recto y claro; es el camino de la
rectitud. No hay vida sólo al final, sino vida en el camino: todo consuelo verdadero.

CAPÍTULO XIII
V. 1. Hay mucha esperanza en quienes reverencian a sus padres. Poca esperanza hay de
cualquiera que no escuche a quienes le tratan fielmente. V. 2. Por nuestras palabras
debemos ser justificados o condenados, Mateo xii, 37. V. 3. El que piensa antes de hablar,
suprime el mal si lo pensó, y guarda mucho a su alma de la culpa y de la pena. Más de uno
se ha destruido por una lengua sin gobierno. V. 4. El perezoso desea las ganancias que
obtiene el diligente, pero aborrece los esfuerzos que éste realiza; por tanto, nada tiene. Esto
es especialmente verdadero acerca del alma. V. 5. Donde reina el pecado el hombre es
odioso. Si su conciencia estuviera despierta, él se aborrecería a sí mismo, y se arrepentiría
en polvo y ceniza. V. 6. El deseo honesto de hacer el bien preserva al hombre de errores
fatales, mejor que mil distinciones finamente trazadas. V. 7. Algunos que son realmente
pobres, negocian y gastan como si fueran ricos; esto es pecado, será vergüenza, y tendrá su
paga. Algunos que son realmente ricos se piensa de ellos como pobres; en esto hay falta de
gratitud a Dios, falta de justicia y caridad con el prójimo. Hay muchos hipócritas, vacíos de
la gracia, que no serán convencidos de su pobreza. Hay muchos cristianos temerosos que
son espiritualmente ricos, pero que se consideran pobres; por sus dudas, quejas y penas se
empobrecen a sí mismos. V. 8. Las grandes riquezas suelen tentar a usar la violencia contra
quienes las poseen, pero los pobres están libres de tales peligros. V. 9. La luz del justo es
como la del sol, el cual puede ser eclipsado y nublado, pero continuará. El Espíritu es su
Luz, Él da plenitud de gozo; la del malo es como una lámpara que ellos mismos encienden,
fácilmente se apaga. V. 10. Todas las contenciones sean entre personas en particular,
familias, iglesias o naciones empiezan y son llevadas adelante por el orgullo. V. 11. La
riqueza obtenida con deshonestidad o por medio de vicios tiene una maldición secreta que
rápidamente la gasta. V. 12. La demora de lo que se espera ansiosamente es muy dolorosa
para la mente; obtenerla es muy agradable. Pero la principal intención aquí son las
bendiciones espirituales. V. 13. El que tiene temor de Dios y reverencia su palabra,
escapará de la destrucción y será recompensado por su temor piadoso. V. 14. La regla por
la cual el sabio regula su conducta es una fuente que produce vida y felicidad. V. 15. El
camino de los pecadores es duro para otros y duro para el mismo pecador. El servicio del
pecado es esclavitud; el camino al infierno está pavimentado con las espinas y cardos que
siguieron a la maldición. V. 16. Necio es hablar de cosas de las que nada sabemos, y
emprender aquello para lo cual no tenemos aptitud alguna. V. 17. Los que son malos y
falsos a Cristo y a las almas de los hombres, hacen el mal y caen en el mal; pero los que son
fieles encuentran palabras buenas que sanan a los demás y a sí mismos. V. 18. El que se
burla al ser enseñado ciertamente será derribado. V. 19. En el hombre hay fuertes deseos de
felicidad; pero los que no se convencen de abandonar sus pecados, no pueden esperar algo
verdaderamente dulce para su alma. V. 20. Multitudes son llevadas a la ruina por las malas
compañías. Y todos los que se hacen malos a sí mismos, serán destruidos. V. 21. Cuando
Dios busca a los pecadores está seguro de vencerlos y Él recompensará al justo. V. 22. El
siervo de Dios que no está ansioso de riquezas, adopta el mejor método de proveer para sus
hijos. V. 23. El pobre, si es trabajador, prospera aunque en forma modesta, mientras los que
tienen grandes riquezas suelen ser llevados a la pobreza por falta de juicio. V. 24. Actúa
como si odiara a su hijo quien, por indulgencia falsa, permite que se fortalezcan los hábitos
pecaminosos, los cuales acarrearán tristeza aquí y desgracia en el más allá. V. 25. La
miseria de los impíos es que hasta sus apetitos sensuales están siempre ansiosos. El justo se
alimenta de la palabra y las ordenanzas para satisfacción de su alma con las promesas del
evangelio, y del Señor Jesucristo, que es el Pan de vida.

CAPÍTULO XIV
V. 1. La mujer que no teme a Dios, que es soberbia y dispendiosa, y se da a la comodidad,
ciertamente arruinará a su familia, como si derribara su casa. V. 2. Aquí la gracia y el
pecado están con sus verdaderos colores. Quienes desprecian los preceptos y promesas de
Dios, desprecian a Dios y todo su poder y misericordia. V. 3. El orgullo crece de la raíz de
rencor que hay en el corazón. La raíz debe ser arrancada o no podemos vencer esta rama.
Las palabras prudentes de los sabios los sacan de las dificultades. V. 4. No puede haber
ventajas sin que algo, aun por un momento, asuste al indolente. V. 5. El testigo consciente
no se atreve a representar nada que no esté conforme a su conocimiento. V. 6. El
escarnecedor trata con desdén las cosas divinas. El que siente su ignorancia e indignidad
escudriñará las Escrituras con espíritu humilde. V. 7. Descubrimos al hombre malo cuando
no hay un dejo de piedad en su habla. V. 8. Somos viajeros cuya preocupación no es ver
maravillas, sino llegar al final de su viaje; hay que entender las reglas por las cuales
tenemos que andar, y los fines hacia los cuales tenemos que andar. El hombre malo se
engaña y sigue en su error. V. 9. Los necios y profanos consideran el pecado como pura
fruslería, la cual debe tomarse a la ligera en vez de lamentarla. Los necios se burlan de la
ofrenda por el pecado, pero los que la toman a la ligera, toman a Cristo a la ligera. V. 10.
No sabemos cuáles aguijones de conciencia o pasiones consumidoras atormentan al
pecador próspero. Tampoco el mundo conoce la paz mental que disfruta el cristiano serio,
aun en pobreza y enfermedad. V. 11. El pecado arruina a muchas familias grandes mientras
la rectitud suele elevar y fortalecer hasta las familias viles. Vv. 12, 13. Los caminos de la
negligencia, de la mundanalidad y de la sensualidad, parecen rectos a los que andan en
ellos; pero los que se engañan a sí mismos se destruyen a sí mismos. Véase la vanidad de la
alegría carnal. V. 14. De todos los pecadores, los descarriados tendrán el mayor terror
cuando reflexionen en sus caminos. V. 15. La ansiedad por creer lo que dicen los demás
siempre ha resultado engañosa. Así fue arruinado todo el mundo al comienzo. El hombre
espiritualmente sabio confía solo en el Salvador para su aceptación. Está alerta contra los
enemigos de su salvación obedeciendo la palabra de Dios. V. 16. El santo temor resguarda
contra toda cosa no santa. V. 17. Un hombre enojado debe ser compadecido y culpado, pero
el vengativo es más odioso. V. 18. El pecado es la vergüenza de los pecadores, pero la
sabiduría es el honor del sabio. V. 19. Hasta los hombres malos reconocen la excelencia del
pueblo de Dios. V. 20. La amistad del mundo está dominada por el interés propio. Bueno es
tener a Dios como nuestro Amigo; no nos abandonará. V. 21. Despreciar a un hombre por
su empleo o aspecto es pecado. V. 22. Cuán sabiamente consultan sus propios intereses los
que no sólo hacen el bien, sino ¡tienen la intención de hacerlo! V. 23. El trabajo de la
cabeza o de la mano resultará en una buena cuenta, pero si la religión de los hombres se
desperdicia toda en charla y ruido, no llegarán a nada. V. 24. Las riquezas de los hombres
de sabiduría y piedad acrecientan su utilidad. V. 25. El hombre recto se aventura al
desagrado del más grande, pero sacará a relucir la verdad. Vv. 26, 27. Los que temen al
Señor para obedecerle y servirle, tienen una fuerte base de confianza y serán preservados.
Busquemos la Fuente de vida, para escapar de los lazos de la muerte. V. 28. Que todos los
que desean bien al reino de Cristo, hagan lo que puedan para que muchos sean sumados a
su iglesia. V. 29. Hombre paciente y manso es quien aprende de Cristo que es la Sabiduría
misma. La pasión desenfrenada es necedad manifiesta. V. 30. Una mente recta, contenta y
benevolente tiende a la salud. V. 31. Oprimir al pobre es reprochar a nuestro Creador. V.
32. El malo tiene su alma enajenada; muere en sus pecados bajo la culpa y el poder de ellos.
Pero los piadosos, aunque tienen dolor y algo de miedo a la muerte, tienen la esperanza
bendita que Dios, que no puede mentir, les ha dado. V. 33. La sabiduría posee el corazón y,
de ese modo, regula los afectos y los temperamentos. V. 34. La piedad y la santidad pronto
fomentan la laboriosidad, la sobriedad y la honestidad. V. 35. El gran Rey que reina en
cielo y tierra recompensará a los siervos fieles que honran su evangelio por el desempeño
apropiado de los deberes de su cargo. Él no desprecia los servicios de los más bajos.

