Interacciones Pedagògicas y Su Relación Con La
Interacciones Pedagògicas y Su Relación Con La
Interacciones Pedagògicas y Su Relación Con La
De esta manera el recorrido por la consolidación del enfoque permite identificar que
éste cuenta con postulados claros desde la mirada de los derechos; sin embargo, se
reconoce que esta perspectiva como conocimiento no está totalmente construida, ni
finalizada y que, como lo afirman Pineda et. al., requiere que su compleja reconstrucción
siga reflexionando sobre las coordenadas que le dan vida y los procesos pedagógicos que
la agencian.
Es así como Camargo (2003) refiere que hablar de derechos de los niños y niñas alude
a una idea de dignidad humana en términos de igualdad, libertad, seguridad y
desarrollo.
Los Derechos de la niñez son deberes ineludibles para el conjunto de la sociedad, por
lo tanto se trata de construir una "nueva cultura" de la infancia y de la juventud, que
basada en el respeto de los derechos sea fundamento para una nueva sociedad, más justa
y humana. Las condiciones especialmente difíciles de los niños, niñas y jóv enes como la
falta de acceso a educación, salud, nutrición, recreación, entre otros; no pueden seguir
siendo el criterio prioritario para definir los componentes y las estrategias de atención en
los programas de desarrollo (Cillero 1999).
Por otro lado, Galvis (2008) describe con claridad cómo se da y cómo predomina “el
adultocentrismo” en la relación con los niños y niñas, siendo este un estilo que impone
una única visión del mundo, la del adulto, y a través del cual se mira y se comprende la
niñez. Este es quizá el obstáculo por excelencia que se debe superar para el
establecimiento de relaciones en las que se reconozca al niño o niña como sujeto activo e
interlocutor válido para poder entender de manera directa, lo que sería para ellos el
estatuto personal desde la dimensión de los derechos.
Para superar este obstáculo, gran parte de las propuestas de los autores manifiestan
que la opción es eliminar la hegemonía del lenguaje que espera entender el adulto,
incorporando lenguajes no verbales como corporales, gestuales, de imagen, entre otros.
De esta manera, ser conscientes que el niño o la niña es un sujeto activo en su desarrollo,
también involucra como lo definen Pineda et. al. (2009), reconocer que el ejercicio del
derecho a la participación es un proceso que se inicia desde el momento mismo del
nacimiento; lo que para los agentes que participan en su cuidado y educación implica una
mirada distinta acerca de los niños y niñas en sus primeros años de vida.
Esta mirada debe reconocer a los niños y las niñas desde la comunicación no verbal,
poniendo especial atención al reconocimiento de sus iniciativas, intereses, necesidades y
responder a ellas de manera adecuada.
De esta forma es posible reconocer que los imaginarios que acerca de la infancia
tienen los maestros y demás agentes sociales, constituyen un conjunto de
representaciones, de prácticas y saberes cotidianos que no solo existen en sus mentes,
sino que asumen una realidad psicosocial, a través de procesos interrelacionales y de
interacciones sociales que se imponen y condicionan las relaciones con niños y niñas.
En este sentido, desde la investigación realizada por Rincón, et. al. (2008), se
reconoce la necesidad de deconstruir la lógica permanente y presente respecto a la
infancia, para imaginar y desarrollar nuevas maneras de relacionarse con los niños y
niñas, y proponer desde la interacción pedagógica nuevas formas para apoyar los
procesos de desarrollo y socialización de la misma.
Las implicaciones que la perspectiva de derechos tiene para poder realizar los cambios
necesarios que fomenten realmente el desarrollo infantil temprano y su consecuente
potenciamiento, hace necesario brindar una atención integral a la primera infancia,
atención que incluye una educación inicial de calidad, definida como:
Un derecho impostergable de la Primera Infancia, dirigido a garantizar el
desarrollo del ser humano a través del cuidado calificado y el potenciamiento
del desarrollo de los niños y niñas desde su gestación y menores de seis (6)
años. Se concibe como un proceso continuo, permanente e intencionado de
interacciones y relaciones sociales de calidad, oportunas y pertinentes,
dirigidas a reconocer las características, particularidades y potencialidades de
cada niño o niña, mediante la creación de ambientes enriquecidos y la
implementación de procesos pedagógicos específicos y diferenciales a este ciclo
vital. Esta puede proporcionarse en ámbitos familiares o institucionales y en
todo caso serán corresponsables la familia, la sociedad y el Estado (Decreto 237
de 2009).
La educación inicial está fundamentada en una mirada del desarrollo infantil visto
como un proceso permanente que comienza antes del nacimiento y continúa a lo largo
de la vida, y que debe verse como parte del desarrollo humano. Desde los planteamientos
de nuevos paradigmas, Young y Fujimoto, Gómez (2003) citados por Abello (2009), se
describen las evidencias investigativas que afirman cómo el niño y la niña son sujetos
activos de su propio desarrollo; este se constituye por conquistas sucesivas de
autodominio y autorregulación en las diferentes dimensiones de la integralidad humana.