CAPÍTULO XV
V. 1. Una buena causa será mejor alegada con mansedumbre que con pasión. Nada incita
más la ira que las palabras injuriosas. V. 2. El que tiene conocimiento debe usarlo con
rectitud para el bien del prójimo. V. 3. Los pecados, los servicios y las penas secretas están
bajo los ojos de Dios. Esto habla de consuelo a los santos y terror a los pecadores. V. 4.
Una lengua buena es sanadora para la conciencia herida, a la que consuela; para las almas
enfermas de pecado, a las que da convicción de pecado; y para las partes en desacuerdo a
las cuales reconcilia. V. 5. Si se desprecia la instrucción, reprende a los hombres en vez de
tolerar que vayan tranquilos por el camino a la destrucción. V. 6. La riqueza de los
mundanos aumenta sus temores y sospechas, añade fortaleza a sus pasiones y vuelve más
inquietante el temor de la muerte. V. 7. Usamos correctamente el conocimiento cuando lo
difundimos; pero el corazón del necio nada que sea bueno tiene para difundir. Vv. 8, 9. El
impío pone otras cosas en el lugar de la expiación de Cristo o en el lugar de la santa
obediencia. Las gracias de orar son su dádiva, y la obra de su Espíritu, con lo cual Él se
complace. V. 10. El que odia la reprensión perecerá en sus pecados, puesto que no los
abandonará. V. 11. Nada hay que pueda ocultarse de los ojos de Dios, ni siquiera los
pensamientos del hombre. V. 12. El burlador no tolera pensar seriamente dentro de su
propio corazón. V. 13. El espíritu sombrío, impaciente e ingrato, brotando del orgullo y de
la indebida ligazón a los objetos del mundo, hace que el hombre esté intranquilo consigo
mismo y el prójimo. V. 14. El hombre sabio procura ganar más sabiduría, creciendo en
gracia y en el conocimiento de Cristo. Pero la mente carnal reposa contenta halagándose a
sí misma. V. 15. Algunos están en mucha aflicción y con espíritu acongojado. Hay que
compadecer, orar y consolar a tales personas. Hay otros que sirven a Dios con corazón
contento y ello impulsa su obediencia, pero ellos deben regocijarse con temor. Vv. 16, 17.
Los creyentes suelen tener lo suficiente, cuando los ojos del mundo ven que hay poco; el
Señor está con ellos, sin las preocupaciones, los problemas y las tentaciones que van unidos
a la riqueza del impío. V. 18. El que es tardo para enojarse, no sólo impide la discordia; la
apacigua si se enciende. V. 19. Los que no ponen el corazón en su trabajo, pretenden que
no pueden hacer su obra sin dificultades ni peligros. Así muchos viven siempre dudando de
su estado, porque siempre descuidan un deber. V. 20. Los que tratan a un padre o madre
ancianos con desprecio o negligencia, muestran su necedad. V. 21. Los verdaderamente
sabios, se ocupan de que sus pensamientos, palabras y obras sean regulares, sinceras y
santas. V. 22. Si los hombres no se dan el tiempo y el trabajo de deliberar no es probable
que hagan que pase algo. V. 23. La sabiduría se necesita para adaptar nuestro hablar a la
ocasión. V. 24. Un hombre bueno deposita sus afectos en las cosas de arriba; su camino se
dirige directamente allá. V. 25. El orgullo es la ruina de multitudes. Pero Dios sostiene a los
afligidos. V. 26. Los pensamientos de los impíos ofenden a Aquel que conoce el corazón.
V. 27. El codicioso no deja que nadie de su familia repose o disfrute. La codicia de
ganancia suele tentar a entrar en proyectos que traen ruina. V. 28. El hombre bueno resulta
ser hombre sabio por esto: gobierna bien su lengua. V. 29. El mismo Dios se distancia de
quienes lo desafían. V. 30. ¡Cuán delicioso es para el alma humillada oír el buen testimonio
de la salvación por el Señor Jesucristo! V. 31. La reprensión fiel y amistosa ayuda a la vida
espiritual y guía a la vida eterna. V. 32. Los pecadores subestiman su alma; por tanto,
prefieren el cuerpo al alma y dañan el alma para complacer al cuerpo. V. 33. El temor del
Señor nos dispondrá a escudriñar las Escrituras con reverencia; y nos hará seguir la
dirección del Espíritu Santo. Cuando depositamos humildemente toda nuestra dependencia
en la gracia de Dios, somos exaltados en la justicia de Cristo.

CAPÍTULO XVI
V. 1. Solo la gracia renovadora de Dios prepara el corazón para toda buena obra. Esto nos
enseña que no somos suficientes por nosotros mismos para pensar o decir algo que sea
sabio y bueno. V. 2. La ignorancia, el orgullo y la jactancia nos vuelven jueces parciales
respecto de nuestra propia conducta. V. 3. Descarga el peso de tu afán en Dios y déjalo con
Él, por fe y confianza en Él. V. 4. Dios usa al impío para ejecutar la justa venganza de uno
contra el otro; y al final, Él será glorificado por la destrucción de ellos. V. 5. Aunque los
pecadores se fortalecen a sí mismos y unos a otros, no escaparán de los juicios de Dios. V.
6. Por la misericordia y la verdad de Dios en Cristo Jesús, los pecados de los creyentes son
quitados y quebrantado el poder del pecado. V. 7. Aquel que tiene todos los corazones en
su mano, puede hacer que los enemigos de un hombre estén en paz con éste. V. 8. Un
patrimonio pequeño honestamente logrado, resultará mejor cuenta que un patrimonio
grande logrado a la mala. V. 9. Si los hombres hacen de la gloria de Dios su fin, y de su
voluntad su regla, Él dirigirá sus pasos por su Espíritu y su gracia. V. 10. Que los reyes y
jueces de la tierra sean justos y gobiernen en el temor de Dios. V. 11. Observar justicia en
los tratos entre los hombres es designio de Dios. V. 12. El rey que usa bien su poder verá
que es su mejor seguridad. V. 13. Poned en el poder a los que saben hablar acerca del
propósito. Vv. 14, 15. Necios son los que se apartan del favor de Dios para obtener el favor
de un príncipe terrenal. V. 16. Hay gozo y satisfacción del espíritu sólo en lograr sabiduría.
V. 17. El hombre sinceramente religioso se mantiene lejos de toda apariencia de mal.
Dichoso el hombre que anda en Cristo y es dirigido por el Espíritu de Cristo. V. 18. Cuando
los hombres desafían los juicios de Dios, y creen que están lejos de ellos, es señal de que se
hallan a la puerta. No temamos el orgullo del prójimo; temamos el orgullo en nosotros
mismos. V. 19. Aunque se exponga al desprecio del mundo, la humildad es mucho mejor
que la altivez de espíritu, que hace enemigo a Dios. El que entiende la palabra de Dios,
encontrará el bien. V. 21. El hombre cuya sabiduría habita en su corazón, será hallado
mucho más prudente que muchos que poseen talentos brillantes. V. 22. Como agua para
tierra reseca es el hombre sabio para sus amistades y vecinos. V. 23. El conocimiento
propio del hombre sabio siempre sugiere algo apropiado para decir a los demás. V. 24. La
palabra de Dios cura las enfermedades que debilitan nuestra alma. V. 25. Esto es
advertencia para todos: cuidar de engañarse a sí mismos y a sus almas. V. 26. Debemos
trabajar por la comida que permanece para la vida eterna o perecer. Vv. 27, 28. Los impíos
realizan más esfuerzos para hacer el mal de los que serían necesarios para hacer el bien. ¡El
chismoso separa a las amistades; qué carácter odioso, pero cuán común es! Vv. 29, 30.
Algunos hacen todo el mal que pueden por la fuerza y la violencia, y están ciegos en cuanto
al resultado. V. 31. La gente anciana debiera ser especialmente hallada en el camino de la
religión y la santidad. V. 32. Vencer nuestras pasiones requiere una administración más
firme que para obtener la victoria sobre un enemigo. V. 33. Todos los ordenamientos de la
Providencia acerca de nuestros asuntos, debemos considerarlos como determinantes de lo
que referimos a Dios; y debemos reconciliarnos con ellos en forma consecuente. Benditos
sean los que se entregan a la voluntad de Dios, porque Él sabe lo que es bueno para ellos.

CAPÍTULO XVII
V. 1. Estas palabras recomiendan el amor y la paz familiar como necesarias para el
bienestar de la vida humana. V. 2. El siervo sabio es más merecedor que el hijo dispendioso
y es más probable que parezca uno de la familia. V. 3. Dios prueba el corazón por la
aflicción. Así ha demostrado a menudo el pecado remanente en el corazón del creyente. V.
4. Los aduladores, especialmente los falsos maestros, son bienvenidos para quienes viven
en pecado. V. 5. Los que se ríen de la pobreza tratan con desdén a la providencia y los
preceptos de Dios. V. 6. Honor para los hijos es tener padres piadosos y sabios que siguen
con ellos, aun después de haber crecido y haberse establecido en el mundo. V. 7. El necio
de los Proverbios de Salomón representa al impío, al cual no corresponde discurso
excelente porque su conversación lo contradice. V. 8. Los que ponen en el dinero su
corazón, harán cualquier cosa por tenerlo. ¡Qué influencia deben tener las dádivas de Dios
en nuestro corazón! V. 9. La manera de conservar la paz es sacar lo mejor de todo: no
fijarse en lo que se ha dicho o hecho contra nosotros. V. 10. La reprensión suave entrará no
sólo en la cabeza del sabio sino en su corazón. V. 11. Satanás, y los mensajeros de Satanás,
quedarán libres ante el impío. V. 12. Vigilemos nuestras pasiones y evitemos la compañía
de hombres furiosos. V. 13. Devolver mal por bien es diabólico. El que hace eso acarrea
maldición a su familia. V. 14. ¡Qué peligro hay en el comienzo de la discordia! Resiste sus
primeros indicios, y de ser posible, apártate antes de empezar. V. 15. Ofende a Dios
exonerar al culpable o condenar a los inocentes. V. 16. La negligencia del hombre en
cuanto al favor de Dios y su propio interés, es muy absurda. V. 17. Ningún cambio de las
circunstancias externas debe abatir el afecto por nuestras amistades o parientes. Pero
ningún amigo, salvo Cristo, merece confianza ilimitada. Este texto recibió, y aún recibe, su
más glorioso cumplimiento en Él. V. 18. Que nadie haga mal a su familia. Cristo al hacerse
fiador de los hombres es una muestra glorioso de la sabiduría divina, porque Él pudo
cancelar la deuda. V. 19. Si queremos mantener la conciencia limpia y la mente en paz,
debemos evitar todas las incitaciones a la ira. El hombre que pretende un estilo de vida por
encima de sus medios, va camino a la ruina. V. 20. Nada se obtiene con malas intenciones.
Muchos han pagado caro por una lengua desenfrenada. V. 21. Esto habla muy simplemente
que muchos hombres sabios y buenos sienten con mucha intensidad cuán penoso es tener
un hijo necio e impío. V. 22. Gran misericordia es que Dios nos permita estar contentos y
que cause nuestro contentamiento, si por su gracia nos da corazón para estar contentos. V.
23. El impío está listo para separarse de su dinero, aunque lo ama, para no tener que sufrir
por su delito. V. 24. El hombre prudente tiene siempre presente la palabra de Dios. Pero el
necio no puede fijar sus pensamientos ni perseguir ningún propósito con constancia. V. 25.
Los hijos malos desprecian la autoridad de su padre y la ternura de su madre. V. 26. Muy
malo es encontrar culpa en el cumplimiento del deber. Vv. 27, 28. El hombre se demuestra
sabio por el buen temperamento de su mente y por el buen gobierno de su lengua. Es
cuidadoso cuando habla, para hablar conforme al propósito. Dios conoce su corazón y la
necedad que está allí ligada; por tanto no puede ser engañado en su juicio como suelen serlo
los hombres.

CAPÍTULO XVIII
V. 1. Si queremos obtener conocimiento y gracia, debemos probar todos los métodos para
mejorar nosotros mismos. V. 2. Quienes tienen como único propósito hacer algo para ser
vistos, nada útil hacen para el conocimiento o la religión. V. 3. Tan pronto como entró el
pecado, siguió la vergüenza. V. 4. El manantial de la sabiduría del corazón del creyente
provee palabras de sabiduría en forma continua. V. 5. Se debe considerar los méritos de una
causa, no la persona. Vv. 6, 7. ¡Cuánto mal se hacen los hombres malos por sus lenguas
descontroladas! V. 8. ¡Cuán bajos son los que siembran controversia, y qué fatales efectos
pueden esperarse del pequeño comienzo de los celos! V. 9. Las omisiones del deber y en el
deber son fatales para el alma, al igual que cometer pecado. Vv. 10, 11. El poder divino
dado a conocer en nuestro Señor Jesucristo y por medio de Él, forma una torre fuerte para
el creyente que confía en el Señor. ¡Cuán engañosa es la defensa del rico que tiene su
porción y tesoro en este mundo! Ciudad fortificada y muro alto es en su propia presunción,
porque caerá cuando más lo necesite. Ellos quedarán expuestos a la ira justa de aquel Juez
al cual despreciaron como Salvador. V. 12. Después que el corazón se ha elevado con el
orgullo, viene una caída. Pero la honra será la recompensa de la humildad. V. 13. La
ansiedad junto con el engaño de sí mismo, expone a la vergüenza. V. 14. La firmeza de
mente sustenta bajo muchos dolores y pruebas, pero cuando a la conciencia la tortura el
remordimiento, ninguna fortaleza humana puede tolerar la desgracia; entonces, ¿cómo será
el infierno? V. 15. Debemos obtener conocimiento no sólo para nuestra cabeza, sino para
nuestro corazón. V. 16. Bendito sea el Señor que nos recibe bien ante su trono, sin dinero y
sin precio. Que sus dones le hagan lugar en nuestra alma. V. 17. Bueno es escuchar a
nuestros enemigos para formarnos un mejor juicio de nosotros mismos. V. 18. Era
costumbre, a veces, referir a Dios las cosas echando suertes, con oración solemne. Profanar
la suerte usándola como cuestión de diversión, o para codiciar lo que pertenece a otros,
ahora es motivo de objeción. V. 19. Debe ponerse mucho cuidado para evitar peleas entre
los parientes y entre quienes están obligados entre sí. La sabiduría y la gracia hacen que sea
fácil perdonar, pero la corrupción lo hace difícil. V. 20. Aquí el estómago es puesto en
lugar del corazón, como en todas partes; y lo que lo llena concordará con nuestra
satisfacción y nuestra paz interior. V. 21. Más de uno ha causado su propia muerte o la
muerte del prójimo por una lengua falsa o injuriosa. V. 22. Una buena esposa es una gran
bendición para el hombre y es señal del favor divino. V. 23. La pobreza dice a los hombres
que no deben ordenar ni demandar. Ante el trono de la gracia todos somos pobres y
debemos hacer peticiones fervientes. V. 24. Cristo Jesús nunca abandonará a los que
confían en Él y le aman. Que así seamos amigos con otros, por amor a nuestro Señor.
Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta lo sumo; y nosotros
somos sus amigos si hacemos todo lo que Él nos manda, Juan xv, 14.

CAPÍTULO XIX
V. 1. El hombre pobre que teme a Dios es más honorable y feliz que el hombre sin
sabiduría ni gracia, por más rico o de alto rango que sea. V. 2. ¿Qué cosa buena puede el
alma hacer si no tiene conocimiento? El que peca no se tomará el tiempo para sopesar la
senda de sus pies. V. 3. Los hombres corren a meterse en problemas por su propia necedad,
y luego, se inquietan por los designios de Dios. V. 4. Aquí podemos ver cuán fuerte es el
amor del hombre al dinero. V. 5. Los que dicen mentiras al hablar están bien encaminados
para ser culpables de falso testimonio. V. 6. No tenemos excusa si no amamos a Dios con
todo nuestro corazón. Sus dones para nosotros no se pueden contar, y todos los dones de los
hombres para nosotros son frutos de su generosidad. V. 7. Cristo fue abandonado por todos
sus discípulos, pero el Padre estaba con Él. Anima nuestra fe que Él tuviera tanta
experiencia en las penas de la pobreza. V. 8. Aman rectamente su alma solo quienes logran
la sabiduría verdadera. V. 9. Mentir es pecado condenador y destructor. V. 10. El hombre
que no tiene sabiduría ni gracia no tiene derecho ni mérito para gozo verdadero. Muy
impropio es que un esclavo del pecado oprima a los hombres libres de Dios. V. 11. Obtiene
la mayor gloria verdadera el que se propone con constancia vencer con el bien al mal. V.
12. Cristo es un Rey cuya ira contra sus enemigos será como el rugido de un león, y su
favor hacia su pueblo, como el rocío que refresca. V. 13. Demuestra la vanidad del mundo
que estemos propensos a las mayores tristezas cuando nos prometemos el más grande de los
consuelos. V. 14. Una esposa discreta y virtuosa es más valiosa que la casa y las riquezas.
V. 15. Una disposición perezosa e indolente empobrece a los hombres; los lleva a la
necesidad. Y esto se aplica a la vida presente y a la venidera. V. 16. Si guardamos la
palabra de Dios, nos guardará de toda cosa realmente hiriente. Abusamos de las doctrinas
de la libre gracia si pensamos que elimina la necesidad y la ventaja de la obediencia. Los
que viven al azar deben morir. Esta verdad está claramente enseñada en palabras que bastan
para alarmar al pecador más recio. V. 17. Dios ha elegido al pobre de este mundo para que
sea rico en fe y heredero de su reino. V. 18. Cuando los padres están bajo una necia ternura,
hacen lo mejor que pueden para criar a los hijos como consuelo para sí, y felices en sí
mismos. V. 19. El niño malcriado y no corregido probablemente se convierta en hombre
muy iracundo. V. 20. Los que serán sabios en su final definitivo, se les debe enseñar y se
les debe mandar cuando jóvenes. V. 21. ¿Qué debiéramos desear sino que todos nuestros
propósitos concuerden con la santa voluntad de Dios? V. 22. Mucho mejor es tener un
corazón para hacer el bien y necesitar habilidad para hacerlo, que tener habilidad para
hacerlo y que falte el corazón para ello. V. 23. Los que viven en el temor de Dios,
obtendrán satisfacción y felicidad verdadera y completa. V. 24. La indolencia, cuando se
cae en ella, crece tanto en la gente, que no tienen corazón para hacer las cosas más
necesarias para sí. V. 25. La reprensión amable va muy lejos en el hombre de
entendimiento. V. 26. El joven que despilfarra la sustancia de su padre o empobrece a su
madre, es odioso y llegará a la desgracia. V. 27. Sabiduría de los hombres jóvenes es
aborrecer la conversación que pone principios malos y licenciosos en la mente. V. 28. Son
lo peor de los pecadores los que se alegran de tener una oportunidad de pecar. V. 29. El
descreimiento del hombre no restará eficacia a las amenazas de Dios. El mismo Cristo no
fue perdonado cuando llevó pecados que no eran los propios. La justicia y el juicio tocaron
a nuestro bendito fiador, ¿y Dios va a perdonar a los pecadores obstinados?