Rogoff (1993) plantea en esta misma línea, que los niños son aprendices del
conocimiento y son activos en sus intentos por aprender a partir de la observación y de
las relaciones con otros; paralelamente, conceptualiza el desarrollo de la mente en el
contexto sociocultural y enfatiza en: el papel activo del niño cuando se sirve de la guía
social; la importancia de las formas de organización implícita y rutinaria de las
actividades del niño, y su participación en actividades culturales que exigen unas
destrezas, pero que no son propiamente instruccionales; y, la variación cultural tanto de
las metas de desarrollo como de los medios por los que el niño adquiere un conocimiento
compartido con otros.
De esta forma, desde el reconocimiento del niño o niña como sujeto activo, la
educación inicial debe pensarse como una acción no homogenizadora, que estimule las
fortalezas y capacidades de los niños y las niñas, una educación de calidad desde una
perspectiva inclusiva e intercultural.
Igualmente debe tener en cuenta la capacidad de los niños y las niñas para comunicar
sus opiniones, el derecho a participar y a opinar sobre las circunstancias y decisiones que
les atañen puesto que ellos son los "auténticos protagonistas de su propio desarrollo"
(Comité de derechos del niño, 2007).
La educación inicial no puede seguir pensando que el rol del adulto se traduce en
guiar y formar al niño y la niña, y observarlos y actuar con ellos como si fueran seres
pasivos y maleables en sus manos; por el contrario, las pedagogías en la educación inicial
deben estar centradas en el niño y la niña y en las interacciones que él y ella establecen
con sus pares, con los adultos, con el medio y con los materiales didácticos (Secretaría de
Educación Distrital, 2006).
Un eje para hacer viable lo anterior es que las interacciones sean una fuente de
posibilidades para apropiar y comprender el mundo físico, social y cultural de manera
activa, de acuerdo con el estilo propio de cada niño y niña; pero, es preciso entender que
de las características de estas interacciones dependerá el tipo de apropiación que hagan
sobre su estilo de vida.
Hoy es claro que los niños ingresan a prácticas comunicativas complejas desde el
inicio de su vida, intentan comprenderlas de modo global, no se apropian de
fragmentos de lenguaje. Esa marcha hacia la conquista del lenguaje oral será tan
compleja como lo es la vida social. En otras palabras, el bebé a través del lenguaje
ingresa a la cultura (p. 3).
Los maestros van conociendo a los niños y niñas a través de las interacciones que
realizan con ellos en el grupo en general y con cada uno en particular. Observar y
registrar tanto lo que hacen los niños, como lo que dicen, con el fin de desarrollar la
comprensión de los procesos de aprendizaje de estos y de cómo ellos construyen su
conocimiento, posibilitará que al volver a las planeaciones se realicen ajustes que
permitan nuevos diseños para lograr interacciones con mayor sentido para los niños y
niñas.
Así mismo, como parte de las interacciones pedagógicas, se otorga al adulto un papel
preponderante en la relación establecida con el niño y la niña, reconociéndole su rol de
acompañamiento y apoyo, y desde éste la responsabilidad que tiene frente a la
orientación en los espacios pedagógicos.
Por ello, es importante indagar sobre conceptos de participación, sobre lo cual desde
la perspectiva del Comité de los derechos del niño (2007), se entiende que ésta no es solo
un medio para llegar a un objetivo, es un derecho civil y político básico para todos los
niños y niñas, convirtiéndose en un fin en sí mismo.
En este sentido, desde los hallazgos de la investigación realizada por Jiménez, et. al.
(2010), los agentes educativos afirman que en los espacios pedagógicos en los cuales los
niños pueden ser expresivos, donde tienen iniciativa, creatividad, y se permite su
espontaneidad, se está promoviendo la participación.
Por ello, afirman Acosta y Pineda (2007), la participación en los primeros años de
vida demanda que las instituciones de socialización primaria democraticen sus
relaciones, en tanto puedan comprender que es desde la cotidianidad de las
interacciones, desde donde se forjan los primeros aprendizajes para su capacidad de
incidencia, cambio y transformación.
Democratizar estas relaciones implica por tanto que las acciones pedagógicas se
centren en que los adultos estén en capacidad de comprender las diferencias en los
estados de desarrollo que presentan los niños y las niñas, en atender tanto a sus
comunalidades como a sus singularidades, y que con base en ello, a través de las diversas
prácticas formativas se pueda establecer interacciones que se orienten a hacer una
lectura más pertinente que permita potenciar el desarrollo, lo que para la primera