CAPÍTULO XX
V. 1. Cuesta mucho creer que hombres de las más grandes habilidades, al igual que el
ignorante, deban hacerse necios y locos simplemente por el gusto o excitación producida
por los licores fuertes. V. 2. ¡Qué temibles son los reyes para quienes los provocan!
¡Entonces, cuánto más necio es provocar al Rey de reyes! V. 3. Meterse en pelea es la
necedad más grande que pueda haber. Cede, y cede aun en las demandas justas, por amor a
la paz. V. 4. El que trabaja y soporta dificultades en el tiempo de sembrar para la eternidad,
será adecuadamente diligente en su actividad terrenal. V. 5. Aunque muchos capaces de dar
consejo sabio están callados, no obstante algo puede sacarse de ellos, que recompensará a
quienes lo obtengan. V. 6. Cuesta mucho encontrar a los que han hecho y harán más bien de
lo que dicen o se interesan por oír que se hable de eso. V. 7. El hombre bueno no tiene que
inquietarse cuando planea lo que hará o al reflexionar en lo que ha hecho, como quienes
andan en engaño. Su familia anda mejor por amor a él. V. 8. Si los grandes hombres son
buenos pueden hacer mucho bien e impedir mucho mal. V. 9. Algunos pueden decir: Por la
gracia estamos más limpios de lo que hemos estado, pero fue obra del Espíritu Santo. V.
10. Obsérvese los diversos engaños usados por los hombres, cuya raíz es el amor al dinero.
El Señor no bendecirá lo que así se obtiene. V. 11. Los padres deben observar a sus hijos
para manejarlos adecuadamente. V. 12. Todos nuestros poderes y facultades son de Dios y
tienen que ser empleados para Él. V. 13. Los que se dan a la pereza deben esperar que les
falte lo necesario, que debieron conseguir por trabajo honesto. V. 14. Los hombres usan
artes para conseguir una buena oportunidad y comprar barato, pero el hombre debiera
avergonzarse del fraude y la mentira. V. 15. El que prefiere el conocimiento verdadero a las
riquezas, sigue los caminos de la religión y la felicidad. Si realmente creemos esta verdad,
la palabra de Dios será valorada como merece, y el mundo perderá su influencia tentadora.
V. 16. Se destruyen a sí mismos los que se enredan en avales apresurados. También los que
están ligados con mujeres abandonadas. No deposites confianza en ninguno de ellos. V. 17.
La riqueza obtenida por fraude puede ser dulce, porque la mente carnal se complace en el
éxito de los malos planes, pero será amarga al reflexionar. V. 18. Necesitamos
especialmente consejo en la guerra espiritual. La palabra y el Espíritu de Dios son los
mejores consejeros en todo aspecto. V. 19. Compran muy cara su alabanza los que confían
en un hombre porque habla bien. V. 20. Un hijo desobediente llegará a ser muy
desgraciado. Nunca tendrá la expectativa de paz o consuelo. V. 21. Un patrimonio
súbitamente aumentado suele ser tan súbitamente arruinado. V. 22. Espera en el Señor,
atiende a su voluntad y Él te protegerá. V. 23. Un negocio hecho con fraude resultará ser un
negocio perdedor al final. V. 24. ¿Cómo podemos formar planes y realizar negocios
independientemente del Señor? V. 25. Las evasiones que los hombres usan a menudo con
su propia conciencia muestran cuán falso y engañoso es el hombre. V. 26. La justicia
aplastará a los malos y los separará del virtuoso. V. 27. El alma y la conciencia racional son
como una lámpara dentro de nosotros, que debe ser usada para examinar nuestras
disposiciones y motivos con la voluntad revelada de Dios. V. 28. La misericordia y la
verdad son las glorias del trono de Dios. V. 29. Jóvenes y viejos tienen ambos sus ventajas;
y que nadie desprecie o envidie al otro. V. 30. La reprensión seria hace, a veces, mucho
bien. Pero tal es la corrupción de la naturaleza que los hombres aborrecen ser reprendidos
por sus pecados. Si Dios usa aflicciones severas para purificar el corazón y equiparnos para
su servicio, tenemos causa para estar muy agradecidos.

CAPÍTULO XXI
V. 1. El creyente, al notar que el Señor manda cada corazón como bien le parece, como el
agricultor que distribuye el agua por sus terrenos según le place, procura que su propio
corazón, y el corazón de los demás, sean dirigidos a la fe, el temor y el amor de Dios. V. 2.
Somos parciales al juzgarnos a nosotros mismos y nuestras acciones. V. 3. Muchos se
engañan con la noción fantasiosa de que las devociones externas excusarán la injusticia. V.
4. Pecado es el orgullo, la ambición, la gloria, el gozo y el negocio de los hombres impíos.
V. 5. El realmente diligente emplea la previsión como asimismo el trabajo. V. 6. Mientras
los hombres busquen riqueza por prácticas ilícitas, buscan la muerte. V. 7. La injusticia
retornará al pecador y lo destruirá aquí y por siempre. V. 8. El camino de la humanidad es
por naturaleza pervertido y extraño. V. 9. Mejor es evitar la controversía amarga
derramando el corazón ante Dios. Porque por la prudencia y la paciencia, con oración
constante, puede ser quitado el enojo. V. 10. Los malos deseos del corazón del hombre
malo, guían a la bajeza de su conducta. V. 11. El simple puede hacerse sabio por los
castigos del impío, y por las instrucciones a quienes están dispuestos a ser enseñados. V.
12. Los hombres buenos no envidian la prosperidad de los malhechores; ellos ven que hay
maldición sobre ellos. V. 13. Los que oprimen al pobre rebajando la paga, los que no
socorren a los que están en angustias conforme a su capacidad, y los que están en autoridad
descuidando hacer justicia, tapan sus oídos al grito del pobre. Pero el cuidado indudable
debe usarse al ejercer la caridad. V. 14. Si el dinero puede vencer la furia de las pasiones,
¿serán demasiado débiles el temor de Dios y el mandamiento de Cristo para frenarlas? V.
15. Hay verdadero placer sólo en la práctica de la religión. V. 16. De todos los que vagan
por los caminos del pecado, los que están en la condición más peligrosa son los que se
descarrían por los caminos de las tinieblas. Pero hay esperanza hasta para ellos en el
Salvador todo suficiente, pero que ellos se refugien en Él sin demora. V. 17. La vida de
placer mundanal acarrea ruina a los hombres. V. 18. El justo suele ser librado de los
problemas, y el impío es puesto en su lugar, y de esa manera parece rescate por aquel. V.
19. Las pasiones desenfrenadas echan a perder el consuelo proveniente de todas las
relaciones. V. 20. Lo mucho obtenido con prudencia, trabajo y frugalidad es deseable. V.
21. El arrepentimiento y la fe verdadera guiarán al que confía en la misericordia de Dios en
Cristo, para buscar la justicia y la misericordia en su propia conducta. V. 22. Los que tienen
sabiduría suelen grandes cosas, aun contra quienes confían en su propia fuerza. V. 23. Debe
ser nuestra preocupación evitar que nuestra alma se enrede y entre en confusión. V. 24. El
orgullo y la altivez hacen apasionados a los hombres; los tales se ven continuamente
enfrentados con la ira, como si fuera su negocio estar enojados. Vv. 25, 26. Aquí está la
desgracia del perezoso; sus manos se niegan a trabajar en algo honesto, por el cual pudieran
obtener un sustento honesto; pero sus corazones no cesan de codiciar riquezas, placeres y
honores, los cuales no pueden obtenerse sin trabajo. Pero los justos y trabajadores ven
satisfechos sus deseos. V. 27. Cuando se aparenta santidad, pero se concibe maldad, eso es
abominación de manera especial. V. 28. El sino del testigo falso es cierto. V. 29. El hombre
impío desafía las amenazas de la ley y las reprensiones de la providencia, pero el hombre
bueno pregunta: ¿Qué quiere Dios de mí? Vv. 30, 31. Los medios hay que usarlos, pero
después de todo, nuestra seguridad y salvación son solamente del Señor. En nuestra guerra
espiritual debemos armarnos con toda la armadura de Dios, pero nuestra fortaleza debe
estar en el Señor y en el poder de su fuerza.

CAPÍTULO XXII
V. 1. Debiéramos ser cuidadosos para hacer lo que nos permite obtener y mantener un buen
nombre, más que para formar un gran patrimonio o aumentarlo. V. 2. La providencia divina
lo ha ordenado de tal manera, que algunos son ricos y otros pobres, pero todos son
culpables ante Dios; y ante el trono de la gracia de Dios los pobres son tan bienvenidos
como los ricos. V. 3. La fe prevé el mal que viene sobre los pecadores y mira a Jesucristo
como el refugio seguro contra la tormenta. V. 4. Donde está el temor de Dios, habrá
humildad. Mucho hay para disfrutar por el temor de Dios: riquezas espirituales y, al final, la
vida eterna. V. 5. El camino del pecado es ofensivo y peligroso. Pero el camino del deber es
seguro y fácil. V. 6. Educa a los niños, no en el camino en que quisieran ir, el de sus
corazones corruptos, sino en el camino en que deben ir, por el cual, si los amas, usted
quiere que anden. Tan pronto como sea posible cada niño debe ser guiado al conocimiento
del Salvador. V. 7. Esto muestra cuán importante es que todo hombre se mantenga sin
deudas. En cuanto a las cosas de esta vida hay una diferencia entre el rico y el pobre; pero
que el pobre recuerde que es el Señor quien hizo la diferencia. V. 8. El poder de que
muchos abusan pronto les faltará. V. 9. El que procura aliviar las necesidades y miserias del
prójimo será bendecido. V. 10. Los escarnecedores y abusadores profanos perturban la paz.
V. 11. Dios es el Amigo del hombre en cuyo espíritu no hay culpa; este honor tienen todos
los santos. V. 12. Dios vuelve los consejos y designios de los hombres traicioneros para su
propia confusión. V. 13. El hombre perezoso habla de un león afuera, pero no considera
que su peligro real viene del diablo, ese león rugiente adentro, y de su propia pereza, que lo
mata. V. 14. El vil pecado del libertinaje corrientemente entorpece irremediablemente la
mente. V. 15. El pecado es necedad, está en el corazón, hay una inclinación interior a pecar;
los niños la traen al mundo con ellos; y se fija muy cerca del alma. Todos necesitamos que
nos corrija nuesto Padre celestial. V. 16. Sólo somos mayordomos y debemos administrar
lo que Dios confía a nuestro cuidado, conforme a su voluntad. Vv. 17—21. A estas
palabras, a este conocimiento, debe inclinarse el oído y el corazón, aplicado por fe y amor.
Vivir una vida de gozo en Dios y de dependencia de Él, es el fundamento de toda religión
práctica. El camino para conocer la certeza de la palabra de verdad es tomar conciencia de
nuestro deber. Vv. 22, 23. El que roba y oprime al pobre lo hace a su propio riesgo. Y si los
hombres no comparecen por sí, Dios lo hará. Vv. 24, 25. Nuestros corazones corruptos
tienen tanta yesca en ellos que es peligroso meterse con los que andan arrojando las chispas
de su pasión. Vv. 26, 27. Todo hombre debiera ser justo consigo mismo y su familia; no
son así los que, por necedad u otra negligencia, despilfarran lo que tienen. V. 28. Se nos
enseña a no transgredir el derecho de otro hombre. Cuesta encontrar un hombre
verdaderamente industrioso. Tal hombre se levantará. ¿Ves a un hombre diligente en la
religión? Probablemente se destaque. Entonces, seamos diligentes en la obra de Dios.

CAPÍTULO XXIII
Vv. 1—3. Las restricciones que Dios pone al apetito sólo dicen: No te hagas daño. Vv. 4, 5.
No seas de los que serán ricos. Las cosas de este mundo no son felicidad ni porción para el
alma; quienes las aferran tan apretadamente, no pueden retenerlas para siempre, no pueden
aferrarse a ellas por mucho tiempo. Vv. 6—8. No te hagas una carga para nadie,
especialmente para los que no son sinceros. Cuando somos llamados por Dios a su fiesta, y
a dejar que nuestras almas se deleiten, Isaías xxv, 6; lv, 2, podemos participar en forma
segura del Pan de vida. V. 9. Deber nuestro es aprovechar todas las ocasiones para hablar
de las cosas divinas, pero si lo que un hombre sabio dice no es oído, que él conserve su paz.
Vv. 10, 11. Los huérfanos son tomados bajo la protección especial de Dios. Él es el
Redentor de ellos que tomará el partido de ellos; y Él es poderoso, todopoderoso.
Vv. 12—16. He aquí un padre que instruye a su hijo para que entregue su mente a las
Escrituras. He aquí un padre que corrige a su hijo: acompañado de oración y bendecido por
Dios, puede resultar un medio de evitar su destrucción. He aquí un padre que exhorta a su
hijo, diciéndole lo que será para su propio bien. ¡Y qué consuelo será si de aquí en adelante
él responde a su expectativa! Vv. 17, 18. La expectativa del creyente no será desilusionada;
el final de sus pruebas y de la prosperidad del pecador está a la mano.
Vv. 19—28. El gracioso Salvador que adquirió perdón y paz para su pueblo, con todo el
afecto de un padre tierno, nos aconseja oír y ser sabios, y está dispuesto a guiar nuestros
corazones en su camino. Aquí tenemos un llamado fervoroso a los jóvenes para atender el
consejo de sus santos padres. Si el corazón es guiado, los pasos serán guiados. Compra la
verdad y no la vendas; prepárate a dejar cualquier cosa por ella. No la dejes por placeres,
honores, riquezas o ninguna cosa de este mundo. El corazón es lo que requiere el gran Dios.
No debemos pensar en dividir el corazón entre Dios y el mundo; Él tendrá todo o nada. —
Mira la regla de la palabra de Dios, la conducta de su providencia, y los buenos ejemplos de
su pueblo. —Se dan precauciones especiales contra los pecados más destructores de la
sabiduría y gracia del alma. Realmente es una vergüenza hacer un dios del estómago. La
ebriedad entontece a los hombres y, luego, todo se arruina. El libertinaje se apodera del
corazón que debe ser entregado a Dios. Cuídate de cualquier acercamiento al pecado; es
muy difícil alejarse de él. Embruja a los hombres y los arruina.
Vv. 29—35. Salomón advierte contra la ebriedad. Los que serán resguardados del
pecado, deben ser guardados de todos los comienzos de este, y temer ponerse al alcance de
su seducción. Prevé el castigo, lo que al final le pondrá término, si el arrepentimiento no lo
evita. Hace pelear a los hombres. Los ebrios se lamentan y lloran por sí intencionalmente.
Hace impuros e insolentes a los hombres. La lengua se pone rebelde; el corazón dice cosas
contrarias a la razón, la religión y el civismo corriente. Aturde y envilece a los hombres.
Corren peligro de muerte, de condenación; están tan expuestos como si durmieran en la
punta de un mástil y se sintieran seguros. No temen peligro cuando los terrores del Señor
está ante ellos; no sienten dolor cuando los juicios de Dios están actualmente encima de
ellos. Tan perdido está el ebrio para la virtud y el honor, tan desgraciadamente sellada está
su conciencia, que no se avergüenza de decir: Lo buscaré de nuevo. Con buena razón se nos
dice que paremos antes del comienzo. ¿Quién con sentido común contraería un hábito, o se
vendería a un pecado, que traiga consigo tal culpa y desgracia, y exponga al hombre
diariamente al peligro de morir insensible, y despertar en el infierno? —En estos capítulos
parece que la sabiduría retomara el discurso como al principio del libro. Deben considerarse
como las palabras de Cristo al pecador.

CAPÍTULO XXIV
Vv. 1, 2. No envidies a los pecadores. Y ni siquiera dejes que entre a tu mente el deseo
de: ¡Oh, que yo pudiera sacudirme todos los frenos! Vv. 3—6. La piedad y la prudencia en
los asuntos externos, juntas completan al hombre sabio. Por el conocimiento se llena el
alma con las gracias y consuelos del Espíritu, esas riquezas preciosas y placenteras. El
espíritu es fortalecido por la sabiduría verdadera para la obra y la guerra espirituales. Vv.
7—9. El hombre débil piensa que la sabiduría está demasiado elevada para él, por tanto, no
se esforzará por ella. Malo es hacer el mal pero concebirlo es peor. Son pecado aun los
primeros brotes de pecado en el corazón y uno se debe arrepentir. Aquellos que se
esfuerzan por hacer odiosos a los demás, se hacen así a ellos mismos. V. 10. Sometidos a
problemas somos buenos para desesperarnos del socorro. Pero ten valor, y Dios fortalecerá
tu corazón. Vv. 11, 12. Si un hombre sabe que su prójimo está en peligro por cualquier
procedimiento injusto, está obligado a hacer todo lo que pueda para librarlo. ¿Y qué es
soportar que perezcan almas inmortales cuando nuestras convicciones y ejemplo pueden ser
los medios de impedirlo? Vv. 13, 14. Somos impulsados al estudio de la sabiduría
considerando su placer a la vez que su provecho. Todos los hombres saborean las cosas que
son dulces al paladar pero muchos no se complacen en las cosas que son dulces para el
alma purificada, y lo que nos hace sabios para la salvación. Vv. 15, 16. El alma sincera cae
como puede caer un viajero, al tropezar con una piedra en su camino pero se para y sigue
en su camino con más cuidado y velocidad. Esto debe entenderse tocante a las caídas en la
aflicción más bien que a las caídas en el pecado concreto. Vv. 17, 18. El placer que
podemos tener por los problemas de un enemigo, nos está prohibido. Vv. 19, 20. No
envidie al impío su prosperidad; tenga la seguridad de que en ella no hay felicidad
verdadera. Vv. 21, 22. Los santos en la tierra estarán quietos en la tierra. Puede que haya
causa de cambiar para mejor pero no se relacione para nada con los que son ados a cambiar.
Vv. 23—26. La sabiduría que Dios da hace que el hombre sea apto para su posición. Todo
el que halla el provecho de la respuesta correcta, se apegará a quien la dio. V. 27. Debemos
preferir las necesidades antes que las conveniencias y no endeudarnos. Vv. 28, 29. Hay tres
defectos señalados en un testigo. Vv. 30—34. Vea que bendición es el llamado del granjero
y que desierto sería esta tierra sin eso. Vea que gran diferencia hay en la administración
hasta de los asuntos mundanos. La pereza y la autocomplacencia son el veneno de todo
bien. Cuando vemos campos tapados de espinos y cardos, y las rejas rotas, vemos un
emblema del estado mucho más deplorable de muchas almas. Todo afecto vil crece en los
corazones de los hombres pero ellos se las arreglan para dormir. Mostremos sabiduría
duplicando nuestra diligencia en toda cosa buena.

CAPÍTULO XXV
Vv. 1—3. Dios no tiene que investigar cada cosa; nada puede estar oculto de Él. Pero es
honra de los reyes indagar las cosas para sacar a luz las obras ocultas de las tinieblas. Vv. 4,
5. Que un príncipe suprima el vicio y reforme a su pueblo es la mejor manera de sostener su
gobierno. Vv. 6, 7. La religión nos enseña humildad y a negarnos a nosotros mismos. El
que ha visto la gloria del Señor en Cristo Jesús sentirá su propia indignidad. Vv. 8—10. La
prisa para empezar la discordia acarreará dificultades. La guerra debe terminar a la larga y
mejor es impedirla. Así pasa en las peleas particulares; haz todo lo que puedas para arreglar
el asunto. Vv. 11, 12. Una palabra de consejo, o de reprensión, dicha rectamente, es bella
de manera especial, como la buena fruta que se embellece aun más en cestas de plata. V.
13. Véase cuál debe ser la mira de aquel a quien se le confía un negocio: ser fiel. Un
ministro fiel, mensajero de Cristo, debe así ser aceptable para nosotros. V. 14. El que
pretende haber recibido o dado lo que nunca tuvo, es como la nube matinal que desilusiona
a los que esperan lluvia. V. 15. Ten paciencia para soportar una herida presente. Sé suave
para hablar sin pasión, porque el lenguaje persuasivo es el más efectivo para prevalecer
sobre la mente endurecida. V. 16. Dios nos ha dado permiso para usar cosas gratas, pero se
nos advierte contra los excesos. V. 17. No podemos estar en buenos términos con nuestro
prójimo sin discreción ni sinceridad. ¡Cuánto mejor Amigo es Dios que cualquier otro
amigo! Mientras más a menudo vamos a Él, más bienvenidos. V. 18. El testimonio falso es
peligroso en todo. V. 19. La confianza en un hombre infiel es dolorosa y ofensiva; cuando
le ponemos cualquier presión a él, no sólo falla, sino que nos hace sentir eso. V. 20.
Tomamos un rumbo malo si pensamos aliviar a los tristes proponiéndonos hacerlos felices.
Vv. 21, 22. El precepto de amar hasta a nuestros enemigos es un mandamiento del Antiguo
Testamento. Nuestro Salvador ha demostrado su gran ejemplo por si mismo al amarnos
cuando éramos enemigos. V. 23. Los calumniadores no hablarían tan fácilmente si no
fueran tan fácilmente escuchados. El pecado se vuelve cobarde si recibe cualquier freno. V.
24. Mejor es estar a solas que estar junto con quien sea un estorbo para el bienestar de la
vida. V. 25. El cielo es un país lejano; ¡cuán refrescante es la buena nueva de allá, en el
evangelio eterno, que significa la buena noticia, y en el testimonio del Espíritu a nuestros
espíritus, de que somos hijos de Dios! V. 26. Cuando los justos son guiados a pecar, es tan
dañino como si se envenenaran las fuentes de agua. V. 27. Por medio de la gracia debemos
morir a los placeres de los sentidos y también a los elogios de los hombres. V. 28. Al
hombre que no domina sobre su ira se le roba fácilmente la paz. —Démonos al Señor y
oremos que ponga su Espíritu en nosotros y nos haga andar en sus estatutos.

CAPÍTULO XXVI
V. 1. La honra está fuera de moda para los indignos e ineptos para ella. V. 2. Al que es
maldecido sin causa, la maldición no le hará más daño que el ave que vuela por encima de
su cabeza. V. 3. Toda criatura debe ser tratada conforme a su naturaleza, pero los pecadores
indolentes y libertinos nunca serán regidos por la razón y la persuasión. Sin duda el hombre
nace como la cría del asno salvaje, pero algunos, por la gracia de Dios, son cambiados. Vv.
4, 5. Tenemos que adecuar nuestros comentarios al hombre y dirigirlos a su conciencia
según sea mejor para terminar bien el debate. Vv. 6—9. Los necios no son aptos para
confiar en ellos ni para tener ninguna honra. Los dichos sabios, cuando un necio los da y
aplica, pierden su utilidad. V. 10. Este versículos puede declarar cómo el Señor, el Creador
de todos los hombres, tratará a los pecadores según su culpa o cómo el poderoso entre los
hombres desgraciará y castigará al malo. V. 11. El perro es un aborrecible emblema de los
pecadores que vuelven a sus vicios, 2 Pedro ii, 22. V. 12. Vemos a más de uno que tiene
algo de sentido, pero que se enorgullece de ello. Esto describe a quienes piensan que su
estado espiritual es bueno, cuando realmente es muy malo. V. 13. El hombre perezoso odia
todo lo que requiera atención y labor. Pero es necio que nos asustemos de los deberes reales
por dificultades imaginadas. Esto puede aplicarse al hombre perezoso en los deberes de la
religión. V. 14. Habiendo visto que el hombre perezoso teme su trabajo, aquí lo
encontramos enamorado de su comodidad. La comodidad corporal es la triste ocasión de
muchas enfermedades espirituales. No se preocupa por seguir adelante con su tarea. Así son
los profesantes perezosos. El mundo y la carne son los goznes en los que ellos que se
cuelgan; y aunque se muevan en un rumbo de servicio externo, no están más cerca del
cielo. V. 15. El perezoso sale de su cama, pero pudo quedarse ahí porque probablemente
nada hará que pase en su trabajo. Corriente es que los hombres que no quieren hacer su
deber finjan que no pueden. Los perezosos en la religión no se darán el trabajo de alimentar
su alma con el pan de vida, ni para recibir en oración las bendiciones prometidas. V. 16. El
que se esfueza en la religión sabe que está obrando para un buen Señor y que su labor no
será en vano. V. 17. Atarearnos en los asuntos de otros hombres es ir a la tentación. Vv. 18,
19. El que peca en broma debe arrepentirse en serio o su pecado será su destrucción. Vv.
20—22. La contienda calienta el espíritu y echa a las llamas a las familias y las sociedades.
Y ese fuego es corrientemente encendido y mantenido ardiendo por los chismosos y
contestadores. V. 23. El corazón malo que se disfraza es como un recipiente de cerámica
roto cubierto por escoria de plata. Vv. 24—26. Desconfía siempre cuando el hombre habla
bien a menos que lo conozcas bien. Satanás, en sus tentaciones, habla bien, como lo hizo
con Eva, pero es locura darle crédito. V. 27. ¡Cuántos esfuerzos hacen los hombres para
hacer mal a los demás! Pero están cavándose la fosa, están rodando una piedra, haciendo un
trabajo duro y se preparan mal para sí mismos. V. 28. Hay dos clases de mentiras
igualmente detestables. Una mentira calumniadora, cuya maldad todos ven. Una mentira
aduladora que destruye en secreto. El hombre sabio tendrá más temor del adulador que del
calumniador.

CAPÍTULO XXVII
V. 1. No sabemos lo que un día puede traer. Esto no prohíbe que nos preparemos para
mañana, sino que presumamos del mañana. No debemos demorar la gran obra de
conversión, la única cosa necesaria. V. 2. Puede que haya ocasión de justificarnos, pero no
de elogiarnos. Vv. 3, 4. Los que no dominan sus pasiones se hunden bajo la carga. Vv. 5, 6.
Las reprensiones claras y fieles son mejores, no sólo que el odio secreto, sino que el amor
que se congratula en el pecado para perjuicio del alma. V. 7. Los pobres saborean mejor sus
delicias y suelen ser más agradecidos por ellos que el rico. En forma semejante el orgulloso
y autosuficiente desdeña el evangelio; pero los que tienen hambre y sed de justicia,
encuentran consuelo en el libro o sermón más malo que testifique de Cristo Jesús. V. 8.
Todo hombre tiene su lugar apropiado en la sociedad donde puede estar a salvo y cómodo.
Vv. 9, 10. No dependas de un pariente para ayuda por el solo hecho del parentesco; recurre
a quienes están a mano y ayudarán en caso necesario. Pero hay un Amigo más unido que un
hermano, pongamos toda la confianza en Él. V. 11. Un padre afectuoso insta a su hijo a la
conducta prudente que alegra su corazón. La buena conducta de los cristianos es la mejor
respuesta a todos los que encuentran faltas en el evangelio. V. 12. Si nos arrojamos donde
hay tentación, habrá pecado y vendrá el castigo. V. 13. Un hombre honesto puede llegar a
ser mendigo, pero no es honesto el que se hace mendigo. V. 14. Necedad es ser hallado
digno de elogio; es una tentación a enorgullecerse. Vv. 15, 16. Las contiendas de un
prójimo pueden ser como una lluvia fuerte, que crea problemas por un tiempo; las rencillas
de la esposa son como lluvia continua. V. 17. Se nos advierte que nos fijemos con quién
conversamos. Se nos manda que tengamos en cuenta, al conversar, el hacernos mutuamente
más sabios y mejores. V. 18. Aunque un llamado sea laborioso y despreciado, los que lo
escuchan, hallarán que hay algo que obtener por él. Dios es un Amo que se ha
comprometido a honrar a los que le sirvan fielmente. V. 19. Un corazón corrupto es como
otro; así son los corazones santificados: el primero lleva la misma imagen del terrenal; el
último, la misma imagen del celestial. Vigilemos cuidadosamente nuestros corazones
comparándolos con la palabra de Dios. V. 20. Dos cosas se dicen aquí que nunca se
satisfacen: la muerte y el pecado. Los apetitos de la mente carnal por el provecho o el
placer siempre están deseando más. Aquellos cuyos ojos están vueltos al Señor, están
satisfechos en Él y por siempre lo estarán. V. 21. La plata y el oro son probados
metiéndolos en el horno y en el crisol; así es probado un hombre por el elogio. V. 22.
Algunos son tan malos que hasta los métodos severos no logran su fin; ¿qué queda sino que
sean rechazados? Solo el poder de crear de nuevo de la gracia de Dios es capaz de efectuar
un cambio. Vv. 23—27. Debemos tener algo que hacer en este mundo, y no vivir en
ociosidad, y no meternos en lo que no entendemos. Debemos ser diligentes y esforzamos
mucho. Hagamos lo que podamos, pero aún así no se puede asegurar el mundo para
nosotros, por tanto debemos optar por una porción más duradera; pero por la bendición de
Dios para nuestro trabajo honesto, podemos esperar disfrutar de las bendiciones terrenales
tanto como sea bueno para nosotros.
CAPÍTULO XXVIII
V. 1. El pecado acobarda a los hombres. Sean cuales sean las dificultades que el justo
encuentre en el camino del deber, no le intimida. V. 2. Los pecados nacionales perturban el
reposo público. V. 3. Si las personas necesitadas tienen oportunidad para oprimir, su
extorsión será más severa que la de los más ricos. V. 4. La gente mala de mala manera se
fortalecen mutuamente. V. 5. Si un hombre busca al Señor es buena señal de que entiende
mucho y es un buen medio para entender más. V. 6. El hombre pobre, piadoso y honesto es
mejor que un rico impío y malo; puede dar más consuelo y es una bendición más grande
para el mundo. V. 7. Los compañeros de los hombres revoltosos no sólo entristecen a sus
padres; los avergüenzan. V. 8. Lo que es mal obtenido, aunque aumente mucho, no durará
mucho. Así son recompensados los pobres y Dios es glorificado. V. 9. El pecador con
cuyas oraciones Dios está airado, es uno que obstinadamente se niega a obedecer los
mandamientos de Dios. V. 10. El éxito de los impíos es su propia miseria. V. 11. Los ricos
son tan adulados que se creen superiores a los demás. V. 12. Hay gloria en la tierra cuando
el justo tiene libertad. V. 13. Necedad es dar el gusto al pecado y excusarlo. El que oculta
sus pecados no tendrá paz verdadera. El que confiesa humildemente sus pecados, con
arrepentimiento y fe verdaderos, encontrará la misericordia de Dios. El Hijo de Dios es una
gran expiación. Bajo una profunda convicción de culpa y de peligro, podemos pedir
salvación de la misericordia que reina a través de la justicia para vida eterna por nuestro
Señor Jesucristo. V. 14. Hay un temor que causa felicidad. La fe y el amor librarán del
temor a la desgracia eterna, pero siempre debemos tener temor de ofender a Dios y temor
de pecar contra Él. V. 15. A un gobernante malo, como lo llamemos, este versículo lo llama
león rugiente y oso hambriento. V. 16. A los opresores les falta entendimiento: ellos no
consideran su propia honra, tranquilidad y seguridad. V. 17. El asesino será acosado con
terrores. Nadie deseará salvarlo del merecido castigo, ni lo compadecer. V. 18. La rectitud
dará a los hombres una santa seguridad en los peores momentos, pero el falso y deshonesto
nunca está seguro. V. 19. Los diligentes toman el camino para vivir cómodamente. V. 20.
El camino verdadero para ser feliz es ser santo y honesto; no formar repentinamente un
patrimonio sin considerar bien ni mal. V. 21. El juicio es pervertido cuando se considera
todo menos el derecho puro. V. 22. El que se apresura a ser rico nunca piensa seriamente
con cuánta rapidez puede Dios quitarle su riqueza, y dejarlo en la pobreza. V. 23. La
mayoría, cuando reflexiona, tendrá mejor opinión del que reprende fielmente que del
adulador que apacigua. V. 24. Aquí está la maldad de quienes piensan que no es pecado
robar a sus padres, coercionándolos, amenazándolos o despilfarrando lo que tienen, y
endeudándose. V. 25. Siempre están cómodos quienes viven en continua dependencia de
Dios y de su gracia, y viven por fe. V. 26. El necio confía en su propia fuerza, mérito y
justicia. Confía en su propio corazón, que no sólo es engañoso por sobre todo, sino que lo
ha engañado frecuentemente. V. 27. El hombre egoísta no sólo no buscará objetos de
compasión, sino que no atenderá a los que piden su atención. V. 28. Cuando se pone poder
en las manos del malo, los sabios declinan el oficio público. —Si el lector lee
diligentemente este y los demás capítulos, en muchas partes donde primero pudo suponer
que había poco de Cristo, hallará aun lo que lo guía a Él.
CAPÍTULO XXIX
V. 1. ¿Quién puede sanar si Dios hiere? La palabra de Dios advierte a todos que huyan de la
ira venidera a la esperanza puesta ante nosotros en Jesucristo. V. 2. La gente tiene causa
para regocijarse o lamentarse según sus gobernantes sean justos o impíos. V. 3. La
sabiduría divina es lo que mejor nos resguarda de las lujurias destructoras. V. 4. El Señor
Jesús es el Rey que ministrará el juicio verdadero a la gente. V. 5. Los aduladores ponen
fuera de su guardia a los hombres, lo que los traiciona haciéndolos en mala conducta. V. 6.
Las transgresiones siempre terminan en vejaciones. Los hombres justos andan en libertad y
caminan en seguridad. V. 7. Este versículo es aplicable a la compasión por la angustia del
pobre, y el desprecio sin sentimientos que muestra el impío. V. 8. El burlador se mofa de
las cosas sagradas y serias. Los hombres que fomentan la religión, que es la sabiduría
verdadera, alejan la ira de Dios. V. 9. Si un hombre sabio disputa el rencilloso y engreído,
será tratado con ira o ridiculizado; y no hace ningún bien. V. 10. Cristo dijo a sus discípulos
que iban a ser odiados por todos los hombres. El justo, a quien odian los sanguinarios, hace
alegremente cualquier cosa por la salvación de ellos. V. 11. Necio es el que dice todo lo que
sabe, y no puede retener el consejo. V. 12. El que ama a los aduladores y escucha a los
calumniadores, hace que sus siervos se vuelvan mentirosos y falsos acusadores. V. 13.
Algunos son pobres, otros tienen gran cantidad de riquezas engañadoras. Ellos se
encuentran en los negocios de este mundo; el Señor da a ambos las comodiades de esta
vida. Para algunos de ambas clases Él da su gracia. V. 14. El rico mirará a sí mismo, pero el
príncipe debe defender al pobre y necesitado, y alegar a su favor. V. 15. Los padres deben
tomar en cuenta el provecho de la debida corrección, y la maldad de la indulgencia
indebida. V. 16. Que el justo no tenga su fe y esperanza abrumada por el aumento del
pecado y de los pecadores, sino espere con paciencia. V. 17. No se debe tolerar que los
hijos vivan sin reprensión cuando se portan mal. V. 18. ¡Cuán desnudo parece un lugar sin
Biblias ni ministros! ¡Y qué fácil presa es para el enemigo de las almas! El evangelio que
presenta a Cristo es una visión abierta que humilla al pecador y exalta al Salvador,
fomentando la santidad de la vida y la conversación; estas son verdades preciosas que
mantienen viva el alma e impiden que perezca. V. 19. Aquí hay un siervo malo, perezoso e
inútil; uno que sirve, no por conciencia ni amor, sino por miedo. V. 20. Cuando el hombre
es engreído, precipitado y dado a las rencillas, hay más esperanza para el ignorante y
despilfarrador. V. 21. El buen trato a un siervo no significa indulgencia, que arruinaría
hasta un niño. El cuerpo es siervo del alma; quienes le siguen la corriente y son muy tiernos
con aquél, hallarán que se olvida de su lugar. V. 22. Una disposición iracunda y apasionada
hace que los hombres se provoquen unos a otros y provoquen a Dios. V. 23. Sólo los que se
humillan serán exaltados y establecidos. V. 24. El que recibe es tan malo como el ladrón.
V. 25. Muchos se avergüenzan de reconocer ahora a Cristo; Él no los reconocerá en el día
del juicio. Pero el que confía en el Señor será salvado de la trampa. V. 26. El rumbo más
sabio es mirar a Dios y buscar el favor del Rey de reyes porque toda criatura es para
nosotros lo que Dios la hace ser. V. 27. El justo aborrece los pecados del impío y evita su
compañía. Cristo expuso la maldad de los hombres, pero oró por los malos cuando lo
crucificaron. El odio al pecado en nosotros mismos y el prójimo es una rama necesaria del
temperamento cristiano, pero todo los réprobos tienen arraigado el odio por la piedad.
CAPÍTULO XXX
Vv. 1—6. Agur habla de él mismo como necesitado de justicia y habiendo hecho muy
neciamente. Nos conviene a todos pensar mal de nosotros. Habla de él mismo como si le
faltara revelación que le guíe en los caminos de la verdad y la sabiduría. La gente más
iluminada es la que más se lamenta de su ignorancia; los que más oran por descubrimientos
cada vez más claros de Dios y su rica gracia en Cristo Jesús. —En el versículo 4 hay una
nota profética del que descendió del cielo para ser nuestro Instructor y Salvador y, luego,
ascendió al cielo para ser nuestro Abogado. El Mesías es aquí mencionado como Persona
distinta del Padre, pero aún secreto es su nombre. El gran Redentor, en las glorias de su
providencia y gracia, no puede ser hallado a la perfección. Si no hubiera sido por Cristo, los
fundamentos de la tierra se hubiesen hundido bajo la carga de la maldición de la tierra por
el pecado del hombre. ¿Quién y qué es el Poderoso que hace todo esto? —No hay el menor
fundamento para sospechar que algo falte en la palabra de Dios; agregar a sus palabras abre
el camino al error y a la corrupción.
Vv. 7—9. Agur ora sabiamente por un estado medio para mantenerse a buena distancia
de las tentaciones; pidió pan diario suficiente para su situación, su familia y su bien real.
Hay una notable similitud entre esta oración y varias oraciones del Padre nuestro. Si somos
apartado de la vanidad y las mentiras; si nos interesamos en el amor perdonador de Cristo y
lo tenemos a Él como nuestra porción; si andamos con Dios, entonces tendremos todo lo
que pidamos o pensemos de las cosas espirituales. Cuando consideramos cómo son dados a
abusar la dádiva los que tienen abundancia, y lo que es padecer necesidad, la oración de
Agur siempre será hallada sabia, aunque rara vez ofrecida. Pan necesario: lo es así para
uno, puede no serlo para otro; pero podemos estar seguros de que nuestro Padre celestial
suplirá toda nuestra necesidad, y no tolerará que nos falte nada bueno para nosotros; y ¿por
qué debiéramos desear más?
V. 10. El siervo no calumnie a su amo, no lo acuse en cosas pequeñas por hacer el mal.
Vv. 11—14. En toda época hay monstruos de ingratitud que tratan mal a sus padres.
Muchos se convencen de que son personas santas, pero sus corazones están llenos de
pecado y practican maldad secreta. Hay otros cuyo altivo orgullo es manifiesto. También ha
habido monstruos crueles en toda época. Vv. 15—17. La crueldad y la codicia son dos hijas
de la sanguijuela que grita: “dame, dame”, y están continuamente intranquilos consigo
mismos. Cuatro cosas nunca se satisfacen, con las cuales se comparan estos devoradores.
Nunca son ricos los que siempre codician. Muchos que han llegado a mal fin, han
reconocido que sus malos rumbos empezaron despreciando la autoridad de sus padres. Vv.
18—20. Cuatro cosas no pueden ser conocidas plenamente. El reino de la naturaleza está
lleno de maravillas. El cuarto es el misterio de la iniquidad; las artes malditas por las cuales
el vil seductor gana los afectos de una mujer; y las artes que usa una mala mujer para
ocultar su maldad. Vv. 21—23. Cuatro clases de personas son muy problemáticas. Los
hombres de origen bajo y espíritu bajo, que se vuelven tiranos cuando obtienen autoridad.
Los hombres necios y violentos que se dan el gusto en excesos. La mujer de espíritu
contencioso y hábitos viciosos. El siervo que ha obtenido influencia indebida. Que aquellos
a quienes la Providencia ha ascendido desde comienzos bajos, vigilen cuidadosamente
contra ese pecado, que muy fácilmente los acosa. Vv. 24—28. Cuatro cosas son pequeñas,
pero dignas de admiración. Están los pobres en el mundo y poca cosa, pero sabios para sus
almas y otro mundo. Vv. 29—33. Podemos aprender de los animales a andar bien; también
a controlar nuestro temperamento en todas las provocaciones. Debemos impedir que el mal
pensamiento de nuestra mente irrumpa en forma de mal hablar. No debemos incitar las
pasiones de los demás. Que nada se diga o haga con violencia sino todo con suavidad y
calma. ¡Sí! ¡cuán a menudo hemos actuado neciamente al levantarnos contra el Señor
nuestro Rey! Humillémonos ante Él. Habiendo hallado la paz con Él, sigamos la paz con
todos los hombres.

CAPÍTULO XXXI
Versículos 1—9. Exhortación al rey Lemuel para que se cuide del pecado y de cumplir los
deberes. 10—31. La descripción de la mujer virtuosa.

Vv. 1—9. Cuando los hijos están bajo el ojo de la madre, ella tiene la oportunidad de
moldear rectamente sus mentes. Los adultos debieran recordar con frecuencia la buena
enseñanza que recibieron cuando eran niños. Los muchos casos espantosos de caracteres
promisorios que fueron destruidos por mujeres viles, y el amor al vino, debieran ser una
advertencia a todos para que eviten estos males. —El vino debe usarse por necesidad o
como remedio. Todo lo creado por Dios es bueno y el vino tiene su uso, a pesar de que se
abusa de él. Por la misma regla, la debida alabanza y consuelo deben usarse como cordiales
para el deprimido y el tentado, no administrarse al confiado y autosuficiente. Todos los que
están en autoridad deben ser más cuidadosamente sobrios que los demás hombres; y deben
ser los protectores de quienes son incapaces o temerosos de defender su propia causa.
Nuestro bendito Señor no declinó las heces más amargas de la copa de aflicción puesta en
sus manos; pero Él puso la copa del consuelo en las manos de su pueblo, e hizo que se
regocijen quienes están en la más profunda angustia.
Vv. 10—31. Esta es la descripción de la mujer virtuosa de aquellos días, pero las ideas
generales igualmente sirven para toda época y nación. Es muy cuidadosa al recomendarse
al afecto y la estima de su marido, para conocer sus ideas, y está dispuesta a que él mande
sobre ella. —1. Se puede confiar en ella y él permite que su esposa administre por él. Está
feliz con ella. Su actividad constante es hacerle el bien. —2. Ella se esfuerza mucho en sus
deberes y se complace en ellos. Tiene cuidado de llenar su tiempo para que nada se pierda.
Se levanta temprano. Se dedica a la actividad propia de ella, a cosas de mujeres. Hace lo
que hace con toda su fuerza sin actuar frívolamente. —3. Hace que lo que hace resulte para
bien por la administración prudente. Muchos se deshacen comprando, sin considerar si se lo
pueden permitir. Provee bien para su casa. Ahorra para después. —4. Mira bien las cosas de
su casa para obligar a todos a cumplir con su deber para con Dios y los unos con los otros,
al igual que ella. —5. Está atenta a dar y a recibir, y lo hace generosa y alegremente. —6.
Es discreta y leal; toda palabra que dice demuestra que ella se rige por las leyes de la
sabiduría. Ella no sólo toma medida prudentes para ella misma, sino que da consejos
prudentes a los demás. La ley del amor y la bondad está escrita en su corazón y se
demuestra por la lengua. Su corazón está lleno del otro mundo, aun cuando sus manos estén
sumamente ocupadas en este mundo. —7. Por sobre todo ella teme al Señor. La belleza no
se recomienda a Dios, ni es prueba de sabiduría y bondad, pero ha engañado a más de un
hombre que eligió a su esposa por su belleza. Pero el temor de Dios que reina en el corazón
es la belleza del alma; dura para siempre. —8. Ella es firme para soportar iras y
desengaños. Reflexiona con consuelo, cuando llega a vieja, que no estuvo ociosa ni fue
inútil cuando era joven. Se regocija en el mundo venidero. Es una gran bendición para sus
relaciones. Si el fruto es bueno, el árbol debe tener nuestra buena palabra. Pero ella deja
que sus propias obras la alaben. Cada uno debiera desear este honor que viene de Dios; y,
conforme a esta norma todos debemos regular nuestros juicios. Esta descripción debieran
estudiar a diario todas las mujeres que desean ser verdaderamente amadas y respetadas,
útiles y honorables. Este pasaje debe aplicarse a personas, pero, ¿no podría también
aplicarse a la iglesia de Dios que se describe como una esposa virtuosa? Dios, por su gracia,
ha formado una iglesia de creyentes verdaderos de entre los hombres pecadores, para que
posea todas las excelencias aquí descritas.

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